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que primó del sujeto 
fue siempre increíblemente unitaria y normativa. Las perspectivas actuales se esfuerzan por 
lograr una comprensión más plural y más contradictoria del actor. Y uno de los intentos tal 
vez más innovadores en esta dirección, se da actualmente en Francia, a través del 
disposicionalismo – según esta visión, el actor, cada actor, es el resultado de un conjunto 
disperso, contradictorio y diferente de disposiciones (o hábitos incorporados) a los que el 
individuo tiene que esforzarse por darles una unidad. En sus vertientes más consecuentes, y 
excesivas, la sociología se presenta bajo la forma de un conjunto de retratos personalizados: 
cuando estudio un individuo, pongamos a alguien que Uds. tengan en la cabeza como 
ejemplo, tengo que analizar el conjunto de disposiciones contradictorias que la han 
constituído, las que van desde su socialización familiar a sus socializaciones profesionales, sin 
olvidar un conjunto disímil de otras socializaciones; y bien, cada persona es un conjunto 
singular de disposiciones plurales y contradictorias. 
Cuarto aspecto, en algunas de las vertientes actuales de esta sociología del individuo se 
trata de romper con una cierta concepción de lo humano. La idea a primera vista parece 
extraña, ¿puede hacerse una sociología del individuo más allá de lo humano? En verdad, se 
trata de una exploración innovadora y necesaria. Las sociedades actuales se caracterizan por 
el desarrollo de un número importante de dispositivos técnicos, e incluso de elementos (o 
“trazas”) que operan más allá de nosotros mismos pero que forman parte integral de nosotros 
mismos. Ningún misterio en esta afirmación. Cuando se dispone de una tarjeta de crédito por 
ejemplo (una práctica muy extendida en un país como Francia), el banco puede efectuar 
muchas cosas con mis datos. Las puede, por ejemplo, vender a otras empresas (a fin que 
realicen publicidades singularizadas), puede decidir realizar estudios alrededor de los datos 
contenidos en ella (tipo de ingresos, consumo)... Una estrategia comercial que, por supuesto 
no se limita a las tarjetas de crédito. Cuando ustedes hacen un compra en un supermercado el 
ticket de la caja registradora condensa un sinnúmero de informaciones: y una parte de los 
estudios de marketing se efectúan, a partir de estas informaciones, con el objetivo de 
establecer perfiles comerciales susceptibles de incrementar los beneficios de la empresa. (Por 
ejemplo, si se observa que, el ejemplo es imaginario, que la compra de tal o cual agua mineral 
coincide muchas veces con la compra de tal o cual yogurt, una buena estrategia de ventas es 
no poner el yogurt y el agua mineral “en oferta” en la misma semana...). Lo que quiero 
decirles es que vivimos cada vez más en sociedades donde un conjunto de elementos técnicos 
dan constantemente información sobre nosotros mismos. Esto implica que el “individuo” no 
puede ser más limitado únicamente a las fronteras de su propio cuerpo, puesto que hay un 
conjunto de trazas de sí mismo diseminadas en los objetos técnicos y que operan desde ellos 
sobre mí. Estudiar al individuo hoy en día exige pues tener en cuenta este amplio espectro de 
trazas en los cuales uno se encuentra registrado. 
Quinto rasgo de este individuo: muchas de estas sociologías le van a dar una gran 
importancia a la narratividad. En efecto, se impone la representación de un sujeto que 
constantemente tiene que narrarse a sí mismo. Por supuesto, esta dimensión ya fue reconocida 
por la sociología clásica, pero hoy en día cada vez más este aspecto toma un peso mayor a 
causa de la importancia otorgada a las identidades. Aqui también la transición es sutil pero 
real. Durante mucho tiempo se supuso que la identidad estaba subordinada al rol, en verdad, 
al rol profesional. Progresivamente, se toma conciencia que las identidades poseen una 
plasticidad mucho mayor, que se apoyan sobre una importante capacidad combinatoria, que 
en la formulación-invención de sus identidades los actores disponen de una pluralidad de 
“cassettes” culturales. Estos “cassettes” no son en verdad invención del actor; cada uno de 
nosotros los encuentra a su disposición en la sociedad en la cual vive (de ahi las diferencias 
entre grupos y personas), pero cada cual posee la capacidad –más o menos grande– de 
combinar estos cassettes a su antojo. A través de este proceso, la identidad se autonomiza 
cada vez más de los roles profesionales. La superposición de la una a la otra, ya no es más el 
destino inevitable de la identidad. Este proceso posee más de una similitud con lo que 
acontece en el arte contemporáneo en el cual, entre otras muchas actitudes, la “obra” 
desaparece detrás de la “performance” –o sea que en algunos casos la obra material pierde 
toda consistencia, deviene casi inexistente, se transforma, por ejemplo, en una línea roja sobre 
un lienzo blanco, pero si ustesdes piden al artista que les “explique” la obra, el resultado será 
una muy, muy, larga disquisición sobre lo que ese gesto simple implica, evoca, lo que de 
“sufrimiento” hay en esa línea, etc, etc... Y bien, entre nuestros contemporáneos este 
barroquismo identitario es cada vez más grande. 
Sexto aspecto, el individuo es considerado como profundamente inacabado. A la 
diferencia de lo que pensó el funcionalismo o el marxismo, donde siempre se suponía que el 
actor alcanzaba una fase final y sólida de socialización, las sociologías del individuo subrayan 
que el proceso de socialización es constante, inacabado, siempre abierto, por lo cual los 
actores son más un proceso que un producto. Más adelante veremos las primeras raíces de 
esta inflexión, pero la extensión de esta percepción en la edad adulta ha traído una serie de 
cambios mayores. 
Creo que es innecesario prolongar la lista –que, de todas formas, quedará incompleta. 
Lo que me interesa es subrayar hasta qué punto el dominio del espacio individual se ha 
legitimado en la sociología. Insisto. Para muchas de estas perspectivas, si la sociología debe 
interesarse por el individuo, es porque de ahora en más un cúmulo de cambios en la sociedad 
se perciben cada vez mejor desde las consecuencias que éstos implican para los individuos. 
 
5./ Aperturas. 
La renovación introducida por esta “nueva” representación del individuo invita a la 
sociología a una serie de conversaciones inéditas. Evocaré, por falta de tiempo, solamente dos 
de entre ellas. 
La primera, y de la cual hoy en día voy hablar muy poco, concierne la toma de 
conciencia progresiva (por lo general con la ayuda de estudios culturales, históricos, 
antropológicos e incluso literarios) del carácter plural de las representaciones históricas que 
del individuo posse cada período o sociedad. Una vez más, en sí mismo, parece no ser una 
gran novedad, pero fue un tema al cual muchos sociólogos “clásicos” fueron poco sensibles. 
Progresivamente, se impone la conciencia que en las sociedades modernas coexisten una 
pluralidad de modelos de individuo. En efecto, los perfiles de la individualidad siendo 
diversos, los actores pueden hoy en día reivindicarse de modelos distintos. Robert Bellah y su 
equipo, por ejemplo, lo hicieron de manera brillante en los Estados Unidos en Hábitos del 
corazón, mostrando hasta qué punto los norteamericanos se referían a cuatro grandes modelos 
de la individualidad (la tradición bíblica, republicana, el utilitarismo managerial y el 
expresivismo). Charles Taylor, filósofo canadiense, emprendió este trabajo a través de un 
estudio histórico de largo aliento, mostrando los vínculos estrechos que existen entre la moral 
y las identidades personales. Y estoy convencido que trabajos innovadores pueden realizarse 
en este terreno a fin de estudiar, por ejemplo, las figuras del sujeto presentes en la sociedad 
peruana hoy en día. 
Segunda conversación, de la cual seré también muy escueto, porque algunos de ustedes 
la conocen mejor que yo, concierne
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