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Tecnicas de estudio Textos Diciembre- INGRESO 2018 - Jonathan Manriquez

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Universidad Nacional de Córdoba 
Facultad de Ciencias de la Comunicación 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
TÉCNICAS DE ESTUDIO Y COMPRENSIÓN 
DE TEXTOS 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
SELECCIÓN DE TEXTOS Y ACTIVIDADES 
PRELIMINARES 
 
(Diciembre de 2017 y Enero de 2018) 
 
 
 
 
 
*01*
*02*
 
2 
 
 
Diciembre de 2017 
 
 
 
 
Estimados estudiantes: 
 
Técnicas de Estudio y Comprensión de Textos es una de las dos asignaturas que se dicta 
en el Ciclo Introductorio de la Licenciatura en Comunicación Social. Entre sus principales 
objetivos se propone que Uds. como estudiantes que se incorporan a la universidad logren 
revisar, reconfigurar y fortalecer -en instancias individuales y colectivas- sus prácticas de 
lectura y escritura en función de los requerimientos del con texto académico-universitario. 
 
En ese marco, a continuación presentamos una parte del material de estudio que hemos 
preparado para el año académico 2018. Se denomina Selección de textos y actividades 
preliminares e incluye tres textos -escritos por diferentes autores en contextos diversos- y un 
conjunto de tareas diseñadas para cada uno de ellos. Nuestra propuesta consiste en que 
cada uno de ustedes, durante el periodo previo al inicio del cursado — entre diciembre de 
2017 y enero de 2018-, lean individualmente los textos y realicen por escrito las actividades 
presentadas en el apartado “Guía de actividades preliminares”. 
 
Las tareas resueltas serán retomadas durante el cursado y, por lo tanto, deberán tenerlas 
listas para presentarlas en la primera clase que se desarrollara el miércoles 14 de febrero 
de 2018. 
 
Esta selección ha sido organizada un corpus textual. En la cátedra se define como corpus al 
conjunto de textos que han sido elegidos bajo ciertos criterios como: extensión, pertinencia 
para estudiantes de primer año, de circulación académica. Uno de los criterios más 
relevantes es que esos textos compartan un eje temático similar. Por lo tanto, el corpus 
refiere a una temática determinada. En el corpus seleccionado los autores tratan cuestiones 
referidas al valor que tienen las nuevas tecnologías y los cambios que estas conllevan a nivel 
social y personal. 
 
Los textos, a cuya lectura invitamos durante diciembre 2017 y enero 2018, son: 
 
- Sibilia, P. (2013). “El show del yo”. En La intimidad como espectáculo (pp.9-33). Buenos 
Aires: Fondo de Cultura Económica. 
 
- Peirone, F. (2017). “Mostrarse, la nueva intimidad”. En Revista Anfibia. Universidad 
Nacional San Martín. Recuperado el 24/11/2017 
 http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/ 
 
- Pelosio, E. y Rodriguez Castagno, T. (2017). “Subjetividad, TIC y la mirada del 
 otro: entrevista a Paula Sibilia”. En SOCIALES INVESTIGA. Escritos académicos, de 
 extensión y docencia Nº3, enero-junio 2017 (pp. 63-68). Villa María: 
 IAPCS, UNVM http://socialesinvestiga.unvm.edu.ar 
 
*03*
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/
 
3 
 
 
 
Para complementar la lectura de estos textos y explorar otros lenguajes te invitamos a 
visualizar un material audiovisual relacionado con la temática del corpus seleccionado. El 
mismo consiste en una entrevista a Paula Sibilia realizada por la Facultad de Ciencias 
Sociales de la UBA en el año 2014. Para ello puedes ingresar al siguiente enlace: 
 
https://youtu.be/8BXc9VHoA8Q 
 
 
El resto del material de estudio estará disponible los primeros días de febrero 2018 en la 
Secretaria de Apuntes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Dicho material, 
denominado Estudiar en la universidad: un proceso situado. Claves para la lectura y la 
escritura académica será utilizado a partir del miércoles 14 de febrero -primer día de clase-
. Les recomendamos que asistan a todas las clases con ambos materiales (este y el que 
estará disponible la primera semana de febrero). 
 
Nos reencontramos en Febrero. Saludos cordiales. 
 
 
 
 
 
 
Equipo de cátedra. 
Técnicas de Estudio y Comprensión de Texto. 
Córdoba, Diciembre de 2017. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
*04*
 
4 
 
 
GUÍA DE ACTIVIDADES PRELIMINARES 
 
 
El propósito de las siguientes actividades es que ustedes recuperen conocimientos y 
prácticas de sus experiencias en la escuela secundaria y/o en otras instancias de formación 
previas para abordar y estudiar textos. 
 
Para ello, deberán resolverlas de manera individual y autónoma a partir de una lectura 
atenta de cada uno de los textos que conforman el corpus de lectura que será objeto de 
trabajo durante el cursado de la materia. 
 
Actividades: 
 
 
1) Elabora un resumen del texto “El show del yo”, de Paula Sibilia. 
 
2) Realiza un esquema de las ideas principales del texto “Mostrarse, la nueva 
intimidad”, del autor Fernando Peirone. 
 
 
3) Escribe las palabras claves que consideras más importantes para comprender el 
sentido de la entrevista realizada a Sibilia. 
 
 4) Te proponemos, en un cuaderno o libreta nueva, iniciar un diario de lecturas en el 
que registres tu experiencia como lector durante el cursado de esta cátedra. Para ello, sería 
interesante que pienses/te pienses en relación a distintos planos, el del pensar, del sentir y 
del hacer. 
Para comenzarlo te pedimos que reflexiones y registres: ¿Qué te llamo la atención de los 
textos seleccionados? ¿Qué preguntas te hiciste? ¿Cómo te fue con la lectura y resolución 
de las actividades propuestas? ¿Tuviste dificultades? En caso afirmativo, ¿cuáles? ¿Pudiste 
resolverlas?, ¿Cómo? ¿Alguna de las actividades no pudiste realizarla? 
 
Para acompañar el diario o como carátula del mismo te proponemos que ilustres, con la 
técnica que prefieras, alguna/s ideas que te hayan causado más impacto de los textos leídos. 
 
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*18*
Revista Anfibia, Universidad Nacional de San Martín 
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/ fecha de consulta 
24/11/2017 
 
Cultura Digital 
 
Mostrarse, la nueva intimidad 
Por Fernando Peirone 
 
En los inicios de la sociedad moderna, la idea de intimidad fue un 
espacio ganado: una interioridad que demarcara el dominio del mundo 
y estableciera un territorio de excepción donde cada uno pudiera ser 
fiel a sí mismo y sus normas. Las redes sociales modificaron las reglas 
sociales: ya casi no quedan espacios propios. Un ensayo sobre lo 
público y lo privado en estos tiempos. 
 
En los primeros días de agosto, la UNSAM realizó el 1º Coloquio Internacional sobre 
Extimidad y Subjetividad en tiempos de Tecnosociabilidad. Esta es la ponencia de uno 
de sus organizadores, Fernando Peirone, sobre el desplazamiento de la intimidad 
moderna, como el territorio que limitaba la injerencia del mundo y resguardaba la 
posibilidad de ser fiel a uno mismo, hacia la extimidad actual, como la expresión de 
una socialidad heterodoxa en la que comienza a configurarse un nuevo sujeto 
histórico. 
 
El modo desembozado en que de un tiempo a esta parte se expone la vida de las 
personas en las redes sociales, YouTube, foros, blogs, y todo tipo de plataformas 
interactivas, inquieta y desconcierta. Son prácticas que en poco tiempo adquirieron 
alcance global. A partir de lo cual se ha generado un intenso debate en torno a los 
límites de la intimidad, que abarca desde la esfera doméstica hasta el más amplio 
espectro internacional de las ciencias sociales y humanas. 
 
Sobre la base de estas derivas, voy a compartir con ustedes algunos avances de 
investigación que tal vez aporten para una mayor inteligibilidad de este inquietante 
fenómeno social. Voy a tomar en particular aquellas notas de investigación que 
reflejan las mutaciones que transitan ciertas maneras de ser y el modo en que la 
extimidad —que participa de esas mutaciones— ha comenzado a configurar lo que a 
priori podríamos llamar un “nuevo sujeto histórico”.*19*
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/
 El mundo como un lugar traicionero 
 
Para encontrar un momento que se asemeje a lo que hoy experimentamos en torno a 
la intimidad, debemos remontarnos a la crisis de Europa entre fines del medioevo y los 
comienzos de la Edad Moderna. Por entonces, el aumento demográfico, la creciente 
concentración urbana alrededor de las ciudades medievales, y la falta de respuestas 
frente al desorden social, comenzaron a producir un lento pero incesante 
deslizamiento de la voluntad absoluta que hasta ese momento concentraba el 
soberano, hacia la voluntad —todavía informe— de una población que ganaba 
protagonismo pero sin reconocimiento ni representación. Era una situación caótica —
hoy diríamos anómica— que alteró la dinámica social y que dejó a cada uno librado a 
su suerte. En ese contexto de incertidumbre, la imagen de sí se convirtió en un recurso 
y en un bastión. Construir una representación propia que permaneciera en el tiempo y 
pudiera ser percibida por los demás, devino en una estrategia de supervivencia para 
contrarrestar la inestabilidad exterior. Era un modo de reafirmarse en medio del caos, 
una manera de exhibir y presentar una nueva clase de dote —de carácter simbólica— 
en un escenario donde todo se estaba revalidando. 
 
Los espacios públicos fueron mutando para incorporar la espinosa trama de 
representaciones sociales con que cada uno buscaba obtener respeto, credibilidad, 
reconocimiento y crédito económico. Pero esta suerte de imperativo social, que 
encubría intereses, objetivos y sueños inconfesables, no fue acompañado en el plano 
individual por los pertrechos necesarios para transitar, asimilar y sobrellevar las 
crecientes exigencias que se añadían cotidianamente alrededor de la vida urbana, la 
jornada laboral y los desajustes familiares. Cabe decir que la agregación de esta lógica 
relacional a la vida en sociedad y la comprobación de sus efectos dañosos, comenzó a 
darle forma a la antropología negativa que iba a signar los futuros modelos de 
gobernanza. Se asumió que la vida en sociedad es la expresión degenerativa de un 
egoísmo y de una rivalidad constitutivos e insalvables que pesan sobre la especie 
humana (y que —funcionalmente— se ajustaba a la naturaleza pecadora que 
describía la doctrina cristiana). Sobre la base de estas consideraciones y sospechas, 
los contractualista iban a proyectar el Estado moderno, como el centro rector de un 
cinturón institucional orientado a vigilar, disciplinar y castigar las permanentes 
emergencias de una conflictividad endémica. Pero, como efecto secundario, también 
se reducía la política a la tarea de sublimar las formas destructivas de una guerra 
perpetua que perdía dramáticamente los vínculos con su génesis dialógica y social. 
 
*20*
Tal vez la única salida posible a esta reconfiguración socio-cultural, era la creación de 
la intimidad, como una instancia de resguardo y preservación personal. Ese notable 
artilugio —posiblemente sólo comparable a la „conciencia‟ que le permitió a la especie 
humana elaborar su propia vulnerabilidad frente a la muerte— funcionó como un 
recurso de adaptación cuasi darwiniano. Como no era conveniente exponer 
públicamente las contradicciones, las debilidades y las pasiones, se acordó —y esto 
es lo maravilloso:— la illusio de una interioridad que demarcara el dominio del mundo 
y estableciera un territorio de excepción donde sólo rigieran las propias reglas y donde 
cada uno pudiera ser fiel a sí mismo, por inconveniente que fuera. Y digo “se acordó” 
porque el alcance de esa illusio estuvo respaldado por un consenso tácito de alcance 
institucional que limitó el avance del mundo exterior y comenzó a sancionar los 
impulsos de trasladar la intimidad al terreno público. Este es el contexto que comenzó 
a cincelar el carácter del sujeto moderno. Sin el fortalecimiento psíquico y espiritual 
necesario para absorber el cambio de ritmo de la vida urbana ni para adelantarse a los 
dilemas del mundo porvenir. 
 
El camino de la extimidad 
 
Los primeros años del siglo XXI, sabemos, fueron el vehículo de una gran 
transfiguración cultural. Como dice el antropólogo argentino Néstor García Canclini, el 
mundo se volvió un lugar extraño. Mientras tanto —sin categorías de análisis efectivas 
para abordar, desagregar y organizar lo social—, la realidad compite con fantasías que 
hasta hace poco leíamos en los relatos de ciencia ficción y adquiere una hibridez, un 
vértigo, y una volatilidad en la que resulta muy difícil diferenciar lo verdadero de lo 
falso, lo conveniente de lo inconveniente, y lo público de lo privado. 
 
En este sentido, el concepto „extimidad‟ que Paula Sibilia toma del campo 
psicoanalítico y resignifica para las ciencias sociales, implicó un temprano riesgo 
teórico del que sin duda somos deudores. No sólo porque presenta y prueba la 
externalización de una instancia que —como acabamos de ver— constituyó al sujeto 
moderno, proveyéndole una prótesis existencial que devino fundamental; sino también 
porque nos permitió ver en esa externalización una serie de prácticas vinculadas a la 
“tecnosociabilidad” que gravitan en los actuales procesos de subjetivación y que —
podríamos decir— prefiguran el surgimiento de un nuevo sujeto histórico. Dicho de 
otro modo, primero con El hombre postorgánico y después con La intimidad como 
espectáculo, Paula Sibilia abre el horizonte científico a una lógica relacional diferente. 
Y, al igual que Franco Berardi cuando en La generación post-alfa advierte sobre las 
*21*
patologías e imaginarios del semiocapitalismo, Sibilia habla sobre los efectos y los 
riesgos de los vínculos heterodoxos, de las proyecciones, de las fantasías y de las 
mediaciones que montadas sobre la cultura interactiva ponen en juego otras 
concepciones del cuerpo, de lo moral, de lo propio, y de lo común. Sin embargo, a 
pesar de este enorme valor, hay algo del carácter que Sibilia le da a la extimidad y a 
las redes sociales que me gustaría matizar con una perspectiva diferente. 
 
Devenir otros 
 
A pesar de las múltiples transformaciones que estamos describiendo, lo dominante 
moderno no ha perdido vigencia. No sólo por su enorme potencia inercial, sino porque 
las formas de la cultura emergente todavía son imprecisas y hablan en un lenguaje 
errático que vuelve insegura y arriesgada cualquier descripción de la estructura social. 
En situaciones como esta, donde la complejización pone de manifiesto las dificultades 
de la experiencia cultural y de la teoría social para administrar problemas nuevos, la 
comprensión, desagregación e identificación de lo que sucede suele depender más del 
descubrimiento de nuevas formas interpretativas o de adaptaciones, que de las 
posibilidades brindadas por teorías que han quedado desfasadas de la experiencia 
social. Un ejemplo actual y familiar: es como si quisiéramos utilizar las categorías de 
análisis que adoptó la Teoría Crítica para hablar de las “industrias culturales” y 
aplicárselas al fenómeno de los prosumidores que surgió con las plataformas 
interactivas. Seguramente algunas de esas categorías mantendrían su aplicabilidad o 
se podrían adaptar; pero habría otras que necesitarían ser reformuladas frente a un 
fenómeno social que se desclasifica de los consumos culturales del siglo XX debido al 
desplazamiento que han experimentado los hábitos de producción, consumo, 
apropiación y distribución cultural. En ese sentido, describir a las redes sociales como 
un dispositivo de poder de la “sociedad de control”, adolece de una sobreadaptación 
teórica que reduce su complejidad a una cuestión de dominación, sin admitir ni 
reconocer que participan de una alteridad tecnosocial mucho más vasta, que no sólo 
ha modificado la lógica relacional a nivel global; sino que además ha impactado en la 
estructura organizacional del orden social. Por lo tanto,ha reconfigurado los 
diagramas de poder, y —foucaultianamente hablando— ha generado las condiciones 
de posibilidad para explorar variantes de un poder colectivo divergente. 
 
Si tenemos en cuenta estos elementos, las redes sociales ya no aparecerían tan 
funcionales a un diagrama de poder instituido, ni podrían ser rebajadas a un mero 
“show del yo”; pero sí podrían ser consideradas como una contingencia tecnosocial 
*22*
que trascendió su propio origen, generando diagramas de poder paralelos y 
autopoiéticos que interpelan, tanto los modelos instituidos de gobernanza como las 
estructuras organizacionales y dirigenciales de toda la constelación institucional. Es 
decir, al mismo tiempo que las redes sociales 1] otorgan la posibilidad de auscultar, 
clasificar y procesar patrones conductuales mediante algoritmos y macrodatos (Big 
data); y al mismo tiempo que distribuyen el control social entre los propios usuarios de 
las redes; también 2] posibilitan un empoderamiento colectivo con renovados modelos 
de resistencia, y generan un “excedente cognitivo” que aún no podemos 
conceptualizar acabadamente ni prever sus efectos histórico-culturales. 
 
Con el abordaje de la extimidad pasa algo similar. Diferentes voces de las ciencias 
sociales dicen que esta práctica “exhibicionista” nos subordina a un biopoder que 
subrepticiamente nos induce a “reportarnos públicamente”, con el propósito de 
subyugar nuestros cuerpos y controlar a la población de acuerdo a un orden de poder 
que se reproduce a través de nuestras propias pulsiones. Pero se pierde de vista la 
dimensión contestaria de la extimidad, como la expresión de una socialidad 
heterodoxa que enfrenta los discursos dominantes, tensionándolos con una 
racionalidad diferente, donde las posibilidades de ser-y-estar-en-el-mundo se abren a 
una gama más laxa y menos prejuiciosa. Tampoco sería atinado simplificar la 
extimidad diciendo que es una nueva modalidad confesional, como si fuera una 
“versión renovada” del modelo que antes se plasmaba en los diarios íntimos y ahora 
se “ofrece impúdicamente antes los ojos del mundo entero” a través de “las vitrinas 
globales de la red”. Porque de hecho, según los relatos reunidos en la investigación 
internacional que dirigió Néstor García Canclini para el libro Jóvenes, culturas 
urbanas y redes digitales, “las redes sociales, las webcams y los fotologs no siempre 
ni principalmente son medios de confesión donde exponemos nuestra personalidad”. 
Es decir, sería más cercano a la vivencia de la extimidad, si pudiéramos considerarla 
como un modo divergente de estar-en-el-mundo, como una modalidad de agencia que 
construye otros procesos de subjetivación. Pero para eso hace falta trascender la 
literalidad de muchos actos que a veces buscan provocarnos, y ver a la extimidad 
como el vehículo que se utiliza para semblantear y definir “la representación de las 
múltiples caras, cuerpos y apariencias” con que —fundamentalmente— los jóvenes 
construyen otras modalidades identitarias. Sobre todo si tenemos en cuenta que cada 
vez tiene menos sentido permanecer fiel a una única imagen de sí mismo. Basta con 
observar las modificaciones que están experimentando los códigos civiles, que 
contemplan cambios de nacionalidad, de apellido y de sexo, para advertir que los 
cambios identitarios conforman una tendencia global con prejuicios a la baja[1]. 
*23*
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftn1
Tendencia que, además, mantienen una correspondencia especular con las 
transformaciones que transitan los procesos productivos, donde los oficios que antes 
eran estáticos y definían identidades perpetuas, hoy se caracterizan por la versatilidad, 
la mutabilidad, y lo contingente[2]. Lo cual pone en evidencia que lo que se está 
discontinuando es algo considerablemente más abarcador que el orden social 
moderno. Se discontinúa un orden de verdad que se encuentra muy arraigado. Y en 
este sentido, la extimidad es una cara más del poliedro donde se refleja el surgimiento 
del nuevo sujeto histórico, y que no casualmente está afectando y redefiniendo el rol 
de los géneros. 
 
En tránsito 
 
Por todo esto, mal podemos abordar a la extimidad desde una retaguardia teórica que, 
debido al carácter moderno de su antropología filosófica, nos ubica más cerca de los 
prejuicios y de los comentarios morales que de una escucha atenta y acorde a lo que 
habla en lo éxtimo. Por supuesto no es una tarea sencilla, porque hablamos de 
prácticas en torno a las cuales se ha generado un vació social que tensiona la lógica 
con que las ciencias sociales estructuraban y representaban la vida en sociedad[3]; y 
porque hablamos de saberes articulados en un lenguaje que se desplaza 
significativamente del logos, y por lo tanto de nuestro principal recurso epistemológico, 
del que derivan —como sabemos— la pedagogía, los tratados filosóficos, la 
sistematización científica, la historia crítica, y el ordenamiento jurídico, entre otros 
muchos pilares de nuestra cultura. Sin embargo, a pesar de este carácter inaprensible, 
son acciones que manifiestan una voluntad y una capacidad de afectación 
incontestables, que sin duda contribuyen a la multicrisis que verificamos diariamente 
en la creciente disfuncionalidad de lo instituido. Una voluntad que la escuela lacaniana 
podría llamar “quod”[4], por su presencia indeterminada y a la vez gravitante, pero 
“que [aún] no puede ser dicha”; y que Margaret Mead podría filiar en la “cultura 
prefigurativa”[5] por la portabilidad de saberes inacabados que, en mano de los más 
jóvenes, encuentran reflexividad y aplicaciones acordes al nuevo patrón cultural; pero 
que nosotros, contemporáneos de una gran transfiguración, estamos exhortados a 
repensar trascendiendo y reformulando nuestros propios horizontes teóricos. 
 
 
 
 
 
*24*
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftn2
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftn3
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftn4
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftn5
 
[1] Es cierto que hay grandes bolsones culturales y religiosos que están 
muy lejos de esta “tendencia”, pero también es cierto que series como 
“Sense 8” expresan una multiplicidad identitaria que trasciende los 
avatares biográficos de los hermanos Wachowski, relativizando los 
condicionamientos de los gentilicios, los genitales y los dogmas 
religiosos, para darle lugar a maneras más elásticas de ser-y-estar-en-el-
mundo. 
[2] Estos rasgos, claro está, no están siendo acompañados por una legislación laboral 
acorde. Por el contrario, expresan cambios productivos que se sostienen en la división 
internacional del trabajo y la flexibilización laboral extrema, pero sobre todo en la 
insensibilidad, la despersonalización y la descorporalización de las relaciones 
laborales 
[3] La idea de vacío social está tomada de Gabriel Gatti y “refiere a aquellas figuras y 
dimensiones de la vida colectiva que, aunque existentes, aunque habitables, aunque 
dotadas de cierta materialidad, no pueden ser representadas pues escapan de la 
lógica que estructura los mecanismos de representación de la vida en 
sociedad”. Ver Gatti, Gabriel, “La teoría sociológica visita el vacío social (o de las 
tensas relaciones entre la sociología y un objeto que le rehúye)”, publicado en Las 
encrucijadas de la diversidad cultural, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 
2005. p. 1 
[4] Jacques-Alain Miller, en el seminario “Extimidad” habla de la quodidad, como la 
contraparte de la quididad, es decir del conjunto propiedades que definen a un objeto. 
Mientras que la quodidad es aquello que el objeto es “sin que pueda decirse”. Ver 
Miller, Jacques-Alain, Extimidad, Ed. Paidos, Buenos Aires, 2011, p. 133 y 139. 
[5] Margaret Mead llamó “pre-figuración” a la instancia culturalen la que, debido a los 
cambios sociales, se reconfiguran los saberes heredados y los más jóvenes, por su 
capacidad aprehensiva, su ductilidad y su formación inconclusa, generan herramientas 
y saberes innovadores que se vuelven fundamentales. Pero justamente por su 
carácter renovador y fundamentalmente práctico, son saberes que aún no han sido 
sistematizados, lo cual se vuelve una dificultad por dos razones. Porque al ser los 
jóvenes y los niños quienes están en condiciones de enseñarlos, la autoridad de los 
adultos se resiente. Y porque su falta de teorización y conceptualización, hace que la 
asimilación y aplicación de estos saberes se vuelva dificultosa y factor de 
controversias. Para una mejor y mayor referencia, ver Cultura y compromiso. Estudio 
sobre la ruptura generacional, Ed. Gedisa, 1997 
*25*
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftnref1
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftnref2
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftnref3
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftnref4
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/mostrarse-la-nueva-intimidad/#_ftnref5
*26*
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Subjetividad, TIC y la 
mirada del otro: entrevista 
a Paula Sibilia 
 
 
 
 
 
Eduardo Pelosio 
epelosio@gmail.com 
Facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Nacional de Córdoba 
 
Tatiana Rodríguez Castagno 
tatianarc@eco.uncor.edu 
Facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Nacional de Córdoba 
 
 
 
 
 
 
 
 
________________________________________________________ 
SOCIALES INVESTIGA. Escritos académicos, de extensión y docencia 
Nº3, enero-junio 2017 (pp. 63-68) 
e-ISSN 2525-1171 
Villa María: IAPCS, UNVM 
http://socialesinvestiga.unvm.edu.ar 
 
*27*
mailto:epelosio@gmail.com
mailto:tatianarc@eco.uncor.edu
eISSN 2525-1171 
 
 
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Subjetividad, TIC y la mirada del otro: entrevista a Paula Sibilia 
 
 
 
 
Resumen 
La siguiente es una entrevista realizada a la comunicadora y antropóloga Paula Sibilia, 
con quien conversamos sobre su mirada sobre la subjetividad contemporánea, los 
jóvenes, las TIC y la escuela. 
Palabras clave: escuela; TIC; subjetividades; Sibilia; educación 
 
 
Desde hace varios años Paula Sibilia reside en Río de Janeiro (Brasil), donde está 
abocada a la investigación y a la docencia en el Departamento de Estudios Culturales y 
Medios y en el Posgrado en Comunicación de la Universidad Federal Fluminense. En su 
última visita a Córdoba, donde expuso en las IV Jornadas de Educación a Distancia en la 
Universidad Nacional de Córdoba, dialogamos acerca de su mirada sobre la subjetividad 
contemporánea, los jóvenes, las TIC y la escuela. 
Siempre atenta a las transformaciones sociales y culturales, afirma que “los cuerpos 
se vuelven compatibles con las tecnologías de su época”. Los jóvenes de hoy -TIC 
mediante- “requieren estar visibles y conectados”. Una de las preguntas que más la 
inquietan y sobre las que busca respuestas en este contexto es, precisamente, qué está 
pasando con y en las escuelas. 
“La escuela, concebida como un dispositivo o una tecnología de la época moderna, 
occidental e industrial, fue compatible con los cuerpos de esa cultura”, sostiene la 
Investigadora. Es por ello que, según Sibilia, los usos del tiempo y del espacio que aún 
siguen proponiendo los establecimientos escolares quizás ya no sean más "compatibles" 
con los cuerpos y las subjetividades de los jóvenes actuales. 
 
¿Hay espacio para las apropiaciones críticas y las producciones creativas de los 
jóvenes en la escuela? 
Yo creo que debería haber. Pero el planteo de mi libro (¿Redes o paredes? La 
escuela en tiempos de dispersión, publicado en 2012 por la Editorial Tinta Fresca) no 
enfoca tanto ese tipo de respuestas como algunas preguntas. Una de ellas me parece 
fundamental: ¿cómo se resuelve la tensión actual entre las redes y las paredes? Lo más 
interesante y urgente en este momento es cuestionarse sobre esa tensión, abriendo 
incluso el diálogo con los chicos. Supongo que las apropiaciones podrían ir en ese sentido, 
por ejemplo. Creo que es posible apropiarse de las tecnologías de modos críticos y 
creativos, pero no hay recetas para lograrlo. Las tentativas oficiales muchas veces no 
funcionan, entre otros motivos porque pretenden ser las mismas para todos y anhelan 
cristalizarse en rutinas, como supone la lógica escolar. Tengo la impresión de que ese tipo 
de propuestas no coagulan en la dinámica contemporánea. Incluso en los pocos casos en 
*28*
Sociales Investiga, Nº3, Año 2 
 
65 
que al principio parecen "funcionar", también terminan agotándose rápidamente. A veces 
sirven como un ejercicio de renovación, pero al repetirse pierden fuerza y eficacia, o bien 
pueden tener éxito con un grupo y no con otro. El modelo escolar supone un curriculum 
con recetas listas para ser aplicadas en el aula, como moldes que se deberían poder 
implementar de un modo universal, y además insiste en replicar ciertos usos bastante 
rígidos del tiempo y del espacio. Todo eso es desafiado por las subjetividades 
contemporáneas, a quienes les resulta "aburrido". Ese desfasaje –entre la lógica escolar y 
las subjetividades promovidas por la actualidad– es bastante perturbador, pues todo 
tiende a quedar anticuado con una rapidez inusitada. 
 
¿El efecto inicial dura poco y después...? 
El entusiasmo suele durar poco. Algo que, por otro lado, está inscripto en la misma 
lógica del consumismo, hoy imperante, que supone una insatisfacción constante y una 
perpetua demanda de estímulos o "diversión", y la consecuente dispersión. En suma, todo 
lo contrario de aquello que la escuela pretendía suscitar: concentración y esfuerzo a largo 
plazo. Se pueden intentar apropiaciones creativas de las tecnologías en las aulas, por 
supuesto, algo que de hecho ya es bastante habitual. Por ejemplo, se pueden hacer 
ejercicios con WhatsApp o experimentos con Facebook. Mi impresión es que ese tipo de 
estrategias pueden funcionar en un primer momento pero enseguida pierden la fuerza de 
la novedad y el efecto entusiasmante; y, junto con ellos, su potencialidad para activar 
aprendizajes valiosos. Entre los muchos desafíos que nos plantea esta nueva situación, 
uno de ellos es su veloz obsolescencia: todas las novedades y propuestas tienden a 
quedar anticuadas (o volverse aburridas) con demasiada rapidez. Ahora es WhatsApp o 
Snapchat, antes era Facebook o MySpace, los chicos están siempre sintonizados con lo 
más nuevo; los profesores y los padres también, aunque en un ritmo quizás más lento. 
Pero no sólo las tecnologías pasan de moda, sino que hasta las funciones o los usos para 
los cuales cada dispositivo fue inventado también pierden vigencia. Por ejemplo, el perfil 
que en Facebook se muestra a todos por igual y permanece en el tiempo, parece que a los 
más jóvenes ya no les interesa tanto como otro tipo de canales más inestables, en los 
cuales los contenidos se borran o que están a salvo de la curiosidad de los adultos porque 
ellos todavía no las conocen. Cuando uno piensa que aprendió lo más nuevo y por fin se 
ha puesto al día, ya quedó atrás: perdió vigencia. Un poco porque el aparto o la tecnología 
pierde actualidad, pero sobre todo porque el tipo de relación social que ese dispositivo 
supone –y estimula o contribuye a suscitar– también pierde valor, fuerza, entusiasmo y 
eficacia. En ese sentido hay otro desafío, uno más: no se trata solamente de actualizar a 
la escuela incorporando los artefactos que todos los chicos de todos colegios deberían 
usar (y que, de hecho, en su mayoría ya usan o usarán, más allá de lo que hagan las 
escuelas). Ese tipo de "solución" se inscribe dentro de la lógica escolar más clásica, 
aunque parezca "modernizadora", de modo que su efecto al intentar renovar el 
aprendizaje suele ser decepcionante. 
 
¿Habría que pensar, entonces, en una “pedagogía de la transformación”?Nos vemos desafiados a inventar algo así, de hecho ya los estamos intentando de 
alguna manera, aunque más no sea porque es inviable no hacerlo: la situación de 
aprendizaje no se produce, en las aulas actuales, si pretendemos simplemente reproducir 
el esquema clásico de enseñanza. Pero así como aprendimos a usar Facebook, WhatsApp 
y muchas otras novedades tecnológicas (en la mayoría de los casos, sin que nadie nos lo 
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enseñe), también aprendimos que si alguna estrategia que inventamos con ellos en el aula 
funcionó el año pasado, ahora quizás ya no funcione más. Es extenuante, nada 
comparable a lo que ocurría algunas décadas atrás, aunque también es una provocación 
que no deja de rendir sus frutos. Porque nosotros mismos estamos cambiando junto con 
las tecnologías, en un movimiento vertiginoso que en buena medida es impulsado por el 
mercado y los medios de comunicación. No sólo el ritmo de los cambios, sino la 
complejidad de lo que está ocurriendo es muy propio de nuestra época. Sin embargo, hay 
algo que me parece primordial: si pensamos que basta incorporar las nuevas tecnologías a 
la escuela para solucionar esta crisis, probablemente no estemos encarando el problema 
de base. A mi modo de ver, el nudo es mucho más complicado y tiene que ver con una 
incompatibilidad cada vez más evidente entre la lógica escolar de las paredes y la 
dinámica contemporánea de las redes. Esa tensión es algo que las tecnologías pusieron en 
evidencia, con su ágil capacidad de atravesar la vieja rigidez de los muros escolares, 
desactivando e inviabilizando la situación clásica de la educación formal. Pero las 
tecnologías no son la "causa" de esta crisis, que involucra factores de todo tipo y 
comprende cambios importantes en los modos de relacionarse consigo mismo, con los 
demás y con el mundo. Por lo tanto, tampoco serán su "solución". Lo más provechoso de 
esta desazón que sentimos es que se trata de una oportunidad para pensar en qué 
consiste educar o aprender, y qué tipo de escuela –o qué dispositivo capaz de substituirla– 
sería interesante implementar para alcanzar ese objetivo de la forma más satisfactoria 
posible o incluso imaginable. 
 
¿Cómo se construye el cuerpo de los jóvenes atravesados por los medios y las 
TIC? 
Hace dos décadas yo vengo elaborando una hipótesis: parece estar ocurriendo un 
desplazamiento del eje en torno al cual se construye la subjetividad. Me refiero 
particularmente a los "modos de ser" de los más chicos o los jóvenes, aunque también se 
incluyen en esa dinámica la mayoría de los adultos de todas las edades. Ese eje estaría 
abandonando aquella esencia oculta, misteriosa y enigmática que, según los relatos 
modernos, constituía el centro de la subjetividad. Esa noción de que "lo esencial es 
invisible a los ojos" o "lo que importa es la belleza interior", las apariencias son "vanas" y 
"engañan", etc. El psiquismo sería una de sus versiones más modernas y laicas, pero otras 
cristalizaciones aluden a las ideas de alma, espíritu, conciencia, mente. Todas entidades 
invisibles y etéreas, aunque más valiosas, verdaderas y auténticas que las apariencias. Esa 
"interioridad psicológica" constituyó el núcleo de la identidad de los sujetos modernos, 
pero se trata de una creencia que está desvaneciéndose en la cultura contemporánea. Por 
eso ahora nuestra subjetividad se construye en torno a otro eje: no más oculto "dentro" 
de cada uno, sino visible. Somos lo que se ve: eso que los demás ven. La imagen 
corporal, por supuesto, pero también todos los actos y demás manifestaciones que se 
exponen y los otros pueden juzgar. No es casual que las redes sociales –esas vitrinas para 
exponer "quiénes somos" y para monitorear a los demás– sean uno de los inventos más 
exitoso del siglo XXI. 
En los jóvenes y adolescentes, ese desplazamiento del eje en torno al cual se 
construye el yo está más consumado o más naturalizado. La subjetividad se edifica en 
torno a todo lo que los demás pueden ver: el aspecto físico, el perfil, las fotos y videos, lo 
que cuento sobre mi vida, las selfies. Todo lo que hacemos o relatamos y los demás 
pueden ver, pues la verdad sobre cada uno ya no emana más de la propia interioridad, 
sino que es esa mirada ajena la que define quiénes somos y cuánto valemos. Si los otros 
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Sociales Investiga, Nº3, Año 2 
 
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nos juzgan por lo que ven, ya no se apuesta a la existencia de una eventual verdad 
interior y oculta, en la cual cada vez se cree menos. De allí la importancia de la imagen 
personal y el inmenso peso que fue ganando la aprobación ajena. 
Todo esto conlleva una serie de liberaciones (de las viejas ataduras, tabúes y 
moralismos), pero también crea nuevos conflictos. Pensemos, por ejemplo, en las 
filtraciones de imágenes con tenor erótico que perturban a las escuelas y las familias. 
Fotos o videos que se producen en la intimidad de los estudiantes pero al caer en la red se 
hacen públicas y provocan toda una serie de dramas de nuevo cuño que denominamos 
bullying o ciberbullying. En algunos casos esa divulgación es ambiguamente buscada por 
sus protagonistas, ya que la exigencia de visibilidad hoy resulta implacable. Al fin y al 
cabo, no es casual que todos tengamos cámaras y pantallas con acceso a internet todo el 
tiempo adosados a nuestros cuerpos. Están en jaque algunos valores básicos de la "moral 
burguesa" relacionados con la sexualidad, la desnudez y la privacidad, y nadie sabe muy 
bien qué hacer en ese sentido. 
 
Con estos constantes cambios, ¿cómo te imaginás la escuela dentro de cinco 
años? 
Es difícil hacer futurismo, estamos en un terreno sumamente movedizo. Creo que 
en las escuelas se están inventando muchas cosas porque las recetas clásicas no 
funcionan más; o sea, aquello que se supone que debía suceder en la escuela está 
dejando de suceder. Los viejos reglamentos perdieron vigencia y eficacia, de modo que se 
intenta experimentar con nuevas estrategias. Algo hay que inventar, todos los días, por 
eso quizás nunca haya habido tanta diversidad en las aulas como ahora. Más allá del caos 
y la incertidumbre, no deja de ser un momento muy rico. No sólo porque se intenta 
implementar nuevas propuestas a través de políticas públicas o por imposición oficial de 
cada escuela, sino que también los mismos maestros con los chicos ensayan alternativas 
para que se produzca algún aprendizaje. Esa experimentación está ocurriendo en todos 
lados y se ha ido acentuando, de modo que la escuela ya se está transformando 
inevitablemente. Hacia dónde estamos yendo, es difícil saberlo, probablemente los 
caminos sean múltiples. Pero si de hacer vaticinios se trata, yo creo que dentro de cinco 
años se habrá intensificado más todavía esta crisis y, por eso, los experimentos se 
legitimarán cada vez más, venciendo a las resistencias más conservadoras. Ya está mucho 
más permitido ese ensayo de alternativas, que ha llevado incluso a experimentar la no-
escuela, la educación en casa y otras audacias más extremas. Nadie sabe qué va a pasar, 
pero la tendencia es que esto se expanda: la crisis se ha vuelto cada vez más insoslayable, 
de modo que deberíamos admitirla e intentar responder con mucha apertura, osadía y 
estrategias originales. Pero no es fácil dialogar, pensar ni aprender en estas condiciones, 
hay que inventar nuevos modos de procesar o decantar la experiencia en conjunto, 
ahuyentando a nuevos fantasmas como la dispersión y el aburrimiento, por ejemplo, y que 
no sean fácilmente asimilables por las seductoras trampas del mercado con sus fetiches 
tecnológicos y su dinámica empresarial. 
 
¿Cómo ves los cambios en los procesos de lectura escritura? 
Hace pocas décadas, antes de la proliferación de las computadoras y otros 
dispositivos digitales, se estaba perdiendo el hábito cotidiano de escribir y a la lectura se la 
veía como amenazada. Pienso, por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX, con el 
avance de las tecnologías audiovisuales, la radio y sobre todo la televisióncomo los 
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grandes enemigos de la lectura. Ahora se usan tecnologías que nos impulsan a leer y 
escribir, como las redes sociales o los mensajeros instantáneos que demandan escritura y 
lectura para la comunicación, no sólo el intercambio de imágenes y sonido. Esto fue algo 
imprevisto, pero lo cierto es que se generó cierto renacer de la lecto-escritura en las 
pantallas y a través de las redes. Claro que es muy distinto a lo que sucedía en el siglo XIX 
y la primera mitad del XX, con el auge del libro impreso, las cartas, el diario íntimo y el 
cuaderno escolar. Ahora no sólo prima la brevedad y lo instantáneo, sino que también el 
estilo es muy distinto: palabras abreviadas, sin acentos ni signos de puntuación, 
intercaladas con íconos, etc. Además son actividades que han dejado de exigir soledad, 
silencio, introspección y concentración para consumarse. Estas cuestiones las trabajé en 
mi libro La Intimidad como espectáculo (publicado en 2008 por el Fondo de Cultura 
Económica), cuya tesis surgió al comparar los diarios íntimos más tradicionales con los 
flamantes blogs o las redes sociales que empezaban a surgir. En todos ellos hay escritura 
y lectura al servicio de la construcción de uno mismo. Sin embargo, lo que más me 
interesa es tratar de identificar la diferencia entre los dispositivos analógicos que se 
usaban en los siglos XIX y XX, por un lado, y estos que usamos nosotros ahora, porque 
me parece que la clave para comprender quiénes somos (y por qué nos convertimos en 
esto que somos) pasa por entender mejor qué estamos dejando de ser. 
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