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Mi sentir y pensar ante los diez primeros puntitos de Fratelli Tutti.
El papa Francisco, se inspiró en san Francisco de Asís para su nombre papal y ahora también para escribir su tercera encíclica; Fratelli Tutti. 
Sobre la fraternidad y la amistad social.
1
En el primero de sus puntos, sugiere la observancia que hacía San Francisco, para dejar claro que cuando nos refiramos a cualquier ser humano, lo hagamos con amor; esté presente o lejano.
 La verdad, es que esta frase, es más fácil decirla que vivirla. Ignoro si el santo padre pueda con eso, pero a mí, por ejemplo, se me dificulta sentir alguna empatía por los grandes dueños del dinero mundial, los gobernantes hegemónicos y ciertos líderes religiosos. Puedo relativizarlos y encontrar un punto de serenidad, pero de eso a que sienta por él o ella amor, pues no, no he podido. Aclaro que amor en este sentido es la total confianza en lo que viva el otro y que, ante eso, sea yo capaz de abrazarlo y brindarle ternura. Si no físicamente, al menos muy honestamente en lo más profundo de mi interioridad.
Ya traído a mi entorno más cercano, puedo decir que gruesamente (con las humanas excepciones), puedo sentir el amor antes dicho, con la gente que suelo encontrarme en el camino, en el tianguis y demás espacios sociales. Mucho más fácil me es, si sucede en lugares donde radica gente pobre. 
No me puedo mostrar así de amoroso, con la gente que se aísla en privadas para evadir la cercanía conmigo y me obliga a tener que pedir permiso y humillarme al tener que mostrar mis credenciales, para acceder a su zona de residencia.; me causa tirria poder congeniar con su mundo. Es algo que no he podido remediar y francamente no estoy seguro de poder quererlos bien, si sólo de mí dependiera. Desde luego que la confianza en La Vida Venidera, basado en La Vida Pasada, me dan la esperanza de algún día poder lograrlo.
Me preocupan, sobre todo de quienes se dicen conscientes cristianos que buscan un reino de equidad y amor. Pienso que por mucho amor que tengan o digan sentir por los demás, es mayor, mucho mayor su miedo y terror al comportamiento humano. Y me preocupa porque cuando entro en crisis profunda, los referentes que deben levantarme son los que me acaban de hundir. Se cuidan de quienes dicen amar.
Hay una tremenda lucha interna en mí, cuando llego a la caseta de vigilancia de esas zonas a buscar a algún amigo o miembro de la comunidad y, me pregunto con honestidad; ¿qué estoy haciendo aquí? Por otra parte, admito, que no me da asco el asco que me causa pasar por esas calles buscando domicilios para hacerles algún trabajo. Mayor es mi repulsión, por esos espacios privados para los demás, cuanto más quieren hacer ver más hermosas sus calles, lagos y campos de golf. Si son gentes sin pretensiones de ir más allá de sí y su familia, entonces no me hace mayor conflicto; ya se entiende que no han encontrado a Jesús resucitado y, que sus únicos parámetros son los de este mundo. 
2
Dice, que aquel santo, si se sentía hermano de los astros y la naturaleza, con mayor razón de los seres humanos, que sembró paz por donde quiera y, que caminó cerca de los pobres, abandonados, enfermos descartados y últimos. 
Esta reflexión que nos hace, pero sobre todo a mí, me cuestiona hondamente. Por una parte, la naturaleza o el universo, son para mí, el entorno donde Él se desenvuelve y me maravilla cada vez que caigo de nuevo en la cuenta de ese asombroso misterio a través de los sentidos reflectivos. Pero confieso que a veces algunas cosas, animales o plantas, cuestionan seriamente mi interioridad. Y no se diga algunos eventos climatológicos que arrastran muchas realidades de la gente pobre, ya hechas o medio hechas.
Si miro un documental de animales silvestres, donde un tigre corretea y se come a un venado, puedo entender que su naturaleza es así y, con diversas reflexiones darle todo un sentido conceptual, pero no abrazaré ni le daré ternura al hecho en cuanto tal, pero tampoco al tigre. No lo sé, quizás es un mecanismo de defensa interior de no querer convertirme de nuevo en la fiera que fui, cuando en mi juventud era asaltante despiadado. Me cuesta mucho romantizar la violencia tan cruda. Ya fui lo violento que podía ser, ahora ya no tiene sentido volver a serlo. Como ahora me doy cuenta que ello proviene de un miedo a algo, puedo ser más objetivo y saborear a profundidad y admirar poéticamente la forma tan ordenada de comer de los leones y hienas.
Dejando a un lado los animalitos y yendo a los humanos, digo que sé que mi corazón no ha llegado a sentir que absolutamente todos seamos hermanos. 
Pero si ha de ser necesario compaginar o conciliar el primer punto con éste; me consuela sentir que al menos el caminar cerca de los pobres y demás zarrapastrosos, es lo que verdaderamente me da vida. Para mí, no sólo es caminar cerca, sino vivir con y entre los pobres. Acompañarlos sí, pero sobre todo dejarme acompañar por ellos. Capacitarlos en alguna actividad de las llamadas productivas, propiciarles algún tipo de sentido por el arte y, si Dios es magnánimo, acompañarnos mutuamente en el espíritu y crearles un espacio donde sean siempre bienvenidos.
3
El episodio entre el santo de Asís y el sultán egipcio Malik, es algo inquietante para mí. De alguna manera, éste representa a quienes viven en las cumbres del poder. 
Uno, el pobre, con un poder ilimitado que le otorga Dios de ir a donde sea, a la hora que sea, con quien sea, a hacer lo que sea.
Otro, el rico, con la anuencia de un pueblo y un poderoso ejército, que se puede mover solo dentro de las fronteras que esa seguridad le brinda. 
La tregua de 8 años a la guerra, en el marco de ese encontronazo, donde nadie convence a nadie de que su religión es la verdadera me invitan a ser menos quisquilloso con quienes viven en esas esferas sociales. 
Sin embargo, es obvio que ni mis alcances son significantes, ni estoy completamente seguro de que solo desde la concreción con la crudeza social de los pobres, pueda brindar todo mi yo. Y no es raro de pronto imaginarme en el mundo de las decisiones sociales, la política partidaria. 
Llevado el episodio de san Francisco y el sultán, a los contextos de un evangelio más radical, sería como imaginar a Jesús, “negociando” la paz con el César. Y digo que, esto desde luego me disuena interiormente. 
Aunque el pontífice me sugiera acogerme a este marco referencial, sigo sintiendo en mi interior, el deseo claro, nítido y evidente de más bien usar los talentos, (energías, recursos y espacios, etcétera), en lugares y personas realmente pobres. Pobres, no solamente de espíritu, como algunos defienden, sino de vivienda, alimento, educación, servicios públicos y otros.
Quizás, solo si yo estuviera en un escenario políticamente evidente en que, desde la fuerza de la unión popular, se pueda acceder a una gran organización que pueda auto gobernarse, pueda ver el poder, como algo a impulsar. Las mal llamadas democracias, son sólo manipuladoras de masas, no consensadoras sociales.
En cuanto a la invitación que de ahí se desprende, de que cuando vaya a visitar los “infieles”, no promueva disputas; estoy cierto que de ninguna manera voy con esa subjetiva encomienda de promover disputas, si los infieles son quienes viven en la opulencia y sobajando al pobre y no sé si eso deba darme vergüenza.
Pero, si es con los de la clase política y sobre todo si están ejerciendo el poder, claro que voy con la intención de promover la disputa. ¿Qué sentido tendría si llegara a solo darle por su lado al político en turno? Porque pedirles que cumplan a cabalidad con su chamba, para ellos es generarles disputas. 
En algunas comisiones negociadoras en que me han confiado, he ido a exigirles lotes, servicios públicos, derechos humanos, espacios comunitarios y amén de cuanta cosa. Y francamente, el gobernante no solo se ha puesto a la defensiva, sino que la tal disputa aparece como única respuesta. He salido (también algo influenciado e influenciador en el equipo negociador), bastante molesto de no pocas reuniones, en las que, al calorde las emociones, he (mos) convocado asambleas extraordinarias, con el único fin de enchilar a la gente y amotinar el palacio de gobierno. Al gobernante no le puedo gritar tan como yo quisiera en sus narices, (hay guardias por doquier y también me ha dado miedo su violencia), pero sí puedo hacer que la gente le exija desde la explanada.
Si Dios volviera a repetirme una situación así, tendría ahora el nuevo referente de esta encíclica, de cómo actuar ante el “sultán” en turno y acaso mediría con entereza ese momento regalado. 
Sin embargo, en las relaciones más acá de las políticas, en lo que toca a evitar toda forma de agresión y o violencia, que me sugiere el documento, es algo que desde que me abandoné conscientemente en mi alianza con Jesús, tengo muy presente y, me gustaría seguir abonando a seguir siendo mayormente pacífico.
En lo concerniente a vivir un fraterno “sometimiento”, en su último renglón de este punto; eso sí me cala (ja, como si lo anterior no me hubiera calado). 
Admito, para empezar que, no sé por qué lo pone entre comillas. Pero acepto de buena gana la invitación, si es que el sustantivo es lo fraterno y sometimiento es el adjetivo. 
Entonces quedaría así; que viva yo la fraternidad, y en esa equidad de dignidades, acepte el sometimiento al punto de vista distinto, incluso cuando eso implicara arduo trabajo físico, algo así como cuando lo hacía en las cooperativas, para no generar conflicto.
Pero eso sería distinto de aceptar el sometimiento de mi persona, a cambio de concesión personal alguna, en condiciones de poderme expresar libremente. 
Si fuera, que me tengan amenazado con un arma letal y sin la posibilidad de moverme, mediría mi momento interior y conforme a ello actuaría. De las veces que me ha tocado ser el inmovilizado, he actuado de diversas maneras. 
En una, le dije: jálele compa, ya me ganó, ya qué y, el Meón no se atrevió a jalar el gatillo, pero me pidió que ya no le exigiera el colt 45 que me había robado. 
En otra, el Culichi me tenía apergollado con un cuchillo picudísimo del pescuezo y ahí no le dije que me lo hundiera, porque yo me estaba estirando lo más que podía en la punta de los pies, para que el fierro no se me clavara en la mandíbula inferior y temía que me matara; al final se convenció de que yo no traía heroína y me dejó ir. 
Por eso digo que, dada mi experiencia, la reacción depende, más que de un descernimiento profundo único, sí, de cómo esté uno en el momento por el conjunto de discernimientos que haya vivido en serio con antelación. No sé, algo así como dice Mateo 24:44.
4
Él no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas.
Hacer la guerra dialéctica, es una expresión que poco me dice acerca de mis posturas filosóficas. La dialéctica es una guerra o conjunto de batallas para ir arribando a tesis que luego se volverán nuevamente guerreras. Pero una cosa es que sea dialéctico y otra distinta que haga de esos encuentros, permanentes, una escalada de encontronazos violentos.
Sí creo, sin embargo, que Dios hace la historia y todo cuanto existe, con pura dialéctica. Incluyendo algunas muy drásticas; el mundo –en cuanto lugar habitable-, no existiera si de cada encuentro o encontronazo físico, no hubiera salido algo mejor. Y lo mejor, es que yo (tú), estoy aquí.
Mi forma de confrontación suelen ser las preguntas. No descalifico de tajo ni a la primera, las ideas ajenas. Aunque hay que admitir que algunas veces exagero mis expresiones verbales. El amor de Dios, es en mí, siguiendo el relato, una relación de mutua confianza, cariño y diálogo. A veces como ayer, en que rarísimamente llego a tensionarme, Él me deja un “tiempecito”, pero luego me busca y yo me dejo encontrar. Charlamos un rato y a pesar de las condiciones del tiempo, vuelvo a la paz; a saborear la vida y continuar con un sentido de futuro. Si esta forma es mi relación con Él, se debe notar a simple vista en mi trato hacia los demás.
5
La fraternidad y la amistad social no suelen ser palabras que emanen de mí. La primera, acaso la saque a relucir cuando quiero encontrar una palabra que enmarque el espíritu comunitario. La segunda, me sugiere una conducta cordial cuando voy a la tienda a comprar algo, cuando en la calle saludo a los vecinos, cuando llega alguien al taller y similares. Es como ampliar la expresión, suelo ser amable.
6
La encíclica dice; es un humilde aporte a la reflexión, desde donde tocaría buscar mejores formas de convivencia, frente al ignorar o eliminar a los otros.
 Que no solo se quede en palabras. Pues sí, es una de las permanentes reflexiones de esta familia y en concreto de mi persona, estar siempre alerta, para no ignorar a quienes se nos acercan en busca de algo. Particularmente para con los migrantes, vecinos más pobres, jóvenes que buscan acompañamiento y niños que solicitan auxilio pedagógico o ternura.
Confieso que reflexionar y llevarlo a la vida, son cosas harto distintas.
El pero está en que mirándome detenidamente, sí ignoro o elimino a veces al otro. Primero lo noto en mis salidas de los grupos de chats. Justifico, diciendo que no tengo tiempo de estar leyendo tanta cosa. Los bips-bips del celular anunciando tantísimos nuevos mensajes me causan una sensación incómoda. 
Sentimientos que no he sabido masticar y digerir. Sé que es egoísmo puro, porque en el fondo me gustaría que fueran clientes pidiéndome más trabajos. 
Entonces llega un momento en el que, sin más preámbulo, me salgo del grupo. De los chats personales no me salgo, no recuerdo haber eliminado más que a dos personas que han puesto en serios predicamentos la relación entre Adriana y yo. Salirme de los grupos de chat, significa entonces, ignorar y o eliminar al otro. 
En la vida real, no tengo demasiados grupos, y no aplica esto. Y también en la vida real, a las personas, no suelo eliminarlas, en el sentido de correrlas de mi vida, pero acaso tenga comportamientos y haga cosas con las que se alejan o no se mantienen cerca de mí físicamente. Pongo de ejemplo a Marcos, un hombre con muy serios problemas de drogadicción a quien acogimos por varios meses, me dijo que yo no era regañón, sino enojón. A mí mismo me digo de esto, que soy firme en las condiciones para ser seguir siendo huésped. Nunca lo corrí, él se retiró. Después vino a agradecer (nos).
Y claro, como esto es un humilde aporte a la reflexión, deberé reflexionarlo en serio. No sé, quizás porque quiero ir creciendo paralelamente entre madurez física y espiritual.
7
Cuando él estaba redactando la encíclica dice, irrumpió la pandemia y dejó al descubierto nuestras falsas seguridades. Bueno, en realidad no tengo demasiadas seguridades y francamente no sé si tengo alguna. Siempre estoy a expensas de tener un cliente a la vez y no sé si al día siguiente tendré o no trabajo. Tampoco tengo una cuenta bancaria con recursos suficientes para un mes. Por otro lado, siempre tengo demasiado presente que acaso esté viviendo el últimos de mis días y me sostengo en la misericordiosa ternura de Dios. 
La seguridad en la medicina sí la he tenido; para algún dolor y sobre todo alguna infección de muelas o de panza. Pero en cuanto al Covid 19, no abrigo ninguna esperanza en la medicina, o eso creo. Nunca me miré tentado a esperar la vacuna como alternativa realmente seria de buena salud. Seguro ya llegó para las personas de mi edad y aún no estoy seguro de ir a vacunarme. Tengo tantas desconfianzas en las políticas mundiales sociales, económicas, sanitarias, ecológicas, etcétera, que mientras no esté claro, me abstendré. Tampoco me siento invitado a que, llegado el momento, me deje entubar. Son predisposiciones que quizás logre salvar.
Cada país actuó a su manera, pero no conjuntamente. Aquí el papita se asume (estado vaticano) como parte del egoísmo político mundial al no actuar conjuntamente con otro u otros países. Y efectivamente, tiene razón, cada oveja, ante la llegada del lobo, tiró para su lado. 
No soy político de altura, pero quizás algo pudo haber hecho; al ver que la OMS, no hacía lo suficiente, tuvo que haber convocado a que, entre todoslos países, llamaran a todo científico de buena voluntad a crear un instituto (espacio pro Covid) para llevar a cabo una investigación seria, profunda y científica. Si no para encontrar una cura, (quizás sí), sí que, al dar su postura, fuera alcanzando más altos niveles de capacidad de convocación mundial.
Después debió haber hecho un llamado nítido, sencillo y sobre todo contundente a que los países ricos y los organismos de control financiero del mundo, se abstuvieran (mientras tanto) de pisotear a los países pobres; un año (mejor dos) de gracia.
Pero hasta la misma iglesia en sus diócesis, (contrariamente, según yo) estuvieron exclamando su preocupación por la escasez de dinero en sus arcas… ¡Hágame el reverendo favor! Y pidiendo –en momentos cruciales de la pandemia-, que se permitieran la misas. 
8
Coincidimos en este puntito. Anhelo también que, reconociendo la dignidad de cada persona, hagamos renacer una hermandad mundial. Un hermoso secreto dice, que no sé qué tan secreto sea, digo yo, para soñar y hacer de la vida una hermosa aventura. Anhelar, ya es mucho.
 Nadie puede pelear la vida aisladamente.
Se necesita una comunidad que nos sostenga y en la que nos ayudemos mutuamente a mirar hacia adelante. Y aquí es donde entra sin dudar, la CVX. Pero dadas las condiciones actuales de la Comunidad de Vida Cristiana, no sólo en ella, sino en grupos comunitarios más cercanos físicamente.
Alcanzo a notar un pequeño detalle en la segunda oración en la que me detendré bastante.
La segunda, es la palabra pelear. Ésta disuena radicalmente con el conjunto en sí de todo lo expresado. Pongo de ejemplo una supuesta comunidad en la que los vecinos reaccionan, ante intrusos o posibles personas dañinas y, según ellos, salgan a defender lo de su territorio y terminen linchando a los malos, porque (literal, así lo dicen al matarlos), ya están cansados de tanta maldad de los seres humanos. 
Considero que debe ser más puntual y no dejar cabos sueltos, en la idea de que “eso” es obvio. Hay que decir claramente que, para detener un vehículo, lo primero no es pisar el freno, sino quitar el pie del acelerador. Es muy importante soñar juntos, porque en solitariedad se corre el riesgo de espejismos, es lo que dice el papa: pero pregunto, ¿en comunidad, no hay espejismos de ver lo bueno en lo malo? Y sigo creyendo que la palabra de pelear la vida o lo que sea que haya que pelear, es un despropósito radical. Si cada ser humano piensa que pelear, es lo que nos toca hacer para ser mejores, entonces incluso cuando lo hagamos en comunidad, seguirá pensando en que eso es lo mejor. 
Al epílogo de este punto, pudiera matizarle algunas cositas, pero nada más diré que, está bien, que realmente respetemos la manera de ser de cada ser humano, aún a pesar de que se burlen, violen, asalten, maten y secuestren, siempre y cuando lo hagan desde su trinchera personal, en la confianza de que lo jurídico o judicial lavará eso. Y no los respetemos si son representantes de estados políticos o religiosos u organismos sociales. Ahí sí, hay que manifestarnos y exigir justicia.
9
10 
Parecía que el mundo se encaminaba hacia algo mejor, dice el papa, dadas las experiencias de las guerras. Así me suele pasar a mí, al ver por algunos períodos mi entorno social más cercano, (vecinos, trabajo, ciudad y país), sin embargo, yo no lo enmarco, como lo hace el papa, en creer que ha sido por el aprendizaje que dejan de las violencias. Considero que es porque existe en mí, una especie de sueño por encontrar un camino de verdad. Y que, si san Francisco es el ejemplo a seguir, no fueron las guerras, al menos no las de él, las que lo encaminaron hacia algo mejor. Es menester utopizar el sueño guajiro, de que, así como Dios me brindó la consciencia, el estudio, la profundidad espiritual, el encontrar el sentido en servir más allá que mis egoísmos y una comunidad; así, algún día cada ser humano encontrará tarde que temprano un camino de una sana convivencia y no precisamente por tanta guerra.
Acaso querer la imposición a los demás, el inllenable deseo de tener excesivas riquezas, la enfermiza búsqueda de aplausos y el deseo de venganzas por cómo fue uno tratado, sean el fondo y causa de tanto desvío personal. 
En lo personal, lo que más me tienta es el último punto y, lo peor, que a veces ni es por lo que a mí me hicieron, sino porque según yo, dañaron con saña al débil.
Pero también la ignorancia de que uno tiene que seguirle el rollo a los propios deseos carnales y a copiar cada moda o tendencia social que el mundo pone, sin reflexionar tantito, como esta encíclica lo propone.

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