PREVIAS. CANTERAS Y MEDIOS AUXILIARES 31 2.1. OBRAS PREVIAS. EL TERRENO Y LA DETERMINACIÓN DEL SISTEMA DE CIMENTACIÓN La primera cuestión a comprobar y resolver, es la de conocer la naturaleza del terreno sobre el que se va a construir. Ese terreno, como se verá en el siguiente capítulo, en buena parte de las ocasiones no se podía elegir, era obligado construir sobre él, y el maestro debía afrontar y resolver los problemas que planteaba para adecuar su sistema de cimentación y conseguir la estabilidad de su estructura. Las circunstancias que puede presentar un terreno desde el punto de vista geológico y resistente pueden ser muy variables; el terreno puede ser roca, con lo que los cajeos son difi- cultosos; puede ser francamente malo, o presentar situaciones en que ambos aspectos se combinan. Además de esto, en el lugar previsto para la construcción puede existir una edifi- cación anterior que se ha de demoler total o parcialmente; o que ya haya desaparecido conservando sus subestructuras y cimientos bajo la rasante del terreno, susceptibles o no de reutilización, el caso de la catedral gótica de Chartres, que se cimenta en buena parte sobre las subestructuras de la anterior iglesia románica de Fulberto es claramente definitorio al respecto; puede ser preciso para obtener la superficie necesaria de terreno la demolición de casas construidas con la ocupación o modificación de calles existentes; el terreno puede ser sensiblemente llano o presentar pendientes y desniveles de consideración; puede estar ade- más en el límite del casco amurallado de la población, existiendo la necesidad de que la zona a ocupar se proyecte sobre una ladera, siendo imprescindible en estos dos últimos casos la construcción de subestructuras, plataformas más o menos extensas de apoyo, muros de con- tención con drenajes o acondicionamientos similares, que en algunos casos se aprovechan para disponer criptas. En fin, un complejo conjunto de situaciones que obligan a la resolución de problemas previos que pueden ser de envergadura y coste notable y que deben ser plani- ficados y resueltos antes del inicio de las obras, cuya existencia vemos reflejada en los propios edificios siendo situaciones como estas muy numerosas, que se supieron resolver con eficacia. Si por simplificar las cosas partimos de una situación más normal, podemos establecer un proceso. Pese a la ocasional experiencia anterior obtenida de la naturaleza y respuesta del terreno en edificaciones próximas, si ésta es constatable, el constructor no tomará esto sino como un dato más. Deberá abrir pozos o zanjas en el terreno para conocer directamente la naturaleza y potencia de los estratos, debiendo extender estas catas a las necesarias partes del terreno de forma razonable, para determinar si lo que ve presenta una adecuada continuidad o no; debe comprobar el nivel freático de las aguas del subsuelo; en zonas urbanas debe comprobar razonablemente si existen bodegas o huecos en el terreno. En fin, ha de proveer todos los medios disponibles para conocer la naturaleza y composición del terreno para po- der diseñar el sistema de cimentación adecuado. ROBERTO BENEDICTO SALAS 32 No sólo esto, en nuestra actual experiencia profesional, nos encontramos con muchos casos en que la naturaleza del terreno con presencia notable de yesos, sulfatos, arcillas ex- pansivas o la presencia de agua a niveles de nuestras cimentaciones, etc., son origen de graves y numerosos problemas de agresividad a nuestros hormigones, del levantamiento ex- pansivo del terreno y de serias infiltraciones de humedad en nuestros edificios. Problemas que en algunas ocasiones son complejos en su resolución y nos obligan a costosas soluciones de cimentación. Todo ello debió ser previsto y solucionado por el constructor antiguo, con claro éxito en la casi total generalidad de los casos. Es este último, otro asunto que me sigue sorprendiendo y que no puedo explicar. Ponga- mos el caso, entre tantos, de Calatayud (Zaragoza, España). Allí la agresividad del terreno a nuestros hormigones y la generalizada e importante humedad ascensional, son hoy un serio problema para afrontar el correcto diseño de cimentaciones. Pero uno puede ver que sus monumentos antiguos, afectados más o menos hoy por estas situaciones, han llegado en pie y sin las graves afecciones, que tan largo periodo de tiempo les hubiera tenido que inferir forzosamente. Una nueva construcción las acusaría muy pronto si su cimentación se hubiera diseñado de forma errónea. Es éste un ejemplo, entre tantos, que nos muestra el magnífico conocimiento experimental del constructor antiguo sobre estas cuestiones. Una vez determinado el sistema de cimentación a construir, será preciso eliminar las capas superficiales alteradas, nivelar el terreno y proceder a un primer replanteo del edificio como base para el de los cimientos, marcando sobre el terreno el ancho de las zanjas y zapatas a abrir para los cimientos y construyendo, según lo expuesto en el siguiente capítulo, ese sistema de cimentación que debe presentar sus planos de apoyo superiores perfectamente horizonta- les y de acuerdo con los niveles y rasantes previstas. Por otra parte, como se estudia en el siguiente capítulo, el aprovechamiento de cimenta- ciones y subestructuras anteriores no fue infrecuente, como la reutilización de materiales de edificios pre-existentes relativamente cercanos. Finalmente recordaré que para cualquier tipo de obra, su entorno debe ser objeto de una planificación en función del tipo de construcción. Deben construirse hornos de cal y yeso que tendrán una producción continua, disponiendo las necesarias áreas de apagado y conservación; deben determinarse los lugares de extracción de los áridos, de su depó- sito y conservación adecuada; los destinados a la confección de las distintas argamasas a suministrar a los tajos; de almacenamiento de materiales; de confección de los elemen- tos de madera de las cimbras, plataformas, grúas, andamios y sogas; los lugares para el trabajo de los canteros, y el trazado de arcos para el establecimiento de las medidas reales de las dovelas y su talla; igualmente para el trazado de las armaduras de las cu- biertas y el corte de sus elementos; la forja para la confección de clavos, herrajes y repa- ración de las herramientas; la evacuación de los escombros; las zonas de acceso a los tajos y acceso de materiales; espacios para los distintos tipos de «grúas»; estancias para el trazado de las plantillas y los «documentos» de trabajo necesarios; cocinas y lugares para albergar a los operarios, etc... Como siempre ha sido necesario. Es decir una previa LA CONSTRUCCIÓN DE LA ARQUITECTURA ROMÁNICA 33 planificación de intendencia de la obra, que en lugares con poco espacio disponible o en grandes obras, puede representar una seria complicación. 2.2. LAS CANTERAS. EXTRACCIÓN, TRANSPORTE Y TALLA DE LA PIEDRA Las técnicas de extracción de la piedra no han variado fundamentalmente desde la época romana. Se seguirán explotando canteras bien a cielo abierto o en mina, según la calidad y la situación de la piedra buscada. Lo dificultoso de las operaciones de transporte desde largas distancias que aconsejaba la utilización de las vías fluviales o costeras, primará los lugares de extracción en la proximidad del emplazamiento de la obra a realizar, aunque esto no siempre es posible y no son escasas las noticias que nos llegan sobre extracciones de piedra y trans- portes efectuados desde notables distancias, en ocasiones «de mas allá del mar»36. Los mam- puestos pueden encontrarse en el entorno de la obra, y obtenerse en parte de la labra de las piezas principales. El ladrillo es utilizado en un número apreciable de construcciones románicas. Su utiliza- ción es consecuencia directa de la dificultad en encontrar canteras cercanas y de la disponi- bilidad de arcilla en el entorno próximo, que suele confirmarse por la existencia o noticia de hornos de producción, que