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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE POSGRADO EN ECONOMÍA FACULTAD DE ECONOMÍA LOS CONSULADOS DE COMERCIANTES EN LA INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA, EL CASO DEL CONSULADO DE MONTEVIDEO. 1794-1838 TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE MAESTRO EN ECONOMÍA PRESENTA: LUIS ALBERTO AGUIRRE MONTAÑO DIRECTOR DE TESIS: DR. JOSÉ ANTONIO IBARRA ROMERO DIVISIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO DE LA FACULTAD DE ECONOMÍA Investigación realizada gracias al Proyecto CONACYT CB_2011/168120 “Globalización comercial, Corporaciones y Redes de negocios en Hispanoamérica en los siglos XVIII-XIX”. Así también al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM, Proyecto IN305813 "La gran empresa familiar mexicana, 1960 - 2008" y al Proyecto IN 404413 “La Universidad Latinoamericana del siglo XX a través del archivo de la UDUAL” Agradezco a la DGAPA-UNAM la beca recibida. México D. F. Mayo de 2014 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. I II Agradecimientos Quisiera comenzar por agradecer a la Universidad Nacional Autónoma de México, al abrigo de la cual se desarrolló esta investigación. De la misma manera agradezco al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el cual me otorgó la beca para estudios de maestría así como una beca en calidad de asistente de investigación dentro del Proyecto CONACyT CB_2011/168120 bajo la responsabilidad del Dr. Antonio Ibarra. También me vi beneficiado del apoyo de la UNAM por medio del Proyecto PAPIIT IN305813 bajo la dirección de la Dra. María Eugenia Romero Ibarra, y del Proyecto PAPIIT IN404413 bajo la supervisión del mencionado Dr. Antonio Ibarra. Aunque pareciera trillado equiparar la elaboración de una tesis con un camino andado, resulta que al poner un punto final al texto, es obligado echar una mirada en retro y, efectivamente, se redibuja el derrotero pasado, a veces con color y voz que no habían sido apreciados en su momento. La cantidad de agradecimientos personales que este trabajo demanda es directamente proporcional al tiempo y kilómetros empleados para su culminación. El inicio del camino es innegablemente producto del esfuerzo y cariño de mi familia: mi padre, mi madre y mi hermano, a ellos les dedico ese camino recorrido y el que queda por delante. Así también, a esos con quienes tengo la suerte de compartir uno u otro apellido, mi agradecimiento por estar presentes cada uno a su manera. Y a Karla, con quien no comparto apellidos pero sí una parte del derrotero. De ningún modo hubiera sido posible siquiera concebir este trabajo, ni ningún plan a futuro, sin el apoyo del Dr. Antonio Ibarra. Su guía y paciencia (no se de cuál de las dos tuvo que emplear más) posibilitaron que estas páginas constituyan el cierre de una fase del camino y, a la vez, el inicio de otra. No hubiera tenido las fuerzas necesarias para andar, si no me hubiera visto beneficiado del programa de “desayunos escolares” que el Dr. Ibarra mantiene a la par con la Dra. Inés Dussel, a la cual agradezco también su apoyo. El camino se fue construyendo, y facilitando, gracias al apoyo y guía, producto sobre todo del diálogo, del excelente conjunto de profesores que he tenido la suerte de encontrar en las aulas. Al Dr. Enrique Semo, al Dr. Ernest Sánchez Santiró, al Dr. Mario Contreras, a la Dra. María Eugenia Romero Ibarra, a la Dra. Elsa Gracida, a la Dra. María Eugenia Romero Sotelo y a la Dra. Ana Carolina Ibarra, mi más grande agradecimiento y reconocimiento en su labor. Así también, agradezco a mis lectores: el Dr. Bernd Hausberger y el Dr. Antonio García de León que posibilitaron una pronta corrección y ejecución del trámite de titulación. III El oficio del historiador es, por definición, un ejercicio de ermitaño, sin embargo quiero agradecer a los colegas que hicieron del camino algo menos solitario. Ellos colocaron, entre página y página, una risa o hasta una carcajada. En primer lugar a Iliana Quintanar y a Paola Chenillo, cuyo apoyo cobró dimensiones mucho más allá de lo académico, sin ellas las piedras en el camino seguramente hubieran sido montañas. También quiero agradecer la siempre eficaz y atenta ayuda de Patricia Correa, sin ella los engranes nunca hubieran marchado. A los profesores y colaboradores en el Proyecto “Globalización…”, en especial a Yovana Celaya y a Álvaro Alcántara, sin cuya retroalimentación las líneas sueltas de esta investigación hubieran nublado el resultado. Atravesar casi por entero el continente para llegar al extremo austral no es empresa fácil. Sin embargo el viaje y aterrizaje se facilitan cuando se cuenta con la guía y apoyo de las personas indicadas. Muchas gracias a la Dra. Inés Moraes y al Dr. Luis Bértola de la Universidad de la República, en Uruguay. Así también a todos los miembros de la Unidad Multidisciplinaria y del Programa de Posgrado en Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales en dicha Universidad, en especial a Melissa Hernández. También resultó invaluable la ayuda del personal del AGN en Uruguay para el trabajo documental. Por último, el camino hubiera sido muy aburrido y monótono sin la presencia de grandes amigos. A mis compañeros en la Maestría y a mis camaradas de TKD y RASH-DF, que entre exámenes, golpes, música y risas encontramos la manera de condimentar la vereda, cada quien a su estilo y forma. Mayo 2014 IV Índice De comerciantes, y revoluciones. A manera de introducción .................... 1 Capítulo 1. En los márgenes: La Carrera de Indias y el Río de la Plata ................................................................................................................................... 23 El control y el monopolio: La Carrera de Indias ................................................ 24 Entre la dimensión pública y la privada: el arreglo consular del Antiguo Régimen ................................................................................................................. 28 El Río de la Plata se suma al entramado comercial ............................................ 36 Reformar para mantener, el reformismo borbónico: comercio y consulados .. 41 El reformismo en el Plata: Montevideo aparece y se fortalece ........................... 54 Capítulo 2. Divorcio en el Plata: Intereses enfrentados, autonomías y un Consulado al otro lado del Río ................................................................... 59 Guerras, mercados y mercancías: el belicismo constante del siglo XVIII y las reformas comerciales ............................................................................................ 59 El resultado de las reformas comerciales en el Plata .......................................... 72 Mercaderes y negocios: los actores comerciales en ambas orillas .....................80 El Consulado de Buenos Aires: creación y labor como cabecera comercial del Virreinato .............................................................................................................. 88 Río en medio: Los Diputados, la Junta de Comercio y la erección del Consulado de Montevideo .......................................................................................................98 Capítulo 3. Entre imperios y revoluciones: el comercio montevideano y las finanzas del Consulado en la conformación del Estado uruguayo, 1812-1838 ............................................................................................................... 110 La nueva cabecera del “Virreinato”: bastión de resistencia realista en el Plata ............................................................................................................................... 111 Cuando la revolución nos alcanzó: el régimen porteño en Montevideo y la “Patria Vieja” ....................................................................................................... 123 La otra Corona en el Plata: el régimen portugués y la Provincia Cisplatina .. 136 Nueva República, viejas y nuevas disputas. Inicios del periodo independiente del Estado uruguayo ........................................................................................... 148 Ampliando la escala de observación: miembros del tribunal consular, finanzas del Consulado y tendencias del comercio montevideano (1812-1838) .............. 161 El Plata a la luz de los circuitos comerciales: a modo de conclusión . 168 Bibliografía y fuentes ........................................................................................ 177 1 De comerciantes y revoluciones. A manera de introducción Las primeras décadas del siglo XIX fueron el escenario donde el desmembramiento del Imperio hispánico en América dio vida a una multitud de naciones independientes que, más allá de desligarse de su condición colonial, asumieron como forma de gobierno la vía republicana y el liberalismo. Dentro de este concierto de naciones, la región del Río de la Plata cobra un significado importante por la lejanía de los centros políticos y económicos tradicionales del sistema imperial. Esto provocó que, al iniciarse los movimientos independentistas, la región quedara desvinculada de la metrópoli en un tiempo relativamente corto. Sin embargo, se abrió el escenario para el conflicto entre facciones internas, poderes regionales y potencias europeas, que buscaban establecer su control en estos territorios. En este contexto la llamada “Banda Oriental”, en referencia a su posición en los Ríos Uruguay y de la Plata, tuvo un significado trascendental en el devenir histórico de la región. Era el extremo austral del Imperio hispánico, punto de frontera con el Imperio Portugués y de confluencia de intereses comerciales en Montevideo, su ciudad-puerto más importante. La región rioplatense mantuvo durante toda la época colonial un vínculo importante con el mercado del Alto Perú, dejando así una impronta comercial que marcó su desarrollo en la época posterior a la independencia. La región tenía como foco económico y político la ciudad de Buenos Aires, cabecera virreinal, la cual trató de mantener bajo su control, una vez estallada la independencia, a todos los territorios heredados de su jurisdicción colonial. Montevideo y la Banda Oriental significaron una fragmentación de esta unidad, la cual transitó por un sinuoso derrotero hasta lograr su independencia. 2 Tanto para Buenos Aires como para Montevideo, la principal actividad era el comercio ligado a la Península, mientras que los circuitos mercantiles del interior del Virreinato estaban concentrados en el primer puerto. Por lo tanto, desarrollaron una clase mercantil bastante importante, compuesta por individuos cuya actividad económica giraba en torno al comercio de ultramar, cobrando relevancia tanto a nivel económico como a nivel político. Los individuos ligados al comercio de ultramar estaban agrupados y representados, en el Antiguo Régimen hispánico, por los Consulados de comerciantes. Bajo esta corporación obtuvieron diferentes prerrogativas por parte de la Corona a cambio de la cooperación, en diferentes dimensiones, con el orden colonial. Una vez que estallaron los conflictos bélicos de independencia en el Plata, los Consulados de comerciantes trataron de reubicarse en el nuevo y trastornado estado de cosas. Para esto hicieron uso de diferentes estrategias que el control del comercio les proveía y así marcaron su posterior sobrevivencia o desaparición en el orden republicano. Objetivos La presente investigación busca analizar el camino por el cual transitó el comercio agremiado de Montevideo desde fines del siglo XVIII hasta su disolución como corporación en la primera década de vida independiente de la República Oriental del Uruguay. Así también, se busca elucidar el papel que jugó dicha corporación en la conformación del Estado uruguayo en las primeras décadas del siglo XIX. La materia a investigar cobra otro nivel de relevancia al considerar en el vacío historiográfico que existe sobre la temática consular montevideana. Los consulados de comerciantes han sido prolijamente estudiados en el ámbito de la historiografía latinoamericana reciente. Sin embargo, esta temática ha sido relegada por los estudiosos uruguayos, mientras que los investigadores argentinos la han tocado sólo tangencialmente. Como se podrá observar en el Estado de la cuestión, se revela como una tarea de primer orden cerrar la brecha de investigación sobre este Consulado con respecto a los sus pares en Hispanoamérica. 3 Hipótesis La hipótesis central de esta investigación es que el Consulado de comerciantes de Montevideo debió tener un alto grado de adaptación al contexto político cambiante, producto del desmembramiento del Imperio hispánico y la sinuosa conformación de las repúblicas independientes, sumado a la injerencia de las potencias europeas. Esta capacidad adaptativa se tradujo en una existencia relativamente larga en comparación con la mayoría de sus símiles hispanoamericanos, particularmente el Consulado de Buenos Aires, que se extinguió en 1821. La tardía creación del Consulado en Montevideo y las coyunturas políticas de la región le proveyeron de una particularidad histórica en el proceso de conformación de la República independiente, ésta se expresó mediante un estado de subordinación, como medida de integración, a los diferentes regímenes que transitaron. Plan de la obra El método de exposición de esta investigación va de lo general hacia lo particular, es decir, del contexto imperial hispánico se irá cerrando la escala de observación hasta llegar a la organización consular montevideana. Este recorrido hará posible una visión de conjunto que pondrá en evidencia las interconexiones entre los ciclos comerciales y el contexto político, así también entre agentes mercantiles y actores políticos. El primer capítulo busca establecer el marco geográfico, político, jurídico y económico en que se desarrollará la investigación. La narrativa de todo este capítulo tiene un perfil histórico-político, siendo la Carrera de Indias el centro del análisis. Por lo tanto, la observación comienza en el contexto imperial, para esto se necesita la descripción del marco jurídico en el cual se desarrollaba el sistema comercial y, en particular, la forma corporativa del comercio en la organización consular. La escala de observación se ciñe después hacia el papel del Río de la Plata en el entramado imperial, así como su modificación con la implementación del reformismo borbónico a mediados del siglo XVIII. Dentro de este contexto reformista, Montevideo cobra auge como punto geoestratégico: como puerto 4 principal de la región y como punto de contacto con las posesiones portuguesas en América. El segundo capítulo acude a una narrativa económica al analizar los resultados del reformismo borbónico a nivel comercial, sobre todo ciñéndose al espacio rioplatense. Los diversos conflictos bélicos en la Europa del siglo XVIII tuvieron su repercusión en las posesiones coloniales. Bajo este contexto se desarrolló el espacio rioplatense comopunto de importancia geopolítica por la confluencia de intereses de diversos actores. El desarrollo económico para la región estuvo comandado por una clase mercantil particular, por lo tanto conviene delinear su perfil y diferenciar sus componentes en ambas orillas del Río. La creación del Consulado de Comerciantes de Buenos Aires en 1794 fue un punto de quiebre para la organización del espacio comercial, su labor como tribunal mercantil y junta de fomento económico dio a la región un impulso, sobre todo en el contexto de liberalización comercial de fines del siglo. Pero la rivalidad comercial y política entre ambas bandas del Plata fragmentaron la unidad virreinal hasta su completa escisión en la primera década del siglo XIX, su expresión más importante a nivel mercantil, y objetivo final de este capítulo, fue la creación del Consulado de comerciantes de Montevideo en 1812. El tercer y último capítulo rastrea la trayectoria del Consulado de Montevideo desde su creación a fines del régimen colonial hasta su disolución por el gobierno republicano en 1838. Para este objetivo se utiliza una cronología política, pero los periodos resultantes se analizan desde una visión económica y mercantil, sobre todo en relación a la vida corporativa del comercio montevideano. Para tal efecto seguimos tres ejes que guían la narración: el contexto político, el desarrollo comercial, y la organización consular. Entrelazando los tres elementos obtenemos la visión integral sobre el devenir histórico del Consulado, sus objetivos y resultados, en la vacilante construcción del Estado uruguayo a inicios del siglo XIX. Estado de la cuestión Para realizar una síntesis cabal sobre la producción historiográfica pertinente al presente estudio, dado el entrelazamiento de temáticas que conforman un crisol de 5 obras, se pueden delimitar tres ejes fundamentales que servirán de guía, a saber: a) El sistema comercial del Imperio Ibérico; b) El papel y evolución de la clase mercantil y la organización consular; c) La conformación de los estados nacionales en Iberoamérica, haciendo énfasis en la producción historiográfica uruguaya al respecto. Respecto a la primera temática, el sistema comercial hispánico durante la época colonial, deben considerarse en primer lugar las grandes obras de Earl Hamilton,1 la escrita por la dupla de Huguette y Pierre Chaunu2 y la de Clarence Haring.3 Estas obras pioneras sentaron el camino sobre el análisis de la Carrera de Indias que habría de desarrollarse posteriormente. Así también encontramos obras más recientes que revisan y amplían las cifras con trabajo de archivo y que recogen diversas aportaciones teórico-metodológicas para así lograr ampliar el análisis. Dentro de estas obras cabe destacar las aportaciones de Antonio García-Baquero,4 Michel Morineau,5 Geoffrey Walker,6 John Fisher,7 y la dupla de Stanley y Bárbara Stein.8 Estas investigaciones nos aportan el entramado general sobre el sistema comercial así como cifras que reconstruyen la cuantía del tráfico de mercancías en el Atlántico. Constituyen obras de referencia general que vale la pena asimilar como marco de referencia. Por otro lado, cabe rescatar autores que echan luz sobre el funcionamiento de los circuitos mercantiles hispánicos en la región del Río de la Plata. En primer lugar la obra de Carlos Sempat Assadourian,9 en la cual se encuentra un modelo de inserción al sistema comercial imperial de la región altoperuana en el siglo XVII. Por otro lado, los textos de Fernando Jumar10 conforman un análisis escrupuloso del sistema comercial rioplatense en el siglo XVIII, tanto a nivel temático como 1 Hamilton, American, 1939. 2 Chaunu, Séville, 1955-1960. 3 Haring, Comercio, 1939; Haring, Imperio, 1966. 4 García-Baquero, Cádiz, 1976. 5 Morineau, Incroyables, 1985. 6 Walker, Política, 1979. 7 Fisher, Comercio, 1993; Fisher, Relaciones, 1992; Fisher, Imperial, 1985. 8 Stein, Plata, 2002. 9 Assadourian, Sistema, 1983. 10 Jumar, Commerce, 2000; Jumar, Fernando, Comercio, 2004. 6 metodológico y de fuentes. Por último, la tesis doctoral de Fabricio Prado11 constituye un esfuerzo analítico del entorno comercial en la Banda Oriental enfocado en las relaciones con las posesiones portuguesas en América. Finalmente, se puede revisar la obra de John Elliot12 como una visión alternativa del entramado imperial. El autor esquematiza las líneas generales de los procesos de ocupación, organización y resultados de los gobiernos coloniales en los territorios americanos, durante poco más de 300 años, de los imperios británico y español. La óptica resulta renovadora al sentar las bases de una comparación entre ambos imperios, de esta manera podemos advertir la geopolítica europea desde dos tribunas diferentes y, sobre todo, contrarias. Al pasar al segundo eje temático, la producción historiográfica sobre los consulados de comerciantes y las comunidades mercantiles, encontramos una gran cantidad de estudios en las últimas décadas: desde el texto clásico de Robert Smith13 escrito a mediados del siglo pasado, donde expone las principales características del régimen consular medieval y su transfiguración en los dominios del Imperio español, poniendo énfasis en la evolución a través de los siglos. Conviene recuperar también el estudio clásico de David Brading14, sobre el bajío mexicano a fines de la época colonial, en el cual sentó las bases del análisis de los grupos de poder y élites en el desarrollo de la economía tardocolonial. Así también, encontramos el libro de Christiana Borchart de Moreno15 publicado en la década de 1980, sobre los miembros del Consulado de Comerciantes de la Ciudad de México en el siglo XVIII; donde da cuenta, a través de un gran trabajo de archivo, incluyendo en notarías, el papel de los comerciantes como un grupo de la élite económica. Referente a la Ciudad de México encontramos otro texto clásico sobre élites y redes coloniales, el texto del Dr. John Kicza16 nos describe las formas 11 Prado, Shadows, 2009. 12 Elliot, Empires, 2006. 13 Smith, Historia, 1978. 14 Brading, Mineros, 1975. 15 Borchart, Mercaderes, 1984. 16 Kicza, Empresarios, 1986. 7 de interacción de la élite virreinal y una caracterización de ésta como un grupo heterogéneo con estrategias particulares. La producción historiográfica más reciente sobre el Consulado de la Ciudad de México, nos remite irremediablemente a los trabajos realizados por Guillermina del Valle. En ellos aborda diferentes temáticas alrededor del Consulado como su formación y papel en el largo plazo durante el periodo colonial novohispano: como agente financiero de la Corona y actor político en conflictos como la defenestración del Virrey Iturrigaray, inmersa en la controversia por la aplicación de la Consolidación de Vales Reales.17 Referente al Consulado limeño encontramos los trabajos realizados por Jorge Basadre y Rómulo Ferrero,18 María Rodríguez,19 Carmen Parrón,20 y Cristina Mazzeo.21 Los dos primeros, han escrito textos que constituyen obras clásicas de la década de los sesenta del siglo pasado: en ellas el objetivo central está en el periodo republicano de la institución mercantil peruana, por lo que el espacio dedicado al Consulado colonial es reducido. Por su parte, las obras de Parrón y Mazzeo son textos más recientes y ubican su horizonte temporal en el reformismo borbónico. Para el siglo XVIII podemos comenzar por las obras referentes a los Consulados novohispanos. El caso de Guadalajara es analizado en los trabajos presentados por Antonio Ibarra ofrecen diferentes puntos de análisis alrededor de éste como pueden ser el estudio de la vida corporativa que se tambalea entre el Antiguo Régimen y la modernidad reformista, los costes de transacciónimplicados del control mercantil consular, una comparación con el caso del Consulado de Buenos Aires como organizaciones producto del reformismo borbónico, e incluso 17 Valle, Consulado, 1997; Valle, Oposición, 2000; Valle, Apertura, 2003; Valle, Finanzas, 2012. 18 Basadre, Historia, 1963. 19 Rodríguez, Tribunal, 1960. 20 Parrón, Reformas, 1995. 21 Mazzeo, Consulado, 2003. 8 problematiza el uso de fuentes consulares para la aproximación cuantitativa del periodo.22 Para el caso del Consulado de Veracruz encontramos los trabajos de Matilde Souto sobre la creación y papel del Consulado de comerciantes de Veracruz, así como el tratado de las fuentes primarias y bibliográficas. En él se dibuja la institución consular y la aparición de los nuevos Consulados como parte de la política borbónica de adaptación al nuevo mundo comercial, el papel del Consulado en la transformación del puerto, las políticas del mismo en el tráfico legal e ilegal y su posterior actuación en el régimen independiente.23 También cabe citar el análisis y una nueva problematización que hace Antonio García de León en su obra sobre el puerto de Veracruz, en una visión de largo plazo, es decir, para todo el periodo colonial, así como su estudio puntual sobre la creación del Consulado de aquel puerto.24 El texto de Óscar Cruz rescata el acervo documental de los consulados erigidos durante la administración borbónica, donde compila las Cédulas de erección de todos los Consulados hispanoamericanos creados en la década de 1790.25 El análisis del Consulado de Guatemala realizado por Michel Bertrand,26 destaca como una exposición de fuentes y de metodología para lograr un estudio complejo de caso. Referente al Consulado de Caracas encontramos las obras de Eduardo Arcila sobre el papel que desempeñó la corporación a fines de la época colonial y principios del siglo XIX.27 Pasamos así a las obras sobre el extremo austral del Continente. El libro clásico de Susan Socolow28 centra su atención en los comerciantes de Buenos Aires dibujando su situación dentro de entramado social del puerto, su permeabilidad en otras clases, sus vínculos matrimoniales y de paisanaje. También diversos trabajos de 22 Ibarra, Contabilidad, 2002; Ibarra, Consulado, 2003; Ibarra, Mercado, 2003; Ibarra, Mercado, 2013. 23 Souto, Mar, 2001; Souto, Consulado, 2002. 24 García de León, Tierra, 2011; García de León, Orígenes, 2003. 25 Cruz, Régimen, 2001. 26 Bertrand, Consulado, 2002 27 Arcila, Real, 1957; Arcila, Documentos, 1964. 28 Socolow, Merchants, 1978. 9 Zacarías Moutoukias29 responden a la temática mercantil bonaerense y sus implicaciones en términos de redes y circuitos. En particular sobre el Consulado de Buenos Aires, es imposible dejar de lado la obra de Germán Tjarks, pionero en el tema, el cual con base en un gran trabajo de fuentes reconstruye la vida política y económica del cuerpo bonaerense.30 Obras más recientes son los trabajos de Liliana Crespi31 y Javier Kraselsky,32 quienes tocan temas como la función corporativa del Consulado: su erección, problemas de fuentes, la conformación de grupos y conflictos de interés. Respecto a la otra banda del Río, son escasos los trabajos que podemos citar. El libro clásico es la obra de Aurora Capillas,33 en ella se estudia el periodo anterior a la erección del Consulado montevideano a la luz de documentación de repositorios uruguayos, hasta llegar al periodo de la “Patria Vieja”. Podemos agregar el artículo dedicado a la conformación de una élite montevideana a raíz de la diferenciación entre estratos sociales a nivel económico, y también cultural, elaborada por Bernd Schröter.34 Es pertinente revisar los textos colectivos, que tienen como centro de análisis las relaciones del comercio agremiado con la política y la economía. Una obra de este tipo de gran importancia es el libro coordinado por Bernd Hausberger y Antonio Ibarra35 publicado en 2003. Éste esfuerzo colectivo se enmarca dentro de los debates historiográficos de la vinculación de los consulados de comerciantes hispanoamericanos con las políticas imperiales, mediados por las relaciones de poder y redes de negocios. El horizonte temporal abarca los siglos XVII al XVIII, por lo tanto se encuentran trabajos que analizan las diferentes coyunturas políticas y económicas en la vida de los consulados, tanto los antiguos como los nuevos. Los trabajos aquí reunidos giran en torno a la organización consular y su desarrollo en 29 Moutoukias, Río, 1983; Moutoukias, Réseaux, 1992; Moutoukias, Formas, 2002. 30 Tjarks, Consulado, 1962. 31 Crespi, Bases, 2002. 32 Kraselsky, Juntas, 2007; Kraselsky, Estrategias, 2001. 33 Capillas, Historia, 1962/1964. 34 Schröter, Estructuras, 1999. 35 Hausberger, Comercio, 2003. 10 el tejido social y político de geografías como la Ciudad de México, Veracruz, Guadalajara, La Habana y Lima. El libro coordinado por en 2003 por Guillermina del Valle36 es otro esfuerzo de análisis colectivo, esta vez restringido al espacio novohispano del siglo XVIII. El interés gira en torno a las reformas derivadas del cambio de dinastía y sus consecuencias en la reconfiguración de los grupos de poder, que originariamente monopolizaba el Consulado de la Ciudad de México. El libro se divide en cuatro grandes secciones, la primera, da cuenta de la situación de los comerciantes al inicio del siglo separando entre los avecindados en la Ciudad de México y los de Tierra adentro. La segunda, trata sobre las reformas borbónicas y su plan de modificar las relaciones comerciales. La tercera, analiza las transformaciones que las mismas reformas efectivamente tuvieron en diferentes latitudes, como Xalapa, Cuernavaca, la Ciudad de México y la región sur de las costas del Pacífico. Por último se hace una estimación de los resultados políticos de dichas Reformas en el espacio de los tres consulados novohispanos. Una obra colectiva más reciente, coordinada también por Antonio Ibarra y Guillermina del Valle37 tiene como temática transversal el análisis de las redes y su interacción con las instituciones a nivel hispanoamericano, entre los siglos XVII y XIX. El interés en este libro se centra en el análisis de las redes en las sociedades de Antiguo Régimen desde la temática mercantil. El estudio combina regiones diversas, todas relacionadas con el Imperio hispánico, teniendo el énfasis en el entorno novohispano pero incluyendo también la relación Mediterráneo-Atlántico y el Río de la Plata. La dimensión dinámica de las redes sociales se hace palpable a lo largo de todo el libro, resultando así una fuente importante de referencias, tanto temáticas como metodológicas, de cara a la modificación de la Carrera de Indias en el entramado imperial. 36 Valle, Mercaderes, 2003. 37 Ibarra, Redes, 2007. 11 Finalmente, tenemos el libro coordinado por Nikolaus Bötcher, Antonio Ibarra y Bernd Hausberger.38 Éste es producto de constantes acercamientos, encuentros, coloquios y seminarios entre los colaboradores del libro. Se busca rescatar el concepto de red y su utilidad para los diversos temas tratados por cada investigador, pensando sobre todo en el comercio de larga distancia como eje de integración de los cuerpos colectivos de comerciantes. Nos muestran así las líneas de pensamiento que actualmente dirigen la historiografía sobre el tema. Se discute desde el concepto mismo de “red” y su aplicación a una sociedad colonial del pasado, así también la interacción, integración y prácticas en mercados, regionales, trasatlánticos o globales. Para finalizar las obras sobre consulados, merece la pena hacer mención de tresobras que hacen un balance y recorrido en el largo plazo sobre la institución consular. En estos casos no se restringen al espacio hispánico, más bien analizan los objetivos y resultados de las política europeas referentes al comercio restringido. Me refiero a los textos de Oscar Gelderbrom y Regina Grafe,39 Sheilagh Ogilvie,40 y Gabriel Paquette.41 En el primero, los autores analizan la institución de los guilds europeos en una óptica comparativa, poniendo énfasis en su composición interior y su interacción con el exterior basándose en características como la idiosincrasia y representación colectiva. La obra de Ogilvie se compone de un complejo análisis de la institución gremial del comercio entre los siglos X y XVIII, pone énfasis en los resultados e interacción con el resto de la sociedad desde el punto de vista económico y cultural. Mientras que en su obra, Paquette observa la complejidad del arreglo consular en el Imperio hispánico en el periodo tardocolonial desde una arista política y cultural de su devenir histórico. En referencia a las obras sobre el contexto revolucionario de independencia, la producción historiográfica es bastante amplia. Para tal efecto me restrinjo a citar un puñado de libros, que por su enfoque y geografías estudiadas nos rinden cuenta de un análisis de conjunto que no se puede obviar en esta investigación. El texto de 38 Bötcher, Redes, 2011. 39 Gelderbrom, Rise, 2010. 40 Ogilvie, Institutions, 2011. 41 Paquette, State-Civil, 2007. 12 John Lynch42 sobre las revoluciones en Hispanoamérica resulta una referencia obligada. El eje de la obra es el proceso revolucionario a partir de la coyuntura de la invasión napoleónica en la Península ibérica. El autor comienza por situar las Reformas borbónicas como origen de los levantamientos ante la llamada “segunda conquista”. Otro libro de igual alcance geográfico es la obra de Jaime E. Rodríguez.43 Este autor tiende a englobar el proceso revolucionario en toda Hispanoamérica para terminar exponiendo las particularidades regionales. Los temas que aborda es el conflicto por el vacío de poder, los proyectos de nación enfrentados y la cultura libera decimonónica. Una obra más reciente, publicada en 2011, es la de Stefan Rinke.44 En su enfoque, regionaliza los procesos de independencia llevando de esta manera un análisis más detallado del origen de los estados nacionales hispanoamericanos. La obra resalta, entre muchas cosas, por integrar las diferencias nacionales en un crisol integral del subcontinente, de esta manera enfrenta los mitos fundacionales de las diversas naciones, acudiendo a explicaciones más reflexivas y críticas. Podemos también citar algunos trabajos puntuales sobre los procesos de revolución en la región rioplatense. Las obras clásicas de Tulio Halperín45 son un buen ejemplo del entrelazamiento del análisis social y económico entre la independencia y la conformación de la Argentina como nación. El autor, con los pies en la Historia económica, enarbola explicaciones y narraciones sobre los sucesos en el estuario del Plata. Para tal efecto entrelaza también aspectos sociopolíticos, así que el análisis resulta bastante integrado. Un texto de reciente aparición es el libro de João Pimienta.46 En esta obra se recogen los testimonios escritos en la prensa en ambas orillas del Plata y en Brasil, de esta manera da cuenta del ambiente político y social que la región vivía en las primeras décadas del siglo XIX y que abrirán el camino para la conformación de estados nacionales diferenciados. 42 Lynch, Revoluciones, 2010. 43 Rodríguez, Independencia, 2005. 44 Rinke, Revoluciones, 2011. 45 Halperín, Revolución, 1972; Halperín, Guerra, 2005. 46 Pimienta, Estado, 2011. 13 La producción historiográfica uruguaya sobre el proceso revolucionario y la formación del Estado se conformó como campo de estudio en el siglo XX, teniendo como eje rector el periodo artiguista. Sin embargo, gracias a la renovación historiográfica, puede ser dividida en dos grandes grupos, tomando la mitad del siglo pasado como punto de quiebre.47 Esta clasificación responde a una renovación de aspectos epistemológicos y metodológicos en la investigación histórica, así como una ampliación de las temáticas estudiadas a la luz de nuevos enfoques. En el primer grupo de historiadores “tradicionales” podemos identificar, entre los más célebres, a Francisco Bauzá, Isidoro de María, Pablo Blanco Acevedo y Eduardo Acevedo Díaz. Este primer grupo de estudiosos del pasado colonial y del siglo XIX uruguayo se puede englobar, a grandes rasgos, en un enfoque político que rescata eventos puntuales y coyunturas que se presume determinaron el desarrollo de la nación uruguaya. Entre los textos que conviene rescatar para la presente investigación, encontramos la obra de Francisco Bauzá,48 dividida en 4 tomos. En ésta, el autor hace un recorrido desde los primeros pobladores del actual territorio uruguayo, pasando por el descubrimiento y colonización inicial castellana, para luego plantear una cronología de la región basándose en los gobiernos que se sucedieron durante el periodo virreinal en Montevideo. Para el periodo de “descomposición” del orden colonial toma como eje la política imperial que no pudo presentar una propuesta aceptable ante el levantamiento popular, liderado por Artigas. Finalmente la derrota de la “Patria Vieja” hace volver el orden colonial en un contexto de injerencia de las potencias de la época y de la región. Por su parte, Isidoro de María,49 plantea un recuento de los principales acontecimientos montevideanos desde la fundación de la ciudad hasta la jura de la constitución republicana, en dos tomos de que se compone la obra. Esta narrativa 47 Sobre una cronología de la producción historiográfica uruguaya que no se restrinja a la época colonial y primeras décadas del siglo XIX véase Zubillaga, Renovación, 1997; Sansón, Proceso, 2011. Ambos autores secundan la idea de una diferenciación entre la primera y la segunda mitad del siglo XX. 48 Bauzá, Historia, 1929. 49 María, Montevideo, 1957. 14 resulta por demás ilustrativa porque el autor hace que los espacios cobren vida, es decir, son las plazas, edificios, festividades y las colectividades las que toman en un momento el protagonismo del relato. De esta manera esta obra cobra una relevancia para conocer la vida de las colectividades montevideanas en la dimensión de la esfera pública. Por su parte, la obra fundamental de Pablo Blanco Acevedo50 constituye un referente indispensable para entender el régimen colonial en la Banda Oriental como precedente de la independencia uruguaya. En este texto se perfila el concepto de “lucha de puertos” que ha resultado tan útil para entender el origen de la identidad uruguaya en oposición a control bonaerense. Desde un enfoque político, Blanco Acevedo entrelaza aspectos económicos y sociales que determinaron, desde su óptica y desde su tiempo, la construcción de una nación como “inevitable” consecuencia del estado de cosas imperante. Para cerrar este grupo no podemos dejar pasar los aportes de Eduardo Acevedo Díaz, célebre historiador que rescató el nombre de Artigas, desde una óptica uruguaya, cuando su figura era víctima del desprecio por la historiografía tradicional bonaerense. Para efectos de esta investigación rescatamos su obra monumental dividida en 6 tomos.51 En ella delinea los acontecimientos políticos más importantes del siglo XIX en la Banda Oriental. Así también recopila fragmentos de legislación y algunas estadísticas fiscales que ayudan a dar cuenta del proceso de construcción nacional. Para la presente investigación son útiles el tomo primero, que comienzacon el proceso de colonización hasta la campaña de los “33 orientales”, y el tomo segundo que comienza en los gobiernos republicanos de la década de 1830 hasta 1860. Otros trabajos que conviene rescatar son tres obras que componen una bisagra entre los dos grupos de historiadores. La primera fue escrita por Luis Enrique Azarola.52 En ella se plantea, desde un enfoque tendiente a la dimensión social, la conformación de la ciudad-puerto, su origen y desarrollo a inicios del periodo 50 Blanco, Gobierno, 1929. 51 Acevedo, Anales, 1933. 52 Azarola, Orígenes, 1940. 15 colonial. La segunda obra es la de Carlos Real de Azúa,53 en ella se centra la mirada en los actores principales en el devenir histórico del país. Se trata de un enfoque desde las colectividades y de las élites, así como su caracterización con respecto al desarrollo político de fines de la colonia y el siglo XIX. Por último, haciendo gala de un manejo de fuentes sobre todo basado en correspondencia y documentación militar, John Street54 sigue la pista de Artigas y su relevancia histórica en el proceso de autonomía oriental. El resultado fue una obra que en líneas generales es positiva para el prócer uruguayo. En el segundo grupo, en que hemos dividido la producción historiográfica uruguaya, conviene centrar la mirada en Juan Pivel Devoto. Este historiador oficialista es clave en el tránsito de la historiografía tradicional hacia una de nuevo cuño que se irá formando con el trascurrir de la segunda mitad del siglo XX. Desde la docencia en el Instituto de Profesores Artigas y la dirección del Museo Histórico Nacional fundó las bases de una nueva generación de historiadores. Para efectos de esta investigación rescatamos su obra sobre el periodo colonial55 en la que toma un enfoque tendiente al análisis de las relaciones económicas, para delinear los procesos coloniales que devinieron en el movimiento armado de independencia de la primera década del siglo XIX. Un discípulo directo de Pivel Devoto fue Washington Reyes Abadie. De su producción historiográfica tomamos el título El ciclo artiguista.56 En sus dos tomos se sigue la figura de Artigas como dirigente del movimiento de emancipación hasta su salida del territorio oriental en 1820. Contiene una importante cantidad de documentos de época, sobre todo documentación militar, instrucciones y proclamas. Se trata de una obra esencial para comprender el periodo de la llamada “Patria Vieja” y su vinculación con el federalismo de la región. Una segunda generación de historiadores, que atravesaron la coyuntura política de la dictadura militar en el Uruguay, aparece como el grupo renovador de la 53 Real de Azúa, Patriciado, 1981. 54 Street, Artigas, 1959. 55 Pivel, Raíces, 1952. 56 Reyes, Ciclo, 1971. 16 historiografía de ese país. Podemos diferenciar en un inicio, y a grandes rasgos, tres grupos principales. El que componen Pedro Barrán y Benjamín Nahum; por otro lado la dupla de Blanca Paris y Juan Oddone; y por último el grupo más identificado con el enfoque marxista de Nelson de la Torre, Lucía Sala y Julio Rodríguez. Entre estos grupos iniciales se formaron luego vínculos temáticos, teóricos y metodológicos que desdibujaron las fronteras entre ellos, por lo tanto conviene recapitular las obras que sirven para esta investigación de manera integral. Conviene comenzar por la tetralogía que componen los títulos: Estructura económico-social de la Colonia;57 Artigas y su revolución agraria;58 Después de Artigas (1820-1836);59 De la Colonia a la consolidación del Uruguay.60 Estas obras forman parte de un mismo conjunto que busca explicar el camino de la emancipación uruguaya desde la base material, sobre todo en torno a la producción ganadera de la campaña oriental y sus implicaciones sociales. Bajo este enfoque podemos encontrar también el análisis de Rosa Alonso y los citados Nelson de la Torre y Lucía Sala,61 en ella se caracteriza a las élites en el periodo de ocupación luso-brasileña de la Banda Oriental, sobre todo buscando encontrar los puntos de quiebre entre facciones que detentaron el poder en la región. Los célebres historiadores Pedro Barrán y Benjamín Nahum tienen un lugar especial en la historiografía uruguaya. Sin embargo su producción está más volcada hacia la segunda mitad del siglo XIX, así pues, para este trabajo recogemos su aportación en la obra Bases Económicas de la Revolución Artiguista.62 En esta obra los autores comienzan por plantear, desde un enfoque materialista, la situación del estuario del Río de la Plata a finales de la época colonial, para luego pasar así al examen de la campaña oriental y su significado a nivel social y político con la revolución artiguista. 57 Sala, Estructura, 1967. 58 Sala, Artigas, 1978. 59 Torre, Después, 1972. 60 París, Colonia, 1973. 61 Alonso, Oligarquía, 1970. 62 Barrán, Bases, 1985. 17 Así también, conviene citar a un grupo de autores contemporáneos que se convierten en referencia obligada para esta investigación por su enfoque y temática estudiada. Comencemos por Julio Millot y Magdalena Bertino.63 En su obra se realiza un análisis sectorial de los diferentes episodios históricos del Uruguay: desde el régimen colonial hasta la década de 1860. También bajo el enfoque de la Historia económica sobresale el trabajo realizado por Inés Moraes64 para las economías agrarias del litoral rioplatense en la segunda mitad del siglo XVIII. En esta obra, después de una prolija discusión teórica-metodológica, se examina la campaña rioplatense dentro del complejo sistema de fines de la colonia, sobre todo poniendo énfasis en la producción de cueros y llevando a cabo una medición a través del diezmo eclesiástico. Por último la más reciente producción historiográfica para la época estudiada nos remite a los trabajos de Arturo Bentancur para la época colonial, y a los estudios de Ana Frega para la Independencia. Del primero rescatamos los estudios detallados que lleva a cabo sobre la actividad portuaria en el Montevideo colonial en sus artículos,65 así como en su libro.66 Bentancur nos ilustra sobre la actividad portuaria de Montevideo y su reelevancia para el desarrollo de la ciudad y su pelite mercantil. Mientras que de Ana Frega conviene mencionar su tesis doctoral,67 así como el libro que coordinó.68 Con estos títulos la autora amplía el horizonte temático de las investigaciones referentes a las primeras décadas del siglo XIX, sumando así un enfoque económico y social que pueda comprender la complejidad histórica de una manera más pertinente. Despúes de haber hecho este recorrido sobre la producción historiográfica de la que esta investigación se nutre y en la que busca insertarse, conviene analizar las fuentes primarias rescatadas de los repositorios correspondientes y constituyen parte esencial del trabajo. 63 Millot, Historia, 1991. 64 Moraes, Economías, 2011. 65 Bentancur, Provisión, 1996; Bentancur, Proceso, 2003. 66 Bentancur, Puerto, 1997. 67 Frega, Pueblos, 2006. 68 Frega, Historia, 2009. 18 Crítica de fuentes Las fuentes primarias utilizadas en esta investigación fueron recopiladas en el marco del Proyecto CONACyT CB-2011/168120 “Globalización Comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica, siglos XVIII-XIX”, y constituyen parte de la Base de datos que se está elaborando con información consular para dicho proyecto. Los documentos consulares consultados se encuentran en el Archivo General de la Nación, de la República Oriental del Uruguay. Dicho repositorio se encuentra dividido en el “Archivo Judicial” y en el “Archivo Histórico”, este último es elque nos interesa ya que contiene al “Ex Archivo General Administrativo”, compuesto por 769 cajas y 1,573 libros que ocupan 128 metros lineales de documentación. Éste a su vez contiene el Fondo “Consulado Real de Montevideo” que se compone de 14 libros.69 Los libros utilizados pueden dividirse en dos tipos, a saber: aquellos que contienen información cuantitativa relativa a la contabilidad consular, y el libro 477 titulado “Actas y acuerdos del Consulado de comercio de Montevideo, 1794-1812”. Éste último libro, a pesar de su título, contiene diversa documentación de los años previos a la erección de un consulado propio para el comercio montevideano, esencialmente desde la creación del Consulado de Buenos Aires y por consecuencia una Diputación de éste en Montevideo. Se trata de una recopilación de minutas de reuniones de las juntas de comerciantes y hacendados, actas de acuerdos y peticiones al Consulado bonaerense o a la Corona, y finalmente documentos relativos a la erección del Consulado en Montevideo. Este libro resulta de vital importancia para hacer un rastreo de la actividad de la comunidad mercantil montevideana reunida en su “Junta de comercio”. Así también, es posible obtener nombres de personajes que funcionaron como sus representantes ante diversas instancias y mapear su actividad. Como se indica el título, el alcance temporal va de 69 Archivo General de la Nación, Guía, 2009, pp. 23-31; Archivo General de la Nación, Inventario, 1965, p. 15. 19 1794 a 1812, por lo tanto es el antecedente documental directo de la creación del Consulado. Por otro lado, la contabilidad consular representa el grueso de la investigación e información de archivo contenida en esta tesis, por lo tanto conviene hacer un apunte sobre el sistema contable de “cargo y data” del Antiguo Régimen. La contabilidad de una corporación como era el Consulado de comerciantes estaba inserta en el orden imperial sobre el registro de las transacciones pecuniarias. Para tal efecto se utilizaba el método de “cargo y data”, el cual una historiografía cuantitativa inicial tendió a asemejar al sistema de partida doble de “debe y haber”, es decir, ingresos y gastos. Sin embargo esto resulta en un anacronismo de interpretación de la fuente. El sistema contable de “cargo y data” es más un control interno de los oficiales encargados de los caudales que de información hacia el exterior. Se trata de un sistema que establece responsabilidades sobre los recursos, de ahí en término “cargo” que se puede definir como “hacerse cargo” de los recursos.70 El error se volvió pernicioso al contemplar los libros de contabilidad menos detallada de los Virreinatos, las “cartas-cuenta”. En ellas había partidas que no significaban necesariamente ingresos, como puede ser las existencias del periodo anterior, la reacuñación de moneda, o las deudas sin cobrar. El mismo fenómeno pasaba con las “datas” al asemejarlas a gastos, aunque en la realidad no respondieran a éstos, ejemplo de ello son las transferencias entre cajas.71 Sin embargo, considero que el sistema de “cargo y data” aplicado a una corporación, como fue el caso de los Consulados de comerciantes, nos acerca de manera pragmática a la organización financiera interna y externa de ésta. El peligro de encontrar ingresos y gastos donde no los hay disminuye al tratarse de una corporación “cerrada”, es decir, sin trasferencias a su interior que pudieran sesgar la observación. Por otro lado, los recursos consulares fueron siempre una presa de los gobiernos en turno, por lo tanto en el caso de empréstitos por parte del 70 Sánchez, Corte, 2013, p. 19. 71 Ibid., pp. 16-17. 20 Consulado, el registro es explícito al asentarlo en las “datas” y, si es el caso de que los recursos prestados fueran captados por el Consulado y luego puestos a disposición de la instancia gubernamental correspondiente, a la par se asentaban en los “cargos” y luego en las “datas”. Por el lado de los ingresos, es de relevancia notar que el registro de los papeles de crédito, tales como libranzas, no era registrado dentro de las columnas correspondientes para la sumatoria, más bien se anotaba al margen a la espera de ser efectivamente cobrada. De esta manera podemos observar que en los cortes anuales de cada libro contable al final se puede diferenciar entre los recursos líquidos y los recursos “en papel”. Otro rubro importante a considerar es que los derechos consulares, como el arqueo y la avería, por veces eran tomados por el gobierno en turno, ya fuera total o parcialmente. El registro se realizaba de manera explícita, poniendo la cantidad efectivamente ingresada por dichos conceptos. De esta manera creo que, tratándose de la contabilidad consular, el sistema de “cargo y data” nos revela el esqueleto financiero de la corporación de manera muy cercana a la realidad, es decir, mediante el registro de las sumas efectivamente ingresadas y gastadas. Claro el objetivo principal de la corporación consular no era obtener un saldo favorable cada vez mayor, más bien tenía el objetivo de control sobre el tráfico vía la información que estos indicadores le proveían, tomando así una ventaja al poseer el monopolio del control comercial. Una vez hecha la salvedad sobre el sistema contable, conviene describir cada uno de los libros utilizados para recrear la trayectoria cuantitativa del Consulado. El periodo activo de éste va de 1812 a 1838, aunque tenemos dos lagunas de información. La primera corresponde a los meses de junio de 1814 a febrero de 1815, correspondiente a los meses de gobierno porteño en Montevideo, una vez que las fuerzas realistas entregaron la plaza. En este periodo el gobierno desapareció la institución consular como medida de unificación entre los dos puertos. La segunda brecha de información incluye todo el año de 1817 hasta el mes de agosto de 1818. Este es el periodo de transición entre el gobierno artiguista y la dominación portuguesa en Montevideo, sin embargo este hecho no explica la falta de datos ya 21 que el Consulado no dejó de funcionar, por lo que simplemente podemos advertir el extravío de los libros contables para este periodo. Así pues, los diferentes libros contables gozan de cierta homogeneidad, sobre todo a partir de 1818, sin embargo hay algunos rubros que conviene rescatar para tener una visión general de las fuentes. El registro se realizaba en columnas separadas, una para el título del rubro a anotar, luego la descripción de éste, seguido por la cuantía separada según se tratara de un “cargo” o una “data”. Los números se registraban también en diferentes columnas, una para pesos y otra para reales incluyendo sus fracciones o decimales. Hacia finales del periodo cisplatino se hace la conversión a reais, práctica que desaparece con el arribo de la República independiente. Los registros de arqueo son de periodicidad mensual, sin contar los registros entre 1812 y 1813 donde se detalla el derecho que pagó cada buque. Por su parte, el registro del derecho de avería es siempre mensual, consignando las veces que los caudales no se remitieron efectivamente detallando la razón. Los balances anuales se realizaron en el mes de mayo hasta 1828, año donde se extiende el corte hasta diciembre y empatando así el año civil con el año contable a partir de 1829. En el periodo cisplatino, dentro de las “datas” se consignan individuos a quienes se les pagó alguna cantidad por concepto de sueldos u obras para el Consulado, constituyendo una buena fuente de nombres, para esto también sirven las portadas incluidas al iniciar el año contable donde se consigna el funcionario a cargo de la contabilidad. Entonces, una vez expuestas las bases sobre las que se desarrollará la investigación,sólo resta remarcar su importancia en el marco de la producción historiográfica actual. La investigación reciente ha volteado a buscar en el ocaso de los imperios coloniales el reacomodo de las fuerzas productivas y mercantiles que determinaron el derrotero seguido por la geopolítica del siglo XIX. La emergencia de nuevas naciones en Hispanoamérica se concibe entonces como parte integral del campo de enfrentamiento entre potencias, teniendo en su interior dimensiones del conflicto 22 que no pueden ser entendidas si no bajamos la escala de observación a temáticas particulares. Sin embargo, esta disección del problema pierde el objetivo si no se realiza en las diferentes latitudes con un cierto grado de armonía, el cual haga posible su interacción y paulatina integración en un mismo campo de análisis. Así pues, el objetivo se centra en la posibilidad de rendir cuentas de los procesos de larga duración que se mostraron trascendentales, así como en la posibilidad de establecer vínculos entre regiones a través del análisis de redes y, su ulterior conformación como modelos de interpretación de inserción política y económica en los procesos de globalización. Así pues, esta investigación se suma a dicho esfuerzo, haciéndolo desde un paso en desventaja. Por lo tanto conviene entrar en materia, esperando que el resultado se nutra de los avances temáticos y metodológicos de las investigaciones actuales y que tienda a cerrar la brecha, aumentando a la vez el acervo de conocimiento sobre la problemática. 23 En los márgenes: La Carrera de Indias y el Río de la Plata A la región rioplatense se le puede considerar “marginal” en el arreglo imperial hispánico de los siglos XVI-XVIII desde diversos aspectos. Por un lado, su ubicación en el extremo austral del continente hizo que la penetración inicial de la colonización castellana, la cual tuvo su centro alrededor del Caribe, fuera más o menos tardía. Un mejor indicador de la marginalidad estuvo dado por la ausencia de sociedades originarias complejas, jerarquizadas y sedentarias, como fue el caso de Imperio Inca o las culturas mesoamericanas, este fenómeno sumado a la falta de yacimientos de metales preciosos, retrasó el impulso peninsular de ocupar efectivamente los territorios e integrarlos al sistema de intercambio comercial con la metrópoli. Por lo tanto, durante los primeros años de dominio colonial, la región se integró de manera casi residual al sistema comercial, denominado como La Carrera de Indias, organizada desde la metrópoli bajo los objetivos formulados por el régimen castellano. Es más, si consideramos los datos oficiales sobre remesas y embarcaciones, la integración inicial de la región del Plata en el siglo XVII fue durante el periodo de estancamiento o declive en los niveles de transacciones.72 Los principales centros poblacionales en la América austral fueron fundados en el siglo XVI, pero consistían más en enclaves estratégicos y fuertes militares, dependientes de las transferencias de la capital del Virreinato del Perú, que en verdaderos centros de despliegue económico y polos de atracción poblacional. En 1536 se funda Santa María del Buen Ayre, aunque es desocupada en 1541, año en que son fundadas Santa María de la Asunción y Santiago de la Nueva Extremadura. Por su parte Córdoba de la Nueva Andalucía fue fundada en 1572, seguida en 1580 por la refundación de Buenos Aires. 72 Véase Hamilton, American, 1934; Chaunu, Seville, 1955-1960; y García-Baquero, Cádiz, 1976. Para un punto de vista opuesto sobre el siglo XVII véase Morineau, Incroyables, 1985. Mientras que una discusión sobre la decadencia del comercio de Indias en el siglo XVII se encuentra en Oliva, Metrópoli, 2005. 24 Estos núcleos poblacionales fueron partícipes del sistema comercial de forma marginal, y sobre todo dependientes del tráfico dirigido hacia el Alto Perú. Por lo tanto conviene delinear las directrices esenciales de la Carrera de Indias, sistema comercial que se configuró con el transcurrir de la primera mitad del siglo XVI y que duraría, más o menos bajo las mismas condiciones, hasta el último tercio del siglo XVIII. De esta manera se podrá entender el papel que el litoral rioplatense jugó en la economía interior y exterior de la región. El control y el monopolio: La Carrera de Indias El estudio del arreglo económico del régimen castellano en América nos arrastra hacia el estudio del sistema jurídico sobre el cual funcionó el pacto colonial, es decir, la transformación de la legislación castellana, la cual aplicada en ultramar se convirtió en el Derecho Indiano.73 El sistema se basaba en un esquema fundado en las regalías que la Corona tenía en los territorios americanos y que bajo un régimen patrimonialista definirían su política de poderes, derechos y facultades dentro del régimen monárquico.74 Dentro de este esquema, la contrapartida de los agentes particulares eran los privilegios reales, mismos que dentro de una sociedad corporativa como era la de Antiguo Régimen, dotaba de grandes prerrogativas a estos cuerpos, derivados de las funciones y favores que desplegaban en beneficio de la Corona. Un ejemplo claro de esto son las mercedes reales otorgadas a los adelantados al inicio del periodo de colonización, llegando a colocarlos en una posición elevada como una aristocracia de ultramar.75 En referencia al tráfico de ultramar, desde los inicios de la colonización la Corona buscó mantener un control estricto, ya fuera de personas o de mercancías. Diferentes políticas aplicadas de manera más o menos juiciosa, como la de permitir el paso a las Indias sólo a los súbditos castellanos o la de restringir los tipos de 73 Ots Capdequí identifica al Derecho Indiano como las reglamentaciones dictadas desde la metrópoli para las particularidades americanas, teniendo un carácter adaptativo a la realidad colonial, siendo éste la fuente jurídica que privó, mientras que el Derecho meramente castellano tuvo un carácter supletorio. Véase Ots Capdequí, Estado, 1994, pp. 11-14. 74 Ots Capdequí, Estado, 1941, p. 34. 75 Ibid., pp. 22-24. 25 mercancías traficadas, fueron mecanismos con los que la Corona buscó mantener su dominio. Pero la política de puerto único fue la gran insignia de su estrategia de vigilancia y control del tráfico de ultramar.76 La elección de Sevilla como puerta de entrada y salida para el tráfico comercial colonial, aplicada con algunas particularidades,77 se explica por diferentes factores. La decisión fue discutida y debatida, Sevilla se elevó como centro operacional debido a su calidad de “puerto interior”, contrario a su competidor, y de buena manera complemento, Cádiz. Sevilla presentaba una mejor defensa ante ataques extranjeros o piratas, como bien se demostró a fines del siglo XVI por Drake y el Conde de Essex. Por su parte, los defensores del puerto gaditano argumentaban que remontar el Guadalquivir era un trayecto demasiado peligroso y ocioso, sortear la Barra de Sanlúcar y el camino de 100 kilómetros río arriba hacían que se retrasara la salida efectiva hacia las Indias. Pero la elección de Sevilla tenía también razones económicas y políticas, en ella confluían diferentes rutas comerciales de la Península desde hacía ya tiempo, dándole un carácter cosmopolita, era parte de circuitos mercantiles con África y el resto de Europa.78 A la vez, era el centro de una región altamente productiva de trigo así como de vinos, aceites y lana. Por su parte Cádiz era un puerto casi aislado en una península, era paso de la ruta que conectaba el Mediterráneo con el Mar del Norte, pero como ciudad era de dimensiones modestas y a pesar de ser un mejor puerto natural, su infraestructura era reducida. En 1503 se erigióla Casa y Audiencia de Indias, comúnmente llamada Casa de Contratación, con sede en Sevilla. Ésta tenía entre sus principales tareas fomentar y 76 Haring, Comercio, 1939, p. 5. 77 Por ejemplo la llamada Tabla de Indias con la cual los mercaderes gaditanos podían embarcar un tercio de las mercaderías destinadas al Nuevo Mundo, o la posibilidad de embarcar mercancías en el mismo puerto de Cádiz, siempre bajo el escrutinio, registro y control de un funcionario dependiente de la Casa de Contratación de Sevilla. 78 García-Baquero, Sevilla, 1992, tomo I, p. 124. 26 regular el comercio con el Nuevo Mundo, objetivo para el que debía llevar un registro estricto de las operaciones de tráfico hacia las Indias así como del comportamiento del mercado. Estaba integrada por tres funcionarios principales, un tesorero, un contador y un factor.79 En ella se registraban todos los navíos que habrían de partir para las Indias y todos los que de éstas regresaban, conformando así parte del aparato fiscal de la Corona. Para tal efecto, las primeras disposiciones hacían que los buques tuvieran que remontar el Guadalquivir, registrar ahí su salida y volver a bajar para salir hacia las Indias. Este trámite podría resultar engorroso e incluso peligroso, sobre todo cuando los buques comenzaron a tener dimensiones mayores. Para sortear este inconveniente, que podía llegar a tomar hasta un mes, se dispuso que los buques pudieran registrarse en Cádiz frente a un funcionario dependiente de la Casa en Sevilla, al cual se le llamó visitador.80 Este puesto significaba una sumisión de los intereses gaditanos a los sevillanos, sumado a la condición de que en viaje de retorno todos los buques abrían de llegar directamente hasta Sevilla. Los encuentros y desencuentros entre el puerto fluvial y el puerto de mar serán una constante que se expresará en la política Real sobre el tráfico indiano. En la práctica, el sistema de la travesía de ultramar, y que habrá de durar hasta la libertad de comercio de siglo XVIII, fue el de Flotas y Galeones. El objetivo era de garantizar un trayecto atlántica más seguro, por un lado mediante la protección contra los ataques enemigos, así como la de asegurar un camino inequívoco hasta América, ya que los convoyes iban encabezados por una embarcación dirigente llamada la “capitana”, mientras que otra, llamada la “almiranta”, iba al final del convoy encargándose de acarrear a todos los buques.81 El sistema se componía de dos convoyes diferentes que salían anualmente, uno hacia la Nueva España, llamado comúnmente “La Flota”, que debía partir en primavera, atravesar el Caribe para finalmente arribar al puerto de Veracruz. El 79 Haring, Comercio, 1939, p. 11. 80 Ibid., p. 10. 81 Ibid., p. 253. 27 otro, llamado de “Tierra Firme” o simplemente “El Galeón”, partía en verano con destino al Istmo de Panamá, específicamente a Portobelo y Cartagena de Indias, con destino final a Lima, después de surcar el Pacífico y arribar a El Callao.82 Ambos convoyes eran acompañados por la Armada de Indias, buques de guerra destinados a la protección y financiados con el derecho de avería, rubro que en un principio era administrado por la Casa de Contratación y luego será administrado por el Consulado. El régimen de Flotas y Galeones se mostró efectivo para lograr el control y protección de los convoyes, los peligros, naturales y humanos, eran sorteados con cierta efectividad. Pero resultó un régimen lento, costoso, incapaz de responder a la demanda en ultramar y no exento de riesgos en los cuellos de botella como era el triángulo creado por las Azores, Cabo Verde y Cádiz o en las Antillas. Las políticas mercantilistas que permeaban el régimen castellano ubicaban los territorios americanos como mercados complementarios dentro del entramado peninsular. Eran reservados a los súbditos de la metrópoli, quienes debían de surtir las mercaderías necesarias a las nacientes poblaciones del otro lado del Atlántico, la producción colonial se orientaba a la producción de metales preciosos y sólo de manera complementaria a la producción de bienes que se carecía en la Península.83 La reglamentación prohibía el comercio intracontinental, restringía el tráfico de mercaderías que rivalizara con las exportaciones de la Península. Esta política desarrolló un tráfico ilegal, tolerado en mayor o menor grado por las autoridades a uno y otro lado del Atlántico, y mediante diversos mecanismos. En América observamos un nivel remarcable de contrabando sobre todo en puntos de difícil control como en El Caribe o en Buenos Aires.84 Por otro lado, también existía el problema de controlar quiénes eran los particulares que efectivamente participaban del comercio ultramarino. Cabe hacer la diferenciación entre los simples comerciantes y los llamados “cargadores”, 82 Ibid., pp. 252-255. 83 Haring, Comercio, 1939, pp. 161-163. 84 Ots Capdequí, Estado, 1941, p. 40. 28 quienes eran los particulares que efectivamente podían comerciar con las colonias americanas, éstos tenían una red de contactos que posibilitaba llevar a buen término los negocios. Como dijimos más arriba, los extranjeros85 estaban formalmente excluidos del negocio comercial, pero existían diferentes mecanismos para sortear este impedimento. Uno de los más utilizados era el de los llamados “metedores”, éstos eran comisionistas que utilizaban su nombre para cargar mercaderías de extranjeros en las flotas, siendo así una suerte de prestanombres en conveniencia con los comerciantes de naciones diferentes. Los actores particulares envueltos en el comercio de ultramar, como podemos observar, para nada fueron pasivos receptores de las disposiciones reales, más bien tuvieron un papel activo en la toma de decisiones de la política comercial. Para tal objetivo, la representación corporativa en el Antiguo Régimen era el arma más valiosa, resultó así que los comerciantes se agruparan en gremios, llamados genéricamente los Consulados de Mar. Entre la dimensión pública y la privada: el arreglo consular del Antiguo Régimen La asociación gremial, en forma general, engloba individuos que comparten características y propósitos comunes. Como características aparecen la religión, paisanaje, cultura, convicciones políticas, pero por mucho, es el oficio la característica más aglutinante. El tipo de asociación gremial más difundida, fuera de las asociaciones religiosas, en la Europa pre-moderna y moderna se dio en el sector productivo, alrededor de actividades industriales y proto-industriales en medios urbanos. 86 85 El término “extranjero”, para el caso de estudio, resulta bastante ambiguo, en un primer momento se restringió el comercio a los súbditos de la Corona de Castilla, luego se amplió también para los de la Corona de Aragón, así también para los demás reinos o provincias que en algún momento fueron dependientes de la unión dinástica. 86 Ogilvie, Institutions, 2011, p. 19. 29 Los gremios en el sector terciario fueron formados por comerciantes al por mayor interesados en la ganancia de comerciar bienes no producidos localmente y que vendían a intermediarios, instituciones, productores industriales, gobierno, pero no al consumidor final.87 Los gremios comerciales fueron una forma de paliar distintas dificultades para el comercio de larga distancia como fueron: la inseguridad de la travesía, el cumplimiento de contratos, el acceso a la información, volatilidad de la economía y la representación frente al estado.88 Los gremios comerciales en Europa los encontramos en la Baja Edad Media, si bien se pueden rastrear antecedentes en la Antigüedad Clásicapero la insuficiente documentación deja duda sobre el verdadero papel y características de estos grupos.89 Es a partir del año 1000 que podemos dibujar de manera más precisa las líneas de una asociación gremial dedicada al comercio gracias a la documentación de principados y municipalidades.90 El origen de los Consulados de comerciantes en el mundo hispánico se puede encontrar hacia fines del siglo XIII dentro de la región catalana y valenciana, integrante de la Corona de Aragón en la época.91 Su llegada a Castilla obedece al crecimiento y a la expansión económica derivada del comercio ibérico, europeo, africano y, ulteriormente, americano.92 La aparición de estos cuerpos deriva, siguiendo a Robert Smith, de una carencia en dos frentes por parte del gobierno Real: por un lado era incapaz de garantizar la defensa, protección, justicia y cabal cumplimiento de los derechos de propiedad sobre las actividades mercantiles marítimas.93 En segundo lugar, esto redundaba en un detrimento de la condición económica de los marinos y mercaderes, 87 Ibid., p. 19. 88 Ibid., p. 2. 89 Ibid., p. 20. 90 Incluso algunos historiadores pueden datar el origen de estos gremios por siglos: en Inglaterra en el siglo X, en el norte de Francia, Países Bajos y Norte de Alemania en el XI, en Italia en el XII y finalmente en la región ibérica en el siglo XIII. Véase Ogilvie, Institutions, 2011, p. 21. 91 En 1283 Valencia integró su Consulado por privilegio real, seguido por Mallorca en 1343, Barcelona en 1347, Tortosa en 1363, Gerona en 1385 y Perpiñán en 1388. Smith, Historia, 1978, p. 20. 92 Smith, Historia, 1978, p. 14. 93 Ibid., p. 13. 30 resultando entonces que los interesados se consolidaran en gremio para procurar su progreso como grupo económico. Así encontramos una doble cara o funcionamiento de la organización consular, como tribunal mercantil, función adquirida por los consulados desde el principio de su evolución,94 y por otro lado, como una asociación gremial en la cual eran representados como grupo estamental, los más grandes comerciantes residentes de una ciudad, en su mayoría de tipo portuarias, formando parte importante del gobierno de ésta.95 Esta doble función podría servir para analizar el Consulado en dos frentes, pero sería un error disociar una función de la otra ya que son producto del orden mercantil en un arreglo económico, político y social dentro del entorno comercial de fines de la Edad Media y del inicio de la globalización económica que significó el descubrimiento de América para Europa y el para resto del mundo. Históricamente, en su origen, la asociación gremial antecede al establecimiento de un tribunal mercantil, pero esta relación no fue siempre unidireccional.96 Dicha relación forma parte de un conjunto de relaciones políticas y económicas ante un estrato social emergente que estaba ligado a su representación frente a la Corona y frente al conjunto social. Por otra parte, la función del Consulado como tribunal mercantil le daba una valía para el conjunto de comerciantes porque dirimía los pleitos entre éstos de manera sumaria. Se encaraban las partes en pugna, se presentaban sus argumentos y al final se buscaba una solución rápida y conciliatoria. Así las transacciones no se veían interrumpidas y el nivel de negocios en general era afectado en la menor 94 Ibid., p. 12. 95 Importante rescatar que el paso hacia la asociación gremial que significaban los consulados se inscribe dentro de la modalidad comercial donde los mercaderes eran sedentarios, el mercader itinerante o viajero que se movía junto con las mercaderías difícilmente desarrollaría la pertenencia a un grupo avecindado en una ciudad. Smith, Historia, 1978, p. 13 96 Como se podrá observar más adelante, en la erección del Consulado de Lima donde se argumenta que el gremio comerciante no estaba constituido al momento de la primera petición a la Corona de un consulado propio, hecho por el cual se retrasa la efectiva creación de éste. Véase Rodríguez, Tribunal, 1960, pp. 12-20. 31 proporción posible. La conveniencia de contar con un órgano privativo y especializado para la aplicación de justicia es uno de los argumentos más frecuentes en las diferentes peticiones al Rey de consulados propios.97 El modelo de Consulado que habrá de seguirse en la Carrera de Indias será el de Burgos, en éste el Tribunal se componía de un prior, cabeza titular del gremio, y dos cónsules. La elección de éstos llegó a variar, según el caso y el tiempo, con mecanismos que incluían una votación indirecta, el azar mediante sorteo y la alternancia entre facciones.98 En referencia al juez de apelación, el común fue que éste fuera una autoridad del gobierno Real, gozando así de una autoridad elevada. Para el caso particular de Sevilla, la elección se realizaba mediante asamblea donde se votaba por 30 electores, éstos determinarían los cargos de prior y cónsules, mientras que el juez de apelaciones era miembro de la Casa de Contratación.99 En cuanto al proceso para dirimir disputas, el principal objetivo era evitar que el proceso se alargara y provocara un mayor conflicto, por lo tanto se buscaba que las partes llegaran a un acuerdo inmediato. Si esto no era posible se iniciaban los exámenes de testigos y finalmente el Tribunal daba su veredicto, el cual para el caso de los consulados castellanos bastaba con el voto mayoritario entre prior y cónsules.100 Las apelaciones tenían un plazo de diez días, el juez de apelaciones consultaba con otros asesores diferentes a los que tenía el Tribunal, siendo necesario que el pleito fuera mayor a mil pesos para ser apelable.101 La capacidad coercitiva del Tribunal consular era grande, mediante un mecanismo de fianzas podía garantizar el cumplimiento de las sentencias, e incluso podía recurrir al arresto y/o confiscación de los bienes de los inmiscuidos en el pleito, recurriendo así también a la subasta pública.102 97 Noejovich, Institución, 2003, p. 30. 98 Smith, Historia, 1978, p. 32. 99 Ibid., p. 32 100 Smith, Historia, 1978, pp. 35-36. 101 Ibid., p. 37. 102 Ibid., p. 38. 32 La jurisdicción del Consulado fue siempre un punto de conflicto con otras potestades como el cabildo, el ayuntamiento o la Iglesia. En un inicio el Consulado sólo debía encargarse de pleitos referentes a la propiedad o administración de embarcaciones y mercancías transportadas por mar, luego su poder se amplió a toda actividad mercantil incluso terrestre.103 Por otro lado, la personalidad jurídica de quiénes podían ser juzgados por el Tribunal consular fue otro punto de choque, en general la estratificación social dictaba que el demandante debía seguir el fuero del demandado, resultando así que en los pleitos no sólo se veían comerciantes sino también mineros, miembros de la burocracia, armadores, marineros, etc.104 La asociación gremial se observa históricamente como la forma de asociación básica con miras a incrementar los ingresos derivados del comercio en las ciudades con mayor movimiento mercantil. Su unión le daba un poder de negociación que como individuos aislados difícilmente podrían haber logrado. La forma más clara del poder económico y político logrado fueron los privilegios reales, tales como como el monopolio mercantil en el Atlántico y la facultad de cobrar y administrar algunos derechos específicos derivados de éste. Pero dichos privilegios tenían una contrapartida para el monarca: la capacidad de disponer de un cuerpo sólido e integrado, si bien al interior no estaba exento de conflictos, que facilitaba recursos económicos por medio de préstamos directos con medios propios o mediante la captación y redirección de recursos ajenos.
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