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Tácticas y estrategias para mirar en sociedades complejas Alejandro Vázquez Estrada Adriana Terven Salinas Coordinadores Apoyo didáctico para la investigación sociocultural Dr. Gilberto Herrera Ruíz Rector de la Universidad Autónoma de Querétaro Dr. César García Ramírez Secretario Académico Dra. Blanca Estela Gutiérrez Grageda Directora de la Faculta de Filosofía Dra. María Teresa García G. Besné Directora de Difusión Cultural José Luis de la Vega Romero Coordinador de Publicaciones La publicación de este libro se financió con fondos PIFI 2011 y cuenta con la aprobación del Consejo Académico de la Facultad de Filosofía en sesión ordinaria del 5 de septiembre de 2012. directorio Tácticas y estrategias para mirar sociedades complejas. Apoyo didáctico para la investigación sociocultural. D.R.© Universidad Autónoma de Querétaro. Centro Universitario, Cerro de las Campanas s/n C.P. 76010, Santiago de Querétaro, Qro., México. Diseño de portada: Luis Alvarez Formación y edición: Luis Alvarez ISBN: 978-607-513-029-3 Advertencia: Ninguna parte del contenido de este ejemplar pu- ede reproducirse almacenarse o transmitirse de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia ya sea para uso personal o de lucro, sin la previa autorización por escrito de los editores. D.R.© Primera edición Hecho en México Made in Mexico Agradecimientos Presentación Introducción. Alejandro Vázquez Estrada Mirar qué. Omar Toscano Mirar dónde Angélica Álvarez Quiñones Mirar cómo Adriana Terven Salinas Mirar, escuchar y hablar Ewald Hekking / Luz María Lepe Lira Mirar para qué Alejandro Vázquez Estrada Bibliografía Sobre los autores 11 índice 13 15 27 55 85 119 153 189 195 Para esos tus ojos de imposibles miradas 11 Los distintos capítulos que estructuran esta obran han sido imaginados, soñados y escritos desde el invierno del 2011 resultado de las distintas discusiones e inquietudes respecto a la necesidad de construir un material didáctico que pueda apoyar en la investigación sociocultural a aquellos estudiosos e investiga- dores que no necesariamente provengan de las Ciencias Sociales. Nos han acompañado en este trayecto varias personas a las cuales agradecemos enteramente su asesoría, su solidari- dad y su cariño. En particular agradecemos el apoyo incondicional de las au- toridades de la Universidad Autónoma de Querétaro en par- ticular al rector el Dr. Gilberto Herrera Ruíz, por su enorme agra deci mien tos 12 interés en la cultura y las humanidades, a la directora de la Facultad de Filosofía, la Dra. Blanca Gutiérrez Grageda, por su enorme esfuerzo en cuanto a la gestión institucional y apoyo académico. Así mismo agradecemos los comentarios y observaciones del Dr. Jesús Ruvalcaba Mercado y del Mtro. José Ignacio Urquiola Permisan, quienes elaboraron las dictaminaciones de esta obra, y nos ayudaron desde sus miradas a fortalecer este proyecto. Finalmente quisiéramos agradecer apoyo técnico de la an- tropóloga Sofía Rivas Padrón, quien a lo largo de esta aven- tura siempre tuvo el tiempo y la destreza para organizar y sistematizar nuestros distintos vendavales. Y a todos los que no se mencionan aquí y se saben presen- tes: gracias totales. 13 PRE SEN TA CIÓN Este documento ha sido elaborado por los miembros y colaboradores del cuerpo académico Sociedades amerindias, contacto cultural y desigualdades, adscrito a la Facultad de Fi- losofía de la Universidad Autónoma de Querétaro. Este colec- tivo integra distintas disciplinas del saber como son la lingüísti- ca, la arquitectura y la antropología; desde esta última, hemos establecido una plataforma interdisciplinaria para poner en diálogo las distintas perspectivas hacia la comprensión integral del tema que en esta ocasión nos convoca: mirar las sociedades complejas. El reto fue construir una vía didáctica para que el interesado en el estudio de la sociedad y la cultura, pueda acceder a su análisis y comprensión desde un diálogo de saberes, con- stituido por una posición ética, inscrito en un compromiso social y situado en el conocimiento de la metodología (Ru- valcaba, 2008). Este propósito se planteó a raíz de la apertura de dos programas de posgrado: uno sobre Estudios Antrop- ológicos en Sociedades Contemporáneas y otro sobre Estu- dios Amerindios y Educación Bilingüe, en la Facultad de Fi- losofía. Ambos tienen orientación profesionalizante, lo cual implica que el proceso formativo se realice en articulación con los sectores de la sociedad; esto permitirá desarrollar 14 conocimientos y habilidades para abordar, comprender e intervenir de manera reflexiva, crítica y propositiva en prob- lemáticas sociales con pertinencia cultural. De aquí la nece- sidad de generar un material didáctico que apoye el hacer de un estudioso de las sociedades complejas de hoy en día. La elaboración de este libro también planteó el desafío de un ejercicio colectivo, donde los que aquí firmamos, en diálogo con otros colegas y estudiantes, rescatamos un conjunto de experiencias y aproximaciones desde distintas perspectivas, sobre una de nuestras grandes y enigmáticas pasiones: el trabajar con la sociedad. Es así que los retos, las dudas y las dificultades de cada uno de nosotros, represen- tan oportunidades para imaginar, experimentar y proponer intercambios conceptuales y tecnológicos que van más allá de la metodología. Desde distintas trayectorias profesio- nales y personales, cada participante escribe un capitulo expresando aquellas inquietudes que han emanado de su labor a lo largo del tiempo. Se hizo de esta forma porque nuestro interés en estudiar las sociedades complejas, exige un modo de pensamiento “que respete la multidimension- alidad, la riqueza, la diversidad y el misterioso aprendizaje de lo vivido” (Morin, 2009: 24); un pensamiento tendiente siempre a una complementariedad de saberes. Es por ello que este libro se llama “Tácticas y estrategias”, pero fácilmente pudo llamarse Metodología para el estudio de lo social, o El trabajo de campo hoy, manual para realizar una práctica de campo o cualquier otro nombre animado por la connotación de la investigación sobre el terreno. Pensa- mos que la estrategia y la táctica (y viceversa) articulan a todas las disciplinas y ofrecen de forma sugerente la enunci- ación de nuestro objetivo. 15 in tro duc ción Siempre es difícil iniciar el camino que ya muchos otros han andado, y es más arduo si la gente a quien uno admira y respeta, lo ha hecho de maneras maravillosas y distintas. Cuando comenzamos este viaje en busca de un modo factible, atractivo e integrado para el estudio de las sociedades complejas, asumimos que sería indispensable no hacerlo en solitario. Pensamos que la conjunción de ex- periencias distintas nos obsequiaba un prisma de miradas cuyas trayectorias de observación convergían en un mismo punto de llegada: la comprensión de la realidad social. Fue así que advertimos que nuestra diversidad de estilos, modos y usanzas de trabajo con la sociedad, requeriría ir más allá de una guía de procedimientos que simplifican la complejidad de lo real. De aquí que concebimos este mate- rial didáctico como una serie de tácticas y estrategias que se amplían y se reducen, se multiplican y dividen en total sintonía con este mundo que nos seduce y asombra en todo momento. El presente libro debe comprenderse desde distintas ópticas, de las cuales distinguimos principalmente tres: la primera son las tácticas y estrategias, la segunda a partir de las so- ciedades complejas y la tercera es el tema de las miradas. “La relación diversidad/complejidad es capital. La diversidad nutre, mantiene, desarrolla la complejidad organizacional que, a su vez, nutre, mantiene, desarrolla la diversidad” Edgar Morin (2009) 16 Consideramos que al tener en cuenta estas tres dimensiones, el lector comprenderáque lo que a continuación se presenta es un esfuerzo por exponer un material, que además de ser didáctico en las artes del estudioso de lo social, propone una reflexión profunda y critica sobre el conocimiento, su producción, sus usos y manejos. A continuación expresamos los detalles de cada una de ellas. Nuestra primera intención es clara, se trata de pre- sentar un material de apoyo para aquellos interesados en la comprensión de la sociedad y la cultura desde una perspec- tiva académica. Es por ello que los distintos apartados en los que está organizado el texto, pretenden eslabonar una serie de preguntas y reflexiones desde la teoría y la metodología, en torno a la forma en la cual podemos acercarnos a las realidades por conocer e investigar. Para el entendimiento de los fenómenos, procesos y situa- ciones del mundo que ante nuestros ojos se develan, con- sideramos necesario que los interesados en establecer una mirada en la sociedad, se aproximen al conjunto de tácticas y estrategias que en las ciencias sociales existen para ello. En ciencias sociales hay distintos textos que dan cuenta de metodologías, técnicas y herramientas para el análisis de la sociedad. En esta diversidad de documentos se pueden en- contrar desde descripciones que van definiendo, guiando y coreografiando los procesos de investigación, hasta aquellos que reflejan un conjunto de reflexiones acerca de las distintas implicaciones que se generan en la relación entre el investiga- dor y la realidad a registrar. El presente material está orientado hacia la reflexión, el cuestionamiento y el análisis de las formas y procesos por los cuales realizamos el estudio de lo social en cuanto a I. LA táctica y la estrategia 17 perspectivas conceptuales, temas y metodologías que se aplican para lograr dicha empresa. Esto es pertinente hoy, cuando nos posicionamos ante una sociedad que fluye de manera indómita, que se aventura de forma constante a la transformación cotidiana de los objetos, los símbolos y ac- ciones que aquélla misma vive y recrea. Sin embargo, no perdemos de vista el conjunto de orien- taciones y recomendaciones provenientes de experiencias y experimentaciones diversas, respecto a cómo estudiar los mundos interconectados que nos atraviesan a la vez que nos rodean. Por ello hablamos de tácticas y estrategias, pen- sando que estas figuras metafóricas nos posibilitan dislocar lo que usualmente se reconoce como herramientas, técnicas y metodologías. En 1990 Michel de Certeau, en su obra La invención de lo co- tidiano, tomó este par de términos para proponer unas for- mas de aproximación del estudio de la microhistoria; dicho autor considera la estrategia como el “cálculo de relaciones de fuerzas que se vuelve posible a partir del momento en que un sujeto de voluntad y de poder es susceptible de ais- larse de un ambiente” (de Certeau, 1990:40). Llevado al estudio de las sociedades, esto concebiría a la estrategia como la creación de un lugar en donde se inscribe la relación entre el observador y la realidad a estudiar, es la generación de un punto propio donde se desglosan e inscriben de manera integrada y vinculatoria, aquellas in- quietudes que se hallan dentro de los contextos de investig- ación; tiene que ver con la invención de un artificio, donde realidades disímbolas construyan un encuentro de represen- taciones e interpretaciones distintas. Para aquel interesado en el análisis de la cultura y la sociedad, la estrategia tendrá que ver con la construcción, la conformación y la manufac- tura de un proyecto de investigación: el problema, la per- spectiva teórica de análisis así como la metodología. Cuando hablamos de lugar, lo entendemos como una situ- ación social aterrizada en un contexto simbólico espacial, que puede ir desde los escenarios de la glocalidad (Esco- bar, 2000) material, hasta aquellos donde las relaciones so- ciales se configuran a partir de mediaciones tecnológicas, por ejemplo internet. El lugar como parte de un proyecto de investigación es una forma de espacializar un problema, 18 de dotarlo de un conjunto de coordenadas determinadas y otorgarle posición temporal a los individuos y colectivos que en él convergen y divergen. Aquí está incluido el inves- tigador como integrante activo de este performance, donde se originan inquietudes e intencionalidades que de entrada tendrán que ver con sospechas e hipótesis de una realidad ajena y por ello resultarán atractivas para su abordaje y (re) conocimiento. Por otra parte, en la estrategia, el novel interesado deberá calcular, intuir, distinguir y conjeturar, las relaciones socia- les que pueden o no presentarse en una situación posible y concreta. Así, en la generación del problema se habilita una especulación primaria que aparece en el horizonte de la investigación como el faro de Alejandría que clarifica (al tiempo que obscurece) un destino de llegada. Es una pre- gunta que prescribe de forma intuitiva, una inquietud po- sible que funciona como la excusa primaria para acceder a realidades hasta el momento lejanas. La estrategia requi- ere de una visión que pueda integrar, posicionar y organi- zar los distintos elementos, situaciones y procesos que la construyen. Este problema planteado por el estudioso de la sociedad, puede ser creado con distintas fuentes de infor- mación, que van desde aquellos recorridos superficiales en el espacio de interés, hasta la revisión de fuentes bibliográfi- cas que aporten datos para posibilitar eso que aquí se llama la mirada. De este planteamiento del problema, se genera un hilo con- ductor conformado por una serie de acciones dinámicas que van creando su propio movimiento a partir de los intereses teóricos y prácticos que tenga el estudioso social. Jacorzyn- ski (2004) le llama “actitud” a esta etapa dentro del proceso de investigación. Con ello se quiere decir que el interesado en las cuestiones sociales provoca un diálogo con aquellos sujetos y referencias que de alguna manera están articula- dos por el problema de investigación. Desde aquí se consul- tan los oráculos conceptuales, se buscan distintos autores, se accede a conceptos diversos así como a perspectivas teóricas que han indagado anteriormente la problemática de interés. Aquí la estrategia establece de manera inevitable el tomar decisiones sobre qué perspectivas, autores y con- ceptos son los adecuados o pertinentes para aproximarse al estudio. En esta selección el investigador construye, desde la incertidumbre, un lugar de certezas y vialidades que le 19 permitan establecer una trayectoria posible para el encuen- tro con su horizonte. Aquí se seleccionan/descartan formas de conceptualizar y analizar el problema, confiando en que la selec- ción realizada sea la que lleve a la investigación por derroteros de encuentro y diálogo de saberes, de confrontación de ideas y articu- lación de experiencias culturales distintas. La estrategia define así el objetivo de investigación y pre- scribe la extensión y la profundidad que se pretendan en dicha indagatoria. Con ello se diseñan trayectorias y etapas, que generan de manera simultánea distintos límites y fron- teras, capaces de concebir un escenario donde se pueda mirar desde los más distintos ángulos posibles. De manera simultánea a la actitud, se genera un conjunto de aplicaciones para el aterrizaje de las pesquisas conceptuales orientadas al registro de la realidad. En esta etapa se considera que la articulación de acciones de registro distintas, con actores y situaciones diversas, es un mecanismo que posibilita la in- terlocución de perspectivas, al tiempo que provoca formas de sensibilización y análisis por parte de los sujetos involu- crados. Estas acciones las comprendemos como las tácticas: el conjunto de actividades que posibilitan el registro de la reali- dad que se va a investigar, además de habilitar el manejo y la gestión de las técnicas y herramientas de registro de saberes di- versos. La tácticano sólo tiene que ver con el uso de instrumen- tos recurrentes desde las ciencias sociales, como lo pueden ser las entrevistas, las encuestas o las historias de vida, tiene que ver de manera directa con el manejo que el investigador tiene de ellas, la forma como las organiza, las jerarquiza, el momento en el cual las aplica, la selección de interlocutores con quiénes aplicarlas. La táctica siempre está encaminada hacia la consecución de un objetivo visible en la estrategia. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la antropología. Esta disciplina tiene dentro de sus formas de registro de la realidad a la etnografía como una vía accesible para la descripción, análisis y comprensión de distintos procesos y fenómenos de la sociedad y la cultura. La etnografía como táctica es contenedor y continente de un conjunto de oficios y procedimientos que otorgan el pasaporte hacia otros mun- dos: en primera instancia implica el posicionarse en térmi- nos de espacio y tiempo en el lugar de interés del investiga- dor. Ese estar ahí, genera de manera inminente la necesidad de una serie de procedimientos para el conocimiento de ese paisaje nuevo a los ojos. Estando ahí es que el etnó- 20 grafo despliega sus artes del hacer, aplicando sus técnicas y herramientas orientadas por su proyecto de investigación, la observación participante, la realización de mapas o croquis, la realización de genealogías y la elaboración sistemática del diario de campo, son acciones que se encuentran articuladas en lo que llamamos táctica. La táctica resuelve el cómo hacer las cosas, aplica en la re- alidad las preguntas provenientes de la estrategia, establece el diálogo empírico que se acerca e impregna de aquello que a priori es distinto, genera un encuentro humano de trayec- torias culturales distintas que muchas veces el investigador realiza con tal agrado como lo describe Mario Benedetti en su poema llamado Táctica y estrategia, “mi táctica es mirarte, aprender como sos, quererte como sos. Mi táctica es habl- arte y escucharte, construir con palabras un puente inde- structible”. Las tácticas implican así resolución inmediata, adaptación in situ, pericia al momento de estar. Según de Certeau, la tácti- ca “atenta a coger al vuelo las posibilidades de provecho… Necesita constantemente jugar con los acontecimientos para hacer de ellos ocasiones” (de Certeau, 1990:41) la tác- tica es flexible y dialéctica ante el lugar de estudio, sin em- bargo, esta cualidad la brinda la estrategia, la cual orienta y da sentido a cada acción construida en la realidad que se va a investigar. Con esto queremos apuntar que táctica y estrategia no son dos dimensiones opuestas pero sí distintas, no son excluy- entes la una de la otra sino que son integradoras y muchas veces simultáneas y reflexivas. Nuestra propuesta es que el in- teresado en el estudio de la sociedad y la cultura, observe en la táctica y en la estrategia un camino posible para hacer factible y realizable, además de sus investigaciones en el orden profe- sional, un encuentro con la diversidad humana en movimiento. 21 Los autores aquí reunidos consideramos impor- tante reflexionar sobre las características que expresan las sociedades hoy en día. Desde la simultaneidad, la contin- gencia, la resiliencia, la emergencia, la no linealidad y la complejidad, podemos concebir a las sociedades como un corpus complejo que articula la diversidad, la pluralidad y la disidencia en escenarios, paisajes, procesos y situaciones que su- gieren renovados ánimos epistemológicos y metodológicos para su análisis y comprensión. desde esta perspectiva, consideramos pertinente reflexionar sobre los aspectos epistemológicos y metodológicos necesarios para comprender desde la experi- encia profesional, este mundo de la articulación, la integrali- dad, la hipervinculación y la desigualdad, emergente en las sociedades y las culturas. ¿Cómo forjar una narrativa para la comprensión de las so- ciedades complejas?, ¿desde dónde analizarlas?, ¿cómo es- tablecer una metodología pertinente a ellas?, ¿cómo vivirlas y sobrevivirlas? han sido algunas de las cuestiones por las cuales este trabajo ha cruzado. Por ello nos pareció conve- niente no atender a las inercias conceptuales ni a los atajos recurrentes de algunas metodologías. Para este grupo de investigación, apareció como tarea el repensar las ideas que han generado trayectos conocidos y certeros para la investigación de las sociedades y las cul- turas. En un mundo como el de hoy, desbordado por las curvas y las rectas de las avenidas de la información y las aceras de nuevas posibilidades de vivir la vida, creemos in- dispensable el hacer un alto a aquellos conceptos que ya hemos asumido como viables, seguros, posibles y certeros para construir investigaciones que describan, contrasten y analicen las situaciones sociales que hoy en día devienen de la diversidad en conflicto. De ahí que conceptos recurrentes como lo objetivo y lo sub- jetivo, tradición y modernidad, urbano y rural, indígena y II. Las sociedades complejas 22 mestizo, nos comenzaron a quedar cortos para dar tintes comprensivos de una realidad simultanea, hibrida y contin- gente; ¿cómo plantear la investigación desde la ciencia social u otras disciplinas interesadas en comprender las relaciones hu- manas sin tener que recurrir a los relatos usuales de formas car- tesianas y objetivizantes de pensar la realidad?, ¿desde dónde establecer un programa analítico capaz de ser pertinente al movimiento y la contradicción de las sociedades? Una pregunta nos llevó inevitablemente a la otra, situación que sugería que estábamos frente a la mejor de las respuestas po- sibles para iniciar esta andanza. Las preguntas que usualmente hacemos para comprender la realidad que intentamos develar ante nuestros ojos, son rutas que han generado un conjunto de valores y referencias que a lo largo del tiempo han establecien- do atajos de curiosidad, extravíos metodológicos y cegueras epistemológicas que como lo señala Boaventura de Sousa Santos, van construyendo abismos en el entendimiento hu- mano. A partir de mirar que la sociedad expresa su funcionamiento en redes, de maneras múltiples posibles y formas culturales llenas de magia y conciliación inestable, no podemos de- jar de lado este espíritu del tiempo para imaginar tácticas y estrategias, para leer desde el interés analítico, las formas en las cuales se recrea y reinventa un mundo que de un parpadeo a otro no deja de andar. En las ciencias sociales y en algunas disciplinas con intere- ses en la sociedad y la cultura, los caminos para compren- derlas han llevado a distintas tradiciones analíticas por la seducción del pensamiento que utiliza la separación de relaciones binarias de análisis, de campos conceptuales, de formas teóricas rígidas, asumiendo que el orden y la rigidez son cualidades que otorgan sustentabilidad y consistencia científica a lo que se realiza. Como ya se ha observado en el marco conceptual, tanto los actores como sus representaciones, son fenómenos que re- quieren de un cúmulo de estrategias para mostrar sus múlti- ples dimensiones y establecer con ello posibilidades más allá del cientificismo tradicional, al cual critica Blumer (1982) por considerar que el común denominador de estos ejerci- cios cientificistas, “no abordan los hechos empíricos para conocer su naturaleza, sino para justificar un planteamiento 23 teórico y abstracto previamente establecido” (Blumer, 1982: 69); de este modo, el procedimiento científico a desarrollar debe emanar de una constante reflexividad entre trabajo teórico y trabajo de campo, entre una relocalización de per- spectivas y una diversidad de formas de registro y trabajo analítico. En una sociedad en que se han desdibujado progresivamente las fronteras de lo distinto y lo exótico, donde el trabajo de campo se realiza en lugares más cercanos a nuestras trayec- torias culturales, vale lapena repensar los modos como real- izamos estos procesos de registro y comprensión de la realidad. Tal y como los señala Bajtin (2003) cuando analiza las so- ciedades desde una perspectiva dialógica: “No existe ni la primera ni la última palabra, y no existen fronteras para un contacto dialógico; asciende a un pasado infinito y tiende a un futuro infinito. Incluso los sentidos pasados, es decir generados en el diálogo de los siglos anteriores, nunca pueden ser estables; siempre van a cambiar renovándose en el proceso del desarrollo posterior al dialogo” (Bajtin, 2003:392) ¿Cómo atender desde las ciencias sociales este dinamismo?, ¿qué hacer cuando las fronteras entre lo uno y lo otro se en- cuentran y no se separan?, ¿qué sucede cuando los sujetos de estudio con los que trabajamos están frente a la puerta de nuestra casa?, ¿cómo enfrentamos la contracción de la lejanía y asumimos la cotidianidad de las otredades?, ¿esto tendrá que ver con la forma como entendemos la realidad?, ¿cómo emprender un proceso de investigación cuando es, por ejemplo, la convivencia en internet un espacio de es- tudio? Si la sociedad está inmersa en redes, en nodos, en si- multaneidades, en contradicciones; si navega tímida y ansiosa en disputas, en diversidad, en pluralismos, en desigualdades, en adaptaciones y persistencias, en hib- ridaciones de caminos, en transformaciones continuas y discontinuas generadas desde lo imprevisible y lo no lineal; entonces aparece como necesario el reubicar, re- conceptualizar y reinventar el ejercicio del estudio de la sociedad, tendiendo siempre a la (de)construcción de viejos colonialismos y a la generación de encuentros nuevos y dis- tintos. Es por ello tarea imprescindible encontrar modos desde nuestro lugar para glocalizar tácticas y estrategias, para plantearlas en términos pertinentes a las pregun- 24 1 Para mayor información buscar: teoría del caos / efecto mariposa. Sí consideramos que el aleteo de una mariposa1 puede provocar un huracán en el otro lado del mundo, ¿un parpadeo hace posible el repensar y desbordar el estudio de la realidad?, ¿es eso factible?, ¿cómo es realizable?, ¿hay al- gún camino que nos permita andar sin dejar de ver el horizonte al mismo tiempo de no dejar de pisar y vivir el lugar? Pensemos en el abrir y el cerrar de las alas de una mariposa, al tiempo del abrir y cerrar de unos ojos que se integran a la realidad, cada uno de esos aleteos registra, conoce e in- terpreta. Ese aleteo de las pestañas que sirve para entender aquello que se construye a primera vista, es un buen inicio pero no un destino. La mirada es usada aquí como una metáfora que describe el acercamiento de actores sociales distintos, mediados por el interés en comprender las sociedades complejas. Sosten- emos que la mirada va mas allá de los ojos y la vista, implica poner un ejercicio de escucha, de atención, de ética y de comprensión hacia la diversidad de las culturas. En las ciencias sociales la vista es el instrumento privilegiado para el registro académico de la realidad. Sin embargo, esta mirada necesita de un entrenamiento que posibilite además del registro del mundo físico, tangible y evidente, el registro de los espacios silenciosos y los matices tonales que existen en la cotidianidad de la cultura. ¿Cómo se construye una mirada que pueda comprender en profundidad y extensión algunas expresiones de la sociedad y la cultura?, ¿cuándo tenemos la suficiencia para entender una expresión de la cultura que nos es ajena?, ¿cuánto y qué tengo que mirar para poder comprender? Todas estas cuestiones son pre- tas de las investigaciones de las realidades cercanas, de las que están a la vuelta de una mirada, de aquellas que precisan una mirada localizada y pensada desde las necesidades locales de los sujetos globales que en ella transitan. II. Las miradas 25 guntas que acompañan los trayectos del investigador de lo social, sin embargo estas preguntas, más que establecer un laberinto de la soledad, son guías que pueden orientar nuestro andar y comprender que no es necesaria la angustia para encontrar la salida, y en el último de los casos, ni siqui- era es necesario salir. Lo que nos parece factible es que el estudioso siempre debe tener en cuenta su perspectiva, su ubicación y su movimien- to, observar su mirada como una posibilidad de encuentro que con un tanto de tácticas y estrategias es capaz de su- perar el desamor a primera vista y dejar de lado los imagi- narios y estereotipos para profundizarse y extenderse en la fascinación de lo distinto. Es por ello que los capítulos que a continuación se presentan parten de la noción de mirada como un referente tangible hacia el registro de la realidad, así como su interpretación y su entendimiento. En el primer apartado mirar qué, se pre- senta una discusión sobre cómo se constituye una mirada desde la estrategia, la forma en la cual se construye el obje- tivo a conocer y las implicaciones que tiene la generación de este qué de las cosas. En un segundo capítulo llamado mirar dónde, integra un conjunto de reflexiones y opciones para la realización de una mirada pertinente a la problemática de estudio, así como sus principales retos y los caminos posibles que se pueden emprender en su ejecución. En un tercer apartado, el mirar cómo, se expone la manera en la cual la estrategia guía las tácticas para la realización in situ y ex situ del trabajo de campo y el registro de la realidad a conocer, aquí mediante un ejemplo etnográfico se narran las distintas formas en las cuales se mira y cómo se puede con- struir una mirada capaz de captar información más allá de la simple vista. El cuarto apartado titulado mirar, escuchar y hablar, tiene como objetivo mostrar cómo podrían usarse al- gunas estrategias y tácticas, tomadas primordialmente de la lingüística y la etnografía del habla, en el trabajo de campo en sociedades complejas. Focalizar la mirada en la lengua nos obliga a ver su funcionamiento como sistema, desde sus reglas sintácticas y semánticas hasta la situación comu- nicativa, especialmente si el reto es comunicarnos en una segunda lengua, o si estamos trabajando en situaciones de bilingüismo para los interlocutores o para nosotros mismos En el quinto apartado mirar para qué, se abordan las im- plicaciones éticas y políticas de las miradas. No hay mirada 26 Alejandro Vázquez Estrada Centro histórico, Santiago de Querétaro. inocente, dice el autor, y en esa intencionalidad radica un espacio de negociación de intereses, de diálogo social y político que puede generar caminos para la realización de una investigación social que logre tener efectos directos en el lugar investigado. Es posible leer esta obra de manera secuencial del uno al cinco. Sin embargo, proponemos un acercamiento al estilo Rayuela de Julio Cortazar, visitando el capitulo uno y el cinco, obtendrá un abrigo conceptual y ético en cuanto a la construcción de la estrategia para el análisis de la realidad social. Y si posterior a esta lectura observa el capitulo dos, tres y cuatro tendrá una visión táctica de cómo construir una mirada pertinente y adecuada a su estrategia delimitada. Así también usted puede iniciar en el capítulo tercero, con- tinuar con el primero, seguir con el segundo y/o el cuarto y terminar con el quinto; esta forma le ofrece un aterrizaje de la realidad desde el mundo empírico y desde la reflexividad del hacer y pensar en simultáneo. Finalmente consideramos que leyendo en forma ascendente del capítulo quinto hasta el primero, el investigador de lo social puede darse cuenta de que el ethos del investigador se vuelve flexible y robusto cuando se encuentra con saberes distintos y olvida la nece- sidad de la completud de conocimiento como un estado in- dispensable para vivir y sobrevivir en sociedades complejas. Hay una última secuencia que es posible realizar una vez que el lector haya probado alguna de las anteriores, esta tendráque ver con leer los cinco capítulos al mismo tiempo, observar entre las líneas de los distintos autores encuentros y vicisitudes, formas distintas de redactar, interpretar y con- cebir el mundo, y mirar cómo esta diferencia, genera como acuerdo primario su existencia y conveniencia. Una lectura simultánea de los cinco capítulos también generará una mi- rada colmada de criterio e ímpetu para realizar trabajo in situ. Es una mirada que progresivamente no necesitará del texto y observará cotidianamente que es posible encontrar en la experiencia del otro, vivencias que enriquecen y ali- mentan la propia vida. Ahora que usted esta advertido, sírvase percibir la realidad más allá de una sola mirada. omar toscano mi rar Qué 29 Este apartado está orientado a reflexionar en torno al mirar qué, un asunto que no está desligado del mi- rar cómo, mirar dónde y mirar para qué. La estructura de este capítulo está encaminada a entender las complejidades tanto del acto de mirar como de los fenómenos mirados, ha- cia la identificación, delimitación y construcción del objeto de estudio. Hacemos un énfasis en que nuestro concepto de mirar no es pasivo o simplemente receptivo, sino activo, ya que la indagación social interactúa con la realidad. La primera parte se titula Complejidad en la mirada, trata de la primera complejidad, perfilada por las restricciones de los individuos para aprehender el mundo que les rodea, condicionantes sensoriales, perceptuales, cognitivas y es- pecialmente de corte disciplinar. La segunda parte se llama Complejidad en lo mirado y describe cómo, en palabras de Heráclito, “la naturaleza aprecia el ocultarse” y ese ocul- tarse lo hace en el ropaje de la complejidad, incluso cuando “La naturaleza aprecia el ocultarse.” Heráclito 30 nos referimos a la naturaleza societal. La tercera parte es La detección/construcción del objeto de estudio y se refiere al proceso en el cual el objeto de estudio, parafraseando a Fabian (2008), se crea, tanto o más como se encuentra. En la cuarta sección añadimos unas Cautelas al mirar que espera- mos que puedan auxiliar al mirador en ciernes a no caer en los lugares comunes de la investigación social. Antes de entrar en materia expondremos las nociones que empleamos en este apartado. En primer término, el con- cepto de estrategia que, según Edgar Morin (2001), es lo opuesto a programa. El programa se utiliza en situaciones ubicadas en ambientes estables, controlados. El programa no obliga a vigilar, a innovar, en cambio la estrategia sí. La estrategia hace frente a lo incierto, lo complejo, y en su caso saca ventaja del azar1. Morin lo ilustra así: Por otra parte, ¿qué es lo complejo? En nuestro habla común, lo complejo está asociado con lo complicado, lo desordenado, lo caótico, lo ambiguo, lo incierto, lo que es- capa a nuestra comprensión y por tanto, a la descripción. Sin embargo, en este apartado empleamos una noción mucho más fructífera de complejidad. Según Morin, complexus es “lo que está tejido en conjunto” es decir, la complejidad es un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados, donde coexiste lo uno y lo múltiple. Lo complejo es, para este pensador, “el tejido de eventos, acciones, inter- acciones, retroacciones, determinaciones, azares que consti- tuyen nuestro mundo fenoménico” (2001: 32). La noción de tejido, de entramado es la que deseamos emplear al referirnos a las sociedades complejas, a las que consideraremos entrama- dos de relaciones entre elementos, que abarcan e incluyen al observador en su complejidad. En este orden de ideas, ¿qué entenderemos como socie- dades complejas?, como sistemas sociales complejos, para explicarlo, haremos referencia a los conceptos de Niklas “…cuando nosotros nos sentamos al volante de nuestro coche, una parte de nuestra conducta está programada. Si surge un em- botellamiento inesperado, hace falta decidir si hay que cambiar el itinerario o no, si hay que violar el código: hace falta hacer uso de estrategias” (2001: 115) 1 “La acción es estrategia. La palabra estrategia no designa a un programa determinado que baste aplicar ne variatur en el tiempo. La estrategia permite, a partir de una decisión inicial, imaginar un cierto número de escenarios para la acción, escenarios que podrán ser modificados según las informaciones que nos lleguen en el curso de la acción y según elementos aleatorios que sobrevendrán y perturbarán la acción. La estrategia lucha contra el azar y busca a la información…” (Morin, 2001: 113). 31 Luhmann. Para este sociólogo alemán, los sistemas sociales son sistemas cerrados, complejos, autorreferenciales y autopoieticos2. La base del sistema social, como de cualquier otro sistema, es la diferencia con su entorno. Esa diferencia le proporciona referencias al sistema para operar con base en dis- tinciones y poder observarse, identificar sus fronteras, además de que su ca- pacidad para autodescribirse le permite autocrearse (autopoiesis). El sistema, a través de sus comunicaciones, genera complejidad. Los sistemas complejos no sólo necesitan adaptarse a su entorno sino a su propia complejidad, para lo cual emplean la estrategia de reducirla hasta hacerla manejable. La teoría de Luhmann es casi tan compleja como los objetos que pretende descri- bir, por ello excede los alcances de este trabajo el explicarla con suficiencia. Pero baste rescatar el concepto de observación, muy pertinente para este apartado dedicado al mirar qué. Un sistema complejo, como ya se dijo, genera incesantemente comunicaciones (autodescripciones). Tales descripciones se elaboran con base en las observaciones que el sistema hace de sí mismo, pero cada observación es un manejo de distinciones, la distinción se basa en la diferencia, dentro del sistema autorreferencial. Lo más interesante es que, para Luhmann, la observación no sólo opera cuando se observa al sistema, sino también, cuando se observa la observación. Una observación siempre admite otra. Y es este carácter singular de la observación luhmanniana lo que adoptamos en nuestra noción del mirar: el investigador social observa, pero no sólo al sistema, también observa observaciones –propias y ajenas-, ob- serva al observador y se observa a sí mismo. Para el propósito de este trabajo, el mirar indagador es mirar, pero también, mirarse mirando3. Una vez que hemos explicado brevemente las nociones que guían este apartado, pasemos a bosquejar las complejidades que plantea el mirar. 2 Autopoiesis: proceso de creación a sí mismo de un ente, en este caso, un sistema social. 3 Luhmann considera que el reto de una ciencia social futura es “desarrollar la capacidad para observar cómo uno es observado por el otro o para incorporar el punto de vista del otro sin reducirlo al propio” (1998: 56). Fotografía: Eunice J. Murillo García El Pocito Julio 2010 34 ¿Qué es la mirada, sino una captación, una apre- hensión del mundo, desde un punto específico? La visión individual pone el acento en la primera condicionante de la mirada: se efectúa desde una ubicación específica, un punto de vista, a través de una operación de enfoque. A esto le llamamos también mirada posicionada (ver capítulo 3). Mirar desde un punto es, por una parte, una premisa del mirar visual, pero en el caso de la metáfora de la indagación como mirada, también el mirador deberá hacerlo desde una posición disciplinar específica. Para ilustrar el efecto del punto de vista, recordemos la inno- vación no sólo técnica sino ante todo conceptual de los pintores renacentistas -como Giotto di Bondone- quienes advirtieron que la representación pictórica en perspectiva reservaba una posición privilegiada al observador, de tal manera que la representación plástica y arquitectónica del Renacimiento fungía como una de- claración de lo privilegiado de una ubicación, de un lugar, desde el cual el espectador abarcaba y comprendía el sentido del todo. Otro no esel concepto del Aleph, de Borges, el punto desde donde se ve todo el Universo, que debía buscarse y encontrarse en una posición improbable en una escalera de un sótano de una casa de Buenos Aires. En ambos casos, miradas posiciona- das. Para ilustrar lo anterior, tomemos en préstamo la imagen de la habitación vista por el ojo izquierdo de Ernst Mach. complejidad en la mirada 35 En términos de la investigación social, no hay miradas privi- legiadas (en el sentido de la perspectiva renacentista), pero sí posicionadas, lo cual se convierte en una premisa de la mirada: se mira desde un lugar, definido éste por la posición que ocupa el observador en el espacio físico, pero también en el espacio social (Bourdieu, 1999). En el mirar del investigador social –aún en las fases tradicio- nalmente consideradas descriptivas- está presente un com- ponente interpretativo. Y esto se explica debido al carácter anticipatorio que posee la interpretación antes de aplicar método alguno, pues, como afirma Ricoeur: “toda compren- sión tiene un momento «adivinatorio» y un momento «metódi- co»” (1982: 346). Según este autor, en la interpretación de un texto, el obstáculo para que éste constituya un conjunto inmediatamente inteligible, es la relación circular entre la comprensión del detalle y la comprensión del todo. Esto se resuelve con la interpretación como anticipación y como apuesta, que termina siendo compensada por la compro- bación metódica (Ricoeur, 1982). Evidentemente, la realidad social no es un texto, pero hay afinidades en la comprensión de ambos. De esta manera, sostenemos que el mirar inten- cionado del investigador social está guiado por la precom- prensión de lo que mira, y que parte de tal premisa para seguir mirando e interactuando con lo que mira, y al hacerlo, comprender con mayor profundidad lo que mira. En otro orden de ideas, podemos afirmar que, por el tipo de mirada que efectúan, existe un gradiente entre los mira- dores, ubicados entre los polos del mirar ingenuo y el mirar experto. El mirar inocente o ingenuo fue en el siglo XVIII el prerrequisito del artista (naïf, en palabras de Diderot), y más tarde, del deambulador solitario del siglo XIX, el flâneur, paseante de las ciudades de nuevo cuño en los imaginarios poéticos creados por Baudelaire. En cambio, el investigador social, cuyas prenociones de los fenómenos que observa, su enfoque disciplinar y, ante todo, su predisposición a en- contrar nuevas pautas en lo que mira, lo convierten en el mirador experto por excelencia. Sin embargo, a veces el investigador ha de alternar entre los dos tipos de mirada: de manera ingenua, cuando intenta observar libre de ex- pectativas y nociones; de manera experta, cuando pretende detectar la pauta de un hecho o proceso social. 36 Cuando se mira, en el sentido de la observación que hace el investigador, se hacen nítidos los contornos de los hechos o fenómenos que componen la realidad. Es decir, el mirar torna discretos los estados difusos de la realidad. Este efecto es aparentemente básico pero importantísimo del mirar: la mirada “recorta” un segmento del continuum espacio-tiempo de lo real y le confiere un sentido. Previamente4 habíamos planteado cómo George Simmel (1986), al referirse a las edi- ficaciones –tal como la primera choza-, había hecho notar la alteración que ésta hacía sobre el continuo espacio-tiempo, en tanto que lo segmentaba y al hacerlo generaba un sen- tido5. Ahora bien, retomando esta idea, podríamos afirmar que desde la mirada se lleva a cabo esa segmentación. Es decir, la acción de mirar –mirar científico y en particular del científico social- fija su atención en lo mirado, y gracias al conocimiento previo –entre el cual se encuentra la teoría disciplinar, pero también la expectativa del hallazgo, entre otros- parcela un segmento del continuo espacio-tiempo. La segmentación de este trozo de lo real puede entenderse sin menoscabo con las mismas palabras de Simmel: “un trozo del espacio fue ligado en sí y fue separado de todo el mundo restante”. Lo que genera el mirar es una unidad discreta -en términos de las ciencias físicas- separándola de los esta- dos difusos del “mundo restante” (1986:56). Pero para que quede completada tal unidad, es necesario articular en con- ceptos y palabras lo mirado, es decir, describirlo a través del conceptuar y nombrar, para separar lo interno y externo de tal unidad. Igual que lo preconizado por Simmel respecto al sentido que adquiere el espacio edificado, en nuestro caso lo mirado (conceptuado y nombrado) adquiere inmediata- mente un sentido más o menos preciso6. Trayendo lo anterior al campo de la experiencia empírica del investigador social, a menudo se requiere hacer un registro de las experiencias, lo que se hace en un diario de campo. Normalmente, en este diario se registran tanto descripciones “objetivas” como notas interpretadas de las observaciones, para contrastar hechos e impresiones. El objetivo del dia- rio de campo es mucho más importante que evitar olvidar lo observado, cuando entendemos que el conceptuar y el nombrar hacen nítidos los fenómenos observados. Por ello, debe tenerse especial cuidado con las palabras, conceptos y categorías empleados, que no deben simplificarse, pues la riqueza de la complejidad social descrita puede perderse con facilidad en un afán de rapidez del registro. Para preser- 4 Álvarez y Toscano. (2011). “El nombre como artefacto cultural: dis- cursos en la construcción del espacio moderno” Tradición y Modernidad. Coloquio de Ciencias Sociales, UAQ. 5 Simmel escribió: ”El hombre que erigió por vez primera una choza, al igual que el primer constructor de caminos, manifestó el poder específicamente humano frente a la naturaleza en tanto que recortó una parcela de la continuidad e infinitud del espacio y ésta configuró un sentido conforme a una unidad específica” (Puente y Puerta) 6 Caso aparte lo constituye el pro- ceso en que este sentido se va haci- endo nítido, lo cual significa que el sentido de lo observado va encaja- ndo mejor dentro de los límites de la teoría, así como que las sucesivas miradas van familiarizándose más con lo mirado, hasta considerarlo un caso ejemplar, en términos de Thomas Kuhn, como: “…concretas soluciones de problemas que los estudiantes encuentran desde el principio de su educación científica, en los laboratorios, en los exámenes, o al final de los capítulos de los textos de ciencia” (1971:286). 37 var tal riqueza, se aconseja articular el texto del diario de campo con numerosas referencias cruzadas, gradientes semánticos en lugar de polos conceptuales, evitar los juicios de valor simplificadores y añadir detallada información no verbal, como croquis o esquemas. “La naturaleza aprecia el ocultarse” según Heráclito: los obje- tos de la realidad compleja se resisten a la observación, se es- conden en el tejido de lo real, tanto más cuando hablamos de la realidad social. Por ello, el investigador ha de mirar de manera que, develando el objeto o fenómeno, preserve su posición u ocultamiento dentro del entramado. Tomaremos de Edgar Morin la imagen del tejido (complex- us) y la trasladaremos a la sociedad compleja como entra- mado, para ilustrar mejor lo que queremos decir. Al principio, mirado desde cierta distancia, un tejido aparece sin detalles, con color pero plano, sin distinguirse hilos componentes o patrones de configuración. A una distancia menor, pero también gracias a una observación cuidadosa, se podrá distinguir la pauta del tejido, se identificarán los hilos que componen tanto la trama como la urdimbre, incluso el color diferenciado de los mismos. Podremos entonces pensar que hemos “descifrado” el tejido, pero esto no es así. Si nos acercamos más aún, los hilos perderán su tersura y se advertirá la rugosidad de las fibras que los componen, así como se identificará otra pauta, la del retorcimiento de las mismas para componer el hilo. A medidaque nos ac- erquemos distinguiremos nuevas pautas y dejaremos de advertir otras. A esto nos referiremos con la complejidad en lo mirado: dependiendo de la distancia y del enfoque de la mirada, advertiremos el “grano” de la realidad, pero las pautas que encontraremos serán siempre relacionales a la distancia y al enfoque, y siempre estará presente la comple- jidad en lo observado. Al mirar, de la manera en la que lo hace un investigador complejidad en lo mirado 38 sobre las sociedades complejas, se produce un efecto intere- sante: la mirada del científico social identifica los hilos sig- nificativos, encuentra la pauta no observada, que llama su atención en tanto anómala, excepcional o singular. Sin em- bargo, el patrón detectado no tiene sentido si no es mirado en conjunto con los demás hilos. Por ello, la mirada ha de detectar la pauta, constituyéndola en su objeto de estudio, pero simultáneamente preservando su contexto. Ha de en- contrarse la “pauta que conecta” –en palabras de Gregory Bateson (1997: 49)- sin perder de vista que lo anómalo del fenómeno ha de ser conectado con lo serial del contexto. Lo mirado puede modificar la disciplina desde la que se mira, es decir, mientras que la disciplina parece mirar en exclusiva los objetos y fenómenos que le son afines -que en el caso que nos ocupa, son de carácter cultural- la disciplina impone sobre los nuevos objetos7 –y todos los objetos son nuevos en algún momento- una afinidad, que puede acarrear la propia transformación de la disciplina. Es decir, la mirada indagadora “construye” lo que mira, dotándolo de una di- mensión disciplinar, aun a riesgo de modificarse ella misma. En palabras de Heidegger, “cada nuevo fenómeno que aflo- ra dentro de los límites de una ciencia es elaborado hasta que encaja en la decisiva trama objetual de la teoría. Esta trama misma es a veces modificada en este proceso” (1994: 49). Interpretamos lo dicho por este filósofo de la siguiente manera: la teoría –de cualquier disciplina científica- parte de la observación de lo real, una elaboración que persigue y pone a seguro lo real en una región de objetos, propia de cada disciplina. La nitidez de las fronteras de aquella depende del resguardo de tales objetos. Cuando emergen fenómenos no incluidos en la región de objetos que han sido fijados por la teoría, y ésta no alcanza a describirlos, opera sobre tales nuevos fenómenos una especie de ase- guramiento de los mismos, transformándose al interior con consecuencias que, en extremo, implican el desplazamiento de las fronteras mismas de la teoría. Dado que la puesta a seguro de la teoría procede de la nitidez de sus fronteras, es prerrequisito de tal asegura- miento la compartimentación de la ciencia: 7 Objeto como transformación teórica de la disciplina, como lo emplea Heidegger, y se aplica a procesos, hechos o fenómenos. 39 “Como la ciencia moderna, como teoría de lo real, descansa en el rango preeminente del método, en tanto que puesta a seguro de las regiones de objetos, tiene que delimitar éstas separando unas de otras y repartir en compartimentos lo delimitado, es decir, compartimentado. La teoría de lo real es necesariamente una ciencia compartimentada”. (Heidegger, 1994:50) Siguiendo a Heidegger, la teoría de cualquier disciplina nace y prevalece gracias a su compartimentación. Sin embargo el riesgo de tal segmentación es la esquematización y simplifi- cación en demasía, aislando, descontextualizando. Ya Edgar Morin previno sobre la compartimentación disciplinar y en cierto modo, su esfuerzo vital fue el de imprimir un carácter holista al conocimiento; Gregory Bateson, por otra parte, en sintonía con Morin, estableció la conexión de aspectos tradicionalmente separados como la condición biológica del hombre y su espiritualidad. Ambos pensadores, con el afán de preservar la complejidad de lo real. El objeto de estudio se encuentra, tanto como se construye (Fabian, 2008); no es la realidad en sí, que aparece ante nuestra mirada inocente, de manera casual o sin intención. El objeto de estudio es la transformación teórica de la reali- dad, tanto cuando esta realidad es física o cuando es social. El objeto de estudio no es, ni el lugar en el que se localiza (véase capítulo 2), ni los datos con los que cuenta el obser- vador, los cuales son una abstracción de la realidad. Si lo que es dado percibir al investigador social es el fenómeno, los datos que se obtienen de él, del tipo que sean, cualitativos o cuanti- tativos, son la proyección en sólo una de las caras del poliedro que construye la mirada. En cambio, el objeto de estudio se encuentra, detecta e identifica con base en las premisas cognitivas del mirador y, circularmente, tales premisas lo ori- La detección/construcción del objeto de estudio 40 entan a encontrar lo que esperaba. Por ello, el antropólogo tenderá a encontrar rasgos culturales, el sociólogo, pautas sociales, el psicólogo, patrones conductuales, el urbanista y el arquitecto, relaciones hombre- entorno edificado, etc. La dificultad principal a la hora de construir el objeto de es- tudio, no es tanto la detección del mismo -que resalta como una pauta singular y que es articulado en términos de las corrientes de los estudios sociales que domina el investiga- dor, o con base en los conceptos y categorías de análisis al uso (identidad, género, globalización, modernidad, sustent- abilidad, etc.)- sino en establecer sus límites, lo que general- mente se hace dentro de las categorías más comunes: espacio y tiempo. Tal acotamiento va coaligado a un proceso de ida y regreso, reiterado, entre la praxis y la teoría, que permite ir haciendo nítidos los límites del objeto de estudio. Por ejemplo, en la elección de los ámbitos de la mirada, se suele definir si se abordará un entorno rural, urbano, peri- urbano, etc. para luego delimitar lo observado, acotándose los límites espaciales de la comunidad, barrio, colonia o seg- mento social que se haya escogido. Por otra parte, se define el arco temporal dentro del cual se estudiará tal unidad. Pero el surgimiento del objeto de estudio será justo cuando, paralelo a establecer estas coordenadas espaciales y tempo- rales, y partiendo de un proceso de conceptualización, se establezcan categorías y unidades de análisis, dando forma así, a la primera aproximación del objeto. El objeto deberá ir afinándose en el curso de la investigación, e incluso, deriva- do de la misma, puede hacerse necesario poner en cuestión los límites espacio-temporales inicialmente propuestos. Por ejemplo, si se advirtiese que varias unidades adyacentes comparten rasgos que se deben a procesos comunes, podría espacializarse la categoría que acota el objeto y articularse en términos de región. En cambio, si se pueden agrupar comportamientos de una o varias unidades dentro de un arco temporal y se pueden establecer límites cronológicos nítidos para tales comportamientos, se podría temporalizar la categoría que delimita al objeto y articularlo en términos de periodo. En general, la primera dificultad con la que se encuentra 41 el investigador social en ciernes es cuando debe separarse de su entorno cotidiano para convertirlo en su contexto de observación y encontrar/construir en él, su objeto de estu- dio. Por lo anterior, cuando el investigador elige observar dentro de la ciudad, es difícil desprenderse de su precom- prensión de la misma, que puede naturalizar, por ejemplo, las desigualdades urbanas, en la forma de exteriorizaciones “lógicas” de desigualdades sociales. Nada hay natural ni lógico en los espacios antrópicos, sean rurales o urbanos. Por ello, el mirador/investigador debe hacer visibles tales no- ciones naturalizadoras, hacerlas conscientes, para evitar su perpetuación. Después de ello, el mirador debe preguntarse qué ha de mirar. Y al mirar la complejidad social, tendría que escoger una temática afín a su disciplina, de acuerdo a los conceptos y categoríasal uso en los modelos teóricos que domina, e incluso, siguiendo el contorno de sus preferencias, experiencias, enfoques e incluso afinidades políticas, religio- sas y sexuales. Esto no debe verse como una limitante, al contrario, muchas veces la alineación entre el objeto de estudio y la person- alidad del investigador es una garantía de éxito en la conse- cución de un trabajo de investigación. En cambio, en otras ocasiones, cuando no existe distancia epistémica entre el observador y lo que pretende observar, ocurre lo mismo que en la mirada visual cuando no hay distancia focal entre el ojo y el objetivo: se mira desenfocadamente. Refiriéndonos a la investigación, se trata del caso cuando el investigador se encuentra demasiado involucrado en el grupo social o proceso cultural que pretende mirar y comprender. Elegir una temática avizora el objeto de estudio, por lo cual, al inicio se abre un amplio abanico de posibilidades. Identificar las categorías y modelos de análisis, y asignar las fronteras espaciales y temporales no es un asunto sencillo al construir el objeto de estudio, pero lo que se recomienda es conservar la riqueza de lo observado a través de temáti- cas y objetos de estudio que planteen diversidad, diferen- cia, complejidad e incluso conflicto, que son la marca de nuestros tiempos. Por ejemplo, respecto a entornos urbanos latinoamericanos, detectando procesos recientes de cambio socio-espacial derivados de las reformas neoliberales, como la segregación, sucesión y sustitución (Mertins, 2003). Como bien dice Fabian (2008), ahora es pertinente constatar a través de la indagación social prácticas culturales, más que 42 cultura; estrategias y proyectos, más que hábitos y esque- mas; resistencia, más que conformidad; producción e inno- vación, más que reproducción y tradición; hibridad, más que pureza; esferas de acción, más que territorios y fronteras. No menos importante al respecto de la construcción del ob- jeto de estudio es entender el valor del discurso, discurso académico y no académico, que se inspira y evoca lo ob- servado, que pretende describir la realidad social, pero, al mismo tiempo, que se constituye en un orbe independiente. Debe ser entendido que el objeto de estudio no es el discur- so en torno a él, sin embargo, es imposible construir ningún objeto si no es a través del discurso. Entender los límites del discurso es entender también los límites del objeto de estudio. Por ello, el cuidado que se debe tener en los títulos y textos de las investigaciones, que por supuesto que deben representar los objetos de estudio en cuestión. Pese a que el mirar parece referirse a la aprehensión percep- tual hecha en el momento presente, la mirada del investiga- dor social se realiza proyectando el objeto de estudio tanto al pasado como al futuro. Cuando se observan sociedades complejas, es importante considerar los decursos históricos, los eventos acontecidos en ciclos de larga y media duración que sirven para explicar el estado presente de las cosas, lo cual ayuda a delimitar y construir el objeto. Lo mismo puede decirse de las expectativas a futuro de determinado proceso 43 social que, mirado dentro de la inmediatez del presente, pu- ede resultar poco relevante para el campo disciplinar, pero que en vista del aceleramiento de procesos como el endu- recimiento económico y laboral derivado de las tendencias neoliberales así como los procesos de desanclaje, movi- lización y deslocalización a resultas de la mundialización, resulta no sólo relevante sino imperiosa su conversión en objeto de estudio, en aras de conservar registro de tal prác- tica cultural, antes de su pérdida o transformación. No otro es el motivo de que muchas declaratorias de patrimonio in- tangible de la UNESCO versen respecto a prácticas cultura- les en riesgo de perderse, lo cual, como repetimos, pueden y deben constituirse en objetos de estudio. Sin embargo, no sólo debe fijar su atención el investigador en los procesos o fenómenos culturales que estén en riesgo de perderse, en aras de su preservación, lo cual dejaría a las disciplinas sociales con objetivos conservacionistas. En cambio, las miradas de los investigadores deben ser sen- sibles hacia los fenómenos sociales emergentes, detectando pautas culturales nacientes, convirtiéndose ellos mismos, a través de las miradas que pretende fomentar este trabajo, en finísimos detectores del cambio social. Es más fácil detec- tar lo que desaparece que lo que emerge, en el panorama de las sociedades complejas contemporáneas. El tipo de cam- bios que surgen en la actualidad se presentan en todos los campos de la actividad humana, desde los que ocurren a nivel mundial en la forma de migraciones por constriccio- nes laborales, hasta las que afectan la subjetividad de los individuos a raíz del uso de las nuevas tecnologías. ¿Cómo detectar este tipo de cambios? ¿Cómo calibrar la mirada para identificar las pautas novedosas, dentro del entramado más denso y con dibujos más elaborados del tapiz de las so- ciedades contemporáneas? Esperamos haber dado algunas claves para que el investigador, mediante la mirada indaga- dora, resalte los hilos culturales significativos del entramado social, a través de un enfoque disciplinar e individual que no descarte el propio historial afectivo-cognitivo, y en paralelo desprendiéndose de nociones que “naturalizan” el mundo, es decir, los presupuestos que asumen el mundo social como un orden ya dado. Fotografía: Alfredo Regalado Santiago Mexquititlán Julio 2011 45 En las siguientes líneas plantearemos algunas cautelas a tener en cuenta en el mirar indagador, que deben entenderse como estrategias, en el sentido de Morin, para compensar lagunas que han dejado los apartados anteriores. Para empezar, a pesar de la abundante literatura que hace énfasis en lo lineal de la indagación científica, el investiga- dor social debe aprender a asumir el rodeo, el desvío, a lidiar con el azar y tomar provecho de él. La mirada debe ser es- tratégica y aprender a surfear en lo incierto, incluso cuando la suerte le sonríe. Como investigadores sociales, qué más quisiéramos que contar con la suerte de los príncipes del Serendip que, según la leyenda, encontraban soluciones a problemas, gracias a golpes de suerte. Ahora llamamos a esta colaboración del azar en los hallazgos serendipia, que en términos locales podemos llamar “chiripa”. La observación atenta de los fenómenos de la naturaleza ha sido el prerrequisito del método científico y de la inven- ción creativa. Ya hablamos de la mirada posicionada, pero ahora resaltaremos la noción de mirada intencionada, y no tanto de búsqueda de soluciones, como de los problemas mismos, es decir, la mirada que “busca” problemas. El prob- lema debe ser entendido en el sentido de Gaston Bachelard, como obstáculo, obstáculo epistemológico, un tropiezo al conocimiento (Bachelard, 1990) que detona la indagación. Cautela muy necesaria, la de no convertir el obstáculo epis- temológico en el objeto de estudio, es decir, no asumir los obstáculos a los que se opone nuestra investigación como la investigación misma. Una cautela al mirar es que el piso epistémico de observación del investigador parta de aceptar los orígenes eurocéntricos de las disciplinas sociales. Con esto, el observador acepta la necesidad de compensar el efecto de óptica occidental, aplicando paradigmas nacidos y apropiados en contextos culturales locales, con el fin de actualizar las imágenes de las sociedades complejas contemporáneas, rompiendo con la primera de las premisas colonialistas, el concepto de cul- tura. A través del análisis histórico, Luhmann (1997) afirma cautelas al mirar 46 que el concepto de cultura adquiere sus características con- stitutivas en la segunda mitad del siglo XVIII en Europa, cu- ando muchos campos sociales se empezaron a observar con la observación de segundo orden (p. ej. la opinión pública como soberano o juez;o la Constitución como observancia de leyes), y en ese mismo siglo se presenta la expansión de horizontes de observación regionales e históricos. Se puede decir que a partir del siglo XVIII el conocimiento (referido a lo culto o cultivado) se hace visible como cultura. En esta época irrumpen los intereses comparativos y el interés por la reflexión y la reflexión de la reflexión (p. ej. en Kant, Fich- te y los románticos). Muy importante, se intenta un enten- dimiento de la cultura como un nivel situado en la sociedad para las observaciones y las descripciones. En palabras de Luhmann: “Cultura es, si la aprehendemos así, un proyecto del mundo, que engloba tanto la diferenciación histórica y regional…como el material comparable” (1997: 54). Con este argumento, se entiende que el nacimiento de las discip- linas sociales haya tenido como piso epistémico el concepto de cultura –eurocéntrica y colonial-, como plataforma de observación de las “culturas” primitivas y excéntricas, por supuesto colonizadas. Por ello sugerimos compensar la óp- tica eurocéntrica, no sólo con modelos, sino con investiga- ciones y objetos de estudio que, fortalezcan ópticas diversas y alternativas, surgidas en contextos culturales locales. Hablando especialmente de la disciplina antropológica, es una cautela esencial no centrar la mirada en lo singular. Los antropólogos, desde la fundación de la disciplina, habían di- rigido sus miradas hacia las culturas o sociedades coloniza- das, es decir, una mirada del centro a la periferia, que había sido hecha desde la plataforma del saber especializado del mundo occidental, contrastando los valores del mismo con los “excéntricos” valores de las sociedades no desarrolla- das. De la época de este interés por las sociedades primiti- vas data la noción del buen salvaje, dando por sentado que las sociedades primitivas eran el reservorio de la bondad natural de la especie humana, y en cambio, la vida civilizada y urbana acarreaba el olvido de los valores innatos. Inda- gar sobre estas culturas era volver al tema de la inocencia y bondad originarias. En este contexto, es de comprenderse que todavía ahora se crea que los antropólogos “se han situado a los pies de los santos hindúes, han visto dioses extraños, presenciado ritos 47 extravagantes y, haciendo gala de una audacia suprema, han ido donde no había ido ningún hombre” en palabras de Nigel Barley (1989: 67). En pocas palabras, el antropólogo como especialista en lo excéntrico. Por ello, hemos dicho an- tes que, una vez detectados los hilos singulares en el entra- mado de las sociedades complejas, es menester restituir la anomalía a la serie, el objeto de estudio al contexto. La mirada del investigador social se siente atraída por las prácticas, procesos o fenómenos que encuentran en contex- tos de observación diferentes a los cotidianos. En estos con- textos percibe anomalías o eventos singulares, gracias a que las prenociones no naturalizan la observación. Por ello, al urbanita llamarán la atención las prácticas que observe en entornos rurales, o bien, el investigador que se encuentre en el extranjero observará con claridad lo inusual de prácticas que serán invisibles para los locales. No es necesario cam- biar de lugar para que el observador participe de este efecto de descontextualización, se puede lograr simplemente cambiando el entorno cognitivo. Por ejemplo, el profesional formado dentro de cierta disciplina que observe prácticas de grupos de otra profesión. En todos estos casos, el salirse de los contextos de observación, permitirá a la mirada sus- pender las nociones con las que inicia su interpretación de la realidad compleja. Para dar cuenta de la complejidad de las sociedades es nec- esario contar con, ya lo dijimos, complejidad en la mirada, pero no menos importante, complejidad en la teoría. Por ello recomendamos utilizar teorías con gran potencial heurístico y siempre actualizadas. 48 NOTAS 49 50 51 52 53 Fotografía: Eunice J. Murillo García Santiago de Querétaro Julio 2010 angélica álvarez quiñones mi rar dón de 57 “Las medidas y las distancias del espacio físico se articulan arqui- tectónicamente con las medidas y distancias histórico-sociales, y es nuestro espacio-tiempo mental el que lo consigue o, al menos lo intenta.” Josep Muntañola (2002) Cuando se trata de definir qué, cómo y para qué se mira al investigar sociedades complejas, es muy importante también preguntarse desde dónde se habrá de mirar, lo cual guarda cierto grado de dificultad. Es común que al declarar desde donde mira, el investiga- dor se refiera a su ‘punto de vista’, es decir, a la perspectiva teórico-metodológica desde donde ha realizado o pretende realizar un estudio. Menos frecuente es que se refiera al lugar donde físicamente se ha ubicado para realizarlo. Son dos maneras de referirse a la idea de una localización al mi- rar, una teórica (epistemológica) y la otra más bien referente al terreno físico de la observación de una realidad (empírica). Ambas formas de plantearse desde dónde mirar se relacio- nan y se configuran una a la otra, tanto, que a algunas veces cuesta distinguirlas. Es importante sin embargo tener claro 58 que son elementos distintos que deben pensarse bien en el proceso de diseño de una investigación. Cuanto más claro se tenga desde dónde se mira, en ambos sentidos, más só- lido es el camino que se recorre al investigar. Acerca de las cuestiones relacionadas con el punto de vista desde dónde se mira al investigar se profundiza en el apartado que corresponde al mirar cómo. Aquí nos deten- dremos en la segunda perspectiva, la que se refiere al sitio físico desde el cual se miran las sociedades complejas. Le llamaremos Lugar de Estudio al contexto o espacio físico en el que nos situamos para observar uno o varios fenómenos sociales que previamente hemos visualizado con ayuda de la teoría. Existen varios términos relacionados con la idea del lugar donde se mira. Algunos autores hablan de Escenario, con la idea de diferenciar entre los elementos físicos del contexto y aquellos que pertenecen al campo de las actividades o prác- ticas sociales, que son en principio lo que interesa observar. Sin embargo, al hablar de sociedades complejas y con base en propuestas cada día más aceptadas acerca de la impor- tancia de la cultura material, es decir, de los objetos produ- cidos por la cultura, el lugar como contexto físico deja de pensarse sólo como un escenario y puede llegar a tener un papel protagónico en el análisis (Amerlinck, 2001). Por eso aquí hablaremos de Lugar y no simplemente de escenario. Otro término sobre el cual conviene detenerse un poco es Campo. Se emplea Estudio de Campo para referirse a la ob- servación de un fenómeno social en el lugar donde ocurre. Otras veces, estos términos se emplean al revés: Campo de Estudio. Los estudios de campo son parte esencial de las investigaciones sociales, lo que no ocurre en las ciencias físicas donde la observación empírica es generalmente ex- perimental y ocurre en laboratorios. En este arreglo, campo se refiere a lo que aquí estamos caracterizando como Lugar. En cambio, el segundo arreglo de los términos (Campo de Estu- dio) está asociado a los ámbitos, dimensiones o perspectivas de el lugar 59 análisis dentro de una disciplina. Campo, es también un término que bajo una construcción más compleja se emplea, para referirse a una esfera de la vida social regulada por cierto tipo de relaciones sociales, de intereses y de recursos compartidos. El sociólogo Pierre Bourdieu dedicó una buena parte de su obra a la construc- ción de esta idea, donde Campo se refiere a lo que llamó Espacio Social, diferenciándolo y relacionándolo con el Es- pacio Físico (Bourdieu, 1988, 1999). Así, Campo se refiere generalmente al sitio o lugar físico donde se realiza un estudio pero, también puede ser empleado con un sentido teórico para referirse a una esferade lo social. Puede verse que los términos que se usan para describir al espa- cio físico se emplean con frecuencia para establecer analogías con los fenómenos sociales. Esto ocurre porque el espacio físico es una proyección, una representación de las relaciones socia- les. En una sociedad jerárquica, explica el propio Bourdieu, no hay espacio físico que no esté jerarquizado y que no exprese las distancias sociales. Tengamos en cuenta en el diseño de una investigación y a lo largo de su desarrollo, la difícil disociación del espacio físico y el espacio social o, mejor dicho, la intere- sante y compleja relación entre ambos componentes de un lugar. Seguimos aquí privilegiando las cautelas en la elección del espacio físico. El lugar, entonces, es el sitio donde se observa un fenómeno socio-cultural. Por eso, para Geertz (2001) es importante diferenciar también entre el lugar de estudio y el Objeto de Estudio (Geertz, 2001). El objeto de estudio responde al qué en una investigación. Cuando se comprende la diferencia entre qué se mira y dónde se mira, ante la pregunta sobre qué se investiga se evita responder por ejemplo: “la telese- cundaria no.3”, “el ejido del Arenal” o “el Centro Histórico de Querétaro”. Estos son lugares, no objetos de estudio. Veremos adelante, que elegir dónde mirar se relaciona también con el para qué mirar, ya que es siempre necesario preguntarse si el lugar elegido es realmente el adecuado, conveniente o necesario para cumplir con el objetivo princi- pal de la investigación. Si hasta aquí quedan claras las diferencias generales que guarda el dónde respecto al qué, el cómo y el para qué se mira, podemos recorrer las páginas siguientes. 60 Algunas veces, en el proceso de aproximación empírica, se presentan obstáculos que pudieron preverse con un poco de cautela al seleccionar el lugar para observar. En adelante pro- ponemos tres estrategias que pueden ayudar. La primera, selec- cionar analíticamente el lugar donde se mira. La segunda, considerar las distancias físicas y sociales que en cada lugar se establecen entre los individuos que los ocupan, y por último, proponemos mirar las fronteras como hori- zontes. El primer aspecto a considerar en la elección del lugar dónde mirar en un proceso de investigación es su ac- cesibilidad. Aunque no es posible definir de antemano y con total seguridad si se podrá acceder o no a un lugar determi- nado, es posible asegurarse de un mínimo de posibilidades antes de comenzar. No existen guías precisas acerca de los sitios adecuados para observar, ya que la accesibilidad de- pende de múltiples factores, entre los cuales se encuentran el carácter, el género, la edad e incluso la condición social del investigador. Además de estos factores se encuentran el corte institucional o informal del lugar, el grado de privaci- dad y de actividad, así como del rol que tiene en ese lugar quien pretende observar. Seleccionar analíticamente el lugar donde se mira 61 Los Lugares Públicos presentan cierta facilidad de acceso porque no es indispensable solicitar un permiso para acceder a ellos y en todo caso, es en el contacto cara a cara con los otros cuando se requiere establecer la identidad del inves- tigador y el objetivo de la indagación. Los parques, oficinas de gobierno, estaciones de autobús, aeropuertos, las calles de un asentamiento o sus plazas, los mercados, etc., son lugares públicos o semi-públicos donde la actividad suele ser intensa en horarios determinados. De acuerdo con el in- terés específico del estudio, es recomendable elegir los pun- tos de mayor actividad y paralelamente llevar observaciones de contraste en los sitios y momentos de menor actividad. Confrontar situaciones distintas permite distinguir las regu- laridades y las excepciones de las interacciones sociales que ocurren en un lugar. Aun cuando en apariencia los lugares públicos son de fácil acceso, es muy importante el rol o papel que el investiga- dor decide tener en ellos, tomando en cuenta que pasará bastante tiempo observando y será identificado por quienes los frecuentan. Existen posturas más o menos rigurosas en cuanto a la conveniencia de presentarse como investiga- dor en los lugares de estudio, lo que siempre conlleva a los Los lugares públicos Fotografía: Alfredo Regalado Santiago Mexquititlán Julio 2011 63 cuestionamientos éticos de la investigación. La observación participante como técnica de investigación es, sin embargo, suficientemente flexible para admitir que la identidad de in- vestigador permanezca (de)velada según las necesidades y el diseño del estudio. Ser honesto será siempre una ventaja al presentarse ante los sujetos que participan en el fenóme- no por observar. La condición de estudiante es casi siempre una buena llave de acceso, ya que este papel suele implicar la necesidad de indagar, preguntar y conocer el mundo. Es importante tener en cuenta que los Lugares Públicos pre- sentan facilidad de acceso porque no son sitios restringidos físicamente, pero pueden presentar otro tipo de dificultades que no deben subestimarse. Por ejemplo, los espacios abier- tos suelen ser sitios donde también se inhibe el paso a través de barreras o límites que corresponden al campo de los comporta- mientos y actitudes despectivas o de rechazo. La restricción o la facilidad de acceso puede ser en sí misma una vertiente de observación en los lugares públicos. Ruvalcaba (2008) señala la importancia de anticipar pro- cesos que ocurrirán en una determinada época del año, como el caso de fiestas patronales, festivales, cambio de autoridades, etc. Una planeación en este sentido permite acceder estratégicamente al lugar considerando los tiempos de gestión y acercamiento previos. Frente a los lugares públicos, los Lugares Privados presen- tan un grado mayor de dificultad al planearse como sitios desde dónde mirar. En ellos, es necesario explicar mucho más la presencia del investigador y solicitar permiso para entrar. El lugar privado presenta el reto de diseñar una es- trategia considerando las intenciones de indagación que conviene declarar y las que no. En general, las organizaciones o instituciones congregadas en un contexto físico determinado tienen normas de ac- ceso para propios y externos. El investigador debe primero, conocer estas normas y luego, plantearse qué sitio quiere Los lugares privados 64 ocupar para observar, así como cuáles son las posibilidades de hacerlo. La idea inicial debe permanecer suficientemente flexible para poder aceptar un sitio distinto si en el proceso de acercamiento se encuentra con obstáculos insalvables. Es recomendable incluso contemplar la posibilidad de cam- biar el objeto de estudio si, por el contrario, se cuenta con una entrada posible en un lugar donde no puede observarse el objeto inicialmente planteado (Taylor y Bodgan, 1984). Este tipo de disertación ha de plantearse siempre con uno o varios colegas o, en su caso con el asesor del trabajo de campo. La visión complementaria de quienes pueden ver el problema desde afuera puede soportar una decisión tan im- portante como ésta. El carácter privado o público de un lugar debe distinguirse de otras categorías como el espacio abierto y el espacio cer- rado. Un lugar abierto no siempre es un lugar público, pen- semos en un campo de golf, por ejemplo, que puede tener cierto grado de apertura para mucha gente pero que al mismo tiempo, no es accesible para todos. En este sentido, ningún lugar es totalmente público. Los lugares privados no son siempre cerrados y el lugar cerrado no es necesariamente privado, como el caso del compartimento mínimo y cerrado de un baño público, por poner un ejemplo. Analizar el grado de accesibilidad que presenta un lugar será siempre una buena estrategia y un primer paso entre otras consideraciones recomendables. Otra de las cuestiones cen- trales para la elección del lugar se ubica en la cuestión del tiempo que ha de emplearse para gestionar
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