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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MEXICO PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN ESTUDIOS MESOAMERICANOS FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS CONTINUIDAD Y CAMBIO EN LA CESTERÍA NAHUA DE LA CUENCA DE MÉXICO DURANTE LOS SIGLOS XVI Y XVII TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: MAESTRA EN ESTUDIOS MESOAMERICANOS PRESENTA: PAULINA ESPARZA TORRES TUTOR DR. GILBERTO PÉREZ ROLDÁN UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ Ciudad Universitaria, Cd. Mx. octubre, 2016 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS Agradezco a: Mi director de tesis, dr. Gilberto Pérez Roldán, por su tiempo, dedicación, dirección y claridad de ideas. Al Posgrado en Estudios Mesoamericanos; Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM, por el uso de instalaciones. Las doctoras Karen Ilse Dakin Anderson, Laura Elena Sotelo Santos (ambas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM); Isabel Martínez Ramírez (Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM); a la maestra Ma. Del Carmen Macuil García (posgrado en Estudios Mesoamericanos, UNAM) por sus comentarios en el proceso de revisión de la presente. Al dr. Raúl Valadez (Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM) por su apoyo durante el programa de Servicio Social. Al profesor Carlos Teutli (Escuela Nacional de Antropología e Historia) por el apoyo en la realización de la presente. A la dra. Carmen Valverde y a la c. Elvia Castorena (Coordinación del Posgrado en Estudios Mesoamericanos, UNAM) por el apoyo administrativo. Al c. dr. Rolando Javier Bernal Pérez (Fac. De Química, UNAM) por el apoyo en la revisión y comentarios. A la División de Estudios de Posgrado, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por el financiamiento. Personalmente a todos los amigos que me acompañaron en el proceso. Particularmente a mis compañeras del seminario de traducción de lengua náhuatl clásico que coordina la dra. Karen Dakin por los aprendizajes compartidos. A mi familia: a Yoshi, a Rol y a Irene. ÍNDICE INTRODUCCIÓN 1. CARACTERÍSTICAS GENERALES Y ANTECEDENTES 1.1 Ubicación de la cuenca de México y de los pueblos nahua 1.1.a Los pueblos nahua y su relación con el lago 1.2 La cestería 1.2.a Definición 1.2.b Antigüedad 1.2.c La cestería arqueológica de la cuenca de México 1.2.d El panorama actual de la actividad cestera en México 2. MATERIA PRIMA, TÉCNICAS DE MANUFACTURA Y HERRAMIENTAS 2.1 Materia prima 2.1.a El otate 2.1.b La palma 2.1.c El tule 2.1.d El carrizo 2.1.e El jonote 2.1.f El sauce 2.1.g La materia prima y la cosmovisión mesoamericana 1 6 6 8 11 11 12 12 14 17 17 17 18 19 29 29 30 32 2.2 Las materias primas a partir del contacto 2.3 Manufactura de los objetos 2.3.a Técnicas prehispánicas 2.3.b Técnicas introducidas 2.4 Herramientas 3. OBJETOS TERMINADOS 3.1 Clasificación, descripción y uso de los objetos prehispánicos 3.1.a Petates 3.1.b Chiquihuites 3.1.c Tanates 3.1.d Icpalli 3.1.e Petlacalli 3.1.f Objetos diversos 3.2 Continuidad en los objetos prehispánicos e introducción de nuevos objetos 4. ANÁLISIS Y CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA 34 35 40 43 45 51 51 51 62 69 71 74 75 77 83 90 INTRODUCCIÓN Una de las características principales de los habitantes de la Cuenca de México en la época prehispánica fue la habilidad que poseían para la explotación de los recursos lacustres. La caza, la pesca y la recolección servían para obtener el sustento, asimismo la recolección de diversas especies vegetales fue aprovechada para la elaboración de objetos utilitarios que facilitaban muchas de las actividades dentro de la vida cotidiana. Como parte de dichos objetos se encuentran las piezas de cestería, las cuales debido a su importancia, seguramente fueron muy abundantes. A pesar de ello, actualmente en el trabajo arqueológico se presentan dos problemas con respecto a este tema. El primero está relacionado con la desaparición o deterioro de las fibras naturales en los contextos arqueológicos, y el segundo, es que, a pesar de que las piezas obtenidas del tejido de plantas debió ser abundante, hasta la fecha no existe un trabajo completo sobre la actividad cestera que refleje el tipo de objetos que existían en el pasado. Es por eso que en este trabajo se explorarán los aspectos más importantes dentro del proceso de dicha actividad. El objetivo principal es aportar elementos nuevos en torno a la actividad cestera de los grupos nahuas de la cuenca de México, en los siglos XVI y XVII, con base en la materia prima, técnicas de manufactura, herramientas y objetos terminados, con la finalidad de abrir preguntas sobre procesos de continuidad y cambio desde la época prehispánica. También como objetivos específicos pretendo distinguir los aspectos prehispánicos y los introducidos a partir del contacto. Parto del supuesto de que, en términos de Braudel (1999), la actividad cestera puede definirse como de muy larga duración, sus tiempos de cambio son, comparativamente con otras actividades, de los más lentos; sin embargo, es de esperar que para los nahuas de la cuenca de México, la actividad cestera haya tenido algunos cambios a lo largo del tiempo; en específico, a partir del contacto con los españoles, estos cambios pueden estudiarse gracias a la existencia de fuentes de la época. 1 Antecedentes Este trabajo surge como una derivación de puntos que quedaron sin resolver en mi tesis de licenciatura. Ahí realicé una revisión sobre los indicadores de actividad cestera en contextos arqueológicos de México; me enfoqué en materiales como herramientas de hueso y piedra, estrés en huesos de individuos localizados en entierros y la comparación entre objetos arqueológicos y etnográficos; sin embargo, al querer hacer un análisis de la cestería del siglo XVI noté que no había suficiente información que mostrara cómo eran las piezas en esa época y qué tipo de objetos se pueden encontrar en los contextos arqueológicos. De ahí mi interés en hacer un trabajo en el cual exista una clasificación de la cestería en dicho período. La cestería y la actividad cestera de los siglos XVI al XIX antes de la llegada a México de la Revolución Industrial es un tema muy poco investigado; sin embargo, hay trabajos que sirven de sustento o antecedentes al presente, desde tres enfoques diferentes: trabajos sobre cestería y actividad cestera, informes sobre hallazgos arqueológicos en la zona de estudio y fuentes históricas. De estos tres tipos, sólo el primero se considera en el presente apartado, pues tanto los informes técnicos como las fuentes históricas son informativas y no analíticas. Al día de hoy existen pocos estudios sobre cestería en México, los que hay se enfocan principalmente en los objetos terminados y casi ninguno refiere al periodo de tiempo planteado para este trabajo. Como referencia podemos tomar los siguientes cinco trabajos: Rubén Páez Kano (1994), en su tesis de licenciatura en etnología realiza un estudio destacable sobre cestería en el tiempo; propone una clasificación general sobre técnicas cesteras que resulta novedoso y útil y, paralos fines de esta tesis, mejor a la propuesta por Adovasio (1977). Realiza también un estudio de caso sobre una comunidad cestera del estado de Jalisco. Si bien este trabajo es un antecedente 2 notable, el cual retomo en esta tesis, el panorama histórico es diferente, pues no se basa en fuentes primarias, carece de acotación temporal y no refiere a la cuenca de México. Ana Paulina Gámez Martínez (1997) coordina una compilación de ocho estudios breves sobre cestería, en el número 38 de la colección Artes de México. En esta edición, se plantean diferentes etapas de la cestería en México, desde la época prehispánica, hasta la época actual, en diferentes lugares de la República. Dentro de sus virtudes está el explicitar diferentes técnicas de manufactura, analizar fuentes históricas, sobre todo cuadros; el número incluye un artículo sobre cestería prehispánica, por Fernando Sánchez-Martínez y José Luis Alvarado. El trabajo carece de un análisis de continuidad y cambio, es de carácter general y divulgatorio, por lo que no establece una metodología de análisis específica, tampoco enmarca una región de estudio ni ahonda en las relaciones entre materia prima, técnicas de manufactura y objetos terminados. Gerardo Sánchez Díaz (1998) realiza un trabajo sobre los tejedores de palma de Michoacán. Este trabajo contempla el uso de materias primas y objetos terminados, y hace un estudio sobre dinámicas sociales relativas a la actividad cestera. Sin embargo, el estudio es un capítulo de diez cuartillas, por lo que su alcance es limitado, no incluye técnicas de manufactura, su enfoque no es relativo a continuidad o cambio, ni a larga duración, y refiere a una región diferente a la de mi tesis. Efraín Cortés Ruiz y Catalina Rodríguez Lazcano (1999) coordinan un trabajo de recopilación sobre cinco regiones mexicanas con tradición cestera: mayas de las tierras bajas, valles centrales de Oaxaca, mixteca, tarahumara y seri. En los textos se describe con detalle los diferentes procesos de actividad cestera propios de cada región. Aunque el trabajo es detallado en las descripciones, carece de perspectiva histórica de larga duración, y se sitúa en la época actual y en otras regiones diferentes a la del presente estudio. 3 Lorena Mirambell y Fernando Sánchez (2005) realizan un trabajo técnico sobre cestería y cordelería en el que destacan las diferentes técnicas; proponen un cuadro en el que relacionan la materia prima con su utilización; sin embargo, el cuadro es muy general y requiere de mayores estudios para complementarlo. El estudio tiene cierta perspectiva de largo plazo, pero carece de locación específica, por lo que resulta demasiado general; también carece de fuentes históricas. Ninguno de los estudios referidos aborda la perspectiva histórica que el presente trabajo plantea, ni analiza la actividad cestera desde una plataforma integral y de largo plazo que considere las relaciones entre materia prima, técnicas de manufactura y objetos terminados; ninguno analiza las fuentes históricas del siglo XVI. La actividad cestera implica técnicas que han subsistido a lo largo de los siglos; esta actividad es una de las más antiguas que conoce el ser humano, y que perdura hasta nuestros días a pesar de las enormes transformaciones sociales, culturales, tecnológicas y ambientales que hemos visto como humanidad (Mirambell y Sánchez, 2005). Consideraciones generales Este trabajo se sitúa en la región nahua de la cuenca de México, desde la época prehispánica, hasta el siglo XVII. La actividad cestera, al ser de muy larga duración, sufre cambios lentamente a lo largo del tiempo, por lo que hoy en día encontramos elementos similares, si no es que iguales, a los de esos siglos. Hay diversos temas recientes que, si bien son relevantes, exceden el alcance del presente trabajo y podrán ser objeto de futuras investigaciones; por ejemplo, en el siglo XIX fue introducida una especie invasiva de caña (Arundo donax), que alteró también la continuidad del uso de materias primas; en el siglo XX hay nuevos materiales, sobre todo derivadas del petróleo, como la rafia, y nuevas piezas de plástico, metal, madera, entre otros, hechas con maquinarias, que sustituyen el uso de objetos de cestería. 4 Para alcanzar los objetivos de este trabajo, realizo un estudio descriptivo, con base en fuentes primarias, sobre todo códices de los siglos XVI y XVII, con traducción propia de fuentes nahuas, informes arqueológicos de campo y varias fuentes para el manejo de materias primas; a su vez, correlaciono fuentes diversas, tanto de México como de España. En el presente trabajo no incluyo análisis sobre dinámicas sociales asociadas a la actividad cestera; incorporo, por otro lado, parte de la cosmovisión y algunos ritos que comprenden objetos de cestería o actividad cestera, aunque este trabajo no es, fundamentalmente, sobre estos particulares. Realizo este trabajo sobre la base de la teoría de la larga duración propuesta por Fernand Braudel (1999). La actividad cestera es una que ocurre dentro de los tiempos de las sociedades, pertenece a lo que Braudel llama “realidades sociales”, es decir: “todas las formas amplias de la vida colectiva: las economías, las instituciones, las arquitecturas sociales y, por último (y sobre todo), las civilizaciones” (Braudel, 1999, p. 29). Excede el tiempo “breve y fugaz” de la vida de los hombres. La continuidad y cambio en la actividad cestera se puede enmarcar en un tiempo más lento aún que la historia de las civilizaciones, pues está dentro de: Una historia de los hombres en sus íntimas relaciones con la tierra que les soporta y les alimenta; es un diálogo que no cesa de repetirse, que se repite para durar, susceptible de cambiar -como en efecto cambia- en superficie, pero que prosigue, tenaz, como si se encontrara fuera del alcance y de las tarascadas del tiempo (Braudel, 1999, p.30). 5 CAPÍTULO 1 CARACTERÍSTICAS GENERALES Y ANTECEDENTES 1.1 Ubicación de la cuenca de México y de los pueblos nahua La cuenca de México se encuentra en el borde sur del altiplano central mexicano, y posee como característica principal el ser endorréica o cerrada, por lo tanto, carece de salida natural de agua. Su forma es la de una depresión elíptica a causa de las erupciones volcánicas (Gibson, 1967; García, 2008). Su extensión es de aproximadamente 120 kilómetros en dirección norte-sur y 65 kilómetros de este a oeste (Gibson, 1967). Su extensión superficial es de 9 600 km2 (García, 2008). Tiene una altitud de 2 240 metros sobre el nivel del mar en su lado sur y de 2 390 en el norte. Como límites están al norte la sierra de Guadalupe, al oriente las sierras de Santa Catarina y la Caldera, al poniente la sierra de las Cruces, y al sureste la sierra Nevada (García, 2008). Las grandes montañas que rodean a la cuenca, permitieron que se crearan depósitos de agua, los cuales generaron lagos y lagunas. Hacia el siglo XVI: “[...] el perímetro montañoso estaba muy arbolado, las laderas internas eran zonas agrícolas de elevada fertilidad y las partes central e inferior de la cuenca eran grandes lagos de poca profundidad” (Gibson, 1967 p. 5). En este periodo existían cinco lagos intercomunicados: hacia el sur se encontraban los lagos de Chalco y Xochimilco, hacia el norte, Zumpango y Xaltocan, todos ellos de agua dulce, y hacia el lado oriente se encontraba el lago de Texcoco, con una profundidad menor a los demás (García, 2008). El lago de Tetzcoco era el más grande, se encontraba en el centro y estaba formado por aguas salinas. En él confluían las aguas de los demás lagos. Este lago estaba dividido en dos mediante el albarradón de Nezahualcoyotl; el lado oriental llamado Tetzcoco y el occidental llamado lago de México.6 Al sur se encontraban los lagos de Chalco y de Xochimilco, eran uno mismo, pero al igual que el de Tetzcoco estaban separados artificialmente. De acuerdo con Rojas (1998, p. 18) los lagos del sur eran los más estables, es decir que sus bordes presentaban menos variaciones durante el año, gracias a la capa de vegetación que los cubría, “al constante drenaje de sus aguas hacia el lago de Tetzcoco y a la permanente alimentación de aguas de sus propias fuentes”. Los lagos de Xaltocan y Zumpango se situaban al norte, sus aguas aunque dulces, eran un poco más salinas que las de los lagos del sur y hasta antes de la conquista y básicamente antes del inicio de las obras del desagüe artificial, mantenían una posición media de estabilidad (Rojas, 1998, p. 18). Los pueblos nahua En el siglo XVI habitaban la cuenca principalmente nueve pueblos, de los cuales, ocho eran nahua (Gibson, 1967). Hacia el periodo Posclásico tardío los pueblos más importantes eran los mexica, los otomíes, los tepaneca, los cuitlahuaca, los chalca, los mixquica, los xochimilca, los acolhuaque y los culhuaque (Gibson, 1967) y hacia el siglo XVI, todos los grupos excepto los otomíes hablaban el náhuatl. Al sur de la cuenca se establecieron los xochimilca, grupo relacionado con algunos pueblos del estado de Morelos y con la parte sur de la región de los chalca, los cuales estaban localizados al extremo sudeste del valle (Gibson, 1967). Entre los territorios de los xochimilca y los chalca se encontraba ubicada una estrecha banda de tierra en donde habitaban los mixquica. Asimismo entre los lagos de Chalco y Xochimilco se encontraba Cuitlahuac o Tlahuac, una isla que estaba habitada por los cuitlahuaca, y que se conectaba al norte y sur con tierra firme mediante calzadas (Gibson, 1967). Por otro lado se encontraban los tepaneca, los cuales ocupaban las tierras que se ubicaban a lo largo del borde occidental de los lagos, entre los otomíes al norte y los xochimilca al sur; y los culhuaque que habitaban Culhuacan. Éste tenía cuatro señorías 7 conformadas por Culhuacan, Ixtapalapa, Mexicalzingo y Huitzilopochco. El pueblo se localizaba cerca del extremo de la península que separaba el Lago de México del Lago de Xochimilco (Gibson, 1967). Hacia el oriente de la cuenca se encontraban los acolhuaque, habitantes de Texcoco. Y en un islote del lago denominado Tlatelolco-Tenochtitlan se establecieron los mexica, pueblo que para el siglo XVI dominaba la región. De acuerdo con Navarrete (2011, p. 24) en este periodo, dentro de la cuenca de México “existían probablemente más de cincuenta altepetl [...] de muy distinto tamaño y poderío, pero todos ellos política y étnicamente autónomos [...] y formaban parte de un sistema más amplio de interdependencia política, económica y cultural”. La relación que existía entre ellos, además de ser por medio de alianzas e intercambio de personas, era por medio del comercio o del tributo de productos originarios de sus correspondientes hábitat naturales (Navarrete, 2011). Aunque, a pesar de las montañas circundantes, hubo desplazamiento de los pueblos, en la época prehispánica los habitantes de la cuenca fueron diferenciados de los indígenas de otras zonas vecinas (Gibson, 1967). 1.1.a Los pueblos nahua y su relación con el lago En la época prehispánica, la cuenca de México se caracterizó por ser una zona con grandes lagos intercomunicados que contenían una notable variedad de especies, tanto vegetales como animales. En gran parte, esta diversidad natural hizo que desde el Preclásico llegaran grupos humanos a asentarse. Tal y como lo plantea Heyden (1983, p. 143), “el concepto del paraíso terrenal, de la tierra prometida, está descrito en las fuentes históricas como un lugar asociado con el agua, generalmente dentro, o junto a un lago”. Al respecto, Espinosa (1996, p.79) menciona: Los pueblos lacustres de esta región observaron durante milenios el funcionamiento del sistema; lo racionalizaron, lo hicieron suyo reformulándolo y complejizándolo, pero sobre todo, haciéndolo humano: interactuando con él 8 aprendieron a subrayar los rasgos que mejor les permitían vivir en su superficie, a la vez que dominar sus aspectos negativos: a través de un largo proceso de aprendizaje que sin duda no estuvo exento de experimentos fallidos y catástrofes, entendieron tan bien el sistema, que sin alterar en lo básico sus características, le hicieron más estable, o aprovecharon incluso lo inestable; ahí donde no podían dominar un aspecto del sistema, se aprovecharon de él: sacaron sal del agua, cestas y tronos de la vegetación emergente; improbables manjares de las presencias lacustres; medicinas, ungüentos y remedios; todos los frutos del agua parecieron arremolinarse aquí para ofrecerse al hombre y aún las más pequeñas larvas, los moscos y sus huevecillos, fueron transformados en delicias viandas. Por lo que sabemos, las zonas lacustres eran explotadas mediante tres actividades: la pesca, en la cual se capturaban todas las especies acuáticas comestibles; la caza, con dos variantes, la que se desarrollaba en el agua y consistía en apresar aves residentes y migratorias, y la que se efectuaba en tierra con especies de la planicie, pie de monte y bosques; y por último la recolección, actividad en la que se obtenían especies vegetales y animales tanto dentro como fuera del agua (García, 2004). Dichas especies eran utilizadas para diversos fines, tanto para el sustento, como para la elaboración de diferentes objetos con funciones dentro de la vida cotidiana, algunos de estos objetos formaban parte de lo que ahora se denomina cestería. Los primeros asentamientos humanos en la cuenca de México posiblemente se establecieron a partir de 1500 a.C. (Vaillant, 2012), época en la cual los pobladores se instalaron en pequeñas aldeas cercanas al lago y comenzaron a explotar sus recursos naturales para su propio beneficio, sin embargo, de acuerdo con Grove (2000, p. 513): “La desigual distribución de estos recursos significó que en un mismo valle algunas aldeas individuales tuvieran acceso a recursos y mercancías muy distintos a los de sus vecinos”. De lo anterior surge la idea de la especialización artesanal por aldea. Actividades como la pesca, la caza de animales lacustres y la manufactura de cestería que realizaban las aldeas asentadas junto a los lagos fueron de gran importancia para el inicio del desarrollo de redes de intercambio regionales que se efectuaba con aldeas 9 de otra ubicación que aportaban objetos diferentes como manos, metates o incluso obsidiana (Grove, 2000). En cuanto a la cestería, la mayoría de los objetos arqueológicos pertenecientes a este periodo se han desintegrado, sin embargo, es posible saber de su existencia por medio de algunos indicadores arqueológicos que aún se conservan, como fragmentos de fibras y ciertas herramientas de hueso y lítica utilizadas como apoyo para el tejido (Pérez, 2013). Al respecto Heyden (1983, p. 42) menciona: Al juzgar por los implementos utilizados en la fabricación de cestería de técnica enrollada, exhibidas en el Museo Nacional de Antropología, debía de haber existido una fuerte tradición cestera en la época prehispánica, tradición que se encontraba en todo el continente. De todos los pueblos que se asentaron en la región de la cuenca de México durante la época prehispánica, los grupos del Posclásico tardío fueron los que lograron una mejor adaptación en su establecimiento junto a los lagos (Gibson, 1967). Los toltecas, los cuales eran los habitantes de algunos de estos pueblos, al parecer vivían y se identificaban con el medio lacustre: El estrecho vínculo de su identidad cultural con ese medio ambiente era evidente desde su propio nombre, pues tolteca significa “habitante de Tollan”, y Tollan significa“tular”, lugar de juncias”, es decir describe un entorno ecológico acuático y pantanoso como el que existía en el valle de México (Navarrete, 2011, p.29). Para esta época existía una industria importante del tejido de petates en lugares como Xaltocan, Zumpango, Citlaltepec y otros pueblos asentados a las orillas de los lagos donde había tule (Gibson, 1967). 10 1.2 La cestería 1.2.a Definición La cestería está considerada dentro de la categoría de textiles. En principio éstos se clasifican en dos: los de fibras blandas y los de fibras duras o cestería. La diferencia entre ambos está en que los primeros se elaboran con fibras de algodón, seda o similares, y los segundos con materiales duros como tules o carrizos. El problema radica en que esta clasificación únicamente se basa en la materia prima, y a veces se puede prestar a cierta confusión, ya que algunos objetos considerados como cestería están manufacturados con fibras duras, pero se hilan y tejen como fibras blandas. Dos ejemplos de lo anterior son el henequén y el ixtle. En ambos casos se requiere una preparación compleja. El primero pertenece a la especie Agave fourcroydes, y se teje en forma de soga mediante procesos mecánicos, el ixtle sale del Agave lechuguilla y se emplea para la manufactura de hilos. Con base en lo anterior mi propuesta es establecer una clasificación fundamentada no sólo en la materia prima, sino también en la forma de preparación y técnicas de manufactura. Por lo tanto, sólo se divide en textiles con hilado, y textiles sin hilado o cestería. En cuanto a la definición de cestería, cabe mencionar ciertas propuestas que se han hecho. En el caso de Serra (1988, p. 147) la cestería es vista como una técnica: “se llama cestería a la técnica por medio de la cual, elementos relativamente duros, se entretejen para producir recipientes y objetos planos. Por lo general, estos objetos se tejen a mano libre”. Por su parte Mirambell y Sánchez (2005, p.131) se refieren a la cestería como: “la unión manual de fibras tanto rígidas como flexibles para manufacturar un recipiente o un objeto plano [...] la cestería está considerada tecnológicamente un tejido y sus técnicas son más simples que las de los textiles, ya que la primera no requiere un dispositivo de tensión o un telar”. 11 Para esta investigación he decidido llamar cestería sólo a los textiles sin hilado y mi definición a diferencia de las anteriores se refiere al objeto más que a la técnica. Defino cestería como: los objetos tejidos de forma manual, con materiales naturales rígidos y semirígidos, y de fácil obtención, que requieren una preparación de remojo o de dejar secar al sol, y en algunos casos la utilización de herramientas pequeñas como punzones y agujas durante el proceso de manufactura. Dentro de los objetos obtenidos se encuentran los chiquihuites, las petacas, los petates, los tanates, algunos cactli, los sopladores y los asientos. Además de la cestería, la cual se refiere sólo a los objetos, se encuentra el término “actividad cestera”, el cual defino como: conjunto de acciones que se llevan a cabo con el propósito de obtener un producto terminado. Este proceso comprende labores como la recolección de la materia prima, la preparación de las fibras y la manufactura de los objetos. 1.2.b Antigüedad En los hallazgos arqueológicos como los del sitio Sierra de Guadalupe, excavado por Macneish en 1958, se infiere que la actividad cestera es más antigua que la cerámica. De este descubrimiento se obtuvo un muestrario de 118 piezas, dentro de las cuales se encuentran fragmentos de cestas, petates y anillos tejidos, elaborados con yuca y palma. Las piezas pertenecen a diferentes etapas de ocupación, la más antigua se sitúa entre el periodo pre-cerámico y cerámico. Lo anterior también se reafirma gracias a los hallazgos que se hicieron en las cuevas de Tamaulipas y en Tlatilco, en los cuales se encontró cestería que data de 3000-2000 a.C. y de 1400-800 a.C respectivamente (Heyden, 1983). 1.2.c La cestería arqueológica de la cuenca de México Los objetos de cestería, debido a su carácter orgánico y a que se degradan fácilmente, son algunos de los materiales más escasos dentro de las excavaciones arqueológicas; sin embargo, investigadores como Serra (1988), Vaillant (1931), Barba (2001) y 12 Niederberger (1975) han dado a conocer, en sus informes de campo, hallazgos que presentan materiales orgánicos y particularmente fragmentos de fibras vegetales entretejidas que pueden ser trozos de cestería. En los proyectos arqueológicos que se han hecho en la cuenca de México se ha recuperado un determinado número de fragmentos de fibras manufacturadas pertenecientes al Preclásico que demuestran el uso de los objetos de cestería. Entre los materiales ubicados, algunos de los investigadores ya mencionados identifican el tule como materia prima, y reconocen principalmente el trenzado, el entretejido y el enrollado en espiral como técnicas de manufactura. En el sitio de Terremote-Tlaltenco, excavado por Serra en 1987, se encontraron tules entretejidos que formaban lentículas muy finas sobre o debajo de apisonados de lodo o capas de tepalcates. Asimismo la investigadora distingue otros objetos de cestería entre los que se encuentran algunos petates y algunos cestos, y menciona que los petates tienen formas definidas y delimitadas. Otros hallazgos, entre ellos los de Vaillant (1931) en Ticomán y Zacatenco, y Barba (2001) en Tlapacoya, revelan fragmentos de textiles manufacturados con técnicas de trenzado y espiral respectivamente, que pertenecían a las ofrendas de algunas tumbas. Niederberger (1975), por su parte, refiere el hallazgo en Zohapilco de un objeto textil, probablemente un fragmento de cesta, fabricado con las fibras de un “tulillo ripario” formado por una cuerda gruesa de varios cabos, torcidos o quizá trenzados y enrollados en espiral. Otra forma de evidencia o indicador arqueológico son las impresiones de cestería presentes tanto en objetos de cerámica como en el sedimento. Dos ejemplos de ello son una impresión de cesta en enrollado que apareció en Zacatenco, y la impresión de una cesta en sarga, pintada de rojo perteneciente a la fase el Arbolillo II (Vaillant 1930). 13 1.2.d El panorama actual de la actividad cestera en México Actualmente en México existen diversas comunidades que poseen la habilidad de tejer manualmente las fibras. Los objetos que elaboran van de acuerdo con la elección de la materia prima, y ésta a su vez está relacionada con el entorno natural en el que habita cada grupo. El producto terminado que se obtiene es utilizado ya sea para el beneficio de la comunidad o para comercializarse. La materia prima que se utiliza en el país para la manufactura de artesanías y en particular para la cestería es muy variada; en el Inventario nacional de especies vegetales y animales de uso artesanal de la SNIB-CONABIO, hecho por Bravo en 1999, se encuentran clasificadas alrededor de 72 especies vegetales para uso de cestería en México. De éstas, aproximadamente 57 son nativas y 15 introducidas. En la parte norte del país se encuentran los seri (comca'ac) y los rarámuri. El grupo seri utiliza como materia prima las ramas de un arbusto salvaje del desierto llamado torote (Jatropha cuneata) para realizar sus cestas y coritas. La técnica exacta que emplean es el enrollado con puntadas estrechas sobre una base de atado con costuras simples, y se ayudan con herramientas como punzones de hueso para abrir las fibras (Stephen y Beck, 1985). Por su parte los rarámuri se encuentran en una zona árida y semiárida de México y aprovechan diversas especies para la manufactura de canastas con la técnica de entretejido simple como la yuca (Yucca decipiens, Dasylirion duranguense, D. simplex, D. wheeleri),la nolina (Nolina duranguensis, N. Matapensis) y la palma (Sabal uresana). Para las esteras o petates utilizan varias especies de liliáceas como la Sabal uresana, la Pragmites communis, y los brotes jóvenes del Arundo donax (Pennington, 1983). Los sombreros de entretejido simple o doble los hacen con las hojas de Dasylirion wheeleri, Sabal uresana, Nolina matapensis, y N. duranguensis. De acuerdo con Pennington (1983) para el periodo histórico ya no se encuentra documentada la cestería con técnica de espiral que fue utilizada por el grupo rarámuri en la época prehistórica. 14 En el estado de Michoacán es común ver objetos como canastas, tortilleros y sombreros elaborados con chuspata (Typha latifolia), hojas de la palma (Brahea dulcis), tallos de tule (Scirpus californicus y Cyperus canus), y el tallo de la especie introducida Arundo donax. Entre las técnicas de manufactura que emplean destaca las de cordado y falso cordado. Los grupos mayanses emplean una gran cantidad de especies para la elaboración de las diferentes formas de cestería. Esto también depende de la zona geográfica en la que habitan. En general, algunas de las materias primas que aprovechan son las palmas, los bejucos, los tallos de los llamados sak'ak (Arrabidaea floribunda, Arrabidaea podopogon, Amphilophium pariculatum, Ceratophytum tetragonolobum, Cydista aequinoctialis, Bonamia brevipedicellata, Cydista diversifolia y Cydista heterophylla), del Zojh bach (Notoptera scabridula), y de la planta exixil (Cydista potosina y Arrabidaea patellifera), la fibra o liber de la chakte viga (Caesalpinia platyloba), y el guano (Sabal yapa y Sabal mexicana), y la hoja del famoso jipi-japa (Carludovica palmata) para la elaboración de sombreros. Este grupo elabora sus tejidos principalmente con las técnicas de enrollado en espiral y la de entretejido. El grupo étnico huave, ubicado en el municipio de San Mateo del Mar, en las costas de Oaxaca, utiliza la hoja de la especie Sabal mexicana para elaborar petates y los tallos de carrizo (Arundo donax) para hacer canastas. En el área chontal (Oaxaca y Tabasco) se utilizan la espadilla y el jacinto, plantas que se recolectan con machete en los pantanos formados por las numerosas corrientes de agua. Otra planta utilizada en esta zona para la manufactura de petates es la cañita o pimi (Cyperus canus). Además de los anteriores, hay otros grupos que elaboran cestería como los huicholes quienes utilizan la palma para la elaboración de sombreros y cajitas, los pimas utilizan la palma para elaborar sus petates, cestas y sombreros de palma, los cochimíes y los 15 pai-pai tejen palma, hojas de cedro y varas de sauce (Gámez, 1997). Por su parte, el grupo étnico de los mayo establecido en las zonas áridas y semiáridas utilizan tanto la fibra del agave como la del sotol (Dasylirion) para hacer cordelería y canastos, y los tallos del carrizo (Phragmites australis) para hacer canastas y petates. Los sombreros y otro tipo de canastos los elaboran con ramas de álamo (Populus) y sauce (Salix). En la cuenca de México, dentro de los grupos que mantienen esta tradición, están los otomíes y los nahuas, cada uno de los cuales explota el medio en el que se encuentra. Los otomíes se establecen principalmente en zonas áridas, semiáridas y templadas subhúmedas, aprovechan plantas como el maguey, la pita, la lechuguilla, la palma, el carrizo, el sauce y el sotol. Utilizan las técnicas de entretejido y el trenzado, para la elaboración de productos como ayates, mecapales, cestos, canastas, petates, sombreros y sopladores (Bravo, 1999; Mendoza, R. et al., 2006). El grupo nahua utiliza una gran variedad de especies, desde carrizos y palmas hasta limón agrio. Ha empleado por mucho tiempo la técnica del trenzado en objetos como petates, canastos y redes cargadoras (Páez, 1994). 16 CAPÍTULO 2 MATERIA PRIMA, TÉCNICAS DE MANUFACTURA Y HERRAMIENTAS 2.1 Materia prima Las materias primas que se usan para manufacturar cestería son denominadas fibras duras -este trabajo no incluye los materiales que se hilan, como el ixtle y el izote-1. Con base en los documentos del siglo XVI que se consultan para este trabajo se sabe que en la época prehispánica y al momento del contacto, en la región central de Mesoamérica se utilizaban materiales como los otates, las palmas, los tules, los carrizos, los jonotes y los sauces, los cuales poseían diferentes características físicas que determinaban el tipo de objeto a realizar. 2.1.a El otate La palabra otate es el nombre común y genérico de diversas especies de “bambúes” nativos de México que pertenecen a los géneros Chusquea, Bambusa y Otatea, de la familia de las Poaceae. Estas plantas tienen tallos erectos con entrenudos cilíndricos. El género Chusquea incluye 17 especies que son endémicas de México, habitan principalmente montañas húmedas y actualmente se ubican en los estados de Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Jalisco y Nuevo León. La Otatea ocupa grandes superficies. La especie de este género más utilizada en México es la Otatea acuminata, con ella se hace el bajareque2 con el que se construyen viviendas (Cortés, 2000). El otate, además de haber tenido una gran importancia dentro del sistema de construcción prehispánico, también fue aprovechado para otros fines como la cestería, principalmente en la elaboración de chiquihuites. De esta planta se aprovechan los tallos, éstos tienen una gran rigidez por lo que se echan al agua para remojarlos y ablandarlos, después se rajan con alguna técnica hasta dejar varas delgadas, las 1 Actualmente en México se utiliza una gran diversidad de especies, ya sea nativas o introducidas, desde los tules y las palmas, hasta el sauce y el limón agrio. 2 Tipo de construcción de casas, con base en cañas y barro. 17 cuales se acomodan para empezar a tejer: “pónelas en orden para hacer de ellas cestos, a los cuales echa un cordoncillo de nequén y una caña partida por medio, al rededor; en el hondón por de fuera” (Sahagún, 2006 [1577], pp. 555, 556). En náhuatl se empleaba la palabra otlatl para referirse a este tipo de planta. Molina (2013 [1571]) la traduce como caña maciza y recia. 2.1.b La palma Otro tipo de planta muy utilizado dentro de la actividad cestera es la comúnmente llamada palma. Mide hasta 6 o 7 metros de altura. La parte útil es la hoja, la cual es larga y verde y sale de un penacho o resetón en la parte superior de la especie (tabla 2.1). De acuerdo con el Vocabulario de Molina (2013 [1571]), existe una diversidad de nombres en náhuatl que seguramente corresponden a la variedad de géneros y especies de esta clase. El primero es el soyatl, traducido por Molina (2013 [1571]) como “palma, árbol conocido” y que tiene como nombre común soyate. Una derivación de la palabra soyatl es el tesoyatl que tiene el morfema te incorporado y es otra especie de palma. Es muy probable que el llamado soyatl sea la especie Brahea dulcis (Wimmer, 2006). Con respecto a esta planta Sahagún (1577, Libro XI, folio 114) menciona: Ay enesta tierra palmas naturales, que son como las de españa, llamanlas, zoyatl: son altas y gruesas como las palmas de españa, llevan flores y fruta, y su fruta es dulce, y es de comer, es como datiles, haze se hazia panuco. Otra variedad es el sotolin definida como tule palmero. Esta palabra se compone por el sustantivo tol, de tule y el morfema so proveniente del nominal soyatl, que significa palma, y que habrá quedado reducido por contracción, a su primera sílaba (Del Paso, 1988). Aparentemente es una especie del género Dasylirion (Wimmer, 2006). Al respecto, Sahagún (1577, Libro XI, folio 114) propone: “Ay unos magueyes pequeños y silvestres, tienen puntas y hojas como magueyes y espinas como de carzas decastilla”. 18 El necuametl es una palma que también es descrita como un tipo de agave silvestre (Molina, 2013 [1571]). Al igual que el tzihuactli, el necuametl es una planta espinosa con hojas muy angostas, y muy característica de las estepas del norte. También se le consideró como un maguey dulce (Clavijero 1826). Clavijero (1826), en su libro Historia antigua de Méjico, menciona otro tipo de palma con el que en la época antigua se hacían petates o esteras3. Es una palma llamada izhuatl, la cual describe como una planta pequeña y que no tiene más de seis o siete ramos. “La corteza, hasta la profundidad de tres dedos, no es más que un conjunto de membranas, de cerca de un pie de largo, sutiles, y flexibles, pero mui fuertes, y unidas muchas de ellas, sirven de colchon a los pobres” (Clavijero, 1826, pp. 26, 27). Asimismo menciona que con esta especie “se hacian finísimas esteras de varios colores. En otras empleaban el junco que nace abundantemente en aquel lago” (Clavijero, 1826, p. 383). Tabla 2.1. Palmas Nombre en nahuatl Nombre común o características Posible especie soyatl palma Brahea dulcis sotolin tule palmero Dasylirion tesoyatl palma necuametl palma o agave silvestre izhuatl palma 2.1.c El tule Por lo que se conoce, con base en las fuentes del siglo XVI, el tule era la materia prima por excelencia. Al ser tan diverso podía ser empleado para diferentes fines, de hecho los tules para tejer petates se elegían de acuerdo con el tipo y servicio que se les darían, ya que la variedad de objetos elaborados con tejido de petate (trenzado) era 3 Cabe mencionar que la planta llamada izhuatl que Clavijero (1826) considera como un tipo de palma, de acuerdo con otros historiadores como Molina (2013 [1571])o Sahagún (1577) significa hoja. 19 muy amplia. A partir del uso, se decidía el lugar para cortar, la cantidad y la calidad. Las diferentes especies de tule se encontraban compartiendo el espacio en las ciénagas y formaban planchas firmes y compactas llamadas tulares (García, 2004). “Esta vegetación hidrófita emergente constituye sin duda el paisaje más típico del lago, y debió haber rodeado todos los cuerpos de agua penetrando a veces distancias muy considerables, dado el carácter somero de las subcuencas” (Espinosa, 1996, p. 98). Los tules también se podían clasificar por su función, es decir que algunos tules servían para hacer petates, otros para hacer asientos, casas, y otro tipo de objetos (García, 2004). En el aspecto cosmogónico, los tules tenían un papel muy importante, ya que de acuerdo con Heyden (1983, pp. 40,41): […] simbolizaban el poder gubernamental, la esencia del dios supremo, la vida y la muerte, y aun la misma metrópoli, hasta el grado de dar su nombre a muchas ciudades [...] El lugar donde se encuentran los tules, llamado tollan, llegó a tener el significado de “metrópoli”. Al parecer, los tules de los que se tiene conocimiento que habitaban el lago pertenecen principalmente a los géneros Cyperus y Typhas; tenían una altura que alcanzaba los dos, tres y hasta los cuatro metros (Espinosa, 1996). De acuerdo con García (2004) dentro de los Cyperus se encontraban el tule redondo y el tule triangular o nacacetolli. Asimismo dentro de las Typhas se encontraba el tule ancho, los petates elaborados con este tipo de tule quedaban más delgados que los elaborados con tule redondo. Por su parte, Heyden (1983, p. 41) señala que: […] el verdadero tule es la Typha latifolia aunque bajo el nombre de tule [...] son reconocidos en diferentes regiones del país las especies que constituyen los “tulares”, o sea la vegetación formada por Typha latifolia, Typha angustifolia, Typha dominguensis y Scirpus lacustris. 20 Del Paso (1988) asegura que existía una “especie-tipo” que se conocía con el nombre simple de tolin. Ésta englobaba varias especies con distintos nombres científicos, tanto de la familia de las Ciperáceas, como algunas monocotiledóneas; por ello la palabra náhuatl tolin hacía referencia tanto a las llamadas juncias o espadañas (Molina, 2013 [1571]), como a otras cañas para hacer petates (tabla 2.2). Como parte de las plantas mencionadas anteriormente, se encuentran algunas especies cuyos nombres aparecen en diversos documentos del siglo XVI. En el Códice Florentino, Sahagún (1577, Libro XI) menciona algunos que servían como materia prima para la elaboración de cestería y específicamente de petates. Entre éstos se encuentran el petlatolin, el nacacetotli, el toliama, el atolin, el tolnacochtli, el itztolin, el tolpatlactli, el tolmimilli y el xomalli (figura 2.1). A continuación describo las plantas mencionadas, hago la traducción literal del Códice Florentino y la confronto contra la versión al español que hizo Sahagún. 21 Figura 2.1: Los tules representados en el Códice Florentino (Libro XI, folio 183r). El petlatolin o tule para esteras, proviene de la unión de las palabras petlatl, y tolin. Es un tule o junco que servía tanto como planta medicinal, como para tejer petates. En el Códice Florentino (1577, Libro XI, folio 183r) se describe: “Petlatolli, mjmjltic, itipochinqui, petlachioalinj: nicpetlachioa in tulli”. Mi propuesta de traducción literal revela algunas características físicas: “petlatolli, redondos y largos, (con) un interior esponjoso, el que hace petates: los hace de tule”. Bastante diferente resulta la versión al español de Sahagún, en la cual la única característica que señala es que son medianas: “Ay unas juncias medianas de que hazen petates y llamanlas petlatoli” (Sahagún, 1577, Libro XI, folio 183r). Nacacetolli o tule anguloso. El nombre deriva de nacace, que significa esquina o arista (Del Paso, 1988). Al parecer pertenece al género Cyperus, y está asumido como el tule triangular, al respecto tanto la parte náhuatl del Códice Florentino como la versión al español de Sahagún (1577, Libro XI, folio 183 v) mencionan que este tipo de tule tiene tres lados: “Nacacetoli; zan noiehoatl in petlatolli, iece chicaoac, vapaoac, excampa nacacetolli”. “Ay unas juncias destas, deque se hazen petates que son trianguladas y son rrecias llamanlas nacacetoli” (Sahagún, 1577, Libro XI, folio 183v). En la traducción que realizo también se refleja esta característica física: “Nacacetolli; solo también de tule de petate, pero fuerte, resistente, de tres lados (el) nacacetolli”. Toliaman o atoli. De acuerdo con Del Paso (1988) estos dos nombres de la planta, al provienir de la palabra a-tl, agua, tienen como significado: tule acuático. Sin embargo, el mismo Del Paso propone que esta especie es también llamada tolliama, y este nombre puede derivarse de las palabras amatl, papel o de a-maitl, estero de mar, y puede significar entonces tule papiráceo o tule de estero. Con respecto a este tipo de vegetal, en el Códice Florentino (1577, Libro XI, folio 183v) se describe que: “Toliaman; yoan itoca, atoli; amo chicaocac, xaqualtic, papaiacanj; njcpeltachioa in toliama in atoli. De acuerdo con Sahagún (1577, Libro XI, folio 183v): “Ay otras juncias de estas que se llaman tolyaman o atoli no son rrecias. Tambien hazen de ellas petates”. La traducción literal que hago de este fragmento tiene el mismo sentido: “Toliaman; y su nombre, atoli; 22 no está firme, (es) aplastado, fragmentado; hace patates de toliama y de atoli”. Del tule llamado Tolnacochtli no hay tanta información, sólo lo que describe el Códice Florentino: “Tolnacochtli; piaztontli, tetepontontli, pipinquj, pipictic, tlaquaoac, itipochinquj; petlachioalonj, ixcoztic, ixcozauhquj, petic alaztic. De acuerdo con la versión de Sahagún (1577, Libro XI, folio 183v): “Ay otra manera de juncias que llaman Tolnacochtli, son cortas y delgadas y son corresas y rrecias hazen dellas petates”. En la traducción literal de este fragmento se muestra que tiene como característicasel interior esponjoso y que son amarillos y brillantes: “Tolnacochtli; delgado, corto, fuerte, resistente, duro, (con) interior esponjoso; el que hace petates, amarillos, que tienen la cara amarilla, brillantes (y) resbaladizas”. El tule itztolin, al parecer también pertenece al Género Cyperus, igual que el nacacetoli, es tule con forma triangular. Molina (2013 [1571]) lo traduce simplemente como juncia o espadaña. La palabra se compone del sustantivo tolin (tule), y se agrega el morfema itz que significa obsidiana, por lo tanto quiere decir junco de obsidiana o tule cortante. De acuerdo con Del Paso (1988) probablemente las hojas de la planta serían puntiagudas y cortantes. Al respecto, Hernández (1615) en la obra Historia de las plantas de la Nueva España, menciona: El itztollin, que algunos llaman tollin o sea junco y otros macua, es un género grande de cipero, del cual supe solamente que se fabrican de él esteras que son muy estimadas, que sirve de pasto a los jumentos, y que sus raíces curan las fiebres, pues son de naturaleza fría. Nace abundantemente entre los mexicanos y entre los mechoacanenses, junto a las lagunas y aguas estancadas con algunos otros géneros de cipero que suelen usarse durante todo el año como pasto de los jumentos. Por su parte, en la parte en náhuatl del Códice Florentino (1577, Libro XI, folio 183r) se señala: “Itztolin, excampa nacace, tlacotic, mjmjltic, mjmjliuhqui, xochio: manquj 23 injxochio, injnelhoaio patli; ivanj, conj in aqujn motlevia”. Tanto en la interpretación de Sahagún como en la traducción literal que hago, lo que destaca es la utilización de esta especie como planta medicinal: “Ay unas juncias que se llama ytztolli son trianguladas hazen flores: y las flores, y las rrayzes son medicinales como arriba sedixo” (Sahagún, 1577, Libro XI, folio 183r). Mi traducción queda de la siguiente manera: “Itztolin, de tres lados esquinados, como una varilla, redondo, redondo como pilar, crecidas sus flores, sus raíces (como) medicina, bebida, lo bebe el que tiene calentura”. El tolpatlactli, que Molina (2013 [1571]) traduce como espadaña o hierba de agua, tiene como significado: cosa ancha de tule u hoja ancha de tule (Del Paso, 1988). En el Códice de la Cruz Badiano, Miranda y Valdés (1996), encargados de los comentarios botánicos, mencionan que Emmart (1940) y Reko (1947) interpretan la figura como Typha angustifolia y como Typha latifolia respectivamente (figura 2.2). 24 Figura 2.2: Ilustración de la planta tolpatlactli en el Códice de la Cruz Badiano, folio 18r. En la sección en náhuatl del Códice Florentino (1577, Libro XI, folio 183r) se encuentran descritas estas especies (Typha angustifolia. y Typha latifolia) como: “Tolpatlactli; patlaoac, viac, viviac, qujioio, tolcapoio, tomjlollo, tomjiollo: in jtlaaqujllo, itoca tomjoli; mochicaoac, itoca, acaxilotl; qualonj, paoaxonj”. La versión al español de Sahagún no contiene demasiada información acerca de esta especie: “A las espadañas llaman tolpatlactli son ni mas ni menos que las de españa: a las rrayzes destas llaman las acaxilotl” (Sahagún, 1577, Libro XI, folio 183r). La traducción literal revela algunas características físicas de la planta: “Tolpatlactli; anchos, largos, que contienen fibras de tule, con pistilo: con fruta, y su nombre de flor tomioli; fuerte, su nombre, de la resina comestible acaxilotl; se cocina en una olla”. La palabra tolmimilli, quiere decir columna de tule, tule columnario o tule cilíndrico (Del Paso, 1988, p. 163). Estas plantas son juncos gruesos y largos (Molina, 2013 [1571]), pertenecen al Género Cyperus y servían para hacer petates (Wimmer, 2006). La descripción que se da en la parte en náhuatl del Códice Florentino con respecto a este tule es el siguiente: “Tolmjmjlli, viac, xoxoctic, texotic, texocaltic, hitipochinquj, temjmjltic, quapitzaoac, tzintomaoac, tziniztac: in jtzin, in iztac, itoca aztapili anozo, oztopili” . De acuerdo con Sahagún (1577, Libro XI, folio 183r) la versión al español es la siguiente: “A las juncias llaman tomimilli: son nimas nimenos que las de españa: a lo blanco que tienen debaxo del agua llaman aztapilli o oztopili”. A diferencia de la de Sahagún, la traducción literal queda de la siguiente manera: “Tolmimilli, largos, verde, azul, azul claro, con el interior esponjoso, cilíndricos, ahusados hacia arriba y gruesos de abajo, con la base blanca: su nombre (es), aztapili u oztopili”. Este tule también era conocido como tule blanco y también era llamado aztapillin o aztapilli, y sobre esta juncia blanca se sabe que era recolectada por los sacerdotes para hacer los petates que se utilizaban dentro del ritual en la fiesta de etzalqualiztli: Al sexto mes, llamaban etzalqualiztli: en este mes hacían fiesta, a honrra de los dioses del agua, o de la pluvia; que llamaban tlaloque. Ante(s) de llegar esta fiesta, 25 los sátrapas de los idolos, ayunaban cuatro días: y ante(s) de comenzar el ayuno, iban por juncias a una fuente, que está cabe el pueblo, que llaman cutlaltepec: porque alli se hazen, muy grandes, y muy gruesas juncias: las cuales llaman, aztapilin, o tolmimilli, son muy largas: y todo lo que está dentro del agua, es muy blanco: arrancábanlas en una fuente, que se llama temilco, o tepexic, o oztoc. Después que las hayan arrancado, hacíanlas hazes y envolvíanlas en sus mantas, para llevar a cuestas, y atábanlas con sus mecapales, con que las habian de llevar: luego se partían para donde hayan de ir: llevábanlas en yestas, y no atravesadas (Códice Florentino, 1577, Libro II, folios 37v y 38r). Figura 2.3: Ilustración de la planta xomalin en el Códice de la Cruz Badiano, folio 59v. Por último se encuentra el xomalli o xomallin, nace en lugares húmedos y lacustres de México (figura 2.3). Es una planta catalogada dentro del género Cyperus, y descrita por Molina (2013 [1571]) y Hernández (1615) como junco parecido al esparto. Es de tamaño pequeño, con hojas delgadas y con terminación en punta. Con respecto a esta 26 especie el Códice Florentino menciona: “Xomali, anozo xomalli, xoxoctic, piaztic, pitzaoac, pipitzaoac, tlalhoatic, pipictic, pipicpatic, vel coiovatic: njxomalpi”. La interpretación de Sahagún lo único que dice es: “Ay juncos como los de españa nimas nimenos y llamanlos xomali” (Sahagún, 1577, Libro XI, folio 183v). A diferencia de la traducción anterior que no dice mucho, la literal refleja algunas características físicas: “Xomali, o xomalli, verdes, delgados, delgados en todas partes, lleno de nervios, resistente, compacto, totalmente de color leonado: xomalli”. Tabla 2.2. Tules Nombre en nahuatl Nombre común o características Posible género y especie petlatolin tule para esteras nacacetolli tule anguloso o triangular Cyperus toliaman o atoli tule acuático o de estero tolnacochtli itztolin tule triangular o puntiagudo Cyperus tolpatlactli tule, chuspata o cola de gato, hoja ancha de tule Typha latifolia o Typha angustifolia tolmimilli tule cilíndrico Cyperus aztapillin Scirpus xomalli Cyperus La recolección de los tules requería de una gran habilidad, por lo tanto estaba a cargo de personas especializadas que tenían conocimiento de diversos aspectos como el lugar de recolección y la temporada en la que debía hacerse. Con respecto a lo anterior, generalmente los mejores tules se obtenían de los sitios con grandes planchas de la especie y estaban listos en la temporada de lluvias, en la cual alcanzaban su mayor altura. Los tallos elegidos eran alcanzados mediante dos formas: 27 la primera era a pie, y la segunda mediante una trajinera. Para el corte se podía trabajar de forma individual o en grupo, seguramente se utilizaba un artefacto lítico filoso, ya fuera de obsidiana u otro material. En cuanto al corte, éste podía ser en aguas poco profundas o en aguas profundas,en las primeras el tulero cortaba lo más cercano a la raíz y juntaba los tallos recolectados en alguna parte plana de la plancha. En las aguas más profundas se cortaba de la misma manera, sólo que en este caso se utilizaba la embarcación para llegar a la plancha, colocaba los tules cortados sobre la trajinera y los transportaba hasta tierra firme (García, 2004). La unidad de medida que se utilizaba para las cargas de tule eran las brazadas, cada una consistía en la cantidad de tallos que cabían en los brazos de una persona “Las brazadas se conformaban acomodando los tules con las puntas hacia arriba y la parte más ancha o culata hacia abajo; luego se ataban en el centro con algunos de los mismos tules trenzados en una cuerda improvisada” (García, 2004, p. 70). Las brazadas podían sobrepasar el límite para poderlas llevar en las trajineras, en ese caso, se amarraban a la embarcación una detrás de otra y sobre el agua formaban una cadena. Cuando la cantidad de brazadas era reducida se podía llevar en la espalda (García, 2004). En cuanto al material con el que se hacía los petates, ya fuera tule o palma, se extendía en algún lugar llano para asolearlo y de ahí se escogían los mejores para tejer (Sahagún, 2006 [1577]): El que es oficial de hacer esteras tiene muchas juncias, u hojas de palma, de que hace los petates, y para hacerlos primero extiende los juncos en algún lugar llano para asolearlos, y escoge los mejores, y pónelos en concierto. Al respecto en el Libro II, folio 79 del Códice Florentino también está escrito en náhuatl: quiilpiah in tōlin, tōlicpalli quichīhuayah, que quiere decir que “lavaban el tule, hacían asientos de tule”. 28 Todo lo anterior descrito por Sahagún acerca de los tules, coincide con lo que Aguilera (1985) menciona en su libro Flora y fauna mexicana: mitología y tradiciones. Explica que “Los tallos se cortan, se dejan secar y se humedecen cuando el petatero va a iniciar su trabajo” (Aguilera, 1985, p. 152). Al respecto García menciona que “Con varias brazadas listas, éstas se recargaban en vertical unas sobre otras para dejarlas secar en ese lugar o mientras se terminaba la jornada de trabajo” (García, 2004, p. 70). 2.1.d El carrizo Es una planta herbácea que puede medir de 1 a 3 metros de altura, son tallos rectos y sin ramificaciones que tienen hojas largas y delgadas. Habita en climas cálidos y semicálidos y están “asociados a vegetación acuática, tular perturbado y bosque tropical perennifolio” (UNAM; s/f). Molina (2013 [1571]), en su Vocabulario menciona tres tipos de carrizo. El más conocido, que con base en el contexto puede tener distintos significados, es el que se conoce con el nombre de acatl (figuras 2.4 y 2.5). Los otros dos son el acazacatl y el acapitzactli. Estas tres clases de carrizo al parecer pertenecen al género Phragmites y abundan en las orillas de los lagos. La parte útil de la planta es el tallo, el cual, al ser hueco y de gran ligereza, flexibilidad y resistencia, se empleaba entero o cortado en tiras, para la elaboración de chiquihuites (Aguilera, 1985). El acapitzactli, dentro de un texto de Tezozómoc (1878 [1598]), está descrito como un canutillo de oro muy sutil y delgado. 2.1.e El jonote El jonote es un árbol silvestre que comúnmente se encuentra en los bosques tropicales subcaducifolios. En náhuatl es llamado xonot y principalmente existen dos tipos de esta planta: el jonote blanco (iztaxonot), y el jonote morado (xonot). El blanco o iztaxonot es la especie Heliocarpus appendiculatus, y el morado es el Heliocarpus donnell-smithii, ambos se usan con fines medicinales y para la elaboración de artesanías. La parte útil para la manufactura de cestería son las ramas y la “corteza que se utiliza para hacer amarres y construir mecapales y huacales” (Martínez, et al., 2001, p. 248)4. 4 Actualmente la comunidad nahua de San Miguel, Cuetzalan en el estado de Puebla, recolecta la materia prima de 29 2.1.f El Sauce De este grupo existen diversas especies que pertenecen al género Salix. Las que se encuentran a la orilla de los estanques son básicamente dos, el Salix babylonica o sauce llorón y el Salix bonplandiana o ahuejote (Espinosa Pineda, 1996). La primera es una especie introducida del norte de Asia. La segunda, también conocida como ahuejote o ahuexotl en lengua náhuatl es originaria de México, habita en climas cálido, semicálido, semiseco y templado y fue característica de la zona lacustre del sur de la la siguiente manera: eligen árboles de cuatro o cinco metros de altura y que estén muy derechos, posteriormente cortan la parte inferior para sacar la cáscara. Después cortan el tronco a la mitad para sacar una segunda cáscara que es la fibra llamada jonote que se aprovecha, lo dejan remojar en el río durante quince días y después de ese tiempo lo recogen y lo lavan con el objetivo de sacarle la baba, al final lo dejan secar y comienzan a tejer (Pidori, 2008a). 30 Figura 2.5: Imágen de un acatl en el Códice Florentino (Libro XI, folio 184r). Figura 2.4: Ilustración de la planta acatl en el Códice de la Cruz Badiano, folio 44r. cuenca de México ya que crece en lugares húmedos. Se trata de un árbol esbelto de hasta 10 metros de altura y con rayas en la corteza (UNAM, s/f). Las raíces de este árbol ayudaron a consolidar las chinampas, y su follaje protegía con su sombra a las verduras que se cultivaban. La parte útil de este árbol eran las ramas, las cuales servían para hacer cestos (Aguilera, 1985; Espinosa, 1996). Una palabra que se encuentra en el Códice Tudela es quetzalhuexotl (figura 2.6), que significa sauce precioso y que está vinculado a los dioses Malinalteotl y Macuiltonal y al rumbo sur: Cuando había tempestades por ese rumbo a ellos se invocaba. Los hombres que por el rumbo de los sauces nacían serían mercaderes y gobernantes. Los habitantes de San Jerónimo Aculco, en el estado de México, hacen cestos para tortillas y huacales y cajas para transportar frutos de varas de ahuejote (Aguilera, 1985, p. 139). 31 Figura 2.6: Ilustración de un quetzalahuexotl en el Códice Badiano, folio 57v. 2.1.g La materia prima y la cosmovisión mesoamericana Gracias a los documentos del siglo XVI que se conservan y a estudios como los de Heyden (1983) se sabe que tanto las plantas como las flores, al tener un gran significado para el sustento, formaban parte tanto de las actividades rituales del cíclo agrícola como de los mitos y símbolos de la época (Heyden, 1983). Un ejemplo de ello es el dios Nappatecuhtli, representante del tule, el carrizo y la actividad cestera en general. En el Altiplano y quizá también en el área maya, la superficie de la tierra y sus capas superiores eran concebidas como esteras superpuestas y quizá esto tenga que ver con el nombre del patrón de los petateros Nappatecuhtli, “cuatro veces señor”, porque el petate tiene cuatro esquinas. A éste se le comparaba con el jaguar, que tiene cuatro patas, y a él se oraba cada día en agradecimiento por haberlos protegido durante la noche (Aguilera, 1985). El dios Nappatecuhtli pertenecia a los tlaloques y era adorado por los que hacen objetos de juncias: […] dicen que éste es el que inventó el arte de hacer esteras, y por eso lo adoran por dios los de este oficio, que hacen esteras que llaman petates, y hacen sentaderos que llaman icpales, y hacen cañizos de juncias que llaman tolcuextli; decían que por la virtud de este dios nacían y se criaban las juncias y juncos, y cañas con que ellos hacen su oficio (Sahagún, 2006 [1577], p.46). Nappatecuhtli es un dios que produce también las lluvias, por lo tanto dentro de la fiesta que le hacían, la demanda era para la obtención de agua y juncias. La fiesta consistía en comprar un esclavo, el cual sería sacrificado delante del dios,con los atavíos adecuados para que fuera su imagen. El día del sacrificio le ponían en la mano un vaso verde lleno de agua y con un salce rociaba a todos con agua (Sahagún, 2006 [1577]). 32 De igual manera podían hacer fiesta a este dios de forma independiente: y cuando entre año alguno de estos de este oficio quería por su devoción hacer fiesta a este dios, daba relación de ello a sus sátrapas, y todos ellos llevaban a un sátrapa vestido con los ornamentos de este dios, como su imagen, y por donde iba, iba echando el agua, rociando a los que estaban por donde pasaba con un ramo de salce, como quien echa agua bendita. Llegado, poníanlo en su lugar y hacían algunas ceremonias en su presencia, rogándole que hiciese mercedes en aquella casa (Sahagún, 2006 [1577], p.46). El que organizaba la fiesta ofrecía de comer y beber a todos como agradecimiento de la prosperidad y riqueza que le había dado el dios, el cual también era honrado con danzas y cantares. De esta forma el dueño de la casa gastaba todo lo que tenía y decía: “[...] no se me da nada de no quedar con nada con tal que sea mi dios servido de esta fiesta, y si me quisiere dar más o dejarme sin nada, hágase como él quisiere.” (Sahagún, 2006 [1577], p. 46). Al terminar la fiesta cubrían con una manta blanca al que hacía de imagen del dios y así se iba al templo, en compañía de todos los que llegaron con él. Los que se dedicaban a hacer cestería tenían mucho cuidado de mantener en orden el templo del dios: Estos oficiales de hacer petates y otras cosas de juncias tenían cuidado de ataviar y componer, y barrer, y limpiar, y sembrar juncia en el templo de este dios. Tenía asimismo cuidado de poner petates y asentaderos de juncia, que llaman icpales, y que hubiese allí toda la limpieza y todo atavío, de manera que ni una paja, ni otra cosa estuviese caída en el templo (Sahagún, 2006 [1577], p.46). El carrizo tomaba importancia dentro de la fiesta de Izcalli al adoptar la forma de la figura de Xiuhtecuhtli, el dios del fuego (Aguilera, 1985). 33 2.2 Las materias primas a partir del contacto A partir del contacto con los españoles algunas especies de plantas del aquel continente fueron introducidas a Mesoamérica. En realidad no existe mucha información acerca de las especies que fueron introducidas a la cuenca de México; sin embargo, mediante los estudios de Martínez (et al, 2001) y Eguiarte (2011) se sabe que llegaron dos especies que en algún momento se tomaron para la elaboración de cestería: el Arundo donax, y el Citrus aurantifolia. La especie Citrus aurantifolia, mejor conocida como limón agrio, es originaria del Sureste de Asia, particularmente de Indonesia y Malasia. Esta especie fue introducida a Europa durante las cruzadas y en 1520 llegó a América, lugar donde se naturalizó (Courteau, s/f). Seguramente después de ser adoptada, los nahuas aprovecharon cada parte de la planta, y obtuvieron como parte útil las ramas para manufacturar redes y cestos (Martínez, et al, 2001). Por otro lado, la caña Arundo donax fue introducida hacia 1820 (Eguiarte, 2011), y a pesar de que está fuera del período que se establece en este trabajo, me parece importante mencionarla ya que es una especie muy utilizada dentro de la tradición cestera actual. De acuerdo con los hallazgos arqueológicos mencionados en el capítulo 1, se sabe que, al menos el tule y el tulillo ripario son materias primas usadas en la cuenca de México que permanecieron sin cambio. Este hecho abre posibles interrogantes, pues puede deberse a diversos factores; una posibilidad es la que menciona Gibson (1967) sobre el poco interés de los españoles por ciertas actividades indígenas; otra se refiere a que tal vez la actividad cestera era de suma importancia y se buscó preservarla dada su utilidad; otra podría ser que las especies resultaban muy similares a las utilizadas en la Península Ibérica. Estas preguntas quedan abiertas para futuros trabajos. 34 En España tradicionalmente se han utilizado materiales como palmas, juncos y cañas, pajas, mimbres y esparto, y se pueden comparar con los materiales mesoamericanos como a continuación describo. Los llamados juncos españoles, son similares a los tules mesoamericanos, de hecho pertenecen a las mismas especies (Typha latifolia y Typha angustifolia). Además del nombre “junco”, estas plantas son conocidas en otros países con los nombres de anea, enea, espadaña, bayón y suca. Al igual que en América, la anea crece espontáneamente en cuerpos de agua como arroyos, ríos, embalses o charcas (Sánchez, 1982b). El mimbre se obtiene de los árboles conocidos como sauces, que pertenecen al género Salix. En España al igual que en Mesoamérica es una de las materias primas más usadas desde épocas muy antiguas. Las especies europeas que se utilizan para la manufactura de cestería son: Salix alba, Salix atrocinerea, Salix babylonica, Salix caprea, Salix daphnoides, Salix eleagnos, Salix fragilis, Salix pedicellata, Salix purpurea, Salix triandra, Salix viminalis (Sánchez, 1982b). Las pajas pueden ser equivalentes a los pastos que sirven para el enrollado en espiral; y el esparto es igual al tule llamado xomalli (Molina, 2013 [1571], y Sahagún 2006 [1577]), y al malinalli (Durán, 2006 [1570]), el cual de acuerdo con Hernández (1615), Molina (2013 [1571]), y Clavijero (1826) es una de hierba vulgar de la cual se fabrican redes, escobas y casas. 2.3 Manufactura de los objetos La manufactura de los objetos se hace mediante diversas técnicas que van de acuerdo con la materia prima y con la pieza que se quiere elaborar. Algunos autores como Adovasio (1977), y Kuoni y Soriano (1977) realizaron clasificaciones de las múltiples formas que existen de tejer cestería. Estos investigadores junto con Sánchez (1982), en 35 sus respectivos trabajos, mencionan tres técnicas principales de manufactura: el espiral, el entretejido y el trenzado. Al parecer estos métodos son la base de la cestería en diferentes lugares del mundo. De estas tres -de acuerdo con el número de elementos y formas- se derivan otras técnicas más complejas que explico en este apartado. A continuación describo las características principales de las técnicas básicas. Cosido o enrollado de espiral Una de las técnicas más antiguas de las que se tiene conocimiento es el cosido o enrollado en espiral. En este procedimiento se juntan las fibras y cosen en redondo a partir de un centro. Se aplica a materiales con cierta flexibilidad como las hojas y varas muy largas y fibrosas de palmas, pastos, chuspatas y tules (Hernández, C. y Pascual, 2006). De acuerdo con Mirambell y Sánchez (2005), la unidad estructural en este tipo de método se basa en dos elementos, uno pasivo y otro activo. El elemento pasivo es el soporte o armadura y se compone de materiales en formas diversas que dan consistencia y solidez a la pieza. El elemento activo es la parte que enlaza al elemento pasivo. Como lo menciona Sánchez (1982b, p. 8) el procedimiento consiste en “ir enrollando un manojo vegetal sobre sí mismo”, para formar el cuerpo de la pieza, y al mismo tiempo se cose para que no se deshaga (figura 2.7). Entretejido La técnica de entretejido se hace de manera similar a los textiles con hilado. Al igual que éstos, se compone de un elemento pasivo y otro activo, el primero está formado por elementos verticales que se llaman urdimbre. La parte activa se compone de elementos horizontales o trama (Rodríguez, 1999). El procedimiento consiste en entretejer las fibras que forman la trama, entre las varas verticales o urdimbre, y se teje de abajo hacia arriba. Esto se puede hacer de dos maneras: en la primera intervienen fibras flexibles que se tejen ininterrumpidamente hasta llegar al borde; en la segunda se emplean varas que parten delfondo y que sirven de guías (urdimbre) para tejer la trama (figura 2.8). 36 Trenzado El trenzado se basa en tejer todos los elementos, generalmente número impar, los cuales son activos, por encima y por abajo, y formar ángulos de 90° (Rodríguez, 1999). Al respecto Mirambell y Sánchez (2005, p.164) afirman que: “Tecnológicamente es la menos compleja, el número de atributos es menor que en el espiral y el entretejido, y su identificación no presenta dificultad alguna”. Actualmente se utiliza el trenzado para tejer tules y palmas. En esta técnica se requiere el uso de manos y pies, además de herramientas sencillas como instrumentos con filo y piedras (Aguilera, 1985) (figura 2.9). La técnica de trenzado es la única de las tres que no se subdivide, a diferencia de las otras dos que lo hacen de acuerdo con la manera en que se tejen los materiales. Páez (1994) hace una división de la cestería con técnica de espiral que consiste en: cosida con costura simple, y cosida con costura compleja. La primera a su vez se subdivide con base en el número de montantes: sobre un montante, entre varios montantes, entre las puntadas, montante de elementos múltiples y cosido sobre un montante cordado. Para Páez (1994, p. 168) la cestería con costura simple: 37 Figura 2.8: Técnica de entretejido simple.Figura 2.7: Técnica de enrollado en espiral. […] es aquella cuyo elemento activo va cubriendo cada elemento pasivo con puntadas solamente envolventes e idénticas unas a otras. Las puntadas sostienen los elementos pasivos superiores e inferiores o se cosen entre sí, de tal manera que proporcionan resistencia estructural al objeto elaborado. La cestería cosida con costura compleja consiste en puntadas que van creando formas diversas mediante un proceso de engarzamiento y con remates o ataduras en cada puntada, se subdivide en cestería con costura semi- anudada y cestería con costura anudada. De la misma manera, Páez (1994) en su clasificación hace una subdivisión de la técnica de entretejido, dentro de la cual reconoce el tejido de entramado simple, de trama cordada, y de trama atada. La primera es la más común, consiste en el entrecruzamiento de las fibras que van en posición vertical con las que van de forma horizontal5. Dentro de esta sub-clasificación se incluyen el tejido de tafetán, sarga y esterilla, que se distinguen por el número de elementos que se entretejen (figuras 2.10 y 2.11). En la trama cordada se forma una cuerda que cubre cada uno de los montantes o urdimbre, esto mediante dos o más elementos que constituyen la trama. Dentro de esta 5 Pueden ser de igual o diferente material. 38 Figura 2.9: Técnica de trenzado. técnica, también se ubica el falso cordado, en el cual, para hacer la cuerda, se utiliza un material flexible y otro tan rígido como el de la urdimbre, por lo tanto “obliga a que la trama no se entrelace sino que permanezca sobrepuesta, mientras que las fibras más flexibles se van retorciendo alrededor del elemento rígido, sujetando simultáneamente la urdimbre” (Páez, 1994, p.158) (figuras 2.12 y 2.13). La técnica de trama atada es mayormente utilizada en la construcción y consiste en anudar la trama en uno o varios elementos de la urdimbre. De acuerdo con Páez (1994) se puede dividir en tres tipos: con una vuelta, con gasa simple y con verdadero nudo. 39 Figura 2.12: Técnica de cordado. Figura 2.10: Técnica de tafetán. Figura 2.11: Técnica de sarga. Figura 2.13: Técnica de falso cordado (vista interior). 2.3.a Técnicas prehispánicas En la época prehispánica -posiblemente desde el periodo Formativo hasta el Posclásico tardío- se utilizaron, además de las tres técnicas básicas, algunos otros métodos como la sarga y el tafetán que son derivados del entretejido. Esto es posible saberlo gracias a los hallazgos arqueológicos y a las fuentes históricas, los cuales resultan fundamentales para inferir el tipo de tejidos que existían. Evidencias arqueológicas Dentro de los hallazgos arqueológicos en la cuenca de México, investigadores como Serra (1988), Vaillant (1931), Barba (2001) y Niederberger (1975) han logrado identificar las tres técnicas básicas. Posiblemente la más antigua y más empleada en el periodo formativo sea la de enrollado en espiral. Como ejemplo de ello están los hallazgos de fragmentos de cestería encontrados por Vaillant en Ticomán (1931) y Zacatenco (1930), Barba en Tlapacoya (2001), y Niederberger (1975) en Zohapilco. Los tres investigadores coinciden en haber encontrado pedazos de objetos circulares con varios cabos torcidos, lo cual es característico de este método. Otro descubrimiento importante de objetos con esta técnica es el que menciona Nawa Sugiyama (2014); el hallazgo se hizo en el entierro 6 de la Pirámide de la Luna en Teotihuacan, y se trata de un trozo de cesta circular, con aproximadamente 18 serpientes en su interior. En cuanto a las técnicas derivadas del entretejido, se encuentran los hallazgos de Ticumán, Morelos, lugar en el que se encontraron diversas piezas de cestería pertenecientes al preclásico -350 a.C.-, algunas de ellas aparecieron completas y en muy buen estado de conservación. Entre estos objetos se encuentra una caja rectangular manufacturada con palma y con por lo menos dos tipos diferentes de técnicas, en la base se aprecia el tejido en sarga, y en el borde, el tejido en tafetán (figura 2.14). Dentro de la misma colección existe un fragmento de petate también manufacturado en palma y en el que claramente se distingue el tejido trenzado (figura 2.15). 40 Como evidencia arqueológica de la técnica de trenzado están algunas piezas de material orgánico que se localizaron en diversos entierros descubiertos por Vaillant (1931) en Ticomán. Presumiblemente estos fragmentos son petates que eran utilizados para forrar las tumbas. Las técnicas en los códices En los códices de los siglos XVI y XVII, y principalmente en los códices Florentino y Mendoza o Mendocino se pueden observar diversos objetos de cestería que formaban parte de las representaciones de la vida cotidiana o del ámbito ritual. En el Códice Florentino (1577) existen más de 138 imágenes que presentan al menos una pieza de cestería. De todos los objetos representados en esta obra, casi el 95% de las imágenes muestran elementos elaborados con la técnica de trenzado, siete contienen piezas con manufactura de entretejido, y sólo una figura presenta cestas que posiblemente manifiesten la técnica de enrollado en espiral (figuras 2.16, 2.17 y 2.18). En el Códice Mendoza solamente aparecen representaciones de cestería con técnica de trenzado. En la primer parte del documento, aproximadamente diez figuras muestran 41 Figura 2.14: Objeto hallado en Ticumán, Morelos. Imagen tomada de Sánchez Martínez y Alvarado. En www.enelvolcan.com. tafetán Figura 2.15: Fragmento de petate hallado en Ticumán, Morelos. Imagen tomada de Sánchez Martínez y Alvarado. En www.enelvolcan.com. sarga los asientos conocidos como tolicpalli. En la Matrícula de Tributos destacan los bultos y tanates como contenedores de mercancía diversa, y los tepotzoicpalli y petates que formaban parte del tributo. En la última sección que muestra la vida cotidiana aparecen objetos como petates, icpalli, petlacalli y mecapales. 42 Figura 2.16: Petate, tanate e icpalli representados con técnica de trenzado. Libro VII, folio 21 del Códice Florentino. Figura 2.17: Chiquihuites con técnica de entretejido simple. Libro VII, folio 16 del Códice Florentino. Figura 2.18: Cestas con posible técnica de enrollado en espiral. Libro I, folio 22v del Códice Florentino. Códices como el Borbonicus, el Borgia o el Megliabechiano muestran mujeres cargando cestas con fibras tejidas con la técnica de trenzado, personas sentadas en icpalli, y contenedores como tanates
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