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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE POSGRADO EN LETRAS FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS EL MOSAICO URBANO WALTER BENJAMIN Y CRÓNICAS DE LA CIUDAD DE MÉXICO TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE DOCTOR EN LETRAS PRESENTA ANDREAS ILG ASESORA: ESTHER COHEN DABAH MAYO 2012 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS ¿Cómo hacer para escribir si no es sobre lo que se sabe, o lo que se sabe mal? Es acerca de esto, necesariamente, que imaginamos tener algo que decir. Sólo escribimos en la extremidad de nuestro saber y nuestra ignorancia, y que hace pasar el uno dentro la otra. Sólo así nos dedicamos a escribir.1 Alterar el epígrafe de Gilles Deleuze me resulta importante, tanto como colocarlo en el umbral de mis agradecimientos. Ambas cosas. Pues, si utilizo el verbo alterar, lo hago a sabiendas que, aun cuando es fundamentalmente solitario, el acto de escribir también está poblado, poblado de otros que se asoman, que leen, comentan y discrepan, que sorprenden y preguntan, y que se asombran, también ellos, en esa búsqueda por articular aquello de lo que tan poco sabemos. “Escribir en la extremidad” significa así a su vez que se escribe junto con otros, en los momentos en los que necesitamos de una perspectiva distinta y distante que nos permite alterar lo escrito o entintar lo que no logramos aún comprender. Y también para darnos cuenta de todo eso, de que escribimos con otros. Es en este sentido, que mis agradecimientos se dirigen, en primera instancia, a mi amada pareja Sara Sutton, compañera cariñosa y perspicaz interlocutora en la navegación por el mar celeste del pensamiento – imagen tan cara a Walter Benjamin. Arribar a puerto y concluir el trayecto que a veces se estima difícil, se puede entonces convertir en el último momento de una larga aventura: atravesar una parte del vasto océano de las letras, con su oleaje variable y sus aguas insondables, a veces embravecidas por tormentas breves y 1 Gilles Deleuze, Diferencia y repetición [1968], traducción de María Silvia Delpy y Hugo Beccacece, Buenos Aires, Amorrortu, 2009, p. 18. lejanas, en ocasiones agitadas con lluvia y con viento, pero en general calmadas bajo el cielo azul. Último momento y pausa para zarpar de nuevo. Respecto de este viaje agradezco asimismo el aliento tutoral, esa brisa constante de diálogo y de compromiso singular con mi proyecto doctoral: a Esther Cohen por su incansable presencia en mi investigación con su atenta lectura, los señalamientos puntuales cual boyas costaneras, y su insistencia para que ideas vagas y tejidos de hilacha, hayan devenido, finalmente, obra digna de presentación; a Silvana Rabinovich y a Dietrich Rall por su dedicación y delicadeza, también en los comentarios y críticas en instantes turbios, momentos vacilantes y tiempos de duda; a Mónica Szurmuk y a Liliana Weinberg por sus cuidadosas lecturas y sus indicaciones precisas; y a muchos otros que han estado cerca de corazón e intelecto, con porras continuas y de ánimo inquebrantable, con su amistad y cariño. fluctuat nec mergitur …eso que tienen en común París y la Ciudad de México. ÍNDICE INTRODUCCIÓN PARTE I CAPÍTULO 1 – El montaje literario 1. Brecht y el montaje político 2. El fotomontaje de Heartfield 3. El montaje en el cine según Eisenstein 4. Benjamin y el surrealismo: Dirección única 5. Benjamin y los pasajes 6. El montaje literario y la cita CAPÍTULO 2 – La imagen dialéctica y la filosofía de la historia 1. Imágenes de la ciudad 2. El cuadro de pensamiento 3. La filosofía de la historia en Benjamin 4. El ángel de la historia como imagen dialéctica 5. La memoria y el historiador como trapero 6. La alegoría 7. Una imagen dialéctica de la Ciudad de México CAPÍTULO 3 – La idea de la ciudad 1. Idea y concepto en la filosofía de Benjamin 2. La mónada y la orientación hacia lo extremo 3. Principios de construcción 1 11 14 18 20 22 30 35 42 45 50 59 65 72 76 82 89 93 102 107 4. Umbrales y pasajes 5. Un umbral hacia la “idea de la ciudad” 6. Una idea de la ciudad PARTE II CAPÍTULO 4 – Retratos de la Ciudad de México 1. La ciudad como texto 2. Citámbulos 3. Mirada alegórica y fotografía del detalle 4. Nostalgia y memoria CAPÍTULO 5 – Monsiváis y “el éxito súbito de la toma de conciencia” 1. Entre memoria y crítica: el 68 2. Pensar la solidaridad como vértigo de la masificación: el 85 3. El relajo y los rituales del caos 4. Formas de leer el espacio urbano: monumentos, emblemas y alegorías 5. Referencias explícitas de Benjamin en Monsiváis CAPÍTULO 6 – El alebrije capitalino: multitud y relajo 1. El alebrije de la urbe 2. La multitud y el relajo 3. El “megaplantón” en la Ciudad de México 4. Acotaciones ANEXOS (1 – 8) CONCLUSIONES 113 118 122 130 136 142 149 156 163 170 177 184 192 201 215 216 221 233 239 244 263 BIBLIOGRAFÍA 270 1 INTRODUCCIÓN ¿Qué relación hay entre el pensamiento de Walter Benjamin y las crónicas sobre la Ciudad de México? ¿Qué relaciones pueden establecerse entre la visión del pensador alemán en torno de la ciudad de París del siglo XIX y una “arqueología de la modernidad”,1 por un lado, y las diversas facetas modernas que de la capital mexicana han descrito escritores en crónicas, poesía y novelas, por el otro? Para contestar estas preguntas, podríamos referirnos en primer lugar al último gran proyecto de Walter Benjamin sobre los pasajes de París. En el exposé “París, capital del siglo XIX” y las notas de un libro planeado sobre Baudelaire como “lírico en la época del capitalismo desarrollado”, Benjamin medita alrededor de las secretas afinidades y los umbrales invisibles, tanto espaciales, temporales y existenciales, que forman el complejo tejido histórico-político de la ciudad. El método que establece para ese proyecto es el montaje, que en el fajo epistemocrítico del Libro de los pasajes determina como “montaje literario”. Lo que en el “Prólogo” al tratado sobre el origen del drama barroco alemán llama “constelación” de conceptos para exponer una idea, en la década de los años treinta se vuelve ensamble regido por la yuxtaposición contrastante del material y con énfasis en los quicios de tensión que se establecen entre cada uno de los elementos. El material se organiza en grupos temáticos y el conjunto se constituye como un enorme taller bibliográfico. Los temas de los que Benjamin dispone de esta manera para el montaje 1 Título de una obra de Christian J. Emden, que se inscribe en el estudio de las ciencias de la cultura alrededor de 1930 y que ha formado parte de muchas referencias que para el presente proyecto he consultado sin citar. Cf. Christian J. Emden, Walter Benjamins Archäologie der Moderne. Kulturwissenschaft um 1930, München, Wilhelm Fink Verlag, 2006. 2 forman campos conceptualescomo, por ejemplo, “El flâneur”, “Construcción en hierro”, “Movimiento social”, etc. Para el presente proyecto, el Libro de los pasajes se convirtió en modelo para pensar cómo organizar el material de obras sobre la capital mexicana que, en un campo extendido pero aquí poco explorado, abarca el siglo XX. En cambio, dedicándole un estudio más cuidadoso, me concentro en las últimas dos décadas del siglo pasado y en los primeros años del siglo actual. Para tender un puente que intenta superar la brecha que separa la visión que Benjamin ofrece respecto de una metrópoli occidental decimonónica, de las perspectivas literarias y principalmente cronísticas de una megalópolis o mancha urbana latinoamericana a finales del siglo XX y comienzos del XXI, ha sido un apoyo invaluable el trabajo del antropólogo y crítico cultural, Néstor García Canclini. Es principalmente en el Capítulo 4 donde reviso, entre muchas otras perspectivas, sus aportaciones en torno a la capital mexicana y sus transformaciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX: los imaginarios urbanos y la concepción de una Ciudad de los viajeros.2 Entre los temas característicos para retratar ciertas facetas de la Ciudad de México – y en cercanía con los fajos temáticos que Benjamin realiza en el Libro de los pasajes –, se han formado conjuntos de referencias literarias bajo los conceptos de “metro”, “monumentos”, “relajo”, “multitud” y, como figura emblemática de la capital, el “alebrije”.3 Hay temas que se tratan sólo tangencialmente: los shopping-malls o parques comerciales, el comercio ambulante, los medios de transporte distintos al metro y algunos 2 Cf. Néstor García Canclini, Alejandro Castellanos y Ana Rosas Mantecón, La ciudad de los viajeros, México, UAM, Grijalbo, 1996; Néstor García Canclini, Imaginarios urbanos, Buenos Aires, Eudeba, 1997; Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización [1995], México, Random House Mondadori, 2009. Agradezco a Mónica Szurmuk las indicaciones de estudio de algunos de los textos de García Canclini para superar los 50 años que separan el pensamiento de Benjamin de las obras citadas sobre la Ciudad de México. 3 Monstruo onírico multiforme y polícromo, construcción de papel de periódico y jirones de escritura, componiendo una compleja figura del imaginario mexicano. 3 personajes representativos de la vida urbana. Los conceptos indagados con mayor detenimiento son el “relajo” y la “multitud”. Referencia primordial para este recorrido son las crónicas de Carlos Monsiváis, cuya última obra, Apocalipstick, incluso formalmente se constituye como un mosaico literario sobre la Ciudad de México. Pero además de Monsiváis, son cruciales las contribuciones de Fabrizio Mejía Madrid, de José Emilio Pacheco, de Juan Villoro, entre muchos otros. No obstante el predominio de textos cronísticos, el material excede los confines literarios y se enriquece asimismo con algunas obras fotográficas y con perspectivas provenientes de los estudios culturales. La inclusión de fragmentos de obras poco conocidas, como las de Luigi Amara o de David Lida, da cuenta de los márgenes referenciales y aquello que Walter Benjamin llama “la necesaria orientación hacia lo extremo”,4 es decir, los márgenes poco representativos cuya extrañeza en relación con la media ofrece una mirada que desafía la norma. En segundo lugar, es posible responder a las preguntas por las relaciones entre el pensamiento de Walter Benjamin y las crónicas de la ciudad vía la idea de la megalópolis como “texto” y las lecturas alegóricas de sus espacios y edificios, de sus monumentos y de las relaciones entre sus ciudadanos, de sus calles y avenidas, plazas y las diversas zonas de encuentro y desencuentro. Para esta vía se conjuga, por un lado, el método de perderse en travesías de asombro – a cuyos practicantes en la Ciudad de México (y en contraste con la figura del flâneur del París decimonónico, referida ad nauseam en muchas crónicas) se ha 4 Walter Benjamin, “El origen del Trauerspiel alemán”, op. cit., p. 259 (GS I, 238); cf. infra, Capítulo 2, Inciso 3, p. 60 y Capítulo 3, Inciso 2, pp. 104, s. (todas las referencias internas a capítulos, incisos y páginas de esta tesis, se indican con cf. supra o cf. infra. Sirven como links o vínculos hacia conceptos que en ciertos pasajes de esta tesis ya han sido elaborados. Tienen el objetivo de facilitar la comprensión). Sirve aquí, a pie de página, hacer la siguiente indicación respecto de la nomenclatura con la que hemos abreviado las referencias a obras publicadas en lengua alemana en los Gesammelte Schriften de Walter Benjamin. Las letras y cifras entre paréntesis que acompañan toda referencia a citas de sus Escritos Reunidos señalan con GS la obra completa, con los números romanos, el tomo I – VII (tomos que se subdividen en I.1, I.2, I.3, II.1, etc. pero que siguen la paginación, hecho por el cual no era necesario puntuarlo), y las cifras corresponden a las páginas. 4 llegado a nombrar “citámbulos”. Por otro lado, he aquí la lectura de la capital de manera alegórica, capaz de desquiciar su sintaxis propia y, seguida de un cambio de acento y de una composición nueva, capaz de conformar una gramática insólita que incita al pensamiento. Un ejemplo fotográfico es la imagen de un señalamiento vial destinado a indicar el camino al susodicho “Centro de Arte Dramático, A.C.”. Poco a poco se pobló de calcomanías hasta cubrir casi por entero su superficie; esta imagen constituye lo que Benjamin llama Denkbild, “imagen” o “cuadro de pensamiento”, y es en los incisos 1 y 2 del segundo capítulo donde nos dedicamos a este concepto.5 La lectura del recién inaugurado monumento de la “Estela de luz” es otro ejemplo en relación con la mirada alegórica.6 La ciudad se convierte así en training manual para aproximaciones diferentes y recorridos cuyos hallazgos pueden suscitar sorpresa y reflexión, tal como Benjamin lo piensa respecto de la figura del “narrador”. Una buena forma de comenzar este “citambulantaje” es, sin duda, la Guía Roji que ofrece una nomenclatura cuyas encrucijadas no dejan nada que desear. Luigi Amara da un ejemplo: Calle Delicias esquina con Buen Tono nombres de buen augurio para seguir flotando. Nombres de una ciudad hundida y ya borrada que cada día se difumina más en el mapa mental. Calles donde lo antiguo resuena estrechamente con lo cercano. 5 Cf. infra, Capítulo 2, Incisos 1 y 2, pp. 45, ss. 6 Cf. infra, Anexo 9, pp. 258, ss. Convertir las dos caras de este monumento desdobladas en anverso y reverso de un separador no sólo tiene el fin de ubicar las paradas de cada lectura sino permite tener presente esta “separación” que efectúa la mirada alegórica. 5 Oscuras trayectorias de la memoria.7 En alusión a estos últimos versos, acerquemos un ejemplo más. En el barrio de Aragón de la delegación Gustavo A. Madero, a unas cuantas cuadras de la Basílica de Guadalupe, se encuentra una calle “Progreso” que comienza en Malintzin, cruza Nezahualcóyotl, atraviesa primero Moctezuma, luego Cuauhtémoc, llega a Cuitláhuac y, de golpe, desemboca en la antigua vía del tren con el nombre “Ferrocarril mexicano”.8 Aquí la magia de la esquina se ha convertido en el milagro de varias entrecruzamientos que conmemoran las “cruzadas” que progresaron de tlatoani en tlatoani. Da cuenta también del colapso de lo que Amara invoca con los nombres de calles “donde lo antiguo / resuena estrechamente / con lo cercano”, tiempos prehispánicos y de conquista con el mundo industrializado de la modernidad. Sin embargo, conforme avanza la calle “Progreso”, con números de casas saltando al azar, va de mal en peor: baches, polvo, heces de perro, unacoladera hundida, tapada de basura. Al final una pared que separa las antiguas vías del tren. De este modo, se configura una alegoría cronotópica del progreso capitalino. Ahora bien, volviendo a Benjamin – siguiendo, sin embargo, al pie los ejemplos recién dados –, extraemos en su extensión completa una cita incluida en el fajo temático sobre “El flâneur”: Los tiempos más heterogéneos conviven en la ciudad. Cuando se sale de una casa del siglo XVIII para entrar en una del XVI, se desciende vertiginosamente por la pendiente del tiempo; justo al lado hay una iglesia del periodo gótico que nos precipita en la profundidad; bastan un par de pasos, y estamos en una calle del tiempo de los años fundacionales…, subimos la montaña del tiempo. Quien camina por una ciudad se siente como en un tejido onírico donde a un suceso de hoy también se junta uno del más remoto pasado. Una casa se junta a otra, da igual de qué épocas sean, y así nace una calle. Y más adelante, cuando esta calle, aunque sea de la época de Goethe, desemboca en otra, aunque sea de la época Guillermina, surge el barrio. Los puntos culminantes de la ciudad son sus plazas, donde no sólo convergen radialmente muchas calles, sino los corrientes de su historia. Apenas 7 Luigi Amara, De pie, Oaxaca, Almadía, 2010, pp. 30, s. 8 Esta antigua ruta bajaba por la Calzada de los misterios que, en tiempos prehispánicos, había sido una de las calzadas que conectaba Tenochtitlán con la cuenca del Valle de México. 6 afluyen a ellas, se ven rodeadas, y los bordes de la plaza son la orilla, de modo que la misma forma exterior de la plaza da idea de la historia que se desarrolla en ella… Cosas que no llegan, o apenas, a expresarse en los acontecimientos políticos, se despliegan en las ciudades, que son un instrumento de altísima precisión, sensibles como un arpa eólica, a pesar de su pesadez pétrea, a las vibraciones del viento de la historia viva.9 He aquí un guiño a uno de los conceptos fundamentales del pensamiento de Benjamin: “la imagen dialéctica”. La “Plaza de las tres culturas” – que Ferdinand Lion ubicaría como uno de los “puntos culminantes de la ciudad” – es el espacio citadino por excelencia donde “convergen radialmente […] los corrientes de su historia”. Permite ubicar en la capital mexicana el escenario de un colapso de tiempos cuyo complejo tejido se interroga tanto en el Capítulo 2 de la primera parte como en el Capítulo 5 de la segunda. Pero la brecha que divide a ambas exploraciones, abre, por un lado, el retrato del “movimiento estudiantil” del 68 mexicano y, por el otro, su represión violenta. Como la primera y la segunda parte del presente proyecto se componen de tres capítulos, son precisamente los Capítulos 2 y 5 los que forman un eje secreto, un umbral, por así decir, que conduce a otro concepto crucial entre los ya mencionados, a saber, el 68. Aquí convergen asimismo la calle de la “solidaridad” y la avenida de la “multitud”. La plaza de Tlatelolco es el espacio “culminante” de las luchas sociales solidarias y multitudinarias, movimientos que reaparecen en tiempos y contextos distintos y en lugares diferentes, pero que recuerdan y suscitan las protestas del 68 y su espacio emblemático. Las imágenes del movimiento estudiantil convergen en un tejido mnémico con las organizaciones desobedientes durante los días que siguen al terremoto del 85 y durante los cincuenta días del “megaplantón” de 2006. También se trata del territorio donde un cierto “relajo” emerge y se desprende de la supuestamente característica festividad mexicana y 9 Ferdinand Lion, Geschichte biologisch gesehen [La historia desde el punto de vista biológico], Zürich, Leipzig, 1935, pp. 125 – 126, 128; en Walter benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 439 (GS V, 546). 7 muestra un rostro del carnaval que recupera el sentido de la subversión: relajo singular plural y movimiento de la multitud que se organiza. A la discusión de estos últimos conceptos se dedica el Capítulo 6. Las referencias de crónicas que en la primera parte ejemplifican conceptos del pensamiento de Benjamin y que en la segunda parte se agrupan respecto de algunas temáticas claves, forman el material para constituir tan sólo unas cuantas teselas de un mosaico móvil, dinámico, heterogéneo y necesariamente incompleto. Es apenas el comienzo de un proyecto que en algún momento quizá será capaz de “exponer” cierta idea de la capital mexicana en forma del “montaje literario” que Benjamin concibió para su proyecto sobre los pasajes de París. El Capítulo 1 comienza a indagar matices distintivos de este último concepto y es hasta el Capítulo 3 cuando se enfoca la problemática de la “idea” y de su “exposición”. Faltaría investigar muchas temáticas apenas indicadas o tan sólo rozadas en esta tesis. Entre ellas quisiera indicar el contraste de cierta cultura peatonal y la cívica del automóvil, sobre todo en torno al concepto de “solidaridad”. Hay muchas obras que se dedican al colapso vehicular de la Ciudad de México y un buen ejemplo son las series de “Los peatones”, “Las calles de México” y “El amado inmóvil” de Abel Quezada.10 El cuerpo del conductor “carrozado” se fusiona con el automóvil, resiente con gritos y gemidos los baches que no logra esquivar y las quejas chillantes del chasís sobre el tope, y estalla en furia si los peatones – qué lástima que aún pululan por la urbe –, ese óbice móvil con exigencias de participación en el tránsito, frenan su paso, ya que tantean tímidos las aguas embravecidas de la corriente vehicular. ¿Cuál solidaridad? Es la batalla cotidiana de 10 Cf. Abel Quezada, Códice A/Q Abel Quezada, Barcelona y México, Editorial RM, 2011, pp. 204 – 210 y 394, s.; cf. infra, Anexo 8, p. 257. 8 fierro y carne en la selva de concreto que cualquiera, capitalino o foráneo, no dudará en constatar. Reitero que hay muchas obras y temas que podrían ser material y figura de docenas de fajos conceptuales. Para definir algunos de éstos, son cruciales primordialmente las obras de Monsiváis, y los escritos de Novo, Poniatowska, Villoro, entre muchos otros. García Canclini, Mata Rosas, el recién citado Quezada, son algunos de los autores de cuyos trabajos extraliterarios se enriquece el tejido textual que articula el cuerpo de esta tesis. Sin embargo, en deuda me encuentro realmente con los extraordinarios trabajos de Willi Bolle, particularmente, el magistral ensayo Physiognomik der modernen Metropole,11 en el cual esta tesis ha encontrado una de sus inspiraciones, y las disertaciones sobre las crónicas de Carlos Monsiváis12 y las exquisitas exploraciones literarias del espacio capitalino escritas por Jezreel Salazar. Quisiera asimismo aludir a ciertas obras, tanto en torno al pensamiento de Benjamin como sobre la Ciudad de México, que no se incluyen o apenas se mencionan en el proyecto, dado que, por ser descubrimientos nuevos o debido a su complejidad, ameritan un estudio aparte o más extenso. Entre ellas se encuentran Benjamin‘s –abilities de Samuel Weber13 y Elogio de la calle de Vicente Quirarte.14 Forman parte, por así decir, de los quicios abiertos y puntos suspensivos del presente trabajo. Al último libro hago en el Capítulo 4 únicamente 11 Agradezco a Dietrich Rall la sugerencia de lectura y el préstamo de este libro al comienzo de mi proyecto. 12 Agradezco a Susy Rodríguez tanto la recomendación de la tesis La ciudad como texto como también el haberme puesto en contacto con su autor. 13 Recomendación de Miriam Jerade Dana – a quien entinto aquí mis agradecimientos. Cf. Samuel Weber, Benjamin‘s –abilities, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 2008. 14 Vicente Quirarte, Elogio de la calle. Biografíaliteraria de la Ciudad de México 1850 – 1992 [2001], México, Cal y Arena, 2010. 9 algunos guiños hacia la lectura de la ciudad como texto. En el primero encuentro un nexo concordante con mis lecturas alrededor de “idea” y “constelación”.15 Uno de los libros más apreciables sobre la megalópolis mexicana es para mí la compilación de las Páginas sobre la Ciudad de México de Emmanuel Carballo y de José Luis Martínez que comprenden textos entre 1469 y 1987.16 Sin embargo, esta obra sólo fue consultada en un momento muy avanzado de mi proyecto. Una última referencia servirá para concluir esta introducción.17 Pertenece a la obra clásica de Italo Calvino, Las ciudades invisibles,18 y consiste en citas que aquí monto desfasadas sobre el umbral hacia el corpus de esta tesis, formando su polisémico epígrafe. Su organización reticular alude lúdicamente – valga la redundancia – al “montaje literario” de Benjamin. 15 Lo que Weber nombra “–abilities”, con guión separante y unificador (“a hyphen, marking a separation that is also a joining”; y con lo que relacionamos el neologismo “yuxt-o-posición” que aparece en varios capítulos de mi tesis), traduce el sufijo alemán “–barkeiten” de muchas palabras empleadas por Benjamin. “The divided or double path” que se abre en todas estas “–bilidades” (cognoscibilidad, legibilidad, etc.) permite una organización virtual del material – “by decomposing – today we might even say ―deconstructing‖ – the preexisting empirical organization of the phenomena, thus allowing them to reorganize, albeit only ―virtually.‖ (“descomponiendo – hoy quizás podríamos incluso decir “deconstruyendo” – la organización empírica preexistente de los fenómenos, permitiendo de esta manera reorganizarlos aunque sólo virtualmente”; pongo “might” en cursivas, ya que merece un detenido estudio distinguir entre la “deconstrucción” derridiana y el “montaje” benjaminiano.) Samuel Weber, Benjamin‘s –abilities, op. cit., pp. 3 – 10. 16 Emmanuel Carballo y José Luis Martínez (comps.), Páginas sobre la Ciudad de México, 1469 – 1987, México, Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, 1988. Pese a la fecha relativamente reciente de publicación, se puede hallar – si aún no se ha extraviado, robado, deshidratado, etc. – un ejemplar en La Biblioteca Nacional de la UNAM bajo la clasificación G 972 52002 PAG.s. En la introducción, Carballo escribe que “mientras se escribe la verdadera historia de la ciudad de México, una de las maneras más satisfactorias que tenemos de conocerla desde los últimos momentos de la Colonia hasta estos años finales del siglo XX la constituye la lectura atenta de varias decenas de buenas y excelentes obras narrativas que diagnostican, unas, su salud y que se conduelen, otras, de sus enfermedades, que los que la amamos no creemos que sean necesariamente mortales”; ibid., p. 25. 17 Casi oxímoron con que aludo a las “conclusiones” y mediante el cual puntúo cierta apertura que no quisiera obturar. 18 Italo Calvino, Las ciudades invisibles [1972], traducción de Aurora Bernárdez, Madrid, Siruela, 2010. 10 La ciudad no está hecha […] sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado. (25) La mirada recorre las calles como páginas escritas. (29) Aquello que buscaba era siempre algo que estaba delante de él, y aunque se tratase del pasado que avanzaba a medida que él avanzaba en su viaje, porque el pasado del viajero cambia según el itinerario cumplido, no digamos ya el pasado próximo al que cada día que pasa añade un día, sino el pasado remoto. Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía: la extrañeza de lo que no eres o no posees más, te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos. (42) También las ciudades creen que son obra de la mente o del azar, pero ni la una ni el otro bastan para mantener en pie sus muros. De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya. (58) […] una ciudad hecha sólo de excepciones, exclusiones, contradicciones, incongruencias, contrasentidos. (83) No las frágiles nieblas de la memoria ni la seca transparencia, sino la chamusquina de las vidas quemadas que forman una costra sobre la ciudad, la esponja hinchada de materia vital que ya no circula, el atasco de pasado presente futuro que bloquea las existencias calcificadas en la ilusión del movimiento: esto es lo que encontrabas al final del viaje. (112) Si cada ciudad es como una partida de ajedrez, el día que llegue a conocer sus leyes poseeré finalmente mi imperio, aunque jamás consiga conocer todas las ciudades que contiene. (131) 11 PARTE I Capítulo 1 El montaje literario El “montaje literario” es el concepto fundamental sobre cuya estructura baso el armazón de esta tesis. Asimismo es un concepto clave para varios de los trabajos de Walter Benjamin, principalmente para su último gran proyecto que lo ocupó durante más de una década y que no concluyó debido a su muerte en 1940, a saber, el Libro de los pasajes, para cuya formación ubica incluso explícitamente el concepto del montaje literario como método a seguir: “método de este trabajo: montaje literario”.19 ¿Qué significa y qué alcances tiene este término particularmente en esta obra de Benjamin y más allá de ella, en otros de sus ensayos? ¿Y también para un proyecto como el que aquí presento? ¿Qué es un montaje? ¿Y qué quiere decir que sea literario? Son dos de muchas preguntas que se plantearán a lo largo de este primer capítulo, y son dos preguntas elementales con las que quisiera comenzar la discusión. En la lengua alemana, la palabra “Montage”, proveniente del francés, se incorpora al vocabulario en el siglo XIX, siglo de las construcciones de fierro y de cristal, tan características del París moderno; época y territorio que desempeñan un papel tan decisivo en el ya mencionado proyecto de Benjamin. En la avant garde artística del siglo XX se convirtió en un procedimiento característico, peculiarmente en el ámbito de la arquitectura heredera de la Revolución Industrial (piénsese en la torre de Eiffel), pero también en el campo de la fotografía, del teatro, de la pintura, del cine y del periódico. 19 Walter Benjamin, Libro de los pasajes [1927 – 1940], traducción de Luis Fernández Castañeda, Isidro Herrera y Fernando Guerrero, Madrid, Akal, 2005, pp. 462 y 854 (GS V, 574 y 1030). 12 Willi Bolle, en el cuarto capítulo de la primera parte de su estupendo tratado sobre Walter Benjamin y la fisonomía de la metrópoli moderna, realiza una excursión por diversos usos del concepto de “montaje” en distintos ámbitos artísticos: el dadaísmo y surrealismo, el teatro épico, el periodismo y el cine.20 Esta excursión servirá para determinar grosso modo el campo artístico donde este término tuvo su impacto, e incurrir, con mayor detenimiento en tres espacios de creación singular: el montaje épico de Bertolt Brecht, el fotomontaje de John Heartfield y el montaje cinematográfico de Sergei Eisenstein, todas ellas concepciones contemporáneas de Benjamin. Con Willi Bolle abrimos el tema, señalando la importancia que el dadaísmo y el surrealismo dieron al concepto de “montaje”. Respecto del primero, Benjamin da un ejemplo en uno de sus ensayos que no sólo expone la manera de cómo el dadaísmo se apropió de un método para ejercer su crítica del arte, sino también revela su potencia “revolucionaria”. Leamos: La fuerza revolucionaria del dadaísmo consistió en poner a prueba la autenticidad del arte. Para componer una naturaleza muerta bastaban un boleto, un carrete de hilo y una colilla reunidos mediante unos cuantos trazos pictóricos. Todo ello en un marco. Y se mostrabaentonces al público: “¡Miren cómo basta un marco para hacer estallar el tiempo! El más pequeño trozo auténtico de la vida cotidiana dice más que la pintura”. Tal como la huella de sangre dejada por los dedos de un asesino sobre la página de un libro dice más que el texto. Muchos aspectos de esta intención revolucionaria han sido rescatados en el montaje fotográfico. Basta pensar en los trabajos de John Heartfield, cuya técnica ha convertido las cubiertas de los libros en instrumento político.21 Esta fuerza revolucionaria que también caracteriza al movimiento surrealista que, en su primera etapa, lo hallaba en el potencial de la vida onírica y, en la segunda, como 20 Cf. Willi Bolle, “4. Röntgenbild der Metropole: Techniken der Montage”, en Physiognomik der modernen Metropole. Geschichtsdarstellung bei Walter Benjamin, Köln, Böhlau Verlag, 1994, pp. 73 – 84 (y notas de pp. 93 – 95). Hay versión en portugués: Fisiognomia da metrópole moderna. Representação da história em Walter Benjamin, São Paulo, FAPESP, Editora da Universidade de São Paulo, 2000; “1.4. Radiografia da metrópole. Técnicas de montagem”, pp. 88 – 103. 21 Walter Benjamin, El autor como productor [1934], traducción y presentación de Bolívar Echeverría, México, Itaca, 2004, pp. 40, s. (GS II, 693, s.). 13 politización enfocada desde y hacia el comunismo, atraviesa asimismo el concepto de montaje benjaminiano. Pero detengámonos un momento en la cita extensa que acabamos de hacer. Proviene del ensayo “El autor como productor” y se inscribe en una suerte de manifiesto a favor de una escritura que hace estallar los confines de una sociedad que identifica el uso del arte como abastecimiento de un aparato de producción sin transformación alguna. La transformación del aparato desde sus propios engranes22 es lo que Benjamin ubica como “fuerza revolucionaria”. Es de suma importancia mencionar que este ensayo fue leído el 27 de abril de 1934 en el Instituto para el Estudio del Fascismo “que los integrantes alemanes, expulsados por la persecución nacionalsocialista, habían fundado en París”.23 Tiene un fuerte sentido político que exige la toma urgente de decisiones y, no obstante, clama atención ya que no queda exento de peligro quien cree haberle dado vuelta al sistema del que proviene y que no hace sino reafirmarlo. En palabras de Benjamin, con las que casi concluye su ensayo, debe ser preciso “su conocimiento del lugar que ocupa en el proceso de producción” con el fin de que sea “menor la tentación de hacerse pasar por un «hombre de espíritu»”.24 En la cita respecto del dadaísmo y en relación al concepto de montaje que aquí nos compete, esta fuerza revolucionaria toma figura en el collage dadaísta25 en que objetos de 22 Vale tender un puente a la “máquina” a la que, en un principio, refería el concepto de montaje, y aludir a una obra de Franz Kafka, “En la colonia penitenciaria”. En esta máquina de escritura que inscribe con agujas los mandamientos sobre el cuerpo del sentenciado, hay un engrane desgastado que chilla cuando está operando. El oficial que enseña al viajero el funcionamiento de la máquina, le alza el puño a este engrane chirriante que es precisamente el que se suelta primero y salta de la máquina en descomposición. Cf. Franz Kafka, “In der Strafkolonie” [1914], en Erzählungen, Frankfurt am Main, S. Fischer, 1967, pp. 202, 211 y 233. Un solo engrane que salta del conjunto del sistema basta para estropear su funcionamiento. 23 Bolívar Echeverría, “Presentación”, en Walter Benjamin, El autor como productor, op. cit., p. 11. 24 Walter Benjamin, El autor como productor, op. cit., p. 60. 25 El relato de Max Ernst, integrante del movimiento dadá y del surrealismo, acerca del descubrimiento del collage es ilustrativo: “un día lluvioso de 1919 se enfrentó con ojos nuevos a un catálogo de material didáctico que contenía anuncios de modelos y láminas de matemáticas, anatomía, zoología, botánica, 14 uso cotidiano y de desecho se incrustan en la pintura y colapsan el concepto de arte establecido para, como dice Benjamin, poner a prueba su autenticidad. Esto significa que se produce no sólo una extrañeza en la mirada y, con ello, cierta desarticulación de nuestra percepción, sino también un desconcierto que permite cuestionar los determinantes que rigen nuestra forma de mirar, entender y juzgar, y que nos hacen decir lo que es y lo que no es arte; y aún más, la fuerza revolucionaria exige una “toma de posición” con una mirada crítica. “La huella de sangre dejada por los dedos de un asesino sobre la página de un libro” interrumpe la continuidad textual, provoca un extrañamiento en el observador que, por eso, deja de ser lector de un texto impreso para convertirse en quien contempla una imagen. Esta interrupción es característica fundamental del montaje,26 y la extrañeza que suscita en el observador lo induce a tomar distancia, a tomar posición crítica. De esta manera Benjamin comprende el montaje como “instrumento político”. Aquí es posible tender un puente a la concepción épica de Bertolt Brecht. 1. Brecht y el montaje político El término “distanciamiento” es un concepto importante en el teatro épico de Brecht. En alemán se conjuga en un mismo vocablo, Verfremdung, con lo que acabo de llamar mineralogía, paeantología, etc. Eran, dijo, de «tan diferente naturaleza que lo absurdo de su acumulación confundía la mirada y todos los sentidos, provocaba alucinaciones, daba a los objetos representados significaciones nuevas y en rápida metamorfosis»; descubrió que todo podía adquirir un sentido insólito al ver aparecer esas cosas sobre un fondo diferente que podía determinarse con «un poco de color, unas cuantas líneas, un horizonte, un desierto, un cielo, un suelo de tablas, o elementos por el estilo» […]. La yuxtaposición de los personajes y de las cosas, en un escenario (en un lugar) y con un anclaje verbal que (des)orienta en la aventura de encontrar sentidos o de experimentar el escalofrío del choque poético.” Epílogo a las Tres novelas en imágenes de Max Ernst, escrito por Juan Antonio Ramírez, “El sueño de los monstruos produce la (sin)razón” (2008), en Max Ernst, Tres novelas en imágenes: La mujer 100 cabezas, Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo, Una semana de bondad [1919 – 1929], traducción de Héctor Sanz Castaño, Girona, España, Atalanta, 2008, pp. 499, s. 26 Al respecto, cf. Willi Bolle, quien recuerda las palabras de Winfrid Menninghaus pronunciadas en un simposio en Buenos Aires: “lo montado interrumpe el contexto (das Montierte unterbricht ja den Zusammenhang)”; Winfrid Menninghaus, “Walter Benjamins Diskurs der Destruktion”, apud Willi Bolle, op. cit., pp. 75 y 93. 15 extrañamiento. La “toma de posición” alude a un ensayo que considero indispensable para ubicar el concepto de montaje en la obra de Brecht, y en el que me baso para el desarrollo del presente inciso. En Cuando las imágenes toman posición, Georges Didi-Huberman realiza un análisis del montaje y de su fuerza revolucionaria, tomando como textos de referencia ejemplar el ABC de la guerra y el Diario de trabajo de Brecht. Según la lectura que Didi-Huberman hace de estas obras, “distanciar es demostrar mostrando las relaciones de cosas mostradas juntas y añadidas según sus diferencias”,27 lo que quiere decir que el distanciamiento se produce por la yuxtaposición contrastante de elementos distintos. El asombro y la curiosidad que esto provoca en primera instancia se deben a la extrañeza del conjunto, ya que las partes que lo constituyen provienen de contextos diferentes. Por eso, la importancia no radica, en principio, en cada uno de los elementos. Al contrario,se muestran las relaciones que entre ellos se establecen. La extrañeza surge, por consiguiente, desde los quicios de la composición y no desde sus componentes. Didi-Huberman comenta al respecto: “Contrastes, rupturas, dispersiones. Pero todo se quiebra para que justamente pueda aparecer el espacio entre las cosas”.28 En una breve estancia en México que Didi-Huberman realizó a principios del año 2007, tuve la oportunidad de intercambiar algunas ideas en torno al pensamiento de Walter Benjamin. En la ocasión de hablar acerca del montaje y de la “legibilidad de las imágenes”, dio un extraordinario ejemplo para pensar esta “demostración que muestra las relaciones entre las cosas”: los libros que se encuentran uno junto al otro a lo largo de una repisa de un librero. Bien podría sugerir la pregunta ¿qué hace Platón al lado de Lacan, éste junto a un libro de José Agustín, para luego, seguir un diccionario de Chino-Español, un ejemplar del 27 Georges Didi-Huberman, Cuando las imágenes toman posición, traducción de Inés Bértolo, Madrid, A. Machado Libros, 2008, p. 81 (el énfasis es de Didi-Huberman). 28 Ibid., p. 88. 16 Magazine Littéraire, un libro sobre el budismo Zen, etc.? Son los espacios entre los libros, las contradicciones entre voces tan diversas, que se tornan evidentes para interrogar a quien contempla acerca del enigma de su extraña composición.29 El distanciamiento no es el que toma el espectador frente al conjunto de extrañas afinidades sino el que se produce entre los elementos montados en un nuevo conjunto. Es como si las junturas se ensancharan para mostrar una relación inadvertida. En Brecht, este vínculo inadvertido, de cierta manera, es un espacio político de confrontación. Aunque, en contraste con el anterior, el siguiente sea un ejemplo de muy distinta índole, quisiera tomarlo del Diario de trabajo,30 justamente por su potencia política; ejemplo que, a su vez, hallamos en el ensayo de Georges Didi- Huberman. Bajo la fecha del 15 de junio de 1944, Brecht monta sobre un mismo plano tres fotografías: una que representa al papa Pío XII “haciendo el gesto de la bendición, luego el mariscal Rommel estudiando un mapa con su estado mayor, y finalmente un Berlín, Akademie der Künste, Bertolt Brecht Archiv (cota 277/12)31 29 Estancia en México en enero de 2007 de Georges Didi-Huberman, para impartir el curso “Abrir los campos. Cerrar los ojos” en el IIFL, UNAM y el Instituto de Estudios Críticos. El curso se realizó dentro del proyecto PAPIIT 400407, “La modernidad del pensamiento crítico y político de Walter Benjamin”, a cargo de Esther Cohen, proyecto con el que se realizaron una serie de extraordinarios eventos sobre Walter Benjamin. Para nombrar sólo unos cuantos: conferencia de Eduardo Cadava en noviembre de 2007; conferencia de Michael Löwy en primavera de 2008; conferencia de Enzo Traverso en septiembre de 2008. 30 Bertolt Brecht, Diario de Trabajo, traducción de Nélida Mendilaharzu de Machain, Buenos Aires, Nueva Visión, 1977, Tomo II, 1942-1944, entrada del 12 de junio de 1944, pp. 315, s. 31 Cf. ibid., pp. 90 y 320; cf. Bertolt Brecht, Diario de Trabajo, op. cit., pp. 315, s. 17 osario nazi en Rusia”.32 Didi-Huberman comenta que este montaje revela una “coincidencia cruel”. Esos tres acontecimientos separados en el espacio son, en efecto, exactamente contemporáneos. Provienen pues de una misma historia. Su montaje nos muestra cómo un jefe religioso no bendice el mundo más que para lavarse las manos de la injusticia que pasa bajo silencio; cómo Rommel dirige autoritariamente sobre el mapa, designando el lugar donde quiere atacar; y cómo, a esos dos gestos del poder (religioso y militar), responden los gestos de sufrimiento y de lamento de aquellas que ya no tienen nada, esas mujeres rusas que desentierran y abrazan trágicamente a sus muertos. Entonces ya no se puede decir que esas imágenes no tienen nada que ver. Lo que hay que observar, al contrario, es cómo, en el seno de esta dispersión, los gestos humanos se miran, se confrontan o se contestan mutua- mente, ya sea encima de un altar, de un mapa del estado mayor o de un osario a campo abierto.33 Distanciar consiste, pues, en extrañar cierto componente en cercanía con otro que lo contrasta, para “sacar de ello un campo de posibilidades inauditas”.34 He aquí la fuerza del montaje. Didi-Huberman afirma contundentemente: “no hay distanciamiento sin trabajo de montaje”,35 y el distanciamiento “sería la toma de posición por excelencia” que, en relación con el referido montaje de tres fotos, es la de las imágenes que representan. La toma de posición de parte del observador es otra cosa:36 consiste en la difícil tarea de leer los quicios, de advertir las relaciones diversas que se tienden y tensan entre los componentes del montaje. Se trata de atender las discontinuidades, los contrastes y de leer los intersticios y las tensiones múltiples que se establecen en los espacios delgados entre cada uno de los elementos en juego. La yuxtaposición de una imagen con la otra marca, a su vez, el espacio de una separación, campo de una diferencia que Didi-Huberman indica con el verbo “dys- 32 Georges Didi-Huberman, Cuando las imágenes toman posición, op. cit., pp. 89, s. 33 Ibid., pp. 90, s. 34 Georges Didi-Huberman, op. cit., p. 83. 35 Ibid., p. 81. 36 Aunque en el teatro épico, Brecht relaciona el concepto Verfremdung también con la posición tomada por el espectador: técnica cuyo objetivo consiste en proferirle al espectador una actitud contemplativa y crítica frente a la presentación. Cf. Bertolt Brecht, “Kurze Beschreibung einer neuen Technik der Schauspielkunst, die einen Verfremdungseffekt hervorbringt”, en Gesammelte Werke, tomo 15, Schriften zum Theater, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1973, p. 341. 18 poner”.37 El arte del montaje, pues, dys-pone de los elementos en cuanto los desmonta y remonta. Que el objeto de esta operación sea la historia, tanto para Brecht como para Benjamin, como veremos más adelante, le da al montaje su tenor político. El montaje remonta la historia como refiguración del pasado. Pero esta refiguración muestra los conflictos o, lo que antes llamamos, las relaciones de tensión y de contraste. Es en esto justamente donde se halla la “fuerza revolucionaria” y la potencia política.38 Un ejemplo que logra ilustrarlo en el campo de la literatura y de la imagen39 proviene de un autor que ya fue mencionado por Benjamin en la larga cita de su ensayo de 1934, amigo y colaborador de Brecht: John Heartfield. 2. El fotomontaje de Heartfield En el mismo año de la publicación del ensayo de Benjamin, “El autor como productor”, John Heartfield expone en Praga una serie de fotomontajes en forma de pósters que critican el nacionalsocialismo. El año siguiente, en otra exposición en París, Benjamin llega a conocerlo y entinta el encanto que le provoca este encuentro personal en una carta a Alfred Cohn, fechada el 18 de julio de 1935.40 Sin embargo, es el arte de Heartfield el que debería haberlo cautivado. Se trata del arte del fotomontaje muy cercano al montaje político de Brecht.41 Susan Buck-Morss, en su obra magistral, Dialéctica de la mirada, informa que 37 Georges Didi-Huberman, Cuando las imágenes toman posición, op. cit., pp. 104, ss. 38 Quisiera dar un ejemplo de los foto-epigramas de Brecht y refiero a pie de página el Anexo 1 al final de este capítulo. 39 Habría que indicar que el montaje de imagen y texto se halla también en el ABC de la Guerra de Brecht, donde cada fotografía se acompaña por un cuarteto en contrapunto. Brecht llamaba a estas composiciones “fotoepigramas”. Cf. Bertolt Brecht, Kriegsfibel [1955], Berlin, EulenspiegelVerlag, 1977; también Diario de Trabajo, op. cit., p. 318. 40 Walter Benjamin, Gesammelte Briefe, tomo V, 1935-1937, edición a cargo de Christoph Gödde y Henri Lonitz, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1999, carta 975, p. 130. 41 El ABC de la guerra, donde Brecht emplea el fotomontaje, es de 1955. El Diario de trabajo comprende los años de 1938 a 1955, lo que hace posible que Heartfield haya ejercido cierta influencia sobre la técnica del montaje brechtiano. 19 “Heartfield era miembro del círculo marxista de Berlín, formado por Brecht, Lacis, Reinhardt y Piscator”,42 pero también pertenecía al movimiento dadá; dos vertientes que confluían en su crítica política a través de la imagen montada que durante la década de los treinta dirigía con vehemencia contra el nacionalsocialismo.43 Lo innovador de su montaje es el uso de la figura barroca del emblema que se compone de tres elementos: una imagen, una suerte de título o inscriptio y un texto declaratorio o subscriptio, y que tradicionalmente tenía la finalidad de instrucción moral. El “emblema moderno” de Heartfield difiere del objeto estético para convertirse en imagen de lectura (Lesebild) que expone un “ataque político directo”. Uno de sus emblemas aparece “en agosto de 1934 en la tapa de la Arbeiter Illustrierte Zeitschrift (Diario Ilustrado de los Trabajadores) […] que mostraba críticamente su «evolución» a partir de la República de Weimar”.44 Lo nombró “Historia Natural Alemana”. Debajo del título se encuentra el siguiente epígrafe: “Mariposa de la muerte alemana (Acheronta atropos germanica) en sus tres etapas de evolución: oruga, capullo, mariposa”.45 La imagen se compone de una delgada rama de roble con escasas hojas carcomidas, sobre la que se encuentran una oruga con cabeza de Ebert (primer canciller de Weimar), la crisálida con cabeza de Hindenburg (último presidente de Weimar que aprobó el nombramiento de Hitler como canciller), y, finalmente la mariposa con la cabeza de Hitler. La subscriptio narra: 42 Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes [1989], traducción de Nora Rabotnikof, Madrid, Visor, 1995, p. 77. 43 En su obra Fotomontaje, Dawn Ades escribe: «En su ensayo “John Heartfield et la beauté révolutionnaire” (del libro Les Collages, 1935), Aragon da cuenta del proceso que llevó a Heartfield desde las caóticas imágenes dadaístas hasta su arte único: “Mientras jugaba con el fuego de las apariencias, la realidad ardió a su alrededor […]. John Heartfield dejó de jugar. Los fragmentos de fotografías que anteriormente había manipulado por el placer de asombrar, empezaron a significar entre sus dedos”.» Dawn Ades, Fotomontaje [1976], traducción de Elena Llorens Pujol, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2002, p. 42. Considero que la obra de Ades (en particular, el capítulo sobre Heartfield; pp. 41 – 58) es una formidable guía por el campo del fotomontaje. 44 Idem. 45 Ibid., p. 78; se trata de una reproducción de este fotomontaje, del que también trascribiré la subscriptio. 20 Metamorfosis (griego μορφή: forma) significa: 1. En mitología: la transformación de los hombres en árboles, animales, piedras, etc.; 2. En zoología: el desarrollo de algunos animales a través de formas de larva y crisálida, por ejemplo oruga, capullo, mariposa; 3. En la historia de la República de Weimar: la secuencia lineal EBERT – HINDENBURG – HITLER. La crítica evidentemente se dirige en contra de la ideología del “progreso evolutivo como curso natural de la historia social” que no es sino un mito.46 El fotomontaje de Heartfield, en contraste con los montajes de Brecht, utiliza el texto como instrucción de lectura para des- John Heartfield, Historia Natural Alemana,1934 cifrar la imagen. En Brecht, al contrario, opera una fuerza de contraste que será de fundamental importancia para comprender el montaje en Benjamin. Este contraste se manifiesta asimismo en la concepción del montaje cinematográfico de Eisenstein y, aunque sea a nivel técnico, resulta ilustrativo realizar un breve paseo por uno de sus textos. 3. El montaje en el cine según Eisenstein En un lúdico ensayo de 1929, Sergei Eisenstein compara el principio cinematográfico con el ideograma chino. Lo que le interesa es la copulación de ideogramas como en el ejemplo de una representación para “agua” unida con otra para “ojo”, significando “llorar”; o el 46 Ibid., p. 79. 21 ideograma para “oreja” junto a otro para “puerta”, teniendo como resultado el verbo “escuchar”. Eisenstein advierte que no se trata de una suma de dos elementos sino de un producto que corresponde a un concepto. Enseguida afirma: “¡esto es montaje!” “En efecto. Es exactamente lo que hacemos en el cine: combinar tomas que son representativas, únicas en su significado, neutrales en su contenido, dentro de contextos y series intelectuales.”47 Unas cuantas páginas más adelante, Eisenstein aclara que al combinar incongruencias monstruosas, es decir, efectuando una desintegración del montaje de un evento en varios planos, “volvemos a recoger el evento desintegrado en un todo, pero según nuestra visión; según el tratamiento de nuestra relación con el evento”.48 Esto último es fundamental para entender el montaje, ya que se trata de un conjunto de elementos extraídos de su contexto y yuxtapuestos en una composición nueva. Para Eisenstein y el montaje cinematográfico, sin embargo, resulta importante que la unión no se dé en un continuo narrativo de tomas aisladas sino según el principio del “salto dialéctico”, caracterizando el montaje con el “choque” de sus tomas, “con el conflicto de los trozos en oposición”.49 En lugar de encadenar una serie de imágenes para arreglar una secuencia capaz de “exponer una idea”, para Eisenstein, el montaje chocante de los trozos permite el surgimiento de un concepto. Si el montaje es conflicto, como lo es la base de cualquier arte, según el cineasta ruso, el choque al interior desarrolla su intensidad “haciendo estrellar la jaula cuadrilátera de la toma y al hacer estallar el conflicto en los impulsos de montaje entre los trozos” del mismo.50 Queda nuevamente marcado el umbral entre los fragmentos como espacio de conflicto y campo de lectura. Eisenstein lo nombra el principio “dramático”: como del 47 Sergei Eisenstein, “El principio cinematográfico y el ideograma” [1929], en La forma del cine, traducción de María Luisa Puga, México, Siglo XXI, 2006, p. 35, las cursivas son de Eisenstein. 48 Ibid., p. 38, las cursivas nuevamente de Eisenstein. 49 Ibid., p. 41. 50 Ibid., p. 42. 22 choque de los trozos distintos surge un concepto, del conflicto de tomas independientes emerge una idea.51 Y no sólo es el contraste el que define el intersticio sino la oposición.52 No hay coniunctio oppositorum sino disyunción radical. Lo que se une manifiesta su separación. He aquí lo que Georges Didi-Huberman designó con un cambio de letra en el verbo modificado (en este contexto, casi podría decirse “remontado”) “dys-poner”.53 La yuxtaposición, en este sentido, no es otra cosa que una “yuxt-o-posición” condensando en una palabra a esa conjunción disyunta. 4. Benjamin y el surrealismo: Dirección única El surrealismo, como hasta cierto punto también el dadaísmo, jugaba con esta unión tensa y distante de contrarios en el campo de la asociación espontánea que André Breton identificó con el “funcionamiento real del pensamiento”, “sin intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”,54 y tan parecido a las imágenes oníricas. En el campo artístico podríamos pensar en las pinturas de Giorgio de Chirico, de collages que no sólo relacionan objetos de índole diversa sino que los extraen desu hábitat familiar para darles un nuevo contexto que los convierte en jeroglíficos de un tejido enigmático.55 51 Esto es fundamental y volveremos a encontrar esta concepción en Benjamin; cf. capítulo 3. 52 Cf. Sergei Eisenstein, “Aproximación dialéctica a la forma del cine” [1929], en op. cit., p. 51. 53 Es un artefacto que sea la i griega que, como palabra en español, es una conjunción copulativa. Formalmente la “Y” semeja una bifurcación que, al mismo tiempo que conjuga y hace converger elementos distintos, los separa y hace divergir. Comparada así, podría representar a un ideograma o incluso a un jeroglífico. 54 Cf. André Breton, “Manifiesto del surrealismo” [1924], en Manifiestos del surrealismo, traducción de Andrés Bosch, Madrid, Visor, 2002, p. 34. Asimismo cf. Louis Aragon, El campesino de París [1926], traducción de Noëlle Boer y María Victoria Cirlot, Barcelona, Bruguera, 1979, p. 68: “El vicio llamado Surrealismo es el empleo desordenado y pasional del estupefaciente imagen, o mejor aún la provocación sin control de la imagen por ella misma y por lo que ella entraña en el dominio de la representación de perturbaciones imprevisibles y de metamorfosis”. 55 Pienso, por ejemplo, en las siguientes reflexiones que de Chirico realiza en torno a una de sus obras que representan Muebles en un valle, de 1927: “Imaginémonos un sillón, un diván, y sillas agrupados en una planicie griega, desierta y llena de ruinas, o bien en las praderas sin tradición de la lejana América”, entonces el contraste primero nos saca de quicio, luego nos permite hacer una lectura tal vez extraordinaria, una lectura 23 En el umbral de la década de los años treinta, tan fecunda para las concepciones del montaje que hasta aquí hemos revisado, en el año 1928, Benjamin publica una obra que no sólo se plantea como primer montaje de fragmentos literarios sino que también se ubica en cercanía temporal con su descubrimiento del surrealismo y el comienzo de su largo proyecto sobre los pasajes de París. Además, y esto resulta fundamental para nuestro trabajo, se trata de una obra que narra, en itinerario zigzagueante, parada tras parada, la travesía por los espacios de una ciudad: Dirección única, obra que incluso une “espíritu, imagen y lenguaje” en el tejido del sueño.56 Pero antes de recorrer los pliegues textuales de esta obra, habrá que dar un par de pasos atrás para ubicar el momento fecundo de su concepción. Encuentro dos momentos cruciales: la lectura de El campesino de París de Louis Aragon y el encuentro con Franz Hessel en París. Fascinado por la obra de Louis Aragon, El campesino de París,57 donde se retrata el Pasaje de la Ópera como laberinto onírico de imágenes insólitas,58 Walter Benjamin descubre la ciudad como espacio de lectura. En las primeras páginas de El campesino de París, Aragon escribe: Allí donde se persigue la actividad más equívoca de los vivientes, lo inanimado adquiere a veces un reflejo de sus secretos más móviles: nuestras ciudades están así pobladas de esfinges ignoradas que no detienen al paseante soñador si no vuelve hacia ellas su distracción meditabunda, que no le hacen preguntas efímeras. Pero si las descubre, este sabio entonces, al interrogarlas, serán sólo sus propios abismos los que, gracias a estos semejante a ésta que, nuevamente, nos ofrece de Chirico: “Los muebles fuera de las viviendas son […] los templos en los que Orestes se precipita. En el umbral de tales templos las Furias se detienen impotentes y, con el aburrimiento de la espera, acaban por adormecerse y roncar”; Giorgio de Chirico, “Estatuas, muebles y generales” [1927], traducción de Cristina Gonzalbo, en Sobre el arte metafísico y otros escritos, traducción de Jordi Pinós, Valencia, Murcia, 1990, pp. 121, s. 56 Cf. Theodor W. Adorno, “Dirección única de Benjamin (1955)”, en Sobre Walter Benjamin. Recensiones, artículos, cartas [1970], traducción de Carlos Fortea, Madrid, Cátedra, 1995, p. 29. 57 Cf. Carta a Theodor W. Adorno del 31 de mayo de 1935, Walter Benjamin, Gesammelte Briefe, tomo V, 1935-1937, tomo V, editado por Christoph Gödde y Henri Lonitz, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1999, pp. 96 – 99. 58 Cf. Louis Aragon, op. cit., p. 90. 24 monstruos sin rostro, de nuevo sondeará. La luz moderna de lo insólito, esto es lo que en lo sucesivo le retendrá.59 La ciudad se despliega como libro de lectura. En el caso particular de Aragon, se dedica al capítulo de uno de los pasajes más famosos de la capital francesa, el Pasaje de la Ópera, obra que, a su vez, es documento de un espacio que sucumbe ante la construcción de un nuevo pasaje en los Campos Elíseos. Las “esfinges ignoradas” no sólo ocupan los umbrales imperceptibles del espacio urbano, ni tampoco son monumentos visibles que, al interrogarlos, conducen al paseante atento hacia su propio y más íntimo pasado o a los recovecos de su inconsciente. Estas esfinges que pueblan la ciudad son las huellas de sus cambios, de sus “secretos más móviles”. Detenerse a leer y volver la “distracción meditabunda” hacia los quicios de tiempo y espacio, hacia los umbrales de tensión que unen histórica y geográficamente el tejido citadino, es esa la enseñanza que Benjamin extrae del libro de Aragon y que pone en práctica en sus paseos por París. Quisiera subrayar la tensión histórica ya que en 1926, fecha de publicación del libro de Aragon, el Passage de l‘Opéra, ya no existía.60 Eso es relevante en 1927, cuando Benjamin realiza una estancia en París de marzo a octubre,61 visitando a su amigo y colega, Franz Hessel, con quien no sólo se dedica a la traducción de dos tomos de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, sino quien le enseña la capital y con quien comienza a reunir material para un artículo sobre los pasajes de París. Este artículo iba a tomar como punto de partida la desaparición de este famoso pasaje, siendo uno de los más antiguos de París.62 “Hessel – “tan familiarizado con el París 59 Ibid., p. 18. 60 Como consecuencia tardía de la haussmannización, el Passage de l‘Opéra se destruyó en 1925. 61 Cf. Jean-Michel Palmier, Walter Benjamin. Le chiffonier, l‘Ange et le Petit Bossu, Paris, Klincksieck, 2006, pp. 217 – 220. 62 Cf. Bernd Witte, “Statt eines Vorworts”, en Norbert Bolz, Bernd Witte (eds.), Passagen. Walter Benjamins Urgeschichte des XIX. Jahrhunderts, München, Wilhelm Fink, 1984, p. 7. 25 de antes de la Guerra de 1914, y luego con el de los años veinte, como con Berlín”63 – fue el primero que vio en la gran ciudad un enigma, un universo de signos por descifrar”.64 En su obra, Paseos por Berlín, establece una analogía entre ciudad y libro, en relación con el acto de “flanear” que Hessel define como “el difícil arte de pasear”.65 «Flanear» es una forma de lectura de la calle en la que las caras de las personas, los acristalamientos, los escaparates, las terrazas-café, los ferrocarriles, los automóviles y los árboles se convierten en letras con el mismo derecho, que juntas dan lugar a palabras, oraciones y páginas de un libro que es siempre nuevo.66 Por un lado, es la obra de Aragon, por el otro, la enseñanza de Hessel, lo que a Benjamin le abren el campo hacia una escritura que da cuenta de los intersticios vitales de la ciudad y de sus huellas mnémicas. Bajo la influencia del surrealismo, se deja seducir por “un mundo de secretas afinidades” y de “irregulares conexiones”.67 La ciudad, y aquí en particular los pasajes, ofrecen a la mirada del paseante lo que en las obras del surrealismo, sobre todo las pictóricas, se yuxt-o-pone de manera intencional: “palmera y plumero, secador y Venus de Milo, prótesis y portacartas”.68 Lo que aquí, detrás del escaparate,se revela cual mundo de secretas afinidades, se expone naturalmente en los espacios de la ciudad. La ciudad misma es un enorme escaparate en donde se crean “irregulares conexiones” e imágenes insólitas de contrastes. (Y aquí me permito hacer un guiño hacia el primer capítulo de la segunda parte de mi tesis, hacia Carlos Monsiváis quien en 1966 decía que “desde siempre he visto al Distrito Federal no como Ciudad, en el sentido de un organismo al que se pueda pertenecer 63 Cf. Prólogo de Jean-Michel Palmier a Franz Hessel, en Franz Hessel, Paseos por Berlín [1929], traducción de Miguel Salmerón, Madrid, Tecnos, 1997, p. 11. 64 Ibid., p. 10. 65 Franz Hessel, “Von der schwierigen Kunst spazieren zu gehen” [1933], en Sämtliche Werke, tomo V, editado por H. Vollmar y B. Witte, Oldenburg, Igel, 1999, pp. 68 – 73. Desconozco que haya traducción al español. 66 Franz Hessel, Paseos por Berlín, op. cit., p. 121. 67 Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., pp. 554 y 866 (GS V, 670 y1045). 68 Idem. 26 y por el que se puede sentir orgullo, sino como Catálogo, Vitrina, Escaparate.”69 La ciudad como escaparate en donde se exhiben las relaciones más sorprendentes de objetos diversos – piénsese en las Galerías del Triunfo regadas por la Ciudad de México – plantean enigmas al espectador que no sólo toman forma mediante la pregunta ¿qué tienen que ver juntas estas cosas?, sino también ¿qué nos permiten decir acerca de los espacios urbanos, acerca del mundo que habitamos como si fuera un gran collage onírico?) Este conjunto de “secretas afinidades” que no sólo provoca una mirada de asombro sino desencadena interrogantes y suscita reflexión, en el surrealismo ha dado lugar a lo que Benjamin llama “la treta que domina este mundo de cosas” y que “consiste en permutar la mirada histórica sobre lo que ha sido por la política”. “En el centro de este mundo de cosas está el más soñado de sus objetos, la misma ciudad de París […]. Y ningún rostro es surrealista en el grado en que lo es el verdadero rostro de una ciudad”.70 La mirada política es la actualización de este pasado en un montaje con el presente. Desmontar el pasado y remontar sus elementos en un nuevo conjunto que permite lecturas de la historia que inciden en la actualidad, he aquí un intento de Benjamin que, como ya vimos, se encuentra asimismo en Brecht y, hasta cierta medida, en Heartfield. Lo que tiene en común con la técnica de Eisenstein es la composición de choque. Volveremos a ello en unas cuantas páginas. Además de los fragmentos sobre los “Pasajes de París”, provenientes de esta época, es decir, de 1927 a 1929,71 se publica la obra a la que ya aludimos: Dirección única. En una carta a Gershom Scholem del 18 de septiembre de 1926, Benjamin escribe que este libro: 69 Carlos Monsiváis, “Carlos Monsiváis”, en Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos, México, Empresas Editoriales, 1966, p. 12. 70 Walter Benjamin, “El surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea” [1929], en Imaginación y sociedad. Iluminaciones I, traducción de Jesús Aguirre, Madrid, Taurus, 2001, pp. 49, s. (GS II, 300). 71 Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., pp. 823 - 879 (GS V, 991 – 1063). 27 “se convirtió en una curiosa organización o construcción de mis »aforismos«, [a saber], en una calle”.72 La comparación de esta organización con una calle, evidente desde el título, da la pauta para la lectura de este texto: se trata de un paseo por el espacio urbano que en sus múltiples paradas de orientación recoge imágenes topográficas diversas que inspiran cuadros literarios. Los cuadros así entintados llevan por título designaciones de lugares que se hallan en distintos puntos del espacio urbano: “Gasolinera”, “Nr. 113”, “Embajada mejicana”, “Terreno en construcción”, “Bandera…”, “¡Prohibido fijar carteles!”, “Censor jurado de libros”, etc.73 El itinerario que se dibuja en dirección única, senda torcida en lugar de recto camino, recoge impresiones y las convierte en espacios de lectura. (En este sentido, anticipo aquí el poema de Felipe Ehrenberg, al que me referiré en la segunda parte de mi tesis: “Maneje con precaución”. Este poema es la declamación de versos de la Ciudad de México que, al parecer, fueron creados por ella misma. Impresos en láminas y toldos y escritos sobre carteles y paredes de casas, estos versos se despliegan a lo largo de la avenida Ignacio Zaragoza. El poeta sólo le presta voz y lee: “Báscula de sesenta toneladas a media cuadra, la Zorra, juguetes de importación, en temporada, artículos de cocina y regalos”,74 etc. Mientras este poema muestra los anuncios como enigmas “naturales” de la ciudad, Dirección única figura como montaje literario de cuadros de lectura). 72 Walter Benjamin, Gesammelte Briefe, tomo III, 1925-1930, edición a cargo de Christoph Gödde y Henri Lonitz, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1997, carta 503, p. 197. 73 Cf. Walter Benjamin, Dirección única [1928], traducción de Juan J. del Solar y Mercedes Allendesalazar, Madrid, Alfaguara, 1987. 74 Felipe Ehrenberg, “Maneje con precaución”, CD publicado por RAS, Revista de Arte Sonoro, No.7, 1973. Cf. también “El joven”, ensayo escrito en 1928, de Salvador Novo: “Siguió caminando. Todo lo conocía. Sólo que su ciudad le era un libro abierto por segunda vez, en el que reparaba hoy más, en el que no se había fijado mucho antes. Leía con avidez cuanto encontraba. ¡Su ciudad! Estrechábala contra su corazón. Sonreía a sus cúpulas y prestaba atención a todo. Man Spricht Deutsch “Florsheim”, Empuje usted. Menú: sopa moscovita. Shampoo”; etc. Salvador Novo, “El joven” [1928], en Nueva grandeza mexicana [1946; 1956], México, UNAM, 1986, p. 100. A ambas obras consultaremos nuevamente, cf. infra, Capítulo 4, Inciso 1, pp. 136, ss. 28 Visitemos el fragmento “Censor jurado de libros” para dar un ejemplo. Benjamin habla del arte de la imprenta y contrasta su invención en el siglo XVI con el tiempo de ahora: “todo parece que el libro, en esta forma heredada de la tradición, se encamina a su fin”. Mallarmé, con su Coup de dés, utilizó por primera vez “las tensiones gráficas de la publicidad.” La escritura, que había encontrado en el libro impreso un asilo donde llevaba su existencia autónoma, fue arrastrada inexorablemente a la calle por los carteles publicitarios y sometida a las brutales heteronomías del caos económico. Tal fue el severo aprendizaje de su nueva forma. Si hace siglos empezó a reclinarse gradualmente, pasando de la inscripción vertical al manuscrito que reposaba inclinado en los atriles para terminar recostándose en la letra impresa, ahora comienza, con idéntica lentitud, a levantarse otra vez del suelo. Ya el periódico es leído más vertical que horizontalmente, el cine y la publicidad someten por completo la escritura a una verticalidad dictatorial. Y antes de que el hombre contemporáneo consiga abrir un libro, sobre sus ojos se abate un torbellino tan denso de letras volubles, coloreadas, rencillosas, que sus posibilidades de penetrar en la arcaica quietud del libro se ven reducidas. Las nubes de langostas de escritura, que al habitante de la gran ciudad le eclipsan ya hoy el sol del pretendido espíritu, se irán espesando más y más cada año. Otras exigencias del mundo de los negocios llevan más lejos. Con el archivo se conquista la escritura tridimensional, es decir, un sorprendente contrapunto a la tridimensionalidad de la escritura en su origen, cuando era runa o quipo. (Y ya hoy es el libro, como enseña el modo actual de producción científica, una mediación anticuada entre dos sistemas diferentes de ficheros. Pues todo lo esencial se encuentra en el fichero del investigador que lo escribió, y el erudito, que estudia en él, lo asimilaa su propio fichero.)75 Cortemos aquí. En este largo fragmento se encuentra un claro rastro del espacio urbano, no sólo en referencia al periódico sino también a la publicidad, ese “torbellino tan denso de letras volubles, coloreadas, rencillosas” que, hoy en día, en las megalópolis modernas ha tomado las formas extremas de “in-the-face-announcements” que ya no sólo atrapan la mirada sino impiden caminar “a sus anchas”. Flashazos violentos de luces chillantes e imágenes digitales sólo podrían superarse por el sonido que podría acompañarlos. Pensemos en la Ciudad de México, en el uso del espectacular sobre costados enteros de edificios, montados sobre estructuras de metal que se alzan por encima de las azoteas y ocupan los últimos espacios de la densa arquitectura urbana; gigantes de imagen y 75 Walter Benjamin, Dirección única, op. cit., pp. 37 – 39. (GS IV, 102 – 103.) 29 escritura que dominan el paisaje de la ciudad. Falta que se aproveche de la atención que el conductor de coche tiene que prestarle a la superficie agrietada, horadada por baches enormes y profundos, por las coladeras hundidas y topes no anunciados ni pintados, para extender por encima del asfalto nuevos espectaculares en los que se hace uso de la anamorfosis. Pero, regresando al texto de Benjamin, es el mismo libro que se transmuta en ciudad y la urbe que se convierte en libro. Letras diseminadas por el campo citadino invitan al peatón a dar un paseo por un libro y leer con asombro las inscripciones, epitafios, elogios, interrogantes, demandas, a través de las que se pronuncia, se aqueja y se jacta la ciudad. El archivo como conquista de la escritura tridimensional es hoy el espacio político de las relaciones urbanas. Los letreros que pueblan las calles son para el cronista los ficheros de investigación: “Obras públicas”; “Peluquero para señoras quisquillosas; “¡Cuidado con los peldaños!”; “Censor jurado de libros”.76 Detrás de cada uno de estos anuncios hay un enigma y entre ellos un mundo de secretas afinidades. Dirección única es un montaje surrealista que toma el tejido gráfico de la ciudad como pretexto para pegar carteles subversivos y devolverle a través de volantes de pensamiento una mirada de sospecha. El soporte surrealista se modifica por la mano filosófica de Benjamin. Lo decía Ernst Bloch en “Denkende Surrealismen”, donde también hallamos una reseña de Dirección única. Según el filósofo contemporáneo de Benjamin, su forma es la de una calle, a lo largo de que se enfilan “edificios y tiendas que exhiben ideas”.77 Lo que Bloch llama “revue” es en el campo filosófico la forma asistemática de la interrupción e improvisación que permite vistazos repentinos hacia detalles y fragmentos. La revue en el intento formal de Benjamin, en palabras de Bloch, 76 Ibid., pp. 36, 37. 77 Ernst Bloch, “Revueform in der Philosophie” [1928], en Erbschaft dieser Zeit. Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1985, p. 368. 30 aparece como improvisación meditada, como desecho del conjunto desquiciado (als Abfall des gesprungenen Zusammenhangs), como secuencia de sueños, aforismos, lemas, entre los que quisiera haber a lo más una afinidad de soslayo. Si, según su posibilidad metodológica, «revue» es un viaje a través del tiempo hueco, entonces el intento de Benjamin ofrece las fotos de este viaje, o esto incluso: un fotomontaje.78 A lo sumo, Dirección única es “un hilo conductor y bazar filosóficos”. “A cada parada le corresponden los fragmentos filosóficos que se exhiben en estos lugares como en escaparates”. Bloch identifica así el método filosófico como un “Straße-Denken, genauer: Passage-Denken”, es decir, un “pensamiento callejero, más preciso: un pensamiento de pasaje”.79 “El filosofar surrealista es modelo para la talla y el montaje de fragmentos.”80 Aquí vale subrayar que el pensamiento de Benjamin no es surrealista aunque es cierto que el movimiento fundado por Breton tuvo una fuerte influencia en sus reflexiones de finales de la década de los años veinte. 5. Benjamin y los pasajes Después de este rodeo por el concepto del “montaje”, llegamos finalmente al punto de partida: el Libro de los pasajes y su procedimiento de construcción: “método de este trabajo: montaje literario”.81 En Dirección única, y en contraste con los montajes de Brecht, Heartfield, Eisenstein y, hasta cierta medida, en contraste con el surrealismo, Benjamin construye un conjunto de imágenes literarias sin soporte visual. Lo que caracteriza a esta obra, sin embargo, es la producción ensayística y poética de Benjamin, que convierte el libro en obra literaria más que en un asistemático tratado filosófico. Para el Libro de los 78 Ibid., p. 369. 79 Ibid., p. 370. Enseguida, Bloch ejemplifica: “Como barcos veleros metidos en botellas, como árboles florales, torres cubiertas de nieve encerrados en los juguetes de giratorias esferas de cristal: así insertos se encuentran los filosofemas del mundo bajo el vidrio de los escaparates.” 80 Ibid., p. 371. 81 Walter Benjamin, Libro de los pasajes, pasaje citado al comienzo de este capítulo. 31 pasajes, todo esto habrá cambiado. Benjamin explica su composición literaria de la siguiente manera: Método de este trabajo: montaje literario. No tengo nada que decir. Sólo que mostrar. No hurtaré nada valioso, ni me apropiaré de ninguna formulación profunda. Pero los harapos, los desechos, esos no los quiero inventariar, sino dejarles alcanzar su derecho de la única manera posible: empleándolos.82 En sus primeras anotaciones que datan de la época entre 1927 y 1929,83 esta formulación varía: Método de este trabajo: montaje literario. No tengo nada que decir. Sólo que mostrar. No me apropiaré de ninguna formulación profunda, no hurtaré nada valioso. Pero los harapos, los desechos: ésos no los quiero describir, sino mostrar.84 “No tengo nada que decir. Sólo que mostrar”; esta aclaración está en oposición radical con el procedimiento de montaje que caracteriza a Dirección única. Mientras aquí se trata de exhibiciones aforísticas de su propia cosecha, el proyecto sobre los pasajes de París se distingue tajantemente como un trabajo de colección. No se explica nada ni se describe, sino el intento consiste en “sólo mostrar”. ¿Qué quiere decir? ¿Qué significa “mostrar”? y ¿qué quiere matizar el adverbio “sólo”? “No tengo nada que decir”, de entrada, es enigmático. Quien muestra dice. Dice algo de alguna manera. Esta manera de decir, en comparación con su montaje de Dirección única, ha sufrido un cambio contundente en el método de Benjamin. Retrocediendo al apartado de Brecht, encontramos una pista con el concepto de “Verfremdung” o “distanciamiento”. Dijimos que el distanciamiento se produce por la 82 Ibid., p. 462 (GS V, 574). 83 Aunque tal vez no difiera demasiado en el tiempo del pasaje anterior. Según Susan Buck-Morss, este fragmento corresponde a una época de elaboración anterior a junio de 1935. Cf. Dialéctica de la mirada, op. cit., pp. 68, s. 84 Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 854 (GS V, 1030). 32 yuxtaposición contrastante de elementos distintos, hecho que lo vincula con el montaje.85 “Distanciar es demostrar mostrando las relaciones de cosas mostradas juntas y añadidas según sus diferencias.”86 Con este acto de “demostrar mostrando” se abre el campo en donde “las imágenes toman posición” entre sí, se miran y se confrontan o se contestan mutuamente. Eso quiere decir, que la yuxt-o-posición de los componentes del montaje no requiere de explicación alguna que aclare las razones de construcción. El montaje habla solo. El simple – y, no obstante, complejo – hecho de juntar los elementos en un mismo armazón ya demuestra mostrando.
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