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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS EL ALGORITMO DE LA LIBERTAD: LA POÉTICA DE MARIO VARGAS LLOSA TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN LENGUA Y LITERATURAS HISPÁNICAS PRESENTA MANUEL EMILIO DEL CALLEJO CASTELLANOS ASESORA: DRA. LILIANA IRENE WEINBERG MARCHEVSKY CIUDAD DE MÉXICO, 2018 1 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos A mi madre Rocío, porque de su ejemplo aprendí la responsabilidad, el esfuerzo y la valentía. A mi padre Emilio, porque cuando niño me llevó en hombros a una librería y me hizo el mejor regalo de mi vida. A Luis Gabutti, Vania Guzmán, Carina Vallejo, Rubén Santana, Mayra García, Andrea Sandoval, Pedro Derrant, Gabriela Alva, Wendy Méndez, Jonathan Rosas, Ximena Jiménez, Marifer Marín, Jonathan Rueda, César López y todos aquellos que me hicieron tan entrañable un país extraño. A la Dra. Liliana Weinberg, por su paciencia y generosidad, por su maravilloso ejemplo de pasión por la literatura. A la Mtra. Alejandra López Guevara, el Dr. Eduardo Casar, la Dra. Mónica Quijano y el Mtro. Daniel Castañeda, por todas sus atenciones con esta tesis y con quien la escribió. A Raúl Ángeles Blanco, por su invaluable amistad que no me permitió olvidar un solo día qué sueños salimos de casa a perseguir. 2 Índice Introducción……………………......……………………...……………………...…...… 5 1. La función de la literatura en las filosofías de Platón y Aristóteles.……………. 17 2. Lenguaje, literatura y humanidad 2.1 La dialéctica entre lenguaje y pensamiento……………..…...…………. 25 2.2 La literatura como característica definitoria de la humanidad…………. 28 2.3 El enriquecimiento de la escritura………………………………………… 32 3. Deseo, catarsis y vocación 3.1 El humano como ser incompleto...……………………………………….. 38 3.2 La catarsis……………………………...…………...………………………. 44 3.3 La vocación del escritor……………………………………………………. 51 4. Imitación, mundo y novela 4.1 El problema de la imitación....……………...……………………………... 61 4.2 La novela como mundo autónomo…..………………………………….... 67 4.3 La literatura ante las civilizaciones cerradas y abiertas….…………..... 70 5. «La literatura es libertad» 5.1 El tránsito político de Vargas Llosa…...………………………………….. 77 5.2 Aproximación al liberalismo……………………………………………….. 86 5.3 La literatura como motor de la acción política liberal…………………... 94 6. Poética y algoritmo: algunas conclusiones……..….……………………………. 100 Bibliografía...……………………………………………………………………….….. 104 3 y esa mañana yo supe lo que había pasado, la transmisión del pensamiento o la mano de Dios, supe y le dije, qué pasa con mi papá mamita y Vallano dijo ¿de veras?, toma papel y lápiz y que te inspiren los ángeles, y entonces ella dijo, hijito, valor, una gran desgracia ha caído sobre nosotros, se ha perdido, nos ha abandonado y entonces comencé a escribir Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros 4 1. Introducción Desde su triunfante irrupción en la escena literaria a principios de la década de los sesenta, Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) se ha convertido en una figura central del devenir cultural no sólo de su propio país, sino de una comunidad extensísima, ligada por una lengua materna compartida, el castellano. El valor de su obra ha sido reconocido con los más altos laureles hispánicos, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1986 y el Premio Miguel de Cervantes en 1994, y aun universales, pues recibió el Premio Nobel de Literatura, que tanto lo había esquivado y que algunos de sus lectores imaginábamos jamás llegaría a sus manos, en 2010. Por una parte, las ventas de sus libros alrededor del globo se contabilizan por millones, constatando el interés del público amplio, aquel que busca entre las páginas poco más que un mero entretenimiento, ya sea constante u ocasional; y por otra, los estudios eruditos sobre su narrativa son también abundantes, lo cual confirma la estima que un tipo diferente de lectores tiene por él: aquéllos que, nunca satisfechos con la magia de la literatura, deciden diseccionar el cuerpo siempre vivo del texto y mostrar al mundo los órganos y vísceras, tratando como los primeros médicos de encontrar el alma entre los recovecos del cuerpo y explicar así el milagro de la vida1. Los escritores, es decir, 1 Al escribir estas palabras, pensaba ilusamente que estaba logrando una imagen original. Sin embargo, al revisar una vez más la bibliografía, he descubierto que ésta pertenece al propio Vargas Llosa. Al hablar de la obra como un «todo irrompible», el escritor señala que «separar el tema, el estilo, el orden, los puntos de vista, etcétera, equivale a realizar una disección en un cuerpo viviente. El resultado es, siempre, aun en los mejores casos, una forma de homicidio» (Cartas a un joven novelista, p. 135). La metáfora aparece también en el ensayo Carta de batalla por Tirant lo Blanc como «vivisección estilística»: los ensayos eruditos, critica Vargas Llosa, son «admirables por su rigor e información», pero «nunca demuestran lo esencial: la vitalidad de este cadáver» (p. 17). 5 las obras, que conjuran hacia sí ambas miradas, que puedan mantenerse en esa difícil intersección, se acercan a lo que llamamos, en un eco de romanticismo, la inmortalidad2. Como único miembro actualmente vivo de lo que en su momento fue conocido como el Boom Latinoamericano (término siempre difícil), Vargas Llosa es uno de los últimos intelectuales de gran impacto mediático, comprometido con una ideología que lo lleva a opinar pública y tenazmente sobre temas coyunturales, despertando tanto rechazo como admiración. La obra de Vargas Llosa abarca, en realidad, todos los géneros tradicionales3, aunque su faceta más conocida es la de narrador (y en particular, novelista, ya que cuento sólo escribió en sus inicios: Los jefes [1959]; en años recientes ha intentado asimismo el cuento infantil: Fonchito y la luna [2010] y El barco de los niños [2014]). Ha publicado dieciocho novelas4, entre las que considero fundamentales cuatro: La ciudad y los perros (1963); Conversación en La Catedral (1969); La guerra del fin del mundo (1981); y La Fiesta del Chivo (2000)5. Espinosa situación es clasificar Los cachorros (1967), texto a caballo 2 He seguido ligeramente la distinción entre lectores hecha por Ricardo Cayuela Gally en Para entender: Mario Vargas Llosa, pp. 12-13. 3 La necesidad de mantener esta división responde a lo planteado en poética vargallosiana. «Yo creo en los géneros», declara el escritor. «En la literatura contemporánea hay una gran desconfianza hacia los géneros. Se habla de los géneros como de artificios nacidos en el siglo XVIII, se piensa que en realidad las fronteras entre los géneros son falsas, que es preferible hablar de textos. Textos en los que la poesía, la narrativa, de alguna manera andan siempre entremezcladas. Yo no lo creo. Los géneros corresponden a un tipo de perspectiva o aproximacióndel fenómeno humano, de la experiencia humana» (Vargas Llosa y Claudio Magris, La literatura es mi venganza, p. 39). 4 La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), El hablador (1987), Elogio de la madrastra (1988), Lituma en los Andes (1993), Los cuadernos de don Rigoberto (1997), La Fiesta del Chivo (2000), El paraíso en la otra esquina (2003), Travesuras de la niña mala (2006), El sueño del celta (2010), El héroe discreto (2013) y Cinco esquinas (2016). 5 La elección puede parecer excesivamente personal, movida únicamente por mi gusto más íntimo; sin embargo, Vargas Llosa escogió las mismas novelas como las más representativas de su obra al dedicarles, una por ocasión, las cuatro conferencias de las Randy L. & Melvin R. Berlin Family 6 entre el cuento y la novela, género llamado por algunos noveleta, novela corta o relato. Emparentadas con la narrativa aunque de una naturaleza muy diferente están las memorias El pez en el agua (1993), en las que se da cuenta tanto de la infancia y adolescencia como de la fallida campaña presidencial del literato (luego de ganar la primera vuelta, perdió el ballotage frente a Alberto Fujimori en junio de 1990). Aunque es frecuentemente ignorado en los claustros y aulas, no así en los escenarios, el teatro de Vargas Llosa es una parte esencial y fértil de su producción. «El teatro fue mi primer amor», explica en algún momento, «desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura de Lima, La muerte de un viajante de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas»; y confiesa: «si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista. No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa»6. Ha escrito, esporádica pero decididamente, diez piezas dramáticas7. Contrariamente a lo que se podría creer, Vargas Llosa ha incluso publicado poesía: los Diálogos de damas (2007), inspirados en las esculturas del artista valenciano Manolo Valdés, son hasta la fecha su única empresa en este ámbito (bastante intrascendente, por cierto). Lectures de la Universidad de Chicago, tituladas The Writer and His Demons e impartidas entre abril y mayo de 2017. Las charlas están disponibles en el canal del Departamento de Humanidades de la universidad: https://www.youtube.com/channel/UC7NVtUFULaNr9kPdoGDoxcA 6 Vargas Llosa, «Elogio de la lectura y la ficción», en Elogio de la educación, p. 117. 7 La huida del Inca (1952; inédita), La señorita de Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983), La Chunga (1986), El loco de los balcones (1993), Ojos bonitos, cuadros feos (1996), Odiseo y Penélope (2007), Al pie del Támesis (2008), Las mil noches y una noche (2008) y Los cuentos de la peste (2015). 7 https://www.youtube.com/channel/UC7NVtUFULaNr9kPdoGDoxcA Finalmente, el ensayo ha sido para Vargas Llosa un compañero indispensable, una contraparte de su vasta producción ficcional. De él se ha valido para analizar algunos de los distintos libros, tan disímiles entre sí, que lo han marcado como hombre de letras: ha estudiado Cien años de soledad en su García Márquez: historia de un deicidio (1971), Madame Bovary de Gustave Flaubert en La orgía perpetua (1975), el clásico medieval catalán de Joanot Martorell en su Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991), Los miserables de Víctor Hugo en La tentación de lo imposible (2004), así como las obras completas de José María Arguedas en La utopía arcaica (1996) y de Juan Carlos Onetti en El viaje a la ficción (2008). Por otra parte, el ensayo es también el espacio a través del cual Vargas Llosa ha expresado sus ideas en torno a la literatura en sí. Las Cartas a un joven novelista (1997), por ejemplo, inspiradas en las Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke, constituyen un acercamiento fascinante al taller íntimo del creador (aproximación que igualmente ocurre, por diferente ruta, en la conferencia Historia secreta de una novela [1971]); en ellas, Vargas Llosa aconseja a un hipotético y novel escritor, iluminando aspectos que le parecen esenciales en la construcción y apreciación de una historia de largo aliento: el estilo, el narrador, el tiempo y el espacio, la estructura, la vocación misma y, más aún, la razón de ser de la literatura. Este último tema había aparecido previamente, entre varios escritos, en el prólogo y el epílogo de La verdad de las mentiras (1990), una reunión de treinta y cinco ensayos breves sobre diversas novelas del siglo XX (se pasa aquí revista a Faulkner, Joyce, Mann, Conrad, etcétera), seleccionadas bajo el único criterio, para algunos discutible, del gusto personal. 8 Un primer borrador de esta tesis estaba ya finalizado cuando se publicó, en marzo de 2018, La llamada de la tribu, libro que el mismo Vargas Llosa describe como una suerte de «autobiografía intelectual». Se trata de una serie de siete retratos intelectuales críticos de pensadores que han influido decisivamente en su propia visión del liberalismo, doctrina a la que desde la década de los ochenta se adhiere públicamente el escritor. El ensayo tiene una estructura peculiar: se asemeja a La civilización del espectáculo (2012), reunión de diversos textos publicados anteriormente como artículos o pronunciados como conferencias o discursos, ligados por un tema común: en ese caso, la banalización de la cultura actual. En estos retratos de Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich A. von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel, Vargas Llosa repasa a grandes trazos sus vidas, carreras y contextos históricos, glosando y comentando profundamente además sus mayores obras o ideas. Es en estos comentarios donde reside el valor de La llamada de la tribu: a través de sus elogios (la importancia que Hayek da a un poder judicial sólido e independiente para evitar que el libre mercado devenga en mercantilismo, por ejemplo) y sus críticas (la ignorancia de temas económicos, reconocida por él mismo, que llevaba a Ortega a proponer las mayores intervenciones gubernamentales en la vida de los ciudadanos) es posible establecer el liberalismo de Vargas Llosa, un retrato suyo. Como se verá más adelante, los planteamientos de este último libro respaldan asimismo buena parte de las conclusiones de la presente tesis. 9 En todo caso, la ensayística del Marqués de Vargas Llosa8, en la que incluyo sus múltiples diálogos, conferencias y discursos, se encuentra claramente alejada del formato académico actual. Aunque el peruano conoce sin duda la terminología especializada utilizada en los estudios filológicos, la ha rehuido siempre en sus textos, aduciendo razones enteramente subjetivas: tiene «la impresión de que esa terminología profesional mata, apolilla, de alguna manera, lo que es para [él] experiencia viva»9. Este distanciamiento con el léxico especializado es también un distanciamiento de tratamiento, pues al exponer sus ideas teórico-críticas, Vargas Llosa pretende únicamente dar cuenta de un caso particular, el suyo: presentar su experiencia subjetiva de creador a través de una ensayística igualmente subjetiva. Sus ensayos lo son en el sentido de Montaigne, para quien este discurso era el que permitía el análisis de un cierto asunto por medio del juicio, pero también un proceso inacabado. En alguna ocasión, el francés describió metafóricamente el ensayo como un vado ante el cual sondeaba,queriendo adentrarse; de todos los carices del asunto, declaraba elegir sólo uno y reflexionar sobre él, no con amplitud, sino con profundidad; en el desarrollo, negaba la necesidad de seguir un plan, alentaba al lector a tomar siempre los 8 El título fue creado por el rey Juan Carlos I de España mediante el Real Decreto 134/2011 (publicado el 4 de febrero de 2011 en el Boletín Oficial del Estado), en reconocimiento a «la extraordinaria contribución de don Jorge Mario Vargas Llosa, apreciada universalmente, a la Literatura y a la Lengua española». Aunque nacido en el Perú, el escritor se naturalizó español en 1993 y actualmente mantiene ambas nacionalidades. 9 Mario Vargas Llosa y Raymond L. Williams, «Diálogos: La invención de una realidad», en Literatura y política, pp. 70-71. En otro escrito, Vargas Llosa dice al respecto que «los pedantes han inventado numerosas denominaciones para algo que cualquier lector identifica sin el menor problema» (Cartas a un joven novelista, p. 135). En el capítulo a José Ortega y Gasset en La llamada de la tribu, Vargas Llosa elogia el estilo accesible de la prosa del español como «una muestra de vocación democrática y liberal», fiel a la creencia de que la cultura debía ser para todos sin distinción de clase social, opuesto a «las jergas o dialectos especializados y herméticos a cuya sombra, muchas veces, se esconde no la complejidad y la hondura científica, sino la prestidigitación verbosa y la trampa» (versión digital). 10 caminos más inusitados y a entregarse totalmente a la incertidumbre10. Vargas Llosa replica ese ánimo, apostando por mantener el ensayo como un género netamente literario y completamente artístico, opuesto a esa óptica que lo limita a ser apenas un mero vehículo del saber científico. A lo largo de su carrera, Mario Vargas Llosa ha construido en su ensayística una poética de autor propia que, metafóricamente, podemos figurar como los sótanos, pasadizos y catacumbas de su obra catedralicia. Son cimientos que, a su vez, explican la arquitectura exterior y aventuran hipótesis sobre la química del ladrillo, el cemento y el acto de construcción mismo. El objetivo de esta tesis es describir los aspectos fundamentales de dicha poética, evidenciar sus fuentes o relaciones con otros pensamientos y probar la coherencia de sus ideas. Ahora, ¿si escuchamos de pronto la palabra poética, qué es lo primero que viene a nuestra mente? Si no somos especialmente cercanos a los estudios humanísticos, es probable que pensemos de inmediato, con mayor o menor claridad, en los versos de algún poeta que oímos o incluso aprendimos tiempo atrás en el colegio, o en esa cualidad siempre difícil de definir pero que asociamos irremediablemente a la belleza, a una belleza suprema: una frase, una situación, una imagen pueden ser poéticas. Sin embargo, al referirme a la poética de Vargas Llosa como tema de este estudio, es evidente que utilizo la palabra de manera peculiar. El pensador búlgaro Tzvetan Todorov distingue dos acepciones del término que, sin embargo, parecen relacionadas entre sí como muñecas rusas. Primero, 10 Michel de Montaigne, «Capítulo L. De Demócrito y Heráclito», en Ensayos. Tomo primero, pp. 256-257. 11 una poética es una «teoría interna de la literatura», una respuesta a la siempre abismal pregunta: ¿qué es la literatura?11, y por consiguiente, ¿para qué sirve?, ¿cómo funciona? «A la inversa de todos los intentos conocidos de fundar lo que impropiamente se llama una “ciencia de la literatura”, la poética», escribe Todorov, «no se propone la interpretación “correcta” de las obras del pasado, sino la elaboración de instrumentos que permitan analizar esas obras. Su objeto no es el conjunto de las obras literarias existentes, sino el discurso literario como principio generativo de una infinidad de textos»12. Y en segundo lugar, una poética es «la elección hecha por un autor entre todas las posibilidades (en el orden de la temática, de la composición, del estilo, etc.) literarias»13. En este sentido, las poéticas de autor se refieren a la primera acepción ofrecida por Todorov, pues mientras que todos los creadores (novelistas, poetas, cuentistas, dramaturgos) eligen una poética que ponen en práctica dentro de su obra creativa, no todos explicitan su teoría de la literatura. En el caso de Vargas Llosa, sus ensayos están construidos alrededor de dos pilares que: la reflexión acerca de la función de la literatura y la reflexión sobre el funcionamiento de la literatura. El primero alude al origen de la ficción, a su relación con la historia de la humanidad y al papel que cumple en las sociedades modernas; son, pues, teorías externas al texto narrativo, que estudian la literatura como un fenómeno social e individual, atendiendo a los actos de creación y recepción. El segundo analiza la manera en que la literatura, y particularmente la novela, es; pondera aquí el estilo, el argumento de una obra, su estructura temporal, sus características particulares, 11 Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, p. 98. 12 Ídem. 13 Ídem. 12 etcétera. Son estos aspectos de la construcción del texto, que explican cómo ciertas palabras organizadas con tino pueden ser consideradas arte y, así, tener los efectos profundos en la vida del lector que explicita el primer pilar. Este último aspecto puede confundirse con facilidad con la segundo acepción planteada por Todorov, sin embargo, lo que Vargas Llosa establece, especialmente en su libro Cartas a un joven novelista, continúa siendo una teoría en abstracto, un instrumento para el análisis de esa infinidad de textos que menciona el pensador búlgaro. En este trabajo, me limitaré a elaborar a profundidad el primer punto de la poética del Nobel peruano, la función de la literatura, pues un correcto estudio del segundo correspondería a una investigación, enfocada al campo de narratología, mucho mayor de la que ahora me atañe. ¿Por qué es realmente necesario definir claramente la poética teórica de Vargas Llosa? La importancia del autor en el estudio de la poética ha sido muy variable a lo largo de la historia: era, por ejemplo, una figura sumamente débil en el medievo, cuando la filiación de las obras literarias, en el sentido de autoría individual, se perdía en casi todos los casos en aras de la tradición; durante el renacimiento, no obstante, el autor «cobra una nueva dimensión […] con la exaltación del furor poeticus» y la concepción del poeta como artifex, y algo muy similar ocurre en el barroco con el permanente elogio del ingenio de los escritores; el neoclasicismo resta peso a esta figura, tendencia contra la que más adelante se revela tan violentamente el romanticismo, que «hipertrofia el individualismo con su 13 admiración por el genio»14. Es sin embargo hasta el siglo XX cuando el interés de la poética se centra completamente en el texto, rechazando cualquier análisis de la intención o el contexto autoral. El formalismo ruso, y posteriormente el estructuralismo, fijan su atención en «la especificidad verbal del lenguaje», proponiendo la autonomía absoluta de la obra respecto a su creador. La estética de la recepción, por su parte, pone el acento en «la forma y condiciones en que se efectúa la recepción del texto», idea que proviene de la hermenéutica propuesta por Hans-Georg Gadamer15; al desplazar la literariedad de la obra al receptor, este planteamiento deja fuera nuevamente el papel del emisor, del autor. Por lo tanto, es «necesaria una investigación orientada hacia una Poética del emisor no exclusivista sino integrada en una auténtica Teoría general de la comunicación literaria», es decir,que tenga en cuenta tanto al emisor, como al mensaje (el texto) y al receptor; para ello, es de gran importancia integrar «las abundantes reflexiones que los propios autores han elaborado acerca de la construcción de la obra de arte verbal, reflexiones cuya ignorancia sólo puede producir lagunas en el conocimiento del hecho literario»16. Esta nueva «Estética de la producción literaria […] permitirá abordar […]: a) una Teoría de la literatura conectada (y no disociada o enfrentada) con la propia creación; b) las convergencias y divergencias entre las poéticas de autor y las doctrinas de los teóricos puros en torno al hecho literario, y c) la posibilidad de estudiar en el discurso teórico[-crítico] del propio emisor sobre la construcción de su obra, 14 Pilar Rubio Montaner, «Sobre la necesaria integración de las poéticas de autor en la Teoría de la Literatura», en Castilla: Estudios de Literatura, No. 10, p. 184. Las cursivas son suyas. 15 Ibídem, p. 186. 16 Ibídem, pp. 187-188. 14 factores no observados o apenas atendidos por la Teoría de la literatura, lo que supone un modo de ampliar el campo de conocimiento estético-literario»17. Una de las características más notables de las poéticas de autor es su «fragmentarismo»: éstas aparecen «recogidas a menudo en cartas, entrevistas, conversaciones, notas sobre su labor de creación, diarios íntimos, etc…»18. Este rasgo ya se hacía notar al apuntar que la poética de Vargas Llosa se encuentra distribuida en lo que he llamado sus textos ensayísticos, en los que además de sus ensayos incluyo sus conferencias, discursos y diálogos con otros escritores. La existencia de una poética vargallosiana dispersa en diferentes escritos había sido advertida desde 1981 por Armando Pereira, aunque él la llamó su «estética» o su «concepción literaria»19. Y una década más tarde, J. J. Armas Marcelo, en su estudio general sobre la obra de Vargas Llosa, mencionó brevemente el interés del escritor en la teoría literaria, señalando que sus ensayos «forma[n] un bosque dialéctico en el que el novelista se sumerge con cierta frecuencia para reconocerse a sí mismo»20. El aporte que la presente tesis pretende realizar al estudio de la obra de Mario Vargas Llosa es una sistematización de su poética de autor, estableciendo nexos con otros pensamientos y reconociendo su finalidad esencialmente política y particularmente liberal, tomando en cuenta la ferviente adhesión que el escritor 17 Ibídem, p. 191. 18 Ibídem, p. 190. Rubio Montaner menciona especialmente dos libros de autores de lengua castellana, La estructura narrativa. Y otras experiencias literarias (1984) de Francisco Ayala y El escritor y sus fantasmas (1963) de Ernesto Sábato, como ejemplos de intentos por establecer poéticas de autor un tanto más sistemáticas. A ambos escritores les preocupaba entender su propia obsesión por la creación literaria y dar testimonio de la manera en que escribían, resaltando para ello los aspectos que tenían en cuenta durante este proceso. 19 Armando Pereira, La concepción literaria de Mario Vargas Llosa, p. 10. 20 J. J. Armas Marcelo, Vargas Llosa. El vicio de escribir, p. 316. 15 ha manifestado hacia esta doctrina durante la última etapa de su vida (el antecedente más directo, el trabajo de Pereira, se enfocaba en la apropiación que Vargas Llosa hace, casi sin reconocerlo, de la teoría psicoanalítica, así como su influencia en determinados eslabones de su poética: la vocación literaria y las experiencias personales de las que se alimenta la ficción). El cuerpo de esta tesis está dividido en cinco capítulos, organizados de la siguiente manera: en el primero, se presentan las principales ideas de Platón y Aristóteles respecto a lo que hoy llamaríamos arte, poniendo énfasis en la censura que propone el maestro y la cualidad edificante que, en cambio, le atribuye el discípulo. El segundo analiza la idea de Vargas Llosa de que la literatura es la característica definitoria de la humanidad, destacando los puentes que establece con la lingüística y la filosofía, así como los beneficios que la ficción ha traído para la cultura a lo largo de la historia. El tercer capítulo desarrolla tanto la necesidad de la ficción que Vargas Llosa atribuye a todos los individuos, sustentado en las teorías de Freud y Bataille, como el concepto de catarsis; igualmente se detallan las cualidades de la vocación literaria. El cuarto pretende explicitar las relaciones que existen entre la ficción y el mundo real: la verdad y la mentira como nociones puramente estéticas, y la idea de la novela como el género que encarna mejor las tensiones de la época moderna. Finalmente, el quinto realiza un recorrido por las ideas políticas de Vargas Llosa, especialmente su desencanto con el socialismo y su adhesión al liberalismo; posteriormente se exponen los valores esenciales de esta doctrina, lo cual permite relacionar la catarsis que ofrece la literatura con la búsqueda de la libertad política individual. 16 1. La función de la literatura en las filosofías de Platón y Aristóteles El propósito de las letras ha sido asunto de debate desde aquel lejano momento en que, milenios atrás, nació la ficción. Uno de los tantos ejemplos sólo dentro de la tradición hispana es la posición del rey castellano Alfonso X el Sabio, quien gobernó entre los años 1252 y 1284 de nuestra era. En las llamadas Siete Partidas, un conjunto de normas con las aspiraba a unificar legislativamente sus crecientes dominios, y uno de los instrumentos jurídicos más influyentes del medievo, encontramos que los gobernantes tenían la obligación de impulsar la formación intelectual y moral de los caballeros, y por lo tanto ordenaron que, así como en tiempo de guerra aprendían fecho d’armas por vista e por prueva, que otrosí en tiempo de paz lo aprisiessen por oída e por entendimiento. E por esso acostumbravan los cavalleros, quando comién, que les leyessen las estorias de los grandes fechos d’armas que los otros fezieran, e los sesos e los esfuerços que ovieron para saber vençer e acabar lo que querién. E allí do non avién tales escripturas, faziénselo retraer a los cavalleros buenos e ançianos que se en ello açertaron. E sin todo esto, aún fazién más: que los juglares non dixiessen ant ellos otros cantares sinon de gesta, o que fablassen de fecho d’armas; e esso mesmo fazién que quando non podiessen dormir, cada uno en su posada se fazié leer e retraer estas cosas sobredichas, e esto era porque oyéndolas les cresçién los coraçones e esforçávanse faziendo bien, queriendo llegar a lo que los otros fezieran o passara por ellos.21 Entonces, el contacto con los cantares de gesta, que fueron una de las primeras manifestaciones literarias de la época, se tenía por beneficioso. Ya fueran leídas en público durante banquetes, relatadas por juglares o caballeros experimentados, o leídas nocturnamente en privado, estas historias incentivaban a 21 Se trata de la Ley XX «Cómo ant los cavalleros deven leer las estorias de los grandes fechos de armas quando comieren», perteneciente al Título XXI «De los cavalleros e de las cosas que les conviene fazer», incluida en la Segunda Partida. La cita fue tomada de Antonio Alatorre, Los 1001 años de la lengua española, p. 154, nota. 17 quienes las atendían a realizar destacadamente su labor y a comportarse a manera con los valores declarados de la institución caballeresca. Estos textos recreaban y exponían figuras heroicas a través de las cuales los lectores y oyentes comprendían más claramente los ideales a seguir y los subsecuentes modelos de comportamiento, al presentarse los arquetipos abstractos traducidos a su empatía por medio de personajes. Y aunqueno se diga explícitamente, puede argüirse que estas narraciones cumplían asimismo otra labor: eran uno de los vehículos mediante los que se trasmitía el pasado a las nuevas generaciones, para que, al tener conocimiento de esos «grandes fechos», pudieran entender mejor su realidad. Esta pequeña pieza de legislación alfonsí es enormemente significativa porque revela una conciencia sobre el efecto edificante que, a nivel individual y luego social, puede tener lo que hoy llamamos literatura. La importancia de esta cualidad es tal que se hace imperativa jurídicamente su difusión e implementación en un estrato determinante, los caballeros. Así, en la España del siglo XIII, se adjudicaba a la literatura una función moralizante y educativa. Esta posición encuentra su contraparte en una perspectiva, como es natural, dada muchos siglos antes. La necesidad de invocar a Platón responde no a la titánica trascendencia de su obra (basta recordar aquella frase que el pensador británico Alfred North Whitehead acuñó en 1929: «toda la filosofía [occidental] son notas a pie de página a la obra de Platón»22), sino a una suerte de reflejo: sus argumentos parecen la imagen en un espejo de lo dicho más arriba, similar en su estructura pero totalmente contrario en su sentido. El académico 22 Antonio Alegre Gorri, «Platón, el creador de las ideas», en Platón, Diálogos I, p. XXXV. 18 ateniense trata el tema del arte en varios de sus diálogos (la inspiración, por mencionar algo, es el asunto sobre el que versa el Ion), pero donde analiza sus repercusiones en la vida es, al igual que el rey Alfonso, en un texto de intenciones prescriptivas: la República, diálogo en que Platón muestra su proyecto político- filosófico. Veamos: No sólo a los poetas hemos de supervisar y forzar en sus poemas imágenes de buen carácter —o, en caso contrario, no permitirles componer poemas en nuestro Estado—, sino que debemos supervisar también a los demás artesanos, e impedirles representar, en las imitaciones de seres vivos, lo malicioso, lo intemperante, lo servil y lo indecente, así como tampoco en las edificaciones o en cualquier otro producto artesanal. Y al que no sea capaz de ello no se le permitirá ejercer su arte en nuestro Estado, para evitar que nuestros guardianes crezcan entre imágenes del vicio como entre hierbas malas, […] sin percatarse de que están acumulando un gran mal en sus almas.23 Al hablar de «guardianes», se refiere a aquellos hombres a quienes Platón ha reservado el gobierno de los Estados, con la consigna de hacer el bien para el resto de los estratos: campesinos, artesanos, comerciantes y militares, aunque los guardianes se podrían considerar como la cabeza de ellos. Opuesto a los excesos y relativismos de la democracia imperante en su tiempo, así como al influjo de los sofistas, Platón propone una monarquía encabezada por filósofos, para quienes pide una educación especial basada en la justicia. Las diferentes clases de la «imitación» (mímesis, μίμησις, en griego clásico) tienen, pues, la capacidad de influir en el hombre que entra en contacto con ellas: en atención a esto, es necesario que ni la poesía ni la pintura (dentro de poesía considero a la épica, la tragedia, la comedia y todos los otros géneros de la época) representen «imágenes del vicio», sino sólo de la virtud, pues es necesario que los guardianes señoriales del Estado no conozcan más que la segunda. Únicamente «deben 23 Platón, Diálogos IV. República, p. 175. 19 admitirse», dice, «los himnos a los dioses y las alabanzas a los hombres buenos»24. Sin embargo, la influencia de esta imitación, antecedente de lo que hoy llamaríamos arte, no debe moldearse solamente para los gobernantes, pues cualquier persona es susceptible de caer en su encanto. El propio Sócrates25 se reconoce hechizado por la poesía y, por lo tanto, busca motivos para admitirla en su proyecto político: es la razón, la parte superior del alma, la que le obliga a desterrarla (compara incluso a la poesía con un amor que no trae nada bueno al amante y que, dolorosamente, hay que dejar)26. El Estado sano con que Platón sueña no tiene necesidad de la imitación (encarnada en «los poetas y sus auxiliares, tales como los rapsodas, los actores, los bailarines, los empresarios»27), siendo ésta una característica de los Estados enfermos o lujosos. Lo anterior responde a que en el primero impera la razón y en los segundos el placer, siendo la razón la única vía para acceder, o acercarse lo más posible, a la verdad. El arte mimético, al contrario de la filosofía, está lejos de la verdad: «es algo inferior que, conviviendo con algo inferior, engendra algo inferior»28. Para Platón, la imitación se encuentra a tres grados de la verdad: en primer lugar está la idea del objeto, perfecta y, en su perfección, vedada en cierta medida para los hombres; en segundo término se encuentra la realización que del objeto hace el hombre; y en tercer sitio, la imitación del objeto, compuesta a partir de la realización y no de la idea. Conviene ejemplificarlo: está la idea de «zapato», el concepto, con todas sus posibilidades; luego se encuentra el zapato digamos 24 Ibídem, p. 476. 25 Aunque es ciertamente materia de una amplia discusión, considero aquí a maestro y alumno como una misma voz. 26 Ibídem, p. 477. 27 Ibídem, p. 128. 28 Ibídem, p. 470. 20 físico, que el zapatero elabora tratando hasta el límite de su capacidad de semejarlo a la idea; finalmente se halla el zapato que el poeta crea en su texto, apenas una de tantas ópticas posibles del zapato real, a su vez sólo un tajo de la luminosa idea. Por su distancia de la verdad, la imitación es entonces una ilusión, una práctica apartada, per se y no por la excelencia de su ejecución, del bien; «el creador de imágenes, el imitador», dice, «no está versado para nada en lo que es sino en lo que parece»29. Ahora, Aristóteles, al igual que su maestro Platón, afirma que el arte es imitación; sin embargo, para él no existe en esto una connotación negativa: Platón había sostenido en el libro X de La república que la poesía tradicional se dirige, no al alma del hombre en su totalidad, sino únicamente a su parte irracional, es decir, a sus pasiones; y que las apariencias creadas por el poeta no surten un efecto benéfico en el alma, sino perjudicial. De ahí la severa sentencia de Platón, quien sostiene que en una polis bien ordenada el único género poético que debería estar permitido son los himnos en alabanza de la bondad de los dioses y las virtudes de los hombres. Frente a este modo de pensar, Aristóteles cree que la poesía trágica no presenta imitaciones degradadas de la realidad, sino verdades universales que interpelan al espectador tanto en el plano intelectual como en el emocional.30 A esta «interpelación de ideas universales» que tiene lugar entre la poesía y el espectador es a lo que se ha llamado catarsis, concepto que se estudiará con profundidad más adelante, y, aunque opuesta al resultado perjudicial que le adjudica Platón, es también consecuencia de los procesos de mímesis que operan dentro del arte: Todos se complacen con las imitaciones. Prueba de esto último es lo que sucede de hecho. Pues hasta nos complace contemplar imágenes muy fieles de cosas que, en sí mismas, son desagradables de ver, como ocurre con las formas de las criaturas más repulsivas y de los cadáveres. La razón es que aprender es algo sumamente grato no sólo para los filósofos, sino igualmente para los demás 29 Ibídem, p. 466. Las cursivas son mías. 30 Teresa Martínez Manzano y Leonardo Rodríguez Duplá, «Introducción» a Aristóteles, Poética, pp. 25-26. 21hombres, si bien participan de ello en escasa medida. Por ello se complacen en ver las imágenes, porque al contemplarlas resulta que aprenden y deducen qué es cada cosa, por ejemplo, que esta figura representa a tal persona. Porque, si el objeto representado no ha sido visto con anterioridad, la imagen no producirá placer en tanto que imitación, sino por la ejecución, el color o alguna otra causa semejante.31 Aristóteles, asimismo, marca una separación entre la literatura32 y el resto de actividades que tienen como instrumento el lenguaje, determinando la frontera entre ellas por medio de una arcaica noción de ficcionalidad: la distinción entre el historiador y el poeta, por ejemplo, es que el primero cuenta lo sucedido, mientras que el segundo lo que podría suceder; por esto, para Aristóteles, y ciertamente también para Vargas Llosa (como se verá después en este estudio), la poesía es más seria y filosófica que la historia, pues la poesía dice lo universal y la historia lo particular33. A pesar de su rechazo, Platón se ve obligado a distinguir entre el recurso de la imitación y el de la narración simple, y en vista de la imposibilidad de proscribirlas definitivamente, establecer cómo debe usarse cada una para producir el menor mal. Por narración simple me refiero aquí a aquel discurso descriptivo de acciones, objetos y escenarios que constituye buena parte de lo que concebimos como texto literario-ficticio (Aristóteles se refiere a él como estilo indirecto). En el arranque mismo de una novela de Vargas Llosa (para ir entrando en materia), tenemos una muestra de narración simple: 31 Aristóteles, Poética, p. 40. 32 En tiempos de Aristóteles no existía como tal el concepto de literatura, algo que se reconoce en la misma Poética: «El arte que imita sólo con palabras en prosa o en verso (sea combinando varios metros, sea utilizando un único tipo de metro), hasta ahora no ha recibido nombre. Pues no disponemos de ningún término que se aplique en común a los mimos de Sofrón y Jenarco y a los discursos socráticos, ni tampoco cuando la imitación se hace mediante trímetros, versos elegíacos o algún otro metro semejante» (p. 36). 33 Ibídem, p. 50. 22 Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante que el globo de luz difundía por el recinto, a través de escasas partículas limpias de vidrio: el peligro había desaparecido para todos, salvo para Porfirio Cava. Los dados estaban quietos, marcaban tres y uno, su blancura contrastaba con el suelo sucio.34 Inmediatamente después leemos lo siguiente: —Cuatro —repitió el Jaguar—. ¿Quién? —Yo —murmuró Cava—. Dije cuatro. —Apúrate —replicó el Jaguar—. Ya sabes, el segundo de la izquierda.35 Siguiendo las definiciones de Platón, este último fragmento (auténtico tour de force) sería un ejemplo de imitación. Nosotros, en cambio, lo categorizaríamos como un «diálogo» (Aristóteles lo llamaría estilo directo), siendo uno de los múltiples tipos de discurso que tradicionalmente coexisten en un texto narrativo moderno. El rechazo a este recurso proviene tanto de su origen, el poeta trata de recrear en la obra las voces de varios personajes reales o ficticios, como de su funcionamiento dentro del texto, pues según Platón, al intentar reflejar estas voces, decrece la calidad del mismo. Bajo esta óptica, un mal poeta (o narrador) preferirá imitar todo y no considerará nada indigno de él, de modo que tratará de imitar seriamente y ante muchos todo lo que acabamos de mencionar: truenos, ruidos de vientos y granizo, de ejes de ruedas y poleas, trompetas, flautas, siringas y sonidos de todos los instrumentos, así como voces de perros, ovejas y pájaros.36 Así, el hombre no puede imitar con excelencia muchas cosas, debiendo por lo tanto abocarse solo a una. Esto atiende también a una idea previa: la de que el arte es siempre un conocimiento inferior, alejado de la verdad. En consecuencia, mientras más imitaciones proyecte el poeta, de menor calidad serán cada una y el conjunto, y más lejano se encontrará de la verdad. 34 Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, p. 9. 35 Ídem. 36 Platón, op. cit., p. 167. 23 Platón ha propuesto entonces una censura temática para la poesía, con el fin de reducirla a exponer la virtud y elogiar las grandezas de dioses y héroes, y una censura formal, que no intente imitar la realidad y sea sólo un vehículo de esa alabanza. Ambos empeños, en todo caso, parten de entender la relación entre la literatura y su espectador en un único sentido: la obra como un ente moralizante, que proporciona modelos e ideales a quienes la experimentan. Juzgado aquí como un negativo (como su contraparte repudiada: un ente perversor) y en el ejemplo medieval como un positivo, el razonamiento es cuando menos semejante. Mi intención al presentar estos antecedentes es, más allá de verificar que la reflexión sobre el efecto de lo que hoy consideraríamos literatura es antiquísima, establecer un suelo contrastante con la poética de Mario Vargas Llosa. De inicio, para él, la literatura es un concepto mucho más amplio, no limitado a los textos literarios, sean cantares de gesta o, digamos, epopeyas homéricas. Igualmente, la relación que él observa entre texto y lector es mucho más compleja que el proceso moralizante que hasta ahora he descrito. Sin embargo, es necesario tener presentes ciertos conceptos platónicos, pues estos ejercen una influencia decisiva en la poética vargallosiana, ya sea porque se apropia de ellos para reformularlos o porque, en su mayoría, los rechaza en su totalidad, como se verá en capítulos posteriores. 24 2. Lenguaje, literatura y humanidad 2.1 La dialéctica entre lenguaje y pensamiento Afirmé páginas atrás que la poética vargallosiana reside en su ensayística y que ésta, a su vez, se compone de textos que intentan reflexionar y ser «experiencia viva» a un mismo tiempo. Para un contador de historias, como el propio Vargas Llosa se ha presentado, concepto además del que se vale muy audazmente para esquivar muchos debates, ¿qué mayor vida podría haber que la que se encuentra en una ficción? No es de extrañar, pues, que, para él, la historia de la literatura (y de la humanidad) comience no con definiciones y categorías (o con el carbono y la evolución explicada por Darwin), sino con un relato, con palabras y emociones. Para Vargas Llosa, la literatura (en la acepción especial que le otorga y que poco a poco iré clarificando y aglutinando) nace junto con la humanidad: es precisamente el rasgo distintivo de la civilización, tanto en su aspecto social como en el individual: Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas —rayos, truenos, gruñidos de las fieras—, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. […] Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y 25ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.37 La literatura se presenta aquí en una fase de desarrollo previa a la que tenemos actualmente. Al mencionar el «recién nacido lenguaje» y el «largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría», Vargas Llosa pone el dedo en la llaga de la repasada discusión entre lenguaje y pensamiento. ¿Fue, como él dice, el lenguaje el primero en aparecer sobre la tierra? De acuerdo con Edward Sapir, «el lenguaje es, por su origen, una función pre-racional [:] es muy probable, en realidad, que el lenguaje sea un instrumento destinado originalmente a empleos inferiores al plano conceptual, y que el pensamiento no haya surgido sino más tarde, como una interpretación refinada de su contenido»38. El lenguaje es, además, una capacidad no instintiva del hombre en tanto animal, como sí lo es caminar, por ejemplo, sino cultural, una «herencia puramente histórica del grupo»39; al igual que Vargas Llosa, Sapir le atribuye la primacía como fruto de la cultura humana, el avance gracias al cual se hicieron posibles todas las otras manifestaciones40. Es importante aclarar que por lenguaje se entiende, sí, a las «imágenes auditivas» (palabras, es decir, imágenes auditivas asociadas arbitrariamente por una sociedad a ciertos conceptos), pero también a su «clasificación», a la «fijación de [sus] formas» y, especialmente, al 37 Mario Vargas Llosa, «Elogio de la lectura y la ficción», pp. 118-119. Planteamiento similar hace el autor en el ensayo «Contar historias»: «Inventar y contar historias es tan antiguo como hablar, un quehacer que debió nacer y crecer con el lenguaje, cuando de los gruñidos, los murmullos, la gesticulación y las muecas, nuestros antepasados, esos seres primitivos, ya no simios pero todavía no humanos, comenzaron a intercambiar palabras y a entenderse de acuerdo con un código elemental que con los años se iría sutilizando hasta grandes extremos de complejidad…» (Letras Libres, No. 67, p. 57). 38 Edward Sapir, El lenguaje, p. 22. 39 Ibídem, p. 10. 40 Ibídem, p. 31. 26 «establecimiento de relaciones entre los conceptos»41: el lenguaje como sistema, como el producto más «acabad[o] con que se expresan todas las experiencias susceptibles de comunicación»42. Ahora, al advertir ese «largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría», Vargas Llosa atinadamente destaca que lenguaje y pensamiento han mantenido a lo largo del tiempo una dialéctica particular: aunque ambos, como se vio, no son en absoluto opuestos, han interactuado de tal manera que cada uno resulta, no en una síntesis que los unifica, sino en «estados superiores», ciertamente separados pero complementarios y dependientes el uno del otro. Sapir lo expresa con las siguientes palabras: Podemos dar por sentado que el lenguaje ha surgido pre-racionalmente —de qué manera concreta y en qué nivel preciso de actividad mental es algo que no sabemos—, pero no debemos imaginar que un sistema bien desarrollado de símbolos lingüísticos haya podido elaborarse con anterioridad a la génesis de conceptos claramente definidos y a la utilización de los conceptos, o sea el pensamiento. Lo que debemos imaginar es más bien que los procesos del pensamiento entraron en juego, como una especie de afloramiento psíquico, casi en los comienzos de la expresión lingüística, y que el concepto, una vez definido, influyó necesariamente en la vida de su símbolo lingüístico, estimulando así el desarrollo del lenguaje. […] Si el instrumento hace posible el producto, el producto, a su vez, refina al instrumento.43 Esta relación es igualmente descrita por Vargas Llosa al expresar que, a su juicio, una persona (contemporánea) que no lea padecerá no sólo una limitación verbal, sino intelectual: «una indigencia de pensamientos y de conocimientos, porque las ideas, los conceptos, mediante los cuales nos apropiamos de la 41 Ibídem, p. 30 42 Ibídem, p. 249. 43 Ibídem, p. 24. 27 realidad existente y de los secretos de nuestra condición, no existen disociados de las palabras a través de las cuales los reconoce y define la conciencia»44. 2.2 La literatura como característica definitoria de la humanidad Entonces, en esta etapa prehistórica de la literatura, que consiste apenas en pequeños grupos humanos ya poseedores de un lenguaje y un pensamiento en pleno y mutuo crecimiento, surge la narración (y con ella la figura del contador de historias primitivo, aquél que congrega a la tribu alrededor del fuego; ésta será desarrollada mucho más adelante en el presente trabajo). Al decir que el hombre en este tiempo ha comenzado «a inventar historias y a contárselas», Vargas Llosa refiere implícitamente la consolidación de las diferentes funciones básicas de la comunicación verbal: a las referencial, emotiva, fática y conativa, se añaden la metalingüística y la poética45. Lo anterior revelaría, asimismo, una consecuente madurez de la dupla lenguaje-pensamiento, pues aunque el «arte verbal» tiene como función «dominante» la poética, requiere de una compleja interacción de todas las demás para su correcto funcionamiento46. A esto hay que sumar un punto fundamental de la teoría vargallosiana: la capacidad de imaginar, de 44 Vargas Llosa, «La literatura y la vida», en La verdad de las mentiras, p. 295. Una versión anterior, apenas modificada, de este texto apareció en Letras Libres, No. 22, bajo el título «Un mundo sin novelas», pp. 38-44. 45 He seguido la clasificación hecha en Roman Jakobson, «XIV. Lingüística y poética», en Ensayos de lingüística general, pp. 352-358. 46 Vargas Llosa escribe que: «Una humanidad […] no contaminada de literatura se parecería mucho a una comunidad de tartamudos y de afásicos, aquejada de tremendos problemas de comunicación debido a lo basto y rudimentario de su lenguaje», y «prevalecerían acaso sobre las palabras los gruñidos y la gesticulación simiesca», siendo un mundo «de léxico liliputiense» («La literatura y la vida», p. 295, 301). 28 inventar ficciones, potencialidad descendiente del lenguaje y, como él, probablemente no «instintiva» del hombre en tanto animal, pero sí del ser humano. «Lo que hace que el ser humano sea de veras humano», dice Vargas Llosa en su discurso de aceptación del Premio Nobel, es esa «capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños»47. Esta clase de juicios, abundantes en Vargas Llosa y que algunos podrían tachar de caprichosos o excesivamente románticos, encuentran eco en ciertas ideas del filósofo alemán Martin Heidegger, quien, en una conferencia en 1936, definió al hombre como el «ser que ha de dar testimonio de lo que es. Testimoniar significa, por una parte, declarar; y, por otra, mantener las declaraciones. El Hombre es el que es, precisamente al dar y por dar testimonio de su propia realidad de verdad (Dasein)»48. Este testimonio no sólo se expresa mediante lo que él mismo llama la Palabra, y que refiere al lenguaje como sistema, sino que depende de éste. «Únicamente donde haya Palabra habrá Mundo», explica Heidegger, «esto es: un ámbito, con radio variable, de decisiones y realizaciones, de actos y responsabilidades, y aun de arbitrariedades, alborotos, caídas y 47 «Elogio de la lectura y la ficción», p. 120. En «Contar historias», Vargas Llosa dice que los primeros hombres «se contaban [entre ellos] lo que les ocurría», sí, pero «también, y acaso sobre todo, lo que no les ocurría, o, mejor dicho, lo que sólo les ocurría en el impalpable y secreto mundo de los deseos, de los instintos, apetitos y sueños: los goces y los excesos codiciados, las aventuras imposibles, las aparicionestemidas, los milagros» (p. 57). 48 Martin Heidegger, Hölderlin y la esencia de la poesía, p. 22. El concepto de Dasein es el centro de la filosofía heideggeriana; como tal, ha estado sometido a un sinfín de interpretaciones, sin nunca quedar del todo claro. Para nuestros propósitos, y porque una mayor discusión no es nuestro cometido, diremos que «Heidegger identifica vida con Dasein, pero ¿qué entiende por vida? […] Heidegger resume en tres puntos: 1. La vida es unidad de sucesión y temporalización de los dos modos de vivir: el vivir como intransitivo: estar en la vida, alguien vive con intensidad, etc; y el vivir en sentido transitivo de vivir la vida, vivir para un objetivo, o en los compuestos: tener una vivencia [….]. 2. La vida como algo que tiene en sí y para sí posibilidades temporalizadas. La vida tiene y es sus posibilidades. […] 3. La vida en un sentido en el que se entrelazan los dos anteriores: […] este todo entendido como la realidad» (Modesto Berciano, «¿Qué es realmente el “Dasein” en la filosofía de Heidegger?», en Thémata, No. 10, pp. 435-436). 29 extravíos»49. De manera similar a lo que Sapir había apuntado con respecto al lenguaje y al raciocinio, para Heidegger la Palabra hace «acontecer al Mundo», pero éste no es de forma alguna su consecuencia: son contemporáneos. El ser humano es así una «palabra-en-diálogo», el corazón de un proceso que «consiste en dar nombre […], en que el Mundo se haga palabra»50. Y entra aquí en juego la literatura, pues son las Palabras del poeta, no de cualquier otro hombre, las que «fundamenta[n] la realidad»51: Poesía es fundación por la palabra y sobre la palabra. ¿Qué es lo fundado?: Lo permanente; pero, ¿es que lo permanente puede ser fundado? ¿Que no es lo permanente lo desde siempre presente?: No. Lo permanente es, justamente, lo que tiene que ser detenido contra la arrebatada corriente…52 Es bien sabido que el primer método diseñado por la humanidad para «despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno» fue lo que hoy llamamos pensamiento mítico, historias que explicaban los fenómenos naturales como la lluvia o las estaciones del año53 (el mito de Perséfone y las semillas de granada, por ejemplo). Sin embargo, además de estos relatos de carácter religioso que daban sentido a la vida cotidiana durante la antigüedad (y que en muchos casos lo siguen haciendo), Heidegger parece aludir también a ciertos valores que 49 Heidegger, op. cit., p. 25. 50 Ibídem, pp. 27-28. 51 Ibídem, p. 30. Idea similar postulaba Georges Bataille, cuyo pensamiento se discutirá en una parte posterior del presente estudio: «Todos sentimos lo que es la poesía; nos funda, pero no sabemos hablar de ella. […] La poesía lleva al mismo punto que todas las formas del erotismo: a la indistinción, a la confusión de objetos distintos. Nos conduce hacia la eternidad, nos conduce hacia la muerte y, por medio de la muerte, a la continuidad» (El erotismo, pp. 29-30). 52 Ibídem, p. 29. 53 Vargas Llosa apunta, precisando, que «los cuentos, las historias, fueron anteriores a las religiones y también sus rudimentos, las semillas que la imaginación, el miedo y el sueño de la inmortalidad desarrollarían luego en mitos, teologías, sistemas filosóficos y arquitecturas intelectuales fabulosas» («Contar historias», p. 57). Al respecto, René Wellek y Austin Warren dicen que: «Se puede retroceder a una época en que la literatura, la filosofía y la religión coexisten sin diferenciación neta; entre los griegos acaso se pudiera poner por ejemplo a Esquilo y a Hesíodo. Pero ya Platón puede hablar de la disputa entre poetas y filósofos como de cosa antigua» (Teoría literaria, p. 39). 30 han cimentado la civilización y que, en muchos casos, provienen de la abstracción de esos mismos relatos. Vargas Llosa menciona por ejemplo al «individuo soberano desgajado de la tribu», al derecho, las artes y la ciencia, valores todos fundados por esa poesía que los nombra y que en diálogo interminable los hace permanentes, «detenidos contra la arrebatada corriente». Así, el hombre construye a través de la literatura el mundo en el que habita ya no como bestia, sino como humano: una civilización. Escribió hace varios siglos el poeta Hölderlin, tan admirado por Heidegger: «Lleno está de méritos el Hombre; / mas no por ellos; por la Poesía ha hecho / esta Tierra su morada»54. Este «morar poéticamente» supone dar siempre un testimonio de la sucesión temporal que el hombre transita, así como de las vivencias que en ella ocurren y de todas las posibilidades que la conjugaron posible; este testimonio, que debe ser dicho y ratificado, sólo puede expresarse mediante el lenguaje, el cual a su vez ha sido utilizado poéticamente para fundar la realidad y, por lo tanto, determina la forma en que ésta es aprehendida por el Hombre. Esta prueba utilizada por el filósofo (el hombre es Hombre si y sólo si enuncia su realidad) está en sintonía con la imagen que Vargas Llosa presenta, en donde también el lenguaje (como comunicación y, esencialmente, como literatura primitiva) es la característica definitoria del ser humano. 54 Heidegger, op. cit., p. 31. 31 2.3 El enriquecimiento de la escritura Luego de situar a una humanidad que ya habla, piensa y narra historias, Vargas Llosa continúa su relato destacando que esa ficción anónima, trasmitida de manera oral (el mito, los primeros poemas épicos) creció con el paso del tiempo, de la misma manera en que un niño se transforma lentamente en un adulto. «Ese proceso nunca interrumpido», nos dice, «se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia»55. Así, la escritura otorga a la palabra la posibilidad de extenderse hacia el futuro al dotarla de un soporte durable, pero también, de acuerdo con Vargas Llosa, interviene en el sistema del lenguaje mismo: una comunidad sin escritura «se expresa con menos precisión, riqueza de matices y claridad […] que otra cuyo principal instrumento de comunicación, la palabra, ha sido cultivado y perfeccionado gracias a los textos literarios»56. Esta idea contrasta fuertemente con los postulados de ciertos lingüistas, entre ellos el ya citado Sapir, para quien la escritura es sólo un «método gráfico de representar el habla»57; más adelante, incluso, afirma que el «desenvolvimiento lingüístico que […] en sus etapas más avanzadas asociamos con la literatura, no pasa de ser algo superficial»58. Con este último aserto, Sapir cae aparentemente en una contradicción, pues apenas después escribe que «no hay para qué decir que los conceptos más abstractos no se hallan representados tan abundantemente, ni con mucho, en la 55 «Elogio de la lectura y la ficción», p. 119. 56 «La literatura y la vida», p. 295. 57 Sapir, op. cit., p. 27. 58 Ibídem, p. 30. 32 lengua del salvaje; y [que] ésta carece asimismo de esa riqueza de vocabulario y de esa exquisita matización de conceptos que caracterizan a las culturas más elevadas»59. Al hablar de «culturas más elevadas» y «conceptos más abstractos», se podría deducir que existen lenguas cuyo desenvolvimiento lingüístico sí que fue «mejorado» (a falta de un término más adecuado) por la literatura (y la escritura), y otras que no; sin embargo, el problema reside en dos calificaciones distintas. Para Sapir, el hecho de que «una sociedad no conozca la teosofía [y por lo tanto] no necesit[e] tener un nombre para designarla»60 no es una «falla» ni representa un estado primitivo y desarrollable del lenguaje: La armazón básica del lenguaje, la constitución de un sistema fonético bien definido, la asociación concreta de loselementos lingüísticos con los conceptos y la capacidad de atender con eficacia a la expresión formal de cualquier clase de relaciones, todas estas cosas las encontramos perfeccionadas y sistematizadas rígidamente en cada uno de los idiomas que conocemos.61 Bajo esta óptica, todas las lenguas, incluso «la del salvaje», son perfectas, pues cumplen su función primordial: la comunicación entre personas. Vargas Llosa en ningún momento argumenta contra esto, pero sí destaca que sin la literatura no existirían ciertos adjetivos formados a partir de las creaciones literarias: quijotesco, kafkiano, pantagruélico, rocambolesco, orwelliano, sádico y masoquista, entre muchos otros. Habría locos, víctimas de paranoias y delirios de persecución, y gentes de apetitos descomunales y excesos desaforados, y bípedos que gozarían recibiendo o infligiendo dolor, ciertamente. Pero no habríamos aprendido a ver detrás de esas conductas excesivas, en entredicho con la supuesta normalidad, aspectos esenciales de la condición humana, es decir, de nosotros mismos, algo que sólo el talento creador de Cervantes, de Kafka, de Rabelais, de Sade o de Sacher-Masoch nos reveló.62 Esta forma de creación léxica responde al establecimiento de un concepto complejo que surge de la comprensión de la obra literaria, pues, como escribe el 59 Ídem. 60 Ibídem, p. 248. 61 Ibídem, p. 30. 62 «La literatura y la vida», p. 301. 33 propio Sapir, los símbolos lingüísticos no pueden desarrollarse antes de «la génesis de conceptos claramente definidos». Estos conceptos son más fácilmente asimilables a través de las figuras creadas por la literatura; por ejemplo, «las nociones mismas de ideal y de idealismo, tan impregnadas de una valencia moral positiva, no serían lo que son —valores diáfanos y respetables— sin haberse encarnado en aquel personaje de novela con la fuerza persuasiva que le dio el genio de Cervantes»63. Pero estos nuevos conocimientos no sólo se aprehenden gracias a personajes específicos, sino también por medio de representaciones del mundo, de modelos de éste: la idea de lo orwelliano, que «sigue ahí, vigente, como recordatorio de una de las experiencias político-sociales más devastadoras sufridas por la civilización, que las novelas y ensayos de George Orwell nos ayudaron a entender en sus mecanismos más recónditos»64. Vargas Llosa expone también lo que ocurre con un concepto tan complejo (y constante, por cierto, en su obra ficcional) como el erotismo, ya no un adjetivo como los anteriores sino un sustantivo: [El erotismo], a medida que, gracias a la literatura, evolucionó hasta niveles elevados de refinamiento y matización, elevó las posibilidades del goce humano, y, en lo relativo al amor, sublimó los deseos y dio categoría de creación artística al acto sexual. Sin la literatura, no existiría el erotismo. El amor y el placer serían más pobres, carecerían de delicadeza y exquisitez, de la intensidad que alcanzan educados y azuzados por la sensibilidad y las fantasías literarias. No es exagerado decir que una pareja que ha leído a Garcilaso, a Petrarca, a Góngora y a Baudelaire ama y goza mejor que otra de analfabetos semiidiotizados por los programas de la televisión. En un mundo aliterario, el amor y el goce serían indiferenciables de los que sacian a los animales, no irían más allá de la cruda satisfacción de los instintos elementales: copular y tragar.65 63 Ídem. 64 Ibídem, p. 303. 65 Ibídem, p. 296. La misma idea se encuentra presente en «Contar historias»: «En la soledad de la lectura, las ficciones revolucionaron el amor, sublimándolo unas veces y otras impregnándolo de rituales y de sensualidad. La vida inventada de la literatura fue decisiva para la desanimalización 34 Así, tanto como la creación, la simbolización y la conceptualización han sido una de las maneras en que la literatura ha influido en el lenguaje. Si bien, para Sapir, esto no significa una mejora del lenguaje en tanto sistema, Vargas Llosa no parece dirigir sus observaciones precisamente hacia los terrenos de la pura lingüística. Al hablar de «enriquecimiento» y «perfeccionamiento», se refiere más bien al lenguaje como fenómeno cultural, a lo que el propio Sapir califica como «culturas más elevadas». Para el Nobel peruano, la importancia de este desarrollo léxico reside en que es homólogo a la dialéctica lenguaje-pensamiento: el producto refina nuevamente al instrumento que lo crea. Además esta evolución modifica asimismo aspectos (hasta cierto punto verificables) de la realidad como, en este caso, la sexualidad humana. Ciertamente, los códigos que determinan los comportamientos sociales en sucesos como el amor y el placer están formados a partir del amplio concepto de erotismo que, entre otras actividades, la literatura no sólo mantiene en perpetua resignificación, sino que contribuyó a establecer en sus inicios, transformando lo que era en el hombre una característica instintiva en una cultural. Favorecer este tránsito es, según Vargas Llosa, el primer gran efecto que ha tenido la literatura sobre la humanidad: Incivil, bárbaro, huérfano de sensibilidad y torpe de habla, ignorante y ventral, negado para la pasión y el erotismo, el mundo sin novelas […] tendría, como su rasgo principal, el conformismo, el sometimiento generalizado de los seres humanos a lo establecido. También en este sentido sería un mundo animal. Los del amor físico que, poco a poco, gracias a las imágenes y fantasías de la literatura, se volvió ceremonia, teatro, aventura y creación, al mismo tiempo que fiesta y placer de los sentidos. El erotismo o humanización del amor físico no hubiera nacido nunca sin la ayuda de la ficción» (pp. 58-59). Es destacable, asimismo, el interés que Vargas Llosa siente por el erotismo como tema de su narrativa: aparece prácticamente, con muy distinta profundidad, en toda su obra, alcanzando su mayor exposición en el díptico conformado por las novelas eróticas Elogio de la madrastra y Los cuadernos de don Rigoberto. 35 instintos básicos decidirían las rutinas cotidianas de una vida lastrada por la lucha por la supervivencia, el miedo a lo desconocido, la satisfacción de las necesidades físicas, en la que no habría cabida para el espíritu.66 La cita anterior (en la que Vargas Llosa nos pide realizar el ejercicio de imaginar un imposible, una comunidad sin literatura) sirve como una suerte de resumen de todo lo que he expuesto hasta el momento, especialmente porque resalta el planteamiento central de esta parte de la poética vargallosiana: la literatura como aquello que distingue al humano del animal, a la civilización de la barbarie. La literatura, entonces, como la conjugación de todas aquellas potencialidades que la hacen posible: el lenguaje, el pensamiento y la imaginación (abundaré sobre ésta última en el siguiente apartado). La literatura engloba, pues, tanto esa primera ficción trasmitida oralmente, narrada junto al fuego en los albores del tiempo, el mito y la primera poesía, como sus posteriores representaciones escritas, las cuales, en su dilatado desarrollo, establecieron el sistema de géneros y corrientes que vendrían a tener su apogeo en la época moderna. Y la literatura, además, como esa chispa que desata el movimiento hacia adelante, como el impulso primero de ese tránsito dialéctico en que instrumento y producto, lenguaje y pensamiento, relato y texto, se refinan mutuamente. El humano definido como aquel ser que interactúa literariamente con el mundo. Entre literatura y humanidad Vargas Llosa observa una relación diacrónica, impersonal en tanto que entiende«humanidad» como un ente histórico, no como la suma de individuos en sociedades en un determinado momento. La verdad de estas ideas, más allá de lo que al respecto pudiera criticarse desde la filosofía y la 66 «La literatura y la vida», p. 304. 36 lingüística, está dada por su creciente coherencia con el resto de su pensamiento: me he limitado a describir su interpretación, a explicitar este aspecto de su poética. A partir de aquí avanzaré hacia el siguiente punto: la personalización, la visión sincrónica, es decir, cómo funciona la literatura en sus lectores, y en el conjunto de ellos, en su propio tiempo. 37 3. Deseo, catarsis y vocación 3.1 El humano como ser incompleto De acuerdo con nuestro autor, la aparición de la escritura, mencionada antes en su relación con el lenguaje, es también el acontecimiento por el que podemos empezar a hablar de literatura, digamos, «moderna»: «Con la aparición de la escritura, el arte de contar historias experimentó una mudanza radical. Dejó de ser, desde su nacimiento, creación colectiva, ceremonia compartida por una colectividad, y se tornó quehacer individual y actividad privada»67. Este paso abre el panorama para estudiar, ahora desde su efecto personal, la función de la literatura. Veamos: si la literatura es la potencia definitoria de la humanidad, ¿cuál es la del individuo? La respuesta es, para Vargas Llosa, tajante: Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos —ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros— quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar, tramposamente, ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo insatisfecho.68 Se trata, pues, de la literatura en otra de sus facetas. Ésta es sin duda la idea central, además de la más popular, de la poética vargallosiana, y ha sido reformulada por el escritor de forma obsesiva, aunque con ciertos matices, en diversos textos de toda clase. Citaré apenas dos ejemplos: 67 «Contar historias», p. 58. 68 «La verdad de las mentiras», pp. 9-10. 38 Nuestros apetitos y nuestras fantasías siempre desbordan los límites dentro de los que se mueve ese cuerpo mortal al que le ha sido concedida la perversa prerrogativa de imaginar las mil y una aventuras y protagonizar apenas diez. El abismo inevitable entre la realidad concreta de una existencia humana y los deseos que la soliviantan y que jamás podrá aplacar, no es sólo el origen de la infelicidad, la insatisfacción y la rebeldía del hombre. Es también la razón de ser de la ficción, mentira gracias a la cual podemos tramposamente completar las insuficiencias de la vida, ensanchar las fronteras asfixiantes de nuestra condición y acceder a mundos más ricos o más sórdidos o más intensos, en todo caso distintos del que nos ha deparado la suerte.69 [L]a imaginación ha concebido un astuto y sutil paliativo para ese divorcio inevitable entre nuestra realidad limitada y nuestros apetitos desmedidos: la ficción. Gracias a ella somos más y somos otros sin dejar de ser los mismos. [Así superamos transitoriamente] esa trágica condición que es la nuestra: la de desear y soñar siempre más de lo que podemos realmente alcanzar.70 Entonces, el hombre es siempre un alguien insatisfecho con el mundo que lo rodea, «asfixiado por sus propias fronteras […]. Este entredicho con la realidad»71 se torna pronto «rebeldía» si trata de aplacarse, ya sea por la imaginación de la que todo humano es capaz, o por una de sus formas concretas, la literatura. Esta idea no es exclusiva ni original de Vargas Llosa: presenta una enorme semejanza, por ejemplo, con los postulados de Sigmund Freud que explicitan el proceso de conformación de la personalidad y el papel que el arte desempeña en la vida psicológica del hombre. Al respecto, Armando Pereira escribe que: La deuda que Mario Vargas Llosa —en su concepción sobre la literatura— ha contraído con la teoría freudiana, no se refiere exclusivamente a simples préstamos terminológicos: «traumas», «obsesiones», «pulsiones», «inconsciente», etcétera. Consiste, más bien, en una fructífera asimilación del 69 «El teatro como ficción» [prólogo a su obra de teatro Kathie y el hipopótamo], en La señorita de Tacna. Kathie y el hipopótamo, p. 109. 70 «La verdad de las mentiras», p. 19. 71 Cartas a un joven novelista, p. 15. 39 psicoanálisis como ciencia del inconsciente y, más concretamente, de las propias ideas de Freud sobre el arte y la literatura.72 De acuerdo con el psicoanálisis, existe una «dialéctica entre fantasía y realidad [que] ha sido una constante en el desarrollo de la civilización», observable a su vez en «los dos principios básicos del acontecer psíquico que definen la evolución» del hombre: el principio del placer y el principio de la realidad73. «El primero se refiere a los procesos primarios, instintivos e inconscientes de la vida psíquica de todo individuo y su tendencia básica es a la consecución de placer»74. El segundo, por otra parte, se constituye a partir de la represión del primero y su objetivo es «hacernos accesible el mundo objetivo [: de él se] logra[n] desarrollar las dos facultades básicas», que son la razón y la conciencia75. Sin embargo, la transición entre ambos supone siempre un trauma, un sacrificio, pues el principio de realidad se encuentra «sustenta[do] en una serie de normas e instituciones que reglamentan tanto el comportamiento social de cada individuo como el […] de la sociedad en su conjunto»76. El punto central a destacar aparece al descubrirse 72 Armando Pereira, La concepción literaria de Mario Vargas Llosa, p. 17. Buena parte del mérito de este estudio reside en su originalidad, pues la relación entre ambos autores no había sido siquiera advertida por la crítica y es apenas revelada por el propio Vargas Llosa en un par de textos: «Es cierto que mis opiniones prestan imágenes al romanticismo… pero su contenido debe más a Freud o a Sartre», escribió alguna vez («El regreso de Satán», en Ángel Rama y Mario Vargas Llosa, García Márquez y la problemática de la novela, Corregidor-Marcha Ediciones, Buenos Aires, 1973, p. 14 apud Pereira, op. cit., p. 17). Pilar Rubio Montaner advierte asimismo de que «la corriente psicológico-literaria, al considerar el mensaje literario como una manifestación de una experiencia singular, es una de las que completa y corrige mejor a la Poética de signo estructuralista» de su interés único por el texto, sirviendo como antecedente del estudio de las poéticas de autor («Sobre la necesaria integración de las poéticas de autor en la Teoría de la Literatura», p. 184). 73 Ibídem, p. 26. 74 Ídem. 75 Ibídem, p. 27 76 Ídem. 40 que la «renuncia al principio del placer, esta represión que la civilización ejerce sobre la vida instintiva y pulsional, nunca es completa ni definitiva»77. Las similitudes entre los pensamientos vargallosiano y freudiano ocurren al puntualizar el principio del placer en uno de sus procesos integrantes: la fantasía de la que habla el novelista es el producto de esa potencia definitoria humana de la imaginación: es su puesta en práctica en la cotidianeidad. Por consiguiente, el principio de realidad se entiende como el mundo mismo, entendible o «accesible» al individuo pero en frontal oposición a él: son los hechos, las instituciones, las leyes que permiten la más elemental convivencia social: es todo aquello, «lo externo», que no obedece a nuestra voluntad, como sí lo hace «lo interno» a través de la fantasía. Dentro de este enfrentamiento
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