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(Biblioteca de historia y pensamiento político) Salvador Rus Rufino - La razón contra la fuerza _ las directrices del pensamiento político de Aristóteles-Tecnos (2005) - Juan Cordero

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Salvador Rus Rufino
La razón 
contra 
la fuerza
Las directrices
del pensamiento político
de Aristóteles
En esta obra se trata de mostrar cómo la filosofía política de Aristóteles fue una auténtica solución a los problemas polí­ticos teóricos —y en parte prácticos— 
de la Grecia de veinticuatro siglos atrás, abo­
cada al imperialismo macedónico, que supu­
so una transformación radical del horizonte 
político y vital griego. Es la época en que la 
política había perdido su razón de ser, cuan­
do ésta dejaba paso a la cruda práxis, una 
acción política que buscaba sólo resultados 
inmediatos, sin considerar que el futuro hay 
que articularlo mediante una reflexión pro­
funda de los problemas que afectan a la con­
vivencia humana en sociedad. Una realidad 
innegable al modo de ser del hombre que hay 
que vertebrar, ordenar y garantizar, que 
reclama una reposición y revisión de los prin­
cipios que Aristóteles se propuso realizar en 
la Política.
ISBN 84-309-4218-1
7 8 8 4 3 0 9 4 2 1 8 3
1252005
www.tecnos.es
http://www.tecnos.es
SALVADOR RUS RUFIN O
La razón contra la fuerza
Las directrices del pensamiento político 
de Aristóteles
temos
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Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, 
que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemni­
zaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren 
o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o cientí­
fica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo 
de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
© Salvador Rus Rufino, 2005 
© EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S .A .), 2005 
Juan Ignacio Lúea de Tena, 15 - 28027 Madrid 
ISBN : 84-309-4218-1 
Depósito Legal: M. 33.143-2005
Printed ¡n Spain. Impreso en España por Fernández Ciudad, S. L.
ÍOOOOOOOOOOOOOCXXXXXXXXXXXXXXX
índice
PRÓ LO GO ........................................................................................................... Pág. 11
SINOPSIS BIOGRÁFICA........................................................................................... 21
Capítulo I: LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE
POLÍTICA Y ÉTICA................................................................................................. 27
1. El sentido de la Política .......................................................................... 27
2. La superación de la última etapa de la sofística griega clasica:
el uso de la razón ...................................................................................... 31
3. La propuesta de la ciencia de la felicidad ..................................... 38
4. La ciencia política como epitécnica ................................................ 41
5. La división de la política ........................................................................ 45
6. La política es natural................................................................................. 50
Capitulo II: EL IDEAL DE LA VIDA BUENA O VIVIR EN SOCIEDAD .. 65
1. La vida virtuosa y la vida contemplativa ................................ 65
2. El modelo aristotélico .............................................................................. 68
3. La restauración del lenguaje de la razón práctica ..................... 71
4. La distinción entre lo despótico y lo político ............................. 80
5. La corrección de la razón práctica ................................................... 83
6. Origen y fin de la p ó lis ........................................................................... 85
7. ¿El buen ciudadano es el hombre bueno? ..................................... 90
8. La casa y la crematística ........................................................................ 96
Capítulo III: EL IMPERIO DE LA JUSTICIA Y DEL DERECHO ............. 105
1. Las aporías de la sofística ...................................................................... 108
2. La unidad y pluralidad del nómos: su función práctica.......... 113
3. La justicia y la ley ...................................................................................... 121
4. La función educadora del nómos ..................................................... 127
5. La función del legislador........................................................................ 133
Capítulo IV: EL GOBIERNO DE LOS OCIOSOS ........................................ 143
1. El principio de la jerarquía ................................................................... 143
2. Las virtudes del gobernante................................................................... 147
3. El ocio y el trabajo ................................................................................... 153
4. Las dicotomías políticas de Aristóteles .......................................... 161
Capítulo V: EL MEJOR RÉGIMEN DE VIDA POLÍTICA .......................... 169
1. El arquetipo de constitución política ............................................... 169
10 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
2. ¿Qué es y quién es ciudadano?........................................................... 180
3. Formas políticas rectas y desviadas...................................... *.......... 184
4. Los regímenes simples ........................................................................... 188
A) Las constituciones políticas unipersonales .......................... 188
B) La aristocracia y la oligarquía .................................................. 200
C) El sistema político de participación ciudadana: la demo­
cracia ...................................................................................................... 209
D) El régimen mixto: la politeía o mesopoUteía ..................... 218
5. El cambio constitucional y la búsqueda de la estabilidad, o
por qué degeneran los sistemas políticos ..................................... 234
Capítulo VI: LA COSMOPÓLIS O SU UNIDAD ARMÓNICA Y JUSTA... 245
PÁGINAS WEB CON INFORMACIÓN SOBRE ARISTÓTELES ............. 257
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................ 259
ÍNDICE ONOMÁSTICO ......................................................................................... 283
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Prólogo
No es fácil comenzar a escribir cuando se trata de Aristóteles.Es sabido que sus obras han sido leídas a lo largo de la histo­
ria por pensadores importantes, que sobre él se ha dicho todo o 
casi todo. Las lecturas de Aristóteles han sido múltiples', quizá sea 
ésta la única forma de conseguir la comprensión de un pensador 
genial que intentó reflexionar sobre problemas humanos. Y es 
precisamente éste su gran valor: el haber estudiado y pensado con 
profundidad, rigor y coherencia las constantes que afectan al 
modo de ser hombre, para llegar a darle una solución, o al menos 
intentar comprenderlas mejor. Aristóteles como filósofo se encon­
traba ante una situación acuciante: ¿se puede restaurar el pensar 
teórico sobre los problemas humanos de una forma integral? Esta 
pregunta era urgente porque, a pesar de los grandes esfuerzos de 
Platón, la filosofía no gozaba de buena salud, porque se había ais­
lado al prescindir de no pocos ámbitos del conocimiento de la
' Durante generaciones los europeos comentaron la Política de 
Aristóteles desde su primera traducción latina; véase mi trabajo «Significado 
e importancia de la Política de Aristóteles en la Europa medieval y moder­
na», Circunstancias (Revista de Ciencias Sociales) [revista electrónica de la 
Fundación Ortega y Gasset], 4, mayo de 2004. También, desde principios 
del siglo xx se han publicado comentarios, entre los que podemos destacar: 
D. Keyt, Aristotle Politics Books V and VI, Clarendon Press, Oxford, 1999; R. 
Kraut, Aristotle Politics Books Vil and VIII, Clarendon Press, Oxford,1997; 
W. L. Newman, The Politics o f Aristotle, 4 vols., Clarendon Press, Oxford, 
1887-1902; E. Schütrumpf, Aristóteles. Politik, libros l-VI, Wissens. Buchges., 
Darmstadt, 1991-1996 [edición incompleta]; R. Robinson, Aristotle Politics 
Books III and IV, Clarendon Press, Oxford, 1995; T. ]. Saunders, Aristotle 
Politics Books I and II, Clarendon Press, Oxford, 1995; P. L. P. Simpson, A 
Philosophical Commentary on the Politics o f Aristotle, University of North 
Caroline Press, Chapel Hill/London, 1998; W. van Swinderen, Aristotelis 
Politicorum libris, I. Oomkens, Groningae, 1824; J. B. Morrall, 
«Aristotle», en Politlcal Thinkers from Aristotle to Marx, Routledge, 
London, 2004.
12 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
realidad. En este hecho es donde radican los problemas más 
importantes. Curiosamente, toda situación crítica humana se defi­
ne como un aumento de retórica y un aminoramiento de la filo­
sofía, esto es, una desconexión entre el lenguaje y la realidad. La 
sofística dejó este problema sin resolver, o no quiso resolverlo, o 
no pudo. Platón lo intentó, pero tampoco tuvo fortuna, y 
Aristóteles acertó a solucionarlo mediante una reposición de un 
pensamiento auténticamente filosófico. Éste es el hilo de Ariadna 
del libro: mostrar cómo la filosofía política de Aristóteles fue una 
auténtica solución a los problemas políticos teóricos —y en parte 
prácticos— de la Grecia del siglo iv, que se veía abocada al 
imperialismo macedónico, que supuso una transformación radi­
cal del horizonte político y vital griego. Es la época en la que la 
política había perdido su razón de ser, cuando ésta dejaba paso a 
la cruda praxis, una acción política que buscaba sólo resultados 
inmediatos, sin considerar que el futuro hay que articularlo 
mediante una reflexión profunda de los problemas que afectan a 
la convivencia humana en sociedad, que es una realidad innega­
ble al modo de ser del hombre que hay que vertebrar, ordenar y 
garantizar, y que reclama una reposición y revisión de los princi­
pios que Aristóteles se propuso realizar en la Política.
* * *
El presente trabajo se propone exponer de modo muy sintético 
los nudos principales de la doctrina de Aristóteles sobre la política. 
Por tanto, se utiliza como texto básico la Política, pero hace tam­
bién referencia a otras obras del mismo autor, en especial la Ética 
a Nicómaco. En él se han incluido ideas expuestas en trabajos 
anteriores, si bien no estaban totalmente desarrolladas en aquéllos. 
El método seguido ha sido el siguiente: presentar de un modo sin­
tético el complejo contenido de la doctrina de un gran autor, arti­
culado según un esquema séxtuplo. Así se ha buscado que el lec­
tor comprenda lo que Aristóteles quiso decir y los principios desde 
los que habla. Para ello se atiende más a presentar un esquema glo­
bal comprensible, que ofrecer un resumen completo de los con­
ceptos aristotélicos y de sus múltiples usos y sentidos, extraordina­
PRÓLOGO 13
riamente ágiles y variados, aunque la crítica, como es lógico, suele 
atender más a este segundo aspecto. Al mismo tiempo, se ofrecen 
algunas claves de reflexión, siempre muy breves e intencionada­
mente poco desarrolladas para que preparen el camino del traba­
jo posterior.
Los seis puntos sobre los que se articula el texto que dan 
lugar a otros tantos capítulos son los siguientes :
— La kyriopolítica o ciencia de la felicidad.
— La arístobía o ideal de buena vida o bien vivir.
— La nomocracia o imperio de la ley o del derecho.
— La escolarquía o gobierno de los ociosos, de los que tie­
nen tiempo.
— La arístopoliteía o mejor régimen de vida política.
— La cosmópoUs o la unidad armónica y justa de la ciudad.
Este método de trabajo obliga a dejar de lado el aparato crí­
tico-textual, ya que no se trata de un estudio crítico, lo cual no 
tiene que llevar a pensar que no se puedan fundamentar críti­
camente las afirmaciones que se hacen; sencillamente se omi­
ten en aras de la brevedad y para descargar al lector no espe­
cializado de una tarea penosa e inacabable. Por el mismo moti­
vo se prescinde también de la discusión rigurosa de las opinio­
nes de los autores que principalmente se citan, que bien hubie­
ran merecido ser recogidas más extensamente.
Por tanto, no se pretende hacer una exposición que resuma 
todos los contenidos de esta obra fundamental, ni tampoco un 
comentario a alguno de ellos en especial. Más bien se intenta 
señalar esquemáticamente sus problemas teóricos más impor­
tantes, a partir de los cuales se puede ordenar el resto de la doc­
trina de esta obra de Aristóteles, y remitir de modo propedéuti- 
co a una reflexión posterior sobre ellos, aplicada a nuestra 
sociedad, a nuestro tiempo, a nuestro mundo. Como se trata de 
un esquema, tampoco se pretende desarrollar los «nudos» con­
ceptuales en toda su complejidad, sino sólo señalar cuáles son 
y cómo se plantean: para ello principalmente se citan los textos 
donde Aristóteles los muestra con toda claridad.
14 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
Para conseguir este efecto indicativo, se ha adoptado el esque­
ma de los seis principios que pretenden ser como la fuente de 
donde mana la mayor parte de la doctrina aristotélica de esta obra. 
Este esquema séxtuplo es, por supuesto, también indicativo. Para 
designar los seis principios se han acuñado seis palabras griegas 
transí iteradas al castellano, que no fueron explícitamente acuña­
das ni usadas por Aristóteles, pero que recogen el contenido de 
esos principios. Se trata, pues, de una licencia lingüística, también 
empleada en otras nociones que no llegan al rango de estos pri­
meros principios políticos. Esta licencia se basa en las virtualida­
des plásticas y expresivas de la lengua griega.
El esquema aquí presentado podría, sin duda, desarrollarse y 
transformarse en un comentario a la Política, de los que existe una 
gran variedad en todos los tiempos —desde el siglo xm hasta nues­
tros días—, y del cual se fueran deduciendo las cuestiones que 
actualmente debería plantearse una filosofía política que, teniendo 
inspiración aristotélica, pretendiese ser una filosofía política actual, 
pero éstas serán tareas de publicaciones posteriores. Ese comenta­
rio sería la formulación de una Teoría General de la Ciudad que no 
se realiza en este trabajo, pero será la línea directriz para articular 
un estudio sobre el aristotelismo político desde el siglo xm al xix1 2 * * * &.
1 La influencia de Aristóteles en la historia de la humanidad es innegable;
a modo de ejemplo, se pueden consultar los siguientes trabajos: C. B. Harris
(ed.), Aristotle: Histórica! OverView and Bibliography, Nova Science
Publishers, New York, 2002; V. L. Dowdell, Aristotle and Anglican Religious
Thought, Cornell University Press, Ithaca (N Y), 1942; H. Kassim, Aristotle and 
Aristotelianism in Medieval Muslim, Jewish, and Christian philosophy, Austin
& Winfield, San Francisco, 1998; H. Kurfess e I. Düring, Aristotle and his 
Influence: Two Studies, Garland, New York, 1987; A. Tessitore (ed.), Aristotle 
and Módem Politics: The Persistence o f Political Philosophy, University of 
Notre Dame Press, Notre Dame, 2002; F. E. Peters, Aristotle and the Arabs: 
The Aristotelian Tradition in Islam, New York University Press, New York, 
1968; Ch. B. ScHMirr, Aristotle and the Renaissance, published for Oberlin 
College by Harvard University Press, Cambridge, 1983; F. H. Sandsach, 
Aristotle and the Stoics, Cambridge, Cambridge Philological Society, 1985; 
L. P. Schrenk (ed.), Aristotle in Late Antiquity, Catholic University of America 
Press, Washington, 1994; F. van Steenberghen, Aristotle in the West: The 
Origins o f Latín Aristotelianism, 2nd ed., Nauwelaerts, Louvain, 1970.
PRÓLOGO 15
Si se tienen en cuenta el propósito de este trabajo, que expli­
ca su método, y las restantes precisiones hechas en este prólo­
go, la Política de Aristóteles tiene un rendimiento mayor del 
esperado para nuestra teoría política contemporánea, aunque a 
primera vista su contexto histórico sea muylejano a nosotros. 
Un buen conocedor de la filosofía aristotélica, R. G . Mulgan, lo 
afirmaba con rotundidad: «sus argumentos tienen implicaciones 
importantes para la teoría social y política. En especial, señalan 
algunos puntos acertados no sólo contra sus oponentes conven­
cional istas, que argumentaban también dentro del contexto de 
la pó/is, sino contra todos aquellos cuyas teorías de la morali­
dad y del estado dependen de una visión de los humanos como 
seres individualistas, atomizados e interesados en sí mismos»1.
* * *
La lectura de la Política exige tener en cuenta algunas obser­
vaciones generales sobre Aristóteles. En primer lugar, se ha 
dicho que existe una cantidad enorme de bibliografía secunda­
ria y de comentarios sobre esta obra y el conjunto del Corpus 
Arístotelicum impresionante4. Y es tanta que constituye un pro- * 4
1 R. G. Mulgan, Aristotle's Política! Theory, Oxford University Press, 
Oxford, 1977, p. 27.
4 Véanse los trabajos de Ch. Lohr, que ha publicado artículos y mono­
grafías sobre los comentaristas de Aristóteles que se citan a continuación: 
Aristotle Commentaries II. Renaissance Authors, Leo S. Olschki Editore, 
Firenze, 1988, que tiene su origen en los artículos publicados en la revista 
Studies in The Renaissance entre los años 1974 y 1981; Aristotélica 
Helvética, Universitatsverlag Freiburg, Freiburg, 1994; «Medieval Latín 
Aristotle Commentaries. Authors A-F», Traditio, XXIII (1967), pp. 313-418; 
«Medieval Latín Aristotle Commentaries. Authors G-l», Traditio, XXIV (1968), 
pp. 149-245; «Medieval Latín Aristotle Commentaries. Authors jacobus- 
Johannes Juff», Traditio, XXVI (1970), pp. 135-216; «Medieval Latín Aristotle 
Commentaries. Authors Johannes de Kantlei-Myngodus», Traditio, XXVI 
(1971), pp. 251-351; «Medieval Latín Aristotle Commentaries. Authors 
Narcissus-Richardus», Traditio, XXVIII (1972), pp. 279-396; «Medieval Latín 
Aristotle Commentaries. Authors Robertus-Wilgelmus», Traditio, XXIX 
(1973), pp. 93-197.
16 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
blema de primer orden saber qué hacer con ella y cómo utili­
zar de un modo inteligente y ordenado sus aportaciones, pues, 
cuando se lee a Aristóteles, la selección de los críticos siempre 
es un problema d ifícil de resolver, y además se impone una 
selección y una clasificación si se quiere progresar en el pro­
pósito que se tiene. El esquema séxtuplo que se presenta ha 
sido, a pesar de todo, cotejado con la crítica de modo sufi­
ciente, aunque se requeriría una labor de equipo para comple­
tar esta afirmación.
En segundo lugar, es difícil armonizar todas las dimensiones 
de la doctrina política, y en general, de cualquier doctrina aris­
totélica, sin perder algún aspecto de su complejidad ricamente 
matizada. En efecto el estilo del pensamiento de este autor mues­
tra una gran riqueza de relaciones entre los diversos conceptos y 
una multiplicidad de sentidos y de usos en éstos. Con frecuencia 
los críticos se precipitan calificándolo de incoherente5, y de obte­
ner conclusiones que no tienen en cuenta distinciones aristotéli­
cas que aclaran los equívocos que ellos creen advertir6.
Tales acusaciones de incongruencia son frecuentes cuando se 
toman pasajes aislados. Éste es el límite del enfoque analítico de 
Aristóteles. Es notoria la insuficiencia de un método que al estu­
diar una cuestión excluye textos que son pertinentes para ella. 
Aristóteles tiene un pensamiento tan rico que nunca expone de 
una sola vez lo que contiene cada noción: hay que reunir y coor­
dinar los textos, y hacer una inducción de todos ellos para captar 
esta conjunción de sentidos. Parece insuficiente que algunos auto­
res quieran captar en un solo texto y de una vez lo que Aristóteles 
quiso decir sobre esta o aquella cosa, y olviden que casi siempre 
hay otro texto que matiza lo afirmado en éste o aquél.
Al leer a Aristóteles es preciso, principalmente, no olvidar 
que su mirada lo recoge todo, es discernidora, distinguidora. La 
suya es una filosofía no excluyente, por eso mismo admite con- * *
s Véase R. G . Mulcan, Aristotle's Political Theory, cit., p. 26.
* Véase M. P. Nichols, Citizens and Statesmen. A Study o f Aristotle's 
Politics, Rowman & Littlefield, Savage, 1992.
PRÓLOGO 17
tinuación. Su canon es la misma realidad antropológica, suma­
mente compleja y variada, pero sistémica y unida. Aristóteles 
no es nunca un filósofo apresurado, no niega nada que sea per­
tinente y se dé en la realidad: siempre resuelve mediante dis­
tinciones, sin respuestas categóricas y omniabarcantes. El sí y el 
no se desdoblan y distinguen según los casos. No es el sistema 
aristotélico un sistema cerrado, sino libre y, por tanto, abierto7.
No siempre resulta fácil, en tercer lugar, remitir las nociones uti­
lizadas en la Política a sus fundamentos metafísicos, antropológi­
cos y éticos, pero la unidad del pensamiento de este autor es evi­
dente y no se puede entender una de sus obras si se la aísla de las 
demás8. Es más, la consistencia de su pensamiento político no 
tiene otra raíz que esta unidad sólidamente arraigada en unas 
nociones metafísicas bien asentadas metódica y temáticamente.
El propósito de este trabajo necesita ser respaldado de la 
misma manera si quiere alcanzar buenos resultados: si le falta­
se una propuesta congruente y rigurosa acerca del hombre, 
carecería de fuerza especulativa y de capacidad de conexión 
con otras disciplinas filosóficas. Si la originalidad de este libro 
se reduce a una simple averiguación política, no pasará de ser 
un debate más sobre la igualdad y el individualismo ético. En 
tal caso podría no haberse publicado nunca por trivial. Para 
superar ese problema se necesita un apoyo sim ilar al de *
7 W. Jaeger, Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo intelectu­
al, FCE, México, 1984, p. 426: «El alma del pensamiento de Aristóteles no 
es el juntar, sino el dividir, y esto no como principio de construcción, sino 
como instrumento de investigación viva. Por eso su sistema resulta provi­
sional y abierto en toda dirección.»
* Un ejemplo es la dificultad de M. P. Nichols, Citizens and Statesmen, 
cit., p. 134, donde no llega a entender, por ejemplo, la distinción entre las 
diversas clases de autarquía por no relacionarlas con el concepto metafísico 
de enérgeia, que es el que en el parágrafo 1325b 14-23 establece las distin­
ciones precisas. El estudio de la misma autora (pp. 118 ss., 143-146 y 207- 
217) es en su conjunto un intento de mostrar la unidad del pensamiento de 
Aristóteles en una de sus nociones fundamentales: el acto. Esta unidad ha 
sido negada por bastantes críticos del método genético y del método analíti­
co, pero es una negación infundada e incongruente en su formulación.
18 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
Aristóteles: una antropología anclada en unas nociones filosó­
ficas, usables en cualquier reflexión teórica, independiente­
mente del tema, y un método propio de pensarlas.
En cuarto lugar, hay que poner de relieve que la lengua grie­
ga tiene una peculiaridad que afecta decisivamente al pensa­
miento de Aristóteles: funciona como grupos de palabras cuyo 
significado está íntimamente relacionado. Estos grupos de pala­
bras carecen de vinculación mutua en las lenguas modernas, 
perdiéndose de este modo importantes relaciones lingüísticas. 
Así lo vio M. Heidegger en el curso que impartió en 1923 sobre 
Aristóteles, y en general toda la reflexión de este autor tiene muy 
en cuenta esta peculiaridad de la lengua griega, e intenta encon­
trar el verdadero significado de los términos en su etimología, lo 
cual tiene el peligro de modificar el sentido que el autor griego 
estudiado puso en esas palabras, queriendo ver en él más de lo 
que había originalmente. Pero tal vez esto sucede siempre que se 
quiere volver a pensar a un filósofo. Al menos Heidegger modi­
ficó sustancialmente este sentido añadiendo otro inédito. Éste es 
el «embrujo» lingüístico de ese autor, al que es tan difícil esca­
par. La dificultad se extiende a tres términos muyimportantes:
— Polis, cuya traducción más extendida es ciudad, de la 
cual derivan tres palabras: politiké, un adjetivo que significa 
política como ciencia, condición política de la justicia, de la 
acción; politeía, que al menos, como dice M. García Valdés9, 
tiene cuatro acepciones: régimen político, cuerpo cívico , ciu­
dadanía y constitución moderada o república, aunque esta últi­
ma acepción, «república», no suele ser aceptada por muchos 
críticos y no sin motivo; polítes, ciudadano.
— Arché, principio, que, aplicado a la pólis, quiere decir 
mando, y de la cual derivan: árchai, magistraturas, autoridades 
o incluso gobiernos; árchóntes, gobernantes; árchómenoi, 
gobernados, y árchéó, gobernar o mandar.
’ Véase M. García Valdés, Aristóteles. Política, Credos, Madrid, 1988, p. 88.
PRÓLOGO 19
— Areté, virtud, relacionado con áristos, el mejor, el virtuoso, 
el superior, y áristokratía, dominio de los superiores o mejores (en 
la virtud), y no de los nobles, como se suele entender.
Esta peculiaridad lingüística griega se extiende a otros muchos 
términos muy importantes en la filosofía de Aristóteles: philía 
(amistad), chrémata (cosas materiales), noús (mente, razón), kra- 
teín (dominar), techné (técnica, arte), kyríos (señor, principal), 
páthos (pasión, sentimiento), praxis (acción, praxis), érgon (obra, 
acción, proyecto, función), etc. No se puede entender adecua­
damente a Aristóteles si no se relacionan entre sí las palabras que 
traducen estos términos y los términos originarios de ellas.
Se puede afirmar que el pensamiento griego es sintético, y no 
analítico, aunque estos términos quizá no son los pertinentes. Lo 
que se quiere decir es que la filosofía griega halla pero no explíci­
ta, toca en el fondo pero no despliega la multiplicidad de dimen­
siones que más tarde se elaboran en la tradición occidental. Tiene 
la virtud de lo genuino, auténtico y primerizo, de lo que brota del 
fondo ignoto manifestándose, pero confunde o simplifica en exce­
so por su misma antigüedad. Esta tesis se refiere a la lengua griega 
como tal, y no sólo a Aristóteles. Se podrían multiplicar los ejem­
plos: el ser de Parménides, muchas nociones de Platón, etc.
La mirada griega es genealógica, se remonta a los orígenes 
de los que manan las cosas — por ejemplo, pháinesthai signifi­
ca el brotar que se manifiesta: aléthéia pháinesthai, la verdad 
se manifiesta— , pero el lenguaje del que se sirven tiene aún 
pocas palabras para expresar muchas realidades: aún no ha 
discernido. Por eso la labor de Aristóteles es desplegar la mani­
festación y acuñar términos nuevos que distinguen aspectos 
unificados que han de ser distinguidos. Por tanto, la mirada de 
Aristóteles es juzgadora, discernidora del fenómeno, o de un 
ju icio , o de lo que se manifiesta.
Este trabajo quedaría más completo si hubiera dedicado un 
espacio a explicar o interpretar la Política usando como guía 
tanto la Metafísica como el Sobre el alma. Esta conjunción 
hubiera dado a la teoría política de Aristóteles un rendimiento 
que hasta ahora no se ha conseguido, e iluminaría muchos
20 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
aspectos que pueden parecer oscuros en la teoría del genial 
pensador griego. A modo de ejemplo, por un lado, se funda­
mentarían todas las afirmaciones sobre la realidad de la políti­
ca, sus manifestaciones y su destino. Por otro, nos mostraría la 
política como una actividad que se está haciendo en el tiempo, 
en la existencia de los hombres.
* * *
Sólo resta agradecer a las personas que de una u otra forma 
me han ayudado, como los profesores Benito de Castro, Manuel 
A. Rabanal, José Montoya, Rafael Alvira, Francisco Puy, Agustín 
Andreu, Francisco Javier Zamora, James R. Gordley, Jürgen 
Sprute, Hartmut Lehmann, Martial Staub, Francisco Bertelloni y 
Joaquín E. Meabe. No sería justo olvidarme de Manuel González 
Moreno, que con entusiasmo acogió la idea de hacer una colec­
ción nueva bajo el rótulo de «Biblioteca de Historia y 
Pensamiento Político». Gracias por la confianza.
* * *
Cuando repasaba la primera versión del infolio original del 
trabajo, el 15 de mayo del año 2002, falleció mi padre Salvador 
Rus Velázquez, tras una larga enfermedad. Él siempre se sintió 
muy orgulloso de mis trabajos publicados. Es justo que en esta 
líneas rinda un homenaje a quien me dio tanto sin pedir nada a 
cambio, pues, como decía Aristóteles, a los padres y maestros no 
podemos agradecerles nunca el bien que nos han hecho. Su pre­
sencia espiritual seguirá siendo la guía de toda mi vida, en la que 
trataré de vivir siempre los principios que me inculcó. Tres años 
más tarde este libro aparece impreso: es el homenaje póstumo de 
un hijo a su padre, de quien aprendió la bondad, la generosidad 
y la amistad hacia todos los que nos rodean.
León, 7 de noviembre de 2004
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Sinopsis biográfica de Aristóteles
Aristóteles es una de las figuras más importantes de la historia de la filosofía. En palabras de G . W. F. Hegel, fue «uno de los 
hombres más ricos y profundos genios científicos que jamás ha 
existido: un hombre que nunca ha podido ser igualado [ ...] . Por 
lo que se refiere al carácter general de Aristóteles, vemos que éste 
abarca todo el horizonte de las ideas humanas, penetra en todos 
y cada uno de los aspectos del universo real y somete al poder 
del concepto la riqueza y la dispersión de todos ellos: no en vano 
la mayoría de las ciencias filosóficas le deben a Aristóteles sus 
distinciones y sus orígenes»'. Aristóteles representa una figura 
indiscutible en la historia del pensamiento científico y filosófico. 
Su sistema, sus ideas, sus obras, han estado presentes — ya a 
favor, ya en contra— en las diversas tendencias filosóficas de la 
cultura occidental.
En su pensamiento palpita un esfuerzo reiterado y continuo 
por encontrar la vía más idónea para comunicar y divulgar el 
pensamiento y los descubrimientos científicos. Por eso entre 
sus aportaciones cabe destacar la acuñación de un lenguaje 
estrictamente filosófico, y la instauración de un método cientí­
fico para investigar la realidad circundante, el cosmos que 
tanto ha asombrado y sorprende al hombre.
La biografía de Aristóteles nos muestra un hombre dedicado 
constantemente al estudio, a la investigación en los más diver­
sos campos del saber humano, pero también hay momentos 
históricos y vitales que obligaron al pensador a convertirse en 
un hombre de acción, práctico* 1 2.
' C . W. F. Hegel, Lecciones sobre Historia de la Filosofía, FCE, México, 
1995, vol. II, pp. 237-238.
1 Dionisio de Halicamaso nos dice que Aristóteles estuvo muy interesa­
do en la ciencia médica, lo cual podría justificar sus extensos y documenta-
22 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
Los testimonios y los datos que nos permiten reconstruir su 
perfil biográfico e intelectual han sido reunidos, estudiados, 
criticados y admitidos o rechazados por I. Düring3, que con los 
datos que reseñan Diógenes Laercio (siglo m a.J.C .) y los tres 
textos cuyos títulos son: Vita Martiana, Vita Vulgata y Vita 
Latina, y otros textos menores4, sirven para reconstruir la vida 
de este gran pensador, y también su obra.
Aristóteles nació en el año 384 a.J.C . en Estagira, colonia grie­
ga y puerto de mar en la costa de Tracia. Su padre, Nicómaco, 
fue médico en la corte del rey Amintas II de Macedonia; desde 
entonces Aristóteles estuvo ligado a la Corte de Macedonia, que 
tuvo una influencia importante en su vida. Su padre murió cuan­
do él era todavía un niño. Próxeno se convirtió en su tutor, tras 
la muerte de su padre, e influyó en su formación y desempeñó 
un gran papel en su vida, pues a los diecisiete años lo envió a 
Atenas, el centro de la vida intelectual del momento, para com­
pletar su educación. Logró entrar en la Academia de Platón, de 
quien durante veinte años oyó directamente sus lecciones.
Cuando Aristóteles llegó a la Academia de Platón el enfoque 
predominante era el político, el lógico y el matemático, más 
que el ontológico deotros tiempos. Esto era así porque duran­
te la ausencia de Platón, que estaba en S icilia intentando reali­
zar su sueño de entronizar a un filósofo, o convertir a un tirano 
en filósofo, llevó los destinos de la Academia el matemático y 
astrónomo Eudoxo de Cnido, con quien Aristóteles estuvo los 
primeros tiempos.
En esta época la Academia se movía entre dos tendencias. Por 
un lado, la concepción eidética de la ciencia: es la tendencia
dos estudios de biología y ciencias naturales, pues para él estas últimas cien­
cias tienden a comprender los primeros principios de la salud y de la enfer­
medad, que llevan a una relación muy estrecha entre el científico y el médi­
co.
1 I. Düring, Arístotle ¡n the Ancient Biographical Tradition, Almquist- 
Wiksell, Cóteborg, 1957.
4 Véase la obra de Hesiquio de Mileto (siglo iv d.J.C.) y las referencias dis­
persas de Ptolomeo, el extranjero, y del peripatético Hermipo de Esmirna.
SINOPSIS BIOGRÁFICA DE ARISTÓTELES 23
Cariátides en la fachada del Erecteion, en la Acrópolis de Atenas. El esplen­
dor politico y cultural ateniense fue enriquecido con las aportaciones del 
sabio griego, quien vivió y trabajó buena parte de su existencia en esta mag­
nífica ciudad-estado. Archivo Anaya.
24 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
tradicional. Por otro, una nueva tendencia más inclinada a la 
lógica y a las matemáticas. Quien sería futuro sucesor de Platón, 
Espeusipo, enseñaba que la realidad suprasensible eran núme­
ros, más que formas o ¡deas. Este giro científico fue moldeando 
un nuevo paradigma de pensamiento en un joven Aristóteles 
dotado de una inteligencia privilegiada.
Durante los últimos años de su estancia en la Academia 
comenzó a desarrollar sus tesis sobre la retórica. A la muerte 
del maestro en 347 a .J.C ., todo apuntaba que Aristóteles sería 
elegido como nuevo director o líder de la Academia, pero sus 
controversias con el maestro lo hicieron imposible, llegando a 
ocupar ese lugar el sobrino de Platón, Espeusipo.
Cuando abandonó la Academia trabajó y vivió en varias ciuda­
des. Ante el requerimiento y la invitación de su amigo Hermias, 
soberano de Atarneo, Aristóteles se marchó junto con jenócrates a 
Aso, en Misia. Fue un tiempo de paz, de tranquilidad vital e inte­
lectual. A llí se dedicó a la investigación y compuso su Historia de 
los animales que muestra cómo la investigación de carácter des­
criptivo, empírico y positivo anidó en la mente de Aristóteles y fue 
una constante en toda su vida. Estuvo allí durante tres años, con­
virtiendo la ciudad en un auténtico centro intelectual lleno de acti­
vidad. Se casó con Pitíade, hija adoptiva y sobrina de Hermias. En 
el año 343 fue invitado por el rey Filipo de Macedonia a ser tutor 
de su hijo, el príncipe heredero Alejandro, que tenía trece años. 
Realizó el viaje entre Aso y Macedonia con una escala en Mitilene 
de Lesbos, donde, en compañía de Teofrasto, continuó sus traba­
jos biológicos, ampliándolos con nuevas noticias y observaciones. 
A llí conoció la noticia de que Hermias, acusado de traición, fue 
apresado y ejecutado por los persas.
Aristóteles estuvo a cargo de la formación de Alejandro 
durante cinco años en M ieza. Se sabe poco de este período y 
de la relación de ambos. Lo cierto es que Alejandro aprendió y 
apreció la cultura griega. Sin embargo, no hay motivos para 
afirmar que la conducta política de Alejandro estuviera influi­
da y mediatizada por Aristóteles.
Aristóteles vivió en Macedonia durante parte del reinado de 
Alejandro. Los trece años que pasó en la Corte le permitieron
SINOPSIS BIOGRÁFICA DE ARISTÓTELES 25
abundar en sus trabajos científicos y filosóficos. Una de las acti­
vidades que tuvo que cultivar fueron los estudios de historia, 
literatura, política y ética, que a su vez eran necesarios para 
enseñar a su pupilo futuro rey, el arte de gobernar. Su vertiente 
científica en este período se centra en el estudio particularizado 
y recogida de datos históricos. En esta época compuso sus tra­
bajos Problemas homéricos, Sobre los poetas, Lista de vencedo­
res píticos, Sobre las competiciones Ieneas y didascalias, Sobre 
la colonización, Sobre la realeza, el Político, De la educación, 
De la justicia, Del bien, de los que sólo quedan algunos frag­
mentos. Cabe destacar, dentro de su faceta de investigador incan­
sable, la recopilación de 158 constituciones políticas—tenemos 
sólo la de Atenas—, que sin duda sirvieron como material de pri­
mera mano para elaborar una obra de la importancia y trascen­
dencia de la Política. En 339 murió Espeusipo, director y suce­
sor de Platón en la Academia. Unos años después, hacia 335, 
Aristóteles regresó a Atenas. Llegó con un gran bagaje: tenía fama 
de sabio, disfrutaba de una notable influencia política, disponía 
de una gran cantidad de material científico, libros, mapas, notas 
de todo tipo, y no le faltaban recursos económicos. Se encontró 
que la Academia estaba en plena actividad bajo la dirección de 
Jénócrates, y el platonismo dominaba el panorama filosófico ate­
niense. Ante esta situación decidió edificar su propia escuela lla­
mada Liceo, pues se estableció cerca del templo de Apolo Licio. 
La actividad intelectual desarrollada a llí tuvo éxito, pero ninguna 
conexión con la Academia. Se decía que Aristóteles solía cami­
nar mientras enseñaba, por eso a sus seguidores se les llamó peri­
patéticos. V se alejó definitivamente de la que había sido su casa 
durante veinte años.
En el Liceo, además de las clases, se realizaban investiga­
ciones científicas, según nos explica Aulo Gelio . Se impartían 
dos tipos de enseñanzas. Una llamada exotérica, de carácter 
amplio, humanista y político para un público al que no se le 
exigía unos conocimientos elevados, eran lecciones divulgati- 
vas. Otro tipo, denominado acroático, de carácter filosófico y 
de investigación natural y dialéctica, exigía conocimientos pro­
fundos y la guía del maestro, dada la dificultad de tales estu­
26 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
dios. Como se ve, el Liceo era toda una organización docente 
e investigadora, también divulgadora, encaminada, por un 
lado, al desarrollo y avance de las ciencias y del saber huma­
nístico, y, por otro, a la divulgación de los resultados y a la for­
mación amplia de todas las personas que requerían sus servi­
cios.
La orientación científica y filosófica que se siguió en el Liceo 
era propia de un centro de investigación. Se procedía con 
minuciosidad para realizar cualquier estudio, se informaba pre­
viamente, se recogían datos mediante un estricto reparto de 
funciones y trabajos, se laboraba en equipo, y se relacionaban 
para alcanzar conclusiones. Así lo muestra el propio Aristóteles 
en la obra Partes de los animales: afirmó que en todos los seres 
naturales siempre hay algo que mueve a la admiración.
Aristóteles, en el Liceo, dividió las responsabilidades entre sus 
colaboradores. La botánica la encargó a Teofrasto. La medicina, a 
Menón. Eudemo de Rodas cultivó la historia de las ciencias, mate­
máticas, geometría y astronomía. Por eso Cicerón afirmó que la 
escuela peripatética era una industria de producción de especia­
listas, de donde salieron hombres que se dedicaron a la política, 
m ilicia, matemáticas, música, poesía y física.
Durante treinta años dedicó todos sus esfuerzos a la ense­
ñanza y a escribir sus textos filosóficos. Parece que daba dos 
tipos de clases. Por la mañana, a los alumnos adscritos al Liceo; 
eran los discípulos aventajados. V por la tarde, unas sesiones 
abiertas a todos los que estaban interesados en conocer algo de 
la filosofía.
La muerte de Alejandro en 323 provocó una reacción anti­
macedónica en Atenas. Los nuevos gobernantes le acusaron de 
impiedad. Para evitar el proceso que tendría un final sim ilar al 
de Sócrates, se exilió voluntariamente en Calcis de Eubea, 
donde su madre, Féstide, había tenido alguna posesión. Vivió 
a llí con su compañera Herpílide, con quien vivía tras la muer­
te de su esposa, y que fue la madre de su hijo Nicómaco. Al 
pocode llegar, en 322, enfermó y murió de una afección esto­
m acal; tenía sesenta y tres años.
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Capítulo I
La ciencia de la felicidad 
como relación entre política 
y ética1
En este capítulo se desarrollan las líneas generales en las que Aristóteles se movió en su intento de recomponer el pensa­
miento político griego tras el fracaso del pragmatismo político de 
la sofística. Asimismo, en él se contiene la explicitación del pri­
mer principio: la kyriopolítica o ciencia de la felicidad.
1. EL SENTIDO DE LA POLÍTICA
Dos de las grandes obras de Aristóteles, la Ética a Nicómaco y 
la Política, están estrechamente relacionadas. La primera fue 
compuesta, según la mayoría de los autores, en el período final 
de la vida de Aristóteles, cuando estaba en Atenas, entre los 
años 330 y 322. Es una obra ética pero subyace en ella una 
antropología extraordinariamente rica que ha llamado siempre 
la atención de los filósofos, y que ha conformado la visión occi­
dental del hombre de una manera definitiva.
Respecto de la Política, los estudiosos han debatido amplia­
mente sobre su génesis y proceso de formación, hasta llegar a 
una conclusión clara para cualquier lector: «en los estudios 
más recientes, no se pone en duda que en la obra hay tratados 1
1 Sobre el tema de la felicidad véase ). Montoya Sáenz y J. Conill 
Sancho, Aristóteles: sabiduría y felicidad, Ediciones Pedagógicas, Madrid, 
1994, especialmente capítulos 5 y 6, pp. 102-146.
28 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
pertenecientes a épocas diferentes, materiales que formaban 
parte, incluso, de otros escritos, pero también se admite, en 
general, que el propio autor lo refunde todo, en una última 
revisión, en la Política con el orden tradicional en que nos ha 
llegado y que este orden ha sido escogido por el propio 
Aristóteles o, según otros, por algún editor de la escuela peri­
patética, fiel a la enseñanza de su maestro»2. Así, lo más razo­
nable, teniendo en cuenta los últimos resultados de la investi­
gación, es respetar ese orden y considerar la unidad de la obra 
que se descubre de su lectura.
Por tanto, es el propio Aristóteles el que al final de su vida 
nos presenta su obra tal como él la quiso después de trabajar 
en ella durante años, y nos lleva a pensar que es la síntesis más 
acabada de sus reflexiones sobre los problemas del gobierno de 
la ciudad, o las virtudes del gobernante, etc. A la luz de este 
carácter tardío resultan más claras, y aún más evidentes, las 
referencias y el modo en que la Ética a Nicómaco, obra tam­
bién tardía, trató la polis y la política.
La obra consta de ocho libros3. El libro I (en realidad son 
capítulos de una misma obra) es la introducción general y el 
estudio sobre el origen de la polis y la casa fam iliar, primera 
unidad político-social. Contiene la célebre doctrina de la escla­
vitud. En el libro II desarrolló la crítica a la filosofías políticas 
anteriores, en especial la de Platón, y de algunas construccio­
nes existentes entonces. El libro III es el más importante de la 
Política: es una teoría general de las constituciones políticas a 
partir de los conceptos de ciudad y ciudadano. Los libros IV, V 
y VI rompen de algún modo el hilo conductor e introducen al 
lector en una gran cantidad de material recogido de la obser­
vación directa de los aconteceres políticos griegos históricos y 
contemporáneos, engarzados con reflexiones muy ricas y con­
cretas sobre formas de estado y de gobierno: variedades de o li­
2 Véase M. G arcía Valdés, Aristóteles. Política, cit., pp. 202-204; la cur­
siva es nuestra.
3 Véase M. G arcía Valdés, Aristóteles. Política, cit., pp. 7-42, y J. Marías, 
Aristóteles. Política, IEP, Madrid, 1970, pp. V-LXVIII.
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLITICA Y ÉTICA 29
garquía, democracia y república, la teoría de los tres poderes 
(libro IV), la inestabilidad y la patología políticas (libro V), la 
estabilidad de la democracia y de la tiranía y las magistraturas 
(libro V I). El libro V il vuelve al final del libro III y trata de la 
ciudad ideal: las mejores formas de vida del ciudadano y de la 
ciudad, la constitución política ideal, la descripción de la ciu­
dad ideal y, finalmente, los principios de la educación. El libro 
VIII continúa el estudio de la educación, es muy breve y pare­
ce estar inacabado.
Dentro de este esquema general, se pueden atender fructífe­
ramente las consideraciones de un crítico tan eminente como 
W. Jaeger sobre la génesis y la formación, que básicamente han 
sido confirmadas por ulteriores resultados de la crítica: el núcleo 
original está formado por los libros II, III, V il y V III, que tratan del 
diseño del estado ideal y fueron redactados antes de la llegada 
de Aristóteles a Atenas en el año 335. Después de esa fecha el 
autor redactó los materiales más empíricos que formarían los 
libros IV, V y V I, y, por último, en fecha tardía, redactó el libro I 
como una introducción y revisó todos los demás. El núcleo ori­
ginal contiene muchas ideas tomadas de la Ética Eudemia y del 
Protréptico, diálogo de juventud cuya doctrina contiene el 
embrión de una buena parte de la filosofía aristotélica4.
El conjunto de la Política es una obra extraordinariamente 
clara, pero compleja en su composición, temática y entramado 
conceptual. Contiene las variaciones e imprecisiones textuales 
típicas de todas las obras del autor. Resulta d ifícil dar cuenta 
cabal de ella sin caer en la sim plificación, o en la inacabable y 
un poco estéril repetición de sus razonamientos. En ambos 
extremos incurre cierta parte de los m illares de páginas que en 
ella tratan y han tratado de filosofía política a lo largo de la his­
toria. Es una obra que admite, por tanto, muchas lecturas y 
relecturas, que se tornan cada vez más interesantes si se vuel­
ve una y otra vez a los principios que la inspiraron. Tal es,
4 Véase W. Jaeger, Aristóteles, cit., pp. 298-336, y R. Yepes Stork, La doc­
trina del acto en Aristóteles, Eunsa, Pamplona, 1993, pp. 155-173.
30 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
como queda dicho, el propósito de estas páginas, y ha sido la 
intención de muchos comentaristas a lo largo de los siglos.
Es pertinente mencionar aquí el debate producido por el 
planteamiento genetista de W. Jaeger, el crítico de Aristóteles 
más importante del siglo xx. Su trabajo es un incomparable 
acercamiento global al filósofo, en el cual la filología y la eru­
dición sobre el mundo antiguo descubren la historia de sus 
obras y sus mutuas relaciones y rinden un extraordinario servi­
cio en la aclaración de un tema muy complejo y sin duda 
importante, pues se trata de unos textos muy peculiares5.
Las convicciones de W . Jaeger y el utillaje filosófico están al 
servicio de mostrar la enorme deuda de Aristóteles con Platón, y 
la independencia progresiva que fue adquiriendo con respecto a 
su maestro6. El crítico alemán es moderado en este planteamien­
to, que arroja luz sobre un terreno antes abandonado. Sin embar­
go, su prudencia y su grandiosidad no le eximen de cierta visión 
unilateral fruto de su propio descubrimiento: busca ante todo un 
«criterio con que apreciar el grado de distanciamiento constan­
temente creciente de Aristóteles respecto de su punto de parti­
da»7. El resultado es la interpretación de Aristóteles como un 
Platón debilitado por la fuerza de los hechos, y que, con mirada 
genial, se limita a organizarlos metódicamente.
Se trata, por tanto, de un enfoque interdisciplinar de tipo 
histórico que rinde un servicio inestimable a nuestra compren­
sión de Aristóteles8, pero que filosóficamente manifiesta algu­
nas carencias de cierto relieve, la más grave de las cuales es
5 Véase R. Yepes Stork, La doctrina del acto en Aristóteles, cit., pp. 119- 
124.
6 Una de las críticas más frecuentes que se le hacen a la monumental 
obra de W. Jaeger, Paideia: los ideales de la cultura griega, FCE, México, 
1971, es que el punto central y final de la obra es desarrollar la idea de edu­
cación y culturaen Platón, y todo está subordinado a este principio meto­
dológico.
7 W. Jaeger, Aristóteles, cit., p. 300.
* Véase, por ejemplo, en W. Jaeger, Aristóteles, cit., pp. 420-466, el capí­
tulo «El lugar de Aristóteles en la historia».
I.A CIENCIA DE IA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 31
identificar la filosofía con su desarrollo histórico9. Este modo de 
interpretar a Aristóteles ha sido y es aún muy influyente, y por 
eso conviene mencionarlo aquí.
En cualquier caso, W. Jaeger mismo estaría de acuerdo en que 
«la información histórica no actúa en el seno del pensamiento de 
Aristóteles como fuente primigenia de inspiración»10 * * *, aunque no 
acierte a poner de manifiesto el verdadero motivo, que es el 
genial descubrimiento de la razón práctica: «a diferencia de 
Platón, el Estagirita sí habría tenido en cuenta la sabiduría con­
suetudinaria. Atento a la experiencia, habría descubierto la índo­
le específica de lo práctico, cuyos principios no pueden ser cono­
cidos con independencia de su uso; y que, por tanto, han de bus­
carse, no en lo ideal, sino en lo que es ejercicio: en las institucio­
nes, usos y costumbres»". Si eso se olvida, no se comprenden las 
limitaciones de Platón y la grandeza filosófica de Aristóteles, y se 
suele admitir que el primero fue mucho más genial que el segun­
do por su inspiración y belleza literaria. De hecho algunas histo­
rias de la filosofía así lo reflejan en extensión y planteamiento'2.
2. LA SUPERACIÓN DE ÚLTIMA ETAPA DE LA SOFÍSTICA 
GRIEGA CLÁSICA: EL USO DE LA RAZÓN'3
A medida que la actitud de los defensores del derecho natural 
del más fuerte se radicalizaba, la sofística mostraba con claridad 
la aguda crisis del tradicional sentido del derecho y de la ley. Al
* Véase W. Jaeger, Aristóteles, cit., pp. 9 y 420-421.
10 A. Cruz, «La Política de Aristóteles y la democracia» (I), Anuario 
Filosófico XX1-1 (1988), p. 17.
" A. C ruz, «La Política de Aristóteles y la democracia» (I), cit., p. 15. 
También son muy interesantes las precisiones de F. Inciarte, «Moralidad y 
sociedad en la filosofía práctica de Aristóteles», Atlántida, 47 (1970), p. 534.
’* Véase W. C. K. G uthrie, Historia de la filosofía griega, vols. III, IV y V, 
Credos, Madrid, 1981-1993.
u Véase mi libro El problema de la fundamentación del derecho. La apor­
tación de la sofística griega a la polémica entre naturaleza y ley, Universidad 
de Valladolid, Valladolid, 1987, pp. 145-152.
32 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
identificar la ley con el poder del más fuerte, el acontecer se 
entrega al dominio de una instancia irracional que desplaza la 
rectoría de la razón humana y la anula. La fuerza bloquea a la 
razón y se impone a ella destruyéndola. De esta manera el curso 
de la vida individual y colectiva se hace incontrolable y, como 
es imposible detenerlo, el hombre se encuentra de continuo 
ante la inminencia de la catástrofe. La ley del más fuerte instau­
ra la inseguridad social y política, por cuanto nadie es más fuer­
te en términos absolutos. La ratificación racionalista de esta 
interpretación de la ley no le añade nada, no redime a la fuerza 
del carácter fortuito que le es inherente desde el punto de vista 
del que la posee. La apelación a un factor del que el hombre no 
es dueño en sentido estricto, es decir, con el que coincide de un 
modo contingente, es una abdicación de la lógica misma en la 
fuerza de la conducta. La lógica de la fuerza es un absurdo, una 
confusión de planos, ya que el hombre es un animal con razón, 
lógos, porque alcanza a comprender un mundo de conceptos y 
a percibir un orden inmutable. Ese orden contrasta con los aza­
rosos sucesos en los que está enredado el afán de imponerse a 
los demás. Por ello Aristóteles considera la historia como extra­
ña a la ciencia, y Platón la describe como un proceso de 
decadencia en el que todo intento de estabilización es desmon­
tado por la prevalencia de valores inferiores albergados en la 
situación. El hecho de situar lo valioso, o lo que justifica el 
poder, en algo que no lo es, o que lo es de forma contingente, 
muestra la deriva pesimista que disuelve la pura fuerza, su 
impotencia, frente a la propia degradación. Esta progresiva 
inversión de valores es inherente al desarrollo de la fuerza, es su 
verdadera ley precisamente porque el recurso a la fuerza deja de 
lado lo cualitativo y se impone desconociéndolo.
La razón va a remolque de la historia porque no puede pre­
ver su curso o, como dice Alcmeón de Crotona14, porque el 
hombre es incapaz de unir el principio con el fin. Tucídides nos
14 Cfr. DK 24B, 2: «Los hombres mueren porque no pueden aunar el prin­
cipio con el fin.»
muestra la clave de la cuestión. Al tratar la figura de Temístocles, 
el principal artífice de la victoria sobre los persas, dice: «se eri­
gió por sus dotes naturales, en juzgador óptimo de coyunturas 
que no permiten demorar la decisión y en el adivino de las 
cosas futuras hasta sus últimas posibilidades»15. Pero es claro 
que el incierto porvenir de Temístocles no alcanzó a vislumbrar 
sino un corto trecho, y que no calibró las consecuencias lejanas 
del incremento del poderío naval ateniense que él mismo 
fomentó. El cálculo humano no despeja la incógnita del futuro, 
capacidad que los antiguos poetas reservaban a los dioses. La 
fuerza destruye la paz, se busca enemigos internos si no los hay 
fuera.
Así pues, la interpretación de la naturaleza humana como 
fuerza es incompatible con la correspondencia entre naturale­
za y ley o derecho, y acentúa paradójicamente la incomunica­
ción de la una con el otro y viceversa, puesto que el hombre es 
alternativamente dominador y dominado. La nivelación de la 
razón o el lógos a dicha alternancia priva al lógos de consis­
tencia y lo reduce a la mera ratificación de lo que se desenca­
dena sin contar con él. De esta manera la lógica degenera en 
erística y la retórica pierde su encanto al convertirse en cruda 
intim idación. Por otra parte, si la naturaleza es fuerza sólo 
desatada, su régimen funcional es la simple incontinencia. Ésta 
es la convicción de Calicles. Pero entonces la ley es arrastrada 
por la fuerza, se confunde con ella y no aporta su concurso, 
como un poder distinto, a la escueta ejecución del actuar 
humano. El orden normativo desaparece cuando la ley no es 
más que el cómplice complaciente de los hechos que ocurren 
o de los ya cumplidos. Es la crisis de la firmeza del derecho. 
Por su parte, el lógos se inhibe cuando el hombre confía úni­
camente en la anulación de su uso práctico.
La pregunta que plantea la confusión de la ley con los 
hechos es si el hombre es capaz de ley, apto para ella, es decir, 
si en el horizonte de su vivir se destaca un imperar irreductible
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 33
IS Tucídides 1,138.
34 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
a los hechos. La diferencia entre viv ir con ley y sin ella equi­
vale a la distinción aristotélica entre viv ir bien y el mero v iv ir'6. 
Por eso Aristóteles pudo escribir: «Los legisladores hacen bue­
nos a los ciudadanos haciéndoles adquirir costumbres, y ésa es 
la voluntad de todo legislador; los que no lo hacen bien yerran, 
y en esto se distingue el régimen bueno del malo» (E.N . 1103b 
3-6). Y añade: «Las leyes se refieren a todas las cosas, propo­
niéndose lo que conviene en común a todos, o a los mejores, 
o a los que están en el poder, o alguna otra cosa semejante; de 
modo que, en este sentido, llamamos justo a lo que por su 
índole produce y preserva la felicidad y sus elementos para la 
comunidad política» (E.N. 1129b 14-19).
Ser capaz de ley significa poder ser investido de la norma. 
Por eso la ley establece de suyo la distinción entre el poder y la 
debilidad en términos de naturaleza. La debilidad deja de serlo 
en virtud del carácter verbal y activo de la norma: el normar. Ser 
capaz de ley significa aumentar la capacidad de medida de la 
ley. La distinción entre los fuertes y los débiles en la sofística es 
biológica: se refierea la fuerza en términos contantes y sonan­
tes'7. La norma jurídica incrementa el modo de ser del hombre, 
añade algo a su forma de vida política, esto es, mediante la 
norma se suple el poder de hecho y se otorga el poder de dere­
cho, su función es hacer a una persona capaz, supone, por 
tanto, un aumento del poder del individuo, sin que ese poder 16 17
16 Véase B. Knauss, Pólis. Individuo y estado en la Grecia clásica, Aguilar, 
Madrid, 1979, p. 261: «La vida feliz es la vida adecuada, la única que corres­
ponde verdaderamente al hombre (...|. El eu zen no era una construcción 
filosófica, sino una realidad vivida.»
17 En el caso concreto de la ley se puede ver un cierto paralelismo con la 
tesis de Heráclito DK 28B, 114: «Es necesario que quienes quieran hablar 
con inteligencia, se apoyen en lo que es común a todas las cosas, como una 
ciudad debe apoyarse en la ley.» A. DIaz Tejera comenta parte de este texto 
diciendo que «de la misma manera la ley dice cómo han de regularse las 
acciones de los hombres que habitan en una ciudad [...]» (en «El Lógos de 
Heráclito», en Atholon. Satura Gramática in Honorem Francisci R. Adrados, 
Gredos, Madrid, 1984, p. 144). Del mismo autor se puede ver «Desarrollo 
de la democracia en Grecia: Dialéctica interna», en Cinco lecciones sobre 
cultura griega, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1990, p. 23: «|...J la oposición
LA CIENCIA DF. LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 35
esté respaldado por su propio poder efectivo. Su función con­
siste en aumentar la capacidad de una persona. En el modo de 
ser del hombre hay una justificación para ejercer sus poderes 
más allá de su propio poder de hecho. El establecimiento y con­
trol de esa función es el objeto de la norma jurídica. El favore­
cido por la norma es el titular; la norma, por consiguiente, le 
faculta. Así, la norma jurídica se muestra como una forma de 
descargar la fuerza física, si yo tengo derecho, el derecho me 
otorga un poder que físicamente no tengo. Jurídicamente el 
modo de ser del hombre se ve potenciado por una capacidad 
mayor de la que efectivamente tiene. Por tanto, el derecho se 
puede considerar como un fortalecimiento de la condición 
humana misma. Dicho con otras palabras, el que tiene el dere­
cho tiene un poder del que la biología no le puede dotar. La idea 
sofística de pasarse sin dicho poder, y atenerse a los recursos 
inmediatos, es una presuntuosa renuncia, una pérdida neta.
Por tanto, la pregunta sobre la capacidad de la ley remite al 
modo propio de ser del hombre y la destaca de la animal. Los 
hombres, recuerda Aristóteles, no se reúnen para comunicarse 
con aullidos sentimientos de placer o disgusto, sino para algo más 
(Pol. 1253a 7-18)18. Este algo más, que desborda la biología, cul­
mina en la normatividad. Sin duda, es digno de ser cuestionado
tan marcada entre naturaleza y ley en el orden ontológico, se neutraliza en 
el orden político: aquí constitución y ley no es otra cosa que la creación 
necesaria de un modelo de convivencia bajo la dirección de la racionalidad 
humana, si el hombre quiere ser un hombre político, un hombre que vive en 
una pólis. El hombre es naturaleza abierta a infinitas posibilidades. La ley, la 
convención de voluntades de un démos, no violenta la naturaleza humana. 
Todo lo contrario: la perfecciona. Pero esa ley, ese nómos, tiene que ser iso- 
nomía, derecho por igual de todos los ciudadanos para elaborarla. La demo­
cracia ateniense [...] encontró en esa formulación intelectual su mejor apoyo 
vivificador». Cfr. también J. de Romilly, La loi dans la pensée grecque, des 
origines á Aristote, Les Belles Lettres, Paris, 1971, pp. 162-163, y A. 
Fernández G auano, «Conceptos de naturaleza y ley en Heráclito», Anuario 
de Filosofía del Derecho, V (1957), pp. 259-321.
’8 Véase W. Kullmann, «L'image de l'homme dans la pensée politique 
d'Aristote», en A. Tordesillas (ed.), Aristote politique. Études sur la 
«Politique» d'Aristote, cit., pp. 161-184.
36 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
el origen de la ley, así como su contenido. Sin embargo, el pro­
blema de principio es la función de la norma en la naturaleza 
humana. Si la ley significa un incremento de capacidad, su enca­
je en la vida del hombre depende no tanto del imperio de la ley 
como de su asimilación. Con otras palabras, el imperio de la ley 
no proporciona tan sólo beneficios externos, premios y castigos, 
sino que faculta para el advenimiento de un futuro propio. El futu­
ro en cuanto que propio es el fin, télos, del hombre. De ese fin 
dice Aristóteles que trasciende las elecciones humanas: «El hom­
bre es principio de las acciones, y la deliberación tiene por 
objeto lo que él mismo puede hacer, y las acciones se hacen a 
la vista de otras cosas. Pues no puede ser objeto de delibera­
ción el fin, sin los medios conducentes a los fines» (EN . 1112b 
30-31; véanse también 1112b 10-12, 1113b 3-5 y 1114b 4-7). 
Por eso la ley y el derecho han de distinguirse del simple decreto 
que tiene su origen en los votos (pséphisma), y de la orden 
proclamada a viva voz, o publicada por quien tiene la autoridad 
suficiente. Ni los votos ni la proclamación aseguran la validez 
intrínseca del normar.
La norma no es ajena a la naturaleza por cuanto que es 
inseparable de un normar. El pleno actuar de ese valor verbal 
exige la correspondencia con otra naturaleza en la cual se 
reproduce en la forma de un hábito o, al menos, costumbre. El 
normar en el hombre es la virtud. Esto es lo que Aristóteles 
alcanzó a formular. No hay ley sin hábito o costumbre, ni hábi­
to sin querer llegar a un fin. Y en ello reside lo peculiar del 
modo de ser del hombre. El antiguo prestigio de la ley y de la 
virtud, areté, ha sido rescatado por la inspiración filosófica19. Se 
trata de un nuevo humanismo que da razón de la ilustración
” Aristóteles, Ética a Nicómaco 1106a 14: «Hay que decir, pues, que 
toda virtud perfecciona la condición de aquello de lo cual es virtud»; Política 
1280b 6-8: «La ciudad que verdaderamente lo es, y no sólo de nombre, debe 
preocuparse de la virtud»; Política 1281a 2-3: «Pues el fin de la comunidad 
política son las buenas acciones, y no la convivencia»; Política 1313b 17: 
«Convengamos, por tanto, en que cada uno participa de la felicidad en la 
medida de la virtud.»
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 37
sofística y, por lo mismo, de la crisis que desde sus presupues­
tos no era posible remontar.
La filosofía de los grandes socráticos es la síntesis de la 
experiencia griega. La síntesis constata el fracaso de la historia 
efectiva justamente en su desenlace. El imperialismo griego era 
imposible sobre todo porque desborda el marco político de la 
vida griega, esto es, la pólis. Como se ha dicho, «cuando se 
dice que Aristóteles está ciego para el mundo que estaba for­
jando su discípulo, y que permanecía tercamente aferrado a la 
pólis, se comete [...] cierta confusión. Aristóteles estaba per­
suadido de la crisis de la ciudad, pero sólo en ella se veía la 
posibilidad de constitución, de po/ífe/a»20. Para A. Díaz Tejera, 
«la pólis constituye el único horizonte político del hombre grie­
go [...]. De aquí que un griego fuera de su pólis no sabía qué 
hacer, su vida carecía totalmente de sentido»2'. Los aconte­
cimientos posteriores confirmaron el dictamen. Trasplantados 
al espacio imperial el pensamiento y la vida de los griegos 
adquieren rasgos extravagantes. Recordemos a los cínicos, a 
Epicuro y el estoicismo, así como el olvido de Platón en la 
Academia y de Aristóteles en el Liceo. Puede describirse la 
situación a que responde la llamada filosofía helenística como 
una existencia desocupada y a la defensiva. El alejamiento de 
los puntos de referencia no permite organizar un conjunto uni­
tario y con sentido de asuntos, un mundo propio. Al monopo­
lio imperial de la política se responde declarándose cosmopo­
lita, pero tal declaración no es más que un eco que se extingue, 
una defensa ante algo que no se aprecia, y queno puede ven­
cerse.
El helenismo cambia totalmente el sentido de la naturaleza 
humana alcanzado por los grandes socráticos. Obedecer a la 
norma adquiriendo virtudes implica una concepción de la 
naturaleza opuesta al dejarse llevar por las tendencias natura- * 11
20 J. Marías, Aristóteles. Política, IEP, Madrid, 1970, p. LXII.
11 A . D íaz T eiera , Encrucijada de lo político y lo humano. Un momento 
histórico de Grecia, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1972, p. 20.
38 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
les. No se trata de ceder a las tendencias, sino de aumentarlas. 
La vida humana es tarea respecto de sí misma, es la búsqueda 
de un tenerse en el tender, un constante y continuo «ir hacia». 
Dicho tenerse es el concepto aristotélico de la libertad: ser 
dueño de los actos, causa de conducirse al fin. Nada más ajeno 
a la represión de esta lucha por la libertad que se concreta en 
la virtud. La virtud no cancela la tendencia, sino su anonimato, 
es decir, su falta de fijeza, su contingencia. Orientada al fin, la 
tendencia es propia, no de cualquiera al acaso, como la fuerza 
de los sofistas. Por eso Aristóteles nota en la indagación socrá­
tica la presencia de la compatibilidad de lo universal de la 
naturaleza con la realidad de la naturaleza del hombre singu­
lar. La universalidad o el universal están ausentes del plantea­
miento de los sofistas, que confunden lo general con lo indivi­
dual y, por consiguiente, no garantizan la naturaleza de cada 
uno. Tal confusión es especialmente llamativa en la fuerza que 
se concentra en algunos, y desasiste a los demás de acuerdo 
con un reparto inestable. Ahora bien, es justamente la virtud lo 
que asegura lo universal en cada uno, es decir, el modo de 
hacerse con lo universal el hombre concreto. Este ser lo univer­
sal en muchos se pierde de vista en el universalismo estoico, 
que obviamente es unilateral.
3. LA PROPUESTA DE LA CIENCIA DE LA FELICIDAD
La Ética a Nicómaco tiene una relación tan estrecha con la 
Política que ambas son por completo inseparables. De 
hecho, en la conclusión de aquélla Aristóteles se refiere a 
ésta como su continuación (E.N . 1181b 13-24). A lo largo de 
la Ética a Nicómaco hay una constante referencia a las impli­
caciones políticas de las nociones estudiadas21 22. Es preciso 
por tanto, para no desenfocar el tema, estudiar las relaciones
21 El caso más claro es el de la justicia política estudiada en la Ética a
Nicómaco, libro V, 1130a 30 ss.
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 39
entre ambas y el rendimiento político de la Ética a Nicómaco 
para responder a esta pregunta: ¿qué aporta políticamente la 
Ética a Nicómaco? En el fondo la pregunta es mucho más 
radical, también para nosotros: ¿qué relación tienen la ética 
y la política?, ¿qué se entiende por ambas? Este capítulo 
sobre Aristóteles se puede decir que depende de esta res­
puesta. Por eso, la pregunta ha de ser formulada con todo su 
rigor.
La aportación política más importante de la Ética a Nicó­
maco se refiere al concepto mismo de la política. Es un con­
cepto egregio, dignísimo, que pone en juego las mejores 
dimensiones humanas. Es algo por completo alejado de nues­
tra idea habitual de la política como ámbito despreciable, sim­
ple escenario de juegos hipócritas de poder, completamente 
ajenos a nuestros intereses.
Este carácter egregio tiene el sentido de la política como 
señora o dominadora, que viene expresado en el capítulo 
segundo de la Ética a Nicómaco: «Si existe, pues, algún fin de 
nuestras acciones que queramos por él mismo y los demás 
por él, y no elegimos todo por otra cosa — pues así se segui­
ría hasta el infinito, de suerte que el dqseo sería vacío y 
vano— , es evidente que ese fin será lo bueno y lo mejor. V, 
así, ¿no tendrá su conocimiento gran influencia sobre nuestra 
vida, y, como arqueros que tienen un blanco, no alcanzare­
mos mejor el nuestro? Si es así, hemos de intentar compren­
der de un modo general cuál es y a cuál de las ciencias o 
facultades pertenece. Parecería que ha de ser el de la más 
principal y eminentemente directiva. Tal es manifiestamente 
la política. En efecto, ella es la que establece qué ciencias son 
necesarias en las ciudades y cuáles ha de aprender cada uno, 
y hasta qué punto. Vemos, además, que las facultades más 
estimadas le están subordinadas, como la estrategia, la eco­
nomía y la retórica. Y puesto que la política se sirve de las 
demás ciencias prácticas y legisla además qué se debe hacer 
y de qué cosas hay que apartarse, el fin de ella comprenderá 
los de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del 
hombre; pues, aunque el bien de cada uno y el de la ciudad
40 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
sean el mismo, es evidente que será mucho más grande y más 
perfecto alcanzar y preservar el de la ciudad; porque, cierta­
mente, ya es apetecible procurarlo para uno solo, pero es más 
hermoso y divino para un pueblo y para las ciudades» (E.N. 
1098a 28-1094b 9).
Para entender el alcance de este texto es preciso insistir en 
que la política, considerada como ciencia suprema, rige la 
totalidad de la vida humana porque con ella se alcanza el 
conocimiento del bien. Esto llevó a Platón a hacer reyes a los 
filósofos23. La ciencia de la política platónica es absoluta, sin 
distinción entre la ciudad y el individuo24, y, al mismo tiem­
po, teórica y práctica: nos da a conocer la virtud y ese cono­
cimiento hace justos a los hombres. Por eso los gobernantes 
son educadores en el bien. Por tanto, entre ética y política no 
hay distinción, son lo mismo25.
“ Platón, Carta Vil 325d-326b: «[...] el género humano no verá días 
mejores hasta que adquiera autoridad política la raza de quienes siguen 
recta y auténticamente la filosofía».
24 Sin entrar en mucho detalle porque no es el objeto de este estudio, se 
puede afirmar que a Platón no le interesan las ciudades concretas, porque ha 
perdido —quizás a raíz de la muerte de Sócrates y los acontecimientos pos­
teriores— la confianza en la acción política. Su reacción a la crisis es muy 
radical. Por otra parte, para Platón la política no es epitécnica, sino la técni­
ca por excelencia al servicio de la justicia; es acertado decir que cae en una 
forma de despotismo ilustrado. Esta insuficiencia, de la que él era conscien­
te, le obligó a reelaborar su teoría política.
25 «En la ética platónica no existe una separación última entre inclinación 
y deber o entre los intereses de los individuos y los de la sociedad a que per­
tenece [...]. El problema del estado bueno y el del hombre bueno son dos 
aspectos del mismo problema, y la solución de uno debe dar a la vez la del 
otro. La moralidad debe ser a la vez pública y privada, y cuando no ocurre 
así, la solución consiste en corregir el estado y mejorar el individuo hasta 
que alcancen su posible armonía. Puede dudarse con razón si, en términos 
generales, se ha expuesto alguna vez un ideal moral mejor que éste» (G. 
Sabine, Historia de la teoría política, 9.a reimp., FCE, México, 1978, p. 50). 
No obstante este autor interpreta desde Hume el conflicto de la Grecia clá­
sica entre naturaleza y ley —physis y nómos—. Su aceptación del plantea­
miento de W. Jaeger y la reducción del problema fundamental de Aristóteles 
al dualismo entre la naturaleza y la convención estrechan considerablemen­
te su concepción (cfr. p. 77): no menciona la Ética a Nicómaco y centra su
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 41
Aristóteles tiene ante sus ojos este planteamiento y lo 
desarrolla26. Pero pertenece al espíritu griego ver con una sola 
mirada a la persona y cuanto le rodea: la ciudad es un hom­
bre a gran escala, «descrito en caracteres mayores»27. Por eso 
la política abarca ambas cosas, pues no se puede considerar 
lo uno sin lo otro.
4. LA CIENCIA POLÍTICA COMO EPITÉCNICA
Como se ha visto, la Ética a Nicómaco comienza mostrando 
que la política es una ciencia, y una ciencia peculiar, la más 
señora, la más dominadora, la directiva, que engriego sería 
arquitectónica: la que gobierna o dirige a las demás técnicas 
(f .N . 1094a 25-26). Es una ciencia que establece qué ciencias 
son necesarias en la polis, pues estas ciencias prácticas la obe­
decen: se sirve de ellas, su fin es «comprender a las demás 
ciencias» y por eso el político es «el arquitecto del fin» (E.N . 
1152b 1); por esta razón escribe: «en todas las ciencias y artes * lo
atención en las oscilaciones de la focalización de Aristóteles entre lo ideal y
lo empírico, aplicando una drástica distinción entre lo empírico, lo racional 
y lo valorativo, la costumbre, la planificación racional y la preferencia. Su 
concepto de ley es empirista.
“ W . Jaeger , Aristóteles..., cit., p. 316, interpreta la ciencia política en 
Aristóteles de la siguiente manera: «La relación entre la Política y la Ética era 
mucho más apretada en el primer período que con posterioridad. Más ade­
lante, mientras que Aristóteles seguía manteniendo formalmente la unidad 
de las dos disciplinas, y hasta las sistematizaba externamente en un gran 
conjunto, se había, no obstante, separado en el fondo prácticamente por 
completo la ética del individuo de su tradicional compañero platónico de 
yugo, y se le había abierto un camino hacia la independencia que logró en 
los tiempos helenísticos.» Posteriormente W. Jaeger indica que la interpre­
tación de la vida contemplativa como acción perfecta —práxis teleía— es un 
recurso para «reemplazar la deshecha síntesis mítica del conocimiento y la 
vida de Platón (...]; así lucha con la realidad cuya naturaleza ve ahora más 
claramente, y salva sus ideales juveniles» (p. 324).
w Platón , República 328 d.
42 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
el bien es un bien; el mayor y en el más alto grado será el de 
la suprema, y ésta es la disciplina política» (Pol. 1282b 14).
Por tanto, es una disciplina que está por encima de las 
demás pues las dirige. Esta superioridad radica en el carác­
ter supremo del objeto que persigue: abarca los objetos de 
todas las demás. Así pues, «las acciones de la vida» (E.N. 
1094b 14), siguiendo la terminología de Aristóteles, son el 
objeto general que abarca la totalidad de la ciencia. Acerca 
de ellas «legisla qué hacer y de qué apartarse» (E.N. 1094b 
1). No se trata de una ciencia sectorial, sino completa: abar­
ca, en general, todas las acciones humanas, la conducta28.
Estas acciones prácticas no son necesarias a diferencia de 
las verdades universales conocidas mediante la teoría, pues 
éstas versan sobre lo que puede ser de otro modo, y aquéllas 
sobre lo que no tiene ese carácter29. Por eso esta ciencia es 
incierta e inexacta, porque su fin no es el conocimiento, sino la 
acción (E.N. 1095a 6), la conducta práctica, muchas veces 
imprevisible y nunca necesaria.
“ Acción traduce el término clave práxis, cuyo significado, como siem­
pre, es polisémico; véase R. Yepes Stork, La doctrina del acto en Aristóteles, 
cit., pp. 333-342. Hay tres clases diferentes de acciones: 1) la producción 
por medio de la técnica o saber hacer — téchne—, llamada poiésis, a la cual 
Aristóteles le aplica también el término práxis; 2) la acción humana en gene­
ral, de cuyo estudio se ocupa la ética y la política (la acción práctica; nóte­
se que práctica deriva de práxis) y a la que en estos textos estamos refirien­
do; 3) la acción perfecta o aquella que contiene en sí misma el fin: se refie­
re principalmente a las llamadas práxis teleíai, acciones perfectas, que son 
las operaciones intelectuales o teóricas, como contemplar (theorein), pensar 
o ver. La inmensa mayoría de las veces práxis en Aristóteles designa las 
acciones prácticas (acepción 2), cuyo carácter de práxis perfectas (acepción 
3) es débil (Aristóteles no se ocupó de esta debilidad) y se toma poco en 
cuenta. Traducir práxis por acto, como hacen algunos traductores de la 
Política, induce a error: acto se traduce mejor por energeía, no práxis.
” Ésta es una distinción, transcendental en Aristóteles y ausente en 
Platón, entre razón teórica y razón práctica. Esta última está regulada por la 
prudencia; véase la Ética a Nicómaco, capítulo II, libro VI 1139a 1 ss. Lo 
bueno y lo malo de la razón práctica, la verdad homóloga con el recto 
deseo. Esta homologación es la que realiza la prudencia. Toda la antropolo­
gía de la Ética a Nicómaco nace de esta distinción.
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 43
Si su fin comprende el de las demás ciencias, se tratará del 
fin que se busca por sí mismo, y los fines de las demás ciencias 
se buscarán en él. ¿Cuál es ese fin? Ésta es la pregunta con la 
que la Ética a Nicómaco se pone en marcha. Tal fin parece ser 
la felicidad (E.N. 1095a 16). Por eso la política es la ciencia de 
lo mejor (E.N. 1094b 18) y constituye el bien del hombre (E.N. 
1094b 7), «porque el bien del hombre y el de la ciudad son el 
mismo» (E.N. 1094b 3), pero este fin es más grande y más per­
fecto cuando es de la ciudad; «aunque el bien del individuo y 
de la ciudad sean el mismo, será mucho más grande y más her­
moso alcanzar y preservar el de la ciudad» (E.N. 1094b 9).
Así pues, la política, ciencia de lo mejor, tiene que ver con 
la felicidad. Incluso constituye el bien del hombre, aquello sin 
lo cual éste no se alcanza como tal. Las acciones prácticas 
humanas, pues, parecen tener que ver con el bien y la felicidad: 
en ellas se gana o se pierde. Este objetivo supremo de la políti­
ca — buscar y ganar el bien supremo, el que se busca por sí— 
establece una distinción drástica de la política respecto de las 
demás ciencias sociales. Ahí radica su señorío sobre las otras. 
Esto tiene una importancia extraordinaria: la política no puede 
confundirse con las demás técnicas30, porque está más allá de 
ellas, es epitécnica. Es superior porque éstas buscan un bien par­
cial, sectorial, especializado, que se logra mediante una habili­
dad, mientras que la política tiene que ver con algo más alto: la 
felicidad, que parece consistir en un bien al que todos los bien­
es especializados o parciales se orientan. La técnica no da la 
felicidad, todo lo más puede ser un medio para conseguirla.
Una primera observación que se deriva de este planteamiento 
es que, cuando se pretende reducir la política a técnica, se la 
rebaja, se la convierte en algo sectorial, relacionado con una uti­
lidad. Entonces deja de alcanzarse con ella la felicidad. La políti­
ca como simple técnica es una política rebajada, disminuida de 
su objetivo propio: ser la ciencia de lo mejor que el hombre
M Véase X. Zubiri, Naturaleza, Historia, Dios, 7.a ed.. Editora Nacional, 
Madrid, 1978, pp. 180-182 y 197-199. También el mismo Aristóteles en 
Retórica 1404b, 20-23, y Poética 1446a 30 ss., sobre la poesía.
44 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
desea. Y al revés: cuando se pretende encomendar a una técnica 
la dirección de las demás técnicas y de los asuntos humanos, 
entonces se convierte al hombre en objeto de la técnica, en pro­
ducto. Dicho con otras palabras, sustituir la política por una téc­
nica de primer nivel es corromperla. Una técnica dominadora de 
las demás es la esclavitud de la política y, por tanto, del hombre. 
Así pues, la política no es el ámbito del hombre como técnico, 
sino del hombre que conoce, que sabe y es libre.
Cuando el técnico pretende apropiarse el ámbito de lo políti­
co, anula al hombre libre, le quita la libertad, y le convierte en 
producto manipulado, porque el simple técnico es un artesano: 
cree que la felicidad es producto de su técnica, de su saber hacer 
práctico, de su hablidad para la componenda. En ese momento 
se produce en el ámbito de la política la sustitución o el dominio 
de la tecnología: hagamos técnicamente al hombre y a la socie­
dad y así podremos ser felices. Esto, visto desde Aristóteles, supo­
ne la corrupción de la política, porque significa la pérdida de su 
carácter directivo respecto de las demás ciencias, e implica 
esclavizar la libertad y el abandono de lo mejor. La felicidad no 
está en el orden de la técnica,

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