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Jean Allouch El psicoanálisis, una erotología de pasaje S em in a r io d e l o s d ía s 25, 26 y 27 DE o c t u b r e d e 1997 C ó r d o b a Traducción de SILVIO M a TTONI Intervenciones de Ra ú l G io r d a n o , G r a c iela G r a h a m sobre L a etificación delpsicoanálisis Transcripción y montaje de las discusiones M a rta O liv er a d e M a t t o n i Litoral Responsable de la publicación: M arta Olivera de M attoni Colaboración y notas de las discusiones: Liliana Ferro, Graciela López y M aría del Carmen Melegatti ISBN: 987-99567-9-6 Cuadernos de Litoral y la revista Litoral son editadas por Ediciones de la école lacanienne depsychanalyse. © 1998. Edelp. Tucumán 1841. 5001 Córdoba, Argentina Im p r e so e n Ar g e n t in a Envío “El psicoanálisis: una erotología para el olvido”, éste había sido el título anunciado en primer término para un seminario dado los días 25, 26 y 27 de octubre de 1997 en Córdoba (Argentina). Se hallará aquí una transcripción doblemente infiel. En efecto, revisada a poste- riori, contiene asimismo algunos análisis que, sobre todo en interés de dar lugar al debate, no pudieron ser presentados oralmente. Al no haber sido íntegramente realizado el programa, particular mente en verdad, es decir, con respecto a que la verdad debía ser pre sentada como fálicamente erigida contra el olvido (su nombre de alét- heia expresa bien que ésta priva de lethé, de olvido), se había vuelto oportuno encontrar otro título para la publicación. El psicoanálisis, una erotología de pasaje pareció un buen título de apertura, porque no escamotea esa “opacidad sexual” a propósito de la cual Lacan de claraba, cuando alcanzaba además el fin de su camino, el 13 de ene ro de 1976, que a partir de ella todo debía ser retomado desde el prin cipio. Proferir los dos nombres de “hombre” y de “mujer”, hablar de “la diferencia sexual”, tener en cuenta una “bisexualidad” es ya en efecto resolver, ilusoriamente, el problema que pretendemos tratar. Lacan (Les non-dupes errent, sesión del 15 de enero de 1973): [...] el hombre no es la mujer. ¡Ni Aristóteles se atrevió a re chistar contra eso! ¿Cómo lo habría hecho, en primer lugar, eh? ¿Diciendo “Ningún hombre es mujer”? ¡Eso, eso habría sido te rriblemente caradura entonces, sobre todo en su época! Entonces no lo hizo... Si hubiera dicho “Todo hombre no es mujer”, ¿eh? Y bien, vean el sentido que adquiere: el de una excepción. Hay al gunos que no lo son. Es en tanto que todo que no es mujer. V, allí, la A del cuantor, x, un punto, e y, barrada: Vx.y. Lo único molesto es que no es del todo cierto y que eso salta a la vista. El psicoanálisis freudiano es una erotología- Ese estatuto lo separa de la ética dentro de la cual hoy se intenta, desde diversos ángulos, verterlo. En La etificación del psicoanálisis, creo haber mostrado —por el absurdo— que ese psicoanálisis no es una éti ca. Así el presente opúsculo, suplemento del precedente, indica ría esta vez positivamente lo que es. Sobre la erotología analítica, Freud una vez más es quien la inau gura. Leemos, en plena mitad del seminario La ética del psicoaná lisis de Lacan, esto: Tenemos que explorar lo que con el correr del tiempo el ser hu mano fue capaz de elaborar que transgrede esa Ley [la que nos ha ce desmesuradamente pecadores, dice el contexto], la coloca en una relación con el deseo que franquea ese lazo de interdicción e in troduce, por encima de la moral, una erótica. [...] Sin duda, ha blando de erótica, debemos hablar de lo que se fomentó con el co rrer del tiempo, de las reglas del amor. Freud dice en algún lado que hubiera podido hablar de su doc trina como de una erótica, pero dice, no lo hice, pues esto hubie ra sido ceder sobre las palabras y quien cede sobre las palabras ce de sobre las cosas - hablé de teoría de la sexualidad. Es verdad, Freud colocó en un primer plano de la interrogación ética la sim ple relación del hombre y la mujer. Cosa muy singular, las cosas se limitaron a quedar en el mismo punto. Sesión del 23 de diciembre de 1959, Paidós, p. 104. Curioso cruce entre Lacan y Freud, puesto que Lacan, ese año y también los siguientes, reivindica explícitamente para el psicoa nálisis de Freud el nombre de erótica con respecto al cual Freud (se gún Lacan) pensaba que el de “teoría de la sexualidad” era más con veniente ya que cedía menos sobre la cosa sexual. Lo contrario, aún hoy, es verdad. Incluso en el reconocimiento de que esa “verdad” es también un asunto erótico. TEXTO ANUNCIO DEL SEMINARIO El psicoanálisis: una erotología para el olvido En Occidente, existe una especie de moderna desorien tación con respecto a eros. Prueba de ello, esta coincidencia: el momento en que Bataille lanza contra eros el último gri to de la soberanía vencida (1957), en que Klossowski publi ca Las leyes de la hospitalidad (1965), será también aquel en que un Stoller intenta enmarcar el sexo como género (1968), en que Lacan formula que no hay relación sexual (1969), en que Foucault propone su historia de la sexualidad (1976) y que a partir de esto se emprenden una serie de estudios his tóricos decisivos (cf. Bibliografía). Es también el momento en que con la ayuda de los psicoanalistas se intenta inventar otro sexo, el bi, y en que, última noticia del verano de 1997, son proclamados los derechos sexuales, en que la sexualidad se hace así... “patrimonio”. ¿Se ha encontrado ya una pala bra más inconveniente para el sexo? Freud destaca que la erótica juega sus vueltas. Lo que no im pide que la teoría del coger, a pesar de los esfuerzos de Ferenc zi y de Reich, quede ampliamente descuidada, hasta que La can propone en 1962-63 algo así como una escritura de la relación sexual. Explícitamente, hacía así del psicoanálisis una erotología. Ella venía detrás de muchas otras. Citemos entre las mejor caracterizadas de esas erotologías: los cultos fálicos (tan poco, tan mal estudiados), el tantrismo, la homofilia griega, la cortesía, el libertinaje, el dandysmo, el romanticismo. El gesto de Lacan contaba con el hecho de que una eroto logía puede producir otra, puede mutar en otra. Rushdie {Los hijos de medianoche, p. 620): “ [...] la historia que terminamos tal vez no sea nunca la que habíamos comenzado”. El psicoa nálisis es una erotología mutante, una erotología mediadora: eros que transforma a eros. ¿Qué es entonces esa articulación estrafalaria, subrayada por Foucault, del falo (el fascinus) y la verdad? Se pondrá de relieve que el falo es la verdad de la verdad. Sucede que la ver dad, a-létheia, es lo que mejor funciona a manera de contra olvido. Ahora bien, el olvido (lethé) sucede cuando eso cae. La verdad es esa mentira, esa creencia o esa ilusión de que eso no cae(rá)... en el olvido. Se levanta contra esa caída que lo sexual, por su ausencia de huella, hace presente de entra da. La verdad de la verdad es por lo tanto falo, lo que Freud transcribiría haciendo del orgasmo la summa voluptas (en la tín porque ya los latinos advertían ese hecho), lo que Lacan metonímica y púdicamente indicaba haciendo decir a la ver dad: “Yo, la verdad, hablo”, dicho de otro modo: “Parlotean do, me levanto contra el olvido” . Aunque nada se levante verdaderamente contra el olvido. La erotología es por lo tanto eros puesto al servicio del ol vido (la histérica en efecto sufre de recordar: el inconciente — Freud también lo advertía— vuelve casi inolvidable cual quier cosa que la represión inscriba ahí). Si no obstante nada prevalece sobre el olvido, la palabra final del fin de la erótica partida analítica será la que Lacan expusiera en primer término, justo después de haber inven tado el objeto pequeño a (en enero de 1963): ni “travesía del fantasma”, ni “caída” o “pérdida” de ese objeto erótico si lo es, sino un acto pasivo con respecto a él, un “dejar caer”. Lacan (L’angoisse): “La cosa freudiana es lo que Freud ha dejado caer” . BIBLIOGRAFÍA DEL SEMINARIOSANDOR FERENCZI, Thalassa, una teoría de la genitalidad, Buenos Aires, Ed. Letra Viva, 1997. WlLHEM REICH, La función del orgasmo, México, Ed. Paidós, 1994. GEORGES BATAILLE, E l erotismo, Barcelona, Ed. Tusquets, 1988. J a c q u e s L a c a n , L ’angoisse, seminario inédito (1962-63). 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Primera sesión, sábado a la mañana La tesis que durante estas tres jornadas de seminario deseo po ner a consideración de ustedes, discutir con ustedes, al menos cuya posibilidad me propongo hacerles entender, e incluso hacer que la “admitan en su creencia”, como decía felizmente Descartes, para ex traer de ella, dentro de la relación de ustedes con el psicoanálisis, al menos algunas de sus consecuencias decisivas, esa tesis es simple de formular. Expresa el estatuto del psicoanálisis en el campo, si no de la ciencia, en todo caso en el de la racionalidad; es pues una tesis ca pital. El psicoanálisis, digo, es una erotología. Agreguémosle de in mediato dos palabras, lo que da esta otra tesis cercana: el psicoaná lisis es una erotología hecha medio. O incluso: de pasaje. Los protagonistas Al escuchar la primera formulación de esta tesis, sin duda ha brán oído el “digo”, que por cierto no pretendo erradicar, separar de la tesis como un elemento sin importancia, una especie de rui do que sólo podría ser nocivo para el enunciado en todo rigor de la tesis, para su estudio, para su validación. Muy por el contrario: si la tesis lo es verdaderamente y si es verdaderamente ésta, singu lar, entonces algo como este “digo” es exigible. En efecto, no vemos cómo una erotología podría ser dicha, y por lo tanto convocar a eros, de manera “acéfala”, fuera de la presencia del cuerpo, empe zando por la de la voz que pronuncia la convocatoria. Que sea esencial no implica sin embargo que ese “digo” sea un representante exactamente apropiado para esta tesis, la cual no es solamente una tesis sobre eros sino que es en sí misma de un te- ñor erótico, forma parte de una determinada maniobra de eros. De hecho, ese “digo” no es exactamente adecuado, antes que na da porque no fui el primero que dijo esta tesis. El primero fue La can; primero después de Freud por supuesto (cf., aquí mismo, el envío). Lacan en 1962-63, mientras estudiaba la angustia, cuan do inventaba, en un momento señalable casi en segundos, el ob jeto pequeño a ‘, en el mismo momento en que sucedían en Fran cia un determinado número de acontecimientos no desatendibles para nuestro propósito. Así es exigible otro enunciado de la tesis, ,1. £e trata del paso más importante dado por Lacan desde la invención del ter nario S I R en 1953- El 9 de abril de 1974, Lacan declaraba (seminario Les non-dupeserreni): “¿Qué es entonces lo que yo inventé? [...] Responderé de esta manera para poner las cosas en marcha: el objeto “pequeño a”. Leída a posteriori, esa invención se revela como producida sobre un terreno prepa rado de bastante larga data y podemos, como lo hizo Guy Le Gaufey en un seminario (no publicado) en 1994, señalar paso a paso algunos acontecimien tos capitales a ese respecto; ocurrieron contra un Fondo de ambigüedad en el punto de partida (desde la construcción del “grafo del deseo”), donde “pe queño a” designa un pequeño otro a la vez imagen y objeto: el 5 de enero de 1958, aparición del objeto metonímico, en seguida llamado falo, el 20 de mayo de 1959 el objeto es situado “como corte y como intervalo”, el Io de febrero de 1961, introducción del agalma. La invención del objeto pequeño a sobreviene en un momento en que la distinción “Otro”/“otro” terminaba constituyendo un problema como tal insoslayable, desembocando en una crisis. Ahora bien, a partir del 9 de enero de 1963... terminado. Pequeño a, como objeto, ya no tendrá nada que ver con el pequeño otro. Ese paso deci sivo se da en una frase muy simple, de consecuencias inmediatas, numero sas, explícitas, capitales. Digámoslo en una palabra. La construcción misma de Lacan vive un momento de perturbación, de vacilación. Es en efecto difícil, con respecto al esquema óptico, continuar lla mando “pequeño otro” 1/ el jarrón en el Otro y 2/el ramo de flores que es tá en el cuello del jarrón, el objeto cuya presencia en el Heim provoca la an gustia. Tanto más difícil cuanto que Lacan justamente ha señalado, via Ábraham, desde el seminario Le transferí..., que ese objeto es precisamente un resto que escapa del juego de la libido reversible entre i(a) e i’(a). Excep to en la confusión más grande, la letra “a” no puede designar a la vez al otro y lo que escapa del otro. Segundo punto de perturbación del álgebra lacania- na, esta vez legible en el grafo. No podemos plegar uno sobre otro dos estra- que opera un cambio de persona gramatical y de tiempo: el psi coanálisis, dijo él [dit-il\, es una erotología. Este ‘d it-il”no es exactamente el de Marguerite Duras, el de Détruire dit-elle [Destruir, dice ella\. ¿Saben ustedes que ella había titulado su texto simplemente Destruir? ¿Y que fue otro autor, Rob- be-Grillet, lector entonces en las ediciones de Minuit, quien ha bría agregado el “dice ella”? ¡Lo que parece lo puro de Duras fue tos que el grafo distingue como dependiendo respectivamente del simbóli co y del imaginario. Si inscribimos i(a) en el lugar de pequeño a del fantas ma (y Lacan lo hace), anulamos el despliegue de esos dos estratos, lo que echa todo el grafo por tierra y destruye al mismo tiempo la distinción paradigmá tica del simbólico y del imaginario. Un factor positivo esencial, que va a permitir salvar esa ambigüedad, pro viene de la topología. Desde el seminario L ’identification, el año antes de L ’an- goisse, Lacan puede distinguir dos diferentes tipos de objetos, los objetos lla mados “especulares” (el espejo da una imagen invertida de ellos) y los que nc lo son. De allí a poner en relación esos dos tipos de objetos con los dos peque ños otros que hasta entonces están no confundidos sino, en el equívoco ter minológico, confusamente distinguidos, no hay más que un paso. Paso que será justamente franqueado el 9 de enero de 1963. Se trata en efecto del mis mo paso por el cual Lacan inventa el objeto pequeño a. ¿Pero cómo? He aquí pues el texto del 9 de enero yo subrayo laúltima frase: Está claro que esto [entiéndase: los problemas que acaban de ser recor dadoí] supone un paso más en la situación de precisión de lo que en tendemos por ese objeto (a). Quiero decir, a ese objeto lo designamos mediante (a) justamente [entiéndase un eco de la observación que aca ba de hacerse sobre la letra a]. Destaco que esta notación algebraica tiene su función. Ahí está todo dicho. Como a propósito de Hans en el seminario La re lación de objeto y las estructuras freuaianas, se subraya que la formalización es la cosa (clínicamente) decisiva. Sigamos la explicación que da Lacan. Es la continuación inmediata del texto: Es [la notación algebraica como un hilo destinado a permitirnos re conocer, bajo las diversas incidencias en que se nos aparece, la identi dad. Su notación es algebraica: (a); justamente por responder a ese fin de localización pura [yo subrayo] de la identidad, habiendo sido ya planteado por nosotros que la localización mediante una palabra, me diante un significante, es siempre y no podría ser más que metafórica, una invención de alguien más! A diferencia de ese ‘¿¿V”durasiano, el de la tesis está en pasado. Sin duda quieren las referencias precisas. Se las daré tanto más gustosamente cuanto que ese gesto, puedo imaginármelo, pue den creerlo, me pone al amparo, o en el amparo, en el amparo de Lacan. En fin..., a primera vista. Porque el alumno, que in tento ser, el alumno que lo es, es decir, alguien que cuestiona, in terrogándolo, no está más al amparo que el maestro al que inte rroga y que por sus preguntas sale de su amparo — si es que el es decir, dejando de alguna manera, afuera de la significación induci da por su introducción, la función del significante mismo. La observación de que la letra a pertenece al álgebra realiza pues una de puración. Apelar a la metáfora sirve para indicar la distancia existente entre la palabra y la cosa, el hecho de que el lenguaje, como lo estableció Saussu- re, no es una nomenclatura. Pero en el paso que se da sobre todo no se tra ta de reducir esa distancia, sino por el contrario de ratificarla, de consolidar la. ¿Cómo? Dejando caer el valor metafórico de la letra a en tanto que nos remite al pequeño otro. Vale decir, al destacar que pequeño a pertenece al álgebra, Lacan efectúa un corte, una partición entre la significación de esa letra (el pequeño otro especular) y su función de designación (del objeto no especularizable). Hay partición entre la significación y la función del signi ficante como tal, en tanto que al designarlo éste constituye un objeto en su identidad. Como para hundir más su clavo, Lacan agrega (será el fin de nues tras citas): El término bueno, aunque engendre la significación de bueno, no es bueno por sí mismo y está lejos de eso, ya que engendra al mismo tiem po el mal. Tratando al término “otro” como a ese “bueno”, entendemos que al igual que el término bueno no es bueno, del mismo modo la letra a no es otro [autre]. He aquí pues el corte constitutivo del objeto pequeño a como tal. Realizado en cartón, fue por otra parte aquel día un regalo de Lacan para sus oyentes. La fórmula de ese don además no podía ser más notable. Les dice en su pasaje al acto: La parte residual está aquí. La construí para ustedes, la hago circu lar. Tiene su pequeño interés porque, déjenme que se los diga, esto es (a). Se los doy como una hostia, ya que se servirán de él en adelante. Pequeño a está hecho así. maestro* estuvo alguna vez al amparo, por ejemplo, el que le otorga Hegel por haber corrido el riesgo de muerte. Esta correc ción de Hegel, no obstante, se impone porque ya no podemos ig norar los trabajos recientes sobre el estatuto de eros {cf. bibliogra fía del seminario), sobre su ejercicio, sobre su función desde la Grecia arcaica hasta la decadencia romana, trabajos que atesti guan que cuando se trata de eros el amo ya no está al amparo2. Vale decir que, aun como vencedor del esclavo, no lo ha estado nunca, porque nunca se ha visto que un amo por ser amo se ha lle fuera del alcance de las flechas de eros. Ustedes ven que citar de entrada a Lacan implica una relación erótica con él, una relación que también los incluye. Que por lo tanto este gesto instaura una partida fina** entre varios. En efecto, se ha vuelto preferible llamar a lo que se coloca así entre tres al me nos “partida fina” antes que “transferencia”. Y por otra parte, la teo ría de la transferencia forjada por Lacan nos impulsa a hacer esta diferenciación y dar este paso al costado. En efecto, poniendo en 2. No sin lógica, la Revolución francesa abolía la esclavitud: al decapitar al rey ponía fin no tanto a una realeza (muy lejos hoy con sus princesas de haber desaparecido) como al rey en tanto que soberano, es decir, en tanto que amo. Es una tentativa lograda de acabar con un dominio del amo que perduraba desde la noche griega de los tiempos. Producirá por lo tanto un amo, lo que Lacan ratificaba provocando a los revolucionarios de 1968: “¡Lo que ustedes quieren es un amo!”. Ese mismo querer señala que ya no hay más. * En todo este párrafo debe tenerse en cuenta que “maestro” y “amo” son en francés la misma palabra, maitre. (N. del T.). ** En el original, partiefine, que traducimos literalmente como “partida fi na”, ya que no hay un equivalente en español. En una acepción del siglo XVII la expresión francesapartie fine se refiere a ciertos valores particulares del adjetivo “fino”, término por otra parte refinado hablando de la comi da; más que al conocedor en lo referente a los comensales. Una cena fina reúne a algunos finos gourmets ante las vituallas más exquisitas. En la par tie fine los placeres de la mesa deben ser acompañados de otros placeres de la carne, en el cual se tiene cuidado —dice Littrétn su diccionario— “de poner algún misterio”. [Agradecemos a Guy Le Gaufey su colaboración con estay otras referencias. (N. del E.)]. práctica la definición wittgensteiniana del alumno a la que me re fería hace un momento, cuestionando a Lacan, no le supongo un saber a Lacan, no estoy en transferencia con Lacan (y aun menos bajo la influencia de ese monstruo que Lacan puso por un tiempo en circulación y que llamó “transferencia de trabajo”). La transfe rencia es por el contrario la suposición de un saber en tanto que im pide (es la palabra exacta, cf. L’angoisse) plantear preguntas. He aquí pues que mediante la legítima exigencia de ustedes yo le planteo preguntas al citarlo. Que por eso soy llevado a precisar que lo hago en cuanto alumno. ¿Qué quiere decir? Que en mi re lación erótica con Lacan no hubo esa pedagogía amorosa, que es tudiaremos pasado mañana, que a la manera antigua hubiera ter minado haciendo de mí un maestro, un erastés, luego de que Lacan me hubiera tomado, siendo erastés, como erómenos. Durante un tiempo, ustedes lo saben, Lacan hizo jugar estos términos en el ni vel de la pareja analizante/analista. Ahora bien, en oposición a es ta doble identificación, en nuestro encuentro, las dos parejas maes tro/alumno y analizan te/analista se revelaron cada día más como no superponibles. Fue así que no sobrevino ningún vaivén entre Lacan y yo con respecto a la pareja maestro/alumno. Lo que es más, esta última disparidad se acentuó cada vez más a medida que mi lectura de Lacan se ahondaba, o ahondaba a Lacan. Producir estas citas de Lacan desde un principio vuelve a po nerlo en cuestión, en ascuas. Frente a y con cada uno de ustedes, cómplices activos, sean escépticos, crispados, poco confiados, ad vertidos, ya escandalizados, reacios, o que por el contrario aprue ben por adelantado, en acto, este acto más bien malévolo con respecto a Lacan — como por otra parte es necesariamente ma lévola, para el sistema yoico de la “complacencia”, toda lectura por poco que sea sustentada. Nada resiste, señalaba Thomas Bern- hard, a semejante lectura. Tomen la más hermosa sinfonía, el más hermoso cuadro, la más maravillosa novela e inclusoel más be llo poema, estúdienlo en detalle y se desfondará, no dejándoles en las manos más que notas, manchas, letras dispersas. Las referencias He aquí pues lo que decía Lacan en 1962-63, en primer lu gar el 14 de noviembre de 1962: N o he seguido la vía dogmática de hacer preceder por una teo ría general de los afectos lo que tengo que decirles de la angustia. ¿Por qué? Porque aquí no somos psicólogos; somos psicoanalis tas. No desarrollo ante ustedes una psicología [psicosis escribe la taquígrafa —-¡lo que el traductor al español retoma sin pestañear!\ di recta, lógica, un discurso de esa realidad irreal que se llama “psyk- hé”, sino una praxis que merece un nombre: erotología,3 Además de que un señalamiento semejante fuera formulado ya tres años antes en el seminario La ética del psicoanálisis, la prueba de que no se trata de una declaración aislada a la cual no habría que hacerle decir demasiado (como es frecuente en Lacan, de allí las dificultades para citarlo con justeza) es nada menos que todo el seminario de ese año. Demos aquí un solo rasgo: el sadismo y el masoquismo son presentados en él sin la omisión habitual a su res pecto, debido a que Dios está en el meollo del asunto4. Dos meses después, hallamos en L’angoisse una segunda referen cia a la erotología. El 27 de febrero de 1963, Lacan entabla las co sas diciendo esto, que equivale a un determinado punto de partida: Tomemos las cosas por el sesgo, por la entrada que define esa palabra que tiene un sentido, hecho presente en la época mis m a en la que vivimos, el erotism o.5 3. Jacques Lacan, L ’angoisse, sesión del 14 de noviembre de 1962. 4. El artículo “Kaaí c q j * £ade”, publicado durante el mismo período, está en tonces desde hace bastante tiempo caduco, desde el instante mismo de su producción pública, lo que una vez más confirma el alcance real del térmi no de “poubellication ” [de poubelle: "tacho de basura” y publication: “pu blicación”]. 5. Lbíd., sesión del 27 de febrero de 1963. Algunos años después, Lacan to ma nota de que un viraje tuvo lugar en la erotología: “Hay algo cuya inci- ¿Qué es lo que hacía presente en esa época el erotismo? Es di fícil no convocar inmediatamente a Georges Bataille, a Pierre Klossowski, pero también a algunos pintores, en especial Balthus (para no decir nada del gesto, recibido como inaugural, de un Courbet que elevaba al cuadro el sexo mismo de una mujer). Los primeros escritos eróticos de Bataille son de los años veinte (co mo Historia del ojo) y sus conferencias sobre el erotismo son con temporáneas del “Informe de Roma”. En cuanto a Klossowski, tanto Las leyes de la hospitalidad como Le Baphomet aparecen en 1965. Pero los textos reunidos en Las leyes... son anteriores. Ro- berte esta noche es de 1954, La revocación del edicto de Nantes de 1959. Si la palabra “erotismo”, a comienzos de los años sesenta, anda rodando por alguna parte en Francia, es irrefutablemente por el lado de esos autores y artistas, a los cuales hay que unir el trabajo editorial censurado de Jean-Jacques Pauvert sobre Sade. Agreguemos que Lacan formó pareja con Sylvia Bataille, que una hija de Georges, Laurence, fue miembro de su escuela. Sabemos también que el texto de Lacan sobre Sade debía aparecer como prefacio a La filosofía en el tocador. Pero justamente, desde la dis tancia, debemos sin duda poner el aborto de ese proyecto 6 en la cuenta de un fracaso más global, el de la implantación en esa épo dencia quisiera designar, porque es el sesgo de un momento que es el que vivimos en la historia. [...] lo que nosotros vivimos es muy precisamente esto: que curiosamen te la pérdida, la pérdida de lo que se soportaría de la dimensión del amor, si es ciertamente no la que yo digo —no puedo decirla, yo no puedo de cirla - a ese Nombre-def-Padre \Lacan acaba de decir que el amor se relacio na con el Nombre-del-Padre] se sustituye por una función que no es otra que la del ‘nombrar p a r a . {Les non-dupes errent, sesión del 19 de mar zo de 1974). ¿Podemos repetir que el psicoanálisis es una erotología de me jor manera que formulando lo que decía Lacan en este mismo seminario (exactamente el 18 de diciembre de 1973): “ [...] si el psicoanálisis es un medio, se sostiene en el lugar del amor”? 6. Ese artículo no estaría pues definitivamente en su lugar —salvo que se ad mita que así lo habría encontrado. ca, en Francia, de una erotología. Evidentemente, fracaso de na die, porque ese género de cosas no se dirige, no se organiza. El he cho es que Bataille, Klossowski y otros escritores con y tras ellos aparecieron como autores para el infierno* de la Biblioteca Na cional, sin que nada se concrete, gracias a (o a causa de) ellos, co mo erotología. La “liberación sexual” por cierto no fue nada; pe ro ese movimiento colectivo tenía lugar, no sin razón, aparte de los autores mencionados. En 1963, el homenaje que la revista Tel Quelle rinde a Bataille sigue siendo marginal, un fomento de van guardia. El acontecimiento es pues exactamente contemporáneo de la cita de Lacan que leí hace un momento. Con respecto a estas referencias y a la connivencia de Lacan con esos autores, ¿no es de lo más sorprendente que se haya mantenido dentro del análisis, durante un siglo, excepto La can, la palabra “erotismo” únicamente a propósito — es increí ble si uno lo piensa aunque más no sea por un segundo— del... autoerotismo? ¡Como si el análisis no pudiera acoger el erotis mo más que bajo una forma “auto”, masturbatoria! Tendremos ocasión de señalar que ese exceso de peso concedido a lo auto revestía recientemente algunos hábitos que no ocultan el em brollo (el hábito del fantasma, puesto en el seno del final de partida analítico). Podemos leer además, en ese mismo seminario, cuatro meses después: Si desconocemos que de lo que se trata en nuestra técnica es de un manejo, una interferencia, incluso en el límite una rec tificación del deseo, pero que deja enteramente abierta y en sus penso la noción del deseo m ism o, y que necesita su perpetuo cuestionamiento, seguramente no podemos sino por una par te o bien extraviarnos en la red infinita del significante, o bien, * Petit Robert: “Departamento de una biblioteca donde son depositados los libros prohibidos al público.” (N. del T.). para retomar, volver a caer <por otra p a r to en las vías más or dinarias de la psicología tradicional.7 No se puede expresar mejor la situación actual y lo que puede ser nuestra intervención en esta situación. “Rectificar el deseo”, va le decir, darle lugar, un determinado lugar capaz de darle también forma, como el vaso para el vino, es la ambición de toda erotolo gía. Pero en el texto arriba citado leemos también que a falta de esa ambición, que Lacan propone para el análisis, éste se transforma ya sea en lacanismo (cuyo ejemplo máximo será mucho más tarde pa ra Lacan la obra derridiana Le verbier de l ’homme aux loups8), ya sea en una psicología (e incluso allí Lacan no deja de estar concer nido desde el momento en que sus seguidores transforman su ca mino abierto en una psicología lacaniana). Con estas citas, en adelante saben que es legítimo articular esto: el psicoanálisis, dijo, es una erotología. Reflujo Escogí el pasado simple “dijo”, antes que el imperfecto “de cía”, porque en francés hay en esa diferencia entre pasado sim ple e imperfecto la distancia que separa la acción puntual que tu vo lugar y que ha terminado de la que ha durado en el tiempo*. Un decir verdaderamente tuvo lugar. Pero de allí a creer que pro sigue, o por lo menos que prosigue al menos por un momento, es otra cuestión. Parece incluso que está en la naturaleza de la erotología analítica el no poder mantenerse indefinidamente en el nivel en que sin embargo se plantea. Es un hecho curioso, aun 7. Ibíd., sesión del 22 de mayo de 1963. 8. J. Lacan, L ’insu que sait. . seminario inédito, sesión del 11 de enero de 1977. * La misma diferencia existe en la traducciónentre el pretérito indefinido y el imperfecto españoles. (N. del T.). que tal vez menos que otro, a saber, la erección, figura eminen te, viene al caso decirlo, de la excitación sexual. Tampoco está hecha para durar mucho tiempo, apenas incita a que uno se de tenga en ella. Infaltablemente, sigue el llamado “período refrac tario”, variable como pocos, puesto que la gama va de unos ins tantes a unas decenas de años. Sin embargo, las consecuencias de ese hecho que no logra mos que quede regulado sobre el análisis como erotología son molestas. Lacan, en todo caso, las advierte como tales, y noso tros tendremos que sobrepujarlo a ese respecto. Hasta el punto de que llegamos a decirnos que, al igual que después de la erec ción viene el período refractario (ese momento libidinal que el psicoanálisis, hay que decirlo, casi no ha descripto ni a fortiori explicado), del mismo modo después de que se lograra cernir el psicoanálisis como erotología, viene un período en que uno se vuelve como alérgico a esa tesis. Pero de ello se deduce que es al mismo análisis a lo que uno se vuelve refractario. Esto está per fectamente indicado por Lacan al decir que la perspectiva klei- niana deriva de un retroceso semejante. Estamos en un país donde Melanie Klein, se dice, fue muy seguida, donde algunos analistas son kleinianos, donde otros fue ron analizados por un kleiniano mientras que otros más pasaron de Klein a Lacan (por otra parté, en mi conocimiento, casi sin testimoniar de ese pasaje); razón de más para no olvidar esa his toria del movimiento analítico que Lacan escribió en algunas lí neas y para la cual el estatuto del psicoanálisis como erotología es una verdadera piedra de toque. La historia contada por Lacan parte de un impás del que Freud toma nota en el artículo “Análisis terminable e intermina ble” 9, del que Lacan dice que no es un impás efectivo sino un callejón sin salida en el cual el psicoanálisis se extravió aun cuan 9. Sigmund Freud, “Die endliche unddie unendliche Analyse”, 1937. do tal extravío sigue siendo evitable, se vuelve evitable gracias a su camino abierto. ¡Que Lacan no dijo eso! Porque evidentemente más tarde no se ha dejado de oponerlo a Freud. Freud es el impás [impasse], La can es el pase [passé] I0. Pero no. El pase en Lacan no se opone al impás en Freud, ni siquiera al impás en Lacan. En efecto, el con cepto lacaniano de un “final de partida” es claramente el de un impás puesto que, una vez alcanzado el final de una partida, na die podría ir más lejos. ¿Hay un “impás” mayor que un jaque ma te o un ahogado — poco importa— en el ajedrez? Si el “final de partida” analítico es un concepto esencial en Lacan, cosa que na die duda, si es un rasgo, un acontecimiento decisivo de la eroto logía analítica, ese final de partida no podría ser sino un impás, a riesgo de perder toda existencia propia. Lo que es más, el pase no saca al analizante en final de partida de ese impás, si no... ¡eso no sería el impás de final de partida, por lo tanto tampoco sería el pase! Así la oposición impás de Freud/pase de Lacan muestra jus tamente que no es, según Lacan, una oposición: si en Lacan hay pase, es debido al impás y no oponiéndose al impás — mientras que en Freud, tal como lo lee por ejemplo Conrad Stein, nunca hay impás sino, al final del análisis didáctico, pasaje del análisis hecho ante y por alguien (el analista) al autoanálisis, lo que para terminar pone a cada uno en una posición, si no idéntica, al me nos cercana a la inaugural de Freud. Si en Lacan un pase linda con el impás, en ningún caso puede ser negándolo, ni como una antítesis, sino por el contrario poniendo de relieve el impás del fi nal de partida. Disparando sobre los mendigos de Lahore, el Vi cecónsul, justo al lado de ese acto que queda preso en un impás real (porque es imposible eliminar, matándolos, a los mendigos de Lahore), suscita su vínculo con su pasadora Anne-Marie Stret- ter y con nosotros, lectores del Arrebato de Lol. V. Stein y del Vi 10. Tesis de Jacques-Alain Miller, en Caracas, en 1980. cecónsul, espectadores de India songy de Son nom de Venise dans Calcutta désertn . En 1963, Lacan no imagina que esa demarcación con respec to a Freud va a tener semejante consecuencia. Se desprende pues de “Análisis terminable e interminable” . Estos son los términos en que lo hizo: [...] habiendo llegado con la experiencia de Freud a chocar con un impás, impás que les aseguro que sólo es aparente y nun ca franqueado hasta ahora, el del complejo de castración, [...] por el momento, recordemos su consecuencia en la teoría ana lítica, algo así como un-reflujo, como un retorno que conduce a la teoría a buscar en última instancia el funcionamiento más radical de la pulsión en el nivel oral. Resulta singular que un análisis, que un bosquejo que inau guralmente ha sido el de la función nodal, en toda la forma ción del deseo, de lo que es propiamente sexual, haya sido lle vado en el curso de su evolución histórica a buscar cada vez más el origen de todos los accidentes, de todas las anomalías, de to das las hiancias que pueden producirse en el nivel de la estruc turación del deseo en algo de lo cual sería poco decir que es cro nológicamente original, la pulsión oral, pero de lo cual todavía hay que justificar que sea estructuralmente original.12 Lacan va entonces a releer, es decir, a reescribir una parte de sus recientes avances en ese seminario (los que conciernen al objeto oral) poniendo su análisis de la oralidad ( y más gene ralmente de lo que se ha dicho sobre la oralidad) en la cuenta del falicismo: Asimismo, ya he abordado lo que, según creo, debe reabrir para nosotros la cuestión de esa reducción a la pulsión oral, 11. Cf. Jean Allouch, “La passe ratee du Vice-Consul”, Lettres de l ’école n° 22, marzo de 1978, 2a publicación (parcial) en Ornicar?n° 12-13. 12. J. Lacan, L'angoisse, sesión del 15 de mayo de 1963. mostrando la manera en que actualmente funciona, a saber, co mo un modo metafórico de abordar lo que sucede en el nivel del objeto fálico, una metáfora que permite [permita] eludir lo que hay allí de impás creado por el hecho [de] que nunca fue resuelto por Freud, en último término [de] lo que es el funcio namiento del complejo de castración, lo que de algún modo lo vela, lo que perm ite hablar de ello sin reencontrar el impás. He aquí desde ahora la continuación inmediata, porque allí se enuncia otra tesis capital de la erotología analítica, que el mis mo Lacan tal vez olvidará parcialmente, de la que en todo caso habría que seguir el devenir, las modulaciones, las variaciones, las transformaciones en la continuación de su recorrido: Pero si la metáfora es justa, debemos ver en su mismo nivel el aliciente del que se trata, aquello por lo cual no es aquí sino metáfora. Y por lo cual es en el nivel de esa pulsión oral donde ya una vez intenté retomar la función relativa del corte del ob jeto, del lugar de la satisfacción y del de la angustia. Tal cual, esta tesis es ilegible. Afirma que es posible distinguir el lugar del deseo, es decir, del deseo soportado por el fantasma, y el deseo en acto, es decir, la falta ligada a la satisfacción, siendo la an gustia la señal de que esa falta es colmada. Esta tesis es también la de la “separtición fundamental” 13. Retengan el nombre de separtición- porque señala la existencia de un problema teórico y clínico esen cial, que sin duda la noción confusional de separación oculta. Es po sible, precisa Lacan, definir esa separtición como siendo la separa ción del sujeto y del seno en tanto que ese seno es su objeto y no un objeto materno (la separtición es pues una separación interna del sujeto), así se la distingue de otra separación, la que está en juego en la relación del sujeto con el seno vaciado, cuya inexistencia produ ce la angustia. Lacan sostiene la necesidad de distinguir esas dos di ferentes separaciones destacando que el niño no es a pesarde todo un vampiro, que no va a buscar como el vampiro su alimento en su fuente, ni se sirve verdaderamente de sus dientes. El vampiro sí es tá en relación con el punto más allá del punto del fantasma, más allá del punto que liga al sujeto con su objeto seno. Para apuntalarlo más, Lacan hace funcionar el mismo esque ma a propósito del nacimiento. Allí también cabe distinguir la separtición del niño de sus envolturas (las que le pertenecen em briológicamente, plenamente) de la separación de ese conjunto (niño más sus envolturas) de la madre14. Y Lacan cita al ornito rrinco que una vez separado de la madre vive todavía, sobre el vientre materno, en sus propias envolturas15. Ya sea para el na cimiento (aun cuando la embriología lacaniana sea juzgada hoy como un tanto aproximativa) o para la oralidad, la fórmula de esos dos cortes diferentes será pues ésta: [...] la relación con la falta se sitúa más allá del lugar en que ocurrió la distinción del objeto parcial [ ...] .16 Lo cual es perfectamente válido en el nivel del falicismo: del mis mo modo el punto masturbatorio, añadiré, no es el del acto sexual. Uno se acuerda de que Freud decía que lo importante en la mas turbación era el fantasma al que se había apelado. Y bien, hay una diferencia clínica perfectamente notable entre masturbarse o inclu so coger con el fantasma y el coger propiamente dicho. Ese análisis lacaniano de la oralidad es el de un gran clínico. Pero sin embargo no le hace perder su norte a Lacan, ya que por el contrario le sirve para indicar que el norte no es la oralidad: 14. Ibíd. 15. Ibíd. 16. Ibíd. Sin duda que no es debido al azar, tam poco sin duda a un mal momento, que som os llevados a buscar en fantasmas más antiguos la justificación de lo que no sabemos muy bien cómo justificar en el nivel de la fase fálica,17 Una vez más, Lacan seguirá pues ese reflujo, aunque para afe rrar los problemas allí donde deben ser aferrados, es decir, en el nivel fálico. Así tendremos que referirnos en este seminario a lo que hay que llamar en verdad una escritura de la relación sexual, mejor dicho (¿o peor?), a una homología entre esa escritura y la de la subjetivación, la de la división del sujeto. Conclusión He aquí pues una primera y doble conclusión: el psicoaná lisis de Freud es una erotología; se apartó de ese estatuto du rante todo un período de su historia, el comprendido entre el falso impás de “Análisis terminable e interminable” y el semi nario L’angoisse. Decíamos en pasado: el psicoanálisis, dijo, es una erotología. De lo que resulta que con razón podemos preguntarnos si la lec tura que hizo Lacan en 1962-63 del reflujo de ese “bosquejo”, como él lo llama, no es, para terminar, igualmente aplicable a él mismo. Algunos indicios irían en ese sentido, y en especial el cen trado que parece haberse producido unos años después del final de partida analítico en el fantasma. Sin embargo, desde la cons trucción del primer grafo, llamado el del deseo, el fantasma no es más que un tiempo o un elemento de una estructura, mien tras que en 1963 Lacan se esforzaba en distinguir cuidadosamen te punto de angustia y punto del fantasma — lo que por otra par te hay que hacer, si no, no comprenderíamos que todo fantasma automáticamente, desde que se apela a él, no angustie. Resulta que si el fantasma hubiera prevalecido, entonces sí, la tesis debería enunciarse como la dije al comienzo de todo: el psicoanálisis, digo, es una erotología. ¿Están ustedes por eso en relación con un “yo” (je) de maes tro? Solamente con una repetición, vale decir, con un “yo” que no es más que la tercera persona implicada por el beckettiano “ ¡Qué importa quién habla!” y que además, como pronombre del repitente, depende de lo cómico. ¿No es algo cómico que haya que leer la reiteración de su pro posición erotológica por parte de Lacan al final de la sesión del 12 de marzo de 1974 de su seminario Les non-dupes errent? Lea mos, en efecto, en ese registro, las líneas que siguen: Si ocurriera, si ocurriera que el amoi se vuelva un juego del que... se sabrían las reglas, tal vez eso tendría con respecto al goce muchos inconvenientes. Pero lo arrojaría, si puedo decir lo así, hacia su término conjunto. Y si ese término conjunto es en verdad lo que yo expongo del real (del cual, lo ven, me con tento con ese delgado soporte del número — no he dicho de la cifra— tres), si el amor, volviéndose un juego cuyas reglas sa bemos, se hallara un día, puesto que es su función, al término de eso que es uno de los unos de esos tres, si funcionara para conjugar el goce del real con el real del goce, ¿acaso no sería al go que equivaldría al juego?18 18. ¿Respondería esta declaración como por adelantado a un interrogante, e incluso a una preocupación de Lacan, que se halla formulada en particu lar el 8 de abril de 1975 (RSI): “Desafío a cada uno de ustedes a que yo no le pruebo que cree en la existencia de Dios. Eso mismo es el escándalo que sólo el psicoanálisis pone de relieve. [...] Formalmente, esto no se debe si no a la tradición judía de Freud, la cual es una tradición literal que lo liga a la ciencia y al mismo tiempo al real. Éste es el escollo que hay que supe rar: Dios es padre-verso \pbe-vers homófono a perverso (pervers)]. Es algo hecho patente por el mismo judío. Pero en verdad terminaremos — en fin, no puedo decir que lo espero, digo, al remontar esa corriente terminare mos en verdad inventando algo menos estereotipado que la perversión. Es incluso la única razón por la que me intereso en el psicoanálisis”? D isc u sió n DelIA BOURNISSEN: Haré un comentario respecto de lo que usted decía sobre las traducciones y la erotología. En las Ediciones Belles lettresáe los textos griegos, por ejemplo de los Diálogos de Platón, tanto el Fedro como el Simposio, como el Parménides, hacen referen cia en sus comienzos a la Paidiká. Esta palabra griega que denomi na esa práctica erastés-erómenos, en las ediciones Belles lettres se tra duce como «ternura». De allí la derivación, con esa traducción y con otras como esta, se pudo hacer un amor platónico. Cuando uno puede leer el texto en griego, se da cuenta que el amor platónico es insostenible. Se puede pensar que la erótica griega se desexualiza cuando pasa a las lenguas latinas a través de la traducción. JEAN Al l o u c h : Previ la posibilidad de hablar de ese problema especialmente apoyándome en el libro de Claude Caíame L’Eros dans la Grece antique. Lacan, en el seminario La transferencia .se enteró del pro blema a nivel de Platón, es la Grecia clásica del siglo V, toda la producción de ese momento es tardía. Caíame estudia ese jue go erastés-erómenos en el momento en que surge en la Grecia arcaica. Una respuesta increíble se produjo a continuación de la aparición de La historia de la sexualidad. Un conjunto de uni versitarios decidieron leer a Foucault y sostenían que eso que él decía no era posible, que no era así. Se pusieron a trabajar, comenzaron a ver los textos más de cerca y trataron de probar que Foucault se había equivocado. Cuanto mas intentaban eso, mas profundizaban el problema erótico. Este movimiento pro dujo numerosos trabajos sobre la erótica, sobre todo de la An tigüedad Griega y Romana; hoy en día hay una bibliografía muy importante al respecto, conozco unos quince libros que no existían en el tiempo de Lacan. No se pueden ignorar todos esos trabajos. En lo que respecta a los argentinos o para los his panohablantes, sería importante publicar esos trabajos. Son li bros que se venden aún menos que los míos. ADRIÁN ORTIZ: En esta manera de volver sobre la historia del psicoanálisis, sobre el flujo y el reflujo a partir de cercar el psi coanálisis com o una erotología, ¿Ud. interpreta la produc ción del kleinismo en relación a un reflujo? JEAN A l l o u c h : Fue un reflujo desde Análisis terminable e in terminable, allí empieza el reflujo , ya está allí, esta es la tesis de Lacan en 1962-63.ADRIÁN ORTIZ: Y en relación a esta tesis de Lacan de que Aná lisis terminable e interminable es la construcción de un impasse de Freud, en relación a la erotología analítica ¿Ud. no considera que la fórmula del Edipó completo, de cuatro términos, ese dos por dos, marca una diferencia? JEAN Al l o u c h : Si, claro, tiene razón. ¿Qué ocurrió en Freud que le impidió plantear el fin del análisis con el complejo de Edipo completo? No sé si alguien estudió este problema. Freud no se sir vió del complejo de Edipo para el final de análisis, ¿por qué? ADRIÁN ORTIZ: En esa interpretación suya de la tesis de Lacan, en que “Análisis terminable e interminable” es el punto-donde llega Freud desde una erotología en el sentido de erección, y que luego viene un período refractario; erección/caída. ¿Puede ser una forma erótica y no erotológica de concebir la historia del psicoanálisis? El momento que se produjo en Francia, con ese movimien to singular que presentificaba el erotismo, ¿puede ser puesto en relación con Viena a finales del siglo XIX? En ese momento con Freud y Fliess se produce algo, había en el lazo social algo que plantea un salto, un salto en relación a una erotología, no en el sentido erótico erección/detumescencia. JEAN A l l o u c h : Una manera que existe de evacuar el problema de la erotología, es la teoría de la bisexualidad que hoy en día continúa siendo defendida por algunos autores, por eso se ape ló a Fliess, para darle consistencia a esta bisexualidad. El caso de Otto Weininger es ejemplar. Weininger produce una escritura de la relación sexual en términos de bisexualidad: esto para la mujer, esto para el hombre. Cuando se hace esto, lo que se obtiene (en relación con la ética) es otra diferencia distin ta que se crea en otro lugar, a nivel de la iniciación. Si esa es la sexualidad, en todo caso lo que se obtiene en otro lado, es la pro ducción , que no está sistematizada, de una escisión entre inicia do y no iniciado. Weininger se había vuelto antisemita. Esta consecuencia es lógica. Un estudio que hice titulado Un sexo o el otro. Sobre la segregación urinaria, publicado en Littoral en español n° 11-12, muestra que se produce la misma lógica que encuentro en Weininger, cuando se fabrica la relación hom- bre-mujer, en otro lado se fabrica una relación no cifrable entre iniciado y no iniciado. Otro caso que muestra la misma exigencia doctrinaria es Pla tón. Lacan ha dejado de lado el Fedro, donde también se plan tean grandes cuestiones sobre erastés-erómenos, no solo en El banquete-, y le venía muy bien dejar caer el Fedro, porque allí la manera en que Platón retoma el problema erastés-erómenos, es tomando el amor filosófico, que también desemboca en una re lación iniciado-no iniciado. Uno de los datos mayores de la erotología analítica, luego de las observaciones de Lacan según las cuales no hay iniciación, es que el psicoanálisis no es una iniciación; si lo fuera habría en el psicoanálisis una escritura de la relación sexual. DELIA BOURNISSEN: El problema es que Platón no habla de se xual, habla de Eros. JEAN A l l o u c h : Eros pone en juego la sexualidad. Segunda sesión, sábado por la tarde Intervenciones y discusiones acerca de La etificación del psicoanálisis, Calamidad N ada más fascinante que sorprender a l espíritu hábil de la obligación m oral que, desterrado de un sector de activ id ad hum ana, em pieza a p lan ear am enazante por encima de otro. John Cowper Powys, E l arte de olvidar el descontento Se me ocurrió no p u b lic a rá ética del psicoaná lisis. En aquel tiempo, p ara m í eso era una form a de la cortesía. ¡Después de ustedes, se los ruego!¡Yo suspeoro! * Pasen prim ero ustedes. Con el tiempo, adqu irí el hábito de advertir que después de todo podía decir un poco más. Y luego, me di cuenta de que lo que constituía m i camino era algo del orden del no quiero saber nada de ello. Jacques L acan 1 1. Jacques Lacan, Aún, apertura de la primera sesión, el 21 de noviembre de 1972. Que se pueda leer aquí que Lacan llegó a no querer saber nada de la ética es confirmado por lo que viene poco después: habiendo recordado al gunas tesis capitales del seminario La ética del psicoanálisis, Lacan conclu ye: “Los dejo pues sobre esa cama, con sus aspiraciones, salgo, y una vez más escribiré en la puerta, a fin de que a la salida acaso ustedes puedan dar se cuenta de los sueños que sobre esa cama habrán perseguido, la frase si guiente: “El goce del Otro [...] no es el signo del amor””. * En el original “j'ousoupire”, neologismo cuya pronunciación se asemeja a la de la frase anterior: “j ’v ’s en prie”; prie (ruego) y pire (peor) son anagra mas en francés. Además hay un juego homofónico entre oupire (o peor) y soupire (suspiro) (N. delT.). ¿Nos encontramos allí? R aú l Giordano El libro La etificación del psicoanálisis - Calamidad de Jean Allouch, está tramado por esa lectura crítica que caracteriza sus escritos, y en esta trama se desliza un abordaje doctrinario y clí nico de lo que en psicoanálisis se ha entendido por ética. La his toria del psicoanálisis es también un blanco de esa crítica, ya que a veces los relatos históricos están construidos o interpretados por el historiador, de tal modo que en el momento del estable cimiento de un texto, los datos están rodeados por un cierto ha lo borroso, que permiten organizar un relato coherente a la vez que inexacto. Recordemos que el concepto de ética en psicoanálisis se re monta a 1911. En esa época James Putnam, en algunas cartas que le escribe a Freud, le propone no olvidar la ética en psicoa nálisis y lo invita a que intervenga en ese sentido, durante el con greso de Weimar. La respuesta de Freud a Putnam se basó en los conceptos que él tenía acerca de que “el psicoanálisis no vuelve más bueno a la persona en sí ni para sí” . Pero agrega que, “tal vez más adelante cuando los conocimientos acerca del alma sean me jor estudiados, recién entonces se sabrá lo que es posible en el dominio de la ética” . Esta respuesta deja establecida las posturas entre los dos hom bres respecto de la ética. Nos queda en claro la prudencia de Freud frente a este tema, aunque no por eso deja de ser expedi tivo. En tanto que Putnam por el contrario, no tiene dudas res pecto de su necesaria aplicación en la clínica. Quizás esa sea la razón para entender porqué la ética fue entendida por Putnam como una moral, lo que aparece claramente cuando dice: “Creo que una regeneración moral en los pacientes contribuye a elimi nar sus síntomas” y eso lo expresa cuando se refiere a la ética. La traza de esta moralina perduró en las instituciones que justifica ban su existencia con programas sobre la enseñanza y la difusión del psicoanálisis. La tensión y la incompatibilidad existente entre método y éti ca, tendrían como origen la conversación que sostienen Putnam y Freud luego de una de las conferencias de éste en Worcester. Siguiendo la lectura del trabajo de Allouch que estamos comen tando, comprobamos que tampoco él olvida aquel encuentro, ni la correspondencia que le siguió. Por el contrario esta referencia está fuertemente marcada, a tal punto que pareciera que si en psicoanálisis se tiene en cuenta la ética, el método cae en el olvi do. Este método que fue inventado por Freud y luego adoptado por Lacan, lo retoma Allouch como “método freudiano del ca so”, tema que desarrolla sobre todo en su libro “Freud y después Lacan” 1 donde pone de relieve el sentido y la importancia para el psicoanálisis de la acogida del caso. Revelar cómo fue entendida y empleada la ética, en relación con el psicoanálisis, es quizás la intención fundamental de este trabajo. Pero hay que destacar que el seminario de Lacan sobre la ética sólo es mencionado en algunos aspectos pero no aborda do cabalmente. En cambio tiene como referente principal a un hecho histórico del psicoanálisis en Brasil. El resultado así obtenido, constituye un textoque es frontal y a prim a facie provocador en sus efectos. Es provocador de dis cusiones concernientes al psicoanálisis y convoca a revisar cier tos conceptos doctrinarios, eso nos hace preguntar: ¿invita a se parar la paja del trigo? Decimos esto porque hay temas que son 1. Allouch, Jean: Freud y después Lacan, edelp, Bs. As. 1995. 34 abordados de tal modo que dan la sensación de no reencontrar nos con el psicoanálisis establecido por las diferentes escuelas o institutos. Ese es otro aspecto de la lectura. No se trata de un Un- heimlich, sino que ése abordaje permite recorrer y recordar cual fue la práctica y la teoría utilizada por los analistas tanto de la IPA como también por algunos lacanianos. Esto aún más porque cuestiona, en eso que reconocemos del psicoanálisis, cual es el modo para organizarse y sostenerse con escuelas o instituciones, que se crean con el fin de trasmitirlo y difundirlo. También por el modo de adjetivarlo y eso es a través de rasgos geográficos, como el psicoanálisis francés, americano o inglés. Otros podrían agregar: kleiniano, lacaniano o freudia- no. ¿Acaso Allouch propone otro psicoanálisis que el estableci do? En principio el estilo que emplea para el cuestionamiento de ciertas organizaciones psicoanalíticas, parecieran dirigidas a re velar un funcionamiento que no tiene en cuenta ciertos aspec tos de las doctrinas de Freud y de Lacan. Este libro nos lleva a recordar que las instituciones psicoana líticas también se sostienen con escisiones y con refundaciones, al menos en Argentina. Entonces cabe preguntar si ellas serían causadas por una ética generalizada o sea una etificación del psi coanálisis. También podemos relacionar el efecto provocador de la lectu ra con la evocación de las represiones sociales y las dictaduras en Argentina. Durante ese período existían palabras prohibidas y el psicoanálisis debía ajustarse a esa prohibición. A modo de ejem plo: una de esas palabras era “subversión”, de manera que para reunirse y trabajar el texto de Lacan “La subversión del sujeto” había que fabricar nuevas palabras que permitieran poder convo car. Otra palabra prohibida era “represión”, había entonces que hablar de “censura endopsíquica” . Aún hoy no existe un texto que de cuenta de aquella realidad ni del efecto que provocó tal censu ra en la práctica del psicoanálisis en la Argentina. La transmisión y la historia del psicoanálisis parecieran tener en La etificación la ocasión de ponerse de relieve. El hecho his tórico tiene como escenario a las instituciones psicoanalíticas de Brasil y de la IPA. En febrero de 1997 en París, la Société Inter national d ’Histoire de la Psychiatrie et de la Psychanalyse y la Asso- ciationpour études freudiennes, convocaron para discutir un libro de Helena Besserman Vianna: Politique de la psychanalyse face á la dictature et a la torture2, donde trata un tema delicado para las instituciones psicoanalíticas. El libro tiene un subtítulo: “No ha ble con nadie” . Siendo el psicoanálisis el lugar de la palabra se mejante subtítulo desconcierta. Lectura del libro de Besserman Vianna La autora sitúa un hecho histórico del psicoanálisis de Brasil revelado en 1973 por la edición Cuestionamos 2, publicada en Argentina y dirigida por Marie Langer. En ese número se repro duce parte de un artículo publicado por el diario Voz Operaría perteneciente al Partido Comunista Brasileño. Allí se denuncia ba que un médico, Amílcar Lobo Moreira da Silva participaba en equipos de tortura. El artículo fue enviado a Marie Langer con una nota manuscrita que decía: Amílcar Lobo es un psicoa nalista en formación en la Sociedad Psicoanalítica de Río de Ja neiro. Esta nota no estaba firmada. La reacción de las instituciones psicoanalíticas fue inmedia ta y defensiva, ellos decían que “ese caso estaba lejos de ser la re gla general” . La vertiente proteccionista terminó por radicalizar se a tal punto, que convirtió al caso Lobo en un problema institucional. Siguiendo el relato que hace Besserman Vianna en su libro, los acontecimientos se desarrollaron del siguiente modo. El pre- 2. El libro fue publicado en Brasil en 1994. No hay traducción al castellano. sidente de la IPA, Serge Levobici, se dirigió a David Zimermann, presidente de COPAL (Confederación Psicoanalítica de Améri ca Latina) quien a su vez se dirigió a Leao Cabernite, presidente de la SPRJ, (Sociedad Psicoanalítica de Río de Janeiro) y analis ta de Amílcar Lobo, con el fin de obtener información respecto de Lobo y del artículo publicado por Cuestionamos. La respues ta a la carta de Levobici fue concreta: “Amílcar Lobo a sido ca lumniado” . Reconocemos que por los movimientos que poste riormente se llevaron a cabo, S. Levobici creyó en las respuestas que le dieron las autoridades de la COPAL y de la SPRJ. Con lo que puede, por su acto, considerarse un error de parte suya, ya que al plegarse a esas conclusiones permitió que se produzca un giro fundamental en la investigación y que incluye de lleno a la IPA. Desde entonces las asociaciones psicoanalíticas aliadas bus caron los medios para desviar la atención puesta sobre Lobo. La estrategia utilizada era desviar la atención sobre el objetivo per seguido, sosteniendo una política que pretendía ahogar toda la información que comprometiera a la persona de Lobo y a la mis ma IPA. El argumento más poderoso que tenían era el de hacer creer que se trataba de “rumores” y “calumnias” hacia ciertas per sonas, y agregaban además que “en realidad, las verdaderas in tenciones de esos detractores, eran atacar al psicoanálisis mis mo”. Estas razones sirvieron para desviar la atención existente sobre Lobo. El interés se dirigió entonces hacia otro blanco, que pretendía encontrar la identidad de la autora de la nota manus crita y dirigida a Marie Langer. Como primera medida Leao Ca bernite pidió a expertos grafólogos las pruebas para reconocer las escritura anónima. Las conclusiones de esa investigación revela ron que Helena Besserman Vianna era la autora de la nota. Ella fue acusada de “calumniadora” por los Consejos de las dos So ciedades de Río. La designación de un culpable era la prueba ob jetiva que sirvió para desviar la atención del caso. Ese fue el comienzo de una historia larga y compleja que du ra desde hace más de 25 años. Su desarrollo se sostuvo con los cargos que se hicieron entre el director del Instituto de enseñan za Ernesto La Porta y Leao Cabernite, quien adoptó posiciones de víctima y se defendió atacando. Los descargos fueron los ar gumentos utilizados por todos los integraban el etablisheman psi- coanalítico brasileño y de la IPA. Ciertos grupos de analistas descontentos por los procedimien tos que se llevaban a cabo para develar el caso, comenzaron a reu nirse en asamblea con el fin de aclarar y acelerar la causa. Para ello se creó en 1980 el “Forum de debates” y también la “Orden de abogados de Brasil”, quienes publicaron una carta contenien do las declaraciones hechas ante la Comisión de los Derechos Humanos donde detallaba la participación de Lobo en los equi pos de tortura. En tanto que el “Consejo Federal de Medicina”, declaró que la deontología médica era incompatible con la tor tura. Respecto de Lobo se adoptaron algunas resoluciones, en tre ellas, la suspensión de su formación varias veces anunciada que sólo se logró en 1980, pero su expulsión definitiva de la So ciedad Psicoanalítica recién fue posible en 1993 y las razones ofi ciales que se dieron a conocer de ese alejamiento, reconocieron que eran por “causas de orden administrativo”. Entre 1986 y 1989 Amílcar Lobo otorgó dos entrevistas pe riodísticas y publicó su autobiografía: A hora do Lobo a hora do carneiro3. Durante ese período se le prohibió a Lobo el ejercicio de la medicina y también a L. Cabernite, pero éste se defendió ante la justicia. Su sentencia fue revisada y modificada, obtenien do una pena de sólo un mes de prohibición en el ejerciciode la profesión médica. Un grupo de analistas descontentos por estas resoluciones decidieron alejarse de la SPRJ para fundar el grupo Pro Etica 3. No hay publicación en español. que se dedicaría a estudiar y difundir lo que consideran es la ética del psicoanálisis. Conclusión Los hechos históricos que Helena Besserman Vianna cuenta en su libro produce una lectura amena donde todo pareciera co rresponder y articularse. Su relato está organizado con persona jes buenos y malos. En su historia, leemos que los personajes bue nos eran acusados por los malos, y los malos primero estaban protegidos por las instituciones que los amparaban, pero luego serían apresados por sus propios amigos que finalmente los de jarían en libertad. No obstante ese no es todo el relato de la autora, ya que si se lee minuciosamente el texto, otra lectura puede hacerse de él. Por ejemplo Helena Besserman Vianna no trasmite toda la in formación sobre los hechos que aborda o lo hace sólo a medias. Esto es evidente respecto de la nota anónima que dirige a Marie Langer, donde en ningún momento revelará la identidad de quien la escribió. En el libro leemos que fue ella la autora de dicha no ta, pero eso está dicho por otros, no por ella misma o ella tal vez lo diga porque no lo desmiente. También ocultó toda información concerniente a la persona que dio la noticia al diario Voz Operaría acerca de ese hecho, só lo se sabe que Besserman Vianna hizo una referencia pública don de aludió a que se trataría de una analizante del mismo Amílcar Lobo. Al ocultar esa identidad ella ocupa o se superpone con aquella que habló. Los enmascaramientos y desplazamientos su cesivos que hemos relevado son los que condujeron a estas sus tituciones que se leen en el texto de Politique de la psychanalyse face a la dictature e ct la torture. Tal como lo hace notar Jean Allouch, las sustituciones son el punto de partida que lo desligan de la clínica, perdiéndose con ello la experiencia del análisis. Entonces nos preguntamos ¿Qué lugar ocupó Besserman Vianna en esta historia? En tanto que denunciadora, ella se sustituye a una exanalizante y en ese acto condena al caso, reenviándolo al olvido. De ese modo el caso queda ausente, y por lo tanto expuesto a un “idealismo moral”; allí mismo donde “la ética psicoanalítica ocupe el lugar del mé todo freudiano” 4. Este modo de relatar esa historia nos condu ce directamente a recordar el subtítulo elegido por la autora del libro: No hable con nadie. 4. J. Allouch, La etificación del psicoanálisis. Calamidad, Edelp, Buenos Ai res, 1997, pág. 11. Apun es a propósito del libro de Jean Allouch La etificación del psicoanálisis Graciela Graham Ante la propuesta de participar en una mesa redonda sobre el libro de Jean Allouch, aparecido recientemente, la primera refle xión fue, sobre la dificultad en la que me encontraba para interve nir sobre este libro, puesto que inevitablemente coloca a aquél que tome éste riesgo, de un lado o del otro. Es decir del lado de la éti ca o del lado del método; y ésta elección sería una elección forza ba. Se debería elegir forzosamente el método, con lo que obten dríamos un método desmochado de ética y le diríamos adiós a Antígona. Porque elegir la ética, implicaría de inmeditato quedar fuera del psicoanálisis, es decir caerse del campo freudiano. Si fuera cierto, es decir si estuviera probado que ética y mé todo se excluyen mutuamente, y que la aseveración de Lacan a la que hace referencia J. Allouch en su libro1 “el psicoanalista no cede en su deseo” fuese solamente una aseveración acotada y circunstancial; y si dejar de lado a Antígona no volviera im practicable el psicoanálisis, como también sostiene J. Allouch en otra parte2; si esto fuera así, no se podría hacer más que un 1. J. Allouch, La etificación delpsicoanálisis. Calamidad, Edelp, Buenos Aires, 1997, pág. 45 2. J. Allouch, “La OPA de la IPA”, en Fragments n° 11, publicación interna de la elp, París, 1989. comentario, una reseña sobre el libro o quizas relatar las im presiones que su lectura causó en una lectora sudamericana que vivió una dictadura o dos. La impresión más fuerte es el efecto provocador que produ ce el tratamiento de un caso de tortura, ya la palabra tortura pro voca en muchos de nosotros el efecto de la sal sobre la herida y esto no tiene relación con lo ideológico, no es la tortura de de recha o de izquierda, no es el método de la tortura aplicado por los buenos o por los malos. Y luego un temor. ¿Qué efecto causaría este libro entre los analistas argentinos, especialmente en Buenos Aires?. Los lec tores, presos de las impresiones provocadoras del libro, dirían que J. Allouch justifica la tortura, podría incluso imaginar a estos analistas decir que la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis reivindica la tortura. Pero no, lo que el autor reivindica es: “Yo reivindico poder decir que un torturador —o un cóm plice de torturador— dice la verdad cuando dice la verdad, se ñala algo pertinente cuando señala algo pertinente y, por supues to, poder decir que miente y se engaña o nos engaña cuando miente y se engaña o nos engaña; reivindico igualmente poder juzgar que una víctima —o que un simpatizante de una vícti ma— miente o se engaña o nos engaña cuando miente y se en gaña o nos engaña y, por supuesto, que dice la verdad cuando dice la verdad, señala algo pertinente cuando señala algo perti nente. Exactamente: reivindico poder proceder así sin ser inme diatamente calificado, en el primer caso, de cómplice del verdu go, y en el segundo, de simpatizante de la víctima. Yo reivindico poder disponer de un poco de aire en la trama cerrada de los jui cios éticos, poder juzgar en un plano distinto a ese.”3 3. J. Allouch, La etificación del psicoanálisis. Calamidad, Edelp, Buenos Aires, 1997, pág. 23. Esta reivindicación que el autor hace fuertemente y en pri mera persona, me reencuentra con Antígona. ¿Acaso esta reivin dicación no tiene carácter ético? . que mi hermano sea todo lo que vosotros queráis, el cri minal, aquel que ha querido incendiar los muros de la patria y conducir a los compatriotas a la esclavitud, quien ha llevado a los enemigos alrededor del territorio de la ciudad, pero al fin él es lo que es . .. podéis relatarme lo que quieras, que uno es el héroe, el amigo, y el otro el enemigo; pero yo les respondo es to: para mí las cosas se juzgan de otra manera” . 4 ¿Pero porqué sería necesaria tanta argumentación para exponer delante de aquellos, que supuestamente interpelarían a la escuela, por la aparición de este libro?. En este punto caí en la cuenta que la persecución estaba ya allí nuevamente produciendo sus efectos. Ahora bien ¿no se dificulta el ejercicio del método en la perse cución? ¿no se hace difícil, y hasta a veces imposible, la práctica del método freudiano en ciertas circunstancias? Ejemplos hay mu chos: había palabras prohibidas como “subversión”, lo que hacia difícil reunirse alrededor de ese escrito de Lacan “La subversión del sujeto”. La dificultad de militantes políticos o de derechos hu manos para encontrar el analista a quien dirigir su demanda. La posición del analista que recibía a alguien perteneciente a los ser vicios de seguridad por temor a rechazarlo. Sería un ejercicio importante llegar ha hacer caso de alguno de eso ejemplos; y entonces demostrar a partir de un caso que en condiciones como esas, los elementos del método “asociación li bre”, “interpretación” y “función secretarial” son posibles. ¿O po dría surgir, como en el caso de Leo Strauss y tantos otros, que se 4. J. Lacan, seminario La ética del psicoanálisis, sesión del 8 de junio de 1960, Paidós, Barcelona, 1988. trate de responder a la persecución, no de la letra sino de su fal ta, de una manera que parecería cercana a la iluminación? Si la iluminación tiene que ver con la falta de pruebas, y el no advenimiento de estas hace a la especificidad del modo de la ilu minación; creopoder afirmar que algo de ese orden acontecía en los tiempos de la dictadura. El tristemente famoso “por algo se rá”, podría tener relación con: “algo habrá hecho, no hay prue bas pero ya llegarán”. Quizá el caso Amílcar Lobo tendría que incluir en su diluci dación la situación persecutoria en la que se encontraban todos sus protagonistas, y los efectos que esta situación crea, es decir los modos de respuesta que se fabrican. ¿No se explicaría quizás mejor algunos anónimos, algunas imprecisiones de la historia, algunos blancos, algunas acusaciones sin prueba? “Curiosamente quien se encuentra atrapado por una ilumi nación sin prueba, se encuentra el mismo parecido a la KGB; acusa sin pruebas ... la KGB permanece a la vez incomprensi ble y semejante a aquellos a los cuales persigue. El punto de in- compresibilidad es absolutamente importante y general.” 5 Ahora bien, el libro de Besserman Vianna apareció luego de la dictadura, y el acontecimiento escandaloso que J. Allouch re lata en su libro, sucedió en París a principios de 1997. Es cierto, pero se trata de la IPA y de las instituciones que se desprendie ron de ella en los años ’70 en latinoamérica. Este acontecimien to parece más relevante porque toma estado público, toca el pun to álgido de los derechos humanos, y puede traerle un descrédito a esa institución en esta sociedad supuestamente democrática en la que hoy vivimos. 5. J. Allouch, “Interpretación e iluminación”, en Revuedu littoraln0 31/32, EPEL, París, 1991. Entonces, nos estamos ocupando de la calamidad que signi fica la adjetivación (para J. Allouch esta adjetivación es ética) de la palabra analista por el adjetivo torturador. Pero sí se puede tra tar de otro sintagma: “psicoanalista médico”. No olvidemos que hasta no hace mucho tiempo la IPA no aceptaba entre sus can didatos a psicólogos, sólo los médicos estaban habilitados para recibir formación analítica, es decir análisis individual, semina rios y supervisión; cada una de estas actividades tiene una canti dad de horas estipuladas de antemano, si se quiere acceder el tí tulo de “psicoanalista” . Estas instituciones consideraron siempre al psicoanálisis como una profesión y el “psicoanalista” como un título, que como tal, podría ser acompañado por cualquier ad jetivo que conviniera: “psiconalista infantil”, “psicoanalista de grupo”, “psicoanalista de pareja”. ¿No es esto ya una calamidad? ¿No tiene esto también relación con lo ideológico? ¿Porqué pe dirle a la IPA que respecto del caso Amílcar Lobo procediera de distinto modo que en los ejemplos anteriores? Llegado este punto, creo que se puede efectivamente desligar este asunto de toda localización geográfica, y relacionarlo direc tamente con el “psicoanálisis de la institución oficial” en latinoa- mérica y en cualquier lado. Entonces si acordamos con J. Allouch que la especificidad del método freudiano, delimita el campo freudiano6; campo que fue trazado por Freud, y unido al nombre da Freud por Lacan en 1964, en su seminario Los fundamentos del psicoanálisis-, y si mé todo y ética se excluyen mutuamente, entonces las instituciones y los analistas involucrados en el caso Lobo ¿se cayeron del cam po freudiano? No están dentro del campo aquellos que hacen del psicoanálisis profesión (salvo que se tratara de profesión deliran te, como las llamaba Valery). Si seguimos fielmente estos enun ciados, el campo queda bastante despoblado. 6. J. Allouch, Freud, y después Lacan, Edelp, Buenos Aires, 1994. No es en tanto psicoanalista que Amílcar Lobo es torturador, como no es en tanto psicoanalista que Freud le responde a Max Eastman, ante la pregunta: — "¿Qué es usted politicamente?” , respuesta: — “Politicamente, no soy nada”; o que la señora Bes- serman Vianna milita en los derechos humanos. Es en tanto torturador que Lobo tortura, y en tanto tal ha ce dupla, pareja, con el torturado, lo que J. Allouch llama ver dugo y víctima, preguntándose a renglón seguido7: ¿por qué llamamos a los simpatizantes del verdugo “cómplices” y a los de la víctima “simpatizantes”? ¿esta última no es una valora ción ética que hace el cristianismo, en relación al valor que se le concede al sufrimiento? Creo que en realidad no se trata del acto mismo de la tortu ra, sino de la tortura como método ejercido en distintas partes del mundo, con fines totalmente distintos. Quizá no habría que considerar esto en un plano simplemente ideológico; la tortura es un delito la aplique quien la aplique y se aplique sobre quien se aplique. Claro que si el torturado es un delincuente podrá te ner cómplices; se es cómplice de un delito y simpatizante de una idea política, pero se trata sólo de un lenguaje jurídico. Y si no es en tanto psicoanalista que Lobo es torturador, tampoco es en tanto tal que se lo condena; puesto que en tan to psicoanalista sólo sería señalable en el momento del acto y en forma negativa. Además si la tortura es un método, es por supuesto imposi ble la aplicación de dos método en forma simultánea, un méto do excluye lógicamente al otro. La exclusión del método freu- diano entonces hace impracticable el psicoanálisis. La tercera sustitución que marca J. Allouch al principio del libro, la de la ética por el método, es la que no permite que sea tomado el ca so Lobo justamente como eso, como un caso. 7. J. Allouch, La etificación .pág. 24. 46 D isc u sió n RAQUEL CAPURRO: Quería retomar algunos puntos lanzados en el panel y en particular algo que señalaron, y que tiene que ver con el sintagma “psicoanalista-torturador” . Este libro que me pa reció removedor por muchas cosas, entre otras porque está la dis yunción entre método-ética, pero también porque me hizo pen sar en cosas que circulan sobre todo en esta última década, y es sobre lo que quisiera volver en este momento, retomar lo del sin tagma “psicoanalista-torturador” . Me parece que cuando J. Allouch interroga, ¿quién dijo eso? es porque la respuesta a esta pregunta decide la pertinencia o no del sintagma. Me parece que en el panel sostenían que nunca es pertinente el sintagma por que el analista no puede ser calificado más que por su acto. Creo que lo que J. Allouch interroga y muestra, y que está fa llido en el libro de Besserman Vianna, es que no se constituye el caso, un caso, sino que derivamos de una situación de persecu ción política a una situación de persecución institucional. Pasa mos de la tortura practicada como método de terrorismo de es tado al problema de la persecución dentro de la institución, y finalmente al reconocimiento por un título, de alguien como psi coanalista o no, al debate sobre la práctica de esa persona, lo cu¿l es un problema absolutamente menor, incluso desde el punto de vista político, respecto de lo que pasaba en ese momento. Entonces si la pregunta esa es pertinente es porque sí había un analizante en juego que había reconocido a su analista en ese torturador. Entiendo que es porque podía de esa manera identi ficar un modo de practicar el psicoanálisis, que de alguna forma podía ser homologa a la práctica de la tortura, y por lo tanto eso calificaba de una cierta manera su análisis. No es que era por un lado el método de la tortura y por el otro el método analítico; podía suceder que en este caso era la misma cosa y eso es lo que no se puede aclarar. Eso es lo que el libro muestra, que el trabajo de Besserman Vianna al poner el acento en la institución, al hacer una historia de todos los tejes y mane jes de la IPA, desvía desde el punto de vista político y desde el punto de vista analítico y yo creo que una de las cosas fuertes del libro es que plantea justamente la importancia de no evacuar nin guna de estas dos dimensiones. Hay un caso que ocurrió en Montevideo, que conmovió un poco a la opinión pública montevideana y es el caso de un sacer dote torturador. Torturador no al servicio del estado, sino tortu rador por cuenta propia en una comunidad que fundó. Este sa cerdote al
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