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Apologa de Scrates

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Apología de Sócrates
Defensa de Sócrates ante los jueces que lo van a condenar a muerte por corromper a la juventud con sus discursos. Antes de arrancar su propia defensa aclara que él habla con la verdad de una manera coloquial y que marca que eso es la virtud de un orador o juez. Lo calumniaron con bellos discursos y él pide que entiendan que no importa si usa palabras más lindas o no, pero que lo que importa es el contenido.
Casi ninguno de los acusadores está, pero sus rumores fueron tan fuertes que Sócrates debe luchar contra ellos, contra el aire. Aristófanes es un escritor de comedia que de cierto modo lo acusa a él por ser tan curioso e indagar en todo. Además, se lo acusa de tratar de enseñar esas ideas “radicales” y de convertir en buena una mala causa. Desde el vamos deja en claro que jamás se dedicó a la enseñanza y a cobrar de ésta.
Aquí, Sócrates presenta la famosa frase “Sólo sé que no sé nada”. Él se dice ignorante, tiene una actitud humilde. El oráculo de Delfos le dice que es el más sabio hombre y cuando se pone a investigar se da cuenta que los hombres que se llaman sabios son hipócritas, porque dicen saber de cosas que no tienen idea. El problema es que les pagan y saben lo mínimo e indispensable. Sócrates, contrariamente, sabe y admite que no sabe sobre esas cosas. Eso lo hace más sabio que todos, el admitir su propia ignorancia. Entonces, decidió ir casa por casa marcando ese error que para todos resultaba ofensivo. De ahí viene la razón por la cual lo acusan. Su conclusión, todos los que se llamaban a sí mismos sabios eran los que tenían menos chance de serlo, mientras que los que no lo hacían tenían más predisposición. Eso lo averiguó de los gobernantes.
Luego vinieron los poetas. Ninguno de los que investigó pudo dar respuesta a por qué habían escritos esos poemas, cuál era su sentido. Dicen cosas lindas, pero ni las entienden. Y lo peor es que se creían los más sabios de todos. Lo mismo pasó con los artistas.
Entonces todos lo acusan de sabio, por decir que nadie sabe nada. Y él, habla de que Dios (como la figura más importante y como el verdadero sabio) dice que la sabiduría humana no es gran cosa, no es nada. Usa a Sócrates de ejemplo para decir que el más sabio reconoce que no sabe, que la sabiduría es nada. Entonces fue a otras naciones siendo mensajero del oráculo, haciendo entender a la gente que no sabe nada. Por ende, no puede gobernar y es pobre porque no cuida sus cosas. Está totalmente dedicado a la tarea.
Por esa tarea ganó seguidores, la gran mayoría de familias ricas. Como repiten la tarea de su “maestro”, los que se creen sabios difaman a Sócrates, y no a sus discípulos. Lo acusan de haber corrompido a los jóvenes. Pero no saben cómo fundamentar esa respuesta e inventan acusaciones de que tratan de saber todo lo que pasa en el cielo, en la tierra, que hacen buenas las causas malas y que no creen en los dioses. Porque no saben cómo defenderse atacan hasta el cansancio.
Los que acusan a Sócrates:
· Melito representa a los poetas.
· Anito a los políticos y artistas.
· Licon a los oradores.
Esta calumnia lleva tanto tiempo gestándose que es casi imposible para Sócrates solo derribarla en una apología.
Acusación de Melito: Sócrates es culpable, porque corrompe a los jóvenes, porque no cree en los dioses del Estado, y porque en lugar de éstos pone divinidades nuevas bajo el nombre de demonios. Para Sócrates, Melito era culpable de corromper a los jóvenes. 
Habla de que todo hombre que se propone una profesión en la vida tiene que ser firme y luchar por conseguir su objetivo hasta el final, aunque eso lleve a la muerte. Además, dice que temerle a la muerte es creerse conocedor de ella, como si fuese el mayor de los males. De lo que uno no conoce no hay que huir porque no sabemos si es o no un mal. Sin embargo, una vez que sepamos que son males se puede huir de ellos. 
No importa si lo amenazan de muerte una o mil veces, él jamás desobedecerá al bien mayor (Dios) y seguirá filosofando. Prefiere vivir abriendo las cabezas de las personas, que morir siendo un cobarde y diciendo lo que los otros quieren que diga. Su ardua tarea le explica a todos los ciudadanos de que el cuidado del alma y su perfeccionamiento es lo principal, no las riquezas. La virtud trae riquezas para el alma.
Cuando fue senador se enfrentó a todo tipo de injusticias, mostrándose disconforme. Esto le pudo haber traído la muerte, pero eso no le importaba. La justicia, ante todo. Él jamás enseñó, no era pagado. Lo único que hacía era charlar y estar abierto a preguntas y nuevos conocimientos. Si eso hizo que la gente sea mejor o peor es otra cosa, él nunca buscó inculcarles una forma de ser u otra.
Él no trae a su familia para dar pena, todo lo contrario, se enfrenta a sus problemas y acepta ser juzgado como los atenienses y jueces decidan. Él ya está entregado. Lo declaran culpable, sólo por 6 votos de diferencia. Él no se quería condenar a ninguna de las tres penas (multa, prisión perpetua o destierro) porque no encuentra mal en su labor, decir la verdad. “Yo los hago felices en la realidad”.
No se puede condenar nada: la prisión lo dejaría callado, sin poder expresar sus ideas. La multa no la podía pagar, era muy pobre. El destierro tampoco le era útil, porque seguramente iba a acontecerle lo mismo que en Atenas, los jóvenes lo escucharían, mientras que los ancianos lo juzgarían. Sin embargo, se condena una multa (que lo iban a ayudar a pagar sus discípulos). Sin embargo, lo condenan a muerte, y para él es una pena para Atenas porque están matando un sabio y si eran pacientes se hubiese muerto poco después (era muy anciano). Vuelve a tocar el tema del principio, dijo cosas que no sonaban bien, que no le gustaban a la gente, y por eso es condenado. No lloró, no les dio lástima, ni se rebajó. Eso, para él, tiene un efecto negativo en la imagen de Melito, y el resto de sus acusadores.
La muerte es un bien, dice Sócrates. Lo justifica con el hecho de que el Dios no le ha advertido nada, puesto que su discurso fue apropiado y correcto, y su condena, entonces, debe también serlo. Agrega a sus últimas palabras que no hay mayor honor que encontrarse con todos los héroes, semidioses y demás notables que están en el inframundo. Prefiere morir, sacarse todos los disgustos de la vida y seguir conociendo en la otra. Su pedido final es que, si sus hijos eligen las riquezas antes que la virtud, los corrijan. Nadie sabe quién sale ganando, si Sócrates que muere, o el pueblo que vive. Sólo Dios lo sabe.

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