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baloncesto El libro de Pepu Hernandez - Gabriel Aspetia

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BIBLIOTECA
DEL BASKET ZONA131
www.zona131.com
CON LA COLABORACIÓN DE LA FEDERACIÓN
ESPAÑOLA DE BALONCESTO
El basket según
PEPU
HERNÁNDEZ
Quique Peinado
Prólogo de Jorge Muñoa
BIBLIOTECA DEL BASKET
ZONA131 EDICIONES DE BASKET S.L.
Diseño de portada: ZONA131 EDICIONES
Fotografía de portada: Emilio Cobos (Gigantes)
© ZONA131 EDICIONES S.L.
Deu i Mata, 26 08014 Barcelona
Teléfono: 666 846803
Fax: 93 4185650
página web: www.zona131.com
correo electrónico: info@zona131.com
Con la colaboración de la
Federación Española de Baloncesto
Primera edición: julio 2006
Impresión: Publidisa S.A.
ISBN 10: 84-935004-2-9
ISBN 13: 978-84-935004-2-9
Depósito legal:
A mi madre y a Paloma, por estricto orden
de aparición
Q. P.
ÍNDICE
Prólogo ........................................................... 11
Un hombre necesario, por Jorge Muñoa
Ficha personal ................................................ 17
EL BASKET SEGÚN PEPU HERNÁNDEZ
La motivación ................................................. 19
El estilo de juego y las influencias ................... 27
Libertad versus control ................................... 33
El jugador ....................................................... 37
Las rotaciones ................................................ 41
La táctica y el método de trabajo ..................... 45
Entrenar: la constancia del día a día ................ 49
La preparación de los partidos ........................ 55
El entrenador como psicólogo ......................... 59
El ritmo de juego y el ataque ........................... 63
La defensa ...................................................... 69
El rebote ......................................................... 74
Situaciones especiales .................................... 79
Los tiempos muertos ....................................... 81
La comunicación en el equipo .......................... 85
El mundo de la ACB ......................................... 89
La relación con los árbitros, rivales y prensa ... 91
El baloncesto del futuro .................................. 95
El papel del entrenador ................................... 99
Formas de entrenar ....................................... 107
PRÓLOGO
Un hombre necesario
Todavía recuerdo cuando vi por primera vez a José
Vicente Hernández. Yo era un niño que seguía los pasos
de mi hermano y de mis tres primos mayores en las
aulas del Ramiro de Maeztu. Allí me encontré con un
colegio desdoblado en dos áreas de educación: una
está en los pupitres, la otra en las canchas. Una maña-
na sonó la puerta de mi clase y mi profesora dejó pasar
a un joven que invitó a todos los que quisieran jugar a
baloncesto a presentarse a las pruebas de selección del
Estudiantes. Yo quería jugar, me encantaba, y el día
que llegué a los primeros entrenamientos conocí a
Pepu, atento a todo y a todos en el campo de minibas-
ket del patio grande, pegado a la fachada interior del
Polideportivo Antonio Magariños, con un silbato colga-
do del cuello y en chándal.
Pepu me eligió para el equipo y fue mi primer entre-
nador. Con el paso de los años, ya en el Instituto, dejé
de jugar pero seguí vinculado al baloncesto y al club
como entrenador de la cantera. Era algo habitual.
Muchos de los que salíamos de los equipos como con-
secuencia de la inevitable selección natural del deporte
ya teníamos el juego metido en las venas. Lo hacíamos
11
únicamente por pasión, no había entre nosotros nadie
que cogiese un equipo con la idea de convertir la piza-
rra en una profesión. Nuestra juventud giraba en torno
al baloncesto. Todo en nosotros era baloncesto -quedar
para jugar, ir a ver al Estu al Magariños, los recreos, el
tiempo libre...- y queríamos baloncesto. Los banquillos
profesionales ni siquiera aparecían en las conversacio-
nes, quedaban fuera de toda consideración. Sólo bus-
cábamos, acaso sin saberlo, devolver parte de todo lo
que ya nos había dado este deporte, transmitir lo que
nos habían enseñado con un balón entre las manos a
otros compañeros más pequeños, contribuir a la super-
vivencia de unos ideales y una forma de hacer muy
peculiar, cargada de principios y valores, orientada a la
formación ética de las personas y no sólo a la excelen-
cia deportiva.
Por aquel entonces, Pepu empezaba a destacar
como uno de los referentes de la cantera. Los equipos
se entrenaban en dos tandas: a mediodía, entre la una
y las cuatro, o bien después de las clases, ya por la
tarde. Lo hacían en La Nevera, en los campos del
Internado, en los de La Cantina o los del patio grande.
Pepu aparecía todos los días poco antes de la una en
un Citroen BX marrón claro atestado de papeles.
Aparcaba enfrente de la cantina y se quedaba un buen
rato repasando notas y preparando cosas. Esperaba a
que toda la marabunta del Instituto saliese de clase
para ir a comer antes de abandonar su coche y poner-
se manos a la obra.
El baloncesto corría por nuestras venas. En las de
Pepu, hervía. A última hora, cuando todos los sonidos
que salían de los vestuarios de La Nevera correspondí-
an a las bromas de los júnior, que se entrenaban los
últimos porque eran los mayores, duchándose en los
vestuarios, las luces del Citroen BX se encendían y José
Vicente, a veces después de una parada previa en las
oficinas del Magariños, echaba el cierre al día. Así, año
tras año, sin perder la ilusión, sin desfallecer, siempre
12
al pie del cañón, siempre en su club.
La dimensión profesional de Pepu empezó a tomar
cuerpo en mi conciencia como técnico del Juvenil A.
Con una generación de la que formaban parte, entre
otros, Pablo Martínez, Alfonso Reyes y Angel
Castilblanque, ganó el Campeonato de España. Creo
que él, en quien también anidaba la inquietud por el
periodismo, dio el paso definitivo para hacer carrera en
los banquillos con aquel grupo. Eso sí, nunca tuvo
prisa. Ha sido un hombre de club, un hombre de club
por su compromiso inquebrantable con la esencia
misma de una institución, por la inteligencia para saber
estar en su sitio bajo cualquier circunstancia y para
saber convertirse en un valor positivo desde cualquier
enfoque.
Pepu carece de dobleces. Es quien es y como es.
Nunca ha pretendido otra cosa. Ha marcado un camino
del que nunca se ha apartado, ha trazado una ética de
trabajo y se ha dedicado en cuerpo y alma al balonces-
to. En este deporte hay veces que resulta difícil saber
si el baloncesto ha hecho grande al personaje o el per-
sonaje ha hecho un poco más grande al baloncesto. En
este caso, me atrevo a asegurar lo segundo. Una gran
virtud de José Vicente radica en su enorme capacidad
y su constante inquietud por aprender y mejorar, por
buscar, por saber más. Ha cubierto etapas sin prisa,
pacientemente, sin ambiciones superfluas, sin saltos al
vacío, apoyado en la honestidad y la capacidad para
afrontar nuevos desafíos, ajeno al protagonismo, sólo
pendiente de lo que se debe hacer.
Llevaba un tiempo dandóle vueltas a la idea de apar-
tarse del trabajo diario, a la posibilidad de alejarse del
banquillo para poner cierta distancia con el baloncesto
y tomarle el pulso a otras mecánicas de entrenamien-
to, a las innovaciones de otros entrenadores y la evo-
lución de otras competiciones; en definitiva, a renovar-
se instalado en la observación y la reflexión. Pero es un
hombre necesario, alguien de quien el baloncesto no
13
puede prescindir -sería un lujo equivocado-, alguien
que está en el momento y en las circunstancias idóne-
as para ponerse al frente de la Selección Española, por
trayectoria, por capacidad, por ilusión, por méritos
adquiridos y porque, conociéndole, hoy igual que el pri-
mer día que le ví en la cancha de mini del patio gran-
de del Ramiro, sé que volverá a darnos motivos para
soñar.
Jorge Muñoa
14
EM
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TE
S)
FICHA PERSONAL
Nombre: José Vicente Hernández Fernández
Fecha de nacimiento: 11 febrero 1958 (Madrid)
TRAYECTORIA
1988-89: Estudiantes Caja Postal (juvenil)
1989-90: Estudiantes Caja Postal (juvenil y segundo
entrenador senior)
1990-1994: Estudiantes CajaPostal (segundo entrena-
dor senior, ayudante de Miguel Angel Martín)
1994-2001: Estudiantes C.Postal / Adecco Estudiantes
2001: Adecco Estudiantes (Director Deportivo y de
nuevo entrenador a partir del 14 de diciembre)
2001-2004: Adecco Estudiantes
2006: nombrado seleccionador español absoluto
PALMARÉS
Campeón Copa del Rey (2000)
Subcampeón de Liga ACB (2003-04)
Subcampeón Copa Korac (1999)
Campeón de España juvenil (1989)
MEJOR ENTRENADOR DEL AÑO la temporada 2003-
2004, elegido por la Asociación Española de
Entrenadores (AEEB) y la revista GIGANTES
17
LA MOTIVACIÓN
“Cuando tienes jugadores que no están educados en
nada, al final no son ni jugadores”
¿Por qué entrenas?
Pues creo que no es por casualidad. Cuando tenía 15
años, Pello Cambronero me pidió que cogiera un equi-
po de minibasket porque creo que él ya preveía que no
iba a continuar jugando. Seguí jugando a baloncesto
hasta juvenil, y pensé que era divertido empezar a
entrenar. Posiblemente entreno porque ya podía ver
que mi carrera como jugador no iba a ser muy larga y
me parecía que estar vinculado al baloncesto era algo
bonito. Cuando tienes 15 años posiblemente no piensas
más allá, pero con el tiempo me di cuenta de que
seguir cerca del baloncesto, del Estudiantes y del
Ramiro era lo que más me llamaba la atención.
Se dice que todos los que trabajamos alrededor
del jugador de baloncesto, entrenadores, directi-
vos, periodistas etc., nos dedicamos a esto por-
que no hemos podido ser jugadores. ¿Es así?
De alguna manera sí. Todos tenemos una ilusión espe-
cial cuando somos jugadores. Es algo que siempre he
repetido a todos los jugadores que he tenido: “No
sabéis la suerte que tenéis”. Y la verdad es que lo con-
sidero así, aunque eso no quiere decir que seas un fra-
casado si no llegas a ser jugador. Cualquier labor cer-
19
cana al baloncesto la puedes asumir antes o después,
y a veces la realizas antes porque no tienes carrera
como jugador. A mí me ha ocurrido con muchos juga-
dores a los que he retirado en categorías inferiores; les
he dicho: “Mira, creo que vas a ser un buen entrenador
y que tendrías que empezar a entrenar en categorías
de base”. Algunos, como José Asensio [actual director
deportivo del Estudiantes], que era el segundo base de
Nacho Azofra en la generación del 69, me hicieron caso
y les fue bien. Con otros no me ha funcionado. Siempre
he pensado que lo importante es estar cerca del balon-
cesto, como jugador, como entrenador, como árbitro…
como sea. En el Ramiro era una situación muy normal:
si no jugabas pero tenías vocación, seguías vinculado.
El gusanillo de cuando empezaste, ¿sigue vivo o
la motivación actual para seguir entrenando es
distinta?
Al principio no valoras demasiado tu motivación, por
qué viene. Para mí los entrenadores somos también
profesores. En el Ramiro tuve profesores extraordina-
rios, también malos, pero otros sensacionales. Gente
que no necesariamente te aprobaba: con el mejor pro-
fesor que he tenido, Paco Torrent, nunca aprobé un
examen. Yo tengo esa vocación de educador, profesor
o como quieras llamarlo. Me gusta enseñar, echar una
mano, ayudar. Con esto no quiero que se piense que mi
vocación es únicamente didáctica: no sé muchas cosas,
pero si alguna sé, me gusta transmitirla, echar una
mano a gente que por su edad puede estar en momen-
tos confusos. Creo que debemos ayudar a los jugado-
res no sólo en aspectos técnicos o tácticos.
¿Y eso es compatible con el baloncesto profesio-
nal?
No lo sé, pero ¿por qué no? ¿A quién le importa la fun-
ción de la educación en el baloncesto profesional? Pues
a mí me importa. Y me importa porque cuando tienes
20
jugadores que no están educados en nada, al final no
son ni jugadores. Hay gente que ha pasado por el
baloncesto de una forma muy rápida porque no ha
tenido una base personal, social o educacional. Creo
que si la hubiese tenido habría comprendido mejor el
baloncesto profesional. O por lo menos habría aprendi-
do a no estar demasiado preocupado por su profesión
o a no ponerse en tensión excesiva porque piensa que
sólo existe el baloncesto y no hay nada más. Ese ídolo
con pies de barro sólo llega a ser alguien si es tan
bueno, tan bueno, que no necesita nada más. Está
demostrado que muchos jugadores no han tenido una
carrera profesional buena porque no han tenido una
base personal óptima. Por eso creo que hay que conju-
gar esas cosas y echar una mano en lo personal a los
jugadores, intentar formarlos. Tenemos una responsa-
bilidad, aunque no sea sólo nuestra. El entrenador es
alguien capaz de dar servicio.
¿Qué te motiva más: llevar un equipo pequeño
con aspiraciones limitadas o uno grande con
enormes ambiciones?
Cualquier motivación es buena, no es una cuestión de
elección en ese sentido. Para mí se trata de llevar a la
práctica mis conocimientos, dar a cada uno lo que
necesita, sea un equipo pequeño o grande. Es igual que
en el caso de un alumno: hay veces que tienes que dar
marcha atrás porque no progresa adecuadamente o no
entiende lo que le estás contando. Se trata de elegir
temarios: ya sea para los muy profesionales que sola-
mente entienden una forma de trabajo y un sistema o
para los que no son tanto, tienes que ser capaz de
sacar el temario adecuado.
¿El entrenador de hoy es más reticente a asumir
retos? En cuanto las cosas van mal los técnicos
piden refuerzos…
En mi carrera en el Estudiantes no sé qué ha ido antes,
21
si la necesidad o el reto, pero en todas mis etapas
hemos formado un grupo y hemos decidido que tirába-
mos adelante con él. Apostábamos por un grupo y tra-
tábamos de llevarlo al máximo. Cuando echas la vista
atrás y ves que en once temporadas has cambiado a
dos extranjeros y a ningún nacional [habla de cambios
de jugadores durante la temporada, sin contar los obli-
gados en casos de lesiones] te das cuenta de que, en
lo práctico, le has costado poco dinero al club, pero lo
que realmente ha ocurrido es que has apostado mucho
por los jugadores y has tenido confianza en ellos. Si
muestras confianza por los jugadores, al final ellos con-
fían en el entrenador y en su forma de trabajar. Quizás
alguno que no haya sido muy listo haya pensado que
ha sido una debilidad, pero la realidad es que hemos
trabajado con gente muy inteligente que no se ha apro-
vechado de esta situación y ha sabido que la exigencia
era máxima, pero con esa confianza.
¿Qué momento de la semana te gusta más?
El día de la competición, sin duda, pero también toda
la preparación. Quizás el primer día de la semana sea
el más complicado y el que menos me pueda gustar.
Tienes que empezar a hacer un trabajo, contar qué ha
pasado en el partido anterior, los objetivos de la sema-
na… Quizá sea el día más indefinido. No podría distin-
guir un día, todos son muy importantes.
¿Y en la Selección, con la que la rutina es total-
mente distinta?
Es mucho más variado. No sé si hago más o menos
cosas que en un club, pero es más variado. Más tiem-
po en el despacho para planificar, pensar… sin muchas
veces tener toda la información de los jugadores. Si
cuando estás entrenando no la tienes, ni puedes pre-
tender tenerla, incluso siendo el director del grupo,
ahora menos. Por mucho que quiera seguir a los juga-
dores o informarme, ahora sólo puedo intentar ver
22
cómo pueden encajar las cosas y ponerme al servicio
de los jugadores. Tengo claro que ellos no tienen que
hacer mi baloncesto sino su baloncesto. Quiero tener
un proyecto de jugadores implicados, que se sientan
cómodos para que éste sea su proyecto. También hay
que crear otro grupo, el de los entrenadores, los dele-
gados, los fisios, los médicos… eso también hay que
ponerlo a punto. Por otro lado, las charlas que estoy
dando me han hecho recordar cosas que das por
supuestas. Y hay una tercera función, que es la de
representación de la Federación, por la que estoy muy
solicitado y me encanta.
¿Qué es lo peor de ser entrenador de baloncesto?
Siempre he dicho lo mismo: nos pesa demasiado una
derrota, que está muy mal compensada con la victoria.
No me parece justo que una derrota duretanto tiempo
y que incluso nos haga cambiar de mentalidad o filoso-
fía. Es un error que la derrota te haga perder la con-
fianza en ti mismo. Y luego, que la victoria dure tan
poco y ni siquiera te refuerce en lo que piensas. No
puede ser que seamos tan buenos y tan malos en una
semana. Podemos controlar muchas cosas, pero todo
es imposible, y hay gente que, por un alto concepto de
sí mismo, cree que puede controlarlo todo. Hay que
tener las cosas claras, aunque sean pocas, y para eso
no tiene que influirte tanto una derrota o una victoria.
Los entrenadores no ganamos, los que ganan son los
jugadores. Tampoco creo eso de que los entrenadores
perdemos partidos. Tenemos una responsabilidad muy
compartida con los jugadores. Cuando un entrenador
consigue que su grupo trabaje tan bien que su inter-
vención sea innecesaria, es bueno apartarse, dejar
jugar. Mientras tanto hay que estar alerta para echar
una mano en necesidades individuales del jugador o
colectivas del grupo.
23
¿Qué te gusta más: el estudio y la creación de
soluciones tácticas o transmitírselas a los juga-
dores?
Transmitirlas, y creo que tengo un déficit en esa comu-
nicación. No siempre lo consigues, y es algo que me ha
preocupado toda la vida. Sea por el motivo que sea,
porque no encuentras las palabras o la motivación
necesaria para que el jugador te escuche, hay veces
que no lo logras. Estamos hablando de una ciencia, la
comunicación, para captar la atención del receptor o
para aumentar la capacidad del emisor de transmitir
información que se quede en quien lo escucha. La cap-
tación posible de un jugador está limitada por otros
pensamientos. Y por eso me preocupa mucho esto: no
digo que sea un mal comunicador, pero sí que a veces
no llego a transmitir todo lo que quiero. A veces los que
no estamos muy seguros de si hemos llegado nos con-
vertimos en pesados de las veces que repetimos las
cosas.
¿Deberían los cursos de entrenador de base tener
un apartado sobre esto?
Sin ninguna duda. Recuerdo que cuando era jugador
me pedían que hiciera cosas y yo las hacía. Punto, nada
más, pero no sabía por qué. Cuando me hice entrena-
dor y tuve que explicar un reverso, no sabía explicarlo;
sabía hacerlo. Los entrenadores necesitan aprender a
comunicar. Muchas veces veo partidos de base y yo,
que soy mayorcito y llevo un tiempo en esto, no me
entero de lo que le cuenta el entrenador a sus jugado-
res. O sea que imagina un chaval de nueve años… Me
encantan las genialidades de los entrenadores de base
del Estudiantes, que en los campus explicaban a los
niños que ellos eran un bocadillo de mortadela, porque
el aro era un pan, el defensor era la mortadela y el ata-
cante, el otro trozo de pan. Me parece maravilloso. Los
entrenadores nos tenemos que buscar las lentejas para
hacer entender nuestras ideas: hablemos como nos
24
puedan entender ellos. Por eso me parece tan compli-
cado ser entrenador de base. Muchas veces los entre-
nadores profesionales creemos que los jugadores nos
van a entender siempre, y no sabemos nada de ellos:
ni qué idioma hablan, ni qué lenguaje de baloncesto
han recibido, con qué términos les han entrenado…
Luego te das cuenta de que no puedes utilizar el térmi-
no “guiar en bloqueos directos” cuando antes no lo han
escuchado. Tenemos que buscar el idioma común para
que el jugador te entienda y no se pierda. Cuando
estás en el baloncesto profesional ya no sabes cuántas
veces tienes que repetir las cosas. Hubo una vez en la
que a mí me faltó hablar ruso, porque en un tiempo
muerto en el que hablé en inglés y castellano dije mil
veces: “Tú no sacas, tú no sacas, tú no sacas, saca
Juan”, pero no lo dije en ruso y sacó él en vez de Juan.
Hay que hilar muy fino.
25
EL ESTILO DE JUEGO Y LAS INFLUENCIAS
“El camino de mis equipos lo marcamos todos,
no sólo yo”
¿Cuáles son los principios básicos en tus equi-
pos?
No los tengo muy definidos, la verdad. La primera pala-
bra que me sale cuando me preguntas esto es genero-
sidad. Se trata de que los jugadores tengan una com-
prensión hacia sus compañeros, aunque siempre den-
tro del máximo de ambición e intensidad exigible a
cada jugador. Pero si en un momento alguien tiene un
problema o una debilidad, que el resto lo comprenda y
sea generoso es la clave. No para andar perdonando
todo el día, sino para estar lo más listo para dar el rele-
vo. Otros principios que se me ocurren: la ambición
interior, que el equipo no tenga que hacer cosas sino
que quiera hacerlas. Los jugadores tienen que tener
ambiciones personales, pero las han de poner al servi-
cio del equipo. Llega un momento en que todas las
cosas están tan sabidas, que todos los equipos nos
conocemos tanto, que el hecho de que tu equipo esté
confiado, contento, se sienta libre para hacer cosas y
tenga ambición, con la presión justa, es lo más impor-
tante para que funcione. Si llegas a un punto justo de
todo eso, que es dificilísimo de conseguir, elijas lo que
elijas tácticamente va a ir bien. No es tan importante
elegir tal defensa o tal sistema, va a funcionar bien por-
27
que la gente está motivada y ayudándose. Esas cues-
tiones de generosidad, responsabilidad, ambición, de
gestionar la presión, etc., son cuestiones vitales para
que se forme un equipo.
¿En qué ha cambiado tu estilo a lo largo de tu
carrera?
Al principio de mi carrera, en equipos de formación, lo
basas todo en la técnica individual, luego en la táctica
colectiva… Y con los años lo relativizas todo y te das
cuenta de que lo más importante es tener a las perso-
nas preparadas para captar todo eso y para entender
todo el trabajo. La técnica individual y la táctica colec-
tiva son muy importantes, por supuesto, pero que el
receptor esté preparado para asumir lo que le cuentas
y que lo sepa aplicar es importantísimo. Y luego el fun-
cionamiento del grupo, que es imprescindible, al mar-
gen de ganar o no ganar, para que la gente se dé cuen-
ta de que está progresando personalmente, de que
está creciendo. Los entrenadores tenemos que dominar
muchas asignaturas y ser capaces de tocar muchos
palos en ellas. Un jugador es un compendio de todas,
si no quieres que vaya cojo. No sé si los entrenadores
aprenden mucho de los jugadores o no, pero yo he
aprendido mucho de los jugadores: de sus experien-
cias, de cómo viven, de cómo sienten las cosas…
Estando cerca de ellos se aprende mucho de lo que
necesitan.
¿Cuáles son tus mayores referencias como entre-
nador?
Algunos entrenadores me han servido para decir “yo
nunca seré un entrenador como éste”, pero la mayoría
han sido referencias positivas para mí. He tenido la for-
tuna de ser entrenador ayudante de Miguel Ángel
Martín durante una época y en otros momentos no tan
directamente, pero sí desde dentro, he vivido en el
mismo club que grandes entrenadores, muchos de ellos
28
de cantera. En algunas concentraciones de verano tra-
bajé con Ignacio Pinedo, un entrenador que tenía tan-
tas experiencias y había pasado por tantas cosas que
no había nada nuevo para él. Hubo un entrenador que
me marcó, y no era de baloncesto: Juan de Dios
Román. Cuando era entrenador de base del Estudiantes
veía los entrenamientos del primer equipo y muchos de
los del Atlético de Madrid de balonmano, que no es un
deporte que me guste mucho, por cierto. Juan de Dios
Román me enseñó muchas cosas de técnicas de entre-
namientos, de ritmo, por ejemplo. Aprendí mucho de
Román sin hablar jamás con él. Creo que es justo que
lo reconozca como una persona importante en mi for-
mación.
¿Y alguna escuela te ha influido más que otra?
Los americanos inventaron esto y han tenido tanto
tiempo por delante que, lógicamente, la primera infor-
mación que los entrenadores de mi época recibimos fue
de ellos. Después están los rusos, los yugoslavos y
todos los demás, y de todos ellos hemos aprendido
muchísimo. Pero yo no he sido nunca alguien que se
haya decantado decididamente por el baloncesto de
una escuela. Cuando entrenaba en categorías de base
del Estudiantes fui uno de los primeros entrenadores
que se atrevió a decir no éramos los más guapos,ni los
más buenos, ni lo hacíamos todo tan bien que teníamos
que estar encantados de conocernos. Hubo un momen-
to en que los entrenadores del Ramiro parecíamos los
que más sabíamos de baloncesto, pero la realidad era
que en otros sitios la gente trabajaba muy bien, y por
eso propuse que tanto en Madrid como fuera de Madrid
debíamos atender a lo que hacían otras canteras. Había
gente del Estudiantes que entonces tenía la oportuni-
dad de trabajar en selecciones y era imprescindible
tener la inquietud de aprender, y salir de nuestro ámbi-
to del colegio fue algo que nos aportó mucho.
29
¿Sigues la NBA o eres de esa corriente de entre-
nadores que la dejan de lado?
En el baloncesto todo importa, la NBA también. No la
sigo mucho, y como entrenador tengo una deformación
que me impide ver sus partidos como un espectáculo.
Miro más la cuestión técnica y táctica, es algo que no
puedo evitar… ni quiero. De la NBA se pueden coger
ideas o detalles, igual que de cualquier cosa. He visto
detalles extraordinarios en el Circuito sub 20 y en la
NBA, en la NCAA, en el baloncesto griego o en el que
sea. Absolutamente todo es aprovechable porque nos
puede recordar cosas que pensamos que tenemos asu-
midas, que es algo muy negativo.
¿Existe el debate entre jugar bonito o ganar?
Ganar es una consecuencia, no es solamente el objeti-
vo. Si tú haces el baloncesto que crees que tienes que
hacer y encima lo haces con orden y disciplina, con el
juego de equipo que tiene que darse, lo lógico es que
ganes. Creo que buscar solamente ganar como objeti-
vo es horroroso en categorías de formación, y en pro-
fesionales puede resultar una equivocación. Tú tienes
que hacer un trabajo, y tu trabajo te tiene que llevar a
ganar. Ganamos por lógica: porque estamos trabajan-
do bien, porque nuestra dirección va por el mismo
camino para todo, porque todos estamos convencidos
de lo que estamos haciendo. Mi opinión es que cuando
todos en el equipo están convencidos de lo que esta-
mos haciendo, no es tan importante lo que hagas sino
que lo estás haciendo constantemente, con insistencia.
Y además de todo eso, un día no te importa no ganar
si el otro ha sido mejor y tú has hecho tu trabajo. Si no
es esa final en la que no hay vuelta atrás, pienso que
no importa perder un partido. Siempre existe la posibi-
lidad de perder un partido y retomar el buen camino,
porque una derrota no te tiene que hacer dar muchos
pasos atrás.
30
¿Se refleja tu personalidad en tus equipos?
Sí, aunque no necesariamente. Si llega el momento en
que eres capaz de comunicar todo lo que quieres comu-
nicar, sí. De todas formas, no lo considero imprescindi-
ble, porque un equipo puede reflejar la personalidad de
todos los que lo componen. Si se puede utilizar ese tér-
mino, la personalidad del grupo es posible, ya que su
forma de hacer parte de todos, no de un individuo con-
creto, en este caso el entrenador. Un equipo de balon-
cesto es una comunión de ideas, en su éxito no hay que
personalizar, y mucho menos en el entrenador, porque
los entrenadores no metemos canastas. Como mucho,
aportamos ideas.
¿El equipo en el que más se ha visto reflejado tu
ideario es el que llegó a la final de la ACB de la
temporada 2003-04, sobre todo en los playoff?
¿Había una comunión perfecta entre tu discurso y
lo que hacíais en la pista?
Sí, había una comunión, pero no necesariamente man-
daba mi discurso. Yo no pretendo trazar una línea recta
a la que se tengan que unir los jugadores, no hay un
camino único en mis equipos. Lo que no puede ser es
que haya 18 caminos, pero el camino que siguen mis
equipos lo marcamos todos, no sólo yo. Y el que quie-
ra unirse, que se una. Eso es más importante que si los
jugadores pisan como borreguitos por donde tú les
indicas. Se trata de que se sientan partícipes de lo que
se está construyendo. Sé que puede parecer una uto-
pía y que hay muchas veces que no se consigue, pero
otras veces sí se logra. Y en ese equipo que nombras,
y en otros equipos que no llegaron a la final, consegui-
mos tener la sensación de que sí, nos ganaron, pero
sabíamos que difícilmente iban a poder con nosotros
porque estábamos mucho más unidos y convencidos de
lo que podíamos hacer. Que a lo mejor no metimos
aquella bandeja para ganar el partido, que no dimos
ese paso adelante, pero es que enfrente siempre tuvi-
31
mos a grandísimos equipos. En esos momentos no nos
sentimos mal, porque habíamos hecho nuestro trabajo.
Mis equipos siempre tienen las miras altas, que es algo
muy importante, pero no vamos por la calle gritando:
“¡Soy un ganador!, ¡No me gusta perder ni a las cha-
pas!”. Eso, sinceramente, me parece de cantamañanas.
Creo que un verdadero ganador no dice que lo es, por-
que está concentrado en ganar. No lo dice, lo demues-
tra.
32
LIBERTAD VERSUS CONTROL
“Creo en la decisión del jugador dentro de un altísimo
grado de comprensión de la disciplina. El objetivo es
que el jugador tome decisiones, porque si no lo hace
no se siente partícipe del equipo y hará el baloncesto
de otros, no el suyo”
¿Has obtenido mejores resultados dando mayor
grado de libertad a los jugadores?
Tengo una teoría: un sistema de juego libre, cuando se
practica mucho, se convierte en el más rígido de todos,
porque los jugadores acaban eligiendo SÓLO lo mejor
de ese sistema y obvian otras posibilidades. Y cuando
tienes un sistema muy rígido de inicio, cuando se cono-
ce, se convierte en el más libre que hay, en el que más
variación hay y en el que menos previsible es el juego
del equipo porque acaba ofreciendo muchas posibilida-
des a los jugadores. Muchas veces un sistema muy
libre se vuelve rígido, y si quieres imponer una rigidez
absoluta no te va a servir de nada si la gente no se
siente partícipe de ello. Creo en la decisión del jugador
dentro de un altísimo grado de comprensión de la dis-
ciplina. Si los jugadores no se sienten dentro de una
misma disciplina todos, nadie va a llegar a conocerse,
no va a saber qué esperar del otro. El objetivo es que
el jugador tome decisiones, porque si no lo hace no se
siente partícipe del equipo y hará el baloncesto de
otros, no el suyo.
33
¿El grado de libertad que se le da tiene que ver
también con el tipo de jugador al que entrenes? 
El ideal es que todos aprendan cuándo tomarse esas
libertades y que sean comprendidas por los compañe-
ros. Yo siempre les digo lo mismo a los jugadores: “Sí,
tú te has entendido, pero falta que te entiendan los
demás”. Los compañeros tienen que saber de qué eres
capaz, porque si lo haces por tu cuenta y riesgo no me
vale. Un jugador tiene que demostrar a sus compañe-
ros que ha sido capaz de entender cuál es el sistema
general de trabajo, la disciplina, y luego tomar decisio-
nes personales si los demás las entienden. Para eso
esto es un juego de equipo.
Con esta idea de equipo, cuando fichas a un juga-
dor tienes que tener en cuenta su capacidad para
someterse a esta disciplina de equipo, ¿no?
Para mí muchas veces ha primado que el jugador tuvie-
ra capacidad de disciplina y una personalidad. Busco el
talento, pero no un talento técnico o táctico, sino per-
sonal. Ha habido jugadores que han entendido esto y
que nos han ayudado mucho por ello. Puedes tener a
jugadores que no entiendan el juego pero que sean físi-
camente sobresalientes, y tampoco pasa nada, pero lo
ideal es que los jugadores entiendan bien el juego.
¿Qué jugador sería el paradigma de esto que
expones?
Afortunadamente he tenido muchos. Destacar a unos
sería complicado, pero sí que ha habido un jugador,
Rafa Vecina, que no era un portento físico pero sí un tío
capaz de, con sus limitaciones físicas, desarrollar un
tipo de juego muy inteligente. Ya es inteligente jugar a
baloncesto cuando tienes una rodilla hecha un asco,
pero es que él en defensa no podía hacer grandes
cosas, pero no se equivocaba porque sabía hacia dónde
iba a ir el juego y lo interpretaba muy bien. Otro a des-
tacar sería Chandler Thompson, que parecía el más físi-
34
co del mundo pero que tenía una inteligencia extraor-
dinaria y una gran personalidad paraentregarse al
grupo. Juan Aísa siempre decía: “Cuando nosotros ya
no podemos hacer nada, está Chandler”. Y cuando no
podían hacer nada se la daban a él, que se sacaba un
pase, provocaba una falta o la metía para abajo.
Cuando tienes un jugador al que sus compañeros con-
sideran así, ¿quién eres tú para decir lo contrario? Por
otro lado, hay jugadores que están constantemente
enseñando cómo es el camino a los jóvenes, cómo no
se pueden permitir el lujo de creerse nada. Es el caso
de Alberto Herreros, que nunca se creyó nada.
Herreros les decía a sus compañeros, sin abrir la boca,
detalles como lo mucho que le gustaba jugar a balon-
cesto y que por ello no había que perder ni un segun-
do de entrenamiento. Cada vez que un balón se salía
de la cancha era él el que iba a por él corriendo porque
quería seguir divirtiéndose y aprendiendo jugando a
baloncesto.
¿El baloncesto actual es cada vez más esquemá-
tico?
Es lógico que así sea. Cada vez el detalle importa más.
La evolución del baloncesto es siempre por la defensa.
¿Por qué hay cada vez menos diferencias entre la NBA
y el baloncesto FIBA? Por el acercamiento físico, y las
capacidades defensivas son más altas cuanto mejor
seas físicamente. En el baloncesto sigue mandando el
balón, pero su evolución se dio por la defensa: la moda
de las zonas, el posterior agotamiento de las zonas
porque los jugadores aprendieron a tirar mejor… Un
jugador puede tener dos fundamentos y estará cómo-
do sólo con ellos hasta que la evolución de la defensa
le obligue a aprender nuevas cosas: pasar mejor, tirar
mejor… Después de esa evolución de las defensas viene
la de los pequeños detalles. Hay que esquematizar el
seguimiento de los jugadores para tener más informa-
ción, y esquematizas porque quieres sacar el mayor
35
partido. El detalle cada vez es más importante y por
eso el juego es más esquemático.
¿Esta esquematización, no es una moda por la
influencia de los entrenadores yugoslavos?
No necesariamente. Su mejor influencia es que tienen
muy claro lo que quieren y siguen su camino, y no son
gente que se estrella contra la pared si ven que están
equivocados. Sus sistemas están pensados para que la
decisión de los jugadores sea muy importante, porque
esquematizan pero no robotizan el juego. Considero un
error que por seguir un sistema se dejen pasar posibi-
lidades de lanzamiento: si llevas todo al segundo 20
puede que eches de menos las oportunidades que has
dejado pasar.
¿Eres partidario de indicarle al base la jugada que
se va a hacer o de dejarle libertad?
Alguna vez puedes darle esa ayuda, pero no puede ser
constante porque entonces el base no aprenderá a
interpretar. No es eso de que el base es la prolongación
del entrenador en la cancha, pero sí que tiene que ser
un jugador con personalidad como para elegir el mejor
sistema en cada momento, siempre dentro de un aba-
nico que tú le has dado. Tampoco puede ser que elija
el sistema libremente, porque sorprendería al equipo.
Yo soy partidario de decir antes del partido algunos sis-
temas para hacer y que no nos salgamos mucho de ahí.
Dentro de este esquema, el base elige. Tiene que sen-
tirse partícipe, no ser un transmisor. Y ha de haber una
muy buena comunicación entre entrenador y base, por-
que no se pueden elegir los sistemas por votación.
36
EL JUGADOR
“Cuando he tenido un equipo en el que nadie decía ni
una palabra, en el que nadie se cabreaba, el que se
cabreaba era yo”
¿En un equipo debe haber especialistas, o todos
tienen que saber cuantas más cosas mejor?
Siempre es bueno tener especialistas. Ahora bien, un
jugador que sólo sabe hacer una cosa, como el patea-
dor del fútbol americano, es un lujo, por lo que debe-
mos tender a los jugadores versátiles. Luego dentro del
equipo tendrás que elegir a tu especialista. Yo trabajo
con rankings. Si se hacen rankings entre tus jugadores
por facetas del juego, los jugadores no tienen ni que
preguntarse: el que mejor colocado esté en el ranking
hará tal cosa.
Pero a lo largo de tu carrera jugadores que sabí-
an hacer pocas cosas no han tenido demasiada
cabida…
No, simplemente hemos intentado que hicieran más
cosas. Hay gente que es mejor defensora que otra, que
tiene mejores piernas o lo que sea. Y no pasa nada. Lo
que ocurre es que te va a costar más darle una misión
a un jugador que no sea muy bueno en algo, y el juego
tiene muchos aspectos. Pero eso no quiere decir que
cuenten menos. Lo que pasa es que, por supuesto, si
tienes un jugador que es capaz de atacar bien y ade-
más defiende excelentemente y le puedes dar misiones
37
específicas, ahí tienes un jugador en el que tendrás
más confianza.
¿Es necesario un líder en la plantilla?
Es muy bueno que lo haya, pero ni necesario ni impres-
cindible. Y no lo es porque te puede faltar un día. Que
el líder sea el entrenador también es malo. Creo que es
muy positivo un liderazgo espiritual, que exista un
jugador que hable en el vestuario y todo el mundo deje
de atarse las zapatillas para escuchar, porque sus com-
pañeros sepan que va a decir algo bueno para el equi-
po y que no va a expresar un capricho personal. Pero
imprescindible, no. Se pueden hacer equipos sin ese
líder.
¿El líder tiene que ser el mejor jugador?
No. Pero si tienes al mejor jugador que además es el
líder, el que más trabaja, que sabe expresar bien las
ideas y motivar a la gente, entonces tienes un ideal.
Creo que los líderes de equipos, generaciones y nacio-
nes, por decirlo así, se cuentan con los dedos de una
oreja, que decía El Perich.
Has tenido muchos líderes en tus equipos y de
muchos tipos: un líder porque da ejemplo, que es
Carlos Jiménez; el líder cabrón en los entrena-
mientos, Rafa Vecina, que mantenía a todo el
mundo en máxima tensión con su competitividad;
el hombre tranquilo que siempre sabía lo que
había que hacer, Shaun Vandiver… ¿Con cuál te
quedas?
Me quedo con la mezcla de todos. Es cierto que esos
que has nombrado han sido líderes, pero ha habido
otros. El líder currito y machaca no tiene demasiada
aceptación entre sus compañeros. Prefiero el líder que
es sensato, que se cabrea pero que luego explica por
qué. Y también ha habido el que no ha sido capaz de
imponer su liderazgo por respeto a los compañeros, por
38
aquello de no tomar la palabra entre gente que lleva
ahí más tiempo que él.
¿Es necesario un jugador contestatario?
Cuando he tenido un equipo de esos en los que nadie
decía ni una palabra, en el que nadie se cabreaba, el
que se cabreaba era yo. Es necesario un jugador que
pregunte el porqué de las cosas, que no lo acepte abso-
lutamente todo. Eso sí, no tiene que ser uno que lo
cuestione todo, porque es un coñazo y se convierte en
un tío insoportable. Si alguien te pide que le expliques
las cosas porque no le has convencido, es bueno por-
que incluso se convierte en una oportunidad de expli-
carlo mejor al equipo. Lo de tragar por tragar no es
bueno, pero tampoco un vestuario puede ser un parla-
mento. Ese tipo de jugador que discute las cosas puede
llegar a convencerte de su idea. No creo que yo tenga
la solución absoluta a todo. Me gusta escuchar y com-
partir, pero alguien tiene que tomar la decisión.
¿Y el jugador que aprieta a los compañeros, es
necesario?
No es malo que haya jugadores que achuchen en el
entrenamiento, pero es malísimo el jugador que da el
coñazo, el que habla demasiado. Las experiencias de
los jugadores veteranos con los jóvenes son muy bue-
nas, pero deben tener el cuidado de no pasarse. Hay
que decir las cosas, pero con tiento para que no sean
recriminaciones. Es igual que cuando los entrenadores
repetimos demasiado una cosa: al final no se nos escu-
cha, y hay que buscar fórmulas distintas para llegar a
la gente.
¿Qué ocurre cuando el jugador con más talento,
el referente principal, es el más joven?
No pasa nada. Si se ha convertido en un jugador
importante es porque tiene una experiencia, una acti-
tud y una personalidad.
39
¿Y los compañeros, crees que piensan así?
Para algunos es difícil aceptar eso. Es posible que haya
un hombre joven que destaque, pero creoque se olvi-
da su edad en el momento en el que su comportamien-
to es maduro, comprometido, equilibrado y sensato. En
ese momento da lo mismo su edad.
Un caso concreto: el primer Adecco Estudiantes-
Barça de la 2004-05 en el que Sergio Rodríguez
se lanza todos los últimos tiros. Al fin y al cabo
Sergio era un crío, pero sus compañeros le daban
la bola.
Ahí él se ganó la confianza de sus compañeros en ese
momento puntual porque veían que cada historieta que
hacía acababa bien y no se metió en grandes líos. En
ese momento era lo mejor para el equipo y sus compa-
ñeros lo vieron. Aunque a alguno le costara en ese
momento no recibir el balón, es que por ahí les estába-
mos haciendo daño... Él tomó ese tipo de decisiones y
el equipo lo aceptó perfectamente.
¿Qué pasa cuando el líder y el entrenador cho-
can?
No hay que llevarse siempre bien ni tener una unanimi-
dad de criterios. Cuando eso ocurre suele ser porque a
la gente realmente no le importa lo que pasa en el
equipo. Hay que tener diferentes criterios y tratar de
que no sean demasiado distantes ni contradictorios. Lo
importante es que no haya intereses distintos al inte-
rés del equipo, que no haya intereses externos ni per-
sonales. Sólo la has fastidiado cuando esa relación es
tan difícil que pierdes la comunicación con ese líder.
40
LAS ROTACIONES
“Las rotaciones tienen un peligro: que sirvan para que
los jugadores piensen que tienen asegurados unos
minutos en pista”
En esa idea de que todo el mundo se sienta partí-
cipe del equipo, ¿qué papel tienen las rotaciones?
Las rotaciones tiene un peligro: que sirvan para que los
jugadores piensen que tienen asegurados unos minu-
tos en pista. Incluso alguna vez he sentido que algún
jugador al que he subido al primer equipo ya había
hecho algo, o que tenía la obligación de ponerle minu-
tos en pista. He tenido la certeza de que algunos han
pensado que no tú sino el club, por su política, da opor-
tunidades a los jóvenes, y que por lo tanto tenía que
jugar. Pues no, no lo habían entendido bien. Cuando un
tío ve que no entra en la rotación, o que entra menos,
que tome nota. Lo básico de la rotación es que el equi-
po esté implicado, pero sobre todo que todo el mundo
esté entero físicamente, y en el baloncesto actual es
muy difícil que un tío pueda jugar 35 minutos. Así que
el que no entre en la rotación sabe que no forma parte
del compromiso con sus compañeros. De lo que se
trata es de que siempre haya la máxima intensidad en
la pista, y para eso todos los jugadores deben estar al
máximo. Así que si no se consigue y la rotación tiene
que ser de siete, pues mala leche. El que no esté impli-
cado se queda fuera. Si no se consigue esa implicación,
las rotaciones no sirven para nada.
41
¿Te has encontrado a jugadores que piden el
cambio si están cansados?
Pocos, pero me gustan, porque denotan sinceridad. Es
posible que un jugador haga una actividad en el campo
tan intensamente que el cansancio le pueda sorpren-
der. Cuando se ha dado, lo he agradecido mucho, por-
que no siempre estás atento a todo y el que pide el
cambio hace un favor al equipo. 
¿Qué ocurre cuando de la cantidad de minutos
que tenga un jugador depende su contrato, por
ejemplo? Parece que en el reparto de minutos
hay demasiadas variables. ¿Cuál es la alquimia
para conjugar todo eso?
Algunos repartos de protagonismo no tienen que ser
comprensibles por todos los jugadores, simplemente
asumibles. Durante mucho tiempo he tenido jugadores
americanos que teóricamente eran muy importantes en
el equipo y que no salían en el cinco inicial. Y eso ha
sido asumible. Puede que para otros jugadores y en
otros equipos no lo fuera, que el jugador dijera que por
ser el que más cobraba tenía que tener un mayor pro-
tagonismo o destacar más. Simplemente hay jugadores
que son capaces de entender esta forma de actuar.
Creo que un jugador se puede preocupar cuando está
muchos partidos sin intervenir, no se debe preocupar si
juega, aunque sea poco, en todos los partidos. Si no
juega es una llamada de atención, porque no puedes
contar con él porque no está preparado, pero si inter-
viene estás contando con él. Con Paco Torrent, mi pro-
fesor del Ramiro, si no aprobabas estabas en clase,
pero no daba clase para ti. Y estabas muy jodido con
eso. De eso yo aprendí muchísimo. Si un jugador no
cuenta nada, tiene que trabajar para contar.
¿Un sistema de rotación total al estilo de algunos
equipos universitarios y colegiales estadouniden-
ses sería asumible en un equipo profesional de
42
aquí, con todos los intereses que rodean a los
jugadores?
Creo que no. Si te encuentras con alguno que levanta
la mano cuando está cansado ya es una suerte, encon-
trarte a doce es imposible. Ha habido veces que he
notado que jugadores veteranos han pedido el cambio
para que le des la oportunidad a un compañero suyo
más joven. Y cuando eso sucedía, aunque la decisión la
tomaba yo, lo concedía mucho más que cuando lo
pedía la grada. Chandler Thompson o Shaun Vandiver
lo hacían bastante. Esos jugadores, aunque fueran
americanos, sabían que se les iba a valorar por otras
cosas.
43
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LA TÁCTICA Y EL MÉTODO DE TRABAJO
“Nunca hay que pensar que por cambiar pocos juga-
dores tienes algo avanzado”
¿Cuál ha sido el invento táctico que más ha per-
durado en el baloncesto?
Posiblemente la defensa en zona, pero no lo sé muy
bien.
Y en tu baloncesto, ¿qué elemento táctico perma-
nece desde hace más tiempo sin cambiar dema-
siado?
Como entrenador creo en muchas cosas, pero no soy
de plenas convicciones. Siempre he ido buscando las
necesidades del equipo, he utilizado las cosas que he
creído que beneficiaban a cada conjunto. Lo que sí creo
es que hay que buscar un plus de complicación, trucos
que, sin tener a los mejores defensores en tu equipo,
compliquen la vida al rival. Que si el contrario cree que
estamos haciendo una zona la convirtamos en indivi-
dual, o al revés. Esas complicaciones inmediatas son
algo que me ha gustado hacer desde hace mucho tiem-
po: no plantear una defensa como única posibilidad.
Hay entrenadores que dicen que el bloqueo directo hay
que defenderlo siempre así, independientemente de
contra quién juegue. Yo no lo creo así: creo que hay
que crear un plus de complicación al otro equipo cam-
biando la forma de defender. Esos componentes le dan
45
a tu equipo la seguridad de que no eres previsible y te
da una cierta ventaja porque llevas una pequeña anti-
cipación en defensa y consigues que el rival no haga lo
primero que quiere hacer, sino lo segundo o lo tercero. 
¿Cuántos sistemas tienen tus equipos?
He visto scoutings de equipos con casi 20 sistemas, y
eso me parece una barbaridad. No creo que nunca
hayamos tenido más de 10 a la vez, pero los hemos ido
variando durante la temporada, así que hemos ido
pasando por 15, 16 ó 18 sistemas, abandonando unos
y acogiéndonos a otros. Eso lo hemos hecho por no ser
previsibles, por escondernos de los scoutings o porque
nos hemos dado cuenta de que nos habíamos equivo-
cados con los sistemas. En cualquier caso, el número
de sistemas dependía de la capacidad que teníamos de
decidir diferentes formaciones de inicio o de los juga-
dores que tenía, porque no aceptaban algunos de tus
sistemas o no se adaptaban a sus cualidades.
¿Eres partidario de pretemporadas largas o cor-
tas? ¿Con mucha o poca carga física?
Soy partidario de pretemporadas equilibradas. Puedes
cargarte a un equipo si te pasas con el trabajo o te pue-
des quedar corto. Siempre me echo en cara que en
determinadas ocasiones he perdido mucho tiempo en
pretemporada por no tener unas ideas muy claras de
hacia dónde tenía que ir. Es imprescindible que haya
una coordinación entre el trabajo de cancha y el físico,
lo que no quiere decir que haya muchas horas de aque-
llo de ir a correr por las montañas, en lo que yo no creo
tanto. Sí creo en el trabajo físico de pista, dentro de la
cancha y con el balón en la mano.
Eso siempre lo agradecen los jugadores, ¿no?
Todos, lo agradecemos todos. Si hay una buena coor-dinación con el preparador físico y estamos en el
mismo lugar de trabajo, es más fácil para él pedirte
46
cosas y para ti pedirle cosas. Si estamos haciendo téc-
nica individual y táctica y al mismo tiempo estamos
haciendo un trabajo bien controlado de esfuerzos,
tiempos y recuperaciones, es lo ideal. Cada vez eso es
más importante.
¿Qué importancia del éxito de una temporada
tiene el trabajo de pretemporada?
Es donde empiezas a sembrar lo que quieres. Donde
tienes más momentos para poder hablar con los juga-
dores, para convencer, para marcar el buen camino…
Es un momento donde puedes comunicar con más
tranquilidad y donde se sientan las bases del compro-
miso.
¿Prefieres jugar muchos partidos o pocos en pre-
temporada?
Depende de las necesidades. No he solido tener equi-
pos muy renovados, nunca hemos cambiado demasia-
dos jugadores, por lo que jugar mucho en pretempora-
da no era tan necesario. Si tienes muchos nuevos que
tienen que entenderse sí sería mejor jugar más parti-
dos. Trato de buscar un equilibrio en las necesidades
del equipo. Sobre esto querría decir una cosa: nunca
hay que pensar que por cambiar pocos jugadores tie-
nes algo avanzado. Es posible que, con los mismos
jugadores, tengas que volver a los planteamientos ini-
ciales porque puedes dar por supuesto que estos plan-
teamientos ya se conocen pero resulta que para
muchos jugadores el comienzo de la temporada es
borrón y cuenta nueva prácticamente. En pretempora-
da es preferible repasar, aunque sea de pasada, todos
los conceptos iniciales y los compromisos que han de
adquirir, porque puede haber algún jugador que piense
que el compromiso solamente dura una temporada.
Tus equipos solían perder mucho en pretempora-
da. ¿Es importante perder o ganar en esa época?
47
Hay entrenadores que dicen, recuerdo alguna
declaración de Sergio Scariolo, que el hábito de
ganar sólo se consigue ganando…
Creo que hay que ganar los partidos de competición.
Eso no quiere decir que no quieras ganar los partidos
de pretemporada, pero priman esas cosas. Sé que hay
veces en que si dices que no te importa perder un par-
tido es: “¡Ah, el perdedor, el que se conforma!”. Me da
exactamente igual. Los partidos de preparación prepa-
ran para ganar los de competición. Para ganar un par-
tido de esos no voy a correr el riesgo de hacer jugar
cinco minutos de más a un jugador. 
48
ENTRENAR: LA CONSTANCIA DEL
DÍA A DÍA
“No tengo muy claro eso de que entrenando más se
va a jugar mejor”
Aquel axioma “se juega como se entrena”, ¿es
real?
Depende de cómo se tome. Es posible que una sema-
na entrenes mal y juegues de maravilla, y al revés. Lo
que sí ocurre es que según haces las cosas en los
entrenamientos, si mantienes tus criterios, eso se tras-
ladará a la competición y te acercará más a ganar. Lo
que pasa es que no siempre se gana. Pero en el cóm-
puto general, sin tomarlo semana a semana, lógica-
mente se juega como se entrena. También ocurre que
hay jugadores, y yo los he tenido, extraordinariamente
competitivos que no eran tan buenos entrenando como
jugando. Se nota una barbaridad la transformación que
sufren algunos jugadores cuando ven a los árbitros y a
la gente en la grada, que por cierto lo considero algo
positivo y asumible. Muchas veces nos quejamos de
tener dos partidos por semana, pero es verdad que si
no los tienes las semanas se pueden hacer muy largas.
Con dos partidos la gente está mucho más metida en
la competición y ayuda.
Dusko Ivanovic dice que en el entrenamiento los
jugadores tienen que tener la máxima presión,
tensión e intensidad para que los partidos no se
49
les hagan tan cuesta arriba. Hay otros que dicen
que los entrenamientos han de ser más relajados.
¿Cómo deben ser?
Tiene que haber un poquito de todo. Si no buscas esa
intensidad no estás haciendo un buen entrenamiento
en una faceta. Por ejemplo: vamos a hacer un ejercicio
de defensa. Si el ataque no trabaja, el ejercicio de
defensa es ridículo. O al revés. Ahí no hay progresión.
La hay cuando el ataque trabaja para la defensa y la
defensa para el ataque. Para que podamos entrenar-
nos. Los jugadores no tienen que ir a entrenar: tienen
que ir a entrenarse los unos a los otros, al equipo. Creo
que se debería conjugar así ese verbo. Yo te obligo a
entrenarte a ti y tú a mí, y todos colaboramos en el
mismo sentido. Es necesario meter presión, que en los
entrenamientos haya situaciones reales de partido. En
los entrenamientos suelo hacer partidos de cinco con-
tra cinco sin parar y con cronómetro y marcador.
Partidos de minuto y medio, por ejemplo, para que los
jugadores tengan que tomar decisiones en ese tiempo.
O de 45 segundos, de dos o tres minutos o a puntos.
Esas situaciones son formativas y ayudan a tomar deci-
siones, además de mantener la máxima intensidad. No
es algo que hiciéramos durante toda la temporada pero
sí en los momentos culminantes de la competición, por-
que creo en que el jugador tome decisiones por sí
mismo y ésa es una buena manera de entrenarlo. Hay
que dar unas normas generales y en base a ellas el
jugador decide.
¿Se entrena más que antes?
Creo que sí, pero no sé si se dedica más tiempo al
baloncesto. Y creo que estamos cometiendo algunos
errores en esas cargas de trabajo, físico y técnico, y
eso está llevando a problemas de lesiones por fatiga o
estrés que pueden ser evitables con un mejor sistema
de trabajo. No tengo muy claro eso de que entrenando
más se va a jugar mejor. Sé que todo el mundo espe-
50
ra esas frases de “nosotros entrenamos a todas horas,
llueva, haga frío o calor”, pero no sé si es lo ideal.
Me decía Amaya Valdemoro que ella en Rusia,
donde el baloncesto femenino está a años luz del
de aquí, entrena muchísimo menos que en
España y que se ha dado cuenta de lo obsesiona-
dos que están los entrenadores españoles por
entrenar mucho.
Pues sí, por eso tengo mis dudas de que por entrenar
mucho se vaya a hacer mejor. Alguna vez he tomado
decisiones de, jugando muy mal, no entrenar.
Manel Comas le prohibió a Paco Vázquez ir a
entrenar durante un tiempo, no le dejaba acer-
carse siquiera al pabellón.
Yo también lo he hecho. Y lo he hecho, y posiblemente
a Paco Vázquez le ocurriera lo mismo, porque ese juga-
dor estaba obsesionado. Hay jugadores que pueden lle-
gar a ponerse enfermos, ¿y cómo vas a tener a un
jugador enfermo? Hay jugadores así. Las obsesiones
son muy malas, y la del entrenador con los entrena-
mientos también puede serlo. A veces la cuerda se
puede romper y producir situaciones que no tienen
arreglo. Puede haber momentos en que un jugador
esté tan obsesionado que estalle y diga: “Me da igual
todo”. Y ahí ya la has fastidiado, ya no recuperas a ese
jugador. Los entrenadores tenemos que tener cierto
equilibrio, ser un poco más normales. Pero claro, dices
la palabra “flexible” y ya te cataloga: débil, blando.
Pues qué remedio… Prefiero que me llamen blando a
que me llamen incongruente, inconsecuente o brutal.
En el baloncesto profesional, ¿qué porcentaje del
tiempo se le debe dedicar a la técnica individual
de los jugadores?
La realidad es que la técnica individual la estás utilizan-
do en cada momento. A mí que no me cuenten que si
51
haces cinco contra cinco no haces técnica individual,
porque en ese momento pones en práctica el trabajo de
técnica individual que has hecho en otra parte del
entrenamiento o fuera de él. El fundamento más
importante de la técnica individual para mí es el pase y
durante todo el entrenamiento estás siendo exigente
con el pase. Y lo mismo con el segundo fundamento
más importante, el tiro, que lo exiges con la competi-
ción del entrenamiento. Aparte, la técnica individual se
tiene que trabajar específicamente en partes del entre-
namiento, de la semana y en la pretemporada, ya que
se puede combinar con una exigencia física importan-
te. Es imprescindible trabajarla, pero nunca será bueno
hacerlo si no hay un componente de competición y de
táctica individual. Tienes que saber cómo aplicarla: no
me sirve que un tío haga 28.000 cambios de mano o
tiros si no se juega algo enellos. He visto a jugadores
extraordinarios en los entrenamientos de técnica indi-
vidual que en los de colectivo no se enteraban de nada.
De los tiradores siempre se dice, al menos la
leyenda, que gran parte de su juego se lo crean
ellos mismos, a base de repeticiones. En España
se habló mucho de Perasovic y tú tuviste a
Cvjeticanin, otro de esa cuerda. ¿Qué importancia
tiene para los tiradores ese trabajo en solitario?
Es importante, pero luego tiene que haber un defensor.
¿Ellos entrenaban solos, completamente solos? No lo
creo. Cvjeticanin, aunque estuviera solo en la cancha,
no estaba realmente solo... él estaba creándose los
posibles problemas de un partido: apoyos de pies, paso
atrás, fintas, salidas, arrancada, con bote, sin bote…
Creo que hasta se imaginaba a sus defensores. Y cuan-
do alguien hace eso tiene mucho avanzado. El que tira
solo está consiguiendo una mecánica, un hábito, pero
a lo mejor no está consiguiendo la respuesta a cómo
resolver problemas. Hay otros jugadores que simple-
mente tiran, y cuando fallan tres tiros se dedican a dar
52
patadas al suelo, al balón… ¿Y de qué les sirve? Pues
de nada.
¿Está valorado y pagado el entrenador de técnica
individual en España? Tú has tenido a uno de los
más brillantes, Ángel Goñi...
Valorado dentro de los entrenadores, mucho. Pagado,
no lo creo. A mí me ha gustado mucho hacer ese tra-
bajo específico, aunque hace muchos años que no lo
hago. Yo valoro a ese tipo de entrenadores que traba-
ja individualmente con el jugador porque le está dando
muchísimas soluciones y lo está mejorando mucho.
¿Cómo se ha de dividir el tiempo de entrenamien-
to entre defensa y ataque?
Depende de las exigencias del equipo. Nosotros entre-
namos interactuando constantemente. Es decir, en un
3x3 se defiende y se ataca al máximo nivel de intensi-
dad. Lo que sí pasa es que en función de lo que nece-
sitas estás más atento al ataque o a la defensa, por lo
que te interese. Eso sí, normalmente tienes que dedi-
carle más tiempo al ataque, a la corrección del ataque,
porque es más complejo. La defensa es querer, poder y
saber, en ese orden. El ataque es mucho más compli-
cado y diverso, y hay más clases de atacantes que de
defensores.
¿Cuesta encontrar a jugadores a los que les guste
defender?
No me lo he planteado así. Los jugadores saben perfec-
tamente que la defensa, aunque no sea lo más diverti-
do (y muchas veces porque los entrenadores lo enfoca-
mos así: “el que no la meta, que se fastidie y defien-
da”, algo que no es muy educativo, por cierto), es vital.
E incluso pueden llegar a divertirse en defensa. A quien
entiende el sacrificio y el juego de equipo le gusta com-
partir eso con el equipo. En ataque un tío sí puede solu-
cionar solo todos los problemas, pero en defensa es
53
imposible, y desde ese punto de vista la defensa ayuda
a compensar y a que sea muy gratificante para el juga-
dor.
54
LA PREPARACIÓN DE LOS PARTIDOS
“Un jugador no debe a salir a defender con los prejui-
cios que le facilite el scouting”
¿Repartes informes de scouting individualizados
a tus jugadores sobre los rivales?
Se puede hacer si un jugador lo solicita, pero no lo
hago. No estaría en contra, pero para mí es mucho más
imprescindible que conozcan el concepto general del
juego del rival que las condiciones individuales de un
jugador. Estas condiciones individuales se deben
comentar en la charla, ofrecer detallitos, pero un juga-
dor no debe a salir a defender con los prejuicios que le
facilite el scouting. Sí tener unos mínimos, pero no pre-
juicios porque un jugador se puede escudar en el scou-
ting. Lo que yo aprendí cuando era entrenador ayudan-
te es que si dices “este tío nunca tira”, no lo hará nunca
excepto en tu partido. Y es literal. Puedes ver siete par-
tidos y es cierto que no tira, pero en tu partido las
puede meter todas. Entonces en ese momento los
jugadores te miran, como si tú fueras el culpable de
que ese tío las meta. Y eso me ocurría cuando era ayu-
dante, pero no más. Entonces ahora digo: “éste no tira,
menos en nuestro partido”, porque resulta que ese tío
no metía porque estaba defendido, pero si tú dices que
no tira la defensa se relajará y a lo mejor las mete.
Quizá antes, cuando los jugadores no hacían de todo,
se podía decir eso. Ahora, no.
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En la NBA se da el playbook, un libro con los sis-
temas del equipo. ¿Eres partidario?
Sí, es una ayuda para el jugador. Sabes que algunos no
se lo van a leer o se lo van a olvidar en el vestuario a
la primera, pero no pasa nada. He tenido a muchos
jugadores que han querido saber un poquito más y por
los que no quieran saber más no puedes negarles esa
información a los que sí la quieren.
Cuando el equipo hace la rueda de calentamiento,
el segundo entrenador está en la pista y el prime-
ro perdido en algún lugar desconocido. ¿Qué
haces tú en esos momentos?
Repaso lo que creo que puede ocurrir en el partido y
miro a todos los jugadores tratando de adivinar lo que
se les está pasando por la cabeza, que es algo que a
veces consigo simplemente observando su actitud en la
rueda y su cara. En esos momentos piensas en el par-
tido para estar preparado por si el equipo te necesita.
Antes solía fumar; ahora ya no creo que pueda.
¿Eres partidario de las concentraciones antes de
los partidos?
No las considero necesarias. Es posible que alguien no
haya entendido el compromiso con el equipo, pero yo
no puedo estar dudando de los jugadores constante-
mente. Imagínate tener a doce tíos más los ayudantes
y estar dudando de ellos. No es una forma de vivir que
le recomiende a nadie. Hay un compromiso y la gente
lo tiene que llevar a cabo. Para mí eso es lo más impor-
tante, y el que se lo quiera saltar va a notarse mucho
a la corta o a la larga.
¿Y sobre las rutinas de comer y cenar juntos?
Es una buena práctica. No todos los equipos están
siempre tan juntos como piensas y es un momento que
puede ser muy útil para hablar de otras cosas, para ver
cómo es cada uno personalmente. Es una buena forma
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de que los jugadores se vean entre ellos, porque en
otras situaciones no están tan juntos. Es el momento
social por excelencia de un equipo.
¿Parecido al vestuario?
El vestuario es el lugar de los jugadores. Si yo entro al
vestuario y un jugador está diciendo algo que yo con-
sidere inapropiado, no lo voy a tener en cuenta ni lo
voy a utilizar. Lo he dicho muchas veces que ha pasa-
do: “Yo no he oído esto”. Es un lugar sagrado de los
jugadores y si he entrado en ese momento ha sido un
error mío. Todo lo que se diga ahí no tiene que hacer
daño, porque son cosas para sumar y para ayudar.
¿En un vestuario puede entrar alguien que no
forme parte del equipo, como un directivo o un
periodista?
Podría entrar en un momento puntual y pidiendo per-
miso, pero no tiene por qué ser norma. Tienen que
pedirme permiso para que tenga preparados a los juga-
dores, porque ellos saben que si yo entro no tomo en
cuenta lo que escuche, te lo juro, pero otro que entre
de fuera no va a ser así. Que un directivo esté todo el
día metido en el vestuario no viene a cuento, no es su
sitio, pero veces excepcionales no pasa nada.
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EL ENTRENADOR COMO PSICÓLOGO
“Un tirador debe de tirar hasta que el entrenador
decide que ya basta”
Si un jugador llega tarde a un partido, ¿cómo se
le castiga?
Con multas de equipo, como yo las llamo. De las que
sirven para que vayamos a cenar mejor o peor cuando
acabe la temporada. Ha habido algunos a los que les ha
costado mucho dinero, porque sus despistes van
sumando o les suena el móvil cuando no deben. No
debe ocurrir, y si es muy reiterativo debe entrar más la
disciplina del club u otras decisiones. Soy partidario de
no tener una disciplina a base de palos, sino de dejar
al criterio lógico del jugador lo que está bien o está
mal. Y al que no le importa cantará tanto que dejará de
pertenecer al grupo. De todas formas, nunca ha llega-
do un jugador mío tarde a un partido, si acaso pocos
minutos antes de que empezase. 
¿No pertenecer al grupo es el máximo castigo
para un jugador indisciplinado?Debe serlo. Si todo el mundo está en el autobús y tú
eres el último que llega cada día porque te quedas
cinco minutos más en la cama, ¿qué pasa?, ¿que eres
más listo que los demás? No puede ser. A esos jugado-
res no les importan demasiado sus compañeros y no
los respetan demasiado. Y esa es la base de todo: el
59
respeto absoluto a tus compañeros, al equipo técnico y
al club.
El mejor jugador de tu equipo llega tarde a un
partido. ¿Qué harías?
Castigar a ese jugador en otro momento, no al equipo
en ese partido. Por lo tanto, juega. Otra situación: un
jugador insulta gravemente al entrenador en el minuto
cinco del partido. ¿Qué haces, lo mandas al vestuario?
Pues posiblemente no. Juega todo el partido y en otro
momento se trata ese problema y se toma una resolu-
ción. Me contaron una anécdota de un entrenador que
en un tiempo muerto le dijo a un jugador que lo había
insultado: “¿De verdad piensas que soy tan gilipollas
como has dicho?”. Es una buena solución. No hay que
castigar al equipo por una cuestión puntual de esas.
Otra cosa es que sea más reiterativo o más grave.
Una vez en un entrenamiento del Estudiantes,
Shaun Vandiver amagó a Glen Whisby, éste se
comió la finta, Vandi le metió una canasta y se rió
de él. Whisby se enfureció e intentó pegar a su
compañero. Veinte minutos después de que los
echaste del entrenamiento estaban los dos de
calle hablando y parecían haber hecho las paces,
porque Whisby se dio cuenta de que se había
pasado. ¿Ahí tienes que intervenir cuando parece
haberse arreglado un conflicto sin tu mediación?
Nunca puedes dejar crecer un problema, porque una
cosa como ésa se puede resolver fácilmente, pero si
dejas que se alimente y crezca, igual ya no tiene arre-
glo. Si se pegan seriamente, que es algo que en esa
ocasión no pasó, puede ser algo irresoluble, porque
queda un rencor. Hay que estar muy atento, ya sea con
soluciones drásticas que dejen paralizados a los juga-
dores o ayudando a que se reconcilien. Hay momentos
en los que estás despistado y se está produciendo un
problema que se enquista y no te das cuenta. En este
60
caso concreto fue un pronto, y Glen lo entendió así
cuando hablé con él. También lo hice con Shaun y me
explicó que no pretendía cachondearse de él, que apre-
ciaba mucho a Whisby. Hablaron con normalidad y se
solucionó. Otras veces no es tan fácil porque no cono-
ces la base del problema. Si un tío llega a mosquearse
así tiene que haber un background, como dicen los
americanos. No fue por que le fintó tres veces, tiene
que haber algo más, que puede ser cualquier tontería,
como que Shaun es de Chicago y el otro es del Sur.
Cosas que pueden no parecer nada pero sí son algo.
Repito, hay que estar muy atento, aunque no se puede
ser el perro policía.
Francia, cuando ganó el bronce a España en el
Europeo de Serbia 2005, fue por la mañana a
jugar a fútbol para descargar tensiones. Ha habi-
do tácticas de entrenadores de este tipo antes de
un partido vital. ¿Qué te parece?
He hecho alguna cosa parecida, aunque no con equipos
de ACB. Es bueno si sirve para eliminar tensión de la
mala, porque la tensión bien entendida es buena. El
partido por el tercer puesto de un Campeonato de
España junior lo preparamos yéndonos a la playa a
jugar un rato.
¿Cómo cuenta para ti lo que un jugador diga a la
prensa, si se queja a través de los medios?
Lo veo muy mal si son declaraciones que te pillan por
sorpresa, que no las esperas porque al primero que se
las cuenta es a la prensa. Si antes te las ha comenta-
do a ti y tú no le pones solución, supongo que se ten-
drá que buscar la vida por ahí, pero no me ha pasado
muchas veces. Nikola Loncar hizo unas declaraciones
una vez [en las que reclamaba una subida de salario
prometida] que no eran contra el equipo sino contra el
club, y aunque yo forme parte del club, mi ámbito es el
equipo. Mis jugadores han tenido gran respeto hacia el
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equipo casi siempre. Si ocurre, hay que hablar con el
jugador y comprender lo que le pasa. Igual que tú pue-
des evitar eso, la prensa puede evitar ir a por el juga-
dor que ha jugado un minuto en el partido que has per-
dido. Algunas veces ha pasado y no me gusta. Y en ese
momento el jugador puede entrar al trapo y lo entien-
do, por lo que hay que saber por qué y en qué situa-
ción tu jugador ha hecho esa declaración.
Phil Jackson se quejaba hace poco de que Kobe
Bryant hacía demasiados tiros y decía que un
jugador tiene que saber cuándo parar. ¿No es el
entrenador el que se lo debe hacer saber sentán-
dolo en el banquillo?
Un tirador debe de tirar hasta que el entrenador deci-
de que ya basta. Porque claro, un tirador que no tire…
O un jugador con talento ofensivo que no se atreva… Si
no lo hace, tiene que estar en el banquillo, a no ser que
sea un buen defensor o que condicione tanto la defen-
sa del rival que favorezca al equipo. Hace muchos años
Alberto Herreros falló unos triples en Málaga y dejó de
tirar. Entonces Miguel Ángel Martín le metió una bron-
ca en el descanso… “¡Tú tiras, y sigues tirando, y sigues
tirando hasta que yo diga basta!”, le dijo. Metió ocho
triples seguidos en el segundo tiempo. El tirador, tira.
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EL RITMO DE JUEGO Y EL ATAQUE
“Has de renunciar al contraataque porque quieres, no
porque te obliguen”
¿Cuál es el equilibrio entre ataque controlado y
contraataque en tus equipos?
No puede haber normas sobre eso. Puntualmente pue-
des renunciar al contraataque, pero nunca en el cóm-
puto general de tu juego. Lo que quiero es poder con-
traatacar siempre. ¿Cómo se logra? Con una extraordi-
naria defensa, creando muchas complicaciones al ata-
que y forzando tiros malos que te favorezcan al rebote
defensivo para pensar en correr. Tienes que pensar en
correr siempre, nunca se puede renunciar al contraata-
que en el primer cuarto de cancha. Si renunciamos al
contraataque hay que hacerlo en tu línea de fondo, por-
que eso nos facilita jugar en estático desde atrás, no
porque estemos parados todos en el medio del campo.
Si esto ocurre, al final todos los jugadores están ocu-
pando el mismo lugar de la cancha y mientras se colo-
can pierdes mucho tiempo. Es algo que puedes demos-
trar a tus jugadores en el vídeo. Has de renunciar al
contraataque porque quieres, no porque te obliguen.
O sea, que prefieres un contraataque fallado a
uno abortado antes de tiempo.
Sí. Prefiero que un jugador no vaya anunciando que va
a parar, sino que cree peligro aunque acabe parándose.
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Se renuncia al contraataque habiendo corrido todo lo
posible, pero no parándose antes.
El contraataque puro, el base por el centro y los
aleros por los costados, es una de las partes del
juego en la que los entrenadores tienen menos
capacidad de influencia, ¿no?
Sí, pero puedes dar un cierto estilo. Te puede gustar
que todos la manejen, que todos la suban… El otro día
me decía Pepe Laso algo que yo no había considerado.
Decía que cuando jugamos la final contra el Barcelona
fue la primera vez que él veía que cualquier jugador
que cogiera el rebote defensivo salía corriendo con el
balón en las manos, daba igual si era Felipe Reyes o
quien fuera. Y eso está bien. No tenemos que depender
de que la reciba el base, para que se la pase al alero…
Vamos a correr. Y si finalizan tres grandes, que finali-
cen tres grandes. Eso ocurre cuando un equipo tiene
seguridad y ambición. En ese momento se dio. Antes
estábamos teniendo un problema porque el base iba
por detrás del reboteador y casi se la quitaba de las
manos y el resto estaba pendiente de si tenía que ir a
ayudar o salir… Y al final, ¿quién corría? Perdíamos
posibilidades. Si sale corriendo cualquiera, esas dudas
no se dan.
¿Lo entrenas mucho?
Sí, diariamente, con situaciones de 3x3 más contraata-
que, finalizaciones de contraataque 2x1, 3x2, 4x3, tra-
bajo mucho los fundamentos de rebote y primer pase,
el límite de botes en el contraataque… Sí, lo trabajo.
¿Existe un sistema de ataque genérico o al menos
unas bases para todos los sistemas?
Sí. Es como las ensaladas: tienen una base y se le aña-
den ingredientes. Esa base son las normasmínimas
para todos los sistemas. Lo que hay que intentar es que
sea compatible contra individual y zona, contra todas
64
las defensas posibles. Ahora bien: ¿lo mismo en todos
los equipos? Pues a lo mejor no, puede que algún equi-
po te haga ver, por sus condiciones, que no interesa
aplicar determinada regla.
Esas normas, aunque sean tan básicas, ¿tienen
un componente de interpretación del jugador?
Sin duda, porque si no lo estás haciendo mal. Existen
unas normas como la base de la disciplina para que
todo el mundo sepa lo que va a pasar, pero una vez
todo el mundo lo sabe, un jugador se puede salir del
guión, improvisar, interpretar. Pero no para meterse en
el guión del otro. Por ejemplo: no haces un reverso si
tu compañero tiene que cruzar por ahí y te vas a cho-
car con él. En cada uno de los movimientos el jugador
sabe qué capacidad tiene para tomar decisiones y sus
compañeros saben que puede tomarlas.
Me dijo una vez un entrenador mío que hay juga-
dores que escuchan tanto que piensan poco, y
que hay jugadores que piensan tanto que escu-
chan poco. ¿Es cierto?
Es cierto.
¿Y qué prefieres, el que escucha mucho o el que
piensa mucho?
El que escucha mucho, siempre que sepa lo que está
escuchando. El jugador ha de saber que el entrena-
miento no es momento para debatir, sino para trabajar,
y que se puede debatir todo, absolutamente todo, pero
en su momento. Como ya he dicho, no estoy en pose-
sión de la verdad absoluta, aunque intento estar pre-
parado para solucionar los problemas. Si me quieren
convencer de que estoy equivocado deben hacerlo,
pero fuera del entrenamiento. El entrenador tiene que
escuchar a los jugadores, porque ellos son los que tie-
nen que fabricar el movimiento que diseñas.
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Álex Cebrián, que es entrenador y jugador casi a
la vez, dice que para ser jugador le viene mal ser
entrenador porque piensa demasiado. ¿Existe el
jugador que analiza tanto lo que dice el técnico
que al final no lo hace?
Sí, conozco a alguno que está tan pendiente de lo que
dice el técnico que le cuesta llevarlo a la práctica. Lo
que sí es cierto es que es bueno que el jugador piense,
porque el baloncesto es jugar al máximo de velocidad
pensando. Si el jugador piensa mucho y actúa poco,
malo, y si actúa mucho y piensa poco, peor.
¿Cuáles son las características básicas de un ata-
que, ya sea contra individual o contra zona?
Ahora estoy ofuscado en una lucha, por decirlo así,
contra el bote. El bote puede ser muy bueno como una
solución para la división y el pase, pero botar por botar
me parece ridículo. Todos los sistemas deberían ser un
continuo juego. Hubo un momento en que este conti-
nuo de pasar estuvo muy de moda, en sistemas de flex
o de shuffle, pero ahora no estamos ahí. Ahora es lle-
gar, colocación, marcar el sistema, inicio con bote… He
contado 18 botes antes del primer pase. 12 botes es
algo más o menos habitual. Uno bota y los otros cua-
tro no juegan, ni siquiera se colocan. Y en ese momen-
to la solución suele ser un bloqueo directo, que es con
bote, y a partir de ahí lo que puedas hacer. Para mí un
ataque es velocidad, fluidez y juego sin balón. Y una
cuarta norma muy importante: siempre tiene que
haber una triple amenaza. Y eso no es coger el balón y
botar sino tirar o pasar inmediatamente. Eso sería para
mí lo básico en un ataque. Y lo último el bote, ¿eh? El
bote sólo con un objetivo, botar por botar nunca.
¿Crees que hay poca innovación en los entrena-
dores?
Casi todo se ha inventado, con lo que es normal que
haya poca innovación. Hay un conocimiento muy globa-
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lizado del baloncesto, cada vez podemos ver más todo
lo que está ocurriendo. Entonces, hay determinadas
cosas que ya nos sorprenden menos, y curiosamente
llama la atención lo que se rescata. Cuando de repen-
te se ha vuelto a la zona 1-3-1, a los cambios defensi-
vos, a las defensas mixtas y combinadas… Cositas así.
También ocurre cuando se recuperan determinados sis-
temas. Sí es cierto que hay cosas que se ponen de
moda y se utilizan bastante generalmente, aunque eso
no quiere decir que todo el mundo esté jugando lo
mismo ahora, pero sí que el juego se está basando en
determinados movimientos, como puede ser el bloqueo
directo. En la actualidad, otra cosa que está sucedien-
do es que se está renunciando mucho al poste bajo.
¿Y qué es antes, la gallina o el huevo? ¿No se
juega de espaldas porque no hay jugadores que
sepan jugar ahí o no hay jugadores que lo hagan
porque ya no se juega al poste bajo?
Pues creo que es una cuestión puramente táctica. Hay
muy buenos jugadores de poste bajo, pero creo que se
está teniendo miedo porque hay muy buenas defensas
para el poste bajo. Esto es la evolución del baloncesto,
como hemos hablado antes: aparecieron buenos tira-
dores cuando nacieron las defensas en zona, y con esto
es igual. Por eso se está buscando más al pívot en
carrera, de bloquear y correr, ese tipo de jugador.
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LA DEFENSA
“La defensa es sumar para crear más dificultades
en el rival, no es conseguir el balón o que se 
agoten los 24 segundos”
Esa famosa frase de que los ataques ganan parti-
dos y las defensas campeonatos, ¿es cierta?
Tiene parte de verdad, aunque esas frases tan cerradas
que no admiten comentarios no las he creído nunca. Un
equipo que quiera ganar campeonatos tiene que tener
una buena defensa, entre otras cosas porque te facili-
ta el trabajo en ataque. ¿Para qué sirve la defensa?
Pues no solamente para que no te metan puntos, sino
para que tú tengas una buena disposición en ataque,
una mayor velocidad para salir, posibilidad de conseguir
puntos más sencillos… Con que sólo sirviera para favo-
recer las transiciones ya sería importante. No es por
pensar en un baloncesto de destrucción, pero como ya
he dicho la defensa ha sido el impulsor más grande de
la táctica y técnica individual en el baloncesto. Eso sí,
las dificultades que va poniendo el avance en las defen-
sas siempre son superadas por el ataque.
Tuya es la teoría de que las defensas en zona no
significan necesariamente más facilidades para el
tiro. Eres un gran partidario de este tipo de
defensas…
Es que si decides hacer una "zona Numancia", en la que
te cierras y a ver cuánto tardan en fallar, pues no. Pero
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cuando hay una defensa en zona bien hecha es mucho
más dura, mucho más activa, mucho más presionante
y fomenta mucho más el trabajo intelectual que una
defensa individual.
¿Y por qué sigue siendo un recurso, por qué la
mayoría de los equipos defienden en individual y
la zona es algo puntual?
Parece, y yo creo que no siempre se cumple, que la
defensa individual implica una mayor presión sobre el
balón, no permite el cruce de campo con facilidad,
niega hacer determinados movimientos, trata de impe-
dir esa situación concreta de bloqueo directo, de poste
bajo… Cosas que a lo mejor la zona teóricamente no
impide hacer. Pero no siempre es así. Parece que la
zona puede jugar con el fallo del rival, pero ésas son las
conservadoras. La realidad es que el porcentaje de
defensas es mucho mayor para las individuales que
para las zonales. Y no sé por qué. En una charla me
pidieron hablar de ataque contra zona y yo me hacía
preguntas: ¿por qué no te hacen zonas?, ¿qué preten-
de el rival, que corramos menos, que cambiemos de
ritmo, aislar nuestro juego interior?, ¿piensan que no
tenemos buenos tiradores o una buena circulación de
balón? Muchas veces hay que preguntarse eso, por qué
te la ponen o por qué no te la ponen con más asidui-
dad. Como entrenador del Estudiantes creo que hemos
recibido menos zonas de las que nos hemos merecido.
No teníamos buenos tiradores, pero lo más importante
para atacar la zona es tener buenos pasadores, por lo
que no la atacábamos tan mal. Todo el equipo se con-
virtió en buen pasador y encontrábamos tiros más sen-
cillos. Creo que la defensa en zona te da algunas ven-
tajas, y es posible que si el otro equipo te la mantiene
durante varios ataques y tú sigues en individual, no
estés en igualdad de condiciones. Con la zona se tiene
más capacidad para rebotear en defensa y correr el
contraataque

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