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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS LICENCIATURA EN HISTORIA EL CAMPO Y LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA NEOLEONESA, 1890 – 1910. ¿UNA RELACIÓN DE SOMETIMIENTO U OLVIDO? TESIS QUE PRESENTA GERARDO ALCARAZ VEGA PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN HISTORIA ASESORA: DRA. ISABEL AVELLA ALAMINOS Ciudad de México, 7 de mayo de 2016. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Julio César Mondragón Fontes, Julio César Ramírez Nava, Daniel Solís Gallardo, Abel García Hernández, Abelardo Vázquez Peniten, Adán Abrajan de la Cruz, Alexander Mora Venancio, Antonio Santana Maestro, Benjamín Ascencio Bautista, Bernardo Flores Alcaraz, Carlos Iván Ramírez Villarreal, Carlos Lorenzo Hernández Muñoz, César Manuel González Hernández, Christian Alfonso Rodríguez Telumbre. Christian Tomás Colón Garnica, Cutberto Ortiz Ramos, Dorian González Parral, Emiliano Alen Gaspar de la Cruz, Everardo Rodríguez Bello, Felipe Arnulfo Rosas, Giovanni Galindes Guerrero, Israel Caballero Sánchez, Israel Jacinto Lugardo, Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa, Jonas Trujillo González, Jorge Álvarez Nava, Jorge Aníbal Cruz Mendoza, Jorge Antonio Tizapa Legideño, Jorge Luis González Parral, José Ángel Campos Cantor, José Ángel Navarrete González, José Eduardo Bartolo Tlatempa, José Luis Luna Torres, Jhosivani Guerrero de la Cruz, Julio César López Patolzin, Leonel Castro Abarca, Luis Ángel Abarca Carrillo, Luis Ángel Francisco Arzola, Magdaleno Rubén Lauro Villegas, Marcial Pablo Baranda, Marco Antonio Gómez Molina, Martín Getsemany Sánchez García, Mauricio Ortega Valerio, Miguel Ángel Hernández Martínez, Miguel Ángel Mendoza Zacarías, Saúl Bruno García, David Josué García Evangelista, Víctor Manuel Lugo Ortiz, Blanca Montiel Sánchez, …, y a todos los seres humanos desaparecidos y asesinados en esa carnicería absurda que azota a nuestra sociedad desde el 2006 dedico este trabajo. Que las circunstancias detrás de su tragedia jamás se olviden y se repitan. 3 AGRADECIMIENTOS Me gustaría aclarar que este trabajo fue el resultado de una colectividad, mi colectividad. En un momento u otro, tuve la fortuna que mi camino, aunque fuese por un breve momento, se cruzara con la senda de otras personas. De no haber sido así, es muy probable que lo asentado en estas páginas no hubiese visto la luz. En primer lugar me gustaría agradecer a la Dra. Isabel Avella Alaminos, gran maestra y amiga. Su conocimiento, que no escatimó en ningún momento, y su infinita paciencia con la que me guió, fueron la clave para la culminación de este proyecto. Así también su entereza y la forma ejemplar en el ámbito laboral, han sido modelos a seguir en la cotidianidad. Estoy completamente seguro que sin su apoyo y su confianza lo que aquí presento no existiría. A mis lectores: el Dr. Rodrigo Vega y Ortega, por su atenta lectura y sus valiosos consejos con los que se enriqueció la presente tesis. El Dr. Bernardo Ibarrola Zamora, por su cordialidad y dedicación en la revisión de esta investigación, pero sobre todo, porque fue en su clase de Dictaduras en América Latina que sembró las primeras ideas de las siguientes páginas. A la Dra. María Dolores Lorenzo Río, por sus observaciones. Al Lic. Ricardo Gamboa Ramírez, por su disposición y afabilidad, tanto como sínodo, pero también como profesor, y por sus conocimientos brindados en el aula. También quiero agradecer a la Dra. Marisa Pérez Domínguez, pues fue en su seminario de investigación donde germinó la idea para la presente tesis. Al Centro de Investigaciones en Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), por su programa de becarios técnicos, y en especial a la Sra. Elvira y al Dr. Mario Trujillo Bolio, con quien tuve la fortuna de colaborar y poner en práctica la labor de historiar. A las personas de la División del SUAyED, el Dr. José María Villarías Zugazagoitia, la Mtra. Priscilla Vargas, Irma Ortiz, Hayashi, Edith, Lulú Penella, Miguel Ángel Pérez, Ángeles Leglisse, Marta Elena Guerra, Sra. Irma, Thelma Lomelí, Ruth Peza, Verónica Flores, Mary Carmen… en fin, este enorme equipo de trabajo que me ha hecho sentir como en casa. A los nuevos y no tan nuevos amigos, Pablo Muñoz, Daniel Altbach, David Fajardo, Pedro Bermúdez. El reencuentro con ustedes en los pasillos de la Facultad ha sido muy grato, y las 4 charlas que hemos tenido, desde los temas más banales hasta los más serios, las he disfrutado mucho y han sido materia de reflexión. A Carolina Félix cuya pasión por el conocimiento es una gran fuente de aprendizaje e inspiración. Y a Adriana Arroyo por tus constantes porras y valiosos consejos. A mis viejos amigos, mis cómplices… mi verdadera familia. Ricardo Villarreal, Ángel Villarreal, Óscar Villarreal, Lucy Neville, Sebastián Cuenca, Alejandra Serrano, Gloria Cortés, Renata Rendón, Víctor Breña. Todos ustedes son mis hermanos y, a pesar que las circunstancias de la vida han hecho que nuestro andar tomara senderos separados, los llevo siempre en mente. Mientras pisemos esta tierra, me parece que el eslabón que hemos forjado no podrá ser corroído por la corriente del espacio-tiempo. Y a mi madre Hilda, a quien le debo todo. Tu cariño ha sido el pilar de mi mundo y tu fortaleza el referente con el que he podido asimilar lo bello y lo horroroso que podemos encontrar en la realidad. Es en los momentos difíciles cuando uno puede ver la verdadera naturaleza de las personas. En tu caso, madre, confirmé el maravilloso ser que eres. Gracias por todo. 5 ÍNDICE Introducción……………………………………………………………………………………………………………………….. 6 Capítulo I El Campo y la industria………………………………………………………………………………………………………… 24 1.1 La importancia de la agricultura para el desarrollo industrial……………… 25 1.2 El campo y la industria bajo una perspectiva nacional………………………….. 33 Capítulo II Nuevo León y sus características geográficas………………………………………………………………………… 70 2.1. Características físicas de la región………………………………………………………….. 72 2.2 Población y geografía política de Nuevo León…………………………………………. 75 2.3 Geografía económica de Nuevo León antes de su industrialización…………. 81 2.4 Las distancias se acortan. La llegada del ferrocarril a Nuevo León…………… 87 2.5 Urbanización y crecimiento urbano hacia el ocaso del siglo XIX………………. 91 Capítulo III La producción y el comercio agrícola en el estado de Nuevo León, 1890 – 1910……….. 95 3.1. Posesión de la tierra……………………………………………………………………………..… 97 3.2. Producción agrícola y control de mercado………………………………………………. 103 3.3. Políticas de gobierno en torno a la posesión de la tierra y sus resultados… 120 3.4. Relaciones de poder……………………………………………………………………..………… 131 Capítulo IV La utopía porfiriana. El hierro y el acero regiomontano en el proyecto industrial del Porfiriato………………………………………………………………………………………………………………………………. 135 4.1. Conformación de la industria metalúrgica y de la fundición moderna……. 137 4.2. Producción y mercado de los metales industriales…………………………………. 146 4.3. Oposición del campo y laciudad……………………………………………………………. 160 4.4. El problema del atraso en la ciencia y la tecnología……………………………….. 162 Consideraciones finales. Sobre el orden y el progreso…………………………………………………………… 176 Apéndice………………………………………………………………………………………………………………………………. 185 Fuentes y Bibliografía……………………………………………………………………………………………………………. 196 6 INTRODUCCIÓN La industria moderna, desde su origen a mediados del siglo XVIII en Inglaterra, se volvió una de las prioridades económicas que se debía alcanzar para todo país que quisiese aparecer en la lista de naciones modernas. La Revolución industrial no es el origen del mundo moderno, sólo es una de sus consecuencias, y tal vez sea de las más importantes, pues tuvo lugar cuando el mundo pasó de una concepción universalista y colectivista a una cada vez más individualista y fragmentaria, donde serían el hombre y sus acciones los que moldearían el mundo a su modo, sin que ningún orden superior estuviese involucrado. La nueva forma de concebir el mundo, de una u otra forma llegó a México, y mediante un proceso lento, que comprendió el paso de muchos años, esas nuevas ideas concebidas en el otro lado del Atlántico, fueron permeando poco a poco en las mentalidades de algunos sectores sociales de nuestro país, lo que permitió el interés por la puesta en práctica de determinadas actividades que hasta ese momento podían ser consideradas de vanguardia. Se produjo una síntesis entre dos formas de concebir el mundo, entre dos epistemes, la primera donde el orden natural estaba sometido a las reglas de Dios, y la segunda donde el individuo se abriría paso contra ese mismo orden natural para, no sólo comprenderlo, sino también dominarlo. Con ello se anhelaba cambiar la faceta del país, que a los ojos de las élites económicas correspondía a la de un pueblo atrasado, sumido en la inestabilidad política y económica, a una sociedad que mandara el mensaje de una nación que vivía un periodo de paz, progreso y modernización. Así pues, cuando el siglo XIX tocaba a su fin, la prioridad del régimen de Porfirio Díaz fue la creación de las bases para fomentar el crecimiento económico del país. La razón de ello, es que si México alcanzaba una estabilidad económica (desconocida hasta ese momento), eso a la larga significaría lograr la tan esperada soberanía nacional y así dejar de ser dependientes y vulnerables ante las grandes potencias que se erigían en ese momento. En este punto es que el 7 factor industrializador se volvió una prioridad para la consolidación de una nación, cualquier nación. La industrialización no sólo se volvió un componente central de la modernización económica a los ojos de los políticos mexicanos y las élites, también prometía algún grado de independencia frente a la amenaza de dominación del vecino del norte. México no podía permitirse - argumentaban sus políticos - ser tributario de una nación extranjera debido a la naturaleza de sus primitivas industrias manufactureras.1 Por ello el fortalecimiento y crecimiento de la economía parecían ser una de las llaves que, en teoría, permitirían ingresar a México en la lista de los países avanzados. “Poca política, mucha administración” es uno de los lemas que hasta nuestros días ha caracterizado al régimen de Porfirio Díaz. Así, a los ojos de Díaz, una vez que la golpeada economía mexicana comenzase a ser saneada, y el resentimiento entre liberales radicales, moderados y conservadores pudiese ser conciliado a través del orden, podría llegar al país la hora del progreso y la paz. En muchos aspectos, el símbolo y monumento de este progreso nacional sería la industria, y una de las regiones que se volvería el emblema para ese propósito sería el estado de Nuevo León y su capital Monterrey. Ahora bien, de los sectores industriales que se conformaron, el de la industria de la fundición y la siderurgia fue el que mejor se amoldaría a esta idea; pues gracias al hierro y el acero, materiales que a la vista del hombre parecían resistentes e indestructibles con el paso del tiempo, se podían elaborar una gran cantidad de productos como herramientas y accesorios para maquinaria, las vías férreas que integraron a todo el territorio nacional, o bien las vigas y viguetas que servían de esqueleto a los edificios de las ciudades en crecimiento. Para comprender el tema de la industrialización y no caer en los errores de los juicios y prejuicios ocasionados por nuestra lejanía con el pasado, es necesario contemplar el fenómeno industrializador como lo veían las élites políticas de ese entonces, es decir, como una plataforma económica que impulsaría al país al avance económico tan anhelado, en otras palabras, como un proyecto cuya importancia era de interés de las cúpulas del gobierno porfirista y de una parte de la burguesía nacional; no obstante, dado que el presente no puede deslindarse del pasado, 1“Industrialization had not only become a central component of economic modernization in the eyes of Mexican politicians and elites, but it also promised some degree of independence from growing threat of dominance by country’s of northern neighbor. Mexico could no longer afford, policymakers argued, to be a “tributary” of foreign nation due to the “primitive” nature of its manufacturing industries.” Edward Beatty, Institutions and investment: The political basis of industrialization in Mexico before 1911, California, Standford University Press, 2001, p. 7, (traducción propia). 8 igualmente se vuelve imprescindible preguntarnos cuáles eran las condiciones necesarias para que la industrialización diera los frutos en los términos y expectativas planteadas por sus precursores. En otro nivel tenemos al campo mexicano, un espacio que, históricamente ha sido aislado y desdeñado. Una buena parte de la clase rural en las diversas latitudes del territorio nacional, como resultado de ese aislamiento, se mantuvo ajena con respecto a los movimientos que se sucedían en torno al escenario político y económico de la vida nacional. Como Luis González y González narra en la cotidianeidad del pueblo de San José de Gracia2, Michoacán, durante los años posteriores a la Guerra de Independencia, las grandes luchas nacionales muchas veces pasaron desapercibidas en el imaginario de los habitantes de estas zonas, en cambio, episodios como epidemias, fenómenos naturales (auroras boreales, nevadas, años de heladas, lluvias y sequías), y el cambio de la posesión y delimitación territorial (la hacienda de Cojumatlán a su transición en el pueblo de San José) calaron hondo en la vida y la forma de ver el mundo de esas colectividades. Sin embargo, reconozcámoslo, hubo regiones donde la vorágine de los cambios, respaldados por la idea del progreso porfiriano, incidió de manera más brusca que en los terruños de Luis González y González, pues conforme México fue encaminándose en la odisea de la consolidación de un Estado – nación a los ojos del mundo moderno, hubo episodios donde la modernidad intentó entrar a martillazos dentro del ritmo pasivo de la vida rural. Así pues, como lo explicó John Mason Hart, la mayor parte de la población rural, es decir, los campesinos, se vieron imposibilitados para ejercer su influencia en el gobierno nacional, siempre encontrándose en medio de las élites que luchaban por el poder, sean las del conservadurismo criollo, que, en su lucha por la independencia, formaron una alianza nacional con los campesinos para seguir conservando sus privilegios, y luego cuando esas élites llegaron al poder, en muchas ocasiones quebrantaron esa alianza al permitir el despojo de tierras en favor de las haciendas. Caso similar el de los liberales, un grupo conformado por hacendados, élites políticas y hombres de negocios, quienes estaban a favor de la propiedad privada y veían con recelo la propiedad comunal, por loque al entrar en vigor la Ley Lerdo, y luego, con la continuidad de su espíritu durante el Porfiriato, muchos campesinos quedaron en situación vulnerable.3 Obviamente, este desprecio al modo de 2 Luis González y González, Pueblo en vilo, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 13 – 61. 3 John Mason Hart, El México revolucionario. Gestación y proceso de la Revolución Mexicana, México, Alianza editorial mexicana, 1990, pp. 58, 65. 9 vida campirano se reflejó en la producción que emergió de este sector, por lo que no es de extrañarnos que en pleno auge industrializador del Porfiriato, las cifras de la producción de alimentos tan importantes en la dieta del mexicano, como lo eran el maíz, el frijol y el chile, no se vieran favorecidas con el impulso de la industria. Para examinar justamente esta cuestión, puede brindarnos una luz el ejercicio de analizar lo sucedido en la zona rural en torno a la ciudad más industrializada del país en ese entonces, es decir, Monterrey.4 Durante los primeros años del México independiente, en términos generales, la situación del campo neoleonés siguió siendo de aislamiento, una condición acentuada por los factores climáticos propios de la región, la lejanía de la capital y la dificultad en los trayectos de viaje. Para ese entonces las actividades del estado estaban dedicadas a la agricultura, la ganadería y a la actividad comercial desprendidas de aquellas dos, siempre en torno al intercambio local, o, a lo mucho, al mercado con los estados vecinos. Sin embargo, una vez que la importancia de la frontera con Estados Unidos se impuso, la economía neoleonesa cambió paulatinamente a una economía centrada más en la concentración de capitales a través del comercio, por parte de una nueva burguesía distinta a los antiguos terratenientes. Con el intercambio transfronterizo, Monterrey fue creciendo en importancia, transformándose de un punto de paso entre los puertos de Tampico y Matamoros, a una ciudad en constante crecimiento. Poco a poco Nuevo León pasó de ser un estado cuyas actividades económicas eran la agricultura y la industria artesanal, a una de las entidades más industrializadas del país. Como veremos en el tercer y cuarto apartados de este trabajo, al mismo tiempo que la capital neoleonesa iba adquiriendo su lugar como meca de la industrialización, la producción agrícola quedó más y más relegada, haciendo la brecha entre el campo y la ciudad más profunda, tanto en términos políticos, económicos y sociales, así como en el imaginario colectivo de la sociedad urbana porfiriana; pues a los ojos de las élites porfiristas Monterrey era un modelo de progreso que se oponía ante la tradición y lo anticuado del campo. La siguiente tesis abordará dos temas que están relacionados uno con el otro. Me refiero en términos generales a la producción agrícola y la relación que tenía con el sector de la producción acerera en la industria. Específicamente este trabajo trata de establecer cuál fue el impacto que tuvo la industria del hierro y el acero en la producción agrícola del país durante el 4 Cabe mencionar que las otras entidades más industrializadas en el país fueron el Estado de México, el Distrito Federal, Veracruz y Puebla. Fernando Rosenzweig, “La industria”, en Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México, Vol. 7, México, 1965, p. 392. 10 periodo comprendido entre los años de 1890 a 1910 a partir del estudio específico del caso de Nuevo León. La temporalidad que he escogido responde a que fue durante la última década del siglo XIX que la industria cobró fuerza como parte fundamental de la propuesta del gobierno de Porfirio Díaz. Al mismo tiempo trataré el desarrollo de la tecnología, de la cual todo sector productivo debe nutrirse para su crecimiento, y de cómo la falta de ella determinó qué tanto en el campo, como en la industria, no pudieron alcanzar las metas tan anheladas por el régimen de Díaz. Es así que para llevar a cabo la tarea se tuvo que recurrir a dos enfoques distintos, pero que al final complementaron y reforzaron los argumentos presentes en esta investigación. En primer lugar decidí analizar el tema desde una perspectiva nacional, para comprender cómo fue que se desarrolló el fenómeno de la producción del campo en conjunción con la producción industrial. Partiendo de una comparación con lo acontecido en la sociedad inglesa, cuyo modelo de producción fue posteriormente adoptado en otras naciones europeas como Francia, Bélgica, Alemania, y, en América, los Estados Unidos, este estudio trata de evidenciar las limitantes que tenía el campo mexicano en años previos a su industrialización y que perduraron durante el régimen porfirista. Partimos del hecho de que la modernización de las prácticas de producción del campo son esenciales para impulsar el sistema industrial en un país, y que posteriormente, una vez que la industria comienza a ser parte importante en la actividad económica de un país, los beneficios que surjan de ella se verán reflejados también en el campo. Desde esa premisa decidí examinar el caso mexicano, y cómo la producción agrícola durante el periodo antes mencionado se vio influida por la carencia del apoyo del sector industrial, al mismo tiempo que se mantenían, e incluso se seguían difundiendo las viejas prácticas de producción. Posteriormente, para examinar con mayor detalle este problema, se optó por contemplar lo que sucedió en el ámbito regional, lo que sin duda permitió darnos cuenta de cuestiones que desde un planteamiento general eran más difíciles de observar. La razón de esta decisión tiene que ver con la necesidad de observar qué era lo que sucedía a una escala más pequeña, pues el riesgo de las generalizaciones hace que muchas veces se nos escapen algunos detalles de cómo era la dinámica económica, política y social, de todo lo que engloba el fenómeno agrícola - industrializador. Para ello desde un principio decidimos tomar como objeto de estudio la capital industrial durante el porfirismo, la cual fue la ciudad de Monterrey, y con ello entender cómo fue que se estableció la relación entre la zona industrial urbana de la capital neoleonesa, con las regiones rurales del estado. Es así que un análisis donde lo nacional es el todo, y lo regional es sólo una parte del todo, nos podrá ayudar a complementar nuestra comprensión del fenómeno en su mayor parte. 11 Dentro de la relación que debe existir entre el campo y la industria primero me tuve que acercar a los flujos de intercambio emanados de las zonas rurales a las zonas urbanas industrializadas, tal es el caso de productos de primera necesidad como serían los alimentos que abastecen a la población de las grandes urbes donde se concentran las industrias (una parte esencial para la sobrevivencia y el funcionamiento de toda sociedad). En segundo lugar era importante observar cómo fueron los flujos de intercambio provenientes de la industria hacia ese sector del campo, más específicamente los generados en la industria de la metalurgia y fundición. La importancia de tratar este aspecto radica en que cuando una industria es creada, ésta va a fomentar el crecimiento de otro tipo de industrias “satélites” más pequeñas que terminarán por abastecerse de los insumos producidos por la industria más grande, formando de esta manera un eslabonamiento posterior, según el planteamiento hecho por Albert Hirschmann.5 Así, en términos del tema que estoy tratando, lo normal que uno podría esperar es que la gran industria metalúrgica desarrollada en Monterrey en la última década del siglo XIX y la primera década del siglo XX, hubiese sido capaz de crear eslabonamientos con otro tipo de industrias destinadas al abastecimiento de la producción agrícola en forma de industrias más pequeñas dedicadasa la elaboración de los insumos necesarios para la creación de: 1) las redes de caminos y transportes (en este caso la importantísima red ferroviaria) que unirían a las zonas rurales (centros de producción agrícola) con los centros urbanos (el bastión de la producción industrial); y 2) los centros manufactureros especializados en la fabricación de instrumentos y máquinas de labranza, que posteriormente serían introducidos al campo, y así beneficiarían a la producción de las zonas rurales. Sin embargo, como veremos en este trabajo, el segundo inciso no se cumplió, por lo que la pregunta que cabe hacerse es la más simple de todas, ¿por qué? Para la elaboración de este trabajo fue importante realizar un balance de lo escrito por otros historiadores en lo relativo al tema de la industria y el campo, por lo que a continuación haré un breve repaso en torno a los principales autores, sus obras y enfoques con los que se han trabajado ambos temas. 5 Alberth O. Hirschman, La estrategia del desarrollo económico, México, Fondo de Cultura Económica, 1961. 12 I.1 La industria siderúrgica vista desde lo nacional Entre los historiadores que han trabajado el tema desde la primera perspectiva, es importante mencionar el caso de Fernando Rosenzweig, cuyo trabajo en la magna obra de Historia Moderna de México, dirigida por Daniel Cosío Villegas, aborda el tema de la industria durante el Porfiriato. Su estudio al respecto fue innovador y ambicioso para la época en que fue concebido, y es un referente indispensable para todo aquel que esté interesado en el desarrollo industrial durante el Porfiriato. En dicha obra se da un seguimiento de la industria y de su importancia e impacto en la economía de la administración de Porfirio Díaz. Para la presente investigación, este trabajo de Rosenzweig fue un punto de partida, pues a través de su lectura se entiende la importancia que tuvo el proyecto industrializador para la legitimación del régimen de Díaz. Sin embargo, dado que dicho estudio es parte integral de un todo más grande, de la historia de la consolidación del Estado moderno mexicano, desde el juarismo hasta la caída del régimen porfiriano, los límites que tiene son obvios, pues su intención no es hacer un examen en un tipo de industria en específico, ni tampoco analizar una región; más bien su objetivo es dar un panorama lo más amplio y general posible del fenómeno industrial durante el Porfiriato, centrándose en la historia económica, principalmente en las zonas Norte, Centro y Golfo. La conclusión a la que llega Rosenzweig es que la industria mexicana durante el Porfiriato era ineficiente y la causa de ello radicaba en que había poco mercado para buena parte de la producción industrial, por tanto dicho sector descansaba en una base reducida de potenciales consumidores. La pregunta que surge cuando leemos este estudio es ¿cuál era la causa de que hubiese poco mercado? Así pues, Fernando Rosenzweig lanza provocativamente un anzuelo y nos sugiere que la industria mexicana no pudo encontrar los medios para dirigir su mercado a una sociedad de mayoría rural. El ejemplo que el autor nos brinda, una idea de la cual germinó este trabajo, fue la industria de la fundición, y es que, como Rosenzweig lo menciona, la industria porfiriana prácticamente no generó herramientas de hierro y acero para el trabajo en el campo, tales como arados, guadañas, azadones, lo que de entrada fue una barrera que se impuso para el potencial del mercado de las manufacturas de la industria siderúrgica.6 6 Fernando Rosenzweig, op. cit., p. 382. 13 Otro autor que trata el tema de la industria porfiriana es Stephen Haber en su estudio Industria y subdesarrollo, el cual consiste en una exploración de los orígenes de la industrialización de nuestro país, su posterior desarrollo, su declive y las crisis que ya se veían venir durante los últimos años de la década de los sesenta del siglo XX. Es valioso este trabajo porque Haber sitúa al Porfiriato como el punto de fuga de la industria nacional y marca una continuidad del proyecto industrializador de los gobiernos posrevolucionarios con la industria del periodo antes señalado en cuanto al manejo de capitales e inversiones, políticas gubernamentales, y hasta los problemas y defectos con los que ambos proyectos industrializadores se vieron aquejados. En su trabajo, Haber llega a una conclusión similar a la de Rosenzweig en cuanto al problema que enfrentó la industria porfiriana sobre que la misma se vio incapaz de encontrar un mercado estable para su producción. Agregando a esta problemática, este historiador estadounidense pone énfasis también en el poco interés que tuvieron los industriales en el desarrollo e innovación tecnológicos, un tema que abordo en esta tesis. Es a partir de la frontera entre lo legal y el desarrollo tecnológico que Edward Beatty, en Institutions and Investment: The Political Basis of Industrialization in Mexico Before 1911, elabora un estudio sobre las patentes registradas durante el Porfiriato, así como el marco legal bajo las cuales fueron concebidas. A pesar de las medidas tarifarias y las políticas proteccionistas que ejerció el Estado porfirista para beneficiar al comercio y la industria, en este trabajo Beatty agrega un factor más por el cual la industria porfiriana se vio obstaculizada en su funcionamiento por la incapacidad de la misma de generar su propia tecnología. La principal razón que nos da Edward Beatty es la trampa que significaron las mismas leyes generadas por la administración de Díaz en cuanto a la protección de patentes, pues la tecnología que ingresó para nutrir a la industria del Porfiriato provenía del exterior, por lo que la legislación porfirista tenía que garantizar la protección de las patentes de las maquinaria empleada en los centros fabriles. La cuestión en este caso en particular brindó un punto de partida en la presente investigación, para discutir la importancia del desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología hacia dentro, y con ello dejar de depender de los avances desarrollados por otros países, con sus propias necesidades y su propio contexto. Como puede apreciarse, las interpretaciones de Rosenzweig y Haber, e incluso la de Beatty, dado que son estudios que parten de lo general, pueden provocar cierta suspicacia cuando se quiere hacer una interpretación más analítica de los hechos. En un país harto diverso como 14 México, un fenómeno como lo fue la industria del Porfiriato pudo tener diversas aristas y cada región experimentarlo a su manera, según el tipo de sociedad que en ella habitaba. I.2 La industria vista desde lo regional. El caso de Monterrey Dentro de este contexto de lo regional existen varios autores que han tratado el tema de la industrialización en Nuevo León. El primero que nombraré es Isidro Vizcaya, cuyo estudio Los orígenes de la industrialización de Monterrey (1867 – 1920), fue uno de los primeros que trató la historia de la industria regiomontana. Esta obra es de utilidad para hacernos una idea global de la historia regional de Nuevo León, y del contexto en el cual surgió la industria regiomontana. Sin embargo, se trata más bien de un estudio monográfico, que aborda el problema, como lo dice el título de la obra, desde sus orígenes. Es decir, el interés del autor gira en torno a entender el contexto y el proceso en el cual emergió la industria regiomontana. Es decir, Vizcaya se centra en los factores que encendieron la mecha para la industria regia, y la forma en cómo ésta influyó en el crecimiento de la ciudad y la vida de sus habitantes. Se trata de una obra que nos ayuda a dar un primer vistazo al fenómeno industrializador; sin embargo, dado su carácter monográfico, no responde cuestiones sobre el verdaderoalcance que tuvo esa industria, es decir, temas como la canalización de su producción y su efectividad en el mercado quedan fuera de dicho estudio. No obstante, es pertinente enunciar que tales cuestiones no son el objetivo de la investigación que hizo Vizcaya, pues aun cuando estamos refiriéndonos a un trabajo de índole local, la exposición que ahí se asienta es más bien de tipo general, y es que, aun cuando el estudioso tomó la decisión de acotar su investigación a la localidad de Monterrey, la labor de realizar una investigación de toda la industria de regia per se, es demasiado amplia, por lo que Isidro Vizcaya decidió remarcar los aspectos más significativos de cada ramo industrial en la capital del estado neoleonés. El trabajo de Javier Rojas Sandoval, Fábricas pioneras de la industria de Nuevo León es un seguimiento sobre las plantas fabriles que surgieron durante la última década del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX. Destaca de este trabajo el estudio que hace de las industrias más importantes en Monterrey. Para la presente tesis es de especial importancia la atención que Rojas Sandoval dedicó a las fundiciones más importantes de Monterrey, pues el autor compiló información que va desde aquellos inversionistas que dieron vida a esas empresas, a la forma en cómo estaban constituidas estas fábricas, e incluso nos habla de los materiales que se fundían y se trabajaban y de cómo se hacían las labores en estas plantas fundidoras. Sin embargo, este estudio no nos dice claramente qué tipo de producción salía de la manufactura, ni tampoco el mercado 15 hacia donde era canalizada, y es que, para entender si la industria porfiriana iba por el camino del progreso que los ideólogos del régimen se habían planteado, habría que analizar qué sector fue el que se alimentó de las industrias de la fundición, así como entender la razón de ser de estas empresas y la manera en cómo desenvolvieron sus actividades dentro del contexto en que vieron la luz. Sobre los estudios que han abordado la financiación a las fundidoras regiomontanas se encuentran las investigaciones de Mario Cerutti, particularmente Propietarios, empresarios y empresas en el Norte de México. Monterrey de 1848 a la globalización; y también Patricio Milmo. Empresario regiomontano del siglo XIX. Estos estudios resultan muy valiosos porque el autor va más allá de brindar una descripción de los espacios fabriles y nos habla de cómo las élites locales de Nuevo León fueron construyendo lazos con los miembros de la burguesía tradicional terrateniente y la burguesía política, y de qué manera esas relaciones influyeron de manera importante en el mercado al que estaba destinada la producción de sus empresas. En el caso de Mario Cerutti estamos ya ante un estudio más especializado sobre un fenómeno bien específico, y el cual no se debe pasar por alto en cualquier investigación que se haga del fenómeno industrializador de Nuevo León. En este sentido, la labor de Cerutti nos abre las puertas para plantearnos si fue el anhelo porfiriano de modernización lo que sostuvo a la industria porfiriana, o más bien fueron los intereses y las formas de negociar entre las élites porfirianas las que siempre marcaron la pauta en el proyecto económico del régimen de Díaz. En cuanto a la industria de la fundición hallamos el trabajo realizado por Aurora Gómez Galvarriato llamado “El desempeño de la fundidora de hierro y acero de Monterrey durante el Porfiriato.” Aquí nos encontramos ante un estudio donde la autora analiza y reflexiona sobre la importancia, el funcionamiento y el rendimiento que tuvo La Gran Fundidora de Hierro y Acero de Monterrey. La investigadora al respecto encuentra elementos que la llevan a afirmar que si bien, para sus inicios en 1903, la producción de la Gran Fundidora (el complejo más importante en la siderurgia del país) no era prometedora, ya que al principio tuvo dificultades de suministros de materia prima (sobre todo el coque), así como problemas para ingresar al mercado; no obstante, para los años previos al estallido de la Revolución ya mostraba signos claros de crecimiento, debido principalmente a las políticas proteccionistas que aplicó el régimen de Díaz, además de los hallazgos de yacimientos de coque y carbón en el estado vecino de Coahuila. Más aún, Aurora Gómez en su estudio apunta la producción de la Fundidora de Hierro y Acero de 16 Monterrey al ramo ferrocarrilero y al de la construcción, lo que nos brinda una idea del tipo de mercado que le interesaba penetrar, tanto a la industria de la metalurgia, así como al gobierno de Díaz. Sobre el ideario porfiriano que se formó en torno a la industria es el ensayo “Fundidora de Monterrey y la cuenca del carbón”, de Camilo Contreras Delgado. Este autor realizó una investigación sobre la dinámica del funcionamiento de la Gran Fundidora de Monterrey, como una industria siderúrgica integrada, esto quiere decir, que, desde el momento en que fue concebida, la idea era poner en marcha un gran proyecto que tuviese un alto grado de autosuficiencia, pues la Gran Fundidora desde un principio quiso tener el control en la posesión de las fuentes minerales donde encontraría los recursos que requeriría para su producción, las líneas de transporte, y el completo proceso de beneficencia, afinado, laminado y fundición. Es decir, Contreras, al explicarnos que la Fundidora de Monterrey trabajó sobre el modelo de una siderúrgica integrada, muestra que dicho caso corresponde a un claro ejemplo del eslabonamiento de un ramo productivo con otros ramos distintos. La planta en cuestión para poder producir, se eslabonó económicamente con el ramo minero para la extracción de metales y carbón, así como también se ligó a la industria ferroviaria para la creación de líneas que conectasen a los puntos de extracción con la fábrica. Así pues, la importancia del estudio de Camilo Contreras para esta tesis estriba en que nos permite entender a la industria como un modelo que puso en práctica el ideal de progreso proveniente de Occidente, lo que a su vez legitimaría la administración de Díaz. Como hemos podido ver, los trabajos anteriormente mencionados tratan de la industrialización desde diversos ángulos. Hay los que tratan el tema desde la arista nacional, incluyendo en su estudio distintos tipos de industrias urbanas, y los que tratan el tema de manera regional, donde se examina a la industria de forma generalizada, o bien, escogen uno sólo de esos casos para su análisis. Sin embargo, ninguno de los estudios que se han mencionado anteriormente da cuenta sobre la importancia que debe tener la relación de la industria para con el campo y viceversa. Por lo que para este estudio he tenido que recurrir a trabajos cuyo tema sea el del campo; y es que como da a entender Max Weber, a diferencia de la ciudad antigua, en la ciudad moderna, por más industrializada que sea, sus ciudadanos, casi por regla general, son incapaces de satisfacer sus necesidades alimentarias trabajando su propia tierra.7 7 Max Weber, La ciudad, Madrid, Ediciones de La Piqueta, 1987, p. 10. 17 I.3 El campo Sobre la cuestión del campo, el primer trabajo al que me gustaría remitirme al respecto es el de Jorge Basave Kunhardt “Algunos aspectos de la técnica agrícola en las haciendas”, el cual es parte de la compilación hecha por Enrique Semo, Siete ensayos sobre la hacienda porfiriana. En ese texto el autor nos brinda un estudio completo de cuáles eran las tecnologías y herramientas empleadas en las haciendas mexicanas desde la época colonial hasta el Porfiriato, y nos muestra con ello el atraso significativo de este sector y algunas de sus causas. Este ensayo es un apoyo importante para la presente tesis, a través de él puede entenderse la situación productiva de las haciendas mexicanas desde la épocacolonial hasta los primeros años del siglo XX. Así pues, Basave Kunhardt argumenta, con la recopilación de los datos de varias haciendas a lo largo del país, cómo en algunos casos la producción agrícola se modernizó (sobre todo aquella dedicada para el mercado externo), mientras que en otros casos las formas de producción quedaron congeladas en el tiempo, y es en este punto en que se observa la ausencia de la industria nacional para estimular la producción del campo, el eje principal de esta tesis. Es importante aclarar que el autor dejó fuera de su estudio a los ranchos, cuyo número se incrementó notablemente durante estos años. El artículo de John H. Coatsworth titulado “La producción de alimentos durante el Porfiriato” que es parte de Los orígenes del atraso, del mismo autor, es una obra que es un referente para el estudio de la producción y consumo de alimentos durante dicho periodo. En este estudio en particular, el autor hace una serie de cuestionamientos en torno a los datos que nos brindan las Estadísticas económicas del Porfiriato publicadas por El Colegio de México (en adelante Colmex) sobre la producción de alimentos. Coatsworth, a través de una sólida argumentación, concluye que el consumo de alimentos por parte de la población en el Porfiriato no fue tan escaso como nos lo muestran las Estadísticas económicas. Ahora bien, es importante recalcar que en su estudio, nuestro colega estadounidense omite el alza del precio de los productos alimenticios importantes en la administración de Díaz, así también, como otros factores como el acaparamiento y la especulación de los productos en el mercado, sumados al hecho de que México, al ser un país de una gran diversidad climática, presenta condiciones productivas que pueden ser muy variables de un lugar a otro, todos ellos factores que influirían en la producción. El texto De la coa a la máquina de vapor de Alejandro Tortolero, a pesar de que está centrado en las haciendas de Tlaxcala y el Estado de México, resultó ser útil para esta 18 investigación, pues en él se exponen las formas y técnicas de producción de las haciendas de la zona central de México. Así mismo el autor nos habla del proceso de tecnificación que experimentaron muchas de las haciendas de esa región. Así entonces Tortolero toca puntos de importancia como el hecho de que unas haciendas empleaban más tecnología que otras, y los esfuerzos del régimen de Díaz por apoyar el desarrollo tecnológico con las reformas de las leyes de patentes, y las herramientas y máquinas que fueron registradas en dicho sistema. Una observación de Tortolero que se ha retomado para esta tesis es la incapacidad que tuvieron los inventores para difundir sus ideas más allá de los planos en los que quedaban asentados, pues uno de los problemas que experimentó la industria porfiriana fue la dificultad por abrir espacios para el desarrollo y la generación de ideas nuevas al interior del país. Además, Tortolero admite, como años atrás lo había hecho Rosenzweig, la necesidad de elaborar una investigación sobre la retroalimentación entre el campo y la industria, algo que a la fecha no se ha hecho. I.4 Problematización teórica Ahora bien, dada la escasez de estudios en la historiografía mexicana que vinculen la industria del hierro y el acero con la producción agrícola destinada al consumo de primera necesidad, tuve que remitirme a la obra de Paul Bairoch, específicamente a Cities and Economic Development. From the Dawn of History to the Present. En dicho estudio Bairoch pone hincapié en la importancia que debe tener el aumento del rendimiento en la producción agrícola para estimular la tecnología empleada en la producción rural y, posteriormente, que la ciudad industrial pueda desarrollarse, para que luego sea desde los mismos centros urbanos que salgan beneficios dirigidos a los sectores productivos agrícolas. Para ello Bairoch estudia los casos europeos de las ciudades donde la Revolución Industrial germinó de manera exitosa y los compara con aquellos casos en que la industrialización no logró cristalizar del todo. Las conclusiones que se desprenden al respecto de ese ejercicio de comparación son claras: el aumento de los rendimientos de las cosechas en el campo, por medio de la aplicación de nuevas técnicas y tecnologías, es fundamental para el impulso industrializador de la ciudad. Así pues, para esta investigación, he retomado este enfoque para aplicarlo en el caso de México en general, y Monterrey en particular. Dado que en esta tesis nos estamos moviendo en dos terrenos que en el caso nacional, a toda vista, han sido distantes entre sí (en campo y la ciudad), tuve que remitirme a la idea de Albert Hirschman sobre los vínculos o eslabonamientos hacia delante o hacia atrás que debe tener cualquier otra industria con otros sectores productivos, y aterrizar esas ideas en el 19 ámbito de la industria del hierro y acero regiomontana para examinar con qué sectores se eslabonó ésta, y si realmente pudo vincularse con el sector productor de alimentos. Por otro lado fue necesario analizar la importancia que tienen las instituciones en el desarrollo de un país, y en el mercado. Para este aspecto retomé lo dicho por Douglass North, quien aprecia que la fortaleza y la calidad institucional sobre los distintos actores inmersos en la economía es determinante para el correcto funcionamiento de la misma, pues si las instituciones son sólidas, éstas serán capaces de regular los agentes políticos, sociales y económicos dentro de la sociedad. Así pues, aspectos como el desarrollo de la tecnología como un elemento impulsor de la economía, dependerán del funcionamiento de las instituciones. En el caso porfiriano, y de mi investigación, este aspecto será crucial para comprender la dinámica que tenían los productores, tanto de la tierra como de la industria, y las maneras en cómo era que estos personajes incidían en el mercado nacional. Profundizando en la posición de North, dado que quienes están detrás de las instituciones son seres humanos, es interesante complementar esa postura con algunos de los planteamientos que Michel Foucault realizó, pues al final el control sobre las instituciones es una cuestión que tiene que ver con el ejercicio del poder, el cual se realiza sobre la otredad; por tanto, el mercado, e incluso el desarrollo de las formas de conocimiento y/o los saberes (la famosa episteme), así como la tecnología (que no es otra cosa más que la manifestación material del desarrollo del conocimiento y los cambios en la episteme), se dará siempre en los términos y pautas que marquen los grupos que ejercen el poder. Es así que en esta investigación me propuse aterrizar el tema de la industria en la capital industrial mexicana por excelencia, es decir, Nuevo León, específicamente la ciudad de Monterrey. Si acotamos más nuestro estudio a la industria de la fundición de metales y acero de Monterrey, que en muchos sentidos fue la más vanguardista, en el presente caso es necesario tener claro cómo fue que se diversificó la producción de dicho ramo, hacia qué sectores productivos se eslabonó, y si a una escala menor, la industria del hierro y el acero pudo canalizarse a la producción agrícola de productos alimenticios básicos para la población. 20 I.5 Fuentes empleadas Entre las fuentes de la época que se consultaron contamos con el Anuario estadístico de la República Mexicana, una publicación que estuvo a cargo de Antonio Peñafiel durante su gestión de la Dirección General de Estadística entre los años de 1893 y 1910. Los datos que hemos recopilado de dicha publicación fueron aquellos relativos a la producción agrícola del maíz, frijol, chile, trigo y cebada, los tres primeros considerados como fundamentales en la dieta básica del mexicano. En torno a la producción de estos alimentos, se trabajó con dos series, una que nos hablade la producción a nivel nacional, y otra que aborda el caso de Nuevo León. Ambas abarcan el periodo que comprende 1892 a 1907. También se emplearon los estudios de Peñafiel para analizar la evolución de los precios del maíz en Nuevo León durante dicho periodo. Para complementar la información de los Anuarios antes mencionados, se recurrió a las listas de precios, que fueron publicados por el semanario de la Semana Mercantil, durante el periodo de 1890 a 1907. Si bien, estas series estadísticas se referían a los precios de la Ciudad de México, nos sirvieron para hacer un punto de comparación entre la cotización de grano en la capital mexicana, y el estado de Nuevo León. También se recurrió a los informes de gobierno presentados por los gobernadores Genaro Garza García (1879) y Bernardo Reyes (1892, 1899 y 1906), así como el informe de Pedro C. Martínez, alcalde de Monterrey (1900). Todos ellos nos ayudaron a comprender las políticas que se implementaron a nivel local tanto en el ámbito de la producción rural como industrial. El Diccionario de pesas y medidas antiguas y modernas,…, escrito por Cecilo Robelo en 1908, también fue de gran utilidad, pues por medio de esta obra, se logró la conversión de antiguas medidas, tal como la carga, al sistema métrico actual. Otras publicaciones periódicas de la época que se utilizaron fueron además de la ya mencionada Semana Mercantil (de 1890 a 1907), El Economista Mexicano (1890), El Minero Mexicano (de 1900 a 1903) y el Financiero Mexicano (1888 a 1891). 21 I.6 Mi propuesta Así pues, llegamos a la propuesta que se realiza en esta tesis, la cual es, en primer lugar, reconocer el binomio que componen los términos del campo y la ciudad, que como hemos visto, aun cuando parezcan ser dos temas diferentes, ambos pueden ser explicados como dos caras de una misma moneda. Desde que el mundo fue entrando a la modernidad, hasta llegar a la época contemporánea, es indudable que el campo y la industria dependen uno de otro para su desarrollo y armonía. Si el vínculo no está propiamente establecido, el papel que tiene cada uno por separado en el desarrollo de cualquier sociedad, se verá disminuido considerablemente, sin que se revele el completo potencial de cada uno de ellos. Por tanto, es mi propuesta en este trabajo tratar el fenómeno del campo y la industria mexicana como un todo esencial para el desarrollo económico y social de la nación, dos objetivos que los partidarios del gobierno porfirista pregonaban que se habían logrado con la pax porfiriana, aun cuando no existía una vinculación entre lo rural y lo urbano. En un mundo donde en la cotidianidad se vuelve común escuchar términos asociados con conceptos tomados de la economía (crisis, inflación, deflación, recesión, PIB, etc.), pareciera que se quiere dar la impresión de que las reglas económicas funcionan por sí mismas, como si éstas fuesen algo ontológico, como si una mano invisible moviera los hilos del desarrollo o subdesarrollo, de una sociedad. Pero esto no es así. Tendemos a olvidar que las economías de las sociedades, o en el término actual, la economía global, responde a reglas y preceptos formulados desde las cúpulas de poder. Más aún, da la impresión que dichas reglas y preceptos en ocasiones son usadas como herramientas para el beneficio de un grupo en particular en perjuicio de los intereses de la mayoría. La intención de la presente propuesta es recordar que atrás de las series de producción, del intercambio de los productos emanados de la industria y el campo, detrás de la acumulación de capital, se encuentran razones muy humanas, que responden a cuestiones de ideas, ideologías, preconcepciones, poder, control y dominio de unos sobre los otros, y que, cuando se tiene en mente esto, la actividad económica se convierte en una herramienta poderosa de sometimiento. Y para tratar de develar esto, qué mejor que estudiar la producción de la base de toda sociedad, la alimentación, y de cómo el uso o desuso de la tecnología en la actividad de producir alimentos, se convierte en parte crucial para no sólo entender el grado de desarrollo de un país, sino también para comprender su cohesión, pues una sociedad que reniega de su campo y de su clase campesina, está condenando a las generaciones subsecuentes a un futuro incierto. 22 La hipótesis principal que se demostrará en la presente investigación será que, durante el gran intento industrializador del Porfiriato, las condiciones de la producción agrícola y las técnicas que permitiesen aumentar el rendimiento de la tierra estaban lejos de realizarse; por lo que la condición primordial para llevar a cabo la gesta industrializadora no existía aún en nuestro país. El referente a este enunciado podemos ubicarlo en el caso de Monterrey, capital de Nuevo León, una ciudad que rápidamente cambió y allanó el terreno a la Industria moderna, al mismo tiempo que las regiones circundantes perduraron sin cambios, paralizadas en el tiempo. Una vez dicho lo anterior, tenemos que la consecuencia que acarreó esa situación fue que las bases para la ejecución de la misma industria porfiriana se vieron muy débiles y limitadas, algo que influiría negativamente en el desempeño del sector industrial y su papel como agente del cambio en la economía. Una idea que inmediatamente se desprende de la hipótesis general, y que también se demostrará a lo largo de esta tesis, es que, aun cuando la producción de la industria acerera fue dirigida al establecimiento de las redes ferroviarias y al apoyo del ramo de la construcción, con lo que se trazó como objetivo la unificación de las distintas regiones que integraban el país, así como el crecimiento urbano como evidencia del progreso porfiriano, no hubo una retroalimentación entre la industria y el campo en forma de herramientas y tecnología dedicadas a aumentar el rendimiento del trabajo de la tierra. Esto puede notarse en la clase de productos manufacturados por las plantas fundidoras y acereras ubicadas en Monterrey. Ahora bien, las pregunta que cabrían hacer al respecto son: ¿Cuáles fueron las causas que hicieron del campo un sector atrasado en plena industrialización? ¿Respondieron a factores meramente económicos, o también a cuestiones sociales y culturales? La siguiente exposición estará presentada y organizada en cuatro capítulos. En el primer capítulo comenzaremos por realizar un estudio de la problemática con un enfoque a nivel nacional; analizaremos los problemas que en las últimas dos décadas del Porfiriato aquejaron a la producción agrícola de alimentos de primera necesidad, y en qué sentido esas dificultades se debieron a la ausencia de vínculos entre el campo y la industria. En el segundo capítulo encaminaré la investigación hacia el ámbito de lo regional, por lo que estudiaré las características geográficas tanto físicas, como económicas y políticas del estado de Nuevo León y su capital Monterrey, pues me parece pertinente conocer los detalles básicos de la región en la que estamos centrando nuestro estudio. Ya en el tercer capítulo me abocaré a la producción agrícola en Nuevo 23 León, siendo que su propia capital Monterrey fue la ciudad más industrializada durante las dos últimas décadas del Porfiriato. En este contexto me interesa saber las características que tuvo la producción agrícola, y qué sucedía con la retroalimentación entre la producción rural y la producción urbana. En el cuarto y último capítulo me enfocaré al significado que tenía el hierro y el acero en la sociedad porfiriana, y a los sectores que más se beneficiaron de su producción. Así mismo estudiaré las dos debilidades que tuvo ese sector, que fueron la poca apertura de la producción acerera hacia el campo (cuando México era un país eminentemente rural), y la insuficiencia de la institucionalización del conocimiento, que a la larga podría haber generadola ciencia y la tecnología tan necesarias en el desarrollo del campo y la industria. 24 El país que desde el punto de vista industrial está más adelantado, proporciona al que lo está menos una imagen de lo que constituirá su futuro. Carl Marx, El capital, 1867. CAPITULO I La agricultura y la industria Campo e industria a primera vista podrían parecernos dos sectores ajenos entre sí, dados los espacios donde se realizan las actividades productivas de cada uno. El primero tiene como su radio de influencia las zonas rurales, el segundo queda enmarcado casi exclusivamente dentro del paisaje urbano. Sin embargo, ambos están profundamente compenetrados histórica y económicamente, y están destinados a formar un sistema de dependencia en lo relativo a su producción, ya sea por las vías y exigencias del mercado y el comercio, o bien por el intercambio de tecnología que cada uno de estos sectores exige del otro. Ambas actividades productivas son esenciales en lo que al desarrollo económico de una nación se refiere, y ambas han marcado la pauta del devenir histórico de las sociedades. Primero la agricultura, cuyo desarrollo favoreció la organización de las sociedades con la creación de instituciones que permitieron la organización política, económica y social; a partir de ellas, se diseñaron formas de control sobre lo producido, tales como el sistema de producción asiático, el latifundio y el vasallaje hasta llegar a la concepción de la propiedad privada. A la sombra de la transición de una sociedad cuya producción estaba en función del trabajo comunitario de la tierra, y cuya propiedad no estaba bien definida, a una donde la tierra tenía nombre y dueño y donde su producción cayó bajo la responsabilidad de los propietarios, emergió la Revolución Industrial en Europa occidental, lo que significó un cambio en las formas de producción y de consumo, y trajo como consecuencia importantes modificaciones en las economías y las sociedades de los países que la experimentaron. Cada nación tuvo que adaptarse a las exigencias del nuevo modelo industrializador, y aquellas que fueron las primeras en adoptarlo y tuvieron éxito, es decir, Inglaterra, Francia, 25 Alemania y en América los Estados Unidos, fueron las naciones que se encargaron de llevar por el mundo las riendas de este nuevo sistema. Por otra parte las naciones que no podían darse el lujo de industrializarse en un primer momento, se convirtieron en productoras de materias primas para aquellos países económica y tecnológicamente más avanzados. México, al igual que el resto de los países de América Latina, pertenece a los países del segundo grupo, y no fue sino hasta la última década del siglo XIX y la primera década del siglo XX que se aventuró en la bonanza industrial. Las élites intelectuales y políticas mexicanas de la época porfiriana vieron a las grandes máquinas de hierro que eran alimentadas por carbón candente, como la panacea del crecimiento, y ellas mismas pensaban que si lograban con éxito la introducción de la industria en nuestro país, México al fin podría ocupar un lugar entre las naciones avanzadas. Sin embargo, a la industria per se no se le puede adjudicar toda la responsabilidad de llevar a cuestas el desarrollo de un país entero, la realidad no dicta que si un país opta por su industrialización, éste inmediatamente, de la noche a la mañana, experimenta un crecimiento en su economía que se ve reflejado en la sociedad. Para que el avance económico suceda, es importante que existan otros factores aparte de la industria y uno de ellos es el desarrollo de la agricultura, sobre la cual estará sostenida la industria. En este capítulo expondré la importancia de la existencia de esta relación entre ambos sectores productivos, y exploraré hasta qué punto pudo darse en nuestro país, primero de una forma general, es decir, a nivel nacional, para luego, en los siguientes capítulos, profundizar el estudio a nivel regional en torno al estado de Nuevo León. 1.1 La importancia de la agricultura para el desarrollo industrial Para estudiar el fenómeno industrializador en México y sus limitaciones, es necesario comprender los aspectos básicos que precedieron a la Revolución industrial en Europa, y observar las condiciones que allende el Atlántico propiciaron el desarrollo industrial, para posteriormente compararlas con las condiciones imperantes en México. En este sentido, me parece que uno de los factores clave para entender los alcances y la importancia de la industria tanto en Europa como en América es el concerniente a la producción en las zonas rurales, en particular la agricultura. El crecimiento y desarrollo urbano no lo podemos entender sin el campo, y la producción rural tampoco puede entenderse sin el crecimiento de la ciudad; es decir, nos estamos enfrentando a 26 una relación simbiótica, en la cual ambos sectores dependen uno del otro; e incluso podemos llegar más lejos al afirmar que el éxito de cualquier Revolución industrial en cualquier parte del orbe, no podría darse sin que primero haya existido una revolución agrícola.8 Tomemos el caso paradigmático en esta cuestión, el cual es Inglaterra, que no sólo fue la cuna de la Revolución industrial, sino también fue donde se logró con éxito la revolución agrícola, cuyo modelo, posteriormente, se exportó a los países que lograron adoptar favorablemente la industrialización. Como antecedente, el modelo agrícola inglés tiene su origen en la producción de los campos ubicados en los Países Bajos de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. Dicho modelo consistía en que, dada la alta densidad de población que habitaba esa región tan pequeña, se tuvieron que buscar nuevas formas de hacer que las cosechas rindieran más en un espacio reducido. Así, cuando este sistema fue introducido en Inglaterra por la migración holandesa, pudo adaptarse a la campiña inglesa, la cual estaba menos poblada, pero tenía mayor extensión en comparación con los campos holandeses. De esta forma, en las no tan pobladas zonas rurales de Inglaterra, los campesinos tuvieron que perfeccionar sus cosechas para que éstas rindiesen más con un número menor de mano de obra. Es en la enunciación anterior que encontramos la palabra clave del asunto, la cual es rendimiento. Hacer rendir al campo usando la menor fuerza de trabajo en la menor superficie posible (menos hombres trabajando por hectárea), implicó un perfeccionamiento en la técnica agrícola, un proceso que se vio también beneficiado con el empleo de herramientas de hierro cada vez más sofisticadas. Por tanto, tenemos que muchas de las comunidades rurales se fundaron cerca de minas de carbón y depósitos de hierro, de lo que podemos deducir que el mercado inmediato para la producción y extracción de estas materias primas eran las herrerías y talleres locales, en los cuales podían elaborarse las herramientas destinadas a la producción agrícola local.9 Es una creencia común que la revolución industrial tiene su origen en las grandes ciudades, gracias al desarrollo y organización urbana que existe en ellas, y es que es natural pensar que, dado el hecho de que son puntos densamente poblados, pueden usar a la población como mano de obra. Esta afirmación, como el historiador Paul Bairoch lo argumenta, no es del todo cierta, y es que la urbanización debe ser vista más como una consecuencia de las primeras etapas 8 Paul Bairoch, Cities and economic development. From de dawn of history to the present, Chicago, The University of Chicago Press, 1988, p. 244. 9Ibid., p. 258. 27 de la industrialización, que como el origen del proceso.10 Es por ello que para buscar los orígenes de la industria en los países que lograron erigir una industria sólida, nos tenemos queremitir a encontrar la explicación en los pequeños poblados y sus zonas rurales aledañas, antes que en las grandes metrópolis, y esto queda claro cuando nos damos cuenta de que la mayoría de los avances tecnológicos basados en la combustión que antecedieron a las máquinas empleadas en las fábricas y en los transportes, como el ferrocarril y los botes de vapor, tuvieron lugar en poblados modestos; tales son los casos de la primera máquina de hilado, la cual fue inventada en 1731 en un pequeño poblado de Inglaterra llamado Preston, el cual tenía una población de entre dos mil y tres mil habitantes, o bien la máquina de vapor de Newcomen (usada para bombear el agua en las minas de carbón) inventada en 1710 en el puerto de Dartmouth (también en Inglaterra), cuya población era de entre mil y dos mil habitantes. Estos ejemplos son esclarecedores y nos llevan a reflexionar por qué es tan importante el paisaje rural sobre la ciudad en la transición hacia una economía industrial, donde la tecnología una vez perfeccionada, es importada a las ciudades y montada en los complejos fabriles que ahí radican. La respuesta a esta cuestión se halla principalmente en varios factores11, los cuales se pueden resumir de la siguiente manera: A) La supresión progresiva del barbecho a favor de un sistema de rotación continua de los cultivos. Primero se dio a través de un proceso que consistió en el mejoramiento del sistema de rotación de cultivos, el cual de uno o dos años, logró extenderse a un periodo de 3 o 6 años (incluso hasta 12 años), y en el que el barbecho desaparecía por completo. La regeneración de suelos se realizó controlando su acidez, al mismo tiempo que se mantenían los nutrientes como el calcio, los fosfatos y nitratos de la tierra; todo ello gracias a la variación de cultivos como el rábano, el trébol, el lúpulo, el alforjón, la zanahoria, el maíz, las coles y la papa; también se logró por medio del empleo de abonos favorecido por la extensión de la ganadería y su integración con la 10 “I completely neglected urban problems, deeming the city not a significant driving force. Naturally this does not mean the urbanization failed to emerge as an important element of the first stages of industrialization; but it did so more as a consequence than as cause” (Niego los problemas urbanos por completo, sin considerar a la ciudad como una fuerza impulsora. Naturalmente no significa que la urbanización falló en emerger como un importante elemento de las primeras etapas de la industrialización; pero fue más una consecuencia que una causa.). en Ibid., p. 252. 11 Paul Bairoch, El Tercer Mundo en la encrucijada, Madrid, Alianza Editorial, 1986, pp. 37 – 42. 28 agricultura, lo que posibilitaba a su vez una mayor presencia de cultivos forrajeros en los campos. B) Perfeccionamiento de los aperos de labranza e introducción de otras herramientas. Se comenzó con la sustitución de herramientas de madera por herramientas de hierro, el remplazo de la guadaña por la hoz, posteriormente la máquina sembradora que sustituyó la siembra a voleo, y finalmente la sustitución del arado a la tracción. C) Aumento y mejora de las tierras cultivables. Se logró por medio de la adaptación y alteración del medio para hacerlo más afín a las actividades del hombre. Dentro de tales actividades podemos referirnos a la desecación de pantanos, y la generalización del drenaje de los suelos húmedos dedicados a la siembra. D) Empleo del caballo en las actividades agrícolas. Se sustituye al buey por el caballo, ya que la velocidad de tracción del caballo es superior a la del buey. Fueron dos consecuencias importantes las que se desprendieron de la renovación de los métodos y técnicas agrícolas. La primera de ellas se tradujo en mejores y más abundantes cosechas en una extensión menor de tierra y con menor mano de obra implicada. Sólo para tener una idea, Paul Bairoch nos menciona que en Inglaterra la producción agrícola por individuo activo subió un 100 por ciento aproximadamente durante todo el transcurso del siglo XVIII. En Francia el incremento fue de 70 por ciento durante el mismo siglo (aun cuando la Revolución Francesa y las Guerras Imperiales pudieron ser un factor que influyera negativamente en la agricultura). En otros países como Bélgica en el periodo de 1840 – 1900 la productividad aumentó en 50 por ciento, en Suecia 90 por ciento, en Alemania 75 por ciento.12 Regresando al caso inglés, el cual fue el pionero al respecto y de donde se importó este modelo a otros países como Francia, Bélgica o Suiza, la producción anual del cultivo de trigo a mediados del siglo XVII fue de 1.78 millones de toneladas (ver cuadro 1.1), mientras que para el periodo comprendido de 1750 a 1820 el promedio total de las cosechas de dicho cereal se elevó a 2.87 millones de toneladas, es decir, Inglaterra experimentó un alza en el crecimiento de la producción de trigo de un 62 %. 12Ibid., p. 50. 29 Cuadro 1.1. Producción aproximada de trigo en Inglaterra. 1660, 1750 – 1820. 1660 (toneladas). Promedio de 1750 – 1820 (toneladas). Consumo 1,248,000 Consumo. 2,304,000 Siembra 250,000 Siembra 280,000 Exportación 35,000 Exportación* 200,000 Almacenamiento y uso industrial 247,000 Almacenamiento y uso industrial. 86,000 Total 1,780,000 Total 2,870,000 Fuente: E. E. Rich, C. H. Wilson (ed.). The Cambridge Economic History of Europe. The Economic Organization of Early Modern Europe, Vol. 5. Cambridge Universitiy Press, Cambridge, 1977. P. 85. *En el caso de la exportación para el periodo de 1750 a 1820, la fuente omite esa cifra, sin embargo, Paul Bairoch nos dice que las exportaciones de trigo para 1750 alcanzaron un máximo de 200,000 toneladas, lo cual representó del 13 al 15 por ciento del consumo local, una cifra que concuerda con el Estudio de la Universidad de Cambridge. Paul Bairoch. El tercer mundo en la encrucijada, Op. Cit. 37 Por otro lado tenemos que en Inglaterra, para este mismo periodo, su población estaba creciendo. El número de habitantes para 1800 era de 9.2 millones, mientras que para 1850 esta cifra había aumentado a 17.8 millones. Así mismo, el crecimiento de la población fue de 1 % anual, una cifra que se mantuvo durante todo el siglo XIX, con lo que podemos estimar que la población inglesa para el año de 1820 era de 11.04 millones aproximadamente; a partir de lo cual podemos sacar una aproximación de la producción per capita de trigo para el periodo de 1800 a 1820, la cual según mis cálculos era de 283.6 kilos por habitante al año.13 Paradójicamente, conforme la producción de alimentos del campo iba en aumento, la gente empleada en el trabajo rural fue reduciéndose, pues parte de la población inglesa o los migrantes que llegaban de otras partes, al no ser necesaria su mano de obra en los trabajos agrícolas, se emplearon en otras actividades y así, a mediano plazo, estos pequeños poblados que estaban situados cerca de las fuentes principales de energía y materias primas crecieron significativamente convirtiéndose en nuevas metrópolis. Tal proceso lleva consigo una explicación lógica, y es que el desarrollo de urbes industriales era mucho más rentable, que adaptar de 13 Estas cifras son estimaciones sacadas según los datos que nos proporciona Rondo Cameron sobre la población inglesa para los años de 1800, 1850 y 1900. Él nos dice que la población creció a un ritmo constante de 1% anual durante un siglo, es decir, 92 mil habitantes cada año. Teniendo en cuenta estos datos, he podido interpolar, según ese 1%, un aproximado de la población hasta 1820. Una vez hecho lo anterior, he sacado el promedio de la población entre 1800 y 1820, y de esta manera he podido calcular la producción percapita de trigo. Rondo Cameron, Historia económica mundial desde el paleolítico hasta el presente, Madrid, Alianza editorial, 2002, pp. 223, 230. 30 manera repentina a las viejas ciudades tradicionales a este naciente sistema de producción. La razón tiene que ver con que era más fácil realizar la explotación, producción y transformación de las materias primas en un producto final desde el ámbito local, que transportar dichas materias grandes distancias (con los costes que esto implicaba) a las grandes urbes para realizar ahí todo el proceso, sobre todo si tomamos en cuenta que los medios de transporte no habían sido perfeccionados, y por tanto el traslado era muy costoso.14 Ahora bien, es necesario preguntarse dentro de cuál sector recayó el peso de esa nueva actividad productiva llamada industria. La opción lógica a tomar en cuenta desde un principio serían los capitalistas tradicionales que desde tiempo atrás amasaron su fortuna a través del comercio, esa misma burguesía mercantilista que desde la Europa otoñal (como Huizinga definía la baja Edad Media) logró acumular riquezas en las villas y ciudades, y que, con el advenimiento del nuevo régimen, se separó del tercer Estado.15 Sin embargo, esta suposición, que a primera vista podría parecer la más natural, no puede estar más equivocada, y es que esa burguesía tradicional tuvo poco que ver con la financiación de la industrialización. Basta comparar zonas como las de Italia, España, Portugal y Holanda de los siglos XVI y XVII, con Gran Bretaña, Francia y Alemania, que fueron los lugares que experimentaron primero y con más fuerza la Revolución Industrial. Este último conjunto de países pertenecían a un grupo donde la acumulación de capital comercial era relativamente menos importante, con respecto a los países más mercantilistas. Esta cuestión estriba en que los individuos que invirtieron y fueron los fundadores de las primeras empresas industriales fueron predominantemente personas modestas, pero sobre todo, antiguos agricultores. La explicación de este fenómeno radica en el relativo poco valor del capital que se necesitaba para invertir en la industria en una etapa temprana, dado que cuando en estos países se experimentó la revolución agrícola, a muchos agricultores les resultaba más rentable cambiar la actividad agropecuaria por la actividad industrial. Y es que la cantidad de capital necesaria para dar ocupación a un individuo en la agricultura era muy superior a la que se precisaba para dar trabajo a un individuo en la industria naciente16. Por ejemplo, las cifras que nos da Paul Bairoch sobre el valor del capital por individuo activo en la industria y en la agricultura eran de 1 a 9 en el Reino Unido de 1810. En Francia para el año de 1850 la relación era de 1 a 8, mientras que en Bélgica era de 1 a 6, siempre mostrándose la actividad industrial como la más 14 Paul Bairoch, Cities and Economic Development…, p 264. 15 Johan Huizinga, El Otoño de la Edad Media, Madrid, Alianza Editorial, 2003, p. 78. 16 Paul Bairoch, El Tercer Mundo en la encrucijada,…, pp. 59 – 64. 31 rentable. Ahora, el sector industrial donde este grupo de agricultores y terratenientes decidieron invertir fue en la industria textil, y es que no hay que olvidar aquí, la interdependencia muy estrecha que ligaba a las fábricas de textiles con el trabajo agrícola. Paralelamente al nacimiento y crecimiento de las nuevas ciudades, los medios de transporte evolucionaron como nunca antes se había visto y lograron unificar todos los centros productivos entre sí, lo que generó que el comercio fuese creciendo gradualmente. Por ejemplo, podemos ver la construcción y ampliación de canales en Inglaterra, que para 1835 se habían construido cerca de 4 mil kilómetros de estas vías hidráulicas, o bien en 1825 se había completado la primera línea ferroviaria17. No obstante, de poco hubiese servido el desarrollo de estas nuevas líneas de interconexión de no existir los suficientes centros de producción diseminados en diversas regiones del país en crecimiento, ya que al encontrarse más puntos de intercambio cercanos entre sí, menores serían los costos de transporte por la distancia que la carga tendría que recorrer. Desafortunadamente para que esto pudiese cumplirse a cabalidad, era necesario que hubiese fuentes de carbón y de hierro para su explotación en gran parte del territorio de los países que se encontraban en vías de industrializarse; sin embargo, esta situación no siempre se cumplió, y cuando eso sucedió, se tuvo como consecuencia que el resultado fue inferior al deseado, y por tanto, se vio mermado el despegue económico ampliamente anhelado por las naciones que fomentaron el salto industrial. Ahora bien, para que la industrialización pueda desarrollarse de manera favorable, es necesario que exista una demanda previa que justifique su producción, y así que la industria pueda diversificarse a otros campos productivos. De esta forma podrán formarse nuevas empresas que pertenezcan a otras ramas diferentes de la economía, y con ello que la industria pueda mantenerse en crecimiento por la demanda que cada sector productivo hiciere de los insumos industriales.18 Sin embargo, si se espera que la industria pueda ser un elemento determinante en la economía de un Estado, ésta tiene que ejercer una influencia de peso en otros sectores productivos prioritarios para el desarrollo económico. Tal es el caso de la minería, pues a partir de ella se derivan cambios importantes en otros ramos productivos; por ejemplo, el sector industrial puede obtener los insumos para llevar a cabo su producción, e incluso con ello perfeccionar la tecnología empleada para aumentar la capacidad productiva y disminuir los tiempos de 17 Paul Bairoch, Cities and economic development...,p. 245. 18 Alexander Gerschenkron, Atraso económico e industrialización, Barcelona, ed. Ariel, 1973, p. 57. 32 elaboración de mercancías. Luego, con los insumos procesados y transformados en industrias específicas, otras fábricas pueden perfeccionar el ramo de los transportes, y con ello hacer más eficientes las rutas del mercado y reducir los tiempos de traslado de los productos; o bien el sector de la construcción que puede verse beneficiado al ser introducidos materiales más resistentes y de menor precio en las edificaciones. Como consecuencia de lo anterior crece la urbanización en las ciudades. La agricultura no debe ser la excepción en esta cadena de beneficios (y mucho menos aquella que se dedica a la producción de la alimentación) al contrario, debe ser el primer eslabón de la cadena, pues ésta se trata de una actividad productiva importante para el desenvolvimiento de la economía. Así pues, nos encontramos ante una relación del campo e industria que es ambivalente, donde lograr excedentes de productos agrícolas de primera necesidad (lo que se conoce como una revolución agrícola) es lo más importante y lo que a la larga va a determinar el verdadero impacto de la industrialización en cualquier nación; y una vez que la infraestructura para la industria haya sido introducida formalmente, es necesario que ésta última impulse de regreso a la producción agrícola y así encamine a la economía hacia una segunda revolución agrícola que estará marcada por el uso de maquinarias, herramientas más sofisticadas y el empleo de fertilizantes industriales. Este proceso no es más que aquello que Reynolds denominó como punto de giro,19que se trata del momento histórico a partir del cual un país comienza un crecimiento intensivo, sostenido siempre por el aumento de su población y, sumado a lo anterior sobreviene un aumento en el producto per capita, que se sostendrá y no volverá a caer a los niveles previos de ese momento. Una de las consecuencias
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