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Apunte-resumen 
Principales corrientes éticas1 
 
 
El utilitarismo 
 
La ética kantiana 
 
 
 
El utilitarismo 
 
El utilitarismo es la teoría ética que afirma que la corrección moral de una acción se justifica y 
fundamenta sólo en su mayor utilidad, es decir en la mayor cantidad de bien/bienestar que produce. 
Queda entendido que la utilidad de un acto es su capacidad de producir bien. Un acto, por tanto, se 
juzga moralmente sólo por su resultado y consecuencias teniendo en cuenta la cantidad total de 
bien/bienestar producido. El bien producido por una acción es el balance de todas sus buenas y malas 
 
1 Cfr., Filosofía y Ciudadanía, Editorial Almadraba. Madrid. 2008. 
 
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consecuencias, a corto y largo plazo, sobre todos los afectados. Por consiguiente, una acción es 
correcta moralmente porque produce más bien (o evita más mal) al mayor número de personas que 
cualquier otra acción alternativa. Los utilitaristas clásicos son Jeremy Bentham (1748-1873), Henry 
Sidgwick (1838-1900) y John S. Mill (1806-1873). 
Según el utilitarismo, una acción es moralmente correcta u obligatoria si y sólo si produce mayor 
cantidad de felicidad/bienestar que cualquier otra acción alternativa posible. Así, es moralmente 
correcto u obligatorio cumplir las promesas, no humillar a las personas o no infligir sufrimiento a 
inocentes, porque estas acciones producen mayor cantidad de felicidad que las respectivas alternativas 
de incumplir las promesas, humillar o infligir sufrimiento. En general, se supone que actuar de 
acuerdo con las normas generalmente aceptadas maximiza la felicidad. 
¿Qué sucede, sin embargo, si el cumplimiento de una promesa claramente no maximiza la felicidad, 
sino que, al contrario, la felicidad se maximiza con su incumplimiento? En este punto, el utilitarismo 
no es unánime. Según el utilitarismo del acto, aunque en general las normas morales socialmente 
aceptadas maximizan la felicidad, si en algún caso no es así, quizás, habrá que transgredirlas, porque 
el fundamento de la corrección moral es la mayor cantidad de bien que es consecuencia de cada acción 
concreta. En cambio, para el utilitarismo de la regla, aunque en algún caso concreto el cumplimiento 
de una norma moral no maximiza la felicidad, hay que cumplirla, porque le fundamento de la 
corrección moral de una acción es la mayor cantidad de bien que es consecuencia de un tipo de acción. 
Hay tipos de acciones, como las promesas, que maximizan la felicidad, no importando si alguna 
promesa concreta no la maximiza; menos felicidad se produciría si las promesas no se cumplieran. 
Así pues, según el utilitarismo de la regla, las mejores consecuencias se obtienen de la aceptación o 
el cumplimiento de ciertas reglas morales. Sin embargo, los distintos tipos de utilitarismo parece que 
favorecerían la modificación o eliminación de normas morales, o de leyes e instituciones políticas, si 
hubiese la evidencia que no maximizan la felicidad humana. 
Como vemos hay varias versiones del utilitarismo, pero podemos decir que hay unos elementos 
comunes. 
En primer lugar, el utilitarismo da prioridad al bien y lo identifica con el placer (y la ausencia de 
dolor), con la felicidad o con la satisfacción de las preferencias y deseos. En algunas versiones del 
utilitarismo, el bien se identifica con más de una cosa, como, por ejemplo, la felicidad y la igualdad. 
 
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En segundo lugar, el utilitarismo es universalista, ya que da prioridad no solo al bien, sino al bien 
universal. No distingue entre el bien de unos y el de otros, sino que el bien- supuestamente, la 
felicidad- de cada persona cuenta por igual; adopta, por tanto, un punto de vista imparcial al no 
considerar, por ejemplo, que la felicidad del agente sea más importante. 
En tercer lugar, el utilitarismo es maximizador, ya que da prioridad no solo al bien universal, sino a 
la maximización del bien. Dado que la felicidad de cada persona es igual de importante, los estados 
de las cosas buenos son los que maximizan la felicidad: la máxima felicidad para el mayor número. 
En cuarto lugar, el utilitarismo es consecuencialista, ya que da prioridad no solo a la maximización 
del bien que es consecuencia de las acciones buenas. Tanto es así, que considera que la corrección 
moral de cualquier acción depende únicamente de la cantidad de felicidad total por ella producida. 
Veamos ahora los pros y contras del utilitarismo. La primera fuerza y verosimilitud del utilitarismo 
se basa en dos puntos. En primer lugar, parece convincente que la corrección moral de un acto 
dependa de sus beneficios sobre las personas, sobre todas las personas afectadas y no solo sobre su 
agente. Es razonable que robar está mal por los perjuicios que causa a todo los implicados. En segundo 
lugar, el utilitarismo ofrece un solo criterio, claro y sencillo, para justificar nuestras creencias y 
decisiones morales. Ante cualquiera de nuestras creencias morales o antes de tomar una decisión sólo 
hay que hacerse una pregunta, "¿qué cantidad global de bienestar aporta?", calcular y comparar con 
las alternativas. 
El utilitarismo también ha recibido críticas negativas. En primer lugar, el cálculo y la comparación 
de la felicidad global (o el placer o la satisfacción de los deseos) producida por las distintas 
alternativas es una tarea extremadamente difícil y compleja, teniendo en cuenta, además, que en 
alguna de las alternativas existen acontecimientos que no sabemos qué probabilidad tienen de 
producirse, y que pueden incluso no producirse. En el caso del soborno a una profesora en que 
aparentemente todos los implicados saldrán beneficiados ¿cómo medir la felicidad que el dinero 
provocará en la profesora y la que provocará la falsa nota en la alumna y su familia? ¿cómo 
compararlas?, ¿y si el soborno se descubre y se hace público?, ¿cómo contrapesar la felicidad con la 
infelicidad que provocará en muchas otras personas la pérdida de confianza en la honradez y la 
ecuanimidad del profesorado?, ¿cómo calcular la probabilidad que se descubra?, ¿y si no se descubre? 
 
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En segundo lugar, se ha criticado al utilitarismo su impersonalidad en el cálculo de la felicidad, ya 
que la felicidad global se calcula sumando las felicidades individuales, son tener en cuenta de quién 
son. Si durante un conflicto bélico, en un edificio en llamas de una ciudad asediada, hay dos personas 
sepultadas, mi padre de edad avanzada y uno de los pocos médicos jóvenes que quedan vivos, y sólo 
puedo salvar a uno de los dos, ¿no parece que la felicidad de mi padre debería contar más por el hecho 
de ser mi padre? 
Una tercera crítica hace referencia a la impersonalidad en la distribución de la felicidad, ya que para 
maximizar la felicidad parece no importar cómo se distribuye la felicidad: unos pueden obtener 
mucha y otros muy poca o unos obtenerla a costa de los demás, quizás vulnerando derechos o 
sacrificando inocentes. Supongamos un proyecto urbanístico que beneficiará globalmente a la 
comunidad, pero que implica demoler unas viviendas cuyos propietarios no aceptan mudarse a otra 
zona. ¿No está claro que el proyecto beneficiará a unos y perjudicará a otros?, ¿no se sacrifica el 
bienestar de unos por el bienestar de otros?, ¿y no estaría justificado para conseguir este beneficio 
social emplear alguna trampa legal o algún engaño para echar a los que no quieren irse? 
La ética kantiana 
La ética kantiana se engloba dentro de las éticas del deber que niegan que se pueda justificar y 
fundamentar la corrección moral de una acción en sus buenas consecuencias. En lugar de centrarse 
en las consecuencias, las éticas de deberes se centran en el deber. Consideran que hay principios o 
normas que deben respetarse. De ahí que estas teorías se conozcan como "éticas de principios". 
Contrariamente a lo que plantean muchas teorías consecuencialistas,el filósofo alemán Inmanuel 
Kant (1724- 1804) afirmó que la felicidad no es siempre buena porque a veces conduce a la arrogancia 
y porque un espectador razonable e imparcial no sentirá nunca satisfacción al contemplar a una 
persona a quien siempre le va todo bien, pero cuya felicidad es inmerecida ya que su voluntad no 
manifiesta ningún rasgo de bondad. 
Según Kant, lo único absolutamente bueno, siempre y en toda situación, es a buena voluntad. Y decir 
que una persona actúa por buena voluntad equivale a decir que actúa por respeto al deber y no solo 
conforme al deber. Se puede actuar conforme al deber, pero por motivos interesados, esto es, movido 
 
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por inclinaciones, deseos, ventajas o consecuencias beneficiosas. En cambio, actuar por respeto al 
deber es tener como único motivo el propio deber, el deber puro. 
 
 Ahora bien ¿qué significa actuar por deber? El deber es un imperativo. Un imperativo sin 
condiciones, un imperativo absoluto o categórico. Sin embargo, no nos lo impone ni la sociedad, ni 
una autoridad externa, ni Dios, ni nuestras propias inclinaciones o creencias: nos lo imponemos 
nosotros mismos en tanto que seres racionales. Actuar por deber es obedecer la voz de la razón que 
hay en nosotros. La persona que escucha y se guía por la razón actúa como corresponde a un ser 
racional, Para nosotros, humanos, la voz de la razón se nos impone como un deber porque somos 
seres racionales imperfectos. Y somos imperfectos porque estamos dotados de deseos e inclinaciones 
que nos impulsan en sentido distinto al de la razón. Si fuésemos seres racionales perfectos, dotados 
solamente de razón, la voz de la razón no nos parecería un deber, sino que la seguiríamos 
espontáneamente. 
 
 ¿Y cuál es la voz de la razón? ¿Cuál es el deber que la razón nos impone, que nos imponemos en 
tanto que seres racionales? Según Kant, la razón prescribe la ley según la cual han de vivir los seres 
racionales: la ley moral. Y esta ley moral, que se dirige a los mismos seres racionales que la dictan, 
ha de ser tan formal- tan universal y racional, diríamos- que no contenga referencia alguna a 
circunstancias particulares- a deseos o inclinaciones, por ejemplo. Es como si la razón dijera: 
 
"Actúa solo según una máxima (norma o regla) tal que puedas al mismo tiempo querer que se 
convierta en ley universal". 
 
Kant denomina a este imperativo de la razón, del cual ofrece hasta cuatro formulaciones distintas, 
"imperativo categórico". Otra formulación interesante es la siguiente: "Actúa de tal modo que trates 
a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre y al mismo tiempo 
como fin, nunca simplemente como medio". Actuar correctamente nos obliga a no tratar a las 
personas- incluso a uno mismo- sólo como medios, sino como fines en sí mismas: las personas 
merecen respeto. 
 
 
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 La ley moral expresada en el imperativo categórico se concreta en normas morales que constituyen 
nuestras obligaciones o deberes. Para conocer cuáles son esas normas, es decir, para saber si una 
determinada norma es compatible con la ley moral hay que comprobar si es universalizable: si se 
puede pensar o querer que sea ley universal, es decir, que todos la cumplan. Una norma es moral si y 
solo si es universalizable. Cabe afirmar, por tanto, que para Kant la corrección moral de una acción, 
o la obligación moral de realizarla, se justifica solo por la existencia de principios y normas morales 
que deben respetarse. A su vez, el fundamento de las normas morales reside en la exigencia de 
universalizabilidad de la razón. 
 
 Kant propone dos criterios para comprobar la universalizabilidad de una norma. El 'primero es el 
criterio de autocontradicción: hay normas que es imposible pensar que sean leyes universales, ya que 
si todo el mundo las cumpliera no se podrían realizar. Si para salir de un apuro económico pido 
prestado dinero prometiendo devolverlo aun a sabiendas de que no lo hará, la norma que justifica mi 
acción ("hay que hacer promesas falsas") sería irrealizable al universalizarse. Si todo el que se 
encontrara en un apuro prometiera algo con la intención de no cumplirlo, las promesas se harían 
imposibles, porque nadie creería lo que se le promete. En un mundo en que todas las promesas hechas 
en un momento difícil fuesen falsas, sería lógicamente imposible hacer en un momento difícil una 
promesa, porque al saber que era falsa todos sabrían que no era una promesa. 
 
 El segundo es el criterio de la inaceptabilidad: hay normas que es imposible querer que sean leyes 
universales, ya que si todo el mundo las cumpliera resultarían inaceptables para los seres racionales. 
Si una persona renuncia a ayudar a otra que está en dificultades. Aun pudiendo ayudarla, la norma 
que justifica su acción ("no hay que ayudar a nadie si no se obtiene beneficio, aunque no cause 
inconveniente") sería inaceptable al universalizarse. Esta norma no podría ser querida por un ser 
racional, dado que es racional pensar que puede haber muchos casos en que se necesitará la ayuda de 
otras personas. 
 
Kant divide los deberes que emanan de las normas morales en deberes estrictos o perfectos (no 
admiten ser limitados por otros deberes) y deberes meritorios o imperfectos (admiten ser limitados 
por otros deberes) y en deberes hacia uno mismo y deberes hacia los demás. Esto da cuatro clases: 
deberes perfectos hacia uno mismo (conservar la propia vida), deberes perfectos hacia los demás (no 
 
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mentir, no hacer promesas falsas, cumplir las promesas), deberes imperfectos hacia uno mismo 
(cultivar los propios talentos) y deberes imperfectos hacia los demás (contribuir a su felicidad, ser 
generoso). 
 
Kant supone que las normas morales al ser universalizables no admiten excepciones. Eso significa, 
en primer lugar, que obligan a todo ser racional y, por tanto, nadie es excepcional y, en segundo lugar, 
significa que han de cumplirse en toda circunstancia so excepción, sean cuales sean las consecuencias: 
nada cambia si, en un caso determinado, tendría mejores consecuencias no decir la verdad. 
 
 Con todo, según Kant, el valor moral de una acción no es sólo la conformidad con las normas morales 
que constituyen el deber. Una acción conforme al deber es simplemente una acción correcta. Su valor 
moral depende del motivo por el cual ha sido realizada. Y el único motivo que otorga valor moral a 
una acción es realizarla por respeto al deber. El tendero que no pide un precio excesivo al comprador 
inexperto actúa honradamente, de conformidad con el deber, pero dado que el motivo de esta acción 
podría ser o la inclinación- querer aumentar la clientela, por ejemplo- o el deber- querer cumplir el 
deber-, solo tendrá valor moral, si su motivo ha sido este último. En definitiva, lo único que da valor 
moral a una acción es la intención: actuar por respeto al deber. Esto es la buena voluntad. 
 
 Esta teoría también tiene ventajas e inconvenientes. De la ética kantiana se han destacado algunas 
características que la puedan hacer convincente. En primer lugar, la preeminencia de que goza la 
razón, al convertirse en el fundamento último de la moral. En segundo lugar, que las acciones 
correctas dependan de normas morales parece captar el carácter de obligatoriedad- y no de deseo, 
aunque racional- que tiene la moral. En tercer lugar, el carácter universal de las normas morales, que 
hace que nadie pueda considerarse una excepción, introduce el carácter de imparcialidad que tiene la 
moral. Y finalmente, que el auténtico valor moral resuda en la intención, ya que parece más digno de 
valor moral decir la verdad porque es un deber, que hacerlo por inclinación egoísta. 
 
 Los críticos han objetado a Kant el carácter absolutista de su teoría, es decir, que no atienda a las 
circunstancias particulares de cada caso y, por tanto, que los deberes morales no tengan nunca en 
cuenta las consecuenciasde las acciones. Si el deber obliga a no mentir, las consecuencias de que una 
 
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persona que esconde en la buhardilla a una familia judía diga la verdad a una patrulla nazi pueden ser 
tan perjudiciales que parecería una inmoralidad confesar la verdad. 
Otra objeción es que la teoría kantiana no parece que pueda resolver el problema del conflicto de 
normas. Si algunos deberes, como los deberes perfectos, no admiten ser limitados por otros deberes, 
y esto significa que se han de cumplir en toda circunstancia, muchos dilemas pueden resultar 
irresolubles. Si por cumplir una promesa no se puede salvar una vida, se incumple este deber. La 
alternativa es salvar una vida, pero incumplir la promesa. Se haga lo que se haga parece que algún 
deber no se puede cumplir. 
Por último, los objetores consideran que la universalizabilidad no es el fundamento adecuado de las 
normas morales. Por una parte, no parece necesaria, porque puede haber normas morales que no sean 
universalizables (amar a los enemigos). Por otra parte, la universalizabilidad no es suficiente, porque 
hay normas universalizables que no son morales (poner una flor en el balcón) e incluso que son un 
deber moral no cumplir (por ejemplo, ser cruel: una persona ´racional´ a quien no importara vivir en 
un mundo cruel y padecer la crueldad de los demás podría universalizarla).

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