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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS 
 
SUPERIORES ARAGÓN 
 
 
 
 
 HACIA LA CREACIÓN DE UN REGLAMENTO PARA UN 
VERDADERO 
 REORDENAMIENTO DE TIANGUIS Y ORGANIZACIONES 
SOCIALES 
 EN G.A.M., RETO ACTUAL DEL JEFE DELEGACIONAL. 
 
 
TESIS 
 
 
QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADO 
EN DERECHO 
 
 PRESENTA 
OMUNICACIÓN Y PERIODISMO 
O 
LEOBARDO MORENO VÀZQUEZ 
ROSA ELIA BRIZUELA LÓPEZ 
GGGG 
GRUPO 
ASESOR: LIC. IRENE VAZQUEZ VELEZ 
 
 
BOSQUES DE ARAGON, NEZAHUALCOYOTL, MAYO 
DE 2010. 
SESORA: 
LIC. MARIO M SANTOS 
 LILIA ENCISO GARCÍA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
DEDICATORIAS. 
 
A Dios. 
 
Por permitirme llegar a este momento 
 tan especial en mi vida. Por los triunfos y los 
momentos difíciles, que me ha enseñado a 
 valorar cada día más a todos y cada uno de 
mis seres queridos y a cada instante de mi vida. 
 
 
 A la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 en especial a la FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES 
 DE ARAGÓN por permitirme ser parte de una generación 
 de triunfadores y gente productiva para el país. 
 
 
A ti Madre. QPD 
 
Por haberme educado y soportado mis errores. 
Gracias a sus consejos, por el amor que 
siempre me brindo, por cultivar e inculcar 
 ese sabio don de la responsabilidad. 
En donde quiera que se encuentre siempre 
la recordaré con el gran amor que me enseño 
¡Gracias por darme la vida! 
¡Te quiero mucho! 
 A mis hijos 
 Yesica Evelyn, Luis Eduardo, Delia Berenice, Monserrat. 
 Mis grandes tesoros que la vida me dio, motor de mi existencia, 
 y motivo de mi superación profesional, por haberme entendido 
 y apoyado moralmente durante los cinco años de mi carrera. 
 
 ¡Los amo mucho! 
 
 
A ti, Meche 
 
Por ese amor que te tengo y todo el apoyo 
que siempre he recibido de ti, porque realmente 
eres la mujer que llena todo en mí, por indicarme el 
equilibrio que me permite dar el máximo de mí, por 
el empeño que pusiste y el gran apoyo sin el cual 
no me hubiera sido posible culminar este objetivo. 
 
¡Te quiero mucho! 
 
A mis hermanos; 
 
Margarita, Juana, Adalberto(QPD), Jorge, 
María Agustina y Pastora; por la ausencia de 
De unos y la presencia de otros, por contar 
Con su apoyo moral en momentos especiales y 
Difíciles de mi vida. 
 
¡Muchas gracias! 
 
 
 
 A mis amigos 
 
 Lic. Alejandro Pérez Núñez, por el apoyo y sus palabras 
 De aliento y por brindarme su amistad, Lic. Martín Contreras 
 Cortez por sus acertados consejos y su apoyo incondicional, 
 Arturo Alejandro Arellano Rodríguez por darme la oportunidad 
 de ser su amigo. 
 
 Sinceramente. 
 
 
 
A mis sinodales; 
 
Mi agradecimiento por su participación en la 
Aplicación de mi examen profesional, al Lic. 
Raúl Espinoza; Lic. Félix Fernando Guzmán García, 
Lic. María Teresa Herrera Cano, Lic. Alberto Ortiz Lemus. 
Especialmente a la Lic. Irene Vázquez Vélez por su 
Dirección en la elaboración de esta tesis. 
 
 Respetuosamente 
 
 A todos y cada uno de mis maestros; 
 
 Mi agradecimiento sincero por que, 
 con sus enseñanzas y experiencias 
 hicieron posible que culminara mi carrera. 
 
 Afectuosamente 
 
 
 
LEOBARDO MORENO VÁZQUEZ 
ÍNDICE 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 Pág. 
CAPITULO 1 
 
MARCO HISTÓRICO 
 
1.1 Los Aztecas ------------------------------------------------------------------------------ 2 
1.2 La Colonia-------------------------------------------------------------------------------- 10 
1.3 La Independencia de México---------------------------------------------------------- 22 
1.4 La Revolución Mexicana--------------------------------------------------------------- 24 
1.5 La Época actual-------------------------------------------------------------------------- 26 
 
CAPITULO 2 
 
GENERALIDADES DE LOS TIANGUIS EN GAM 
 
 
2.1 Concepto de comercio ---------------------------------------------------------------- 34 
2.2 Concepto de comercio informal ----------------------------------------------------- 35 
2.2.1 Concepto de comercio ambulante --------------------------------------------------- 38 
2.2.2 Concepto de tianguis ------------------------------------------------------------------ 39 
2.2.3 Concepto que se propone ------------------------------------------------------------ 40 
2.2.4 Generalidades de los tianguis en GAM -------------------------------------------- 40 
2.2.5 La comunidad pros y contras -------------------------------------------------------- 43 
2.2.6 El tianguis de la colonia San Felipe de Jesús ------------------------------------- 45 
2.2.7 Los comerciantes establecidos o formales ---------------------------------------- 52 
2.2.8 Los vecinos (el consumidor, el comerciante informal) ------------------------- 56 
2.3 Las autoridades ----------------------------------------------------------------------- 62 
2.3.1 La Delegación Gustavo A Madero ------------------------------------------------ 66 
2.3.2 La subdirección de mercados y vía púbica --------------------------------------- 72 
2.3.3 Las direcciones territoriales -------------------------------------------------------- 74 
2.3.4 Los inspectores de vía pública -----------------------------------------------------75 
2.4 Las organizaciones sociales ------------------------------------------------------- 80 
2.4.1 Los presidentes y/o secretarios generales --------------------------------------- 84 
2.4.2 Las organizaciones sociales frente a la autoridad ----------------------------- 87 
2.4.3 El corporativismo y las negociaciones con las autoridades ------------------ 92 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO 3 
 Pág. 
 RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS TIANGUIS 
 
3.1 La Constitución Política de los estados Unidos Mexicanos ---------------------- 98 
3.2 El Código de Comercio ----------------------------------------------------------------- 99 
3.3 El Código financiero del D. F. --------------------------------------------------------- 101 
3.4 El Diario Oficial de la Federación ----------------------------------------------------- 103 
3.5 La Gaceta Oficial del Gobierno del D. F. -------------------------------------------- 104 
3.6 El Programa de Reordenamiento de la vía pública -------------------------------- 107 
3.7 El reglamento de mercados ------------------------------------------------------------ 110 
 
 
 
CAPITULO 4 
 
 
HACIA UN VERDADERO REORDENAMIENTO DE LOS TIANGUIS EN GAM 
 
4.1 Aspecto social ----------------------------------------------------------------------------- 112 
4.2 Salud e higiene ---------------------------------------------------------------------------- 114 
4.3 Parque vehicular de comerciantes y consumidores --------------------------------- 116 
4.4 Accesos de emergencia vecinal y de oferentes --------------------------------------- 118 
4.5 Seguridad pública para consumidores y comerciantes ----------------------------- 120 
4.6 Un reglamento independiente para regular a los tianguis ------------------------- 121 
4.7 Reto del jefe delegacional -------------------------------------------------------------- 123 
4.8 Tianguis que no funcionan ------------------------------------------------------------- 129 
4.9 No pago de impuestos ------------------------------------------------------------------ 130 
4.10 Anarquía ---------------------------------------------------------------------------------- 133 
4.11 Un tianguis modelo o funcional ------------------------------------------------------- 136 
 
 
CONCLUSIONES ------------------------------------------------------------------------------ 139 
 
 
 
FUENTES CONSULTADAS ----------------------------------------------------------------- 149 
INTRODUCCION 
El tema del comercio ambulante en nuestro país data de la época 
precolombina, tal es el caso del tianguis de Tlatelolco, el cual se instalaba en una 
gran explanada rodeada por caminos y canales navegables por los cuales 
llegaban los clientes a demandar los variados productos que ahí se vendían al aire 
libre. El presente trabajo de investigación es con la finalidad de sustentar nuestro 
examen profesional a nivel licenciatura de la carrera de Licenciado en Derecho, y 
es precisamente por la inexistencia de un marco legal en que funcionan los 
tianguis en la delegación Gustavo A. Madero, así como en el resto del Distrito 
Federal es que proponemos la creación de un reglamento para reordenar 
exclusivamente a los tianguis de esta nuestra demarcación. 
El tianguis se efectuaba en ciudades que tenían importancia, entre las que se 
encontraban los mercados o tianguis de Huejotzingo, Tenochtitlán, Texcoco, 
Tlaxcala y Xochimilco entre otros. Aproximadamente 50,000 personas acudían 
para comprar y vender diversos productos que se agrupaban por calles, verduras, 
hierbas medicinales, frijol, maíz, algodón, aves, obsidiana, loza, hachas, y 
minerales entre muchas más mercancías. 
También había jueces para impartir justicia en los tratos comerciales que 
vigilaban los productos. Las transacciones se efectuaban principalmente mediante 
el trueque o mediante semillas de cacao, como dinero-mercancía. 
La herencia de los tianguis es una mezcla de las tradiciones mercantiles de 
los pueblos prehispánicos de Mesoamérica, incluyendo el azteca y de los bazares 
del medio oriente llegados a América vía España. 
La palabra tianguis proviene del vocablo náhuatl tianquiztli, que significa 
mercado o plaza de mercadeo. Antes y durante la colonia, el comercio entre 
indígenas y la creciente población mestiza se movía a través de los tianguis. 
Tlatelolco, en donde actualmente se encuentra la histórica unidad habitacional del 
mismo nombre, era el mercado más importante de Tenochtitlán; hasta allá se 
desplazaban los agricultores y comerciantes de pueblos que ahora son 
delegaciones de la periferia del Distrito Federal, como Gustavo A. Madero e 
Iztapalapa, para comercializar sus productos. 
Asimismo en este trabajo de investigación mencionamos conceptos del 
comercio y de tianguis así como una propuesta nuestra al respecto, así también 
abordamos la opinión de la comunidad donde se instalan los tianguis y en general 
vecinos que también son tianguistas y comerciantes establecidos, los vecinos 
como consumidores los pros y contras de los tianguis desde el punto de vista de la 
comunidad; el papel que toma la autoridad competente en este rubro su omisión 
como tal y la problemática que esta omisión causa a la comunidad. Los límites y 
jurisdicción de la delegación Gustavo A. Madero, la subdirección de mercados y 
vía pública que de acuerdo al organigrama de la propia delegación es la que tiene 
competencia para regular a los tianguis en esta demarcación, la división de la 
propia delegación en diez direcciones territoriales y que cada una de estas 
direcciones cuenta con elementos y personal suficiente y la poca atención que 
ponen estas oficinas para darle solución a un problema que día con día va 
creciendo y que se podría pensar que está rebasando a la autoridad delegacional, 
todo esto auspiciado por los inspectores de vía pública que lejos de cumplir con su 
obligación se dedican a “pasara la charola” con los comerciantes de la vía pública 
y de algunos tianguis; en la actualidad existen tianguis dirigidos por líderes 
carentes de valor o sería más bien de ganas de representar debidamente a sus 
agremiados y solo dejan que entren inspectores de vía pública a pedir “mordida” 
por las básculas de los tianguistas que tienen mal pesaje ignorando estos lideres 
que no es competencia de estos inspectores supervisar las básculas, dejando así 
los “servidores públicos” de supervisar la creciente problemática que arrojan los 
tianguis; ante este actuar de los inspectores las organizaciones sociales se 
mantienen despreocupados dejando a sus agremiados en manos de estos 
rapaces que solo “pasan la charola” para beneficio propio, de todo esto están 
plenamente enteradas las organizaciones sociales y aún así no intervienen para 
darle una sana solución para todos los comerciantes, comunidad, organizaciones 
sociales y la propia autoridad; lo anterior sustentado en un reglamento exclusivo 
para los tianguis y su reordenamiento. Lejos de darle una solución sana y benéfica 
para todos, los secretarios generales o presidentes de estas organizaciones 
sociales solo se dedican a poner, por que esa es la palabra correcta solo ponen a 
sus “delegados” para dar lugares y cobrar “la plaza” en el tianguis que les 
corresponda. Hemos mencionado que ponen a sus delegados los presidentes o 
secretarios generales de las organizaciones sociales por que a pesar de que 
cuentan con escritura pública de una asociación civil no se sujetan a sus cláusulas 
para el cambio de mesa directiva y que en la mayoría de las ocasiones hasta 
llegan a heredar a sus hijos o familiares el cargo depresidente o secretario 
general de las asociaciones, estos presidentes o secretarios generales solapados 
por las autoridades delegacionales las que siempre negocian con estas 
organizaciones para los tiempos electorales y piden el apoyo de estos líderes para 
que obliguen a sus agremiados a asistir a mítines para abrir y cerrar sus 
campañas para apoyar a candidatos a diputados, jefes delegacionales y también a 
candidatos a jefe de gobierno del propio Distrito Federal sin importar el partido que 
se encuentre gobernando en la delegación; muchos son los delegados que han 
estado al frente de la administración de Gustavo A. Madero y pocos los que han 
intentado realizar proyectos de reordenamiento y ninguno de estos pocos los ha 
concluido, es por esto que nuestro trabajo va encaminado a la creación de un 
reglamento exclusivamente para los tianguis y su reordenamiento y que esta 
propuesta sea un reto para Víctor Hugo Lobo Román, el actual jefe delegacional 
en Gustavo A. Madero y que de verdad le de solución a la enorme problemática 
que generan los tianguis tomando en cuenta a estos, a la comunidad y a las 
propias organizaciones sociales por una solución basada en nuestra propuesta y 
que sea benéfica para la comunidad maderense en general. 
CAPITULO 1 
MARCO HISTÓRICO 
 
El tianguis se efectuaba en todas las ciudades de cierta importancia 
cada cinco días. Eran afamados los mercados de Tenochtitlan, Texcoco, 
Tlaxcala, Xochimilco y Huejotzingo, entre otros. Cada tianguis tenía señalada 
una comarca, constituida por pueblos vecinos, desde la que debían acudir los 
vendedores. Consumada la conquista de Tlatelolco por el tlatoani azteca 
Axayácatl, el mercado principal de México-Tenochtitlan se instaló en esa 
zona, en la plaza conocida hoy como de Santiago. Según el relato de los 
conquistadores españoles que lo vieron, “era tan grande como dos veces la 
ciudad de Salamanca”. Para comprar o vender concurrían a él de veinte a 
veinticinco mil personas, número que se duplicaba en los días de tianguis 
determinados. 
 
 Los diversos productos estaban agrupados por calles: se vendían 
verduras, hierbas medicinales, semillas, mantos de algodón, navajas de 
obsidiana, loza labrada y bruñida, hachas, todo tipo de aves, peces y, en 
general, de animales, plantas y minerales. Había doce jueces para impartir 
justicia en los tratos comerciales y empleados públicos que vigilaban las 
medidas y los productos. 
 
Las transacciones se efectuaban principalmente mediante el trueque o 
con granos de cacao, la moneda de cambio. En la actualidad, los tianguis 
presentan características muy similares en las grandes ciudades y pueblos de 
la República Mexicana. 
 
Ya para la independencia de México se trató de controlar la introducción 
de productos cultivados en el campo y así también a los regatoneros o 
intermediarios de productos naturales, así fue como se crearon los mercados 
del Volador y el Parián para reubicar a los comerciantes de las calles de 
aquellos tiempos, así las cosas hasta llegar a la época actual con sus 
grandes tiendas de autoservicio y el crecimiento desmedido de los tianguis. 
 
 
2 
 
1.1 LOS AZTECAS 
 
 La actividad del comercio en los tianguis en la Ciudad de México a 
existido desde los tiempos de nuestros antepasados los Aztecas, 
encontramos antecedentes de esta actividad en la gran Tenochtitlán, diversos 
historiadores ubican en sus descripciones como el primero y más grande de 
los tianguis de esa época fue el de Tlatelolco el cual llamo enormemente la 
atención de los españoles por su gran extensión y colorido. 
 
 Esta gran actividad del comercio organizada en tianguis en México 
transformó su desarrollo de tal manera que las concentraciones de algunos 
productos o bienes y servicios le dieron nombre a sus calles y plazas, como 
ejemplo podemos mencionar calles como Peluqueros, Panaderos, 
Tabaqueros, Mesones, Plaza de la Cebada, entre otras. 
 
 La actividad comercial durante todo el tiempo se ha encontrado 
vinculada a la vida cotidiana del hombre, la gran mayoría de la población 
trabaja comprando y vendiendo, y toda la población adquiere bienes y 
servicios necesarios para las habitaciones y para subsistir, de ahí la 
existencia del comercio en todas las épocas de la historia. 
 
 En la época virreinal se utiliza el espacio abierto denominado desde 
aquel tiempo “tianguis”, hasta que los españoles lograron transformar en el 
concepto plaza-mercado para después ubicarlo al establecimiento, surgiendo 
así locales específicos para las mercancías que vendían. Posteriormente 
surgen las primeras carreteras, las diligencias, la renta de burros, los 
mesones, las alhóndigas y los pósitos, en si una serie de servicios que fueron 
necesitando a raíz del comercio. 
 
 Para comenzar este punto es menester recordar que en la época 
prehispánica los aztecas dominaban una gran extensión territorial, de tal 
forma que recolectaban cuantiosos tributos de todas sus provincias, la clase 
social de los mercaderes específicamente los pochtecas practicaban el trafico 
más allá de las fronteras del propio imperio; también se practicaba el 
comercio interior que se realizaba en los tianguis o mercados. 
 
“Existen datos que revelan la gran antigüedad del intercambio de 
productos en Mesoamérica. En Tlapacoya (2000 a 1200 A. de J. C.) se han 
encontrado implementos de obsidiana procedentes del área del Cerro 
Navajas, a decenas de kilómetros de distancia”. 
 
“En el periodo formativo o de las Aldeas Medio (hacia el año 1000 a. de 
C.) aparecen productos de una región en otra, especialmente hachas y 
cuentas de jade, jadeíta y serpentina; puntas de flecha, nódulos y navajas de 
obsidiana; conchas, espejos de hematina, implementos de basalto y adesita y 
piezas de cerámica que debieron intercambiarse dentro de un ámbito 
territorial mayor a los mil kilómetros”. 
3 
 
“Durante el periodo Clásico de los Señoríos Teocráticos o de los 
Centros urbanos, se practicó el trueque por los teotihuacanos, mixtecos, 
zapotecos, totonacos, huastecos, mayas, nahuas de occidente, 
prepurépechas, y otros grupos minoritarios, conforme a rutas comerciales 
bien establecidas, que inclusive originaron el asentamiento de grupos de una 
cultura en ciudades de otra, según fue el caso del barrio oaxaqueño-zapoteco 
en Teotihuacán”. 
 
“Después del triunfo sobre Azcapotzalco y la formación de la triple 
alianza(primera mitad del siglo XVI), los mexicas o tenochcas sometieron a 
muchos otros pueblos y extendieron notablemente los itinerarios de los 
pochtecas, clase social especializada en el comercio”. 
 
“La gran oferta de bienes de consumo determinó la existencia de 
tianguis (mercados), unos diario y otros, mucho más amplios que se 
organizaban cada cinco días, en pueblos y en fechas diferentes para no 
competir entre sí”.1 
 
El principal tianguis de este tipo fue el de Tlatelolco, al que llegaban 
productos de todas las regiones de Mesoamérica, conquistadas o 
independientes. En el centro de México, los hubo también en Tlaxcala, 
Cholula, Meztitlán, Tacuba, Azcapotzalco y Tenochtitlan y entre los mayas, en 
Chichén-Itzá, Cochí y Chancá. 
 
“Desde la conquista hasta mediados del siglo XVI, los mercados o 
tianguis conservaron la organización y costumbres de los tiempos 
precortesianos. No fue impuesta inicialmente ninguna limitación al comercio 
de los indígenas y desde 1523, Carlos V había dispuesto que entre ellos y los 
españoles se comerciara libremente “a contento de las partes”. En 1533 
todavía estaba a cargo del orden y justicia en los tianguis de México y 
Tlatelolco un juez indígena, sin la interferencia de ningún funcionario 
español”. 
 
 “En esta época se observa la organización que describen los 
historiadores españoles y la forma de llevar el orden y la justicia de los 
tianguis aztecas incluyendo el de Tlatelolco que era el mas grande de lanueva Tenochtitlán, pues el juez encargado del orden estaba al pendiente de 
la calidad de los productos, del peso y las medidas que utilizaban los 
vendedores con respecto a los compradores”. 
 
 “Al principio las transformaciones ocurrieron de manera casi insensible 
el tianguis de Tlatelolco fue perdiendo importancia, pues si bien seguía 
asistiendo mucha gente todas las tardes, dejo de ser el centro comercial del 
 
1
 CALDERÓN, Francisco, Historia Económica de la Nueva España n los Tiempos de los Austrias, 
Porrúa, quinta edición, México 1996, p.286. 
4 
 
país y su influencia fue pasando a ser meramente local, mientras ganaban 
fuerza otros tianguis de la ciudad y los comercios de los españoles se iban 
apoderando del tráfico de bienes industriales y suntuarios. En su cuarta carta 
de relación, escrita en 1524, Hernán Cortés informó a Carlos V:” 
 
“Hay dos grandes mercados de los naturales…..en estos hay todas las cosas 
de bastimentos que en la tierra se pueden hallar, porque de toda ella los 
vienen a vender; y en esto no hay falta de lo que antes solía en el tiempo de 
su prosperidad. Verdad es que joyas de oro, ni plata, ni plumajes ni cosa rica 
no hay nada como solía…….”2 
“El padre Durán cuenta que ya cristianizados los indígenas cuando 
tocaba en domingo el día de tianguis el que tenía lugar cada cinco días, era 
común que la gente no oyera misa con tal de asistir al mercado. Cuenta 
también que en una ocasión se topó con un indio desnudo, cargado con leña, 
cuando había ocurrido una helada grande y apiadándose de él le dio el valor 
de la carga de leña para que volviera a su casa, pero el indio prefirió regresar 
el dinero con tal de ir a vender su leña al tianguis. Otra vez, un español quiso 
comprarle a un indio una carga de fruta que llevaba a vender al tianguis, pero 
éste rehusó el trato y, no obstante que eso le significaba dos leguas de 
camino, le pidió que acudiera al tianguis y ahí se la vendería”. 
 
En efecto, los habitantes de los pueblos comarcanos situados dentro 
de ciertas distancias como lo que menciona Calderón Francisco R. en su libro 
Historia Económica de la Nueva España en los Tiempos de los Austrias en un 
radio de cinco leguas aproximadamente 21 kilómetros, estaban obligados a 
asistir a los tianguis so pena de incurrir en el enojo y los castigos 
consiguientes del dios propio de ese tianguis. 
 
 “Por supuesto, a la obligación religiosa se unían leyes civiles que 
imponían el deber a los productores de acudir al tianguis más cercano y de no 
vender fuera de él las mercancías, todo ello con el objeto de mantener 
suficientemente provistos a los pueblos. Como resultado se reunían grandes 
multitudes en los tianguis a diario y en especial los quintos días de cada 
semana, a lo largo y a lo ancho de Mesoamérica. De todos ellos el más 
grande e importante era el de la capital, inicialmente situado en la plaza 
frontera al palacio real y después trasladado a la plaza de Tlatelolco, una vez 
que fue conquistado ese barrio por los mexicas. Según Hernán Cortés esta 
plaza era “tan grande como dos veces la de la ciudad de Salamanca, toda 
cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta 
mil ánimas comprando y vendiendo”. Para el conquistador Anónimo la 
concurrencia diaria era de 20 a 30 000 mil personas y en los tianguis grandes, 
que tenían lugar los días 3, 8, 13, y 18 de cada mes (de veinte días) asistían 
entre 40 y 50 000. López de Cámara estimó que en la plaza cabían 60 000 y 
hasta 100 000 personas que andaban vendiendo y comprando. El Padre Las 
 
2
 CLAVIJERO, Francisco Javier, Historia Antigua de México, editorial Porrúa, México, 1998 p.235. 
5 
 
Casas, siempre exagerado, hace subir el cupo de la plaza de Tlatelolco a 200 
000 ánimas y la asistencia en los días quintos a 100 000; iguales cantidades 
asigna a la plaza de México, que nunca dejo de funcionar”.3 Bernal Díaz 
describe la plaza de Tlatelolco de la siguiente manera: 
 
“……la gran plaza y la multitud de gente que en ella había, unos comprando y 
otros vendiendo, que solamente el rumor y zumbido de las voces y 
palabras….sonaba más que de una legua, y entre nosotros hubo soldados 
que habían estado en muchas partes del mundo, y en Constantinopla y en 
toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto 
concierto y tamaño y llena de tanta gente no la habían visto.” 
 
 Las multitudes de compradores y vendedores tenían “gran concierto y 
seguimiento”. Cada renglón de comercio tenía su lugar en el tianguis 
ordenado en calles donde se agrupaban las distintas mercancías sin que se 
entremezclaran unas con otras; así había calles de herbolarios o calles en 
que se vendían solamente animales de caza, todo con gran orden que 
asombró a los conquistadores españoles. 
 
 Enumerar las cosas que se comerciaban en aquel gigantesco tianguis 
fue una tarea que pareció imposible a los cronistas de la conquista; es 
preferible recurrir al resumen de Clavijero: 
 
 “Lo que se llevaba a vender y a permutar al tianguis era de cuanto 
había en el imperio mexicano y en las provincias y reinos vecinos que 
pudiese servir a las necesidades de la vida, a la comodidad y regalo, a la 
vanidad y a la curiosidad de los hombres; innumerables especies de 
animales, así muertos como vivos; todo género de comestibles usados en 
aquella tierra, todos los metales y piedras preciosas allí conocidos, todos los 
simples medicinales y hierbas útiles, resinas, aceites y tierras minerales y 
todo género de obras y manufacturas de pita, de algodón de pluma de pelo 
de animales, de madera, de oro, de plata, de cobre y de piedra. Vendíase 
también esclavos y aún canoas enteras de excremento humano para curtir las 
pieles de animales. En una palabra, vendíase en aquella plaza cuanto podía 
venderse en toda la ciudad …..Allí concurrían los alfareros y los lapidarios de 
Cholula, los plateros de Azcapotzalco, los pintores de Texcoco, los estereros 
de Quauhtitlán, los ramilleteros de Xochimilco, los pescadores de Cuitláhuac, 
los cazadores de Xilotepec y los canteros de Tenayuca.”4 
 
 Cuando los españoles llegaron a México, encontraron a los artesanos 
nativos bien organizados según sus especialidades. Vendían sus mercancías 
en los grandes mercados indígenas llamados “tianguis” ( esta palabra se 
 
3
 CALDERÓN, Francisco, op. Cit. P. 292. 
4
 CLAVIJERO, Francisco Javier, Op. Cit. P. 237. 
6 
 
sigue utilizando hoy en día), de los que ninguno superaba al fabuloso de 
Tlatelolco en Tenochtitlán. 
 Los españoles introdujeron cambios profundos en todos los aspectos 
de la vida de los indígenas, incluidas las artesanías. Llevaron consigo nuevas 
técnicas, tales como el uso del torno en la realización de cerámica y el uso de 
herramientas de metal. 
 
 Los españoles necesitaban objetos que resultaban muy caros importar 
desde España: muebles, tejidos de lana y objetos para la casa. En 1529, el 
lego Pedro de Gante, estableció una escuela de artesanía en la Ciudad de 
México para los indígenas. 
 
 “El gobierno del tianguis era encomendado por el rey a un tribunal 
permanente compuesto siempre por diez o doce jueces que dictaminaba 
sobre todos los conflictos comerciales, velaba porque no hubiera fraudes en 
perjuicio tanto de consumidores como de vendedores, cuidaba que no se 
violaran los precios y las calidades de las mercancías fijados por las 
autoridades y juzgaba y sentenciaba los delitos que se hubieran cometido en 
el recinto del tianguis”. 
 
 “Los castigos a los transgresores y culpables incluían la destrucción de 
las medidas falsas, el decomiso de las mercancías y penas corporales que, 
en caso de robo, homicidio o riña podían llegar a la de la muerte. Las 
sentencias se ejecutaban sumariamente en el lugar de los hechos por los 
guardias del tianguis que constantemente lo patrullaban. Obviamente el 
gobiernodel tianguis se sostenía con una especie de tributo o alcabala que 
pagaban los introductores de mercancías”. 
 
 “En los demás mercados de Mesoamérica se obedecían leyes y se 
seguían usos y costumbres similares al de Tlatelolco, con las solas 
diferencias que imponían el tamaño y las diversas localizaciones geográficas. 
Como es lógico, cada región había desarrollado producciones primarias y 
artesanías de acuerdo con su fauna y flora peculiares, derivadas de su clima, 
y de acuerdo también con sus recursos minerales como placeres de oro y a 
veces de plata, salinas, yacimientos de cobre o piedras semipreciosas, 
arcillas de buena calidad, canteras de obsidiana, pedernal o cuarzo, etc. 
Surgieron así especializaciones regionales pues unos pueblos tenían muy 
bella alfarería, otros trabajaban las plumas de los pájaros que abundaban en 
la zona, otros más eran conocidos por sus instrumentos de piedra y así 
indefinidamente la especialización de la producción condujo a la de los 
tianguis; así por ejemplo, el de Cholula era renombrado por su alfarería, 
objetos metálicos, textiles y arte plumario; el de Texcoco tenía fama por su 
ropa, loza y jícaras y el tianguis de Acolman se había especializado en vender 
toda suerte de perros, sobre todo comestibles. Los tianguis de Azcapotzalco e 
Izúcar estaban dedicados a la venta de esclavos, pero esta especialización se 
debía más bien a razones históricas y a mandamientos de la autoridad”. 
7 
 
 “Los vendedores que acudían al tianguis estaban también 
especializados; es cierto que muchos de ellos eran los labradores y los 
artesanos que iban a vender los artículos que ellos mismos producían, pero 
muchos otros eran personas cuya única y exclusiva actividad era atender su 
puesto en el tianguis, donde expendían las mercancías que compraban a los 
productores. Estos comerciantes estaban también especializados en cierto 
tipo de artículos y así unos sólo vendían semillas, otros chiles, otros mantas, 
etc. Por el tianguis pasaban todos los sectores y estratos de la sociedad 
azteca, con toda su variedad y complejidad”.5 
 
 En la actualidad se sigue practicando el comercio en los tianguis de la 
ciudad de México y en los instalados en la jurisdicción de la Delegación 
Gustavo A. Madero, con las mismas características mencionadas 
anteriormente, pues a estas plazas también asisten a vender sus bienes y 
servicios personas de todos los estratos sociales, los hay desde gente que 
tiene diferente actividad en días laborables como obreros, policías, 
profesores, ingenieros, etc. Así también encontramos que muchos de ellos 
producen o fabrican los productos que expenden en estos tianguis, algunos 
de los oferentes se dedican exclusivamente al comercio y de este viven, pero 
algunos otros solo realizan esta actividad los fines de semana como una 
entrada económica extra para el sustento familiar. 
 
De mucho tiempo atrás ha habido la polémica de si entre los aztecas 
se daba la compraventa o si, en cambio, todo el intercambio comercial se 
realizaba con base al trueque, ya que no había moneda propiamente dicha. 
Desde el siglo XVIII el padre Clavijero manifestó su adhesión tajante a la 
primera opinión: 
 
“El comercio no se hacía solamente por vía de permuta como han 
publicado varios historiadores, sino también por rigurosa compra y venta. 
Tenían cinco especies de moneda que servía de precio a sus mercaderías”. 
 
 Y acto seguido explica que estas cinco monedas eran el cacao, 
pequeñas mantas de algodón, canutos de pluma de aves rellenos de polvo de 
oro, piezas de cobre en forma de T y “ciertas piezas útiles de estaño”, 
aclarando de que el cacao era diferente del que se usaba para beber, que las 
mantas eran tan chicas que solo servían para el intercambio, que las T de 
cobre eran las que más se acercaban a la moneda acuñada y que creía que 
las piezas de estaño estaban selladas. 
 
 “En realidad parece ser que tanto el cacao como las mantas tenían 
aplicación práctica, que los cañones de pluma rellenos de oro “subían o 
bajaban su valor según su grandeza y amplitud” y seguramente también la 
 
5
 CARRASCO, Pedro, Economía Política e Ideología en el México Prehispánico, editorial Nueva 
Imagen, México 1978, Pp. 101,102. 
8 
 
pureza del metal, que no se pueden encontrar dos de estas piezas de cobre 
de idéntico peso, tamaño y forma y que no queda evidencia de la moneda de 
estaño, todo lo cual pone en duda que las cinco mercancías mencionadas 
anteriormente hubieran podido servir de mercancía pues no contaban con las 
características y el valor de una verdadera moneda”.6 
 
Así como la clase dirigente azteca estaba a punto de convertirse en 
una nobleza hereditaria a principios del siglo XVI, así también, en los mismos 
momentos los mercaderes estaban en vísperas de ser admitidos a la clase 
dirigente. 
 
Los pochtecas tuvieron un lugar preeminente en la sociedad 
prehispánica, establecieron vínculos aún con Centroamérica y mantuvieron el 
monopolio del comercio exterior. 
 
El Estado les brindaba apoyo y protección, al punto de hacer la guerra 
a las comunidades donde los hostilizaran, robaran o mataran. Así, por el 
temor que inspiraban las represalias, no les era negado el paso y podían 
llegar a regiones de otro modo impenetrables, donde a menudo hacían 
labores de espionaje. En general los aztecas importaban materias primas y 
exportaban artículos elaborados, principalmente telas y joyas. 
 
Hay que distinguir entre mercaderes o pochtecas y los comerciantes 
que acudían a los tianguis locales a vender o a hacer trueque de los artículos 
agrícolas o artesanales que producían ellos mismos las más de las veces. 
Estos comerciantes eran, casi siempre, campesinos o artesanos que vendían 
sus productos y casi nunca vivían solamente del comercio; pero aún cuando 
la actividad mercantil hubiera sido su medio fundamental de vida, eran solo 
vendedores locales a la manera de los que en nuestros días tienen puestos 
en un tianguis. 
 
“Los pochtecas en cambio, eran mercaderes viajeros especializados en 
lo que hoy llamaríamos comercio exterior, ya que realizaban sus 
transacciones no solo fuera del lugar de su residencia sino fuera de las 
fronteras del imperio azteca. Consta que sus expediciones llegaban al 
Pánuco, a las costas de Veracruz, a Tuxtepec, a la región de Xicalango en lo 
que hoy son estados de Tabasco y Campeche y a Zinacatlán y Soconusco en 
Chiapas”. 
 
Probablemente el comercio más lucrativo de los pochtecas era el de la 
venta de esclavos, del que tenían casi el monopolio, pues los prisioneros de 
guerra se destinaban siempre al sacrificio. A la trata de esclavos se 
dedicaban nada más los mercaderes más ricos. 
 
 
6
 CLAVIJERO, Francisco Javier, Op. Cit. P. 240. 
9 
 
 “El hecho de que los pochtecas tuvieran injerencia en el gobierno de 
los tianguis es ya una muestra clara de la importancia que habían adquirido 
dentro de la sociedad precortesiana. Los tianguis no eran nada más el centro 
comercial de las ciudades y pueblos, sino también el centro de reunión de 
todos los sectores y grupos sociales donde se intercambiaban informaciones 
e ideas y se mantenía la comunicación con otros pueblos y regiones más o 
menos lejanos; no debe extrañar pues que los tianguis estuvieran sujetos al 
amparo de dioses especiales y la asistencia a ellos estaba ligado de alguna 
manera al cumplimiento de un deber religioso”. 
“La organización de expediciones a lugares tan distantes y en que se 
empleaba tanto tiempo era necesariamente complicada y costosa, pues todas 
las mercancías se tenían que transportar a las espaldas de cargadores que 
eran asalariados o esclavos, estos cargadores o tatemes (tlalmeme) eran 
sumamente numerosos porque, a falta de bestias de carga y de ríos 
navegables, eran ellos los que sobre sus espaldas tenían que transportar 
todas las mercancías que se enviaban de una a otra región. Si bien cadauno 
cargaba apenas unos 23 kilos y sus jornadas eran solo de 20 kilómetros, 
hacían viajes de entre 300 y 400 kilómetros. Las mercancías las llevaban en 
cajas de cañas tejidas recubiertas de cuero que aunque poco pesadas 
protegían convenientemente su contenido. Se llamaban estas cajas petlacatli, 
nombre que ha pasado al castellano como petaca”. 
 
Como no siempre se podían asegurar bastimentos a lo largo del 
camino, había que acarrear también, para casos de emergencia, provisiones 
que normalmente consistían en cargas de pinole, alimento que se conserva 
en buen estado durante mucho tiempo. 
 
“Como es natural, el costo de las expediciones obligaba a que las 
mercancías intercambiadas tuvieran una alta densidad económica en relación 
a su peso y volumen, por lo que compraban consistía normalmente en 
artículos de lujo, como por ejemplo plumas de quetzal, faisanes, guacamayas, 
loros, y otras aves vistosas, mantas ricamente tejidas, piedras semipreciosas 
como chalchihuites, turquesas y ópalos, caracoles y conchas de diversas 
formas y colores, pieles de puma, jaguar, tigrillo y otros animales, colorantes 
como el añil, la grana, cacao, oro y sus manufacturas”. 
 
 “A cambio de estas materias primas los mercaderes aztecas 
entregaban artículos manufacturados de lujo o bien herramientas y utensilios 
de gran utilidad y escasez, como por ejemplo prendas de vestir finas con ricos 
bordados, adornos tales como orejeras, bezotes, pulseras y collares de 
ámbar y otras piedras, cuchillos, navajas y agujas de obsidiana, abanicos y 
bastones muy adornados, cascabeles, almagre, alumbre, pedernal y yesca 
para hacer fuego, etc”. 
 
“El financiamiento de las expediciones no podía recaer íntegramente 
en los pochtecas jóvenes que hacían los viajes, sino que en buena medida 
éstos tenían que recurrir a mercaderes retirados que les proporcionaban 
10 
 
mercancías para venderlas por su cuenta y a su regreso partir con ellos la 
ganancia a verdaderas sociedades en comandita, o partir el interés de un 
préstamo la gruesa”.7 
Los principales obstáculos al comercio interior fueron los precarios 
medios de comunicación y transporte, los múltiples y elevados impuestos, el 
monopolio de la Corona sobre algunos artículos y la inseguridad de las rutas. 
 
1.1 LA COLONIA 
 “Poco tiempo después de la caída de Tenochtitlán en manos de 
Cortés, el tianguis de la plaza mayor pasó a ser el principal de la ciudad; su 
enorme superficie fue ocupada por multitud de tendejones de madera, a los 
que se llamó “cajones”, puestos cubiertos de petate y figones, que invadieron 
también los portales de Mercaderes, de las Flores y de la Diputación, e 
inclusive los patios del palacio virreinal”. 
 
“Igualmente la periodicidad de los días de plaza se fue ajustando al 
calendario cristiano para tener intervalos semanarios. Alrededor de 1540 los 
primeros tianguis adoptaron la periodicidad semanal. En el Valle de México, el 
de Coyoacán fijó en 1550 que los lunes fueran su día de tianguis; el tianguis 
de Churubusco hizo el cambio en 1563 y el tianguis del cerro de la Estrella 
en Iztapalapa, estableció en 1565 que los miércoles fueran día de tianguis. En 
los pueblos de indios la evolución ocurrió seguramente de una manera más 
lenta”. 
 
 Por su aspecto los mercados de la ciudad colonial en poco o en nada 
se diferenciaban, en los primeros tiempos de los tianguis prehispánicos. Esto 
se puede explicar porque el número de comercios españoles era ínfimo o 
inexistente en los primeros años y porque de hecho la concurrencia de 
comerciantes españoles e indígenas estaba prohibida por la ley. “Con el 
objeto de proteger a los indígenas y de evitar a los intermediarios, o 
regatones, como entonces se les decía, desde 1528 el cabildo de México 
ordenó que ningún español comerciara en un tianguis indio de la ciudad o con 
ningún indígena en un radio de cinco leguas (21 kilómetros) a la redonda; 
obviamente esta disposición no pudo ser cumplida desde el momento en que 
hubo ya un número apreciable de comerciantes españoles, que no podían 
encontrar un área separada por que la multitud de vendedores indígenas 
llegaba a todos los rumbos e la ciudad”. 
 
 “En los primeros 35 años de la colonia México y las otras ciudades 
españolas estuvieron suficientemente bien abastecidas de alimentos, leña y 
forrajes por los indígenas, ya fuera porque los tributaban o porque los 
llevaban a los tianguis a vender. Sin embargo con frecuencia se padecía 
 
7
 OLIVERA, Mercedes, Memoriales o libro de las cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella, 
editorial UNAM, México 1971, P. 117. 
11 
 
escasez de víveres a causa de las sequías y heladas, tan frecuente en el 
altiplano mexicano , así como de otros accidentes climáticos que provocaban 
la pérdida de las cosechas. Cuando esto sucedía era muy difícil traer 
bastimentos de otras regiones”. 
 
“Durante la Colonia se abrieron 26,107 kilómetros de caminos, 18,600 
de herradura, (tránsito de caballos), y 7, 507 para carretas, concentrados en 
el altiplano y de liga con los puertos de Veracruz y Acapulco; relativamente 
cercanas, por las sierras, barrancos y desiertos que las separaban, la 
ausencia de ríos navegables y el alto costo del transporte a lomo de mulas y 
en carros tirados por bueyes”. 
 
“Las principales cargas fiscales, generales y específicas, eran las 
alcabalas, los derechos de vajilla, los gravámenes a caldos y pulques, los 
pagos de muralla, peaje y barcas, y el real impuesto para el desagüe de 
Huehuetóca”. 
 
Los ramos más productivos los monopolizaba la Corona o estaban 
reservados a los españoles, dejando a los indígenas solo la venta de algunos 
frutos y artesanías, los criollos a su vez, traficaban con productos regionales, 
en particular algunos textiles manufacturados por los indígenas. 
 
A los tianguis se les fijó una periodicidad semanal, en ellos se introdujo 
paulatinamente la moneda metálica y se les sujetó a las ordenanzas 
municipales, aunque siguieron teniendo la misma antigua apariencia. 
 
“Un elemento nuevo en la política del comercio novohispano fueron las 
ferias, en las que se expendían productos europeos y de oriente, introducidas 
por los puertos de Veracruz y Acapulco”. 
 
Para controlar los precios y combatir la escasez y la especulación, a 
fines del siglo XVI se crearon la alhóndiga y el pósito, que funcionaron de 
modo permanente. 
 
“Las mercancías de importación eran vinos, ropa, paños, sedería, 
hierro, acero, ferretería, y mercería; y las mercancías de exportación se 
basaban principalmente en oro, plata, cochinilla, azúcar, harina, vainilla, Palo 
de Campeche, cueros curtidos y carnes saladas; y las destinadas al mercado 
doméstico, textiles corrientes, artesanías, cereales, semillas, legumbres, 
hortalizas y derivados de la ganadería. José María Quiroz informa que el 
comercio en los últimos años de virreinato ascendían a 194.8 millones de 
pesos; 113.8 de artículos agropecuarios y 61 de industriales”. 
 
 Contribuía también al peligro constante de las hambrunas el que una 
alta proporción de la población blanca, la más fuerte consumidora, estuviera 
concentrada en unos cuantos núcleos urbanos y en reales mineros que casi 
12 
 
siempre estaban localizados en zonas áridas y montañosas, poco propias 
para la agricultura. 
 
 Ante el peligro permanente del desabastecimiento, las autoridades de 
la Nueva España expidieron leyes y tomaron medidas dirigidas a mantener 
bajos los precios en beneficio de los consumidores urbanos, entre los que se 
contaban de manera prominente los españoles, y en perjuicio de los 
productores de alimentos, que eran en su gran mayoría, en los primeros 
años, los campesinos indios. 
 
 “Inicialmente, la falta de artículos provenientes de Europa hacía 
que sus precios alcanzasen precios excesivamente altos. A pesar que las 
gallinas y puercos fueron naturalmente los animales que se multiplicaron con 
más celeridad, sus preciosfueron exorbitantes, por ejemplo, las gallinas 
valían12 reales, los pollos la mitad y los huevos medio real, mientras tanto el 
precio de un guajolote era de solo seis reales. Los precios de la carne de res 
eran considerablemente más altos”. 
 
 “Para evitar la especulación con la carne, en 1523 el cabildo de México 
intervino para fijar el precio en el mínimo posible, siguiendo un procedimiento 
que hoy en día es común y que para aquellos tiempos era extraño; daba la 
exclusiva del abasto de carne de la ciudad al carnicero que se comprometiera 
a surtirla, satisfaciendo sus necesidades a los precios más bajos convenidos 
en una licitación pública. A finales del año, se convocaba por pregón público a 
los interesados a presentar posturas para lograr el contrato a partir del primer 
día del año; de ahí al miércoles de ceniza, estas eran registradas ante notario 
y al final del periodo se otorgaba la concesión al postor que hubiera ofrecido 
vender a un precio más bajo”. 
 
 “El contratista recibía el nombre de obligado porque contraía la 
obligación de proveer toda la carne que requiriera diariamente la ciudad por el 
tiempo del contrato, con las calidades estipuladas y a los precios fijados. 
Además el obligado se comprometía a cumplir las ordenanzas municipales 
sobre el manejo de la carnicería. El periodo de contrato corría desde el 
domingo de pascua de un año al martes de carnaval del siguiente; el tiempo 
de cuaresma servía para que el contratista pudiera proveerse del ganado 
necesario para cumplir su obligación. Debía también garantizar su 
cumplimiento con una fianza a satisfacción de las autoridades”. 
 
 “Es cierto que los precios fijados fueron razonables, pero su nivel fue 
demasiado alto en los primeros años de la colonia porque el ganado 
importado de España y de las Antillas era todavía poco numeroso. Pedro 
Maya, el primer obligado de México, recibió en 1523 la concesión de vender 
carne a 204 maravedíes el arrelde (seis reales por 1.841 Kg.), lo que era 
escandalosamente caro comparado con los precios de la península”. 
 
13 
 
 “Con gran rapidez se fue multiplicando el ganado importado, así que al 
año siguiente Maya perdió el contrato el cual le fue adjudicado al herrero 
Hernando Alonso quien se comprometió a vender la carne a 136 maravedíes 
el arrelde (medio peso por 1.84 Kg.). en 1526 el precio ya había bajado a 119 
maravedíes y siguió descendiendo hasta que a partir de 1538 sufre un 
verdadero derrumbe a 17 maravedíes, así sucesivamente hasta que en 1542 
llegó a 4 maravedíes”. 
 “La discrepancia de precios ocasionó que ganaderos y regatones 
introdujeran carne a la ciudad a precios más baratos dejando sin negocio al 
obligado. El cabildo tuvo que intervenir para impedir las operaciones de los 
regatones, imponiéndoles severas penas si introducían carne a la ciudad; por 
lo que toca a los criadores de ganado, vecinos de la ciudad, se les permitió 
desde 1526 vender carne directamente a los consumidores, pero al mismo 
precio que vendía el obligado. Al mismo tiempo se prohibió la introducción de 
carne de puerco a la ciudad, porque era más barata”. 
 
 “Como consecuencia natural de este sistema fue que el ayuntamiento 
prohibiera en varias ocasiones que se vendiera carne a un precio inferior al 
establecido, de tal manera que fue pensado un sistema de control de precios 
para favorecer a los consumidores, impuso precios más altos cuando la oferta 
era elevada y la demanda poca, ya que los indígenas todavía no se 
acostumbraban a comer carne. Ante los absurdos controles, gran parte de la 
gente compraba las partes de las reses no sujetas a control como patas, 
cabeza y menudencias y es probable que también se iniciara la introducción 
de carne por contrabando”. 
 
 “No solamente se tasaron los precios de la carne sino que también de 
muchos productos más. En la década 1521-1531 los artículos de hierro eran 
escasos, muchos de ellos importados de España y, por lo tanto caros; por 
esto el cabildo les fijó en 1524 precios tope con gran exactitud, como por 
ejemplo, por una sierra cuatro pesos, un juego de cerraduras sin llave tres 
pesos, tenazas de herrar dos pesos, cien clavos de herrar peso y medio, 
martillo de carpintero un peso, y así sucesivamente, clavos de puerta y 
comunes, gonces, escodas, espátulas, candiles, cucharas, tenedores, 
armellas, tijeras, etc. Cuando estos objetos se fraguaron en abundancia en la 
Nueva España, aun así el control de precios no fue eliminado, sino que 
perduró como parte del sistema de los gremios tendientes a restringir la 
competencia”. 
 
 “Aún más sorprendente fue el control de los precios en las hortalizas, 
cuya producción era abundante y que, por tanto, sus precios debían haber 
sido reducidos, sobre todo por tratarse de bienes perecederos, sin embargo 
se les estableció precios tope como por ejemplo, a una col grande un cuartillo 
(1/32 de peso); seis lechugas grandes, un real (1/8 de peso); un rábano, un 
14 
 
maravedí (1/272 de peso); una libra de habas, medio real ( 460 gramos por 
1/16 de peso); una libra de zanahoria, un cuartillo, etc.”8 
 
 También el pan escaseaba en los primeros años de la colonia y fue 
sometido a control de precios; esto desalentó a los posibles panaderos y, 
aunque ya había algo de trigo, nadie estaba interesado en producir pan. Para 
remediar esta situación, en 1529 el cabildo de México tomó la extraña medida 
de ordenar y mandar: 
 
 “………..que un alcalde y un regidor vayan, y requieran y manden a 
todas las mujeres casadas y solteras que hasta ahora han amasado pan para 
vender que de aquí adelante amasen y vendan pan al precio que está 
puesto…so pena que la que no lo hiciere, si fuere soltera, le serán dados cien 
azotes públicamente, y si fuere casada….esté presa ella y su marido hasta 
que lo haga…….” 
 
 Dándose cuenta de la insensatez de esta providencia, a los pocos días 
el ayuntamiento acordó una medida más cuerda de aumentar el precio del 
pan para que, teniendo ganancias las panaderas, aumentaran la producción. 
 
 También en 1538 el emperador ordenó que no se pusiera tasa a los 
vinos, harina y otros artículos que los mercaderes llevaran de España a las 
Indias y en cambio si se controlara el precio a los regatones que los 
compraran para revender. La lucha contra los regatones o intermediarios se 
volvió obsesiva desde los primeros años de la colonia. 
 
 “El relativo y suficiente abasto de las ciudades españolas se vio 
afectado en parte por la epidemia de 1545-1547. la gran mortalidad de los 
indígenas productores de alimentos provocó una gran escasez en la capital 
que el gobierno trató de solucionar a través de controles. Ante la información 
recibida de que tanto españoles como indígenas estaban almacenando maíz 
para especular, el gobierno exigió en 1550 que el tributo se pagara con maíz 
o trigo, o con ambas semillas, no permitiendo el pago en efectivo o en otras 
especies; en ese año todos los pueblos situados en un radio de 20 leguas 
(83.8 Km.) alrededor de México, fueron obligados a llevar a esta ciudad una 
determinada cantidad de guajolotes, gallinas, huevos y otros bastimentos, a 
un precio predeterminado por las autoridades que normalmente fue más bajo 
que el que prevalecía en el campo; así también en 1551 el primer virrey de 
Velasco canalizó todas las ventas de alimentos básicos de esa zona a los 
tianguis de la ciudad y obligó a que en los de los pueblos de indígenas solo 
se vendieran tortillas, tamales, masa y frutas”. 
 
 
8
 ZORITA, Alonso de, Las organizaciones social económicas y religiosa de los mercaderes gremiales 
aztecas, Boletín de Estudios Latinoamericanos, N° 10, editorial Centro de Estudios y Documentación 
Latinoamericanos, Amsterdan 1970, Pp. 1-20. 
15 
 
 El virrey también impuso a los indígenas la obligación de cultivar 
pequeñas sementeras exclusivamente para pagar tributo y dispuso que todas 
las tierras vacantes fueran distribuidas a los campesinos indígenas para que,poniéndolas a cultivar, se incrementara la producción de granos; no habiendo 
obtenido resultados positivos con las anteriores medidas decretó que el maíz 
que se tributaba a la Corona o a los encomenderos, obligatoriamente tenía 
que ser llevado a la zonas de escasez. Todos los indígenas sin excepción 
pasaron a ser tributarios, con cuotas cuidadosamente bien razonables y 
calculadas. 
 
 “Antonio de Velasco arremetió contra los regatones o intermediarios. 
En 1553 mediante una ordenanza mandó que no pudiera haber terceras 
ventas, bajo ningún pretexto, so pena de multa de 200 pesos de oro y 
destierro de la ciudad por un año: en 1562, prohibió toda regatonería de trigo 
y maíz”.9 
 
 “Los tianguis de la ciudad fueron puestos bajo la supervisión de los 
alguaciles españoles desde unos años atrás y cuando se estableció el 
tianguis de San Hipólito en 1546, no se le asignó ningún salario u otro ingreso 
al juez indígena del tianguis, con lo que su función desapareció del todo. En 
otras ciudades y en los pueblos, el gobierno indígena de los tianguis se 
mantuvo por periodos más largos”. 
 
 “Fueron impuestas restricciones al comercio indígena a pesar de que 
en 1553 el emperador decretó que se comerciara y trajinara los bastimentos 
libremente y que en 1546 categóricamente ordenara que los indígenas 
pudieran sin ningún obstáculo hacer sus tianguis y comerciar en ellos frutos, 
mantenimientos y demás mercaderías. Unos cuantos años después, en 1578, 
el gobierno real respaldó las medidas restrictivas del virrey, al autorizar a los 
indígenas a vender únicamente maíz en los tianguis y plazas públicas, sin 
estar sujetos a requisitos”. 
 
 En 1574 ya los precios de la carne se habían recuperado, con lo que 
se esperaba que los obligados tuvieran mas utilidades, lo que bastó para que 
en las ordenanzas expedidas ese año, se asignara un veedor o inspector 
español a costa del obligado; el veedor tenía la obligación de registrar en un 
libro el ganado que se matara, con su hierro y señales, así como averiguar si 
había sido comprado conforme a la ordenanza respectiva. El abasto de carne 
no se podría rematar de ningún pueblo donde hubiera carnicerías si no lo 
hubiera designado el veedor español de confianza. Este funcionario debía ser 
nombrado por el virrey “o por la persona que asistiera en el gobierno de esta 
tierra”. 
 
 
9
 Idem. P.23. 
16 
 
 “Además, estaba prohibido al obligado tener más de una carnicería, o 
parte en otra; tampoco podía vender la carne a ojo, sino con “peso de 
balanza” y había de registrar en el pueblo de origen el ganado que llevara a 
su carnicería. La única ventaja que tenía era poder poner a pastar ese 
ganado en los baldíos y rastrojos por donde pasara”. 
 
 “Se expidieron también varias ordenanzas para intentar bajar los 
precios por medio del combate al comercio de los intermediarios. En agosto 
de 1579 se ordenó que los indígenas, mestizos y mulatos que llevaran frutas, 
chiles, tomates “y otras cosas de este género” no las vendieran a regatones, 
sino los condujeran “derechamente a los tianguis o plazas, sin descargarlos ni 
despacharlos en otra parte”, la única excepción se estableció a favor de los 
regatones indígenas que si podían comprar estos productos, pero solo a partir 
de las tres de la tarde, después de que hubieran sido ofrecidos en el tianguis 
al público en general. Así también en octubre de ese mismo año se prohibió a 
cualquier persona que comprara maíz a los indígenas en cualquier parte fuera 
del tianguis público; pero dentro de él los indígenas podían vender su maíz, 
sin atenerse al precio tope”. 
 
 “Con el objeto de abaratar también la carne, en mayo de ese año se 
permitió a los criadores de carneros que los vendieran en las ciudades sin 
impedimento alguno; con ellos, solo se reservaba en exclusiva a los obligados 
la venta de carne de res. Al mes siguiente se ordenó que pollos, gallinas y 
guajolotes solo pudieran venderse en los tianguis y al precio fijado por la 
autoridad”. 
 
El precio de la carne llegó a ser siete u ocho veces más alto. 
 
 “En marzo de 1580, cuatro meses después de fundada la alhóndiga 
envió el virrey un proyecto de ordenanzas de la institución para su 
aprobación, la cual fue concedida de inmediato; con ella se autorizó la 
construcción de trojes y graneros tanto en México como en los pueblos 
proveedores. Estas ordenanzas confirmadas por el rey en marzo de 1583, se 
convirtieron posteriormente en modelo para todas las alhóndigas de indias”10. 
 
 El establecimiento de la alhóndiga buscaba crear un mercado de 
competencia al que debían concurrir todos los oferentes de granos y harinas 
a ofrecer sus productos. Para eliminar el regatón o intermediario las 
ordenanzas prohibían que se pudiera vender estos productos fuera de la 
alhóndiga y mandaban que nadie saliera a los caminos a comprarlos. Los 
arrieros y carreteros debían de ir directamente a la alhóndiga a descargar los 
granos que trajeran, los cuales debían de ir amparados por documentos 
expedidos por las autoridades del lugar de origen de los productos, en que 
constaran a quien habían sido comprados y a que precios. 
 
10
 Op. Cit. p. 25. 
17 
 
 Una vez ingresados los granos a la alhóndiga, los vendedores tenían 
que manifestar bajo juramento si los habían comprado o eran de su propia 
cosecha; satisfecho este requisito tenían que apresurarse a realizar las 
ventas, porque tenían prohibido conservar los cereales almacenados sin 
venderlos por más de 20 días, so pena de que pasado este plazo la alhóndiga 
los pusiera a la venta a los precios corrientes. 
 
 “Los panaderos que acudían a la alhóndiga para surtirse, no podían 
comprar más cantidad de harina o trigo que la hubieran necesitado para 
amasar en dos días, pero sus compras no las podían ejecutar hasta que fuera 
tocada la plegaria de la misa mayor en la catedral( a las 11 o 12 horas), para 
que así los vecinos pudieran comprar primero. Los panaderos que fueran 
propietarios de tierras trigueras debían declarar bajo juramento que tanto era 
el trigo de su cosecha y cuanto pan amasaban diariamente. El precio al que 
se hubiera pactado la primera venta del día debía ser el que rigiera como 
máximo a lo largo de la jornada, bajo pena de perder el monto de la operación 
el que vendiera a un precio mayor”. 
 
 “La administración de la alhóndiga estaba encomendada a un 
funcionario llamado “fiel”, el cual debía residir en la alhóndiga misma para que 
pudiera “mirar y entender cada día” a los precios a que se vendiesen los 
granos y la harina para hacer que se cumplieran los máximos, el fiel debía de 
llevar registro de todo el grano que entrare en la alhóndiga, especificando el 
nombre de las personas que lo llevaban y el lugar de procedencia, así como 
los pormenores de cada operación de venta. Para garantizar la fiel ejecución 
de sus obligaciones debía dar fianza por 4 000 pesos de oro común y tenía 
prohibido comprara granos y harinas por si o por interpósitas personas. Las 
experiencias de los primeros 15 años de operación de la alhóndiga hicieron 
que en 1595 se mandara que ninguna persona viviera en el edificio de la 
alhóndiga y que se prohibiera a los encomenderos la entrada a ella”. 
 
 “Dos regidores se turnaban mensualmente para juzgar en el tianguis 
los casos de la violación de las ordenanzas, pero se podía apelar a sus 
sentencias al cabildo de la ciudad. Los gastos de operación de la institución 
recaían sobre los vendedores, quienes debían pagar tres granos de oro 
común, por cada fanega de trigo o cebada(90.8 litros) o quintal de harina (46 
kilos) que introdujeran a la alhóndiga; de estos ingresos se pagaban 500 
pesos anuales al fiel y 300 al escribano que lo auxiliaba, pero poco después 
dichos sueldos le parecieron excesivos a Felipe II y ordenó que se redujeran”. 
 
 A la alhóndiga de México siguieron las de Zacatecas y San Luis Potosí 
y a finales del siglo XVII, CarlosII promovió de hecho la fundación de más de 
ellas al permitir que se establecieran en cualquier población donde conviniera. 
 
“Al mismo tiempo que la alhóndiga, fue fundado el pósito como 
institución complementaria. Mientras que la primera era un tianguis a donde 
concurría todo el grano producido en la zona para venderse rápidamente, la 
18 
 
segunda era un fondo de capital municipal destinado a comprar granos en los 
años de abundancia para venderlo en las épocas de escasez buscando 
mantener los precios estables por lo menos dos años. De esta manera 
impedía, cuando las cosechas eran buenas, que los precios se derrumbaran, 
lo que podía provocar que los agricultores se desalentaran y dejaran de 
producir; por el contrario, cuando había escasez el pósito conservaba los 
precios a un nivel accesible para los habitantes más pobres de la ciudad y, si 
las cosechas se perdían, la reserva acumulada impedía la hambruna o 
cuando menos la limitaba. No había, sin embargo, un precio único sino que 
variaba según las calidades de los cereales”. 
 
El pósito hacía también las veces de una institución de beneficencia 
por que además de contribuir al sostenimiento del Hospital de San Lázaro, 
ayudaba con provisiones a indigentes, enfermos y peregrinos, atendiendo las 
peticiones de autoridad y particulares. 
 
Una fuente de financiamiento era la diferencia entre el precio de 
compra y el de venta en tiempos de precios altos, ya que entonces el pósito 
podía vender el grano con utilidad; otra era el producto de las inversiones que 
realizaba cuando tenía remanentes. 
 
“Las ordenanzas del pósito de México, elaboradas en 1580 por el 
cabildo y aprobadas por el virrey, fueron ratificadas por Felipe II en mayo de 
1582. En ellas se encargaba la administración del pósito a un mayordomo y a 
un regidor para las operaciones de trigo y harina e igual para las de maíz. 
Estos funcionario eran nombrados por un año y no podían volver a ocupar el 
cargo sino hasta después de haber transcurrido cuatro años de que lo habían 
dejado; eran seleccionados por su buena conducta y su actuación estaba 
cubierta por una fianza. El mayordomo tenía un sueldo de 330 pesos y el 
regidor de 165 al año”. 
 
“Las responsabilidades de los empleados consistían en proponer al 
cabildo la compra de grano, comprobar la cantidad y calidad de los cereales 
comprados; vigilar el almacenamiento del grano y cuidar que no se echara a 
perder: realizar las ventas en épocas de escasez, o bien cuando los granos 
fueran viejos para prevenir su pérdida; manejar los fondos, dando cuenta 
cada ocho días de las operaciones realizadas y finalmente llevar los registros 
y libros de la institución. En toda su actuación los funcionarios carecían de 
independencia pues solo eran ejecutores de las decisiones tomadas por una 
junta superior formadas por las autoridades del pósito, de la alhóndiga de la 
ciudad, miembros de la audiencia y a veces el mismo virrey”. 
 
De las dos instituciones, la alhóndiga tuvo la situación financiera más 
sana; no podía lograr ganancias espectaculares, pero tampoco estaba 
expuesta a sufrir pérdidas de consideración, debido a que los tres granos por 
fanega bastaron para cubrir sus gastos administrativos y de mantenimiento. 
Igualmente, cumplió cuando menos parcialmente sus objetivos al limitar y 
19 
 
reducir las especulaciones, el acaparamiento y la excesiva intermediación 
comercial. 
 
“El pósito en cambio presionaba más directamente a productores y 
comerciantes y despertaba en ellos, por tanto, mayor antagonismo y 
resistencia. Por otra parte, mientras las operaciones de la alhóndiga eran 
seguras, las del pósito implicaban jugar su fondo de capital en cada compra, 
pues siempre quedaba la posibilidad de que el precio a que vendiera fuera 
menor a aquel al que había comprado. En los tiempos de escasez, el pósito 
no podía aprovechar el alza de los precios porque no tenía como objetivo 
obtener utilidades sino mantener la estabilidad del mercado”. 
 
El resultado del establecimiento de estas dos instituciones fue en 
general positivo, sobre todo el de las alhóndigas. El virrey Martín Enríquez 
informaba a su sucesor el conde de la Coruña que en los años en que había 
habido “esterilidad de pan” se sentía en esta tierra hambre “ y probando 
algunos remedios ninguno ha venido a ser tan eficaz como el de tener 
alhóndiga” porque “atajó a los regatones la ocasión de su codicia 
desordenada”. Aunque no terminaron con la regatonería. Las alhóndigas 
pudieron limitarla y contribuir a mantener el abasto constante de granos con 
una relativa estabilidad de precios; lo que se logró debido a que eran 
autosuficientes. 
 
Obviamente, los indígenas siguieron vendiendo en los tianguis de las 
ciudades todo tipo de alimentos incluso granos en épocas normales. 
 
“A principios del siglo XVII el carmelita Vázquez de Espinosa contó 
cuatro tianguis en la ciudad de México, que le resultaron siete: San Juan, 
cuyos días de plaza eran los domingos, lunes y martes; Santiago Tlatelolco, 
diario; Santa María la Redonda, probablemente especializado en alfarería; 
Plaza Mayor; Plaza de la Modorra; San Hipólito, los miércoles y jueves y San 
Antonio Tomatlán, dedicado a vender comida y que funcionaba a diario”. 
 
“En estos tianguis, fundamentalmente indígenas, se encontraban 
también “cantidad….de sedas, paños y todo cuanto se puede hallar en las 
(ferias) más abastecidas del mundo”, lo cual se debía que no solo había en 
ellos puestos de petate sino “muchas y gruesas tiendas de mercaderes, 
oficiales de todos los oficios, españoles e indígenas….de suerte que con la 
abundancia que hay de todo, no se carece de cosa en esta famosa ciudad” a 
decir del mismo Vázquez Espinosa”.11 
 
“Fuera de las ciudades, se mantuvo más rígidamente la separación del 
comercio de españoles e indígenas, dispuesta desde los principios de la 
 
11
 FLORES CANO, Enrique, Ensayos Sobre el Desarrollo Económico de México y América Latina, 
editorial FCE, México 1979, p. 342. 
20 
 
colonia, aunque la reiteración de los ordenamientos hace suponer que con 
frecuencia eran incumplidos. Felipe III ordenó en 1600 que ningún mercader 
estuviera más de tres días en un pueblo de indígenas; siete años después; 
una ordenanza dispuso que ningún español soltero, tratante o viandante, 
pudiera regresar a un pueblo indígena sino hasta pasados cuatro meses; en 
1613 otra ordenanza aclaró que la instancia máxima de tres días impuesta a 
los “mercachifes, tratantes y contratantes” se refería tanto a las cabeceras 
como a los pueblos sujetos; pero al año siguiente esta disposición fue 
derogada y quedó vigente solo para los pueblos sujetos. Este aislamiento de 
los pueblos indígenas, impuesto para proteger a estos, contribuyó a perpetuar 
su atraso y a diferir su incorporación a la cultura mestiza que en esos tiempos 
se estaba formando”. 
“Después de la fundación de la alhóndiga y el pósito en 1580, siguió un 
periodo de casi medio siglo de gran actividad legislativa para, a través de 
controles, mantener los precios estables. Los ordenamientos que se 
expidieron buscaban en primer término reducir la regatonería, a veces con 
mandatos reiterativos que indican que su violación era permanente. En 1583 , 
fue dispuesto que ninguna persona comprara en México, ni en cinco leguas a 
la redonda, mantenimiento, viandas o zacate para venderlos. ese mismo año 
se prohibió que los buhoneros vendieran sus mercancías en las calles y de 
casa en casa, sino precisamente en los tianguis, mercados y tiendas. En 
1587 el virrey marqués de Villa Manrique expidió una ordenanza contra la 
regatonería, aparentemente sin resultado porque en 1594 y 1597 fueron 
necesarias nuevas ordenanzas imponiendo severos castigos a los 
intermediarios. El éxito de estas medidas fue nulo, porque en el último año 
del siglo XVI Gómez de Cervantes se quejaba que la regatonería la 
practicaban no solo negros y mulatos libres,sino también los esclavos por 
cuenta de sus amos españoles y como consecuencia los taberneros hacían 
lo propio. Al efecto este español escribía”: 
 
“… se trata de regatonería con tanta libertad y publicidad, como si 
fuese cosa de virtud; porque ninguna cosa entra en esta ciudad de México de 
bastimento, que gocemos los vecinos de comprarla de la primera venta, 
porque primero entra en poder de regatones que….no se contentan de 
ganar….ciento por ciento, sino….cuatrocientos por ciento y aún más.” 
 
“A principios del siglo XVII, en 1608, se emitió una ordenanza que 
aflojaba un poco los controles al permitir la venta libre, por cualquier persona 
y en cualquier lugar, de la leña y el carbón, siempre que fuera a los precios 
oficiales; sin embargo, en breve se volvió a la manía reglamentista y en 1615 
y en 1623 se reiteró que el maíz debía venderse en la alhóndiga, en tianguis y 
en plazas y no en casas particulares; que en la alhóndiga no hubiera 
encomenderos que vendieran bastimentos y que los alguaciles salieran a los 
caminos para impedir que los indígenas vendieran el maíz antes de llegar al 
tianguis. Al año siguiente se invitó al público en general a que denunciara a 
los regatones y en 1621 se ordenó a los introductores de bastimentos a San 
Luis Potosí que los entregaran a la alhóndiga del lugar”. 
21 
 
“En lo que se refiere a la plaza-mercado a finales del siglo XVI y 
principios del siglo XVII, estaba constituida por jacales que se encontraban 
frente al ayuntamiento y que se habían construido de una manera modesta y 
con materiales propios de cajones para empaques, por lo que primeramente 
se les conoció como cajones de ropa, pero debido a inundaciones y varios 
incendios, se construyeron tiendas de mampostería a las que en su conjunto 
se le conoció como “El Parián” que fue el mercado de puestos de madera y 
techados de tejamanil, en donde se vendía ropa vieja, libros, armas de fuego, 
y armas blancas, sillas, de montar, baúles, alhajas y varias cosas más”. 
 
Podemos mencionar que el tianguis es una de las instituciones que 
más a influido en la vida de los mexicanos desde la época de los aztecas 
hasta la época actual, por su parte los conquistadores trajeron además de la 
visión del zoco árabe, que coincidía con el tianguis azteca poner su 
mercancía sobre mantas extendidas en el suelo, con tenderetes que 
defendían del sol a los comerciantes. 
 
“Todavía fue más minucioso el control impuesto por la ordenanza de 
agosto de 1619 a las tiendas de México que podían vender “todo género de 
cosas de comer, siempre que se les fijara precio oficial”, en este documento 
se especificaba que la fruta solo se podía vender en los tianguis, excepto los 
indígenas que podían vender cualquier bastimento en cualquier parte, a todas 
horas y sin precio fijo, los tenderos no podían comprar fruta sino en los 
tianguis y después del medio día, para que primero pudieran surtirse los 
vecinos; el corregidor debía de fijar los precios de todos los bastimentos 
semanal o mensualmente, según el artículo, en fin, se prohibía a los 
regatones hasta la asistencia a los tianguis, sobre pena que recibieran 100 
azotes y dos años de destierro de la ciudad”12. 
 
 En efecto, los habitantes de los pueblos comarcanos situados dentro 
de ciertas distancias como lo que menciona Calderón Francisco R. en su libro 
Historia Económica de la Nueva España en los tiempos de los austrias en un 
radio de cinco leguas aproximadamente 21 kilómetros, estaban obligados a 
asistir a los tianguis so pena de incurrir en el enojo y los castigos 
consiguientes del dios propio de ese tianguis. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
12
 ESQUIVEL OBREGÓN, Toribio, Apuntes de Historia de México, editorial Porrúa, México 1985, P. 
133. 
22 
 
 1.3 LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO. 
 
En esta época el comercio interior adquirió una gran importancia, sin 
embargo posteriormente a la independencia de México sufre un cambio a raíz 
de las consecuencias de la nueva organización económica. 
 
“De tal forma que surge una nueva Ciudad de México, construida sobre 
la desbastada Tenochtitlán, y si bien el comercio interior se continúa 
desarrollando tomando como eje principal a la Ciudad de México, sufriendo 
cambios importantes en su arquitectura, se sigue respetando a la ciudad 
indígena, de tal modo que se continúa con sus tres accesos terrestres, la 
ciudad española se situó al centro conservando los barrios prehispánicos con 
sus nuevos nombres cristianos. La Plaza Mayor fue formada por los edificios 
de las autoridades eclesiásticas y civiles, todo género de comercio se 
comenzaron a instalar en torno a la plaza, lo que dio origen al portal de 
mercaderes”. 
 
“La plaza cobra una enorme importancia, a manera de que se va 
asentando el comercio, así también desde ese tiempo los comercios se 
empiezan a apoderar de lo que era la Plaza Mayor , extendiéndose a las 
calles que actualmente conocemos como de Santo Domingo, la de Madero y 
la de Tacuba, ocupando ambas aceras, hasta la Plaza Mayor; toda clase de 
artesanos, como carpinteros, herreros, cerrajeros, zapateros, tejedores, etc”. 
 
La influencia del tianguis fue importante en el comercio de la 
Independencia de México, los mismos artículos que Hernán Cortes mencionó 
como objetos de tráfico mercantil en el tianguis de Tlatelolco , son los mismos 
que se compraban diariamente en los tianguis que se establecieron en todos 
los estados de la República. 
 
“Al respecto encontramos varios testimonios que relatan de que a los 
tianguis que se establecieron en los diversos estados de la República 
Mexicana, destaca el que se instalaba en la Plaza Mayor de esta capital, el 
que era considerado como un enorme tianguis en el que compraban y 
vendían toda clase de legumbres y flores procedentes de Xochimilco y de 
Chalco, que los transportaban por el canal de la Viga hasta el centro de la 
ciudad”. 
 
“Para el año de 1853 los límites de la Ciudad de México eran 
prácticamente los mismos que en época virreinal, ya que al norte se 
delimitaba por el actual San Lázaro, al oriente se demarcaba por San Antonio 
Abad, al sur por Bucareli y al poniente por la actual avenida de San Cosme”. 
 
“En 1848 surgió el primer fraccionamiento de la ciudad con la colonia 
francesa o barrio de Nuevo México, y que en ese entonces se encontraba en 
las calles que hoy conocemos de Belén y Victoria, en el preciso lugar donde 
en el año de 1849 se inauguró el mercado de Iturbide”. 
23 
 
“Entre los años de 1790 y 1883, la población de la ciudad de México 
había crecido de 160,000 a 200,000 habitantes, también su territorio tenia un 
gran crecimiento de 8.5 kilómetros cuadrados se extendió a 40.5 kilómetros, 
abarcando ranchos y fraccionamientos en ese crecimiento”. 
 
“Como es obvio con lo anterior, también el comercio crece 
enormemente en la Ciudad de México, ya para el año de 1854 el Doctor 
Manuel Orozco y Berra había elaborado una lista de manera cronológica en la 
cual se detallaban los comercios que existían en la ciudad, alcanzando un 
número de 5,000 comercios, por lo que claramente podemos observar la 
intensidad del desarrollo del comercio a fines del siglo XVIII”13. 
 
“En las postrimerías el siglo XVIII la Ciudad de México se transformó, 
en este fin de siglo hubo un gran impulso de las llamadas reformas 
borbónicas, fue así como en este periodo se construyeron mercados y locales 
en toda la capital dándole a la Ciudad una vista sumamente suntuosa”. 
 
Fue así como las calles se llenaron de comercios destinados a 
tortillerías, dulcerías, etc., dentro de las crónicas de la entrada a la capital del 
Ejército Trigarante, por la calle de Plateros que era la más importante por sus 
palacios y accesorios. 
 
“Precisamente en el centro de la nueva capital virreinal comenzaron a 
establecerse nuevos tianguis, como la plazuela del volador junto a la plaza 
mayor, se le llamó así porque en las afueras realizaban su ritual unos

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