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K Webster - Piggy - Athena Nieto

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Atte. 
El Staff de TSC 
 
 
Staff 
 
Red Velvet Cookie 
Pink Girl 
Lethal Siren 
Sucely99 
 
 
 
 
Piggy 
A Short Romantic Thriller 
K. Webster 
 
 
En un Halloween, se lo quitaron todo. 
 
Veinte años después, ha vuelto para vengarse. 
 
 
 
Prólogo 
 
Piggy 
Halloween del 98 
 
Los odio. A todos ellos. Mis atormentadores, mis sombras, mis 
demonios. Sisean y se burlan y me vuelven loco con sus palabras. 
Nunca terminan... 
Una cacofonía constante dentro de mi mente y no sé si realmente me 
están hablando o si estoy reviviendo sus duras palabras en una 
enfermiza y retorcida repetición. 
¡Pierde peso, Piggy! 
¡Oink! ¡Oink! 
¡A las chicas no les gustan los culos gordos! 
¡Aquí cerdito, cerdito! 
¿Tu polla parece una salchicha de Jimmy Dean, cerdo? 
 
 
Pero nada de eso importa ahora. Porque ella me ha invitado a su 
fiesta anual de Halloween. Piensa que soy divertido. Ve a la persona 
que hay dentro. Ella me entiende. 
Ella es Summer, que huele a canela y especias en un frío día de 
otoño. 
Ella es Summer que suena como un bonito villancico de invierno 
cada vez que habla. 
Ella es Summer, que parece más delicada e intrigante que una 
orquídea después de una cálida lluvia de primavera. 
Ella es Summer y el verano pasado nos hicimos amigos. 
La amo. 
Y algún día, espero que ella también me ame. 
—Oink, oink —resopla una voz familiar detrás de mí. 
Al girarme, veo a Blake Turner. El adorado quarterback de nuestro 
pequeño pueblo. El Rey del baile y el mayor imbécil del planeta. Del 
brazo está su chica Barbie y la mejor amiga de Summer, Sadie. Y van 
vestidos literalmente así: Blake con su estúpida ropa de fútbol y su 
habitual sonrisa de satisfacción. Sadie con un vestido que debería ser 
ilegal para una estudiante de último año de secundaria porque es más 
adecuado para una puta. 
 
 
—Oye, Piggy —se burla Sadie—. Tu casa está por ahí. —Señala con 
un largo y cuidado dedo la casa de al lado. 
—S-Summer me invitó —balbuceo, con la voz baja e insegura. 
Estas personas me succionan la vida. Me hacen sentir inadecuado, 
estúpido y menos que el estatus de dios que claramente tienen. 
Summer me da vida... 
Blake resopla, (¿quién es el cerdo ahora?) y sacude la cabeza con 
disgusto. 
—Porque le das lástima, perdedor. —Me empuja y tropiezo con los 
arbustos que rodean el porche. Cuando extiendo la mano para 
sujetarme, algo se clava en mi palma. 
Una espina. 
Igual que Blake y Sadie. 
Intentando alejarme de mi rosa. 
Oigo los chillidos de dos chicas mientras me sacudo el overol. La 
sangre mancha la tela vaquera y arruina mi disfraz. Summer estará 
decepcionada. Ella estará hermosa y pura con su traje que hace juego 
con el mío. Yo estaré arruinado e indigno a su lado. 
—¿Gareth? 
 
 
Su voz es miel, sol y pastel de fresa dulce como el que hace su madre. 
—S-Summer. 
Me siento estúpido con mi overol y mi camisa de franela. Mi 
sombrero de paja en la cabeza se siente demasiado grande y fuera de 
lugar. Un granjero. No un guapo jugador de fútbol o algo genial como 
un vampiro o Freddy Krueger. 
Pero ella también es una granjera. 
Pantalones cortos de mezclilla, deshilachados en los extremos que 
muestran sus largas y bronceadas piernas. 
Una camisa de algodón color melocotón que lleva atada justo debajo 
de sus turgentes tetas y que deja ver su tenso vientre. 
Pelo rubio dividido en dos trenzas a cada lado de su rostro. 
Una sonrisa demasiado bonita para este mundo. 
—Vamos, Granjero Gareth —dice, con los ojos verdes muy abiertos y 
centelleantes mientras me tiende la mano—. Ignora a estos idiotas. 
Me arrastra a través de su modesta casa, que es una réplica exacta de 
la mía; todas lo son en este barrio. Fila tras fila de modelos hechos 
iguales como galletas con precios asequibles para nuestros padres, que 
luchan por mantener sus empleos en esta economía en declive. 
 
 
La casa está a oscuras y decorada como nada que haya visto antes. La 
niebla sale de una máquina en la isla de la cocina y hace que la casa 
parezca una espeluznante casa embrujada. Las telarañas falsas se 
extienden por todas las superficies y están llenas de arañas negras de 
plástico. La comida está por todas partes y mi estómago refunfuña. 
My Own Prison de Creed suena en el equipo de música del salón y, 
cuando termina, da paso a The Dope Show de Marilyn Manson. Summer 
me da un vaso rojo con ponche. Se inclina y se pone de puntillas para 
llegar a mi oído. Su aroma me envuelve y casi gimo porque me moriría 
por besar a una chica como ella. 
—Relájate, Gareth. No son tan malos una vez que los conoces. 
Simplemente ignora sus estúpidos comentarios. Eres la persona más 
cool que conozco —me asegura, con su aliento caliente haciéndome 
cosquillas en la oreja. Palmea mi pecho y me siento cohibido por mi 
peso. Claro, esos imbéciles se burlan de mí todo el tiempo, pero no es 
hasta que la chica de tus sueños te toca que deseas ser más como ellos. 
Dioses del fútbol y vampiros. No granjeros gordos. 
Cuando se aleja, mis ojos la siguen. Mis ojos siempre la siguen. En la 
escuela. En casa. En los partidos de fútbol, cuando da volteretas y agita 
sus pompones ante el público. E incluso a última hora de la noche, 
cuando se desnuda en su habitación y la cortina es lo único que me 
impide ver toda su cremosa piel. 
 
 
Mi polla se endurece al pensar en verla desnuda algún día. Adoraría 
su cuerpo con mi boca y la amaría hasta el fin de los tiempos. 
—Es un pedazo de culo caliente —dice una voz profunda a mi lado—
. Sin embargo, no quiere apagar ese fuego. La Virgen María que está 
esperando hasta el matrimonio y toda esa mierda. Yo no me haría 
ilusiones, hombre. 
Keller Green me sonríe desde detrás de su pálido y blanco maquillaje 
de vampiro. Su mejor amigo es Blake y me erizo inmediatamente. 
—No hables así de ella —siseo. 
Se ríe y saca una botella de licor debajo de su capa negra. 
—Relájate, Piggy. Toma —dice mientras desenrosca la botella—. 
Bébete esto y quizás te dé el valor para invitarla a salir. 
Dudo brevemente antes de asentir. Me lo echa en el vaso con una 
sonrisa perversa en su cara de niño bonito. 
Y esto continúa a medida que avanza la velada. 
Me estoy riendo y disfrutando. Y puede que Keller no sea tan imbécil 
después de todo. 
Pero las cosas se están volviendo borrosas y mis labios están 
entumecidos. 
 
 
—Summer está en el sótano. Quiere verte —dice Keller mientras me 
agarra por el codo y me arrastra entre la multitud. El sótano está 
oscuro y me pregunto si ella realmente me besaría aquí abajo. Bajo las 
escaleras a trompicones y, en un momento dado, Keller tiene que evitar 
que me estrelle contra el suelo—. Baja despacio, amigo. No vale la pena 
romperse el cuello por ningún coño. 
Cuando llego al final, entrecierro los ojos en la oscuridad para verla. 
—¿S-Summer? 
—Shhhh —ronronea una voz femenina. Una suave mano revolotea 
sobre mi frente, lo que hace que mi polla se endurezca. Cuando la 
agarra a través de mis vaqueros, casi me corro en ese momento. 
Pero luego hay risas. 
Muchísimas. 
Blake y Sadie y Keller. 
Y... 
¿Summer? 
Inhalo a la chica agarrando mi polla y la furia me abruma. Esta no es 
Summer, es su amiga Leah. 
—¿Dónde está Summer?—exijo en un duro susurro. 
 
 
Más risas. 
Me zafo de su agarre y mi espalda choca con la parte delantera de 
Keller. Me agarra por los hombros y me gruñe al oído: 
—¿No pensaste realmente que ella querría follar contigo, Piggy? 
Vamos. Summer es demasiado perfecta para un puto cerdo. Antes de la 
graduación, yo me comeré eso. No tú, idiota. 
Me doy cuenta que me engañaron y quiero vomitar. Keller me 
empuja más hacia la oscuridad. Un puño conecta con mi cara. Sangre 
brota de mi nariz cuando oigo el chasquido y el líquido caliente se 
derrama sobre mis labios y mi barbilla. 
Alguien me empuja al suelo. 
Una patada en las costillas me hace aullar, pero no se oye debido a la 
música de Korn que suena en el piso de arriba. Jadeo mientras recibo 
continuas patadas desde todos los ángulos. Todos se turnan, los golpes 
de los chicos son diez veces peores que los de las chicas. En un 
momento dado, mi estómago se revuelve y vierto el contenido por todo 
el húmedo suelo del sótano. 
—Aléjate de ella —grita Keller—. ¡Puto cerdo gordo! 
Me pisa la cara con su gran pie y varios de mis dientes se salen de 
sus espacios. Con náuseas por la sangre y los fragmentos de dientes, 
 
 
intento escupirlos de mi boca mientras simultáneamente trato de 
proteger mi cara contra su despiadado ataque. El dolor es abrumador. 
Voy a morir. 
En una fría noche de otoño, dejaré este mundo y no volveré a ver a 
Summer. 
—Buenas noches, Piggy. 
Otro golpe demoledor en la cabeza me hace desfallecer y su sonrisa 
es lo último que veré... 
 
 
 
 
Capítulo Uno 
 
Summer 
Veinte años después... 
 
—Esto es muy ingenioso —dice Leah mientras toma una golosina de 
Rice Krispy con la forma y el color de un caramelo de maíz en un 
palillo—. ¿Dónde aprendiste a hacerlas? 
—En Pinterest. 
Las dos nos reímos. Mientras da un mordisco, la miro fijamente. Ha 
pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. Su pelo rubio fresa 
se está adelgazando ligeramente y su vientre está hinchado por el 
embarazo. Su piel, antes vibrante y perfecta, ya no es tan impecable. 
Pequeñas arrugas marcan las esquinas de sus ojos y el maquillaje se ha 
extendido sobre el acné que claramente ha desarrollado desde que está 
embarazada. No se ha disfrazado para mi fiesta, alegando que no hacen 
trajes para embarazadas, e intento deshacerme de mi irritación. 
 
 
—Llegaste hasta Dallas, ¿eh? —dice y pasa los dedos por la encimera 
de granito—. No estás en Facebook ni nada. Pensábamos que después 
del instituto te había secuestrado ese chico. —Su risa es estridente. 
Me tenso ante sus palabras. 
Ese chico. 
Lo recuerdo claramente. La forma en que mi madre gritó y me 
despertó a la mañana siguiente. Cómo mi vecino yacía ensangrentado, 
golpeado y mutilado en el suelo de mi sótano. Ver a alguien de esa 
manera te hace algo. Me hizo caer en una espiral de depresión. La gente 
que conocía le hizo eso. Hicieron daño a mi amigo. Estaba asqueada y 
francamente asustada de que la gente de la que era amiga fuera capaz 
de un acto tan atroz. 
—Mi esposo es cirujano, uno de los mejores —le recuerdo con un 
tono de voz ligero, disfrutando de la forma en que admira mi enorme 
casa con sus ojos envidiosos—. Dallas tiene los mejores hospitales del 
estado. Seguro como el infierno que Lonestar ya no tiene nada para mí. 
Hace una mueca de dolor cuando le recuerdo lo mucho que odio 
nuestra ciudad natal. La ciudad natal en la que ella y su marido Phil 
siguen viviendo. La misma ciudad en la que Keller, Blake y Sadie siguen 
viviendo. 
 
 
—¿Por cierto, cómo está Phil? ¿Todavía es dueño del lote de autos 
Chevy? ¿Es por eso que no pudo venir con ustedes? 
Antes que pueda responder, un alboroto me sobresalta. Al girarme, 
veo a los otros invitados a la fiesta. Keller, un poco más grueso de 
cintura que en el instituto, pero todavía formidable, vestido de 
Christian Grey (asco) con un traje y azotando mis muebles con una 
fusta. Blake lleva una máscara de Donald Trump y su esposa, ahora con 
mucho sobrepeso, Sadie, tiene una gran peluca y se puso un traje con el 
aspecto de Hillary Clinton. 
Veinte años no les han sentado nada bien. 
—Hicimos la visita auto-guiada. Es una casa muy bonita la que tienes 
aquí. Te fuiste y te casaste con un médico, ¿eh? —Keller dice, y baja su 
vaso de líquido ámbar, sus ojos azules nunca dejan los míos—. Estoy 
impresionado. Pero al estar ocupado y todo eso, probablemente no 
tiene tiempo para atender bien a su pedazo de culo caliente. —Mueve 
las cejas mientras yo trago la bilis de mi garganta. 
—Mi esposo trabaja muchas horas, pero nos dedicamos mucho el 
uno al otro. Él lo es todo para mí. —Le sonrío con fuerza. 
Blake se ríe y le da un codazo a Sadie. 
—¿Por qué nunca dices cosas así? 
Ella levanta la barbilla y me muestra una sonrisa falsa. 
 
 
—No todo el mundo airea sus trapos sucios para que todos los vean, 
Blake. Estoy segura que Summer y el doctor rico tienen su parte de 
secretos. 
Si ella supiera... 
—Esta sí que es una fiesta —dice Keller con un bufido—. No se 
parece en nada a las que solías hacer. Te pusiste en plan esposa de 
Stepford1. 
Todos se ríen. 
Observo mi casa decorada con hojas de otoño y calabazas. El aroma a 
canela de la sidra de manzana que he preparado antes permanece en el 
aire. Se siente cálido y acogedor. 
Es un hogar. 
—Decoré la sala de juegos de abajo para la fiesta. Estoy esperando a 
mi otro invitado y luego podemos ir a verla —les digo y aliso las 
trenzas de mi uniforme de animadora, que me sigue quedando tan bien 
como hace veinte años. 
La mirada de Keller sigue los movimientos de mis manos y se 
detiene en mis muslos. Ojalá mi esposo estuviera aquí. Él mantendría 
 
1 Stepford Wives es una novela de Ira Levin. Trata de un pueblo lleno de mujeres 
perfectas que en realidad son robots creados por sus esposos. 
 
 
alejados los ojos lascivos de Keller. Mi marido es bastante celoso y 
aplastaría a alguien como Keller. 
Suena el timbre de la puerta y la emoción me recorre. Finalmente mi 
fiesta puede empezar. Salgo corriendo de la cocina con mis curiosos 
invitados pisándome los talones y me dirijo a la puerta principal. 
Cuando la abro, me recorre un escalofrío que no tiene nada que ver con 
el aire fresco del otoño. 
—¿Qué mierda? —sisea Keller desde detrás de mí. 
Ante mí está Gareth Callahan. Ya no es el chico con sobrepeso de 
nuestra juventud. El hombre que está en mi porche es atractivo y 
musculoso. Su cuello es grueso y sus bíceps sobresalen bajo la camisa 
de franela, la misma camisa de hace tiempo. Sangre mancha la parte 
delantera de la camisa y el overol. 
—Summer. —La forma en que dice mi nombre es reverente. 
Posesivo. Y como hace años, me siento atraída por él. El dulce Gareth 
que juró que siempre me protegería en una noche de verano después 
que mi padre se emborrachara y me pegara demasiado fuerte. 
—¿Piggy? —dice Blake con un bufido—. De ninguna jodida manera. 
Pensamos que habías muerto o que te habían enviado a alguna 
institución mental o alguna mierda como Michael Myers. 
 
 
En los ojos marrones oscuros de Gareth que nunca me abandonan 
hay destellos de dolor. Ojalá pudiera ver su rostro, pero la máscara de 
cerdo de látex que lleva me lo oculta. 
—Se llama Gareth —siseo y le lanzo una mirada de advertencia a 
Blake—. Entra, —le digo a mi granjero del pasado—. Te estábamos 
esperando para empezar la fiesta abajo, en la sala de juegos. 
Blake y Keller intercambian miradas irritadas mientras que tanto 
Sadie como Leah parecen visiblemente agitadas. Ojalá pudiera saber lo 
que están pensando ahora mismo. ¿Se arrepienten de las cosas atroces 
que le hicieron cuando todos teníamos diecisiete años? ¿Desean 
disculparse con él por haberle arruinado la cara? ¿Por dejarle sin 
dientes y desfigurado? 
—Por aquí —digo, con un tono cortante, y los guío haciala puerta 
que lleva a la planta baja. 
Una cálida palma de la mano me toca la espalda, pero no me 
sobresalto por el contacto. Miro por encima de mi hombro y me 
encuentro con la intensa mirada de Gareth, que está detrás de la 
máscara. Quiere devorarme. Siempre lo ha hecho. Diablos, 
probablemente siempre lo hará. Me estremezco bajo su estrecha 
mirada. 
 
 
—Estás preciosa, Summer. —La forma en que dice mi nombre deja 
una vieja sonrisa familiar jugando en mis labios. 
—Tú tampoco estás tan mal —bromeo y le guiño un ojo. 
Suelta su mano mientras bajamos las escaleras. Mi hija Misty y yo lo 
decoramos durante las vacaciones de otoño antes de que se fuera a la 
universidad. 
—Esto es lo que recuerdo —dice Keller mientras admira el espacio. 
Mi esposo derrochó y me compró la máquina de niebla a la que 
llevaba años echando el ojo. Como todos los años en Halloween voy por 
todo, dijo que era una buena inversión. Ahora, mientras la niebla 
transforma mi decorada sala de juegos en algo embrujado y perverso, 
no puedo evitar darle la razón. 
Me dirijo a la oscura barra y saco mis chupitos preparados de la mini 
nevera. 
—Por los nuevos comienzos —les digo mientras reparto—. Incluso 
hice algunos vírgenes para ti, Leah, ya que estás embarazada. 
Todos toman los chupitos que se les ofrecen y luego dirigen su 
atención a Gareth. 
—Alguien sí que creció —dice Keller con un gruñido, y se retuerce 
en su traje que es una talla más pequeña. Me satisface saber que se 
 
 
siente inferior a Gareth, que sigue ocultando su rostro bajo el látex—. 
Qué pena lo de tu cara. 
La bilis me sube a la garganta al recordar cuando lo encontré. Los 
dientes realmente colgaban de sus encías por las raíces 
ensangrentadas. Intentó sonreírme a pesar de su dolor. Trató de 
asegurarme que todo estaría bien mientras yo sollozaba a su lado. 
—Vengan a sentarse —les digo y señalo un círculo de sillas. 
Blake se ríe. 
—Bueno, esto es espeluznante como la mierda, Summer. 
Gareth cruza sus voluminosos brazos sobre el pecho y se niega a 
sentarse mientras los demás toman asiento. Con una sonrisa, le toco 
suavemente el hombro. 
—Por favor, ven a sentarte con nosotros. 
Se relaja y me deja guiarlo hacia el círculo. Su gigantesco cuerpo 
apenas cabe en la pequeña silla. Cada par de ojos están sobre él 
mientras los mira a través de su máscara. 
—Los he traído a todos aquí para pedir disculpas a Gareth. Por lo 
que le hicieron aquel día —les digo con insistencia. La sala se queda en 
un extraño silencio—. A menos que no lo sientan. Obviamente no 
 
 
pueden pensar que estuvo bien golpear brutalmente a alguien hasta 
casi matarlo. 
—Summer —gruñe la profunda voz de Gareth—. No necesito sus 
disculpas. Sucedió. Es lo que es. 
Keller refunfuña. 
—¿Nos delató? Después de todo este tiempo, ¿finalmente le dijo a 
alguien lo que esos niños malos le hicieron? —Su tono es cruel y 
odioso. 
—No se lo conté a nadie —dice Gareth. 
Entornando los ojos hacia Keller, niego con la cabeza. 
—No tenía que hacerlo. Yo lo sabía. Y ustedes cuatro tienen suerte 
de que no los haya delatado. Habrían ido a la cárcel y arruinado sus 
perfectos registros. 
—Esto es una estupidez —gime Sadie y empieza a levantarse pero se 
tambalea—. No tenemos que escuchar esta mierda. Le pasó a un rarito 
hace veinte años. Supéralo, Summer. Tú también, Piggy. 
Gareth se tensa y mi corazón se rompe al escuchar ese nombre una 
vez más. 
—Qué... suc... —Sadie avanza a trompicones y Blake intenta 
agarrarla, pero se estrella contra el suelo. La conmoción resuena a mí 
 
 
alrededor pero la habitación da vueltas. Estoy mareada, desorientada y 
confundida. 
—Tengo que llamar a mi esposo —murmuro. 
Y entonces todo se vuelve negro. 
 
 
 
 
Capítulo Dos 
 
Piggy 
—Eenie, meenie, miney, moe —digo, señalando cada una de las 
cabezas de los que me hicieron daño. Y luego señalo los mechones 
rubios y dorados de ella. 
—Despierta, Summer. 
Su cabeza se inclina hacia un lado y parpadea con sus bonitos ojos 
verdes hacia mí, confundida. 
—¿Gareth? ¿Qué pasa? ¿Por qué me siento tan rara? 
Leah gime al volver en sí. 
—No me siento bien. 
Cuando Sadie ve que la han atado a la silla, empieza a llorar. 
—¿Qué mierda está pasando? —Keller sisea y da una patada a la silla 
de Blake para despertarlo. 
Todos vuelven sus amplios y asustados ojos hacia mí. La dulce y 
confiada Summer dejó la puerta de abajo sin cerrar. Mientras todos 
 
 
estaban dentro, me escabullí aquí y les eché un poco de algo a sus 
chupitos para hacerlos más complacientes. 
—Estamos hablando de esa noche —le digo, con mi voz calmada y 
fría. 
Blake y Keller se sacuden en sus sillas, pero esos bastardos no irán a 
ninguna parte. 
Los he atado bien y con fuerza. Especialmente a esos dos. 
—¿Recuerdas cómo me llevaste al sótano de Summer esa noche? 
¿Me dijiste que quería verme? 
Vuelvo mi mirada hacia Summer. 
—Tenía muchas ganas de besarte esa noche —admito. 
Las lágrimas brotan de sus ojos y su labio inferior tiembla. 
—Oh, Gareth. Me importabas tanto entonces. Si lo hubiera sabido, te 
habría besado. Te convertiste en mi mejor amigo el verano anterior a 
nuestro último año. ¿Por qué no me lo dijiste aquella noche? 
La tristeza me invade. Fui tan tonto a esa edad. Había esperado que 
por una vez me hubieran aceptado y en cambio caí en su engaño. 
 
 
—Esto es una mierda —dice Keller—. Déjanos ir de una puta vez, 
imbécil. ¿Qué vas a hacer? ¿Mostrarnos tu horrible cara y darnos un 
susto de muerte? 
El látex me hace sudar, pero no me atrevo a mostrarles en qué me he 
convertido por su culpa. Ignorándolo, me acerco a Leah. Embarazada e 
infeliz. Su matrimonio está fracasando y ha venido aquí con la 
esperanza de acostarse con Keller. La perra tonta es tan fácil de leer. 
Ella siempre lo amó mientras que él amaba a Summer. 
Pero Summer era mía para amar. 
—¿Recuerdas que una vez que bajé las escaleras —gruño mientras 
me arrodillo—, me agarraste la polla? —Ella deja escapar un grito 
agudo cuando deslizo mi mano bajo su vestido. Su coño está mojado, 
empapando sus bragas, y las hago a un lado para poder meter mi dedo 
en su coño hinchado por el embarazo. 
—¡No la toques, maldito enfermo! —ruge Keller. 
Leah solloza e intenta cerrar las piernas, pero está demasiado atada 
a la silla. 
—¿Te sientes violada? —le pregunto—. ¿Que alguien te toque en 
contra de tu voluntad? 
—Gareth... —Summer está llorando y eso me oprime el corazón. 
 
 
—No quería que me tocaras así —le digo bruscamente mientras le 
meto otro dedo en su asqueroso coño—. Quería a Summer. 
Leah suelta un sollozo cuando le quito la mano de encima. La zorra 
es jodidamente asquerosa y me entran ganas de echarme lejía en los 
dedos para librar mi cuerpo de su hedor. En lugar de eso, me pongo de 
pie y me acerco a Keller. Él gruñe cuando unto el sudor y almizcle en su 
cara. 
—Lo siento, G-Gareth —dice Sadie, sollozando con fuerza—. Deja 
que mi marido y yo nos vayamos. No fue nuestra idea. Fue de Keller. 
Blake no tuvo nada que ver. 
Sonriendo, salgo del círculo de bestias y me dirijo hacia arriba. Hago 
una parada en el lavabo para quitarme a esa perra de las manos con un 
jabón que huele a galletas de azúcar calientes. Luego, localizo un 
afilado cuchillo de pelar. Pequeño pero mortal. Cuando vuelvo a la sala 
de juegos, todos están luchando por liberarse. 
Summer no. 
Summer simplemente me mira a través de sus lágrimas. Me ruega 
que la deje ir y haga que todo termine. A su debido tiempo, hermosa 
niña. 
Pero primero... 
 
 
Capítulo Tres 
 
Summer 
Sus ojos oscuros son chocolate fundido llenos de rabia y venganza. 
Nunca había visto esa mirada en sus ojos. No, Gareth siempre ha sido 
dulce, cariñoso y amable. Esto es lo que le han hecho. 
Mantiene su mirada en la mía por un momento antes de volver a 
dirigirse a Leah. Todo su cuerpo se estremece mientras solloza.Apuesto a que se siente mal por lo que hizo. Mira a dónde la llevaron 
sus acciones. Embarazada. Sin su esposo para protegerla. Atada a una 
silla mientras un lunático se arrodilla ante ella con un pequeño cuchillo 
en la mano. 
—Espero que hayas tenido una vida jodidamente miserable —le 
escupe Gareth a la cara—. Tú hiciste de la mía una pesadilla. 
Todo el mundo se queda en shock en el momento en que le atraviesa 
la carne con la punta del cuchillo en la parte interior del muslo. Ella 
deja escapar un grito agudo como si alguien fuera a venir a salvarla. 
Nadie vendrá. 
 
 
Vivo en medio de la nada, en una vasta extensión de tierra de cultivo 
a una media hora de Dallas. No hay vecinos en kilómetros. Nadie 
vendrá a salvar a nadie. 
Su sangre, carmesí y brillante, corre desde el agujero que él le hizo 
en su carne. Luego, con precisión, desliza la punta a lo largo de la carne 
y luego empuja la hoja profundamente. Ella se ahoga en su gemido 
cuando la sangre ya no gotea sino que brota de ella. 
—Arteria femoral —dice con suavidad—. Te desangrarás en 
minutos, Leah. Tienes suerte y estás embarazada. Considéralo una 
bondad que no mereces. 
Su carne se vuelve pálida y su cabeza se inclina hacia un lado. 
Él se levanta y se acerca a Sadie. Ella grita cuando él toma un puñado 
de su cabello. La hoja atraviesa su garganta y me salpica a mí y a Keller. 
Blake tiene arcadas mientras su esposa se desangra frente a él. 
—Arteria carótida —dice Gareth como si estuviera dando una clase 
de medicina. 
Mis ojos se dirigen al cuerpo inmóvil de Leah. Muerta. Sadie, una 
chica que una vez fue mi mejor amiga, se retuerce mientras se le 
escapa lo último de su vida. Muerta. 
Me agarro a mis ataduras y consigo soltar los pies de las cuerdas. 
 
 
Gareth se vuelve hacia Blake y este palidece ahora que el monstruo 
(un monstruo que él ayudó a crear) le mira desde detrás de su máscara 
de cerdo. Blake hace tiempo que perdió su máscara. El olor a orina se 
infiltra en mis sentidos mientras Blake se mea encima. 
—Podría matarte a golpes. Aplastar todas tus costillas como tú 
aplastaste las mías cuando me pateaste hasta dejarme medio muerto 
—gruñe Gareth y aprieta el puño con su mano libre—. Pero ese no es 
mi jodido estilo. Prefiero no dañar estas manos. Son importantes. 
Blake deja escapar un gorgoteo cuando Gareth le clava la hoja en el 
centro del estómago y luego la arrastra hacia arriba. 
—Aorta —sisea Gareth, con todo su cuerpo agitado por el esfuerzo. 
Un río de color carmesí corre por la parte delantera del traje de 
Blake. Su muerte es casi tan rápida como la de su esposa. Al girar la 
cabeza, miro a Keller. Tiene los ojos muy abiertos por el horror y 
parece estar en estado de shock. Me suelto la muñeca mientras Gareth 
se queda mirando a su última víctima. Cuando libero la otra, corro. 
Keller le grita a Gareth, claramente tratando de distraerlo para que 
yo pueda escapar. Apenas consigo pasar por delante del hombre 
furioso de la máscara de cerdo antes de resbalar en la sangre que se 
acumula en el frío suelo de hormigón. El dolor explota a través de mí 
 
 
en el momento en que mis codos y rodillas hacen impacto. Empiezo a 
ponerme en pie cuando me abordan contra el hormigón. 
—¡Ayuda! —grito. 
Keller se vuelve loco en un intento de escapar. No irá a ninguna 
parte. 
—¿Dónde crees que vas? —Gareth me gruñe al oído mientras me 
sujeta al maldito suelo de cemento con su enorme estructura. Su 
erección presiona contra mi trasero y dejo de retorcerme. 
—Por favor, no —le ruego. 
Pero ya me está levantando la falda. Con la cuchilla con la que mató a 
tres personas, me corta la tanga de encaje del cuerpo. 
—Voy a follar lo que siempre ha sido mío y ese imbécil observará —
ruge Gareth. 
Me pone la cuchilla en la garganta, lo que hace que deje de moverme 
por miedo a cortarme. Su polla empuja dentro de mi cuerpo sin previo 
aviso. Grito al ser tomada tan brutalmente sin ninguna lubricación. 
—¡Dime que te encanta mi polla dentro de ti! 
Keller solloza como una niña mientras Gareth me folla. 
—Dilo —gruñe Gareth. 
 
 
—Me encanta tu polla dentro de mí. —El cuchillo cae al suelo y luego 
sus dedos ensangrentados están debajo de mí masajeando mi clítoris 
mientras me penetra. Todas las sensaciones son demasiado. Estoy 
abrumada por la repentina avalancha de placer y la adrenalina que me 
recorre y me corro con fuerza con la polla de un asesino dentro de mí. 
—Sí —gime mientras su calor se derrama dentro de mí sin 
protección—. Eres mía. 
Se retira de mí y me hace rodar sobre mi espalda. Cuando se quita la 
máscara, no puedo evitar admirar su rostro. Han desaparecido los 
dientes rotos y han sido sustituidos por costosos implantes. Ya no tiene 
la nariz torcida de donde se la rompieron. Ha sido reparada 
quirúrgicamente y ahora está recta. Su pelo oscuro y sudoroso cuelga 
en sus malvados ojos marrones. 
—Te amo —me dice, con voz feroz. 
—¡Eres un puto enfermo! —Keller se ahoga—. Te aferraste a esta 
mierda durante veinte malditos años y justo ahora decides vengarte. 
Violaste a la chica con la que estabas jodidamente obsesionado en un 
charco con la sangre de mis amigos. Eres un psicópata. 
Cuando Gareth se vuelve hacia Keller, los ojos del aspirante a 
Christian Grey se abren como platos. 
—¿Qué mierda? ¿Te hiciste cirugía plástica o algo así? 
 
 
Gareth me toma de la muñeca y me levanta. Empiezo a resbalar en la 
sangre de nuevo, pero él me abraza a su sólida estructura. 
—Durante doce años, tuve que andar por ahí con el aspecto de un 
maldito espectáculo de fenómenos por lo que ustedes cuatro me 
hicieron. Mi madre tuvo que pedir una segunda hipoteca sobre la casa 
sólo para ponerme un implante en la boca para no ser un paleto 
desdentado. Durante doce años, sufrí el ridículo por mi aspecto 
mientras estudiaba medicina. Y finalmente, después de mi primer año 
de tener mi propia práctica, pude pagar en efectivo para arreglar esta 
mierda —Gareth me muestra una sonrisa cara y agradecida y yo le 
sonrío. 
Los ojos de Keller revolotean entre nosotros y sacude la cabeza. 
—Joder, no. 
Tomo el cuchillo que usé para pelar las manzanas para la sidra hoy y 
lo agito delante de Keller. Sus ojos parpadean rápidamente cuando 
arrastro la hoja por su garganta. 
—Tú también me hiciste daño aquella noche, Keller. 
Sus ojos se cierran de golpe. 
—No tú y Piggy. De ninguna jodida manera. 
 
 
Pinchando su carne, observo con deleite como la sangre corre por su 
garganta. 
—Hiciste daño al hombre que amaba. Y ahora yo te haré daño —
grita cuando le corto la garganta como me enseñó Gareth. Cuando 
planeamos esta noche en detalle durante los últimos meses, habíamos 
sopesado varios escenarios, incluso uno en el que Gareth le arrancaba 
los dientes a cada uno con unos alicates. Al final, siendo Gareth un 
cirujano plástico y todo eso, sentimos que era más poético cortarlos 
hasta que se desangraran. Ciertamente es más bonito de ver. 
Keller sisea y se retuerce, pero no por mucho tiempo. Cuando por fin 
deja de hacerlo, mi esposo, desde hace diecinueve años, me rodea con 
sus brazos. Entierra su cara en mi pelo y me inhala. Me giro para poder 
mirarlo. Gareth siempre fue hermoso para mí. Fue su corazón el que 
me atrapó hace tantos años, no su cara. Y al igual que entonces, estoy 
enamorada del corazón que late contra el mío. 
—Feliz Halloween y feliz aniversario. No sé cómo vamos a superar 
esto el año que viene —le digo con una sonrisa malvada. 
Su boca perfecta desciende sobre la mía y me besa con más amor del 
que podrían conocer los cuatro muertos de nuestra sala de juegos 
juntos. 
 
 
—Estaba pensando en ir a Cabo otra vez —dice con una sonrisa 
ladeada que me hace palpitar el corazón—. Pero trae el disfraz de 
animadora. Me gusta bastante follar contigo así. 
Le toco la mejilla desaliñada y admiro al hermoso hombre antes de 
que se me escape un gemido.—Qué desastre. 
Se encoge de hombros. 
—Arrastraré los cuerpos al corral de los cerdos. Esos desgraciados 
no han comido en tres días. Los he estado preparando para este 
momento. 
Con una sonrisa, le doy una palmadita en su firme pecho. 
—Siempre piensas en todo, bebé. 
—Ve a ducharte y espérame —me dice y luego emite un gruñido—. 
El cerdito tiene hambre. 
 
El Fin 
 
 
 
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