Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE HISTORIA APROXIMACIONES A UNA GENEALOGÍA DEL ESPACIO MUSEAL: NACIONALISMO Y BIOPOLÍTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ALTES MUSEUM. TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA: EDUARDO YESCAS MENDOZA ASESOR: MTRO. GUSTAVO TORIS GUEVARA CIUDAD UNIVERSITARIA, CIUDAD DE MÉXICO, SEPTIEMBRE, 2017 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 3 Agradecimientos El presente trabajo es apenas el primer acercamiento metodológico a algunas de las inquietudes que me han azotado desde mi despertar consciente y el inicio de la crisis. Como tal, no habría sido posible sin la ayuda e influencia de las personas y seres queridos que me rodean. En este sentido, no queda más que expresar una gratitud y el decir que este trabajo es de ustedes. Agradezco en primer lugar, a mi familia; a mis padres, Martha y Ramón y a mi hermano, Rogelio, por darme la posibilidad tanto material como espiritual para emprender este camino. A mis amigos Adrián, Aquiles, Vanessa, Omar y Manuel, por su incondicional apoyo. A Daniel, por ser y estar siempre. A Andrea por hacer de mi (nuestra) tragedia, una gratitud. Con profundo agradecimiento y cariño menciono también a mi asesor Gustavo Toris Guevara, a quien le debo el interés por problematizar y hacer del espacio y sus dinámicas un objeto de estudio para comprender (nos en) la historia. Es gracias a la ayuda de Gustavo que he podido encontrar algunas vertientes para estudiar los procesos vorágines de la modernidad desde maneras que antes me eran impensables y de las que espero, podamos eventualmente construir otras formas de vivir. De igual forma, agradezco a los profesores que conformaron mi sínodo por sus comentarios y críticas puntuales, que sin duda ayudaron a hacer más claro un planteamiento en principio divergente: Dr. Fernando Martínez Betancourt, Dra. Jessica Ramírez Méndez, Mtro. Ricardo Ledesma Alonso y Mtro. Ilán Semo Gromán. 4 Índice Introducción ................................................................................................................... 5 Lo que se ha dicho ...................................................................................................... 12 Metodologías ............................................................................................................... 16 Capítulo I. Ilustración, racionalismo y (bio)política ................................................ 20 Sobre el término biopolítica ......................................................................................... 24 Estética y biopolítica .................................................................................................... 28 Mecanicismo y moldeabilidad ...................................................................................... 29 Medicina moral-sensible .............................................................................................. 37 Sensibilidad y estética ................................................................................................. 40 Hacia una estética biopolítica ...................................................................................... 47 Capítulo II. Arquitectura sin arquitectos. Espacio, sensibilidad y soberanía. ..... 52 La teoría de la arquitectura en la Ilustración ................................................................ 52 Tipología y carácter ..................................................................................................... 57 Institucionalización ...................................................................................................... 63 Lo sublime-político ....................................................................................................... 65 Arquitectura, reforma y terror ....................................................................................... 77 Capítulo III. El dispositivo estético-nacional ........................................................... 92 El museo en la teoría de la arquitectura ilustrada ........................................................ 94 Democratización estética y nacionalización de las artes ........................................... 101 El caso del Altes Museum ......................................................................................... 104 El ritual nacionalista ................................................................................................... 125 Conclusiones ........................................................................................................... 134 Bibliografía, referencias y repositorio .................................................................................... 139 5 Introducción Desde su aparición a finales del siglo XVIII, los museos se han constituido como una de las instituciones imprescindibles para la vida moderna. Debido a su carácter pedagógico y educativo, la práctica museal se ha extendido a todos los rincones del mundo occidental y se ha insertado como un ejercicio institucional tan común que es posible afirmar que no existe un entorno urbano que no cuente con este ejercicio. Ante este fenómeno, han surgido innumerables debates en la discusión académica que han generado muy distintas perspectivas que van desde aquellas que consideran a este y su potencial instructivo como logro de la modernidad occidental, y en particular, de los valores de la Ilustración – como forma de llevar el conocimiento y la cultura a un nivel “masivo”1 – hasta distintas críticas que cuestionan la relación del museo como una pedagogía colonialista en donde la selección minuciosa del museo y sus instrumentos educativos (curadurías, arquitecturas, obras de arte, etc.) más allá de ser consideradas como invitación al conocimiento, pueden ser también leídas desde una forma de imponer una visión o una verdad, así como una forma de “moldear ciudadanos”2. La presente investigación pretende ahondar en esta discusión mediante una propuesta de lectura histórica e hipotética que permita entender al museo, en el momento de su nacimiento institucional a finales del siglo XVIII y principios del XIX, como una técnica política de economía emocional. Dicha hipótesis surge luego de evaluar las condiciones históricas del nacimiento del museo como institución pública en el seno del racionalismo ilustrado y la conformación pública-política de Occidente, cuando a la par de surgir la necesidad por crear una institución para la enseñanza y el deleite estético mediante la espacialidad museal-arquitectónica, se desarrollan y perfeccionan técnicas de control –emocional– o de manipulación pedagógica a través del espacio-institución 1 Por supuesto, la idea del museo como comunicación masiva supone también un debate, puesto que es posible cuestionar este principio operativo en un momento enel que el paso de un elitismo a una masividad en la cultura no es claro. Lo que sugiero en este sentido es entender al museo como un incipiente instrumento de masividad que precisamente, configuró para sus predecesores una manera de entender tanto a las artes y lo cultural dentro como dispositivo de comunicación social y masividad. Para un mayor análisis sobre este debate, Cf. James Cuno en, Museums Matter. In praise of the encyclopedic museum, Chicago ,University of Chicago Press, 2011, pp. 148 y Peter Aronsson y Gabriella Elgenius (eds.) en National Museums and nation- building in Europe 1750 – 2010, Nueva York, Routledge, 2015. 2 Cf. Lois. H.Silverman, The social work of musems, Nueva York, Routledge, 2010, pp. 191 6 como los ejemplos de la cárcel, el hospital y el “urbanismo científico”3 ya nos sugieren; que sobre una epistemología teórico-práctica construida en la idea del mundo como un universo mecánico producto de una legitimidad científica que permitía entender a la vida social como moldeable, asumían el papel de “instituciones moldeadoras de ciudadanos”. En este sentido, lo que se pretende demostrar es que el museo se construye bajo los mismos preceptos en torno a una docilidad humana. Esta consideración es, por supuesto, en suma compleja y requeriría de un examen de las pedagogías que intervienen en el proceso de la relación del museo – espacio; es decir, curadurías, museografías, etc. Para la presente investigación se abordará únicamente el factor arquitectónico dadas la coyunturas epistemológicas y factuales sobre las que se construye este espacio en un momento de revaloración y emergencia de la arquitectura moderna, que por medio de nuevos elementos como la inclusión de valores pedagógico espaciales bajo el esquema urbano-ilustrado, transforman a los edificios en un potencial práctico y mayormente efectivo para la gubernamentabilidad pública4. Es decir, es en este momento donde por primera vez esta práctica da cuenta y adquiere una autoconsciencia de su potencial político y de su efectividad para modificar las dinámicas sociales5, sobre una esquema de docilidad fáctica que basada en ideas mecánicas y médicas permiten asumir al edificio como una suerte de grafema y dispositivo tanto para la comunicación social como para la propia creación del individuo bajo la lógica moderna.6 De tal modo que la principal hipótesis de esta investigación es que el museo, hablando sobre esta docilidad cuasi médica, es una materialidad política que a través de su arquitectura, espacialidad y estética, se conformó precisamente como un dispositivo7 3 Cf. Michel Foucault, “El nacimiento de la medicina social” en Estrategias de poder, Intr. y trad. de Julia Varela y Fernando Álvarez Uría, Madrid, Ed. Paidos, pp. 363 – 384. 4 Cf. Kenneth Frampton, Historia crítica de la arquitectura moderna, trad. Jorge Sainz, Ed- México, Gustavo Gili, 2010. 5 Es decir, aunque la arquitectura por su potencial sensible es una constante en los gobiernos y en las administraciones públicas, es a partir de esta teorización que los edificios y su minuciosa planeación adquieren un papel consciente de su potencial gubernamental. En este sentido, esta investigación parte del supuesto al mismo tiempo del que la arquitectura, en tanto materialidad, es condicionante tanto ideológica como afectiva para las dinámicas socio espaciales en la modernidad. 6 Henry M. Lloyd (ed.), The discourse of sensibility. The knowing body in the Enlightenment, Universidad de Sydney, Sydney, Ed. Springer, 2013. 7 El concepto de dispositivo fue desarrollado por Michel Foucault y posteriormente retomado por Gilles Deleuze y Giorgio Agamben en el contexto de la crítica filosófica de la política occidental. Para el propósito de esta investigación, se utilizará la definición del pensador italiano: “[…] 7 del espacio que pudiera solucionar algunas cuestiones pragmáticas en torno a una incipiente administración pública que dependía de una materialidad para funcionar, en el contexto del nacimiento de las conciencias nacionalistas y los nuevos retos administrativos y políticos que ello implicó. Lo que sugiero entonces es que la crisis de nacionalismos que afectó a toda Europa a finales del siglo XVIII, necesitó de un instrumento para crear ciudadanos a través de subjetividades emocionales, que encontrar en el museo una vertiente –material– para desarrollarse8. Para demostrar esto, tomaré un ejemplo que de acuerdo a la historiografía en torno al museo, resulta ser el paradigma para la constitución espacial de esta tipología durante todo el siglo XIX y principios del XX9: el Altes Museum del arquitecto prusiano Karl Friedrich Schinkel. De tal modo que no se tratará de hablar de un momento en la historia constructiva del museo en específico ni de un fenómeno aislado en tanto evolución estilística, sino de exponer a partir del ejemplo paradigmático, para tratar luego de establecer algunas conclusiones sobre la configuración de este espacio como institución pública y como tipología arquitectónica para añadir a la discusión académica este problema como parte de un complejo engranaje de poder y espacio dentro de la política moderna occidental. Esta investigación por tanto se propone explicar algunos de los motivos y directrices que nos pueden indicar las razones por la cual nace la idea del museo como llamaré dispositivo literalmente a cualquier cosa que de algún modo tenga la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, moderar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes. Por lo tanto, no sólo las prisiones, los manicomios, el Panóptico, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas, las medidas jurídicas, etc., cuya conexión con el poder de algún modo es evidente, sino también con la pluma, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarrillo, la navegación, los ordenadores, los teléfonos móviles y –por qué no– el lenguaje mismo, que quizás es el más antiguo de los dispositivos, en el que miles y miles de años atrás un primate –probablemente sin darse cuenta de las consecuencias a las que exponía– tuvo la inconsciencia de dejarse capturar.” Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo?, Trad. Mercedes Ruvituso, Barcelona, Ed. Anagrama, 2015, p. 24. Las cursivas son mías. 8 Cf. George L. Moose, La nacionalización de las masas: simboismo político y movimientos de masas en Alemania desde las Guerras Napoléonicas al Tercer Reich, trad. de Jesús Cuéllar Menezo, Madrid, Ed. M. Pons Historia, 2005, 9 Me refiero principalmente a dos estudios: Douglas Crimp, On the museum’s ruin, Cambridge- Massachusetts, The MIT Press, , 1993 y Thomas W. Gaehtgens, “Altes Museum, Berlin: Buidling Prussia’s fisrt modern Museum” en Paul Carole (ed), The First Modern Museums of art: the birth of an institution in 18th and earl 19th century Europe, Los Angeles, J. Paul Getty Museum, 2012, p. 222. En estos dos análisis se reconoce que aunque históricamente, el Altes Museum no es el primero en su tipo, es el que sentará las bases en la construcción de museos para todo el siglo XIX y una pequeña parte del XX. 8 una institución y el porqué de la importancia de éste en la administración pública a partir del siglo XIX a partir de la hipótesis de que el museo es entonces –hablando desde su complejidad material arquitectónica–, una técnica política dentro de un cúmulo complejo de materialidades, espacialidades y artefactos desarrollados en las lógicas del racionalismo ilustrado. Lo que nos ayudará a formular a manera panorama, una nueva propuesta para el debate sobre el museo-institución que nos permita comprender algunas de las razones por la cualeses específicamente hasta el siglo XVIII que surge la necesidad por esta esquema espacio-estética, pues cabe recordar que hasta antes la idea de un espacio para el deleite y la instrucción pública a partir de lo estético era aún inconcebible10. En razón a lo anterior, este planteamiento pretende partir y poner a prueba una metodología genealógica11, remitiéndonos necesariamente a la Europa ilustrada del siglo XVIII, cuando entonces a través de la revalorización epistemológica y las innovaciones tecnocientíficas, la “arquitectura científica” puede asumirse como productora de experiencias al mismo tiempo que normadora de ciudadanos –una vez que estos se ven como dóciles bajo el racionalismo médico y estético–.12 Así, esta investigación se propone realizar un análisis de la práctica arquitectónica como un saber institucional, que partiendo desde las consideraciones histórico hermenéuticas de la propuesta foucaultiana y su particular lectura sobre la genealogía de saberes y poderes (y gobiernos) –así como de la interpretación del giro espacial para entender las dinámicas sociales a través, precisamente, del espacio– nos permitirá entender a mayor rasgo el nacimiento de una práctica en el contexto de la Europa de la Ilustración y de la configuración –institucional– 10 Cf. B. Butler, “The ‘Alexandria Project in the Western Imagination” en Return to Alexandria: an ethnography of cultura heritage revivalism and Museum memory, California, Walnut Creek, 2007, pp. 31- 63 11 Para este proyecto, el sentido del concepto genealogía será entendido desde la propuesta de Foucault, para quien la genealogía supone no una búsqueda de un origen, sino la explicación causal del surgimiento de ciencias, saberes, instituciones o identidades, así como su desarrollo azaroso en el marco de la historia. Así, entendido a la arquitectura del museo como una particularidad paradigmática, nos proponemos trazar las pautas y los devenires de esta práctica arquitectónica a partir de la idea de que la genealogía no busca únicamente un origen, sino que se ocupa en “las meticulosidades y en los azares de los comienzos” así como en “prestar una escrupulosa atención a su derrisoria malevolencia; prestarse a verlas surgir quitadas de las máscaras, con el rostro del otro; no tener pudor para ir a buscarlas allí donde están -“revolviendo los bajos fondos”-; dejarles el tiempo para remontar el laberinto en el que ninguna verdad nunca jamás las ha mantenido bajo su protección”. Cf. Michel Foucault, Nietzsche, la genealogía, la historia, Trad. José Vázquez Pérez, Valencia, Ed. Pre-Textos, 2007, p. 11 12 Cf . José Ramón Recalde, La construcción de las naciones, México, Siglo XXI , 1982. 9 de la modernidad política en su dimensión material. A partir de esto podremos sugerir que, al menos desde la teoría de la arquitectura y su discursividad, se construye al museo como una práctica encaminada a crear pedagogías y emociones bajo la dinámica del “deleitar para luego instruir” bajo un supuesto esquema de docilidad fáctica médica y también estética. De tal modo me propongo generar, desde una suerte de historia política de la arquitectura y el espacio, una respuesta tentativa para entender el éxito del museo como dispositivo y como institución. Esta investigación pretende ser, por tanto, una historia de un dispositivo. Planteamientos Una lectura sobre la Ilustración y el racionalismo científico sugiere que gracias a distintos cambios epistemológicos producidos primero por factores como el mecanicismo cartesiano y posteriormente, la física newtoniana, a finales del Siglo XVII el “pensamiento” alcanzó una “Era de la razón”, en donde a través del razonamiento crítico los individuos se asumieron como capaces de conocer y modificar todo ámbito natural y social. Esta visión sugiere entonces una consideración hacia la Ilustración como un fenómeno meramente intelectual, en el que entonces sólo aquellas comunidades con la capacidad de acceder al racionamiento científico pudieron haber sido testigos de dichos cambios. Sin descartar dicha lectura, se puede sugerir también que “el avance de la razón”, más que por ser causa directa de una ruptura epistemológica, fue también causa directa de distintos factores económicos, sociales y políticos que hicieron necesarios el pensamiento crítico. A saber, la consolidación de la economía capitalista y su apremiante necesidad por conceptualizar nuevos métodos de explotación de la naturaleza13, la imperante exigencia por pensar en nuevas formas de organización social tras la ruptura de la “hegemonía política” de Europa luego de la Reforma que se desembocaron en el origen de la teoría social y la filosofía política moderna14, y que, entre otros, pueden 13 Cf. Margaret Jacob y Larry Stewart, Practical matter: Newton’s Science in the Service of Industry and Empire (1687 – 1851), Massachusets, Harvard University Pres, 2004 y Margaret Jacob. The cultural meaning of the Scientifc Revolution, Filadelfia, Temple University Press, 1988. 14 Cf. Steven Shapin, “What was the knowledge for?” en The Scientific Revolution, University of Chicago Press, Chicago, 1992. pp. 119 – 165 . Para la acepción de la teoría política y su nacimiento bajo una lógica moderna o científica, cf. Herbert Marcuse, Razón y Revolución. Hegel y el surgimiento de la teoría social, Barcelona, ed. Altaya, 1994. 10 entonces ayudarnos a entender la magnitud de un problema que no sólo precede al campo de las ideas, sino a la compleja realidad social-material. Esto nos sugiere también una relación dialéctica entre el avance del pensamiento racional-científico a la par que una forma de dominación técnica-científica de la naturaleza que ya ha sido señalada por problematizaciones como la de la Escuela de Frankfurt; y que nos invita a pensar a las distintas técnicas y ciencias de la Ilustración entonces no como el resultado sólo de procesos intelectuales, sino también, de las necesidades por aprovechar y dominar sobre la naturaleza, en tanto materialismo económico, y en última instancia, del “hombre por el hombre”. Ahora bien, esto es relevante para esta propuesta de lectura, ya que según planteo, paralelamente a la consideración del museo como un gran logro de la ilustración por espacializar el conocimiento y llevar la Enciclopedia a “las masas” como lo sugieren algunos planteamientos, este se puede interpretar también como una tecnología que responde a un contexto en donde se necesitaba un medio de encausamiento estético y producción de subjetividades a partir de la pedagogía del espacio público. Ya Michel Foucault, desde el seno del pensamiento político posmoderno y la crítica al proyecto occidental, demostró la relación entre la epistemología y los saberes ilustrados con la creación de subjetividades a partir de distintas tecnologías entre las que se incluye la arquitectura en tanto espacialización del poder, principalmente a partir del ejemplo de la institucionalización del hospital y la prisión en medio del racionalismo mecanicista del siglo XVIII15. Foucault, considerando a la Ilustración bajo esta perspectiva compleja y en cierto sentido dialéctica según las directrices del pensamiento frankfurtiano, demostró la forma en que a través del conocimiento del espacio y por medio de la teoría de la arquitectura complementada con la medicina y la estética, la práctica de construir y diseñar espacios se puede interpretar como una técnica de control tanto higiénico como emocional16, como parte de una serie de nuevas técnicas desarrolladas en el siglo XVIII que crearon una nueva forma de gobierno a partir del dominio de la vida al que se referiría luego como parte de los entramados del “biopoder” y la “biopolítica”. 15 M. Foucault, “Incorporacióndel Hospital a la tecnología moderna” en La vida de los hombres infames, trad. de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría, Ed. Altamira, La Plata-Argentina, 1996 16 Me refiero principalmente al trabajo de Foucault en Vigilar y Castigar. Cf. M. Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, trad. de Aurelio Garzón del Camino, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores, 2002. 11 En el ejemplo de sus investigaciones, estas técnicas no se consideran como auto emergentes o autónomas, sino que eran parte un programa (bio) político en el cual a través de la modificación de la vida (por medio de los saberes biológicos y de técnicas disciplinarias anatomo-políticas) se crean subjetividades, es decir, asignaciones políticas a cierto tipo de personas, que en los ejemplos de las investigaciones foucaultiana resultaban ser “el loco”, ”el enfermo” y “el prisionero”. Es decir, se consideraba a estas instituciones como parte de un programa social, que bajo el esquema de la ciencia y la medicina ilustrada, se asumían como capaces de controlar y modificar comportamientos y en última instancia, los factores vitales (a través, precisamente, de la espacialización de la vida). Siguiendo algunas directrices de este planteamiento –pero con el afán de cuestionar y complementar dichas consideraciones– la hipótesis y el valor de esta investigación es que entonces, a la par de dar cuenta de su potencialidad pedagógico mediante las teorías de la arquitectura y de la sensibilidad médica y estética, el museo dio cuenta de su potencial político y se transformó en un dispositivo de poder a partir también, del control de lo vital mediante lo que sugiero llamar una economía de lo sensible. Así, esta investigación tratará de realizar una conexión entre los saberes y discursos médicos-morales y estéticos de su momento, para dar cuenta de cómo es que el museo –en tanto episteme– se relacionó con la producción de subjetividades a través de lo que más adelante conceptualizaremos como “pedagogía afectiva” así como para proponerlo como una técnica de un programa biopolítico principalmente considerando que la institución-museo se hace capaz de utilizar experiencias humanas-vitales a partir de conceptos estéticos operativos y la idea de una comunidad-estética-política. En este sentido, esta tesis se propone entender al museo y su nacimiento institucional no como únicamente una práctica creada para realzar valores estéticos o artísticos, sino como una práctica compleja enraizada en un programa social (biopolítico), cuyo resultado es la construcción de una tipología constructiva que tiene el propósito de crear a un sujeto que, sostengo, corresponde a una sujeción nacionalista en la lógica de individuación de la modernidad. Es decir, el museo-arquitectura, como esquema de conocimiento pedagógico y sensible hablando desde su materialidad tipológica, según lo que planteo, no deben de ser comprendidos solamente como parte de un avance objetivo en la teoría e historia de la arquitectura y del arte, sino como parte de la necesidad de un programa social nacionalista que necesitaba una cohesión comunitaria y una doctrina 12 política. De tal modo que al mismo tiempo que sugiero esta vertiente para entender al museo, propongo también entender a la arquitectura como fuente para comprender los tramados históricos modernos entre poder, espacio y estructura o dinámicas sociales. Lo que se ha dicho El fenómeno del museo ha despertado un gran interés por la historiografía y la teoría del arte que ha devenido en una producción tan vasta que sería imposible mencionar apenas de manera superficial. Para nuestra investigación, bastará con señalar aquellas investigaciones que se encuentran cercanas a nuestra propuesta, es decir, aquellas que consideran al museo como un instrumento político o como una institución que media tanto al conocimiento como a las sensibilidades –o a la estética–, más allá de la pretensión ilustrada de mero escenario de exhibición estética o artística neutral. Esta visión recientemente se ha visto enriquecida por estudios que aunque enfocados al coleccionismo y no a la práctica espacial-arquitectónica me han permitido ver la relación del museo como institución con los proyectos sociales y políticos de la modernidad. A pesar de que en este tipo de estudios, no se trate a la práctica museal y en concreto, a sus distribuciones espaciales como una “tecnología subjetivadora”, estos enfoques me han ayudado a entender la forma en que a partir del Renacimiento, el ámbito artístico-museal se convierte necesariamente en un fenómeno político y de espacialización del poder. Particularmente hablo de dos planteamientos; el primero de ellos realizado por Miruna Achim e Irina Podgorny, que recopila el nacimiento de las coleccionismo entre 1790 y 1870, en donde en un gran esfuerzo de síntesis, se ha logrado demostrar las relaciones con la práctica coleccionista pública con la creación de identidades nacionales, principalmente en los ejemplos de los incipientes nacionalismos de América Latina17. De igual manera, aunque no enfocados en el dispositivo arquitectónico-institucional, los estudios compilados por Peter Aronsson y Gabriella Elgenius en National Museums And Nation-Building In Europe 1750–2010 me han permitido dar cuenta de la efectividad de esta institución como dispositivo para la creación de nacionalismos en la Europa del siglo XIX. De manera similar, los ensayos recopilados por Michaela Gibelhausen dan cuenta 17 Miruna Achim e Irina Podgornu, Museos al detalle. Colecciones, antigüedades e historia natural: 1790 - 1870, Rosario, Prohistoria Ediciones, 2014. 13 del papel del museo como creador de sujetos que en este caso se interpretan como el resultado de la necesidad para la conformación de identidades urbanas en el contexto del crecimiento y conformación de las grandes urbes y capitales del mundo durante la segunda mitad del siglo XIX y a principios del XX. Aunque esta propuesta explora la creación de circuitos urbanos por los museos, más que la creación de una tecnología arquitectónica, considero al planteamiento como sumamente cercano. Cercano a este planteamiento existe un estudio para el caso de los museos mexicanos realizado por Daniel Garza Usabiaga, en “La arquitectura como forma simbólica. El caso de Pedro Ramírez Vázquez y la construcción de museos en México después de la Posguerra” que es quizá el único estudio en su tipo para el caso nacional, al reconocer que el museo (Museo de Antropología y Museo de Arte Moderno) fungió precisamente como tecnología y dispositivo para la constitución de la identidad nacional del gobierno mexicano de la posrevolución. A pesar de que este estudio habla sobre el “simbolismo” del museo, más que de su efectividad pedagógica hablando de dinámicas espaciales y políticas, el planteamiento de esta investigación me ha ayudado a comprender de manera más amplia la posibilidad de existencia histórica del museo-dispositivo. A propósito de la problematización y cuestión de la arquitectura como modificadora de la vida humana en el contexto del racionalismo ilustrado y la crítica posmoderna, así como su fundamentación para el estudio de la arquitectura en el marco de las ciencias sociales y la historia, existen múltiples estudios. Por sus aportaciones a la relación entre el paradigma racional y el desarrollo de la arquitectura como un saber práctico- institucional, las investigaciones de Anthony Vidler en El Espacio de la Ilustración: La teoría arquitectónica en Francia a finales del S. XVIII, y de Barry Bergdoll en European Architecture 1750 – 1890) dan cuenta de la constitución material de nuevas construcciones que tenían el propósito de reformar la vida social y política a través de la creación de subjetividades desde el dispositivo edificio. Estas investigacioneshan ampliado la nociones de institución, espacio y poder para llevarla al análisis de espacialidades como las fábricas, los palacios de gobierno, bibliotecas y escuelas para entonces considerar a la arquitectura como un saber social al mismo tiempo que un espacio de poder. Recientemente se han añadido también una serie de discusiones que aterrizan concretamente el planteamiento de la biopolítica o de la politización de la vida a partir del cuerpo a través de la arquitectura. Por una parte, el ensayo de Sven-Olov Wallenstein en 14 Biopolitics and the emergence of modern Architecture, ha presentado excelentes análisis para entender, desde el cambio de paradigma en la revolución epistemológica de la arquitectura en el siglo XVI, la inclusión de las sensaciones –en tanto operatividad política-comunitaria–. En este sentido, la investigación de Wallenstein sugieren entender a lo arquitectónico, como base material de la vida social, como un elemento institucional sumamente importante para la subjetivación del individuo moderno. Por otra, destaco los planteamientos de Beatriz Presiado en Gender, Sexuality and the biopolitics of Architecture: from the secret Museum to Playboy18 quien ha visto bajo las mismas directrices de la evolución médica-científica de la arquitectura en el seno ilustrado, una serie de pautas para entender a la materialidad del edificio como una suerte de dispositivo que ha funcionado en el entorno modernizante también para crear subjetividades en torno al género y la sexualidad. Estas investigaciones han abierto un panorama para entender el estudio de la arquitectura como una fuente de suma importancia para entender procesos sociales y políticos a partir, precisamente, de la dinámica en que esta se une con el espacio. Sobre el caso concreto del Altes Museum existen una serie de estudios puntuales que recientemente han abierto el panorama para entender a este ejemplo como el paradigma del museo como institución en tanto espacialización del poder. Por una parte, el estudio al que ya me he referido anteriormente de Douglas Crimp, señala a este ejemplo como el momento específico para entender la génesis institucional, no sólo por ser el primer proyecto en la historia de occidente en formular la tarea de crear sino porque sienta las directrices que se tendrán que seguir necesariamente para la posteridad. En este sentido, también existe una investigación de Thomas W. Gaehtgens sobre el museo de Schinkel que explica al nacimiento tipológico del Altes desde una historia del arte, destacando las influencias en éste de los arquitectos de la teoría ilustrada. Dichos planteamientos han tenido una gran aportación para la presente problematización, pues a pesar de que en su mayoría son estudios que no indagan en la creación del dispositivo museo mediante la creación de espacialidades arquitectónicas (o mediante la materialidad del espacio), exploran su éxito como tecnología para 18 Beatriz Preciado, Gender, sexuality, and the biopolitics of Architecture: from the secret Museum to Playboy, tesis para obtener el grado de doctor en Filosofía, Princeton, Universidad de Princeton, 2013. 15 principalmente la segunda mitad del siglo XIX en capitales europeas y americanas, así como a principios del siglo XX. La investigación más cercana al planteamiento que se propone, en este sentido, es la realizada por Carol Duncan en Civilizing Rituals, quien a partir de dar cuenta del potencial pedagógico de las arquitecturas, hizo un recuento sobre las formas en las que las orientaciones y el diseño del espacio han estado orientados en distintos momentos para crear distintas interpretaciones de la historia (o subjetividades) según las lecturas oficiales. Por otro lado, contraria a las interpretaciones de la arquitectura cercana al dispositivo o a un análisis de los museos como un elemento cercano al poder, existe un análisis formulado por Jean Louis Deotte, quien a través de su texto “El museo no es un dispositivo” plantea que la espacialidad museística es un aparato (contrario al concepto de dispositivo), en el sentido en que es esta únicamente la condición material que hace aparecer –a la sensibilidad– un acontecimiento, sin mediaciones ideológicas y que en todo caso, hacen de la institución-museo, únicamente la condición de posibilidad material fenomenológica para el desarrollo de experiencias estéticas19. La tesis de Deotte, que implica una cierta “automatización del objeto técnico museo”, en tanto este sale de sus contexto político e ideológico implicaría que el museo es únicamente la condición de posibilidad sensible (mediante la institución-aparato) de una forma de ver el arte que llevaría al sujeto a conformarse como a-histórico y al mismo espacio museal, como una suerte de suspensión a través del destino material o de la trascendentalidad de la obra artística. Sin embargo, considero que es precisamente lo museal, lo que posibilita la forma de ver el arte y concebir una relación epistemológica con el mundo, mediante la conformación de un modelo de vida a partir de la materialidad del espacio en un determinado momento. Considerando que la arquitectura como referente material concreto afecta directamente las vivencias en tanto configura de alguna forma, la posibilidad de estas, tanto a un nivel que habría de ser llamado como a un nivel dentro de 19 Refiere Deotte: “Para que un acontecimiento comparezca en nuestro mundo es necesaria su configuración por medio de un aparato (appareillé), especie de dispositivo técnico que le permite aparecer, hacer época. El aparato se distingue del dispositivo definido por Foucault en cuanto configura una sensibilidad posibilitando una época y una comunidad sin tener que obedecer a una constitución ideológica inmanente. También difiere de la noción de aparato dada a conocer por Althusser, ya que no es una institución ideológica que determine al sujeto, sino que es previo debido a que constituye, mediante la técnica, un modo de aparecer de lo sensible posible de encarnarse en instituciones.” Jean Louis Deotte, “El museo no es un dispositivo” en Museum internacional, no.235, Trad. Andrés Correa Motta, UNESCO, septiembre de 2007. 16 la dinámica socio-espacial que aquí se tratará de mostrar. En este sentido, el estudio de la arquitectura y el espacio para esta investigación es a su vez, un estudio de las condiciones materiales e ideológicas de un tiempo20. De tal modo que mi propuesta y la vertiente que sugiero puede ayudarnos a entender a este como una institución que no es neutral ni puramente estética según el desinterés kantiano ilustrado, sino que es una instancia que mediada por circuitos del saber y por condiciones históricas, genera en un determinado momento una percepción y un entendimiento concreto a partir del sensacionalismo y las emociones; mismas que sugiero, son las principales directrices para pensar una práctica a la luz de la consideración biopolítica, en tanto asignación o politización de las experiencias. Es decir, se trata de demostrar desde el rastreo genealógico, que el museo está construido como una institución que media la relación del hombre-mundo y que como otras instancias surgidas en el mismo momento, son el resultado de una novedosa forma de concebir el ejercicio gubernamental. No se trata de realizar una suerte de rastreo histórico sobre las evoluciones tipológicas del museo ni de hablar en particular sobre las configuraciones espaciales de Schinkel y el Altes Museum, sino de proponer una respuesta ante la pregunta: ¿qué es el museo y por qué se configuró, al menos en su vertiente institucional, de tal manera?, ¿a través de qué medios es que el museo se ha convertido en una de las instituciones más importantes para mediar el saber y los conocimientos en lamodernidad? Metodologías Uno de los planteamientos centrales de esta tesis consiste en valorar a las instituciones, al poder y el espacio, incluido al museo, como parte de un complejo entramado histórico de relaciones de poder. En este sentido, gran parte de la metodología de esta 20 Un pionero en esta concepción fue Henri Lefebvre, quien es quizá el primero en presentar la necesidad de estudiar la espacialidad como un resultado de todos los procesos sociales para comprender así a la sociedad misma. Este planteamiento ha sido replanteado por lo que ha sido denominado por la historiografía como “Giro Espacial” dentro de un neo-materialismo histórico, que a través de autores como Edward Soja20, estudian la espacialidad no como un resultado de la sociedad sino como condición de posibilidad de esta, en donde espacio y sociedad están en una relación dialéctica, donde por consiguiente, el espacio dista de ser un mero aparato y es más bien, el determinante de la sensibilidad y la forma de un determinado momento histórico. Cf. Henri Lefebvre, La producción del espacio, Intr. y trad. de Emilio Martínez Gutiérrez, Madrid, Ed. Capitán Swing, 2013 y Edward Soja, “Taking space personally” en Barney Warf y Santa Arias, The Spatial Turn: Interdisciplinary Perspectives, Nueva York, Ed. Routledge, 2009. 17 investigación constará en tratar de desentramar algunas de las redes que pudieron dar pie a la génesis del museo-institución. Para entender estas relaciones, sugiero comprender por un lado, la importancia de la medicina y la fisiología, así como de la filosofía del entendimiento para entender la mecanicidad biológica y epistemológica de los individuos y por otra, la relación de estos planteamientos para con la teoría de la arquitectura –condición de posibilidad para pensar en lo arquitectónico para con las dinámicas sociales– en el contexto de su reafirmación epistémica. De tal modo que se abordaran fuentes que de alguna forma generaron un discurso tanto sobre la moldeabilidad de los individuos, como de lo moldeable del entendimiento a partir ya propiamente del espacio arquitectónico y de la materialidad del edificio y la ciudad. Por ello, en una primera parte, esta investigación se apoyará en el discurso científico a través de los testimonios de los médicos y teóricos del conocimiento que pudieron haber generado la idea de la moldeabilidad para con los individuos pensados ya como su-jetos. A partir de la lectura directa de los testimonios, así como apoyándome en las interpretaciones historiográficas de la medicina ilustrada, trataré de demostrar la importancia de la ciencia para la moldeabilidad de los sujetos para luego entender cómo es que estos planteamientos de alguna forma se fusionan con el arte de proyectar y diseñar espacios. Cabe mencionar, para mostrar al dispositivo-arquitectura, será necesario en primera instancia hablar sobre los aspectos formales de las tipologías constructivas. Para ello, es indispensable contar con los testimonios directos de los arquitectos que crearon las construcciones así como crear un análisis de las estructuras a partir de los planos y representaciones del edificio para demostrar que la constitución del espacio se da en torno a las distintas ideas y concepciones estéticas, políticas y sociales de su momento. Este tipo de documentación conforma un discurso tanto sobre el espacio que nos permitirá al mismo tiempo, ver la realidad hermenéutica y la posibilidad epistemológica sobre la cual se pensaba a la institución. Esta tesis, por tanto, se dividirá en tres partes. La primera tratará de demostrar la forma en que el racionalismo ilustrado del siglo XVIII devino en la creación de formas de gobierno a partir de lo que se ha conceptualizado por pensadores como Foucault y Giorgio Agamben como biopolítica21. En esta sección se tratará de demostrar la manera 21 Esta noción se refiere al gobierno de los humanos principalmente a partir del control de los elementos biológicos. En este sentido, esta categoría esta formulada para entender las menaras 18 en que, bajo el racionalismo ilustrado, el gobierno a partir de lo vital se hizo una práctica fáctica, lo que es necesario para comprender cómo es que se creó un dispositivo espacial basado en saberes medicinales y estéticos. En este sentido se intentará probar que dentro de los múltiples cambios a nivel gubernamental que se dieron durante el siglo XVIII, producto de un nuevo racionalismo, el gobierno-de-la-vida se hizo una de las formas más populares y predilectas por crear nuevos modelos gubernamentales. Asimismo, se intentará problematizar la categoría biopolítica para demostrar la forma en que también la arquitectura y el urbanismo, a partir del siglo XVIII pueden ser considerada dentro de esta categoría de análisis. La segunda parte consta de valorizar genealógicamente la teoría de la arquitectura de la Ilustración, para entender la forma en que los saberes médicos y estéticos se pudieron unir a la práctica del diseño y construcción del espacio, que en última instancia posibilitaron convertir, al ejercicio de la arquitectura, en una práctica biopolítica o una bioarquitectura. Este capítulo se propone entender cómo es que el ámbito arquitectónico se revaloriza, mediante lo cual comprenderemos cómo es que los arquitectos del siglo XVIII se asumieron como capaces de encaminar su trabajo hacia la creación de subjetividades mediante lo que llamaremos “manipulación emocional”. Para comprender esto a profundidad, trataremos de analizar estos aspectos mediante el ejemplo análogo de la arquitectura de la prisión como “espectáculo estético reformista”. Como resultado a las anteriores propuestas, la última y tercera parte se propone interpretar a la teoría arquitectónica museal de finales del siglo XVIII como resultado de una necesidad análoga por crear tecnologías biopolíticas. Se intentará demostrar de esta forma, que lo que significaba una necesidad social apremiante para el experimento del hospital y la prisión, esto es, la de la higiene y el control disciplinario de los prisiones para el crecimiento económico, devienen también en prácticas análogas como el museo como una forma de solucionar la necesidad de las crisis de nacionalismos, mediante de exaltaciones estéticas y la creación de una ideología estética en común22. en que a partir del siglo XVIII, mediante saberes como la medicina y la fisiología, el control del cuerpo se hace indispensable para un control político también. Más adelante problematizaremos sobre esta cuestión. Cf. Santiago Castro-Gómez, Historia de la gubernamentalidad, Bogotá, Universidad Santo Tomás de Aquino, 2010. 22 En el sentido en el que el nacionalismo es una construcción ideológica y una doctrina política que crea un conjunto de principios en torno a la organización de una entidad social limitada. De tal modo que la interpretación de nacionalismo que aquí se utilizará, parte del supuesto de que este es un principio político que parte de una construcción “abstracta”, en la que las 19 Particularmente, se tratará el ejemplo del caso del Altes Museum, de Karl Friedrich Schinkel, por ser este el museo más representativo del paradigma de la teoría arquitectónica ilustrada según es considerado por la historiografía de la ilustración y por ser este el ejemplo del modelo que imperó para la construcción de museos por más de un siglo. consideraciones de una clase se valen de ciertosartefactos culturales para crear una unión en donde, precisamente, antes no la había. Lo que sugiero es que los museos y su potencial práctico-sentimental se pudieron unir, por sus características política-arquitectónicas, a la agenda de los nacionalismos incipientes de principios del siglo XIX. Dichas consideraciones parten principalmente de los planteamientos teóricos de Hans Kohn, quien introduce el concepto de comunidad “abstracta” y de Benedict Anderson, a través de su idea de “Comunidad imaginaria” en las que se sugiere entender a lo nacional como la invención de una comunidad, precisamente donde antes no existía, para hacer legítimo el ejercicio de Estado. Así mismo, usaré al Gellner por su definición del nacionalismo como principio operativo de la política moderna que en resumen, busca “una coherencia entre la unidad política y la unidad nacional”. Cf. Hans Kohn, The awakening of nationalism and liberty” en Nationalism and its meaning in history, Florida, Robert Krieger Publishing Company, 1982; Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993 y Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo, trad. de Javier Seto, Madrid, Alianza, 2001. 20 Capítulo I Ilustración, racionalismo y (bio)política De acuerdo con el relato ya convertido en tradicional de la Ilustración23, en el siglo XVIII la visión del mundo se reorganizó en su totalidad debido a una nueva forma epistemológica de entender el mundo producto de una nueva forma de entender “científicamente” la realidad, principalmente a partir de descubrimientos y teorías científicas de la realidad en materia astronómica y matemática24. Según esta visión, estos descubrimientos, realizados de la mano de Galileo, Descartes, Kepler y Newton, entre otros, produjeron una nueva forma de entender la realidad a partir de la observación y la experimentación, en donde la deducción metafísica del pensamiento medieval pereció y dio paso para una nueva epistemología basada así en un empirismo científico25. En este sentido, la “desteologización del pensamiento”26 produjo una forma de ver a la realidad a su vez, no como un principio divino sino como una realidad que podía ser desdoblada a la luz de la 23 A pesar de ser un concepto cuya consciencia se pudo haber gestado en pleno siglo XVIII, no hay un gran tratado sobre un periodo Ilustrado sino hasta e siglo XX, primeramente cuando Ernst Cassirer inauguró la tradición de aplicar esta categoría al análisis de un cambio de pensamiento que Cassirer lo rastreo en el campo de la historia de las ideas, más concretamente en la historia de la filosofía. Luego de Cassirer, podríamos afirmar que se inauguró una tradición para comprender a la Ilustración principalmente como un fenómeno intelectual, sin que entonces aparecieran problematizaciones sobre su impacto a nivel social; a pesar de Cassirer sugería entender estos cambios intelectuales y epistemológicos como el primer paso para entender todo el funcionamiento de una nueva época, dicho estudio careció de una relevancia histórica material y no se aventuró a decir cómo es que entonces la intelectualidad ilustrada se pudo configurar en el devenir histórico-material. Sobre este paradigma es que el relato de la Ilustración, como fenómeno histórico, ha tenido que reconstruir su propia narrativa. Cf. Mónica Bolufer, “De la historia de las ideas a las prácticas culturales: reflexiones sobre la historiografía de la Ilustración” en Josep Lluís Barona y Juan Félix (eds.) La Ilustración y las ciencias: para una historia de la objetividad, Valencia, Universidad de Valencia, 2003, pp. 21- 52 y Kees-Jan van Klaveren, A Makable Past: Enlightenment historiography from Cassirer to Israel in Moral Perspective (1932- 2006), Tesis de Maestria de la Universidad de Erasmo de Rotterdam, 2008. (Recurso original en línea: https://www.eshcc.eur.nl/fileadmin/ASSETS/eshcc/2007- 2008/Onderzoek/CHC/vanklaveren_thesis_summary.pdf) 24 Cf. John Henry, “The Science and the coming of the Enlightenment” en Martin Fitzpatrick (et. Al.), The Enlightenment World, Nueva York, Ed. Routledge, , 2004, pp. 10 - 27 25 John Henry, Op Cit.., p 13 y E. Cassirer, La filosofía de la Ilustración, trad. de Eugenio Ímaz, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 24 26 Esta idea, a veces referida también como “secularización del pensamiento” la proponen autores como Ernest Cassirer y Peter Gay. Cf. Cassirer, Op. Cit. y P. Gay, “The recovery of the nerve” en The Enlightenment: an interpretation, Vol II: The Science of Freedom, Nueva York, Ed. W. W. Norton & Company, 2013, pp. 3-55 21 razón, es decir, como una realidad que convertida en sujeto de conocimiento por la experiencia podía ser conocida en su totalidad y no sólo deducida como el animismo aristotélico lo sugería27. Esto llevó a una reconceptualización no sólo de las matemáticas, la filosofía y la astronomía, sino también llevó a pensar de nuevas formas todos los ámbitos sociales, que ahora aparecían como fenómenos que podían ser conocidos mediante la observación y la deducción, en tanto metodología científica. 28 De esta forma, es posible pensar que para los pensadores del siglo XVIII era claro que no sólo se podían formular nuevas ideas sobre el movimiento de los planetas o leyes generales sobre el comportamiento de la materia, sino también se puedan generar nuevas conceptualizaciones acerca de las leyes, las formas de gobierno y en general, de la razón de Estado. Siguiendo este planteamiento, la teoría política del siglo XVII y el siglo XVIII se puede ver como el resultado directo de este quiebre epistemológico, en el que el empirismo y el racionalismo científico entonces, proporcionaron a los filósofos las herramientas necesarias para crear, a través de los principios deductivos de la ciencia, nuevas formas de pensar la razón de ser del gobierno particularmente a partir de las ideas del “estado natural” y del contrato social.29 Partiendo de la idea de que los hombres son productos de sus relaciones sociales, históricamente construidas y no son resultado de una teología divina, el aspecto social que incluye a los ámbitos gubernamentales y jurídicos, se convierte también ahora en algo que puede ser desdoblado a la luz del racionalismo. Por tanto, la “nueva filosofía” que había roto con la concepción medieval veía de este modo a los individuos ya no como sujetos de normas que vienen más allá de la realidad, sino como producto de su presente inmediato y de sus condiciones históricas. Esto hacia posible entonces, concebir la idea de que cambiando aquellas condiciones, los individuos pueden cambiar y de acuerdo con el fervor y proyecto kantiano, la humanidad 27 Cf. Craig Martin, “The new sciences, religion and the struggle over Aristotle” en Suberting Aristotle, Baltimore, John Hopkins University Press, 2014, pp. 145 - 168 28 En palabras de Cassirer: “desde los principios de las ciencias hasta los fundamentos de la religión revelada, desde los problemas de la metafísica hasta los del gusto, desde la música hasta la moral, desde las cuestiones teológicas hasta las de la economía y el comercio, desde la política hasta el derecho de gentes y el civil.” E. Cassirer, Op. Cit., p. 18 29 Para un balance más completo de las reconceptualizaciones del Estado en la teoría política del siglo XVIII, véase, Ignacio Carrillo Prieto, “La Ilustración” en La ideología jurídica en la constitución del Estado Mexicano 1812-1824, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas - UNAM, 1981, pp. 13 – 49. 22 podría “progresar”. Dicho de otro modo, una vez que se piensa a los hombres como determinados social e históricamente, se pueden generar formas de gobierno que partiendo de un empirismo a partir de casos particulares, generenuna gubernamentalidad limitada mayormente efectiva30. En este sentido, se ha afirmado que tanto el constitucionalismo, la democracia política, el derecho positivo y en general, una nueva concepción del Estado como entidad secularizada,31 fueron el producto de una nueva forma de conceptualizar la gubernamentalidad a partir de un giro epistemológico. Con el pensamiento racional la idea de un orden divino que controla entre otras cosas, la vida social, queda desechada y por el contrario, se necesita un sistema racional de pensamiento social; así surgen ideas como la del contrato social primeramente formulada por Hobbes y seguida por autores como Locke, Montesquieu y Rousseau. El gobierno, en esta lectura, se transformó en un ejercicio racional, análogo al quehacer científico32. Mientras que esta visión ha sido explorada y confirmada por historiadores como Eckart Hellmut y Geoffrey Hawthorn, quienes han visto una serie de reformas políticas33 en la segunda mitad del siglo XVIII como resultado de nuevas conceptualizaciones sobre el gobierno que produjeron cambios concretos34, pueden sugerirse cambios a nivel gubernamental en otros niveles y bajo distintas lógicas. Es decir, aunque se ha señalado por autores como Jonathan Israel que la administración gubernamental y la filosofía política tienen una estrecha relación –lo que sugiere que un cambio en la mentalidad 30 Por ejemplo, Montesquieu afirma: “las leyes políticas y civiles de cada nación no deben ser más que los casos particulares a los que se aplica la razón humana” Montesquieu, Del espíritu de las leyes (1748) Libro I, Cap. III., trad. de M. Blázquez y P. de Vega, Madrid, Ed. Tecnos, 1972, p. 54 31 Al mismo tiempo que se crea una nueva legalidad a partir no de los principios morales divinos, sino a partir de los problemas concretos de la sociedad, el concepto de gobierno necesita una nueva legalidad y justificación que encuentra en las leyes y las instituciones. De esta forma, surge un nuevo tipo de Estado –que bien podríamos conceptualizar como moderno- basado en una legalidad “terrenal” que en palabras de Denis Diderot “Ya no se justifica por sí mismo o por su dependencia de una cierta concepción religiosa, sino exclusivamente por su servicio a los individuos”. Cf. Luis Prieto, La filosofía penal de la Ilustración, México, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2003. p. 27 32 Refiere Cassirer, por ejemplo, sobre Montesquieu que este: “plantea, como jurista, la misma cuestión que Newton planteó como físico.” Cassirer, Op. Cit., p. 233 33 Eckhart Hellmuth, “Enlightenment and goverment” en M. Fitzptrick, Op. Cit., pp. 448-449. 34 J. Israel, La Ilustración Radical. La filosofía y la construcción de la modernidad (1650-1750), trad. de Ana Tamarit, México, Fondo de Cultura Económica, 2012, p. 22 23 filosófica afectaría directamente a las administraciones–, considero que a partir de la docilidad que se crea sobre lo corporal a partir de la ciencia y la estética, se pueden ejercer también distintos tipos de control. 35 De tal modo que es posible proponer que el racionalismo científico produjo nuevas formas de gobierno no sólo a través del trabajo de filósofos y teóricos del Estado sino también de la mano de médicos, pedagogos, psicólogos, estetas –y como se intentará demostrar, arquitectos– quienes a través de formas innovadoras de entender al cuerpo produjeron también nuevos métodos de control36. Esto no quiere decir que no haya habido cambios importantes en la forma de gobernar y en la teoría política en el siglo XVIII, sino que la reconceptualización política es mucho más compleja que la interpretación de esto como una adaptación de un sistema científico a una nueva razón de Estado. Una forma que sugiero nos puede aclarar estos escollos viene a través del célebre trabajo de Michel Foucault, quien identificó un cambió en la gubernamentalidad del siglo XVIII no sólo a través de la teoría política, sino a partir del nacimiento de técnicas y dispositivos de gobierno que productos del racionalismo científico generaron una nuevas prácticas de ejercer un control de las sociedades. Dentro de los múltiples esquemas de gobierno que Foucault señaló en sus investigaciones, identificó una serie de tecnologías desarrolladas por el racionalismo ilustrado que partiendo principalmente de la idea del cuerpo como moldeable, a partir de saberes médico-anatómicos e interpretaciones filosóficas y fisiológicas del cuerpo como máquina que devinieron en formas de control 35 Comenta Israel: "Los philosophers (sic.) […] de pronto descubrieron que exponiendo y popularizando los nuevos descubrimientos, conceptos y teorías también podían ejercer un impacto práctico en el mundo real: en las ideas en primer lugar, pero a través de las ideas también en la educación, la política, la religión y en la cultura en general. La filosofía no sólo se emancipó, sino que también se volvió poderosa “ J. Israel, Op. Cit., p. 28 36 Esta distinción es, sin embargo, más compleja. La idea del filósofo para el siglo XVIII es mucho más amplia que la que actualmente podríamos comprender. En La Riqueza de las naciones (1788), Adam Smith, definía a la filosofía como “la ciencia que conecta los principios de la naturaleza”. Smith, quien entonces podría ser considerado también como filósofo, pues intentaba crear una racionalización del funcionamiento de la economía y que además trataba de encontrar una ley natural económica nos da la clave así para entender el “espíritu filosófico” de entonces, ya que la filosofía así definida se amplía a una gran gama de ramas de estudio, puesto que si los filósofos son “los hombres que especulan, cuya tarea no es hacer nada, sino observarlo todo” el ámbito filosófico se puede extender a cualquiera que pueda especular y encontrar mediante la observación a la naturaleza principios conectores, y así, mediante, por ejemplo, la observación de la sociedad considerada como ente natural el estudio de las leyes y teoría social hacia de los juristas también, filósofos; así, por ejemplo, la economía, medicina, derecho, psicología, etc. Cf. J. Israel, Democratic Enlightenment. Philosophy, Revolution and Human Rights, Nueva York, Oxford University Press, 2011, p. 7 y Peter Gay, Op. Cit., p. 11 24 gubernamental de la vida (biológica) a las que identificó como biopolítica. A fin de comprender –y proponer– a la biopolítica como una categoría de análisis para la arquitectura del siglo XVIII y del XIX, debemos de hacer un breve recuento sobre las bases sobre las que esta idea se sustenta. Sobre el término biopolítica La categoría biopolítica aparece por primera vez enunciada en el texto de 1974 La naissance de la medecine social de Michel Foucault, como el resultado de una necesidad conceptual por entender los procesos mediante los cuales, a finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, los gobiernos europeos dan un “giro” hacia una política del control del cuerpo –y de la vida–. En el planteamiento de Foucault, dicho giro puede ser rastreado principalmente a través de la medicalización gubernamental que tuvo lugar en Alemania, Francia e Inglaterra, en donde por medio de conceptos operativos como “higiene pública” y “salubridad”, el control de lo biológico se hizo necesario como parte de un programa de control político37. En este sentido, el término biopolítica surge como la necesidad por conceptualizar aquellos procesos de gobierno que partiendo de la consideración sobre lo biológico en las poblaciones, se genera una operatividad política pública. Esta categoría, sin embargo, nunca fue definida explícitamente en el planteamiento foucaultiano, lo que ha llevado a algunas confusiones terminológicas respecto a lo que debe o no considerarse “biopolítica”. Si seguimos el planteamiento de las investigacionesde Foucault, esta categoría es parte de un correlato más complejo enraizado bajo la idea de “biopoder”, conceptualizado como: “[…]“el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especia humana, constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política, una estrategia política, una estrategia general de poder; en otras palabras, cómo a partir del siglo XVIII, las sociedad, las sociedades occidentales modernas tomaron en cuenta el hecho biológico fundamental de que el hombre constituye una especie humana”.38 Es decir, esta categoría es a su vez una forma de entender al biopoder, que Foucault identificaba como forma “novedosa” de ejercicio del poder a partir del siglo XVIII 37 Cf. M. Foucault, “El nacimiento de la medicina…”, pp. 363 – 384. 38 M. Foucault, Seguridad, territorio, población, Trad. Horacio Pons, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 15 25 en la Europa Ilustrada. Este concepto, como es bien sabido, es considerado como el principal aporte de Foucault y representa la originalidad de su planteamiento; a saber, la consideración del poder conforme a mecanismos y dispositivos que de manera directa afectan las conductas, los modos de ser y la vida de los gobernados: poder sobre la vida. La biopolítica, como categoría de análisis, servía para distinguir aquellos procesos mediante los cuales se veía al control de la vida a través de la medicalización, en donde por medio de tasas de natalidad, controles higiénicos y regímenes sanitarios, el control de lo biológico se hacia patentemente político; es decir, servía para entender cómo a partir del siglo XVIII “las sociedades occidentales modernas tomaron en cuenta el hecho biológico fundamental de que el hombre constituye una especie humana”39. Como parte del correlato del biopoder, Foucault distinguía otra forma de ejercicio del poder sobre la vida que no venía directamente del hecho del control de lo biológico, sino a través de técnicas de control disciplinario que sugiere en sus obras como Vigilar y castigar así como en la Historia de la sexualidad. A esta serie de controles a través de dispositivos disciplinarios, se les denominó como procesos “anatomopolíticos”, en los que entonces, a través de un sometimiento del cuerpo-disciplinado, se generó también una politización de la vida. En este sentido, podemos distinguir dos series en este planteamiento, como lo sugiere el propio Foucault: “la serie cuerpo-organismo-disciplina- instituciones y la serie población-procesos biológicos-mecanismos reguladores-Estado”40, es decir, la línea anatomopolítica y la línea biopolítica. No obstante, esta distinción nunca fue clara, así como tampoco se definió lo que se entendía específicamente por una rama y por otra, llegando en algunas ocasiones a contradicciones entre ambas líneas del poder. A pesar de que, en ocasiones Foucault distinga una diferencia entre ambas, hay una ambigüedad en el planteamiento cuando también usa el término biopolítica como sinónimo del biopoder41. Ahora bien, esta distinción, según lo que intento plantear, puede ser eliminada 39 M. Foucault, Seguridad…, p. 15 40 M. Foucault, Genealogía del racismo, La Plata, Ed. Altamira, 1996, p. 20 41 A propósito, comenta Foucault: “A partir del siglo XVIII o de sus postrimerías, tenemos dos tecnologías de poder que se establecen con cierto desfase cronológico y que se superponen. Por un lado una técnica disciplinaria, centrada en el cuerpo, que produce efectos individualizantes y manipula al cuerpo como foco de fuerzas que deben hacerse útiles y dóciles. Por el otro una tecnología centrada sobre la vida, que recoge efectos masivos propios de una población específica y trata de controlar la serie de acontecimientos aleatorios que se producen en una masa viviente. Es una tecnología que busca controlar, y modificar las probabilidades y de compensar sus efectos”. M. Foucault, Ibíd., p., 201. Las cursivas son mías. 26 puesto que ambas prácticas parten principalmente del control de la vida y de la conversión de esta en una dimensión política; ya sea a través de la politización de lo biológico (la mortandad, la sexualidad, la higiene42) o por medio del sometimiento disciplinario, lo cierto es que hay un ejercicio del poder sobre lo vivo y que al mismo tiempo, es parte de una forma de entender a los seres humanos en su dimensión corpórea-biológica como una realidad política u ontológicamente política. Es decir, si bien se pueden distinguir, estas dos categorías como parte de agendas de gobierno distintas, una nivel individual (anatomopolítica) y la otra a nivel colectivo (biopolítica), lo cierto es que ambas parten en principio de un control sobre la vida y que tiene como principio fundamental la espacialización del poder a través del cuerpo. Lo que quiero decir es que, tanto en los ejemplos dados a partir de la disciplina como en la medicalización de la vida (o estatalización biológica), ambas evidencian un afán por controlar la vida a partir de la corporalidad, puesto que no hay disciplina sin cuerpo ni medicina o higiene sin el elemento corpóreo. Existe pues, un biopoder que sin embargo, no es tan distintivo a nivel genealógico entre uno anatómico y otro biológico, pues estos tienen en común que representan el control de la vida con el fin de convertir las individuales y sus experiencias, en subjetividades políticas. La ambigüedad ha sido aclarada por pensadores como Giorgio Agamben, quien considerando que las investigaciones de Foucault llegaron a un mismo punto, ha propuesto entender a la biopolítica simplemente como la conversión de toda forma de vida desnuda o vida simple (zoé) a una forma de vida asignada con un propósito específico, convertida en bios43. En este sentido, ampliando la noción foucaultiana, 42 Es decir, entendiendo tanto a la sexualidad y la higiene como parte de un régimen histórico impuesto sobre lo corpóreo y no como parte de un objetivismo científico. 43 Para el mundo griego, según refiere Agamben, no existía una palabra que comprendiera lo que entendemos ahora por vida; existían, sin embargo, dos conceptos que permitían entender, operativamente, a lo vivo: zoé, “que expresaba el simple hecho de vivir en común con todos los seres vivos (animales, hombres o dioses)” y bios “que indicaban la forma o forma de vivir propias de un individuo o de un grupo”. Es decir, zoé, expresa algo más cercano a la definición de lo vivo, mientras que bios se refiere a una cualidad específica de la vida. Por este motivo, es posible encontrar referencias a la cualidad de la vida bajo el término bios, como por ejemplo, los tres tipos de vida que Aristóteles distingue: la vida contemplativa del filósofo (bios theoretikos), la vida del placer (bios apolaustikos) y la vida política (bios politikos); no existe, por el contrario, un concepto como zoé politikos. En este sentido, Agamben usa estos dos conceptos para ayudar a entender la politización de la vida: cuando la vida (zoé) se piensa en términos políticos, esta necesariamente se hace bios. Así, estudiar esta transición, será la consideración principal 27 Agamben hace referencia al fenómeno biopolítico como parte inherente a la política occidental no sólo a partir de la inclusión de lo biológico a los cálculos o a la economía estatal, sino cuando se da un paso entre una asignación de una vida con un propósito social y políticamente asignado. En este sentido, podemos entender como vida política no sólo a la estatalización de lo biológico a partir de la medicalización, sino también, a los disciplinamientos y a todo hecho que entonces haga de la vida humana el centro de la planeación política. Supuesto esto, me propongo usar la noción “biopolítica” para distinguir los procesosa través de los cuales, los cuerpos (y la vida) se hacen dóciles para entrar a la vida política hablando en la lógica moderna44. Por ello, usaré esta categoría para hacer referencia entonces no sólo al control del hecho biológico, sino a la politización de la vida y su experiencia corpórea. Tentativamente, podemos afirmar en cierta consonancia con Foucault, esto puede ser rastreado con una operatividad específica a partir del siglo XVIII, cuando los saberes médico-anatómicos, pero también, filosóficos, matemáticos y fisiológicos, permiten leer al cuerpo y la vida humana como parte de un gran mecanismo que es a su vez moldeable, lo que sugiero entender a manera de condición de posibilidad, es indispensable para la politización de la vida. Es decir, aunque planteamientos como el de Agamben nos sugiere ya entender a la biopolítica o la politización de la vida como “el núcleo principal de la política”, –lo que nos haría pensar en un principio político no tanto operativo como sí ontológico– lo cierto es que a partir del siglo XVIII con la mecanización del pensamiento, la inclusión de la vida a la polis (zoé a bios) se hace además producto de una ingeniería social; de tal modo que a esta se puede calcular, se le puede modificar al antojo, se puede hacer toda una “economía de la vida” o una bio-política. Bajo este marco, podremos comprender cómo es posible plantear una técnica y una práctica, como el museo, como parte de la planeación pública de la vida o como entonces sugiero entenderlo una “economía de lo sentimental” o una asignación –del cuerpo– a la polis por medio del sentimentalismo político. Lo que planteo explicar es cómo a través de la revalorización estética del museo, este con su potencial sentimental a través de sus arquitecturas, pudo dar pie a crear una institución capaz de hacer de zoé un bios propiamente político. entonces del estudio de la biopolítica. Cf. Giorgio Agamben, Homo Sacer I: el poder soberano y la nuda vida, trad. de Antonio Gimeno, Valencia, Ed. Pretextos, 2006. pp. 9 - 23 44 En este sentido, tampoco habría una diferencia entre la biopolítica y el biopoder. 28 Estética y biopolítica A grandes rasgos, podemos entonces resumir a la biopolítica como toda aquella forma de gobierno que parte de la idea de hacer del cuerpo humano una pieza clave de la planeación política o una extensión del poder. Siguiendo planteamientos como el de Foucault, esto puede ser situado principalmente en la Europa del siglo XVIII, cuando a través de la medicalización se generan importantes políticas públicas que por primera vez en la historia, generan una compleja red de planeaciones y políticas públicas a través de la “estatalización de lo biológico”45. Sin embargo, como lo tratamos en el apartado anterior, la biopolítica puede ser definida de manera más compleja que simplemente, el tratamiento político de lo biológico a partir de la medicalización de los siglos XVIII y XIX. Si bien, no podemos entrar en desacuerdo con Foucault y la crítica al proyecto ilustrado respecto a que estos eventos sugieren quizá por primera vez en la historia, grandes políticas públicas y cálculos socioeconómicos en razón de la vida a través de lo biológico, podemos discutir respecto a este paradigma46. Mi argumento es que la politización de la vida, si bien puede ser un fenómeno inherente a la política misma, adquiere para el siglo XVIII una connotación particular principalmente por la noción de moldeabilidad que sobre los cuerpos, ya que hay saberes que crean una docilidad sobre 45 Foucault da tres ejemplos, que a su consideración, resultan ser paradigmáticos para entender la politización de la vida en la política occidental: el nacimiento de la policía médica (medizinischepolizei) en Alemania en 1760, la medicina urbana surgida en París a finales del siglo XVIII y “la medicina de los pobres” en la Inglaterra de principios del XIX. En estos paradigmas es posible identificar el “giro” hacia una biopolítica, es decir, podemos ver la forma en que, “la integración del mejoramiento de la salud, los servicios de salud y el consumo de salud” se toma en cuenta para “el desarrollo económico –y político- de las sociedades”, en otras palabras, cuando se piensa a la salud con relación al cuerpo y el cuerpo, con relación a la sanidad pública. Cf. M. Foucault, “El nacimiento de la medicina social” , pp. 363 – 384. 46 Considero que existe, en efecto, un paradigma para entender a la biopolítica impuesto a partir de las investigaciones de Foucault y su consideración sobre el biopoder como necesariamente ligado a la medicina y lo biológico. En este sentido, considero, no ha habido una producción historiográfica que aporte una mayor discusión a esta categoría que no pueda superar las directrices establecidas en el paradigma foucaltiano. Aunque ha habido intentos por ampliar el panorama a otros fenómenos como el placer y el dolor en las consideraciones políticas como la investigación e Anne Brunon-Ernst en Utilitarian biopolitics, en donde considera a Jeremy Bentham como el referente de lo biopolítico en el siglo XVIII por su uso de lo sensual como principal factor de gobierno, el grueso de las investigaciones siguen centradas en lo médico. Me refiero principalmente a la investigaciones de Andrea Rusnock en “Biopolitics and the Mathematics of Population: Medical and Political Arithmetic in the Eighteenth Century” en William Clark, Jan Golinski y Simon Schaffer (eds.) The sciences in enlightened europe, Chicago, University of Chicago Press, 1999 y a la de Charles Withers en “Geographys of the Enlightenment” en C. Withers, Placing the Enligthenment. Thinking geographically about the Age of Reason, Chicago, University of Chicago Press, 1999. 29 el cuerpo no sólo a través del conocimiento médico anatómico, sino como trataré de demostrar, también a través de nuevas ramas del conocimiento derivadas del sensacionalismo como la arquitectura estética o la medicina moral-sensacionalista. En este sentido, propongo ahora entender la relación del mecanicismo con la politización de los cuerpos, para luego entender cómo es que a través de la estética, una noción heredera directa del mecanicismo médico, se puede pensar en generar biopolíticas en el espacio y la arquitectura. Es imposible, por otra parte, señalar en este apartado las principales aportaciones de la filosofía mecánica a la medicina, bastará con señalar estas directrices para comprender un fenómeno particular: el del nacimiento de la estética como en el siglo XVIII era pensada, es decir, como un saber ligado al conocimiento mecánico de la vida. Mecanicismo y moldeabilidad “Es bien sabido en mecánica, que los más finos y complicados instrumentos son los más fáciles de poner fuera de orden y los más difíciles de poner en orden; lo mismo se obtiene en la máquina animal. El hombre, la máquina más complicada de todos los demás, cuyos nervios son más numerosos y poderes de acción más variados, es el más fácil de ser destruido” Oliver Goldsmith, A History of the Earth, and Animated Nature, 1774 Durante los siglos XVI y XVIII, la ciencia europea vio una transición sumamente importante en cuanto a la forma de pensar a la naturaleza. La teoría heliocéntrica de Copérnico y Galileo, la teoría de la gravedad de Newton entre otras innovadoras conceptualizaciones sobre la realidad física, dan cuenta de que en estos momentos, la forma de concebir al mundo cambió de una región “animista”, como lo sugería el escolasticismo aristotélico, a una realidad “mecánica” que podía ser explicada a base de leyes conjeturadas ya no sólo por la especulación metafísica sino por la experimentación. Si bien es cierto que es imposible
Compartir