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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES Las luchas sociales en defensa de las culturas originarias (2009-2014) TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE LICENCIADA EN SOCIOLOGÍA PRESENTA FERNANDA ISABEL LARA MANRÍQUEZ DIRECTOR: DR. SAÚL VELASCO CRUZ ........ AGOSTO 2016 Javier San Roman Texto escrito a máquina CIUDAD UNIVERSITARIA, Cd.Mx. Javier San Roman Texto escrito a máquina Javier San Roman Texto escrito a máquina Javier San Roman Texto escrito a máquina UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Índice Agradecimientos…………………………………………………………………………………4 Introducción………………………………………………………………………………………6 Capítulo 1. Perspectiva inicial………………………………………………………………...15 Capítulo 2. Proyectos capitalistas…………………………………………………………....45 2.1 Minería…………………………………………………………………………………..….46 2.2 Tala de árboles…………………………………………………………………………….57 2.3 Explotación del agua……………………………………………………………………...62 2.4 Fracking o fracturación hidráulica……………………………………………………….67 Capítulo 3. Las luchas sociales por la defensa de la territorialidad y la cultura…….....76 Parte uno………………………………………………………………………………………..76 3.1 Wirikuta……………………………………………………………………………………..76 3.1.1 La cultura wirrárika……………………………………………………………………....76 3.1.2 La lucha wirrárika en contra de la minería…………………………………………..101 Parte dos……………………………………………………………………………………....112 3.2 Cherán K’eri……………………………………………………………………………....112 3.2.1 La cultura purépecha del pueblo de Cherán K’eri………………………………….112 3.2.2 La lucha del pueblo purépecha de Cherán K’eri y la conformación de su autogobierno…………………………………………………………………………………..116 3.3 Los yaquis…………………………………………………………………………………124 3.3.1 La cultura yaqui………………………………………………………………………...124 3.3.2 La lucha yaqui en defensa del agua………………………………………………....128 3.4 Gelay Ko…………………………………………………………………………………..134 3.4.1 La cultura mapuche de Argentina…………………………………………………….134 3 3.4.2 La lucha del pueblo mapuche de la comunidad argentina Gelay Ko en contra del fracking…………………………………………………………………………………………136 Conclusiones……………………………………………………………………………….....142 Bibliografía…………………………………………………………………………………….148 4 Agradecimientos Antes de agradecer a todas aquellas personas que me brindaron todo su apoyo, comprensión y tiempo durante la realización de mi tesis, quiero expresar que todo el trabajo que aquí elaboré se lo dedico a todos los pueblos originarios que han luchado durante la mayor parte de su existencia por su dignidad y la preservación de sus culturas. Para ellos es este trabajo. Mi principal agradecimiento es para mi madre, María Isabel Manríquez Zamora, quién ha sido mi compañera y más entrañable amiga durante toda mi vida. Ella leyó, ya no sé cuántas veces las primeras cuartillas que escribí para esta tesis, me prestó todo su tiempo escuchándome e incluso brindándome sus comentarios. Y por si todo esto fuera poco, ella fue y siempre será la persona que más me ha motivado toda mi vida, me ha brindado su amor y me ha enseñado a esforzarme hasta por la más mínima cosa en la vida. Le agradezco también algunos libros que me proveyó para este trabajo. A mí padre, César Lara Aguirre, por también haberme regalado varios títulos relacionados con temas de mi interés respecto a este trabajo y por pensar en mí cada vez que ve, lee o escucha algo relacionado con luchas sociales de pueblos originarios. En general a toda mi familia que siempre me ha dado su amor y su solidaridad, como mis abuelos maternos, mi tía Lilia Manríquez Zamora y mi tía Leticia Lara. También quiero agradecerle a la Doctora Jovita Reyes Galicia por haberme recordado los motivos por los que decidí estudiar Sociología, ya que de no haber sido por ella hubiera abortado misión en segundo semestre, lo mismo va para Amelia Coria Farfán. Gracias a mi profesor y amigo, el Maestro Melchor López Hernández quién me inspiró a escribir e hizo posible mi participación en dos pequeñas pero muy amadas publicaciones de la serie Rostros en la Oscuridad. Mi especial agradecimiento a la Maestra Damellys López Heredia y entrañable amiga por ser la mayor fuente de inspiración que jamás un alumno pueda tener por los temas relacionados con América Latina, y por haberme dado la oportunidad de trabajar con ella durante la realización de mi servicio social en el Centro de Estudios 5 Latinoamericanos de la FCPYS. También a ella le agradezco el haber leído y comentado algunas cuartillas de esta tesis. Igualmente agradezco con todo mi cariño a la Maestra Marisa González González quién fue la primera directora de esta tesis, me apoyó constantemente con sus revisiones y comentarios, sin embargo no fue posible seguir trabajando juntas este proyecto. De igual forma, agradezco al Doctor Roberto Herrera Carassou el haberme aceptado como su ayudante de cátedra para la materia Pensamiento Social Latinoamericano, esta experiencia y todas sus enseñanzas acabaron por enamorarme y apasionarme cada día más de las ciencias sociales y del pensamiento latinoamericanista. También agradezco profundamente al Doctor Lalo Sarmiento Gutiérrez por todos sus consejos en relación a mi tesis, por motivarme y por todo su cariño. Por acompañarme en gran parte de este viaje y en general por su también entrañable amistad. Por otro lado, también quisiera agradecerle a Fernando Munguía Galeana por sugerirme bibliografía, por su amistad y cariño, por escucharme, y por haber sido una fuente de inspiración y motivación para continuar con mi tesis. Finalmente, mis mayores agradecimientos al Dr. Saúl Velasco Cruz, director de esta tesis. A quién busqué mucho tiempo sin saber que existía, le agradezco por la compatibilidad que encontré entre mi pensamiento y el suyo, por sus exigencias, y por leer con tanta dedicación mi trabajo y sobre todo, sin tardarse demasiado. Por haberme inspirado y por el hecho de que los temas de mi interés los compartimos. Por lo didáctico que es, y por todas las fuentes que me sugirió. 6 Introducción Las luchas sociales han sido parte de la vida humana a lo largo de su devenir, éstas poseen diferentes características que las hacen únicas y que varían en razón del sistema social y de la época en la que se originan. Como se verá más adelante hay diversos tipos de luchas sociales, como lo son las luchas de clases (por ejemplo) o las luchas sociales de las que se ocupa este trabajo, a saber, las que se dirigen a la defensa de la cultura y de la territorialidad. Este último tipo de luchas sociales no surgen solamente de manera contemporánea, es decir, no son nuevos fenómenos sociales, tienen antecedentes. Sin embargo, éstas se han diversificado y han adquirido características particulares que les han sido conferidas con los cambios que ha adquirido el sistema social y económico en el que se encuentran inmersas. En el contexto neoliberal es que este tipo de luchas sociales dan inicio contemporáneamente, esto no quiere decir que en años anteriores hayan dejado de existir, no obstante, en estos años deneoliberalismo han resurgido debido a la propagación de proyectos capitalistas con pretensiones extractivistas en lugares que distintos pueblos originarios1 consideran ancestrales y sagrados. En lo que a México respecta, se reconoce la entrada del neoliberalismo con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari en 1988 y en el caso argentino con el gobierno de Carlos Menen en 1989. Se hace alusión a México y Argentina puesto que las luchas sociales de las que esta tesis se ocupa se dan en estos dos países latinoamericanos, 1 A lo largo de esta tesis se utilizará el término “pueblos originarios” para hacer alusión a los pueblos indígenas. Aquí no se hace ninguna distinción conceptual entre ninguno de estos dos términos, sin embargo “pueblos originarios” es utilizado por respeto y para honrar sus propios deseos. Durante mi estancia en Cherán K’eri, cuando me referí a ellos como indígenas, un hombre purépecha me indicó que ellos no eran eso y que no les gustaba ser llamados así. Por ello, le pregunté cómo se les debería llamar y por qué no les gustaba. A esto me respondió que “indígenas” era un término que los españoles habían usado de una manera que ellos consideraban despectiva y que antes de ser otra cosa eran purépechas y luego pueblos originarios. Sin embargo, comprendo que existe todo un extensivo trabajo de investigación sobre el uso de “pueblos originarios” y “pueblos indígenas”, para mayor información del camino que se ha seguido para la definición de “pueblos originarios” revísese “Hacia una definición de pueblos originarios” de Andrés Medina Hernández (2007) en su artículo “Pueblos antiguos, ciudad diversa. Una definición etnográfica de los pueblos originarios de la Ciudad de México” en Anales de Antropología. Revista del Instituto de Investigaciones Antropológicas. En http://revistas.unam.mx/index.php/antropologia/article/viewFile/15042/21268 (Consultado el 5 de julio de 2016). http://revistas.unam.mx/index.php/antropologia/article/viewFile/15042/21268 7 mismas que se gestan entre los años 2009 y 2011, siendo el período de interés lo sucedido hasta el año 2014. Las experiencias de lucha social que analiza este trabajo son cuatro: 1) la del pueblo wirrárika en contra de la minería; 2) la del pueblo purépecha de Cherán K’eri en contra de la tala ilegal de árboles; 3) la del pueblo yaqui en contra del Acueducto Independencia y; 4) la del pueblo mapuche de Gelay Ko que se opone a la fractura hidráulica. Estas luchas representan diversos temas de interés, sin embargo en un momento como el que la humanidad actualmente vive, en el que las satisfacciones de las necesidades más básicas se están viendo comprometidas por el aumento descontrolado de la población y por el mal uso y aprovechamiento de los recursos naturales, lo que resulta más interesante para este trabajo son las alternativas de vida que éstas se encuentran planteando. Así, es que el postulado de esta tesis es que las propuestas que están configurando las luchas sociales de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche iniciadas entre 2009 y 2011 contra los proyectos capitalistas que los despojan de sus recursos naturales y afectan su cultura, representan una alternativa de vida diferente a la que ofrece el actual modelo de desarrollo implantado en América Latina. El objetivo general del presente trabajo es caracterizar estas cuatro luchas sociales para identificar el tipo de alternativa al neoliberalismo que éstas actualmente plantean. Tanto el análisis, como la caracterización de estas luchas se realizó mediante los pronunciamientos de los pueblos que las han encaminado, al igual que se vieron documentales relacionados con el tema. Sólo en lo relacionado con el pueblo y la lucha social purépecha de Cherán K’eri es que se obtuvieron ciertos datos directamente, a la vez que también se revisaron fuentes secundarias. Durante los días 24, 25, 26 y 27 de mayo del año 2012, se llevó a cabo el Encuentro Nacional de Resistencias Autónomas Anticapitalistas, tuve la oportunidad de acudir. Mi interés sobre el caso de la conformación y causas del nuevo autogobierno purépecha surgió durante mi estancia en dicho encuentro, mismo que tuvo lugar en Cherán K’eri. Así, mi primera idea no era comenzar a hacer trabajo de campo, mi idea inicial era únicamente conocer el movimiento, pues me parecía 8 asombroso cómo un pueblo que yo consideraba tan aislado y remoto podría haber logrado un grado de emancipación que para mí resultaba incomparable. De esta manera, es que a través de pláticas informales con algunas personas del pueblo, obtuve información que alentó el que me interesara más en la lucha del pueblo purépecha de Cherán K’eri para finalmente incorporarlo en esta tesis. Esta experiencia me permitió compartir el sentimiento de lucha de este pueblo, desde acampar en las afueras del pueblo, hasta ser partícipe en las marchas que se dieron durante el encuentro, así como también compartir los alimentos con ellos y observarlos y escucharlos mientras comía en la plaza. Uno de los elementos comunes de las luchas sociales de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche es que, además de dar inicio en un contexto neoliberal, se comprenden como consecuencias de lo que aquí se llamará choque cultural. Se reconoce que este choque cultural se da de igual manera bajo la sombra del neoliberalismo, pero al mismo tiempo es un fenómeno que apoyándome en Chantal Mouffe (2007) ha sido consecuencia de la permanencia del paradigma liberal, mismo que no contempla la existencia de otras cosmovisiones o culturas. Esto, por supuesto, ha ocasionado inconformidad de parte de esas otras culturas, en lo que a este trabajo respecta, las culturas de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche. El choque cultural2 del que aquí se hablará se da entre grupos sociales, entre culturas, se distingue claramente del choque cultural que se maneja en psicología. Como se verá en el desarrollo de este trabajo, es un fenómeno social que aquí se conceptualiza basándose en los postulados que realizaron Fernández Buey (1996) y Samuel P. Huntington (2001). Esta tesis busca presentar el panorama social bajo el cual se inscriben estas luchas sociales, no se trata de un mundo sino de varios mundos, como lo refiere Mouffe citando a Schmitt. La falta de reconocimiento de dicha diversidad puede ser la principal causante de este fenómeno, a la demostración de ello se dirige parte de este trabajo. Los pueblos de los que aquí me ocupo se encuentran luchando, como arriba se señaló, en contra del establecimiento de proyectos capitalistas, no se trata 2 No expondré aquí el concepto que este trabajo tiene de choque cultural y tampoco los de Huntington (2001) y Fernández Buey (1996), pues esto se llevará a cabo a profundidad en el primer capítulo y no deseo ser repetitiva. 9 precisamente de agroextractivismo3. Sin embargo, se puede retomar a Giraldo por la gran similitud de su objeto de estudio y el de este trabajo, este autor menciona que: “[…] en América Latina […] están poniéndose en marcha mecanismos discursivos y prácticos para desterritorializar ontológica y epistémicamente a campesinos, comunidades indígenas y afrodescendientes mediante un régimen político, cultural y representacional de verdad, y por medio de un ordenamiento imaginario y estético alrededor de los macroproyectos de inversión. El agroextractivismo está desterritorializando por distintas vías a las comunidades rurales latinoamericanas en procesos de disociación entre cultura y naturaleza, lo cual se logra por medio de la irrupción de ciertos campos enunciativos y la imposición de un mundo transformado en su lógica de homogeneidad, linealidad y disciplinarización de la naturaleza” (Giraldo, 2015: 641). Precisamente, lamanera en que estos proyectos capitalistas pretenden implantarse en lugares que los pueblos originarios consideran sagrados y ancestrales, es lo que engendra las luchas sociales que aquí se estudian, pues como se verá a lo largo de este trabajo la concepción que estos pueblos tienen de territorio rebasa por completo el razonamiento capitalista, transformándose de territorio a territorialidad. El territorio es como lo refiere Giraldo (2015) haciendo alusión a Enrique Leff, un conjunto entre lo simbólico, lo orgánico y lo tecnológico. La cosmovisión4 capitalista no alcanza a comprender la relación de los pueblos originarios con el territorio, que es la territorialidad. En esta relación se conciben los elementos más simples de la naturaleza como muestras de la presencia de los antepasados de estos pueblos, o como símbolos relacionados con sus deidades. Por ejemplo, para los wirrárikas (huicholes) el peyote es el corazón del venado azul, siendo este último una deidad importante para ellos, otro ejemplo es cómo los wirrárikas conciben el oro y la plata como excremento de los Dioses, en tanto la cultura occidental los concibe como bienes suntuarios y como commodities. 3 Aunque Giraldo (2015) no expone abiertamente qué comprende por agroextractivismo, se puede inferir que el autor está haciendo alusión a la extracción de recursos naturales del terreno destinado a la agricultura. Para mayor información véase el apartado 3.1.2 “La lucha wirrárika en contra de la minería”, de esta tesis, en el que se revisa la explicación que Acosta (2012: 85) brinda sobre el término “extractivismo”. 4 Se entiende “la cosmovisión como la visión estructurada en la cual los miembros de una comunidad combinan de manera coherente sus nociones sobre el medio ambiente en que viven, y sobre el cosmos en que sitúan la vida del hombre. La cosmovisión también incluye las nociones acerca de las fuerzas anímicas del hombre; el cuerpo humano como imagen del cosmos” (Broda, 2001: 16). 10 Estos proyectos capitalistas rebasan, por ende, el despojo de lo que la ideología capitalista comprende como recursos naturales, se convierte entonces en lo que Giraldo llama “despojo simbólico”, este autor aclara que: “el dualismo entre naturaleza y cultura como racionalidad dominante de la cultura occidental no corresponde a todos los supuestos ontológicos y epistémicos de todos los pueblos, sino que concierne a una perspectiva muy específica de saber, que si bien ha pretendido engullir a las demás formas de conocimiento para acoplarlas a su estructura de significaciones, aún no ha logrado uniformar y emparejar las diversas maneras en que los pueblos comprenden y se explican la realidad” (Giraldo, 2015: 643). Se trata, como este mismo autor lo señala, de eliminar otros modos de producción, pero aún más grave, se trata de eliminar otros modos de vida y cualquier cosmovisión o ideología que sea opuesta a la occidental. Esta situación tiene graves implicaciones en diversos aspectos, no sólo se trata de un despojo de lo material, como antes se dijo, implica despojo de lo simbólico, pero además crea un clima de inseguridad social, desintegración, discriminación por lo diferente y lo opuesto, aumento del crimen organizado y en algunos casos crea terror psicosocial. Un ejemplo, aún más grave comparado con las experiencias de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche es el de los agricultores de la India que retoma Giraldo, allí sucedió que 250 000 agricultores se suicidaron, pues no alcanzaban a pagar su deuda de créditos que se les había otorgado para sembrar algodón transgénico de Monsanto. “Controlar el territorio, como lo requiere la expansión geográfica del capitalismo moderno, no sólo implica apropiarse de éste materialmente, también demanda ordenarlo, transformarlo y disciplinarlo simbólicamente. La idea es dominar el lugar controlando los cuerpos. Y para ello se trazan monótonos paisajes, formas geométricas y manipulaciones contra natura, que logran colocar el territorio fuera del tiempo vivido de sus habitantes, lo que evita su apropiación. Pero también se dispone de discursos globales, como aquellos que son asimilados y reproducidos en los enunciados del desarrollo, y que consiguen cosificar, economizar y objetivizar el ser, el hacer y el conocer” (Giraldo, 2015: 658). Con el objetivo de comprender esta parte esencial de las luchas sociales de los pueblos originarios que la cosmovisión capitalista/occidental en muchas ocasiones no nos lo permite, en el primer capítulo de este trabajo intitulado “Perspectiva inicial” se expone aquéllo que se comprende por un concepto que considero clave, a saber, el de 11 territorialidad. Éste último se desprende de otro concepto importante y es mi punto de partida, el de cultura. En dicho primer capítulo también se expondrá lo que genera la imposición de la ideología de la que antes se hablaba, el choque cultural, el que a su vez lleva a la exposición de la definición de luchas sociales, así como cierta tipología de las mismas. Para ello se retoma una autora de la tradición marxista, Martha Harnecker, con la intención de descartar que las luchas aquí analizadas no sean luchas de clases sociales, sino luchas sociales de cierto tipo cuya comprensión se hace posible gracias al estudio realizado por Alain Touraine (2006). Por último, en dicho primer capítulo se describirán las características principales de la cultura occidental con la idea de contrastar aquello que la distingue de las otras culturas de las que se ocupa este trabajo, también para comprender por qué se genera un choque cultural cuando ésta intenta imponer su cultura a otras culturas que no encuentran compatibilidad alguna con ella, al mismo tiempo que no comprenden la razón de explotar los símbolos sagrados de su territorialidad que la cultura occidental considera recursos naturales. Por otro lado, con la idea de comprender el funcionamiento y parte de la historia de los proyectos capitalistas que ahora irrumpen con la armonía de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche, es que en el segundo capítulo que lleva por título “Proyectos capitalistas”, me ocupo de ellos. En un primer momento expondré cómo se comprende a la minería como actividad económica, parte de su historia desde el siglo XVI hasta nuestros días, en algunas partes del mundo, pero en específico en México. Posteriormente revisaré bajo la misma línea la tala ilegal de árboles y la industria maderera, así como la explotación del agua y la nueva modalidad de explotación de hidrocarburos, la fractura hidráulica. Todo esto conlleva también la revisión de las consecuencias medioambientales que estos proyectos capitalistas implican, contrastándolos con el costo-beneficio que presuntamente para la ideología occidental tienen. Finalmente, en el tercer capítulo intitulado “Las luchas sociales por la defensa de la territorialidad y la cultura” se abordan las características de las culturas, de las luchas sociales y las alternativas de vida que ofrecen los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y 12 mapuche. Se expone también un poco de historia de algunos de estos pueblos y de las luchas sociales que han presentado a lo largo del tiempo en defensa de sus culturas y de sus territorialidades, así como la historia que han tenido los proyectos capitalistas en dichas territorialidades. En dicho capítulo se notará también, cómo únicamente durante el gobierno de Lázaro Cárdenas se logró cierta disminución a los embates del capitalismo para los pueblos originarios, y algunas reivindicaciones que estos pueblos lograron durante este período presidencial. Fuera de ello, será notable cómo la vida de los pueblos originarios ha sido una batalla constante para poder preservar su existencia, luchas que oscilan entre los 500 y miles de años por defenderúnicamente su cosmovisión y estancia en este mundo. Por último, quiero hacer la aclaración que a las cuatro experiencias que este trabajo estudia se les da el mismo nivel de importancia, sin embargo la cantidad de información presentada y cuartillas dedicadas a cada una de ellas varía considerablemente. Esto se debe a que la mayor limitación que tuve a lo largo de la realización de esta tesis fue el acceso a la información, mismo que fue variable, y a que algunas luchas sociales de estos cuatro casos han recibido mayor atención que otras. Sin embargo, se trata de englobar bajo la misma línea de estudio y perspectiva teórica las luchas sociales de estos pueblos como un mismo fenómeno social causado por la imposición o intentos de universalización de una cultura que ha logrado penetrar amplios territorios de este mundo, eliminándolos conceptualmente, siendo cada vez mas pocas las culturas y territorialidades las que le quedan por desaparecer. De lo anterior se desprende el principal interés por estudiar este tema, así como de comprender su relevancia sociológica. Como se ha venido diciendo en las cuartillas anteriores, y como se verá en las siguientes, las luchas sociales de estos pueblos tienen elementos comunes, lo cual llama la atención para estudiarlas a detalle desde la sociología. No se trata de cuatro casos de pueblos opuestos a proyectos capitalistas, éstos son los que esta tesis presenta, pero nuestra realidad nos demuestra la existencia de muchos otros casos más de pueblos originarios que están luchando en contra de la minería, la fractura hidráulica, y una gran diversidad de actividades que se oponen y amenazan su existencia y la perpetuidad de sus culturas. En mí percepción, es un tema 13 que merece toda la atención de muchas disciplinas, sin embargo la parte que a este trabajo llamó la atención, es su arista sociológica, es decir, las causas, consecuencias y propuestas que las luchas sociales de estos pueblos están encaminando. La idea de exponer los rasgos elementales de las culturas wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche, así como la capitalista, es demostrar lo opuestas que son las culturas originarias, con respecto a la cultura capitalista, para finalmente comprender el choque cultural que esto genera, y que a su vez hace brotar las luchas sociales que estos pueblos originarios encaminan. En esta tesis se llegará a la conclusión y reflexión, en general, de cómo las luchas sociales aquí estudiadas arriban a la generación de propuestas de otros modos de vida que contrastan con el modo de vida occidental y que hasta ahora la mayoría de las sociedades han conocido. Al mismo tiempo se reflexiona sobre ciertas características de la especie humana, de entre las cuales se destaca la búsqueda de la expansión de unas culturas sobre otras. De igual manera, se alude a la necesidad de la generación de propuestas de parte de los científicos sociales y de las sociedades para la construcción de modos de vida en los que se contemple la diversidad cultural que posee la especie humana. ***** Esta nota tiene el propósito de compartir la parte personal de mi acercamiento al tema que desarrollo en esta tesis. Mi primera aproximación fue enterarme en febrero de 2012, por medio de las noticias, que 800 integrantes del pueblo wixaritari habían llegado al Distrito Federal a pronunciarse en contra de las concesiones mineras que el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa había otorgado a una minera canadiense de nombre First Majestic Silver Corporation en un territorio que ellos consideran sagrado, a saber, Wirikuta. Era una actividad para la materia “Taller de Investigación Sociológica I” leer las noticias y escoger alguna que más llamara la atención para posteriormente hacer un comentario en una o dos cuartillas sobre la misma después de haberla reflexionado. En el momento que leí la noticia sentía indignación, sin embargo cuando recibí la retroalimentación de la titular de esa clase, mi pensamiento cambió pues se me alentaba a darle continuidad al tema, y pasó a ser mi trabajo final. Posteriormente se 14 convirtió en mi tema de tesis, y al continuar indagando en las noticias, descubrí que el mismo tipo de lucha social que habían emprendido los wixaritari se repetía para el pueblo yaqui. Después, acudí a un encuentro en Cherán K’eri y analizando la situación observé que también había similitudes con las otras dos luchas de las que me estaba ocupando. Finalmente, a través del documental argentino de Pino Solanas (2013), llegó a mí, el caso del pueblo mapuche que estaba luchando en contra de la fractura hidráulica en Gelay Ko, Neuquén. Con todo lo ocurrido, fue que comencé a trabajar las primeras cuartillas de este trabajo, en el que se analizan las alternativas de vida que dichas cuatro luchas sociales ofrecen. 15 Capítulo 1 Perspectiva inicial Las luchas sociales de los pueblos originarios que se analizarán en este trabajo poseen ciertas características que las distinguen de otro tipo de luchas sociales, como lo es la lucha de clases, o como lo son otras luchas sociales que define Alain Touraine (2006) en su tipología. De las diferentes luchas sociales que este autor desarrolló, una de ellas es la que mejor ayuda a comprender el tipo de las que encaminan estos pueblos. En primer lugar será necesario resaltar aquello que se entiende por lucha de clases, y en segundo lugar aquello que se concibe como lucha social, para finalmente establecer el tipo de luchas sociales de las que se tratará aquí, tomando en cuenta que las luchas sociales de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche se deben a la defensa de su territorialidad y su cultura. Antes de continuar es importante exponer lo que se entiende por “territorialidad” y por “cultura”. Aquí se distingue el concepto de territorialidad del concepto de territorio ya que el primero hace alusión a una relación estrecha entre los seres humanos y un territorio, mientras que el segundo comprende únicamente los elementos materiales del mismo. Geiger indica que “el territorio es una extensión terrestre que incluye una relación de poder o de posesión por parte de un individuo o de un grupo social, que contiene límites de soberanía, propiedad, apropiación, disciplina, vigilancia y jurisdicción, y transmite la idea de cerramiento” (Valbuena, 2010: 6). Claval, por su parte, refiere que “la territorialidad no es solamente una cuestión de apropiación de un espacio por un estado o por cualquier grupo de poder, sino también de pertenencia a un territorio a través de un proceso de identificación y de representación, bien sea colectivo o individual, que muchas veces desconoce las fronteras políticas o administrativas clásicas” (Ibíd.). Esta última idea es la que más se apega a las realidades wirrárika, k’eri, mapuche y yaqui, y esta manera de concebir el territorio y de vincularse a él es una de las razones primordiales por las que se originaron las luchas sociales de estos pueblos (como se verá en el capítulo tercero de este trabajo). 16 De acuerdo con Di Meo, el “territorio” pertenece a la infraestructura, mientras que la “territorialidad” forma parte de la superestructura y la metaestructura, según Valbuena, Di Meo: “analiza el territorio a partir de una definición marxista clásica, concibiéndolo como un fragmento espacial donde se fusionan tres tipos de estructuras: la infraestructura, espacio físico que incluye el componente humano y la esfera de las actividades económicas; la superestructura representada por los campos político, ideológico y simbólico y la metaestructura, relación establecida entre el individuo y el espacio” (2010: 6). Los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche tienen una relación a nivel de la metaestructura con los territorios que ellos han ocupado desde hace muchos años, mientras que la cultura occidental representadapor los grandes consorcios transnacionales como empresas mineras y madereras tienen una relación de posesión con estos mismos territorios. El interés de la cultura occidental (el capitalismo) en estos territorios es puramente económico, ocupando así de acuerdo con Di Meo la infraestructura y parte de la superestructura. Es a partir del manejo de la superestructura que el capital intenta mantener su hegemonía económica. Y estos intentos del capital por agredir las relaciones metaestructurales de los pueblos originarios es en gran medida causante del choque cultural que se tratará en las páginas siguientes. Por otro lado, se entiende por cultura al “conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquiridos, de los miembros de una sociedad, incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar (es decir su conducta)” (Harris, 2011: 19). La cultura comprende rituales, costumbres, religión, cosmovisión y en general el modo de vida de un grupo social.5 Ahora bien, las luchas de clases se conciben como “el enfrentamiento que se produce entre dos clases antagónicas cuando éstas luchan por sus intereses de clase” 5 En la pág. 78 de este trabajo se indica que la cultura de un grupo social es la representación de sus creencias, costumbres, rituales, y maneras de interacción, la transformación o la ausencia de la transformación del territorio es una de las múltiples formas en las que la cultura se expresa y se determina, para después expresarse en su medio físico y social. La cultura permite que exista una identidad colectiva en un determinado grupo social, y lo que llama la atención de ella para el presente trabajo no es estudiarla per se, sino estudiar las causas y consecuencias que surgen cuando se da cualquier tipo de enfrentamiento intercultural o choque cultural sea de origen puramente social o económico. 17 (Harnecker, 1979: 22). En el capitalismo, estas clases antagónicas son la burguesía o clase capitalista y el proletariado. Harnecker llama burguesía o clase capitalista: “a la clase que controla y dirige el sistema de producción capitalista. Con dinero acumulado compra medios de producción y fuerza de trabajo a fin de obtener una cantidad de dinero mayor de la que invirtió al iniciar este proceso, dinero que obtiene a través del trabajo no pagado de los trabajadores del sector industrial” (Ibíd.: 10). Se le llama proletariado: “a la clase explotada del sistema de producción capitalista, formada por trabajadores ligados a la producción de bienes materiales, que venden su fuerza de trabajo por un salario para producir o realizar plusvalía, desempeñando un trabajo parcial, subordinado a las órdenes de sus superiores que son los que a distintos niveles controlan el proceso” (Ibíd.: 13). Harnecker distingue dos tipos de intereses de clase, por un lado los intereses espontáneos inmediatos y por el otro, los intereses estratégicos a largo plazo. Los primeros “son las aspiraciones que manifiestan las clases, o grupos sociales, motivadas por problemas actuales de su existencia. Tienen en general por objetivo lograr un mayor bienestar inmediato, una mejor participación en el reparto de la riqueza social” (Ibíd.: 19). Los segundos “son aquellos que surgen de la situación propia a cada clase en la estructura económica de la sociedad […] El interés estratégico del proletariado, por ejemplo, es destruir el sistema de producción capitalista, origen de su condición de explotado, destruyendo aquello en lo que se basa: la propiedad privada” (Ibíd.: 20). La clase burguesa, la clase proletaria y el interés de clase forman parte central del concepto de lucha de clases, estas últimas se conciben como posibles únicamente en el entendido que las clases antagónicas que lucharán, forman parte de las relaciones sociales de producción dentro del sistema capitalista. La lucha de clases, de acuerdo con Harnecker, puede ser de tres tipos: 1) económica, 2) ideológica, y 3) política. Para Lenin (citado por Harnecker, 1979: 23) la lucha de clases económica “es la lucha colectiva de los obreros contra los patrones por conseguir condiciones ventajosas de la fuerza de trabajo y de vida de los obreros”. La lucha ideológica es aquélla que se lleva a cabo en el terreno de las ideas, tiene como objetivo el alcanzar la revolución a través de la creación de una “conciencia 18 revolucionaria capaz de llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias […] es el combate en forma continua contra la penetración de las ideas de la burguesía en el seno de la clase obrera y el pueblo” (Ibíd.: 24). Finalmente, la lucha política “es el enfrentamiento que se produce entre las clases antagónicas a nivel de la región jurídico-política de la sociedad, o sea, la lucha de los explotados contra las leyes y las instituciones que mantienen la dominación de las clases explotadoras” (Ibíd.: 24). Para Harnecker: “la lucha de clases tiene por objetivo final, en la sociedad capitalista, destruir el sistema de explotación capitalista suprimiendo la propiedad privada de los medios de producción6, y que esto sólo puede lograrse si la clase obrera y sus aliados llegan a apoderarse del poder político” (Ibíd.). Las luchas sociales de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche no pueden concebirse como luchas de clases debido a que estos pueblos no buscan una reivindicación salarial, ni mejorar sus condiciones de obreros o empleados, ni instaurar otro tipo de sistema social. Estos pueblos a nivel de grupos sociales no pueden concebirse como ninguna de las clases antagónicas que describe la teoría marxista en su concepción de lucha de clases, no se trata ni de proletariado, ni de burguesía. En su lugar, se trata de pueblos que, como se verá en el tercer capítulo, luchan por la defensa de su territorialidad y de su cultura. Son pueblos que aunque se encuentran enclavados en el sistema capitalista7, forman parte de un sistema social anterior al capitalismo cuyo elemento central es la cultura y cuya vida versa en la realización de sus rituales y la perpetuidad de sus costumbres, y no en la búsqueda del enriquecimiento o en el ejercicio del trabajo asalariado diario.8 Alain Touraine llama “luchas a todas las formas de acción conflictivas organizadas y conducidas por un actor colectivo contra un adversario por el control de 6 Por medios de producción se entiende “todas las condiciones materiales que son necesarias para producir bienes materiales: máquinas, materias primas, locales, luz, etc.” (Harnecker, 1979:3). 7 Se dice aquí que estos pueblos se encuentran enclavados en el sistema capitalista, debido a que formalmente no son parte de la burguesía ni del proletariado, sin embargo la lógica de las relaciones sociales que se generan en dicho sistema ha ocasionado que estos pueblos tengan que producir artesanía u otros productos para comercializarlos, o trabajar como jornaleros para subsistir dentro de un sistema en el que el intercambio de mercancías parece ser el único medio posible de vida. 8 Las características económicas de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche se revisarán cada una en el tercer capítulo, podrá notarse cómo el trabajo de estos pueblos difiere en gran medida del trabajo asalariado dentro del capitalismo. 19 un campo social” (2006: 262). De acuerdo con él las luchas sociales sólo pueden reconocerse como tales si responden a lo siguiente: 1) la lucha social debe ser conducida en nombre de una población particular; 2) la lucha social debe estar organizada y no puede existir solamente al nivel de la opinión, ello para que el movimiento alcance cierta integración, y 3) la lucha social debe combatir a un adversario que pueda estar representado por un grupo social, por ejemplo el capitalismo oel Estado. Para Touraine existen seis diferentes tipos de luchas sociales, de las cuales tres son de tipo afirmativo y tres de tipo crítico:9 1. Luchas afirmativas – nivel de historicidad: Movimiento social 2. Luchas afirmativas – nivel institucional: presiones institucionales o políticas 3. Luchas afirmativas – nivel organizacional: reivindicaciones 4. Luchas críticas – nivel organizacional – conductas de crisis 5. Luchas críticas – nivel institucional: conductas de bloqueo 6. Luchas críticas – nivel de historicidad: acción revolucionaria De esta tipología elaborada por Touraine interesa a este trabajo el tipo 4, es decir, las luchas críticas con nivel organizacional y con conductas de crisis, ello debido a que responde a la característica principal de las luchas sociales de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche. Dicha característica principal de estas luchas sociales se refiere al enjeu10 de las mismas, es decir, que se trata de un tipo de luchas sociales que defienden su territorialidad y su cultura. Este tipo de lucha social es explicada por Touraine como aquella que se encuentra a la defensa contra una crisis: “por ejemplo contra cambios que amenazan las antiguas formas de organización social y cultural; por ejemplo después de la incursión de nuevas formas de actividad económica o nuevas creencias […] Una conducta de crisis busca restablecer aquella organización social que ya ha sido quebrantada, ya sea en las actividades económicas o en las normas sociales de funcionamiento, en las creencias y sus representaciones” (Touraine, 2006: 265). 9 De acuerdo con Touraine las luchas afirmativas buscan aumentar el dominio sobre un campo, mientras que las luchas críticas están en contra de una dominación no legitimada. 10 El “enjeu” es para Touraine “lo que está en juego” en la lucha social. 20 Así, la minería, la tala de árboles, la explotación del agua y la fractura hidráulica representan una amenaza a las antiguas formas de organización social y cultural de los pueblos wirrárika, k’eri, mapuche y yaqui, respectivamente. Si bien, estos proyectos capitalistas aún no han quebrantado por completo las culturas de dichos pueblos, si representan una amenaza a la perpetuidad de los mismos.11 Estas luchas sociales se conciben aquí como consecuencia de un choque cultural originado por los proyectos capitalistas antes mencionados, este choque cultural se da en primer lugar en el nivel de conciencia de los grupos sociales debido a la cosmovisión que tienen, y en segundo lugar se expresa en el nivel de la lucha social misma, es decir, en el nivel social-concreto. A nivel de la conciencia y cosmovisión, este choque cultural se da tanto en los grupos sociales que se oponen a los proyectos capitalistas como en el grupo social que busca llevarlos a cabo, en este caso el capitalismo, es decir, empresas transnacionales y nacionales, así como el Estado con el modelo de desarrollo que actualmente posee. Este modelo de Estado existe al menos en los países en los que se dan estas luchas sociales (Argentina y México), el cual es, el modelo neoliberal de desarrollo12. A nivel de lo social-concreto, es decir, de la lucha social misma, este choque cultural se hace visible con las diversas formas de luchas que los pueblos y grupos sociales llevan a cabo. Se reconoce el choque cultural en las declaraciones13 mismas que los pueblos y/o grupos sociales exponen cuando expresan su postura, ya sea en pro o en contra de la instauración de estos proyectos capitalistas. En 1993 se publicó un artículo de Samuel P. Huntington que llevaba por nombre ¿Choque de civilizaciones? En este artículo el autor planteaba la interrogante de si los problemas futuros más graves en el mundo tendrían su origen en un choque de civilizaciones hasta el grado de provocar una guerra mundial, planteaba principalmente el caso del choque civilizacional entre Occidente y el Islam. Posteriormente, para el año de 1996, se publicaba un libro del mismo autor intitulado Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. La tesis fundamental de esta obra es básicamente la misma que se había planteado en el 11 Se revisará este punto con mayor profundidad en el capítulo tercero. 12 Se ahondará sobre este modelo de desarrollo más adelante. 13 Estas declaraciones se revisan en el tercer capítulo de este trabajo. 21 artículo antes citado, sin embargo dejaba ya de ser una interrogante y el autor pasaba a afirmar que, en efecto, un choque de civilizaciones sería la principal causa de los próximos conflictos mundiales graves. Huntington, con estas dos publicaciones, generó una gran polémica, entre estudiosos que aceptaban su principal postulado y entre quienes no estaban para nada de acuerdo. Los que no compartían la tesis de Huntington, consideraban que sus planteamientos eran únicamente un intento por legitimar el dominio de los Estados Unidos, y en general de Occidente, sobre todas las otras civilizaciones que consideraba, existían en el mundo.14 Se utilizará aquí la palabra Occidente para hacer alusión a las sociedades de diferentes países del mundo que comparten la mayor parte de sus rasgos culturales con la cultura occidental, sin importar si geográficamente son occidentales. Se entiende que los orígenes de la cultura occidental son europeos y que su afirmación como cultura hegemónica devino de su propagación, principalmente por las conquistas de otros pueblos por Occidente (como el latinoamericano) y por la modificación social mundial que implicó la segunda guerra mundial con la hegemonía de los Estados Unidos. Como indica Huntington, el término occidente: “…se usa universalmente para referirse a lo que se solía denominar cristiandad occidental. Así, Occidente es la única civilización designada con un referente geográfico, y no con el nombre de un pueblo, religión o zona geográfica particulares. Tal denominación saca a la civilización de su contexto histórico, geográfico y cultural. Históricamente, la civilización occidental es civilización europea. En la época moderna, la civilización occidental es civilización euroamericana o noratlántica. Europa, Estados Unidos y el Atlántico norte se pueden encontrar en un mapa, Occidente no” (Huntington, 2001: 39-40). Una de las razones que da pauta a la falta de aceptación del postulado de Huntington es la manera en la que el autor explica el fracaso del marxismo en los países como la Unión Soviética, Vietnam y China, no obstante, no incluye en su observación a Cuba, y adicionalmente no elabora un análisis exhaustivo sobre el supuesto fracaso del marxismo en estos países. No toma en cuenta un punto crucial que sería necesario contemplar para considerar en el estudio del marxismo en estos países, el papel que 14 Uno de estos autores que se ocupó de la revisión del principal postulado de Huntington y que no lo acepta es Maximiliano Korstanje en “El legado de Samuel Huntington: estudios sobre terrorismo” (2011) y en “Huntington y el pensamiento liberal. Problemas de la anglo-democracia para entender la política” (2013). 22 juega Estados Unidos, y la civilización a la que pertenece (Occidente) y la persecución que éstos han realizado alrededor de todo el mundo para tratar de impedir la proliferación del marxismo. Otra de las posibles razones que causaron el rechazo a esta obra de Huntington es que no se refiere en ningún momento al fracaso del capitalismo15, en el mejor de los casos hace referencia al fin de Occidente, el cual, considera tardará posiblemente el mismo tiempo que tardó en consolidarse, es decir, unos 500 años. Para él, el marxismo es también una creación occidental, por lo que los intentosde los países que adoptan la ideología marxista como formas de vida, gobierno, política y economía con la intención de diferenciarse de Occidente, no logran otra cosa más que continuar perteneciendo a Occidente. Sin embargo, hay pasajes en el libro de 1996 de este autor, sobre todo la parte final, que indican que el autor llama a la paz y la tranquilidad del mundo a través de la no intervención de los Estados centrales en civilizaciones a las que no pertenecen. Es el caso de la intervención de los Estados Unidos (perteneciente a la civilización de Occidente) en la civilización del Islam. Así como también llama a los “atributos comunes de la civilización”, aquí refiriéndose ya a la civilización en general, es decir, la civilización humana, a través del respeto de la diversidad de las civilizaciones (en plural) del mundo. En lo que respecta a este trabajo, me distancio completamente de cualquier defensa por la preponderancia y/o dominio de Occidente o de cualquier otra civilización sobre las demás civilizaciones. Ese es el punto fundamental que se le critica a Huntington. En su lugar, tomo el argumento central del libro y artículo de Huntington sobre el choque de civilizaciones, haciendo la distinción de que aquí me referiré a “choque cultural” en lugar de “choque de civilizaciones”, pues en la lógica de Huntington, las culturas wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche no podrían concebirse como civilizaciones. 15 No se hace alusión al fracaso del capitalismo, no se expresa una relación entre la conducción de los países que optaron por la ideología marxista y el fracaso del capitalismo. Cuando se refiere a la U.R.S.S., solo lo hace a partir del momento en que este país optó por la ideología marxista como base de su forma de gobierno y se refiere a su fracaso, más no al modelo económico anterior al marxismo en esta región, ni en Vietnam, China o Cuba, es decir, al capitalismo. 23 Por lo anterior, las luchas sociales que están siendo protagonizadas por estos pueblos son al mismo tiempo choque de civilizaciones y un choque cultural, como se explica en los párrafos siguientes. Esto se debe fundamentalmente a cómo Huntington concibe “civilización” y a cómo se concibe aquí “cultura”16. Para Huntington, civilización: “es una entidad cultural. Aldeas, regiones, grupos étnicos, nacionalidades y grupos religiosos tienen todos, culturas distintas con niveles diferentes de heterogeneidad cultural… Una civilización es, por tanto, la organización cultural más alta de personas… Se define tanto por elementos objetivos comunes (idioma, historia, religión, costumbres, instituciones) como por auto identificación subjetiva de la gente. Una civilización puede incluir varias naciones-estado, como ocurre con las civilizaciones occidental, latinoamericana o árabe, o sólo una, como la civilización japonesa” (Huntington, 1993: 2). Aquí no se discute la concepción del autor de “civilización”, no obstante, y en esos términos, las culturas wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche son culturas y no civilizaciones. Huntington reconoce siete principales civilizaciones en el mundo: china, japonesa, hindú, islámica, occidental, latinoamericana, y posiblemente la africana. El conflicto principal es que, de acuerdo con Huntington, Latinoamérica difícilmente constituye como tal una civilización, pues carece de un Estado central17 y por su manera de relacionarse con otras civilizaciones tiene rasgos que la pueden colocar dentro de la civilización occidental. El caso particular de México, como país que en primer lugar pertenecía a Latinoamérica, y según Huntington dejó de pertenecer a esta civilización alrededor de los años 80 y 90 con los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, principalmente con la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, lo convirtió en un “país desgarrado”, que ahora pasaba a formar parte de Norteamérica y más específicamente de Occidente. Un país desgarrado, según Huntington, es aquél que por decisiones de la élite dominante comienza un proceso de aculturación, al que el pueblo se opone, o desconoce. En México esta élite fue la clase política, en específico el gobierno de Salinas (1988-1994), que fue quién comenzó a modificar la manera en la que México se relacionaba económicamente con el mundo. 16 Revisar la definición de cultura que se expone en páginas anteriores. 17 Un Estado central es para Huntington aquél que posee el liderazgo de una civilización, tal es el caso de los Estados Unidos como líder de la civilización occidental. 24 La firma del Tratado de Libre Comercio de México, Canadá y Estados Unidos es además una manera de distanciar al primero de la civilización a la que verdaderamente pertenece, es decir, Latinoamérica. Y en gran manera de debilitar la fuerza que la civilización latinoamericana pudiera construir a través de tratados también económicos entre sus Estados-nación más fuertes, ya que de acuerdo con Huntington los países que pudieran convertirse en Estado central de Latinoamérica serían Brasil, México, Venezuela y Argentina. Pero al convertirse México en un país desgarrado, está posibilidad desaparece, que es el mismo proceso que puede estarse gestando al menos en Argentina18. La oposición a la aculturación mexicana se puede ilustrar, de acuerdo con Huntington, a través del apoyo que recibió el levantamiento zapatista en los años noventa, mismo que coincide con los intentos de incorporación de México a Norteamérica y específicamente con el gobierno de Salinas. Lo mismo ocurre con los levantamientos de pueblos originarios, como es el caso de la lucha del pueblo wirrárika, de la comunidad yaqui, de la comunidad purépecha de Cherán K’eri y de la comunidad mapuche de Gelay Ko de Argentina; entre otros casos. Sólo que, además de oponerse a la aculturación impuesta por las élites dominantes (como las refiere Huntington), estas comunidades originarias luchan por la preservación de sus culturas. Es por esto que aquí se conciben estas luchas sociales como consecuencias de choques culturales y de choque de civilizaciones, y no uno u otro únicamente, pues el capitalismo representa aquí a la civilización occidental, mientras que los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche se conciben como culturas. Según Huntington: “el choque de civilizaciones se produce en dos niveles. En el micro, grupos contiguos situados en las líneas de ruptura de las civilizaciones luchan, en ocasiones con violencia, por controlar el territorio y a los demás. En el nivel macro, estados de civilizaciones distintas compiten por el poder económico y militar relativo, el control de las instituciones internacionales y de terceros, y promueven competitivamente sus valores políticos y religiosos particulares” (Huntington, 1993: 4-5). 18 Para más información sobre la reconfiguración de la civilización latinoamericana, véase el capítulo seis de la obra de Huntington, aquí me limitaré a hablar principalmente de los casos particulares de México y Argentina, que son los que me ocupan, esto debido a que las cuatro luchas sociales que son objeto de estudio de este trabajo se dan en estos dos países. 25 En el caso de las luchas sociales wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche, nos enfrentamos a cuatro choques entre cada cultura de estos pueblos y una civilización (la occidental), es a esto lo que en este trabajo se reconoce como choque cultural. Este choque cultural, como concepto, conlleva las mismas consecuencias que el choque de civilizaciones que Huntington explica, es un choque cultural que también se desarrolla tanto a nivel micro, como a nivel macro. En lo que a la lucha social wirrárika respecta, la mina que se pretende instalaren los alrededores de Wirikuta representa a la sociedad occidental, pues forma parte de la cosmovisión de la civilización de Occidente, mientras que la cultura wirrárika representa un todo opuesto a Occidente que se encuentra desde hace más de 500 años resistiendo a los embates etnocidas19 de Occidente y específicamente de su sistema económico/social, el capitalismo. Sucede algo muy similar con las otras tres luchas sociales que aquí se estudian. El pueblo purépecha de Cherán K’eri ha luchado por el establecimiento de un gobierno erigido en razón de sus usos y costumbres, es decir, la creación de un gobierno que se distingue del que antes tenían, de un gobierno occidental. También el pueblo yaqui y el pueblo mapuche luchan por expulsar a los proyectos capitalistas que se dedican a la explotación del agua y a la explotación de petróleo y shale gas a través de la técnica de fracturación hidráulica, respectivamente.20 Estos choques culturales podrían evitarse, por ejemplo, en el supuesto de que el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica no existiera, México pudiera bien establecer tratados económicos con los Estados-nación más cercanos a su cultura, es decir, a los pertenecientes a la civilización latinoamericana, como Cuba, Venezuela, Argentina y Ecuador; entre otros. O incluso establecer ciertos tipos de intercambios 19 Stavenhagen entiende que el “etnocidio entraña dos aspectos principales: uno económico y otro cultural. El etnocidio económico está incrustado en la teoría y en la práctica del desarrollo, pues éste implica que todas las formas premodernas de organización económica deben desaparecer necesariamente para dar lugar ya sea al capitalismo privado o multinacional, ya al socialismo estatista, o a una combinación de ambos. Por su parte, el etnocidio cultural supone que todas las unidades étnicas subnacionales deben desaparecer para dejar paso al Estado nacional todopoderoso […] el etnocidio es aquel proceso mediante el cual un pueblo culturalmente distinto (por lo común llamado etnia o grupo étnico) pierde su identidad debido a políticas diseñadas para minar su territorio y la base de sus recursos, el uso de su lengua, sus instituciones políticas y sociales, así como sus tradiciones, formas de arte, prácticas religiosas y valores culturales” (Stavenhagen, 2001: 147). 20 Las características de cada una de estas luchas sociales será revisada con mayor detalle en el capítulo tercero del presente trabajo. 26 económicos mucho más locales, como ya se vienen haciendo entre diversas comunidades originarias que tienen en común su manera de ver la vida. Sin embargo, Huntington, en todo el desarrollo teórico de su libro y de su artículo asevera que el choque de civilizaciones tiene únicamente la motivación del predominio de una civilización sobre otra, sin aclarar la importancia de este predominio a nivel económico. En este trabajo se concibe que el choque cultural se origina, al menos en los casos que aquí se revisarán, de los intentos de una civilización por predominar, no únicamente en el aspecto civilizatorio, sino principalmente de predominar en el aspecto económico, lo que evidentemente tiene como consecuencia el predominio de una cultura sobre otra en distintos ámbitos, por ejemplo la transformación de las cosmovisiones. Otro autor que lleva a cabo una concepción útil para este trabajo sobre “choque cultural” es Fernández Buey quién refiere el choque como: “la colisión o encontronazo, más o menos violento, entre culturas diferenciadas que se encuentran y entran en contacto inesperadamente, por lo general como consecuencia de graves movimientos de población más allá de los límites fronterizos convencionalmente establecidos por los Estados. La dimensión de los encuentros entre culturas derivados de las emigraciones de los pueblos es muy variable. No todo encuentro entre culturas supone o implica por necesidad un choque y menos un ataque; pero a pesar de esto, lo cierto es que la mayoría de ellos suelen ser percibidos por una parte también mayoritaria de las poblaciones implicadas como una invasión indeseada” (1996: 5). Con las posturas de Huntington y de Fernández Buey, así como de las características concretas que demuestran los choques culturales en las luchas sociales de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche, es que aquí se entenderá por choque cultural la causa de conflictos sociales que se concatenan por la intrusión de una cultura en territorio de otra cultura, ya se trate de procesos de apropiación del territorio y/o recursos naturales de una cultura sobre otra, o de simples encuentros entre culturas que impliquen resistencias a intentos de transformaciones culturales, sociales, religiosas, ideológicas, económicas y/o políticas. Contemporáneamente quien busca apropiarse de los recursos naturales o territorios de los pueblos originarios, al menos en los casos que aquí se estudian, es el capitalismo. Éste, con la civilización a la que pertenece (Occidente), forma parte del 27 choque cultural, por ello se convierte relevante para el presente trabajo comprender el capitalismo, exponiendo la cultura que ha generado en el mundo al tiempo que se ha ido consolidando. Antes de comenzar a exponer algunos rasgos culturales y económicos de la cultura occidental/capitalismo quiero señalar otra perspectiva que pudiera resultar útil para comprender las causas del fenómeno de las luchas sociales de los pueblos antes indicados. Esta perspectiva pertenece a Chantal Mouffe en su libro En torno a lo político (2007). En él, la autora considera que la implantación y permanencia de la ideología liberal ha ocasionado la falta de reconocimiento de la pluralidad cultural y societal del universo. “La tendencia dominante en el pensamiento liberal se caracteriza por un enfoque racionalista e individualista que impide reconocer la naturaleza de las identidades colectivas. Este tipo de liberalismo es incapaz de comprender en forma adecuada la naturaleza pluralista del mundo social, con los conflictos que ese pluralismo acarrea; conflictos para los cuales no podría existir nunca una solución racional. La típica comprensión liberal del pluralismo afirma que vivimos en un mundo en el cual existen, de hecho, diversos valores y perspectivas que –debido a las limitaciones empíricas- nunca podremos adoptar en su totalidad, pero que en su vinculación constituyen un conjunto armonioso y no conflictivo […]” (Mouffe, 2007: 17). Y más adelante indica: “no existe alternativa a la occidentalización y, como señala William Rasch comentando este párrafo, para Habermas ‘a pesar de su énfasis en el procedimiento y la universalidad de su denominado ‘principio discursivo’, la opción que enfrentan las sociedades asiáticas o cualquier otro tipo de pueblo es una opción entre la identidad cultural y la supervivencia económica; en otras palabras, entre la exterminación física y la cultural’ […] Es hora de despertar del sueño de la occidentalización, y tomar conciencia de que la universalización forzada del modelo occidental, en lugar de traer paz y prosperidad, conducirá a reacciones sangrientas por parte de aquéllos cuyas culturas y modos de vida están siendo destruidos por este proceso. Ya es tiempo también de cuestionar la creencia en la superioridad única de la democracia liberal. Tal creencia está en el núcleo de la negación liberal de lo político, y constituye un serio obstáculo al reconocimiento de que el mundo, como observó Schmitt, no es un ‘universo’ sino un ‘pluriverso’” (Mouffe, 2007: 93). Después de llevar a cabo el análisis sobre las implicaciones del liberalismo en la ideología del mundo, la propuesta que realiza Mouffe (Ibíd.: 122-138) es la existencia 28 de un orden mundial multipolar en el que se deberán reconocer las identidades colectivas que hay en el mundo.Es notable que la perspectiva que este trabajo adopta como principal, a saber, la del choque cultural, no es del todo opuesta a la perspectiva que Mouffe presenta, en realidad ambas se complementan pues la autora señala: “[…] el hecho de que actualmente estemos viviendo en un mundo multipolar – donde no existen canales legítimos para oponerse a la hegemonía de los Estados Unidos- origina la explosión de nuevos antagonismos que, si no logramos comprender su naturaleza, pueden realmente conducir al anunciado ‘choque de civilizaciones’. La manera de evitar la posibilidad consiste en aceptar seriamente el pluralismo, en lugar de intentar imponer un único modelo en todo el mundo […] Por lo tanto, es urgente renunciar a la ilusión de un mundo unificado y trabajar por el establecimiento de un mundo multipolar. Hoy se oye hablar mucho de la necesidad de un ‘multilateralismo’” (Mouffe, 2007: 123). Toda vez que terminé con aquéllo que deseaba exponer respecto a la crítica y propuesta de Mouffe, continuaré con la explicación de cómo este trabajo concibe el mundo y la ideología occidental con el objetivo de comprender una parte del choque cultural que antes se expusó y que es causante de las luchas sociales de los pueblos antes indicados. Comenzaré por decir que el dinero (como personificación del capitalismo) tiende a transformar las conciencias, las relaciones sociales y, por ende, a las culturas. Ya sea que se forme parte del grupo poseedor del capital, o bien, que se forme parte del grupo poseedor de la fuerza de trabajo. La humanidad ha permitido que el capitalismo se entrometa en prácticamente todas las instituciones y esferas de la vida humana: el matrimonio, las escuelas, la familia, el gobierno (también la forma que el Estado asume, así como las políticas sociales que encamina) y la vida en comunidad. El capitalismo tiende a materializar las relaciones sociales, convirtiéndolas de relaciones sociales entre personas, a relaciones sociales entre mercancías. Según Marx: “si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos de los otros […] Como los productores entran en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados solo resalte dentro de este intercambio. Las relaciones sociales 29 que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son: es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y las relaciones sociales entre cosas” (Marx, 1999: 38). El capitalismo no solamente produce la materialización de las relaciones sociales, sino también una serie de modificaciones a nivel de la conciencia individual, esto es, la manera en que un individuo se percibe, se valora y la serie de cosas que adquieren importancia en su vida. Las culturas con cosmovisión no occidental, (como es el caso de las culturas wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche), se encuentran enclavadas en un lugar espiritual, y a nivel conciencia esto hace que sus vidas giren en torno a aspectos místicos y rituales, por lo que su vida se basa en la realización de rituales sagrados, al mismo tiempo que el dinero que aparece en sus vidas es destinado principalmente a la adquisición de sus medios de vida, pero sobre todo a la adquisición de todas las cosas que se requieren para llevar a cabo un ritual. El dinero para estos últimos, rara vez, si no es que nunca, tiene como destino el ser acumulado o convertirse en capital para posteriormente convertirse en plusvalía, caso este último del capitalista. En cambio, en la cultura occidental, que se encuentra inmersa en la forma de vida capitalista, casi todas las esferas de la vida cotidiana giran en torno al dinero, a la mercancía. Una persona inmersa en el capitalismo vive, generalmente, en una intensa carrera por poseer valor a nivel personal a través de sus posesiones materiales. Aquéllo que provoca su mayor admiración, sueño y fanatismo, es lo que tiene que ver con todos los excesos monetarios. El capitalismo ha llegado a tal grado, (claro está por las sociedades que lo han reproducido), que incluso el sexo es una mercancía, y los géneros también. Ha creado tipos de personas, tanto hombres como mujeres, que adquieren valor social a través de aquéllo que portan, que poseen y la talla que tienen. En el capitalismo que actualmente se vive, hay dos tipos de individuos también, y éstos encuentran su génesis principalmente en el capitalista y en el poseedor de la fuerza de trabajo. Así, el primer tipo de individuo se caracteriza, por no sólo poseer la capacidad de soñar con la acumulación de capital y la generación de plusvalía, sino que además tiene la posibilidad y el poder de llevarlo a cabo. El segundo tipo de individuo, es aquel que únicamente posee su fuerza de trabajo y la capacidad de soñar con la acumulación, pero difícilmente logrará llevarlo a cabo. El capitalismo entonces, tiene 30 como propósito, además de explotar la fuerza de trabajo y generar plusvalía a través de ésta, el crear personas soñadoras, cuyos sueños son puramente monetarios. Es de esta manera, como los individuos inmersos en la vida capitalista ocupan la mayoría de su tiempo en el sueño de la acumulación, más que en la vida misma y en el disfrute del presente. De acuerdo con Bell: “el capitalismo es un sistema económico-cultural, organizado económicamente en base a la institución de la propiedad y la producción de mercancías, y fundado culturalmente en el hecho de que las relaciones de intercambio, las de compra y venta, han invadido la mayor parte de la sociedad” (1994: 27). La intensa carrera de los individuos por la posesión, y en último caso por la acumulación, no es parte del capitalismo contemporáneo, tiene sus orígenes desde las primeras etapas del capitalismo. Sin embargo, el gran auge tecnológico ha sido el medio idóneo para intensificar esta carrera, y así los individuos pueden dejan de comer, dejar de vestirse o de vacacionar, con el propósito de adquirir un nuevo teléfono móvil, una Smart TV, una tableta; etcétera. Según Bell: “el consumo masivo, que comenzó en el decenio de 1920, fue posible por las revoluciones en la tecnología, principalmente la aplicación de la energía eléctrica a las tareas domésticas (lavadoras, frigoríficos, aspiradoras, etcétera), y por tres invenciones sociales: la producción masiva de una línea de montaje, que hizo posible el automóvil barato; el desarrollo del marketing, que racionalizó el arte de identificar diferentes tipos de grupos de compradores y de estimular los apetitos del consumidor; y de la difusión de la compra a plazos, la cual, más que cualquier otro mecanismo social, quebró el viejo temor protestante a la deuda. Las revoluciones concomitantes en el transporte y las comunicaciones pusieron las bases para una sociedad nacional y el comienzo de una cultura común. En conjunto, el consumo masivo supuso la aceptación, en la esfera decisiva del estilo de vida, de la idea de cambio social y transformación personal, y dio legitimidad a quienes innovaban y abrían caminos, en la cultura como en la producción” (Bell, 1994: 73). Este consumo masivo conlleva claramente que las relaciones familiares se diluyan, por ejemplo, el templo de la familia ya no será la convivencia familiar a la hora de la cena, sino que será la veneración de la televisión mientras se cena, y será mucho más importante venerar la cantidad de pulgadas que ésta posee y lo que tiene que decir, en lugar de escuchar los anhelos, las frustraciones y los momentos del día por los que pasó un miembro de la familia. Refiriéndose a la sociedad norteamericana Bell señala que: 31 “la propaganda de las revistas para mujeres, los periódicos dedicadosa la casa y el hogar, y diarios sofisticados como el New Yorker enseñaban a la gente cómo vestirse, decorar un hogar, comprar los vinos adecuados, en síntesis, los estilos de vida apropiados a los nuevos estatus. Aunque al principio los cambios afectaron principalmente a las maneras, los vestidos, los gustos y los hábitos de alimentación, tarde o temprano comenzaron a influir en asuntos más importantes: la estructura de la autoridad en la familia, el rol de los niños y los adultos jóvenes como consumidores independientes en la sociedad, las normas éticas y los diferentes significados del logro en la sociedad” (Bell, 1994: 76). En la cultura del régimen de producción capitalista, importa poco si el café que se bebe en compañía o solo, se disfrutó, lo que ahora adquiere importancia es el costo del café y el lugar en el que consumió, esto se convierte en todo un ritual. Pues lo que más vale de esa taza de café es pasear la marca del mismo ante la sociedad, lo que da estatus y valor a la persona. Poco importante resulta también el que una persona sea honesta, responsable, trabajadora o cualquier valor moral que pudiese tener, sino que es mucho más importante reconocer el automóvil que maneja, el teléfono celular que posee, los billetes y tarjetas en su billetera. Esto último es lo que le da valor y honorabilidad social a un individuo, y no otra cosa. Una persona occidental, en términos generales, comienza su día como si tuviese un cronómetro integrado desde el nacimiento, con una rutina preconfigurada, y lo que es peor, es que no la cronometró ella misma. Se levanta con pesadez, se baña de la misma manera, sin la mínima cantidad de tiempo para disfrutar el desayuno con su familia (lo cual resultaría elemental, pues como indica John Holloway (2011) “vida sólo hay una”), se dirige a su trabajo lo cual le toma como promedio (al menos al mexicano) una hora y media de su día, el mismo tiempo de regreso, tiene en promedio una hora diaria para ingerir su comida, para después regresar a su trabajo, donde seguramente tendrá que limitar su opinión para sí mismo y tolerar una serie de circunstancias que probablemente debilitarán su dignidad. Para Bell: “la transformación cultural de la sociedad moderna se debe, sobre todo, al ascenso del consumo masivo, o sea, a la difusión de los que antaño eran considerados lujos a las clases media y baja de la sociedad. En este proceso, los lujos del pasado son constantemente redefinidos como necesidades, de modo que llega a parecer increíble que un objeto ordinario pueda haber sido considerado alguna vez fuera del alcance del hombre ordinario” (Bell, 1994: 73). 32 Cuando todas las modificaciones simbólicas de este tipo irrumpen en la manera en la que se vive, se piensa, se come, se bebe y se relaciona, significa que el capitalismo ha surtido su efecto en una cultura determinada. Sin embargo, el capitalismo y la conformación de la cultura occidental dependieron no únicamente de los procesos de transmisión por los que pasa cualquier cultura, sino por la modificación de su cultura por la naturaleza misma del capitalismo. Al mismo tiempo, el capitalismo se consolidó con la esencia de la cultura occidental, y cuando un país, una civilización o una cultura adoptan como régimen de producción al capitalismo, lo adopta con todos los elementos que éste contiene. Puede decirse que el capitalismo y la cultura occidental se erigieron y consolidaron en el mundo, juntos, es por ello que ahora no puede concebírseles como dos elementos separados. El capitalismo es entonces, no sólo un régimen de producción sino también la encarnación de la cultura occidental donde sea que ésta haya sentado bases. El capitalismo y occidente pueden establecerse e irrumpir ya sea a través de procesos violentos como lo fue la conquista española del territorio que ahora es México, también como es el caso de la entrada de la minería en un lugar que es considerado sagrado por un pueblo originario, o de manera pacífica aunque invasora como es el caso de la propagación del cine norteamericano. Describir el modo de vida en la cultura occidental con efectos de distinguirla de la vida y cultura de los pueblos wirrárika, k’eri, yaqui y mapuche requiere que se reflexione sobre su cotidianidad, los valores que a ella corresponden, sus formas de trabajo, sus principales actividades económicas, los tipos de estudios que en este modo de vida realizan los individuos, la organización familiar, y los hábitos. La cotidianidad se encuentra inmersa en todos los aspectos de los que se hablará, pues son los que la determinan. Ésta se expresa por la manera en la que se come, se viste, se relaciona, se trabaja, en general en la manera en la que se vive. Para Bell, una de las principales características que determina al modo de vida occidental es la del hedonismo, la cultura occidental es en gran medida el culto al “yo”, lo refiere de la siguiente manera: “el hedonismo, la idea de placer como modo de vida, se ha convertido en la justificación cultural, si no moral, del capitalismo. Y en el ethos liberal que ahora prevalece, el impulso modernista, con su justificación ideológica de la satisfacción 33 del impulso como modo de conducta, se ha convertido en el modelo de la imagen cultural” (Bell, 1994: 33). Sin embargo, esta satisfacción del impulso es en el fondo una satisfacción del “yo” en razón de la autoreafirmación social. Esto implica que la búsqueda de dicha satisfacción del impulso y la idea del hedonismo tengan generalmente un referente en lo que la cultura occidental considera adecuado. Y más allá, se trata de un hedonismo que tratará ir de la mano con lo vigente de esta cultura. Huntington (2001) reconoce como valores occidentales la autodeterminación, el liberalismo, democracia, independencia, mercados libres, gobierno limitado, derechos humanos, individualismo e imperio de la ley. Estos valores, en un ámbito mundial en el que Occidente es hegemónico, son para Huntington los que Occidente ha propagado en países cuyas sociedades se han hibridado con esta cultura, algunos convirtiéndose en “países desgarrados”, como es el caso de México. De acuerdo con Huntington los países que han intentado oponerse a ser “occidentalizados” han recurrido a estos mismos valores en su resistencia. La cultura occidental es una cultura llena de dualidades, los valores antes señalados pueden observarse en muy pocos países occidentales. Los países occidentales en donde generalmente se observan, son países que prácticamente erigieron Occidente, por ejemplo, países europeos y Estados Unidos de América. Pero cuando se trata de países desgarrados, o países que no son occidentales, Occidente utiliza su ideología basada en dichos valores para limitar y/o restringir las conformaciones no-occidentales. A lo largo de El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (2001), Huntington ejemplifica lo anterior con los casos de Rusia, los países islámicos, los países orientales y la manera en la que éstos se relacionan con Occidente. Las restricciones de las conformaciones no-occidentales, como es el caso de la unificación de los países islámicos, las ejerce Occidente a través de órganos occidentales también, como son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización de las Naciones Unidas. 34 El caso de Charlie Hebdo es muy ilustrativo al respecto. Países occidentales de todo el mundo reprobaron a la cultura islámica por el atentado21 en contra del semanario francés, se realizaron manifestaciones y mucha gente por todo el mundo se solidarizó. Sin embargo, ningún organismo internacional occidental reprobó los insultos que el semanario francés realizó en contra de uno de los elementos más valiosos de la cultura islámica, Mahoma. Los valores occidentales que reconoce Huntington pueden existir en el imaginario
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