Logo Studenta

El-cielo-en-la-piel-de-Edgar-Chas--una-mirada-al-teatro-mexicano-contemporaneo

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

1 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
PROGRAMA DE POSGRADO EN LETRAS 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS 
 
 
EL CIELO EN LA PIEL DE EDGAR CHÍAS: UNA MIRADA AL 
TEATRO MEXICANO CONTEMPORÁNEO 
 
 
TESIS 
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE 
MAESTRA EN LETRAS 
(LETRAS MEXICANAS) 
 
PRESENTA: 
MARICARMEN TORROELLA BRIBIESCA 
 
TUTOR: 
DR. ÓSCAR ARMANDO GARCÍA GUTIÉRREZ 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
 
MÉXICO, D.F., FEBRERO DE 2014 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
 
 
A mis padres, por su amor y apoyo. 
A Edgar Chías, por su talento y amistad. 
 
A mi tutor: Dr. Óscar Armando García Gutiérrez, por su 
apertura y apoyo a lo largo del tiempo. 
 
A mis lectores: Dr. Alejandro Ortiz Bullé-Goyri (UNAM), Dr. 
Armando Partida (UNAM), Dr. José Ramón Alcántara 
(Universidad Iberoamericana), Dr. José Luis García 
Barrientos (Universidad Complutense), por hacerme el honor. 
 
Al teatro mexicano contemporáneo, por lo que me ha dado y 
me dará. 
 
A Claudia Casali, por ayudarme a concluir esta tesis y a 
seguir en el camino. 
 
Por su generosidad, a todos 
MUCHAS GRACIAS. 
 
 
3 
 
CONTENIDO 
 
 
INTRODUCCIÓN........................................................................................................................5 
SÍNTESIS DE LA OBRA...............................................................................................................7 
 
 
CAPÍTULO I: CONTEXTO 
 
 
1.1 CONTEXTO CULTURAL.......................................................................................................9 
1.2 CONTEXTO IDEOLÓGICO...................................................................................................20 
1.3 CONTEXTO ESTÉTICO.......................................................................................................34 
 
 
CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO 
 
 
2.1 CONTRA LA ESPECTACULARIDAD.....................................................................................46 
2.2 MODOS DE IMITACIÓN......................................................................................................49 
2.3 ENTRE LA DRAMATOLOGÍA Y LA NARRATOLOGÍA............................................................54 
 2.3.1 La dramatología....................................................................................................54 
 2.3.2 La narratología.....................................................................................................58 
 
 
CAPÍTULO III: ANÁLISIS CRÍTICO-TEÓRICO DE LA OBRA 
 
 
3.1 EL CIELO EN LA PIEL EN TANTO TEXTO NARRATIVO.........................................................64 
3.1.1 Modo..................................................................................................................64 
3.1.2 Voz....................................................................................................................69 
4 
 
3.2 EL CIELO EN LA PIEL EN TANTO TEXTO PARA LA ESCENA (ANÁLISIS DE LA 
REPRESENTACIÓN)..........................................................................................................74 
3.2.1 Visión.................................................................................................................75 
 
 
CAPÍTULO IV: LA HIBRIDACIÓN MODAL 
 
 
4.1 LA NARRACIÓN ESCÉNICA: UN HÍBRIDO MODAL.............................................................108 
4.2 UN ACTO CONVIVIAL DE AJUSTE DE CUENTAS CON Y CONTRA EL PODER........................112 
 
 
CONCLUSIONES....................................................................................................................115 
BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................... .118 
5 
 
INTRODUCCIÓN 
 
El 6 de octubre de 2004 se estrenó por primera vez, en el teatro La Capilla, El cielo en la 
piel de Edgar Chías, bajo la dirección de Mahalat Sánchez. Este montaje marcó un hito en 
la historia de la dramaturgia mexicana contemporánea. Llegaba a las tablas un texto 
nacional cuya forma cuestionaba intencionalmente la notación tradicional del drama. Esta 
forma de escribir para el teatro fue denominada por su autor como rapsodia escénica. La 
particularidad, a simple vista, de la obra era su aparente naturaleza literaria más que 
dramática; la ausencia, cuando menos explícita, de los dos subtextos que caracterizan al 
texto dramático convencional: el diálogo y las acotaciones ─incluidas las especificaciones 
sobre los personajes que participan en la acción. ¿Qué definía a un texto con tal apariencia 
como un texto para la escena? Fue una de las preguntas principales que surgieron en el 
marco de la Cuarta Semana Internacional de la Dramaturgia Contemporánea, organizada 
por Boris Schoemann y Luis Mario Moncada en el Centro Cultural Helénico; y después en 
los números 20 y 26 de la revista mexicana de teatro Paso de gato, principalmente. 
En estos espacios de reflexión, los estudios del investigador español José Luis 
García Barrientos en torno a la relación del teatro y la narratividad; los modos de imitación 
propuestos por Aristóteles: el modo de la actuación o del drama y el modo narrativo; así 
como su posible “contaminación” en obras concretas como El cielo en la piel, resultaron 
fundamentales para establecer un diálogo teórico-crítico tanto con el texto y el montaje de 
esta obra, como con la teoría dramatológica desarrollada por García Barrientos a partir de la 
narratología de Gérard Genette. 
Nuestra investigación se planteó entonces, como objetivo, resolver la pregunta en 
torno a la naturaleza de este texto para la escena, analizándolo tanto desde la perspectiva de 
la narratología como desde la perspectiva de la dramatología; es decir, estudiándolo como 
texto literario con las herramientas de análisis del modo narrativo, y como texto dramático, 
con las herramientas analíticas del modo de la actuación o del drama. 
Nuestra hipótesis: la hibridación modal a nivel textual y a nivel escénico. El cielo en 
la piel es un texto dramático y narrativo a la vez, tanto en el papel como en el montaje. Ésta 
es la conclusión a la que llegamos. 
6 
 
Pese a lo estructural de nuestra investigación, cabe destacar que nunca dejamos de tomar en 
cuenta la relación entre forma y contenido; así como el tipo de comunicación que tanto el 
dramaturgo como la directora buscaron establecer con los lectores/espectadores de esta 
obra. En el análisis del contexto (principalmente el que corresponde al contexto estético) 
exponemos esta relación. En el primer apartado del segundo capítulo (“2.1 Contra la 
espectacularidad”), la precisamos aún más, apoyándonos en lo que el mismo autor ha 
reflexionado y publicado al respecto, y en el último subtítulo de la tesis (“3.4 Un acto 
convivial de ajuste de cuentas con y contra el poder”), exponemos dicha relación en su 
totalidad. 
 Otro rasgo característico de nuestra investigación es la manera en que hilvanamos el 
contenido de un capítulo con otro, para dar unidad y sentido a su conjunto. Finalmente, en 
las conclusiones de este trabajo exponemos los resultados de nuestros análisis, así como los 
caminos que abren en lainvestigación de la dramaturgia mexicana contemporánea. 
 
 
La presente investigación se realizó gracias al apoyo del Programa de Becas para Estudios 
de Posgrado que otorga la Coordinación de Estudios de Posgrado de la UNAM, y al 
Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica PAPIIT (Beca 
Maestría/Obtención de grado. Clave del proyecto: IN403713). 
 
 
 
7 
 
SÍNTESIS DE LA OBRA 
 
El cielo en la piel aborda la historia de dos adolescentes: Esther Torsito y Personaje 
Principal. La historia de Esther se desarrolla en nuestros días; la de Personaje, en un tiempo 
muy lejano. 
 Esther estudia y trabaja, y llega a su casa a encargarse del quehacer porque sus 
hermanos tienen el derecho de esperar a que ella llegue y lo haga. En su familia impera el 
machismo y los cánones de belleza impuestos por la sociedad de consumo. Esta ideología 
es fomentada por sus padres, principalmente por su madre, y reproducida por Esther y sus 
hermanos, entre ellos y contra ellos mismos. Para evadirse de esta realidad, Esther lee un 
libro donde se cuenta la historia de Personaje Principal. Le gusta mucho porque tiene todo 
que ver con su propia historia. 
 La ciudad en la que vive Esther está signada por la desigualdad, la delincuencia, la 
contaminación, el falso discurso de la globalización, la pobreza, la sobrepoblación, el 
racismo, la corrupción de sus gobernantes y la indiferencia de su sociedad ante los 
asesinatos y feminicidios. Esther le teme a este contexto y se lo comunica a su familia, pero 
sólo consigue que se burlen de ella y de su fealdad. Dos hombres la siguen: un joven de 
veinte años y un hombre más grande. Ante la situación de inseguridad y la indiferencia de 
su familia, Esther decide creer que dicho joven se ha enamorado de ella. Un día, éste se le 
acerca y la invita a salir. Aunque no lo conoce y no sabe si le gusta, Esther decide salir con 
Chava. No se da cuenta de la advertencia implícita en el contenido del libro que lee y, ante 
la amenaza directa que le hace el otro hombre que acompaña al joven, no encuentra otra 
salida que dormir e ignorar el peligro que la cerca. ¿A quién se lo puede decir? ¿Quién le va 
a creer? Sus deseos de vivir una vida “normal”, de bailar y divertirse como el resto de la 
gente son más fuertes que su capacidad para resistir al contexto que la amenaza. Esther sale 
con los dos hombres, se emborracha y termina siendo víctima de un feminicidio. 
 Personaje, por su parte, es la mayor de una familia muy grande. Doce contando a los 
progenitores. Su padre es jefe de la tribu y tiene algo muy parecido a un rancho en un 
desierto. Su madre se dedica al hogar. Todas sus hermanas son bellas y pasan el día 
peinando sus cabellos. Debido a su fealdad, la familia de Personaje la ignora. Para evadirse 
de esta realidad, Personaje entra a trabajar en el taller de un escriba. Allí aprende a escribir 
8 
 
y después a leer. Este aprendizaje la lleva a descubrir varias cosas: en primer lugar la tierra 
de farsantes que pisa; la corrupción de los gobernantes de su país, y la indiferencia e 
ignorancia de la sociedad en la que vive. El segundo descubrimiento es la literatura. Por 
medio de la lectura, Personaje también descubre y comienza a desarrollar su sexualidad. Un 
día, estando sola en su casa, se encuentra con un objeto al que su familia le prohíbe 
acercarse: un espejo, y toma conciencia de la belleza de su cuerpo y de la fealdad de su 
rostro. Esto la lastima mucho. Personaje piensa que debido a su fealdad, el desarrollo de su 
sexualidad se verá truncado. 
 Poco tiempo después, llegan a casa de su padre los heraldos del Rey. Según la 
tradición, el jefe de la tribu debe entregar a la mayor de sus hijas para que ésta se case con 
el soberano. El padre decide entregar a Personaje y de esta manera librarse de una hija 
marcada por la fealdad. Personaje se siente traicionada por su familia, pero le ilusiona la 
idea de conocer otros lugares. Pronto se da cuenta de que la sociedad del espectáculo es la 
misma en todas partes. Entonces decide ilusionarse con su vida al lado del Rey. Cuando 
llega al palacio se da cuenta de que no es la única prometida del soberano, sólo una más de 
las mujeres que esa noche se sumaran al harem. A partir de ese momento no podrá salir del 
palacio ni relacionarse con más hombre que Rey; el cual, para perpetuar su poder 
fundamentado en la hombría, ha mandado matar a cualquier hombre o mujer que se haya 
atrevido a ponerla en cuestión. 
 Cuando las bodas se llevan a cabo, el Rey manifiesta un gran interés por la belleza 
corporal de Personaje; sin embargo, más tarde, al descubrir la fealdad de su rostro, la 
rechaza. Personaje, pese a estar consciente de la calidad moral del Rey, se ilusiona con la 
idea de gustarle y, al ser rechazada por su fealdad, se siente defraudada una vez más y 
dedica su tiempo a escribir poemas. Un día, el Rey descubre el talento de Personaje como 
escritora y decide aprovecharse de éste para inscribirse en la posteridad a través de la 
creación de un libro que cuente sus hazañas. Personaje escribe el libro, pero nunca obtiene 
el crédito. De una u otra forma termina siendo víctima de la falocracia. Al final no se sabe 
lo que le pasa, aunque está claro que su situación nunca cambia. 
9 
 
CAPÍTULO I: CONTEXTO 
 
 
1.1 CONTEXTO CULTURAL 
 
En El cielo en la piel no hay referencia explícita que nos indique el lugar donde se 
desarrolla la historia de Esther Torsito. Sabemos que se trata de una ciudad, la cual es 
descrita en el capítulo “VI: El resto es paisaje”: “Tu ciudad es una turbia y corroído sonrisa 
desigual, dentada de pingües edificios chaparros y amodorrados, de colorida e insistente 
alfombra plástica, película de desechos, y perros llaneros que siembran su mierda en el 
asfalto. Tu ciudad es la casa del miedo. Tu miedo. Es el miedo.”
1
 Se trata de un sitio en el 
que la delincuencia y la inseguridad definen lo cotidiano. En este lugar nada es lo que 
parece. Ciudad que en el discurso oficial se muestra en permanente cambio, progreso, pero 
que en realidad no es más que ruina. La sociedad que la habita se caracteriza por su apatía, 
indiferencia y conformismo ante la pobreza; ante la corrupción, ante el crimen y la muerte. 
Sociedad desigual, en su mayoría pobre que “se aguanta, pero no se deja. Se queja pero no 
hace mucho”
2
. Ignora la situación que vive; frente a ella opta por el abuso de poder, por 
fregarse al que está más abajo; decide entre “robar, vender o venderse”
3
, entre pedir 
limosna o drogarse, entre beneficiarse con la asistencia pública o mediante su participación 
en la “industria del secuestro”. 
Ciudad sobrepoblada. Cinturones de miseria se expanden alrededor de la urbe, casas 
que se despeñan en zonas perdidas que no cuentan con los servicios básicos. A pesar de 
ello, la ciudad se vende al mejor postor, finge ser lo que no es y se abre a la inversión 
extranjera sin restricciones: “Tu ciudad te recibe siempre con las piernas abiertas, a ti y a 
quien sea, a quien tenga el dinero para pagarle los chicles. Hay algunos extranjeros para 
mejorar la raza. Hay que exportar el terruño, que sirva de algo, que se ponga a trabajar el 
cabrón, y no nada más a multiplicar huevones apocados”.
4
 Se manifiesta así otra 
problemática de esta sociedad: el racismo. 
 
1 Edgar Chías, El cielo en la piel, México, Anónimo Drama, 2004, p. 31. 
2 Idem. 
3 Idem. 
4 Idem, p. 32. 
10 
 
Ciudad gobernada por un Estado corrupto, por una clase política acostumbrada a 
enriquecerse de forma fraudulenta con la venta, por ejemplo, de una parte del territorio 
nacional. Frente a estos hechos, la sociedad calla. Guarda silencio también ante el 
homicidio de un “sin número” de mujeres, manifestando así su machismo y misoginia: “Tu 
ciudad es la casa del miedo, el lugar donde duermes y donde mataron al otro, a las otras,y 
son tantas que ya perdimos la cuenta. No cuenta contar. Contar no cuenta.”
5
 
Es principalmente debido a este último aspecto que resulta casi inevitable establecer 
un paralelismo entre la ciudad descrita en la obra de Chías y un sitio como Ciudad Juárez, 
relacionar la historia de Esther Torsito con la historia de cientos de mujeres asesinadas en 
esta ciudad fronteriza. 
Para indagar en torno a esta similitud e identificar el posible contexto cultural en el 
que se inscribe El cielo en la piel tomo como referencia tres ensayos: “Género y maquila. 
El asesinato de mujeres en Ciudad Juárez”, del sociólogo e investigador Sergio Zermeño; 
“Un guión para adentrarse a la interpretación del 'Fenómeno Juárez'”, del periodista 
Alejandro Gutiérrez, y “El alma de las mujeres de Ciudad Juárez” del sociólogo y 
catedrático César Delgado Ballesteros. Tres escritos que nos permiten comprender la 
compleja red de factores políticos, económicos y sociales que rodean y originan esta 
problemática en Ciudad Juárez, y a la vez constituyen su fisonomía. 
Ante las diversas hipótesis que han surgido en torno a el asesinato de mujeres en 
Ciudad Juárez desde principios de los años noventa, Sergio Zermeño sugiere: 
 
El error o el ángulo viciado es seguir pensando que el enemigo (el responsable de este feminicidio) 
está afuera, aún no identificado, y no aceptar que es parte de la sociedad, está entre nosotros, se 
genera en medio de la degradación social de la frontera y de la maquila, en donde las alteraciones en 
las relaciones de género juegan un papel fundamental: una especie de machismo ultrajado estaría 
“copiando” lo que parece una “moda” a su alrdedor.6 
 
Para Zermeño, el principal responsable de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez es el 
proceso de globalización en el que entra nuestro país a partir de la década de los ochenta. 
 
5 Idem. 
6 Sergio Zermeño, “Género y maquila. El asesinato de mujeres en Ciudad Juárez”, en Violencia sexista. 
Algunas claves para la comprensión del feminicidio en Ciudad Juárez, Griselda Gutiérrez Castañeda (comp.), 
México, UNAM-FFyL/Programa Universitario de Estudios de Género, 2004, p. 48. 
11 
 
Con base en númerosos estudios, el investigador explica cómo, a partir de esta época, se da 
una severa redistribución espacial de la población: se reubican en dos decenios a cerca de 
30 millones de mexicanos en la región binacional del norte; en su mayoría provenientes de 
las ciudades pequeñas y el medio campesino. 
 Se trata de una clase obrera sin cultura laboral ni organización sindical que llega al 
norte para trabajar en la industria maquiladora. Y es que durante este decenio, el norte se 
manifiesta como el escenario de una industrialización acelerada. Este fenómeno genera 
grandes alteraciones desde el punto de vista de la salud social: 
 
En la franja fonteriza se concentra 80% de la actividad maquiladora de nuestro país. Se trata de un 
ejemplo por excelencia de arranque y freno: un millón trescientos veintisiente mil trabajadores 
registró esta industria hacia mediados del año 2000; había crecido un millón en sólo quince años, 
representando cuatro de cada diez trabajadores en la manufactura mexicana, pero ha hecho gravitar 
en su entorno a muchos millones más de compatriotas, contingentes que se afanan en adaptar una 
improvisada infraestructura de vivienda, alimentación, servicios y transporte entre degradados 
panoramas urbanos y familias rotas.7 
 
La industria maquiladora crece, lo que no implica un mejoramiento en las condiciones de 
vida de sus trabajadores. La composición internacional de las exportaciones mexicanas 
refleja nuestra anexión económica a Estados Unidos, con una diferencia drástica entre su 
capacidad productiva y la nuestra. México, de exportar alimentos principalmente, pasa a 
exportar manufacturas, en su mayoría provenientes de la maquila. Sin embargo: 
 
El efecto multiplicador de esta industria en la cadena productiva hacia su entorno y hacia el espacio 
nacional ha sido muy pobre, pues fuera de la mano de obra y los energéticos, sólo el 2% o 3% de los 
componentes que ahí se ensamblan son provistos por industrias nacionales; todo el resto viene de 
fuera y vuelve a salir.8 
 
La derrama económica por parte de las empresas maquiladoras en lo que se refiere a los 
salarios es significativa; no obstante, cuando estas empresas encuentran regiones donde los 
insumos son más baratos, abandonan el país. Todo depende de las facilidades, los subsidios 
 
7 Idem, p. 48. 
8 Idem, p. 52. 
12 
 
que los gobiernos les otorgan. Entre el 2000 y el 2003, explica Zermeño, se da una caída de 
los empleos debido principalmente a la salida de muchas de estas empresas de nuestro país. 
Otro de los rasgos de la industria maquiladora al que el investigador se refiere es la relación 
desbalanceada que establece entre los géneros. La mayoría de sus trabajadores son mujeres 
jóvenes cuyas edades oscilan entre los quince y los veinticinco años: “cuerpos en plena 
juventud, miradas de lince capaces de coser, atornillar, soldar, ensamblar pequeñísimos 
objetos en la electrónica, en el vestido”
9
. No sólo sus capacidades físicas sino también su 
inexperiencia, su falta de conocimientos en torno a la cultura laboral las convierte en pieza 
clave para la optimización del trabajo en estas empresas. Este hecho modifica 
drásticamente los roles de género dentro de la sociedad que rodea a la maquila. Las mujeres 
detentan el poder económico y alcanzan una independencia que afecta las bases del orden 
patriarcal. Zermeño ve en este cambio de papeles la raiz del feminicidio en la frontera, la 
otra cara del modelo globalizador, del discurso oficial en torno al progreso. Ni la tesis de un 
asesino serial responsable de más de trecientos asesinatos, ni una red del crimen organizado 
que se dedica al negocio de videos que recrean escenarios de droga, sexo, tortura y muerte, 
ni la hipótesis descartada por el mismo Óscar Máyens, perito investigador de estos 
asesinatos, del tráfico de órganos, sino el resultado de un “machismo ultrajado” y de la 
impunidad: 
 
Son ellas las que tienen el “poder” social y eso no es fácilmente asimilable; constituye una profunda 
alteración de los roles de género. Aparece entonces un “machismo ultrajado” en todas partes. Los 
medios de comunicación y la frecuencia de los asesinatos le confieren a esta agresión de género una 
cierta “normalidad” en el ambiente cotidiano (en términos estrictamente sociológicos a eso se le 
llama una “moda” y eso abre un espacio para la impunidad: “si otros matan mujeres, el que lo haga 
yo no puede ser tan grave”).10 
 
La sociedad, junto con las autoridades federales y estatales, mediante la indiferencia y la 
manipulación de la información, intenta rechazar la idea de que el modelo maquilador, 
motor de desarrollo, imán de la inversión extranjera, sea el responsable de esa anomia, esa 
enfermedad social que deriva en violencia, una violencia sexista que se generaliza por 
 
9 Idem, p. 54. 
10 Idem, p. 58 
13 
 
medio del fenómeno de copycat: “Como no hay fuera ni adentro los asesinos son policías, 
traileros, pandillas juveniles, borrachos de fin de fiesta. Hay una alteración de los roles de 
género. Hay un machismo frustrado, ofendido que se desata en misoginia asesina a las 
menores provocaciones”
11
. Y es que aceptar una hipótesis de tal naturaleza implicaría, 
concluye el sociólogo, aceptar que las asesinadas de Juárez constituyen “el precio que 
hemos tenido que pagar por nuestro más exitoso enganche a la globalización”
12
. 
 Alejandro Gutiérrez, en su ensayo “Un guión para adentrarse a la interpretación del 
'Fenómeno Juárez'”
13
, coincide con Zermeño al afirmar que los homicidios de mujeres en 
esta ciudad responden a una complejidad defactores. Su escrito nos ofrece una visión más 
detallada del caso específico de Ciudad Juárez. En lo que se refiere a la industria 
maquiladora, este autor desmitifica la idea de que todas las víctimas de los feminicidios 
sean trabajadoras de la maquila. No obstante, reconoce el papel preponderante de las 
maquiladoras en la transformación de la ciudad y en la modificación de los roles familiares 
tradicionales. Gutiérrez ubica estos cambios a partir de la década de los años sesenta, 
cuando se pone en marcha el Programa de Industrialización Fronterizo en Ciudad Juárez. 
Vienen entonces los fenómenos a los que Zermeño se refiere: generación de una gran 
cantidad de empleos hasta la etapa recesiva en que varias empresas emigran, consolidación 
de Ciudad Juárez como principal municipio industrializado, modificación del papel 
tradicional de la mujer ante su rol preponderante en la maquila como mano de obra 
eficiente y barata, descomposición de las familias, incremento poblacional acelerado, 
surgimiento de áreas empobrecidas que no cuentan con los servicios básicos a causa de que 
la inversión para la obra pública se destina, en su mayoría, al desarrollo de la industria. 
 Además del factor de la maquila, Gutiérrez menciona otros tres factores: las 
pandillas y la inseguridad, el narcotráfico y el entorno político. En cuanto a las pandillas y 
la inseguridad, este autor menciona que se calcula la existencia de más de 600 pandillas en 
Ciudad Juárez. La mayoría de ellas conformadas por los hijos de las obreras, a los que se 
refiere como la generación de la maquila. Niños y jóvenes con problemas de consumo de 
droga que son aprehendidos por robo, daños, lesiones, portación de armas de fuego, 
 
11 Idem, p. 59. 
12 Idem, p. 59. 
13 Alejandro Gutiérrez, “Un guión para adentrarse a la interpretación del 'Fenómeno Juárez'”, en Violencia 
sexista. Algunas claves para la comprensión del feminicidio en Ciudad Juárez, Griselda Gutiérrez Castañeda 
(comp.), México, UNAM-FFyL/ Programa Universitario de Estudios de Género, 2004. 
14 
 
intoxicación, vagancia, homicidio. Gutiérrez ofrece datos: “De los setecientos cincuenta 
homicidios registrados entre 1995 y 1998, 40% es por violencia pandilleril, a diferencia de 
lo que se podría pensar, en cuanto a que su origen fuera por narcotráfico. 80% de éstos son 
cometidos por arma de fuego, incluso de grandes calibres”
14
. Pandillas como la K-13 
conformada por niños de trece años, con más de dosicentos miembros, estrechamente 
ligada al cartel de Juárez, en lo que se refiere al tráfico de armas, o como la Young Locking 
for Crime, cuyos integrantes fueron acusados de secuestro, violación tumultuaria e intento 
de asesinato, constituyen el otro lado de esta ciudad altamente industrializada. 
 En cuanto al narcotráfico, Gutierrez recuerda que Ciudad Juárez es la sede de uno 
de los carteles con mayor influencia en el país y el extranjero; lo cual genera un clima de 
violencia generalizado en esta urbe. El engranaje de esta organización lo conforman bandas 
de robo de automóviles, secuestro y lavado de dinero. La ciudad representa una zona de 
exclusión donde ningún capo es detenido desde 1992; ruta principal del comercio de drogas 
entre Estados Unidos y Colombia. Se trata de un cartel conformado por 2000 personas, con 
un alto número de policias entre sus miembros, manejando activos de 200 millones de 
dólares a la semana. 
 Por último, el entorno político: Francisco Barrio, candidato panista, se convierte en 
gobernador del estado de Chihuahua, en 1992. Es durante su gobierno que se presentan los 
primeros homicidios de mujeres en Ciudad Juárez. Gutiérrez señala la incapacidad y los 
constantes hierros de la policía local para atender el conflicto. Se dan prácticas noscivas en 
torno a las investigaciones como el hecho de no preservar la escena del crímen y la presión 
que se ejerce sobre los familiares de las víctimas. Barrio llega incluso a afirmar que las 
jóvenes llevaban una doble vida o usaban ropa provocativa; hace responsable al egipcio 
Abdel Latif Sharif de varios de los crímenes aunque sólo se le condena por un caso; todo 
con tal de minimizar o matizar la realidad. Patricio Martínez lo sucede como gobernador, 
después de una “guerra sucia” en la que ambos polítcos se enfrascan. El segundo pertenece 
al Partido Revolucionario Institucional. El asunto de los homicidios de mujeres pasa 
entonces a la arenga política; se convierte en uno de los argumentos mediante los cuales un 
gobierno u otro se descalifican, sin que en torno a la problemática se dé una respuesta 
 
14 Idem, p. 71. 
15 
 
eficiente, se haga justicia o se ponga en práctica programas gubernamentales que en 
realidad atiendan a la complejidad del fenómeno. 
 Los medios de comunicación ─explica Gutiérrez─ también juegan un papel 
importante en la elaboración de una ciudad alejada de lo real, en la creación de mitos y 
clichés en torno a los feminicidios que únicamente sirven al afán sensacionalista; el cual 
permite captar la atención de la audiencia. Se genera así una desinformación de los 
homicidios, se transcribe lo dicho por las personas en el poder o se difunden hipótesis que 
no cuentan con evidencia. Y el conflicto continúa. 
 El sociólogo César Delgado Ballesteros, vuelve sobre algunas de las piezas 
propuestas por Zermeño y Gutiérrez para aproximarse al conflicto, para intentar reconstruir 
el contexto en el que el asesinato de mujeres se inscribe, y al mismo tiempo, nos abre una 
perspectiva más. En cuanto a la globalización, Ballesteros afirma: “tiene variadas formas; 
es sobre todo económica en su manifestación más evidente. No obstante abarca con 
diferentes impactos a todas las esferas de la actividad humana: la política, la cultural y, por 
supuesto, la demografía, particularmente en lo referido a las migraciones.”
15
 Según el 
investigador, se trata de un fenómeno que en cuanto al desarrollo y bienestar es desigual e 
inequitativo. Todo depende de la región del mundo de que se trate. En las zonas en las que 
la situación es mayormente desigual, la globalización no borra las fonteras, al contrario. 
Son las cosas, el producto del mercado, las que circulan libremente, no las personas, al 
menos no aquellas cuyos recursos son limitados, la gente más pobre. El fenómeno muestra 
así su incongruencia: para los trabajadores cuya situación económica es más difícil, los que 
no cuentan con un contrato laboral en regla, los emigrantes sin documentos que los 
protejan, los de abajo, los nuevos nómadas ─como Ballesteros los llama─ las fronteras son 
un verdadero obstáculo, límites de contención especialmente diseñados para ser inviolables. 
Hasta aquí este primer punto. 
 En cuanto a Ciudad Juárez, Ballesteros sostiene: “aunque su nombre lo indique, 
Juárez no es exactamente una ciudad. Tampoco El Paso, a pesar de sus apariencias. Juárez 
es, en realidad, un gran resumidero del subdesarrollo y El Paso su formidable retén 
 
15 César Delgado Ballesteros, “El alma de las mujeres de Ciudad Juárez”, en Violencia sexista. Algunas claves 
para la comprensión del feminicidio en Ciudad Juárez, Griselda Gutiérrez Castañeda (comp.), México, 
UNAM-FFyL/ Programa Universitario de Estudios de Género, 2004, p. 77. 
16 
 
aséptico, que busca contener a toda costa la contaminación proveniente del sur.”
16
 Éste es 
un punto sobre el que el sociólogo insistirá: Ciudad Juárez no es una ciudad en el sentido de 
“espacio urbano que concentra todo tipo de capacidades y que constituye un proyecto 
civilizatorio”
17
, sino un lugar de paso, de promesa y frutración ante el cruce. Allí llegan los 
emigrantes en busca de mejores condiciones de vida y allí se quedan ante la imposibilidad 
de cruzar la frontera. De esta manera, van conformando una sociedad abiertapero 
desintegrada, poblando en torno al centro de este lugar: 
 
una periferia inmediata (a no más de diez minutos), donde crece incontenible, la más cruenta 
marginalidad, sin servicios básicos elementales y donde es evidente la enorme inseguridad. Ahí, 
incluso de día, en las colonias marginales, hijas de la más pura frustración urbana, se respira el 
peligro en el polvo de sus calles sin pavimentar, pletóricas de llantas viejas, carcachas abandonadas y 
cercas improvisadas de madera de segunda o tercera mano. 18 
 
No es una ciudad, sino un dormitorio para trabajadores que se agotan en largas y duras 
jornadas, afirma Ballesteros. No es una ciudad sino un parque de industrias maquiladoras 
en busca de las mejores condiciones de trabajo; aquellas que les permitan establecerse sin 
reglas y obligaciones claras; llegar súbitamente e irse de igual forma, dejando 
desprotegidos a un gran número de trabajadores. 
 Más allá de las endebles tradiciones institucionales que intentan gobernar este lugar, 
la vida subterránea de Ciudad Juárez, caracterizada por el alcohol, las drogas, la 
prostitución, la pornografía y el contrabando, impone sus propias reglas, ante todo la ley del 
más fuerte. Ahí “priva el criterio y la fuerza de los más poderosos, de los mejor 
pertrechados. Ahí es el verdadero reino de la violencia y la impunidad”
19
. Un lugar en el 
que la mujer, dadas las condiciones, parecería no tener derechos ni porvenir. 
 En cuanto al caso del asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, Ballesteros nos 
proporciona los siguientes detalles: durante la última década han sido asesinadas 300 
mujeres, han desaparecido al rededor de 500. Casi 100 de los cuerpos presentan muestras 
de violación y tortura sexual. Los desiertos y basureros en torno a la ciudad se han 
 
16 Idem, p. 78. 
17 Idem, p. 79. 
18 Idem, p. 78. 
19 Idem, p. 79 
17 
 
convertido en los cementerios clandestinos donde las víctimas de estos homicidios son 
abandonadas. Mujeres jóvenes de entre 15 y 30 años, pobres, morenas, de cabellos largos, 
delgadas, atractivas. Muchas, obreras de la maquila; otras, empleadas de distintos negocios; 
otras, estudiantes. Muchas migrantes. A pesar del escándalo, no se ha llevado a cabo una 
investigación consistente. Desde 1996, seis fiscales especiales se han dedicado al asunto, 
sin lograr resolverlo. Amnistía Internacional ha señalado irregularidades en el caso, 
impunidad judicial, omisión culposa en funcionarios, negligencia. Ante “la casi nula 
respuesta de las autoridades y la endeble capacidad de asombro y reacción de la sociedad 
mexicana”,
20
 Ballesteros no duda en aceptar el término de feminicidio, como el nombre que 
define una ola de violencia en contra de la mujeres jóvenes, puesta de manifiesto con el 
paso de los años y fundamentada en “un machismo norteño desenfrenado y, por lo tanto, 
sin rostro claro.”
21
 
 El último punto al que el sociólogo se refiere, gira en torno a los vicios del Poder 
Judicial. Alude a la corrupción dentro de esta institución, a su negligencia vinculada a la 
misoginia: “La enorme negligencia frente a la ola de asesinatos comenzó con la típica 
misoginia de las autoridades que minimizaban los hechos y los atribuían machistamente a 
los supuestos malos pasos de las víctimas.”
22
 También refiere a la impunidad monstruosa 
que supone pactos entre autoridades y narcotraficantes, pactos sellados por medio de 
violaciones; a los golpes mediáticos a través de los cuales el gobierno intenta acallar las 
voces que demandan justicia, el reclamo de organismos civiles que, a pesar de la 
indiferencia general, manifiestan su repudio ante estos hechos y demandan la existencia de 
un Estado de Derecho donde las mujeres sean respetadas, al igual que el resto de las 
personas que viven en precarias condiciones. Hasta aquí el texto de Ballesteros. 
 ¿Podemos afirmar entonces que la ciudad descrita en El cielo en la piel es ese 
“conglomerado urbano” al que los investigadores se refieren en sus ensayos? ¿Ciudad 
Juárez? ¿Es Esther Torsito símbolo de las mujeres asesinadas en este lugar? Sin duda 
podemos establecer relaciones. Esther Torsito, al igual que muchas de las víctimas de esa 
ciudad fronteriza, es una joven que estudia y trabaja; que hace incontables horas de trayecto 
en una “pesera” (colectivo) de su casa a la escuela, de la escuela al trabajo y del trabajo a su 
 
20 Idem, p. 81. 
21 Idem, p. 81. 
22 Idem, p. 81. 
18 
 
casa completamente a solas. Una joven que vive con miedo, porque en el espacio urbano 
donde habita “nadie es el que parece. Por eso casi todo es peligroso.”
23
 Alejandra Gutiérrez 
defiene el temor social entre las mujeres que viven en Ciudad Juárez como uno de los 
impactos sociales que el “fenómeno” ha generado.
24
 El machismo al que Esther Torsito se 
ve sometida en el interior de su familia y de la sociedad (machismo que ella misma ejerce), 
la misoginia de que es víctima, el contexto en el que encuentra la muerte (un sitio que bien 
podría formar parte de ese mundo subterráneo al que Ballesteros se refiere), así como los 
detalles del crímen de que es objeto, el nivel de sadismo con el que su cuerpo es reventado, 
se asemeja mucho a lo vivido por esas jóvenes trabajadoras de la frontera. Para 
comprobarlo, basta revisar los detalles de estos homicidios registrados por el periodista 
Sergio González Rodríguez en su libro Huesos en el desierto.
25
 
 En cuanto a la relación entre la ciudad plasmada por Chías en su obra y la ciudad 
fronteriza, entre una y otra sociedad, se pueden mecionar los rasgos que señalabamos al 
principio, como el nivel de delincuencia e inseguridad, la apatía de la gente, su indiferencia 
ante la violencia y la muerte, ante el homicidio de un “sin número” de mujeres, la 
desigualdad, la pobreza, la sobrepoblación, el machismo, la misoginia, la corrupción de la 
clase política, la industrialización de una ciudad donde “todo parece en construcción y ya es 
ruina”
26
, la virtualidad de esta urbe: “carta postal perfecta”;
27
 una en el discurso oficial y 
otra en el universo de lo real; una a través de los medios y otra para la gente que la vive. Sin 
embargo, estos rasgos resultan muy generales al tratar de ligar inequívocamente un 
contexto con otro. Los hechos a los que nos referimos bien podrían estar aludiendo a lo 
sucedido en otros sitios de la República Mexicana. No encontramos, en dado caso, rasgos 
particulares que nos hablen de una sociedad compuesta en su mayoría por emigrantes, las 
características específicas de esa zona de paso, ese territorio fronterizo modificado 
drásticamente por la industria maquiladora y el narcotráfico.
28
 
 
23 Edgar Chías, Op.cit., p. 18. 
24 Alejandro Gutiérrez, Op.cit., p. 63. 
25 Sergio González Rodríguez, Huesos en el desierto, México, Anagrama, 2002. (A este respecto, véase 
particularmente el capítulo dieciocho titulado “La vida inconclusa”). 
26 Edgar Chías, Op. cit., p. 31. 
27 Idem. 
28 Para abundar en una dramaturgia sobre los feminicidios ligada totalmente al contexto fronterizo véase: 
Hotel Juárez. Dramaturgia de feminicidios, Varios autores, México, Union College/ Espacio Vacío/ UJED, 
2008. (Enrique Mijares, editor; Prólogo de Victoria Martínez; Rocío Galicia, Estudio introductorio). 
19 
 
Y es que, pese a los paralelismos que podemos establecer entre ambos contextos y casos, 
Ciudad Juárez no es precisamente el escenario en el que Esther Torsito vive y muere. Así lo 
sugiere la voz que encontramos en el “Epílogo”: 
 
¿Cómo ves? Está cabrón, chiquita. Está cabrón. Cuando te toca, te toca. Lo mejor es que no lo 
sientes, que te sorprende, que te escogemos así, al azar, porque no nos has hecho nada. Esos weyes 
se quieren parecer a nosotros. Lo mejor es que es competencia y nosotros llevamos más, casi todasson nuestras. Los otros se esfuerzan pero nosotros somos más chingones. Hay uno que otro pendejo 
que se aprovecha. Que como saben que no hacen nada, que nadie va a hacer nada, toma la iniciativa, 
nos imita y al rato ahí está, que la encuentran en el monte, machacada y sanguinolenta. 29 
 
De esta manera, Chías alude al fenómeno del que hablara Zermeño, el fenómeno de 
copycat, también descrito por Sergio González: 
 
El asunto de las muertas de Ciudad Juárez, que de por sí se ubicaba en el escenario complejo de toda 
frontera, exponía ya un fenómeno siniestro en la incidencia de ese tipo de crímenes en serie: el efecto 
de copycat. La prolifereación de los imitadores que, debido a la ineficacia de las autoridades 
policiacas y judiciales, vio incrementar la impunidad en su favor. O, más que un efecto de copycat, 
parecía tratarse de un efecto cascada de parásitos, depredadores humanos.30 
 
¿Podría afirmarse que el fenómeno de copycat se dio exclusivamente en el estado de 
Chihuahua? Según Marcela Lagarde, presidenta de la Comisión Especial para Conocer y 
Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República 
Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada: 
 
Del caso emblemático de Ciudad Juárez que ha dado la vuelta al mundo, con más de 300 mujeres 
asesinadas en el transcurso de 12 años, pasamos a una geografía de los crímenes de género contra la 
vida de mujeres que abarca el territorio nacional. Se trata de asesinatos de mujeres cuya 
determinación fudamental está en su condición de género. Las mataron por el hecho de ser mujeres.31 
 
 
29 Idem, p. 63. 
30 Sergio González, Op. cit., p. 119. 
31 Marcela Lagarde y de los Ríos, Primer informe de trabajo / Por la vida y la libertad de las mujeres, 
México, Congreso de la Unión, Cámara de Diputados, LXI Legislatura, 2005, p. 79. (Las cursivas son mías). 
20 
 
Lo anterior convertiría a estados como Guerrero, Morelos, Estado de México, Distrito 
Federal, Oaxaca o Chiapas en los posibles escenarios de esta rapsodia escénica. Los efectos 
de la globalización se resienten a lo largo de todo el territorio nacional; el machismo y la 
misoginia aún forman parte de la ideología de la sociedad mexicana, tanto en el norte como 
en el sur; ideología que se sostiene en las bases de un orden patriarcal y cuya expresión más 
extrema puede ser el feminicidio. 
 
 
1.2 CONTEXTO IDEOLÓGICO 
 
Para el investigador Daniel Cazés Menache, la misoginia es “el manto cultural 
omnipresente e invisible o invisibilizado, que lo envuelve todo en las relaciones sociales, en 
los móviles que las sustentan, en la predisposición con que sus sujetos participan en 
ellas.”
32
 Más allá de la definición precisa del término (conjunción inextrincable de temor, 
rechazo y odio a las mujeres), Cazés ve en esta realidad una determinada concepción del 
mundo, un enfoque general básico que se constituye en sistema ideológico y marca la pauta 
de las acciones humanas. Ligado a este enfoque se encuentra la convicción masculina 
universal “más inconsciente e involuntaria que consciente y elaborada, de que ser hombre 
es lo mejor que puede sucederle a las personas, y de que, por lo tanto y antes que nada, ser 
hombre es no ser mujer.”
33
 Idea que, como explica Cazés, se inserta en la conciencia 
actuante, “en la voluntad política de cada instante, conforme a las cuales todo lo que no es 
realidad o atributo de los hombres (de cada hombre y de todos los hombres) debe ser 
inferiorizado, deslegitimado, encubierto, ridiculizado y, si resulta conveniente, condenado y 
suprimido.”
34
 
 Más adelante, Cazés proporciona ejemplos de cómo en torno a esta concepción del 
mundo se ha intentado establecer una gran variedad de justificaciones científicas, con el fin 
de dar validez biológica, universal e incuestionable al orden misógino: 
 
 
32 Daniel Cazés Menache, “La misoginia: ideología de las relaciones humanas. Una introducción” en 
Hombres ante la misoginia: miradas críticas, Daniel Cazés Menache y Fernando Huerta Rojas (coord.), 
México, UNAM-Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, 2005, p. 11. 
33 Idem, p. 12. 
34 Idem. 
21 
 
Parte inseparable de este tipo de enfoques panópticos omnipresentes es la certeza incontestable de 
que sólo los hombres somos seres plenos y normales, mientras que a las mujeres siempre les falta 
algo (el pene, la racionalidad, la capacidad de abstracción y de imaginación creativa...), y de que tal 
carencia las hace no sólo incompletas y fundamentalmente deficientes, sino además extrañas, 
anormales, dementes, diferentes: son las otras, el otro universal, y consecuentemente resultan 
naturalmente peligrosas.35 
 
Otra de las afirmaciones que me parece importante destacar en el texto de Cazés, gira en 
torno a que la misoginia no es patrimonio exclusivo de los hombres: “Es parte estructural 
del dominio patriarcal del que somos portadores y expresión cultural viva y militante de 
todos los sujetos de cada sociedad”
36
 y por lo tanto, incluye también a las mujeres; las 
convierte en agentes del patriarcado. Conforme a esta ideología, ellas también se explican 
la realidad y actúan en consecuencia; se convierte en el código básico que condiciona sus 
relaciones y acciones sociales. 
 En tanto código básico, sistema de normas, la misoginia deviene en moral; en deber 
ser individual o colectivo, público e íntimo; en apego a creencias que ni se analizan ni se 
cuestionan: “complejo y muy intrincado sistema de mandatos insalvables e inobjetables, de 
razones más o menos bien formuladas, de moralejas y credos misceláneos, de afectividades 
contradictorias e incluso caóticas”,
37
 impuesto con el mismo peso tanto a ellas como a ellos. 
 La misoginia, esa estructura constitutiva milenaria de nuestras concepciones y 
relaciones, afirma Cazés, podemos hallarla detrás de expresiones diviersas, burdas o 
refinadas, que suelen decirse en espacios masculinos o controlados por hombres. El 
investigador pone como ejemplo la familia, la escuela, el púlpito, los espacios eclesiales; la 
calle, la taberna, los medios, la academia, los foros legislativos, judiciales y de gobierno. 
 Es de suponer que en todos estos espacios la misoginia provoca distintos grados de 
violencia, ya que se ha demostrado que ésta “genera violencia, más aún, es el motor de la 
violencia. Es en sí misma violenta, no violencia simbólica (Boudieu, 1989 y 2000; 
Bourdieu y Wacquant, 1995), sino ─por decirlo así─ violencia violenta.”
38
 Y puede 
manifestarse, según el estudioso, desde el silencio hasta el asesinato, pasando por los más 
arbitrarios cánones de belleza y bondad. 
 
35 Idem, p. 15. 
36 Idem. 
37 Idem. 
38 Idem, p. 16. 
22 
 
Por último, me interesa destacar del texto de Cazés lo relativo a la enajenación masculina. 
Ésta constituye otra de las manifestaciones de la misoginia. El investigador la presenta en 
planos complementarios desde los que es posible percibirla. El primero de ellos lo 
conforman los privilegios de género. El patrimonio exclusivo de los hombres al que tienen 
derecho por el sólo hecho de ser hombres. Estas prerrogativas y ventajas, explica Cazés, 
provienen de la expropiación (una forma de enajenación) monopolizadora de los recursos 
de la humanidad, “que desde tiempo inmemorial se han puesto fuera o muy lejos del 
alcance de las mujeres para constituir con ellos la superioridad de los hombres.”
39
 
El siguiente plano es la obligación de usufructuar, la cual provoca en los hombres 
una permanente tensión, cuya recompensa es precisamente el goce de esa preeminencia. El 
penúltimo plano me resulta el más importante. Se trata de las escalas de valorización 
propias para definir a los hombres de verdad, según cada tradición cultural; condicionesque son impuestas a todos los hombres por aquellos que detentan el poder de la definición y 
la aprobación; etapas formativas y pruebas de pasaje y de preservación de la hombría y la 
virilidad que producen incontables e implacables tensiones a los hombres durante toda su 
vida, y que también son invisibilizadas gracias a la costumbre o a la idea de que se trata de 
acciones naturales e instintivas. De esta manera: 
 
El poder de dominio y el ansia de ejercerlo tanto como sea posible sobre las mujeres y sobre otros 
hombres (a través del acoso y el dominio que se ejerce sobre ellas, y de la competencia y el 
enfrentamiento entre hombres, de las aspiraciones de éxito y de triunfo, de la dureza de carácter y de 
actitudes, de la transformación de los demás en enemigos a derrotar, etc.) se funden y confunden con 
el gozo de vivir, del que se reducen al mínimo los deleites posibles de la convivencia equitativa, 
solidaria y pacífica.40 
 
La enajenación de este penúltimo plano, concluye Cazés, se manifiesta en la idea de que el 
goce de la existencia se halla precisamente en las prerrogativas de dominio que presionan 
tanto a los mismos hombres. Finalmente, éstos también se enajenan (se niegan a sí mismos) 
la posibilidad de construirse como seres humanos libres, capaces de convivir en equidad e 
igualdad de géneros, en paz y con base en la colaboración y la solidaridad. 
 
39 Idem, p. 17. 
40 Idem, p. 19. 
23 
 
Por su parte, Celia Amorós, en su ensayo titulado “Violencia contra las mujeres y pactos 
patriarcales”
41
 define al patriarcado como sistema de dominación masculina constituido por 
mecanismos de autodesignación que marcan la pertenencia práctica al mundo de 
dominadores; en este caso, al conjunto de varones. Amorós remarca el carácter práctico de 
esta pertenencia, lo cual quiere decir que el conjunto de varones como género-sexo no está 
nunca constituido, sino que se constituye mediante prácticas de autodesignación. Es decir, 
un varón no percibe su virilidad con respecto a sí mismo, sino en función de los demás 
hombres, en la tensión referencial que establece hacia ellos. No afirma “¡Qué macho soy! 
¡Soy un hombre!” sino “Soy hombre porque soy como ellos”. Según la investigadora, 
ningún hombre sabe exactamente en qué consiste la virilidad, pero todos llevan a cuestas la 
exigencia de valorarla, pues implica poder, poder estar, estar del lado de los que pueden: 
poder percibido como patrimonio genérico. La legitimación pre-ilustrada de este poder 
radica en la religión, en la tradición, en la costumbre. Y cuando el poder patriarcal percibe 
que se cuestionan las bases de esta legitimación la impone por la fuerza; único medio para 
el que se queda ideológicamente desarmado. 
 Según Amorós, existe además un correlato a este sistema de prácticas de 
autodesignación. Se trata de un topos, un lugar común de desmarque, “ámbito que se 
objetiva como tal en el mismo proceso práctico por el que los varones —en serie, como 
hemos visto— se identifican como varones.”
42
 Este topos es la mujer. Lugar práctico 
simbólico que resulta ser objeto de violencia en tanto que se constituye como 
 
reverso del sistema de autodesignaciones de los varones como tales. ‘Yo no soy X en tanto que 
tengo-que-no serlo para ser como Y, que, a su vez, para ser como yo, tiene compulsivamente que 
hacerse no-ser X...’. X es pues, aquello que todos, para no ser como los demás, tienen que no ser en 
sentido activo, y aquello que se-tiene-que-no ser pasa al registro del tener: la mujer como topos es así 
un lugar común —serial o alterado en serie— de los varones.”43 
 
Otra afirmación de Amorós alude a que la mujer dentro del sistema patriarcal está siempre 
pre-interpretada; lo cual pone de manifiesto la estrecha relación entre violencia e 
 
41 Celia Amorós, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales” en Violencia y sociedad patriarcal, 
Virginia Maquieira y Cristina Sánchez (comp.), Madrid, Pablo Iglesias, 1990. 
42 Idem, p. 5. 
43 Idem, p. 5. 
24 
 
interpretación. Los hombres sólo se reconocen a sí mismos (entre ellos) como intérpretes. 
La mujer no adquiere categoría de intérprete pero tampoco es interpretada. La razón de esto 
es que ha sido constituida de antemano en topos o lugar común. Se la define mediante 
axiomas que constituyen un no-pensamiento; que son, más que enunciados, guiños 
autodesignadores entre hombres. Frases, tópicos o lugares comunes que se repiten 
infinitamente: “‘Con las mujeres ya se sabe’. ‘Sé’: es decir, ese saber es patrimonio 
genérico de los varones y se pretende producto de su experiencia práctica; se 
autocualifican, así, recíprocamente, de expertos. Se sabe ya, es decir, no hay nada de qué 
informarse, nada que aprender ni nada que comunicarse.”
44
 Desde esta perspectiva la mujer 
tampoco tiene nada que decir. Así que se justifica de antemano el hecho de quitarle la 
palabra. Es así como se corresponden, explica Amorós, los pactos seriales entre varones, 
con el pensamiento serial sobre la mujer como no-pensamiento, en otras palabras, como 
violencia; en tanto que la violencia es siempre anti-hermenéutica. 
 Finalemente Amorós señala que los pactos patriarcales pueden tener diferentes 
grados de tensión sintética. Cuando bajo determinadas circunstancias estos pactos pierden 
fluidez, estrechan sus lazos y surge entonces el grupo juramentado como condición para el 
mantenimiento de la identidad, los intereses y los objetivos de todos sus miembros. Dicho 
grupo se establece sobre la base de la “reciprocidad mediada”; es decir, en el libre pacto de 
fidelidad a la causa común de cada cual con cada cual en el que se ponen por testigos a 
todos los demás. El juramento presenta una doble cara: la Fraternidad y el Terror. Terror 
ante la posibilidad de que el individuo se vuelva “otro” para el grupo, es decir, lo traicione; 
lo que convertiría a ese otro en el enemigo a vencer. 
 La misoginia patriarcal se exacerba en los grupos juramentados, en tanto que a la 
mujer se le adjudica una función especial en los rituales de confraternización de los pares, 
como la madre (unidad ontológica del grupo), como la bruja (en tanto que símbolo de 
traición), o bien como mascota o pendón, violada o prostituta cooperativizada. 
Éste es, según la estudiosa, el mapa ideológico de los lugares simbólicos que le 
asignan a la mujer los pactos de la sociedad patriarcal. 
Ahora bien, cuando la misoginia conduce al asesinato de una mujer hablamos de 
feminicidio, según la definición de Diana E. H. Russell: “el asesinato de mujeres a manos 
 
44 Idem, p. 8. 
25 
 
de hombres debido a que son mujeres”
45
. Se trata, explica Rusell, de crímenes de odio 
mortales que se encuentran en el extremo de un continuo de aterrorizamiento sexista a 
mujeres y jóvenes. Marcela Lagarde, al traducir este término del idioma inglés, precisa la 
realidad a la que alude el concepto, en consonancia con los estudios anteriores de Rusell y 
Jill Radford (Femicide. The politics of woman killing). Femicidio, nos dice Lagarde, en 
español puede ser interpretado como el término femenino de homicidio; sin embargo, este 
concepto implica una realidad más compleja: 
 
No se trata sólo de la descripción de crímenes que cometen homicidas contra niñas y mujeres, sino 
de la construcción social de estos crímenes de odio, culminación de la violencia de género contra las 
mujeres, así como de la impunidad que los configura. Analizado así, el feminicidio es un crimen de 
Estado, ya que éste no es capaz de garantizar la vida y la seguridad de las mujeres en general, 
quienes vivimos diversas formas y grados de violencia cotidiana a lo largo de la vida. En esta 
situación, como plantea Diana Rusell, algunas mujeres son asesinadas.46 
 
Lagarde habla entonces de una violencia institucionalcaracterizada por el no 
esclarecimiento de los casos de asesinato, la imposibilidad de las familias de las víctimas de 
obtener justicia y saber lo que en realidad ocurrió. Estos son los factores que conforman la 
fractura del Estado democrático de Derecho. Es claro entonces que la violencia no es 
natural, sino que se origina en la sociedad y en el Estado debido a la inequidad de género. 
 Este tipo de violencia tiene, para Lagarde, una dimensión de mecanismo político 
“cuyo fin es mantener a las mujeres en desventaja y desigualdad en el mundo y en las 
relaciones con los hombres; permite excluir a las mujeres del acceso a bienes, recursos y 
oportunidades; contibuye a desvalorizar, denigrar y amedrentar a las mujeres, y reproduce 
el dominio patriarcal”
47
. 
La impunidad es precisamente lo que ocasiona que esta violencia se enseñoré sobre 
sí misma ─continúa Lagarde. Dicha impunidad, en México, implica a todo el sistema de 
justicia; desde la calidad de las investigaciones y movilización policiaca, hasta los 
gobiernos implicados en la violencia; producto de una pésima organización social fuera del 
 
45 Diana E. H. Russell, “Introducción: las políticas del feminicidio” en Feminicidio una perspectiva global, 
Diana E. H. Russell y Roberta A. Harmes (editoras), México, UNAM- Centro de Investigaciones 
Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, 2006, p. 58. 
46 Idem, p. 12. 
47 Idem, p. 16. 
26 
 
Estado de Derecho y de la ley, pasando por ministerios públicos dolosos y machistas; 
jueces misóginos, procuradores y legisladores que no cumplen con las funciones que les 
corresponden. 
Por otra parte, Marcela Lagarde afirma que si bien los homicidios de mujeres se han 
presentado en entidades federativas con distinto nivel de desarrollo social y económico, en 
municipios rurales y urbanos, regiones fronterizas del norte y del sur, y también en el 
centro del país, en su gran mayoría se producen en zonas de devastación social “donde 
predominan la inseguridad, el delito, una convivencia marcada por la ilegalidad, los 
poderes fácticos, el desbordamiento de las instituciones y la ruptura del Estado de 
Derecho”.
48
 En estos sitios las mujeres no sólo deben enfrentar el alto grado de inseguridad, 
la vulnerabilidad vital y la nula protección social e institucional, sino que además deben 
encarar una convivencia familiar marcada muchas veces por el machismo y la misoginia. 
De manera que, para Lagarde, las mujeres viven en permantes condiciones de desigualdad 
y sometimiento; además de enfrentar una constante inseguridad: “La violencia conyugal y 
familiar hace que la casa no sea un sitio de resguardo, y la violencia pública hace que los 
centros educativos y laborales, las calles, los sitios de diversión o de reunión social o 
cultural, los transportes, los caminos, los barrios, los parques y los terrenos baldíos, sean 
percibidos como peligrosos
49
. 
Todo lo anterior hace a la sociedad mexicana la gran cómplice de estos delitos; una 
sociedad que considera natural este tipo de violencia, que señala a las víctimas como las 
propiciatorias de los crímenes en su contra, y exonera a los hombres, en función de un 
machismo y una misoginia que conforman “los núcleos fundamentales de las identidades 
masculinas; son, asimismo, dimensiones vigentes de formas de identidad nacional y del 
sexismo generalizado”
50
. 
Veamos ahora cómo se presenta lo expuesto anteriormente por Cazés, Amorós, 
Russell y Lagarde en El cielo en la piel. Lo que intentaré exponer en este apartado es que, 
tanto en la historia de Esther Torsito como en la de Personaje Principal, el machismo y la 
misogina marcan la existencia cotidiana de ambas mujeres y se manifiesta tanto en el 
espacio privado (la familia) como en el espacio público. Esta misoginia en uno de los casos 
 
48 Idem, p. 23. 
49 Idem, p. 25. 
50 Idem, p. 27. 
27 
 
conduce al feminicidio, y en el otro anula por completo la realización personal y 
profesional de la mujer. 
Antes de empezar con el análisis de la primera historia, es importante señalar que 
tanto en el caso de Esther como en el de Personaje Principal, el narrador se refiere al sexo-
género de ellas de manera ambigüa; en el caso del género muchas veces en masculino y 
otras, las menos, en femenino. Y que son sus actos y principalmente sus interacciones con 
otros personajes las que les adjudican su papel como mujeres dentro del contexto de la 
sociedad patriarcal. Veamos el primer caso. 
En el capítulo “II. La fuga”, el narrador describe a ese tú que en la historia llevará el 
nombre de Esther: 
 
Trabajas y estudias y llegas a tu casa para encargarte del quehacer porque tus hermanos tienen 
derecho de esperar a que llegues y lo hagas tú [...] te sientes en desventaja. Como que haber nacido 
con disposición a usar falda supone ya una desventaja, igual que sentarse a orinar. Eres débil, te 
dicen. No haces caso. No tienes tiempo de hacerles caso. Eres débil. Son bromas”51. 
 
Hay una gran cantidad de información contenida en escasas líneas. El narrador, como 
decíamos, se refiere a ese tú de manera ambigüa, evitando dar información clara acerca del 
sexo del personaje. Tan sólo nos dice que se trata de alguien “con disposión a usar falda”. 
Queda entonces asentada la idea de que el género es algo que se construye. Distinto al sexo 
de una persona. Y que son ellos, los hermanos, la fratría (para hablar en términos de 
Amorós) los que se constituyen como grupo designador de las características de ese 
personaje en función precisamente de su sexo, y le adjudican una posición de inferioridad 
respecto al sexo “fuerte”. La insistencia del “juego” evidencia la imposición. 
 Otra de las realidades que “supone” una desventaja es “sentarse a orinar”. De esta 
manera nos topamos con aquella concepción panóptica de la que hablaba Cazés, según la 
cual la mujer es percibida como un ser incompleto. El pene se constituye entonces como 
símbolo de la virilidad, del poder, y su tamaño definirá a los hombres de verdad. Esto hace 
que, además de Esther, otro se convierta en el objeto de burla tanto de ellas como de ellos: 
aquel hermano que no cumple con “los atributos del tipo” (Amorós): 
 
 
51 Edgar Chías, El cielo en la piel…, p. 16. 
28 
 
―La tienes chiquita. 
―Ojete. 
―Pero la tienes chiquita. 
―Ojete. 
―No te enojes, eso dice mi papá, que la tienes chiquita. 
―Tú ni siquiera eso. 
―Y qué, es natural. 
―Pus... pues sí, pero es peor. 
―¿Por qué? 
―No sé, pero es peor. Eso dice todo el tiempo mi mamá, que hubieras salido como los demás. 
 
Este diálogo también condensa mucha información acerca de la ideología de los personajes. 
Deja en claro que es en el seno de la familia donde se origina la concepción misógina de la 
realidad, y que tanto ellas como ellos son agentes y a la vez víctimas del patriarcado. 
Esther, convertida en verdugo con base en el mismo sistema ideológico que la hace “ser 
humano de segunda categoría” (Cazés), intenta lastimar a su hermano cuestionando su 
virilidad; echándole en cara las palabras de su padre. Recordemos que, según Amorós, la 
virilidad se define en función de los otros, de la tensión referencial que los hombres 
establecen entre sí. De modo que no hay peor sentencia para el hermano que la afirmación 
de su padre, en tanto figura emblemática de autoridad y poder. 
Por otro lado, es precisamente la madre de Esther la que viene a confirmar la idea 
misógina de que no hay peor cosa que pueda sucederle a una persona que ser mujer 
(Cazés). Nadie sabe en realidad la causa por la que es peor “sentarse a orinar”, el hermano 
no puede responder con bases ante la pregunta de Esther, puesto que se trata de un axioma, 
de un no-pensamiento, como afirma Amorós. No-pensamiento que se repite de manera 
inconsciente, en elque se cree con los ojos cerrados. No es algo que en realidad se pueda 
comprobar de forma científica, sino que se constituye en moral, en deber ser, y es lo que 
determina, por ejemplo, las tareas que ella debe cumplir dentro del hogar. He ahí el grado 
de enajenación en el que tanto mujeres como hombres viven. 
Existe otro rasgo con el que los hermanos califican a Esther: la fealdad. La insultan 
afirmando que tiene cara de rana, “‘sin saber’ que molestan. Cosa mucho menos graciosa y 
29 
 
en todo caso sí muy triste. Sin saber que molestan. Para cotorrear... ”
52
. Éste es un tema 
importante, complejo dentro de la obra que analizaremos con detenimiento más adelante, en 
el contexto estético. Por ahora, me interesa señalar este aspecto como otra de las 
manifestaciones, “más inconsciente e involuntaria que consciente y elaborada”, de la 
misoginia. Se le exige a la mujer cumplir con ciertos cánones de belleza, y en dado caso de 
no hacerlo, se le convierte en objeto de violencia. En la historia principal parece ser un 
factor no tan importante en el desarrollo de los acontecimientos (tomando en cuenta la 
importancia que el tema de la fealdad adquiere en la segunda historia) y sin embargo, en 
realidad es el primer factor que cataliza la muerte de Esther. Ella comienza a vivir el acoso 
de un desconocido, en un ámbito público en el que se vuelve particularmente vulnerable. 
Vimos ya en el apartado anterior que la ciudad en la que vive es esa “zona de devastación 
social” a la que se refiere Lagarde. Un lugar donde predomina la violencia, la inseguridad, 
el delito, la impunidad. Esther lo sabe y por eso siente miedo cada vez que vuelve a su casa, 
en las muchas calles que recorre a pie, mañana y noche, completamente a solas: 
 
Ya se lo has dicho a los otros, que te da miedo, que vayan por ti, pero dicen que no te apures, que no 
te pasa nada. Que a ti no. 
―Nombre, tú estás del otro lado. 
―Los que se pueden llevar un sustote son los que te encuentren de noche en el callejón.53 
 
Es así como, a causa del machismo y la misoginia imperante en la familia, Esther se vuelve 
vulnerable a la violencia que esta misma ideología genera en el espacio público. Ella 
también se percibe fea y actúa en consecuencia. Decide salir con aquel hombre que la sigue 
durante semanas. Se convence ciegamente de que se trata de un pretendiente que “al fin” se 
ha enamorado de ella, y gracias al cual se verá libre de la designación con la que la definen 
sus hermanos: la solitaria, la fea. Nada más lejano de lo real. Chava no es más que un joven 
que está apunto de participar en un ritual de autodesignación, una prueba de pasaje que 
definirá su hombría, a través de la violencia de género. En tensión referencial, es decir, en 
función de un otro (el hombre que sigue a Esther e impunemente la amenaza en silencio), 
Chava se asume como hombre verdadero según el círculo social en el que vive, y convierte 
 
52 Idem, p.18. 
53 Idem, p. 18. 
30 
 
a Esther en topos de la misoginia, lugar común del grupo juramentado, sello del pacto entre 
los pares, en “prostituta coorporativizada”. El plan se fragua mucho antes, en el capítulo 
“VI. El resto es paisaje”: 
 
― Una más, una menos. Pues que tanto es tantito, ¿no? ¿O no? Pues qué chingado, chingaos. 
Chingá. Para que se les quite lo putas, o lo pendejas, que es lo mismo, ¿qué no? Putas, pobres y 
pendejas. Te digo. Es como matar cucarachas. De todos modos hay hartas. Al fin y al cabo no 
entienden. Tú sabes que no entienden. Se ponen a rezar. A rezar. Pues no entienden. A ver, ¿qué han 
arreglado? O van a la policía. A la policía. La policía y los rezos. Mis huevos quieren cantar, qué. 
 
Es la voz del hombre que tiene el poder de definición y aprobación de la virilidad. Quien 
instruye a Chava (nombre emblemático que cuestiona precisamente la hombría del 
personaje y del que la propia Esther llega a burlarse), para cometer el feminicidio. Hay 
mucho qué decir en torno a esta escena. Tratemos los aspectos más significativos. Es 
evidente que quien habla así no cuenta con una base racional que justifique sus actos. Más 
que enunciados pronuncia palabras clave cercanas a guiños autodesignadores. Lo que se 
intenta a través de las preguntas es establecer el pacto, más que explicar la causa. Guiños 
autodesignadores que vendrían a decir, explica Amorós: “tú eres de los nuestros y estás en 
nuestro pacto, ¿verdad que nos entendemos? ¿Que sabemos, a priori, de qué hablamos?”
54
. 
“Para que se les quite lo putas”: el personaje no conoce a Esther, no puede afirmar 
con bases su manera de calificarla; sin embargo Esther se ha colocado en esa tierra de 
nadie, en ese lugar de desmarque donde los hombres se permiten unos a otros, a través de 
los pactos patriarcales, ejercer la violencia impunemente. Esa tierra de nadie es la calle, a 
oscuras y a solas; el sitio donde ella no debiera estar a esas horas, donde no tiene derecho a 
estar sin asumir el riesgo que eso conlleva. La sociedad lo sabe y lo acepta, si le pasa algo 
será culpa de ella por colocarse en un lugar que no le corresponde dentro de esa sociedad. 
Esther también lo sabe, lo asume, y vive con miedo. Decíamos que el violador no puede 
justificar su calificativo sobre Esther pero eso no es lo importante. No se trata de 
interpretarla, sino de convertirla en objeto de uso y deshecho. Para dejar muy en claro que 
se trata de un ser inferior que no merece la más mínima consideración, se le compara con 
 
54 Celia Amorós, “Violencia y sociedad patriarcal”..., p. 8. 
31 
 
una cucaracha; estrategia ideológica que consiste en utilizar este tipo de metáforas para 
cometer genocidios o, en nuestro caso, feminicidios. La imaginación al servicio del poder. 
 “Tú sabes que no entienden”: esta frase, a la vez que confirma el pacto, pre-
interpreta a la mujer como ser incompleto (no sólo le falta el pene sino también el 
entendimiento) y conduce a la violencia. “Mis huevos quieren cantar”: el poder se impone 
por la fuerza, la violencia es anti-hermenéutica. 
Por último no podemos dejar de mencionar que en ese pacto, en ese ritual de afirmación de 
la virilidad, está implicado el sistema de justicia. De modo que el feminicidio adquiere toda 
la dimensión de un crimen de Estado (Lagarde): 
 
Ora que si quieres le pagas a un poli para que te la esconda un ratito y la tire en el monte. Mejor. Con 
unas tijeras de jardinero le mochan las manos y las patitas. Por pura divertición. Yo los he visto. Pero 
tú luego luego te largas y ahí los dejas. Te desafanas. A veces los méndigos también se las clochan. 
Se aprovechan de todo. Buitres asquerosos. Pero tú pagas y te largas. Quinientos pesotes. No sale en 
más, con todo y el poli55. 
 
Ante la ausencia del Estado de derecho, la impunidad permite que la violencia se enseñoré 
sobre la violencia. 
 En el caso de la segunda historia, la de Personaje Principal, la estructura patriarcal 
de la sociedad es más evidente, hasta cierto punto caricaturizada. Así describe Esther a la 
familia de Personaje: “Tiene una familia muy grande. Doce, contando a los progenitores. 
Su padre era el jefe de la Tribu y su madre se dedicaba al hogar, qué curioso. Todos sus 
hermanos son propensos a usar faldas y se sientan a orinar”
56
. En este caso el narrador 
juega aún más con el sexo y el género de los personajes. Para empezar, la ausencia de un 
nombre propio confiere el género masculino a Personaje, a pesar de que su sexo es 
femenino. Por otra lado, el narrador se refiere a las hermanas de éste en masculino, aunque 
entendemos que se trata no sólo de mujeres sino de jóvenes que desempeñan muy bien el 
rol que se les ha adjudicado en esa sociedad: 
 
Todos los hermanos, menos Personaje se quedaban a peinar sus cabellos, a colgarse baratijas que 
hacían con dientes e hilos de lana de las ovejas del padre(que tenía algo parecido a un rancho en el 
 
55 Edgar Chías, Op. cit., p. 34. 
56 Idem, p. 17. 
32 
 
desierto) y a admirarse en un pedazo de vidrio plateado más o menos cuadrado al que prohibían el 
acceso a Personaje Principal. 57 
 
La prohibición es parte de esa moral impuesta por el patriarcado. En una sociedad tal, la 
mujer debe ser bella. Construirse como objeto de deseo y no como sujeto de interpretación. 
Sin embargo, debido precisamente a su fealdad, Personaje Principal no “encaja” en su 
familia; sus padres y hermanas sienten lástima o asco hacia él y lo rechazan. La fealdad se 
convierte entonces en un factor que cataliza el desarrollo de los acontecimientos, al igual 
que en la historia principal. Gracias a su fealdad, Personaje comienza a vivir una vida muy 
distinta a la del resto de las mujeres: trabaja, se topa con cierto tipo de literatura y 
experimenta con su sexualidad. La moral está siempre presente en tales momentos. 
Personaje vive esa sexualidad con culpa, se siente sucio, indígno, se erige en juez y verdugo 
de sí mismo, y es que nadie le ha hablado con la verdad. Esto es así hasta que a ese rancho 
en el desierto arriban los heraldos del rey. Comienza entonces una divertida parodia de 
nuestro sistema de gobierno, sus leyes, sus gobernantes, su corrupción. Dicta la tradición, 
explican los heraldos, que cada familia debe (de nuevo la moral de esta sociedad) entregar 
su primogénita al rey. La decisión de acatar o no el mandato recae, por supuesto, en el jefe 
de la tribu. Es entonces cuando éste concible la idea de aprovechar la oportunidad y 
deshacerse de Personaje; sacar definitivamente a “la niña” del seno familiar. De este modo, 
al igual que en la primera historia, el machismo y la misoginia que se presenta en el espacio 
privado posibilita la violencia en el espacio público, o al menos el riesgo de enfrentarla. 
Personaje Principal es testigo del rechazo de su familia pero se niega a creer que su suerte 
empeore. Confía en que encontrará en el rey a un buen marido que le proporcione casa, 
dinero y coche a la puerta, “ya luego vendrán la barriga, los niños y las várices”
58
, es decir, 
podrá finalmente desempeñar el rol que le corresponde como mujer en el patriarcado y que, 
hasta ese momento, no ha podido asumir a causa de su fealdad. De nuevo, nada más 
contrario a lo real. Personaje se topará, en el capítulo “IX. Manos y nalgas que trabajan”, 
con un harem donde correrá el riesgo de perder su identidad, convertirse en un número más 
de un sin fin de mujeres. Descubrirá que tan sólo son valoradas las más jóvenes y bellas, 
mientras que las mayores de treinta y cinco son consideradas ancianas y abandonadas en el 
 
57 Idem, p. 17. 
58 Idem, p. 43. 
33 
 
espacio más oscuro del lugar. Se trata de mujeres despreciadas por no cumplir con los más 
arbitrarios cánones de belleza. El mensaje es claro: el valor de la mujer en esa sociedad 
radica únicamente en su apariencia física, en tanto objeto de uso. Esas mujeres están para 
servir únicamente al rey. Cuando éste ve cuestionada su virilidad en función de unos otros 
(aquellos sirvientes negros) no duda en hacer uso de su poder y, mediante la violencia 
extrema, imponer su voluntad. Comete genocidio, quema a las mujeres que se atreven a 
poner en duda su hombría y castra a los esclavos que lo traicionan; finalmente los erradica. 
De esa manera nadie puede llegar a competir con él; su hombría no depende de ningún otro, 
se libera de la tensión referencial a la que están sometidos el resto de los varones. 
Personaje está a punto correr con la misma suerte que el resto de las mujeres, pero 
de nuevo es la fealdad la que le da una vuelta de tuerca a su vida. Debido a su fealdad, el 
rey no la toca y, como tampoco comparte las características y los intereses de las otras 
mujeres (quienes al igual que sus hermanas dedican su tiempo a explotar su belleza), puede 
invertir toda su atención al desarrollo de su talento literario. Esto llega a interesar al rey, 
pero a pesar de ello nada cambia. Personaje, al igual que el resto de las mujeres, se 
convierte en objeto de uso. Lo que se explota en torno a él no es su cuerpo sino su intelecto. 
Y quien lo explota es el Estado. De esta manera Chías parodia el sistema literario y cultural 
de nuestro país: 
 
― Vas bien, nada más no te emociones. Tú estás aquí para hacer lo que se te diga, no lo que se te 
ocurre. Tus buenas ideas bien puedes escribirlas en tu casa y dejarlas pudrir porque ni creas que vas a 
encontrar editor. Nosotros los controlamos a todos. Y como te sientes muy, muy, ni una beca vamos 
a dejar que te den, para que se te quite lo sabrosa...59 
 
El Estado es quien controla lo que se vende, lo que se lee, lo que se publica, y de esta 
manera intenta “formatear” el pensamiento de los ciudadanos. La Biblia (ese libro que 
Personaje escribe) no es más que la herramienta ideológica, el mecanismo político, para 
perpetuar el poder del patriarcado. Es así como Personaje se convierte en agente del propio 
sistema que le oprime. 
 
 
 
59 Idem, p. 56. 
34 
 
1.3 CONTEXTO ESTÉTICO 
 
El contexto estético en el cual se inscribe El cielo en la piel se relaciona estrechamente con 
el tipo de sociedad que lo origina, el público al que se dirige. Esta sociedad fue definida 
visionariamente por Guy Debord en 1967 como sociedad del espectáculo. Al respecto me 
interesa retomar dos escritos que, partiendo de esta concepción sociológica del filósofo 
francés, actualizan dicha temática y son de valiosa ayuda para analizar este aspecto en la 
obra de Edgar Chías. El primero de ellos es un artículo de Mario Vargas Llosa de reciente 
aparición titulado “La civilización del espectáculo”
60
, y el segundo está conformado por 
ciertos pasajes del libro Culturas virtuales
61
 de Eduardo Subirats. 
 Mario Vargas Llosa define la civilización del espectáculo como un mundo en el que 
“el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, 
escapar del aburrimiento, es la pasión universal”
62
. Este rasgo que define particularmente a 
la sociedad del espectáculo se presenta también en el “Prólogo” que precede a El cielo en la 
piel. Allí nos topamos con las características de ese público ideal al que se dirige la obra: 
los adolescentes. Cabe una aclaración: no sólo se trata de aquellos jóvenes entre 11 y 19 
años, sino de la adolescencia como una enfermedad que pueden seguir padeciendo hombres 
y mujeres mayores, casados, con coche; una enfermedad que afecta a la nación entera. La 
pasión de ese público es justamente la diversión, el libertinaje: “para ti libertad es hacer 
desmadre y acostarte tarde, tragar mucho y mal y que nadie te diga nada, porque para ti 
libertad es hacerte impunemente todo el daño del que eres capaz, incluso el que eres 
incapaz de imaginar”
63
. Se trata de una diversión que enajena, que generalmente implica el 
uso de las drogas y anula la capacidad crítica y cognitiva del individuo: “Estarás de acuerdo 
que vivir es algo más que querer bajar de peso o vestir a la moda, ¿no? ¿Será algo más que 
ponerte a fumar esas idioteces y ponerte hasta la madre cada fin de semana con alcohol? 
¿Será algo más que el fútbol o los toros o esos estúpidos programas que tanto te gusta ver y 
te van haciendo cada vez menos apto para concentrarte o para tomar una decisión? [...] 
¿Sabes qué es saber? No. [...] ¿Sabes qué es elegir? No. No sabes.” En este párrafo nos 
 
60 Mario Vargas Llosa, “La civilización del espectáculo”, Letras libres, México, año XI, núm. 122, febrero de 
2009, pp. 14-22. 
61 Eduardo Subirats, Culturas virtuales, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001. 
62 Mario Vargas Llosa, Op. cit., p. 14. 
63 Edgar Chías, Op. cit., p. 12.

Continuar navegando