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Kenneth Frampton Historia crítica de l a arquitectura modern a traducción de Jorge Sain z Editorial Gustavo Gili, S A 08029 Barcelona Rosselló, 87-89 . Tel . 93 322 81 6 1 México, Naucalpan 53050 Valle de Bravo, 21 . Tel . 55 60 60 1 1 Portugal, 2700-606 Amadora Praceta Noticias da Amadora, n° 4-B . Tel . 21 491 09 36 A mis padre s Título origina l Modern Architecture : A Critica/ History Publicado por Thames and Hudson, Londre s Versión castellana de Jorge Sain z Revisión bibliográfica por Joaquim Romaguera i Rami ó Diseño de la cubierta de Estudi Com a 1 8 edición, 1 4 tirada, 198 1 2 4 tirada, 198 3 2 8 edición ampliada, 1 4 tirada, 198 7 24 tirada, 1989 34 tirada, 199 1 38 edición ampliada, V tirada, 199 3 2 8 tirada, 199 4 3 8 tirada, 199 6 4 8 tirada, 199 8 58 tirada, 200 0 64 tirada, 200 2 74 tirada, 2005 Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, la reproducción (electrónica , química, mecánica, óptica, de grabación o de fotocopia), distribución, comunicació n pública y transformación de cualquier parte de esta publicación —incluido el diseñ o de la cubierta— sin la previa autorización escrita de los titulares de la propieda d intelectual y de la Editorial . La infracción de los derechos mencionados puede se r constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts . 270 y siguientes del Códig o Penal) . El Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO) vela por el respeto d e los citados derechos . La Editorial no se pronuncia, ni expresa ni implícitamente, respecto a la exactitud d e la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tip o de responsabilidad en caso de error u omisión . © 1980, 1985, 1992, Thames and Hudson Ltd ., Londres y para la edición castellan a Editorial Gustavo Gili, SA, Barcelona, 199 3 © de la versión castellana, Jorge Sainz, 199 8 Printed in Spai n ISBN: 84-252-1665- 6 Depósito legal B . 15 .741-200 5 Impresión : Hurope, si, Barcelona Índice Prefacio a la tercera edición Introducción Primera parte : Movimientos culturales y técnicas propiciatorias, 1750-193 9 1. Transformaciones culturales : la arqui - tectura neoclásica, 1750-1900 2. Transformaciones territoriales : los de - sarrollos urbanos, 1800-1909 3. Transformaciones técnicas : la ingenie - ría estructural, 1775-1939 Segunda parte: Una historia crítica , 1836-196 7 1. Noticias de ninguna parte : Inglaterra, 1836-1924 2. Adler y Sullivan : el Auditórium y l a construcción en altura, 1886-1895 3. Frank Lloyd Wright y el mito de la pra- dera, 1890-1916 4. El racionalismo estructural y la in - fluencia de Viollet-le-Duc : Gaudí, Hor - ta, Guimard y Berlage, 1880-1910 5. Charles Rennie Mackintosh y la es - cuela de Glasgow, 1896-1916 74 6. La primavera sagrada: Wagner, 01 - brich y Hoffmann, 1886-1912 79 7. Antonio Sant'Elia y la arquitectura fu - turista, 1909-1914 86 8. Adolf Loos y la crisis de la cultura , 1896 -1931 92 9. Henry van de Velde y la abstracció n de la empatía, 1895-1914 98 10. Tony Garnier y la ciudad industrial , 1899-1918 102 11. Augusta Parral : la evolución del racio- nalismo clásico . 1899-1925 107 12. El Deutsche Werkbund, 1898-1927 11 1 13. La cadena de cristal : el expresionism o arquitectónico europeo, 1910-1925 11 8 14. La Bauhaus : la evolución de una idea , 1919-1932 125 15. La nueva objetividad : Alemania, Ho- landa y Suiza, 1923-1933 132 16. De Stijl : evolución y disolución del neoplasticismo, 1917-1931 144 17. Le Corbusier y el Esprit Nouveau , 1907-1931 151 Tercera parte : Valoración crítica y exten- sión hacia el presente, 1925-199 1 1. El estilo internacional : tema y variacio- nes, 1925-1965 252 2. El nuevo brutalismo y la arquitectura del estado del bienestar : Inglaterra , 1949-1959 266 3. Las vicisitudes de la ideología: los CIAM y el Team X, crítica y contracríti- ca, 1928-1968 273 4. Lugar, producción y escenografía : teoría y práctica internacionales des- de 1962 284 5. El regionalismo crítico: arquitectura moderna e identidad cultural 31 8 6. La arquitectura mundial y la práctic a reflexiva 333 Agradecimientos 349 Bibliografía 351 Indice alfabético 389 7 18 . Mies van der Rohe y la significación d e 8 los hechos, 1921-1933 16 3 19. La nueva colectividad: arte y arquitec - tura en la Unión Soviética, 1918 - 1932 16 9 20. Le Corbusier y la Villa Radieuse, 12 1928-1946 180 21. Frank Lloyd Wright y la ciudad en de - 20 saparición, 1929-1963 18 8 22. Alvar Aalto y la tradición nórdica: e l 29 romanticismo nacionalista y la sensi - bilidad doricista, 1895-1957 194 23. Giuseppe Terragni y la arquitectura del racionalismo italiano, 1926-1943 205 24. La arquitectura y el estado : ideología y 42 representación . 1914-1943 21 2 25. Le Corbusier y la monumentalización 51 de lo vernáculo, 1930-1960 226 26. Mies van der Rohe y la monumentali - 57 zación de la técnica, 1933-1967 234 27. El eclipse del New Deal : Buckmins - ter Fuller, Philip Johnson y Louis 64 Kahn, 1934-1964 241 5 Prefacio a la tercera edició n Toda historia está ineludiblemente condiciona - da por el modo de observarla ; y no se pued e escribir una historia absoluta, igual que no s e puede alcanzar una arquitectura absoluta . El di - bujo calidoscópico altera su alineación inclus o durante un periodo de tiempo bastante corto. Así, mientras que la segunda edición de este estudio se cerraba con la tesis provisional de l regionalismo crítico considerado como una mo- dalidad descentralizada de resistencia cultural , esta tercera edición evoca el tema de la práctica reflexiva tal como lo expuso el sociólogo Do- nald Schón, aunque todavía se adhiere implíci- tamente a una especie de modelo autárquico e n el que fundamentar una práctica crítica de l a arquitectura . A este respecto, es preciso recor- dar que los clientes bien informados y com- prometidos son absolutamente esenciales par a la cultura arquitectónica, y que el castigo divi- no de la arquitectura sigue siendo la imposi- ción arbitraria de la forma por parte de l a burocracia . Presentar la última década de la arquitectu- ra contemporánea conlleva muchas dificulta - des, y tal vez la mayor de ellas sea el problem a de elegir entre un espectro tan amplio de co- rrientes . En este sentido nunca se está de l todo al día, pues cada década aporta una nue- va cosecha de arquitectos de talento mientra s la generación anterior está todavía camino d e su madurez . La década de los años ochenta ha sido tes- tigo también de un sorprendente aumento d e la calidad general de la producción arquitectó- nica . Esto último seguramente se debe en cier- ta medida a una expansión manifiesta en e l campo de las publicaciones, de modo que, pe - se a sus aspectos reduccionistas, puede consi- derarse que la explosión informativa ha sid o beneficiosa en cuanto que ha elevado el nive l general de la cultura arquitectónica no sólo e n los centros, sino también en las zonas supues- tamente menos desarrolladas del mundo . Cualquiera que sea tan imprudente com o para persistir en el intento de defender un rela - to conciso y progresivo de la arquitectura con - temporánea se enfrenta inevitablemente con l a paradoja de que si bien la urbanización globa l de los últimos veinte años llevó invariable - mente a la depredación ambiental -casi com o resultado directo del máximo aprovechamien- to tecnológico-, la práctica de la arquitectur a como discurso marginal ha mejorado casi po r doquier. Así pues, aunque vivimos en un mo- mento en que la dispersión especulativa de la megalópolis ha dejado el diseño urbano vir- tualmente reducido a una incongruencia, la ar- quitectura como acto crítico sigue teniendo si n duda muchas posibilidades, en particular a una escala intermedia . Hay que hacer también una serie de obser- vaciones adicionales . La primera se refiere a otra paradoja : el hecho de que pese a la crisi s en curso de la enseñanza de la arquitectura, l a capacidad conceptual y técnica enlos nivele s más altos de la profesión es probablemente mayor hoy que en ningún otro momento des - de el final de la II Guerra Mundial . Tengo e n mente no sólo la pericia excepcional de lo s mejores estudios high tech o de tecnología punta, sino también el grado igualmente im- presionante de sofisticación tectónica que pue- de encontrarse entre los sectores profesiona- les más humanistas, algo que es patente, po r ejemplo, en la obra del maestro portugués Al - varo Siza . Estrechamente comprometidos co n esta línea hay gran número de estudios artesa - nales, medianos y pequeños, dispersos po r todo el mundo ; y a ellos va mi principal discul- pa, pues si hubiese dispuesto de más espacio , habría incluido un abanico mucho más amplio . Me refiero, por supuesto, a algunas obras d e la India, Australia, Canadá, América Latina y Oriente Próximo, y confío en que una edició n posterior permita corregir este desequilibrio . Al final he decidido responder al desafío planteado por la riqueza de este espectro prin- cipalmente de dos maneras . En primer lugar , he ampliado la bibliografía de forma que n o sólo refleje el vasto alcance de las últimas in- vestigaciones en este campo, sino que tam- bién indique, implícitamente, el abanico d e obras arquitectónicas que habría incluido s i hubiese tenido más espacio disponible. En se- gundo lugar, he reestructurado y ampliado e l texto . El capítulo 4 de la tercera parte se ha re - visado con objeto de registrar las últimas acti- vidades de la neovanguardia y de documenta r los logros específicos de los arquitectos de l a tecnología punta y de ese sector que hemos llegado a reconocer como estructuralista . He de - cidido dedicar el nuevo capítulo final a las obra s de cuatro paises bastante desarrollados, en lo s que puede afirmarse que existe un nivel profe- sional notablemente alto en general . Es a ese ni - vel general de producción, más que al culto a las estrellas, al que esta edición está dedicada . Kenneth Frampto n Nueva York, 1991 7 Introducció n Hay un cuadro de Klee que se titula Angelu s Novus . En él se ve un ángel que parece esta r alejándose de algo sobre lo cual clava la mira - da . Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas extendidas . El ángel de la historia debe de tener ese aspecto . Su cara está vuelta hacia el pasado . En lo que a nosotros nos pare - ce una cadena de acontecimientos, él ve un a catástrofe única, que acumula sin cesar ruin a sobre ruina y las arroja a sus pies . El ángel que- rría detenerse, despertar a los muertos y re - componer lo despedazado. Pero una torment a desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede ple- garlas. Esta tempestad lo arrastra irresistible - mente hacia el futuro, al cual vuelve la espalda , mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo . Tal tempestad es to que llamamos pro- greso. Walter Benjamín 'Tesis sobre la filosofía de la historia', 194 0 Una de las primeras tareas que se han de afron- tar al intentar escribir una historia de la arqui- tectura moderna consiste en establecer el co- mienzo del periodo . Sin embargo, cuanto má s rigurosamente se busca el origen de la moder- nidad, más atrás parece encontrarse . Se tiend e a proyectarlo hacia el pasado : si no hasta el Re - nacimiento, al menos hasta ese momento d e mediados del siglo xviii en el que una nuev a visión de la historia llevó a los arquitectos a cuestionar los cánones clásicos de Vitruvio y a documentar los restos del mundo antigu o con el fin de establecer una base más objetiv a sobre la que trabajar . Esto, junto con los extra - ordinarios cambios técnicos que se desarrollaron a lo largo de todo el siglo, indica que las condi- ciones necesarias para la aparición de la arqui- tectura moderna se dieron en algún moment o comprendido entre el desafío lanzado a finale s del siglo xvii por el médico-arquitecto Claude Perrault en contra de la validez universal de la s proporciones vitruvianas, y la separación defini- tiva entre la ingeniería y la arquitectura, que a veces se hace coincidir con la fundación en Pa- rís de la Ecole des Ponts et Chaussées, la pri- mera escuela de ingeniería, en 1747 . En este libro tan sólo se ha podido ofrece r un sencillo esquema de esta prehistoria del Mo- vimiento Moderno . Los tres primeros capítulo s han de leerse, por tanto, bajo una luz diferente a la del resto del libro ; tratan sobre las transfor - maciones culturales, territoriales y técnicas d e las que surgió la arquitectura moderna, y ofre- cen un breve relato de cómo evolucionaron l a arquitectura, el desarrollo urbano y la ingenie- ría entre 1750 y 1939. Los temas críticos que se han de introduci r al escribir una historia completa pero concis a son : primero, decidir qué material debería in- cluirse ; y segundo, mantener alguna clase d e coherencia en la interpretación de los hechos . He de admitir que en ambos aspectos no h e sido todo lo coherente que habría deseado : e n parte, porque la información con frecuencia de- bía tener prioridad sobre la interpretación; e n parte, porque no todo el material se ha estudia - do con el mismo grado de detenimiento ; y en parte, porque mi postura interpretativa ha va- riado según el tema considerado . En alguno s casos he intentado mostrar cómo un plantea - miento concreto deriva de circunstancias socio - económicas o ideológicas, mientras que e n otros me he limitado a hacer un análisis formal . Esta variación se refleja en la propia estructur a del libro, dividido en un mosaico de capítulos bastante breves que abordan tanto la obra d e arquitectos particularmente significativos com o las principales corrientes colectivas. En la medida de lo posible he intentado ofrecer la posibilidad de leer el texto de varia s maneras . Así, puede recorrerse como un relato continuo u hojearse al azar . Aunque la secuen- cia se ha organizado teniendo en mente al lec- tor profano o al estudiante universitario, esper o que su lectura casual pueda servir para fomen- tar el trabajo de los titulados y se demuestre útil para los especialistas que deseen desarro- llar un punto en particular . Aparte de esto, la estructura del texto está en relación con el tono general del libro, en l a medida en que he intentado, siempre que h a sido posible, dejar que hablasen los propio s protagonistas . Cada capítulo comienza con un a cita, elegida por su agudeza con respecto a una situación cultural concreta o bien por s u capacidad para revelar el contenido de la obra . He procurado usar estas 'voces' para ilustrar l a manera en que la arquitectura moderna h a evolucionado como un esfuerzo cultural conti- nuo, y para poner de manifiesto cómo cierto s temas pudieron perder relevancia en algú n momento de la historia sólo para retornar pos- teriormente con un renovado vigor . En este re- lato aparecen muchas obras no construidas , pues para mí la historia de la arquitectura mo- derna tiene tanto que ver con lo consciente y con la intención polémica como con los pro- pios edificios . Como muchas otras personas de mi genera - ción, estoy influido por la interpretación marxis- ta de la historia, aunque incluso la lectura má s superficial de este texto revelará que no se ha n aplicado ninguno de los métodos establecidos de análisis marxista . Por otro lado, mi afinida d con la teoría crítica de la escuela de Frankfurt ha teñido sin duda mi visión de todo este periodo y me ha hecho perfectamente cons- ciente del lado oscuro de la Ilustración, la cual , en nombre de una razón poco razonable, ha lle- vado al hombre a una situación en la que em- pieza a estar tan alejado de su propia produc- ción como del mundo natural . El desarrollo de la arquitectura moderna después de la Ilustración parece haberse dividi- do entre el utopismo de la vanguardia, formula - do por vez primera a comienzos del siglo xix e n la fisiocrática ciudad ideal de Ledoux, y esa ac- titud anticlásica, antirracional y antiutilitaria d e la reforma cristiana promulgada por primer a vez en ellibro Contrasts, de Pugin, en 1836 . Desde entonces, en su esfuerzo por trascende r la división del trabajo y la dura realidad de l a producción industrial y del proceso de urbani- zación, la cultura burguesa ha oscilado entr e dos extremos: por un lado, las utopías total- mente planeadas e industrializadas ; y por otro , la negación de la propia realidad histórica de l a producción maquinista . Si bien todas las artes están en cierta medi- da limitadas por sus medios de producción y reproducción, no sucede lo mismo con la arqui- tectura, que está condicionada no sólo por su s propios medios técnicos, sino también por fuer - zas productivas externas a ella misma . El ejem- plo más evidente de todo esto es la ciudad , donde la separación entre arquitéctura y desa- rrollo urbano ha llevado a una situación en l a que la posibilidad de que se aporten algo mu- tuamente durante un largo periodo de tiemp o ha quedado de pronto sumamente limitada . So - metida cada vez más a los imperativos de un a economia consumista en continua expansión, l a ciudad ha perdido principalmente su capacida d para mantener su significación como conjunto . El hecho de que ha sido disipada por fuerzas si- tuadas fuera de su control queda demostrad o por la rápida erosión de las ciudades provincia - les norteamericanas tras el fin de la II Guerr a Mundial, como consecuencia del efecto combi- nado de las autopistas, las urbanizaciones y lo s supermercados . El éxito y el fracaso de la arquitectura mo- derna y su posible papel en el futuro debe n valorarse finalmente en relación con este tras - fondo bastante complejo . En su forma más abs- tracta, la arquitectura ha tenido, por supuesto , alguna participación en el empobrecimiento de l entorno : en particular cuando ha sido un mer o instrumento para la racionalización tanto de los tipos como de los métodos edificatorios, y cuando tanto el acabado final como la form a planimétrica se han reducido a su mínimo co- mún denominador con el fin de hacer más barata la ejecución y de optimizar el uso . En s u preocupación, bienintencionada, pero a vece s descaminada, por asimilar la realidad de las téc- nicas y los procedimientos del siglo xx, la ar- quitectura ha adoptado un lenguaje en el que l a expresión reside casi por completo en compo- nentes secundarios tales como rampas, paseos , ascensores, escaleras, chimeneas, conductos y colectores de basuras . Nada podía estar tan ale- jado del lenguaje de la arquitectura clásica, e n la que tales elementos estaban invariablement e ocultos tras la fachada, y en la que el cuerp o principal del edificio podía expresarse libremen- te : una supresión de los datos empíricos qu e permitía a la arquitectura simbolizar el poder d e la razón mediante la racionalidad de su propi o discurso . El funcionalismo se ha basado justa - mente en el principio opuesto, en concreto l a reducción de toda expresión a la utilidad o a lo s procesos de fabricación . Visto el saqueo de esta tradición reduccio- nista moderna, en la década de los ochenta nos 8 9 1 0 vimos forzados a volver una vez más a las for- mas tradicionales y a modelar los nuevos edifi- cios -casi con independencia de su rango- co n la iconografía de un estilo kitsch vernáculo . S e decía que la voluntad popular exigía la tranqui- lizadora imagen de la comodidad doméstica y artesanal, y que las referencias 'clásicas' aun - que abstractas, eran tan incomprensibles com o dominantes . Esta opinión crítica raras veces ex - tendió el alcance de sus consejos más allá de l tema superficial del estilo para exigir que la práctica de la arquitectura se orientase hacia e l tema de la creación de un lugar, hacia una re - definición crítica pero creativa de las cualidade s concretas del mundo construido . La vulgarización de la arquitectura y su pro- gresivo aislamiento de la sociedad llevó por en- tonces a que la disciplina se volcase sobre s í misma, de modo que nos enfrentamos con la paradójica situación de que muchos de lo s miembros más jóvenes e inteligentes de la pro- fesión abandonaron toda idea de construir . E n su versión más intelectual, esta tendencia redu- cía los elementos arquitectónicos a puros sig- nos sintácticos que no significaban nada fuera de su propia operación 'estructural'; en su ver- sión más nostálgica, exaltaba la pérdida de l a ciudad mediante propuestas metafóricas e iró- nicas que se proyectaban hacia 'desiertos astra- les' o se situaban en el espacio metafísico de l esplendor urbano del siglo xix. De las vías de acción que aún quedaba n abiertas para la arquitectura contemporánea -vías por las que de uno u otro modo ya se ha - [Día emprendido el camino-, tan sólo dos pare - cían ofrecer la posibilidad de un resultado signi- ficativo . Mientras que la primera de ellas er a totalmente coherente con las formas de produc- ción y consumo predominantes, la segunda s e planteaba como una mesurada oposición a am- bas cosas . La primera, siguiendo ese ideal for- mulado por Mies van der Robe como beinah e nichts ('casi nada'), buscaba reducir la labo r edificatoria a la categoría de diseño industrial a una escala enorme . Dado que su preocupació n consistía en optimizar la producción, mostrab a muy poco o ningún interés por la ciudad . De- fendía un funcionalismo no retórico con buena s instalaciones y un buen envoltorio, cuya 'invisi- bilidad' acristalada reducía la forma al silencio . La segunda, por otro lado, era claramente 'visi- ble' y a menudo adoptaba la forma de u n recinto de muros que establecía dentro de s u limitado mundo 'monástico' un conjunto d e relaciones, razonablemente abiertas y sin em- bargo concretas, que unían a los seres huma- nos entre sí y a éstos con la naturaleza . El he- cho de que este 'enclave' fuese con frecuenci a introvertido y relativamente indiferente al ámbi- to continuo, físico y temporal, en el que estab a situado caracterizaba el impulso general de est e planteamiento como un intento de huir, aunque fuese en parte, de las condicionantes perspecti- vas de la Ilustración . La única esperanza de un discurso significa- tivo en el futuro radicaba, en mi opinión, en u n contacto creativo entre estos dos puntos de vis - ta extremos . 1 Página siguiente, Soufflot, Ste-Geneviéve (ahora el Panteón), París, 1755-1790; los pilares de crucer o fueron reforzados por Rondelet . Primera parte Movimientos culturales y técnicas propiciatorias 1750-1939 1 . Transformaciones culturales : la arquitectura neoclásica, 1750-190 0 El sistema barroco operaba una especie de do- ble cruzamiento . A un jardín 'racionalizado ' oponía fachadas con frecuencia 'vegetalizadas' : el reino del hombre y el de la naturaleza seguían siendo ciertamente distintos, per o permutaban su carácter interpenetrándose po r razones de decoración y de prestigio . Por e l contrario, el parque 'a la inglesa' en el que la in- tervención del hombre pretende hacerse invisi- ble, debe ofrecer el espectáculo majestuoso de la voluntad de la naturaleza; frente al espacio del parque, las casas que construyen Morris o Adam llevan impresa la voluntad del hombre y definen una permanencia racional en el seno del reino irracional de la vegetación libre. En vez de la conexión barroca, descubrimos un a separación : ésta señala precisamente la distan- cia a partir de la cual es posible realizar una contemplación nostálgica de la naturaleza. Aho- ra bien, este ensueño contemplativo, según he- mos visto, sobreviene precisamente a título de compensación o de expiación, en el momento en que la actitud práctica frente a la naturaleza tiende a definirse como una explotación agresi- va . El contraste entre la vivienda y el parqu e procede de esta situación de guerra, pero l a transpone en armisticio localizado, funda e l sueño de la paz imposible, frente a una natura- leza de la que se ha procurado conservar l a imagen intacta. Jean Starobinsk i L'invention de la liberté, 196 4 La arquitectura del Neoclasicismo surgió al pa- recer de dos corrientes distintas, pero emparen - tadas, que transformaronradicalmente la rela- ción entre el hombre y la naturaleza . La primera fue un aumento repentino de la capacidad humana para ejercer su control sobre la natu- raleza, que a mediados del siglo XVII había comenzado a superar las barreras técnicas de l Renacimiento. La segunda fue un giro funda- mental en la naturaleza de la conciencia huma- na -en respuesta a los cambios cruciales qu e estaban teniendo lugar en la sociedad- que di o origen a una nueva formación cultural igual - mente adecuada para los estilos de vida de l a aristocracia en declive y de la burguesía en as- censo . Mientras que los cambios tecnológico s llevaron a unas nuevas infraestructuras y a l a explotación de una creciente capacidad produc- tiva, el cambio en la conciencia humana di o paso a nuevas categorías del conocimiento y a una clase de pensamiento historicista tan refle- xivo que cuestionaba incluso su propia identi- dad . Los primeros, fundados en la ciencia, se hicieron realidad inmediatamente en las exten- sas obras de carreteras y canales de los si- glos xvn y xvni, y dieron origen a nuevas institu - ciones de carácter técnico como la Ecole des Ponts et Chaussées de París, fundada en 1747 ; el segundo provocó la aparición de las discipli- nas humanistas de la Ilustración, incluidas la s obras pioneras de la sociología, la estética, l a historia y la arqueología modernas : De l'esprit des lois (1748), de Montesquieu ; Aesthetica (1750), de Baumgarten ; Le siécle de Louis XI V (1751), de Voltaire; y Geschichte der Kunst des Altertums (1764), de Winckelmann . La excesiva elaboración del lenguaje arqui- tectónico de los interiores rococó del Ancie n Régime y la secularización del pensamiento d e la Ilustración obligó a los arquitectos del si- glo xvm, por entonces conscientes ya de la na- turaleza incipiente e inestable de su moment o histórico, a buscar un estilo auténtico mediante una revaluación de la Antigüedad . Su motiva - ción no consistía simplemente en copiar a lo s antiguos, sino en acatar los principios sobre los que su trabajo se había basado . La investiga - ción arqueológica que surgió de este impul- so pronto llevó a una ardua controversia: ¿e n cuál de las cuatro culturas mediterráneas -egip- cia, etrusca, griega y romana- deberían busca r un estilo auténtico ? Una de las primeras consecuencias de esta nueva valoración del mundo antiguo fue la am- pliación del itinerario del ya tradicional Gran d Tour más allá de las confines de Roma, para es- tudiar así en su periferia aquellas culturas e n las que, según Vitruvio, se había basado la ar- quitectura romana . El descubrimiento y la exca- vación de las ciudades romanas de Herculano y Pompeya durante la primera mitad del si- glo xvui alentó las expediciones aún más leja- nas, y pronto se hicieron visitas a los asenta- mientos antiguos de los griegos, tanto en Sicili a como en la propia Grecia . El legado vitruvian o del Renacimiento -el catecismo del Clasicismo- debía confrontarse entonces con las ruinas rea - les . Los dibujos acotados que se publicaron e n las décadas de 1750 y 1760 -Ruines des plus beaux monuments de la Gréce (1758), de Ju- lien-David Le Roy; Antiquities of Athens (1762) , de James Stuart y Nicholas Revett ; y la docu- mentación del palacio de Diocleciano en Spli t 11764), de Robert Adam y Charles-Louis Cléris- seau- atestiguan la intensidad con la que se se - guían estos estudios . Fue la defensa por part e de Le Roy de la arquitectura griega como ori- gen del 'estilo auténtico' lo que provocó la ir a chovinista del arquitecto y grabador italiano Giovanni Battista Piranesi . El libro de Piranesi Della magnificenza e d architettura de' romani, de 1761, era un ataqu e directo a la polémica planteada por Le Roy : afirmaba no sólo que los etruscos habían pre- cedido a los griegos, sino que, junto con su s sucesores los romanos, habían elevado la ar- quitectura a un mayor nivel de refinamiento . L a unica prueba que pudo aportar en apoyo de s u declaración eran las escasas construccione s etruscas que habían sobrevivido a los saqueos de Roma -tumbas y obras de ingeniería-, y fue - ron éstas las que al parecer orientaron el rest o de su carrera en una dirección tan extraordina- ria . En una colección tras otra de grabados, fu e r epresentando el lado oscuro de esa sensació n ya calificada por Edmund Burke en 1757 com o lo sublime' : ese terror sosegado inducido po r la contemplación del gran tamaño, la extrema - da antigüedad y el desmoronamiento . Estas cualidades adquirieron toda su fuerza en l a obra de Piranesi a través de la infinita grandez a de las imágenes que plasmaba . Sin embargo , esas nostálgicas imágenes clásicas eran trata - das -como ha observado Manfredo Tafuri - « como un mito a combatir . . . como meros frag- mentos, como símbolos deformados, como or- ganismos alucinantes de un 'orden' en deca- dencia» . Entre su libro Parere su l'architettura, de 1765, y sus grabados de Paestum, publicado s después de su muerte en 1778, Piranesi aban- donó la verosimilitud arquitectónica y dio rien- da suelta a su imaginación . En una publicación tras otra, culminadas en su extravagantemente exótico trabajo de ornamentación interior de 1769, se entregó a las manipulaciones alucina- torias de la forma historicista . Indiferente a l a distinción prohelénica de Winckelmann entre belleza innata y ornamento gratuito, sus deli- rantes invenciones ejercieron una atracción irre - sistible sobre sus contemporáneos, y los inte- riores grecorromanos de los hermanos Ada m eran en gran medida deudores de los vuelos d e su imaginación . En Inglaterra -donde el Rococó nunca habí a sido aceptado del todo- el impulso para redimi r los excesos del Barroco encontró su primer a expresión en el palladianismo iniciado por lord Burlington, si bien algo de este mismo espírit u purgativo puede detectarse en las últimas obra s de Nicholas Hawksmoor en Castle Howard . Si n embargo, a finales de la década de 1750, lo s británicos ya estaban completando asiduamen- te su formación en la propia Roma, donde , entre 1750 y 1765, se podía encontrar como re - sidentes a los principales defensores del Neo - clasicismo, desde el prorromano y proetrusco Piranesi a los progriegos Winckelmann y L e Roy, cuya influencia estaba aún por llegar . En- tre el contingente británico se hallaban Jame s Stuart, que iba a emplear el orden dórico grie- go ya en 1758, y el joven George Dance, qu e nada más regresar a Londres en 1765 diseñó l a prisión de Newgate, una construcción super- ficialmente piranesiana cuya rigurosa organi- zación muy bien podía estar en deuda con la s teorías neopalladianas de las proporciones for- muladas por Robert Morris. El desarrollo defini- tivo del Neoclasicismo británico llegó inicial - mente con la obra de John Soane, discípulo d e Dance, que sintetizó con un nivel notable diver - sas influencias provenientes de Piranesi, Adam , Dance e incluso del Barroco inglés . La causa de l Greek revival o revitalización del estilo grieg o fue más tarde popularizada por Thomas Hope, cuyo libro Household Furniture and Interior De- coration (1807) permitió contar con una versió n británica del 'estilo imperio' napoleónico, po r entonces en proceso de creación por parte d e Percier y Fontaine . Nada más lejos de la experiencia británica que el desarrollo teórico que acompañó a l a aparición del Neoclasicismo en Francia . La tem- prana conciencia del carácter relativo de la cul- tura a finales del siglo xvn impulsó a Claud e Perrault a poner en duda la validez de la s proporciones vitruvianas tal como habían sid o heredadas y depuradas a través de la teoría clá - 12 13 sica . Por el contrario, Perrault elaboró su tesi s de la belleza positiva y de la belleza arbitraria, otorgando a la primera el papel normativo d e la estandarización y la perfección, y a la segun- da esa función expresiva que puede ser reque- rida por una circunstancia o un carácter parti- culares . Este desafío a la ortodoxia vitruviana fu e compilado por el abate Jean-Louis de Corde- moyen su libro Nouveau Traité de toute l'ar- chitecture (1706), en el que reemplazaba los atributos vitruvianos de la arquitectura -es de- cir, utilitas, firmitas y venustas (utilidad, solidez y belleza)- por su tríada propia : ordonnance, distribution y bienséance. Mientras que su s dos primeras categorías se referían a la correc- ta proporción de los órdenes clásicos y a s u apropiada disposición, la tercera introducía l a noción de decoro, con la cual Cordemoy adver- tía contra la inadecuada aplicación de los ele- mentos clásicos u honoríficos a las construc- ciones utilitarias o comerciales . Así pues , además de mostrarse crítico con el Barroc o -que era el último estilo público retórico de l Ancien Régime-, el Traité de Cordemoy antici- paba la preocupación de Jacques-Frantoi s Blondel por la expresión formal apropiada y por una fisonomía diferenciada para adaptars e al variable carácter social de los distintos tipos de edificios . En esa época ya se empezaba a afrontar la articulación de una sociedad much o más compleja. Aparte de insistir en la aplicación juiciosa de los elementos clásicos, a Cordemoy le preocu- paba su pureza geométrica, como reacción e n contra de algunos recursos barrocos tales como el intercolumnado- irregular, los fronto- nes partidos y las columnas salomónicas . Tam- bién la ornamentación había de someterse a l a adecuación, y Cordemoy -anticipándose e n doscientos años al célebre escrito de Adol f Loos Ornament und Verbrechen ( ' Ornamento y delito')- argumentaba que muchos edificios n o requerían ningún tipo de ornamento . Sus pre- ferencias eran la mampostería sin columnas y las construcciones ortogonales. Para él, la co- lumna exenta era la esencia de la pura arqui- tectura, tal como había quedado patente en l a catedral gótica y en el templo griego. El abate Laugier, en su libro Essai sur l'ar- chitecture (1753), reinterpretó a Cordemoy pro - pugnando una arquitectura universal y 'natu- ral' : la 'cabaña primitiva' original, compuest a de cuatro troncos de árbol que soportaban un a rústica cubierta a dos aguas . Siguiendo a Cor- demoy, defendía esta forma primaria como l a base de una especie de construcción gótica transformada en clásica en la que no habría n i arcos ni pilastras ni pedestales ni ningún otr o tipo de articulación formal, y en la que los in - tersticios entre las columnas serían tan acrista- lados como fuera posible . Esta construcción 'traslúcida' se hizo reali- dad en la iglesia de Ste-Geneviéve de París, d e Jacques-Germain Soufflot, comenzada en 1755 . Soufflot -que en 1750 había sido uno de lo s primeros arquitectos en visitar los templos dó- ricos de Paestum- estaba decidido a recrear la ligereza, la espaciosidad y las proporciones d e la arquitectura gótica a base de elementos clá- sicos, por no decir romanos . Con este objetivo , adoptó una planta de cruz griega, con la nave central y las laterales formadas por un sistem a de cúpulas rebajadas y arcos semicirculare s apoyados en un peristilo interior continuo . La labor de integrar la teoría de Cordemoy y la obra magna de Soufflot para formar la tradi- ción académica francesa recayó en Jacques - Francois Blondel, quien, tras abrir su escuela de arquitectura en la Rue de la Harpe en 1743 , se convirtió en el maestro de esa generació n de arquitectos denominados 'visionarios' qu e incluía a Etienne-Louis Boullée, Jacques Gon- douin, Pierre Patte, Marie-Joseph Peyre, Jean- Baptiste Rondelet y Claude-Nicolas Ledoux , probablemente el más visionario de todos . Blondel estableció sus principales precepto s -relativos a la composición, el tipo y el carác- ter- en su Cours d 'architecture, publicado entre 1750 y 1770 . Su diseño de iglesia ideal, inclui- do en el segundo volumen del Cours, estab a emparentado con Ste-Geneviéve y presentab a de modo prominente un frente representativo , al tiempo que articulaba cada elemento interio r como parte de un sistema espacial continu o cuyas vistas infinitas evocaban el sentido de l o sublime . Este proyecto de iglesia insinuaba ya la sencillez y la grandeza que iban a inspirar la s obras de muchos de sus alumnos, sobre tod o Boullée, quien a partir de 1772 dedicó su vida a proyectar edificios tan vastos que hacían impo- sible su realización . Además de representar el carácter social de sus creaciones de acuerdo con las enseñanza s de Blondel, Boullée evocaba las emociones su- blimes del terror y el sosiego mediante la gran- deza de sus concepciones . Influido por el libro Génie de l 'architecture, ou l'analogie de cet art avec nos sensations (1780), de Le Camus d e Méziéres, comenzó a desarrollar su genre terri- ble, en el que la inmensidad de la visión y la desornamentada pureza geométrica de la for- ma monumental se combinan de tal forma qu e provocan el regocijo y la ansiedad . Más qu e ningún otro arquitecto de la Ilustración, Boullé e estaba obsesionado con la capacidad de la lu z para evocar la presencia de lo divino . Esta in- tención es evidente en la neblina diáfana y so- leada que ilumina el interior de su 'Métro- pole' o iglesia metropolitana, compuesta e n parte siguiendo el modelo de Ste-Geneviéve . Una luz similar se plasma en la vasta esfera d e mampostería de su proyecto para el cenotafi o de Isaac Newton, donde, de noche, una hogue- ra se suspendería en medio del espacio para re - presentar el sol, mientras que de día se apaga - ría para mostrar la ilusión del firmamento producida al brillar la luz diurna a través de lo s muros perforados de la esfera . Aunque los sentimientos políticos de Boul- lée eran sólidamente republicanos, siempre se dedicó obsesivamente a imaginar los monu- mentos de cierto estado omnipotente consagra - do al culto del Ser Supremo. Al contrario qu e Ledoux, no se sentía impresionado por las uto- pías rurales descentralizadas de Morelly o Jean - Jacques Rousseau . Pese a ello, su influencia e n la Europa posrevolucionaria fue considerable, primordialmente gracias a la actividad de s u discípulo Jean-Nicolas-Louis Durand, que redu- jo sus extravagantes ideas a una tipología edifi- catoria normativa y económica, expuesta en s u libro Précis des lecons données á l'Ecole Poly- technique (1802-1809) . Tras quince años de desórdenes milenarios , la era napoleónica requería construcciones úti- les de grandeza y autoridad adecuadas, con l a condición de que todo ello pudiera lograrse de l modo más barato posible . Durand, el primer tu- tor de arquitectura de la Ecole Polytechnique , trató de establecer una metodología edificatori a universal -el equivalente arquitectónico del Có- digo Napoleónico- mediante la cual pudiera n crearse construcciones económicas y adecua - das gracias a la permutación modular de uno s tipos fijos de plantas y varios alzados alternati- vos . De este modo, la obsesión de Boullée por los vastos volúmenes platónicos se explotab a como un medio para conseguir un carácter ade- cuado a un precio razonable . Las críticas de Du- rand a Ste-Geneviéve, por ejemplo, con sus 20 6 columnas y 612 metros de muros, le indujero n a hacer una contrapropuesta para un templ o circular con una superficie semejante, que ne- cesitaría tan sólo 112 columnas y 248 metros d e muros : una considerable economía, con la cual , según él, se habría alcanzado un aura much o más impresionante . Ledoux, después de que su carrera quedase truncada por la Revolución, volvió a desarrolla r durante su encarcelamiento el proyecto de la s salinas que había construido para Luis XVI e n Arc-et-Senans entre 1773 y 1779 . Amplió la for- ma semicircular de este conjunto para formar e l corazón representativo de su ciudad ideal de Chaux, publicada en 1804 bajo el título L'Archi- tecture considerée sous le rapport de )'art, de s moeurs et de la législation . La propia salina se - 2 Boullée, proyecto para un cenotafio para Isaa c Newton, hacia 1785 . Sección 'de noche' 3 Durand, posibles combinaciones y permutacione s de plantas, del Précis, 1802-1809 . micircular -que convirtió en el centro oval de s u ciudad- puede considerarseuno de primero s ensayos en el campo de la arquitectura indus- trial, en la medida en que integraba consciente- mente las unidades productivas con los aloja- mientos de los obreros . Cada elemento de est e conjunto fisiocrático se modeló de acuerdo co n su carácter . Así, las naves para la evaporació n de la sal, situadas en el eje transversal, tenía n cubiertas muy altas, al modo de los edificio s agrícolas, y un acabado de sillería lisa con ade- rezos almohadillados ; en cambio, la casa del di - rector, colocada en el centro, presentaba cu- biertas bajas y frontones, tenía todos sus muro s almohadillados y estaba adornada con pórtico s clásicos . Aquí y allá los muros de las naves d e la sal y de las casas de los obreros mostraba n relieves de grotescos borbotones de agua petri- ficada, que no sólo simbolizaban la solución sa- lina de la que dependía la empresa, sino que in- dicaban también que el sistema productivo y l a fuerza de trabajo tenían un rango similar dentr o del proceso . 1 H •w 31 iH l I I1t t ttt 3 P~ 1 I lül ° . í ~ 1 rtr 1_ 6... . .. 14 15 Desarrollando de un modo ficticio esta res- tringida tipología para incluir todas las institu- ciones de su ciudad ideal, Ledoux amplió l a idea de una 'fisonomía' arquitectónica par a simbolizar la intención social de sus formas , por lo demás abstractas . Los significados s e establecen bien sea mediante símbolos con- vencionales (como los haces que evocan la jus- ticia y la unidad en el edificio de los juzgados , el llamado Pacifére), o bien por isomorfism o (como en el caso del Oikéma, con planta en for- ma de pene) . Esta última construcción estab a dedicada al libertinaje, y su curioso propósit o social era inducir a la virtud mediante la sacie- dad sexual . Todo un mundo separa la permutación ra- cional de los elementos clásicos heredados, ta l como la formuló Durand, de la reconstitució n arbitraria pero purgativa de las partes clásica s fragmentadas, plasmada por Ledoux en los fie- latos que diseñó para París entre 1785 y 1789 , Estas barriéres estaban tan desvinculadas de la cultura de su época como las idealizadas insti- tuciones de Chaux. Con su gradual demolició n después de 1789, tuvieron el mismo destin o que el perímetro aduanero, abstracto e impo - pular, que pretendían administrar, el Enceinte des Fermiers Géneraux, del que se decía : «L e mur murant Paris rend Paris murmurant». Tras la Revolución, la evolución del Neocla- sicismo fue en gran medida inseparable de l a necesidad de albergar las nuevas instituciones de la sociedad burguesa y de representar l a aparición del nuevo estado republicano . El he- cho de que estas fuerzas se decidieran inicial - mente por el compromiso de la monarquía constitucional apenas quita mérito al papel qu e el Neoclasicismo desempeñó en la formació n del estilo imperialista burgués. La creación de l style empire de Napoleón III en París, y de l a francófila Kulturnation de Federico II en Berlín no son sino manifestaciones distintas de la mis- ma tendencia cultural . El primero usaba de modo ecléctico motivos antiguos -ya fuese n romanos, griegos o egipcios- para crear la he- rencia instantánea de una dinastía republicana : un estilo que se plasmó significativamente e n los teatrales interiores entoldados de las cam- pañas napoleónicas y en los compactos ador- nos romanos de su ciudad capital, como la call e Rivoli y el arco de Carrousel, de Percier y Fontaine, y la columna de la plaza Vendóme, de Gondouin, dedicada a la Grande Armée, el ejér - cito napoleónico . En Alemania, esta tenden- cia se hizo patente por vez primera en l a puerta de Brandenburgo, de Carl Gotthar d Langhans, construida como entrada occidenta l a Berlín en 1793 ; y en el diseño de Friedrich Gi - Ily para un monumento a Federico el Grande , de 1797 . Las fprmas primarias de Ledoux sirvie - ron de inspiración a Gilly para emular la severi- dad del dórico, haciéndose eco así del pode r arcaic o ' del movimiento Sturm und Drang en l a teratura alemana. Al igual que su coetáneo riedrích Weinbrenner, Gilly concibió una civili- zación primitiva y espartana, de elevados valo- res morales, con la que exaltar el mito del esta - do ideal prusiano . Su notable monumento habría adoptado la forma de una acrópolis arti- ficial en la Leipzigerplatz. A este temenos s e habría entrado desde Potsdam a través d e un rechoncho arco triunfal rematado por un a cuadriga. Colega y sucesor de Gilly, el arquitecto pru- siano Karl Friedrich Schinkel mostró inicialmen- te su entusiasmo por el Gótico no gracias a Berlín o París, sino a su propia experiencia per- sonal con las catedrales italianas. Sin embargo, tras la derrota de Napoleón en 1815, este gust o romántico quedó en gran medida eclipsado po r la necesidad de encontrar una expresión apro- piada para el triunfo del nacionalismo prusiano . La combinación de idealismo político y perici a militar parecía exigir un retorno a lo clásico . E n todo caso, éste era el estilo que ligó a Schinke l no sólo con Gilly, sino también con Durand, e n a creación de sus obras maestras en Berlín : l a Neue Wache, de 1816; la Schauspielhaus, d e 1821 ; y el Altes Museum, de 1830 . Si bien lo s dos primeros edificios (el cuerpo de guardia y el teatro) muestran rasgos caracteristicos de l estilo maduro de Schinkel -las esquinas maci- zas de uno, y las alas con parteluces del otro-, a influencia de Durand se revela con más clari- dad en el museo, que tiene una planta prototí- pica de esta clase de edificios extraída del Pré- cis y partida en dos : una transformación en l a que se conservan la rotonda central, el peristil o y los patios, al tiempo que se eliminan las alas laterales (véase página 239) . Aunque la anch a escalinata de entrada, el peristilo, y las águila s y los Dioscuros de la cubierta simbolizan las as - piraciones culturales del estado prusiano , Schinkel se apartó de los métodos tipológicos y representativos de Durand para crear una arti- culación espacial de delicadeza y potencia ex- traordinarias, ya que el extenso peristilo da paso a un pórtico estrecho que contiene una es - calera simétrica de acceso y su descansillo (una disposición que sería recordada por Mies va n der Robe) . La corriente principal del Neoclasicismo de n ' 5 Schinkel, Altes Museum, Berlín, 1828-1830 . Blondel tuvo su continuidad a mediados del si- glo xix en la carrera de Henri Labrouste, qu e había estudiado en la Ecole des Beaux-Arts (l a institución heredera la Académie Royale d'Ar- chitecture después de la Revolución) con Léo n Vaudoyer, éste a su vez discípulo de Peyre . Tra s ganar el Prix de Rome en 1824, Labrouste pas ó los cinco años siguientes en la Academia Fran- cesa de la capital italiana, dedicando gran parte de su tiempo en Italia a estudiar los templo s griegos de Paestum . Inspirado por la obra d e Jakob-Ignaz Hittorff, Labrouste fue de los pri- meros en afirmar que aquellas construccione s habían estado originariamente cubiertas de bri- llantes colores . Esto, y su insistencia en la pri- macía de la estructura y en que todo ornamento derivaba de la construcción, le llevó a entrar e n conflicto con las autoridades tras la inaugura - ción de su propio taller en 1830. En 1840 Labrouste fue nombrado arquitecto de la biblioteca de Ste-Geneviéve de París, qu e se había creado para albergar parte de las co- lecciones embargadas por el estado francés e n 1789. Basado aparentemente en un proyecto d e Boullée para una biblioteca en el palacio Maza- rin, de 1785, el diseño de Labrouste consiste e n un muro perimétrico de libros que encierra u n espacio rectilíneo y que sostiene un techo abo- vedado, de estructura metálica, dividido en dos mitades y apoyado además en una fila de co- lumnas de hierro situadas en el eje central . Este racionalismo estructural fue depurad o aún más en la sala central de lectura y el alma- cén de libros que Labrouste construyó para l a Biblioteca Nacional de París entre 1860 y 1868 . Este conjunto, insertado en elpatio del palaci o Mazarin, consiste en una sala de lectura cubier- ta por un techo de hierro y vidrio apoyado e n dieciséis columnas de fundición, y en un alma- cén de libros de varios pisos construido co n piezas de hierro forjado y fundición . Abando- nando hasta la última traza de historicismo, La- brouste diseñó este último espacio como una jaula iluminada cenitalmente, en la que la lu z se filtra hacia abajo atravesando las platafor - 4 Ledoux, ciudad ideal de Chaux, 1804 . 16 17 7 Choisy, axonometria de una parte del Panteón , París (véase figura 1), de la Histoire de l'architecture, 1899. de la construcción gótica a la sintaxis clásica , planteada en el siglo xviu, encontró un paralel o en la descripción hecha por Choisy del orde n dórico como una construcción de madera tras - pasada a piedra . Justamente esa trasposición iba a ser puesta en práctica por Auguste Perret , discípulo de Choisy, que insistía en modelar lo s detalles de sus construcciones de hormigón ar- mado según las costumbres de las estructura s e:e madera tradicionales . Racionalista estructural hasta la médula , Choisy fue capaz, no obstante, de responde r a la sensibilidad romántica cuando escribió d e a Acrópolis : «Los griegos no imaginan nunca _in edificio independientemente del lugar que l e : resta marco y de los edificios que lo rodean . i Cada motivo arquitectónico considerado in - :ependientemente es simétrico, pero está trata - : o como un paisaje donde únicamente se pon- ceran las masas . » Esta noción pintoresca del equilibrio parcial - mente simétrico resultaría tan ajena a las ense - ^anzas de las Beaux-Arts como lo era con res- p ecto al enfoque politécnico de Durand . E n efecto, tendría un atractivo limitado para Julie n Guadet, quien, en las conferencias recopiladas en su libro Eléments et théorie de l'architecture 19021, trató de establecer un planteamient o normativo para la composición de edificios a partir de elementos técnicamente actualiza - dos, dispuestos en la medida de lo posible de fluencia en sus alumnos Auguste Perret y Tony acuerdo con la tradición de la composición Garnier, los principios de la composición clási - axial . A través de las enseñanzas de Guadet ca 'elementalista' fueron transmitidos a los ar- en la Ecole des Beaux-Arts, y gracias a su in- quitectos pioneros del siglo xx . 6 . Labrouste, depósit o de libros de la Biblio- teca Nacional, París , 1860-1868 . mas de hierro desde la cubierta hasta la plant a inferior . Aunque esta solución derivaba de l a sala de lectura y el almacén de libros, ambos de hierro fundido, construidos en 1854 por Sydney Smirke en el patio del neoclásico Museo Britá- nico de Robert Smirke, la forma precisa de s u ejecución trajo consigo una nueva estética cuy o potencial no iba a hacerse realidad hasta las obras constructivistas del siglo xx . El tramo central del siglo xix fue testigo d e la división de la herencia neoclásica en dos lí- neas de desarrollo estrechamente relacionadas : el 'clasicismo estructural' de Labrouste y el 'cla- sicismo romántico' de Schinkel . Ambas 'escue- las' se enfrentaron con la misma proliferació n decimonónica de nuevas instituciones y hubie- ron de responder igualmente a la tarea de crea r nuevos tipos edificatorios. Diferían ampliamen- te en el modo de alcanzar estas cualidades re- presentativas : los clasicistas estructurales tendí- an a enfatizar la estructura (línea seguida po r Cordemoy, Laugier y Soufflot), mientras que lo s clasicistas románticos tendían a acentuar el ca- rácter fisonómico de la propia forma (línea se- guida por Ledoux, Boullée y Gilly) . La primera 'escuela' se concentró más bien en tipos com o prisiones, hospitales y estaciones de ferrocarril , como en el caso de figuras como E .-J . Gilbert y F .-A . Duquesney (diseñador de la Gare de I'Es t de Paris, de 1852), mientras que la segunda s e orientó más bien hacia las construcciones re- presentativas, como los museos y biblioteca s universitarias de C .R . Cockerell en Inglaterra o los monumentos más grandiosos erigidos por Leo von Klenze en Alemania (sobre todo es e Walhalla sumamente romántico completado en Ratisbona en 1842) . Desde el punto de vista de la teoría, el clasi- cismo estructural comenzó con el Traité de Parí de bátir (1802), de Rondelet, y culminó al fina l del siglo con los escritos del ingeniero Auguste Choisy, en particular su Histoire de l'architec- ture (1899) . Para Choisy, la esencia de la arqui- tectura es la construcción, y todas las trans- formaciones estilísticas son simplemente l a consecuencia lógica del progreso técnico . «Alardear del Art Nouveau es ignorar todas las enseñanzas de la historia . Así no es como vie- ron la luz los grandes estilos del pasado . Fue en las sugerencias de la construcción donde los ar- quitectos de las grandes épocas artísticas en- contraron su verdadera inspiración .» Choisy ilustró la determinación estructural de su Histoi- re con proyecciones axonométricas que revela- ban la esencia de un tipo de forma en una única imagen gráfica que incluía la planta, la secció n y el alzado . Como ha observado Reyner Ban- ham, estas ilustraciones objetivas reducen a una pura abstracción la arquitectura que repre- sentan, y fue esto, unido a la cantidad de in - formación que sintetizan, lo que las hizo ta n atractivas para los pioneros del Movimiento Moderno de principios del siglo xx . El énfasis que la historia de Choisy ponía e n las arquitecturas griega y gótica era la racionali- zación de finales del siglo xix de ese ideal gre- co-gótico formulado por vez primera más d e cien años antes por Cordemoy . Esta traslació n 18 19 2. Transformaciones territoriales : los desarrollos urbanos, 1800-190 9 [Con] el desarrollo de medios de comunicació n cada vez más abstractos, la continuidad de l a comunicación arraigada se ve reemplazada por nuevos sistemas que siguen perfeccionándos e a lo largo de todo el siglo xix, permitiendo una mayor movilidad para la población y proporcio- nando una información que está sincronizada de un modo más preciso con el acelerado ritm o de la historia . El ferrocarril, la prensa diaria y el telégrafo suplantarán gradualmente al espaci o en su anterior papel formativo . Frangoise Choa y The Modern City : Planning in th e 19th Century, 1969 La ciudad finita, tal como. se había hecho reali- dad en Europa a lo largo de los quinientos año s anteriores, quedó totalmente transformada en el transcurso de un siglo debido a la interacción de cierto número de fuerzas técnicas y socio - económicas sin precedentes, muchas de las cua - les surgieron en Inglaterra durante la segund a mitad del siglo xviii . Entre las más destacadas , desde un punto de vista técnico, han de contar - se innovaciones tales como la fabricación e n serie de raíles de hierro fundido por parte d e Abraham Darby a partir de 1767, y los cultivo s agrícolas de Jethro Tul!, sembrados en hiler a con máquinas y adoptados de manera genera l a partir de 1731 . Mientras que el invento d e Darby llevó al desarrollo por parte de Henr y Cort, en 1784, del proceso de pudelado para convertir de forma simplificada el hierro fundi- do en hierro forjado, la sembradora mecánic a de Tul! fue esencial para el perfeccionamiento por parte de Charles Townshend del sistema d e rotación cuatrienal de cultivos : el principio de l a 'agricultura extensiva' que se generalizó haci a el final del siglo. Estas innovaciones productivas tuviero n múltiples repercusiones . En el caso de la meta- lurgia, la producción inglesa de hierro se multi- plicó por cuarenta entre 1750 y 1850 (alcanzan - do los dos millones de toneladas al año ante s de esta última fecha) ; en el caso de la agricultu - ra, tras la Ley de Cercamiento de Tierras pro- mulgada en Inglaterra en 1771, la ineficient e economía doméstica fue sustituida por el siste- ma cuatrienal de cosechas . Si la primera se vi o potenciada por las guerras napoleónicas, la se- gunda respondía a la necesidad de alimentar a una poblaciónindustrial en rápido crecimiento . Al mismo tiempo, la producción doméstic a de tejidos -que había contribuido a sostener l a economía agraria de la primera mitad del si- glo xviii- quedó rápidamente transformada : pri- mero por la máquina de hilar de James Har- greaves, de 1764, que aumentó en gran medid a la capacidad de hilado por persona ; y luego po r el telar de Edmund Cartwright, accionado po r una máquina de vapor y usado por primera vez en la producción fabril en 1784. Este último he- cho no sólo convirtió la producción textil e n una industria a gran escala, sino que tambié n condujo inmediatamente a la invención de la fá- brica de varios pisos a prueba de fuego . De est e modo, la producción textil tradicional se vio for- zada a abandonar su implantación predominan- temente rural y a concentrar tanto la mano d e obra como las instalaciones: primero cerca de los cursos de agua y luego, con la llegada de la máquina de vapor, junto a los yacimientos d e carbón . Con 24 .000 telares mecánicos en acció n hacia 1820, la ciudad fabril inglesa era ya un he - cho incuestionable . Este proceso de desarraigo -descrito por Si - mona Weil en su libro L 'enracinement- se ace- leró más aún debido al uso de la tracción de va - por en el transporte . Richard Trevithick fue e l primero en hacer una demostración del funciona - miento de la locomotora sobre raíles de hierr o fundido, en 1804 . La inauguración de la primera !mea pública de ferrocarril entre Stockton y Dar - lington, en 1825, fue seguida por el veloz desa- rrollo de una infraestructura completamente nueva, con unos 16 .000 kilómetros de vías e n uso en Gran Bretaña hacia 1860 . La llegada de la navegación a vapor de larga distancia a parti r de 1865 acrecentó en gran medida la emigra - ción europea hacia América, Africa y Australia . Mientras que esta emigración proporcionab a la población necesaria para la expansión de l a economía de los territorios coloniales y par a la ocupación de las cada vez mayores ciudades de planta reticular del Nuevo Mundo, la obso- lescencia militar, política y económica de las amuralladas ciudades tradicionales europea s condujo, tras las revoluciones liberales y nacio- nales de 1848, a la demolición total de las forti- ficaciones y a la extensión de las ciudades, anteriormente finitas, hacia unos suburbios ya florecientes . Esta evolución general, acompañada de una súbita caída de la mortalidad debida a mejore s niveles de alimentación y de técnicas médicas , dio origen a concentraciones urbanas sin prece- dentes, primero en Inglaterra y luego, con di - versas tasas de crecimiento, en todo el mundo en fase de desarrollo . La población de Man- chester se multiplicó por ocho en el transcurso del siglo, pasando de 75 .000 habitantes en 180 1 a 600 .000 hacia 1901 ; la de Londres, en compa - ración, sólo se multiplicó por seis en el mism o intervalo, pasando de un millón de habitante s en 1801 a 6,5 millones a principios de siglo. Parí s creció a un ritmo comparable, pero tuvo un co- mienzo más moderado, pasando de 500 .000 ha - bitantes en 1801 a 3 millones hacia 1901 . Esto s aumentos de seis u ocho veces resultan inclus o discretos en comparación con el crecimiento de Nueva York en el mismo periodo . Nueva Yor k fue fundada como una ciudad reticular en 1811 , de acuerdo con el llamado 'plan de los comisio- nados' de ese mismo año, y pasó de tene r 33.000 habitantes en 1801 a 500.000 hacia 185 0 y 3,5 millones hacia 1901 . Chicago creció a u n ritmo aún más astronómico, aumentando d e 300 personas en la época de la retícula d e T hompson, en 1833, a cerca de 30 .000 (de la s que algo menos de la mitad había nacido en los Estados Unidos) hacia 1850, y llegando a se r una ciudad de 2 millones de habitantes a princi- pios de siglo . La absorción de un crecimiento tan voláti l llevó a la transformación de los barrios anti- guos en zonas degradadas y también a la cons - trucción desmañada de nuevas casas e inmue- bles cuyo único propósito, dada la carenci a g eneralizada de transporte municipal, era pro- po rcionar de la manera más barata posible la mayor cantidad de cobijo rudimentario situad o a una distancia que permitiese ir caminando a los centros de producción . Naturalmente, esto s conjuntos abarrotados no disponían de los ni - veles adecuados de luz, ventilación y espacio s abiertos, y tenían instalaciones sanitarias rudi- mentarias como baños, lavaderos y basureros , todos ellos exteriores y comunitarios . Con u n saneamiento primitivo y un mantenimiento ina- decuado, este modelo podía traer consigo con- centraciones de excrementos y residuos as í como inundaciones, y estas condiciones provo- caron de forma natural una alta tasa de enfer- medades : primero la tuberculosis y luego, algo más alarmante para las autoridades, alguno s brotes de cólera tanto en Inglaterra como e n Europa continental, durante las décadas d e 1830 y 1840 . Estas epidemias tuvieron el efecto de preci- pitar la reforma sanitaria y de impulsar alguna s de las primeras ordenanzas relativas a la cons- trucción y al mantenimiento de densas conur- baciones. En 1833, las autoridades de Londre s ordenaron a la comisión de la ley contra la po- breza, encabezada por Edwin Chadwick, que hi- ciese indagaciones acerca de los orígenes de u n brote de cólera producido en Whitechapel . Fru- tos de todo ello fueron el informe de Chadwick , Estudio sobre las condiciones de la població n trabajadora en Gran Bretaña (1842), la 'Comi- sión Real sobre el estado de las grandes ciuda- des y los distritos populosos' creada en 1844, y finalmente, la Ley de Salud Pública de 1848 . Esta ley, junto con otras, hacía a las autorida- des locales responsables legales del alcantari- llado, la recogida de basuras, el abastecimient o de agua, las carreteras, la inspección de los ma- taderos y el enterramiento de los muertos . De disposiciones similares se iba a ocupar Hauss- mann durante la reconstrucción de París entre 1853 y 1870 . El resultado de esta legislación en Inglaterra fue hacer que la sociedad llegara a ser vaga - mente consciente de la necesidad de mejorar e l alojamiento de la clase obrera ; pero con respec- to a los modelos y los medios según los cuale s se debería lograr esa mejora había inicialment e poco acuerdo . No obstante, la 'Sociedad par a la mejora de las condiciones de las clases tra- bajadoras ' , inspirada por Chadwick, patrocinó en 1844 la construcción de los primeros piso s para obreros en Londres, según proyecto de l arquitecto Henry Roberts, y continuó este deci- dido comienzo con otros pisos en Streatha m Street, de 1848-1850, y con un prototipo d e casita para obreros, con dos plantas y cuatro vi- viendas, nuevamente diseñada por Roberts, para la Gran Exposición de 1851 . Este model o genérico para la superposición de parejas d e apartamentos en torno a una escalera comú n 20 21 8 Godin, Familisterio, Guise, 1859-1870. iba a influir en la concepción de la viviend a obrera durante el resto del siglo . La Peabody Trust, una institución filantrópi- ca impulsada desde Norteamérica, y varias so- ciedades benéficas y autoridades locales ingle- sas intentaron, a partir de 1864, mejorar l a calidad del alojamiento obrero, pero fue poc o significativo lo que se consiguió hasta la pro- mulgación de las leyes de erradicación de vi- viendas insalubres de 1868 y 1875, y de la 'Le y del alojamiento de las clases trabajadoras' d e 1890, mediante la cual se exigía a las autorida- des locales la provisión de viviendas públicas . En 1893, cuando el London County Council (l a administración metropolitana de la capital britá- nica, establecida en 1890) comenzó a construi r pisos para trabajadores bajo los auspicios de esta ley, su departamento de arquitectura hiz o un notable esfuerzo por desinstitucionalizar l a imagen de tales viviendas adaptando el estil o doméstico del movimiento Arts and Crafts (véa- se página 47) a la realización de bloques d e pisos de seis plantas. Un ejemplo típico de est a clase de promociones es MillbankEstate, co- menzado en 1897 . A lo largo de todo el siglo xix, el esfuerzo d e la industria por cuidar de sí misma adoptó mu- chas formas: desde ciudades 'modelo' ligadas a manufacturas, ferrocarriles o fábricas, hasta pro - yectos de comunidades utópicas entendida s como prototipos de un supuesto estado ilustra - do aún por llegar . Entre quienes manifestaro n inicialmente su interés por los asentamiento s industriales integrados hay que destacar a do s figuras : Robert Owen, cuyo conjunto (New La- nark, en Escocia, de 1815), se diseñó como un a institución pionera del movimiento cooperativo ; y sir Titus Salt, cuya creación (Saltaire, cerca d e Bradford, en Yorkshire, fundada en 1850) er a toda una ciudad fabril de carácter paternalista, con instituciones urbanas tradicionales como la iglesia, el hospital, el instituto, los baños públi- cos, el asilo y el parque . Ninguna de estas realizaciones podía com- petir en alcance y capacidad liberadora con l a visión radical del 'nuevo mundo industrial', for- mulada por Charles Fourier en su escrito de l mismo nombre (Le Nouveau Monde indus- trien, publicado en 1829 . La sociedad no repre- siva de Fourier debía depender del estableci- miento de comunidades ideales o 'falanges' , alojadas en phalanstéres, donde las persona s debían relacionarse según su principio psicoló- gico de la 'atracción pasional' . Puesto que est e falansterio se había proyectado para estar e n pleno campo, su economía debía ser primor- dialmente agrícola, complementada con ma- nufacturas ligeras . En sus primeros escritos , Fourier perfiló los atributos físicos de su asen- tamiento colectivo: estaba modelado a parti r del esquema de Versalles, con el ala centra l destinada a las funciones públicas (comedor , biblioteca, jardín de invierno, etcétera), mien- tras las laterales se dedicaban a los talleres y a l caravasar. En su libro Traité de l'associatio n domestique agricole (1822), Fourier escribía de l falansterio describiéndolo como una ciudad e n miniatura cuyas calles tendrían la ventaja d e no sufrir las inclemencias del tiempo . Lo veía como una construcción cuya grandeza, aunqu e adoptada en términos generales, reemplazarí a a la miseria pequeñoburguesa de las casitas in- dividuales aisladas que por entonces iban re - llenando los intersticios exteriores de las ciu- dades . En un escrito de 1838, Victor Considérant , discípulo de Fourier, mezclaba la metáfora d e Versalles con la del barco de vapor y se pregun - taba sí era «más fácil alojar a 1 .800 persona s justo en medio del océano, a seiscientas legua s de cualquier costa, .. . que alojar en una cons- trucción unitaria a 1 .800 buenos campesino s en el corazón de Champaña o bien asentados e n terrenos de la región de Beauce» . Esta particu- lar refundición de la comuna y el barco iba a ser retomada por Le Corbusier, más de un siglo después, en su comunidad autosuficiente o Unité d 'habitation, realizada, con alusiones a Fourier, en Marsella entre 1947 y 1952 (véas e página 229) . La importancia perdurable de Fourier reside en su crítica radical a la producción industriali- zada y a la organización social, pues, pese a lo s numerosos intentos de crear falansterios tant o en Europa como en América, su nuevo mund o industrial estaba condenado a quedarse en u n sueño . La realización más parecida fue el Fami- listére, construido por el industrial Jean-Baptis- te Godin junto a su fábrica de Guise, entre 185 9 y 1870 . Este conjunto comprendía tres bloques residencia les, una guardería, un jardín de infan- cia, un teatro, escuelas, baños públicos y una lavandería . Cada bloque residencial encerraba un patio central iluminado cenitalmente que desempeñaba el papel de las calles corredo r elevadas del falansterio . En su libro Solution s sociales (1870), Godin suavizó los aspectos má s radicales de las ideas de Fourier mostrand o como podía adaptarse este sistema a la vida fa- miliar cooperativa sin recurrir a las excéntrica s teorías de la 'atracción pasional' . Aparte de acoger a las masas de obreros, l a matriz de calles y plazas del Londres del sigl o xvui se amplió a lo largo de todo el xix para sa- tisfacer las exigencias residenciales de una cla- se media urbana en crecimiento. Sin embargo, no contento ya con la escala y la textura de la s squares aisladas y llenas de vegetación -delimi- tadas en sus cuatro lados por calles e hilera s continuas de viviendas conocidas como terra- ces- el English Park Movement, fundado por e l ardinero Humphrey Repton, intentó traslada r la 'finca campestre ajardinada' al interior de l a ciudad . El propio Repton consiguió hacer un a demostración de ello, en colaboración con el ar- quitecto John Nash, en el trazado de Regent' s Park en Londres (1812-1827) . Tras la victoria so - bre Napoleón en 1815, el conjunto propuest o -que inicialmente encerraba el parque- fue am- pliado, bajo el patrocinio real, mediante un a continua fachada 'escaparate' que penetraba e n el tejido urbano existente y se extendía com o una banda más o menos ininterrumpida de re- sidencias adosadas desde las aristocráticas vis- tas de Regent's Park en el norte hasta la urbani- dad palaciega de St . James's Park y Carlto n House Terrace en el sur . Propio de la clase terrateniente, este concep- to de la casa de campo neoclásica colocada e n un paisaje irregular (una imagen derivada d e as obras pintoresquistas de Capability Brown y Uvedale Price) fue así aplicado por Nash a l a creación de residencias en hilera situadas en e l p erímetro de un parque urbano . Sir Josep h Paxton fue el primero en adaptar sistemática - mente este modelo para su uso general en Bir- kenhead Park, construido a las afueras de Liver- pool en 1844. El Central Park, de Frederick La w Olmsted, en Nueva York, inaugurado en 1857 , estaba directamente influido por el ejemplo d e Paxton, incluso en cuanto a la separación de l tráfico de vehículos y de peatones. La idea al- canzó su concreción final en los parques pari- sienses creados por Jean-Charles-Adolphe Al- ohand, en los que el sistema de circulación dic- taba de forma absoluta la manera en que debí a usarse el parque . Con Alphand el parque s e c onvierte en una influencia civilizadora para las masas recién urbanizadas . El lago irregular que Nash creó en St . Ja- mes's Park en 1828 a partir del estanque rectan - gular que los hermanos Mollet habían hecho e n 1662 puede verse como el símbolo de la victo- ria del pintoresquismo inglés frente a la con- cepción cartesiana francesa del paisaje, propi a del siglo xvis. Los franceses -que hasta enton- ces habían considerado la vegetación com o otro de los órdenes de la arquitectura, y que ha- bían configurado las avenidas como columna- tas de árboles- iban a encontrar irresistible e l atractivo romántico del paisajismo irregular d e Repton . Después de la Revolución, remodelaro n sus parques aristocráticos hasta convertirlos e n secuencias pintoresquistas . Sin embargo, pese a toda la fuerza del pin- toresquismo, el impulso francés en pro de l a racionalidad se conservó : primero en los per- cements (demoliciones drásticas en línea rec- ta para crear nuevas calles) del 'plan de lo s artistas' para París, redactado en 1793 por u n comité de artistas revolucionarios bajo la di- rección del pintor Jacques-Louis David ; y lue- go, en tiempos de Napoleón, en la porticad a Rue de Rivoli, construida a partir de 1806 se- gún diseños de Percier y Fontaine . Mientra s que la Rue de Rivoli iba a servir de modelo ar- quitectónico no sólo para la Regent Street d e Nash, sino también para la escenográfica 'fa- chada' del París del Segundo Imperio, el pla n de los artistas puso de manifiesto la estrategi a instrumental de la allée, que iba a convertirse en la herramienta primordial para la recons- trucción de París bajo el mandato de Napo- león III . Napoleón III y el barón Georges Haussmann dejaron su marca indeleble no sólo en París , sino también en buen número de grandes ciu- dades de Francia y Europa central que sufriero n regularizacionesinspiradas en las de Hauss- mann a lo largo de la segunda mitad del si- glo Su influencia está presente incluso en e l plan trazado por Daniel Burnham en 1909 para la retícula urbana de Chicago, del que el propi o Burnham escribió : «La labor que Haussman n realizó en París corresponde al trabajo que se ha de hacer en Chicago con objeto de superar las intolerables condiciones que invariablemen- te surgen con el rápido crecimiento de la pobla- ción . » En 1853, Haussmann, recién nombrado pre- fecto de la región del Sena, comprobó que tale s condiciones se concretaban en París en el abas- tecimiento de aguas contaminadas, falta de u n adecuado sistema de alcantarillado, insuficiente espacio libre para cementerios y parques, ex- tensas áreas de viviendas miserables y por últi- mo, pero en modo alguno de menor importan- cia, una circulación congestionada . De todas ellas, las dos primeras eran indudablemente la s más críticas para el bienestar cotidiano de l a 22 23 10 Cerdá, proyecto para el ensanche de Barcelona, 1858 . La ciudad antigua aparece en negro . 9 La regularización de París : las calles trazadas por Haussmann se señalan en negro . población . Como consecuencia de la extrac- ción de la mayor parte del agua potable de l Sena -que a su vez servía como principal co- lector de vertidos residuales-, París habia sufri- do dos graves brotes de cólera en la primera mitad del siglo . Al mismo tiempo, el trazado de las calles existentes ya no era apropiado para el centro administrativo de una economía capi- talista en expansión . Bajo la breve autocracia de Napoleón III, la solución radical de Hauss- mann para resolver el aspecto físico de este complejo problema fue el percement. Su inten- ción general era, como ha escrito Choay, «con- ferir unidad y convertir én un conjunto operati- vo 'ese enorme mercado de consumo, ese inmenso taller' que era la aglomeración pari- siense» . Si bien el 'plan de los artistas' en 1793 y, antes de éste, el de Pierre Patte en 1765 y a habían anticipado claramente la estructura axial y focal del París de Haussmann, se pued e detectar -como señala Choay- un cambio en l a localización real de los ejes : de una ciudad or- ganizada en torno a los quartiers tradicionales , como en el plan trazado bajo la dirección d e David, se pasa a una metrópolis unificada po r la «fiebre del capitalismo» . Los economistas y tecnócratas seguidores de Saint-Simon, muchos de ellos salidos de l a Ecole Polytechnique, influyeron en las visiones de Napoleón III en cuanto a los medios econó- micos y los fines sistemáticos que debían se r adoptados en la reconstrucción de París, ha- ciendo hincapié en la importancia de unos sis - temas de comunicación rápidos y eficaces . Haussmann convirtió París en una metrópoli s regional, cortando el tejido existente con calles cuyo objetivo era unir distintos barrios y punto s cardinales a ambos lados de la barrera tradicio- nal del Sena . Concedió la máxima prioridad al a creación de ejes más importantes en direcció n norte-sur y este-oeste, a la construcción del bu - levar de Sebastopol y a la ampliación hacia e l este de la calle Rivoli . Esta cruz fundamental -que daba servicio a las principales terminale s ferroviarias situadas al norte y al sur- estaba rodeada por un anillo de bulevares que a su ve z estaba ligado al principal distribuidor de tráfico de Haussmann : el conjunto de I'Etoile, el traza - do en forma de estrella construido alrededo r del Arco del Triunfo de Chalgrin . Durante el mandato de Haussmann, la ciu- dad de Paris construyó unos 137 kilómetros d e nuevos bulevares, que eran considerablemente más anchos y estaban más densamente arbola - dos y mejor iluminados que los 536 kilómetros de antiguas vías que reemplazaron . Con tod o ello llegaron los tipos residenciales normaliza - dos y las fachadas regulares, así como los siste- mas unificados de mobiliario urbano : pissoirs ('urinarios'), bancos, refugios, quioscos, relojes , farolas, carteles, etcétera, diseñados por los in- genieros de Haussmann, entre ellos Eugén e Belgrand y el ya citado Alphand . Todo este sis - tema se 'aireó' siempre que fue posible me- diante extensas superficies de espacios abier- tos de carácter público, como en los casos de l Bois de Boulogne y del Bois de Vincennes . Ade- más de éstos, se crearon, o bien se incorpora - ron dentro de los nuevos límites de la ciudad , nuevos cementerios y muchos parques peque- ños como los de Buttes Chaumont y Monceau . Y por encima de todo, se instaló un adecuad o sistema de alcantarillado y se trajo el agua pota- ble a la ciudad desde el valle del Dhuis . Par a conseguir que se hiciera realidad este plan glo- bal, Haussmann, el administrador apolítico po r excelencia, se negó a aceptar la lógica política del régimen al que servía . Su acción fue final - mente truncada por una burguesía ambivalente que a lo largo de su mandato apoyó sus 'mejo- ras lucrativas' al tiempo que defendía sus dere- chos de propiedad en contra de su intervención . Antes del desmoronamiento del Segund o Imperio, el principio de la 'regularización' y a se estaba poniendo en práctica fuera de París , especialmente en Viena, donde la sustitució n de las fortificaciones demolidas con un buleva r escenográfico se llevó hasta sus últimas conse- cuencias lógicas en la ostentosa Ringstrasse, construida alrededor del centro antiguo entre 1858 y 1914 . Los monumentos aislados de esta ampliación 'abierta' de la ciudad, estructura - dos en torno a una avenida quebrada de enor- me anchura, provocaron la reacción crítica de l arquitecto Camillo Sitte, quien, en su influyent e libro Der Stádtebau nach seínen künstlerischen Grundsátzen ('Construcción de ciudades segú n principios artísticos'), de 1889, proponía rodea r los principales monumentos de la Ringstrass e con edificios y arcadas . Donde mejor pued e apreciarse el interés reparador de Sine es en s u comparación crítica de la ciudad del siglo ' abierta' y agobiada por el tráfico, con la tran- quilidad de los núcleos urbanos medievales o renacentistas : Se ha demostrado teóricamente que en la « Edad Media y el Renacimiento se utilizaban in - tensamente las plazas urbanas, y que, por otra parte, había también un acuerdo perfecto entr e ellas y los edificios públicos adyacentes», mien- tras que hoy, en el mejor de los casos, se em- plean para amontonar carruajes, no existiend o apenas relación artística alguna entre ellas y sus edificios. Falta hoy. . . en general la vida, pre- cisamente allí donde en la Antigüedad era má s intensa : cerca de los grandes edificios públicos . Mientras tanto, en Barcelona, el ingeniero espa- ñol Ildefonso Cerda -creador del término 'ur- ban ización'- estaba desarrollando las implica - ciones regionales de la regularización urbana . En 1859, Cerdá proyectó el ensanche de Barce - lona como una ciudad reticular, con unas veinti - dós manzanas de extensión, bordeada por e l mar y atravesada por dos avenidas oblicuas . Impulsada por la industria y el comercio exte- rior, Barcelona rellenó este trazado reticular d e escala americana a finales del siglo . En su Teo- ría general de la urbanización, de 1867, Cerd a daba prioridad al sistema de circulación y, e n particular, a la tracción a vapor . Para él, el trán - sito era, en más de un sentido, el punto de par - tida de todas las estructuras urbanas de bas e científica . El plan de Léon Jaussely para Barce- lona, de 1902, derivado del de Cerdá, incorpor ó este énfasis en el movimiento a la forma de un a ciudad protolineal en la que las zonas separa - das de alojamiento y transporte se organizaba n en bandas . Su diseño anticipaba en ciertos as- pectos las propuestas de ciudades lineales he - chas en Rusia en los años veinte . Hacia 1891, la explotación intensiva del cen- tro de las ciudades fue posible gracias a dos he - chos esenciales para la construcción de edifi- cios en altura : la invención del ascensor e n 24 25 1853 y el perfeccionamiento de las estructuras de acero en 1890 . Con la introducción del
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