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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
ESCUELA NACIONAL DE TRABAJO SOCIAL 
 
 
 
LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN SOCIEDADES COOPERATIVAS Y 
SU EMPODERAMIENTO. 
ESTUDIO EN LAS COOPERATIVAS UNDECO Y PANAMÉDICA. 
 
 
TESIS 
Que para obtener el título de 
Licenciadas en Trabajo Social 
 
 
Presentan: 
Andrea Benítez Soto 
Adriana Falcón Juan 
 
 
 
 Asesor: Lic. José Ignacio López Carbajal 
 
 
Ciudad Universitaria, Mayo de 2013 
 
 
 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
1 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
Gracias a nuestras familias, parejas, amigos y amigas, quienes nos han apoyado 
incondicionalmente. 
 
Gracias a las personas que se han tomado un tiempo para guiarnos a lo largo de nuestra 
investigación. 
 
En especial, gracias a las cooperativas UNDECO y Panamédica por la apertura que nos 
brindaron para conocer su experiencia. 
 
Asimismo, esta investigación está dedicada a aquéllas mujeres cooperativistas que buscan 
empoderarse cada día. 
 
No deseo que las mujeres tengan poder sobre los 
hombres, sino sobre ellas mismas. 
Mary Wollstonecraft 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Nadie puede ser empoderada de manera definitiva, 
convirtiéndose en experta que empodera a las 
demás. 
Kamla Bhasin 
 
2 
 
 
 
Mujer que escribe 
Es tiempo de cambiar el lápiz fino 
por la pluma firme; abandonemos 
el débil trazo por la imborrable estría. 
¡Seamos más que letras al aire! 
Porque todas somos poesía… 
¿Por qué no ser, también, poetisas? 
Dejemos de aspirar a la inmaculada 
perfección que la sociedad nos exige, 
no somos excelencias. ¡Basta ya 
de los roles que rebasan nuestra historia! 
Mujer que escribe, no nos abandones 
en esta edad degenerada; que 
nuestras pasiones no sean opacadas 
por imágenes inauditas y falsas. 
Desechemos la idea errónea que el mundo 
tiene de nosotras. Mujer, es tiempo, ESCRIBE. 
Ivette Pradel 
 
 
 
 
 
 
3 
ÍNDICE 
 Página 
INTRODUCCIÓN 5 
CAPÍTULO 1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y METODOLOGÍA DE 
INVESTIGACIÓN 
8 
CAPÍTULO 2 MARCO CONCEPTUAL SOBRE GÉNERO 15 
2.1 Perspectiva de género 15 
2.2 Participación de las mujeres 20 
2.3 Empoderamiento de las mujeres 21 
CAPÍTULO 3 MUJERES Y SOCIEDADES COOPERATIVAS 31 
3.1 Aspectos generales de las sociedades cooperativas 31 
3.1.1 ¿Qué son las sociedades cooperativas? 31 
3.1.2 Valores y principios del movimiento cooperativo 33 
3.1.3 Clases de sociedades cooperativas 38 
3.1.4 Funcionamiento y administración de las sociedades cooperativas 39 
3.2 Las mujeres en la historia del Cooperativismo 42 
3.2.1 Nivel Internacional 42 
3.2.2 Nivel Nacional 56 
CAPÍTULO 4 MUJERES COOPERATIVISTAS: SU EMPODERAMIENTO 
INDIVIDUAL Y COLECTIVO 
66 
4.1 Las mujeres de UNDECO y su empoderamiento 66 
4.1.1 Sobre la cooperativa 66 
4.1.2 Mujeres cooperativistas: perfil y características 72 
4.1.3 Proceso de empoderamiento: nivel personal 74 
 
4 
4.1.4 Proceso de empoderamiento: nivel de relaciones cercanas. Relación 
familiar y toma de decisiones 
77 
4.1.5 Proceso de empoderamiento: nivel colectivo 78 
4.2 Las mujeres de Panamédica y su empoderamiento 83 
4.2.1 Sobre la cooperativa 83 
4.2.2 Mujeres cooperativistas: perfil y características 90 
4.2.3 Proceso de empoderamiento: nivel personal 92 
4.2.4 Proceso de empoderamiento: nivel de relaciones cercanas. Relación 
familiar y toma de decisiones 
95 
4.2.5 Proceso de empoderamiento: nivel colectivo 96 
CAPÍTULO 5 TRABAJO SOCIAL Y EL EMPODERAMIENTO DE LAS 
MUJERES COOPERATIVISTAS 
100 
CONCLUSIONES 106 
BIBLIOGRAFÍA 115 
ANEXOS 129 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
INTRODUCCIÓN 
Las mujeres están eligiendo el modelo de empresa cooperativa como respuesta a sus 
necesidades económicas y sociales, ya sea para alcanzar sus aspiraciones empresariales, 
para acceder a productos y servicios, o bien para participar en una empresa que se basa en 
valores y principios éticos y proporciona oportunidades de generación de ingresos (ACI, 2010). 
El párrafo anterior es un extracto del mensaje de la Alianza Cooperativa 
Internacional (ACI) con motivo del Día Internacional de las Cooperativas, dicho 
mensaje llevó por título “Las empresas cooperativas empoderan a las mujeres”. En 
este discurso se hizo un llamado al reconocimiento de la contribución de las 
mujeres al desarrollo económico, social y cultural de todo el mundo, así también se 
instó a las cooperativas a seguir facilitando la participación y empoderamiento de 
las mujeres en las sociedades cooperativas; así que hablar de las mujeres 
cooperativistas y su empoderamiento resulta novedoso e importante, pues aunque 
hay una creciente incorporación de las mujeres en organizaciones cooperativas, los 
estudios al respecto son pocos. 
Por tal razón es que surge el interés de acercarse a esta temática desde Trabajo 
social, ya que hay mucho por aportar desde un enfoque social. 
En razón de lo mencionado, la presente investigación se encuentra desarrollada en 
cinco capítulos. En el primero que lleva por título “Planteamiento del problema y 
metodología de investigación” se hace referencia a la situación actual del tema a 
estudiar, la importancia de abordar dicha temática desde Trabajo social, así como la 
metodología que se siguió para este estudio. 
En el segundo capítulo denominado “Marco conceptual sobre género” se exponen 
conceptos que se consideran claves para este estudio, en primer lugar se retoma la 
perspectiva de género, pues en esta investigación en donde las mujeres son las 
principales sujetas de estudio, es necesario revisar los aspectos teórico-
metodológicos que permiten comprender cómo la diferencia sexual se ha traducido 
en diferencia social, además de que la perspectiva de género permea en todos los 
aspectos desglosados en esta tesis; en segundo lugar se habla sobre la 
participación de las mujeres como un proceso de influir en la toma de decisiones, 
pues esto lleva a procesos de negociación que se encuentran vinculados con las 
relaciones de poder, lo que da paso a conocer, en tercer lugar en qué consiste el 
empoderamiento de las mujeres, como un proceso en el que se busca construir 
 
6 
relaciones equitativas de poder entre hombres y mujeres y no que unos ejerzan 
poder sobre otras, o viceversa. 
Posterior a la revisión conceptual, en el tercer capítulo “Mujeres y sociedades 
cooperativas” se retoman aspectos generales sobre las sociedades cooperativas, 
siendo los espacios en los que participan las mujeres de este estudio. Los 
elementos que se abordan son: qué son las sociedades cooperativas, los valores y 
principios que guían su actuar, las clases de sociedades cooperativas, así como los 
aspectos relacionados con su funcionamiento y administración. 
A su vez, dentro del capítulo tres, tomando como referencia la forma en que se han 
generado históricamente relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres, se 
mencionan datos históricos del movimiento cooperativo, buscando resaltar la 
participación que han tenido las mujeres dentro de estas organizaciones, aunque la 
información al respecto es limitada, pues al igual que en la historia general, en la 
historiade las cooperativas las mujeres no han sido mencionadas del mismo modo 
que los hombres. “Su invisibilidad (o nebulosa existencia) no se debió –como lo 
aclara Mary Nash- a una conspiración malvada de ciertos historiadores masculinos, 
sino al arraigo de una concepción androcéntrica de la historia” (Nash, en Massolo, 
1992: 101). Por tanto estas omisiones han dejado como consecuencia, de acuerdo 
con Farah (2005), que exista un vacío de información que no permite apreciar el 
aporte de las organizaciones cooperativas, desde un enfoque de género, a pesar de 
la creciente participación de las mujeres en el movimiento cooperativo. 
Mientras tanto, en el capítulo cuatro se abordan los estudios de casos, relativos a las 
sociedades cooperativas: Unidad, Desarrollo y Compromiso S.C de R.L. (UNDECO) y 
Panamédica S.C de R.L., mencionando aspectos sobre cada cooperativa, pero sobre 
todo, exponiendo la información obtenida sobre las socias, con base en los niveles 
de empoderamiento. 
Consecutivamente, en el capítulo cinco se hace referencia al Trabajo social y al 
empoderamiento de las mujeres cooperativistas, en donde se exponen sugerencias 
de intervención, basadas en la educación social, reconociendo que el ámbito 
cooperativo es un área para la investigación e intervención social. 
Posterior al capítulo cinco se manifiestan las conclusiones de esta investigación, 
esperando sea de utilidad principalmente para las cooperativas UNDECO y 
Panamédica, para el emprendimiento de proyectos específicos que coadyuven en el 
desarrollo integral de sus socios y socias, el cual se pueda reflejar en su forma de 
 
7 
pensar y actuar, para que a partir de esto pueda manifestarse en sus familias y 
comunidades y de esta forma se fortalezcan como modelos de experiencias 
cooperativas. Al mismo tiempo, puede ser punto de partida para el desarrollo de 
otras investigaciones relacionadas con el género y cooperativismo, ya que la 
temática no está agotada. 
Finalmente, se incluye un apartado de anexos, en donde se despliegan algunos 
esquemas, los instrumentos utilizados para la recolección de la información de 
campo y un glosario, complementando la información presentada en los capítulos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
8 
CAPÍTULO 1 
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y METODOLOGÍA 
DE INVESTIGACIÓN 
Históricamente las mujeres han ocupado posiciones sociales inferiores a los 
hombres, reproduciendo relaciones inequitativas entre ambos sexos. 
En la actualidad, según datos del informe “Desarrollo mundial 2012. Igualdad de 
Género y desarrollo” realizado por el Banco Mundial (2012), a nivel internacional las 
mujeres tienen más probabilidad que los hombres de dedicarse a actividades de 
baja productividad, es más probable que trabajen en el sector informal y como 
empresarias suelen dirigir compañías de menor tamaño. 
Además, según señala la Organización de las Naciones Unidas (2008) la mayor 
incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo remunerada, una tendencia en 
casi todo el mundo, ha reducido el tiempo disponible de éstas para el cuidado no 
remunerado de la familia, aunque la disminución de la fecundidad en muchas 
regiones significa que hay menos niños que cuidar, no obstante, el envejecimiento 
demográfico en algunos países ha intensificado la necesidad de servicios de 
cuidado de estas personas. 
Asimismo, en México, según datos del informe “Mujeres y Hombres en México 2011”, 
elaborado por INEGI e Inmujeres (2012), aunque las mujeres han alcanzado una 
mayor inserción dentro del mercado laboral no ha sido en condiciones de igualdad, 
pues generalmente se incorporan en puestos de trabajo con una jerarquía inferior a 
la de los hombres y perciben una menor remuneración, incluso en los mismos 
puestos de trabajo. Además, su participación en la fuerza laboral no las exime de 
participar en el trabajo doméstico y continúan siendo casi en exclusiva las 
responsables de las actividades de sus hogares, cubriendo una doble jornada de 
trabajo. De manera que “estas funciones relacionadas con el género… están 
profundamente enraizadas y determinan las decisiones de las mujeres con respecto 
a la búsqueda del trabajo remunerado o de su permanencia en él” (Piras, 2006: 8). 
Por estas causas las mujeres han buscado alternativas de trabajo que les permitan 
insertarse en el espacio público, con el fin de obtener recursos económicos para 
ellas y sus familias, pero sobre todo que les ofrezcan condiciones de trabajo más 
equitativas con los hombres. 
 
9 
Una de estas alternativas son las sociedades cooperativas, las cuales buscan el 
desarrollo integral de las personas, de esta forma, 
las mujeres se han integrado fuertemente en proyectos cooperativos y en general de 
economía social, para atender necesidades familiares y sociales, entre otras causas, porque 
están sobre representadas entre los y las pobres, y continúan siendo las principales 
responsables de todas las actividades vinculadas con la reproducción social (Valdivieso, 2007: 
123). 
De manera que, al insertarse en este tipo de sociedades las mujeres buscan 
satisfacer sus necesidades no sólo económicas, sino también aquéllas que tienen 
que ver con su desarrollo personal, siendo las sociedades cooperativas una 
organización que puede contribuir en la cobertura de esas necesidades, 
coadyuvando también al empoderamiento de las mujeres, lo cual se relaciona 
directamente con la satisfacción de sus necesidades prácticas y el alcance de sus 
intereses estratégicos. Esto puede lograrse a través de la práctica de los principios y 
valores de las sociedades cooperativas, pues es posible que adquieran 
remuneraciones más equitativas, ya que a igual trabajo, igual salario, son 
escuchadas sus opiniones y tomadas en cuenta, tal como se enuncia en el principio 
de control democrático de las y los socios: a cada socio y socia le corresponde un 
voto, también pueden ocupar un cargo en algún Consejo o Comisión, en donde se 
les permite desarrollar habilidades de liderazgo. De esta forma, 
organizaciones autogestionarias como las cooperativas engloban elementos que pueden 
coadyuvar a construir una mayor equidad de género, pues por medio de sus modalidades 
operativas y de los principios que las inspiran, fortalecen las capacidades de las mujeres para 
la toma de decisiones, su autoestima, el acceso a los recursos materiales y financieros y 
amplían su participación ciudadana (Da Ros, 2005, en Farah, 2006: 198). 
Además de que, “algunas de las precondiciones para el empoderamiento de las 
mujeres son los espacios democráticos y participativos, así como la organización de 
las mujeres” (Deere y León, 2002: 30), siendo entonces las sociedades cooperativas 
esos espacios democráticos en donde se pueden facilitar procesos de 
empoderamiento, que van desde el nivel individual, pasan por las relaciones 
cercanas (principalmente su familia) llegando a un nivel colectivo (la cooperativa en 
la que se encuentran insertas). 
Cabe señalar que en países como Colombia, Venezuela y Honduras se han 
desarrollado investigaciones por mujeres como Farah (2005 y 2006), Valdivieso 
(2007), Da Ros, Gómez, Farah y Ribón (2004), quienes han partido de la premisa de 
que las cooperativas son espacios propicios para el desarrollo integral y el 
 
10 
empoderamiento de las mujeres, sin embargo aunque en Trabajo social se han 
desarrollado diversas investigaciones relacionadas con las mujeres y las 
cooperativas no han sido desde la perspectiva de género y empoderamiento de las 
mujeres, por lo que, ante este vacío de información surge la presente investigación, 
reconociendo que “el Trabajo Social puede incidir de manera importante en la 
elaboración de investigaciones desde el género, con estrategias que incidan en la 
comprensión de los aspectos que conforman el género y la perspectiva de género” 
(Chávez, 2006: 15). 
Partiendo de lo descrito hasta el momento, surgen las preguntas que orientaron esta 
investigación: ¿Las mujeres que participan en sociedadescooperativas están 
obteniendo elementos para su empoderamiento? A su vez, ¿cómo la organización 
cooperativa ha promovido cambios a favor del empoderamiento de las mujeres que 
participan en ella? y ¿cómo se evidencian esos cambios en las relaciones sociales 
de las mujeres? De esta forma, el objetivo general es estudiar si las mujeres que 
participan en sociedades cooperativas están obteniendo elementos para su proceso 
de empoderamiento en los niveles personal, de relaciones cercanas y colectivo. 
Asimismo, los objetivos específicos son los siguientes: corroborar si las mujeres que 
participan en sociedades cooperativas han experimentado relaciones equitativas de 
poder con los hombres en el ámbito familiar y en su cooperativa, indagar si la 
práctica de los principios y valores cooperativos ha influido en el empoderamiento 
de las socias, señalar la influencia de la cooperativa en la satisfacción de 
necesidades prácticas de las mujeres, además de identificar la opinión de los socios 
sobre la participación de las mujeres en las cooperativas. 
Se trata entonces de un estudio descriptivo, centrado en las características de las 
mujeres cooperativistas, sirviendo como un primer nivel de trabajo para conocer 
cómo se está desarrollando su proceso de empoderamiento, esto de acuerdo con lo 
referido por García de Ceretto y Giacobbe (2009), utilizando un proceso deductivo, 
que partió de lo general a lo particular, llegando a los estudios de caso, permitiendo 
confrontar la teoría con la realidad social, a partir de las experiencias y puntos de 
vista de las y los socios de las cooperativas seleccionadas. 
Dicho estudio conjugó aspectos cualitativos y cuantitativos, tomando como base el 
diseño anidado o incrustado concurrente de modelo dominante (DIAC), mismo que 
de acuerdo con Hernández, Fernández y Baptista (2010) retoma aspectos 
cualitativos y cuantitativos, pero a alguno de los dos se le da prioridad, en este caso 
se dio prioridad al enfoque cualitativo, que de acuerdo con Chávez (2006) se utiliza 
 
11 
para comprender el sentir del actor o actores sociales ante un problema o situación 
concreta, así pues 
este tipo de estudios no pretenden medir ni explicar los procesos sociales, permiten describir 
de manera detallada interacciones, un ambiente cotidiano, las conductas observadas y sus 
manifestaciones. Estos estudios se desarrollan en espacios donde los participantes realizan su 
vida cotidiana (Chávez, 2006: 54). 
Por lo cual este enfoque se consideró idóneo, ya que se requirió conocer aspectos a 
nivel personal, de sus relaciones cercanas y de su experiencia cooperativa, los 
cuales han influido en el proceso de empoderamiento de las mujeres, además de 
que se consideró fundamental partir de que no es posible homogeneizar a las 
mujeres que participan en una cooperativa, pues aunque compartan contextos 
similares, su experiencia de vida y manera de relacionarse con otras personas es 
distinta para cada una. De manera que, “la perspectiva feminista no busca 
homogeneizar a las mujeres, al contrario procura la desmasificación de las idénticas 
y hacer de la diversidad una riqueza histórica” (Lagarde, 2001: 161). 
Se procedió entonces a recolectar, sistematizar y analizar dos tipos de información: 
documental y de campo, en la primera se realizó una revisión de teorías y enfoques 
actuales sobre los conceptos de género, perspectiva de género, participación y 
empoderamiento de las mujeres, relacionándolos con las sociedades cooperativas; 
mientras que para la recolección de la información de campo se seleccionaron dos 
cooperativas: la cooperativa Unidad, Desarrollo y Compromiso (UNDECO) y 
Panamédica. 
Para seleccionar los dos estudios de caso se solicitó apoyo de personas que han 
tenido contacto con diversas organizaciones cooperativas, y ya que tanto la 
cooperativa UNDECO como Panamédica se consideran relevantes en su ramo, 
pues la primera trabaja en la construcción de un modelo integral de cooperativa, 
basada en el ahorro y préstamo, mientras que la segunda es pionera en la atención 
de la salud integral en el ámbito cooperativo, además de que la mayoría de las 
personas que las integran son mujeres e incluso algunas de ellas ocupan cargos en 
los diferentes órganos cooperativos, por tales razones se decidió tomarlas como 
casos. 
Para ello, se realizó primeramente el contacto vía telefónica, en el caso de UNDECO 
este contacto fue con uno de los fundadores y actual miembro de la Comisión de 
educación, el ingeniero Marín Rubio, mientras que con Panamédica fue con la 
actual presidenta del Consejo de Administración, la psicóloga Sofía Jiménez, con 
 
12 
quienes se concertó una cita para acudir a las instalaciones, con el fin de explicarles 
de manera más detallada sobre el proyecto de investigación, al cual las dos 
cooperativas accedieron sin problema, por lo que cabe decir que se trata de dos 
grupos que se mostraron solidarios y que se abrieron a que se conociera su 
experiencia. 
Es en esta parte de la recolección y análisis de la información de campo en donde 
se aplicó el diseño anidado o incrustado concurrente de modelo dominante (DIAC), 
mismo que permitió recabar aspectos cualitativos y cuantitativos, dando prioridad a 
la parte cualitativa, para ello se hizo uso de la técnica de la entrevista 
semiestructurada, siguiendo la clasificación de Coller (2000), para la cual se utilizó 
una guía de entrevista con preguntas abiertas, agrupadas en temas, dirigidas a las 
socias (para obtener información cualitativa, pues según Piña (2002) la guía de 
entrevista es un instrumento más adecuado para obtener información cualitativa), 
así también se utilizaron cuestionarios dirigidos a los socios de las cooperativas 
(para recabar la parte cuantitativa). 
En esta idea, el proceso que se llevó a cabo para la elaboración de la guía de 
entrevista partió de la definición de categorías, definidas a partir de las variables de 
esta investigación (participación y empoderamiento de las mujeres), tal como se 
muestra en la matriz del anexo 2. De igual forma, para el cuestionario se retomaron 
algunas de las preguntas de la guía de entrevista, integrando fundamentalmente las 
que dieran cuenta de la opinión de los socios sobre la participación de las mujeres 
en la cooperativa. 
Con estos instrumentos se llevó a cabo una prueba piloto, en la que se entrevistó a 
una socia del grupo de artesanas y artesanos denominado “Sobolotik” y se aplicó un 
cuestionario a un socio del mismo lugar y con los resultados obtenidos se hicieron 
las modificaciones pertinentes a los instrumentos. 
Una vez modificados los instrumentos, se procedió a la aplicación de los mismos en 
las dos cooperativas seleccionadas, aunque cada uno fue adaptado de acuerdo con 
el tipo de cooperativa (ver anexo 3), pues como se ha mencionado, UNDECO se 
basa en el ahorro y préstamo, mientras que Panamédica es de producción de 
servicios. Cabe mencionar que una de las características del diseño DIAC es la 
recolección simultánea de datos cuantitativos y cualitativos, por tal razón, las guías 
de entrevista y los cuestionarios fueron aplicados simultáneamente. 
 
13 
De igual manera, se recurrió a la observación no participante como otra técnica, la 
cual se enfocó principalmente en las reacciones y actitudes que tomaron las 
entrevistadas en el momento de la aplicación del instrumento. Esto complementó la 
información obtenida en las entrevistas y cuestionarios. 
Por su parte, el tipo de muestreo utilizado para aplicar la guía de entrevista fue 
intencional, según Izcara (2009), es decir se determinó qué actores sociales se 
incluirían en la muestra, así como el tamaño de la misma, en el caso de la sociedad 
cooperativa UNDECO debido a que se encuentra integrada por más de mil socios y 
socias, y siguiendo a Piña (2002) y Del Razo (2006) en cuanto a que no se seleccionó 
una muestra representativa, sino a un reducido número de personas para conocer 
sus opiniones, las cuales reúnen determinadas condiciones,se procedió entonces a 
aplicar 15 entrevistas, en primer lugar a las mujeres que ocupan un cargo en algún 
Consejo o Comisión o son socias comisionadas de tiempo completo, así como a las 
socias fundadoras que aún permanecen en la cooperativa, posteriormente se 
entrevistaron a otras mujeres socias ahorradoras, además de que se siguió el 
criterio de saturación, el cual, como indica Álvarez Gayou (2003) se refiere al 
momento en el que durante la obtención de la información, ésta empieza a ser 
repetitiva o similar. En el caso de la sociedad cooperativa Panamédica, ya que es de 
menor tamaño, se aplicaron 10 entrevistas a socias y 3 a colaboradoras. 
Igualmente, para determinar la muestra para la aplicación del cuestionario se 
recurrió al muestreo por cuotas, de acuerdo con Del Razo (2006), a través del cual se 
escogieron a un número de individuos que tenían en común ser socios activos o en 
el caso de Panamédica, colaboradores de la cooperativa, por lo cual en UNDECO el 
cuestionario fue contestado por 7 socios, mientras que en Panamédica fueron 2 
colaboradores los que contestaron. 
Asimismo, es de importancia señalar que la guía de entrevista fue aplicada de 
diferente manera en cada cooperativa, en UNDECO se procedió a entrevistar a 
algunas mujeres en las instalaciones de la cooperativa, mientras que para 
entrevistar a otras socias se realizaron visitas domiciliarias, con el apoyo de una de 
las socias, Angélica Gutiérrez, quien es parte del Consejo de vigilancia. Mientras 
tanto, en Panamédica las entrevistas se realizaron en las instalaciones de la 
cooperativa. En los dos casos, los cuestionarios fueron repartidos y recolectados por 
las socias con quienes se estableció un contacto directo. 
Consecutivamente se procedió a sistematizar la información obtenida, con base en 
las categorías señaladas en el anexo 2 (mismas que se desprenden de los niveles 
 
14 
de participación y empoderamiento de las mujeres) y a partir de dichas categorías 
se asignaron subcategorías para facilitar el análisis de la información. “Es que la 
categorización hace posible clasificar conceptualmente las unidades que son 
cubiertas por un mismo tópico. Una categoría soporta un significado o tipo de 
significados” (Rodríguez, 1999, en García de Ceretto y Giacobbe, 2009: 126). 
De este modo, atendiendo a lo señalado por el DIAC, la información sistematizada 
de las guías de entrevista y los cuestionarios fue comparada y relacionada en la fase 
de análisis, en donde se “supone examinar sistemáticamente los elementos 
informativos para delimitar las partes y descubrir las relaciones entre ellas y con el 
todo” (García de Ceretto y Giacobbe, 2009: 126). Dicho análisis se llevó a cabo con 
apoyo del marco teórico-conceptual y con base en las categorías y subcategorías 
señaladas en el anexo 2, a fin de rescatar los elementos de empoderamiento de las 
mujeres cooperativistas. Así que, la información obtenida de las guías de entrevista y 
los cuestionarios fue relacionada, ya que algunas preguntas de ambos instrumentos 
son similares y por lo tanto, la información de mujeres y hombres se complementa y 
se ratifican los resultados obtenidos. 
De esta forma se ha expuesto lo relativo al planteamiento del problema y la 
metodología de investigación que fue utilizada, así en el siguiente capítulo se 
comenzará con el abordaje teórico de los aspectos concernientes a la perspectiva 
de género, la participación y empoderamiento de las mujeres. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
15 
CAPÍTULO 2 
MARCO CONCEPTUAL SOBRE GÉNERO 
A través de este capítulo se busca exponer los conceptos relativos al género que se 
consideran fundamentales para esta investigación. Cabe mencionar que cada uno 
de estos conceptos son complejos de definir, debido a su multidimensionalidad y al 
uso teórico y práctico que se les ha conferido, sin embargo se desglosa una 
discusión teórica que si bien, no se considera concluida, aporta elementos para el 
análisis. 
2.1 Perspectiva de Género 
El rasgo común es una desigualdad que afecta principalmente a las mujeres, por esta razón el énfasis 
de los estudios de género se centra en ellas. Sin embargo, esto no significa que el género sea sinónimo 
de mujer, como suele confundirse (Mujer y Ambiente A.C., 2008: 12). 
Precisamente, para comprender la perspectiva de género es importante examinar 
en primera instancia el concepto de género. 
Hombres y mujeres nacen con diferencias anatómico-biológicas, las cuales se 
convierten en la base sobre la cual se construyen los géneros (masculino y 
femenino), atribuyéndoles características, funciones y conductas sociales diferentes, 
lo que marca la pauta respecto a cómo ser, qué hacer, cómo sentir y cómo actuar 
genéricamente. Cabe decir que aunque “no siempre son las mismas… en todas las 
sociedades encontramos diferencias importantes entre los hombres y las mujeres” 
(Alberdi, 1999: 53-54). 
Así por ejemplo “en virtud de los roles de género a las mujeres se les asigna el 
cuidado de los niños, mientras que se espera que los hombres trabajen fuera de 
casa y cumplan con su papel de únicos proveedores de recursos” (Inchaustegui, 
2011: 20). De este modo se establece lo que es “propio” para cada persona, según 
su sexo, influyendo en su percepción sobre sí misma, su percepción de las demás y 
por lo tanto en la forma de relacionarse con otras. 
De hecho, para Scott (2008), el género es un elemento constitutivo de las relaciones 
sociales, las cuales se basan en las diferencias percibidas entre los sexos, es una 
forma primaria de relaciones de poder, en las que se ha articulado la desigualdad, 
ya que históricamente han sido favorables principalmente para los hombres, 
asumiéndolo como un hecho “natural”, así por ejemplo, Talcott Parsons, de acuerdo 
 
16 
con Conway, Bourque y Scott (1996), sostenía que en una familia la capacidad del 
hombre para el trabajo productivo se complementaba con la habilidad de la mujer 
para manejar los aspectos expresivos de la vida familiar y la crianza de los hijos. De 
esta forma se argumentaba, como menciona Lamas (2001) que al tener anatomías 
distintas con funciones reproductivas complementarias, mujeres y hombres debían 
tener papeles sociales también complementarios. No obstante, las diferencias 
conductuales entre hombres y mujeres se deben a construcciones sociales. 
Así pues, el género puede ser definido, de acuerdo con Chávez, como una 
construcción social que se basa en el conjunto de ideas, creencias y representaciones que 
generan las culturas a partir de las diferencias sexuales, las cuales determinan los papeles de 
lo masculino y lo femenino. Es una categoría dinámica que se interrelaciona e interacciona con 
el devenir histórico (2004: 11). 
De esta forma, 
lo que el concepto de género ayuda a comprender es que muchas de las cuestiones que 
pensamos que son atributos “naturales” de los hombres o de las mujeres, en realidad son 
características construidas socialmente que no tienen relación con la biología (Lamas, 2007: 8). 
Se considera entonces que la categoría “género” puede explicar mejor la dimensión 
social y política que tiene el sexo, y “cómo un hecho anatómico se transforma en un 
hecho social, en clave de discriminación y exclusión” (Cobo, 2009: 40). 
Es importante aclarar que aunque históricamente es posible detectar ciertas 
características que han diferenciado a hombres y mujeres, cada sociedad, cada 
pueblo, cada grupo y cada persona tienen una particular concepción de género, 
basada en la de su propia cultura, la cual contiene ideas, prejuicios, valores, 
interpretaciones, normas, deberes y prohibiciones sobre la vida de las mujeres y los 
hombres, además que las circunstancias económicas y sociales, así como la 
experiencia de vida son determinantes para la construcción del género. 
Por lo tanto, “cada mujer y cada hombre sintetizan y concretan en la experiencia de 
sus propias vidas el proceso sociocultural e histórico que los hace ser precisamente 
ese hombre y esa mujer”(Cazés, 2005: 35), por lo cual, hay distintas maneras de 
vivir la masculinidad y la feminidad, tal como lo mencionan Lagarde (2001) y Lamas 
(2006). 
Beneria y Roldán (en Bermudez, 1992) confirman lo anterior al decir que el género es 
un proceso social y como tal, la forma como una comunidad define y vive lo 
 
17 
masculino y lo femenino varía no sólo con la historia, sino de acuerdo con el grupo 
étnico y la clase. 
De modo que si se trata de características socialmente construidas, las relaciones 
de género pueden ser cambiantes, sujetas a procesos de negociación. En este 
marco, según menciona Inchaustegui (2011), lo que implica ser hombre o mujer, en 
un lugar y tiempo determinados es construido y transformable, no establecido de 
una vez y para siempre, por lo cual es posible realizar cambios en las relaciones de 
género, a través de la incorporación de la perspectiva de género. 
La perspectiva de género de acuerdo con García, Vargas, Saavedra y Hernández 
(2011), es una herramienta teórico-metodológica que permite identificar cómo las 
diferencias sexuales se han traducido en inequidades (de acceso, de control de 
recursos, de participación en la toma de decisiones, de oportunidades y de 
reconocimiento), con la intención de ubicar sus raíces, efectos y consecuencias y de 
este modo buscar estrategias específicas que tengan por objetivo revertirlas, lograr 
una igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, así como mejorar sus 
condiciones de vida, ya que las relaciones inequitativas han traído consigo altos 
costos sociales. 
La perspectiva de género se convierte entonces, de acuerdo con Sánchez (2003) y 
Tuñón (1997) en un lente que permite ver, analizar y actuar en las relaciones entre 
los géneros, posibilitando con esto un abordaje más profundo de la realidad social. 
Además de que, trabajar con la perspectiva de género significa mucho más que 
lograr un equilibrio en el número de hombres y mujeres, pues se busca una 
participación equitativa, el mejoramiento de las condiciones de vida y la 
transformación de la posición de mujeres y hombres. 
Es así que, la perspectiva de género implica, según Gamba (2007): 
a) Reconocer las relaciones de poder que se dan entre hombres y mujeres, 
comúnmente favorables para los primeros como grupo social y discriminatoria para 
las mujeres, b) que estas relaciones han sido constituidas social e históricamente y 
son constitutivas de las personas y c) que atraviesan todo el entramado social y se 
articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia 
sexual y religión. 
Por lo tanto, “se trata así de crear nuevas construcciones de sentido para que 
hombres y mujeres visualicen su masculinidad y su femineidad a través de vínculos 
 
18 
no jerarquizados ni discriminatorios” (Gamba, 2007: 122) buscando generar 
entonces nuevas relaciones de género y de poder. Así pues, 
el Trabajo social requiere del género como una categoría de análisis y de la perspectiva de 
género como categoría metodológica, que permita incorporar en su ejercicio profesional, el 
análisis e interpretación de las conductas que derivan de esa construcción social para 
interpretar los problemas sociales desde dicha perspectiva y analizar las relaciones entre 
hombres y mujeres para definir sus acciones de intervención tendientes a lograr cambios de 
actitudes (Chávez, 2006: 12). 
Además, según Farah (2005) la perspectiva de género pretende que el trabajo 
realizado tanto en el ámbito público como en el privado sea igualmente valorado en 
el desarrollo social, también se busca que mujeres y hombres desempeñen de 
manera flexible y equitativa, actividades de los dos ámbitos, pues a través del tiempo 
no se ha logrado que las mujeres impacten en el ámbito público principalmente 
porque han tenido que resolver tareas del espacio privado, al mismo tiempo, 
el mercado laboral… se ha construido históricamente según el modelo de trabajador 
masculino, es decir, siguiendo el modelo de proveedor económico universal, que tenía 
resueltas las cuestiones reproductivas. Las mujeres ahora han de integrarse a este modelo de 
mercado laboral –en el que se han endurecido y precarizado las condiciones de trabajo- con el 
problema adicional de que no tienen resueltas las tareas reproductivas (Cobo, 2009: 47). 
Por tal razón, las mujeres que inciden en el ámbito público buscan hacerlo en 
condiciones de mayor equidad con los hombres, tomando como opción las 
organizaciones cooperativas, pues como mencionan Hierro, Dasha y Ruiz (2001) las 
mujeres actualmente reclaman el derecho a un empleo que no sólo garantice la 
sobrevivencia del grupo familiar, sino que también contribuya a su autorrealización y 
a su aportación a la sociedad, desempeñando un trabajo significativo, productivo y 
creativo. 
 
Enseguida se muestra, a través de un esquema, a lo que se ha hecho referencia en 
este apartado en cuanto al género como construcción social y su relación con la 
perspectiva de género. 
 
 
 
 
 
 
 
 
19 
Esquema 1. El género como construcción social 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Género 
Se refiere a la construcción 
social de lo masculino y 
femenino, en donde se 
establece lo que es propio para 
cada persona, según su sexo 
Marca la pauta respecto a: ¿Cómo 
ser? ¿Qué hacer? ¿Cómo sentir? 
¿Cómo actuar? ¿Cómo relacionarse 
con otras personas? 
Cada sociedad tiene su 
concepción de género, además 
de que cada persona elabora su 
concepción, de acuerdo con su 
contexto 
Sin embargo, en 
diferentes momentos 
históricos un hecho 
anatómico se ha 
convertido en clave de 
discriminación y 
exclusión, principalmente 
para las mujeres 
Perspectiva 
de Género 
Busca realizar 
cambios en las 
relaciones de 
género, a través de 
estrategias para 
revertir las 
inequidades entre 
hombres y mujeres 
Crear nuevas 
construcciones de 
género para que 
hombres y mujeres 
visualicen su 
masculinidad y 
feminidad a través 
de vínculos no 
jerarquizados, ni 
discriminatorios 
Cooperativas 
Espacios en donde se 
propician relaciones de 
género más equitativas 
entre hombres y 
mujeres 
Fuente: Elaboración propia, tomando como referencia a Chávez (2004) Lamas (2007), Lagarde (2001), 
Cobo (2009), Inchaustegui (2011), Farah (2006), García, Vargas, Saavedra y Hernández (2011). 
 
 
20 
2.2 Participación de las mujeres 
 
A partir de la revisión de diversas definiciones sobre participación se tomaron en 
cuenta las siguientes, las cuales se relacionan con los niveles de empoderamiento 
(relaciones cercanas y colectivo). 
 
Las y los especialistas plantean que “la participación es la influencia resultante del 
hecho de que una persona asuma un papel activo en el proceso de toma de 
decisiones“(Vroom y Jago 1990: 19), de modo que “esta participación es la que hace 
que la persona se constituya en sujeto activo de su circunstancia y de su momento 
histórico” (Valdivieso, 2007: 129). 
 
Esta definición es complementada con lo mencionado por Gallino (2008), pues para 
este autor implica una posibilidad real de influir en la toma de decisiones y el acto 
de concurrir a la determinación de los objetivos de la organización, en un plano de 
igualdad con los demás miembros. 
 
Por otra parte, Sánchez (2006) plantea que la participación en el ámbito grupal es un 
proceso que se inicia en la información, es decir que las personas se encuentren 
informadas sobre la situación que se presente, para posteriormente externar sus 
opiniones y de esta manera el grupo pueda emprender acciones que lleven a la 
resolución de la situación. 
En la misma línea, Chávez (2010) habla sobre la cultura de participación como un 
proceso social en el cual los individuos se involucran, cooperan, toman decisiones, 
adquieren un compromiso y una responsabilidad y desarrollan una identidad y una 
conciencia colectiva, mediante la distribución de valores, símbolos y costumbres en 
un contexto histórico determinado, lo cual les permitedirigirse a un fin. 
Con base en estas definiciones es importante saber cómo están “tomando parte las 
mujeres” en la toma de decisiones a nivel familiar y en su cooperativa, pues esto 
abre la posibilidad de entrar en procesos de negociación y así equilibrar las 
relaciones de poder entre hombres y mujeres, lo cual influye positivamente en el 
proceso de empoderamiento de las mujeres. Es de importancia decir que la 
participación y el desarrollo de una cultura de participación son fundamentales para 
este proceso de empoderamiento. 
 
 
21 
2.3 Empoderamiento de las mujeres 
Con base en lo mencionado por Batliwala (1997) el rasgo más sobresaliente del 
término empoderamiento es que contiene la palabra poder, por lo que se comienza 
analizando en qué consiste este último. 
Existen diversas teorías para entender el poder, no obstante en este apartado se 
abordan dos de ellas, pues son las que permiten comprender el empoderamiento. 
En la primera teoría se describe al poder como algo que una persona o un grupo 
tiene o no y por lo tanto puede darse o quitarse, concibiéndose como algo 
estrechamente conectado con la autoridad, la dominación o la explotación, así para 
Max Weber (en Gutiérrez, 2008) el poder es la probabilidad, dentro de una relación 
social, de que el individuo imponga su voluntad sobre otro (s), aún en contra de toda 
resistencia. Esta descripción de poder corresponde a lo que Rowlands (1997) 
denomina “poder sobre”, el cual, algunas personas piensan que los hombres están 
natural y tradicionalmente destinados a ejercer. 
Por otro lado, en la segunda teoría, de acuerdo con Gutiérrez (2008), algunas 
feministas, retomando a Michael Foucault, han afirmado que el poder se construye y 
se manifiesta en los procesos de relación, por lo tanto, no pertenece a las personas 
que actúan en un escenario social determinado, sino aparece y es constitutivo del 
sistema de relaciones. Así que, “el poder como tal no existe, lo que se da son 
relaciones de poder” (Alberti, 2002: 167). 
Por lo tanto, uno de los elementos que es de interés rescatar de la definición de 
poder basada en Foucault, es que debido a que el poder se manifiesta dentro de la 
interacción social, tiene la posibilidad de transformarse y organizarse 
continuamente, de acuerdo con las circunstancias; de modo que tanto hombres 
como mujeres tienen la posibilidad de negociar nuevas relaciones de poder, hecho 
que abre la posibilidad para la construcción del empoderamiento. 
El uso del término empoderamiento, del inglés empowerment, ha sido objeto de polémica por 
la reserva a incorporar anglicismos al idioma español, y hasta de resistencias por su sonoridad. 
Sin embargo, hay razones de peso para adoptarlo en tanto no se encuentre otra mejor 
alternativa. La razón fundamental es que con él se pretende significar un proceso inmanente 
de acrecentamiento de poder interno, personal, pero desde luego desencadenador de efectos 
objetivos en la persona, en su entorno y en sus relaciones interpersonales (Gutiérrez, 2002: 99). 
Según indica Batliwala (1997) la fuente del término empoderamiento se remonta a la 
interacción entre el feminismo y la educación popular, aunque Freire, quien impulsó 
 
22 
la educación popular no tomó en cuenta al género, según Townsend (2002), 
sostenía que los pobres debían tomar conciencia crítica de la sociedad, a fin de 
asumir un mayor control sobre sus vidas, y así pasar, según señala Schuler (1997) 
de ser una “persona objeto” sometida a las elecciones de otras, a una “persona 
sujeto” con capacidad de elegir. Estas fueron las bases que retomaron las feministas 
para hacer de la educación popular una herramienta para incluir la conciencia de 
género. 
Es de aquí de donde se desprende la razón principal por la que en este estudio no 
es posible retomar la definición de poder como algo que puede darse o quitarse, 
pues al definir el empoderamiento como “dar poder” da lugar a la imagen de una 
“persona objeto” que se muestra pasiva recibiendo poder, cuando lo que se está 
buscando es el desarrollo de una “persona sujeto” que actúe en pro de relaciones 
más equitativas de poder. De modo que el poder no puede darse o quitarse, sino 
que se construye en la interacción social y es en donde pueden configurarse 
asimetrías para someter a otras personas o construirse relaciones equitativas. 
Es de mencionar que el enfoque de empoderamiento de las mujeres fue articulado 
en la Tercera Conferencia Mundial de la Mujer en Nairobi en 1985, a través del texto 
“Desarrollo, crisis y enfoques alternativos: perspectivas de la mujer en el Tercer 
Mundo”, escrito por Gita Sen y Caren Grown, pertenecientes al grupo feminista 
“Alternativas de Desarrollo para la Mujer en la Nueva Era” (DAWN –por sus siglas en 
inglés-), como lo indica Townsend (2002). Desde el punto de vista de DAWN el 
empoderamiento demandó la transformación de las estructuras de subordinación 
con cambios radicales en las leyes, los derechos de propiedad y las instituciones 
que refuerzan y perpetúan la dominación masculina. Además, como señala 
Rowlands (1997), enfatizaron en las diversas formas en que las organizaciones, a 
través de procesos democráticos y participativos, pueden contribuir al 
empoderamiento de las mujeres. 
De esta forma, según mencionan Pérez y Vázquez (2009) la idea de que las mujeres 
se empoderen para promover su desarrollo y el de sus comunidades surge apegada 
a la corriente denominada Género en el Desarrollo (GED), la cual analiza las 
relaciones de subordinación de las mujeres para con los hombres, buscando revertir 
tal situación, en donde el empoderamiento toma un papel fundamental, ya que se 
refiere al aumento de la capacidad de las mujeres para definir sus opciones de vida 
y tomar sus propias decisiones, constituyéndose en sujetas sociales que se 
apropian de su proceso de cambio. 
 
23 
Cabe aclarar que la corriente GED tiene como antecedente la corriente Mujer en el 
Desarrollo (MED) misma que surge, según De la Cruz (1998) en los años 70s, la cual 
tenía por objetivo integrar a las mujeres de una manera funcional a una estrategia 
de desarrollo, buscando soluciones parciales a las problemáticas, por lo cual se 
comenzó a cuestionar dicha postura y se dio paso a la corriente GED. 
Posterior a la Tercera Conferencia Mundial de la Mujer en Nairobi en 1985, según 
indican Deere y León (2002) la reunión de mujeres en Taxco, en 1987 inició un 
proceso en el movimiento de las mujeres de América Latina, en el que reflexionaron 
sobre otras formas de poder no opresivas hacia otros u otras. 
Fue entonces que, “en la siguiente Conferencia Mundial de las Naciones Unidas 
sobre la Mujer, la que tuvo lugar en Beijing en 1995, el empoderamiento se planteó 
como una condición necesaria para construir un mejor mundo para las mujeres” 
(Townsend, 2002: 38). De esta Conferencia se derivó la Plataforma de Acción de 
Beijing, misma que, según plantea la Organización de las Naciones Unidas (2008) 
constituye el primer compromiso mundial de incorporación de la perspectiva de 
género como metodología para lograr el empoderamiento de las mujeres, por lo 
cual, “los gobiernos se comprometieron a promover la igualdad, el desarrollo y la 
paz para todas las mujeres del mundo, en interés de toda la humanidad” (De Dios, 
2004: 267). Así que, 
la Plataforma de Acción de Beijing, hizo que los gobiernos se comprometieran a incluir de 
manera efectiva una dimensión de género en todas sus instituciones, políticas, procesos de 
planificación y de adopción de decisiones. Esto significaba que antes de que se adoptaran las 
decisiones o se ejecutaran los planes, se debería hacer un análisis de sus efectos sobre los 
hombres y las mujeres, y de las necesidades de éstos (Escuela Municipal de Formación 
Feminista, 2008: 28). 
Así, el término empoderamiento se ha ido incorporando a los estudios de género y a 
proyectos de desarrollo social, ya que el uso de dicho concepto no es exclusivo del 
discurso feminista, pues como indicaGutiérrez (2002) en la administración pública 
ha sido un objetivo clave en las políticas de sello desarrollista, que conciben sus 
planes de organización y apoyo, apuntalados con formas de empoderamiento de 
las y los participantes, como la solución o disminución de los conflictos derivados de 
la pobreza, aunque de acuerdo con Townsend (2002) el empoderamiento no es la 
panacea, no resuelve conflictos por sí solo, pero se convierte en una herramienta 
fundamental de desarrollo individual y colectivo. 
 
24 
Al respecto, cabe señalar que existen distintas definiciones sobre el 
empoderamiento, sin embargo para esta investigación se retoman las siguientes: 
Partiendo de las ideas de la educación popular, Mercado lo define de la siguiente 
manera: “Es un proceso de emancipación por medio del cual los grupos de mujeres 
llevan a cabo una reflexión crítica acerca de sus propias condiciones y su posición 
social” (2002: 143). 
Asimismo, Rowlands [quien ha publicado diversos textos sobre el empoderamiento 
de las mujeres, a raíz de su trabajo en Organizaciones No Gubernamentales, 
principalmente en países como Honduras y México] define al empoderamiento 
como: 
un conjunto de procesos que pueden ser vistos en las dimensiones individual, colectiva y de 
relaciones cercanas, centrado alrededor del núcleo de desarrollo de la confianza, la 
autoestima, el sentido de la capacidad individual o grupal para realizar acciones de cambio… 
Estos procesos no son fijos, sino que varían de acuerdo con el contexto y la experiencia de 
vida individual o grupal (1997: 230). 
Una descripción similar del empoderamiento es la que hacen Deere y León, para 
ellas 
no es un proceso lineal con un comienzo y un fin definitivo… El empoderamiento es diferente 
para cada individuo o grupo según sus vidas, su contexto y su historia, y de acuerdo con la 
subordinación en los niveles personal, familiar y comunal (2002: 32). 
Además, “nadie puede ser empoderada de manera definitiva, convirtiéndose en 
experta que empodera a los demás” (Bhasin, 1995, en Townsend, 2002: 61). Esta 
idea es compartida por autoras como Zapata, Townsend, Rowlands, Alberti y 
Mercado (2002), al mencionar que el empoderamiento es un proceso que se inicia 
dentro de una misma: cada quien puede sólo empoderarse a sí misma, aunque es 
posible apoyar al empoderamiento de las demás. 
De acuerdo con estas y otras definiciones de empoderamiento, la mayoría hacen 
referencia a éste como un proceso integral y multidimensional. Es integral porque no 
puede aislarse del contexto de las mujeres, además de que, como afirma la Escuela 
Municipal de Formación Feminista (2008) contiene componentes cognitivos, 
psicológicos, políticos y económicos. El componente cognitivo hace referencia a la 
compresión que tienen las mujeres sobre sus condiciones de subordinación, así 
como las causas de ésta y la necesidad de tomar opciones. El componente 
psicológico se refiere al desarrollo de habilidades que las mujeres pueden poner en 
 
25 
práctica a nivel personal y social para mejorar su condición. El componente político 
supone la habilidad para analizar el medio circundante en términos políticos y 
sociales, significa la habilidad para organizar y movilizar cambios sociales, mientras 
que el componente económico refiere a la capacidad de satisfacción de sus 
necesidades, a través de la obtención de un ingreso, de manera que todos estos 
componentes están relacionados y dependen uno de otro. El empoderamiento es 
también multidimensional, ya que se presenta en diversos niveles –personal, de 
relaciones cercanas y colectivo-, teniendo como uno de sus principales objetivos 
transformar las relaciones de poder. 
Además, como factores de importancia para el proceso de empoderamiento se 
encuentran la satisfacción de necesidades prácticas, así como el alcance de 
intereses estratégicos de las mujeres. Las necesidades prácticas hacen referencia, 
de acuerdo con De la Cruz (1998) a la condición de vida, en rubros como 
alimentación, salud, vivienda, educación, entre otros, por lo cual, el objetivo 
fundamental es mejorar la situación actual de las mujeres, convirtiéndose en un 
objetivo a corto plazo. Mientras tanto, los intereses estratégicos, según indica De la 
Cruz (1998), se centran en las normas y tradiciones sociales y culturales que 
determinan la posición de las mujeres con respecto a los hombres, influyendo en 
aspectos como la toma de decisiones, el control sobre recursos y las relaciones de 
poder, por lo tanto, el objetivo es pugnar por un cambio social, a través del 
empoderamiento de las mujeres, siendo así, como menciona De la Cruz (1998), la 
satisfacción de las necesidades prácticas se convierte en un pre-requisito para el 
empoderamiento de las mujeres. 
Cabe señalar, de acuerdo con Batliwala (1997), que existe una confusión en cuanto 
a que si el empoderamiento de las mujeres lleva a un desempoderamiento de los 
hombres, al respecto se puede decir que el proceso de empoderamiento de las 
mujeres tiene que desarrollar mecanismos de responsabilidad y toma de decisiones 
colectivas, pues de ninguna manera se busca que las mujeres dominen a los 
hombres, sino que se construyan nuevas relaciones de género, en las que mujeres y 
hombres tengan las mismas oportunidades y condiciones de desarrollo. De modo 
que, “el “empoderamiento” de las mujeres es un asunto de género y no simplemente 
un asunto de mujeres, tiene que ver con la transformación humana y de las 
relaciones sociales” (Rowlands, 1997: 237). 
Por otro lado, Rowlands (1997), con base en la obra de Lukes (Power: A Radical 
View) diferencia cuatro tipos de poder (poder sobre, poder para, poder con y poder 
 
26 
desde dentro o poder del interior), sin embargo solamente los tres últimos son los 
que coadyuvan al proceso de empoderamiento de las mujeres, mismos que se 
describen a continuación, no sin antes aclarar que dichos tipos de poder también 
son retomados por otras autoras, como Townsend (2002) y Martínez (2000): 
Poder desde dentro o poder del interior. Se trata del poder sobre sí misma. Incluye 
el reconocimiento y análisis de los aspectos por medio de los cuales se mantiene y 
reproduce la subordinación de las mujeres. “Las mujeres tienen que darse cuenta 
tanto de lo que son capaces de hacer como de lo que las mantiene oprimidas” 
(Townsend, 2002: 50). 
Poder para. Este tipo de poder se puede aplicar desde el nivel personal como un 
poder creativo o facilitador que implica reconocer la gama de habilidades que se 
poseen y qué se puede hacer con ellas. También puede aplicarse en un nivel 
colectivo pues favorece el apoyo mutuo para lograr un objetivo. 
Poder con. Se aprecia especialmente cuando un grupo presenta una solución 
compartida a sus problemas. “Es la capacidad de lograr junto con los (as) demás lo 
que no sería posible conseguir solo (a)” (Townsend, 2002: 51), por tanto “requiere de 
un proceso para que la gente llegue a ser consciente de sus propios intereses y 
cómo éstos se relacionan con los de otros” (Martínez, 2000: 57). Por lo que, 
el empoderamiento… tiene que ser más que la simple apertura al acceso para la toma de 
decisiones; debe incluir también procesos que permitan al individuo o al grupo tener la 
capacidad de percibirse a sí mismos como aptos para ocupar los espacios de toma de 
decisiones (Rowlands, 1997: 221). 
Es de relevancia mencionar que “no se trata de tipos de poder diferentes, separados 
unos de otros, porque cada una de estas formas se mezcla con las demás” 
(Townsend, 2002: 44), pero es necesario dividirlos con el fin de facilitar el análisis y 
comprender los alcances del empoderamiento. 
Además, Rowlands (1997) también propone que el empoderamiento puede ser visto 
en tres niveles. Dichos niveles también son retomados por otras autoras como 
Deere y León (2002), Martínez (2000), Valdivieso (2007) y Farah (2006). 
a) Personal, en el cual el empoderamiento entraña desarrollar los cambios en la 
autopercepción, autoestima, laconfianza y la capacidad individual. “Exige que las 
mujeres cambien las imágenes que tienen de sí mismas y sus sentimientos de 
inferioridad, así como sus creencias con respecto a sus derechos y capacidades” 
(Deere y León, 2002: 32). Se trata entonces de tomar conciencia de las capacidades 
 
27 
propias y del potencial para influir en el entorno. “Así, a través del empoderamiento 
la gente podrá percibirse a sí misma con capacidad y derechos para tomar 
decisiones. Involucra asimismo alcanzar un amplio rango de habilidades humanas y 
potencialidades” (Martínez, 2000: 56). 
b) Relaciones cercanas, en las cuales el empoderamiento significa desarrollar 
habilidades para negociar e influir en la naturaleza de las relaciones y la toma de 
decisiones al interior de las mismas. Según Deere y León (2002) se manifiesta 
cuando la toma de decisiones unilateral con respecto a asuntos que afectan a todos 
los miembros de la familia ya no es la norma. Implica entonces “no sólo un cambio 
de los comportamientos y experiencias de ellas, sino también de su pareja y de 
otras personas que las rodean” (Valdivieso, 2007: 131). Cabe señalar que, de acuerdo 
con autoras como Rowlands (1997) y Farah (2006) las transformaciones en este 
nivel son más lentas y en varios casos es el nivel más complejo para las mujeres. 
c) Colectivo, en el que las personas trabajan juntas para influir de manera más 
amplia de lo que podrían hacerlo individualmente, puede ser desde el nivel local 
hasta el internacional. 
Lo mencionado por Rowlands, en cuanto a los tres niveles, concuerda con Young 
(1997) y Valdivieso (2007), quienes sostienen que el empoderamiento incluye 
cambios a nivel individual, grupal y colectivo. 
A continuación se muestran dos esquemas, en el primero se aprecian los niveles de 
empoderamiento, mientras que en el segundo se relacionan los tipos de poder con 
los niveles de empoderamiento. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
28 
 
 
Esquema 2. Niveles de empoderamiento 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fuente: Elaboración propia, con base en lo señalado por Rowlands (1997). 
 
 
29 
 
 
 
 
 
 
 
 
De esta forma se muestra cómo los tipos de poder y los niveles de empoderamiento 
se encuentran estrechamente relacionados. El poder desde dentro se ve reflejado 
principalmente en el nivel personal, el poder para puede partir desde lo personal 
hasta lo colectivo, mientras que el poder con se relaciona fundamentalmente con el 
nivel de relaciones cercanas y el colectivo. 
De acuerdo con lo anterior, para conocer los elementos de empoderamiento que 
obtienen las mujeres que participan en las sociedades cooperativas se toman como 
base los niveles propuestos por Rowlands. Cabe señalar que para el nivel de 
relaciones cercanas la referencia principal será la familia de cada socia, mientras 
que en el nivel colectivo se retoma sobre todo lo relacionado con la cooperativa en 
donde se encuentran insertas. Esto es complementado con las características de los 
tipos de poder (poder para, con y desde dentro). 
Para concluir este capítulo, se muestra un esquema en donde se resume lo 
mencionado sobre empoderamiento. 
 
 
 
 
 
 
Esquema 3. Relación entre los tipos de poder y niveles de empoderamiento 
Tipos de poder Niveles de Empoderamiento 
Poder desde dentro Personal 
Poder para Relaciones cercanas 
Poder con Colectivo 
Fuente: Elaboración propia con base en lo señalado por Rowlands (1997) y Zapata, Townsend, Alberti, Mercado (2002). 
 
30 
Esquema 4. Poder y su relación con el empoderamiento de las mujeres 
 
 
 
Empoderamiento 
El poder se construye en los 
procesos de relación. No 
pertenece a las personas 
Mujeres y Hombres 
pueden negociar nuevas 
relaciones de poder 
Construcción de 
empoderamiento 
Conjunto de procesos en los 
niveles: personal, de 
relaciones cercanas y 
colectivo. Es integral y 
multidimensional 
A través de 3 tipos de poder 
Poder desde dentro. Poder sobre sí misma. 
Percibirse como apta para la toma de 
decisiones. 
Poder para. Implica reconocer las habilidades 
que poseen y qué se puede hacer con ellas. 
Además favorece el apoyo mutuo. 
Poder con. Capacidad de lograr con otras 
personas lo que no sería posible conseguir sola. 
Varía de acuerdo con el 
contexto y experiencia de vida. 
Por lo tanto, no es un proceso 
lineal 
Inicia dentro de una misma 
La participación es 
fundamental para el 
proceso de 
empoderamiento 
Cada persona debe 
asumir un papel activo 
en el proceso de toma 
de decisiones 
Fuente: Elaboración propia, fundamentado en lo planteado por Gutiérrez (2008), Deere y León (2002), 
Rowlands (1997), Zapata, Townsend, Alberti y Mercado (2002). 
 
 
 
31 
CAPÍTULO 3 
MUJERES Y SOCIEDADES COOPERATIVAS 
En este apartado se mencionarán en primer lugar aspectos generales sobre las 
sociedades cooperativas, tales como: definición de sociedades cooperativas, 
valores y principios del movimiento cooperativo, clases de sociedades cooperativas, 
así como la manera en que funcionan y se administran, ya que conocer estos 
elementos permitirá entender la dinámica organizacional de las cooperativas en las 
que se encuentran insertas las mujeres de este estudio. 
En segundo lugar se busca rescatar datos históricos del movimiento cooperativo, 
resaltando la participación que han tenido las mujeres en este movimiento. 
3.1 Aspectos generales de las sociedades cooperativas 
3.1.1 ¿Qué son las sociedades cooperativas? 
En el marco de una crisis civilizatoria que ha afectado los ámbitos económico, 
político, social y cultural, es que han surgido alternativas como la economía social y 
solidaria, dentro de la cual se incluyen las cooperativas, quienes buscan el 
desarrollo integral de las personas, por lo tanto, puede hablarse de un resurgimiento 
de estas formas de organización social. 
 
Aunque desde la década de los 60’s la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 
según Hernández (2012), ha reconocido el papel del movimiento cooperativista y ha 
buscado difundir la importante contribución de éste como un factor indispensable 
de desarrollo económico y social en el mundo, fue el 18 de diciembre de 2009 que 
mediante su resolución 64/136, la Asamblea General de la ONU proclamó el “Año 
Internacional de las Cooperativas 2012”, con el fin de que éste, según Mills y Davies 
(2012) marque el inicio de una década cooperativa (2011-2020), exhortando a todos 
los Estados Miembros, así como a las Naciones Unidas y a todas las demás 
instancias pertinentes, a promover a las cooperativas y crear mayor conciencia 
sobre su contribución al desarrollo económico y social de las personas, a través del 
fomento al empleo y la distribución equitativa de la riqueza, así como su 
contribución al logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), entre los que 
se encuentra promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres 
 
32 
(ODM 3), como señala el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer 
(2010). 
 
Ahora bien, ¿qué son las sociedades cooperativas? Durante el XXXI Congreso de la 
Alianza Cooperativa Internacional (ACI) celebrado en Manchester, en 1995 se aprobó 
la Declaración sobre identidad cooperativa (ACI, 1996, en García, 2002), en ésta se 
define a una cooperativa como “una asociación autónoma de personas, agrupadas 
voluntariamente para satisfacer sus necesidades económicas, sociales y culturales 
comunes, por medio de una empresa que se posee en conjunto y se controla 
democráticamente” (ACI, 2012). 
 
Esta definición aún es utilizada por la ACI y a partir de ésta se considera que la 
cooperativa presenta las siguientes características: 
Es una asociación autónoma de personas. Se reconoce a las personas como eje 
central para el desarrollode la cooperativa, siendo independientes del gobierno y de 
las empresas privadas. Incluye a una amplia gama de personas, propiciando el 
desarrollo y expansión de sus potencialidades, en diversos contextos económicos y 
sociales. 
Las personas están unidas voluntariamente. Las personas pueden unirse o 
retirarse libremente de la cooperativa. 
Los y las integrantes de las cooperativas satisfacen sus necesidades 
económicas, sociales y culturales. Las cooperativas son creadas por sus 
integrantes para beneficio individual y colectivo. Su principal objetivo es el desarrollo 
integral de sus socios y socias, utilizando como medio el factor económico. 
La cooperativa es una empresa que se posee en conjunto y se controla 
democráticamente. Las cooperativas son empresas que toman decisiones de 
forma democrática, de manera que se beneficien colectivamente. 
Así que, desde la definición de la sociedad cooperativa se ven inmersos diferentes 
valores y principios, los cuales las diferencian de otro tipo de empresas. Estos 
valores y principios son los que se tocan en el siguiente subtema. 
 
 
 
33 
3.1.2 Valores y principios del movimiento cooperativo 
La Declaración sobre la identidad cooperativa también incluye los valores y 
principios del movimiento cooperativo (ACI, 1996, en García, 2002) (ACI, 2012). 
Siguiendo a Buendía (1999) la actual formulación de los principios y valores es 
consecuencia de sucesivas modificaciones realizadas por la Alianza Cooperativa 
Internacional, “pretendiendo adaptarse a los requerimientos y a las necesidades de 
las sociedades cooperativas” (Münker, 1990, en Buendía, 1999). 
Dichos valores y principios son los siguientes: 
VALORES. Las cooperativas se basan en los valores de ayuda mutua, 
responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Siguiendo la tradición 
de sus fundadores, sus miembros creen en los valores éticos de honestidad, 
transparencia, responsabilidad social y preocupación por los demás. 
A continuación se exponen los valores, de manera más detallada, con base en lo 
señalado por el Centro de Estudios y Capacitación Cooperativa (2005). 
Ayuda mutua. Es la disposición de aceptar y apoyar al grupo, esperando 
reciprocidad, ya que por medio de la acción conjunta y la responsabilidad mutua se 
puede lograr más que individualmente. 
Responsabilidad. Significa adquirir compromiso para la realización de las 
actividades adquiridas en la cooperativa, con el propósito de contribuir a su 
desarrollo. 
Democracia. La cooperativa es una organización social y económica de carácter 
democrático, en la cual sus integrantes valen no por su poder económico, sino 
como personas, y en este sentido, todos tienen los mismos derechos y obligaciones, 
pero sobre todo, el mismo derecho a participar en la toma de decisiones. 
Igualdad. Todos y todas tienen el mismo valor, no importando la preferencia sexual, 
edad, religión, aportación, ni antigüedad como socio o socia, por tanto tienen 
derecho a participar, ser informados, escuchados e involucrados en la toma de 
decisiones. 
Equidad. Se refiere principalmente a la repartición de los recursos económicos, con 
base en la participación y trabajo de sus integrantes. 
 
34 
Solidaridad. Significa brindar apoyo incondicional a sus compañeros y compañeras 
de su cooperativa. 
Honestidad. Hace referencia a que socias y socios deben evitar fraudes, corrupción 
u otra práctica que dañe a la cooperativa directa e indirectamente. 
Transparencia. Refiere al manejo transparente y responsable de los recursos de la 
cooperativa. 
Responsabilidad social y preocupación por los demás. La cooperativa no sólo 
debe preocuparse por cubrir las necesidades de sus integrantes, es importante que 
también desarrolle un amplio sentido comunitario. 
“Son estos valores la base de los principios cooperativos que representan la guía de 
comportamiento y los objetivos específicos que establecen el funcionamiento y 
desarrollo de las sociedades cooperativas” (Buendía, 1999: 39). 
PRINCIPIOS. Los principios cooperativos son pautas mediante las cuales las 
cooperativas ponen en práctica sus valores. 
1er. Principio: Membresía abierta y voluntaria 
Las cooperativas son organizaciones voluntarias, abiertas para todas aquellas 
personas dispuestas a utilizar sus servicios y a aceptar las responsabilidades que 
conlleva la membresía, sin discriminación de género, raza, clase social, posición 
política o religiosa. 
2do. Principio: Control democrático de los miembros 
Las cooperativas son organizaciones democráticas controladas por sus miembros, 
quienes participan activamente en la definición de las políticas y en la toma de 
decisiones. Todas y todos los socios son iguales, con los mismos derechos y 
obligaciones. Poseen una voz y un voto sin importar el monto de su aportación, con 
una libre y responsable elección de representantes y dirigentes. 
Los socios y socias elegidos por los cooperativistas para representarlos tienen la 
facultad de definir políticas y tomar decisiones en pro de la colectividad, con el 
deber de informar a la Asamblea General sobre los avances y limitaciones de la 
administración. 
 
 
35 
3er. Principio: La participación económica de los miembros 
Los miembros contribuyen de manera equitativa y controlan de manera 
democrática el capital de la cooperativa. Asimismo, los miembros asignan 
excedentes para cualquiera de los siguientes propósitos: el desarrollo de la 
cooperativa mediante la posible creación de reservas, así como para beneficiar a las 
y los socios. 
4to. Principio: Autonomía e independencia 
Las cooperativas son organizaciones autónomas de ayuda mutua, controladas por 
sus miembros, si entran en acuerdos con otras organizaciones (incluyendo 
gobiernos) o tienen capital de fuentes externas, lo realizan en términos que 
aseguren el control democrático por parte de sus miembros y mantengan la 
autonomía de la cooperativa. 
5to. Principio: Educación, formación e información 
Las cooperativas brindan educación y capacitación a sus miembros, a sus 
dirigentes electos y empleados, de tal forma que contribuyan eficazmente al 
desarrollo de sus cooperativas. Además, las cooperativas informan al público en 
general -particularmente a jóvenes y creadores de opinión- acerca de la naturaleza y 
beneficios del cooperativismo. 
Cabe señalar que la difusión de los principios cooperativistas constituye un factor 
esencial para el éxito de la organización frente a la economía de mercado 
imperante. 
6to. Principio: Cooperación entre cooperativas 
Las cooperativas sirven a sus miembros más eficazmente y fortalecen el movimiento 
cooperativo trabajando de manera conjunta por medio de estructuras locales, 
nacionales, regionales e internacionales. 
7mo. Principio: Compromiso con la comunidad 
La cooperativa trabaja para el desarrollo sostenible de su comunidad, por medio de 
políticas aceptadas por sus miembros. 
Las cooperativas son organizaciones que existen en primera instancia para 
beneficiar a sus asociados y en segunda instancia están íntimamente ligadas a sus 
comunidades, por tanto, tienen la responsabilidad especial de promover el 
 
36 
desarrollo de sus comunidades, en los aspectos económico, social y cultural, así 
como su protección ambiental. 
Cabe señalar que en México, en la actual Ley General de Sociedades Cooperativas 
(1994), aunado a los principios mencionados, se agrega el de promoción de la 
cultura ecológica, en el cual se proyecta al cooperativismo como un factor decisivo 
en el desarrollo de su comunidad, pero un desarrollo sustentable, considerando 
alternativas sobre la explotación de los recursos naturales. 
Así, de acuerdo con la definición de las sociedades cooperativas y con los valores y 
principios del movimiento al que pertenecen es posible decir, siguiendo a Ulshoefer 
(1992, en Da Ros, Gómez, Farah y Ribón, 2004) que entre las diferentes formas de 
empresas asociativas, las cooperativas revisten gran importancia para las mujerespor las ventajas que presentan, pues constituyen: 
 Una estrategia educativa, pues proporcionan conocimientos, refuerzan 
habilidades y destrezas y estimulan la responsabilidad e iniciativa. 
 Una estrategia organizativa, ya que a través de la participación desarrollan la 
autoconfianza, ofrecen igualdad de oportunidades, mayor presencia social y 
poder para alcanzar cambios de status. 
 Un medio para satisfacer necesidades básicas. 
Además de que, “los principios y valores cooperativos, tales como la solidaridad, la 
igualdad, la equidad y la participación democrática, permiten que, al interior de la 
organización cooperativa, se puedan generar relaciones de género más equitativas” 
(Farah, 2006: 197). Pareciera entonces que, concordando con lo señalado con 
Vargas (2002, en Da Ros, Gómez, Farah y Ribón, 2004) estos valores están pensados 
para el desarrollo y empoderamiento de las mujeres. Con base en esta idea, a 
continuación se desglosa un esquema en donde se ha buscado señalar la relación 
entre los principios y valores cooperativos con la perspectiva de género. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
37 
 
Esquema 5. Relación de los principios y valores cooperativos con la perspectiva de género 
Principios Valores Relación con la perspectiva de género 
Membresía abierta y voluntaria Igualdad Las cooperativas no son organizaciones 
que discriminen por razones de género, 
raza, clase social, posición política o 
religiosa 
Control democrático de los 
miembros 
Responsabilidad 
Democracia 
Igualdad 
Mujeres y hombres pueden ocupar cargos 
en los Consejos y Comisiones de la 
cooperativa, además de que son 
escuchadas y tomadas en cuenta sus 
opiniones para la toma de decisiones 
Participación económica de los 
miembros 
Responsabilidad 
Equidad 
Honestidad 
Hombres y mujeres contribuyen de manera 
equitativa y controlan de manera 
democrática el capital de la cooperativa, a 
su vez obtienen los mismos ingresos 
económicos, de acuerdo con su trabajo o 
sus ahorros 
Autonomía e independencia Ayuda mutua Aunque las cooperativas establezcan 
vínculos con otras organizaciones, la 
cooperativa mantiene su autonomía, 
incluyendo la autonomía de los hombres y 
mujeres que la conforman 
Educación, formación e 
información 
Responsabilidad Las cooperativas brindan educación y 
capacitación a socios y socias, con el fin de 
contribuir en su desarrollo personal y al 
desarrollo de sus cooperativas 
Cooperación entre 
cooperativas 
Ayuda mutua 
Solidaridad 
Es posible crear redes de intercambio y 
apoyo intragenéricas (entre mujeres) e 
intergenéricas (entre hombres y mujeres) 
de la misma cooperativa y con otras 
cooperativas 
Compromiso con la comunidad Solidaridad 
Responsabilidad social y 
preocupación por los 
demás 
Las cooperativas pueden contribuir al 
desarrollo comunitario, desarrollando 
proyectos que promuevan la equidad de 
género 
Promoción de la cultura 
ecológica 
Responsabilidad social y 
preocupación por los 
demás 
Las cooperativas pueden emprender 
proyectos de desarrollo sustentable con 
perspectiva de género 
Fuente: Elaboración propia con base en lo señalado por (ACI, 1996, en García, 2002) (ACI, 2012) y Centro de Estudios y Capacitación 
Cooperativa (2005). 
 
38 
3.1.3 Clases de sociedades cooperativas 
Ahora bien, de acuerdo con la Ley General de Sociedades Cooperativas (1994), 
existen tres clases de sociedades cooperativas: 
I. Cooperativas de consumidores de bienes y/o servicios. Son aquéllas cuyos 
miembros se asocian con el objeto de obtener en común artículos, bienes y/o 
servicios para ellos, sus hogares o sus actividades de producción. 
De acuerdo con Eguía (1994) son varios los beneficios de este tipo de cooperativas, 
los cuales clasifica en tres: para las y los socios, para la cooperativa y para la 
comunidad. Para las y los socios trae diferentes beneficios, ya que pueden obtener 
mejor calidad en los productos a un precio más justo, van adquiriendo un sentido 
solidario y al mismo tiempo satisfacen sus necesidades. La cooperativa se beneficia 
en el servicio, pues puede ampliar sus operaciones de acuerdo con las necesidades 
de sus socios y socias, además puede contar con el consumo de clientes cautivos. 
Mientras que para la comunidad se convierte en una alternativa para adquirir 
artículos de buena calidad a precio justo, abatiendo intermediarios, además de que 
puede afiliarse. 
II. Cooperativas de productores de bienes y/o servicios. Son aquéllas cuyos 
miembros se asocian para trabajar en común en la producción de bienes y/o 
servicios, aportando su trabajo personal, físico o intelectual. Independientemente del 
tipo de producción a la que estén dedicadas, estas sociedades pueden almacenar, 
conservar, transportar y comercializar sus productos. 
Eguía (1994) también señala que los beneficios que obtienen los socios y socias en 
estas cooperativas son de acuerdo al tiempo trabajado, a la cantidad producida y a 
la calidad del producto. 
III. Cooperativas de ahorro y préstamo. Se entenderá como ahorro la captación de 
recursos a través de depósitos de ahorro de dinero de sus socios y socias; y como 
préstamo la colocación y entrega de los recursos captados entre sus mismos socios 
y socias. Únicamente las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo podrán 
realizar operaciones que impliquen captación y colocación de recursos, por lo que 
queda prohibido a las Sociedades Cooperativas de Producción y de Consumidores 
constituir secciones de ahorro y préstamo. 
Es de importancia mencionar que las cooperativas de ahorro y préstamo son 
reguladas por lo establecido tanto en la Ley General de Sociedades Cooperativas 
 
39 
(1994) como en la Ley para Regular las Actividades de las Sociedades Cooperativas 
de Ahorro y Préstamo (2009). 
3.1.4 Funcionamiento y administración de las sociedades 
cooperativas 
Con base en la Ley General de Sociedades Cooperativas (1994) la dirección, 
administración y vigilancia interna de las Sociedades Cooperativas, en general, 
estará a cargo de los órganos siguientes: 
I. La Asamblea General. Es la autoridad suprema, la cual resolverá todos los 
negocios y problemas de importancia para la sociedad cooperativa y establecerá 
las reglas generales que deben normar el funcionamiento social. 
II. El Consejo de Administración. Será el órgano ejecutivo de la Asamblea General y 
tendrá la representación de la sociedad cooperativa y la firma social. Estará 
integrado por lo menos, por un presidente, un secretario y un vocal, aunque 
tratándose de sociedades cooperativas que tengan diez o menos socios, bastará 
con que se designe un o una administradora. En las cooperativas de ahorro y 
préstamo, el Consejo de Administración estará integrado por no menos de cinco ni 
más de quince personas. 
III. El Consejo de Vigilancia. Ejercerá la supervisión de todas las actividades de la 
sociedad cooperativa y tendrá el derecho de veto para el solo objeto de que el 
Consejo de Administración reconsidere las resoluciones vetadas. Estará integrado 
por un número impar de miembros no mayor de cinco con igual número de 
suplentes, que desempeñarán los cargos de presidente, secretario y vocales. 
Tratándose de sociedades cooperativas que tengan diez o menos socios, bastará 
con designar un comisionado de vigilancia. 
IV. Las comisiones y comités que la Ley General de Sociedades Cooperativas 
establece (como la comisión técnica en las cooperativas de productores, si la 
complejidad tecnológica la amerita) y las demás que designe la Asamblea General. 
V. Tratándose de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo, además de los 
citados órganos, dependiendo del tamaño y nivel de operación de la Cooperativa, 
deberán contar, cuando menos con: 
a) Comité de Crédito o su equivalente. Será responsable de analizar, y en su caso, 
aprobar las solicitudes de crédito que presenten las y los socios a la Cooperativa, así 
 
40 
como las condiciones en que éstos se otorguen, de acuerdo con los manuales y las 
políticas

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