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0 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO ESCUELA NACIONAL DE TRABAJO SOCIAL LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN SOCIEDADES COOPERATIVAS Y SU EMPODERAMIENTO. ESTUDIO EN LAS COOPERATIVAS UNDECO Y PANAMÉDICA. TESIS Que para obtener el título de Licenciadas en Trabajo Social Presentan: Andrea Benítez Soto Adriana Falcón Juan Asesor: Lic. José Ignacio López Carbajal Ciudad Universitaria, Mayo de 2013 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 AGRADECIMIENTOS Gracias a nuestras familias, parejas, amigos y amigas, quienes nos han apoyado incondicionalmente. Gracias a las personas que se han tomado un tiempo para guiarnos a lo largo de nuestra investigación. En especial, gracias a las cooperativas UNDECO y Panamédica por la apertura que nos brindaron para conocer su experiencia. Asimismo, esta investigación está dedicada a aquéllas mujeres cooperativistas que buscan empoderarse cada día. No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas. Mary Wollstonecraft Nadie puede ser empoderada de manera definitiva, convirtiéndose en experta que empodera a las demás. Kamla Bhasin 2 Mujer que escribe Es tiempo de cambiar el lápiz fino por la pluma firme; abandonemos el débil trazo por la imborrable estría. ¡Seamos más que letras al aire! Porque todas somos poesía… ¿Por qué no ser, también, poetisas? Dejemos de aspirar a la inmaculada perfección que la sociedad nos exige, no somos excelencias. ¡Basta ya de los roles que rebasan nuestra historia! Mujer que escribe, no nos abandones en esta edad degenerada; que nuestras pasiones no sean opacadas por imágenes inauditas y falsas. Desechemos la idea errónea que el mundo tiene de nosotras. Mujer, es tiempo, ESCRIBE. Ivette Pradel 3 ÍNDICE Página INTRODUCCIÓN 5 CAPÍTULO 1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN 8 CAPÍTULO 2 MARCO CONCEPTUAL SOBRE GÉNERO 15 2.1 Perspectiva de género 15 2.2 Participación de las mujeres 20 2.3 Empoderamiento de las mujeres 21 CAPÍTULO 3 MUJERES Y SOCIEDADES COOPERATIVAS 31 3.1 Aspectos generales de las sociedades cooperativas 31 3.1.1 ¿Qué son las sociedades cooperativas? 31 3.1.2 Valores y principios del movimiento cooperativo 33 3.1.3 Clases de sociedades cooperativas 38 3.1.4 Funcionamiento y administración de las sociedades cooperativas 39 3.2 Las mujeres en la historia del Cooperativismo 42 3.2.1 Nivel Internacional 42 3.2.2 Nivel Nacional 56 CAPÍTULO 4 MUJERES COOPERATIVISTAS: SU EMPODERAMIENTO INDIVIDUAL Y COLECTIVO 66 4.1 Las mujeres de UNDECO y su empoderamiento 66 4.1.1 Sobre la cooperativa 66 4.1.2 Mujeres cooperativistas: perfil y características 72 4.1.3 Proceso de empoderamiento: nivel personal 74 4 4.1.4 Proceso de empoderamiento: nivel de relaciones cercanas. Relación familiar y toma de decisiones 77 4.1.5 Proceso de empoderamiento: nivel colectivo 78 4.2 Las mujeres de Panamédica y su empoderamiento 83 4.2.1 Sobre la cooperativa 83 4.2.2 Mujeres cooperativistas: perfil y características 90 4.2.3 Proceso de empoderamiento: nivel personal 92 4.2.4 Proceso de empoderamiento: nivel de relaciones cercanas. Relación familiar y toma de decisiones 95 4.2.5 Proceso de empoderamiento: nivel colectivo 96 CAPÍTULO 5 TRABAJO SOCIAL Y EL EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES COOPERATIVISTAS 100 CONCLUSIONES 106 BIBLIOGRAFÍA 115 ANEXOS 129 5 INTRODUCCIÓN Las mujeres están eligiendo el modelo de empresa cooperativa como respuesta a sus necesidades económicas y sociales, ya sea para alcanzar sus aspiraciones empresariales, para acceder a productos y servicios, o bien para participar en una empresa que se basa en valores y principios éticos y proporciona oportunidades de generación de ingresos (ACI, 2010). El párrafo anterior es un extracto del mensaje de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) con motivo del Día Internacional de las Cooperativas, dicho mensaje llevó por título “Las empresas cooperativas empoderan a las mujeres”. En este discurso se hizo un llamado al reconocimiento de la contribución de las mujeres al desarrollo económico, social y cultural de todo el mundo, así también se instó a las cooperativas a seguir facilitando la participación y empoderamiento de las mujeres en las sociedades cooperativas; así que hablar de las mujeres cooperativistas y su empoderamiento resulta novedoso e importante, pues aunque hay una creciente incorporación de las mujeres en organizaciones cooperativas, los estudios al respecto son pocos. Por tal razón es que surge el interés de acercarse a esta temática desde Trabajo social, ya que hay mucho por aportar desde un enfoque social. En razón de lo mencionado, la presente investigación se encuentra desarrollada en cinco capítulos. En el primero que lleva por título “Planteamiento del problema y metodología de investigación” se hace referencia a la situación actual del tema a estudiar, la importancia de abordar dicha temática desde Trabajo social, así como la metodología que se siguió para este estudio. En el segundo capítulo denominado “Marco conceptual sobre género” se exponen conceptos que se consideran claves para este estudio, en primer lugar se retoma la perspectiva de género, pues en esta investigación en donde las mujeres son las principales sujetas de estudio, es necesario revisar los aspectos teórico- metodológicos que permiten comprender cómo la diferencia sexual se ha traducido en diferencia social, además de que la perspectiva de género permea en todos los aspectos desglosados en esta tesis; en segundo lugar se habla sobre la participación de las mujeres como un proceso de influir en la toma de decisiones, pues esto lleva a procesos de negociación que se encuentran vinculados con las relaciones de poder, lo que da paso a conocer, en tercer lugar en qué consiste el empoderamiento de las mujeres, como un proceso en el que se busca construir 6 relaciones equitativas de poder entre hombres y mujeres y no que unos ejerzan poder sobre otras, o viceversa. Posterior a la revisión conceptual, en el tercer capítulo “Mujeres y sociedades cooperativas” se retoman aspectos generales sobre las sociedades cooperativas, siendo los espacios en los que participan las mujeres de este estudio. Los elementos que se abordan son: qué son las sociedades cooperativas, los valores y principios que guían su actuar, las clases de sociedades cooperativas, así como los aspectos relacionados con su funcionamiento y administración. A su vez, dentro del capítulo tres, tomando como referencia la forma en que se han generado históricamente relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres, se mencionan datos históricos del movimiento cooperativo, buscando resaltar la participación que han tenido las mujeres dentro de estas organizaciones, aunque la información al respecto es limitada, pues al igual que en la historia general, en la historiade las cooperativas las mujeres no han sido mencionadas del mismo modo que los hombres. “Su invisibilidad (o nebulosa existencia) no se debió –como lo aclara Mary Nash- a una conspiración malvada de ciertos historiadores masculinos, sino al arraigo de una concepción androcéntrica de la historia” (Nash, en Massolo, 1992: 101). Por tanto estas omisiones han dejado como consecuencia, de acuerdo con Farah (2005), que exista un vacío de información que no permite apreciar el aporte de las organizaciones cooperativas, desde un enfoque de género, a pesar de la creciente participación de las mujeres en el movimiento cooperativo. Mientras tanto, en el capítulo cuatro se abordan los estudios de casos, relativos a las sociedades cooperativas: Unidad, Desarrollo y Compromiso S.C de R.L. (UNDECO) y Panamédica S.C de R.L., mencionando aspectos sobre cada cooperativa, pero sobre todo, exponiendo la información obtenida sobre las socias, con base en los niveles de empoderamiento. Consecutivamente, en el capítulo cinco se hace referencia al Trabajo social y al empoderamiento de las mujeres cooperativistas, en donde se exponen sugerencias de intervención, basadas en la educación social, reconociendo que el ámbito cooperativo es un área para la investigación e intervención social. Posterior al capítulo cinco se manifiestan las conclusiones de esta investigación, esperando sea de utilidad principalmente para las cooperativas UNDECO y Panamédica, para el emprendimiento de proyectos específicos que coadyuven en el desarrollo integral de sus socios y socias, el cual se pueda reflejar en su forma de 7 pensar y actuar, para que a partir de esto pueda manifestarse en sus familias y comunidades y de esta forma se fortalezcan como modelos de experiencias cooperativas. Al mismo tiempo, puede ser punto de partida para el desarrollo de otras investigaciones relacionadas con el género y cooperativismo, ya que la temática no está agotada. Finalmente, se incluye un apartado de anexos, en donde se despliegan algunos esquemas, los instrumentos utilizados para la recolección de la información de campo y un glosario, complementando la información presentada en los capítulos. 8 CAPÍTULO 1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN Históricamente las mujeres han ocupado posiciones sociales inferiores a los hombres, reproduciendo relaciones inequitativas entre ambos sexos. En la actualidad, según datos del informe “Desarrollo mundial 2012. Igualdad de Género y desarrollo” realizado por el Banco Mundial (2012), a nivel internacional las mujeres tienen más probabilidad que los hombres de dedicarse a actividades de baja productividad, es más probable que trabajen en el sector informal y como empresarias suelen dirigir compañías de menor tamaño. Además, según señala la Organización de las Naciones Unidas (2008) la mayor incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo remunerada, una tendencia en casi todo el mundo, ha reducido el tiempo disponible de éstas para el cuidado no remunerado de la familia, aunque la disminución de la fecundidad en muchas regiones significa que hay menos niños que cuidar, no obstante, el envejecimiento demográfico en algunos países ha intensificado la necesidad de servicios de cuidado de estas personas. Asimismo, en México, según datos del informe “Mujeres y Hombres en México 2011”, elaborado por INEGI e Inmujeres (2012), aunque las mujeres han alcanzado una mayor inserción dentro del mercado laboral no ha sido en condiciones de igualdad, pues generalmente se incorporan en puestos de trabajo con una jerarquía inferior a la de los hombres y perciben una menor remuneración, incluso en los mismos puestos de trabajo. Además, su participación en la fuerza laboral no las exime de participar en el trabajo doméstico y continúan siendo casi en exclusiva las responsables de las actividades de sus hogares, cubriendo una doble jornada de trabajo. De manera que “estas funciones relacionadas con el género… están profundamente enraizadas y determinan las decisiones de las mujeres con respecto a la búsqueda del trabajo remunerado o de su permanencia en él” (Piras, 2006: 8). Por estas causas las mujeres han buscado alternativas de trabajo que les permitan insertarse en el espacio público, con el fin de obtener recursos económicos para ellas y sus familias, pero sobre todo que les ofrezcan condiciones de trabajo más equitativas con los hombres. 9 Una de estas alternativas son las sociedades cooperativas, las cuales buscan el desarrollo integral de las personas, de esta forma, las mujeres se han integrado fuertemente en proyectos cooperativos y en general de economía social, para atender necesidades familiares y sociales, entre otras causas, porque están sobre representadas entre los y las pobres, y continúan siendo las principales responsables de todas las actividades vinculadas con la reproducción social (Valdivieso, 2007: 123). De manera que, al insertarse en este tipo de sociedades las mujeres buscan satisfacer sus necesidades no sólo económicas, sino también aquéllas que tienen que ver con su desarrollo personal, siendo las sociedades cooperativas una organización que puede contribuir en la cobertura de esas necesidades, coadyuvando también al empoderamiento de las mujeres, lo cual se relaciona directamente con la satisfacción de sus necesidades prácticas y el alcance de sus intereses estratégicos. Esto puede lograrse a través de la práctica de los principios y valores de las sociedades cooperativas, pues es posible que adquieran remuneraciones más equitativas, ya que a igual trabajo, igual salario, son escuchadas sus opiniones y tomadas en cuenta, tal como se enuncia en el principio de control democrático de las y los socios: a cada socio y socia le corresponde un voto, también pueden ocupar un cargo en algún Consejo o Comisión, en donde se les permite desarrollar habilidades de liderazgo. De esta forma, organizaciones autogestionarias como las cooperativas engloban elementos que pueden coadyuvar a construir una mayor equidad de género, pues por medio de sus modalidades operativas y de los principios que las inspiran, fortalecen las capacidades de las mujeres para la toma de decisiones, su autoestima, el acceso a los recursos materiales y financieros y amplían su participación ciudadana (Da Ros, 2005, en Farah, 2006: 198). Además de que, “algunas de las precondiciones para el empoderamiento de las mujeres son los espacios democráticos y participativos, así como la organización de las mujeres” (Deere y León, 2002: 30), siendo entonces las sociedades cooperativas esos espacios democráticos en donde se pueden facilitar procesos de empoderamiento, que van desde el nivel individual, pasan por las relaciones cercanas (principalmente su familia) llegando a un nivel colectivo (la cooperativa en la que se encuentran insertas). Cabe señalar que en países como Colombia, Venezuela y Honduras se han desarrollado investigaciones por mujeres como Farah (2005 y 2006), Valdivieso (2007), Da Ros, Gómez, Farah y Ribón (2004), quienes han partido de la premisa de que las cooperativas son espacios propicios para el desarrollo integral y el 10 empoderamiento de las mujeres, sin embargo aunque en Trabajo social se han desarrollado diversas investigaciones relacionadas con las mujeres y las cooperativas no han sido desde la perspectiva de género y empoderamiento de las mujeres, por lo que, ante este vacío de información surge la presente investigación, reconociendo que “el Trabajo Social puede incidir de manera importante en la elaboración de investigaciones desde el género, con estrategias que incidan en la comprensión de los aspectos que conforman el género y la perspectiva de género” (Chávez, 2006: 15). Partiendo de lo descrito hasta el momento, surgen las preguntas que orientaron esta investigación: ¿Las mujeres que participan en sociedadescooperativas están obteniendo elementos para su empoderamiento? A su vez, ¿cómo la organización cooperativa ha promovido cambios a favor del empoderamiento de las mujeres que participan en ella? y ¿cómo se evidencian esos cambios en las relaciones sociales de las mujeres? De esta forma, el objetivo general es estudiar si las mujeres que participan en sociedades cooperativas están obteniendo elementos para su proceso de empoderamiento en los niveles personal, de relaciones cercanas y colectivo. Asimismo, los objetivos específicos son los siguientes: corroborar si las mujeres que participan en sociedades cooperativas han experimentado relaciones equitativas de poder con los hombres en el ámbito familiar y en su cooperativa, indagar si la práctica de los principios y valores cooperativos ha influido en el empoderamiento de las socias, señalar la influencia de la cooperativa en la satisfacción de necesidades prácticas de las mujeres, además de identificar la opinión de los socios sobre la participación de las mujeres en las cooperativas. Se trata entonces de un estudio descriptivo, centrado en las características de las mujeres cooperativistas, sirviendo como un primer nivel de trabajo para conocer cómo se está desarrollando su proceso de empoderamiento, esto de acuerdo con lo referido por García de Ceretto y Giacobbe (2009), utilizando un proceso deductivo, que partió de lo general a lo particular, llegando a los estudios de caso, permitiendo confrontar la teoría con la realidad social, a partir de las experiencias y puntos de vista de las y los socios de las cooperativas seleccionadas. Dicho estudio conjugó aspectos cualitativos y cuantitativos, tomando como base el diseño anidado o incrustado concurrente de modelo dominante (DIAC), mismo que de acuerdo con Hernández, Fernández y Baptista (2010) retoma aspectos cualitativos y cuantitativos, pero a alguno de los dos se le da prioridad, en este caso se dio prioridad al enfoque cualitativo, que de acuerdo con Chávez (2006) se utiliza 11 para comprender el sentir del actor o actores sociales ante un problema o situación concreta, así pues este tipo de estudios no pretenden medir ni explicar los procesos sociales, permiten describir de manera detallada interacciones, un ambiente cotidiano, las conductas observadas y sus manifestaciones. Estos estudios se desarrollan en espacios donde los participantes realizan su vida cotidiana (Chávez, 2006: 54). Por lo cual este enfoque se consideró idóneo, ya que se requirió conocer aspectos a nivel personal, de sus relaciones cercanas y de su experiencia cooperativa, los cuales han influido en el proceso de empoderamiento de las mujeres, además de que se consideró fundamental partir de que no es posible homogeneizar a las mujeres que participan en una cooperativa, pues aunque compartan contextos similares, su experiencia de vida y manera de relacionarse con otras personas es distinta para cada una. De manera que, “la perspectiva feminista no busca homogeneizar a las mujeres, al contrario procura la desmasificación de las idénticas y hacer de la diversidad una riqueza histórica” (Lagarde, 2001: 161). Se procedió entonces a recolectar, sistematizar y analizar dos tipos de información: documental y de campo, en la primera se realizó una revisión de teorías y enfoques actuales sobre los conceptos de género, perspectiva de género, participación y empoderamiento de las mujeres, relacionándolos con las sociedades cooperativas; mientras que para la recolección de la información de campo se seleccionaron dos cooperativas: la cooperativa Unidad, Desarrollo y Compromiso (UNDECO) y Panamédica. Para seleccionar los dos estudios de caso se solicitó apoyo de personas que han tenido contacto con diversas organizaciones cooperativas, y ya que tanto la cooperativa UNDECO como Panamédica se consideran relevantes en su ramo, pues la primera trabaja en la construcción de un modelo integral de cooperativa, basada en el ahorro y préstamo, mientras que la segunda es pionera en la atención de la salud integral en el ámbito cooperativo, además de que la mayoría de las personas que las integran son mujeres e incluso algunas de ellas ocupan cargos en los diferentes órganos cooperativos, por tales razones se decidió tomarlas como casos. Para ello, se realizó primeramente el contacto vía telefónica, en el caso de UNDECO este contacto fue con uno de los fundadores y actual miembro de la Comisión de educación, el ingeniero Marín Rubio, mientras que con Panamédica fue con la actual presidenta del Consejo de Administración, la psicóloga Sofía Jiménez, con 12 quienes se concertó una cita para acudir a las instalaciones, con el fin de explicarles de manera más detallada sobre el proyecto de investigación, al cual las dos cooperativas accedieron sin problema, por lo que cabe decir que se trata de dos grupos que se mostraron solidarios y que se abrieron a que se conociera su experiencia. Es en esta parte de la recolección y análisis de la información de campo en donde se aplicó el diseño anidado o incrustado concurrente de modelo dominante (DIAC), mismo que permitió recabar aspectos cualitativos y cuantitativos, dando prioridad a la parte cualitativa, para ello se hizo uso de la técnica de la entrevista semiestructurada, siguiendo la clasificación de Coller (2000), para la cual se utilizó una guía de entrevista con preguntas abiertas, agrupadas en temas, dirigidas a las socias (para obtener información cualitativa, pues según Piña (2002) la guía de entrevista es un instrumento más adecuado para obtener información cualitativa), así también se utilizaron cuestionarios dirigidos a los socios de las cooperativas (para recabar la parte cuantitativa). En esta idea, el proceso que se llevó a cabo para la elaboración de la guía de entrevista partió de la definición de categorías, definidas a partir de las variables de esta investigación (participación y empoderamiento de las mujeres), tal como se muestra en la matriz del anexo 2. De igual forma, para el cuestionario se retomaron algunas de las preguntas de la guía de entrevista, integrando fundamentalmente las que dieran cuenta de la opinión de los socios sobre la participación de las mujeres en la cooperativa. Con estos instrumentos se llevó a cabo una prueba piloto, en la que se entrevistó a una socia del grupo de artesanas y artesanos denominado “Sobolotik” y se aplicó un cuestionario a un socio del mismo lugar y con los resultados obtenidos se hicieron las modificaciones pertinentes a los instrumentos. Una vez modificados los instrumentos, se procedió a la aplicación de los mismos en las dos cooperativas seleccionadas, aunque cada uno fue adaptado de acuerdo con el tipo de cooperativa (ver anexo 3), pues como se ha mencionado, UNDECO se basa en el ahorro y préstamo, mientras que Panamédica es de producción de servicios. Cabe mencionar que una de las características del diseño DIAC es la recolección simultánea de datos cuantitativos y cualitativos, por tal razón, las guías de entrevista y los cuestionarios fueron aplicados simultáneamente. 13 De igual manera, se recurrió a la observación no participante como otra técnica, la cual se enfocó principalmente en las reacciones y actitudes que tomaron las entrevistadas en el momento de la aplicación del instrumento. Esto complementó la información obtenida en las entrevistas y cuestionarios. Por su parte, el tipo de muestreo utilizado para aplicar la guía de entrevista fue intencional, según Izcara (2009), es decir se determinó qué actores sociales se incluirían en la muestra, así como el tamaño de la misma, en el caso de la sociedad cooperativa UNDECO debido a que se encuentra integrada por más de mil socios y socias, y siguiendo a Piña (2002) y Del Razo (2006) en cuanto a que no se seleccionó una muestra representativa, sino a un reducido número de personas para conocer sus opiniones, las cuales reúnen determinadas condiciones,se procedió entonces a aplicar 15 entrevistas, en primer lugar a las mujeres que ocupan un cargo en algún Consejo o Comisión o son socias comisionadas de tiempo completo, así como a las socias fundadoras que aún permanecen en la cooperativa, posteriormente se entrevistaron a otras mujeres socias ahorradoras, además de que se siguió el criterio de saturación, el cual, como indica Álvarez Gayou (2003) se refiere al momento en el que durante la obtención de la información, ésta empieza a ser repetitiva o similar. En el caso de la sociedad cooperativa Panamédica, ya que es de menor tamaño, se aplicaron 10 entrevistas a socias y 3 a colaboradoras. Igualmente, para determinar la muestra para la aplicación del cuestionario se recurrió al muestreo por cuotas, de acuerdo con Del Razo (2006), a través del cual se escogieron a un número de individuos que tenían en común ser socios activos o en el caso de Panamédica, colaboradores de la cooperativa, por lo cual en UNDECO el cuestionario fue contestado por 7 socios, mientras que en Panamédica fueron 2 colaboradores los que contestaron. Asimismo, es de importancia señalar que la guía de entrevista fue aplicada de diferente manera en cada cooperativa, en UNDECO se procedió a entrevistar a algunas mujeres en las instalaciones de la cooperativa, mientras que para entrevistar a otras socias se realizaron visitas domiciliarias, con el apoyo de una de las socias, Angélica Gutiérrez, quien es parte del Consejo de vigilancia. Mientras tanto, en Panamédica las entrevistas se realizaron en las instalaciones de la cooperativa. En los dos casos, los cuestionarios fueron repartidos y recolectados por las socias con quienes se estableció un contacto directo. Consecutivamente se procedió a sistematizar la información obtenida, con base en las categorías señaladas en el anexo 2 (mismas que se desprenden de los niveles 14 de participación y empoderamiento de las mujeres) y a partir de dichas categorías se asignaron subcategorías para facilitar el análisis de la información. “Es que la categorización hace posible clasificar conceptualmente las unidades que son cubiertas por un mismo tópico. Una categoría soporta un significado o tipo de significados” (Rodríguez, 1999, en García de Ceretto y Giacobbe, 2009: 126). De este modo, atendiendo a lo señalado por el DIAC, la información sistematizada de las guías de entrevista y los cuestionarios fue comparada y relacionada en la fase de análisis, en donde se “supone examinar sistemáticamente los elementos informativos para delimitar las partes y descubrir las relaciones entre ellas y con el todo” (García de Ceretto y Giacobbe, 2009: 126). Dicho análisis se llevó a cabo con apoyo del marco teórico-conceptual y con base en las categorías y subcategorías señaladas en el anexo 2, a fin de rescatar los elementos de empoderamiento de las mujeres cooperativistas. Así que, la información obtenida de las guías de entrevista y los cuestionarios fue relacionada, ya que algunas preguntas de ambos instrumentos son similares y por lo tanto, la información de mujeres y hombres se complementa y se ratifican los resultados obtenidos. De esta forma se ha expuesto lo relativo al planteamiento del problema y la metodología de investigación que fue utilizada, así en el siguiente capítulo se comenzará con el abordaje teórico de los aspectos concernientes a la perspectiva de género, la participación y empoderamiento de las mujeres. 15 CAPÍTULO 2 MARCO CONCEPTUAL SOBRE GÉNERO A través de este capítulo se busca exponer los conceptos relativos al género que se consideran fundamentales para esta investigación. Cabe mencionar que cada uno de estos conceptos son complejos de definir, debido a su multidimensionalidad y al uso teórico y práctico que se les ha conferido, sin embargo se desglosa una discusión teórica que si bien, no se considera concluida, aporta elementos para el análisis. 2.1 Perspectiva de Género El rasgo común es una desigualdad que afecta principalmente a las mujeres, por esta razón el énfasis de los estudios de género se centra en ellas. Sin embargo, esto no significa que el género sea sinónimo de mujer, como suele confundirse (Mujer y Ambiente A.C., 2008: 12). Precisamente, para comprender la perspectiva de género es importante examinar en primera instancia el concepto de género. Hombres y mujeres nacen con diferencias anatómico-biológicas, las cuales se convierten en la base sobre la cual se construyen los géneros (masculino y femenino), atribuyéndoles características, funciones y conductas sociales diferentes, lo que marca la pauta respecto a cómo ser, qué hacer, cómo sentir y cómo actuar genéricamente. Cabe decir que aunque “no siempre son las mismas… en todas las sociedades encontramos diferencias importantes entre los hombres y las mujeres” (Alberdi, 1999: 53-54). Así por ejemplo “en virtud de los roles de género a las mujeres se les asigna el cuidado de los niños, mientras que se espera que los hombres trabajen fuera de casa y cumplan con su papel de únicos proveedores de recursos” (Inchaustegui, 2011: 20). De este modo se establece lo que es “propio” para cada persona, según su sexo, influyendo en su percepción sobre sí misma, su percepción de las demás y por lo tanto en la forma de relacionarse con otras. De hecho, para Scott (2008), el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales, las cuales se basan en las diferencias percibidas entre los sexos, es una forma primaria de relaciones de poder, en las que se ha articulado la desigualdad, ya que históricamente han sido favorables principalmente para los hombres, asumiéndolo como un hecho “natural”, así por ejemplo, Talcott Parsons, de acuerdo 16 con Conway, Bourque y Scott (1996), sostenía que en una familia la capacidad del hombre para el trabajo productivo se complementaba con la habilidad de la mujer para manejar los aspectos expresivos de la vida familiar y la crianza de los hijos. De esta forma se argumentaba, como menciona Lamas (2001) que al tener anatomías distintas con funciones reproductivas complementarias, mujeres y hombres debían tener papeles sociales también complementarios. No obstante, las diferencias conductuales entre hombres y mujeres se deben a construcciones sociales. Así pues, el género puede ser definido, de acuerdo con Chávez, como una construcción social que se basa en el conjunto de ideas, creencias y representaciones que generan las culturas a partir de las diferencias sexuales, las cuales determinan los papeles de lo masculino y lo femenino. Es una categoría dinámica que se interrelaciona e interacciona con el devenir histórico (2004: 11). De esta forma, lo que el concepto de género ayuda a comprender es que muchas de las cuestiones que pensamos que son atributos “naturales” de los hombres o de las mujeres, en realidad son características construidas socialmente que no tienen relación con la biología (Lamas, 2007: 8). Se considera entonces que la categoría “género” puede explicar mejor la dimensión social y política que tiene el sexo, y “cómo un hecho anatómico se transforma en un hecho social, en clave de discriminación y exclusión” (Cobo, 2009: 40). Es importante aclarar que aunque históricamente es posible detectar ciertas características que han diferenciado a hombres y mujeres, cada sociedad, cada pueblo, cada grupo y cada persona tienen una particular concepción de género, basada en la de su propia cultura, la cual contiene ideas, prejuicios, valores, interpretaciones, normas, deberes y prohibiciones sobre la vida de las mujeres y los hombres, además que las circunstancias económicas y sociales, así como la experiencia de vida son determinantes para la construcción del género. Por lo tanto, “cada mujer y cada hombre sintetizan y concretan en la experiencia de sus propias vidas el proceso sociocultural e histórico que los hace ser precisamente ese hombre y esa mujer”(Cazés, 2005: 35), por lo cual, hay distintas maneras de vivir la masculinidad y la feminidad, tal como lo mencionan Lagarde (2001) y Lamas (2006). Beneria y Roldán (en Bermudez, 1992) confirman lo anterior al decir que el género es un proceso social y como tal, la forma como una comunidad define y vive lo 17 masculino y lo femenino varía no sólo con la historia, sino de acuerdo con el grupo étnico y la clase. De modo que si se trata de características socialmente construidas, las relaciones de género pueden ser cambiantes, sujetas a procesos de negociación. En este marco, según menciona Inchaustegui (2011), lo que implica ser hombre o mujer, en un lugar y tiempo determinados es construido y transformable, no establecido de una vez y para siempre, por lo cual es posible realizar cambios en las relaciones de género, a través de la incorporación de la perspectiva de género. La perspectiva de género de acuerdo con García, Vargas, Saavedra y Hernández (2011), es una herramienta teórico-metodológica que permite identificar cómo las diferencias sexuales se han traducido en inequidades (de acceso, de control de recursos, de participación en la toma de decisiones, de oportunidades y de reconocimiento), con la intención de ubicar sus raíces, efectos y consecuencias y de este modo buscar estrategias específicas que tengan por objetivo revertirlas, lograr una igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, así como mejorar sus condiciones de vida, ya que las relaciones inequitativas han traído consigo altos costos sociales. La perspectiva de género se convierte entonces, de acuerdo con Sánchez (2003) y Tuñón (1997) en un lente que permite ver, analizar y actuar en las relaciones entre los géneros, posibilitando con esto un abordaje más profundo de la realidad social. Además de que, trabajar con la perspectiva de género significa mucho más que lograr un equilibrio en el número de hombres y mujeres, pues se busca una participación equitativa, el mejoramiento de las condiciones de vida y la transformación de la posición de mujeres y hombres. Es así que, la perspectiva de género implica, según Gamba (2007): a) Reconocer las relaciones de poder que se dan entre hombres y mujeres, comúnmente favorables para los primeros como grupo social y discriminatoria para las mujeres, b) que estas relaciones han sido constituidas social e históricamente y son constitutivas de las personas y c) que atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión. Por lo tanto, “se trata así de crear nuevas construcciones de sentido para que hombres y mujeres visualicen su masculinidad y su femineidad a través de vínculos 18 no jerarquizados ni discriminatorios” (Gamba, 2007: 122) buscando generar entonces nuevas relaciones de género y de poder. Así pues, el Trabajo social requiere del género como una categoría de análisis y de la perspectiva de género como categoría metodológica, que permita incorporar en su ejercicio profesional, el análisis e interpretación de las conductas que derivan de esa construcción social para interpretar los problemas sociales desde dicha perspectiva y analizar las relaciones entre hombres y mujeres para definir sus acciones de intervención tendientes a lograr cambios de actitudes (Chávez, 2006: 12). Además, según Farah (2005) la perspectiva de género pretende que el trabajo realizado tanto en el ámbito público como en el privado sea igualmente valorado en el desarrollo social, también se busca que mujeres y hombres desempeñen de manera flexible y equitativa, actividades de los dos ámbitos, pues a través del tiempo no se ha logrado que las mujeres impacten en el ámbito público principalmente porque han tenido que resolver tareas del espacio privado, al mismo tiempo, el mercado laboral… se ha construido históricamente según el modelo de trabajador masculino, es decir, siguiendo el modelo de proveedor económico universal, que tenía resueltas las cuestiones reproductivas. Las mujeres ahora han de integrarse a este modelo de mercado laboral –en el que se han endurecido y precarizado las condiciones de trabajo- con el problema adicional de que no tienen resueltas las tareas reproductivas (Cobo, 2009: 47). Por tal razón, las mujeres que inciden en el ámbito público buscan hacerlo en condiciones de mayor equidad con los hombres, tomando como opción las organizaciones cooperativas, pues como mencionan Hierro, Dasha y Ruiz (2001) las mujeres actualmente reclaman el derecho a un empleo que no sólo garantice la sobrevivencia del grupo familiar, sino que también contribuya a su autorrealización y a su aportación a la sociedad, desempeñando un trabajo significativo, productivo y creativo. Enseguida se muestra, a través de un esquema, a lo que se ha hecho referencia en este apartado en cuanto al género como construcción social y su relación con la perspectiva de género. 19 Esquema 1. El género como construcción social Género Se refiere a la construcción social de lo masculino y femenino, en donde se establece lo que es propio para cada persona, según su sexo Marca la pauta respecto a: ¿Cómo ser? ¿Qué hacer? ¿Cómo sentir? ¿Cómo actuar? ¿Cómo relacionarse con otras personas? Cada sociedad tiene su concepción de género, además de que cada persona elabora su concepción, de acuerdo con su contexto Sin embargo, en diferentes momentos históricos un hecho anatómico se ha convertido en clave de discriminación y exclusión, principalmente para las mujeres Perspectiva de Género Busca realizar cambios en las relaciones de género, a través de estrategias para revertir las inequidades entre hombres y mujeres Crear nuevas construcciones de género para que hombres y mujeres visualicen su masculinidad y feminidad a través de vínculos no jerarquizados, ni discriminatorios Cooperativas Espacios en donde se propician relaciones de género más equitativas entre hombres y mujeres Fuente: Elaboración propia, tomando como referencia a Chávez (2004) Lamas (2007), Lagarde (2001), Cobo (2009), Inchaustegui (2011), Farah (2006), García, Vargas, Saavedra y Hernández (2011). 20 2.2 Participación de las mujeres A partir de la revisión de diversas definiciones sobre participación se tomaron en cuenta las siguientes, las cuales se relacionan con los niveles de empoderamiento (relaciones cercanas y colectivo). Las y los especialistas plantean que “la participación es la influencia resultante del hecho de que una persona asuma un papel activo en el proceso de toma de decisiones“(Vroom y Jago 1990: 19), de modo que “esta participación es la que hace que la persona se constituya en sujeto activo de su circunstancia y de su momento histórico” (Valdivieso, 2007: 129). Esta definición es complementada con lo mencionado por Gallino (2008), pues para este autor implica una posibilidad real de influir en la toma de decisiones y el acto de concurrir a la determinación de los objetivos de la organización, en un plano de igualdad con los demás miembros. Por otra parte, Sánchez (2006) plantea que la participación en el ámbito grupal es un proceso que se inicia en la información, es decir que las personas se encuentren informadas sobre la situación que se presente, para posteriormente externar sus opiniones y de esta manera el grupo pueda emprender acciones que lleven a la resolución de la situación. En la misma línea, Chávez (2010) habla sobre la cultura de participación como un proceso social en el cual los individuos se involucran, cooperan, toman decisiones, adquieren un compromiso y una responsabilidad y desarrollan una identidad y una conciencia colectiva, mediante la distribución de valores, símbolos y costumbres en un contexto histórico determinado, lo cual les permitedirigirse a un fin. Con base en estas definiciones es importante saber cómo están “tomando parte las mujeres” en la toma de decisiones a nivel familiar y en su cooperativa, pues esto abre la posibilidad de entrar en procesos de negociación y así equilibrar las relaciones de poder entre hombres y mujeres, lo cual influye positivamente en el proceso de empoderamiento de las mujeres. Es de importancia decir que la participación y el desarrollo de una cultura de participación son fundamentales para este proceso de empoderamiento. 21 2.3 Empoderamiento de las mujeres Con base en lo mencionado por Batliwala (1997) el rasgo más sobresaliente del término empoderamiento es que contiene la palabra poder, por lo que se comienza analizando en qué consiste este último. Existen diversas teorías para entender el poder, no obstante en este apartado se abordan dos de ellas, pues son las que permiten comprender el empoderamiento. En la primera teoría se describe al poder como algo que una persona o un grupo tiene o no y por lo tanto puede darse o quitarse, concibiéndose como algo estrechamente conectado con la autoridad, la dominación o la explotación, así para Max Weber (en Gutiérrez, 2008) el poder es la probabilidad, dentro de una relación social, de que el individuo imponga su voluntad sobre otro (s), aún en contra de toda resistencia. Esta descripción de poder corresponde a lo que Rowlands (1997) denomina “poder sobre”, el cual, algunas personas piensan que los hombres están natural y tradicionalmente destinados a ejercer. Por otro lado, en la segunda teoría, de acuerdo con Gutiérrez (2008), algunas feministas, retomando a Michael Foucault, han afirmado que el poder se construye y se manifiesta en los procesos de relación, por lo tanto, no pertenece a las personas que actúan en un escenario social determinado, sino aparece y es constitutivo del sistema de relaciones. Así que, “el poder como tal no existe, lo que se da son relaciones de poder” (Alberti, 2002: 167). Por lo tanto, uno de los elementos que es de interés rescatar de la definición de poder basada en Foucault, es que debido a que el poder se manifiesta dentro de la interacción social, tiene la posibilidad de transformarse y organizarse continuamente, de acuerdo con las circunstancias; de modo que tanto hombres como mujeres tienen la posibilidad de negociar nuevas relaciones de poder, hecho que abre la posibilidad para la construcción del empoderamiento. El uso del término empoderamiento, del inglés empowerment, ha sido objeto de polémica por la reserva a incorporar anglicismos al idioma español, y hasta de resistencias por su sonoridad. Sin embargo, hay razones de peso para adoptarlo en tanto no se encuentre otra mejor alternativa. La razón fundamental es que con él se pretende significar un proceso inmanente de acrecentamiento de poder interno, personal, pero desde luego desencadenador de efectos objetivos en la persona, en su entorno y en sus relaciones interpersonales (Gutiérrez, 2002: 99). Según indica Batliwala (1997) la fuente del término empoderamiento se remonta a la interacción entre el feminismo y la educación popular, aunque Freire, quien impulsó 22 la educación popular no tomó en cuenta al género, según Townsend (2002), sostenía que los pobres debían tomar conciencia crítica de la sociedad, a fin de asumir un mayor control sobre sus vidas, y así pasar, según señala Schuler (1997) de ser una “persona objeto” sometida a las elecciones de otras, a una “persona sujeto” con capacidad de elegir. Estas fueron las bases que retomaron las feministas para hacer de la educación popular una herramienta para incluir la conciencia de género. Es de aquí de donde se desprende la razón principal por la que en este estudio no es posible retomar la definición de poder como algo que puede darse o quitarse, pues al definir el empoderamiento como “dar poder” da lugar a la imagen de una “persona objeto” que se muestra pasiva recibiendo poder, cuando lo que se está buscando es el desarrollo de una “persona sujeto” que actúe en pro de relaciones más equitativas de poder. De modo que el poder no puede darse o quitarse, sino que se construye en la interacción social y es en donde pueden configurarse asimetrías para someter a otras personas o construirse relaciones equitativas. Es de mencionar que el enfoque de empoderamiento de las mujeres fue articulado en la Tercera Conferencia Mundial de la Mujer en Nairobi en 1985, a través del texto “Desarrollo, crisis y enfoques alternativos: perspectivas de la mujer en el Tercer Mundo”, escrito por Gita Sen y Caren Grown, pertenecientes al grupo feminista “Alternativas de Desarrollo para la Mujer en la Nueva Era” (DAWN –por sus siglas en inglés-), como lo indica Townsend (2002). Desde el punto de vista de DAWN el empoderamiento demandó la transformación de las estructuras de subordinación con cambios radicales en las leyes, los derechos de propiedad y las instituciones que refuerzan y perpetúan la dominación masculina. Además, como señala Rowlands (1997), enfatizaron en las diversas formas en que las organizaciones, a través de procesos democráticos y participativos, pueden contribuir al empoderamiento de las mujeres. De esta forma, según mencionan Pérez y Vázquez (2009) la idea de que las mujeres se empoderen para promover su desarrollo y el de sus comunidades surge apegada a la corriente denominada Género en el Desarrollo (GED), la cual analiza las relaciones de subordinación de las mujeres para con los hombres, buscando revertir tal situación, en donde el empoderamiento toma un papel fundamental, ya que se refiere al aumento de la capacidad de las mujeres para definir sus opciones de vida y tomar sus propias decisiones, constituyéndose en sujetas sociales que se apropian de su proceso de cambio. 23 Cabe aclarar que la corriente GED tiene como antecedente la corriente Mujer en el Desarrollo (MED) misma que surge, según De la Cruz (1998) en los años 70s, la cual tenía por objetivo integrar a las mujeres de una manera funcional a una estrategia de desarrollo, buscando soluciones parciales a las problemáticas, por lo cual se comenzó a cuestionar dicha postura y se dio paso a la corriente GED. Posterior a la Tercera Conferencia Mundial de la Mujer en Nairobi en 1985, según indican Deere y León (2002) la reunión de mujeres en Taxco, en 1987 inició un proceso en el movimiento de las mujeres de América Latina, en el que reflexionaron sobre otras formas de poder no opresivas hacia otros u otras. Fue entonces que, “en la siguiente Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, la que tuvo lugar en Beijing en 1995, el empoderamiento se planteó como una condición necesaria para construir un mejor mundo para las mujeres” (Townsend, 2002: 38). De esta Conferencia se derivó la Plataforma de Acción de Beijing, misma que, según plantea la Organización de las Naciones Unidas (2008) constituye el primer compromiso mundial de incorporación de la perspectiva de género como metodología para lograr el empoderamiento de las mujeres, por lo cual, “los gobiernos se comprometieron a promover la igualdad, el desarrollo y la paz para todas las mujeres del mundo, en interés de toda la humanidad” (De Dios, 2004: 267). Así que, la Plataforma de Acción de Beijing, hizo que los gobiernos se comprometieran a incluir de manera efectiva una dimensión de género en todas sus instituciones, políticas, procesos de planificación y de adopción de decisiones. Esto significaba que antes de que se adoptaran las decisiones o se ejecutaran los planes, se debería hacer un análisis de sus efectos sobre los hombres y las mujeres, y de las necesidades de éstos (Escuela Municipal de Formación Feminista, 2008: 28). Así, el término empoderamiento se ha ido incorporando a los estudios de género y a proyectos de desarrollo social, ya que el uso de dicho concepto no es exclusivo del discurso feminista, pues como indicaGutiérrez (2002) en la administración pública ha sido un objetivo clave en las políticas de sello desarrollista, que conciben sus planes de organización y apoyo, apuntalados con formas de empoderamiento de las y los participantes, como la solución o disminución de los conflictos derivados de la pobreza, aunque de acuerdo con Townsend (2002) el empoderamiento no es la panacea, no resuelve conflictos por sí solo, pero se convierte en una herramienta fundamental de desarrollo individual y colectivo. 24 Al respecto, cabe señalar que existen distintas definiciones sobre el empoderamiento, sin embargo para esta investigación se retoman las siguientes: Partiendo de las ideas de la educación popular, Mercado lo define de la siguiente manera: “Es un proceso de emancipación por medio del cual los grupos de mujeres llevan a cabo una reflexión crítica acerca de sus propias condiciones y su posición social” (2002: 143). Asimismo, Rowlands [quien ha publicado diversos textos sobre el empoderamiento de las mujeres, a raíz de su trabajo en Organizaciones No Gubernamentales, principalmente en países como Honduras y México] define al empoderamiento como: un conjunto de procesos que pueden ser vistos en las dimensiones individual, colectiva y de relaciones cercanas, centrado alrededor del núcleo de desarrollo de la confianza, la autoestima, el sentido de la capacidad individual o grupal para realizar acciones de cambio… Estos procesos no son fijos, sino que varían de acuerdo con el contexto y la experiencia de vida individual o grupal (1997: 230). Una descripción similar del empoderamiento es la que hacen Deere y León, para ellas no es un proceso lineal con un comienzo y un fin definitivo… El empoderamiento es diferente para cada individuo o grupo según sus vidas, su contexto y su historia, y de acuerdo con la subordinación en los niveles personal, familiar y comunal (2002: 32). Además, “nadie puede ser empoderada de manera definitiva, convirtiéndose en experta que empodera a los demás” (Bhasin, 1995, en Townsend, 2002: 61). Esta idea es compartida por autoras como Zapata, Townsend, Rowlands, Alberti y Mercado (2002), al mencionar que el empoderamiento es un proceso que se inicia dentro de una misma: cada quien puede sólo empoderarse a sí misma, aunque es posible apoyar al empoderamiento de las demás. De acuerdo con estas y otras definiciones de empoderamiento, la mayoría hacen referencia a éste como un proceso integral y multidimensional. Es integral porque no puede aislarse del contexto de las mujeres, además de que, como afirma la Escuela Municipal de Formación Feminista (2008) contiene componentes cognitivos, psicológicos, políticos y económicos. El componente cognitivo hace referencia a la compresión que tienen las mujeres sobre sus condiciones de subordinación, así como las causas de ésta y la necesidad de tomar opciones. El componente psicológico se refiere al desarrollo de habilidades que las mujeres pueden poner en 25 práctica a nivel personal y social para mejorar su condición. El componente político supone la habilidad para analizar el medio circundante en términos políticos y sociales, significa la habilidad para organizar y movilizar cambios sociales, mientras que el componente económico refiere a la capacidad de satisfacción de sus necesidades, a través de la obtención de un ingreso, de manera que todos estos componentes están relacionados y dependen uno de otro. El empoderamiento es también multidimensional, ya que se presenta en diversos niveles –personal, de relaciones cercanas y colectivo-, teniendo como uno de sus principales objetivos transformar las relaciones de poder. Además, como factores de importancia para el proceso de empoderamiento se encuentran la satisfacción de necesidades prácticas, así como el alcance de intereses estratégicos de las mujeres. Las necesidades prácticas hacen referencia, de acuerdo con De la Cruz (1998) a la condición de vida, en rubros como alimentación, salud, vivienda, educación, entre otros, por lo cual, el objetivo fundamental es mejorar la situación actual de las mujeres, convirtiéndose en un objetivo a corto plazo. Mientras tanto, los intereses estratégicos, según indica De la Cruz (1998), se centran en las normas y tradiciones sociales y culturales que determinan la posición de las mujeres con respecto a los hombres, influyendo en aspectos como la toma de decisiones, el control sobre recursos y las relaciones de poder, por lo tanto, el objetivo es pugnar por un cambio social, a través del empoderamiento de las mujeres, siendo así, como menciona De la Cruz (1998), la satisfacción de las necesidades prácticas se convierte en un pre-requisito para el empoderamiento de las mujeres. Cabe señalar, de acuerdo con Batliwala (1997), que existe una confusión en cuanto a que si el empoderamiento de las mujeres lleva a un desempoderamiento de los hombres, al respecto se puede decir que el proceso de empoderamiento de las mujeres tiene que desarrollar mecanismos de responsabilidad y toma de decisiones colectivas, pues de ninguna manera se busca que las mujeres dominen a los hombres, sino que se construyan nuevas relaciones de género, en las que mujeres y hombres tengan las mismas oportunidades y condiciones de desarrollo. De modo que, “el “empoderamiento” de las mujeres es un asunto de género y no simplemente un asunto de mujeres, tiene que ver con la transformación humana y de las relaciones sociales” (Rowlands, 1997: 237). Por otro lado, Rowlands (1997), con base en la obra de Lukes (Power: A Radical View) diferencia cuatro tipos de poder (poder sobre, poder para, poder con y poder 26 desde dentro o poder del interior), sin embargo solamente los tres últimos son los que coadyuvan al proceso de empoderamiento de las mujeres, mismos que se describen a continuación, no sin antes aclarar que dichos tipos de poder también son retomados por otras autoras, como Townsend (2002) y Martínez (2000): Poder desde dentro o poder del interior. Se trata del poder sobre sí misma. Incluye el reconocimiento y análisis de los aspectos por medio de los cuales se mantiene y reproduce la subordinación de las mujeres. “Las mujeres tienen que darse cuenta tanto de lo que son capaces de hacer como de lo que las mantiene oprimidas” (Townsend, 2002: 50). Poder para. Este tipo de poder se puede aplicar desde el nivel personal como un poder creativo o facilitador que implica reconocer la gama de habilidades que se poseen y qué se puede hacer con ellas. También puede aplicarse en un nivel colectivo pues favorece el apoyo mutuo para lograr un objetivo. Poder con. Se aprecia especialmente cuando un grupo presenta una solución compartida a sus problemas. “Es la capacidad de lograr junto con los (as) demás lo que no sería posible conseguir solo (a)” (Townsend, 2002: 51), por tanto “requiere de un proceso para que la gente llegue a ser consciente de sus propios intereses y cómo éstos se relacionan con los de otros” (Martínez, 2000: 57). Por lo que, el empoderamiento… tiene que ser más que la simple apertura al acceso para la toma de decisiones; debe incluir también procesos que permitan al individuo o al grupo tener la capacidad de percibirse a sí mismos como aptos para ocupar los espacios de toma de decisiones (Rowlands, 1997: 221). Es de relevancia mencionar que “no se trata de tipos de poder diferentes, separados unos de otros, porque cada una de estas formas se mezcla con las demás” (Townsend, 2002: 44), pero es necesario dividirlos con el fin de facilitar el análisis y comprender los alcances del empoderamiento. Además, Rowlands (1997) también propone que el empoderamiento puede ser visto en tres niveles. Dichos niveles también son retomados por otras autoras como Deere y León (2002), Martínez (2000), Valdivieso (2007) y Farah (2006). a) Personal, en el cual el empoderamiento entraña desarrollar los cambios en la autopercepción, autoestima, laconfianza y la capacidad individual. “Exige que las mujeres cambien las imágenes que tienen de sí mismas y sus sentimientos de inferioridad, así como sus creencias con respecto a sus derechos y capacidades” (Deere y León, 2002: 32). Se trata entonces de tomar conciencia de las capacidades 27 propias y del potencial para influir en el entorno. “Así, a través del empoderamiento la gente podrá percibirse a sí misma con capacidad y derechos para tomar decisiones. Involucra asimismo alcanzar un amplio rango de habilidades humanas y potencialidades” (Martínez, 2000: 56). b) Relaciones cercanas, en las cuales el empoderamiento significa desarrollar habilidades para negociar e influir en la naturaleza de las relaciones y la toma de decisiones al interior de las mismas. Según Deere y León (2002) se manifiesta cuando la toma de decisiones unilateral con respecto a asuntos que afectan a todos los miembros de la familia ya no es la norma. Implica entonces “no sólo un cambio de los comportamientos y experiencias de ellas, sino también de su pareja y de otras personas que las rodean” (Valdivieso, 2007: 131). Cabe señalar que, de acuerdo con autoras como Rowlands (1997) y Farah (2006) las transformaciones en este nivel son más lentas y en varios casos es el nivel más complejo para las mujeres. c) Colectivo, en el que las personas trabajan juntas para influir de manera más amplia de lo que podrían hacerlo individualmente, puede ser desde el nivel local hasta el internacional. Lo mencionado por Rowlands, en cuanto a los tres niveles, concuerda con Young (1997) y Valdivieso (2007), quienes sostienen que el empoderamiento incluye cambios a nivel individual, grupal y colectivo. A continuación se muestran dos esquemas, en el primero se aprecian los niveles de empoderamiento, mientras que en el segundo se relacionan los tipos de poder con los niveles de empoderamiento. 28 Esquema 2. Niveles de empoderamiento Fuente: Elaboración propia, con base en lo señalado por Rowlands (1997). 29 De esta forma se muestra cómo los tipos de poder y los niveles de empoderamiento se encuentran estrechamente relacionados. El poder desde dentro se ve reflejado principalmente en el nivel personal, el poder para puede partir desde lo personal hasta lo colectivo, mientras que el poder con se relaciona fundamentalmente con el nivel de relaciones cercanas y el colectivo. De acuerdo con lo anterior, para conocer los elementos de empoderamiento que obtienen las mujeres que participan en las sociedades cooperativas se toman como base los niveles propuestos por Rowlands. Cabe señalar que para el nivel de relaciones cercanas la referencia principal será la familia de cada socia, mientras que en el nivel colectivo se retoma sobre todo lo relacionado con la cooperativa en donde se encuentran insertas. Esto es complementado con las características de los tipos de poder (poder para, con y desde dentro). Para concluir este capítulo, se muestra un esquema en donde se resume lo mencionado sobre empoderamiento. Esquema 3. Relación entre los tipos de poder y niveles de empoderamiento Tipos de poder Niveles de Empoderamiento Poder desde dentro Personal Poder para Relaciones cercanas Poder con Colectivo Fuente: Elaboración propia con base en lo señalado por Rowlands (1997) y Zapata, Townsend, Alberti, Mercado (2002). 30 Esquema 4. Poder y su relación con el empoderamiento de las mujeres Empoderamiento El poder se construye en los procesos de relación. No pertenece a las personas Mujeres y Hombres pueden negociar nuevas relaciones de poder Construcción de empoderamiento Conjunto de procesos en los niveles: personal, de relaciones cercanas y colectivo. Es integral y multidimensional A través de 3 tipos de poder Poder desde dentro. Poder sobre sí misma. Percibirse como apta para la toma de decisiones. Poder para. Implica reconocer las habilidades que poseen y qué se puede hacer con ellas. Además favorece el apoyo mutuo. Poder con. Capacidad de lograr con otras personas lo que no sería posible conseguir sola. Varía de acuerdo con el contexto y experiencia de vida. Por lo tanto, no es un proceso lineal Inicia dentro de una misma La participación es fundamental para el proceso de empoderamiento Cada persona debe asumir un papel activo en el proceso de toma de decisiones Fuente: Elaboración propia, fundamentado en lo planteado por Gutiérrez (2008), Deere y León (2002), Rowlands (1997), Zapata, Townsend, Alberti y Mercado (2002). 31 CAPÍTULO 3 MUJERES Y SOCIEDADES COOPERATIVAS En este apartado se mencionarán en primer lugar aspectos generales sobre las sociedades cooperativas, tales como: definición de sociedades cooperativas, valores y principios del movimiento cooperativo, clases de sociedades cooperativas, así como la manera en que funcionan y se administran, ya que conocer estos elementos permitirá entender la dinámica organizacional de las cooperativas en las que se encuentran insertas las mujeres de este estudio. En segundo lugar se busca rescatar datos históricos del movimiento cooperativo, resaltando la participación que han tenido las mujeres en este movimiento. 3.1 Aspectos generales de las sociedades cooperativas 3.1.1 ¿Qué son las sociedades cooperativas? En el marco de una crisis civilizatoria que ha afectado los ámbitos económico, político, social y cultural, es que han surgido alternativas como la economía social y solidaria, dentro de la cual se incluyen las cooperativas, quienes buscan el desarrollo integral de las personas, por lo tanto, puede hablarse de un resurgimiento de estas formas de organización social. Aunque desde la década de los 60’s la Organización de las Naciones Unidas (ONU), según Hernández (2012), ha reconocido el papel del movimiento cooperativista y ha buscado difundir la importante contribución de éste como un factor indispensable de desarrollo económico y social en el mundo, fue el 18 de diciembre de 2009 que mediante su resolución 64/136, la Asamblea General de la ONU proclamó el “Año Internacional de las Cooperativas 2012”, con el fin de que éste, según Mills y Davies (2012) marque el inicio de una década cooperativa (2011-2020), exhortando a todos los Estados Miembros, así como a las Naciones Unidas y a todas las demás instancias pertinentes, a promover a las cooperativas y crear mayor conciencia sobre su contribución al desarrollo económico y social de las personas, a través del fomento al empleo y la distribución equitativa de la riqueza, así como su contribución al logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), entre los que se encuentra promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres 32 (ODM 3), como señala el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (2010). Ahora bien, ¿qué son las sociedades cooperativas? Durante el XXXI Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) celebrado en Manchester, en 1995 se aprobó la Declaración sobre identidad cooperativa (ACI, 1996, en García, 2002), en ésta se define a una cooperativa como “una asociación autónoma de personas, agrupadas voluntariamente para satisfacer sus necesidades económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa que se posee en conjunto y se controla democráticamente” (ACI, 2012). Esta definición aún es utilizada por la ACI y a partir de ésta se considera que la cooperativa presenta las siguientes características: Es una asociación autónoma de personas. Se reconoce a las personas como eje central para el desarrollode la cooperativa, siendo independientes del gobierno y de las empresas privadas. Incluye a una amplia gama de personas, propiciando el desarrollo y expansión de sus potencialidades, en diversos contextos económicos y sociales. Las personas están unidas voluntariamente. Las personas pueden unirse o retirarse libremente de la cooperativa. Los y las integrantes de las cooperativas satisfacen sus necesidades económicas, sociales y culturales. Las cooperativas son creadas por sus integrantes para beneficio individual y colectivo. Su principal objetivo es el desarrollo integral de sus socios y socias, utilizando como medio el factor económico. La cooperativa es una empresa que se posee en conjunto y se controla democráticamente. Las cooperativas son empresas que toman decisiones de forma democrática, de manera que se beneficien colectivamente. Así que, desde la definición de la sociedad cooperativa se ven inmersos diferentes valores y principios, los cuales las diferencian de otro tipo de empresas. Estos valores y principios son los que se tocan en el siguiente subtema. 33 3.1.2 Valores y principios del movimiento cooperativo La Declaración sobre la identidad cooperativa también incluye los valores y principios del movimiento cooperativo (ACI, 1996, en García, 2002) (ACI, 2012). Siguiendo a Buendía (1999) la actual formulación de los principios y valores es consecuencia de sucesivas modificaciones realizadas por la Alianza Cooperativa Internacional, “pretendiendo adaptarse a los requerimientos y a las necesidades de las sociedades cooperativas” (Münker, 1990, en Buendía, 1999). Dichos valores y principios son los siguientes: VALORES. Las cooperativas se basan en los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Siguiendo la tradición de sus fundadores, sus miembros creen en los valores éticos de honestidad, transparencia, responsabilidad social y preocupación por los demás. A continuación se exponen los valores, de manera más detallada, con base en lo señalado por el Centro de Estudios y Capacitación Cooperativa (2005). Ayuda mutua. Es la disposición de aceptar y apoyar al grupo, esperando reciprocidad, ya que por medio de la acción conjunta y la responsabilidad mutua se puede lograr más que individualmente. Responsabilidad. Significa adquirir compromiso para la realización de las actividades adquiridas en la cooperativa, con el propósito de contribuir a su desarrollo. Democracia. La cooperativa es una organización social y económica de carácter democrático, en la cual sus integrantes valen no por su poder económico, sino como personas, y en este sentido, todos tienen los mismos derechos y obligaciones, pero sobre todo, el mismo derecho a participar en la toma de decisiones. Igualdad. Todos y todas tienen el mismo valor, no importando la preferencia sexual, edad, religión, aportación, ni antigüedad como socio o socia, por tanto tienen derecho a participar, ser informados, escuchados e involucrados en la toma de decisiones. Equidad. Se refiere principalmente a la repartición de los recursos económicos, con base en la participación y trabajo de sus integrantes. 34 Solidaridad. Significa brindar apoyo incondicional a sus compañeros y compañeras de su cooperativa. Honestidad. Hace referencia a que socias y socios deben evitar fraudes, corrupción u otra práctica que dañe a la cooperativa directa e indirectamente. Transparencia. Refiere al manejo transparente y responsable de los recursos de la cooperativa. Responsabilidad social y preocupación por los demás. La cooperativa no sólo debe preocuparse por cubrir las necesidades de sus integrantes, es importante que también desarrolle un amplio sentido comunitario. “Son estos valores la base de los principios cooperativos que representan la guía de comportamiento y los objetivos específicos que establecen el funcionamiento y desarrollo de las sociedades cooperativas” (Buendía, 1999: 39). PRINCIPIOS. Los principios cooperativos son pautas mediante las cuales las cooperativas ponen en práctica sus valores. 1er. Principio: Membresía abierta y voluntaria Las cooperativas son organizaciones voluntarias, abiertas para todas aquellas personas dispuestas a utilizar sus servicios y a aceptar las responsabilidades que conlleva la membresía, sin discriminación de género, raza, clase social, posición política o religiosa. 2do. Principio: Control democrático de los miembros Las cooperativas son organizaciones democráticas controladas por sus miembros, quienes participan activamente en la definición de las políticas y en la toma de decisiones. Todas y todos los socios son iguales, con los mismos derechos y obligaciones. Poseen una voz y un voto sin importar el monto de su aportación, con una libre y responsable elección de representantes y dirigentes. Los socios y socias elegidos por los cooperativistas para representarlos tienen la facultad de definir políticas y tomar decisiones en pro de la colectividad, con el deber de informar a la Asamblea General sobre los avances y limitaciones de la administración. 35 3er. Principio: La participación económica de los miembros Los miembros contribuyen de manera equitativa y controlan de manera democrática el capital de la cooperativa. Asimismo, los miembros asignan excedentes para cualquiera de los siguientes propósitos: el desarrollo de la cooperativa mediante la posible creación de reservas, así como para beneficiar a las y los socios. 4to. Principio: Autonomía e independencia Las cooperativas son organizaciones autónomas de ayuda mutua, controladas por sus miembros, si entran en acuerdos con otras organizaciones (incluyendo gobiernos) o tienen capital de fuentes externas, lo realizan en términos que aseguren el control democrático por parte de sus miembros y mantengan la autonomía de la cooperativa. 5to. Principio: Educación, formación e información Las cooperativas brindan educación y capacitación a sus miembros, a sus dirigentes electos y empleados, de tal forma que contribuyan eficazmente al desarrollo de sus cooperativas. Además, las cooperativas informan al público en general -particularmente a jóvenes y creadores de opinión- acerca de la naturaleza y beneficios del cooperativismo. Cabe señalar que la difusión de los principios cooperativistas constituye un factor esencial para el éxito de la organización frente a la economía de mercado imperante. 6to. Principio: Cooperación entre cooperativas Las cooperativas sirven a sus miembros más eficazmente y fortalecen el movimiento cooperativo trabajando de manera conjunta por medio de estructuras locales, nacionales, regionales e internacionales. 7mo. Principio: Compromiso con la comunidad La cooperativa trabaja para el desarrollo sostenible de su comunidad, por medio de políticas aceptadas por sus miembros. Las cooperativas son organizaciones que existen en primera instancia para beneficiar a sus asociados y en segunda instancia están íntimamente ligadas a sus comunidades, por tanto, tienen la responsabilidad especial de promover el 36 desarrollo de sus comunidades, en los aspectos económico, social y cultural, así como su protección ambiental. Cabe señalar que en México, en la actual Ley General de Sociedades Cooperativas (1994), aunado a los principios mencionados, se agrega el de promoción de la cultura ecológica, en el cual se proyecta al cooperativismo como un factor decisivo en el desarrollo de su comunidad, pero un desarrollo sustentable, considerando alternativas sobre la explotación de los recursos naturales. Así, de acuerdo con la definición de las sociedades cooperativas y con los valores y principios del movimiento al que pertenecen es posible decir, siguiendo a Ulshoefer (1992, en Da Ros, Gómez, Farah y Ribón, 2004) que entre las diferentes formas de empresas asociativas, las cooperativas revisten gran importancia para las mujerespor las ventajas que presentan, pues constituyen: Una estrategia educativa, pues proporcionan conocimientos, refuerzan habilidades y destrezas y estimulan la responsabilidad e iniciativa. Una estrategia organizativa, ya que a través de la participación desarrollan la autoconfianza, ofrecen igualdad de oportunidades, mayor presencia social y poder para alcanzar cambios de status. Un medio para satisfacer necesidades básicas. Además de que, “los principios y valores cooperativos, tales como la solidaridad, la igualdad, la equidad y la participación democrática, permiten que, al interior de la organización cooperativa, se puedan generar relaciones de género más equitativas” (Farah, 2006: 197). Pareciera entonces que, concordando con lo señalado con Vargas (2002, en Da Ros, Gómez, Farah y Ribón, 2004) estos valores están pensados para el desarrollo y empoderamiento de las mujeres. Con base en esta idea, a continuación se desglosa un esquema en donde se ha buscado señalar la relación entre los principios y valores cooperativos con la perspectiva de género. 37 Esquema 5. Relación de los principios y valores cooperativos con la perspectiva de género Principios Valores Relación con la perspectiva de género Membresía abierta y voluntaria Igualdad Las cooperativas no son organizaciones que discriminen por razones de género, raza, clase social, posición política o religiosa Control democrático de los miembros Responsabilidad Democracia Igualdad Mujeres y hombres pueden ocupar cargos en los Consejos y Comisiones de la cooperativa, además de que son escuchadas y tomadas en cuenta sus opiniones para la toma de decisiones Participación económica de los miembros Responsabilidad Equidad Honestidad Hombres y mujeres contribuyen de manera equitativa y controlan de manera democrática el capital de la cooperativa, a su vez obtienen los mismos ingresos económicos, de acuerdo con su trabajo o sus ahorros Autonomía e independencia Ayuda mutua Aunque las cooperativas establezcan vínculos con otras organizaciones, la cooperativa mantiene su autonomía, incluyendo la autonomía de los hombres y mujeres que la conforman Educación, formación e información Responsabilidad Las cooperativas brindan educación y capacitación a socios y socias, con el fin de contribuir en su desarrollo personal y al desarrollo de sus cooperativas Cooperación entre cooperativas Ayuda mutua Solidaridad Es posible crear redes de intercambio y apoyo intragenéricas (entre mujeres) e intergenéricas (entre hombres y mujeres) de la misma cooperativa y con otras cooperativas Compromiso con la comunidad Solidaridad Responsabilidad social y preocupación por los demás Las cooperativas pueden contribuir al desarrollo comunitario, desarrollando proyectos que promuevan la equidad de género Promoción de la cultura ecológica Responsabilidad social y preocupación por los demás Las cooperativas pueden emprender proyectos de desarrollo sustentable con perspectiva de género Fuente: Elaboración propia con base en lo señalado por (ACI, 1996, en García, 2002) (ACI, 2012) y Centro de Estudios y Capacitación Cooperativa (2005). 38 3.1.3 Clases de sociedades cooperativas Ahora bien, de acuerdo con la Ley General de Sociedades Cooperativas (1994), existen tres clases de sociedades cooperativas: I. Cooperativas de consumidores de bienes y/o servicios. Son aquéllas cuyos miembros se asocian con el objeto de obtener en común artículos, bienes y/o servicios para ellos, sus hogares o sus actividades de producción. De acuerdo con Eguía (1994) son varios los beneficios de este tipo de cooperativas, los cuales clasifica en tres: para las y los socios, para la cooperativa y para la comunidad. Para las y los socios trae diferentes beneficios, ya que pueden obtener mejor calidad en los productos a un precio más justo, van adquiriendo un sentido solidario y al mismo tiempo satisfacen sus necesidades. La cooperativa se beneficia en el servicio, pues puede ampliar sus operaciones de acuerdo con las necesidades de sus socios y socias, además puede contar con el consumo de clientes cautivos. Mientras que para la comunidad se convierte en una alternativa para adquirir artículos de buena calidad a precio justo, abatiendo intermediarios, además de que puede afiliarse. II. Cooperativas de productores de bienes y/o servicios. Son aquéllas cuyos miembros se asocian para trabajar en común en la producción de bienes y/o servicios, aportando su trabajo personal, físico o intelectual. Independientemente del tipo de producción a la que estén dedicadas, estas sociedades pueden almacenar, conservar, transportar y comercializar sus productos. Eguía (1994) también señala que los beneficios que obtienen los socios y socias en estas cooperativas son de acuerdo al tiempo trabajado, a la cantidad producida y a la calidad del producto. III. Cooperativas de ahorro y préstamo. Se entenderá como ahorro la captación de recursos a través de depósitos de ahorro de dinero de sus socios y socias; y como préstamo la colocación y entrega de los recursos captados entre sus mismos socios y socias. Únicamente las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo podrán realizar operaciones que impliquen captación y colocación de recursos, por lo que queda prohibido a las Sociedades Cooperativas de Producción y de Consumidores constituir secciones de ahorro y préstamo. Es de importancia mencionar que las cooperativas de ahorro y préstamo son reguladas por lo establecido tanto en la Ley General de Sociedades Cooperativas 39 (1994) como en la Ley para Regular las Actividades de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo (2009). 3.1.4 Funcionamiento y administración de las sociedades cooperativas Con base en la Ley General de Sociedades Cooperativas (1994) la dirección, administración y vigilancia interna de las Sociedades Cooperativas, en general, estará a cargo de los órganos siguientes: I. La Asamblea General. Es la autoridad suprema, la cual resolverá todos los negocios y problemas de importancia para la sociedad cooperativa y establecerá las reglas generales que deben normar el funcionamiento social. II. El Consejo de Administración. Será el órgano ejecutivo de la Asamblea General y tendrá la representación de la sociedad cooperativa y la firma social. Estará integrado por lo menos, por un presidente, un secretario y un vocal, aunque tratándose de sociedades cooperativas que tengan diez o menos socios, bastará con que se designe un o una administradora. En las cooperativas de ahorro y préstamo, el Consejo de Administración estará integrado por no menos de cinco ni más de quince personas. III. El Consejo de Vigilancia. Ejercerá la supervisión de todas las actividades de la sociedad cooperativa y tendrá el derecho de veto para el solo objeto de que el Consejo de Administración reconsidere las resoluciones vetadas. Estará integrado por un número impar de miembros no mayor de cinco con igual número de suplentes, que desempeñarán los cargos de presidente, secretario y vocales. Tratándose de sociedades cooperativas que tengan diez o menos socios, bastará con designar un comisionado de vigilancia. IV. Las comisiones y comités que la Ley General de Sociedades Cooperativas establece (como la comisión técnica en las cooperativas de productores, si la complejidad tecnológica la amerita) y las demás que designe la Asamblea General. V. Tratándose de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo, además de los citados órganos, dependiendo del tamaño y nivel de operación de la Cooperativa, deberán contar, cuando menos con: a) Comité de Crédito o su equivalente. Será responsable de analizar, y en su caso, aprobar las solicitudes de crédito que presenten las y los socios a la Cooperativa, así 40 como las condiciones en que éstos se otorguen, de acuerdo con los manuales y las políticas
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