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2 Índice Portada Prólogo 1. Problem solving estratégico: la navaja de Ockham de la consultoría y la formación 2. Intervenciones estratégicas directas Caso práctico 1. Las islas productivas de Prato: cómo convertir a sujetos conflictivos en colaboradores Caso práctico 2. Convertirse en líderes y gerentes 3. Cuando la operación de cambio se camufla de recorrido formativo Prólogo Caso práctico 1. Del individuo al sistema: mejorar el rendimiento del ejecutivo y de la empresa Caso práctico 2. El «desafío de la supervivencia» o convertir en aliados a empresa y sindicatos 4. La formación estimulante Prólogo Caso práctico 1. De la «asistencia perfecta» al «puesto de primeros auxilios local», o cómo fidelizar a los clientes Caso práctico 2. «¡Siempre lo he hecho así!» Dialogar de manera estratégica para vencer las resistencias Caso práctico 3. «Si quieres ver, aprende a actuar»: el PSE en la formación de Mediaset 5. Aprender para evolucionar: la formación prolongada en el tiempo Prólogo Caso práctico 1. El traspaso generacional en la gestión y dirección de empresas. Evitar la deriva en la gestión cuando falta el jefe adalid Caso práctico 2. «Mejorar la vida en la cárcel»: formación in situ de agentes de la policía penitenciaria Caso práctico 3. La formación estratégica en la organización militar 3 kindle:embed:0001?mime=image/jpg 6. Al principio, las palabras eran mágicas: la comunicación estratégica Prólogo La comunicación con un grupo y con una multitud «Mejorar a los mejores»: enseñar la comunicación persuasiva a los mejores problem solvers Caso práctico 1. No basta con la inteligencia estratégica Empleo e identidad digitales: el videocurrículo. Un instrumento innovador en la búsqueda de trabajo SIMONE TANI 7. Aplicaciones concretas: cómo nuestros alumnos han desarrollado lo aprendido La empresa de Gomorra DAVID CORSINI Despedir de forma ética: afrontar la crisis recolocando al personal MASSIMO WALTER LO CAMPO El formador estratégico: del proyecto a la realización de un itinerario formativo utilizando el modelo estratégico MARCELLA CAMPI Y MASSIMO SORIANI BELLAVISTA Las fases clásicas de la formación La mediación, arte del diálogo para evitar conflictos LUIGI PUCCIO y GIORGIO NARDONE Problem solving estratégico y sistemas de gestión para la calidad: ¿antagonismo o sinergia? MASSIMILIANO JOVANE Conclusiones Tipos de problemas a los que se ha hecho frente en los casos expuestos en el libro Bibliografía recomendada Notas Créditos 4 Gracias por adquirir este eBook Visita Planetadelibros.com y descubre una nueva forma de disfrutar de la lectura ¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos! Primeros capítulos Fragmentos de próximas publicaciones Clubs de lectura con los autores Concursos, sorteos y promociones Participa en presentaciones de libros Comparte tu opinión en la ficha del libro y en nuestras redes sociales: Explora Descubre Comparte 5 http://goo.gl/1OP6I6 http://goo.gl/v0wG2A http://goo.gl/JYqUxR http://goo.gl/IoPlU0 http://goo.gl/s0nYNA http://goo.gl/HjpKFD http://goo.gl/FKoB61 http://goo.gl/2VT2zx https://www.instagram.com/planetadelibros/ 6 Prólogo Cuando la crisis económica empezaba a manifestar sus efectos más devastadores, la reina Isabel de Inglaterra preguntó en una visita a la London Business School por qué nadie la había previsto y gestionado, teniendo en cuenta que, a posteriori, las causas resultaban evidentes para todos. Ocho meses después, llegó una primera respuesta por parte de la British Academy firmada por una treintena de profesores de las universidades británicas más prestigiosas, banqueros y altos representantes de instituciones financieras. Éstos lo atribuyeron a que «a menudo (los banqueros, los economistas y los financieros) perdían de vista el marco global». Los autores proseguían con una acusación desalentadora: «Una generación que se ha engañado a sí misma y a los que se creían los ingenieros de la economía avanzada». Aproximadamente un mes después, se le entregó a la soberana una nueva carta, firmada esta vez por otra decena de docentes ilustres. Éstos estaban de acuerdo con muchos de los puntos que sus colegas habían puesto de manifiesto, aunque los acusaban de haber omitido la causa principal: las carencias culturales de los economistas. Esta vez el dedo acusador recaía sobre la preferencia por las materias científicas en detrimento de otras disciplinas: la psicología, la filosofía y la historia. Éstas les habrían permitido comprender la realidad en su totalidad y obtener visiones sistémicas que sirvieran para ponerles freno. Por el contrario, como ya evidenciaba un trabajo de la comisión de la American Economic Association en 1991, las universidades de todo el mundo, con las estadounidenses a la cabeza, estaban produciendo demasiados idiots savants, expertos en cuestiones técnicas, pero desconocedores de los verdaderos problemas económicos. En resumen, los miembros de la British Academy respondieron a la reina que los problemas que condujeron a la crisis no se previeron ni se gestionaron «porque la economía la gestionan economistas». Esta afirmación puede parecer una broma de mal gusto, pero, en realidad, el grupo de insignes asesores de la reina explicó a la perfección que lo que falló de manera estrepitosa fue la gestión de esa realidad basada en modelos matemático-estadísticos, propios de las ciencias económicas, sin tener en cuenta factores humanos, sociales y psicológicos que influyen mucho más en los actos y en las decisiones que los cálculos estadísticos. Según explicaron, este fenómeno había resultado aún más lacerante debido a la 7 globalización de los mercados, contexto en el cual las diferencias culturales y religiosas/ideológicas determinan las posturas no sólo políticas, sino también económicas. Y semejante estrechez de miras ha demostrado ser tan ciega como desastrosa. Por desgracia, la lógica cuantitativa/estadística ha invadido la mayoría de las disciplinas científicas y aplicadas occidentales, incluso campos insospechados como la psicología y la medicina, que no son disciplinas eminentemente económicas, provocando en estos sectores una marcada degradación de la evolución innovadora de las metodologías de intervención e investigación en favor de un control matemático ilusorio de los procedimientos. Parece que se nos ha olvidado que la estadística es un mero instrumento de elaboración de los datos y no un criterio de valoración de los resultados, y que ha sido inventada por seres humanos. Todo esto ha llevado a que, en la mayoría de los casos, la ciencia de la gestión moderna, es decir, el conjunto de disciplinas que se ocupa de mejorar el rendimiento empresarial y organizativo, se exprese bajo la forma de una gestión empresarial árida, basada únicamente en los números, y a que el abuso de su aplicación conduzca a aberraciones muy poco inteligentes y a la nula consideración del factor humano. Éste es el caso, en absoluto infrecuente, del gerente que recorta puestos de trabajo y las inversiones en investigación para poner a buen recaudo las cuentas y recibir así sus «bonificaciones» al final del año, estrangulando de ese modo a la empresa. En el otro bando, en el campo de la formación y de la consultoría empresarial, pululan desde hace años ofertas indudablemente cercanas a las soluciones mágico- esotéricas o religiosas, como, por ejemplo, basar la estrategia empresarial en la cábala o en el zen tibetano, o incluso formar a los gerentes para que traten la empresa como una abadía cisterciense. Tampoco faltan las ofertas de los «motivadores» que, para elevar el potencial de los empresarios, les hacen caminar descalzos por el fuego, participar en juegos al aire libre como el rodeo o las simulaciones de batallas, o practicar deportes extremos, actividades éstas que poco tienen que ver con el rendimiento de un gerente empresarial y que ellos proponen basándose en el supuesto efecto mágico de la descontextualización de la experiencia. Incluso el lectorlego en la materia comprenderá que, para una empresa que desee mejorar su rendimiento o que se encuentre en crisis, la elección de un servicio de asesoramiento o de un curso de formación y reestructuración de su organización puede resultar algo no sólo difícil, sino también arriesgado. No es casualidad que en los últimos tiempos las peticiones dirigidas a los denominados «gurús» de la consultoría o a los «maestros» de la formación hayan disminuido de manera drástica. Creo que este redimensionamiento del mercado de la consultoría y la formación empresarial no es algo malo, sino una oportunidad de cambio, pues, desde mi punto de 8 vista, tal como ocurre con otras disciplinas que se ocupan de solucionar problemas o de obtener objetivos prefijados, la ciencia de la gestión de empresas y sus campos de aplicación también deben estar estructurados como ámbitos en los que el rigor se conjugue con la inventiva y la sistematización con la creatividad, dentro de modelos flexibles, amoldables a las diferentes características de cada empresa u organización, y capaces de adaptarse a circunstancias imprevistas. Este cambio requiere un salto lógico que imponga la constante verificación de la eficacia como única forma de validar cada intervención, más allá de posturas teóricas o convicciones ideológicas. Esta perspectiva estratégica prevé, además, que en la planificación y puesta en marcha de las intervenciones dirigidas a objetivos productivos y exitosos, se tenga siempre en mente que incluso las mejores soluciones fracasan si no tienen en cuenta el hecho de que una empresa es un organismo vivo, un sistema compuesto de muchos elementos que desempeñan funciones distintas y cuyo conjunto es mucho más que la suma de sus partes. El «sistema empresa» representa una «cualidad emergente» que sólo resultará eficaz para sus objetivos si funciona de manera armónica. Esta condición inevitablemente nace y se alimenta de las relaciones entre los seres humanos que viven e interactúan en su interior: incluso cuando parece que la complejidad de la organización los sobrepasa, son siempre los individuos y su cooperación los que construyen el éxito o el fracaso de una empresa. Tratar este tema significa centrarse en el factor humano que crea, nutre y, a veces, envenena o destruye la organización productiva con el objetivo de atraer la atención sobre las capacidades del individuo y de los grupos de personas que moran en el interior de ese organismo vivo que es la empresa y que le insuflan su aliento vital. La empresa que funciona como el mejor de los veleros sabe capturar y aprovechar los vientos que soplan dentro y fuera de su organización, haciendo que todos y cada uno de los componentes de la tripulación se sientan artífices del éxito. Han transcurrido veinte años desde que me ocupé por primera vez de intervenir en problemas empresariales (véase, en el capítulo 2, el caso de «Las islas productivas de Prato: cómo convertir a sujetos conflictivos en colaboradores»), aplicando al ámbito empresarial las estrategias de cambio y las técnicas de comunicación desarrolladas en mi trabajo con los problemas humanos y sus soluciones. En estas dos décadas, la labor de investigación e intervención para el desarrollo de soluciones estratégicas, así como de las modalidades comunicativas que las convirtieran en soluciones aplicables, se ha llevado a cabo de forma paralela en el ámbito clínico y en el empresarial, y el resultado ha sido la puesta a punto de un modelo de problem solving estratégico completamente original, aunque siguiendo los pasos de la tradición de la escuela de Palo Alto. Este modelo 9 innovador para la solución de los problemas humanos de tipo personal, relacional y sistémico en sus aplicaciones especializadas ha originado una serie de protocolos de tratamiento específicos para las patologías psicológicas más importantes (Nardone y Watzlawick, 1992; Nardone, 1997, 2003, 2004a; Watzlawick y Nardone, 1999; Nardone, Verbitz y Milanese, 2002; Nardone y Portelli, 2006; Nardone y Rampin, 2007; Muriana, Pettenò y Verbitz, 2007; Cagnoni y Milanese, 2010; Nardone y De Santis, 2012), que destacan por su eficacia y eficiencia, reproducibilidad, predictibilidad y transmisibilidad. Esto nos sirve para indicar que el modelo de problem solving estratégico desarrollado en Arezzo no sólo es un instrumento capaz de conducir a la resolución de problemas, sino que se trata también de un enfoque rigurosamente científico que se distingue de las muchas propuestas de intervención muy poco rigurosas, cuando no esotéricas, presentes en el mercado de la formación y de la consultoría empresarial. De hecho, como le resultará claro al lector por los ejemplos de intervención que se expondrán a continuación, el modelo guía de manera rigurosa en la búsqueda de soluciones originales o en la adaptación de técnicas ya aplicadas con éxito en el mismo tipo de problemas, así como en la adecuación de las modalidades aplicables a las peculiaridades de cada sistema empresarial y organizativo. Son más de trescientos los casos de consultoría y formación desarrollados en empresas, entes y organizaciones con una satisfacción del cliente superior al 90 %. Se considera, pues, que los contextos de estas prestaciones varían entre entes macroscópicos —como el Ejército, Correos o el funcionariado de las instituciones penitenciarias—, multinacionales —como Barilla, Tamoil, Illy, Johnson & Johnson y BAT— y medianas-grandes empresas —como Elica y Pomini—, hasta llegar a la gran distribución —como SMA y Despar—, a partir de las cuales se puede hacer incluso una mejor valoración del alcance práctico del modelo de problem solving estratégico en el mundo organizativo. Presentamos este texto diez años después de Terapia estratégica para la empresa[*] y queremos que sea un manual práctico, con objeto de ofrecer al lector la posibilidad de adentrarse de manera eficaz en la operatividad del problem solving estratégico. Con ese fin, los casos prácticos y su comentario conformarán el núcleo de la exposición, de manera que pasemos de la experiencia real a la reflexión sobre la técnica y el enfoque teórico. Para facilitar este proceso, los casos seleccionados se presentarán dentro de grupos de intervención; es decir, que las estrategias aplicadas serán las que conduzcan a la explicación de las dificultades. En otras palabras, los ejemplos prácticos están organizados en cinco tipos de prestación-intervención: la formación prolongada, el estímulo formativo, el 10 asesoramiento camuflado, la intervención de cambio directo y el adiestramiento en la comunicación estratégica. Éstos son los tipos de solución a los problemas o las respuestas a las exigencias y las necesidades que nos han planteado nuestros clientes, que, desde nuestro punto de vista, representan posibilidades reales de intervención estratégica en empresas y en organizaciones. De hecho, para el problem solver estratégico, no son las explicaciones interpretativas las que conducen a la puesta en marcha de las intervenciones resolutivas, sino que son las soluciones eficaces las que explican el funcionamiento de los problemas resueltos. GIORGIO NARDONE 11 12 1 Problem solving estratégico: la navaja de Ockham de la consultoría y la formación Toda teoría racional, sea científica o filosófica, es racional en la medida en que trata de resolver ciertos problemas. KARL POPPER, El desarrollo del conocimiento científico «Todo aquello que se puede con poco, se hace, en vano, con mucho», dice la fulminante formulación de Guillermo de Ockham de su famosa «navaja», un principio metodológico con el cual el filósofo pretendía mostrar los límites y los peligros de la asunción, ante los problemas humanos, de visiones idealistas y metodologías hiperracionales que contemplaban complicados procesos de razonamiento. La metáfora de la navaja, en efecto, sugiere la idea de que desde el punto de vista metodológico es oportuno eliminar las hipótesis más complicadas con cortes de cuchilla y mediante sucesivasaproximaciones. La navaja de Ockham representa uno de los principios básicos del problem solver estratégico: la idea de que se pueda alcanzar la solución de los problemas, incluso de los extremadamente complejos, mediante un procedimiento simple y económico, intentando reducir al mínimo los «costes» existenciales y materiales para la persona o la organización. Antes de pasar a la exposición detallada de las intervenciones llevadas a cabo, mediante los casos prácticos que se comentarán más adelante, ofrecemos una presentación resumida de nuestro modelo, bajo la forma de «instrucciones de uso», y remitimos a otros textos para una mayor profundización teórica y técnica (Nardone, Mariotti, Milanese y Fiorenza, 2005; Milanese y Mordazzi, 2009; Nardone, 2010). SECUENCIA RESUMIDA DE LAS FASES DEL PROBLEM SOLVING ESTRATÉGICO (PSE) PROBLEMA/OBJETIVO 13 DEFINIR EL PROBLEMA Cuál es realmente el problema, quién está involucrado, dónde se manifiesta, cuándo aparece, cómo funciona. Dar una descripción lo más detallada posible, en términos lógicos y analógicos, de forma que «se salga más tarde para llegar antes». DETERMINAR EL OBJETIVO Tras definir el problema, se describen los cambios concretos que, una vez realizados, permitirán afirmar que el problema está resuelto. Es decir, se define el objetivo que se quiere alcanzar, en términos tanto lógicos como analógicos. Éste es el segundo paso de un proceso de PSE. ANALIZAR Y EVALUAR LAS SOLUCIONES INTENTADAS La tercera fase viene representada por la identificación y la valoración de todos los intentos fallidos llevados a cabo hasta el momento para resolver el problema en cuestión. Ésta es la fase crucial de estudio de la solución, que comienza, no en vano, con la valoración de todas las soluciones que se han intentado, pero que no han tenido éxito. Se trata del constructo central del PSE, consistente en la solución intentada que, si no funciona pero se reitera en el tiempo, tiende a mantener el problema y a complicar su funcionamiento. TÉCNICA DE CÓMO EMPEORAR Una vez identificadas las soluciones intentadas, se procede a plantear la siguiente pregunta: «Si quisiera, voluntaria y deliberadamente, empeorar mi situación en vez de mejorarla, ¿qué haría o dejaría de hacer? ¿Qué pensaría o no pensaría? ¿Cuáles serían los métodos o las estrategias que, una vez adoptados, conducirían a un fracaso seguro de mi proyecto?». Esta técnica se inspira en la antigua estratagema china: «Si quieres enderezar algo, aprende antes a torcerlo más». TÉCNICA DEL ESCENARIO MÁS ALLÁ DEL PROBLEMA Además de la técnica presentada, para centrarnos de un modo todavía más concreto en el objetivo que se pretende alcanzar, hemos formalizado otra técnica innovadora: imaginar el escenario ideal más allá del problema. Se trata de preguntarse cuál sería el escenario, con respecto a la situación que se quiere cambiar, una vez que el problema se haya resuelto por completo o, en el caso de que se pretenda obtener mejoras, que se haya alcanzado el objetivo totalmente. En otras palabras, la persona debe imaginar cuáles serían todas las características de la situación ideal después de haber realizado el cambio estratégico. TÉCNICA DEL ESCALADOR Frente a un problema difícil de resolver y con el fin de construir una estrategia eficiente además de eficaz, resulta útil partir del objetivo que se pretende alcanzar e imaginar la fase inmediatamente anterior; después, la fase previa a esa última; así hasta alcanzar el punto de partida. De este modo, se subdivide el recorrido en una serie sucesiva de microobjetivos que parten del punto de llegada para ascender hasta el primer paso que se debe dar. Esta estrategia mental aparentemente ilógica permite construir de forma cómoda la secuencia de 14 acciones que se deben realizar para resolver el problema, partiendo del cambio más pequeño, pero a la vez más concreto. AFINAR LA PUNTERÍA DE FORMA PROGRESIVA Algunas veces, los problemas son tan complejos que no requieren una única solución, sino una secuencia de soluciones, como en el juego de las cajas chinas o de las matrioskas rusas, en las que se abre la primera y se encuentra otra dentro, que a su vez alberga otra más y así hasta la última. Frente a situaciones de este tipo, es fundamental no pretender afrontar todos los problemas a la vez y empezar por el más accesible. Una vez resuelto el primer problema, se pasa al segundo, y así sucesivamente, sin perder, eso sí, la visión de conjunto y las interacciones posibles entre las concatenaciones de problemas. SOLUCIÓN 15 16 Por definición, el PSE se puede aplicar a cualquier tipo de problema y a ámbitos totalmente distintos, entre los cuales se incluye el de la investigación empírica. Esta última, en efecto, ha constituido el fundamento metodológico para la puesta a punto de las numerosas y específicas formas de intervención terapéutica y de comunicación estratégica desarrolladas en nuestro centro y aplicadas con éxito a miles de casos clínicos y cientos de casos de gestión empresarial. Esta lógica se diferencia de las tradicionales por adaptar las técnicas de intervención según los objetivos preestablecidos y las características específicas del problema afrontado, más que por una teoría rígida preconstruida que hay que respetar. De hecho, en el enfoque estratégico desarrollado, la condición fundamental es la renuncia a cualquier teoría fuerte que establezca a priori la estrategia de intervención. Desde esta perspectiva, es siempre la solución la que se adapta al problema, y no a la inversa, como sucede en la mayoría de los modelos de intervención tradicionales. Al problem solver estratégico no le interesa conocer las verdades profundas ni el porqué de las cosas, sólo saber «cómo» hacerlas funcionar del mejor modo posible. Su principal preocupación es la de adaptar sus conocimientos a las «realidades» parciales a las que se enfrenta en cada ocasión e idear estrategias constituidas sobre los objetivos que se pretenden alcanzar para adecuarse, paso a paso, a la evolución de la «realidad» en la que se interviene. En efecto, al abandonar la alentadora tesis positivista de un conocimiento «científicamente verdadero», en la intervención estratégica nos ocupamos de identificar los modos más «funcionales» de conocer y actuar, es decir, de conducir al individuo a la «conciencia operativa». Esto significa dejar en un segundo plano la búsqueda de las causas de los acontecimientos para concentrarse en el desarrollo de una capacidad cada vez mayor de gestionar estratégicamente la realidad que nos rodea y alcanzar así nuestros objetivos: serán justamente las soluciones eficaces las que expliquen las raíces de los problemas resueltos. Así pues, la pregunta «por qué» se sustituirá por «cómo funciona». Al preguntarnos «cómo funciona» una situación dada, evitamos buscar las causas y los «culpables», y nos centramos, en cambio, en las modalidades que mantienen un determinado equilibrio y en cómo puede modificarse este último. Esto significa que se debe orientar la observación a la persistencia de un problema más que a su formación: efectivamente, sólo se puede intervenir ante la persistencia de un problema. Preguntarse «cómo funciona» orienta el estudio hacia la búsqueda del cambio en el presente, mientras que preguntarse «por qué» conduce a buscar las explicaciones en un pasado que, sea como sea, no puede cambiarse. Al renunciar a la pretensión de un conocimiento apriorístico de los fenómenos que 17 son objeto de estudio, el problem solver estratégico debe disponer de un «reductor de complejidad» que permita comenzar a intervenir en la realidad que se quiere modificar y desvelar así, de forma progresiva, el modo en que funciona. Ese reductor se encuentra en el constructo de la «solución intentada». Como indica el filósofo de la ciencia Karl Popper (1974, 1983), cuando nos topamos con un problema, tendemos por economía mental a recurrir a la experiencia, de modo que volvemos a utilizar intervenciones resolutivas que en el pasado funcionaroncon problemas análogos. Luego, frente al fracaso de esas estrategias, en lugar de recurrir a modalidades de solución alternativas, tendemos a aplicar con más energía la estrategia inicial, con la ilusión de que «ponerle más ganas» la volverá eficaz. Estos intentos de repetir una misma solución que no funciona en el presente, pero que funcionó en el pasado, al final provocan un complejo proceso de retroacción, en el cual los esfuerzos dirigidos al cambio son los que mantienen inalterable la situación problemática o la complican todavía más. Desde este punto de vista, podemos afirmar que las «soluciones intentadas se convierten en el problema» (Watzlawick, Weakland y Fisch, 1980). Por lo tanto, el estudio de las soluciones aplicadas es lo que nos hace conocer el problema y su modo de persistir, es decir, cómo se alimenta gracias a los efectos de los intentos disfuncionales de resolverlo. En palabras de Giorgio Nardone: «Se conoce un problema a través de su solución» (Nardone y Portelli, 2006). Cuando un sistema se encuentra en esta situación, está atrapado en un «juego sin fin»: el propio sistema y sus componentes son parte activa del problema y sólo un cambio introducido desde el exterior, que conduzca a modificar el modelo disfuncional, supone una solución concreta. Lo primero que el problem solver tendrá que hacer, por tanto, será identificar las «soluciones intentadas» que el sistema y los individuos implicados han llevado a cabo hasta ese momento para obtener un dato objetivo o para modificar una situación considerada disfuncional. La intervención estratégica se ocupará de romper, del modo más eficaz y rápido posible, el mecanismo autopoiético establecido entre las soluciones intentadas y la persistencia de un equilibrio disfuncional, para llevar después a la construcción de un nuevo equilibrio persistente y funcional. En los capítulos siguientes trataremos de aclarar y concretar al máximo lo que hemos expuesto aquí de manera esquemática. Pero antes nos parece crucial recalcar el hecho de que, para aplicar con eficacia el modelo del PSE, no sólo es necesario «saber», sino que también hay que «saber hacer» o, dicho de otro modo, es indispensable la capacidad de comunicar a los demás y a uno mismo, de forma que podamos escapar de la trampa de los esquemas mentales y comportamentales. Por esta razón, a lo largo de este texto, se explicará ampliamente también la comunicación estratégica. 18 La lógica del problem solving y la de la comunicación representan las dos almas del enfoque estratégico; no puede existir problem solving estratégico sin una comunicación estratégica, y viceversa. Así como el primero representa el método que guía la intervención, la segunda es el vehículo que permite su aplicación. El lenguaje, los gestos y las acciones son el bisturí del problem solver que, si se usa con precisión quirúrgica, puede llevar a éxitos extraordinarios. En cambio, si se utiliza sin maestría, no será posible operar ningún cambio quirúrgico. 19 20 2 Intervenciones estratégicas directas Es mucho más difícil hablar de algo que hacerlo. OSCAR WILDE, Aforismos Esta categoría de intervención en el seno de una empresa o de una organización se refiere a los casos en los que se pide a los profesionales del PSE que intervengan directamente dentro del sistema en el que subsiste el problema. En otras palabras, la persona que encarga el servicio y el cliente delegan la intervención resolutiva en profesionales externos a la organización. Este encargo hace que los especialistas en PSE asuman la plena responsabilidad de la intervención no sólo en cuanto al diseño de las estrategias resolutivas de los problemas que les plantean, sino también de su aplicación directa. Esto significa que el asesor no se limita a dar consejos e indicaciones sobre qué ha de hacerse, sino que opera de manera activa dentro del sistema poniendo en práctica en primera persona las estrategias diseñadas, igual que un médico trata personalmente a su paciente visitándolo a domicilio y suministrándole directamente la terapia. 21 22 Caso práctico 1. Las islas productivas de Prato: cómo convertir a sujetos conflictivos en colaboradores[1] El conjunto representa más que la suma de sus partes. En el lejano 1991, tras un seminario sobre el cambio estratégico impartido por Paul Watzlawick y Giorgio Nardone, y dirigido a empresarios, llegó por primera vez al Centro di Terapia Strategica de Arezzo una petición de ayuda procedente del ámbito empresarial y organizativo. Ése fue el comienzo de nuestra historia como problem solver empresariales. EL PROBLEMA En aquel período, la industria textil de Prato pasaba por grandes dificultades debido a un aumento repentino de la competencia por parte de grandes multinacionales extranjeras. La primera reacción de estas pequeñas empresas fue la de bajar los precios y, en consecuencia, también la calidad del hilado en un intento por mantenerse en el mercado. Sin embargo, ésta no resultó ser una solución funcional, ya que aumentó la competencia entre las pequeñas empresas con una tendencia a la bajada de los precios y al incremento del trabajo hasta rayar con la quiebra. Cuando la situación parecía haber llegado ya al límite, un proyecto regional dependiente de financiación europea permitió entrever un posible repunte. Se trataba de hacer emerger «islas productivas», es decir, unidades organizativas particulares dentro de las cuales se centralizaban más trabajadores, dando a cada uno la responsabilidad de una parte de la cadena productiva. En otras palabras, cada pequeña empresa dentro de la «isla productiva», que, en consecuencia, se convertía en una gran empresa, asumiría una responsabilidad determinada. Una empresa se ocuparía de los pedidos; otra, de la recogida de las materias primas; otra, de la distribución de los productos; otra, de los envíos; y así con todas, de modo que se construyera una estructura que optimizase los costes y, por lo tanto, las ganancias, garantizando la productividad. Sin duda, el proyecto representaba una modalidad eficaz para salvar a muchas fábricas que, de haber rivalizado entre sí, frente a la competencia externa, habrían agravado cada vez más su situación hasta llegar a la quiebra. Al unirse, en cambio, los empresarios podían dar vida a una organización que resultaba funcional para todos, pues permitía racionalizar la producción y reducir los costes sacando provecho de la economía a gran escala. El proyecto era perfecto desde el punto de vista lógico y formal: los fondos europeos ya se habían asignado y todo estaba 23 dispuesto para que cada fábrica tuviese la posibilidad de salir ganando gracias a su unión con las demás. No obstante, los problemas comenzaron a surgir ya con el primer grupo de patronos de las empresas seleccionadas para dar vida a la primera isla productiva. Aunque la lógica del sentido común indicase claramente que, si unían fuerzas, todos saldrían ganando y que ésta era la única posibilidad de volver a ser competitivos en el mercado, los empresarios por separado, que siempre habían competido entre sí, empezaron a manifestar los primeros problemas. Declararon que ya no se fiaban los unos de los otros y pretendían que los demás componentes mostrasen confianza para luego ofrecerla ellos. Como el lector comprenderá, se trata de la clásica situación de estancamiento: nos mantenemos bloqueados a la espera de que sean los demás los que den el primer paso. La incapacidad total de colaboración demostrada por varios miembros del grupo representaba, como es obvio, un gran obstáculo para la puesta en marcha de todo el proyecto. Ante semejante callejón sin salida, se solicitó una primera intervención a una prestigiosa consultoría. LAS SOLUCIONES INTENTADAS Los responsables trataron de convencer a los representantes de las empresas mediante encuentros de formación basados en dinámicas de comunicación y, al mismo tiempo, en explicaciones sensatas de las indudables ventajas del proyecto. Esta intervención no surtió ningúnefecto positivo. Llegados a este punto, recurrieron al Centro di Terapia Strategica con la desesperada petición de lograr convencer a los responsables de las empresas de que evitasen el suicidio adhiriéndose a la operación de salvamento del sector industrial de Prato. Tras una atenta evaluación de la situación, se decidió probar con una intervención directa, es decir, una labor de persuasión estratégica similar a una auténtica terapia sistémica. Esta intervención se articuló en una única jornada: mañana, tarde y noche, incluida una cena «social». Una especie de ritual terapéutico que preveía una verdadera «experiencia emocional correctiva» de los participantes (Alexander y French, 1956). Lo primero que hicimos fue reunimos con el grupo de representantes de las empresas y preguntarles: «¿Qué haríais si, en lugar de llevar el proyecto a buen puerto, quisierais que fracasara?». Gran parte de la mañana se dedicó a la recopilación de las respuestas de cada uno de los participantes y a la discusión de las propuestas. Fue curioso que todos cayesen en la cuenta de que, para eso, lo mejor era continuar con la desconfianza recíproca y esperar a que fueran los demás los que dieran el primer paso. Evitamos en todo momento revelarles que eso era exactamente lo que estaban haciendo y que lo sensato sería que cambiasen de comportamiento de manera voluntaria. En lugar de eso, a última hora de la mañana, les propusimos un dilema que debían 24 resolver. En la formulación original del «dilema del prisionero» (Watzlawick, 1979), un juez instructor retiene a dos hombres sospechosos de un atraco a mano armada. Las pruebas son insuficientes para llevar el caso ante los tribunales. Por tanto, el magistrado ordena que encierren a los dos en celdas separadas, de modo que no puedan comunicarse, y explica a cada uno por separado que para condenarlos necesita una confesión. El juez utiliza esta estratagema con ambos: «Si tú te declaras culpable y él inocente, saldrá enseguida y tú cumplirás siete años de condena. Si te declaras culpable y él también se declara culpable, cumpliréis seis meses cada uno. Si declaras que eres inocente y él que es el culpable, saldrás enseguida y él cumplirá siete años. Si los dos os declaráis inocentes, ambos cumpliréis tres años». Nos encontramos ante un dilema sin solución: los dos prisioneros saben cuál sería la mejor decisión para ambos desde un punto de vista lógico-racional (es decir, declararse culpables), pero la situación no les permite decidir de manera segura y definitiva, pues no pueden comunicarse entre sí de ningún modo. Además, aunque los prisioneros consiguieran comunicarse y tomar una decisión consensuada, su destino seguiría dependiendo de la confianza que cada uno profesara al otro y que cada uno creyera que el otro le profesa a él. Ambos se preguntarían: «Si me fío de él, ¿puedo estar seguro de que él se fiará de mí y del hecho de que yo me fíe de él?». Así pues, la decisión se basa en mi suposición con respecto a la decisión que adoptará la otra persona. A su vez, la decisión de la otra persona dependerá de lo que crea que yo pienso que es la mejor decisión. Ésta se basa, por tanto, en una regresión teóricamente infinita del tipo «creo que él cree que yo creo que...». Reflexionar sobre este dilema y conducir a los participantes a una solución que no puede ser lógica, sino que se basa únicamente en el riesgo de fiarse del otro, confiando en que el otro se fíe de mí, fue un modo sugerente e indirecto de inducirlos a correr el riesgo que no se atrevían a asumir, o sea, fiarse confiando en la confianza ajena. De hecho, en su situación, sólo la confianza mutua permitiría participar en un juego «de suma distinta de cero» (Von Neumann y Morgenstern, 1944), es decir, un juego en el que o ambos ganan o ambos pierden, en lugar de continuar con el juego «de suma cero», en el que todos los participantes terminan perdiendo. Esa misma tarde nos reunimos con cada uno de los participantes por separado. Las entrevistas individuales se centraron en los principales problemas que ellos habían detectado y en las relaciones interpersonales entre los distintos miembros de la isla productiva. Le preguntamos a cada uno en particular cuál era la persona con la que peor se llevaba y cuál era aquella con la que mejor trabajaba, hacia quiénes sentía mayor hostilidad, de quiénes se fiaba menos y de quiénes se fiaba más, y quiénes creía que se fiaban de él. Luego, preguntamos qué habían hecho para gestionar estas relaciones 25 difíciles (es decir, analizamos sus soluciones intentadas). La principal solución que habían intentado, como era previsible, era la asunción de una postura de fuerte «simetría»,[2] que daba lugar a una escalada continua que culminaba en discusiones y, a menudo, en la interrupción de la relación. Una vez surgida la exigencia de interrumpir este circuito disfuncional de soluciones interactivas intentadas, que no hacían sino confirmar la desconfianza mutua, concluimos las entrevistas con la siguiente prescripción del «como si...»: «Nos gustaría que cada día usted se preguntara: “¿En qué cambiaría mi comportamiento habitual con las personas a las que considero poco fiables y hostiles si actuara como si me fiase de ellas y ellas se fiasen de mí? ¿Qué cambiaría si actuara como si esas personas necesitasen mi ayuda y mi protección?”. Elija cada día algo muy pequeño, pero concreto, que pueda hacer para actuar como si esas personas necesitasen su ayuda y póngalo en práctica». El objetivo de la prescripción era sustituir una profecía disfuncional reiterada inconscientemente por todos los agentes involucrados por una profecía autocumplida funcional.[3] La prescripción del «como si...», al modificar el comportamiento de las personas una vez al día en una situación aparentemente poco importante, desencadena un potente proceso de cambio, en el cual cuanto más asumen los individuos un comportamiento de apertura y accesibilidad, más desencadenan una espiral positiva de confianza mutua. Tras el ordenamiento de una serie de prescripciones cruzadas entre los miembros del grupo, se celebró la cena social. Percibimos cambios notables en el comportamiento de los sujetos. Después de la cena, nos volvimos a reunir y el grupo se mostró flexible y dispuesto a emprender una empresa que, según sus palabras, significaba «embarcarse en una misma nave y confiar los unos en los otros para emprender un viaje hacia un mundo nuevo y mejor». Ésta no demostró ser una simple declaración de intenciones, pues no sólo la isla productiva se puso en marcha, sino que su éxito la encumbró como modelo para otras realidades productivas basadas en la fusión de pequeñas empresas en crisis. Comentario Este caso histórico pone de manifiesto el poder de cambio de modelo en una situación de resistencia extrema, en la que otros reputados profesionales se habían rendido frente al aparente absurdo de la situación. Sin embargo, precisamente al aceptar como sensato el comportamiento irracional y suicida de cada uno de los responsables de las empresas, fue posible conducirlos a través de un recorrido «terapéutico» orientado a vencer la resistencia al cambio. Como se desprende claramente de la exposición, las fases de análisis del problema, la definición del objetivo y la evaluación de las soluciones intentadas fueron ejecutadas con los clientes, es decir, con aquellos que habían hecho el trabajo hasta entonces; en cambio, la técnica del «cómo empeorar», el uso del dilema del prisionero como metáfora y estratagema para construir el equipo y la técnica del «como si...» se aplicaron directamente con los responsables de las empresas a lo largo de una jornada que podríamos definir como de cambio terapéutico. Hay que tener presente que una intervención de este tipo no sólo requiere que los asesores sean capaces de utilizar el modelo de PSE, sino que demuestren también cierta maestría en el uso de la comunicación estratégica dirigida tanto a un grupo como a individuos. Como nos advierte Leonardo da Vinci: «No existe una buenateoría sin una buena práctica» y viceversa. 26 27 28 Caso práctico 2. Convertirse en líderes y gerentes Encontraré un modo o lo crearemos. ANÍBAL EL PROBLEMA Una empresa de dimensiones medias, en fuerte expansión, del sector de la distribución y venta de productos de lujo del mercado italiano solicitó nuestra intervención por unos problemas surgidos durante el último año de actividad. La empresa mostraba un bloqueo exponencial del crecimiento y, sobre todo, grandes dificultades por parte de los responsables regionales a la hora de gestionar el rendimiento de los colaboradores. En el primer encuentro con nuestro equipo, participaron los dos socios fundadores, a los que pedimos que nos contasen con detalle cuáles eran esas dificultades y cómo se organizaba la empresa. La sociedad que habían fundado y gestionado de manera jerárquica contaba con doce responsables de área bajo su mando, que a su vez gestionaban a una decena de distribuidores y vendedores. De los doce responsables de área, nueve eran vendedores ascendidos para dirigir a sus antiguos colegas de ventas. Las dificultades habían surgido principalmente en las relaciones entre los responsables de área y sus colaboradores: los primeros se lamentaban de la escasa productividad y autonomía de los segundos a la hora de gestionar la clientela. Con frecuencia, los propios socios se veían obligados a intervenir en la gestión de los clientes difíciles. Esto les impedía dedicarse de lleno a su cometido y les hacía sentir frustrados por los resultados, que ya no eran tan brillantes, y estresados al tener que ocuparse de cuestiones que no eran de su competencia debido a la incapacidad de sus colaboradores. Además, en una cadena jerárquica invertida, incluso los responsables habían pedido ayuda a los dos jefes para gestionar su nuevo papel como directores, y los socios fundadores se lamentaban porque perdían gran parte de su tiempo sustituyendo a los responsables de área. Mediante el diálogo estratégico y a través de nuestras preguntas, los socios consiguieron dar una definición clara y concreta del problema que debía resolverse y del objetivo que pretendían alcanzar. Esto es: convertir a los responsables de área en líderes en todos los sentidos, o sea, en personas capaces de gestionar la red de distribución y de venta, creando así una verdadera cadena de mando jerárquica que permitiese a cada uno cumplir bien su cometido. Por otra parte, sugerimos que ambos socios participasen directamente en la intervención. La propuesta fue recibida de inmediato como una oportunidad de crecimiento: en realidad, desde nuestro punto de vista, los socios eran parte activa del problema. 29 LA INTERVENCIÓN Se planificó una intervención de tipo formativo y de cambio estratégico que se realizaría mediante una serie de jornadas de trabajo intensivo en el aula con periodicidad mensual. Al final de cada encuentro se proporcionarían las consignas que debían ponerse en práctica hasta la siguiente cita. Al tratarse de una terapia breve, estratégica, sistémica e individual, en cada encuentro trabajaríamos las dificultades y los problemas propuestos mediante la aplicación del modelo de PSE y facilitaríamos prescripciones que debían llevarse a la práctica en el ejercicio profesional cotidiano hasta alcanzar los objetivos prefijados. Como el lector más experto entenderá, de este modo la intervención consistiría a la vez en un recorrido de crecimiento, cambio y aprendizaje para los individuos, así como en una reestructuración del sistema organizativo. LA PRIMERA JORNADA La intervención formativa se inauguró planteando la pregunta sobre «cómo empeorar». Los participantes, dispuestos en un círculo junto a los miembros de nuestro equipo, debían responder por turnos. Cada participante debía dar una respuesta en el plano personal y en el plano sistémico de la organización. El primer efecto inmediato fue la participación activa de cada uno de ellos en el proyecto formativo, tanto en el plano racional como en el emocional: algunos expusieron dificultades personales que nunca antes habían declarado, como si se encontraran en una terapia de grupo. Esta atmósfera relacional creó también una fuerte cohesión entre ellos: hacer trabajar juntas a varias personas a las que se les pide que respondan a una pregunta aparentemente ilógica suele suscitar un efecto de team building (construcción de equipo) sorprendente. Más allá de los efectos sugestivos, las respuestas a «cómo empeorar» hicieron emerger con toda claridad las tentativas fallidas que se habían puesto en práctica hasta ese momento y que en el futuro podrían haber empeorado la situación (fase de identificación de las posibles soluciones disfuncionales intentadas): Sostener un estilo relacional hiperprotector frente a los colaboradores; es decir, ocuparse continuamente de las dificultades no sólo laborales, llegando a veces a sustituirlos en la gestión de lo que parece difícil o imposible («Cuando veo que no se valen por sí mismos, me siento obligado a intervenir»). Mantener un estilo de comunicación ambivalente que alterna frecuentes «reprimendas» (definidas así por ellos mismos) con una excesiva condescendencia («Me enfado, me enciendo, pero luego no pongo en práctica ningún remedio correctivo»). 30 Pasar demasiado tiempo tratando de gestionar dinámicas personales dentro del grupo, en lugar de dedicarse al desarrollo del mercado («Debo venderme a mis colaboradores»). Mostrar notables dificultades en el desarrollo del papel de jefe que delega, controla y corrige, mandando hacer en lugar de hacer en primera persona. Después de haber parafraseado (técnica del diálogo estratégico) y reestructurado los contenidos aportados por los participantes y de haber evidenciado su necesidad de convertirse en líderes de los demás, pero, sobre todo, de sí mismos, preguntamos cuáles habían sido las sensaciones que habían experimentado para afianzar también en el plano emocional lo vivido a lo largo de la jornada. La respuesta unánime fue la naturaleza de los intercambios comunicativos y el descubrimiento de sus actitudes y comportamientos disfuncionales. La jornada terminó con la asignación de una tarea que debían poner en práctica todos los días, es decir, la técnica de «cómo empeorar a diario». Cada mañana, las personas debían preguntarse: «Si hoy, en concreto, quisiera empeorar voluntariamente la situación, ¿qué haría o dejaría de hacer? ¿Qué pensaría o no pensaría?». Por la noche, antes de acostarse, todos debían releer la lista de las respuestas que habían dado por la mañana y, en el caso de que se hubiesen aplicado alguna estrategia para empeorar, señalarla con una cruz. La compilación diaria y la verificación vespertina de una especie de «receta personal para el fracaso» tenían por objeto afianzar en la cotidianidad de cada uno de los participantes lo vivido a lo largo de la primera jornada de intervención, provocando un proceso de cambio sutil entre la primera y la segunda jornada. LA SEGUNDA JORNADA Para empezar, comentamos el mes que acababa de pasar, las vivencias experimentadas y los cambios realizados. Se valoraron las capacidades manifestadas por los participantes para dar inicio al recorrido de crecimiento personal y profesional. En realidad, el cambio ya se había activado: el hecho de preguntarse todas las mañanas «cómo empeorar» había creado, como suele ocurrir, una reacción de aversión con respecto a las acciones en ese sentido, que se habían evitado de manera espontánea. Por tanto, las personas habían logrado desbloquear las soluciones disfuncionales intentadas y habían iniciado un proceso de mejora de la situación. La técnica de cómo empeorar, en lugar de desencadenar la paradoja del «exceso de control que hace perder el control» a través de indicaciones sobre qué hacer para mejorar, había inducido una aversión más emocional que cognitiva y, precisamente por este motivo, al instigar el cambio, había resultado mucho más eficaz que cualquier prescripción correctiva directa (Nardone, 2010).31 En términos concretos, todo el grupo había sido capaz de mantener a raya las tendencias disfuncionales, es decir, habían comenzado a delegar, controlar y corregir a los colaboradores y habían reducido a cero sus intervenciones cuando se trataba de sustituirlos. Además, habían empezado a distinguir los problemas personales de los profesionales tanto respecto a los colaboradores como a ellos mismos. Una vez redefinidos los resultados conseguidos y valoradas las capacidades personales que habían puesto de manifiesto los participantes, se introdujo la segunda técnica del PSE: el escenario tras el cambio. Esta prescripción deriva de una readaptación al contexto organizativo de la técnica del «como si...» de Paul Watzlawick y de la conocida técnica de la «pregunta milagro» diseñada por Steve de Shazer (1992). Se propone a los participantes una fantasía ritual: «Imaginad que salís de aquí esta noche, volvéis a casa y hacéis lo que soléis hacer por las noches —leer un buen libro, ver la tele— y, finalmente, os acostáis. Y justo mientras estáis durmiendo ocurre un milagro y todos los problemas que os han traído aquí desaparecen. Por la mañana os despertáis y, como por arte de magia, esos problemas se han esfumado. Pero vosotros no lo sabéis, porque el milagro ha ocurrido mientras dormíais... ¿Qué advertiríais, ahora que el milagro ha ocurrido? ¿Qué novedades notaríais en vosotros mismos, en los demás o en la organización? ¿Qué cambiaría de inmediato en vuestra empresa? ¿Cómo se presentaría ese escenario para poder decir que el problema se ha resuelto? ¿Qué haríais de otra manera y qué harían los demás?». Mediante la técnica del escenario y a partir de imágenes que pueden parecer banales y poco concretas, dado que se refieren a sensaciones personales como «me sentiría tranquilo» o «no me costaría pedir consejo», o incluso «sentiría que mis colaboradores confían en mí», se definieron los objetivos relativos a la empresa y a los individuos, y sus exigencias y aspiraciones personales. De este modo, el potencial personal se unió al de la organización y se pusieron de manifiesto las posibles áreas críticas en la relación entre los individuos y su papel en la estructura y en la dinámica de la empresa. Desde ese momento, la planificación estratégica se percibió como un proceso de crecimiento personal y una mejora de la condición individual y no sólo como una obligación profesional hacia la organización a la que pertenecían. La técnica del escenario más allá del problema es una maniobra orientada a la inducción de un autoengaño positivo que, al aprovechar la «lógica de la creencia» (Nardone y Salvini, 2006; Nardone y Balbi, 2009), sugiere que el «milagro» puede ocurrir y, sobre todo, desplaza la atención de la persona del presente problemático a un futuro sin el problema. Dicho desplazamiento de perspectiva es de por sí funcional, pues abre nuevos horizontes y hace que la persona se proyecte más allá del problema. La técnica del escenario, además, ayuda a perfeccionar la indagación cognoscitiva y a definir mejor el objetivo y todas las posibles resistencias al cambio. 32 Tras explorar los escenarios individuales durante la sesión plenaria, se procedió precisamente a comparar lo que había surgido de la técnica del escenario con lo que se había obtenido a través de la técnica de «cómo empeorar». De este modo, se llegó a una definición clara de las acciones que debían emprenderse, de los correctivos que habían de aplicarse y de las soluciones disfuncionales intentadas que debían evitarse tanto en el plano personal como en el empresarial. La segunda jornada concluyó con la consigna de tener presentes los resultados de las dos técnicas y de continuar con el «cómo empeorar diario». Por otra parte, los participantes debían poner en práctica todos los días una pequeña acción «como si el escenario ideal ya se hubiera materializado». LA TERCERA JORNADA Al igual que en la segunda jornada, la primera parte de la tercera jornada se dedicó a valorar los comentarios sobre los resultados. La gran mayoría de los participantes referían efectos muy positivos; algunos estaban realmente entusiasmados por los resultados obtenidos. De hecho, afirmaban que la introducción diaria de una acción «como si todo funcionase ya mejor», además del «cómo empeorar diario», que se había convertido en algo automático, había reportado más beneficios, sobre todo en el plano de las relaciones interpersonales. Dos meses después del comienzo de la intervención, el panorama era, como afirmaban todos, mucho mejor. En particular: El estilo hiperprotector y permisivo en relación con los colaboradores había dado lugar a una disponibilidad para afrontar los problemas, pero sin llegar a sustituirlos, sólo indicándoles las posibles estrategias resolutivas. La ambivalencia comunicativa se había reducido al mínimo. El liderazgo basado en la delegación, el control y la corrección se había convertido en una regla imprescindible en la gestión de los colaboradores, incluso y sobre todo por parte de los dos socios fundadores, que ahora reconocían haber desempeñado un rol patriarcal que impedía la realización de una cadena sana de mando jerárquico. En este punto se introdujo la técnica de la «escala de autoevaluación», una variante de la «técnica del escalador» que se utiliza ante cambios ya realizados. La petición que se hizo a los participantes fue: «Si tuviésemos que valorar vuestra situación en una escala del 0 al 10, en la que 0 se corresponde con el momento en que nos conocimos y 10 con la situación en la que podríais declarar que todos los problemas se han resuelto y que se han logrado los objetivos, ¿qué puntuación daríais hoy? Os pedimos que valoréis del 0 al 10 tanto los aspectos que os atañen de manera más personal como los que tienen que ver 33 con los cambios realizados en el sistema organizativo. Por consiguiente, debéis construir dos escalas: una personal y otra empresarial. Después, nos gustaría que definieseis concretamente qué otros cambios deberíais hacer para declarar que estáis en el 10 con respecto a ahora, cuáles para estar en el 9, en el 8, etcétera. En otras palabras, debemos construir hacia atrás, poco a poco, la serie de pasos que debemos dar de ahora en adelante para lograr el objetivo final». El grupo de participantes estuvo de acuerdo en puntuar los cambios organizativos realizados con el valor 7 de la escala. También estaba de acuerdo en cuáles debían ser los cambios sucesivos que habrían de realizarse para obtener los puntos 8, 9 y 10. En el plano personal, las evaluaciones oscilaban entre el 5 y el 9. Procedimos con cada uno de ellos a determinar los cambios personales que debían realizarse para pasar del nivel actual al 10 final. La tercera jornada concluyó con la indicación de mantener el «cómo empeorar diario» transformándolo en un «cómo podría fracasar diario» a la hora de alcanzar mis objetivos (dado que muchos de éstos ya se habían obtenido) y continuando con el «como si» diario. Al final de la jornada, cada uno debía evaluar su puntuación en la escala verificando si había mejorado, si permanecía invariable o si había empeorado. LA CUARTA JORNADA Al comienzo de la jornada, los primeros en tomar la palabra fueron los dos fundadores, nuestros clientes, que declararon sin ambages que estaban extremadamente satisfechos con los resultados obtenidos, prueba de lo cual era el hecho de que los responsables de área ya no recurrían a ellos, pero sobre todo que los datos de las 34 evaluaciones trimestrales sobre la facturación evidenciaban un repunte positivo después de un largo período de estancamiento. Este entusiasmo lo confirmaron también los responsables de área, que comentaban, a excepción de uno, que habían percibido más mejoras tanto en el plano personal como en el organizativo. De hecho, sus puntuaciones personales en la escala de autoevaluación presentaban ahora un rango de 7 a 10, a excepción de una única persona que se seguía valorando con un 5. Con respecto a la escala evaluadora delos cambios sistémicos, todos declararon que se había producido un salto al 9, menos el mismo responsable de área, que aseguraba que, desde su punto de vista, las cosas habían empeorado y, en consecuencia, había valorado a la organización con un 6 raspado. No obstante, en cuanto éste concluyó su declaración, uno de los dos propietarios intervino para subrayar que, durante los dos últimos meses, se habían producido fuertes conflictos por una vieja disputa de carácter económico: el responsable, que cubría un territorio más amplio, pretendía recibir un mejor tratamiento. Como el lector imaginará, esta dinámica conflictiva abrió una brecha en el clima idílico del grupo y del aula de trabajo. Era necesario, por tanto, intervenir para evitar perturbaciones que pudieran comprometer el trabajo hecho hasta entonces y que aún quedaba por hacer. Giorgio Nardone, presente en el aula, planteó una pregunta estratégica al «devaluador». «Permítame que le pregunte algo: si se le reconociera todo lo que pide, ¿sus evaluaciones cambiarían o seguirían siendo las mismas?» El responsable contestó en el acto: «Por supuesto, serían como las de los demás. Tenga en cuenta que la facturación de mi área casi duplica la de mis colegas». A lo que Nardone repuso: «Bien, creo que ya gana mucho más que ellos». Y él replicó: «Sí, pero también me esfuerzo más y hago que la empresa gane más, por lo que, en proporción, gano menos que ellos». Otro colega del equipo de asesoramiento preguntó: «¿Esta afirmación es correcta o se trata sólo de una percepción personal?». Los dos socios fundadores admitieron que, en el plano económico, el responsable tenía razón, puesto que las retribuciones adicionales acordadas para los responsables de área se cerraban proporcionalmente por debajo de un techo de facturación determinado, que aquel responsable había superado con creces. Entonces Nardone intervino con una pregunta que orientaba la respuesta: «En un escenario futuro e ideal de vuestra empresa, qué sería más funcional, ¿prever incrementos progresivos de retribuciones adicionales sin techo con el fin de que todos estén motivados a crecer en el plano económico, haciendo crecer a la empresa en consecuencia, o mantener las retribuciones fijas a partir de cierta facturación para controlar que los colaboradores no crezcan tanto como para convertirse en autónomos y transformarse en rivales?». En el aula se hizo el silencio. La pregunta estratégica había abierto dos escenarios en los que quien había hecho crecer el sistema tan rápidamente que había corrido el riesgo de perder el control había reparado poco hasta el momento. El más joven del grupo 35 afirmó: «¡Si la empresa y los colegas se fían de mí, yo no los traicionaría jamás!». Enseguida, otro añadió: «Claro, si las retribuciones creciesen sin límite en proporción a lo facturado, no tendríamos la tentación de acomodarnos a los resultados obtenidos». Los dos propietarios debieron de darse cuenta de que su postura defensiva podía ser correcta hasta cierto punto de crecimiento del sistema, pero que ahora representaba un mensaje paradójico del tipo «cuanto más produces, menos ganas». De modo que, gracias a la respuesta dada a la pregunta magistralmente orientada, se decidió acordar una retribución proporcional eliminando el techo. Así, el responsable rebelde fue readmitido no como «hijo pródigo», sino como alguien que, precisamente por haber expresado un problema personal, había permitido anticipar (y, por consiguiente, evitar) una posibilidad que habría podido empeorar la situación. La jornada concluyó con la recomendación de mantener todas las indicaciones anteriores. El siguiente encuentro se fijó a los dos meses para permitir desarrollar con mayor autonomía las adquisiciones personales y organizativas. LA QUINTA JORNADA Dos meses después, el grupo entero manifestó una gran satisfacción por los resultados obtenidos. La evaluación semestral evidenciaba más incrementos con respecto a la trimestral. La jerarquía empresarial se había vuelto funcional y todos declararon que eran capaces de delegar, controlar y corregir. La puntuación en la escala evaluadora había llegado a un máximo de 9,99: irónicamente declararon que nunca debían darse por satisfechos. El rango iba de 8 a 9,99. Tras el cotejo valorativo entre clientes, participantes y nuestro equipo se llegó a la conclusión de que se habían alcanzado los objetivos establecidos. Se planificó un encuentro de seguimiento al cabo de seis meses, cuyos resultados fueron un crecimiento aún mayor de la facturación, un clima organizativo envidiable y un liderazgo eficaz, amplia e indudablemente proactivo. Comentario Este caso pone de manifiesto la posibilidad de intervenir al mismo tiempo y de manera estratégica tanto en las dificultades de tipo personal como organizativo a través de un recorrido que haga frente a la interacción entre los cambios producidos en el individuo y los inducidos en el sistema. La adaptación de las variables técnicas del modelo pone en evidencia que el sistema es riguroso pero a la vez flexible, y permite al asesor adaptarlo a las singularidades de cada organización y a las prerrogativas individuales. Finalmente, el potencial de la comunicación bajo la forma de diálogo estratégico parece obvio (Nardone y Salvini, 2006), incluso en una situación de grupo, pues hace que las personas abran su mente a perspectivas y puntos de vista hasta ahora inexplorados o no tenidos en cuenta (véase también el capítulo 6). Marcel Proust decía: «El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en ver nuevos mundos, sino en cambiar de ojos». 36 37 3 Cuando la operación de cambio se camufla de recorrido formativo Todo se aprende no para exhibirlo, sino para utilizarlo. GEORG C. LICHTENBERG, Cuadernos 38 Prólogo Al contrario de lo que se pueda pensar desde el sentido común, cuanto más inteligente es una persona y más éxito tiene, mayor es su resistencia a cambiar de punto de vista y de comportamiento. Este fenómeno paradójico hace que las personas con éxito sean los sujetos más difíciles para quienes deben introducir cambios estratégicos; como son ganadores, boicotearán todo intento de cambio. Esta forma de rigidez, aunque está basada en el éxito personal, suele ser la causa de enormes fracasos empresariales, pues los cambios repentinos del mercado y de las finanzas, la evolución tecnológica y las transformaciones en los equilibrios políticos exigen que los ejecutivos y los empresarios tengan la capacidad de modificar rápidamente las estrategias empresariales. Frente a situaciones de este tipo, hemos ideado una estratagema capaz de evitar de manera elegante las resistencias que los ejecutivos muestran hacia las intervenciones de los especialistas externos a su organización. En lugar de presentar un proyecto de cambio, ofrecemos la posibilidad de aprender un modelo avanzado de PSE, técnicas avanzadas de comunicación estratégica o un proceso de coaching estratégico aplicable a ellos mismos. En términos más concretos, si un administrador delegado nos pide, por ejemplo, que hagamos que el equipo directivo trabaje en sintonía superando las rivalidades y las desconfianzas recíprocas, en vez de afrontar directamente el problema —y tener que hacer frente así a dichas resistencias—, actuaremos de forma que la empresa les ofrezca la posibilidad (no la obligación) de participar en una formación de excelencia. Lo habitual es que, precisamente debido a las rivalidades existentes entre ellos, la mayoría de los ejecutivos participen, ya que no toleran que los demás reciban algo y ellos no. Por tanto, el primer efecto importante es que el equipo directivo decide participar, transformando así el primer tipo de resistencia en colaboración. Después de una breve introducción al modelo —PSE, comunicación estratégica o coaching estratégico—, se pide a los ejecutivos que presenten un problema o un objetivo sobre el que aplicar de manera concreta, como ejercicio práctico, lo ilustrado en la teoría. De este modo, es posible hacer trabajarjuntas a personas acostumbradas a la actuación individual y pronto se suscita un efecto de «creación de equipo». Al mismo tiempo, sobre todo en la construcción de la solución al problema o de la estrategia para alcanzar el objetivo acordado, se introduce el tema de la falta de colaboración entre los directivos, de modo que ellos mismos propongan una salida de la trampa. Gracias a esta maniobra estratégica no sólo se eludirán las resistencias al cambio, sino que, además, se conseguirá que los ejecutivos se conviertan en sus artífices. 39 40 41 Caso práctico 1. Del individuo al sistema: mejorar el rendimiento del ejecutivo y de la empresa Si no sabes hacia qué puerto te diriges, todos los vientos son desfavorables. SÉNECA LA PETICIÓN El cliente es la dirección de recursos humanos de una organización de la Grande Distribuzione Organizzata (GDO), que nos pide que diseñemos y llevemos a cabo un programa de apoyo al comité de dirección (CD) para mejorar sus resultados internos, tanto en la definición de las estrategias como en su aplicación territorial. La organización, nacida a principios de la década de 1960, tuvo éxito y marcó la evolución de la gran distribución en Italia, y siempre ha procurado captar las necesidades cambiantes de los consumidores. EL PROBLEMA La marca está presente en Europa con más de quinientos puntos de venta. Hace seis años, cuando el proyecto internacional hizo que se adoptara la nueva marca y su correspondiente modelo organizativo, surgieron algunas situaciones críticas, sobre todo en Italia. El problema principal, en el que nos piden que intervengamos, es que las direcciones regionales se comportan como si fueran «grandes ducados» independientes, en lugar de aplicar localmente las estrategias definidas en el ámbito nacional. Destaca que los miembros del CD comparten, desde un punto de vista racional, la necesidad de intervenir para uniformar esos comportamientos, pero se oponen desde el punto de vista emocional. Confían en que el modelo de PSE los apoye para construir e implementar un modelo único que contemple las adaptaciones culturales y territoriales. EL OBJETIVO El cliente nos cuenta que en el CD ha surgido la necesidad de trabajar mejor como grupo. Todos los miembros perciben que en el comportamiento de las personas hay algo que no funciona como debería. El objetivo de nuestra intervención será promover una forma más coherente de actuar y de implementar estrategias, que tenga en cuenta las particularidades relacionadas con propuestas de opciones diferentes, pero que también reestructure la autonomía de los «grandes ducados». LAS SOLUCIONES INTENTADAS Preguntamos qué se ha hecho hasta ahora para reforzar el CD como grupo. La 42 respuesta es que en un principio se prestó poca atención a su formación y desarrollo. En un segundo momento, algunos años atrás, se organizó un seminario de tres días sobre liderazgo y varias sesiones de coaching individual. Ambas iniciativas resultaron eficaces para aumentar la disponibilidad de las personas, pero surgieron dificultades a la hora de consolidar lo aprendido. Para homogeneizar las actuaciones de los miembros del CD no se había hecho nada concreto. Indagamos acerca de las actuaciones del director general y del CD para resolver el problema de la divergencia entre las estrategias nacionales y los «grandes ducados». El director general, que lleva en el cargo varios años (una anomalía para la organización), goza de estima y de reconocimiento, y gestiona el CD de forma democrática y participativa, comportándose como un primus inter pares. Delega mucho, tal vez no ejerce suficiente control; si tiene que corregir a alguien, lo hace de forma consensuada, de modo que en algunos temas que se dejan demasiado abiertos surgen discusiones que el director no gestiona. Una solución intentada bastante característica de esta organización es la de recurrir a la rotación de tareas, que se considera una señal de renovación para evitar que alguien permanezca demasiado tiempo en el mismo puesto. Se menciona en concreto que un director regional se convirtió en director comercial y que la dirección de patrimonio y desarrollo intercambió sus funciones con la dirección de franquicias. Otra iniciativa de este tipo, lanzada por el director general el año anterior, consistió en hacer que los responsables comerciales dependieran jerárquicamente de las direcciones regionales, aunque desde el punto de vista funcional respondieran ante la dirección comercial. Como esperábamos, el grupo nos presentó esto como un aspecto crítico. LA INTERVENCIÓN PLANIFICADA La intervención, titulada «Si quieres ver, aprende a actuar», se articuló alrededor de varias jornadas destinadas a desarrollar las competencias directivas de los componentes del CD[1] a través del aprendizaje y la aplicación de técnicas y herramientas del problem solving y de la comunicación estratégica. La dirección de recursos humanos presenta nuestra intervención como un itinerario de acompañamiento en el conocimiento y la experimentación del modelo de PSE para desarrollar la habilidad creativa de encontrar soluciones nuevas y funcionales dentro de una gama de variables cada vez más amplia. Tras nuestra breve introducción del modelo, viene la aplicación sobre el caso organizativo presentado por los participantes, que resumimos a continuación. LA DEFINICIÓN DEL PROBLEMA El tema sobre el cual se propone aplicar el modelo es «la responsabilidad y la implicación en los objetivos». 43 Los participantes tienen la duda de si se trata de un problema que hay que resolver o de un objetivo que hay que alcanzar o, mejor dicho, afirman que se trata de ambas cosas. Así, después de recordar que hablamos de problema cuando la situación debe cambiar y no sólo mejorar, como en el caso de un objetivo que se quiere alcanzar, preguntamos: «¿Qué impide que todos asuman su responsabilidad y se sientan implicados en los objetivos?»; es decir, ¿cuál es el problema? Las respuestas son numerosas: el conocimiento de los objetivos y su comunicación, el desacuerdo entre la visión global y la local, a veces el hecho de no sentirse a la altura, la gran heterogeneidad de los territorios, las escasas competencias de algunos colaboradores, la motivación inestable y las prioridades diferentes (entre arriba y abajo). Además, aparecen excusas como la de «no se puede hacer» porque el sistema global no funciona, o la de «como no lo consigo, me rindo». En definitiva, a menudo se trabaja en una situación de emergencia, en la que los medios y las personas son insuficientes. Preguntamos quién está implicado en esas situaciones críticas y dónde se producen. Nos responden que está implicado el CD y que las situaciones críticas se manifiestan sobre todo en la eficacia entre las distintas funciones. Por ejemplo, uno de los participantes apunta que en las situaciones que requieren un cambio, alguien introduce una medida correctiva, pero como no informa a los demás, éstos a su vez recurren a otras medidas. ¡Es evidente que se trata de una serie de problemas que hay que resolver! LA REPRESENTACIÓN ANALÓGICA DEL PROBLEMA Después de definir en términos lógicos concretos las características del problema, es decir, su funcionamiento —y no cómo se ha originado—, dejamos un espacio amplio para su representación analógica. O sea, guiamos al grupo para recalcar en el plano analógico lo que se ha descrito en el digital, de forma que se oscile continuamente entre el lenguaje que explica y el que hace sentir, maximizando así el efecto de la intervención no sólo en el plano racional. El grupo descarta las imágenes iniciales propuestas, que son de un velero o una barca de remos, por ser demasiado simples y estáticas, al igual que para algunos la analogía con la torre de Babel es demasiado fuerte. En la discusión toma cada vez más fuerza la imagen del cuerpo humano, en el que los órganos funcionan por su cuenta sin tener presente el equilibrio de todo el organismo. Reestructuramos su representación analógica: «Es comocuando aparece un tumor en nuestro organismo, un tejido crece de forma anómala y va por su cuenta. Si el organismo no tiene capacidad para combatirlo eficazmente, el tumor se extiende hasta que devora los tejidos y los órganos del cuerpo, que trabajan como si estuvieran solos, mientras que el sistema necesita que las partes trabajen en armonía». La imagen del tumor, como estaba previsto, crea en ellos un fuerte rechazo, pero es precisamente el rechazo hacia la imagen del problema la que resulta 44 instrumental para el cambio. DETERMINAR EL OBJETIVO Después de definir el problema en términos concretos y de compartir la representación analógica, pasamos a definir el objetivo. Preguntamos: «¿Cuáles serían las cosas que, si cambiasen, os permitirían afirmar que habéis conseguido el objetivo?». Al principio, la respuesta es: aumentar la responsabilidad y la involucración en los objetivos, es decir, todos los puntos del problema puestos en positivo. Entonces, «subimos la apuesta» para que los participantes se expongan más: «¿Qué tendría que cambiar en vosotros, en vuestro grupo, para que dijerais que habéis conseguido el objetivo?». Respuesta: «Tendríamos que percibirnos y ser percibidos como un cuerpo único, tener una visión común, el compromiso de cada uno de nosotros sería elevado, las decisiones serían compartidas y se llevarían adelante de forma coherente, habría más momentos de colaboración e intercambio, seguiríamos un único modo de trabajar para una estrategia común, habría más transparencia, los objetivos estarían claros antes de aplicar las soluciones y todos estaríamos dispuestos a sacrificar parte de nuestra postura. Las consignas parecen ser «compartir emociones» y «adoptar una estrategia común». LA REPRESENTACIÓN ANALÓGICA DEL OBJETIVO En la representación analógica del objetivo, el sistema se convierte en un conjunto que es mayor que la suma de sus partes, capaz de desarrollar una cualidad emergente, como el agua, que es más que la suma de hidrógeno y oxígeno, y que puede asumir tres estados. Cuando se cumpla el objetivo, el grupo será un organismo en el que todos los órganos trabajarán de forma armónica, en equilibrio. Seguimos preguntando: «Si vuestra empresa fuera como el agua, ¿qué cambiaría en vuestra realidad?». Uno de los participantes responde: «Seríamos más sólidos, porque se reflexionarían más los objetivos y habría una mayor coherencia en su persecución, de modo que sólo se definirían nuevos objetivos cuando se hubieran alcanzado los anteriores». Otro responde: «Seríamos más líquidos, porque ahora el agua parece uniforme sólo en el embalse, pero cuando sale se divide en mil regueros. En efecto, la planificación estratégica es buena, pero su implementación no lo es tanto». Otro comenta: «Seríamos más gaseosos, más rápidos a la hora de llevar a cabo las estrategias y más adaptables». No sorprende que aparezcan tres modalidades diversas de analizar la situación ni diferentes vías de escape: me gustaría ser más gaseoso, me gustaría ser líquido y encauzado, me gustaría ser más sólido, más coherente y estructurado. Retomamos, entonces, la imagen del cuerpo humano: ahora, los órganos trabajan cada uno por su propio equilibrio, pero sin armonía global; el objetivo es convertirse en un organismo cuyos órganos trabajen de forma 45 armónica, en equilibrio. La imagen, decimos, nos sugiere dos posibles líneas de intervención: una es la alopática, que aconseja el bombardeo farmacológico o la extirpación quirúrgica, que en las empresas significa destruir; la otra propone reforzar el sistema inmunitario para que combata el tumor por sí solo. Así que recomendamos: «¡Debéis reforzar vuestro sistema inmunitario, cada uno de vosotros es responsable de su órgano!». LAS SOLUCIONES INTENTADAS Analicemos ahora lo que ha hecho el CD para resolver el problema y alcanzar el objetivo, es decir, cuáles son sus soluciones intentadas, diferenciando entre las que han dado resultados negativos (señaladas con el signo –) y las que, en cambio, han resultado funcionales (+) o parcialmente funcionales (+/–). Entre las soluciones intentadas destacan: La sensibilización espontánea mutua sobre las posibles carencias (–). El llamamiento al control de los equipos (–). La transparencia en los números y los resultados (–). La reformulación y la discusión del presupuesto (+/–). La dificultad para mantener la ruta, para aplicar la estrategia mientras se despliega el propio potencial (–). Los imprevistos que vienen desde arriba (–). Los colaboradores no hacen lo debido, bien porque no lo saben hacer, bien porque no están convencidos (–). La estrategia nacional choca con las distintas aplicaciones locales (–). Dado que de las soluciones intentadas se desprende en particular la importancia del control y de la comprobación, recordamos que un buen líder debe delegar, controlar y corregir hasta que los colaboradores consigan desempeñar de forma eficaz su función. Las diversas formas de liderazgo dependen de la combinación de estas tres actividades fundamentales. El liderazgo acaparador que no delega, controla y acaba asumiendo la tarea (el peor de los líderes); el permisivo que delega, da mucha información, pero no controla y, sobre todo, no corrige; el autoritario que delega poco, controla y sanciona, pero no corrige; y, por último, el democrático participante, que trata a todos como amigos, pone a todos al mismo nivel saltándose las jerarquías, pero si algo no funciona, «ha sido culpa tuya porque no has sido capaz de colaborar», practicando así, en cierto sentido, un chantaje emocional. Preguntamos: «¿Cuáles de estas características creéis que os faltan?». Los participantes responden con un ejemplo sobre los responsables comerciales regionales. 46 Los responsables comerciales regionales dependen jerárquicamente del director regional y, desde un punto de vista funcional, del director comercial. El responsable funcional dice que hay que actuar de un modo y el jerárquico de otro, así que a veces acaban diciendo que «no saben qué hacer». Pero el director comercial observa sorprendido: «¿¡Cómo se puede decir que no se sabe qué hacer!? ¡El presupuesto dice que es un proceso compartido!». No obstante, en el debate parece que surge la idea de que, aunque el director general y el director comercial sepan que no se está trabajando en la misma dirección, no siempre los directores regionales están al corriente. El director comercial continúa diciendo que, desde hace cuatro meses, todos los lunes se reúne con los responsables comerciales regionales y dedica al menos dos horas (en cada una de las reuniones) a estos aspectos. ¡Sin embargo ahora le asalta la duda de si están informando al cuerpo! Por otra parte, ni siquiera el director comercial informa a los directores regionales de lo que sucede en las reuniones. Les resulta evidente que la planificación estratégica propuesta y compartida en la comisión entra en un momento dado en colisión con la aplicación en cada región. Para provocar, comentamos: «¡Italia no es una nación, es un conjunto de veintiuna regiones diferentes, veintiuna diferencias culturales, veintiuna realidades diferentes!». Como afirma el director comercial, las lógicas de intersección de la responsabilidad no están claras y esto es lo que limita su comunicación interna horizontal. La estrategia nacional dividida entre todos tiene en cuenta las diferencias locales, pero luego encuentra aplicaciones diferentes en las distintas realidades. Preguntamos: «¿Por qué esta información no se difunde?». Nos hemos concentrado en la operatividad, responden. La dirección de recursos humanos se aventura a decir que hay una convicción implícita según la cual ninguno se muestra suficientemente dispuesto a escuchar las necesidades regionales y que no parece existir una voluntad firme para superar este escollo. ¿Cómo se lo explica? De las soluciones intentadas, destaca: «¿Quién me dice que tengo que cambiar cuando así mantengo mi realidad? Total, aunque insista, el sistema no se puede cambiar, no me comprenden».
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