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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN ESTUDIOS 
MESOAMERICANOS 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS 
 
 
CUXTITALI EN EL SIGLO XIX 
ETNOGRAFÍA HISTÓRICA DE UNA COMUNIDAD EN LA PERIFERIA DE 
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, MÉXICO 
 
 
TESIS 
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: 
DOCTOR EN ESTUDIOS MESOAMERICANOS 
 
 
PRESENTA: 
 
 
Anna María Garza Caligaris 
 
 
TUTOR PRINCIPAL 
DR. MARIO HUMBERTO RUZ SOSA 
CENTRO PENINSULAR EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
COMITÉ TUTORAL 
DR. JUAN PEDRO VIQUEIRA ALBAN 
EL COLEGIO DE MÉXICO 
 
DRA. PILAR SANCHIZ OCHOA 
UNIVERSIDAD DE SEVILLA 
 
MÉXICO, D. F. DICIEMBRE DE 2012 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
En Memoria de José de Jesús 
 
Agradecimientos 
Tengo mucho que agradecer a quienes me guiaron en un campo disciplinario lejano a aquel 
en el que me formé. En primer lugar doy las gracias a Mario Humberto Ruz que me dirigió 
y oriento sin desesperar por mis tropiezos y errores. Debo mucho También a Juan Pedro 
Viqueira, integrante de mi Comité Tutoral. Sus comentarios y la información que 
generosamente me compartió fueron muy importantes para la consecución de la tesis. A 
Pilar Sanchiz, también parte de ese Comité, agradezco sus muy acertadas sugerencias y su 
gentileza. Justus Fenner, Jan Rus y Sonia Toledo leyeron cuidadosamente mi trabajo e 
hicieron observaciones que lo mejoraron. 
Todos ellos han influido mucho en mi vida académica. La obra de Mario Ruz, Juan 
Pedro Viqueira y Jan Rus estimularon mi interés por la historia y son referencia obligada 
para los estudiosos de Chiapas. Sonia Toledo es autora de estudios etnográficos ricos y 
novedosos que han abierto nuevos caminos y son ejemplo a seguir. Justus Fenner es un 
experto en archivística y gran conocedor del siglo XIX en Chiapas. Sin el trabajo de rescate 
y catalogación de archivos que desde hace años ha emprendido no me hubiera sido posible 
conocer muchos de los documentos que dan vida a mi trabajo. 
Me siento afortunada de ser integrante del Seminario de Antropología de Poder, un 
espacio académico privilegiado por la calidad de los trabajos que ahí se presentan y la 
riqueza sus debates. En ese grupo interinstitucional discutimos secciones de esta tesis y me 
beneficié, además, de la lectura de los trabajos de José Luis Escalona, Sonia Toledo, Gracia 
Imberton, Antonio Gómez y Patricia Ochoa, así como de aquellos de profesores e 
investigadores invitados. 
Otras muchas personas me han ayudado en distintos aspectos de mi trabajo. Tadashi 
Obara me enseñó desinteresadamente a procesar datos censales y compartió conmigo la 
localización de algunos documentos. Especial gratitud guardo para mi hermana Rosa 
Isabel que me apoyó para corregir el texto y a Rafael Montero que en sus muchos viajes ha 
localizado pueblos y edificios en GPS y tuvo la paciencia de elaborar los mapas que 
necesité. 
Doy las gracias también a mis compañeros del Instituto de Estudios Indígenas, 
especialmente a Guadalupe Rodríguez, María Elena Fernández y Verónica León que me 
han auxiliado continuamente. 
Estoy en deuda con la Universidad Nacional Autónoma de México, alma máter 
durante la licenciatura y los estudios de doctorado. Reconozco especialmente al personal 
académico y administrativo del Doctorado en Estudios Mesoamericanos por su calidez y 
profesionalismo. 
He tenido el privilegio de contar con el aliento de mi familia. La fortaleza 
generosidad y creatividad de mi compañero, Rafael, y de mi hijo, Eduardo, han sido una 
inspiración. El cariño de mi madre, tía, hermanas y sobrinos siempre me acompaña. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuxtitali en el siglo XIX 
Etnografía histórica de una comunidad en la periferia de San Cristóbal de Las Casas, 
Chiapas, México 
 
 
 
Índice 
Introducción 
 
Capítulo I. La población de Cuxtitali y de los barrios de San Cristóbal: 
 Indígenas, no indígenas y sus transformaciones 
Capítulo II. El Juzgado de Cuxtitali. Gobierno, comunidad y autonomía 
Capítulo III. Los negocios familiares de Cuxtitali. El fiado, el trueque y los 
 plazos 
Capítulo IV. Menores y mayores. Aprendices, sirvientes y amos 
Capítulo V. Las tierras y aguas de Cuxtitali 
Consideraciones finales 
Bibliografía 
 3 
 
 
 22 
 70 
 
104 
143 
171 
205 
215 
 
Anexos 
Anexo 1: El impuesto personal y los censos de población 
Población de hombres y mujeres en los barrios de San Cristóbal 1858 - 1888 
Población y crecimiento de Cuxtitali, San Cristóbal y Chiapas según censos de 
capitación (1826 – 1900) 
Población y crecimiento de Cuxtitali, San Cristóbal y Chiapas 1777 - 1900 
Ocupaciones de la población según el censo de 1858-1859 (Ocupaciones de los 
barrios San Cristóbal; ocupaciones en los municipios de San Cristóbal, Tuxtla y 
Comitán; Ocupaciones de los departamentos de Chiapas 
Algunas características de la población de Cuxtitali y algunos barrios de San 
Cristóbal en la década de los ochenta (padrones de 1884 y 1888): edad y 
género; solteros, casados y viudos; ocupaciones de hombres y mujeres; los 
barrios y sus sirvientes 
Ocupaciones de hombres y mujeres en Cuxtitali (1870, 1884, 1888) 
 238 
239 
245 
247 
248 
 
 
249 
 
 
 
 
253 
285 
Anexo 2: Inventario del Juzgado Auxiliar de Cuxtitali 1850 - 1896 287 
Anexo 3: Los alcaldes de Cuxtitali 297 
Anexo 4: Los sirvientes en los padrones de población de Cuxtitali (1870, 1884, 
1888) 
 
301 
Anexo 5: Los sirvientes contratados en Cuxtitali (1880, 1888, 1891) 304 
Anexo 6: Fincas en las inmediaciones de San Cristóbal de Las Casas, 1895 307 
3 
 
Introducción 
Cuxtitali, un pequeño barrio marginal situado en la periferia de San Cristóbal de Las 
Casas, en el estado sureño de Chiapas, México, se distingue del resto de la ciudad en 
muchos sentidos. Tiene una red propia de distribución de agua entubada –excepción 
notable en un país en el que la Federación y ahora los gobiernos locales han controlado el 
acceso a este recurso1–, una liga de futbol propia y una vinculación estrecha con lo que 
fueron antiguamente sus tierras de labor, ahora el ejido Pinar-Cuxtitali. Es además todavía 
conocido por el comercio itinerante de baratijas y el negocio del puerco en que desde hace 
siglos se especializaron hombres del barrio y por la venta de los derivados de este animal en 
el mercado público, de la cual también desde hace mucho se han encargado algunas 
mujeres. 
La gente de las secciones céntricas los desdeña por pobres, atrasados, cerrados, 
pendencieros y rudos, aunque le conceden un cierto valor a la tenacidad de su separatismo. 
Los cuxtitaleros, por su parte, defienden su singularidad con una extraña mezcla de orgullo 
y ansiedad, siempre esforzándose por distanciarse de los indios que viven, explican, en la 
―ribera‖ del barrio, la orillada, replicando en su barrio una vieja representación que ubica en 
el centro (los centros) a los ladinos y a los indios en la periferia (las periferias). 
 
 
 
 
 
 
1 Véase Contreras, 2003; García, 2005 y Plattner, 1980. 
 
 
San Cristóbal de Las Casas actual 
Fuente: Ayuntamiento municipalCuxtitali 
4 
 
 
Dicen desconfiar de los extraños que se asientan en sus demarcaciones, insisten en que 
deploran los cambios de costumbres y que resienten a los que enamoran a ―sus‖ mujeres; 
pero lo cierto es que en Cuxtitali siempre ha habido un ir y venir de gente de distintos 
barrios y pueblos y sus habitantes tienen parientes en otros lugares de la ciudad y en 
localidades como Huixtán, Tenejapa, Ocosingo, Sitalá, Chilón, Yajalón, Chenalhó, 
Pantelhó, Simojovel, Huitiupán. Si antaño se cuidaban las fronteras con los barrios de 
Guadalupe y El Cerrillo, en el punto llamado ―la Cruz de Cuxtitali‖ y en el lugar conocido 
como el ―zanjón‖, ocupado ahora por la Fundación Na Bolom2, no era tanto de la llegada de 
extraños, sino de que éstos no aceptaran la legitimidad de las formas locales de dominio. 
Los avecindados que se acogían a las prácticas locales y se adaptaban al modo de vida que 
dirigía su elite, pasado el tiempo eran aceptados. 
Durante mucho tiempo se establecieron arreglos que llevaron a sus habitantes a 
mantener una cierta separación ante el resto de la ciudad y éstos habían podido renegociarse 
y adaptarse a los cambios sociales, políticos y económicos. En las últimas décadas, sin 
embargo, los cambios tan vertiginosos que han impactado sobre el estado también tuvieron 
efecto en el barrio. La emigración de sus habitantes jóvenes y la llegada de foráneos, 
nacionales y extranjeros, con muy distintos intereses y formas de vida han contribuido a 
romper las lógicas bajo las cuales en distintos momentos se movió el barrio. Nuevos 
partidos políticos se han introducido en este espacio social, más heterogéneo ahora que 
antaño, las disputas en torno al agua se multiplican, e incluso en las ceremonias religiosas 
han dejado de participar todos los vecinos (unos por cambio de credo; otros por simple 
desinterés). No obstante, aunque disminuidos, los lazos comunitarios todavía existen y se 
reviven en fiestas de barrio y familiares. 
Una explicación muy ampliamente aceptada sobre las peculiaridades de Cuxtitali 
tiene que ver con un supuesto origen socio-étnico especial: una nebulosa raíz quiché, no 
documentada, que –se supone– ha pervivido en el recuerdo de sus habitantes a pesar de más 
de 400 años de tiempo compartido con el resto de San Cristóbal en el valle de Jobel. Esta 
 
2 Na Bolom fue creada por el antropólogo danés Franz Blom y la fotógrafa suiza Gertrude Duby. Alberga una 
muy interesante biblioteca y mapoteca, un pequeño museo, un restaurante y un hotel (véase http. 
www.nabolom.org). 
. 
5 
 
versión en realidad no parece haber surgido hace mucho en la localidad, pues cuando Stuart 
Plattner estudió el barrio hacia fines de la década de 1960 los testimonios locales no hacían 
referencia alguna a Guatemala (1969: 23-24). El resto de los sancristobalenses, decía el autor, 
menospreciaba a Cuxtitali por considerarlo ―atrasado y pobre‖ y en ese tiempo sólo los 
―letrados‖ le atribuían procedencia quiché (Ídem: 24). Puede haber sido Eduardo Flores, que 
conocía bien el archivo diocesano, el primero en concederle este nacimiento (1973: 141); 
aunque no se sabe cuáles fueron sus fuentes, ni hasta ahora se ha encontrado pista 
documental alguna que lo sugiera. Andrés Aubry y Angélica Inda, encargados después del 
mismo archivo, seguramente llevaron a Cuxtitali la noticia, que fue bien recibida y acogida 
como propia por la gente del barrio. A los guatemaltecos, conocidos como chapines, se les 
liga con el comercio itinerante en Chiapas, pues era muy común que vendedores de 
baratijas cruzaran una frontera antes poco vigilada. Es probable que una conexión 
genealógica pareciera sensata a quienes dedicaban su vida a negocios comerciales 
similares. Además un origen, tan lejano temporal y espacialmente como el pasado que se 
presenta en los museos, en muchos sentidos también ilusorio, podría explicar dignamente 
sus diferencias frente al resto de la ciudad. 
De cualquier manera invocar un pasado guatemalteco, si lo hubiera, no ofrece 
utilidad para el análisis. Asignar a la gente de Cuxtitali –o a cualquier otro grupo- 
características o virtudes especiales derivadas de su origen reduce y empobrece el análisis y 
convoca imágenes de estabilidad, aislamiento y homogeneidad, simplificaciones de las 
cuales las ciencias sociales se han esforzado por alejarse (Gruzinski, 2007 [2000]: 59 ss.). 
Aunque la creencia de que se siguen dictados naturales y de sangre sea socialmente 
convincente, no puede explicar el orden interno del barrio, las asimetrías entre su gente y su 
modo de vida; ni es argumento suficiente para aclarar el lugar que ocupan los cuxtitaleros 
dentro las jerarquías sociales citadinas, o la manera en que Cuxtitali se integró a su contexto 
regional. No permite entender tampoco las diferencias que, localmente se asegura, existen 
frente a los muchos migrantes recientes que ahora habitan San Cristóbal y que conservan 
lenguas y vestimentas distintivas de los pueblos indios circunvecinos. 
En realidad el barrio nunca estuvo encerrado en sí mismo ni vuelto hacia el pasado. 
Durante la segunda mitad del siglo XIX se vinculaba con otros barrios, pueblos, y ciudades, 
y de todos ellos deben haber recibido población e influencias. Los sancristobalenses de ese 
6 
 
periodo, además, tuvieron gran movilidad y las fuentes que he consultado permiten 
distinguir en cierta medida que en estos movimientos participaron los cuxtitaleros. Habría 
que buscar otra explicación, entonces, para entender sus relaciones comunitarias. 
 
Una primera presentación 
La antropología ya ha conocido las ventajas de recurrir a la historia con el objeto de 
destacar los cambios y las interconexiones entre las colectividades más que su aislamiento 
(Wolf, 1990 [1982]), aunque ciertamente no ha sido la tendencia general de la disciplina. Por 
su parte algunos historiadores y otros científicos sociales se han acercado a los estudios 
culturales y han buscado relacionar el pasado con los intereses locales y las vidas privadas 
(entre otros Van Young, 2001; Mallon, 2003 [1995]; Joseph y Nugent, 2003 [1994]) y han contribuido 
a construir un espacio común para estas disciplinas. Abrevando de estos autores presento 
una historia de Cuxtitali no por completo separada de los demás barrios, entre los cuales se 
estableció un orden complejo que se fue transformando a lo largo del tiempo, desde que 
eran ―arrabales indios‖ en las inmediaciones de Villa Real, hasta convertirse en parte de 
San Cristóbal. 
Cuxtitali y otros cinco barrios indios (Mexicanos, Tlaxcala, San Diego, San Antonio 
y El Cerrillo) se habían formado en la vecindad de los colonos españoles en distintos 
momentos del siglo XVI. También llamados arrabales, fueron pueblos o aldeas indias en la 
afueras de la ciudad y no propiamente parte de ella, de modo que mantuvieron cierta dosis 
de independencia durante el periodo colonial. Estos asentamientos ocuparon lugares 
sociales distintos, ligados a los orígenes que se atribuía a sus pobladores, especialmente en 
los primeros tiempos. Pero no fue el origen imputado el único ingrediente que intervino 
para fijar (temporalmente) la posición de cada uno, ni aun recién formada la villa española 
y su perímetro indio. Desde un inicio, los muchos conflictos y complejas alianzas entre los 
distintos pobladores dejaron impronta sobre los barrios y el centro español y contribuyeron 
a dar forma a sus relaciones. 
Con el paso del tiempo, como veremos especialmente en el primer capítulo, 
diversos fenómenos sociales hicieron mella sobre las formas de organización iniciales e 
imprimieron características particulares a la población de los barrios. Las diferencias entre 
ellos son especialmente notorias a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, luego de 
7 
 
periodos de plagas y enfermedades. Paulatinamente los barrios perdieron su condición 
tributaria,primero los que ya se habían acercado más al asentamiento español, El Cerrillo y 
Mexicanos, luego San Antonio y, más lentamente, San Diego. Poco después esos barrios 
comenzaron a ser absorbidos por el centro, proceso que acentuó sus diferencias con 
Tlaxcala y Cuxtitali, que habían quedado a la zaga. El lugar que estos últimos ocuparon en 
el orden colonial del valle de Ciudad Real durante este tiempo y la manera en que sus 
habitantes afrontaron su posición llevó a retrasar la pérdida de su calidad india, o en 
términos locales, su ladinización3, un proceso en que las otras secciones se habían 
embarcado. El costo que pagaron estas secciones fue el mantenerse como tributarias hasta 
el fin de La Colonia y que su integración a la ciudad fuera más difícil. Puesto que 
predominaba la gente sujeta al tributo, se conservaron autoridades que lo recaudaban y que 
tutelaban la comunidad. En cambio donde los indios dejaban de ser mayoría, los 
funcionarios que los habían representado perdieron atribuciones y fuerza4. 
Entre los barrios que se mantenían como tributarios se observan también 
diferencias. Mientras Cuxtitali pudo mantener cierta autonomía para el manejo de sus 
relaciones internas y mayor control sobre sus recursos5, Tlaxcala, indio también, no tuvo las 
mismas posibilidades. La dependencia y subordinación al barrio de Mexicanos 
probablemente frenaron su capacidad de maniobra y poder de negociación, como planteo 
en el mismo capítulo I. 
Los procesos de ladinización, por otro lado, permiten advertir que los barrios eran 
en su interior espacios sociales complejos y diferenciados. Las familias ocupaban lugares 
desiguales, derivados tal vez de ocupaciones e ingresos distintos y de los cargos y otras 
posiciones de prestigio que sus integrantes ocupaban. Esas posiciones les abrieron distintos 
 
3 Aunque el significado del término ladino varió dependiendo del tiempo y la provincia, por ladinización hago 
referencia a la transformación de la población no española de Ciudad Real y sus alrededores que dejaba atrás 
tipologías más o menos diferenciadas para convertirse en ―una mezcla de todas ellas‖ (Archivo General del 
estado de Chiapas, Documentos históricos sobre Chiapas, Boletín 6: 13 ss.). 
4 Es poco probable que se hayan formado ayuntamientos en los barrios bajo la Constitución de Cádiz (aunque 
este ordenamiento lo permitía), dado que el proceso de integración a la ciudad estaba ya para entonces 
bastante avanzado. Cabe la duda con respecto a Cuxtitali (véase capítulo II). 
5 Un caso muy distinto que, sin embargo, llegó a resultados similares es el de los indígenas pulares en el valle 
Calchaquí en el Tucumán (actual Argentina). Juan Ignacio Quintián (2008) analiza la conformación y 
cohesión de estos indios, que previamente no constituía una unidad política o un grupo identitario 
homogéneo, como resultado de su manera de integrarse al orden colonial. En un contexto de frontera con una 
región insumisa, la estrategia de negociación y alianzas con los españoles por la que optaron distintas 
colectividades de habla quechua, los condujo por un sendero que les proveyó de vínculos e identidad y que 
sobrevivió también mucho después de la Independencia argentina. 
8 
 
caminos en su cambio de adscripción. También relevante para dejar la condición tributaria 
era la composición de estas familias y unidades domésticas: el número y género de quienes 
las formaban6. Sus capacidades para retener o para atraer nuevos miembros iban más allá 
de la sola reproducción biológica. 
Luego de la Independencia los barrios acabaron de integrarse a la ciudad y al 
hacerlo el Ayuntamiento suplió las pocas autoridades que todavía subsistían en los barrios. 
Solamente se toleró su permanencia en Cuxtitali, donde fungieron como mediadores entre 
los funcionarios legalmente instituidos de San Cristóbal y una comunidad que se 
consideraba subordinada y distinta. Convenía a las nacientes instituciones políticas y 
administrativas este arreglo, dadas sus dificultades, económicas y de organización político-
administrativa, para mantener una burocracia que pudiera administrar siquiera las márgenes 
de la propia capital7. Esa manera de unirse a la ciudad debe haber favorecido una vez más 
las ligas entre los habitantes del barrio. 
Durante la segunda parte del siglo XIX a través de un juzgado menor, y con la 
tolerancia de las autoridades administrativas, políticas y judiciales de la entonces capital 
chiapaneca, Cuxtitali tuvo en sus manos las riendas administrativas y de gobierno de su 
barrio. Los acuerdos que se fraguaron en esas circunstancias, utilizando las propias leyes 
liberales, sus vacíos y componendas, permitieron que continuaran en poder de los vecinos 
algunos recursos y bienes comunitarios, en especial las tierras que antes habían formado su 
ejido, a pesar de las muchas providencias tomadas durante el siglo en contra de los bienes 
inmuebles colectivos8. Éste y otros beneficios deben haber legitimado a sus dirigentes y al 
 
6 Pese a la relevancia de la edad para este género de análisis, me he visto obligada a descartar los datos poco 
confiables de los censos que, además, normalmente sólo distinguen entre adultos y menores de 10 años. 
7 Muy lejos estaba Chiapas de una organización estatal moderna, cuya eficiencia, según la concepción de 
Weber (2008 [1922]), descansa en una burocracia profesionalizada. En Chiapas muchos de los funcionarios 
(los de los ayuntamientos y los juzgados menores, por ejemplo) no recibían estipendio alguno, de modo que 
se rehuían estos cargos y sólo se aceptaban cuando no quedaba más remedio. Estos funcionarios buscaban 
excusas de toda índole para renunciar, como consta en muchos expedientes del Archivo Histórico Municipal 
de San Cristóbal. No obstante, cuando las funciones públicas podían vincularse, legal o ilegalmente, con 
negocios lucrativos había competencia para el puesto. 
8 En realidad los esfuerzos para liberar las propiedades comunitarias Los Altos no tuvieron mucho éxito 
hasta la segunda mitad del siglo y especialmente hacia finales del siglo XIX; pero aún después muchos 
pueblos mantuvieron al menos parte de sus tierras ejidales o las recuperaron, así fuera mediante su compra. 
Todavía en 1913 la mayoría de los pueblos del departamento de Las Casas, la región político-administrativa 
de la que San Cristóbal era cabecera, no habían fraccionado sus ejidos de acuerdo con un informe del jefe 
político: Chamula y Tenejapa tenían ejido cada uno y también sendas propiedades compradas por sus 
pueblos; en Huixtán además del ejido tampoco dividido, había una copropiedad que compartían varios 
vecinos. Amatenango, San Pedro Chenalhó, Santa Marta, Magdalena, Santiago, Mitontic, San Felipe 
9 
 
mismo tiempo fortalecido la asociación comunitaria. Aunque Cuxtitali acabó por perder 
una fracción de sus tierras (no sin una esforzada y larguísima lucha legal, algunas formas de 
resistencia extralegal, e incluso, tal vez, de la oposición violenta), conservó hasta mediados 
del siglo XX la mayor parte de ellas. 
 
La discusión 
Cuxtitali no puede analizarse más que en relación con la ciudad bajo cuya sombra nació y 
de la que luego formó parte. Aunque he elaborado este trabajo en un periodo en el que la 
investigación social chiapaneca empieza a tomar en cuenta la importancia de lo urbano en 
las relaciones sociales regionales y ha puesto atención a pronunciadas distinciones, 
asimetrías y conflictos que tienen por escenario la vida citadina, una larga herencia la ha 
inclinado hacia lo rural. Pocos lugares de México han recibido tanta atención de la 
antropología y otras ciencias sociales como la región influida directamente por San 
Cristóbal, mientras ese centro ha permanecido poco investigado. Me enfrenté a una 
tradición que lo ha supuesto simplemente asiento de población española y de sus 
descendientesde sangre o de espíritu, los cuales manejan a su antojo un área india rural, a 
pesar de que se admite el remoto pasado indígena de Cuxtitali y otros barrios (sobre todo de 
aquellos cuyos nombres no dejan asomo de duda, como Mexicanos y Tlaxcala). Esta 
imagen se forjó durante una larga historia y luego fue retomada y difundida por el 
indigenismo y la antropología, que se interesó centralmente por las áreas rurales 
caracterizadas como ―culturalmente distintas‖ y dejó prácticamente sin estudiar las 
ciudades chiapanecas. Hoy forma parte de una percepción muy extendida, construida sobre 
un sentido común que supone la existencia de diferencias esenciales entre indios y no 
indios y de escenarios naturales para el desarrollo de cada grupo, uno en el campo, otro en 
la ciudad. Detrás de ello encontramos una ficción socialmente compartida: que las 
categorías sociales se derivan de la biología o de esencias culturales igualmente naturales. 
 
Ecatepec y San Lucas tenían ejidos considerados indivisos por la administración pública, mientras que el 
pueblo de Chanal había quedado dentro de una propiedad privada y no tenía ejidos o propiedades para el uso 
de sus habitantes. 
 Sólo San Cristóbal (con excepción del terreno Chupactic), Teopisca, Nuevo León y Pantelhó habían 
reducido a propiedad sus ejidos. 
Archivo Histórico del Estado de Chiapas, Secretaría General de Gobierno, Fomento, 1913, vol. IX, exp. 37 
(6), núm. 349. San Cristóbal Las Casas, 5 de septiembre 1912. 
10 
 
La tentación constante para la antropología, entonces, es llevar conceptos muy 
problemáticos desde ―la comunidad" y revivirlos en este ámbito donde ahora se estrena. 
Así, San Cristóbal o sus barrios –especialmente Cuxtitali por sus llamativas 
particularidades– se podrían representar mediante lógicas culturales que se explican sólo a 
partir de referencias a sí mismas y como colectividades cerradas, homogéneas y armónicas. 
Intento por ello poner distancia de aquel viejo concepto de cultura, visto como un sistema 
relativo de significados, duradero, internamente coherente, y comprensible cada uno sólo en 
sus propios términos, que gobierna todos los aspectos de la vida social de sociedades 
particulares, distintas y separadas (Benedict, 1959). Desde esta perspectiva tradicional 
difícilmente podría darse cuenta de una comunidad como la de este barrio, configurada por 
una urdimbre de redes sociales en las que estaban impresas las marcas del poder y 
jerarquías de género, edad, posición ocupacional, económica y distintas formas de 
prestigio. 
Barth (1976 [1969]) ha dejado claro que las fronteras entre los grupos no se sostienen 
en ausencia de interacción, sino que más bien dependen de la asiduidad del trato y que el 
auto-reconocimiento colectivo está ligado a las diferencias que ―otros‖ atribuyen al grupo. 
Indiscutiblemente la persistencia de Cuxtitali como comunidad diferenciada tiene relación 
con este proceso. Pero la asignación y auto-asignación identitaria según Barth es un proceso 
que crea pertenencias exclusivas e imperativas (a pesar de que algunos individuos cambien 
su filiación en el transcurso de sus vidas particulares), mientras que las fronteras de la 
diferencia cultural en Cuxtitali, como veremos, jugaron un papel más indeterminado y 
sujeto a la manipulación. 
Muchos estudios han mostrado que el significado de las clasificaciones sociales 
cambia a lo largo del tiempo y que la pertenencia a los grupos formados a partir de ellas se 
ha negociado y manipulado continuamente9, pero las ciencias sociales tienen todavía mucha 
dificultad para explicar sus transformaciones y para romper oposiciones binarias. Cuxtitali 
estuvo en muchos sentidos en intersticios poco definidos de las percepciones sociales sobre 
lo indio y lo ladino, sobre el campo y la ciudad, cuyas fronteras se desplazaban en distintos 
ámbitos de interacción. Estos desplazamientos pueden entenderse, según lo propone Erving 
Goffman (2001 [1959]), como representaciones realizadas en distintos escenarios entre 
 
9 Véase Escobar Ohmstede (2009: 76), Ruz (1992), Pitarch (1998), Obara, 2007, entre otros. 
11 
 
actores que se influyen mutuamente y que tienen facultades, exigencias y expectativas 
distintas. La persona (o el grupo) ―se presenta‖ por medio de una conversación cotidiana 
(que incluye comunicación verbal y gestual) exagerando o enfatizando ciertos atributos, 
ocultando o callando otros e incluso falseando en cierta medida algunos más. Así los 
cuxtitaleros jugaban el papel de ladinos urbanos frente a interlocutores indígenas rurales y 
al mismo tiempo eran juzgados por los sancristobalenses de los barrios céntricos casi indios 
(o indios no puros) que habitaban una ranchería vecina. 
Estas representaciones, sin embargo, no son simple expresión de voluntades que 
eligen libremente el papel a representar, como a veces se han interpretado las posiciones de 
Goffman. Primero porque las situaciones de interacción preceden y condicionan los 
espacios y las formas de acción de los actores (Herrera y Soriano, 2004: 66); pero también 
porque los actores no dominan por completo su actuación, sobre todo su comportamiento 
no verbal, y dejan entrever aquello que se hace sin pensar: 
…como actuantes, somos con frecuencia más conscientes de las normas que 
podemos aplicar, pero que no aplicamos, que de aquellas que aplicamos sin 
pensarlo‖ (Goffman, Op. Cit.: 66). 
Los documentos, por supuesto, difícilmente recogen gestos, movimientos corporales, 
titubeos, pero siguiendo esta línea de indagación, pueden encontrarse en los textos 
evidencias de su interacción asimétrica con los funcionarios de los distintos poderes y otros 
personajes de la ciudad a través de su escritura vacilante y llena de errores, su actitud 
humilde y ansiosa cuando consultan o se relacionan con sus superiores; de parte de ellos, 
condescendencia, burla, regaños, desdén. Si ese material es mucho más pobre que el que 
permitiría la observación directa, menos constancia existe todavía de su interacción cara a 
cara con interlocutores de las áreas rurales. No hay más remedio que aceptar que no puede 
permanecer por escrito más que una fracción minúscula de la vida de las gentes y trabajar 
con esas huellas apenas visibles. 
Giddens (1995 [1984]: 102 ss.) considera que si bien Goffman retrata agentes con un 
sesgo voluntarista, por otro lado pone mucha atención a las rutinas de la vida diaria (que 
desde su perspectiva se realizan sin motivación consciente), y así aporta a la indagación 
sobre los vínculos entre la acción intencional y la reproducción social; es decir, sobre la 
intersección de lo que Giddens llama conciencia práctica (forjada por las motivaciones no 
12 
 
conscientes de su acción) y conciencia discursiva (aquello sobre lo cual los agentes 
reflexionan, formulan explicaciones e intentan influir). 
La gente de Cuxtitali construyó una forma de vida relacionada con la ambigüedad 
de su posición y con sus formas de sobrevivencia, a veces y en algunos sentidos sacando 
ventaja de su posición y otras veces sufriendo sus consecuencias negativas. George Foster 
(1972 [1967]) utilizó el término ―estilo de vida” para caracterizar al campesinado, que, 
consideró, no tiene una cultura autónoma, sino una forjada por sus formas de subsistencia y 
por su subordinación económica, política y cultural frente al centro de poder regional. Si 
pudiéramos descartar las consecuencias de la perspectiva desarrollista de Foster –las 
características negativas que atribuye al campesinado (falta de creatividad, inflexibilidad, 
dificultades para aprovechar las oportunidades) y el que concibe su cultura como un mal 
remedo, rezagado, inoportuno e imperfectamente comprendido de aquello que se crea enespacios sociales más desarrollados– hablar de estilo o modo de vida nos sería útil para 
enfatizar la interconexión de los procesos laborales, económicos y culturales, en lugar de su 
independencia y la separación. El empleo de este concepto daría lugar también al análisis 
de ciertas prácticas y formas de relación social usuales entre la gente de Cuxtitali sin hacer 
referencia a una cualidad esencial de sus habitantes, ni segregar al barrio de su contexto 
urbano o de la posición que sus habitantes ocupaban dentro de las jerarquías citadinas. 
A más de sus vínculos con la ciudad, el modo de vida de Cuxtitali estaba 
fuertemente ligado a las zonas rurales de Chiapas central, donde los varones del barrio 
pasaban largas temporadas y realizaban parte sustancial de sus actividades económicas y 
laborales. Hacían negocios de diverso tipo –entre ellos el que les daba fama, la compra de 
puercos– transitando por varias rutas de comercio a lo largo de los caminos principales y 
secundarios hacia Tabasco y ocasionalmente hacían de alguno de los pueblos o fincas de 
esta zona su lugar temporal o definitivo de residencia. Se trataba de regiones agrarias 
heterogéneas, conformadas por pueblos y rancherías campesinas, propiedades agrícolas de 
muy diverso tipo (ejidos y predios comprados por pueblos indios, ranchitos de unas cuantas 
hectáreas y fincas de diversa magnitud y productividad). Su población era 
mayoritariamente indígena, pero algunos ladinos se habían establecido en muchos pueblos 
y ocupado posiciones privilegiadas a partir de mediados del siglo XIX y a veces antes. De 
este ámbito –que Foster no consideró cultural o económicamente creativo– provenía, de 
13 
 
hecho, parte importante de los referentes culturales que los habitantes de la región, 
incluyendo a los citadinos, compartían desde posiciones distintas y que les permitían 
interactuar en los distintos escenarios, entablando una comunicación que entrelazaba el 
sentido y el poder (Wolf, 2001); así busco mostrarlo a lo largo de este trabajo. 
La perspectiva de Gavin Smith (1989), mucho más rica y fecunda, apuntala el 
sentido que he adoptado. He traducido un tanto libremente como modo de vida lo que él 
denomina livelihood para hacer referencia a la articulación de procesos culturales, laborales 
y políticos que, según propone este autor, se conjuntan en la vida cotidiana de la gente de 
Huasicancha, aldea de la Sierra Central de Perú, a lo largo de su historia. Examina 
minuciosamente las muy heterogéneas actividades de subsistencia de sus habitantes, las 
microempresas familiares que han formado en distintos tiempos y las relaciones que crean 
los que en ellas se involucraron. Sostiene que mediante los procesos de trabajo se 
mantuvieron vinculados a pesar de sus diferencias de ingresos, de posición social y de 
trabajo, e incluso pese a hacer su vida en distintos espacios geográficos y sociales (en su 
aldea natal, en pueblos cercanos y en distintas ciudades de la región). Estos vínculos –tan 
asimétricos como los que entablaron los cuxtitaleros– dieron continuidad a una comunidad 
que no se conservó congelada en el tiempo, ni apartada de la influencia de un muy 
complejo y cambiante contexto político y económico. 
Smith representa una comunidad formada por redes sociales asimétricas; pero no 
problematiza el lugar de las diferencias de género y edad en las familias, grupos de 
parientes y en el pueblo mismo. Al contrario de este autor, encuentro necesario insistir en la 
importancia de analizar estas relaciones de poder. No está de más reiterar que no apelo a 
esencias universales que diferencian hombres y mujeres o a categorías de edad 
preestablecidas en las que los sujetos naturalmente se insertan. Busco abordar, más bien, 
formas sociales de percepción, caracterización y valorización de diferencias con sentido en 
Cuxtitali, ―normales‖ en sus prácticas y relaciones sociales. Los trabajos sobre relaciones 
entre los géneros en distintos contextos y tiempos han proliferado en las ciencias sociales y 
he podido echar mano de diversas herramientas y de una experiencia académica 
relativamente larga. Por lo contrario, la incursión en las diferencias generacionales es más 
escasa. No es mucha la literatura antropológica que se interese por analizar la socialización 
(De León, 2005; Modiano, 1974) o el papel económico de los niños y jóvenes (Collier, 1995b) y 
14 
 
tampoco ha sido un tema favorito de los estudios históricos mexicanos (Santiago, 2007; 
Sosenski, 2003). 
El interés fundamental de Smith son las movilizaciones campesinas vinculadas con 
sus formas cotidianas de subsistencia. Elaboró una brillante interrelación de la experiencia 
diaria de trabajo y sobrevivencia del heterogéneo conjunto (tan multifacético como 
Cuxtitali) que se considera parte de este pueblo, con su experiencia política de oposición. Si 
bien los huasicanchinos construyeron un discurso sobre centralidad de la tierra en su forma 
de vida y se movilizaron para recuperar lo que consideraban suyo, lo hicieron desde 
distintas posiciones y distintos grupos se disputaron la conducción política del movimiento. 
 Mi interés no se orienta fundamentalmente hacia la insurrección, a pesar de que, como 
ya dije, existen razones para sospechar que Cuxtitali pudo haber participado en algunos 
episodios de lucha violenta, sino a formas más acomodaticias y elásticas de lo que se ha 
llamado ―resistencia popular‖ que moldearon el tipo de autonomía que tuvo el barrio (Joseph 
y Nugent, 2002 [1994]). Las expresiones chiapanecas del liberalismo constitucionalista, así 
como las que surgieron en el marco del liberalismo institucional, como lo tipifica Knight 
(1985)10 habían permitido que Cuxtitali se comportara como una municipalidad y 
conservara un cuerpo de autoridades, a pesar de estar incorporado a San Cristóbal. Bajo la 
cobertura de estructuras institucionales creadas para otros fines, como lo han hecho en 
distintos momentos otras localidades pequeñas11, el barrio había edificado estructuras de 
autoridad locales que sobrepasaron el ámbito de lo que le competía y había negociado un 
espacio de interrelación con la ciudad que le permitía su reproducción como comunidad. En 
la segunda mitad del siglo XIX un juzgado menor con sus alcaldes tomó las riendas del 
barrio. Ese juzgado creó una suerte de escenario, diría Wolf (2001 [1998]: 20), dentro del cual 
 
10 Alan Knight propone considerar distintos tipos de liberalismo o, mejor dicho, distintos conceptos 
organizadores para entender el estado liberal mexicano y sus transformaciones entre la Revolución de Ayutla 
y la Revolución mexicana. El liberalismo constitucionalista, que proponía gobiernos representativos, derechos 
jurídicos y equilibrio de poderes, dominó inmediatamente después de la Independencia y resurgió con 
Madero. El liberalismo institucional, representado por ideas plasmadas en la Constitución federal de 1857, 
buscaba suprimir fueros y tierras en manos corporativas y acometió especialmente los privilegios e intereses 
económicos de la Iglesia. Finalmente el liberalismo desarrollista porfirista que prefirió diferir los principios 
constitucionales para favorecer el ―orden‖ y el ―progreso‖. 
11 Así por ejemplo, diversos ejidos de Chiapas han desarrollado cuerpos de dirección y liderazgo que actúan 
sobre todo tipo de cuestiones de incumbencia colectiva a partir de los cargos que la burocracia 
posrevolucionaria creó para la atención de los asuntos agrarios. Véase el análisis de ello en Gemma Van der 
Haar (2001: 133) para el caso de los tojolabales. 
15 
 
la gente pudo dirimir sus conflictos y organizar política y administrativamente su barrio, 
legitimando, acomodándose y oponiéndose a distintas fuerzas dentro y fuera de él. 
Las instituciones políticas, administrativas y judiciales de San Cristóbal –
asociadas a fuerzas que se crearon en el largoy confuso proceso de formación del Estado 
mexicano– habían comenzado a sufrir la influencia de los proyectos porfirianos y su visión 
de ―orden‖ y el ―progreso‖ a mediados de 1880. Pero fue bajo el gobierno de Emilio Rabasa 
(1891-1894) cuando el estado tomó definitivamente el nuevo rumbo: centralización 
administrativa y política, eficiencia fiscal y la puesta en marcha de un plan de desarrollo 
liberal centrado en la privatización de la tierra y la agroexportación (Benjamin, 1989 [1981]). 
En Cuxtitali, el reordenamiento de la administración pública llevó a la pérdida de 
atribuciones extralegales de que habían gozado sus alcaldes y a serias amenazas a sus 
tierras de labor. 
Igual que para los huasicanchanos, la tierra ocupó un lugar importante tanto en el 
discurso sobre las cualidades locales, como en el modo de vida de Cuxtitali y sus 
habitantes, por eso la defendieron utilizando lo que tuvieron a su alcance. Sin embargo, la 
postura de los cuxtitaleros frente a movimientos rebeldes dependió de muchos factores y de 
distintas circunstancias, cuando se involucraron, tuvieron cuidado por no retar abiertamente 
a los gobernantes, puesto que su cercanía con la ciudad los hacía vulnerables. Se sospechó 
de su participación como espías para los indios rebeldes durante la gran insurrección de 
1712, pero nunca se comprobó12. Durante la llamada ―Guerra de castas‖ en 1869 más bien 
se sintieron agraviados por los indios y tomaron parte de las fuerzas represivas de la ciudad. 
Finalmente en 1911 parecen haberse involucrado en un obscuro y ambiguo movimiento que 
tuvo como personajes más visibles un grupo de residentes notables de San Cristóbal e 
indios del Altiplano, como lo discutiré en el capítulo V. En muchos otros momentos 
prefirieron recurrir a alianzas, componendas y métodos legalmente aceptados para defender 
lo que consideraban sus derechos y su patrimonio, en especial, sus tierras y los recursos a 
ellas asociados, a las que se mantuvieron ligados durante casi todo el siglo XX. 
 
 
 
12 Viqueira da por hecho la participación encubierta de los cuxtitaleros como espías de los rebeldes. La 
información sobre los españoles que llevaban a través de Chamula (también declarado leal a Ciudad Real) 
debe haber contribuido, según este autor, a los triunfos iniciales de los rebeldes (1997: 580-581). 
16 
 
Las fuentes y la construcción del dato 
Por etnografía por lo general se entiende un método que utiliza fundamentalmente el 
trabajo de campo, la entrevista y la observación participante para conocer el mundo social 
que se estudia y hacer explícitas las formas locales de relación y de dar sentido. 
Antropólogos consagrados, como Wolf, han ampliado desde hace mucho el campo de 
experiencia de la disciplina y cada vez es más frecuente trabajos que abrevan de archivos y 
otras fuentes de información. Este trabajo también se funda sobre la tesis de que el trabajo 
de campo no es la única fuente para la etnografía, aunque muchas veces así se haya 
considerado (Jiménez, 1997). No por ello dejé de conversar con gente de Cuxtitali. Sus 
historias y puntos de vista ayudaron, sin lugar a dudas, a interpretar escritos que no siempre 
fueron fáciles de entender. 
Presento el barrio especialmente a través de la documentación que generó el 
Juzgado Auxiliar en torno al cual se organizaron las fuerzas sociales locales durante la 
segunda mitad del siglo. Incluyo la historia de este Juzgado, describo su documentación y 
anexo su breve inventario. Para compensar la imposibilidad de conversar con personajes 
del siglo XIX o de hacer observación directa del pasado he elaborado un estudio muy 
detallado de una multitud de brevísimas anotaciones del Juzgado de Cuxtitali. Aún siendo 
información incompleta y fragmentaria13 me ha proveído de una base para interpretar lo 
que he llamado modo de vida del barrio y los valores comunitarios que la animaban. Las 
breves anotaciones que contiene, escritas por gente común que describe asuntos cotidianos, 
son de particular interés para una etnografía histórica como la que he abordado (Sanchiz, 
1997). Especialmente significativas son las notas sobre las transacciones comerciales, los 
contratos de sirvientes y otros acuerdos entre los vecinos que revelan el tejido social, sostén 
de sus formas de subsistencia. Aunque son pocos los juicios que se conservan, dan 
elementos para analizar la manera en que la comunidad manejaba los conflictos y 
desigualdades de género, edad, gremio, procedencia y posición económica. En el capítulo II 
en especial analizo los diversos documentos resguardados por el Juzgado del barrio y las 
 
13 Paul Veyne (1984 [1971]: 15 ss.) advierte que la ilusión de la reconstrucción integral del pasado es 
producto de que los documentos (mutilados, incompletos, fragmentarios y parciales) que responden a nuestras 
preguntas sobre el pasado no nos permiten conocer la magnitud de lo que ignoramos; pero también es 
resultado de una manera de construir discursivamente la historia. 
17 
 
posibilidades que éstos ofrecen para discutir el pasado desde el punto de vista de la 
antropología (Sanchiz, Op.Cit.; Suñe, 1997). 
No obstante, los documentos de archivo plantean dificultades para el trabajo 
etnográfico que no pueden subsanarse sólo con el estudio de las circunstancias, finalidades, 
preocupaciones e intereses que forjaron una institución y le permitieron producir y 
resguardar determinados documentos (aunque esto sea indispensable). He procurado, 
entonces, abrevar de distintos archivos documentación generada por distintas instituciones 
y con diversos intereses con la intención de ampliar la mirada y poner en perspectiva los 
datos del Juzgado. Combino información demográfica, fiscal, y proveniente de procesos 
civiles y asuntos de administración y gobierno. El Archivo Histórico Diocesano (AHD), el 
Archivo Histórico Municipal de San Cristóbal de Las Casas (AHMSC), el Archivo Histórico 
del Juzgado de Primera Instancia de lo Civil de San Cristóbal (AHJSC) y el Archivo del 
Juzgado Auxiliar de Cuxtitali (JC), fueron mi fuentes fundamentales. Recurro también a 
Memorias e Informes de gobierno, a escritores del periodo, a fuentes literarias y a 
entrevistas a la población local. 
Me he atrevido a utilizar información demográfica, consciente de los peligros que 
implica hacerlo para alguien que no es experto. He retomado información procesada por la 
diestra crítica de Juan Pedro Viqueira (1997) y por Tadashi Obara (2007) en sus minuciosos 
análisis de la estadística colonial. Para el siglo XIX, sin muchas pretensiones, presento 
algunos datos que, me parece, pueden ayudar a entender la diversidad de caminos que 
siguieron los barrios para ladinizarse, información procedente de los padrones de tributarios 
y de los registros eclesiásticos sobre feligreses de Ciudad Real del Archivo Histórico 
Diocesano (AHD)14. También me he valido de los padrones y censos formados para cobrar 
el impuesto de capitación, cuyas posibilidades y limitaciones discuto en el Anexo 1. Estos 
proveen buena parte de la información sobre la población de San Cristóbal y sus barrios en 
el siglo XIX y proceden del Archivo Histórico Municipal (AHMSC)15. 
 
14 El Archivo Histórico Diocesano está actualmente en proceso de catalogación bajo la dirección de Juan 
Pedro Viqueira. El nuevo registro facilita la ubicación de los documentos, pero no descarta el orden dado por 
los encargados anteriores, de modo que podrán encontrarse sin dificultad los documentos a los que hago 
referencia. 
15 La documentación de este archivo comienza en 1863. Los expedientes más antiguos se destruyeron cuando 
se quemó el archivo en disturbios políticos de ese año. Debo advertir también que la ubicación de los 
documentos de este archivo fue tomada del catálogo de la sección SecretaríaMunicipal 1863 – 1900 realizada 
por Justus Fenner y Clara Castillo (1996 ms.). Se basaba atinadamente en el orden y organización original. No 
18 
 
Las matrículas elaboradas para gravar las ―fincas y terrenos urbanos‖, creadas 
durante el porfiriato y resguardas en el mismo archivo, permiten describir espacialmente el 
barrio. Los registros fiscales del periodo, además, proveen información sobre los negocios 
y la administración pública: las cargas que se impusieron a la venta del puerco ―en tajo‖, a 
las bebidas alcohólicas, a la introducción de mercancías (alcabalas) y a las llamadas 
―profesiones lucrativas‖ y sobre quienes recaudaban estos impuestos. Comparando esos 
registros con datos procedentes de padrones y de juicios civiles (hereditarios y demandas en 
las que están involucrados vecinos de Cuxtitali) he encontrado sentido a las notas sobre las 
transacciones comerciales de los cuxtitaleros y a los intereses que se movían en torno a la 
institución que gobernaba el barrio. 
 Recurrí al Juzgado de Primera Instancia de lo Civil de San Cristóbal donde documenté 
especialmente las disputas por las tierras de los barrios y en el caso de Cuxtitali por una 
fracción entre el barrio y los propietarios de la finca colindante que presento en el último 
capítulo. Participé en la clasificación de lo que se produjo, resguardó y registró entre 1798 
y 1920 en dicho juzgado y en su breve estudio preliminar (Garza, Fenner, et al., 2012). 
Menos en cantidad, pero también significativos para comprender las diferencias 
económicas entre la gente de Cuxtitali y algunos de sus fundamentos son los datos 
obtenidos del Juzgado Mixto de Primera Instancia de Chilón – Ocosingo hacia fines del 
siglo XIX y principios del XX. Fui parte también del equipo que clasificó y ordenó la 
documentación que corresponde al periodo entre 1815 y 1920 (Fenner y Garza, ms.) y que 
elaboró un preámbulo que lo introduce (Garza y Fenner, 2008). 
 
La organización de la tesis 
He organizado este trabajo en cinco capítulos. En el primero sigo las transformaciones de 
Cuxtitali y su población desde su fundación hasta finales del siglo XIX. Comparo su 
historia demográfica con la de otros cinco barrios indios que se formaron en el siglo XVI y 
con asentamientos más tardíos (aquellos que se crearon en los siglo XVII, XVIII y XIX). 
 
corresponde ya exactamente al arreglo de este archivo, sustituido por los actuales funcionarios por un listado 
cronológico de toda la documentación independientemente de la sección a la que originalmente 
correspondiera. Incluso aparecen en el listado, sin advertencia alguna, expedientes que no pertenecen a este 
archivo, sino a la Jefatura Política o a los juzgados menores. 
 No es difícil, sin embargo, localizar la información a partir de las referencias que cito, razón por la que no 
consideré indispensable su actualización. 
19 
 
Sostengo que considerar la manera que Cuxtitali se incorporó a su contexto urbano (su 
ladinización tardía, su posición intermedia entre lo urbano y lo rural, y las relaciones que a 
distintos niveles entablaron sus habitantes) es central para dar cuenta de este mundo social. 
En el segundo apartado ―El juzgado de Cuxtitali. Gobierno, legitimidad y 
autonomía‖ discuto el significado de la autonomía en Cuxtitali durante la segunda mitad del 
siglo XIX, asociada a las estrategias de gobernabilidad que se ensayaron en el México 
independiente en un tiempo de poca estabilidad institucional. Distingo tres periodos en la 
actuación de este juzgado que coinciden aproximadamente con aquellos propuestos por 
otros autores para el estudio del desarrollo del Estado en Chiapas y que se relacionan 
también con cambios económicos que se desplegaban en la región (Benjamin, Op. Cit.). 
En una primera etapa los alcaldes que lo encabezaban actuaron con relativa libertad 
como una autoridad que organizaba el espacio del barrio y lo representaba ante las distintas 
instancias estatales y fuerzas regionales. Un segundo momento comienza en los años 
ochenta, cuando la administración pública comenzó a adquirir más orden y estabilidad. 
Entonces el juzgado tuvo que sujetarse a nuevos lineamientos legales que le restringieron 
los fondos con los que había operado. A partir de 1896 (con los gobiernos que sucedieron a 
Rabasa y después de que éste sentara las bases de la institucionalidad porfiriana en la 
administración pública chiapaneca) el juzgado –que había tenido categoría de ―auxiliar‖ y 
se había mantenido casi al margen de la legalidad– se convirtió en uno de los cuatro 
juzgados menores de la ciudad (llamados ―locales‖) y perdió en buena medida su anterior 
capacidad extralegal de gobierno. 
Me interesa fundamentalmente en este capítulo considerar los espacios que estos 
contextos abrieron y la manera en que, al interrelacionarse con los intereses económicos y 
sociales del barrio, contribuyeron a fortalecer las ligas comunitarias. 
El capítulo III ―Las empresas familiares de Cuxtitali. El fiado, el trueque y los 
plazos‖ tiene como objeto el explorar las ocupaciones y procesos laborales de los 
cuxtitaleros en diferentes áreas geográficas y ámbitos sociales, dentro y fuera de la ciudad. 
Las transacciones se desarrollaban en un medio económico poco vigoroso y sujeto a 
frecuentes crisis, de modo que la membrecía comunitaria y las redes de ayuda mutua y de 
asistencia que en su seno se forjaban eran indispensables para su desarrollo. La mayoría 
dependía fundamentalmente de la mano de obra familiar, del trabajo de unos pocos 
20 
 
sirvientes y de pequeños intercambios con parientes, vecinos, proveedores y marchantes. La 
viabilidad de las pequeñas empresas de Cuxtitali requería de la disponibilidad de una serie 
de recursos no económicos, estrechamente vinculados con la organización familiar y barrial 
del parentesco, los géneros y las generaciones. Los integrantes de las familias con este tipo 
de empresas eran muy vulnerables a los problemas de la vida cotidiana y eran forzados con 
frecuencia a abandonar los negocios, a veces temporalmente, a veces para siempre. Sólo un 
pequeño número de comerciantes podía obtener recursos de mejores fuentes para invertir 
un poco más. Hacia fines del siglo XIX y principios del siglo, algunos de ellos hallaron 
oportunidades que les permitieron prescindir de la comunidad. 
El siguiente apartado, ―Menores y mayores. Aprendices, sirvientes y amos‖, está 
basado en contratos y anotaciones breves que llevaba el juzgado sobre el trabajo familiar en 
Cuxtitali y sobre las relaciones entre amos y sirvientes. Gente del barrio entraba en servicio 
de sus vecinos y no era extraño que los mozos, domésticos o sirvientes fueran parientes de 
sus amos. En otras secciones de la ciudad verse obligado a ser sirviente era una enorme 
desventura; pero en Cuxtitali no tenía el mismo significado, ni consecuencias sociales de 
demasiada consideración. Los hombres adultos, las viudas o solteras dirigían y controlaban 
el trabajo de sus hijos, yernos o dependientes y se beneficiaban de él. Que sus condiciones 
no eran muy distintas del resto de los sirvientes puede percibirse en algunos de los pocos 
juicios que se documentan en el barrio. También era común que los sirvientes estuvieran 
sujetos a la autoridad de mujeres (especialmente viudas) que encabezaban negocios y 
familias, lo cual contradice muchas preconcepciones sobre las posiciones de las mujeres en 
el pasado de Chiapas. Estos vínculos sólo pueden entenderse apelando al modo de vida de 
esta comunidad y la compleja interrelación de jerarquías (el gremio, la edad, el género y la 
procedencia) que se ponderaban de acuerdo con el escenario, la ocasión y los interlocutores 
que entraban en juego. 
El último capítulo, ―Las tierras y aguas de Chupactic‖, se ocupa de examinarlos 
diversos mecanismos mediante los cuales el barrio logró mantener sus tierras de labor 
después de la Independencia. El que continuara en poder de los vecinos este recurso a pesar 
de los embates en contra de las tierras colectivas a lo largo del siglo había sido uno de los 
logros fundamentales de sus ligas comunitarias. Particularmente se destacan en este 
capítulo los recursos que el barrio empleó, aprovechando coyunturas político-legales, en su 
21 
 
enfrentamiento con el coronel Miguel Utrilla (gobernador de Chiapas entre 1879 y 1883) y 
sus descendientes por una fracción de Chupactic y sus recursos acuíferos. 
 
En suma, en el texto que sigue me preguntaré por qué no perdió vitalidad esta 
comunidad a pesar de que enfrentó presiones culturales, económicas y políticas. 
Problematizaré la hipótesis de un origen especial que se ha presentado como fundamento de 
las diferencias de Cuxtitali, de su autonomía y su tradición laboral. No negaré las 
desigualdades económicas, las asimetrías entre los géneros y las generaciones y los 
intereses contradictorios que con frecuencia agrietaban la convivencia cotidiana. Como el 
aislamiento tampoco fue una condición para la continua construcción de su ―espíritu‖ 
comunitario, intentaré explicar las maneras y condiciones en que en distintos momentos 
pudieron insertarse a su contexto cultural, político y económico y cómo se renovaban en el 
proceso sus recursos tradicionales. En lugar de darlos por conocidos, examinaré en qué 
consisten los lazos que unieron a sus habitantes y cómo se fraguaron los mecanismos 
mediante los cuales se reprodujo la comunidad. 
22 
 
 
Capítulo I 
La población de Cuxtitali y de los barrios de San Cristóbal: 
 indígenas y no indígenas, sus transformaciones 
 
Cuxtitali fue en el siglo XIX fruto de un conjunto de procesos sociales, económicos y 
culturales iniciados desde la Colonia. El lugar que ocuparon este barrio y sus habitantes 
dependió de distintos factores que se fueron transformando junto con la provincia. El 
proceso continuó luego de la Independencia, ya como una sección semiurbana de la capital 
de Chiapas. Explorar Cuxtitali y su población durante el largo periodo desde su fundación 
hasta fines del siglo XIX, comparándolo con los demás barrios y secciones de la ciudad, es 
el objetivo de este capítulo. 
 
Los orígenes 
En 1528 un pequeño número de españoles comandados por Diego de Mazariegos, tratando 
de evitar que competidores llegados de Guatemala hicieran suyo un territorio que aseguraba 
haber conquistado, fundó apresuradamente en el altiplano chiapaneco un poblado al que le 
dio el nombre de Villa Real1. La villa así fundada resultó estar lejos de las principales rutas 
de comercio y de las mejores zonas agrícolas y otras fuentes de riqueza, de modo que tuvo 
problemas serios para prosperar2. Los lapsos de relativo auge –momentos en que sus 
habitantes pudieron sacar gran provecho de la abundante mano de obra indígena–
interrumpieron brevemente largos periodos de letargo. A pesar de ello se mantuvo varios 
siglos como centro político de una provincia marginal, creada en los intersticios de regiones 
previamente constituidas. 
 
11 El conflicto entre Mazariegos y Portocarrero formaba parte de las pugnas jurídico-políticas entre facciones 
de españoles que intervinieron en la expansión castellana en el área y fue resuelto según el arbitrio del 
gobernador de la Nueva España en favor de Mazariegos (Lenkersdorf, 1993: 178 y ss.). 
2 Remesal había señalado, sin embargo, no sólo que el estancamiento de la ciudad se debía a que estaba 
situada ―muy adentro de la provincia, sin abundancia de frutos de la tierra como cacao, algodón y otras 
cosas‖, sino que eran ―sus vecinos tan hidalgos y tan caballeros y nobles que nunca han querido vivir de tratos 
y contratos, compras y ventas, modo común de las Indias, sino de sus rentas y haciendas‖ (1988: Vol. II, 
Libro VII, Cap. XVI: 87). 
 El problema en realidad era más complejo. Ninguna de las ciudades chiapanecas ha logrado mantener una 
economía fuerte y duradera, como lo muestra Juan Pedro Viqueira en su trabajo sobre San Cristóbal, Chiapa, 
Tuxtla, Tapachula y Comitán (2009). 
23 
 
La cantidad de europeos en la sede de gobierno provincial fue siempre muy poco 
numerosa. No obstante, estuvieron en condiciones de lograr que la villa fuera convertida en 
ciudad; se volviera sede de un obispado a partir de 1538; encabezara una Alcaldía Mayor 
entre 1577 y 1769; y una Intendencia durante el último periodo colonial. El territorio de la 
Alcaldía, grosso modo, correspondía a la mitad del actual estado de Chiapas, sin la región 
costera del Soconusco, la región de Motozintla, ni lo que se llamó el Despoblado de la 
Selva Lacandona (Gerhard, 1979: 147). En 1769 se apartaron algunos pueblos para formar la 
Alcaldía Mayor de Tuxtla; aunque poco tiempo después, en 1786, se reintegraron para 
formar la Intendencia de Chiapa, a la que se añadió también la Gobernación del Soconusco. 
Entonces Ciudad Real fue de nuevo centro de una región que prefiguraba, ya más de cerca, 
la del actual estado de Chiapas, forma en que se mantuvo hasta la Independencia, cuando 
perdió temporalmente el Soconusco. 
El valle fue organizado siguiendo un modelo ideado en general para los poblados 
españoles de la América colonial que separaba a la gente según su procedencia (o calidad). 
La Villa fue considerada habitación exclusiva de españoles (y sus servidores), siguiendo un 
principio que procuraba la segregación residencial de las comunidades cívicas española e 
india (República de Españoles y de Indios). Adquirió la categoría de ciudad por merced 
dada por la Corona en 1536 a quienes que consideró conquistadores todavía en guerra con 
los indios3 y se mantuvo largo tiempo como única ciudad en razón de su rango político-
administrativo, como sede de los poderes de una provincia menor, y por su función 
religiosa, como asiento del obispado de Chiapa4. 
 
3 Cédula reproducida por López Sánchez (1960: 361) de donde tomo el siguiente fragmento, modernizando su 
grafía: ―[…] por cuanto somos informados que en la provincia de Guatimala que es en las nuestras Indias del 
mar Océano hay un pueblo que al presente se llama o intitula la villa de Sant Cristóbal de los Llanos de 
Chiapa el cual dizque esta sito en tierra fértil y abundosa y en frontera a donde a la continua los moradores del 
tienen guerra con los indios comarcanos y acatando esto tenemos voluntad que el dicho pueblo se ennoblezca 
y otros pobladores se animen a ir a vivir a el e por que ansi nos ha sido suplicado por su parte es nuestra 
merced y mandamos que agora y de aquí delante se llame e intitule Ciudad Real e que goce de las 
preeminencias prerrogativas e inmunidades que puede y debe gozar por ser ciudad […]‖ 
4 Las ciudades hispanoamericanas fueron resultado de distintos procesos: algunas nacieron como ciudades; 
otras adquirieron el rango tiempo después de su fundación; entre las más importantes estuvieron aquellas que 
se sobrepusieron a grandes urbes prehispánicos; otras fueron cabeceras de jurisdicciones provinciales o 
eclesiásticas de distinta importancia o se desarrollaron por ser focos económicos y comerciales (puertos, 
minas, escalas de caminos, regiones agrícolas, etc.). Las condiciones y contextos en los que se formaron las 
ciudades prestaron características diferentes a la manera en que éstas se organizaron espacialmente y el lugar 
que destinaron a sus habitantes. En algunos casos, como en Ciudad Real, los límites entre la ciudad española y 
los barrios se marcó con claridad en un inicio, aunque la separación comenzó a perderse progresivamente, 
como más adelante en este mismo capítulo se verá. Pero incluso en ciudades como México donde la 
24 
 
La geografía del valle fue utilizada para organizar y separar a la población: las 
colinas, explanadasy ríos sustituyeron las murallas que rodearon algunas ciudades hispanas 
y los barrios indios fueron llamados ―extramuros‖, a pesar de la ausencia de estos 
elementos arquitectónicos5. Entre los españoles y los indios de San Antonio y San Diego se 
interponía el Cerro actualmente conocido como de San Cristóbal, y el río ahora llamado 
Fogótico; Mexicanos y Tlaxcala fueron empujados por los españoles del otro lado del 
arroyo ―de Chamula‖ y el río ―de la Ciudad‖ o Amarillo, como más adelante se verá; 
Cuxtitali estaba oculto entre dos cerros y sólo El Cerrillo, protegido por los dominicos, se 
mantuvo cerca de los españoles. 
Los barrios fueron agrupados de dos en dos por los españoles: Tlaxcala y 
Mexicanos, San Diego y San Antonio, El Cerrillo y Cuxtitali. Esta agrupación respondía a 
lo que se consideró su procedencia, a partir de criterios surgidos en el marco de la 
conquista y colonización del área: ser o no auxiliares de conquista y, en su caso, bajo qué 
mando; el haber sido esclavos; o la posición de su pueblo o grupo de origen durante este 
primer periodo fueron aspectos que contaron para la integración de los distintos 
asentamientos. Los barrios, entonces, no se conformaron con población siempre procedente 
de una misma unidad política, ni necesariamente sobre la base de identidades previamente 
constituidas. 
Los orígenes de los barrios han sido documentados por muchos autores6. Como 
veremos más adelante, los auxiliares de conquista –mexicanos, tlaxcaltecas, mixtecos y tal 
vez de otros pueblos de Mesoamérica– formaron los cuatro primeros barrios y El Cerrillo se 
creó con esclavos manumisos procedentes de varios pueblos de la región; sin embargo, las 
raíces de Cuxtitali no han sido todavía claramente establecidas. La versión de su 
 
población tributaria se hallaba ―interpolada‖ dentro de la ciudad, la idea de las dos repúblicas, la de indios y 
de españoles fue una de las fuerzas que actuó sobre la traza urbana y las relaciones entre los distintos 
moradores, considera Lira, 1995 [1983]: 21 ss. 
5 En Guatemala estas poblaciones ―extramuros‖, mismo término con el que en Chiapas se hacía referencia a 
los barrios indios formados en el siglo XVI, fueron llamados inicialmente milpas y después indistintamente 
barrios o pueblos. Se trataba de aldeas con cabildos propios semiautónomos, ubicados en las afueras de la 
ciudad. Los residentes de barrios ubicados dentro del casco citadino fueron, en cambio, tenían orígenes muy 
plurales e incluían a españoles pobres (Lutz, 1984: 67 – 68). 
6 Entre los autores antiguos destacan fray Antonio Remesal, 1988 (1619) y fray Francisco Ximénez, 1999 – 
escrito, según el estudio preliminar de Jorge Luján c. 1721, aunque permaneció inédita hasta que se publicó 
entre 1929 y 1977 (véase Ídem: 9-15); entre los modernos, Juan Pedro Viqueira, 1997 y 2007; Jan de Vos, 
1986 y 1994; Markman, 1978; Andrés Aubry, 1991, no siempre es confiable. Algunos escritores del siglo 
XIX y principios del XX (Juarrós, 1981 (1808); Flavio Paniagua 1990 (1873); Eduardo Flores Ruiz, 1973; 
Hermilo López Sánchez, 1960) aportan algunos datos, pero no siempre dan a conocer sus fuentes. 
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procedencia guatemalteca ha sido tomada por muchos de los estudiosos. Flores Ruiz, sin 
citar fuentes, ni brindar más elementos, tal vez haya sido el primero en afirmar que se 
trataba de inmigrantes quichés establecidos en Ciudad Real cerca de 1560 (1973: 141). López 
Sánchez (1960: 1083) dice que el barrio fue creado por población de este origen en 1608 y 
Jan de Vos (1994: 81), que también concede esta procedencia a los cuxtitaleros, especula que 
pudieron haber llegado como auxiliares de Portocarrero en 1528, apenas unos meses 
después de la fundación de la Villa Real7. Viqueira, por otra parte, ubica la creación de 
Cuxtitali hacia finales del siglo XVI (1997: 343)8 y no concede mucho crédito a la referencia 
sobre el origen quiché o guatemalteco. Los indios que efectivamente llegaron con el 
conquistador y se asentaron en los alrededores de la traza española, argumenta este autor, 
integraron probablemente a Mexicanos y Tlaxcala o formaron una pequeña ranchería 
llamada Suchimilco, mencionada durante la medición de los terrenos del Molino de Santo 
Domingo9. También informa que sólo los indios de El Cerrillo y Cuxtitali pagaban, además 
del medio tostón de tributo como los demás barrios, unas fanegas de maíz, contribución de 
la que estaban exentos los colaboradores de la conquista, y que los macehuales de Cuxtitali 
pagaban, además, siete reales de tributo (Ibídem). 
La cercanía entre Cuxtitali y su vecino, El Cerrillo –similar a la que tuvieron entre sí 
Mexicanos y Tlaxcala, por un lado, y San Diego y San Antonio, por otro– parece estar 
presente desde muy temprano10. El Cerrillo, nacido con la abolición de la esclavitud en 
 
7 Pedro Portocarrero había llegado desde Guatemala al valle de Comitlán disputando a Mazariegos el poder 
sobre la futura provincia. Luego de un acuerdo entre las partes, una fracción de las huestes de Portocarrero se 
quedó a poblar Villa Real, creada por Mazariegos unos meses antes (Lenkersdorf, 1993: 178-200). 
8 En una publicación más reciente, Viqueira concede que población quiché pudo haber llegado a Cuxtitali 
durante el siglo XVIII y así motivar las versiones del origen guatemalteco del barrio (2007: 40). Sin embargo, 
se trata de un error, como el mismo autor admite, que una anotación con letra moderna sobre un padrón del 
siglo XVIII le llevó a cometer (comunicación personal). 
 La referencia más temprana hasta ahora encontrada sobre el barrio es de 1572. Se encuentra en un juicio 
civil contra Fructus Gómez Casillas, gobernador saliente del Soconusco, y su tesorero por abuso de autoridad 
y fraude contra indios a quienes ocupó en mejoras de caminos, documento publicado por René Acuña y 
Francisco Beristain (2007). Agradezco a Juan Pedro Viqueira el habérmelo advertido. 
 Poco después, en 1585 se menciona al barrio en el proceso seguido ante la Audiencia de Guatemala contra 
el alcalde mayor de la provincia, Juan de Mesa Altamirano. El alcalde de Totolapa denuncia haber recibido 
injustamente 100 azotes por orden de Mesa Altamirano en las calles de Ciudad Real y haber sido encarcelado 
después. El alcalde, luego de salir de la cárcel, se hospedó en el barrio de Cuxtitali (Lenkersdorf, 2001: 223-
228). 
9 La suposición de Viqueira acerca del origen de Suchimilco se funda en el hecho de que Xochimilco era 
encomienda de Pedro de Alvarado. Una transcripción de la medición de Santo Domingo se encuentra en 
Boletín 3 (1982: 16) del Archivo Histórico Diocesano. 
10 Según el juicio civil contra Fructus Gómez Casillas (1572-1573) se cobró dos reales por tributario a pueblos 
de Guatemala, El Soconusco y Chiapas para la compostura de caminos. Entre los pueblos se encuentran los 
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1549, estaba habitado por esclavos indios chiapanecos y de otras regiones de Mesoamérica 
liberados de sus amos de Ciudad Real y puestos bajo la protección de los dominicos en las 
inmediaciones del Convento (Viqueira, 1997: 339)11. En una queja contra los dominicos 
que el Cabildo de Ciudad Real dirige a la Corona en 1550 se menciona la existencia de 
indios libres, además de los libertos, junto al convento. Los vecinos, informa la protesta, 
tenían estancias, haciendas y siete ingenios12, sostenidos con el trabajo de los esclavos 
indios y del servicio personal de indios de sus encomiendas. Por haber perdido sus esclavos 
quisieron sustituirlos con indios de Ciudad Real, pero lo impidieron los dominicos, según 
se asegura, por quererse apropiar los frailes de su trabajo, ya que habían obtenido del 
presidente de la Audiencia de Guatemala una extensión de tierras junto a su monasterio 
para edificar un molino y querían―allegar allí esclavos que se diesen por libres y otros 
yndios libres para servirse dellos‖13. Tal vez estos dos grupos dieron nacimiento a más de 
un asentamiento indio. 
Da que pensar también que poco después, en 1555, los dominicos, argumentando que 
los indios libertos se hallaban en un espacio muy constreñido, habían solicitado las tierras 
aledañas hasta la orilla del río14. Tal vez se tratara del espacio donde se construyó su 
molino y haya incluido las tierras luego ocupadas por Cuxtitali. El cabildo rechazó esta 
petición; y no se sabe más del asunto en las fuentes hasta ahora estudiadas. 
Estos dos barrios compartieron terrenos de labranza, conocidos como ―tierras del 
Señor del Cerrillo‖ según consta en las escrituras de una labor colindante hacia fines del 
siglo XVI15. La parte norte estuvo en posesión de El Cerrillo hasta mediados del siglo XIX, 
 
barrios de la ciudad: Cerro de Santo Domingo y Chichiltictale (―tierra roja‖) –al que más adelante el mismo 
documento llama Quztiquitali, Cuzquitali y Cuztiquitali (―tierra amarilla‖)-, los Taxcaltecas [Tlaxcaltecas] y 
Mexicanos, Mixtecas y los del Molino. (Acuña, 2007: 19 ss.). La asociación de los primero dos barrios dio 
lugar a la equivocación de García Reyes quien consideró que El Cerrillo era conocido también como 
Chichiltictali (1962: 31); pero con este nombre, aclara Acuña en su minucioso estudio introductorio de la 
misma fuente (Op. Cit.: 186 y 188), más bien se alude a Cuxtitali (cuyo radical coztli, ‖amarillo‖, admite 
también la acepción de ―rojo‖). 
 Justo también es decir, que Cuxtitali tuvo autoridades separadas y así se muestra desde el tiempo en que se 
elaboró el documento a que hacemos referencia (Ídem: 190-191). 
11 Remesal, Op.Cit.: Vol. II, Libro VIII, Cap. XXIII: 234-236; Ximénez, Op. Cit., t. I, libro II, Cap.LXXIV: 
454-456. 
12 No se ubican estos ingenios, pero es de creerse que hayan estado en Los Valles Centrales o en Los Llanos, 
lugares donde desde muy pronto se establecieron este tipo de propiedades. 
13 ―El cabildo de Ciudad Real de Chiapas al Rey y la Reina de Bohemia (1550)‖ en Saint-Lu, 1978: 232- 233. 
14 Viqueira, 1997: 339; Remesal, Op. Cit.,Vol. II, libro IX, cap. I: 265-266. 
15 La existencia del terreno del Señor del Cerrillo es mencionada en la medición de lo que luego fue el Molino 
de Los Arcos (FHJSC, Exp. II-3425-1, 1918). Véase el último capítulo de esta tesis. 
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mientras que la parte sur se mantuvo mucho más tiempo en manos de los vecinos de 
Cuxtitali. 
La relación entre El Cerrillo y Cuxtitali ciertamente fue estrecha durante el siglo 
XIX, tanto que algunos autores de ese periodo consideraban a nuestro barrio, extensión del 
primero16. Las políticas administrativas de la Iglesia durante los siglos XVIII y XIX 
podrían haber acentuado la cercanía entre los barrios. El trabajo de los dominicos en la 
ciudad no ha sido estudiado, pero es bien sabido que administraron El Cerrillo, Mexicanos 
y Cuxtitali. En el siglo XVIII, luego de la secularización de las parroquias dominicas, se 
asignó un cura para atender desde la iglesia de El Cerrillo, a la que se anexaron las de los 
otros dos barrios17. Además, después de la Independencia las autoridades civiles adhirieron 
los barrios más pobres o de población menos numerosa a vecinos más poblados y con 
mejor suerte económica. Cuxtitali fue agregado administrativamente a El Cerrillo durante 
parte del siglo XIX, como Tlaxcala lo fue a Mexicanos y San Diego y San Antonio a Santa 
Lucía (Ibídem), formado en un momento no determinado del siglo XVIII. 
Aunque no hay mucha más información, a partir de las conclusiones de Viqueira y 
los pocos datos documentales disponibles, me inclino a considerar que Cuxtitali se 
desprendió de El Cerrillo o fue formado por indios del área –establecidos en las 
inmediaciones de la ciudad de manera forzada o por voluntad propia para proveer de 
diversos servicios a los colonizadores. Tal vez los españoles hayan impulsado políticas de 
administración civil y religiosa para reforzar una relación que les parecía natural. 
Años antes de la fundación de El Cerrillo y Cuxtitali se habían establecido otros 
barrios en torno a la villa. Acerca de la procedencia de los fundadores de Tlaxcala y 
Mexicanos no hay duda: eran indios de habla náhuatl que llegaron como auxiliares de 
conquista18. Ha sobrevivido información judicial sobre sus tierras de labor y sobre la 
ubicación de su fundo urbano que nos ayuda, a más de conocer estos barrios, a describir el 
valle y la relación entre sus diversos moradores durante el periodo colonial. 
 
16 Véase Trens, 1957: 178; Paniagua, 1990 (1873): 127; López Sánchez, Op. Cit.: 1137. 
17 En 1777 el obispo visitó la iglesia parroquial de El Cerrillo que tiene anexas los templos de Mexicanos y de 
Cuxtitali (AGI, Guatemala, 949, exp. 2a). También debo el resumen de este documento a la generosidad de 
Juan Pedro Viqueira. 
 El Censo del obispo Polanco de 1777 registra un español habitando El Cerrillo, precisamente su cura y en su 
relación de curatos incluye el de El Cerrillo, al que pertenecían Mexicanos y Cuxtitali (1985: 55 y ss.) . 
18 Los testimonios de indios de ambos barrios en algunas Probanzas que reproduce López Sánchez (1960: 70-
72; 82-84; 88-89) permiten saber que al menos éstos habían llegado con Mazariegos. 
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Mexicanos19 se había formado originalmente en un lugar distinto al que hoy ocupa, según 
los títulos coloniales que los procuradores exhibieron en 1829 ante el alcalde de San 
Cristóbal (FHJSC, I-5872, 1829)20. En ellos se refería que se habían quejado ante la Audiencia 
de México, a la que en un principio pertenecía la provincia21. Exponían los indios que 
debido a los hostigamientos que recibían de parte de los vecinos españoles, el gobernador 
 
19 Los asentamientos de los mexicanos y los tlaxcaltecas acabaron por ser considerados uno solo, con un 
centro (Mexicanos) y una periferia anexa (Tlaxcala), sin importar que provinieran de pueblos que habían sido 
enemigos. Tlaxcala fue anexo de Mexicanos durante buena parte de la historia; sin embargo, en un 
documentos relativamente temprano la relación parece haber sido a la inversa (véase en Acuña y Beristain, 
2007: 186 y 192; 195). Sus tierras, además, eran llamadas ―tierras del barrio viejo de Tlaxcala‖ y eran 
poseídas por el común de la gente de ambos barrios. 
20 El expediente fue abierto en 1829 para indagar sobre la propiedad de un terreno frente al Convento de Santo 
Domingo que se disputaban los predicadores y el Ayuntamiento de San Cristóbal, pero que resultó pertenecer 
al barrio de Mexicanos. El interés del expediente radica en que se hace referencia a los documentos coloniales 
del barrio, que desafortunadamente no se encuentran agregados y a conflictos y tensiones. No hay muchas 
esperanzas de que éstos puedan haber sobrevivido, pues por recomendaciones del funcionario encargado del 
caso, los procuradores de Mexicanos debieron haberlos entregado al cuerpo municipal de la ciudad, cuyo 
archivo fue quemado en 1863. Copia de parte de este expediente judicial se encuentra en Tulane (Latin 
American Library, Chiapas Collection, I Manuscripts, Box 3, Folder 15), agradezco a Juan Pedro Viqueira el 
habérmelo proporcionado. 
21 La provincia de Chiapa dependió de la Audiencia de México hasta 1543, fecha a partir de la cual pasó a ser 
parte de la Audiencia de Los Confines cuya sede cambió varias veces de lugar hasta finalmente quedar en 
Guatemala. 
 
Actual Periférico Norte 
Suchimilco Los Tlaxcaltecas 
Los Mexicanos 
El Cerrillo 
Ciudad Real 
San Antonio 
San Diego 
Cuxtitali 
 
arroyo de Cuxtitali (Amarillo) 
 
a Tenejapa 
 Probable localización de los barrios indios 
Fuente: Datos propios,

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