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MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 1 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA Lectura 1 Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. Cap. 1. Elementos conceptuales educación. pp. 27-44. EELLEEMMEENNTTOOSS CCOONNCCEEPPTTUUAALLEESS DDEE LLAA EEDDUUCCAACCIIÓÓNN 1.1. Reflexiones iniciales Resulta oportuno, antes de tratar de pensar la educación, Ilevar a cabo algunas reflexiones previas y, por ello mismo, básicas sobre el concepto de educación que nos conduzcan al reconocimiento de su inevitable necesidad y de su carácter marcadamente social, carácter que incluso le imprime un marcado acento popular. Con un prudente optimismo, podríamos afirmar que en nuestra época —y sobre todo en los países de nuestro entorno cultural— la educación se ha convertido en un asunto que interesa a todas las personas o, al menos, a una gran mayoría. Igualmente en el ámbito político, las propuestas educativas son esgrimidas como banderas de ideologías y concepciones del mundo y de la vida por grupos de diferentes signos. Desde las izquierdas más progresistas hasta las derechas más conservadoras las propuestas educativas, como instrumentos para resolver los problemas a los que nos enfrentamos en los albores del siglo XXI, tratan de ofrecer soluciones -lógicamente diversas— a las numerosas dificultades con que la sociedad actual se encuentra; y ello desde diversas perspectivas: a) Desde la ética, tratando de educar a los niños y jóvenes en el respeto hacia los derechos humanos, en la convivencia y solidaridad. b) Desde la moral, educando para ayudar a las personas a distinguir con autonomía las acciones correctas de aquellas que no lo son. c) Desde la política, a través de la educación en los valores democráticos favoreciendo actitudes de tolerancia y respeto hacia la pluralidad de culturas e UU NN II DD AA DD II .. PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 2 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA ideologías. d) Desde la justicia y equidad para tratar de evitar toda clase de exclusión y desigualdad entré los seres humanos, así como las marginaciones de todo tipo. e) Desde la ecología, educando en la conservación de la naturaleza, en el desarrollo sostenible y en el respeto hacia todos aquellos elementos que favorecen el equilibrio entre los diferentes estilos de vida. f) Desde la sociología, intentando romper las barreras, cada vez más patentes, no ya entre las clases sociales de un mismo medio geográfico, sino también entre los diferentes pueblos del mundo; sobre todo entre el norte y el sur, tratando de hacer realidad el sueño —hasta hoy utópico— de la aldea global y justa. g) Desde los medios de comunicación, educando en la correcta utilización de los nuevos modelos surgidos de las nuevas tecnologías y de la sociedad de la información. Y así un largo etcétera que se podría seguir enumerando, evidentemente siempre desde unos mínimos democráticos por todos aceptados. Como podemos observar, la educación tiene ante sí tan extensos y delicados objetivos que difícilmente podrá cumplirlos en su totalidad, pero ello no quiere decir que su tarea resulte infructuosa. Y la primera tarea que desde la profesionalidad pedagógica nos debemos proponer es la reflexión rigurosa y científica acerca de sus orígenes, posibilidades y limitaciones; es decir, pensar la educación. Ello equivale a poseer esquemas de pensamiento correctamente organizados, saber establecer relaciones entre los distintos elementos que intervienen en el hecho educativo y poseer modelos de intervención coherentemente sistematizados y apoyados en la evolución histórica. O lo que es igual, conocer lo que otros pensadores han aportado a la educación y poder distinguir los elementos fósiles de aquellos otros que aún resultan de utilidad, o continúan teniendo plena vigencia. Y todo ello sin abandonar la posibilidad de intentar aproximarnos a nuevos modelos explicativos de la acción pedagógica facilitados por las demás ciencias, y que nos invitan a ensayar nuevas metodologías de aproximación a la acción educativa. Por otra parte, no debemos olvidar que estamos tratando con una actividad humana eminentemente social y, por tanto, no exenta de cierta popularidad. Queremos decir con ello, que en nuestro trabajo profesional nos vamos a encontrar con que, en principio, parece ser que todo el mundo, y probablemente sea cierto, sabe algo de educación. Y tampoco es menos cierto que casi todas las personas tienen una historia que contar de su escuela y de sus profesores. Se puede afirmar que todos llevamos con nosotros mismos,--y a lo largo de toda nuestra vida— la historia de nuestra propia educación de igual modo que toda persona puede contar la historia de su propia salud. Ello es una señal inequívoca de la extraordinaria carga de humanidad de que se reviste todo proceso educativo. Y es que, como escribió Immanuel Kant (1724-1804)1, únicamente por la educación el hombre llega a ser hombre. O como, desde otra dimensión, afirmó Manganiello (1973:14 y ss.)2 refiriéndose a la necesidad de la educación: «El acto educativo es inherente y necesario a la naturaleza humana. El hombre, al nacer, es quizá el ser de la naturaleza más desamparado. Abandonado a sus propias fuerzas en los primeros años, no tardaría en sucumbir. La inferioridad de sus recursos y medios físicos de defensa y la lentitud de su proceso de maduración le hacen imprescindible la protección ajena durante mayor tiempo que a cualquiera de los otros seres vivos». Es cierto. Y buena prueba de ello es que en toda sociedad humana, en todo grupo humano, más o menos evolucionado, institucionalizado o no, existe el cuidado educativo, aun cuando cada sociedad establezca sus 1 Kant, I. (1983): Pedagogía, Akal, Madrid, p. 31. 2 Manganiello. E. M. (1973): Introducción a /as Ciencias de la Educación. Librería del Colegio. Buenos Aires. MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 3 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA propias pautas de crianza. La educación, decía John Dewey (1859-1952), fundamentando su activismo pedagógico, no es ni tan siquiera preparación para la vida, es «la vida misma». No creemos que hagan faltan argumentos más sólidos que aquellos que conforman nuestra propia convicción como seres humanos de la importancia y necesidad de la educación en nuestra sociedad occidental. Y donde la propia extensión del término educación — educar ya no es tan sólo acudir a la escuela, aprender en un determinado periodo de tiempo una serie de contenidos y destrezas sociales que se consideraban suficientes para toda la vida— comprende hoy en día dominios y campos muy diversos que, a su vez, constituyen otras tantas especialidades profesionales. También resulta importante señalar que -- independientemente de la reflexión teórica y filosófica— llegar a ser un buen profesional en pedagogía implica no sólo una formación científica de carácter específico, sino además por su continua expansión hacia múltiples campos de intervención,también exige —y cada vez más— una formación y aproximación inter y transdisciplinaria. Por otra parte, parece ser que todas las personas responsables —al menos en aquellos países que han logrado un cierto grado de desarrollo y, dentro de los mismos, aquellos grupos sociales que tienen la dicha y el privilegio de no verse sometidos a una lucha, en ocasiones feroz, por la simple supervivencia cotidiana— al hablar de educación la piensan desde una conciencia optimizante. Es decir, todos reclaman y desean la mejor calidad educativa, que es tanto como decir la mejor calidad de vida y —por añadidura— los mejores profesionales al servicio de la mejor educación. Y este deseo, a su vez, nos lleva de forma inevitable —y aunque sólo sea por simple contraste— a pensar que todo aquello que no funciona, todo aquello que no va bien, se debe a que falla la educación, a que no se educa en función de lo que la sociedad y los propios acontecimientos reclaman. Como consecuencia de ello surge en los ciudadanos la ilusión educativa; es decir, que la mayor parte de las personas suponen que todo aquello que no funciona funcionaría si la educación cumpliese su cometido; o lo que es igual: si los responsables políticos y sociales estuviesen convencidos de la necesidad de dotar al sistema educativo de los mejores medios y recursos tanto humanos como materiales y, por supuesto, sin dejar de estar presente una filosofía que será la que, en último término, señale las metas hacia donde dirigir la acción educativa. O lo que viene a significar lo mismo: ¿Qué modelo de ciudadano? ¿Qué modelo de persona se quiere construir? En esta misma línea —y por sólo citar un ejemplo—se expresaba J. L. Vives (1492-1540) cuando escribía que el fin de la educación está, pues, determinado por la idea que se tenga del hombre». Esta reflexión de nuestro gran pedagogo, a pesar de los siglos transcurridos, sigue plena de vigencia. Y nos debe llevar a una reflexión básica inicial; reflexión que puede y debe ser hecha no sólo desde la política del propio sistema educativo, es decir, a nivel de macrosistema, sino también desde el microsistema que representa la actividad cotidiana de un centro o de un profesor especialista en su materia, en un aula concreta reflexionando sobre los objetivos y metas que quiere llegar a conseguir con sus alumnos. Y esta reflexión básica se traduce en una pregunta muy simple: ¿qué clase de ciudadano queremos construir?, ¿qué clase de persona quiero estimular?, ¿qué elementos y capacidades (cognitivas, afectivas o psicomotoras) voy a utilizar, a impulsar para conseguir el modelo de persona más acorde para que desarrolle una existencia digna en la sociedad y en la cultura que le ha tocado vivir?, ¿qué selección de contenidos voy a realizar?, ¿en qué contenidos voy a insistir más?, ¿en los procedimentales?, ¿en los actitudinales?, ¿en los conceptuales? ¿Quiero educarlos y enseñarles en el saber?, ¿en el saber hacer?, ¿en el saber ser?,o voy a procurar el equilibrio entre estos tres modos de sabiduría de los contenidos educativos? Todas estas preguntas se las debe formular un buen educador, pero todas ellas tendrán como guía —en último término— la finalidad educativa o finalidades educativas, como muy bien decía Vives. En efecto, nuestras finalidades vendrán determinadas, de un modo concreto, por la «idea» que tengamos del ser humano y, de un modo general, por la filosofía de la acción educativa. 1.2. El concepto de educación A continuación vamos a tratar de definir el concepto de educación, tanto desde una perspectiva propiamente conceptual (por lo que recurriremos a su procedencia etimológica) como desde una perspectiva operativa, es decir, tratando de señalar el campo y la dirección en la que desarrolla todas sus posibles funciones. MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 4 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA 1.2.1. Desde una perspectiva conceptual: su raíz etimológica El concepto de educación comprende multitud de matices usos, hasta tal punto que puede ser considerado un concepto polisémico. Si se dice de alguien que es una persona muy educada, se podría entender que nos referimos: i) a una persona de buenos modales, cortés y respetuosa en el trato con los demás, o bien ii) que se trata de una persona muy cultivada y que posee unos amplios conocimientos de eso que se suele llamar cultura general, o bien iii) que se trata de un ciudadano muy respetuoso con las normas de convivencia y que cumple con todas sus obligaciones sociales y cívicas, e incluso, iv) que se trata de un sujeto de talante apacible y moderado en sus juicios y apreciaciones. En la jerga ordinaria, rara vez se utiliza el término en su sentido científico o histórico, es decir, profesionalmente, o lo que es igual referido al sentido que le otorgamos los profesionales desde el ámbito de las ciencias de la educación. Algo parecido ocurre con el término salud desde su uso popular. Si analizamos el concepto de educación desde su procedencia etimológica, hallamos su origen en dos posibles acepciones latinas que, aunque emparentadas, albergan significaciones distintas aun siendo su raíz la misma: “educo”. a) En el primer caso, la raíz (educ) deriva hacia la desinencia are, es decir. educ-are, en este caso significa: criar, cuidar. alimentar. b) En el segundo caso, la raíz (educ) deriva hacia la desinencia ere, es decir. educ-ere, en cuyo caso significara: hacer salir, extraer, sacar de dentro a fuera, y también criar. Como se puede observar, ambas significaciones son pertinentes con el concepto de educación, pero según adoptemos una u otra nos lleva a consideraciones, o posturas pedagógicas diferentes. El primer significado podemos afirmar que se encuentra más próximo de una visión biológica, natural (y por ello mismo a un mayor nivel de comprensión popular) de Io que se puede entender por educar. Una actividad inevitable y que cualquier persona que adquiera la condición de madre o padre se encuentra inicialmente capacitada para realizar; se diría incluso que por un simple y natural instinto de conservación de la especie y con independencia de la cultura en la que se encuentren, aunque lógicamente varíen las pautas y costumbres de crianza. Sin embargo, el segundo significado nos sitúa ante una acción necesariamente más elaborada y compleja; para hacer salir o extraer algo es necesario el conocimiento de ciertas técnicas y de una cierta programación en el tiempo debidamente calculada y, por tanto, correctamente secuenciada. Hay, incluso, quien señala la diferencia entre ambos términos y significados (específicamente aplicados a la práctica profesional de la educación) como la opción entre hacer cabezas bien llenas o construir cabezas bien hechas. O lo que viene a significar lo mismo: instruir con el máximo posible de contenidos, independientemente de su incidencia en la vida, en el medio o en la cultura real del individuo o, por el contrario, instruir educando para la vida, en la construcción personal del conocimiento y enseñando a pensar para la solución de los problemas reales con los que el individuo habrá de enfrentarse a lo largo de su existencia. Educar, en suma, para que las personas adquieran la máxima autonomía en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana procurando convertir las aptitudes en capacidades. No obstante ateniéndonos —como lo venimos haciendo— a la raíz etimológica del concepto, existe coincidencia entre ambos verbos latinos en el concepto de crianza. Digamos que el concepto de crianza es común a las dos procedencias que hemos analizado. No existe inconveniente alguno en interpretar dicha coincidencia como la absoluta necesidad primariay elemental que tiene el ser humano del inicial cuidado biológico, ya que a diferencia del resto de los seres vivos nace en mayores condiciones de precariedad, como nos decía líneas más arriba Manganiello. Sin embargo, ambos conceptos difieren en la atención educativa posterior, sobre todo a nivel institucional. Hasta tal punto que, alrededor de ambos conceptos podríamos situar concepciones diferentes de modelos educativos, o bien estilos educativos divergentes. Unos más conservadores y perennialistas y otros más progresistas y dinámicos como se muestra en la figura 1.1. Evidentemente, esta afirmación no tendría sentido si no tuviéramos en cuenta la propia evolución histórica del pensamiento y de las concepciones ideológicas de la vida y del mundo, así como del progreso de las ciencias y de la tecnología. En otro orden de consideraciones, ya independientes de la procedencia MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 5 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA etimológica —y para cerrar esta primera aproximación conceptual a la educación— se puede afirmar, en la línea que lo expresan A. J. Colom Cañellas y L. Núñez Cubero (2001:21)3, que para que podamos hablar de educación se tienen que dar tres condiciones básicas: 0a) un planteamiento o programa moral; h) la condición .sine qua non de la inteligencia. y c) ciertos grados de intencionalidad». Y justamente aquí es donde encontramos la gran diferencia que se da entre el hombre y el animal, ya que para hablar de educación es necesaria la existencia de 3 Colom Cañellas. A. .1. y Núñez Cubero. L. (2001): Teoría de la educación, Síntesis, Madrid. unos mínimos requisitos axiológicos como son poseer unas creencias, practicar unos valores y dotarnos de una concepción de la vida y del mundo. En consecuencia, es normal que todas las culturas y sus intelectuales más significativos se hayan preocupado por definir lo que era la educación. En el caso concreto de nuestra tradición cultural —y por tomar alguna referencia inicial—, desde Sócrates hasta John Dewey, pasando por Locke, Rousseau, Kant y Herbart, todos nuestros grandes pensadores, en algún momento de su reflexión sobre el universo, la naturaleza y el ser humano, se han preocupado de tratar de explicamos qué entendían por educación. Ahora bien, no resulta suficiente abordar el sentido de la educación tan sólo desde esta dimensión etimológica, aunque nos conduzca a unas primeras reflexiones no exentas de interés en relación con lo que debamos entender por educación. Conviene trascender este primer nivel MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 6 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA y tratar de llegar a una comprensión del término en función de su capacidad operativa, es decir, desde la influencia de su acción en el desarollo de la vida de las personas, de los grupos y de las sociedades. O lo que viene a significar lo mismo, precisar muy bien el sentido de la acción educativa, ya que, como afirma Gaston Mialaret (1977:11)4 «las palabras tienen su historia, v podrían evitarse numerosas discusiones si se procurara precisar bien el sentido con que se las utiliza». Y esta afirmación se puede completar diciendo que tanto el sentido como el sig- nificado de la acción educativa variará en función del "campo operacional" en el que ejerza su actividad y las relaciones que mantenga con cada uno de los elementos que conforman dicho ((campo» en el que habrá de intervenir. 1.2.2. Desde una perspectiva operacional: la acción educativa La educación es, antes que nada, una actividad y, por consiguiente, conviene caracterizarla en función de la misma. Ahora bien, estamos obligados a preguntarnos ¿qué clase de actividad es? A esta cuestión —en principio— se puede responder diciendo que se trata de una actividad específicamente social y que como tal cumple unas finalidades propias, que vienen determinadas por el tipo de funciones que desarrolla y el dominio al que se dirige: a) General, donde la educación establecería sus diversos modos de interacción con el modelo de sociedad en la que habrá de intervenir. b) Particular, donde la educación establecería sus modelos de interacción con los individuos y grupos que forman parte de esa sociedad. Desde la perspectiva general, ?qué vamos a entender por sociedad? Inicialmente, una sociedad puede ser considerada, siguiendo a A. Giddens 4 Mialaret, G. (1977): Ciencias de la Educación, Oikos-Tau. Barcelona. (1998:43 y ss.)5 como «un sistema de interrelaciones que vincula a los individuos», pero además de ser un sistema de interrelaciones no conviene —y sobre todo a la educación— olvidar que una sociedad es también una realidad cultural, es decir, la constatación de una serie de hechos por encima de todo «juicio de valor»6 y que implican: una lengua, un modo de vestir, un modo de comunicarse, unas pautas de crianza, de trabajo y de ocio, un determinado modo de vida familiar, unas ceremonias religiosas, unas determinadas creencias, etc. Todo ello, por tanto, comprende un conjunto de elementos —en mayor o menor grado de interacción— que son los que constituyen su «campo oracional». Y en este «campo operacional» intervienen diversos factores sociales, uno de los cuales es la educación. Y no es un factor cualquiera, sino muy importante, porque, como indica Arnould Clausse (1975:27)7, es: «consecuencia y causa a la ve interviene por su realidad y su acción en la realización de los equilibrios más o menos estables sobre los cuales reposa la vida de las sociedades; y es en el interior de este juego complejo de fuerzas interdependientes e interactuantes como se realizan equilibrios constantemente puesto en causa a un ritmo que puede ser muy variable de un contexto a otro». A todo este juego complejo de fuerzas interactuantes hoy tendríamos que añadir un nuevo concepto que va mucho más allá de lo que hasta no hace mucho veníamos entendiendo la mayoría de las personas por sociedad, y que 5 Giddens, A. (1998): Sociología, Alianza, Madrid. 6 Dedicaremos el capítulo 5 a analizar la cuestión de la neutralidad del conocimiento científico o, lo que es lo mismo, de la ciencia como un sistema de conocimientos objetivos y “libre de juicios”. 7 Clausse, A. (1975): La relativité edueationnelle. Esquisse dune historie et dune philosophie de I'école, Paris/Bruxelles, Nathan-Labor. MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 7 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA añade aún mayor complejidad al término. Nos referimos al concepto de sociedad de la información como paradigma de una sociedad que —a partir de la aparición de las nuevas tecnologías de la información— ya no sólo tiene su principal cometido en la producción de bienes materiales, sino de conocimiento y que nos sitúa ante nuevos modelos del ejercicio de la economía y ante nuevos modelos de comunicación. Un sociedad que plantea problemas y conflictos hasta hace nada inéditos y de compleja solución. Una «sociedad-red», en términos de Manuel Castells (1999:29)8y en la que, como expresa este mismo autor, «es cada vez más habitual que I gente no organice su significado en torno a lo que hace, sino por lo que es o cree ser. Mientras que, por otra parte, las redes globales de intercambios instrumentales conectan o desconectan de forma selectiva individuos, grupos, regiones incluso países según su importancia para cumplir las metas procesadas en la red en una corriente incesante de decisiones estratégicas. De ello se sigue una división fundamental entre el instrumentalismo abstracto y universal y las identidades particularistas de raíces históricas. Nuestras sociedades se estructuran cada vez mí en torno a una oposición entre la red y el yo». Es decir, estamos sin lugar a dudas ante un nuevo modelo de sociedad — sociedad globalizada— en_ la que urge que la educación establezca con claridad su cometido y sea capaz de dar respuesta a los nuevos problemas que de ella se derivan. Desde la perspectiva particular, es decir, referida a las relaciones que puede mantener sobre individuos y grupos singulares, la actividad educativa se podría explicar y desarrollar teniendo en cuenta las múltiples y diversas funciones que puede desarrollar en los diferentes medios sociales y en función de las necesidades o carencias que manifiestan dichos medios. Y esta acción puede ser considerada desde tres perspectivas a su vez: a) Desde una perspectiva social amplia: en ella la acción educativa puede i desde la necesidad de formación elemental y primaria que hay que facilitar a los niños y jóvenes ciudadanos de un país para que adquieran las destrezas básicas y, posteriormente, especializadas que se 8 Castells. M. (1999): La era de la información. Economía, sociedad y cultura. vol. I: La sociedad red. Alianza Editorial. Madrid. requieren para la continuidad y el progreso de la sociedad, hasta los aprendizajes de carácter superior y de perfeccionamiento profesional, sin olvidarnos de aquellos otros dirigidos a la integración e inserción social en los sectores marginales; marginación producida, las más de las veces, por el propio modelo de sociedad. O bien, por el simple deseo de seguir creciendo como humanos, o sea, seguir cultivando nuestras específicas facultades, a lo largo de toda la vida, ya que la educación ha dejado de ser un proceso transitorio y limitado en el tiempo y se ha convertido en un proceso que puede durar arito cuanto dure la vida mentalmente activa de las personas. b) Desde una perspectiva social más restringida: desde esta dimensión, la acción educativa se ejercería como aquella iniciación a los aprendizajes y a la cultura que los adultos seleccionan para transmitir a las jóvenes generaciones, para conseguir la continuidad y la supervivencia de la propia sociedad. En este sentido, nos encontramos con la línea sociológica más clásica que bien puede estar representada por Emile Durkheim (1858-1917)9, quien definía la educación como «la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que no están todavía maduras para la vida social; tiene como objetivo suscitar y desarrollar en el niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que requieren de él tanto la sociedad política en su conjunto como el ambiente particular al que está destinado de manera específica» (1976:98)9. Esta afirmación, tal como la plantea Durkheim, nos lleva a una constatación importante y es que si observamos el hecho educativo a través de su desarrollo histórico en las distintas épocas y en distintas circunstancias, parece ser que la persona que la educación debe cons- truir no responde a una idea abstracta y establecida a priori de lo que deba ser —independientemente de los momentos históricos— el ser 9 Durkheim. E. (1976): Educación como socialización, Ediciones Sígueme, Salamanca. MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 8 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA humano, sino que la educación ha procurado siempre facilitar a la sociedad en la que ejerce su función el sujeto que le reclamaba su economía interna. Y es en el interior de esta perspectiva donde el concepto de educación se relaciona con el del aprendizaje, ya que el adulto quiere que el niño y el joven, durante todo el período de formación que la propia sociedad establece, aprenda una serie de técnicas y contenidos con objeto de adquirir la capacidad social suficiente que permita la continuidad y el desarrollo de la sociedad que 61 —adulto— ha construido. De ahí que también la educación sea, en esencia, el florecimiento de las aptitudes en capacidades. Esto nos conduce a la tercera y última perspectiva anunciada. c) Perspectiva de la educación desde la práctica: desde un punto de vista práctico, la educación no puede ser entendida tan sólo como una iniciación —que evidentemente lo es—, sino como un proceso de adaptación constante del individuo al medio en el que desarrolla su existencia. Debe ser un proceso racionalmente organizado en el que se debe procurar que dicha adaptación no se produzca tan sólo en la línea de conseguir aquellas nuevas habilidades técnicas o destrezas sociales requeridas por la propia evolución de la sociedad, sino también en la línea de perfeccionar la dimensión moral de las personas. Así pues, cuando nos planteamos la educación como práctica podemos afirmar también que se trata de una actividad inacabada que debe estar continuamente revisándose y cuestionándose en virtud de los cambios a veces muy acelerados a que nos somete la propia dinámica de la vida y a los que el individuo se, debe adaptar de forma equilibrada. Por consiguiente, y desde esta perspectiva tal vez más que desde ninguna otra, hay que rechazar como inadecuada una concepción de la educación como «algo acabado», como algo que posee un principio y un final. Una tal consideración de la educación nos colocaría ante una visión estática de la misma' Una visión, pues que iría contra su propia esencia, contra el rasgo que mejor la define que no es otro que su propio dinamismo. Esto quiere decir, en un último análisis, que a la hora de poner en práctica un proyecto, o un ideal educativo es necesario considerarlo con una visión de prospectiva o de futuro. Ello no quiere decir que rechacemos los ideales por utópicos (sin personas utópicas y heterodoxas la humanidad difícilmente hubiera progresado), sino que los ideales no son tan sólo proyectos que surgen como producto de la subjetividad, y que también deben ir acompañados de hipótesis de trabajo. Estas hipótesis de trabajo son las que deben traducirse, a través de programas y actividades debidamente planificadas y previamente pensadas, en esa actividad que solemos llamar la práctica educativa. Así pues, y a tenor de todo lo expuesto, podemos deducir que la educación no es una actividad humana que pueda ser pensada desde la abstracción o pueda ser explicada desde un vano diletantismo —como algunas filosofías perennialistas han pretendido—, sino que se trata de una función. Una función que justamente alcanzará su verdadero sentido y pertinencia cuando logre los fines y objetivos perseguidos. Y para conseguir dichos fines y objetivos se hace imprescindible definir qué línea de acción concreta debe perseguir; acción que no debe venir determinada por una concepción previa, más o menos ideal, dada a priori en la que tengamos que encajar al ser humano como si de una «pieza de puzzle» se tratara. 1.3. El sentido del estudio de la educación: algunas precisiones Alejándonos ya de las perspectivas generales y particulares del concepto esencial de educación y desde un punto de vistateórico nos podríamos preguntar qué sentido tiene el estudio de la educación. Y tratando de responder a esta cuestión se puede afirmar que estudiar, o pensar, la educación desde la filosofía no significa perderse en la elaboración de doctrinas abstractas —en mayor o menor grado alejadas de la vida real—, sino del estudio menos ambicioso y más práctico de las formas particulares bajo las cuales esta humanidad se nos presenta en las finalidades educativas y objetivos pedagógicos que persiguen los diferentes medios históricos. Y estas finalidades y metas pueden expresar: MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 9 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA 1. Una visión justa, digna y pertinente del ser humano, considerado como sujeto de educación integral. 2. Una visión deformada y distorsionada del ser humano, considerado como sujeto más de instrucción que de educación y que satisfaga los intereses generales de la economía interna de la sociedad a la que pertenece. 3. Una visión incluso negadora del ser humano, considerado como instrumento puesto al servicio exclusivo y temporal de los intereses ideológicos y económicos de una élite dominante. En este caso se trataría de hacer de las personas seres sumisos y domesticados, antes que instruidos o educados. A lo largo de la historia —basta hacer un ligero recorrido por ella— cos encontramos con ejemplos de estas tres visiones que en numerosas ocasiones se han constituido como alternativas excluyentes en la lucha por alcanzar la dignidad humana, y en las que la educación ha jugado un papel fundamental. A su vez, estas tres posibles alternativas de las finalidades educativas son las que nos van a permitir ejercer un análisis objetivo en torno a la realidad de los intereses que persigue un determinado medio histórico en relación con el modelo de educación que practica. Por último, y en orden a establecer las diferencias posibles entre un concepto de la educación en el pasado y un nuevo concepto de la educación en la actualidad será la «dimensión temporal» la que nos sirva como elemento diferenciador. Así pues, si en el pasado los sistemas educativos consideraban como suficiente satisfacer las necesidades más perentorias e inmediatas a las que se enfrentaba la sociedad en el momento presente, y siempre en función de problemas emergentes a los que había que dar una respuesta —en la mayor parte de las ocasiones— de carácter político y económico con objeto de conseguir la permanencia del sistema, hoy en cambio, la educación debe responder a nuevos objetivos que no sólo vienen señalados por los programas políticos, sino por las demandas sociales y los derechos humanos: es decir, además de satisfacer las necesidades del presente, también debe procurar prever el futuro en aras a conseguir la seguridad de las personas y el bienestar y la dicha humanas. En resumen, la educación es un hecho social al que le corresponde una función específica: la preparación del individuo teniendo en cuenta las necesidades del medio en que se desarrollará su vida, incluidas las interacciones que con él mantenga. Pero lejos de ejercer una función meramente conservadora o de «mantenimiento» de los logros conseguidos por una sociedad determinada (dentro del marco de una civilización y de una cultura también determinada), ejerce una función de análisis y prospectiva de la actualidad. Señalará, por tanto, los cambios pertinentes para la evolución histórica necesaria a toda sociedad que quiera renovar sus fórmulas generales de vida. Así pues, la educación adquiere de repente una importancia capital y una dimensión nueva: se nos presenta como uno de los instrumentos más poderosos, por no decir el más poderoso, con que nos hemos dotado para dirigir nuestro propio destino y para señalar el rumbo hacia el que dirigir nuestros pasos en nuestro propio proceso de evolución como seres humanos. 1.4. El desarrollo de la educación: civilización y cultura Existen tres conceptos —y ello es históricamente comprobable— que se prestan a confusión y que se utilizan en consecuencia de forma incorrecta. Así se suele hablar de la educación de un pueblo para hacer referencia al grado de desarrollo cultural que este pueblo ha alcanzado. En otras ocasiones se hará alusión al grado de cultura de un determinado medio geográfico para referirnos al alto progreso técnico alcanzado o a cualquiera de los aspectos de sus adquisiciones materiales, es decir, de una determinada civilización. Sin embargo, cada uno de estos conceptos —educación, civilización y cultura— deben ser claramente diferenciados. Diríase, en principio, que la educación como función social prioritaria que es en sí misma, encuentra en la civilización y en la cultura los elementos donde —de forma progresiva y natural— debe desarrollar sus tareas y cumplir sus funciones. No obstante, los términos de civilización y cultura son categorizados semánticamente, a veces con idénticas significaciones. Así pues, vamos a establecer sobre dichos conceptos algunas distinciones significativas, con el único objeto de que nos ayude a comprender en toda su dimensión el papel que la educación juega en relación con ambos términos. En definitiva se trata de una propuesta que reviste más un carácter «formal» que «de facto», pero que conlleva una cierta operatividad en cuanto que considerar un hecho educativo desde una perspectiva cultural o desde una MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 10 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA perspectiva de civilización implicará distintas actitudes e interpretaciones — tanto a un nivel individual como social— ante el fenómeno educativo. De este modo, por «civilización» proponemos que se entienda la adquisición material, moral y espiritual de un medio histórico determinado; por «cultura»> la actitud activa de la razón ante esta adquisición, y por «educación», la transmisión, de una generación a otra, de los conocimientos, de las técnicas, de las actitudes, de los valores —impuestos o sugeridos— por la civilización en la cual se ejerce10. Los antecedentes para distinguir las significaciones de estos términos —fundamentalmente los de civilización y cultura— parecen hallarse en la definición que L. Th. Hopkins (1941:94) hace de la cultura, en general: ((La cultura comprende todos los aspectos del entorno humano realizados por el hombre. Lo que incluye dos grandes grupos de cosas: 1) la herencia de bienes, de instrumentos, de instituciones, de procedimientos técnicos, de lenguas, de sistemas económicos, de ideas y de valores; 2) los procedimientos por los cuales estos objetos, estos materiales, estas ideas fueron adquiridas y desarrolladas en el pasado, los procedimientos por los cuales cosas nuevas son creadas en el presente y en el futuro. Cuando un pueblo pone el acento sobre su herencia y olvida los procedimientos que la han creado y deben modificarlo, la cultura es relativamente estática. Cuando un pueblo pone el acento sobre una apreciación crítica de los procedimientos por los cuales esta herencia ha sido adquirida y puede ser mejorada en el porvenir, la cultura es relativamente dinámica»11. 10 Tomamos como referencia para estas distinciones las ofrecidas por Arnould Clausse en su obra (1955): Une doctrine socialiste de l'éducation, Amicale Fedérale du Personnel Enseignant Socialiste de i'Arrondissement de Liége, Liége.11 Hopkins, L. Th. (1941): Interaction: the Democratic Process, Heat and Company. Boston. Está claro que podemos afirmar que ese primer «grupo de cosas» que Hopkins incluye en su definición de cultura (la herencia de bienes, de instrumentos, de instituciones, etc.) serían «hechos de civilización». El segundo «grupo de cosas» que Hopkins refiere a los procedimientos en general y que si no son objeto de un juicio crítico configuran una cultura relativamente estática, los incluye también en el concepto de civilización. 1.5. Civilización y cultura: la función de la educación Ello quiere decir que la civilización se nos presenta con ciertos rasgos estáticos: vendría a ser lo producido por y para el hombre y se caracterizaría porque —fuera de todo juicio de valor— esas «cosas producidas» están ahí. En cambio, la cultura debe ser necesaria y absolutamente dinámica. Y ¿cuál sería la función de la educación en relación con la cultura y con la civilización? La respuesta es bien fácil: la función de la educación consistirá en saber crearen los individuos esa apreciación crítica de los procedimientos y no tan sólo que la transmisión de los mismos. La educación deberá procurar desarrollar una función realmente de síntesis: es decir, la educación) debería llegar en buena ley, a confundirse con la cultura, ya que ello supondría que el individuo estuviera en todo momento al corriente de las grandes manifestaciones de la actividad humana y que a su vez, fuera capaz de realizar sobre ellas un juicio de valor personal. Esta afirmación, mutatis mutandis, nos debe llevar igualmente a considerar que —por la misma razón— civilización y cultura, pueden llegar a ser conceptos antinómicos si se consideran desde una perspectiva educacional.12 La civilización compuesta de un conjunto de hechos, de nociones y de concepciones consideradas como realidades, es decir, fuera de todo juicio de valor. Estas realidades pueden ser materiales, económicas, políticas, morales, estéticas, etc. De ahí que —en principio— la civilización 12 Clausse. A. (1975): lbidem. p. 219. MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 11 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA sea esencialmente estática, aún cuando cada civilización comporte una estructura ideológica que se puede definir por la suma de las intenciones que la animan y de las interpretaciones que nos propone de la naturaleza, de la vida y del hombre. Por el contrario: «a este conjunto de hechos se opone la cultura que es comprensión, juicio, apreciación, reflexión, sensibilidad, conciencia. La cultura es un acto permanente y sin cesar renovado del espíritu Y ¿cuál sería en este orden de consideraciones la función principal que la cultura ejercería? La respuesta es bien sencilla: la aplicación por parte del sujeto —entiéndase del alumno, si se prefiere— del espíritu crítico sobre esa realidad —a veces muy compleja— para forjarse sobre ella un juicio de valor. Y ésta, y no otra, sería la tarea propia y esencial de la educación. Por ello misma se encontrarán casos —y existen pruebas históricas acerca de ello— en que la educación puede ser absolutamente extraña a la cultura. i Cuándo puede llegar a ocurrir esto? Sencillamente cuando se inspira en un pragmatismo social que excluye toda idea de perfeccionamiento del individuo y de la sociedad. Es decir, que cuando la educación se pone al servicio tan sólo de los hechos de civilización no está sino colaborando a la permanencia y a la continuidad, y sólo a la continuidad, de un sistema que ---como cualquier sistema humano: complejo y abierto— sería capaz de desarrollo y perfeccionamiento. O lo que viene a ser igual: la educación es estática: está colaborando a la permanencia de una sociedad que ha definido de una ver por todas para sus ciudadanos cuáles son los referentes válidos axiológicos, negándoles toda posibilidad de transformación, o de evolución. Por tanto, no erramos si afirmamos que, en ocasiones, la educación se opone con frecuencia a la cultura, fenómeno de mutación, de desarrollo y de adaptación. Precisamente uno de los grandes problemas que la educación tiene planteado en nuestros días es el conseguir que se llegue a dar una ecuación más perfecta entre educación y cultura. Estas apreciaciones ¿nos permiten suponer que la educación debe ignorar las realidades que constituyen los fenómenos de civilización? En absoluto: a la educación también le conciernen estas realidades, puesto que «una cultura verdaderamente democrática debe extenderse al conjunto de los hechos de civilización. En principio, un hombre cultivado es aquel que está al corriente de las grandes realidades de su civilización»13, pero no debe detenerse tan sólo ahí, sino que, por el contrario, debe trascender estos límites y proporcionar a las personas, a los educandos, los elementos necesarios que les capaciten para que lleguen a transformar dichas realidades, a superarlas cuando tenga necesidad de ello, lo que significa tanto como decir que el hombre pueda no s i conquistar su medio, sino ser dueño de él. Así pues, si la educación cumple sus funciones al servicio de la cultura, o está más próxima (+) a la cultura está colaborando al desarrollo de una sociedad dinámica y crítica; si, por el contrario cumple sus funciones al servicio de la civilización, o está más próxima (+) a los hechos de civilización, está satisfaciendo los intereses de una sociedad estática. Es cierto que es difícil encontrar sociedades absolutamente dinámicas o estáticas. Los modelos de sociedades democráticas occidentales responden más exactamente a lo que podríamos denominar sociedades mixtas, donde — en función de determinados momentos históricos— existen distintos grados de proximidad en relación con la cultura o con los hechos de civilización. Gráficamente podría quedar expresado como muestra la figura 1.2. 13 Clausse. A. (1955): Ibídem. p. 144. MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 12 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA Si analizamos el cuadro en diagonal, obtendríamos situaciones radicales o puras de modelos de sociedades, en tanto que si lo analizamos en horizontal devendrían sociedades mixtas con predominios hacia el desarrollo cultural o bien hacia la permanencia de las situaciones sociales dadas. La cultura es, pues, capacidad de reacción y de anticipación (creatividad). Si la civilización es un producto de algún modo anónimo y objetivo, la cultura es un comportamiento individual y una elección de la persona. La civilización será ortodoxa, mientras que la cultura es herética, puesto que no se integra, sino que elige, juzga, acepta o rechaza con toda libertad. Capacitar al individuo en esta tarea s entrenarle en el ejercicio de esa libertad responsable que le haga juzgar la pertinencia o no del marco de su «medio» para el ejercicio de sus derechos y obligaciones, será la función primordial de la educación. Hechas estas consideraciones, podría parecer que estamos identificando la técnica con los hechos de civilización, pero la realidad es bien distinta. Es cierto —y así debemos aceptarlo— que la técnica es consecuencia del desarrollo, lato sensu, de los hechos de civilización, pero también lo es que no representa más que una realidad sin ningún carácter de valor cultural. Pero ello no quiere decir que renunciemos a la técnica, o quela rechacemos, sin más. Ello sería propio —en palabras de Arnould Clausse (1975:116)14— de un sentimentalismo fuera de lugar y más bien consecuencia de estar adscritos a una filosofía caduca. La técnica «no mata al hombre, lo libara, incluso me atrevería a decir que lo crea, en el sentido más noble del término: 1,, eleva por encima del puro reflejo y del hábito, de la sumisión y de la tradición para conducirlo hasta la inteligencia que es esencialmente espíritu critico v creación tic nuevos valores». Pero ocurre que el hombre está desorientado ante la técnica sus progresos. Es evidente que las consecuencias de la misma crean un indudable malo Ahora bien, merece la pena conocer las causas de este malestar, nada difíciles de averiguar por otra parte. La principal de ellas es que la técnica no está igualmente al servicio de todos, del hombre como tal; está orientada hacia la producción y el provecho de una minoría. No tiene por fin liberar al hombre; su explotación se realiza en el cuadro y según las orientaciones de una sociedad industrial, fuertemente globalizada, que ha llegado a ignorar todos aquellos progresos que no vayan orientados hacia su propio beneficio. Y ello es porque el poder establecido, las élites, así como los grupos de presión harán que las nuevas técnicas giren a su conveniencia. Y esto ¿por qué puede llegar a ocurrir? Sencillamente porque pueden llegar a poner en causa la estructura misma de la sociedad y lo concepción del hombre sobre la cual reposa esta sociedad. Todas las fuerzas interesadas en el mantenimiento del orden establecido se unen para limitar las consecuencias de los descubrimientos en los únicos dominios en los que ellas han sido hechas y donde se revele útil y sin peligro»15 La cultura, pues, se observa que tiene una función catalizadora en relación con los fenómenos de la «nurture», es decir, del desarrollo y crianza de los seres humanos, ya que debe seleccionar de entre las realidades existentes aquellas que deben ser aprendidas porque representen un valor educativo que no aliene la capacidad de progreso humano. Y atañe tanto al aprendizaje como a la educación, pero el pri- 14 Clausse. A. (1975): Op. cit 15 Clausse, A. (1975): ibídem, p. 117. MÓDULO 2105- LA PSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO Y DEL DESARROLLO HUMANO 13 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Núñez, C. y Romero, P. (2003) Pensar la Educación. Conceptos y op. fundamentales. Madrid: Pirámide Ediciones. UNIDAD I PROCESOS EDUCATIVOS Y PROBLEMÁTICA SOCIOEDUCATIVA mero debe estar al servicio de los bienes culturales, que es tanto como decir del hombre mismo y de la colectividad. Debe ser, por otra parte, real y directa, es decir, que se debe adquirir por el contacto directo de nuestro yo más supremo —de nuestra inteligencia— con las realidades de la vida. Por ello mismo, la mejor definición que se puede dar de la cultura es decir de ella que es una disponibilidad del espíritu que no, se adquiere por una simple gimnástica intelectual. Y es en este punto donde interviene de forma decisiva la idea de una educación permanentemente nueva; entendiendo por nueva, que debe estar en continuo proceso de elaboración y construcción. Como una tarea nunca acabada, siempre por construir: Y aquí es donde las relaciones entre educación y cultura adquieren su verdadera dimensión social, ya que el divorcio entre educación y cultura será tanto más grande cuanto la sociedad sea conservadora y estática, como es el caso de las sociedades tradicionales. Según todo lo expuesto se podría afirmar con Werner Jaeger (1967:3)16 que «todo pueblo que alcanza un cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a practicar la educación. La educación es el principio mediante el cual la comunidad humana conserva y transmite su peculiaridad física y espiritual»: y se podría añadir que también la transforma. El problema, pues, en un último análisis se aparece como la aceptación o no aceptación de la evolución y el progreso: como un hecho inherente a la dinámica misma de este sistema complejo que es la sociedad a la que todo hombre pertenece. Aceptarlo significa poner en marcha todo un proceso de educación crítica que se asimile e incluso se confunda con la cultura. 16 Jaeger, W. (1967): Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica, México.
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