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Apunte Cátedra Perspectivas de Teorías Contemporáneas de Aprendizaje sobre la Etiología de Miedos y Fobias - S Mineka, J Sutton

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UNIVERSIDAD DE CHILE 
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA 
USO EXCLUSIVO DE LA CÁTEDRA 
PSICOLOGÍA DEL APRENDIZAJE 
 
 
PERSPECTIVAS DE TEORÍAS CONTEMPORÁNEAS DE APRENDIZAJE 
SOBRE LA ETIOLOGÍA DE MIEDOS Y FOBIAS 
Susan Mineka & Jon Sutton 
 
Fear and Learning: From Basic Process to Clinical Implications, 2006, A.P.A. 
Capítulo 4. (p.75 – p.98) 
 
 
 
Los psicólogos clínicos han estado mucho tiempo interesados en la causa de los desordenes 
mentales, y durante años las fobias parecieran tener quizás las más adelantadas 
explicaciones etiológicas. Watson y Rayner (1920) publicaron el primer estudio en 
humanos de condicionamiento clásico al miedo utilizando al pequeño Albert. Aunque el 
pequeño Albert inicialmente no le tenía miedo a las ratas blancas, desarrolló un intenso 
miedo de características fóbicas a las ratas blancas luego de que se había asustado con un 
fuerte sonido en presencia de las ratas por muchas veces. Las ideas de que las fobias son 
simplemente manifestaciones de un condicionamiento clásico intenso al miedo llego a 
dominar la perspectiva conductual, y pocos psicólogos de hoy se atreverían a negar que el 
condicionamiento clásico es un mecanismo capaz de producir fobias. Uno de los mayores 
atractivos de esta perspectiva fue su simplicidad. Si la gente en ocasiones desarrolla miedos 
o fobias a través de un simple condicionamiento clásico (el cual puede ser muy poderoso, 
especialmente con eventos altamente traumáticos), ¿por qué no hipotetizar que este es el 
mecanismo en que la mayoría de la gente desarrolla miedos y fobias? Más aún, miles de 
experimentos de condicionamiento al miedo se han realizado, y el fenómeno parece ser 
bastante confiable y válido. 
 
Con el tiempo pareció ser que el condicionamiento traumático directo no era suficiente ni 
necesario para explicar el origen de la totalidad de miedos y fobias, y por lo tanto una parte 
de científicos clínicos abandonaron esta primera visión del condicionamiento clásico y le 
adscribieron una importancia secundaria o auxiliar. Sin embargo, como nosotros intentamos 
demostrar aquí, las razones para este abandono son erróneas. Nosotros presentamos una 
nueva y revitalizada explicación asociativa para la totalidad de miedos y fobias. En 
particular ilustramos algunos de los avances realizados por los científicos del aprendizaje 
básico que permiten a los científicos clínicos tener un entendimiento más sofisticado y 
claro de los orígenes de miedos y fobias. 
 
Una de las primeras críticas de la perspectiva clásica [o pavloviana] simple fue que mucha 
gente con miedos o fobias no podía recordar una historia o evento traumático de 
condicionamiento clásico en el origen de sus fobias, y así la explicación original de los 
conductistas ciertamente no podía explicar todos los casos. Aunque esto podía involucrar 
un simple olvido del incidente original, llegó a ser claro que otras dos vías asociativas se 
encontraban involucradas en la adquisición de algunos miedos y fobias (e.g., Mineka, 1985; 
Rachman, 1990). Una es el condicionamiento observacional o vicario. En este, la simple 
observación de otra persona que parece asustada en la presencia de un objeto o en ciertas 
 
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situaciones puede resultar en la adquisición de miedos y fobias en el observador. La otra vía 
es el aprendizaje verbal o instruccional. En este caso, una persona puede adquirir miedo 
simplemente a través de ver, escuchar o leer una información terrorífica acerca de un objeto 
o situación. 
 
Una segunda crítica fue que no sólo los eventos de condicionamiento directo son 
innecesarios para el desarrollo de fobias, ellos también son insuficientes. Específicamente, 
la crítica a la original explicación asociativa fue que muchos individuos con historias de 
condicionamiento observacional o directo no desarrollaban miedos o fobias (e.g., Rachamn, 
1990). Lo que estos investigadores ignoraron son las variables individuales diferenciales 
que influyen dramáticamente en cómo y si los individuos desarrollarán un miedo o fobia 
seguido de un evento dado, o si muestran un miedo persistente en el curso del tiempo. Sólo 
a través del entendimiento de estas variables de los sujetos podemos nosotros comenzar a 
entender por qué muchos individuos que han sufrido eventos traumáticos no desarrollan 
miedos o fobias (e.g., Mineka, 1985; Mineka & Zinbarg, 1996). 
 
Finalmente, la mirada original y simple del condicionamiento ignoró otras variables que 
afectan el resultado de una particular experiencia de aprendizaje – que es concerniente a la 
naturaleza de los potenciales objetos fóbicos. Es más probable que la gente desarrolle 
miedos y fobias con ciertos objetos o situaciones más que con otros. Pareciera que 
tuviéramos una preparación biológica para asociar más rápidamente ciertos hechos 
terroríficos con ciertos objetos o situaciones, que tendría relación con nuestros primeros 
ancestros (e.g., Öhman & Mineka, 2001; vea tambien el capitulo 5 de este libro). 
 
 
APRENDIZAJE OBSERVACIONAL E INSTRUCCIONAL DE MIEDOS Y FOBIAS. 
 
Como se ha notado anteriormente, además del condicionamiento traumático directo, otras 
dos vías asociativas han sido propuestas: el condicionamiento observacional y el 
aprendizaje instruccional (Raciman, 1990). Observaciones anecdóticas han sugerido por 
largo tiempo que la gente puede adquirir miedos intensos o fobias simplemente mirando 
otros individuos comportándose de manera asustada en la presencia de un objeto o 
situación potencialmente fóbico. Estudios retrospectivos de humanos con fobias han 
confirmado estas observaciones anecdóticas para una pequeña pero significativa proporción 
de estos estudiados. Por ejemplo, Öst y Hugdahl (1981) encontraron que el 17% de su 
muestra de personas con fobias específicas reportaron experiencias de condicionamiento 
vicario como centralmente involucradas en el origen de sus fobias (40% para gente con 
fobia a animales). Además, Muris y Merckelbach (2001) revisaron ocho estudios acerca de 
niños con fobias y reportaron un amplio rango de estimaciones para las experiencias de 
modelamiento como al menos parcialmente responsables del origen de la fobia de los niños 
(rango de 8% a 73%). 
 
Los estudios retrospectivos tiene enormes limitaciones, sin embargo, dado que ellos 
dependen en las memorias falibles de las personas, a menudo sobre largos periodos de 
 
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tiempo y bajo condiciones que tienden a reducir más que promover un recuerdo preciso 
(véase la sección de conclusiones de este capítulo). Así, siempre que sea posible, es 
preferible confiar en estudios que utilizen metodologías experimentales para mostrar que 
dicho aprendizaje observacional puede ocurrir. De hecho, muchos experimentos han 
mostrado que sujetos bajo condicionamiento observacional adquieren respuestas 
condicionadas (RCs; más a menudo indicado por respuestas electrodérmicas) a estímulos 
condicionados previamente neutros (ECs) después de observar a otro individuo quien 
ostensiblemente experimenta miedo o dolor por golpes eléctricos en la presencia de ese EC 
(véase Green y Osborne, 1985). Sin embargo, esos estudios son limitados porque, por 
razones éticas, los “miedos” condicionados no pueden ser intensos y persistentes como los 
miedos fóbicos y por lo tanto no pueden decirnos si estos pueden ser adquiridos por la sola 
observación. 
 
Afortunadamente estudios relacionados con primates no humanos han ayudado a clarificar 
la verdadera potencia del condicionamiento observacional. En los 80s, Mineka, M. Cook, y 
colegas demostraron que monos rhesus sin experiencia criados en laboratorio que 
inicialmente no tenían miedo a las serpientes podían adquirir fácilmente un intenso miedo 
fóbico a través de aprendizaje vicario. Monos observadores no temerosos observaron un 
mono modelo criado en la naturaleza, relacionadoo no relacionado y no familiar, que tenía 
un intenso miedo fóbico a las serpientes. El mono fóbico se comportaba temerosamente 
ante la presencia de serpientes reales o de juguete y no temerosamente ante la presencia de 
objetos neutrales (e.g. M.Cook, Mineka, Wolkenstein, y Laitsch, 1985; Mineka, Davidson, 
Cook, y Keir, 1984). Más aún, este aprendizaje por monos observadores ocurría 
rápidamente y era altamente persistente, sin signos de disminución en un seguimiento de 3 
meses después. De hecho, en un experimento, miedo significativo a las serpientes fue 
adquirido luego de solo 4 minutos de exposición a un modelo comportándose 
temerosamente (Mineka y Cook, 1993). Incluso, el máximo monto de exposición que 
cualquier observador tuvo a un modelo comportándose temerosamente con las serpientes 
fue de 24 minutos. El miedo que el mono observador adquiría era comparablemente intenso 
al miedo del mono modelo; los antiguos observadores podían además servir como modelos 
para otros monos no relacionados, quienes a su vez adquirían un intenso miedo a las 
serpientes (M. Cook et al, 1985). Finalmente, monos observadores también adquirían un 
intenso miedo a las serpientes simplemente observando cintas de video de modelos 
comportándose temerosamente con serpientes (M. cook y Mineka, 1990). 
 
Así, esta serie de experimentos con monos inicialmente no temerosos claramente 
demostraron que el rápido condicionamiento observacional de un intenso y persistente 
miedo puede ocurrir. Este modelo primate ha sido considerado por mucho como una 
poderosa evidencia de que un intenso y persistente miedo fóbico puede ser aprendido por 
sola observación. Más aún, varios otros estudios con niños también apoyan la influencia del 
modelamiento parental en el incremento de los miedos de los niños, al menos a corto plazo. 
Por ejemplo, Gerrul y Rapee (2002) estudiaron niños de 17 meses de edad que observaron a 
sus madres demostrar miedo y disgusto (tanto con expresiones faciales como 
verbalizaciones negativas) a una serpiente de goma (o araña) por sólo un minuto. Estos 
 
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niños mostraron mayores expresiones de miedo y evitación hacía ese objeto 10 minutos 
después, incluso aunque la madre había cambiado y expresó emociones neutrales hacía la 
serpiente (o araña) luego del primer minuto. Desafortunadamente, no hubo testeos 
posteriores para determinar por cuánto tiempo duraba la influencia del modelamiento 
parental. Este estudio ilustra hermosamente la importante influencia que incluso pequeñas 
demostraciones de miedo por parte de los padres pueden tener en los miedos de sus niños, 
al menos en el corto plazo. 
 
Mucho menos evidencia está disponible en relación al rol del aprendizaje instruccional o 
verbal en el origen de los miedos. Estudios retrospectivos (con todas sus limitaciones) 
indican que un número pequeño pero significativo de personas reportan que leer o escuchar 
información atemorizante acerca de algún objeto o situación llevó al desarrollo de sus 
fobias (e.g., Öst y Hugdahl, 1981). Hay, sin embargo, sólo pocas demostraciones actuales 
de que los miedos pueden ser aprendidos de esta manera en el laboratorio, e incluso estos 
estudios documentan sólo que dicho aprendizaje puede influenciar los niveles de miedo, 
dejando abierta la cuestión de cómo estos miedos podrían desarrollarse en fobias. 
 
En uno de esos estudios, niños con edades entre 7 y 9 años fueron expuestos a información 
negativa por parte de un adulto en la forma de una historia acerca de un monstruo de 
juguete e información positiva acerca de otro monstruo de juguete (Field y Lawson, 2003). 
El miedo autoreportado al monstruo de juguete pareado con la historia de miedo se 
incrementó, mientras que el miedo autoreportado al monstruo de juguete pareado con la 
historia agradable decreció. Más aún, los niños también mostraron conductas evitativas al 
monstruo de juguete asociado con la historia atemorizante, así como también mostraron un 
cambio de actitud hacia el monstruo de juguete (utilizando una tarea de actitudes 
implícitas). En otro estudio con niños de un rango de edades entre 4 y 12 años, también se 
encontró cambios similares en el autorreporte de miedo luego de una semana después de 
parear un animal desconocido similar a un perro llamado “la bestia” con información 
negativa a través de un cuento (Muris, Bodden, Merckelbach, Ollendik & King, 2003). Sin 
embargo, Muris y sus colegas también reconocieron que la mera exposición a información 
negativa produce con poca probabilidad miedos intensos y conductas evitativas que son las 
que caracterizan a las fobias clínicas. En cambio, la información negativa puede 
inicialmente establecer expectativas que luego podrían potenciar los resultados de episodios 
de condicionamientos obsarvacionales directos (e.g., Daddys, Davey & Field, 2001). 
 
En síntesis, hay evidencia mucho más fuerte sobre el condicionamiento observacional como 
vía de origen de algunas fobias, que evidencia sobre el aprendizaje instruccional. Sin 
embargo, las experiencias de aprendizaje instruccional podrían fácilmente llevar al 
desarrollo de miedos leves al menos en niños (aunque no conocemos cómo pasan a 
incrementarse). Más aún, esto en cambio podría potenciar el resultado de las experiencias 
de condicionamiento observacional directo. 
 
 
 
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DIFERENCIAS INDIVIDUALES EN LA VULNERABILIDAD O RESISTENCIA A 
MIEDOS Y FOBIAS 
 
Como se señaló anteriormente, las experiencias de aprendizaje no son suficientes para el 
desarrollo de miedos y fobias. En cambio, hay variables de temperamento y de la 
experiencia del sujeto en las cuales los individuos difieren enormemente y afectan el 
resultado de algunas de las experiencias de aprendizaje, a veces incrementando la 
vulnerabilidad, y otras disminuyéndola. Más aún, estas variables pueden actuar por sí solas 
o en combinación afectando cuanto miedo es experimentado en una situación atemorizante, 
así como cuánto miedo se adquiere y se mantiene en el futuro. 
 
Estas variables no fueron reconocidas previamente dada la negación relativamente 
sistemática por la mayoría de los investigadores acerca del poderoso rol que jugaban las 
variables de personalidad, el temperamento, así como las experienciales en la adquisición 
de miedos y fobias. Esto sucedió, en parte, por el exceso de confianza en extrapolar desde 
estudios de condicionamiento simple, donde animales sin experiencia previa se sometían a 
entrenamiento en cajas de condicionamiento, protegidos de cualquier estimulo ambiental 
extraño. Más aún, a animales de un experimento dado que eran todos de la misma camada 
(y por lo tanto tenían “temperamentos” similares) y que fueron criados de la misma manera, 
se les examinó diferencias individuales con los estímulos usados en la fase de 
condicionamiento. Todos estos factores prevenían encontrar diferencias individuales en el 
resultado del condicionamiento. 
 
Notablemente, las variaciones en las diferencias individuales en su mayor parte fueron 
consideradas como un factor molesto por los investigadores del condicionamiento dado que 
ellos estaban interesados en comprender los principios generales del aprendizaje asociativo. 
Incluso lo desestimaron los científicos clínicos quienes extrapolaron estudios con animales 
a lo que debería suceder en el condicionamiento de humanos que ocurre en la vida 
cotidiana. Obviamente, los humanos en su sometimiento cotidiano al condicionamiento 
raramente son ignorantes con respecto a los estímulos con los que se enfrentan o 
independientes de variables extrañas que pueden afectar el resultado del condicionamiento. 
Más aún, individuos bajo las mismas contingencias claramente tienen diferencias 
temperamentales así como diferencias en sus experiencias antes, durante, y después de las 
experiencias de condicionamiento.Variables temperamentales 
 
Pavlov (1927) inicialmente realizó observaciones sistemáticas de que sus perros tenían 
diferentes “temperamentos” que afectaban la rapidez de las respuestas condicionadas 
excitatorias e inhibitorias en formación, así como su estabilidad una vez adquiridas. 
Posteriores investigaciones extensivas en ratas también mostraron que hay una significativa 
contribución genética o temperamental a la formación de asociaciones aversivas en 
animales (cf. Gray, 1987, para una revisión). Diferencias similares también ocurren en 
humanos (e.g., Levey & Martin, 1981; Zinbarg & Mohman, 1998). 
 
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Estudios longitudinales iniciados en 1980s por Kagan, Biederman y colegas entregaron 
importantes datos acerca de las diferencias en la facilidad para adquirir miedos en niños 
pequeños con temperamentos comportamentalmente inhibidos o no inhibidos. Los niños 
definidos como comportamentalmente inhibidos son tímidos, temerosos, y fácilmente 
estresables, y esto puede ser medido a una edad relativamente temprana. Estos 
investigadores (e.g., Biederman et al., 1990) mostraron que los niños categorizados como 
comportamentalmente inhibidos a los 21 meses de edad tenían un mayor riesgo de 
desarrollar múltiples fobias específicas de los 7 a 8 años de edad del que tenían los niños no 
inhibidos (32% vs. 5%). Más aún, ellos además mostraron mayores niveles de ansiedad 
social generalizada a los 13 años (e.g., Scwartz et al., 1999). Aunque este estudio no 
demostró que los efectos de la inhibición comportamental en el desarrollo de fobias son de 
hecho mediados por diferencias en condicionabilidad, este será un importante mecanismo 
potencial de mediación para testear en el futuro (e.g., Mineka y Zinbarg, 1996). 
 
Variables experienciales 
 
Como se notó anteriormente, los seres humanos bajo condicionamiento en sus vidas diarias 
varían tremendamente en términos de su experiencia previa tanto con los ECs como con los 
estímulos incondicionados (EIs) involucrados, así como en sus experiencias generales de 
vida ellos pueden derivar hacía un sentido de maestría (o desesperanza). Así, ellos no son 
directamente análogos a animales sin experiencia bajo procedimientos de condicionamiento 
en cámaras aisladas en un laboratorio, tal como ahora ilustraremos. 
 
Efectos de diferencias individuales preexistentes 
 
El bien conocido fenómeno de la inhibición latente (e.g., Lubow, 1998) claramente muestra 
que la exposición previa de un organismo a un EC neutral antes de ser pareado con un EI 
aversivo reduce la condicionabilidad de ese EC. Específicamente, cuando la gente o los 
animales tienen experiencia previa con un EC antes de una experiencia de 
condicionamiento aversiva, el monto de miedo condicionado se ve generalmente 
disminuido en comparación a lo que ocurre con un EC verdaderamente novedoso. Varios 
estudios acerca de fobias han reportado resultados consistentes con este fenómeno. Por 
ejemplo, niños que han tenido más encuentros no traumáticos previos con dentistas tienen 
menos probabilidades de desarrollar fobia dental si se traumatizan subsecuentemente que 
aquellos con menos encuentro no traumáticos previos (e.g., Kent, 1997). 
 
Incluso una atenuación más poderosa del condicionamiento puede ocurrir cuando un 
observador efectivamente mira primero a otra persona comportándose de una manera no 
temerosa con un EC neutral (algún objeto o situación) antes de tener una experiencia 
aversiva directa o observacional con ese EC. Mineka y Cook (1986) demostraron esto 
utilizando su modelo primate de la adquisición de miedos. Tres grupos de ocho monos no 
temerosos cada uno pasaron a través de uno o tres pretratramientos por seis sesiones. El 
grupo de inmunización primero observó un modelo mono no temeroso comportándose no 
 
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temerosamente frente a serpientes y otros objetos; el grupo de inhibición latente primero 
tuvo exposicones por sí mismos a las serpientes y otros objetos por el mismo monto de 
tiempo que tuvo el grupo de inmunización (pero no con modelos no temerosos); y el grupo 
control de pseudoinmunización primero tuvo exposiciones a modelos monos no temerosos 
comportándose no temerosamente frente a objetos neutrales (pero no frente a serpientes). 
Subsecuentemente, los tres grupos siguieron el protocolo estandar de seis sesiones de 
condicionamiento observacional descrito anteriormente en el cual todos observaron a un 
mono temeroso comportándose temerosamente frente a serpientes. Tal como se hipotetizó, 
el grupo de inmunización no mostró una adquisición significativa de miedo a las serpientes, 
mientras que el grupo de pseudoinmunización mostró una fuerte y robusta adquisición de 
miedo a las serpientes. El grupo de inhibición latente fue intermedio: los miembros de este 
grupo mostraron una adquisición significativa de miedo a las serpientes, pero su nivel de 
miedo no difirió significativamente de los otros dos grupos, bastante probablemente debido 
a un limitado poder estadístico. 
 
Aunque no tenemos conocimiento de ningún estudio en humanos que demuestre este 
fenómeno de inmunización, parece probable que niños que tienen experiencias de 
inmunización con padres no temerosos (o quizás un par) comportándose de una manera no 
temerosa frente al objeto o situación fóbica temido por otro padre o par, serán inmunizados, 
ya sea completa o parcialmente, de cualquier efecto de observar posteriormente a un padre 
o par temeroso comportándose temerosamente. Clínicamente, esto podría sugerir que si 
padres fóbicos están preocupados de transmitir su propia fobia a sus niños, ellos debiesen 
asegurarse de que sus niños tengan abundantes exposiciones a alguien comportándose no 
temerosamente con su propio objeto fóbico antes de permitirle a sus niños verlos 
comportarse temerosamente con ese objeto. 
 
Tanto la inhibición latente como la inmunización envuelven los efectos de experiencias 
previas con potenciales objetos o situaciones fóbicas antes de cualquier experiencia de 
aprendizaje aversivo. Las experiencias previas de un individuo con respecto a tener la 
capacidad de controlar su ambiente tienen también efectos más generales en el miedo y el 
condicionamiento al miedo. De hecho, psicólogos del desarrollo interesados en el 
desarrollo socioemocional han notados desde hace tiempo que infantes y pequeños niños 
que son criados con un sentido de maestría y control sobre aspectos importantes de su 
medios tienen relaciones de apego más seguras y son menos temerosos y más capaces de 
arreglárselas con situaciones novedosas, atemorizantes y estresoras (e.g., Chorpita, 2001; 
Watson, 1979). Estas ideas están necesariamente basadas en los resultados de estudios 
correlacionales, sin embargo, y son por lo tanto no concluyentes debido a que los ambientes 
que promueven un sentido de control y maestría usualmente poseen otras características 
positivas relacionadas que podrían de hecho estar jugando el rol causal crítico (e.g., 
Ainsworth, Velar, Waters, y Wall, 1978). 
 
Afortunadamente, evidencia experimental para estas conclusiones provienen de una 
investigación experimental longitudinal con monos rhesus infantes que fueron criados en 
ambientes controlables versus incontrolables durante el primer año de vida (Mineka, 
 
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Gunnar, y Champoux, 1986). En los ambientes controlables, los dos grupos de cuatro 
“monos maestros” tenían palancas para apretar y cadenas para tirar para así obtener comida, 
agua, y cuidados. En los ambientes incontrolables, los dos grupos de cuatro “monos 
ligados” recibían el mismo acceso a comida, agua, y cuidados, pero estos eran entregados 
de manera incontrolable cada vez que un mono maestro obtenía un reforzador1 (i.e., sumanipulanda era inoperante). Cuando fueron evaluados en varias situaciones atemorizantes 
y novedosas entre los 7 y 11 meses de edad, los monos maestros criados con control se 
adaptaron más rápidamente en varias situaciones provocadoras de temor en comparación 
con los monos ligados criados sin control. Los monos maestros mostraron además más 
comportamiento exploratorio cuando fueron puestos en una gran pieza no familiar de 
juegos para primates. Así, experiencias tempranas con el control y la maestría sobre 
reforzadores positivos parece afectar el nivel de miedo que eventos novedosos o 
atemorizantes evocan, emulando lo que se cree que ocurre en el desarrollo humano 
temprano. De esta manera, aprender un sentido de control o maestría puede disminuir el 
condicionamiento al miedo ya sea por disminuir la intensidad de las reacciones a eventos 
atemorizantes o aumentando el nivel de habituación a él (o ambos). Desde un punto de vista 
clínico, estos resultados sugieren que individuos criados con un sentido de maestría sobre 
su ambienten bien podrían mostrar una susceptibilidad reducida a desarrollar miedos, 
fobias, y algunos otros desórdenes de ansiedad (véase también Chorpita, 2001; Mineka y 
Zinbarg, 1996) 
 
Efectos de las diferencias individuales en las experiencias durante un evento de 
aprendizaje 
 
Cuando un animal o una persona se somete a un condicionamiento pavloviano en un 
encuadre experimental, no tiene control sobre el comienzo o la desaparición ni del EC ni 
del EI ya que los eventos del condicionamiento están todos bajo control experimental. 
Cuando el condicionamiento pavloviano ocurre durante nuestras vidas diarias, sin embargo, 
no hay un experimentador controlando el tiempo de los ECs o los EIs, y frecuentemente los 
individuos tienen algún control sobre el EI, como por ejemplo cuándo terminará. Tener 
control sobre la terminación del EI tiene poderosos efectos en qué tanto miedo es 
condicionado. De hecho, la literatura del condicionamiento animal indica que shocks 
incontrolables condicionan ansiedad a ECs neutrales más poderosamente que lo que lo 
hacen el mismo monto de shocks controlables (e.g., Mineka, Cook, Y Millar, 1984; 
Mowrer y Viek, 1948). Efectivamente, Mineka, Cook, y Miller (1984) encontraron que los 
niveles de ansiedad condicionados con shocks inescapables era el doble de alto que los 
niveles de ansiedad condicionados con exactamente el mismo monto de shocks escapables. 
Así, las dinámicas del condicionamiento pavloviano son dramáticamente afectadas por la 
controlabilidad del EI. Lo que esto significa clínicamente es que los humanos bajo 
experiencias de condicionamiento traumático debiesen adquirir mucho menos miedo si 
tienen alguna habilidad para escapar de dicho trauma (e.g., corriendo lejos) en vez de verlo 
 
1N. del T.: De ahí que se llamen ligados; cada mono recibe reforzamientos cuando un mono particular del otro 
grupo recibe un reforzador. 
 
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terminado independiente de sus propias respuestas (con un mismo monto de exposición al 
trauma). 
 
Efectos de las diferencias individuales en lo que ocurre luego del condicionamiento 
 
Luego de que un cierto nivel de miedo se adquiere a través de condicionamiento directo o 
vicario, ese nivel de miedo usualmente se mantiene a través del tiempo, a menos que 
ocurran ensayos de extinción. Sin embargo, la memoria del miedo puede ser manipulable 
(véase, Hendersen, 1985; Mineka y Zinbarg, 1996). Por ejemplo, Rescorla (1974) decubrió 
el efecto de inflación en el cual ratas que primero fueron condicionadas a mostrar un miedo 
pequeño a un EC (utilizando un EI medio) posteriormente fueron expuestas con 
presentaciones al azar a un EI mas fuerte (no pareadas con el EC). Cuando las ratas fueron 
luego testedas ante el EC, su nivel de miedo se incrementó como si el EC hubiera sido 
pareado con el EI fuerte en un principio. Más aún, el EI más fuerte no necesariamente debe 
ser el mismo EI que se usó en el condicionamiento inicial. Así, por ejemplo, una persona 
que adquiere un miedo leve a los automóviles luego de un pequeño accidente podría luego 
mostrar un intenso miedo a los automóviles si viviera un asalto (vea White & Davey, 
1989). Hendersen (1985) también demostró que a mayor intervalo entre que ocurre el 
condicionamiento y ocurre la exposición al EI más intenso, mayor la magnitud del efecto 
de inflación. Hendersen noto que es como sí el organismo tuviese una representación del EI 
original que puede ser alterada a través experiencias posteriores con EIs más intensos; más 
aún, la manipulabilidad de la memoria del miedo se incrementa con el tiempo desde que el 
condicionamiento original ocurrió. 
 
Más recientemente, Davey describio un fenómeno relacionado en humanos llamado 
reevaluación del EI en el cual incluso la información transmitida socialmente acerca del EI 
adquirida luego del condicionamiento puede resultar en niveles incrementados de miedo 
(e.g., Dadds et al., 2001). Así por ejemplo, si una persona adquiere información verbal de 
que el EI es más peligroso o traumático de lo que había sido durante el condicionamiento, 
ello puede ser suficiente para que su nivel de miedo se incremente. Incluso la repetición 
mental de pareaciones EC-EI luego del condicionamiento pueden también aumentar la 
fuerza de una RC leve en el laboratorio (Davey y Matchett, 1994). 
 
 
ASOCIACIONES SELECTIVAS Y LA DISTRIBUCIÓN NO AZAROSA DE MIEDOS Y 
FOBIAS 
 
Otra importante variable que afecta si la gente desarrollará un miedo o una fobia se 
relaciona con la naturaleza del EC que está presente durante el aprendizaje. Seligman 
(1971) fue el primero en sistematizar observaciones de que los miedos y fobias parecen 
desarrollarse mucho más frecuentemente a ciertos objetos o situaciones que a otros. Por 
ejemplo, miedos y fobias a las serpientes, arañas, alturas, espacios cerrados, y agua son 
mucho más comunes que a los autos, bicicletas, y armas, incluso aunque quizás las últimas 
pueden ser pareadas con trauma en la sociedad contemporánea. Seligman hipotetizó que 
 
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esto es porque temprano en nuestra historia evolucionaria, una ventaja selectiva fue 
desarrollada por los animales que rápidamente adquirían miedos intensos a objetos o 
situaciones que frecuentemente eran peligrosas o poseían alguna amenaza en comparación 
con animales que no adquirían dichos miedos tan rápido. Estas observaciones clínicas 
tempranas en relación a la distribución no azarosa de los miedos y fobias fueron 
sistematizadas en varios estudios que examinaban los contenidos de fobias de varios 
individuos diagnosticados con fobias específicas (e.g., de Silva, Rachman, y Seligman, 
1977, para una revisión, véase Öhman y mineka, 2001). Evaluadores entrenados estimaron 
la preparación biológica de los contenidos de estas fobias en una escala de 1 a 5. Una 
evaluación de 4 y 5 indicaba que el objeto o situación fóbica era probable o casi 
seguramente peligroso para los humanos pretecnológicos, mientras que evaluaciones de 1 y 
2 indicaba que el objeto o situación fóbica era probable o casi seguramente no peligroso 
para humanos pretecnológicos. Como fue predicho, la mayoría de las fobias fueron 
evaluadas de 4 a 5. 
 
Asociaciones selectivas 
 
Investigaciones experimentales proveen evidencia incluso más fuertes para varios aspectos 
de la teoría de Seligman de la preparación de las fobias. A mediados de los 70s, Öhman y 
sus colegas en Suecia iniciaron una larga serie de estudios experimentales de 
condicionamiento humano acerca de la asociabilidad selectiva de ECs relevantes (en 
relación a la adquisición del miedo) con EIs aversivos. Ellos compararon el 
condicionamiento cuando un shock leve como EI fue pareado o con un EC que parecía ser 
relevante para el miedo(por ejemplo serpientes, arañas o caras hurañas) o con EC que 
podrían ser irrelevantes (por ejemplo flores, callampas, figuras geométricas o caras felices). 
Las variables dependientes psicofisiológicas más usadas fueron las respuestas 
electrodermicas, aunque en algunas oportunidades otras variables dependientes también 
fueron medidas, tales como la tasa cardiaca o respuestas de contracción (de las respuestas 
que controlan los músculos al fruncir la cara, que son observadas en el condicionamiento 
con estímulos faciales). Numerosos experimentos encontraron que las RCs a los ECs 
relevantes fueron mucho mas resistentes a la extinción que las RCs a los ECs irrelevantes 
(para una revisión vea Öhman & Mineka, 2001). Más aún, las respuestas se daban con un 
solo ensayo al utilizar estímulos relevantes al miedo, lo que no ocurre con estímulos 
irrelevantes. 
 
Investigaciones siguientes también demostraron una diferencia cualitativa en la naturaleza 
de la RC en relación con los estímulos relevantes al miedo versus los no relevantes. Por 
ejemplo, E. Cok, Hodges y Lang (1986) señalaron que con ECs relevantes y mediciones de 
tasa cardíaca como medida dependiente, las respuestas cardiacas mostraban una fuerte 
aceleración seguidas de una breve desaceleración. En cambio, las tasas cardiacas ante ECs 
irrelevantes al miedo, mostraban sólo una fuerte desaceleración (tal como el que se 
encuentra comúnmente en el condicionamiento cardiaco usando ECs irrelevantes al miedo). 
Similarmente, Dimber (1987) comparó el condicionamiento usando caras felices versus 
enojadas como ECs, pareando con shocks leves como EIs. Él encontró que las RCs a las 
 
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caras enojadas (pero no a las felices) incluían actividad estriada, aceleración de la tasa 
cardiaca, y miedo autoreportado. Tal como fue revisado por Öhman y Mineka (2001), estos 
y otros resultados acerca de diferencias cualitativas en el condicionamiento al miedo de 
ECs relevantes versus irrelevantes al miedo sugieren que verdaderas respuestas defensivas, 
indicadas por conductas de defensa activa, sólo son condicionables con ECs relevantes al 
miedo. Con ECs irrelevantes al miedo, las RCs típicas son respuestas de orientación 
fortalecidas. 
 
Aunque estas series de experimentos proveen un fuerte apoyo al concepto de asociaciones 
selectivas, dos fuertes limitaciones impiden a esta línea de trabajo por si sola servir como 
un modelo completo para la adquisición de fobias. Primero, por razones éticas, los miedos 
condicionados en todos estos experimentos con humanos necesariamente deben ser de leve 
intensidad y transitorios, y por lo tanto no podemos estar seguros de que diferencias 
similares ocurrirán en el condicionamiento de intensos y duraderos miedos de nivel fóbico. 
Segundo, los humanos en estos experimentos por supuestos tienen asociaciones previas 
basadas en la ontogenia en relación a los ECs relevantes e irrelevantes al miedo utilizados. 
Por lo tanto, no podemos estar seguros de que las diferentes características observadas en el 
condicionamiento de ECs relevantes al miedo realmente derivan de fuentes filogenéticas o 
evolucionarias (como opuestas a ontogenéticas o del desarrollo) como la teoría de la 
preparación sostiene (véase Mineka y Öhman, 2002a; Öhman y Mineka, 2001). 
 
Por estas razones, Mineka y M. Cook usaron su modelo primate para testear si efectos 
similares serían observados en monos observadores no temerosos expuestos a objetos 
relevantes o irrelevantes para el miedo. Sus experimentos iniciales revisados anteriormente 
ilustraron que una rápida, robusta y duradera fobia a las serpientes podía ser adquirida 
observacionalmente, pero no testearon si un aprendizaje similar ocurriría con objetos 
irrelevantes al miedo. Para hacer esto, fue necesario igualar el nivel exacto de miedo 
mostrado por los modelos a los estímulos relevantes e irrelevantes para el miedo. Esto fue 
logrado usando técnicas de edición de video. De esta manera las reacciones de miedo de los 
modelos monos a serpientes de verdad podían mostrarse como si hubiesen sido exhibidas 
frente a, por ejemplo, flores de colores brillantes o una serpiente de juguete. 
 
En un experimento, un grupo de monos observadores (grupo SN+/FL-) observaron un 
modelo mono en una cinta de video mostrando intensas reacciones de miedo frente a 
serpientes de juguete (pero no a flores u objetos de madera neutrales) (M. Cook y Mineka, 
1990). El otro grupo FL+/SN-, en contraste, observaron a un modelo mono mostrar 
exactamente las mismas reacciones intensas de miedo a flores artificiales de colores 
brillantes (pero no a serpientes de juguete u otros objetos neutrales). Cuando 
posteriormente fueron testeados por sí solos, el grupo SN+/FL- claramente había adquirido 
miedo a las serpientes (pero no a las flores), mientras el grupo FL+/SN- no había adquirido 
ningún miedo a las flores (o a las serpientes). Resultados esencialmente idénticos fueron 
obtenidos cuando el condicionamiento observacional a otro estímulo relevante al miedo 
(i.e., un cocodrilo de juguete) fue comparado con el condicionamiento a otro estimulo 
irrelevante al miedo (i.e., un conejo de juguete; M. Cook y Mineka, 1989). 
 
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En resumen, estos monos superaron las dos limitaciones de la literatura acerca de la 
preparación en el condicionamiento al miedo en humanos mencionada anteriormente. 
Primero, miedos intensos pueden ser condicionados a estímulos relevantes al miedo (pero 
no irrelevantes). Segundo, aunque estos monos criados en laboratorio carecían 
absolutamente de exposición previa a ninguno de los estímulos usados en las cintas de 
videos de los experimentos (i.e., no tenían asociaciones derivadas de la ontogenia), ellos sin 
embargo mostraron más diferencias en la condicionabilidad de estímulos relevantes versus 
los irrelevantes. 
 
Encapsulación y Automaticidad 
 
Trabajos posteriores de Öhman y sus colegas revelaron otra importante diferencia en las 
características del condicionamiento de ECs relevantes para el miedo. Una serie de estudios 
demostró la automaticidad del proceso con estímulos relevantes (pero no con irrelevantes). 
En un experimento, Öhman y Soares (1994) mostraron que participantes quienes ya tenían 
miedo a arañas o serpientes (pero no a ambos) mostraban una activación no conciente de su 
respuesta de miedo cuando se realizaban presentaciones subliminales de sus objetos 
atemorizantes (pero no al objeto no temido). En otro experimento, ellos mostraron que las 
RCs a ECs supraliminales y relevantes para el miedo, se mantenían durante un 
procedimiento de extinción en el cual los ECs fueron presentados subliminalmente. Esto es 
que, incluso sujetos pensantes que no pueden identificar el estímulo al cual ellos están 
respondiendo, continúan mostrando las RCs al EC relevante, pero no al irrelevante (e.g., 
Öhman & Soares 1993). Por último, ellos también mostraron que el condicionamiento 
puede incluso ocurrir con ECs subliminales relevantes (pero no con subliminales 
irrelevantes al miedo) al ser pareados con descargas eléctricas. Es decir, los sujetos 
adquieren RCs a los ECs relevantes al miedo que ellos incluso no pueden identificar 
durante el condicionamiento (e.g., Öhman y Soares, 1998). Así, solo los ECs relevantes 
ganan un acceso preferencial a los mecanismos atencionales preconcientes. Tales resultados 
podrían ayudar a explicar por qué los miedos fóbicos pueden en ocasiones ser elicitados 
con gran velocidad incluso con un mínimo input de estimulación (e.g., reaccionando a una 
serpiente en el pasto antes de que ocurra algún reconocimiento conciente de que la 
serpiente esta allí; vea Ömaham & Mineka, 2001). 
 
Otro aspecto importante de esta línea de trabajo de condicionamiento preparado, es que las 
RCs a estímulos relevantes en relación al miedoparecen ser especialmente resistentes al 
control cognitivo consciente. Por ejemplo, muchos experimentos encontraron que cuando a 
los sujetos se les dijo que no serían sometidos nuevamente a descargas eléctricas al final del 
condicionamiento, los estímulos irrelevantes condicionados mostraron una inmediata 
extinción de las RCs, pero aquellos condicionados con estímulos relevantes continuaron 
mostrando RCs electrodérmicas. (e.g., Soares & Ömaham, 1993). Más aún, Scell, Dawson 
y Marinkovic (1991) midieron las expectativas de los sujetos en relación a cuando los EIs 
se presentarían, así como sus respuestas electrotérmicas durante el condicionamiento y la 
extinción. Los sujetos condicionados con ECs relevantes (no así con los irrelevantes en 
 
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relación al miedo) continuaron mostrando RCs electrodérmicas luego de que sus 
expectativas de recibir descargas eléctricas se había extinguido. Así, el reconocimiento de 
que el EI no será más entregado tiene poco, si no ningún impacto, en las RCs a los ECs que 
son relevantes en relación al miedo. 
 
El Concepto de un Modulo del Miedo Evolucionado 
 
Öhman y Mineka (2001; Mineka & Ömaham, 2002a) propusieron un modulo conductual 
evolucionado para el aprendizaje del miedo para explicar mejor el complejo esquema de los 
resultados obtenidos en los últimos 30 años. Tomando prestado el concepto de modulo 
conductual evolucionado de Toooby y Cosmides (e.g., 1992), quienes planteaban de que el 
modulo al miedo es relativo al sistema mental, conductual y neuronal que se ha dado por 
presiones evolutivas para ayudar a resolver problemas de adaptación ante situaciones 
peligrosas y de potencial daño a la vida que se encontraban en los ambientes de nuestros 
primeros ancestros. El módulo del miedo, como otro sistema conductual moldeado, muestra 
cuatro características distintivas. 
 
Primero, muestra una selectividad relativa con respecto a los input que acepta, siendo el 
sistema especialmente sensitivo a ciertos estímulos que proveían amenazas evolutivas 
recurrentes a nuestros viejos ancestro evolucionarios. Esto es consistente con la evidencia 
revisada anteriormente de que el aprendizaje del miedo es especialmente robusto con ECs 
relevantes para el miedo tanto en monos como en humanos. Más aún, la naturaleza de la 
RC es a menudo cualitativamente diferente (de hecho, verdaderamente defensiva) con ECs 
relevantes para el miedo. 
 
Segundo, sistemas conductuales con orígenes evolucionarios profundos están típicamente 
fuera de control consciente pero en cambio son rápida y directamente activados por 
estímulos, querámoslo o no, dado que estos sistemas cerebrales evolucionaron en animales 
con cerebros mucho más primitivos que los nuestros, mucho antes de la aparición del 
lenguaje o el pensamiento. Dichos efectos son ilustrados por los experimentos de Öhman y 
colegas que muestran activación automática y condicionamiento de RCs con ECs 
subliminales relevantes para el miedo. 
 
Tercero, Öhman y Mineka (2001) también argumentaron que dichos sistemas conductuales 
están típicamente encapsulados de influencias cognitivas superiores, nuevamente debido a 
que han evolucionado en animales con cerebros mucho más primitivos. Esto fue ilustrado 
en experimentos que muestran que el condicionamiento con ECs relevantes para el miedo 
no es afectado por la información directa de que el shock no volverá a ocurrir, así como en 
experimentos que muestran que las respuestas de miedo con ECs relevantes para el miedo 
continúan luego de la extinción de las expectativas (ver cap. 6 de este volumen; Lovibond y 
Shanks, 2002, para un punto de vista alternativo; véase Wiens y Öhman, 2002, para una 
réplica). 
 
 
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Cuarto, Öhman y Mineka (2001) también notaron que dichos sistemas conductuales 
modelados evolucionariamente usualmente tiene algunos circuitos neurales dedicados, lo 
que en el caso del miedo y el aprendizaje del miedo está centrado en la amígdala. 
 
Así, las características primarias del módulo del miedo incluyen selectividad con respecto 
al input, automaticidad con respecto a la activación, encapsulación de influencias 
cognitivas superiores, y un circuito neuronal dedicado. De esta manera, el concepto de 
modulo del miedo integra varios hallazgos diversos acerca del miedo y el aprendizaje del 
miedo provenientes de diferentes dominios (e.g., clínicos, cognitivos, de aprendizaje, 
neurobiológicos). Más aún el concepto también propone una agenda para investigaciones 
futuras que puede mejorar la comprensión tanto de los aspectos básicos como clínicos del 
miedo y la ansiedad. 
 
Hasta ahora, hemos revisado evidencias provenientes desde estudios con animales y 
humanos que apoyan la idea de Rachman sobre las tres vías asociativas que estan 
involucradas en el desarrollo de miedos y fobias: aprendizaje directo, instruccional y 
vicario. También hemos demostrado que los modelos de condicionamiento tradicionales 
eran muy simplistas, y como los modelos contemporáneos, necesitan tomar en cuenta el 
amplio rango de variables temperamentales, experienciales y evolutivas que afectan cuanto 
miedo se adquiere y mantiene. 
 
En los pasados 25 años, un pequeño grupo de investigadores había pensado verificar el que 
los patrones asociativos se encuentran realmente involucrados en la manera que 
fuertemente sugieren los investigadores revisados aquí. Comúnmente, en estas docenas de 
estudios se ha simplemente preguntado a los sujetos acerca de que creen que ha causado el 
desarrollo de sus miedos y fobias (usualmente utilizando cuestionarios estructurados para 
verificar varios tipos de experiencias de aprendizaje). Algunos de estos estudios han 
planteado dudas sobre cuán a menudo estas vías asociativas se encuentran realmente 
involucradas, sugiriendo de que algunos miedos y fobias son innatos. Ahora revisaremos 
los fundamentos de estas explicaciones no asociativas. Finalmente, evaluaremos 
críticamente lo incólume de este nuevo enfoque que descansa en la confiabilidad y validez 
del llamado método retrospectivo utilizado en estos estudios. 
 
 
LA EXPLICACION NO ASOCIATIVA DE LA ADQUISICION DE MIEDOS 
 
En la literatura que investiga los orígenes de las fobias a través del autoreporte, muchos 
estudios han encontrado un subgrupo de participantes que bien no pueden recordar el 
comienzo de su fobia o bien reportan siempre haber sido temerosos. Una explicación 
hipotetizada para estos reportes es que los participantes simplemente no podían recordar 
experiencias que efectivamente ocurrieron (e.g., causada por olvido o amnesia infantil; 
véase la sección final de este capítulo). Otra explicación postulada, en la que nos centramos 
primero, proviene desde un enfoque no asociativo (e.g., Menzies & Clarke, 1995a; Poulton 
y Menzies, 2002a; 2002b). Esta explicación estipula que para ciertos peligros 
 
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evolucionariamente relevantes, los miedos son innatos, desarrollándose sin experiencias 
negativas con algún estímulo. Esto es contrario a la posición de Öhman y Mineka (2001), 
quienes señalaron que los miedos evolutivamente relevantes requieren al menos una 
pequeña cantidad de input experiencial para que se den. La explicación no asociativa 
reconoce la importancia de las vías de adquisición de los miedos “evolucionariamente 
neutros” (por ejemplo, el miedo al dentista), y en algunos casos, de ciertos miedos 
evolutivamente relevantes. 
 
Tanto la explicación de condicionamiento preparado, como la no asociativa, han señalado 
que la evitación y el miedo de ciertas situaciones o estímulos historicamente peligrosos se 
encuentran bajo un control genético parcial y han beneficiado la supervivencia de las 
especies. Más aún, Menzies y Clarke(1995a) también establecieron “de acuerdo a esta 
visión [no asociativa], entonces, dados procesos maduracionales y experiencias pasadas 
normales… la mayoría de las especies mostrarán miedo a un conjunto de estímulos 
evolutivamente relevantes en su primer encuentro” (p.42). Incluidos dentro de este grupo 
evolutivamente relevante hay cuatro miedos particulares: miedo a los extraños, alturas, 
separación temprana, y agua (véase Menzies y Harris, 2001). 
 
La explicación no asociativa proviene en gran parte de estudios del desarrollo y 
transculturales que demuestran que la mayoría de los infantes experimentan un desarrollo 
normativo de los miedos a los cuatro estímulos recién mencionados. Por ejemplo, Menzies 
y Harris (2001) citaron investigación en primates y transculturales en apoyo del miedo de 
infantes a extraños y la ansiedad de separación. Ellos además revisaron el trabajo de Gibson 
y Walk (1960) quienes encontraron que la evitación de infantes de un precipicio visual era 
una reacción normativa propia del desarrollo. Finalmente, para el agua Gram y Gaffan 
(1997) encontró que cerca del 50% de las madres cuyos hijos eran actualmente o 
previamente temerosos del agua reportaban que este miedo estaba presente al primer 
contacto del niño. No tenemos noticia de ningún estudio transcultural o del desarrollo 
cuidadoso que muestre que el miedo al agua es innato, sin embargo. 
 
Si el desarrollo de estos cuatro miedos es normativo, ¿por qué una minoría de gente 
continúa teniendo numerosos miedos y fobias más allá de la infancia, mientras la mayoría 
de la gente no los tiene? Primero, la explicación no asociativa reconoce una significativa 
variabilidad genética en las reacciones al miedo de diferentes individuos incluso en los 
encuentros iniciales […a los estímulos o situaciones atemorizantes] (e.g., Menzies y Harris, 
2001). Así, incluso en un contacto inicial, las respuestas de la gente al miedo varían desde 
leves a más pronunciadas. 
 
Segundo, en la explicación el tema de que estos miedos usualmente son transitorios y 
restringidos a una etapa evolutiva temprana, la argumentación no asociativa invoca el 
proceso de habituación (Menzies & Clarke, 1995a). Esto es que, con el tiempo, muchos 
niños tienen exposiciones repetidas a sus situaciones atemorizantes sin experiencias 
negativas significantes, y de esta manera el miedo se habitúa. Si la habituación es tan 
común, ¿por qué algunos adultos desarrollan estos miedos (no asociativos) innatos 
 
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(Menzies & Harries, 2001)? Menzies y Clarke establecieron como hipótesis tres razones de 
por que el miedo podría continuar o reaparecer si esta se había habituado: carencia de 
exposiciones seguras, una base innata pobre para la habituación, y estrés no específico. 
Carencias de exposiciones seguras pueden suceder por causa de limitaciones prácticas en 
oportunidades de exposición, o por la evitación propia o por parte de los padres de 
situaciones atemorizantes. En el caso de una pobre habituación, la explicación no asociativa 
establece diferencias individuales genéticas para diferentes tazas de habituación tal que 
ciertos individuos necesitan un monto mucho mayor de exposición antes de que la 
habituación ocurra (Menzies y Harris, 2001). Sin embargo, notable es que incluso los 
proponentes de la explicación no asociativa han reconocido una escasez de datos que 
apoyen esta segundo mecanismo hipotetizado (Poulton, Waldie, Craske, Menzies, y 
McGee, 2000). 
 
Tercero y final, la explicación no asociativa hipotetiza que altos niveles de un estrés general 
pueden resultar en la reaparición de un miedo evolutivamente relevante que previamente 
había sido habituado. Poulton y colegas (2000) señalaron como evidencia trabajos en 
animales realizados por Groves y Thompson (1970) demostrando deshabituación cuando un 
nuevo y sensibilizador estímulo se presentaba cercano temporalmente a la presentación de 
un estimulo habituado previamente. Poulton y sus colegas obtuvieron apoyo para esta 
hipótesis cuando encontraron que, a los niños que no tenían miedo a la edad de 11 años, un 
estrés no específico entre la edades 14 y 15 predecía una alta fobia a la edad de 18 años 
pero no una fobia evolutivamente neutra como la fobia al dentista. 
 
Muchos aspectos metodológicos limitan seriamente las conclusiones que pueden obtenerse 
desde este estudio, sin embargo. Específicamente, los miedos y las fobias sólo fueron 
medidas a los 11 y 18 años, los eventos estresantes fueron medidos sólo entre los 14 y 15 
años, y las entrevistas diagnósticas a los 18 sólo preguntaban acerca del miedo durante el 
año pasado. Así, muchos eventos estresantes y varias apariciones y remisiones de miedos y 
fobias pueden haber tenido lugar durante los otros 6 años de las cuales no hay información. 
Un apoyo más sustantiva para la explicación por deshabituación requeriría un estudio que 
implemente mediciones frecuentes tanto del estrés diario y los miedos y fobias resultantes 
para elucidar más claramente las relaciones temporales y las trayectorias de desarrollo. 
 
Un interesante punto para sobreponer entre las explicaciones asociativas y no asociativas de 
la aparición de miedos y fobias es que ambas parecen explicar la evidencia de que muchos 
participantes que tienen una historia de experiencias aversivas o traumáticas no desarrollan 
miedos o fobias a esos estímulos. En un estudio usando recuerdos retrospectivos, Menzies y 
Parker (2001) encontraron que participantes con miedo a las alturas no diferían 
significativamente de un grupo control de participantes no temerosos en la proporción de 
reportes de experiencias de condicionamiento directo o indirecto, edad durante los 
condicionamientos, o miedo autoreportado antes de las experiencias de condicionamiento 
antes reportadas. Más aún, los participantes controles no temerosos recordaron mayores 
niveles de miedo y dolor durante sus experiencias de condicionamiento de lo que lo 
hicieron sus contrapartes con miedo a las alturas. 
 
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Estos autores concluyeron que estos últimos hallazgos son más compatibles con la 
explicación no asociativa: individuos que siempre habían tenido miedo a las alturas (uno de 
sus miedos innatos) podría probablemente realizan sólo actos menos peligrosos y por lo 
tanto estar sujetos a menos dolor debido a sus precauciones o evitación. Aunque esta línea 
de pensamiento parece plausibles, los resultados de Menzies y Parker de hecho no prueban 
ni confirman adecuadamente esta hipótesis ya que tanto lo participantes temerosos como no 
temerosos reportaron bajos y comparables niveles de miedo a las alturas antes del evento de 
condicionamiento putativo. Luego su teoría presupone niveles más bajos de miedo antes de 
los eventos de condicionamiento en aquellos participantes que no desarrollaron un miedo 
significativo. Así, sus resultados no resultan consistentes con sus hipótesis. 
 
Resulta interesante que la explicación asociativa parece proveer una mejor explicación 
potencial de estos particulares hallazgos de Menzies y Parker (2001). Como se revisó 
anteriormente en este capítulo y por Mienka y Öhman (2002b), diferencias 
temperamentales y experienciales (e.g., inhibición latente y percepción de control) llevan a 
diferencias en qué tanto miedo se adquiere durante experiencias traumáticas y qué tanto se 
mantiene en el futuro. Más aún, niños con temperamentos no temerosos y extrovertidos, 
particularmente si tienen un sentido aprendido de maestría sobre su medio, serán mucho 
más tendientes a involucrarse en actividades riesgosas que podrían llevar a la ocurrencia de 
experiencias aversivas con ciertos estímulos, lo que en ningún caso no llevaría a una 
adquisición de miedo debido a estas variables experienciales o temperamentales. 
 
Está fuera del foco de este capítulodesplegar una crítica entera de la explicación no 
asociativa. El lector interesado es dirigido a un número especial de Behaviour Research and 
Therapy (2002, pp. 121-208), que incluye artículos de Poulton y Menzies (2002a, 2002b), 
Mineka y Öhman (2002b), y un número de otros investigadores. Puntos particulares de 
pugna envuelven el definir la relevancia evolutiva, el monto de contribución genética a 
fobias específicas, el rol de la personalidad individual y factores experienciales, y 
explicaciones de las complejidades de la teoría contemporánea del aprendizaje (las que son 
discutidas en este capítulo). También proponemos el tópico aquí de que si incluso 
particulares miedos leves o moderados son innatos, las fobias probablemente requieren 
input experiencial. Es más, la explicación no asociativa no trata el tema de cómo un alto 
miedo normativo en la infancia se vuelve en una poderosa fobia, o no trata las trayectorias 
del desarrollo de los miedos normativos a los extraños y el de separación como si 
pertenecieran a desórdenes de ansiedad de la infancia y de la adultez (e.g., Mineka y 
Öhman, 2002b). Esta área de debate sustancial tiene importantes implicaciones para la 
teoría y la investigación de la etiología de las fobias. 
 
 
CONFIABILIDAD DE LOS RECUERDOS RETROSPECTIVOS 
 
Es vital para los investigadores posicionar tanto las explicaciones asociativas y las no 
asociativas para tener en cuenta las limitaciones e implicancias de las conclusiones 
 
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extraídas de estos cuerpos de trabajo basados en estudios retrospectivos. Aunque los 
espacios temporales entre miedos o fobias establecidas y el tiempo en que se produce el 
recuerdo se han acortado en algunos estudios retrospectivos recientes de estudiantes 
universitarios y niños (e.g., Menzies y Parker, 2001) en relación a anteriores 
investigaciones en la población adulta, incluso en las más recientes investigaciones han 
utilizados el recuerdo sobre muchos años. Más aún, incluso el trabajo prospectivo a veces 
se vuelve dependiente en substanciales recuerdos retrospectivos. Por ejemplo, el Dunedin 
Multidisciplinary Health and Developmental Study, usado extensivamente en estudios por 
Poulton, Menzies, y colegas, siguió una cohorte entera de nacidos con multifacéticas 
entrevistas y mediciones obtenidas al nacimiento y a la edad de 3, 5, 7, 9, 11, 13, 15, 18, 21, 
y 26 años (véase Poulton y Menzies, 2002a, para métodos y hallazgos relevantes). Cada 
periodo de seguimiento entonces tenía al menos 2 años de espacio entre si, y las fobias sólo 
fueron medidas a la edad de 3, 11, 18, y 21. Como vimos aquí, incluso 2 años de espacio 
permiten espacio suficiente para errores en los recuerdos. 
 
Precisión del recuerdo de eventos de la niñez 
 
El primer tema para tratar es la precisión de la memoria humana para los eventos 
tempranos, dado que muchos estudios que estudian autorreportes de miedo y fobias 
establecidas asumen que los universitarios y participantes adultos pueden recordar 
precisamente hechos que comúnmente ocurren en la infancia. Una revisión de la evidencia 
disponible concluyo que los recuerdos autobiográficos para eventos ocurridos en la infancia 
son a menudo bastantes precisos (Brewin, Andrews & Gotlib, 1993), especialmente para las 
características centrales de eventos únicos, y por lo tanto, inesperados en la infancia. Un 
estudio que investigó el recuerdo de estudiantes universitarios para eventos tempranos en la 
niñez que fueron significativamente relevantes (por ejemplo el cumpleaños del hermano 
anterior a que el participante haya celebrado su sexto cumpleaños), encontró que los padres 
validaban alrededor de un 60% de las memorias tempranas de los participantes, y que 
negaban menos del 15% del relato de los participantes (Usher y Neiser, 1993). Los 
investigadores también notaron muchas notificaciones que reconocían la veracidad del 
recuerdo para los eventos de la niñez. Por ejemplo, Henry, Moffitt, Caspi, Langely y Silva 
(1994) señalaron que la validez fue sospechosa para el recuerdo de estados subjetivos (por 
ejemplo, ansiedad) y precavida para reportes retrospectivos que son menos confiables para 
su comprobación dado que requieren una estimación precisa de las fechas y frecuencias en 
que los hechos ocurrieron. Más aún, Brewin y sus colegas (1993) también precavieron que 
a menos que existiesen puntos de anclaje, la gente podría olvidar el tiempo y la secuencia 
exacta de los hechos, así como sus reacciones emocionales durante estos. 
 
La precisión del recuerdo de una secuencia temporal y de los estados emocionales es 
esencial para conectar las posibles experiencias de aprendizaje asociativo en los reportes 
verídicos. Un factor discutido por Hyman y Loftus (1998) es el concepto de “errores de 
rebanadas del tiempo”, los cuales ocurren cuando un los sujetos entregan un evento 
recordado precisamente, que no fue el que se ha preguntado. En el caso del miedo, estos 
errores pueden ocurrir dado que la persona no asocia un evento temprano con un miedo 
 
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establecido, o dado que un evento podría ser uno de muchos que últimamente acontecieron 
en el desarrollo de una fobia. Ellos también discutieron la posibilidad de que una persona 
pudiera no tener recuerdos disponibles de un evento debido a amnesia infantil (discutida 
luego). Un tercer factor, que fue señalado por Kendler, Myers y Prescott (2002), involucra 
posibles falso positivos en las confirmaciones de los eventos relatados como parte del 
establecimiento de las fobias. Estos autores especularon que los eventos podrían ser 
confirmados como parte de una búsqueda de sentido, o que podrían marcar la primera 
experiencia memorable a un estímulo que ya es temido. Cuarto, Hyman y Loftus (1998) 
concluyeron que “la gente reconstruye sus actitudes y estados mentales pasados basados en 
su ajuste actual al hacer implícitas ideas constantes relacionadas y cambios ocurridos hasta 
el periodo de intervención” (p. 934). Quinto, Bradburn, Rips, y Shevell (1987) reportaron 
que cuando el recuerdo de un evento es desafiante, las personas podrían usar sus 
interferencias para concluir que un evento fue infrecuente, distante, o que nunca ocurrió. 
Así, las propias teorías de la gente acerca de la memoria en sí misma afectar el recuerdo. 
 
Chequeo de la confiabilidad del recuerdo 
 
Varias investigaciones han implementado chequeos de confiabilidad para los recuerdos de 
los participantes. En general, los resultados han sido problemáticos en relación a la 
validación de los reportes retrospectivos acerca del inicio de miedos y fobias. Un estudio 
relevante con gente con fobia a las arañas ofreció un fuerte apoyo a la confiabilidad de los 
recuerdos en la que la confirmación parental de los reportes de los niños de 
condicionamiento directo o de haber tenido siempre miedo llegaba a un valor kappa mayor 
que .8 (Merckelbach, Muris, y van Schouten, 1996). 
 
En contraste, otros tres estudios levantan dudas acerca de la confiabilidad de los recuerdos 
retrospectivos. Por ejemplo, Henry et al. (1994) le preguntaron a participantes por el 
número de heridas serias en los dos años anteriores a las mediciones a las edades de 9, 11, 
13, y 15 años. Ellos compararon este total con el recuerdo de los participantes a la edad de 
18 años acerca de todas las heridas que ocurriero entre los 7 y los 15 años. Sólo encontraron 
un acuerdo modesto (r = .42, k = .34). Este resultado es particularmente relevante y 
problemático dado que las heridas son un EI común en relación al comienzo de numerosas 
fobias. 
 
Un segundo estudio acerca del inicio de las fobias también encontró niveles significativos 
de desacuerdo. Kheriaty, Kleinknetcht, y Hyman (1999) investigaron a estudiantes 
temerosos de los perros o sangre y heridas acerca de los orígenes de sus fobiasasí como del 
tiempo de aparición. Los padres también fueron contactados para confirmar los datos de sus 
hijos, con 55 de 88 cuestionarios devueltos. Entre los hijos de estos 55 padres, 42 
estudiantes recordaron alguna vía asociativa relacionada con el comienzo del miedo; los 
padres validaron este dato en 26 casos (62%). Los padres nombraron un evento anterior y 
diferente que el que los estudiantes designaron en 9 casos (21%), y 7 padres (17%) no 
sabían cómo sus hijos habían adquirido el miedo. Es importante que para los 13 estudiantes 
restantes que no reportaron recuerdo del origen del miedo, 8 padres (62%) identificaron un 
 
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evento específico relacionado con el inicio del miedo del estudiante. Finalmente para los 28 
casos en que la edad del comienzo del miedo fue recordado tanto por lo padres como por 
los niños, los niños reportaban el comienzo cerca de 3 años después que lo que lo hacían los 
padres. 
 
Un tercer estudio conducido por Taylor, Deane, y Podd (1999) también entrega resultados 
problemáticos. Esto investigadores pidieron a una muestra de adultos con miedo a conducir 
que adscribieran una causa para el inicio de su miedo en dos puntos del tiempo, con un año 
de espacio. Sorprendentemente, sólo el 54% de las atribuciones se mantenía igual en estos 
dos puntos. Además, de las 11 personas (13% de la muestra) que inicialmente afirmaron 
“no puedo recordar”, sólo 2 continuaron diciendo “no puedo recordar” en la segunda 
medición. Cerca de un cuarto (6 de 23) de aquellos que dijeron “siempre ha sido así” 
cambiaron en la segunda medición. 
 
En resumen, los estudios que han implementado chequeos de confiabilidad han dejado al 
descubierto los problemas de confiar en estudios retrospectivos que sólo usan autorreportes. 
Además hemos notado que estos estudios que implementan chequeos de confiabilidad 
usando reportes parentales también son problemáticos porque tienden a crear la idea algo 
sospechosa de que el recuerdo parental es siempre más preciso que el de los participantes. 
 
Amnesia de la infancia 
 
Una explicación adicional para los hallazgos de que ciertos participantes (e.g., Kheriaty et 
al., 1999; Öst y Hugdahl, 1981) no tenían recuerdos para el inicio de miedos y fobias es que 
ello podría haber ocurrido durante un periodo de amnesia de la infancia. Esencialmente, 
hay un periodo temprano de vida durante la cual los niños no forman memorias 
permanentes. Por ejemplo, Usher y Neisser (1993) identificaron estudiantes usando un 
cuestionario exploratorio para determinar quién sabía que había experimentado uno de 
cuatro eventos infantiles antes de los 6 años (nacimiento de un hermano, hospitalización, 
una mudanza familiar, o muerte de un miembro de la familia). Ellos entonces investigaron 
los recuerdos de los estudiantes de estos eventos. Aspectos del nacimiento de un hermano y 
una hospitalización podían ser recordados por más de la mitad de la muestra de 2 a 3 años 
de edad el momento del evento. Para los otros dos eventos (i.e., mudanza familiar, muerte 
de un padre), no fue hasta la edad de 4 años que más de la mitad de la muestra logró el 
criterio de recuerdo. Los autores concluyeron que los efectos de la amnesia de la infancia 
no son iguales para todos los eventos, y que a las edades de 3 y 4 años sólo ciertas 
experiencias excepcionales estarán disponibles para el recuerdo en la adultez. 
 
En un hallazgo relacionado, Pillemer (1998) notó que adultos emplazados a fechar su 
recuerdo más antiguo en promedio situaban de los 3 a 4 años de edad y que hay una 
marcada disminución en el monto y complejidad de la memoria adquirida antes de los 
primeros años escolares. Neisser (2004) también advirtió que incluso cuando la gente puede 
recordar un evento temprano particular, esto no significa que la edad crítica para recordar 
otro tipo de eventos ha sido alcanzada; un criterio diferente producirá diferentes 
 
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estimaciones. En suma, cuando la gente reporta siempre haber sido miedosa, especialmente 
sin fuentes externas corroborativas, la etiología de la fobia puede ser la consecuencia de 
aprendizaje asociativo que ocurrió antes de la edad con memoria verbal accesible. 
 
Olvido 
 
Otra razón por la cual muchos participantes pueden no recordar experiencias de 
condicionamiento es porque simplemente lo han olvidado. Esto es, dado de que los eventos 
de condicionamiento directo pueden no ser siempre severos o que los encuentros indirectos 
pueden no ser únicos o consecutivos, estas experiencias pueden simplemente no ser 
codificadas adecuadamente en la memoria o son olvidadas a través del tiempo. Usando un 
inventario de eventos generales de la vida, Monroe (1982) reportó que participantes adultos 
compelidos a recordar eventos sobre un periodo de 2 años marcaron un promedio de siete 
eventos para el año más reciente pero sólo tres para el año anterior, sugiriendo una 
substancial caída en el recuerdo sobre sólo un periodo de 2 años. Monroe luego condujo 
una investigación prospectiva del recuerdo de eventos de la vida en la cual estos mismos 
participantes fueron medidos mensualmente al final de cada uno de 4 meses consecutivos. 
Monroe sumó el total de eventos negativos reportados en estas 4 mediciones mensuales y 
los comparó con el total de eventos negativos recordados sobre el periodo de 4 meses más 
reciente en la investigación retrospectiva de 2 años. Él encontró una disminución 
significativa (2.25 vs. 0.97 eventos) en el número promedio de eventos negativos 
reportados usando el periodo de recuerdo mayor (pero para varios eventos, véase G. W. 
Brown y Harris, 1982, quienes encontraron mayores niveles de recuerdos confiables). 
 
Más aún, se han levanto dudas acerca de la memorabilidad de experiencias indirectas que 
son menos únicas, consecutivas, sorpresivas, y quizás menos potentes emocionalmente que 
la experiencias directas (Field, Argyris, y Knowles, 2001). Por ejemplo, Withers y Deane 
(1995) encontraron que participantes con experiencias de condicionamiento directo eran 
más confiables en su recuerdo que aquellos involucrados en condicionamiento indirecto. 
 
En suma, la propiedad de los eventos, la secuencia de tiempo, los sesgos de la memoria, e 
inferencias acerca de la misma son facetas integrales del proceso de rememoración. Así, 
hay una razón substancial para preocuparse cuando examinamos estudios retrospectivos 
acerca de las experiencias más relevantes para la etiología de miedos y fobias. Como 
Kleinknetcht (2002) convincentemente apuntó, debido a estos factores, “sin corroboración 
las aproximaciones retrospectivas debiesen ser vistas a lo más como sugestivas y 
generadoras de hipótesis más que confirmadoras o desconfirmadoras de hipótesis” (p. 160). 
 
Hasta ahora, una conclusión que puede obtenerse de esta literatura es que una falla en 
atribuir una vía asociativa no es lo mismo que confirmar la ausencia de aprendizaje 
asociativo. Inversamente, otra conclusión es que la atribución de un participante de 
investigación de una vía asociativa no es equivalente a confirmar que la experiencia 
asociativa recordada de hecho haya jugado un rol causal. Incluso con corroboraciones, el 
problema de fallar en identificar una vía asociativa es incluso más serio que el problema de 
 
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concluir que una vía asociativa que es recordada de hecho haya jugado un rol causal. Esto 
es porque el concluir con seguridad que algo no paso es similar al problema de tratar de 
probar la hipótesis nula (véase Mineka y Öhman, 2002b). 
 
¿Cómo podrían dichos estudios ser más útiles? Dos mejoras obvias serían la inclusión 
consistente de fuentes de corroboración así como metodología prospectiva con monitoreo 
frecuente. Idealmenteun diseño de estudio así necesitaría incluir un gran número de 
participantes medidos prospectivamente por al menos los primeros 20 años de vida. 
Especialmente, infantes, niños, y padres necesitarían ser medidos al menos varias veces al 
año tanto acerca de sus miedos a un amplio rango de estímulos o situaciones comúnmente 
temidos como acerca de la ocurrencia de eventos relevantes (y factores de personalidad) 
que podrían contribuir a desarrollar vulnerabilidades, invulnerabilidades, o miedos. 
Desafortunadamente, aunque el estudio Dunedin es excelente para varios propósitos, no 
puede ser usado de una manera convincente para testear teorías de miedos y fobias porque 
no fue diseñado para este propósito. Las mediciones fueron demasiado espaciadas, e 
información inadecuada fue proveída acerca de una variedad de eventos relevantes y 
vulnerabilidades de la personalidad. 
 
 
CONCLUSIONES 
 
Hemos revisado evidencias de muchas tradiciones investigativas, tanto históricas como 
contemporáneas, que son relevantes para el entendimiento de la etiología de miedos y 
fobias. Primero revisamos el modelo etiológico de tres vías de Rachan (1990) que coloca 
énfasis en una variedad de factores asociativos. Al hacer esto, mostramos como los 
modelos conductuales tradicionales fallaban por que ignoraban la importancia del rol que 
juegan variables temperamentales, experienciales y de diferencias individuales en el 
resultado de cualquier experiencia de aprendizaje (vea tambien Mineka, 1985; Mineka y 
Zinberg, 1996). Atendiendo al amplio rango de factores de diferencias individuales que 
tienen participación, una imagen comienza a aparecer entre las muchas variables (de 
vulnerabilidad y resistencia) que interactúan y que son importantes en la búsqueda de la 
etiología de miedos y fobias. 
 
Nuestra revisión prestó especial atención a estudios que usaban los dos tipos de estrategias 
de investigación, complementarias y sinérgicas, que han sido históricamente un punto 
importante e indispensable dentro de los trabajos del área. Específicamente, discutimos 
investigaciones experimentales con animales en los cuales miedos potentes y de larga 
duración fueron inducidos y manipulados experimentalmente, así como investigaciones 
experimentales realizadas en humanos en las cuales miedos leves y transitorios también 
pudieron se inducidos y manipulados. La evidencia para cualquier factor de riesgo es a 
menudo considerada fuerte cuando se ha estudiado utilizando ambas estrategias, aunque 
esto no es siempre factible (e.g., a causa de limitaciones en nuestra habilidad para medir y 
manipular cogniciones en animales y por limitaciones éticas que no permiten la realización 
de cierto tipo de preguntas en estudios con humanos). Notable es que cuando se han usado 
 
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ambas estrategias complementarias, los resultados han llevado casi siempre a conclusiones 
similares. 
 
Luego, enfocamos nuestra atención en una estrategia desarrollada mas recientemente en la 
cual los investigadores confían en el recuerdo retrospectivo de los sujetos para los eventos 
que ellos creen que se encuentran involucrados en el origen de sus fobias (e.g., Öst & 
Hugdahl, 1981; Poulton & Menzies, 2002a, 2002b). Algunos han propuesto que los 
resultados de muchos de estos estudios plantean dudas acerca de las conclusiones extraídas 
de la tradición experimental revisada inicialmente, dado que sus hallazgos frecuentemente 
revelan una proporción significativa de personas quienes no recuerdan un patrón asociativo 
para el establecimiento de una fobia, o hay quienes señalan que siempre han tenido un 
miedo particular o fobia. Más aún, estos investigadores también han encontrado un número 
significativo de personas sin miedos o fobias que recuerdan eventos de condicionamiento 
putativos anteriores pero que no se desarrollaron en miedos. También revisamos evidencia 
considerable, que sin embargo, lleva a dudar por serias razones la validez de estos estudios 
así como la manera de obtener conclusiones de ellos. En particular, hay grandes problemas 
tanto con la precisión del recuerdo de eventos emocionales (y las secuencias de estos 
hechos) que a menudo ocurrían muchos años antes y sin la firmeza de estar libre de 
atribuciones de causalidad hacia los eventos ocurridos con mucha anterioridad si es que 
podían ser precisamente recordados. Es más, encontramos sorprendentemente que 
demasiada atención se le había prestado a la explicación no asociativa dado que esta 
confiaba meramente en estudios que usaban recuerdos retrospectivos y que eran deficientes 
en el apoyo de estudios experimentales válidos. 
 
En conclusión, sugerimos que sería más prudente el incorporar los hallazgos de 
investigaciones experimentales con animales, y experimentos análogos en humanos, y los 
poco corroborados estudios retrospectivos a través de autorreportes, concluir que, la 
explicación asociativa contemporánea de la adquisición de fobias y miedos persistentes es 
la teoría más válida, comprensible y plausible. Como se ha señalado antes, la prueba más 
estricta de la validez ecológica de nuestra explicación vendrá con futuras investigaciones 
usando metodologías prospectivas y longitudinales con frecuentes mediciones de 
experiencias de aprendizaje potencialmente relevantes, y miedos y fobias establecidas, así 
como mediciones ocasionales de otras variables, tales como temperamentales y de 
percepción de control. 
 
 
 
 
N. del T.: Para referencias vea el libro original.

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