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Artistocracia-y-palingenesis--la-apologa-del-Fascismo-del-Dr -Atl

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
 
 
 
ARTISTOCRACIA Y PALINGÉNESIS. LA APOLOGÍA DEL FASCISMO 
DEL DR. ATL 
 
TESIS 
Que para obtener el título de 
Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública (modalidad 
Ciencia Política) 
 
 
PRESENTA: 
Jonathan Ángel Sánchez Rodríguez 
 
 
DIRECTOR DE TESIS 
Carlos Gabriel Chávez Becker 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2016. 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
 ÍNDICE 
Agradecimientos…………………………………………….…………………..….……3 
 Introducción……………………………………………………………………..….……5 
Capítulo I: El color de una voluntad de poder. El fenómeno fascista….……………8 
I.I Las interpretaciones militantes……………………………………………………...……..……8 
I.II Las primeras interpretaciones comprensivas……………………………………...…….….15 
I.III El modernismo político…………………………………………………………...……….…..22 
I.IV El vitalismo aristocrático………………………………………………………………………30 
I.V La palingénesis nacional………………………………………………………..…………….37 
I.VI La religión política………………………………………………………………...…………...42 
I.VII El totalitarismo…………………………………………………………………...……………47 
I.VIII Una definición operativa del fascismo……….……………………………..……………..51 
Capítulo II: Rojo y negro. El artista revolucionario: Artistocracia y revolución…….52 
 II.I Murillo entre el Modernismo, el socialismo italiano, el Renacimiento y el Ateneo 
de la Juventud…….............................................................................................................52 
II.II Artistocracia anarcoindividualista en L’Action d’art……………………………………….61 
II.III El Dr. Atl en la Revolución mexicana: El artista político y los Batallones rojos………65 
II.IV El nacionalismo cultural del Dr. Atl en el naciente Estado posrevolucionario………….75 
Capítulo III: Rojo y gris. El caudillo-artista: La artistocracia totalitaria……………….81 
III.I Italia, su defensa en México y Ante la carroña de Ginebra............................................81 
III.II De todos colores. El Dr. Atl… ¿quintacolumnista? ¿Hispanista? ¿Futurista?...............88 
 III.III La veta dannunziana del Dr. Atl..................................................................................102 
III.IV El caudillo-artista: La artistocracia totalitaria..............................................................117 
III.V El final de la actividad panegírica del fascismo………………………………………...122 
Capítulo IV: El color del universo. Olinka: La palingénesis universal………………125 
Conclusión………………………………………………………………………………………130 
Bibliografía……………………………………………..……………………………………….134 
3 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
Al Dr. Franco Savarino Roggero y al Mtro. Mario Estrada Roldán, mis maestros, por 
su sabiduría y amistad, tan fundamentales ya en mi vida. Sus consejos y críticas 
dieron forma y dirección a un amorfo y desorientado trabajo. Todo mérito que 
obtenga esta investigación, si obtiene alguno, lo comparto con ambos. De todo error, 
que los habrá muchos, soy el único responsable. 
Al Mtro. Carlos Chávez Becker, por sus comentarios y críticas, y en general por todo 
su apoyo. 
A mi familia y amigos, cuyos nombres no es necesario mencionar porque bien saben 
quiénes son. 
A los grandes creadores y destructores de todos los tiempos, cuya obra es mi único 
alimento. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4 
 
“Sé una fuerza de la naturaleza” 
Dr. Atl 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
INTRODUCCIÓN 
“Nitimur in vetitum” 
Ovidio – 3 Amores, 4, 171. 
 
El Dr. Atl (oficialmente Gerardo Murillo Cornadó), fue un pintor, dibujante, docente, 
perito valuador de arte, político, revolucionario, periodista, cuentista, ensayista, 
novelista, filólogo, vulcanólogo, geólogo, minero, urbanista, cocinero, montañista y, 
ante todo, un caminante incansable. Atl se encuentra entre las figuras más 
importantes de la cultura mexicana de la primera mitad del siglo pasado y no 
solamente por su magnífica obra pictórica, donde se encuentran algunos de los más 
bellos paisajes del arte de este país. Su labor como artista activista marcó a toda 
una generación de artistas mexicanos, entre ellos los muralistas, por no decir más. 
Así mismo, el pintor de volcanes fue uno de los primeros promotores del arte popular 
mexicano y un defensor de la conservación y valoración de la arquitectura colonial 
como parte integrante de la identidad nacional, en especial de aquella que él 
denominó “ultrabarroco”. Sin embargo, se suele soslayar o dejar en un mar de 
bruma su actividad como apologeta de los regímenes fascistas. En 1940 escribió: 
Italia y Germania siguieron sus destinos influyendo de diversa manera en la civilización 
universal, y de nuevo, hoy, otros jefes de los dos pueblos [Hitler y Mussolini] se pusieron 
frente a frente, pero de muy distinta manera: no solamente se tendieron las manos, sino 
unificaron en un esfuerzo la aspiración de dos razas que bajo el esplendor de su historia, 
se irguieron frente a la barbarie armadas de la omnipotencia de su genio. El mundo ha 
cambiado de ruta; se encamina hacia la cohesión de la inteligencia y de la libertad fuera de 
la opresión teológica-económica ejercida por Israel2. 
¿Cómo fue posible que el ínclito pintor, uno de los personajes clave en la formación 
de los Batallones rojos durante la Revolución mexicana, llegara a escribir tales 
palabras? Esta investigación se propone ofrecer una respuesta científicamente 
satisfactoria a esta cuestión. Desde luego, sospechamos de las “explicaciones” 
habidas hasta ahora. Sostener, por ejemplo, que Atl simpatizó y defendió a las 
 
1 “Nos lanzamos hacia lo prohibido”. 
2 DR. ATL. “Quiénes ganarán la guerra”. En: Obras completas, tomo I, México, El Colegio Nacional, 2006 p. 503. 
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potencias del Eje por “irracionalismo” (en el sentido más despectivo de la palabra)3 
o por su “eterno ir contra la corriente”4, parece ser más una cómoda respuesta 
producto de prejuicios muy arraigados que de un análisis detenido. 
Para brindar una explicación sustancialmente diferente de las elaboradas hasta hoy, 
hemos decidido emular el punto de partida del itinerario seguido por Mario Estrada 
Roldán en Simpatías silenciadas: la proximidad ideológica de José Vasconcelos al 
fenómeno fascista (2011)5: construir una definición operativa del fascismo que sea 
una herramienta heurística apropiada para comprender el caso del Dr. Atl. ¿Cómo, 
en efecto, se podría comprender la relación entre un sujeto histórico y un fenómeno 
político si se tiene un conocimiento meramente rudimentario de éste último? 
Máxime, si ese fenómeno político sigue provocando agrias controversias, 
difícilmente desligado de las pasiones políticas. Para no repetir los tópicos de la 
vulgata acerca del fascismo, en el primer capítulo revisaremos de manera crítica 
algunas de las interpretaciones del fenómeno fascista más comprometidas 
ideológicamente, pero que influyeron (y en algunos sectores aún lo hacen) 
fuertemente al ámbito académico en su momento, como las de Dimitrov, 
Poulantzas, Croce y Arendt. Después, se hará un balance de las primeras 
interpretaciones comprensivas, como las de Nolte, De Felice y Mosse; pioneros en 
aventurarse a un estudio más científicode tan controvertido fenómeno político y que 
hicieron posible la formación de una nueva historiografía sobre el mismo. 
Posteriormente, auxiliándonos de los resultados de algunas de las investigaciones 
más recientes e innovadoras sobre el tema (principalmente las realizadas por Emilio 
Gentile, Roger Griffin y Zeev Sternhell), se revisarán los elementos que se 
propondrán como clave para la comprensión del fenómeno fascista: su modernismo 
político, su vitalismo aristocrático, su palingenesia nacional, su religión política y su 
totalitarismo. Finalmente, se construirá una definición operativa del fascismo, en la 
cual le daremos mayor peso al aspecto ideológico, aunque sin subestimar los 
 
3 : ESPEJO, Beatriz. Dr. Atl. El paisaje como pasión, México, Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, 1994, p. 
34. 
4 LUNA ARROYO, Antonio. El Dr. Atl, México, Salvat, 1992, pp. 118-119. 
5 ESTRADA ROLDÁN, Mario. Simpatías silenciadas: la proximidad ideológica de José Vasconcelos al fenómeno 
fascista, tesis de licenciatura, México, ENAH, 2011, capítulo 1. 
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demás. Haremos esto, ante todo, por la especificidad de nuestra investigación. 
Como dijera Emilio Gentile: 
Si se excluye la existencia de una ideología del fascismo no se comprende por qué 
hombres de notables cualidades intelectuales sufrieron el encanto del fascismo, 
hasta el punto de seguir con coherencia el destino de identificar en él su empeño de 
intelectuales y el futuro de la civilización europea, y de poner en juego su dignidad 
y su existencia. No basta, de hecho, el oportunismo y la mala fe, o el engaño y la 
ignorancia para explicar el consenso dado al fascismo por parte de intelectuales 
como Drieu la Rochelle, Brasillach, Céline, por citar tres casos de escritores 
franceses conocidos.6 
En el segundo capítulo, abordaremos los puntos capitales en el desarrollo 
biográfico-ideológico del Dr. Atl hasta antes de comenzar su actividad panegírica 
del fascismo. De su participación en la revista L’Action d’art y en la formación de los 
Batallones rojos durante la Revolución mexicana, hasta su colaboración en los 
proyectos culturales del Estado posrevolucionario. De esta manera se podrá 
apreciar cómo se fueron gestando en el pintor las posiciones ideológicas que lo 
habrán de llevar a converger con el fenómeno fascista. 
En el tercer capítulo analizaremos el tema central de esta investigación: la actividad 
apologética de los regímenes fascistas del Dr. Atl; desde sus inicios hasta su 
abrupto final. Tal actividad será puesta en relación con el contexto histórico e 
ideológico en el cual estaba inmerso el pintor para así reconstruir su posición dentro 
de la cosmovisión atliana (rastreando en ella las influencias ideológicas decisivas 
que le aproximaron al fenómeno fascista), para finalmente reestructurar el conjunto 
de ideas, conceptos y valores que le daban su sustento ideológico, mismo que 
hemos denominado la doctrina de la “artistocracia totalitaria”. 
En el cuarto y último capítulo se describirá sucintamente el proyecto de Olinka, el 
último sueño del Dr. Atl, en el cual se podrán apreciar la continuidad, una vez 
finalizada la guerra, de la mayoría de las posiciones ideológicas fundamentales que 
llevaron a Atl a apoyar al fascismo, descontado el hecho de que nunca abjuró de su 
labor panegírica. Este capítulo servirá, pues, para reforzar nuestra tesis, a saber, 
 
6 GENTILE, Emilio. Fascismo. Historia e interpretación. Madrid, Alianza, 2004, p. 96. 
8 
 
que el encomio y defensa del fenómeno fascista por parte de Atl tuvo motivaciones 
fundamentalmente ideológicas y no producto de la locura, la perfidia, la ignorancia 
o la arbitrariedad. Pero no solamente eso, sino que la proximidad ideológica entre 
la cosmovisión atliana y el fascismo fue enorme, fundamentalmente debido a que 
detrás del devenir ideológico del Dr. Atl encontramos una fuerte influencia intelectual 
(donde destaca D’Annunzio) capaz de insuflarle los elementos clave del fenómeno 
fascista. Ello, aunado a la experiencia histórica de la amenaza de la expansión 
mundial del comunismo y del hastío de la modernidad democrático-burguesa, le 
llevaría a converger hacia el fascismo. Iniciemos, pues, la ardua tarea de sostener 
esta tesis. 
 
CAPÍTULO I: El color de una voluntad de poder. El fenómeno fascista. 
 
1.1 Las interpretaciones militantes. 
“Meditantur sua stercora scarabaei” 
Giordano Bruno – Expulsión de la bestia triunfante7. 
 
Para el público no especializado, ante el ocaso cultural del marxismo, que 
interpretaba de manera tópica al fascismo8 como un movimiento pequeñoburgués 
apoyado en el gran capital para hacer frente al ascenso del proletariado, el 
fenómeno fascista quedó reducido a una encarnación política del “Mal”, siendo el 
 
7 “Los escarabajos contemplan sus excrementos”. Traducción de Ignacio Gómez de Liaño. 
8 Para evitar repeticiones y confusiones, es preciso señalar que se utilizará el término “fascismo” en dos 
acepciones: 1) con mayúsculas para hacer referencia específicamente al Fascismo italiano; 2) con minúsculas 
para hacer referencia al fascismo como categoría, dentro de la cual se encontrarían un conjunto de 
movimientos y regímenes políticos de características similares, tales como el régimen Nacionalsocialista 
alemán y el Fascista italiano, movimientos como la Guardia de Hierro en Rumania, la Unión Británica de 
Fascistas en Gran Bretaña, la Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista en España, la 
Cruz Flechada en Hungría, el Rex en Bélgica, los Camisas Plateadas o Legión de Plata en los Estados Unidos de 
Norteamérica, la Cruz de Trueno en Letonia y el Faisceau en Francia. Todos estos regímenes y movimientos 
tenían diferencias sustanciales entre ellos, lo cual no se pasará por alto, pero la utilidad y viabilidad del 
término “fascismo” como categoría se defenderá en esta tesis, lo cual haremos más adelante. Infra p. 21. 
9 
 
nacionalsocialismo su versión más acabada y perversa, el “Mal absoluto”9. El 
fascismo sería, según esta interpretación, un haz de las antítesis de los valores 
liberal-humanistas: Racismo, intolerancia, discriminación, represión, autoritarismo, 
desprecio a la vida, explotación, violencia, fanatismo, etc10. Este público se 
representa al fascismo de manera tan ajena a sí mismo que termina por parecerle 
en definitiva incomprensible: ¿Cómo fue posible que la humanidad viviera tal 
tragedia? ¿Por qué volvió “la barbarie” en pleno siglo XX? ¿Cómo fue posible que 
importantes intelectuales y artistas colaboraran y simpatizaran con el “Mal”? Dada 
la estrechez de su mirada, este público solamente puede permanecer asombrado y 
en silencio ante tales preguntas o consolarse a sí mismo con respuestas tan burdas 
como su misma interpretación del fascismo. 
 No sucede lo mismo en el caso de los estudiosos del fascismo, que desde 
mediados de la década de 1960, cuando, gracias a las investigaciones y 
teorizaciones de Renzo de Felice, Ernst Nolte, George L. Mosse y Eugen Weber, 
se inició la formación de una nueva historiografía que “ha afrontado el estudio del 
fenómeno basándose en la investigación teórica concreta, rechazando las 
interpretaciones generalizadas, las visiones demonológicas y las explicaciones 
monocausales”11. 
No obstante, para que esta nueva historiografía triunfara en el ámbito académico se 
tuvo que atravesar acaloradas discusiones. Ello debido fundamentalmente a que el 
fascismo es un término que ha mantenido un fuerte carácter político hasta nuestros 
 
9 RODRÍGUEZ, Ramón. “Heidegger y el nacionalsocialismo: ¿Un viaje a Siracusa?”. Estudio preliminar en: 
HEIDEGGER, Martin. Escritos sobre la universidad alemana, Madrid, Tecnos, 2009, p. X. Sin dudaa este hecho 
han contribuido de manera poderosa los éxitos comerciales que han representado las películas sobre el 
Holocausto tales como La lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg, La vida es bella (1997) de Roberto 
Benigni, El pianista (2002) de Roman Polanski, El niño con el pijama de rayas (2008) de Mark Herman, entre 
otras. 
10 Esta interpretación ha potenciado la inflación semántica del término fascista de la que habla Emilio Gentile: 
“En el lenguaje político corriente el término «fascismo» se utiliza universalmente en sentido despectivo como 
sinónimo de derecha, contrarrevolución, reacción, conservadurismo, autoritarismo, corporativismo, 
nacionalismo, racismo e imperialismo”. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 53. 
11 Ibíd., p. 57. 
10 
 
días, todavía es usado en función de un antagonismo político concreto y lo político 
es polémico, Schmitt dixit12. 
Desde que el fascismo hizo su aparición en el escenario histórico13 se inició la tarea 
de interpretarlo, principalmente por aquellos que lo combatían, puesto que para los 
fascistas mismos no era primordial organizar de manera sistemática un corpus 
teórico político propio debido, en gran medida, a la primacía que para ellos tenía la 
acción sobre la teoría14. Interpretaciones militantes del fenómeno fascista las ha 
habido de “todos colores”: Desde interpretarlo como una reacción de las masas 
sexualmente reprimidas15 hasta como una búsqueda de seguridad y orgullo en el 
autoritarismo por parte de la pequeña burguesía16. Dejando de lado numerosas 
interpretaciones militantes que en ocasiones llegan a lo ridículo, a continuación se 
revisarán brevemente dos de entre las más elaboradas e influyentes con las que se 
ha enfrentado la nueva historiografía sobre el fascismo: la interpretación marxista 
clásica y la liberal que interpreta al fascismo como una “enfermedad moral”. 
Los militantes comunistas rápidamente comenzaron a utilizar el término “fascista” 
en un sentido genérico y despectivo para calificar a todo régimen o movimiento 
político anticomunista, sin importar sus demás características, inclusive en 
determinados momentos a los partidos socialdemócratas y socialistas se les 
consideró fascistas (la teoría del “socialfascismo” apoyada por Stalin y Zinóviev)17. 
La relación entre capitalismo y fascismo era evidente para la mayoría de los 
marxistas. Por ello, la opinión de Manuilski (opinión que también compartía y 
 
12 SCHMITT, Carl. El concepto de lo político, Madrid, Alianza, 1998, p 60. Cabe agregar que para Schmitt un 
concepto, idea o palabra polémica es aquella cuyo significado está en disputa. 
13 El fascismo adquirió relevancia internacional de manera definitiva con la Marcha sobre Roma el 29 de 
octubre de 1922. 
14 SAVARINO, Franco. “La ideología del fascismo entre pasado y presente”. En: Savarino, Franco, Gumersindo 
Vera, Alejandro Pinet y Pedro Quintino (coords.). Diálogos entre la historia social y la historia cultural, México, 
ENAH-AHCALC, 2005, pp. 259-260. Por ejemplo, Mussolini sostenía que “En 1919 […] el fascismo no tenía a la 
mano una doctrina elaborada anteriormente en el escritorio; nació de un deseo de acción y fue acción, no fue 
partido; en los dos primeros años fue antipartido y movimiento”. Mussolini, Benito. “La doctrina del fascismo”. 
En: CASSIGOLI, Armando (Compilador). Antología del Fascismo Italiano, México, UNAM, 1976, p. 239. 
15 REICH, Wilhelm. Psicología de masas del fascismo, Barcelona, Bruguera, 1980. 
16 FROMM, Erich. El miedo a la libertad, México, Paidós, 2010. 
17 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 53-54. 
11 
 
defendía Bordiga, secretario general del Partido Comunista Italiano de 1921 a 1924) 
de que “entre el fascismo y la democracia burguesa no existe más que una 
diferencia de grado”18 tuvo un fuerte eco entre los comunistas de la Komintern19 
hasta mediados de la década de 1930. 
De hecho, la Komintern misma no se planteó el problema del fascismo de manera 
rigurosa hasta su VII Congreso, realizado entre los meses de julio y agosto de 1935, 
cuando la derrota del comunismo en Italia y Alemania parecía ya irreversible. 
Derrotas que hicieron ver a los comunistas que habían subestimado al fascismo. En 
ese Congreso se decidió formar entre los partidos comunistas de cada país frentes 
populares para confrontar a los movimientos fascistas. Los comunistas se 
convencieron de que la democracia burguesa era preferible al fascismo. Lo urgente 
era detener el avance del fascismo en Europa y no buscar realizar la revolución 
proletaria mundial. Estaban decididos a no permitir que otro Hitler u otro Mussolini 
se alzara en Europa. 
La tesis predominante sobre el fenómeno fascista en el VII Congreso de la 
Komintern se resume en las siguientes palabras que Giorgi Dimitrov20 pronunció en 
su informe ante dicho congreso: “El fascismo en el poder, […] es […] la dictadura 
terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más 
imperialistas del capital financiero”21. Desde entonces esta tesis ha sido el común 
denominador de las interpretaciones marxistas del fascismo, volviéndose clásica. 
Como se ha mencionado, la forma tópica en que las interpretaciones marxistas del 
fascismo lo han conceptualizado es como un epifenómeno del capitalismo, 
generalmente subordinado al capital en su lucha contra el ascenso del proletariado 
en situaciones extraordinarias. Gramsci, por ejemplo, hacia 1920 sostenía que: 
 
18 MANUILSKI al XI plénum de la Komintern, 1931. Citado en: POULANTZAS, Nicos. Fascismo y Dictadura. 
México, Siglo XXI, 1976, p. 58. 
19 Abreviatura en ruso de la “Internacional comunista” o también conocida como la “III Internacional 
socialista”. 
20 Líder comunista búlgaro, Secretario General de la Komintern entre 1934 y 1943. Dimitrov fue uno de los 
comunistas acusados por el incendio del Reichstag en 1933. Fue liberado por falta de pruebas, siendo 
repatriado a la URSS ese mismo año. 
21 DIMITROV, Giorgi. Escritos sobre el fascismo, Madrid, Akal, 1976, p. 50. 
12 
 
El fenómeno del fascismo no sólo es italiano, así como no es sólo italiana la 
formación del partido comunista. El ‘fascismo’ es la fase preparatoria de la 
restauración del Estado, esto es, de un recrudecimiento de la reacción capitalista 
contra las exigencias más vitales de la clase proletaria. El fascismo es la ilegalidad 
de la violencia capitalista: la restauración del Estado es la legalización de esta 
violencia22. 
En 1970 Nicos Poulantzas publicó una de las interpretaciones marxistas más 
elaboradas del fenómeno fascista: Fascismo y dictadura. La tesis central es que “el 
fascismo constituye una forma de Estado y una forma de régimen «límite» del 
Estado capitalista”23. Es decir, el fascismo sería una particular forma de régimen 
del Estado de excepción en la fase imperialista del capitalismo (diferente de la 
dictadura militar y el bonapartismo), una respuesta a un tipo particular de crisis 
política. Poulantzas enfatiza el hecho de que el fascismo gozó de una autonomía 
relativa respecto del bloque en el poder como de la fracción del gran capital. Sin 
embargo, los regímenes fascistas procurarían asentar al gran capital como la 
fracción dominante dentro del bloque en el poder24. Por ello, pese a sus matices, el 
fascismo es también para Poulantzas, “en última instancia”, un fenómeno político 
subordinado y al servicio del capital. 
Sin embargo, la lectura del fascismo como una dictadura del gran capital con base 
pequeñoburguesa es insostenible. Toda interpretación clasista tiende a ser 
reduccionista y extremadamente limitada. El fascismo gozó de una mayor 
autonomía respecto del gran capital de lo que pensara inclusive el propio Poulantzas 
y, además, difícilmente podría pensarse al régimen fascista simplemente como la 
realización de una dictadura del gran capital según sus intereses si se tienenen 
 
22 GRAMSCI, Antonio. “Qué es la reacción”, Avanti!, 1920. En: Sobre el Fascismo. México, Era, 1979, p.64. A 
diferencia de otros marxistas, Gramsci desde muy pronto vio en el fascismo un fenómeno político 
predominantemente pequeñoburgués y sustancialmente diferente a las formas burguesas liberales de 
dominación. Hacia 1926 escribe, junto con Togliatti, un proyecto de tesis para el III Congreso del PCI en el que 
sostiene que: “el fascismo modifica el programa conservador y reaccionario que siempre fue predominante 
en la política italiana sólo por una manera distinta de concebir el proceso de unificación de las fuerzas 
reaccionarias. La táctica de los acuerdos y compromisos es sustituida por el proyecto de realizar una unidad 
orgánica de todas las fuerzas de la burguesía, en un solo organismo político bajo el control de una central 
única que debería dirigir simultáneamente el partido, el gobierno y el Estado”. GRAMSCI, Antonio. “La 
situación italiana y el PCI [Tesis de Lyon]”. En: Escritos políticos (1917-1933), México, Siglo XXI, 1981, p. 235. 
23 POULANTZAS, Nicos. Op. Cit., p. 57. 
24 Ibíd., pp. 86-93. 
13 
 
cuenta más factores que a los que suelen recurrir los marxistas. Por ejemplo, las 
numerosas restricciones y directivas a las que fue sometido el gran capital en la 
Alemania nacionalsocialista25. Las relaciones entre el capital y los regímenes 
fascistas fueron mucho más complicadas de lo que se figuran los marxistas26. Renzo 
de Felice concluye lapidariamente al respecto: “En general, sin embargo, las 
oligarquías financieras prefieren los gobiernos democráticos a los autoritarios”27. 
A las interpretaciones marxistas, además de la crítica directa a su núcleo teórico, se 
les puede hacer la crítica a su potencial heurístico para problemas tales como la 
relación de los intelectuales y los artistas con el fascismo: Si el fascismo es una 
brutal dictadura del gran capital, entonces ¿los intelectuales y artistas que 
simpatizaron con el fascismo lo hicieron simplemente por mecenazgo? ¿Por 
oportunismo? ¿Fueron engañados por su demagogia? ¿Fueron “funcionarios 
ideológicos” de manera inconsciente? Conformarse con respuestas afirmativas a 
cualquiera de estas preguntas significaría quedarse en los límites de un esquema 
autocomplaciente y totalmente ajeno a quienes se supone se pretende comprender 
y renunciar a la búsqueda de una comprensión más completa de los problemas que 
plantean las relaciones de los intelectuales y los artistas con el fascismo. 
La interpretación liberal del fenómeno fascista como una “enfermedad moral” es 
representada de manera excelente por el juicio que Benedetto Croce emitió el 
mismo año de la caída de los regímenes fascistas: el fascismo sería un “paréntesis” 
en la historia europea, que se correspondía “a un período de disminución de la 
conciencia de la libertad”28. El hecho de calificar como un “paréntesis” a un 
 
25 PAYNE, Stanley. A History of Fascism 1914-1945, Wisconsin, Routledge, 1995, p. 190. 
26 Vid. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 62; STERNHELL, Zeev, Mario Sznejder, Maia Asheri. The birth of fascist 
ideology. From cultural rebellion to political revolution, Princeton, Princeton University Press, 1994, p. 3; 
GRIFFIN, Roger. “The primacy of culture: the current growth (or manufacture) of consensus within fascist 
studies”, Journal of Contemporary History, 2002, vol. 37, núm. 1, p. 22. 
27 DE FELICE, Renzo. El fascismo: sus interpretaciones, Buenos Aires, Paidós, 1976, p. 354. Unas líneas atrás De 
Felice argumentaba de la siguiente manera: “en realidad no es posible demostrar que el verdadero interés de 
fondo del capitalismo fuese el de llevar al poder al fascismo, una fuerza ambigua, potencialmente aunque no 
básicamente ajena al capitalismo mismo y que, aun hegemonizada, abrigaba riesgos notables y […] perseguía 
objetivos que se habían hecho progresivamente cada vez más divergentes de los objetivos naturales del 
capitalismo”. Ibíd., p. 353. 
28 Citado en: Ibíd., p. 37. 
14 
 
fenómeno de las magnitudes del fascismo es, sin duda alguna, una grave falta que 
implica una ceguera para el juicio histórico causada por la enemistad hacia el objeto 
de estudio29, pero el elemento importante de la interpretación de Croce no es éste, 
aunque suele ser el más citado30, sino aquél de que el fascismo se corresponde a 
un período de disminución de la conciencia de la libertad. En la obra Historia de 
Europa en el siglo XIX (1933), Croce pretende ilustrar esta disminución de la 
conciencia de la libertad en los europeos hacia el final del siglo XIX y un ascenso 
de las actitudes pesimistas, deterministas y autoritarias31. En ello hay una clara 
alusión al auge contemporáneo del fascismo, por lo cual, lejos de ser un paréntesis, 
el fascismo parecería ser el desarrollo de ciertas actitudes de decaimiento moral 
que tendrían su origen inmediato en las postrimerías del siglo XIX. 
Interpretar al fascismo como una patología moral es sin duda un tosco 
maniqueísmo: ahí donde no hay conciencia de la libertad (tal como la entienden los 
liberales) sólo puede haber tiranía. No existen otros ideales fuera de los liberales. 
Lo demás es sumisión o ambición32. 
 
29 De hecho, la celebérrima sentencia de Croce bien podría ser una “venganza” del juicio que sobre el 
liberalismo expresara Mussolini en 1932 en La doctrina del fascismo, aludiendo directamente a Croce: “No es 
necesario exagerar, con fines simplemente de polémica actual, la importancia del liberalismo en el siglo 
pasado y hacer de ella, que fue una de las numerosas doctrinas aparecidas en aquel siglo, una religión de la 
humanidad para todos los tiempos presentes y futuros. […] No fue más que un paréntesis”. MUSSOLINI, 
Benito. “La doctrina del fascismo”. En: CASSIGOLI, Armando (Compilador). Op. cit., pp. 243-244. Por otra parte, 
el libro de George L. Mosse La cultura de Europa occidental. Siglos XIX y XX (la versión en español se dividió 
en dos libros: La cultura europea del siglo XIX y La cultura europea del siglo XX, Barcelona, Ariel, 1997) es una 
excelente respuesta para toda interpretación del fascismo como un paréntesis histórico debido a que hace 
énfasis en las raíces culturales del fascismo como partes integrantes de la cultura de la Europa occidental. 
30 Un excelente ejemplo de cómo simplificar burdamente la tarea de interpretar al fascismo es el ensayo 
Génesis e interpretaciones del fascismo de Annunziata Rossi (La Jornada Semanal, México, Núm. 568, 
22/01/2006). En él, Rossi distingue dos maneras de interpretar al fascismo: 1) como un paréntesis en la 
historia (recurriendo evidentemente a la famosa frase de Croce); 2) como parte integral de la historia. De esta 
forma, Rossi simplifica la tarea de interpretar al fascismo al contraponer dos posiciones interpretativas 
excesivamente generales. Además, la segunda manera de interpretar al fascismo tal como lo hace ella no es 
tan diferente de la manera tosca de pensar al fascismo como un paréntesis, pues para ella interpretar al 
fascismo como parte integral de la historia se reduce a encontrar en el fascismo un desarrollo de las tendencias 
“negativas” de la cultura occidental: racismo, autoritarismo, imperialismo, etc., es decir, es también la de Rossi 
una interpretación liberal del fascismo como “enfermedad moral”. 
31 CROCE, Benedetto. Historia de Europa en el siglo XIX, Madrid, Atalaya, 2000, cap. VIII. 
32 Como podrá haberse apreciado, la concepción actual no académica del fascismo es una vulgarización de la 
interpretación del fascismo como una “enfermedad moral”. 
15 
 
Asimismo, la explicación del fenómeno que nos ofrece esta interpretación es 
monocausal: el factor del “embrutecimiento moral” explicaría el ascenso del 
fascismo, cuando en realidad concurrieron numerosos factores de diversa índoleen 
ello, por ejemplo, los efectos de la Primera Guerra mundial, el auge de los 
nacionalismos y el temor al avance del comunismo después de la Revolución de 
Octubre. 
Existe otra interpretación militante importante a la cual se ha enfrentado la nueva 
historiografía sobre el fenómeno fascista: la liberal que lo interpreta como una forma 
de totalitarismo. Pero consideramos más conveniente revisarla en el apartado sobre 
el totalitarismo. 
 
1.2 Las primeras interpretaciones comprensivas. 
“Existe únicamente un ver perspectivista; únicamente un 
«conocer» perspectivista; y cuánto mayor sea el número 
de afectos a los que permitamos decir su palabra sobre 
una cosa, cuánto mayor sea el número de ojos, de ojos 
distintos que sepamos emplear para ver una misma cosa, 
tanto más completo será nuestro «concepto» de ella, tanto 
más completa será nuestra «objetividad». Pero eliminar 
en absoluto la voluntad, dejar en suspenso la totalidad de 
los afectos, suponiendo que pudiéramos hacerlo: ¿cómo? 
¿es que no significaría eso castrar el intelecto? …” 
Friedrich Nietzsche – Genealogía de la moral 
Como se mencionó antes, aproximadamente veinte años después del fin de la 
Segunda Guerra mundial, gracias a los trabajos pioneros de Eugen Weber33, Ernst 
Nolte34, Renzo de Felice35 y George L. Mosse36, comenzó la formación de una 
nueva historiografía sobre el fascismo menos comprometida ideológicamente, 
 
33 WEBER, Eugen. Varieties of fascism: doctrines of revolution in the twentieth century, Princeton, Van 
Nostrand, 1964. 
34 NOLTE, Ernst. El fascismo en su época: Action française, fascismo, nacionalsocialismo, Madrid, Península, 
1967. La primera edición es de 1965. 
35 DE FELICE, Renzo. Op. cit., Buenos Aires, Paidós, 1976. La primera edición es de 1969. 
36 MOSSE, George L. The crisis of German ideology: intellectual origins of the Third Reich, New York, Grosset 
and Dunlap, 1964. Así como su artículo “The genesis of fascism”, Journal of Contemporary History, 1966, vol. 
1, núm. 1, pp. 14-26. 
16 
 
fundada en una profunda investigación empírica y que no estaba satisfecha con las 
explicaciones elaboradas hasta entonces37. 
Ernst Nolte rompió con los moldes socioeconómicos en los estudios sobre el 
fascismo, empleando en su lugar un sistema de estudio histórico-fenomenológico 
centrado en el concepto de “época”. Considera al fascismo un fenómeno producto 
de su época, pero, a su vez, un fenómeno histórico que caracteriza una época cuyos 
límites estarían difuminados entre 1914 y 194538. El fascismo, según el estudioso 
alemán, se caracterizaría según sus tres diferentes manifestaciones 
fenomenológicas: como fenómeno político, como fundamento natural de la política 
y como fenómeno metapolítico. 
Como fenómeno político: 
el fascismo es un antimarxismo que pretende destruir al enemigo por medio de la formación 
de una ideología radicalmente opuesta y, sin embargo, próxima, de métodos casi idénticos 
y sin embargo con características propias, pero siempre en el marco insustituible de la 
afirmación nacional y la autonomía39. 
Como fundamento natural de la política llevada a la autocomprensión sería una 
“lucha a muerte del grupo soberano, guerrero, de carácter antagónico”40. Como 
fenómeno metapolítico sería una “oposición a la trascendencia”41. A pesar de la 
oscuridad con la que expone su conceptualización de la “trascendencia” (motivo de 
numerosas críticas42), se puede sostener que Nolte entiende por trascendencia al 
 
37 En referencia al equipo del primer número de la revista Journal of Contemporary History (dedicado al 
fascismo) encabezado por George L. Mosse y Walter Laqueur, Roger Griffin apunta que “al fin ellos 
comenzaron por dejar atrás una infantil insistencia en que el fascismo fue la (pesudo-) ideología del 
irracionalismo nihilista, un movimiento saturado por un barbarismo patológico, o un régimen cuya única 
función fue imponer un reino de opresión totalitaria” [They had at last started to put behind them an infantile 
insistence that fascism was the (pseudo-) ideology of nihilistic irrationalism, a movement fuelled by 
pathological barbarism, or a regime whose sole function was to impose a reign of totalitarian oppression]. 
GRIFFIN, Roger. Op. cit., p. 21. Todas las traducciones son propias a menos que se indique lo contrario. 
38 NOLTE, Ernst. Op. cit., pp. 16-18. 
39 Ibíd., p. 37. 
40 Ibíd., p. 487. 
41 Ibíd. 
42 GRIFFIN, Roger. Op. cit., p. 21. 
17 
 
proceso de universalizar y racionalizar a la sociedad, tanto teórica como 
prácticamente43. 
Ahora bien, el principal problema44 de su marco analítico es que termina por reducir 
al fascismo a ser un epifenómeno del bolchevismo45. No sería más que una 
reacción radical al bolchevismo y sus horrores en tanto forma extrema de 
“trascendencia”, pero imitando sus propios métodos. De esta manera el fascismo se 
diluye en una pura negatividad. Si bien el factor de la enemistad y el temor al 
bolchevismo sin duda fue importante en el nacimiento y desarrollo del fenómeno, 
como lo documenta con minuciosidad Nolte46, pensar al fascismo como hermano-
enemigo del comunismo no ayuda, en modo alguno, a comprender ni al fascismo ni 
al comunismo47. Como demuestran las investigaciones de Mosse, Emilio Gentile, 
Sternhell y Griffin, el fascismo poseía una cultura y una ideología propias cuyas 
raíces iban más allá de la Revolución bolchevique. 
Por su parte, el italiano Renzo de Felice puso en entredicho varios de los prejuicios 
más arraigados que se tenían sobre el fascismo debido a sus investigaciones sobre 
el caso italiano: ni el fascismo fue una fatalidad histórica, ni fue un agente del 
capitalismo, ni fue un movimiento reaccionario, ni gobernó a través del engaño y la 
represión. De Felice fue de los primeros en llamar la atención sobre las 
 
43 Adriano Romualdi le responde a Nolte que el fascismo sí creía en la trascendencia, pero en una 
trascendencia vertical (un Orden jerárquico), pues la trascendencia horizontal (la única que Nolte entiende 
por trascendencia) la considera decadente. ROMUALDI, Adriano. Corrientes políticas e ideológicas del 
nacionalismo alemán, 1918-1932, Barcelona, Nueva República, 2002, p. 49. 
44 Para algunos (como Jürgen Habermas y Hans Mommsen) el problema sustancial con la propuesta 
interpretativa de Nolte es que relativiza el Holocausto al sentenciar que “el gulag es anterior a Auschwitz”. 
Pero como señala acertadamente Mario Estrada Roldán, este tipo de críticas se alejan del plano de la 
investigación científica para caer en el terreno de la teoría de los valores, por no decir en el de los sermones 
históricos. ESTRADA ROLDÁN, Mario. Op. cit., p. 15, n. 14. Para revisar la posición de Nolte ante el llamado 
“pleito de los historiadores” vid. NOLTE, Ernst. “En lugar de prefacio a la quinta edición. Este libro y el «pleito 
de los historiadores»: balance al cabo de diez años”. En: La Guerra Civil Europea, 1917-1945. 
Nacionalsocialismo y Bolchevismo. México, FCE, 2001. 
45 STERNHELL, Zeev, Mario Sznejder, Maia Asheri. Op. cit., p. 3. 
46 Sobre todo en NOLTE, Ernst. La Guerra Civil Europea…, op. cit. 
47 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 72-73. 
18 
 
particularidades sociales, históricas y nacionales de los diferentes fascismos48, así 
como sobre el consenso que lograron en extensos periodos de su dominio49. 
Entre las más importantes aportaciones de De Felice, según Emilio Gentile, 
estarían: a) la distinción entre Fascismo-movimiento, expresión de las clases 
medias emergentes y su voluntad de formar una fuerza política autónoma entre la 
burguesía y el proletariado, y el Fascismo-régimen, conservador, tradicionalista y 
pragmático, aliado con las fuerzas históricas tradicionales del Estado italiano; b) la 
relevancia del problema del consenso en el régimen; c)la colocación del Fascismo 
en la corriente del totalitarismo de izquierda originada del jacobinismo; y d) la 
acentuada diferenciación entre Fascismo y nacionalsocialismo por las matrices 
sociales y culturales como por las instituciones, así como por los presupuestos, las 
orientaciones y los fines de la política exterior50. 
La interpretación de De Felice es fundamentalmente socioeconómica, pero no 
marxista51. Según el historiador italiano, los elementos que deben tomarse en 
cuenta para comprender históricamente al fenómeno fascista son: 1) que fue un 
fenómeno europeo de entreguerras (la decisiva importancia de la Primera Guerra 
Mundial); 2) que su base social se hallaba predominantemente en las clases medias 
(el importante papel jugado por la juventud, la sensación de movilización perpetua 
de las masas, el consenso fundado en los valores y en un orden social 
clasemediero); 3) su forma totalitaria; y 4) su carácter revolucionario52. 
Otro importante historiador que ejerció una gran influencia en la formación de la 
nueva historiografía fue George L. Mosse. Mediante sus investigaciones, 
especialmente sobre la Alemania nacionalsocialista, Mosse hizo énfasis en tomar 
en serio los aspectos ideológicos del fascismo, en la necesidad metodológica de 
estudiar la ideología y la cultura fascista en sus propios términos y en su contexto 
 
48 DE FELICE, Renzo. Op. cit., pp. 330-331. 
49 “Sería demasiado simplista y erróneo atribuirlo [el consenso del que gozaron los regímenes fascistas] sólo 
al régimen de policía, al terror, al monopolio de la propaganda de masa”. Ibíd., p. 341. 
50 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 61-62. 
51 SAVARINO, Franco. Op. cit., p. 259. 
52 DE FELICE, Renzo. Op. cit., “Conclusiones”. 
19 
 
para lograr una mejor comprensión del mismo, así como en la necesidad de 
abandonar los reduccionismos demonológicos53. 
Para Mosse el fascismo sería una “actitud ante la vida” fundada en una mística 
nacional activista de carácter burgués cuyos orígenes se encontrarían en la crítica 
al positivismo y al liberalismo a finales del siglo XIX54. Sería “una revolución que se 
esforzó por descubrir “una tercera vía” entre el marxismo y el capitalismo, pero que, 
sin embargo, intentaba huir de un cambio económico o social concreto 
replegándose sobre su ideología”55. La revolución fascista, sostiene Mosse, se 
planteaba en términos cultural-espirituales, no en términos económicos56. 
Aunque no exentos de elementos debatibles57, los trabajos sobre el fenómeno 
fascista de Renzo De Felice y George L. Mosse fueron fundamentales aportaciones 
para su estudio. Desde mediados de 1960 la investigación y el debate sobre el 
fascismo se enriquecieron enormemente, pero aún no se ha llegado a una 
formulación teórica general que goce de consenso entre la comunidad académica. 
Sin embargo, 
 
53 Al respecto, Mosse sostiene que “la revolución fascista no puede ser comprendida si la vemos meramente 
en términos negativos o la juzgamos en su totalidad por la predominancia que alcanzó el nacionalsocialismo 
sobre ella a finales de la década de 1930” [The fascist revolution cannot be understood if we see it merely in 
negative terms or judge it entirely by the dominance which nationalsocialism achieved over it by the late 
1930’s]. MOSSE, George L. “The genesis of fascism”, op. cit., p. 25. 
54 Ibíd., p. 14. 
55 MOSSE, George L. L’uomo e le masse nelle ideologie nazionaliste, Roma-Bari, 1982, p. 191. Citado en 
GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 67. 
56 MOSSE, George L. “The genesis of fascism”, op. cit., p. 22. 
57 Un problema común que podemos hallar en sus interpretaciones del fascismo es la exageración de los 
aspectos “burgueses/clasemedieros” del fascismo. A propósito Emilio Gentile argumenta de manera lúcida 
que “la definición de hombre fascista como tipo ideal de hombre burgués propuesta por Mosse en sus 
estudios, y su tesis que defiende que el fascismo representaba la revolución burguesa ideal porque fundaba 
su moralidad en los valores de honestidad, probidad, laboriosidad, y respetabilidad producto de la moral 
burguesa, plantean un problema particular. Entonces, definir al fascismo como una «revolución burguesa 
antiburguesa», como hace Mosse, y afirmar, al mismo tiempo, que la revolución fascista era la revolución 
burguesa ideal, significa convertir en irrelevante, para esta definición, el atributo «antiburgués» y mutilar al 
fascismo mismo de un componente esencial que pertenecía a su naturaleza militarista y colectivista, y que lo 
hacía en sustancia incompatible, a pesar de los malentendidos de los compromisos contingentes, con la 
respetabilidad burguesa del liberalismo y del conservadurismo, y con los ideales y los valores de la moralidad 
que predominaban en la civilización burguesa occidental, democrática y liberal”. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 
251. Más adelante podrá corroborarse que el fascismo estaba muy lejos de ser simplemente un fenómeno 
“burgués”. 
20 
 
se ha logrado dar una descripción general de las características peculiares del fenómeno –
afirma Franco Savarino-: el liderazgo carismático, la movilización de las masas, la hostilidad 
hacia la democracia, el liberalismo y el marxismo, el rechazo de los valores burgueses, el 
ethos heroico y romántico, el culto y los rituales «civiles», la tendencia mitopoiética, la 
exaltación de la virilidad, de la juventud y del superhombre nietzscheano, la valoración 
positiva de la violencia y la guerra, el glamour estético, el elitismo, el «holismo» jerárquico, 
el voluntarismo, el vitalismo, el idealismo metafísico y el impulso hacia la trascendencia58. 
Por su parte, Roger Griffin ha argumentado desde 1998 que existe una tendencia 
creciente hacia el consenso en los estudios sobre el fascismo acerca de su 
naturaleza, sobre todo en el ámbito académico anglosajón, interpretándolo en 
términos de su propia ideología: el fascismo sería una forma de movimiento 
revolucionario ultranacionalista59. 
Si bien este creciente consenso en torno a la naturaleza del fascismo en términos 
ideológicos es fácil de constatar, no está exento de críticos y detractores. Entre los 
mejores críticos se encuentra Emilio Gentile, quien argumenta que para 
comprenderlo históricamente no se pueden soslayar las dimensiones institucionales 
y organizativas del fenómeno, centrándose únicamente en lo ideológico. Ello debido 
a que es en las dimensiones organizativas e institucionales donde se revalidan 
algunos aspectos que quedan difuminados en la dimensión ideológica, por ejemplo, 
el supuesto ultrairracionalismo de la ideología fascista se contrasta con su 
racionalidad organizativa e institucional60. 
Ahora bien, ante la ausencia de una teoría general, con los resultados de las 
investigaciones de la nueva historiografía y siguiendo el camino trazado por Mario 
Estrada Roldán en Simpatías silenciadas: la proximidad ideológica de José 
Vasconcelos al fenómeno fascista61 se procederá a construir una definición 
operativa del fascismo para comprender el caso específico que aquí se investiga. 
Para este fin se revisarán elementos considerados clave para descifrar el enigma 
fascista: su modernismo político, su vitalismo aristocrático, su nacionalismo 
 
58 SAVARINO, Franco. Op. cit., p. 264. 
59 GRIFFIN, Roger. Op. cit., p. 24; Modernismo y fascismo. La sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler, 
Madrid, Akal, 2010, pp. 252-257. 
60 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 77-78. 
61 ESTRADA ROLDÁN, Mario. Op. cit. 
21 
 
palingenésico, su religión política y su totalitarismo. Algunos de estos elementos 
podrían aparentar estar contenidos en otros o ser sinónimos, pero se podrá observar 
que todos son distintos ángulos a través de los cuales se obtendrá una imagen más 
compleja del fenómeno en cuestión. A partir de estos elementosclave, los demás 
elementos adquieren sentido, dándole al fascismo su particular fisonomía. 
Antes de continuar, es pertinente señalar que existe una oposición a incluir al 
nacionalsocialismo alemán en el concepto genérico del fascismo. Uno de los 
principales opositores es Karl D. Bracher, a quien sigue Zeev Sternhell. Ambos 
afirman que el determinismo biológico es el componente esencial del 
nacionalsocialismo alemán, pero no del fascismo en sentido genérico. Por ello, 
aunque tienen similitudes, las diferencias entre los fascismos y el 
nacionalsocialismo alemán no serían menos significativas62. En contra de esta 
posición, aquí se argumenta que si bien el determinismo biológico es un elemento 
constitutivo del nacionalsocialismo alemán a diferencia de los demás fascismos y 
que ello no se debe ignorar, el hecho de que más tarde fuera adoptado por el 
régimen Fascista de Mussolini y por otros movimientos e intelectuales fascistas63 
pone en evidencia que su matriz ideológica no difiere de manera sustancial de la 
del fascismo genérico64. En otras palabras, se sostiene que los mitos y estructuras 
ideológicas, organizativas e institucionales entre los fascismos y el 
nacionalsocialismo alemán tienen mucho más en común que lo que los diferencia, 
ante todo si se comparan con el liberalismo democrático y el comunismo contra los 
que se enfrentaron en la prensa, en las calles y en los campos de batalla. 
 
1.3 El modernismo político 
 
62 STERNHELL, Zeev, Mario Sznejder, Maia Asheri. Op. cit., pp. 4-5; y GRIFFIN, Roger. “The primacy of culture…, 
op. cit, pp. 31-33. 
63 El 17 de noviembre de 1938 se promulgan en Italia leyes antijudías. A propósito de ello afirma Emilio Gentile 
que “la legislación antijudía venía así a insertarse en el racismo fascista como una elección del todo coherente, 
por motivos ideológicos y políticos, con la lógica totalitaria del régimen”. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 45. 
64 Es evidente en el caso de Bracher y Sternhell que su intención al diferenciar sustancialmente al 
nacionalsocialismo alemán del fascismo es dar sustento a “la particularidad histórica del genocidio judío”. 
Nuevamente se muestra que introducir criterios morales nubla el juicio histórico. 
22 
 
“Great God, if we be damn’d to be not men but only dreams 
Then let us be such dreams the world shall tremble at 
And know we be its rulers though but dreams! 
Then let us be such shadows as the world shall tremble at 
And know we be its masters though but shadow!” 
Ezra Pound – Revolt against the crepuscular spirit in modern poetry65. 
 
Roger Griffin, en su obra Modernismo y fascismo. La sensación de comienzo bajo 
Mussolini y Hitler66 (2007), ha aportado uno de los modelos interpretativos con 
mayor potencial heurístico para comprender al fascismo: interpretarlo como una 
variante de modernismo político. 
El modernismo, para el investigador británico, es un fenómeno cultural que nace de 
una crisis cultural de la modernidad occidental al resquebrajarse el mito del progreso 
durante la segunda mitad del siglo XIX67. El modernismo emerge así como una 
rebelión contra la modernidad misma para inaugurar una nueva modernidad, debido 
a que la modernidad imperante se considera desprovista de trascendencia, enferma 
y mediocre; en suma, se la considera una realidad “decadente”68: De Charles 
Baudelaire a Henrik Ibsen, de Friedrich Nietzsche a Richard Wagner, de los cubistas 
a los surrealistas, todos ellos se aventuraron a la crítica de la sociedad moderna 
burguesa desde una perspectiva modernista. Aunque extremadamente 
heterogéneo, el denominador común de las iniciativas modernistas “es el intento de 
alcanzar una sensación de valor trascendental, un significado o un propósito a pesar 
de la pérdida progresiva de un sistema de valores homogéneos y de una cosmología 
global (nomos) en la cultura occidental, provocada por la secularización y las fuerzas 
disgregadoras del proceso de modernización”69. 
 
65 “Gran Dios, si estamos condenados a no ser hombres sino sueños solamente, ¡entonces seamos sueños que 
hagan temblar al mundo, y sepamos gobernarlo, aunque sólo seamos sueños! ¡Seamos tales sombras que 
hagan temblar al mundo, y sepamos ser los amos, aunque sombras solamente!” Traducción de Gerardo 
Gambolini. 
66 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit. 
67 Ibíd., p. 81. 
68 Ibíd., pp. 82-84. 
69 Ibíd., p. 169. 
23 
 
El modernismo no sería entonces la autoconciencia de la modernidad, como sugiere 
Zygmunt Bauman, sino “el fruto de la reflexividad moderna en crisis, el producto de 
una autoconciencia temporalizada que, en respuesta a la decadencia de la historia 
que se ha detectado, se ve empujada en algunos casos extremos a prever la 
regeneración «total» a través de un proceso de destrucción creativa sin 
precedentes”70. Por lo tanto el modernismo trasciende lo estético-cultural y engloba 
también las reacciones sociales y políticas frente a una modernidad entendida como 
decadencia. 
Es importante subrayar que el modernismo en su oposición radical a la modernidad 
no es tradicionalista, sino plenamente moderno, pues experimenta la historia de la 
manera específicamente moderna según Reinhart Koselleck: temporalizando la 
utopía, pensando al futuro como un espacio donde instalar proyectos 
transformadores de la realidad71. No propone una vuelta al pasado, sino el 
advenimiento de una época radicalmente nueva, de una modernidad alternativa 
saturada de trascendencia. El modernismo tiene entonces una dinámica 
palingenésica: busca el renacimiento frente a la decadencia, la cura a los males de 
la modernidad actual, pero con un sentido de la historia radicalmente 
temporalizado72. 
Ahora bien, habría que distinguir dos formas de modernismo: el modernismo 
epifánico y el modernismo programático o político. El modernismo epifánico es “una 
forma exclusivamente artística que suele implicar una experimentación radical con 
nuevas formas estéticas concebidas para expresar los destellos de una «realidad 
superior» que pone de relieve la anomia y la quiebra espiritual de la historia 
contemporánea”73. Es la búsqueda y el cultivo de momentos de “revelación 
mundana”. Ejemplos de ello es la poesía de Baudelaire y T. S. Eliot, la pintura de 
 
70 Ibíd., p. 84. 
71 KOSELLECK, Reinhart. “The eighteenth century as the beginning of modernity”. En: The practice of 
conceptual history. Timing history, spacing concepts, Standford, Stanford University Press, 2002, p. 165. 
72 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 180. 
73 Ibíd., p. 169. 
24 
 
Van Gogh y Kandinsky, la literatura de Kafka y Virginia Woolf. En cambio, el 
modernismo programático o político se propone 
la creación de un nuevo «mundo», bien a través de la capacidad del arte y del 
pensamiento para formular una visión capaz de revolucionar la sociedad como un 
todo, bien a través de la creación de nuevos modos de vida o de una nueva cultura 
y práctica sociopolíticas que transformen en última instancia no sólo el arte sino a la 
propia humanidad, o por lo menos a un segmento escogido de la humanidad74. 
Ejemplos de ello son los futuristas y los dadaístas, el teosofismo y el cientificismo, 
el anarquismo, el comunismo y el fascismo. 
No obstante la distinción que se hace de las dos formas de modernismo, Griffin 
afirma que en la realidad histórica existe una “membrana porosa” entre ellas. 
Después de todo son construcciones ideales75. De hecho, la quintaesencia del 
modernismo estético es “la creencia axiomática en el poder regenerador del arte”76, 
por lo cual se puede ver que la frontera entre el modernismo epifánico y el 
programático no es nítida. 
La “membrana porosa” entre los modernismos se ilustra de manera excelente en el 
caso de Friedrich Nietzsche. Por unaparte, se puede interpretar su llamado al 
advenimiento del Übermensch (Superhombre) como su propio proyecto modernista 
programático de crear una modernidad alternativa fundada en la creación de un 
nuevo tipo de hombre a través de una transvaloración de todos los valores para así 
superar la decadencia77. Griffin apunta que “para Nietzsche, sus escritos no eran 
comentarios a una época, sino manifiestos de una rebelión cultural que, con el 
tiempo, cobraría la fuerza suficiente para echar abajo el orden decadente de su 
 
74 Ibíd., pp. 169-170. 
75 Ibíd., pp. 99-101. 
76 Ibíd., p. 247. 
77 Nietzsche, en uno de sus pocos párrafos donde se expresa en términos propositivos en cuestiones políticas 
concretas, declara: “Yo desearía […] un aumento tal de la amenaza representada por Rusia que Europa tuviera 
que decidirse a volverse amenazadora en esa misma medida, esto es, a adquirir una voluntad única mediante 
el instrumento de una nueva casta que dominase sobre Europa, a adquirir una voluntad propia prolongada, 
terrible, que pudiera ponerse metas para milenios: - para que por fin acabasen tanto la comedia, que ha 
durado demasiado, de su división en pequeños Estados como sus veleidades dinásticas y democráticas. El 
tiempo de la política pequeña ha pasado: ya el próximo siglo trae consigo la lucha por el dominio de la tierra, 
- la coacción a hacer una política grande”. NIETZSCHE, Friedrich. Más allá del bien y del mal. Preludio de una 
filosofía del futuro, Madrid, Alianza, 1997, p. 161. 
25 
 
época e instauraría una nueva sociedad basada en una «nueva tabla de valores» 
formulados por él”78. Pero, por otra parte, Nietzsche se muestra escéptico respecto 
a su programa de transvaloración de todos los valores e inclusive da muestras de 
indiferencia o desprecio hacia la intervención directa en la política y en la historia79, 
y en ocasiones parece valorar más las “revelaciones mundanas” que la 
transformación directa del mundo80. Siguiendo el esquema de Griffin, se puede 
afirmar que Nietzsche se mostraba ambivalente entre el modernismo epifánico y el 
modernismo programático. 
La existencia de esta “membrana porosa” también se constata en la participación 
de modernistas epifánicos en movimientos modernistas programáticos. Por 
mencionar algunos, el futurista Mayakovski y los surrealistas encabezados por 
André Breton se adhirieron al comunismo, el expresionista Gottfried Benn apoyó 
activamente en sus inicios al régimen hitleriano y el vorticista Ezra Pound sirvió 
como propagandista al régimen Fascista hasta su caída. Todos estos artistas e 
intelectuales que practicaban el modernismo epifánico se vieron seducidos por la 
perspectiva de participar en la regeneración de la historia y en la creación de una 
modernidad alternativa que los movimientos modernistas programáticos les 
brindaban. Y no cualquier perspectiva de participación. “El artista o el intelectual 
cargado de modernismo programático pretende inspirar directamente esos 
movimientos y actuar como el catalizador que precipita la transformación 
histórica”81. 
Ahora bien, el quid de la propuesta interpretativa de Griffin es su inclusión del 
fascismo dentro de la categoría de los modernismos políticos. Ello debido a que es 
general en ámbitos no académicos (en ocasiones inclusive también en éstos) la 
 
78 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., pp. 92-93. 
79 “En torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo: - gira de modo invisible. Sin embargo, en torno 
a los comediantes giran el pueblo y la fama”. NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra. Un libro para todos 
y para nadie, Madrid, Alianza, 1997, p. 90. 
80 “¡Silencio! ¡Silencio! ¿No se ha vuelto perfecto el mundo en este instante? […] « ¡Para ser feliz, con que 
poco basta para ser feliz!» […] Justamente la menor cosa, la más tenue, la más ligera, el crujido de un lagarto, 
un soplo, un roce, un pestañeo – lo poco constituye la especie de la mejor felicidad. ¡Silencio!”. Ibíd., pp. 376-
377. 
81 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 96. 
26 
 
preconcepción del fascismo como un fenómeno reaccionario y, por ende, antitético 
al modernismo. Las principales razones de tal preconcepción son, por un lado, los 
prejuicios marxistas y liberales sobre el fascismo que ya se han revisado82, y, por 
otro, los prejuicios de los historiadores del modernismo estético que consideran a 
su objeto de estudio un movimiento cultural tendencialmente “progresista”, 
“revolucionario” o de “izquierda”83; y en todo caso antitético al fascismo. Esto explica 
el hecho de que cuando los estudiosos se enfrentan a los casos de artistas e 
intelectuales modernistas que simpatizaron con el fascismo lo conciben como una 
paradoja que pretenden resolver apelando a la ignorancia, al miedo o al oportunismo 
de los sujetos históricos implicados. 
En contra de estas posiciones84, aquí se afirma que el fascismo sería no sólo un 
fenómeno político moderno85, sino un tipo de modernismo político, principalmente 
porque su crítica a la modernidad está cargada de una temporalidad de futuro, de 
lo nuevo, misma que está unida a un espíritu prometeico, es decir, a una imperiosa 
voluntad de transformar la realidad presente en una realidad superior y 
trascendente86. El que los fascismos hicieran uso de imágenes míticas o pretéritas 
 
82 Supra pp. 8-15; Franco Savarino señala que para los marxistas la consideración de un fenómeno como 
revolucionario o contrarrevolucionario dependía de si avanzaban en el camino al advenimiento del 
comunismo o si retrasaban tal advenimiento según un esquema rígidamente socioeconómico. De esta manera 
el fascismo, al ser anticomunista y antidemócrata, era calificado, ipso facto, de reaccionario o 
contrarrevolucionario. Pero si nos movemos en un esquema de revolución ajeno a los estereotipos marxistas, 
el fascismo debe considerarse un fenómeno revolucionario no sólo porque los fascistas mismos no dudaron 
en considerarse revolucionarios, sino por las enormes transformaciones políticas, sociales e institucionales 
que llevaron a cabo. SAVARINO, Franco. “Algunas consideraciones sobre la revolución fascista”, Nóesis, 2011, 
vol. 20, núm. 39, pp. 38-56. Sobre el carácter revolucionario del fascismo se volverá más adelante: Infra pp. 
37-42. 
83 Vid. POGGIOLI, Renato. Teoría del arte de vanguardia, México, UNAM, 2011; y DE MICHELI, M. Las 
vanguardias artísticas del siglo XX, Madrid, Alianza Forma, 1979. 
84 Inclusive en contra de algunos estudiosos que conceden al fascismo algunos aspectos modernistas, como 
Jeffrey Herf, para quien los aspectos modernistas del fascismo se reducen a su entusiasmo por la tecnología 
moderna, puesto que sus valores y cosmovisión son del todo reaccionarios. HERF, J. El modernismo 
reaccionario. Tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich, México, FCE, 1990. 
85 El reconocimiento del carácter moderno del fascismo fue uno de los logros de la nueva historiografía del 
fascismo. Su política de masas, su totalitarismo, su concepción de la nación, su religión política, su culto a la 
juventud, su ideología activista y revolucionaria se consideran plenamente modernas. Vid. MOSSE, George L. 
“Fascism and the French revolution”, Journal of Contemporary History, 1989, Vol. 24, Núm. 1, pp. 5-26; 
GENTILE, Emilio. The conquest of modernity: form modernist nationalism to fascism. En: The struggle for 
modernity: nationalism, futurism, and fascism, Westport, Praeger, 2003; y SAVARINO, Franco. “La ideología 
del fascismo entre pasado y presente”, op. cit. 
86 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 254. 
27 
 
en la construcción de sus proyectos no contradice su carácter modernista, pues 
ningún fascismo se propuso la reconstrucción de un pasado ideal, sino que esas 
imágenes servíancomo imágenes-fuerza para la construcción de un futuro nunca 
antes visto, para la construcción de una modernidad alternativa con un nomos 
trascendente que diera al hombre la capacidad para poder enfrentarse con éxito al 
advenimiento de las masas, de la tecnología moderna y de la muerte de Dios87. 
Los activistas fascistas –sostiene Griffin– acometieron la tarea [de su proyecto 
revolucionario] imbuidos del espíritu iconoclasta de la «destrucción creadora», que 
no estaba legitimado por la voluntad divina, ni por la razón, las leyes naturales o la 
teoría socioeconómica, sino por la convicción de que la historia se encontraba en un 
punto de inflexión y de que los humanos podían determinar su curso, redimir a su 
nación y rescatar a Occidente de un ocaso que parecía inminente88. 
Los revolucionarios fascistas estaban poseídos de la sensación embriagadora de 
creer estar haciendo historia, y no cualquier tipo de historia, creían estar 
inaugurando una nueva era. En una carta a Mussolini con motivo del vigésimo 
aniversario de la Marcha sobre Roma, Hitler escribe: 
Estoy muy seguro de que su marcha histórica, hace veinte años, introdujo un punto 
decisivo en la historia mundial. El hecho de que nuestros oponentes democráticos 
no comprendan esto, no se debe exclusivamente a su mala voluntad, ni está basada 
en los intereses egoístas que ellos representan. Ya que como los sordos apenas 
pueden comprender la grandeza de un genio musical o los ciegos la belleza de una 
pintura y de ese modo apreciar la importancia de su creador, aún menos pueden los 
líderes promedio y espiritualmente tradicionalistas del sistema parlamentario de 
clase media ordinaria, aun con la mejor voluntad del mundo, juzgar la grandeza de 
un punto histórico decisivo y sus personalidades principales, a través de quienes 
llevan a su fin un periodo de la historia, abriéndose uno nuevo89. 
 
87 Ibíd., p. 255. En sus investigaciones sobre el Fascismo Gentile llega a conclusiones similares: “El fascismo 
utilizaba el arquetipo del antiguo romano como un mito de emulación y de propaganda que estuvo en vigor 
sobre todo después de la conquista del imperio, pero ni Mussolini ni los otros artífices de la revolución 
antropológica pensaban restaurar el antiguo romano en el «italiano nuevo», sino que querían crear, por así 
decirlo, los «romanos de la modernidad», una raza de hombres nuevos capaces de realizar en el mundo 
moderno, como los romanos habían hecho en el mundo antiguo, una civilización imperial fundada en la 
organización totalitaria del Estado”. GENTILE, Emilio. Fascismo. Historia e interpretación, op. cit., p. 267. Para 
Gentile el Fascismo era un modernismo político en tanto buscaba hacer al hombre capaz de dominar el 
proceso de modernización y así poder salvarse de ser engullido en su torbellino. Cfr. The struggle for 
modernity…, op. cit., pp. 44-45. 
88 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 21. 
89 HITLER, Adolf. “Carta de Hitler a Mussolini”. En: CASSIGOLI, Armando (compilador). Op. cit., p. 356. 
28 
 
Mussolini llegó a afirmar que la meta que lo poseía como un mal físico era la de 
“imprimir, con mi voluntad, una marca en el tiempo, como el león con su garra”90. 
En 1933, ante el ascenso de Hitler, el crítico literario Julius Petersen exclamaba: 
“ahora el mañana devino hoy […] La atmósfera de fin de mundo se ha transmutado 
en comienzo. El nuevo Reich está plantado. El Führer ardientemente deseado y 
anunciado ha aparecido”91. 
La implementación de un nuevo calendario por parte del régimen Fascista que 
iniciaba en 1922, año de la Marcha sobre Roma, y que corría paralelo al calendario 
gregoriano92, así como la disposición oficial del régimen nacionalsocialista alemán 
del 10 de julio de 1939 de autodenominarse “el Reich alemán” y ya no “el III Reich 
alemán”93 son actos que revelan, en su vertiente más radical y simbólica, su 
voluntad modernista de crear una nueva era94. 
Por otra parte, el modernismo estético no es necesariamente “progresista” o 
“izquierdista”. Contra este prejuicio se aduce no sólo la simpatía que hacia el 
fascismo tuvieron numerosos modernistas estéticos en algún momento de su vida95 
y el hecho de que la relación entre modernismo estético y fascismo no se reduce a 
una simple oposición96, sino que además este prejuicio está fundado en otro: el 
 
90 SARFATTI, M. Dux, Milán, 1982, p. 309. Citado en: GENTILE, Emilio. Fascismo. Historia e interpretación, op. 
cit., p. 159. 
91 PETERSEN, Julius. Die Sehnsucht nach dem Dritten Reich in deutscher Sage und Dichtung, Sttutgart, 1934, 
pp. 1, 6. Citado en: MICHAUD, É. La estética nazi: un arte de la eternidad: la imagen y el tiempo en el nacional-
socialismo, Buenos Aires, A. Hidalgo, 2009, p. 344. 
92 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 313. El nuevo calendario fascista se computaba en 
números romanos. 
93 MICHAUD, É. Op. cit., p. 344. 
94 No puede dejar de señalarse la similitud de estos actos de manipulación simbólica del tiempo para marcar 
el inicio de una nueva era con la adopción de un nuevo calendario por parte de la I República francesa el 24 
de octubre de 1793, calendario que iniciaba en 1789, año del inicio de la Revolución francesa. 
95 Por mencionar algunos de los más relevantes: Wyndham Lewis, William Butler Yeats, Ezra Pound, Gabriele 
D’Annunzio, Filippo Tommaso Marinetti, Mario Sironi, Giovanni Papini, Giuseppe Terragni, Adalberto Libera, 
Gottfried Benn, Ludwig Mies van der Rohe, Louis-Ferdinand Céline, Pierre Drieu La Rochelle, Knut Hamsun, 
Julius Evola y Emil Cioran. 
96 Esto lo demuestra Griffin a lo largo de su libro. Desde un Julius Evola con inicios dadaístas y un Ludwig Mies 
van der Rohe presentando proyectos arquitectónicos modernistas al régimen nacionalsocialista, hasta un 
Goebbels admirador y defensor del expresionismo alemán como arte “ario” aún en 1933. Complejizando de 
esta manera la relación entre el fascismo y el modernismo estético, Griffin deshace la noción generalizada de 
que el futurismo sería la única vanguardia cercana al fascismo y que, en todo caso, fue utilizada por Mussolini 
para dar una fachada de “progreso” a su régimen. Vid. GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit. Otros 
29 
 
modernismo como algo “progresista” y, por ende, “bueno” en sí97. Que el 
modernismo estético buscase romper con los cánones estéticos imperantes de su 
tiempo no lo convierte ipso facto en un fenómeno cultural “progresista”. De hecho, 
dado que es una crítica a la modernidad desde la modernidad, el modernismo 
estético tiende más bien a producir resultados paradójicos, aglomerando elementos 
antitéticos dentro de un mismo cuadro: futurismo y primitivismo, metafísica y 
nihilismo, revolución y reacción, clasicismo y romanticismo, etc98. El modernismo 
estético, en su voluntad de renovación, no excluye el imperialismo, el racismo, el 
elitismo ni el totalitarismo. 
La concepción misma del arte de los movimientos fascistas compartía con el 
modernismo estético un elemento fundamental: la creencia axiomática en el poder 
regenerador del arte99. La famosa “teoría del valor de las ruinas” de Albert Speer, la 
cual Hitler abrazó con entusiasmo, es una manifestación clara de ello: construir 
monumentos de tal manera que aunque hubiesen pasado cientos de años 
abandonados, convertidos en ruinas, continuarían siendo testigos de la grandeza 
de su época y de los hombres que los construyeron. Construir para la eternidad 
significaba obtener la trascendencia a través de la creación100. 
 
estudios más específicos que demuestran la compleja relación entre modernismo estético y fascismo son: 
ADAMSON, Walter L. “Modernism and fascism: the politics of culture in Italy, 1903-1922”, American Historical 
Review, 1990, vol. 95, núm. 2, pp. 359-390; SCHMID, U. “Style versusideology: towards a conceptualisation 
of fascist aesthetics”, Totalitarian movements and political religions, 2005, vol. 6, núm. 1, pp. 127-140; 
ANTLIFF, Mark. “Fascism, modernism, and modernity”, The art bulletin, 2002, vol. 84, núm. 1, pp. 148-169. 
97 Para Griffin, el modernismo, al igual que la modernidad según lo planteó Bauman en Modernidad y 
holocausto (1989), tiene su “lado oscuro” GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 197. 
98 “[El modernismo] fue una celebración de una edad tecnológica, pero también una condena de ella; fue una 
entusiasta aceptación de la creencia de que los viejos cánones de la cultura estaban acabados, pero también 
una profunda desesperanza ante ello; fue una mezcla de la convicción de que las nuevas formas eran 
escapatorias de la historia y de la presión del tiempo, con la convicción de que ellas eran precisamente sus 
vivas expresiones”. [It was a celebration of a technological age and a condemnation of it; an excited 
acceptance of the belief that the old regimes of culture were over, and a deep despairing in the face of that 
fear; a mixture of convictions that the new forms were escapes from historicism and the pressures of the time 
with convictions that they were precisely the living expressions of these things]. BRADBURY, Malcolm y James 
McFarlane. “The name and nature of modernism”, en BRADBURY, Malcolm y James McFarlane (eds.). 
Modernism 1890-1930, Harmondsworth, Penguin, 1976, p. 46. 
99 Vid. para el caso alemán: MICHAUD, É. Op. cit. Para el caso italiano: FALASCA-ZAMPONI, S. Fascist spectacle. 
The aesthetics of power in fascist Italy, Berkeley, University of California Press, 1997. 
100 MICHAUD, É. Op. cit., p. 328. 
30 
 
Si los fascismos, en especial el nacionalsocialismo alemán, condenaron a la 
mayoría de las corrientes estéticas modernistas fue porque no las consideraron una 
posible fuente de regeneración de Occidente, sino todo lo contrario, 
manifestaciones de un mundo en decadencia101. Pero en tanto crítica de la 
modernidad con una temporalidad de futuro unida a una voluntad constructora de 
una realidad trascendente, el fascismo es un modernismo. 
Pero ¿qué realidad trascendente quería construir el fascismo? ¿Cuál era la 
naturaleza de la modernidad alternativa que proponía para salvar a Occidente de la 
decadencia de la modernidad burguesa y liberal? Sería una modernidad fundada en 
el renacimiento o palingénesis de una Nación, entendida ésta última como una 
comunidad orgánica. El proceso de regeneración de la Nación requería de una serie 
de medidas radicales dentro de la lógica implacable de la “destrucción creadora”102. 
A través de la sacralización de una comunidad nacional, el fascismo pretendía 
inaugurar una modernidad revitalizada que brindaría al hombre un sentimiento de 
trascendencia y de pertenencia a una comunidad. Pero para edificar esta 
comunidad nacional regenerada, se imponía como paso ineludible la creación de un 
hombre nuevo, del hombre nuevo fascista. 
 
1.4 El vitalismo aristocrático 
“«Vosotros hombres superiores, - así dice la plebe 
parpadeando – no existen hombres superiores, 
todos somos iguales, el hombre no es más que 
hombre, ¡ante Dios – todos somos iguales!» 
¡Ante Dios! – Más ahora ese Dios ha muerto” 
Friedrich Nietzsche – Así habló Zaratustra, IV parte. 
 
101 De hecho, en su misma persecución de la mayoría del arte modernista, el nacionalsocialismo se mostraba 
modernista: “Al perseguir y «arrancar de raíz» los productos de la estética modernista que identificaban con 
las formas degeneradas de la humanidad, la iconoclasia nazi hacía valer el poder regenerador del arte para 
traer una nueva era, una afirmación profundamente modernista de iconopoética”. GRIFFIN, Roger. 
Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 400. 
102 Ibíd., pp. 256-257. 
31 
 
 
A través de una filosofía de la historia que se aventura a especular con poco rigor 
histórico, Giorgio Locchi –filósofo que no oculta sus simpatías hacia el fascismo– en 
su estimulante texto La esencia del fascismo103 (1981), propone comprender al 
fenómeno fascista como la primera manifestación política del principio104 
sobrehumanista105. Este principio habría sido introducido en la cultura europea 
decimonónica por las obras de Nietzsche y Wagner, quienes constituirían los polos 
del sobrehumanismo106. El principio sobrehumanista reconocería a su enemigo 
natural en el principio igualitarista, el cual configura el mundo a su alrededor, 
inclusive en su lenguaje y en su dialéctica conceptual, un mundo igualitario al que 
el sobrehumanismo considera decadente107. Dentro del principio sobrehumanista 
Locchi reconoce tres concepciones fundamentales: tiempo esférico108 en oposición 
al tiempo lineal, comunidad orgánica en oposición a sociedad109 y jerarquía del 
Übermensch en oposición a igualdad de todos los hombres. 
Por otra parte, el filósofo marxista Georg Lukács, en su voluminosa obra El asalto a 
la razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler110 (1954), a 
pesar de las burdas simplificaciones en las que incurre (además de las típicamente 
marxistas en cuanto al fascismo111), como hacer de Nietzsche el filósofo guía de la 
 
103 LOCCHI, Giorgio. “La esencia del fascismo”. En: Definiciones, Barcelona, Ediciones Nueva República, 2010. 
104 Para Locchi un principio es “el sentimiento del sí mismo y del hombre, que en cuanto se dice a sí mismo, 
se auto-afirma, es un Verbo (logos); en cuanto que persigue un fin es ´voluntad´ (personal y comunitaria) y es 
también, inmediatamente después que sentimiento, un sistema de valores”. Ibíd., p. 252. 
105 Ibíd., p. 251. 
106 Ibíd., p. 253. 
107 Según Locchi, para Wagner el enemigo es el principio judaico, al ser identificado con el principio igualitario, 
mientras que para Nietzsche el enemigo es el cristianismo en tanto transmisor del principio judaico-igualitario. 
Ibíd., p. 259. 
108 Para Locchi la visión esférica del tiempo consiste en concebir el pasado proyectándolo al futuro en un 
presente eterno. Ibíd., p. 261. Nótese que la temporalidad de futuro con la que Griffin caracteriza al 
modernismo había sido ya advertida por Locchi en el fascismo, aunque con sus diferencias, claro está. 
109 Según Locci, los fascistas hicieron suya la distinción del sociólogo Ferdinand Tönnies entre Gemeinschaft 
(comunidad) y Gesellschaft (sociedad), eligiendo la Gemeinschaft en tanto una asociación fundada en 
relaciones personales natural-orgánicas y no en relaciones impersonales racional-artificiales, como es el caso 
de la Gesellschaft. Ibíd., p. 263. 
110 LUKÁCS, Georg. El asalto a la razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler, México, 
FCE, 1959. 
111 Para Lukács el fascismo no es más que la dictadura feroz del gran capital y la trayectoria de la filosofía 
irracionalista de Schelling a Hitler es el reflejo de la lucha de clases en la superestructura. 
32 
 
burguesía reaccionaria en el periodo imperialista del capitalismo112 o afirmar que 
todo irracionalismo contiene la posibilidad de un fascismo113, logra percibir los 
valores y las posiciones filosóficas a los que con mayor fuerza se oponía la ideología 
fascista: la igualdad, el “progreso”114, el concepto universal de “humanidad”, el 
racionalismo y el materialismo115. 
Como se puede observar, dos filósofos que se encuentran en las antípodas, 
coinciden en considerar como elemento central de la ideología fascista la oposición 
a la igualdad universal y al individualismo racional-materialista. Según Tarmo 
Kunnas, los intelectuales franceses Pierre Drieu la Rochelle, Louis-Ferdinand Céline 
y Robert Brasillach vieron en el fascismo una revolución espiritual contra el 
materialismo del capitalismo y del comunismo116. Emilio Gentile, George L. Mosse 
y Zeev Sternhell concuerdan en considerar que el fascismo negaba de manera

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