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biD 0 çEC4 ,., 10 Jean Berge ret La Personalidad Normal yPatol6gica www.facebook.com/psicologiaMG Jean Bergeret LA PERSONALIDAD NORMAL Y PATOLOGICA ColecciOn PSICOTECA MAYOR www.facebook.com/psicologiaMG http://pdicologiapdf.blogspot.mx/ www.facebook.com/psicologiaMG http://pdicologiapdf.blogspot.mx/ LA PERSONALIDAD NORMAL Y PATOLOGICA Jean Bergeret gedisa editorial TItulo del original en frances: La personnalité normale et pathologique © Dunod, 1974 Traducción: Maria Angélica Semifla Diseño de cubierta: Rolando Memelsdorff Segunda reimpresión: abril de 2001, Barcelona Tercera reimpresiOn: mayo de 2005, Barcelona Derechos reservados para todas Las ediciones en castellano © Editorial Gedisa, S.A. Paseo Bonanova, 9 la-P 08022 Barcelona (Espana) Tel. 93 253 09 04 Fax 93 253 09 05 Correo electrónico: gedisa@gedisa.com http://www.gedisa.com ISBN: 84-7432-091-7 Despósiio legal: SE-2959-2005 European Union Impreso por Publidisa Queda prohihida La reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma. INDICE INTRODUCCION . 15 Pri?nera parte HIPOTESIS SOBRE LAS ESTRUCTURAS DR LA PERSONALIDAD Historia .......... 1. ESTRUCTURAS Y NORMALIDAD. 1. La nocidn de 4t normalidad. 2. PatologIa y normalidad . 3. La <normalidad patologica 4. uNormalidadz, y standarización. 5. Edipo y unormalidadi. ..... 23 • 29 29 • 35 • 45 53 58 2. LA NOCION DR ESTRUCTURA DE LA PER- SONALIDAD ........67 1. El sentido de los términos .... . 67 A) SIntoma . B) Defensa ........ C) Significación histórica del cpisodio D) Enfermedad mental . E) Estructura de la personalidad 2. El concepto de estructura de la personali- dad ........... A) Definición y situación ..... B) Punto de vista freudiano . a) Primera posición freudiana b) Segunda posicion freudiana c) Tercera posicion freudiana . d) Cuarta posición freudiana C) Genesis de la estructura de base a) Primera etapa ...... b) Segunda etapa ...... c) Tercera etapa ...... D) Observaciones sobre ]as estructuras concernientes a la infancia, Ia latencia y la adolescencia ...... a) Infancia b) Latencia c) Adolescencia 3. LAS GRANDES ESTRUCTURAS DE BASE Generalidades 1. La linea estructural psicótica Generalidades A) La estructura esquizofrénica B) La estructura paranoica C) Estructura melancólica. D) Reflexiones diferenciales 68 69 70 72 73 73 73 76 78 79 79 80 81 82 82 83 84 85 90 93 95 95 99 99 103 111 117 122 2. La imnea estructural neurdtica . 143 Generalidades ........143 A) La estructura obsesiva . . . . 148 B) La estructura histérica . . . . . 154 a) Estructura histérica de angustia . 156 b) Estructura histérica de conversion 159 C) Reflexiones diferenciales 166 D) Las falsas neurosis 168 4. LAS A-ESTRUCTURACIONES 181 1. Situación nosologica . . 181 2. El tronco comtn de los estados Ilmites. 185 3. La organización limite ..... 189 A) El Yo anaciltico 189 B) La relación anaclitica . 191 C) La angustia depresiva . 194 D) Las instancias ideales . 196 E) Los mecanismos de defensa 199 4. Las evoluciones agudas ..... 202 A) Descompensación de la senescencia 202 B) Estallido del tronco comün 205 5. Los acondicionamientos espontdneos 211 A) El acondicionamiento perverso 211 B) Las organizaciones caracteriales 218 a) cNeurosis de carácter 219 b) Psicosisi de carácter 220 c) cPerversión de carácter 221 Segunda parte HIPOTESIS SOBRE LOS PROBLEMAS DE CARACTER His toria .......... 225 EL CARACTER ....... 237 A) El carácter his térico de conversiOn 242 B) El carácter histerofObico 247 C) El carácter obsesivo . 253 2. Los caracteres psicóticos A) El carácter esquizofrenico B) El carácter paranoico 3. Los caracteres narcisistas . A) El carácter abandónico B) El carácter de destinado . C) El carácter narcisista-fá]ico D) El carácter fálico ...... E) El carácter depresivo ..... F) El carácter hipocondriaco . G) El carácter psicasténico . H) El carácter psicopático . I) El carácter hiponianlaco . 4. Los caracteres psicosomdticos 5. El carácter perverso 6. Observaciones sobre los problemas del ca- rdcter en el niño ....... 7. eExiste an carácter epiléptico? 2. LOS RASGOS DE CARACTER Rasgos de carácter sublimativos . Rasgos de carácter reacc: -tiles . 1. Rasgos de cardcter estructurales A) Rasgos de carácter neuróticos a) Rasgos de carácter histéricos b) Rasgos de carácter obsesivos B) Rasgos de carácter psicóticos a) Rasgos de carácter esquizofrenicos b) Rasgos de carácter paranoicos. C) Rasgos de carácter narcisistas 2. Rasgos de cardcter pulsionales . A) Rasgos de carácter libidinales 264 266 271 280 282 283 284 285 286 286 287 288 289 290 297 300 304 309 312 313 315 315 316 316 317 317 317 318 319 320 a) Rasgos de carácter orales b) Rasgos de carácter anales c) Rasgos de carácter uretrales d) Rasgos de carácter fálicos e) Rasgos de carãcter genitales B) Rasgos de carácter agresivos a) Rasgos de carácter sádicos b) Rasgos de carácter masoquistas C) Rasgos de carácter autopunitivos C) Rasgos de carácter dependientes de ]as pulsiones del Yo 3. LA PATOLOGIA DEL CARACTER 1. La oneurosisz de carácter 2. La <<psicosis>> de cardcter 3. La cperversithm de carácter Conclusion ...... • . . . 369 BibliografIa ...... • . . . 377 320 323 326 327 328 331 331 334 336 337 339 344 351 361 INTRODUCCION Esta obra constituye la sIntesis y el desarrollo de ia$ investigaciones que he emprendido, a partir de 1963, sob,e la articulaciOn de los fenómenos manifiestos constatados a nivel del cardcter o los sintomas, con los elementos metapsicoldgicos, mds estables y pro fundos, que se ci- tzan en el piano menos visible y latente de La estructura de la personalidad. Muchos autores se han interesado en aspectos frag- men tarios de esta trilogla: estructura - carácter - sintO- matologla. Parecia oportuno entonces intentar una sIn- tesis que se apoyara sobre tan diversos enfoques, y emitir nuevas hipótesis capaces de orientar una vez mds el de- bate hacia los problemas, algo descuidados en nuesiros dIas, de la aproximacidn caracterokigica. En efecto, seria ventajoso considerar a La caracterolo- gla como una ciencia destinada a precisar Las encrucijadas metapsicologicas visibles entre Las mltiples manifestacio- nes relacionales posibles que ernanan de tal o cual estruc- tura de base. Cada tipo de estructura profunda de la personalidad podria generar asi diferentes modelos rela- cionales, algunos de los cuales permanecerIan dentro dei dominio caracterial, en tanto que otros se internarian mds o ,nenos radicalmente dentro del registro patológico. Creo que era necesario introducir actualmente una con- cepción de la sistemdtica que tuviese mds en cuenta Ia dindmica y la genézica freudiana. 15 Sin duuia, muchas personalidades corresponden a in- tentos de estructuración imperfectos e inconclusos; por to tanto, en una buena cantidad de casos y durante ui-i tiempo considerable, tenemos posibilidades de camb jar el curso de los acontecimientos sin apartarnos de la orien- tacidn estructural, o de observar cámo se detiene esa evo- lución estructural, por an perlodo que varia mucho de an sujeto a of ro, en an estadio de simple anegesia lateral que no tendrIa en si nada de definitivo. Tarn biën podemos mencionar las fijaciones que acttan corno frdgil organizi- ciOn defensiva, rnuy costosas desde el punto de vista eco- nómico, pero que sin embargo conservan toda clase de capacidades evolutivas, en las direcciones mds esiables y sólidas. En sin lesis, las personalidades netamente estructura- das, que responden a fun cionamientos econó;nicos al mis- mo tiempo estables y bien integrados (condiciones esen- dales para merecer la etiqueta de onormalidadD en el seno de una linea estructural definitivantente fijada), so'- macho rnds raras de Ia que podrIarnos haber supuesto hasta este momento. Semejantes personalidades solo podrIan producirse en an contextoontogenético limit ado, y en momenfos pre- cisos de esa ontogénesis. Sin duda, estas condiciones pue- den ser considerablemenie esciarecidas por las investiga- ciones clInicas, cuya smntesis forma parte de este trabajo. Esas investigaciones deben perrnitirnos individualizar cri- terios que son a la vez may profundos y esencialmente polivalentes. De esta manera, se hace efectivamente posible situar mejor muchos casos particulares de personalidades a cara- teres cuya ref erencia a los principales modelos estructurales bien definidos se hacla dificil en el marco de los antiguoc sistemas tipológicos, demasiado rigidos. Me ha parecido que un objetivo a dcanzar sin corn promisos ni concesia- nes era no seguir hablando de los demasiado fdciles mtipog rnixtos (cuya naturaleza se desconoce, asI como sus ni - veles de combinacidn). La distinción que establezco entre caracteres y des- tructurasx podrd parecer a aigunos bastante artificial, ya que, segün la terminologla filosofica o psicolOgica, la de- nominaciOn de ((estructuraD abarca, en la mayoria de los 16 casos, a lodos los modos de organización, cualquiera sa su nivel: personalidad, cardcter, tipo, etc. Se trata de Un término bastante general, at que difIcilmente se pueda oponer otro término que defina una categoria particulir dependiente del mismo con junto. Par el con frario, en psicopatologIa, el vocablo v es- tructurav alcanza un sentido md-s preciso, limitado a los elementos de base de la personalidad, a la mnera en que esta personalidad se organiza en el piano prof undo y fundamental; los psicopatólogos pueden, pues, oponer ii- bremente la noción de estructura de base, o estructura de la personalidad (generalmente decimos aestructurao a secas), tanto a los "sIntomas> coma a los caracteres (lo que los filósofos Liamarlan quizds de buen grado des- Iructuras de sIntomas, o estructuras de caracteres). Efectivamente, los psicopatdlogos, at ocuparse esenciaimen te del aspecto funcional de esos sIntomas o esos carac- teres, los consideran fundamentalmente dependientes en su genesis, originalidad y limitaciones, de la nafuraieza y la variedad de la estructura de base de la personalidad sabre la que se asientan. La estructura de la personalidad (denominada habi- tualmente en psicopatologla aestruclurav a seco_s), se con- cibe entonces, par una parte, coma la base ideal de orga- nizacion estable de los elementos metapsicolOgicos cons- tantes y esenciales en un sujeto, en tan to que el cardct'r aparece, POT otra parte, coma el nivel de funcionamiento manifiesto y no mOrbido de la estructura lal coma acaba de ser definida. Desde esta óptica, la sintomatologla se convierte sim- plemente en el modo de funcionamiento mórbido de una estructura cuando ésta se descornpensa, es decir, desde el momenta en que los factores internos de con flictuali- zacidn dejan de estar equilibrados par un juego eficaz (y no perturbador en sI rnismo) de los variados mecarzis- mos de detensa y adaptación. El hecho de que no haya desarrollado de manera es. pecIfica, ni siquiera en los capItulos originates, el punto de vista sintomatológico, se debe a que, en el curso del presente estudio, mi atención se ha centrado sOlo en la importancia económica de los sIntomas en el conjunto de una personalidad dada. 17 El examen fenornenoldgico de los sintornas ha sido objeto de nurnerosos tratados de psiquiatrLa de divers.-Is tendencias. Mi objetivo en este trabajo se limita a reubi- car la funcjón del sjntoma en rclacidn cOit La estructura de base por una pane, y al funcionamienfo caracterial por otra. Es evidente que tal concepción de con/unto, esencial- mente dinámica, no puede desarrollarse sino en el marco de una posiciOn y una ref lexión auténtica y claramente psicoanaliticas. A partir de FREUD y de los trabajos psi- coanaliticos coniemporáneos, se puede corn prender La es- tructura, segin La hemos definido más arniba, como ci elemento organizador de base de La personalidad en situa. ción activa y relacional. Escaparnos asi a los habilualmente inevitables enca- balgamientos entre vestructuras de personalidad, cestru- turas de cardcter>>, y <<estructuras nosológicasx; a todas las vacilaciones (0 jcluso Las contradicciones) con que ha'z tropezado las invest igaciones precedentes. Mi investigacidn me ha conducido inevitablemente repensar, sobre esas nuevas bases conceptuales, el prob!e. ma de La normalidad. Desde el pun to de vista metodológico, me he esforzada por clarificar el debate (con los peligros ciertos de La sistematización) con la mayor cantidad posible de idmi- nas y esquemas; asimismo me he preocupado por insertar, en los momentos mds <cteóricos de mi texto, observaciones clinicas, lo mds expresivas y vivaces posibie, destinadas (a riesgo de onillar a veces La caricatura) a precisar clara- menre el rasgo motor principal de mi investigación. Desearja que el clinico denasiado renuente a las re/le- xiones teóricas, 0 simplemente ci lector impaciente, Pu. dieran encontrar, en un primer momento al menos, la tInea directriz de mi propósito en estas observaciones, qu he seleccionado y desarrollado con especial cuidado. Por falta de espacio, y para no hacer demasiado pesa- da esta obra, no siempre he podido reagrupar, sistema- tizar y desarrollar (auto como hubiera deseado mis fuentes de documentación y mis reflexiones cniticas a este respecto, en especial en mis pardgrafos uhistdricos. No sabnia expresar suficientemente mi reconocimiento a Los investigadores y a Los clinicos que han aportado abun- 18 dantes elementos de elaboraciOn, en particular D. ANZIEV, M. BENASSY, M. FAIN, A. GREEN, R. GREENSON, B. GRUNBERGER, I. GUILLAUMIN, 0. KERNBERG, R. KNIGHT y P. C. RACAMIER. Deseo vivamente que mi contribucidn, a pesar de sus numerosas imperjecciones, pueda conmover de alguna ma- nera los marcos demasiado rIgidos o demasiado impreci- sos de las posiciones estructurales o caracterologicas an- tigu.as, y que incite a los autores conternpordneos a am- pliar an niás el debate, a retatnar y desarrollar estudios ulteriores fecundos en estos niveles. 19 PRIMERA PARTE HipOtesis sobre las estructuras de la personalidad }IISTORIA El térrnino estructura tiene significaciones muy dik- rentes segCin nos refiramos a la teorIa de la Gestalt, a ]as tern-las jacksonianas o at estructuralismo. También se em- plea a veces en et sentido de estructura de conjunto y, en este caso, se aproxirna at empleo del sustantivo inglés pattern. Sin embargo, en el ienguaje coriente, la estructura continua siendo una nocidn que implica una disposición compleja, aunque estable y precisa, de las partes que Ia componen; es decir, la manera misma en que se compone un todo, en que sus partes se avienen entre sl. En mi introducciOn me he extendido lo suficiente acerca del sentido que se otorga en psicopatologla at término uestructura, como para que sea necesario justificar una vez más los ilmites de esta utilización al nivel de Ia estruc. tiiuctura de base de la personalidad. Consideraré queaconstituci6np y vestructuraD de la per- sonalidad representan, en imneas generates, un concepto idéntico: el modo de organización permanente más pro- fundo del individuo, a partir del cual se producen tanto las ordenaciones funcionales Ilarnadas <(norTnalesD como los avatares de la morbilidad. Salvo los casos en los que aparece empleado en ci sen- tido de tempemmento o ccarácter, el término tipo se refiere habitualmente a la estructura de base, v no parece necesario tratarlo desde una óptica particular. 23 Didier ANZIEU (1965), sitüa en el primer cuarto del siglo XX el desarrollo de la idea de <<estructura, y crce que esta noción implica una corisideración de los sIntomas segCin el nidtodo asociacionista. Ahora bien, para el Dr. Anzieu, los sintomas solo tienen sentido vinculados unos con otros o en su relación con el carácter; lo que consti- tuye su especificidad no es su simple presencia,' sino la manera en que se disponen unos con respecto a los otros. Debemos tener en cuenta, además, tanto los sintomasane- gativosD que corresponden a las deficiencias registradas en Los pacientes, como los sintomas -positivosy, que corres- ponden a las reacciones especIticas del paciente ante La alteración de su personalidad. No obstante, desde ]as descripciones poéticas o fib- óficas que se remontan a la antiguedad, la vertiente patologica de Las estructuras ha sido sieinpre la que se ha desarrollado con más facilidad. Sin embargo, encontramoS en HOMERO, LA BIBLIA, DEMOCRITO, ASCLEPIO o PLATON referencias a tipos estructurales no rnórbidos. Los autores de La Edad Media primero, luego SHAKES- PEARE, el clasicismo literario y numerosos autores más modernos se destacaron en el análisis, no solo del carácter sino también de la estructura de algunos de sus personajes, e incluso mostraron cómo podia efectuarse, en el seno de una misma organizaciOn mental, el pasaje de la esfera psi- colOgica todavIa adaptada a la esfera patolOgica ya des- compensada. A partir del siglo XVIII, son Los psiquiatras Los que más desarrolban su punto de vista sobre el terreno estructural. PINEL (1801), ESQUIROL (1838), REGIS (1880) en Francia, TUKE (1892), MAUDSLAY (1867), JACKSON (1931) en Gran Bretaña, RUSH (1812) y A. MEYER (1910) en los Es- tados Unidos, GRIESINGER (1865), MEYNERT (1890), WERNICKE (1900), KRAEPELIN (1913) en lengua alemana, fueron los primeros en referirse a la continuidad entre lo normal y Jo patol6gico en Ia estructura profuncla de Ia personalidad. Su actitud general profundamente ' huma- nitaria* se apoya en esa conviccidn, atm cuando ésta no se halle siempre claramente expresada. Los perlodos ilamados socialv y luego comunitario. de La psiquiatrIa no son, en 1. Exlsten, por ejemplo, obsesivos sin .obscsión* algura exteriorinente visible. 24 el fondo, sino la consecuencja lOgica de los pasos prece- dentes: cualquiera sean los factores desencadenantes 0 curativos que ésta o aquella escuela anteponen especifica- mente, la travectoria profunda de cada uno conduce poc. a poco a la idea de la no-especificidad de La naturaleza mórbida de ésta o aquella estructura, de la labilidad tanto como de la posibilidad de curación que ofrece toda estruc- tura en sI. Par su parte, la antisiquiatrIa va apenas más allá de las tendencias sociales o comunitarias precedentes en el piano de un liberalismo que sigue siendo, delibera- mente 0 no, racional: nos propone sirnplemente ci *salto, fuera de la lógica, pero no produce ningdn cambio radical y, sobre todo, no aporta nada nuevo en Jo referente al problema del continuum estructural del que no quiere ni oir hablar: hasta tal punto parece mantenerse aferrada al registro de la angustia. Si bien se ha visto que es necesario clasificar los datos profundos, preciso es reconocer que en este terreno, sin los medios metapsicológicos que poseemos actualmente gracias a! aporte de FREUD y los post-freudianos, no bas- taban las meras descripciones; igualinente, no nos sor- prende comprobar que en el terreno estructural nos en- contramos con muchas menos hipótesis a revisar que en el capitulo consagrado a las caracterologfas. Podemos considerar con Henri EY (1955) que la .va- riación mental patologica se puede encarar segün cuatro modelos teóricos: como alienación radical, como producto de los centros cerebrales, como variación de la adaptacidn al medio, o incluso como efecto de un proceso regresivo en la organización psiquica. Sea cual fuese la respuesta que se elija, conviene aprender la condicidn mental, excep- cidn hecha del episodio mdrbido, dentro de una estructura profunda original y formal que conserva indudablemente su significación existencial y antropológica. En lo que se refiere al punto de vista estructuraj en ci nina, Colette CHILAND (1971), ha sintetizado la opinida de numerosos paido-psiquiatras contemporáneos al mostrar la particular compiejidad de la noción de estructura en una edad en que ci conjunto no parece estar aün en fun- cionamiento y en que las fases de equilibrio y descom- pensación pueden sucederse sin que su significacion pro- funda resulte sienipre evidente. 25 La estructura, para Colette CHILAND (1967), sigue sien- do un concepto inspirado en la opinion de LEVI-STRAUSS (1961), que se iriteresa por los modelos teniendo en cuenta no solo los térrriinos en si mismos, sino también las rela- ciones entre los términos. Para C. CHILAND se trata de investigar la explicación estructural, no exciusivamenle al nivel del sistema de relaciOn, sino también al nivel de las reglas de trasformación que permiten pasar de un sistema a otro, y considerando tanto los sistemas reales como Jos sistemas meramente posibies. C. CHILAND se refiere a la opinion de A. FREUD (1965) para incorporar la estructura al nivel del segundo tópico en relaciOn con las pulsiones, ci Yo y el Super-yo, y para fundar un eventual diagnOstico estructural sobre el estudio de la relación de objeto y los mecanismos de defensa. Antes del aporte freudiano habian sido propuestas cIa. sificaciones usintomatológicas a través de KAHLBAUM (1863), MOREL (1851), HECKER (1871 y 1874) y, sin dud,i, Emile KRAEPELIN, cuyas hipdtesis han sido retomadis en Ia clasificaoión centrada sobre la noción de psicosis y propuesta por la Asociación norteamericana de PsiquiatrIa. Estas clasificaciones que tienden a vincular el sIntoma con el aproblema fundamental), subyacente, se limitan al tipo de descripciones clInicas que han seducido a los psiquiatras de todos Jos tiempos. E. BLEULER aportO en 1911 a1- gunas modificaciones, en el sentido de un afinamiento de la serniologia, pero siexnpre dentro de una gran depen- dericia de los sintomas. En la misma época aparecen ensayos de clasificaciones orgdnicas con JACOBI (1830), MOREL (1860), SKAE (1897), CLOUSTON (1904), TUKE (1892). Esos puntos de vista fueron retomados, hace algunos años, en la clasifi- cación propuesta por la Asociación Real Médico-psicológica de Gran Bretaña. Dc acuerdo con ellos, habria una relación Intima obligatoria entre el problema psiquico y una lesion que se supone orgánica. En el mismo sentido, nos encon- tramos con ci punto de vista órgano-dinamista de Pierre JANET (1927), que se apoya en gran medida en Ia nociOn de evolucidn, con los trabajos de H. JACKSON (1931), de MONAKOW iy MOURGUE (1928), y finalmente con las concepciones de H. EY (1958), inspiradas en JACKSON. 3. ROUART ha intentado precisar, en BONNEVAL, en ci 26 aflo 1946, ci posible papel de toda organioidad en un istema de olasificaciones como éste. Las clasificaciones afisioldgicass han sido sostenidas por MEYNERT (1884), TIJKE (1892), WERNICKE (1900), A. MEYER (1910), CONNOLY (1945), D. HENDERSON y R. D. GILLESPIE (1950). Estas clasificaciones tratan de establecer las relaciones entre el funcionamjento mental observado y las localizaciones neurológicas diversas que corresponderian a los centros reguladores del funciona- miento mental sobre este o aquel registro particular. Las clasificaciones psicolOgicas responden a una preo- cupación por investigar, en el dorninio del funcionamient mental del hombre normal*, ciertas categorias en ]as que a coritinuacion se intentará encuadrar los problemas psi- copatológicos. Algunos autores como LINNE (1763), AR- NOLD (1782), CRICHTON (1798), PRICHARD (1835), BUC- KNILL y HAKE-TUKE (1870), ZIEHEN (1892) y HEIN- ROTH (1890), han trabajado en este sent'ido. El punlo de vista freudiano, por el contrario, se interesa por algunos indices fundamentales que permiten diferen- ciar o aproximar las estructuras tales como ci sentido latente del sIntoma (simbolo y compromiso en el interior del conflicto psfquico), ci grado alcanzado por ci desarrollo libidinal, ly también el grado de desarroilo del Yo y el Super-yo, y finalmente la naturaleza, Ia diversidad, la flexi- bilidad y la eficacia de los mecanismos de defensa. Los post-f reudianos continüan las investigaciones sobre esas bases: K. ABRAHAM (1924), F. ALEXANDER (1928), E. GLOVER (1932 y 1958), K. MENNINGER (1938 y 1963), J. FROSCH (1957) D. W. WINNICOTT (1959), W. SCOTT (1962). M. BOUVET distingueen 1950 los modos de estructu- racidn genital y pregenital. L. RANGELL (1960 y 1965) so sitüa en una perspectiva de conj unto de las diferentes funciones del Yo. A. GREEN (1962 y 1963), ha tratado cie apoyarse en las nociones de prdida y restitucidn dci objeto, fantasmatizacióri, identificaciOn y difu.sión, castra- ción, fraccionarnâento, sublimación e inhibición, para dar cuenta no solo de las gTandes entiidades nosoiOgicas oiasi- cas sino también de la diversidad dc las pequefias entidades intermediarias, que muchos autores olvidan o maltratan con excesiva frecuencia. J. H. THIEL (1966), por su parte, 27 se rebela contra la exciusividad neurótica que durante tanto tiempo ha puesto de manifiesto la investigación psicoanalItica, y estima que es necesario distinguir entre una teoria de los problemas mentales por una parte, una cierta filosofia de la naturaleza, las causas y las funciones de la enfermedad, y por otra un sistema de clasificación de los desérdenes en Si. 28 I Estructuras y normalidad 1. LA NOCION DE aNORMALIDADv Cierto es que el empleo de la noción de <cnormalidad* presenta riesgos indiscutibles en manos de quienes detentan la autoridad médica o politica, social o cultural, económica y filosófica, moral, jurIdica o estética, y, por qué no, tam- bién intelectual. La historia antigua y contemporánea, tanto de las comunidades como de ]as ideologlas, grandes o pequefias, nos ofrece crueles ejemplos de ello, además de permitirnos comprobar que cada una de ellas retiene solamente representaciones muy selectivas, en función de sus opciones personales. Si la ccnorrnalidad,, se refiere a un porcentaje mayori- tario de comportamientos o puntos de vista, desdichados quienes pertenecen a la minoria. Si, por otra parte, la normalidath se transforma en función de un ideal colec- tivo, ya conocemos de sobra los riesgos a que se yen expuestas incluso la mayorias, dado que quienes se adju- dican la vocación de defender por la fuerza dicho ideal las reducen al silencio; se proponen asI limitar a ese ideal e desarrollo afectivo de los demás después de haberse visto bloqueados eflos mismos por él, y de haber elaborado, secundariamente, sutiles justiflcaciones defensivas. De hecho, La normalidad se enfoca en la mayorla de los casos en relación con los demás, con el ideal o la regla. Para intentar seguir siendo 0 llegar a ser anormab,, el niño se identifica con los mayores ', y el ansioso les imita. En ambos casos la pregunta manifiesta Se enLmcia de La si- gu.iente manera: a4C6mo hacen los otros?.v y se sobreen- tiende: <c,Cómo hacen los mayores? 29 Ahora bien, el verdadero problema que plantea el even- tual reconocimiento de una <cnorrnalidada tal vez no se sitüe en este five!, entre estos dos falsos aspectos obje. tivos: los demás o ci ideal. El poderfo atómico ha arrastrado al mundo a las tra- gedias que todos conocemos y, sin embargo, ni siquiera los más pacifistas pueden negar la existencia del átomo. Por ende, Zpor qué habriamos de negar Ia necesidad de una noción de enormalidada? Si, en lugar de forrnular (o terner) continuamente jui- cios de valor con relaciOn a los detnds en cuanto a una eventual enormalidada, que demasiado a menudo y lamen- tablemente se concibe en este sentido, a•ntepusiéramos la comprobaciOn de buen funcionarniento interior que dicha noción puede comportar, teniendo en cuenta Jos datos par. ticullares de cada individuo (aun cuando se yea muy limita- do en sus posibilidades personales, de manera ocasional o duradera), me parece que podrIamos encarar las cosas de otro modo que corno simples defensas proyectivas, o como proselitismo invasor e inquie tante. Sin embargo, no es fácil encontrar interlocutores que acepten discutir un aspecto sub jetivo, eminentemente ma- tizado y variable, de snormalidada en función de las rea- lidades profundas de cada uno. Por una parte, la tentación sádica nos Ileva inmediata- mente a las estathsticas o los idcales. Por otra, la tentación masoquista y ((pauperista p desencadena una aletgia inme- diata y cargada de horror ante todos Jos conipuestos da la 'palabra anormab 1. En el primer caso, nos hallamos prisioneros, por una parte, de un imperialismo que se apodera de la nocidn pan interitar salvaguardar los privilegios que esta ültima ha avalado durante tanto tiempo, y en el otro caso nos enfrentamos con un rechazo del término, en razón de I En latin el término norma corresponde, en su sentido especifico. al instrumeno de arquitectura que en frances se llama équerre (escuadra), y sOlo v1scmos a encontrarlo más tardiamente en Cicerdn, }ioracio 0 Plinio, en un empico secundarin y figurado, con ei seutido de regla, modelo 0 ejemplo El primer signhficado determma solamente ci anguio funcionalmeflte mas ventajoo para articular dos pianos en una coustruccidn, y no un posiciOn ideal fija de la casa con respecto al suelo. La construccmón puade encorLtrarse .a plomo.. (es decir, en equilibrio interno), aun sobre un stelo en pendiente pronunciada, gracias a la cscuadm-a, que juslamente hab'á rectiliczmdo Ins peligros que la mnclinaciOn primiUva del terreno hacfa co- rer a Ia soiidei del conjunto del edificlo 30 todos los recuerdos opresivos y dolorosos que despierta. Y nuestra posici6n de investigadores se complica ati'i mas cuando comprobamos que muchos de los que no se encuentran oficialniente comprometidos con 1.ma u otra de ]as dos posiciones defensivas precedentes vadilan a menudo y aiternatjvamente entre Un rapto sádico que los inclina a favor de ]as normas <autoritarias, 0 Ufl guiño de- magogico hacia ]as susceptibilidades acontestatarias . Este movimiento pendular de anulaciones sucesivas presenta el riesgo no solo de volver mudos a esos profesionales, sino, sobre todo, de hacerles perder todo coraje cientifico o toda capacidad de investigaciOn. Sin embargo, Ia nociOn de unormalidadn se halla tan ligada a la vida como ci nacimiento o Ia muerte, at utiiizar el potencial del primero tratando de retrasar las restric- ciones de la segunda, en la medida en que toda norrnalidad no puede sino coordinar las necesidades pulsionales con las defensas y las adaptaciones, los datos internos here- ditarios y adquiridos con las realidades externas, las posi- bilidades caracterjales y estructurales con ]as necesidades relacionales. Y en la actualidad parece ser que ci peligro principal no reside tanto en el conocido riesgo de que Ia nociOn teórica de normalidad sea usurpada en beneficio de los poderosos o los soñadores, sino en la negación por lo pesimistas. que sirven sutilmente al instinto de muerte. del conjunto de Ins elementos reguladores internos que permiten a los humanos (siempre limitados) disponerse iriteriormente para procurar no la ilusión de la omnipo- tencia o Ia felicidad, sino at menos zonas de eficiencia y bienestar suficientemente sólidas i constantes, en medio de sus necesarias imperfecciones y sus no menos obliga- torios conflictos interiores. Liegariamos asI a una sIntesis bastante aproximada a la del hombre de la caile que cree, muy sabiamente sin duda, que cualquier ser humano se halla en un xestado normal " , sean cuales fuesen sus problemas personales profundos, cuando consigue manejarios y adaptarse a sí mismo y a los demás, sin paralizarse interiormente dentro de una prisiOn narcisista, ni hacerse rechazar por los de- más (prision-hospital-asiio), a pesar de ]as inevitabies diver- gencias a que se expone en sii relación con ellos. 31 Mi intento actual de definir la nociOn de la unorma- lidath está lejos de satisfacerme por entero, aunque más no fuera por su extension; pero hasta el presente me ha parecido difIcil reducir el nümero de sus parámetros. Intento de definiciOn: La persona verdaderamente %sanaD no es simplemente la que se declara como tal, ni mucho menos un enfermo que se ignora, sino un sujeto que conserva en si tantas fijaciones con flictuales corno la ma yoria de la gente, que no haya encontrado en su camino dificultades internas o ex- ternos que superen su equipo afectivo hereditarioo adqui- rido, sus facuitades personales de defensa o de adaptacidn, y que se permita an juego bastante flexible de sus nece- sidades puisionales, de sus procesos primario y secundario tanto en los pianos personales como sociales, evaluando la necesidad con exactitud y reservdndose el derecho de corn portarse de manera aparentemente caberrante en cir- cunstancias excepcionalmente vanormaleso. Por lo tanto, será necesario insistir en que las nocioneS de norimalidacli' y estruotura son independientes. En efecto, la observación cotidiana ha demostrado amplia- me'nte que una personalidad considerada normal puede entrar en cualquier momento de su vida en el ámbito de la patologla mental, incluId.a la psicosis, y que, a la inverSa, Un enfermo mental, incluso psicótico, que recibe un tra- tamiento correcto y precoz, conserva intactas sus opor- tunidades de retornar a una situaciOn de vnormalidado. De manera que actualmente, ya no nos atrevemos a opo- ner de manera demasiado simplista las gentes normales" a los cenfermos mentalesD cuando consideramos la estrth> tura profunda. Ya no nos dejamos embaucar por las mani- festaciones exteriores, por estridentes que sean, corres- pondientes al estado (momentáneo o prolongado) en quc se encuentra una estructura verdadera, y no un cambio real de esta estructura en si misma. Si nos limitamos, en un primer momento al menos, a Jo que en mis hipOtesis personales Ilamo cestructuras esta- biesD (es decir, psicdticas o neurOticas), parece evidente que dentro de una Ilnea estructural psicótica, existen tan- tos términos de transición entre upsicosis y cierta forma de normalidad" adaptada a la estructuraciôn de tipo psi- 32 cótzico, como los que existen dentro de una if nea estructural neurótjca entre a neurosis v y cierta forma de norma1jdad,, adaptada a la estructuracjón de tipo neurótico. Sin duda, un ejemplo podrIa ilustrar de manera mucho más precisa mis palabras: Obs. n. 1 Rend tiene 38 aflos. No tiene conocimiento de niiigimn antecodente medico notable. Alto, delga.clo, no parece ni lnuy fuerte fIsicatnente, ni muy cuidadoso de su persona, in muy aterito a Jo que pasa a su airededor. René ha sido el hijo dnico de tin padre bastante mayor y taciturno, no- tario en tin pueblecito, y de una madre mucho más joven, autoritaria y bastante agresiva. Ha crecido fundamentalmente entre esta madre, su tfa (hermana de la madre) y Ta abuela materna, en cuya casa se alojd durante los aflos de sus estudios secundarios y sus comienzos en la Universidad. Esos estudios fueron excelentes, al estar René dotado de un may elevado cociente intelectual, pero se eternizaron debido a que René no acababa de decidirse por una orien- tación definida ni por una carrera precisa. Se graduo muy pronto en Ia orientacjón literarja de Ia Escuela Normal superior, pero no por eso dejaba de buscar certificados de capacidad en todos sentidos, principalmente certificados occientificosD que obtenia fácilmente, y se permitió incluso tin giro momentáneo hacia el campo del Derecho. Al ganar tin concurso de la AgregaciOn de Letras, aceptó finalmerite un puesto en un gran liceo parisino, pero al cabo de algunos años, y mientras contirivaba todavIa enseñando en clases preparatorias, fue designado para un puesto impor- tante en la administración central. Simultáneamente, proseguf a ciertas invest igaciones ma- temáticas y escribIa poemas. Ponla de manifiesto a la vez Un gran eclecticismo y muy escasos elementos pasionales; se permitla pocas distracciones, pero no se aburria. La mayorIa de sus colegas, casados y padres de familia, considerados normales ' por el hecho de que pasaban sus veladas en cócteles o espectáculos de moda, Jos domirigos en las carreteras suburbarias, los martes de carnaval en Val-d-Isère, las Pascuas en casa de sus sucgros y Jos meses 33 de agosto en Esipafia, lo consideraban a él como un ori- ginal), simpático pero algo inquietante. En efecto, frente a ël todo el mundo se sentIa más o menos cuestionado, y pronto cada uno acababa por proyectar sobre René la inquietante extrañeza que éste hacla nacer en ci otro, den- tro del frágil sistema de ideal colectivo adoptado por los miembros del grupo considerado ((normalo por simples razones estadIsticas o ideales. René experimentaba deseos sexuales, pero en la mayoria de los casos se las arreglaba para poner entre la mujer y él distancias tranquilizantes o dificultades apaciguadoras. Sin embargo, y luego de muchas vacilaciones, acabó casándose con una viuda joven, inteiigente, activa y simpá- tica, pero a quien las gentes consideradas ((normalesv en esa época reprochaban que mo se sometiera a los gustos del momento. René experirnentó un diffcil comienzo conyugal: su madre no se mostraba favorable a ese matrimonio; por su parte, los suegros mimaban ' excesivamente a la pareja; finalmente, René comenzó a sentir durante algunos meses una especie de bola ' que subia y bajaba, y que le oprimia al nivel de la laringe. La xnuez, Ic declan, sin duda riendo, los amigos que habIan leido tratados de divulgación psi coanalitica. Y efectivamente, dadas las difioiles circuns- tancias matrimoniales, la broma parecla muy acertada. Luego la pareja se creó una vida independiente, poco original en reiación con lo que los demás Ilaman origi- nalidad'>, pero bastante original, sin embargo, si flOS refe- rimos a lo que la mayorIa suele denominar apresurada- mente normalidad'>. Nacieron tres hijos, educados de una manera ccuriosa'>: es decir que a vecinos, padres y amigos les chocaban las libertades de que disfrutaban. Sin embargo, sus padres no les abandonaban del todo, y los niflos no pareclan sufrir en absoluto en medio de las actividades cbohemias'> de esta familia que sigue sin tener otra cosa que una antigua vi- vienda (en un barrio poco cotizado), un automóvil curioso (de una marca extranjera poco conocida), una casa para las vacaciones poco confortabie en una campiña encanta- dora pero sin prestigio, una situación financiera siempre com'plicada a pesar de un buen salario y algunos suple- mentos, etc. 34 Rend y su esposa son invitados frecuentemente a casa de colegas o parejas que han conocido en viajes o activi- dades culturales diversas, no porque ellos experimenten la necesidad de brillar o entretenerse en sociedad sino porque, especialmente Rend, se muestra interesado —gra- cias a su mayor cultura y su espIritu abierto— por las zonas de inversiones narcisistas más diversas que encuen- tra en sus anLfitriones. Por su parte, Rend y su esposa reciben fácilmente y sin una particular necesidad de ostentación a quienes simple- mente tienen deseos de ver, sin sentirse, por otra parte, particularmente violentos si por razones prácticas deben incorporar a un superior o a un colega menos simpático, pero bien situado. René es normab o no? Sin ninguna duda, se trata de una estructura edIpica con una fijación materna bastante importante que ha fijado las inversianes afectivas dentro de ciertos ilmites difIcil- mente franqueables. Pero una vez planteado esto, podemos comprobar en principio que no se ha producido ninguna desconipensación neita, y a continuación, que al parecer flt) hay motivos para temer ninguna amenaza de descompensa- ción, ya que el conjunto de los mecanismos de defensa y adaptación parece funcionar con una evidente flexibilidad y una indiscutible eficacia, teniendo ciertainente en cuenta la realidad exterior, pero también, y en primer lugar, las realidades internas del sujeto, tanto de sus talentos co- mo de sus sectores eventualmente amenazados. Por Io tanto, yo consideraria el caso de René como una estructura al mismo tiempo neurótica edIpica y genital (lo que no es, desde luego, una enfermedad en sI misma, sino una categoria fundamental de funoionamiento psIquico) y como un caso bien adaptado en el seno de ese grupo de estructuras. 2. PATOLOGIA Y aNORMALIDADv En el curso de los ültimos decenios, diferentes autores se han dedicado a estudiar la dialéctica normalidad-pa- tobogia. 35 E. MINKOWSKI (1938), pone de relieveel catheter subjetivo de la nociOn de <norna>', que 'sin embargo suele sobreentenderse como un simple acuerdo con ]as necesida- des y las realidades de la existencia. Se pone el acento en la relación con los otros, aunque el carácter principal del estudio se mantiene dentro de una óptica más especial- mente fenomenologica. E. GOLDSTEIN (1951) se orienta de entrada en una direcciOn bastante peligrosa at referirse a las nociones de ((ordenD y de <desorden>> que preparan toda una sucesión de juicios de valor que resulta siempre erigorroso for- mular, o inciuso simplemente intentar, en el marco de a psicopatologla; efectivamente, la unidad de medida corre automáticamente ci riesgo de ser considerada más en re- lación con las escalas del grupo de los observadores que con una escuela establecida en función de los datos inte- riores del sujeto observado. G. CANGUILHEM (1966) se refiere a diversos trabajos de Jos aflos anteriores: A. COMTE (1842) quien, apoydndoSe en ci principio de BROUSSAIS presenta la enferrnedad como exceso o defecto con relación at estado normal"; Claude BERNARD (1865), para quien toda enfermedad no es otra cosa que la expresión conflictiva de una función <<normal>' ; LERICHE (1953), para quien no existe umbra! previsible entre to fisiológico y to patológico, con to que la salud podrIa detinirse sintéticamente como ci estado de siiencio de los órganos; JACKSON, finalmente, para quien la erifermedad se haila cons tituida por una privacidn y una reorganización ligadas a una disoluciOn y una regre- sión, ideas que retoma H. EY quien precisa ci orden de disolución, de la enfermedad, de las funciones mentale3 a partir de to que ha sido adquirido más recientemente en la maduraciOn ontogénica del sujeto. G. CANGUILHEM define la enfermedad como la reducción del margen de tolerancia en relación con las infidelidades del medio. MorrnaIidad seria también sinónimo de ccadaptacidn", y esta idea comporta matices que permitirlan a G. CAN- GUILHEM incluir algunos estados considerados por otros como <<patológicos ' dentro de los lImites de to normai>', en la medida en que esos estados pueden expresar una relación de normatividad'> con la vida particular del sujeto. 36 M. KLEIN (1952) nos propone, en toda evolución psi- cogenética del niño, una posición persecutoria priinitiva seguida de una posicion depresiva más o menos edipica. La primera posicion, sobre todo, procederla obligatona. mente de mecanismos económicos de tipo psicótico, y toda patologia ulterior no podria sino tener en cuenta las fi- jaciories arcaicas en esas fases obligatorias para todos. Si bien estamos de acuerdo en no considerar anormaliw a una estructura que haya seguido una evolución 4nfantii a todas luces privilegiada, también nos resulta difIcii con- cebir, cuando atendemos neuróticos o estados ilmites, que todos los individuos hayan atravesado un perlodo en el que su Yo se ha constituldo inicialmente de acuerdo can un modelo psicótico, en ci sentido preciso que continua- remos dando a ese término, es decir, en una auténtica economla de fraccionamiento, verdadera organizaciOn es- tructural, y no una mera etapa, laguna o imperfeccion evolutiva. A. FREUD (1968) creyó poder definir la normalidad en el miño a partir de la manera en que se estabiecen poco a poco los aspectos tópicos y dinámicos de la personalidad, y de la forma en que se producen y se resuelven los con- flictos pulsionales. C. G. JUNG (1913) ha intentado, por una parte, presen- tar los aspectos complementarios de los personajes mf. ticos de Prometeo (el que piensa antes) y Epimeteo (el que piensa después), es decir el introvertido y ci extrover- tido, refiriéndose a -las obras de Carl SPITTELER y de W. GOETHE. La <normalidad ' estarla vinculada a la union de esas dos actitudes que C. G. JUNG considera cercana a Ia concepción brahmánica del simbolo de uniOn. Por otra parte, el autor compara las nociones de adapta- ciOn (someterse a su entorno), inserciön (ligada a Ia no. ciOn Onica de entomb) y .xnormalidad, que correspon- derfa a una inserción sin fricciones, destinada simple. mente a cumplir condiciones objetivamente fijadas. Lo patolOgico apareceria a partir del momento en que ci individuo saliera del marco de sumisión al entomb que corresponde a la inserción, reservada a ese Onico cir- cub. Nos parece que este concepto es similar al que des- cribiré en otro momento, con referencia al movimiento de depresiOn anaclitico del estado limite, dado que en 37 este caso el individuo corre ci riesgo de abandonar el cIrculo restrictivo pero tranquilizador de lo familiar fá lico. J. BOUTONIER (1945) ha mostrado ci pasaje de a angustia a Ia libertaci en el individuo que ha liegado a ser ((normal>,, a pesar de quo Ia maduracióri afectiva, fun- damento de toda normaiidad auténtica, es definida por ci Dr. ANZIEU (1959) como una actitud desprovista de ansicdad con respecto al incorisciente tanto en ci trabaio como on ci ocio, la aptitud para hacer frente a las inevita- bies manifcstaciones de este inconsciente on todas las circunstancias en que la vida pueda colocar a! individu. R. DIATKINE (1967) ha propuesto considerar como una señal de anormalidad ci liecho de que ci paciente uno se sienta bien>> o <no sea fcliz " , e insiste, por otra parte, so- bre la importancia de los factores diriámicos y económicos internos en ci curso del desarrollo del nino, on lo concer- niente a las posibilidades de adaptación y de recuperación, la tendencia a Ia iimitación o la extension de la actividad mental, y las dificultades con las quo se encuentre en elaboraciOn de las fantasias edIpicas. R. DIATKINE nos advierte contra la confusion tan frecuente entre ci diag- nóstico de estructura mental y ci diagnóstico de normai- dad psicopatolOgica. Esta preocupaciOn ya no tiene, apa- rentemente, razón de ser. Efectivamente, un diagnóstico de estructura psiquica estable, on ci sentido on que Ia defino a lo largo de todo este estudio, puede piantearse independientemente de toda referencia a Ia patoiogfa, en tanto que ci diagnóstico de anormalidadD implica, por ci contrario, un examen de la manera como ci sujeto se en- tiende con su propia estructura psIquica. Para R. DIATKINE, no es posible hallar on ci aduito la Ilamada estructura ((normal>). Toda situaciOn nueva con la quc se enfrenta un individuo pone en cuestiOn su equilibrio psIquico, y ci autor estudia alternativamente las dificultades quo puede expresar este sufrimiento en ci niño, segOn las edades y los estadios de maduración. Trata de detcrminar la gama de los pronósticos relacio . -naics ulteriores, e incluye del lado de los elementos per- turbadores todas ]as restricciones de actividades u opera- clones mentalmente nuevas, en particular los sistemas regularmente repetitivos, más 0 menos irreversibles. 38 C. CHILAND (1966) ha retomado un punto de vista paralelo al demostrar que los ninos, cuyo poder norma- two es el más desarrollado, no están sin embargo exentos de ciertos signos de la ilnea neurótica o fóbica. Lo quo servirIa de criterio de normalidad serla, más que un sim- ple dlagnOstico de estructura, la flexibiiidad del pasaje de un buen funcionamjento situado al nivel de lo real, a tin buen funcionamierito situado al nivel fantasmático. Este punto de vista se revela productivo en el piano dt Ia reflexión cuando se lo compara con ]as conciusiones a las que han arribado en patologla escolar africana LEH- MANN (1972), LE GUERINEL (1970) o MERTEMS DE WIL- MARS (1968) con niños que, al tropezar con la ambigüe- dad producida por dos modelos cuiturales inuy diferentes propuestos por la realidad, experimentaban justament dificultades reales para franquear el paso entre una buena integración de lo real iv una buena elaboración fantasmi- tica; sin duda los problemas psicopatoiógicos verificados se orientan en el sentido de las hipótesis de C. CHILAND, quien precisa (1965): Nuestro objetivo no es necesariamente hacer del niño un individuo con forme a lo que su medio, su Jam ilia, la escuela o la sociedad esperan de él, sino hacerlecapaz de acceder a su autonomla y su felicidad con la menor can- tidad posible de limitaciones.x' P. BOURDIER (1972), finaimente, ha analizado diferen- cias lógicamente previsibies entre las <cnormas de una mujer y las de un hombre, por ejemplo, o entre las asu- midas por ninos de edades diferentes. Un nino de cuatro años podria comportarse como un loco siendo completa- mente norrnai ' , en tanto que en perIodo de latencia los mismos sintomas desencadenarian una viva inquietud en el psiquiatra. Por otra parte, un niño normab> de cuatro mc- ses no percibirla el deceso de su madre si se le interpu- siera un sustituto válido, en tanto que un niño de quince meses unormal se hallarla muy perturbado por el hecho de no poder agredir a la madre y volver a verla intacta un momento de.s.pues; en cuanto a un niño <<normals de seis años se satisfaria con el sufrimiento propio del tra- bajo de duelo. A. HAYNAL (1971) muestra la dificultad de aplicar al dominio psiquico los habituales criterios de <enormaiidad 39 que se refieren a la adaptaciOn, la felicidad, la expansion, etc., y la importancia de la relatividad sociológica de La noción de norma1idad, tanto en el hombre como en las sociedades animale.s, en las que deben tenerse más en cuenta las condiciones ecológicas y la densidad territo- rial de Ia colectividad en cuestiOn. For otra parte, hay comportamientos raros que no son sin embargo anormales. Como lo señala J. de AJURIAGUE- RRA (1971) a propósito de un texto de KUBIE: vLa salud es un estado estadisticamenle raro y sin embargo en absoluto anormaL Me parece conveniente reconsiderar ahora los concep- tos freudianos que conciernen a Ia noción de cnormali- dadm, y que, en nuestra opiniOn, pocas veces se han te- nido en cuenta. En este terreno, como en muchos otros que se refieren a Ia psicologia, tanto riormaL como upatol6gicap, S. FREUD ha si.gnificado un viraje iniportante en Ia manera de pen.sar de los psicopatólogos. Antes y después de sus informes teóricos y cilnicos las concepciones hablan cain- biado radicalmente; Jo que seguramente no quiere decir, como ya veremos, que antes de S. FREUD nadie haya es- crito sobre estos temas, ni tampoco que S. FREUD haya tenido la posibilidad y el tiernpo de agotar tal estudio. De sus Tres ensayos sobre ía teorla de ía sexualidad (1905), de su Forrnulación de dos principios del funciona- miento mental (1911) y de sus Cinco psicoandlisi.s (1905- 1918) podemos retener tres postulados: 1. Toda la psicologla del adulto tierie sus fuentes en las dificultacles experimentadas a nivel del desarrollo de la sexualidad infantil. 2. Son las pulsiones inhibidas, sexuales y agresivas, las que crean los sintomas. 3. El modo como se vive la eta pa organizadora de la personalidad (es decir, ci Edipo), depende esencialmente de las condiciones del media ambiente. Por otra .parte, las precisiones que S. FREUD aporta en textos menos conocidos no invalidan en absoluto esos tres postulados: en sus Caracteres psicopáticos en el tea- tro (1906) muestra que Ia inhTh ición se cumple en el 40 carácter no patologico, en tanto que ese resultado falta en ci carácter patologico; pero ci término patológico Se limita aqul exciusivamente al sentido de neurótico. En Algunos tipos de caracteres descubiertos en la labor psi- coanalitjca (1915) estudia las excepciones; los que fracasan ante ci éxito y Jos criminales pox- sentimiento de culpabL lidad exciusivamente por referencia a la economIa edIpi- ca, superyoica, genital y castradora, o sea, a la ilnea neu- rôtica. En el Final del Edipo, S. Freud (1923) Ilega a de- olarar que lo que distingue lo normal de lo patoldgico reside en Ia desaparición o no del complejo de Edipo; di. cho de otra manera, rehusa la categoria de normalid.adi a toda estructura no neurótica e incluso, al parecer, a una estructura neurótica en la que la represion del Edipo hubiese actuado solo de manera parcial. Exige la desapa- rición cornpleta del complejo. En sus Tipos libidinales (1931), finalmente, trata de coubrir la distancia que SU puestamente existe entre lo normal y lo patoIOgico me- diante la distinción de tres tipos básicos: el erOtico, el narcisista y ci obsesivo, que se combinarian habitualmente en sub-tipos: erótico-obsesivo, erótico-narcisista y narci- sista-obsesivo; ci tipo teónico erótico-obsesivo-narcisista representarla, segün FREUD, ccla absoluta normalidad, la armonia ideab. Pero aparentemente FREUD se deja atra- par por ci engaflo de la universalidad de las apelaciones neurdticas, ya que si bien sus pertinentes descripciones del obsesivo y del narcisista-obsesivo corresponden acerta- damente a economlas de neurosis obsesiva, ci tipo eró- tico a economlas neuróticas histéricas, parecerIa que bajo Ia cobertura del tipo erOtico-narcisista, más que neurosis describe estados Ilmites; bajo la cobertura del tipo nar- cisista, caracteriales logrados; y finalmente prepsicOticos bajo la cobertura del tipo erOtdco-obsesivo (en este caso ci acento recae sobre las defensas antipsicdticas más que sobre las incertidumbres del Yo). En este ñltimo artIculo, más tardlo dentro del conjunto de su obra y que avanza más profundamcnte en la bus- queda de los elementos dialécticos entre normalidad y patologla, S. FREUD trata de ir lo más iejos posible en ci reconocimiento de fenOmenos no patoldgicos que im- pliquen sin embargo inflexiones particulares en ci modo de inversion de la libido en cada tipo descrito. Pero FREUD 41 se halla prisionero de su gran descubrimiento: la econo- inia genital cdi pica y netirötica, a la que reduce, por cierto que con algo dc insatisfacciOn, la mayor parte de sus otras descripcioncs clinicas. Efectivamcntc, antes dc FREUD los humanos se divi- dIan habitualmente en dos grandes categorIas psIquicas: los normalcs> y los enfermos rnentale.s (entre los que se incluIan en bloque los neuróticos y los psicóticos). El gran mérito de FREUD consiste en haber demostrado mediante sus trabajos revolucionarios sobre la econornIa neurótica que no existia ninguna solución de continuidad entre ciertos funcionamientos mentales considerados nor- maIes y ci funcionamiento mental considerado neuróti- co ' . Todos los grados existen y los mecanismos siguen siendo, en el fondo, los mismos; solo difieren, en mayor o menor medida, la adecuación y la Ilexibilidad del juego de esos mecanismos. Infortunadamente, S. FREUD no se aventura rriucho más allá del terreno neurOtico. Describe como neurosis un indiscutible estado limite como el de <el hombre de los lobos,) (1918), y conocemos su renuncia a abordar a los psicóticos, sus vacilaciones en la discusiOn de los datos nosológicos que concernIan al Presidente SCHREBER (1911). Si bien al final de su vida escribiO, en Corn pendio de psicoandlisis (1940), que era aimposible "establecer" cien- tIficarnente una lIuea de dernarcaciön entre estados nor- males y anorrnales, S. FREUD, como todos aquellos que de manera más o menos inequIvoca han permanecido fi. jados exclusivamente en las posiciones de su época, pensó durante mucho tiempo que la division no se planteaba entre normales por una parte y enfermos (neuróticos o psicóticos reunidos) por otra, sino, entre neuróticos y nor-males (que corresponden a los mismos mecariismos conflictuales y defensivos), por una parte, y por otra ci grupo de los ono normaIes, que abarca todo el resto; ese resto" al que se alude de manera imprecisa con la deno- minación de psicOticos y prepsicóticos diversos, o bien más diversificados en psicosis concretas, pero también en estados limites, caracteriales, perversos, etc. Me propongo ir aün más lejos: parto del punto de vista de que es posible distinguir, par una parte, las estructuras auténticas, sólidas, fijas y definitivas (psic6- 42 ticas o neuróticas) y por otra ]as organizaciones interme- diarias (estados Ilmites) menos especificadas de manera duradera iy que •pueden originar disposiciones más esta- bles (enfermedades caracteriales o perversiones). En lo que concieme al primer grupo, podemos coni- derar que existen tantostérminos de trancisióri entre normalidath y psicosis descompensada en Ia Ilnea es- tructural fija psicótica como entre cnormalidad y neu- rosis descompensada en la Ilnea estructural fija neuróti- Ca. Por el contrario, en lo que concierne al segundo grupo definido como intermediario, veremos enseguida que es dificil considerar una real norrnalidad>, debido a Ia in- tervención de enormes contra-inversiones energéticas an- tidepresivas y permanentes (justamente, en razón de la precariedad de la adaptación a las realidades intemas y externas) y de la inestabilidad profunda de tales organiza- ciones, que no e.stán realmente estructuradas en el sentido definitivo y pleno del térrnino. AsI pues, reservarlamos Ia noción de <normalidad a un estado de adecuación funcional feliz solamente en el interior de una estructura fija, ya sea neurótica o psicó- tica, en tanto que la patologla corresponderia a una 1-up- tura del equilibrio dentro de La misma Ilnea estructurai. Nos parece ütil un ejemplo cilnico: Obs. n.° 2 Georges tiene 42 años. Es director de un Liceo. No sabe- mos casi nada de su primera infancia, que dice recordar muy poco y sobre Ia que no desea hablar. Quedó huérfa- no de madre y luego, muy pronto, de padre. Le adoptó entonces una familia amiga de sus padres, conducida por una mujer autoritaria, rIgida y poco afectiva. Muy bien educado en el piano funcional, realizó estu- dios altarnente satisfactorios. Se reveló como un adoles- cente bastante precoz en el piano intelectual, como un estudiante meticujoso, y luego como un docente muy atento y racional. Sus cualidades de precision, orden y razonamiento teOrico, su sentido de la autoridad, ci de- recho y el método le valieron un rápido avance adminis. trativo a pesar de algunas asperezas en las relaciones con sus alumnos o colegas. 43 A los veinticinco aflos se casó con una mujer de la misma edad. También docente, igualmente autoritaria y bastante rigida. Tuvieron dos hijos que parecen gozar de buena salud, pero que muy pronto fueron colocados en pupilaje a cierta distancia •por su <cbien> aparente y ra- oional. La pareja evolucionó en grupos de investigación pro- fesional e incluso filosófica bastante audaces (pero sin dejar de ser especificamente burgueses), Ly a menudo ocu- p6 sus noches, sus domingos y sus momentos fibres con ci pretexto de reuniones o de cursillos diversos orientados liacia tdcnicas, posiciones o ideas cuidadosamente selec- cionadas de manera tal que se opusieran siempre al pen- samiento comün de los colegas del mismo establecimiento. Podriamos ver a Georges como un ejemplo de sujeto originah, es cierto, pero de apariencia normal, bien adap- tado a sus realidades internas y externas. Los principales mecanismos de defensa que hemos adelantado hasta aho- ra pueden considerarse de tipo obsesivo. Pero he aquI que, durante una sesión de adindmica de grupo organizada por su Academia, George es el sujeto de más edad y de mayor jerarquIa del grupo en el que participa. El animador, conocido por su ambivalencia respecto de la Universidad, disfruta en cierta medida al verlo vadilar en sus argumentos, aunque le cree capaz de defenderse. El moderador, aün mucho más cáustico con respecto a Ia autoridad y deseoso de complacer a los agre- sivos, se abstiene de intervenir. Asi es como George red- be sin ninguna precaución particular (ni .preparación, des- de luego), toda la descarga agresiva del grupo. Inmediata- mente se siente presa de un malestar interno, y no sabe ya con dlaridad quiéri es, dónde está, ni qué hace. Huve de la sesión. y, muy excitado, recorre la pcqueña ciudad en que ésta se desarrolla, creyéndose perseguido por cual- quiera que use uniforme. Cuando se requieren los servicios de un medico inter- viene un amigo que reside en los airededores: Ileva a Georges a su casa, y lo confia a un psiquiatra conocido quo ordena reposo al paciente, lo atiende primero con medicamentos y sedantes, y luego Jo envia a un psicoa- nalista. 44 Actualmente, Georges evoluciona bien. Ha retomado todas sus actividades profe.sionales, pero sus relaciones sociales han mejorado, y sus aspectos reivindicativos se han corregido. Sin embargo, se trata sin ninguna duda de una estruc- tura psicótica; ci tratamiento anaiftico ha identificado transferencja fusional, angu.stia de fraccionamiento, e im- portantes negaciones de la realidad. Esta estructura, hasta entonces no descompensada y que habia permanecido en Jos limites de una indiscutibie unormalidad,>, ha <cesta- lladov repentinamente ante una agresión externa dema- siado poderosa en relacidn con las defensas habituales del sujeto. Esta circunstancia ha originado la desperso- nalización y el delirio. Georges ha pasado del estado cnor- mali> al estado patologico> sin que su estructura pro- funda vane. Las defensas de modo obsesivo han cedidn momentáneamente ante Ia intensidad de la agresión prac- ticada por lo real; y le ha resultado imposibie negar(o, porque las anulaciones obsesivas de las representaciones pulsionales ya no resultaban suficientes. Dc esta manera, Georges se ha transformado en un aenferrnoz. , sin cambiar la forrna estructural de su Yo. Se ha xcurado,, después sin variar ci estado profundo del Yo, y por lo tanto su Ilnea estructural, gracias a un tratamiento que perm.itió el res- tablecimiento de def'ensas más adecuacias, sin modificar sin embargo su modo de organizacion mental subyacente. 3. LA cNORMALJDAD> PATOLOGICA Hemos visto la posibilidad de considerar por una par- te cierta ((normalidadD y por otra las manifestaciones pa- tológicas, en funoión de un modo de estructuración fijo y preciso. Pero las cosas parecen cornplicarse Un poco cuando nos vemos en la necesidad de descnibir las personalidades Ilamadas pseudo-normales * , y que no corresponden justa- mente a una estructura estable ni definitiva, tal como ocu- n-ía cuando nos refenlamos a las estructuras de la linea neurótica o de la linea psicótica. En ci interior de estas ültimas lIneas, bien definidas en su evoiución, Jos sujetos 45 se defienden de la descompensación por medio de una adaptación que atafle tanto a su pro.pia economfa como a los diferentes factories de originalidad: como veremos más tarde, esa adaptación provee a sus comportamientos relacionales de elementos singulares que constituyen sim- ples urasgos de carácter". Por el contrario, las personali- dades cpseudo normales>' no se hallan asI estructuradas en el sentido neurótico iii en el psicótico, sino que se constituyen, a veces de manera bastante duradera aunque siempre precaria, segin diversos mecanismos, no muy originales, que obligan a esos sujetos a cjugar el rol de la gente normal, e incktso a veces cal hipernormali ' más que al original, con tal de no descompensarse en la depre- sión. Se trata, de alguna manera, de una necesidad protec- tora de hipomanla permanente. Volveré a referirme a ello a .propósito de los estados limites y de las neurosis de carácter on particular. Pero el sentido comün detecta fácilmente, luego de un cierto tiern.po de exitosa super- cherfa y en aircunstancias sociológicas diversas, a esos Ilderes de escasos recursos constructivos, a los cuales otras tantas per;onas decepcionadas narcisisticamente se aferran durante el tiempo más o menos prolongado de una ilusión. E'sos personajes luchan con ardor, en nombre de un ideal o tin interés cualquiera má.s o menos ideaii- zado, simplemente contra su inmadurez estructural y sus frustraciones, y contra la depresión, cuyo peligro no con- siguen sin embargo aventar definitivamente. Incluso son a veces, y de manera pasajera, verdaderos uger.iecitos para su familia, csu barrio o su pueblo, o bien para su me- dio de vida o de trabajo, en tanto su hipomanla pueda co- rresponder a las necesidades narcisistas del contexto o- cial. Pero no resisten una prueba duradera de confronta- ción con los otros o con lo real. Tendr ocasidn de precisar nuevamente, a propósito de la nocidn de aestructuran, que en psicopatologla no po- demos confundir los diversos modos de funcionamientomental remitiéndonos solo a sus aspectos fenomenológicos y superficiales. Corresponde opcmer las verdaderas estruc- turas" (neurOticas o psicOticas con o sin jerarquIa patoló- gica) a ]as simples organizaciones, menos sOlida•s y que lu- chan on todo momento contra la depresiOn mediante di- velisas artimafias caracteriales 0 psicopáticas que superan 46 el marco de Jo que hemos de'finido anterior-mente como adecuado a los parámetros de anormalidadD, es decir, de adaptación econômica inter-na a la realidad Intima del Sujeto. Las verdaderas estructuras no originan personalidades (, Pseudo norma1es pero, segün permanezcan o no libres de rupturas patológicas, pueden conducir alternativamente a los que definimos, con CANGUILHEM, como estadis sucesivos de adaptación, desadaptación, readaptación, etc. Por el contrario, ]as simples organi2aciones se corn- portan de manera mu1y diferente: en caso de traumatismo afectivo más o menos agudo, esas organizaciones pueden, (en la mayoria de los casos) o bien hundirse en la depre- sión, o bien evolucjonar hacia una estructuración más sóiida y rnás definitiva de tipo neurótico o psicótico. Pero con excepción de tales accidentes afectivos, su estado co- rriente no puede denominarse anormalA sin restricciones, ya que parece corresponder a una defensa energética psI- quica mucho más importante y mucho más costosa en el piano de las contrainversiones necesarias para apaciguar el narcisismo. Efeotivarnente, esta clase de organización no se bene- ficia ni de la categorIa neurótica de los conflictos entie el Super-yo y las pulsiones, con todos los cornpromisos estables posibles, ni, como en la Ilnea psicótica, de una operación de laminación del Yo que aporta también una relativa estabilidad. En nuestras organizaciones cdImites, comprobamos uria lucha incesante para mantener en un anaclitismo obsesivo la seguridad narcisista que cubra los permanentes riesgos depresivos. Tales exigencias nar- cisistas obligan al estado ilmite, a las diversas afecciones caracteriales o al perverso a mantener la, religion de un Ideal del Yo que induce a ritos de comportamiento muy por encima de los medios libidinales y objetales realmen- te disponibies al nivet de Ia realidad del Yo. Ello conduce al sujeto sirnultáneamente a imitar a los personajes idea- les prototipos de normalidath en el piano selectivo, y tambiért a imitar a los personajes que representan ci par- centaje más elevado cuantitativamente de casos semejan- tes entre si en el grupo cultural al que aspira. Nos hallamos pues rnuy cerca del modo de funciona- miento mental que D. W. WINMICOTT (1969) designa ba- 47 jo los nombres de <,Self artificial*, o de xfalso Self ,, , y que describe como organizaciones de defensas más efi- caces contra Ia depresión. Nos hallamos también muy cerca de lo que, como consecuencia de la filosofa alemana de la GAls Ob (con E. VAIHINGER), H. DEUTSCH (1934) ha definido bajo el término de personalidades <<as if>. Esas descripciones de tin carácter <simili o <<como Si'> alcanzaron cierta celebridad porque corrèsponden a una realidad clInica frecuente y poco señalada hasta entonces, pero también debemos reconocer que parte de su éxito proviene de la carencia de referencias más precisas a una organización económica profunda, distinta de la economla estrictamente neurótica, lo que no inquieta demasiado a los espIritus analIticos defensivamente aferrados a la or- todoxia del dogma (atribuIdo a S. FREUD) de la infalibi- lidad organizadora del Edipo. El estudio presentado por H. DEUTSCH es igualmente interesante en el piano descriptivo: hiperactividad reac- cional, apego a los objetos externos Ly a los pensamientos del grupo, con dependencia afectiva pero sin permitirse sin embargo una desinversión objetual seria, gran labili- dad ante los conflictos exteriores, pobreza afeotiva y poca originalidad, dada la movilidad de sus inversiones y su nivel superficial. C. DAVID (1972) ha descrito variadas formas clinicas en el seno de tales actitudes, y ha acentuado la tendencia a somatizar, los elementos caracteriales, la sobrevalori.za- oión de la acción, el aspecto patologico no aparente del narcisismo (Super-yo formalista, Ideal del Yo sadico, ne- cesidad del éxito a cualquier precio), la necesidad de hi- peradaptaciórt a la realidad (estimulada por la sociedad), el aspecto en realidad carencial de la adaptación (con un ünico objetivo), la abrasion de las pulsiones, la angustia subyacente y el aspecto artificial de las aparentes subli- maciones. En sintesis, C. DAVID pierisa que los dos fun- damentos principales de esos <<pseudonorinales ' están cons- tituidos por la debilidad narcisista y el fracaso de ia reparticion entre inversiofles narcisistas y objetales. Me parece que la siguiente observación cilnica corres- ponde particularmente a este tipo de descripción: 48 Obs. n o 3 Cuando tuve conocimiento del caso de Julien, éste aca- baba de cumplir 50 años. Hijo de Un artesano modesto y anodino y de una madre estpida, pretenciosa, inquie tante, Julien fue educado en el odio a los ricos, en el temor y a la vez la devoción con respecto a la gente de buena situación, en la admiracidn tanto del tio canónigo (que ha liegado a ser aJguien) como del hermano mayor que habIa cuntraIdo matrimonio con la hija del pastelero a quien servia de aprendiz. Al iguai que ese hermano mayor y las dos hermanas, Julien comienza a trabajar muy pron- to con un comerciante de la region. Al mismo tiempo, y siguiendo los consejos de un camarada mayor que él, se las arregla para seguir cursos nocturnos y preparar un diploma de contabilidad que le permite, gracias a la re- comendaciOn del padre de ese companero, entrar en un banco. Dado que es joven, soltero, no tiene muchas ocu- paciones, es tan idealista como agresivo y no le gusta es- tar solo por las noches, se convierte rápidainente en el adelegadoa de sus colegas para todas las tareas parapro- fesionales a las que los otros empleados no están dispues- tos a consagrar su tieinpo libre. Milita en un medio sin- dicalista tan violento verbalmente coxno conservador en sus opciones latentes. Esta actuación le hace posible en- tablar relaciones sinipáticas y tranquilizadoras con see- tores diversos y ganar fácilmente tanto los sufragios de sus colegas como la complicidad tácita de sus directores. Siexnpre en acciOn, en lucha (verbal), en discursos, des- plazamientos, conferencias o negociaciones, recoge Ia ad- miración de toda su familia, incluso el tio y el hermano mayor antes envidiados. Poco a poco consigue hacerse de un nombre en los periOdicos locales, ayudado por anadi- dura por algunas libaciones en los cafés instalados frente a Jas salas de redacción y que por ello permanecen abiec- tos hasta altas horas de la noche. De manera que se convierte en consejero de esto, de. legado de aquello, entra luego a Ia municipalidad y más tarde al consejo general; finalmente, gracias a un escru- tinio que oscila entre un candidato saliente demasiado desgastado en cuanto a su persona, y un adversario dema- siado marcado en cuanto a sus ideas, Julien ilega a cob- 49 carse en una posición tranquilizadora que le favorece en la primera vuelta y en la segunda le asegura una confor- table mayorIa. Y es asi como ilega a ser diputado por una circuns- cripción oscura, pero donde organiza tan bien su propa- ganda personal que ningün partido importante se atreve a inquietarle. Se habla del <feudo> de Julien. Todos lie- gan a acuerdos con éI, nadie se le opone... No puede quedarse quieto. La mujer con la que se habla casado por azar en el curso de su ascension social, al detenerse por un momento en uno de los peldaños (del que ni siquiera se acuerda), continda educando modesta- mente a sus tres hijos y distribuyendo su tiempo entre las tareas domésticas, los ilamados telefOnicos (.No, ci señor Julien no está aqul, liamadle el sdbado al Ayunta- rniento), y ci café que bebe sobre el hule de la cocina con vecinas vulgares. Julien vive en Paris con su secretaria, viuda de un amigo de Julien,antiguo militante de los primeros dias, quien tras las huellas de Julien y sus colegas se ha rca- daptado a los restaura'ntes prodigos, los teatros del Boule- vard y los .cdeshabillés '> vaporosos. Puede haber un hombre más feliz que Julien? 4A quién podrIa declararse más normal, más logrado? Ahora bien, he aquI que un maremoto de apariencia poll tica .pero con raIces más profundas barre a quienes no han sabido comprometerse lo bastante pronto en un sentido o en otro. Julien no es reelegido, a pesar de su esfuerzos de Ultima hora y las promesas fastidiadas de sus amigos, cada vez menos calurosos. Pierde al mismo tiempo a su amante, que es ahora la secretariav, de uno de sus antiguos colegas, ya que supo reconsiderar a tiem- p0 sus opciones y reelegir friamente una nueva etiqueta de moda. Debe regresar a su region, junto a su esposa anodina, retomar un empleo. Cuá1? La gente lo mira con una pe- nosa ironla. Hasta sus hijos le agreden con un desprecio que él no puede soportar. Julien se derrumba. Se angustia, siente disgusto por si mismo, no come y adelgaza. Se altera su sueflo y su puiso se acelera. No le encuentran nada médicamente ob- jetabie, pero dc todas maneras lo internan en una cli- 50 nica. Sin éxito. La depresión va en aumento. Una noche corre la noticia de que se ha matado en su automóvil. Los testamonios coinciden: Julien se ha arroj ado práctica- mente contra un árbol at volver a su casa luego de que un amigo rehusara asociarse con él en una empresa CC)- mercial con la que esperaba volver a ernprender (bajo Ia protecciOn de ese amigo) un nuevo ascenso social. Evidentemente, Julien no era un psicótico. Pero tani- poco habla ilegado nunca a constituir una verdadera es- tructura neurótica, edIpica o genital. Habla permanecido bloqueado entre esas dos Ilneas, en una situacidn bastante inestable. Teuf a necesidad de ocultar su inmadurez afec- tiva bajo la coberura de tin éxito social brillante y con- ti.nuamente renovado. Al mismo tiempo disirnulaba su débil potencia genital bajo agresiones verbales compen- satorias. El episodio con su amante constituIa mds Un aspecto exterior de triunfo social y de pseudo-sexualidad que una verdadera inversión genital adulta. Si no hubiera debido enfrentarse repentinamente con una herida narcisista inesperada, ante la cual se encon- tró demasiado desprovisto, Julien hubiera podido seguir bien adaptado durante mucho tiernpo. Se enfermó cuando su decoro narcisista cedió y cuando la pobreza de sus intercambios afectivos dejó de ser disimulable por los mecanismos utilizados hasta entonces. En este momento crucial, Julien fue incapaz de encon- trar otros medios de plantear el cambio, y ya no estaba en condiciones de dar solo el paso que le hubiese condu- cido a una mayor sinceridad para consigo mismo. Si los medicos que le buscaron en vano una enferme- dad orgánica hub.ieran descubierto la thmensa angustia afectiva oculta detrás de su perturbación corporal y le hubiesen tratado o hecho tratar en psicoterapia, Julien no hubiera tenido ninguna necesidad de desaparecer. Sin ninguna duda, gracias a sus grandes cualidades y a su energia, hubiera podido reencontrar por sI mismo orien- taciones nuevas - y más estables— de real•izaciOn de sus necesidades afectivas reales, que no tenfan nada de re- prochable ni de especialmente espantoso. Pero el interrogante sigue abierto: en su etapa de éxi- tos, es decir, en el momento del logro de sus contrainver- siones costosas, narcisistas y antidepresivas ( r no de una 51 adaptación a una estructura estable), Zcabia considerar que Julien respondla al concepto de normalidada? El precio con que pagaba sobre ci piano energético la nece- sidad de sentirse reconocido como criormal, a los OjOS de sus instancias ideales y a Jos de la mayor cantidad de sus semejantes —un precio, por otra parte, tan elevado en el piano de las contrainversiones—, puede color-arse dentro de Jos ifmites considerados normalesa? La pobre- za de sus inversiones objeta'les, ia precariedad del pote.n- cial adaptativo de sus defensas, asI como ]as inhibiciones referidas a sus .satisfacciones libidinales, Zsc mantienen en ci registro de lo ((normal>>? En algün momento de su vi- da erealiz6 Julien una organización afeotiva centrada so- bre sus originalidades y necesidades propias, en lugar de considerar exciusivamente la imagen que ofrecla a la ma- yorla de los demás y que se ofrecla a sj mismo en ci piano de las exigencias ideales que ahogaban sus deseos y riecesidades económicas profundas? La necesidad, experimentada como narcisistamente esen- cial, de conformarse a un ideal o a una mayorIa del gru- po-que-tranquiliza, es un s4ntoma de normaiithd? D. ANZIEU (1969) piensa que en los grupos es posible determinar la inercia inherente a la naturaleza de cada Individuo, a sus comportamientos adaptativos o no ante una transforrnación de los hábitos, los conocimientos 0 los métodos empleados hasta entonces. La ansiedad en- ge'ndrada Se opone frecuentemente a la adaptación. La au- torregulación interna necesaria ante Jos movimientos del grupo sólc puede obtenerse gracias a las posibilidades adaptivas personales de cada uno de los miembros, te- niendo en cuenta las actitudes y ]as motivaciones indivi- duales como modo de comunicación de su potencial de movilidad. C. CHILAND (1971) con-firma que no encuentra en ci niflo estructura enormala, y que frecuentemente los niflos 1. Sin duda el valor subyacente permanece 1iado al registrD familiar. pero la repeticiôn social puede muy bier> distanc>arse de la .mayorfa de un conjunto demasiado importante pal-a, buscar tranquilidad en la .mayorla. de un grupo mds reducido, particularmnente Si este Ctltimo grupo Se sitüa en posiciOn •anti en relaciOn con ci conjunto. Asf se puede samisUacer (al merios en parte) sixnultdneamente a Ia defensa, es decir, la necesidad de seguridad en el grupo elegido (incluSo ci más pequeflo), imnagen de la fa- milia ideal. y la tendencia, es decir, el deseo de agredir ad grupo grande, imagen de la fainiiia oprimente. 52 que avan mejoru tienen una estructura profunda de tipo neurótjco. Como lo sefialaba C. DAVID (1972), conviene recordar el consejo de Henri MICHAUX: No te apresures en la adaptac ion, guarda siempre reservas de inadaptación.. Tenemos derecho a plantear un segundo problema que Conjugue a1 mismo tienipo los criterios más auténticos en el piano de las reaiidades Intimas y Ia consideraoidn de relacjones más diversifjcadas y menos angustiadas con la realidad externa? La unormaJjdad no es fundamental- mente inquietarse por el u4c6mo hacen los otros?, sino simplemente buscar a lo largo de toda la existencia, Sin demas}ada angustia ni dernasiada vergüenza, la mejor ma- nera de ma.nejar los conflictos con los demás y los con- flictos personales, sin alienar sin embargo ni el propio potenciai creador ni las necesidades Intimas. 4. NORMALID,4m, Y STANDARJZACIN Corresponde que nos preguntemos cómo puede esta- blecerse la patogenia del comportamiento pseudo-nor- malD, demasiado centrado a la vez sobre un ideal .y sobre una mayoria. También tenemos derecho a plantearnos trna segunda pregunta que, a pesar de las apariencias, se vincula es- trechamente con Ia primera: en nuestros dfar, y en fun- ción de diversos factores actuales, Zno tiende ci individuo más hacia Jo standardD que hacia lo norma•lr? En efecto, en un momento en el que ci mercado co- mercial reemplaza poco a poco los antiguos productos artesanales, a veces excelentes y otras muy inconstantes, par artIcuios standarizados (alimentación, artIculos del hogar, amoblamiento, construcción, etc.), cuyos atributos son sin duda inferiores al refinamiento, Pero sin embargo, y en general, superiores a la mediocridad, no serfa sor- prendente observar que paralelamente, el ser humano se sacrificara a la misma necesidad de seguridad, de co'nfor- midad, de po!ivaiencia mal diferenciada en su propia uti- lizaciôn de si mismo. Creo que un libro reciente de B. BETTELHEIM (1971), Les enfants du réve, parece muy indicado Para
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