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La filosofía de Heidegger UN NUEVO OSCURANTISMO EDITORIAL L X J © Heleno Saña, 2016 © Editorial Verbum, S.L., 2016 Calle Manzana 9, bajo único -28015, Madrid Teléf: 91 446 88 41 e-mai 1: editorialverbum@gmail.com www.verbumeditorial.com Imagen de cubierta: El filósofo Martin Heidegger I.S.B.N.: 978-84-9074-316-4 Depósito Legal: M-4089-2016 Printed in Spain/Impreso en España por PUBLIDISA mailto:editorialverbum@gmail.com http://www.verbumeditorial.com Ín d i c e Capítulo I EL TRASFONDO BIOGRÁFICO..................................... 9 Capítulo II HEIDEGGER Y EL PENSAMIENTO UNIVERSAL 21 Capítulo III LA ÉPOCA Y LAS IDEAS.................................................. 37 Capítulo IV EL LENGUAJE...................................................................... 48 Capítulo V TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.................................... 58 Capítulo VI EXISTENCIA Y TEMPORALIDAD................................ 72 Capítulo VII APOLOGÍA DEL NIHILISMO......................................... 85 Capítulo VIII EL HOMBRE Y LOS OTROS............................................ 96 Capítulo IX LA TÉCNICA....................................................................... 109 Capítulo X EL SER Y LA NADA............................................................ 117 Capítulo XI HEIDEGGER Y EL NACIONALSOCIALISMO.......... 126 Capítulo XII LA POSTGUERRA.............................................................. 142 Capítulo XIII LA GLORIFICACIÓN DE ALEMANIA.......................... 156 Capítulo XIV ESENCIA Y EXISTENCIA......................................... .......... 164 Capítulo XV ONTOLOGÍA NEGATIVA........................................ ......... 176 Capítulo XVI LA N OCH E DEL M UNDO................................................ 185 Capítulo XVII INTERIORIZACIÓN Y DISPERSIÓN...................... ....... 194 Capítulo XVIII UN NUEVO OSCURANTISMO....................................... 204 Capítulo I EL TRASFONDO BIOGRÁFICO O r ig e n so c ia l y pr im e r o s e s t u d io s Martin Heidegger vino al mundo el 26 de septiembre de 1889 en la pequeña ciudad de Messkirch (región de Badén), en el seno de una “familia pobre y sencilla”, como escribiría en una carta al alcalde de Freiburgo poco después de terminada la II Guerra Mundial1. Su padre era sacristán y maestro forjador de cobre. Después de asistir a la es cuela primaria y de aprender latín con el cura de su parroquia, se tras ladó a Constanza para proseguir sus estudios en un Instituto (Gymna- sium) de origen jesuíta. El rector del Instituto, Dr. Conrad Grober, era oriundo de Messkirch y apoyó desde el primer momento a su joven paisano, también en el plano material. Sin la asignación anual que su protector le asignó, la familia de Heidegger no hubiera estado en condiciones de financiar sus estudios de bachillerato. Fue asimismo el Dr. Grober, futuro arzobispo de Freiburgo, quien guió los primeros pasos filosóficos de su pupilo, también después de dejar el rectorado de Constanza para asumir otras funciones eclesiásticas y docentes. Así, al cumplir Heidegger los 18 años, le dio a leer la disertación de Franz Brentano Sobre la diversidad de lo existente según Aristóteles, una temática que veinte años después Heidegger abordaría, desde sus propia perspectiva, en su obra central Ser y tiempo. En 1906 obtuvo una beca para continuar sus estudios en el Bertoldsgymnasium de Freiburgo, que antiguamente había pertenecido también a la Compa ñía de Jesús. El verano de 1909 consiguió su título de bachiller. El eje de los estudios de Heidegger había sido la teología, y ello porque tanto él mismo como su familia y sus preceptores daban por supuesto que terminados sus estudios secundarios ingresaría en la Compañía de Jesús. Y en efecto, el 30 de septiembre de 1909, recién 1 Heidegger, Gesamtausgabe (Edición completa), en adelante GA, tomo 16, p. 369, Fráncfort 2000. cumplidos los veinte años, ingresó en el Noviciado que los jesuítas tenían en Tisis, en la región de Voralberg. Pero su débil constitución física era incompatible con los planes de estudio de la Compañía, de manera que dos semanas después de iniciar el Noviciado tuvo que abandonar su nueva morada. Heidegger hizo frente a este inesperado revés matriculándose en la Facultad de Teología de la Universidad de Freiburgo, siempre con la esperanza de hacer carrera en el mundo religioso. Su mentor principal en esta nueva fase de su vida fue el Dr. Cari Brige, especializado en teología dogmática y autor de la obra Sobre el ser. Esbozo de ontología, una temática que, como ya en el caso de Franz Brentano, Heidegger haría también suya. El libro de su maestro le permitió hacerse una idea sistemática del pensamiento de Aristóteles, Tomás de Aquino y Suárez. En esta fase de sus estudios se interesa por la hermenéutica y la re lación entre pensamiento, ser y lenguaje, una temática que se convertirá en uno de los rasgos centrales de su obra. Pero no menor es el interés que muestra por la investigación histórica, lo que explica la importan cia primordial que adjudicará a la temporalidad del hombre. Las prime ras lecciones de historiografía las recibe de los historiadores Heinrich Finke y Georg von Below, que también influenciarán su actitud políti ca. A partir de 1912 se interesa también por Dilthey, que ejercerá una gran influencia sobre el enfoque temporal-histórico de su filosofía. Fue como estudiante de teología que publicó sus primeros traba jos, aparecidos casi todos en la revista Der Akademiker, portavoz de la Asociación de los académicos católicos de Alemania. La línea teó rica de la revista correspondía a la directrices doctrinales establecidas por el Papa Pío X a raíz de su confrontación con el modernismo y par tía de la obediencia incondicional a la Iglesia oficial. Ya en su primer artículo publicado en el Neuberger Volksblatt el 5 de noviembre de 1909, ataca las corrientes modernistas de pensamiento, que él inter preta como una ruptura con el espíritu del orden divino. En el mismo tono se expresa en las recensiones que dedica a los libros de autores católicos y en las conferencias que pronunció en su ciudad natal, en las que arremete contra el darwinismo, el ateísmo, el socialismo, la filosofía de la época y “contra los altares de los falsos dioses”2. 2 Ibid., p.3. De nuevo por motivos de salud —insuficiencia cardíaca—, en febrero de 1911 tuvo que interrumpir sus clases de teología y reponer se varias semanas en su ciudad natal. Malogrado definitivamente su sueño de consagrarse a los estudios teológicos, y repuesto de su crisis psicosomática, optó de momento por estudiar matemáticas, disciplina por la que también se sentía atraído. En medio de esta nueva fase de su existencia, Heidegger encon tró el apoyo del rector de la Universidad de Freiburgo, Josef Sauer, teólogo, profesor de historia del arte y de arqueología cristiana y edi tor de la revista Panorama literario para la Alemania católica, en la que Heidegger no tardaría en publicar tres trabajos sobre Lógica. Desde 1912, el nuevo protegido del Dr. Sauer recibió una beca de 400 marcos anuales, suma que le permitió sufragar sus gastos más elementales. El 26 de julio de 1913 se doctoraba en filosofía con la nota de summa cum laude. R u p t u r a c o n el c a t o l ic ism o . H u s s e r l Al estallar la I Guerra Mundial queda liberado del servicio mili tar por motivos de salud y es destinado, al departamento de Censura, función que desempeñará hasta poco antes de finalizada la contien da. En 1915 inicia su relación amorosa con su futura esposa Elfriede Petri, pero que mantiene oculta por los motivos que su nieta Gertrud Heidegger revelará ochenta años más tarde en sus notas sobre las car tas de Heidegger a Elfriede: “Martin teme que su relación con una mujer protestante podría ser un obstáculo para su carrera universitaria en Freiburgo”3. En marzo de 1917 se consuma el matrimonio, primer indicio de que su catolicismose tambalea. Y en efecto, el 9 de enero de 1919 escribe una carta al teólogo Engelbert Krebs—el mismo que ha oficiado su boda—, comunicándole que el “sistema católico” se ha vuelto “problemático” e “inaceptable” para él, aunque no el cristia nismo4. Su ruptura con el catolicismo da paso a una aproximación a la 3 Martin Heidegger, Mein liebes Seelchen - Briefe Martin Heideggers an seine Frau Elfriede 1915-1970, p. 31, Munich 2005. 4 Citado por Hugo Ott, Martin Heidegger. Unterwegs zu seiner Biographie, p. 106, Francfort 1992. teología protestante, a la que estudia con gran intensidad, primero de la mano del teólogo helvético y amigo de Nietzsche, Franz Overbeck, uno de los grandes críticos decimonónicos de la religión pero total mente opuesto, como el mismo Nietzsche, al germanocentrismo que profesará Heidegger. Otro de los teólogos que le muestran el camino de su nuevo periplo confesional es Schleiermacher y su concepción de la fe no como conocimiento metafísico, sino como sentimiento. Su guía principal es naturalmente Lutero, a quien estudia intensamente de 1919 a 1923, durante su fase de asistente privado de Husserl. El odio de Lutero a la Iglesia católica le servirá para nutrir el suyo propio. O como señala Günther Anders, uno de sus discípulos más críticos: “Su pasión anti-ultramontana no era inferior a la de Bismarck o Hitler”5. Significativo en este contexto es también que pocas semanas después de haber contraído matrimonio ante un altar católico, se someterá a la misma ceremonia en una iglesia protestante. Karl Lówith, otro de sus discípulos heterodoxos, dirá, sobre su itinerario confesional: “Jesuíta por educación, se hizo protestante por indignación. Dogmático esco lástico a través de sus estudios y pragmático existencial por experien cia, teólogo por tradición y ateo como investigador, renegado de su tradición en forma de historiador de ella”6. Del catolicismo repudia sobre todo el jesuitismo, que en una de sus cartas a Elisabeth Bloch- mann calificará de “demoníaco”7. Su alejamiento del catolicismo in fluenciará también sus lecturas, de manera que la atención inicial que había prestado a San Pablo, San Agustín o Schleiermacher la traslada ahora a los clásicos griegos y alemanes. Este proceso de revisión religiosa coincide con su entrada en el círculo de Edmund Husserl. Antes de conocerle personalmente, Hei degger se había ocupado intensamente de la obra de su futuro mentor, empezando por las Investigaciones lógicas, que lee en 1909-1910. Pero como el mismo Heidegger recordará en un texto autobiográfico escrito varias décadas más tarde, tiene grandes dificultades para cap 5 Günther Anders, Über Heidegger, p. 157-158, Munich 2001. 6 Karl Lówith, Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933, p. 45, 1986. 7 Martin Heidegger/Elisabeth Blochmann, Briefwechsel 1918-1969, p. 52, Mar- bach 1989. tar la raíz última del pensamiento husserliano. “Pero a pesar de ello, la obra de Husserl me impactó de tal manera, que en los afios siguientes la leí una y otra vez”, recordará en 1963 en su texto autobiográfico Mi camino hacia la Fenomenología*. Pero ya en 1915 reconocerá que las Investigaciones lógicas de Husserl “fueron decisivas para mi proceso de desarrollo científico”9. De las enseñanzas de su preceptor, Heidegger retendrá sobre todo su divisa Zu den Sachen selbst, (con centrarse en las cosas mismas). Pero en sus declaraciones a personas de su confianza señalará ya desde fecha muy temprana, su escasa ad miración por su maestro. Así, en una carta que escribe a su mujer en la Pascua de Pentecostés de 1917, define la meta de la filosofía hus serliana como “demasiado angosta y desvaída”10. En julio de 1916, el fundador de la Fenomenología llega a Freiburgo para asumir la cátedra de filosofía dejada vacante por el neokantiano Heinrich Rickert, a cuyas clases había asistido también Heidegger. Judío convertido al protestantismo, separa estrictamente sus creencias religiosas de su labor intelectual. Su tesis básica reza: filosofía y religión son dos campos irreconciliables entre sí, un pun to de vista que Heidegger irá adoptando él mismo, hasta llegar a la convicción, como su propio maestro, de que verdad y fe se excluyen una a la otra. En una vita escrita el verano de 1922, subrayará abier tamente que “ya desde los comienzos de mi labor académica, me di cuenta de que una investigación científica auténtica y libre de condi cionamientos y de sujeciones ocultas solo es posible sin las ataduras del punto de vista de la fe católica”". Que Heidegger se atuvo a este plan lo demuestra el solo hecho de que las autoridades eclesiásticas prohibieron a los teólogos asistir a sus clases. La relación entre profesor y alumno es al principio, por parte de Husserl, más bien reservada y distante, pero no pasará mucho tiempo sin que Heidegger se convierta en su discípulo favorito y en 1919, en 8 Heidegger, Zur Sache des Denkens, GA, tomo 14, p. 93, Francfort 2007, edición KIostermann. 9 Heidegger, GA, tomo 16, p. 38. 10 Heidegger, Mein liebes Seelchen, l.c. p. 57.. 11 Heidegger, GA, tomo 16, p. 43. su ayudante de cátedra. A lo largo de nuestra investigación tendremos ocasión de hablar a menudo de sus respectivos sistemas de pensa miento; de momento nos limitamos a señalar que, a pesar de su ad miración por Husserl (pronto más fingida que sincera), en el fondo, la filosofía heideggeriana es de signo opuesto a la de su maestro, como subraya Ernst Cassirer: “La meta suprema de Husserl era la de con vertir la filosofía en una ‘ciencia exacta’ basada en hechos incontro vertibles y en principios fuera de toda duda. Esta orientación es total mente ajena a Heidegger, ya que no admite que exista algo semejante a la ‘verdad eterna’, a un ‘reino’ platónico de ‘las ideas’ o un método estrictamente lógico del pensamiento filosófico”12. Esta desemejanza o antagonismo empieza por el hecho cardinal de que mientras Husserl entiende la filosofía como ciencia pura, el pensamiento heideggeriano “vive alejado de la ciencia como tal”, como consignará Karl Jaspers a finales de 1945 ’3. Ambos tienen, en efecto, una concepción radicalmente distinta de la motivación y el quehacer filosóficos. Mientras la finalidad de Husserl es la de alcanzar el conocimiento puro a través de la supera ción de lo inmediato o natural (natürliche Einstellung) de la verdad, Heidegger cree que el único paso seguro para el acceso a la verdad es de orden preteórico y tiene que partir de la realidad existencial del hombre aquí y ahora. O como escribe en su primera carta a Elisabeth Blochmann el 15 de junio de 1918: “Lo único real es el espíritu como vidal4. De ahí ya que en su obra temprana Problemas fundamenta les de la fenomenología insista, con el vitalismo y el pragmatismo, en la necesidad de adentrarse en “la vida en sí y para sí”15. Si en el galimatías terminológico y conceptual de esta obra (producto de sus lecciones académicas de 1919-1920) hay algo claro es la prioridad 12 Ernst Cassirer, Nachgelassene Manuskripte und Texte, tomo IX, p. 219, Ham- burgo 2008. 13 Informe de Jaspers sobre la obra de Heidegger con fecha de 22 de diciembre de 1945, dirigido a las autoridades de la Universidad de Freiburgo y escrito a petición del propio Heidegger. 14 Martin Heidegger/Elisabeth Blochmann, Briefwwechsel, l.c., p. 7. 15 Heidegger, Grundprobleme der Phánomenologie, GA, tomo 58, p. 1, Francfort’ 1993. absoluta que Heidegger adjudica al “primado de la vida” y, dentro de ella, a la Selbstleben (vida propia). De ahí que no se canse de hablar de la “vida en sí”, de la “vida fáctica” o de la “vida viva"(Jebendiges Leben), citando en este contexto no casualmente las Confesiones de San Agustín como ejemplo paradigmático del carácter autobiográfico de toda existencia individual. Y cuando se refiere a los problemas teó ricos de la fenomenología que formalmente defiende, es para criticar a Husserl con nombres y apellidos o sin nombrarle y dejar sentado quela reflexión fenomenológica y filosófica en general corre el peli gro de “limitar los problemas trascendentales a la esfera de la ciencia y de ver todos los aspectos de la vida bajo este prisma científico” 16. Significativo en este contexto es la atención que por estas fechas Hei degger dedica a Henri Bergson, una lectura que contribuye a alejarle todavía más de Huserl, como demuestra la carta que el 11 de febrero de 1920 escribe a su mujer: “Aprendo mucho estudiando a Bergson [...] Problemas que Husserl anuncia en sus conversaciones como to talmente nuevos, fueron abordados y solucionados ya por Bergson”17. El fundador de la fenomenología aspira a la elaboración de un nuevo sistema de pensamiento capaz de trazar una línea divisoria de finitiva entre lo aparente y lo esencial, un proyecto intrínsecamente ligado a la filosofía tradicional clásica y muy afín, en el fondo, con la diferencia que Leibniz establecía entre las vérités de fa it y las véri- tés de raison. Eso explica que el autor de las Investigaciones lógicas considere que el conocimiento puro a priori buscado por él sea in compatible con toda forma de naturalismo, empirismo, psicologismo, antropocentrismo o historicismo, que son precisamente los elementos sobre los que Heidddeger va a apoyarse para construir la analítica existencial de Ser y tiempo. El extenso ensayo que Husserl publica en marzo de 1911 en la revista Logos bajo el título de La filosofía como ciencia rigurosa —especie de manifiesto de la fenomenolo gía— constituye una condena avant la lettre de la futura obra de su pupilo, empezando por lo que Husserl denomina “la superstición de 16 Ibid., p. 23. 17 Heidegger, Mein liebes Seelchen, 1. c., p. 105. los hechos”18, rasgo común a la filosofía predominante a principios del siglo XX. De ahí que en el mismo texto de 1911 señale que “la fenomenología pura consiste en la investigación eidética y no en la investigación del ser-ahí (Dasein)”19, que es precisamente el concepto sobre el que Heidegger va a edificar toda su filosofía. Mientras el yo husserliniano es un yo atento exclusivamente a la búsqueda del co nocimiento fenomenológico puro, el yo o ser-ahí heideggeriano está sumergido en el miedo, la inseguridad y otras manifestaciones de su propia existencia. O como dirá Hans Joñas —ex discípulo de Husserl y de Heidegger—, el yo heideggeriano es “un yo autotorturado (ge- plagtes) y no un yo que se enfrenta soberanamente al mundo”20. En una carta dirigida a su ex alumno Karl Lowith a principios de 1937, el mismo Husserl se lamentará de que Heidegger y otros antiguos discí pulos suyos se hayan alejado de sus enseñanzas: “Quizá comprenderá Vd. que Scheler, Heidegger y todos los demás antiguos ‘alumnos’ no han comprendido el sentido último y más profundo de la Fenomeno logía, que no puede ser otra cosa que trascendental”21. De la misma manera, el afecto casi paternal que Husserl le dispensa, tendrá como desenlace final la ingratitud de su protegido, aunque formalmente su brayará siempre su admiración por él y le dedicará incluso su obra Ser y tiempo. Fiel a Husserl se mantendrá en cambio Edith Stein, judía ella misma y víctima finalmente de la barbarie nazi. M a r b u r g o El 18 de junio de 1923 Heidegger es nombrado profesor extraor dinario de la Universidad de Marburgo y nuevo titular de la cátedra de filosofía dejada vacante por Nicolai Hartmann. Si obtiene el pues to no es solo pero especialmente gracias a las recomendaciones de Husserl a sus colegas de Marburgo, aunque también aquí cuenta con admiradores que favorecen su candidatura, empezando por el neokan- tiano Paul Natorp. 18 Husserl, Philosophie ais strenger Wissenschaft, p. 66, Hamburgo 2009. 19 Ibid, p. 42. 20 Hans Joñas, Fatalismus ware Todsünde, p. 63, Würzburg 2005. 21 Karl Lowith, “Eine Erinnerung an Husserl”, en: Zur Krilik der christlichen ‘ Überlieferung, p. 269, Stuttgart 1966. Heidegger no se sentirá nunca a gusto en la ciudad a orillas del Lahn, como señalará en una de sus cartas a Jaspers: “No puedo men cionar nada favorable a Marburgo, donde no me he sentido bien en ningún momento”22. Ello explica que aproveche cada oportunidad para ausentarse de Marburgo y refugiarse en la cabaña que en 1922 había construido en Todnauberg, a lo alto de los Bosques Negros. Será aquí donde llevará al papel su obra Ser y tiempo. Poco antes de trasladarse a Marburgo había iniciado su relación con Karl Jaspers, de la que por diversos motivos tendremos ocasión de hablar con fre cuencia y que se caracterizará, como en otros casos, por su índole ambivalente y contradictoria. La experiencia intelectual más importante de su estancia en Mar- burgo es su encuentro con el teólogo protestante Rudolf Bultmann, encuentro que se convertirá en una gran amistad y en un intenso in tercambio de ideas. El tema sobre el que ambos discuten una vez a la semana es, en esencia, siempre el mismo: ¿dónde está la verdad, en la filosofía o en la teología? La influencia es recíproca, pero más decisi va la de Heidegger sobre Bultmann, que no por azar dará a su teología un giro marcadamente existencial. En cambio no se entenderá nunca con el teólogo e historiador religioso Rudolf Otto, colega suyo en la Universidad que se había hecho famoso con su libro Das Heilige(Lo sagrado), aparecido en 1917 y que Heidegger conocía ya por haber discutido sobre su contenido con Husserl. En un plano más íntimo, el acontecimiento por excelencia de es tos años fue la relación amorosa que sostuvo durante nueve meses con su alumna Hannah Arendt. Si mencionamos este tema no es natu ralmente para hablar de sus amores, sino por el papel importante que la escritora judía desempeñaría en la vida de su ex amante tras la II Guerra Mundial. Por lo que respecta a su pasión amorosa inicial, li mitémonos a decir aquí que sintiéndose humillada por las condiciones “técnicas” que Heidegger le imponía para verse y estar juntos, tuvo la fuerza de voluntad suficiente para abandonar Marburgo y matricu larse en la Universidad de Heidelberg, donde pasó a ser alumna de 22 Martin Heidegger/Karl Jaspers, Briefivechsel 1920-1963, p. 96, Francfort 1996. Karl Jaspers, del que permanecería amiga para siempre. Pero como escribe su biógrafa Antonia Grunenberg, “se fue y le abandonó, pero llevándosele consigo”23. Lejos de ser un desliz pasajero, la pasión por Hannah Arendt no fue más que una de las muchas infidelidades que Heidegger cometió con su esposa Elfriede, un comportamiento que el justificaría como un incentivo erótico indispensable para su capa cidad creadora. O como le escribiría décadas más tarde para justificar una de sus últimas relaciones adúlteras: “Pero mi naturaleza es más diversa que la tuya y no puedo demostrarte con ningún argumento que tengo que vivir con Eros para articular, por lo menos en forma embrionaria, lo todavía no solucionado y último”24. A pesar de que por estas fechas había publicado relativamente poco, su fama como profesor había trascendido ya las fronteras de su país. Así, en la primavera de 1924, una Fundación japonesa le ofreció un puesto en el Instituto para el Estudio de la Cultura Europea con un sueldo anual de 17.000 marcos, suma entonces exorbitante. Heide gger rechazó la oferta materialmente tentadora pero incompatible con sus planes de trabajo y su decisión de transformar de arriba abajo los sistemas filosóficos entonces dominantes. En 1929 fue nombrado sucesor de la cátedra de Husserl en la Universidad de Freiburgo. Entre sus discípulos se hallaba Herbert Marcuse. En 1930 y 1932 rechazó la cátedra de filosofía que le ofre ció la Universidad de Berlín, ciudad por la que no se sintió nunca atraído y en la que veía la encarnación de la civilización urbana de masas criticada siempre por él como un reflejo del olvido del Ser y de la inautenticidad existencial. El e s t i l o y e l h o m b r e El estilo docente de Heidegger era, según nos han contado sus discípulos, típicamente alemán:frío y reservado, o lo que ellos lla man sachlich (objetivo). Pero no menos alemanes eran los accesos 23 Antonia Grunenberg, Hannah Arendt und Martin Heidegger. Geschichte eine Liebe, p. 119, Munich 2008. 24 Heidegger, Mein liebes Seelchen, l.c., p. 304. de sentimentalismo en momentos para él significativos. O como ha escrito uno de sus alumnos de Marburgo: “En estas ocasiones, sus sentimientos se apoderaban de tal manera de él, que se le caían las lágrimas y se le cortaba la voz”25. En cuanto a su lenguaje hablado, si de un lado cautiva a sus oyen tes, del otro no logra siempre hacerse comprender, lo que se debe en parte al fondo impenetrable de sus ideas y en parte a la terminología sui generis de que se sirve. A esto hay que añadir que la mutación religiosa que se consuma definitivamente en Marburgo, va unida a un cambio de su forma de pensar y de expresarse, cuyo rasgo central es la sustitución de la dogmática tomista y católica en general por la exégesis protestan te y la revalorización de la lengua alemana y griega. Su creciente fobia anticatólica la extenderá cada vez más a la cultura latina y neolatina en su conjunto, lo que explica el desprecio absoluto que siente por el fran cés, el italiano y el castellano, lenguas que considera — lo mismo que el inglés— como ineptas para la filosofía. O como escribe su discípulo Georg Gadamer en este contexto: “Nos hallamos ante un hombre que ha declarado de forma provocativa la ineptitud de la lengua francesa, inglesa, italiana y española para la filosofía”26. Lo que Gadamer por respeto y admiración a su maestro calla es que la opinión despectiva que el Heidegger post y anticatólico tiene del mundo latino —y que encuentra ya preconfigurada en su nuevo ídolo Lutero— forma parte de su visión provinciana e inequívoca mente nacionalista del mundo, motivo, asimismo, de su futura identi ficación con el ideario hitleriano y su posterior antisemitismo larvado, como iremos viendo a medida que vayamos reconstruyendo las líneas maestras de su obra y su conducta humana. Pero su hostilidad hacia la latinidad no es ajena tampoco al resentimiento oculto que generó en él su malogrado plan de ingresar en la Compañía de Jesús, una dimensión de su personalidad que Hans Ebeling definirá como “el 25 Arnold von Buggenhagen, Philosophische Autobiographie, p. 134, Meisen- heim 1975. 26 Georg Gadamer, “Heidegger und die Sprache”, en la antología Martin Hei degger— Faszination und Schrecken, editada por Peter Kemper, p. 95, Francfort/ Nueva York 1990. trauma de su religiosidad”27, especificando que su “resentimiento” como teólogo católico no es menor que el de Nietzsche, hijo de un pastor protestante: “En ambos casos se trata de una reacción patológi ca sensu stricto”28. En el transcurso de la década del veinte se acentúa su hostilidad al catolicismo y a la doctrina cristiana en su conjunto, lo que explica que tras la publicación de Ser y tiempo hable de la “ene mistad mortal” entre filosofía y fe29. De naturaleza menos personal pero no menos profunda es su re sentimiento por las condiciones de paz impuestas por las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial a Alemania en el Tratado de Vers- ailles, condiciones que no pocos alemanes consideraban como dema siado duras y hunmillantes. Heidegger es uno de ellos. Aunque en la década del veinte no interviene en debates políticos, ello no significa que sea indiferente a lo que acontece en su patria. Como muchos de sus compatriotas, no acepta interiormente el statu quo imperante en la República de Weimar y espera y anhela, con mayor o menor im paciencia, la hora del resurgimiento y el desquite de Alemania, un revanchismo que, oculto de momento detrás de su apoliticismo for mal, saltará a la superficie con el proverbial furor teutonicus en las primeras semanas del III Reich. 27 Hans Ebeling, Martin Heidegger. Philosophie und Ideologie, p. 61, Reinbeck 1991. 28 Ibid., p. 116. 29 Heidegger, GA, tomo 9, p. 66. Capítulo II HEIDEGGER Y EL PENSAMIENTO UNIVERSAL H e id e g g e r y l o s g r a n d e s c l á sic o s Martin Heidegger es sin duda el filósofo más famoso (y contro vertido) que ha dado la Alemania del siglo XX, y por su vinculación a la Existenzphilosophie, también uno de los espíritus más representati vos de nuestro tiempo, pero su sistema de ideas es inseparable de las corrientes centrales del pensamiento universal, desde los presocráti- cos y la filosofía medieval al subjetivismo moderno y a las corrientes irracionales del siglo XIX y parte del XX. Esta estrecha vinculación a laphilosophiaperennis es también vi sible allí donde Heidegger disiente de los grandes maestros del pensa miento universal —que es la regla— y opone a ellos sus propias tesis. Aunque él subrayará una y otra vez la independencia de su concepción del hombre y el mundo y el carácter personal y solitario de su filosofía, es innegable que sus posiciones fundamentales son replanteamientos, reinterpretaciones, reconstrucciones y sobre todo deformaciones y ma nipulaciones de actitudes ideativas anteriores a él. Es decir, no solo hermenéutica, sino herméutica a menudo malintencionada. Ello explica que Karl Jaspers haya podido decir que Heidegger “expresa viejas ver dades en un lenguaje original”, añadiendo de todos modos que lo hace de “manera insuficiente y torcida”30. En un diálogo sostenido con el profesor japonés Tezuka entre 1953 y 1954, el propio Heidegger dirá: “Para nosotros, hombres de hoy, puede resultar necesario preparar tales diálogos, con el objeto de interpretar de modo propio a los pensadores antiguos”31. Este es, en efecto, el punto de partida de su obra. Como ocurre con casi todos los sistemas de filosofía, el de Hei degger no es solo la exposición de sus propias ideas, sino, a la vez, la verificación de toda la herencia filosófica de la humanidad, sea en 30 Karl Jaspers, Notizen zu Martin H eidegger,p. 101, Munich 1978. 31 Heidegger, Untenvegs zur Sprache, p. 124, Pfullingen 1957. sentido afirmativo o crítico. Por eso dirá: “En la primera página de Ser y Tiempo se habla expresamente de ‘repetir’ (Wiederholung). Esto no significa la revelación uniforme de lo eternamente idéntico (im- mer Gleichen), sino: coger, recolectar, recoger lo que se oculta en lo viejo”32. Heidegger parte casi siempre —explícita o implícitamen te— de los viejos filósofos, pero no para asumir necesariamente sus enseñanzas, sino para interpretarlas bajo una nueva luz y sacar sus propias conclusiones. La característica central de su filosofía es preci samente esta: la de constituir una síntesis más o menos lograda entre el pensamiento clásico y el pensamiento moderno, entre lo arcaico y lo nuevo. Ahora bien, esta síntesis no debe ser entendida como una progresión lineal o culminación de los grandes sistemas de filosofía, sino más bien como una ruptura cualitativa con lo aparentemente úl timo y definitivo. De ahí que caracterice su filosofía no como un paso hacia adelante, sino como un “paso atrás”. “Para nosotros, el carácter del diálogo con la historia del pensamiento no es la superación (Au- fhebung), sino el paso atrás”33. Con esta afirmación —aparentemente paradójica— Heidegger no hace más que expresar que toda la metafísica occidental —desde Platón a Husserl— no es más que un tremendo proceso de desviación, y que, por tanto, la labor propia de la filosofía —o del “pensar”, como él especifica—34 es la de regresar a los orígenes del pensamiento grie go, no para copiarlo, sino para plantearse de nuevo el problema del Ser, un problema que, según él, lejos de haber sido esclarecido por la filosofía clásica, sigue siendo una incógnita. De ahí esa tremenda afir mación: “La misión del pensamiento actual es la de pensar lo que pen saron los griegos de una manera todavía más griega para comprender a los griegos mejor de lo que ellos se comprendieron a sí mismos”35. A diferencia de Hegel, dirá Heidegger, “nosotros buscamos la fuerza no en lo ya pensado(Gedachte), sino en algo impensado (Ungedachte), de lo cual lo pensado recibe su espacio esencial”36. 32 Ibid.., p. 131. 33 Heidegger, Identitat und Differenz, p. 45, Pfullingen 1957. 34 Véase Zur Sache des Denkens, Tubinga 1969. 35 Heidegger, Unterwegs zur Sprache, 1. c , p 134. 36 Heidegger, Identitat und Differenz, 1. c , p. 44. Sobre todo tras la publicación de Ser y tiempo, su filosofía se con vierte en hermenéutica crítica de la filosofía tradicional. Su originalidad y lo que de hecho le diferencia de los demás representantes del pensa miento existencial (o existencialista) radica en gran parte en haber sabi do redescubrir los elementos genéticos o archai de la filosofía antigua, frente a la que adopta muy pronto una actitud crítica y, no pocas veces, demoledora. Porque otro de los rasgos constitutivos de la filosofía hei deggeriana es su dimensión polémica, su tendencia (abierta o solapa da) a menospreciar los sistemas de ideas ajenos o contrarios al suyo, a situarse en un plano de superioridad frente a los demás pensadores, un rasgo que Jaspers subrayará una y otra vez hablando del carácter “coac tivo, polémico, dominante y pretencioso” de la filosofía de Heidegger y comparando su conducta a la cólera de Júpiter: “Heidegger lanza sus pretensiones de poder como Júpiter sus rayos desde las nubes. Pero en él son solo humo y juegos artificiales”37. Sorprende, en efecto, ver como ya el joven Heidegger, en sus primeras disertaciones académicas, pone en entredicho la obra de los grandes padres de la filosofía —empezando por Platón y Aristóteles— y adopta una actitud de clara superioridad frente a ellos, como si se tratara de aprendices de brujo y él fuera el genio destinado a resolver todos los misterios e interrogantes de la filosofía, un modo de proceder que mantendrá hasta el fin de sus días, a pesar del tono formalmente humilde con el que a veces intenta encubrir su profunda soberbia. ¡Qué contraste con la modestia de Kant! Cuando todavía no ha salido de los pañales de la fenomenología husserliana y cuando todavía se nutre de su mentor filosófico número uno, se presenta ya como una especie de mesías intelectual cuya misión es la de salvar la tradición filosófica universal de los errores cometidos por sus principales representantes. Detrás de los interminables ejercicios de lógica formal y de herme néutica a que se entrega el joven profesor, asoma no solo su cultura filosófica —más parcial que completa— sino también la fatuidad del pensador convencido de que él y solo él representa la nueva filosofía, el comienzo de una nueva era filosófica, cuando en realidad su sistema 37 Jaspers, 1. c., p. 47 y 92. de pensamiento se revelará en última instancia como una variante — todo lo original y profunda que se quiera— del irracionalismo nihilista común a su época y a su país, aunque uno de sus numerosos discípulos hayan visto en él nada menos que uno de los representantes del “opti mismo ortológico”, como su discípulo Max Müller38. Pero su confrontación permanente con los grandes representan tes de la filosofía clásica no le impidió lamentarse, en las postrimerías de su vida, ante las pantallas de televisión, de que “uno de los grandes peligros a que se enfrenta nuestro pensamiento es hoy precisamente el de que el pensamiento en sentido filosófico ha dejado de tener un nexo realmente original con la tradición”39. Es decir, Heidegger su braya en esta toma de posición la importancia de la misma filosofía clásica que él no ha cesado de criticar, una actitud contradictoria que por lo demás constituye uno de los rasgos habituales de su manera de filosofar y obrar, consistente en adoptar para cada respectiva conno tación histórica, epistemológica, política o axiológica la postura que mejor convenga a sus intereses y planes, como tendremos ocasión de comprobar con frecuencia en otras partes de nuestra investigación. K a n t , H e g e l , D ilth ey Dentro de su actitud crítica general, sus ataques principales los dirige a Hegel, a quien tacha de sofístico. Kant es también objeto constante de sus críticas, pero el tono que adopta frente a él es más matizado y respetuoso, quizá porque sabe lo que en el fondo le debe, que es mucho. Aunque reprochará al maestro de Kónigsberg no haber superado la tradición del cogito cartesiano, reconoce por lo menos que intentó seriamente encontrar la verdad, pero quedándose a medio camino. En cambio trata con absoluto desprecio a los neokantianos: “Lo que los neokantianos puedan pensar sobre Kant me es totalmente indiferente”40. 38 “Puesto que ya el término Da-sein significa la afortunada y bienhechora llegada del ser, aunque sea finito e insuficiente”, Max Muller, Existenzphilosophie, p. 57. 39 Martin Heidegger im Gesprách, editado por Richard Wisser, p. 76, Freiburgo/ Munich 1970. 40 Heidegger, Schelling: Vom Wesen der menschlichen Freiheit, GA, tomo 42,’ p. 48. La filosofía heideggeriana representa, tanto por su punto de par tida como por sus consecuencias finales, la negación más crasa de la filosofía kantiana, pero a pesar del antagonismo de ambos sistemas, Heidegger se mueve en la órbita del pensamiento de Kant, permanece atado al dualismo establecido por el autor de las Críticas entre fenóme no y noúmeno, entre apariencia y cosa en sí. La ontología de Heidegger lleva la impronta inequívoca de la Crítica de la razón pura de Kant, una influencia que el filósofo de los Bosques Negros recibe por partida doble: por medio del estudio directo de Kant y a través de la fenomeno logía de Edmund Husserl, ella misma penetrada de kantianismo. La filosofía kantiana parte del supuesto de que la cosa en sí o verdad última no puede ser aprehendida por el sujeto, y que, por tan to, entre la conciencia pensante y la verdad existe siempre un hiato insuperable. En el fondo esta es también la posición de Heidegger, con la sola diferencia de que el autor de Ser y tiempo transforma la di cotomía kantiana entre sujeto y objeto en el dualismo entre ser (Sein) y ser-ahí o existente (Dasein), un paso que Kierkegaard había dado ya frente a la filosofía hegeliana. Los mismos esfuerzos que Kant lleva a cabo para demostrar que la cosa en sí (Ding an sich) es ininteligible para el cogito, los realiza Heidegger para convencernos de que su Da sein no está en condiciones de desentrañar su fundamento ontológico último. Ahora bien: mientras Kant, fiel a la filosofía humanista de la Ilustración, superará dialécticamente la aporía entre conocimiento objetivo y subjetividad recurriendo a la noción de praxis —es decir, a la ética y a la razón práctica—, Heidegger, prisionero de la perspec tiva pesimista-nihilista de su cosmovisión, transforma la desorienta ción del Dasein en una categoría absoluta e irreversible. Heidegger no se liberará nunca del dualismo kantiano, y su inten to de superar la dicotomía entre empirismo y trascendencia eligiendo la muerte como destino supremo del hombre, como su verdad más profunda y auténtica, no es más que un salto irracional en el vacío, un salto dado ya antes por Kierkegaard, aunque no eligiendo la nada, como Heidegger, sino la fe religiosa. Recordemos aquí que el fin de la existencia humana no consistía para Kant en la teoría, puesto que esta no puede satisfacer plenamente el afán cognoscitivo del sujeto, y por tanto, no puede darle la certi dumbre epistemológica que este necesitaría para poseer una visión segura e incuestionable del universo. Precisamente porque el hombre no está en condiciones de penetrar en los últimos arcanos de la Crea ción a causa de los límites intrínsecos de la razón pura, no le queda otra opción coherente que la de liberarse de este callejón sin salida eligiendo la opción de la conducta moral. Con esta actitud Kant se identifica con la gran tradición grecorromana, cristiana y humanista de Occidente, y es aquí donde Heidegger —insensible a los valores éticos— se separa de él para elegir la vía del irracionalismo. Heideggeres también deudor profundo de Hegel, uno de los filó sofos clásicos a los que más encarnizadamente combatirá, siguiendo aquí también el ejemplo de Kierkegaard. Toda la estrategia heidegge riana de interpretar la esencia del Dasein como temporalidad o ser-en- el-tiempo, es de origen hegeliano, aunque el concepto de historicidad lo asumirá Heidegger sobre todo a través de la mediación de Dilthey y su interpretación del hombre como ser histórico: “Yo soy, hasta las profundidades más inaccesibles al conocimiento de mi mismo, un ser histórico”41. Pero mientras el concepto de werden o devenir juega en Hegel un papel ascendente, Heidegger lo convierte en regresión y descenso, en nihilismo y muerte. Es decir, entre ambos se produce una inversión axiológica radical, pues si Hegel ve en el futuro la cul minación de la historia universal o realización del Weltgeist (espíritu universal) a través del espacio y el tiempo, Heidegger lo interpretará sobre todo como el despliegue del no-ser, como una manifestación de la Unwahrheit o error, como caída del Ser o Seinsverfall. Para decirlo con las palabras del italiano Chiodi: “Hegel concibe la historia como el orden necesario de la revelación del Ser, Heidegger como el orden necesario de la no-revelación del Ser”42. Dilthey intenta superar la “razón pura” de Kant por medio de la “razón histórica” y parte del concepto de historicidad como módulo fundamental para comprender el significado de cada respectiva épo 41 Wilhelm Dilthey, D erAufbau der geschichtlichen Welt in den Geistenwissens- chaften, p. 347, Francfort 1974. 42 Pietro Chiodi, L 'Ultimo Heidegger, p. 42, Tórino 1969. ca, que él interpreta como la expresión de un determinado Lebem- gefühl o sentimiento vital, una posición que está ya perfectamente preconfigurada en el historicismo de Herder y de Hegel. Para Dilthey, la historia solo puede ser comprendida por medio de una intuición subjetiva de cada una de sus fases, nunca a través de las ciencias na turales o de la especulación filosófica. Esta visión historicista influen ciará poderosamente a Heidegger, con la diferencia de que mientras Dilthey adjudica a los diversos estadios históricos un rango objetivo, Heidegger parte de una perspectiva totalmente subjetivista y solip- sista. Pero estas y otras divergencias no merman la afinidad que en aspectos fundamentales existe entre ambos pensadores. Como él mismo indicará, Heidegger empieza a ocuparse de Dilthey entre los afios 1909 y 1914, y su impacto sobre él no pudo ser más profundo, empezando por el concepto diltheyniano de la Selbstbesinming (concentración en sí mismo), indispensable para la comprensión de la problemática humana en sus diversos aspectos y de las ciencias del espíritu (Geisteswissenshaften) como clave del co nocimiento. Pero también las reflexiones que Dilthey dedica al sig nificado de la muerte para la vida humana anticipan el papel preemi nente que Heidegger adjudicará a esta temática. Adorno subrayará en sus clases académicas de 1960-1961 la afinidad esencial existente entre Heidegger y la filosofía de Dilthey y demás representantes de la Lebensphilosophie, con la única pero importante diferencia de que mientras esta última parte de una concepción positiva y afirmativa de la vida, en la filosofía heideggeriana “la muerte es a fin de cuentas más importante que la vida”43. L a d im e n s ió n r e l ig io sa A pesar de su ateísmo fundamental, la obra de Heidegger está profundamente vinculada a la teología, la mística y el pensamien to medieval, ramas del conocimiento en las que se mueve con toda familiaridad y de las recibió poderosos impulsos no solo formales, 43 Adorno, “Ontologie und Dialektik”, en: Nachgelassene Schriften (Vorlesun- gen), tomo VII, p. 217, Francfort 20002. como se desprende de su tesis doctoral sobre Duns Scoto. Aparte de haber cursado sus primeros estudios en el convento de jesuítas de Fel- dkirch, fue alumno de Cari Braig, profesor extraordinario de filosofía en la Facultad de Teología de la Universidad de Freiburgo, cuyo libro Votn Sein. Abriss der Ontologie( 1896) le dio acceso al pensamiento de Aquino, Suárez y la teología especulativa en general, también al papel que dentro de esta disciplina jugó la filosofía de Hegel y de Schelling. Hans Albert, uno de los críticos más radicales de Heide gger y representante máximo del racionalismo crítico en Alemania, podrá afirmar con plena razón que la filosofía heideggeriana es una “Heilslehre (doctrina de salvación) sin Dios”44. En todo caso, la hue lla que la teología dejó en él fue muy profunda, como testimonia en sus Recuerdos su discípulo Karl Lówith: “Todavía en 1925, conside raba que la vida espiritual existía solo en la teología”45. Pero incluso en 1959 declarará que sin sus raíces teológicas “no hubiera llegado nunca al mundo del pensamiento”46. Y en su famosa entrevista con el semanario Der Spiegel, en 1966, no vacilará en afirmar que “Solo un Dios puede ayudarnos”. En este contexto debe señalarse la influencia ejercida sobre Hei degger por el maestro Eckhart, de quien asume el concepto clave de Abgeschiedenheit (separarse de los demás) como fuente de la verdad. No menos evidente es el cordón umbilical existente entre la filoso fía heideggeriana y la tradición de San Agustín y de Pascal, ambos precursores del existencialismo cristiano de Kierkegaard y sus dis cípulos. San Agustín anticipa ya la filosofía existencial de los siglos XIX y XX al convertir la fe en vivencia personal, en biografía íntima, en vida interior y confessio. Lo mismo Pascal, cuyo tono sombrío reencontraremos, con otra terminología y en un contexto distinto, tanto en Kierkegaard como en el propio Heidegger. Pero su relación con el pensamiento religioso estará determinada especialmente por el profundo impacto que la lectura de Lutero ejerce en él. Günther 44 Hans Albert, Kritik der reinen Hermeneutik, p. 2, Tubinga 1994. 45 Karl Lówith, Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933, p. 29, Stuttgart 1986. 46 Heidegger, Unterwegs zur Sprache, GA, tomo 12, p. 91. Anders no exagera al afirmar que la filosofía heideggeriana es un “lu- teranismo ateo”47. Las connotaciones pseudo-religiosas y sobre todo pseudo-místicas y gnoseológicas presentes en la obra de Heidegger explican, entre otras cosas, que a pesar de su ateísmo —más implí cito que explícito—, su sistema de pensamiento será acogido con gran respeto y hasta veneración por importantes sectores creyentes, tanto católicos como protestantes. Citemos como ejemplo represen tativo la influencia que Heidegger ejercerá sobre Rudolf Bultmann y su teología existencialista o sobre Karl Rahner. Tampoco faltarán naturalmente los pensadores religiosos y teólogos que rechazarán su Weltanschauung como visceralmente anticristiana o aceptarán su me todología sin identificarse con sus tesis de fondo. Como ocurre con otros planos de su pensamiento, las tomas de posición de Heidegger sobre la problemática religiosa se caracte rizan por su carácter esencialmente críptico, lo que explica que se valga a menudo de términos religiosos para explicar o definir fenó menos ontológicos y filosóficos. Pero como señala uno de sus exé- getas, siempre que se refiere a temas religiosos lo hace “casi siempre en forma de jeroglíficos cuya polivalencia permite las más diversas interpretaciones”48. La herencia que en múltiples aspectos recibe Hei degger de la teología, no le impedirá emitir con frecuencia juicios despectivos sobre el pensamiento religioso medieval, y ello empezan do por la Summa theologica de Tomás de Aquino, que cataloga como “simple libro de enseñanza para principiantes”49. K ie r k e g a a r d y N iet zsc h e Existe una tendencia muy extendida a considerar la Existen- zphilosophie heideggeriana como una simple versión atea del exis- tencialismo de Kierkegaard, interpretación que, a nuestro juicio, es demasiado esquemática para corresponder a la verdad. Si hubiera que mencionar a algúnmaestro de Heidegger, habría que citarse en primer 47 Günther Anders, Über-Heidegger, l.c., p 159. 48 Mathias Jung, “Heidegger und die Theologie”, en: Heidegger-Handbuch, edi tado bajo la dirección de Dieter Thomé, p. 474, Stuttgart/Weimar 2003. 49 Heidegger, GA, tomo 42, p. 48. lugar a Nietzsche, y no al pensador danés. Mientras Heidegger consi deraba a Nietzsche como a uno de los grandes filósofos de la humani dad —de ahí la atención que dedica a su obra—, negó a Kierkegaard la categoría de filósofo, calificándole despectivamente de “escritor religioso”, epíteto que en Heidegger tenía siempre una connotación peyorativa50. En Ser y tiempo acusará a Kierkegaard de haber estado ontológicamente bajo la influencia de Hegel y de la filosofía anti gua desde la perspectiva hegeliana, lo que también es una afirmación claramente negativa, además de falsa51. En otro texto escribirá que “Kierkegaard no tiene la más mínima relación con el problema del Ser”52. Pero a pesar de la actitud entre distanciada y desdeñosa que adopta frente a Kierkegaard y de sus preferencias por Nietzsche, es a él a quien debe el planteamiento de la existencia como radical subje tividad, empezando por el propio término de ‘existencia’, introduci do por el escritor danés en la terminología filosófica como respuesta al panlogismo hegeliano. La maniobra de Heidegger con respecto a Kierkegaard consiste en despojarle de su dimensión religiosa, lo que permite a Martin Buber hablar de la “secularización de Kierkegaard a través de Heidegger”53. La deuda de Heidegger con el escritor danés empieza con el con cepto de “miedo”, tema al que Kierkegaard dedicará todo un libro y que forma también parte esencial de la obra heideggeriana. Común a ambos es asimismo su hostilidad a Hegel y la identificación entre subjetividad y verdad. De ahí que el veredicto de A. De Waehlens esté plenamente justificado: “Nuestra tesis es, pues, la de que la concep ción kierkegaardiana de la existencia es también la que sirve de base a la filosofía existencial de Heidegger”54. Otra de sus afinidades es la creencia de que el primer estadio del hombre es siempre el del error, y que es solo a través de un proceso dialéctico de purificación (reli giosa en Kierkegaard, noética en Heidegger) que el hombre supera 50 Heidegger, Holzwege, p. 230, Francfort 1950. 51 Heidegger, Sein und Zeit, undécima edición, p. 235, Tubinga 1967. 52 Heidegger, Was heisst Denken?, GA, tomo 8, p. 216. 53 Martin Buber, Dialogisches Leben, p. 417, Zurich 1947. 54 A. De Waehlens, La philosophie de Martin Heidegger, cuarta ed., p. 331, L o-’ vaina 1955. su condición primaria de extravío para encontrarse a sí mismo. Más adelante tendremos ocasión de comprobar el papel que los conceptos de pecado y culpa juegan en esta interpretación de lo real-inmediato como lo malo o erróneo. Lo que en principio une a ambos no signi fica de todos modos que su concepción de la subjetividad sea una y la misma. Así, mientras Kierkegaard parte de su existencia con creta en su acepción más profunda y radical, Heidegger, a pesar de que temática y formalmente se ocupe también del Dasein o existente, separa estrictamente su discurso filosófico de su vida personal, un rasgo objetivista que corresponde a la influencia ejrcida sobre él por la “ciencia pura” de su maestro Husserl. De ahí que a pesar de sus ataques constantes al pensamiento científico, Heidegger permanez ca adicto a la tradición de la filosofía profesoral y académica de su país, mientras que si algo caracteriza a Kierkegaard —como también a Nietzsche y a Schopenhauer— será su desprecio por los filósofos de escuela. De Waehlens tiene plena razón: “El principal esfuerzo de Heidegger será ante todo el de elevar la doctrina de Kierkegaard al rango de una filosofía técnica”55. Robert Picht, otro de los discípulos heterodoxos de Heidegger, ha puesto el dedo en la llaga al señalar que la estructura fundamentalmente contradictoria de Ser y tiempo radica precisamente en el intento de fundir en una síntesis modelos de pen samiento tan distintos o antagónicos como “el método apriorístico de la Fenomenología husserliana y el concepto de existencia procedente de Kierkegaard”56. Más allá de sus diferencias formales y metodológicas, existe entre Kierkegaard y Heidegger el abismo de sus respectivas posiciones con respecto al problema de Dios. Mientras el pensador danés ve en la fe religiosa la única actitud coherente frente al desafío de la existencia humana o finita, Heidegger sigue en este punto los pasos de Nietzs che, de quien asume su “Dios ha muerto”, aunque él, por razones con vencionales y por su inclinación a la ambigüedad, intentará a menudo relativizar o silenciar su ateísmo fundamental. Eso explica que Martin Buber, en su profunda exégesis sobre Kierkegaard y Heiddeger, pue 55 Ibid., p. 330. 56 Robert Pitch, Zukunft und Utopie, p. 120, Stuttgart 1992. da escribir: “Pero el hombre Heidegger, aunque parta de Kierkegaard, significa una gran paso decisivo hacia el abismo donde comienza la nada”57. No menos justo es lo que Georg Lukács escribe sobre la re lación entre Heidegger y Kierkegaard: “Con Heidegger nos encontra mos con una situación análoga a la de Kierkegaard, pero sin Dios, sin Cristo, sin alma”58. Pese a esta antítesis esencial entre religiosidad y ateísmo, en tre fe y nihilismo, Heidegger comparte enteramente la hostilidad de Kierkegaard por el puro conocimiento teórico, así como el desprecio por la vida colectiva, que Kierkegaard define con conceptos como “muchedumbre” o “plebe” y Heidegger como Man o “ser-en-el-mun- do”, para él sinónimo de todo lo inauténtico, como subraya George Lukacs: “Heidegger difama como ontológicamente ‘inauténtica’ toda actividad pública del hombre”59. Ambos buscan la salvación en el in terior del alma, en la radical soledad del yo, con la diferencia —una diferencia básica— de que mientras Kierkegaard superará este solip sismo a través de su afirmación de Dios, Heidegger no lo trascenderá nunca, permaneciendo prisionero perpetuo de su concepción nihilista de la existencia y buscando en la soledad de los Bosques Negros una iluminación ontológica que no se revelará nunca. La influencia que Kierkegaard y Nietzsche ejercieron sobre Hei degger es perfectamente localizable y delimitable en el espacio y el tiempo: el primero juega un papel importante en la gestación de Ser y tiempo, mientras que el segundo adquirirá prioridad tras la publi cación de este libro en 1927 y, sobre todo, a partir de mediados de la década del treinta, en la fase previa a su colaboración explícita con el nacionalsocialismo. Señalemos al paso que Heidegger se familiariza con la obra de Kierkegaard sobre todo a través de Karl Jaspers, que fue el primero en ocuparse a fondo del pensador danés en Alema nia, tanto en sus libros como en su cátedra, y que por ello, debe ser considerado como el verdadero fundador de la Existenzphilosophie 57 Martin Buber, Das Problem des Menschen, p. 126, Heidelberg 1982. 58 George Lukacs, “Die Zerstorung der Vernunft”, en: Werke, tomo IX, p. 452, Neuwied/Berlín 1962. 59 Ibid., p. 440. germana. Pero al margen de la periodización de la influencia de Kier kegaard y de Nietzsche sobre Heidegger, el pensamiento heideggeria no es inconcebible sin lo que asumió de ellos, aunque fuese de forma tergiversada. O como ha escrito Leo Gabriel, “en la filosofía de Hei degger se entrecruzan de manera única el pensamiento existencial de Kierkegaard y el de Nietzsche”60. El hecho de que al final la filosofía heideggeriana diferirá totalmente de la de ambos, no anula la deuda contraída con ellos. La transición de Kierkegaard a Nietzsche coincide cronológica mente con el paso del ambiente de desintegración y caos de la Repú blica de Weimar y del período de entreguerras en general al ascenso del fascismo y el nacionalsocialismo; es decir, constituye la substi tución de la desesperación y el ser-para-la-muerte por la voluntadde poder y la moral nietzschiana del superhombre. Dicho esto hay que añadir en seguida que Nietzsche tiene muy poco que ver con la bestia lidad nazi y el exterminio de seis millones de judíos. Si Hitler y demás líderes nazis utilizaron su nombre para sus campañas de propaganda fue falsificando burdamente su doctrina, en la que no encontramos ninguna afirmación que pueda justificar ni la exaltación de la raza germánica como Herrenrasse (raza de los señores) ni el antisemitis mo. Todo el que esté mínimamente familiarizado con los escritos de Nietzsche conoce la opinión nada halagüeña que tenía de sus compa triotas, a los que en el fondo despreciaba más que admiraba. Sus sim patías estaban, a la inversa, en favor de los judíos, como se desprende también de lo que dijo de ellos en sus libros. Al ocuparse de Nietzs che, Heidegger pasa naturalmente por alto los hechos que acabo de mencionar, y si al final se distanciará del pensamiento nietzschiano será por otras razones, como tendremos ocasión de ver en otro lugar. Heidegger prosigue la tradición del ateísmo alemán, pero en vez de elegir el ateísmo humanista de Ludwig Feuerbach, el ateísmo pia doso de Schopenhauer o el ateísmo revolucionario de Carlos Marx, sigue las huellas del ateísmo antihumanista y nihilista de Nietzsche. Los planteamientos y la terminología de Heidegger son distintos a 60 Leo Gabriel, Existenzphilosophie, p. 212, Viena 1968. los de su ídolo, pero las consecuencias que ambos sacan de su ne gación de Dios es análoga: la vida carece de por sí de sentido; de ahí la necesidad de inventar un código de valores que ponga fin a la hegemonía que la religión y la moral han ejercido sobre el género hu mano, una actitud que Nietzsche resumirá en la fórmula descarnada de “freie Máchte, ohne Ethik!”, “¡libres poderes, sin ética!”. La falta de una dimensión ética es otro de los rasgos distintivos de la obra de Heidegger, una ausencia moral que, como ha visto muy bien Hans Albert, conduce automáticamente a “la relativización de la verdad”61. La indiferencia u hostilidad por los valores éticos explica también su mutua hostilidad por la filosofía platónica, cuna del pensamiento ético universal. “Platón permanece la mayor desgracia de Europa”, escribirá Nietzsche en una de sus cartas a su amigo Franz Overbeck62. De manera parecida, Heidegger arremete contra la metafísica platóni ca y se pronuncia finalmente por un oscurantismo quietista basado en la adoración arcaizante del Sein (ser) de los fisiólogos presocráticos. Ambos parten en todo caso del supuesto de que Dios ha muerto y de que la única salida es la “transmutación de todos los valores” anun ciada con gran repique de campanas por Nietzsche y asumida silen ciosamente por Heidegger. Pero a pesar de su profunda admiración por el autor de Así habló Zaratustra, no se identifica plenamente con él, reprochándole, entre otras cosas, que “es el que más alejado está del problema del Ser”63, el tema predilecto y central de la filosofía heideggeriana. P r o v in c ia n is m o g e r m a n o c é n t r ic o Heidegger tiene una visión unilateral y reduccionista del hom bre y el mundo, no una visión integral. Esta perspectiva deficitaria arranca del apego casi obsesivo que siente por su tierra natal, pero no basta, ni mucho menos, para explicar su profundo anti-universalismo. La verdadera razón de su actitud hay que ir a buscarla en la raíz in 61 Hans Albert, 1. c , p. 143. 62 Nietzsche, Sámtliche Briefe, tomo VIH, p. 9, Berlín 1986. 63 Heidegger, GA, tomo 65, p. 176. confundiblemente germanocéntrica de su filosofía, esto es, en la mag nificación de Alemania como eje central de la historia y la cultura eu ropeas, por mucho que intente relativizar esta posición fundamental con sus frecuentes referencias a Grecia como la cuna de la filosofía. Por muy universales y comunes que sean las categorías de su on tología (existencia, preocupación, miedo, ser-hacia-la muerte) y por mucho que sus tesis puedan aplicarse al hombre en sentido general, detrás de ellas está siempre oculta su concepción germanocéntirca del ser humano, la historia y el mundo. Emmanuel Faye no exagera al afirmar que “llegó a negar y destruir la universalidad del concepto de verdad al designar como tal el arraigo de la existencia histórica del pueblo alemán en el suelo de su tierra natal o patria, Heimat”64. De ahí que su obra sea la negación abierta del cosmopolitismo estoico o de la visión también supranacionalista del cristianismo. Al léxico habi tual de Heidegger pertenecen términos como “concepto del mundo”, “fenómeno del mundo”, “problema del mundo”, “sentido del mundo” y otros por el estilo, pero para reducirlos a fin de cuentas a puro nomi nalismo: “El problema sobre la formación del mundo es el problema sobre el hombre que nosotros mismos somos, esto es, el problema sobre nosotros mismos”65. Heidegger no hace, pues, más que perma necer recluido en el subjetivismo que reprochará continuamente a Descartes y al pensamiento moderno en su conjunto. El provincianismo germanocéntrico de Heidegger se manifiesta ya en el plano cultural. Heidegger presta atención solo a un número reducido de culturas, a la vez que ignora a otras, como la anglosajona o la latina. Silencia a las grandes figuras del Renacimiento italiano y a la cultura italiana en su conjunto. Así ignora a un filósofo de la historia tan importante como Giambattista Vico, descubierto ya por Herder. Conocido es asimismo su desprecio de la filosofía romana clásica, que degrada a mala copia del pensamiento griego. Significa tiva en este contexto es su afirmación de que solo se puede filosofar seriamente en lengua griega y alemana. Heidegger parte de una con 64 Emmanuel Faye, Heidegger. Introduction du nazisme dans Ia philosopliie, p. 510, París 205. 65 Heidegger, Die Grundbegriffe der Metaphysik, GA, tomo 29/30, p. 408. cepción jerárquica de los pueblos, las culturas y civilizaciones, niega el universalismo como un valor en sí, por considerarlo como carente de fundamentos sólidos y concretos como el suelo natal, la etnia y la historia de cada respectivo pueblo. De ahí el papel preeminente que en su obra desempeña el concepto de “comunidad"(Gemeinschaft). De ahí también sus repetidos ataques al humanismo y otros sistemas de pensamiento afines a él. Lejos de ser original, el anti-universalismo heideggeriano tiene no pocos precedentes, empezando por el romanticismo alemán y sus ataques al pensamiento de la Ilustración por su supuesta carencia de raíces orgánicas y ligadas a la realidad concreta de cada pueblo y cada cultura. En una línea análoga se mueve Joseph de Maistre al negar, en su confrontación con la Constitución Francesa de 1795 y su procla mación de los derechos del hombre, que exista el hombre en sentido general: “Porque yo no he visto a ningún hombre en el mundo. En mi vida he visto a franceses, italianos, rusos etc. [...] pero en cuanto al hombre, declaro no haberlo encontrado en toda mi vida”66. Lo que el teórico francés expresa en términos irónicos, es en el fondo lo mis mo que Heidegger escribirá con su lenguaje enrevesado. Y dado pues que el hombre es distinto en todas partes y no puede ser reducido a un denominador común, Heidegger rechaza como falsa toda filosofía que intenta fundamentar la verdad en conceptos de validez universal y objetiva (AUgemeingültigkeit). 66 Joseph de Maistre, Considérations sur la France, p. 81, París 1936. Capítulo III LA ÉPOCA Y LAS IDEAS L a f e n o m e n o l o g ía d e H u sse r l Técnicamente, el punto de partida inmediato de Heidegger es Husserl, su maestro en Freiburgo, a quien en 1929 sustituirá como rector de la Facultad de Filosofía. Como hemos indicado ya en un capítulo anterior, Heidegger entró en contacto con el pensamiento de su futuro preceptor antes de conocerle personalmente, concretamente a través de la lectura de las Investigaciones lógicas, que leyó siendo estudiante. Pero fue sobre todo a partirde 1916, cuando Husserl lle gó a Freiburgo como sucesor del neokantiano Heinrich Rickert, que Heidegger tuvo ocasión de familiarizarse a fondo con las ideas de su maestro, de quien a partir del primero de enero de 1919 pasó a ser asistente privado. Como el propio Heidegger señala en Ser y tiempo en una nota a pie de página67, su acceso a la fenomenología husserliana le fue faci litado en no poca medida por el mismo Husserl, quien puso a dispo sición de su pupilo manuscritos suyos todavía no publicados. No es por ello sorprendente que en las lecciones impartidas por Heidegger en el invierno de 1919-1920 sobre Problemas fundamentales de la fe nomenología, utilizase a menudo el concepto husserliano del Leben- swelt (mundo de la vida), mayormente en el sentido que le adjudicaba Husserl. La analítica existencial del ser-ahí que Heidegger expone en Ser y tiempo incluye una exposición pormenorizada del Lebenswelty el ser-en-el mundo, pero sin citar a Husserl ni a Richard Avenarius y su “concepto humano del mundo”, que Husserl integrará en su obra madura y tardía y que Heidegger analiza eludiendo nombrar la fuente verdadera de la concepción natural del hombre. 67 Heidegger, Sein und Zeit, l.c , p. 38. 37 Heidegger es, en efecto, inconcebible sin la labor introductiva de la fenomenología husserliana, que él transformará en ontología fun damental. “Las siguientes investigaciones solo han sido posibles gra cias al terreno preparado por E. Husserl”, escribe en el II capítulo de Ser y tiempo68. Pero como señala Max Scheler, “lo que en Husserl es subjetivismo idealista de la conciencia, pasa a ser en Heidegger subje tivismo ontológico, o más bien ‘solipsismo’ metódico”69. Lo que Hei degger denomina “pensamiento esencial”, está en la línea intuitiva de la Wesensschau o visión husserliana de la esencia, con la diferencia de que Heidegger la convierte en hermenéutica. O como indica Jürgen Habermas, Heidegger transforma la fenomenología en hermenéutica ontológica para elaborar la ontología fundamental como hermenéutica existencial”70. La hermenéutica heideggeriana es una nueva versión de la hermenéutica religiosa de Schleimermacher y, más específicamente, de la “hermenéutica crítica” de Federico Schlegel, que Heidegger utili zará como vehículo de destrucción de la ontología tradicional. Heidegger rechaza el pensamiento científico al uso como subal terno y parte, como el mismo Husserl, de la puesta en duda de todo lo existente como principio del verdadero conocimiento. La epoché husserliana es también la actitud fundamental de Heidegger. Pero mientras el fundador de la fenomenología se mueve todavía en la tradición filosófica de Platón, de Descartes, de Kant y del racionalis mo humanista, Heidegger representa el irracionalismo abierto, sin ningún contrapeso racional-humanista. Como señala Adorno, “su discurso sobre el Ser presupone la doctrina husserliana de la intui ción categorial o visión de la esencia [...], pero Heidegger rechaza el momento racional que Husserl preservó, y acercándose más bien a Bergson, practica implícitamente un procedimiento que sacrifica la relación con el concepto discursivo”71. El mismo Huserl especifica rá: “Repetimos de nuevo: verdadera y auténtica filosofía y auténtico 68 Ibid., p. 37. 69 Max Scheler, “Spate Schriften”, en: Gesammelte Werke, tomo IX, p. 280, Ber na/Munich 1976. 70 Habermas, Derphilosophische Diskurs der Moderne, p. 174, Francfort 1985. 71 Adorno, “Negative Dialektik”, en: Gesammelte Schriften, tomo VI, p. 77, Fran-< cfort 1973. racionalismo son una y la misma cosa”72, para añadir unas líneas más abajo que la tarea que él se ha impuesto es precisamente la de llevar a las últimas consecuencias el verdadero racionalismo supe rando sus deformaciones y simplificaciones. La influencia de Husserl es muy acusada en la primera fase crea dora de Heidegger, en la que este opera casi enteramente con el apa rato terminológico e investigacional de su maestro y está todavía muy lejos de los juegos de palabras y del misticismo semántico posterior, rasgos de su obra sobre los que tendremos ocasión de hablar in exten so en otras partes de este libro. Julius Krafit: “Husserl utilizó con fre cuencia construcciones semánticas, pero con la intención de alcanzar la máxima claridad [...], mientras que el estilo típico de Heidegger se caracteriza precisamente por la desaparición de todos los contornos precisos”73. Entregado de cuerpo y alma a la búsqueda de la verdad, Huserl se esforzaba ciertamente en exponer su fenomenología con la máxima claridad posible, pero ello no significa que lograra siempre su objetivo, no solo por el contenido altamente abstracto y subjetivo de su filosofía, sino también por su estilo expositivo, a menudo enre vesado y lleno de digresiones. Incluso en su período husserliano, Heidegger fue todo lo contrario de un epígono de su maestro, como demuestran los reparos críticos que opuso a las Investigaciones lógicas mientras exponía la obra de Husserl a sus alumnos de Marburgo en el curso de 1925-1926. Ya antes de publicar Ser y tiempo, pues, el tono de Hedegger con respecto a su preceptor no es siempre el del discípulo con relación al maestro, sino que a ratos parece más bien que Heidegger sea el maestro y Husserl el alumno. Hans-Helmuth Gander pone el dedo en la llaga al escribir: “Aunque Heidegger expresa muy raramente de modo directo e inme diato la crítica a su maestro, no cabe de otro lado la menor duda de que lo que expone ante sus oyentes persigue, desde el principio, el objetivo de socavar el terreno trascendental-fenomenológico de Husserl”74. 72 Husserl, Gesammelte Werke (Husserliana), seg. edición, tomo VI, p. 201, La Haya 1962. 73 Julius Kraft, Von Husserl zu Heidegger, p. 84, Francfort 1957. 74 Hans-Helmuth Gander,“Phanomenologie im Übergang. Zu Heideggers Ausei- nandersetzung mit Husserl”, en: Heidegger und die Anfange seines Denkens, Heide- gger-Jahrbuch I, p. 206, Freiburgo/Munich 2004. A f in id a d e s y d iv e r g e n c ia s Uno de los puntos que separará a ambos es su respectiva inter pretación de la historicidad y temporalidad del Ser, factores a los que Heidegger, profundamente influenciado por Dilthey, adjudica un pa pel esencial. Tras su familiarización con el pensamiento de Dilthey, Heidegger intentó compaginar la Erlebnis (vivencia) de su nuevo ído lo con la intencionalidad husserliana. Husserl, en cambio, consecuen te con su concepción de la filosofía como “ciencia rigurosa”, rechaza el historicismo de Dilthey, al que juzga despectivamente como una manifestación del pensamiento ideológico ligado a una determinada concepción del mundo (Weltanschauung), incompatible por ello con el pensamiento estrictamente científico postulado por él. Husserl co noció en 1905 personalmente a Dilthey y mantuvo con él una relación intelectual amistosa, pero en el extenso estudio publicado en 1911 en la revista Logos bajo el título de “La filosofía como ciencia rigurosa”, dejó sentado que el conocimiento objetivo está basado en principios apriorísticos totalmente opuestos a los planteamientos historicistas y relativistas de Dilthey, a quien acusa de subjetivismo y escepticismo: “Es fácil constatar que un historicismo aplicado consecuentemente conduce a un subjetivismo escéptico extremo”75. Fiel a las nuevas enseñanzas recibidas de Dithey, uno de los re proches que Heidegger dirige a su maestro es el de la Geschichtslo- sigkeit o carencia de historicidad de su obra. La marginación de esta dimensión central del hombre incapacita a Husserl para comprender la realidad humana en su totalidad y convierte la fenomenología tras cendental en teoricismo abstracto y formal. O como Heidegger seña lará en 1968: “Me parece que el conjunto de lo que Husserl elaboró en su vida no ofrece en absoluto un fundamento para siquiera plantearse el problema de la historia”76. Unas líneas más arriba afirma que todas las reflexiones del Husserl tardío sobreel Lebenswelty la conciencia histórica no fueron más que “intentos de una confrontación con Ser y tiempo”77, una conclusión que no carece de fundamento. Los juicios 75 Husserl, Philosophie ais strenge Wissenschaft, l .c , p. 55. 76 Heidegger, Zur Sache des Denkens, l .c , p. 149. 77 Ibid, p. 148. de valor despectivos que Husserl dedica a las filosofías de moda basa das más en la estética poético-literaria que en el rigor epistémico, son claras alusiones a Heidegger, aunque no le nombre expressis verbis. Y lo mismo reza cuando centra sus ataques al carácter “místico” de la nueva filosofía. Que la cooperación de la primera hora se convirtió tras la publicación de Ser y tiempo en rivalidad más o menos abierta, lo demuestra el solo hecho de que el mismo Heidegger que había dedicado su primera obra ”con admiración y amistad” a Husserl, no asistiese al entierro de su antiguo protector y mentor, en 1938. Pero ya en diciembre de 1926, mientras preparaba la publicación de Ser y tiempo, Heidegger escribía a su amigo Karl Jaspers: “Si mi trabajo está dirigido contra alguien, es contra Husserl”78. Este es el lugar propicio para dejar claro que la actitud humana y profesional con su mentor y protector se caracterizó por la doblez y el oportunismo. Heidegger se sintió muy pronto en desacuerdo con aspectos esenciales de la fenomenología husserliana, pero procuró no expresar abiertamente lo que les separaba porque sabía lo importante que Husserl era para su carrera académica. Así, mientras de puertas afuera seguía manifestando su afecto y respeto por él, en sus cartas a personas de confianza juzgaba su pensamiento en los términos más desdeñosos. Valgan como ejemplos representativos las cartas que en 1923 escribió a Karl Jaspers y a Karl Lówith, en las que acusaba a Husserl de no difundir más que trivialidades y de no ser un verda dero filósofo. Prueba inequívoca de esta actitud son los despectivos dicterios que en una fecha tan temprana como la de 1923 dedica a su mentor y protector en sus cartas a Karl Jaspers, entonces su con fidente e interlocutor epistolar número uno. Así, el 14 de julio de ese año escribía, entre otras lindezas, que Husserl “difunde trivialidades dignas de conmiseración”79. Pero entre ambos existen también puntos de afinidad. Uno de ellos es la mutua hostilidad que sienten por la metafísica. A la inversa de su ex alumno y ayudante de cátedra, Husserl no exige textualmente 78 Heidegger/Jaspers, Briefivechsel 1920-1963, p. 71, Francfort 1990. 79 Ibid., p. 42. la “destrucción” de la tradición metafísica inherente a la filosofía uni versal, pero viene a expresar lo mismo al pronunciarse una y otra vez contra ella y reprocharle su incapacidad para proceder a la “reduc ción fenomenológica” que, según él, es indispensable a toda filosofía digna de este nombre. Común a ambos es asimismo la tendencia a someter la realidad objetiva a las categorías fenomenológicas y on- tológicas elaboradas por el sujeto: la “intuición esencial” en Husserl y la “autenticidad” en Heidegger. Los dos consideran en todo caso el mundo externo como lo inferior y lo que se opone al conocimiento puro e incontaminado. La verdad o autenticidad no se deduce de la relación dialéctica e interactiva entre el sujeto y el mundo objetivo, sino que se desarrolla y decide exclusivamente en el propio recinto interior del hombre. Fácil de detectar es asimismo la proclividad de ambos a lo que podríamos llamar mesianismo filosófico, esto, la convicción de que con ellos se inicia una nueva era del pensamiento universal. Pero también dentro de este común narcisismo existen entre ambos diferencias de principio, pues mientras Heidegger no abriga ninguna duda sobre la misión filosófica que se adjudica, Husserl matiza sus pretensiones de originalidad al reconocer sin ambages las grandes dificultades técnicas de la tarea renovadora que se ha impuesto a sí mismo, tarea que al principio no puede consistir más que en tentativas provisionales sujetas inevitablemente a contradicciones y errores. En una carta escrita en 1937 a Helmut Kuhn confesará que “lo único que he logrado en el transcurso de 50 años es haber posibilitado el comenzar a filosofar”80. Y con la misma humildad admite que su fenomenología, convertida en “el enigma de los enigmas”81, está condenada a no ser comprendida por el pensamiento establecido y la “conciencia natural”, y ello tanto por su profundidad como por sus problemas formales. De capital importancia es la diferencia abismal que existe entre el racionalismo de Husserl y el irracionalismo de Heidegger. Frente al cartesianismo husserliano, Heidegger afirma que hay que dejar hablar 80 Husserl, Briejwechsel, tomo VI (Philosophischen Briefe), p. 242, Dorfrecht/ Boston/London 1994. 81 Husserl, Gesammelte Werke, tomo VI, l.c., p. 208. a la vida misma. O como escribe a su mujer: “La vida en todo su vigor original es más profunda y completa que el conocimiento”82. Ya en sus primeras lecciones académicas, indica que la verdad tiene un origen ex- trateórico, razón por la cual es necesario poner fin a la hegemonía teo- ricista y dar paso a lo que él denomina “intuición hermenéutica”, una posición que toma prestada de Bergson, del vitalismo en general y de la hermenéutica crítica de Federico Schlegel. La hostilidad de Heidegger al pensamiento metafísico, lógico y científico (que para él son una y la m isma cosa) la asume no solo de la filosofía vitalista y del pragmatismo de la época, sino también del romanticismo alemán, sobre todo del ra dical antiteoricismo de Federico Schlegel, basado en el criterio de que el racionalismo es incapaz de decirnos lo que es la verdad y la filosofía, y ello debido a su carácter inevitablemente abstracto. En sus clases de 1920 definirá la fenomenología como “ciencia original de la vida en sí”. En este contexto niega la posibilidad de un conocimiento incon- dicionado (voraussetzungslos) como el que postula Husserl. Adquirir conciencia del propio yo no se consigue a través de un proceso auto- rreflexivo puramente científico, sino que está ligado intrínsecamente a una situación existencial determinada. De ahí que la verdadera misión de la filosofía no consista en elaborar tesis y concepciones de tipo ge neral, sino de tener en cuenta la facticidad de la experiencia concreta del hombre, una posición que comparte con el pragmatismo rechazado por Husserl. O como señala uno de sus exégetas: “La influencia del pragmatismo es inconfundible, y Heidegger no deja de aludir tampoco a la crítica de Husserl al pragmatismo”83. Pero la diferencia más importante existente entre Husserl y Hei degger hay que ir a buscarla en el ámbito ideológico y axiológico. Husserl, judío de origen, tiene una visión universalista del hombre y el mundo, en la que la nacionalidad alemana no juega el menor papel. Ello explica, entre otras cosas, que uno de los términos más habitua les de su filosofía sea el de “humanidad”. Significativa en este contex to es su reacción frente al conde Keyserling y su proyecto de fundar en 1919 una Escuela de Filosofía en Darmstadt con el objeto de rei 82 Heidegger, Mein liebes Seelchen, l .c , p. 101. 83 Christoph Jamme: “Stichwort: Phanomenologie Heidegger und Husserl”, en: Handbuch-Heidegger, ed. por Dieter Thoma, p. 41, Stuttgart/Weimar 2003. vindicar los valores alemanes. He ahí la reacción de Husserl: “No me gustaría que en el manifiesto inaugural figurasen frases subrayando enfáticamente la misión espiritual de Alemania en el mundo”84. En este aspecto sigue los pasos de sus dos grandes precursores Descartes y sobre todo Kant y su ideal de la “paz perpetua” entre los pueblos. Significativo es asimismo la atención que dedica a la intersubjetivi- dad, un tema que sus discípulos situarán en el centro de sus reflexio nes, lo que reza no solo pero especialmente para Emmanuel Lévinas. Pero la huella de la intersubjeividad husserliana forma también parte de la obra de Jean-Paul Sartre,
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