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actividades fisico deportivas recreativas - Octavio Paz

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HACIA UNA MEJORA DE LA CALIDAD DE VIDA A TRAVÉS DE LA PRÁC-
TICA DE ACTIVIDADES FÍSICO-DEPORTIVO-RECREATIVAS. NUEVOS 
RETOS PARA LA ESCUELA DEL SIGLO XXI 
 
Francisco Ruiz Juan 
 
1.- Evolución social de las actividades físicas y deportivas. 
El ser humano por su propia condición existencial se encuentra insertado y 
formando parte de una sociedad y, como tal, necesita ser integrado en ella de ma-
nera progresiva utilizándose para ello diferentes aspectos y elementos, lo que po-
demos denominar proceso de socialización. La actividad físico-deportiva se ha con-
vertido en uno de los rudimentos socializadores para los sujetos de la sociedad 
actual y, a su vez, en un factor de vital importancia en ella. No cabe duda que, si 
queremos llegar a entender como se lleva a cabo este proceso globalmente, sea 
necesario recurrir a campos concretos de la ciencia que abordan específica e in-
tensamente esta problemática. En el caso que nos ocupa será la Sociología, en pri-
mer lugar, la ciencia a la que obligadamente tengamos que recurrir para poder es-
tudiar y comprender todo este proceso analizando los diversos factores que inter-
vienen en él, siendo la Sociología Deportiva aquella que más información específica 
nos reportará al respecto. 
La segunda fuente de la que debemos beber, casi necesariamente, es la An-
tropológica. Como indican Blanchard y Cheska (1986), la palabra Antropología hace 
referencia, en sentido genérico, al estudio del hombre, siendo la más amplia de las 
ciencias sociales ya que trata cualquier faceta posible e imaginable del comporta-
miento humano tanto del pasado, como del presente y del futuro. Dentro de las 
diversas áreas o partes en que se encuentra dividida la Antropología (Física, Ar-
queología, Lingüística y Cultural) tendríamos que apelar a la Antropología Cultural 
que centra su estudio en el comportamiento social o cultural humano. 
Es evidente que Antropología Cultural y Sociología son dos ciencias, que, 
aunque abarquen campos de estudios diferentes, mantienen a la vez una cierta in-
tersección y, para el caso que nos ocupa, son el sustento de este trabajo. Nuestra 
tesis versa sobre que la práctica de actividad física y deportiva es un producto de 
la sociedad en la que se desarrolla y que esta práctica va evolucionando con la pro-
pia sociedad, según los cambios que en ella se produce siendo, a su vez, un medio de 
culturización de sus miembros. Por ello, para argumentarla nos veremos forzados a 
recurrir al estudio antropológico de la actividad físico-deportiva por encontrarse 
interesado en ampliar conocimientos sobre ésta, orientándolos a una mejor utiliza-
ción y seguimiento del proceso físico-deportivo en sus aspectos recreativos, edu-
cacionales y de ocupación del tiempo de ocio. 
V O L V E R MENÚ
PRINCIPAL
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En este sentido, Ruiz Juan (2000) efectúa una breve síntesis de diferentes 
estudios sobre el origen del deporte en el que plasma dónde, cuándo y cómo apare-
cen los primeros signos de actividad física y/o deportiva utilizada por el hombre 
para ocupar su tiempo libre. Igualmente, analiza cómo se ha ido evolucionando en 
las distintas sociedades hasta llegar a nuestros días, cómo se perfila ésta en una 
sociedad de futuro, según la demanda que los ciudadanos realizan y, a la vez, cómo 
los cambios que se producen en las apetencias y prácticas van permutando a veloci-
dades de auténtico vértigo. 
Evidentemente esta no es una labor nada fácil ya que, entre otros muchos 
aspectos, una de las grandes dificultades estriba, como bien indica Olivera (1993), 
en la enorme polisemia del término debido al carácter espontáneo y universal de las 
practicas deportivas y a la enorme popularidad del vocablo entre la población que 
genera un uso y un abuso del mismo de tal forma que cualquier práctica corporal es 
de inmediato identificada como deporte. Por otro lado, nos encontramos con otro 
fuerte contratiempo como es la inexistencia de una teoría única y universalmente 
aceptada por quienes investigan sobre el origen del deporte. 
En todo este maremagno es muy importante no perder de vista el norte y 
saber en todo momento en el lugar donde nos encontramos. En primer lugar, hay 
que tener claro que en las comparaciones que se realicen entre las diversas mani-
festaciones deportivas que se han ido produciendo a lo largo de la historia (juegos 
Helénicos, competiciones bizantinas, trofeos medievales y justas, juegos de pelota 
precolombinos, actividades de ocio y recreación de la sociedad actual) no se debe 
tratar de encontrar más similitudes que las que realmente existen en este tipo de 
prácticas debido, entre otros muchos factores, a cuestiones de separación de 
tiempo entre ellas y al contexto sociocultural en el que se encontraban inmersas. 
Weule (1925), citado por Blanchard y Cheska (1986), trató el origen y desarrollo 
del deporte por etapas comparables a las que caracterizan a la cultura en general 
llegando a la conclusión de que existen grandes diferencias entre los deportes del 
hombre primitivo (resolver problemas de adaptación, supervivencia y defensa) y los 
del hombre moderno (perfeccionamiento de su cuerpo, competir y por puro gusto). 
En segundo lugar, hemos de considerar que la naturaleza del deporte en cualquier 
nivel del proceso evolutivo cultural es un producto de tres variables principales: el 
tipo de subsistema, la estructura sociopolítica, variables geográficas y ecológicas. 
De esta forma, cada momento histórico presenta un sistema de relaciones 
coherente donde cada práctica deportiva se encuentra acoplada dentro del tejido 
social a que pertenece y del cual emana un conjunto de valores, símbolos y tradicio-
nes que armonizan con la visión que tiene ese grupo del mundo que viven. “Forman 
parte activa de la cultura de cada una de dichas civilizaciones y, por tanto, resultan 
un componente decisivo en la configuración y mantenimiento de la unidad de cada 
grupo” (Olivera, 1993: 15). A la hora de abordar el origen del deporte nos encon-
tramos con dos corrientes o líneas bien definidas, y a la vez contrapuestas entre 
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ellas, que difieren tanto en cuestiones de tipo temporal como en connotaciones de 
carga social: 
!" Aquella que lo sitúa en los inicios de la civilización humana, siendo consi-
derado casi como un hecho natural que aparece con el propio hombre. El 
deporte se convierte en un fenómeno cargado de sociedad y de cultura 
que partiendo de lo más ancestral del hombre llega hasta nuestros días. 
!" Aquella otra que toma como nacimiento y evolución del deporte la era del 
progreso industrial capitalista que surge a finales del siglo XVIII en In-
glaterra. Esta corriente defiende que el deporte es un fenómeno social y 
un símbolo cultural de primera magnitud que es característico de las so-
ciedades contemporáneas urbanas e industriales. 
Con estos dos postulados queda perfectamente evidenciado que no existe 
acuerdo sobre cuándo se inició el deporte, por lo menos bajo el prisma que es con-
siderado el deporte en cada uno de los dos planteamientos anteriores. Pero sobre 
lo que no parece existir la menor duda, siendo reconocido en cierto modo por am-
bas partes, es que la actividad física, por medio de diversos tipos de juegos, es 
inherente a la propia existencia humana. 
Nuestra intención no es generar polémica ó efectuar una disertación que 
nos lleve a adoptar una posición al respecto ya que, entre otras cosas, no es el ob-
jeto de este trabajo conocer el origen concreto de deporte. Lo que realmente nos 
interesa es percibir y comprender mejor algunos aspectos que se originan en el 
transcurso del tiempo, que incurren directamente en la práctica de actividad físi-
co-deportiva, que marcan la concepción actual de determinados estilos de vida, que 
generan unas estructuras sociales que, a su vez, determinan claramente una forma 
de ser y de vivir en la sociedad actual y que inciden directamente en el propio con-
cepto de calidad de vida. Todo ello sin perder de vista el referente directobajo el 
que se producen que no es otro que los condicionantes sociales, culturales, políticos 
y económicos del momento. 
Por ello, a continuación, nos limitaremos a realizar una breve exposición de 
lo acontecido desde el siglo XVIII hasta la actualidad tratando de acentuar y des-
tacar aquellos cambios y aspectos más relevantes, desde el punto de vista social, 
que han incidido en ámbito físico-deportivo, de tal forma que nos permita analizar 
mejor la situación actual de la actividad física y del deporte, su valor, la importan-
cia que tiene en nuestra sociedad actual y hacia dónde camina ésta, en cuestiones 
de ocupación del tiempo de ocio y del tiempo libre. En definitiva, cómo se configura 
el concepto de calidad de vida en la sociedad del siglo XXI y bajo qué parámetros 
se encuentra enmarcada ésta. 
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1.1.- Renacimiento e Ilustración: el nacimiento del deporte moderno. 
Una nueva actitud ante el cuerpo surge con la llegada del Renacimiento don-
de los valores físicos adquieren una dimensión nueva y diferente. Paralelamente se 
produce en Italia un movimiento de renovación pedagógica en el que la educación 
física tiene una enorme importancia y donde destacan Vergerio, Vittorino y Mercu-
rialis. La aportación de éste último consistió en la recuperación de los elementos 
del pensamiento relativos al cuidado del cuerpo en lo referente al campo de la sa-
lud física (Pérez, 1993). Estos ideales en la educación (evidentemente de la clase 
dirigente) se prolongan hasta el Barroco y continuarán en épocas posteriores hasta 
llegar a nuestros días de una manera creciente y haciéndose extensiva a todas las 
clases sociales. Aquí podemos ya encontrar uno de los referentes que irán configu-
rando el perfil del concepto de calidad de vida en la sociedad capitalista del tercer 
milenio. 
Durante el siglo XVIII se van a generar una serie de cambios que van a inci-
dir de forma determinante en el transcurrir de la práctica de la actividad físico-
deportiva. Se produjeron una sucesión de acontecimientos producto de un clima 
social, político, económico y cultural que había madurado a lo largo de tres siglos. 
La separación entre ciencia y religión (razón y religión habían estado ligadas en 
épocas anteriores) fue clave para culminar el proyecto emancipatorio y liberador 
de la especie humana, originándose un cambio en la mentalidad de la sociedad, 
triunfando el liberalismo, produciéndose la recuperación de valores terrenales y el 
auge del nuevo concepto del valor del trabajo, del capital. Todo hace que se genere 
una época, la llamada modernidad (Olivera y Olivera, 1995). 
Se intenta, durante este siglo de la ilustración, crear un nuevo mundo racio-
nalizado donde la igualdad, libertad y solidaridad serán las señas con las que se 
identifique la nueva sociedad que está regida por ciudadanos elegidos libremente 
por sufragio universal. Dentro de estos cambios se pueden incluir también las acti-
vidades físico-deportivas. En esta época “los deportes modernos no se justificaban 
ya como entrenamientos para la guerra y se consideraban como objetivos en sí 
mismo, sanos, divertidos y socialmente constructivos” (Olivera, 1993: 20), siendo 
esto un factor muy decisivo para la consolidación del deporte en Inglaterra. Otro 
aspecto decisivo fue que los gobernantes de este siglo realizaron una transforma-
ción de manera simultánea de aspectos políticos y de tiempo libre en una misma 
dirección. 
Efectivamente, el siglo XVIII es considerado como el siglo donde se originó 
un fenómeno que ha marcado y seguirá marcando la vida de la sociedad contempo-
ránea: el deporte. Sin querer entrar ahora en la dualidad anteriormente planteada, 
sobre el origen del deporte, bien es cierto que hay que reconocer que la concepción 
del deporte moderno, tal cual es considerado en la actualidad, se forjó y tomó 
cuerpo definitivamente en este siglo. Éste es considerado como un fenómeno social 
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y un símbolo cultural de primera magnitud característico de las sociedades urbanas 
e industriales. Se ha convertido en una actividad humana tan significativa como las 
revoluciones, proletariado, sindicatos, utopías ideológicas igualitarias, ... Como ma-
nifiestan Olivera y Olivera (1995), la modernidad y el deporte están íntimamente 
unidos. 
Por otro lado, Inglaterra es el lugar donde se considera que nace el deporte 
moderno, siendo la clase burguesa la impulsora del mismo, al utilizar ésta el depor-
te como un aparato ideológico del estado burgués. Como es sabido, los diferentes 
cambios sociales que se producen durante el siglo XVIII origina que se produzca la 
nueva clase social del proletariado (que se encargará de la lucha social-sindical que 
desencadenará la obtención de una digna consideración laboral y social, al igual que 
tiempo libre), quedando para la burguesía el poder político del nuevo estado de de-
recho y el fomento del deporte. 
Los inicios del deporte contemporáneo en el siglo XIX se encuentran en las 
primeras asociaciones surgidas en la Inglaterra del siglo XVIII con una intenciona-
lidad de ocupar el tiempo libre mediante entretenimiento competitivo de forma 
estimulante y divertida, pero con un control sobre la violencia. La práctica deporti-
va formaba parte de un estilo de vida, dentro de ese contexto social, es decir, de 
un modo de sentir, pensar y vivir que ya hemos denominado como modernidad. La 
burguesía anglosajona, como consecuencia de la hegemonía económica, social y polí-
tica (aspectos que no debemos perder de vista a lo largo de esta exposición por ser 
determinantes y estar presentes en todos los cambios que se producen), impone su 
concepción del mundo y de la vida. La práctica deportiva se asocia, en sus comien-
zos, a los jóvenes burgueses, identificando el espíritu burgués a la moral del fair 
play, el juego limpio, como un ideal y no una norma escrita, propia de los gentlemen. 
Este ideal de fair play se mantuvo en la práctica deportiva y se unió al espíritu 
amateur que significaba prepararse para competir duramente por amor al deporte, 
como afán de superación, sin ningún tipo de compensación económica (García Fe-
rrando, Lagardera y Puig, 1998). 
Uno de los aspectos que contribuyó al desarrollo de la práctica deportiva 
fue la posibilidad de asociarse en clubes creados por personas interesadas (espec-
tadores o practicantes) y con un amplio ámbito jurisdiccional. El movimiento de la 
ilustración, como ya hemos indicado, sirvió para que todo lo anteriormente expues-
to se pudiera llevar a la práctica. Este movimiento, que tuvo su principal núcleo en 
Francia, sirvió para que se produjese la ruptura ideológica con los valores tradicio-
nales de la vieja Europa aristocrática heredera del feudalismo medieval al poner en 
tela de juicio todo orden ideológico y social de la época. Como indica Pérez (1993), 
un aspecto muy importante, sobre el que ejerció una importante influencia, fue el 
terreno educativo, hasta el punto de considerarse la ilustración como una especie 
de albacea testamentario tardío de aquellos aspectos que el pensamiento renacen-
tista no pudo llevar a la práctica. 
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Se produce, de esta forma, una ruptura con los esquemas educativos pre-
sentes en los colegios religiosos, reivindicándose una educación integral del niño 
planteándose la necesidad de que esté en contacto con la naturaleza y de que se 
cultiven sus cualidades físicas. El reflejo más claro de lo que estamos tratando de 
exponer lo encontramos en la obra que publica Rouseau (1762), el Emilio, donde la 
cultura del cuerpo es de una importancia capital para la formación del niño, de tal 
forma que educar el cuerpo de forma adecuada resulta imprescindible para conse-
guir un equilibrio que permita al individuo su realización personal. Estos mismos 
planteamientos fueron defendidos y expuestos en sus trabajos por Locke, Kant, 
Basedov, Pestalozzi, Blanco White, entre otros. En definitiva, diversas concepcio-
nes filosófico-históricas que tratan de recuperar la actividad deportivaa la vez 
que reivindican su inclusión en el marco escolar. 
Será en el siglo XIX donde encontremos que se presta, como nos indica Do-
mínguez (1995: 37), “una atención prioritaria a la cuestión física (...) y donde se 
desarrollen las primera teorías científicas del ejercicio físico con sus correspon-
dientes métodos de trabajo. A partir de estos momentos, el deporte y la cultura 
física inician su despegue como ciencias del saber. La competición, las actividades 
atléticas o la gimnasia serán objeto de rigurosos estudios que, recogiendo gran 
parte de la tradición anterior, se implantarán en el tejido social de las diferentes 
comunidades.” 
En definitiva, éste ha sido un periodo muy importante para la sociedad ac-
tual en la que nos encontramos y para el futuro de la sociedad venidera por la inci-
dencia de los hechos acaecidos en él. Por un lado, marca el inicio de la modernidad y 
de la sociedad industrializada y, por otro, el nacimiento del deporte y el inicio de la 
consolidación de la educación física en los centros educativos. Estos aspectos de-
terminaran, como trataremos de ver a continuación, un estilo de vida y de sociedad 
muy concreto, la sociedad del ocio del siglo XXI, donde la mejora de la calidad de 
vida será uno de sus referentes prioritarios. 
1.2.- La sociedad industrializada del siglo XIX: comienzo del movimien-
to olímpico. 
El siglo XIX va a estar marcado, en el terreno de lo corporal, por la educa-
ción física, como consecuencia de la incorporación del nuevo mundo de valores, 
ideologías y formas de vida emanadas de la ilustración. Igualmente, se va a produ-
cir la estabilización e institucionalización del deporte, como consecuencia de la ex-
pansión económica de la sociedad industrializada, siendo las actividades físico-
deportivas de la época un elemento más de la cadena del mercado ajustado a la ley 
de la oferta y la demanda. Y, por último, por la celebración de los primeros Juegos 
Olímpicos de la época moderna, que serán el acontecimiento socio-histórico por 
excelencia de nuestra era, y que marcarán todo un hito en la historia del deporte 
contemporáneo. Veamos a continuación alguno de estos aspectos. 
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Uno de los componentes, como indica Pérez (1993), que nos dejó a su paso el 
siglo ilustrado fue el sentido de nacionalismo y la dimensión especial que llegan a 
tener los individuos dentro de la nación, de ahí la importancia que adquieren las 
escuelas, y también las de educación física. Surgen las llamadas escuelas nacionales 
gimnásticas, que son uno de los principales legados del siglo XIX, configurándose 
los movimientos gimnásticos procedentes de la tradición médica, pedagógica y mili-
tar, como las tres grandes ramas troncales de toda la evolución posterior. En Euro-
pa surgen dos tendencias que se encuentran perfectamente diferenciadas. Por un 
lado, la gimnasia como actividad higiénica por su incidencia positiva en la salud indi-
vidual y colectiva, teniendo como máximo exponente a Alemania, al margen de 
otras. Por otro, la anglosajona donde prima la competición y el deporte que están 
fuertemente arraigados en su cultura como hemos descrito anteriormente. 
El deporte, nacido en la sociedad anglosajona, supera las limitaciones que le 
impone este tipo de sociedad de una manera rápida y fugaz logrando la emancipa-
ción de sus orígenes socioculturales (burguesía/aristocracia y popular) conquistan-
do otros espacios sociales. Llega incluso a escapar de las ideologías dominadoras 
vigentes ofreciendo una fuerte resistencia a ser doblegado, a pesar de haberse 
encontrado expuesto, en multitud de ocasiones, al servicio de los intereses políti-
cos de unos y otros. El deporte llega a vencer a todos cuantos se han cruzado en su 
camino y a cuantas teorías que se oponían a él hasta llegar, con el paso del tiempo, 
a ocupar un papel preponderante en el marco social actual. 
El barón de Coubertin entendía, al igual que otros ideólogos de la época, que 
para que el deporte alcanzara su verdadera dimensión debía estar insertado en la 
cultura popular de las naciones para que posteriormente pudiera irradiar al exte-
rior. Su batalla a favor del deporte no fue nada fácil encontrándose con innumera-
bles obstáculos e incomprensiones producto del inmovilismo tradicional existente 
en esos momentos. 
A finales del siglo XIX se produce un enorme auge de la práctica deportiva 
coincidiendo con el desarrollo industrial. El carácter internacional que adquiere se 
origina como consecuencia de las posibilidades que ofrece como espectáculo y como 
medio de relación social, entre otras cuestiones. “El interés suscitado por las dife-
rentes manifestaciones deportivas hace que el deporte se convierta en un fenóme-
no social de masas. Las facilidades para viajar, tanto personas como noticias, posi-
bilitan la difusión continental e intercontinental de las diferentes modalidades de-
portivas” (Domínguez, 1995: 40). 
Fue madurando la idea de unificar el deporte de todo el mundo por medio de 
un certamen que pudiera incluir la participación de todas las naciones del mundo, 
unos Juegos Olímpicos de ámbito universal, bajo unos principios filosófico-morales, 
con carácter educativo y no profesional. Para ello, en 1894, se creó el primer Comi-
té Olímpico Internacional que estaba encargado de la gestión y organización de los 
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primeros Juegos Olímpicos de la época moderna que se celebraron en Atenas, en 
1896. Este evento fue un auténtico éxito sin precedentes lo que originó una conti-
nuación y un ascenso imparable hasta la fecha, siendo el acontecimiento socio-
histórico por excelencia de nuestra era. 
En las primeras décadas del siglo XX, según García Ferrando, Lagardera y 
Puig (1998), la práctica deportiva se había consolidado institucionalmente en Euro-
pa y en América (competiciones y federaciones). Consiguió adentrarse en el tejido 
social formando actitudes, hábitos y una determinada moralidad que han acercado 
a grandes masas de población a los ideales que antes fueron de la burguesía, pero 
que hoy podemos afirmar son populares. El deporte es una práctica social, una acti-
vidad cada vez más generalizada entre amplios segmentos de población y en casi 
todas las sociedades de finales del siglo XX. Podemos afirmar, con total rotundi-
dad, que los acontecimientos que se produjeron durante la segunda mitad del siglo 
XIX y principios del siglo XX han marcado las pautas del hecho deportivo contem-
poráneo, que engloba un amplio repertorio de símbolos, valores, normas y compor-
tamientos que lo identifican y lo hacen peculiar, como veremos más adelante. Por 
otro lado, se ha configurado como un elemento que incurre directamente en un de-
terminado estilo de vida y que, a su vez, incide de manera determinante en el con-
cepto de calidad de vida de la sociedades avanzadas del siglo XXI. 
1.3. La actividad físico-deportiva en los albores del siglo XXI. 
Recientemente acabamos de comenzar un nuevo milenio. Dos mil años hemos 
dejado atrás desde que el nacimiento de Cristo marcara el inicio de una época, la 
cristiana, y todos los cambios sociales, económicos, políticos y religiosos que en ella 
y con ella han ido acaeciendo. Más atrás queda, por ejemplo, la aparición de la es-
critura y del hombre como tal sobre la faz de la tierra. A lo largo de todo este 
tiempo hemos podido evidenciar como se han producido cambios significativos de 
toda índole, relativamente rápidos, que han ido afectando a la propia sociedad en la 
que se han originado y la incidencia en las etapas o periodos posteriores. 
La propia naturaleza humana hace que el hombre sea un ser que vive (y ne-
cesita vivir en una colectividad) en compañía de sus iguales, configurando un siste-
ma de relaciones, ciertamente complejo, que podemos denominar sociedad. Es el 
ser humano, como miembro de esa sociedad, el que, en esa relación, genera unas 
normas, reglas,... en función de sus apetencias, gustos y necesidades, elaborando su 
propio organigrama y entramado social que termina posibilitandoy facilitando su 
existencia y que, a su vez, sirve para que la sociedad y el propio ser humano evolu-
cione. En definitiva, es quien marca los referentes sociales en cada momento, así 
como los propios estilos de vida, según las distintas cosmovisiones y realidades so-
ciales existentes. Munné (1979: 211) concibe la sociedad como “un agrupamiento 
complejo y organizado, que posee un fin general, de carácter constante, consisten-
te en posibilitar la vida social compartida por un conjunto de personas”. 
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Es evidente que esta sociedad está siendo creada, a su gusto, por el hombre 
(aunque muchas veces nos encontramos con aspectos y situaciones no buscados) 
intentando, como ya hemos comentado con anterioridad, una mejora de su calidad 
de vida. La irrupción de los Juegos Olímpicos ha provocado, durante el último siglo 
del segundo milenio, un enorme cambio en cuanto a la concepción del desarrollo del 
fenómeno deportivo. Paralelamente, se ha producido, sobre todo en los últimos 
veinticinco años, un gran desarrollo económico a nivel mundial que ha tenido, como 
no, una importante incidencia en el mundo deportivo y de la actividad física. Pues 
bien, nos encontramos al inicio del siglo XXI, inmersos en una sociedad capitalista, 
donde impera la economía de mercado, donde los avances tecnológicos se producen 
a velocidades vertiginosas y donde las actividades físico-deportivas están ocupan-
do un espacio social que tan sólo está siendo superado, de momento, por la música. 
De igual manera, la transformación de la estructura tradicional del sistema 
deportivo así como la adquisición de dimensiones culturales, sociales y de mercado 
cada vez más complejas y diferenciadas (Cagigal, 1971; Puig y Martínez del Castillo, 
1985; Martínez del Castillo, 1985 y 1986; Barbero, 1989; Puig, 1989 y 1996; Lagar-
dera, 1992; Puig y Heinemann, 1992; Blanco, 1996; García Blanco, 1997; entre 
otros), están dando lugar a cambios continuos en dicho sistema, con la aparición 
constante de nuevos agentes sociales, nuevas modalidades físicas, deportivas y 
recreativas, así como formas de práctica totalmente novedosas y en continua evo-
lución. Ante esta situación, el esfuerzo y las inversiones realizadas en las últimas 
décadas por las administraciones democráticas (Andrés y Delgado, 1995) ha cu-
bierto cuantitativamente una parte importante de las necesidades generales de la 
población en materia deportiva (dotación de infraestructura y de recursos huma-
nos, difusión y promoción de ciertas actividades físico-deportivas, etc). 
No obstante hay que reconocer, por un lado, que han prevalecido criterios, 
en muchos casos, arbitrarios e indiscriminados, guiados por intereses políticos y 
económicos sectoriales, así como la falta de coordinación y planificación de las di-
ferentes administraciones. Por otro lado, la existencia de grupos de población que 
han quedado marginados bien por su ubicación geográfica, bien por el diferente 
tratamiento o difusión de las modalidades físico-recreativas y deportivas, o bien 
por la falta de ofertas específicas que se adapten a las características, necesida-
des e intereses particulares de cada sector de población. 
El profundo dinamismo que caracteriza a las prácticas físico-deportivas y la 
creciente importancia de éstas en la mejora de la calidad de vida de las personas 
que conforman la sociedad actual son el origen de la concienciación, cada vez ma-
yor, de las administraciones públicas por conocer la realidad y adaptar sus ofertas 
a las demandas de los ciudadanos. 
Las tendencias de ocupación del tiempo libre con respecto a las actividades 
físico-deportivas, muestran, por un lado, un incremento de práctica activa y, por 
otro, un elevado consumo pasivo a través de los medios de comunicación. Estos, 
utilizando el engranaje social que se genera entorno al deporte, provocan, cada vez 
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más, la realización de eventos deportivos que implican a grandes sectores de po-
blación sin, muchas veces, analizar las complejas incidencias sociales que se origi-
nan en ellos. Precisamente, si estamos defendiendo un estado de bienestar social, 
debemos tratar de controlar todas aquellas variables reales que inciden en él. Para 
que un gran evento deportivo se pueda llevar a cabo, es necesario contar con un 
complejo entramado organizativo (y sobre todo económico) donde cuestiones de 
tipo político, entre otras, tienen un papel relevante y vital. 
Todo esto hace que la celebración de determinados eventos deportivos, que 
para la mayoría de los ciudadanos territorialmente implicados no tiene mucho sen-
tido, generen importantes y conflictivos procesos en que los distintos agentes so-
ciales que representan a esta sociedad se ven inmersos en controversias de poder 
político, económico, cultural, social, deportivo,... Los grandes eventos deportivos 
(Juegos Olímpicos, campeonatos mundiales, continentales, vueltas ciclistas, torneos 
gran sland,...) generan en la sociedad, en la que se desarrollan, innumerables cam-
bios (en todos los ámbitos) que inciden, directa o indirectamente, en el estilo de 
vida propio de esa sociedad. Este nuevo bienestar social, el de la actividad físico-
deportiva, de un entramado social sumamente complejo, hay que analizarlo con ma-
yor detenimiento, algo más profundamente, tratando de ver la incidencia y relación 
que guarda con algunos aspectos constitutivos de nuestra sociedad actual sobre 
todo desde el punto de vista que nos ocupa en estos momentos, la calidad de vida. 
Antes de entrar en ello, creemos conveniente abordar un último aspecto 
bastante relevante y significativo. En las últimas décadas estamos asistiendo a una 
nueva etapa en la historia del hombre, lo que se le conoce con el nombre de crisis 
de la modernidad, y que está siendo denominada como la posmodernidad. Esta crisis 
de la sociedad industrial conlleva el advenimiento de la sociedad postindustrial 
donde los valores más genuinos de la modernidad, como el deporte, necesitan de 
una transformación y adaptación a los nuevos tiempos que corren. Estamos ante 
una sociedad de servicios donde las nuevas tecnologías han transformado el mundo 
laboral quedando el de la producción desplazado por el del consumo. Las actuales 
sociedades desarrolladas se mueven en torno al culto al consumo, al tiempo libre y 
al placer. El ocio es la gran realidad social de esta era y, a la vez, el gran problema 
pues en él convergen dos tendencias irreversibles que se retroalimentan: el des-
empleo y el incremento incesante de las clases pasivas (Olivera y Olivera, 1995). 
Según Lipovetsky (1986, citado por Acuña, 1994), nuestra sociedad, en la 
actualidad, no posee un carácter uniforme ya que se encuentra dividida en tres 
órdenes bien diferentes: 
1. El tecno-económico o estructura social, el cual se encuentra regido por 
la racionalidad funcional, es decir, la eficacia, los méritos, la utilidad y la 
productividad. Proporciona a la sociedad unas condiciones materiales pa-
ra hacer del entorno un medio habitable. 
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2. El orden político y la justicia social, que se encuentra regido por la igual-
dad ante la ley, igualdad de medios, de resultados, sufragio universal,... 
Consigue que las relaciones entre los miembros de una comunidad sean 
pacíficas y aceptadas por la mayoría de ellos. 
3. El orden cultural que se encuentra regido por el comportamiento placen-
tero: el hedonismo. Debe crear una unidad de conocimientos y valores, 
válidos y comprensibles para el hombre, que le suponen una unidad vital, 
un apoyo moral y un arraigo personal en su andadura por la vida. 
De esta forma, la vivencia de lo corporal forma parte del proceso de ajuste 
cultural encardinado entre el mundo material y el sistema social. Cada sociedad 
tiene su propia cultura corporal basándose en parámetros ideológicos, tecno-
económicos, sociales y culturales. Según manifiestan Olivera y Olivera (1995), la 
idea de cuerpo, su tratamiento, usos, hábitos, costumbres, movimientos que susci-
ta, prácticas corporalesy actividades físicas recreativas que aparecen en los dis-
tintos periodos, están circunscritos en la mentalidad de cada época. 
2.- Incidencia de las actividades físicas y deportivas en la calidad de 
vida de un grupo social. 
A lo largo de la breve reseña histórica realizada anteriormente hemos podi-
do comprobar como, en cada uno los periodos analizados, la actividad física y de-
portiva ha jugado su papel y ha tenido su propio protagonismo en la sociedad en la 
que se circunscribía. Igualmente sucede en la actualidad, cuando nos encontramos 
comenzando un nuevo milenio. La vinculación existente entre actividad físico-
deportiva y calidad de vida, en determinadas sociedades como las más desarrolla-
das, va tomando cada vez más fuerza y cuerpo. Se está convirtiendo en el centro 
de un discurso (aunque sin estar libre de intencionalidades que van más allá de la 
pura promoción y divulgación de la práctica de actividad física y deportiva entre la 
mayor parte posible de ciudadanos) que está generando un sin fin de estados de 
opinión y de cambios sociales, sobre todo desde el punto de vista de la concepción, 
consideración e importancia de ésta. Pero, antes de entrar en materia con una ma-
yor profundidad, es necesario hacer un breve alto en el camino que nos sirva para 
aclarar un concepto, como el de calidad de vida, que se encuentra rebosante de 
eufemismos. 
El concepto de calidad de vida no deja de ser una noción envuelta de un 
enorme subjetivismo ya que no es algo que dependa de referentes claros y conci-
sos, que nos permita numerar y cuantificar su grado de cumplimiento o de ausencia, 
para determinar, en mayor o menor medida, si un grupo social posee un tanto por 
ciento de calidad de vida o si ésta es alta o baja. Esta situación, que ya de por sí 
llega a ser muy peliaguda cuando es analizada en el propio seno de una sociedad 
concreta y bien delimitada, se puede llegar a complicar mucho más si se pretende 
- 12 - 
establecer, conceptualizar, universalizar y hacer extensible, a toda la humanidad, 
un término como éste. 
En la mayoría de casos donde son investigados, analizados o estudiados as-
pectos con una carga social importante, como el caso que nos ocupa, es básico par-
tir del contexto social donde se desarrollan éstos. De ahí que, si buscásemos esta-
blecer un concepto universal de calidad vida, estaríamos cometiendo un grave error 
ya que encontraríamos un sin fin de problemas que nos harían desistir de nuestro 
empeño por la complejidad que esto conlleva. Es prácticamente imposible encon-
trar, tener presentes, barajar y aglutinar todos los referentes que puedan ser 
extrapolables a los diversos contextos sociales del planeta. Solamente, haciendo un 
esfuerzo bastante grande, se podría llegar a establecer un marco general de este 
concepto que, a buen seguro, no diferiría de tener satisfechas determinadas nece-
sidades básicas como alimentación, vivienda, trabajo, paz, sanidad, ... 
Si preguntásemos por su concepto de calidad de vida a uno de esos millones 
de niños negros africanos que vemos a diario, en los distintos medios de informa-
ción, completamente desnutridos y casi moribundos, seguramente su respuesta iría 
encaminada a pedir un poco de alimento con el que poder paliar su hambre y algunos 
medicamentos para poder curar sus enfermedades. Si esta misma pregunta la rea-
lizáramos a niños de países árabes y/o musulmanes sus respuestas versarán sobre 
la religión, la ausencia de paz,... 
La erradicación de la explotación infantil para conseguir mano de obra bara-
ta sería una de las preocupaciones en países asiáticos. La inestabilidad que se vive 
en los órdenes políticos, económicos, ideológicos y sociales, que se materializan en 
falta de trabajo, de paz y, en algunos de ellos, de libertad hacen de éstos los pro-
blemas acuciantes de los países centro y sudamericanos. Tras la disgregación geo-
gráfica sufrida en los países de la Europa del este, la paz y la estabilidad política y 
económica, son las principales preocupaciones, mientras que el paro y el terrorismo 
lo son para los ciudadanos españoles. 
Pues bien, toda esta situación planteada anteriormente nos puede servir, 
aunque somera y rápidamente, para llegar a entender el alto grado de pluralidad 
que posee el término calidad de vida y la dependencia tan grande que tiene del en-
torno social. Incluso en un mismo sistema social concreto, cerrado, establecido, 
como es el caso de nuestra propia sociedad, este concepto no es el mismo, ni tiene 
el mismo significado para todas las personas que la componen. Aunque el referente 
general sea el mismo para todos, existen un sin fin de variables que lo convierte en 
algo que depende de la propia microsociedad del individuo. Veamos un ejemplo de 
esto partiendo de una macrosociedad como es la Comunidad Económica Europea. 
En el contexto de la sociedad generada en torno a la CEE, encontramos al-
gunas diferencias entre los distintos países que la componen, que llegan a ser rele-
- 13 - 
vantes y significativas, bien sea por razones históricas o incluso climáticas, como 
sucede, por ejemplo, entre las sociedades nórdicas y las mediterráneas. Estre-
chando un poco más el círculo, hasta dejarlo reducido a un solo país, podemos com-
probar como incluso esa misma sociedad no es del todo homogénea. 
Si le plateamos esta cuestión a una mujer nos dará una respuesta que, a 
buen seguro, diferirá, en algunos aspectos, de la de un hombre por razones mera-
mente de género (no discriminación, igualdad de oportunidades, violencia domésti-
ca,...). Si se lo preguntamos a un niño minusválido seguramente para él los indicado-
res de calidad de vida no son los mismos que para un niño que salta a diario y juega 
con sus compañeros de clase en el patio del colegio. Si se lo planteamos a un niño de 
raza gitana que habita en las chabolas de una gran ciudad como Madrid o Barcelona 
sus ideales de calidad de vida no serán los mismos que para el hijo de un alto ejecu-
tivo que posee un edificio de oficinas en el centro de la ciudad y que vive también a 
las afueras, pero en una lujosa urbanización en un chalet de varios miles de metros 
cuadrados con vigilantes privados. Mientras el primero ocupa su tiempo en deambu-
lar y jugar por lugares sucios y mugrientos, el segundo asiste a clases de equita-
ción, natación, tenis, inglés, conservatorio, ... 
En definitiva, a medida que incrementamos el núcleo poblacional al que hacer 
extensivo un concepto de calidad de vida concreto, los problemas encontrados se-
rán mayores. Ha quedado patente que el concepto de calidad de vida es algo total-
mente subjetivo, que cada uno de nosotros tiene su propia concepción de calidad de 
vida según sus propios referentes sociales. A lo largo de la historia, como hemos 
podido apreciar en la breve exposición realizada al comienzo de este capítulo, el 
concepto de calidad de vida ha ido evolucionando y sufriendo diferentes transfor-
maciones. Por otro lado, nunca ha sido algo genérico y extensible para toda la so-
ciedad, precisamente las diferentes clases sociales existentes, en determinados 
momentos históricos, han provocado distintos niveles de calidad de vida, es decir, 
un concepto válido y específico del grupo y de la clase social de pertenencia y/o 
referencia. Por lo tanto, estaríamos ante un concepto abierto y en continua evolu-
ción, cargado de una gran relatividad y subjetividad. 
Pues bien, en base a todo ello, creemos conveniente dejar claro que a partir 
de estos momentos, a no ser que se indique lo contrario, vamos a utilizar como con-
texto de nuestra exposición el de una sociedad desarrollada y avanzada como lo es 
la sociedad europea de la CEE donde se encuentra insertado nuestro país. Aquí tra-
taremos de contextualizar el término y el significado de calidad de vida, o por lo 
menos como es entendido en estos momentos, tratando de no perder de vista las 
cuestiones esgrimidas anteriormente. 
2.1.- Desarrollo económico y calidad de vida. 
- 14 - 
Martínez del Castillo, citandoa Koml (1998), manifiesta que el término cali-
dad de vida se acuñó, en el contexto social y político del llamado Estado del Bienes-
tar, en la sociedades industriales occidentales de principios de los años sesenta 
hasta la crisis del petróleo de 1973. Desde entonces ha registrado una gran varie-
dad de significados e interpretaciones que van desde los conceptos planteados pa-
ra comparar parámetros de salud o bienestar humano y social, hasta el más amplio 
uso del término como eslogan político. Esta polisemia que se ha ido generando llega 
a plasmarse a través de otros términos a los que se ha ido asociando: salud, bienes-
tar, estilos de vida, condiciones de vida, nivel de vida, grado de satisfacción de 
necesidades, grado de desarrollo socioeconómico,... 
Precisamente fue en esta década cuando comenzó a irrumpir con más fuerza 
este concepto incidiendo en ello, según Generelo (1998), la ruptura que se produce 
en la creencia de que la relación entre desarrollo, crecimiento económico y bienes-
tar es una relación en cadena. Es decir, como pudimos comprobar a partir de esta 
fecha, no siempre un paulatino crecimiento económico lleva consigo una mejora y un 
incremento del bienestar social. Tal es el caso que la situación llega, por momentos, 
a invertirse hasta el extremo que a mayor nivel de vida hallamos una peor calidad 
de vida. En definitiva, un mayor nivel de vida no significa tener una mejor calidad 
de vida. 
El concepto de nivel de vida esgrimido por González (1998: 485-486), viene 
a corroborar este planteamiento ya que lo entiende como “el resultado de un cúmu-
lo de bienes materiales que potencialmente nos pueden otorgar un cierto confort, 
aunque en la práctica, muchas veces, no disfrutemos de los bienes adquiridos con 
tanto esfuerzo, por que no tenemos tiempo, ya que lo seguimos hipotecando en au-
mentar ese cúmulo de bienes. Si realmente reservásemos un tiempo libre para po-
der disfrutar de ese Nivel de Vida y dedicarnos a nuestra realización personal, 
estaríamos ya adentrándonos en el ámbito de la Calidad de Vida”. 
Uno de los grandes costos, e inconvenientes del desarrollo económico, puede 
estar en la pérdida de determinados parámetros que fundamentan precisamente la 
calidad de vida en una sociedad como la nuestra. La búsqueda de cantidad lleva im-
plícito, en la mayoría de los casos, una pérdida de la calidad. Un sistema social capi-
talista como el nuestro es muy dado a empujar hacia la cantidad impidiéndonos, en 
muchos casos, disfrutar de la calidad. La lucha diaria en la que nos vemos inmersos, 
por conseguir tener cada vez más cosas tangibles e inmediatas (objetos, dinero,...), 
hace que obviemos otros aspectos ligados más a la calidad como, por ejemplo, dis-
poner de un tiempo libre para poder disfrutar de él de forma que repercuta en 
nuestro propio bienestar personal elevando nuestra calidad de vida realizando acti-
vidad físico-deportiva. 
Aunque todo esto es ciertamente relativo. Para unas personas lo más impor-
tante es tener mucho dinero, por entender que el dinero genera a su vez una serie 
- 15 - 
de situaciones placenteras y no escatima nada de su tiempo para conseguirlo. Mien-
tras que otras personas entienden que el dinero es algo importante en esta socie-
dad capitalista pero no lo son menos otros aspectos que están totalmente relacio-
nados con el propio individuo como es su salud, tanto física como mental, de ahí que 
reserven un espacio de su tiempo para ellos mismos, para su ocio y su diversión, y lo 
utilicen, por ejemplo, realizando práctica de actividad físico-deportiva. 
Bien es cierto que este concepto está cambiando poco a poco con el paso del 
tiempo hasta el punto de haber superado esa visión reduccionista de que el bienes-
tar social se produce como una consecuencia del incremento del consumo humano y 
de la felicidad que esto proporciona a las personas. Estamos ante un nuevo concep-
to de calidad de vida hacia el que está tratando de evolucionar la sociedad actual y 
en el que las referencias no son ya cuestiones puramente económicas. Con él se 
ponen en tela de juicio que los indicadores de tipo cuantitativo sean los únicos váli-
dos para determinar el grado de bienestar de un grupo social determinado siendo 
necesario acudir a otros indicadores de tipo cualitativo para ello. 
2.2.- ¿Qué entendemos por calidad de vida?. 
Puig (1998) indica que, desde el punto de vista sociológico, el bienestar es 
un término que varía de unas sociedades a otras. De esta forma, según el grado de 
desarrollo que posea la sociedad en cuestión, el bienestar social puede consistir, en 
algunos casos, en tener vivienda y alimentación asegurada, mientras que, en otros, 
se considera que para hablar de bienestar, al margen de que las personas tengan 
satisfechas las necesidades básicas, es necesario que puedan dar curso a sus ambi-
ciones individuales, a cultivar el espíritu, a desarrollar aficiones, etc 
Una concepción de calidad de vida, basada en cuestiones de satisfacción de 
necesidades, la podemos encontrar en Setién (1993: 26), citada por Generelo 
(1998), quién la define como “el grado en que se satisfacen las necesidades huma-
nas. En los ámbitos geográficos y en las áreas concretas donde las necesidades 
queden más satisfechas, la Calidad de Vida será mejor; tal sociedad o tales áreas 
estarán más desarrolladas. En el caso contrario, la sociedad o el aspecto concreto 
estará menos desarrollado y la Calidad de Vida será peor”. 
El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el término 
calidad como la “propiedad o conjunto de propiedades inherentes a una cosa, que 
permiten apreciarla como igual, mejor o peor que las restantes de su especie”. Si 
entendemos este término como algo tangible lo podemos apreciar como algo total-
mente objetivo ya que se puede comparar con las cualidades de otro para determi-
nar su cierto grado de excelencia. Pero bajo la acepción que aquí estamos plan-
teando no lo podemos tomar así puesto que la calidad de vida es algo intangible. 
Nosotros entendemos la calidad de vida como el conjunto de propiedades o cuali-
dades inherentes en sí a la vida social de un grupo de individuos que la distingue 
- 16 - 
como mejor que otras formas de vida existentes en ésta o en otras sociedades. Es 
decir, un término cargado de una gran subjetividad y dependiendo en gran medida 
del contexto social al que lo estemos refiriendo, como ya hemos tratado de argu-
mentar con anterioridad. 
En base a estas dos definiciones es necesario conocer cuales son estas ca-
racterísticas, propiedades o cualidades así como las necesidades humanas a las que 
nos estamos refiriendo. Setién (1993: 129-130), siguiendo la teoría de Maslow, las 
diferencia en dos grandes bloques: las necesidades básicas y las necesidades de 
autorrealización o metanecesidades. 
!" Necesidades básicas: 
#"Fisiológicas: hambre, sed, sueño,... 
#"De seguridad: deseos de estabilidad, orden, de un mundo organizado y 
pronosticable, con ausencia de amenazas y peligros. 
#"De pertenencia y amor: necesidad de sentirse aceptados e integrados. 
La falta de atención de esta necesidad provoca inadaptación social. 
#"De estima: aceptación de uno mismo, la autoestima, y la aceptación o es-
tima de los demás contribuyen a dar estabilidad a la propia personalidad. 
!" Necesidades de autorrealización o metanecesidades (para poder hablar de este 
tipo de necesidades es necesario que la básicas estén relativamente cubiertas 
al menos). Estas se ponen de manifiesto en las aspiraciones trascendentes, vida 
espiritual, el deseo de verdad, belleza, justicia, bondad, simplicidad, mejora-
miento, serenidad, perfección, paz, autosuficiencia, autenticidad, en deseos de 
conocer, comprender, analizar y explicar. 
Con respecto a esta teoría de Maslow, Generelo (1998) hace un inciso para 
manifestar que es necesario destacar algunas características referentes a estas 
necesidades humanas: 
!" Las necesidades y su satisfacción se ven influidas por las condicionesexterio-
res: cultura y socialización. Igualmente, por condicionantes internos: idiosincra-
sia del individuo. 
!" Las necesidades humanas nunca se agotan, jamás se satisfacen completamente 
ya que los seres humanos siempre permanecen en un estado de carencia relati-
va. Es decir, siempre hay necesidades que cubrir, de ahí la búsqueda continua 
de la mejora. 
- 17 - 
!" Las necesidades son universales, aunque con manifestaciones culturales especí-
ficas. Es decir, las necesidades son las mismas mientras que la satisfacción es 
específica y podrá ser diferente dependiendo del modelo cultural. 
!" “... se debe entender como algo próximo, cercano, que situaremos en el terreno 
de lo cotidiano. La Calidad de Vida no es algo etéreo, que hace solamente refe-
rencia a logros alcanzables a largo plazo. La Calidad de Vida hemos dicho que es 
un concepto dinámico cambiante que exige de la persona capacidad de adapta-
ción. La identificamos, en buena medida, con la capacidad de encontrar disfrute 
y equilibrio en las diferentes situaciones de vida en las que nos desenvolvemos.” 
(Generelo, 1998: 314) 
2.3.- Actividad físico-deportiva como indicador de calidad de vida. 
En las sociedades desarrolladas, con un elevado grado de complejidad y con 
un alto nivel de bienestar, satisfechas gran parte de las necesidades primarias 
básicas planteadas anteriormente, se genera la necesidad de satisfacer otro tipo 
de necesidades. Por otro lado, en las sociedades llamadas postindustriales se está 
produciendo un cambio social y cultural importante donde, según Buñuel (1995: 
337), “se observa un auge de nuevos valores, tales como: una libertad sin restric-
ciones, reforzamiento del yo individual y rechazo de la disciplina; en general, una 
mayor preocupación por la calidad de vida frente a preocupaciones, fundamental-
mente económicas, de las sociedades industrializadas” 
En este sentido, Lagardera (1995) manifiesta que las sociedades complejas 
avanzadas dirigen sus progresos hacia la satisfacción de necesidades de otro or-
den, denominadas necesidades terciarias, fundamentalmente plasmadas en los ser-
vicios sociales como comunicación, sanidad o educación. Ahora bien, a medida que 
estos servicios sociales tienden a generalizarse a toda la sociedad va surgiendo, en 
los individuos que la componen, el deseo de satisfacer necesidades que no sean es-
trictamente materiales. De esta forma, en este tipo de sociedades, la calidad de 
vida supone, además de los aspectos puramente materiales, disponer de tiempo 
para poder cultivar intereses personales, tener la posibilidad de gozar de vacacio-
nes, de realizar viajes, de disfrutar del medio natural y de tener un acceso seguro 
a la práctica de actividad físico-deportiva. 
Así pues, el acceso al deporte, tanto en la práctica como a su consumo en 
forma de espectáculo, se interpreta como un indicador que atestigua la calidad de 
vida de un determinado grupo humano. Puig (1998: 20) manifiesta que “no hay duda 
de que al hablar de calidad de vida, deporte y sociedad estamos en el caso de so-
ciedades avanzadas -como la nuestra- en las cuales nadie pone en duda que el de-
porte sea un componente más de los que contribuyen al bienestar colectivo, a la 
calidad de vida en definitiva”. 
- 18 - 
El concepto de calidad de vida que defiende González (1998) está basado en 
un modelo factorial compuesto por tres elementos: trabajo, ocio y salud. Pero es-
tos factores no actúan de forma aislada sino que interactúan entre ellos de tal 
forma que según la cantidad y calidad de cada uno de ellos así ejercerá influencia 
sobre los demás. Por lo que respecta al ocio, indica que el ocio físico-deportivo 
puede llegar a contribuir a la prevención de desajustes y a restablecer el equilibrio 
perdido. Igualmente, el ocio mediante la actividad física, además de contribuir a 
mejorar la salud, se configura como un elemento importantísimo a la hora de pro-
mover la calidad de vida de la personas en las sociedades desarrolladas. 
En este sentido, podríamos manifestar, sin temor a equivocarnos, que la 
práctica deportiva tal y como está siendo entendida en la actualidad es una necesi-
dad que ha sido creada por la propia sociedad desarrollada como una forma de ocu-
par el tiempo libre disponible que genera, a su vez, un sin fin de beneficios para los 
ciudadanos que lo practican. 
Las distintas investigaciones que se han realizado en los últimos veinticinco 
años ponen de manifiesto que la población cada vez consume más deporte durante 
su tiempo libre ya sea en la faceta de práctica como en la de espectáculo que se 
genera. Veamos algunos ejemplos de ello. 
2.3.1.- Disponibilidad y ocupación del tiempo libre de la juventud espa-
ñola. 
Los datos arrojados por la investigación realizada por Ruiz Juan (2000), so-
bre el alumnado almeriense de Enseñanza Secundaria Postobligatoria y del alumna-
do de la Universidad de Almería, indican que, en los días, laborables disponen de 
poco tiempo libre (dos o menos horas diarias), los fines de semana tienen suficien-
te tiempo libre (de tres a seis horas diarias) y en las épocas vacacionales poseen 
mucho tiempo libre (más de siete horas diarias). Estos resultados parecen confir-
mar la tendencia generalizada de incremento de tiempo libre y sobre todo la men-
talidad de aprovechamiento y disfrute de éste. 
Esta misma situación se puede observar en estudios similares, como en el 
caso del realizado por Ispizua (1993), en el que se observa como llega a duplicarse 
el tiempo libre disponible por los jóvenes los días de asueto con respecto a los la-
borables. Algo similar aporta al respecto la investigación llevada a cabo por López, 
Casado, Montoya y Martínez (1991) con jóvenes andaluces cuando manifiestan que 
estos disponen de tiempo suficiente, por lo menos tres días en semana, para reali-
zar actividades de ocio durante su tiempo libre. 
La distribución temporal, cuantitativamente hablando, para los diferentes 
periodos temporales planteados (días laborables, fines de semana y periodos vaca-
cionales) en el citado estudio de Ruiz Juan (2000), presenta características tan 
definidas (delimitación de obligaciones, necesidades y relaciones sociales conve-
- 19 - 
nientes, ineludibles o deseables) que existe una clara tendencia a realizar un tipo 
de actividades determinado para cada uno de ellos. Según la cantidad de tiempo 
libre disponible, se observa que la ocupación mayoritaria que hacen de éste los días 
laborables –cuando es menor la disponibilidad de tiempo libre expresada- es me-
diante actividades de ocio pasivo, durante los fines de semana lo que más realizan 
son actividades de relación social y diversión, y en periodos vacacionales –cuando 
mayoritariamente afirman disponer de bastante o mucho tiempo libre- suelen prac-
ticar, preferentemente, actividades de ocio activo y deportes. 
Todos los resultados encontrados en las diversas investigaciones (García 
Ferrando, 1990, 1993a, 1993b, 1997; Andreu, 1993; Ispizua, 1993; Navarro y Ma-
teo, 1993; Junta de Castilla y León, 1994; Romero, Martínez, Pacheco, Sanchís, 
Antequera y Rey, 1994, García Montes, 1997), no analizan las actividades realiza-
das por periodos temporales, sino como totalidad de tiempo libre disponible. Sitú-
an, entre el conjunto de actividades preferidas para ocupar el tiempo libre, las de 
relación social y diversión, así como las de ocio pasivo. Es conveniente reseñar que 
casi todas las actividades que engloban los dos bloques de actividades expuestos 
anteriormente pueden ser realizadas paralelamente a la ejecución de otras tareas, 
tanto de carácter obligatorio como voluntario, constituyendo en la mayoría de ca-
sos pseudo-ocios, que no requieren expresamente de largos periodos de tiempo 
para ser llevados a cabo. 
Entre las actividades de relación social y diversión los diferentes estudios 
destacan el charlar con los amigos como actividad más significativa, también se 
resaltan, aunque menos frecuentemente, el estar con la familia y el ir de discote-cas/pubs/bares. 
Como actividades más frecuentes, de entre las que se han denominado de 
ocio pasivo, aparecen las de uso y disfrute de los medios audiovisuales (ver la tele-
visión/vídeo, escuchar la radio y/o el equipo de música, jugar con el ordenador, 
etc.), encuadrándose en ocios caseros, los cuales predominan cada vez más que los 
que se realizarían desplazándose al cine, al teatro y/o a un espectáculo musical, 
entre otras posibilidades. Es destacable que esta situación es más característica 
de los jóvenes de aquellas comunidades autónomas con condiciones climáticas más 
extremas y municipios más urbanizados. 
No obstante, en general, se observa una tendencia hacia una mejora en la 
calidad del ocio de la juventud, incrementándose las cifras de los que dicen ocupar 
su tiempo libre con actividades que suponen una actitud activa o con una clara im-
plicación en la práctica, como puede ser la lectura, los ocios creativos y productivos 
y las actividades físico-deportivas. 
En lo referente al tema que nos ocupa, la práctica de actividades físicas y/o 
deportivas como forma de ocupación del tiempo libre, en primer lugar hacer men-
- 20 - 
ción sobre los requerimientos de unidades temporales suficientemente largas que 
éstas necesitan para ser llevadas a cabo y, en segundo lugar, destacar que las va-
riables de análisis, habitualmente utilizadas, nos aportan cómputos totales de 
tiempo libre y la catalogación general de actividades, independientemente de los 
requisitos para ser practicadas de unas y otras. 
A lo largo del tiempo se ha producido una clara evolución con respecto al 
número total de practicantes de actividad física, habiendo crecido de manera con-
siderable las cifras, independientemente de los grupos de edad y sexo. Creemos 
conveniente recordar que estamos haciendo referencia al uso de unos u otros tipos 
de actividades como forma preferente de ocupar su tiempo libre. 
Conviene destacar un dato aportado por García Ferrando (1997) en el estu-
dio sociológico sobre comportamientos actitudes y valores de los españoles y el 
deporte, 1980-1995. Los jóvenes entre 16 y 24 años son, de toda la población espa-
ñola, los que más deporte practican, con un 53%, siendo igualmente los que más 
deporte ven, con un 36%. Por su parte, los varones españoles manifiestan hacer y 
ver deporte (41% y 46% respectivamente) en mayor cuantía que las mujeres (23% 
y 19%), aunque las cifras obtenidas en nuestra investigación (Ruiz Juan, 2000) pre-
sentan menos diferencias entre chicos y chicas en las poblaciones analizadas. An-
teriormente, en su estudio (García Ferrando, 1993a) sobre los jóvenes universita-
rios, destaca que el hacer deporte alcanza menor importancia en éste colectivo, 
que entre la juventud en general, aunque sigue siendo una de las actividades más 
relevantes de su ocio, siendo elegida por ellos siempre que tienen oportunidad. 
Otros datos de relevancia que creemos conveniente reseñar son los aporta-
dos por un estudio en la Comunidad Autónoma de Castilla y León (1994), en una po-
blación de 15 a 29 años, la práctica deportiva se observa como una actividad que es 
realizada por los jóvenes castellano-leoneses con frecuencia típicamente semanal 
(30%), frente al 19% de práctica diaria. Por su parte, Romero, Martínez, Pacheco, 
Sanchís, Antequera y Rey (1994), en el estudio realizado sobre el municipio de Se-
villa, manifiestan que los jóvenes sevillanos de 15 a 24 años, ponen en primer lugar 
la diversión (40%) y, en segundo lugar, hacer deporte (24%). 
Según todo lo expuesto, las conclusiones a las que podemos llegar, referen-
tes a la disponibilidad de tiempo libre y ocupación de este por parte de la juventud 
española, extraídos de los diferentes estudios reseñados anteriormente, son las 
siguientes: 
1. Los días laborables dicen disponer de poco tiempo libre (dos o menos horas dia-
rias), los fines de semana suficiente tiempo libre (de tres a seis horas diarias) 
y en las épocas vacacionales mucho tiempo libre (más de siete horas diarias). 
2. Para cada uno de los periodos temporales planteados existe una clara tendencia 
a realizar un tipo de actividades determinado. Así pues, la ocupación del tiempo 
- 21 - 
libre durante los días laborables es empleado mayoritariamente en hacer acti-
vidades de ocio pasivo, durante los fines de semana lo que más realizan son ac-
tividades de relación social y diversión, y en periodos vacacionales suelen prac-
ticar preferentemente actividades de ocio activo y deportes. 
3. Se ha producido un claro incremento de la actividad físico-deportiva durante el 
tiempo libre, independientemente de los grupos de edad y sexo, aunque siguen 
siendo los varones y los más jóvenes los que más realizan. 
En definitiva, en nuestra sociedad la actividad físico-deportiva se ha con-
vertido con el paso del tiempo, sobre todo entre la juventud, en una actividad de 
ocio como otra cualquiera, produciéndose cada vez un mayor incremento en la ocu-
pación del tiempo libre con este tipo de actividad. Para Digel (1995: 665), “el de-
porte es un fenómeno de la modernidad. Por consiguiente, promover el deporte sig-
nifica promover la modernización de la sociedad”. 
2.3.2.- Motivos aludidos, por la juventud española, para practicar acti-
vidades físico-deportivas. 
Haciendo nuevamente alusión al estudio realizado por Ruiz Juan (2000), so-
bre el alumnado almeriense de Enseñanza Secundaria Postobligatoria y del alumna-
do de la Universidad de Almería, encontramos los siguientes resultados: 
#"El alumnado almeriense de ESPO manifiestan, como la razón más señalada, por-
que le divierte (81%), seguida de la de estar en forma (79,9%), el gusto por 
hacer ejercicio físico (75,2%), mantener o mejorar la salud (67,2%), para rela-
jarse (54,4%) y el gusto en sí por el deporte (50,5%). Con menos del cincuenta 
por ciento, por orden de porcentajes, aparece la evasión o escapar de la rutina 
o de los problemas, porque permite estar con los amigos o éstos la realizan, por 
permitir conocer a nueva gente y/o hacer relaciones sociales, mantener la línea 
o motivos de estética, por el gusto de competir, para mejorar la autoestima,... 
#"Entre las diferentes razones aludidas, por el alumnado de segundo ciclo de la 
Universidad de Almería, para haber realizado actividad físico-deportiva de 
tiempo libre, la más señalada es la de estar en forma (80,6%), seguida de man-
tener o mejorar la salud (73,3%), el gusto por hacer ejercicio físico (70,5%), 
porque le divierte (68,8%), para relajarse (65%). Con menos del cincuenta por 
ciento, por orden de porcentajes, aparece la evasión o escapar de la rutina o de 
los problemas, el gusto en sí por el deporte, mantener la línea o motivos de es-
tética, porque permite estar con los amigos o éstos la realizan, para mejorar la 
autoestima, por permitir conocer a nueva gente y/o hacer relaciones sociales, 
por el gusto de competir... 
Igualmente, se les pidió a ambos colectivos que, de entre los motivos men-
tados anteriormente, enumerasen, por orden de importancia, los tres principales 
- 22 - 
motivos que les llevaron a ocupar su tiempo libre con algún tipo de práctica físico 
deportiva. 
Se puede observar que los mayores porcentajes, tanto en el primer motivo, 
como en el segundo y el tercero, son para alguno de los motivos que en el ítem an-
terior son reconocidos por más del cincuenta por ciento de la población objeto de 
estudio. Encontramos como primer motivo para realizar actividades físico-
deportivas en el tiempo libre, el gusto por el ejercicio físico, como segundo el es-
tar en forma, ocupando el tercer lugar las ganas de divertirse y para relajarse. 
Los motivos anteriormente expuestos aparecen también entre los primeros 
en los resultados de diferentes investigaciones (García Ferrando, 1990, 1993a, 
1993b, 1997; Corcuera y Villate, 1992a, 1992b; Ispizua, 1993; Romero, Martínez, 
Pacheco, Sanchís, Antequera y Rey, 1994, García Montes, 1997). Las diferencias de 
orden suelen referirse a la edad y al sexo,siendo los más jóvenes y los varones los 
que suelen situar en los primeros lugares el ambiente de diversión y relación social, 
así como el gusto por la práctica, mientras que los más mayores y las mujeres seña-
lan más la salud y la forma física y estética. 
En definitiva, podemos comprobar como existe cada vez una mayor concien-
ciación sobre los beneficios que produce la práctica de actividad físico-deportiva 
en el tiempo libre en los sujetos. Los motivos anteriormente expuestos vienen a 
corroborar que uno de los indicadores de calidad de vida, en una sociedad avanzada 
como la nuestra, es la actividad física y deportiva. Por un lado, como elemento ge-
nerador de bienestar personal ocasionado por el propio placer de la práctica, la 
diversión que ésta produce y las posibilidades de ampliar relaciones con otras per-
sonas. Por otro, desde el plano de la salud, una vez que se ha superado el antiguo 
concepto de salud y actividad física, ya que se está instaurando el nuevo concepto 
basado en la prevención: es más económico y rentable prevenir que curar. 
Al margen de los propios beneficios intrínsecos de la práctica de actividad 
físico-deportiva, existen otros motivos o intereses creados, por la propia sociedad 
capitalista, para ocupar ese tiempo de ocio que se produce en ella de tal forma que 
genere satisfacción a sus integrantes. Igualmente, como consecuencia del propio 
sistema económico, también existen una serie de intereses relacionados directa-
mente con la economía y la política, en definitiva con el poder. Estos elementos no 
pueden ser obviados ya que influyen directamente en la propia práctica, tanto en la 
forma como en los agentes que utilizará para ello. 
3.- Características del deporte moderno. 
Según hemos podido comprobar, la evolución de la actividad físico-deportiva 
corre pareja a la humanidad, siendo un fiel reflejo del entorno social en que se de-
senvuelve. Aunque existan muchos elementos comunes a las prácticas físico-
deportivas, a lo largo de las distintas épocas que hemos podido ir analizando, en la 
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actualidad podemos encontrar algunos aspectos que diferencian a la actividad físi-
co-deportiva actual de la que se realizaba en tiempos anteriores y que la convier-
ten en singular. Para Domínguez (1995) las tres que más resaltan son: 
#"Carácter incruento. La integridad física de los practicantes está asegu-
rada en la actualidad, la crueldad ha sido desterrada del deporte actual, 
al menos en sus formas más alevosas. 
#"Apertura social. Abierto a todos y sin limitaciones de sexo, raza, razón 
social, ni grupos sociales, no como sucedía antaño, que era privilegio de 
las clases dominantes. No quedan prácticamente actividades exclusivas, 
y el deporte ha dejado de ser un símbolo de clase. 
#"Diferenciado. Con el discurrir de los años el deporte fue quedando vincu-
lado con la Educación Física, que ha sido su compañera de viaje hasta no 
hace mucho tiempo, recibiendo ambas disciplinas un tratamiento conjun-
to. A mediados de siglo se produce la generalización de la Educación Fí-
sica en el proceso educativo, con un carácter puramente pedagógico, en 
este momento se comienza a delimitar claramente la frontera entre 
Educación Física y Deporte. Aunque la interrelación entre ambas disci-
plinas es importante, su individualización es una auténtica realidad. 
La situación de la práctica físico-deportiva, en un momento concreto, obe-
dece, en su mayor parte, a unas pautas marcadas por el contexto socio-histórico de 
cada época. La realidad que nos encontramos actualmente es que el deporte, como 
consecuencia de las características específicas que posee, es considerado un fe-
nómeno social. Estas características, según Domínguez (1995), son: 
1. Universalización. Gracias a los avances tecnológicos y a los medios de comunica-
ción, se ha producido una gran difusión del deporte por todos los confines del 
planeta. La consecuencia de la aparición continua del deporte en la cresta de la 
información ha contribuido para que sea uno de los hechos sociales contempo-
ráneos de mayor divulgación. 
2. Jerarquización. La podemos apreciar en el trato recibido tanto por deportistas 
como por deportes. Los primeros, según los logros que obtengan, adquieren un 
estatus que condiciona su consideración a todos los niveles (sociales, económi-
cos,...). Los segundos, están sometidos a una fuerte jerarquización en función 
de su valor social. A pesar de los esfuerzos que se están haciendo por equili-
brar el mundo del deporte, la realidad sigue marcando unas diferencias todavía 
demasiado grandes. 
3. Diversificación. La variedad es quizá la característica que más define al depor-
te moderno ya que, en la actualidad, el abanico de posibilidades de práctica de 
actividades físico-deportivas es sumamente amplio, profuso, diverso y cambian-
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te lo que hace difícil que se realice una clasificación que abarque todas las 
áreas. Además, podemos llegar a encontrar un sinfín de variantes de una misma 
actividad con dinámicas internas que llegan a ser totalmente propias y diferen-
tes (alta competición, deporte escolar, de ocio...). 
4. Instrumentalización. Las funciones catártica, agonística y lúdica pronto dejaron 
paso a una feroz especulación en torno a los componente socio-competitivos in-
herentes a la práctica deportiva. Es la época actual en la que más se utiliza el 
deporte para los más diversos fines, es decir donde mayor instrumentalización 
existe. Se utiliza, entre otras muchas situaciones, como vehículo publicitario, 
como paradigma moral y como soporte político. 
5. Estructuración. En el momento en que el deporte ha acrecentado su diversidad, 
variedad y complejidad, ha provocado que surjan instituciones encargadas de 
aglutinar actividades de características más o menos afines y que desarrollan la 
tarea de organizar las diferentes áreas. De esta forma, llevan a cabo su labor 
comités, consejos y asociaciones rectoras de deporte escolar, universitario, 
ocio y tiempo libre, etc. Igualmente, es posible observar como el deporte pro-
fesional está caminando por unos derroteros que le están llevando a una total 
independización, manteniéndose una postura oficial a favor de la autofinancia-
ción de las grandes macroestructuras deportivas que han sobrevivido muchos 
años gracias a la tutela pública. Gran parte del futuro va unido al fortalecimien-
to de las estructuras gestionadas por profesionales competentes que, partien-
do de criterios rigurosos, establezcan un orden coherente en la compleja mara-
ña del deporte actual. 
Por su parte, Digel (1995: 666-667), haciendo alusión a que el deporte es un 
fenómeno de la modernidad, manifiesta que existen unos rasgos que caracterizan la 
cualidad específica del deporte moderno en su interacción recíproca con la socie-
dad moderna, de tal forma, que ponen de manifiesto el potencial socializador in-
herente al deporte y que son: 
1. Racionalidad específica. Basada en el sistema CGS que provoca que el deporte 
esté representando al mundo de las ciencias naturales. 
2. Componenciabilidad y complejidad. De tal forma que tiende a la organización 
burocrática, hacia la división del trabajo y a la diferenciación de funciones. En 
muchas ocasiones posee una compleja estructura de funciones tanto en lo refe-
rente a la propia actividad deportiva como a los procesos sociales relacionados 
con ella. Es necesaria una forma de pensar especial. 
3. Viabilidad. Predomina una actitud de resolución de problemas respecto a la rea-
lidad. Esto hace que se estén continuamente inventando nuevas habilidades y 
técnicas y que las reglas de los deportes estén cambiando y siendo adaptadas a 
las necesidades que hay que cubrir. 
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4. Progresividad. La participación en el deporte está dominada por los principios 
de la maximización hasta el punto que no se producen estados estables durante 
mucho espacio de tiempo, todo tiene que ser mejorado continuamente bajo la 
máxima de “lo más alto, lo más rápido, lo más lejos,...”5. Planificación. Imprescindible para conseguir alcanzar el éxito en las distintas 
actividades realizadas. Esto conlleva posponer la satisfacción inmediata en aras 
de una satisfacción (deseada) a largo plazo, cuyo logro requiere aceptar las 
frustraciones. 
6. Reglas y justicia. Se caracteriza por un conjunto de reglas, donde se hace ne-
cesario fomentar expectativas de justicia general asumiendo que todos son 
iguales. Esto lleva implícito que el sistema deportivo esté ligado a un estándar 
moral en el que exista una neutralidad oficial e impersonal y donde cada parti-
cipante tenga motivos para esperar ser tratado con justicia. 
7. Control de emociones. El refinamiento de éste aspecto es esencial en el depor-
te moderno hasta el punto que está permitido expresar las emociones pero sólo 
dentro de unos límites. 
8. Individualidad. La persona ocupa una posición central y los valores individuales 
ocupan un puesto elevado en la jerarquía de valores. En deporte la libertad indi-
vidual y los derechos individuales se dan por garantizados como imperativos 
morales. 
3.1.- Valores asociados al deporte en las sociedades avanzadas del si-
glo XXI. 
Por medio de la práctica físico-deportiva de manera regular se pueden ir 
adquiriendo determinadas actitudes que pueden llegar a generalizarse y a exten-
derse en todo el contexto social. De esta forma, las actividades físico-deportivas 
generarán una serie de valores que serán absorbidos e incluidos en la convivencia 
social. Cazorla (1979, citado por Acuña, 1994: 447), haciendo referencia a estos 
valores esenciales que el deporte aporta a las sociedades contemporáneas, indica 
que son los siguientes: 
1. El deporte posee un elevado valor educativo; constituye un elemento importante 
para el fortalecimiento del carácter y para la adquisición de fuerza de volun-
tad. 
2. Representa un destacado factor protector de la salud, y esto implica que de su 
promoción se derive la mejora de la calidad de vida y la disminución de enfer-
medades. 
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3. Es un buen medio de cohesión, y de identificación social. Por medio del deporte 
se produce una identificación del individuo con determinadas representaciones 
colectivas, ya sea a escala local o nacional. Igualmente, es la conexión con el 
ocio, cuya forma de aprovechamiento es uno de los rasgos más significativos de 
nuestra sociedad actual, la sociedad del bienestar. 
4. Constituye un importante medio de promoción social y comercial. Para aquellas 
personas que no tienen otros procedimientos de proyección y promoción social 
el deporte constituye una posibilidad de alcanzar puestos sociales de relevan-
cia. En torno al encumbramiento social de los campeones se produce un fenóme-
no de emulación de gestos y actitudes que llega a constituir una guía o punto de 
referencia por la que conducir su conducta social. O puede ser una fuente de 
imitación consumista al convertirse en anunciadores de objetos comerciales pa-
ra una empresa comercial que los contrata y utiliza sus servicios. 
5. El valor humanístico del deporte, según la visión ofrecida por Cagigal (1981). Se 
ha hablado de humanismo refiriéndose a todo movimiento con una preocupación 
centrada en el ideal humano o en los valores humanos. De esta forma cualquier 
realidad social que ayude al mejoramiento de la relación humana puede ser 
aceptada como portadora de verdadero valor humanístico. El deporte cumple a 
la perfección esta faceta, la prueba de ello la tenemos en que el mayor espec-
táculo del mundo, en la actualidad, sea un evento deportivo: los Juegos Olímpi-
cos. 
Por su parte, Lagardera (1995) y García Ferrando, Lagardera y Puig (1998: 
78-81) comentan que, sociológicamente hablando, es importante tratar de detectar 
algunos indicadores que nos revelen la asociación existente de ciertos valores al 
acto deportivo. Estos valores, que se han ido instalado en la actualidad en las so-
ciedades contemporáneas de forma cómoda y masiva, son los que a continuación 
vamos a tratar de describir brevemente: 
1. Competencia. El acto deportivo consiste en un enfrentamiento entre conten-
dientes individuales o colectivos y toda la preparación de los deportistas va en-
caminada a ese momento. La competitividad impregna todo actuar deportivo, in-
cluso cuando uno se ejercita individualmente ya que existen referencias de 
tiempo, cantidad de esfuerzo o distancias para compararse y controlar los pro-
gresos o retrocesos. El acto deportivo por excelencia es el enfrentamiento 
agonal, la competición perfectamente estructurada mediante un sistema de re-
glas que requiere de un desenlace en el que para que haya un triunfador es im-
prescindible la existencia de un perdedor. 
2. Salud. Desde sus orígenes se consideró a la práctica deportiva como una ejerci-
tación saludable, como un signo de salud. Estar en forma y mantener la salud es 
un valor que está íntimamente asociado a la práctica deportiva. 
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3. Progreso. Surge como espíritu de superación constante al que no se le vislumbra 
límite, llegando a ser considerado como un ideal sumamente positivo para la 
formación de personas, de ahí la importancia del deporte como agente sociali-
zador. 
4. Trabajo sistemático. Un abnegado y constante sacrificio es la clave para la con-
secución de cualquier objetivo deportivo. El éxito deportivo está asociado al 
entrenamiento ordenado y sistemático. 
5. Igualdad. Toda competición deportiva está presidida por el valor de la igualdad. 
Se procura, de acuerdo a las estructuraciones existentes, que exista igualdad 
entre los contendientes, de tal forma que haya un elevado nivel de expectación 
ante el evento deportivo, ya que la competición disputada con equilibrio aumen-
ta el interés por el espectáculo entre la población y excita las emociones y pa-
siones de los espectadores. 
6. Justicia. El deporte crea sus propios estatutos, sus propias leyes para regular 
los límites tolerantes de violencia. Estas reglamentaciones poseen una lógica in-
terna y son valedoras de un sólido y convincente espíritu de justicia. 
7. Victoria. El deporte decanta la moral de triunfo, el afán de vencer, la consecu-
ción de victoria, cualquiera que sea el ámbito y nivel en donde se compita, sien-
do las reglas las que establecen detalladamente como vencer al contrario. Cual-
quier aproximación al triunfo pero que no lo logre, por meritoria que parezca, 
carece al final de significación, los triunfos morales no son reconocidos ni re-
gistrados. En el espíritu de ningún deportista se encuentra la idea de competir 
para perder o sentirse derrotado de antemano. 
En definitiva, estos valores han reforzado las tendencias mayoritarias de la 
sociedad o de los grupos de personas más influyentes. En su dinámica y evolución 
han sido puestos en circulación, auspiciados y protegidos, incluso por los propios 
estados. Al irse extendiendo el sistema deportivo a lo largo del siglo XX la cultura 
deportiva se ha difundido por toda la sociedad, con ello su código moral y sus valo-
res, convirtiéndose en una expresión característica de la civilización occidental 
contemporánea. 
3.2.- Modificación de valores y tendencias de las prácticas físico-
deportivas. 
Pero la cultura deportiva, como indican García Ferrando, Lagardera y Puig 
(1998: 85-88), se ha ido transformando a lo largo de su existencia disponiendo de 
indicadores sociales que revelan modificaciones en el catálogo de valores que aca-
bamos de describir. 
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1. En la actualidad se está llegando a cuestionar el carácter civilizado de algunas 
modalidades deportivas, sobre todo de manifestaciones de máximo nivel compe-
titivo. 
2. La práctica deportiva se ha extendido y popularizado, como ya hemos comenta-
do antes, hasta tal punto que actualmente son muy pocas las personas que tie-
nen cerrado su acceso a ella por su situación social, como sucedía en el siglo 
XVIII, ya que estas barreras han sido prácticamente eliminadas. 
3. Generosidad y solidaridad han sido valores asociados a la practica deportiva, 
aunque

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