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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE HISTORIA CASAS EDITORIALES, EDITORES Y LIBROS EN MÉXICO EN EL PERIODO DE 1960-1971 TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA LUIS MARIANO HERRERA ZAMORANO ASESOR DE TESIS. DR. JAVIER RICO MORENO Ciudad Universitaria Mayo 2011 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos. A mi madre. Quien me apoyó en mi formación profesional y personal. Me enseñó a ser responsable, cumplir mi palabra y a no dejarme vencer en los momentos difíciles. Siempre estuvo a mi lado y nunca dejó de apoyarme. Me corrigió cuando fue necesario y siempre tuvo un abrazo y un consejo para darme. Me respeta y me quiere como soy. Le debo una gran parte de lo que ahora soy como profesional y persona. A mi padre. Que hizo todo el esfuerzo posible para que yo estuviera en la Universidad. Estoy convencido que le hubiera gustado estar aquí, ahora. Me enseñó a ser noble y respetar. El primer recuerdo que tengo de la Universidad lo compartí con él. A Carmen. Que siempre me motivó a realizar este trabajo. Lo hizo a través de su cariño y comprensión. Soportó mis confusiones y me escuchó en todo momento. Me apoyó sin dudarlo un solo instante y generó una confianza invaluable para que terminara este proyecto. La amo profundamente. A mis hermanos. A Beatriz, que con su ejemplo siempre me ha mostrado el camino a seguir como profesional. A Jonathan que su nobleza y disposición me hicieron quererlo incondicionalmente. A los dos los admiro como personas y profesionales. Al doctor Javier Rico Moreno. Que me guió en esta investigación. Siempre fue un apoyo y me enseñó, sin saberlo, a pararme frente a un grupo y dar una clase. Este trabajo es en gran medida producto de sus recomendaciones y sugerencias. A mis sinodales. Que hicieron apuntes y precisiones a este trabajo. En especial a la doctora Cristina Gómez quien tuvo mucha paciencia con este texto. Sus recomendaciones y correcciones hicieron que esta tesis fuera mejor. A mis amigos. Javier, Carlos, José Luis y Antonio. Quienes me acompañaron en mi formación personal y profesional. Siempre tuve en ellos un descanso y apoyo. Índice. Introducción. ............................................................................................................... 1 Capítulo 1. Editores, libros y lectura. ........................................................................ 9 1.1 Consideraciones en torno a la historia de la edición. ......................................... 9 1.2 El libro: objeto cultural y mercancía. ..................................................................... 13 1.3 El autor: entre el texto y el libro. ............................................................................. 23 1.4 El editor. Del oficio a la profesión. ......................................................................... 27 1.5 El editor frente al autor. ............................................................................................ 44 1.6 El proceso editorial. .................................................................................................... 47 Capítulo 2. Aproximaciones editoriales en México. ............................................... 52 2.1 El trabajo de edición y los proyectos culturales de la primera mitad del siglo XX. ................................................................................................................................ 52 El proyecto editorial de José Vasconcelos. ................................................................ 55 Aportaciones de los exiliados españoles al trabajo de edición en México. ....... 66 2.2 Horizonte editorial en México (1940 a 1960). ........................................................ 74 Capítulo 3. Editores y libros en México en la década de los años sesenta. ......... 84 3.1 Situación política y económica en México (1940-1970). ................................... 84 3.2 Editores y casas editoriales en México (1960-1971). ......................................... 89 El Fondo de Cultura Económica. ................................................................................... 90 Ediciones Era. ................................................................................................................... 110 Editorial Joaquín Mortiz. ................................................................................................ 118 Siglo XXI editores. ............................................................................................................ 124 Conclusiones. ......................................................................................................... 132 Bibliografía. ............................................................................................................. 147 1 Introducción. Uno de los aspectos más importantes dentro de los fenómenos históricos, sociales y culturales es la difusión de las ideas, la cual se da fundamentalmente a través de la cultura escrita. Aunque la tradición oral está unida directamente a la tradición escrita, la conservación de las ideas de la cultura se mantiene a través de lo que se ha escrito. La conversión del pensamiento e imaginación en texto influye directamente en procesos culturales que, en mayor o menor medida, son una característica de un determinado momento en la vida de la sociedad. Los autores convierten estas ideas en un material asequible para que el conocimiento y la creación se propaguen y llegue a los lectores u oyentes que se interesan por ello. Un instrumento fundamental del proceso de transmisión y preservación de la cultura escrita es el libro, el cual es una herramienta que se conceptualiza según las formas de reproducirlo. No es posible pensar en el libro objeto reproducido a través de la copia exacta a partir de un texto, como lo hacían los monjes de la Edad Media, de la misma forma en que se tiran 100 000 ejemplares en un mes de, digamos, una novela del siglo XXI. Las formas de edición y las influencias que el libro tiene en la sociedad, son fruto de las tendencias editoriales, impulsadas por los involucrados en el proceso de la producción del libro, incluyendo al propio autor. La historia del libro está conformada por diferentes facetas. Una de ellas se refiere a los estudios que hacen referencia a la producción de libro y todos los factores y productos que se encuentran alrededor de ello. Otro tema importante para la historia de libro es lo referente a la circulación y distribución del libro. Las formas de entrega, promoción y venta son un referente importante 2 para comprender los alcances de los títulos publicados en una época. Finalmente, otro aspecto trabajado alrededor del libro, es el que se refiere a la recepción de los textos y las prácticas de lectura, en este sentido se investigan los hábitos que tiene el público dentro de una sociedad determinada, los temas que interesan, la frecuencia del contacto de la sociedad con la lectura y sobre todo, a la influencia que los autores tienen en sus lectores; se puede decirque la forma y el contenido, en conjunto (libro-objeto) determina sus formas de lectura. La presente tesis se ubica en dos de estas facetas. En primera instancia en la producción de libros, en donde se incluyen la historia de la fundación y desarrollo de las casas editoriales que publicaron en México durante los años sesenta del siglo XX, además del papel que jugaron los editores que protagonizaron el trabajo editorial durante esta década. Como esta producción no puede estar separada del todo de la circulación y recepción de los libros por parte de la sociedad, la comercialización del libro durante el periodo de este trabajo es también un aspecto fundamental, porque con ello para se puede examinar adecuadamente las propuestas editoriales y la proyección que tuvieron en el mercado de ese tiempo, además de explorar la distribución de los títulos producidos. Dentro del trabajo de producción y comercialización de textos, la imagen del editor tiene un papel muy importante. Desde la creación de la imprenta, el impresor decidió cuales eran los textos que traían mayores utilidades por la preferencia de los lectores y, por tanto eran más convenientes para su comercialización. Las actividades y funciones que tiene el editor a lo largo de la historia del libro son muy diferentes. Desde el momento en que el editor decidía 3 los textos que publicaría y los que no llegarían a los lectores a través de su imprenta, se puede definir al editor como un intermediario cultural. Aunque el editor en la época contemporánea tiene actividades muy definidas, desde la elección del texto hasta las formas de distribución, pasando por la coordinación de la traducción, corrección y formación, no siempre fue así. El editor pasó por una faceta de impresor, librero, corrector, compilador y traductor, entre muchas otras, para que en la actualidad se definiera como una actividad intelectual específica. El editor es un sujeto, que se define en función de las circunstancias históricas. En la actualidad, alrededor del proceso editorial hay muchos trabajos especializados como correctores, traductores o impresores que contribuyen a la producción y comercialización del libro. Esta investigación tiene como objetivo explorar y examinar las propuestas editoriales de cuatro empresas durante los años sesenta del siglo XX en México: el Fondo de Cultura Económica (FCE), Joaquín Mortiz, ERA y Siglo XXI Editores. Si bien el FCE fue creado en 1934 por iniciativa de Daniel Cosío Villegas con recursos del estado mexicano, el periodo de consolidación es a mediados de los años cincuenta, continuando con su crecimiento hasta la década siguiente. A partir de 1960 hubo un auge editorial muy importante y variado en donde ERA, Joaquín Mortiz y Siglo XXI Editores fueron fundadas y se convirtieron en protagonistas importantes de ese apogeo. Este proceso no se entendería sin la relación que los editores y las casas editoriales aquí estudiadas mantuvieron con los principales personajes de la vida cultural de la nación y, en el caso del FCE, con el estado mexicano. Las colaboraciones que muchos escritores expertos en diferentes materias como literatura, historia, periodismo y sociología tuvieron en las editoriales, ya fuera 4 como autores, correctores, traductores e incluso editores, hicieron que los textos de este periodo fueran diversos y de reconocida calidad tipográfica. A través de los temas de la producción editorial se pueden advertir muchos aspectos de la cultura escrita de México, los cuales giran en torno a exigencias o afinidades de cada uno de los empresarios culturales. Los contenidos temáticos que estudiamos en este trabajo se refieren principalmente a cinco grandes temas de la producción escrita en México durante este periodo: historia, literatura, política, economía y ciencias sociales1. Consideramos que esta producción, distribución y comercialización de estos temas es un reflejo fiel de la situación política, social, económica y literaria no sólo de México sino da toda la región latinoamericana. La hipótesis que guió este trabajo es que el sector editorial de México en la década de los años sesenta fue muy productivo; gracias al proceso de rápido crecimiento que experimentaba el país, algunos intelectuales desarrollaron empresas editoriales que respondían a las demandas de los lectores (ya sean estudiantes, profesores o público en general). Por consecuencia existe un incremento de las publicaciones referentes a temas englobados en las humanidades y ciencias sociales (historia, política, literatura, etc.) gracias al crecimiento de la población pero sobre todo de la clase media y de las instituciones de educación superior. Sin embargo, a lo largo de toda la investigación fue evidente que el perfil editorial de esta época, además estaba determinado por sectores o grupos que tenían cierta afinidad con la empresa o los editores y que las casas editoriales integran dentro de sus labores a 1 Aunque las disciplinas economía y política corresponden al grupo de las ciencias sociales, fue necesario dedicarles un apartado individual debido a la cantidad de títulos que se publicaron durante la década de los años sesenta. Dejamos fuera a otros temas como arte y ciencias en general, ya que la producción durante esta década por parte de las editoriales estudiadas fue muy reducida. 5 muchos especialistas en la producción de los libros. Así mismo, el procedimiento de la producción editorial fue enriquecido por los exiliados españoles, aunque este es un proceso que antecede los límites temporales de este trabajo, pues a finales de la década de los años treinta, algunos españoles que llegaron a México trabajaron en editoriales como el FCE; cuando editores como Joaquín Diez- Canedo, fundador de la editorial Joaquín Mortiz; Neus Espresate y Vicente Rojo, principales fundadores de ERA, deciden constituir sus firmas editoriales, fue necesario contemplar, desde el punto de vista editorial, la importancia de los transterrados en la vida editorial de México. En México no existen trabajos que aborden en conjunto el tema de la edición durante la época de los años sesenta. Incluso son escasas las investigaciones de la edición en México durante el siglo XX. Los periodos que prefieren los historiadores del libro en México y de la cultura escrita en general son la Nueva España y el siglo XIX. Un esfuerzo muy importante para comprender el ambiente editorial de México en esta época es el estudio de Víctor Díaz Arciniega sobre el FCE, el cual tiene por objetivo hacer un recorrido histórico de esa casa editorial, sin embargo no ofrece una visión de conjunto que ofrezca las circunstancias editoriales en las cuales se desarrolló el Fondo de Cultura Económica. Por esta razón, es pertinente comenzar a estudiar de forma integral el trabajo editorial durante el siglo pasado, ya que arrojará muchas luces acerca de los libros que se producían en México y de las formas en que se comercializaban, para entender la influencia que estas propuestas editoriales tuvieron en la sociedad mexicana. En este sentido este trabajo pretende descubrir algunas problemáticas y temas que giran alrededor de la 6 historia editorial en México en los años sesenta del el siglo XX a partir de las editoriales y editores que tuvieron protagonismo en esta etapa. Para estudiar este fenómeno editorial de México se utilizaron distintos tipos de fuentes. Para explorar cuales eran los temas predominantes dentro de las casas editoriales fue de vital importancia recurrir a los catálogos individuales de cada una de las empresas. En el caso del Fondo de Cultura Económica y Siglo XXI Editores existen los registros puntuales, ya sea por colecciones o por años, de publicación, sin embargo para el casode Joaquín Mortiz y ERA los registros son muy dispersos y tuve que realizar los catálogos de este periodo. Otra fuente que aportó mucho a la investigación es la correspondencia que hay entre algunos editores y escritores que por diferentes razones se encuentran fuera de México. Las memorias de personajes como Daniel Cosío Villegas y las entrevistas a editores como Arnaldo Orfila, Neus Espressate, Vicente Rojo y Joaquín Diez-Diez Canedo, me permitieron corroborar fuentes y registros que no eran del todo claros. Además están los testimonios publicados por algunos intelectuales españoles exiliados, los cuales son un mar de datos que, en muchas ocasiones sólo son tomados y estudiados en el terreno anecdótico pero que, para este trabajo, son fundamentales para identificar las redes intelectuales que se incorporaron al mundo editorial mexicano. Los artículos periodísticos que abordan la historia de la edición en México también fueron de gran utilidad para nuestra investigación. Por su parte, las revistas y periódicos de la época estudiada tienen muchos registros generales en torno al ambiente cultural de la época, incluyendo el mundo de la edición; junto con las memorias y las entrevistas, complementan la información para 7 desarrollar la sociedad del conocimiento en torno al trabajo intelectual que realizaron los protagonistas. El primer capítulo de este trabajo se refiere a los cambios y actividades que el editor tuvo a partir de la creación de la imprenta. En las diferentes épocas y países, los editores tienen ciertas características que determinan su función en la vida intelectual de la sociedad. En primera instancia el editor comenzó como impresor y vendedor al mismo tiempo, después, ya cuando el mercado de libros creció considerablemente los editores, además de ser vendedores se convirtieron en intermediarios directos y conscientes entre el autor y el lector, para esto comenzó a sugerir a los escritores ciertos temas y títulos a los escritores. Para reconstruir la figura del editor puntualizo las etapas en la producción de un libro en el momento en que interviene el editor y las características que el trabajo editorial ha tenido desde la creación de la imprenta. El segundo capítulo está destinado a la elaboración de un panorama histórico sobre la figura del editor a principios del siglo XX en México. Este recorrido me permitió hallar algunos antecedentes en los que logré reconocer las características en las que atravesó la producción de los libros en México a principios del siglo XX. Para este efecto recurro a investigaciones especializadas en este periodo. Finalmente, en el último capítulo abordaré el tema de la edición en México de 1960 a 1971 y las características de cada una de las propuestas editoriales. Junto a la descripción de los personajes y de las editoriales incluyo los índices de publicaciones por temas y colecciones para ofrecer un panorama más completo sobre cada una de las empresas. Además se analizan los papeles 8 que tienen los involucrados en el proceso de producción en cada una de las firmas editoriales y la correspondencia que hay entre la línea editorial y la formación y experiencia de cada uno de los editores. 9 Capítulo 1. Editores, libros y lectura. 1.1 Consideraciones en torno a la historia de la edición. El camino que sigue el libro como objeto cultural y mercancía, en cualquier momento histórico y en todos los niveles sociales, incluye a tres actores principales: autor, libro y lector, los cuales adquieren un papel determinante en la consolidación de las formas en las un grupo social se vincula con el texto impreso. En el ámbito de la producción del libro se encuentra el editor, y entre el libro y el lector está la librería o las formas de distribución del libro. El editor es el sujeto que elige el texto a publicar y coordina el proceso de la producción, desde el manuscrito original hasta la venta de los ejemplares. Este triángulo autor-libro-lector está rodeado por circunstancias sociales, políticas, económicas y culturales que determinan su relación. Este entorno es único e irrepetible; aunque muchos autores sigan cánones definidos por una corriente ideológica y estilística particular, la relación que mantiene con el lector a través del texto es individual. Entre las investigaciones que se realizan para encontrar los puntos medulares que fundamentan las características de la cultura escrita de la sociedad moderna hay varios enfoques. El primero se relaciona estrictamente los aspectos del libro y las técnicas para reproducirlos, incluso apunta hacia los temas, sin embargo, en esta línea no pretende realizar una reflexión en torno al destino de los textos y por consiguiente de las ideas. Como ejemplos tenemos el trabajo de Pierre Kister titulado El libro ayer, hoy y mañana; referente a la historia del libro está Historia crítica de la tipografía mexicana de Enrique Fernández Ledesma que se refiere a la historia de la Tipografía en México a lo largo del siglo XIX. 10 En segundo lugar se encuentra el enfoque que trata la historia de la lectura, que investiga la relación que el lector tiene con el texto impreso. Esta incluye a la historia de la cultura escrita, como la trabajada por Roger Chartier y Margaret Meek, en donde se analiza la enseñanza de las prácticas de lectura y la alfabetización como procesos históricos muy importantes que determinan las relaciones sociales que se gestan a partir de la lectura. En tercer lugar se encuentran las reflexiones, investigaciones y trabajos que analizan el papel que el autor tiene en la creación y circulación de los textos. Aunque parezca un tema que debería ser tratado desde un punto de vista meramente literario, pues el camino que recorre un texto está inmerso en una intertextualidad caracterizada por la historia de la literatura, la creación vista desde la historia es conveniente para aclarar el contexto, las intenciones, la finalidad y los logros del escritor. Es por eso que la creación de un texto historiográfico y uno literario son muy parecidos y tienen el mismo génesis: la invención reconstructiva2. Existe también un tipo de trabajos relacionados con la historia de la edición. En este rubro se aprecia la idea de que entre el autor y el lector hay proceso intermedio que desarrolla la producción de un libro con la finalidad de ponerlo en manos de un público. En este proceso el editor funge como un mediador que debe conocer los rasgos fundamentales de un texto para ser publicado. En este enfoque se busca interpretar y descubrir las relaciones que los editores tienen con los autores y los lectores, así como explicar la importancia que tuvieron algunos editores y casas editoriales en el desarrollo cultural de la sociedad a través de la producción y distribución del texto impreso. 2 Roger Chartier, La historia o la lectura del tiempo, Barcelona, Gedisa, 2007, pág. 35. 11 Los estudios exhaustivos que tienen relación con la historia de la edición son de aparición relativamente reciente. Existen dos vertientes de los trabajos en torno a este tipo de investigaciones. En primer lugar, está la línea de investigaciones que demuestran que las actividades de editor se gestaron históricamente y se convirtió en un vínculo entre el autor y el lector; además refiere el proceso ideológico del libro a partir de intelectuales orgánicos, vinculados a la sociedad y al poder y, finalmente, a la importancia de la lectura y la edición de libros para la formación educativa e intelectual de la sociedad contemporánea. La otra línea de trabajos es monográfica y ocasionalmente anecdótica; se desarrolla en torno a historias de empresaseditoriales y editores que tuvieron cierta importancia en un periodo determinado de la historia intelectual o cotidiana de una sociedad. Los historiadores que pertenecen a la escuela de Annales, son los más preocupados por conjugar la historia de la edición y de la lectura, en donde se reflexiona sobre la importancia de las editoriales en un sector de la cultura de una sociedad. En este paradigma de integración, el cual combina la importancia del editor y su función en la sociedad basado en los fenómenos históricos de la cultura escrita, se encuentra Roger Chartier. El historiador francés ha desarrollado una línea de trabajos encaminados a la historia de la edición y la lectura en Francia, principalmente de los siglos XVI a XIX3. Es, creo yo, el principal estudioso que determina el impacto que tiene la edición, los editores y la lectura en la cultura de la época moderna. Además, a lo largo de su trabajo establece la relación entre la cultura escrita y el proceso editorial. Por otro lado, se encuentra el 3 Como ejemplo están los siguientes títulos: Histoire de l’édition française (dirección con Henri-Jean Martin), 4 volúmenes (1983–1986), 2ª ed., Fayard y Cercle de la librairie, 1989–1991. Lectures et lecteurs dans la France d’Ancien Régime, Le Seuil, 1987, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, Alianza, 1993 (originales de 1987-1991), Sociedad y escritura en la Época Moderna. La cultura como apropiación, México, Inst. Mora, 1995; Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, 1998, con G. Cavallo. 12 trabajo de Jesús Martínez Martín, quien desarrolla un trabajo similar al de la Escuela de los Annales, pero referente a la historia de la edición en España.4 Los parámetros fundamentales para realizar una historia de la edición que haga aportaciones importantes a la historia de la cultura deben realizarse a partir de las relaciones histórico sociales que los editores tienen con los escritores y los lectores, incluso con el trabajo del editor con textos de autores que ya no viven. Cuando el referente histórico es una época de transición política y económica que determina las relaciones sociales (como el caso del Antiguo Régimen francés trabajado por Robert Darnton5), la historia de la edición y de la lectura es un referente que permite conocer una parte muy importante de la cultura. Estas coyunturas políticas y sociales determinan indudablemente los caminos que siguen las reflexiones y pensamientos intelectuales. Bajo este enfoque, la historia de la edición debe tomar en cuenta los aspectos que la rodean. Las circunstancias históricas, sociales y económicas son definitivas en la publicación de un libro. Entre coyuntura y permanencia está la disyuntiva, sin embargo los largos periodos en los que permanece la misma técnica de impresión no son los mismos en los que son publicadas tales o cuales obras que inciden en la sociedad o que permanecen en ellas en forma latente para emerger cuando sean consideradas importantes. Así como las etapas históricas tradicionales que son constantemente repetidas en las aulas escolares son reiteradamente cuestionadas por los historiadores para ser más precisas, la historia de la edición debe tomar un 4 Jesús A. Martínez Martín (ed.), Historia de la edición en España, 1836-1936, Madrid, Marcial Pons, 2002. 5 Robert Darnton, El coloquio de los lectores, Prólogo, selección y traducción de Antonio Saborit, México, FCE, 2003. El autor asume una postura interdisciplinaria en la que integra a la bibliografía y la investigación histórica y social. 13 rumbo en el que los trabajos monográficos sean sólo una de las fuentes para abordar la importancia de los editores y editoriales en la sociedad. 1.2 El libro: objeto cultural y mercancía. Visto como un objeto, el libro ha experimentado diversos cambios a lo largo de la historia de la cultura. El punto de partida para llegar a lo que es hoy lo podemos encontrar con la creación de la imprenta. La invención de este aparato que revolucionó el mundo cultural de la época y trascendió hasta la época actual, es lo que podría llamar la fecha era del libro. Antes o después de la imprenta es una de las acepciones más utilizadas cuando se habla del texto impreso.6 Los especialistas de este tema no llegan a un acuerdo en torno a la persona que diseñó y elaboró la imprenta por primera vez. Hay que tomar en cuenta que la definición de imprenta tiene problemas conceptuales. Se puede entender imprenta como el arte simple de imprimir; en este caso, como lo menciona Roberto Zavala Ruiz7 los inventores serían los chinos. Por otro lado, la impresión con tipos móviles, se podría remontar a 1440. Autores como Agustín Millares Carlo, Jacques Lafaye y muchos más atribuyen esta invención a Johannes Gutenberg. La disputa por la titularidad del invento tiene otros dos contrincantes principales: el holandés Lorenzo Coster y el italiano Pánfilo Castaldi. De cualquier modo, todos los datos encontrados apuntan hacia el alemán, ya que fue el primero en instalar un taller de impresión a mediados del siglo XV. Sin embargo, debe considerarse que el ambiente en el que se desarrolló este invento se enmarca en la problemática de mejorar algunos 6 Federic Barbier, Historia del libro, Alianza editorial, Madrid, 2005. pág. 86-90. También véase Jorge Villar, Las edades del libro: una crónica de la edición mundial, Madrid, Debate, 2002, pág. 41 y ss. 7 Roberto Zavala Ruiz, El libro y sus orillas, México, UNAM, 1998, pág. 15-31. 14 sistemas de producción, no sólo de libros, imágenes o telas, sino de también otros procesos, como forjar armas o pulir piedras preciosas; todo ello en una sociedad que se expandía y la batalla entre el campo y la ciudad era ganada por esta última. Este ambiente innovador es lo que llevó a muchas personas de diferentes oficios, como acuñadores de monedas o copistas, a mejorar las técnicas de impresión.8 Escribir hazañas de otro tiempo y perpetrar las contemporáneas a través de la escritura es un elemento cultural muy significativo para la historia del hombre. Esta fijación de imágenes a través de ideas, letras y dibujos no pertenece a la edad moderna. Las imágenes y los textos de pueblos pasados registrados en diferentes materiales como barro, pieles o papiro son una muestra de la preocupación de registrar hechos o de conservar las ideas. Así sucede con los ejemplares que antecedieron inmediatamente a la aparición de la imprenta. Los señores feudales transmitían sus historias y costumbres en los libros señoriales transcritos en la Baja Edad Media9. Un rasgo muy importante de la invención del libro como un objeto más asequible para algunos grupos sociales fue su característica plural. Antes de la máquina de impresión, los textos estaban sujetos a la transcripción personal de cada uno de los autores o de personas que lo secundaban. Los ejemplares más conocidos eran copiados por otras personas y así sucesivamente hasta llegar al lector final. La separación entre el que idea y escribe y el que lee no era, del todo alejada. Las copias que se realizaban tenían un carácter personal. No debe pensarse que desde la creación de la imprenta, el libro fue un objeto cultural de suma importancia para la humanidad, ya que lo era desde 8 Federic Barbier, op. cit., pág. 84. 9 Ibid. pág. 92. 15 antes, sin embargo la creación y el desarrollo de la impresión a través de los tipos móviles trajo muchas ventajas a los impresores, comercializadores y lectores del libro. Algunos datos mencionados por Federic Barbier10 apuntan a que alrededor de 1480, 40 años despuésde la creación de la imprenta, junto con la técnica de fundición de los tipos móviles, el manuscrito fue abandonado para dar paso libre a la nueva forma de impresión, la cual hizo posible la divulgación de la lectura de forma paulatina, ya que el impreso llegó a un público mayor. Por otro lado, hay que considerar que el libro es un objeto que pertenece a las minorías. No hay que concluir que con el nacimiento de la imprenta la lectura se socializó de tal manera que las personas tuvieron acceso libre a todos los libros, ya que, durante los dos primeros siglos de imprimir a través de tipos móviles, el libro fue un objeto costoso. A finales del siglo XV y principios del XVI el oficio de impresor va de la mano con el de librero. Probablemente la edición era un trabajo conjunto que se mantenía gracias al inversionista y al impresor. Es, por tanto, una actividad que apenas se vislumbraba en el proceso de producción de un libro, pero que, para tiempo después tuvo que separarse del oficio de la impresión y de la venta de los ejemplares, gracias a la creciente circulación y comercialización. Con la aplicación de las técnicas de impresión para la elaboración de los libros y la incipiente industria del papel en Europa se logró una producción más numerosa de ejemplares y propició que la imprenta se expandiera rápidamente. Desde 1440 hasta el año que despide al siglo XV existían imprentas en territorios que hoy pertenecen a Holanda, Italia, Inglaterra, Francia y en menor 10 op. cit., pág. 35-70. 16 cantidad en España. El tiempo en hacer uno o varios ejemplares de libros, folletos, panfletos o cualquier impreso se redujo y por tanto, los costos también. Aunque el libro es un objeto cultural, también debe ser visto como una mercancía. Esta relación intrínseca debe tomarse en cuenta cuando se estudia el impacto que tiene en la sociedad. En este sentido, Jacques Lafaye afirma que para el siglo XV y principios del XVI el libro impreso en papel es un importante negocio a nivel internacional, “los libreros-impresores –afirma- fueron ante todo negociantes”11. Parece ser que el negocio no se fundamentaba del todo en la producción sino en la comercialización. Las relaciones que el impresor tuvo con los recursos económicos deben tomarse en cuenta para encontrar las razones por las que el libro tuvo un éxito comercial. Con este acontecimiento se llevó a cabo la diversificación de los temas y los tipos de libros para un público que, obviamente, había crecido. Mantener una imprenta en ese tiempo significaba un gasto muy elevado. Es por eso que muchos de los impresores que conocían el oficio tenían que asociarse con inversionistas que consideraban que el proyecto tenía un futuro comercial importante, esto trajo como consecuencia que hubiera una relación entre el trabajo intelectual y físico de la imprenta y de los inversionistas. Aun cuando los impresores tenían asegurada la inversión para producir y reproducir los libros no les alcanzaba, por lo menos en las primeras décadas de la inversión de la imprenta, para tener una vida decorosa. Es por eso que muchos de ellos tuvieron que diversificar en los productos que se vendían. 11 Jacques Lafaye, Albores de la Imprenta. El libro en España y Portugal y sus posesiones de ultramar (siglos XV y XVI), México, FCE, 2002, pág. 15. 17 Es importante mencionar que la estructura del libro antes y después de la invención de la imprenta no ha cambiado. La Biblia, por ejemplo, que se imprimió con caracteres móviles, tiene la misma distribución temática que la transcrita por los monjes del siglo III d. C. Las prerrogativas y los alcances deben observarse, fundamentalmente, en el terreno cultural, social pero sobretodo en el económico de los que tienen contacto con los libros impresos con tipos móviles, ya que la distribución y la venta se incrementaron considerablemente y por ende la circulación de este objeto cultural. Este proceso de concepción del libro como una mercancía se puede ejemplificar con lo que pasaba en el Nueva España. Una gran parte de los libros que circulaban por la colonia eran de procedencia española, esto no quiere decir que todos se imprimían ahí, sino que España funcionaba como un puente de libros (y otros productos) hacia sus posesiones de ultramar12. Los negociantes del libro en la Nueva España prefirieron comercializar y distribuir los textos antes que imprimirlos. Además de los riesgos económicos para mantener una imprenta existía el obstáculo de la censura. Tener una imprenta en la Nueva España significaba tener un privilegio de la Corona, como tal, se debían acatar todas las disposiciones que ella establecía.13 Hasta hoy se reconoce que las políticas que regulaban a los impresores y libreros nacieron con los intelectuales ingleses y franceses. La disputa en la que se abordan los temas acerca de la libertad de expresión, los impuestos y la propiedad de la obra escrita, de los libreros (en el caso francés) está 12 Cristina Gómez “Comercio y comerciantes del libros en la carrera de Indias: Cadiz-Veracruz, 1750- 1778” en Historia Mexicana, vol. LVII número 3 (enero-marzo), 2008. pág. 621. 13 Cristina Gómez y Guillermo Tovar, Censura t Revolución. Libros prohibidos por la inquisición de México (1790-1819), México, trama editorial, 2009, pág. 6. 18 documentada e interpretada por Roger Chartier14. Los dos principales actores fueron en primera instancia Diderot y Condorcet. El primero defendió al autor como propietario intelectual de una obra escrita mientras que Condorcet señaló que más que una propiedad era un privilegio que otorga satisfacción, ya que el texto no pertenece sólo a un hombre pues, como en el campo, los frutos son utilizados por muchas personas y por tanto, la producción de los textos siempre es una empresa social, ya que los escritores no existen por sí mismos. Más allá de la disputa personal y específica, es evidente que la visión acerca de los libros y la función que tienen en la sociedad era un tema de discusión para la época posrevolucionaria francesa. Con esto el libro se llevó a las discusiones políticas e intelectuales como una herramienta sí, pero también como un objeto que resulta de la creación artística del hombre. A la par de este proceso surgió en Europa una burguesía que desarrolló nuevas necesidades. La lectura de los libros era fundamentalmente para clérigos y algunos aristócratas. Con la aparición de la burguesía, el libro se utilizó para la alfabetización y educación de la sociedad15. También se siguió concibiendo al libro como un instrumento de comunicación, junto con el periódico, aunque tenía ciertos problemas, como el costo de los títulos y los problemas de distribución. Entre los siglos XVI y XVIII, las ediciones de los libros no superaban los 3000 ejemplares de cada título16. Se podría pensar que con la imprenta se pudo incrementar el público que leía; sin embargo, bajo las circunstancias de analfabetismo y un periodo de inestabilidad política europea, el gran proyecto 14 Roger Chartier, ¿Qué es un texto?, en ¿Que es un libro?, Varios, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2006, pág. 28-32. 15 Pierre Kister, “Entrevista realizada a Robert Escarpit”, en El libro ayer, hoy y mañana, España, Salvat, 1973, pág. 9-17. 16 Jorge Villar op. cit., pág. 41. 19 de comercio editorial fue la iniciativa de Diderot, D`Alembert y del librero André Le Bretón: La enciclopedia, este es un punto coyuntural en la historia de la edición y la lectura porque las ideas de la ilustración se plasmaron en una serie de libros que pretendíafundamentalmente la difusión del conocimiento que se conocía hasta entonces, además puso a prueba el sistema de ventas, comercialización y distribución que se tenía en todo el territorio europeo. El objetivo fundamental de La enciclopedia era englobar en una serie de artículos todos los conocimientos de los se tuvieran registro hasta ese momento. El primer volumen apareció en 1751 y subsecuentemente se publicaron 34 volúmenes más, de los cuales, 17 eran de texto, 11 de láminas e imágenes, 5 suplementos y 2 índices que concentraban los temas y las referencias a los temas de los artículos y los autores. En un principio se habían contemplado a 21 redactores, pero finalmente la plantilla se extendió hasta que fueron 160 especialistas de diferentes materias17. El método de producción y venta se hizo mediante suscripciones, como muchos otros libros y obras de la época. Las personas e instituciones pagaban un adelanto para financiar la producción y al terminar la impresión de los ejemplares los editores y libreros los repartían a sus suscriptores. Con este sistema se llegó a tener 4000 suscripciones para los volúmenes. Esta forma de venta se popularizó en Europa y se estableció como un método para industrializar y comercializar la producción del libro. Posteriormente en la época de la edición industrial18 que ocupa gran parte del siglo XIX y los albores del siglo XX, junto a la profesionalización del escritor, 17 Ibid. pág. 42 y ss. 18 El concepto pertenece a Jorge Villar, op. cit., sin embargo autores como Chartier y Darnton afirman que durante el siglo XIX y principios del XX se mantiene una forma de comercialización que es “fundada” por los editores y libreros que produjeron La enciclopedia. 20 del que se hablará más adelante, los temas de los libros fueron más variados y más específicos. Sin embargo, una de las principales características, al menos en el terreno literario do XIX, fue la novela por entregas en periodos semanales y mensuales. También cobró importancia el contenido visual de los ejemplares. Aunque en la época final de la edad media, los dibujos y las láminas eran comunes entre los manuscritos, más aún cuando se mecanizó este proceso en la imprenta, los aportes gráficos del siglo XIX fueron una característica fundamental de los libros como objetos. Es por esta época cuando la alianza que de los productores de libros con los periódicos, el teatro y otras expresiones culturales caracteriza la industria editorial. La diversificación de temas y la publicidad de los libros por medio de los periódicos impulsaron al negocio editorial europeo. Se diseñó un nuevo libro al que se denominó Best- Seller para que fuera más asequible al lector y se pudiera transportar a cualquier lugar, sin necesidad de correr algún riesgo gracias a su tamaño, pero además que bajara el costo de producción y generara una mejor rentabilidad y por tanto, un número mayor de lectores. Llegamos así al siglo XX; para ser más específicos al inicio de la tercera década. A este periodo se le denomina la época de la edición de masas19, la cual se debe fundamentalmente al incremento del número de lectores y proporcionalmente al número de títulos publicados. En la medida que los tirajes fueron creciendo gracias a los beneficios de una buena administración o la perfección de las técnicas de producción, lo hicieron también los lectores, hasta 19 Jorge Villar, op. cit., pág. 204. 21 que la lectura fue accesible a grupos sociales antes marginados por la cultura escrita. El aumento de los contratos con los autores y las campañas de publicidad incrementaron el costo de la producción de los libros. Sin embargo, éstos eran cubiertos por las ventas de los ejemplares y en ocasiones por la adquisición de los derechos cinematográficos de la obra. Si antes el teatro fue una plataforma de fama para los libros y los escritores, ahora lo fue el cine. Otra característica de esta época son los premios literarios, los cuales se crean para acrecentar no sólo las ventas sino la proyección del escritor y de la editorial. Todas estas situaciones provocadas a veces por el editor, a veces por el lector y otras tantas por el escritor, propició el surgimiento de grandes casas editoriales, las cuales trabajaron sobre un catálogo específico que incluye temas y títulos específicos. En el ámbito cultural se puede observar un equilibrio en donde las grandes editoriales así como las medianas y las pequeñas tienen un papel importante en las aportaciones culturales. Cuando las grandes editoriales ponen a la venta libros que se pueden comercializar mejor gracias a los temas y los costos, las casas que no tienen tantos recursos realizan la publicación de títulos para un mercado más focalizado, pero que podía acceder de manera más frecuente a la lectura, éste es el caso de los estudiantes. Es en esta etapa de la edición en que los temas se diversifican y se empareja al proceso en el que las ciencias sociales y exactas tienden a especializarse y, por consecuencia, apoyan la forma en que las disciplinas del saber humano se convierten en especificaciones de una ciencia mayor20. Por otro lado, muchos movimientos 20 Roger Chartier, Cultura escrita, literatura e historia, México, FCE, 1999, pág. 30. 22 literarios, filosóficos y políticos encontraron una salida para promover y comunicar sus ideas y reflexiones. Las empresas editoriales del mundo, principalmente de Europa, respaldadas por grandes capitales fueron pocas. Para minimizar el riesgo comenzaron a diversificar las plataformas de comunicación; mientras publicaban libros adquirían periódicos o canales de televisión y radio. Por otro lado, las nuevas y pequeñas editoriales comenzaron a incrementar, en la medida de lo posible, su catálogo de publicaciones y temas. Ejemplo de esto son editoriales como Random House o Gallimard21. En el caso de Estados Unidos y Francia, por ejemplo, los pequeños editores apostaban sus inversiones a los títulos que pudieran generar buenos ingresos en su localidad. En cambio, las grandes corporaciones fundamentaron la publicación de los libros en la competitividad que los pudiera posicionarse mejor en un ámbito internacional. Es en este momento, ya hacia los años sesenta del siglo XX, cuando el libro se convierte, además de un muy buen negocio cultural, en un objeto de comunicación masiva y global, al menos para las grandes corporaciones.22 Con la nueva reorganización geopolítica del planeta tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el libro fue un instrumento de propaganda política23. Los países que protagonizaron la guerra fría también lo hicieron con el comercio de libros además de otros países que aparecieron en la escena política y económica mundial. América del Norte, Europa occidental y parte de Asía fueron las regiones que más se beneficiaron de la nueva forma del 21 André Schiffin, La edición sin editores (Las grandes corporaciones y la cultura), Traducción Eduardo Gonzalo, México, ERA, 2001, pág. 32-50. 22 Ibid. 23 Jorge Villar, op. cit., pág. 210-211. 23 comercio editorial. Posteriormente, cuando el bloque socialista comandado por la Unión Soviética comenzó a debilitarse, se consolidó un grupo que pudo controlar el mercado editorial en el mundo. Estados Unidos, China, Inglaterra, Japón, Alemania, Francia, España e Italia alcanzaron los índices más altos, no sólo de edición sino de exportación y traducción de libros24. Este proceso de industrialización global permitió la consolidación de las empresas editoriales de gran alcance, pero tambiénprovocó, gracias al incremento de la población, el surgimiento de las nuevas editoriales, que aunque pequeñas, contribuyeron a satisfacer las necesidades de lectura de algunos sectores como el estudiantil (en todas sus etapas) y el académico. 1.3 El autor: entre el texto y el libro. Entre el texto y la lectura está el libro. Este último es producto de un proceso particular de cada época, esta es la razón por la cual el libro objeto ha cambiado a lo largo del tiempo. La creación, mejor dicho, la producción de un libro se manifiesta más allá de la escritura como tal, es decir, el proceso editorial funge como mediador entre el texto y la lectura. Producir un libro implica, corregirlo, formarlo, adecuarlo, imprimirlo y venderlo. Es por eso que las relaciones que se desarrollan en torno al simple hecho de leer un libro son complejas. El transcurso de publicación de un libro, por ejemplo, lleva consigo, a veces sin quererlo alevosamente, una serie de actores e ideas que en su conjunto germinan directa o indirectamente para lograr el objetivo final: la venta de los títulos. 24 Ibid., pág. 220. 24 La pregunta que emerge de tal postura es obligada ¿Es necesario recuperar el texto tal como el autor lo pensó y lo imaginó? Es importante que me detenga en esta reflexión pues la forma en la que se publican los textos y el proceso editorial al que deben sujetarse se apoya, fundamentalmente, en los lectores. Para que existan textos, libros, debe haber lectores necesariamente y para que los lectores adquieran o lean los textos (en librerías o bibliotecas) es necesario que existan los editores o casas editoriales. No es un círculo vicioso innecesario, es más bien un proceso histórico determinado por las relaciones que mantienen las personas que actúan en la producción de un libro. Estas relaciones se reflejan directamente en el libro y, en muchas ocasiones, en la lectura. Todos los ejemplares y ediciones muchas veces reimpresos o reeditados, son, como dice Roger Chartier, “gestos de la escritura y de las prácticas del taller y constituyen la obra tal y como fue transmitida a los lectores”25 Es por eso que para la investigación histórica del libro se debe mantener al libro objeto como una fuente primaria. Muy probablemente esta preocupación del libro íntegro se deba a la investigación y crítica que se realiza en el terreno de la literatura y la filología. El proceso de la creación de los textos es objeto del estudio literario. Sin embargo, en el análisis histórico del libro el referente más importante no es el proceso de creación del texto sino la transformación de manuscrito en libro, pues lo que importa realmente para este efecto, es el impacto que tuvo en la sociedad y la forma en que la editorial lo difunde y comercializa. Con una visión integral se podría realizar el estudio del binomio creación-publicación, sin embargo tendría que enfocarse, para mejores resultados, en un autor o en una 25 Roger Chartier, “¿Qué es un libro?”… op. cit., pág. 16. 25 serie pequeña de libros, pues no se pueden estudiar todos los libros de todos los autores de una editorial y el proceso de publicación de estos títulos de forma individual. La discrepancia entre la obra escrita y la obra leída o publicada es un asunto del lector pues la apropiación del texto requiere de un libro con tipografía, marcos, sangría, etcétera de las que el lector se acostumbra o se adueña. Pero también incluye el discurso y la forma en que el autor escribe. Con lo anterior podemos afirmar que los autores no existen por sí mismos, los escritores muy probablemente sí. La actividad de un autor está determinada por los lectores. El creador de un texto no debe pensar que dejará un legado a la humanidad, porque la humanidad desechará o valorará dicho texto, la trascendencia no depende del autor, sino del texto ubicado en una época particular. Probablemente Ernest Junger tiene razón cuando menciona que “los autores son empleados de las editoriales, no de Apolo. El autor es un sujeto que vende el trabajo académico a todo el público que lo quiere leer”26. A esta cita hay que incluir, para ser más precisos, el trabajo de los escritores de ficción y narrativa. El autor se imagina el texto impreso. Pocas veces queda como se pensó. Un libro es un texto editado. Pocas veces los editores transforman el contenido, el fundamento, la estructura y el discurso. Transforman la tipografía, la numeración, la presentación27. Bajo la perspectiva del editor, el texto se convierte en un ejemplar que se puede vender. Los textos de los autores deben someterse, obligatoriamente al criterio editorial. Todos estos cambios influyen en la lectura del sujeto; no es lo mismo leer a Homero en las ediciones de 26 Ernest Junger, El autor y la escritura, Barcelona, Gedisa, 1984, pág. 31. 27 Roberto Zavala Ruiz, op cit., pág. 35-52. 26 Porrúa que en las de Gredos, no sólo por la traducción sino por la tipografía y el diseño de la página; es muy probable que estas cuestiones técnicas influyan directamente en la lectura y en la reflexión28. La transformación del texto en libro por parte de los editores es fundamental en lo que el autor quiere transmitir. Además de esto debe tomarse en cuenta el aspecto económico que implica la producción, comercialización y distribución del libro. Mientras exista una demanda de ciertos textos, el editor busca tener una oferta de ellos. El mercado es el que determina cuáles son los textos que se ponen a la venta. Las novelas o trabajos históricos escritos pero no publicados deben ser enormes. En los archivos de las editoriales se encuentran muchos textos olvidados y no llevados al público. ¿Cuántos de esos textos pueden ser importantes para la cultura escrita de la nación y de la humanidad? La labor del editor puede ser juzgada como un filtro, pero también como un intermediario eficaz, todo depende de la visión. No se pueden publicar todos los textos que llegan a las editoriales porque el costo económico sería exorbitante y no siempre la inversión de un libro trae ganancias para el editor. Esta disyuntiva que necesariamente se observa retrospectivamente da pie a plantarse el panorama editorial de una época determinada, con los editores como agentes del mundo de la cultura escrita de un grupo social. No siempre los editores jugaron el mismo papel dentro de las relaciones que han existido entre el autor y el lector. Las técnicas de impresión fueron cambiando con el tiempo, pero sobretodo la diversificación de los temas y la 28 Roger Chartier, Cultura escrita…, pág. 42. 27 particularización de los campos de la ciencia y las humanidades hicieron que tanto el discurso como la estructura de los textos fueran modificándose. 1.4 El editor. Del oficio a la profesión. El desarrollo histórico del editor es delicado de estudiar. Por la naturaleza histórica del trabajo editorial (antes que editores fueron impresores, inversionistas o libreros), esta actividad tiende a ser un oficio más que una profesión, lo que trae como consecuencia que las fuentes sean muy dispersas, reducidas y el testimonio de primera mano sea el libro en sí o las anécdotas que lo rodean. Pero la forma y el fondo del libro contienen muchos datos que se deben advertir; en su mayoría cualquier editor o empresa editorial poseen una línea de publicaciones que exhibe las características de la empresa cultural que pretenden desplegar. Sin embargo el referente más importante para realizar una historia de la edición es la historia de la producción física, comercialización ydistribución del libro. Los momentos de ruptura que posicionan al libro en una situación diferente también lo hacen con el proveedor de estos ejemplares, es decir, con el editor. El trabajo del editor debe estudiarse en el contexto en el que se desarrolla porque las técnicas de impresión y venta no son las mismas e incluso distan mucho de ser similares a lo largo de la historia. Por ejemplo, lo editores de la primera Enciclopedia francesa, no son los mismos que los del siglo XX, ya que las formas de impresión y venta de los libros han cambiado mucho y esto determina su labor. 28 El oficio de editor no debe verse como una actividad inmóvil o pasiva, las razones por las que se publica un libro o una colección de libros dependen en gran medida de las circunstancias alrededor del editor o la dirección de la editorial, las cuales pueden ser políticas, sociales, culturales o económicas pero que, en su conjunto, determinan la imagen pública de la empresa o de la persona que la dirige. No es el objetivo hacer aquí una apología de las empresas editoriales, sino señalar que esta mediación que la editorial tiene entre el autor (antepasado o contemporáneo) y el lector, define, en gran medida, la relación del individuo, ya sea estudiante, profesional o común, con el objeto (libro), y por tanto, con cierto sector de la vida cultural de un grupo social, y que la línea a seguir en el contenido del libro va de la mano con la corriente de pensamiento del editor o editores, es decir, como cualquier actividad humana es subjetiva; las posiciones ideológicas y políticas son determinantes en este aspecto. En la medida que el libro fue producido a través de la imprenta, se crearon varias industrias y oficios que intervinieron en el proceso. Así la industria del papel, por ejemplo, desempeñó una función relevante en los inicios de la industria de la edición europea y se fortaleció en la medida que los libros eran adquiridos por la sociedad, como lo demuestran Lucien Febre y Henri-Martín29. Pero no sólo del papel, las impresiones de los libros debían ser cuidados por personas que al pasar el tiempo se fueron especializando en este oficio; y los mismo sucedería con los libreros, quienes vendían los ejemplares para que la imprenta se mantuviera. 29 Lucien Febvre y Henri-Martín, op. cit., pág. 210. 29 En los inicios del libro impreso con tipos móviles la labor de la persona que se encargaba de dar origen físico al libro es el impresor. A lo largo de la consolidación de este proceso, muchos de ellos fungían como correctores ortotipográficos y también como editores. Esto cambió con el fortalecimiento de una clase de personas que veían en el libro una especie de inversión intelectual y económica en la publicación. Es por eso, que cuando se afinan los detalles para la impresión de libros con tipos móviles, el reconocimiento no sólo es técnico, también es la cualidad de reproducir ciertos textos con un criterio individual. Es decir, bajo la óptica del proceso de producción de un libro, el texto es elaborado mediante una máquina operada por una persona que se especializa en ello, sin embargo, antes de esta situación se debe elegir cuál es el texto que se debía imprimir. Parece una observación trivial y obvia, pero, en un principio, los textos eran elegidos por la reputación que tenían y la demanda que había en el mercado. Básicamente se trataban de temas religiosos, pero el panorama fue cambiando paulatinamente. El editor ejerce una influencia directa sobre los textos. La etimología de la palabra edere tiene que ver con engendrar o crear. Cuando la producción de un libro se convierte en un procedimiento en el que intervienen distintos actores y otros medios, una persona debe coordinar todas estas acciones y cuidar los tiempos de entrega y el presupuesto. Por lo tanto, el trabajo del editor es la edición. La transformación de un texto en un libro. Entre el autor y el lector ocurre una serie de procesos delimitados por los editores, como los mencionados arriba. Roger Chartier habla de este proceso como un camino que va del texto (autor) al libro como objeto: “la 30 edición es el momento en que el texto se vuelve un objeto y encuentra lectores”30 Dicho lo anterior, el editor es un individuo (dentro de las empresas editoriales un puesto) en el que confluyen todos los mecanismos de la construcción del objeto impreso. El editor marca las pautas a seguir dentro del taller de edición, selecciona o busca los títulos que pueden ser un éxito en las librerías o es muchas veces un inversionista que apuesta por un ejemplar. Además son correctores, impresores y hasta vendedores de los ejemplares. Sin embargo no siempre ha sido así. En la historia de la edición en el mundo occidental la postura que predomina se refiere a cuatro momentos fundamentales en la historia del editor como intermediario entre el texto y la lectura. La primera de ellas se puede hallar en la época medieval, en donde las lecturas en grupo eran muy comunes dentro de las universidades; el editor era un copista y un lector al mismo tiempo, esta práctica de lectura era, obviamente, una expresión de élite y el objetivo era fundamentalmente didáctico. El segundo momento histórico del editor es el llamado impresor- librero, el cual se caracterizaba por ser un productor y vendedor de libros al mismo tiempo. Aquí la inversión y la producción tenían una relación intrínseca, que se fundamentaba en las ganancias. La posibilidad de producir un libro estaba determinada, obligatoriamente por las ventas de los ejemplares; el propósito económico era un impulso o un estímulo. En este momento, la inversión económica se dirigía al establecimiento de un taller tipográfico, en donde se pudieran imprimir los textos seleccionados y una serie de suscripciones que 30 Roger Chartier, Cultura escrita…, pág. 59. 31 generaran adelantos económicos y que ayudaran en la compra de los insumos como el papel, la tinta. En este sentido, Guillermo Díaz Plaja señala que el giro en la producción del libro que se da en periodo del siglo XVI al XVIII es determinante para la función del editor. Mientras el libro se convierte de un objeto artesanal en uno industrial, el mejoramiento de las técnicas es muy importante31. Además el editor no sólo debió cuidar las técnicas de impresión y el proceso tal cual, sino además las inversiones, costos, y ventas, sobre todo estas últimas. El intercambio de ejemplares con otros editores-libreros es fundamental, ya que mientras ellos publicaban ciertos títulos, tenían colegas que hacían el mismo trabajo y podían intercambiar los ejemplares para tener una librería más nutrida y variada. A partir de las relaciones económicas que el impresor mantiene con los inversionistas que arriesgan el capital para la impresión de los libros, los primeros tienen que buscar la manera de distribuir y comercializar este producto cultural. En realidad el impresor no siempre decidía los títulos que se producían, más bien eran los libreros, pues conocían más a fondo la demanda que los lectores tenían32. Es en este momento cuando el impresor y comerciante de libros aparece y se consolida en la Nueva España. El primer taller de impresión que se estableció estuvo a cargo (con diligencias, viajes y permisos) de Juan Pablos hacia finales de septiembre y octubre de 1539, quien se asoció con un impresor de Sevilla llamado Juan Cromberger. La distribución de los libros se adaptó a las exigencias. La lejanía y la escasez de lectores propiciaban, como se ha mencionado, que el libro fuera un 31 Guillermo Díaz Plaja, El librohoy, ayer y mañana, Barcelona, Salvat editores, 1973, pág. 49 y ss. 32 Jacqes Lafaye, op. cit, pág. 29. 32 objeto de consumo exclusivo para algunos sectores sociales. Las librerías eran más bien expendios de miscelánea, en donde se vendían artículos de todo tipo como alimentos o ropa.33 Ahora bien, mientras que en los siglos XVI y XVII la impresión y la venta de los libros se concentraban fundamentalmente en el centro de la ciudad, en el siglo XVIII comenzó un proceso de expansión de los puntos de venta. Muchos de los libros que llegaban de la Península al puerto de Veracruz, se quedaban ahí y se vendían directamente en librerías como la de Manuel López de Luna34. Esta diversificación de los lugares da pie a pensar que la transformación del libro como un objeto de lujo fue un buen negocio para los impresores y libreros, ya que los lectores crecieron en número y en varias zonas de la Nueva España. Aunque los libros no aceptados por la Corona y la Iglesia para ser comercializados sí llegaban a la Nueva España, lo hacían en menor cantidad y bajo el riesgo de ser encontrados.35 Esto también era un buen negocio, por alguna razón los libros prohibidos siempre tuvieron una reputación que los hacía deseables y distribuirlos, aunque fuera sutilmente en la Nueva España, traía buenos beneficios a los impresores y libreros. Durante el siglo XVIII la producción y la comercialización de libros tuvieron un avance importante. Con el crecimiento de la población en la capital de la Nueva España vino también el incremento de la actividad editorial. Sin embargo, también hubo interés por continuar la edición de libros y periódicos 33 Juana Zahar Vergara, Historia de las librerías de la ciudad de México. Evocación y presencia, México, UNAM, 2006. Pág. 36. 34 Ibid. 35 Crsitina Gómez y Guillermos Tovar, op. cit., pág. 9-12. 33 en algunos centros urbanos importantes. De este modo se expandió la distribución de los libros a otros lugares de la Nueva España.36 La permanencia de la imprenta gran parte del mundo durante los siglos XVI, XVII y XVIII se da gracias a las relaciones familiares y sociales que se dieron dentro de la impresión. Cuando el dueño fallecía o se quería expandir a otras ciudades dejaba a sus hijos o yernos como encargados. Esto sucedió también en la Nueva España de la misma forma en que los comerciantes y los almaceneros de la ciudad de México prolongaron su dominio y monopolizaron el comercio, los impresores y libreros mantuvieron el negocio a través de los lazos familiares que formaron. Ya se habló más arriba de Juan Pablos como el principal promotor de la introducción de la imprenta en la Nueva España. Algunos de los colaboradores de Pablos se emanciparon y lograron establecerse como impresores independientes, tal es el caso de Antonio de Espinoza y Antonio Álvarez, quienes en 1559 y 1563 respectivamente fundaron su propia imprenta37. Sin embargo, la historia no se queda ahí, pues algunos otros impresores y libreros como Pedro Ocharte y su viuda (hija de Juan Pablos) y su hijo Melchor Ocharte, tienen una relación filial con Juan Pablos y fueron impresores muy respetados en el ámbito de la cultura escrita. Otro aspecto importante es la influencia que el primer editor novohispano tuvo en personajes como Pedro Balli, impresor nacido en Salamanca, que conoció el trabajo de Pablos en la Nueva España y se dedicó a la impresión de libros38. Como vemos, el impresor además podía ser librero (el cual debe entenderse como un comerciante) Por tanto, el proveedor del libro era el impresor y el librero es que lo comercializaba. Para mejorar el circuito de comercialización 36 Cristina Gómez, Comercio y….., pág. 637 en adelante. 37 Ernesto de la Torre, Breve historia… op. cit. pág. 42-50. 38 Ibid. 34 surgió un editor que además de conocer el mercado, organizó y coordinó los tiempos de entrega, algunas veces fijó los precios y comenzó a mejorar la calidad de los textos impresos. La tercera etapa histórica del editor se puede ubicar, por lo menos en Francia y algunos otros países de Europa, hacia la tercera década del siglo XIX. Aunque muchos autores coinciden en que el editor es un impresor y un vendedor de libros al mismo tiempo, Chartier menciona que esta actividad dentro del proceso de la creación del libro como objeto es independiente de la impresión y la venta, aunque existan muchos editores que tengan librerías y talleres de impresión. Este momento del editor tiene que ver con la adquisición de textos, es decir, tener una relación más directa con los autores, la selección de la forma de los libros y el cuidado de todos los elementos emergentes dentro de la producción. En otras palabras, las funciones del editor son más intelectuales que mecánicas o técnicas. Es importante señalar que hay dos posturas que observan el trabajo del editor y que llevan a concebirlo como un arte o como un oficio. Así en la Inglaterra de finales del siglo XIX se observa que la edición de libros es un oficio de clase media que es filantrópico e intelectual a la vez y pocas veces profesional, como lo menciona Muriel Spark, escritora inglesa en su novela A far cry from Kensington. Sin embargo, existe la posición del editor como un benefactor del autor. El autor pregunta en contadas ocasiones la posibilidad que tiene el libro en el mercado, si es aceptado y cuándo se publicará. Dentro del proceso editorial del siglo XIX y mitad del siglo XX existen los artistas que se encargan de diseñar la tipografía y de encuadernar 35 estéticamente los libros. La idea de que el encuadernador es una artista trastoca la posibilidad de permanencia en el tiempo. Una buena edición no sólo es la formación correcta del texto (corregido y diseñado) sino también una buena encuadernación. Una visión literaria de las actividades que conducen al editor durante el siglo XIX a la publicación de un libro, es la que nos ofrece Adolfo Castañón en su libro El mito del editor39 en el que se habla de un proceso artístico del libro, delimitado y dirigido por una persona que no es el dueño de la casa editorial, pero que sí es editor. Según Castañón, Severo Sarduy habla del libro como un triángulo equilátero. Este equilibrio se logra mediante los ángulos autor-editor- lector. Subsisten en sí mismos y tienen el mismo peso en la lectura y más aún en la historia de la lectura y de la edición. El agente editorial (editor) no sólo es un intermediario sino un artista. Hay que observar que no sólo el encuadernador o el tipógrafo son artistas, sino el editor que transforma el texto en un libro. Sin embargo, el editor es el que consigue, de alguna manera el reconocimiento (si es que existe alguno) ya que es el que dirige el proceso editorial. Muchas de las novelas publicadas que se refieren a la actividad editorial, principalmente en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX observan al editor como un peligro no sólo para el autor y el lector, sino para la sociedad completa. Tal es el ejemplo de La petite marchande de prose de Daniel Pennac o de La Higuera de Francois Maspero.40 En estas obras el mundo editorial retratado es un embuste. Una cadena de malos entendidos y mafias que se involucran directamente en la sociedad. La capacidad de una editorial para 39 Adolfo Castañón, El mito del editor y otros ensayos, México, Miguel Ángel Porrúa, 1993. 40 Ibid. 36 producir un libro tiene que ver con la forma en que se relaciona con la sociedad. Distribución es contacto directo con diversos grupos sociales. Si una editorial no se da a conocer no puede triunfar; es por eso que estas empresas debentener una proyección real con el mercado al que van dirigidos, lo cual provoca que su sello sea único y distintivo. En consecuencia hay una búsqueda constante de textos que puedan ser vendibles y exitosos, sin embargo, en muchas ocasiones la línea editorial se traslada en los ejemplares editados. Me detendré un poco en este concepto que en los trabajos referentes a los editores se le denomina línea editorial. A lo largo de las relaciones sociales que se realizan entre este triángulo utópico autor-edito-lector, los temas que son publicados están rodeados de una serie de enfoques y paradigmas que delimitan la lectura. Estos enfoques son de corte ideológico y permiten o censuran los temas publicados. En este sentido la línea editorial se refiere a un conjunto de conceptos y paradigmas que envuelven a la edición y que son seguidos por los editores. Puede haber una línea editorial que pretenda una venta de libros de forma masiva sin importar del todo el contenido o el cuidado del proceso de edición, es decir una comercial; puede existir otra línea que otorgue mucha importancia a la creación de textos narrativos o poéticos, puede haber otro tipo de línea editorial que pretenda la distribución de textos para un fin o una causa. No quiere decir que todos los temas que se editan sean específicamente de ciertos paradigmas o movimientos sociales, políticos y culturales, pero la mayoría son divulgados periódicamente para contribuir a una reflexión sobre cierto tipo de temáticas. Es obvio que la línea editorial se fundamenta en algunas instituciones ya sean gubernamentales o privadas. Sin embargo, dependiendo de los intereses 37 que existan detrás de los dueños o los administradores editoriales, el objetivo principal es que estas ideas lleguen directamente a la sociedad a través de los libros. Con esta línea editorial, los recursos de los inversionistas y la proyección de una empresa editorial se pueden comparar los diferentes proyectos editoriales en un momento determinado. Las editoriales pelean por el mercado, pero no con el mismo producto; aunque parezca paradójico, el libro no es el mismo, ni siquiera en las traducciones. Es decir, las casas editoriales venden los libros de autores que venden sus derechos de autor. La adquisición de estos derechos de publicación provoca la exclusividad no del autor sino del texto en un mercado local. Pueden existir diversas ediciones del mismo libro con diferentes editoriales pero son casos muy específicos, en los que, normalmente hay un mercado amplio para el consumo de todos los ejemplares. Los Diálogos de Platón, El Quijote de Cervantes, Cien años de soledad de García Márquez, son ejemplos de esto; sin embargo libros específicos de estos mismos autores no tienen el mismo impacto en el mercado y no se pueden editar tantos ejemplares como los best seller antes mencionados. Esta tercera etapa de editor corresponde directamente a lo sucedido con la tarea editorial del siglo XIX en México. Muchos negocios de la cultura impresa de esta época tuvieron un despegue muy interesante. Mariano Galván por ejemplo, fue un impresor y negociante que comenzó por vender libros en su tienda en donde también se podían adquirir productos como anteojos, microscopios, papeles de música y otros artículos de ese tipo. Galván entendió que la mejor manera de incrementar sus ventas era poner al alcance de las personas una diversidad de productos. Cuando ingresó al negocio de la 38 impresión y venta de libros, en su tienda había ejemplares en diversos idiomas y formatos. Casos similares son los de otros impresores-libreros como José María de Lara, Vicente María Torres y José Andrade41. En palabras de Enrique Fernández Ledesma42 durante el siglo XIX existen algunos altibajos en el terreno de la formación tipográfica de los libros debido ya sea a la falta de recursos o la venta segura de los ejemplares. Muchos títulos formados y vendidos por algunos libreros-editores como Mariano Arévalo, Mariano Lara y García Torres, siguen muchos de los cánones de sus antecesores y de países como Francia e Inglaterra. Para este autor en las dos primeras décadas de este siglo no hay algún libro que tenga una relevancia en el terreno tipográfico, es decir, como libro objeto. Sin embargo, en los años posteriores se puede hablar de un embellecimiento gradual y mejoras en las técnicas de impresión que, a los ojos del autor son importantes de recordar. En este sentido el Cuadro histórico de la Revolución mexicana escrito por Bustamante y editado por Alejandro Valdés, y Geografía Universal editado por Juan Nepomuceno Almonte, son dos libros en los que se observa un trabajo de edición muy profesional. De la misma manera la primera edición mexicana del Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicado en 1833 por la imprenta dirigida por Mariano Arévalo, tiene un trabajo artístico que para el especialista en tipografía y diseño editorial es importante de resaltar. Otro de los personajes que sobresalen en la actividad editorial de este siglo en México es Ignacio Cumplido. Uno de los aspectos de su profesionalismo es su exigencia en los detalles de los grabados, los cuales eran generalmente de cobre, y cuando no se ajustaban a las exigencias de las impresiones, Cumplido 41 Ibid. pág. 92. 42 Enrique Fernández Ledesma, Historia crítica de la tipografía en la ciudad de México, México, UNAM, 1991 (edición facsimilar de 1939). 39 buscaba la manera de adquirirlos en el extranjero, lo cual obviamente incrementaba los costos. Aunque el oficio de impresor-editor es inseparable en esta dicotomía, que se fue separando a lo largo del siglo XIX, la elección de los temas y el diseño tipográfico definió esta actividad empresarial. Un detalle importante para entender el proceso de impresión en las primeras décadas del siglo XIX es la importancia que tenían los tiempos de entrega. En muchas ocasiones los libros podían tardar semanas o meses en ser entregados. El método era muy eficiente. Se colocaba un anuncio en el periódico o en el negocio del librero en donde se hacía extensiva la invitación de formar parte de la suscripción de un ejemplar, digamos, por ejemplo, un calendario. El interesado acudía a este lugar y pagaba una cantidad suficiente para que fuera tomado en cuenta. Con el dinero recaudado el impresor-editor podía comenzar la impresión de los ejemplares. Esto permitía ofrecer una mejor calidad en el impreso y en algunos casos, como el de Mariano Galván43, mandaban a imprimir los títulos a París o Nueva York si sus máquinas estaban trabajando en otros impresos. Cuando el texto llegaba a la ciudad de México se repartía entre los suscriptores. Integrando a la formación tipográfica, el diseño y la impresión como una faceta de la actividad editorial, los años que para Laura Suárez de la Torre son los años de repunte en todo el proceso editorial, para Enrique Fernández también es “el periodo que da sabor, autoridad y lustre que caracteriza a la tipografía mexicana del siglo XIX”44 En este periodo es cuando Mariano Lara edita en 1844 los tres tomos de Disertaciones sobre la historia de la República Mexicana escrita por Lucas 43 Ibid. pág. 59. 44 Ibid. pág. 93. 40 Alamán, y García Torres publica en 1847 el Nuevo Bernal Díaz del Castillo. Además de los famosos calendarios para señoritas y las cuatro de las mejores ediciones de El periquillo sarniento de Fernández de Lizardi, las cuales alcanzaron nueve a lo largo de este siglo. Aunque Ledesma pone en tela de juicio la calidad de los impresos en el periodo posterior, es importante señalar que muchas de las obras que se escriben, editan, publican y venden en la ciudad
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