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Aproximaciones-a-una-genealoga-del-espacio-museal--nacionalismo-y-biopoltica-en-la-construccion-del-Altes-Museum

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
COLEGIO DE HISTORIA 
 
 
 
 
 
 
APROXIMACIONES A UNA GENEALOGÍA DEL ESPACIO MUSEAL: 
NACIONALISMO Y BIOPOLÍTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ALTES MUSEUM. 
 
 
 
 
 
TESIS 
 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN HISTORIA 
 
 
 
 
 
 
PRESENTA: 
 
EDUARDO YESCAS MENDOZA 
 
 
 
 
 
 
ASESOR: 
 
MTRO. GUSTAVO TORIS GUEVARA 
 
 
 
 
 
CIUDAD UNIVERSITARIA, CIUDAD DE MÉXICO, 
 SEPTIEMBRE, 2017 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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 3 
Agradecimientos 
 
 
El presente trabajo es apenas el primer acercamiento metodológico a algunas de las 
inquietudes que me han azotado desde mi despertar consciente y el inicio de la crisis. 
Como tal, no habría sido posible sin la ayuda e influencia de las personas y seres 
queridos que me rodean. En este sentido, no queda más que expresar una gratitud y el 
decir que este trabajo es de ustedes. 
 
Agradezco en primer lugar, a mi familia; a mis padres, Martha y Ramón y a mi 
hermano, Rogelio, por darme la posibilidad tanto material como espiritual para 
emprender este camino. A mis amigos Adrián, Aquiles, Vanessa, Omar y Manuel, por 
su incondicional apoyo. A Daniel, por ser y estar siempre. 
 
A Andrea por hacer de mi (nuestra) tragedia, una gratitud. 
 
Con profundo agradecimiento y cariño menciono también a mi asesor Gustavo Toris 
Guevara, a quien le debo el interés por problematizar y hacer del espacio y sus 
dinámicas un objeto de estudio para comprender (nos en) la historia. Es gracias a la 
ayuda de Gustavo que he podido encontrar algunas vertientes para estudiar los 
procesos vorágines de la modernidad desde maneras que antes me eran impensables 
y de las que espero, podamos eventualmente construir otras formas de vivir. 
 
De igual forma, agradezco a los profesores que conformaron mi sínodo por sus 
comentarios y críticas puntuales, que sin duda ayudaron a hacer más claro un 
planteamiento en principio divergente: Dr. Fernando Martínez Betancourt, Dra. Jessica 
Ramírez Méndez, Mtro. Ricardo Ledesma Alonso y Mtro. Ilán Semo Gromán. 
 
 
 
 
 
 
 4 
Índice 
 
 
 
Introducción ................................................................................................................... 5 
Lo que se ha dicho ...................................................................................................... 12 
Metodologías ............................................................................................................... 16 
Capítulo I. Ilustración, racionalismo y (bio)política ................................................ 20 
Sobre el término biopolítica ......................................................................................... 24 
Estética y biopolítica .................................................................................................... 28 
Mecanicismo y moldeabilidad ...................................................................................... 29 
Medicina moral-sensible .............................................................................................. 37 
Sensibilidad y estética ................................................................................................. 40 
Hacia una estética biopolítica ...................................................................................... 47 
Capítulo II. Arquitectura sin arquitectos. Espacio, sensibilidad y soberanía. ..... 52 
La teoría de la arquitectura en la Ilustración ................................................................ 52 
Tipología y carácter ..................................................................................................... 57 
Institucionalización ...................................................................................................... 63 
Lo sublime-político ....................................................................................................... 65 
Arquitectura, reforma y terror ....................................................................................... 77 
Capítulo III. El dispositivo estético-nacional ........................................................... 92 
El museo en la teoría de la arquitectura ilustrada ........................................................ 94 
Democratización estética y nacionalización de las artes ........................................... 101 
El caso del Altes Museum ......................................................................................... 104 
El ritual nacionalista ................................................................................................... 125 
Conclusiones ........................................................................................................... 134 
 
Bibliografía, referencias y repositorio .................................................................................... 139 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 5 
Introducción 
 
Desde su aparición a finales del siglo XVIII, los museos se han constituido como una de 
las instituciones imprescindibles para la vida moderna. Debido a su carácter pedagógico y 
educativo, la práctica museal se ha extendido a todos los rincones del mundo occidental y 
se ha insertado como un ejercicio institucional tan común que es posible afirmar que no 
existe un entorno urbano que no cuente con este ejercicio. Ante este fenómeno, han 
surgido innumerables debates en la discusión académica que han generado muy distintas 
perspectivas que van desde aquellas que consideran a este y su potencial instructivo 
como logro de la modernidad occidental, y en particular, de los valores de la Ilustración –
como forma de llevar el conocimiento y la cultura a un nivel “masivo”1 – hasta distintas 
críticas que cuestionan la relación del museo como una pedagogía colonialista en donde 
la selección minuciosa del museo y sus instrumentos educativos (curadurías, 
arquitecturas, obras de arte, etc.) más allá de ser consideradas como invitación al 
conocimiento, pueden ser también leídas desde una forma de imponer una visión o una 
verdad, así como una forma de “moldear ciudadanos”2. 
La presente investigación pretende ahondar en esta discusión mediante una 
propuesta de lectura histórica e hipotética que permita entender al museo, en el momento 
de su nacimiento institucional a finales del siglo XVIII y principios del XIX, como una 
técnica política de economía emocional. Dicha hipótesis surge luego de evaluar las 
condiciones históricas del nacimiento del museo como institución pública en el seno del 
racionalismo ilustrado y la conformación pública-política de Occidente, cuando a la par de 
surgir la necesidad por crear una institución para la enseñanza y el deleite estético 
mediante la espacialidad museal-arquitectónica, se desarrollan y perfeccionan técnicas 
de control –emocional– o de manipulación pedagógica a través del espacio-institución 
 
1 Por supuesto, la idea del museo como comunicación masiva supone también un debate, puesto 
que es posible cuestionar este principio operativo en un momento enel que el paso de un 
elitismo a una masividad en la cultura no es claro. Lo que sugiero en este sentido es entender al 
museo como un incipiente instrumento de masividad que precisamente, configuró para sus 
predecesores una manera de entender tanto a las artes y lo cultural dentro como dispositivo de 
comunicación social y masividad. Para un mayor análisis sobre este debate, Cf. James Cuno en, 
Museums Matter. In praise of the encyclopedic museum, Chicago ,University of Chicago Press, 
2011, pp. 148 y Peter Aronsson y Gabriella Elgenius (eds.) en National Museums and nation-
building in Europe 1750 – 2010, Nueva York, Routledge, 2015. 
2 Cf. Lois. H.Silverman, The social work of musems, Nueva York, Routledge, 2010, pp. 191 
 6 
como los ejemplos de la cárcel, el hospital y el “urbanismo científico”3 ya nos sugieren; 
que sobre una epistemología teórico-práctica construida en la idea del mundo como un 
universo mecánico producto de una legitimidad científica que permitía entender a la vida 
social como moldeable, asumían el papel de “instituciones moldeadoras de ciudadanos”. 
En este sentido, lo que se pretende demostrar es que el museo se construye bajo los 
mismos preceptos en torno a una docilidad humana. 
Esta consideración es, por supuesto, en suma compleja y requeriría de un examen 
de las pedagogías que intervienen en el proceso de la relación del museo – espacio; es 
decir, curadurías, museografías, etc. Para la presente investigación se abordará 
únicamente el factor arquitectónico dadas la coyunturas epistemológicas y factuales 
sobre las que se construye este espacio en un momento de revaloración y emergencia de 
la arquitectura moderna, que por medio de nuevos elementos como la inclusión de 
valores pedagógico espaciales bajo el esquema urbano-ilustrado, transforman a los 
edificios en un potencial práctico y mayormente efectivo para la gubernamentabilidad 
pública4. Es decir, es en este momento donde por primera vez esta práctica da cuenta y 
adquiere una autoconsciencia de su potencial político y de su efectividad para modificar 
las dinámicas sociales5, sobre una esquema de docilidad fáctica que basada en ideas 
mecánicas y médicas permiten asumir al edificio como una suerte de grafema y 
dispositivo tanto para la comunicación social como para la propia creación del individuo 
bajo la lógica moderna.6 
De tal modo que la principal hipótesis de esta investigación es que el museo, 
hablando sobre esta docilidad cuasi médica, es una materialidad política que a través de 
su arquitectura, espacialidad y estética, se conformó precisamente como un dispositivo7 
 
3 Cf. Michel Foucault, “El nacimiento de la medicina social” en Estrategias de poder, Intr. y trad. 
de Julia Varela y Fernando Álvarez Uría, Madrid, Ed. Paidos, pp. 363 – 384. 
4 Cf. Kenneth Frampton, Historia crítica de la arquitectura moderna, trad. Jorge Sainz, Ed- 
México, Gustavo Gili, 2010. 
5 Es decir, aunque la arquitectura por su potencial sensible es una constante en los gobiernos y 
en las administraciones públicas, es a partir de esta teorización que los edificios y su minuciosa 
planeación adquieren un papel consciente de su potencial gubernamental. En este sentido, esta 
investigación parte del supuesto al mismo tiempo del que la arquitectura, en tanto materialidad, 
es condicionante tanto ideológica como afectiva para las dinámicas socio espaciales en la 
modernidad. 
6 Henry M. Lloyd (ed.), The discourse of sensibility. The knowing body in the Enlightenment, 
Universidad de Sydney, Sydney, Ed. Springer, 2013. 
7 El concepto de dispositivo fue desarrollado por Michel Foucault y posteriormente retomado por 
Gilles Deleuze y Giorgio Agamben en el contexto de la crítica filosófica de la política occidental. 
Para el propósito de esta investigación, se utilizará la definición del pensador italiano: “[…] 
 7 
del espacio que pudiera solucionar algunas cuestiones pragmáticas en torno a una 
incipiente administración pública que dependía de una materialidad para funcionar, en el 
contexto del nacimiento de las conciencias nacionalistas y los nuevos retos 
administrativos y políticos que ello implicó. Lo que sugiero entonces es que la crisis de 
nacionalismos que afectó a toda Europa a finales del siglo XVIII, necesitó de un 
instrumento para crear ciudadanos a través de subjetividades emocionales, que encontrar 
en el museo una vertiente –material– para desarrollarse8. 
 Para demostrar esto, tomaré un ejemplo que de acuerdo a la historiografía en 
torno al museo, resulta ser el paradigma para la constitución espacial de esta tipología 
durante todo el siglo XIX y principios del XX9: el Altes Museum del arquitecto prusiano 
Karl Friedrich Schinkel. De tal modo que no se tratará de hablar de un momento en la 
historia constructiva del museo en específico ni de un fenómeno aislado en tanto 
evolución estilística, sino de exponer a partir del ejemplo paradigmático, para tratar luego 
de establecer algunas conclusiones sobre la configuración de este espacio como 
institución pública y como tipología arquitectónica para añadir a la discusión académica 
este problema como parte de un complejo engranaje de poder y espacio dentro de la 
política moderna occidental. 
 Esta investigación por tanto se propone explicar algunos de los motivos y 
directrices que nos pueden indicar las razones por la cual nace la idea del museo como 
 
llamaré dispositivo literalmente a cualquier cosa que de algún modo tenga la capacidad de 
capturar, orientar, determinar, interceptar, moderar, controlar y asegurar los gestos, las 
conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes. Por lo tanto, no sólo las 
prisiones, los manicomios, el Panóptico, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas, 
las medidas jurídicas, etc., cuya conexión con el poder de algún modo es evidente, sino también 
con la pluma, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarrillo, la navegación, los 
ordenadores, los teléfonos móviles y –por qué no– el lenguaje mismo, que quizás es el más 
antiguo de los dispositivos, en el que miles y miles de años atrás un primate –probablemente sin 
darse cuenta de las consecuencias a las que exponía– tuvo la inconsciencia de dejarse 
capturar.” Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo?, Trad. Mercedes Ruvituso, Barcelona, Ed. 
Anagrama, 2015, p. 24. Las cursivas son mías. 
8 Cf. George L. Moose, La nacionalización de las masas: simboismo político y movimientos de 
masas en Alemania desde las Guerras Napoléonicas al Tercer Reich, trad. de Jesús Cuéllar 
Menezo, Madrid, Ed. M. Pons Historia, 2005, 
9 Me refiero principalmente a dos estudios: Douglas Crimp, On the museum’s ruin, Cambridge-
Massachusetts, The MIT Press, , 1993 y Thomas W. Gaehtgens, “Altes Museum, Berlin: Buidling 
Prussia’s fisrt modern Museum” en Paul Carole (ed), The First Modern Museums of art: the birth 
of an institution in 18th and earl 19th century Europe, Los Angeles, J. Paul Getty Museum, 2012, 
p. 222. En estos dos análisis se reconoce que aunque históricamente, el Altes Museum no es el 
primero en su tipo, es el que sentará las bases en la construcción de museos para todo el siglo 
XIX y una pequeña parte del XX. 
 8 
una institución y el porqué de la importancia de éste en la administración pública a partir 
del siglo XIX a partir de la hipótesis de que el museo es entonces –hablando desde su 
complejidad material arquitectónica–, una técnica política dentro de un cúmulo complejo 
de materialidades, espacialidades y artefactos desarrollados en las lógicas del 
racionalismo ilustrado. Lo que nos ayudará a formular a manera panorama, una nueva 
propuesta para el debate sobre el museo-institución que nos permita comprender algunas 
de las razones por la cualeses específicamente hasta el siglo XVIII que surge la 
necesidad por esta esquema espacio-estética, pues cabe recordar que hasta antes la 
idea de un espacio para el deleite y la instrucción pública a partir de lo estético era aún 
inconcebible10. 
 En razón a lo anterior, este planteamiento pretende partir y poner a prueba una 
metodología genealógica11, remitiéndonos necesariamente a la Europa ilustrada del siglo 
XVIII, cuando entonces a través de la revalorización epistemológica y las innovaciones 
tecnocientíficas, la “arquitectura científica” puede asumirse como productora de 
experiencias al mismo tiempo que normadora de ciudadanos –una vez que estos se ven 
como dóciles bajo el racionalismo médico y estético–.12 Así, esta investigación se 
propone realizar un análisis de la práctica arquitectónica como un saber institucional, que 
partiendo desde las consideraciones histórico hermenéuticas de la propuesta foucaultiana 
y su particular lectura sobre la genealogía de saberes y poderes (y gobiernos) –así como 
de la interpretación del giro espacial para entender las dinámicas sociales a través, 
precisamente, del espacio– nos permitirá entender a mayor rasgo el nacimiento de una 
práctica en el contexto de la Europa de la Ilustración y de la configuración –institucional– 
 
10 Cf. B. Butler, “The ‘Alexandria Project in the Western Imagination” en Return to Alexandria: an 
ethnography of cultura heritage revivalism and Museum memory, California, Walnut Creek, 
2007, pp. 31- 63 
11 Para este proyecto, el sentido del concepto genealogía será entendido desde la propuesta de 
Foucault, para quien la genealogía supone no una búsqueda de un origen, sino la explicación 
causal del surgimiento de ciencias, saberes, instituciones o identidades, así como su desarrollo 
azaroso en el marco de la historia. Así, entendido a la arquitectura del museo como una 
particularidad paradigmática, nos proponemos trazar las pautas y los devenires de esta práctica 
arquitectónica a partir de la idea de que la genealogía no busca únicamente un origen, sino que 
se ocupa en “las meticulosidades y en los azares de los comienzos” así como en “prestar una 
escrupulosa atención a su derrisoria malevolencia; prestarse a verlas surgir quitadas de las 
máscaras, con el rostro del otro; no tener pudor para ir a buscarlas allí donde están -“revolviendo 
los bajos fondos”-; dejarles el tiempo para remontar el laberinto en el que ninguna verdad nunca 
jamás las ha mantenido bajo su protección”. Cf. Michel Foucault, Nietzsche, la genealogía, la 
historia, Trad. José Vázquez Pérez, Valencia, Ed. Pre-Textos, 2007, p. 11 
12 Cf . José Ramón Recalde, La construcción de las naciones, México, Siglo XXI , 1982. 
 9 
de la modernidad política en su dimensión material. A partir de esto podremos sugerir 
que, al menos desde la teoría de la arquitectura y su discursividad, se construye al museo 
como una práctica encaminada a crear pedagogías y emociones bajo la dinámica del 
“deleitar para luego instruir” bajo un supuesto esquema de docilidad fáctica médica y 
también estética. De tal modo me propongo generar, desde una suerte de historia política 
de la arquitectura y el espacio, una respuesta tentativa para entender el éxito del museo 
como dispositivo y como institución. Esta investigación pretende ser, por tanto, una 
historia de un dispositivo. 
 
Planteamientos 
 
Una lectura sobre la Ilustración y el racionalismo científico sugiere que gracias a distintos 
cambios epistemológicos producidos primero por factores como el mecanicismo 
cartesiano y posteriormente, la física newtoniana, a finales del Siglo XVII el 
“pensamiento” alcanzó una “Era de la razón”, en donde a través del razonamiento crítico 
los individuos se asumieron como capaces de conocer y modificar todo ámbito natural y 
social. Esta visión sugiere entonces una consideración hacia la Ilustración como un 
fenómeno meramente intelectual, en el que entonces sólo aquellas comunidades con la 
capacidad de acceder al racionamiento científico pudieron haber sido testigos de dichos 
cambios. Sin descartar dicha lectura, se puede sugerir también que “el avance de la 
razón”, más que por ser causa directa de una ruptura epistemológica, fue también causa 
directa de distintos factores económicos, sociales y políticos que hicieron necesarios el 
pensamiento crítico. A saber, la consolidación de la economía capitalista y su apremiante 
necesidad por conceptualizar nuevos métodos de explotación de la naturaleza13, la 
imperante exigencia por pensar en nuevas formas de organización social tras la ruptura 
de la “hegemonía política” de Europa luego de la Reforma que se desembocaron en el 
origen de la teoría social y la filosofía política moderna14, y que, entre otros, pueden 
 
13 Cf. Margaret Jacob y Larry Stewart, Practical matter: Newton’s Science in the Service of 
Industry and Empire (1687 – 1851), Massachusets, Harvard University Pres, 2004 y Margaret 
Jacob. The cultural meaning of the Scientifc Revolution, Filadelfia, Temple University Press, 
1988. 
14 Cf. Steven Shapin, “What was the knowledge for?” en The Scientific Revolution, University of 
Chicago Press, Chicago, 1992. pp. 119 – 165 . Para la acepción de la teoría política y su 
nacimiento bajo una lógica moderna o científica, cf. Herbert Marcuse, Razón y Revolución. Hegel 
y el surgimiento de la teoría social, Barcelona, ed. Altaya, 1994. 
 10 
entonces ayudarnos a entender la magnitud de un problema que no sólo precede al 
campo de las ideas, sino a la compleja realidad social-material. 
Esto nos sugiere también una relación dialéctica entre el avance del pensamiento 
racional-científico a la par que una forma de dominación técnica-científica de la 
naturaleza que ya ha sido señalada por problematizaciones como la de la Escuela de 
Frankfurt; y que nos invita a pensar a las distintas técnicas y ciencias de la Ilustración 
entonces no como el resultado sólo de procesos intelectuales, sino también, de las 
necesidades por aprovechar y dominar sobre la naturaleza, en tanto materialismo 
económico, y en última instancia, del “hombre por el hombre”. Ahora bien, esto es 
relevante para esta propuesta de lectura, ya que según planteo, paralelamente a la 
consideración del museo como un gran logro de la ilustración por espacializar el 
conocimiento y llevar la Enciclopedia a “las masas” como lo sugieren algunos 
planteamientos, este se puede interpretar también como una tecnología que responde a 
un contexto en donde se necesitaba un medio de encausamiento estético y producción 
de subjetividades a partir de la pedagogía del espacio público. 
Ya Michel Foucault, desde el seno del pensamiento político posmoderno y la crítica 
al proyecto occidental, demostró la relación entre la epistemología y los saberes 
ilustrados con la creación de subjetividades a partir de distintas tecnologías entre las que 
se incluye la arquitectura en tanto espacialización del poder, principalmente a partir del 
ejemplo de la institucionalización del hospital y la prisión en medio del racionalismo 
mecanicista del siglo XVIII15. Foucault, considerando a la Ilustración bajo esta perspectiva 
compleja y en cierto sentido dialéctica según las directrices del pensamiento 
frankfurtiano, demostró la forma en que a través del conocimiento del espacio y por 
medio de la teoría de la arquitectura complementada con la medicina y la estética, la 
práctica de construir y diseñar espacios se puede interpretar como una técnica de control 
tanto higiénico como emocional16, como parte de una serie de nuevas técnicas 
desarrolladas en el siglo XVIII que crearon una nueva forma de gobierno a partir del 
dominio de la vida al que se referiría luego como parte de los entramados del “biopoder” y 
la “biopolítica”. 
 
15 M. Foucault, “Incorporacióndel Hospital a la tecnología moderna” en La vida de los hombres 
infames, trad. de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría, Ed. Altamira, La Plata-Argentina, 1996 
16 Me refiero principalmente al trabajo de Foucault en Vigilar y Castigar. Cf. M. Foucault, Vigilar y 
castigar. Nacimiento de la prisión, trad. de Aurelio Garzón del Camino, Buenos Aires, Siglo 
veintiuno editores, 2002. 
 11 
En el ejemplo de sus investigaciones, estas técnicas no se consideran como auto 
emergentes o autónomas, sino que eran parte un programa (bio) político en el cual a 
través de la modificación de la vida (por medio de los saberes biológicos y de técnicas 
disciplinarias anatomo-políticas) se crean subjetividades, es decir, asignaciones políticas 
a cierto tipo de personas, que en los ejemplos de las investigaciones foucaultiana 
resultaban ser “el loco”, ”el enfermo” y “el prisionero”. Es decir, se consideraba a estas 
instituciones como parte de un programa social, que bajo el esquema de la ciencia y la 
medicina ilustrada, se asumían como capaces de controlar y modificar comportamientos y 
en última instancia, los factores vitales (a través, precisamente, de la espacialización de 
la vida). 
Siguiendo algunas directrices de este planteamiento –pero con el afán de 
cuestionar y complementar dichas consideraciones– la hipótesis y el valor de esta 
investigación es que entonces, a la par de dar cuenta de su potencialidad pedagógico 
mediante las teorías de la arquitectura y de la sensibilidad médica y estética, el museo 
dio cuenta de su potencial político y se transformó en un dispositivo de poder a partir 
también, del control de lo vital mediante lo que sugiero llamar una economía de lo 
sensible. Así, esta investigación tratará de realizar una conexión entre los saberes y 
discursos médicos-morales y estéticos de su momento, para dar cuenta de cómo es que 
el museo –en tanto episteme– se relacionó con la producción de subjetividades a través 
de lo que más adelante conceptualizaremos como “pedagogía afectiva” así como para 
proponerlo como una técnica de un programa biopolítico principalmente considerando 
que la institución-museo se hace capaz de utilizar experiencias humanas-vitales a partir 
de conceptos estéticos operativos y la idea de una comunidad-estética-política. 
En este sentido, esta tesis se propone entender al museo y su nacimiento 
institucional no como únicamente una práctica creada para realzar valores estéticos o 
artísticos, sino como una práctica compleja enraizada en un programa social (biopolítico), 
cuyo resultado es la construcción de una tipología constructiva que tiene el propósito de 
crear a un sujeto que, sostengo, corresponde a una sujeción nacionalista en la lógica de 
individuación de la modernidad. Es decir, el museo-arquitectura, como esquema de 
conocimiento pedagógico y sensible hablando desde su materialidad tipológica, según lo 
que planteo, no deben de ser comprendidos solamente como parte de un avance objetivo 
en la teoría e historia de la arquitectura y del arte, sino como parte de la necesidad de un 
programa social nacionalista que necesitaba una cohesión comunitaria y una doctrina 
 12 
política. De tal modo que al mismo tiempo que sugiero esta vertiente para entender al 
museo, propongo también entender a la arquitectura como fuente para comprender los 
tramados históricos modernos entre poder, espacio y estructura o dinámicas sociales. 
 
Lo que se ha dicho 
 
El fenómeno del museo ha despertado un gran interés por la historiografía y la teoría del 
arte que ha devenido en una producción tan vasta que sería imposible mencionar apenas 
de manera superficial. Para nuestra investigación, bastará con señalar aquellas 
investigaciones que se encuentran cercanas a nuestra propuesta, es decir, aquellas que 
consideran al museo como un instrumento político o como una institución que media 
tanto al conocimiento como a las sensibilidades –o a la estética–, más allá de la 
pretensión ilustrada de mero escenario de exhibición estética o artística neutral. 
Esta visión recientemente se ha visto enriquecida por estudios que aunque 
enfocados al coleccionismo y no a la práctica espacial-arquitectónica me han permitido 
ver la relación del museo como institución con los proyectos sociales y políticos de la 
modernidad. A pesar de que en este tipo de estudios, no se trate a la práctica museal y 
en concreto, a sus distribuciones espaciales como una “tecnología subjetivadora”, estos 
enfoques me han ayudado a entender la forma en que a partir del Renacimiento, el 
ámbito artístico-museal se convierte necesariamente en un fenómeno político y de 
espacialización del poder. Particularmente hablo de dos planteamientos; el primero de 
ellos realizado por Miruna Achim e Irina Podgorny, que recopila el nacimiento de las 
coleccionismo entre 1790 y 1870, en donde en un gran esfuerzo de síntesis, se ha 
logrado demostrar las relaciones con la práctica coleccionista pública con la creación de 
identidades nacionales, principalmente en los ejemplos de los incipientes nacionalismos 
de América Latina17. De igual manera, aunque no enfocados en el dispositivo 
arquitectónico-institucional, los estudios compilados por Peter Aronsson y Gabriella 
Elgenius en National Museums And Nation-Building In Europe 1750–2010 me han 
permitido dar cuenta de la efectividad de esta institución como dispositivo para la 
creación de nacionalismos en la Europa del siglo XIX. 
 De manera similar, los ensayos recopilados por Michaela Gibelhausen dan cuenta 
 
17 Miruna Achim e Irina Podgornu, Museos al detalle. Colecciones, antigüedades e historia 
natural: 1790 - 1870, Rosario, Prohistoria Ediciones, 2014. 
 13 
del papel del museo como creador de sujetos que en este caso se interpretan como el 
resultado de la necesidad para la conformación de identidades urbanas en el contexto del 
crecimiento y conformación de las grandes urbes y capitales del mundo durante la 
segunda mitad del siglo XIX y a principios del XX. Aunque esta propuesta explora la 
creación de circuitos urbanos por los museos, más que la creación de una tecnología 
arquitectónica, considero al planteamiento como sumamente cercano. Cercano a este 
planteamiento existe un estudio para el caso de los museos mexicanos realizado por 
Daniel Garza Usabiaga, en “La arquitectura como forma simbólica. El caso de Pedro 
Ramírez Vázquez y la construcción de museos en México después de la Posguerra” que 
es quizá el único estudio en su tipo para el caso nacional, al reconocer que el museo 
(Museo de Antropología y Museo de Arte Moderno) fungió precisamente como tecnología 
y dispositivo para la constitución de la identidad nacional del gobierno mexicano de la 
posrevolución. A pesar de que este estudio habla sobre el “simbolismo” del museo, más 
que de su efectividad pedagógica hablando de dinámicas espaciales y políticas, el 
planteamiento de esta investigación me ha ayudado a comprender de manera más 
amplia la posibilidad de existencia histórica del museo-dispositivo. 
A propósito de la problematización y cuestión de la arquitectura como modificadora 
de la vida humana en el contexto del racionalismo ilustrado y la crítica posmoderna, así 
como su fundamentación para el estudio de la arquitectura en el marco de las ciencias 
sociales y la historia, existen múltiples estudios. Por sus aportaciones a la relación entre 
el paradigma racional y el desarrollo de la arquitectura como un saber práctico-
institucional, las investigaciones de Anthony Vidler en El Espacio de la Ilustración: La 
teoría arquitectónica en Francia a finales del S. XVIII, y de Barry Bergdoll en European 
Architecture 1750 – 1890) dan cuenta de la constitución material de nuevas 
construcciones que tenían el propósito de reformar la vida social y política a través de la 
creación de subjetividades desde el dispositivo edificio. Estas investigacioneshan 
ampliado la nociones de institución, espacio y poder para llevarla al análisis de 
espacialidades como las fábricas, los palacios de gobierno, bibliotecas y escuelas para 
entonces considerar a la arquitectura como un saber social al mismo tiempo que un 
espacio de poder. 
Recientemente se han añadido también una serie de discusiones que aterrizan 
concretamente el planteamiento de la biopolítica o de la politización de la vida a partir del 
cuerpo a través de la arquitectura. Por una parte, el ensayo de Sven-Olov Wallenstein en 
 14 
Biopolitics and the emergence of modern Architecture, ha presentado excelentes análisis 
para entender, desde el cambio de paradigma en la revolución epistemológica de la 
arquitectura en el siglo XVI, la inclusión de las sensaciones –en tanto operatividad 
política-comunitaria–. En este sentido, la investigación de Wallenstein sugieren entender 
a lo arquitectónico, como base material de la vida social, como un elemento institucional 
sumamente importante para la subjetivación del individuo moderno. Por otra, destaco los 
planteamientos de Beatriz Presiado en Gender, Sexuality and the biopolitics of 
Architecture: from the secret Museum to Playboy18 quien ha visto bajo las mismas 
directrices de la evolución médica-científica de la arquitectura en el seno ilustrado, una 
serie de pautas para entender a la materialidad del edificio como una suerte de 
dispositivo que ha funcionado en el entorno modernizante también para crear 
subjetividades en torno al género y la sexualidad. Estas investigaciones han abierto un 
panorama para entender el estudio de la arquitectura como una fuente de suma 
importancia para entender procesos sociales y políticos a partir, precisamente, de la 
dinámica en que esta se une con el espacio. 
Sobre el caso concreto del Altes Museum existen una serie de estudios puntuales 
que recientemente han abierto el panorama para entender a este ejemplo como el 
paradigma del museo como institución en tanto espacialización del poder. Por una parte, 
el estudio al que ya me he referido anteriormente de Douglas Crimp, señala a este 
ejemplo como el momento específico para entender la génesis institucional, no sólo por 
ser el primer proyecto en la historia de occidente en formular la tarea de crear sino 
porque sienta las directrices que se tendrán que seguir necesariamente para la 
posteridad. En este sentido, también existe una investigación de Thomas W. Gaehtgens 
sobre el museo de Schinkel que explica al nacimiento tipológico del Altes desde una 
historia del arte, destacando las influencias en éste de los arquitectos de la teoría 
ilustrada. 
Dichos planteamientos han tenido una gran aportación para la presente 
problematización, pues a pesar de que en su mayoría son estudios que no indagan en la 
creación del dispositivo museo mediante la creación de espacialidades arquitectónicas (o 
mediante la materialidad del espacio), exploran su éxito como tecnología para 
 
18 Beatriz Preciado, Gender, sexuality, and the biopolitics of Architecture: from the secret 
Museum to Playboy, tesis para obtener el grado de doctor en Filosofía, Princeton, Universidad de 
Princeton, 2013. 
 15 
principalmente la segunda mitad del siglo XIX en capitales europeas y americanas, así 
como a principios del siglo XX. La investigación más cercana al planteamiento que se 
propone, en este sentido, es la realizada por Carol Duncan en Civilizing Rituals, quien a 
partir de dar cuenta del potencial pedagógico de las arquitecturas, hizo un recuento sobre 
las formas en las que las orientaciones y el diseño del espacio han estado orientados en 
distintos momentos para crear distintas interpretaciones de la historia (o subjetividades) 
según las lecturas oficiales. 
Por otro lado, contraria a las interpretaciones de la arquitectura cercana al 
dispositivo o a un análisis de los museos como un elemento cercano al poder, existe un 
análisis formulado por Jean Louis Deotte, quien a través de su texto “El museo no es un 
dispositivo” plantea que la espacialidad museística es un aparato (contrario al concepto 
de dispositivo), en el sentido en que es esta únicamente la condición material que hace 
aparecer –a la sensibilidad– un acontecimiento, sin mediaciones ideológicas y que en 
todo caso, hacen de la institución-museo, únicamente la condición de posibilidad material 
fenomenológica para el desarrollo de experiencias estéticas19. La tesis de Deotte, que 
implica una cierta “automatización del objeto técnico museo”, en tanto este sale de sus 
contexto político e ideológico implicaría que el museo es únicamente la condición de 
posibilidad sensible (mediante la institución-aparato) de una forma de ver el arte que 
llevaría al sujeto a conformarse como a-histórico y al mismo espacio museal, como una 
suerte de suspensión a través del destino material o de la trascendentalidad de la obra 
artística. Sin embargo, considero que es precisamente lo museal, lo que posibilita la 
forma de ver el arte y concebir una relación epistemológica con el mundo, mediante la 
conformación de un modelo de vida a partir de la materialidad del espacio en un 
determinado momento. Considerando que la arquitectura como referente material 
concreto afecta directamente las vivencias en tanto configura de alguna forma, la 
posibilidad de estas, tanto a un nivel que habría de ser llamado como a un nivel dentro de 
 
19 Refiere Deotte: “Para que un acontecimiento comparezca en nuestro mundo es necesaria su 
configuración por medio de un aparato (appareillé), especie de dispositivo técnico que le permite 
aparecer, hacer época. El aparato se distingue del dispositivo definido por Foucault en cuanto 
configura una sensibilidad posibilitando una época y una comunidad sin tener que obedecer a 
una constitución ideológica inmanente. También difiere de la noción de aparato dada a conocer 
por Althusser, ya que no es una institución ideológica que determine al sujeto, sino que es previo 
debido a que constituye, mediante la técnica, un modo de aparecer de lo sensible posible de 
encarnarse en instituciones.” Jean Louis Deotte, “El museo no es un dispositivo” en Museum 
internacional, no.235, Trad. Andrés Correa Motta, UNESCO, septiembre de 2007. 
 16 
la dinámica socio-espacial que aquí se tratará de mostrar. En este sentido, el estudio de 
la arquitectura y el espacio para esta investigación es a su vez, un estudio de las 
condiciones materiales e ideológicas de un tiempo20. 
De tal modo que mi propuesta y la vertiente que sugiero puede ayudarnos a 
entender a este como una institución que no es neutral ni puramente estética según el 
desinterés kantiano ilustrado, sino que es una instancia que mediada por circuitos del 
saber y por condiciones históricas, genera en un determinado momento una percepción y 
un entendimiento concreto a partir del sensacionalismo y las emociones; mismas que 
sugiero, son las principales directrices para pensar una práctica a la luz de la 
consideración biopolítica, en tanto asignación o politización de las experiencias. Es decir, 
se trata de demostrar desde el rastreo genealógico, que el museo está construido como 
una institución que media la relación del hombre-mundo y que como otras instancias 
surgidas en el mismo momento, son el resultado de una novedosa forma de concebir el 
ejercicio gubernamental. No se trata de realizar una suerte de rastreo histórico sobre las 
evoluciones tipológicas del museo ni de hablar en particular sobre las configuraciones 
espaciales de Schinkel y el Altes Museum, sino de proponer una respuesta ante la 
pregunta: ¿qué es el museo y por qué se configuró, al menos en su vertiente institucional, 
de tal manera?, ¿a través de qué medios es que el museo se ha convertido en una de las 
instituciones más importantes para mediar el saber y los conocimientos en lamodernidad? 
 
Metodologías 
 
Uno de los planteamientos centrales de esta tesis consiste en valorar a las instituciones, 
al poder y el espacio, incluido al museo, como parte de un complejo entramado histórico 
de relaciones de poder. En este sentido, gran parte de la metodología de esta 
 
20 Un pionero en esta concepción fue Henri Lefebvre, quien es quizá el primero en presentar la 
necesidad de estudiar la espacialidad como un resultado de todos los procesos sociales para 
comprender así a la sociedad misma. Este planteamiento ha sido replanteado por lo que ha sido 
denominado por la historiografía como “Giro Espacial” dentro de un neo-materialismo histórico, 
que a través de autores como Edward Soja20, estudian la espacialidad no como un resultado de 
la sociedad sino como condición de posibilidad de esta, en donde espacio y sociedad están en 
una relación dialéctica, donde por consiguiente, el espacio dista de ser un mero aparato y es 
más bien, el determinante de la sensibilidad y la forma de un determinado momento histórico. Cf. 
Henri Lefebvre, La producción del espacio, Intr. y trad. de Emilio Martínez Gutiérrez, Madrid, Ed. 
Capitán Swing, 2013 y Edward Soja, “Taking space personally” en Barney Warf y Santa Arias, 
The Spatial Turn: Interdisciplinary Perspectives, Nueva York, Ed. Routledge, 2009. 
 17 
investigación constará en tratar de desentramar algunas de las redes que pudieron dar 
pie a la génesis del museo-institución. Para entender estas relaciones, sugiero 
comprender por un lado, la importancia de la medicina y la fisiología, así como de la 
filosofía del entendimiento para entender la mecanicidad biológica y epistemológica de 
los individuos y por otra, la relación de estos planteamientos para con la teoría de la 
arquitectura –condición de posibilidad para pensar en lo arquitectónico para con las 
dinámicas sociales– en el contexto de su reafirmación epistémica. 
De tal modo que se abordaran fuentes que de alguna forma generaron un discurso 
tanto sobre la moldeabilidad de los individuos, como de lo moldeable del entendimiento a 
partir ya propiamente del espacio arquitectónico y de la materialidad del edificio y la 
ciudad. Por ello, en una primera parte, esta investigación se apoyará en el discurso 
científico a través de los testimonios de los médicos y teóricos del conocimiento que 
pudieron haber generado la idea de la moldeabilidad para con los individuos pensados ya 
como su-jetos. A partir de la lectura directa de los testimonios, así como apoyándome en 
las interpretaciones historiográficas de la medicina ilustrada, trataré de demostrar la 
importancia de la ciencia para la moldeabilidad de los sujetos para luego entender cómo 
es que estos planteamientos de alguna forma se fusionan con el arte de proyectar y 
diseñar espacios. 
Cabe mencionar, para mostrar al dispositivo-arquitectura, será necesario en 
primera instancia hablar sobre los aspectos formales de las tipologías constructivas. Para 
ello, es indispensable contar con los testimonios directos de los arquitectos que crearon 
las construcciones así como crear un análisis de las estructuras a partir de los planos y 
representaciones del edificio para demostrar que la constitución del espacio se da en 
torno a las distintas ideas y concepciones estéticas, políticas y sociales de su momento. 
Este tipo de documentación conforma un discurso tanto sobre el espacio que nos 
permitirá al mismo tiempo, ver la realidad hermenéutica y la posibilidad epistemológica 
sobre la cual se pensaba a la institución. 
Esta tesis, por tanto, se dividirá en tres partes. La primera tratará de demostrar la 
forma en que el racionalismo ilustrado del siglo XVIII devino en la creación de formas de 
gobierno a partir de lo que se ha conceptualizado por pensadores como Foucault y 
Giorgio Agamben como biopolítica21. En esta sección se tratará de demostrar la manera 
 
21 Esta noción se refiere al gobierno de los humanos principalmente a partir del control de los 
elementos biológicos. En este sentido, esta categoría esta formulada para entender las menaras 
 18 
en que, bajo el racionalismo ilustrado, el gobierno a partir de lo vital se hizo una práctica 
fáctica, lo que es necesario para comprender cómo es que se creó un dispositivo espacial 
basado en saberes medicinales y estéticos. En este sentido se intentará probar que 
dentro de los múltiples cambios a nivel gubernamental que se dieron durante el siglo 
XVIII, producto de un nuevo racionalismo, el gobierno-de-la-vida se hizo una de las 
formas más populares y predilectas por crear nuevos modelos gubernamentales. 
Asimismo, se intentará problematizar la categoría biopolítica para demostrar la forma en 
que también la arquitectura y el urbanismo, a partir del siglo XVIII pueden ser 
considerada dentro de esta categoría de análisis. 
La segunda parte consta de valorizar genealógicamente la teoría de la arquitectura 
de la Ilustración, para entender la forma en que los saberes médicos y estéticos se 
pudieron unir a la práctica del diseño y construcción del espacio, que en última instancia 
posibilitaron convertir, al ejercicio de la arquitectura, en una práctica biopolítica o una 
bioarquitectura. Este capítulo se propone entender cómo es que el ámbito arquitectónico 
se revaloriza, mediante lo cual comprenderemos cómo es que los arquitectos del siglo 
XVIII se asumieron como capaces de encaminar su trabajo hacia la creación de 
subjetividades mediante lo que llamaremos “manipulación emocional”. Para comprender 
esto a profundidad, trataremos de analizar estos aspectos mediante el ejemplo análogo 
de la arquitectura de la prisión como “espectáculo estético reformista”. 
Como resultado a las anteriores propuestas, la última y tercera parte se propone 
interpretar a la teoría arquitectónica museal de finales del siglo XVIII como resultado de 
una necesidad análoga por crear tecnologías biopolíticas. Se intentará demostrar de esta 
forma, que lo que significaba una necesidad social apremiante para el experimento del 
hospital y la prisión, esto es, la de la higiene y el control disciplinario de los prisiones para 
el crecimiento económico, devienen también en prácticas análogas como el museo como 
una forma de solucionar la necesidad de las crisis de nacionalismos, mediante de 
exaltaciones estéticas y la creación de una ideología estética en común22. 
 
en que a partir del siglo XVIII, mediante saberes como la medicina y la fisiología, el control del 
cuerpo se hace indispensable para un control político también. Más adelante problematizaremos 
sobre esta cuestión. Cf. Santiago Castro-Gómez, Historia de la gubernamentalidad, Bogotá, 
Universidad Santo Tomás de Aquino, 2010. 
22 En el sentido en el que el nacionalismo es una construcción ideológica y una doctrina política 
que crea un conjunto de principios en torno a la organización de una entidad social limitada. De 
tal modo que la interpretación de nacionalismo que aquí se utilizará, parte del supuesto de que 
este es un principio político que parte de una construcción “abstracta”, en la que las 
 19 
Particularmente, se tratará el ejemplo del caso del Altes Museum, de Karl Friedrich 
Schinkel, por ser este el museo más representativo del paradigma de la teoría 
arquitectónica ilustrada según es considerado por la historiografía de la ilustración y por 
ser este el ejemplo del modelo que imperó para la construcción de museos por más de un 
siglo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
consideraciones de una clase se valen de ciertosartefactos culturales para crear una unión en 
donde, precisamente, antes no la había. Lo que sugiero es que los museos y su potencial 
práctico-sentimental se pudieron unir, por sus características política-arquitectónicas, a la 
agenda de los nacionalismos incipientes de principios del siglo XIX. 
Dichas consideraciones parten principalmente de los planteamientos teóricos de Hans 
Kohn, quien introduce el concepto de comunidad “abstracta” y de Benedict Anderson, a través de 
su idea de “Comunidad imaginaria” en las que se sugiere entender a lo nacional como la 
invención de una comunidad, precisamente donde antes no existía, para hacer legítimo el 
ejercicio de Estado. Así mismo, usaré al Gellner por su definición del nacionalismo como 
principio operativo de la política moderna que en resumen, busca “una coherencia entre la 
unidad política y la unidad nacional”. Cf. Hans Kohn, The awakening of nationalism and liberty” 
en Nationalism and its meaning in history, Florida, Robert Krieger Publishing Company, 1982; 
Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del 
nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993 y Ernest Gellner, Naciones y 
nacionalismo, trad. de Javier Seto, Madrid, Alianza, 2001. 
 20 
Capítulo I 
Ilustración, racionalismo y (bio)política 
 
De acuerdo con el relato ya convertido en tradicional de la Ilustración23, en el siglo XVIII la 
visión del mundo se reorganizó en su totalidad debido a una nueva forma epistemológica 
de entender el mundo producto de una nueva forma de entender “científicamente” la 
realidad, principalmente a partir de descubrimientos y teorías científicas de la realidad en 
materia astronómica y matemática24. Según esta visión, estos descubrimientos, 
realizados de la mano de Galileo, Descartes, Kepler y Newton, entre otros, produjeron 
una nueva forma de entender la realidad a partir de la observación y la experimentación, 
en donde la deducción metafísica del pensamiento medieval pereció y dio paso para una 
nueva epistemología basada así en un empirismo científico25. En este sentido, la 
“desteologización del pensamiento”26 produjo una forma de ver a la realidad a su vez, no 
como un principio divino sino como una realidad que podía ser desdoblada a la luz de la 
 
23 A pesar de ser un concepto cuya consciencia se pudo haber gestado en pleno siglo XVIII, no 
hay un gran tratado sobre un periodo Ilustrado sino hasta e siglo XX, primeramente cuando Ernst 
Cassirer inauguró la tradición de aplicar esta categoría al análisis de un cambio de pensamiento 
que Cassirer lo rastreo en el campo de la historia de las ideas, más concretamente en la historia 
de la filosofía. Luego de Cassirer, podríamos afirmar que se inauguró una tradición para 
comprender a la Ilustración principalmente como un fenómeno intelectual, sin que entonces 
aparecieran problematizaciones sobre su impacto a nivel social; a pesar de Cassirer sugería 
entender estos cambios intelectuales y epistemológicos como el primer paso para entender todo 
el funcionamiento de una nueva época, dicho estudio careció de una relevancia histórica material 
y no se aventuró a decir cómo es que entonces la intelectualidad ilustrada se pudo configurar en 
el devenir histórico-material. Sobre este paradigma es que el relato de la Ilustración, como 
fenómeno histórico, ha tenido que reconstruir su propia narrativa. Cf. Mónica Bolufer, “De la 
historia de las ideas a las prácticas culturales: reflexiones sobre la historiografía de la Ilustración” 
en Josep Lluís Barona y Juan Félix (eds.) La Ilustración y las ciencias: para una historia de la 
objetividad, Valencia, Universidad de Valencia, 2003, pp. 21- 52 y Kees-Jan van Klaveren, A 
Makable Past: Enlightenment historiography from Cassirer to Israel in Moral Perspective (1932-
2006), Tesis de Maestria de la Universidad de Erasmo de Rotterdam, 2008. (Recurso original en 
línea: https://www.eshcc.eur.nl/fileadmin/ASSETS/eshcc/2007-
2008/Onderzoek/CHC/vanklaveren_thesis_summary.pdf) 
24 Cf. John Henry, “The Science and the coming of the Enlightenment” en Martin Fitzpatrick (et. 
Al.), The Enlightenment World, Nueva York, Ed. Routledge, , 2004, pp. 10 - 27 
25 John Henry, Op Cit.., p 13 y E. Cassirer, La filosofía de la Ilustración, trad. de Eugenio Ímaz, 
México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 24 
26 Esta idea, a veces referida también como “secularización del pensamiento” la proponen 
autores como Ernest Cassirer y Peter Gay. Cf. Cassirer, Op. Cit. y P. Gay, “The recovery of the 
nerve” en The Enlightenment: an interpretation, Vol II: The Science of Freedom, Nueva York, Ed. 
W. W. Norton & Company, 2013, pp. 3-55 
 21 
razón, es decir, como una realidad que convertida en sujeto de conocimiento por la 
experiencia podía ser conocida en su totalidad y no sólo deducida como el animismo 
aristotélico lo sugería27. Esto llevó a una reconceptualización no sólo de las matemáticas, 
la filosofía y la astronomía, sino también llevó a pensar de nuevas formas todos los 
ámbitos sociales, que ahora aparecían como fenómenos que podían ser conocidos 
mediante la observación y la deducción, en tanto metodología científica. 28 De esta forma, 
es posible pensar que para los pensadores del siglo XVIII era claro que no sólo se podían 
formular nuevas ideas sobre el movimiento de los planetas o leyes generales sobre el 
comportamiento de la materia, sino también se puedan generar nuevas 
conceptualizaciones acerca de las leyes, las formas de gobierno y en general, de la razón 
de Estado. 
Siguiendo este planteamiento, la teoría política del siglo XVII y el siglo XVIII se 
puede ver como el resultado directo de este quiebre epistemológico, en el que el 
empirismo y el racionalismo científico entonces, proporcionaron a los filósofos las 
herramientas necesarias para crear, a través de los principios deductivos de la ciencia, 
nuevas formas de pensar la razón de ser del gobierno particularmente a partir de las 
ideas del “estado natural” y del contrato social.29 Partiendo de la idea de que los hombres 
son productos de sus relaciones sociales, históricamente construidas y no son resultado 
de una teología divina, el aspecto social que incluye a los ámbitos gubernamentales y 
jurídicos, se convierte también ahora en algo que puede ser desdoblado a la luz del 
racionalismo. Por tanto, la “nueva filosofía” que había roto con la concepción medieval 
veía de este modo a los individuos ya no como sujetos de normas que vienen más allá de 
la realidad, sino como producto de su presente inmediato y de sus condiciones históricas. 
Esto hacia posible entonces, concebir la idea de que cambiando aquellas condiciones, los 
individuos pueden cambiar y de acuerdo con el fervor y proyecto kantiano, la humanidad 
 
27 Cf. Craig Martin, “The new sciences, religion and the struggle over Aristotle” en Suberting 
Aristotle, Baltimore, John Hopkins University Press, 2014, pp. 145 - 168 
28 En palabras de Cassirer: “desde los principios de las ciencias hasta los fundamentos de la 
religión revelada, desde los problemas de la metafísica hasta los del gusto, desde la música 
hasta la moral, desde las cuestiones teológicas hasta las de la economía y el comercio, desde la 
política hasta el derecho de gentes y el civil.” E. Cassirer, Op. Cit., p. 18 
29 Para un balance más completo de las reconceptualizaciones del Estado en la teoría política 
del siglo XVIII, véase, Ignacio Carrillo Prieto, “La Ilustración” en La ideología jurídica en la 
constitución del Estado Mexicano 1812-1824, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas -
UNAM, 1981, pp. 13 – 49. 
 22 
podría “progresar”. Dicho de otro modo, una vez que se piensa a los hombres como 
determinados social e históricamente, se pueden generar formas de gobierno que 
partiendo de un empirismo a partir de casos particulares, generenuna 
gubernamentalidad limitada mayormente efectiva30. 
En este sentido, se ha afirmado que tanto el constitucionalismo, la democracia 
política, el derecho positivo y en general, una nueva concepción del Estado como entidad 
secularizada,31 fueron el producto de una nueva forma de conceptualizar la 
gubernamentalidad a partir de un giro epistemológico. Con el pensamiento racional la 
idea de un orden divino que controla entre otras cosas, la vida social, queda desechada y 
por el contrario, se necesita un sistema racional de pensamiento social; así surgen ideas 
como la del contrato social primeramente formulada por Hobbes y seguida por autores 
como Locke, Montesquieu y Rousseau. El gobierno, en esta lectura, se transformó en un 
ejercicio racional, análogo al quehacer científico32. 
Mientras que esta visión ha sido explorada y confirmada por historiadores como 
Eckart Hellmut y Geoffrey Hawthorn, quienes han visto una serie de reformas políticas33 
en la segunda mitad del siglo XVIII como resultado de nuevas conceptualizaciones sobre 
el gobierno que produjeron cambios concretos34, pueden sugerirse cambios a nivel 
gubernamental en otros niveles y bajo distintas lógicas. Es decir, aunque se ha señalado 
por autores como Jonathan Israel que la administración gubernamental y la filosofía 
política tienen una estrecha relación –lo que sugiere que un cambio en la mentalidad 
 
30 Por ejemplo, Montesquieu afirma: “las leyes políticas y civiles de cada nación no deben ser 
más que los casos particulares a los que se aplica la razón humana” Montesquieu, Del espíritu 
de las leyes (1748) Libro I, Cap. III., trad. de M. Blázquez y P. de Vega, Madrid, Ed. Tecnos, 
1972, p. 54 
31 Al mismo tiempo que se crea una nueva legalidad a partir no de los principios morales divinos, 
sino a partir de los problemas concretos de la sociedad, el concepto de gobierno necesita una 
nueva legalidad y justificación que encuentra en las leyes y las instituciones. De esta forma, 
surge un nuevo tipo de Estado –que bien podríamos conceptualizar como moderno- basado en 
una legalidad “terrenal” que en palabras de Denis Diderot “Ya no se justifica por sí mismo o por 
su dependencia de una cierta concepción religiosa, sino exclusivamente por su servicio a los 
individuos”. Cf. Luis Prieto, La filosofía penal de la Ilustración, México, Instituto Nacional de 
Ciencias Penales, 2003. p. 27 
32 Refiere Cassirer, por ejemplo, sobre Montesquieu que este: “plantea, como jurista, la misma 
cuestión que Newton planteó como físico.” Cassirer, Op. Cit., p. 233 
33 Eckhart Hellmuth, “Enlightenment and goverment” en M. Fitzptrick, Op. Cit., pp. 448-449. 
34 J. Israel, La Ilustración Radical. La filosofía y la construcción de la modernidad (1650-1750), 
trad. de Ana Tamarit, México, Fondo de Cultura Económica, 2012, p. 22 
 23 
filosófica afectaría directamente a las administraciones–, considero que a partir de la 
docilidad que se crea sobre lo corporal a partir de la ciencia y la estética, se pueden 
ejercer también distintos tipos de control. 35 De tal modo que es posible proponer que el 
racionalismo científico produjo nuevas formas de gobierno no sólo a través del trabajo de 
filósofos y teóricos del Estado sino también de la mano de médicos, pedagogos, 
psicólogos, estetas –y como se intentará demostrar, arquitectos– quienes a través de 
formas innovadoras de entender al cuerpo produjeron también nuevos métodos de 
control36. Esto no quiere decir que no haya habido cambios importantes en la forma de 
gobernar y en la teoría política en el siglo XVIII, sino que la reconceptualización política 
es mucho más compleja que la interpretación de esto como una adaptación de un 
sistema científico a una nueva razón de Estado. 
Una forma que sugiero nos puede aclarar estos escollos viene a través del célebre 
trabajo de Michel Foucault, quien identificó un cambió en la gubernamentalidad del siglo 
XVIII no sólo a través de la teoría política, sino a partir del nacimiento de técnicas y 
dispositivos de gobierno que productos del racionalismo científico generaron una nuevas 
prácticas de ejercer un control de las sociedades. Dentro de los múltiples esquemas de 
gobierno que Foucault señaló en sus investigaciones, identificó una serie de tecnologías 
desarrolladas por el racionalismo ilustrado que partiendo principalmente de la idea del 
cuerpo como moldeable, a partir de saberes médico-anatómicos e interpretaciones 
filosóficas y fisiológicas del cuerpo como máquina que devinieron en formas de control 
 
35 Comenta Israel: "Los philosophers (sic.) […] de pronto descubrieron que exponiendo y 
popularizando los nuevos descubrimientos, conceptos y teorías también podían ejercer un 
impacto práctico en el mundo real: en las ideas en primer lugar, pero a través de las ideas 
también en la educación, la política, la religión y en la cultura en general. La filosofía no sólo se 
emancipó, sino que también se volvió poderosa “ J. Israel, Op. Cit., p. 28 
36 Esta distinción es, sin embargo, más compleja. La idea del filósofo para el siglo XVIII es 
mucho más amplia que la que actualmente podríamos comprender. En La Riqueza de las 
naciones (1788), Adam Smith, definía a la filosofía como “la ciencia que conecta los principios de 
la naturaleza”. Smith, quien entonces podría ser considerado también como filósofo, pues 
intentaba crear una racionalización del funcionamiento de la economía y que además trataba de 
encontrar una ley natural económica nos da la clave así para entender el “espíritu filosófico” de 
entonces, ya que la filosofía así definida se amplía a una gran gama de ramas de estudio, puesto 
que si los filósofos son “los hombres que especulan, cuya tarea no es hacer nada, sino 
observarlo todo” el ámbito filosófico se puede extender a cualquiera que pueda especular y 
encontrar mediante la observación a la naturaleza principios conectores, y así, mediante, por 
ejemplo, la observación de la sociedad considerada como ente natural el estudio de las leyes y 
teoría social hacia de los juristas también, filósofos; así, por ejemplo, la economía, medicina, 
derecho, psicología, etc. Cf. J. Israel, Democratic Enlightenment. Philosophy, Revolution and 
Human Rights, Nueva York, Oxford University Press, 2011, p. 7 y Peter Gay, Op. Cit., p. 11 
 24 
gubernamental de la vida (biológica) a las que identificó como biopolítica. A fin de 
comprender –y proponer– a la biopolítica como una categoría de análisis para la 
arquitectura del siglo XVIII y del XIX, debemos de hacer un breve recuento sobre las 
bases sobre las que esta idea se sustenta. 
 
Sobre el término biopolítica 
 
La categoría biopolítica aparece por primera vez enunciada en el texto de 1974 La 
naissance de la medecine social de Michel Foucault, como el resultado de una necesidad 
conceptual por entender los procesos mediante los cuales, a finales del siglo XVIII y a 
principios del siglo XIX, los gobiernos europeos dan un “giro” hacia una política del control 
del cuerpo –y de la vida–. En el planteamiento de Foucault, dicho giro puede ser 
rastreado principalmente a través de la medicalización gubernamental que tuvo lugar en 
Alemania, Francia e Inglaterra, en donde por medio de conceptos operativos como 
“higiene pública” y “salubridad”, el control de lo biológico se hizo necesario como parte de 
un programa de control político37. En este sentido, el término biopolítica surge como la 
necesidad por conceptualizar aquellos procesos de gobierno que partiendo de la 
consideración sobre lo biológico en las poblaciones, se genera una operatividad política 
pública. 
 Esta categoría, sin embargo, nunca fue definida explícitamente en el 
planteamiento foucaultiano, lo que ha llevado a algunas confusiones terminológicas 
respecto a lo que debe o no considerarse “biopolítica”. Si seguimos el planteamiento de 
las investigacionesde Foucault, esta categoría es parte de un correlato más complejo 
enraizado bajo la idea de “biopoder”, conceptualizado como: 
 “[…]“el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especia 
humana, constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política, 
una estrategia política, una estrategia general de poder; en otras palabras, cómo a partir 
del siglo XVIII, las sociedad, las sociedades occidentales modernas tomaron en cuenta el 
hecho biológico fundamental de que el hombre constituye una especie humana”.38 
Es decir, esta categoría es a su vez una forma de entender al biopoder, que 
Foucault identificaba como forma “novedosa” de ejercicio del poder a partir del siglo XVIII 
 
37 Cf. M. Foucault, “El nacimiento de la medicina…”, pp. 363 – 384. 
38 M. Foucault, Seguridad, territorio, población, Trad. Horacio Pons, México, Fondo de Cultura 
Económica, 2006, p. 15 
 25 
en la Europa Ilustrada. Este concepto, como es bien sabido, es considerado como el 
principal aporte de Foucault y representa la originalidad de su planteamiento; a saber, la 
consideración del poder conforme a mecanismos y dispositivos que de manera directa 
afectan las conductas, los modos de ser y la vida de los gobernados: poder sobre la vida. 
La biopolítica, como categoría de análisis, servía para distinguir aquellos procesos 
mediante los cuales se veía al control de la vida a través de la medicalización, en donde 
por medio de tasas de natalidad, controles higiénicos y regímenes sanitarios, el control de 
lo biológico se hacia patentemente político; es decir, servía para entender cómo a partir 
del siglo XVIII “las sociedades occidentales modernas tomaron en cuenta el hecho 
biológico fundamental de que el hombre constituye una especie humana”39. 
Como parte del correlato del biopoder, Foucault distinguía otra forma de ejercicio 
del poder sobre la vida que no venía directamente del hecho del control de lo biológico, 
sino a través de técnicas de control disciplinario que sugiere en sus obras como Vigilar y 
castigar así como en la Historia de la sexualidad. A esta serie de controles a través de 
dispositivos disciplinarios, se les denominó como procesos “anatomopolíticos”, en los que 
entonces, a través de un sometimiento del cuerpo-disciplinado, se generó también una 
politización de la vida. En este sentido, podemos distinguir dos series en este 
planteamiento, como lo sugiere el propio Foucault: “la serie cuerpo-organismo-disciplina-
instituciones y la serie población-procesos biológicos-mecanismos reguladores-Estado”40, 
es decir, la línea anatomopolítica y la línea biopolítica. No obstante, esta distinción nunca 
fue clara, así como tampoco se definió lo que se entendía específicamente por una rama 
y por otra, llegando en algunas ocasiones a contradicciones entre ambas líneas del 
poder. A pesar de que, en ocasiones Foucault distinga una diferencia entre ambas, hay 
una ambigüedad en el planteamiento cuando también usa el término biopolítica como 
sinónimo del biopoder41. 
 Ahora bien, esta distinción, según lo que intento plantear, puede ser eliminada 
 
39 M. Foucault, Seguridad…, p. 15 
40 M. Foucault, Genealogía del racismo, La Plata, Ed. Altamira, 1996, p. 20 
41 A propósito, comenta Foucault: “A partir del siglo XVIII o de sus postrimerías, tenemos dos 
tecnologías de poder que se establecen con cierto desfase cronológico y que se superponen. 
Por un lado una técnica disciplinaria, centrada en el cuerpo, que produce efectos 
individualizantes y manipula al cuerpo como foco de fuerzas que deben hacerse útiles y dóciles. 
Por el otro una tecnología centrada sobre la vida, que recoge efectos masivos propios de una 
población específica y trata de controlar la serie de acontecimientos aleatorios que se producen 
en una masa viviente. Es una tecnología que busca controlar, y modificar las probabilidades y de 
compensar sus efectos”. M. Foucault, Ibíd., p., 201. Las cursivas son mías. 
 26 
puesto que ambas prácticas parten principalmente del control de la vida y de la 
conversión de esta en una dimensión política; ya sea a través de la politización de lo 
biológico (la mortandad, la sexualidad, la higiene42) o por medio del sometimiento 
disciplinario, lo cierto es que hay un ejercicio del poder sobre lo vivo y que al mismo 
tiempo, es parte de una forma de entender a los seres humanos en su dimensión 
corpórea-biológica como una realidad política u ontológicamente política. Es decir, si bien 
se pueden distinguir, estas dos categorías como parte de agendas de gobierno distintas, 
una nivel individual (anatomopolítica) y la otra a nivel colectivo (biopolítica), lo cierto es 
que ambas parten en principio de un control sobre la vida y que tiene como principio 
fundamental la espacialización del poder a través del cuerpo. Lo que quiero decir es que, 
tanto en los ejemplos dados a partir de la disciplina como en la medicalización de la vida 
(o estatalización biológica), ambas evidencian un afán por controlar la vida a partir de la 
corporalidad, puesto que no hay disciplina sin cuerpo ni medicina o higiene sin el 
elemento corpóreo. Existe pues, un biopoder que sin embargo, no es tan distintivo a nivel 
genealógico entre uno anatómico y otro biológico, pues estos tienen en común que 
representan el control de la vida con el fin de convertir las individuales y sus experiencias, 
en subjetividades políticas. 
La ambigüedad ha sido aclarada por pensadores como Giorgio Agamben, quien 
considerando que las investigaciones de Foucault llegaron a un mismo punto, ha 
propuesto entender a la biopolítica simplemente como la conversión de toda forma de 
vida desnuda o vida simple (zoé) a una forma de vida asignada con un propósito 
específico, convertida en bios43. En este sentido, ampliando la noción foucaultiana, 
 
42 Es decir, entendiendo tanto a la sexualidad y la higiene como parte de un régimen histórico 
impuesto sobre lo corpóreo y no como parte de un objetivismo científico. 
43 Para el mundo griego, según refiere Agamben, no existía una palabra que comprendiera lo 
que entendemos ahora por vida; existían, sin embargo, dos conceptos que permitían entender, 
operativamente, a lo vivo: zoé, “que expresaba el simple hecho de vivir en común con todos los 
seres vivos (animales, hombres o dioses)” y bios “que indicaban la forma o forma de vivir propias 
de un individuo o de un grupo”. Es decir, zoé, expresa algo más cercano a la definición de lo 
vivo, mientras que bios se refiere a una cualidad específica de la vida. Por este motivo, es 
posible encontrar referencias a la cualidad de la vida bajo el término bios, como por ejemplo, los 
tres tipos de vida que Aristóteles distingue: la vida contemplativa del filósofo (bios theoretikos), la 
vida del placer (bios apolaustikos) y la vida política (bios politikos); no existe, por el contrario, un 
concepto como zoé politikos. En este sentido, Agamben usa estos dos conceptos para ayudar a 
entender la politización de la vida: cuando la vida (zoé) se piensa en términos políticos, esta 
necesariamente se hace bios. Así, estudiar esta transición, será la consideración principal 
 27 
Agamben hace referencia al fenómeno biopolítico como parte inherente a la política 
occidental no sólo a partir de la inclusión de lo biológico a los cálculos o a la economía 
estatal, sino cuando se da un paso entre una asignación de una vida con un propósito 
social y políticamente asignado. En este sentido, podemos entender como vida política no 
sólo a la estatalización de lo biológico a partir de la medicalización, sino también, a los 
disciplinamientos y a todo hecho que entonces haga de la vida humana el centro de la 
planeación política. 
Supuesto esto, me propongo usar la noción “biopolítica” para distinguir los 
procesosa través de los cuales, los cuerpos (y la vida) se hacen dóciles para entrar a la 
vida política hablando en la lógica moderna44. Por ello, usaré esta categoría para hacer 
referencia entonces no sólo al control del hecho biológico, sino a la politización de la vida 
y su experiencia corpórea. Tentativamente, podemos afirmar en cierta consonancia con 
Foucault, esto puede ser rastreado con una operatividad específica a partir del siglo XVIII, 
cuando los saberes médico-anatómicos, pero también, filosóficos, matemáticos y 
fisiológicos, permiten leer al cuerpo y la vida humana como parte de un gran mecanismo 
que es a su vez moldeable, lo que sugiero entender a manera de condición de 
posibilidad, es indispensable para la politización de la vida. 
Es decir, aunque planteamientos como el de Agamben nos sugiere ya entender a 
la biopolítica o la politización de la vida como “el núcleo principal de la política”, –lo que 
nos haría pensar en un principio político no tanto operativo como sí ontológico– lo cierto 
es que a partir del siglo XVIII con la mecanización del pensamiento, la inclusión de la vida 
a la polis (zoé a bios) se hace además producto de una ingeniería social; de tal modo que 
a esta se puede calcular, se le puede modificar al antojo, se puede hacer toda una 
“economía de la vida” o una bio-política. Bajo este marco, podremos comprender cómo 
es posible plantear una técnica y una práctica, como el museo, como parte de la 
planeación pública de la vida o como entonces sugiero entenderlo una “economía de lo 
sentimental” o una asignación –del cuerpo– a la polis por medio del sentimentalismo 
político. Lo que planteo explicar es cómo a través de la revalorización estética del museo, 
este con su potencial sentimental a través de sus arquitecturas, pudo dar pie a crear una 
institución capaz de hacer de zoé un bios propiamente político. 
 
entonces del estudio de la biopolítica. Cf. Giorgio Agamben, Homo Sacer I: el poder soberano y 
la nuda vida, trad. de Antonio Gimeno, Valencia, Ed. Pretextos, 2006. pp. 9 - 23 
44 En este sentido, tampoco habría una diferencia entre la biopolítica y el biopoder. 
 28 
Estética y biopolítica 
 
A grandes rasgos, podemos entonces resumir a la biopolítica como toda aquella forma de 
gobierno que parte de la idea de hacer del cuerpo humano una pieza clave de la 
planeación política o una extensión del poder. Siguiendo planteamientos como el de 
Foucault, esto puede ser situado principalmente en la Europa del siglo XVIII, cuando a 
través de la medicalización se generan importantes políticas públicas que por primera vez 
en la historia, generan una compleja red de planeaciones y políticas públicas a través de 
la “estatalización de lo biológico”45. Sin embargo, como lo tratamos en el apartado 
anterior, la biopolítica puede ser definida de manera más compleja que simplemente, el 
tratamiento político de lo biológico a partir de la medicalización de los siglos XVIII y XIX. 
Si bien, no podemos entrar en desacuerdo con Foucault y la crítica al proyecto 
ilustrado respecto a que estos eventos sugieren quizá por primera vez en la historia, 
grandes políticas públicas y cálculos socioeconómicos en razón de la vida a través de lo 
biológico, podemos discutir respecto a este paradigma46. Mi argumento es que la 
politización de la vida, si bien puede ser un fenómeno inherente a la política misma, 
adquiere para el siglo XVIII una connotación particular principalmente por la noción de 
moldeabilidad que sobre los cuerpos, ya que hay saberes que crean una docilidad sobre 
 
45 Foucault da tres ejemplos, que a su consideración, resultan ser paradigmáticos para 
entender la politización de la vida en la política occidental: el nacimiento de la policía médica 
(medizinischepolizei) en Alemania en 1760, la medicina urbana surgida en París a finales del 
siglo XVIII y “la medicina de los pobres” en la Inglaterra de principios del XIX. En estos 
paradigmas es posible identificar el “giro” hacia una biopolítica, es decir, podemos ver la forma 
en que, “la integración del mejoramiento de la salud, los servicios de salud y el consumo de 
salud” se toma en cuenta para “el desarrollo económico –y político- de las sociedades”, en 
otras palabras, cuando se piensa a la salud con relación al cuerpo y el cuerpo, con relación a la 
sanidad pública. Cf. M. Foucault, “El nacimiento de la medicina social” , pp. 363 – 384. 
46 Considero que existe, en efecto, un paradigma para entender a la biopolítica impuesto a partir 
de las investigaciones de Foucault y su consideración sobre el biopoder como necesariamente 
ligado a la medicina y lo biológico. En este sentido, considero, no ha habido una producción 
historiográfica que aporte una mayor discusión a esta categoría que no pueda superar las 
directrices establecidas en el paradigma foucaltiano. Aunque ha habido intentos por ampliar el 
panorama a otros fenómenos como el placer y el dolor en las consideraciones políticas como la 
investigación e Anne Brunon-Ernst en Utilitarian biopolitics, en donde considera a Jeremy 
Bentham como el referente de lo biopolítico en el siglo XVIII por su uso de lo sensual como 
principal factor de gobierno, el grueso de las investigaciones siguen centradas en lo médico. Me 
refiero principalmente a la investigaciones de Andrea Rusnock en “Biopolitics and the 
Mathematics of Population: Medical and Political Arithmetic in the Eighteenth Century” en William 
Clark, Jan Golinski y Simon Schaffer (eds.) The sciences in enlightened europe, Chicago, 
University of Chicago Press, 1999 y a la de Charles Withers en “Geographys of the 
Enlightenment” en C. Withers, Placing the Enligthenment. Thinking geographically about the Age 
of Reason, Chicago, University of Chicago Press, 1999. 
 29 
el cuerpo no sólo a través del conocimiento médico anatómico, sino como trataré de 
demostrar, también a través de nuevas ramas del conocimiento derivadas del 
sensacionalismo como la arquitectura estética o la medicina moral-sensacionalista. 
En este sentido, propongo ahora entender la relación del mecanicismo con la 
politización de los cuerpos, para luego entender cómo es que a través de la estética, una 
noción heredera directa del mecanicismo médico, se puede pensar en generar 
biopolíticas en el espacio y la arquitectura. Es imposible, por otra parte, señalar en este 
apartado las principales aportaciones de la filosofía mecánica a la medicina, bastará con 
señalar estas directrices para comprender un fenómeno particular: el del nacimiento de la 
estética como en el siglo XVIII era pensada, es decir, como un saber ligado al 
conocimiento mecánico de la vida. 
Mecanicismo y moldeabilidad 
 
 “Es bien sabido en 
mecánica, que los más finos y complicados 
instrumentos son los más fáciles de poner 
fuera de orden y los más difíciles de poner en 
orden; lo mismo se obtiene en la máquina 
animal. El hombre, la máquina más 
complicada de todos los demás, cuyos 
nervios son más numerosos y poderes de 
acción más variados, es el más fácil de ser 
destruido” 
 Oliver Goldsmith, A History of the Earth, and 
Animated Nature, 1774 
 
Durante los siglos XVI y XVIII, la ciencia europea vio una transición sumamente 
importante en cuanto a la forma de pensar a la naturaleza. La teoría heliocéntrica de 
Copérnico y Galileo, la teoría de la gravedad de Newton entre otras innovadoras 
conceptualizaciones sobre la realidad física, dan cuenta de que en estos momentos, la 
forma de concebir al mundo cambió de una región “animista”, como lo sugería el 
escolasticismo aristotélico, a una realidad “mecánica” que podía ser explicada a base de 
leyes conjeturadas ya no sólo por la especulación metafísica sino por la experimentación. 
Si bien es cierto que es imposible

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