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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES ARTISTOCRACIA Y PALINGÉNESIS. LA APOLOGÍA DEL FASCISMO DEL DR. ATL TESIS Que para obtener el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública (modalidad Ciencia Política) PRESENTA: Jonathan Ángel Sánchez Rodríguez DIRECTOR DE TESIS Carlos Gabriel Chávez Becker Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2016. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 ÍNDICE Agradecimientos…………………………………………….…………………..….……3 Introducción……………………………………………………………………..….……5 Capítulo I: El color de una voluntad de poder. El fenómeno fascista….……………8 I.I Las interpretaciones militantes……………………………………………………...……..……8 I.II Las primeras interpretaciones comprensivas……………………………………...…….….15 I.III El modernismo político…………………………………………………………...……….…..22 I.IV El vitalismo aristocrático………………………………………………………………………30 I.V La palingénesis nacional………………………………………………………..…………….37 I.VI La religión política………………………………………………………………...…………...42 I.VII El totalitarismo…………………………………………………………………...……………47 I.VIII Una definición operativa del fascismo……….……………………………..……………..51 Capítulo II: Rojo y negro. El artista revolucionario: Artistocracia y revolución…….52 II.I Murillo entre el Modernismo, el socialismo italiano, el Renacimiento y el Ateneo de la Juventud…….............................................................................................................52 II.II Artistocracia anarcoindividualista en L’Action d’art……………………………………….61 II.III El Dr. Atl en la Revolución mexicana: El artista político y los Batallones rojos………65 II.IV El nacionalismo cultural del Dr. Atl en el naciente Estado posrevolucionario………….75 Capítulo III: Rojo y gris. El caudillo-artista: La artistocracia totalitaria……………….81 III.I Italia, su defensa en México y Ante la carroña de Ginebra............................................81 III.II De todos colores. El Dr. Atl… ¿quintacolumnista? ¿Hispanista? ¿Futurista?...............88 III.III La veta dannunziana del Dr. Atl..................................................................................102 III.IV El caudillo-artista: La artistocracia totalitaria..............................................................117 III.V El final de la actividad panegírica del fascismo………………………………………...122 Capítulo IV: El color del universo. Olinka: La palingénesis universal………………125 Conclusión………………………………………………………………………………………130 Bibliografía……………………………………………..……………………………………….134 3 AGRADECIMIENTOS Al Dr. Franco Savarino Roggero y al Mtro. Mario Estrada Roldán, mis maestros, por su sabiduría y amistad, tan fundamentales ya en mi vida. Sus consejos y críticas dieron forma y dirección a un amorfo y desorientado trabajo. Todo mérito que obtenga esta investigación, si obtiene alguno, lo comparto con ambos. De todo error, que los habrá muchos, soy el único responsable. Al Mtro. Carlos Chávez Becker, por sus comentarios y críticas, y en general por todo su apoyo. A mi familia y amigos, cuyos nombres no es necesario mencionar porque bien saben quiénes son. A los grandes creadores y destructores de todos los tiempos, cuya obra es mi único alimento. 4 “Sé una fuerza de la naturaleza” Dr. Atl 5 INTRODUCCIÓN “Nitimur in vetitum” Ovidio – 3 Amores, 4, 171. El Dr. Atl (oficialmente Gerardo Murillo Cornadó), fue un pintor, dibujante, docente, perito valuador de arte, político, revolucionario, periodista, cuentista, ensayista, novelista, filólogo, vulcanólogo, geólogo, minero, urbanista, cocinero, montañista y, ante todo, un caminante incansable. Atl se encuentra entre las figuras más importantes de la cultura mexicana de la primera mitad del siglo pasado y no solamente por su magnífica obra pictórica, donde se encuentran algunos de los más bellos paisajes del arte de este país. Su labor como artista activista marcó a toda una generación de artistas mexicanos, entre ellos los muralistas, por no decir más. Así mismo, el pintor de volcanes fue uno de los primeros promotores del arte popular mexicano y un defensor de la conservación y valoración de la arquitectura colonial como parte integrante de la identidad nacional, en especial de aquella que él denominó “ultrabarroco”. Sin embargo, se suele soslayar o dejar en un mar de bruma su actividad como apologeta de los regímenes fascistas. En 1940 escribió: Italia y Germania siguieron sus destinos influyendo de diversa manera en la civilización universal, y de nuevo, hoy, otros jefes de los dos pueblos [Hitler y Mussolini] se pusieron frente a frente, pero de muy distinta manera: no solamente se tendieron las manos, sino unificaron en un esfuerzo la aspiración de dos razas que bajo el esplendor de su historia, se irguieron frente a la barbarie armadas de la omnipotencia de su genio. El mundo ha cambiado de ruta; se encamina hacia la cohesión de la inteligencia y de la libertad fuera de la opresión teológica-económica ejercida por Israel2. ¿Cómo fue posible que el ínclito pintor, uno de los personajes clave en la formación de los Batallones rojos durante la Revolución mexicana, llegara a escribir tales palabras? Esta investigación se propone ofrecer una respuesta científicamente satisfactoria a esta cuestión. Desde luego, sospechamos de las “explicaciones” habidas hasta ahora. Sostener, por ejemplo, que Atl simpatizó y defendió a las 1 “Nos lanzamos hacia lo prohibido”. 2 DR. ATL. “Quiénes ganarán la guerra”. En: Obras completas, tomo I, México, El Colegio Nacional, 2006 p. 503. 6 potencias del Eje por “irracionalismo” (en el sentido más despectivo de la palabra)3 o por su “eterno ir contra la corriente”4, parece ser más una cómoda respuesta producto de prejuicios muy arraigados que de un análisis detenido. Para brindar una explicación sustancialmente diferente de las elaboradas hasta hoy, hemos decidido emular el punto de partida del itinerario seguido por Mario Estrada Roldán en Simpatías silenciadas: la proximidad ideológica de José Vasconcelos al fenómeno fascista (2011)5: construir una definición operativa del fascismo que sea una herramienta heurística apropiada para comprender el caso del Dr. Atl. ¿Cómo, en efecto, se podría comprender la relación entre un sujeto histórico y un fenómeno político si se tiene un conocimiento meramente rudimentario de éste último? Máxime, si ese fenómeno político sigue provocando agrias controversias, difícilmente desligado de las pasiones políticas. Para no repetir los tópicos de la vulgata acerca del fascismo, en el primer capítulo revisaremos de manera crítica algunas de las interpretaciones del fenómeno fascista más comprometidas ideológicamente, pero que influyeron (y en algunos sectores aún lo hacen) fuertemente al ámbito académico en su momento, como las de Dimitrov, Poulantzas, Croce y Arendt. Después, se hará un balance de las primeras interpretaciones comprensivas, como las de Nolte, De Felice y Mosse; pioneros en aventurarse a un estudio más científicode tan controvertido fenómeno político y que hicieron posible la formación de una nueva historiografía sobre el mismo. Posteriormente, auxiliándonos de los resultados de algunas de las investigaciones más recientes e innovadoras sobre el tema (principalmente las realizadas por Emilio Gentile, Roger Griffin y Zeev Sternhell), se revisarán los elementos que se propondrán como clave para la comprensión del fenómeno fascista: su modernismo político, su vitalismo aristocrático, su palingenesia nacional, su religión política y su totalitarismo. Finalmente, se construirá una definición operativa del fascismo, en la cual le daremos mayor peso al aspecto ideológico, aunque sin subestimar los 3 : ESPEJO, Beatriz. Dr. Atl. El paisaje como pasión, México, Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, 1994, p. 34. 4 LUNA ARROYO, Antonio. El Dr. Atl, México, Salvat, 1992, pp. 118-119. 5 ESTRADA ROLDÁN, Mario. Simpatías silenciadas: la proximidad ideológica de José Vasconcelos al fenómeno fascista, tesis de licenciatura, México, ENAH, 2011, capítulo 1. 7 demás. Haremos esto, ante todo, por la especificidad de nuestra investigación. Como dijera Emilio Gentile: Si se excluye la existencia de una ideología del fascismo no se comprende por qué hombres de notables cualidades intelectuales sufrieron el encanto del fascismo, hasta el punto de seguir con coherencia el destino de identificar en él su empeño de intelectuales y el futuro de la civilización europea, y de poner en juego su dignidad y su existencia. No basta, de hecho, el oportunismo y la mala fe, o el engaño y la ignorancia para explicar el consenso dado al fascismo por parte de intelectuales como Drieu la Rochelle, Brasillach, Céline, por citar tres casos de escritores franceses conocidos.6 En el segundo capítulo, abordaremos los puntos capitales en el desarrollo biográfico-ideológico del Dr. Atl hasta antes de comenzar su actividad panegírica del fascismo. De su participación en la revista L’Action d’art y en la formación de los Batallones rojos durante la Revolución mexicana, hasta su colaboración en los proyectos culturales del Estado posrevolucionario. De esta manera se podrá apreciar cómo se fueron gestando en el pintor las posiciones ideológicas que lo habrán de llevar a converger con el fenómeno fascista. En el tercer capítulo analizaremos el tema central de esta investigación: la actividad apologética de los regímenes fascistas del Dr. Atl; desde sus inicios hasta su abrupto final. Tal actividad será puesta en relación con el contexto histórico e ideológico en el cual estaba inmerso el pintor para así reconstruir su posición dentro de la cosmovisión atliana (rastreando en ella las influencias ideológicas decisivas que le aproximaron al fenómeno fascista), para finalmente reestructurar el conjunto de ideas, conceptos y valores que le daban su sustento ideológico, mismo que hemos denominado la doctrina de la “artistocracia totalitaria”. En el cuarto y último capítulo se describirá sucintamente el proyecto de Olinka, el último sueño del Dr. Atl, en el cual se podrán apreciar la continuidad, una vez finalizada la guerra, de la mayoría de las posiciones ideológicas fundamentales que llevaron a Atl a apoyar al fascismo, descontado el hecho de que nunca abjuró de su labor panegírica. Este capítulo servirá, pues, para reforzar nuestra tesis, a saber, 6 GENTILE, Emilio. Fascismo. Historia e interpretación. Madrid, Alianza, 2004, p. 96. 8 que el encomio y defensa del fenómeno fascista por parte de Atl tuvo motivaciones fundamentalmente ideológicas y no producto de la locura, la perfidia, la ignorancia o la arbitrariedad. Pero no solamente eso, sino que la proximidad ideológica entre la cosmovisión atliana y el fascismo fue enorme, fundamentalmente debido a que detrás del devenir ideológico del Dr. Atl encontramos una fuerte influencia intelectual (donde destaca D’Annunzio) capaz de insuflarle los elementos clave del fenómeno fascista. Ello, aunado a la experiencia histórica de la amenaza de la expansión mundial del comunismo y del hastío de la modernidad democrático-burguesa, le llevaría a converger hacia el fascismo. Iniciemos, pues, la ardua tarea de sostener esta tesis. CAPÍTULO I: El color de una voluntad de poder. El fenómeno fascista. 1.1 Las interpretaciones militantes. “Meditantur sua stercora scarabaei” Giordano Bruno – Expulsión de la bestia triunfante7. Para el público no especializado, ante el ocaso cultural del marxismo, que interpretaba de manera tópica al fascismo8 como un movimiento pequeñoburgués apoyado en el gran capital para hacer frente al ascenso del proletariado, el fenómeno fascista quedó reducido a una encarnación política del “Mal”, siendo el 7 “Los escarabajos contemplan sus excrementos”. Traducción de Ignacio Gómez de Liaño. 8 Para evitar repeticiones y confusiones, es preciso señalar que se utilizará el término “fascismo” en dos acepciones: 1) con mayúsculas para hacer referencia específicamente al Fascismo italiano; 2) con minúsculas para hacer referencia al fascismo como categoría, dentro de la cual se encontrarían un conjunto de movimientos y regímenes políticos de características similares, tales como el régimen Nacionalsocialista alemán y el Fascista italiano, movimientos como la Guardia de Hierro en Rumania, la Unión Británica de Fascistas en Gran Bretaña, la Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista en España, la Cruz Flechada en Hungría, el Rex en Bélgica, los Camisas Plateadas o Legión de Plata en los Estados Unidos de Norteamérica, la Cruz de Trueno en Letonia y el Faisceau en Francia. Todos estos regímenes y movimientos tenían diferencias sustanciales entre ellos, lo cual no se pasará por alto, pero la utilidad y viabilidad del término “fascismo” como categoría se defenderá en esta tesis, lo cual haremos más adelante. Infra p. 21. 9 nacionalsocialismo su versión más acabada y perversa, el “Mal absoluto”9. El fascismo sería, según esta interpretación, un haz de las antítesis de los valores liberal-humanistas: Racismo, intolerancia, discriminación, represión, autoritarismo, desprecio a la vida, explotación, violencia, fanatismo, etc10. Este público se representa al fascismo de manera tan ajena a sí mismo que termina por parecerle en definitiva incomprensible: ¿Cómo fue posible que la humanidad viviera tal tragedia? ¿Por qué volvió “la barbarie” en pleno siglo XX? ¿Cómo fue posible que importantes intelectuales y artistas colaboraran y simpatizaran con el “Mal”? Dada la estrechez de su mirada, este público solamente puede permanecer asombrado y en silencio ante tales preguntas o consolarse a sí mismo con respuestas tan burdas como su misma interpretación del fascismo. No sucede lo mismo en el caso de los estudiosos del fascismo, que desde mediados de la década de 1960, cuando, gracias a las investigaciones y teorizaciones de Renzo de Felice, Ernst Nolte, George L. Mosse y Eugen Weber, se inició la formación de una nueva historiografía que “ha afrontado el estudio del fenómeno basándose en la investigación teórica concreta, rechazando las interpretaciones generalizadas, las visiones demonológicas y las explicaciones monocausales”11. No obstante, para que esta nueva historiografía triunfara en el ámbito académico se tuvo que atravesar acaloradas discusiones. Ello debido fundamentalmente a que el fascismo es un término que ha mantenido un fuerte carácter político hasta nuestros 9 RODRÍGUEZ, Ramón. “Heidegger y el nacionalsocialismo: ¿Un viaje a Siracusa?”. Estudio preliminar en: HEIDEGGER, Martin. Escritos sobre la universidad alemana, Madrid, Tecnos, 2009, p. X. Sin dudaa este hecho han contribuido de manera poderosa los éxitos comerciales que han representado las películas sobre el Holocausto tales como La lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg, La vida es bella (1997) de Roberto Benigni, El pianista (2002) de Roman Polanski, El niño con el pijama de rayas (2008) de Mark Herman, entre otras. 10 Esta interpretación ha potenciado la inflación semántica del término fascista de la que habla Emilio Gentile: “En el lenguaje político corriente el término «fascismo» se utiliza universalmente en sentido despectivo como sinónimo de derecha, contrarrevolución, reacción, conservadurismo, autoritarismo, corporativismo, nacionalismo, racismo e imperialismo”. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 53. 11 Ibíd., p. 57. 10 días, todavía es usado en función de un antagonismo político concreto y lo político es polémico, Schmitt dixit12. Desde que el fascismo hizo su aparición en el escenario histórico13 se inició la tarea de interpretarlo, principalmente por aquellos que lo combatían, puesto que para los fascistas mismos no era primordial organizar de manera sistemática un corpus teórico político propio debido, en gran medida, a la primacía que para ellos tenía la acción sobre la teoría14. Interpretaciones militantes del fenómeno fascista las ha habido de “todos colores”: Desde interpretarlo como una reacción de las masas sexualmente reprimidas15 hasta como una búsqueda de seguridad y orgullo en el autoritarismo por parte de la pequeña burguesía16. Dejando de lado numerosas interpretaciones militantes que en ocasiones llegan a lo ridículo, a continuación se revisarán brevemente dos de entre las más elaboradas e influyentes con las que se ha enfrentado la nueva historiografía sobre el fascismo: la interpretación marxista clásica y la liberal que interpreta al fascismo como una “enfermedad moral”. Los militantes comunistas rápidamente comenzaron a utilizar el término “fascista” en un sentido genérico y despectivo para calificar a todo régimen o movimiento político anticomunista, sin importar sus demás características, inclusive en determinados momentos a los partidos socialdemócratas y socialistas se les consideró fascistas (la teoría del “socialfascismo” apoyada por Stalin y Zinóviev)17. La relación entre capitalismo y fascismo era evidente para la mayoría de los marxistas. Por ello, la opinión de Manuilski (opinión que también compartía y 12 SCHMITT, Carl. El concepto de lo político, Madrid, Alianza, 1998, p 60. Cabe agregar que para Schmitt un concepto, idea o palabra polémica es aquella cuyo significado está en disputa. 13 El fascismo adquirió relevancia internacional de manera definitiva con la Marcha sobre Roma el 29 de octubre de 1922. 14 SAVARINO, Franco. “La ideología del fascismo entre pasado y presente”. En: Savarino, Franco, Gumersindo Vera, Alejandro Pinet y Pedro Quintino (coords.). Diálogos entre la historia social y la historia cultural, México, ENAH-AHCALC, 2005, pp. 259-260. Por ejemplo, Mussolini sostenía que “En 1919 […] el fascismo no tenía a la mano una doctrina elaborada anteriormente en el escritorio; nació de un deseo de acción y fue acción, no fue partido; en los dos primeros años fue antipartido y movimiento”. Mussolini, Benito. “La doctrina del fascismo”. En: CASSIGOLI, Armando (Compilador). Antología del Fascismo Italiano, México, UNAM, 1976, p. 239. 15 REICH, Wilhelm. Psicología de masas del fascismo, Barcelona, Bruguera, 1980. 16 FROMM, Erich. El miedo a la libertad, México, Paidós, 2010. 17 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 53-54. 11 defendía Bordiga, secretario general del Partido Comunista Italiano de 1921 a 1924) de que “entre el fascismo y la democracia burguesa no existe más que una diferencia de grado”18 tuvo un fuerte eco entre los comunistas de la Komintern19 hasta mediados de la década de 1930. De hecho, la Komintern misma no se planteó el problema del fascismo de manera rigurosa hasta su VII Congreso, realizado entre los meses de julio y agosto de 1935, cuando la derrota del comunismo en Italia y Alemania parecía ya irreversible. Derrotas que hicieron ver a los comunistas que habían subestimado al fascismo. En ese Congreso se decidió formar entre los partidos comunistas de cada país frentes populares para confrontar a los movimientos fascistas. Los comunistas se convencieron de que la democracia burguesa era preferible al fascismo. Lo urgente era detener el avance del fascismo en Europa y no buscar realizar la revolución proletaria mundial. Estaban decididos a no permitir que otro Hitler u otro Mussolini se alzara en Europa. La tesis predominante sobre el fenómeno fascista en el VII Congreso de la Komintern se resume en las siguientes palabras que Giorgi Dimitrov20 pronunció en su informe ante dicho congreso: “El fascismo en el poder, […] es […] la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”21. Desde entonces esta tesis ha sido el común denominador de las interpretaciones marxistas del fascismo, volviéndose clásica. Como se ha mencionado, la forma tópica en que las interpretaciones marxistas del fascismo lo han conceptualizado es como un epifenómeno del capitalismo, generalmente subordinado al capital en su lucha contra el ascenso del proletariado en situaciones extraordinarias. Gramsci, por ejemplo, hacia 1920 sostenía que: 18 MANUILSKI al XI plénum de la Komintern, 1931. Citado en: POULANTZAS, Nicos. Fascismo y Dictadura. México, Siglo XXI, 1976, p. 58. 19 Abreviatura en ruso de la “Internacional comunista” o también conocida como la “III Internacional socialista”. 20 Líder comunista búlgaro, Secretario General de la Komintern entre 1934 y 1943. Dimitrov fue uno de los comunistas acusados por el incendio del Reichstag en 1933. Fue liberado por falta de pruebas, siendo repatriado a la URSS ese mismo año. 21 DIMITROV, Giorgi. Escritos sobre el fascismo, Madrid, Akal, 1976, p. 50. 12 El fenómeno del fascismo no sólo es italiano, así como no es sólo italiana la formación del partido comunista. El ‘fascismo’ es la fase preparatoria de la restauración del Estado, esto es, de un recrudecimiento de la reacción capitalista contra las exigencias más vitales de la clase proletaria. El fascismo es la ilegalidad de la violencia capitalista: la restauración del Estado es la legalización de esta violencia22. En 1970 Nicos Poulantzas publicó una de las interpretaciones marxistas más elaboradas del fenómeno fascista: Fascismo y dictadura. La tesis central es que “el fascismo constituye una forma de Estado y una forma de régimen «límite» del Estado capitalista”23. Es decir, el fascismo sería una particular forma de régimen del Estado de excepción en la fase imperialista del capitalismo (diferente de la dictadura militar y el bonapartismo), una respuesta a un tipo particular de crisis política. Poulantzas enfatiza el hecho de que el fascismo gozó de una autonomía relativa respecto del bloque en el poder como de la fracción del gran capital. Sin embargo, los regímenes fascistas procurarían asentar al gran capital como la fracción dominante dentro del bloque en el poder24. Por ello, pese a sus matices, el fascismo es también para Poulantzas, “en última instancia”, un fenómeno político subordinado y al servicio del capital. Sin embargo, la lectura del fascismo como una dictadura del gran capital con base pequeñoburguesa es insostenible. Toda interpretación clasista tiende a ser reduccionista y extremadamente limitada. El fascismo gozó de una mayor autonomía respecto del gran capital de lo que pensara inclusive el propio Poulantzas y, además, difícilmente podría pensarse al régimen fascista simplemente como la realización de una dictadura del gran capital según sus intereses si se tienenen 22 GRAMSCI, Antonio. “Qué es la reacción”, Avanti!, 1920. En: Sobre el Fascismo. México, Era, 1979, p.64. A diferencia de otros marxistas, Gramsci desde muy pronto vio en el fascismo un fenómeno político predominantemente pequeñoburgués y sustancialmente diferente a las formas burguesas liberales de dominación. Hacia 1926 escribe, junto con Togliatti, un proyecto de tesis para el III Congreso del PCI en el que sostiene que: “el fascismo modifica el programa conservador y reaccionario que siempre fue predominante en la política italiana sólo por una manera distinta de concebir el proceso de unificación de las fuerzas reaccionarias. La táctica de los acuerdos y compromisos es sustituida por el proyecto de realizar una unidad orgánica de todas las fuerzas de la burguesía, en un solo organismo político bajo el control de una central única que debería dirigir simultáneamente el partido, el gobierno y el Estado”. GRAMSCI, Antonio. “La situación italiana y el PCI [Tesis de Lyon]”. En: Escritos políticos (1917-1933), México, Siglo XXI, 1981, p. 235. 23 POULANTZAS, Nicos. Op. Cit., p. 57. 24 Ibíd., pp. 86-93. 13 cuenta más factores que a los que suelen recurrir los marxistas. Por ejemplo, las numerosas restricciones y directivas a las que fue sometido el gran capital en la Alemania nacionalsocialista25. Las relaciones entre el capital y los regímenes fascistas fueron mucho más complicadas de lo que se figuran los marxistas26. Renzo de Felice concluye lapidariamente al respecto: “En general, sin embargo, las oligarquías financieras prefieren los gobiernos democráticos a los autoritarios”27. A las interpretaciones marxistas, además de la crítica directa a su núcleo teórico, se les puede hacer la crítica a su potencial heurístico para problemas tales como la relación de los intelectuales y los artistas con el fascismo: Si el fascismo es una brutal dictadura del gran capital, entonces ¿los intelectuales y artistas que simpatizaron con el fascismo lo hicieron simplemente por mecenazgo? ¿Por oportunismo? ¿Fueron engañados por su demagogia? ¿Fueron “funcionarios ideológicos” de manera inconsciente? Conformarse con respuestas afirmativas a cualquiera de estas preguntas significaría quedarse en los límites de un esquema autocomplaciente y totalmente ajeno a quienes se supone se pretende comprender y renunciar a la búsqueda de una comprensión más completa de los problemas que plantean las relaciones de los intelectuales y los artistas con el fascismo. La interpretación liberal del fenómeno fascista como una “enfermedad moral” es representada de manera excelente por el juicio que Benedetto Croce emitió el mismo año de la caída de los regímenes fascistas: el fascismo sería un “paréntesis” en la historia europea, que se correspondía “a un período de disminución de la conciencia de la libertad”28. El hecho de calificar como un “paréntesis” a un 25 PAYNE, Stanley. A History of Fascism 1914-1945, Wisconsin, Routledge, 1995, p. 190. 26 Vid. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 62; STERNHELL, Zeev, Mario Sznejder, Maia Asheri. The birth of fascist ideology. From cultural rebellion to political revolution, Princeton, Princeton University Press, 1994, p. 3; GRIFFIN, Roger. “The primacy of culture: the current growth (or manufacture) of consensus within fascist studies”, Journal of Contemporary History, 2002, vol. 37, núm. 1, p. 22. 27 DE FELICE, Renzo. El fascismo: sus interpretaciones, Buenos Aires, Paidós, 1976, p. 354. Unas líneas atrás De Felice argumentaba de la siguiente manera: “en realidad no es posible demostrar que el verdadero interés de fondo del capitalismo fuese el de llevar al poder al fascismo, una fuerza ambigua, potencialmente aunque no básicamente ajena al capitalismo mismo y que, aun hegemonizada, abrigaba riesgos notables y […] perseguía objetivos que se habían hecho progresivamente cada vez más divergentes de los objetivos naturales del capitalismo”. Ibíd., p. 353. 28 Citado en: Ibíd., p. 37. 14 fenómeno de las magnitudes del fascismo es, sin duda alguna, una grave falta que implica una ceguera para el juicio histórico causada por la enemistad hacia el objeto de estudio29, pero el elemento importante de la interpretación de Croce no es éste, aunque suele ser el más citado30, sino aquél de que el fascismo se corresponde a un período de disminución de la conciencia de la libertad. En la obra Historia de Europa en el siglo XIX (1933), Croce pretende ilustrar esta disminución de la conciencia de la libertad en los europeos hacia el final del siglo XIX y un ascenso de las actitudes pesimistas, deterministas y autoritarias31. En ello hay una clara alusión al auge contemporáneo del fascismo, por lo cual, lejos de ser un paréntesis, el fascismo parecería ser el desarrollo de ciertas actitudes de decaimiento moral que tendrían su origen inmediato en las postrimerías del siglo XIX. Interpretar al fascismo como una patología moral es sin duda un tosco maniqueísmo: ahí donde no hay conciencia de la libertad (tal como la entienden los liberales) sólo puede haber tiranía. No existen otros ideales fuera de los liberales. Lo demás es sumisión o ambición32. 29 De hecho, la celebérrima sentencia de Croce bien podría ser una “venganza” del juicio que sobre el liberalismo expresara Mussolini en 1932 en La doctrina del fascismo, aludiendo directamente a Croce: “No es necesario exagerar, con fines simplemente de polémica actual, la importancia del liberalismo en el siglo pasado y hacer de ella, que fue una de las numerosas doctrinas aparecidas en aquel siglo, una religión de la humanidad para todos los tiempos presentes y futuros. […] No fue más que un paréntesis”. MUSSOLINI, Benito. “La doctrina del fascismo”. En: CASSIGOLI, Armando (Compilador). Op. cit., pp. 243-244. Por otra parte, el libro de George L. Mosse La cultura de Europa occidental. Siglos XIX y XX (la versión en español se dividió en dos libros: La cultura europea del siglo XIX y La cultura europea del siglo XX, Barcelona, Ariel, 1997) es una excelente respuesta para toda interpretación del fascismo como un paréntesis histórico debido a que hace énfasis en las raíces culturales del fascismo como partes integrantes de la cultura de la Europa occidental. 30 Un excelente ejemplo de cómo simplificar burdamente la tarea de interpretar al fascismo es el ensayo Génesis e interpretaciones del fascismo de Annunziata Rossi (La Jornada Semanal, México, Núm. 568, 22/01/2006). En él, Rossi distingue dos maneras de interpretar al fascismo: 1) como un paréntesis en la historia (recurriendo evidentemente a la famosa frase de Croce); 2) como parte integral de la historia. De esta forma, Rossi simplifica la tarea de interpretar al fascismo al contraponer dos posiciones interpretativas excesivamente generales. Además, la segunda manera de interpretar al fascismo tal como lo hace ella no es tan diferente de la manera tosca de pensar al fascismo como un paréntesis, pues para ella interpretar al fascismo como parte integral de la historia se reduce a encontrar en el fascismo un desarrollo de las tendencias “negativas” de la cultura occidental: racismo, autoritarismo, imperialismo, etc., es decir, es también la de Rossi una interpretación liberal del fascismo como “enfermedad moral”. 31 CROCE, Benedetto. Historia de Europa en el siglo XIX, Madrid, Atalaya, 2000, cap. VIII. 32 Como podrá haberse apreciado, la concepción actual no académica del fascismo es una vulgarización de la interpretación del fascismo como una “enfermedad moral”. 15 Asimismo, la explicación del fenómeno que nos ofrece esta interpretación es monocausal: el factor del “embrutecimiento moral” explicaría el ascenso del fascismo, cuando en realidad concurrieron numerosos factores de diversa índoleen ello, por ejemplo, los efectos de la Primera Guerra mundial, el auge de los nacionalismos y el temor al avance del comunismo después de la Revolución de Octubre. Existe otra interpretación militante importante a la cual se ha enfrentado la nueva historiografía sobre el fenómeno fascista: la liberal que lo interpreta como una forma de totalitarismo. Pero consideramos más conveniente revisarla en el apartado sobre el totalitarismo. 1.2 Las primeras interpretaciones comprensivas. “Existe únicamente un ver perspectivista; únicamente un «conocer» perspectivista; y cuánto mayor sea el número de afectos a los que permitamos decir su palabra sobre una cosa, cuánto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos que sepamos emplear para ver una misma cosa, tanto más completo será nuestro «concepto» de ella, tanto más completa será nuestra «objetividad». Pero eliminar en absoluto la voluntad, dejar en suspenso la totalidad de los afectos, suponiendo que pudiéramos hacerlo: ¿cómo? ¿es que no significaría eso castrar el intelecto? …” Friedrich Nietzsche – Genealogía de la moral Como se mencionó antes, aproximadamente veinte años después del fin de la Segunda Guerra mundial, gracias a los trabajos pioneros de Eugen Weber33, Ernst Nolte34, Renzo de Felice35 y George L. Mosse36, comenzó la formación de una nueva historiografía sobre el fascismo menos comprometida ideológicamente, 33 WEBER, Eugen. Varieties of fascism: doctrines of revolution in the twentieth century, Princeton, Van Nostrand, 1964. 34 NOLTE, Ernst. El fascismo en su época: Action française, fascismo, nacionalsocialismo, Madrid, Península, 1967. La primera edición es de 1965. 35 DE FELICE, Renzo. Op. cit., Buenos Aires, Paidós, 1976. La primera edición es de 1969. 36 MOSSE, George L. The crisis of German ideology: intellectual origins of the Third Reich, New York, Grosset and Dunlap, 1964. Así como su artículo “The genesis of fascism”, Journal of Contemporary History, 1966, vol. 1, núm. 1, pp. 14-26. 16 fundada en una profunda investigación empírica y que no estaba satisfecha con las explicaciones elaboradas hasta entonces37. Ernst Nolte rompió con los moldes socioeconómicos en los estudios sobre el fascismo, empleando en su lugar un sistema de estudio histórico-fenomenológico centrado en el concepto de “época”. Considera al fascismo un fenómeno producto de su época, pero, a su vez, un fenómeno histórico que caracteriza una época cuyos límites estarían difuminados entre 1914 y 194538. El fascismo, según el estudioso alemán, se caracterizaría según sus tres diferentes manifestaciones fenomenológicas: como fenómeno político, como fundamento natural de la política y como fenómeno metapolítico. Como fenómeno político: el fascismo es un antimarxismo que pretende destruir al enemigo por medio de la formación de una ideología radicalmente opuesta y, sin embargo, próxima, de métodos casi idénticos y sin embargo con características propias, pero siempre en el marco insustituible de la afirmación nacional y la autonomía39. Como fundamento natural de la política llevada a la autocomprensión sería una “lucha a muerte del grupo soberano, guerrero, de carácter antagónico”40. Como fenómeno metapolítico sería una “oposición a la trascendencia”41. A pesar de la oscuridad con la que expone su conceptualización de la “trascendencia” (motivo de numerosas críticas42), se puede sostener que Nolte entiende por trascendencia al 37 En referencia al equipo del primer número de la revista Journal of Contemporary History (dedicado al fascismo) encabezado por George L. Mosse y Walter Laqueur, Roger Griffin apunta que “al fin ellos comenzaron por dejar atrás una infantil insistencia en que el fascismo fue la (pesudo-) ideología del irracionalismo nihilista, un movimiento saturado por un barbarismo patológico, o un régimen cuya única función fue imponer un reino de opresión totalitaria” [They had at last started to put behind them an infantile insistence that fascism was the (pseudo-) ideology of nihilistic irrationalism, a movement fuelled by pathological barbarism, or a regime whose sole function was to impose a reign of totalitarian oppression]. GRIFFIN, Roger. Op. cit., p. 21. Todas las traducciones son propias a menos que se indique lo contrario. 38 NOLTE, Ernst. Op. cit., pp. 16-18. 39 Ibíd., p. 37. 40 Ibíd., p. 487. 41 Ibíd. 42 GRIFFIN, Roger. Op. cit., p. 21. 17 proceso de universalizar y racionalizar a la sociedad, tanto teórica como prácticamente43. Ahora bien, el principal problema44 de su marco analítico es que termina por reducir al fascismo a ser un epifenómeno del bolchevismo45. No sería más que una reacción radical al bolchevismo y sus horrores en tanto forma extrema de “trascendencia”, pero imitando sus propios métodos. De esta manera el fascismo se diluye en una pura negatividad. Si bien el factor de la enemistad y el temor al bolchevismo sin duda fue importante en el nacimiento y desarrollo del fenómeno, como lo documenta con minuciosidad Nolte46, pensar al fascismo como hermano- enemigo del comunismo no ayuda, en modo alguno, a comprender ni al fascismo ni al comunismo47. Como demuestran las investigaciones de Mosse, Emilio Gentile, Sternhell y Griffin, el fascismo poseía una cultura y una ideología propias cuyas raíces iban más allá de la Revolución bolchevique. Por su parte, el italiano Renzo de Felice puso en entredicho varios de los prejuicios más arraigados que se tenían sobre el fascismo debido a sus investigaciones sobre el caso italiano: ni el fascismo fue una fatalidad histórica, ni fue un agente del capitalismo, ni fue un movimiento reaccionario, ni gobernó a través del engaño y la represión. De Felice fue de los primeros en llamar la atención sobre las 43 Adriano Romualdi le responde a Nolte que el fascismo sí creía en la trascendencia, pero en una trascendencia vertical (un Orden jerárquico), pues la trascendencia horizontal (la única que Nolte entiende por trascendencia) la considera decadente. ROMUALDI, Adriano. Corrientes políticas e ideológicas del nacionalismo alemán, 1918-1932, Barcelona, Nueva República, 2002, p. 49. 44 Para algunos (como Jürgen Habermas y Hans Mommsen) el problema sustancial con la propuesta interpretativa de Nolte es que relativiza el Holocausto al sentenciar que “el gulag es anterior a Auschwitz”. Pero como señala acertadamente Mario Estrada Roldán, este tipo de críticas se alejan del plano de la investigación científica para caer en el terreno de la teoría de los valores, por no decir en el de los sermones históricos. ESTRADA ROLDÁN, Mario. Op. cit., p. 15, n. 14. Para revisar la posición de Nolte ante el llamado “pleito de los historiadores” vid. NOLTE, Ernst. “En lugar de prefacio a la quinta edición. Este libro y el «pleito de los historiadores»: balance al cabo de diez años”. En: La Guerra Civil Europea, 1917-1945. Nacionalsocialismo y Bolchevismo. México, FCE, 2001. 45 STERNHELL, Zeev, Mario Sznejder, Maia Asheri. Op. cit., p. 3. 46 Sobre todo en NOLTE, Ernst. La Guerra Civil Europea…, op. cit. 47 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 72-73. 18 particularidades sociales, históricas y nacionales de los diferentes fascismos48, así como sobre el consenso que lograron en extensos periodos de su dominio49. Entre las más importantes aportaciones de De Felice, según Emilio Gentile, estarían: a) la distinción entre Fascismo-movimiento, expresión de las clases medias emergentes y su voluntad de formar una fuerza política autónoma entre la burguesía y el proletariado, y el Fascismo-régimen, conservador, tradicionalista y pragmático, aliado con las fuerzas históricas tradicionales del Estado italiano; b) la relevancia del problema del consenso en el régimen; c)la colocación del Fascismo en la corriente del totalitarismo de izquierda originada del jacobinismo; y d) la acentuada diferenciación entre Fascismo y nacionalsocialismo por las matrices sociales y culturales como por las instituciones, así como por los presupuestos, las orientaciones y los fines de la política exterior50. La interpretación de De Felice es fundamentalmente socioeconómica, pero no marxista51. Según el historiador italiano, los elementos que deben tomarse en cuenta para comprender históricamente al fenómeno fascista son: 1) que fue un fenómeno europeo de entreguerras (la decisiva importancia de la Primera Guerra Mundial); 2) que su base social se hallaba predominantemente en las clases medias (el importante papel jugado por la juventud, la sensación de movilización perpetua de las masas, el consenso fundado en los valores y en un orden social clasemediero); 3) su forma totalitaria; y 4) su carácter revolucionario52. Otro importante historiador que ejerció una gran influencia en la formación de la nueva historiografía fue George L. Mosse. Mediante sus investigaciones, especialmente sobre la Alemania nacionalsocialista, Mosse hizo énfasis en tomar en serio los aspectos ideológicos del fascismo, en la necesidad metodológica de estudiar la ideología y la cultura fascista en sus propios términos y en su contexto 48 DE FELICE, Renzo. Op. cit., pp. 330-331. 49 “Sería demasiado simplista y erróneo atribuirlo [el consenso del que gozaron los regímenes fascistas] sólo al régimen de policía, al terror, al monopolio de la propaganda de masa”. Ibíd., p. 341. 50 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 61-62. 51 SAVARINO, Franco. Op. cit., p. 259. 52 DE FELICE, Renzo. Op. cit., “Conclusiones”. 19 para lograr una mejor comprensión del mismo, así como en la necesidad de abandonar los reduccionismos demonológicos53. Para Mosse el fascismo sería una “actitud ante la vida” fundada en una mística nacional activista de carácter burgués cuyos orígenes se encontrarían en la crítica al positivismo y al liberalismo a finales del siglo XIX54. Sería “una revolución que se esforzó por descubrir “una tercera vía” entre el marxismo y el capitalismo, pero que, sin embargo, intentaba huir de un cambio económico o social concreto replegándose sobre su ideología”55. La revolución fascista, sostiene Mosse, se planteaba en términos cultural-espirituales, no en términos económicos56. Aunque no exentos de elementos debatibles57, los trabajos sobre el fenómeno fascista de Renzo De Felice y George L. Mosse fueron fundamentales aportaciones para su estudio. Desde mediados de 1960 la investigación y el debate sobre el fascismo se enriquecieron enormemente, pero aún no se ha llegado a una formulación teórica general que goce de consenso entre la comunidad académica. Sin embargo, 53 Al respecto, Mosse sostiene que “la revolución fascista no puede ser comprendida si la vemos meramente en términos negativos o la juzgamos en su totalidad por la predominancia que alcanzó el nacionalsocialismo sobre ella a finales de la década de 1930” [The fascist revolution cannot be understood if we see it merely in negative terms or judge it entirely by the dominance which nationalsocialism achieved over it by the late 1930’s]. MOSSE, George L. “The genesis of fascism”, op. cit., p. 25. 54 Ibíd., p. 14. 55 MOSSE, George L. L’uomo e le masse nelle ideologie nazionaliste, Roma-Bari, 1982, p. 191. Citado en GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 67. 56 MOSSE, George L. “The genesis of fascism”, op. cit., p. 22. 57 Un problema común que podemos hallar en sus interpretaciones del fascismo es la exageración de los aspectos “burgueses/clasemedieros” del fascismo. A propósito Emilio Gentile argumenta de manera lúcida que “la definición de hombre fascista como tipo ideal de hombre burgués propuesta por Mosse en sus estudios, y su tesis que defiende que el fascismo representaba la revolución burguesa ideal porque fundaba su moralidad en los valores de honestidad, probidad, laboriosidad, y respetabilidad producto de la moral burguesa, plantean un problema particular. Entonces, definir al fascismo como una «revolución burguesa antiburguesa», como hace Mosse, y afirmar, al mismo tiempo, que la revolución fascista era la revolución burguesa ideal, significa convertir en irrelevante, para esta definición, el atributo «antiburgués» y mutilar al fascismo mismo de un componente esencial que pertenecía a su naturaleza militarista y colectivista, y que lo hacía en sustancia incompatible, a pesar de los malentendidos de los compromisos contingentes, con la respetabilidad burguesa del liberalismo y del conservadurismo, y con los ideales y los valores de la moralidad que predominaban en la civilización burguesa occidental, democrática y liberal”. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 251. Más adelante podrá corroborarse que el fascismo estaba muy lejos de ser simplemente un fenómeno “burgués”. 20 se ha logrado dar una descripción general de las características peculiares del fenómeno – afirma Franco Savarino-: el liderazgo carismático, la movilización de las masas, la hostilidad hacia la democracia, el liberalismo y el marxismo, el rechazo de los valores burgueses, el ethos heroico y romántico, el culto y los rituales «civiles», la tendencia mitopoiética, la exaltación de la virilidad, de la juventud y del superhombre nietzscheano, la valoración positiva de la violencia y la guerra, el glamour estético, el elitismo, el «holismo» jerárquico, el voluntarismo, el vitalismo, el idealismo metafísico y el impulso hacia la trascendencia58. Por su parte, Roger Griffin ha argumentado desde 1998 que existe una tendencia creciente hacia el consenso en los estudios sobre el fascismo acerca de su naturaleza, sobre todo en el ámbito académico anglosajón, interpretándolo en términos de su propia ideología: el fascismo sería una forma de movimiento revolucionario ultranacionalista59. Si bien este creciente consenso en torno a la naturaleza del fascismo en términos ideológicos es fácil de constatar, no está exento de críticos y detractores. Entre los mejores críticos se encuentra Emilio Gentile, quien argumenta que para comprenderlo históricamente no se pueden soslayar las dimensiones institucionales y organizativas del fenómeno, centrándose únicamente en lo ideológico. Ello debido a que es en las dimensiones organizativas e institucionales donde se revalidan algunos aspectos que quedan difuminados en la dimensión ideológica, por ejemplo, el supuesto ultrairracionalismo de la ideología fascista se contrasta con su racionalidad organizativa e institucional60. Ahora bien, ante la ausencia de una teoría general, con los resultados de las investigaciones de la nueva historiografía y siguiendo el camino trazado por Mario Estrada Roldán en Simpatías silenciadas: la proximidad ideológica de José Vasconcelos al fenómeno fascista61 se procederá a construir una definición operativa del fascismo para comprender el caso específico que aquí se investiga. Para este fin se revisarán elementos considerados clave para descifrar el enigma fascista: su modernismo político, su vitalismo aristocrático, su nacionalismo 58 SAVARINO, Franco. Op. cit., p. 264. 59 GRIFFIN, Roger. Op. cit., p. 24; Modernismo y fascismo. La sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler, Madrid, Akal, 2010, pp. 252-257. 60 GENTILE, Emilio. Op. cit., pp. 77-78. 61 ESTRADA ROLDÁN, Mario. Op. cit. 21 palingenésico, su religión política y su totalitarismo. Algunos de estos elementos podrían aparentar estar contenidos en otros o ser sinónimos, pero se podrá observar que todos son distintos ángulos a través de los cuales se obtendrá una imagen más compleja del fenómeno en cuestión. A partir de estos elementosclave, los demás elementos adquieren sentido, dándole al fascismo su particular fisonomía. Antes de continuar, es pertinente señalar que existe una oposición a incluir al nacionalsocialismo alemán en el concepto genérico del fascismo. Uno de los principales opositores es Karl D. Bracher, a quien sigue Zeev Sternhell. Ambos afirman que el determinismo biológico es el componente esencial del nacionalsocialismo alemán, pero no del fascismo en sentido genérico. Por ello, aunque tienen similitudes, las diferencias entre los fascismos y el nacionalsocialismo alemán no serían menos significativas62. En contra de esta posición, aquí se argumenta que si bien el determinismo biológico es un elemento constitutivo del nacionalsocialismo alemán a diferencia de los demás fascismos y que ello no se debe ignorar, el hecho de que más tarde fuera adoptado por el régimen Fascista de Mussolini y por otros movimientos e intelectuales fascistas63 pone en evidencia que su matriz ideológica no difiere de manera sustancial de la del fascismo genérico64. En otras palabras, se sostiene que los mitos y estructuras ideológicas, organizativas e institucionales entre los fascismos y el nacionalsocialismo alemán tienen mucho más en común que lo que los diferencia, ante todo si se comparan con el liberalismo democrático y el comunismo contra los que se enfrentaron en la prensa, en las calles y en los campos de batalla. 1.3 El modernismo político 62 STERNHELL, Zeev, Mario Sznejder, Maia Asheri. Op. cit., pp. 4-5; y GRIFFIN, Roger. “The primacy of culture…, op. cit, pp. 31-33. 63 El 17 de noviembre de 1938 se promulgan en Italia leyes antijudías. A propósito de ello afirma Emilio Gentile que “la legislación antijudía venía así a insertarse en el racismo fascista como una elección del todo coherente, por motivos ideológicos y políticos, con la lógica totalitaria del régimen”. GENTILE, Emilio. Op. cit., p. 45. 64 Es evidente en el caso de Bracher y Sternhell que su intención al diferenciar sustancialmente al nacionalsocialismo alemán del fascismo es dar sustento a “la particularidad histórica del genocidio judío”. Nuevamente se muestra que introducir criterios morales nubla el juicio histórico. 22 “Great God, if we be damn’d to be not men but only dreams Then let us be such dreams the world shall tremble at And know we be its rulers though but dreams! Then let us be such shadows as the world shall tremble at And know we be its masters though but shadow!” Ezra Pound – Revolt against the crepuscular spirit in modern poetry65. Roger Griffin, en su obra Modernismo y fascismo. La sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler66 (2007), ha aportado uno de los modelos interpretativos con mayor potencial heurístico para comprender al fascismo: interpretarlo como una variante de modernismo político. El modernismo, para el investigador británico, es un fenómeno cultural que nace de una crisis cultural de la modernidad occidental al resquebrajarse el mito del progreso durante la segunda mitad del siglo XIX67. El modernismo emerge así como una rebelión contra la modernidad misma para inaugurar una nueva modernidad, debido a que la modernidad imperante se considera desprovista de trascendencia, enferma y mediocre; en suma, se la considera una realidad “decadente”68: De Charles Baudelaire a Henrik Ibsen, de Friedrich Nietzsche a Richard Wagner, de los cubistas a los surrealistas, todos ellos se aventuraron a la crítica de la sociedad moderna burguesa desde una perspectiva modernista. Aunque extremadamente heterogéneo, el denominador común de las iniciativas modernistas “es el intento de alcanzar una sensación de valor trascendental, un significado o un propósito a pesar de la pérdida progresiva de un sistema de valores homogéneos y de una cosmología global (nomos) en la cultura occidental, provocada por la secularización y las fuerzas disgregadoras del proceso de modernización”69. 65 “Gran Dios, si estamos condenados a no ser hombres sino sueños solamente, ¡entonces seamos sueños que hagan temblar al mundo, y sepamos gobernarlo, aunque sólo seamos sueños! ¡Seamos tales sombras que hagan temblar al mundo, y sepamos ser los amos, aunque sombras solamente!” Traducción de Gerardo Gambolini. 66 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit. 67 Ibíd., p. 81. 68 Ibíd., pp. 82-84. 69 Ibíd., p. 169. 23 El modernismo no sería entonces la autoconciencia de la modernidad, como sugiere Zygmunt Bauman, sino “el fruto de la reflexividad moderna en crisis, el producto de una autoconciencia temporalizada que, en respuesta a la decadencia de la historia que se ha detectado, se ve empujada en algunos casos extremos a prever la regeneración «total» a través de un proceso de destrucción creativa sin precedentes”70. Por lo tanto el modernismo trasciende lo estético-cultural y engloba también las reacciones sociales y políticas frente a una modernidad entendida como decadencia. Es importante subrayar que el modernismo en su oposición radical a la modernidad no es tradicionalista, sino plenamente moderno, pues experimenta la historia de la manera específicamente moderna según Reinhart Koselleck: temporalizando la utopía, pensando al futuro como un espacio donde instalar proyectos transformadores de la realidad71. No propone una vuelta al pasado, sino el advenimiento de una época radicalmente nueva, de una modernidad alternativa saturada de trascendencia. El modernismo tiene entonces una dinámica palingenésica: busca el renacimiento frente a la decadencia, la cura a los males de la modernidad actual, pero con un sentido de la historia radicalmente temporalizado72. Ahora bien, habría que distinguir dos formas de modernismo: el modernismo epifánico y el modernismo programático o político. El modernismo epifánico es “una forma exclusivamente artística que suele implicar una experimentación radical con nuevas formas estéticas concebidas para expresar los destellos de una «realidad superior» que pone de relieve la anomia y la quiebra espiritual de la historia contemporánea”73. Es la búsqueda y el cultivo de momentos de “revelación mundana”. Ejemplos de ello es la poesía de Baudelaire y T. S. Eliot, la pintura de 70 Ibíd., p. 84. 71 KOSELLECK, Reinhart. “The eighteenth century as the beginning of modernity”. En: The practice of conceptual history. Timing history, spacing concepts, Standford, Stanford University Press, 2002, p. 165. 72 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 180. 73 Ibíd., p. 169. 24 Van Gogh y Kandinsky, la literatura de Kafka y Virginia Woolf. En cambio, el modernismo programático o político se propone la creación de un nuevo «mundo», bien a través de la capacidad del arte y del pensamiento para formular una visión capaz de revolucionar la sociedad como un todo, bien a través de la creación de nuevos modos de vida o de una nueva cultura y práctica sociopolíticas que transformen en última instancia no sólo el arte sino a la propia humanidad, o por lo menos a un segmento escogido de la humanidad74. Ejemplos de ello son los futuristas y los dadaístas, el teosofismo y el cientificismo, el anarquismo, el comunismo y el fascismo. No obstante la distinción que se hace de las dos formas de modernismo, Griffin afirma que en la realidad histórica existe una “membrana porosa” entre ellas. Después de todo son construcciones ideales75. De hecho, la quintaesencia del modernismo estético es “la creencia axiomática en el poder regenerador del arte”76, por lo cual se puede ver que la frontera entre el modernismo epifánico y el programático no es nítida. La “membrana porosa” entre los modernismos se ilustra de manera excelente en el caso de Friedrich Nietzsche. Por unaparte, se puede interpretar su llamado al advenimiento del Übermensch (Superhombre) como su propio proyecto modernista programático de crear una modernidad alternativa fundada en la creación de un nuevo tipo de hombre a través de una transvaloración de todos los valores para así superar la decadencia77. Griffin apunta que “para Nietzsche, sus escritos no eran comentarios a una época, sino manifiestos de una rebelión cultural que, con el tiempo, cobraría la fuerza suficiente para echar abajo el orden decadente de su 74 Ibíd., pp. 169-170. 75 Ibíd., pp. 99-101. 76 Ibíd., p. 247. 77 Nietzsche, en uno de sus pocos párrafos donde se expresa en términos propositivos en cuestiones políticas concretas, declara: “Yo desearía […] un aumento tal de la amenaza representada por Rusia que Europa tuviera que decidirse a volverse amenazadora en esa misma medida, esto es, a adquirir una voluntad única mediante el instrumento de una nueva casta que dominase sobre Europa, a adquirir una voluntad propia prolongada, terrible, que pudiera ponerse metas para milenios: - para que por fin acabasen tanto la comedia, que ha durado demasiado, de su división en pequeños Estados como sus veleidades dinásticas y democráticas. El tiempo de la política pequeña ha pasado: ya el próximo siglo trae consigo la lucha por el dominio de la tierra, - la coacción a hacer una política grande”. NIETZSCHE, Friedrich. Más allá del bien y del mal. Preludio de una filosofía del futuro, Madrid, Alianza, 1997, p. 161. 25 época e instauraría una nueva sociedad basada en una «nueva tabla de valores» formulados por él”78. Pero, por otra parte, Nietzsche se muestra escéptico respecto a su programa de transvaloración de todos los valores e inclusive da muestras de indiferencia o desprecio hacia la intervención directa en la política y en la historia79, y en ocasiones parece valorar más las “revelaciones mundanas” que la transformación directa del mundo80. Siguiendo el esquema de Griffin, se puede afirmar que Nietzsche se mostraba ambivalente entre el modernismo epifánico y el modernismo programático. La existencia de esta “membrana porosa” también se constata en la participación de modernistas epifánicos en movimientos modernistas programáticos. Por mencionar algunos, el futurista Mayakovski y los surrealistas encabezados por André Breton se adhirieron al comunismo, el expresionista Gottfried Benn apoyó activamente en sus inicios al régimen hitleriano y el vorticista Ezra Pound sirvió como propagandista al régimen Fascista hasta su caída. Todos estos artistas e intelectuales que practicaban el modernismo epifánico se vieron seducidos por la perspectiva de participar en la regeneración de la historia y en la creación de una modernidad alternativa que los movimientos modernistas programáticos les brindaban. Y no cualquier perspectiva de participación. “El artista o el intelectual cargado de modernismo programático pretende inspirar directamente esos movimientos y actuar como el catalizador que precipita la transformación histórica”81. Ahora bien, el quid de la propuesta interpretativa de Griffin es su inclusión del fascismo dentro de la categoría de los modernismos políticos. Ello debido a que es general en ámbitos no académicos (en ocasiones inclusive también en éstos) la 78 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., pp. 92-93. 79 “En torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo: - gira de modo invisible. Sin embargo, en torno a los comediantes giran el pueblo y la fama”. NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, Madrid, Alianza, 1997, p. 90. 80 “¡Silencio! ¡Silencio! ¿No se ha vuelto perfecto el mundo en este instante? […] « ¡Para ser feliz, con que poco basta para ser feliz!» […] Justamente la menor cosa, la más tenue, la más ligera, el crujido de un lagarto, un soplo, un roce, un pestañeo – lo poco constituye la especie de la mejor felicidad. ¡Silencio!”. Ibíd., pp. 376- 377. 81 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 96. 26 preconcepción del fascismo como un fenómeno reaccionario y, por ende, antitético al modernismo. Las principales razones de tal preconcepción son, por un lado, los prejuicios marxistas y liberales sobre el fascismo que ya se han revisado82, y, por otro, los prejuicios de los historiadores del modernismo estético que consideran a su objeto de estudio un movimiento cultural tendencialmente “progresista”, “revolucionario” o de “izquierda”83; y en todo caso antitético al fascismo. Esto explica el hecho de que cuando los estudiosos se enfrentan a los casos de artistas e intelectuales modernistas que simpatizaron con el fascismo lo conciben como una paradoja que pretenden resolver apelando a la ignorancia, al miedo o al oportunismo de los sujetos históricos implicados. En contra de estas posiciones84, aquí se afirma que el fascismo sería no sólo un fenómeno político moderno85, sino un tipo de modernismo político, principalmente porque su crítica a la modernidad está cargada de una temporalidad de futuro, de lo nuevo, misma que está unida a un espíritu prometeico, es decir, a una imperiosa voluntad de transformar la realidad presente en una realidad superior y trascendente86. El que los fascismos hicieran uso de imágenes míticas o pretéritas 82 Supra pp. 8-15; Franco Savarino señala que para los marxistas la consideración de un fenómeno como revolucionario o contrarrevolucionario dependía de si avanzaban en el camino al advenimiento del comunismo o si retrasaban tal advenimiento según un esquema rígidamente socioeconómico. De esta manera el fascismo, al ser anticomunista y antidemócrata, era calificado, ipso facto, de reaccionario o contrarrevolucionario. Pero si nos movemos en un esquema de revolución ajeno a los estereotipos marxistas, el fascismo debe considerarse un fenómeno revolucionario no sólo porque los fascistas mismos no dudaron en considerarse revolucionarios, sino por las enormes transformaciones políticas, sociales e institucionales que llevaron a cabo. SAVARINO, Franco. “Algunas consideraciones sobre la revolución fascista”, Nóesis, 2011, vol. 20, núm. 39, pp. 38-56. Sobre el carácter revolucionario del fascismo se volverá más adelante: Infra pp. 37-42. 83 Vid. POGGIOLI, Renato. Teoría del arte de vanguardia, México, UNAM, 2011; y DE MICHELI, M. Las vanguardias artísticas del siglo XX, Madrid, Alianza Forma, 1979. 84 Inclusive en contra de algunos estudiosos que conceden al fascismo algunos aspectos modernistas, como Jeffrey Herf, para quien los aspectos modernistas del fascismo se reducen a su entusiasmo por la tecnología moderna, puesto que sus valores y cosmovisión son del todo reaccionarios. HERF, J. El modernismo reaccionario. Tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich, México, FCE, 1990. 85 El reconocimiento del carácter moderno del fascismo fue uno de los logros de la nueva historiografía del fascismo. Su política de masas, su totalitarismo, su concepción de la nación, su religión política, su culto a la juventud, su ideología activista y revolucionaria se consideran plenamente modernas. Vid. MOSSE, George L. “Fascism and the French revolution”, Journal of Contemporary History, 1989, Vol. 24, Núm. 1, pp. 5-26; GENTILE, Emilio. The conquest of modernity: form modernist nationalism to fascism. En: The struggle for modernity: nationalism, futurism, and fascism, Westport, Praeger, 2003; y SAVARINO, Franco. “La ideología del fascismo entre pasado y presente”, op. cit. 86 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 254. 27 en la construcción de sus proyectos no contradice su carácter modernista, pues ningún fascismo se propuso la reconstrucción de un pasado ideal, sino que esas imágenes servíancomo imágenes-fuerza para la construcción de un futuro nunca antes visto, para la construcción de una modernidad alternativa con un nomos trascendente que diera al hombre la capacidad para poder enfrentarse con éxito al advenimiento de las masas, de la tecnología moderna y de la muerte de Dios87. Los activistas fascistas –sostiene Griffin– acometieron la tarea [de su proyecto revolucionario] imbuidos del espíritu iconoclasta de la «destrucción creadora», que no estaba legitimado por la voluntad divina, ni por la razón, las leyes naturales o la teoría socioeconómica, sino por la convicción de que la historia se encontraba en un punto de inflexión y de que los humanos podían determinar su curso, redimir a su nación y rescatar a Occidente de un ocaso que parecía inminente88. Los revolucionarios fascistas estaban poseídos de la sensación embriagadora de creer estar haciendo historia, y no cualquier tipo de historia, creían estar inaugurando una nueva era. En una carta a Mussolini con motivo del vigésimo aniversario de la Marcha sobre Roma, Hitler escribe: Estoy muy seguro de que su marcha histórica, hace veinte años, introdujo un punto decisivo en la historia mundial. El hecho de que nuestros oponentes democráticos no comprendan esto, no se debe exclusivamente a su mala voluntad, ni está basada en los intereses egoístas que ellos representan. Ya que como los sordos apenas pueden comprender la grandeza de un genio musical o los ciegos la belleza de una pintura y de ese modo apreciar la importancia de su creador, aún menos pueden los líderes promedio y espiritualmente tradicionalistas del sistema parlamentario de clase media ordinaria, aun con la mejor voluntad del mundo, juzgar la grandeza de un punto histórico decisivo y sus personalidades principales, a través de quienes llevan a su fin un periodo de la historia, abriéndose uno nuevo89. 87 Ibíd., p. 255. En sus investigaciones sobre el Fascismo Gentile llega a conclusiones similares: “El fascismo utilizaba el arquetipo del antiguo romano como un mito de emulación y de propaganda que estuvo en vigor sobre todo después de la conquista del imperio, pero ni Mussolini ni los otros artífices de la revolución antropológica pensaban restaurar el antiguo romano en el «italiano nuevo», sino que querían crear, por así decirlo, los «romanos de la modernidad», una raza de hombres nuevos capaces de realizar en el mundo moderno, como los romanos habían hecho en el mundo antiguo, una civilización imperial fundada en la organización totalitaria del Estado”. GENTILE, Emilio. Fascismo. Historia e interpretación, op. cit., p. 267. Para Gentile el Fascismo era un modernismo político en tanto buscaba hacer al hombre capaz de dominar el proceso de modernización y así poder salvarse de ser engullido en su torbellino. Cfr. The struggle for modernity…, op. cit., pp. 44-45. 88 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 21. 89 HITLER, Adolf. “Carta de Hitler a Mussolini”. En: CASSIGOLI, Armando (compilador). Op. cit., p. 356. 28 Mussolini llegó a afirmar que la meta que lo poseía como un mal físico era la de “imprimir, con mi voluntad, una marca en el tiempo, como el león con su garra”90. En 1933, ante el ascenso de Hitler, el crítico literario Julius Petersen exclamaba: “ahora el mañana devino hoy […] La atmósfera de fin de mundo se ha transmutado en comienzo. El nuevo Reich está plantado. El Führer ardientemente deseado y anunciado ha aparecido”91. La implementación de un nuevo calendario por parte del régimen Fascista que iniciaba en 1922, año de la Marcha sobre Roma, y que corría paralelo al calendario gregoriano92, así como la disposición oficial del régimen nacionalsocialista alemán del 10 de julio de 1939 de autodenominarse “el Reich alemán” y ya no “el III Reich alemán”93 son actos que revelan, en su vertiente más radical y simbólica, su voluntad modernista de crear una nueva era94. Por otra parte, el modernismo estético no es necesariamente “progresista” o “izquierdista”. Contra este prejuicio se aduce no sólo la simpatía que hacia el fascismo tuvieron numerosos modernistas estéticos en algún momento de su vida95 y el hecho de que la relación entre modernismo estético y fascismo no se reduce a una simple oposición96, sino que además este prejuicio está fundado en otro: el 90 SARFATTI, M. Dux, Milán, 1982, p. 309. Citado en: GENTILE, Emilio. Fascismo. Historia e interpretación, op. cit., p. 159. 91 PETERSEN, Julius. Die Sehnsucht nach dem Dritten Reich in deutscher Sage und Dichtung, Sttutgart, 1934, pp. 1, 6. Citado en: MICHAUD, É. La estética nazi: un arte de la eternidad: la imagen y el tiempo en el nacional- socialismo, Buenos Aires, A. Hidalgo, 2009, p. 344. 92 GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 313. El nuevo calendario fascista se computaba en números romanos. 93 MICHAUD, É. Op. cit., p. 344. 94 No puede dejar de señalarse la similitud de estos actos de manipulación simbólica del tiempo para marcar el inicio de una nueva era con la adopción de un nuevo calendario por parte de la I República francesa el 24 de octubre de 1793, calendario que iniciaba en 1789, año del inicio de la Revolución francesa. 95 Por mencionar algunos de los más relevantes: Wyndham Lewis, William Butler Yeats, Ezra Pound, Gabriele D’Annunzio, Filippo Tommaso Marinetti, Mario Sironi, Giovanni Papini, Giuseppe Terragni, Adalberto Libera, Gottfried Benn, Ludwig Mies van der Rohe, Louis-Ferdinand Céline, Pierre Drieu La Rochelle, Knut Hamsun, Julius Evola y Emil Cioran. 96 Esto lo demuestra Griffin a lo largo de su libro. Desde un Julius Evola con inicios dadaístas y un Ludwig Mies van der Rohe presentando proyectos arquitectónicos modernistas al régimen nacionalsocialista, hasta un Goebbels admirador y defensor del expresionismo alemán como arte “ario” aún en 1933. Complejizando de esta manera la relación entre el fascismo y el modernismo estético, Griffin deshace la noción generalizada de que el futurismo sería la única vanguardia cercana al fascismo y que, en todo caso, fue utilizada por Mussolini para dar una fachada de “progreso” a su régimen. Vid. GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit. Otros 29 modernismo como algo “progresista” y, por ende, “bueno” en sí97. Que el modernismo estético buscase romper con los cánones estéticos imperantes de su tiempo no lo convierte ipso facto en un fenómeno cultural “progresista”. De hecho, dado que es una crítica a la modernidad desde la modernidad, el modernismo estético tiende más bien a producir resultados paradójicos, aglomerando elementos antitéticos dentro de un mismo cuadro: futurismo y primitivismo, metafísica y nihilismo, revolución y reacción, clasicismo y romanticismo, etc98. El modernismo estético, en su voluntad de renovación, no excluye el imperialismo, el racismo, el elitismo ni el totalitarismo. La concepción misma del arte de los movimientos fascistas compartía con el modernismo estético un elemento fundamental: la creencia axiomática en el poder regenerador del arte99. La famosa “teoría del valor de las ruinas” de Albert Speer, la cual Hitler abrazó con entusiasmo, es una manifestación clara de ello: construir monumentos de tal manera que aunque hubiesen pasado cientos de años abandonados, convertidos en ruinas, continuarían siendo testigos de la grandeza de su época y de los hombres que los construyeron. Construir para la eternidad significaba obtener la trascendencia a través de la creación100. estudios más específicos que demuestran la compleja relación entre modernismo estético y fascismo son: ADAMSON, Walter L. “Modernism and fascism: the politics of culture in Italy, 1903-1922”, American Historical Review, 1990, vol. 95, núm. 2, pp. 359-390; SCHMID, U. “Style versusideology: towards a conceptualisation of fascist aesthetics”, Totalitarian movements and political religions, 2005, vol. 6, núm. 1, pp. 127-140; ANTLIFF, Mark. “Fascism, modernism, and modernity”, The art bulletin, 2002, vol. 84, núm. 1, pp. 148-169. 97 Para Griffin, el modernismo, al igual que la modernidad según lo planteó Bauman en Modernidad y holocausto (1989), tiene su “lado oscuro” GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 197. 98 “[El modernismo] fue una celebración de una edad tecnológica, pero también una condena de ella; fue una entusiasta aceptación de la creencia de que los viejos cánones de la cultura estaban acabados, pero también una profunda desesperanza ante ello; fue una mezcla de la convicción de que las nuevas formas eran escapatorias de la historia y de la presión del tiempo, con la convicción de que ellas eran precisamente sus vivas expresiones”. [It was a celebration of a technological age and a condemnation of it; an excited acceptance of the belief that the old regimes of culture were over, and a deep despairing in the face of that fear; a mixture of convictions that the new forms were escapes from historicism and the pressures of the time with convictions that they were precisely the living expressions of these things]. BRADBURY, Malcolm y James McFarlane. “The name and nature of modernism”, en BRADBURY, Malcolm y James McFarlane (eds.). Modernism 1890-1930, Harmondsworth, Penguin, 1976, p. 46. 99 Vid. para el caso alemán: MICHAUD, É. Op. cit. Para el caso italiano: FALASCA-ZAMPONI, S. Fascist spectacle. The aesthetics of power in fascist Italy, Berkeley, University of California Press, 1997. 100 MICHAUD, É. Op. cit., p. 328. 30 Si los fascismos, en especial el nacionalsocialismo alemán, condenaron a la mayoría de las corrientes estéticas modernistas fue porque no las consideraron una posible fuente de regeneración de Occidente, sino todo lo contrario, manifestaciones de un mundo en decadencia101. Pero en tanto crítica de la modernidad con una temporalidad de futuro unida a una voluntad constructora de una realidad trascendente, el fascismo es un modernismo. Pero ¿qué realidad trascendente quería construir el fascismo? ¿Cuál era la naturaleza de la modernidad alternativa que proponía para salvar a Occidente de la decadencia de la modernidad burguesa y liberal? Sería una modernidad fundada en el renacimiento o palingénesis de una Nación, entendida ésta última como una comunidad orgánica. El proceso de regeneración de la Nación requería de una serie de medidas radicales dentro de la lógica implacable de la “destrucción creadora”102. A través de la sacralización de una comunidad nacional, el fascismo pretendía inaugurar una modernidad revitalizada que brindaría al hombre un sentimiento de trascendencia y de pertenencia a una comunidad. Pero para edificar esta comunidad nacional regenerada, se imponía como paso ineludible la creación de un hombre nuevo, del hombre nuevo fascista. 1.4 El vitalismo aristocrático “«Vosotros hombres superiores, - así dice la plebe parpadeando – no existen hombres superiores, todos somos iguales, el hombre no es más que hombre, ¡ante Dios – todos somos iguales!» ¡Ante Dios! – Más ahora ese Dios ha muerto” Friedrich Nietzsche – Así habló Zaratustra, IV parte. 101 De hecho, en su misma persecución de la mayoría del arte modernista, el nacionalsocialismo se mostraba modernista: “Al perseguir y «arrancar de raíz» los productos de la estética modernista que identificaban con las formas degeneradas de la humanidad, la iconoclasia nazi hacía valer el poder regenerador del arte para traer una nueva era, una afirmación profundamente modernista de iconopoética”. GRIFFIN, Roger. Modernismo y fascismo…, op. cit., p. 400. 102 Ibíd., pp. 256-257. 31 A través de una filosofía de la historia que se aventura a especular con poco rigor histórico, Giorgio Locchi –filósofo que no oculta sus simpatías hacia el fascismo– en su estimulante texto La esencia del fascismo103 (1981), propone comprender al fenómeno fascista como la primera manifestación política del principio104 sobrehumanista105. Este principio habría sido introducido en la cultura europea decimonónica por las obras de Nietzsche y Wagner, quienes constituirían los polos del sobrehumanismo106. El principio sobrehumanista reconocería a su enemigo natural en el principio igualitarista, el cual configura el mundo a su alrededor, inclusive en su lenguaje y en su dialéctica conceptual, un mundo igualitario al que el sobrehumanismo considera decadente107. Dentro del principio sobrehumanista Locchi reconoce tres concepciones fundamentales: tiempo esférico108 en oposición al tiempo lineal, comunidad orgánica en oposición a sociedad109 y jerarquía del Übermensch en oposición a igualdad de todos los hombres. Por otra parte, el filósofo marxista Georg Lukács, en su voluminosa obra El asalto a la razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler110 (1954), a pesar de las burdas simplificaciones en las que incurre (además de las típicamente marxistas en cuanto al fascismo111), como hacer de Nietzsche el filósofo guía de la 103 LOCCHI, Giorgio. “La esencia del fascismo”. En: Definiciones, Barcelona, Ediciones Nueva República, 2010. 104 Para Locchi un principio es “el sentimiento del sí mismo y del hombre, que en cuanto se dice a sí mismo, se auto-afirma, es un Verbo (logos); en cuanto que persigue un fin es ´voluntad´ (personal y comunitaria) y es también, inmediatamente después que sentimiento, un sistema de valores”. Ibíd., p. 252. 105 Ibíd., p. 251. 106 Ibíd., p. 253. 107 Según Locchi, para Wagner el enemigo es el principio judaico, al ser identificado con el principio igualitario, mientras que para Nietzsche el enemigo es el cristianismo en tanto transmisor del principio judaico-igualitario. Ibíd., p. 259. 108 Para Locchi la visión esférica del tiempo consiste en concebir el pasado proyectándolo al futuro en un presente eterno. Ibíd., p. 261. Nótese que la temporalidad de futuro con la que Griffin caracteriza al modernismo había sido ya advertida por Locchi en el fascismo, aunque con sus diferencias, claro está. 109 Según Locci, los fascistas hicieron suya la distinción del sociólogo Ferdinand Tönnies entre Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschaft (sociedad), eligiendo la Gemeinschaft en tanto una asociación fundada en relaciones personales natural-orgánicas y no en relaciones impersonales racional-artificiales, como es el caso de la Gesellschaft. Ibíd., p. 263. 110 LUKÁCS, Georg. El asalto a la razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler, México, FCE, 1959. 111 Para Lukács el fascismo no es más que la dictadura feroz del gran capital y la trayectoria de la filosofía irracionalista de Schelling a Hitler es el reflejo de la lucha de clases en la superestructura. 32 burguesía reaccionaria en el periodo imperialista del capitalismo112 o afirmar que todo irracionalismo contiene la posibilidad de un fascismo113, logra percibir los valores y las posiciones filosóficas a los que con mayor fuerza se oponía la ideología fascista: la igualdad, el “progreso”114, el concepto universal de “humanidad”, el racionalismo y el materialismo115. Como se puede observar, dos filósofos que se encuentran en las antípodas, coinciden en considerar como elemento central de la ideología fascista la oposición a la igualdad universal y al individualismo racional-materialista. Según Tarmo Kunnas, los intelectuales franceses Pierre Drieu la Rochelle, Louis-Ferdinand Céline y Robert Brasillach vieron en el fascismo una revolución espiritual contra el materialismo del capitalismo y del comunismo116. Emilio Gentile, George L. Mosse y Zeev Sternhell concuerdan en considerar que el fascismo negaba de manera
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