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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE GEOGRAFÍA La violencia patriarcal y su espacialización en los conventos de monjas del Siglo XVII T E S I S Para obtener el grado de Licenciada en Geografía Presenta Karla Serrano Estrada Tutor De Tesis Dr. Fabián González Luna México Distrito Federal, 2014 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. . Las baldosas estaban colocadas de manera que se las pudiera leer en orden. La primera decía: bienvenidos los que llegan a este hogar. La segunda decía: la casa es chica, pero el corazón es grande. La tercera decía: la presencia del huésped es suave como el césped. La cuarta decía: Somos pobres de verdad, pero no de voluntad. La quinta decía: , perro. Haga como si estuviera en su casa, Historias de cronopios y de famas (1962), Julio Cortázar. Agradecimientos Fabián, definitivamente debo agradecerte a ti, porque a pesar de que cuando te pedí que fueras mi asesor me acerqué con un ataque de ansiedad provocado por la sobredosis de café, tú no te espantaste ante mi desesperación en la que no se me entendía nada. Ya ha pasado más de un año de aquella ocasión, y sin embargo henos aquí, ya casi estoy del otro lado. Gracias por todo. Gracias a cada uno de los sinodales. Georgina, gracias por tus comentarios y tu velocidad al leer; Patricia, gracias por el apoyo brindado todo este tiempo; Manuel, gracias también por los comentarios y los buenos deseos; Lucía, gracias por entusiasmarte como yo con el tema y por la paciencia que me tuviste. Un párrafo no es suficiente para expresar la gratitud hacia ustedes, sin embargo creo que en estas cuantas líneas van resumidas todas las cosas que quiero expresarles. Tampoco quiero que se echen otras 100 hojas, ya suficiente los he hecho leer. No puedo olvidar a mis padres en estos agradecimientos, gracias por mantenerme todo este tiempo de la titulación, sé que no ha sido fácil, pero si extendieran su tiempo de mantenimiento se los agradecería más, aparte ¿qué tanto es tantito? Gracias a los dos, porque a pesar de que gritan mucho y de que se esforzaron en distraerme cada vez que intentaba escribir jamás dejaron de apoyarme ni de creer en mí. Muchos thank you. ¿Cómo no mencionar a mi hermano? Él no hizo nada, pero igual me hace reír, así que gracias. A mis amigos, que si bien son medio escasos son la pura calidad, ustedes saben quienes son y si no lo saben pues ni modo, se perderán de mi bella dedicatoria. Gracias. También gracias a Uriel porque a pesar de que se queja mucho me ha ayudado en cuanto ha podido, además de que me regaló al gatito que junto con los otros dos que ya tenía, alegran mi vida. Se te agradece mucho morro. Gracias a todos por todo. Nos andamos viendo. Todavía falta descubrir qué nos depara esta incierta vida… Hasta siempre. ÍNDICE INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................ 5 1. DE LA VIOLENCIA PATRIARCAL Y SU ESPACIALIZACIÓN. ....................................... 9 A. EL ESPACIO Y SU PRODUCCIÓN. .................................................................................................................... 9 B. VIOLENCIA PATRIARCAL ............................................................................................................................. 25 C. LA ESPACIALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA PATRIARCAL. ........................................................................... 31 2. LAS DISTINTAS ESPACIALIDADES DE LOS CONVENTOS DE MONJAS DE LA CIUDAD DE MÉXICO DEL SIGLO XVII .................................................................................... 40 A. EL CONVENTO COMO ESPACIO DE REPRESIÓN-OPRESIÓN ..................................................................... 42 B. EL CONVENTO COMO ESPACIO DE ASPIRACIÓN. ...................................................................................... 58 C. EL CONVENTO COMO ESPACIO DE REFUGIO .............................................................................................. 73 D. EL CONVENTO COMO ESPACIO DE MELANCOLÍA Y LOCURA ................................................................... 79 3. HACIA UNA ESPACIALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA PATRIARCAL EN LOS CONVENTOS DE MONJAS DE LA NUEVA ESPAÑA ........................................................... 88 CONCLUSIONES ..............................................................................................................................105 ANEXOS ............................................................................................................................................... 112 TABLA 1. ÓRDENES RELIGIOSAS DE MUJERES EN LA CIUDAD DE MÉXICO DE LA NUEVA ESPAÑA DEL SIGLO XVII. ........................................................................................................................................... 112 TABLA 2. REGLAS DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS DE MUJERES EN LA CIUDAD DE MÉXICO DE LA NUEVA ESPAÑA DEL SIGLO XVII. ...................................................................................................................... 112 TABLA 3. ORDEN DE LOS CONVENTOS POR SU AÑO DE FUNDACIÓN .................................................... 113 TABLA 4. DIFERENCIAS ENTRE LOS CONVENTOS DE MONJAS DE LA CIUDAD DE MÉXICO DEL SIGLO XVII. .............................................................................................................................................................. 114 BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................. 117 5 Introducción La presente investigación se refiere a la violencia patriarcal y su espacialización, específicamente en los conventos de monjas de la Ciudad de México del siglo XVII. Este tipo de violencia ha estado presente en gran parte de las sociedades a lo largo de la historia, ya que ella se ha internalizado en múltiples estructuras sociales, se ha incorporado a la vida cotidiana de las personas, se ha hecho legítima e invisible y ha desvalorizando lo relacionado con lo femenino y las mujeres. De esta manera la violencia patriarcal ha venido reproduciéndose por medio de los actos humanos, los cuales a su vez la espacializan y materializan en una realidad objetiva, teniendo así por consecuencia que todo acto ejercido por medio de la violencia también implique su espacialización; lo que significa, por consiguiente, que si se vive en una sociedad patriarcal los actos que de ella se vean surgir también tenderán a reproducir el patriarcado que los vio nacer. Se eligieron los conventos de monjas en la Ciudad de México del siglo XVII por haber sido ellos uno de los espacios donde se evidenció con profunda claridad la violencia patriarcal en la que vivieron las mujeres novohispanas y que hizo de ellas seresa los que se les trató como dependientes del hombre. Estos lugares específicos manifestaron una disciplina que no se observó en ningún otro espacio de la Nueva España, pues debido a su condición privilegiada y a encontrarse bajo la supervisión de la Iglesia misma, fue obligatorio un mayor control sobre ellos. Otra de sus características fue su rápida proliferación a pesar del grado de rigidez, o supuesta rigidez, que en ellos se vivía, esto debido tanto al fervor religioso novohispano, a la necesidad de encontrar un lugar propio para las mujeres decentes, así como a la búsqueda de una diferenciación entre el pueblo trabajador y el sector que estaba dotado de “calidad” ante la sociedad. Es por ello que se considera necesario analizar dicho espacio conventual y el papel de la violencia patriarcal en su proliferación e incorporación al entramado social del siglo XVII. Para lograr este objetivo se hará énfasis en la producción del espacio como parte fundamental de los procesos de conformación y reproducción de una realidad social. De este modo, a pesar de que se abordarán múltiples factores de la producción del espacio, se pondrá singular énfasis en el papel de la violencia patriarcal en dicho proceso. 6 Esta investigación se realizó por el interés en comprender cómo es que el espacio representa y reproduce la violencia. Con base en esta principal finalidad se encontró en los conventos de monjas del siglo XVII un claro ejemplo de espacios violentos, a la vez que en ellos se vio un modelo no tan sólo de violencia de clase, sino de género mismo. Esto fue de vital importancia para la decisión del tema, porque se pensó en cuestionar no sólo las desigualdades económicas, sino las de los sexos. También, y al ser un tema ubicado en el pasado, se decidió reflexionar acerca de qué tanto se ha cambiado realmente y en si el patriarcado ha desaparecido o éste solamente ha adquirido nuevas especificidades. El tema se abordó desde la producción del espacio, es decir que el espacio se tomó no como un contenedor o como un proceso acabado al cual puede describírsele simplemente, sino como uno en constante producción y reproducción que junto con otras instancias sociales forma parte de una totalidad que da lugar a una figura social específica tanto en espacio como en tiempo. Debido a ello y a la naturaleza del tema, la investigación se realizó en su mayoría de manera bibliográfica, con excepción de algunas visitas a museos, conferencias, visitas guiadas o recorridos por los antiguos templos conventuales. En cuanto a los objetivos planteados tenemos como principal el analizar la espacialización de la violencia patriarcal, para que con ello se pueda entender el papel y la importancia de los conventos de monjas en la reproducción de la sociedad y el patriarcado del siglo XVII. Para llevar a cabo este objetivo fue necesaria la elaboración de otros tantos específicos, los cuales son: 1) descifrar los conventos de monjas a partir de las prácticas socioespaciales tanto en términos materiales como simbólicos, discutiendo los conceptos de: espacio de represión, espacio de aspiración, espacio de melancolía y espacio de refugio; y examinar si en verdad los conventos tuvieron esas características; 2) identificar y explicar otras causas que ayudaron a entender a los conventos como espacios de melancolía, aspiración, represión y refugio; tales como la vocación espiritual, el orden y la realidad social, la división del trabajo, etc.; 3) explicar el funcionamiento interno de los conventos para comprender cómo el sistema patriarcal se reproducía en todas las instituciones, y a su vez para aclarar cómo es que funcionaba el sistema opresivo de disciplinamiento y vigilancia; y 4) aprehender la estructura material de los conventos de monjas en la Nueva España con el fin de relacionar cada espacio con las prácticas sociales que ahí se practicaban, las cuales se encuentran relacionadas con la represión, la aspiración, la melancolía y el refugio. 7 En el capítulo 1 se hace una presentación de los conceptos guía utilizados en el trabajo. Los conceptos tratados son: espacio, producción del espacio, violencia, patriarcado, y espacialización de la violencia. Se comienza explicando la definición tanto de espacio como de su producción, porque con base en ellos es que la investigación toma forma. Posteriormente, al ser el tema la espacialización de la violencia patriarcal, se retoman los términos violencia y patriarcado, haciendo hincapié en las características de cada uno, en la relación que tienen uno con el otro y en la acepción que de cada uno de ellos se retoma. El cierre del capítulo 1 hace una conjunción de las definiciones vistas y busca con ello ir al fondo de la pregunta base para la investigación, es decir ¿cómo se espacializa la violencia? El capítulo 2 aplica los conceptos teóricos retomados en el capítulo 1 a una especificidad de la realidad, en este caso se trata de los conventos de monjas de la Ciudad de México del siglo XVII. Tomando a los conventos como una totalidad se busca explicar sus distintas espacialidades como consecuencia de la violencia patriarcal. Para lograr este objetivo a los conventos se les dieron cuatro adjetivaciones distintas, todas y cada una de ellas consecuencia de la opresión contra las mujeres, éstas son: espacios de represión, espacios de aspiración, espacios de refugio y espacios de melancolía/locura. Con base en estas concepciones se busca ver cómo el patriarcado se internalizó en estos sitios aparentemente femeninos y con ello produjo características particulares en ellos, o, en todo caso, cuestionar si en verdad los conventos fueron aquello que imaginamos. Habiendo ya retomado las distintas espacialidades en los conventos de monjas, el capítulo 3 busca explicar cómo es que la violencia logró espacializarse de tal forma que dio lugar a esas formas específicas de vivir el espacio. Así en este capítulo se retoma parte del capítulo 1 y 2, pero cambia el objetivo, siendo éste el entender cómo se espacializa la violencia, pero ahora ya en un lugar concreto: los tan ya mencionados conventos de monjas novohispanos. De esta suerte el presente trabajo busca hacer una reflexión sobre la violencia y las formas en que se hace presente en el espacio. Se encuentra que si bien es un tema propio de la historia, éste también sirve para reflexionar acerca de nuestra propia realidad, así como para comprender que los medios que usa la violencia cambian con el tiempo y tienden muchas veces a tornarse invisibles, pero que no por ello dejan de tener esas propiedades violentas. Háblese de Nueva España o de México, la violencia vive con nosotros día con día, en nuestros modos, en nuestro modo de organizar el tiempo y en nuestro propio espacio. 8 Y es que no podemos dejar del lado el espacio, porque a pesar de que se trate de un tema de hace cuatrocientos años se debe tomar en cuenta que el espacio no es algo exclusivo de la actualidad: el espacio es un proceso, y como tal está dotado de historicidad. No es la finalidad invadir el objeto de estudio de otra disciplina, sino, y muy por el contrario, hacer hincapié en el espacio como el concepto base de esta reflexión. También será necesario recordar que los temas no son exclusivos de una ciencia en específico, los temas pueden variar, el objeto de estudio no. Así el trabajar este tipo de temas abre un sinnúmero de posibilidades a la geografía, las cuales han sido ignoradas por considerar que se está adentrando al campo de otras ciencias, a la vez que nos ayuda a adentrar en el estudio del espacio y a entender su producción y reproducción a lo largo del tiempo. 9 1. De la violencia patriarcal y su espacialización. Ella deseaba un hijo; seríafuerte y moreno, le llamaría Jorge; y esta idea de tener un hijo varón era como la revancha esperada de todas sus impotencias pasadas. Un hombre, al menos, es libre; puede recorrer las pasiones y los países, atravesar los obstáculos, gustar los placeres más lejanos. Pero a una mujer esto le está continuamente vedado. Fuerte y flexible a la vez, tiene en contra de sí las molicies de la carne con las dependencias de la ley. Su voluntad, como el velo de su sombrero sujeto por un cordón, palpita a todos los vientos; siempre hay algún deseo que arrastra, pero alguna conveniencia social que retiene. Madame Bovary, Gustave Flaubert. a. El espacio y su producción. Comencemos con una afirmación que será la base de todo el trabajo: es la sociedad exclusivamente quien produce espacio y quien al hacerlo transforma su entorno natural, es decir la primera naturaleza, en una segunda naturaleza, la cual es cada vez más un producto del trabajo humano y menos una consecuencia de los fenómenos naturales (Robert Moraes y Messias da Costa, 2009). Otra aclaración oportuna es que no hablamos del espacio como un contenedor o como la suma de percepciones individuales que se tienen acerca del él. El espacio que tratamos es uno socialmente producido, el cual se va generando por y a través del trabajo, y que a su vez es un determinante de dicho trabajo. Así toda actividad humana está dotada de cierta “espacialidad”, pues con nuestras acciones construimos y reproducimos los lugares, al mismo tiempo que es en los lugares donde actuamos y donde nuestras acciones se condicionan. Es así que el término “producción de espacio1” permite hacer del concepto espacio un proceso en sí mismo y no sólo una parte del mismo. Cabe aquí aclarar dos 1 En palabras de Milton Santos (1990), la producción/producir significa <<sacar de la naturaleza los elementos indispensables para la reproducción de la vida. La producción es un intermedio entre el hombre y la naturaleza, por medio de las técnicas y de los instrumentos de trabajo inventados para el ejercicio de dicha mediación. […] La producción es la utilización consciente de los instrumentos de trabajo con un objetivo definido, es decir, el objetivo de alcanzar un resultado 10 características de la producción: la primera es que toda producción es humana; la segunda es que es humana porque “sólo los seres humanos tenemos acción, ya que sólo nosotros tenemos conciencia” (Sánchez Vázquez, 1997). El espacio se convierte así en la materia trabajada por excelencia, debido a que <<ninguno de los objetos sociales tiene tanto dominio sobre el hombre, ni está presente de tal forma en la vida cotidiana de los individuos>> (Santos, 1990: 153). De hecho, se insiste, su dinámica está dada gracias a la sociedad, quien produce y espacializa sus relaciones en él. Para Milton Santos, el espacio social implica indiscutiblemente a los objetos geográficos2 y por lo tanto a la geografía, de este modo a lo largo de sus textos se hace referencia al llamado “espacio geográfico”, el cual define como: […] la suma indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de acciones. Esos objetos y esas acciones están reunidos en una lógica que es, al mismo tiempo, la lógica de la historia pasada y la lógica de la actualidad. Se trata de reconocer el valor social de los objetos mediante un enfoque geográfico. La significación geográfica y el valor geográfico de los objetos provienen del papel que, por el hecho de estar en contigüidad, formando una extensión continua y sistemáticamente interligados, desempeñan en el proceso social (Santos, 2000: 66). De este modo el espacio social y geográfico es una instancia de la sociedad, por lo que <<contiene y está contenido por las demás instancias, del mismo modo que cada una de ellas lo contiene y es por ellas contenida>> (Santos, 1986). Así, este espacio de esencia social se encuentra formado no sólo por las cosas o los objetos geográficos, sino por la sociedad misma. Santos (1986) reitera que: Tenemos así, por una parte, un conjunto de objetos geográficos distribuidos sobre un territorio, su configuración geográfica o su preestablecido. Ninguna producción puede llevarse a cabo si no se disponen de medios de trabajo, sin una vida en sociedad, sin una división del trabajo>> (Santos, 1990: 178). 2 En cuanto a los objetos geográficos Milton Santos encuentra que <<para los geógrafos, los objetos constituyen la totalidad de las existencias en la superficie de la Tierra, toda herencia de la historia natural y todo resultado de la acción humana que se objetivó. Los objetos son esa extensión, esa objetividad, aquello que se crea fuera del hombre y se hace instrumento material de su vida, en ambos casos una exterioridad>> (Santos, 2000: 62). 11 configuración espacial, y el modo como esos objetos se muestran ante nuestros ojos, en su continuidad visible, esto es, el paisaje; por otra parte, lo que da vida a esos objetos, su principio activo, es decir, todos los procesos sociales representativos de una sociedad en un momento dado. Esos procesos, resueltos en funciones, se realizan a través de formas. Estas formas pueden no ser originariamente geográficas, pero terminan por adquirir una expresión territorial. En realidad, sin las formas, la sociedad, a través de las funciones y procesos, no se realizaría. De ahí que el espacio contenga a las demás instancias. Está también contenido en ellas, en la medida que los procesos específicos incluyen el espacio, sea el proceso económico, sea el proceso institucional, sea el proceso ideológico >>. De este modo se enfatiza que el espacio necesita de la acción del hombre para realizarse, añadiendo que dicha acción no puede desarrollarse sin un espacio: <<la acción no se realiza sin que haya un objeto; y cuando se produce, acaba por redefinirse como acción y por redefinir el objeto (Santos, 2000: 80)>>. Se insiste con ello en que son los acontecimientos/acciones3 los que dotan de dinámica al espacio y en que es el vivir el espacio el fenómeno que lo produce. El espacio, por otro lado, <<nunca es un producto terminado, ni fijo ni congelado para siempre. Pero uno de sus elementos está fijo en el suelo>> (Santos, 1990: 166). Llamaremos a dicha materialidad espacio social objetivo, aclarando de antemano que no se encuentra separada ésta de las otras cualidades del espacio, pero sí es ella una característica obligada del mismo. Este espacio objetivo es consecuencia de las relaciones de producción que componen la estructura económica de la sociedad, pues es el modo de producción en primera instancia quien condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general (Robert Moraes y Messias da Costa, 2009: 60). Es así como dicho espacio social objetivo es <<el real estrato de lo mítico, religioso y experimental de las representaciones del espacio-tiempo. Esta base material es el molde de la atomización social y de la división, a la vez que está envuelta en las prácticas del proceso de trabajo por sí misma>> (Poulant 1978; citado en Soja, 1989: 118). Como condicionante el espacio objetivo nos limitará dependiendo el grado de facilidad que tenga para la producción, para lo cual no sólo dependerán sus 3 La palabra acto hace referencia a la acción en sí misma, mientras que acontecimiento se refiere al resultado de una o más acciones (Santos, 2000). 12 cualidades físicas, sino también su emplazamiento y valorización. Como condición el espacio se vuelve necesario. El hecho aquí, y por lo que se insiste tanto en este espacio objetivo, es queel modo como los hombres producen materialmente su existencia, penetra, condiciona y determina toda la esfera del mundo de las representaciones (Robert Moraes y Messias da Costa, 2009 : 62). Debemos recordar que no vivimos en el vacío, nosotros mismos poseemos materialidad, la cual es la base para realizar acciones. Se ha dicho ya que el espacio se produce a través de sistemas de objetos, sistemas de acciones y técnicas (Santos, 2000), pero ¿qué son esos objetos, acciones y técnicas que producen el espacio y cómo es que lo hacen? Para comprender este proceso primero debemos entender qué tomamos por objeto, acción y técnica. En cuanto a la técnica esta es: “la principal forma de relación entre el hombre y la naturaleza, el hombre y el medio. Las técnicas constituyen un conjunto de medios instrumentales y sociales, con los cuales el hombre realiza su vida, produce y, al mismo tiempo, crea espacio” (Santos, 2000: 27). Podríamos decir, de manera simple, que la técnica es el modo en que se lleva a cabo el trabajo, y este modo depende tanto de la estructura social de la que hablemos como del grado tecnológico alcanzado. En cuanto a los objetos encontramos que: Son las propiedades básicas de una cosa las que dicen cómo se relacionará con otras cosas. Recordemos el pensamiento de Hegel, para quien <<… una cosa tiene propiedades; éstas son, antes de todo, sus relaciones con otras cosas>> (Ciencia de la lógica, tomo 1, libro 2, pp. 148-149). Ésta es la base sobre la que los sistemas de objetos se construyen y obtienen un significado. Y, como expresa Ernesto Laclau (1990, p. 109), interpretar los objetos equivale a reincluirlos en el conjunto de las condiciones relacionales. Éstas incluyen el espacio y se dan por medio del espacio. En este sentido, el espacio considerado en su conjunto redefine los objetos que lo forman. Por ello, el objeto geográfico está siempre cambiando de significación (Santos, 2000: 81). En resumidas cuentas la importancia de los objetos radica más allá de su mero emplazamiento, esto debido a que vivimos con esos objetos, los cuales están relacionados con todo el conjunto de objetos existentes: 13 (Los) objetos no tienen por sí mismos una historia ni una geografía. […] Su existencia histórica depende de su inserción en una serie de acontecimientos y su existencia geográfica viene dada por las relaciones sociales a las que el objeto se subordina, y que determinan las relaciones técnicas o de vecindad mantenidas con otros objetos: un orden horizontal (Santos, 2000: 85-86). La consideración de la geografía en este proceso, como Santos explica, radica en entender la trascendencia de los objetos así como su relación con otros en las actividades de la vida diaria. Estamos obligados a dotarlos de significado y sentido, a entender que no son objetos sin intención producidos por accidente, sino que tienen una función y son reflejo de una acción y tiempo únicos. En cuanto a las acciones, éstas son el medio por el que se materializan las técnicas, ejemplo de dichas acciones pueden ser el trabajo y la socialización. Una característica de las acciones es que ellas no son indiferentes a la realidad del espacio, pues la propia localización de los acontecimientos está condicionada por la estructura del lugar (Santos, 2000 : 135). Otro punto importante a destacar es que las acciones, como bien ya se ha mencionado, no son inocentes, ellas conllevan una finalidad. Sin embargo, y a pesar de ello, puede darse el caso de que una clase particular de condiciones produzcan habitus, es decir <<sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente “reguladas” y “regulares” sin ser para nada el producto de la obediencia a determinadas reglas, y, por todo ello, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un director de orquesta>> (Bourdieu, 1980: 86). Es decir que el habitus normaliza ciertas acciones, las cuales son necesarias para la reproducción de las diferencias en particular y de la estructura social en general. Las acciones se nos representan como una mera reproducción sin fin aparente, que por el contrario sirven para la perpetuación del orden social. Pero ¿podemos hablar de una determinación?, es decir ¿las acciones determinan los objetos, los objetos determinan las acciones o es la técnica el principal motor de 14 cambio? La respuesta es ninguna de las anteriores; hablamos de un proceso, un círculo de movimientos al que no podemos encontrarle un principio o fin, un proceso que se ve materializado en el espacio a través de los objetos. Ese proceso sin principio ni fin es lo que denominamos dialéctica. Según esta lógica todo se relaciona en lo real, mientras que las relaciones difieren entre sí por su intensidad y cualidad (Robert Moraes y Messias da Costa, 2009: 48). Ello significa que un cambio en una parte del todo producirá un cambio en el todo, aunque el impacto de los cambios dependerá de las condiciones específicas en que se dé. Como consecuencia el espacio no será un punto de partida ni un punto de llegada, sino un intermediario en todas las acepciones de ese vocablo, es decir, un procedimiento y un instrumento. Vendrá a ser un instrumento político intencionalmente manipulado, incluso si la intención se oculta bajo las apariencias coherentes de la figura espacial (Lefebvre, 1976b). Esta invisibilidad de la manipulación del espacio no es un problema único de él, sino de la estructura social en sí, la cual también se ha legitimado y normalizado. Es la legitimación de las diferencias y su conocimiento/reconocimiento por parte de los individuos lo que nos lleva a la jerarquización de la sociedad, a la segregación del espacio. Y si esas diferencias se marcan en los cuerpos y en las mentes, también lo hacen en la estructura espacial, haciendo de ella un medio y un símbolo para la preservación de dichas diferencias (Bourdieu, 1987 ). Tenemos entonces al espacio como un <<componente dialécticamente4 definido de las relaciones generales de producción, relaciones que son simultáneamente sociales y espaciales>> (Soja, 1989: 78). Al abordar el espacio desde la lógica dialéctica se puede comprender su importancia, la cual radica en que la producción es la única manera en que el ser humano puede conquistarlo (Harvey, 1998). Sólo con la producción podremos crear espacios intencionados que sirvan a distintos propósitos. En nuestro mundo la producción de espacio está supeditada a los grandes poderes y a las intenciones del capital, lo cual no significa que las poblaciones no pueden construir sus espacios, sino que la mayor capacidad para hacerlo la tienen el Estado y las corporaciones. Es así como el orden espacial de la existencia humana surge de la producción del espacio, es decir de la 4 La dialéctica aborda el problema del espacio no únicamente mediante un método formal, lógico o logístico; sino que utiliza un método que analiza las contradicciones del espacio dentro de la sociedad y la práctica social (Lefebvre, 1976b). 15 construcción de geografías humanas que reflejan y configuran al ser en el mundo (Soja, 1989: 25). El capital utiliza la producción de espacio como un medio para expandirse y poder subsistir, pues es en el espacio donde se encuentran los recursos, mano de obra y el mercado de consumidores necesarios para su propagación. El capital está obligado a crear dinámicas sociales y espacialesque vayan de acuerdo a sus intereses, de lo contrario se encontrará en una situación de franca desventaja frente a otras instancias sociales o sistemas económicos. Mientras más se expanda, se apropie del espacio y mientras más lo produzca, el capital tendrá más poder y se encontrará mayormente legitimado, lo que conllevará a su gradual “normalización”5. Como uno de tantos ejemplos se puede señalar que en la Nueva España se vivió un primer gran momento de expansión del capital, pues fueron estas nuevas tierras americanas con sus recursos y mano de obra, las que promovieron el desarrollo europeo. Utilizados sus recursos como medio para el enriquecimiento de ciudadanos europeos, fueron las urbes de la Nueva España, y en específico la ciudad de México, centros en los que se buscó establecer a los europeos recién llegados para que allí comenzaran con la explotación de los recursos. Instituciones europeas llegaron a las ciudades americanas, sin embargo esto sólo fue para legitimar el poder europeo. La misma composición de las ciudades lo demuestra: blancos al centro, indígenas en los barrios circundantes. Las propias instituciones eclesiásticas seguían este patrón de diferenciación, porque si bien existieron monasterios en comunidades alejadas, fue el centro de la capital el lugar donde se depositó la autoridad máxima de la Iglesia. De esta manera se demuestra que la apropiación y producción del espacio no se dieron de manera inocente provocando así que éste manifestara diferencias específicas que lo distinguían de otras instancias sociales. En palabras de Henri Lefebvre (citado en Santos, 1990: 168). << el espacio (social) no es una cosa entre las cosas, un producto cualquiera entre otros productos; envuelve a las cosas producidas, y comprende sus relaciones y su existencia y simultaneidad: orden (relativo) o desorden (relativo). Es el resultado de una serie, de un conjunto de operaciones, y no se puede reducir a un simple objeto . Así, no tiene nada de ficción, de irrealidad o de <<idealidad>> 5 Por normalizar entenderemos la adquisición de sistemas de vidas admitidos y por lo tanto impuestos (Lefebvre, 1976b: 56). 16 comparable a la de un signo, una representación, de una idea, un sueño. El efecto de las acciones pasadas permite acciones, como sugiere en las pruebas>>. El espacio debe entonces materializarse sin ser esa materialidad el espacio en sí mismo. No obstante dicho estrato material produce una inercia dinámica, la cual asegura la tendencia a reproducir la estructura global que le dio origen, al tiempo que se impone a esta reproducción social con una mediación indispensable que a veces altera el objetivo inicial o le imprime una orientación particular (Santos, 1990 : 165) ¿Podríamos llamarlo resistencia del espacio? Tal vez deba ser, ya que <<las formas espaciales se resisten al cambio social y una de las razones de esto es que ellas también son materia>> (Santos, 1990: 166). Se llega así a la conclusión de que el espacio se trata de la producción en el más amplio sentido de la palabra: producción de las relaciones sociales y reproducción de determinadas relaciones. En este sentido la totalidad del lugar se vuelve lugar de esa reproducción (Lefebvre, 1976b: 34). Como sociedad nos estamos reproduciendo constantemente y con base en esa producción creamos nuestra realidad. ¿Y qué es esa totalidad de la que se habla? Según Santos la totalidad es el proceso constante de producción y reproducción de las relaciones sociales, es la realidad en su integridad: El Planeta, como entidad material y humana, es una totalidad, y en cada uno de sus momentos, la Historia es también una totalidad. Ambos, serían realidades que permanentemente se transforman, para volverse, de nuevo, Planeta e Historia, o parafraseando a Sartre, totalidades en permanente proceso de totalización. La división internacional del trabajo puede ser considerada la energía de su movimiento (Santos, 2000: 139). El concepto totalidad hace así referencia a un movimiento constante, el cual es siempre, en cada uno de sus instantes, una totalización y una totalidad, es decir, una realidad en movimiento, pero que no por el hecho de estar cambiando deja de ser realidad. A pesar de que siempre estamos evolucionando no podemos decir que al cortar esa línea evolutiva nos encontramos con una pseudo-realidad, no, no es de ese modo; cada uno de esos segmentos es una realidad en sí, una en constante transformación. 17 Al igual que el tiempo, por más que se fragmente el espacio, cada una de esas partes seguirá representando una totalidad en sí misma, a la vez que por más que se sumen las partes ellas nunca formarán una totalidad. La totalidad del espacio está dada por múltiples relaciones sociales, así como acciones y acontecimientos, las cuales pueden estudiarse individualmente, pero no por ello dejarán de estar relacionadas con el todo. Un ejemplo de totalidad lo encontramos en los conventos de monjas de la Nueva España, los cuales a pesar de ser lugares de clausura formaban parte de la totalidad del momento. Los conventos nunca estuvieron apartados de la época en la que se realizaron, ellos surgieron debido a una necesidad, es así que en ellos se encontraba toda la ideología de su misma sociedad. Sí, tal vez eran una pequeña porción de espacio, pero en esa pequeña porción encontramos ejemplificada toda la estructura novohispana. Podemos hablar del poder eclesiástico, de la importancia económica de las ciudades, de la traza de las mismas, del poder patriarcal, de la configuración de las poblaciones, del sistema económico, de tradiciones, del sentir de la época, y de muchas otras cosas más tan sólo a partir de la elección de dicho espacio. Por ello decimos que por más que se divida el espacio cada partícula siempre será una totalización, no significando esto que porque sumes el sentir de una monja con la configuración de su celda ya hablamos de totalidad. Son las relaciones con el todo los que nos va a dar la totalización, pues aunque pensemos en una persona solamente, ella estará condicionada a una cierta organización, la cual no depende de ella misma. El espacio social como totalidad, en pocas palabras, es el total de las relaciones espaciales organizadas en mayor o menor grado en patrones identificables, los cuales por sí mismos son expresión de la estructura y desarrollo del modo de producción. Como tal, y como ya se ha mencionado, el espacio geográfico es más que la simple suma de las relaciones separadas que comprenden sus partes (Smith, 1984: 82). El motor de la totalidad según Santos (2000) es la división del trabajo, ya que ésta constituye un motor de la vida social y de la diferenciación espacial. Para entender la totalidad se puede ir desde lo particular a lo universal o de lo universal a lo particular, pero siempre entendiendo que uno es participe del otro, en palabras de Santos tenemos que <<el espacio total y el espacio local son aspectos de una única y misma realidad –la realidad total- de la imagen de lo universal y de los particulares>> (Santos, 1990: 183). Con el propósito de lograr dicho objetivo 18 (entender la totalidad), se ha creado la herramienta de las escalas que, a diferencia de la escala cartográfica, no significa sólo la dimensión del fenómeno, sino que nos obliga a establecer relaciones dialécticas entre las diferentes escalas existentes para así aprehender mejor la realidad. Estas escalas nunca se mantienen fijas, sino que <<son redefinidas, impugnadas y reestructuradas en lo referente a su extensión, contenido, importancia relativa e interrelaciones>> (Swyngedouw, 1997; citado en Harvey, 2003: 96). Neil Smith al escribir sobre el problema de las escalas, considera que éstas tienen una progresiónque va desde el cuerpo del hombre hasta el propio mundo, tomado como un todo. La corporeidad del hombre es un instrumento de la acción (Smith, 1988; citado en Santos, 2000: 69), y es la escala básica con la que realizamos nuestra vida diaria y a través de la cual vivimos los procesos. Las escalas de análisis y su combinación transportan a la vieja dialéctica entre lo general y lo particular, lo externo y lo interno, para un plano concreto; referenciado por los procesos y dinámicas reales (Lopes, 1998 : 90). Continuando con el espacio, diremos que éste es a su vez una concreción y un fenómeno histórico, es decir, que <<se va produciendo y reproduciendo a la par en que las sociedades lo van haciendo y que es creado en los marcos de una sociedad determinada>> (Lopes, 1998: 79). Aquí es importante recordar la afirmación de que el espacio no es un ente mágico, sino que tiene dinámica gracias a la actividad humana, es la sociedad quien lo produce y quien se condiciona de este modo a sí misma; así si la sociedad es un producto histórico el espacio también debe serlo. El espacio como un producto histórico, si bien se encuentra en constante cambio, contiene materialidad de épocas pasadas, la cual es denominada por Milton Santos (2000) como rugosidad6. Las rugosidades no sólo ayudan a descifrar las sociedades precedentes, sino que resignifican nuestro propio entorno al dar a los lugares un valor histórico que no todos poseen. Es de este modo que a pesar de que los espacios cambien de 6 De acuerdo con Milton Santos denominaremos rugosidad a lo que <<permanece del pasado como forma, espacio construido, paisaje, lo que resta del proceso de supresión, acumulación, superposición, a través del cual las cosas se constituyen y acumulan en todos los lugares . […] Aunque sin traducción inmediata, las rugosidades nos traen los restos de divisiones del trabajo ya pasadas, los restos del capital utilizados y sus combinaciones técnicas y sociales con el trabajo. […] Las rugosidades revelan combinaciones que eran las únicas posibles en un tiempo y lugar determinados>> (Santos, 2000: 118). 19 significado, las rugosidades nos continúan condicionando, a la vez que son testigo de una historia particular: Teniendo en cuenta al espacio como histórico consideramos a éste un testimonio; ya que atestigua sobre un momento de un modo de producción por la memoria del espacio construido, de las cosas fijadas en el paisaje creado. El espacio es, pues, una forma durable que no se deshace paralelamente al cambio de los procesos; al contrario, algunos procesos se adaptan a las formas preexistentes mientras que otros crean nuevas formas para insertarse en ellas (Santos, 1990: 154). La historia se materializa en el espacio, pero ninguno de estos dos elementos se da de forma natural o inocente, como ya se ha hecho mención, <<el espacio es político e ideológico, pues éste ha sido formado, modelado, a partir de elementos históricos o naturales, pero siempre políticamente >>(Lefebvre, 1976b: 46). El espacio es así un testimonio de todas estas intenciones y fines que en él se plasmaron. Además, <<el espacio en el presente es también futuro, por el hecho de la finalidad atribuida a las cosas construidas, al espacio producido, desde el momento en que ocupan un lugar en un punto cualquiera de la superficie de la tierra>> (Santos, 1990 : 167). Como producto histórico, el espacio se encuentra en un proceso constante de transformación y re-simbolización. Este proceso no ha sido homogéneo a través del tiempo ni del espacio, pues las relaciones sociales que los han suscitado tampoco lo han sido. Al respecto Foucault afirma que: El espacio en el que vivimos, en el que nos realizamos, en el que ocurre la erosión de nuestras vidas, nuestro tiempo y nuestra historia; el espacio que nos atrapa y domina, es también por sí mismo un espacio heterogéneo. En otras palabras, no vivimos en una especie de vacío dentro del cual podemos colocar personas y cosas. No vivimos en un vacío que pueda ser coloreado con los más distintos colores; vivimos dentro de un conjunto de relaciones que delinean sitios que son, a su vez, irreductibles a otros y a los cuales es absolutamente imposible superponer uno sobre el otro (Foucault, 1986; citado en Soja, 1989: 17). 20 El espacio no es homogéneo en absoluto, sino que necesita de las diferencias para mantener su estructura clasista. Volvamos a la Nueva España, en la cual podemos notar una organización totalmente desigual, desde la escala global con las diferencias entre España y Nueva España, diferencias dentro del mismo virreinato entre las ciudades, por ejemplo la supremacía de la ciudad de México; y dentro de la ciudad de México el contraste entre el centro español y los barrios circundantes indígenas. Estas diferencias que podrían parecer únicamente económicas no lo son tanto, pues este capital económico se transformó en capital simbólico, el cual efectivamente <<produce relaciones de dependencia fundadas económicamente, pero que se disimulan bajo el velo de las relaciones morales>> (Bourdieu, 1980: 196). Recordemos la importancia que tenían el honor y la castidad para los novohispanos, los cuales eran más exigidos en los españoles, pues eran ellos quienes debían diferenciarse de los indígenas y otras castas. En efecto la heterogeneidad del espacio se organiza con base en grandes intereses, los cuales planean organizar al espacio para seguir manteniendo la superestructura7, hecho que explica que el espacio sea subordinado-subordinante. Aunque, como hemos venido explicando, el espacio no se subordina y ya, él tiene cierta independencia, cierta resistencia, lo que también da como resultado espacios que no van de acuerdo con los lineamientos generales, pues las contradicciones del espacio no lo permiten. Nuestro espacio está organizado bajo una lógica por la cual nos regimos y que es propia de un tiempo, en la modernidad hablaríamos de una lógica capitalista que lo produce y domina, lógica que tiene sus características inherentes tanto de concebir el tiempo como de producir el espacio. Tenemos pues que <<las diferencias geográficas son mucho más que meros legados históricos y geográficos. Son perpetuamente reproducidas, sostenidas, socavadas y reconfiguradas por los procesos político- económicos y socio-ecológicos que tienen lugar en el presente>> (Harvey, 2003: 98). En otras palabras el espacio es un juego de poderes, en el que quien logre producir más espacio es quien adquiere la batuta para continuar con su reproducción. Nos encontramos en una estructura que se reproduce a sí misma, y en la cual muchas veces los cambios son necesarios para su propia perpetuación. Volvemos al ejemplo de la transformación del capital económico en simbólico. Ya no necesitamos de la 7 Por superestructura entenderemos a la ideología sobre la cual recaen determinadas formas de conciencia social, y sobre la cual se basan tanto lo jurídico como lo político en una sociedad (Marx, 1859). 21 fuerza bruta para actuar o no actuar, sino que estamos mediados por una violencia que no tomamos como tal, entendemos lo que el espacio y sus formas nos quieren decir, nos insertamos dentro de su lógica. Es así como cada lugar, cada subespacio asiste a una dominación que encuentra en la división del trabajo una de las maneras más efectivas de control. Esta división del trabajo es la que dota de dinamismo al espacio, a la vez que también lo diferencia. <<La división territorial del trabajo crea una jerarquía entre lugares y redefine la capacidad de actuar de las personas, de las empresas y de las instituciones según su disposición espacial>> (Santos, 2000: 114). Al fin, y como se ha estado afirmando, esla división del trabajo la que produce y reproduce las diferencias tanto en el tiempo como en el espacio: Todas las divisiones del grupo se proyectan a cada momento en la organización espacio-temporal que asigna a cada categoría su lugar y su tiempo: es aquí donde la lógica difusa de la práctica obra prodigios, permitiendo que el grupo logre toda la integración social y lógica compatible con la diversidad impuesta por la división del trabajo entre sexos, edades y “ocupaciones” (Bourdieu; citado en Harvey, 1998: 240). Cabe mencionar que la diferenciación del espacio también se debe a que existen <<diferentes métodos, diferentes enfoques por lo que se refiere al espacio, y esto a diferentes niveles de reflexión, de recorte de la realidad objetiva>> (Lefebvre, 1976b: 23). El espacio como ente complejo puede analizarse de distintas maneras, cada una de las cuales deberá tener un soporte teórico fundamentado, así como que deberán justificarse las adjetivaciones que se le den al espacio. El espacio tendrá tantas interpretaciones como prácticas sociales se desarrollen en él, lo importante es no perder de vista que dichas prácticas se materializan en el espacio y que es este espacio quien a su vez condiciona las prácticas. En palabras de Santos <<la interpretación del espacio y de su génesis o funcionamiento y su evolución depende de que hagamos antes una definición correcta de sus categorías analíticas, sin la cual nos sería imposible desmembrar el todo en un proceso de análisis, para reconstruirlo después en un proceso de síntesis>> (Santos, 1990: 133). Sin embargo no debemos jamás olvidar que el espacio es un hecho social, una realidad objetiva, que como resultado histórico, se impone a los individuos. Éstos pueden tener diferentes percepciones del mismo, lo que es propio de las relaciones 22 entre sujeto y objeto. Pero, una cosa es la percepción individual del espacio, otra es su subjetividad. El espacio no es una suma ni una síntesis de las percepciones individuales. <<Al ser un producto el espacio es un objeto social como cualquier otro. Aunque, como cualquier otro objeto social, se le pueda ver bajo múltiples pseudo- concreciones, esto no implica que se libre de su realidad objetiva>>(Santos, 1990: 144). Harvey menciona al respecto que: La objetividad del tiempo y del espacio está dada […] por las prácticas materiales de la reproducción social y, si tenemos en cuenta que éstas últimas varían geográfica e históricamente, sabremos que el tiempo social y el espacio social están construidos de manera diferencial. En suma, cada modo de producción o formación social particular encarnará un conjunto de prácticas y conceptos del tiempo y del espacio (Harvey, 1998: 228). Con base en lo anterior se acepta que en el espacio se dan prácticas sociales distintas que permiten construir diferentes conceptos del espacio (Lobato, 1998: 43). Así, el espacio es todo lo que se ha mencionado, pero, tal y como el ser humano tiene su complejidad, el espacio también la tiene, ya que él adquiere su dinamismo gracias a los acontecimientos y acciones humanas. Lobato afirma que el espacio: es también un campo de representaciones simbólicas, rico en signos que cumplen con la función de expresar las estructuras sociales en sus dimensiones más diversas. […] Las formas espaciales donde el simbolismo obtiene materialidad constituyen medios a través de lo que la cultura se forma. El espacio no se caracteriza sólo por medios económicos, sino también por contener simbolismos que derivan de los valores culturales enraizados ahí (Lobato, 1998b : 109-110). La producción del espacio implica entonces la <<producción del significado, los conceptos y las conciencias del espacio inseparablemente ligadas a su producción física>> (Smith, 1984: 75). En palabras de Santos: El espacio se impone a través de las condiciones que ofrece para la producción, para la circulación, para la residencia, para la comunicación, para el ejercicio de la política, para el ejercicio de las creencias, para el esparcimiento y como condición de <<vivir bien>>. Como medio operacional se presta a una evaluación objetiva, y como 23 medio percibido está subordinado a una evaluación subjetiva. Pero el mismo espacio puede ser visto como el terreno de las operaciones individuales o colectivas y como realidad percibida (Santos, 2000: 48). El espacio tiene muchas maneras de ser abordado, cada una de las cuales implica toda una complejidad. Bourdieu explica que <<tanto el espacio como los individuos son definidos no sólo por lo que son, sino también por lo que tienen la reputación de ser, por un ser percibidos que, incluso si depende estrechamente de su ser, no es jamás reductible a ese ser>>. Continúa con su explicación aclarando que <<las propiedades simbólicas de las cosas, de los espacios, no son más que las propiedades materiales cuando son percibidas y apreciadas en sus relaciones mutuas, es decir como propiedades distintivas>> (Bourdieu, 1980 : 217). Esta idea nos recalca la importancia de las diferencias y de los objetos en contigüidad en el espacio -es decir de sus relaciones-, los cuales ahora se convierten en un símbolo, ya sea de superioridad o inferioridad. Los símbolos son fundamentales en nuestra comprensión de la realidad, pues es a través de ellos que forjamos nuestra idea de lo que debe ser8. Siguiendo con la explicación de Bourdieu (1980) encontramos que muchas veces las diferencias percibidas no son las diferencias objetivas. Se debe comprender que quien institucionaliza las estrategias de distinción no somos todos, sino que son, en palabras de Bourdieu, los “grupos de estatus” quienes lo hacen, así la sociedad en general vive alienada bajo una visión que si bien no es suya propia si llega a hacerla suya con el paso del tiempo (ibíd. 222). Todas nuestras concepciones del mundo pueden trascender la esfera material, así una diferencia objetiva entre colores de piel tiene toda una carga cultural que hace de ella una diferencia en muchos mayores aspectos: diferentes trabajos, diferentes tiempos, diferentes espacios. Otro ejemplo claro de la disociación de lo material con la idea de la representación del debe ser la encontramos en el cuerpo femenino: se le exige a las mujeres un cuerpo y obediencia “perfectos”, pero esta exigencia es parte de su misma subordinación, pues ese ideal es imposible para muchas mujeres, a quienes sólo les queda la obediencia absoluta para ser reconocidas como mujeres bien.<< Lo propio de la lógica de lo simbólico es transformar en diferencias absolutas, de todo o nada, las diferencias infinitesimales>> (Bourdieu, 1980 : 222). 8 O de lo que no podemos ser. Los símbolos son un medio para reconocer y justificar nuestra posición en la sociedad, de este modo el espacio objetivo, el cuerpo o el modo de hablar se convierten en símbolos de diferenciación que permiten la conformación de una estructura jerarquizada. 24 Con el espacio sucede algo similar. Nosotros como individuos de una determinada sociedad somos educados para entender los códigos del espacio y para aceptarlos a ellos y sus diferenciaciones. Si vemos un letrero con el símbolo de no fumar, aunque no dice explícitamente “no fumar”, entendemos lo que nos quiere dar a entender. Hacemos lo mismo con los semáforos o al ver a un policía en la entrada de un lugar, pues de antemano sabemos que la entrada está restringida: El capital simbólico no es otra cosa que el capital económico cultural cuando es conocido y reconocido, cuando es conocido según las categorías de percepción que impone, las relaciones de fuerza tienden a reproducir y a reforzar las relaciones de fuerza que constituyen la estructura del espacio social. […] El orden simbólico no está construido ala manera de un precio de mercado, por la simple suma mecánica de los órdenes individuales. […] Todos los juicios no tienen el mismo peso y los poseedores de un fuerte capital simbólico están en condiciones de imponer la escala de valor más favorable a sus productos (Bourdieu, 1987 : 138) Volvemos al punto de partida: al ser el espacio una construcción social es la misma sociedad quien lo simboliza, pero ella no lo hace a partir de la nada y el vacío, sino a través de toda una construcción cultural que se basa tanto en la ideología como en la materialidad9, a la vez que el espacio ayuda a perpetuar y crear esa cultura material e ideológica. <<El espacio se convierte así en una concreción descifrable que nos permite entender las relaciones sociales, las acciones, objetos, técnicas y simbolismos de una sociedad en específico, se convierte en una materialidad impregnada de valores, una referencia para la orientación cotidiana, un catalizador simbólico y afectivo>> (Lopes, 1998: 80). Se insiste en que la dimensión subjetiva no es accesoria, sino crucial y fundamental, pues la propia sociedad se concreta como un todo, es decir relaciones sociales más materialidad, no se deja reducir a algo objetivo. <<Un lugar no se distingue de otro sólo por sus particularidades objetivas, sino por ser vivenciadas por un grupo específico, que en interacción desarrolla una identidad>> (Lopes, 1998: 87). Otra cosa que no debemos olvidar es que la representación del espacio estará siempre 9 Hay que tener cuidado con esta afirmación, pues debemos recordar que ninguna ideología está alejada de su realidad material. 25 <<al servicio de una estrategia, siendo a la vez abstracta y concreta, pensada y apetecida, es decir, proyectada>> (Lefebvre, 1976b: 31). Ahora bien, hemos visto que los acontecimientos humanos son delimitados por la historia, la cultura, el espacio, y aunque faltó mencionar muchos otros aspectos, para este trabajo lo importante es entender que el espacio es un proceso dialéctico en el que las prácticas estarán supeditadas al espacio a la vez que éste será producto de las prácticas. La materialidad será un punto fundamental a la hora de explicar el espacio geográfico, aunque no es la materialidad tan sólo la que se quiere explicar, sino las prácticas sociales que lo crearon y que condiciona. Otro punto a destacar es que la organización del espacio, así como las prácticas que se dan en él, no se dan de manera aleatoria o al azar, sino que están supeditados a una estructura, la cual, utiliza al espacio como un medio para perpetuarse. Ya sea el espacio objetivo o el subjetivo, ambos están cargados de una violencia intrínseca que permite la reproducción de la sociedad. Por esta razón es necesario no sólo hablar del espacio, sino también de la violencia y aclarar cómo es que ésta se espacializa, pues estos son puntos fundamentales para poder comprender la violencia patriarcal en el mundo novohispano. b. Violencia patriarcal Antes de desarrollar un concepto de violencia patriarcal se debe primero aclarar qué entendemos por violencia. Definiremos violencia afirmando que es la cualidad propia de una acción que se ejerce sobre el otro para inducir en él por la fuerza un comportamiento contrario a su voluntad, a su autonomía, y que implica su negación como sujeto humano libre (Echeverría,1998: 373). De este modo la violencia necesita de al menos dos sujetos, uno quien ejerza el poder sobre el otro y “el otro” sobre el que recaiga. Para Sánchez Vázquez (1998) la violencia <<tiene en sí una carga negativa en cuanto que entraña siempre desarticular o doblegar la voluntad del otro y, por tanto, sujetarle o arrancarle de su legalidad propia. O sea: alterar o destruir su autonomía. La violencia, por su naturaleza misma, excluye valores como la igualdad, la libertad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y a la autonomía del otro >> (Sánchez Vázquez, 1998: 11). 26 En la definición de violencia de Echeverría (1998), se aclara que ésta es una cualidad propia de una acción, es decir que cualquier acción puede ser generadora de violencia; sin embargo cabe mencionar que las acciones que generan violencia no se dan porque sí, sino que estas mismas acciones tienen un fin que utiliza a la violencia como medio para objetivarlo, de este modo la violencia se ejerce no por azar del destino, como sí porque es la manera histórica más efectiva para alcanzar determinada finalidad. En palabras de Sánchez Vázquez (1997): La finalidad como adecuación consciente a un fin es una categoría específica del ser humano […] en su existencia efectiva, concreta, histórica. La finalidad se da en la conciencia y es la expresión ideal de una determinada relación entre el sujeto y el objeto que encuentra su culminación en la transformación del segundo por el primero, es decir, en la práctica. La transformación de la realidad supone un conocimiento de ésta. Pero la relación entre el pensamiento abstracto y la acción pasa por los fines que el hombre se propone. Los fines expresan idealmente determinada necesidad que sólo puede ser satisfecha transformando la realidad. Por ello, el fin no puede quedarse en su plano ideal, sino que exige ser realizado, materializado, para satisfacer la necesidad que él mismo expresa (Sánchez Vázquez, 1997: 178). La violencia como medio permite el salto de lo ideal a lo real: <<el medio de por sí es un instrumento; o sea, no tiene su fundamento en sí, sino en el fin del cual recibe una significación humana, que lo priva de su realidad en sí” (Sánchez Vázquez, 1997: 182). Con ello, se tiene que la violencia nunca será un acto aislado o que venga de la nada. Ya sea por un acto consciente o por una mera reproducción, la violencia es un medio para materializar cierta finalidad, el cual “no existe por sí mismo sino en su relación con el fin, (por lo que) no se puede elegir abstractamente. Los medios se dan en una determinada situación, y, en este sentido, no los elige libremente el sujeto. […] Pero en esta relación dialéctica, lo determinante es el fin que expresa idealmente la necesidad de transformar una realidad dada” (Sánchez Vázquez, 1997: 183). Si se hace una pequeña reflexión histórica, se podrá notar como es que el uso de la violencia ha cambiado, haciendo de ella cada vez más un medio propio y exclusivo del Estado, quien se ha encargado de legitimarla. Con base en lo anterior podemos entender que la violencia no es necesariamente un acto que implique un reconocimiento, sino que hay distintos tipos de la misma, unos de los cuales son 27 visibles, mientras otros aparecen invisibles ante nuestros ojos pero legitimados. De acuerdo con Slavoj Žižek (2008), la violencia se divide en dos principales rubros: Comenzando por la violencia subjetiva, tenemos que ésta es simplemente la parte más visible de la violencia, y la cual podemos catalogar como consecuencia de la violencia objetiva. En cuanto a la violencia objetiva encontramos dos divisiones: <<en primer lugar hay una violencia encarnada en el lenguaje y sus formas>>, a esta violencia la denominaremos violencia simbólica, pues es ella la encargada de hacernos entender y producir ciertas diferencias. En segundo lugar existe otro tipo de violencia, a la que Žižek llama <<sistémica>>, que son las consecuencias a menudo catastróficas del funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas económico y político (Žižek, 2008 : 10). Tanto la violencia simbólica como sistémica se unen en un mismo tipo porque es a veces complicado separarlas, ambas se necesitan para legitimar cierta estructura desigual, la cual no comprenderíamos si no fuese por los símbolos y el lenguaje que ellas implican. En palabras de Sáez (1990), nosotros: Somos herederas y herederos de una civilizacióndonde gran parte de la violencia primaria se invisibiliza o se hace apenas perceptible, convertida pura y simplemente en aplicación de la ley que, actuando de manera cotidiana, contribuye a mantener y defender el poder hegemónico, adquiriendo las características de <<normalidad>> de todo lo que se torna en habitual, mediante el cumplimiento de una norma impuesta de hecho o derecho (Sáez, 1990 :2). Violencia subjetiva Violencia objetiva Simbólica Sistémica 28 Es de esta forma como la historia de la humanidad es paralela a la historia del poder violento, al no ser la institución la que sólo legitima unas formas de violencia, sino la que engendra otras formas al redistribuir el poder, entre Estados, entre clases, entre razas o entre sexos (Gallego, 1990 : 70). Vivimos en un mundo en el cual la desigualdad se ha naturalizado en vez de socializarla, donde mujeres, niños, pobres, indígenas…, estamos abajo porque históricamente las instituciones así se han organizado, un mundo en el que soñar no está prohibido (al menos así se aparenta), pero simplemente nos es imposible hacerlo. Hay un orden que nos mantiene abajo, el cual ni siquiera notamos, y por lo tanto no nos interesa notar. Es como Sánchez Vázquez dice: <<la violencia no sólo aparece a tambor batiente, sirviendo a las relaciones de dominación y explotación o a los intentos de liberarse e independizarse de ellas, sino también haciendo crecer, sorda y calladamente, el árbol del sufrimiento en la vida cotidiana>> (Sánchez Vázquez, 1998: 9). Situaremos al patriarcado como parte de esta violencia objetiva, al ser éste una estructura que se ha perpetuado a través de los siglos y se nos ha presentado como “natural”, cuya finalidad ha sido subyugar a las mujeres para que el poder y la jerarquización masculina sigan en pie. Según Marcela Lagarde (1993:91) el patriarcado <<es uno de los espacios históricos del poder masculino que encuentra su asiento en las más diversas formaciones sociales y se conforma por varios ejes de relaciones sociales y contenidos culturales>>. El patriarcado entonces no ha sido una estructura de opresión autónoma con respecto al resto de opresiones y dominaciones, sino que se ha relacionado con un conjunto indiferenciado de opresiones: raza, género, etnia y clase social (Herrera Flores, 2005); dando lugar así a diversos mecanismos de opresión. De esta manera el poder patriarcal ha recaído de distintas maneras en los diversos sectores de la sociedad, dependiendo siempre del período histórico que se trate. Con referencia al simbolismo del espacio, recordemos que éste es también una estructura de poder y dominación, a partir de la cual adquirimos ciertos códigos, los cuales forman nuestra idea del lugar al que pertenecemos en la sociedad; así ciertas actitudes, modos, vestimenta, etc., reflejan toda una concepción del mundo, la cual es totalmente entendible para los miembros de la sociedad que la componen ya que han sido educados para entender y mantener ese modo de dominación simbólica: El orden social funciona como una inmensa máquina simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya: es la 29 división sexual del trabajo, distribución muy estricta de las actividades asignadas a cada uno de los dos sexos, de su espacio, su momento, sus instrumentos; es la estructura del espacio, con la oposición entre el lugar de reunión o el mercado, reservados a los hombres, y la casa, reservada a las mujeres, o, en el interior de ésta, entre la parte masculina, como del hogar, y la parte femenina, como el establo, el agua y los vegetales; es la estructura del tiempo, jornada, año agrario, o ciclo de vida, con los momentos de ruptura, masculinos, y los largos periodos de gestación, femeninos" (Bordieu, 1998 : 22). La violencia objetiva utiliza también a los símbolos para alcanzar su finalidad, la cual es en este caso justificar y mantener las diferencias. Los símbolos funcionan de tal manera que la violencia: Sólo se realiza a través del acto de conocimiento y de reconocimiento práctico que se produce sin llegar al conocimiento y a la voluntad y que confiere su «poder hipnótico» a todas sus manifestaciones, conminaciones, sugerencias, seducciones, amenazas, reproches, órdenes o llamamientos al orden. Pero una relación de dominación que sólo funcione por medio de la complicidad de las inclinaciones hunde sus raíces, para su perpetuación o su transformación, en la perpetuación o la transformación de las estructuras que producen dichas inclinaciones (y en especial de la estructura de un mercado de los bienes simbólicos cuya ley fundamental es que las mujeres son tratadas allí como unos objetos que circulan de abajo hacia arriba) (Ibíd., 58, 59). El patriarcado es pues, una estructura de dominación necesaria para mantener el poder en manos de los hombres y que utiliza la perpetuación de las diferencias entre los sexos para así pervivir y asegurar su reproducción. Se tiene entonces que el patriarcado ha necesitado transformarse a través del tiempo pero, a pesar de ello como de su invisibilidad, mantiene el objetivo final de la descalificación de los valores atribuidos a las mujeres. Para el presente trabajo se tomará en cuenta el concepto de patriarcado capitalista, ya que se abordará un período histórico en el que el capitalismo comenzaba con su expansión, y en el que, a pesar de que no existía un capitalismo industrial ni 30 avanzado, sí se tenían las bases del mismo. El concepto de patriarcado capitalista hace referencia a una “relación dialéctica que se refuerza mutuamente entre la estructura de clases capitalista y la clasificación sexual jerarquizada” (Einsenstein, 1980:15), e incluye en sí, una totalidad de estructuras, procesos, relaciones e ideologías, que están lejos de tomar en cuenta sólo el comportamiento individual de los hombres, sino todo un sistema que pasa por la división del trabajo, la doble jornada, la diferencia salarial y la carencia de poder de las mujeres en la política tradicional (Gallego, 1990 : 75). Tomando como base lo ya mencionado, se concluye que el patriarcado en general y el patriarcado capitalista en particular, generan opresiones que producen pocas y reducidas formas de ser mujer. Para entender el impacto e incidencia de dichas opresiones es necesario examinar las estructuras de poder que existen en la sociedad. Eisenstein identifica algunas de ellas, éstas son: la estructura de clases capitalista, el orden jerárquico de los mundos masculino y femenino del patriarcado y la división racial del trabajo que se practica en una forma muy particular dentro del capitalismo pero que tiene raíces precapitalistas en la esclavitud. El patriarcado capitalista, en tanto que sistema jerárquico explotador y opresor requiere de la opresión racial junto con la opresión sexual y la de clase. Las mujeres comparten la opresión unas con otras, pero lo que comparten como opresión sexual es diferente según las clases y las razas, de la misma manera que la historia patriarcal siempre ha dividido y diferenciado a la humanidad según la clase y la raza (Eisenstein 1980; citado en Lagarde, 1993 : 89-90). La producción de diferencias es indispensable para la jerarquización de la sociedad, y por lo tanto para la existencia del capitalismo. Es así que la violencia patriarcal tiene su base en la misma institucionalización de la familia, se refuerza en la sociedad civil y se legitima en el Estado (Hierro, 1998 : 267). No olvidemos que el patriarcado y el capitalismo forman la economía política de la sociedad, y no lo hacen únicamente el uno o el otro, sino una combinación muy particular de los dos (Eisenstein 1980 : 40). 31 c. La espacialización de la violencia patriarcal. Todo acto necesita del espacio para llevarse a cabo, nosiendo la violencia una excepción. Si recordamos la definición de violencia de Echeverría (1998) encontramos que para que exista violencia debe haber primero una acción que la ejerza, de este modo podemos entender que toda violencia tendrá su repercusión espacial, ¿y por qué no?, que los espacios implican y nos representan violencia10. Debido a ello el espacio es en sí un concepto fundamental para estudiar a la sociedad, ya que los lugares y los límites son atributos importantes, si no es que vitales, para la definición de los objetos, eventos, y las relaciones existentes en el mundo que nos rodea (Harvey, 1996 : 264). En palabras de De Certau, los movimientos diarios «no están localizados; más bien, ellos espacializan» (De Certau, en Harvey, 1998 : 238), es decir, producen espacio. La violencia patriarcal, también produce espacio. Recordemos que el espacio no es un contenedor, sino << la suma indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de acciones>> (Santos, 2000: 66). Así la violencia se espacializa al relacionarse con los objetos con una determinada finalidad, y al hacerlo no sólo se está produciendo espacio, sino que está ejecutando la finalidad que le vio nacer. Tenemos pues, que esa relación entre el sujeto que realiza la acción y el objeto se normaliza de cierto modo y se ve mediada por el habitus de la sociedad en general. Esto se traduce en un simbolismo de las acciones, es decir que uno ya sabe cómo comportarse en el espacio, y, cuando se llega a desafiar esa manera de entender las relaciones se habla entonces de transgresión. Es de este modo que las prácticas sociales y su espacialización son formas de reproducción de la sociedad. Ahora bien, mencionamos en el primer apartado que una de las diferencias específicas del espacio es que este podía llegar a materializarse. De manera amplia podemos decir que la violencia patriarcal se ha materializado asignando, a través de 10 Los espacios representan violencia porque las prácticas que se dan ahí es lo que están simbolizado. Si un grupo se apodera del espacio y lo hace no con base en los ideales y códigos ya marcados, entonces estará marcando una diferencia, que, en palabras de Bourdieu, se tornará abismal (2000: 222). Esa diferencia será tomada como una manera de desafiar al orden preestablecido, el cual ya todos hemos aceptado, por lo cual será visto ante nuestros ojos como un acto de rebeldía, la cual identificamos con violencia. Debemos recordar que el espacio es también subjetivo y por lo tanto muchas veces la simbolización que se tenga de él puede ser más fuerte incluso que la materialidad que lo compone. En cuanto al espacio que implica violencia tenemos que todos los espacios son violentos, pues de antemano han sido producidos con una intención política de generar diferencias para la perpetuación de ciertos poderes. Es lo que llamamos violencia sistémica, que forma parte de la violencia objetiva en la que nos desarrollamos día con día. 32 los siglos, lugares propios para las mujeres y lugares propios para los hombres, para así crear una división territorial del trabajo acorde a sus intereses; en palabras de Harvey << la producción del espacio es la producción de la sexualidad y los roles de género>> (1996: 228). El espacio no es inocente sino producido con cierta intencionalidad. La mayor capacidad para producirlo la tienen los grandes poderes; en la sociedad novohispana del siglo XVII podríamos hablar del capitalismo, el Estado y la Iglesia como los tres poderes reguladores de la estructura social. Estas tres instancias sociales tenían tal poder que podían transportar su ideología al resto de la población, utilizando al espacio como un instrumento, haciendo que ese espacio delimitara prácticas sociales y haciendo que esas prácticas espacializaran su ideología. Ninguna de estas instituciones fue independiente de la otra, y las tres ocuparon la violencia patriarcal con el mismo fin: preservar las jerarquías. Sin notarlo, los miembros de la sociedad reprodujeron esta violencia y al llevar a cabo sus acciones diarias la espacializaron. Las personas internalizan la estructura que les dio origen al mismo tiempo que tienden a normalizarla y a aceptar las diferencias que establece. Así, al hablar de violencia patriarcal se entiende que la sociedad que la ejerza tiene esta misma adjetivación, “patriarcal”, lo que provocará que el espacio se organice con base en el poder masculino, el cual buscará legitimarse en esa posición de superioridad a través de la institucionalización de su discurso y de la producción de espacio, tanto en su acepción objetiva como subjetiva. En palabras de Gallego: En esta nuestra estructura social nos movemos con los límites que ella establece, esa es la manera en la que nos organizamos, y el espacio es clave y testigo de esa organización. Con la violencia patriarcal sucede lo mismo, pues es ella misma una estructura que ha estado presente en la sociedad a través de los siglos, así esta estructura también ha marcado sus objetos, sus espacios. En todo caso, la desigualdad es desigualdad en la distribución del poder, y ésta es una fórmula general que subyace tras la violencia estructural (Gallego, 1990: 72). Retomando la idea de que la violencia es un medio para conseguir cierta finalidad y en relación con lo anterior, es necesario hacer hincapié en que los fines también están condicionados; <<ellos brotan de necesidades e intereses humanos; no son fines de un hombre abstracto, intemporal, sino de un hombre concreto, inserto en 33 unas relaciones humanas determinadas>> (Sánchez Vázquez, 1997: 180). La violencia patriarcal se ha ejercido en una organización espacial de diferencias, y ella misma ha sido pieza fundamental para mantener este orden. Ahora que, en la violencia patriarcal de inicios del capitalismo, encontramos que este sistema económico también la ocupó tanto para producir riquezas utilizando a la familia como un modo de generar mano de obra; como para hacer que la propiedad privada no se pulverizara y se perdiera, esto a través de la institución del mayorazgo, en la cual todas las propiedades se heredaban al primer hijo varón que naciera. Así la familia ha sido una instancia social necesaria para la prolongación del patriarcado: La Familia es la que asume sin duda el papel principal en la reproducción de la dominación y de la visión masculina, en la Familia se impone la experiencia precoz de la división sexual del trabajo y de la representación legítima de esa división, asegurada por el derecho e inscrita en el lenguaje ( Bourdieu, 1998:107). Además de la familia existen otras instituciones que también han basado su organización en el dominio masculino. Un ejemplo claro de este tipo de instituciones lo encontramos en la Iglesia, de la cual Bourdieu menciona que: […] habitada por el profundo antifeminismo de un clero dispuesto a condenar todas las faltas femeninas a la decencia, especialmente en materia de indumentaria, y notoria reproductora de una visión pesimista de las mujeres y de la feminidad, inculca (o inculcaba) explícitamente una moral pro familiar, enteramente dominada por los valores patriarcales, especialmente por el dogma de la inferioridad natural de las mujeres (ídem). Esta Iglesia no sólo actúa de forma directa, sino que utiliza otras instancias sociales para propagar su propia ideología en el inconsciente humano. Bourdieu (1998) hace hincapié en que esto se logra con ayuda de múltiples variables, entre las que podemos encontrar <<el simbolismo de los textos sagrados, de la liturgia e incluso el espacio y el tiempo religioso>> (108). La violencia patriarcal que ha inculcado la Iglesia como otras instituciones no sólo nos ha proporcionado un prototipo de lo que debe ser una mujer, sino que
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