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Apocalpticos-reintegrados--una-revision-del-texto-en-su-contexto

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1 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL 
AUTONÓMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
APOCALÍPTICOS REINTEGRADOS, 
UNA REVISIÓN DEL TEXTO EN SU CONTEXTO 
 
T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN CIENCIAS DE LA 
COMUNICACIÓN 
P R E S E N T A 
MARVEL ENRIQUE LANDAVERDE RODRIGUEZ 
 
DIRECTOR DE TESIS: 
PROFESOR MAURICIO AGUSTÍN 
PORRAS GÓMEZ 
CIUDAD UNIVERISITARIA, MÉXICO, D.F. 
2013 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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2 
 
ÍNDICE 
 
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 3 
1. MARCO TEÓRICO ....................................................................................................................... 9 
1.1. Peirce y la semiótica. Del signo al pensamiento y viceversa. ...................................... 10 
1.2. Antropología, psicoanálisis y lenguaje. De la palabra al discurso y viceversa. ........... 12 
1.3. La literalidad y el mito. De lo sagrado a la búsqueda del significado y la forma. ....... 13 
1.4. Siginificantes en la comunicación. La urgencia de lo ausente. ................................... 16 
1.5. La reinserción de un texto. De partisano a integrado. ............................................... 16 
2. MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL ............................................................................................. 18 
2.1. La Biblia ....................................................................................................................... 18 
2.1.1. Composición y estructura........................................................................................ 18 
2.1.2. Datos sobre su elaboración ..................................................................................... 21 
2.1.3. El Canon de las Escrituras ........................................................................................ 21 
2.1.4. La inspiración divina ................................................................................................ 23 
2.1.5. Su preservación ....................................................................................................... 25 
2.1.6. Fundamentos de la credibilidad en los textos que se tienen .................................. 27 
2.1.7. La Biblia en español ................................................................................................. 28 
2.2. El Apocalipsis y su contexto particular ........................................................................ 30 
2.2.1. El pueblo judío ......................................................................................................... 30 
2.2.2. El mundo en el siglo I............................................................................................... 33 
2.2.3. El entorno de los escritos neotestamentarios ........................................................ 34 
2.3. El escritor del Apocalipsis ............................................................................................ 36 
2.3.1. Desambiguación ...................................................................................................... 37 
2.3.2. Juan, el apóstol ........................................................................................................ 38 
3. APOCALÍPTICOS REINTEGRADOS ............................................................................................. 41 
3.1. Preámbulos ................................................................................................................. 41 
3.2. Especificaciones .......................................................................................................... 41 
3.3. Bosquejo del libro ....................................................................................................... 43 
3.4. Sobre la presentación del material ............................................................................. 44 
3.5. Apocalípticos reintegrados .......................................................................................... 44 
4. CONCLUSIONES ..................................................................................................................... 157 
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................................ 160 
 
3 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
Las condiciones sociopolíticas que imperan en el presente siglo 
apuntan a ratificar lo que ya muchos analistas e intelectuales anunciaban 
desde principios de la pasada década de los noventas: el creciente 
protagonismo de los fanatismos religiosos en el quehacer internacional. 
Basta hojear un periódico, consultar alguna página de actualidad 
noticiosa en internet o ver un telediario para atestiguar algún 
acontecimiento –violento o pacífico— relacionado, directa o 
indirectamente, con alguna de las religiones que más adeptos acumulan en 
estos tiempos. 
La presencia de las llamadas utopías que daban forma al mundo de 
hace 20 años es ahora historia. Estas buscaban perfilar el accionar social a 
partir de estructuras de conocimiento metodológico que apuntaran a 
procederes racionales y racionalistas. Abanderaban la búsqueda, por 
diferentes vías, del anhelado bien común. Utopías al fin. 
El socialismo ha sido de los últimos en caer. La ausencia que dejó nos 
ha llevado paulatinamente a una nueva edad media. Cristianismo e islam 
vuelven a surgir. Aparentemente todo vuelve al terreno de la teología 
propia de los siglos del oscurantismo. Al menos eso se vaticina. Pareciera 
un terreno minado para las ciencias sociales. 
Y es precisamente eso lo que constituiría la mayor equivocación. 
Somos los científicos sociales los que podemos desenmarañar mejor el 
embrollo de pasiones que constituye el entramado de fanatismos que 
prevalece e impregna a la política, la economía, la sociología, etcétera. 
Nuestras herramientas en esas áreas nos dan una perspectiva que 
nos exige intervenir. Pero no apresuradamente, sino cautelosa y 
firmemente. Con la autoridad que da la sobriedad de la observación 
meticulosa y crítica. Nuestra metodología se ha ido puliendo, o eso se 
espera, a través de los diferentes sistemas que se han levantado, caído –o 
bien prevalecido—. 
De entre las disciplinas del conocimiento de las ciencias sociales, las 
del estudio de la comunicación vienen a ser imprescindibles en el proceso 
citado arriba. Su capacidad y campo de acción que va desde los procesos 
comunicativos intrahumanos a los de los conglomerados, yendo desde lo 
personal hasta lo impersonal, las hace apropiadas para poner en su lugar 
argumentos y desarticular entramados efímeros de mentiras y malos 
entendidos (ya sean intencionales como involuntarios). 
4 
 
Las ciencias de la comunicación –provistas con aspectos de los 
vecinos campos de la psicología, la ciencia política, la sociología, la 
economía, historia, antropología, semiótica, las artes, la tecnología, y un 
largo etcétera— no son el “mesías” esperado, pero sí un actor primordial 
que si se ausenta –ya sea lleno de indiferencia o haciendo gala de una falsa 
prudencia— azuzará al ya mencionado renacimiento del oscurantismo. 
Pero la cuestión es por dónde empezar. ¿Cómo encontrar un hilo en 
este embrollo de guerrassantas, monólogos paranoicos, teocracias 
expansionistas y terrorismo psicológico y físico? Los argumentos van y 
vienen, vuelan por los aires como el explosivo colocado en un autobús en 
Jerusalén o en un misil contra Irak. Tan destructivos como un filme 
ridiculizando a Mahoma o las imágenes del degollamiento de un cristiano 
en una fría habitación de algún país de la península arábiga. Un líder de 
opinión que deambula exiliado alegando ser la reencarnación de un dios o 
miles que mueren de hambre sin poderse comer todo el ganado sagrado 
que les rodea. El auge de amuletos solo equiparable a lo estéril que se 
constituyó el nihilismo. ¿Por dónde empezar? 
Definitivamente, un buen inicio sería el no erigirse como una nueva 
religión. Evitando a toda costa autoproclamarse como únicos portadores de 
una verdad que lo único que busque es atraer reflectores y proclamar 
nuevos “iluminados” revestidos de “conocimiento” y “saber” que avasalle. 
Acto seguido, recogerse las mangas y echar mano de las citadas 
herramientas con que cuenta las Ciencias de la Comunicación, de la 
capacidad de análisis que estas debieran aportarnos, e iniciar la 
observación. Esta última no como mero público que en el circo romano se 
embotaba con la desgracia que ocurría ante sus ojos al punto de 
insensibilizarse ante la misma. Tampoco enardeciéndose como en un 
estadio sufriendo o extasiándose ante los triunfos o infortunios del equipo 
favorito –sea el deporte espectacularizado que sea—. Más bien, 
desconfiando de las pasiones –propias y ajenas—, documentándonos y 
discerniendo. Sopesando los errores de los que nos precedieron en esta 
tarea. 
¿Y después? 
Pues si lo que intentamos es arrojar algo de luz a la oscuridad del 
fanatismo re-emergente. Debemos identificar a dos de los actores 
principales de los avatares político-socio-económicos actuales. Cristianismo 
e islamismo han hecho suyo el escenario. 
Donde campeaba el socialismo más representativo, ahora florece la 
fe musulmana. Grupos étnicos bajo nuevas banderas e identidades 
nacionales tras la caída de la Unión Soviética (Uzbekistán, Tayikistán, 
5 
 
Kirguistán, etcétera, etcétera) son campos exclusivos de adoración a Alá y 
su profeta. 
Las presiones económicas internacionales en los países capitalistas 
van de la mano de las exigencias éticas (o no-éticas) y morales (o inmorales) 
de un sistema de creencias judeo-cristianas. Los Estados Unidos de 
América, Latinoamerica y Europa forcejean o ceden ante dichos parámetros 
tan intrínsecos a sus cosmovisiones. 
Hinduismo, budismo, taoísmo (y los “ismos” restantes) —opacados 
por el protagonismo de las dos citadas religiones— subsisten en regiones 
de amplia población pero poca capacidad de imposición. 
Un judaísmo, que comparte raíz abrahámica con una de las citadas 
(el cristianismo), de facto acciona de la mano, económica y políticamente, 
con una de las naciones que profesa esa doctrina. 
El neo misticismo, –que no es más que un reciclaje de creencias— 
hecho mercadotecnia, ha inundado con fetiches que van desde libros con 
todo tipo de prácticas de relajación, música ad hoc, indumentaria, 
amuletos, fragancias, jabones, ángeles privados, demonios públicos, 
piedras y un sinfín de etcéteras que no tienen nada que pedirle a la 
parafernalia de Star Wars. 
Un ateísmo atrapado justo en lo que argumenta que no existe. Con 
vacíos de los que no logra reponerse pero que lo intenta con explicaciones 
tan duraderas como la siguiente que está por salir del intelectual de moda. 
Este es el laboratorio de trabajo, colegas científicos sociales. 
De todo esto, retomando, cada una de las religiones que más ruido 
hacen en la actualidad y que han fundamentado (o eso dicen) su sistema de 
fe en torno a un texto sagrado. ¿Por qué no comenzar por allí? 
Tras el estudio del cristianismo desde su teología durante los últimos 
catorce años y el acercamiento al islam por casi siete, he podido recoger 
apreciaciones que me llevan a identificar que en el (des)conocimiento de 
sus libros sagrados –tanto por seguidores como por detractores— está el 
eje: La ignorancia como mejor arma de destrucción masiva. 
Al profundizar en la teología cristiana protestante -su historia, ética, 
metodología, estrategias de propagación, etcétera— y su práctica, he sido 
testigo de los desaciertos ocasionados por la ignorancia –a veces 
involuntaria— que se tiene respecto de su propio manual de fe: La Biblia. 
Sus detractores erigen estandartes de lo que han oído de terceros –y hasta 
de sextos y novenos—. A la par, el catolicismo con una atroz historia sobre 
sus hombros se ve estigmatizado y paralizado por ella como una catedral 
que se hunde en la capital de algún país latinoamericano. 
6 
 
Por su parte, el metódico e intencionado desconocimiento que tiene 
el musulmán promedio de lo que su profeta dijo o dejó de decir. Su mezcla 
con supersticiones que cree provienen de su piedra angular: el Corán. Las 
divisiones que caracterizan a esta religión–siempre enfrentadas entre sí, 
pero incapaces de reconocerlas públicamente— la convulsionan. Y el texto 
coránico se salmodea pero se desconoce, ignorándolo (en todos los 
sentidos de la palabra). 
Por ello, en la presente tesis busco abordar el texto cristiano. Asir uno 
de los hilos de la madeja ideológica que existe. La raíz de uno de ellos. Y es 
que –como ya se mencionó antes— tanto adeptos como detractores hablan 
de lo que han oído del tema. En base a ello enarbolan estandartes tan poco 
originales como ridículos. Algo que hoy en día es tan habitual en nuestros 
medios electrónicos ávidos de información superficial, superflua y chatarra. 
Que se hable de socialismo (en favor o en contra) sin haber tocado 
nunca un libro de Marx o Engels ni para cambiarlo de lugar; que se critique 
o aplauda el psicoanálisis sin siquiera conocer jamás ni un ápice de lo escrito 
por Freud; gritar acaloradamente ante una pantalla fría por un espectáculo 
mercantilista que ha usurpado el nombre del deporte llamado futbol sin 
haber nunca sudado noventa minutos en una cancha… Todo lo anterior es 
solo eco de lo que encontré en materia de la fe. 
Por consecuencia, avocarme a aportar algo en el camino del análisis 
crítico de un texto, como científico social, se me hace una exigencia. Una 
autoexigencia. La teología y las ciencias de la comunicación pueden 
interactuar. Lo han hecho en mí en estos casi tres lustros. Sea, luego 
entonces, mi tesis un reflejo de ello. 
Durante mi formación teológica cristiana en los Estados Unidos de 
América, mi trabajo de campo entre latinos en ese país, la experiencia en 
ámbitos menos amables para la práctica de dicha fe en España y Norte de 
África, y mi contacto con misioneros religiosos cristianos protestantes en 
contextos netamente islámicos, me llevaron a cuestionar lo que sobre dicha 
confesión religiosa (la cristiana) realmente se sabe. Y, concretamente, sobre 
el libro que constituye su columna vertebral. Puesto que dicho 
conocimiento (o desconocimiento) redunda en actitudes que desembocan 
en consecuencias sociales de magnitudes relativas, pero todas alarmantes. 
De la simple lectura (o no-lectura) de un libro, de la correcta (o 
incorrecta) lectura de un texto se han desencadenado acontecimientos que 
han cambiado la faz del planeta más de una vez. Y de dicho escrito (la 
Biblia), en concreto el apartado referente al “final de los tiempos”, ha 
generado hasta suicidios colectivos. Su tergiversación, su desconocimiento 
7 
 
o su manipulación (in)voluntaria es de trascendencia para creyentes y no-
creyentes. 
Por lo tanto, se hace necesario cuestionarse como estudiosos de la 
comunicación ¿Dónde se encuentran los referentes correctos de 
interpretación para comprender la compleja simbología del mensaje que 
contiene el libro del Apocalipsis y su correspondiente aplicación profética? 
Y es que, lo que debiera ser obvio al considerarse que el libro del 
Apocalipsis, a decir de la fe judeo-cristiana, es una revelación que culmina 
(cronológicay estructuralmente) un proceso comunicativo entre la Deidad 
y Su creación, por lógica debiera retomar aspectos tanto generales como 
concretos del resto de los sesenta y cinco libros canónicos que conforman 
la totalidad del escrito conocido como la Biblia. Siendo estos el mejor y 
único sostén idóneo para releer la simbología de la visión descrita por el 
apóstol Juan. 
Para mí, esto sería un simple ejercicio teórico si no hubiera podido 
palpar lo que la ignorancia de los creyentes y no creyentes puede acarrear 
en una religión dada. A lo largo de la experiencia de campo he tenido la 
oportunidad de observar comportamientos que nacen de un total o parcial 
(que para el caso es lo mismo) desconocimiento de los textos sagrados. Tal 
condición lleva a exacerbar las emociones y a subsanar los vacíos cognitivos 
de lo que espera la deidad, con mezquinas miopías. Convirtiéndole en un 
amasijo más de dioses mitológicos en lugares comunes. 
El caso de España, donde viví casi diez años, es un buen ejemplo. La 
era franquista sacudió todo vestigio de conocimiento bíblico, llegando 
incluso a perseguir a cualquier expresión que buscara contrarrestar 
mínimamente el oscurantismo religioso que sostenía y le sostenía. Vio en el 
protestantismo un enemigo, por traer la idea luterana de que aquél que se 
dijera creyente debía tener acceso directo al texto bíblico sin mediadores 
humanos que, con intereses egoístas, buscara usufructuar a partir de él. Y 
Franco y su élite de poder no estaban equivocados. La ignorancia de ese 
material permitió manipular por décadas la figura del Dios de la Biblia y 
crear una imagen que ya tenía antecedentes en la mismísima Inquisición. 
Tras la muerte del dictador, el fantasma de su creación ahuyenta a 
generaciones de un material que permitió crear estructuras sociales, 
políticas y económicas tan saludables como las de la Europa de herencia 
protestante, que hasta nuestros días (aunque cada vez más lejos de sus 
raíces) presta cobijo económico e ideológico a gran parte del orbe. 
Alemania, Suiza, Suecia, etc. son naciones con un nivel de vida (de manera 
integral) mucho más estable y de bienestar para su gobernados. Y es 
innegable la herencia que la Reforma trajo para ellos. El acto subversivo de 
8 
 
Gutenberg de imprimir aquella Bíblia en el lenguaje del vulgo, generó un 
cambio que ya casi se había extinguido. La palabra escrita. El acceso directo 
al discurso. La extirpación de mediadores innecesarios. Una revolución de 
ideas con base en las enseñanzas de un Dios comunicador. 
No ha sido así el caminar del pueblo islámico. A pesar del acceso al 
material coránico y su repetición mecánica, no han logrado remontar en 
una escala da valores que arroje esos avances que redunden en una 
composición socio-política que diste en algo del medioevo. Mis viajes, 
estancias y estudios por países musulmanes y sus expresiones de fe y vida 
diaria me han dejado claro que falta algo. Sí hay valía en el acceso al libro 
sagrado. Pero la barrera de abordarla sin interés crítico tomando en cuenta 
el fin y el fruto de la enseñanza hace que el tenerlo sea igual que el no 
tenerlo. Aquí el fin es lo que dice que busca y el fruto es lo que ha logrado 
obtener. Un análisis concienzudo de esos factores dejaría evidente al trigo 
de la cizaña. 
Y es aquí donde mi interés se enardece. Volvamos al texto original. 
Veamos qué dice y quedará claro lo que no dice. Es el punto primero. El 
kilómetro cero. Renunciar a las versiones y buscar el mensaje en el mensaje 
mismo. 
Por tanto, el objetivo a cubrir con la presente investigación es el 
realizar una revisión del Apocalipsis, como quien hace una punción para 
tomar una muestra, pero lejos de sacarla… la reinserta para que en su 
entorno retome la vida que perdió el texto al sacarlo de su contexto. Que 
dejen las ideologías de ser un embarazo extrauterino. Y que las Ciencias de 
la Comunicación seamos el instrumento que restructure ese ADN roto en 
que ha caído la sociedad con sus diálogos de sordos. Reintegrar a los 
términos apocalípticos a su contexto es un ejercicio extrapolable a todo 
aquello que nos ha separado de nuestro origen y propósito. 
9 
 
1.MARCO TEÓRICO 
 
La importancia de la Semiótica como herramienta para la 
comprensión de un texto es innegable y se sobrepone a las dificultades que 
puedan existir para fijar una definición que unifique los criterios y 
perspectivas que tal empresa implica1. 
Dos posturas básicas para poder entender, y de las cuales es vital 
partir en un estudio serio, son las estipuladas por Ferdinand de Saussure 
(Suiza, 1857-1913) y Charles Sanders Peirce (EEUU, 1839-1914), pioneros 
de la semiótica contemporánea2. 
Por una parte, Saussure etiqueta su teoría como Semiología y la 
identificó como una ciencia que se centra en la vida de los signos en el 
marco de la vida social. Esta definición nos lleva a abordar un marco tan 
amplio que permite adentrase en la vida de la comunicación de una manera 
vasta pues nos lleva a la raíz de la misma: el signo, sus dos caras (significante 
y significado) y su relación dentro de la lengua. De allí que, partiendo del 
griego (σημεῖον, semeión, signo), bautizara su disciplina como Semiología. 
Sin estas primicias, no podría ahondarse científicamente en el análisis de la 
interacción de mensajes en la cultura3. Las dos caras del signo, también son 
conocidas como concepto e imagen acústica, respectivamente4. 
En tanto, Peirce aborda el punto desde otro camino. Su desarrollo 
parte de la noción del estudio de la semiosis. La cual define como una 
cooperación entre tres factores como pueden ser el signo, su objeto y su 
interpretante. De ello parte su definición de semiótica. Un signo puede 
representar tantas cosas como interpretes mediadores existan. 
Umberto Ecco diferencia una de la otra por el factor de artificialidad 
e intencionalidad que estipula Saussure. Lo expuesto por Pierce se 
extrapola al ámbito humano, aunque éste no deje de ser el destinatario 
pero sí el emisor, asegura5. Lo que pareciera una contraposición entre 
ambos, las hace complementarse en su contradicción. 
Retomando a Saussure, el signo es la representación materializada de 
una cosa, figura e incluso sonido en su sentido convencional. Carmen 
González García, por su parte lleva esto al terreno de la significación y el 
símbolo, situando a este último como la unidad básica de los sistemas de 
comunicación y abarca lo verbal, gráfico o de representación. Sin embargo, 
 
1 ECO, Umberto, TRATADO DE SEMIÓTICA GENERAL, Editorial Nueva Imagen, 2ª. Edición, 1980, México, 
p. 43. 
2 Ídem., p. 43. 
3 Ídem., p. 43. 
4 DOCUMENTO A, 23. 
5 ECO, Umberto, Op. Cit., p. 45. 
10 
 
los significados, aclara la autora, no están sujetos al objeto sino a la 
subjetividad que habita a aquél que interpreta el símbolo. 
Y hablando de significados, el denotativo en particular expone la 
vinculación directa que está establecida entre la palabra como signo y el 
objeto al cual se refiere. En tanto, el connotativo se adentra en lo subjetivo 
que hay tras un significado segundo de la palabra. Allí entran los valores, 
actitudes y juicios de valor. 
Esto último infiere en aspectos como que en varios lugares se hable 
una misma lengua pero varíen sustancialmente los significados 
connotativos entre un punto geográfico-cultural y otro. 
Ahora bien, tocante a la lengua, esa es una de las contribuciones 
remarcables de Saussure, ya que la define como un producto social. Para él, 
es parte del lenguaje y está constituida por convenciones. Explica que si por 
una parte el habla es un acto individual, la lengua es enteramente producto 
de la colectividad, a la cual se encuentra sujeta6 
 
1.1. Peirce y la semiótica. Del signo al pensamiento y viceversa. 
Peirce, lleva a la introspección el asunto del signo nos habla que es 
mediante éste que un individuo puede generar una concepción del mundo. 
No obstante, su prioridad es estudiar las funcionessígnicas en sí. Esto es la 
semiosis. Pero no en el plano abstracto, sino en cuanto a su interacción 
dinámica con el entorno7. En éste ámbito, Jesús Elizondo Martínez (México, 
1968- ) nos define signo como cualquier objeto o acontecimiento usado 
como evocación de otro objeto o hecho8. 
A continuación nos adentraremos en el terreno de la Semiótica. Para 
ello iniciaremos con algunos factores históricos. Aunque no hay una 
documentación concentrada y metódica, se pueden encontrar en la 
filosofía, la lingüística y hasta en variadas tradiciones religiosas. En el 
occidente, su mejor referente se remonta a la Grecia clásica, que la situaba 
como una de las tres ramas de la medicina y la identificaba constituida por 
el diagnóstico y el pronóstico. 
Ya en el mundo romano, es en un documento escrito por el filósofo 
epicúreo Filodemo (Norte de la hoy Jordania, 110 a.C. – 35 a.C. aprox.) que 
fue traducido al latín, en el que se acuña la palabra signis (signo). Un 
documento llamado “De Signis”, que integra un todo mayor que se conoce 
como “Papiros Herculeanos” da pie para trazar una influencia en los 
estudios de Peirce en el siglo XIX. Ambas líneas de razonamiento, el griego 
 
6 DOCUMENTO A, 22. 
7 Elizondo, Jesus O., SIGNO EN ACCIÓN, EL ORÍGEN COMÚN DE LA SEMIÓTICA Y EL PRAGMATISMO, pp. 
23-24. 
8 Ibid., p. 25. 
11 
 
y el peirciano, ven en la interacción signo-entorno y ven en la semiótica 
simplemente otro nombre para llamar a la lógica9. 
Ahora bien, la semiosis es una práxis realizada en todo momento por 
el sujeto. En tanto que la semiótica es la teoría, la lógica de ese proceso 
vital. Su doctrina10. 
Por su parte, el filósofo estadounidense, da un paso más allá e induce 
que el signo genera un equivalente aún más desarrollado en la mente de la 
persona. Esa creación inconsciente lo llama “interprete del primer signo”. 
Aquí ya están identificadas las dos partículas básicas de la semiosis: el 
representamen y el objeto. Estas, unidas al intérprete, son el todo a 
estudiar, y no pueden existir por sí mismas, sino en función de las otros 
dos11. 
Elizondo Martínez, amparado en Peirce, afirma que la acción de y en 
torno al signo redundará en una lógica de la indagación al enmarcarse en el 
pensamiento del ente social, en su conocimiento; mismo que divide en 
inferencial, inductivo y abductivo. Asimismo, resume el pragmantismo del 
citado autor galo como un estilo de pensamiento vinculado con la dificultad 
que existe en la sociedad en cuanto a la necesidad de crear y justificar 
contantemente los acuerdos consensuales en base a reglas y razones12. 
Algo que a nivel colectivo en las comunidades humanas es de gran utilidad 
para su estudio, así como relevante para el análisis de la comunicación y 
cualquiera de las vías que de esta se elija para expresar un mensaje. Y es 
que el uso de los signos sólo puede estar en concordancia con las reglas de 
una comunidad de producción semiótica de significados13, aduce Elizondo. 
Una de las aportaciones del pensamiento pragmático es que en sí es 
un método para determinar el significado de conceptos abstractos. Cuando 
Peirce lo formuló, su intención última era la de ofrecer un método confiable 
para clarificar las ideas, por tanto es metodológico. “No pretende definir la 
verdad o la realidad, sino tan solo intenta ser un procedimiento para 
determinar el significado de los términos o propósitos”, nos explica el citado 
filósofo mexicano14. Ello permitiría rastrear un hábito (o hábitos de acción) 
desde su origen: la creencia. Y el procedimiento inverso, permite ubicar a 
esta última con certeza a partir del primero15. Estos razonamientos pueden 
 
9 Ibid., pp. 27-28. 
10 Ibid., p. 30. 
11 Ibid., p. 31. 
12 Ibid., pp. 42-43. 
13 Ibid., pp. 60-61. 
14 Ibid., pp. 50-51. 
15 Ibid., p. 62. 
12 
 
ser rastreados, y Peirce lo expone explícitamente, en las obras de Immanuel 
Kant (Prusia, 1724-1804)16. 
Siguiendo la línea pragmática de pensamiento de Peirce, asegura que 
el pensamiento no para sino hasta el momento de la muerte. Y es que él 
llegó a descartar la capacidad de introspección, asumiendo que todo 
proceso interno de la mente –en materia sígnica— tiene origen en el 
exterior de la misma. De igual manera, sobrepone el conocimiento por 
encima de la intuición, concluyendo que el ser humano no tiene capacidad 
de pensar sin signos. Lo cual lo llevó a aseverar que algo que no se puede 
concebir no es congnocible17. En ese sentido, afirma que una explicación 
consiste ni más ni menos que en una agrupación de cosas sujetándolas a 
leyes generales. De esto parte la noción de que la realidad (lo real) implica 
una noción de comunidad18. 
 
1.2. Antropología, psicoanálisis y lenguaje. De la palabra al 
discurso y viceversa. 
Con la aparición de las teorías de Jacques Lacan (Francia, 1901-1981) 
en el área psicoanalítica, y amparado en los trabajos de Martin Heidegger 
(Alemania, 1889-1976), se propone que la palabra es quien organiza, 
dándole nombre, a las cosas del mundo. Les da el espacio de su presencia. 
Con ello se habla de una estructura, que es precisamente lo que permite 
dar el paso de lo filosófico de la palabra misma a lo etnológico del lenguaje. 
“El mundo de las palabras engendra al mundo de las cosas”, argumenta el 
doctor francés19. 
Uno de los trabajo clave en una de las disertaciones de Lacan es uno 
elaborado por el antropólogo Claude Lévi-Strauss (Bélgica, 1908-Francia, 
2009) en torno a una práctica de brujería en Panamá. Allí el científico belga 
atestigua las complicaciones de un parto, el brujo del lugar es requerido. El 
trabajo que realiza el chamán se limita a entonar frases. Cadenas de 
palabras. Cuatro. Una para los “espíritus protectores”, otra para la “fuerza 
encargada de la formación del feto”, otra para el “alma de la futura madre” 
y una última para la “fuerza vital”. En ello, Lévi-Strauss descubre “la fuerza 
de la palabra”. Algo que en el plano psicoanalítico es profundamente 
atesorado, aunque los caminos varíen, evidentemente. Él ve un factor 
común entre lo que presenció y el psicoanálisis: la estructuración del 
 
16 Ibid., p. 56. 
17 Ibid., p. 72. 
18 Ibid., p. 79. 
19 Morales, Helí, SUJETO DEL INCONSCIENTE, Ediciones de la Noche, México, 2001, p. 181. 
13 
 
sistema (físico y no-físico, lo corporal y lo espiritual) a partir de la palabra 
emitida20. 
Todo esto lleva a Lacan a generar una respuesta desde su disciplina y 
asegura que la palabra encarna el nacimiento de la verdad. Y agrega que 
debido a que la palabra no puede dar cuenta de sí misma, articula su 
expresión sólo de manera mítica. Pero el mito, al dar una forma discursiva, 
requiere de la palabra y manifiesta a la verdad. Para explicarlo, expone que 
un sujeto tiene una historia desde antes de nacer. Toda una red de 
información que le precede a su llegada a este mundo y que le dan un lugar 
y un entramado de relaciones. Esta intrincada “constelación” le es 
transmitida al individuo –que es todo, menos un ente individual— a través 
de relatos que inyectan el mito familiar en él21. 
Posteriormente, el psicoanalista francés se distanciaría de la línea de 
estudio levistrosiana. Pero nos deja esta noción del discurso mítico. Pero la 
lingüística se yergue como directora epistémica de las líneas que anudan el 
saber psicoanalítico con la antropología y con ella misma. Con ello, el campo 
social gana una herramienta de trabajo22. 
Lévi-Strauss llegó, por su cuenta, a enfrentarse a dilemas en su 
práctica antropológica. Mismos que sorteó echando mano del análisis del 
lenguaje. Al analizarlo, de una forma trabajada en las teorías freudiano-
lacanianas, el profesional de la antropología dejaba de ser observador del 
fenómeno en cuestión y se volvía en escucha del discurso. Y es que descubre 
que el lenguaje, tal como lo concibe la lingüística estructural, satisfacelos 
requerimientos científicos tan necesarios para vincularlo con otros 
dominios del saber. Las ciencias sociales entre ellas. El doctor Helí Morales 
(México, 1960-), al escribir sobre estas conexiones antropología-
psicoanálisis, define este vínculo con una frase que ilustra la necesidad de 
relacionar información para dilucidar una verdad: “ Lo indecible de la 
práctica sólo se hace texto relacionándolo intertextualmente con otros 
textos”23. 
 
1.3. La literalidad y el mito. De lo sagrado a la búsqueda del 
significado y la forma. 
Sin embargo, se dan circunstancias en que no existe la capacidad 
física de emitir palabras. Esto no los abstrae de lo que aquí se está 
abordando. Octave Mannoni (Francia, 1899-1989) nos aclara que aún los 
niños mudos, que no pronuncian palabra alguna, poseen lenguaje. Y nos 
 
20 Morales, Helí, Op. Cit., 190-191. 
21 Ibídem., pp. 191-192. 
22 Ibídem., p. 206. 
23 Ibídem., p. 208. 
14 
 
remite a las Confesiones de Agustín de Hipona (lo que hoy es Argelia, 354-
430 d.C.) que recuerda que no se dio cuenta de qué manera aprendió a 
hablar sino hasta mucho más tarde en su vida. “Yo me instruía a mí mismo, 
gracias a la inteligencia que tú me concediste, mi Dios”, llegó a afirmar el 
teólogo norafricano. Esto sirve como pie para reflexionar sobre el hecho de 
que los infantes aprenden el vocabulario, la gramática, el léxico y la sintaxis, 
a través de la interacción con los que le rodean. Lo que se les enseña de 
manera sistemática son las letras y la escritura24. 
Mannoni, en su obra “Un comienzo que no termina” aborda la 
dialéctica que hay entre lo que llama literalidad y comprensión. Allí asegura 
que existe una clara ventaja de la literalidad. Es más, la asocia 
expresamente a los oráculos (vaticinios, profecías). Afirma que ese sentido 
literal es conservado por ellos hasta el momento de su cumplimiento 
escatológico. “La palabra sagrada es literal, forzosamente, puesto que ella 
es a la vez enigma, oráculo, contrato, mensaje”, establece. Un acta notarial, 
nos dice este psicoanalista, podría ser gravemente deformada con el simple 
cambio de lugar de una coma. Tal es el caso de una comunicación sacra25. 
A través de una experiencia personal, este autor reflexiona y llega a 
la conclusión de que los mitos dan cuenta de una yuxtaposición de 
discursos. Al leer sobre los mitos, es difícil, en el terreno de la semiótica, no 
asociarlo con los escritos de Rolan Barthes (Francia, 1915-1980). Aunque el 
sentido y profundidad de este filósofo y ensayista lleva el término mito a 
terrenos elevados, ya que establece que el lenguaje necesita condiciones 
particulares para convertirse en mito. Asimismo, lo identifica como un 
sistema de comunicación26. 
Con su disertación llega a ver en él más que un objeto, un concepto 
o una idea. Lo califica como un modo de significación. Con ello, Barthes 
separa tajantemente el mito de lo que comúnmente pensamos como 
leyenda. Más bien explica que puede ser todo aquello que justifique un 
discurso. Deja de nombrar la materia y trasciende para alcanzar un uso 
social. 
No obstante, este escritor asevera que el mito está sujeto a factores 
que lo hacen perenne. No hay mitos eternos, puntualiza. La historia 
humana es la que le da vida y lo mata. Con ello da un paso en el trabajo 
iniciado con Saussure y sus investigaciones en semiología27. 
Para Barthes, la citada disciplina de estudio aborda las formas 
independientemente del contenido. Él ve en el desarrollo de la publicidad, 
 
24 Mannoni, Octave, UN COMIENZO QUE NO TERMINA, Edit. Paidós Ibérica, España, 1999, p. 78. 
25 Ibid., p. 95. 
26 Barthes, Roland, MITOLOGÍAS, Edit. Siglo XXI, México, 1997, p. 199. 
27 Ibídem., p. 200. 
15 
 
la prensa, radio, imagen, etcétera, (todos ellos ritos de apariencia social) 
una urgencia por la constitución de una ciencia semiológica. 
Es necesario en este punto, recordar que una de las búsquedas de 
Saussure es la relación entre un significante y un significado que es mediado 
por el signo. Esta triada es el eje de sus esfuerzos. Barthes ejemplifica esto 
con una piedra negra. Le da el significado de una condena a muerte en una 
votación anónima. Entonces la piedra negra investida así se convierte en un 
signo. La relación funcional entre los tres términos semiológicos se vuelve 
aparentemente indisoluble, pero en el proceso de distinguirlos el uno del 
otro hay una pieza primordial para el estudio del mito. 
En un afán de clarificar esto, el pensador francés reseña las teorías de 
Sigmund Freud (1856-1939) sobre los significados mentales de los sueños. 
Otro ejemplo que cita es un trabajo de Jean-Paul Sartre (1905-1980). De 
este último desprende la aseveración de que la literatura como discurso 
forma al significante, en tanto que la relación de la crisis original del sujeto 
y del discurso define la obra, que constituye una significación28. Sobre esta, 
profundiza y asevera que es el mito mismo, de la misma manera que el 
signo saussuriano es la palabra29. 
Ahora bien, en cuanto a la recepción del mito, señala que 
dependiendo de la atención que se ponga en alguno de sus componentes 
(significante, sentido o forma) esto arrojará tres tipos diferentes de lectura. 
Si es en el significante vacío, obtendremos la manera del periodista, 
productor de mitos, en el que el concepto da la forma. Si se centra en el 
significante lleno, estando clara la forma, se hace evidente la deformación, 
tarea tan propia del mitólogo: descifrar el mito. Finalmente, si el significante 
se convierte en un todo indisoluble de sentido y forma; lo que se recibe es 
una información ambigua y aquel que responda a ella se constituye como 
lector del mito30. 
Una de sus conclusiones al respecto, espeta que el mito no oculta 
nada y no pregona nada, sino más bien deforma. Pero puntualiza que no es 
ni una mentira ni una confesión, sino una inflexión. Si cediera ante alguna 
de las primeras dos opciones desaparecería, así que elabora una tercera. 
Por lo que transforma la historia en naturaleza. Para su consumidor pasa 
desapercibida y la da como sentada e incuestionable31. Así que ir tras el 
significado o la forma y desenmarañarlas, denunciarlas, lo desactiva. 
Barthes establece un antídoto: el veneno mismo. Mitificar al mito, 
robar al ladrón del sentido, crearía una tercera cadena semiológica. Ello 
 
28 Ibídem., p. 205. 
29 Ibídem., p. 213. 
30 Ibídem., p. 221. 
31 Ibídem., pp. 222-223. 
16 
 
implicaría poner su significación como primer término de un segundo mito. 
Y cita a la literatura como un campo fructífero para tal labor32. 
 
1.4. Siginificantes en la comunicación. La urgencia de lo ausente. 
El ya citado Helí Morales ha llegado a concluir, por su parte, que 
existen áreas enteras del saber, que por su misma calidad de inédito de su 
decir, alcanzan a estremecer el conocimiento y sus modos de concebirlo33. 
Él se refiere al psicoanálisis en concreto, pero bien podría aplicarse a 
muchas áreas que desarticulen el mito, como lo propuso Barthes. 
El mencionado psicoanalista mexicano sugiere que la desarticulación 
del lenguaje requiere de una revitalización del proceso comunicativo. Para 
ello, amparado en los escritos lacanianos sobre una narración de Edgar 
Allan Poe (EEUU, 1809-1849), profundiza con respecto al mensaje y su lugar 
en el campo del lenguaje. Y es que, en tanto que la teoría de la 
comunicación destaca la consistencia del mensaje como dotado de un 
sentido que sería recibido o no por alguien que lo entendería, el 
psicoanálisis trae a la luz que, debido a la multiplicidad de significados que 
pueden tenerse, dicho mensaje no sólo carece de sentido sino que conlleva 
una inherente refracción de malos entendidos, resume el autor34. 
Sin embargo, parafrasea a Lacan cuando este advierte que “lo 
específicamente humano del campo de la comunicaciónes que la 
significación no se da entre la cosas y las palabras, sino entre los elementos 
lenguajeros de la significación”. Una de las frases lapidarias contenidas en 
uno de los escritos del Dr. Morales es que como todos los significantes 
remiten a otro significante y no a una cosa en concreto, “en el momento 
que hablo, hablo en relación con otras palabras y las cosas no están sino 
como canto fúnebre”35. 
Resumiendo, el discurso no habla de un objeto, sino que 
simplemente consiste en la retransmisión de otro mensaje. Éste siempre se 
relacionará con otros mensajes36. 
 
1.5. La reinserción de un texto. De partisano a integrado. 
Con lo anteriormente expuesto, lo que procede es tomar toda la 
gama de partículas que deambulan anárquicamente y conectarlas a las 
partes del conjunto al que pertenecen. Frases que exiliadas mueren como 
 
32 Ibídem., p. 229-230. 
33 Jacobo Cupich, Zardel, ET AL, EL SUJETO Y SU ODISEA, Edit. UNAM, México, 1999, p. 13. 
34 Jacobo Cupich, Zardel, ET AL, Op. Cit., p. 14-15. 
35 Morales, Helí, EL LABERINTO DE LAS ESTRUCTURAS, Edit. Siglo XXI, México, 1997, p. 37. 
36 Jacobo Cupich, Zardel, ET AL, Op. Cit., p. 16. 
17 
 
apátridas, que como partisanos involuntarios ni siquiera logran reconocerse 
perdidos en otras guerras de otros discursos. 
Luego entonces, en ese sentido, para tomar arterias básicas del fluir 
informativo que den dirección y sentido a los mensajes, buscaremos ubicar 
las referencias históricas que inyecten razón de ser a las palabras escritas 
en este texto de estudio –capítulo 2—. Además, el rescatar factores 
culturales de la época de redacción y del acervo formativo del redactor y 
sus lectores primarios dará profundidad y sacudirá mucho del ruido que ha 
contaminado a la comunicación –capítulo 2—. Obviamente, poco sería el 
avance real si dejáramos de lado los factores gramaticales del idioma 
original en que fue creado el documento –capítulo 3—. Finalmente, se 
deberá considerar que el Apocalipsis no es un tomo independiente ni 
autónomo. Está sujeto a un todo –capítulo 3—. Es una nota de una sinfonía. 
Por ello, deberá ocupar su lugar en el pentagrama al que pertenece: La 
Biblia. 
 
18 
 
2.MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL 
 
Para poder situar al texto apocalíptico en su contexto, se hace 
necesario delimitar aspectos históricos y literarios propios del conjunto al 
que pertenece. A saber, la Biblia misma. 
Desde luego que no será exhaustivo, puesto que no es el objetivo del 
presente trabajo la exposición y análisis total de tan gigantesca obra. Sin 
embargo, en la bibliografía se podrá seguir el hilo a investigaciones más 
amplias y profundas sobre distintos aspectos que pudieran interesar al 
lector. 
 
2.1. La Biblia 
Para seguir el propósito básico que persigue el presente capítulo 
veremos un breve esbozo sobre la Biblia, siguiendo –en parte— el esquema 
expositivo presentado por Duffield y Van Cleave en el apartado sobre 
bibliología de su libro de teología37. 
 
2.1.1. Composición y estructura 
Este compendio se encuentra en nuestros días formado por un total 
de sesenta y seis libros38 llamados canónicos (lo que quiere decir que están 
plenamente aceptados por la Cristiandad en su conjunto) además de otro 
grupo que fluctúa entre once y dieciséis denominados apócrifos –y algunos 
de ellos, deuterocanónicos— (y que solo se presentan en las ediciones 
católicas e interconfesionales a causa de la discrepancia respecto a su 
validez histórica o espiritual)39. 
La Biblia está dividida en dos grandes porciones. El Antiguo 
Testamento que es de procedencia netamente judaica, celosamente 
guardada por dicha etnia y que encierra a un total de 39 libros que narran 
desde la Creación hasta poco antes de la entrada de Alejandro Magno a 
Persia. Esto, pasando, claro está, por la edad de bronce y de hierro, los 
imperios egipcio, babilónico, hitita, persa, sin olvidar la decadencia de 
Asiria, etc.40 A lo largo de la Historia se ha cuestionado varios de los 
episodios narrados en este segmento bíblico, su veracidad de los 
acontecimientos, la existencia de algunos de sus personajes, la cronicidad 
 
37 Duffield, Guy D. y Van Cleave, Nathaniel M., FUNDAMENTOS DE TEOLOGÍA PENTECOSTAL, Edit. Buena 
Semilla, Colombia, 2002, pp. 8-9. 
38 Thompson, Frank Charles, BIBLIA DE REFERENCIA THOMPSON, Edit. Vida, EE.UU., 1987, pp. 1436-
1437. 
39 BIBLIA TRADUCCIÓN INTERCONFESIONAL, Edit. Verbo Divino, España, 2008, pp. 1419-1421. 
40 Sánchez Cetina, Edesio, DESCUBRE LA BIBLIA, Tomo II, Edit. Sociedades Bíblicas Unidas, Colombia, 
2006, pp. 259-264. 
19 
 
de los sucesos, así como las ubicaciones geográficas de los lugares allí 
nombrados, entre otras cosas. Sin embargo, la arqueología, geología y otras 
ciencias han ido dando la razón a puntos candentes como el diluvio 
universal mismo.41 
Por otra parte, la segunda gran división se denomina Nuevo 
Testamento. Está precedido por un silencio de 400 años y arranca con la 
aparición en la Historia de Juan Bautista hasta la persecución y búsqueda 
fallida del exterminio de la naciente iglesia cristiana. Esto, desde luego, 
enmarcado en el accionar del imperio romano en Europa y Asia; abarcando 
el período que va entre los emperadores Augusto hasta Domiciano 
(alrededor de 135 años)42. Está constituido por 27 libros abiertamente 
aceptados por la Cristiandad desde el Sínodo de Hipona en el año 393 de 
nuestra era43. 
 
2.1.1.1. Libros que la integran y sus grupos 
La manera en que la Biblia está constituida es como sigue44: 
ANTIGUO TESTAMENTO 
LIBRO AUTOR AÑOβ LIBRO AUTOR AÑOβ LIBRO AUTOR AÑOβ 
Job ∞ Jonás Jonás 760 Salmos David+ 586 
Levítico Moisés 1444 Amós Amós 750 Ezequiel Ezequiel 571 
Éxodo Moisés 1410 Eclesiastés Salomón+ 720α 1 Reyes Jeremías* 538
α 
Números Moisés 1410 Proverbios Salomón+ 720α 2 Reyes Jeremías* 538
α 
Génesis Moisés 1410 Oseas Oseas 715 Daniel Daniel 533 
Deuteronomio Moisés 1406 Miqueas Miqueas 696 Hageo Hageo 520 
Josué Josué* 1375α Isaías Isaías 690 Zacarías Zacarías 480 
Rut Samuel* 1050α Nahúm Nahúm 654 Ester ∞ 470 
Jueces Samuel* 1000α Sofonías Sofonías 621 Esdras Esdras* 450 
Cantares Salomón 970 Habacuc Habacuc 588 Nehemías Nehemías 432 
1 Samuel ∞ 931α Jeremías Jeremías 586 Malaquías Malaquías 430 
2 Samuel ∞ 930α Lamentaciones Jeremías 586 1 Crónicas Esdras 400 
Joel Joel 805 Abdías Abdías 586α 2 Crónicas Esdras 400 
Todos los años son antes de Cristo (a.C.). 
* Autor probable. 
∞ Autor desconocido. 
+ Más de un autor. 
β Fechas y autores obtenidos (excepto cuando se indique lo contrario) de los inicios de cada libro de la Biblia del 
Diario Vivir – Reina-Valera 1960, Edit. Caribe, EE.UU., 1997, en su versión electrónica contenida en e-Sword© 
software vers. 9.9.0., creado por Rick Meyers, 2011. 
 
41 McDowell, Josh, EVIDENCIA QUE EXIGE UN VEREDICTO, Edit. Vida, EE.UU., 1993, pp. 23-24. 
42 Sánchez Cetina, Edesio, op.cit. pp. 275-277. 
43 Bruce, Frederick Fyvie, THE BOOKS AND THE PARCHMENTS., Ed. Rev. Westwood: Fleming H. Revell 
Co., 1963, p. 113, citado por McDowell, Josh, Op. Cit. p. 42. 
44 Se incluyen datos de fechas y autoría –cuando se conocen—, además de un orden cronológico que no 
respeta el de su ubicación en el compendio, con el fin de situar en el tiempo la elaboración del 
Apocalipsis. Cuando aparecieron más de dos fechas (porque su compilación tomo varios años, o porque 
una parte fue escrita en un tiempo y otra/s en otro), se tomó el año más reciente. 
20 
 
α Fechas obtenidas de los inicios de cada libro de la Biblia Plenitud – Reina-Valera 1960, Edit. Caribe, EE.UU., 
1994, en su versión electrónica contenida en e-Sword© software vers. 9.9.0., creado por Rick Meyers, 2011. 
 
NUEVO TESTAMENTO 
LIBRO AUTOR AÑOβ LIBRO AUTOR AÑOβ LIBRO AUTOR AÑOβ 
Gálatas Pablo 49 Colosenses Pablo 60 2 Timoteo Pablo 67 
SantiagoJacobo 49 Filemón Pablo 60 2 Pedro Pedro 67 
1 Tesalonisenses Pablo 51 Filipenses Pablo 61 Hebreos ∞ 69 
2 Tesalonisenses Pablo 52 1 Timoteo Pablo 64 Hechos Lucas 70 
1 Corintios Pablo 55 Tito Pablo 64 Juan Juan 90 
Romanos Pablo 57 1 Pedro Pedro 64 1 Juan Juan 90 
2 Corintios Pablo 57 Mateo Mateo 65 2 Juan Juan 90 
Lucas Lucas 60 Marcos Marcos 65 3 Juan Juan 90 
Efesios Pablo 60 Judas Judas 65 Apocalipsis Juan 95 
Todos los años son después de Cristo (d.C.). 
* Autor probable. 
∞ Autor desconocido. 
+ Más de un autor. 
β Fechas y autores obtenidos (excepto cuando se indique lo contrario) de los inicios de cada libro de la Biblia del 
Diario Vivir – Reina-Valera 1960, Edit. Caribe, EE.UU., 1997, en su versión electrónica contenida en e-Sword© 
software vers. 9.9.0., creado por Rick Meyers, 2011. 
α Fechas obtenidas de los inicios de cada libro de la Biblia Plenitud – Reina-Valera 1960, Edit. Caribe, EE.UU., 
1994, en su versión electrónica contenida en e-Sword© software vers. 9.9.0., creado por Rick Meyers, 2011. 
 
En cuanto a la manera en que se encuentran agrupados podemos 
decir que el Antiguo Testamento –que, como ya se ha dicho, es de origen 
hebreo— habitualmente se ha dividido en tres partes45: 
a) La Ley (Torah), 5 libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y 
Deuteronomio. 
b) Los Profetas (Nebhiim), 8 libros: 
-Los primeros profetas (4 libros) — Josué, Jueces, Samuel y 
Reyes. 
-Los últimos profetas (4 libros) — Isaías, Jeremías, Ezequiel y 
Los Doce (Oseas, Joel, Amós, etc.). 
c) Los Escritos (Kethubhim) 11 libros: 
-Libros poéticos (3 libros) — Salmos, Proverbios Y Job. 
-Cinco pergaminos (Megilloth) — Cantar de Los Cantares, Rut, 
Lamentaciones, Ester y Eclesiastés. 
-Libros Históricos (4 libros) — Daniel, Esdras-Nehemías y 
Crónicas. 
 Por su parte, el Nuevo Testamento se haya subdividido de la 
siguiente forma46: 
a) Biográficos (4 libros): Mateo, Marcos, Lucas y Juan. 
b) Histórico (1 libro): Hechos de los Apóstoles. 
c) Pedagógicos (21 libros): Romanos, Primera Epístola a los 
Corintios, Segunda Epístola a los Corintios, Gálatas, Efesios, 
 
45 Duffield, Guy D. y Van Cleave, Nathaniel M., Op. Cit. p. 28. 
46 Ibid., p. 28. 
21 
 
Filipenses, Colosenses, Primera Epístola a los Tesalonisenses, 
Segunda Epístola a los Tesalonisenses, Primera Epístola a 
Timoteo, Segunda Epístola a Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, 
Santiago, Primera Epístola de Pedro, Segunda Epístola de 
Pedro, Primera Epístola de Juan, Segunda Epístola de Juan, 
Tercera Epístola de Juan y Judas. 
d) Profético (1 libro): Apocalipsis. 
 
A veces, como alternativa, son sugeridas las siguientes divisiones 
para el Nuevo Testamento: 
a) Los evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. 
b) Los Hechos de los Apóstoles. 
c) Las epístolas de Pablo (incluyendo Hebreos). 
d) Las epístolas generales. 
e) El libro del Apocalipsis. 
 
2.1.2. Datos sobre su elaboración 
Para conocer un poco mejor el contexto en el cual se circunscribe el 
Apocalipsis, cabe mencionar aspectos como que la Biblia judeo-cristiana fue 
escrita en un período no mayor de 1600 años, a lo largo de casi 60 
generaciones, por 40 autores distintos y de trasfondos que van de reyes a 
campesinos y pescadores, incluyendo a filósofos, funcionarios, sirvientes, 
médicos, militares, estadistas, eruditos, poetas, etc. Los entornos de su 
redacción también son disímbolos entre sí: prisiones, palacios, desiertos, 
navíos, ciudades, campos, islas; en tres continentes: Asia, África y Europa; 
en igual número de idiomas: hebreo, arameo y griego47. 
 
2.1.3. El Canon de las Escrituras 
Entendiendo canon como el conjunto de preceptos o normas 
respecto a un tema48, viene a ser el conjunto de escritos considerados 
dignos para ser incluidos en la Biblia bajo el concepto de “inspiración 
divina”49. 
El proceso de selección de los mismos se convirtió en necesario tras 
la destrucción del templo judío en Jerusalén a manos de los romanos (año 
70 d.C.) y que orilló a los creyentes a seleccionar de entre la abundancia de 
escritos que circulaban, aquéllos manuscritos hebreos que pertenecían a lo 
que se había probado históricamente y que se ceñían a las enseñanzas que 
la tradición oral y la práctica dictaban. Lo mismo ocurría con los 
 
47 McDowell, Josh, Op. Cit. p. 18. 
48 PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO, Colombia, 2002. 
49 McDowell, Josh, Op. Cit. p. 33. 
22 
 
documentos que la incipiente iglesia cristiana ya leía en sus reuniones50. 
Caudillos y grupos elaboraban textos que nada tenían que ver con lo 
narrado y reflexionado por aquellos que habían convivido de primera mano 
con Jesucristo51. Abundaban las inexactitudes y anacronismos históricos y 
geográficos, el estilo y enseñanza tampoco encajaban, se desconfiaba de su 
genuinidad y el efecto en los lectores era evidentemente distinto52. Pero 
una razón, que sin duda alguna es de gran peso, fue la persecución para 
aniquilar a los creyentes y sus textos sagrados. Entre tanta publicación 
existente era necesario elegir por qué libro ibas a dar la vida ¿Quién iba a 
querer morir por un libro si este no era comprobadamente de inspiración 
divina?53 
Los primeros 39 rollos de la Biblia no generaron tanto debate a 
principios de esta era (ya los judíos se habían encargado de depurar y vigilar 
el contenido y número de ellos)54. A tal esfuerzo, hay que agregar las 
constancias extra-bíblicas que existen (Tito Flavio Josefo –estadista, 
diplomático e historiador—, y el Talmud Babilónico, por ejemplo). Además, 
el propio Jesús había legitimado el listado en sus disertaciones55. 
Un tratamiento diferente se hizo necesario para los 27 tomos 
restantes. Hay que aclarar que la persecución en contra de los cristianos 
duró hasta el 313 d.C. en que el emperador romano Constantino declaró la 
anhelada libertad religiosa con el edicto de Milán56. Este dato es primordial 
para entender por qué fue que hasta el cuarto siglo que la iglesia pudo 
sostener una reunión lo suficientemente representada para debatir el tema 
(hay mucha evidencia disponible al respecto). La selección no llevó a una 
destrucción masiva e indiscriminada de los textos considerados “no-
canónicos”, como vulgarmente se cree. Simplemente, se les dio el lugar que 
merecían por sus características. De ello se desprende que aún existan los 
textos como las epístolas a los Laodiceos, la de Policarpio a los Filipenses, la 
tercera a los Corintios, la de Bernabé, el Pastor Hermas y un amplio 
etcétera. Se conoce un listado de hasta 280 de estos textos57. 
Ahora bien, los parámetros seguidos –y que desembocarían en un 
acuerdo mayoritario y definitivo alcanzado en el tercer Concilio de Cártago 
en el año 397 d.C., que vendría a ser revisado por Martín Lutero hasta la 
Reforma alrededor de 1521— fueron básicamente cinco: 
 
50 Ibid., pp. 33-34. 
51 Ibid., p. 41. 
52 Ibid., p. 37. 
53 Ibid., p. 41. 
54 Sánchez Cetina, Edesio, op.cit. p. 140. 
55 McDowell, Josh, Op. Cit. p. 35. 
56 PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO, Colombia, 2002. 
57 Duffield, Guy D. y Van Cleave, Nathaniel M., Op. Cit. p. 26. 
23 
 
a) Apostolicidad. Que hubiera sido redactado por algún seguidor 
directo de Cristo (apóstol), o una persona estrechamente 
vinculada a ellos. Se buscaba evitar versiones alejadas de los 
acontecimientos a ser narrados o analizados. 
b) Contenido espiritual. A lo largo de la dura fase de acoso y 
genocidio, ¿los documentos analizados habían sido 
abiertamente leídos, estudiados y seguidos por las asambleas 
(iglesias) o no? ¿lograban generar el bienestar para el cual se 
sobreentiende Dios habría expresado lo allí dicho? 
c) Veracidad doctrinal. ¿Encajaba con las enseñanzas de los 
demás textos en cuestión? La congruencia entre ellos era algo 
razonablemente necesario. No se elegía primero la doctrina y 
luego los libros. Los libros la dictaban y, aunados a los otrosfiltros, depuraban al resto. 
d) Utilidad. El punto aquí era si el libro que estaba en vías de ser 
aceptado estaba siendo ya utilizado no solo por una amplia 
mayoría, sino también por aquellos más entendidos en el 
tema. Con ello se buscaba erradicar textos propios de sectas 
aisladas, y dar preferencia a aquellos que su circulación era 
conocida. 
e) Inspiración divina. Desde luego esto no era la biblioteca de 
Alejandría. El objetivo no era incluir el mayor número de 
textos, sino el de reconocer (identificar, mas no elegir), de 
entre muchos escritos, aquellos que Dios les había dado58. 
De esta manera fue cómo se procesó y delimitó lo que hoy conforma 
el marco literario del objetivo de esta investigación: El Apocalipsis. 
 
2.1.4. La inspiración divina 
Es necesario abordar este tema, no para legitimar o no su existencia. 
Sino para conocer un poco más sobre lo que rodea al tema de estudio. 
El objeto de la fe cristiana está delimitado perfectamente: Jesucristo. 
De él, como personaje innegablemente histórico, lo que destaca es su 
origen, función y destino. Hijo de Dios, enviado por Él, para la salvación 
gratuita de la humanidad –así lo detalla en el libro de Juan, capítulo tres, 
versos 16 y 1759—. La Biblia viene a ser la crónica de la comunicación de la 
Deidad con Su creación (Hebreos 1:1-2)60. En ese sentido, Jesús no solo es 
el mensajero, sino el mensaje en sí, vivo. 
 
58 Ibid., p. 28. 
59 Thompson, Frank Charles, op.cit. p. 1019. 
60 Ibid., p. 1159. 
24 
 
Luego entonces, los 66 libros de la Biblia son un proceso 
comunicativo de una persona hacia un grupo (todos los lectores). El 
mensaje es uno: salvación de una destrucción decretada como 
consecuencia de una infracción de gran magnitud. Es como poner una silla 
eléctrica, dándole la llave al culpable para que se libere y salga sin la pena 
de muerte sobre él. El lugar es tomado por un inocente (Jesucristo), con la 
salvedad de que éste muere, pero resucita para triunfo del plan general. 
Una aclaración muy válida la realiza McDowell al señalar que la fe 
cristiana no implica cometer un “suicidio intelectual”; sino, por el contrario, 
conlleva la consideración de evidencia y el ejercicio de la razón. No 
obstante, como bien cita el mencionado autor a John Warwick 
Montgomery, si el Cristo en que se cree se desvía del Cristo histórico 
(documentado en la Biblia –primeramente— y fuera de ella), entonces, “en 
proporción a dicha desviación, perdemos también al Cristo genuino”61 y, 
por tanto, su fe pierde sentido. 
La comunicación escrita desde su autor intelectual –Dios— hasta su 
consumador físico –cada uno de los redactores involucrados— se realizó (y 
concluyó) a través de lo que se denomina inspiración divina. Aquí se 
necesita hacer una pausa para diferenciarla de dos términos que pudieran 
confundir lo que la redacción de la Biblia implicó. 
Revelación. Acto por medio del cual se da a conocer a la mente de 
otro un conocimiento que de otra manera nunca habría sido percibido. De 
acuerdo con William Evans –prolífico periodista y teólogo (1870-1950)— 
ella descubre nuevas verdades, mientras que la inspiración supervisa su 
comunicación62. Es más, hay que agregar que no todo lo que está en la 
Biblia fue revelado por Dios mismo. Existen un sinnúmero tanto de 
apreciaciones personales como de registros meramente históricos. Sin 
embargo, lo allí plasmado es verídico63. 
Otro concepto que debe deslindarse es el de iluminación. Implica la 
acción sobrenatural y mística sobre un sujeto. Ella puede experimentarse 
de manera constante e ininterrumpida, además de tener la posibilidad de 
ser gradual. Ambos puntos discrepan totalmente de lo que es la inspiración. 
La Biblia fue el resultado de la inspiración divina. Sin desechar el 
factor humano (emociones, caracteres, estados de ánimo, cultura, 
costumbres, limitantes cognoscitivas, cosmovisiones, etc.), el Espíritu Santo 
guió a cada escritor para plasmar el mensaje sin error ni omisión. No 
hablamos en cuanto a la forma, sino al contenido, a la esencia. Que ésta 
fuera inalterada. Ello no implicó estados de “éxtasis” o “arrebatos” en los 
 
61 McDowell, Josh, Op. Cit. pp. 4-5. 
62 Duffield, Guy D. y Van Cleave, Nathaniel M., Op. Cit. p. 30. 
63 Ibid., p. 30. 
25 
 
cuales, como poseídos por una fuerza, escribieran sin voluntad propia un 
dictado sobrenatural. 
Así como ha quedado en ella plasmada la redondez de la tierra (Isaías 
40:22, entre otras citas)64 –antes de que Pitágoras y Aristóteles lo 
imaginaran— y el ciclo de la evaporación del agua (Job 36:27-28)65 ocupara 
la mente de los científicos. De la misma manera, se narran en detalles 
hechos sociales, políticos y económicos (detallando ubicaciones concretas 
y retratando costumbres que la antropología solo ha podido rescatar de la 
mano de la arqueología siglos después). Pero lo que más impacta es esta 
forma tan peculiar de recopilación y exposición de conocimiento que 
sobrepasa por mucho el finito conocimiento de un pescador, un campesino, 
un explorador sin satélites, internet o computadoras… Así es como se 
retrata la inspiración divina que genera –en el escrito analizado— una 
inerrancia e infalibilidad palpables.66 
 
2.1.5. Su preservación 
Obviamente que ha pasado por todos los métodos de preservación 
que un documento puede experimentar a lo largo de la Historia. Papiro, 
pergamino, vitela (cuero de carnero teñido de púrpura), ostraca (alfarería), 
piedra, tablillas de arcilla y de cera, papel y ahora celuloide, medios 
electrónicos y virtuales67. 
Es en esta sección donde vale definir una convención. La palabra 
“manuscrito”, como la entenderemos en el presente trabajo –y se hace en 
el ámbito de la Bibliología— está detallado por el jesuita estadounidense 
Walter Drum (1870-1921) cuando explica que son las “copias escritas, a 
diferencia de las impresas, de los textos originales o de versiones de la 
Biblia, ya sea completa o parcial”68. 
Ahora sí podemos abordar lo dicho por Archibald Thomas Robertson 
(1863-1934), autor de la gramática más completa del Nuevo Testamento 
griego, quien detalló que existen aproximadamente unos 8000 manuscritos 
de la versión en latín (Vulgata Latina) de la Biblia, además de no menos de 
4000 en griego. Esto sin contar las casi 13000 copias manuscritas de 
porciones del Nuevo Testamento, exclusivamente”69. 
Pero, ¿qué significan esas cifras? John Lea, en su libro The Greatest 
Book in the World (1929), cita un artículo que encontró con el fin de dar 
 
64 Thompson, Frank Charles, op.cit. p. 711. 
65 Ibid., p. 536. 
66 Duffield, Guy D. y Van Cleave, Nathaniel M., Op. Cit. p. 31-32. 
67 McDowell, Josh, Op. Cit. pp. 29-30. 
68 Drum, Walter, MANUSCRIPTS OF THE BIBLE, consultado en 
http://en.wikisource.org/wiki/Catholic_Encyclopedia_%281913%29/Manuscripts_of_the_Bible 
69 McDowell, Josh, Op. Cit. pp. 21. 
26 
 
una perspectiva a esto. En la publicación que él menciona, se aportan cifras 
de clásicos de la literatura universal y salta la evidente ventaja que el texto 
bíblico tiene en materia puramente numérica70. A eso hay que agregar 
factores de calidad y siglos de preservación, lo cual conjunta una evidencia 
científicamente considerable para la evaluación de forma y contenido ante 
obras de autores clave en la Historia71. 
La gran ventaja de contar con una gran cantidad de manuscritos es 
que facilita de una manera cualitativa la reconstrucción del original. –
también llamado autógrafo—72. 
 
2.1.5.1. Los Rollos del Mar Muerto (Qumrán) 
No se podría concluir este apartado sin mencionar el importante 
acontecimiento arqueológico ocurrido a mediados del siglo XX. 
En 1947, un joven pastor árabe se dio cuenta de la falta de una de sus 
ovejas, así que se dio a la tarea de buscarla. El escenario fue el valle de 
Qumrán, en el desierto de Judea en la costa occidental delMar Muerto, 
Cisjordania. El muchacho inició la pesquisa hasta llegar a unas cavernas de 
la ladera, donde arrojó una piedra que cayó dentro de las hendiduras 
provocando un sonido que le pareció de vasijas. Al entrar a curiosear, halló, 
junto con uno de sus ayudantes, algunos jarrones de cerámica de menos de 
un metro de alto y 25 centímetros de ancho. Dentro de estos recipientes 
encontraron algunos objetos que parecían momias en miniatura. En 
realidad, eran rollos de cuero envueltos en tela y recubiertos con brea. 
Pensando lucrar con esto que, evidentemente, parecían antigüedades de 
algún precio, fueron a Belén a venderlos pero sin éxito. En Jerusalén 
lograron, tras rebajar el precio varias veces, que dos hombres se los 
compraran. Uno fue el arzobispo del Monasterio Sirio Ortodoxo de San 
Marcos (Athanasio Samuel) y el otro un profesor de arqueología de la 
Universidad (Eleazar Lipa Sukenik). 
La guerra entre judíos y árabes imposibilitó la investigación del lugar, 
hasta que en 1949 el doctor Laukester Harding, del Departamento Jordano 
de Antigüedades, y Pere R. de Vaux, de la Escuela Dominicana de la Biblia, 
cuidadosamente excavaron y en un período de 3 semanas encontraron 
aproximadamente 800 fragmentos de rollos pertenecientes a 75 de cuero. 
Además de papiros, lámparas romanas y porciones de jarras. Las 
excavaciones iniciaron, llegando a rescatar las ruinas en 1951 que ocupan 
una extensión de unos 1,400 metros cuadrados73. 
 
70 Ibid., pp. 22. 
71 Ibid., pp. 48. 
72 Ibid., pp. 58. 
73 Thompson, Frank Charles, Op. Cit. pp. 1617-1619. 
27 
 
Los hechos respecto a Qumrán y los Rollos del Mar Muerto (como se 
les ha llamado) están ampliamente documentados y a disposición. Lo que a 
nosotros nos concierne para este capítulo son los resultados que arrojó ese 
hecho por demás providencial –valga, más que nunca, la expresión—. 
Alrededor de 900 manuscritos o fragmentos de ellos fueron extraídos 
del lugar. A partir de lo cual se creó un equipo internacional e 
interconfesional que tomó para sí la tarea de traducir y tratar los vestigios 
allí recuperados. 
 
2.1.6. Fundamentos de la credibilidad en los textos que se tienen 
En materia de la confiabilidad, Robert Dick Wilson –renombrado 
lingüista y erudito presbiteriano nacido en los Estados Unidos de América 
(1856-1930)74 que se enfocó en la investigación metodológica de la 
fiabilidad y exactitud de los manuscritos bíblicos—, en su trabajo conocido 
como A Scientific Investigation of the Old Testament, elogia la transmisión 
precisa del texto haciendo alusión a los “correctos principios filológicos” 75. 
A lo que Ezra Abbot –otro experto estadounidense en materia de la visión 
crítica de la Biblia (1819-1884)76—, agrega que, en torno a las discrepancias 
en los manuscritos encontrados a lo largo de los últimos siglos, el número 
de cálculos realizados para la transcripción de los mismos en las diferentes 
etapas de su historia “no entran en la esfera ordinaria de la crítica textual”. 
Esto lo asevera a raíz de que se llegó a numerar los versículos, palabras y 
letras de cada libro, calculando, incluso, la palabra media y la letra media 
de cada uno. Con el único fin de asegurar la minuciosa transmisión precisa 
del texto. A pesar de ello, se han encontrado unas 150 mil discrepancias 
que Ezra –entre otras autoridades competentes en el tema— minimizan de 
la siguiente manera: 
“La verdad del caso es más o menos de este modo. De las 
ciento cincuenta mil lecturas diferentes, más o menos, del texto del 
Nuevo Testamento griego, podemos, como lo ha hecho notar el Sr. 
Norton, desechar diecinueve vigésimos tras una primera 
consideración, por ser obviamente de un carácter tal, o apoyados en 
una tan pequeña autoridad, que ningún crítico les consideraría el 
derecho de reclamar su aceptación. Esto nos deja, digamos, unas 
siete mil quinientas. Pero de éstas, una vez más, aparecerá al 
examinar que diecinueve de veinte son de tal naturaleza que no 
afectan el sentido; están relacionadas con asuntos ortográficos, o con 
la construcción gramatical, o con el orden de las palabras, o con otros 
 
74 Wilson, Robert Dick, FOREWORD, consultado en: http://christianbeliefs.org/articles/wilson-hc.html 
75 McDowell, Josh, Op. Cit. pp. 58. 
76 EZRA ABBOT BIOGRAPHY, consultado en: http://www.1911encyclopedia.org/Ezra_Abbot 
28 
 
asuntos tales como los ya mencionados, al hablar de variaciones sin 
importancia. 
“Afectan únicamente la forma de expresión, no el significado 
esencial. Esto reduce el número a tal vez unas cuatrocientas que 
implican una diferencia de significado, el que a menudo es leve, o la 
omisión o añadido de unas pocas palabras, lo que es suficiente para 
hacerlos objeto de la curiosidad y del interés, mientras que unos 
pocos excepcionales entre ellos podrían considerarse relativamente 
importantes. Pero nuestras ayudas críticas son ahora tan abundantes 
que en la mayoría de los casos de divergencia de lectura estamos en 
condiciones de determinar cuál es el texto verdadero con un muy 
buen grado de confianza”.77 
Son muchas las evidencias externas a la mera revisión de manuscritos 
y que ponen en relieve la confiabilidad de la Biblia como apegada a los 
autógrafos de cada libro que la componen, y su veracidad78. 
 
2.1.7. La Biblia en español 
El cristianismo –a diferencia del islam, hinduismo, budismo, 
etcétera— ha sido una fe misionera desde su nacimiento. McDowell cita a 
Bruce M. Metzger –estadounidense erudito en idioma griego (1914-
2007)— quien escribió que “las más antiguas versiones del Nuevo 
Testamento fueron preparadas por misioneros para ayudarse en la 
propagación de la fe cristiana entre pueblos cuya lengua nativa era el 
siríaco, el latín o el copto”79. 
Tales esfuerzos tuvieron un punto nodal en la traducción llamada 
Septuaginta (conocida por su abreviación LXX), que en Alejandría, Egipto, 
se hiciera de los textos hebreos del Antiguo Testamento al griego (200 a.C. 
– 180 a.C.), que sin duda representa el intento más remoto en la historia de 
reproducir un libro de un idioma a otro80. 
Otra parada obligada en el camino hacia la Biblia que hoy tenemos 
en circulación, lo constituyen la versión en latín, Vulgata Latina, que se 
realizó a finales del siglo IV y que tiene gran impacto en las traducciones al 
inglés que se harían varios siglos después. Dicho trabajo fue realizado por 
Jerónimo de Estridón y hasta la actualidad sigue siendo la Biblia oficial de la 
Iglesia Católica Romana de la cual ella extrajo la versión en español que usa, 
saltándose las versiones más antiguas en hebreo y griego –algo que sí tomó 
en cuenta la iglesia protestante—. La que imprimió Johannes Gutemberg 
 
77 McDowell, Josh, Op. Cit. p. 44. 
78 Ibid., pp. 43-75. 
79 Ibid., p. 52. 
80 Duffield, Guy D. y Van Cleave, Nathaniel M., Op. Cit. p. 39. 
29 
 
en 1450 fue la versión católica, como un primer paso en la búsqueda de que 
el vulgo tuviera acceso al libro sagrado, que le había sido negado hasta 
entonces81. 
Los esfuerzos más antiguos para llevar los textos bíblicos al inglés se 
remontan a porciones y se realizó en el siglo VII. Pero no fue sino hasta que 
John Wycliffe –maestro, erudito y reformista de Oxford, Inglaterra (1320-
1384)— logró traducirla por completo en 1382 que ya podemos hablar de 
una versión de los mismos en su totalidad en la lengua de Shakespeare. 
No obstante, el que es reconocido como “verdadero padre” de la 
Biblia en inglés es William Tyndale (1492 – 1536). Él, en contra de la 
prohibición que le hiciera la Iglesia Católica Romana, realizó la traducción 
del Nuevo Testamento a partir del griego. La persecución que vino sobre él 
como consecuencia, lo llevó a huir a Alemania. Allí se conoce con Martín 
Lutero (el gran reformador de la iglesia) y logra por fin imprimirlo. A partir 
de allí, inicia su circulacióna manera de contrabando y en calidad de 
“herejía”. Las autoridades católicas lograron comprar todos los ejemplares 
y quemarlos públicamente. Tyndale no se rindió y siguió con la traducción 
del Antiguo Testamento. Sin embargo, fue traicionado, encarcelado y, 
posteriormente, ahorcado y quemado en la hoguera. Sus últimas plegarias 
fueron recogidas e invocaba a Dios para que el rey de Inglaterra pudiera 
abrir sus ojos ante lo que sucedía. Precisamente, la versión llamada “del Rey 
Santiago (King James)” apareció en el año 1611 como resultado del trabajo 
iniciado por Tyndale82. 
En cuanto al idioma de Cervantes, el rey Alfonso X “el Sabio” de 
Castilla ordena, en el año 1260, su traducción a partir de la Vulgata Latina. 
En 1521, el rey Felipe II recibe un trabajo que también tiene como base la 
misma versión. Un camino diferente tomaron los protestantes, quienes 
extrajeron su versión en español del Nuevo Testamento directamente del 
griego en 1543, cuando Francisco de Enzinas (1518?—1552) logra tener 
acceso a la edición de Erasmo, misma que ya había utilizado Tyndale. A él 
se le sumó el esfuerzo de Juan Pérez de Pineda, quien en 1556 aportó su 
trabajo con el libro de los Salmos. Pero fue hasta 1569 que se tuvo una Biblia 
completamente en castellano obtenida del hebreo, arameo y griego. Se le 
llamó la del Oso y fue hecha por Casiodoro de Reina –teólogo luterano—. 
Cipriano de Valera invirtió 20 años en revisarla, logrando publicarla en 1602 
en Amsterdam, Holanda. Es conocida como la versión Reina-Valera y ha 
gozado de nuevas revisiones en 1862, 1909, 1960 y 1977. A partir de ella se 
realizaron nuevas versiones, revisiones y traducciones. 
 
81 Ibid., p. 40. 
82 Ibid., pp. 42-43. 
30 
 
Para el presente trabajo se usará como base, aunque no 
exclusivamente, la versión de Reina-Valera en su edición del año 1960. 
 
2.2. El Apocalipsis y su contexto particular 
Es innegable que, a causa de la estrecha relación entre el cristianismo 
y el pueblo hebreo, sin un conocimiento de la realidad del primer siglo de 
esta etnia mediterránea se torna inaccesible el comprender muchos de los 
factores del Nuevo Testamento83. 
 
2.2.1. El pueblo judío 
Está por demás decirlo, pero el pueblo judío del primer siglo debe 
entenderse a la luz de su propia historia. Y es que a veces, la vulgarización 
de los términos y los hechos por la tradición oral de la que aún somos 
víctimas, nos lleva a ignorar tal postura científico-social. 
 
2.2.1.1. Síntesis histórica 
Luego entonces, procede hacer un esfuerzo por dar, aunque sea, una 
ligera mirada a la evolución de tal etnia –que, como toda civilización, buscó 
(con mucho acierto) documentarla lo mejor posible—. Este esbozo se 
basará principalmente en lo presentado por Frank Charles Thompson84, 
salvo cuando se indique lo contrario. 
La fase denominada patriarcal arranca en el segundo milenio antes 
de Cristo, con la salida de Abram (después llamado Abraham) de Ur de los 
caldeos –antigua ciudad de la baja Mesopotamia, actualmente llamada 
Muqayyar, en Irán; cuya existencia fue ratificada a partir de las 
excavaciones de 1919— y su establecimiento en Palestina y de quien se 
inicia las estirpes judía y árabe a partir de sus hijos Isaac e Ismael, 
respectivamente, además de los cristianos que se adjudican la herencia 
espiritual85. 
De su hijo Isaac, le nace Jacob –después llamado Israel— de quien 
nacen las doce tribus conocidas hasta ahora. José, uno de los vástagos de 
este último, llega a ser ministro del faraón y gobernador de Egipto (1715 
a.C., aprox.). Bajo su protección, su familia se establece en esa nación 
norafricana. Muchos años después de su muerte, el pueblo israelita llegó a 
crecer tanto que representó una amenaza para los egipcios, por lo que 
fueron esclavizados. Alrededor del año 1452 a.C., Moisés –el otro gran 
 
83 Sánchez Cetina, Edesio, op.cit. p. 266. 
84 Thompson, Frank Charles, op.cit. pp. 1438-1439. 
85 PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO, Colombia, 2002. 
31 
 
patriarca judío— logra liberar a su pueblo e inicia el período conocido como 
el Éxodo, durante el cual deambulan por 40 años por el desierto. 
En 1451 a.C., bajo el liderazgo de Josué, emprenden la conquista 
bélica de Canaán, franja litoral entre el Mediterráneo y el Mar Muerto. A su 
fallecimiento, y por los tres siglos siguientes, se desarrolla la etapa de Los 
Jueces, que no eran otra cosa que caudillos militares que Dios levantaba 
para guiar al pueblo y librarlo de sus enemigos en la lucha por las tierras 
que habían ocupado. Entre ellos destacan Otoniel, Débora, Gedeón, Sansón 
y Samuel, entre otros. Bajo este último, se instaura el primer reinado judío 
(1095-1055 a.C.), con Saúl al frente. Él, David y Salomón son los que 
mantienen al reino unido. 
Para esos entonces, ya el imperio sirio había emergido y luego 
resurge el babilónico que se encuentra con un pueblo de Dios dividido: 
Israel al norte y Judá al sur. Ante lo cual, procede a conquistar y tomar 
cautivos a ambos. Los profetas inician el trabajo de comunicar ahora los 
designios de Dios aclarándoles que todo esto ha venido por la 
desobediencia que en conjunto han practicado. Elías, Eliseo, Jonás, Isaías, 
Jeremías, Ezequiel y Daniel, son algunos de los nombres sobresalientes. 
Este último sirvió a los imperios invasores –sin quebrantar su fidelidad a 
Dios ni a su pueblo— bajo los gobiernos de Nabucodonosor, Belsasar, Darío 
y Ciro. Lo cual significa atestiguar la transición del dominio babilónico al 
persa. En el medio, el pueblo judío pudo regresar a su tierra para luego 
volver a ser exiliado y, finalmente, retornar a ella paulatinamente hasta el 
año 445 a.C. en que por fin reconstruyen su templo en Jerusalén. No hubo 
grandes caudillos del nivel de Moisés y Josué que abanderaran guerras de 
liberación, pero no faltó la guía espiritual y el ejercicio diplomático a cargo 
de los profetas dados por Dios. 
Sin embargo, alrededor del 400 a.C. se inicia un “silencio” de parte de 
la voz divina hacia Israel. Fueron casi cuatro siglos en que ningún hombre 
se levantó de entre ese pueblo emitiendo mensaje celestial alguno. Cabe 
destacar que es durante tal etapa que llega Alejandro Magno y establece su 
imperio sin igual e impone la helenización. Paradójicamente, este fue factor 
primordial para la propagación del Evangelio en el siglo I d.C. y 
subsecuentes. 
Antes de cambiar de era, cabe mencionar que a la muerte del 
mencionado emperador y guerrero, su reino se parte en tres. Egipto con los 
ptolomeos, Siria con los seléucidas y la Macedonia Antígona. Siria y Egipto 
se disputan el territorio judío. Los hebreos inician un movimiento 
guerrillero independentista liderado por los macabeos, pero no fructificó 
del todo a pesar de sus casi dos siglos de lucha. Aunque llegaron a tener sus 
32 
 
momentos de gloria. Este levantamiento es sucedido por los asmoneos, que 
le dieron un tinte ya no religioso sino netamente político derivando en 
pactos y componendas contaminando la hasta entonces tan celosa cultura 
judía y sus prácticas religiosas. El imperio romano ya había hecho suyo el 
territorio para esos momentos, gobernándolo y recogiendo tributo de él. 
Dos partidos políticos se levantan, fariseos y saduceos, con dos posturas 
diferentes ante la influencia helenístico-romana. 
Son casi 4 mil años de historia que Mateo –como buen judío, 
recolector de impuestos estudiado— documenta y sintetiza en esta frase: 
“De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son 
catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la 
deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce” (Mateo 1: 17)86. 
Es en este momento histórico (y con ello quiero decir verificable), 
donde nace Jesús de Nazaret. “Pero cuando vino el cumplimiento del 
tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Epístola 
a los Gálatas, capítulo 4, versículo

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