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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
EL EJÉRCITO DE LA REPÚBLICA RESTAURADA:
ORGANIZACIÓN, FUNCIONAMIENTO Y CRISIS.
1867-1876.
TESIS
PARA OPTAR POR EL GRADO DE
LICENCIADA EN HISTORIA
PRESENTA :
LEISLIE MICHELLE GUENDULAIN QUINTERO
ASESOR
DR.BERNARDO MANUEL IBARROLA ZAMORA
CIUDAD UNIVERSITARIA, D.F. 2012
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
Con especial dedicatoria, para aquellos que ya no están con nosotros, 
pero sus enseñanzas permanecen: 
 
 Sergio Quintero Roca 
 
Sergio Quintero Martínez de Escobar 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Agradecimientos: 
 
A unas horas de que está versión se convierta en la final, muchos nombres pasan por mi 
mente, espero no olvidar a nadie. 
Primero agradezco la lectura y las observaciones pertinentes de este trabajo a la Dra. Antonia 
Pi-Suñer, a la Dra. Ana Rosa Argüello y al Dr. Pedro Salmerón. En especial quisiera 
agradecer al Mtro. Rubén Ruíz Guerra, ya que gracias a su clase me acerqué a la problemática 
del periodo histórico que aquí se estudia y sus enseñanzas me permitieron comprender la 
importancia de la crítica a las fuentes históricas. También quiero agradecer a la Dra. Josefina 
Mac Gregor, ya que en su seminario pude plantear un proyecto capaz de realizarse, aprovecho 
la ocasión para agradecerle también por las oportunidades brindadas fuera del aula de la 
Facultad. 
Gracias al Dr. Bernardo Ibarrola, que me ha guiado en este camino desde el primer día de 
clases en la carrera, que ha soportado con paciencia todos mis proyectos académicos y que me 
ha apoyado en todas las actividades académicas en las que me he involucrado. Y solo puedo 
decirle: ¡señor lo logramos! Gracias por hacer de esta estudiante una licenciada. 
A mis compañeros de la carrera, gracias por todos sus comentarios, buenas vibras y ayuda: 
Gustavo Toris, Alberto Márquez, Camilo Lund, Natalia Villavicencio, Daniel Castillo, José 
Luis Valdez, Luis Gómez, Aurea Ávila, Yazmín Nava, Francisco Ávila y en especial a mi 
compañera de estudio, proyectos y aventuras Claudia Bustos. 
A mis hermanos: Manuel y Ramón, gracias por todos los momentos fuera de la escuela, que 
también han sido de gran aprendizaje. Gracias a Carlo Roldán, sin tu compañía, cariño y 
apoyo nunca lo hubiera logrado. 
A mi familia que es gigante en tamaño y amor. A Ramón y Lila Jiménez que desde pequeña 
me han brindado un gran apoyo moral, gracias por su amor. A mi abuela, que ha sido mi 
segunda madre desde siempre. A mis hermanos: Caty, Gaby y Adolfo por ser un gran 
ejemplo. Y finalmente y por ello mas importante a mis padres: Raúl gracias por siempre 
respetar mis opiniones, por ser un ejemplo y guía en mi vida, gracias por todas tus enseñanzas 
y amor. Gladys eres un monumento de mujer, todo lo que quiero ser lo veo en ti, sin tu ayuda, 
apoyo, comprensión y amor no hubiera llegado hasta a aquí, este logro más que mío es tuyo, 
gracias. 
 
 Leislie 
 
INDICE 
 
INTRODUCCIÓN 
 
I. ORGANIZACIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO FEDERAL 
I.I. LICENCIAMIENTO DE LOS SOLDADOS TRIUNFANTES 
I. II. ORGANIZACIÓN DEL NUEVO EJÉRCITO LIBERAL 
I. III. LOS PROTAGONISTAS DE LAS FUERZAS ARMADAS 
I. III.I Juárez y Díaz: el ejército triunfante y su liderazgo 
bicéfalo 
I. III.II General Ignacio Mejía: el brazo armado de Juárez 
I. III.III Generales caciques 
I. III.IV Los soldados del ejército federal 
 
II. LAS BATALLAS DEL PRESIDENTE 
II.I LA BATALLA ORGANIZATIVA 
II.I.I La Secretaría de Guerra y Marina 
II.I.II Organización de las unidades militares 
II.I.III Justicia militar 
II.I.IV Uniformes y materiales 
II.II LA BATALLA JURÍDICA 
II.II.I Facultades extraordinarias 
II.II.I.I Estado de sitio 
II.II.I.II Movimiento de guardias nacionales 
II.II.II. Legislación 
 
 
1 
 
13 
13 
15 
16 
16 
 
18 
19 
22 
 
24 
24 
24 
29 
32 
34 
35 
45 
42 
43 
45 
II.II.II.I Ley de amnistía, un gobierno piadoso 
II.II.II.II Ley de reemplazo y excepciones, el recurso de la 
leva 
II.II.II.III Plagiadores, salteadores y presos políticos 
II.III LA BATALLA FISCAL: LA INVERSIÓN ES LA PAZ 
II.III.I Los ingresos del estado en quiebra 
II.III.II La tragedia de los egresos 
II.III.III Economía local versus erario nacional 
 
III. LAS DIVISIONES DEL EJÉRCITO, SUS GENERALES Y LA GUERRA 
III.I DIVISIÓN DEL VALLE O CENTRO 
III.I.I Rebelión religionera 
III.I.II La 1ª División en el centro de México 
III.II DIVISIÓN DE ORIENTE 
III.III DIVISIÓN DEL NORTE 
III.IV DIVISIÓN DE OCCIDENTE 
III.V DIVISIÓN DEL SUR 
III. VI TAMPICO, CIUDADELA Y LA NORIA 
III.VI. I Pronunciamiento de Tampico 
III.VI. II La toma de la Ciudadela, Ciudad de México 
III.VI. III La revuelta de la Noria 
III.VI. III.I El frente oaxaqueño 
III.VI. III.II Campaña del norte 
III.VI. III.III División del Interior 
III.VII CORONA VS. LOZADA45 
46 
 
50 
51 
52 
56 
58 
 
60 
61 
62 
67 
68 
73 
78 
80 
84 
85 
87 
88 
88 
92 
94 
102 
 
IV. EL COLAPSO DEL EJÉRCITO: 1875 
IV.I MEJÍA Y ROCHA, LA ACEFALIA DEL EJÉRCITO FEDERAL 
IV.I.I La recompensa política de Ramón Corona 
IV.I.II El pronunciamiento frustrado de Rocha 
IV.I.III Un nuevo Secretario de Guerra y Marina 
IV.II TUXTEPEC 
IV.II.I La campaña en oriente 
IV.II.II La campaña en el norte 
IV.II.III La última campaña en el oriente 
IV.III EL FIN DE LA REPÚBLICA RESTAURADA 
IV.III.I La precariedad de recursos 
IV.III.II La derrota dentro del núcleo de poder 
 
CONCLUSIONES 
I. Los militares 
II. Las rebeliones 
III El ejército federal y la política nacional 
 
ANEXO A 
ANEXO B 
ANEXO C 
ANEXO D 
ANEXO E 
ANEXO F 
 
106 
107 
107 
109 
111 
114 
115 
117 
121 
125 
127 
128 
 
131 
131 
136 
139 
 
146 
149 
150 
154 
155 
156 
ANEXO G 
ANEXO H 
ANEXO I 
ANEXO J 
FUENTES 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
157 
158 
159 
160 
161 
 
1 
 
INTRODUCCIÓN 
 
El tema 
 
El triunfo de las fuerzas liberales sobre las tropas francesas inauguró una nueva etapa en la 
historia de México, denominada por Daniel Cosío Villegas, como “historia moderna”, 
dividida a su vez en dos partes: la “República Restaurada” y el “Porfiriato”. Se inició con la 
entrada de Benito Juárez a la Ciudad de México el 15 de julio de 1867. Al momento de 
reorganizar el gobierno federal, el partido liberal en el poder encontró un panorama desolador 
y lamentable; había que iniciar la construcción de una administración nueva sobre escombros. 
Laurens B. Perry explica la situación económica así: 
 
Los años de guerra dejaron minas y campos en ruinas, el comercio deprimido y obstruido por 
el bandolerismo, el capital de inversión fue destruido, se escondió o huyó. La población rural 
estaba en el atolladero de una agricultura de subsistencia y un peonaje muy extendido; no 
existían empleos para los pobres de las ciudades ni para trabajadores migratorios.
1
 
 
El tesoro nacional era escaso para cubrir las necesidades del momento y las futuras: servicios 
sociales, infraestructura, pago de haberes civiles y militares, entre otros. La política nacional 
sufrió la herencia de las guerras de Reforma e Intervención: civiles y militares con ansias de 
poder, muchos con apoyo suficiente para presionar con las armas la realización de sus 
intereses políticos, opiniones distintas del curso que debería tomar la nueva administración 
pública y necesidad de resolver las diferencias en los campos de batalla. México se 
encontraba –según Cosío Villegas– destinado a una vida política muy inestable.
2
 
 
1
 Laurens B. Perry, “El modelo liberal y la política práctica en la República. 1867-1876”, en Historia Mexicana, 
México, El Colegio de México, Vol. 23, Núm. 92, abril-junio, 1994, PP. 104-111, P. 653. 
2
 Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna. La República Restaurada. La vida política, México, Editorial 
Hermes, 1955, 979 P., P. 67. 
 
2 
 
 Bajo este contexto, los liberales tendrían que: “[…] restañar las heridas que había 
dejado una lucha en la cual la mitad del país guerreó contra otra la mitad.”
3
 La guerra no sólo 
dejó heridas sino un fuerte comportamiento beligerante: se usaban las armas por el hecho de 
aún tenerlas, lo que trajo consigo una década de constantes rebeliones y pronunciamientos en 
contra del gobierno nacional recién establecido. 
 A lo descrito se sumaba que México era un país heterogéneo en lo cultural, e 
incomunicado entre sí por la geografía abrupta. La gobernabilidad se complicó mucho más: 
“¿cómo fue posible ir sorteando estas barreras e integrando una nación y un Estado?”.
4
 Un 
gobierno fuerte que tendiera a la centralización era una posible solución para controlar y hacer 
progresar a una sociedad deshecha, tendiente a la dispersión, aunque fuera por medio de la 
violencia. Este proceso gubernativo comenzó de esta manera eliminando los últimos conatos 
imperialistas en Yucatán el mismo 1867.
5
 
Benito Juárez inició su nuevo periodo presidencial, 1867-1871, con un poder limitado 
por la aplicación plena de la Constitución de 1857 y una oposición permanente en el poder 
legislativo –casi siempre expresada en el grupo porfirista– y en la opinión pública. Ante dicha 
situación, el presidente formó una camarilla de gobernadores, legisladores y jefes militares 
leales a su persona que trabajaron de acuerdo con él para realizar su proyecto gubernamental. 
La profesionalización del ejército fue uno de sus principales objetivos.
6
 Juárez perseveró en 
 
3
 Ibid., P. 148. 
4
 Anne Staples, El dominio de las minorías. República Restaurada y Porfiriato, México, El Colegio de México, 
1989, 154 P., P. 7. 
5
 El 8 de abril de 1867 el liberal Manuel Cepeda Peraza sitió Mérida que tenía varios meses en manos de los 
imperialistas y el 15 de junio entró a la ciudad como comandante militar y gobernador interino. El 11 de 
diciembre, los imperialistas se amotinaron para derrocar al gobierno liberal y proclamar al comandante 
Marcelino Villafaña como gobernador de Yucatán. El gobierno federal envió fuerzas de la 2ª división al mando 
del general Ignacio R. Alatorre y José G. Ceballos. Para febrero de 1869 las operaciones militares en el estado 
se dieron por terminadas y Cepeda reasumió sus funciones como gobernador, resultando electo 
constitucionalmente cuatro meses después. Sergio Quezada, Breve historia de Yucatán, México, El Colegio de 
México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 2001, 288 P., P. 154-155. 
6
 El Ejecutivo también se enfocó en el desarrollo de leyes que ampararan, estimularan y protegieran al comercio, 
industria, minería y agricultura con el fin de impulsar la economía e invertir en infraestructura, otra necesidad 
primordial en el país. Sin embargo, el proyecto liberal de reconstruir el país y elevar a México en la escala 
mundial se tropezó con la realidad mexicana y no pudo ser llevado a cabo en su totalidad. Perry, “El modelo 
liberal…” 
 
3 
 
esto último a través del general Ignacio Mejía, su Secretario de Guerra y Marina: ambos 
buscaron establecer un ejército que estuviera bajo el control exclusivo del gobierno federal 
para conjurar –como explica Ricardo Forte– la amenaza de las Guardias Nacionales.
7
 Para 
lograr dicha profesionalización era primordial disminuir el poder de los hombres de guerra 
que habían logrado vencer la Intervención Francesa.
8
 
 Una vez alcanzado el triunfo sobre las fuerzas francesas y los conservadores 
mexicanos, el enorme ejército liberal se convirtió en un problema para el gobierno federal, la 
opinión pública y los opositores del régimen. Al gobierno de Juárez le era imposible 
sostenerlo, la opinión pública no se explicaba que 60 000 hombres siguieran armados en 
tiempos de paz y a la oposición no le convenía que Juárez contara con un ejército de tal 
magnitud. Desde 1867 apareció la exigencia de reformar al ejército en periódicos como El 
Siglo XIX y El Monitor Republicano entre otros. En los meses finales de ese añose 
argumentaba que se podían reducir los gastos públicos de veinte a diez millones de pesos 
suprimiendo el ejército y sustituyéndolo con la Guardia Nacional, ya que no había necesidad 
de sostener un ejército en una república democrática donde las armas deberían estar en el 
pueblo.
9
 
 
7
 La constitución de 1857 prohibía a los estados tener fuerzas armadas permanentes en su territorio. Artículo 112, 
fracción II: “Tener en ningún tiempo tropa permanente, ni buques de guerra.” Francisco Zarco, Historia del 
Congreso Constituyente de 1857, México, Instituto Nacional de los Estudios Históricos de las Revoluciones de 
México, 2009, 1044 P; P. 104. Ricardo Forte, “Fuerzas armadas y mecanismos de conciliación en la transición 
mexicana al Estado moderno, 1857-1890” en Brian F. Connaughton (Coord.) Poder y legitimidad en México en 
el siglo XIX: Instituciones y cultura política, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Consejo Nacional 
de Ciencia y Tecnología, Porrúa, 2003, 624 P; PP. 581-616, P. 594. 
8
 Sobre el concepto y término de hombres de guerra habla Bernardo Ibarrola en “Las fuerzas militares y 
fundación del estado liberal mexicano, 1848-1877”. Dicho artículo ahonda en la subordinación de las fuerzas 
militares a los gobiernos locales, regionales y estatales oponiéndose a la labor centralizadora del gobierno 
nacional (1847-1867). Según el autor, antes de la década de los años 1880 es imposible hablar de ejército 
profesional moderno y de militares en estricto sentido, por lo tanto utiliza el término de hombres de guerra, 
definiéndolo como aquellos hombres que “contaban con las habilidades y los conocimientos necesarios para 
allegarse hombres y recursos, y conducirlos en hechos de armas; capaces también de abandonar esta actividad, 
dedicarse a otras y retomarla cuando fuera necesario.” P. 81. En la línea que diferencia a los políticos de los 
militares y a los militares de los políticos, Ibarrola los ubica en medio de los dos: “políticos, gestores, 
administradores y militares”. P. 101. en Josefina Mac Gregor (Coord.), Miradas sobre la nación liberal: 1848-
1948. Proyectos, debates y desafíos. Libro 3. El poder, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 
2010, 408 P., PP. 75-104. 
9
 Luis González, “El liberalismo triunfante” en Historia General de México. Versión 2000, México, El Colegio 
de México, Centro de Estudios Históricos, 2006, 1103 P; PP. 635-705, P. 636; Francisco R, Calderón, Daniel 
 
4 
 
La discusión acerca del tamaño del ejército radicaba en la naturaleza del mismo, ya 
que en tiempos de paz el organismo castrense era necesario sólo para acabar con la falta de 
seguridad en los caminos. Se tenía la creencia de que la paz había sido conseguida en el 
momento en que fueron expulsados los soldados franceses y se sostendría por sí sola, sin 
apoyo militar y con un programa social encaminado al progreso del país. La oposición 
porfirista argumentaba que si había ejército era por la necesidad del gobierno de controlar al 
pueblo; para ella un ejército de 6 000 hombres era suficiente para cuidar caminos y procurar 
la tranquilidad pública.
10
 
Rápidamente, a finales de 1867 con la primera rebelión en Yucatán, el pensamiento de 
la paz autosuficiente fue transformándose y la idea de conseguirla por los medios necesarios 
se impuso. Según el propio Juárez: 
 
[…] Dependiendo de la conservación de la paz todos los derechos privados y todos los 
intereses de la sociedad, nada debe omitir el Gobierno para la celosa protección de la libertad 
y las garantías de los ciudadanos fieles a la obediencia de las leyes y para la enérgica represión 
de los que se rebelan contra ellas, perturbando el orden público.
11
 
 
Las reformas buscaron establecer un ejército de paz que no pudiera ser capaz de atentar contra 
el gobierno federal ni local y sólo vigilara y combatiera a los bandoleros. Sin embargo, las 
rebeliones forzaron al ejército a movilizarse continuamente durante nueve años, el ejército de 
los gobiernos encabezados por Juárez y Lerdo combatió por todo el país y en lugar de velar 
por la conservación de la paz intentó imponerla erradicando los movimientos contrarios al 
poder establecido: ¿Cómo fue que se logró esto? ¿Cómo las divisiones del ejército 
enfrentaron los conflictos armados? 
 
Cosío Villegas (Dir.), Historia Moderna de México. La República Restaurada. La vida económica, México, 
Editorial Hermes, 1955, 812 P; P. 375. 
10
 Perry, “El modelo liberal…”, P. 655. 
11
 Benito Juárez, Protesta como Presidente de México, 25 de diciembre de 1867 en Los Presidentes de México 
ante la Nación. Informes, manifiestos y documentos de 1821 a 1966, México, XLVI Legislatura de la Cámara de 
Diputados, 1966, 2 Tomos, T. 1, 816 P., P. 496. 
 
5 
 
El trabajo 
 
El objeto de estudio de la presente investigación es el ejército federal de la Republica 
Restaurada. Dicho estudio se dividirá a su vez en varios planos, iniciándose con el análisis de 
las reformas que buscaron organizar de manera profesional a las fuerzas armadas en 1867. 
Una vez estudiada la reorganización militar, se contemplarán los mecanismos generales que 
permitieron eliminar las rebeliones acontecidas de 1867 a 1873, tanto fuera como dentro del 
campo de batalla: los esfuerzos que el gobierno federal llevó a cabo para fortalecer el ejército 
en sus operaciones militares y las condiciones particulares de cada una de estas operaciones. 
En un tercer plano, se analizará el desgaste de las formas y estructuras que prevalecieron 
durante nueve años de constantes operaciones que agotaron los recursos del erario y la lealtad 
de los principales miembros del ejército, provocando su derrota antes las fuerzas rebeldes 
abanderadas por el Plan de Tuxtepec. 
No hay ninguna historia académica que ahonde específicamente en el ejército de la 
República Restaurada. De la historiografía especializada, sobresale el trabajo de Daniel Cosío 
Villegas
12
. Acerca de la época liberal, grosso modo, se encuentran dos tipos de producción, la 
generada por historiadores profesionales
13
 y la producida en otros ambientes, como por 
ejemplo los trabajos de militares que se han interesado por la historia del ejército, que por lo 
 
12
 Cosío Villegas, Historia Moderna… 
13
 De los académicos los más importantes: Laurens B. Perry, Juárez y Díaz. Continuidad y ruptura en la política 
Mexicana, México, Ediciones Era, 1996, 430 P.; Cosío Villegas, Historia Moderna...; Romana Falcón, “El 
estado liberal ante las rebeliones populares. México, 1867-1876.” En Historia Mexicana, México, El Colegio de 
México, Vol. LIV, núm. 4, 2005, PP. 973-1048; Frank Knapp, Sebastián Lerdo de Tejada, México, Biblioteca de 
la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Veracruzana, 435 P.; Antonia Pi-Suñer Llorens, Sebastián Lerdo 
de Tejada: canciller, estadista, México, Archivo Histórico Diplomático Mexicano, 1989, 270 P.; Ralph Roeder, 
Juárez y su México, México, Fondo de Cultura Económica, 1972, 1101 P.; Walter Vinton Scholes, Política 
mexicana durante el régimen de Juárez, 1855-1872, México, Fondo de Cultura Económica, 1972, 233 P.; Anne 
Staples, El dominio de las minorías. República Restaurada y Porfiriato, México, El Colegio de México, 1989, 
154 P. 
 
6 
 
general carecen de los lineamientos generales impuestos por la academia en cuestión 
metodológica.
14
 
Cuando el tema ha sido abordado por los especialistas de la época, se habla de las 
grandes aptitudes que tuvo Díaz como estratega militar, también se enfatiza en la actitud 
política de Juárez y de Lerdo que provocó un descontento en los diferentes sectores sociales 
de la poblacióny que terminó provocando la defección de las Guardias Nacionales en apoyo 
del movimiento porfirista; sin embargo, ninguno se encarga específicamente del estudio del 
ejército en el periodo de 1867 a 1876.
15
 En muchos estudios se muestra la caída del ejército 
federal en Tecoac en 1876 como un suceso inevitable, como algo natural.
16
 
Otro de los temas principales de la historiografía de la República Restaurada y sobre 
todo de los múltiples estudios que se han hecho de la figura de Benito Juárez en el poder, es el 
 
14
 Guillermo Cota Soto, Historia militar de México, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1947, 327 P., 
Guillermo Mendoza Vallejo y Luis Garfías Magaña, “El ejército mexicano de 1869 a 1913” en varios autores, 
El ejército mexicano, México, Secretaría de la Defensa Nacional, 1979, 647 P.; Miguel Ángel Sánchez Lamego, 
Generales de Ingenieros del Ejército mexicano 1821-1914, México, 1952, 277 P.; y Rosendo Suárez Suárez, 
Breve historia del ejército mexicano, México, Imprenta y editorial militar “Anáhuac”, 1938, 76 P. 
15
 Perry, Juárez y Díaz…; Luz Carregha Lamadrid, 1876. La revuelta de Tuxtepec en el estado de San Luis 
Potosí, México, El Colegio de San Luis, Archivo Histórico del estado de San Luis Potosí, 2007, 177 P.; José 
Fuentes Mares, Obras Históricas, México, Instituto Chihuahuense de la Cultura, Universidad Autónoma de 
Ciudad Juárez, 2006, T. 1, 476 P.; Ricardo García Granados, Historia de México desde la Restauración de la 
República en 1867, hasta la caída de Porfirio Díaz, México, Librería Editorial de Andrés Botas e Hijo, 1928, T. 
II, 250 P.; Paul Garner, Porfirio Díaz. Del héroe al dictador una biografía política, México, Planeta, 2001, 291 
P.; por mencionar algunos. 
16
 Por ejemplo: “Durante las campañas militares del periodo de 1858-1867, Díaz fue capaz de construir una base 
política importante dentro de la Guardia nacional y del ejército regular. Como resultado, pudo rodearse de un 
círculo siempre creciente de compañeros oficiales, subordinados y admiradores que apoyarían sus campañas 
políticas entre 1867 y 1876. También es evidente que en 1871 y 1876 intentó obtener y obtuvo el poder mediante 
un pronunciamiento militar que incluyó la colusión de los comandantes de las principales zonas militares. El 
Plan de La Noria de noviembre de 1871 tuvo el apoyo de una serie de rebeliones regionales hechas por los 
generales Treviño (Nuevo León), Trinidad de la Cadena (Zacatecas), Manuel González (Tamaulipas), Luís Mier 
y Terán (Veracruz) Juan Crisóstomo Bonilla y Juan Nepomuceno Méndez (Puebla), así como la de su hermano 
Félix, gobernador de Oaxaca desde 1867. En 1876, también la participación de los comandantes del ejército sería 
vital para el éxito del Plan de Tuxtepec. Pero la carrera política inicial de Díaz no puede ni debe ser interpretada 
como un capítulo más en la historia del militarismo o caudillismo de la América española en el siglo XIX. La 
base de apoyo que tenía antes de 1876 se extendió mucho más allá de las fronteras del ejército. Después de 1867, 
Díaz se convirtió en la cabeza del liberalismo popular y radical (rojo) en oposición a los abusos de la 
Constitución de 1857 que cometían los presidentes Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada. Por lo tanto, las 
convicciones liberales de Díaz lo distinguían del caudillo arquetípico, cuya neutralidad y promiscuidad 
ideológicas disimulaban el hecho de que, en su mayor parte, eran aliados, agentes o subordinados de intereses 
predominantemente conservadores.” Garner, Op. Cit., P. 45. 
 
7 
 
licenciamiento de 40 000 hombres en 1867. Dicha historiografía
17
 afirma que aunque en el 
momento parecía ser una necesidad el licenciamiento de tropas, este hecho fue uno de los 
errores políticos más grandes de Juárez, que terminaron por derrocar al gobierno de Lerdo, ya 
que a este licenciamiento se deben atribuir todos los motines y levantamientos posteriores, 
debido a que los 40 000 licenciados formaron parte de las huestes revolucionarias porfiristas y 
de las gavillas de bandoleros. Esta corriente historiográfica ha menospreciado el contexto 
económico y social de la República Restaurada que clamaba por una reforma y reducción del 
ejército. Daniel Cosío Villegas muestra en su trabajo de La Historia Moderna que esta 
afirmación es poco probable ya que la mayoría de los planes revolucionarios de la época 
hacen una omisión absoluta del asunto. Su argumento pareció poner fin a la discusión desde 
los cincuenta del siglo XX, ya que las reformas hechas al ejército respondían a las 
necesidades económicas del momento sin existir mayor discusión al respecto y la importancia 
que se le dio al tema fue sólo posterior. Sin embargo, no bastó: el tema ha sido retomado 
constantemente por la historiografía posterior que se ha ocupado del ejército de Juárez. 
De la historiografía en general sobre la época dos investigadores sobresalen, Daniel 
Cosío Villegas y Laurens B. Perry. Ambos trabajaron la República Restaurada de manera 
detallada y sus investigaciones arrojaron resultados correspondientes al tema político en 
especial. Los dos estudian a los militares, al ejército y las rebeliones que surgieron y el papel 
de los mismos en la explicación general de la política mexicana y la conformación del estado 
mexicano. A diferencia de ellos, este trabajo se especializa en el organismo militar y sus 
miembros, su función en la República Restaurada y su desarrollo. 
 
 
 
 
17
 Knapp, Op. Cit.; Fuentes Mares, Op. Cit.; Jorge Fernández Ruíz, Juárez y sus contemporáneos, México, 
Universidad Nacional Autónoma de México, 1986, 407 P.; Roeder, Op. Cit.; Ivie E.Cadenhead, Benito Juárez y 
su época, México, El Colegio de México, 1975, 185 P.; entre otros. 
 
8 
 
Punto de partida 
 
Así esta investigación inició con dos cuestiones básicas: ¿Cómo fue que el ejército federal 
logró vencer la multiplicidad de rebeliones que se levantaron en contra del poder establecido, 
si la cuestión hacendaria se encontraba tan desorganizada y prácticamente sin recursos? Y si 
este ejército venció durante nueve años a su enemigo ¿Por qué perdió ante la rebelión de 
Tuxtepec? 
Ante estas preguntas, se propone que el triunfo de las fuerzas rebeldes porfiristas no se 
debe en especial al genio militar de Díaz –como alguna historiografía ha marcado–, sino a una 
serie de situaciones que se fueron desarrollando durante la República Restaurada, que se 
podría definir como el agotamiento del sistema. Esto se reflejó en el desgaste físico del 
ejército federal, que después de participar durante nueve años en operaciones militares y con 
el dinero a cuentagotas para 1875 no se encontraba en las mejores condiciones para enfrentar 
una rebelión multirregional. Un segundo aspecto a considerar es la deslealtad provocada por 
la relación previa que los soldados de la 2ª división tenían con Díaz, la deserción abarcó desde 
los altos mandos hasta el soldado raso. Un tercer punto, no por ello menos importante, se 
encuentra la salida de Sóstenes Rocha del Ejército e Ignacio Mejía del gabinete. El primero 
por su parte se había consolidado como el líder militar a nivel nacional y el segundo, conocía 
el actuar y el interés de los militares a su servicio, y por ello, sabía controlarlos. Finalmente, 
la línea de mando que se generó para combatir la rebelión tuxtepecana reflejó los desacuerdos 
existentes entre el jefe de las operaciones militares Ignacio Alatorre y el nuevo Secretario de 
Guerra Mariano Escobedo y Sebastián Lerdo de Tejada, estos dos últimos impidieron que el 
general Alatorre tomará sus propias disposiciones –conforme a sus conocimientos de la zona 
y del enemigo– para terminar con la rebelión. La batalla de Tecoac, el 16 de noviembre de 
1876, fue sólo el tiro de gracia al gobierno de la República Restaurada.9 
 
Esta investigación también pretende dilucidar si este conjunto de hombres eran en 
realidad un ejército que respondía a las necesidades y al mando del gobierno federal a través 
de la Secretaria de Guerra y Marina y funcionaba como una institución propia de un Estado 
nacional o si, como explica Bernardo Ibarrola,
18
 no hay ejércitos como tal antes de la década 
de los ochenta del siglo XIX en México y este conglomerado llamado ejército federal era tan 
solo un conjunto de hombres armados que respondían a las órdenes de un general con el que 
se sentían previamente identificados y comprometidos por haber luchado juntos en tiempos de 
la Intervención Francesa. Se busca establecer si este ejército dependía de los generales fuertes 
como Sóstenes Rocha, Mariano Escobedo e Ignacio Alatorre o era un grupo de militares 
consolidados en el mando, con un cuadro administrativo bien organizado y dependiente del 
gobierno federal. 
El tema que se desarrollará en este trabajo será el funcionamiento del ejército, tanto en 
su estructura interna como en su forma de operar ante las rebeliones. Los límites cronológicos 
de la investigación van de la restauración de la república en la Ciudad de México en julio de 
1867 –debido a que el tema principal de la tesis es el ejército– a la derrota del general Ignacio 
Alatorre en Tecoac por las fuerzas porfiristas y la salida de la capital del Presidente de la 
República Sebastián Lerdo de Tejada en noviembre de 1876. 
Esta investigación se apoyó en una cantidad significativa aunque no exhaustiva de 
estudios sobre historia de México. Se incluyeron relatos hechos por militares–historiadores –
que suelen carecer de aparato crítico y analizan los hechos de una manera que al estudiante de 
Historia se le dificulta debido a los criterios técnico-militares que animan sus obras– y los 
trabajos académicos, abarcando desde los cincuenta del siglo XX hasta la primera década del 
siglo XXI: desde la fundamental Historia Moderna hasta lo que se conoce como historia 
regional, pasando por estudios de política, indigenismo, economía, legislación, etcétera. 
 
18
 Ibarrola, Op. Cit. 
 
10 
 
En cuanto a fuentes primarias impresas, se consultaron las memorias de guerra de 
1869 y 1873 del general Ignacio Mejía. La colección de leyes que hizo Manuel Dublán fue de 
gran apoyo para la elaboración del segundo capítulo así como el Prontuario de leyes, 
reglamentos, circulares y órdenes mandados observar al ejército mexicano, desde 1821 hasta 
mayo de 1870 elaborado por disposición del mismo Mejía y los informes del Ejecutivo 
recopilados por la XLVI Legislatura de la Cámara de Diputados en 1966. Para la elaboración 
del tercer capítulo fue de gran ayuda, aparte de las memorias del ministerio de Mejía, el 
trabajo recopilatorio de Jorge L. Tamayo: Benito Juárez. Documentos, discursos y 
correspondencia. 
El trabajo en fuentes primarias manuscritas se realizó en dos archivos: Archivo 
General de la Nación (AGN) y el Archivo Histórico de la Defensa Nacional (AHDN). En el 
primero se consultó el ramo de gobernación de los periodos presidenciales de 1867-1871 y 
1872-1876. El tercer capítulo –en su mayor parte– se apoyó en los expedientes de los 
miembros del ejército –ubicado en el AHDN, ramo de cancelados– para rastrear sus 
operaciones de guerra. La selección de estos hombres partió de que todos buscaban o tenían 
una proyección a nivel nacional: Sóstenes Rocha, Mariano Escobedo, Ignacio R. Alatorre, 
Ramón Corona, Nicolás Régules, Juan y Diego Álvarez, Porfirio Díaz, José G. Ceballos, 
Diodóro Corella, Carlos Fuero e Ignacio Mejía. 
La presente investigación está organizada en cuatro capítulos temáticos. Después de 
relatar someramente los meses que suceden al triunfo republicano, el primer capítulo describe 
de manera general la organización del ejército, sus primeras reformas, incluyendo el polémico 
licenciamiento, y su organización básica (4 divisiones regulares y una quinta irregular) y en 
segundo lugar se refiere a sus líderes políticos: Benito Juárez y Porfirio Díaz y a sus altos 
mandos, iniciando por el general Ignacio Mejía. También se ocupa de definir a los bandos 
políticos que tenían acceso a las armas: los que estaban con el gobierno y aquellos que se 
 
11 
 
pronunciaron en contra de éste y finalmente, intenta delinear las características generales de la 
tropa. 
El segundo capítulo trata sobre las diligencias que se hicieron para reformar y 
mantener al ejército: Congreso de la Unión, secretaría de Guerra y Marina y secretaría de 
Hacienda. Se divide a su vez en tres apartados: el primero trata sobre la organización a detalle 
del ejército hecha desde la cartera de Guerra, incluyendo justicia militar, uniformes, etc. La 
segunda parte aborda exclusivamente las formas jurídicas iniciadas por el Ejecutivo y 
aprobadas por el Congreso para procurar la intervención de las fuerzas armadas en los estados 
de la federación: el otorgamiento de facultades extraordinarias al Ejecutivo, los estados de 
sitio, el movimiento de Guardias Nacionales y la legislación que concierne al sofocamiento de 
las rebeliones, como la Ley de Amnistía y la de Plagiadores y también contempla aquellas 
leyes que fueron hechas para regularizar a los reemplazos del ejército. 
Finalmente, el tercer apartado trata sobre los recursos económicos utilizados para el 
ejército y sus operaciones resaltando la tensión entre gobierno federal y los gobiernos 
estatales. 
Después de hablar sobre como se imaginaban Juárez y Mejía a las fuerzas armadas en 
el capítulo anterior, el tercero estudia las operaciones militares sobre las rebeliones políticas 
que se llevaron a cabo desde 1867 hasta 1873, desde Yucatán hasta Tepic. La lógica que se 
utilizó fue rastrear las actividades militares de los generales en jefe de las cinco divisiones 
Régules, Rocha, Alatorre, Corona y Álvarez. El capítulo tiene dos secuencias: la primera es 
delineada geográficamente por las divisiones de 1867 a 1871 y la segunda por las rebeliones 
1871-1873. 
 El cuarto capítulo delinea lo que fue llamado en la Historia Moderna como el 
“principio del fin”. Relata los acontecimientos importantes del ejército desde 1874 hasta la 
derrota de las fuerzas federales en Tecoac en noviembre de 1876: el trabajo diplomático de 
 
12 
 
Ramón Corona en España, la salida de Rocha del ejército federal, el reemplazo de Ignacio 
Mejía por Mariano Escobedo en la cartera de Guerra y la campaña de Tuxtepec, incluyendo 
un análisis sobre el significado de la derrota militar en el núcleo de poder de la administración 
de Sebastián Lerdo de Tejada, sobre la actividad política de los generales en jefe del ejército 
federal y sobre la naturaleza de las principales rebeliones estudiadas con anterioridad. 
 
 
13 
 
I. ORGANIZACIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO FEDERAL 
 
LICENCIAMIENTO DE LOS SOLDADOS TRIUNFANTES 
 
Juárez, Mejía y José María Iglesias –Secretario de Hacienda– iniciaron las reformas de las 
instituciones federales prontamente. La primera medida castrense fue el licenciamiento de 40 
000 hombres sobre una base de 60 000, el 27 de julio de 1867. Esta reforma respondió a dos 
principios básicos del proyecto liberal: la política desmilitarizadora de Juárez y la 
reorganización de las arcas federales, ya que el aparato militar ocupaba 70% de los recursos y 
además era imposible y peligroso mantener un ejército con tantos efectivos. Este ejército no 
encajaba en las aspiraciones de profesionalización del gobierno ya que era desordenado e 
indisciplinado, como lo apuntan Luis González y Antonia Pi-Suñer.
19
 
 Según Mejía, el Secretario de Guerra, cuatro de cinco soldados preferían volver a sus 
hogares, y los oficiales del ejército clamaban por la desmovilización; incluso Porfirio Díaz y 
Mariano Escobedo habían licenciado unidades antes de que se les ordenara. El resto delos 
jefes militares fueron partícipes oficialmente del licenciamiento, pues el presidente les dejó la 
responsabilidad de decidir quién sería licenciado, con qué criterios y en qué momento.
20
 
Mejía recomendaba a los gobernadores de los estados que los hombres licenciados 
fueran aprovechados en las Guardias Nacionales y en los cuerpos de policía locales, sin 
gravamen para el erario nacional. Estos hombres también tenían la opción de que en un 
 
19
 Antonia Pi-Suñer Llorens, “La reconstrucción de la República, 1867-1876”, en Javier Garcíadiego (Coord.), 
Gran Historia de México Ilustrada, México, Planeta De Agostini, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 
Instituto Nacional de Antropología e Historia, T. 7, 200 P; PP. 61-80, P. 72; Luis González (prólogo, selección y 
notas), La galería de la Reforma. Una remembranza y 45 testimonios de Juárez y su México, México, Secretaría 
de Educación Pública, 1986, 240 P; P. 29. 
20
 Perry, Juárez y Díaz...; González, “El liberalismo triunfante”..., P. 643; Cosío Villegas, Historia Moderna …, 
P. 126-128 
 
14 
 
futuro cercano, cuando se hicieran las colonias militares – agrícolas, se colocaran ahí los que 
quisieran dedicarse a las labores del campo.
21
 
El licenciamiento significó para algunos generales el fin de su mando personal sobre 
fuerzas que ellos mismos habían puesto en pie. Escobedo, por ejemplo, escribió a Juárez, 
afligido por el destino de los hombres licenciados, esos hombres eran, según él, de lo más 
ameritados y lo que más le preocupaba era despedirlos sin ningún auxilio para retirarse.
22
 
Ralph Roeder los caracterizó de la siguiente manera: 
 
[hombres] acostumbrados a la anarquía bélica y descalificados para la existencia civil, muchos 
de ellos mutilados, desvalidos, sin recursos, sin pensiones, sin empleo, resentidos contra el 
gobierno que los abandonaba a la miseria y difícilmente asimilables por una población 
empobrecida.
23
 
 
El licenciamiento se realizó de manera paulatina, en el segundo semestre de 1867 se logró 
reducir el total del ejército 49 957 hombres, en 1868 el ejército contaba con “la fuerza de diez 
y ocho mil ochocientos cincuenta y dos individuos […] que unidos a las guarniciones de los 
puertos y otros puntos, formaban el total de veinte y tantos mil hombres”.
24
 Para finales de ese 
año se había logrado reducir a 20 000 como base para el presupuesto de 1869-1870. En ese 
mismo año fiscal, la cifra del ejército descendió
25
 a 15 408 hombres, por lo que se acudió a la 
Ley de Reemplazos. La situación política del país en meses posteriores provocó que este 
número (20 000) aumentara según las circunstancias. Así en 1872 se decretó una ampliación 
 
21
 Gloria Fuentes, El ejército mexicano, México, Grijalbo, 1983, 326 P; P. 59; Mendoza, P. 282. Si bien el 
proyecto del establecimiento de colonias militares no se realizó con gran éxito debido a la carencia de 
presupuesto, varios hombres que habían participado en la Guerra de Intervención fundaron pueblos nuevos 
gracias a la dotación de tierras que el gobierno federal les otorgó, tal es el caso de San Pedro de las Colonias y 
San Isidro en Coahuila y Ciudad Lerdo en Durango. Pedro Salmerón, La División del Norte, México, Ariel, 
2006, 529 P. 
22
 Perry, Juárez y Díaz…, P. 41; Fuentes Mares, P. 425. 
23
 Roeder, Op. Cit., P. 1013. 
24
 México, Secretaría de Guerra y Marina, Memoria que el Secretario de Estado y del Despacho de Guerra y 
Marina [Ignacio Mejía] presenta al Congreso de la Unión, México, Imprenta del Gobierno, en Palacio a cargo 
de José María Sandoval, 1869, 102 P., P. 29. 
25
 El descenso, según Mejía, se debió al gran número de bajas, muchos soldados habían cumplidos sus términos, 
y a las formas inadecuadas del reclutamiento. Ibid., P. 30. 
 
15 
 
del ejército sumando en total 31 952 hombres, luego descendía otra vez de modo que para 
1873 sólo contaba con 22 311. Juárez y Mejía se habían ido convenciendo de mantener al 
ejército sin grandes reducciones; si bien el ejército no volvió a ser tan pequeño como en 
diciembre de 1868, tampoco mantuvo una cifra constante en los siguientes ocho años.
26
 
 
ORGANIZACIÓN DEL NUEVO EJÉRCITO LIBERAL 
 
La reorganización no tuvo contratiempos. Mientras Juárez informaba al Congreso que el 
nuevo ejército de 20 000 hombres era el necesario para las atenciones del servicio militar, 
Mejía explicaba que las divisiones que se organizaron convenientemente sobre el territorio 
nacional podían atender la seguridad de ambos litorales y movilizarse para cualquier conflicto 
exterior e interior. Las fuerzas de los estados al mando del servicio federal que no quedaron 
en las nuevas divisiones organizadas fueron mandadas a puestas a disposición de la Guardia 
Nacional de los estados, depositando ahí mismo el armamento y su propia organización. Para 
las fuerzas necesarias de la guarnición de los estados –como seguridad de caminos– el 
gobernador mandaría organizar cuerpos de policía pagados con los fondos del estado.
27
 
Las unidades que no se licenciaron fueron reorganizadas en cinco divisiones bajo las 
órdenes de cinco de los generales más renombrados de la lucha contra el Imperio: Nicolás 
Régules, Porfirio Díaz, Mariano Escobedo, Ramón Corona y Juan Álvarez. Los generales en 
jefe de las divisiones solo tendrían el mando y jurisdicción que se les asignaba en la 
 
26
 Cosío Villegas, Historia Moderna…, P. 129-131. Según Mejía, las cifras se redujeron drásticamente debido a 
la supresión de la División del Sur y a la reducción de las planas mayores de los cuerpos y tropa. México, 
Secretaría de Guerra y Marina, Memoria que el C. General de División Ignacio Mejía Ministro de Guerra y 
Marina presenta al 7º Congreso Constitucional, México, Imprenta del Gobierno, en Palacio, a cargo de José 
María Sandoval, 1873, 322 P., P. 137. 
27
 Los Presidentes de México ante la Nación…., P. 492; Mauricio Merino Huerta, Gobierno local, poder 
nacional: la contienda por la formación del Estado mexicano, México, El Colegio de México, Centro de 
Estudios Internacionales, 1998, 292 P; P. 98; Circular de la secretaría de Guerra y Marina en Manuel Dublán, 
Legislación mexicana ó colección de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la 
República, ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José María Lozano, México, Imprenta del Comercio, 
De Dublán y Chávez, a cargo de M. Lara (hijo), 1878, T. X, Pte.1, P. 31. 
 
16 
 
Ordenanza. Las fuerzas que guarnecían los puertos se entenderían con su cuartel general de la 
división en la parte económica y en los demás actos de servicio con la comandancia militar 
del puerto. Cada división tenía un contingente de 4 000 hombres, organizados en dos brigadas 
de infantería, una de caballería, tres baterías mínimas de artillería dotadas de secciones de 
ingenieros, médicos y estado mayor que les correspondía.
28
 La nueva organización de los 
cuerpos no fue aplicada de inmediato debido a que algunos elementos estaban ocupados en la 
campaña de la sierra de Puebla y otros puntos del país; a pesar de esto se dispuso que la orden 
se ejecutara a la brevedad posible. 
Si bien los límites de las divisiones territoriales no siempre fueron respetados y el 
mando de las operaciones recayó sobre otros generales (Rocha y Alatorre), estas divisiones 
del ejército permiten un estudio ordenado del tema. 
 
LOS PROTAGONISTAS DE LAS FUERZAS ARMADAS 
 
Juárez y Díaz: el ejército triunfante y su liderazgo bicéfalo 
 
Al término de la Intervención Francesa, Benito Juárez era el hombre más importante de 
carácter civil a nivel nacional, quien había resguardado la soberanía del país de la invasión 
extranjera. Por otro lado, Díaz era el militar más importante –el héroe del 2de abril, que 
“creía ser el verdadero arquitecto de la victoria de 1867, a pesar del papel decisivo de 
 
28
 La 1ª División del Centro, al mando del general Nicolás Regules, con 4,000 hombres y jurisdicción en el 
Estado de México, Michoacán y Querétaro y cuartel en la capital de la República. La 2º División de Oriente, al 
mando de Porfirio Díaz con jurisdicción en Puebla, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Yucatán y cuartel en 
Tehuacán. La 3ª División del Norte, al mando del general Mariano Escobedo con jurisdicción en Guanajuato, 
Zacatecas, San Luis Potosí, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León y cuartel en San Luis Potosí. La 4ª División de 
Occidente, al mando del general Ramón Corona con jurisdicción en los estados de Aguascalientes, Jalisco, 
Colima, Durango, Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Baja California y cuartel en Guadalajara. La 5ª División del 
Sur, al mando del general Juan Álvarez, con mando en las fuerzas de la Guarnición de Acapulco. Dublán, Op. 
Cit., T. X, Pte.2, P. 207-208; Mendoza, Op. Cit., P. 278 -282. 
 
17 
 
Escobedo en el noroeste y en el sitio de Querétaro.”
29
– aquel que había tomado la capital de la 
república. La política nacional distanció a estos hombres. Desde la entrada de Juárez a la 
capital, se convirtieron en aspirantes y candidatos naturales para las siguientes elecciones 
presidenciales a la presidencia y ambos tenían grandes influencias en las fuerzas militares. Su 
distanciamiento y la salida de Díaz del ejército federal quebrantaron la unidad obtenida en el 
frente liberal contra los franceses, de manera que, aunque Juárez logró mantenerse como jefe 
supremo, en tanto presidente de la república, de las fuerzas armadas hasta 1872, el ejército 
perdió a su más importante líder militar en mayo de 1868: Porfirio Díaz.
30
 
Sobre la presencia de Juárez en la política nacional, varios autores afirman que el 
oaxaqueño era la única figura a nivel nacional gracias a su capacidad para delegar el poder 
efectivo en manos de militares y que su prestigio sobre la población era mayor y rebasaba a 
los militares juaristas, por lo menos hasta 1870.
31
 Su liderazgo sobre el pueblo mexicano, 
explica Martín Quirarte, fue antes, durante y después de la Intervención: “Ese día dejó de ser 
Juárez el representante de un grupo político, para convertirse en símbolo de una nación.”
32
 
Friedrich Katz lo describió como la “encarnación del genuino líder popular y nacional”.
33
 A 
pesar de ser el principal promotor de la desmilitarización del Estado, Juárez encontraba entre 
 
29
 Brian Hamnett, “Benito Juárez. Técnica para permanecer en el poder” en Will Fowler (Coord.), Presidentes 
mexicanos, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas, 2004, T. I (1824-
1991), 376 P., PP. 173-213, P. 202. 
30
 Porque los demás habían desaparecido de la escena nacional: Ignacio Comonfort, murió en combate el 13 de 
noviembre de 1863; el general Juan Álvarez murió en agosto de 1867; Manuel Doblado fue derrotado por Tomás 
Mejía en Matehuala en mayo de 1864 lo que lo llevó a marchar a Estados Unidos y morir ahí en 1865; el general 
Ignacio Zaragoza murió tras la Batalla de Puebla en 1862; el general Jesús González Ortega, Gobernador del 
estado de Zacatecas, Presidente de la Suprema Corte y comandante del Ejército de Oriente en 1863, intentó 
reemplazar a Juárez en la presidencia en 1865, sin embargo Juárez y Lerdo lo imposibilitaron con los decretos 
del 8 de noviembre de 1865, lo que lo dejó fuera del escenario político; el general Santiago Vidaurri, cacique de 
Coahuila y Nuevo León, fue acusado de traidor a la patria por Juárez en 1864 y fusilado por Díaz en 1867; el 
general Santos Degollado murió en combate en 1861; Mariano Escobedo y Ramón Corona permanecían con vida 
y al servicio de Juárez, pero a pesar de su decisiva participación en el triunfo de las fuerzas liberales sobre los 
franceses, su influencia política y militar era de carácter regional y los dos necesitaban consolidar su presencia 
en sus respectivas regiones antes de aspirar a la silla presidencial; por último, Ignacio Mejía se había presentado 
en 1867 como acérrimo defensor de Juárez en la presidencia y era miembro importante de su gabinete. 
31
 Cadenhead, Op. Cit., P. 120-121; Cosío Villegas, Historia Moderna…, P. 71. 
32
 Martín Quirarte, Relaciones entre Juárez y el Congreso, México, Honorable Cámara de Diputados, LIX 
Legislatura, Miguel Ángel Porrúa, 1er Facsimilar, 2006, 420 P; P. XI. 
33
 Friedrich Katz, “México: Restauración de la República y Porfiriato. 1869-1910” en Leslie Bethell (Ed.), 
Historia de América Latina, T. 9, México, América Central y el Caribe, Barcelona, Editorial Crítica, 342 P; PP. 
13-77, P. 16. 
 
18 
 
sus adeptos a los oficiales del ejército que habían quedado en activo; al ser fieles al presidente 
éstos pudieron ejercer su influencia en los diversos ámbitos del gobierno nacional.
34
 
 En torno a Díaz se agruparon los militares que se vieron amenazados por la tendencia 
civilista y centralizadora del régimen federal, hombres con poder regional como Jerónimo 
Treviño, Trinidad García de la Cadena y Servando Canales. Según Paul Garner,
35
 Díaz 
desarrolló una extensiva red de contactos en las Guardias Nacionales y en el ejército que le 
garantizaban su lealtad; por ejemplo, en Oaxaca se encontraban Miguel Castro, Fidencio 
Hernández y Francisco Meixueiro que tenían una importante influencia en las Guardias 
Nacionales de su estado. 
 El distanciamiento entre Juárez y Díaz y su influencia sobre la población civil y las 
fuerzas armadas significó el resquebrajamiento de la unidad dentro de las fuerzas armadas que 
se había logrado con el triunfo sobre los franceses, reflejándose en su mayor parte en las 
elecciones locales y a nivel militar en constantes enfrentamientos entre juaristas y porfiristas, 
culminando en la revuelta de la Noria. 
 
General Ignacio Mejía: el brazo armado de Juárez. 
 
El general Ignacio Mejía intentó rescatar y mantener el liderazgo y la unidad del ejército 
durante nueve años. Sin embargo, nunca lo logró del todo, a pesar de que fue nacionalmente 
poderoso durante los años de la República Restaurada.
36
 En 1865 fue nombrado Secretario de 
Guerra en plena Intervención Francesa y durante once años “llegó a conocer como la palma 
de su mano a todas las figuras, mayores y menores, de la casta militar.”
37
 Mejía fue uno de los 
más aguerridos juaristas que defendieron el régimen; el Ejecutivo delegó mucho de la política 
 
34
 Ibid., P. 16; Cadenhead, Op. Cit., P. 120-121; Cosío Villegas, Historia Moderna…, P. 71. 
35
 Garner, Op. Cit., P. 45. 
36
 González, “El liberalismo triunfante”, P. 681. 
37
 Daniel Cosío Villegas, “¿Dónde está el villano?” en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. 
1, Núm. 3, enero-marzo, 1952, PP. 429-448, P. 443. 
 
19 
 
interior en sus manos y en 1865, según Romeo Flores Caballero, era el individuo con más 
crédito en el gabinete: 
 
La permanencia de Mejía en el equipo ministerial, cuando las asonadas y movimientos 
sospechados cundirían a lo largo del país, manifiesta el acierto de Juárez al haber logrado no 
sólo la lealtad de su ministro y el entendimiento entre ambos, sino también el poder e 
influencia que Mejía ejercía para hacer frente a los insurrectos y mantener en pie los ánimos 
del Gabinete.
38
 
 
Mejía manejó y contuvo las ambiciones de los militares federales para que ninguno afianzara 
su poder más allá de ciertas regiones y fue un puente de comunicación entre los militares en 
operación, los gobernadores y el Ejecutivo federal: 
 
Generales caciques 
 
Los militares que combatieron la Intervención Francesa acumularon control y poder político y 
económico en sus zonasde influencia. Para evitar el afianzamiento de estos generales en sus 
regiones y en su búsqueda de restablecer el orden político nacional Juárez decretó el 23 de 
julio de 1867 el retiro de las facultades discrecionales de que gozaban los generales en jefe. 
En un principio, aquellos militares que aún permanecían como gobernadores en los estados 
declarados en sitio permanecerían en sus puestos hasta que se restableciera el orden 
constitucional y pudieran celebrarse elecciones. Aunque con esto se acercarían más a la figura 
de un gobernador constitucional que a la de un comandante militar, los jefes militares no 
podrían declarar en estado de sitio ninguna entidad, suspender garantías individuales, imponer 
penas gubernativas o promulgar leyes y estaban obligados a reconocer los lineamientos 
federales sobre la libertad de prensa. Ninguno conservó las facultades extraordinarias en los 
 
38
 Romeo Flores Caballero, La administración pública en la época de Juárez: versión abreviada, México, 
Instituto Nacional de Administración Pública, 2006, 486 P; P. 224. 
 
20 
 
ramos de Hacienda y Guerra, de hecho, el único que conservó estas facultades era el propio 
presidente, que no las declinó sino hasta el 8 de diciembre de 1867.
39
 
 Este decreto coincidía con el esfuerzo de Mejía por reorganizar el ejército. A partir de 
entonces, los oficiales, jefes y generales no tendrían que preocuparse de la procuración de 
haberes, armas u hombres. Ahora sólo se ocuparían –según las ilusiones de Mejía y Juárez– 
de asuntos meramente castrenses y no administrativos, como lo habían hecho con anterioridad 
en materia de hacienda, justicia, educación y obras públicas.
40
 El poder que habían adquirido 
dichos militares durante las guerras de Reforma e Intervención se había debido a la 
incapacidad del gobierno para proveer los elementos necesarios para hacer la guerra, 
incapacidad suplida por el genio de los generales y jefes militares: 
 
[…] su sagacidad para dar al enemigo un golpe de mano le dejara armas o parque y su 
autoridad moral o el temor que su fuerza engendraba para obtener préstamos, alojamiento, 
pasturas o medios de transporte. Todo esto daba al jefe militar conocimiento de una región, 
relaciones en ella, poder sobre personas y bienes, es decir, se fue convirtiendo en la autoridad 
real, directa, tangible de esa región, en un poder tanto más fuerte y personal cuanto que en 
todo obraba con la autoridad y el desenfado que le daban la fuerza, la necesidad y, por si 
faltara algo, la mismísima ley.
41
 
 
Juárez y Mejía estaban conscientes del poder de estos hombres y de la influencia que tenían 
en sus respectivas zonas: los Díaz en Oaxaca, Corona en Jalisco y Durango, los Álvarez en 
Guerrero, Escobedo en San Luis Potosí entre otros; así que se les respetó su rango y se 
reconoció su importancia en la guerra de Intervención, otorgándoles los cargos más 
importantes en el nuevo ejército federal. Juárez utilizó el poder que estos hombres ejercían en 
sus regiones y los nombró representantes de su gobierno, provocando la oposición entre 
generales-caciques de influencia menor. Corona en Tepic en oposición de Lozada; Ignacio 
 
39
 Dublán, Op. Cit., T. X, Pte.1, P. 29-30; Cosío Villegas, Historia Moderna…, P. 136-13, 143. 
40
 Cosío Villegas, “¿Dónde está el villano?”…, P. 433. 
41
 Ibid., P. 72. 
 
21 
 
Alatorre, en la sierra de Puebla en oposición a Juan N. Méndez y Escobedo en oposición de 
Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo en Nuevo León. Todos estos jefes menores fueron 
combatidos por el ejército federal con el objetivo de disminuir su influencia e imponer el 
control del gobierno federal en zonas a veces tan alejadas del centro. 
 Dentro de la oposición había algunos militares que ocupaban gubernaturas y que 
habían adquirido un poder más efectivo sobre la administración pública: impuestos, aduanas, 
préstamos forzosos, etc; haciéndose de recursos que fortalecían su influencia política y 
militar: Servando Canales en Tamaulipas, Florencio Antillón en Guanajuato, Ignacio 
Pesqueira en Sonora, entre otros. “En mayor o menor grado todos tenían el poder de limitar o 
comprometer los esfuerzos del gobierno federal en su región.”
42
 Habían llegado al poder 
debido a su importancia local en la lucha contra los franceses; la mayoría se había levantado 
en armas para combatir la Intervención y organizaron la resistencia en sus lugares de origen 
convirtiéndose en gobernadores o jefes de los contingentes armados. Debido a su capacidad 
de levantar fuerzas armadas, el gobierno federal los veía como una amenaza y a la mayoría los 
combatió por su oposición política, en la mayoría de las veces porfirista. 
 En cuanto a la formación profesional de los generales que estuvieron en activo durante 
los diez años de la República Restaurada, se puede decir que la mayoría carecía de 
adiestramiento profesional en el uso de las armas, como explica Alicia Hernández: “Durante 
la etapa formativa del ejército los oficiales no provenían de las escuelas del ejército, sino que 
su adiestramiento se realizó en filas.”
43
 La situación político-militar de la mitad del siglo XIX 
permitió el ascenso rápido en el ejército de varios jóvenes que habían iniciado su carrera 
alistándose en la Guardia Nacional o en batallones locales y para el sitio de Querétaro muchos 
ya formaban parte de algún cuerpo organizado como el Ejército de Oriente o la División del 
 
42
 Perry, “El modelo liberal…”, P. 655. 
43
 Alicia Hernández Chávez, “Origen y ocaso del ejército porfiriano” en Historia Mexicana, México, El Colegio 
de México, Vol. 39, Núm. 1, julio-septiembre, 1989, PP: 257-296, P. 265. 
 
22 
 
Norte. Según Hernández, el promedio de ascenso entre un grado y el siguiente era de dos o 
tres años aproximadamente, sobre todo en la década de los setenta.
44
 
 
Los soldados del ejército federal 
 
De los soldados que quedaron en activo después de la guerra de Intervención y Reforma todos 
habían participado en ella. Según Alberto Lozoya, se dio preferencia en el ejército federal, 
para integrar las unidades que quedaron en activo, a las fuerzas guerrilleras como los famosos 
“plateados”. Durante los años de guerra se había generado una estrecha relación entre el 
soldado, la región y el jefe militar –dada por el lugar de origen del soldado que regularmente 
operaba allí, y por los años de operaciones conjuntas entre soldado y jefe–: “el conjunto 
obrará en cualquier situación como un solo hombre, obedeciendo a una sola voluntad 
reconocida y apreciada, dadas las relaciones establecidas con anterioridad y en el curso de las 
campañas sostenidas.”
45
 Los cuerpos de las divisiones eran eficaces en sus regiones y 
gozaban, según el caso, de diversas capacidades para movilizarse en cualquier zona 
geográfica del país.
46
 
 A pesar de la heterogeneidad de los miembros del ejército y la poca profesionalidad de 
los mismos, Gloria Fuentes explica que “se dedicaron con verdadera lealtad a consolidar la 
paz”,
47
 formando una fuerza militar al servicio del gobierno federal “apto para la guerra como 
para la paz”.
48
 La prioridad del ejército federal fue la exterminación de los rebeldes y en un 
segundo plano (aun cuando se supone que era el principal objetivo desde su integración) la 
protección del comercio en caminos y puertos:
49
 “el nuevo ejército modelo fue una máquina 
 
44
 Ibid., P. 270-271. 
45
 Mendoza, Op. Cit., P. 282. 
46
 Ibid., P. 282; Alberto Lozoya, El ejército mexicano, México, El Colegio de México, 1970,156 P.; P. 31-32. 
47
 Fuentes, Op. Cit., P. 60. 
48
 Ibid. 
49
 Ibid. 
 
23 
 
excepcionalmente eficiente, que supo una y otra vez sofocar revueltas incipientesy llevar la 
antorcha del respeto por el gobierno nacional de una punta a la otra del país.”
50
 
Después de veinte años de guerra y tres intervenciones extranjeras, el gobierno federal 
decidió que el ejército no se estacionara en las fronteras para defender la soberanía nacional, 
sino se volcase hacia el interior de la República Mexicana para imponer el estado de derecho 
de Juárez y Lerdo. Como explica Hernández, México no participó en el proceso de los demás 
países latinoamericanos que, por la rivalidad de fronteras, protección de los mares y puntos 
estratégicos aceleraron la profesionalización de sus ejércitos. Y en efecto el gobierno 
mexicano debía enfocarse en fortalecerse frente a la oposición política interna capaz de 
atentar contra el orden establecido. Por esto la profesionalización de sus fuerzas armadas se 
inició de manera más lenta y accidentada, logrando su auge hasta finales del siglo XIX.
51
 Sin 
embargo, Ricardo Forte argumenta que desde la Constitución de 1857 el sector militar se 
transformó en una institución jurídicamente moderna, presentándose como el defensor de las 
garantías constitucionales a pesar de actuar la mayor parte del tiempo con facultades 
extraordinarias que suspendían las garantías individuales más importantes.
52
 
La primera organización del ejército buscó eliminar los intereses locales y regionales 
anteponiendo los intereses nacionales y se planteó con el objetivo de integrar un cuerpo 
armado, organizado y disciplinado que obedeciera a las órdenes del Poder Ejecutivo. Se hizo 
en un primer plano sobre la reorganización legislativa –que se muestra en el siguiente 
capítulo– con el interés de establecer un “mando más centralizado y jerarquizado”.
53
 Dicha 
reorganización también buscaba establecer una lealtad de los militares hacia las instituciones 
liberales, deshaciendo el lazo directo y discrecional que se había generado, durante los años 
de caos, entre los comandantes militares y los soldados. 
 
50
 Knapp, Op. Cit., P. 193-194. 
51
 Hernández Chávez, Op. Cit., P. 259. 
52
 Forte, Op. Cit., P. 599. 
53
 Staples, Op. Cit., P. 12. 
 
24 
 
II. LAS BATALLAS DEL PRESIDENTE 
 
Los veinte mil hombres que quedaron en activo después del licenciamiento de 1867 dieron 
muchos problemas a Juárez y Mejía. El mantenimiento del ejército en un marco de franca 
bancarrota del gobierno federal significó un esfuerzo permanente por parte del Ejecutivo y de 
sus secretarios de Guerra y Hacienda. Este capítulo trata de las medidas que la administración 
pública federal llevó a cabo para mantener en activo al ejército; es también un estudio de los 
presupuestos durante los años de la República Restaurada y lo destinado al ramo de guerra, el 
análisis de cómo el gobierno federal logró con escasos recursos el triunfo de sus fuerzas sobre 
las disidencias locales. 
 Del ejército federal se ocuparon principalmente tres áreas del gobierno: la secretaría de 
Guerra, con las reformas castrenses de Mejía que reorganizaron al ejército; la presidencia de 
la República, con las facultades extraordinarias de las que se invistió para dar mayor 
movilidad a las divisiones en sus operaciones y la secretaría de Hacienda, con las partidas 
presupuestarias que beneficiaron sobre otros ramos al de Guerra, para el pago de haberes, 
abastecimiento y conducción del ejército. El presidente y sus secretarías unieron esfuerzos 
para lograr una respuesta sistemática a las sublevaciones que amenazaban al poder federal. A 
continuación, se detallan estos mecanismos y procesos reformadores, legales y financieros. 
 
LA BATALLA ORGANIZATIVA 
 
La secretaría de Guerra y Marina 
 
Al restablecerse el gobierno republicano en la Ciudad de México, se puso énfasis en la 
reorganización de las dependencias gubernamentales. La secretaría de Guerra se restableció 
 
25 
 
con el decreto del 24 de julio de 1867, a partir de entonces se reasumieron sus facultades 
inspectoras y de despacho.
54
 La reorganización pretendía profesionalizar las fuerzas militares 
a través de una legislación que controlara desde la capital de la república las divisiones del 
ejército: entre 1867 y 1871, de 88 decretos legislativos relativos a las unidades militares, 60 
fueron emitidos por la secretaría de Guerra y el resto por el Ejecutivo o el Congreso de la 
Unión. El carácter de la legislación fue diverso pero con el mismo objetivo: sobreponer una 
estructura militar mucho más organizada a la ya existente, limitar a los jefes en su mando, 
organizar el modo de proceder con los haberes del ejército y tener un conocimiento preciso 
sobre el estado de las fuerzas. 
 Se comenzó con la reestructuración de los mandos, para lo cual se emitió una serie de 
decretos que tenían como fin de que se informara la secretaría de Guerra sobre los mandos de 
las unidades dispersadas en el territorio nacional; los jefes y oficiales, desde agosto de 1867, 
estaban en el deber de acreditar sus empleos con sus respectivas patentes; también tendrían 
que enviar un informe a la secretaría sobre la conveniencia de revalidar su cargo.
55
 A partir de 
entonces los grados del ejército dejarían de otorgarse al instante como sucedió en los 
momentos críticos de la Intervención Francesa. También los empleos militares que gozaran de 
un sueldo mayor de tres mil pesos anuales tendrían que ser aprobados por el Congreso. Lo 
mismo sucedería con los nombramientos de sargento, los cuales tendrían que ser aprobados 
 
54
 Durante la Intervención Francesa las secretarías de Estado del gobierno republicano prácticamente 
desaparecieron. La acción administrativa del Estado recayó en los hombres de confianza de Juárez, por ejemplo, 
en Manuel Doblado, quien se encargó por un tiempo de la secretaría de Relaciones Exteriores, Gobernación y 
Hacienda. La secretaría de Guerra no fue la excepción; los asuntos castrenses fueron delegados a discreción en 
los jefes militares regionales. Díaz, Escobedo, Régules, Zaragoza y González Ortega, entre otros, gozaron de 
libertad para levantar ejércitos enteros con el fin de defender el proyecto liberal ante los conservadores y 
franceses. Por su parte, los secretarios de Guerra como Miguel Negrete e Ignacio Mejía acompañaron a Juárez en 
su viaje por el norte del país y participaron en las campañas sin tener una sede permanente para atender los 
asuntos administrativos de la guerra. El 7 de diciembre de 1867 se establecieron, entre otros departamentos, el 
Estado Mayor en la secretaría de Guerra. México, Ministerio de Guerra y Marina, Manuel María de Sandoval, 
Ángel de Campo, Prontuario de leyes, reglamentos, circulares y órdenes mandadas observar al ejército 
mexicano, desde 1821 hasta mayo de 1870, México, Imprenta del Gobierno, en Palacio, 1872, 152 P., P. 52. 
55
 “[…] los ciudadanos generales en jefe de los cuerpos remitan á este ministerio relaciones por clases de los je-
fes y oficiales, acompañadas de la copia del despacho ó nombramientos de cada uno de ellos, y que al margen de 
cada copia informe el jefe del cuerpo y la opinión del general sub-inspector, sobre la conveniencia de la 
ratificación del empleo de aquellos cuyas colocaciones tengan carácter provisorio en vista de la falta de patente 
legítima.” Dublán, Op. Cit., T. X, Pte.1, P. 71, Prontuario de leyes, P. 41. 
 
26 
 
por la secretaría de Guerra. Los jefes militares que quisieran hacer una propuesta sobre el 
otorgamiento de un cargo debían informar en las hojas de servicio sobre la conducta civil y 
militar del interesado.
56
 
 Durante estos primeros años de la República Restaurada, se quiso establecer una 
dinámica burocrática, en la cual cada jefe y oficial tuviera que informar a la secretaría de 
Guerra sobre sus actividades. La Cruz de Constancia fue una motivación para que los 
generales, jefes y oficialesdel ejército informaran sobre sus actividades durante el tiempo de 
servicio.
57
 El 20 de enero de 1868, se retomó un formulario de documentos de 1854 para 
exigir el conocimiento del estado de las fuerzas: “Se recuerda a los comandantes de cuerpo 
que remitan al ministerio de guerra los que señalan los formularios, y además un estado de 
fuerza, armamento, vestuario y noticia de la instrucción que se da á la fuerza.”
58
 El poco eco 
que este decreto tuvo no paró a Mejía en su insistencia por saber el estado de las fuerzas y 
controlar a los jefes con sus unidades. En abril de 1868 se decretó también lo siguiente: 
 
[…] se recuerde á los ciudadanos generales en jefe, así como á todo jefe que tenga mando de 
fuerza al servicio del Gobierno general, la obligación en que están de remitir cada mes á esta 
secretaría los documentos que previene la circular de 6 de Octubre de 1860; fijando la 
atención muy particularmente, sobre que, además de los que previene el formulario de 
documentos de 29 de Abril de 1854, se deben remitir también mensualmente: un estado de 
armamento y municiones con su alta y baja, uno de vestuario y equipo en los propios términos, 
y la noticia de la instrucción en que se encuentran todas las clases del cuerpo, advirtiéndose, 
que los ciudadanos jefes de los cuerpos remitirán directamente á este Ministerio los 
 
56
 La Constitución de 1857 establece que el Congreso debía aprobar todos los cargos civiles o militares con un 
sueldo mayor a tres mil pesos anuales; Prontuario de leyes, P. 41. 
57
 El papeleo tenía su parte laboriosa: los certificados eran una constante en la legislación castrense, generales y 
jefes tendrían que emitir un certificado a aquellos que se separaban del ejercicio de las armas en el cual se 
señalaran fechas de servicio activo y los servicios que prestó el interesado a la causa nacional. Otro certificado 
tenía que emitirse por las cantidades de dinero que se le otorgaban a los cuerpos cuando marchaban de un punto 
a otro. Prontuario de leyes, P. 41. 
58
 Ibid., P. 42. Durante tres meses la secretaría tuvo que recordar el decreto del 20 de enero de 1868 en el cuál 
mandaba a los jefes de los cuerpos remitir los documentos cuatrimestrales y de fin de año. Dublán, Op. Cit., T. 
X, Pte.2, P. 234 
 
27 
 
documentos de que se trata, sin perjuicio de hacerlo también a los generales en jefe de las 
divisiones ó brigadas á que pertenezcan.
59
 
 
En la misma línea, Mejía ordenó la petición de los libros de antigüedad de los jefes y oficiales 
de los cuerpos y/o copias certificadas y los informes necesarios para formar el escalafón 
general del ejército.
60
 
 Los jefes militares tendrían que actualizar en todo momento la información referente 
al estado de su tropa. El 27 de agosto de 1867 se mandó afiliar a todos los individuos de la 
tropa que, por razón de la guerra, no lo estuvieran y en cuanto un soldado nuevo (un 
reemplazo) tomaba parte de sus fuerzas, el jefe tenía la obligación de filiarlo 
inmediatamente.
61
 Otra medida que se tomó para el conocimiento del estado de la fuerza y 
control de la misma fue la revista, reglamentada al día siguiente, el 28 de agosto de 1867.
62
 
Sobre la legislación de los pagadores y haberes también se hizo énfasis. El 26 de 
noviembre de 1867 se restableció el sistema de contabilidad del reglamento de 1851.
63
 La 
limitación en la administración de haberes creció en diciembre de 1868 cuando se decretó que 
los jefes de los cuerpos dejarían de girar contra las oficinas de Hacienda las cantidades que 
necesitarán para sus tropas, pues a partir de entonces los pagadores se harían cargo del 
 
59
 Recopilación de leyes, decretos y providencias de los poderes legislativo y ejecutivo de la Unión, Tomo II, de 
enero a junio de 1868, México, Imprenta del Gobierno en el Palacio a cargo de José María Sandoval, 1871,560 
P., P. 253 
60
 Prontuario de leyes, P. 41. 
61
 De la forma llenada con el número de filiación el encargado del papeleo tendría que remitir cuatro copias: una 
para la oficina de Hacienda, la segunda para la tesorería, otra para la secretaría de Guerra y la última se agregaba 
por el jefe comisionado al expediente de cada reemplazo. Prontuario de leyes, P. 55; Dublán, Op. Cit., T. X, 
Pte.4, P. 691. 
62
 Prontuario de leyes, P. 41. Debido a que la revista proporcionaba información sobre el total de activos a pagar, 
los comisarios y jefes de Hacienda serían los hombres encargados de pasar la misma, fijando ellos el día y los 
términos de la circular de 1856: “Pasar revista de comisario en la capital y lugares cuya distancia no exceda de 
tres leguas de su residencia. Exigir los documentos comprobantes al acto de la confronta, firmados y visados, 
todo conforme al reglamento que para estas operaciones se le dirigirá oportunamente.” Dublán, Op. Cit., T. X, 
Pte.2, P. 227 
63
Un año después la secretaría decretó que sólo el gobierno podía nombrar a los pagadores del ejército a 
propuesta de la Tesorería. Los pagadores elegidos tendrían que cumplir con los requisitos que prevenía el 
reglamento del 2 de junio de 1851. El decreto establecía las formas de cubrir las bajas o ausencias de los 
pagadores y las faltas de los mismos. En decreto fechado el 8 de febrero de 1869 se advierte que los pagadores 
no podían enajenar los recibos a los agiotistas, esto es, quedaba prohibido traspasar a un especulador o parecido 
la capacidad de pagar los sueldos. Prontuario de leyes, PP. 41, 100; Dublán, Op. Cit., T. X, Pte.3, PP. 457-458. 
 
28 
 
trámite. De esta manera, el gobierno federal los limitaba económicamente en su 
funcionamiento administrativo. En una comunicación del 30 de agosto de 1870, se hizo 
énfasis en que a pesar de las situaciones anómalas existentes los jefes militares no podrían 
disponer de los fondos públicos, ni intervenir en la manera de recaudación y distribución de 
los mismos, sólo en caso de emergencia nacional podían hacer uso de de sus “buenas 
relaciones” para conseguir recursos.
64
 
El pago de los haberes se reglamentó específicamente en el decreto del 4 de diciembre 
de 1868 que, entre otras cosas, establecía que los pagos se tendrían que hacer con entera 
equidad entre oficiales, jefes y clases.
65
 La revista y el pago de haberes estaban estrechamente 
relacionados, ya que el primer día de cada mes se debían enviar a la secretaría de Hacienda 
los extractos de revistas del mes anterior, para que con base en ellos se estructuraran los 
presupuestos del siguiente. El dinero que faltase o sobrase del mes anterior sería arreglado 
conforme a lo que indicasen las revistas y cuadrado en el siguiente depósito. El presupuesto 
incluía o debía incluir lo siguiente: 
 
un cálculo de las cantidades indispensables para gastos imprevistos, cuya suma será invertida, 
de orden del señor comandante general, en fletes que sea preciso pagar, advirtiéndose que en 
el mes subsecuente se incluirá el sobrante de esta cantidad, pues no por quedar aprobada se 
autoriza para gastarla precisamente en el mes.
66
 
 
 
64
 Para entonces varias sublevaciones habían acontecido y la esperanza de la paz se estaba esfumando al igual 
que el tesoro público. Prontuario de leyes…, P. 41; Manuel Dublán, Legislación mexicana ó colección de las 
disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República, ordenada por los licenciados 
Manuel y José María Lozano, México, Imprenta del Comercio, de Dublán y Chávez, a cargo de M. Lara (hijos), 
Calle de Cordobones, número 8, 1879, T. XI, Pte.1, PP. 177-178. 
65
“[Se] ha dispuesto que las comisarías de los Estados, las de ejército y división, así como las pagadurías, 
remitan á este ministerio el día 15 de cada mes el presupuesto general de haberes íntegros. En esto constará lo

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