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Título original: La famiglia maltrattante. Diagnosi e terapia Publicado en italiano por Raffaello Cortina Editore, Milán Traducción de Nélida Bellani y Claudia I. Torquati 1.ª edición, 1991 1.a reimpresión, 1994 Qukedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los propietarios del "Copyright", bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprograffa y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. © 1989 by Raffaello Cortina Editore, Milán © de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidós, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-7509-662-X Depósito legal: B-33.378/1994 Impreso en Novagráfík, S.L. Puigcerdá, 127 - 08019 Barcelona Impreso en España - Printed in Spain http://psicoalterno.blogspot.com/ ÍNDICE Presentación, Mara Selvini Palazzoli 9 Introducción 15 El contexto de la experiencia: la fundación del Centro di aiuto al bambino maltrattato e alla famiglia in crisi (Centro de ayuda al niño maltratado y a la familia en crisis) (CAF), 15. La respuesta de la ciudad de Milán y la casuística del maltrato, 16. La duplicación de los servicios para casos de maltrato: el nacimiento del CBM, 18. Fisonomía del CBM: la comunidad de acogida, 20. El equipo psicosocial, 22. El acercamiento teórico al maltrato y nuestro modelo de referencia, 23. La adopción de la metáfora del juego, 27. 1. ¿Se puede "curar" en ausencia de demanda voluntaria de ayuda? 31 La terapia coactiva: un desafío 31 Por qué la familia que maltrata no pide ayuda, 32. Factores sociofami- liares de la ausencia de pedido, 34. Algunas excepciones: cuando la familia se presenta espontáneamente, 37 Las asechanzas del contexto espontáneo 40 Los falsos "casos espontáneos": cuando el problema surge con el cambio de conducción, 43. La denuncia, único instrumento para el en- ganche, 44. 2. La terapia en situaciones de coacción. Los prerrequisitos contextuales 47 Relato e informe de los denunciantes, 47. El decreto del Tribunal de Menores y las disposiciones provisorias, 50. Definiciones de los deberes e integración de los servicios, 52. El primer contacto con la familia 54 El expediente familiar, 54. A quién citar en la primera reunión, 57. Planeamiento de la primera entrevista y definición del contecto coercitivo 60 Relación entre coerción y motivación 64 3. El diagnóstico de la familia que maltrata 68 Qué entendemos por diagnóstico 68 El psicólogo frente a l a familia obligada a someterse a la terapia. La pretensión de espontaneidad en un contexto coercitivo, 71 . Por - qué es imposible un diagnóstico fotográfico, 72. El diagnóstico como "diálogo experimental", 75. http://psicoalterno.blogspot.com/ Un caso ejemplificador del proceso diagnóstico 77 Primera fase: prerrequisitos contextuales y constitución del equipo interinstitucional, 77. Sesión previa, 79. Segunda fase: primera y segunda entrevista, 79. Tercera fase: últimas entrevistas diagnósticas, 82. El éxito diagnóstico, 84. Cuando el pronóstico es positivo 85 ¿Qué hacer si el pronóstico es negativo? 87 4. Juegos familiares típicos de las familias que maltratan 90 Peculiaridades de los juegos que comprenden el maltrato 90 La incapacidad de los padres como mensaje 92 Golpear a un niño por ira contra el compañero, 93. Cuando el repro- che está dirigido a la abuela, 94. Un hijo predilecto y los otros descui- dados, 97. El maltrato del chivo expiatorio 100 El patito feo, 100. La profecía del incesto, 103. Los riesgos del oficio de "abogado defensor", 105. El defensor del ausente, 107. El niño en el proceso del maltrato 109 Primera etapa: el conflicto de pareja, 111. Segunda etapa: la inclinación de los hijos, 112. Tercera etapa: la coalición activa del hijo, 114. Cuarta etapa: la instrumentalización de las respuestas del niño, 115. Desarrollo cognoscitivo del niño y percepción del conflicto conyugal 116 Los sentimientos de abandono del progenitor que maltrata 117 Cronicidad del proceso 119 5. La terapia en el contexto coercitivo 120 La relación entre terapia y control: el mantenimiento de la terapia 120 Técnicas de intervención: la imposibilidad de recurrir a paradojas 124 Las disposiciones en las primeras sesiones 126 El descubrimiento del juego 130 Una intervención determinante: definir el formato de la terapia 133 Sesiones alternadas con las familias de origen, 134. Cuando la familia de origen es una sola: la coalición cruzada, 139. Los abuelos como coterapeutas, 141. Las reuniones conjuntas con padres e hijos, 144. La intervención sobre el niño después de su despedida de las sesiones familiares, 146. El tratamiento de la última generación, 149. Las sesiones de pareja, 155. Sesiones individuales alternadas, 158. El trabajo de rehabilitación 163 http://psicoalterno.blogspot.com/ PRESENTACIÓN Si pienso en la gran conmoción que me provocó el pasado verano el manuscrito de este libro, que los autores me habían entregado al inicio de las vacaciones estivales, preveo que lo mismo le sucederá a un buen número de colegas. Lo que hizo que reaccionara de esta forma fue el tomar conciencia de dos hechos que me concernían. El primero era el de haber hablado tanto, desde que comencé a dedicarme a la terapia de familia, de contexto y de "deslizamientos" de contexto, sin comprender y experimentar plenamente una consecuencia esencial. ¿Qué consecuencia? Precisamente que es posible inducir efectos terapéuticos en cualquier contexto. Hasta en el más opuesto a la espontánea solicitud de ayuda, comúnmente aceptada, como es el contexto coercitivo debido a un decreto judicial, siempre y cuando conscientemente nos sintamos inmersos en él, plasmando nuestro obrar conforme con los signos y reglas que lo definen y de las cuales extraemos su significado al actuar. Tal es así, que esto se muestra claramente en este libro, al considerarlo, los autores, como el primer paso que los ayudó a salir de un cúmulo de errores que no vacilan en reconocer; lo que me lleva a percatarme del segundo hecho que, al leer el libro, comprendí que también yo, en las mismas circuns- tancias, habría hecho lo mismo. Condicionada como estaba, ya sea por la formación como por el trabajo, primero como psicoanalista y después como terapeuta de familia, en un contexto privado donde la petición de ayuda es ley, también yo me sentiría incómoda en la misma situación; también yo trataría a los padres de manera ambigua, casi avergonzándome de estar de parte del magistrado; también a mí me costaría un esfuerzo entender que el contexto coactivo tiene su razón de ser en el fin ineludible de la protección inmediata del niño de posteriores maltratos: pero que tal contexto no excluye, justamente por su carácter temporal, que el juez recurra a expertos para un diagnóstico acerca de la posible recuperación del papel de los padres, y la eventual realización de una terapia. http://psicoalterno.blogspot.com/ 10 NIÑOS MALTRATADOS Este fenómeno del rechazo a adaptarse constructivamente a un contexto coactivo instituido con el f in de proporcionar protección a los miembros débiles del cuerpo social, que de ningún modo podrían por sí mismos defenderse de la violencia, nos hace pensar. De hecho, tal rechazo se expresa con actitudes muy similares tanto en los padres que maltratan directa e indirectamente como en los hijos víctimas de la violencia y en los asistentes sociales que deberían ocuparse de ello. Stefano Cir i l lo y Paola Di Blasio nos muestran cómo estos padres, enfrentados a pruebas inequívocas que testimonian su violencia sobre el niño, casi sin excepción, se oponen tercamente a aceptarlas, por medio de justificaciones y pretextos, sin vacilar en recurrir a espec- taculares autodefensas de trasfondo ideológico. Además, salvo raras excepciones,se asiste a comportamientos de verdadera complicidad entre el progenitor que no maltrata directamente y su cónyuge. Y hasta los niños maltratados, de edad menor a los siete u ocho años, mantienen el silencio acerca de los maltratos sufridos, como si quisieran proteger a sus padres y su relación con ellos, a costa de enfrentarse reitera- damente a graves riesgos. Y, finalmente, no muy distinto y menos fáci l de explicar, es el comportamiento del asistente social que, al cerrarse en su papel de personaje comprensivo y enemigo del castigo, con la pretensión de cautivar a los padres, resta importancia a la gravedad de los hechos, se demora, sustrayéndose del sacrosanto y urgente deber de liberar al niño del riesgo de tan tremendas expe- riencias. La constatación de la repetición de comportamientos similares en tres categorías de personajes que ocupan en el drama del maltrato infant i l posiciones tan distintas, padres-niños-asistentes sociales, nos aterroriza. No nos satisface del todo la explicación diversificada de sus posibles móviles. De cualquier modo, el trabajo del C B M inaugura la esperada ruptura de los viejos condicionamientos socioculturales. Vayamos al relato que los autores hacen de la secuencia cronológica de sus conquistas, que sintetizo en forma esquemática: 1. darse cuenta de que el f in primario del decreto del Tribunal de Menores es sustraer urgentemente al niño de la convivencia famil iar y, por lo tanto, del riesgo de sufrir posteriores violencias; 2. que tal decreto es el único instrumento eficaz para lograr llegar a este tipo de familias que, por sus características, no piden ayuda; http://psicoalterno.blogspot.com/ PRESENTACIÓN 11 3. que, a partir del acercamiento, puede surgir una motivación y una colaboración auténtica de los padres, no sólo por su deseo de tener otra vez a sus hijos, sino también por efecto de los siguientes requisitos indispensables en los terapeutas: a) alianza explícita con el decreto del juez de menores, sin ninguna reserva interior, con el pleno convencimiento de la indiscutible primacía de la protección del menor; b) tener la suficiente competencia para motivar a los padres al cambio de las relaciones, al reconstruir y mostrarles, desde el principio, las trágicas modalidades del complejo juego interactivo en el cual se encuentran involucrados (juego que habitualmente incluye a tres generaciones y desemboca en comportamientos de maltrato). Es indispensable subrayar aquí de qué manera el trabajo terapéutico de los autores con las familias que maltratan ha extraído del uso de la metáfora del juego una indudable ventaja. La organización de la relación de la familia no es una estructura estática, pero sí un proceso vivo, dinámico, que reacciona a los acontecimientos, que evoluciona en el tiempo. La rebelión de un comportamiento inaceptable está por eso conectada con la específica evolución de las relaciones familiares: es el resultado de un juego o proceso interactivo, al que nosotros, los terapeutas, debemos abocarnos para encontrar el camino, paso a paso, que reconstruya la historia de la organización de la relación de la familia donde tal comportamiento surge. Para lograr, con la indispensable rapidez, "fascinar" y comprometer a la familia al presentarle la reconstrucción "histórica" del juego que la condiciona, es necesario un gran entrenamiento. Los autores de este libro lo han logrado al participar, directamente, en la búsqueda que desde hace años está en marcha en el Nuovo Centro per lo studio della famiglia, donde Cirillo es terapeuta desde 1982, y Di Blasio lo fue desde 1981 hasta 1985, colaborando con G. Prata. De ello, ciertamente, no faltan en el libro testimonios concretos, que se muestran en las numerosas exposiciones de los tratamientos efectuados. Muchos de estos infortunados padres enfrentados a un relativamente breve período de investigación de sus propias historias dolorosas, sentían un auténtico interés por los terapeutas y se prestaban a colaborar con ellos. Esto permitía, como se verá en la lectura del libro, incluir siempre en la investigación a sus respectivas familias de origen, los vínculos intensos y frustrantes que ellos mantenían con uno u otro progenitor, la competencia y los celos todavía vivos hacia algún hermano o hermana considerado como favorito. También aquí, como http://psicoalterno.blogspot.com/ 12 NIÑOS MALTRATADOS ya afirmó Murray Bowen a propósito de las familias con hijos esquizofrénicos, parece que son necesarias tres generaciones para llegar a ejercer violencia contra el propio niño. Pero tampoco, como veremos, se deberá excluir de la reconstrucción del proceso familiar una posible contribución activa de la misma víctima, a veces más precoz de lo que los adultos pueden suponer. Es difícil permanecer fuera del juego. Es difícil, por ejemplo, asistir cotidianamente a un conflicto entre los padres sin mostrarse partidario o defensor de alguno de ellos. Desde la cabecera de su camita, el niño no tan pequeño observa todo aquello que sucede a su alrededor. Escucha los lamentos de las abuelas, espía las interminables charlas telefónicas de la mamá, se percata de los comentarios agrios de los tíos... Poco a poco el niño se siente atraído por el juego, se forma una idea propia del mismo, y quizá sienta que en aquella situación hay una víctima, alguien a quien defender. Gradualmente, comienza él también a hacer sus movimientos en el juego. Si los terapeutas no tienen presente también tal posibilidad, pueden caer en el error de perder de vista un actor, y no sólo un receptor pasivo de las acciones ajenas, obstaculizando importantes posibilidades terapéuticas.1 El trabajo hasta aquí realizado por Cirillo y Di Blasio (que tendrá una continuación, ya que este libro expone sólo su primera etapa) posee numerosos e importantes méritos. Pero me siento obligada a señalar, al terminar mi presentación, el mérito que considero más relevante: el haber entendido, y el haber hecho entender, la necesidad de permanecer coherentes con el contexto en el cual se debe trabajar. De esta manera cualquier contexto definible como no terapéutico puede ofrecer al asistente social insustituibles ocasiones para actuar terapéuticamente, con tal de que se realicen intervenciones con el fin de provocar los tan deseados cambios en la relación, no sólo per- maneciendo coherentes con el contexto, sino aprovechando hasta sus señales y sus reglas (para no confundirse con las costumbres torpes, rígidas y obsoletas) como válidos propulsores. Experimentaciones de este tipo, consistentes en la tentativa de probar a fondo los recursos encontrados en contextos distintos del terapéutico, han surgido —como no podía ser de otro modo— en ámbitos institucionales. Nombro aquí 1. Véase, con este fin, el libro de Diana Sullivan y Louis Everstine, People in crisis, Brunner/ Mazel, Nueva York, 1984. donde la posibilidad de que el niño tome partido activamente en el conflicto de pareja de sus padres no está nunca contemplada. http://psicoalterno.blogspot.com/ PRESENTACIÓN 13 algunas de ellas con el único fin de dar una idea del amplísimo espectro de posibilidades. Pensemos en el campo de la asistencia social de los ancianos. Frente a la demanda de asilo, una recopilación de infor- maciones con respecto al ámbito relacional, oportunamente conducida, puede a veces inspirar al asistente social que no se quiere ajustar a las rígidas costumbres burocráticas, alguna mejora de la relación de otro modo impensable. Pensemos en un contexto diagnóstico-evalua- tivo cuyo deber es la entrega de certificados. También aquí la demanda del certificado puede ser utilizada por el asistente social para indagar, con tacto, los móviles subyacentes de la relación, al utilizarla como una ocasión de empezar un cambio en ciertas relaciones familiares. Pensemos en la acostumbrada demanda de subsidio. Esta puede significar, para el asistente social atento, la muestrade otras nece- sidades bastante más importantes y graves que no pueden ser expre- sadas por personas que nada saben acerca de psicoterapeutas y psi- coterapias.2 De tal manera, al gran trabajo y esfuerzo relatados en este libro podemos considerarlos como precursores de una dirección nueva, en gran parte todavía por inventar. En tal dirección parece que se deben encaminar no sólo los terapeutas, sino también los asistentes sociales en general, y en especial los institucionales. Al desvanecerse la pretensión de que la gente nos presente peticiones de ayuda espontáneas originadas en motivaciones auténticas, ha llegado el momento de prepararse para lograr ser expertos, ante todo, en motivar cambios relaciónales en la gente que lo necesita realmente. Lo que significa provocar la necesidad del cambio, además de ser capaces de inducirlo. Milán, marzo de 1989. Mara Selvini Palazzoli 2. En este filón de experimentos y tentativas, Stefano Cirillo ha trabajado desde 1982 con grupos de asistentes que pertenecen a contextos institucionales heterogéneos. Tales experiencias han sido recientemente elaboradas por los mismos asistentes sociales y recogidas en un manuscrito titulado Come avviare il cambiamento in contesti non terapeutici. http://psicoalterno.blogspot.com/ AGRADECIMIENTOS Este libro es fruto de la experiencia que hemos adquirido en un extenso trabajo colectivo con un amplio grupo de amigos y colegas, algunos de los cuales forman parte todavía de nuestro equipo. A todos ellos, cuyos nombres y papeles que desempeñaron se citan en el texto, vaya nuestro primer agradecimiento. Entre ellos, con especia] afecto, agradecemos a Teresa Bertotti, Marinella Malacrea y Alessandro Vassalli, quienes desde hace ya tiempo comparten con nosotros las cotidianas fatigas del trabajo con las familias, y a quienes debemos agradecer también la atenta lectura de nuestro manuscrito y sus útiles sugerencias. Gracias también a Tito Rossi, presidente y antiguo amigo de nuestro C B M , quien afectuosamente nos ha dado coraje para persistir en nuestra empresa. Nuestro segundo agradecimiento va dirigido a la profesora Mara Selvini Palazzoli, nuestra maestra, quien ha revisado pacientemente y paso a paso todo nuestro escrito, guiándonos con sus insustituibles indicaciones. También sus colaboradores y nuestros amigos, Matteo Selvini y Anna María Sorrentino, nos han ayudado a leer el manus- crito y darnos varios consejos que también agradecemos. Nuestro reconocimiento igualmente a Francesca Ichino Pellizzi, abogada, y a Giovanna Picinali Ichino, magistrado, quienes con su competencia en la materia han controlado las referencias jurídicas contenidas en el texto. Recordamos finalmente con gratitud a Giuliana Mauro Paramithiot- ti por su apreciada contribución en la redacción del escrito dactilo- grafiado. http://psicoalterno.blogspot.com/ INTRODUCCIÓN El contexto de la experiencia: La fundación del Centro di aiuto al bambino maltrattato e alla famiglia in crisi (Centro de ayuda al niño maltratado y a la familia en crisis) (CAF) En 1979, en Mi lán , se constituyó una asociación privada denominada Centro di aiuto al bambino maltrattato e alla famiglia in crisi, que tenía como f in institucional la prevención de todo tipo de abuso a la infancia, y el socorro y la asistencia a los menores víctimas de violencias, de maltratos o de abandono, así como también a las familias. Para tal f in ésta se propone, como está escrito en su acta cons- titucional, crear y dirigir un centro donde se puedan recoger los menores que sean víctimas de maltratos físicos y psicológicos, de violencias o de abandono, para un primer y rápido auxil io de emergencia, por medio de la sugerencia o autorización de la magistratura u otra autoridad, de los servicios sociales o por denuncia de los ciudadanos; y, además, desarrollar una actividad terapéutica de apoyo a los padres en crisis y en graves dif icultades psíquicas o socioambientales, referentes a sus hijos. La asociación, de la que ha sido promotora la señora Ida Crane Borlett i , es una iniciativa de un grupo de personas particulares quienes desde hace algún tiempo actúan en el panorama de la asistencia sociosanitaria de la ciudad de Mi lán con realizaciones significativas: atestigua tal labor el hecho de que, entre los socios del CAF, Francesca Ichino Pellizzi, la segunda signataria del acta constitutiva, es abogada, fundadora, junto con otros, del preexistente C A M (Centro ausiliario per i problemi minorili presso il Tribunale per i minorenni), que ha desarrollado, entre otras, una obra de promoción y difusión de la custodia de los menores, y se ha ocupado de numerosísimas de ellas cuando tal institución todavía era escasamente utilizada por parte de los servicios públicos. Si bien los doce fundadores del C A F constituyen una asociación de particulares, entre ellos encontramos personas que cubren puestos http://psicoalterno.blogspot.com/ 16 NIÑOS MALTRATADOS oficiales, lo que hace que el Centro adquiera relevancia en la realidad de Milán. Figuran, de hecho, Adol fo Beria d'Argentine y Gilberto Barbarito, en aquel entonces presidente y vicepresidente respectiva- mente del Tr ibunal de Menores de M i lán , además de docentes universitarios como el pediatra Biagio Carletti, el psicólogo Fulvio Scaparro y el jurista Pietro Schlesinger. Otro importante vínculo entre el naciente C A F y la colectividad es la presencia —entre los fun- dadores— del secretario de la Associazione italiana per la prevenzione dell' abuso all' infanzia (A IPAI , Asociación italiana para la prevención del abuso a la infancia), Ernesto Caffo. Con tales garantías se comprende la manera en que el Ayuntamiento de Mi lán ha tomado con agrado el nacimiento de esta iniciativa, primera en su género en Italia. Dando pruebas de sensibilidad frente al fenómeno —en gran parte todavía subestimado— del maltrato de la infancia, el Ayunta- miento de Mi lán ha asignado al Centro un establecimiento, sede de una escuela infanti l de 3 a 6 años, y ha estipulado un convenio con el CAF que en enero de 1981 pudo iniciar su propia actividad operativa. La respuesta de la ciudad de Milán y la casuística del maltrato En los meses precedentes a la apertura, los futuros trabajadores del Centro —dos parejas tutelares que se encargarían de la administración de la comunidad de admisión de menores, dos asistentes sociales y tres terapeutas de famil ia, que constituirían la unidad psicosocial 1— se beneficiaron de un cursillo formativo, impartido por Fulvio Sca- parro, acerca del maltrato de la infancia y de sus intervenciones. Durante este cursillo se precisó cada vez más uno de los puntos clave del programa del CAF: su intento de ponerse a disposición de los servicios sociosanitaribs, sin ninguna pretensión de sustituirlos. En consecuencia, así que los trabajadores sociales del CAF pre- sentaron su programa a la red de servicios públicos para plantear una colaboración, debieron enfrentarse, en primer lugar, al problema de precisar el propio ámbito de intervención. Era de hecho necesario 1. Las parejas que habían obtenido la custodia estaban constituidas por Maurizio y Nadia Agape, Domenico y Floriana Sala. Las asistentes sociales eran Fausta Fano y Edmea Pincelli; los terapeutas Bruna Bianchi, Stefano Cirillo y Marinella Malacrea. http://psicoalterno.blogspot.com/ INTRODUCCIÓN 17 prever el riesgo de que un nuevo recurso fuera indiscriminadamente requerido por los servicios sociales para todos los casos asistenciales complejos, agudos o crónicos, al considerar especialmente el hecho de que el Centro disponía de algunas camas para acogidas de emergencia, mientras que los organismos de acogida urgente, en aquel entonces más que hoy, tenían en Mi lán una capacidad dramáticamente inferior a las necesidades de la ciudad. Es por eso que el C A F se preocupó de delimitar con la máxima claridad la casuística del abuso de la infanciaen la famil ia, objeto de su intervención. La definición de "maltrato" a la cual se suscribe es la formulada algunos años antes de convocarse el Consejo de Europa, en el IV Coloquio de Criminología, llevado a cabo en Estrasburgo, en 1978 (Council of Europe, 1981), según la cual por "maltrato" se entienden "los actos y las carencias que turban gravemente al niño, atentan contra su integridad corporal, su desarrollo físico, afectivo, intelectual y moral, y cuyas manifestaciones son el descuido y/o lesiones de orden físico y/o psíquico y/o sexual por parte de un famil iar u otras personas que cuidan del n iño". Por lo tanto, esquemáticamente, los casos de maltrato de los niños en la famil ia pueden clasificarse en: maltrato físico, por el que el menor es objeto de agresiones por parte de los familiares, con consecuencias físicas (como lesiones cutáneas, oculares o viscerales, fracturas, quemaduras, lesiones permanentes, muerte); abuso sexual, por el que el menor se ve envuelto, por parte de los familiares, en actos sexuales que presuponen violencia o a los cuales no es capaz de consentir conscientemente; grave descuido, por el que el menor sufre los efectos de las omisiones o carencias de los familiares con respecto a las necesidades físicas y/o psíquicas (vestimenta inadecuada con referencia a las condiciones climáticas, negligencia higiénico-sanitaria o alimen- taria, incumplimiento escolar, desnutrición, etcétera); maltrato psico- lógico, por el que el menor es víctima de una reiterada violencia verbal o de una presión psicológica tal que lo perjudica. Entran en esta últ ima categoría todas aquellas situaciones de separación confl ict iva donde los menores son abiertamente utilizados por los padres en su recíproca disputa, con evidentes y graves efectos en el equil ibrio emotivo del niño. Conforme a tal definición, en los primeros once meses de actividad (enero-noviembre de 1981), el CAF recibió 39 "verdaderas" denuncias, filtradas, por supuesto, de la gran cantidad de denuncias generales http://psicoalterno.blogspot.com/ NIÑOS MALTRATADOS que llegaban al inicio. En los primeros diez meses del año siguiente (enero-octubre de 1982) las "verdaderas" denuncias habían ya alcan- zado la cifra de 109, hasta el punto de que el Centro sólo pudo hacerse cargo de 46 de ellas, mientras que se vio obligado a rechazar las otras. El rechazo de estas últimas frecuentemente se debió a la distancia: de hecho, muchas denuncias comenzaron a afluir también de la provincia, de otras ciudades y hasta de las afueras de la región, como prueba de la insuficiencia de recursos disponibles. ¡Al año siguiente (1983), las denuncias de menores maltratados de las que el C A F logró ocuparse alcanzaron la cifra de 56, ya en los primeros cinco meses del año! Un crecimiento tan vertiginoso de la demanda no se debía, por supuesto, a la propagación, como si fuera una mancha de aceite, del drama del abuso. Tenía su explicación en la naturaleza del fenómeno, cuidadosamente encubierto por los protagonistas y bajo la indiferencia y la negación de los testigos, lo que contribuye a mantenerlo en las sombras. Finalmente, la parte sumergida del iceberg comenzaba a emerger. La duplicación de los servicios para casos de maltrato: el nacimiento del CBM En este momento, la creciente toma de conciencia de la magnitud del fenómeno del maltrato indujo al Ayuntamiento de Mi lán, en la persona del entonces Asesor de la Asistencia y Seguridad Social, At t i l io Schemmari, a instituir un servicio municipal dirigido a ese problema. Este nuevo servicio debería trabajar como lugar de investigación para coordinar la documentación de los casos de abuso de los menores en la familia, y como laboratorio para perfeccionar y experimentar técnicas apropiadas de intervención en tales casos. En junio de 1984, algunos trabajadores sociales 2 —psicólogos, asistentes sociales, educadores—, que hasta ese entonces habían trabajado para el CAF, constituyeron una cooperativa denominada 2. Maurizia Azzoni (asistente social), Floriana Battevi (secretaria), Stefano Cirillo (psicotera- peuta), Teresa Di Bari (educadora), Paola Di Blasio (psicoterapeuta), Anna Frigerio (asistente social), Laura Gabbana (psicopedagoga), Graziano Gatta (educador), Alessandro Vassalli (psico- terapeuta y director). A ellos se suman Tito Rossi (actual presidente) y, más tarde, Teresa Bertotti (asistente social), Marinella Malacrea (psicoterapeuta), Virginio Marchesi (psicólogo). Hace un año que Elena Fontana (asistente social) sustituyó a Maurizia Azzoni. 18 http://psicoalterno.blogspot.com/ INTRODUCCIÓN 19 Centro per il bambino maltrattato e la cura della crisi familiare ( C B M ) , a la cual, en abri l de 1985, el Ayuntamiento conf ió la administración de su propio servicio. El C B M , por lo tanto, fue el primer servicio público en Italia que se ocupó del maltrato, acercándose al C A F (que continuó trabajando en un régimen de convención para Mi lán y ayuntamientos l imítrofes), de modo que la metrópoli lombarda podía contar con dos buenos centros especializados. En la red de los servicios sociosanitarios del territorio milanés, el C B M no tiene la obligación de hacerse cargo de todos los casos de maltrato, obligación no sólo cuantitativamente imposible, sino sobre todo programáticamente incorrecta. Desde hace ya tiempo, los servicios territoriales han desarrollado las competencias necesarias para ocuparse de las familias que, atravesando una situación de crisis, producen síntomas de malestar parecidos a los que sufren las familias que maltratan. La particular complejidad de este últ imo caso ha demostrado la necesidad de un servicio especial que se sitúe como punto de re- ferencia, en condición de recoger las experiencias de los servicios de base y de los servicios de segundo nivel, o como centro de búsqueda, capaz de elaborar una experiencia propia acerca de situaciones particularmente complejas —porque son dramáticamente agudas o porque, al contrario, son crónicas desde hace ya t iempo— enviadas por los servicios zonales. A partir de tales experiencias, propias y ajenas, el C B M perfecciona modalidades de intervención específicas apropiadas para el tratamiento de los casos de abuso, transmitiéndolas a los servicios para que puedan a su vez utilizarlas. Esta transmisión se da tanto en cada una de las intervenciones de consulta, que cada servicio puede recibir del C B M cuando debe afrontar una situación de maltrato, como en los seminarios o convenciones ciudadanas, donde el equipo expone a las diversas instituciones milanesas las líneas de intervención ejecutadas y los resultados obtenidos. 3 Como garantía del empeño asumido por el C B M de llevar adelante la propia profundización técnica y teórica, el equipo está avalado por un Comité Científico. Este ahora está integrado por el actual presiden- 3. Hasta hoy se han organizado dos convenciones, una en abril de 1985, que inauguraba la actividad del Centro, acerca del "Maltrato de los niños en familia y la custodia operativa de los menores", y la otra en noviembre de 1987, acerca de "La intervención en los casos de incesto". http://psicoalterno.blogspot.com/ 20 NIÑOS MALTRATADOS te del Tribunal de Menores, Gilberto Barbante, por algunos docen- tes universitarios que representan las disciplinas relativas al campo —una socióloga, Bianca Barbero Avanzini , un pediatra, Giuseppe Masera, un psicólogo, Assunto Quadrio y un pedagogo, Giuseppe V i c o — además de una neuropsiquiatra infanti l, Odette Masson, pre- sidente de la "Asociación suiza contra el abuso a la infancia". Su modelo de intervención sobre los casos de maltrato (Masson, 1981) constituyó una apreciada guía para nuestro equipo en los comienzos de nuestro trabajo. Fisonomía del CBM: la comunidad de acogida Para hacer frente a las propias obligaciones, el Centro cuenta con una secretaría y con dos distintas unidades: una comunidad de acogida urgentey un equipo psicosocial, coordinados por un psicólogo clínico con funciones de director. La comunidad de acogida es una estructura que está preparada para dar hospedaje a los menores maltratados (o en riesgo de ser maltratados) cuando el Tribunal de Menores dispone un inmediato y provisional alejamiento de sus padres y el servicio social municipal (que obtiene la custodia de los menores) considera oportuno mandarlos a nuestro Centro. La comunidad puede dar asilo a diez menores, de una edad que oscila entre cero y doce años (se ha evitado incluir sujetos en edad adolescente para no superponer exigencias demasiado diversas). Es posible hospedar también a un padre, en el caso de que esto sea aconsejable: como sucede en casos de niños muy pequeños, para los cuales no sólo se considera nocivo el alejamiento de la madre —con frecuencia a su vez maltratada por el cónyuge— sino también aconsejable la observación de la recíproca relación. La comunidad dispone de cuatro educadores residentes coordinados por una psicopedagoga y auxiliados por una colaboradora famil iar y por dos objetores de conciencia. El personal administra la comunidad como un "ambiente terapéu- t ico", que se enfrenta a múltiples exigencias. El primer objetivo de los educadores, en orden cronológico, es el de ayudar al niño —ya traumatizado por el maltrato sufrido— a superar el estrés del alejamiento de los padres y de la inserción en un ambiente desconocido. Para este f in, se tiene presente que algunos casos se pueden dar también en situaciones de emergencia, de forma que un menor es alejado de urgencia, por ejemplo por la policía, y acompañado http://psicoalterno.blogspot.com/ INTRODUCCIÓN 21 quizá por la noche, aterrorizado, trastornado y frecuentemente dolorido, a nuestro Centro, en espera de que el Tribunal efectúe una primera disposición provisional. Durante la acogida, con el fin de que el niño pueda mantener un vínculo con su realidad habitual, se le garantiza la asistencia a la misma escuela en la que estaba inscrito, propor- cionándole el transporte. El segundo objetivo del personal de la comunidad, que ocupa más tiempo, consiste en respaldar al niño en el proceso de elaboración de lo que le ha sucedido. E l , de hecho, se orienta con dif icultad en el acontecimiento del que ha sido protagonista: ser maltratado por las personas de las que depende tanto material como emotivamente —sus padres— a quienes ama y teme a la vez. El niño es además ayudado por los educadores a comprender todo lo que le sucede a él y a su entorno: la tutela ejercida por otras personas, la entrada en su vida de personajes desconocidos y de contornos muy vagos (el juez del Tribunal de Menores, el asistente social), que cuentan siempre con tanto poder para determinar su vida presente y su futuro próximo. El tercer objetivo que la comunidad persigue durante todo el período de la acogida del niño es la observación. Son objeto de observación, ante todo, las condiciones psicofísicas del niño, a quien siempre se le somete a una cuidadosa visita médica, a la cual se añade, dado el caso, una visita ginecológica para las niñas, además de todos los aspectos de sus comportamientos. Son además atentamente observadas sus relaciones con los padres durante sus visitas (que pueden efectuarse cada dos días, en horario f i jo) y durante los contactos telefónicos. Es por eso que un educador está presente siempre en las visitas y en las llamadas telefónicas. De tal manera él puede al mismo tiempo evitar que los padres —a su vez frecuentemente confusos y asustados— ejerzan intervenciones inadecuadas en el niño, como, sobre todo, recoger informaciones acerca de la interacción padre-hijo. Todos los elementos recogidos quedan señalados en un informe diagnóstico que, como se verá más adelante, se envía al juez, integrando la evaluación del equipo psicosocial sobre la recuperabilidad de la famil ia. Naturalmente, el personal de la comunidad no se l imita a registrar la calidad de la actitud de los padres frente al niño. Sobre todo, trata de guiarlos para asumir la actitud cada vez más apropiada. El cuarto objetivo de la comunidad es justamente esto. Como es de prever, a pesar de tratarse de una comunidad de acogida urgente, la permanencia de los pequeños huéspedes pocas veces puede ser breve: con frecuencia http://psicoalterno.blogspot.com/ NIÑOS MALTRATADOS se prolonga más de tres meses y en algunos casos hasta un año, en conformidad con el largo tiempo requerido para el diagnóstico familiar, que siempre es muy complejo. El niño sale de la comunidad, en principio, cuando el diagnóstico y el pronóstico acerca de la recu- perabilidad de su familia han sido formulados. El juez, teniendo en cuenta el diagnóstico y el pronóstico, además del informe del servicio social encargado de la custodia, puede de este modo decretar o el regreso del niño a la familia (en caso de pronóstico positivo), o un alejamiento definitivo de la misma (en caso de pronóstico negativo), o bien un posterior período de alejamiento provisional —siempre en el caso de un pronóstico positivo— en el caso de que los padres necesiten un tratamiento, en ausencia del hijo, para volver a encontrarse en condiciones de acogerle nuevamente. En este caso, es necesario que el servicio social responsable, junto con el equipo del Centro, considere el lugar de custodia provisional más apropiado a las necesidades individuales del niño, que normalmente consiste en una familia de tutela provisional o a veces una institución. No es frecuente, sin embargo, que los menores hospedados en la comunidad del CBM se tengan que enfrentar a cambios de lugar (por ejemplo un instituto o una custodia provisional) cuando todavía el diagnóstico y el pronóstico acerca de la familia no se han completado (Grillo, 1988). Intentar que coincidan el tiempo del diagnóstico con eí de la acogida tiene como fin el evitar a los menores el triste peregrinar de una solución provisional, a otra también provisional, a la espera de que el éxito de la evaluación indique la posibilidad de su regreso a la familia o el hallazgo de un lugar idóneo para ellos (custodia a plazo, instiiución, familia adoptiva). Ello implica, negativamente, tiempos de acogida prolongados y, por consiguiente, un escaso movimiento de huéspedes, lo que obliga al rechazo frecuente de las nuevas demandas. El equipo psicosocial La segunda unidad del CBM es el equipo psicosocial. Este está integrado por dos asistentes sociales y tres terapeutas familiares (dos psicólogos, que son los autores del presente trabajo y un neuropsi- quiatra infantil). El equipo está en condiciones de asumir simultáneamente los casos de una treintena de familias, mucho más, por lo tanto, de aquellas 22 http://psicoalterno.blogspot.com/ INTRODUCCION 23 cuyos hijos ocupan las diez camas de la comunidad del Centro. Por consiguiente, en algunos casos los menores se hospedan en otras organizaciones con las cuales nuestro equipo establece un convenio de colaboración. En algunas situaciones menos graves, el Tribunal no ha decretado el alejamiento de los menores de la familia, pero los ha confiado al Ayuntamiento de Milán prescribiendo que el servicio social ejerza un papel de vigilancia, y que el núcleo familiar —como en los otros casos— se presente al CBM para una evaluación y un eventual tratamiento. De cada familia se hace cargo un pequeño equipo compuesto por dos terapeutas y por una asistente social. Este pequeño equipo se forma con el personal de nuestra comunidad de acogida, o con el de las otras organizaciones que hospedan menores, además del asistente social de la jurisdicción responsable del caso. El equipo psicosocial del CBM desarrolla, como veremos, dos funciones: diagnóstico (y pronóstico) sobre la recuperabilidad de la familia que maltrata y la consiguiente terapia en caso de pronóstico positivo. El acercamiento teórico al maltrato y nuestro modelo de referenciaEn el acercamiento a los casos de maltrato, el modelo de intervención que hemos adoptado pone su atención, tanto en la fase de diagnóstico como de terapia, sobre todo en las estructuradas y complejas dinámicas familiares que se vinculan a la violencia, más que en las problemáticas particulares de los individuos. El equipo del Centro ha llegado a la convicción de que las manifestaciones de desatención, de violencia física o de abuso sexual son la señal de una patología que afecta al funcionamiento global de la familia (Di Blasio. 1988a). De confor- midad con tal presupuesto, el objetivo que perseguimos no es sólo comprender las razones del abuso, sino también modificar las pautas disfuncionales que dan origen a la violencia, a fin de situar a la familia en condiciones de recuperar sus propias funciones de educación de los hijos. La elección de centrar la atención en la familia o, mejor, en el juego familiar (Selvini Palazzoli y otros, 1985. 1988), nos parece, por el momento, la más adecuada para afrontar la complejidad de un fenómeno que siempre responde a una multiplicidad de factores http://psicoalterno.blogspot.com/ 24 NIÑOS MALTRATADOS individuales, culturales y sociales. Si analizamos brevemente los logros alcanzados hasta ahora en este campo vemos que, desde que en 1962 Kempe y otros identificaron el "at tered child syndromé", se ha realizado gran cantidad de estudios al respecto. El vivo interés suscitado por este tema se comprueba no sólo por el gran número de inves- tigaciones, sino también por la presencia de revistas especializadas, entre las cuales la más notoria es Child Abuse and Neglect International Journal (órgano de la ISPCC - International Society for Prevention of Cruelty to Children). No obstante, no se ha llegado todavía a un total acuerdo acerca de los mecanismos psicológicos que se encuentran en la base de tal fenómeno. La violencia familiar se continúa considerando, frecuen- temente, bajo el inamovible estereotipo que la configura como un suceso casi exclusivamente ligado a un determinado tipo de ambiente social y culturalmente bajo, cuyas consecuencias psicopatológicas se pueden quizás intuir, pero escasamente definir. Ciertamente, la escasez de estudios de seguimiento capaces de documentar el efecto a largo plazo del abuso, juntamente con la dificultad de hacer comparacio- nes entre violencias de diferente tipo, frecuencia y duración, pueden explicar, en parte, la cautela que se tiene en reconocer más explí- citamente todo el potencial patógeno que poseen dichos sucesos (Bandini, Gatti, 1987). Además de esta razón, Bowlby (1984) menciona otra: la tendencia de ciertos sectores del psicoanálisis clásico a rechazar o infravalorar la importancia que tienen las experiencias reales de la infancia —y por lo tanto también las de violencia intrafamiliar— como factores etiológicos en psiquiatría. Estas dos razones explican la insatisfacción que siente el psicólogo clínico cuando se enfrenta con situaciones de maltrato sin contar con elementos que le permitan comprenderlas en su complejidad actual, así como tampoco en el proceso de evolución en el tiempo. Esto no significa, como decíamos, que falten estudios acerca de particulares o múltiples factores que concurren para desencadenar la violencia familiar, o acerca de los efectos a corto o a largo plazo que la misma provoca sobre las víctimas. Al respecto podemos citar el amplio y complejo modelo ecológico propuesto en 1980 por J. Garbarino y relatado por Browne (1988). En este trabajo no se ha olvidado ni los factores de predisposición de tipo individual, familiar, social y cultural, ni los factores de mediación representados por las redes de apoyo y de ayuda social, como tampoco los factores http://psicoalterno.blogspot.com/ Individuales percepción de las propias experien- cias infantiles prácticas edu- cativas salud física y mental tolerancia a las frustraciones acercamiento a la solución del pro- blema capac idad de hacer frente a las di- ficultades imagen de sí mismo lugar del con- trol interacción en- tre los miembros de la familia n e c e s i d a d e s particulares de cada uno de los miembros e s t ruc tu ra fa- miliar redes de rela- ciones familiares violencia fami- liar redes sociales formales e informa- les bienestar gene- ral de la comuni - dad condiciones de habitabilidad integración so- cial agencias de co- munidad de acogida recursos econó- micos desocupación actitud frente a la violencia actitud frente a los castigos actitud frente a la educación concepción de la familia concepción de la sociedad concepción de las instituciones de apoyo a la familia significado atri- buido a los concep- tos de mérito, indivi- dualismo, progreso y tecnología Sistema social de apoyo/Red social Grado de conexión y calidad de las relaciones interpersonales de la familia Afiliaciones a instituciones y a organizaciones Sucesos de las diferentes etapas de la vida Interpretación de los hechos Estrés subjetiva- mente percibido Maltrato del niño INTRODUCCIÓN 25 Culturales Sociales Familiares estabilidad de la pareja Cuadro 1: El modelo ecológico del maltrato infantil: 1) factores que predisponen; 2) factores de mediación; 3) factores que precipitan (modificado por J. Garbarino, relatado por Browne, 1988, p. 46). 3 2 1 http://psicoalterno.blogspot.com/ 26 NIÑOS MALTRATADOS desencadenantes tales como las diferentes etapas de la vida, las interpretaciones y las percepciones que los sujetos tienen de los hechos que se dan y de su potencial estresante. Tampoco faltan trabajos profundos sobre aspectos más específicos, tales como las consecuencias tolerables, emotivas y cognoscitivas de la violencia en los niños que son objeto de ella. Brown (1984), por ejemplo, demuestra hasta qué punto las tenden- cias criminales están conectadas con experiencias de desatención sufridas en la infancia, más que de maltrato físico; Oates, Forrest y Peacock (1985) revelan en los niños víctimas de violencia un cuadro de personalidad caracterizado por subestimación de sí mismos, inseguridad e incapacidad de relacionarse con sus compañeros. Las observaciones sobre estos niños coinciden en subrayar la presencia de tendencias depresivas, pasividad, inhibición, ansiedad, dependencia, rabia y agresividad (Gaensbauer, Sands, 1979; Mart in, Rodeheffer, 1980). Investigaciones más sistemáticas han puesto el acento en los aspectos específicos del comportamiento de los niños maltratados, que se expresan en secuencias sucesivas o combinadas de "acercamiento" y "alejamiento" en los contactos sociales (George, Main, 1979). O bien han subrayado la tendencia a agredir o a amenazar al adulto con comportamientos agresivos típicos denominados "molestia" (Bowlby, 1984). Otra corriente de investigación ha enfocado la atención en las características de los padres que maltratan, y en particular en la relación madre-niño. De vez en cuando, se han descrito las tendencias depresivas, las necesidades de dependencia, el aislamiento social, la ansiedad por la separación de la madre como factores explicativos o que predisponen a las manifestaciones de violencia en contra de los hijos (Seel, Pollack, 1968; Morr is, Gould, 1963). No se puede dejar de notar la manera en que ambos filones de investigación —ya sea el de los niños o el de los padres— experimentan los límites propios de un planteamiento que tiende a privilegiar las características de cada uno, en menoscabo de una comprensión global de la familia que maltrata. A pesar de ello, algunas intuiciones surgidas, por ejemplo, de la investigación de De Lozier (1982), revisten a nuestros ojos cierto interés, si son releídas e interpretadas a la luz de las normas familiares. La autora evidencia, de hecho, la presencia, en las madres que maltratan, de una "preocupación ansiosa" por el bienestar de sus propios padres, subrayando cómo ellas,en su propia http://psicoalterno.blogspot.com/ INTRODUCCIÓN 27 infancia, experimentaron una típica inversión de los papeles, en el sentido de sentirse responsables del cuidado y la protección del adulto. Se trata de observaciones que merecen ser posteriormente desa- rrolladas y profundizadas. ¿De qué manera y por qué tales experiencias pasadas continuarían actuando en el presente? ¿En qué condiciones y con qué modalidades las relaciones con la famil ia de origen estarían conectadas con la específica dinámica del maltrato? El campo de estudios acerca de la fami l ia (M inuch in , 1967; Boszormenyi-Nagy, Spark, 1973; Masson, 1981) se mueve en esta dirección. En particular, Masson ha puesto en evidencia el hecho de que la desatención y el maltrato tengan origen en sistemas familiares en los cuales la parentification de los hijos por parte de las familias de origen (primera generación, abuelos) no se agota con el matrimonio de los hijos, sino que continúa actuando activamente, estimulando en la segunda generación comportamientos inadecuados por parte de los padres. Esta comprobación confirmaría, por otro lado, la opinión consolidada (Cicchetti, Rizley, 1981; Ma in , Goldwyn, 1984) que ve en el maltrato un fenómeno reiterativo que se desarrolla de generación en generación (abused-abusing intergenerational cycle) y que justa- mente por esto es necesario tratar de interrumpir (Cir i l lo, Di Blasio, 1988). La adopción de la metáfora del juego Como se verá, del breve cuadro hasta aquí trazado surge una diferencia sustancial entre dos distintas perspectivas de investigación: la que pone su atención en las características de comportamiento y de personalidad tanto de los padres que maltratan como de los niños víctimas de violencia, y la de los estudiosos de la famil ia, preocupados sobre todo en recoger las reglas y las modalidades interactivas del grupo en su conjunto. La dif icultad de tener en cuenta a un mismo tiempo tanto los aspectos individuales como aquellos más globales concernientes a la dinámica famil iar es un úl t imo motivo, en este caso de carácter conceptual, que puede mostrar el inmovi l ismo de las explicaciones acerca de la dinámica del maltrato. Por otro lado, durante muchos años la adhesión de los terapeutas de familia a un concepto de sistema, entendido desde una perspectiva esencialmente holística (Bertalanffy, L. von, 1968), ha impedido un análisis del significado peculiar de las respuestas de cada uno. Del http://psicoalterno.blogspot.com/ 28 NIÑOS MALTRATADOS mismo modo, éstas solas no son suficientes para hacernos comprender totalmente un fenómeno tan complejo como el maltrato que afecta al funcionamiento global de la familia. Para salir de la rígida dicotomía familia/individuo y, por consiguien- te, de la rigidez de los estudios que se acercan a esta problemática, se nos ha abierto una nueva posibilidad, en los últimos años, para la adopción de un modelo fundado sobre la "metáfora del juego" (Selvini Palazzoli y otros, 1985, 1988). Este modelo permite integrar el nivel de funcionamiento individual con el de los determinantes so- cioambientales, a través del nivel intermedio relativo a los modelos relacionales del grupo familiar. El concepto de "juego famil iar" (que el grupo de Selvini Palazzoli ha asumido con el significado que le han dado Crozier y Friedberg, 1977) se util iza para describir el mundo donde las relaciones entre todos los miembros de la familia están organizadas y se desenvuelven en el tiempo. La metáfora del juego, más allá del concepto de sistema, permite integrar el nivel individual con el supraindividual, representado tanto por el funcionamiento familiar como social. De este modo, a las emociones, a los comportamientos y a las estrategias de cada uno de los miembros de una familia se les reconoce una autonomía relativa, aunque todos están estrechamente integrados en la organización interactiva que los engloba. Según este punto de vista, está claro que un individuo realiza un cierto juego porque posee unas particulares emociones, motivaciones y fines, pero también es cierto que tiene ciertas emociones, motivaciones y fines porque es parte de un juego colectivo que lo influye y que l imita las jugadas a su disposición (Selvini Palazzoli y otros, 1988). Justamente la adopción de tal modo de pensar multidimensional representa el anclaje teórico al que hemos llegado, después de pasar por nuestra experiencia de intervención. Sobre tales presupuestos no sólo orientamos el acercamiento diagnóstico y el tratamiento de las familias, sino también las modalidades técnicas más generales de recopilación de informaciones, del momento de la denuncia, del primer contacto con la familia, de la aceptación del caso, de la organización de las relaciones con los servicios externos. La observación del juego familiar (que comienza desde el momento trágico en que se descubre el problema del maltrato y continúa en los contactos con los diversos asistentes sociales, hasta el momento de la acogida del niño, en la etapa diagnóstica y terapéutica), ofrece una vía que se nos presenta http://psicoalterno.blogspot.com/ INTRODUCCIÓN 29 prometedora y út i l , tanto para comprender la complejidad del fenómeno como para elaborar intervenciones idóneas en las diversas fases del proceso. Los capítulos que siguen están dedicados por completo a mostrar la manera en que de estos presupuestos nace una propuesta concreta de trabajo diagnóstico y terapéutico. http://psicoalterno.blogspot.com/ 1. ¿SE PUEDE "CURAR" EN AUSENC IA DE D E M A N D A VOLUNTAR IA DE A Y U D A ? LA TERAPIA COACTIVA: UN DESAFIO Cuando, en 1980, uno de nosotros fue llamado para formar parte del grupo de trabajadores que conformarían el equipo del Centro di aiuto al bambino maltrattato e alla famiglia in crisi (CAF) , todavía en formación, no tenía el mínimo conocimiento del problema del maltrato a los niños. Esto era así, aunque había trabajado durante muchos años como psicólogo, tanto en instituciones para la infancia como en consultorios, y aunque había hecho un curso de terapia familiar. Esta absoluta ignorancia en la materia era general, creemos, en muchos terapeutas en esa época, y lo era también para los futuros colegas del equipo del CAF. Nuestra aproximación al problema se produce casi exclusivamente a través de material norteamericano, en forma de manuales y filmaciones didácticas, radicalmente pragmáticas, que intentan suministrar una serie de conocimientos acerca del fenómeno y dar instrucciones a los terapeutas que se ven obligados a afrontarlo. Después de todos estos años, al pensar de nuevo en el lo, no recordamos que en toda aquella abundante documentación estuviese explícitamente afrontada la temática de la contradicción, tan l lamativa para nosotros, entre terapia y coacción. Incluso en el pequeño volumen de Kempe (1978), que da por descontada la necesidad de tratar a la famil ia que comete abusos contra los hijos, se nombran simplemente algunos recursos útiles para vencer la desconfianza de los padres que maltratan y así lograr incluirlos en un programa de intervención. Sin embargo, tenemos bien presente la objeción de fondo que el Comité Científico y la Asamblea de los Socios del C A F hizo a nuestro primer proyecto de trabajo (elaborado y escrito después del cursil lo http://psicoalterno.blogspot.com/ 32 NIÑOS MALTRATADOS formativo y de nuestras sucesivas reflexiones) 1: "¿Cómo pretenden curar a quien no les pide ninguna ayuda y que llega enviado sim- plemente por el Tribunal de Menores? ¡El requisito fundamental para una terapia —o sea la motivación espontánea— se viene completa- mente abajo!" Entonces, al no tener ninguna experiencia sobre famil ias que maltratan, nos faltaban absolutamente todos los argumentos para poder rebatir esta objeción, que, incluso sin admitirlo, de alguna manera compartíamos; por esta razón, nuestra decisión de aventurarnos en elcamino de la terapia impuesta recibió, por unanimidad, la definición de "un desafío". Ahora, después de ocho años de trabajo duro pero estimulante, creemos poder aclarar, de modo más concreto, los términos de aquel desafío y mostrar sus primeros resultados. Por qué la familia que maltrata no pide ayuda Al comienzo de nuestro trabajo, el desafío de la terapia coactiva se nos presentaba como el "tercer camino" entre la consideración de criminalidad de los padres que maltratan y la indiferencia frente a los niños maltratados. Como hemos dicho, éramos conscientes de que, a pesar de la presunta ignorancia de los colegas norteamericanos, la expresión "terapia coactiva" se interpreta en nuestra cultura psicológica como una contradicción de términos. Desde siempre se ha subrayado que la terapia presupone una demanda de ayuda y una subyacente motivación, que constituye, por así decirlo, el motor que puede impulsar al paciente hacia el cambio, ayudándolo a superar inercias y resistencias de todo tipo. La coacción, por el contrario, puede a lo sumo inducir a un sujeto recalcitrante a tolerar servilmente una medida que no ha elegido, y que puede parecerle odiosa, desagradable o incomprensible. Y, todo esto, con el solo f in de evitar un mal peor, pero sin ninguna motivación auténtica hacia el cambio. Creemos que es posible superar esta 1. El proyecto de organización del Centro fue realizado por Stefano Cirillo juntamente con Bruna Bianchi y Marinella Malacrea, quienes luego habrían de integrar con él el equipo terapéutico del Centro y con Ernesto Caffo, miembro del primer Consinglio Direttivo (Consejo Directivo) del CAF y secretario de la "Asociación italiana para la prevención del abuso a la infancia", surgida poco antes. ¿SE PUEDE "CURAR" SIN DEMANDA DE AYUDA? 33 contradicción tan radical poniendo en cuestión la afirmación según la cual la ausencia de una demanda de ayuda indica siempre y de todos modos la ausencia de cualquier motivación para cambiar. En el caso del adulto que maltrata a su propio hi jo, es la naturaleza misma del problema la que hace que sea tan di f íc i l —s i no imposible— la formulación de una demanda de ayuda externa a la famil ia, aunque exista la voluntad de salir de esa situación. De hecho, el progenitor que maltrata sabe muy bien que declarar su propio comportamiento equivale a autodenunciarse por haber violado no sólo un tabú social profundamente arraigado, sino también una norma de conducta sancionada por la ley. Mucho más que el individuo que confiesa poseer un síntoma que la sociedad considera culpable o vergonzoso (como el alcoholismo o, hasta hace poco tiempo, la homosexualidad), quien confiesa el maltrato hacia sus propios hijos sabe que va a enfrentarse con el reproche y la desaprobación y que corre el riesgo de incurrir en un juic io penal: todo esto hace muy di f íc i l la exteriorización de una petición de ayuda. De hecho, sería absurdo esperar, por parte de los padres que maltratan, tal sinceridad y una confianza total, tanto en la magistratura como en los servicios sociosanitarios, para elegir afrontar un daño seguro hoy (la autoacusación del comportamiento del maltrato, con la consiguiente sanción), para procurar una ayuda incierta mañana. Tanto es así, que nuestro ordenamiento jurídico no reconoce incentivos concretos para el reo confeso que quiera colaborar en su propia re- habilitación, más allá de la llamada ley acerca de los arrepentidos, que es una medida excepcional concebida para otro tipo de situación criminal. Sin embargo, algo ha cambiado, en este sentido, en el campo de las toxicodependencias: la ley nº 663 de 1986 permite, como alternativa de la cárcel, la custodia del toxicodependiente en una comunidad que garantice un programa terapéutico y de rehabilitación, también para aquellos sujetos que están acusados de delitos (como por ejemplo el robo) a quienes, antes, no se les permitía disfrutar del beneficio de la custodia a prueba del servicio social. En nuestro campo específico, una radical innovación podría ser introducida por el proyecto de ley Russo Jervolino-Vassalli acerca de la tutela penal de la personalidad del menor (4 de febrero de 1988). Ella, en su artículo 12, configura una hipótesis —notable, vista en la perspectiva del nuevo código de procedimiento penal— de suspensión del proceso donde al progenitor se le imputan delitos cometidos contra el hi jo menor, http://psicoalterno.blogspot.com/ 34 NIÑOS MALTRATADOS que tiene como f in la posibilidad de restablecer la relación familiar. Ciertamente, el diverso marco jurídico nos da el motivo, al menos en parte, de la indiferencia con la cual los autores norteamericanos han abordado siempre el problema de la terapia coactiva, por lo que en su contexto se acepta, con moderación, que un incentivo externo pueda inducir a un cambio activo, de la misma forma que una motivación espontánea (¡que no obstante podemos siempre esperar!) 2. Parece legítimo suponer que al menos algunos de estos sujetos que maltratan desearían vivamente modif icar su propia condición de sufrimiento, que es causa y efecto del maltrato, ni más ni menos que las otras personas quienes, dentro de la propia famil ia, viven problemas y penurias de diverso género (síntomas psiquiátricos, toxicodependen- cia, conflictos graves y demás), pero que están prácticamente impo- sibilitados para expresar una petición de ayuda. Sería entonces extremadamente injusto, frente a familias prisioneras en un trágico enredo de relaciones equivocadas, no ofrecer una ayuda que les dé la oportunidad de encaminarse hacia una mejor unión y l imitar el castigo a la pura y simple consideración de comportamiento socialmente aberrante (Cir i l lo, 1986a). Factores sociofamiliares de la ausencia de pedido La dif icultad en pedir ayuda por temor a autodenunciarse, elemento casi común a todas las familias en las cuales los padres maltratan o descuidan a los hijos, determina en los padres, frente a la impugnación del maltrato verificado, una serie de comportamientos característicos. Casi sin excepciones se asiste a tercas negaciones de hechos inequí- vocos, a justif icaciones pretextadas que rayan en lo absurdo, a impenetrables silencios y obstinadas reticencias, a tentativas de descargar la responsabilidad del maltrato sobre terceros: ¡un niño pequeño, el maestro o hasta el gato de la casa! La desconfianza en los servicios sociosanitarios y en sus posibilida- des de dar una auténtica ayuda puede estar originada, también, por la pertenencia a particulares contextos socioculturales. Por ejemplo, en el caso de familias subproletarias, quizás inmigrantes o pertene- 2. También la experiencia de la Unidad dirigida por Odette Masson saca provecho de la existencia en Suiza del Service de protection de la jeunesse, en un marco institucional significati- vamente diferente al nuestro. ¿SE PUEDE "CURAR" SIN DEMANDA DE AYUDA? 35 cientes a minorías étnicas, que han tenido una historia de relación con la asistencia basada, por parte del usuario, en la hipocresía y la explotación de los recursos económicos del organismo de la admi- nistración (Malagol i Togl iatt i , Rocchetta Tofani , 1987). En tal situa- ción, los trabajadores sociales, por su parte, frecuentemente se resig- naban a suministrar ayudas financieras escasamente util izadas, en vez de tratar de intervenir con la mirada puesta en un proyecto global. En estratos culturales bajos, además, falta el conocimiento de la psicoterapia como recurso (mientras actualmente en el ambiente burgués recurrir al psicólogo se ha convertido en una moda o en un símbolo de la posición social) y la idea de que se pueda afrontar y resolver un problema a través de la comunicación verbal es cultu- ralmente extraña. Además de tales consideraciones generales, en algún caso particular pueden existir específicas dinámicas familiares que se oponen a la petición de ayuda. Véase el caso de un niño de nueve años,Alex. La denuncia ha sido elevada a los servicios sociales por el médico escolar ya que le han encontrado repetidamente equimosis por golpes. El niño es el primogénito de una pareja que administra una pequeña empresa familiar juntamente con los padres del jefe de la familia. Alex, desde el primer grado de la escuela elemental, había sido señalado por el maestro por inestabilidad psicomotriz e incapacidad de atenerse a las reglas escolares. En esa época los padres, convocados por el médico escolar, manifestaron que estaban dispuestos a una consulta psicológica en el servicio materno-infantil. A pesar de que el com- portamiento del niño se fue agravando, ellos no siguieron la indicación. Pese a la insistencia del maestro, los padres no habían tomado ninguna iniciativa a favor de su hijo, que suspendió en el tercer grado elemental. ¿Cómo explicar esta actitud por parte de personas de cultura media, económicamente en condiciones de afrontar también los gastos de una consulta privada, pero que alimentan desconfianza ante el servicio público? Los padres de Alex, Franco y María, se habían casado muy jóvenes (veintidós y veinte años), adelantando el matrimonio por causa del embarazo ya iniciado. La joven pareja se alojó en un apartamento muy reducido que se encontraba en la gran vivienda de la familia de Franco, sobre el laboratorio donde se encontraba la pequeña empresa. Maria asumió de muy mala gana esta situación, descontenta por el hecho de que sus padres no la habían ayudado, obligándola a aceptar la ayuda de los suegros, de los cuales, a su juicio, Franco era un ciego seguidor. Inexperta y mal predispuesta, muy pronto se mostró irritable con el pequeño Alex, a quien enseguida prefirió confiar a la suegra, con el objeto de encontrar algunas horas para evadirse gracias a su propia actividad laboral. Cuando Alex cumplió cuatro años, Maria decidió tener un segundo hijo, esperando que, al crecer la familia, Franco se sentiría obligado a tratar con los padres la conveniencia de la adquisición de un apartamento autónomo. Así fue, y http://psicoalterno.blogspot.com/ 36 NIÑOS MALTRATADOS María dejó definitivamente su trabajo para dedicarse a cuidar de la segunda hija, Simonetta. Alex, después de estar durante algunos meses al cuidado de los abuelos, volvió a la familia y a los cuidados de la madre. Como era previsible, se mostró caprichoso y exigente, celoso de la hermanita, añorando los cuidados que la abuela le prodigaba, rebelde frente a las pretensiones impacientes de la madre. Sin embargo, la pareja madre-hijo probablemente habría podido llegar a un entendimiento, superando las dificultades iniciales, si no se hubiera sumado el comportamiento de Franco, propenso a valerse del descontento del niño para desahogar su propio rencor hacia María. El, de hecho, estaba cansado de las recriminaciones de ella, quien le reprochaba estar dependiendo de los padres. De noche, al volver del trabajo, encontraba a su mujer que, a través de largas llamadas telefónicas, volcaba en su madre (que vivía a algunos kilómetros de distancia) las amarguras de la relación conyugal. Por eso, cada vez que María reprendía a Alex y le pedía a su padre que interviniera, Franco le daba la razón al niño, acusando a la mujer de ser fría con él, de no saberlo tratar (como lo hacía la abuela... ) y de preferir a la niña. De esa manera Franco, sin darse cuenta, reavivaba el rencor de Alex hacia la madre, lo impulsaba en contra de ella, volviéndolo todavía más rebelde e intolerante a toda disciplina.3 Es en esta fase de la vida familiar que tiene lugar la inserción de Alex en la escuela y la sugerencia de enviarlo a una consulta psicológica. Que Franco fuese reacio a aceptar la propuesta es comprensible. El estaba convencido de que el niño "no tenía nada que modificar". Era su mujer quien debería cambiar el comportamiento con el niño (y sobre todo con él, aunque este deseo no se expresaba explícitamente). Más difícil de explicar es la resistencia de María en acompañar al niño al Servicio de Higiene Mental. Por otra parte, son notorios los casos de familias donde la madre está dispuesta a calificar al hijo como "anormal" con la esperanza de eludir la acusación por parte del cónyuge de lo inadecuado de su educación. ¿Por qué María no aprovecha esta ocasión? Probablemente porque, al igual que su marido, se siente desilusionada y frustrada por la vida conyugal, y al igual que él, busca consuelo en su familia de origen. Naturalmente ésta es sólo una parte del círculo vicioso, la otra está constituida por el hecho de que un equívoco vínculo con la familia de origen determina una insuficiente iniciación en la vida de pareja y por ello una escasa adaptación a ella. A diferencia de Franco, que puede contar con el apoyo indiscutible de sus padres, al ser hijo único, María, profundamente celosa del vínculo seguro que Franco tiene en su familia, se siente escasamente apoyada por su madre, quien hace poco enviudó y se ha trasladado a casa del hijo varón para cuidar de sus niños. María, por lo tanto, sigue la estrategia de comunicarle continuamente a su madre los disgustos que le dan Franco y Alex, con la secreta esperanza de hacerla sentir culpable y de inducirla a pensar más en ella, a preocuparse, a compadecerla. Tampoco Maria, por lo tanto, está realmente motivada para resolver el problema del niño, ya que también ella, como Franco, espera sacar provecho de ello. Eso no significa que el comportamiento de Alex no sea, para ella, cada vez más 3. Para un exhaustivo tratamiento del fenómeno de la instigación véase Selvini Palazzoli y otros (1988, páginas 95-132). ¿SE PUEDE "CURAR" SIN DEMANDA DE AYUDA? 37 insoportable, ya que éste, al sentirse fuerte gracias al apoyo paterno, aumenta sus provocaciones. El apoyo del padre, si se piensa, es puramente instrumental: no es que Franco dedique de veras su tiempo y su afecto al hijo para compensar la dureza de la madre. Simplemente se limita a mostrarse permisivo con él —en oposición a la línea educativa de la mujer— en los pocos momentos que pasa en familia, enfrascado como está por su trabajo en la empresa. Cuando Maria, exasperada, pierde el control y pega duramente a su hijo, no tiene ningún interés en admitir que lo ha hecho por causa de la exasperación a la que Alex la induce. Está segura de que obtendría sólo la desaprobación del marido. Este, aunque sospecha lo que ocurre, es cómplice por callarlo, ya que no sabe cómo podrían reaccionar sus padres (también con respecto a él), y porque teme la reprobación social y las repercusiones judiciales. Además, Maria sabe que, si admitiese el maltrato, perdería toda esperanza de ser perdonada por su madre, porque la anciana mujer se mostraría horrorizada por el comportamien- to de la hija e intransigente en condenarla. Así como tres años atrás los padres de Alex se habían opuesto a que lo ayudase un psicólogo, ahora se resistirán enérgicamente a admitir que el niño es maltratado, y que tanto él como ellos tienen una urgente necesidad de ayuda. Como veremos más adelante, sólo una denuncia a la autoridad judicial puede permitir una intervención que tutele, en primer lugar, la integridad física y psíquica del niño, poniendo las bases para intentar una recuperación del núcleo familiar en su conjunto. Algunas excepciones: cuando la familia se presenta espontáneamente En estos años nos hemos encontrado, a veces, con casos que parecen una excepción a la regla, ya que es un integrante de la fami l ia quien denuncia espontáneamente el maltrato. Contrariamente a lo que se puede pensar (o a lo que tiempo atrás pensábamos), se trata de casos mucho más complejos que los otros, los de las familias que no son enviadas por una orden del Tribunal de Menores. En un primer grupo de estos casos, es un pariente (un miembro de la famil ia de origen o el cónyuge) quien denuncia al progenitor que maltrata. En este caso, los asistentes sociales tienen que tratar con unafamil ia que ya ha identificado en su seno al " m a l o " que debe ser castigado (más que curado). Quien denuncia se presenta, por el contrario, como el "bueno", sin tomar en cuenta el hecho de que, como miembro de la fami l ia , él también ha contr ibuido a ese t ipo de interacción famil iar que desembocó en el maltrato, del cual el "ma lo " es el responsable. http://psicoalterno.blogspot.com/ 38 NIÑOS MALTRATADOS El asistente social debe desplegar una habilidad casi de acróbata para aceptar la demanda de intervención formulada por un miembro de la famil ia y poner en marcha las disposiciones necesarias para custodiar a los menores, evitando al mismo tiempo favorecer la división de la famil ia en "buenos" y "malos". Este favorecimiento imposibi- litaría el posterior trabajo terapéutico. De hecho, el denunciante trata implíci tamente de mostrarse como un "co lega" exclusivamente preocupado por el bien de los niños y del todo ajeno a las dinámicas relacionadas con maltrato. Si el asistente aceptase en los hechos tal definición, terminaría reforzando la modalidad disfuncional de la famil ia que a la larga ha determinado la asunción del papel de castigador por parte de uno de sus integrantes: esto constituye un error d i f íc i l de reparar. 4 Veamos un ejemplo. El señor D'Andrea —así lo llamaremos— se presenta, sin haber convenido previamente una cita, ante nuestra asistente social. Pide ayuda para su hija Inés, de nueve años, a quien la madre, desde hace ya tiempo en tratamiento por depresión, pega violentamente porque es lenta para comer y para hacer los deberes. El padre, que trabaja como representante, trata de regresar a casa en el momento en que llega su hija del lugar al que asiste después de la escuela, en donde se la inscribió para que haga una comida, al menos, lejos de la madre. Alguna que otra vez, el hombre se ve obligado a llegar más tarde y en esas ocasiones teme por la integridad de la hija. La asistente social telefonea de inmediato a la señora D'Andrea en presencia del marido. Le refiere con lujo de detalles lo que éste le ha contado, cuidándose de no inclinarse ni a favor ni en contra de esa versión de los hechos. Propone a ambos un primer encuentro, a realizarse algunos días después, y despide al marido. Si hubiera omitido comunicar a la señora D'Andrea lo que había sabido por el marido, de hecho habría establecido una alianza con éste y en contra de ella. De haber callado, indicaría que creía incondicionalmente en su relato y estaría empleando con la madre la cautela que se reserva para las personas a las que se considera desequilibradas o no dignas de fe. El trabajo posterior con la familia mostró que el señor D'Andrea se había casado con una muchacha que estimulaba su instinto de protección porque había roto con sus familiares. Pero él había desviado rápidamente sus atenciones y las había volcado en su hija, nacida poco después del matrimonio. Cuanto más se mostraba la celosa mujer intolerante frente a esta estrecha relación padre-hija, más se mostraba el marido solícito con la niña. Creía así compensarla de la frialdad de la mamá, frialdad que interpretaba como una consecuencia de la mala relación que ésta había tenido en la infancia con su propia madre. De tal manera el círculo vicioso se autoalimentaba hasta el maltrato: y es obvio que la demanda de ayuda a nuestro Centro constituía 4. Con respecto del error irreparable véase Selvini Palazzoli (1984). ¿SE PUEDE "CURAR" SIN DEMANDA DE AYUDA? 39 una jugada que, en vez de terminar con el juego, lo reforzaba. Sólo el riguroso cuidado que puso el asistente social en mantener una absoluta neutralidad en la fase de recepción de la denuncia evitó que también nuestra intervención se convirtiese más tarde en patógena. Gracias a este cuidado, la terapia familiar fue correctamente planteada, permitiendo una resolución simultánea del maltrato y de la depresión de la señora. Debemos decir, sin embargo, que en este grupo de casos (en los cuales el que denuncia es un pariente del que maltrata) el asistente experto advierte rápidamente la trampa que se le tiende, aunque no siempre sabe cómo evitarla. 5 Más di f íc i l es en cambio desenvolverse en un segundo grupo de casos, por otro lado mucho más infrecuentes en nuestra experiencia. Se trata de aquellos en los cuales el que maltrata se denuncia a sí mismo. Los primeros casos de este género en que intervinimos se resolvieron de un modo sustancialmente decepcionante, a pesar de que nos enfrentamos a ellos con un cierto optimismo, convencidos como estábamos de que se trataba de situaciones comparables con una terapia espontánea. Más tarde comprendimos que la autodenuncia representaba un mensaje di r ig ido a otro miembro de la fam i l i a , habitualmente el cónyuge, del t ipo: "He hecho por nuestro h i jo mu - cho más de lo que hiciste tú. Si tú, en cambio, no te decides también a hacer algo por mí, acabaré pegándole fuerte al niño, porque no pue- do más". 6 Entre estos casos, donde quien hacía la denuncia era el mismo que maltrataba, dos núcleos famil iares, en particular, presentaban un progenitor centrado en el hogar y la famil ia (el que maltrataba y pedía ayuda) y otro que eludía las obligaciones cotidianas: en un caso el marido había abandonado a su mujer y a sus dos pequeños hijos y, en el otro, la mujer se sustraía, amparándose en sus obligaciones laborales, a los requerimientos afectivos del cónyuge, que consideraba sofocantes. En ambos casos, la terapia posterior al maltrato obtuvo una cierta aproximación del cónyuge desapegado, pero en medida insuficiente 5. No entraremos aquí en la esencia de la frecuente petición por parte del denunciante de mantener el secreto acerca de su propia denuncia, remitiéndonos al más genérico problema del secreto en la terapia familiar (Selvini Palazzoli, Prata, 1981). 6. Acerca de la petición de ayuda como la última baza del juego, véase Selvini (1985, páginas 210-211). http://psicoalterno.blogspot.com/ 40 NIÑOS MALTRATADOS con respecto a los deseos del otro, y por lo tanto con resultados parciales en lo que se refiere a la actitud de este últ imo hacia los hijos. En ambos casos, el maltrato terminó, pero fue sustituido por una actitud de desatención hacia los hijos y de delegación a una institución. Hoy interpretamos la institucionalización de los hijos como un mensaje de rencor y venganza dirigido al cónyuge: "S i tú no haces nada por mí, entonces no creas que estoy dispuesto/a a sacrificarme tanto por tus hi jos". No descifrar a tiempo el verdadero significado relacional del maltrato impidió a la terapia llegar a los resultados que hubiera podido obtener. Observamos que en estos casos el progenitor que maltrataba a sus hijos sólo veía en ellos el medio de que se valía su cónyuge para mantenerlo/la prisionero/a (es decir, si no fuera por los hijos, también él/ella sería libre y podría marcharse). No los ve, entonces, como personas con quienes establecer relaciones, sino como grilletes de los cuales el otro hace uso hábilmente para encadenarlo a la "rut ina" y evadirse. Quien maltrata está entonces concentrado en su pareja y en cómo librarse de ella —ése es el juego—, en forma tan excluyeme que ve a sus hijos sólo como emisarios de los abusos de él/ella, y por eso no dignos de respeto, sicarios que merecen solamente golpes. Una lógica elemental, frecuente y trágica, de la cual la instituciona- lización final es el natural epílogo. LAS ASECHANZAS DEL CONTEXTO ESPONTANEO Aparte de este error al descifrar el comportamiento de maltrato, se observa en todos los casos descritos en el párrafo anterior un error acerca del contexto más grave, en el cual hemos incurrido durante mucho tiempo frente a las demandas espontáneas. Cuando un progenitor pide una consulta psicológica debido a las dificultades de un hijo, o formula una petición de consulta en pareja para resolver conflictos que causan sufrimientos al niño, pone en
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