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Alejandro Vázquez Estrada, Adriana Terven Salinas (eds) - Tácticas y estrategias para mirar en sociedades complejas _ Apoyo didáctico para la investigación sociocultural-Universidad Autónoma de Querét

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Tácticas
y estrategias
para mirar en 
sociedades
complejas
Alejandro Vázquez Estrada
Adriana Terven Salinas
Coordinadores
Apoyo didáctico para la investigación sociocultural
Dr. Gilberto Herrera Ruíz 
Rector de la Universidad Autónoma de Querétaro
Dr. César García Ramírez 
Secretario Académico
Dra. Blanca Estela Gutiérrez Grageda 
Directora de la Faculta de Filosofía
Dra. María Teresa García G. Besné 
Directora de Difusión Cultural
José Luis de la Vega Romero 
Coordinador de Publicaciones
La publicación de este libro se financió con fondos PIFI 2011 y 
cuenta con la aprobación del Consejo Académico de la Facultad 
de Filosofía en sesión ordinaria del 5 de septiembre de 2012.
directorio
Tácticas y estrategias para mirar sociedades complejas.
Apoyo didáctico para la investigación sociocultural. 
D.R.© Universidad Autónoma de Querétaro.
Centro Universitario, Cerro de las Campanas s/n
C.P. 76010, Santiago de Querétaro, Qro., México.
 
Diseño de portada: Luis Alvarez 
Formación y edición: Luis Alvarez
ISBN: 978-607-513-029-3 
Advertencia: Ninguna parte del contenido de este ejemplar pu-
ede reproducirse almacenarse o transmitirse de ninguna forma, ni 
por ningún medio, sea este electrónico, químico, mecánico, óptico, 
de grabación o de fotocopia ya sea para uso personal o de lucro, 
sin la previa autorización por escrito de los editores. 
D.R.© Primera edición
Hecho en México
Made in Mexico
Agradecimientos 
 
Presentación 
Introducción.
Alejandro Vázquez Estrada
Mirar qué.
Omar Toscano 
Mirar dónde
Angélica Álvarez Quiñones
Mirar cómo
Adriana Terven Salinas
Mirar, escuchar y hablar
Ewald Hekking /
Luz María Lepe Lira
Mirar para qué
Alejandro Vázquez Estrada
Bibliografía 
Sobre los autores
11 
índice
13
15
27
55
85
119
153
189
195
Para esos tus ojos
de imposibles miradas
11
 Los distintos capítulos que estructuran esta obran han 
sido imaginados, soñados y escritos desde el invierno del 2011 
resultado de las distintas discusiones e inquietudes respecto a la 
necesidad de construir un material didáctico que pueda apoyar 
en la investigación sociocultural a aquellos estudiosos e investiga-
dores que no necesariamente provengan de las Ciencias Sociales.
 
Nos han acompañado en este trayecto varias personas a las 
cuales agradecemos enteramente su asesoría, su solidari-
dad y su cariño.
 
En particular agradecemos el apoyo incondicional de las au-
toridades de la Universidad Autónoma de Querétaro en par-
ticular al rector el Dr. Gilberto Herrera Ruíz, por su enorme 
agra
deci
mien
tos
12
interés en la cultura y las humanidades, a la directora de la 
Facultad de Filosofía, la Dra. Blanca Gutiérrez Grageda, por 
su enorme esfuerzo en cuanto a la gestión institucional y 
apoyo académico. 
Así mismo agradecemos los comentarios y observaciones 
del Dr. Jesús Ruvalcaba Mercado y del Mtro. José Ignacio 
Urquiola Permisan, quienes elaboraron las dictaminaciones 
de esta obra, y nos ayudaron desde sus miradas a fortalecer 
este proyecto. 
Finalmente quisiéramos agradecer apoyo técnico de la an-
tropóloga Sofía Rivas Padrón, quien a lo largo de esta aven-
tura siempre tuvo el tiempo y la destreza para organizar y 
sistematizar nuestros distintos vendavales. 
Y a todos los que no se mencionan aquí y se saben presen-
tes: gracias totales.
13
PRE
SEN
TA
CIÓN
 Este documento ha sido elaborado por los miembros 
y colaboradores del cuerpo académico Sociedades amerindias, 
contacto cultural y desigualdades, adscrito a la Facultad de Fi-
losofía de la Universidad Autónoma de Querétaro. Este colec-
tivo integra distintas disciplinas del saber como son la lingüísti-
ca, la arquitectura y la antropología; desde esta última, hemos 
establecido una plataforma interdisciplinaria para poner en 
diálogo las distintas perspectivas hacia la comprensión integral 
del tema que en esta ocasión nos convoca: mirar las sociedades 
complejas.
El reto fue construir una vía didáctica para que el interesado 
en el estudio de la sociedad y la cultura, pueda acceder a su 
análisis y comprensión desde un diálogo de saberes, con-
stituido por una posición ética, inscrito en un compromiso 
social y situado en el conocimiento de la metodología (Ru-
valcaba, 2008). Este propósito se planteó a raíz de la apertura 
de dos programas de posgrado: uno sobre Estudios Antrop-
ológicos en Sociedades Contemporáneas y otro sobre Estu-
dios Amerindios y Educación Bilingüe, en la Facultad de Fi-
losofía. Ambos tienen orientación profesionalizante, lo cual 
implica que el proceso formativo se realice en articulación 
con los sectores de la sociedad; esto permitirá desarrollar 
14
conocimientos y habilidades para abordar, comprender e 
intervenir de manera reflexiva, crítica y propositiva en prob-
lemáticas sociales con pertinencia cultural. De aquí la nece-
sidad de generar un material didáctico que apoye el hacer 
de un estudioso de las sociedades complejas de hoy en día.
La elaboración de este libro también planteó el desafío 
de un ejercicio colectivo, donde los que aquí firmamos, en 
diálogo con otros colegas y estudiantes, rescatamos un 
conjunto de experiencias y aproximaciones desde distintas 
perspectivas, sobre una de nuestras grandes y enigmáticas 
pasiones: el trabajar con la sociedad. Es así que los retos, las 
dudas y las dificultades de cada uno de nosotros, represen-
tan oportunidades para imaginar, experimentar y proponer 
intercambios conceptuales y tecnológicos que van más allá 
de la metodología. Desde distintas trayectorias profesio-
nales y personales, cada participante escribe un capitulo 
expresando aquellas inquietudes que han emanado de su 
labor a lo largo del tiempo. Se hizo de esta forma porque 
nuestro interés en estudiar las sociedades complejas, exige 
un modo de pensamiento “que respete la multidimension-
alidad, la riqueza, la diversidad y el misterioso aprendizaje 
de lo vivido” (Morin, 2009: 24); un pensamiento tendiente 
siempre a una complementariedad de saberes. 
 
Es por ello que este libro se llama “Tácticas y estrategias”, 
pero fácilmente pudo llamarse Metodología para el estudio 
de lo social, o El trabajo de campo hoy, manual para realizar 
una práctica de campo o cualquier otro nombre animado por 
la connotación de la investigación sobre el terreno. Pensa-
mos que la estrategia y la táctica (y viceversa) articulan a 
todas las disciplinas y ofrecen de forma sugerente la enunci-
ación de nuestro objetivo.
15
in
tro
duc
ción
 Siempre es difícil iniciar el camino que ya muchos 
otros han andado, y es más arduo si la gente a quien uno 
admira y respeta, lo ha hecho de maneras maravillosas y 
distintas. Cuando comenzamos este viaje en busca de un 
modo factible, atractivo e integrado para el estudio de las 
sociedades complejas, asumimos que sería indispensable 
no hacerlo en solitario. Pensamos que la conjunción de ex-
periencias distintas nos obsequiaba un prisma de miradas 
cuyas trayectorias de observación convergían en un mismo 
punto de llegada: la comprensión de la realidad social.
Fue así que advertimos que nuestra diversidad de estilos, 
modos y usanzas de trabajo con la sociedad, requeriría ir 
más allá de una guía de procedimientos que simplifican la 
complejidad de lo real. De aquí que concebimos este mate-
rial didáctico como una serie de tácticas y estrategias que 
se amplían y se reducen, se multiplican y dividen en total 
sintonía con este mundo que nos seduce y asombra en todo 
momento.
El presente libro debe comprenderse desde distintas ópticas, 
de las cuales distinguimos principalmente tres: la primera 
son las tácticas y estrategias, la segunda a partir de las so-
ciedades complejas y la tercera es el tema de las miradas. 
“La relación diversidad/complejidad es capital.
La diversidad nutre, mantiene, desarrolla
la complejidad organizacional que,
a su vez, nutre, mantiene, 
desarrolla la diversidad”
Edgar Morin (2009)
16
Consideramos que al tener en cuenta estas tres dimensiones, 
el lector comprenderáque lo que a continuación se presenta 
es un esfuerzo por exponer un material, que además de ser 
didáctico en las artes del estudioso de lo social, propone 
una reflexión profunda y critica sobre el conocimiento, su 
producción, sus usos y manejos. A continuación expresamos 
los detalles de cada una de ellas.
 Nuestra primera intención es clara, se trata de pre-
sentar un material de apoyo para aquellos interesados en la 
comprensión de la sociedad y la cultura desde una perspec-
tiva académica. Es por ello que los distintos apartados en los 
que está organizado el texto, pretenden eslabonar una serie 
de preguntas y reflexiones desde la teoría y la metodología, 
en torno a la forma en la cual podemos acercarnos a las 
realidades por conocer e investigar. 
Para el entendimiento de los fenómenos, procesos y situa-
ciones del mundo que ante nuestros ojos se develan, con-
sideramos necesario que los interesados en establecer una 
mirada en la sociedad, se aproximen al conjunto de tácticas 
y estrategias que en las ciencias sociales existen para ello. 
En ciencias sociales hay distintos textos que dan cuenta de 
metodologías, técnicas y herramientas para el análisis de la 
sociedad. En esta diversidad de documentos se pueden en-
contrar desde descripciones que van definiendo, guiando y 
coreografiando los procesos de investigación, hasta aquellos 
que reflejan un conjunto de reflexiones acerca de las distintas 
implicaciones que se generan en la relación entre el investiga-
dor y la realidad a registrar.
El presente material está orientado hacia la reflexión, el 
cuestionamiento y el análisis de las formas y procesos por 
los cuales realizamos el estudio de lo social en cuanto a 
I. LA táctica y la estrategia
17
perspectivas conceptuales, temas y metodologías que se 
aplican para lograr dicha empresa. Esto es pertinente hoy, 
cuando nos posicionamos ante una sociedad que fluye de 
manera indómita, que se aventura de forma constante a la 
transformación cotidiana de los objetos, los símbolos y ac-
ciones que aquélla misma vive y recrea. 
Sin embargo, no perdemos de vista el conjunto de orien-
taciones y recomendaciones provenientes de experiencias 
y experimentaciones diversas, respecto a cómo estudiar los 
mundos interconectados que nos atraviesan a la vez que 
nos rodean. Por ello hablamos de tácticas y estrategias, pen-
sando que estas figuras metafóricas nos posibilitan dislocar 
lo que usualmente se reconoce como herramientas, técnicas 
y metodologías. 
En 1990 Michel de Certeau, en su obra La invención de lo co-
tidiano, tomó este par de términos para proponer unas for-
mas de aproximación del estudio de la microhistoria; dicho 
autor considera la estrategia como el “cálculo de relaciones 
de fuerzas que se vuelve posible a partir del momento en 
que un sujeto de voluntad y de poder es susceptible de ais-
larse de un ambiente” (de Certeau, 1990:40).
Llevado al estudio de las sociedades, esto concebiría a la 
estrategia como la creación de un lugar en donde se inscribe 
la relación entre el observador y la realidad a estudiar, es 
la generación de un punto propio donde se desglosan e 
inscriben de manera integrada y vinculatoria, aquellas in-
quietudes que se hallan dentro de los contextos de investig-
ación; tiene que ver con la invención de un artificio, donde 
realidades disímbolas construyan un encuentro de represen-
taciones e interpretaciones distintas. Para aquel interesado 
en el análisis de la cultura y la sociedad, la estrategia tendrá 
que ver con la construcción, la conformación y la manufac-
tura de un proyecto de investigación: el problema, la per-
spectiva teórica de análisis así como la metodología. 
Cuando hablamos de lugar, lo entendemos como una situ-
ación social aterrizada en un contexto simbólico espacial, 
que puede ir desde los escenarios de la glocalidad (Esco-
bar, 2000) material, hasta aquellos donde las relaciones so-
ciales se configuran a partir de mediaciones tecnológicas, 
por ejemplo internet. El lugar como parte de un proyecto 
de investigación es una forma de espacializar un problema, 
18
de dotarlo de un conjunto de coordenadas determinadas 
y otorgarle posición temporal a los individuos y colectivos 
que en él convergen y divergen. Aquí está incluido el inves-
tigador como integrante activo de este performance, donde 
se originan inquietudes e intencionalidades que de entrada 
tendrán que ver con sospechas e hipótesis de una realidad 
ajena y por ello resultarán atractivas para su abordaje y (re)
conocimiento. 
Por otra parte, en la estrategia, el novel interesado deberá 
calcular, intuir, distinguir y conjeturar, las relaciones socia-
les que pueden o no presentarse en una situación posible 
y concreta. Así, en la generación del problema se habilita 
una especulación primaria que aparece en el horizonte de 
la investigación como el faro de Alejandría que clarifica (al 
tiempo que obscurece) un destino de llegada. Es una pre-
gunta que prescribe de forma intuitiva, una inquietud po-
sible que funciona como la excusa primaria para acceder a 
realidades hasta el momento lejanas. La estrategia requi-
ere de una visión que pueda integrar, posicionar y organi-
zar los distintos elementos, situaciones y procesos que la 
construyen. Este problema planteado por el estudioso de la 
sociedad, puede ser creado con distintas fuentes de infor-
mación, que van desde aquellos recorridos superficiales en 
el espacio de interés, hasta la revisión de fuentes bibliográfi-
cas que aporten datos para posibilitar eso que aquí se llama 
la mirada.
De este planteamiento del problema, se genera un hilo con-
ductor conformado por una serie de acciones dinámicas que 
van creando su propio movimiento a partir de los intereses 
teóricos y prácticos que tenga el estudioso social. Jacorzyn-
ski (2004) le llama “actitud” a esta etapa dentro del proceso 
de investigación. Con ello se quiere decir que el interesado 
en las cuestiones sociales provoca un diálogo con aquellos 
sujetos y referencias que de alguna manera están articula-
dos por el problema de investigación. Desde aquí se consul-
tan los oráculos conceptuales, se buscan distintos autores, 
se accede a conceptos diversos así como a perspectivas 
teóricas que han indagado anteriormente la problemática 
de interés. Aquí la estrategia establece de manera inevitable 
el tomar decisiones sobre qué perspectivas, autores y con-
ceptos son los adecuados o pertinentes para aproximarse al 
estudio. En esta selección el investigador construye, desde 
la incertidumbre, un lugar de certezas y vialidades que le 
19
permitan establecer una trayectoria posible para el encuen-
tro con su horizonte. Aquí se seleccionan/descartan formas de 
conceptualizar y analizar el problema, confiando en que la selec-
ción realizada sea la que lleve a la investigación por derroteros de 
encuentro y diálogo de saberes, de confrontación de ideas y articu-
lación de experiencias culturales distintas.
La estrategia define así el objetivo de investigación y pre-
scribe la extensión y la profundidad que se pretendan en 
dicha indagatoria. Con ello se diseñan trayectorias y etapas, 
que generan de manera simultánea distintos límites y fron-
teras, capaces de concebir un escenario donde se pueda 
mirar desde los más distintos ángulos posibles. De manera 
simultánea a la actitud, se genera un conjunto de aplicaciones 
para el aterrizaje de las pesquisas conceptuales orientadas 
al registro de la realidad. En esta etapa se considera que la 
articulación de acciones de registro distintas, con actores y 
situaciones diversas, es un mecanismo que posibilita la in-
terlocución de perspectivas, al tiempo que provoca formas 
de sensibilización y análisis por parte de los sujetos involu-
crados. Estas acciones las comprendemos como las tácticas: el 
conjunto de actividades que posibilitan el registro de la reali-
dad que se va a investigar, además de habilitar el manejo y la 
gestión de las técnicas y herramientas de registro de saberes di-
versos. La tácticano sólo tiene que ver con el uso de instrumen-
tos recurrentes desde las ciencias sociales, como lo pueden ser 
las entrevistas, las encuestas o las historias de vida, tiene 
que ver de manera directa con el manejo que el investigador 
tiene de ellas, la forma como las organiza, las jerarquiza, el 
momento en el cual las aplica, la selección de interlocutores 
con quiénes aplicarlas. La táctica siempre está encaminada 
hacia la consecución de un objetivo visible en la estrategia. 
Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la antropología. 
Esta disciplina tiene dentro de sus formas de registro de 
la realidad a la etnografía como una vía accesible para la 
descripción, análisis y comprensión de distintos procesos y 
fenómenos de la sociedad y la cultura. La etnografía como 
táctica es contenedor y continente de un conjunto de oficios 
y procedimientos que otorgan el pasaporte hacia otros mun-
dos: en primera instancia implica el posicionarse en térmi-
nos de espacio y tiempo en el lugar de interés del investiga-
dor. Ese estar ahí, genera de manera inminente la necesidad 
de una serie de procedimientos para el conocimiento de 
ese paisaje nuevo a los ojos. Estando ahí es que el etnó-
20
grafo despliega sus artes del hacer, aplicando sus técnicas 
y herramientas orientadas por su proyecto de investigación, la 
observación participante, la realización de mapas o croquis, la 
realización de genealogías y la elaboración sistemática del diario 
de campo, son acciones que se encuentran articuladas en lo que 
llamamos táctica. 
La táctica resuelve el cómo hacer las cosas, aplica en la re-
alidad las preguntas provenientes de la estrategia, establece 
el diálogo empírico que se acerca e impregna de aquello que 
a priori es distinto, genera un encuentro humano de trayec-
torias culturales distintas que muchas veces el investigador 
realiza con tal agrado como lo describe Mario Benedetti en 
su poema llamado Táctica y estrategia, “mi táctica es mirarte, 
aprender como sos, quererte como sos. Mi táctica es habl-
arte y escucharte, construir con palabras un puente inde-
structible”.
Las tácticas implican así resolución inmediata, adaptación in 
situ, pericia al momento de estar. Según de Certeau, la tácti-
ca “atenta a coger al vuelo las posibilidades de provecho… 
Necesita constantemente jugar con los acontecimientos 
para hacer de ellos ocasiones” (de Certeau, 1990:41) la tác-
tica es flexible y dialéctica ante el lugar de estudio, sin em-
bargo, esta cualidad la brinda la estrategia, la cual orienta 
y da sentido a cada acción construida en la realidad que se 
va a investigar. 
Con esto queremos apuntar que táctica y estrategia no son 
dos dimensiones opuestas pero sí distintas, no son excluy-
entes la una de la otra sino que son integradoras y muchas 
veces simultáneas y reflexivas. Nuestra propuesta es que el in-
teresado en el estudio de la sociedad y la cultura, observe en la 
táctica y en la estrategia un camino posible para hacer factible 
y realizable, además de sus investigaciones en el orden profe-
sional, un encuentro con la diversidad humana en movimiento.
21
 Los autores aquí reunidos consideramos impor-
tante reflexionar sobre las características que expresan las 
sociedades hoy en día. Desde la simultaneidad, la contin-
gencia, la resiliencia, la emergencia, la no linealidad y la 
complejidad, podemos concebir a las sociedades como un 
corpus complejo que articula la diversidad, la pluralidad y la 
disidencia en escenarios, paisajes, procesos y situaciones que su-
gieren renovados ánimos epistemológicos y metodológicos para su 
análisis y comprensión. desde esta perspectiva, consideramos 
pertinente reflexionar sobre los aspectos epistemológicos y 
metodológicos necesarios para comprender desde la experi-
encia profesional, este mundo de la articulación, la integrali-
dad, la hipervinculación y la desigualdad, emergente en las 
sociedades y las culturas. 
¿Cómo forjar una narrativa para la comprensión de las so-
ciedades complejas?, ¿desde dónde analizarlas?, ¿cómo es-
tablecer una metodología pertinente a ellas?, ¿cómo vivirlas 
y sobrevivirlas? han sido algunas de las cuestiones por las 
cuales este trabajo ha cruzado. Por ello nos pareció conve-
niente no atender a las inercias conceptuales ni a los atajos 
recurrentes de algunas metodologías.
Para este grupo de investigación, apareció como tarea el 
repensar las ideas que han generado trayectos conocidos 
y certeros para la investigación de las sociedades y las cul-
turas. En un mundo como el de hoy, desbordado por las 
curvas y las rectas de las avenidas de la información y las 
aceras de nuevas posibilidades de vivir la vida, creemos in-
dispensable el hacer un alto a aquellos conceptos que ya 
hemos asumido como viables, seguros, posibles y certeros 
para construir investigaciones que describan, contrasten y 
analicen las situaciones sociales que hoy en día devienen de 
la diversidad en conflicto. 
De ahí que conceptos recurrentes como lo objetivo y lo sub-
jetivo, tradición y modernidad, urbano y rural, indígena y 
II. Las sociedades complejas
22
mestizo, nos comenzaron a quedar cortos para dar tintes 
comprensivos de una realidad simultanea, hibrida y contin-
gente; ¿cómo plantear la investigación desde la ciencia social u 
otras disciplinas interesadas en comprender las relaciones hu-
manas sin tener que recurrir a los relatos usuales de formas car-
tesianas y objetivizantes de pensar la realidad?, ¿desde dónde 
establecer un programa analítico capaz de ser pertinente al 
movimiento y la contradicción de las sociedades? 
Una pregunta nos llevó inevitablemente a la otra, situación que 
sugería que estábamos frente a la mejor de las respuestas po-
sibles para iniciar esta andanza. Las preguntas que usualmente 
hacemos para comprender la realidad que intentamos develar 
ante nuestros ojos, son rutas que han generado un conjunto de 
valores y referencias que a lo largo del tiempo han establecien-
do atajos de curiosidad, extravíos metodológicos y cegueras 
epistemológicas que como lo señala Boaventura de Sousa 
Santos, van construyendo abismos en el entendimiento hu-
mano. 
A partir de mirar que la sociedad expresa su funcionamiento 
en redes, de maneras múltiples posibles y formas culturales 
llenas de magia y conciliación inestable, no podemos de-
jar de lado este espíritu del tiempo para imaginar tácticas 
y estrategias, para leer desde el interés analítico, las formas 
en las cuales se recrea y reinventa un mundo que de un 
parpadeo a otro no deja de andar. 
En las ciencias sociales y en algunas disciplinas con intere-
ses en la sociedad y la cultura, los caminos para compren-
derlas han llevado a distintas tradiciones analíticas por la 
seducción del pensamiento que utiliza la separación de 
relaciones binarias de análisis, de campos conceptuales, de 
formas teóricas rígidas, asumiendo que el orden y la rigidez 
son cualidades que otorgan sustentabilidad y consistencia 
científica a lo que se realiza. 
Como ya se ha observado en el marco conceptual, tanto los 
actores como sus representaciones, son fenómenos que re-
quieren de un cúmulo de estrategias para mostrar sus múlti-
ples dimensiones y establecer con ello posibilidades más allá 
del cientificismo tradicional, al cual critica Blumer (1982) 
por considerar que el común denominador de estos ejerci-
cios cientificistas, “no abordan los hechos empíricos para 
conocer su naturaleza, sino para justificar un planteamiento 
23
teórico y abstracto previamente establecido” (Blumer, 1982: 
69); de este modo, el procedimiento científico a desarrollar 
debe emanar de una constante reflexividad entre trabajo 
teórico y trabajo de campo, entre una relocalización de per-
spectivas y una diversidad de formas de registro y trabajo 
analítico. 
En una sociedad en que se han desdibujado progresivamente 
las fronteras de lo distinto y lo exótico, donde el trabajo de 
campo se realiza en lugares más cercanos a nuestras trayec-
torias culturales, vale lapena repensar los modos como real-
izamos estos procesos de registro y comprensión de la realidad. 
Tal y como los señala Bajtin (2003) cuando analiza las so-
ciedades desde una perspectiva dialógica: “No existe ni la 
primera ni la última palabra, y no existen fronteras para un 
contacto dialógico; asciende a un pasado infinito y tiende 
a un futuro infinito. Incluso los sentidos pasados, es decir 
generados en el diálogo de los siglos anteriores, nunca pueden 
ser estables; siempre van a cambiar renovándose en el proceso 
del desarrollo posterior al dialogo” (Bajtin, 2003:392)
 
¿Cómo atender desde las ciencias sociales este dinamismo?, 
¿qué hacer cuando las fronteras entre lo uno y lo otro se en-
cuentran y no se separan?, ¿qué sucede cuando los sujetos 
de estudio con los que trabajamos están frente a la puerta 
de nuestra casa?, ¿cómo enfrentamos la contracción de la 
lejanía y asumimos la cotidianidad de las otredades?, ¿esto 
tendrá que ver con la forma como entendemos la realidad?, 
¿cómo emprender un proceso de investigación cuando es, 
por ejemplo, la convivencia en internet un espacio de es-
tudio? 
Si la sociedad está inmersa en redes, en nodos, en si-
multaneidades, en contradicciones; si navega tímida y 
ansiosa en disputas, en diversidad, en pluralismos, en 
desigualdades, en adaptaciones y persistencias, en hib-
ridaciones de caminos, en transformaciones continuas 
y discontinuas generadas desde lo imprevisible y lo no 
lineal; entonces aparece como necesario el reubicar, re-
conceptualizar y reinventar el ejercicio del estudio de la 
sociedad, tendiendo siempre a la (de)construcción de viejos 
colonialismos y a la generación de encuentros nuevos y dis-
tintos. Es por ello tarea imprescindible encontrar modos 
desde nuestro lugar para glocalizar tácticas y estrategias, 
para plantearlas en términos pertinentes a las pregun-
24
1 Para mayor información buscar: 
teoría del caos / efecto mariposa.
 Sí consideramos que el aleteo de una mariposa1 
puede provocar un huracán en el otro lado del mundo, ¿un 
parpadeo hace posible el repensar y desbordar el estudio de 
la realidad?, ¿es eso factible?, ¿cómo es realizable?, ¿hay al-
gún camino que nos permita andar sin dejar de ver el horizonte 
al mismo tiempo de no dejar de pisar y vivir el lugar? 
Pensemos en el abrir y el cerrar de las alas de una mariposa, 
al tiempo del abrir y cerrar de unos ojos que se integran a 
la realidad, cada uno de esos aleteos registra, conoce e in-
terpreta. Ese aleteo de las pestañas que sirve para entender 
aquello que se construye a primera vista, es un buen inicio 
pero no un destino. 
La mirada es usada aquí como una metáfora que describe 
el acercamiento de actores sociales distintos, mediados por 
el interés en comprender las sociedades complejas. Sosten-
emos que la mirada va mas allá de los ojos y la vista, implica 
poner un ejercicio de escucha, de atención, de ética y de 
comprensión hacia la diversidad de las culturas.
En las ciencias sociales la vista es el instrumento privilegiado 
para el registro académico de la realidad. Sin embargo, esta 
mirada necesita de un entrenamiento que posibilite además 
del registro del mundo físico, tangible y evidente, el registro 
de los espacios silenciosos y los matices tonales que existen 
en la cotidianidad de la cultura. ¿Cómo se construye una 
mirada que pueda comprender en profundidad y extensión 
algunas expresiones de la sociedad y la cultura?, ¿cuándo 
tenemos la suficiencia para entender una expresión de la 
cultura que nos es ajena?, ¿cuánto y qué tengo que mirar 
para poder comprender? Todas estas cuestiones son pre-
tas de las investigaciones de las realidades cercanas, 
de las que están a la vuelta de una mirada, de aquellas 
que precisan una mirada localizada y pensada desde las 
necesidades locales de los sujetos globales que en ella 
transitan. 
II. Las miradas
25
guntas que acompañan los trayectos del investigador de 
lo social, sin embargo estas preguntas, más que establecer 
un laberinto de la soledad, son guías que pueden orientar 
nuestro andar y comprender que no es necesaria la angustia 
para encontrar la salida, y en el último de los casos, ni siqui-
era es necesario salir.
 Lo que nos parece factible es que el estudioso siempre debe 
tener en cuenta su perspectiva, su ubicación y su movimien-
to, observar su mirada como una posibilidad de encuentro 
que con un tanto de tácticas y estrategias es capaz de su-
perar el desamor a primera vista y dejar de lado los imagi-
narios y estereotipos para profundizarse y extenderse en la 
fascinación de lo distinto.
Es por ello que los capítulos que a continuación se presentan 
parten de la noción de mirada como un referente tangible 
hacia el registro de la realidad, así como su interpretación y 
su entendimiento. En el primer apartado mirar qué, se pre-
senta una discusión sobre cómo se constituye una mirada 
desde la estrategia, la forma en la cual se construye el obje-
tivo a conocer y las implicaciones que tiene la generación de 
este qué de las cosas. En un segundo capítulo llamado mirar 
dónde, integra un conjunto de reflexiones y opciones para 
la realización de una mirada pertinente a la problemática 
de estudio, así como sus principales retos y los caminos 
posibles que se pueden emprender en su ejecución. En un 
tercer apartado, el mirar cómo, se expone la manera en la 
cual la estrategia guía las tácticas para la realización in situ 
y ex situ del trabajo de campo y el registro de la realidad a 
conocer, aquí mediante un ejemplo etnográfico se narran las 
distintas formas en las cuales se mira y cómo se puede con-
struir una mirada capaz de captar información más allá de 
la simple vista. El cuarto apartado titulado mirar, escuchar y 
hablar, tiene como objetivo mostrar cómo podrían usarse al-
gunas estrategias y tácticas, tomadas primordialmente de la 
lingüística y la etnografía del habla, en el trabajo de campo 
en sociedades complejas. Focalizar la mirada en la lengua 
nos obliga a ver su funcionamiento como sistema, desde 
sus reglas sintácticas y semánticas hasta la situación comu-
nicativa, especialmente si el reto es comunicarnos en una 
segunda lengua, o si estamos trabajando en situaciones de 
bilingüismo para los interlocutores o para nosotros mismos
En el quinto apartado mirar para qué, se abordan las im-
plicaciones éticas y políticas de las miradas. No hay mirada 
26
Alejandro Vázquez Estrada
Centro histórico, Santiago de Querétaro.
inocente, dice el autor, y en esa intencionalidad radica un 
espacio de negociación de intereses, de diálogo social y 
político que puede generar caminos para la realización de 
una investigación social que logre tener efectos directos en 
el lugar investigado.
Es posible leer esta obra de manera secuencial del uno al 
cinco. Sin embargo, proponemos un acercamiento al estilo 
Rayuela de Julio Cortazar, visitando el capitulo uno y el 
cinco, obtendrá un abrigo conceptual y ético en cuanto a la 
construcción de la estrategia para el análisis de la realidad 
social. Y si posterior a esta lectura observa el capitulo dos, 
tres y cuatro tendrá una visión táctica de cómo construir una 
mirada pertinente y adecuada a su estrategia delimitada. 
Así también usted puede iniciar en el capítulo tercero, con-
tinuar con el primero, seguir con el segundo y/o el cuarto y 
terminar con el quinto; esta forma le ofrece un aterrizaje de 
la realidad desde el mundo empírico y desde la reflexividad 
del hacer y pensar en simultáneo. Finalmente consideramos 
que leyendo en forma ascendente del capítulo quinto hasta 
el primero, el investigador de lo social puede darse cuenta 
de que el ethos del investigador se vuelve flexible y robusto 
cuando se encuentra con saberes distintos y olvida la nece-
sidad de la completud de conocimiento como un estado in-
dispensable para vivir y sobrevivir en sociedades complejas. 
Hay una última secuencia que es posible realizar una vez 
que el lector haya probado alguna de las anteriores, esta 
tendráque ver con leer los cinco capítulos al mismo tiempo, 
observar entre las líneas de los distintos autores encuentros 
y vicisitudes, formas distintas de redactar, interpretar y con-
cebir el mundo, y mirar cómo esta diferencia, genera como 
acuerdo primario su existencia y conveniencia. Una lectura 
simultánea de los cinco capítulos también generará una mi-
rada colmada de criterio e ímpetu para realizar trabajo in 
situ. Es una mirada que progresivamente no necesitará del 
texto y observará cotidianamente que es posible encontrar 
en la experiencia del otro, vivencias que enriquecen y ali-
mentan la propia vida.
Ahora que usted esta advertido, sírvase percibir la realidad 
más allá de una sola mirada.
omar
toscano
mi
rar
Qué
29
 Este apartado está orientado a reflexionar en 
torno al mirar qué, un asunto que no está desligado del mi-
rar cómo, mirar dónde y mirar para qué. La estructura de 
este capítulo está encaminada a entender las complejidades 
tanto del acto de mirar como de los fenómenos mirados, ha-
cia la identificación, delimitación y construcción del objeto 
de estudio. Hacemos un énfasis en que nuestro concepto de 
mirar no es pasivo o simplemente receptivo, sino activo, ya 
que la indagación social interactúa con la realidad. 
La primera parte se titula Complejidad en la mirada, trata 
de la primera complejidad, perfilada por las restricciones 
de los individuos para aprehender el mundo que les rodea, 
condicionantes sensoriales, perceptuales, cognitivas y es-
pecialmente de corte disciplinar. La segunda parte se llama 
Complejidad en lo mirado y describe cómo, en palabras de 
Heráclito, “la naturaleza aprecia el ocultarse” y ese ocul-
tarse lo hace en el ropaje de la complejidad, incluso cuando 
“La naturaleza aprecia el ocultarse.”
Heráclito
30
nos referimos a la naturaleza societal. La tercera parte es 
La detección/construcción del objeto de estudio y se refiere 
al proceso en el cual el objeto de estudio, parafraseando a 
Fabian (2008), se crea, tanto o más como se encuentra. En la 
cuarta sección añadimos unas Cautelas al mirar que espera-
mos que puedan auxiliar al mirador en ciernes a no caer en 
los lugares comunes de la investigación social.
Antes de entrar en materia expondremos las nociones que 
empleamos en este apartado. En primer término, el con-
cepto de estrategia que, según Edgar Morin (2001), es lo 
opuesto a programa. El programa se utiliza en situaciones 
ubicadas en ambientes estables, controlados. El programa 
no obliga a vigilar, a innovar, en cambio la estrategia sí. La 
estrategia hace frente a lo incierto, lo complejo, y en su caso 
saca ventaja del azar1. Morin lo ilustra así:
Por otra parte, ¿qué es lo complejo? En nuestro habla 
común, lo complejo está asociado con lo complicado, lo 
desordenado, lo caótico, lo ambiguo, lo incierto, lo que es-
capa a nuestra comprensión y por tanto, a la descripción. Sin 
embargo, en este apartado empleamos una noción mucho 
más fructífera de complejidad. Según Morin, complexus es 
“lo que está tejido en conjunto” es decir, la complejidad es 
un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente 
asociados, donde coexiste lo uno y lo múltiple. Lo complejo 
es, para este pensador, “el tejido de eventos, acciones, inter-
acciones, retroacciones, determinaciones, azares que consti-
tuyen nuestro mundo fenoménico” (2001: 32). La noción de 
tejido, de entramado es la que deseamos emplear al referirnos 
a las sociedades complejas, a las que consideraremos entrama-
dos de relaciones entre elementos, que abarcan e incluyen al 
observador en su complejidad.
En este orden de ideas, ¿qué entenderemos como socie-
dades complejas?, como sistemas sociales complejos, para 
explicarlo, haremos referencia a los conceptos de Niklas 
 “…cuando nosotros nos sentamos al volante de nuestro coche, 
una parte de nuestra conducta está programada. Si surge un em-
botellamiento inesperado, hace falta decidir si hay que cambiar el 
itinerario o no, si hay que violar el código: hace falta hacer uso de 
estrategias” (2001: 115)
1 “La acción es estrategia. La 
palabra estrategia no designa a un 
programa determinado que baste 
aplicar ne variatur en el tiempo. 
La estrategia permite, a partir de 
una decisión inicial, imaginar un 
cierto número de escenarios para la 
acción, escenarios que podrán ser 
modificados según las informaciones 
que nos lleguen en el curso de la 
acción y según elementos aleatorios 
que sobrevendrán y perturbarán la 
acción. La estrategia lucha contra 
el azar y busca a la información…” 
(Morin, 2001: 113).
31
Luhmann. Para este sociólogo alemán, los sistemas sociales son sistemas 
cerrados, complejos, autorreferenciales y autopoieticos2. La base del sistema 
social, como de cualquier otro sistema, es la diferencia con su entorno. Esa 
diferencia le proporciona referencias al sistema para operar con base en dis-
tinciones y poder observarse, identificar sus fronteras, además de que su ca-
pacidad para autodescribirse le permite autocrearse (autopoiesis). El sistema, 
a través de sus comunicaciones, genera complejidad. Los sistemas complejos 
no sólo necesitan adaptarse a su entorno sino a su propia complejidad, para 
lo cual emplean la estrategia de reducirla hasta hacerla manejable.
La teoría de Luhmann es casi tan compleja como los objetos que pretende descri-
bir, por ello excede los alcances de este trabajo el explicarla con suficiencia. 
Pero baste rescatar el concepto de observación, muy pertinente para este 
apartado dedicado al mirar qué. Un sistema complejo, como ya se dijo, genera 
incesantemente comunicaciones (autodescripciones). Tales descripciones se 
elaboran con base en las observaciones que el sistema hace de sí mismo, 
pero cada observación es un manejo de distinciones, la distinción se basa en 
la diferencia, dentro del sistema autorreferencial. Lo más interesante es que, 
para Luhmann, la observación no sólo opera cuando se observa al sistema, 
sino también, cuando se observa la observación. Una observación siempre 
admite otra. Y es este carácter singular de la observación luhmanniana lo que 
adoptamos en nuestra noción del mirar: el investigador social observa, pero 
no sólo al sistema, también observa observaciones –propias y ajenas-, ob-
serva al observador y se observa a sí mismo. Para el propósito de este trabajo, 
el mirar indagador es mirar, pero también, mirarse mirando3.
Una vez que hemos explicado brevemente las nociones que guían este 
apartado, pasemos a bosquejar las complejidades que plantea el mirar.
2 Autopoiesis: proceso de creación a 
sí mismo de un ente, en este caso, un 
sistema social.
3 Luhmann considera que el reto de una 
ciencia social futura es “desarrollar la 
capacidad para observar cómo uno es 
observado por el otro o para incorporar 
el punto de vista del otro sin reducirlo al 
propio” (1998: 56).
Fotografía: Eunice J. Murillo García
El Pocito
Julio 2010
34
 ¿Qué es la mirada, sino una captación, una apre-
hensión del mundo, desde un punto específico? La visión 
individual pone el acento en la primera condicionante de 
la mirada: se efectúa desde una ubicación específica, un 
punto de vista, a través de una operación de enfoque. A esto 
le llamamos también mirada posicionada (ver capítulo 3). 
Mirar desde un punto es, por una parte, una premisa del 
mirar visual, pero en el caso de la metáfora de la indagación 
como mirada, también el mirador deberá hacerlo desde una 
posición disciplinar específica. 
Para ilustrar el efecto del punto de vista, recordemos la inno-
vación no sólo técnica sino ante todo conceptual de los pintores 
renacentistas -como Giotto di Bondone- quienes advirtieron que 
la representación pictórica en perspectiva reservaba una posición 
privilegiada al observador, de tal manera que la representación 
plástica y arquitectónica del Renacimiento fungía como una de-
claración de lo privilegiado de una ubicación, de un lugar, desde 
el cual el espectador abarcaba y comprendía el sentido del todo. 
Otro no esel concepto del Aleph, de Borges, el punto desde 
donde se ve todo el Universo, que debía buscarse y encontrarse 
en una posición improbable en una escalera de un sótano de 
una casa de Buenos Aires. En ambos casos, miradas posiciona-
das. Para ilustrar lo anterior, tomemos en préstamo la imagen 
de la habitación vista por el ojo izquierdo de Ernst Mach.
complejidad en la mirada
35
En términos de la investigación social, no hay miradas privi-
legiadas (en el sentido de la perspectiva renacentista), pero 
sí posicionadas, lo cual se convierte en una premisa de la 
mirada: se mira desde un lugar, definido éste por la posición 
que ocupa el observador en el espacio físico, pero también 
en el espacio social (Bourdieu, 1999). 
 
En el mirar del investigador social –aún en las fases tradicio-
nalmente consideradas descriptivas- está presente un com-
ponente interpretativo. Y esto se explica debido al carácter 
anticipatorio que posee la interpretación antes de aplicar 
método alguno, pues, como afirma Ricoeur: “toda compren-
sión tiene un momento «adivinatorio» y un momento «metódi-
co»” (1982: 346). Según este autor, en la interpretación de 
un texto, el obstáculo para que éste constituya un conjunto 
inmediatamente inteligible, es la relación circular entre la 
comprensión del detalle y la comprensión del todo. Esto se 
resuelve con la interpretación como anticipación y como 
apuesta, que termina siendo compensada por la compro-
bación metódica (Ricoeur, 1982). Evidentemente, la realidad 
social no es un texto, pero hay afinidades en la comprensión 
de ambos. De esta manera, sostenemos que el mirar inten-
cionado del investigador social está guiado por la precom-
prensión de lo que mira, y que parte de tal premisa para 
seguir mirando e interactuando con lo que mira, y al hacerlo, 
comprender con mayor profundidad lo que mira.
En otro orden de ideas, podemos afirmar que, por el tipo 
de mirada que efectúan, existe un gradiente entre los mira-
dores, ubicados entre los polos del mirar ingenuo y el mirar 
experto. El mirar inocente o ingenuo fue en el siglo XVIII 
el prerrequisito del artista (naïf, en palabras de Diderot), y 
más tarde, del deambulador solitario del siglo XIX, el flâneur, 
paseante de las ciudades de nuevo cuño en los imaginarios 
poéticos creados por Baudelaire. En cambio, el investigador 
social, cuyas prenociones de los fenómenos que observa, 
su enfoque disciplinar y, ante todo, su predisposición a en-
contrar nuevas pautas en lo que mira, lo convierten en el 
mirador experto por excelencia. Sin embargo, a veces el 
investigador ha de alternar entre los dos tipos de mirada: 
de manera ingenua, cuando intenta observar libre de ex-
pectativas y nociones; de manera experta, cuando pretende 
detectar la pauta de un hecho o proceso social.
36
Cuando se mira, en el sentido de la observación que hace el 
investigador, se hacen nítidos los contornos de los hechos 
o fenómenos que componen la realidad. Es decir, el mirar 
torna discretos los estados difusos de la realidad. Este efecto 
es aparentemente básico pero importantísimo del mirar: la 
mirada “recorta” un segmento del continuum espacio-tiempo 
de lo real y le confiere un sentido. Previamente4 habíamos 
planteado cómo George Simmel (1986), al referirse a las edi-
ficaciones –tal como la primera choza-, había hecho notar la 
alteración que ésta hacía sobre el continuo espacio-tiempo, 
en tanto que lo segmentaba y al hacerlo generaba un sen-
tido5. Ahora bien, retomando esta idea, podríamos afirmar 
que desde la mirada se lleva a cabo esa segmentación. Es 
decir, la acción de mirar –mirar científico y en particular del 
científico social- fija su atención en lo mirado, y gracias al 
conocimiento previo –entre el cual se encuentra la teoría 
disciplinar, pero también la expectativa del hallazgo, entre 
otros- parcela un segmento del continuo espacio-tiempo. La 
segmentación de este trozo de lo real puede entenderse sin 
menoscabo con las mismas palabras de Simmel: “un trozo 
del espacio fue ligado en sí y fue separado de todo el mundo 
restante”. Lo que genera el mirar es una unidad discreta 
-en términos de las ciencias físicas- separándola de los esta-
dos difusos del “mundo restante” (1986:56). Pero para que 
quede completada tal unidad, es necesario articular en con-
ceptos y palabras lo mirado, es decir, describirlo a través del 
conceptuar y nombrar, para separar lo interno y externo de 
tal unidad. Igual que lo preconizado por Simmel respecto al 
sentido que adquiere el espacio edificado, en nuestro caso 
lo mirado (conceptuado y nombrado) adquiere inmediata-
mente un sentido más o menos preciso6.
Trayendo lo anterior al campo de la experiencia empírica del 
investigador social, a menudo se requiere hacer un registro 
de las experiencias, lo que se hace en un diario de campo. 
Normalmente, en este diario se registran tanto descripciones 
“objetivas” como notas interpretadas de las observaciones, 
para contrastar hechos e impresiones. El objetivo del dia-
rio de campo es mucho más importante que evitar olvidar 
lo observado, cuando entendemos que el conceptuar y el 
nombrar hacen nítidos los fenómenos observados. Por ello, 
debe tenerse especial cuidado con las palabras, conceptos 
y categorías empleados, que no deben simplificarse, pues 
la riqueza de la complejidad social descrita puede perderse 
con facilidad en un afán de rapidez del registro. Para preser-
4 Álvarez y Toscano. (2011). “El 
nombre como artefacto cultural: dis-
cursos en la construcción del espacio 
moderno” Tradición y Modernidad. 
Coloquio de Ciencias Sociales, UAQ.
5 Simmel escribió: ”El hombre que 
erigió por vez primera una choza, 
al igual que el primer constructor 
de caminos, manifestó el poder 
específicamente humano frente a 
la naturaleza en tanto que recortó 
una parcela de la continuidad e 
infinitud del espacio y ésta configuró 
un sentido conforme a una unidad 
específica” (Puente y Puerta)
6 Caso aparte lo constituye el pro-
ceso en que este sentido se va haci-
endo nítido, lo cual significa que el 
sentido de lo observado va encaja-
ndo mejor dentro de los límites de 
la teoría, así como que las sucesivas 
miradas van familiarizándose más 
con lo mirado, hasta considerarlo 
un caso ejemplar, en términos de 
Thomas Kuhn, como: “…concretas 
soluciones de problemas que los 
estudiantes encuentran desde el 
principio de su educación científica, 
en los laboratorios, en los exámenes, 
o al final de los capítulos de los 
textos de ciencia” (1971:286).
37
var tal riqueza, se aconseja articular el texto del diario de 
campo con numerosas referencias cruzadas, gradientes 
semánticos en lugar de polos conceptuales, evitar los juicios 
de valor simplificadores y añadir detallada información no 
verbal, como croquis o esquemas.
“La naturaleza aprecia el ocultarse” según Heráclito: los obje-
tos de la realidad compleja se resisten a la observación, se es-
conden en el tejido de lo real, tanto más cuando hablamos de la 
realidad social. Por ello, el investigador ha de mirar de manera 
que, develando el objeto o fenómeno, preserve su posición u 
ocultamiento dentro del entramado.
Tomaremos de Edgar Morin la imagen del tejido (complex-
us) y la trasladaremos a la sociedad compleja como entra-
mado, para ilustrar mejor lo que queremos decir. Al principio, 
mirado desde cierta distancia, un tejido aparece sin detalles, 
con color pero plano, sin distinguirse hilos componentes o 
patrones de configuración. A una distancia menor, pero 
también gracias a una observación cuidadosa, se podrá 
distinguir la pauta del tejido, se identificarán los hilos 
que componen tanto la trama como la urdimbre, incluso 
el color diferenciado de los mismos. Podremos entonces 
pensar que hemos “descifrado” el tejido, pero esto no es 
así. Si nos acercamos más aún, los hilos perderán su tersura 
y se advertirá la rugosidad de las fibras que los componen, 
así como se identificará otra pauta, la del retorcimiento de 
las mismas para componer el hilo. A medidaque nos ac-
erquemos distinguiremos nuevas pautas y dejaremos de 
advertir otras. A esto nos referiremos con la complejidad 
en lo mirado: dependiendo de la distancia y del enfoque de 
la mirada, advertiremos el “grano” de la realidad, pero las 
pautas que encontraremos serán siempre relacionales a la 
distancia y al enfoque, y siempre estará presente la comple-
jidad en lo observado. 
Al mirar, de la manera en la que lo hace un investigador 
complejidad en lo mirado
38
sobre las sociedades complejas, se produce un efecto intere-
sante: la mirada del científico social identifica los hilos sig-
nificativos, encuentra la pauta no observada, que llama su 
atención en tanto anómala, excepcional o singular. Sin em-
bargo, el patrón detectado no tiene sentido si no es mirado 
en conjunto con los demás hilos. Por ello, la mirada ha de 
detectar la pauta, constituyéndola en su objeto de estudio, 
pero simultáneamente preservando su contexto. Ha de en-
contrarse la “pauta que conecta” –en palabras de Gregory 
Bateson (1997: 49)- sin perder de vista que lo anómalo del 
fenómeno ha de ser conectado con lo serial del contexto.
Lo mirado puede modificar la disciplina desde la que se 
mira, es decir, mientras que la disciplina parece mirar en 
exclusiva los objetos y fenómenos que le son afines -que en 
el caso que nos ocupa, son de carácter cultural- la disciplina 
impone sobre los nuevos objetos7 –y todos los objetos son 
nuevos en algún momento- una afinidad, que puede acarrear 
la propia transformación de la disciplina. Es decir, la mirada 
indagadora “construye” lo que mira, dotándolo de una di-
mensión disciplinar, aun a riesgo de modificarse ella misma. 
En palabras de Heidegger, “cada nuevo fenómeno que aflo-
ra dentro de los límites de una ciencia es elaborado hasta 
que encaja en la decisiva trama objetual de la teoría. Esta 
trama misma es a veces modificada en este proceso” (1994: 
49). Interpretamos lo dicho por este filósofo de la siguiente 
manera: la teoría –de cualquier disciplina científica- parte 
de la observación de lo real, una elaboración que persigue 
y pone a seguro lo real en una región de objetos, propia 
de cada disciplina. La nitidez de las fronteras de aquella 
depende del resguardo de tales objetos. Cuando emergen 
fenómenos no incluidos en la región de objetos que han 
sido fijados por la teoría, y ésta no alcanza a describirlos, 
opera sobre tales nuevos fenómenos una especie de ase-
guramiento de los mismos, transformándose al interior con 
consecuencias que, en extremo, implican el desplazamiento 
de las fronteras mismas de la teoría. 
Dado que la puesta a seguro de la teoría procede de la 
nitidez de sus fronteras, es prerrequisito de tal asegura-
miento la compartimentación de la ciencia:
7 Objeto como transformación 
teórica de la disciplina, como lo 
emplea Heidegger, y se aplica a 
procesos, hechos o fenómenos.
39
“Como la ciencia moderna, como teoría de lo real, descansa en 
el rango preeminente del método, en tanto que puesta a seguro 
de las regiones de objetos, tiene que delimitar éstas separando 
unas de otras y repartir en compartimentos lo delimitado, es 
decir, compartimentado. La teoría de lo real es necesariamente 
una ciencia compartimentada”. (Heidegger, 1994:50)
Siguiendo a Heidegger, la teoría de cualquier disciplina nace 
y prevalece gracias a su compartimentación. Sin embargo el 
riesgo de tal segmentación es la esquematización y simplifi-
cación en demasía, aislando, descontextualizando. Ya Edgar 
Morin previno sobre la compartimentación disciplinar y en 
cierto modo, su esfuerzo vital fue el de imprimir un carácter 
holista al conocimiento; Gregory Bateson, por otra parte, 
en sintonía con Morin, estableció la conexión de aspectos 
tradicionalmente separados como la condición biológica del 
hombre y su espiritualidad. Ambos pensadores, con el afán 
de preservar la complejidad de lo real.
El objeto de estudio se encuentra, tanto como se construye 
(Fabian, 2008); no es la realidad en sí, que aparece ante 
nuestra mirada inocente, de manera casual o sin intención. 
El objeto de estudio es la transformación teórica de la reali-
dad, tanto cuando esta realidad es física o cuando es social. 
El objeto de estudio no es, ni el lugar en el que se localiza 
(véase capítulo 2), ni los datos con los que cuenta el obser-
vador, los cuales son una abstracción de la realidad. Si lo que 
es dado percibir al investigador social es el fenómeno, los datos 
que se obtienen de él, del tipo que sean, cualitativos o cuanti-
tativos, son la proyección en sólo una de las caras del poliedro 
que construye la mirada. En cambio, el objeto de estudio se 
encuentra, detecta e identifica con base en las premisas 
cognitivas del mirador y, circularmente, tales premisas lo ori-
La detección/construcción
del objeto de estudio
40
entan a encontrar lo que esperaba. Por ello, el antropólogo 
tenderá a encontrar rasgos culturales, el sociólogo, pautas 
sociales, el psicólogo, patrones conductuales, el urbanista y 
el arquitecto, relaciones hombre- entorno edificado, etc. 
La dificultad principal a la hora de construir el objeto de es-
tudio, no es tanto la detección del mismo -que resalta como 
una pauta singular y que es articulado en términos de las 
corrientes de los estudios sociales que domina el investiga-
dor, o con base en los conceptos y categorías de análisis al 
uso (identidad, género, globalización, modernidad, sustent-
abilidad, etc.)- sino en establecer sus límites, lo que general-
mente se hace dentro de las categorías más comunes: espacio 
y tiempo. Tal acotamiento va coaligado a un proceso de ida 
y regreso, reiterado, entre la praxis y la teoría, que permite ir 
haciendo nítidos los límites del objeto de estudio. 
Por ejemplo, en la elección de los ámbitos de la mirada, se 
suele definir si se abordará un entorno rural, urbano, peri-
urbano, etc. para luego delimitar lo observado, acotándose 
los límites espaciales de la comunidad, barrio, colonia o seg-
mento social que se haya escogido. Por otra parte, se define 
el arco temporal dentro del cual se estudiará tal unidad. 
Pero el surgimiento del objeto de estudio será justo cuando, 
paralelo a establecer estas coordenadas espaciales y tempo-
rales, y partiendo de un proceso de conceptualización, se 
establezcan categorías y unidades de análisis, dando forma 
así, a la primera aproximación del objeto. El objeto deberá ir 
afinándose en el curso de la investigación, e incluso, deriva-
do de la misma, puede hacerse necesario poner en cuestión 
los límites espacio-temporales inicialmente propuestos.
Por ejemplo, si se advirtiese que varias unidades adyacentes 
comparten rasgos que se deben a procesos comunes, podría 
espacializarse la categoría que acota el objeto y articularse 
en términos de región. En cambio, si se pueden agrupar 
comportamientos de una o varias unidades dentro de un 
arco temporal y se pueden establecer límites cronológicos 
nítidos para tales comportamientos, se podría temporalizar 
la categoría que delimita al objeto y articularlo en términos 
de periodo. 
En general, la primera dificultad con la que se encuentra 
41
el investigador social en ciernes es cuando debe separarse 
de su entorno cotidiano para convertirlo en su contexto de 
observación y encontrar/construir en él, su objeto de estu-
dio. Por lo anterior, cuando el investigador elige observar 
dentro de la ciudad, es difícil desprenderse de su precom-
prensión de la misma, que puede naturalizar, por ejemplo, 
las desigualdades urbanas, en la forma de exteriorizaciones 
“lógicas” de desigualdades sociales. Nada hay natural ni 
lógico en los espacios antrópicos, sean rurales o urbanos. 
Por ello, el mirador/investigador debe hacer visibles tales no-
ciones naturalizadoras, hacerlas conscientes, para evitar su 
perpetuación. Después de ello, el mirador debe preguntarse 
qué ha de mirar. Y al mirar la complejidad social, tendría que 
escoger una temática afín a su disciplina, de acuerdo a los 
conceptos y categoríasal uso en los modelos teóricos que 
domina, e incluso, siguiendo el contorno de sus preferencias, 
experiencias, enfoques e incluso afinidades políticas, religio-
sas y sexuales. 
Esto no debe verse como una limitante, al contrario, muchas 
veces la alineación entre el objeto de estudio y la person-
alidad del investigador es una garantía de éxito en la conse-
cución de un trabajo de investigación. En cambio, en otras 
ocasiones, cuando no existe distancia epistémica entre el 
observador y lo que pretende observar, ocurre lo mismo que 
en la mirada visual cuando no hay distancia focal entre el 
ojo y el objetivo: se mira desenfocadamente. Refiriéndonos 
a la investigación, se trata del caso cuando el investigador 
se encuentra demasiado involucrado en el grupo social o 
proceso cultural que pretende mirar y comprender.
Elegir una temática avizora el objeto de estudio, por lo 
cual, al inicio se abre un amplio abanico de posibilidades. 
Identificar las categorías y modelos de análisis, y asignar las 
fronteras espaciales y temporales no es un asunto sencillo 
al construir el objeto de estudio, pero lo que se recomienda 
es conservar la riqueza de lo observado a través de temáti-
cas y objetos de estudio que planteen diversidad, diferen-
cia, complejidad e incluso conflicto, que son la marca de 
nuestros tiempos. Por ejemplo, respecto a entornos urbanos 
latinoamericanos, detectando procesos recientes de cambio 
socio-espacial derivados de las reformas neoliberales, como 
la segregación, sucesión y sustitución (Mertins, 2003). Como 
bien dice Fabian (2008), ahora es pertinente constatar a 
través de la indagación social prácticas culturales, más que 
42
cultura; estrategias y proyectos, más que hábitos y esque-
mas; resistencia, más que conformidad; producción e inno-
vación, más que reproducción y tradición; hibridad, más que 
pureza; esferas de acción, más que territorios y fronteras.
No menos importante al respecto de la construcción del ob-
jeto de estudio es entender el valor del discurso, discurso 
académico y no académico, que se inspira y evoca lo ob-
servado, que pretende describir la realidad social, pero, al 
mismo tiempo, que se constituye en un orbe independiente. 
Debe ser entendido que el objeto de estudio no es el discur-
so en torno a él, sin embargo, es imposible construir ningún 
objeto si no es a través del discurso. Entender los límites 
del discurso es entender también los límites del objeto de 
estudio. Por ello, el cuidado que se debe tener en los títulos 
y textos de las investigaciones, que por supuesto que deben 
representar los objetos de estudio en cuestión.
Pese a que el mirar parece referirse a la aprehensión percep-
tual hecha en el momento presente, la mirada del investiga-
dor social se realiza proyectando el objeto de estudio tanto 
al pasado como al futuro. Cuando se observan sociedades 
complejas, es importante considerar los decursos históricos, 
los eventos acontecidos en ciclos de larga y media duración 
que sirven para explicar el estado presente de las cosas, lo 
cual ayuda a delimitar y construir el objeto. Lo mismo puede 
decirse de las expectativas a futuro de determinado proceso 
43
social que, mirado dentro de la inmediatez del presente, pu-
ede resultar poco relevante para el campo disciplinar, pero 
que en vista del aceleramiento de procesos como el endu-
recimiento económico y laboral derivado de las tendencias 
neoliberales así como los procesos de desanclaje, movi-
lización y deslocalización a resultas de la mundialización, 
resulta no sólo relevante sino imperiosa su conversión en 
objeto de estudio, en aras de conservar registro de tal prác-
tica cultural, antes de su pérdida o transformación. No otro 
es el motivo de que muchas declaratorias de patrimonio in-
tangible de la UNESCO versen respecto a prácticas cultura-
les en riesgo de perderse, lo cual, como repetimos, pueden y 
deben constituirse en objetos de estudio.
Sin embargo, no sólo debe fijar su atención el investigador 
en los procesos o fenómenos culturales que estén en riesgo 
de perderse, en aras de su preservación, lo cual dejaría a 
las disciplinas sociales con objetivos conservacionistas. En 
cambio, las miradas de los investigadores deben ser sen-
sibles hacia los fenómenos sociales emergentes, detectando 
pautas culturales nacientes, convirtiéndose ellos mismos, a 
través de las miradas que pretende fomentar este trabajo, 
en finísimos detectores del cambio social. Es más fácil detec-
tar lo que desaparece que lo que emerge, en el panorama de 
las sociedades complejas contemporáneas. El tipo de cam-
bios que surgen en la actualidad se presentan en todos los 
campos de la actividad humana, desde los que ocurren a 
nivel mundial en la forma de migraciones por constriccio-
nes laborales, hasta las que afectan la subjetividad de los 
individuos a raíz del uso de las nuevas tecnologías. ¿Cómo 
detectar este tipo de cambios? ¿Cómo calibrar la mirada 
para identificar las pautas novedosas, dentro del entramado 
más denso y con dibujos más elaborados del tapiz de las so-
ciedades contemporáneas? Esperamos haber dado algunas 
claves para que el investigador, mediante la mirada indaga-
dora, resalte los hilos culturales significativos del entramado 
social, a través de un enfoque disciplinar e individual que no 
descarte el propio historial afectivo-cognitivo, y en paralelo 
desprendiéndose de nociones que “naturalizan” el mundo, 
es decir, los presupuestos que asumen el mundo social como 
un orden ya dado.
Fotografía: Alfredo Regalado
Santiago Mexquititlán
Julio 2011
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 En las siguientes líneas plantearemos algunas 
cautelas a tener en cuenta en el mirar indagador, que deben 
entenderse como estrategias, en el sentido de Morin, para 
compensar lagunas que han dejado los apartados anteriores.
Para empezar, a pesar de la abundante literatura que hace 
énfasis en lo lineal de la indagación científica, el investiga-
dor social debe aprender a asumir el rodeo, el desvío, a lidiar 
con el azar y tomar provecho de él. La mirada debe ser es-
tratégica y aprender a surfear en lo incierto, incluso cuando 
la suerte le sonríe. Como investigadores sociales, qué más 
quisiéramos que contar con la suerte de los príncipes del 
Serendip que, según la leyenda, encontraban soluciones a 
problemas, gracias a golpes de suerte. Ahora llamamos a 
esta colaboración del azar en los hallazgos serendipia, que 
en términos locales podemos llamar “chiripa”.
La observación atenta de los fenómenos de la naturaleza 
ha sido el prerrequisito del método científico y de la inven-
ción creativa. Ya hablamos de la mirada posicionada, pero 
ahora resaltaremos la noción de mirada intencionada, y no 
tanto de búsqueda de soluciones, como de los problemas 
mismos, es decir, la mirada que “busca” problemas. El prob-
lema debe ser entendido en el sentido de Gaston Bachelard, 
como obstáculo, obstáculo epistemológico, un tropiezo al 
conocimiento (Bachelard, 1990) que detona la indagación. 
Cautela muy necesaria, la de no convertir el obstáculo epis-
temológico en el objeto de estudio, es decir, no asumir los 
obstáculos a los que se opone nuestra investigación como 
la investigación misma.
Una cautela al mirar es que el piso epistémico de observación 
del investigador parta de aceptar los orígenes eurocéntricos 
de las disciplinas sociales. Con esto, el observador acepta 
la necesidad de compensar el efecto de óptica occidental, 
aplicando paradigmas nacidos y apropiados en contextos 
culturales locales, con el fin de actualizar las imágenes de 
las sociedades complejas contemporáneas, rompiendo con 
la primera de las premisas colonialistas, el concepto de cul-
tura. A través del análisis histórico, Luhmann (1997) afirma 
cautelas al mirar
46
que el concepto de cultura adquiere sus características con-
stitutivas en la segunda mitad del siglo XVIII en Europa, cu-
ando muchos campos sociales se empezaron a observar con 
la observación de segundo orden (p. ej. la opinión pública 
como soberano o juez;o la Constitución como observancia 
de leyes), y en ese mismo siglo se presenta la expansión de 
horizontes de observación regionales e históricos. Se puede 
decir que a partir del siglo XVIII el conocimiento (referido a 
lo culto o cultivado) se hace visible como cultura. En esta 
época irrumpen los intereses comparativos y el interés por 
la reflexión y la reflexión de la reflexión (p. ej. en Kant, Fich-
te y los románticos). Muy importante, se intenta un enten-
dimiento de la cultura como un nivel situado en la sociedad 
para las observaciones y las descripciones. En palabras de 
Luhmann: “Cultura es, si la aprehendemos así, un proyecto 
del mundo, que engloba tanto la diferenciación histórica y 
regional…como el material comparable” (1997: 54). Con 
este argumento, se entiende que el nacimiento de las discip-
linas sociales haya tenido como piso epistémico el concepto 
de cultura –eurocéntrica y colonial-, como plataforma de 
observación de las “culturas” primitivas y excéntricas, por 
supuesto colonizadas. Por ello sugerimos compensar la óp-
tica eurocéntrica, no sólo con modelos, sino con investiga-
ciones y objetos de estudio que, fortalezcan ópticas diversas 
y alternativas, surgidas en contextos culturales locales.
Hablando especialmente de la disciplina antropológica, es 
una cautela esencial no centrar la mirada en lo singular. Los 
antropólogos, desde la fundación de la disciplina, habían di-
rigido sus miradas hacia las culturas o sociedades coloniza-
das, es decir, una mirada del centro a la periferia, que había 
sido hecha desde la plataforma del saber especializado del 
mundo occidental, contrastando los valores del mismo con 
los “excéntricos” valores de las sociedades no desarrolla-
das. De la época de este interés por las sociedades primiti-
vas data la noción del buen salvaje, dando por sentado que 
las sociedades primitivas eran el reservorio de la bondad 
natural de la especie humana, y en cambio, la vida civilizada 
y urbana acarreaba el olvido de los valores innatos. Inda-
gar sobre estas culturas era volver al tema de la inocencia y 
bondad originarias.
En este contexto, es de comprenderse que todavía ahora se 
crea que los antropólogos “se han situado a los pies de los 
santos hindúes, han visto dioses extraños, presenciado ritos 
47
extravagantes y, haciendo gala de una audacia suprema, 
han ido donde no había ido ningún hombre” en palabras de 
Nigel Barley (1989: 67). En pocas palabras, el antropólogo 
como especialista en lo excéntrico. Por ello, hemos dicho an-
tes que, una vez detectados los hilos singulares en el entra-
mado de las sociedades complejas, es menester restituir la 
anomalía a la serie, el objeto de estudio al contexto.
La mirada del investigador social se siente atraída por las 
prácticas, procesos o fenómenos que encuentran en contex-
tos de observación diferentes a los cotidianos. En estos con-
textos percibe anomalías o eventos singulares, gracias a que 
las prenociones no naturalizan la observación. Por ello, al 
urbanita llamarán la atención las prácticas que observe en 
entornos rurales, o bien, el investigador que se encuentre en 
el extranjero observará con claridad lo inusual de prácticas 
que serán invisibles para los locales. No es necesario cam-
biar de lugar para que el observador participe de este efecto 
de descontextualización, se puede lograr simplemente 
cambiando el entorno cognitivo. Por ejemplo, el profesional 
formado dentro de cierta disciplina que observe prácticas 
de grupos de otra profesión. En todos estos casos, el salirse 
de los contextos de observación, permitirá a la mirada sus-
pender las nociones con las que inicia su interpretación de 
la realidad compleja.
Para dar cuenta de la complejidad de las sociedades es nec-
esario contar con, ya lo dijimos, complejidad en la mirada, 
pero no menos importante, complejidad en la teoría. Por ello 
recomendamos utilizar teorías con gran potencial heurístico 
y siempre actualizadas.
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NOTAS
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Fotografía: Eunice J. Murillo García
Santiago de Querétaro
Julio 2010
angélica
álvarez
quiñones
mi
rar
dón
de
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“Las medidas y las distancias del espacio físico se articulan arqui-
tectónicamente con las medidas y distancias histórico-sociales, y 
es nuestro espacio-tiempo mental el que lo consigue o, al menos 
lo intenta.”
Josep Muntañola (2002)
 Cuando se trata de definir qué, cómo y para qué se 
mira al investigar sociedades complejas, es muy importante 
también preguntarse desde dónde se habrá de mirar, lo cual 
guarda cierto grado de dificultad.
Es común que al declarar desde donde mira, el investiga-
dor se refiera a su ‘punto de vista’, es decir, a la perspectiva 
teórico-metodológica desde donde ha realizado o pretende 
realizar un estudio. Menos frecuente es que se refiera al 
lugar donde físicamente se ha ubicado para realizarlo. Son 
dos maneras de referirse a la idea de una localización al mi-
rar, una teórica (epistemológica) y la otra más bien referente 
al terreno físico de la observación de una realidad (empírica).
Ambas formas de plantearse desde dónde mirar se relacio-
nan y se configuran una a la otra, tanto, que a algunas veces 
cuesta distinguirlas. Es importante sin embargo tener claro 
58
que son elementos distintos que deben pensarse bien en el 
proceso de diseño de una investigación. Cuanto más claro 
se tenga desde dónde se mira, en ambos sentidos, más só-
lido es el camino que se recorre al investigar.
Acerca de las cuestiones relacionadas con el punto de 
vista desde dónde se mira al investigar se profundiza en el 
apartado que corresponde al mirar cómo. Aquí nos deten-
dremos en la segunda perspectiva, la que se refiere al sitio 
físico desde el cual se miran las sociedades complejas. Le 
llamaremos Lugar de Estudio al contexto o espacio físico en 
el que nos situamos para observar uno o varios fenómenos 
sociales que previamente hemos visualizado con ayuda de 
la teoría.
Existen varios términos relacionados con la idea del lugar 
donde se mira. Algunos autores hablan de Escenario, con la 
idea de diferenciar entre los elementos físicos del contexto y 
aquellos que pertenecen al campo de las actividades o prác-
ticas sociales, que son en principio lo que interesa observar. 
Sin embargo, al hablar de sociedades complejas y con base 
en propuestas cada día más aceptadas acerca de la impor-
tancia de la cultura material, es decir, de los objetos produ-
cidos por la cultura, el lugar como contexto físico deja de 
pensarse sólo como un escenario y puede llegar a tener un 
papel protagónico en el análisis (Amerlinck, 2001). Por eso 
aquí hablaremos de Lugar y no simplemente de escenario.
Otro término sobre el cual conviene detenerse un poco es 
Campo. Se emplea Estudio de Campo para referirse a la ob-
servación de un fenómeno social en el lugar donde ocurre. 
Otras veces, estos términos se emplean al revés: Campo de 
Estudio. Los estudios de campo son parte esencial de las 
investigaciones sociales, lo que no ocurre en las ciencias 
físicas donde la observación empírica es generalmente ex-
perimental y ocurre en laboratorios. En este arreglo, campo se 
refiere a lo que aquí estamos caracterizando como Lugar. En 
cambio, el segundo arreglo de los términos (Campo de Estu-
dio) está asociado a los ámbitos, dimensiones o perspectivas de 
el lugar
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análisis dentro de una disciplina.
Campo, es también un término que bajo una construcción 
más compleja se emplea, para referirse a una esfera de la 
vida social regulada por cierto tipo de relaciones sociales, 
de intereses y de recursos compartidos. El sociólogo Pierre 
Bourdieu dedicó una buena parte de su obra a la construc-
ción de esta idea, donde Campo se refiere a lo que llamó 
Espacio Social, diferenciándolo y relacionándolo con el Es-
pacio Físico (Bourdieu, 1988, 1999). Así, Campo se refiere 
generalmente al sitio o lugar físico donde se realiza un estudio 
pero, también puede ser empleado con un sentido teórico para 
referirse a una esferade lo social.
Puede verse que los términos que se usan para describir al espa-
cio físico se emplean con frecuencia para establecer analogías 
con los fenómenos sociales. Esto ocurre porque el espacio físico 
es una proyección, una representación de las relaciones socia-
les. En una sociedad jerárquica, explica el propio Bourdieu, no 
hay espacio físico que no esté jerarquizado y que no exprese 
las distancias sociales. Tengamos en cuenta en el diseño de una 
investigación y a lo largo de su desarrollo, la difícil disociación 
del espacio físico y el espacio social o, mejor dicho, la intere-
sante y compleja relación entre ambos componentes de un 
lugar. Seguimos aquí privilegiando las cautelas en la elección 
del espacio físico.
El lugar, entonces, es el sitio donde se observa un fenómeno 
socio-cultural. Por eso, para Geertz (2001) es importante 
diferenciar también entre el lugar de estudio y el Objeto de 
Estudio (Geertz, 2001). El objeto de estudio responde al qué 
en una investigación. Cuando se comprende la diferencia 
entre qué se mira y dónde se mira, ante la pregunta sobre 
qué se investiga se evita responder por ejemplo: “la telese-
cundaria no.3”, “el ejido del Arenal” o “el Centro Histórico 
de Querétaro”. Estos son lugares, no objetos de estudio.
Veremos adelante, que elegir dónde mirar se relaciona 
también con el para qué mirar, ya que es siempre necesario 
preguntarse si el lugar elegido es realmente el adecuado, 
conveniente o necesario para cumplir con el objetivo princi-
pal de la investigación.
Si hasta aquí quedan claras las diferencias generales que 
guarda el dónde respecto al qué, el cómo y el para qué se 
mira, podemos recorrer las páginas siguientes.
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Algunas veces, en el proceso de aproximación empírica, se 
presentan obstáculos que pudieron preverse con un poco de 
cautela al seleccionar el lugar para observar. En adelante pro-
ponemos tres estrategias que pueden ayudar. La primera, selec-
cionar analíticamente el lugar donde se mira. La segunda, 
considerar las distancias físicas y sociales que en cada 
lugar se establecen entre los individuos que los ocupan, y 
por último, proponemos mirar las fronteras como hori-
zontes.
 El primer aspecto a considerar en la elección del 
lugar dónde mirar en un proceso de investigación es su ac-
cesibilidad. Aunque no es posible definir de antemano y con 
total seguridad si se podrá acceder o no a un lugar determi-
nado, es posible asegurarse de un mínimo de posibilidades 
antes de comenzar. No existen guías precisas acerca de los 
sitios adecuados para observar, ya que la accesibilidad de-
pende de múltiples factores, entre los cuales se encuentran 
el carácter, el género, la edad e incluso la condición social 
del investigador. Además de estos factores se encuentran el 
corte institucional o informal del lugar, el grado de privaci-
dad y de actividad, así como del rol que tiene en ese lugar 
quien pretende observar.
Seleccionar analíticamente
el lugar donde se mira 
61
Los Lugares Públicos presentan cierta facilidad de acceso 
porque no es indispensable solicitar un permiso para acceder 
a ellos y en todo caso, es en el contacto cara a cara con los 
otros cuando se requiere establecer la identidad del inves-
tigador y el objetivo de la indagación. Los parques, oficinas 
de gobierno, estaciones de autobús, aeropuertos, las calles 
de un asentamiento o sus plazas, los mercados, etc., son 
lugares públicos o semi-públicos donde la actividad suele 
ser intensa en horarios determinados. De acuerdo con el in-
terés específico del estudio, es recomendable elegir los pun-
tos de mayor actividad y paralelamente llevar observaciones 
de contraste en los sitios y momentos de menor actividad. 
Confrontar situaciones distintas permite distinguir las regu-
laridades y las excepciones de las interacciones sociales que 
ocurren en un lugar.
Aun cuando en apariencia los lugares públicos son de fácil 
acceso, es muy importante el rol o papel que el investiga-
dor decide tener en ellos, tomando en cuenta que pasará 
bastante tiempo observando y será identificado por quienes 
los frecuentan. Existen posturas más o menos rigurosas en 
cuanto a la conveniencia de presentarse como investiga-
dor en los lugares de estudio, lo que siempre conlleva a los 
Los lugares públicos
Fotografía: Alfredo Regalado
Santiago Mexquititlán
Julio 2011
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cuestionamientos éticos de la investigación. La observación 
participante como técnica de investigación es, sin embargo, 
suficientemente flexible para admitir que la identidad de in-
vestigador permanezca (de)velada según las necesidades y 
el diseño del estudio. Ser honesto será siempre una ventaja 
al presentarse ante los sujetos que participan en el fenóme-
no por observar. La condición de estudiante es casi siempre 
una buena llave de acceso, ya que este papel suele implicar 
la necesidad de indagar, preguntar y conocer el mundo.
Es importante tener en cuenta que los Lugares Públicos pre-
sentan facilidad de acceso porque no son sitios restringidos 
físicamente, pero pueden presentar otro tipo de dificultades 
que no deben subestimarse. Por ejemplo, los espacios abier-
tos suelen ser sitios donde también se inhibe el paso a través de 
barreras o límites que corresponden al campo de los comporta-
mientos y actitudes despectivas o de rechazo. La restricción o 
la facilidad de acceso puede ser en sí misma una vertiente 
de observación en los lugares públicos.
Ruvalcaba (2008) señala la importancia de anticipar pro-
cesos que ocurrirán en una determinada época del año, 
como el caso de fiestas patronales, festivales, cambio de 
autoridades, etc. Una planeación en este sentido permite 
acceder estratégicamente al lugar considerando los tiempos 
de gestión y acercamiento previos.
Frente a los lugares públicos, los Lugares Privados presen-
tan un grado mayor de dificultad al planearse como sitios 
desde dónde mirar. En ellos, es necesario explicar mucho 
más la presencia del investigador y solicitar permiso para 
entrar. El lugar privado presenta el reto de diseñar una es-
trategia considerando las intenciones de indagación que 
conviene declarar y las que no.
En general, las organizaciones o instituciones congregadas 
en un contexto físico determinado tienen normas de ac-
ceso para propios y externos. El investigador debe primero, 
conocer estas normas y luego, plantearse qué sitio quiere 
Los lugares privados
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ocupar para observar, así como cuáles son las posibilidades 
de hacerlo. La idea inicial debe permanecer suficientemente 
flexible para poder aceptar un sitio distinto si en el proceso 
de acercamiento se encuentra con obstáculos insalvables. 
Es recomendable incluso contemplar la posibilidad de cam-
biar el objeto de estudio si, por el contrario, se cuenta con 
una entrada posible en un lugar donde no puede observarse 
el objeto inicialmente planteado (Taylor y Bodgan, 1984). 
Este tipo de disertación ha de plantearse siempre con uno 
o varios colegas o, en su caso con el asesor del trabajo de 
campo. La visión complementaria de quienes pueden ver el 
problema desde afuera puede soportar una decisión tan im-
portante como ésta. 
El carácter privado o público de un lugar debe distinguirse 
de otras categorías como el espacio abierto y el espacio cer-
rado. Un lugar abierto no siempre es un lugar público, pen-
semos en un campo de golf, por ejemplo, que puede tener 
cierto grado de apertura para mucha gente pero que al mismo 
tiempo, no es accesible para todos. En este sentido, ningún 
lugar es totalmente público. Los lugares privados no son 
siempre cerrados y el lugar cerrado no es necesariamente 
privado, como el caso del compartimento mínimo y cerrado 
de un baño público, por poner un ejemplo.
Analizar el grado de accesibilidad que presenta un lugar será 
siempre una buena estrategia y un primer paso entre otras 
consideraciones recomendables. Otra de las cuestiones cen-
trales para la elección del lugar se ubica en la cuestión del 
tiempo que ha de emplearse para gestionar

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