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Casas-editoriales-editores-y-libros-en-Mexico-en-el-periodo-de-1960-1971

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE 
MÉXICO 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
COLEGIO DE HISTORIA 
 
 
CASAS EDITORIALES, EDITORES Y LIBROS 
EN MÉXICO EN EL PERIODO DE 1960-1971 
 
 TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN HISTORIA 
 
 PRESENTA 
LUIS MARIANO HERRERA ZAMORANO 
 
 
 ASESOR DE TESIS. 
 DR. JAVIER RICO MORENO 
 
 
 
Ciudad Universitaria Mayo 2011 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
Agradecimientos. 
 
A mi madre. Quien me apoyó en mi formación profesional y personal. Me 
enseñó a ser responsable, cumplir mi palabra y a no dejarme vencer en los 
momentos difíciles. Siempre estuvo a mi lado y nunca dejó de apoyarme. Me 
corrigió cuando fue necesario y siempre tuvo un abrazo y un consejo para 
darme. Me respeta y me quiere como soy. Le debo una gran parte de lo que 
ahora soy como profesional y persona. 
A mi padre. Que hizo todo el esfuerzo posible para que yo estuviera en la 
Universidad. Estoy convencido que le hubiera gustado estar aquí, ahora. Me 
enseñó a ser noble y respetar. El primer recuerdo que tengo de la Universidad 
lo compartí con él. 
A Carmen. Que siempre me motivó a realizar este trabajo. Lo hizo a través de 
su cariño y comprensión. Soportó mis confusiones y me escuchó en todo 
momento. Me apoyó sin dudarlo un solo instante y generó una confianza 
invaluable para que terminara este proyecto. La amo profundamente. 
A mis hermanos. A Beatriz, que con su ejemplo siempre me ha mostrado el 
camino a seguir como profesional. A Jonathan que su nobleza y disposición me 
hicieron quererlo incondicionalmente. A los dos los admiro como personas y 
profesionales. 
Al doctor Javier Rico Moreno. Que me guió en esta investigación. Siempre fue 
un apoyo y me enseñó, sin saberlo, a pararme frente a un grupo y dar una 
clase. Este trabajo es en gran medida producto de sus recomendaciones y 
sugerencias. 
A mis sinodales. Que hicieron apuntes y precisiones a este trabajo. En especial 
a la doctora Cristina Gómez quien tuvo mucha paciencia con este texto. Sus 
recomendaciones y correcciones hicieron que esta tesis fuera mejor. 
A mis amigos. Javier, Carlos, José Luis y Antonio. Quienes me acompañaron 
en mi formación personal y profesional. Siempre tuve en ellos un descanso y 
apoyo. 
 
 
 
Índice. 
Introducción. ............................................................................................................... 1 
Capítulo 1. Editores, libros y lectura. ........................................................................ 9 
1.1 Consideraciones en torno a la historia de la edición. ......................................... 9 
1.2 El libro: objeto cultural y mercancía. ..................................................................... 13 
1.3 El autor: entre el texto y el libro. ............................................................................. 23 
1.4 El editor. Del oficio a la profesión. ......................................................................... 27 
1.5 El editor frente al autor. ............................................................................................ 44 
1.6 El proceso editorial. .................................................................................................... 47 
Capítulo 2. Aproximaciones editoriales en México. ............................................... 52 
2.1 El trabajo de edición y los proyectos culturales de la primera mitad del 
siglo XX. ................................................................................................................................ 52 
El proyecto editorial de José Vasconcelos. ................................................................ 55 
Aportaciones de los exiliados españoles al trabajo de edición en México. ....... 66 
2.2 Horizonte editorial en México (1940 a 1960). ........................................................ 74 
Capítulo 3. Editores y libros en México en la década de los años sesenta. ......... 84 
3.1 Situación política y económica en México (1940-1970). ................................... 84 
3.2 Editores y casas editoriales en México (1960-1971). ......................................... 89 
El Fondo de Cultura Económica. ................................................................................... 90 
Ediciones Era. ................................................................................................................... 110 
Editorial Joaquín Mortiz. ................................................................................................ 118 
Siglo XXI editores. ............................................................................................................ 124 
Conclusiones. ......................................................................................................... 132 
Bibliografía. ............................................................................................................. 147 
 
 
 
1 
 
Introducción. 
Uno de los aspectos más importantes dentro de los fenómenos históricos, 
sociales y culturales es la difusión de las ideas, la cual se da fundamentalmente 
a través de la cultura escrita. Aunque la tradición oral está unida directamente a 
la tradición escrita, la conservación de las ideas de la cultura se mantiene a 
través de lo que se ha escrito. La conversión del pensamiento e imaginación en 
texto influye directamente en procesos culturales que, en mayor o menor 
medida, son una característica de un determinado momento en la vida de la 
sociedad. Los autores convierten estas ideas en un material asequible para que 
el conocimiento y la creación se propaguen y llegue a los lectores u oyentes 
que se interesan por ello. 
 Un instrumento fundamental del proceso de transmisión y preservación de 
la cultura escrita es el libro, el cual es una herramienta que se conceptualiza 
según las formas de reproducirlo. No es posible pensar en el libro objeto 
reproducido a través de la copia exacta a partir de un texto, como lo hacían los 
monjes de la Edad Media, de la misma forma en que se tiran 100 000 
ejemplares en un mes de, digamos, una novela del siglo XXI. Las formas de 
edición y las influencias que el libro tiene en la sociedad, son fruto de las 
tendencias editoriales, impulsadas por los involucrados en el proceso de la 
producción del libro, incluyendo al propio autor. 
 La historia del libro está conformada por diferentes facetas. Una de ellas 
se refiere a los estudios que hacen referencia a la producción de libro y todos 
los factores y productos que se encuentran alrededor de ello. Otro tema 
importante para la historia de libro es lo referente a la circulación y distribución 
del libro. Las formas de entrega, promoción y venta son un referente importante 
2 
 
para comprender los alcances de los títulos publicados en una época. 
Finalmente, otro aspecto trabajado alrededor del libro, es el que se refiere a la 
recepción de los textos y las prácticas de lectura, en este sentido se investigan 
los hábitos que tiene el público dentro de una sociedad determinada, los temas 
que interesan, la frecuencia del contacto de la sociedad con la lectura y sobre 
todo, a la influencia que los autores tienen en sus lectores; se puede decirque 
la forma y el contenido, en conjunto (libro-objeto) determina sus formas de 
lectura. 
 La presente tesis se ubica en dos de estas facetas. En primera instancia en 
la producción de libros, en donde se incluyen la historia de la fundación y 
desarrollo de las casas editoriales que publicaron en México durante los años 
sesenta del siglo XX, además del papel que jugaron los editores que 
protagonizaron el trabajo editorial durante esta década. Como esta producción 
no puede estar separada del todo de la circulación y recepción de los libros por 
parte de la sociedad, la comercialización del libro durante el periodo de este 
trabajo es también un aspecto fundamental, porque con ello para se puede 
examinar adecuadamente las propuestas editoriales y la proyección que 
tuvieron en el mercado de ese tiempo, además de explorar la distribución de 
los títulos producidos. 
 Dentro del trabajo de producción y comercialización de textos, la imagen 
del editor tiene un papel muy importante. Desde la creación de la imprenta, el 
impresor decidió cuales eran los textos que traían mayores utilidades por la 
preferencia de los lectores y, por tanto eran más convenientes para su 
comercialización. Las actividades y funciones que tiene el editor a lo largo de la 
historia del libro son muy diferentes. Desde el momento en que el editor decidía 
3 
 
los textos que publicaría y los que no llegarían a los lectores a través de su 
imprenta, se puede definir al editor como un intermediario cultural. Aunque el 
editor en la época contemporánea tiene actividades muy definidas, desde la 
elección del texto hasta las formas de distribución, pasando por la coordinación 
de la traducción, corrección y formación, no siempre fue así. El editor pasó por 
una faceta de impresor, librero, corrector, compilador y traductor, entre muchas 
otras, para que en la actualidad se definiera como una actividad intelectual 
específica. El editor es un sujeto, que se define en función de las circunstancias 
históricas. En la actualidad, alrededor del proceso editorial hay muchos trabajos 
especializados como correctores, traductores o impresores que contribuyen a 
la producción y comercialización del libro. 
 Esta investigación tiene como objetivo explorar y examinar las propuestas 
editoriales de cuatro empresas durante los años sesenta del siglo XX en 
México: el Fondo de Cultura Económica (FCE), Joaquín Mortiz, ERA y Siglo XXI 
Editores. Si bien el FCE fue creado en 1934 por iniciativa de Daniel Cosío 
Villegas con recursos del estado mexicano, el periodo de consolidación es a 
mediados de los años cincuenta, continuando con su crecimiento hasta la 
década siguiente. A partir de 1960 hubo un auge editorial muy importante y 
variado en donde ERA, Joaquín Mortiz y Siglo XXI Editores fueron fundadas y 
se convirtieron en protagonistas importantes de ese apogeo. 
 Este proceso no se entendería sin la relación que los editores y las casas 
editoriales aquí estudiadas mantuvieron con los principales personajes de la 
vida cultural de la nación y, en el caso del FCE, con el estado mexicano. Las 
colaboraciones que muchos escritores expertos en diferentes materias como 
literatura, historia, periodismo y sociología tuvieron en las editoriales, ya fuera 
4 
 
como autores, correctores, traductores e incluso editores, hicieron que los 
textos de este periodo fueran diversos y de reconocida calidad tipográfica. A 
través de los temas de la producción editorial se pueden advertir muchos 
aspectos de la cultura escrita de México, los cuales giran en torno a exigencias 
o afinidades de cada uno de los empresarios culturales. Los contenidos 
temáticos que estudiamos en este trabajo se refieren principalmente a cinco 
grandes temas de la producción escrita en México durante este periodo: 
historia, literatura, política, economía y ciencias sociales1. Consideramos que 
esta producción, distribución y comercialización de estos temas es un reflejo 
fiel de la situación política, social, económica y literaria no sólo de México sino 
da toda la región latinoamericana. 
 La hipótesis que guió este trabajo es que el sector editorial de México en la 
década de los años sesenta fue muy productivo; gracias al proceso de rápido 
crecimiento que experimentaba el país, algunos intelectuales desarrollaron 
empresas editoriales que respondían a las demandas de los lectores (ya sean 
estudiantes, profesores o público en general). Por consecuencia existe un 
incremento de las publicaciones referentes a temas englobados en las 
humanidades y ciencias sociales (historia, política, literatura, etc.) gracias al 
crecimiento de la población pero sobre todo de la clase media y de las 
instituciones de educación superior. Sin embargo, a lo largo de toda la 
investigación fue evidente que el perfil editorial de esta época, además estaba 
determinado por sectores o grupos que tenían cierta afinidad con la empresa o 
los editores y que las casas editoriales integran dentro de sus labores a 
 
1
 Aunque las disciplinas economía y política corresponden al grupo de las ciencias sociales, fue necesario 
dedicarles un apartado individual debido a la cantidad de títulos que se publicaron durante la década de 
los años sesenta. Dejamos fuera a otros temas como arte y ciencias en general, ya que la producción 
durante esta década por parte de las editoriales estudiadas fue muy reducida. 
5 
 
muchos especialistas en la producción de los libros. Así mismo, el 
procedimiento de la producción editorial fue enriquecido por los exiliados 
españoles, aunque este es un proceso que antecede los límites temporales de 
este trabajo, pues a finales de la década de los años treinta, algunos españoles 
que llegaron a México trabajaron en editoriales como el FCE; cuando editores 
como Joaquín Diez- Canedo, fundador de la editorial Joaquín Mortiz; Neus 
Espresate y Vicente Rojo, principales fundadores de ERA, deciden constituir 
sus firmas editoriales, fue necesario contemplar, desde el punto de vista 
editorial, la importancia de los transterrados en la vida editorial de México. 
 En México no existen trabajos que aborden en conjunto el tema de la 
edición durante la época de los años sesenta. Incluso son escasas las 
investigaciones de la edición en México durante el siglo XX. Los periodos que 
prefieren los historiadores del libro en México y de la cultura escrita en general 
son la Nueva España y el siglo XIX. Un esfuerzo muy importante para 
comprender el ambiente editorial de México en esta época es el estudio de 
Víctor Díaz Arciniega sobre el FCE, el cual tiene por objetivo hacer un recorrido 
histórico de esa casa editorial, sin embargo no ofrece una visión de conjunto 
que ofrezca las circunstancias editoriales en las cuales se desarrolló el Fondo 
de Cultura Económica. Por esta razón, es pertinente comenzar a estudiar de 
forma integral el trabajo editorial durante el siglo pasado, ya que arrojará 
muchas luces acerca de los libros que se producían en México y de las formas 
en que se comercializaban, para entender la influencia que estas propuestas 
editoriales tuvieron en la sociedad mexicana. En este sentido este trabajo 
pretende descubrir algunas problemáticas y temas que giran alrededor de la 
6 
 
historia editorial en México en los años sesenta del el siglo XX a partir de las 
editoriales y editores que tuvieron protagonismo en esta etapa. 
 Para estudiar este fenómeno editorial de México se utilizaron distintos tipos 
de fuentes. Para explorar cuales eran los temas predominantes dentro de las 
casas editoriales fue de vital importancia recurrir a los catálogos individuales de 
cada una de las empresas. En el caso del Fondo de Cultura Económica y Siglo 
XXI Editores existen los registros puntuales, ya sea por colecciones o por años, 
de publicación, sin embargo para el casode Joaquín Mortiz y ERA los registros 
son muy dispersos y tuve que realizar los catálogos de este periodo. Otra 
fuente que aportó mucho a la investigación es la correspondencia que hay 
entre algunos editores y escritores que por diferentes razones se encuentran 
fuera de México. Las memorias de personajes como Daniel Cosío Villegas y las 
entrevistas a editores como Arnaldo Orfila, Neus Espressate, Vicente Rojo y 
Joaquín Diez-Diez Canedo, me permitieron corroborar fuentes y registros que 
no eran del todo claros. Además están los testimonios publicados por algunos 
intelectuales españoles exiliados, los cuales son un mar de datos que, en 
muchas ocasiones sólo son tomados y estudiados en el terreno anecdótico 
pero que, para este trabajo, son fundamentales para identificar las redes 
intelectuales que se incorporaron al mundo editorial mexicano. 
 Los artículos periodísticos que abordan la historia de la edición en México 
también fueron de gran utilidad para nuestra investigación. Por su parte, las 
revistas y periódicos de la época estudiada tienen muchos registros generales 
en torno al ambiente cultural de la época, incluyendo el mundo de la edición; 
junto con las memorias y las entrevistas, complementan la información para 
7 
 
desarrollar la sociedad del conocimiento en torno al trabajo intelectual que 
realizaron los protagonistas. 
 El primer capítulo de este trabajo se refiere a los cambios y actividades que 
el editor tuvo a partir de la creación de la imprenta. En las diferentes épocas y 
países, los editores tienen ciertas características que determinan su función en 
la vida intelectual de la sociedad. En primera instancia el editor comenzó como 
impresor y vendedor al mismo tiempo, después, ya cuando el mercado de 
libros creció considerablemente los editores, además de ser vendedores se 
convirtieron en intermediarios directos y conscientes entre el autor y el lector, 
para esto comenzó a sugerir a los escritores ciertos temas y títulos a los 
escritores. 
 Para reconstruir la figura del editor puntualizo las etapas en la producción de 
un libro en el momento en que interviene el editor y las características que el 
trabajo editorial ha tenido desde la creación de la imprenta. 
 El segundo capítulo está destinado a la elaboración de un panorama 
histórico sobre la figura del editor a principios del siglo XX en México. Este 
recorrido me permitió hallar algunos antecedentes en los que logré reconocer 
las características en las que atravesó la producción de los libros en México a 
principios del siglo XX. Para este efecto recurro a investigaciones 
especializadas en este periodo. 
 Finalmente, en el último capítulo abordaré el tema de la edición en México 
de 1960 a 1971 y las características de cada una de las propuestas editoriales. 
Junto a la descripción de los personajes y de las editoriales incluyo los índices 
de publicaciones por temas y colecciones para ofrecer un panorama más 
completo sobre cada una de las empresas. Además se analizan los papeles 
8 
 
que tienen los involucrados en el proceso de producción en cada una de las 
firmas editoriales y la correspondencia que hay entre la línea editorial y la 
formación y experiencia de cada uno de los editores. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
9 
 
Capítulo 1. Editores, libros y lectura. 
1.1 Consideraciones en torno a la historia de la edición. 
El camino que sigue el libro como objeto cultural y mercancía, en cualquier 
momento histórico y en todos los niveles sociales, incluye a tres actores 
principales: autor, libro y lector, los cuales adquieren un papel determinante en 
la consolidación de las formas en las un grupo social se vincula con el texto 
impreso. En el ámbito de la producción del libro se encuentra el editor, y entre 
el libro y el lector está la librería o las formas de distribución del libro. El editor 
es el sujeto que elige el texto a publicar y coordina el proceso de la producción, 
desde el manuscrito original hasta la venta de los ejemplares. 
 Este triángulo autor-libro-lector está rodeado por circunstancias sociales, 
políticas, económicas y culturales que determinan su relación. Este entorno es 
único e irrepetible; aunque muchos autores sigan cánones definidos por una 
corriente ideológica y estilística particular, la relación que mantiene con el lector 
a través del texto es individual. 
 Entre las investigaciones que se realizan para encontrar los puntos 
medulares que fundamentan las características de la cultura escrita de la 
sociedad moderna hay varios enfoques. El primero se relaciona estrictamente 
los aspectos del libro y las técnicas para reproducirlos, incluso apunta hacia los 
temas, sin embargo, en esta línea no pretende realizar una reflexión en torno al 
destino de los textos y por consiguiente de las ideas. Como ejemplos tenemos 
el trabajo de Pierre Kister titulado El libro ayer, hoy y mañana; referente a la 
historia del libro está Historia crítica de la tipografía mexicana de Enrique 
Fernández Ledesma que se refiere a la historia de la Tipografía en México a lo 
largo del siglo XIX. 
10 
 
 En segundo lugar se encuentra el enfoque que trata la historia de la lectura, 
que investiga la relación que el lector tiene con el texto impreso. Esta incluye a 
la historia de la cultura escrita, como la trabajada por Roger Chartier y Margaret 
Meek, en donde se analiza la enseñanza de las prácticas de lectura y la 
alfabetización como procesos históricos muy importantes que determinan las 
relaciones sociales que se gestan a partir de la lectura. 
 En tercer lugar se encuentran las reflexiones, investigaciones y trabajos que 
analizan el papel que el autor tiene en la creación y circulación de los textos. 
Aunque parezca un tema que debería ser tratado desde un punto de vista 
meramente literario, pues el camino que recorre un texto está inmerso en una 
intertextualidad caracterizada por la historia de la literatura, la creación vista 
desde la historia es conveniente para aclarar el contexto, las intenciones, la 
finalidad y los logros del escritor. Es por eso que la creación de un texto 
historiográfico y uno literario son muy parecidos y tienen el mismo génesis: la 
invención reconstructiva2. 
 Existe también un tipo de trabajos relacionados con la historia de la edición. 
En este rubro se aprecia la idea de que entre el autor y el lector hay proceso 
intermedio que desarrolla la producción de un libro con la finalidad de ponerlo 
en manos de un público. En este proceso el editor funge como un mediador 
que debe conocer los rasgos fundamentales de un texto para ser publicado. En 
este enfoque se busca interpretar y descubrir las relaciones que los editores 
tienen con los autores y los lectores, así como explicar la importancia que 
tuvieron algunos editores y casas editoriales en el desarrollo cultural de la 
sociedad a través de la producción y distribución del texto impreso. 
 
2
 Roger Chartier, La historia o la lectura del tiempo, Barcelona, Gedisa, 2007, pág. 35. 
11 
 
 Los estudios exhaustivos que tienen relación con la historia de la edición 
son de aparición relativamente reciente. Existen dos vertientes de los trabajos 
en torno a este tipo de investigaciones. En primer lugar, está la línea de 
investigaciones que demuestran que las actividades de editor se gestaron 
históricamente y se convirtió en un vínculo entre el autor y el lector; además 
refiere el proceso ideológico del libro a partir de intelectuales orgánicos, 
vinculados a la sociedad y al poder y, finalmente, a la importancia de la lectura 
y la edición de libros para la formación educativa e intelectual de la sociedad 
contemporánea. La otra línea de trabajos es monográfica y ocasionalmente 
anecdótica; se desarrolla en torno a historias de empresaseditoriales y editores 
que tuvieron cierta importancia en un periodo determinado de la historia 
intelectual o cotidiana de una sociedad. Los historiadores que pertenecen a la 
escuela de Annales, son los más preocupados por conjugar la historia de la 
edición y de la lectura, en donde se reflexiona sobre la importancia de las 
editoriales en un sector de la cultura de una sociedad. En este paradigma de 
integración, el cual combina la importancia del editor y su función en la 
sociedad basado en los fenómenos históricos de la cultura escrita, se 
encuentra Roger Chartier. El historiador francés ha desarrollado una línea de 
trabajos encaminados a la historia de la edición y la lectura en Francia, 
principalmente de los siglos XVI a XIX3. Es, creo yo, el principal estudioso que 
determina el impacto que tiene la edición, los editores y la lectura en la cultura 
de la época moderna. Además, a lo largo de su trabajo establece la relación 
entre la cultura escrita y el proceso editorial. Por otro lado, se encuentra el 
 
3 Como ejemplo están los siguientes títulos: Histoire de l’édition française (dirección con Henri-Jean 
Martin), 4 volúmenes (1983–1986), 2ª ed., Fayard y Cercle de la librairie, 1989–1991. Lectures et lecteurs 
dans la France d’Ancien Régime, Le Seuil, 1987, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, Alianza, 
1993 (originales de 1987-1991), Sociedad y escritura en la Época Moderna. La cultura como apropiación, 
México, Inst. Mora, 1995; Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, 1998, con G. Cavallo. 
12 
 
trabajo de Jesús Martínez Martín, quien desarrolla un trabajo similar al de la 
Escuela de los Annales, pero referente a la historia de la edición en España.4 
 Los parámetros fundamentales para realizar una historia de la edición que 
haga aportaciones importantes a la historia de la cultura deben realizarse a 
partir de las relaciones histórico sociales que los editores tienen con los 
escritores y los lectores, incluso con el trabajo del editor con textos de autores 
que ya no viven. Cuando el referente histórico es una época de transición 
política y económica que determina las relaciones sociales (como el caso del 
Antiguo Régimen francés trabajado por Robert Darnton5), la historia de la 
edición y de la lectura es un referente que permite conocer una parte muy 
importante de la cultura. Estas coyunturas políticas y sociales determinan 
indudablemente los caminos que siguen las reflexiones y pensamientos 
intelectuales. Bajo este enfoque, la historia de la edición debe tomar en cuenta 
los aspectos que la rodean. Las circunstancias históricas, sociales y 
económicas son definitivas en la publicación de un libro. 
 Entre coyuntura y permanencia está la disyuntiva, sin embargo los largos 
periodos en los que permanece la misma técnica de impresión no son los 
mismos en los que son publicadas tales o cuales obras que inciden en la 
sociedad o que permanecen en ellas en forma latente para emerger cuando 
sean consideradas importantes. 
 Así como las etapas históricas tradicionales que son constantemente 
repetidas en las aulas escolares son reiteradamente cuestionadas por los 
historiadores para ser más precisas, la historia de la edición debe tomar un 
 
4
 Jesús A. Martínez Martín (ed.), Historia de la edición en España, 1836-1936, Madrid, Marcial Pons, 
2002. 
5
 Robert Darnton, El coloquio de los lectores, Prólogo, selección y traducción de Antonio Saborit, México, 
FCE, 2003. El autor asume una postura interdisciplinaria en la que integra a la bibliografía y la 
investigación histórica y social. 
13 
 
rumbo en el que los trabajos monográficos sean sólo una de las fuentes para 
abordar la importancia de los editores y editoriales en la sociedad. 
 
1.2 El libro: objeto cultural y mercancía. 
Visto como un objeto, el libro ha experimentado diversos cambios a lo largo de 
la historia de la cultura. El punto de partida para llegar a lo que es hoy lo 
podemos encontrar con la creación de la imprenta. La invención de este 
aparato que revolucionó el mundo cultural de la época y trascendió hasta la 
época actual, es lo que podría llamar la fecha era del libro. Antes o después de 
la imprenta es una de las acepciones más utilizadas cuando se habla del texto 
impreso.6 
 Los especialistas de este tema no llegan a un acuerdo en torno a la persona 
que diseñó y elaboró la imprenta por primera vez. Hay que tomar en cuenta 
que la definición de imprenta tiene problemas conceptuales. Se puede entender 
imprenta como el arte simple de imprimir; en este caso, como lo menciona 
Roberto Zavala Ruiz7 los inventores serían los chinos. Por otro lado, la 
impresión con tipos móviles, se podría remontar a 1440. Autores como Agustín 
Millares Carlo, Jacques Lafaye y muchos más atribuyen esta invención a 
Johannes Gutenberg. La disputa por la titularidad del invento tiene otros dos 
contrincantes principales: el holandés Lorenzo Coster y el italiano Pánfilo 
Castaldi. De cualquier modo, todos los datos encontrados apuntan hacia el 
alemán, ya que fue el primero en instalar un taller de impresión a mediados del 
siglo XV. Sin embargo, debe considerarse que el ambiente en el que se 
desarrolló este invento se enmarca en la problemática de mejorar algunos 
 
6
 Federic Barbier, Historia del libro, Alianza editorial, Madrid, 2005. pág. 86-90. También véase Jorge 
Villar, Las edades del libro: una crónica de la edición mundial, Madrid, Debate, 2002, pág. 41 y ss. 
7
 Roberto Zavala Ruiz, El libro y sus orillas, México, UNAM, 1998, pág. 15-31. 
14 
 
sistemas de producción, no sólo de libros, imágenes o telas, sino de también 
otros procesos, como forjar armas o pulir piedras preciosas; todo ello en una 
sociedad que se expandía y la batalla entre el campo y la ciudad era ganada 
por esta última. Este ambiente innovador es lo que llevó a muchas personas de 
diferentes oficios, como acuñadores de monedas o copistas, a mejorar las 
técnicas de impresión.8 
 Escribir hazañas de otro tiempo y perpetrar las contemporáneas a través de 
la escritura es un elemento cultural muy significativo para la historia del 
hombre. Esta fijación de imágenes a través de ideas, letras y dibujos no 
pertenece a la edad moderna. Las imágenes y los textos de pueblos pasados 
registrados en diferentes materiales como barro, pieles o papiro son una 
muestra de la preocupación de registrar hechos o de conservar las ideas. Así 
sucede con los ejemplares que antecedieron inmediatamente a la aparición de 
la imprenta. Los señores feudales transmitían sus historias y costumbres en los 
libros señoriales transcritos en la Baja Edad Media9. Un rasgo muy importante 
de la invención del libro como un objeto más asequible para algunos grupos 
sociales fue su característica plural. Antes de la máquina de impresión, los 
textos estaban sujetos a la transcripción personal de cada uno de los autores o 
de personas que lo secundaban. Los ejemplares más conocidos eran copiados 
por otras personas y así sucesivamente hasta llegar al lector final. La 
separación entre el que idea y escribe y el que lee no era, del todo alejada. Las 
copias que se realizaban tenían un carácter personal. 
 No debe pensarse que desde la creación de la imprenta, el libro fue un 
objeto cultural de suma importancia para la humanidad, ya que lo era desde 
 
8
 Federic Barbier, op. cit., pág. 84. 
9
 Ibid. pág. 92. 
15 
 
antes, sin embargo la creación y el desarrollo de la impresión a través de los 
tipos móviles trajo muchas ventajas a los impresores, comercializadores y 
lectores del libro. Algunos datos mencionados por Federic Barbier10 apuntan a 
que alrededor de 1480, 40 años despuésde la creación de la imprenta, junto 
con la técnica de fundición de los tipos móviles, el manuscrito fue abandonado 
para dar paso libre a la nueva forma de impresión, la cual hizo posible la 
divulgación de la lectura de forma paulatina, ya que el impreso llegó a un 
público mayor. Por otro lado, hay que considerar que el libro es un objeto que 
pertenece a las minorías. No hay que concluir que con el nacimiento de la 
imprenta la lectura se socializó de tal manera que las personas tuvieron acceso 
libre a todos los libros, ya que, durante los dos primeros siglos de imprimir a 
través de tipos móviles, el libro fue un objeto costoso. 
 A finales del siglo XV y principios del XVI el oficio de impresor va de la mano 
con el de librero. Probablemente la edición era un trabajo conjunto que se 
mantenía gracias al inversionista y al impresor. Es, por tanto, una actividad que 
apenas se vislumbraba en el proceso de producción de un libro, pero que, para 
tiempo después tuvo que separarse del oficio de la impresión y de la venta de 
los ejemplares, gracias a la creciente circulación y comercialización. 
 Con la aplicación de las técnicas de impresión para la elaboración de los 
libros y la incipiente industria del papel en Europa se logró una producción más 
numerosa de ejemplares y propició que la imprenta se expandiera rápidamente. 
Desde 1440 hasta el año que despide al siglo XV existían imprentas en 
territorios que hoy pertenecen a Holanda, Italia, Inglaterra, Francia y en menor 
 
10
 op. cit., pág. 35-70. 
16 
 
cantidad en España. El tiempo en hacer uno o varios ejemplares de libros, 
folletos, panfletos o cualquier impreso se redujo y por tanto, los costos también. 
 Aunque el libro es un objeto cultural, también debe ser visto como una 
mercancía. Esta relación intrínseca debe tomarse en cuenta cuando se estudia 
el impacto que tiene en la sociedad. En este sentido, Jacques Lafaye afirma 
que para el siglo XV y principios del XVI el libro impreso en papel es un 
importante negocio a nivel internacional, “los libreros-impresores –afirma- 
fueron ante todo negociantes”11. 
 Parece ser que el negocio no se fundamentaba del todo en la producción 
sino en la comercialización. Las relaciones que el impresor tuvo con los 
recursos económicos deben tomarse en cuenta para encontrar las razones por 
las que el libro tuvo un éxito comercial. Con este acontecimiento se llevó a 
cabo la diversificación de los temas y los tipos de libros para un público que, 
obviamente, había crecido. Mantener una imprenta en ese tiempo significaba 
un gasto muy elevado. Es por eso que muchos de los impresores que conocían 
el oficio tenían que asociarse con inversionistas que consideraban que el 
proyecto tenía un futuro comercial importante, esto trajo como consecuencia 
que hubiera una relación entre el trabajo intelectual y físico de la imprenta y de 
los inversionistas. Aun cuando los impresores tenían asegurada la inversión 
para producir y reproducir los libros no les alcanzaba, por lo menos en las 
primeras décadas de la inversión de la imprenta, para tener una vida decorosa. 
Es por eso que muchos de ellos tuvieron que diversificar en los productos que 
se vendían. 
 
11
 Jacques Lafaye, Albores de la Imprenta. El libro en España y Portugal y sus posesiones de ultramar 
(siglos XV y XVI), México, FCE, 2002, pág. 15. 
17 
 
 Es importante mencionar que la estructura del libro antes y después de la 
invención de la imprenta no ha cambiado. La Biblia, por ejemplo, que se 
imprimió con caracteres móviles, tiene la misma distribución temática que la 
transcrita por los monjes del siglo III d. C. Las prerrogativas y los alcances 
deben observarse, fundamentalmente, en el terreno cultural, social pero 
sobretodo en el económico de los que tienen contacto con los libros impresos 
con tipos móviles, ya que la distribución y la venta se incrementaron 
considerablemente y por ende la circulación de este objeto cultural. 
 Este proceso de concepción del libro como una mercancía se puede 
ejemplificar con lo que pasaba en el Nueva España. Una gran parte de los 
libros que circulaban por la colonia eran de procedencia española, esto no 
quiere decir que todos se imprimían ahí, sino que España funcionaba como un 
puente de libros (y otros productos) hacia sus posesiones de ultramar12. Los 
negociantes del libro en la Nueva España prefirieron comercializar y distribuir 
los textos antes que imprimirlos. Además de los riesgos económicos para 
mantener una imprenta existía el obstáculo de la censura. Tener una imprenta 
en la Nueva España significaba tener un privilegio de la Corona, como tal, se 
debían acatar todas las disposiciones que ella establecía.13 
 Hasta hoy se reconoce que las políticas que regulaban a los impresores y 
libreros nacieron con los intelectuales ingleses y franceses. La disputa en la 
que se abordan los temas acerca de la libertad de expresión, los impuestos y la 
propiedad de la obra escrita, de los libreros (en el caso francés) está 
 
12
 Cristina Gómez “Comercio y comerciantes del libros en la carrera de Indias: Cadiz-Veracruz, 1750-
1778” en Historia Mexicana, vol. LVII número 3 (enero-marzo), 2008. pág. 621. 
13
 Cristina Gómez y Guillermo Tovar, Censura t Revolución. Libros prohibidos por la inquisición de 
México (1790-1819), México, trama editorial, 2009, pág. 6. 
18 
 
documentada e interpretada por Roger Chartier14. Los dos principales actores 
fueron en primera instancia Diderot y Condorcet. El primero defendió al autor 
como propietario intelectual de una obra escrita mientras que Condorcet señaló 
que más que una propiedad era un privilegio que otorga satisfacción, ya que el 
texto no pertenece sólo a un hombre pues, como en el campo, los frutos son 
utilizados por muchas personas y por tanto, la producción de los textos siempre 
es una empresa social, ya que los escritores no existen por sí mismos. 
 Más allá de la disputa personal y específica, es evidente que la visión 
acerca de los libros y la función que tienen en la sociedad era un tema de 
discusión para la época posrevolucionaria francesa. Con esto el libro se llevó a 
las discusiones políticas e intelectuales como una herramienta sí, pero también 
como un objeto que resulta de la creación artística del hombre. 
 A la par de este proceso surgió en Europa una burguesía que desarrolló 
nuevas necesidades. La lectura de los libros era fundamentalmente para 
clérigos y algunos aristócratas. Con la aparición de la burguesía, el libro se 
utilizó para la alfabetización y educación de la sociedad15. También se siguió 
concibiendo al libro como un instrumento de comunicación, junto con el 
periódico, aunque tenía ciertos problemas, como el costo de los títulos y los 
problemas de distribución. 
 Entre los siglos XVI y XVIII, las ediciones de los libros no superaban los 3000 
ejemplares de cada título16. Se podría pensar que con la imprenta se pudo 
incrementar el público que leía; sin embargo, bajo las circunstancias de 
analfabetismo y un periodo de inestabilidad política europea, el gran proyecto 
 
14
 Roger Chartier, ¿Qué es un texto?, en ¿Que es un libro?, Varios, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2006, 
pág. 28-32. 
15
 Pierre Kister, “Entrevista realizada a Robert Escarpit”, en El libro ayer, hoy y mañana, España, Salvat, 
1973, pág. 9-17. 
16
 Jorge Villar op. cit., pág. 41. 
19 
 
de comercio editorial fue la iniciativa de Diderot, D`Alembert y del librero André 
Le Bretón: La enciclopedia, este es un punto coyuntural en la historia de la 
edición y la lectura porque las ideas de la ilustración se plasmaron en una serie 
de libros que pretendíafundamentalmente la difusión del conocimiento que se 
conocía hasta entonces, además puso a prueba el sistema de ventas, 
comercialización y distribución que se tenía en todo el territorio europeo. 
 El objetivo fundamental de La enciclopedia era englobar en una serie de 
artículos todos los conocimientos de los se tuvieran registro hasta ese 
momento. El primer volumen apareció en 1751 y subsecuentemente se 
publicaron 34 volúmenes más, de los cuales, 17 eran de texto, 11 de láminas e 
imágenes, 5 suplementos y 2 índices que concentraban los temas y las 
referencias a los temas de los artículos y los autores. En un principio se habían 
contemplado a 21 redactores, pero finalmente la plantilla se extendió hasta que 
fueron 160 especialistas de diferentes materias17. 
 El método de producción y venta se hizo mediante suscripciones, como 
muchos otros libros y obras de la época. Las personas e instituciones pagaban 
un adelanto para financiar la producción y al terminar la impresión de los 
ejemplares los editores y libreros los repartían a sus suscriptores. Con este 
sistema se llegó a tener 4000 suscripciones para los volúmenes. Esta forma de 
venta se popularizó en Europa y se estableció como un método para 
industrializar y comercializar la producción del libro. 
 Posteriormente en la época de la edición industrial18 que ocupa gran parte 
del siglo XIX y los albores del siglo XX, junto a la profesionalización del escritor, 
 
17
 Ibid. pág. 42 y ss. 
18
 El concepto pertenece a Jorge Villar, op. cit., sin embargo autores como Chartier y Darnton afirman 
que durante el siglo XIX y principios del XX se mantiene una forma de comercialización que es “fundada” 
por los editores y libreros que produjeron La enciclopedia. 
20 
 
del que se hablará más adelante, los temas de los libros fueron más variados y 
más específicos. Sin embargo, una de las principales características, al menos 
en el terreno literario do XIX, fue la novela por entregas en periodos semanales 
y mensuales. 
 También cobró importancia el contenido visual de los ejemplares. Aunque 
en la época final de la edad media, los dibujos y las láminas eran comunes 
entre los manuscritos, más aún cuando se mecanizó este proceso en la 
imprenta, los aportes gráficos del siglo XIX fueron una característica 
fundamental de los libros como objetos. Es por esta época cuando la alianza 
que de los productores de libros con los periódicos, el teatro y otras 
expresiones culturales caracteriza la industria editorial. La diversificación de 
temas y la publicidad de los libros por medio de los periódicos impulsaron al 
negocio editorial europeo. Se diseñó un nuevo libro al que se denominó Best-
Seller para que fuera más asequible al lector y se pudiera transportar a 
cualquier lugar, sin necesidad de correr algún riesgo gracias a su tamaño, pero 
además que bajara el costo de producción y generara una mejor rentabilidad y 
por tanto, un número mayor de lectores. 
 Llegamos así al siglo XX; para ser más específicos al inicio de la tercera 
década. A este periodo se le denomina la época de la edición de masas19, la 
cual se debe fundamentalmente al incremento del número de lectores y 
proporcionalmente al número de títulos publicados. En la medida que los tirajes 
fueron creciendo gracias a los beneficios de una buena administración o la 
perfección de las técnicas de producción, lo hicieron también los lectores, hasta 
 
19
 Jorge Villar, op. cit., pág. 204. 
21 
 
que la lectura fue accesible a grupos sociales antes marginados por la cultura 
escrita. 
 El aumento de los contratos con los autores y las campañas de publicidad 
incrementaron el costo de la producción de los libros. Sin embargo, éstos eran 
cubiertos por las ventas de los ejemplares y en ocasiones por la adquisición de 
los derechos cinematográficos de la obra. Si antes el teatro fue una plataforma 
de fama para los libros y los escritores, ahora lo fue el cine. Otra característica 
de esta época son los premios literarios, los cuales se crean para acrecentar no 
sólo las ventas sino la proyección del escritor y de la editorial. 
 Todas estas situaciones provocadas a veces por el editor, a veces por el 
lector y otras tantas por el escritor, propició el surgimiento de grandes casas 
editoriales, las cuales trabajaron sobre un catálogo específico que incluye 
temas y títulos específicos. 
 En el ámbito cultural se puede observar un equilibrio en donde las grandes 
editoriales así como las medianas y las pequeñas tienen un papel importante 
en las aportaciones culturales. Cuando las grandes editoriales ponen a la venta 
libros que se pueden comercializar mejor gracias a los temas y los costos, las 
casas que no tienen tantos recursos realizan la publicación de títulos para un 
mercado más focalizado, pero que podía acceder de manera más frecuente a 
la lectura, éste es el caso de los estudiantes. Es en esta etapa de la edición en 
que los temas se diversifican y se empareja al proceso en el que las ciencias 
sociales y exactas tienden a especializarse y, por consecuencia, apoyan la 
forma en que las disciplinas del saber humano se convierten en 
especificaciones de una ciencia mayor20. Por otro lado, muchos movimientos 
 
20
 Roger Chartier, Cultura escrita, literatura e historia, México, FCE, 1999, pág. 30. 
22 
 
literarios, filosóficos y políticos encontraron una salida para promover y 
comunicar sus ideas y reflexiones. 
 Las empresas editoriales del mundo, principalmente de Europa, 
respaldadas por grandes capitales fueron pocas. Para minimizar el riesgo 
comenzaron a diversificar las plataformas de comunicación; mientras 
publicaban libros adquirían periódicos o canales de televisión y radio. Por otro 
lado, las nuevas y pequeñas editoriales comenzaron a incrementar, en la 
medida de lo posible, su catálogo de publicaciones y temas. Ejemplo de esto 
son editoriales como Random House o Gallimard21. 
 En el caso de Estados Unidos y Francia, por ejemplo, los pequeños 
editores apostaban sus inversiones a los títulos que pudieran generar buenos 
ingresos en su localidad. En cambio, las grandes corporaciones fundamentaron 
la publicación de los libros en la competitividad que los pudiera posicionarse 
mejor en un ámbito internacional. Es en este momento, ya hacia los años 
sesenta del siglo XX, cuando el libro se convierte, además de un muy buen 
negocio cultural, en un objeto de comunicación masiva y global, al menos para 
las grandes corporaciones.22 
 Con la nueva reorganización geopolítica del planeta tras el fin de la 
Segunda Guerra Mundial, el libro fue un instrumento de propaganda política23. 
Los países que protagonizaron la guerra fría también lo hicieron con el 
comercio de libros además de otros países que aparecieron en la escena 
política y económica mundial. América del Norte, Europa occidental y parte de 
Asía fueron las regiones que más se beneficiaron de la nueva forma del 
 
21
 André Schiffin, La edición sin editores (Las grandes corporaciones y la cultura), Traducción Eduardo 
Gonzalo, México, ERA, 2001, pág. 32-50. 
22
 Ibid. 
23
 Jorge Villar, op. cit., pág. 210-211. 
23 
 
comercio editorial. Posteriormente, cuando el bloque socialista comandado por 
la Unión Soviética comenzó a debilitarse, se consolidó un grupo que pudo 
controlar el mercado editorial en el mundo. Estados Unidos, China, Inglaterra, 
Japón, Alemania, Francia, España e Italia alcanzaron los índices más altos, no 
sólo de edición sino de exportación y traducción de libros24. Este proceso de 
industrialización global permitió la consolidación de las empresas editoriales de 
gran alcance, pero tambiénprovocó, gracias al incremento de la población, el 
surgimiento de las nuevas editoriales, que aunque pequeñas, contribuyeron a 
satisfacer las necesidades de lectura de algunos sectores como el estudiantil 
(en todas sus etapas) y el académico. 
 
1.3 El autor: entre el texto y el libro. 
Entre el texto y la lectura está el libro. Este último es producto de un proceso 
particular de cada época, esta es la razón por la cual el libro objeto ha 
cambiado a lo largo del tiempo. La creación, mejor dicho, la producción de un 
libro se manifiesta más allá de la escritura como tal, es decir, el proceso 
editorial funge como mediador entre el texto y la lectura. Producir un libro 
implica, corregirlo, formarlo, adecuarlo, imprimirlo y venderlo. Es por eso que 
las relaciones que se desarrollan en torno al simple hecho de leer un libro son 
complejas. El transcurso de publicación de un libro, por ejemplo, lleva consigo, 
a veces sin quererlo alevosamente, una serie de actores e ideas que en su 
conjunto germinan directa o indirectamente para lograr el objetivo final: la venta 
de los títulos. 
 
24
 Ibid., pág. 220. 
24 
 
 La pregunta que emerge de tal postura es obligada ¿Es necesario recuperar 
el texto tal como el autor lo pensó y lo imaginó? Es importante que me detenga 
en esta reflexión pues la forma en la que se publican los textos y el proceso 
editorial al que deben sujetarse se apoya, fundamentalmente, en los lectores. 
 Para que existan textos, libros, debe haber lectores necesariamente y para 
que los lectores adquieran o lean los textos (en librerías o bibliotecas) es 
necesario que existan los editores o casas editoriales. No es un círculo vicioso 
innecesario, es más bien un proceso histórico determinado por las relaciones 
que mantienen las personas que actúan en la producción de un libro. Estas 
relaciones se reflejan directamente en el libro y, en muchas ocasiones, en la 
lectura. Todos los ejemplares y ediciones muchas veces reimpresos o 
reeditados, son, como dice Roger Chartier, “gestos de la escritura y de las 
prácticas del taller y constituyen la obra tal y como fue transmitida a los 
lectores”25 Es por eso que para la investigación histórica del libro se debe 
mantener al libro objeto como una fuente primaria. 
 Muy probablemente esta preocupación del libro íntegro se deba a la 
investigación y crítica que se realiza en el terreno de la literatura y la filología. 
El proceso de la creación de los textos es objeto del estudio literario. Sin 
embargo, en el análisis histórico del libro el referente más importante no es el 
proceso de creación del texto sino la transformación de manuscrito en libro, 
pues lo que importa realmente para este efecto, es el impacto que tuvo en la 
sociedad y la forma en que la editorial lo difunde y comercializa. Con una 
visión integral se podría realizar el estudio del binomio creación-publicación, sin 
embargo tendría que enfocarse, para mejores resultados, en un autor o en una 
 
25
 Roger Chartier, “¿Qué es un libro?”… op. cit., pág. 16. 
25 
 
serie pequeña de libros, pues no se pueden estudiar todos los libros de todos 
los autores de una editorial y el proceso de publicación de estos títulos de 
forma individual. La discrepancia entre la obra escrita y la obra leída o 
publicada es un asunto del lector pues la apropiación del texto requiere de un 
libro con tipografía, marcos, sangría, etcétera de las que el lector se 
acostumbra o se adueña. Pero también incluye el discurso y la forma en que el 
autor escribe. 
 Con lo anterior podemos afirmar que los autores no existen por sí mismos, 
los escritores muy probablemente sí. La actividad de un autor está determinada 
por los lectores. El creador de un texto no debe pensar que dejará un legado a 
la humanidad, porque la humanidad desechará o valorará dicho texto, la 
trascendencia no depende del autor, sino del texto ubicado en una época 
particular. Probablemente Ernest Junger tiene razón cuando menciona que 
“los autores son empleados de las editoriales, no de Apolo. El autor es un 
sujeto que vende el trabajo académico a todo el público que lo quiere leer”26. A 
esta cita hay que incluir, para ser más precisos, el trabajo de los escritores de 
ficción y narrativa. 
 El autor se imagina el texto impreso. Pocas veces queda como se pensó. 
Un libro es un texto editado. Pocas veces los editores transforman el contenido, 
el fundamento, la estructura y el discurso. Transforman la tipografía, la 
numeración, la presentación27. Bajo la perspectiva del editor, el texto se 
convierte en un ejemplar que se puede vender. Los textos de los autores deben 
someterse, obligatoriamente al criterio editorial. Todos estos cambios influyen 
en la lectura del sujeto; no es lo mismo leer a Homero en las ediciones de 
 
26
 Ernest Junger, El autor y la escritura, Barcelona, Gedisa, 1984, pág. 31. 
27
 Roberto Zavala Ruiz, op cit., pág. 35-52. 
26 
 
Porrúa que en las de Gredos, no sólo por la traducción sino por la tipografía y 
el diseño de la página; es muy probable que estas cuestiones técnicas influyan 
directamente en la lectura y en la reflexión28. La transformación del texto en 
libro por parte de los editores es fundamental en lo que el autor quiere 
transmitir. 
 Además de esto debe tomarse en cuenta el aspecto económico que implica 
la producción, comercialización y distribución del libro. Mientras exista una 
demanda de ciertos textos, el editor busca tener una oferta de ellos. El 
mercado es el que determina cuáles son los textos que se ponen a la venta. 
Las novelas o trabajos históricos escritos pero no publicados deben ser 
enormes. En los archivos de las editoriales se encuentran muchos textos 
olvidados y no llevados al público. ¿Cuántos de esos textos pueden ser 
importantes para la cultura escrita de la nación y de la humanidad? La labor 
del editor puede ser juzgada como un filtro, pero también como un 
intermediario eficaz, todo depende de la visión. No se pueden publicar todos 
los textos que llegan a las editoriales porque el costo económico sería 
exorbitante y no siempre la inversión de un libro trae ganancias para el editor. 
Esta disyuntiva que necesariamente se observa retrospectivamente da pie a 
plantarse el panorama editorial de una época determinada, con los editores 
como agentes del mundo de la cultura escrita de un grupo social. 
 No siempre los editores jugaron el mismo papel dentro de las relaciones que 
han existido entre el autor y el lector. Las técnicas de impresión fueron 
cambiando con el tiempo, pero sobretodo la diversificación de los temas y la 
 
28
 Roger Chartier, Cultura escrita…, pág. 42. 
27 
 
particularización de los campos de la ciencia y las humanidades hicieron que 
tanto el discurso como la estructura de los textos fueran modificándose. 
 
1.4 El editor. Del oficio a la profesión. 
El desarrollo histórico del editor es delicado de estudiar. Por la naturaleza 
histórica del trabajo editorial (antes que editores fueron impresores, 
inversionistas o libreros), esta actividad tiende a ser un oficio más que una 
profesión, lo que trae como consecuencia que las fuentes sean muy dispersas, 
reducidas y el testimonio de primera mano sea el libro en sí o las anécdotas 
que lo rodean. Pero la forma y el fondo del libro contienen muchos datos que 
se deben advertir; en su mayoría cualquier editor o empresa editorial poseen 
una línea de publicaciones que exhibe las características de la empresa cultural 
que pretenden desplegar. 
 Sin embargo el referente más importante para realizar una historia de la 
edición es la historia de la producción física, comercialización ydistribución del 
libro. Los momentos de ruptura que posicionan al libro en una situación 
diferente también lo hacen con el proveedor de estos ejemplares, es decir, con 
el editor. 
 El trabajo del editor debe estudiarse en el contexto en el que se desarrolla 
porque las técnicas de impresión y venta no son las mismas e incluso distan 
mucho de ser similares a lo largo de la historia. Por ejemplo, lo editores de la 
primera Enciclopedia francesa, no son los mismos que los del siglo XX, ya que 
las formas de impresión y venta de los libros han cambiado mucho y esto 
determina su labor. 
28 
 
 El oficio de editor no debe verse como una actividad inmóvil o pasiva, las 
razones por las que se publica un libro o una colección de libros dependen en 
gran medida de las circunstancias alrededor del editor o la dirección de la 
editorial, las cuales pueden ser políticas, sociales, culturales o económicas 
pero que, en su conjunto, determinan la imagen pública de la empresa o de la 
persona que la dirige. No es el objetivo hacer aquí una apología de las 
empresas editoriales, sino señalar que esta mediación que la editorial tiene 
entre el autor (antepasado o contemporáneo) y el lector, define, en gran 
medida, la relación del individuo, ya sea estudiante, profesional o común, con 
el objeto (libro), y por tanto, con cierto sector de la vida cultural de un grupo 
social, y que la línea a seguir en el contenido del libro va de la mano con la 
corriente de pensamiento del editor o editores, es decir, como cualquier 
actividad humana es subjetiva; las posiciones ideológicas y políticas son 
determinantes en este aspecto. 
 En la medida que el libro fue producido a través de la imprenta, se crearon 
varias industrias y oficios que intervinieron en el proceso. Así la industria del 
papel, por ejemplo, desempeñó una función relevante en los inicios de la 
industria de la edición europea y se fortaleció en la medida que los libros eran 
adquiridos por la sociedad, como lo demuestran Lucien Febre y Henri-Martín29. 
Pero no sólo del papel, las impresiones de los libros debían ser cuidados por 
personas que al pasar el tiempo se fueron especializando en este oficio; y los 
mismo sucedería con los libreros, quienes vendían los ejemplares para que la 
imprenta se mantuviera. 
 
29
 Lucien Febvre y Henri-Martín, op. cit., pág. 210. 
29 
 
 En los inicios del libro impreso con tipos móviles la labor de la persona que 
se encargaba de dar origen físico al libro es el impresor. A lo largo de la 
consolidación de este proceso, muchos de ellos fungían como correctores 
ortotipográficos y también como editores. Esto cambió con el fortalecimiento de 
una clase de personas que veían en el libro una especie de inversión 
intelectual y económica en la publicación. Es por eso, que cuando se afinan los 
detalles para la impresión de libros con tipos móviles, el reconocimiento no sólo 
es técnico, también es la cualidad de reproducir ciertos textos con un criterio 
individual. Es decir, bajo la óptica del proceso de producción de un libro, el 
texto es elaborado mediante una máquina operada por una persona que se 
especializa en ello, sin embargo, antes de esta situación se debe elegir cuál es 
el texto que se debía imprimir. Parece una observación trivial y obvia, pero, en 
un principio, los textos eran elegidos por la reputación que tenían y la demanda 
que había en el mercado. Básicamente se trataban de temas religiosos, pero el 
panorama fue cambiando paulatinamente. 
 El editor ejerce una influencia directa sobre los textos. La etimología de la 
palabra edere tiene que ver con engendrar o crear. Cuando la producción de un 
libro se convierte en un procedimiento en el que intervienen distintos actores y 
otros medios, una persona debe coordinar todas estas acciones y cuidar los 
tiempos de entrega y el presupuesto. 
 Por lo tanto, el trabajo del editor es la edición. La transformación de un texto 
en un libro. Entre el autor y el lector ocurre una serie de procesos delimitados 
por los editores, como los mencionados arriba. Roger Chartier habla de este 
proceso como un camino que va del texto (autor) al libro como objeto: “la 
30 
 
edición es el momento en que el texto se vuelve un objeto y encuentra 
lectores”30 
 Dicho lo anterior, el editor es un individuo (dentro de las empresas 
editoriales un puesto) en el que confluyen todos los mecanismos de la 
construcción del objeto impreso. El editor marca las pautas a seguir dentro del 
taller de edición, selecciona o busca los títulos que pueden ser un éxito en las 
librerías o es muchas veces un inversionista que apuesta por un ejemplar. 
Además son correctores, impresores y hasta vendedores de los ejemplares. 
 Sin embargo no siempre ha sido así. En la historia de la edición en el mundo 
occidental la postura que predomina se refiere a cuatro momentos 
fundamentales en la historia del editor como intermediario entre el texto y la 
lectura. La primera de ellas se puede hallar en la época medieval, en donde las 
lecturas en grupo eran muy comunes dentro de las universidades; el editor era 
un copista y un lector al mismo tiempo, esta práctica de lectura era, 
obviamente, una expresión de élite y el objetivo era fundamentalmente 
didáctico. 
 El segundo momento histórico del editor es el llamado impresor- librero, el 
cual se caracterizaba por ser un productor y vendedor de libros al mismo 
tiempo. Aquí la inversión y la producción tenían una relación intrínseca, que se 
fundamentaba en las ganancias. La posibilidad de producir un libro estaba 
determinada, obligatoriamente por las ventas de los ejemplares; el propósito 
económico era un impulso o un estímulo. En este momento, la inversión 
económica se dirigía al establecimiento de un taller tipográfico, en donde se 
pudieran imprimir los textos seleccionados y una serie de suscripciones que 
 
30
 Roger Chartier, Cultura escrita…, pág. 59. 
31 
 
generaran adelantos económicos y que ayudaran en la compra de los insumos 
como el papel, la tinta. 
 En este sentido, Guillermo Díaz Plaja señala que el giro en la producción del 
libro que se da en periodo del siglo XVI al XVIII es determinante para la función 
del editor. Mientras el libro se convierte de un objeto artesanal en uno 
industrial, el mejoramiento de las técnicas es muy importante31. Además el 
editor no sólo debió cuidar las técnicas de impresión y el proceso tal cual, sino 
además las inversiones, costos, y ventas, sobre todo estas últimas. El 
intercambio de ejemplares con otros editores-libreros es fundamental, ya que 
mientras ellos publicaban ciertos títulos, tenían colegas que hacían el mismo 
trabajo y podían intercambiar los ejemplares para tener una librería más nutrida 
y variada. A partir de las relaciones económicas que el impresor mantiene con 
los inversionistas que arriesgan el capital para la impresión de los libros, los 
primeros tienen que buscar la manera de distribuir y comercializar este 
producto cultural. En realidad el impresor no siempre decidía los títulos que se 
producían, más bien eran los libreros, pues conocían más a fondo la demanda 
que los lectores tenían32. 
 Es en este momento cuando el impresor y comerciante de libros aparece y 
se consolida en la Nueva España. El primer taller de impresión que se 
estableció estuvo a cargo (con diligencias, viajes y permisos) de Juan Pablos 
hacia finales de septiembre y octubre de 1539, quien se asoció con un impresor 
de Sevilla llamado Juan Cromberger. 
 La distribución de los libros se adaptó a las exigencias. La lejanía y la 
escasez de lectores propiciaban, como se ha mencionado, que el libro fuera un 
 
31
 Guillermo Díaz Plaja, El librohoy, ayer y mañana, Barcelona, Salvat editores, 1973, pág. 49 y ss. 
32
 Jacqes Lafaye, op. cit, pág. 29. 
32 
 
objeto de consumo exclusivo para algunos sectores sociales. Las librerías eran 
más bien expendios de miscelánea, en donde se vendían artículos de todo tipo 
como alimentos o ropa.33 Ahora bien, mientras que en los siglos XVI y XVII la 
impresión y la venta de los libros se concentraban fundamentalmente en el 
centro de la ciudad, en el siglo XVIII comenzó un proceso de expansión de los 
puntos de venta. Muchos de los libros que llegaban de la Península al puerto 
de Veracruz, se quedaban ahí y se vendían directamente en librerías como la 
de Manuel López de Luna34. Esta diversificación de los lugares da pie a pensar 
que la transformación del libro como un objeto de lujo fue un buen negocio para 
los impresores y libreros, ya que los lectores crecieron en número y en varias 
zonas de la Nueva España. 
 Aunque los libros no aceptados por la Corona y la Iglesia para ser 
comercializados sí llegaban a la Nueva España, lo hacían en menor cantidad y 
bajo el riesgo de ser encontrados.35 Esto también era un buen negocio, por 
alguna razón los libros prohibidos siempre tuvieron una reputación que los 
hacía deseables y distribuirlos, aunque fuera sutilmente en la Nueva España, 
traía buenos beneficios a los impresores y libreros. 
 Durante el siglo XVIII la producción y la comercialización de libros tuvieron 
un avance importante. Con el crecimiento de la población en la capital de la 
Nueva España vino también el incremento de la actividad editorial. Sin 
embargo, también hubo interés por continuar la edición de libros y periódicos 
 
33
 Juana Zahar Vergara, Historia de las librerías de la ciudad de México. Evocación y presencia, México, 
UNAM, 2006. Pág. 36. 
34
 Ibid. 
35
 Crsitina Gómez y Guillermos Tovar, op. cit., pág. 9-12. 
33 
 
en algunos centros urbanos importantes. De este modo se expandió la 
distribución de los libros a otros lugares de la Nueva España.36 
 La permanencia de la imprenta gran parte del mundo durante los siglos XVI, 
XVII y XVIII se da gracias a las relaciones familiares y sociales que se dieron 
dentro de la impresión. Cuando el dueño fallecía o se quería expandir a otras 
ciudades dejaba a sus hijos o yernos como encargados. Esto sucedió también 
en la Nueva España de la misma forma en que los comerciantes y los 
almaceneros de la ciudad de México prolongaron su dominio y monopolizaron 
el comercio, los impresores y libreros mantuvieron el negocio a través de los 
lazos familiares que formaron. Ya se habló más arriba de Juan Pablos como el 
principal promotor de la introducción de la imprenta en la Nueva España. 
Algunos de los colaboradores de Pablos se emanciparon y lograron 
establecerse como impresores independientes, tal es el caso de Antonio de 
Espinoza y Antonio Álvarez, quienes en 1559 y 1563 respectivamente fundaron 
su propia imprenta37. Sin embargo, la historia no se queda ahí, pues algunos 
otros impresores y libreros como Pedro Ocharte y su viuda (hija de Juan 
Pablos) y su hijo Melchor Ocharte, tienen una relación filial con Juan Pablos y 
fueron impresores muy respetados en el ámbito de la cultura escrita. Otro 
aspecto importante es la influencia que el primer editor novohispano tuvo en 
personajes como Pedro Balli, impresor nacido en Salamanca, que conoció el 
trabajo de Pablos en la Nueva España y se dedicó a la impresión de libros38. 
 Como vemos, el impresor además podía ser librero (el cual debe entenderse 
como un comerciante) Por tanto, el proveedor del libro era el impresor y el 
librero es que lo comercializaba. Para mejorar el circuito de comercialización 
 
36
 Cristina Gómez, Comercio y….., pág. 637 en adelante. 
37
 Ernesto de la Torre, Breve historia… op. cit. pág. 42-50. 
38
 Ibid. 
34 
 
surgió un editor que además de conocer el mercado, organizó y coordinó los 
tiempos de entrega, algunas veces fijó los precios y comenzó a mejorar la 
calidad de los textos impresos. 
 La tercera etapa histórica del editor se puede ubicar, por lo menos en 
Francia y algunos otros países de Europa, hacia la tercera década del siglo 
XIX. Aunque muchos autores coinciden en que el editor es un impresor y un 
vendedor de libros al mismo tiempo, Chartier menciona que esta actividad 
dentro del proceso de la creación del libro como objeto es independiente de la 
impresión y la venta, aunque existan muchos editores que tengan librerías y 
talleres de impresión. Este momento del editor tiene que ver con la adquisición 
de textos, es decir, tener una relación más directa con los autores, la selección 
de la forma de los libros y el cuidado de todos los elementos emergentes 
dentro de la producción. En otras palabras, las funciones del editor son más 
intelectuales que mecánicas o técnicas. 
 Es importante señalar que hay dos posturas que observan el trabajo del 
editor y que llevan a concebirlo como un arte o como un oficio. Así en la 
Inglaterra de finales del siglo XIX se observa que la edición de libros es un 
oficio de clase media que es filantrópico e intelectual a la vez y pocas veces 
profesional, como lo menciona Muriel Spark, escritora inglesa en su novela A 
far cry from Kensington. 
 Sin embargo, existe la posición del editor como un benefactor del autor. El 
autor pregunta en contadas ocasiones la posibilidad que tiene el libro en el 
mercado, si es aceptado y cuándo se publicará. 
 Dentro del proceso editorial del siglo XIX y mitad del siglo XX existen los 
artistas que se encargan de diseñar la tipografía y de encuadernar 
35 
 
estéticamente los libros. La idea de que el encuadernador es una artista 
trastoca la posibilidad de permanencia en el tiempo. Una buena edición no sólo 
es la formación correcta del texto (corregido y diseñado) sino también una 
buena encuadernación. 
 Una visión literaria de las actividades que conducen al editor durante el siglo 
XIX a la publicación de un libro, es la que nos ofrece Adolfo Castañón en su 
libro El mito del editor39 en el que se habla de un proceso artístico del libro, 
delimitado y dirigido por una persona que no es el dueño de la casa editorial, 
pero que sí es editor. Según Castañón, Severo Sarduy habla del libro como un 
triángulo equilátero. Este equilibrio se logra mediante los ángulos autor-editor-
lector. Subsisten en sí mismos y tienen el mismo peso en la lectura y más aún 
en la historia de la lectura y de la edición. El agente editorial (editor) no sólo es 
un intermediario sino un artista. Hay que observar que no sólo el 
encuadernador o el tipógrafo son artistas, sino el editor que transforma el texto 
en un libro. Sin embargo, el editor es el que consigue, de alguna manera el 
reconocimiento (si es que existe alguno) ya que es el que dirige el proceso 
editorial. 
 Muchas de las novelas publicadas que se refieren a la actividad editorial, 
principalmente en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX observan al 
editor como un peligro no sólo para el autor y el lector, sino para la sociedad 
completa. Tal es el ejemplo de La petite marchande de prose de Daniel Pennac 
o de La Higuera de Francois Maspero.40 En estas obras el mundo editorial 
retratado es un embuste. Una cadena de malos entendidos y mafias que se 
involucran directamente en la sociedad. La capacidad de una editorial para 
 
39
 Adolfo Castañón, El mito del editor y otros ensayos, México, Miguel Ángel Porrúa, 1993. 
40
 Ibid. 
36 
 
producir un libro tiene que ver con la forma en que se relaciona con la 
sociedad. Distribución es contacto directo con diversos grupos sociales. Si una 
editorial no se da a conocer no puede triunfar; es por eso que estas empresas 
debentener una proyección real con el mercado al que van dirigidos, lo cual 
provoca que su sello sea único y distintivo. En consecuencia hay una búsqueda 
constante de textos que puedan ser vendibles y exitosos, sin embargo, en 
muchas ocasiones la línea editorial se traslada en los ejemplares editados. 
 Me detendré un poco en este concepto que en los trabajos referentes a los 
editores se le denomina línea editorial. A lo largo de las relaciones sociales que 
se realizan entre este triángulo utópico autor-edito-lector, los temas que son 
publicados están rodeados de una serie de enfoques y paradigmas que 
delimitan la lectura. Estos enfoques son de corte ideológico y permiten o 
censuran los temas publicados. En este sentido la línea editorial se refiere a un 
conjunto de conceptos y paradigmas que envuelven a la edición y que son 
seguidos por los editores. Puede haber una línea editorial que pretenda una 
venta de libros de forma masiva sin importar del todo el contenido o el cuidado 
del proceso de edición, es decir una comercial; puede existir otra línea que 
otorgue mucha importancia a la creación de textos narrativos o poéticos, puede 
haber otro tipo de línea editorial que pretenda la distribución de textos para un 
fin o una causa. No quiere decir que todos los temas que se editan sean 
específicamente de ciertos paradigmas o movimientos sociales, políticos y 
culturales, pero la mayoría son divulgados periódicamente para contribuir a una 
reflexión sobre cierto tipo de temáticas. 
 Es obvio que la línea editorial se fundamenta en algunas instituciones ya 
sean gubernamentales o privadas. Sin embargo, dependiendo de los intereses 
37 
 
que existan detrás de los dueños o los administradores editoriales, el objetivo 
principal es que estas ideas lleguen directamente a la sociedad a través de los 
libros. Con esta línea editorial, los recursos de los inversionistas y la proyección 
de una empresa editorial se pueden comparar los diferentes proyectos 
editoriales en un momento determinado. 
 Las editoriales pelean por el mercado, pero no con el mismo producto; 
aunque parezca paradójico, el libro no es el mismo, ni siquiera en las 
traducciones. Es decir, las casas editoriales venden los libros de autores que 
venden sus derechos de autor. La adquisición de estos derechos de 
publicación provoca la exclusividad no del autor sino del texto en un mercado 
local. Pueden existir diversas ediciones del mismo libro con diferentes 
editoriales pero son casos muy específicos, en los que, normalmente hay un 
mercado amplio para el consumo de todos los ejemplares. Los Diálogos de 
Platón, El Quijote de Cervantes, Cien años de soledad de García Márquez, son 
ejemplos de esto; sin embargo libros específicos de estos mismos autores no 
tienen el mismo impacto en el mercado y no se pueden editar tantos 
ejemplares como los best seller antes mencionados. 
 Esta tercera etapa de editor corresponde directamente a lo sucedido con la 
tarea editorial del siglo XIX en México. Muchos negocios de la cultura impresa 
de esta época tuvieron un despegue muy interesante. Mariano Galván por 
ejemplo, fue un impresor y negociante que comenzó por vender libros en su 
tienda en donde también se podían adquirir productos como anteojos, 
microscopios, papeles de música y otros artículos de ese tipo. Galván entendió 
que la mejor manera de incrementar sus ventas era poner al alcance de las 
personas una diversidad de productos. Cuando ingresó al negocio de la 
38 
 
impresión y venta de libros, en su tienda había ejemplares en diversos idiomas 
y formatos. Casos similares son los de otros impresores-libreros como José 
María de Lara, Vicente María Torres y José Andrade41. 
 En palabras de Enrique Fernández Ledesma42 durante el siglo XIX existen 
algunos altibajos en el terreno de la formación tipográfica de los libros debido 
ya sea a la falta de recursos o la venta segura de los ejemplares. Muchos 
títulos formados y vendidos por algunos libreros-editores como Mariano 
Arévalo, Mariano Lara y García Torres, siguen muchos de los cánones de sus 
antecesores y de países como Francia e Inglaterra. Para este autor en las dos 
primeras décadas de este siglo no hay algún libro que tenga una relevancia en 
el terreno tipográfico, es decir, como libro objeto. Sin embargo, en los años 
posteriores se puede hablar de un embellecimiento gradual y mejoras en las 
técnicas de impresión que, a los ojos del autor son importantes de recordar. En 
este sentido el Cuadro histórico de la Revolución mexicana escrito por 
Bustamante y editado por Alejandro Valdés, y Geografía Universal editado por 
Juan Nepomuceno Almonte, son dos libros en los que se observa un trabajo de 
edición muy profesional. De la misma manera la primera edición mexicana del 
Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicado en 1833 por la imprenta 
dirigida por Mariano Arévalo, tiene un trabajo artístico que para el especialista 
en tipografía y diseño editorial es importante de resaltar. 
 Otro de los personajes que sobresalen en la actividad editorial de este siglo 
en México es Ignacio Cumplido. Uno de los aspectos de su profesionalismo es 
su exigencia en los detalles de los grabados, los cuales eran generalmente de 
cobre, y cuando no se ajustaban a las exigencias de las impresiones, Cumplido 
 
41
 Ibid. pág. 92. 
42
 Enrique Fernández Ledesma, Historia crítica de la tipografía en la ciudad de México, México, UNAM, 
1991 (edición facsimilar de 1939). 
39 
 
buscaba la manera de adquirirlos en el extranjero, lo cual obviamente 
incrementaba los costos. Aunque el oficio de impresor-editor es inseparable en 
esta dicotomía, que se fue separando a lo largo del siglo XIX, la elección de los 
temas y el diseño tipográfico definió esta actividad empresarial. 
 Un detalle importante para entender el proceso de impresión en las primeras 
décadas del siglo XIX es la importancia que tenían los tiempos de entrega. En 
muchas ocasiones los libros podían tardar semanas o meses en ser 
entregados. El método era muy eficiente. Se colocaba un anuncio en el 
periódico o en el negocio del librero en donde se hacía extensiva la invitación 
de formar parte de la suscripción de un ejemplar, digamos, por ejemplo, un 
calendario. El interesado acudía a este lugar y pagaba una cantidad suficiente 
para que fuera tomado en cuenta. Con el dinero recaudado el impresor-editor 
podía comenzar la impresión de los ejemplares. Esto permitía ofrecer una 
mejor calidad en el impreso y en algunos casos, como el de Mariano Galván43, 
mandaban a imprimir los títulos a París o Nueva York si sus máquinas estaban 
trabajando en otros impresos. Cuando el texto llegaba a la ciudad de México se 
repartía entre los suscriptores. 
 Integrando a la formación tipográfica, el diseño y la impresión como una 
faceta de la actividad editorial, los años que para Laura Suárez de la Torre son 
los años de repunte en todo el proceso editorial, para Enrique Fernández 
también es “el periodo que da sabor, autoridad y lustre que caracteriza a la 
tipografía mexicana del siglo XIX”44 
 En este periodo es cuando Mariano Lara edita en 1844 los tres tomos de 
Disertaciones sobre la historia de la República Mexicana escrita por Lucas 
 
43
 Ibid. pág. 59. 
44
 Ibid. pág. 93. 
40 
 
Alamán, y García Torres publica en 1847 el Nuevo Bernal Díaz del Castillo. 
Además de los famosos calendarios para señoritas y las cuatro de las mejores 
ediciones de El periquillo sarniento de Fernández de Lizardi, las cuales 
alcanzaron nueve a lo largo de este siglo. 
 Aunque Ledesma pone en tela de juicio la calidad de los impresos en el 
periodo posterior, es importante señalar que muchas de las obras que se 
escriben, editan, publican y venden en la ciudad

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