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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ARAGÓN HACIA LA CREACIÓN DE UN REGLAMENTO PARA UN VERDADERO REORDENAMIENTO DE TIANGUIS Y ORGANIZACIONES SOCIALES EN G.A.M., RETO ACTUAL DEL JEFE DELEGACIONAL. TESIS QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADO EN DERECHO PRESENTA OMUNICACIÓN Y PERIODISMO O LEOBARDO MORENO VÀZQUEZ ROSA ELIA BRIZUELA LÓPEZ GGGG GRUPO ASESOR: LIC. IRENE VAZQUEZ VELEZ BOSQUES DE ARAGON, NEZAHUALCOYOTL, MAYO DE 2010. SESORA: LIC. MARIO M SANTOS LILIA ENCISO GARCÍA UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. DEDICATORIAS. A Dios. Por permitirme llegar a este momento tan especial en mi vida. Por los triunfos y los momentos difíciles, que me ha enseñado a valorar cada día más a todos y cada uno de mis seres queridos y a cada instante de mi vida. A la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO en especial a la FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES DE ARAGÓN por permitirme ser parte de una generación de triunfadores y gente productiva para el país. A ti Madre. QPD Por haberme educado y soportado mis errores. Gracias a sus consejos, por el amor que siempre me brindo, por cultivar e inculcar ese sabio don de la responsabilidad. En donde quiera que se encuentre siempre la recordaré con el gran amor que me enseño ¡Gracias por darme la vida! ¡Te quiero mucho! A mis hijos Yesica Evelyn, Luis Eduardo, Delia Berenice, Monserrat. Mis grandes tesoros que la vida me dio, motor de mi existencia, y motivo de mi superación profesional, por haberme entendido y apoyado moralmente durante los cinco años de mi carrera. ¡Los amo mucho! A ti, Meche Por ese amor que te tengo y todo el apoyo que siempre he recibido de ti, porque realmente eres la mujer que llena todo en mí, por indicarme el equilibrio que me permite dar el máximo de mí, por el empeño que pusiste y el gran apoyo sin el cual no me hubiera sido posible culminar este objetivo. ¡Te quiero mucho! A mis hermanos; Margarita, Juana, Adalberto(QPD), Jorge, María Agustina y Pastora; por la ausencia de De unos y la presencia de otros, por contar Con su apoyo moral en momentos especiales y Difíciles de mi vida. ¡Muchas gracias! A mis amigos Lic. Alejandro Pérez Núñez, por el apoyo y sus palabras De aliento y por brindarme su amistad, Lic. Martín Contreras Cortez por sus acertados consejos y su apoyo incondicional, Arturo Alejandro Arellano Rodríguez por darme la oportunidad de ser su amigo. Sinceramente. A mis sinodales; Mi agradecimiento por su participación en la Aplicación de mi examen profesional, al Lic. Raúl Espinoza; Lic. Félix Fernando Guzmán García, Lic. María Teresa Herrera Cano, Lic. Alberto Ortiz Lemus. Especialmente a la Lic. Irene Vázquez Vélez por su Dirección en la elaboración de esta tesis. Respetuosamente A todos y cada uno de mis maestros; Mi agradecimiento sincero por que, con sus enseñanzas y experiencias hicieron posible que culminara mi carrera. Afectuosamente LEOBARDO MORENO VÁZQUEZ ÍNDICE INTRODUCCIÓN Pág. CAPITULO 1 MARCO HISTÓRICO 1.1 Los Aztecas ------------------------------------------------------------------------------ 2 1.2 La Colonia-------------------------------------------------------------------------------- 10 1.3 La Independencia de México---------------------------------------------------------- 22 1.4 La Revolución Mexicana--------------------------------------------------------------- 24 1.5 La Época actual-------------------------------------------------------------------------- 26 CAPITULO 2 GENERALIDADES DE LOS TIANGUIS EN GAM 2.1 Concepto de comercio ---------------------------------------------------------------- 34 2.2 Concepto de comercio informal ----------------------------------------------------- 35 2.2.1 Concepto de comercio ambulante --------------------------------------------------- 38 2.2.2 Concepto de tianguis ------------------------------------------------------------------ 39 2.2.3 Concepto que se propone ------------------------------------------------------------ 40 2.2.4 Generalidades de los tianguis en GAM -------------------------------------------- 40 2.2.5 La comunidad pros y contras -------------------------------------------------------- 43 2.2.6 El tianguis de la colonia San Felipe de Jesús ------------------------------------- 45 2.2.7 Los comerciantes establecidos o formales ---------------------------------------- 52 2.2.8 Los vecinos (el consumidor, el comerciante informal) ------------------------- 56 2.3 Las autoridades ----------------------------------------------------------------------- 62 2.3.1 La Delegación Gustavo A Madero ------------------------------------------------ 66 2.3.2 La subdirección de mercados y vía púbica --------------------------------------- 72 2.3.3 Las direcciones territoriales -------------------------------------------------------- 74 2.3.4 Los inspectores de vía pública -----------------------------------------------------75 2.4 Las organizaciones sociales ------------------------------------------------------- 80 2.4.1 Los presidentes y/o secretarios generales --------------------------------------- 84 2.4.2 Las organizaciones sociales frente a la autoridad ----------------------------- 87 2.4.3 El corporativismo y las negociaciones con las autoridades ------------------ 92 CAPITULO 3 Pág. RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS TIANGUIS 3.1 La Constitución Política de los estados Unidos Mexicanos ---------------------- 98 3.2 El Código de Comercio ----------------------------------------------------------------- 99 3.3 El Código financiero del D. F. --------------------------------------------------------- 101 3.4 El Diario Oficial de la Federación ----------------------------------------------------- 103 3.5 La Gaceta Oficial del Gobierno del D. F. -------------------------------------------- 104 3.6 El Programa de Reordenamiento de la vía pública -------------------------------- 107 3.7 El reglamento de mercados ------------------------------------------------------------ 110 CAPITULO 4 HACIA UN VERDADERO REORDENAMIENTO DE LOS TIANGUIS EN GAM 4.1 Aspecto social ----------------------------------------------------------------------------- 112 4.2 Salud e higiene ---------------------------------------------------------------------------- 114 4.3 Parque vehicular de comerciantes y consumidores --------------------------------- 116 4.4 Accesos de emergencia vecinal y de oferentes --------------------------------------- 118 4.5 Seguridad pública para consumidores y comerciantes ----------------------------- 120 4.6 Un reglamento independiente para regular a los tianguis ------------------------- 121 4.7 Reto del jefe delegacional -------------------------------------------------------------- 123 4.8 Tianguis que no funcionan ------------------------------------------------------------- 129 4.9 No pago de impuestos ------------------------------------------------------------------ 130 4.10 Anarquía ---------------------------------------------------------------------------------- 133 4.11 Un tianguis modelo o funcional ------------------------------------------------------- 136 CONCLUSIONES ------------------------------------------------------------------------------ 139 FUENTES CONSULTADAS ----------------------------------------------------------------- 149 INTRODUCCION El tema del comercio ambulante en nuestro país data de la época precolombina, tal es el caso del tianguis de Tlatelolco, el cual se instalaba en una gran explanada rodeada por caminos y canales navegables por los cuales llegaban los clientes a demandar los variados productos que ahí se vendían al aire libre. El presente trabajo de investigación es con la finalidad de sustentar nuestro examen profesional a nivel licenciatura de la carrera de Licenciado en Derecho, y es precisamente por la inexistencia de un marco legal en que funcionan los tianguis en la delegación Gustavo A. Madero, así como en el resto del Distrito Federal es que proponemos la creación de un reglamento para reordenar exclusivamente a los tianguis de esta nuestra demarcación. El tianguis se efectuaba en ciudades que tenían importancia, entre las que se encontraban los mercados o tianguis de Huejotzingo, Tenochtitlán, Texcoco, Tlaxcala y Xochimilco entre otros. Aproximadamente 50,000 personas acudían para comprar y vender diversos productos que se agrupaban por calles, verduras, hierbas medicinales, frijol, maíz, algodón, aves, obsidiana, loza, hachas, y minerales entre muchas más mercancías. También había jueces para impartir justicia en los tratos comerciales que vigilaban los productos. Las transacciones se efectuaban principalmente mediante el trueque o mediante semillas de cacao, como dinero-mercancía. La herencia de los tianguis es una mezcla de las tradiciones mercantiles de los pueblos prehispánicos de Mesoamérica, incluyendo el azteca y de los bazares del medio oriente llegados a América vía España. La palabra tianguis proviene del vocablo náhuatl tianquiztli, que significa mercado o plaza de mercadeo. Antes y durante la colonia, el comercio entre indígenas y la creciente población mestiza se movía a través de los tianguis. Tlatelolco, en donde actualmente se encuentra la histórica unidad habitacional del mismo nombre, era el mercado más importante de Tenochtitlán; hasta allá se desplazaban los agricultores y comerciantes de pueblos que ahora son delegaciones de la periferia del Distrito Federal, como Gustavo A. Madero e Iztapalapa, para comercializar sus productos. Asimismo en este trabajo de investigación mencionamos conceptos del comercio y de tianguis así como una propuesta nuestra al respecto, así también abordamos la opinión de la comunidad donde se instalan los tianguis y en general vecinos que también son tianguistas y comerciantes establecidos, los vecinos como consumidores los pros y contras de los tianguis desde el punto de vista de la comunidad; el papel que toma la autoridad competente en este rubro su omisión como tal y la problemática que esta omisión causa a la comunidad. Los límites y jurisdicción de la delegación Gustavo A. Madero, la subdirección de mercados y vía pública que de acuerdo al organigrama de la propia delegación es la que tiene competencia para regular a los tianguis en esta demarcación, la división de la propia delegación en diez direcciones territoriales y que cada una de estas direcciones cuenta con elementos y personal suficiente y la poca atención que ponen estas oficinas para darle solución a un problema que día con día va creciendo y que se podría pensar que está rebasando a la autoridad delegacional, todo esto auspiciado por los inspectores de vía pública que lejos de cumplir con su obligación se dedican a “pasara la charola” con los comerciantes de la vía pública y de algunos tianguis; en la actualidad existen tianguis dirigidos por líderes carentes de valor o sería más bien de ganas de representar debidamente a sus agremiados y solo dejan que entren inspectores de vía pública a pedir “mordida” por las básculas de los tianguistas que tienen mal pesaje ignorando estos lideres que no es competencia de estos inspectores supervisar las básculas, dejando así los “servidores públicos” de supervisar la creciente problemática que arrojan los tianguis; ante este actuar de los inspectores las organizaciones sociales se mantienen despreocupados dejando a sus agremiados en manos de estos rapaces que solo “pasan la charola” para beneficio propio, de todo esto están plenamente enteradas las organizaciones sociales y aún así no intervienen para darle una sana solución para todos los comerciantes, comunidad, organizaciones sociales y la propia autoridad; lo anterior sustentado en un reglamento exclusivo para los tianguis y su reordenamiento. Lejos de darle una solución sana y benéfica para todos, los secretarios generales o presidentes de estas organizaciones sociales solo se dedican a poner, por que esa es la palabra correcta solo ponen a sus “delegados” para dar lugares y cobrar “la plaza” en el tianguis que les corresponda. Hemos mencionado que ponen a sus delegados los presidentes o secretarios generales de las organizaciones sociales por que a pesar de que cuentan con escritura pública de una asociación civil no se sujetan a sus cláusulas para el cambio de mesa directiva y que en la mayoría de las ocasiones hasta llegan a heredar a sus hijos o familiares el cargo depresidente o secretario general de las asociaciones, estos presidentes o secretarios generales solapados por las autoridades delegacionales las que siempre negocian con estas organizaciones para los tiempos electorales y piden el apoyo de estos líderes para que obliguen a sus agremiados a asistir a mítines para abrir y cerrar sus campañas para apoyar a candidatos a diputados, jefes delegacionales y también a candidatos a jefe de gobierno del propio Distrito Federal sin importar el partido que se encuentre gobernando en la delegación; muchos son los delegados que han estado al frente de la administración de Gustavo A. Madero y pocos los que han intentado realizar proyectos de reordenamiento y ninguno de estos pocos los ha concluido, es por esto que nuestro trabajo va encaminado a la creación de un reglamento exclusivamente para los tianguis y su reordenamiento y que esta propuesta sea un reto para Víctor Hugo Lobo Román, el actual jefe delegacional en Gustavo A. Madero y que de verdad le de solución a la enorme problemática que generan los tianguis tomando en cuenta a estos, a la comunidad y a las propias organizaciones sociales por una solución basada en nuestra propuesta y que sea benéfica para la comunidad maderense en general. CAPITULO 1 MARCO HISTÓRICO El tianguis se efectuaba en todas las ciudades de cierta importancia cada cinco días. Eran afamados los mercados de Tenochtitlan, Texcoco, Tlaxcala, Xochimilco y Huejotzingo, entre otros. Cada tianguis tenía señalada una comarca, constituida por pueblos vecinos, desde la que debían acudir los vendedores. Consumada la conquista de Tlatelolco por el tlatoani azteca Axayácatl, el mercado principal de México-Tenochtitlan se instaló en esa zona, en la plaza conocida hoy como de Santiago. Según el relato de los conquistadores españoles que lo vieron, “era tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca”. Para comprar o vender concurrían a él de veinte a veinticinco mil personas, número que se duplicaba en los días de tianguis determinados. Los diversos productos estaban agrupados por calles: se vendían verduras, hierbas medicinales, semillas, mantos de algodón, navajas de obsidiana, loza labrada y bruñida, hachas, todo tipo de aves, peces y, en general, de animales, plantas y minerales. Había doce jueces para impartir justicia en los tratos comerciales y empleados públicos que vigilaban las medidas y los productos. Las transacciones se efectuaban principalmente mediante el trueque o con granos de cacao, la moneda de cambio. En la actualidad, los tianguis presentan características muy similares en las grandes ciudades y pueblos de la República Mexicana. Ya para la independencia de México se trató de controlar la introducción de productos cultivados en el campo y así también a los regatoneros o intermediarios de productos naturales, así fue como se crearon los mercados del Volador y el Parián para reubicar a los comerciantes de las calles de aquellos tiempos, así las cosas hasta llegar a la época actual con sus grandes tiendas de autoservicio y el crecimiento desmedido de los tianguis. 2 1.1 LOS AZTECAS La actividad del comercio en los tianguis en la Ciudad de México a existido desde los tiempos de nuestros antepasados los Aztecas, encontramos antecedentes de esta actividad en la gran Tenochtitlán, diversos historiadores ubican en sus descripciones como el primero y más grande de los tianguis de esa época fue el de Tlatelolco el cual llamo enormemente la atención de los españoles por su gran extensión y colorido. Esta gran actividad del comercio organizada en tianguis en México transformó su desarrollo de tal manera que las concentraciones de algunos productos o bienes y servicios le dieron nombre a sus calles y plazas, como ejemplo podemos mencionar calles como Peluqueros, Panaderos, Tabaqueros, Mesones, Plaza de la Cebada, entre otras. La actividad comercial durante todo el tiempo se ha encontrado vinculada a la vida cotidiana del hombre, la gran mayoría de la población trabaja comprando y vendiendo, y toda la población adquiere bienes y servicios necesarios para las habitaciones y para subsistir, de ahí la existencia del comercio en todas las épocas de la historia. En la época virreinal se utiliza el espacio abierto denominado desde aquel tiempo “tianguis”, hasta que los españoles lograron transformar en el concepto plaza-mercado para después ubicarlo al establecimiento, surgiendo así locales específicos para las mercancías que vendían. Posteriormente surgen las primeras carreteras, las diligencias, la renta de burros, los mesones, las alhóndigas y los pósitos, en si una serie de servicios que fueron necesitando a raíz del comercio. Para comenzar este punto es menester recordar que en la época prehispánica los aztecas dominaban una gran extensión territorial, de tal forma que recolectaban cuantiosos tributos de todas sus provincias, la clase social de los mercaderes específicamente los pochtecas practicaban el trafico más allá de las fronteras del propio imperio; también se practicaba el comercio interior que se realizaba en los tianguis o mercados. “Existen datos que revelan la gran antigüedad del intercambio de productos en Mesoamérica. En Tlapacoya (2000 a 1200 A. de J. C.) se han encontrado implementos de obsidiana procedentes del área del Cerro Navajas, a decenas de kilómetros de distancia”. “En el periodo formativo o de las Aldeas Medio (hacia el año 1000 a. de C.) aparecen productos de una región en otra, especialmente hachas y cuentas de jade, jadeíta y serpentina; puntas de flecha, nódulos y navajas de obsidiana; conchas, espejos de hematina, implementos de basalto y adesita y piezas de cerámica que debieron intercambiarse dentro de un ámbito territorial mayor a los mil kilómetros”. 3 “Durante el periodo Clásico de los Señoríos Teocráticos o de los Centros urbanos, se practicó el trueque por los teotihuacanos, mixtecos, zapotecos, totonacos, huastecos, mayas, nahuas de occidente, prepurépechas, y otros grupos minoritarios, conforme a rutas comerciales bien establecidas, que inclusive originaron el asentamiento de grupos de una cultura en ciudades de otra, según fue el caso del barrio oaxaqueño-zapoteco en Teotihuacán”. “Después del triunfo sobre Azcapotzalco y la formación de la triple alianza(primera mitad del siglo XVI), los mexicas o tenochcas sometieron a muchos otros pueblos y extendieron notablemente los itinerarios de los pochtecas, clase social especializada en el comercio”. “La gran oferta de bienes de consumo determinó la existencia de tianguis (mercados), unos diario y otros, mucho más amplios que se organizaban cada cinco días, en pueblos y en fechas diferentes para no competir entre sí”.1 El principal tianguis de este tipo fue el de Tlatelolco, al que llegaban productos de todas las regiones de Mesoamérica, conquistadas o independientes. En el centro de México, los hubo también en Tlaxcala, Cholula, Meztitlán, Tacuba, Azcapotzalco y Tenochtitlan y entre los mayas, en Chichén-Itzá, Cochí y Chancá. “Desde la conquista hasta mediados del siglo XVI, los mercados o tianguis conservaron la organización y costumbres de los tiempos precortesianos. No fue impuesta inicialmente ninguna limitación al comercio de los indígenas y desde 1523, Carlos V había dispuesto que entre ellos y los españoles se comerciara libremente “a contento de las partes”. En 1533 todavía estaba a cargo del orden y justicia en los tianguis de México y Tlatelolco un juez indígena, sin la interferencia de ningún funcionario español”. “En esta época se observa la organización que describen los historiadores españoles y la forma de llevar el orden y la justicia de los tianguis aztecas incluyendo el de Tlatelolco que era el mas grande de lanueva Tenochtitlán, pues el juez encargado del orden estaba al pendiente de la calidad de los productos, del peso y las medidas que utilizaban los vendedores con respecto a los compradores”. “Al principio las transformaciones ocurrieron de manera casi insensible el tianguis de Tlatelolco fue perdiendo importancia, pues si bien seguía asistiendo mucha gente todas las tardes, dejo de ser el centro comercial del 1 CALDERÓN, Francisco, Historia Económica de la Nueva España n los Tiempos de los Austrias, Porrúa, quinta edición, México 1996, p.286. 4 país y su influencia fue pasando a ser meramente local, mientras ganaban fuerza otros tianguis de la ciudad y los comercios de los españoles se iban apoderando del tráfico de bienes industriales y suntuarios. En su cuarta carta de relación, escrita en 1524, Hernán Cortés informó a Carlos V:” “Hay dos grandes mercados de los naturales…..en estos hay todas las cosas de bastimentos que en la tierra se pueden hallar, porque de toda ella los vienen a vender; y en esto no hay falta de lo que antes solía en el tiempo de su prosperidad. Verdad es que joyas de oro, ni plata, ni plumajes ni cosa rica no hay nada como solía…….”2 “El padre Durán cuenta que ya cristianizados los indígenas cuando tocaba en domingo el día de tianguis el que tenía lugar cada cinco días, era común que la gente no oyera misa con tal de asistir al mercado. Cuenta también que en una ocasión se topó con un indio desnudo, cargado con leña, cuando había ocurrido una helada grande y apiadándose de él le dio el valor de la carga de leña para que volviera a su casa, pero el indio prefirió regresar el dinero con tal de ir a vender su leña al tianguis. Otra vez, un español quiso comprarle a un indio una carga de fruta que llevaba a vender al tianguis, pero éste rehusó el trato y, no obstante que eso le significaba dos leguas de camino, le pidió que acudiera al tianguis y ahí se la vendería”. En efecto, los habitantes de los pueblos comarcanos situados dentro de ciertas distancias como lo que menciona Calderón Francisco R. en su libro Historia Económica de la Nueva España en los Tiempos de los Austrias en un radio de cinco leguas aproximadamente 21 kilómetros, estaban obligados a asistir a los tianguis so pena de incurrir en el enojo y los castigos consiguientes del dios propio de ese tianguis. “Por supuesto, a la obligación religiosa se unían leyes civiles que imponían el deber a los productores de acudir al tianguis más cercano y de no vender fuera de él las mercancías, todo ello con el objeto de mantener suficientemente provistos a los pueblos. Como resultado se reunían grandes multitudes en los tianguis a diario y en especial los quintos días de cada semana, a lo largo y a lo ancho de Mesoamérica. De todos ellos el más grande e importante era el de la capital, inicialmente situado en la plaza frontera al palacio real y después trasladado a la plaza de Tlatelolco, una vez que fue conquistado ese barrio por los mexicas. Según Hernán Cortés esta plaza era “tan grande como dos veces la de la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo”. Para el conquistador Anónimo la concurrencia diaria era de 20 a 30 000 mil personas y en los tianguis grandes, que tenían lugar los días 3, 8, 13, y 18 de cada mes (de veinte días) asistían entre 40 y 50 000. López de Cámara estimó que en la plaza cabían 60 000 y hasta 100 000 personas que andaban vendiendo y comprando. El Padre Las 2 CLAVIJERO, Francisco Javier, Historia Antigua de México, editorial Porrúa, México, 1998 p.235. 5 Casas, siempre exagerado, hace subir el cupo de la plaza de Tlatelolco a 200 000 ánimas y la asistencia en los días quintos a 100 000; iguales cantidades asigna a la plaza de México, que nunca dejo de funcionar”.3 Bernal Díaz describe la plaza de Tlatelolco de la siguiente manera: “……la gran plaza y la multitud de gente que en ella había, unos comprando y otros vendiendo, que solamente el rumor y zumbido de las voces y palabras….sonaba más que de una legua, y entre nosotros hubo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, y en Constantinopla y en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto concierto y tamaño y llena de tanta gente no la habían visto.” Las multitudes de compradores y vendedores tenían “gran concierto y seguimiento”. Cada renglón de comercio tenía su lugar en el tianguis ordenado en calles donde se agrupaban las distintas mercancías sin que se entremezclaran unas con otras; así había calles de herbolarios o calles en que se vendían solamente animales de caza, todo con gran orden que asombró a los conquistadores españoles. Enumerar las cosas que se comerciaban en aquel gigantesco tianguis fue una tarea que pareció imposible a los cronistas de la conquista; es preferible recurrir al resumen de Clavijero: “Lo que se llevaba a vender y a permutar al tianguis era de cuanto había en el imperio mexicano y en las provincias y reinos vecinos que pudiese servir a las necesidades de la vida, a la comodidad y regalo, a la vanidad y a la curiosidad de los hombres; innumerables especies de animales, así muertos como vivos; todo género de comestibles usados en aquella tierra, todos los metales y piedras preciosas allí conocidos, todos los simples medicinales y hierbas útiles, resinas, aceites y tierras minerales y todo género de obras y manufacturas de pita, de algodón de pluma de pelo de animales, de madera, de oro, de plata, de cobre y de piedra. Vendíase también esclavos y aún canoas enteras de excremento humano para curtir las pieles de animales. En una palabra, vendíase en aquella plaza cuanto podía venderse en toda la ciudad …..Allí concurrían los alfareros y los lapidarios de Cholula, los plateros de Azcapotzalco, los pintores de Texcoco, los estereros de Quauhtitlán, los ramilleteros de Xochimilco, los pescadores de Cuitláhuac, los cazadores de Xilotepec y los canteros de Tenayuca.”4 Cuando los españoles llegaron a México, encontraron a los artesanos nativos bien organizados según sus especialidades. Vendían sus mercancías en los grandes mercados indígenas llamados “tianguis” ( esta palabra se 3 CALDERÓN, Francisco, op. Cit. P. 292. 4 CLAVIJERO, Francisco Javier, Op. Cit. P. 237. 6 sigue utilizando hoy en día), de los que ninguno superaba al fabuloso de Tlatelolco en Tenochtitlán. Los españoles introdujeron cambios profundos en todos los aspectos de la vida de los indígenas, incluidas las artesanías. Llevaron consigo nuevas técnicas, tales como el uso del torno en la realización de cerámica y el uso de herramientas de metal. Los españoles necesitaban objetos que resultaban muy caros importar desde España: muebles, tejidos de lana y objetos para la casa. En 1529, el lego Pedro de Gante, estableció una escuela de artesanía en la Ciudad de México para los indígenas. “El gobierno del tianguis era encomendado por el rey a un tribunal permanente compuesto siempre por diez o doce jueces que dictaminaba sobre todos los conflictos comerciales, velaba porque no hubiera fraudes en perjuicio tanto de consumidores como de vendedores, cuidaba que no se violaran los precios y las calidades de las mercancías fijados por las autoridades y juzgaba y sentenciaba los delitos que se hubieran cometido en el recinto del tianguis”. “Los castigos a los transgresores y culpables incluían la destrucción de las medidas falsas, el decomiso de las mercancías y penas corporales que, en caso de robo, homicidio o riña podían llegar a la de la muerte. Las sentencias se ejecutaban sumariamente en el lugar de los hechos por los guardias del tianguis que constantemente lo patrullaban. Obviamente el gobiernodel tianguis se sostenía con una especie de tributo o alcabala que pagaban los introductores de mercancías”. “En los demás mercados de Mesoamérica se obedecían leyes y se seguían usos y costumbres similares al de Tlatelolco, con las solas diferencias que imponían el tamaño y las diversas localizaciones geográficas. Como es lógico, cada región había desarrollado producciones primarias y artesanías de acuerdo con su fauna y flora peculiares, derivadas de su clima, y de acuerdo también con sus recursos minerales como placeres de oro y a veces de plata, salinas, yacimientos de cobre o piedras semipreciosas, arcillas de buena calidad, canteras de obsidiana, pedernal o cuarzo, etc. Surgieron así especializaciones regionales pues unos pueblos tenían muy bella alfarería, otros trabajaban las plumas de los pájaros que abundaban en la zona, otros más eran conocidos por sus instrumentos de piedra y así indefinidamente la especialización de la producción condujo a la de los tianguis; así por ejemplo, el de Cholula era renombrado por su alfarería, objetos metálicos, textiles y arte plumario; el de Texcoco tenía fama por su ropa, loza y jícaras y el tianguis de Acolman se había especializado en vender toda suerte de perros, sobre todo comestibles. Los tianguis de Azcapotzalco e Izúcar estaban dedicados a la venta de esclavos, pero esta especialización se debía más bien a razones históricas y a mandamientos de la autoridad”. 7 “Los vendedores que acudían al tianguis estaban también especializados; es cierto que muchos de ellos eran los labradores y los artesanos que iban a vender los artículos que ellos mismos producían, pero muchos otros eran personas cuya única y exclusiva actividad era atender su puesto en el tianguis, donde expendían las mercancías que compraban a los productores. Estos comerciantes estaban también especializados en cierto tipo de artículos y así unos sólo vendían semillas, otros chiles, otros mantas, etc. Por el tianguis pasaban todos los sectores y estratos de la sociedad azteca, con toda su variedad y complejidad”.5 En la actualidad se sigue practicando el comercio en los tianguis de la ciudad de México y en los instalados en la jurisdicción de la Delegación Gustavo A. Madero, con las mismas características mencionadas anteriormente, pues a estas plazas también asisten a vender sus bienes y servicios personas de todos los estratos sociales, los hay desde gente que tiene diferente actividad en días laborables como obreros, policías, profesores, ingenieros, etc. Así también encontramos que muchos de ellos producen o fabrican los productos que expenden en estos tianguis, algunos de los oferentes se dedican exclusivamente al comercio y de este viven, pero algunos otros solo realizan esta actividad los fines de semana como una entrada económica extra para el sustento familiar. De mucho tiempo atrás ha habido la polémica de si entre los aztecas se daba la compraventa o si, en cambio, todo el intercambio comercial se realizaba con base al trueque, ya que no había moneda propiamente dicha. Desde el siglo XVIII el padre Clavijero manifestó su adhesión tajante a la primera opinión: “El comercio no se hacía solamente por vía de permuta como han publicado varios historiadores, sino también por rigurosa compra y venta. Tenían cinco especies de moneda que servía de precio a sus mercaderías”. Y acto seguido explica que estas cinco monedas eran el cacao, pequeñas mantas de algodón, canutos de pluma de aves rellenos de polvo de oro, piezas de cobre en forma de T y “ciertas piezas útiles de estaño”, aclarando de que el cacao era diferente del que se usaba para beber, que las mantas eran tan chicas que solo servían para el intercambio, que las T de cobre eran las que más se acercaban a la moneda acuñada y que creía que las piezas de estaño estaban selladas. “En realidad parece ser que tanto el cacao como las mantas tenían aplicación práctica, que los cañones de pluma rellenos de oro “subían o bajaban su valor según su grandeza y amplitud” y seguramente también la 5 CARRASCO, Pedro, Economía Política e Ideología en el México Prehispánico, editorial Nueva Imagen, México 1978, Pp. 101,102. 8 pureza del metal, que no se pueden encontrar dos de estas piezas de cobre de idéntico peso, tamaño y forma y que no queda evidencia de la moneda de estaño, todo lo cual pone en duda que las cinco mercancías mencionadas anteriormente hubieran podido servir de mercancía pues no contaban con las características y el valor de una verdadera moneda”.6 Así como la clase dirigente azteca estaba a punto de convertirse en una nobleza hereditaria a principios del siglo XVI, así también, en los mismos momentos los mercaderes estaban en vísperas de ser admitidos a la clase dirigente. Los pochtecas tuvieron un lugar preeminente en la sociedad prehispánica, establecieron vínculos aún con Centroamérica y mantuvieron el monopolio del comercio exterior. El Estado les brindaba apoyo y protección, al punto de hacer la guerra a las comunidades donde los hostilizaran, robaran o mataran. Así, por el temor que inspiraban las represalias, no les era negado el paso y podían llegar a regiones de otro modo impenetrables, donde a menudo hacían labores de espionaje. En general los aztecas importaban materias primas y exportaban artículos elaborados, principalmente telas y joyas. Hay que distinguir entre mercaderes o pochtecas y los comerciantes que acudían a los tianguis locales a vender o a hacer trueque de los artículos agrícolas o artesanales que producían ellos mismos las más de las veces. Estos comerciantes eran, casi siempre, campesinos o artesanos que vendían sus productos y casi nunca vivían solamente del comercio; pero aún cuando la actividad mercantil hubiera sido su medio fundamental de vida, eran solo vendedores locales a la manera de los que en nuestros días tienen puestos en un tianguis. “Los pochtecas en cambio, eran mercaderes viajeros especializados en lo que hoy llamaríamos comercio exterior, ya que realizaban sus transacciones no solo fuera del lugar de su residencia sino fuera de las fronteras del imperio azteca. Consta que sus expediciones llegaban al Pánuco, a las costas de Veracruz, a Tuxtepec, a la región de Xicalango en lo que hoy son estados de Tabasco y Campeche y a Zinacatlán y Soconusco en Chiapas”. Probablemente el comercio más lucrativo de los pochtecas era el de la venta de esclavos, del que tenían casi el monopolio, pues los prisioneros de guerra se destinaban siempre al sacrificio. A la trata de esclavos se dedicaban nada más los mercaderes más ricos. 6 CLAVIJERO, Francisco Javier, Op. Cit. P. 240. 9 “El hecho de que los pochtecas tuvieran injerencia en el gobierno de los tianguis es ya una muestra clara de la importancia que habían adquirido dentro de la sociedad precortesiana. Los tianguis no eran nada más el centro comercial de las ciudades y pueblos, sino también el centro de reunión de todos los sectores y grupos sociales donde se intercambiaban informaciones e ideas y se mantenía la comunicación con otros pueblos y regiones más o menos lejanos; no debe extrañar pues que los tianguis estuvieran sujetos al amparo de dioses especiales y la asistencia a ellos estaba ligado de alguna manera al cumplimiento de un deber religioso”. “La organización de expediciones a lugares tan distantes y en que se empleaba tanto tiempo era necesariamente complicada y costosa, pues todas las mercancías se tenían que transportar a las espaldas de cargadores que eran asalariados o esclavos, estos cargadores o tatemes (tlalmeme) eran sumamente numerosos porque, a falta de bestias de carga y de ríos navegables, eran ellos los que sobre sus espaldas tenían que transportar todas las mercancías que se enviaban de una a otra región. Si bien cadauno cargaba apenas unos 23 kilos y sus jornadas eran solo de 20 kilómetros, hacían viajes de entre 300 y 400 kilómetros. Las mercancías las llevaban en cajas de cañas tejidas recubiertas de cuero que aunque poco pesadas protegían convenientemente su contenido. Se llamaban estas cajas petlacatli, nombre que ha pasado al castellano como petaca”. Como no siempre se podían asegurar bastimentos a lo largo del camino, había que acarrear también, para casos de emergencia, provisiones que normalmente consistían en cargas de pinole, alimento que se conserva en buen estado durante mucho tiempo. “Como es natural, el costo de las expediciones obligaba a que las mercancías intercambiadas tuvieran una alta densidad económica en relación a su peso y volumen, por lo que compraban consistía normalmente en artículos de lujo, como por ejemplo plumas de quetzal, faisanes, guacamayas, loros, y otras aves vistosas, mantas ricamente tejidas, piedras semipreciosas como chalchihuites, turquesas y ópalos, caracoles y conchas de diversas formas y colores, pieles de puma, jaguar, tigrillo y otros animales, colorantes como el añil, la grana, cacao, oro y sus manufacturas”. “A cambio de estas materias primas los mercaderes aztecas entregaban artículos manufacturados de lujo o bien herramientas y utensilios de gran utilidad y escasez, como por ejemplo prendas de vestir finas con ricos bordados, adornos tales como orejeras, bezotes, pulseras y collares de ámbar y otras piedras, cuchillos, navajas y agujas de obsidiana, abanicos y bastones muy adornados, cascabeles, almagre, alumbre, pedernal y yesca para hacer fuego, etc”. “El financiamiento de las expediciones no podía recaer íntegramente en los pochtecas jóvenes que hacían los viajes, sino que en buena medida éstos tenían que recurrir a mercaderes retirados que les proporcionaban 10 mercancías para venderlas por su cuenta y a su regreso partir con ellos la ganancia a verdaderas sociedades en comandita, o partir el interés de un préstamo la gruesa”.7 Los principales obstáculos al comercio interior fueron los precarios medios de comunicación y transporte, los múltiples y elevados impuestos, el monopolio de la Corona sobre algunos artículos y la inseguridad de las rutas. 1.1 LA COLONIA “Poco tiempo después de la caída de Tenochtitlán en manos de Cortés, el tianguis de la plaza mayor pasó a ser el principal de la ciudad; su enorme superficie fue ocupada por multitud de tendejones de madera, a los que se llamó “cajones”, puestos cubiertos de petate y figones, que invadieron también los portales de Mercaderes, de las Flores y de la Diputación, e inclusive los patios del palacio virreinal”. “Igualmente la periodicidad de los días de plaza se fue ajustando al calendario cristiano para tener intervalos semanarios. Alrededor de 1540 los primeros tianguis adoptaron la periodicidad semanal. En el Valle de México, el de Coyoacán fijó en 1550 que los lunes fueran su día de tianguis; el tianguis de Churubusco hizo el cambio en 1563 y el tianguis del cerro de la Estrella en Iztapalapa, estableció en 1565 que los miércoles fueran día de tianguis. En los pueblos de indios la evolución ocurrió seguramente de una manera más lenta”. Por su aspecto los mercados de la ciudad colonial en poco o en nada se diferenciaban, en los primeros tiempos de los tianguis prehispánicos. Esto se puede explicar porque el número de comercios españoles era ínfimo o inexistente en los primeros años y porque de hecho la concurrencia de comerciantes españoles e indígenas estaba prohibida por la ley. “Con el objeto de proteger a los indígenas y de evitar a los intermediarios, o regatones, como entonces se les decía, desde 1528 el cabildo de México ordenó que ningún español comerciara en un tianguis indio de la ciudad o con ningún indígena en un radio de cinco leguas (21 kilómetros) a la redonda; obviamente esta disposición no pudo ser cumplida desde el momento en que hubo ya un número apreciable de comerciantes españoles, que no podían encontrar un área separada por que la multitud de vendedores indígenas llegaba a todos los rumbos e la ciudad”. “En los primeros 35 años de la colonia México y las otras ciudades españolas estuvieron suficientemente bien abastecidas de alimentos, leña y forrajes por los indígenas, ya fuera porque los tributaban o porque los llevaban a los tianguis a vender. Sin embargo con frecuencia se padecía 7 OLIVERA, Mercedes, Memoriales o libro de las cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella, editorial UNAM, México 1971, P. 117. 11 escasez de víveres a causa de las sequías y heladas, tan frecuente en el altiplano mexicano , así como de otros accidentes climáticos que provocaban la pérdida de las cosechas. Cuando esto sucedía era muy difícil traer bastimentos de otras regiones”. “Durante la Colonia se abrieron 26,107 kilómetros de caminos, 18,600 de herradura, (tránsito de caballos), y 7, 507 para carretas, concentrados en el altiplano y de liga con los puertos de Veracruz y Acapulco; relativamente cercanas, por las sierras, barrancos y desiertos que las separaban, la ausencia de ríos navegables y el alto costo del transporte a lomo de mulas y en carros tirados por bueyes”. “Las principales cargas fiscales, generales y específicas, eran las alcabalas, los derechos de vajilla, los gravámenes a caldos y pulques, los pagos de muralla, peaje y barcas, y el real impuesto para el desagüe de Huehuetóca”. Los ramos más productivos los monopolizaba la Corona o estaban reservados a los españoles, dejando a los indígenas solo la venta de algunos frutos y artesanías, los criollos a su vez, traficaban con productos regionales, en particular algunos textiles manufacturados por los indígenas. A los tianguis se les fijó una periodicidad semanal, en ellos se introdujo paulatinamente la moneda metálica y se les sujetó a las ordenanzas municipales, aunque siguieron teniendo la misma antigua apariencia. “Un elemento nuevo en la política del comercio novohispano fueron las ferias, en las que se expendían productos europeos y de oriente, introducidas por los puertos de Veracruz y Acapulco”. Para controlar los precios y combatir la escasez y la especulación, a fines del siglo XVI se crearon la alhóndiga y el pósito, que funcionaron de modo permanente. “Las mercancías de importación eran vinos, ropa, paños, sedería, hierro, acero, ferretería, y mercería; y las mercancías de exportación se basaban principalmente en oro, plata, cochinilla, azúcar, harina, vainilla, Palo de Campeche, cueros curtidos y carnes saladas; y las destinadas al mercado doméstico, textiles corrientes, artesanías, cereales, semillas, legumbres, hortalizas y derivados de la ganadería. José María Quiroz informa que el comercio en los últimos años de virreinato ascendían a 194.8 millones de pesos; 113.8 de artículos agropecuarios y 61 de industriales”. Contribuía también al peligro constante de las hambrunas el que una alta proporción de la población blanca, la más fuerte consumidora, estuviera concentrada en unos cuantos núcleos urbanos y en reales mineros que casi 12 siempre estaban localizados en zonas áridas y montañosas, poco propias para la agricultura. Ante el peligro permanente del desabastecimiento, las autoridades de la Nueva España expidieron leyes y tomaron medidas dirigidas a mantener bajos los precios en beneficio de los consumidores urbanos, entre los que se contaban de manera prominente los españoles, y en perjuicio de los productores de alimentos, que eran en su gran mayoría, en los primeros años, los campesinos indios. “Inicialmente, la falta de artículos provenientes de Europa hacía que sus precios alcanzasen precios excesivamente altos. A pesar que las gallinas y puercos fueron naturalmente los animales que se multiplicaron con más celeridad, sus preciosfueron exorbitantes, por ejemplo, las gallinas valían12 reales, los pollos la mitad y los huevos medio real, mientras tanto el precio de un guajolote era de solo seis reales. Los precios de la carne de res eran considerablemente más altos”. “Para evitar la especulación con la carne, en 1523 el cabildo de México intervino para fijar el precio en el mínimo posible, siguiendo un procedimiento que hoy en día es común y que para aquellos tiempos era extraño; daba la exclusiva del abasto de carne de la ciudad al carnicero que se comprometiera a surtirla, satisfaciendo sus necesidades a los precios más bajos convenidos en una licitación pública. A finales del año, se convocaba por pregón público a los interesados a presentar posturas para lograr el contrato a partir del primer día del año; de ahí al miércoles de ceniza, estas eran registradas ante notario y al final del periodo se otorgaba la concesión al postor que hubiera ofrecido vender a un precio más bajo”. “El contratista recibía el nombre de obligado porque contraía la obligación de proveer toda la carne que requiriera diariamente la ciudad por el tiempo del contrato, con las calidades estipuladas y a los precios fijados. Además el obligado se comprometía a cumplir las ordenanzas municipales sobre el manejo de la carnicería. El periodo de contrato corría desde el domingo de pascua de un año al martes de carnaval del siguiente; el tiempo de cuaresma servía para que el contratista pudiera proveerse del ganado necesario para cumplir su obligación. Debía también garantizar su cumplimiento con una fianza a satisfacción de las autoridades”. “Es cierto que los precios fijados fueron razonables, pero su nivel fue demasiado alto en los primeros años de la colonia porque el ganado importado de España y de las Antillas era todavía poco numeroso. Pedro Maya, el primer obligado de México, recibió en 1523 la concesión de vender carne a 204 maravedíes el arrelde (seis reales por 1.841 Kg.), lo que era escandalosamente caro comparado con los precios de la península”. 13 “Con gran rapidez se fue multiplicando el ganado importado, así que al año siguiente Maya perdió el contrato el cual le fue adjudicado al herrero Hernando Alonso quien se comprometió a vender la carne a 136 maravedíes el arrelde (medio peso por 1.84 Kg.). en 1526 el precio ya había bajado a 119 maravedíes y siguió descendiendo hasta que a partir de 1538 sufre un verdadero derrumbe a 17 maravedíes, así sucesivamente hasta que en 1542 llegó a 4 maravedíes”. “La discrepancia de precios ocasionó que ganaderos y regatones introdujeran carne a la ciudad a precios más baratos dejando sin negocio al obligado. El cabildo tuvo que intervenir para impedir las operaciones de los regatones, imponiéndoles severas penas si introducían carne a la ciudad; por lo que toca a los criadores de ganado, vecinos de la ciudad, se les permitió desde 1526 vender carne directamente a los consumidores, pero al mismo precio que vendía el obligado. Al mismo tiempo se prohibió la introducción de carne de puerco a la ciudad, porque era más barata”. “Como consecuencia natural de este sistema fue que el ayuntamiento prohibiera en varias ocasiones que se vendiera carne a un precio inferior al establecido, de tal manera que fue pensado un sistema de control de precios para favorecer a los consumidores, impuso precios más altos cuando la oferta era elevada y la demanda poca, ya que los indígenas todavía no se acostumbraban a comer carne. Ante los absurdos controles, gran parte de la gente compraba las partes de las reses no sujetas a control como patas, cabeza y menudencias y es probable que también se iniciara la introducción de carne por contrabando”. “No solamente se tasaron los precios de la carne sino que también de muchos productos más. En la década 1521-1531 los artículos de hierro eran escasos, muchos de ellos importados de España y, por lo tanto caros; por esto el cabildo les fijó en 1524 precios tope con gran exactitud, como por ejemplo, por una sierra cuatro pesos, un juego de cerraduras sin llave tres pesos, tenazas de herrar dos pesos, cien clavos de herrar peso y medio, martillo de carpintero un peso, y así sucesivamente, clavos de puerta y comunes, gonces, escodas, espátulas, candiles, cucharas, tenedores, armellas, tijeras, etc. Cuando estos objetos se fraguaron en abundancia en la Nueva España, aun así el control de precios no fue eliminado, sino que perduró como parte del sistema de los gremios tendientes a restringir la competencia”. “Aún más sorprendente fue el control de los precios en las hortalizas, cuya producción era abundante y que, por tanto, sus precios debían haber sido reducidos, sobre todo por tratarse de bienes perecederos, sin embargo se les estableció precios tope como por ejemplo, a una col grande un cuartillo (1/32 de peso); seis lechugas grandes, un real (1/8 de peso); un rábano, un 14 maravedí (1/272 de peso); una libra de habas, medio real ( 460 gramos por 1/16 de peso); una libra de zanahoria, un cuartillo, etc.”8 También el pan escaseaba en los primeros años de la colonia y fue sometido a control de precios; esto desalentó a los posibles panaderos y, aunque ya había algo de trigo, nadie estaba interesado en producir pan. Para remediar esta situación, en 1529 el cabildo de México tomó la extraña medida de ordenar y mandar: “………..que un alcalde y un regidor vayan, y requieran y manden a todas las mujeres casadas y solteras que hasta ahora han amasado pan para vender que de aquí adelante amasen y vendan pan al precio que está puesto…so pena que la que no lo hiciere, si fuere soltera, le serán dados cien azotes públicamente, y si fuere casada….esté presa ella y su marido hasta que lo haga…….” Dándose cuenta de la insensatez de esta providencia, a los pocos días el ayuntamiento acordó una medida más cuerda de aumentar el precio del pan para que, teniendo ganancias las panaderas, aumentaran la producción. También en 1538 el emperador ordenó que no se pusiera tasa a los vinos, harina y otros artículos que los mercaderes llevaran de España a las Indias y en cambio si se controlara el precio a los regatones que los compraran para revender. La lucha contra los regatones o intermediarios se volvió obsesiva desde los primeros años de la colonia. “El relativo y suficiente abasto de las ciudades españolas se vio afectado en parte por la epidemia de 1545-1547. la gran mortalidad de los indígenas productores de alimentos provocó una gran escasez en la capital que el gobierno trató de solucionar a través de controles. Ante la información recibida de que tanto españoles como indígenas estaban almacenando maíz para especular, el gobierno exigió en 1550 que el tributo se pagara con maíz o trigo, o con ambas semillas, no permitiendo el pago en efectivo o en otras especies; en ese año todos los pueblos situados en un radio de 20 leguas (83.8 Km.) alrededor de México, fueron obligados a llevar a esta ciudad una determinada cantidad de guajolotes, gallinas, huevos y otros bastimentos, a un precio predeterminado por las autoridades que normalmente fue más bajo que el que prevalecía en el campo; así también en 1551 el primer virrey de Velasco canalizó todas las ventas de alimentos básicos de esa zona a los tianguis de la ciudad y obligó a que en los de los pueblos de indígenas solo se vendieran tortillas, tamales, masa y frutas”. 8 ZORITA, Alonso de, Las organizaciones social económicas y religiosa de los mercaderes gremiales aztecas, Boletín de Estudios Latinoamericanos, N° 10, editorial Centro de Estudios y Documentación Latinoamericanos, Amsterdan 1970, Pp. 1-20. 15 El virrey también impuso a los indígenas la obligación de cultivar pequeñas sementeras exclusivamente para pagar tributo y dispuso que todas las tierras vacantes fueran distribuidas a los campesinos indígenas para que,poniéndolas a cultivar, se incrementara la producción de granos; no habiendo obtenido resultados positivos con las anteriores medidas decretó que el maíz que se tributaba a la Corona o a los encomenderos, obligatoriamente tenía que ser llevado a la zonas de escasez. Todos los indígenas sin excepción pasaron a ser tributarios, con cuotas cuidadosamente bien razonables y calculadas. “Antonio de Velasco arremetió contra los regatones o intermediarios. En 1553 mediante una ordenanza mandó que no pudiera haber terceras ventas, bajo ningún pretexto, so pena de multa de 200 pesos de oro y destierro de la ciudad por un año: en 1562, prohibió toda regatonería de trigo y maíz”.9 “Los tianguis de la ciudad fueron puestos bajo la supervisión de los alguaciles españoles desde unos años atrás y cuando se estableció el tianguis de San Hipólito en 1546, no se le asignó ningún salario u otro ingreso al juez indígena del tianguis, con lo que su función desapareció del todo. En otras ciudades y en los pueblos, el gobierno indígena de los tianguis se mantuvo por periodos más largos”. “Fueron impuestas restricciones al comercio indígena a pesar de que en 1553 el emperador decretó que se comerciara y trajinara los bastimentos libremente y que en 1546 categóricamente ordenara que los indígenas pudieran sin ningún obstáculo hacer sus tianguis y comerciar en ellos frutos, mantenimientos y demás mercaderías. Unos cuantos años después, en 1578, el gobierno real respaldó las medidas restrictivas del virrey, al autorizar a los indígenas a vender únicamente maíz en los tianguis y plazas públicas, sin estar sujetos a requisitos”. En 1574 ya los precios de la carne se habían recuperado, con lo que se esperaba que los obligados tuvieran mas utilidades, lo que bastó para que en las ordenanzas expedidas ese año, se asignara un veedor o inspector español a costa del obligado; el veedor tenía la obligación de registrar en un libro el ganado que se matara, con su hierro y señales, así como averiguar si había sido comprado conforme a la ordenanza respectiva. El abasto de carne no se podría rematar de ningún pueblo donde hubiera carnicerías si no lo hubiera designado el veedor español de confianza. Este funcionario debía ser nombrado por el virrey “o por la persona que asistiera en el gobierno de esta tierra”. 9 Idem. P.23. 16 “Además, estaba prohibido al obligado tener más de una carnicería, o parte en otra; tampoco podía vender la carne a ojo, sino con “peso de balanza” y había de registrar en el pueblo de origen el ganado que llevara a su carnicería. La única ventaja que tenía era poder poner a pastar ese ganado en los baldíos y rastrojos por donde pasara”. “Se expidieron también varias ordenanzas para intentar bajar los precios por medio del combate al comercio de los intermediarios. En agosto de 1579 se ordenó que los indígenas, mestizos y mulatos que llevaran frutas, chiles, tomates “y otras cosas de este género” no las vendieran a regatones, sino los condujeran “derechamente a los tianguis o plazas, sin descargarlos ni despacharlos en otra parte”, la única excepción se estableció a favor de los regatones indígenas que si podían comprar estos productos, pero solo a partir de las tres de la tarde, después de que hubieran sido ofrecidos en el tianguis al público en general. Así también en octubre de ese mismo año se prohibió a cualquier persona que comprara maíz a los indígenas en cualquier parte fuera del tianguis público; pero dentro de él los indígenas podían vender su maíz, sin atenerse al precio tope”. “Con el objeto de abaratar también la carne, en mayo de ese año se permitió a los criadores de carneros que los vendieran en las ciudades sin impedimento alguno; con ellos, solo se reservaba en exclusiva a los obligados la venta de carne de res. Al mes siguiente se ordenó que pollos, gallinas y guajolotes solo pudieran venderse en los tianguis y al precio fijado por la autoridad”. El precio de la carne llegó a ser siete u ocho veces más alto. “En marzo de 1580, cuatro meses después de fundada la alhóndiga envió el virrey un proyecto de ordenanzas de la institución para su aprobación, la cual fue concedida de inmediato; con ella se autorizó la construcción de trojes y graneros tanto en México como en los pueblos proveedores. Estas ordenanzas confirmadas por el rey en marzo de 1583, se convirtieron posteriormente en modelo para todas las alhóndigas de indias”10. El establecimiento de la alhóndiga buscaba crear un mercado de competencia al que debían concurrir todos los oferentes de granos y harinas a ofrecer sus productos. Para eliminar el regatón o intermediario las ordenanzas prohibían que se pudiera vender estos productos fuera de la alhóndiga y mandaban que nadie saliera a los caminos a comprarlos. Los arrieros y carreteros debían de ir directamente a la alhóndiga a descargar los granos que trajeran, los cuales debían de ir amparados por documentos expedidos por las autoridades del lugar de origen de los productos, en que constaran a quien habían sido comprados y a que precios. 10 Op. Cit. p. 25. 17 Una vez ingresados los granos a la alhóndiga, los vendedores tenían que manifestar bajo juramento si los habían comprado o eran de su propia cosecha; satisfecho este requisito tenían que apresurarse a realizar las ventas, porque tenían prohibido conservar los cereales almacenados sin venderlos por más de 20 días, so pena de que pasado este plazo la alhóndiga los pusiera a la venta a los precios corrientes. “Los panaderos que acudían a la alhóndiga para surtirse, no podían comprar más cantidad de harina o trigo que la hubieran necesitado para amasar en dos días, pero sus compras no las podían ejecutar hasta que fuera tocada la plegaria de la misa mayor en la catedral( a las 11 o 12 horas), para que así los vecinos pudieran comprar primero. Los panaderos que fueran propietarios de tierras trigueras debían declarar bajo juramento que tanto era el trigo de su cosecha y cuanto pan amasaban diariamente. El precio al que se hubiera pactado la primera venta del día debía ser el que rigiera como máximo a lo largo de la jornada, bajo pena de perder el monto de la operación el que vendiera a un precio mayor”. “La administración de la alhóndiga estaba encomendada a un funcionario llamado “fiel”, el cual debía residir en la alhóndiga misma para que pudiera “mirar y entender cada día” a los precios a que se vendiesen los granos y la harina para hacer que se cumplieran los máximos, el fiel debía de llevar registro de todo el grano que entrare en la alhóndiga, especificando el nombre de las personas que lo llevaban y el lugar de procedencia, así como los pormenores de cada operación de venta. Para garantizar la fiel ejecución de sus obligaciones debía dar fianza por 4 000 pesos de oro común y tenía prohibido comprara granos y harinas por si o por interpósitas personas. Las experiencias de los primeros 15 años de operación de la alhóndiga hicieron que en 1595 se mandara que ninguna persona viviera en el edificio de la alhóndiga y que se prohibiera a los encomenderos la entrada a ella”. “Dos regidores se turnaban mensualmente para juzgar en el tianguis los casos de la violación de las ordenanzas, pero se podía apelar a sus sentencias al cabildo de la ciudad. Los gastos de operación de la institución recaían sobre los vendedores, quienes debían pagar tres granos de oro común, por cada fanega de trigo o cebada(90.8 litros) o quintal de harina (46 kilos) que introdujeran a la alhóndiga; de estos ingresos se pagaban 500 pesos anuales al fiel y 300 al escribano que lo auxiliaba, pero poco después dichos sueldos le parecieron excesivos a Felipe II y ordenó que se redujeran”. A la alhóndiga de México siguieron las de Zacatecas y San Luis Potosí y a finales del siglo XVII, CarlosII promovió de hecho la fundación de más de ellas al permitir que se establecieran en cualquier población donde conviniera. “Al mismo tiempo que la alhóndiga, fue fundado el pósito como institución complementaria. Mientras que la primera era un tianguis a donde concurría todo el grano producido en la zona para venderse rápidamente, la 18 segunda era un fondo de capital municipal destinado a comprar granos en los años de abundancia para venderlo en las épocas de escasez buscando mantener los precios estables por lo menos dos años. De esta manera impedía, cuando las cosechas eran buenas, que los precios se derrumbaran, lo que podía provocar que los agricultores se desalentaran y dejaran de producir; por el contrario, cuando había escasez el pósito conservaba los precios a un nivel accesible para los habitantes más pobres de la ciudad y, si las cosechas se perdían, la reserva acumulada impedía la hambruna o cuando menos la limitaba. No había, sin embargo, un precio único sino que variaba según las calidades de los cereales”. El pósito hacía también las veces de una institución de beneficencia por que además de contribuir al sostenimiento del Hospital de San Lázaro, ayudaba con provisiones a indigentes, enfermos y peregrinos, atendiendo las peticiones de autoridad y particulares. Una fuente de financiamiento era la diferencia entre el precio de compra y el de venta en tiempos de precios altos, ya que entonces el pósito podía vender el grano con utilidad; otra era el producto de las inversiones que realizaba cuando tenía remanentes. “Las ordenanzas del pósito de México, elaboradas en 1580 por el cabildo y aprobadas por el virrey, fueron ratificadas por Felipe II en mayo de 1582. En ellas se encargaba la administración del pósito a un mayordomo y a un regidor para las operaciones de trigo y harina e igual para las de maíz. Estos funcionario eran nombrados por un año y no podían volver a ocupar el cargo sino hasta después de haber transcurrido cuatro años de que lo habían dejado; eran seleccionados por su buena conducta y su actuación estaba cubierta por una fianza. El mayordomo tenía un sueldo de 330 pesos y el regidor de 165 al año”. “Las responsabilidades de los empleados consistían en proponer al cabildo la compra de grano, comprobar la cantidad y calidad de los cereales comprados; vigilar el almacenamiento del grano y cuidar que no se echara a perder: realizar las ventas en épocas de escasez, o bien cuando los granos fueran viejos para prevenir su pérdida; manejar los fondos, dando cuenta cada ocho días de las operaciones realizadas y finalmente llevar los registros y libros de la institución. En toda su actuación los funcionarios carecían de independencia pues solo eran ejecutores de las decisiones tomadas por una junta superior formadas por las autoridades del pósito, de la alhóndiga de la ciudad, miembros de la audiencia y a veces el mismo virrey”. De las dos instituciones, la alhóndiga tuvo la situación financiera más sana; no podía lograr ganancias espectaculares, pero tampoco estaba expuesta a sufrir pérdidas de consideración, debido a que los tres granos por fanega bastaron para cubrir sus gastos administrativos y de mantenimiento. Igualmente, cumplió cuando menos parcialmente sus objetivos al limitar y 19 reducir las especulaciones, el acaparamiento y la excesiva intermediación comercial. “El pósito en cambio presionaba más directamente a productores y comerciantes y despertaba en ellos, por tanto, mayor antagonismo y resistencia. Por otra parte, mientras las operaciones de la alhóndiga eran seguras, las del pósito implicaban jugar su fondo de capital en cada compra, pues siempre quedaba la posibilidad de que el precio a que vendiera fuera menor a aquel al que había comprado. En los tiempos de escasez, el pósito no podía aprovechar el alza de los precios porque no tenía como objetivo obtener utilidades sino mantener la estabilidad del mercado”. El resultado del establecimiento de estas dos instituciones fue en general positivo, sobre todo el de las alhóndigas. El virrey Martín Enríquez informaba a su sucesor el conde de la Coruña que en los años en que había habido “esterilidad de pan” se sentía en esta tierra hambre “ y probando algunos remedios ninguno ha venido a ser tan eficaz como el de tener alhóndiga” porque “atajó a los regatones la ocasión de su codicia desordenada”. Aunque no terminaron con la regatonería. Las alhóndigas pudieron limitarla y contribuir a mantener el abasto constante de granos con una relativa estabilidad de precios; lo que se logró debido a que eran autosuficientes. Obviamente, los indígenas siguieron vendiendo en los tianguis de las ciudades todo tipo de alimentos incluso granos en épocas normales. “A principios del siglo XVII el carmelita Vázquez de Espinosa contó cuatro tianguis en la ciudad de México, que le resultaron siete: San Juan, cuyos días de plaza eran los domingos, lunes y martes; Santiago Tlatelolco, diario; Santa María la Redonda, probablemente especializado en alfarería; Plaza Mayor; Plaza de la Modorra; San Hipólito, los miércoles y jueves y San Antonio Tomatlán, dedicado a vender comida y que funcionaba a diario”. “En estos tianguis, fundamentalmente indígenas, se encontraban también “cantidad….de sedas, paños y todo cuanto se puede hallar en las (ferias) más abastecidas del mundo”, lo cual se debía que no solo había en ellos puestos de petate sino “muchas y gruesas tiendas de mercaderes, oficiales de todos los oficios, españoles e indígenas….de suerte que con la abundancia que hay de todo, no se carece de cosa en esta famosa ciudad” a decir del mismo Vázquez Espinosa”.11 “Fuera de las ciudades, se mantuvo más rígidamente la separación del comercio de españoles e indígenas, dispuesta desde los principios de la 11 FLORES CANO, Enrique, Ensayos Sobre el Desarrollo Económico de México y América Latina, editorial FCE, México 1979, p. 342. 20 colonia, aunque la reiteración de los ordenamientos hace suponer que con frecuencia eran incumplidos. Felipe III ordenó en 1600 que ningún mercader estuviera más de tres días en un pueblo de indígenas; siete años después; una ordenanza dispuso que ningún español soltero, tratante o viandante, pudiera regresar a un pueblo indígena sino hasta pasados cuatro meses; en 1613 otra ordenanza aclaró que la instancia máxima de tres días impuesta a los “mercachifes, tratantes y contratantes” se refería tanto a las cabeceras como a los pueblos sujetos; pero al año siguiente esta disposición fue derogada y quedó vigente solo para los pueblos sujetos. Este aislamiento de los pueblos indígenas, impuesto para proteger a estos, contribuyó a perpetuar su atraso y a diferir su incorporación a la cultura mestiza que en esos tiempos se estaba formando”. “Después de la fundación de la alhóndiga y el pósito en 1580, siguió un periodo de casi medio siglo de gran actividad legislativa para, a través de controles, mantener los precios estables. Los ordenamientos que se expidieron buscaban en primer término reducir la regatonería, a veces con mandatos reiterativos que indican que su violación era permanente. En 1583 , fue dispuesto que ninguna persona comprara en México, ni en cinco leguas a la redonda, mantenimiento, viandas o zacate para venderlos. ese mismo año se prohibió que los buhoneros vendieran sus mercancías en las calles y de casa en casa, sino precisamente en los tianguis, mercados y tiendas. En 1587 el virrey marqués de Villa Manrique expidió una ordenanza contra la regatonería, aparentemente sin resultado porque en 1594 y 1597 fueron necesarias nuevas ordenanzas imponiendo severos castigos a los intermediarios. El éxito de estas medidas fue nulo, porque en el último año del siglo XVI Gómez de Cervantes se quejaba que la regatonería la practicaban no solo negros y mulatos libres,sino también los esclavos por cuenta de sus amos españoles y como consecuencia los taberneros hacían lo propio. Al efecto este español escribía”: “… se trata de regatonería con tanta libertad y publicidad, como si fuese cosa de virtud; porque ninguna cosa entra en esta ciudad de México de bastimento, que gocemos los vecinos de comprarla de la primera venta, porque primero entra en poder de regatones que….no se contentan de ganar….ciento por ciento, sino….cuatrocientos por ciento y aún más.” “A principios del siglo XVII, en 1608, se emitió una ordenanza que aflojaba un poco los controles al permitir la venta libre, por cualquier persona y en cualquier lugar, de la leña y el carbón, siempre que fuera a los precios oficiales; sin embargo, en breve se volvió a la manía reglamentista y en 1615 y en 1623 se reiteró que el maíz debía venderse en la alhóndiga, en tianguis y en plazas y no en casas particulares; que en la alhóndiga no hubiera encomenderos que vendieran bastimentos y que los alguaciles salieran a los caminos para impedir que los indígenas vendieran el maíz antes de llegar al tianguis. Al año siguiente se invitó al público en general a que denunciara a los regatones y en 1621 se ordenó a los introductores de bastimentos a San Luis Potosí que los entregaran a la alhóndiga del lugar”. 21 “En lo que se refiere a la plaza-mercado a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, estaba constituida por jacales que se encontraban frente al ayuntamiento y que se habían construido de una manera modesta y con materiales propios de cajones para empaques, por lo que primeramente se les conoció como cajones de ropa, pero debido a inundaciones y varios incendios, se construyeron tiendas de mampostería a las que en su conjunto se le conoció como “El Parián” que fue el mercado de puestos de madera y techados de tejamanil, en donde se vendía ropa vieja, libros, armas de fuego, y armas blancas, sillas, de montar, baúles, alhajas y varias cosas más”. Podemos mencionar que el tianguis es una de las instituciones que más a influido en la vida de los mexicanos desde la época de los aztecas hasta la época actual, por su parte los conquistadores trajeron además de la visión del zoco árabe, que coincidía con el tianguis azteca poner su mercancía sobre mantas extendidas en el suelo, con tenderetes que defendían del sol a los comerciantes. “Todavía fue más minucioso el control impuesto por la ordenanza de agosto de 1619 a las tiendas de México que podían vender “todo género de cosas de comer, siempre que se les fijara precio oficial”, en este documento se especificaba que la fruta solo se podía vender en los tianguis, excepto los indígenas que podían vender cualquier bastimento en cualquier parte, a todas horas y sin precio fijo, los tenderos no podían comprar fruta sino en los tianguis y después del medio día, para que primero pudieran surtirse los vecinos; el corregidor debía de fijar los precios de todos los bastimentos semanal o mensualmente, según el artículo, en fin, se prohibía a los regatones hasta la asistencia a los tianguis, sobre pena que recibieran 100 azotes y dos años de destierro de la ciudad”12. En efecto, los habitantes de los pueblos comarcanos situados dentro de ciertas distancias como lo que menciona Calderón Francisco R. en su libro Historia Económica de la Nueva España en los tiempos de los austrias en un radio de cinco leguas aproximadamente 21 kilómetros, estaban obligados a asistir a los tianguis so pena de incurrir en el enojo y los castigos consiguientes del dios propio de ese tianguis. 12 ESQUIVEL OBREGÓN, Toribio, Apuntes de Historia de México, editorial Porrúa, México 1985, P. 133. 22 1.3 LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO. En esta época el comercio interior adquirió una gran importancia, sin embargo posteriormente a la independencia de México sufre un cambio a raíz de las consecuencias de la nueva organización económica. “De tal forma que surge una nueva Ciudad de México, construida sobre la desbastada Tenochtitlán, y si bien el comercio interior se continúa desarrollando tomando como eje principal a la Ciudad de México, sufriendo cambios importantes en su arquitectura, se sigue respetando a la ciudad indígena, de tal modo que se continúa con sus tres accesos terrestres, la ciudad española se situó al centro conservando los barrios prehispánicos con sus nuevos nombres cristianos. La Plaza Mayor fue formada por los edificios de las autoridades eclesiásticas y civiles, todo género de comercio se comenzaron a instalar en torno a la plaza, lo que dio origen al portal de mercaderes”. “La plaza cobra una enorme importancia, a manera de que se va asentando el comercio, así también desde ese tiempo los comercios se empiezan a apoderar de lo que era la Plaza Mayor , extendiéndose a las calles que actualmente conocemos como de Santo Domingo, la de Madero y la de Tacuba, ocupando ambas aceras, hasta la Plaza Mayor; toda clase de artesanos, como carpinteros, herreros, cerrajeros, zapateros, tejedores, etc”. La influencia del tianguis fue importante en el comercio de la Independencia de México, los mismos artículos que Hernán Cortes mencionó como objetos de tráfico mercantil en el tianguis de Tlatelolco , son los mismos que se compraban diariamente en los tianguis que se establecieron en todos los estados de la República. “Al respecto encontramos varios testimonios que relatan de que a los tianguis que se establecieron en los diversos estados de la República Mexicana, destaca el que se instalaba en la Plaza Mayor de esta capital, el que era considerado como un enorme tianguis en el que compraban y vendían toda clase de legumbres y flores procedentes de Xochimilco y de Chalco, que los transportaban por el canal de la Viga hasta el centro de la ciudad”. “Para el año de 1853 los límites de la Ciudad de México eran prácticamente los mismos que en época virreinal, ya que al norte se delimitaba por el actual San Lázaro, al oriente se demarcaba por San Antonio Abad, al sur por Bucareli y al poniente por la actual avenida de San Cosme”. “En 1848 surgió el primer fraccionamiento de la ciudad con la colonia francesa o barrio de Nuevo México, y que en ese entonces se encontraba en las calles que hoy conocemos de Belén y Victoria, en el preciso lugar donde en el año de 1849 se inauguró el mercado de Iturbide”. 23 “Entre los años de 1790 y 1883, la población de la ciudad de México había crecido de 160,000 a 200,000 habitantes, también su territorio tenia un gran crecimiento de 8.5 kilómetros cuadrados se extendió a 40.5 kilómetros, abarcando ranchos y fraccionamientos en ese crecimiento”. “Como es obvio con lo anterior, también el comercio crece enormemente en la Ciudad de México, ya para el año de 1854 el Doctor Manuel Orozco y Berra había elaborado una lista de manera cronológica en la cual se detallaban los comercios que existían en la ciudad, alcanzando un número de 5,000 comercios, por lo que claramente podemos observar la intensidad del desarrollo del comercio a fines del siglo XVIII”13. “En las postrimerías el siglo XVIII la Ciudad de México se transformó, en este fin de siglo hubo un gran impulso de las llamadas reformas borbónicas, fue así como en este periodo se construyeron mercados y locales en toda la capital dándole a la Ciudad una vista sumamente suntuosa”. Fue así como las calles se llenaron de comercios destinados a tortillerías, dulcerías, etc., dentro de las crónicas de la entrada a la capital del Ejército Trigarante, por la calle de Plateros que era la más importante por sus palacios y accesorios. “Precisamente en el centro de la nueva capital virreinal comenzaron a establecerse nuevos tianguis, como la plazuela del volador junto a la plaza mayor, se le llamó así porque en las afueras realizaban su ritual unos
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