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i UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS SISTEMA UNIVERSIDAD ABIERTA Y EDUCACIÓN A DISTANCIA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD DE SILVIA MOLINA EN SU NOVELA “IMAGEN DE HÉCTOR” TESINA QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADA EN LENGUA Y LITERATURAS HISPÁNICAS PRESENTA: María Teresa Hurtado Badiola ASESORA: Maestra Patricia Lucía Ávila Díaz UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. ii DEDICATORIAS A mis padres (+) por poner la primera piedra de mi educación, con esfuerzo y amor infinitos. Para Agustín, por su amor y apoyo constante, que empezó desde el siglo pasado. A mis hijos, Agustín y Emiliano, luz y alegría de mi vida. A mis hermanos, hermanas, cuñadas y cuñados, sobrinos y sobrinas, porque con su cariño me he sentido acompañada en ésta y muchas otras andanzas. A Patricia Lucía, mi amiga, mi maestra, por aceptar ser mi asesora, por alentarme de principio a fin y por compartir conmigo lo mucho que es y que sabe. iii AGRADECIMIENTOS A mi querida maestra María de Lourdes Penella, Coordinadora de la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas del SUAyED, un ángel que siempre sonríe y tiende su mano para que los que acudimos buscando su ayuda no nos demos por vencidos jamás, hasta tener un título en la mano. A los miembros de mi jurado: Doctor José Arnulfo Herrera Curiel Doctor Víctor Manuel Díaz Arciniega Maestro José Óscar Luna Tolentino Maestra María Guadalupe Juárez Cabañas Todos maestros generosos y pacientes, que dedicaron tiempo para leer mi trabajo y hacer observaciones y comentarios valiosos y acertados, que contribuyeron a mejorar este trabajo. iv ÍNDICE Pág. Introducción 1 Capítulo 1 Semblanza 5 1.1 Obra 8 1.2 Desarrollo literario y profesional 9 1.3 Antecedentes literarios 10 1.4 Lo que otros escritores dicen de la obra de Silvia Molina 11 1.4.1 Rafael Ramírez Heredia 12 1.4.2 Vicente Francisco Torres 12 1.4.3 Ana Rosa Domenella 13 1.4.4 Gabriella De Beer 14 1.4.5 Reinhard Teichmann 14 1.4.6 Hernán Lara Zavala 15 Capítulo 2 Imagen de Héctor 16 2.1 Descripción de espacios físicos 17 2.2 Ambiente psicológico 17 2.3 Personajes principales 19 2.3.1 Silvia Molina, La Hija Menor 19 2.3.2 Héctor Pérez Martínez 19 2.3.3 María Celis, La Esposa de Héctor 19 2.3.4 Miss Heidi 20 2.3.5 Campeche 20 2.4 Personajes secundarios 21 2.4.1 Los Hijos Mayores 21 2.4.2 Dora 22 2.4.3 La Madre de Héctor 22 2.4.4 Las Nanas 23 2.5 Estilo 23 2.5.1 Listados de palabras, de frases 2.5.2 Referencias cultas, clasicismo 2.5.3 Metáforas 2.5.4 Párrafos, frases, preguntas, puntuación 23 24 24 25 2.6 Trama 27 2.7 Estructura 36 Capítulo 3 Búsqueda de identidad de Silvia Molina en su novela Imagen de Héctor 41 3.1 Definición de identidad 41 3.2 Interpretación personal de la búsqueda de identidad de Silvia Molina en sus novelas 42 v ÍNDICE Pág. Conclusiones 51 Bibliografía 53 1 Introducción Este trabajo tiene como objetivo señalar la búsqueda reiterada y constante que Silvia Molina hace de su identidad, en la mayor parte de su obra literaria. Se ha elegido Imagen de Héctor1, su séptima novela, escrita por la autora a la edad de 44 años, para mostrar las diversas maneras y las repetidas oportunidades, en las que la escritora ofrece su autobiografía. Historia novelada y novela autobiográfica. Es historia novelada porque presenta la situación política y social de entonces, y relata, entre otros, los modos de gobierno del Partido de la Revolución Mexicana, antecedente del PRI, de ese momento. Es novela autobiográfica porque el personaje protagónico, “La Hija Menor”, relata su vida personal –su infancia– en forma literaria, a través del manejo logrado de una metáfora y el arte. Y como si fuera poco, la verdad se apoya en una serie de fotografías que aparecen en la novela, y convierten el trabajo en documento. Estas fotografías muestran las facetas de la personalidad de Héctor Pérez Martínez: un político importante, que se relaciona con representantes de la elite del poder; un nacionalista comprometido con México, un periodista, un luchador social. 1 Molina, Silvia, Imagen de Héctor, 3ª, ed., México,Cal y Arena, 1990. */ A lo largo del presente trabajo se toman fragmentos de la novela Imagen de Héctor referida en la cita anterior. En adelante, sólo se indicará la página en donde aparece el fragmento que se ha incluido. 2 También se pondrá atención a la historia novelada que ella cuenta de sus antecesores y familiares cercanos, con el fin de sustentar la propuesta de investigación, en donde se analiza la frontera entre la vida real de la autora, de cara a la ficción artística. El planteamiento de la búsqueda de identidad no es algo nuevo ni original. Ella misma lo dice: “En muchas de mis cosas está el problema de la identidad. Casi todos los personajes femeninos son mujeres que quieren ser ellas.”2 Este concepto de búsqueda de identidad en Silvia ha sido abordado por otros escritores y estudiosos de la literatura mexicana contemporánea. La pregunta sobre el tema surge siempre; lo vemos desde las primeras entrevistas hasta las más actuales que se le han hecho a la escritora. La de Emily Hind3, es un ejemplo. Hind: (…) Repetidas veces tus personajes creen que al entender la historia o si pudieran encontrar una verdad histórica, se entenderían mejor a sí mismos. Suelen ser mujeres que buscan entenderse a través de su comprensión de la historia. ¿Por qué empleas este tema? Molina contesta: Bueno, eso es algo que tengo muy marcado en mi trabajo, aunque muchas veces no me lo pregunto conscientemente. Después me doy cuenta. (…) creo que eso tiene mucho que ver con mi propio problema como ser humano, el problema de búsqueda de identidad que de alguna manera se ha reflejado en mi obra. La reflexión, a su vez, deriva de la autobiografía y sobre ella Avilés Fabila dice: (…) si la autobiografía queda en el terreno literario será el resultado principalmente de la belleza del trabajo prosístico. Las anécdotas, las historias, son marginales ante una prosa deslumbrante. No importa si el 2 Ortiz, Verónica, Mujeres de palabra, Entrevista a Silvia Molina, México, Joaquín Mortiz, 2005. 3 Hind, Emily, Entrevistas con quince autoras mexicanas, Madrid, Iberoamérica / Vervuert, 2003. 3 autor es general, político, dramaturgo o payaso, lo que cuenta es la eficacia de la forma.4 En el primer capítulo de este trabajo, ubico a la escritora en el contexto literario mexicano de su momento. Se estructura esta tesina, por un lado, con las consideraciones que la autora hace de sí misma y por otro, tomo como guía las opiniones de algunos críticos de distintas corrientes y épocas, empezando por Teichmann, quien en su libro De la onda en adelante,5 entrevista a Silvia Molina y a otros 20 escritores mexicanos. En él se habla de su formaciónprofesional; de sus inicios como escritora; de las influencias recibidas a lo largo del tiempo que ha dedicado a las letras, y de su desarrollo y crecimiento en el ambiente literario mexicano y del mundo. En el capítulo dos, se presenta un análisis de la novela Imagen de Héctor. Esta revisión tiene como finalidad resaltar las incursiones en los espacios familiares del personaje, “la Hija Menor”; el movimiento multidimensional en el tiempo, el rastreo insistente en todos los rincones que acerquen luz para explicar su origen, personalidad, fortalezas y debilidades de la protagonista, lo que es una constante en su creación literaria. La obra se fundamenta en la vida de Héctor Pérez, el padre de Silvia Molina, a quien ella no conoció. La lección o invitación délfica: “Conócete a ti mismo” no es, no le puede ser ajena al escritor, sea cual sea el género de la escritura y del amanuense. Conocerse a sí mismo es conocer también, y acaso en primer lugar, nuestro pasado inmediato. Para llegar o para iniciar ese conocimiento, se precisa una buena dosis de limpieza y honestidad, probidad, honradez. Esas son, a mi parecer, las primeras cualidades que me atraen en la escritura de Silvia Molina (que juega a ser “natural”, espontánea, y a hacer 4 Avilés Fabila, René. “La autobiografía como género de ficción”. Revista País cultural, Santo Domingo, República Dominicana, Revista de la Secretaría de Estado de Cultura, año II, número 4, julio 2007. 5 Teichmann, Reinhard, De la Onda en adelante, México, Editorial Posada, 1987. 4 como si no tuviese estilo) y que afloran en particular en ese libro a la par emotivo y bien armado que es “Imagen de Héctor”, obra publicada en 1990, cuando la autora estaba en su acmé o plenitud y ya era dueña de todos sus recursos. Este libro se encuentra también como en el centro de la vida hecha obra y don de Silvia Molina.6 En el capítulo tres, se vierten mi visión personal del tema del título de esta tesina, la búsqueda de identidad de Silvia Molina en sus novelas, en especial en Imagen de Héctor. Termino con las conclusiones a las que llego al finalizar este trabajo. 6 Castañon, Adolfo, Carta a Silvia Molina (fragmento), Revista de la UNAM, México, núm 94, diciembre 2011. 5 Es curioso pero vista en su conjunto, la literatura de Silvia forma parte de una continua búsqueda de su identidad. Hernán Lara Zavala Capítulo 1 Semblanza Silvia Molina nació en la Ciudad de México en octubre de 1946, en una familia burguesa. Su padre, Héctor Pérez Martínez (1906-1947), originario del estado de Campeche, fue un intelectual de ideas liberales. Se le conoce como poeta, periodista, historiador y literato; dedicó a la política los últimos años de su vida. Murió cuando ocupaba el cargo de secretario de Gobernación durante el sexenio de Miguel Alemán. En ese entonces, Silvia tenía un año de edad. La madre de la escritora, María Celis, oriunda del estado de Sonora, la menor de 16 hermanos, fue una mujer bella, bondadosa, conservadora por un lado, y estricta por el otro. Su vida se vio drásticamente afectada a causa de su viudez, en una época en la que el hombre era el jefe, el proveedor y centro del hogar, en torno del cual giraba la familia y se resolvían los asuntos domésticos, económicos, afectivos y sociales. A mi mamá le preocupaba su futuro, qué iba a hacer con nosotros. No sabía pagar el teléfono ni la luz. Se tuvo que enfrentar a un cambio de vida demasiado drástico. Me acuerdo que todas las noches se tomaba para dormir una pastilla que se llamaba Bellergal. Se dormía tarde, se levantaba tarde.7 Silvia fue la menor de cinco hermanos: la mayor, María Eugenia, a quien le seguían Héctor, Javier y Luis Alberto, los tres fallecidos jóvenes, por problemas 7 Ortiz, Verónica, op. cit., p.214. 6 del corazón, igual al progenitor. Todos ocuparon un sitio importante durante su crecimiento y de una u otra forma, con su amor, llenaron el hueco innegable y permanente que dejó en ella, la temprana muerte del jefe de su familia. Fui una niña traviesa y tímida, insegura, por mi dislexia. Héctor, el que me educó, veía que no podía leer y escribir. En esa época no se conocía la dislexia. En la escuela me decían: “No inventes, lee lo que dice”. Yo leía toga y decía gato.8 Cursó la primaria y secundaria en el Colegio Francés. En estos niveles educativos destacó en deportes y matemáticas. El acercamiento a los libros y su incipiente habilidad como escritora, si bien estaban presentes en ella desde la infancia, no se concretaron hasta la preparatoria, cuando leyó la novela De perfil, de José Agustín. Esta inclinación y gusto por las letras, se percibe cuando recuerda: “(…) y mi lugar favorito de juego era la biblioteca de mi padre. En lugar de jugar a las muñecas, a la comidita, al té, como todas las niñas, jugaba a la librería. Si había algo en mi casa, eran libros.”9 A los 14 años, Silvia se fue a París con una tía, hermana de su mamá, quien era diplomática en Francia. Permaneció ahí durante dos años y al regresar, ingresó a la carrera de antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, estudios que se interrumpieron por el movimiento estudiantil del ’68, lo que dio ocasión al segundo viaje de Molina a Europa, esta vez a Inglaterra. Obtuvo la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su tesis abordó el tema del escenario político del siglo XIX en Campeche. Cursó el posgrado de literatura prehispánica y perteneció 8 Ortiz, Verónica, op. cit., p. 214 9 Teichmann, Richard, op. cit., p. 294. 7 al seminario de traducción de documentos nahuas, en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Silvia Pérez Celis, como es el nombre de soltera de la escritora, está casada con Claudio Molina, un geólogo que la ha apoyado de todas las formas en las que un marido puede ayudar a una esposa profesional de las letras, emprendedora y talentosa, llena de éxito, sin presunciones vanas. Tienen dos hijas: Silvia y Claudia. Ambas ya formaron sus propias familias. Colaboró en la edición de libros especiales en Promociones Editoriales Mexicanas (PROMEXA). Fue Directora Editorial de CIDCLI y Ediciones Corunda. Ha conducido talleres de creación en la Dirección General de Difusión Cultural y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en donde impartió las materias Literatura Mexicana y Redacción, durante varios años. El Centro Mexicano de Escritores le otorgó una beca en 1979, el producto es Ascensión Tun10, una novela que retoma hechos históricos de la Guerra de Castas en el sureste mexicano. En 1991, fue becaria del International Writing Program de Iowa, Estados Unidos; del Fideicomiso para la Cultura México-EU (1994), y del Sistema Nacional de Creadores de Arte (1995-1998 y 1998-2000). Fue agregada cultural de México en Bélgica (2000-2004), Coordinadora Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) de 2004 a 2007, en donde dirigió la creación de la página web del Centro, así como el Diccionario bibliográfico de escritores de México. 10 Molina, Silvia. Ascensión Tun, México, Martín Casillas Editores/INBA, 1981. 8 Tuvo el cargo de Coordinadora Nacional de Publicaciones de las Conmemoraciones del 2010 (2008), y Coordinadora de Publicaciones del INBA (2009-febrero 2011). 1.1 Obra El punto de partida de su creación estética es la novela La mañana debe seguir gris,11 publicada en 1977. Se trata de una obra emblemática, escrita cuando Molina tenía 31 años. Al igual que la mayoría de susnovelas, contiene importantes datos autobiográficos, mezclados con ficción. Narra la historia de una joven mexicana que pasa una temporada en Inglaterra. Lejos de su familia, la heroína se descubre a sí misma, y aprende de sus errores y aciertos. En Gran Bretaña, conoce a José Carlos Becerra, un famoso poeta tabasqueño. La amistad entre ambos la hace crecer y madurar como persona y como artista. Él pierde la vida en un accidente de auto. Ella se desgarra con esta muerte. El debut de Silvia Molina en el mundo literario es afortunado. La frescura y sencillez de estilo; la manera original de contar la historia; las voces jóvenes que la protagonizan y la trama en sí misma, son elementos que sumados, complacen al jurado del premio Xavier Villaurrutia, que se le otorgó en 1977. A partir de esa novela y hasta el día de hoy, la aparición de las obras de Molina se sucede sin tregua. El inventario de sus publicaciones incluye ocho novelas; cuatro volúmenes de cuentos; dos obras de teatro y cuatro ensayos; 27 libros para niños y jóvenes, con una mirada a la historia prehispánica de México y 11 Molina, Silvia. La mañana debe seguir gris.4ª. ed., México, Cal y Arena, 1994. 9 otros temas con valor formativo o simplemente amenos, que han sido varias veces reeditados y traducidos al alemán, coreano, inglés y portugués. Después del surgimiento de La mañana debe seguir gris, Silvia Molina asumió su vocación con la disciplina que la ha caracterizado a lo largo de los años. Sus principales preceptores entonces fueron Hugo Hiriart y Elena Poniatowska. Entré al taller de Elena en 1976. Fui porque me dijeron que daba clases José Agustín, y como a mi él me había metido en la lectura y en el deseo de escribir, fui a buscarlo. No lo encontré, pero me encontré a Elena y a Hugo Hiriart.12 Su más reciente creación es una novela histórica intitulada Matamoros. El resplandor de la batalla, escrita en 2010, con motivo de las celebraciones del bicentenario de la Independencia. Sobre esta obra, Enrique Héctor González hace una crítica poco favorable, señalando, entre otras cosas lo siguiente: Que su Matamoros sea un homenaje tardío a Pérez Martínez o una oportuna contribución a las fiestas bicentenarias es un asunto paraliterario que sólo viene a cuento cuando se piensa que, de proponérselo, la autora pudo aproximar aún más su prudente, cauteloso enfoque del personaje a las cualidades intuitivas de Del Paso, antes que a las veleidades que se permite Martín Moreno.13 1.2 Desarrollo literario y profesional En México, durante la década de los setenta, cuando Silvia Molina inicia su formación como escritora, tiene lugar una crisis económica, política y social, marcada por el autoritarismo y la represión. El contexto histórico se caracteriza por movimientos políticos y sociales relevantes en todo el mundo. En Chile, un golpe militar derroca a Salvador Allende. La guerra de Vietnam llega a su fin. 12 Ortiz, Verónica, op. cit., p. 221. 13 González, Enrique Héctor, “Imagen sin enigma”, La Jornada Semanal, México, 26 diciembre 2010. 10 Dentro del ámbito intelectual nacional, destacan escritores como José Agustín, Carlos Fuentes, Salvador Elizondo. El cambiante estilo literario y el auge del movimiento feminista de la época, coinciden con el aumento del número de mujeres ganadoras de espacios importantes en diversas ramas de la ciencia y la cultura mexicana. La juventud encuentra una forma de expresión en el rock and roll. Las películas Rocky y La guerra de las galaxias confirman el predominio de los Estados Unidos en la industria del cine. 1.3 Antecedentes literarios Silvia se añade a la lista de sus contemporáneas como Laura Esquivel, Rosa Beltrán, Mónica Lavín, María Luisa Puga, Margo Glantz y Aline Pettersson, entre otras. Molina destaca que la obra de Elena Garro es particularmente importante en su formación literaria; de ella refiere dos libros que llamaron su atención e interés en la literatura: Los recuerdos del porvenir y La semana de colores. Sobre esta autora afirma: Realmente entendí que ahí había una escritora muy inteligente, que me estaba hablando mucho de la vida de los mexicanos en el campo y en la ciudad, pero con una magia especial que yo no encontraba en otros textos escritos por mujeres mexicanas. 14 Silvia menciona a la escritora inglesa Jean Rhys, nacida a fines del siglo diecinueve, como otra influencia importante en su camino; así lo expresa: “Jean 14 De Beer, Gabriella, Escritoras mexicanas contemporáneas: Cinco voces. México, Fondo de Cultura Económica, 1999. 11 Rhys me parece para mi trabajo particularmente fundamental porque es una escritora que siempre se ha inventado a sí misma.”15 En el libro de entrevistas de Gabriella de Beer, Silvia responde a la pregunta sobre qué escritores influyeron en su obra: “No recuerdo haber leído a muchos escritores para ver cómo escribían. (…) No creo nunca haberme detenido a analizar su lenguaje o analizar la estructura de sus obras.” 16 Sencillez, claridad, universos cautivantes son envueltos por una prosa limpia y bella. Estas cualidades han ubicado a Silvia Molina en un sitio importante entre los autores mexicanos de las últimas décadas. Como ya referí, su vocación literaria contiene la herencia del interés por las letras de su padre, Héctor Pérez Martínez, historiador, periodista, funcionario, a quien Silvia le siguió la pista, sin haberlo siquiera escuchado. Su dedicación a tareas editoriales y la constante actividad creativa, auguran que seguirá ocupando un lugar destacado en la literatura mexicana. De forma importante, ha contribuido al fortalecimiento del arte y la cultura de México, como lo demostró con el desempeño del cargo de directora de literatura del INBA. 1.4 Lo que otros escritores dicen de la obra de Silvia Molina Los escritores y analistas, evaluadores de la obra de esta autora, coinciden en que su trabajo ofrece calidad, belleza y solidez literaria prosística. En su mayoría, las opiniones le han sido favorables. Muchos años atrás, también recibió el juicio de 15 Op. cit., pp. 96 y 97. 16 Ibidem, pp. 97 y 98. 12 Emmanuel Carballo, de quien Molina cuenta, “dijo cosas horribles de mí”.17 Se refiere a una descalificación que éste hizo de la entonces recién galardonada primera novela, La mañana debe seguir gris durante una entrevista que le hizo Marta De la Lama a Silvia en un programa de televisión. En ella, Carballo criticó cara a cara y muy acremente su opera prima porque “estaba escrita en primera persona y porque era lineal”. 1.4.1 Rafael Ramírez Heredia, en un manuscrito sin fecha, dice: Combinación múltiple: dulzura y firmeza de carácter. De voz tibia y directa. Sonrisa de apenas y alma generosa. De trazos suaves y hondura literaria. Silvia, es la fuerza de su trabajo, de su editorial llevada sin prisas pero sin pausas, ella la Molina, es la escritora sin trucos, la mujer que se esconde en un enorme juego de espejos: por una parte el rostro dulce de un ser tímido –en apariencia– y por el otro la mano tensa para crear sus historias. El espejo se triplica, se hace de muchas lunas, de muchos ángulos, de muchas visiones y en todas hay una Silvia Molina, la amiga que sabe que dar es mejor a lo contrario, la escritora que recorre con una familia su viaje desde el norte, o que se mete en las mañanas grises, o que sigue las huellas de los pasos, o que se alza para denunciar una injusticia, y que en su saludo se mimetiza en el apellido de Claudio, su marido. Es Silvia Molina, la escritora mexicana que no hace bullas falsas, ni promesas vanas, ni vive para las alharacas, ni funcionapara las poses, ni escribe para ganar famas, ella escribe porque trata de mostrar su verdad, sus palabras hechas con cincel, su imaginación corriendo con sus recuerdos, sus historias que van más allá de su vida porque ella crea para vivir viviendo su creación y su ternura. 18 1.4.2. Vicente Francisco Torres Estudioso de la literatura mexicana contemporánea, en el capítulo que el autor dedica a Silvia en el libro, Esta narrativa mexicana, advierte: “La inclusión de dos mujeres en el presente estudio (la otra es Aline Pettersson), no tiene intenciones reivindicatorias: están porque me parecen dos buenas escritoras.” 17 Treviño, Blanca Estela (coord.), Entrevista a S. Molina en Catorce escritoras mexicanas frente a sus lectores, México, Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, UNAM, 2009. 18 En http://silviamolina.com http://silviamolina.com/ 13 Más adelante, respecto a la novela, La mañana debe seguir gris, Torres dice: Con una prosa límpida, dulce y audaz al mismo tiempo, Silvia Molina entraba en la literatura mexicana. Creo que los valores estéticos de La mañana debe seguir gris radican en la osadía con la que la autora afirma su feminidad. Otro rasgo de osadía que muestra la novela radica en su escritura: la primera parte tiene forma de un diario donde Silvia registra noticias de importancia mundial con alusiones a su relación con José Carlos Becerra; hay un contrapunto entre lo público y lo íntimo. Y añade: Silvia Molina se impuso el reto de escribir sobre problemas cotidianos y en apariencia intrascendentes, y ganó porque pudo mostrarnos el origen de muchas amarguras y soledades a las que uno presta poca atención. 19 1.4.3 Ana Rosa Domenella Esta especialista en teoría y crítica de la literatura hispanoamericana, califica a Molina, junto con María Luisa Puga como “escritoras consolidadas” en su obra Territorio de leonas.20 En este libro, Domenella destaca las razones del jurado para darle el premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria del Libro de Guadalajara a la novela de Silvia, El amor que me juraste: “La madurez, sutileza, concisión y sensibilidad para tratar un tema que aún es tabú en la sociedad mexicana, el adulterio femenino.” Domenella también anota: “Es una novela de amor, pero también de búsqueda de identidad como otras novelas y cuentos anteriores de Molina.” 19 Torres, Vicente Francisco, Esta narrativa Mexicana. Ensayos y entrevistas, México, UAM, Unid. Atzcapotzalco, 1991, p. 149. 20 Domenella, Ana Rosa, Territorio de leonas. Cartografía de narradoras mexicanas en los noventa, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Unid. Iztapalapa, 2001. 14 1.4.4 Gabriella De Beer En su obra Escritoras mexicanas contemporáneas – cinco voces,21 De Beer hace una extensa revisión de las obras de Silvia Molina y otras cuatro narradoras; emite una opinión favorable a su personalidad: “Al hablar con ella se nota que elige sus palabras con cuidado, y su trato deja traslucir que es una persona culta, modesta y reflexiva.” Dice respecto a la producción creativa de nuestra autora: La ficción de Molina, en especial sus novelas, da prueba de la amplitud de visión, de la profundidad de sus incursiones en la historia y antropología de México, y de su capacidad para dar vida a personajes femeninos que buscan su propia identidad. (p. 91) 1.4.5 Reinhard Teichmann Este profesor alemán, radicado en los Estados Unidos, apasionado de la literatura mexicana, incluyó a Silvia Molina entre los 21 novelistas a quienes entrevista en su libro, De la Onda en adelante,22 cuando ella iniciaba su carrera de escritora y tenía apenas seis obras publicadas. Teichmann advierte en la introducción de su libro: “Es prematuro calificar la calidad de estos autores; no es el propósito del presente trabajo. El tiempo y los especialistas dirán quiénes trascenderán.” El autor se ocupa de las temáticas y tendencias de los 21 escritores; cuando toca el turno a la obra de Silvia, anota: El tema histórico determina también las obras de Silvia Molina, aunque en su primera novela esta autora se dedica más bien a la búsqueda de identidad. (p. 22). 21 De Beer, Gabriella, op. cit., .pp. 77 y 91. 22 Teichmann, Reinhard, op. cit., p. 294. 15 En el curso de la entrevista, al referirse a La mañana debe seguir gris, Molina le dice al autor: El tema central de la novela es la búsqueda de la identidad; la protagonista no sabe quién es, qué busca, qué quiere, cuáles son sus límites. Yo creo que es una fijación en todo lo que he escrito.23 1.4.6 Hernán Lara Zavala Escritor que hace una extensa semblanza de Silvia Molina en ocasión de la entrega a la escritora del premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria del Libro de Guadalajara en 1998 por su novela El amor que me juraste. En el último párrafo de su discurso, Lara Zavala resume el alto valor y estima que tiene por la autora: Por eso ahora que su novela El amor que me juraste se ha hecho merecedora del premio Sor Juana no nos queda más que reconocer la lógica natural de la distinción, alegrarnos y felicitar a Silvia Molina pues además del indiscutible mérito del libro significa también el reconocimiento a muchos años dedicados a la literatura en cuerpo y alma. Al recibir este prestigiado premio Silvia Molina enaltece, como mujer y como escritora, el panorama de las letras hispanoamericanas.24 23 Teichmann, R., op. cit., p. 300. 24 Lara Zavala, Hernán, Semblanza de Silvia Molina, http://www.silviamolina.com, 3 de diciembre de 1998. http://www.silviamolina.com/ 16 Ne te quaesiveris extra No intentes buscarte fuera de ti. Persio Capítulo 2 Imagen de Héctor Este libro, el séptimo en el inventario de las publicaciones de Silvia Molina, resulta de la búsqueda que la autora emprende de su pasado para entender su presente. Es también zaga de familia y crónica de época; repaso histórico; relato de ausencias y pérdidas; una lista de figuras prominentes en el espacio público: empresarios, escritores, periodistas, políticos, artistas, los hombres más importantes del periodo en el que transcurre la narración, 1930 a 1960. Del general Lázaro Cárdenas a Adolfo Ruiz Cortínez, de Justo Fernández a Bruno Pagliai, de Luis Cardoza y Aragón a Fernando Benítez… (p. 14). Cuando iban a la casa de Rincón del Bosque los amigos de Héctor, Antonio Castro Leal, Andrés Henestrosa… (p. 52). En esas chambas, habría ampliado el círculo de sus amigos: Juan de Dios Bojórquez, Luis Enrique Erro, Agustín Yáñez… (p. 68). A través del análisis de la conducta del personaje reconocido como “La Hija Menor”, nos aventuramos a vislumbrar la autobiografía de Silvia Molina. Presenta un auténtico rastreo por todos los rincones de su niñez y adolescencia, en el que trabaja con sus sentidos. Se trata de un exhaustivo ejercicio de la memoria que lo abarca todo, “(…) quizá en las novelas busco un poco la figura paterna. No lo tengo consciente, en verdad.”25 25 Ortiz, Verónica, op. cit., p. 220. 17 2.1 Descripción de espacios físicos La mayor parte de los acontecimientos de esta novela transcurren en la Ciudad de México en los años 40, en lugares interiores y exteriores y en zonas ocupadas por la clase burguesa. -¡Para la hijita de Héctor! –pronunciaba en un tono especial Merle Oberon, cuando pasaban la Navidad en aquel caserón de Lomas Altas.(…) y corría a jugar con los dálmatas que ladraban en aquel jardín inmenso, repleto de ecos, de colinas, fuentes y margaritas.” (p. 14). “No va a regresar” –se dijo, imaginando que el Buick negro que conducía Edmundo,el chofer, dejaría Rincón del Bosque y giraría en Campos Elíseos para tomar Mariano Escobedo. (p. 21). Otros suceden en la ciudad de Campeche, donde nació Héctor, durante la estancia de “La Hija Menor” en la casa de la familia paterna. La ciudad sureña, protagónica en la novela, también aparece cuando hay una evocación de la etapa en la que Héctor Pérez Martínez, el personaje central de la historia, fue Gobernador del estado de Campeche y la familia vivió ahí, aunque en ese periodo de la historia de los Pérez Celis, La Hija Menor no había nacido aún. 2.2 Ambiente psicológico En el desarrollo de la obra, que es la reconstrucción que hace una hija de la biografía de su padre muerto a quien no conoció, predomina un tono de tristeza e incluso de depresión, causada por el abandono y desamparo en que queda la familia por la pérdida. Ahora la Hija Menor vagaría de la cocina a la azotea buscando entre la servidumbre quién le hiciera caso mientras despertaba la Esposa de Héctor a quien una profunda depresión le robaba el sueño por la noche…(p. 24). 18 A medida que aparecen los datos de Héctor, antes desconocidos por “la Hija Menor”, descubiertos no sin esfuerzo, se percibe su temor del encuentro con la figura paterna: A veces, incluso, la Hija Menor renunció al intento, asustada de acercarse a un hombre que no esperaba, paralizada ante la posibilidad de romper los mitos con verdades demasiado crudas. (p. 58). Sólo hacia el final de la novela hay una reconciliación: la Hija Menor acepta la historia que se devela ante ella. Ganan el orgullo y admiración hacia Héctor, un hombre con muchas virtudes, de sobresaliente honradez y calidad humana, consecuente con sus ideales, demostradas a lo largo de toda su vida. Es una novela de ausencias y pérdidas; si bien no hay palabras como “dolor” o “sufrimiento”, y las emociones se cuentan de forma indirecta, con lo que se logra el fenómeno literario y se consigue que lo narrado sea verosímil. La tristeza que padecen los integrantes de la familia de Héctor es acuciante. Cada uno la vive diferente. Para la Hija Menor, la soledad es constante y opresiva. Muestras de ello aparecen a lo largo la narración. La Hija Menor había ido sola al colegio; Edmundo, el chofer, esperaba en la calle; pero el fantasma estaba allí. Nadie podía verlo, sin embargo a Ella le estorbaba su presencia. (…) La Esposa de Héctor no había ido a la entrega de premios porque no quería vivir, porque se dormía a fuerza, por fin, gracias al bellergal de la madrugada.(pp. 55 y 56). Hay en el ambiente un sentimiento de pesar, un duelo que se repite y crece: Héctor también quedó huérfano cuando tenía cinco años; Juan de la Rosa Pérez, su padre, murió a la edad de 32; la familia se sumió en el desamparo y la desolación. María Martínez, la viuda, prefiere detener el tiempo para no serlo, y cuando una chispa de lucidez la devuelve a la realidad, la agobia la tristeza. 19 La Madre de Héctor permanecía un rato callada y de pronto la nieta la oía quejarse o llorar porque Juan había muerto y no tenía nada ahorrado, y sin Juan, Juan de la Rosa, la vida se hacía lenta, pesada, difícil. (p. 42). Dos historias de orfandad, de mujeres jóvenes que enviudan, de hombres valiosos que no concluyen sus destinos. 2.3 Personajes principales 2.3.1 La Hija Menor, Silvia Molina, su nombre profesional, autora de la obra que aquí se analiza. (…) porque yo no soy Silvia Molina. En realidad ése no es mi nombre. ̶ Claro, tú eres Silvia Pérez, por tu padre, Héctor Pérez Martínez. ̶ ¿A qué edad te casaste con Claudio Molina? ̶ A los 24 años. ̶ Desde entonces eres Silvia Molina. ̶ Sí.26 Silvia Pérez Celis es Ella, la protagonista de Imagen de Héctor, en donde se bautiza como “La Hija Menor”, hecho que comprueba el carácter autobiográfico de la obra. Los personajes son presentados por la autora. 2.3.2 Héctor Pérez Martínez, el padre, Toto, ese hombre a quien La Hija Menor sigue el rastro, pues nunca lo conoció. Fue hijo y hermano responsable y cariñoso. Después, el marido y padre que en su breve vida dejó una huella de luz y de amor. Un ser pleno, de carácter alegre, honrado, trabajador, apasionado y fiel a sus convicciones, un luchador social. 2.3.3 María Celis, “La Esposa de Héctor”, madre de la protagonista. Una joven nacida en Álamos, Sonora, que llegó a la capital del país siendo una niña de siete años, con su padres y hermanos, cuando las revueltas 26 Ortiz, Verónica, op. cit., pp. 120-121. 20 sociales y el hambre obligaban a los campesinos a migrar a las ciudades, para salvar la vida. María Celis viajó con la nariz pegada a la ventanilla del tren, viendo las montañas y los campos, preguntando si todo eso era México, si un día otro tren la iba a llevar de regreso a su casa, porque así, tan lejos, la iba a extrañar. (p. 63). La imagen que “La Hija Menor” prefiere conservar de “La Esposa de Héctor” es la de una mujer plena, que siendo joven terminó su carrera y tuvo una vida razonablemente feliz. Un ser opuesto a la viuda triste en que se había convertido, cuando tenía 37 años, después de 13 de matrimonio: María Celis aparecía adolescente jugando basquetbol, y el equipo de su escuela se coronaba campeón interescolar; y después, cuando María Celis, una jovencita de 20 años, se trenzaba el pelo y se ponía calcetas blancas y bermudas para jugar por el Departamento de Estadística de la Secretaría de Industria y Comercio, donde trabajaba, y su equipo se coronaba campeón intersecretarial. (…) Le gustaba oír de esa María sana que de tan bonita parecía artista de cine americano; de esa María de mirada inquietante, de nariz recta y labios carnosos de quien se había enamorado Héctor. (…) Una María que sabía reír y jugar.(p. 63). 2.3.4 Miss Heidi, cuyo nombre completo desconocemos, más que la institutriz, es una madre sucedánea. Una dulce guía, que forma una niña refinada y quien tuvo un papel muy importante en la infancia de La Hija Menor. Es el sostén amoroso de una chiquilla muy sola Su padre murió, su mamá está metida en la depresión. Es Miss Heidi quien la colmó de cariño y ternura al tiempo que le daba las primeras lecciones. Aquella rubia delgada, más alta y sonriente que la Esposa de Héctor, la cuidó desde que había nacido. Era enfermera, por eso andaba siempre de blanco. (…) De origen alemán, Miss Heidi había crecido en Inglaterra; así que cuando la Hija Menor la hacía enojar, la regañaba en inglés.(p. 22). 21 Miss Heidi se casó con un extranjero rico y se fue de México. Volvió poco después de visita, con el deseo y la intención de llevarse con ella a La Hija Menor. La Esposa de Héctor no lo permitió. Así, nerviosa, Miss Heidi se veía más bonita. No llevaba puestos sus anteojos redonditos y había cambiado su chongo por un roll que hacía más suave su pelo rubio. Se pintaba la boca de rojo y parecía más blanca. (…). Su traje de seda cruda la volvía más elegante que nunca. (p. 49). 2.3.5 Campeche, la ciudad natal de Héctor, nombrada a todo lo largo de la novela: Campeche le parecía, en todos sentidos, algo tan intangible como Héctor… (p. 12). ¿Cómo sería ese lugar llamado Campeche? (p. 12). Pero Héctor no volvía, no acababa de regresar nunca. En su lugar, llegaban desde Campeche los tesoros que tal vez Él le había arrebatado a Lorencillo… (p. 13). Y aunque Miss Heidi le señalara con el índice en el globo de metal una mancha rosa rodeada de azul, asegurándole que eso era el estado de Campeche, con su capital Campeche y un mar quieto y transparente, no podía darle forma ni significado dentro de Ella. (p. 13) Los días en Campeche eran distintos, sin prisa, sin rutina, llenos de sol y colores, de puertas y ventanas abiertas al exterior. (p. 36). 2.4 Personajes secundarios 2.4.1 “Los Hijos Mayores”:María Eugenia, Héctor, Javier y Luis Alberto. La presencia de estos cuatro personajes a lo largo de la novela es tácita e intrascendente; las referencias que aparecen de ellos son mínimas, y casi nunca, individuales. La Hija Menor se echaba a llorar, y su lloro daba risa a los Hermanos Mayores. (…) La Esposa de Héctor salía en su auxilio. Regañaba a los Hermanos Mayores. (p. 67). 22 De pronto se topó con los tres Hijos Mayores junto a la caja de su padre. Los vio de trece, once y nueve años. Las caras tristes, desconcertadas. Hasta entonces no sabían que de la noche a la mañana habían perdido un mundo… (p. 77). De Campeche, los Hijos Mayores guardaban el olor del mar e infinidad de anécdotas, que a fuerza de oír habían aprendido. Héctor Salvador era un niño inquieto, huidizo, rebelde. (p. 117) María Eugenia iba a salir de princesa en el carnaval, y había estado ensayando los bailes. Cuando le probaron el vestido, se echó a llorar: quería ir de diablo, como sus hermanos. Javier Jorge, el más sensible, recordaba la mirada de Héctor viéndolo: se había vuelto triste, quizá porque estaba enfermo. (p. 118). Los Hijos Mayores, entonces muy pequeños para darse cuenta de las preocupaciones de Héctor, eran sólo unos mocosos inquietos, que odiaban a los maristas del Colegio México…(p. 140). 2.4.2 Dora, La Hermana Mayor de Héctor, descrita como una mujer alegre, optimista, que ama la vida: Durante la cena, la Hija Menor había observado con detenimiento a Dora: tenía los ojos verdes y le brillaban, la nariz aguileña como la llegaría a tener ella misma, y los labios delgados. No era alta ni delgada, como las hermanas de la Esposa de Héctor, sino más bien baja y gorda. Las hermanas de Héctor tenían sentido del humor y eran alegres y pícaras. Tocaban la guitarra y en las fiestas cantaban canciones que hablaban de amor. La Hermana Mayor de Héctor contagiaba la risa, las ganas de conocer cómo era en verdad el globo terráqueo.(p. 29). 2.4.3 La madre de Héctor, María Martínez: Alcanzó a ver que la Madre de Héctor no era la abuela que había imaginado: no haría nada que hiciera una abuela de verdad. Era simplemente una viejita que de tan viejita se había convertido, otra vez, en una niña. (p. 36). Cómo la atrajo la Madre de Héctor, aquel ser extraordinario. No sólo tenía el poder de cambiar el tiempo, sino de hablar con seres distantes o desaparecidos. (p. 39). 23 2.4.4 Las nanas Paulina y Felipa, dos viejitas mayas: (…) habían sido un regalo a la Madre de Héctor; un regalo para su servicio mucho antes de que la Madre de Héctor se casara, cuando todavía era una niña como ellas. ¡Un regalo! -Estaban tiernitas y eran huérfanas. Crecieron las tres juntas –aclararía la Hermana Mayor de Héctor-; pero Ella no podía quitarse de la cabeza la idea de regalo aplicada a unas niñas que el destino había hecho envejecer como nanitas. (p. 31). 2.5 Estilo Silvia Molina tiene una manera muy creativa de narrar, que ha favorecido y consolidado su carrera de escritora. La selección del vocabulario que utiliza, siempre claro, sencillo y transparente, hacen grata y amena la lectura de sus obras. La caracterización de sus personajes, el ritmo de las historias que cuenta, la sencillez sin tedio, son atributos que la califican positivamente en el ámbito literario. En Imagen de Héctor, el estilo de la escritora mantiene estas cualidades, y en mi opinión, es aún de mayor en belleza y más íntimo, por tratarse de una autobiografía, en la que los personajes son de carne y hueso, y en donde lo que les ocurre no es ficción, sino realidad. Se percibe en el tono de tristeza y la sensación de pérdida que aflora a todo lo largo de la novela. 2.5.1 Listados de palabras, de frases En el estilo de la obra analizada, se aprecia el uso de listados de frases gratamente sonoras, de lenguaje sencillo y armónico, utilizado para crear ambientes, describir de forma original y para dar ritmo y eufonía al texto: Los cuentos de Miss Heidi sucedían en países que estaban del otro lado del mar, donde nevaba en el invierno, la primavera era de verse por la 24 variedad de flores y de pájaros, el verano tenía los mejores lagos y ríos y montañas para pasear, y el otoño no dejaría de ser amarillo, anaranjado o rojizo.(p. 23). También hay secuencias de palabras evocadoras que suenan a magia y lindan con la poesía: Si había jugado con interés o con entrega el juego de Miss Heidi, iban las dos por el globo terráqueo con el que los Hijos Mayores se ayudaban para hacer la tarea, y señalando una manchita rosa en el Golfo de México, la mirada extranjera de Miss Heidi veía un mar quieto y cristalino, una selva, un montón de ruinas mayas perdidas entre la maleza, y una ciudad de trópico con casas blancas llenas de salitre y moho, techos de guano, calles adoquinadas, palmeras y árboles frondosos, portones labrados, ventanales protegidos con barrotes de hierro forjado, zaguanes abiertos, patios llenos de macetas con geranios o helechos…(p. 23). La Hermana Mayor de Héctor, Le iba mostrando el comedor con su buen abanico en el plafón, el patio de atrás perfumado de azahares, el perico Lorenzo, con su repertorio fuera del tiempo porque llamaba a la gente que ya había muerto. (p. 32). Cuando describe a Héctor como un hombre elegante: (…) estaba viendo el abrigo de lana gris, el chaqué con las solapas de seda, los trajes de gabardina y alpaca, las camisas de lino y algodón, las guayaberas de pliegues finísimos, los zapatos de charol y piel, los sombreros de fieltro grises y negros… (p. 27). 2.5.2 Referencias cultas, clasicismo Así las cosas, Campeche fue haciéndose un Ítaca, y Héctor el héroe que regresaría al hogar después de un viaje largo y misterioso. (p. 15). Héctor, el más valiente de los jefes troyanos, hijo mayor de Príamo y Hécuba… (p. 100). (… ) una Electra que deseaba profundamente verdadera, porque en la medida en que se le diera el amor por ese hombre que buscaba, amaría a otros. (p. 144). 2.5.3 Metáforas A partir de frases hechas con palabras simples, traslada el sentido de una idea al campo de lo irreal. Las metáforas que se esparcen con mesura en el texto, a más 25 de añadirle poesía, expresan sentimientos, evocan sensaciones y momentos que trascienden el hilo narrativo: (…) sus horas transcurrían en la biblioteca de Héctor navegando por los mares azulísimos de la imaginación en ese barco a escala donde casi cabía… (p. 16). Una muralla inmensa que abrazaba la ciudad. (p. 24). La Hija Menor escuchaba a María Martínez iniciar su reconstrucción, hallar recuerdos en el costurero de la memoria, remendar pasajes rotos... (p.41). Sólo proponiéndoselo, a lo mejor, lograría jalar un hilo resistente de aquella madeja tan anudada. (p. 56). Era simplemente como comenzar una película del primer cine sonoro en la escena de amor. (p. 71). (…) a esa hora en que el mar iba despertando y la tierra recibiría las primeras luces. (p. 115). No había podido apreciar la exuberancia de la vegetación, ni los atardeceres que dejaban su color en los animales del monte. (p.121). (…) como Él, Ella estaba hecha de señoritas que pasaron por la vida embutidas en las jaulas de polisón… (p. 149). Demuestra sus sentimientos amorosos por Miss Heidi, la institutriz: La Hija Menor bajaba atraída por una lluvia fina de voces, entre las cuales había creído reconocer la que aún caía tupidita por las noches a hablarle en sus sueños en un idioma extranjero. (p. 25). 2.5.4 Párrafos, frases, preguntas, puntuación. La novela está construida con apartados de tres a cuatro páginas de extensión en promedio. Los enunciados pausados por una puntuación pulcra, permite una lectura clara y amena. Los signos de interrogación y admiración dan vida y cadencia al texto. A menudo cierra un párrafo con una pregunta que no se contesta; la respuesta queda enel aire, y se delinea y se confirma el argumento de búsqueda que va repitiéndose a todo lo largo de la obra. 26 Un ejemplo que muestra lo anterior se desprende del apartado “La madre de Héctor”, (pp. 35-37), compuesto por dos páginas y media: Se incorporó despacio en la hamaca con la ayuda de las nanas. -¡Mira a quién nos trajeron, María! -¡Ya era tiempo! Mira. Escuchaba con la cabeza un poco de lado y con una mirada y una sonrisa de niña. Menudita. Tenía la piel muy blanca, el cabello gris enredado en un chongo, y los ojos verdes. Vestía una bata suelta de flores pequeñas y pálidas. La Hermana Mayor de Héctor le amarraría los lazos de unos botines calados mientras trataba de explicarle. Sonrió. Sin embargo, no lograría entender que la nieta que estaba de pie, a su lado, de la mano de las nanas y asustada, era Ella precisamente, la Menor de Héctor y no otra. -¿No sabe que nací? -Se le olvidó. -Recuérdaselo. -No entendería. -¿Por qué? En el último párrafo, el más largo en este apartado, se incluye al igual que en otros, una vasta lista de texturas, aromas, sabores y sonidos. Captura la experiencia y sensaciones con las palabras precisas, las que describen y graban el momento vivido en su viaje a Campeche: De la mano de las nanas fue encontrando que había vocales largas y cortas, cerradas y abiertas, y sonidos guturales que sólo entendían los vendedores del mercado; fue sabiendo cuál era la mejor hora para buscar a los pescadores en el muelle y llevar a casa el camarón fresco; fue distinguiendo en el atardecer la algarabía de las gaviotas en la playa, la de los tordos en los parques; reconociendo las enaguas de las mujeres casadas; la brisa del malecón; fue saboreando los helados de mamey, de chicozapote, de zapotenegro que vendía el señor Puga; los panuchos de los portales del Barrio de San Francisco, y el sotobichay, el relleno negro, la hueva de lisa en revoltijo, el sandach y los pibipollos que ellas mismas, las nanitas, sazonaban para Ella, la Hija Menor. (p. 37). 27 2.6 Trama En la historia contenida en Imagen de Héctor comienza una indagación que parte de cero: la protagonista no conoció a su padre, quien murió cuando ella tenía menos de dos años. Esa situación la planta de frente a la verdad, cuando un niño del vecindario le pregunta qué se siente no tener papá. Inician entonces sus conjeturas infantiles plenas de candidez, de ternura, de poesía, con las que dibuja a un ser del que sabe muy poco, pero cuya imagen le resulta necesaria para construirse ella misma: Campeche, los Hijos Mayores, la Esposa de Héctor, el universo todo que gira en torno a esa figura inexistente, impalpable, intocable, son sólo piezas del rompecabezas que no acaba de tomar forma. Los fragmentos estaban sueltos por todas partes. Como se deduce más adelante, fue en la biblioteca de Héctor donde su búsqueda tuvo mayor sentido. Hace su primer viaje a Campeche a los ocho años y con él logra una inmersión total en los orígenes, en el mundo que viera nacer y crecer a su padre, y cuenta cómo esta ciudad y la familia, influyen en su formación de escritora: “De esta manera comenzó a llenarse de historias la cabeza.” (p. 30). Y al mismo tiempo, conoce los primeros datos que más tarde le sirven para armar el árbol genealógico de sus predecesores en la línea paterna: “Así supo también quiénes eran sus bisabuelos paternos.” (p. 30). Guiada por la Hermana Mayor de Héctor, la tía Dora, mira la casa donde Él nació. Toto, según se entera que le decían, y se asombra, y se alegra. 28 El encuentro con La Madre de Héctor provoca en La Hija Menor una mezcla de sentimientos: sorpresa, ternura, confusión, asombro, fascinación. María Martínez, piedra angular de la historia, cuya gastada memoria le impide reconocerla, entender que es su nieta, la hija de su hijo muerto, le aporta más de una pieza para completar el acertijo; gracias a esa búsqueda perseverante, terca, interesada, La Hija Menor atrapa datos del mundo etéreo de la abuela, y de sus palabras llenas de magia, mezcla de verdad y de fantasía, y rescata material para su inventario. La abuela habla y logra que el reloj se detenga, regrese, y sin proponérselo, la lleva con ella en ese ir y venir del tiempo. La Hija Menor entra sorprendida en el mundo igualmente mágico de Felipa y Paulina, dos regalos viejitos, las Nanas. Así, poco a poco, La Hija Menor reúne las partes que forman la figura de Héctor, su padre, al tiempo que el espejo le devuelve una imagen de sí misma con trazos más visibles, antes desdibujados e inalcanzables a su ansia de autoidentidad. Cuando observa los rasgos físicos y de carácter de sus tías paternas, Dora y Lilia, las compara con las hermanas de su madre, se mira en todas ellas, y va armando así su propia semblanza. Intuye que el día de mañana se parecerá más a las hermanas de su padre. El velo que cubre la figura de Héctor ha empezado a desaparecer para dar paso a un hombre multifacético que sorprende a su hija. ¿Quiénes fueron sus papás, qué día nació, qué comía, quiénes eran Las Nanas, por qué le decían “doctor”, cuándo y cómo empezó su carrera política, y cuándo la de literato? Se entera de acontecimientos y de la existencia de personajes –incluso enemigos–, 29 que tuvieron que ver en el destacado trayecto político de Héctor, que la sacan gradualmente del desconocimiento y de la ausencia de la figura paterna, y le permiten al mismo tiempo construir y entender su propia personalidad, aunque este logro fuera apenas perceptible. Es notable lo penoso que resulta para La Hija Menor descubrir a su padre. Saber de los hechos que rodearon su vida la toman por sorpresa, y sin la madurez suficiente para comprenderlos a cabalidad. Pero el dolor no es razón para dejar el empeño. Así queda consignado en Imagen de Héctor. “La Hija Menor” hurga en todos los rincones, escucha todas las voces, lee todo lo escrito, sigue todas las pistas. Su deseo de encontrar para encontrarse a sí misma, es más fuerte que cualquier obstáculo: Cuando la Hija Menor se encerraba en la biblioteca de Héctor, no dejaba de abrir y cerrar los archiveros, metiendo la nariz en documentos y correspondencia. Buscaba. Buscaba aunque no supiera con exactitud qué. (p. 75). Muchos años después, cuando La Hija Menor viaja a Inglaterra y visita a Miss Heidi, su institutriz, personaje muy querido e importante en sus primeros años de vida, se pregunta qué hubiera ocurrido con su obstinación por saber quién fue Héctor, en caso de que su madre la hubiese dejado ir con su querida mentora y su marido inglés, quienes expresaron su deseo de llevarla con ellos a ese país. Su respuesta es una muestra más de la premisa de este trabajo: Quién sabe. La Hija menor tenía simplemente una obsesión: saber quién era, de dónde venía. Y la figura borrosa de Héctor había sido para Ella una cuenta pendiente. Creía que sólo dibujándola comenzaría a conocerse a sí misma, se sentiría liberada.(p. 84). Continúa la expresión de ansiosa orfandad: “La Hija Menor” atesora la información que consigue, si no en el momento de conocerlo, sí más adelante, cuando su edad 30 y la reconstrucción de la vida de Héctor hubieran tomado forma. ¿Quiénes eran los amigos, los colaboradores de su padre? ¿Qué decían? ¿Y los antagonistas? ¿Por qué lo eran? Aparecían entonces los nombres de unos y otros que en su muy corta edad no eran sino eso, nombres. Para entender el presente de Molina, es relevante saber que Héctor, su padre, además de haber estudiado la carrera de odontología, para satisfacer el deseo de su madre, María Martínez, luego fue periodista, diputado, gobernador de Campeche de 1939 a 1943, subsecretario, secretario de estado. Pero también, paralelamente a todas estas profesiones y puestos públicos, fue escritor. La veta literaria, herencia paterna, fue semilla fértil en Silvia Molina. El trazode la vida de él, indagado tan persistentemente por su hija, la condujo a descubrirse a sí misma, al tiempo que aparecía su creatividad literaria, alcanzando niveles de excelencia, a la par de su crecimiento personal y humano. El tesón, la paciencia y el esfuerzo tuvieron como recompensa no sólo el encuentro de su padre, y en consecuencia la consolidación de su personalidad, sino el descubrimiento y desarrollo de sus dotes como escritora, que la colocarían más tarde en un lugar tan importante de la literatura mexicana contemporánea. La autora cuenta que la curiosidad de La Hija Menor la llevaba a investigar por todas partes. Y su madre, La Esposa de Héctor, la viuda, era sin duda, testigo de primera línea y un pilar fundamental en la estructura que La Hija Menor había empezado a armar para conocerse, y para construir su destino. La mujer que la trajo al mundo llegó a la Ciudad de México en condiciones sorprendentes, pero no inusuales, de principio de siglo en el país. 31 La Hija Menor poco a poco conoce las diferentes etapas de la historia de su padre. Apuntala y enriquece datos; lee, analizalas obras que él escribió, y disfruta y recrea en la novela las anécdotas alrededor de ellas. Desde el primer sencillo libro de poemas de Héctor, titulado En la sombra del patio, hasta llegar a la narrativa histórica de Juárez, el impasible, Cuauhtémoc, y Un rebelde: Por las noches, Héctor tecleaba en la Remington del tío Juan Buenfil, su primera novela, “Un rebelde”. Sacaría el segundo lugar del Gran Concurso de Novela Nacional convocado por su periódico, y saldría publicada en forma de folletín al año siguiente… (p. 59). Entre los personajes que aparecen en los textos de su padre, La Hija Menor reconoce nombres de figuras importantes en la vida literaria, social y política que tuvieron algún vínculo con él. Ella mira otra faceta más de Héctor Pérez cuando se entera de un intercambio epistolar que sostuvo con don Alfonso Reyes, precedido por una controversia entre ambos en torno al nacionalismo, de la que resulta una amistad que dio brillo y valiosos aportes en la creación literaria de su padre. Esta diferencia se origina con la publicación de Imagen de nadie, la segunda novela de Pérez Martínez, de la cual Silvia Molina retoma el título para la obra que se analiza en esta tesina. A La Hija Menor nadie le diría que a raíz de esa polémica, Alfonso Reyes daría a Héctor una lección y, mucho menos, que Héctor respondería con un rasgo que iría afinando su personalidad. (…) Nadie le diría de la amistad que nació entonces, porque el epistolario entre Alfonso Reyes y Héctor27 estaba guardado, como tantos otros, en un archivo muerto. (p. 65). En el inventario de las obras del Héctor, que la Hija Menor va completando, aparecen nueve libros escritos en un periodo de cuatro años. Estas cifras descubren la capacidad creadora de su padre, la inclinación notable y el gusto por 27 Héctor Pérez Martínez / Alfonso Reyes. A vuelta de correo. Correspondencia, 1932-1947. Compilación, prólogo y notas de Alberto Enríquez Perea. México, El Colegio de México y Gobierno del Estado de Campeche, 2006. 32 la literatura, que sin embargo son superadas por las otras pasiones que definen su futuro: la historia y la política. ¿La capacidad creativa de Silvia Molina es heredada o adquirida? ¿Es que ella al dedicarse de lleno a escribir pretende hacer lo que su padre hubiera querido y no hizo? La orfandad aparece de muchas maneras durante la pesquisa de la Hija Menor. Así, cuando abre dos baúles abandonados en la biblioteca de su casa, encuentra varios periódicos y revistas que consignan en sus primeras planas la noticia del fallecimiento “del joven Secretario de Gobernación”. Fotografías, artículos, biografías de Héctor. Las piezas del rompecabezas aumentan con las frases que acompañan la noticia: “Pena general por el doctor Héctor Pérez Martínez”. Excélsior, a ocho columnas “Sincera pena por la muerte del culto gobernante”. La Prensa “Sus concepciones políticas tuvieron sólida raigambre moral”… Hoy. “La muerte del Dr. Héctor Pérez Martínez produjo hondo pesar en los círculos intelectuales y políticos en los que fue conocida. Revolucionario de convicción, había puesto al servicio de México y de sus mejores causas una inteligencia brillante y una incansable capacidad de trabajo”. El Nacional. En las fotos del velorio aparecen personalidades como Miguel Alemán, Presidente de la República, Ernesto Uruchurtu, Jaime Torres Bodet y otros funcionarios de alto nivel. Encuentra y retoma en su narración los pormenores del velorio, la marcha al Panteón Español, los honores que se le rindieron, los numerosos nombres de quienes lo acompañaron en el día de su muerte engrandecen la figura de su padre, para complementary enaltecer el trazo que la Hija Menor se ha propuesto hacer de Héctor, en busca de su propia identidad. 33 Decidió ordenar (los periódicos) por fechas, recortarlos, pegarlos en hojas blancas y guardarlos en carpetas. Tendría que leerlos con detenimiento, no sólo por conocer la muerte silenciada, sino para perder el miedo de estar a la sombra de aquel hombre de quien no se podía separar porque no lo conocía.(p. 77). En la segunda parte de Imagen de Héctor, el primer apartado con el título ¡Miss Heidi!, aparece una hermosa carta escrita por Silvia Molina adulta, a esta dulce mujer que trabajó en su casa como enfermera, que luego fue su niñera, maestra, institutriz y con quien tuvo una intensa cercanía afectiva. Miss Heidi, quien también ocupa las primeras páginas de Imagen de Héctor, no sólo le enseñó las primeras letras, los buenos modales, leyó con ella cuentos para niños, la hizo viajar con el globo terráqueo de sus hermanos; principalmente, la rodeó de cariño y atención en la difícil etapa de soledad a causa de su orfandad paterna y la ausencia materna. Ese dolor, al fin, significó el motor de su escritura. La carta es una de las varias que escribió a Miss Heidi con quien Silvia ya en su vida adulta mantuvo correspondencia durante algún tiempo. Tomo de ella unas líneas que considero relevantes en este trabajo: (…) la gente lo quiere, no lo ha olvidado, le tienen una estimación verdadera. Pero eso no me sirve de nada, Miss Heidi, de nada. Quiero saber quién fue el verdadero Héctor, ya le dije.(p. 84) Unas líneas más adelante escribe: En realidad, no sólo es la de mi padre sino mi propia búsqueda, creo, lo que me mueve a encontrarlo, a quitarme su peso de encima.(p. 86). Un golpe de suerte Al cúmulo de información reunida a lo largo de sus muchos años de investigación, se sumó, por azares del destino, lo que para Silvia fue un tesoro: la biblioteca paterna. Una tarde que visitaba a su mamá, quien hacía poco se había mudado a un pequeño apartamento, coincidió en las escaleras con los hombres 34 de una empresa de mudanzas; recién habían terminado de cargar en un camión el enorme acervo de libros y documentos de su padre e iban a llevarlos a una bodega, pues su mamá ya no tenía espacio para ellos en su nueva vivienda. La Hija Menor cambió a los empleados la dirección de la bodega por la de su casa, y de esa manera, tuvo el material necesario en sus manos para no dejar huella sin seguir, detalle sin conocer, rasgo sin confirmar. Y fue descubriendo algunos hechos, no sin sorpresa, como enterarse de que Héctor era tartamudo, o que había tenido una amante. Apoyada en los documentos, cartas, fotografías del acervo recuperado, reconstruyó la etapa en que Héctor Pérez Martínez fue gobernador de Campeche, su estado natal, en el mandato presidencial de Cárdenas. La vocación literaria de Héctor Pérez Martínez, otro rasgo ya bien definido en la biografía que Silvia Molina logra completar exhaustivamente, se reitera una y otra vez en la revisión de labiblioteca rescatada. Entre las obras publicadas por su padre, resaltan las novelas históricas, aunque incluyen varios géneros: En la sombra del patio, 24 poemas románticos, su primer libro. Los caminos de Campeche, Un rebelde, Imagen de nadie, segunda novela, 1932. Trayectoria del corrido, 1935; Historia y crónica de Chac Xulub-Chen; Se dice de amor, amor en cinco sonetos; Piraterías de Campeche; Sonetórpidos; El atraco de Lorencillo a Campeche; Landa: relación de las cosas de Yucatán; Justo Sierra, diario de nuestro viaje a los Estados Unidos; Juárez, el impasible; Cuauhtémoc. La Hija Menor reconstruyó momentos críticos de dificultades extremas de todo tipo, que se presentaron a su progenitor cuando fue Gobernador de Campeche; lo hizo con el exiguo testimonio de La Esposa de Héctor, María Celis; se ayudó con la biblioteca recuperada; con la correspondencia y papeles privados, 35 pero también con la habilidad que desarrolla a lo largo de su búsqueda para recrearlas. Los Hijos Mayores aportaban muy poca información útil para el propósito de la Hija Menor; las descripciones de los amigos le parecían insuficientes, “retocadas”, y aun el autorretrato con el que Héctor Pérez Martínez se describió no era tan fiel a la realidad que ella había rescatado de otras fuentes de información. La imagen no se veía clara. Su búsqueda no parecía terminar. Silvia Molina dedica muchos párrafos de Imagen de Héctor al periodo en que él fue Gobernador de Campeche. Sin embargo, el balance que resulta de su búsqueda en este periodo es pobre, sobre todo en cuanto a la satisfacción de sus necesidades de identidad. La Hija Menor se preguntaba una y otra vez si Héctor se iba tranquilo, si había entregado las cuentas claras. Quería saber la verdad, aunque le entregara a un ser distinto al que soñaba María Celis. Quería un Héctor real…(p. 123). Tal vez ello se deba a que en el terreno de la política nada es cierto, nada es seguro. ¿Cuáles eran los verdaderos sentimientos de Héctor en esa etapa de su vida? ¿Cómo enfrentaba los ataques de los enemigos que surgen inevitablemente cuando se tiene una posición de poder? ¿Hasta dónde pudo su padre mantener sus principios y convicciones? Estas y otras preguntas dejan el espacio vacío en la figura, que La Hija Menor trató de llenar con tanto empeño. El regreso a la Ciudad de México al terminar su gestión de gobernador en Campeche tampoco fue fácil. Héctor no pudo reincorporarse a El Nacional y la familia Pérez Celis subsistió gracias a la beca que Alfonso Reyes le otorgó para la escritura de su libro Cuauhtémoc. 36 Después vino la vuelta a la vida política: invitado por Ávila Camacho, Héctor fue oficial mayor y luego titular de la Secretaría de Gobernación con Miguel Alemán, y con ello, tal vez a causa de ello, el deterioro progresivo de su salud, que había empezado tiempo atrás, durante su periodo de gobernador de Campeche. La pieza que este lapso aporta al rompecabezas de La Hija Menor es una faceta en la que el ansia de poder domina a su padre: ante la disyuntiva de tomarse un tiempo para cuidarse, reposar, aliviarse, Héctor elige seguir activo, participa, se involucra en la política y aplaza la atención de su salud. Aquí aparecen manchas en el mosaico de la imagen de su padre, ante las que La Hija Menor guarda silencio. Las últimas piezas. La Hija Menor, es decir, Silvia Molina, ha llegado al punto de partida en el acopio de los datos que le permiten completar su biografía. Ella está recién nacida cuando nombran Secretario de Gobernación a Héctor Pérez Martínez. El Presidente de México es Miguel Alemán. Este nombramiento que significaría alcanzar la cima en la carrera política de su padre, está ensombrecido por un panorama desesperanzador, a causa del estado crítico de su salud. La Hija Menor posee la imagen que tanto buscó en libros, archivos, fotografías: Un hombre fuerte en la política, débil en el corazón. Un apasionado de los libros, de la historia, de la cultura. Alguien que no la conoció a ella, y a quien ella escudriñó para autoconocerse. 2.7 Estructura La novela tiene una estructura lineal, sin discurso interior ni flashbacks. No está narrada en primera persona. 37 Utiliza los siguientes recursos para su construcción: Cartas; periódicos; citas de la obra de Héctor, recuerdos y diálogos. Inicia con una introducción de siete páginas: El problema, en la que la artista presenta las razones de la búsqueda que emprende y las herramientas que van facilitando la reconstrucción de la historia de la vida de Héctor, su padre, el jefe de la familia Pérez Celis, muerto cuando Silvia Pérez Celis, La Hija Menor, tenía menos de dos años de edad. A continuación se presenta la Primera Parte: El mito, bajo la cual se desarrollan 16 apartados que conforman los cimientos de la historia, la formación y los primeros años de vida de la familia. La Segunda Parte, titulada La reconstrucción, está compuesta por 15 apartados que dan prueba de los pasos que orientan la búsqueda que realiza La Hija Menor para encontrar a Héctor, su padre, y de los recursos que se vale para descubrirlo. Cada uno de estos apartados, con extensiones que varían entre dos y seis páginas, tiene también un título que enuncia e indica su contenido. En las últimas páginas aparece un breve Epílogo, El desencuentro, el cual cierra con una pregunta: ¿Qué diría Héctor de la imagen que de Él construyó la Hija Menor? (p. 149). Los siguientes son algunos de los recursos utilizados por Silvia Molina para armar la estructura de este libro. Gracias a ellos, la narración resulta de gran belleza. Se logra una pieza con valor literario que atrae y complace al lector, 38 interesado o no, por la biografía de un desconocido y la autora alcanza su objetivo de hallar a su padre, como lo hace ver en el epígrafe que abre la novela: A María Celis, por supuesto; y ¿por qué no confesar que también es para él? por el encuentro que se nos dio y nunca pensamos. i) La historia la cuenta La Hija Menor. Inicia con el primer recuerdo en la memoria de la niña huérfana de padre, a los dos años de edad. ii) Los primeros testimonios que ella escucha son los de La esposa de Héctor: (…) era “el mejor esposo del mundo”… (p. 13). iii) De los Hijos Mayores: (…) “el mejor padre de la tierra”… (p. 13) iv) De La Hermana Mayor de Héctor, quien la llevó a Campeche por primera vez, y que la llenó de datos, de detalles, de genealogías.(p. 29). v) La Hija Menor inicia hurgando en la biblioteca, en donde halla material valioso y suficiente para alcanzar su propósito. Encuentra el diario de Héctor: Un diario que, sin embargo, no tenía muchas hojas escritas. La Hija Menor lo apartó, para leerlo más tarde, pensando que debía revisar bien todos los papeles, pues ahí estarían, todavía muchos momentos de Héctor. (p. 101). vi) Las obras escritas por Él –prosa, poesía, historia–, fotografías de distintas etapas y ocasiones importantes, tanto familiares como de las diversas actividades políticas, culturales y sociales de la vida de su padre. vii) Ella escucha también voces de personajes que hablan de Héctor, y de sus enemigos. Como ejemplo, cuenta de una ocasión en que Fernando Benítez, secretario particular de Héctor en Gobernación, visita años después a La Esposa de Héctor, y habla de un enemigo de Héctor: 39 -Uruchurtu –dijo Benítez–, enemigo a muerte de Héctor. Rogelio de la Selva –insistió- enemigo a muerte de Héctor. (p. 52). viii) El retrato que le hizo Ermilo Abreu Gómez: Héctor Pérez Martínez anda por los cuarenta; es de complexión recia; ojos un poquitín oblicuos; boca fina, subrayada por un bigotillo recortado, renegrido. Habla con parsimonia, como sopesando las palabras, pero es más propenso al entusiasmo que a la frialdad en el diálogo que sostiene con sus amigos.(p. 119). ix) La primera novela de Héctor,Un rebelde, que La Hija Menor encuentra en la Hemeroteca después de una persistente búsqueda, y que le sirve para conocer que con esta obra, su padre es aceptado como miembro del Bloque de Obreros Intelectuales, integrado por activistas relevantes de la época como Ermilo Abreu Gómez, Vito Alessio Robles, Isidro Fabela, José Rubén Romero, Juan de la Cabada, David Alfaro Siqueiros, entre otros. “Un rebelde” era anunciada como la historia de “los últimos veinte años de nuestra vida”. Le daban crédito a Héctor como miembro del Bloque de Obreros Intelectuales…(p. 59). x) Nuevamente de voz de Fernando Benítez, La Hija Menor se entera de que en el año 1936, Héctor Pérez Martínez era director del periódico El Nacional, órgano oficial de un gobierno revolucionario. xi) Juárez, el impasible, la obra que Héctor escribe el mismo año en que se casó con María Celis, (…) en la que la Hija Menor leería otro rostro humano y reconocería la escuela liberal de Héctor, fue acogida por la crítica como el mejor rescate literario, histórico y político, hasta entonces, del indio zapoteca…(p. 72). xii) Al final del periodo de gobierno de Campeche de Pérez Martínez, en el Diario de Yucatán, aparece una carta abierta en la que Enrique Gómez B., un adversario político, hace un balance de la gestión de Héctor. La Hija Menor incluye un fragmento de ésta, para mostrar una opinión desfavorable 40 y balancear las otras voces y juicios, generalmente benévolos hacia la persona y el trabajo de su padre: Nada ha conseguido usted en diversos capítulos: nuestra decantada higiene con todos los servicios coordinados o por coordinar, anda por los suelos; la embriaguez sigue su perniciosa ascensión; y en muchos lugares del estado, el pueblo puede embriagarse a cualquier hora del día o de la noche en cantinas que son verdaderas “letrinas”; no consiguió usted que las técnicas de cultivo se modernizaran, ni logró la diversificación económica de Campeche: no terminó el deslinde de las tierras ejidales…(p. 126). xiii) La noticia de la muerte de Héctor, que ocupó ocho columnas en los principales periódicos del país. Así lo pudo ver La Hija Menor cuando abrió un baúl abandonado en la biblioteca de su casa. Leyó las notas y vio las fotos publicadas en los diarios. 41 Capítulo 3 Búsqueda de identidad de Silvia Molina en Imagen de Héctor 3.1 Definición de identidad La identidad es un concepto complejo de definir, aunque su significado es muy utilizado en el habla común, de forma correcta, en sus distintas acepciones, que varían, según la disciplina que lo aplica. i) Aristóteles: En sentido esencial, las cosas son idénticas cuando es una sola su materia, cuando su sustancia es una.28 ii) En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española Del latín identitas, lo mismo 1. Calidad de idéntico. 2. Hecho de ser una persona la misma que se supone o se busca. 29 iii) El diccionario de Sociología dice: El concepto de identidad ha sido examinado desde varios puntos de vista. Los dos más destacados son el ontológico y el lógico. El primero es patente en el llamado principio ontológico de identidad (A=A), según el cual toda cosa es igual a ella misma. El segundo se manifiesta en el llamado principio lógico de identidad, el cual es considerado como el principio “a pertenece a todo a”. 30 Para los fines de este trabajo, yo utilizo el concepto identidad para definir aquello que Silvia Molina busca reiteradamente en sus novelas: su esencia, su alma y hasta sus intereses y oficio. Identidad es lo que ella es, y aún más, las razones por las que ella es ella y no otra persona. Si es válida la comparación, buscar la propia identidad es mirarse en un espejo y revisar los rasgos, las facciones que forman nuestro rostro, escuchar el tono de nuestra voz, y las palabras que salen de 28 Abbagnano, Nicola, Diccionario de Filosofía, México, Fondo de Cultura Económica, 1966. 29 Diccionario de la Real Academia Española de la lengua, 1998. 30 Pratt Fairchild, Henry, Editor, Diccionario de Sociología, México, Fondo de Cultura Económica, 1966. 42 nuestra boca. Luego seguir revisando nuestros pensamientos, y así, en un recorrido de arriba abajo, de fuera hacia dentro, intuir quiénes somos, por qué somos de una manera y no de otra. Desde mi lectura, Silvia Molina ha repetido esta revisión de sí misma a lo largo de su obra. A través de los personajes en sus novelas y cuentos, que son inventados pero no del todo, vemos una porción de su propia historia. O bien, la historia es verdadera, algo que ocurrió en la realidad, pero el personaje es ficticio. Ella lo dice, por ejemplo, cuando se refiere a La mañana debe seguir gris: La novela fue una manera de contarme la historia como me hubiera gustado que pasara. Aunque muchas cosas están basadas en la realidad, todo está muy cambiado. (…) Además, es muy curioso porque la gente que me conoce de cerca sabe que yo estoy ahí, pero que no soy la que está allí. Soy un invento de mí misma. Estoy ahí, pero no es mi historia.31 3.2 Interpretación personal de la búsqueda de identidad de Silvia Molina en sus novelas Es un hecho que todos los escritores cuentan parte de su vida en sus obras. De una u otra manera, y sin que se lo propongan, los narradores entretejen en sus ficciones parte de su realidad, o incluso, escriben historias verídicas y sólo modifican nombres y datos para darle un sentido de fantasía, emoción y belleza. Así logran que su prosa alcance niveles de poesía. Algunos autores lo hacen de forma obvia; otros, con menor evidencia. Al hacerlo, ejercen una búsqueda de ellos mismos. Silvia Molina no es la excepción; ella acepta este hecho de manera expresa. Esta característica tan definida en la 31 Hind, Emily, op. cit., p.106. 43 narrativa de Molina, atrajo mi interés y me pareció un tema digno de investigar en este trabajo de titulación. En la elección de tema para mi tesina, también influyó el hecho de que Silvia sea una escritora mexicana, contemporánea mía, muy activa en el mundo de la literatura, al que ha contribuido y seguramente seguirá haciéndolo, con sus palabras, tan bien puestas, tan cuidadosamente seleccionadas en los relatos que salen de su pluma. Las historias que escribe y la manera en que están contadas son de las que uno quiere leer de principio a fin. Hay fluidez en sus palabras, también hay expresiones de sentimientos, que no llegan nunca ni a la parquedad ni al exceso: Mademoiselle Anita vestía sobria pero elegantemente: falda y saco o suéter grises o azules con blusa de seda rosa o blanca o aperlada, y se hacía un chongo con el cabello canoso por arriba de la nuca. Sus ojos pequeños y jalados era de un color indefinido: parecían azules o grises como su vestimenta, y a veces amarillos o cafés. Caminaba firme y derecha, y subía y bajaba las escaleras de madera como si tuviera veinte años. No usaba una gota de pintura en esa cara envejecida con dignidad, cuyas arrugas alrededor de los ojos y en la frente le daban garbo.32 Otra faceta en la escritura de Molina que me parece original, y que vale destacar, es la que explora pasajes de la historia de México y toma de ella hechos que tuvieron qué ver con acontecimientos de las familias paterna y materna. Es una manera de añadir realidad a sus relatos y ofrecer al lector una interpretación de los acontecimientos patrios, distinta de la que aparece en los textos escolares tradicionales: se vuelven atractivos e interesantes. -Oye, Leyva, necesito que regreses en quince días para que te entregue el documento donde acepto mi candidatura. Mientras, le dices al general Hill que Calles ya entró en cintura, que se volvió obregonista; y le pides que
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