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PREVIAS. 
CANTERAS 
Y MEDIOS AUXILIARES
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2.1. OBRAS PREVIAS. EL TERRENO Y LA DETERMINACIÓN DEL SISTEMA 
DE CIMENTACIÓN
La primera cuestión a comprobar y resolver, es la de conocer la naturaleza del terreno 
sobre el que se va a construir. Ese terreno, como se verá en el siguiente capítulo, en buena 
parte de las ocasiones no se podía elegir, era obligado construir sobre él, y el maestro debía 
afrontar y resolver los problemas que planteaba para adecuar su sistema de cimentación y 
conseguir la estabilidad de su estructura.
Las circunstancias que puede presentar un terreno desde el punto de vista geológico y 
resistente pueden ser muy variables; el terreno puede ser roca, con lo que los cajeos son difi-
cultosos; puede ser francamente malo, o presentar situaciones en que ambos aspectos se 
combinan. Además de esto, en el lugar previsto para la construcción puede existir una edifi-
cación anterior que se ha de demoler total o parcialmente; o que ya haya desaparecido 
conservando sus subestructuras y cimientos bajo la rasante del terreno, susceptibles o no de 
reutilización, el caso de la catedral gótica de Chartres, que se cimenta en buena parte sobre 
las subestructuras de la anterior iglesia románica de Fulberto es claramente definitorio al 
respecto; puede ser preciso para obtener la superficie necesaria de terreno la demolición de 
casas construidas con la ocupación o modificación de calles existentes; el terreno puede ser 
sensiblemente llano o presentar pendientes y desniveles de consideración; puede estar ade-
más en el límite del casco amurallado de la población, existiendo la necesidad de que la zona 
a ocupar se proyecte sobre una ladera, siendo imprescindible en estos dos últimos casos la 
construcción de subestructuras, plataformas más o menos extensas de apoyo, muros de con-
tención con drenajes o acondicionamientos similares, que en algunos casos se aprovechan 
para disponer criptas. En fin, un complejo conjunto de situaciones que obligan a la resolución 
de problemas previos que pueden ser de envergadura y coste notable y que deben ser plani-
ficados y resueltos antes del inicio de las obras, cuya existencia vemos reflejada en los propios 
edificios siendo situaciones como estas muy numerosas, que se supieron resolver con eficacia. 
Si por simplificar las cosas partimos de una situación más normal, podemos establecer un 
proceso. Pese a la ocasional experiencia anterior obtenida de la naturaleza y respuesta del 
terreno en edificaciones próximas, si ésta es constatable, el constructor no tomará esto sino 
como un dato más. Deberá abrir pozos o zanjas en el terreno para conocer directamente la 
naturaleza y potencia de los estratos, debiendo extender estas catas a las necesarias partes del 
terreno de forma razonable, para determinar si lo que ve presenta una adecuada continuidad 
o no; debe comprobar el nivel freático de las aguas del subsuelo; en zonas urbanas debe 
comprobar razonablemente si existen bodegas o huecos en el terreno. En fin, ha de proveer 
todos los medios disponibles para conocer la naturaleza y composición del terreno para po-
der diseñar el sistema de cimentación adecuado.
ROBERTO BENEDICTO SALAS
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No sólo esto, en nuestra actual experiencia profesional, nos encontramos con muchos 
casos en que la naturaleza del terreno con presencia notable de yesos, sulfatos, arcillas ex-
pansivas o la presencia de agua a niveles de nuestras cimentaciones, etc., son origen de 
graves y numerosos problemas de agresividad a nuestros hormigones, del levantamiento ex-
pansivo del terreno y de serias infiltraciones de humedad en nuestros edificios. Problemas que 
en algunas ocasiones son complejos en su resolución y nos obligan a costosas soluciones de 
cimentación. Todo ello debió ser previsto y solucionado por el constructor antiguo, con claro 
éxito en la casi total generalidad de los casos.
Es este último, otro asunto que me sigue sorprendiendo y que no puedo explicar. Ponga-
mos el caso, entre tantos, de Calatayud (Zaragoza, España). Allí la agresividad del terreno a 
nuestros hormigones y la generalizada e importante humedad ascensional, son hoy un serio 
problema para afrontar el correcto diseño de cimentaciones. Pero uno puede ver que sus 
monumentos antiguos, afectados más o menos hoy por estas situaciones, han llegado en pie 
y sin las graves afecciones, que tan largo periodo de tiempo les hubiera tenido que inferir 
forzosamente. Una nueva construcción las acusaría muy pronto si su cimentación se hubiera 
diseñado de forma errónea. Es éste un ejemplo, entre tantos, que nos muestra el magnífico 
conocimiento experimental del constructor antiguo sobre estas cuestiones. 
Una vez determinado el sistema de cimentación a construir, será preciso eliminar las capas 
superficiales alteradas, nivelar el terreno y proceder a un primer replanteo del edificio como 
base para el de los cimientos, marcando sobre el terreno el ancho de las zanjas y zapatas a 
abrir para los cimientos y construyendo, según lo expuesto en el siguiente capítulo, ese sistema 
de cimentación que debe presentar sus planos de apoyo superiores perfectamente horizonta-
les y de acuerdo con los niveles y rasantes previstas. 
Por otra parte, como se estudia en el siguiente capítulo, el aprovechamiento de cimenta-
ciones y subestructuras anteriores no fue infrecuente, como la reutilización de materiales de 
edificios pre-existentes relativamente cercanos. 
Finalmente recordaré que para cualquier tipo de obra, su entorno debe ser objeto de 
una planificación en función del tipo de construcción. Deben construirse hornos de cal y 
yeso que tendrán una producción continua, disponiendo las necesarias áreas de apagado 
y conservación; deben determinarse los lugares de extracción de los áridos, de su depó-
sito y conservación adecuada; los destinados a la confección de las distintas argamasas 
a suministrar a los tajos; de almacenamiento de materiales; de confección de los elemen-
tos de madera de las cimbras, plataformas, grúas, andamios y sogas; los lugares para el 
trabajo de los canteros, y el trazado de arcos para el establecimiento de las medidas 
reales de las dovelas y su talla; igualmente para el trazado de las armaduras de las cu-
biertas y el corte de sus elementos; la forja para la confección de clavos, herrajes y repa-
ración de las herramientas; la evacuación de los escombros; las zonas de acceso a los 
tajos y acceso de materiales; espacios para los distintos tipos de «grúas»; estancias para 
el trazado de las plantillas y los «documentos» de trabajo necesarios; cocinas y lugares 
para albergar a los operarios, etc... Como siempre ha sido necesario. Es decir una previa 
LA CONSTRUCCIÓN DE LA ARQUITECTURA ROMÁNICA
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planificación de intendencia de la obra, que en lugares con poco espacio disponible o en 
grandes obras, puede representar una seria complicación.
2.2. LAS CANTERAS. EXTRACCIÓN, TRANSPORTE Y TALLA DE LA PIEDRA
Las técnicas de extracción de la piedra no han variado fundamentalmente desde la época 
romana. Se seguirán explotando canteras bien a cielo abierto o en mina, según la calidad y 
la situación de la piedra buscada. Lo dificultoso de las operaciones de transporte desde largas 
distancias que aconsejaba la utilización de las vías fluviales o costeras, primará los lugares de 
extracción en la proximidad del emplazamiento de la obra a realizar, aunque esto no siempre 
es posible y no son escasas las noticias que nos llegan sobre extracciones de piedra y trans-
portes efectuados desde notables distancias, en ocasiones «de mas allá del mar»36. Los mam-
puestos pueden encontrarse en el entorno de la obra, y obtenerse en parte de la labra de las 
piezas principales.
El ladrillo es utilizado en un número apreciable de construcciones románicas. Su utiliza-
ción es consecuencia directa de la dificultad en encontrar canteras cercanas y de la disponi-
bilidad de arcilla en el entorno próximo, que suele confirmarse por la existencia o noticia de 
hornos de producción, que
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