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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO EL CONTRATO PERDURABLE: ANÁLISIS DE LA RELACIÓN ENTRE LA FIGURA DEL NARRADOR Y LA PERSPECTIVA DEL LECTOR EN ENDURING LOVE DE IAN MCEWAN QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: JANET GRYNBERG JASQUI P R E S E N T A : LICENCIADA EN LENGUA Y LITERATURAS MODERNAS (LETRAS INGLESAS) ASESORA: DRA. AURORA PIÑEIRO CARBALLEDA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE LETRAS MODERNAS T E S I N A MÉXICO, D.F. 2013 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos A papá y mamá, gracias por leerme cuentos y hacerme amar las historias desde niña. Por creer en todo lo que he hecho, por su amor incondicional. A tía Esther, por abrirme puertas que no sabía que existían, por acompañarme a través de ellas, y por enseñarme a buscar otras por mí misma. Por el apoyo invaluable y por siempre estar ahí. Mi vida sería muy diferente de no contar con tu presencia. A la Facultad de Filosofía y Letras, que ha sido un segundo hogar desde el primer día, y especialmente a los profesores que contribuyeron en mi formación, no sólo como estudiante sino también como persona. Aurora Piñeiro, gracias por la asesoría que comenzó mucho antes de que existiera esta tesina, por compartir tu conocimiento y tu tiempo dentro y fuera del aula, siempre con una sonrisa. A Luz Aurora Pimentel, con admiración y cariño, gracias por haber supervisado el trabajo, y por haberse convertido al “McEwanismo”. A mis tres sinodales, Gabriela García Hubard, Ana Elena González y Noemí Novell, por el interés y los valiosos comentarios. Ale, Anna Cristina, Anita, Ariel y Emilio, gracias por los últimos cuatro años, por las risas, las desveladas, las horas en las islas, la compañía. Sin “la pandilla”, estudiar Letras Inglesas no hubiera sido lo mismo. A todos los que me oyeron hablar repetidamente de Enduring Love, a los que se interesaron en el proceso de escritura, a los que me ayudaron a traducir los títulos incluidos en el apéndice de la tesina, a los que leyeron versiones preliminares del trabajo y me hicieron recomendaciones, a los que aguantaron mis malos humores, mis nervios y mis maldiciones cuando se terminaba la tinta para imprimir o cuando simplemente me atoraba y no podía continuar, y a todo el que directa o indirectamente influyó en el proceso. Gracias. Sin todos ustedes, esta tesina no existiría. Los quiero. ÍNDICE Introducción .............................................................................................................. 1 Capítulo I. El narrador, un hueso duro de roer .......................................................... 11 1. Tipos de narradores................................................................................. 11 2. Todo tiene un inicio y un fin ................................................................... 16 3. La ciencia perdurable .............................................................................. 22 4. Movilidad narrativa ................................................................................ 28 5. ¿Narrador posmoderno............................................................................ 34 Capítulo II. Las tareas del lector............................................................................... 38 1. Breve introducción a la estética de la recepción ...................................... 39 2. Revisión de expectativas: un personaje, un tema ..................................... 43 3. Primer vistazo a un horizonte de paratextos: título de la novela ............... 50 4. Otros paratextos ...................................................................................... 54 5. La validez del contrato. Verosimilitud en Enduring Love ........................ 59 Conclusiones ........................................................................................................... 63 Apéndice: favor de juzgar el libro por su portada ..................................................... 67 Bibliografía ............................................................................................................. 73 1 Introducción En 1983, Ian McEwan fue nombrado uno de los veinte mejores escritores británicos jóvenes.1 Hasta ese momento, McEwan había escrito dos colecciones de cuentos (First Love, Last Rites, 1975; In Between the Sheets, 1978), dos novelas (The Cement Garden, 1978; The Comfort of Strangers, 1981), una obra de teatro para televisión (The Imitation Game, 1981) y el libreto de un oratorio (Or Shall We Die?, 1983). Si McEwan se hizo notar desde temprano en su carrera literaria fue porque, desde entonces, se distinguió por su capacidad para impresionar a los lectores utilizando temas tabú en una narrativa construida de manera impecable. Por la presencia de temas “escandalosos”, McEwan se ganó el apodo de “Ian Macabre” entre los críticos. En palabras de Ryan Roberts, “Ian McEwan shocked his way onto the literary scene in the early 1970s” (Roberts, 2010: ix), lo cual le confirió una etiqueta de “psicópata literario” que todavía a finales de 1983 perseguía al autor. En la década de los noventa y a principios del siglo XXI, aparecieron las novelas que hicieron de Ian McEwan un escritor mundialmente reconocido, entre ellas Amsterdam (ganadora del Booker Prize en 1998), Atonement (2001) y Saturday (2005). Aunque su lista de temas y aproximaciones a los mismos se ha expandido y consolidado, podemos decir que McEwan busca desentrañar elementos clave de la naturaleza humana, como las relaciones interpersonales, el amor, el funcionamiento de las personas en sociedad, la culpa y la posibilidad de la expiación, la literatura y el acto de escribir, el conocimiento y su adquisición por medio de la ciencia y el arte, para mencionar sólo los más recurrentes. Acerca de lo que motiva sus novelas, dice McEwan: “I value a documentary quality, and an engagement with a society and its 1 En esta lista publicada por el Book Marketing Council y la revista Granta también aparecen Martin Amis, Salman Rushdie, Kazuo Ishiguro y Julian Barnes (Roberts, 2010: ix). 2 values; I like to think about the tension between the private worlds of individuals and the public sphere by which they are contained. Another polarity that fascinates me is of men and women, their mutual dependency, fear and love, and the play of power between them”.2 Y es que todo esto se encuentra en su obra; McEwan es un autor comprometido con el mundo en el que vive, pero también con los mundos que él crea y lo que hay en ellos: hombres, mujeres, los retos que implica relacionarse entre sí, y los cuestionamientos que surgen en el proceso. Si bien estos temas aparecen casi de manera simultánea en toda la obra de Ian McEwan, es importante decir que en cada uno de sus textos son abordados de manera diferente. Aunque como lectores suyos siempre podemos esperar un relato que nos enganche y nos haga pensar, en realidad nunca sabemos qué vamos a encontrar porque cada una de sus obras parece arrojar una luz de otro color, aunque lo haga con la misma pluma. Como afirma Zadie Smith, “Picking upa book by McEwan is to know, at the very least, that what you read therein will be beautifully written, well-crafted, and not an embarrassment, either for you or for him” (Smith en Roberts, 2010: 108). Ver el nombre de McEwan en la portada de un libro es garantía de calidad. No por nada ha recibido tanta atención de la crítica, además de que todas sus novelas han sido premiadas y la mayor parte de ellas tiene adaptaciones al cine. En el caso de su sexta novela, Enduring Love (1997), todos los temas mencionados arriba son abordados en la historia narrada por Joe Rose, un divulgador científico que atestigua un accidente de globo aerostático. Este accidente introduce en su vida a un fanático religioso que defiende la existencia de un amor entre ellos, lo que a la larga destruye la felicidad de Joe y Clarissa, su pareja de muchos años. 2 Cita tomada de “Author statement” en el sitio web del British Council (http://literature.britishcouncil.org/ian-mcewan) 3 Enduring Love se encuentra a la mitad de la producción novelística de McEwan hasta hoy, y es considerada por el autor como la obra que marca el cierre de un ciclo y el inicio de otro (McEwan en Reynolds, 2002: 23). La novela contiene elementos atractivos para la crítica, aunque no se trata de su obra más estudiada. En ocasiones, como ha dicho el crítico escocés David Malcolm, se piensa que Enduring Love no es tan profunda o tan complicada al compararla con las obras posteriores, y se le da un tratamiento de thriller psicológico casi formulaico. En literatura, un thriller es, según John Cuddon, “a tense, exciting, tautly plotted and sometimes sensational type of novel (occasionally short story) in which action is swift and suspense continual” (Cuddon, 914-5). Para el mismo autor, una novela psicológica es la que pone el énfasis en la vida mental y emocional de los personajes, sin dar tanta importancia a la trama de la historia (709-10). Sin embargo, en un thriller psicológico, ambos conceptos se combinan de modo que el desarrollo de la trama depende de los procesos que tienen lugar en la mente de los personajes, y viceversa. En estas narrativas, suele suceder algo que desestabiliza el equilibrio de los protagonistas, quienes se amparan exclusivamente en recursos emocionales y mentales para restablecerlo. Así, el suspenso de la narrativa recae en la lucha del personaje contra la ambigüedad psicológica, la cual provoca la intranquilidad del lector. Aunque esto sí sucede en Enduring Love, veremos que no es tan fácil clasificar la novela dentro de un género único. Es necesario mencionar que Enduring Love contiene remanentes de obras anteriores y semillas de obras por venir. Es una obra de transición, y por lo mismo constituye un caso único e interesante en la obra de McEwan. Como en sus primeros textos, Enduring Love explora la mente humana en un estado psicológico inestable y se plantea preguntas sobre el funcionamiento fisiológico de la misma, interrogantes 4 que serán examinadas a fondo en el personaje de Henry Perowne, en Saturday, publicada unos años más tarde. Además, desde que lo hizo por última vez en Enduring Love, McEwan no ha vuelto a utilizar la narración en primera persona, un rasgo indispensable para el análisis de esa novela que, además de sugerir el fin de una etapa, supone una pista para acercarse al desarrollo de McEwan como escritor, al menos en lo que a voces narrativas se refiere. Es importante entonces considerar esta novela como lugar de articulación en un panorama más amplio pero, al mismo tiempo, hay que tomarla en cuenta por sí misma, como un ejemplo independiente de la obra de su autor. Ya se mencionaba antes (ver nota 1) que a McEwan se le ha otorgado un prestigio especial, al igual que a otros contemporáneos suyos, desde los albores de su carrera literaria. Pero además de ser todos escritores británicos extraordinariamente talentosos, otro de los puntos que tienen en común autores como Ian McEwan, Salman Rushdie, Julian Barnes y Kazuo Ishiguro es que tanto críticos como lectores los han considerado más de una vez como representantes de lo que es conocido estos días por literatura posmodernista. Aunque el propósito principal de este trabajo es analizar la relación entre la figura del narrador y la perspectiva del lector, es importante tener en mente que algunos de los elementos de Enduring Love pueden confirmar o refutar la afirmación recurrente de que Ian McEwan escribe novelas posmodernistas. Por eso, de manera breve y secundaria al análisis que aquí se hará de la novela, dedicaré algunas líneas a decidir si en ella existen elementos que hagan posible una lectura posmodernista del texto. Pero para poder dedicarnos a eso más adelante, necesitamos definir qué entenderemos por posmodernismo.3 3 Es necesario aclarar que no me refiero aquí a la posmodernidad, entendida como un periodo histórico y/o corriente de pensamiento filosófico en cuyo contexto pueden estudiarse disciplinas como la 5 No es fácil decir qué es el posmodernimo, y tal vez lo único que podemos afirmar, sin lugar a dudas, es que se trata de un término (junto con los que derivan de él) que ha traído polémica y debate al estudio del arte y la literatura en las últimas décadas. Aunque hay diversas maneras de aproximarse al tema, e incluso aunque muchos lleguen a negar la importancia o la existencia de tal cosa llamada “posmodernismo”, lo cierto es que no es un término que pueda ser ignorado. Algunos críticos han afirmado que las ideas posmodernistas son una ruptura con respecto a las modernistas; otros dicen que en realidad el posmodernismo no es más que una continuación del modernismo; e incluso hay quienes creen que el posmodernismo, más que ser un nuevo movimiento, sólo marca los puntos donde algo diferente podría surgir.4 Así, puede verse al posmodernismo como una etapa de transición y, aunque se puede encontrar diferencias entre éste y el modernismo (según el crítico al que nos refiramos), siempre veremos que nada es definitivo y que la mayor parte de las preguntas quedan abiertas; toda posible teoría del posmodernismo se basa en la imposibilidad de resolver las paradojas que lo conforman. Esta noción de paradoja e incertidumbre es una de las más importantes para el estudio realizado por la teórica canadiense Linda Hutcheon, quien ha intentado aproximarse a una “poética” del posmodernismo. Es precisamente en su libro A Poetics of Postmodernism donde Hutcheon enlista las características de la literatura (en particular la novela) posmodernista, y recurre a ejemplos de otras artes, como la arquitectura, para que el lector no pierda de vista que nada funciona de manera aislada geografía, la antropología, la sociología, etcétera. De la misma manera, evito el término “posmoderno (a)” derivado de la palabra “posmodernidad”. 4 Estoy consciente de que los autores como Baudrillard, Lyotard, Hassan, Jameson, etcétera, que han conformado la teoría posmodernista, son muy importantes como para ser mencionados tan a la ligera y sin ser identificados plenamente. Sin embargo, no es el propósito de este trabajo realizar un estudio sobre el posmodernismo, sino que pretende utilizar conceptos e ideas relacionados con el término para el análisis de ciertos elementos en una obra específica. Por esto, aunque es necesario introducir el tema, no me detendré en los detalles de su desarrollo. 6 y que mucho de lo que encontramos en un momento dado en uno de los lenguajes artísticos, puede ser analizado al mismo tiempo en otro. Las dificultades del posmodernismo, como explica Hutcheon, recaenen su naturaleza ambigua. El posmodernismo funciona dentro de lo que trata de cuestionar; no es un nuevo paradigma ni reemplaza nada, sólo marca el lugar donde algo nuevo quiere surgir (Hutcheon, 1988: 4). El posmodernismo subvierte utilizando las convenciones de lo que intenta subvertir (5). ¿Pero qué es lo que cuestiona el posmodernismo? Al parecer, cualquier tipo de institución puede ser puesta en tela de juicio. El lenguaje, las fronteras entre la vida y el arte, y todo valor considerado monolítico e inamovible son instancias que suelen ser cuestionadas, mas no negadas ni destruidas. El posmodernismo funciona entonces dentro de la institución, la cual se vuelve autoconsciente y se cuestiona a sí misma después de confirmarse. La literatura posmodernista utiliza recursos y mecanismos ya existentes, para volver a plantear reglas y normas establecidas y cuestionarlas de manera simultánea. Nos enfrenta a preguntas, pero no nos exige las respuestas (al menos no definitivas). Se basa en paradojas, pero no se inclina hacia ningún extremo: de hecho, las obras posmodernistas se contentan con tener la imposibilidad de los dos extremos coexistiendo, sin elegir una posible solución para los problemas que presenta y así descartar los demás. Dice Hutcheon que la novela posmodernista plantea la paradoja misma en la que se basa, que los problemas de la vida, de la sociedad, del ser humano y de sí misma, pueden tener cualquier solución, o ninguna. Uno de los discursos que Hutcheon identifica como de los más cuestionados y subvertidos es el de la historiografía. De hecho, Hutcheon contribuyó a la teoría del posmodernismo, entre otras cosas, con su término historiographic metafiction, el cual 7 es utilizado con frecuencia hoy para referirse a ciertas convenciones recurrentes en la novela posmodernista. De acuerdo con Hutcheon, historiographic metafiction abarca: Those well-known and popular novels which are both intensely self-reflexive and yet paradoxically also lay claim to historical events and personages. […] Its theoretical self-awareness of history and fiction as human constructs (historiographic metafiction) is made the grounds for its rethinking and reworking of the forms and contents of the past. (Hutcheon, 1988: 5) Este término es muy adecuado para el análisis de los textos de Ian McEwan, y definitivamente también para numerosas novelas de otros autores. Para hablar de ejemplos de esto, Hutcheon menciona The French Lieutenant’s Woman (1969) de John Fowles, Midnight’s Children (1989) de Salman Rushdie, Ragtime (1975) de E.L. Doctorow, y otras. A esa lista, yo agregaría The Remains of the Day (1989) de Kazuo Ishiguro y A History of the World in 10 ½ Chapters (1989) de Julian Barnes. En todos estos casos, se mira al pasado de una manera casi paródica (o paródica); se le pone al descubierto como algo huidizo que no vale la pena tratar de recuperar con nostalgia. A través de la autorreferencialidad, novelas como éstas cuestionan un pasado reconstruido, casi reciclado por ellas mismas para decir algo nuevo. En el caso de Enduring Love, tiene lugar un proceso similar, en el que se mira no al pasado histórico, sino a un pasado, tanto colectivo como individual, que se desdobla en científico, religioso, literario, periodístico y psicológico. Es decir, se explora la manera en que nuestra visión del mundo ha cambiado junto con el desarrollo de algunas de las ideas, instituciones y disciplinas más importantes en la historia de la humanidad (el método científico, el pensamiento religioso, el amor, el discurso periodístico y el estudio de la mente humana). Se analiza la psicología de las personas como algo que tiene una historia inseparable de las creencias personales y colectivas (en Dios, en el Big Bang, en el poder de la poesía, etcétera) mismas que compartimos o no con otros individuos, mientras rechazamos otras. Existe en esta novela la 8 intención de cuestionar estructuras establecidas, como la calidad de “irrefutable” del discurso científico (de la misma manera en que se cuestiona el discurso historiográfico en otras novelas), y la relación entre éste y otros discursos: el literario y el religioso principalmente. Para aproximarse a la manera en que los tres discursos dialogan o entran en conflicto, McEwan explora la naturaleza del amor, y la posibilidad de que éste se convierta en una patología. Las relaciones discursivas empujan la línea de la verosimilitud al límite, lo que hace dudosa la credibilidad de lo narrado a ojos del lector. Hasta aquí, Enduring Love parece cumplir con algunas de las características descritas por Hutcheon, y nos hace pensar en una metaficción científica, psicológica y religiosa5. Más adelante en el trabajo se volverá a esto. El crítico David Malcolm, antes mencionado, opina que Enduring Love es una novela sin mayores complicaciones interpretativas pero, en realidad, su lectura supone una serie de dificultades que, al ser analizadas, muestran inestabilidad y nos obligan a prestar más atención a todo lo que parecía simple en el texto. El propósito de este trabajo es llevar a cabo un análisis de la voz narrativa y su perspectiva en la novela Enduring Love, así como la perspectiva del lector como el recurso desde donde se desestabiliza la interpretación de la novela. El narrador de Enduring Love, en un afán por convencer al lector de la autoridad que tiene sobre la historia, recurre a estrategias de persuasión que minan su credibilidad forzando al lector a dudar de él. Esto deriva en un contrato de lectura frágil e inestable, cualidades que aparecen de modo insistente en la novela, y es trabajo del lector decidir qué significado tienen las complicaciones que se acumulan a su paso. Por esto, el narrador y el lector son el eje 5 Mientras en el término de Hutcheon se repiensa el discurso historiográfico, en Enduring Love se cuestionan y reconstruyen otros discursos y/o conceptos, pero mediante el mismo proceso, tal como la misma Hutcheon augura que debe ocurrir si somos coherentes con el primer procedimiento. Si repensamos un discurso tradicionalmente irrefutable, como el historiográfico, también repensaremos otros de la misma manera, como el científico, el religioso, o cualquier otro. 9 de todo lo demás, y es con base en la relación que existe entre ellos que aquí se analizará Enduring Love. La primera parte de este trabajo estará dedicada a la figura del narrador, y se ocupará de enumerar las características de las distintas voces narrativas según la distinción de Luz Aurora Pimentel,6 para después analizar cómo el narrador de Enduring Love encaja o no en ellas. Esto servirá para examinar qué tanto se aleja de sus funciones o cómo las utiliza a su favor, y se demostrará que además de ser muy subjetivo, llega a ser tan inestable –pero también tan hábil–, que a cada paso nos sentimos a punto de caer en alguna trampa suya. Además, se analizarán las estrategias más importantes utilizadas por el narrador para persuadir, entre ellas el uso del discurso científico, algunos puntos clave en el inicio de la novela, y los momentos en que la voz narrativa delega su función vocal a otros personajes. Al final del capítulo, se volverá a algunas ideas de Hutcheon para decidir si el narrador en la novela de McEwan se comporta como una voz de novela posmodernista. En la segunda parte del trabajo, la figura central será la del lector. Se utilizarán como base ideas de las teorías de la recepción de Jauss e Iser, así como conceptos de interpretación propuestos por Eco, todos centrados en el papel que desempeña el lector. También se analizará la pluridiscursividad de la novela (tal como la llama Bajtín),7 es decir la manera en que los múltiples discursos se relacionan entre sí, y cómo esto refleja a su vez una multiplicidad temática. Finalmente,se examinarán otras estrategias que el texto presenta para convencer al lector de realizar una lectura privilegiada sobre otras posibles, como el título y los apéndices, definidos por Genette 6 Aunque la distinción de Genette entre tipos de narradores y focalizaciones ha influido en todos los estudios narratológicos posteriores, incluyendo los de Pimentel, es a ella y a sus estudios sobre perspectiva a los que me referiré con frecuencia a lo largo de este trabajo. No obstante, sí utilizaré algunas ideas de Genette para respaldar mi argumentación en el capítulo II. 7 En el texto fuente el nombre del autor aparece como Mikhail M. Bakhtin. Aquí utilizo la transliteración al español. 10 como elementos paratextuales. Al final del trabajo podremos retomar todas estas ideas a la luz de la teoría posmodernista de Hutcheon, y se reflexionará sobre el hecho de que las perspectivas analizadas, junto con los puntos de inestabilidad planteados por la novela e interpretados a su vez por el lector, pueden ser articulados bajo esta etiqueta más amplia. Ian McEwan resume lo que, para él, sucede en el proceso de escritura: “the process of writing a novel is educative in two senses; as the work unfolds, it teaches you its own rules, it tells how it should be written; at the same time it is an act of discovery, in a harsh world, of the precise extent of human worth”.8 La novela enseña a su autor cómo escribirla y, en el proceso, a descubrir un mundo que muestra de modo severo hasta dónde llega el valor humano. En otro proceso, los lectores debemos abrirnos camino por ese mundo creado. Este trabajo es una invitación a compartir lo que encontré en mi recorrido por Enduring Love. 8 “Author’s statement”, British Council. 11 Capítulo I. El narrador: un hueso duro de roer Para entrar en el análisis de Enduring Love de Ian McEwan, se propone esta primera parte dedicada al narrador. Como se dijo anteriormente, el narrador es, junto con el lector, uno de los ejes principales alrededor de los cuales gira mi lectura de la novela. Debido a que es el narrador quien orquesta todo lo que encontramos en el texto, hay que determinar cómo saca partido de su posición privilegiada, y a qué estrategias recurre para enganchar al lector y mantenerlo de su lado. Antes de acercarnos por separado a cada una de estas estrategias de persuasión (inicio de la novela, discurso científico y movilidad narrativa), se hará una breve introducción a los tipos de narradores a partir de la teoría de Luz Aurora Pimentel. 1. Tipos de narradores Uno de los requisitos de la narración es que contenga un narrador. Como apunta Luz Aurora Pimentel en “Teoría Narrativa”, algunas formas artísticas como el ballet o el teatro pueden narrar algo, pero en ellas la figura del narrador es opcional, mientras que en el relato verbal, se trata de un elemento indispensable (Pimentel, 2005: 260). Ya sea en un cuento, en una novela, o en cualquier tipo de relato, el narrador es el que construye un mundo donde una secuencia de acción se lleva a cabo, y una vez creado, debe servir como figura mediadora con el lector. Entonces, sin narrador no hay historia. Al analizar al narrador de una historia, se debe tomar en cuenta una serie de elementos que determina lo narrado. Debido a que la fuente de conocimiento acerca de ese mundo en el que nos adentramos es el narrador, sus características forzosamente deberán afectar nuestra lectura y apreciación de lo que narre. Por esta 12 razón, debemos hacer algunas distinciones entre narradores, que nos sirvan después para analizar la función del narrador en Enduring Love. Con base en el grado de participación, Pimentel hace una distinción entre narradores heterodiegéticos y homodiegéticos, el segundo de los cuales a su vez se divide en autodiegéticos y testimoniales (Pimentel, 2005: 275). Según Pimentel, el narrador heterodiegético es aquel que no participa en la historia que narra, por lo que su única función es vocal: se ocupa de enunciar desde el exterior y se presenta a sí mismo como “ausente”, lo cual crea una ilusión de objetividad y permite al lector olvidar que alguien le está contando algo. No obstante, todo narrador en tercera persona puede decir “yo” en cualquier momento, o añadir algún comentario a la historia que haga dudosa su objetividad. El narrador homodiegético, por otro lado, es el que tiene dos funciones en el relato: la vocal, mediante la cual narra, y la diegética, que lo incluye en la historia y le permite actuar u observar, dependiendo de su grado de participación en la misma. Un narrador homodiegético testimonial sólo tiene la capacidad de observar, mientras que uno autodiegético es identificado con el personaje principal de la historia, por lo que suele narrar en primera persona, tomando la posición del sujeto y hablando de sí mismo como objeto. Es evidente que la ilusión de objetividad en este caso es más difícil de conseguir, dado que estamos situados todo el tiempo bajo la influencia de una sola mente que canaliza todo, e incluso se nos enseña muchas veces a desconfiar de un narrador homodiegético en cuanto lo reconocemos. Sin embargo, es obvio que todos los narradores eligen contar u omitir ciertos acontecimientos y el orden en que los presentan con algún motivo en mente.9 Entonces los narradores objetivos no 9 Es problemático hablar del narrador que “elige”. Es obvio que es el autor quien elige los acontecimientos y su orden, pero no debemos olvidar que narrador y autor no son lo mismo, y es el 13 existen; más bien tenemos que hablar de grados de subjetividad y preguntarnos qué tanta autoridad tiene el narrador para decir lo que dice. Como bien explica Pimentel, la secuencia de hechos en el tiempo se convierte en una consecuencia, donde algo sucede porque otra cosa sucedió antes, y lo que llamamos “trama” se entiende como una intriga (Pimentel, 2005: 273). El que narra, entonces, tiene un propósito cuando teje y entreteje sus ideas para el lector. El narrador de Enduring Love es autodiegético: Joe Rose, el protagonista de la historia, es también quien nos cuenta los acontecimientos. Debido a que es una voz muy consciente de su propio grado de subjetividad en tanto narrador en primera persona, y por lo inusual de los acontecimientos que narra, busca legitimar su punto de vista ante el lector. Joe sabe que su autoridad es dudosa, y por eso se arma de una serie de estrategias para conseguir que el lector esté de su lado. Esto podría parecer normal: los narradores suelen desear que los lectores crean lo que leen, pero puede volverse un tanto sospechoso cuando, a cada paso, el narrador presenta una prueba, porque sabe que lo que dice puede ser inverosímil, sin darse cuenta de que tanto su insistencia en “demostrar”, como la naturaleza de las pruebas que presenta, pueden ser usadas en su contra. Al reflexionar sobre las características de Joe Rose como narrador, será también pertinente considerar la posibilidad de que sus características sean un componente posmodernista de la novela. Como dice Hutcheon: “The perceiving subject is no longer assumed to a coherent meaning-generating entity. Narrators in fiction become either disconcertingly multiple and hard to locate, or resolutely provisional and limited – often undermining their own seeming omniscience” narrador quien funge como mediador entre historia y lector, por lo tanto, el narrador es el creador a ojos del lector. 14 (Hutcheon, 1988: 11). Entonces, estamos frente a un narrador enprimera persona, que es inestable, incluso incoherente, y tendremos que decidir si esto, junto con el hecho de que el narrador atenta contra sí mismo de manera constante, se trata de un problema o si más bien representa un rasgo básico de una novela que, en términos de Hutcheon, podría tener rasgos posmodernistas. Aquí podemos considerar también una de las ideas de Brian McHale acerca de lo que constituye una novela posmodernista en oposición a una modernista. McHale recurre al concepto de dominante de Roman Jakobson10 para afirmar que las novelas modernistas se caracterizan por tener una dominante epistemológica: I will formulate it as a general thesis about modernist fiction: the dominant of modernist fiction is epistemological. That is, modernist fiction deploys strategies which engage and foreground questions such as those mentioned by Dick Higgins in my epigraph: ‘How can I interpret this world of which I am a part? And what am I in it?’ Other typical modernist questions might be added: What is there to be known?; Who knows it? […] (McHale, 2001: 9) Según McHale, las novelas modernistas tratan, en primer lugar, de responder a todo tipo de cuestionamientos relacionados con el conocimiento del mundo, y el lugar que corresponde a cada persona en él, pero las novelas posmodernistas ya no hacen eso, sino que se ocupan sobre todo de cuestiones de orden ontológico: “The dominant of posmodernist fiction is ontological. That is, postmodernist fiction deploys strategies which engage and foreground questions like […] ‘Which world is this? What is to be done in it? Which of my selves is to do it?’” (10). Entonces, mientras la ficción modernista trataba de responder a “qué se puede saber y quién soy yo frente a ese conocimiento”, la posmodernista va un paso más allá y se ocupa de contestar “qué es el conocimiento, qué mundo es éste, qué hago en él, y cuál de mis entidades lo hará”. 10 Como explica de manera clara Hans Bertens, “In actual practice texts always have more than one orientation and more than one function simultaneously. What counted for the structuralists is which orientation and accompanying function is dominant” (Bertens, 2008: 36). 15 Si bien esto es presentado de modo sencillo, como una ecuación casi didáctica, resulta interesante poner a Joe Rose bajo dicha lupa. Como se ha dicho, este narrador atenta contra sí mismo una y otra vez en una especie de patrón: afirma algo, ve su autoridad amenazada y presenta una prueba para reforzar la validez de su afirmación. Joe no sólo es un narrador inestable, sino que se pone a sí mismo en esa posición. No es fácil saber qué tipo de cuestionamientos hay en su mente cuando hace esto. Por un lado, está el conocimiento que Joe tiene de la historia que cuenta, la cual se presenta intercalada con trozos de análisis de diversos momentos de la evolución psicológica humana. Citando a Darwin y a otros científicos, Joe quiere transmitir este conocimiento “sólido” por medio del acto consciente de narrar. Así, dedica una gran parte de su narración al esfuerzo por comprender el conocimiento que ya existe dentro de su mente, y por explicar cómo se organiza y transmite. Por el otro lado, tenemos, desde el inicio de la novela, sus cuestionamientos constantes sobre qué hace al mundo ser mundo y por qué la vida es posible. Para citar un ejemplo, considérese el momento después del accidente, justo tras caer Logan del globo aerostático: Life was revealed as cheap; thousands of screaming individuals, no bigger than ants, were about to be annihilated and I could do nothing to help. […] My impression was that at the moment of impact that little stick figure flowed or poured outwards across the ground, like a drop of viscous fluid. But what we saw in the stillness, as though reconstituted, was the compact dot of his huddled figure. […] Like a self in a dream I was both first and third persons. I acted, and saw myself act. I had my thoughts and I saw them drift across a screen. […] The corollary seemed to be: and I am alive. It was a random matter, who was alive or dead at any given time. I happened to be alive. (McEwan, 1997: 18-19) En la cita anterior se puede ver que, desde las primeras páginas, en la mente de Joe tienen lugar cuestionamientos ontológicos importantes. Primero, le confiere a la vida la calidad de “barata”, algo que en realidad no merece el valor que se le da. Las personas, por ende, también pierden su valor y son sólo pequeños individuos que, 16 como hormigas, no pueden evitar su propia fragilidad. Joe se incluye entre estos individuos impotentes; la vida no vale nada, y quienes pasan por ella, tampoco. Sabemos que Joe recuerda desde el presente, y que las imágenes que describe, aunque fijas en su mente, no causaron en ese momento la reflexión que leemos ahora. Un instante es diseccionado con minuciosidad tiempo después: el momento inasible en que la vida de una persona termina, en que ésta es al mismo tiempo una figura humana y un punto compacto. La solidez de la vida se disuelve en un segundo, se vuelve una casualidad estar vivo. Decir esto no resuelve ni asegura nada, pero, haciéndolo, Joe expone su postura frente a un mundo que intenta conocer. En términos de McHale, aunque la mayor parte del tiempo quiere saber “qué puedo saber acerca de este mundo”, en episodios como éste lo que trata de explicar es “qué mundo es éste y qué hago en él”. Particularmente significativa es también la idea de su desdoblamiento “como en un sueño, en primera y tercera persona”; Joe quiere convencernos a nosotros y a sí mismo de que sabe, de que comprende lo que sabe y de que su conocimiento es el que tiene valor, pero en el camino presenta enigmas sobre el ser que ni siquiera él puede responder. Como Logan, que, en esta reconstrucción del pasado, es una figura y un punto al mismo tiempo, Joe dice haber sentido que actuaba mientras se miraba actuar. Ya desde ahí reconoce su presencia como “yo que narra” y “yo que actúa”, y lo reconoce mientras narra su historia. Entonces, los propósitos epistemológicos de Joe sí cruzan hacia el territorio de lo ontológico, y es hacia estos “enigmas” que apunta el todo de la novela. 2. Todo tiene un inicio y un fin Como dice Amos Oz, los inicios de las historias enganchan, orientan y explican, y son difíciles de escribir: 17 Una página en blanco es en realidad una pared encalada sin ninguna puerta ni ventana. Empezar a contar una historia es como tontear con una persona totalmente desconocida en un restaurante. […] El comienzo de casi todos los relatos es realmente un hueso, algo con lo que cortejar al perrito, que puede acercarlo a uno a la dama. (Oz, 2007: 10) Si el primer paso para que la historia sea posible es tener a alguien que la cuente, el segundo requisito indispensable es que la narración comience por algún lado. La cita de Amos Oz es pertinente para cualquier texto, ya que toda narración tiene un inicio. Sin embargo, hay que notar que hay inicios que enganchan más que otros, al grado de volverse memorables y de determinar no sólo la lectura del texto que les sigue, sino la lectura o interpretación de un movimiento estético o de una época entera. Considérese, por ejemplo, el inicio de Pride and Prejudice (1813) de Jane Austen, donde la verdad “universalmente conocida” de que cualquier hombre soltero está en busca de matrimonio se convierte en un guiño irónico sobre la época. Inicios como “Mrs. Dalloway said she would buy the flowers herself” o “En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…” son no sólo huesos que acercan al lector a la historia de la que están encargados, sino que están ya integrados en un tapiz que consideramos cada vez que nos llama la atención el inicio de una historia. En el caso de la novela que nos ocupa, el inicio es un gancho que,además de invitarnos a leer la historia de Joe Rose, se presenta como una primera prueba de autoridad que el lector podría pasar por alto si no pone atención suficiente. El narrador está consciente de su empresa incluso antes de presentarse ante los lectores que tienen que creerle, y en un acto de subestimación empieza a atentar contra su autoridad desde la primera oración de la novela, la cual analizaré unos párrafos más adelante. Como ya se dijo, un narrador autodiegético desempeña la función de sujeto (enunciador) y objeto (actor). Es evidente que no se puede disociar a ambas partes dado que son uno mismo, pero es necesario tomar en cuenta que en todos los casos 18 hay una distancia entre el narrador y la historia. No importa el tiempo o la perspectiva desde la cual se narre, la sola presencia de un narrador supone una cierta distancia entre el momento en que suceden los acontecimientos y el momento en que se enuncian. Por eso, Joe el narrador y Joe el personaje son el mismo, pero a la vez no lo son porque su función es distinta. Es un Joe el que experimentó lo que se cuenta, y otro el que quiere que creamos que todo sucedió de una cierta manera. Es éste, el narrador, quien elige iniciar la historia de una cierta forma y no de otra, es éste quien decide qué contar y cómo hacerlo. Sin embargo, si cada historia tiene un inicio, también tiene un fin, y también es el narrador quien elige terminar lo que cuenta de cierto modo. Para ilustrar el punto en el que nos encontramos en este momento es necesario analizar ambos, comienzo y fin. El lector empieza por el principio, pero aquí yo empiezo por el final. El desdoblamiento de Joe en dos funciones (enunciador y actor), si bien se mantiene, podría romperse al final de la novela, cuando encuentra una “conclusión” a los cuestionamientos ontológicos que tienen lugar en su mente. En el capítulo final de Enduring Love, la hija del hombre que cayó del globo pide a Joe que le hable sobre cualquier cosa, y él le dice que imagine una gota microscópica de agua que se multiplica millones de veces hasta formar un río entero. Así están formadas las personas, así está formado el mundo y la sociedad con sus complicaciones. La novela termina con la niña pidiendo a Joe que repita lo que dijo, para que lo oiga también su hermano, y con la imagen de los tres mirando el infinito aparente del agua que tienen enfrente: I’ve never outgrown that feeling of mild pride, of acceptance, when children take your hand. They drew me away with them towards the little muddy beach where we stood and faced the slow brown expanse of water. 19 ‘So now,’ Rachel said. ‘Tell Leo as well. Say it again slowly, that thing about the river.’ (McEwan, 1997: 231) El uso del tiempo verbal en la primera oración de la cita sugiere que Joe el actor y Joe el narrador se han vuelto uno solo. La imagen del pasado se detiene en la narración para que Joe lleve a cabo su reflexión; es todavía alguien que habla del pasado desde el presente, pero que en un instante liga ese momento anterior con el actual, pasando por todos los anteriores sin detenerse. En la simpleza de un niño tomándole la mano, y en una gota de agua que se convierte en un río, ahí está el punto donde los dos lados de Joe Rose se vuelven a juntar. La fusión del “yo” y la fusión de un río entero que a lo largo de la tradición (desde Heráclito hasta hoy) ha sido usado como metáfora sobre el funcionamiento de la vida. En este momento el lector puede cerrar el libro y decir “he terminado Enduring Love”, o puede dar vuelta a la página y encontrar dos apéndices. Aquí se desestabiliza la imagen tradicional del río, y lo que parecía un horizonte infinito es cortado con otros dos posibles finales. Pareciera que estos “capítulos extra” son ajenos a la narración, casi opcionales pero, de hecho, podríamos llevar el final de la historia hasta ellos, con lo que el final se vuelve un rasgo posmodernista al ser inestable y difícil de fijar, y también al enfatizar la duda ontológica. Más adelante en este trabajo (a partir de la página 52 de la tesina) se verá que los apéndices son elementos cruciales para el análisis tanto del narrador como de la novela entera, y que ofrecen variadas posibilidades de interpretación. Con lo anterior en mente, podemos regresar al principio de la novela. Sabemos que Joe ha tenido tiempo para reflexionar sobre su historia, que ha ordenado los acontecimientos en su mente y de acuerdo con su memoria, y que sabe qué “hueso” escoger para acercar al lector a la “dama”: “The beginning is easy to mark. We were in sunlight under a turkey oak, partly protected from a strong, gustly wind. I was 20 kneeling on the grass with a corkscrew in my hand, and Clarissa was passing me the bottle – a 1987 Daumas Gassac” (McEwan, 1997: 1). El inicio, dice una voz narrativa, es fácil de señalar. Sin saber todavía quién es ni qué quiere, ya tenemos a un narrador que parece tener buena memoria, que recuerda exactamente dónde empezó lo que nos va a contar. La segunda oración empieza con un “we were”. Esta historia estará contada en pasado y en primera persona, y en este caso tenemos una presencia doble, un “nosotros”. La descripción de la situación parece convencional: el narrador y su acompañante debajo de un árbol. La tercera oración implica un cambio de voz: ya no es un “nosotros”, sino un “yo”, que describe una acción en copretérito. Conocemos a Clarissa justo después, y ella, también en una acción en progreso, le está pasando una botella al narrador. Todo bien hasta ahí, pero no sólo tenemos una botella, sino que la memoria extraordinaria de Joe nos menciona el vino exacto que iban a tomarse ese día. Joe tiene una afición por los detalles, y le gusta presumir de su infalible memoria. Éste es el inicio perfecto para esta historia. Si tomamos en cuenta que Joe Rose es un narrador que continuamente busca reafirmar su autoridad, estas tres primeras oraciones suyas contienen la esencia del funcionamiento de su mente, y de su afán de convencer. Como dice el mismo McEwan en una entrevista: “[he’s] a failed scientist and a successful journalist, with a particular cast of mind – a highly organised mind – and I wanted immediately to suggest this kind of mind” (McEwan en Childs, 2006: 104). En este caso, y en otros momentos que veremos posteriormente, la intención del autor coincide con el resultado. Justo en ese momento de organización mental, la acción se congela. Aunque sea por algunos segundos, los lectores no tenemos más que esa imagen, dos manos acercándose para intercambiar una botella de vino, antes de la interrupción: “This was the moment, this was the pinprick on the time map: I was stretching out my hand, and as the cool neck and the black foil touched my palm, we 21 heard a man’s shout” (McEwan, 1997: 1). Y es entonces cuando aparece el acontecimiento inusual, casi increíble, que da lugar a lo que muchos críticos llaman “a powerful starting point” (Childs, 2006: 105). Los siguientes cinco párrafos contienen los puntos más importantes de la novela entera: el amor entre Joe y Clarissa, el accidente de globo, la entrada de Jed Parry en la historia, y el camino inevitable hacia la destrucción de cualquier felicidad, real o potencial. El narrador ya ha vivido todo esto, y deja saber al lector que la información es limitada hasta cierto punto: “I’m holding back, delaying the information. I’m lingering in the prior moment because it was a time when other outcomes were still possible” (McEwan, 1997: 2). Joe se refiere al momento en que oye el grito proferido desde el globo aerostático y casi automáticamente comienza a correr, junto con otros cinco hombres, hacia el acontecimiento que pondrá en marcha la historia. Sin embargo, hay que notar que en este momento cualquier resultado es posible; el narrador eligió un inicio que en su mente implicaciertas consecuencias, pero de haber escogido otro comienzo, los resultados serían variables, la trama distinta, y por lo tanto nuestra abstracción de la misma cambiaría. Es notable el tono metatextual11 que adopta el narrador, consciente de que escribe una historia, de que ha elegido un inicio entre varios posibles, y de que a partir de ese momento, no podrá cambiar las consecuencias incluso si así lo deseara. La historia ya está en marcha, y lo único que puede hacer Joe es tratar de utilizar su mente sistemática para poner orden a la narración del accidente y todo lo que éste implicará. Lo anterior es confirmado más de una vez. El lector sabe, al avanzar la novela, que la historia de Joe Rose no empezó con el accidente de globo. El narrador bien 11 Genette define metatextualidad como “la relación –generalmente denominada ‘comentario’– que une un texto a otro que habla de él sin citarlo (convocarlo) e incluso, en el límite, sin nombrarlo” (Genette, 1989: 13). Aquí se considera también metatextual el comentario del texto sobre sí mismo. 22 podría haber elegido empezar la historia en el episodio en que conoce a Clarissa, cuando la recoge en el aeropuerto de Londres, o en cualquier otro momento. Pero Joe, en tanto divulgador de la ciencia, tiene la necesidad científica de comprobar. Este inicio contiene las pruebas necesarias, según él, para demostrar lo que vendrá en las consecuencias, éste es el inicio que pretende ganar lectores que sigan adelante y analicen el orden de los hechos bajo esa primera propuesta: I’ve already marked my beginning, the explosion of consequences […]. But this pinprick is as notional as a point in Euclidean geometry, and though it seems right, I could have proposed [others]. […] There are always antecedent causes. A beginning is an artifice, and what recommends one over another is how much sense it makes of what follows. (McEwan, 1997: 17-18) Entonces, queda claro que al iniciar su historia, Joe tiene en mente una idea muy clara de lo definido por Pimentel como “intriga”. Con este inicio, el lector ya tomó el “hueso”, y está preparado para las consecuencias específicas de ese punto de partida, y no sólo para las secuencias de una trama. Por si no fuera suficiente evidencia, considérese la declaración del autor: “I suppose that I wanted to – cynically, if you like – hook the reader. Again in that architectural sense, this is the first room I wanted the reader in, and I wanted the door closed behind him” (McEwan en Childs, 2006: 105). Otra vez, queda cumplido su deseo, y enganchados estamos, con la puerta cerrada en la mente de Joe. 3. La ciencia perdurable De todas las maneras en que se puede describir la ocupación de Joe Rose, podemos regresar a la interpretación de McEwan, antes citada, de “científico fracasado y periodista exitoso”. El uso del discurso científico es una de las estrategias más importantes que utiliza el narrador para tratar de afirmar su autoridad. La mente de 23 Joe, como dispone McEwan, está conformada de un modo completamente racional, y todos sus pensamientos tienen lugar en términos científicos. Debido a que Joe es el narrador, estamos encerrados en su mentalidad científica todo el tiempo, misma que le sirve tanto para justificar sus puntos de vista sobre el mundo, como para resolver cualquier tipo de crisis que se le presente. Mientras más conflictos surgen, más indagaciones científicas son necesarias. Por eso, cuando comienza a sentirse acosado por Parry se refugia en su trabajo de divulgador y se consuela con teorías darwinianas, e intenta explicar el motivo de sus crecientes peleas con Clarissa por medio de una teoría científica: Self-persuasion was a concept much loved by evolutionary psychologists. […] It went like this: if you lived in a group, like humans have always done, persuading others of your own needs and interests would be fundamental to your well-being. […] Clearly you would be at your most convincing if you persuaded yourself first and did not even have to pretend to believe what you were saying. The kind of self-deluding individuals who tended to do this flourished, as did their genes. So it was we squabbled and scrapped, for our unique intelligence was always at the service of our special pleading and selective blindness to the weaknesses of our case. (McEwan, 1997: 104) Ésta es la primera vez que Joe nos muestra un argumento que podríamos poner en su contra. Trata de convencernos, con una prueba aparentemente irrefutable, de que el motivo por el que él y Clarissa pelean es porque ella se ha convencido de que Joe no la atiende como se merece, por poner demasiada atención a Jed Parry, el supuesto acosador de Joe. Se trata de un asunto problemático, ya que en esta novela todos parecen convencerse a sí mismos de algo, para luego tratar de convencer a los demás. Como anota Malcolm, “there are a number of examples of dubious certainty and uncertainty in the novel” (citado por Childs, 2006: 109). Y aunque todo esté canalizado por la voz de Joe, el lector no puede dejar de preguntarse qué está pasando realmente, porque tampoco los personajes lo saben. Jed Parry está seguro de amar a 24 Joe y ser amado por él, Joe tiene la certeza de que Jed es un acosador y después un psicópata, Clarissa tiene la certeza de que Joe da demasiada importancia al asunto, e incluso considera que el caso podría ser una invención, y que tal vez Joe sea el loco de la historia. Pero al narrador no se le olvida su propósito, y soluciona todo con una prueba científica. Para Joe, todos se engañan a sí mismos de modo inconsciente, pero en realidad él es quien se convence a sí mismo de que su versión es la que cuenta; luego trata de hacer que los demás personajes estén de su lado, y al final hace lo mismo con el lector. No se da cuenta de que podemos tomar su teoría de la auto- persuasión para desarmarlo (aunque hay que admitir que puede ser muy eficaz en su propósito persuasivo). De esta idea se desprende la línea narrativa más importante de la novela y, como lo demás, la prueba científica que la acompaña. Desde su primera aparición, Jed es descrito como imponente, incluso amenazador (McEwan, 1997: 24), y una relación que empieza, en apariencia, como inofensiva aunque algo extraña (Jed rogando a Joe que recen juntos por John Logan, el hombre que murió después de caer del globo), se convierte en algo claramente patológico. Según Joe, Jed no deja de acosarlo desde el día del accidente. Lo llama por teléfono, lo espera fuera de su casa y le envía cartas, convencido de que hay algo entre ellos y de que fue Joe quien lo inició. Además, según Jed, es un amor de naturaleza divina, Joe debe empezar a creer en Dios y aceptar a Jesús en su corazón. Para Joe, Jed es un fanático religioso con una obsesión sexual que puede convertirse en una amenaza para el amor entre él y Clarissa. Es precisamente esta relación entre acosador y acosado, y la manera en que la presenta el narrador, lo que hace surgir la necesidad de encontrar pruebas y de reafirmar la veracidad con que se cuentan los hechos. Pero los momentos específicos de duda se verán más adelante en este trabajo. 25 La prueba científica que pareciera resolver todos los problemas, y terminar con todas las dudas, es la inclusión del síndrome de Clérambault en la obra. Hacia la mitad de la novela, el narrador asocia su propia situación con la de una mujer de la primera mitad del siglo XX, quien comenzó a acosar al rey Jorge V del mismo modo en que Jed Parry acosa a Joe. Así, otra teoría científica, investigable y comprobable, sirve a Joe de explicación, refugio y consuelo, y aparece ante los lectores como otra prueba incuestionable de que el narrador tiene razón. Si está en un libro científico es porque es real, y si el sujeto presenta los síntomas, es porquepadece el síndrome. En este momento, el lector tiene más de una opción. En primer lugar, podemos considerar la eficacia de la argumentación y terminar de dudar. El síndrome de Clérambault existe, y como toda teoría científica, ha sido comprobado con numerosos casos donde los síntomas se repiten. Jed Parry parece estar diseñado o caracterizado conforme a una lista de rasgos de conducta que presentan los que sufren del síndrome y, con esta explicación, queda claro que Joe es una víctima del acoso patológico de Parry, por lo que de inmediato podemos ponernos de su lado. La situación culmina con el episodio del restaurante en el capítulo 19, donde dos extraños le disparan a un hombre en la mesa de al lado por equivocación, pero Joe sabe que la bala era para él (lo cual es confirmado por el mismo Parry en el capítulo 22). En este punto, es obvio que ésta es la lectura privilegiada por la novela. Es deseable que los lectores nos quedemos de este lado, que separemos a Jed y a Joe en acosador y víctima, y que dejemos de dudar. No obstante, podemos volver a utilizar las pruebas en contra del narrador y preguntarnos si no es todo parte de un intento desmesurado (incluso una manipulación obsesiva de los acontecimientos) para encontrar una explicación que lo salve de su propia locura. La semilla de la duda, como observa Cressida Connolly, se encuentra 26 en el hecho de que la supuesta enfermedad de Jed es muy parecida a lo que sería un enamoramiento común y corriente: “his letters and pleas are those made by unrequited lovers every day, and it is in this proximity to ‘ordinary behaviour’ that Jed becomes most unsettling” (Childs, 2006: 113). Es por esto que Clarissa duda de que Jed sea en realidad un acosador, y también de ahí se entiende que en cierto momento Joe reconoce que Jed es “without question, a man blessed in love” (McEwan, 1997: 68). De todo lo demás que se dice acerca del acoso, sólo tenemos la palabra del narrador, las dudas de los demás personajes, y la obsesión por presentar prueba tras prueba de que en realidad la situación es como Joe dice. Si regresamos al episodio del restaurante, veremos que los atacantes son descritos simplemente como “intrusos” o “extraños”, y tenemos el hecho de que Joe y sus acompañantes salen ilesos, mientras que el herido es alguien más. Además, en ese preciso momento de tensión en que se acercan los atacantes, la supuesta mente perfecta de Joe se va por senderos sospechosos: The two men were probably making their way between the tables towards us by then. I’m not sure. I have excavated that last half minute and I know two things for sure. One was that the waiter brought us sorbets. The other was that I slipped into a daydream. I often do. Almost by definition, daydreams leave no trace, they really do dodge conception to the very bourne of heaven, then leave the naked brain. (McEwan, 1997: 170) Y digo sospechoso por lo siguiente: ¿no se supone que Joe era capaz de recordar cada detalle, al grado de decirnos exactamente qué botella iban a abrir el día del accidente? Parece ilógico que no recuerde exactamente lo que pasó en un momento tan importante de su historia, y que además lo reconozca. Aquí es donde el narrador admite no poder recordar todo, pero no lo hace así nada más. No dice “me distraje y no sé qué sucedió”, sino que borra la distancia entre su yo enunciador y su yo actor para explicar qué pasa en la mente cuando se sueña despierto; para que entendamos 27 por qué no se acuerda bien de las cosas y sigamos de su lado. Además, como dijimos, hasta ese momento no hay algo que diga que los atacantes lo buscaran a él, y mucho menos que alguno de ellos fuera Parry, por lo que su “How had I failed to recognise Parry?” (McEwan, 1997: 172) no tiene ningún fundamento en ese lugar del relato. El narrador, consciente de su función, se adelanta al presente diegético para hablar de algo que los lectores todavía no pueden asir. Resulta un tanto irónico que Joe, teniendo una mentalidad tan racional y científica, se dedique a la narración. Él se considera a sí mismo un científico fracasado que, en lugar de hacer contribuciones a la ciencia, se dedica a un tipo de escritura periodística: In my bad moments the thought returns that I’m a parasite. […] I should have been out there myself, carrying my own atomic increment to the mountain of human knowledge. […] My working life began, and as the successes rolled in, so all other possibilities in science closed on me. I was a journalist, a commentator, an outsider to my own profession. […] Now, no scientist, not even a lab technician or college porter, would ever take me seriously again. (McEwan, 1997: 75-77) De ahí se desprende su capacidad de tramar e intrigar colocando pruebas de cientificidad que den crédito a sus palabras. La ocupación de Joe es perfecta para persuadir, ya que puede utilizar tanto el discurso literario como el científico con la misma autoridad, y así queda reforzado el entramado de pruebas. No obstante, también hay que notar que al relacionar tan de cerca lo literario con lo científico (y como se verá, también lo religioso), la novela no parece privilegiar a ninguno de los dos, y más bien pretende ponerlos en tela de juicio. Además, hay que tomar en cuenta que Joe identifica su propia ocupación como periodística, con lo que tenemos un tercer tipo de discurso que, en sí mismo, se ocupa de convencer a los lectores: “What I had written wasn’t true. It wasn’t written in pursuit of truth, it wasn’t science. It was journalism, magazine journalism, whose ultimate standard was readability” (50). Joe supone que la ciencia se dedica a la búsqueda de “la” verdad pero, ya que él no hace 28 ciencia, él no la busca en sus artículos. Él usa una combinación de discursos para entintar lo que escribe con un poco de esa verdad: quiere facilitar lo que, para alguien ajeno a la ciencia, es imposible de entender, y lo hace sin perder el tono de veracidad. Aquí, recurre a lo mismo para hacer verosímil una historia que es casi imposible. El principio es fácil de señalar, pero conforme se avanza en el camino, las paradas se hacen más borrosas y confusas. 4. Movilidad narrativa Otro de los rasgos que hay que analizar en el narrador es su capacidad para otorgar voz a otros personajes, aunque sólo por unos momentos. Joe permite al lector leer algunas de las cartas que recibe de Jed Parry, así como la carta que le escribe Clarissa. Además, uno de los capítulos es narrado enteramente en tercera persona desde la perspectiva de Clarissa, y así Joe juega a ser narrador heterodiegético. Mostrando las cartas, el narrador nos deja ver de primera mano las palabras de otro personaje y nos muestra más pruebas que buscan reafirmar su autoridad y crear una mayor objetividad. Como ya se ha dicho, todas estas supuestas pruebas pueden ser utilizadas en contra del narrador y, de hecho, la presencia de estos elementos, lejos de crear objetividad, enfatiza la desconfianza sobre lo narrado: “la fragmentación vocal puede crear esta sensación de inestabilidad, de incertidumbre, no sólo en la identidad de los personajes, sino en la construcción misma del mundo narrado” (Pimentel, 2012: 27). Entonces, queriendo ser menos subjetivo, Joe presenta pruebas que desautorizan su propósito. La primera carta de Jed constituye la totalidad del capítulo 11 de la novela. No hay ningún comentario introductorio, y no es sino hasta entrado el siguiente capítulo que 29 se hablará sobre la carta como uno de los momentos clave en el fracaso de Joe y Clarissa como pareja. A simple vista, se trata de una carta de amor: Dear Joe, I feel happiness running through me like an electrical current. I close my eyes and see you as you were last night in the rain, across the road from me, with the unspoken love between us as strong as steel cable. I close my eyes and thankGod out loud for letting you exist, for letting me exist in the same time and place as you, and for letting this strange adventure between us begin. (McEwan, 1997: 93) En el capítulo 12, Joe y Clarissa hablan de la carta y exponen opiniones opuestas sobre ella. Al leerla, Joe desconfía y trata de alejar al “loco” Jed, pero pone mucha atención a las acciones de su acosador, lo espera, lo busca para ver si sigue ahí, y muestra su carta como prueba de que un psicópata lo acosa. Clarissa se muestra celosa, culpando a Joe de dar demasiada importancia a Jed, incluso de alentarlo y de querer ser acosado. También duda de Joe al decir “His writing’s rather like yours” (100). Sin duda es sospechoso que Joe vaya tan lejos como para empezar a acosar a Jed, provocándolo para que haga o diga algo que le dé la razón. El acosado comienza a acosar a su acosador para quedar bien frente a su pareja, frente a la policía y frente a sus lectores. La relación de Joe y Clarissa se colapsa, no tanto porque Jed esté haciendo algo para separarlos, sino por esta diferencia en la reacción ante la carta. Joe quiere que Clarissa lo apoye, que esté de su lado y le crea, pero para ella no existen pruebas suficientes. Ella no ha visto a Jed, no lo ha oído llamar por teléfono, y aunque está de acuerdo en que está loco, una carta amorosa no es suficiente para alarmarse y creer que hay un enfermo persiguiendo a su pareja. Ella duda de la racionalidad extrema de Joe, y el lector duda con ella. Para Clarissa, la lógica de la mente no necesariamente significa transparencia: “I mean, the way you’re looking at me now. You’re making calculations that I’ll never know about. Some inner double-entry book-keeping that you think is the best way to the truth.” (103). Lejos de aclarar, el 30 afán por racionalizar confunde, y pone una barrera entre Joe y Clarissa. Es el modo en que Joe trata el asunto y cómo Clarissa lo recibe lo que los separa, y no tanto Jed Parry. De la misma manera, la segunda carta de Jed constituye la totalidad del capítulo 16 de la novela, sin introducción ni comentario posterior. Para este momento de la narración, la relación entre Joe y Clarissa está bastante deteriorada: ya no hay confianza entre ellos, Joe revisa las pertenencias de Clarissa en un ataque de celos y ella, herida, confronta a Joe para saber qué pasa por su mente. Clarissa toma ese acto de Joe como una señal, al igual que Jed ve señales en todo lo que hace Joe. La diferencia es que Jed cree saber qué significan las supuestas señales, mientras Clarissa ya no sabe qué hacer ante la actitud de Joe: “It’s a statement, a message, from you to me, it’s a signal. The trouble is, I don’t know what it means. Perhaps I’m being very stupid. So spell it out for me now, Joe. What is it you’re trying to tell me?” (McEwan, 1997: 132). La búsqueda de sentido en las acciones de Joe es interrumpida por la carta, y la pregunta queda en el aire, como no respondida, hasta la carta de Clarissa. En su segunda carta, Jed ataca las creencias científicas de Joe y dice que al leer negaciones de Dios en uno de sus artículos de divulgación, “quería hacerle daño”. Esto es una prueba para Joe de que Jed es peligroso. Por otro lado, esto podría significar que Jed se siente herido porque la persona que ama no comparte sus creencias religiosas, y por lo tanto se siente rechazado de manera cruel. De nuevo, hay que considerar las patologías potenciales en cualquier enamoramiento o carta amorosa. Si pensáramos que cada vez que alguien dice “me muero de amor”, “mataría por ti” o “me estás matando con tu rechazo” está amenazando al amado o a sí mismo, tendríamos muchos más enfermos de diversos síndromes encerrados en hospitales 31 psiquiátricos. De nuevo, hay que analizar esta carta en su contexto, y no adelantarse a hechos posteriores en la novela. La carta de Clarissa, de modo similar, constituye el capítulo 23 y sirve como preludio a la conclusión de la novela. En su carta queda resumida la relación entre ella y Joe, y se ve el intento de explicar las razones por las que todo terminó. Según ella, solían ser una pareja de esas que nunca pelean, pero todo el asunto de Jed Parry destruyó su felicidad, porque Joe le dio demasiada importancia, y porque Clarissa no le dio la suficiente: You said again and again that I owe you a profound apology for not standing with you “shoulder to shoulder” against Jed Parry, for doubting your sanity, for not having faith in your powers of rationality and deduction and your dedicated research into his condition. […] I thought Parry was a pathetic and harmless crank. At worst, I thought of him as a creature of your imagining. I never guessed he would become so violent. I was completely wrong and I’m sorry, really sorry. (McEwan, 1997: 216) Hasta aquí, vemos que Clarissa reconoce haberse equivocado en no dar crédito a los poderes de raciocinio y deducción de Joe, y de haber dudado de su salud mental. Sin embargo, la disculpa que ofrece no va más allá de eso, y no deja de pensar que el comportamiento de Joe fue inadecuado: “But what I was also trying to say last night was this: your being right is not a simple matter. I can’t quite get rid of the idea that there might have been a less frightening outcome if you had behaved differently. That apart, there’s no question that the whole experience has cost us dearly, however right you were” (216). Clarissa reconoce que Joe tenía razón, pero no sirve de nada. Ya no importa quién estaba en lo correcto. Esta carta demuestra que, exista o no el acosador, que dudemos del narrador o no, se confirma que fue el asunto “Jed Parry” el que desató el fin de la relación de Clarissa y Joe. Ya sea el Jed inofensivo de Clarissa, el 32 Jed peligroso de Joe, o el que sea que prefiera el lector, es su presencia en la historia lo que desencadena el problema y rompe con el orden previo. Otro intento de objetividad aparece cuando el narrador relata un capítulo como si fuera un narrador heterodiegético. El capítulo 9 en su totalidad corresponde al día en que Joe y Clarissa pelean por primera vez a causa de Jed, y Joe intenta ponerse en los zapatos de Clarissa. Para hablar de este episodio, es necesario regresar a las definiciones propuestas de narrador, y hablar de focalización. Como explica Robert Dale Parker, la perspectiva desde la cual se cuenta una historia no siempre viene incluida en la voz narrativa: “Often, an exterior, third-person narrative voice recounts events by describing the perspective of an interior character” (Parker, 2008: 66). Sin embargo, no es suficiente ver qué tipo de narrador cuenta la historia para saber dónde se focaliza, porque la historia puede estar contada desde la perspectiva de cualquier personaje: “Instead of answering the question by checking whose words are used, we can answer it by checking whose eyes or mind the narration looks or thinks through” (66). En Enduring Love, el narrador autodiegético cuenta la historia tal como él la ve y la entiende, y los lectores tienen que apegarse a su perspectiva del mundo porque es la única que hay. En el capítulo 9, Joe se pone en la posición de un narrador heterodiegético, y narra un episodio completo con una voz en tercera persona, desde lo que él construye como la perspectiva de Clarissa. La acción transcurre en presente, lo que desde el principio sugiere una inmediatez que nos sitúa en una posición privilegiada, casi como si estuviéramos en la habitación con los personajes. Se trata de un ejercicio narrativo efectuado de manera impecable, y por momentos podríamos olvidar que llevábamos ocho capítulos encerrados en la voz autodiegética. Primero, tenemos la explicación de Joe: “It would make more sense of Clarissa’s return to tell it from her point of view” (McEwan, 1997: 79). Es importante aclarar esto: éste es un 33 ejercicio, no tenemos un narradorheterodiegético, y lo que se nos está presentado es una ilusión de objetividad cuidadosamente planeada por el narrador en primera persona. Al momento de narrar, Joe acepta plenamente que su comportamiento no fue del todo normal, y trata de entender la postura de Clarissa en el tiempo del episodio: He has a wild look about him that she has not seen in some time. She associates this look with over-ambitious schemes, excited and usually stupid plans that very occasionally afflict the calm, organized man she loves. He’s coming towards her, talking before she’s even through the door. Without a kiss or any form of greeting, he’s off on a tale of harassment and idiocy behind which there appears to be some kind of accusation, perhaps even anger against her. […] (80) Joe el narrador es capaz de establecer esa crítica a sí mismo en el presente, en esa distancia con respecto al Joe que se mueve en la narración,12 pero sigue sin ser capaz de abandonar su cientificidad. Si bien al paso de unas páginas podríamos olvidar quién es el narrador, la manera científica en que el acontecimiento es reconstruido, junto con algunos comentarios que no podrían haber salido de la mente de Clarissa, nos lo recuerda. De cualquier forma, el clímax de la discusión es cuando Clarissa afirma acerca del asunto de Parry: “You were so intense about him as soon as you met him. It’s like you invented him” (86). Esto es lo que los destruye desde cualquier perspectiva, y me pregunto ¿por qué no? Si puede haber alguien tan enfermo como para acosar a otro, bajo pretexto de que recibe señales amorosas, ¿no puede haber alguien que invente a un acosador, y que invente además las pruebas que lo acompañan? Aunque tengamos escrita la opinión del autor, y aunque en este preciso momento nos falten quince capítulos por recorrer, hay lugar para ambas opciones. 12 Además, hay aquí una transgresión a la relación entre las funciones vocal y focal. Joe no sólo habla como narrador acerca de sus acciones como personaje, sino que además adopta una tercera función para hablar de sí mismo en tercera persona. 34 Entonces, tanto las cartas como el capítulo narrado en tercera persona pretenden crear objetividad y dar “permiso” de hablar a los otros dos personajes principales de la novela, y parecería que ellos pueden usar su propia voz. Sin embargo, en realidad el narrador sigue siendo el filtro que elige exactamente qué mostrarnos. En el caso de las cartas, hay que notar que los personajes hacen uso de su voz escrita y, si nos ponemos estrictos, nunca los vemos escribiéndolas. Se dice que Jed envió numerosas cartas a Joe, así que queda expuesto un proceso de selección por medio del cual el narrador sigue eligiendo qué mostrar y qué ocultar. Aunque parece que podemos escaparnos de Joe Rose en ciertos momentos, es otra vez una ilusión que pretende mostrar su autoridad irrefutable, cuya insistencia nos hace dudar. 5. ¿Narrador posmoderno? Después de analizar al narrador de Enduring Love y sus características, resulta evidente que no tenemos una voz narrativa simple. Los narradores autodiegéticos suelen tener restricciones pero, además, tenemos que aceptar que Joe Rose es un narrador inestable y a veces incoherente. Al poner a tal grado en tela de juicio su propia autoridad, hay un efecto contradictorio en el lector; hay momentos en los que confiamos y otros en los que no, pero también hay ocasiones en las que no podemos decidir, así que confiamos y desconfiamos al mismo tiempo. En la novela de McEwan, Joe se percata de lo inverosímil de los hechos que relata y se ocupa, más que de cualquier otra cosa, de convencer. Hay tal desestabilidad en su mente, que siente la necesidad de convencer, primero a los otros personajes, y luego al lector. Mucho de lo que hace, su discurso, su modo de iniciar la narración, el orden que da a los acontecimientos en la misma, busca persuadir. Incluso si nos encontramos en la primera etapa de la investigación, me parece inesperada la afirmación de David Malcolm de que “Enduring Love is a traditional and accessible novel without any 35 substantial degree of experimentation in terms of narrative and narration” (Malcolm, 2002: 159). Me parece que con estas páginas ha quedado comprobado que no es así. Dicho esto, podría parecer hasta ridículo que Malcolm se refiera a Rose como “a substantially reliable narrator” (160). No es que la novela no sea accesible o lineal, su estructura es cronológica, y la estructuración y argumentación de las ideas es plausible; Joe relata su “caso” recurriendo a un lenguaje que a ojos del lector hace probable el contenido de la historia, por lo que es más fácil creer lo que se lee. Independientemente de la veracidad de los acontecimientos, la manera en que Joe los acomoda y narra, es plausible. Además, esta plausibilidad se ve aumentada por la presencia del síndrome de Clérambault, y por las implicaciones psicológicas de la novela. Al presentarnos a la víctima de un portador de este síndrome, la novela nos convierte en testigos de la lucha psicológica interna de Joe, quien primero intenta restablecer su propio equilibrio mental y entender la situación en la que se encuentra, y luego utiliza los recursos mentales derivados de esta situación para defenderse del exterior, las acusaciones de otros personajes y las dudas del lector. No obstante, McEwan nos enfrenta a una novela que nos quiere hacer dudar. Si en momentos los lectores no sabemos qué o a quién creer, es porque hay una intención deliberada de desestabilizar no sólo la mente de los personajes, sino también la nuestra. No sabemos decir a ciencia cierta quién tiene razón porque la novela nos obliga a pensar sobre la mente humana, sobre la validez y la autoridad de los discursos, y sobre nuestros propios estándares morales. Por eso, aunque la novela presenta los elementos de un thriller psicológico, el suspenso que éstos conllevan trasciende la trama de la historia. El hecho de que Joe “preste” la voz narrativa a otros personajes por medio de cartas, y de que trate de presentarse en un momento dado como narrador 36 heterodiegético y desplazar la focalización (en el capítulo 9 de la novela), le otorga características que podrían incluirse en lo que Hutcheon considera (como se dijo antes) posmodernista. Con un narrador como Joe, McEwan presenta una identidad y una perspectiva inestables; el narrador que pretende saber todo sobre su historia mina su propia credibilidad de manera irónica, presentando pruebas que, en lugar de reafirmar su autoridad, la cuestionan. Éste es sólo uno de los motivos por los que la novela puede ser posmodernista. Por otro lado, las cartas como pruebas fehacientes, en un plano “realista”, colocan al narrador una vez más en un punto metatextual. Joe no incluye las cartas en la narración sólo porque sean parte de la historia, sino porque son un pedazo de realidad dentro de la historia que conscientemente está escribiendo. Son para el lector, y son parte de este espacio donde las fronteras entre realidad y ficción se vuelven más delgadas (Hutcheon, 1988: 10). Sin embargo, dichas fronteras no desaparecen del todo; sabemos que todo es parte de la novela y, por lo tanto, del discurso literario. Joe nunca niega ser el creador de lo narrado, nunca niega haber reordenado los hechos, ni haber olvidado ciertas cosas; atenta contra su autoridad narrativa y aunque quiere que le crean, no lo dice. Por ejemplo, Joe es incapaz de recordar los detalles de la escena en el restaurante, por lo que admite: “A day or so later it became a temptation to elaborate details about the table next to ours, to force memory to deliver what was never captured” (McEwan, 1997: 166), y más tarde tampoco sabe de qué sabor era su postre. Entonces, ¿cuánto de lo que Joe “sí recuerda” corresponde a esa
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