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Movimiento-de-mujeres-en-El-Salvador-1986-2008--desde-su-invisibilidad-historica-y-poltica-hasta-la-incorporacion-de-la-perspectiva-de-genero

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
POSGRADO EN CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
 
 
MOVIMIENTO DE MUJERES EN EL SALVADOR 
(1986-2008) 
DESDE SU INVISIBILIDAD HISTÓRICA Y POLÍTICA HASTA LA INCORPORACIÓN 
DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO. 
 
 
TESIS 
QUE PARA PARA OPTAR POR EL GRADO DE 
DOCTORA EN CIENCIA POLÍTICA 
 
 
PRESENTA 
MARÍA CANDELARIA NAVAS TURCIOS 
 
 
 
ASESORA 
DOCTORA SILVIA SORIANO HERNÁNDEZ 
CENTRO DE I NVESTIGACIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE-CIALC
COORDINACIÓN DE INVESTIGACIONES INTERDISCIPLINARIAS EN CIENCIAS Y 
HUMANIDADES-CIICH. 
UNAM 
 
 
 
 
 
 
 
 
MÉXICO, D. F. MARZO 2013 
 
 
 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
INDICE 
INTRODUCCIÓN……………………………………….……………………………………….1 
I. Importancia del tema ………………………………………………………………….……1 
II. Marco teórico-metodológico……………………………………………………………...2 
1. Objetivos…………………………………………………………………….………….….…7 
2. Planteamiento del problema…………………………………………….………….……..8 
3. Estructura de la Investigación………………………………………….…………..……..9 
 
Capítulo I 
1.1 Análisis histórico de la Investigación…………………………………………..…...11 
1.2 La participación política de las mujeres desde la teoría de género……..……...11 
1.3 Discriminación: Mujeres socializadas para accionar en el espacio privado…..15 
1.4 El sufragio como un derecho de las mujeres…………………………………........17 
1.5 Construcción y ejercicio de la ciudadanía de las mujeres salvadoreñas..........29 
1.6 Los Nuevos Movimientos Sociales.NMS. ………………………………….…...…..42 
1.7 El Movimiento de Mujeres en El Salvador.MM…………………..……………...….46 
 
CAPÍTULO II 
2. Desde la creación de Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas.1957-1993……...…52 
2.1Primera organización de mujeres de origen popular…………………….……...…58 
2.2 Las mujeres salvadoreñas y el Movimiento popular………………...………...….63 
2.3 Mélida Anaya Montes…………………………………………………………….….….67 
2.4 Inicio de la lucha armada y el papel de las mujer………………………….....…...72 
2.5 Asociación de Mujeres Progresistas de El Salvador –AMPES- 1975….…….….80 
2.6 Asociación de Mujeres de El Salvador –AMES-: 1978-1983……………..……….82 
2.7 Asociación de Mujeres Salvadoreñas –ASMUSA- 1983……………………….….90 
2.8 Guerra negociada: Acuerdos de Paz en El Salvador………………..………...…..98 
 
 
CAPITULO III 
3. De la guerra a la paz: haciendo visibles a las mujeres salvadoreñas……..……104 
3.1 Primero pasos para su visibilización…………………………….………………….104 
3.2 Eclosión de organizaciones y ONGs de mujeres y feministas. Bases del 
 Movimiento de Mujeres-MM- en El Salvador…………………………………….....118 
3.3 De guerrilleras a feministas: Origen de las organizaciones de mujeres 
 Post-conflicto………………………………………………………………………...…..123 
3.4. IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe……………….…………140 
3.5 Mujeres 94………………………………………………………………….……………143 
3.6 Concertación Feminista Prudencia Ayala –CFPA…………………..……………..151 
3.7. Las Mujeres Rurales: Su Organización…………………………………….………160 
3.8. Del avance en la participación de las mujeres………………….…….…...…….175 
3.9 Dificultades para participar………………………………………………….…….….180 
 
 
CAPITULO IV 
4. Estrategias del Movimiento de Mujeres en El Salvador: 1997- 2008……………..185 
4.1La Pobreza y las Mujeres en El Salvador………………………………………….…186 
4.2. Balance Mínimo del Movimiento de Mujeres……………………….……………...190 
4.3. Los aportes del MM a la Sociedad Salvadoreña……………...………………...196 
4.4 Análisis de las Estrategias desde el MM……………………….…………………..201 
4.5 Análisis de las Estrategias de empoderamiento organizativo de las mujeres 
 rurales, en el marco de la integración regional……..……………………………..256 
 
4.6 A manera de recapitulación………………………………………………...….……..277 
Conclusiones Generales……………………………………………………..…………….290 
Referencias Bibliográficas ………………………………………………………….……...301 
Anexos…………………………………………………………………………….………..…310 
 
1 
 
Yo no estimo tesoros ni riquezas, 
 y así, siempre me causa 
 más contento. 
poner riquezas en mi entendimiento 
 que no mi entendimiento 
 en las riquezas…… 
Sor Juana Inés de la Cruz. 
( en alusión al derecho de las mujeres al conocimiento) 
 
Introducción 
I. Importancia del tema 
El trabajo de investigación titulado: Movimiento de Mujeres en El Salvador. 
Desde su invisibilidad histórica hasta la incorporación de la perspectiva de 
género que se presenta como tesis de Doctorado, abarca desde los 
antecedentes de la firma de los Acuerdos de Paz (México, enero de 1992) 
hasta 2008. 
Analizaremos un primer momento de transición de post-guerra, de 1992 a 
1995, y luego un segundo momento del accionar y ascenso del Movimiento de 
Mujeres (MM) y sus estrategias de acción, de 1996 a 2008. 
El desarrollo del tema se fundamenta, por un lado, en mis investigaciones 
académicas y, por otro, en mis actividades como militante del movimiento 
feminista en El Salvador. Su antecedente principal es la Tesis de Maestría en 
Estudios Latinoamericanos, defendida en 1987, bajo la asesoría del Maestro 
Miguel Concha Malo con el título de Las Organizaciones de Mujeres en El 
Salvador: 1975-1985, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la 
UNAM. 
Dando continuidad a esa misma temática, de acuerdo con mi asesora, la Dra. 
Silvia Soriano Hernández, decidí actualizarla, profundizarla y ampliarla. 
 
Uno de los fenómenos característicos de la sociedad salvadoreña ha sido la 
polarización social, el descontento popular y la progresiva politización de 
campesinos, obreros, estudiantes, docentes, mujeres. Si tomamos como punto 
de partida la primera fase de acumulación de capital marcada por el despojo 
de las tierras ejidales a las comunidades campesinas indígenas, en 1880, 
encontramos que desde ese momento mujeres y hombres han participado 
activamente en la búsqueda de transformaciones de las condiciones de vida 
 2 
de los sectores populares, hasta llegar a la guerra civil que duró 
aproximadamente veinte años, de 1971 a 1991. 
 
Sin embargo, pese a que las mujeres han participado activamente en la lucha 
política, su presencia ha sido invisibilizada, ignorada, y poco reconocidos sus 
aportes a los cambios socio políticos. 
Por ello considero fundamental responder las interrogantes siguientes: 
¿Por qué esta investigación? 
¿Qué importancia tiene la indagación sobre el origen y desarrollo de las 
organizaciones que actualmente integran el Movimiento de Mujeres en El 
Salvador? 
En los sectores académicos y políticos de El Salvador no se ha estudiado ni se 
ha valorado la contribución del movimiento de mujeres a los cambios 
sociopolíticos y culturales, si bien se han dado algunas investigaciones al 
respecto desde las organizaciones de mujeres. Por ello es importante que la 
Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, valide el aporte de la 
investigación feminista en la interpretación de la historia política salvadoreña, 
dada la poca relevancia de estos estudios en la academia salvadoreña. 
 
II. Marco Teórico-Metodológico 
El análisis de nuestro objeto de estudio se realizó desde la teoría feminista 
tomando el contexto salvadoreño como una totalidad socioeconómica y políticadesde el surgimiento de la primera organización de mujeres de base popular (la 
Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas, en 1957, fundada por obreras del 
Partido Comunista Salvadoreño) hasta 2008. Nos basamos en la investigación 
feminista mundial y en sus teorías de género porque postulan una visión 
liberadora de la mujer. 
En mi caso he tomado como base las investigaciones de las doctoras Marcela 
Lagarde y Martha Patricia Castañeda Salgado 
La Dra. Lagarde sostiene que 
“El género es más que una categoría, es una teoría amplia que abarca 
categorías, hipótesis, interpretaciones y conocimientos relativos al conjunto 
de fenómenos históricos construidos en torno al sexo. El género está 
 3 
presente en el mundo, en las sociedades, en los sujetos sociales, en sus 
relaciones, en la política, en la cultura. El género es la categoría 
correspondiente al orden sociocultural configurado sobre la base de la 
sexualidad: la sexualidad a su vez definida históricamente por el orden 
genérico” (Lagarde,97,pag.26) 
 
Afirma además que el género es una construcción simbólica de los atributos 
asignados a las personas a partir del sexo: características biológicas, físicas, 
económicas, sociales, psicológicas, jurídicas, políticas y culturales. 
 
Por su parte para la Dra. Castañeda afirma que 
 
“La investigación feminista está anclada en la teoría feminista… y es una 
manera particular de conocer y de producir conocimientos, caracterizada por 
su interés en que éstos contribuyan a erradicar la desigualdad de género que 
marca las relaciones y las posiciones de las mujeres respecto de los 
hombres” (Castañeda, 2008: pp. 10-12) 
 
Lo distintivo de la investigación feminista es poner en el centro, como 
protagonistas en la construcción y la producción de conocimientos, a las 
mujeres en cuanto sujetos cognoscentes y sujetos cognoscibles. 
 
Este doble rol de las mujeres ha sido posible por ciertas condiciones históricas, 
sociales y científicas. Tiene relación con la inserción de las mujeres en la 
ciencia, en la academia y en la construcción de su ciudadanía. 
Sin embargo, no podemos sustraernos del tema por su vínculo tan estrecho 
con la construcción del sujeto político “mujeres ciudadanas por la demanda de 
sus derechos” 
 
Las investigaciones centradas en las mujeres pretenden conocer y producir 
conocimientos para contribuir a la erradicación de las desigualdades de género, 
que derivan de las relaciones de poder entre hombres y mujeres, lo cual puede 
resumirse en la subordinación de las mujeres a los hombres. 
 
Nos interesan las mujeres no en su condición esencial, sino como producto de 
la construcción genérica, es decir, “como sujetos de género”. Coincido con la 
 4 
Dra. Patricia Castañeda cuando afirma que en la investigación feminista se 
trata 
 “… de conocer los procesos a través de los cuales las mujeres, y cada mujer en su 
particularidad, sintetizan en sus vidas y experiencias, las condiciones de 
género que las determinan. En esta perspectiva abonaron las distintas 
corrientes de pensamiento feminista contemporáneo al precisar la diferencia 
entre el concepto Mujer y la categoría Mujeres. Mujer refiere a la abstracción 
filosófica de su condición en el mundo. Mujeres alude a las mujeres concretas 
cuya situación permite aprehender las características comunes que las 
aglutinan en categorías sociales específicas” . (Castañeda, 2008:p. 66) 
. 
Las mujeres salvadoreñas sujetas de esta investigación feminista, han sido 
analizadas desde la perspectiva de género, herramienta teórica y 
metodológica, que ha permitido elaborar una crítica a las áreas de 
conocimiento tradicionales, argumentando la necesidad de analizar en 
profundidad la aplicación de conceptos y la superación de supuestos que aún 
persisten en las distintas disciplinas del saber. Complementando ese 
planteamiento, expone la Dra. Norma Blazquez: 
 
 Esta perspectiva (de género) no busca únicamente el examen de la 
población de las mujeres o de la condición femenina para eliminar la 
subordinación, proporciona, además, una óptica diferente para reconocer la 
realidad y propone que si el conocimiento se construye, al menos en parte, 
desde la propia realidad social, es parcial si no toma en consideración las 
relaciones sociales fundamentales y especialmente las que se reproducen en 
términos de desigualdad y dominación, como la existente entre los géneros” 
( Blazquez, 2011: pag 11) 
 
La perspectiva de género, base fundamental de la teoría feminista, da marco a 
este trabajo, con sus categorías y conceptos de análisis que, con todo su 
potencial, me han permitido integrar las concepciones históricas, sociales y 
políticas de la sociedad salvadoreña. 
 
La invisibilidad de las mujeres es uno de los elementos de su condición de 
género. La investigación feminista tiene como objetivo hacerlas presentes, 
abrir su accionar en la sociedad, explicando dónde y cómo están: 
 
 5 
Saca a la luz los conocimientos, los saberes, los valores, las formas de 
producción, la participación en la reproducción, la estética, los conceptos 
filosóficos, los cuerpos y las sexualidades, las concepciones del mundo, las 
posiciones políticas, los aportes económicos, materiales y simbólicos, las 
creaciones artísticas, en fin, todas las expresiones del ser y hacer de las 
mujeres, que permanecen desconocidas, ignoradas, silenciadas u omitidas 
( Castañeda, p. 87). 
 
El avance teórico y metodológico de las investigaciones feministas y de género 
ha permitido desarrollar tres dimensiones: 
 
La primera es la construcción sociocultural e histórica que se hace de las 
mujeres y los hombres. El género tiene su origen en cada época y sociedad, 
como diferenciación sexual de los cuerpos, concepción sujeta a cambio y 
transformación. Ahora, en 2013, ser mujer o ser hombre en El Salvador no es 
lo mismo que serlo en Irán, pues las normas, valores y actitudes adquieren 
manifestaciones diferentes en cada una de esas sociedades. De modo similar, 
Prudencia Ayala, cuando en 1930 se autoproclamó candidata a la Presidencia 
de El Salvador, no se imaginó que estaba sentando las bases para que 
ochenta años después una concertación de organizaciones y de mujeres 
independientes llevara su nombre y retomara su legado.1 
En una segunda dimensión, el género también constituye una categoría de 
análisis social de la realidad, representa una nueva forma de interpretar la 
realidad para identificar los diferentes papeles y tareas que llevan a cabo los 
hombres y las mujeres en la sociedad, así como las asimetrías e inequidades 
en las relaciones de poder. Reconocer las causas que las producen y formular 
mecanismos para superar esas brechas es aplicable a los ámbitos: laboral, 
educativo, familiar, personal. La categoría de género ha permitido estudiar la 
dinámica de las relaciones intrafamiliares, los roles, tareas, la posición que 
cada miembro tiene en el interior de la familia y las consecuencias desiguales 
de su ejercicio. 
En una tercera dimensión, el género es una categoría política dado que implica 
acción para transformar las inequidades. Reconoce al patriarcado como 
sistema de dominación y reconoce la construcción androcéntrica de nuestras 
 
1
 Se trata de la Concertación Feminista Prudencia Ayala-CFPA-que fue creada en 1997 por 
organizaciones de mujeres y mujeres independientes. 
 6 
sociedades. Ello implica cuestionar el sistema de dominación y establecer 
compromisos para transformar las inequidades, lo cual nos lleva a reconocer el 
accionar del movimiento de mujeres, la legitimidad de su lucha y la necesidad 
de que los estados establezcan políticas nacionales de equidad. 
 
En cuanto categoría para el análisis social de la realidad, el género ha 
permitido a las Ciencias Sociales crecer en objetividad, en criteriosde 
verificación y en disciplinariedad. 
Su principal aporte consiste en convertir a las mujeres en sujetos y objetos de 
conocimiento, lo cual en la práctica ha consistido en develar la actividad social 
femenina y en mostrar su valor específico. Para eso fue necesario ir 
descubriendo y construyendo categorías y metodologías que presentaran una 
visión objetiva del quehacer de mujeres y hombres en la sociedad.. 
Analizar la situación de las mujeres y de los hombres en el marco de las 
relaciones de género se ha convertido en una tarea permanente de las 
ciencias sociales. 
 
Otro aporte ha sido el enfoque holístico e interdisciplinario de su planteamiento 
teórico, que integra diversas disciplinas científicas como la Antropología, la 
Psicología, la Filosofía, la Historia y la misma Sociología. Hay entonces una 
amplia variedad de posiciones y de formaciones, que pueden ser 
constantemente revisadas. 
 
Desde esa óptica interdisciplinaria se han creado, en el ámbito de la Ciencias 
Sociales, nuevos mapas cognitivos. Este es el caso de las temáticas referidas 
a la masculinidad, el erotismo, el cuerpo y la sexualidad con una mirada más 
plural sobre cuestiones que eran pensadas fundamentalmente por la 
medicina, el derecho o la religión. 
También recoge los resultados de la investigación académica, de mujeres y 
hombres, sin limitarse a los de mujeres para mujeres. Los aportes de la 
investigación feminista han permitido también a los hombres repensar ellos su 
propia particularidad. 
 
 7 
Otro aporte ha sido el diálogo, la negociación y la circulación compartida por 
hombres y por mujeres, en espacios unas veces violentos y otras, pacíficos 
como parte de las dificultades para asumir los cambios. 
 
Finalmente, el compromiso político y la toma de posición, radicales las más de 
las veces, frente a transformaciones progresivas pero estructurales del ser y 
quehacer sociales desde una identificación con causas de abierta implicación 
política, sin que ello afecte la objetividad de sus premisas ni la rigurosidad de 
su praxis científica. 
Con la información obtenida nos propusimos analizar la participación de las 
mujeres en la construcción y el ejercicio de la ciudadanía, desde una 
perspectiva de género, lo cual implica por un lado, una forma de mirar y de 
pensar los procesos sociales, las necesidades, las demandas, los objetivos y 
beneficios del desarrollo, y por otro, supone una metodología de trabajo que 
considera a las mujeres como agentes de cambio que impulsen una 
adquisición individual y colectiva de poder (“empoderamiento”)2, que las ponga 
en equidad frente a los hombres y les posibilite relaciones con diferentes 
actores y espacios. 
 
1. Objetivos de la investigación 
 
A. Objetivos: 
 
General: 
Proporcionar las bases para profundizar en la investigación socio-política e 
histórico-cultural de las mujeres organizadas en El Salvador. 
 
 
Específicos: 
 
2
 De acuerdo con Schuler, el empoderamiento es “un proceso por medio del cual las mujeres 
incrementan su capacidad de configurar sus propias vidas y su entorno; una evolución en la 
concientización de las mujeres sobre sí mismas, en su estatus y en su eficacia en las 
interacciones sociales”. Shuler, Margaret. “Los derechos de las mujeres son derechos 
humanos: la agenda internacional del empoderamiento”. En León, Magdalena 
(Compiladora). Poder y Empoderamiento de las Mujeres. TM Editores/U.N. Facultad de 
Ciencias Humanas: Bogotá, Colombia. 1997 Pp. 31 
 
 
 8 
a. Sistematización crítica del proceso de gestación, evolución, desarrollo 
y consolidación del Movimiento de Mujeres, haciendo énfasis en sus 
momentos de mayor crecimiento y definición de sus estrategias. 
b. Análisis de las estrategias y principales ejes de acción del Movimiento 
de Mujeres, en el marco de la construcción y ejercicio de la 
ciudadanía. 
B. Planteamiento del problema 
 
El presente estudio aborda el tema de la participación política de las mujeres 
en organizaciones específicas. Sus líneas de atención se centran en la 
identificación de los principales momentos de las organizaciones de mujeres y 
de los avances en la construcción y ejercicio de su ciudadanía, avances y 
restricciones que impiden la participación equilibrada de mujeres y hombres en 
los espacios de poder público y adopción de decisiones, así como en la 
exposición de medidas fundamentales que requieren ser adoptadas a la 
brevedad, a fin de garantizar el ejercicio pleno de la ciudadanía de las mujeres 
en condiciones de igualdad con los hombres. 
La metodología de trabajo ha incluido la revisión y el análisis de textos 
especializados, tanto a nivel nacional como centroamericano y latinoamericano, 
entre ellos los instrumentos internacionales y nacionales que protegen y tutelan 
los derechos de las mujeres, e información estadística sobre la participación 
ciudadana y política de las mujeres. 
 
Se tomaron en cuenta fuentes primarias y secundarias, entrevistas a lideresas 
y revisión biblio-hemerográfica en el Archivo General de la Nación y el Museo 
Nacional de Antropología. También hemos realizado entrevistas a informantes 
clave: especialistas, militantes feministas, conductoras de movimientos 
sociales, a quienes agradecemos su disposición y su tiempo para socializar su 
experiencia investigativa. Las entrevistas se realizaron para obtener datos de 
las lideresas. 
 
También se ha realizado una revisión socio-histórica de los aportes 
individuales y colectivos de las mujeres a los cambios socio-culturales y 
políticos en El Salvador. Las entrevistas personales han resultado valiosas 
 9 
tanto para conocer los aportes individuales como para fundamentar los aportes 
generacionales o grupales, dada la escasez bibliográfica sobre algunos 
períodos, especialmente el de 1930 a 1950; han servido igualmente para 
comprender las primeras inquietudes acerca del feminismo y de los roles de 
las mujeres en la sociedad salvadoreña. 
 
C .Estructura de la Investigación 
 
Este trabajo de investigación se divide en dos momentos: el período de 
transición de post-guerra, de 1992 a 1995, y luego un segundo momento, que 
parte del accionar y ascenso del Movimiento de Mujeres (MM) y sus estrategias 
de acción, de 1996 a 2008. 
El análisis de nuestro objeto de estudio se realizó desde la teoría feminista 
tomando el contexto salvadoreño como una totalidad socioeconómica y política 
desde el surgimiento de la primera organización de mujeres de base popular (la 
Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas, en 1957, fundada por obreras del 
Partido Comunista Salvadoreño) hasta 2008. Nos basamos en la investigación 
feminista mundial y en sus teorías de género porque postulan una visión 
liberadora de la mujer. 
 
us líneas de atención se centran en la sistematización crítica del proceso de gestación, 
evolución, desarrollo y consolidación del Movimiento de Mujeres, en El Salvador y el 
análisis de las estrategias y sus principales ejes de acción , en el marco de la 
construcción y ejercicio de la ciudadanía. En un contexto de limitaciones y 
restricciones que impiden la participación equilibrada de mujeres y hombres en los 
espacios de poder. 
 
Bajo estas consideraciones, el presente estudio busca contribuir al análisis y a 
la reflexión para profundizar en la investigación socio-política e histórico-
cultural de las mujeres organizadas en El Salvador. 
 
De tal manera que en la Introducción se establece el Marco Teórico 
Metodológico, los objetivos, Importancia del tema y el Planteamiento de la 
Investigación 
 
 10 
En el capítulo I, se exponen el análisis histórico de la Investigación, la relación 
entre política y género para explicar la participación política de las mujeres, la 
socialización genérica y la conformación de las esferas pública y privada;el 
sufragio como un derecho y la construcción de la ciudadanía de las 
salvadoreñas. Los nuevos movimientos sociales y el movimiento de mujeres en 
el contexto de post guerra. 
 
En el capítulo II se inicia con la creación de Fraternidad de Mujeres 
Salvadoreñas en 1957, se analiza la gestación de organizaciones femeninas, 
muchas de ellas conformadas en el exilio y otras dentro del país, para apoyar la 
lucha popular. Se analizan los inicios del actual Movimiento de Mujeres-MM- y 
la integración de la perspectiva de género en las demandas y denuncias. 
Asimismo le empiezan a dar una dimensión regional e internacional al 
incipiente movimiento. 
 
El Capítulo III presenta un análisis de los hechos que van de los Acuerdos de 
Paz a la eclosión de organizaciones de mujeres bases del Movimiento de 
Mujeres de El Salvador. Así como el papel de las ex guerrilleras en la creación 
de las principales organizaciones de mujeres que conformarían dicho 
movimiento. 
 
Las Estrategias del Movimiento de Mujeres en El Salvador: 1997- 2008, se 
analizan en el Capítulo IV, se presenta un Balance Mínimo del Movimiento de 
Mujeres y los principales aportes a la Sociedad Salvadoreña 
 
El cierre del estudio lo constituyen las conclusiones. Finalmente presentamos la 
bibliografía y anexos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 11 
 
CAPITULO I 
 
1. Análisis histórico de la Investigación 
 
Si bien en términos jurídicos, mujeres y hombres gozan de iguales derechos 
para participar en la vida política del país, esa igualdad no se da en la práctica 
porque la participación no es igualitaria en el ámbito público. La participación 
de las mujeres ha sido lenta y más bien escasa. 
 
Los espacios políticos todavía suelen entenderse en códigos masculinos, ya 
que siguen siendo los hombres quienes mayoritariamente ocupan los cargos 
públicos y quienes toman las decisiones ejecutivas excluyendo o marginando a 
las mujeres de los procesos estratégicos y de las deliberaciones sobre el 
interés colectivo. 
 
Al no tener igualdad de oportunidades la ciudadanía femenina sigue siendo 
“incompleta” o “de segunda”. Su presencia es muy limitada en los espacios de 
poder; y cuando logran acceder a ellos, se ven restringidas por la 
discriminación o por diversas formas de violencia. 
 
1.2. La participación política de las mujeres desde la teoría de 
género 
 
La teoría de género permite sopesar la participación política concreta de las 
mujeres, así como identificar y explicar los mecanismos estructurales y 
culturales que determinan la desigualdad.3 
La política constituye uno de los ámbitos sustantivos en que se expresa la 
desigualdad entre hombres y mujeres. Sus dispositivos y estructuras restringen 
 
3 El género se refiere a los significados que la sociedad asigna a mujeres y hombres por medio de la diferenciación 
de roles, actitudes, conductas y responsabilidades definidas como “propias de mujeres” y “propias de hombres”. 
Esta categoría se centra en las relaciones sociales entre hombres y mujeres (es decir, relaciones de género), por 
ello es importante subrayar que género no es sinónimo de mujeres. Según Joan Scott (2003), el género es una 
forma primaria de relaciones significantes de poder; es un elemento constitutivo de las relaciones de género 
basadas en las diferencias que distinguen los sexos. De tal manera que las identidades femeninas y masculinas se 
encuentran determinadas por los procesos diferenciados de socialización, por lo que no son simples derivaciones 
de las diferencias biológicas, sino complejas construcciones sociales cargadas de significados que se proyectan y 
activan por medio de las diversas estructuras que regulan la sociedad (Scott, 2003: pp. 289-301). 
 12 
el derecho de las mujeres para acceder y participar de la misma manera que 
los hombres en los ámbitos que definen el interés colectivo. 
 
Los miembros de una comunidad se involucran en la política para regular 
conflictos y adoptar decisiones vinculantes, es decir, obligatorias para los 
miembros de esa comunidad. 
 
Nos podemos aproximar al estudio de la política a partir de una descripción de 
la estructura política existente en una sociedad determinada. Desde esta 
perspectiva nos preguntaremos de qué forma se organiza la acción política, ya 
sea a lo largo de la historia de las diferentes formaciones sociales o a partir de 
las reglas, los códigos y las instituciones que la definen puntualmente. 
 
La política adquiere diversas formas que se resumen en tres: estructuras, 
procesos y resultados. La política se plasma en un conjunto de instituciones o 
reglas (recogidas primordialmente en la Constitución o leyes fundamentales del 
Estado) que establecen el contexto en el cual se desarrolla la intervención 
política. Esta se configura como un proceso en el que participan actores que 
representan al Estado (por ejemplo, el gobierno), a los electores (los partidos 
políticos) o a determinados grupos sociales (por ejemplo, los sindicatos y las 
asociaciones empresariales) que, desde perspectivas diversas y, en ocasiones, 
opuestas, discuten, negocian y acuerdan determinados cursos de acción. Si 
tales discusiones, negociaciones y acuerdos son efectivos, producen 
resultados formales (pactos suscritos, normas legales aprobadas...) o 
informales (compromisos orales) orientados hacia la solución temporal o 
definitiva de los problemas que suscitaron la intervención. La política conjuga, 
pues, estabilidad (estructuras y resultados) con dinamismo (procesos), si bien, 
como es obvio, lo estable no es permanente o inmutable. Los actores que 
intervienen en el proceso político intentan hacer valer su capacidad de influir en 
la toma decisiones a fin de que éstas se ajusten a sus valores (o preferencias 
ideológicas) e intereses. A esa capacidad de influencia se le denomina poder 
político. 
 
La distribución del poder político en una sociedad concreta depende del tipo de 
régimen: 
 13 
las democracias reparten el poder político entre muchos actores, 
comenzando por los votantes. Por el contrario, las dictaduras concentran el 
poder político en determinadas instancias, privando del mismo a todas las 
que pueden perturbar la forma de gobernar impuesta, en primer lugar, a la 
ciudadanía (Vallés, 2006: pp.20). 
 
La teoría política y los estudios de género han buscado explicar, durante 
décadas, las razones de la persistente marginación y exclusión de las 
mujeres de las esferas políticas y los efectos de ello en la imposibilidad de 
avanzar hacia una mayor equidad social y hacia el empoderamiento de las 
mujeres como sujetos sociales. Pese a ello las inequidades de género se 
mantienen vigentes en la participación política a pesar de la igualdad formal 
de las personas ante la ley que garantiza igual goce de derechos a mujeres 
y hombres, situación que constituye un problema central en las democracias 
modernas. 
Según la teoría de género, las raíces de esta desigualdad se ubican en la 
propia constitución del Estado moderno surgido de la Ilustración.4 Este 
movimiento político-filosófico se desarrolló en el siglo XVIII y planteó como 
atributos masculinos: la razón, la igualdad, la individualidad y la autonomía 
de los individuos. Se argumentaba que la individualidad y la autonomía eran 
cualidades propias y exclusivas de los hombres y en consecuencia, también 
lo serían de la ciudadanía. 
En La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) se 
impuso el sello masculino excluyendo a las mujeres como titulares de 
derechos, negándoles la categoría de la ciudadanía y como consecuencia 
los derechos inherentes a esa condición. La filosofía de la Ilustración 
consideraba la razón y la igualdad como cualidades intrínsecas del hombre, 
no así de la mujer. 
Así se impuso la visión androcéntrica del mundo, al definirse al hombrecomo sujeto de derechos. Alda Facio explicita al respecto: 
 
El androcentrismo que permea todas nuestras instituciones ha 
redundado en que todas las disposiciones legales tengan como 
parámetro, modelo o prototipo al macho de la especie humana, de la 
 
4 La Ilustración se originó en Europa, particularmente en Francia e Inglaterra durante el siglo XVIII. Este 
movimiento reivindicó una nueva ideología que buscaba iluminar al mundo (“Siglo de las Luces”), a través del 
uso sistemático de la razón. 
 14 
misma manera en que la anatomía toma como modelo al cuerpo 
masculino y de la misma manera en que el concepto de ser humano se 
reduce al concepto de hombre
.
(Facio, 1992 : p.74) 
 
Consecuentemente, la política se delimitó como un ámbito masculino, y se 
justificó la exclusión de las mujeres por su supuesta imposibilidad de concebir 
ideas y discernir ideologías o normas morales. La filosofía de la Ilustración 
puso en entredicho la calidad de humanas de las mujeres en cuanto al ejercicio 
de loa autoridad, del liderazgo y de las decisiones de interés colectivo. Se les 
excluyó del estatus de individuo y se les privó de la participación en el mundo 
público. Las bases de la política se pensaron y definieron a partir de las normas 
y prácticas masculinas (Medina, 2010: pp. 18). 
 
Para cumplir cabalmente su papel las cualidades que tendrían que ser 
cultivadas en los hombres se centrarían en desarrollar su autonomía, su 
individuación5 y su liderazgo. Las mujeres, en contraste, deberían ser 
socializadas siempre bajo la tutela de un varón (el padre, el hermano, el 
esposo), confinadas a la vida privada, orientando su educación a la sumisión, a 
la dependencia y a la obediencia, con la maternidad como su papel prioritario. 
 
Este proceso de socialización se fundamenta en el sistema patriarcal, es decir 
en la ideología y en las estructuras institucionales que mantienen la opresión 
de las mujeres. Según Alda Facio es 
 
Un sistema que se origina en la familia dominada por el padre, estructura 
reproducida en todo el orden social y mantenida por el conjunto de 
instituciones de la sociedad política y civil, orientadas hacia la promoción del 
consenso en torno a un orden social, económico, religioso y político, que 
determinan que el grupo, casta o clase compuesto por mujeres, siempre 
estará subordinado al grupo, casta o clase compuesto por hombres, aunque 
puede ser que una o varias mujeres tengan poder, hasta mucho poder, como 
las reinas y primeras ministras, o que todas las mujeres ejerzan cierto tipo de 
poder como lo es el poder que ejercen las madres sobre los hijos y las hijas 
(Facio, 
,
 1992: p.38). 
 
 
5 Individuación se refiere a la propia persona u otra, con abstracción de las demás, en: Diccionario de la Lengua 
Española. Real Academia Española: 1992. 
 15 
La oposición entre las cualidades “propias de los hombres” y las “propias 
de las mujeres” conformaría al espacio público como esencialmente 
masculino, mientras que el espacio privado sería inherente a lo femenino, 
el lugar “natural” de las mujeres, que se distingue por su subordinación 
real y simbólica al poder masculino. En público se ubicaría lo político, lo 
social, lo económico, lo cultural, es decir, todas aquellas actividades o 
esferas vitales para el interés colectivo de la sociedad. En oposición, el 
espacio privado se conformaría en la esfera íntima de lo familiar y de lo 
doméstico. 
 
La dicotomía entre lo público y lo privado determinó la división sexual del 
trabajo, que se caracteriza por la definición de jerarquías, disparidades y 
relaciones de poder entre los géneros. Lo masculino se impuso sobre lo 
femenino generando desigualdades y discriminaciones en cuanto al acceso, 
uso y control de oportunidades, en la adopción de decisiones, en el manejo de 
los recursos, así como en la falta de reconocimiento de sus derechos. 
 
 
1.3 Discriminación: Mujeres socializadas para accionar en el 
espacio privado 
 
Lo que ha mantenido a las mujeres fuera de la política es la división que existe 
entre lo público y lo privado, división en la que tradicionalmente la mujer se 
ocupa de la reproducción en el ámbito privado y el hombre de la producción en 
el ámbito público, “así pues, este modelo de familia dejó asignadas a las 
mujeres a un espacio real y simbólico -que representa a la naturaleza- la choza 
como espacio privado y en que quedan en una posición de subordinación e 
inferioridad frente a los varones. En contraste, son estos quienes salen al 
mundo exterior de la cultura, es decir, a la esfera pública” (Sánchez, 2001. 
Citado en Ulloa, 2007: p. 218). Las mujeres se encuentran en desventaja en 
comparación con los hombres, ya que ellos han sido educados para estar en 
ese espacio, en cambio a ellas mujeres se les educa de forma diferente aun 
cuando se sabe que ya no están sometidas a permanecer en casa. 
La permanencia histórica de la mujer en lo privado la ha llevado a verse ella 
misma de forma “natural” como la encargada del trabajo doméstico, pues 
 16 
aunque trabaje es quien también asume las funciones del hogar en la mayoría 
de casos; duplica así su trabajo y a la vez se excluye de la política. A ese 
respecto señala Nordstrom “cómo una diferencia biológica, que en sí misma 
no entraña inferioridad, ha sido causa de una exclusión sistemática de la mujer 
del poder político, mediante el ejercicio del poder político” (Nordstrom, 1990: p. 
24). 
La política ha ido alimentando la desigualdad y legitimando el status quo, “la 
división sexual del trabajo transformó el sexo biológico en género social” (Ulloa, 
2007: p. 225). Así, la discriminación y la exclusión de la mujer se explican como 
la división sexual del trabajo. A ese respecto, Brown habla de una inclusión-
excluyente: 
 
La inclusión-excluyente para quienes se ven como los otros y las otras, 
estuvo presente desde el inicio. En el caso de las mujeres, su no inclusión 
estuvo relacionada con la asociación de éstas a la naturaleza por oposición 
al mundo de la cultura, privilegio exclusivo de los varones. Una cultura, cabe 
aclarar, en la que tendrá preeminencia el concepto ilustrado de razón, del 
que eran portadores los varones y del que carecían las mujeres 
(Brown, 2004: p. 115). 
 
Apelando a la naturaleza, se trataba de justificar la supuesta incapacidad de las 
mujeres para el ejercicio político. El mismo Brown explica cómo y para qué era 
incluida la mujer: 
 
Si las mujeres eran idénticas, no eran iguales ni individualizables. Carentes 
de razón y de autodeterminación, se les excluyó sin más del pacto aunque 
fueran incluidas también bajo el tutelaje y la protección del padre de familia (o 
el Estado) y tratadas como eternas menores de edad” (Ibid. p. 115). 
 
El contrato social implicó la subsunción del contrato sexual entendido 
como no político. No fue resultado de un efecto no querido, sino una 
de las condiciones para su establecimiento” (Ibíd.: pp. 125). 
 
Este planteamiento concuerda con el de Ulloa en que la división sexual del 
trabajo convirtió lo biológico en género social, atribuyéndose a la naturaleza la 
exclusión y discriminación de las mujeres. Mientras que los hombres eran 
vistos como seres racionales capacitados para tomar decisiones inteligentes, 
 17 
las mujeres eran vistas como incapaces para la política relegando así su 
funcionalidad sólo a la reproducción del sistema. 
 
En torno a ese mismo contrato social que reducía la función de la mujer a lo 
privado, Postigo asegura que “el pacto que tuvo lugar entre sujetos libres e 
iguales y que dio lugar a la sociedad civil estuvo acompañado por otro contrato 
paralelo entre hombres y mujeres que consolidó sus obligaciones peculiares 
dentro de la ciudadanía: el matrimonio. Como resultado de éste, las mujeresprometieron obediencia a los hombres a cambio de protección, y se ocuparon 
de las funciones reproductivas en la esfera doméstica”. (Postigo, 2006: p. 4). 
Es plausible la correspondencia entre los planteamientos de estas autoras 
acerca del contrato social que dio paso al contrato sexual. 
 
 
1.4 El sufragio como un derecho de las mujeres 
 
El movimiento social internacional conocido como sufragismo surge del debate 
de la Ilustración sobre la exclusión de las mujeres del pacto social que dio 
origen al Estado moderno. Los derechos políticos y la ciudadanía tenían como 
fundamento la exclusión femenina y la confirmación de los varones como 
sujetos políticos. El sufragio era restringido según requisitos económicos, 
raciales y sociales. 
 
A finales del siglo XIX las mujeres no eran sujetos legales y se definían como 
seres dependientes del padre o del marido; se evocaba la feminidad desde la 
maternidad, la entrega a la familia y el confinamiento en la casa. En contraste, 
el varón era considerado un ciudadano y sujeto político activo. Ellas para la 
casa (esfera privada) y ellos para la política (esfera pública), tal como lo habían 
diseñado “ilustradamente” los pensadores franceses. 
 
El voto se les negó a las mujeres en el siglo XIX y hasta mediados del XX. Las 
constituciones adoptadas en las repúblicas latinoamericanas dotaron a las 
mujeres de nacionalidad por nacimiento en el territorio nacional, pero no de 
ciudadanía, entendida ésta como el derecho a elegir y a ser elegido. Las 
constituciones de América Latina “enfatizaban el género: se dirigían a un ser 
 18 
emblemáticamente hombre: el ciudadano; los hombres mayores de edad” 
(Lavrín, 2002: p.p 47 ) 
 
Las luchas sufragistas permitieron avances en la construcción de la ciudadanía 
femenina, noción que cubre tres dimensiones: la social, sobre los derechos 
del bienestar social y económico; la política, que se centra en el derecho al 
voto y a la intervención en lo público; y la civil, que abarca la libertad individual, 
la igualdad ante la ley, los derechos de propiedad y de justicia. 
 
El enfoque social podría aplicarse a ciertas propuestas del feminismo histórico 
que desde la valoración positiva de la maternidad criticaban el monopolio 
masculino no tanto en relación con la política sino más bien con el bienestar 
social y con la sociedad civil. 
 
La demanda del sufragio femenino trasciende la dimensión de ciudadanía 
política; fue considerada como una reivindicación radical en cuanto a las pautas 
culturales y las conductas de género. Esta lucha no fue fácil, duró 
aproximadamente 80 años, lapso equivalente a tres generaciones de mujeres. 
Los argumentos de los anti-sufragistas expresaban la preocupación de que el 
sufragio femenino llevara a la masculinización de las mujeres, al abandono de 
sus deberes familiares y al libertinaje sexual. 
 
A través del sufragismo se afirmó la necesidad de fortalecer los procesos de 
individuación de las mujeres y de su autonomía en la toma de decisiones. En 
1948 se reconoció internacionalmente como derecho humano fundamental la 
participación de las mujeres en la vida la política, a través de la Declaración 
Universal de los Derechos Humanos que establece, en el Artículo 21, el 
derecho de toda persona a participar en el gobierno de su país. Si bien esta 
declaración como reconocimiento internacional es un tanto difusa, contribuyó a 
que la mayoría de las naciones hicieran un reconocimiento jurídico-legal, la 
igualdad entre mujeres y hombres, el cual supone que todos los individuos son 
iguales ante la ley. La igualdad jurídica de mujeres y hombres se fundamenta 
en la asignación igual de los derechos fundamentales para todas las personas, 
eliminando por tanto los obstáculos para que cada individuo desarrolle sus 
capacidades en las distintas esferas de la vida. 
 19 
 
Por ejemplo, en Estados Unidos el movimiento sufragista estuvo ligado al 
movimiento antiesclavista. Una de las resoluciones de la Convención de 
Séneca Falls, Nueva York, en 1848, que convocó a las mujeres a “discutir la 
condición social, civil, religiosa y los derechos de la mujer”, culminó con la 
Declaración de Sentimientos, en la cual se rechazó el estatus social 
subordinado de las mujeres estadounidenses, y se estableció que era un deber 
de las mujeres estadounidenses “asegurar su derecho sagrado al sufragio 
electivo”. Así se marcó en ese país el inicio de la lucha sufragista. 
En América Latina no fue sino hasta los años veinte y treinta del siglo XX que 
se desarrolló un movimiento sufragista propiamente dicho. Si bien desde el 
siglo XIX se dieron hechos aislados en algunos países, el voto femenino no 
fue visto como una prioridad ni considerado en las agendas de las 
organizaciones de mujeres latinoamericanas, que surgieron en el siglo XIX y en 
los primeros años del siglo XX, ya que se privilegiaron las demandas de la 
educación y otros derechos civiles. 
Para algunas autoras como, Rina Villars, una de las razones básicas que 
explica el carácter marginal que tuvo en sus inicios la demanda del sufragio 
femenino, fue la ausencia de una tradición sufragista democrática en América 
Latina debido, entre otras causas, al persistente caudillismo en la mayoría de 
los países de la región, en donde los procesos electorales fueron prácticas 
dominadas por la violencia y la ilegalidad. Por ejemplo, “…entre 1850 y 1900 
solamente el 2.3% de la población masculina en América Latina tuvo acceso al 
sufragio” (Villars, 2001: p. 137) 
La ausencia de una práctica sufragista efectiva en la población masculina 
sumada a las prácticas patriarcales, determinó que las primeras feministas 
latinoamericanas privilegiaran las demandas de educación y de derechos 
civiles y postergaran la demanda sufragista. En México, por ejemplo, el 
movimiento sufragista generó reacciones encontradas en la opinión pública y 
en la prensa se publicaron con frecuencia virulentas caricaturas en contra del 
sufragio, en las que las mujeres aparecían en imágenes grotescas subvirtiendo 
los roles sexuales: el hombre asumía funciones domésticas que 
tradicionalmente desarrollan las mujeres. El sufragismo mexicano contó con 
 20 
líderesas destacadas, apoyadas por el contexto de la revolución y los cambios 
constitucionales; sin embargo su lucha culminó en 1948. 
En Costa Rica los opositores al sufragio femenino argumentaron por la prensa 
que las mujeres no tenían capacidad para participar en política; y expresaron 
el temor de que ellas descuidaran sus obligaciones como esposas y como 
madres. En Honduras no puede hablarse de un movimiento sufragista 
entendido como el conjunto organizado de acciones colectivas en pro de los 
derechos políticos de las mujeres hasta en los años cuarenta del siglo XX. El 
Ecuador fue el primer país en otorgar el derecho al voto, en 1929, como una 
medida política de la coalición conservadora, entonces en el poder, que 
buscaba ampliar su base en el “sector” femenino. 
 Algo similar ocurrió, en 1939, en El Salvador como resultado de una reforma 
constitucional durante la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez. 
Mientras que el voto masculino fue consignado como obligatorio, el femenino 
se dejó como voluntario, efectivo solamente para las mujeres que tuvieran por 
lo menos tres años de educación primaria; sin embargo, “es fácil deducir que 
la aprobación del sufragio femenino tuvo entre sus motivaciones, la necesidad 
del régimen de ampliar su base política entre las mujeres y garantizar el apoyo 
de éstas para la reelección de Martínez” (Íbidem: 147). (Villars, 2001 :147) 
Sintetizando: en América Latina la promulgación del voto femenino no tuvo un 
carácter homogéneo sino que fue el resultado de la combinación de muchos 
factores: campañas pro-sufragistas llevadas a cabo por mujeres feministas, 
intereses de las élites de poder, procesos internos de democratizacióno 
modernización y la presión internacional que después de la segunda guerra 
mundial favoreció el ensanchamiento de la democracia en la mayoría de los 
países del mundo. 
Estudios recientes (Rodríguez, 2002: s/n) consideran que si bien en el período 
de 1890-1930 prevalecía en Centro América una visión conservadora de las 
mujeres y del Estado sobre los roles de género, por el papel decisivo de las 
mujeres en los procesos de reforma social, construcción de la nación y 
mantenimiento del orden social, hubo en El Salvador voces disidentes y 
contestatarias, como la de Prudencia Ayala, quien colocó el sufragio femenino 
en la agenda nacional. 
 21 
Las salvadoreñas poco a poco recibieron el influjo del movimiento feminista 
mundial, que ya llevaba algunos años de haberse constituido formalmente: en 
1888 se creó el Consejo Internacional de Mujeres. En 1921 se organizó en 
Madrid una Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas que 
promovió la formación de ligas femeninas en los países latinoamericanos. 
En la Sexta Conferencia Panamericana de La Habana, en 1928, se estableció 
la Comisión Interamericana de la Mujer (CIM), para el estudio de las 
condiciones civiles de las mujeres. En ese mismo año en el Congreso 
Internacional Femenino de Buenos Aires, estuvo presente la salvadoreña Alicia 
Lardé de Venturino. También en la Universidad Popular (creada por líderes 
comunistas) se organizaban conferencias con destacadas figuras femeninas y 
escritores salvadoreños como Alberto Masferrer. 
 El primer logro de la CIM fue la Resolución de la Octava Conferencia 
Internacional Americana. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la recién 
creada Organización de las Naciones Unidas asumió la necesidad de evaluar la 
situación de las mujeres y plantear acciones, fundamentalmente de corte 
tradicional. 
Otra muestra de la participación política de las mujeres salvadoreñas se dio en 
1932, cuando un número considerable de mujeres de la ciudad, en su mayoría 
campesinas, se sumaron al movimiento encabezado por Farabundo Martí y 
formaron comités de mujeres campesinas para apoyar el levantamiento que fue 
reprimido indiscriminadamente por las tropas del General Maximiliano 
Hernández Martínez. 
Los relatos de la época dan cuenta de que, durante esas jornadas 
insurreccionales, las fuerzas rebeldes fueron expulsadas por las tropas del 
ejército y se alojaron en Sonzacate, un pueblo de origen indígena, situado en el 
occidental departamento de Sonsonate. El pueblo de Sonzacate se convirtió en 
un bastión revolucionario, se destacó entre los rebeldes una mujer conocida 
como la “camarada Julia” o “Julia la Roja”, quien desempeñó un papel 
importante en la defensa de ese bastión.6 Norma Guirola de Herrera retoma de 
las memorias del líder obrero Miguel Mármol que: 
 
6
 Camarada Julia es mencionada de manera escueta por Thomas Anderson ( EDUCA: 1976), en El 
Salvador, Sucesos Políticos de 1932 , en la p.184 ,no hay más datos. 
 
 22 
 
muchas de ellas ayudaron a curar heridos, a esconder compañeros, a 
trasladar militantes del golpeado partido Comunista Salvadoreño. Cientos de 
mujeres anónimas ayudaron a la reconstrucción del partido que había perdido 
a sus principales dirigentes pero que continuaba firme en la lucha. (Guirola: 
1983, p.15; Dalton,1983:) 
 
En 1939, igual que en 1930 en la coyuntura de Prudencia Ayala, la prensa dio 
amplia cobertura al tema, reproduciendo casi en su totalidad el debate de la 
Asamblea Constituyente acerca del derecho de las mujeres al voto. La 
Comisión redactora, para justificar la inclusión del artículo que otorgaba ese 
derecho, contó con la participación del Dr. Carlos Escobar Serrano para que, 
como ponente del proyecto, lo argumentara ante la Asamblea Constituyente. 
Para esta innovación, la comisión se basó en dos cosas: 
Primero que hay muchas mujeres muy inteligentes, preparadas y patriotas; y 
segundo que nunca se ha evitado que la mujer tome participación en la lucha 
política. Cuando se trata de elecciones supremas o locales lo primero que 
aparece es un comité femenino; es cosa a la cual están habituadas ya las 
mujeres salvadoreñas. ¿Por qué no reconocerles ese derecho dentro del 
marco legal? Cuando nuestros abuelos introdujeron la separación de la 
Iglesia y el Estado se creyó que vendría una bancarrota social; cuando 
nuestros padres proclamaron principios más revolucionarios también se creyó 
que vendrían perturbaciones sociales; nada de eso ocurrió. Ahora al dar 
nosotros el voto a la mujer, estoy seguro que tampoco habrá bancarrota en la 
sociedad (LP, 1938: 6dic). 
 
El punto generó debates, como era de esperarse en la sociedad patriarcal 
salvadoreña, dando lugar a participaciones encontradas. Un ejemplo: el 
diputado Guzmán Trigueros apoyó la iniciativa con esta opinión: 
…está justificado que la asamblea conceda el derecho al voto a la mujer. La 
humanidad se encamina hacia la guerra y amenaza destruir la civilización. 
En tanto la mujer no tenga derecho al sufragio no podrá oponerse a la 
guerra; no poca ha de ser entonces la influencia de la mujer para que El 
Salvador no se lance a la guerra en un caso dado. Debemos ir hacia la paz 
y si la mujer no interviene en la vida nacional, esa finalidad contra la guerra 
la vamos a perder. Démosle el voto a la mujer con restricciones porque es 
 23 
un ensayo y no sabemos el resultado. Al hacerlo así procedemos con 
buenas intenciones. 
 
El diputado doctor Jaimes dijo que le parecía innecesario discutir sobre el 
voto a la mujer: Las palabras dichas han demostrado que con esta 
innovación se sienta el principio de que la mujer está en condiciones iguales 
al hombre” (ibidem). 
 
Por su lado el diputado Aguilar pidió que “si se dice tácitamente que tienen 
deberes y derechos, que se les den en forma efectiva. Actualmente han llegado 
muchas mujeres al mismo nivel del hombre” . 
Cáceres Prendes (1995) afirma que si bien la mayoría de las intervenciones de 
los diputados fueron favorables a la propuesta, si se analizan sus argumentos, 
resulta que, por un lado, lo ligan estereotipadamente con aquellos símbolos 
que caracterizan el ser mujer: la paz y el sostén espiritual de la sociedad, ya 
que no se “puede ir a la bancarrota”; y por otro lado, con algunas restricciones 
ya que se trataba de un ensayo del cual no se sabían los resultados. 
La cuestión se dejó condicionada a una reglamentación que posteriormente 
debía emitirse como ley de la República: 
…hay que reconocer el derecho como ensayo para que la ley sea la que se 
reforme y no la Constitución en caso de que no resulte favorable; pues la 
enmienda de la Constitución no se podría efectuar con la misma facilidad 
que una reforma de las leyes afectaría 
 
El artículo fue finalmente aprobado con 27 votos a favor y 8 en contra, en 
sesión de la Asamblea Nacional Constituyente, del 5 de diciembre de 1938, 
con la siguiente redacción: “Se otorga a la mujer salvadoreña el derecho del 
sufragio con las limitaciones y condiciones que determinará la ley reglamentaria 
de elecciones”. 
El Salvador fue el primer país centroamericano en otorgar el voto a las mujeres. 
Sin embargo, el artículo Constitucional nunca se produjo, al parecer por las 
dificultades políticas y sociales que en sus últimos cinco años enfrentó el 
régimen dictatorial de Hernández Martínez, quien habría tenido particular 
 24 
interés en impulsar esta iniciativa, ya que veía en el voto femenino un caudal 
electoral a favor de su reelección. 
Justamente en los meses previos a la caída de Martínez, surgió una 
organización de mujeres con fines políticos: el Frente Democrático Femenino 
que tenía como objetivo promover la incorporación de las mujeres de los 
distintos estratos sociales a la lucha por los cambios, las reformas 
democráticas al sistema político y la demanda dela renuncia de Martínez. 
Los cambios democráticos que buscaba el Movimiento del 447, que fueron la 
reforma del sistema político y la instauración de la democracia en El Salvador, 
no aparecieron después de la caída de Martínez, por lo que la lucha continuó 
con los mismos objetivos. En 1945 nace la Asociación de Mujeres 
Democráticas de El Salvador, cuyas actividades continuaron siendo las mismas 
del Movimiento del 44. Esta organización estableció un órgano divulgativo 
propio que se denominó Tribuna Feminista, cuya orientación estaba marcada 
por la coyuntura política del momento. 
En 1948 se aprobó la Convención sobre los Derechos Políticos y Civiles de la 
Mujer, la cual fue ratificada por El Salvador en 1951. Se fundó la Liga 
Femenina Salvadoreña en 1947, que incidió en la conquista del sufragio sin 
restricciones, en 1950. 
En la VIII Conferencia Panamericana de diciembre de 1947 en Perú, 
patrocinada por la Unión Panamericana, se impulsó la igualdad entre mujeres y 
hombres y se recomendó su incorporación en las legislaciones de cada país, 
en lo cual ya se habían adelantado: Uruguay, Paraguay y Cuba. El Salvador 
estuvo ahí representado por Dña. María Guillén de Rivas, quien presentó una 
ponencia titulada “Las Mujeres salvadoreñas piden igualdad con los hombres” 
 
En 1948 se firmaron otros dos convenios: la Convención Interamericana sobre 
la Concesión de los Derechos Políticos de la Mujer, en la cual se reconoce que 
“el derecho al voto y a ser elegido para un cargo nacional no deberá negarse 
por razones de sexo”; y la Convención Interamericana sobre la Concesión de 
 
7
 Se conoce así al movimiento social que aglutinó mujeres y hombres de diferentes sectores sociales y 
políticos que realizaron acciones resistencia y denuncia exigiendo la renuncia del dictador 
Maximiliano Hernández Martínez, fundador de la dictadura militar en El Salvador en 1931. 
 25 
los Derechos Civiles de la Mujer, en la que los “Estados Americanos convienen 
en otorgar a la mujer los mismos derechos civiles que goza el hombre”. 
Tras el derrocamiento de Hernández Martínez, un hombre de su confianza, el 
General Salvador Castaneda Castro, fue elegido presidente, en 1945. Muchos 
obreros habían sido encarcelados y se había exiliado a los dirigentes 
reformistas. exiliados. Se dio entonces una reactivación del movimiento social, 
especialmente del movimiento obrero, demandando el contrato colectivo, una 
jornada de ocho horas, el derecho de huelga y libertades civiles para todos. En 
diciembre de 1948, el General Castaneda fue depuesto mediante un golpe 
militar. El panorama económico y político de la época se perfila en esta cita: 
 
 Las divisiones en el seno de la oligarquía, que venían de 1944 (con la 
caída de Martínez), tenían que ser resueltas. Los precios del café 
consistentemente elevados durante el período de la post guerra habían 
evitado el caos. Sin embargo, los elementos más visionarios de El Salvador 
sabían que algunas cosas tendrían que cambiar para que todo siguiera 
igual. (Armstrong y Rubín, 1983:44) 
 
Los oligarcas modernizadores que intentaban la diversificación de su propia 
riqueza y de la base económica del país, se impusieron a los oligarcas 
terratenientes cuyas fortunas estaban enraizadas en la economía 
agroexportadora y no querían participar en el desarrollo del país. En los años 
cincuenta comenzaron a circular opiniones diferentes con respecto a los 
medios políticos y económicos que pudieran mantener esa prosperidad. 
 
Como salida buscaron aliados en una nueva generación de militares que 
habían sido formados en el extranjero, muchos en USA; eran profesionales y 
tecnócratas menos que generales de carrera, partidarios de sacar a El 
Salvador del monocultivo del café, deseosos de que el ejército contribuyera no 
a la represión sino al desarrollo del país. De este grupo surgió el Coronel Oscar 
Osorio quien dirigió el golpe de estado y dos años después, en 1950, fue 
elegido Presidente. 
 
La revolución de diciembre de 1948 dio inicio a un período de modernización 
sin precedentes en el país: en el ámbito cultural, se pretendía articular un 
 26 
discurso de nación y de identidades cívicas, adoptando como eje un proyecto 
modernizador. Estos intentos del Estado afectaron a las mujeres. 
 
Según Armstrong y Rubín (ibid: p. 45) el gobierno de Osorio desarrolló una 
estrategia de tres vertientes que “ permanecería como el marco de dominación 
en El Salvador durante las décadas por venir: a) el desarrollismo: la creación 
de las condiciones para permitir la expansión y modernización de la economía; 
b) el reformismo: ajustar las estructuras sociales y políticas existentes para 
mantener el sistema un paso delante de sus propias contradicciones; y c) la 
represión que se reservaba para quienes no pudieran ser absorbidos porque 
querían más que un cambio paliativo”. 
 
El historiador Jorge Cáceres Prendes (1993) hace un análisis sobre el 
surgimiento de las organizaciones feministas en la coyuntura de modernización 
del estado durante el período 1948-50. 
Se adoptó en 1950 una nueva Constitución que logró articular la propuesta 
modernizadora y establecer los principios que han orientado hasta el presente 
la acción del Estado. En las discusiones previas a la aprobación de esa Carta 
Magna participaron activamente varias intelectuales. 
En 1948-1949 se intentó conformar un movimiento social de apoyo al proyecto 
gubernamental incorporando a diferentes sectores. En la conformación del 
Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD), oficialista, se 
organizaron sectores como el “PRUD obrero” y el “PRUD femenino”, en el cual 
participaron mujeres con alguna tradición de lucha a favor de las causas 
feministas. 
El voto femenino aparece plenamente en la Constitución de 1950, al ser 
establecido el voto universal sin impedimento alguno. Su antecedente había 
sido, veinte años atrás, la postulación de Prudencia Ayala como candidata 
presidencial en las elecciones de 1930. 
 
… la inestabilidad política junto con las actitudes retrógradas sobre el papel 
de la mujer en la sociedad prolongaron las luchas sufragistas y la 
consolidación de un movimiento de mujeres hasta 1950 cuando se creó la 
nueva constitución que concedía igualdad de derechos políticos para ambos 
sexos” (Ticas, s/f: p. 6). 
 
 27 
La obtención del voto femenino salvadoreño dependió en gran medida de la crisis 
nacional de los años cuarenta y de la organización colectiva de las fuerzas 
feministas, factores que Lynn Stoner ha indicado que fueron comunes a otros 
movimientos de mujeres en el continente (Ibidem: p.8). 
 
Además, se eligieron las primeras mujeres para cargos públicos, entre ellas la 
primera alcaldesa salvadoreña, Rosario Lara vda. de Echeverría, en el 
municipio de Berlín, Usulután. Una muestra de apertura por parte del gobierno 
fue el patrocinio de un seminario del Consejo Interamericano de Mujeres (CIM). 
En el prudismo de la primera época se podía identificar una tendencia pro-
feminista: la igualdad entre hombres y mujeres se articulaba en la propuesta 
democratizadora de la modernización. Sin embargo, este a apoyo duró poco, 
ya que el PRUD se derechizó y el movimiento social fue duramente reprimido. 
 
Más tarde, en 1957, surge la Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas, integrante 
del Frente Nacional de Oriente, que derrocó en 1960 al coronel José María 
Lemus, cuya dictadura torturó a mujeres en las cárceles de la policía y lanzó a 
otras al exilio. La Fraternidad realizó una intensa labor cultural, educativa y 
política. Su plataforma de acción buscaba la organización de las mujeres 
campesinas, de las empleadas domésticas, de las vendedoras de los mercados 
y de las trabajadoras en general para que sus derechos fueran efectivos. Su 
accionar estuvo influido por la fundaciónde la Confederación Nacional de 
Trabajadores, que logró aglutinar a 1500 vendedoras de los mercados, 
profesionales y enfermeras (García, 1989: t. 1, p.16) 
El aislamiento cultural del país y la represión social por parte de regímenes 
autoritarios, fueron desde principios del siglo XX factores contrarios al 
movimiento sufragista. Pese al surgimiento de la Liga Femenina en 1948, no 
hubo movilizaciones directamente enfiladas al derecho del sufragio, el cual fue 
propiciado más bien por regímenes autoritarios, como el de Martínez y el de 
sus continuadores, quienes promovieron el voto femenino para capitalizarlo a 
su favor. 
Sin embargo, el reconocimiento al sufragio no ha sido suficiente para abolir la 
exclusión de las mujeres de los espacios políticos. Si bien es una condición 
necesaria, no es suficiente para garantizar el ejercicio pleno de los derechos 
políticos de las mujeres. 
 
 28 
El derecho al sufragio habilitó a las mujeres para participar en la política, pero 
no logró superar las desventajas de su condición social.8 Aunque formalmente 
ellas tengan igualdad de estatus, su edad y su pertenencia étnica o social 
siguen negando en la práctica la igualdad de ciudadanía con respecto a los 
hombres. 
Esta situación es grave no solamente para las mujeres sino también para la 
sociedad, pues impide a las personas desplegar su potencial político a favor 
de los proyectos colectivos. La ausencia de las mujeres en los espacios de 
decisiones públicas malogra el ejercicio de la ciudadanía e implica que el 
carácter patriarcal de las instituciones del Estado no se ha logrado superar. 
En las dos últimas décadas del siglo XX y aún más en la primera década del 
siglo XXI, la desigualdad en la participación política de las mujeres ha motivado 
un cuestionamiento internacional acerca de la representatividad de los 
gobiernos, así como la necesidad de garantizar a mujeres y hombres el 
derecho de participar en la política de forma efectiva y equilibrada. 
 
Estudios recientes muestran que en aquellos espacios de poder en los que 
existe presencia femenina, hay mayor afluencia en las decisiones colectivas. 
Muchas formas de hacer política o de conducir la vida económica podrían ser 
más receptivas a la diversidad, a nuevos valores de convivencia, a nuevos 
beneficios para la familia, así como a la reivindicación del trabajo doméstico, la 
co-educación, la visibilización histórica de las mujeres, etc., con lo cual se 
enriquecería la vida pública. Las mujeres siguen siendo limitadas en su acceso 
a la política y en su participación social. 
 
La exclusión de las mujeres es histórica, producto del hegemonismo político 
que las discrimina por su condición de género. El feminismo ha puesto en 
evidencia esa problemática: es vital conocer las razones por las que las 
mujeres siguen siendo impedidas de vivir una ciudadanía real. 
 
 
8 UNIFEM (Informe Anual 2006-2007) señala que la condición de las mujeres hace referencia a las características 
socioeconómicas que configuran sus niveles materiales de vida, mientras que la posición de las mujeres alude a 
su ubicación social con relación a los hombres, medida en términos de diferencias de “oportunidades” entre 
ambos en el acceso diferenciado al poder político, a los recursos productivos, etc. Por tanto, trabajar en torno a la 
condición y posición de las mujeres significa introducir cambios sustantivos en las estructuras y factores sociales 
que determinan la desigualdad de género en los distintos ámbitos de la sociedad. 
 29 
1.5 Construcción y ejercicio de la ciudadanía de las mujeres 
salvadoreñas. 
 
Ciudadanía es un concepto y una práctica heterogénea que ha ido cambiando 
en el transcurso histórico en los diferentes escenarios locales y mundiales. Es 
un concepto en proceso de permanente construcción. Según el Diccionario 
Enciclopédico Ilustrado Océano (1994), ciudadanía es: “Calidad y derecho de 
ciudadana”, “ciudadana: natural o vecina de una ciudad”, ciudadano: “El o la 
que está en posesión de los derechos que le permiten tomar parte en el 
gobierno de un país”. 
Para el colectivo CIDEM, ciudadanía es la “Condición legal que implica gozar 
de ciertos derechos políticos (como la capacidad de votar y ser votada) 
otorgados por el Estado y que siguen participando en la cosa pública, por 
ejemplo, la autoorganización para influir en las políticas públicas, ejercicio 
político de derechos y responsabilidades de las personas en la cosa pública 
dentro de un sistema democrático” (CIDEM, 2001: p.32). 
 
De manera general, para el periodo moderno la ciudadanía es definida como el 
estatuto que hace referencia a una dimensión jurídica, inseparable de la 
dimensión política, puesto que implica una gama de obligaciones y derechos 
vinculados a la condición de miembro de una comunidad política. 
 
La ausencia de datos ha sido señalada por investigadoras e investigadores 
como una limitante en el conocimiento de la participación ciudadana femenina 
en El Salvador, de sus aportes a los cambios sociopolíticos. Para Elsa Moreno, 
la participación de las mujeres se ha realizado en el marco de regímenes 
autoritarios que por su propia naturaleza no solamente han impedido la libre 
expresión y la participación política de las mismas, sino que “también 
impidieron la creación de una memoria colectiva sobre la cual construir la 
historia del país. Esta limitación, aunque por diferentes razones, es extensiva al 
movimiento social, el cual no tuvo la oportunidad ni la visión necesaria para 
acumular esta memoria. El déficit de información resulta abrumador cuando se 
trata de establecer la participación de las mujeres en la historia política del 
país; los pocos esfuerzos realizados en esta materia, tienen como denominador 
 30 
común la total invisibilización del papel de las mujeres 9 (Moreno 1997: p. 
8). A este propósito dice Sonia Ticas: 
 
Es indicativo el gran silencio que ha habido en el país no sólo al tratarse de la 
historia oposicionista sino en particular respecto a la historia política de las 
mujeres… La invisibilidad de la mujer salvadoreña en el discurso oficial era 
por lo tanto un hecho, hasta los años de la pos dictadura que ellas mismas 
exigieron ser inscritas en el plan maestro de la nueva nación aunque fuera a 
partir de su rol reproductor. (Ticas, 2003:p. 3) 
 
Los diarios oficiales de las décadas de 1920, 1930 y 1940 arrojan muy poca 
información sobre las asociaciones, comités u otras organizaciones de mujeres 
que solicitaron legalizar su situación. A lo largo de estas décadas, las 
expresiones organizativas de las mujeres no adquirieron características de 
militancia feminista propiamente dicha, sino que existieron como rama 
femenina de entidades políticas o sociales, sindicatos u otras organizaciones. 
Ubicadas entre los años 1920-1970, su enfoque era clasista: sus 
reivindicaciones quedaban implícitas en las demandas del proletariado; cuando 
se lograra el triunfo de la clase obrera, las mujeres también se liberarían. 
La equidad significa igualdad de oportunidades en lo que se conoce, lo que se 
sabe hacer y en las cualidades que se tienen. De la misma forma, la igualdad 
de oportunidades supone la obtención de beneficios por efecto de la 
participación. La equidad significa acceso real a las oportunidades que se 
presentan, condiciones apropiadas para aprovecharlas y disfrutar de los 
productos del trabajo. Todo ello apunta a una participación de las mujeres en 
igualdad y en pleno ejercicio de su condición ciudadana. 
 
Por eso, la ciudadanía tiene que ver con la igualdad de oportunidades de 
participación activa y plena, para ejercer derechos y tomar decisiones que 
influyan en la producción, distribución y apropiación de los recursos materiales 
y simbólicos de cada sociedad y territorio en cada época histórica. Laconstrucción y ejercicio de la ciudadanía de las mujeres remite a la 
participación activa en las instancias de toma de decisiones, bajo la 
concepción de las mujeres como sujetos con derechos y como sujetos políticos 
 
9
 negritas nuestras. 
 31 
constructores de democracia. El poder compartido se ha reconocido como 
requisito esencial para ella. 
 
Este nivel de participación dependerá de varios factores: 
 La promoción de estructuras, políticas y esfuerzos organizados de la 
participación de las mujeres; 
 La existencia de un tejido socio-institucional que apoye y promueva a las 
mujeres; 
 La capacidad de las mujeres para conformar su propia organización. 
 
El análisis de la construcción y ejercicio de la ciudadanía de las salvadoreñas 
obliga, también, a ubicarse en los procesos sociales y políticos que ha vivido y 
vive el país en torno a la participación y organización de las mujeres en 
términos de aporte, de modificación de estructuras organizativas e 
institucionales (incluidas las gubernamentales) y de las formas de concebir e 
implementar los procesos mismos. 
 
Sin embargo, a medida que la concepción y la práctica de la ciudadanía va 
evolucionando hacia la ampliación de derechos y deberes, van surgiendo 
nuevos análisis y críticas sobre sus implicaciones. Autores como Antón y 
Rivero (2000) y García y Gomárriz (2000: 114) analizan la ciudadanía en tres 
niveles: 
Ciudadanía formal: la ciudadanía concede a las personas la gama de 
derechos y deberes por cuanto se pertenece a una nación, sin importar si los 
conocen y exigen; significa que se le otorga el estatus formal de la ciudadanía, 
es decir los fundamentos materiales para hacer valer tales derechos sociales. 
Ciudadanía sustantiva: se presenta cuando los derechos y deberes son 
conocidos, apropiados y ejercidos bien sea para criticarlos, redefinirlos o 
ponerlos en práctica. 
 Ciudadanía activa: cuando se va más allá del reconocimiento de los 
derechos y obligaciones y las personas se hacen sujetos responsables con 
juicio político, se interesan por participar políticamente. 
 
 32 
García y Gomárriz consideran otros elementos para la caracterización de la 
ciudadanía activa Para ellos, dicha participación requiere tanto la existencia de 
capacidades efectivas como el deseo de hacerlo, “dándole así gran importancia 
a la voluntad de hacerlo” (García y Gomárriz: 2000. p. 89). 
 
La ciudadanía plena implica necesariamente la sintonía de los dos 
componentes que le dan vida: la construcción y la práctica; pues un ciudadano 
o ciudadana “puede tener ciudadanía formal y ciudadanía sustantiva y pese a 
ello realizar un ejercicio de su ciudadanía raquítico y sin tono vital” (ibid., p. 87), 
conformándose con el solo reconocimiento de derechos y obligaciones, lo cual 
significa una escasa participación política que impide el desarrollo pleno de la 
ciudadanía. 
La construcción de la ciudadanía femenina es un proceso ligado a la 
conquista de la autonomía frente a las restricciones impuestas por las 
instituciones, llámense matrimonio, iglesia o Estado. 
 
Uno de los temas polémicos es el de la representación y participación política 
de las mujeres; pese a los avances, la representación de las mujeres en 
niveles directivos de los partidos políticos, en el parlamento, en los gobiernos 
locales, en los procesos electorales, etc. está por debajo de su participación 
global en la sociedad como fuerza de trabajo o como educadora, por ejemplo. 
Cuando se habla de representación femenina, se apuesta a que lo femenino 
ingrese en la política en varias dimensiones, que van desde lo simbólico hasta 
lo programático, llegando a la presencia física de las mujeres en todas las 
dimensiones o ámbitos del poder político. 
 
En El Salvador -como en la mayoría de países de la región- el desarrollo de los 
derechos ciudadanos de las mujeres se ha dado combinando estrategias 
desde arriba y desde abajo, con predominio de estas últimas; el movimiento de 
mujeres, sin lugar a dudas, se ha convertido en el actor social y político “cuyas 
demandas y propuestas han desafiado con mayor profundidad el autoritarismo 
que prevalece en las esferas políticas, económicas, sociales y culturales 
salvadoreñas” (Herrera, et.al., 2008: pp. 29-60), convirtiendo en bandera de 
lucha su aspiración a la ciudadanía activa y plena. 
 
 33 
 La primera gran conquista de las mujeres salvadoreñas como ciudadanas fue 
la obtención del derecho al sufragio en 1950. En las siguientes décadas, la 
agitación social, el descontento y luego la guerra fueron el escenario en que un 
alto porcentaje de mujeres rurales y urbanas se identificaron con las 
demandas de sus respectivos gremios: maestras, obreras, campesinas, 
pobladoras de tugurios, estudiantes, cooperativistas; posteriormente se 
incorporaron a la lucha armada. 
 
Otro momento importante en la lucha por la ciudadanía de las mujeres, fue el 
que se vivió en el periodo de posguerra; cuando fueron omitidos los intereses y 
necesidades de las mujeres en los procesos de reconstrucción nacional, 
soslayando las cuotas de autonomía y empoderamiento que habían alcanzado 
durante el conflicto, para reinsertarlas nuevamente en las tareas domésticas 
(Murguialday, 2001:38-42). 
A partir de los Acuerdos de Paz en 1992 en El Salvador, se empezaron a 
desencadenar, con especial énfasis, procesos de participación en diferentes 
ámbitos y espacios tanto a nivel local, municipal, regional como nacional. 
Muchos municipios propician la creciente participación de la ciudadanía y de 
las comunidades. Las condiciones generadas por estos procesos fueron 
sacando a la mujer de “lo privado” hacia “lo público”: las mujeres comenzaron a 
prestar interés en intervenir y lograr objetivos específicos; fueron descubriendo 
cómo establecer “correas de transmisión” que les permitan transitar en los dos 
ámbitos sin descuidar ninguno, lo cual contribuye a no escindir su participación, 
reforzar la confianza, la seguridad en sí mismas y en sus decisiones. 
Otro elemento vital en la adquisición de conciencia ha sido el contacto con el 
feminismo; por ser este un movimiento que pone a la mujer como sujeto, 
identifica el problema de su subordinación a partir de las desiguales relaciones 
de poder entre los géneros. El feminismo tiene como intenciones 
fundamentales: 
 Acabar con las relaciones de dominación. 
 Poner fin a la discriminación sexual. 
 Luchar a favor de sus derechos e intereses. 
 Crear conciencia, transformar las estructuras institucionales y legales. 
 34 
 Introducir una perspectiva de género en la concepción de la democracia, 
en nombre de principios específicos como la igualdad, los derechos, la 
autonomía, la dignidad, la realización propia, el reconocimiento, el 
respeto, la justicia y la libertad. 
 
El primer contacto con el feminismo lo tuvieron las mujeres salvadoreñas en el 
contexto de la guerra (1971 – 1991), periodo que coincidió con el Decenio de 
las Mujeres de Naciones Unidas 1976-1985, cuando el movimiento de mujeres 
y el pensamiento feminista estaban en auge a nivel internacional, apoyados 
por los eventos mundiales y regionales. Como dice Molyneux “el feminismo de 
la segunda ola maduró en América Latina en un periodo de crisis política” 
(Molyneux, 2001: p.18). El contacto con feministas de otros países influyó en 
numerosas mujeres salvadoreñas que salieron de El Salvador en esa época. 
 
El feminismo permea en la conducta, los valores, las acciones, los principios 
mediante los cuales las personas se reconocen como parte de un grupo, de un 
territorio, como poseedoras de derechos y deberes. Esto se encuentra 
formalmente estipulado en la Constitución Nacional de 1983; pero en la 
realidad no todos los y las integrantes de la sociedad acceden a esos 
beneficios ni asumen las responsabilidades

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