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2 Relación de autores Pedro Javier Amor Andrés Universidad Nacional de Educación a Distancia. España. Miguel Ángel Baca García Licenciado en Psicología. Psicólogo de la Aldea Infantil SOS de Granada. España. Victoria del Barrio Gándara Universidad Nacional de Educación a Distancia. España. Carlos Belda Grindley Especialista en Psicología Clínica. Centro de Psicología Clínica y de la Salud MENSANA. España. Observatorio de la Infancia en Andalucía. María Isabel Comeche Moreno Universidad Nacional de Educación a Distancia. España. Miguel Costa Cabanillas Especialista en Psicología Clínica. Universidad Autónoma de Madrid. España. Enrique Echeburúa Odriozola Universidad del País Vasco. España. Máximo Carlos Etchepareborda Neurólogo infantil. Laboratorio para el Estudio de las Funciones Cerebrales Superiores – LAFUN. Argentina. Philip A. Fisher Universidad de Oregón. Estados Unidos. Javier Fresneda Aldeas Infantiles SOS. España Cynthia V. Healey Oregon Social Learning Center. Estados Unidos. María Teresa Londoño Restrepo 3 Psicóloga. Responsable de la formación continua de la Escuela Nacional de Formación de Aldeas Infantiles SOS. España. Ernesto López Méndez Médico, especialista en medicina familiar y comunitaria, psicólogo clínico y psicopedagogo. España. Félix López Sánchez Universidad de Salamanca. José Manuel Morell Parera Director de la Escuela Nacional de Formación de Aldeas Infantiles SOS. Especialista en Psicología Clínica. España. José Ortega Pardo Universidad Nacional de Educación a Distancia. España. María Luisa Palencia Avendaño Neuróloga infantil. Laboratorio para el Estudio de las Funciones Cerebrales Superiores – LAFUN. Argentina. María de la Fe Rodríguez Muñoz Universidad Nacional de Educación a Distancia. España. Paula Ruiz Morell Psicóloga sanitaria. Centro de Psicología Clínica y de la Salud MENSANA. España. Paloma Santamaría Grediaga Trabajadora social en Juzgado de Familia de la Comunidad de Madrid y terapeuta de familia. España. 4 Índice Relación de autores Prólogo 1. Teorías y modelos que explican la resiliencia 1. Introducción y objetivos 2. Resiliencia 2.1. Preguntas clave para comprender la resiliencia 2.2. Resiliencia: factores de riesgo y de protección 3. Principales estudios sobre resiliencia 4. Modelos integradores 4.1. Modelo cognitivo de Kaplan (2013) basado en el modelo de mejora de la autoestima y la teoría integrativa de la conducta desviada 4.2. Modelo homeostático de la resiliencia de Richardson (2002) 4.3. Resiliencia y factores de personalidad: diferentes variables y un modelo 4.4. Modelos sobre resiliencia y factores de riesgo 4.5. Modelo de resiliencia basado en el afrontamiento y en la percepción de autoeficacia 5. Qué variables afectan a la resiliencia: últimos estudios al respecto Bibliografía recomendada Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 2. Necesidades y acogimiento familiar 1. Introducción 2. Un enfoque limitado y negativo: la perspectiva del maltrato 3. Modelo desde la perspectiva del buen cuidador y el buen trato: la teoría de las necesidades como referencia 4. Las necesidades en la infancia 4.1. Necesidades fisiológicas 4.2. Necesidades mentales 4.3. Las necesidades emocionales y sociales 4.3.1. Necesidad de comprender, expresar, compartir, regular y usar socialmente bien las emociones 4.3.2. Necesidad de seguridad emocional: aceptación, estima, afecto y cuidados eficaces 4.3.3. Necesidad de red de relaciones sociales 5 4.3.4. Necesidades sexuales 4.4. Necesidad de participación y autonomía 5. La clasificación de las necesidades, los factores protectores y los riesgos 6. La intervención profesional 7. Algunos abusos de la teoría de las necesidades: los malos usos de la teoría del apego Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 3. Tipos de maltrato en la infancia y adolescencia 1. Familias transgeneracionalmente perturbadas 2. Familias negligentes 3. Familias suficientemente sanas 4. Familias maltratantes 5. Familias abusadoras Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 4. Resilience y depresión en niños 1. Definición 2. Ingredientes emocionales de la resilience (fortaleza) 2.1. Relación de la resilience con emociones positivas 2.2. Relación de la fortaleza con emociones negativas 2.3. Caso específico de relación con depresión 3. Condiciones que promueven la resilience 3.1. Programas de prevención 4. Casos especiales 4.1. Madre deprimida 4.2. Suicidio 5. Factores protectores 6. Conclusiones Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 5. Infancia y adolescencia ruidosas 1. Introducción 2. Los comportamientos disruptivos, un motivo frecuente de búsqueda de ayuda 6 3. Los niños y adolescentes ruidosos 3.1.¿Dónde y para qué surge el comportamiento disruptivo? Una aproximación al modelo de evaluación funcional 4. Evidencias empíricas sobre los problemas de comportamiento externalizantes 4.1. Prevalencia de los problemas de comportamiento externalizantes 4.2. Factores de riesgo 5. Problemas de conducta externalizantes: cambio de paradigma hacia los programas de fortalecimiento 5.1.¿Qué pretendemos conseguir con los programas de fortalecimiento de la resiliencia en los problemas externalizantes? 5.2. Modelo de florecimiento del adolescente 5.2.1. La familia 5.2.2. El centro escolar 5.2.3. La comunidad o barrio 5.3. Search Institute, 40 elementos fundamentales del desarrollo 6. Programa «Vincúlate»: niños y jóvenes rebeldes y desafiantes 6.1. Paso 1: ¿de qué estamos hablando? 6.2. Paso 2: una mirada serena 6.3. Paso 3: reencontrándonos con agrado 6.4. Paso 4: la senda del comportamiento 6.5. Enseño, refuerzo y castigo 6.6. Paso 6: yo te escucho, tú me escuchas 6.7. Paso 7: resolución de problemas 6.8. Paso 8: resolviendo un conflicto 6.9. Paso 9: cuando el todo es mayor que sus partes 6.10. Paso 10: la clave: un tren de largo recorrido Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 6. La interacción de factores de riesgo y de protección: cómo influye el contexto en el desarrollo de la resiliencia en niños en acogimiento familiar 1. Introducción 2. El acogimiento familiar 3. Historia del acogimiento 4. Prácticas de crianza 5. El estrés ambiental 6. El estado evolutivo 7. La autorregulación 8. Contextualizar el desarrollo de la resiliencia Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 7 7. Los niños y adolescentes con trauma en el desarrollo 1. Una aproximación al concepto de trauma en el desarrollo 1.1. La percepción del peligro: un recurso saludable para las etapas de la vida 1.2. Aprendiendo a defendernos 1.3.¿Cómo reaccionamos ante el peligro? Una triple línea de defensa 1.4. Cuando los propios sistemas defensivos se convierten en una amenaza 1.5. Cuando el peligro se trasforma en trauma 1.6. Del estrés postraumático al trauma complejo o en el desarrollo 1.7. El apego seguro, un antídoto frente al trauma en el desarrollo 2. La evaluación del trauma en el desarrollo: una aproximación al enfoque de análisis funcional 2.1. Síntomas traumáticos en función del estadio evolutivo 2.2. Dos procesos de evaluación basados en la práctica aplicada 2.3. Pautas generales a tener en cuenta en el proceso de evaluación 2.4. Una propuesta para la evaluación inicial del trauma en el desarrollo 3. Modelo de intervención en el trauma complejo 3.1. Apego 3.1.1. Manejo del apego por parte del cuidador 3.1.2. Sintonía 3.1.3. Respuesta consistente 3.1.4. Rutinas y rituales 3.2. Autorregulación 3.2.1. Identificación de emociones 3.2.2. Modulación 3.2.3. Expresión del afecto 3.3. Competencia 3.3.1. Función ejecutiva 3.3.2. Autodesarrollo e identidad 3.4. Integración de la experiencia traumática Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 8. Violencia intrafamiliar y resiliencia en niños y adolescentes 1. Introducción 2. Violencia contra la pareja y consecuencias psicopatológicas en los niños y adolescentes 2.1. Exposición a la violencia de pareja en niños y adolescentes 2.2. Consecuencias psicopatológicas en niños y adolescentes en contextos de violencia contra la pareja 2.2.1. Principalesconsecuencias psicopatológicas en niños y adolescentes expuestos a violencia de pareja 3. Factores de riesgo y de protección relacionados con la resiliencia en niños y adolescentes en contextos de violencia contra la pareja 3.1. Factores de riesgo 3.2. Factores de protección 4. Intervención psicológica en niños y adolescentes que viven en contextos de violencia contra la pareja 8 4.1. Objetivos de la intervención 4.2. Intervención psicosocial en niños y adolescentes expuestos a violencia contra la pareja 4.2.1. La importancia de la intervención en los casos de violencia intrafamiliar 4.2.2. Tratamientos psicosociales dirigidos a fomentar la resiliencia en niños y adolescentes 5. Conclusiones Lecturas recomendadas Ejercicio propuesto y solución Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 9. Competencias y habilidades de los adultos que intervienen con menores 1. Introducción y objetivos 2. La comunicación interpersonal en el proceso educativo y en el fortalecimiento de la resiliencia 2.1. La comunicación interpersonal como principio constituyente del desarrollo biográfico de los menores 2.2. La comunicación interpersonal como un eje transversal de la acción educativa 2.3. La naturaleza de la comunicación interpersonal: un encuentro entre biografías 2.3.1. Una alianza compartida 2.3.2. Una perspectiva biográfica integral 2.3.3. Una perspectiva histórica y evolutiva 2.3.4. Biografías personales selectivamente permeables 2.3.5. Una relación interdependiente, de influencias y huellas mutuas 2.3.6. Un encuentro que valga la pena, que compense 2.3.7. Al comunicarnos, les definimos 2.3.8. Somos modelos de comunicación y de conducta 2.3.9. Cuando nos comunicamos, construimos la relación y nos construimos 3. La comunicación interpersonal como fuente de empoderamiento 3.1. Promover experiencias de dominio y competencias de afrontamiento 3.2. Empoderar para fortalecer la resiliencia 3.3. Facilitar su capacidad de participación y de influencia 4. Perfil, roles y funciones de los adultos que intervienen con menores 5. Un programa de competencias y habilidades de comunicación interpersonal para el fortalecimiento de la resiliencia 5.1. Validar 5.1.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.1.2. Cómo validar 5.2. Escuchar activamente 5.2.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.2.2. Cómo escuchar 5.3. Parafrasear 5.3.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.3.2. Cómo parafrasear 5.4. Comunicar acuerdo y compartir 5.4.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.4.2. Cómo comunicar acuerdo 5.5. Comunicar empatía 9 5.5.1. Qué es empatía y qué ventajas tiene 5.5.2. Cómo comunicar empatía 5.6. Preguntar 5.6.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.6.2. Cómo preguntar 5.7. Comunicar con «mensajes yo» 5.7.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.7.2. Cómo comunicar con «mensajes yo» 5.8. Comunicar reconocimiento 5.8.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.8.2. Cómo comunicar reconocimiento 5.9. Comunicar realimentación o feedback 5.9.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.9.2. Cómo comunicar feedback 5.10. Promover la comunicación bidireccional 5.10.1. Qué es y qué ventajas tiene 5.10.2. Cómo promover la comunicación bidireccional Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 10. Programa de promoción de la resiliencia en niños y adolescentes. Promover la resiliencia desde la familia 1. Introducción y objetivos 2. La familia como factor de protección de la resiliencia 3. Promoción familiar de la resiliencia: panorama aplicado 4. Propuesta práctica: programa educa-r 4.1. Padres democráticos para hijos resilientes: pautas positivas de crianza 4.1.1. Competencia social: «Soy agradable y comunicativo» 4.1.2. Problemas y decisiones: «Puedo resolver mis problemas» 4.1.3. Autonomía y autocontrol: «Soy responsable y puedo controlarme» 4.1.4. Autoestima y autoconfianza: «Estoy seguro de que todo saldrá bien» 4.2. Consideraciones generales sobre el programa 5. Caso práctico Bibliografía recomendada Cuestionario de autoevaluación Bibliografía 11. Promover la resiliencia desde la comunidad 1. Introducción y objetivos 2. Niños resilientes, que no invulnerables 2.1. Flexibilidad frente a la adversidad 2.2. Una competencia que se construye en los contextos de la vida 2.3. Sienten afectos porque la adversidad les afecta 2.4. Riesgos, resiliencia, vulnerabilidad 10 3. Marco conceptual: un modelo de bienestar 3.1. Riesgos predecibles e impredecibles 3.1.1. La acumulación de riesgos 3.1.2. La acumulación de riesgos perturba el desarrollo 3.1.3. La acumulación de riesgos no se distribuye al azar 3.2. Los factores de protección-empoderamiento-resiliencia 4. Bienestar infantil: ¿un asunto de los padres? 4.1. La familia, un contexto de protección y de riesgo 4.2. Una responsabilidad compartida 4.3. La responsabilidad de los poderes públicos 5. Enfoques para la intervención 5.1. Estrategia de alto riesgo 5.2. Estrategia poblacional-comunitaria 5.3. Un enfoque restringido, centrado en los riesgos y en el maltrato 5.3.1. Concepción restringida del maltrato 5.3.2. El estilo pasivo o de espera del sistema de vigilancia 5.3.3. La intervención para empoderar a la familia suele ser inexistente 5.3.4. Los contextos de riesgo permanecen inalterables 5.4. Un enfoque comunitario: el buen trato a los niños 5.4.1. Vigilancia comunitaria 5.4.2. Trasciende a la familia 5.4.3. Contempla los riesgos y las condiciones de resiliencia 5.4.4. Un enfoque sensible y enraizado en la comunidad 6. Estrategias para promover la resiliencia en el ámbito comunitario 6.1. Comunidad resiliente 6.1.1. Poder y control distribuido: la equidad 6.1.2. Asumir asuntos con valor y que promueven compromiso 6.1.3. Servicios básicos, accesibles y eficientes 6.2. Una comunidad participativa y con cohesión 6.3. Reducir la acumulación de riesgos y aumentar los factores de protección 6.4. Vivir en la comunidad: un escenario idóneo para la acción 6.5. Mejorar y divulgar el conocimiento de las necesidades de la infancia 6.6. Ayudar y promover la interdependencia social 6.7. Disponer de información general de las condiciones resilientes 6.8. Atrevernos a soñar 6.8.1. Compartir sueños y hacerlo comunitario 6.8.2. Detallar la razón de nuestro sueño y ponerle un nombre 6.8.3. Ir con buen equipaje: deliberar y conversar requiere validar 6.8.4. Definir objetivos 6.8.5. Buscar aliados 6.8.6. Acordar acciones 6.8.7. Valorar y evaluar los resultados 6.8.8. Establecer un plan de comunicación Cuestionario de autoevaluación Bibliografía Apéndice. Bases neurobiológicas de la resiliencia 1. Presentación 2. Niveles de procesamiento cognitivo en la resiliencia 11 2.1. Primer nivel 2.2. Segundo nivel 2.3. Tercer nivel 2.4. Cuarto nivel 3. Actividad de las estructuras frontales 3.1. Regiones del córtex prefrontal 4. Neurobioquímica de la resiliencia 5. Volver a empezar Bibliografía Epílogo Créditos 12 Prólogo El ser humano pertenece a la especie con mayor capacidad de adaptación. Es posible que organismos más sencillos como las bacterias (a las que damos cobijo en una cantidad nada desdeñable) tengan también una acreditada adaptación, incluso más antigua; pero es el ser humano el líder, el rey, en su facilidad para adaptarse a las condiciones, siempre cambiantes, de la vida. Somos capaces de amoldarnos a los pequeños cambios que acontecen a diario y a los grandes sucesos que, en ocasiones, nos ponen la vida a cero y requieren todo nuestro esfuerzo para volver a darle sentido. Este libro versa sobre este principal asunto del que todos tenemos experiencia y que, en determinadas circunstancias, en personas —niños y adolescentes— y en situaciones de especial labilidad, como maltrato, familias desestructuradas, pobreza, etc., adquieren una importancia capital. ¿Son los seres humanos capaces de sobreponerse a este tipo de situaciones?, ¿existe un factor general de protección que facilite la adaptación?, ¿cómo podemos ayudar a esa capacidad adaptativa de la especie?, ¿se trata de una característica personal o social? Estos interrogantes y otros muchos son abordados en este libro, que reúne una gran parte de las investigacionesque ha hecho la psicología sobre este tema y que, a buen seguro, le ayudarán a entender este fenómeno y a saber cómo potenciarlo. Tendrá usted ocasión de averiguar el significado y las definiciones del término «resiliencia», una palabra que resulta de difícil pronunciación e, incluso, escritura. Por lo que a este prólogo se refiere, basta con reseñar que su principal característica es la flexibilidad: la metáfora del junco que traen López y Costa es ejemplo claro de la ventaja de este arbusto frente al roble cuando ha de adaptarse, aliarse con el viento, con el enemigo, para impedir que dé cuenta de él. La flexibilidad psicológica significa cómo la persona es capaz de avenirse a una situación dada. Lo hace, en primer lugar, partiendo del suceso en cuestión. No negándolo. No es buena estrategia ignorar el viento cuando sopla; tampoco menospreciarlo o ser optimista pensando que por el mero hecho de serlo resistiremos su embate. Hay que ser consciente de lo que ocurre y ajustarnos a las particulares circunstancias, a menudo cambiantes. No valen los clichés, no puede preverse todo, hemos de ser capaces de manejarnos en la incertidumbre. La variabilidad, la diferencia son en sí mismas adaptativas, frente a la rigidez, la rutina, la costumbre. En términos biológicos, hay una clara preminencia del heterocigoto frente al homocigoto. En la variabilidad está la clave. Tomando como índice la variabilidad de la frecuencia cardiaca, reflejo de las influencias del sistema nervioso autónomo y relacionado con la morbilidad cardiovascular, la depresión y otros problemas psicológicos, ésta disminuye inexorablemente con la edad. El niño, el joven, tienen una 13 mayor capacidad de ajuste a los cambios físicos y emocionales relacionados con la actividad cardiaca. Entre los adultos, la presencia de problemas psicológicos crónicos se relaciona con una merma de dicha variabilidad. La diferencia es buena, por tanto. No somos todos iguales, afortunadamente. No tenemos los mismos valores, ni idénticas habilidades, biografía o referencia social. Tenemos muchas cosas en común, pero tal vez lo más importante es lo que nos diferencia. Se puede acordar —así encontrará usted argumentos en el libro— que un estrato social medio o alto favorece la resiliencia, del mismo modo que la pobreza la disminuye; sin embargo, y dando por sentado que se ha de optar por la mejor de las condiciones socioeconómicas, esto no garantiza la flexibilidad psicológica más que otras condiciones menos favorables. Nos comportamos de forma distinta según las circunstancias y ello nos enriquece, nos da flexibilidad. Su ausencia nos hace rígidos, estereotipados, previsibles, inadaptados, en suma. Como podrán descubrir en el libro, cada uno de nosotros tiene múltiples contextos y roles que le permiten ejercitar esa flexibilidad. Es una experiencia magnífica estar ora como hijo, ora como hermano, ora como compañero, ora como enfermo, ora como sano… Ajustarnos a cada papel y circunstancia contribuye notablemente a enriquecernos en esa flexibilidad que es muestra de lo que es la vida: adaptación, cambio e incertidumbre. La incertidumbre no es cosa agradable, pero, como el viento, no por negarla deja de existir. De acuerdo, flexibilidad psicológica, resiliencia, como forma de adaptarnos aceptando lo que acontece, pero ¿para qué? Bueno, siempre es mejor adaptarse que no hacerlo, podría señalarse. No es ésta, sin embargo, la razón. Adaptarse para alcanzar nuestros objetivos, de acuerdo con nuestros proyectos y valores. También podrán leer sobre valores en el libro. Sin ellos, ¿qué sentido tiene la vida?, ¿para qué afanarse? La flexibilidad psicológica nos permite seguir trabajando por nuestros valores (ser amigo de mis amigos, ser honesto, respetarme a mí mismo, etc.) conllevando las circunstancias, a veces propicias, a veces no, en ocasiones agradables y animosas y en otras desagradables y desmotivadoras. La resiliencia se asocia comúnmente a sucesos de cierta gravedad: catástrofes, violencia, maltrato, etc. De algún modo se trata de hacer valer cómo incluso en situaciones dramáticas es posible no sólo no sucumbir, sino fortalecerse. En efecto, seguro que puede ser así; sin embargo, ¿quién quiere fortalecerse a ese precio? Nadie, seguramente. Esos mensajes que dan la bienvenida a una enfermedad, discapacidad, etc., como una oportunidad para el fortalecimiento deben «hacérselo mirar», como coloquialmente se dice, por su dosis de irrealidad. La resiliencia debe ejercitarse día a día, en situaciones cotidianas, no sólo en los grandes desastres. Difícilmente nos va a fortalecer una situación grave cuando no somos capaces de afrontar de modo flexible el día a día. Por eso potenciar todos aquellos factores que facilitan la flexibilidad frente a la rigidez, la aceptación frente a la evitación y el comportamiento decidido acorde con 14 nuestros proyectos y valores frente a la inacción constituye un camino adecuado para fortalecer la resiliencia. No hay que esperar a que suceda algo grave. Mejor no esperar. El libro parte de una conveniente definición del concepto de resiliencia, su comprensión terminológica y los estudios que muestran que se trata de un fenómeno interactivo del individuo con el medio, y ofrece los diversos modelos que dan cuenta de la multiplicidad de factores implicados. Los coordinadores de la obra han hecho un excelente trabajo al respecto. Félix López, que ya abordó el tema sobre las necesidades en la infancia y adolescencia en un excelente libro en esta misma editorial, recoge dichas necesidades en el contexto del acogimiento familiar; necesidades específicas que es preciso considerar en un entorno siempre difícil, pues el acogimiento deriva de problemas. Este capítulo introduce y prepara el problema del maltrato, que es abordado por Paloma Santamaría y María Teresa Londoño con una perspectiva práctica y completa. Sólo con esta perspectiva puede entenderse la resiliencia. Victoria del Barrio aborda un problema emocional caracterizado como clínico, la depresión, en los niños. Buena ocasión para estudiar la resiliencia, o mejor la fortaleza, como ella propone frente a la mera traducción del término resilience. Sin embargo, los niños y jóvenes no sólo tienen retos emocionales, sino también de ajuste al entorno familiar y social. José Manuel Morell, Miguel Á. Baca, Carlos Belda y Paula Ruiz recogen estos aspectos en relación con la resiliencia: son los problemas del comportamiento que ellos etiquetan de forma ingeniosa como infancia o adolescencia «ruidosa», frente a la «silenciosa» de los niños deprimidos. Cynthia V. Healey y Philip A. Fisher abordan a continuación un tema esencial: la identificación de factores protectores y favorecedores de la resiliencia en el contexto del acogimiento; de ello se deduce que pueden definirse factores de protección frente a factores de riesgo. José Manuel Morell, Miguel Á. Baca y Carlos Belda tratan, a continuación, un asunto de especial enjundia: el trauma grave en el desarrollo, y lo hacen desde una perspectiva comprensiva incluyendo modelos concretos de intervención. La violencia en el seno de la familia es un tema singular que requiere una atención específica. Pedro J. Amor y Enrique Echeburúa se centran en este aspecto, con un enfoque orientado a la resiliencia. Desde una perspectiva aplicada, Ernesto López y Miguel Costa explican cómo ser competentes en la promoción de la resiliencia cuando, como adultos, intervenimos e interaccionamos con los menores. Estos autores no sólo nos dicen cómo hacerlo sino que contribuyen a aclarar qué factores son los responsables de la resiliencia. De una forma ya explícita, José Ortega y María I. Comeche ofrecen un programa de promoción de la resiliencia desde la familia: se trata de un instrumento bien fundamentado y listo para ser aplicado. Finalmente, Miguel Costa y Ernesto López nos traen un trabajo imprescindible en una obra de estas características, a saber, la responsabilidad de la comunidad, en un sentido amplio (institucional y político), en la vulnerabilidady los factores de protección, en términos de promoción de la resiliencia. El cuidado y el fortalecimiento de los niños y adolescentes corresponden a todos y deben ser tutelados por todos. 15 En suma, tiene el lector en sus manos una completa obra que le permitirá un acercamiento científico-profesional a la resiliencia, en especial en el entorno de la infancia y la adolescencia, un abordaje que no sólo tiene sentido en situaciones difíciles originadas por la violencia, el maltrato o el trauma, sino también en las condiciones ordinarias, como medio de fortalecer, haciendo más flexible el modo en que los niños y adolescentes se integran en el medio social, vital para su desarrollo personal. ROBLEDO DE CHAVELA en abril de 2015. MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA Catedrático de Psicología. UNED. 16 1 Teorías y modelos que explican la resiliencia MARÍA DE LA FE RODRÍGUEZ MUÑOZ La vida cobra más sentido cuanto más difícil se hace. Tan sólo existe un problema auténticamente serio, y es el de juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida. Y la vida vale la pena porque hay razones, hay muchos motivos por los cuales vivir, y esto es lo que le da sentido a la existencia humana. Pero el sentido de la vida no puede ser dado, sino que debe ser hallado por uno mismo. El hombre es hijo de su pasado pero no esclavo de su pasado y es padre de su porvenir. VICTOR FRANKL 1. INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS Durante más de un tercio del siglo pasado se estudió en Hawái, de forma longitudinal, una cohorte de 698 niños que vivían en condiciones muy nocivas para su salud e integridad. Cuando los niños examinados, treinta años después, se convirtieron en adultos, se pudo observar que un tercio de ellos habían evolucionado en positivo convirtiéndose en adultos competentes y bien integrados (Werner y Smith, 1982, 1992). Aunque este trabajo, en un principio, no tenía como objetivo fundamental el estudio de la resiliencia, con el tiempo se ha convertido en todo un referente en las investigaciones al respecto (Vera, Carbelo y Vecina, 2006). Esta investigación longitudinal vino a cuestionar por primera vez las creencias tradicionales que mantenían un fuerte determinismo en la vida de los individuos. Los trabajos posteriores han seguido demostrando que un niño con una infancia infeliz no se convierte necesariamente en un adulto fracasado. Todo ello está intrínsecamente ligado al fenómeno de la resiliencia, objeto principal del libro que ahora se introduce. En efecto, el presente trabajo, además de dar a conocer en mayor medida la resiliencia, ofrece una serie de propuestas de cómo se puede promover ésta en los niños y jóvenes para conseguir que, aunque hayan vivido una experiencia difícil en sus vidas, sean adultos competentes y felices. ¿Qué significa exactamente resiliencia? ¿Qué dicen los estudios de psicología al respecto? ¿Qué teorías explicativas se han desarrollado? El presente capítulo trata, pues, de responder a estas preguntas revisando los trabajos más recientes publicados. Los objetivos, por tanto, son: a) Definir con claridad la idea de resiliencia y todos los conceptos asociados. 17 b) Conocer las líneas de investigación más importantes sobre resiliencia. c) Conocer las teorías más relevantes que se han desarrollado sobre el concepto. 2. RESILIENCIA El término «resiliencia» es una expresión familiar y amigable que, en numerosas ocasiones, se maneja sin precisión, utilizándola como sinónimo para definir cualquier situación de superación por parte de un individuo. Conviene, por tanto, comenzar este trabajo definiendo el significado más preciso de resiliencia en el contexto de la psicología. Solamente comprendiendo bien el concepto podremos desarrollar y promocionar la resiliencia en los niños. Enseñar a los niños a tener resiliencia es algo más que enseñarles a ser fuertes ante la adversidad, y en estas páginas trataremos de entender por qué el concepto de resiliencia va más allá de la fortaleza y qué factores influyen en la aparición o no de ésta. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su 23.ª edición, señala dos acepciones para el término «resiliencia». Los dos significados tienen un denominador común: la capacidad de volver a la situación inicial después de haber sufrido cualquier distorsión. A nivel psicológico, el Diccionario define la resiliencia como: «capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas». La segunda acepción se relaciona con la mecánica y es la «capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación». Pero ¿por qué la psicología está interesada en la resiliencia?, ¿por qué se ha aumentado el interés a lo largo de los últimos años por la resiliencia? Como se ha avanzado, la resiliencia se comenzó a estudiar de forma longitudinal en Hawái, pero fundamentalmente en los últimos veinte años se han ampliado los trabajos al respecto de manera significativa. Podría parecer que la resiliencia es una palabra mágica, que habla de la capacidad casi milagrosa de recuperación que pueden tener algunas personas. Sin embargo, décadas de trabajo nos permiten concluir que existen multitud de factores que influyen en su aparición y desarrollo a lo largo del ciclo vital de individuo. Algunos trabajos —estudios longitudinales— se han centrado en mostrar las consecuencias tan positivas de la resiliencia; otros, en intentar diferenciar si la resiliencia es producto del aprendizaje o bien existe cierta predisposición; otros analizan los factores de protección y cómo desarrollarlos... El incremento tan importante de la investigación es debido, al menos, a cuatro diferentes razones que se analizan a continuación (Goldstein y Brooks, 2013). 18 Figura 1.1. En primer lugar, un argumento de tipo epistemológico: el cambio del foco del interés de la psicología desde la psicopatología hacia la psicología positiva. La psicología ha estado tradicionalmente centrada en comprender la patología y la enfermedad mental, y el enfoque de la resiliencia es diametralmente opuesto. Seligman, en la conferencia inaugural de su presidencia de la APA (American Psychology Association) en 1996, concluyó su discurso señalando que «la psicología no es una mera rama del sistema de salud pública, ni una simple extensión de la medicina; nuestra misión es mucho más amplia. Hemos olvidado nuestro objetivo primigenio, que es hacer mejor la vida de todas las personas, no sólo de las personas con una enfermedad mental. Llamo a nuestros profesionales y a nuestra ciencia a retomar esta misión original justo ahora que comienza un nuevo siglo» (Seligman, 1996). En este objetivo de «hacer mejor la vida de todas las personas» se encuentra la resiliencia. Esta explicación se centra en el posicionamiento de la psicología como ciencia que también estudia las cualidades y emociones positivas del ser humano que le ayudan a vivir mejor, más allá de la patología. En segundo lugar, y como consecuencia del anterior argumento, la resiliencia ha cobrado importancia por las implicaciones que puede tener a nivel clínico y terapéutico. Promocionar la resiliencia puede ser utilizado como un enfoque preventivo pero 19 igualmente como elemento de intervención para aquellos niños que ya han desarrollado una patología. De hecho, los estudios longitudinales que se vienen realizando tratan de investigar la interacción entre los factores de riesgo y los factores protectores para desarrollar modelos que sean útiles en la práctica clínica. Esto es lo que Goldstein y Brooks (2013) han venido a denominar la «psicología clínica de la resiliencia». Este enfoque no busca patologizar, más bien lo contrario: busca empoderar, ayudar y fortalecer al individuo para que palíe su sufrimiento, como defiende Seligman. En tercer lugar, concurre un argumento de tipo sociológico. Los seres humanos hemos estado siempre expuestos a riesgos (muerte, catástrofes naturales, guerras, falta de alimentos...). Estos riesgos han aumentado con la implantación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación(TIC), que han generado fenómenos hasta ahora insospechados. Un caso de acoso escolar, que hace tiempo nacía y moría entre los muros de la escuela, puede saltar hoy fácilmente a las redes sociales y convertirse en un vídeo al alcance de innumerables personas. Una víctima potencial de abusos sexuales puede verse, mediante la red, mucho más expuesta e indefensa de lo que habría estado antes. Asimismo, las TIC están provocando que los menores cada vez pasen más horas delante del ordenador, de una tableta, de un smartphone o de la videoconsola. Esto puede llevar asociada una pérdida de relaciones y vínculos sociales que son tan importantes para el desarrollo de los niños y de su actitud de resiliencia ante la vida. Por ello parece claro que los niños que han nacido en esta era de las tecnologías pueden tener más riesgos potenciales a los que hacer frente derivados del uso de las TIC. Y, finalmente, en cuarto lugar, un argumento de tipo económico. La situación de crisis que en el último lustro ha asolado a las economías occidentales ha provocado la creación de nuevas bolsas de pobreza. Ser pobre implica también un menor acceso a los recursos sanitarios, escolares, de alimentación... En España los datos del INE son muy claros: un 20,4 por 100 se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. En este sentido las estadísticas también recogen que el 16,9 por 100 de los hogares españoles manifiestan llegar con «mucha dificultad» a final de mes, lo que supone un aumento de un 3,4 por 100 frente a la encuesta del año 2012 (Encuesta de Condiciones de Vida, Instituto Nacional de Estadística, 2013). En suma, cada vez tenemos un número mayor de personas en riesgo de exclusión por cuestiones económicas, lo que las hace más vulnerables frente a la adversidad. Ser pobre no es solamente una mera cifra económica: ser pobre supone dificultades en el acceso a la educación y la salud de los niños, ser pobre significa no poder comer o no poder hacerlo equilibradamente, como les está ocurriendo a muchos niños en nuestro país. Esta situación económica está aumentando los riesgos potenciales a los que se ve expuesta la infancia. Estos cuatro argumentos, los dos primeros de corte conceptual y los segundos de tipo más sociológico, son un acicate para promover la resiliencia en la infancia que se encuentra en riesgo. Pero, antes de referirnos al plano de la intervención, conviene adentrarse en diferentes aspectos conceptuales que encuadren la resiliencia. 20 2.1. Preguntas clave para comprender la resiliencia Siguiendo la propuesta de Kaplan (2013) y Khanlou y Wray (2014), a continuación se van a plantear una serie de cuestiones que tienen por objeto ilustrar al lector sobre el concepto de resiliencia antes de formular su definición. Dado que el término «resiliencia» en ocasiones se utiliza con una enorme laxitud, conviene atender a todas estas cuestiones previas para conocer con exactitud a qué nos estamos refiriendo. 1. ¿La resiliencia es producto únicamente de los individuos y las características que éstos tengan o también está relacionada con la interacción del individuo con su grupo o comunidad? La resiliencia se ha estudiado con diferentes tipos de poblaciones (mujeres, niños con problemas de aprendizaje, adolescentes...) y en muchos de estos estudios se trataba de investigar el peso de las variables individuales frente a las grupales. Todo parece indicar, y los resultados de los estudios así lo demuestran, que la resiliencia de un individuo se construye en el grupo/sociedad en el que vive modelando sus variables personales (Gilliespie, Chaboyer y Grimberk, 2007; Gilliespie, Chaboyer, Wallis y Grimberk, 2007). Aunque las variables personales tienen importancia, son factores de tipo relacional los que más peso tienen en la construcción de la resiliencia en el individuo. Radke- Yarrow y Sherman (1990), citados por Kaplan (2013), señalan que en un nivel social las conductas de afrontamiento exitosas son aquellas que contribuyen al bienestar personal y al bienestar de los otros... El niño que llega a ser un superviviente es un niño que está feliz consigo mismo, es un niño física y conductualmente saludable y además es alguien que está aprendiendo a aportar a su sociedad (p. 146). Por todo ello, parece que la resiliencia se construye en la interacción del individuo con el grupo social al que pertenece. 2. ¿Es la resiliencia lo opuesto a la «no resiliencia» o vulnerabilidad? Estos conceptos no siempre son contrarios, ya que dependen de los riesgos externos que puedan sobrevenir. Resiliencia y vulnerabilidad son los dos extremos de un continuo en el que también hay que incluir variables como los estresores a los que se tenga que enfrentar el individuo y la capacidad de sobreponerse a ellos. En este sentido, resiliencia viene a significar «la bondad de ajuste» que tiene un individuo a las demandas situacionales y a las contingencias del ambiente utilizando su capacidad de resolver problemas en función de las circunstancias. La fragilidad o vulnerabilidad implica: poca flexibilidad, escasa capacidad de adaptación e inhabilidad para responder a los requerimientos de la situación. Un individuo vulnerable puede manifestar la tendencia a perseverar en sus errores, además de tener dificultades para recuperarse cuando aparece un evento traumático o estresante. Téngase en cuenta, por ejemplo, que estar enfermo no es lo contrario que estar saludable. En este mismo sentido, no ser vulnerable no significa lo mismo que tener resiliencia. Hay personas que sin estar enfermas no tienen conductas 21 saludables, de igual modo que hay personas no vulnerables que no tienen resiliencia. De todo ello se puede deducir que resiliencia y vulnerabilidad no son exactamente términos opuestos sino más bien los extremos de un continuo en los que influyen factores de adaptación. La resiliencia va más allá de la mera vulnerabilidad o invulnerabilidad. 3. ¿Se debe definir la resiliencia en términos de respuesta al estrés o más bien como uno de los factores que interaccionan con él para producir una respuesta adaptativa? Los estudios apuntan que la resiliencia no es el resultado de sufrir un acontecimiento vital estresante, sino más bien el producto de la interacción de diferentes variables (aprendizaje de nuevas estrategias, crecimiento personal, capacidad de solución de problemas, iniciativa...) que aparecen con el objetivo de dar respuesta a esta fuente de estrés (Kaplan, 2013). Por tanto, la resiliencia no es una mera respuesta directa al estrés. La resiliencia es un proceso que necesita la interacción de diferentes estrategias y que va más allá del estrés puntual más o menos intenso que pueda sufrir un individuo. 4. ¿Es la resiliencia un fenómeno que aparece o desaparece en función de las situaciones vitales o, por el contrario, es un constructo que tras la exposición a acontecimientos vitales estresantes «reestructura» al individuo? La respuesta nos traslada al mito griego del «ave fénix» que resurgió de sus cenizas. Las crisis vitales tienen que ser vistas como confrontaciones que ayudan a replantearse la forma de enfocar nuestra vida y a crecer. Los estresores, los problemas, debemos verlos como parte fundamental de nuestras vidas que nos sirven para madurar y reenfocar el prisma con el que miramos nuestro día a día. La conclusión de todo ello sería que los problemas forman parte de la vida pero se puede aprender a tener resiliencia, y esta forma de afrontar el mundo nos puede acompañar para toda nuestra vida, al menos en una determinada dirección. 5. Siendo así, los individuos son siempre capaces de generalizar. Es decir, ¿es la resiliencia un concepto general para todas las dimensiones de la vida o se configura en función de los contextos particulares? Las investigaciones (Luthar, Cichetti y Becker, 2000) parecen señalar que es más bien lo segundo. La resiliencia depende de las diferentes esferas del individuo (personal, familiar, social) y, por tanto, éstos no siempre son capaces de generalizar. En conclusión, existen diferentes dimensionesdentro de la resiliencia. Un individuo puede tener resiliencia y afrontar con éxito y crecimiento los problemas en un área de su vida. Sin embargo, ello no es garantía de que ocurra lo mismo en otra faceta de su vida. La resiliencia no elimina los riesgos o situaciones adversas, pero contribuye a que los individuos nos enfrentemos con eficacia a esas situaciones. Brooks y Goldstein (2004) defienden que la resiliencia también refleja una cierta «capacidad de reserva». La 22 resiliencia vendría a ser una especie de «parachoques» psicológico que nos ayuda a crecer frente a las adversidades de la vida. Una vez analizadas todas estas cuestiones previas, cabe preguntarse: ¿cuál es la definición de resiliencia? Como entenderá el lector, muchos han sido los autores que han tratado de definir el término, y por ello presentamos un cuadro-resumen (tabla 1.1) con las principales definiciones. Todas ellas tienen varios elementos en común: la presencia de un acontecimiento vital negativo, la adaptación a la adversidad, la capacidad de sobreponerse y el dinamismo. TABLA 1.1 Definiciones de resiliencia (adaptada de Flecher y Sarkar, 2013, y Becoña, 2006) — Los factores de protección que modifican, mejoran o alteran la respuesta de una persona a algún peligro ambiental. Si no existieran estos factores de protección, entonces la persona tendría una predisposición a dar una respuesta mal adaptada (Rutter, 1987). — Rasgo psicológico que pertenece al self, que capacita a los individuos para el éxito frente a la adversidad y que puede ser reforzado o desgastado por ésta (Bartelt, 1994). — Proceso de afrontamiento de eventos vitales desgarradores, estresantes o desafiantes de un modo que proporciona al individuo una protección adicional y más habilidades de las que tenía antes de dichos eventos disruptivos (Richardson, Nieger, Jensen y Kumpfer, 1990). — El proceso, la capacidad o el resultado de una adaptación exitosa a pesar de los desafíos, amenazas o circunstancias (Masten, Best y Garmezy, 1990). — Un proceso dinámico que abarca la adaptación positiva de un individuo en un contexto de adversidad (Luthar, Cicchetti y Becker, 2000). — Una clase de fenómeno que se caracteriza por los buenos resultados a pesar de las serias amenazas para la adaptación o el desarrollo (Masten, 2001). — Las cualidades personales que permiten prosperar en medio de la adversidad (Connor y Davidson, 2003). — La capacidad de sobreponerse a hechos potencialmente perjudiciales, como la muerte o el final de una relación, la violencia o una amenaza para la vida, manteniendo niveles relativamente estables y saludables de funcionamiento psicológico y físico, así como la capacidad de generar experiencias y emociones positivas (Bonnano, 2004). — La capacidad de los individuos para hacer frente con éxito a los cambios significativos, la adversidad o el riesgo (Lee y Cranford, 2008). — La estabilidad de un individuo o su rápida recuperación (o crecimiento) en condiciones adversas significativas (Leipold y Greve, 2009). — Proceso consistente en superar los efectos negativos de exponerse a un riesgo, afrontarlo eficazmente y evitar, en la medida de lo posible, las trayectorias negativas asociadas a él (Fergus y Zimmerman, 2005). — El concepto de resiliencia no implica tanto que el individuo sea invulnerable al estrés, sino más bien la habilidad de recuperarse de eventos negativos (Garmezy, 1991). — La resiliencia es el desarrollo normal del individuo que ha crecido en situaciones difíciles (Fonagy et al., 1994). — La habilidad para afrontar exitosamente el estrés y los eventos adversos procede de la interacción de diversos elementos en la vida del niño como: sus características biológicas e internas, especialmente la inteligencia; su temperamento y el locus de control interno o dominio; el entorno familiar y comunitario en el que vive, especialmente en lo referente a su crianza y los factores de apoyo que están presentes, y el número, intensidad y duración de circunstancias estresantes o adversas por las que ha pasado el niño (Becoña, 2006). 23 De una manera integradora, analizando todas las cuestiones expuestas anteriormente, se propone la siguiente definición, que trata de explicar la resiliencia desde la perspectiva de la interacción de las diferentes variables que pueden influir: la resiliencia es la habilidad para afrontar los elementos adversos, cualidad que viene determinada por características idiosincráticas del niño (inteligencia, personalidad...), características familiares establecidas por las pautas de crianza y apego que le presten los padres o cuidadores y las particularidades de la comunidad (ambiente, escuela...) donde viva. La interacción de todos estos factores posibilita a los menores que, por diferentes razones, se encuentran en riesgo psicosocial la capacidad de enfrentarse con éxito a la adversidad. Dentro de un mismo individuo pueden coexistir diferentes grados de esta capacidad de resiliencia. Este mayor o menor nivel de resiliencia depende de los sistemas de apoyo con los que se cuente y los cambios a lo largo del tiempo. Esta definición recoge la propuesta reciente de Khanlou y Gray (2014), que entiende la resiliencia como un proceso (va más allá de un acontecimiento único), un continuo (más que un concepto basado en términos opuestos: resiliencia-vulnerabilidad) y un concepto global con diferentes dimensiones (personal, familiar, grupal...). 2.2. Resiliencia: factores de riesgo y de protección Hablar de resiliencia implica también hablar de adversidad. Para que un individuo desarrolle la resiliencia, como se ha visto en las definiciones anteriores, debe enfrentarse a una situación de riesgo que provoque el crecimiento personal. Relacionadas con el riesgo y la adversidad, existen distintas palabras clave que se recogen de forma resumida en la tabla 1.2, junto a su definición y ejemplos para facilitar su comprensión. TABLA 1.2 Definiciones y ejemplos de palabras clave relacionadas con resiliencia (adaptada de Brooks y Goldstein, 2004, y O’Dougherty, Master y Narayan, 2013) Palabra clave Definición Ejemplo Adversidad. Alteraciones en las funciones o en la viabilidad de un sistema. Experiencias que amenazan la adaptación o desarrollo de dicho sistema. Desastres naturales, conflictos políticos, pobreza o maltrato infantil. Riesgo. Elevada posibilidad de que aparezca un problema indeseado. Posibilidad de desarrollar alguna enfermedad (por ejemplo, cáncer, esquizofrenia...) en familias con enfermos de este tipo. Factores de riesgo. Una característica medible en un grupo de personas o su situación Nacimiento prematuro, divorcio de los padres, pobreza, maltrato... 24 que predice un resultado negativo sobre un criterio específico. Riesgo acumulativo. Aumento del riesgo debido a: — Presencia de múltiples factores diferentes de riesgo. — Apariciones múltiples en el tiempo del mismo factor. — Efectos acumulativos de los factores de riesgo. Los niños que viven en una familia sin hogar suelen presentar riesgos acumulativos. Así, pueden vivir en familias monoparentales, presentar desnutrición, dificultades en el acceso a la educación y a la sanidad... Vulnerabilidad. Predisposición. Susceptibilidad a padecer resultados indeseables. Los niños ansiosos son más proclives a padecer enfermedades por la bajada de defensas. Riesgo proximal. Factores de riesgo experimentados directamente por el niño. Vivir en una familia desestructurada. Riesgo distal. Riesgo vinculado al contexto ecológico del niño que está influyendo en los riesgos proximales que experimenta. Recesión económica, altas tasas de violencia en la comunidad. Hitos y tareas en el desarrollo de los individuos. Hitos o logros en el desarrollo previstos para los niños en función de su edad y del contexto en que vive. Aprender a caminar, control de esfínteres, aprendizaje de la lectoescritura, capacidad de autonomía. Todos estos conceptos, recogidos en la tabla 1.2, ponen de manifiesto que el riesgo que puede experimentar un individuono aparece de manera unidireccional. En la mayoría de las ocasiones, surgen diferentes riesgos a un mismo tiempo que van desde los más externos (por ejemplo, los riesgos asociados a la comunidad o contexto ecológico) hasta los más internos (por ejemplo, grado de desarrollo madurativo de un individuo). Cuando un niño, por ejemplo, pierde a sus padres, no solamente se encuentra con la adversidad de la pérdida sino que también puede ser más vulnerable a padecer enfermedades, a cambiar de lugar de residencia o de estatus socioeconómico, a tener dificultades de tipo escolar... De modo que la relación entre los diferentes riesgos y adversidades que pueda experimentar un niño no es exclusivamente lineal, sino multicausal, con posibles interacciones entre unos y otros. TABLA 1.3 Factores de protección y compensación asociados a la resiliencia (adaptada de Becoña, 2006, Brooks y Goldstein, 2004, y O’Dougherty, Master y Narayan, 2013) Características del niño: 25 — Buenas capacidades cognitivas, de resolución de problemas y de funcionamiento ejecutivo. — Sociabilidad y capacidad de adaptación al entorno social. — Habilidad para crear y mantener relaciones sociales. — Autoestima, autoeficacia. — Características valoradas por la sociedad (talento, sentido del humor, atractivo...). — Perspectiva positiva de la vida. Esperanza. Optimismo. — Insight. — Capacidad de dar sentido a la vida. — Capacidad de empatía. — Establecer metas y expectativas realistas. — Determinación y perseverancia. — Comunicación efectiva. — Aprender tanto del éxito como del fracaso. — Sentirse especial (no egocéntrico) mientras se ayuda a los demás. Características familiares: — Ambiente familiar estable. — Relación armoniosa entre los padres. — Sentirse querido y cuidado. — Estilo parental educativo adecuado. Establecimiento de normas y límites. — Relaciones positivas con la familia extensa. — Padres involucrados en la educación de sus hijos. — Buen nivel educativo de los padres. — Afiliación religiosa. — Estatus socioeconómico. Características de la comunidad: — Vecindario seguro. — Bajos niveles de violencia. — Medio ambiente limpio. — Casas confortables. — Acceso a centros culturales, recreativos o bibliotecas. Escuela: — Profesores competentes. — Estructura de apoyo adecuada a los alumnos de Necesidades Educativas Especiales. — Amplios recursos (musicales, deportivos...). Alto grado de empleabilidad para adultos y adolescentes. Cobertura sanitaria. Acceso a los servicios de emergencia (policía, bomberos...). Sistemas de mentoria y apoyo por parte de los adultos. Características sociales y culturales: — Políticas de apoyo a la infancia. — Políticas de prevención de la violencia. 26 En sentido contrario, la resiliencia hace también referencia a factores protectores de los individuos (tabla 1.3). Estudiar cuáles son y cómo influyen para facilitar su aparición puede ser una buena manera de proteger a los individuos que se encuentran en situación de riesgo. Los investigadores han establecido dos tipos de correlatos positivos. En primer lugar, los llamados «factores compensadores», que se asocian con una buena adaptación al riesgo; estos factores de protección se encuentran en el individuo antes de que el riesgo aparezca. En segundo lugar, los «factores protectores», que parecen tener especial importancia para la adaptación positiva. Los factores de compensación surgen una vez el individuo está experimentando el riesgo. En último término, la resiliencia busca el éxito vital, pero tener éxito no significa alto estatus social o económico. Un individuo con éxito es alguien que se siente satisfecho consigo mismo, que experimenta seguridad y fuerza interior. El éxito incluye un conjunto de aspectos como tener relaciones positivas, experimentar satisfacción en el trabajo y en los otros roles que un individuo puede desempeñar (padre, madre, hijo, amigo...), además de un sentimiento de optimismo y de pertenencia a un grupo y/o comunidad. Los factores de protección-compensación pueden actuar simultáneamente facilitando la aparición de la resiliencia, la adaptación y el éxito vital (entendido en los términos expuestos anteriormente). 3. PRINCIPALES ESTUDIOS SOBRE RESILIENCIA Los primeros estudios de resiliencia aparecieron en los años setenta. Estos estudios partían de un modelo biomédico centrado a su vez en la teoría psicoanalítica, y, en la mayoría de los casos, se realizaron en un ámbito restringido, lo que propició que sus teorías tuvieran poca utilidad práctica (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013). Sin embargo, no podemos dejar de valorar que estas primeras aproximaciones pusieron el foco en la posibilidad de realizar un desarrollo positivo frente a las situaciones adversas que pueda experimentar un individuo durante su infancia. El estudio de la resiliencia, a partir de estos primeros desarrollos psicoanalíticos, ha avanzado en cuatro diferentes enfoques que se identifican a continuación (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013; Masten, 2007; Salztman et al., 2011). Primer enfoque: estudios basados en identificar los factores individuales que promueven la resiliencia La idea de que los individuos pueden «caerse y levantarse más fuertes» encaja perfectamente en la idiosincrasia del espíritu americano, que tiene como referencia histórica las adversidades sufridas por los primeros pobladores de la Costa Este a partir de la llegada del Mayflower. En este contexto surgen en Estados Unidos los primeros trabajos, que se centran especialmente en las características y factores personales de los individuos con resiliencia. Los investigadores se interesaron en evaluar qué variables 27 individuales podrían ser las responsables de las diferencias entre niños que han compartido similares situaciones de riesgo. Entre los factores estudiados durante este período se encuentran tres grandes grupos. En primer lugar, las capacidades cognitivas y su relación con la resiliencia. En segundo término, las habilidades sociales como mecanismos de adaptación y respuesta al entorno. Y en tercer lugar, variables de personalidad tales como «dureza» o el locus de control (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013; Salztman et al., 2011). Segundo grupo: estudios basados en una perspectiva del aprendizaje. Entender la resiliencia como fruto de un proceso del desarrollo y de interacción con el medio Este segundo grupo de teorías, aparentemente contrapuesto al primero, se basa en un hecho clave: se puede aprender a tener resiliencia (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013). La resiliencia es un proceso de aprendizaje que se incrusta en el desarrollo del individuo y es adaptativo. Siguiendo la teoría de desarrollo de sistemas (Bronfenbrenner y Crouter, 1983), la resiliencia debe entenderse desde el punto de vista relacional. El foco pasa de estar en el individuo a estar en la familia y el contexto comunitario. Estos elementos actúan en un complejo patrón de interacciones y transacciones (factores de riesgo-individuo-entorno) que afectan al individuo propiciando la aparición de la resiliencia. En esta área se han prodigado estudios sobre la importancia de las pautas de crianza en niños de acogimiento familiar o el impacto de la pobreza en la resiliencia de los niños (Salztman et al., 2011). En este sentido, la resiliencia no es una característica absoluta ni si adquiere una vez en la vida y sirve para siempre. Más bien lo contrario: la resiliencia es un proceso asociado al cambio, al dinamismo y al aprendizaje que varía según las circunstancias, la etapa vital, el contexto y la cultura en los que vive el individuo y que puede ser expresado de muy diferentes formas y maneras (Vera, Carbelo y Vecina, 2006). 28 Figura 1.2. Tercer enfoque: estudios basados en las intervenciones sobre resiliencia Todas las lecciones aprendidas en los estudios anteriores han sido empleadas en este tercer enfoque. Los estudios adscritos a esta vía intentan traducir la ciencia básica sobre resiliencia en programas aplicados (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013). En este grupode estudios se trata, por tanto, de diseñar programas de intervención efectivos y eficaces que promuevan la resiliencia en los niños, siguiendo el enfoque de la psicología clínica. Pese a que existen ciertas características intrínsecas de los individuos, éstos pueden aprender a tener resiliencia, y la psicología puede aportar programas efectivos y eficaces que promuevan dicho enfoque. Señala Becoña (2006), por ejemplo, que los hijos de padres divorciados tienen con mayor frecuencia problemas de salud mental, menor rendimiento académico y mayor consumo de drogas que los hijos de padres no divorciados. Estos factores de riesgo se vieron disminuidos al trabajar con estos niños la resiliencia. La literatura (Salztman et al., 2011) también ha descrito que los hijos de militares tienen grandes factores de riego que pueden ser mejorados si se trabaja desde la perspectiva de la resiliencia. Por ello, tenemos pruebas empíricas que nos demuestran que, con adecuados programas de resiliencia, estos problemas de salud mental se pueden reducir (Becoña, 2006). Incluso 29 los estudios longitudinales con seguimiento de niños también van en la misma línea (Kaplan, 2013). Existen diferentes programas que han demostrado su utilidad en poblaciones infantiles que han sufrido problemas. A continuación se ilustran estos programas con un resumen de sus objetivos y contenidos. Todos ellos han demostrado ser eficaces en la promoción y uso de la resiliencia. TABLA 1.4 Título Contenido Referencia Al’s Pals: Los niños toman decisiones saludables. Programa escolar de prevención que busca desarrollar las habilidades sociales y emocionales tales como el autocontrol, la resolución de problemas y la toma de decisiones saludables en niños de 3 y 8 años. Loos (2003a, 2003b, 2004a, 2004b, 2004c y 2005). Una manzana al día. Una manzana al día es un programa universal basado en obras literarias que ayuda a construir y reforzar las habilidades de resiliencia para la prevención del abuso de sustancias y la promoción de la salud mental en los niños desde infantil hasta 4.º de primaria. An Apple A Day (página web). Celebrando con las familias. Programa de entrenamiento de habilidades de crianza diseñado para familias en las que uno o ambos padres se encuentran en las primeras etapas de la recuperación de la adicción a las drogas y existe un alto riesgo de violencia doméstica y / o abuso de menores. Celebrating Families! (página web). Intervención psicoeducativa con familias. Este programa de promoción de la resiliencia está destinado a familias con padres con trastorno afectivo significativo. La intervención está diseñada para proporcionar información sobre los trastornos del estado de ánimo de los padres, equiparlos con habilidades que necesitan para comunicar esta información a sus hijos y fomentar el diálogo abierto en el seno familiar acerca de los efectos de la depresión de los progenitores. Beardslee, Gladstone, Wright y Cooper (2003). Atreverse a ser tú. Programa de prevención multinivel pensado para familias de alto riesgo psicosocial que tengan hijos entre 2 y 5 años. Los objetivos del programa se centran en los logros de los niños en el desarrollo y en aspectos de la crianza de los hijos que contribuyen a la resiliencia, tales como auto-eficacia, apoyo social o habilidades de resolución de problemas. Miller-Heyl, MacPhee y Fritz (1998). Programa «Nuevos comienzos». Programa diseñado para padres divorciados que tienen hijos con edades comprendidas entre 3 y 17 años. El objetivo es promover la resiliencia de los niños después del divorcio parental. El programa consta de diez sesiones semanales de grupo y dos sesiones individuales. Wolchick, Sandler, Weiss y Winslow (2007). Crianza de los hijos con amor y límites. El programa combina la terapia de grupo y la familiar para el tratamiento de niños y adolescentes de 10-18 años de edad que tienen problemas emocionales y conductuales graves (trastorno de conducta, trastorno de oposición desafiante, déficit de atención / hiperactividad) que con frecuencia Smith et al. (2006). 30 coexisten con otros como la depresión, el consumo de alcohol o drogas, el absentismo crónico, la destrucción de bienes, la violencia doméstica o la ideación suicida. Punto y aparte. Taller de un día para estudiantes de secundaria y bachillerato que tiene como objetivo promover la resiliencia, romper las barreras educativas y sociales entre los jóvenes y, en última instancia, reducir la violencia en la escuela, enseñando el valor de la resolución de conflictos y el respeto a los demás. Biddle (2012). Proyecto LOGRAR. Programa para la promoción de la resiliencia en la escuela (desde los 3 hasta los 18 años). Este programa se centra en las habilidades de los estudiantes a nivel académico, social, emocional y conductual. Este programa trabaja el comportamiento positivo de toda la escuela y la seguridad escolar, el clima en el aula y la escuela positiva de divulgación y participación de la comunidad y de los padres. Harding, Knoff, Glenn, Johnson, Schrag y Schrag (2008). Sistema de intervención de espectro completo. Software interactivo para estudiantes que está diseñado para mejorar las competencias socioemocionales y en última instancia mejorar los resultados relacionados con el rendimiento y el fracaso escolar, la delincuencia, el abuso de sustancias y la salud mental. De Long- Cotty (2008). Programa de fortalecimiento en familias. El programa de fortalecimiento de familias está diseñado para aumentar la resistencia y reducir los factores de riesgo de problemas de conducta, emocionales, académicos y sociales de los niños de 3-16 años de edad. Kumpfer, Greene, Bates, Cofrin y Whiteside (2007). Sobreviviendo al cáncer. Programa de competencias para familias. Intervención intensiva de un día en familia. Es un grupo de tratamiento diseñado para reducir el estrés asociado a síntomas por estrés postraumático (TEP) en los supervivientes adolescentes de cáncer infantil (edades 11-18) y sus padres / cuidadores y hermanos. Kazak (2004). Programa EDUCA-R. El programa EDUCA-R pretende la promoción de un patrón educativo positivo en los padres para, gracias a este nuevo estilo educativo, conseguir el fomento de las principales cualidades resilientes en sus hijos. Ortega y Comeche (2015). Cuarto enfoque: estudio de los factores neurobiológicos y epigenéticos que están incidiendo en la resiliencia Los estudios más recientes en el área se están centrando en conceptos tales como genes, adaptación neurobiológica, desarrollo cerebral o función ejecutiva. Las nuevas técnicas cartográficas de estudio del cerebro están permitiendo un mayor conocimiento de cómo funciona nuestro cerebro y de qué áreas, en concreto, se activan dependiendo de las tareas que se realicen. Estos nuevos estudios intentan descubrir qué partes del cerebro se ponen en funcionamiento para que la resiliencia aparezca. En este sentido, sabemos que los individuos con mayores capacidades cognitivas tienen más facilidad para manejar diferentes fuentes de información, además de una 31 mayor disposición para resolver problemas, lo que les lleva a disponer de un amplio repertorio de estrategias de afrontamiento. Una mayor capacidad cognitiva igualmente implica una mejor función ejecutiva. Para aludir a la función ejecutiva se recurre normalmente a la metáfora del «director de orquesta» (este constructo define la actividad de un conjunto de procesos cognitivos vinculada al funcionamiento de los lóbulos frontales cerebrales). La función ejecutiva es un conjunto de habilidades cognitivas que permiten la autorregulación, la anticipación y el establecimiento de metas y la formación de planes y programas. Los estudios que se han realizado sobre función ejecutiva y resiliencia indican la participación de «el director de orquesta» en este proceso, de tal manera que un mejor rendimiento en la función ejecutiva predice un mejor afrontamiento (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013). Existen otros trabajos que destacan la importanciade los neurotransmisores en la construcción de la resiliencia o la ausencia de ésta en nuestro cerebro. Así, los estudios con primates no humanos (Barr et al., 2003) ponen de manifiesto que la serotonina desempeña un papel esencial en la capacidad de los monos para hacer frente a los estresores grupales. En humanos también se ha detectado la relación con la presencia de un gen (5-HTTLPR) que está asociado a una escasa producción de serotonina y a la vulnerabilidad de los individuos al estrés. La presencia de este gen también está asociada a problemas de conducta (agresión, consumo de alcohol...) (Bennett, 2007), por lo que estaría asimismo relacionada con bajos niveles de resiliencia (O’Dougherty, Masten y Narayan, 2013). Todo ello parece indicar que existen determinados factores neurobiológicos que influyen en la resiliencia y que predisponen a los individuos a generar resiliencia o, por el contrario, presentar bajos niveles de ella. En consecuencia, podríamos pensar que los seres humanos nacemos con resiliencia o, en sentido opuesto, nacemos sin ella. Nada más lejos de la realidad: los neurocientíficos, los genetistas o los biólogos, entre otros, que trabajan desde esta perspectiva manejan el concepto de epigénesis (todos aquellos factores no genéticos que intervienen en la determinación de la ontogenia o desarrollo de un organismo desde el proceso de embriogénesis hasta la senectud), que nos ayuda a comprender la resiliencia más allá del determinismo que implica la genética. Afortunadamente, podemos afirmar que existe una predisposición biológico-genética a tener mayores o menores niveles de resiliencia, pero esta predisposición, gracias a la epigénesis, se modula por las experiencias del ambiente. El lector interesado puede ampliar la información a este respecto en el Apéndice. 4. MODELOS INTEGRADORES 4.1. Modelo cognitivo de Kaplan (2013) basado en el modelo de mejora de la autoestima y la teoría integrativa de la conducta desviada 32 El modelo de la mejora de la autoestima de Kaplan et al. (1986 y 1987) parte de una premisa principal: los menores buscan la aceptación y la aprobación de sus conductas de sus figuras de referencia (padres, educadores, maestros...). Cuando alguna conducta se desvía de las expectativas previstas, genera un cierto malestar psicológico que los menores deben resolver. Esta conducta desviada puede repercutir en la pérdida de apoyo de las figuras de referencia, lo que, a su vez, conlleva la aparición de sentimientos de autorrechazo que requieren una respuesta compensatoria. Esta respuesta compensatoria puede tomar varias formas que se engloban en el citado modelo de mejora de la autoestima. Las respuestas sociales negativas y las sanciones que se tomen como consecuencia de la actuación del menor pueden resultar en un cambio en la conducta del niño-adolescente hacia la conformidad con las expectativas de los padres u otras figuras de autoridad, aliviando de este modo las fuentes de malestar y restaurando la autoestima; aunque en estas acciones no siempre el menor encuentra satisfacción a su malestar. En efecto, existe otro tipo de respuestas positivas con resiliencia encaminadas a incrementar la autoestima que incluyen aspectos como el manejo de las habilidades sociales o la resolución de problemas. De modo semejante a lo que propone el modelo de mejora de la estima (Kaplan et al., 1986 y 1987), en la teoría integrativa de la conducta desviada (Kaplan, 1996) es necesario que la persona encuentre el modo de poder valorarse positivamente a sí misma a través de la valoración positiva de quienes le rodean. 33 Figura 1.3. Cuando no encuentra aceptación de su entorno, aun presentando conductas convencionales, el menor estará más motivado para implicarse en actividades no convencionales de tipo desviado. Con ello puede disfrutar de nuevas experiencias, refuerzos y sentimientos de respeto hacía sí mismo que no tienen por qué implicar una percepción de resiliencia del individuo. Como continuación de estas dos teorías, Kaplan (2013) propone un modelo integrador de la resiliencia que intenta explicar no tanto por qué las personas superan la adversidad sino más bien por qué no lo hacen, debido a la complejidad del proceso. Esta complejidad explica que en numerosas ocasiones los individuos desistan y no desarrollen resiliencia. La teoría integradora de la resiliencia de Kaplan contempla los siguientes conceptos: 1) los efectos estructurales y de interacción de la autoconcepción del individuo (incluye cognición, autopercepción, imaginación, conciencia); 2) la influencia de la autocognición en las autoevaluaciones que el individuo realiza (cómo los seres humanos se juzgan más o menos cercanos a lo que consideran un estándar de buena conducta); 3) la influencia de la autoevaluación en los sentimientos hacia sí mismos; 4) la influencia de los 34 sentimientos negativos en la capacidad de auto-mejora y autoprotección, y 5) el impacto de la automejora y la autoprotección en la conducta que busca disminuir la presencia de sentimientos que al individuo le resultan estresantes. Este último paso provocaría la aparición de la resiliencia. En un primer momento los sujetos a través de su capacidad cognitiva realizan una evaluación acerca del punto en que se encuentran. La relación entre cognición y autoevaluación está determinada por el contexto social, las normas y los valores en los que vive el individuo. La evaluación también depende del momento vital en el que se realiza y de los modelos de evaluación que tenga el individuo. Dependiendo de la distancia que separa, a juicio de la persona, su estado en un momento dado y el que considera óptimo para sí mismo, aparecerán los sentimientos. Existe una tendencia a buscar una evaluación positiva que a su vez genere sentimiento positivo y que satisfaga sus necesidades. Los sentimientos positivos conducen a la autoprotección que promueve el crecimiento en el individuo. Como último paso antes de llegar a la resiliencia, Kaplan (2013) señala la existencia de una autorreferencia positiva que busca aceptarse por los errores y congratularse por los éxitos. El problema aparece según Kaplan (2013) en el momento en el que los individuos no siguen esta espiral ascendente. Puede que en un primer lugar no se sientan aceptados y/o aprobados y que esto genere un malestar psicológico que debe ser resuelto. Si este malestar no se resuelve, buscando la espiral positiva que explica el modelo de resiliencia, puede aparecer la conducta desviada, objeto de estudio de la teoría integrativa de la conducta desviada. 35 Figura 1.4.—Modelo integrador de la resiliencia de Kaplan (2013). 4.2. Modelo homeostático de la resiliencia de Richardson (2002) Este modelo ofrece una visión general de la resiliencia que implica que puede ser aplicada a diferentes tipos de estresores, adversidades y eventos vitales que puede sufrir un individuo. En este modelo, la resiliencia comienza con un estado de homeostasis también denominado «zona de confort». En esta «zona de confort» el individuo se siente bien física, mental y espiritualmente. La interrupción del estado homeostático puede producirse, básicamente, cuando un individuo no tiene recursos suficientes (factores protectores) para amortiguar los acontecimientos vitales estresantes. Inmediatamente después de la interrupción de este estado, se activan todos los recursos para buscar el equilibrio y volver al momento inicial. La pregunta que cabe hacerse en este punto es: ¿cómo se realiza este proceso de recuperación? Richardson (2002) indica cuatro maneras diferentes. La primera es la llamada reintegración de resiliencia, que conduce a la búsqueda y obtención de factores de protección adicionales y un nuevo nivel de homeostasis. La reintegración homeostática es la segunda fórmula, y en ella se busca volver a la situación inicial, a la zona de confort previa, pero sin promover el crecimiento 36 personal, por lo que no se incluiría dentro de la resiliencia. El tercer proceso, llamado reintegración con pérdida,sitúa al sujeto en un nivel inferior a la homeostasis inicial y con una pérdida de factores protectores. Finalmente, la conocida como reintegración disfuncional conduce a la pérdida de todos los recursos buscando reestablecer el equilibrio a través de conductas destructivas como puede ser el consumo de sustancias, la agresividad... Como el lector podrá advertir, el primer proceso, la reintegración de resiliencia, realmente es el mecanismo que promueve la resiliencia. En la reintegración de resiliencia el individuo vuelve a la zona de confort inicial pero además mejora su protección y sus competencias frente a las posibles adversidades que le depare el futuro. 4.3. Resiliencia y factores de personalidad: diferentes variables y un modelo Los modelos centrados en las variables de personalidad estudian grupos diferentes de personas para analizar cómo resuelven la adversidad que puede aparecer en sus vidas. Estos modelos intentan estudiar cuáles son las características de las personas con resiliencia en comparación con aquellas que no presentan dichas conductas. En este sentido, Agaibi y Wilson (2005) destacan la interrelación de los factores de personalidad con otras variables tales como la modulación de las emociones, la capacidad de afrontamiento y los factores protectores como elementos que determinan la aparición de una respuesta de resiliencia que varía en función de los individuos. La bibliografía ha sugerido (Becoña, 2006) como factores de personalidad relacionados con la resiliencia el locus de control interno, un estilo atribucional optimista y la dureza (hardiness) o personalidad resistente. El locus de control es la forma en que un sujeto percibe el origen de eventos, conductas y de su propio comportamiento. Este origen puede ser interno (percepción del sujeto de que los eventos ocurren principalmente como efecto de sus propias acciones, es decir, la percepción de que él mismo controla su vida) o externo (la percepción de que los eventos no tienen relación con el propio desempeño y no pueden ser controlados por esfuerzo y dedicación propios, sino que son más bien producto del azar, la suerte, el destino o las decisiones de otros). Para incrementar la resiliencia en los niños, es necesario fomentar el locus de control interno, recordándoles que son responsables de sus actos. 37 Figura 1.5.—Modelo de Bonnano y Mancini (2009). Las atribuciones son las explicaciones o interpretaciones que los seres humanos hacemos de las causas y motivos de algún suceso que ocurre a nuestro alrededor. Como en el caso del locus de control, éstas pueden ser internas (habilidad, esfuerzo) o externas (suerte...). El uso de atribuciones internas incrementa la responsabilidad del individuo al darle control sobre sus actos. Este control repercute positivamente en la resiliencia. El concepto de personalidad resistente fue propuesto por Kobasa (1979a, 1979b). La personalidad resistente señala que ante situaciones de alto estrés hay personas que enferman con mayor facilidad y otras que reaccionan resistiendo frente a la adversidad. Las personas con puntuaciones altas en personalidad resistente tienen un estilo de afrontamiento más adecuado a las condiciones adversas de la vida, y, por tanto, parece ser un factor importante dentro de la resiliencia (Becoña, 2006). Como se ha señalado en páginas anteriores, los factores de personalidad no determinan de manera unidireccional la presencia o ausencia de resiliencia en un individuo. Por ello Mancini y Bonnano (2009) desarrollaron un modelo que tiene en cuenta los factores de personalidad —variables individuales—, además de otros elementos tales como la identidad, las creencias y el manejo de las emociones positivas y diferentes factores sociales, como mecanismos para comprender la resiliencia. Como puede apreciarse en el modelo, existen tres puntos de partida: las características 38 de personalidad, la pérdida o fuente de estrés y los recursos externos. Las características de personalidad incluyen la seguridad en uno mismo y en la propia capacidad de afrontamiento, tener un propósito significativo en la vida, creer que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor y que se puede aprender de las experiencias positivas y negativas, además de tener una percepción de la identidad personal positiva. La pérdida es el elemento negativo, el elemento que desencadena que el individuo sienta que su vida se tambalea; en el caso de los niños y jóvenes, puede ser la muerte de algún padre, el abandono familiar, un cambio de colegio, malos tratos o abusos... Como recursos externos podemos señalar el nivel sociofamiliar y la salud física de los niños. Estos tres niveles (características de personalidad, la pérdida y las variables externas) influyen tanto en el proceso de valoración de la pérdida como en el apoyo (tanto emocional como instrumental) que puede recibir por parte de terceros. El último paso, antes de que aparezca la resiliencia, es el del afrontamiento en sí mismo (cualquier actividad que el individuo puede poner en marcha, tanto de tipo cognitivo como de tipo conductual o emocional), que trata de conseguir los mejores resultados posibles en una determinada situación de pérdida. Estos recursos de afrontamiento también se ven influidos por la personalidad. En este sentido, Bonanno, Field, Kovacevic y Kaltman (2002) encontraron, en un estudio realizado con población civil bosnia que vivió la guerra de los Balcanes, que aquellas personas que tenían esta tendencia hacia el sesgo positivo presentaban un mejor afrontamiento que aquellas que no contaban con dicha característica. 4.4. Modelos sobre resiliencia y factores de riesgo Como se ha explicado anteriormente, la resiliencia viene marcada por la relación entre factores de riesgo-vulnerabilidad y factores de protección. En un brillante trabajo de 2005, Fergus y Zimmerman explicaron la relación entre estos factores a través de cuatros modelos distintos llamados modelo de compensación, modelo de protección (estabilizador y reactivo), modelo de cambio y por último modelo de inoculación. El modelo compensatorio aparece cuando un factor de protección simplemente contrarresta un factor de riesgo. Por ejemplo un niño puede vivir en un entorno donde la pobreza sea un factor determinante porque genera mayores tasas de violencia. En este modelo la relación entre riesgo-protección es lineal. En el modelo protector, muy parecido al anterior, los recursos con los que cuenta el sujeto moderan o reducen el riesgo de obtener resultados negativos. Un modelo de protección aparece si por ejemplo la relación entre pobreza y conducta violenta se reduce en un joven cuando tiene apoyo de sus padres. En este caso, el apoyo parental funciona como un moderador entre la pobreza y la conducta violenta. 39 Figura 1.6.—Modelos de resiliencia-vulnerabilidad (adaptada de Fergus y Zimmerman, 2005). El modelo protector estabilizador surge cuando un factor protector ayuda a neutralizar los efectos del riesgo. Por consiguiente, altos niveles de riesgo se relacionan con presencia de abundantes resultados negativos para la vida del niño-joven cuando el factor protector está ausente. Sin embargo, aunque el riesgo se incremente, a mayor número de factores protectores, menos resultados negativos y, por tanto, aparición de la resiliencia. El modelo protector reactivo es una variante del anterior y hace referencia a una disminución (pero no desaparición) del factor de protección. En este caso, el riesgo aumenta cuando no está presente el factor de protección o si éste disminuye. El cuarto modelo presentado por Fergus y Zimmerman (2005) representa una relación 40 curvilínea entre los factores de riesgo y los de protección. Esta relación sugiere que la exposición tanto a bajos como a altos niveles de riesgo produce resultados negativos. Este modelo promueve la idea de que el ser humano debe estar expuesto a un número moderado de factores de riesgo para poder crecer y aprender. Una pequeña disputa familiar entre los hermanos puede ayudar a
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