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Ficha 8 - Latour

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Ficha 8
“La leve sospecha de la acción: Hechos, fetiches y factiches” B. Latour.
El texto que analizamos en la presente ficha se trata de, según Latour, la carencia teórica que existe para explicar el problema de la razón y la verdad. Según el autor, la esfera de la práctica científica y la técnica y la práctica política se encuentran separadas una de la otra y condicionadas por la separación entre sujeto y objeto. Entonces Latour plantea que ésta es una distinción fabricada y separa la teoría de la práctica.
Para encontrar alguna solución para lo anterior y entrelazar de mejor manera la práctica y la teoría, Latour empieza su propuesta reflexionando, en primer lugar, acerca de Dios; según él no un Dios “del más allá” sino que un “Dios entendido como el nombre dado a una teoría de la acción, del dominio y de la creación que ha servido como cimiento para el viejo acuerdo de los modernistas” (pág. 321). Para estos fines, ocupa la figura del iconoclasta y del ídolo, siendo el ídolo amenazado por la idea de destrucción del iconoclasta. Para graficar lo planteado anteriormente, Latour argumenta por medio de Jagannath, un indio de familia nombre que pretende romper el maleficio de las castas induciendo a los de castas más bajas tocar el saligram sagrado, como símbolo de la distinción entre clases sociales y con ello, a destruir el símbolo que representa la castas sociales. Aun con la insistencia de Jagannath, los parias se niegan a tocar el símbolo sagrado provocando la furia de Jagannath. Finalmente, los parias tocan la piedra sagrada pero esto no tiene el fin esperado por Jagannath, ya que esto porque ha extraído toda la humanidad que poseen, los parias por haber sido depositarios de la fuera del noble y él por haber actuado como un animal violento. 
A través de este ejemplo, Latour manifiesta que la adoración a un iconoclasta y por ello, la no veneración a iconos o símbolos, refleja la destrucción de los fetiches como iconos ya que representan estos deseos y fantasías. A pesar de lo anterior, el autor no es capaz de clarificar la relación de fetichista y del antifetichista dado que para resolver esto es necesario, no solo comprender la destrucción del fetiche sino que lo que hace el iconoclasta es destruir una forma de argumentación que posibilita la acción. Esto dado que el iconoclasta sería la victima de la creencia en la creencia. De esta manera, el resultado de la destrucción del fetiche no sería la el ídolo, ni el fetiche sino la humanidad del iconoclasta. En otras palabras, el fetiche no es un símbolo vacío ni el destructor de una creencia sino la propia humanidad, ya que lo que está en cuestión es status de veracidad o falsedad del símbolo, por lo que dependerá de su artificialidad (si es fabricado o no). Lo anterior conlleva que tanto el fetiche como el hecho son entes fabricados pero a diferencia de cómo los piensa el iconoclasta, constituyen la realidad y no una creencia ingenua. A partir de esas características, tienen autonomía y pueden operar eficazmente en las relaciones sociales, dando paso a una re-conceptualización del hecho y el fetiche, y una introducción de la idea de factiche.
Con esto, llegamos a otro concepto fundamental de Latour, el factiche. Éste intenta salir de la trampa de la creencia de la creencia del iconoclasta y de la imputación ingenua que le hace a los idólatras de creyentes, llevando a redimir la doble agencia que se esconde tras el fetiche y su destrucción. El factiche es el que hace posible la acción y los razonamientos. El factiche es un ente fabricado pero autónomo y real. La importancia de la inserción de este concepto es que incidiría en abordar la realidad y en la construcción de la Ciencias Sociales y en el cuestionamiento del clásico constructivismo social hegemónico a la hora de entender el fetiche. 
Luego Latour analiza el agnosticismo y plantea 2 teorías: la 1era consiste en la negación de los valores, los poderes, las verdades y la 2da se fundamenta como duda de la duda. La primera se refleja en el iconoclasta, quien entra dentro de la categoría de crítico moderno y cree en la construcción ilusoria de la creencia y el fetiche y su destrucción como acción liberadora. Latour considera que el iconoclasta es una ingenua al creer dado que la propia anulación de la posición de agencia en los idolatras en la construcción del fetiche (factiche) permite un alto grado de libertad que le permite el actuar antifetichista sin ningún temor.
 Entonces, los factiches, para los iconoclastas serían operadores de la realidad, mientras también separa los hechos (entes no fabricados) de los fetiches (entes representacionales vacíos e ilusorios). Por lo tanto, los críticos modernos pueden actuar aniquilando cualquier fetiche sin importar su contexto cultural. De esta manera, la iconoclasia moderna tiene aspectos de creatividad e imaginación basados en su libertad de agencia y en la protección del núcleo teórico que separa teoría de práctica, hecho de fetiche, sujeto de objeto. Así, volviendo a polemizar el comienzo, la ciencia y la política se observan como disciplinas separadas pero en lo profundo están muy relacionados. Entonces, los factiches queden invisibilizados, ya sea por la adopción de una teoría diáfana e iluminista o por la disociación entre la realidad “baja” operada por factiches y la realidad “alta” operada por esta teoría.
No obstante lo anterior, los modernos poseen reflexividad y advierten estas oposiciones, pero dado que su camino siempre apunta a unir, pegar, retocar aquellas esferas en un intento perpetuo por lograr el ajuste perfecto. Pero según Latour, ellos no se dan cuenta que sus intentos no tiene un buen resultado dado que la modernidad está basada en la crítica destructora de los iconos. En resumen, el crítico moderno se reconoce como un sujeto iconoclasta, destructor de los ídolos y con esa destrucción como un inventor culposo de híbridos, lo cual causa el recelo de los no modernos. 
A través de lo argumentado anteriormente, Latour pretende crear una nueva teoría de la acción ocupando la crítica a los modernos e iconoclastas. Esta nueva teoría intenta superar los modelos de acción política en un intento por ofrecer una alternativa a la idea de progreso lineal, la definición de la acción y el dominio, además de la dicotomía mundo interior/mundo exterior en un contexto de redefinición de las políticas de cuidado y cautela.
El modelo planteado por Latour se trata de que aunque los hechos son fabricados, ya no se puede hablar de dominio ya que aquellos han logrado un nivel de autonomía que supera la capacidad de control de su creador; algo así como lo que plantea Marx acerca del fetiche de la mercancía. Por lo que no hay sujeto, no hay objeto, no hay disociación. 
La crítica fundamental de Latour es que la iconoclasia ha intentado una distinción de objeto-sujeto que en verdad no existe, y que ellos han planteado como natural. Para el autor, los objetos pueden creados pueden sobreponerse a su creador, por lo que los humanos no pueden ser capaces de saber todo lo que hacen o sus consecuencias. Latour propone una antropología de la creación. 
Siguiendo con el nuevo modelo presentado por Latour y la superación de la distinción hecho/fetiche, se pretende posicionar la idea de distintas ontologías o practicas diferentes donde no hay hechos ni creencias que destruir, liberar o defender.
Latour intenta rescatar la agencia humana y la capacidad de acción por parte del sujeto, pero sin dejar de considerar la no-capacidad de éste acerca de lo que crea.

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