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Manual de promoción de la resiliencia infantil y adolescente - Pedro Renteria

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Relación de autores
Pedro Javier Amor Andrés
Universidad Nacional de Educación a Distancia. España.
Miguel Ángel Baca García
Licenciado en Psicología. Psicólogo de la Aldea Infantil SOS de Granada. España.
Victoria del Barrio Gándara
Universidad Nacional de Educación a Distancia. España.
Carlos Belda Grindley
Especialista en Psicología Clínica. Centro de Psicología Clínica y de la Salud
MENSANA. España. Observatorio de la Infancia en Andalucía.
María Isabel Comeche Moreno
Universidad Nacional de Educación a Distancia. España.
Miguel Costa Cabanillas
Especialista en Psicología Clínica. Universidad Autónoma de Madrid. España.
Enrique Echeburúa Odriozola
Universidad del País Vasco. España.
Máximo Carlos Etchepareborda
Neurólogo infantil. Laboratorio para el Estudio de las Funciones Cerebrales Superiores –
LAFUN. Argentina.
Philip A. Fisher
Universidad de Oregón. Estados Unidos.
Javier Fresneda
Aldeas Infantiles SOS. España
Cynthia V. Healey
Oregon Social Learning Center. Estados Unidos.
María Teresa Londoño Restrepo
3
Psicóloga. Responsable de la formación continua de la Escuela Nacional de Formación
de Aldeas Infantiles SOS. España.
Ernesto López Méndez
Médico, especialista en medicina familiar y comunitaria, psicólogo clínico y
psicopedagogo. España.
Félix López Sánchez
Universidad de Salamanca.
José Manuel Morell Parera
Director de la Escuela Nacional de Formación de Aldeas Infantiles SOS. Especialista en
Psicología Clínica. España.
José Ortega Pardo
Universidad Nacional de Educación a Distancia. España.
María Luisa Palencia Avendaño
Neuróloga infantil. Laboratorio para el Estudio de las Funciones Cerebrales Superiores –
LAFUN. Argentina.
María de la Fe Rodríguez Muñoz
Universidad Nacional de Educación a Distancia. España.
Paula Ruiz Morell
Psicóloga sanitaria. Centro de Psicología Clínica y de la Salud MENSANA. España.
Paloma Santamaría Grediaga
Trabajadora social en Juzgado de Familia de la Comunidad de Madrid y terapeuta de
familia. España.
4
Índice
Relación de autores
Prólogo
1. Teorías y modelos que explican la resiliencia
1. Introducción y objetivos
2. Resiliencia
2.1. Preguntas clave para comprender la resiliencia
2.2. Resiliencia: factores de riesgo y de protección
3. Principales estudios sobre resiliencia
4. Modelos integradores
4.1. Modelo cognitivo de Kaplan (2013) basado en el modelo de mejora de la autoestima y la teoría
integrativa de la conducta desviada
4.2. Modelo homeostático de la resiliencia de Richardson (2002)
4.3. Resiliencia y factores de personalidad: diferentes variables y un modelo
4.4. Modelos sobre resiliencia y factores de riesgo
4.5. Modelo de resiliencia basado en el afrontamiento y en la percepción de autoeficacia
5. Qué variables afectan a la resiliencia: últimos estudios al respecto
Bibliografía recomendada
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
2. Necesidades y acogimiento familiar
1. Introducción
2. Un enfoque limitado y negativo: la perspectiva del maltrato
3. Modelo desde la perspectiva del buen cuidador y el buen trato: la teoría de las
necesidades como referencia
4. Las necesidades en la infancia
4.1. Necesidades fisiológicas
4.2. Necesidades mentales
4.3. Las necesidades emocionales y sociales
4.3.1. Necesidad de comprender, expresar, compartir, regular y usar socialmente bien las
emociones
4.3.2. Necesidad de seguridad emocional: aceptación, estima, afecto y cuidados eficaces
4.3.3. Necesidad de red de relaciones sociales
5
4.3.4. Necesidades sexuales
4.4. Necesidad de participación y autonomía
5. La clasificación de las necesidades, los factores protectores y los riesgos
6. La intervención profesional
7. Algunos abusos de la teoría de las necesidades: los malos usos de la teoría del apego
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
3. Tipos de maltrato en la infancia y adolescencia
1. Familias transgeneracionalmente perturbadas
2. Familias negligentes
3. Familias suficientemente sanas
4. Familias maltratantes
5. Familias abusadoras
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
4. Resilience y depresión en niños
1. Definición
2. Ingredientes emocionales de la resilience (fortaleza)
2.1. Relación de la resilience con emociones positivas
2.2. Relación de la fortaleza con emociones negativas
2.3. Caso específico de relación con depresión
3. Condiciones que promueven la resilience
3.1. Programas de prevención
4. Casos especiales
4.1. Madre deprimida
4.2. Suicidio
5. Factores protectores
6. Conclusiones
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
5. Infancia y adolescencia ruidosas
1. Introducción
2. Los comportamientos disruptivos, un motivo frecuente de búsqueda de ayuda
6
3. Los niños y adolescentes ruidosos
3.1.¿Dónde y para qué surge el comportamiento disruptivo? Una aproximación al modelo de evaluación
funcional
4. Evidencias empíricas sobre los problemas de comportamiento externalizantes
4.1. Prevalencia de los problemas de comportamiento externalizantes
4.2. Factores de riesgo
5. Problemas de conducta externalizantes: cambio de paradigma hacia los programas
de fortalecimiento
5.1.¿Qué pretendemos conseguir con los programas de fortalecimiento de la resiliencia en los problemas
externalizantes?
5.2. Modelo de florecimiento del adolescente
5.2.1. La familia
5.2.2. El centro escolar
5.2.3. La comunidad o barrio
5.3. Search Institute, 40 elementos fundamentales del desarrollo
6. Programa «Vincúlate»: niños y jóvenes rebeldes y desafiantes
6.1. Paso 1: ¿de qué estamos hablando?
6.2. Paso 2: una mirada serena
6.3. Paso 3: reencontrándonos con agrado
6.4. Paso 4: la senda del comportamiento
6.5. Enseño, refuerzo y castigo
6.6. Paso 6: yo te escucho, tú me escuchas
6.7. Paso 7: resolución de problemas
6.8. Paso 8: resolviendo un conflicto
6.9. Paso 9: cuando el todo es mayor que sus partes
6.10. Paso 10: la clave: un tren de largo recorrido
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
6. La interacción de factores de riesgo y de protección: cómo influye el contexto en
el desarrollo de la resiliencia en niños en acogimiento familiar
1. Introducción
2. El acogimiento familiar
3. Historia del acogimiento
4. Prácticas de crianza
5. El estrés ambiental
6. El estado evolutivo
7. La autorregulación
8. Contextualizar el desarrollo de la resiliencia
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
7
7. Los niños y adolescentes con trauma en el desarrollo
1. Una aproximación al concepto de trauma en el desarrollo
1.1. La percepción del peligro: un recurso saludable para las etapas de la vida
1.2. Aprendiendo a defendernos
1.3.¿Cómo reaccionamos ante el peligro? Una triple línea de defensa
1.4. Cuando los propios sistemas defensivos se convierten en una amenaza
1.5. Cuando el peligro se trasforma en trauma
1.6. Del estrés postraumático al trauma complejo o en el desarrollo
1.7. El apego seguro, un antídoto frente al trauma en el desarrollo
2. La evaluación del trauma en el desarrollo: una aproximación al enfoque de análisis
funcional
2.1. Síntomas traumáticos en función del estadio evolutivo
2.2. Dos procesos de evaluación basados en la práctica aplicada
2.3. Pautas generales a tener en cuenta en el proceso de evaluación
2.4. Una propuesta para la evaluación inicial del trauma en el desarrollo
3. Modelo de intervención en el trauma complejo
3.1. Apego
3.1.1. Manejo del apego por parte del cuidador
3.1.2. Sintonía
3.1.3. Respuesta consistente
3.1.4. Rutinas y rituales
3.2. Autorregulación
3.2.1. Identificación de emociones
3.2.2. Modulación
3.2.3. Expresión del afecto
3.3. Competencia
3.3.1. Función ejecutiva
3.3.2. Autodesarrollo e identidad
3.4. Integración de la experiencia traumática
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
8. Violencia intrafamiliar y resiliencia en niños y adolescentes
1. Introducción
2. Violencia contra la pareja y consecuencias psicopatológicas en los niños y
adolescentes
2.1. Exposición a la violencia de pareja en niños y adolescentes
2.2. Consecuencias psicopatológicas en niños y adolescentes en contextos de violencia contra la pareja
2.2.1. Principalesconsecuencias psicopatológicas en niños y adolescentes expuestos a violencia de
pareja
3. Factores de riesgo y de protección relacionados con la resiliencia en niños y
adolescentes en contextos de violencia contra la pareja
3.1. Factores de riesgo
3.2. Factores de protección
4. Intervención psicológica en niños y adolescentes que viven en contextos de
violencia contra la pareja
8
4.1. Objetivos de la intervención
4.2. Intervención psicosocial en niños y adolescentes expuestos a violencia contra la pareja
4.2.1. La importancia de la intervención en los casos de violencia intrafamiliar
4.2.2. Tratamientos psicosociales dirigidos a fomentar la resiliencia en niños y adolescentes
5. Conclusiones
Lecturas recomendadas
Ejercicio propuesto y solución
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
9. Competencias y habilidades de los adultos que intervienen con menores
1. Introducción y objetivos
2. La comunicación interpersonal en el proceso educativo y en el fortalecimiento de la
resiliencia
2.1. La comunicación interpersonal como principio constituyente del desarrollo biográfico de los menores
2.2. La comunicación interpersonal como un eje transversal de la acción educativa
2.3. La naturaleza de la comunicación interpersonal: un encuentro entre biografías
2.3.1. Una alianza compartida
2.3.2. Una perspectiva biográfica integral
2.3.3. Una perspectiva histórica y evolutiva
2.3.4. Biografías personales selectivamente permeables
2.3.5. Una relación interdependiente, de influencias y huellas mutuas
2.3.6. Un encuentro que valga la pena, que compense
2.3.7. Al comunicarnos, les definimos
2.3.8. Somos modelos de comunicación y de conducta
2.3.9. Cuando nos comunicamos, construimos la relación y nos construimos
3. La comunicación interpersonal como fuente de empoderamiento
3.1. Promover experiencias de dominio y competencias de afrontamiento
3.2. Empoderar para fortalecer la resiliencia
3.3. Facilitar su capacidad de participación y de influencia
4. Perfil, roles y funciones de los adultos que intervienen con menores
5. Un programa de competencias y habilidades de comunicación interpersonal para el
fortalecimiento de la resiliencia
5.1. Validar
5.1.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.1.2. Cómo validar
5.2. Escuchar activamente
5.2.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.2.2. Cómo escuchar
5.3. Parafrasear
5.3.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.3.2. Cómo parafrasear
5.4. Comunicar acuerdo y compartir
5.4.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.4.2. Cómo comunicar acuerdo
5.5. Comunicar empatía
9
5.5.1. Qué es empatía y qué ventajas tiene
5.5.2. Cómo comunicar empatía
5.6. Preguntar
5.6.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.6.2. Cómo preguntar
5.7. Comunicar con «mensajes yo»
5.7.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.7.2. Cómo comunicar con «mensajes yo»
5.8. Comunicar reconocimiento
5.8.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.8.2. Cómo comunicar reconocimiento
5.9. Comunicar realimentación o feedback
5.9.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.9.2. Cómo comunicar feedback
5.10. Promover la comunicación bidireccional
5.10.1. Qué es y qué ventajas tiene
5.10.2. Cómo promover la comunicación bidireccional
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
10. Programa de promoción de la resiliencia en niños y adolescentes. Promover la
resiliencia desde la familia
1. Introducción y objetivos
2. La familia como factor de protección de la resiliencia
3. Promoción familiar de la resiliencia: panorama aplicado
4. Propuesta práctica: programa educa-r
4.1. Padres democráticos para hijos resilientes: pautas positivas de crianza
4.1.1. Competencia social: «Soy agradable y comunicativo»
4.1.2. Problemas y decisiones: «Puedo resolver mis problemas»
4.1.3. Autonomía y autocontrol: «Soy responsable y puedo controlarme»
4.1.4. Autoestima y autoconfianza: «Estoy seguro de que todo saldrá bien»
4.2. Consideraciones generales sobre el programa
5. Caso práctico
Bibliografía recomendada
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
11. Promover la resiliencia desde la comunidad
1. Introducción y objetivos
2. Niños resilientes, que no invulnerables
2.1. Flexibilidad frente a la adversidad
2.2. Una competencia que se construye en los contextos de la vida
2.3. Sienten afectos porque la adversidad les afecta
2.4. Riesgos, resiliencia, vulnerabilidad
10
3. Marco conceptual: un modelo de bienestar
3.1. Riesgos predecibles e impredecibles
3.1.1. La acumulación de riesgos
3.1.2. La acumulación de riesgos perturba el desarrollo
3.1.3. La acumulación de riesgos no se distribuye al azar
3.2. Los factores de protección-empoderamiento-resiliencia
4. Bienestar infantil: ¿un asunto de los padres?
4.1. La familia, un contexto de protección y de riesgo
4.2. Una responsabilidad compartida
4.3. La responsabilidad de los poderes públicos
5. Enfoques para la intervención
5.1. Estrategia de alto riesgo
5.2. Estrategia poblacional-comunitaria
5.3. Un enfoque restringido, centrado en los riesgos y en el maltrato
5.3.1. Concepción restringida del maltrato
5.3.2. El estilo pasivo o de espera del sistema de vigilancia
5.3.3. La intervención para empoderar a la familia suele ser inexistente
5.3.4. Los contextos de riesgo permanecen inalterables
5.4. Un enfoque comunitario: el buen trato a los niños
5.4.1. Vigilancia comunitaria
5.4.2. Trasciende a la familia
5.4.3. Contempla los riesgos y las condiciones de resiliencia
5.4.4. Un enfoque sensible y enraizado en la comunidad
6. Estrategias para promover la resiliencia en el ámbito comunitario
6.1. Comunidad resiliente
6.1.1. Poder y control distribuido: la equidad
6.1.2. Asumir asuntos con valor y que promueven compromiso
6.1.3. Servicios básicos, accesibles y eficientes
6.2. Una comunidad participativa y con cohesión
6.3. Reducir la acumulación de riesgos y aumentar los factores de protección
6.4. Vivir en la comunidad: un escenario idóneo para la acción
6.5. Mejorar y divulgar el conocimiento de las necesidades de la infancia
6.6. Ayudar y promover la interdependencia social
6.7. Disponer de información general de las condiciones resilientes
6.8. Atrevernos a soñar
6.8.1. Compartir sueños y hacerlo comunitario
6.8.2. Detallar la razón de nuestro sueño y ponerle un nombre
6.8.3. Ir con buen equipaje: deliberar y conversar requiere validar
6.8.4. Definir objetivos
6.8.5. Buscar aliados
6.8.6. Acordar acciones
6.8.7. Valorar y evaluar los resultados
6.8.8. Establecer un plan de comunicación
Cuestionario de autoevaluación
Bibliografía
Apéndice. Bases neurobiológicas de la resiliencia
1. Presentación
2. Niveles de procesamiento cognitivo en la resiliencia
11
2.1. Primer nivel
2.2. Segundo nivel
2.3. Tercer nivel
2.4. Cuarto nivel
3. Actividad de las estructuras frontales
3.1. Regiones del córtex prefrontal
4. Neurobioquímica de la resiliencia
5. Volver a empezar
Bibliografía
Epílogo
Créditos
12
Prólogo
El ser humano pertenece a la especie con mayor capacidad de adaptación. Es posible
que organismos más sencillos como las bacterias (a las que damos cobijo en una cantidad
nada desdeñable) tengan también una acreditada adaptación, incluso más antigua; pero es
el ser humano el líder, el rey, en su facilidad para adaptarse a las condiciones, siempre
cambiantes, de la vida. Somos capaces de amoldarnos a los pequeños cambios que
acontecen a diario y a los grandes sucesos que, en ocasiones, nos ponen la vida a cero y
requieren todo nuestro esfuerzo para volver a darle sentido. Este libro versa sobre este
principal asunto del que todos tenemos experiencia y que, en determinadas
circunstancias, en personas —niños y adolescentes— y en situaciones de especial
labilidad, como maltrato, familias desestructuradas, pobreza, etc., adquieren una
importancia capital. ¿Son los seres humanos capaces de sobreponerse a este tipo de
situaciones?, ¿existe un factor general de protección que facilite la adaptación?, ¿cómo
podemos ayudar a esa capacidad adaptativa de la especie?, ¿se trata de una característica
personal o social? Estos interrogantes y otros muchos son abordados en este libro, que
reúne una gran parte de las investigacionesque ha hecho la psicología sobre este tema y
que, a buen seguro, le ayudarán a entender este fenómeno y a saber cómo potenciarlo.
Tendrá usted ocasión de averiguar el significado y las definiciones del término
«resiliencia», una palabra que resulta de difícil pronunciación e, incluso, escritura. Por lo
que a este prólogo se refiere, basta con reseñar que su principal característica es la
flexibilidad: la metáfora del junco que traen López y Costa es ejemplo claro de la ventaja
de este arbusto frente al roble cuando ha de adaptarse, aliarse con el viento, con el
enemigo, para impedir que dé cuenta de él. La flexibilidad psicológica significa cómo la
persona es capaz de avenirse a una situación dada. Lo hace, en primer lugar, partiendo
del suceso en cuestión. No negándolo. No es buena estrategia ignorar el viento cuando
sopla; tampoco menospreciarlo o ser optimista pensando que por el mero hecho de serlo
resistiremos su embate. Hay que ser consciente de lo que ocurre y ajustarnos a las
particulares circunstancias, a menudo cambiantes. No valen los clichés, no puede
preverse todo, hemos de ser capaces de manejarnos en la incertidumbre.
La variabilidad, la diferencia son en sí mismas adaptativas, frente a la rigidez, la
rutina, la costumbre. En términos biológicos, hay una clara preminencia del heterocigoto
frente al homocigoto. En la variabilidad está la clave. Tomando como índice la
variabilidad de la frecuencia cardiaca, reflejo de las influencias del sistema nervioso
autónomo y relacionado con la morbilidad cardiovascular, la depresión y otros problemas
psicológicos, ésta disminuye inexorablemente con la edad. El niño, el joven, tienen una
13
mayor capacidad de ajuste a los cambios físicos y emocionales relacionados con la
actividad cardiaca. Entre los adultos, la presencia de problemas psicológicos crónicos se
relaciona con una merma de dicha variabilidad.
La diferencia es buena, por tanto. No somos todos iguales, afortunadamente. No
tenemos los mismos valores, ni idénticas habilidades, biografía o referencia social.
Tenemos muchas cosas en común, pero tal vez lo más importante es lo que nos
diferencia. Se puede acordar —así encontrará usted argumentos en el libro— que un
estrato social medio o alto favorece la resiliencia, del mismo modo que la pobreza la
disminuye; sin embargo, y dando por sentado que se ha de optar por la mejor de las
condiciones socioeconómicas, esto no garantiza la flexibilidad psicológica más que otras
condiciones menos favorables.
Nos comportamos de forma distinta según las circunstancias y ello nos enriquece, nos
da flexibilidad. Su ausencia nos hace rígidos, estereotipados, previsibles, inadaptados, en
suma. Como podrán descubrir en el libro, cada uno de nosotros tiene múltiples contextos
y roles que le permiten ejercitar esa flexibilidad. Es una experiencia magnífica estar ora
como hijo, ora como hermano, ora como compañero, ora como enfermo, ora como
sano… Ajustarnos a cada papel y circunstancia contribuye notablemente a enriquecernos
en esa flexibilidad que es muestra de lo que es la vida: adaptación, cambio e
incertidumbre. La incertidumbre no es cosa agradable, pero, como el viento, no por
negarla deja de existir.
De acuerdo, flexibilidad psicológica, resiliencia, como forma de adaptarnos aceptando
lo que acontece, pero ¿para qué? Bueno, siempre es mejor adaptarse que no hacerlo,
podría señalarse. No es ésta, sin embargo, la razón. Adaptarse para alcanzar nuestros
objetivos, de acuerdo con nuestros proyectos y valores. También podrán leer sobre
valores en el libro. Sin ellos, ¿qué sentido tiene la vida?, ¿para qué afanarse? La
flexibilidad psicológica nos permite seguir trabajando por nuestros valores (ser amigo de
mis amigos, ser honesto, respetarme a mí mismo, etc.) conllevando las circunstancias, a
veces propicias, a veces no, en ocasiones agradables y animosas y en otras desagradables
y desmotivadoras.
La resiliencia se asocia comúnmente a sucesos de cierta gravedad: catástrofes,
violencia, maltrato, etc. De algún modo se trata de hacer valer cómo incluso en
situaciones dramáticas es posible no sólo no sucumbir, sino fortalecerse. En efecto,
seguro que puede ser así; sin embargo, ¿quién quiere fortalecerse a ese precio? Nadie,
seguramente. Esos mensajes que dan la bienvenida a una enfermedad, discapacidad, etc.,
como una oportunidad para el fortalecimiento deben «hacérselo mirar», como
coloquialmente se dice, por su dosis de irrealidad. La resiliencia debe ejercitarse día a
día, en situaciones cotidianas, no sólo en los grandes desastres. Difícilmente nos va a
fortalecer una situación grave cuando no somos capaces de afrontar de modo flexible el
día a día. Por eso potenciar todos aquellos factores que facilitan la flexibilidad frente a la
rigidez, la aceptación frente a la evitación y el comportamiento decidido acorde con
14
nuestros proyectos y valores frente a la inacción constituye un camino adecuado para
fortalecer la resiliencia. No hay que esperar a que suceda algo grave. Mejor no esperar.
El libro parte de una conveniente definición del concepto de resiliencia, su
comprensión terminológica y los estudios que muestran que se trata de un fenómeno
interactivo del individuo con el medio, y ofrece los diversos modelos que dan cuenta de
la multiplicidad de factores implicados. Los coordinadores de la obra han hecho un
excelente trabajo al respecto. Félix López, que ya abordó el tema sobre las necesidades
en la infancia y adolescencia en un excelente libro en esta misma editorial, recoge dichas
necesidades en el contexto del acogimiento familiar; necesidades específicas que es
preciso considerar en un entorno siempre difícil, pues el acogimiento deriva de
problemas. Este capítulo introduce y prepara el problema del maltrato, que es abordado
por Paloma Santamaría y María Teresa Londoño con una perspectiva práctica y
completa. Sólo con esta perspectiva puede entenderse la resiliencia. Victoria del Barrio
aborda un problema emocional caracterizado como clínico, la depresión, en los niños.
Buena ocasión para estudiar la resiliencia, o mejor la fortaleza, como ella propone frente
a la mera traducción del término resilience. Sin embargo, los niños y jóvenes no sólo
tienen retos emocionales, sino también de ajuste al entorno familiar y social. José Manuel
Morell, Miguel Á. Baca, Carlos Belda y Paula Ruiz recogen estos aspectos en relación
con la resiliencia: son los problemas del comportamiento que ellos etiquetan de forma
ingeniosa como infancia o adolescencia «ruidosa», frente a la «silenciosa» de los niños
deprimidos. Cynthia V. Healey y Philip A. Fisher abordan a continuación un tema
esencial: la identificación de factores protectores y favorecedores de la resiliencia en el
contexto del acogimiento; de ello se deduce que pueden definirse factores de protección
frente a factores de riesgo. José Manuel Morell, Miguel Á. Baca y Carlos Belda tratan, a
continuación, un asunto de especial enjundia: el trauma grave en el desarrollo, y lo hacen
desde una perspectiva comprensiva incluyendo modelos concretos de intervención. La
violencia en el seno de la familia es un tema singular que requiere una atención
específica. Pedro J. Amor y Enrique Echeburúa se centran en este aspecto, con un
enfoque orientado a la resiliencia. Desde una perspectiva aplicada, Ernesto López y
Miguel Costa explican cómo ser competentes en la promoción de la resiliencia cuando,
como adultos, intervenimos e interaccionamos con los menores. Estos autores no sólo
nos dicen cómo hacerlo sino que contribuyen a aclarar qué factores son los responsables
de la resiliencia. De una forma ya explícita, José Ortega y María I. Comeche ofrecen un
programa de promoción de la resiliencia desde la familia: se trata de un instrumento bien
fundamentado y listo para ser aplicado. Finalmente, Miguel Costa y Ernesto López nos
traen un trabajo imprescindible en una obra de estas características, a saber, la
responsabilidad de la comunidad, en un sentido amplio (institucional y político), en la
vulnerabilidady los factores de protección, en términos de promoción de la resiliencia. El
cuidado y el fortalecimiento de los niños y adolescentes corresponden a todos y deben
ser tutelados por todos.
15
En suma, tiene el lector en sus manos una completa obra que le permitirá un
acercamiento científico-profesional a la resiliencia, en especial en el entorno de la infancia
y la adolescencia, un abordaje que no sólo tiene sentido en situaciones difíciles originadas
por la violencia, el maltrato o el trauma, sino también en las condiciones ordinarias, como
medio de fortalecer, haciendo más flexible el modo en que los niños y adolescentes se
integran en el medio social, vital para su desarrollo personal.
ROBLEDO DE CHAVELA en abril de 2015.
MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA
Catedrático de Psicología. UNED.
16
1
Teorías y modelos que explican la resiliencia
MARÍA DE LA FE RODRÍGUEZ MUÑOZ
La vida cobra más sentido cuanto más difícil se hace.
Tan sólo existe un problema auténticamente serio, y es el de juzgar si la vida vale o no la pena de ser
vivida.
Y la vida vale la pena porque hay razones, hay muchos motivos por los cuales vivir, y esto es lo que le
da sentido a la existencia humana. Pero el sentido de la vida no puede ser dado, sino que debe ser hallado
por uno mismo.
El hombre es hijo de su pasado pero no esclavo de su pasado y es padre de su porvenir.
VICTOR FRANKL
1. INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS
Durante más de un tercio del siglo pasado se estudió en Hawái, de forma longitudinal,
una cohorte de 698 niños que vivían en condiciones muy nocivas para su salud e
integridad. Cuando los niños examinados, treinta años después, se convirtieron en
adultos, se pudo observar que un tercio de ellos habían evolucionado en positivo
convirtiéndose en adultos competentes y bien integrados (Werner y Smith, 1982, 1992).
Aunque este trabajo, en un principio, no tenía como objetivo fundamental el estudio de la
resiliencia, con el tiempo se ha convertido en todo un referente en las investigaciones al
respecto (Vera, Carbelo y Vecina, 2006). Esta investigación longitudinal vino a cuestionar
por primera vez las creencias tradicionales que mantenían un fuerte determinismo en la
vida de los individuos. Los trabajos posteriores han seguido demostrando que un niño
con una infancia infeliz no se convierte necesariamente en un adulto fracasado. Todo ello
está intrínsecamente ligado al fenómeno de la resiliencia, objeto principal del libro que
ahora se introduce. En efecto, el presente trabajo, además de dar a conocer en mayor
medida la resiliencia, ofrece una serie de propuestas de cómo se puede promover ésta en
los niños y jóvenes para conseguir que, aunque hayan vivido una experiencia difícil en
sus vidas, sean adultos competentes y felices.
¿Qué significa exactamente resiliencia? ¿Qué dicen los estudios de psicología al
respecto? ¿Qué teorías explicativas se han desarrollado? El presente capítulo trata, pues,
de responder a estas preguntas revisando los trabajos más recientes publicados. Los
objetivos, por tanto, son:
a) Definir con claridad la idea de resiliencia y todos los conceptos asociados.
17
b) Conocer las líneas de investigación más importantes sobre resiliencia.
c) Conocer las teorías más relevantes que se han desarrollado sobre el concepto.
2. RESILIENCIA
El término «resiliencia» es una expresión familiar y amigable que, en numerosas
ocasiones, se maneja sin precisión, utilizándola como sinónimo para definir cualquier
situación de superación por parte de un individuo. Conviene, por tanto, comenzar este
trabajo definiendo el significado más preciso de resiliencia en el contexto de la
psicología. Solamente comprendiendo bien el concepto podremos desarrollar y
promocionar la resiliencia en los niños. Enseñar a los niños a tener resiliencia es algo más
que enseñarles a ser fuertes ante la adversidad, y en estas páginas trataremos de entender
por qué el concepto de resiliencia va más allá de la fortaleza y qué factores influyen en la
aparición o no de ésta.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su 23.ª edición, señala dos
acepciones para el término «resiliencia». Los dos significados tienen un denominador
común: la capacidad de volver a la situación inicial después de haber sufrido cualquier
distorsión. A nivel psicológico, el Diccionario define la resiliencia como: «capacidad
humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas». La segunda
acepción se relaciona con la mecánica y es la «capacidad de un material elástico para
absorber y almacenar energía de deformación».
Pero ¿por qué la psicología está interesada en la resiliencia?, ¿por qué se ha
aumentado el interés a lo largo de los últimos años por la resiliencia? Como se ha
avanzado, la resiliencia se comenzó a estudiar de forma longitudinal en Hawái, pero
fundamentalmente en los últimos veinte años se han ampliado los trabajos al respecto de
manera significativa. Podría parecer que la resiliencia es una palabra mágica, que habla
de la capacidad casi milagrosa de recuperación que pueden tener algunas personas. Sin
embargo, décadas de trabajo nos permiten concluir que existen multitud de factores que
influyen en su aparición y desarrollo a lo largo del ciclo vital de individuo. Algunos
trabajos —estudios longitudinales— se han centrado en mostrar las consecuencias tan
positivas de la resiliencia; otros, en intentar diferenciar si la resiliencia es producto del
aprendizaje o bien existe cierta predisposición; otros analizan los factores de protección y
cómo desarrollarlos... El incremento tan importante de la investigación es debido, al
menos, a cuatro diferentes razones que se analizan a continuación (Goldstein y Brooks,
2013).
18
Figura 1.1.
En primer lugar, un argumento de tipo epistemológico: el cambio del foco del interés
de la psicología desde la psicopatología hacia la psicología positiva. La psicología ha
estado tradicionalmente centrada en comprender la patología y la enfermedad mental, y
el enfoque de la resiliencia es diametralmente opuesto. Seligman, en la conferencia
inaugural de su presidencia de la APA (American Psychology Association) en 1996,
concluyó su discurso señalando que «la psicología no es una mera rama del sistema de
salud pública, ni una simple extensión de la medicina; nuestra misión es mucho más
amplia. Hemos olvidado nuestro objetivo primigenio, que es hacer mejor la vida de todas
las personas, no sólo de las personas con una enfermedad mental. Llamo a nuestros
profesionales y a nuestra ciencia a retomar esta misión original justo ahora que comienza
un nuevo siglo» (Seligman, 1996). En este objetivo de «hacer mejor la vida de todas las
personas» se encuentra la resiliencia. Esta explicación se centra en el posicionamiento de
la psicología como ciencia que también estudia las cualidades y emociones positivas del
ser humano que le ayudan a vivir mejor, más allá de la patología.
En segundo lugar, y como consecuencia del anterior argumento, la resiliencia ha
cobrado importancia por las implicaciones que puede tener a nivel clínico y terapéutico.
Promocionar la resiliencia puede ser utilizado como un enfoque preventivo pero
19
igualmente como elemento de intervención para aquellos niños que ya han desarrollado
una patología. De hecho, los estudios longitudinales que se vienen realizando tratan de
investigar la interacción entre los factores de riesgo y los factores protectores para
desarrollar modelos que sean útiles en la práctica clínica. Esto es lo que Goldstein y
Brooks (2013) han venido a denominar la «psicología clínica de la resiliencia». Este
enfoque no busca patologizar, más bien lo contrario: busca empoderar, ayudar y
fortalecer al individuo para que palíe su sufrimiento, como defiende Seligman.
En tercer lugar, concurre un argumento de tipo sociológico. Los seres humanos hemos
estado siempre expuestos a riesgos (muerte, catástrofes naturales, guerras, falta de
alimentos...). Estos riesgos han aumentado con la implantación de las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación(TIC), que han generado fenómenos hasta ahora
insospechados. Un caso de acoso escolar, que hace tiempo nacía y moría entre los muros
de la escuela, puede saltar hoy fácilmente a las redes sociales y convertirse en un vídeo al
alcance de innumerables personas. Una víctima potencial de abusos sexuales puede
verse, mediante la red, mucho más expuesta e indefensa de lo que habría estado antes.
Asimismo, las TIC están provocando que los menores cada vez pasen más horas delante
del ordenador, de una tableta, de un smartphone o de la videoconsola. Esto puede llevar
asociada una pérdida de relaciones y vínculos sociales que son tan importantes para el
desarrollo de los niños y de su actitud de resiliencia ante la vida. Por ello parece claro que
los niños que han nacido en esta era de las tecnologías pueden tener más riesgos
potenciales a los que hacer frente derivados del uso de las TIC.
Y, finalmente, en cuarto lugar, un argumento de tipo económico. La situación de crisis
que en el último lustro ha asolado a las economías occidentales ha provocado la creación
de nuevas bolsas de pobreza. Ser pobre implica también un menor acceso a los recursos
sanitarios, escolares, de alimentación... En España los datos del INE son muy claros: un
20,4 por 100 se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. En este sentido las
estadísticas también recogen que el 16,9 por 100 de los hogares españoles manifiestan
llegar con «mucha dificultad» a final de mes, lo que supone un aumento de un 3,4 por
100 frente a la encuesta del año 2012 (Encuesta de Condiciones de Vida, Instituto
Nacional de Estadística, 2013). En suma, cada vez tenemos un número mayor de
personas en riesgo de exclusión por cuestiones económicas, lo que las hace más
vulnerables frente a la adversidad. Ser pobre no es solamente una mera cifra económica:
ser pobre supone dificultades en el acceso a la educación y la salud de los niños, ser
pobre significa no poder comer o no poder hacerlo equilibradamente, como les está
ocurriendo a muchos niños en nuestro país. Esta situación económica está aumentando
los riesgos potenciales a los que se ve expuesta la infancia.
Estos cuatro argumentos, los dos primeros de corte conceptual y los segundos de tipo
más sociológico, son un acicate para promover la resiliencia en la infancia que se
encuentra en riesgo. Pero, antes de referirnos al plano de la intervención, conviene
adentrarse en diferentes aspectos conceptuales que encuadren la resiliencia.
20
2.1. Preguntas clave para comprender la resiliencia
Siguiendo la propuesta de Kaplan (2013) y Khanlou y Wray (2014), a continuación se
van a plantear una serie de cuestiones que tienen por objeto ilustrar al lector sobre el
concepto de resiliencia antes de formular su definición. Dado que el término «resiliencia»
en ocasiones se utiliza con una enorme laxitud, conviene atender a todas estas cuestiones
previas para conocer con exactitud a qué nos estamos refiriendo.
1. ¿La resiliencia es producto únicamente de los individuos y las características que
éstos tengan o también está relacionada con la interacción del individuo con su
grupo o comunidad? La resiliencia se ha estudiado con diferentes tipos de
poblaciones (mujeres, niños con problemas de aprendizaje, adolescentes...) y en
muchos de estos estudios se trataba de investigar el peso de las variables
individuales frente a las grupales. Todo parece indicar, y los resultados de los
estudios así lo demuestran, que la resiliencia de un individuo se construye en el
grupo/sociedad en el que vive modelando sus variables personales (Gilliespie,
Chaboyer y Grimberk, 2007; Gilliespie, Chaboyer, Wallis y Grimberk, 2007).
Aunque las variables personales tienen importancia, son factores de tipo relacional
los que más peso tienen en la construcción de la resiliencia en el individuo. Radke-
Yarrow y Sherman (1990), citados por Kaplan (2013), señalan que en un nivel
social las conductas de afrontamiento exitosas son aquellas que contribuyen al
bienestar personal y al bienestar de los otros... El niño que llega a ser un
superviviente es un niño que está feliz consigo mismo, es un niño física y
conductualmente saludable y además es alguien que está aprendiendo a aportar a
su sociedad (p. 146). Por todo ello, parece que la resiliencia se construye en la
interacción del individuo con el grupo social al que pertenece.
2. ¿Es la resiliencia lo opuesto a la «no resiliencia» o vulnerabilidad? Estos conceptos
no siempre son contrarios, ya que dependen de los riesgos externos que puedan
sobrevenir. Resiliencia y vulnerabilidad son los dos extremos de un continuo en el
que también hay que incluir variables como los estresores a los que se tenga que
enfrentar el individuo y la capacidad de sobreponerse a ellos. En este sentido,
resiliencia viene a significar «la bondad de ajuste» que tiene un individuo a las
demandas situacionales y a las contingencias del ambiente utilizando su capacidad
de resolver problemas en función de las circunstancias. La fragilidad o
vulnerabilidad implica: poca flexibilidad, escasa capacidad de adaptación e
inhabilidad para responder a los requerimientos de la situación. Un individuo
vulnerable puede manifestar la tendencia a perseverar en sus errores, además de
tener dificultades para recuperarse cuando aparece un evento traumático o
estresante. Téngase en cuenta, por ejemplo, que estar enfermo no es lo contrario
que estar saludable. En este mismo sentido, no ser vulnerable no significa lo mismo
que tener resiliencia. Hay personas que sin estar enfermas no tienen conductas
21
saludables, de igual modo que hay personas no vulnerables que no tienen
resiliencia. De todo ello se puede deducir que resiliencia y vulnerabilidad no son
exactamente términos opuestos sino más bien los extremos de un continuo
en los que influyen factores de adaptación. La resiliencia va más allá de la
mera vulnerabilidad o invulnerabilidad.
3. ¿Se debe definir la resiliencia en términos de respuesta al estrés o más bien como
uno de los factores que interaccionan con él para producir una respuesta
adaptativa? Los estudios apuntan que la resiliencia no es el resultado de sufrir un
acontecimiento vital estresante, sino más bien el producto de la interacción de
diferentes variables (aprendizaje de nuevas estrategias, crecimiento personal,
capacidad de solución de problemas, iniciativa...) que aparecen con el objetivo de
dar respuesta a esta fuente de estrés (Kaplan, 2013). Por tanto, la resiliencia no
es una mera respuesta directa al estrés. La resiliencia es un proceso que
necesita la interacción de diferentes estrategias y que va más allá del estrés
puntual más o menos intenso que pueda sufrir un individuo.
4. ¿Es la resiliencia un fenómeno que aparece o desaparece en función de las
situaciones vitales o, por el contrario, es un constructo que tras la exposición a
acontecimientos vitales estresantes «reestructura» al individuo? La respuesta nos
traslada al mito griego del «ave fénix» que resurgió de sus cenizas. Las crisis
vitales tienen que ser vistas como confrontaciones que ayudan a replantearse la
forma de enfocar nuestra vida y a crecer. Los estresores, los problemas, debemos
verlos como parte fundamental de nuestras vidas que nos sirven para madurar y
reenfocar el prisma con el que miramos nuestro día a día. La conclusión de todo
ello sería que los problemas forman parte de la vida pero se puede aprender a
tener resiliencia, y esta forma de afrontar el mundo nos puede acompañar
para toda nuestra vida, al menos en una determinada dirección.
5. Siendo así, los individuos son siempre capaces de generalizar. Es decir, ¿es la
resiliencia un concepto general para todas las dimensiones de la vida o se configura
en función de los contextos particulares? Las investigaciones (Luthar, Cichetti y
Becker, 2000) parecen señalar que es más bien lo segundo. La resiliencia depende
de las diferentes esferas del individuo (personal, familiar, social) y, por tanto, éstos
no siempre son capaces de generalizar. En conclusión, existen diferentes
dimensionesdentro de la resiliencia. Un individuo puede tener resiliencia y
afrontar con éxito y crecimiento los problemas en un área de su vida. Sin
embargo, ello no es garantía de que ocurra lo mismo en otra faceta de su
vida.
La resiliencia no elimina los riesgos o situaciones adversas, pero contribuye a que los
individuos nos enfrentemos con eficacia a esas situaciones. Brooks y Goldstein (2004)
defienden que la resiliencia también refleja una cierta «capacidad de reserva». La
22
resiliencia vendría a ser una especie de «parachoques» psicológico que nos ayuda a
crecer frente a las adversidades de la vida.
Una vez analizadas todas estas cuestiones previas, cabe preguntarse: ¿cuál es la
definición de resiliencia? Como entenderá el lector, muchos han sido los autores que han
tratado de definir el término, y por ello presentamos un cuadro-resumen (tabla 1.1) con
las principales definiciones. Todas ellas tienen varios elementos en común: la presencia
de un acontecimiento vital negativo, la adaptación a la adversidad, la capacidad de
sobreponerse y el dinamismo.
TABLA 1.1
Definiciones de resiliencia (adaptada de Flecher y Sarkar, 2013, y Becoña, 2006)
— Los factores de protección que modifican, mejoran o alteran la respuesta de una persona a algún peligro
ambiental. Si no existieran estos factores de protección, entonces la persona tendría una predisposición a
dar una respuesta mal adaptada (Rutter, 1987).
— Rasgo psicológico que pertenece al self, que capacita a los individuos para el éxito frente a la adversidad y
que puede ser reforzado o desgastado por ésta (Bartelt, 1994).
— Proceso de afrontamiento de eventos vitales desgarradores, estresantes o desafiantes de un modo que
proporciona al individuo una protección adicional y más habilidades de las que tenía antes de dichos
eventos disruptivos (Richardson, Nieger, Jensen y Kumpfer, 1990).
— El proceso, la capacidad o el resultado de una adaptación exitosa a pesar de los desafíos, amenazas o
circunstancias (Masten, Best y Garmezy, 1990).
— Un proceso dinámico que abarca la adaptación positiva de un individuo en un contexto de adversidad
(Luthar, Cicchetti y Becker, 2000).
— Una clase de fenómeno que se caracteriza por los buenos resultados a pesar de las serias amenazas para la
adaptación o el desarrollo (Masten, 2001).
— Las cualidades personales que permiten prosperar en medio de la adversidad (Connor y Davidson, 2003).
— La capacidad de sobreponerse a hechos potencialmente perjudiciales, como la muerte o el final de una
relación, la violencia o una amenaza para la vida, manteniendo niveles relativamente estables y saludables de
funcionamiento psicológico y físico, así como la capacidad de generar experiencias y emociones positivas
(Bonnano, 2004).
— La capacidad de los individuos para hacer frente con éxito a los cambios significativos, la adversidad o el
riesgo (Lee y Cranford, 2008).
— La estabilidad de un individuo o su rápida recuperación (o crecimiento) en condiciones adversas
significativas (Leipold y Greve, 2009).
— Proceso consistente en superar los efectos negativos de exponerse a un riesgo, afrontarlo eficazmente y
evitar, en la medida de lo posible, las trayectorias negativas asociadas a él (Fergus y Zimmerman, 2005).
— El concepto de resiliencia no implica tanto que el individuo sea invulnerable al estrés, sino más bien la
habilidad de recuperarse de eventos negativos (Garmezy, 1991).
— La resiliencia es el desarrollo normal del individuo que ha crecido en situaciones difíciles (Fonagy et al.,
1994).
— La habilidad para afrontar exitosamente el estrés y los eventos adversos procede de la interacción de
diversos elementos en la vida del niño como: sus características biológicas e internas, especialmente la
inteligencia; su temperamento y el locus de control interno o dominio; el entorno familiar y comunitario en
el que vive, especialmente en lo referente a su crianza y los factores de apoyo que están presentes, y el
número, intensidad y duración de circunstancias estresantes o adversas por las que ha pasado el niño
(Becoña, 2006).
23
De una manera integradora, analizando todas las cuestiones expuestas anteriormente,
se propone la siguiente definición, que trata de explicar la resiliencia desde la perspectiva
de la interacción de las diferentes variables que pueden influir: la resiliencia es la habilidad
para afrontar los elementos adversos, cualidad que viene determinada por características
idiosincráticas del niño (inteligencia, personalidad...), características familiares
establecidas por las pautas de crianza y apego que le presten los padres o cuidadores y
las particularidades de la comunidad (ambiente, escuela...) donde viva. La interacción de
todos estos factores posibilita a los menores que, por diferentes razones, se encuentran
en riesgo psicosocial la capacidad de enfrentarse con éxito a la adversidad. Dentro de un
mismo individuo pueden coexistir diferentes grados de esta capacidad de resiliencia. Este
mayor o menor nivel de resiliencia depende de los sistemas de apoyo con los que se
cuente y los cambios a lo largo del tiempo. Esta definición recoge la propuesta reciente
de Khanlou y Gray (2014), que entiende la resiliencia como un proceso (va más allá de
un acontecimiento único), un continuo (más que un concepto basado en términos
opuestos: resiliencia-vulnerabilidad) y un concepto global con diferentes dimensiones
(personal, familiar, grupal...).
2.2. Resiliencia: factores de riesgo y de protección
Hablar de resiliencia implica también hablar de adversidad. Para que un individuo
desarrolle la resiliencia, como se ha visto en las definiciones anteriores, debe enfrentarse
a una situación de riesgo que provoque el crecimiento personal. Relacionadas con el
riesgo y la adversidad, existen distintas palabras clave que se recogen de forma resumida
en la tabla 1.2, junto a su definición y ejemplos para facilitar su comprensión.
TABLA 1.2
Definiciones y ejemplos de palabras clave relacionadas con resiliencia (adaptada de Brooks y Goldstein,
2004, y O’Dougherty, Master y Narayan, 2013)
Palabra clave Definición Ejemplo
Adversidad. Alteraciones en las funciones o en
la viabilidad de un sistema.
Experiencias que amenazan la
adaptación o desarrollo de dicho
sistema.
Desastres naturales, conflictos políticos, pobreza o
maltrato infantil.
Riesgo. Elevada posibilidad de que
aparezca un problema indeseado.
Posibilidad de desarrollar alguna enfermedad (por
ejemplo, cáncer, esquizofrenia...) en familias con
enfermos de este tipo.
Factores de
riesgo.
Una característica medible en un
grupo de personas o su situación
Nacimiento prematuro, divorcio de los padres,
pobreza, maltrato...
24
que predice un resultado negativo
sobre un criterio específico.
Riesgo
acumulativo.
Aumento del riesgo debido a:
— Presencia de múltiples factores
diferentes de riesgo.
— Apariciones múltiples en el
tiempo del mismo factor.
— Efectos acumulativos de los
factores de riesgo.
Los niños que viven en una familia sin hogar suelen
presentar riesgos acumulativos. Así, pueden vivir en
familias monoparentales, presentar desnutrición,
dificultades en el acceso a la educación y a la sanidad...
Vulnerabilidad. Predisposición.
Susceptibilidad a padecer
resultados indeseables.
Los niños ansiosos son más proclives a padecer
enfermedades por la bajada de defensas.
Riesgo
proximal.
Factores de riesgo
experimentados directamente por
el niño.
Vivir en una familia desestructurada.
Riesgo distal. Riesgo vinculado al contexto
ecológico del niño que está
influyendo en los riesgos
proximales que experimenta.
Recesión económica, altas tasas de violencia en la
comunidad.
Hitos y tareas
en el
desarrollo de
los individuos.
Hitos o logros en el desarrollo
previstos para los niños en
función de su edad y del contexto
en que vive.
Aprender a caminar, control de esfínteres, aprendizaje
de la lectoescritura, capacidad de autonomía.
Todos estos conceptos, recogidos en la tabla 1.2, ponen de manifiesto que el riesgo
que puede experimentar un individuono aparece de manera unidireccional. En la
mayoría de las ocasiones, surgen diferentes riesgos a un mismo tiempo que van desde los
más externos (por ejemplo, los riesgos asociados a la comunidad o contexto ecológico)
hasta los más internos (por ejemplo, grado de desarrollo madurativo de un individuo).
Cuando un niño, por ejemplo, pierde a sus padres, no solamente se encuentra con la
adversidad de la pérdida sino que también puede ser más vulnerable a padecer
enfermedades, a cambiar de lugar de residencia o de estatus socioeconómico, a tener
dificultades de tipo escolar... De modo que la relación entre los diferentes riesgos y
adversidades que pueda experimentar un niño no es exclusivamente lineal, sino
multicausal, con posibles interacciones entre unos y otros.
TABLA 1.3
Factores de protección y compensación asociados a la resiliencia (adaptada de Becoña, 2006, Brooks y
Goldstein, 2004, y O’Dougherty, Master y Narayan, 2013)
Características del niño:
25
— Buenas capacidades cognitivas, de resolución de problemas y de funcionamiento ejecutivo.
— Sociabilidad y capacidad de adaptación al entorno social.
— Habilidad para crear y mantener relaciones sociales.
— Autoestima, autoeficacia.
— Características valoradas por la sociedad (talento, sentido del humor, atractivo...).
— Perspectiva positiva de la vida. Esperanza. Optimismo.
— Insight.
— Capacidad de dar sentido a la vida.
— Capacidad de empatía.
— Establecer metas y expectativas realistas.
— Determinación y perseverancia.
— Comunicación efectiva.
— Aprender tanto del éxito como del fracaso.
— Sentirse especial (no egocéntrico) mientras se ayuda a los demás.
Características familiares:
— Ambiente familiar estable.
— Relación armoniosa entre los padres.
— Sentirse querido y cuidado.
— Estilo parental educativo adecuado. Establecimiento de normas y límites.
— Relaciones positivas con la familia extensa.
— Padres involucrados en la educación de sus hijos.
— Buen nivel educativo de los padres.
— Afiliación religiosa.
— Estatus socioeconómico.
Características de la comunidad:
— Vecindario seguro.
— Bajos niveles de violencia.
— Medio ambiente limpio.
— Casas confortables.
— Acceso a centros culturales, recreativos o bibliotecas.
Escuela:
— Profesores competentes.
— Estructura de apoyo adecuada a los alumnos de Necesidades Educativas Especiales.
— Amplios recursos (musicales, deportivos...).
Alto grado de empleabilidad para adultos y adolescentes.
Cobertura sanitaria.
Acceso a los servicios de emergencia (policía, bomberos...).
Sistemas de mentoria y apoyo por parte de los adultos.
Características sociales y culturales:
— Políticas de apoyo a la infancia.
— Políticas de prevención de la violencia.
26
En sentido contrario, la resiliencia hace también referencia a factores protectores de
los individuos (tabla 1.3). Estudiar cuáles son y cómo influyen para facilitar su aparición
puede ser una buena manera de proteger a los individuos que se encuentran en situación
de riesgo. Los investigadores han establecido dos tipos de correlatos positivos. En primer
lugar, los llamados «factores compensadores», que se asocian con una buena adaptación
al riesgo; estos factores de protección se encuentran en el individuo antes de que el riesgo
aparezca. En segundo lugar, los «factores protectores», que parecen tener especial
importancia para la adaptación positiva. Los factores de compensación surgen una vez el
individuo está experimentando el riesgo.
En último término, la resiliencia busca el éxito vital, pero tener éxito no significa alto
estatus social o económico. Un individuo con éxito es alguien que se siente satisfecho
consigo mismo, que experimenta seguridad y fuerza interior. El éxito incluye un conjunto
de aspectos como tener relaciones positivas, experimentar satisfacción en el trabajo y en
los otros roles que un individuo puede desempeñar (padre, madre, hijo, amigo...),
además de un sentimiento de optimismo y de pertenencia a un grupo y/o comunidad. Los
factores de protección-compensación pueden actuar simultáneamente facilitando la
aparición de la resiliencia, la adaptación y el éxito vital (entendido en los términos
expuestos anteriormente).
3. PRINCIPALES ESTUDIOS SOBRE RESILIENCIA
Los primeros estudios de resiliencia aparecieron en los años setenta. Estos estudios
partían de un modelo biomédico centrado a su vez en la teoría psicoanalítica, y, en la
mayoría de los casos, se realizaron en un ámbito restringido, lo que propició que sus
teorías tuvieran poca utilidad práctica (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013). Sin
embargo, no podemos dejar de valorar que estas primeras aproximaciones pusieron el
foco en la posibilidad de realizar un desarrollo positivo frente a las situaciones adversas
que pueda experimentar un individuo durante su infancia.
El estudio de la resiliencia, a partir de estos primeros desarrollos psicoanalíticos, ha
avanzado en cuatro diferentes enfoques que se identifican a continuación (O’Dougherty,
Masten y Narayan, 2013; Masten, 2007; Salztman et al., 2011).
Primer enfoque: estudios basados en identificar los factores individuales que
promueven la resiliencia
La idea de que los individuos pueden «caerse y levantarse más fuertes» encaja
perfectamente en la idiosincrasia del espíritu americano, que tiene como referencia
histórica las adversidades sufridas por los primeros pobladores de la Costa Este a partir
de la llegada del Mayflower. En este contexto surgen en Estados Unidos los primeros
trabajos, que se centran especialmente en las características y factores personales de los
individuos con resiliencia. Los investigadores se interesaron en evaluar qué variables
27
individuales podrían ser las responsables de las diferencias entre niños que han
compartido similares situaciones de riesgo. Entre los factores estudiados durante este
período se encuentran tres grandes grupos. En primer lugar, las capacidades cognitivas y
su relación con la resiliencia. En segundo término, las habilidades sociales como
mecanismos de adaptación y respuesta al entorno. Y en tercer lugar, variables de
personalidad tales como «dureza» o el locus de control (O’Dougherty, Masten y
Narayan, 2013; Salztman et al., 2011).
Segundo grupo: estudios basados en una perspectiva del aprendizaje. Entender
la resiliencia como fruto de un proceso del desarrollo y de interacción con el
medio
Este segundo grupo de teorías, aparentemente contrapuesto al primero, se basa en un
hecho clave: se puede aprender a tener resiliencia (O’Dougherty, Masten y Narayan,
2013). La resiliencia es un proceso de aprendizaje que se incrusta en el desarrollo del
individuo y es adaptativo. Siguiendo la teoría de desarrollo de sistemas (Bronfenbrenner
y Crouter, 1983), la resiliencia debe entenderse desde el punto de vista relacional. El foco
pasa de estar en el individuo a estar en la familia y el contexto comunitario. Estos
elementos actúan en un complejo patrón de interacciones y transacciones (factores de
riesgo-individuo-entorno) que afectan al individuo propiciando la aparición de la
resiliencia. En esta área se han prodigado estudios sobre la importancia de las pautas de
crianza en niños de acogimiento familiar o el impacto de la pobreza en la resiliencia de los
niños (Salztman et al., 2011).
En este sentido, la resiliencia no es una característica absoluta ni si adquiere una vez
en la vida y sirve para siempre. Más bien lo contrario: la resiliencia es un proceso
asociado al cambio, al dinamismo y al aprendizaje que varía según las circunstancias, la
etapa vital, el contexto y la cultura en los que vive el individuo y que puede ser expresado
de muy diferentes formas y maneras (Vera, Carbelo y Vecina, 2006).
28
Figura 1.2.
Tercer enfoque: estudios basados en las intervenciones sobre resiliencia
Todas las lecciones aprendidas en los estudios anteriores han sido empleadas en este
tercer enfoque. Los estudios adscritos a esta vía intentan traducir la ciencia básica sobre
resiliencia en programas aplicados (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013). En este
grupode estudios se trata, por tanto, de diseñar programas de intervención efectivos y
eficaces que promuevan la resiliencia en los niños, siguiendo el enfoque de la psicología
clínica. Pese a que existen ciertas características intrínsecas de los individuos, éstos
pueden aprender a tener resiliencia, y la psicología puede aportar programas efectivos y
eficaces que promuevan dicho enfoque.
Señala Becoña (2006), por ejemplo, que los hijos de padres divorciados tienen con
mayor frecuencia problemas de salud mental, menor rendimiento académico y mayor
consumo de drogas que los hijos de padres no divorciados. Estos factores de riesgo se
vieron disminuidos al trabajar con estos niños la resiliencia. La literatura (Salztman et al.,
2011) también ha descrito que los hijos de militares tienen grandes factores de riego que
pueden ser mejorados si se trabaja desde la perspectiva de la resiliencia. Por ello,
tenemos pruebas empíricas que nos demuestran que, con adecuados programas de
resiliencia, estos problemas de salud mental se pueden reducir (Becoña, 2006). Incluso
29
los estudios longitudinales con seguimiento de niños también van en la misma línea
(Kaplan, 2013). Existen diferentes programas que han demostrado su utilidad en
poblaciones infantiles que han sufrido problemas. A continuación se ilustran estos
programas con un resumen de sus objetivos y contenidos. Todos ellos han demostrado
ser eficaces en la promoción y uso de la resiliencia.
TABLA 1.4
Título Contenido Referencia
Al’s Pals: Los
niños toman
decisiones
saludables.
Programa escolar de prevención que busca desarrollar las habilidades sociales
y emocionales tales como el autocontrol, la resolución de problemas y la
toma de decisiones saludables en niños de 3 y 8 años.
Loos
(2003a,
2003b,
2004a,
2004b,
2004c y
2005).
Una manzana
al día.
Una manzana al día es un programa universal basado en obras literarias que
ayuda a construir y reforzar las habilidades de resiliencia para la prevención
del abuso de sustancias y la promoción de la salud mental en los niños desde
infantil hasta 4.º de primaria.
An Apple A
Day
(página
web).
Celebrando
con las
familias.
Programa de entrenamiento de habilidades de crianza diseñado para familias
en las que uno o ambos padres se encuentran en las primeras etapas de la
recuperación de la adicción a las drogas y existe un alto riesgo de violencia
doméstica y / o abuso de menores.
Celebrating
Families!
(página
web).
Intervención
psicoeducativa
con familias.
Este programa de promoción de la resiliencia está destinado a familias con
padres con trastorno afectivo significativo. La intervención está diseñada
para proporcionar información sobre los trastornos del estado de ánimo de
los padres, equiparlos con habilidades que necesitan para comunicar esta
información a sus hijos y fomentar el diálogo abierto en el seno familiar
acerca de los efectos de la depresión de los progenitores.
Beardslee,
Gladstone,
Wright y
Cooper
(2003).
Atreverse a
ser tú.
Programa de prevención multinivel pensado para familias de alto riesgo
psicosocial que tengan hijos entre 2 y 5 años. Los objetivos del programa se
centran en los logros de los niños en el desarrollo y en aspectos de la crianza
de los hijos que contribuyen a la resiliencia, tales como auto-eficacia, apoyo
social o habilidades de resolución de problemas.
Miller-Heyl,
MacPhee y
Fritz
(1998).
Programa
«Nuevos
comienzos».
Programa diseñado para padres divorciados que tienen hijos con edades
comprendidas entre 3 y 17 años. El objetivo es promover la resiliencia de los
niños después del divorcio parental. El programa consta de diez sesiones
semanales de grupo y dos sesiones individuales.
Wolchick,
Sandler,
Weiss y
Winslow
(2007).
Crianza de los
hijos con amor
y límites.
El programa combina la terapia de grupo y la familiar para el tratamiento de
niños y adolescentes de 10-18 años de edad que tienen problemas
emocionales y conductuales graves (trastorno de conducta, trastorno de
oposición desafiante, déficit de atención / hiperactividad) que con frecuencia
Smith et al.
(2006).
30
coexisten con otros como la depresión, el consumo de alcohol o drogas, el
absentismo crónico, la destrucción de bienes, la violencia doméstica o la
ideación suicida.
Punto y
aparte.
Taller de un día para estudiantes de secundaria y bachillerato que tiene como
objetivo promover la resiliencia, romper las barreras educativas y sociales
entre los jóvenes y, en última instancia, reducir la violencia en la escuela,
enseñando el valor de la resolución de conflictos y el respeto a los demás.
Biddle
(2012).
Proyecto
LOGRAR.
Programa para la promoción de la resiliencia en la escuela (desde los 3 hasta
los 18 años). Este programa se centra en las habilidades de los estudiantes a
nivel académico, social, emocional y conductual. Este programa trabaja el
comportamiento positivo de toda la escuela y la seguridad escolar, el clima en
el aula y la escuela positiva de divulgación y participación de la comunidad y
de los padres.
Harding,
Knoff,
Glenn,
Johnson,
Schrag y
Schrag
(2008).
Sistema de
intervención
de espectro
completo.
Software interactivo para estudiantes que está diseñado para mejorar las
competencias socioemocionales y en última instancia mejorar los resultados
relacionados con el rendimiento y el fracaso escolar, la delincuencia, el abuso
de sustancias y la salud mental.
De Long-
Cotty
(2008).
Programa de
fortalecimiento
en familias.
El programa de fortalecimiento de familias está diseñado para aumentar la
resistencia y reducir los factores de riesgo de problemas de conducta,
emocionales, académicos y sociales de los niños de 3-16 años de edad.
Kumpfer,
Greene,
Bates,
Cofrin y
Whiteside
(2007).
Sobreviviendo
al cáncer.
Programa de
competencias
para familias.
Intervención intensiva de un día en familia. Es un grupo de tratamiento
diseñado para reducir el estrés asociado a síntomas por estrés postraumático
(TEP) en los supervivientes adolescentes de cáncer infantil (edades 11-18) y
sus padres / cuidadores y hermanos.
Kazak
(2004).
Programa
EDUCA-R.
El programa EDUCA-R pretende la promoción de un patrón educativo
positivo en los padres para, gracias a este nuevo estilo educativo, conseguir
el fomento de las principales cualidades resilientes en sus hijos.
Ortega y
Comeche
(2015).
Cuarto enfoque: estudio de los factores neurobiológicos y epigenéticos que
están incidiendo en la resiliencia
Los estudios más recientes en el área se están centrando en conceptos tales como
genes, adaptación neurobiológica, desarrollo cerebral o función ejecutiva. Las nuevas
técnicas cartográficas de estudio del cerebro están permitiendo un mayor conocimiento
de cómo funciona nuestro cerebro y de qué áreas, en concreto, se activan dependiendo
de las tareas que se realicen. Estos nuevos estudios intentan descubrir qué partes del
cerebro se ponen en funcionamiento para que la resiliencia aparezca.
En este sentido, sabemos que los individuos con mayores capacidades cognitivas
tienen más facilidad para manejar diferentes fuentes de información, además de una
31
mayor disposición para resolver problemas, lo que les lleva a disponer de un amplio
repertorio de estrategias de afrontamiento. Una mayor capacidad cognitiva igualmente
implica una mejor función ejecutiva. Para aludir a la función ejecutiva se recurre
normalmente a la metáfora del «director de orquesta» (este constructo define la actividad
de un conjunto de procesos cognitivos vinculada al funcionamiento de los lóbulos
frontales cerebrales). La función ejecutiva es un conjunto de habilidades cognitivas que
permiten la autorregulación, la anticipación y el establecimiento de metas y la formación
de planes y programas. Los estudios que se han realizado sobre función ejecutiva y
resiliencia indican la participación de «el director de orquesta» en este proceso, de tal
manera que un mejor rendimiento en la función ejecutiva predice un mejor afrontamiento
(O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013).
Existen otros trabajos que destacan la importanciade los neurotransmisores en la
construcción de la resiliencia o la ausencia de ésta en nuestro cerebro. Así, los estudios
con primates no humanos (Barr et al., 2003) ponen de manifiesto que la serotonina
desempeña un papel esencial en la capacidad de los monos para hacer frente a los
estresores grupales. En humanos también se ha detectado la relación con la presencia de
un gen (5-HTTLPR) que está asociado a una escasa producción de serotonina y a la
vulnerabilidad de los individuos al estrés. La presencia de este gen también está asociada
a problemas de conducta (agresión, consumo de alcohol...) (Bennett, 2007), por lo que
estaría asimismo relacionada con bajos niveles de resiliencia (O’Dougherty, Masten y
Narayan, 2013).
Todo ello parece indicar que existen determinados factores neurobiológicos que
influyen en la resiliencia y que predisponen a los individuos a generar resiliencia o, por el
contrario, presentar bajos niveles de ella. En consecuencia, podríamos pensar que los
seres humanos nacemos con resiliencia o, en sentido opuesto, nacemos sin ella. Nada
más lejos de la realidad: los neurocientíficos, los genetistas o los biólogos, entre otros,
que trabajan desde esta perspectiva manejan el concepto de epigénesis (todos aquellos
factores no genéticos que intervienen en la determinación de la ontogenia o desarrollo de
un organismo desde el proceso de embriogénesis hasta la senectud), que nos ayuda a
comprender la resiliencia más allá del determinismo que implica la genética.
Afortunadamente, podemos afirmar que existe una predisposición biológico-genética a
tener mayores o menores niveles de resiliencia, pero esta predisposición, gracias a la
epigénesis, se modula por las experiencias del ambiente. El lector interesado puede
ampliar la información a este respecto en el Apéndice.
4. MODELOS INTEGRADORES
4.1. Modelo cognitivo de Kaplan (2013) basado en el modelo de mejora de la
autoestima y la teoría integrativa de la conducta desviada
32
El modelo de la mejora de la autoestima de Kaplan et al. (1986 y 1987) parte de una
premisa principal: los menores buscan la aceptación y la aprobación de sus conductas de
sus figuras de referencia (padres, educadores, maestros...). Cuando alguna conducta se
desvía de las expectativas previstas, genera un cierto malestar psicológico que los
menores deben resolver.
Esta conducta desviada puede repercutir en la pérdida de apoyo de las figuras de
referencia, lo que, a su vez, conlleva la aparición de sentimientos de autorrechazo que
requieren una respuesta compensatoria. Esta respuesta compensatoria puede tomar varias
formas que se engloban en el citado modelo de mejora de la autoestima. Las respuestas
sociales negativas y las sanciones que se tomen como consecuencia de la actuación del
menor pueden resultar en un cambio en la conducta del niño-adolescente hacia la
conformidad con las expectativas de los padres u otras figuras de autoridad, aliviando de
este modo las fuentes de malestar y restaurando la autoestima; aunque en estas acciones
no siempre el menor encuentra satisfacción a su malestar. En efecto, existe otro tipo de
respuestas positivas con resiliencia encaminadas a incrementar la autoestima que incluyen
aspectos como el manejo de las habilidades sociales o la resolución de problemas.
De modo semejante a lo que propone el modelo de mejora de la estima (Kaplan et al.,
1986 y 1987), en la teoría integrativa de la conducta desviada (Kaplan, 1996) es
necesario que la persona encuentre el modo de poder valorarse positivamente a sí misma
a través de la valoración positiva de quienes le rodean.
33
Figura 1.3.
Cuando no encuentra aceptación de su entorno, aun presentando conductas
convencionales, el menor estará más motivado para implicarse en actividades no
convencionales de tipo desviado. Con ello puede disfrutar de nuevas experiencias,
refuerzos y sentimientos de respeto hacía sí mismo que no tienen por qué implicar una
percepción de resiliencia del individuo.
Como continuación de estas dos teorías, Kaplan (2013) propone un modelo
integrador de la resiliencia que intenta explicar no tanto por qué las personas superan la
adversidad sino más bien por qué no lo hacen, debido a la complejidad del proceso. Esta
complejidad explica que en numerosas ocasiones los individuos desistan y no desarrollen
resiliencia.
La teoría integradora de la resiliencia de Kaplan contempla los siguientes conceptos:
1) los efectos estructurales y de interacción de la autoconcepción del individuo (incluye
cognición, autopercepción, imaginación, conciencia); 2) la influencia de la autocognición
en las autoevaluaciones que el individuo realiza (cómo los seres humanos se juzgan más
o menos cercanos a lo que consideran un estándar de buena conducta); 3) la influencia
de la autoevaluación en los sentimientos hacia sí mismos; 4) la influencia de los
34
sentimientos negativos en la capacidad de auto-mejora y autoprotección, y 5) el impacto
de la automejora y la autoprotección en la conducta que busca disminuir la presencia de
sentimientos que al individuo le resultan estresantes. Este último paso provocaría la
aparición de la resiliencia.
En un primer momento los sujetos a través de su capacidad cognitiva realizan una
evaluación acerca del punto en que se encuentran. La relación entre cognición y
autoevaluación está determinada por el contexto social, las normas y los valores en los
que vive el individuo. La evaluación también depende del momento vital en el que se
realiza y de los modelos de evaluación que tenga el individuo. Dependiendo de la
distancia que separa, a juicio de la persona, su estado en un momento dado y el que
considera óptimo para sí mismo, aparecerán los sentimientos. Existe una tendencia a
buscar una evaluación positiva que a su vez genere sentimiento positivo y que satisfaga
sus necesidades. Los sentimientos positivos conducen a la autoprotección que promueve
el crecimiento en el individuo. Como último paso antes de llegar a la resiliencia, Kaplan
(2013) señala la existencia de una autorreferencia positiva que busca aceptarse por los
errores y congratularse por los éxitos.
El problema aparece según Kaplan (2013) en el momento en el que los individuos no
siguen esta espiral ascendente. Puede que en un primer lugar no se sientan aceptados y/o
aprobados y que esto genere un malestar psicológico que debe ser resuelto. Si este
malestar no se resuelve, buscando la espiral positiva que explica el modelo de resiliencia,
puede aparecer la conducta desviada, objeto de estudio de la teoría integrativa de la
conducta desviada.
35
Figura 1.4.—Modelo integrador de la resiliencia de Kaplan (2013).
4.2. Modelo homeostático de la resiliencia de Richardson (2002)
Este modelo ofrece una visión general de la resiliencia que implica que puede ser
aplicada a diferentes tipos de estresores, adversidades y eventos vitales que puede sufrir
un individuo. En este modelo, la resiliencia comienza con un estado de homeostasis
también denominado «zona de confort». En esta «zona de confort» el individuo se siente
bien física, mental y espiritualmente. La interrupción del estado homeostático puede
producirse, básicamente, cuando un individuo no tiene recursos suficientes (factores
protectores) para amortiguar los acontecimientos vitales estresantes. Inmediatamente
después de la interrupción de este estado, se activan todos los recursos para buscar el
equilibrio y volver al momento inicial. La pregunta que cabe hacerse en este punto es:
¿cómo se realiza este proceso de recuperación? Richardson (2002) indica cuatro maneras
diferentes. La primera es la llamada reintegración de resiliencia, que conduce a la
búsqueda y obtención de factores de protección adicionales y un nuevo nivel de
homeostasis. La reintegración homeostática es la segunda fórmula, y en ella se busca
volver a la situación inicial, a la zona de confort previa, pero sin promover el crecimiento
36
personal, por lo que no se incluiría dentro de la resiliencia. El tercer proceso, llamado
reintegración con pérdida,sitúa al sujeto en un nivel inferior a la homeostasis inicial y
con una pérdida de factores protectores. Finalmente, la conocida como reintegración
disfuncional conduce a la pérdida de todos los recursos buscando reestablecer el
equilibrio a través de conductas destructivas como puede ser el consumo de sustancias, la
agresividad...
Como el lector podrá advertir, el primer proceso, la reintegración de resiliencia,
realmente es el mecanismo que promueve la resiliencia. En la reintegración de
resiliencia el individuo vuelve a la zona de confort inicial pero además mejora su
protección y sus competencias frente a las posibles adversidades que le depare el futuro.
4.3. Resiliencia y factores de personalidad: diferentes variables y un modelo
Los modelos centrados en las variables de personalidad estudian grupos diferentes de
personas para analizar cómo resuelven la adversidad que puede aparecer en sus vidas.
Estos modelos intentan estudiar cuáles son las características de las personas con
resiliencia en comparación con aquellas que no presentan dichas conductas. En este
sentido, Agaibi y Wilson (2005) destacan la interrelación de los factores de personalidad
con otras variables tales como la modulación de las emociones, la capacidad de
afrontamiento y los factores protectores como elementos que determinan la aparición de
una respuesta de resiliencia que varía en función de los individuos.
La bibliografía ha sugerido (Becoña, 2006) como factores de personalidad
relacionados con la resiliencia el locus de control interno, un estilo atribucional optimista
y la dureza (hardiness) o personalidad resistente.
El locus de control es la forma en que un sujeto percibe el origen de eventos,
conductas y de su propio comportamiento. Este origen puede ser interno (percepción del
sujeto de que los eventos ocurren principalmente como efecto de sus propias acciones, es
decir, la percepción de que él mismo controla su vida) o externo (la percepción de que los
eventos no tienen relación con el propio desempeño y no pueden ser controlados por
esfuerzo y dedicación propios, sino que son más bien producto del azar, la suerte, el
destino o las decisiones de otros). Para incrementar la resiliencia en los niños, es
necesario fomentar el locus de control interno, recordándoles que son responsables de
sus actos.
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Figura 1.5.—Modelo de Bonnano y Mancini (2009).
Las atribuciones son las explicaciones o interpretaciones que los seres humanos
hacemos de las causas y motivos de algún suceso que ocurre a nuestro alrededor. Como
en el caso del locus de control, éstas pueden ser internas (habilidad, esfuerzo) o externas
(suerte...). El uso de atribuciones internas incrementa la responsabilidad del individuo al
darle control sobre sus actos. Este control repercute positivamente en la resiliencia.
El concepto de personalidad resistente fue propuesto por Kobasa (1979a, 1979b). La
personalidad resistente señala que ante situaciones de alto estrés hay personas que
enferman con mayor facilidad y otras que reaccionan resistiendo frente a la adversidad.
Las personas con puntuaciones altas en personalidad resistente tienen un estilo de
afrontamiento más adecuado a las condiciones adversas de la vida, y, por tanto, parece
ser un factor importante dentro de la resiliencia (Becoña, 2006).
Como se ha señalado en páginas anteriores, los factores de personalidad no
determinan de manera unidireccional la presencia o ausencia de resiliencia en un
individuo. Por ello Mancini y Bonnano (2009) desarrollaron un modelo que tiene en
cuenta los factores de personalidad —variables individuales—, además de otros
elementos tales como la identidad, las creencias y el manejo de las emociones positivas y
diferentes factores sociales, como mecanismos para comprender la resiliencia.
Como puede apreciarse en el modelo, existen tres puntos de partida: las características
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de personalidad, la pérdida o fuente de estrés y los recursos externos. Las características
de personalidad incluyen la seguridad en uno mismo y en la propia capacidad de
afrontamiento, tener un propósito significativo en la vida, creer que uno puede influir en
lo que sucede a su alrededor y que se puede aprender de las experiencias positivas y
negativas, además de tener una percepción de la identidad personal positiva. La pérdida
es el elemento negativo, el elemento que desencadena que el individuo sienta que su vida
se tambalea; en el caso de los niños y jóvenes, puede ser la muerte de algún padre, el
abandono familiar, un cambio de colegio, malos tratos o abusos... Como recursos
externos podemos señalar el nivel sociofamiliar y la salud física de los niños. Estos tres
niveles (características de personalidad, la pérdida y las variables externas) influyen tanto
en el proceso de valoración de la pérdida como en el apoyo (tanto emocional como
instrumental) que puede recibir por parte de terceros.
El último paso, antes de que aparezca la resiliencia, es el del afrontamiento en sí
mismo (cualquier actividad que el individuo puede poner en marcha, tanto de tipo
cognitivo como de tipo conductual o emocional), que trata de conseguir los mejores
resultados posibles en una determinada situación de pérdida. Estos recursos de
afrontamiento también se ven influidos por la personalidad. En este sentido, Bonanno,
Field, Kovacevic y Kaltman (2002) encontraron, en un estudio realizado con población
civil bosnia que vivió la guerra de los Balcanes, que aquellas personas que tenían esta
tendencia hacia el sesgo positivo presentaban un mejor afrontamiento que aquellas que
no contaban con dicha característica.
4.4. Modelos sobre resiliencia y factores de riesgo
Como se ha explicado anteriormente, la resiliencia viene marcada por la relación entre
factores de riesgo-vulnerabilidad y factores de protección. En un brillante trabajo de
2005, Fergus y Zimmerman explicaron la relación entre estos factores a través de cuatros
modelos distintos llamados modelo de compensación, modelo de protección
(estabilizador y reactivo), modelo de cambio y por último modelo de inoculación.
El modelo compensatorio aparece cuando un factor de protección simplemente
contrarresta un factor de riesgo. Por ejemplo un niño puede vivir en un entorno donde la
pobreza sea un factor determinante porque genera mayores tasas de violencia. En este
modelo la relación entre riesgo-protección es lineal.
En el modelo protector, muy parecido al anterior, los recursos con los que cuenta el
sujeto moderan o reducen el riesgo de obtener resultados negativos. Un modelo de
protección aparece si por ejemplo la relación entre pobreza y conducta violenta se reduce
en un joven cuando tiene apoyo de sus padres. En este caso, el apoyo parental funciona
como un moderador entre la pobreza y la conducta violenta.
39
Figura 1.6.—Modelos de resiliencia-vulnerabilidad (adaptada de Fergus y Zimmerman, 2005).
El modelo protector estabilizador surge cuando un factor protector ayuda a neutralizar
los efectos del riesgo. Por consiguiente, altos niveles de riesgo se relacionan con
presencia de abundantes resultados negativos para la vida del niño-joven cuando el factor
protector está ausente. Sin embargo, aunque el riesgo se incremente, a mayor número de
factores protectores, menos resultados negativos y, por tanto, aparición de la resiliencia.
El modelo protector reactivo es una variante del anterior y hace referencia a una
disminución (pero no desaparición) del factor de protección. En este caso, el riesgo
aumenta cuando no está presente el factor de protección o si éste disminuye.
El cuarto modelo presentado por Fergus y Zimmerman (2005) representa una relación
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curvilínea entre los factores de riesgo y los de protección. Esta relación sugiere que la
exposición tanto a bajos como a altos niveles de riesgo produce resultados negativos.
Este modelo promueve la idea de que el ser humano debe estar expuesto a un número
moderado de factores de riesgo para poder crecer y aprender. Una pequeña disputa
familiar entre los hermanos puede ayudar a

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