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APUNTE FINAL analisis inst - Jonathan Manriquez

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jurídica y/o materfal: una empresa, una 
escuela, un hospital, el sistema indus­
trial, el sistema escolar el sistema, hos­
pitalario de un país, son denominadas 
institUciones. En el lenguaje habitual se 
emplean sobre todo las expresiones «ins­
titución escolar» o «institución religio­
sa». En otros contextos se prefiere ha­
blar de una organización, un organismo, 
una administración·, una sociedad, una 
compañía, una asociación. En los tres 
casos que hemos enumerado, el concep­
to de institución no tiene el mismo con­
tenido. ¿Signitica esto que lo abarca 
todo, y es por ello confuso e inu­
tilizable?. Es más exacto decir que, ana­
lizado dialécticamente, se descompone 
en sus tres momentos: universalidad, 
particularidad, singularidad.<1> 
El momento de la universalidad es el 
de la unidad positiva del concepto. Den­
tro de ese momento el concepto es ple­
namente verdadero, vale decir, verdade­
ro de manera abstracta y general. El sa­
lario y la familia· son norn1as universa­
les de la sociedad, hechos sociales posi­
tivos en lo abstracto; únicamente · en lo 
abstracto. 
En efecto: el momento de la particu­
laridad expresa la negación del momen­
to precedente. Es así como, en nuestras 
sociedades regidas por el régimen del 
salario y el matrimonio, un individuo 
puede ser no asalariado y soltero sin 
hacerse pasible de sanciones oficiales. 
Toda verdad general deja de serlo ple­
namente tan pronto como se encama, se 
aplica en condiciones particulares, 
circunstanciales y detenninadas, vale 
decir, dentro del grupo heterogéneo y 
René Lpurau 
cambiante de individuos que difieren por · 
su origen social, edad, sexo, status. Por 
IÓ tanto, no se debe confundir la univer­
salidad con la totalidad: aquella lleva en 
si misma su contradicción. Toda idea es 
tan «verdadera» como su contrario, no 
en general, como lo pretende el escepti­
cismo, sino desde que se encama en la 
acción de los individuos y de las colecti­
vidades. 
Y sin embargo, la sociedad funcio­
na, .bien o mal, porque las normas uni­
versales, o así consideradas, no se en­
carnan directamente en los individuos: 
pasan por la mediación de forn1as socia­
les singulares, de modos de organiza­
ción más o menos adaptados a una o a 
varias funciones. El momento de la sin­
gularidad es el momento de la unidad 
negativa, resultante de la acción de la 
negatividad sobre la unidad positiva de 
la nonua universal.<!) 
A menudo se confunde particulari­
dad y singularidad, y se opone artifi­
cialmente Jo general (lo universal) a lo 
particular, olvidando que esta oposición 
es puramente abstracta, que nunca exis­
te en la práctica, sino solamente en la 
l. G. W. F. H<!gdScience de la logiquc, Propédcutiquc 
philosopbique, Phénoménologie de I"C$priL 
2. Cofl3igno aquí t:.rl<! •raum.!n» d<! la dialéctica 
hegeliana, sumamenu esquemático, simplemenu para 
recordarlo. Sin embargo, su mención indisporsable, en 
la mc:diJa m qUt: la m.ayoria de los sociólogos conocen 
muy mal la dia léctica o la rechazan. El auge del 
posiliyismo, IIJnUJ as sociología como en otros seelore.s 
del pensamicúo, es acompaMdo por una declinación 
del �nsamiento n.cgatiyo (cf. H. Marcuse, Raison el 
réyolutioo, París, EJ. de Mitwit, 1968) 
El análisis institucional 
ideología y en la filosofía idealista. Con 
esto se anula el tercer momento del con­
cepto de i.Dstitúción y, lo que es aún más 
grave, la acción recíproca de los tres 
momentos, sin la cual no hay dialéctica. 
Con la oposición entre· lo particular y lo 
general, la dialéctica es reemplazada por 
antinomias «racionales», «naturales>> o. 
«fatales» entre el individuo y la socie­
dad (o el «mundo»);.antinomias·que se 
resuelven acordando preeminencia ya 
sea a la sociedad o· al individuo. 
: Otra confusión, consecuencia de la 
primera consiste en asimilar las (armas 
sociales singulares a las normas· univer­
sales, o bien en reducirlas a la mentali­
dad de los individuos. En el primer caso, 
estamos frente a la concepción tradicio­
nalista, autoritaria, que ve en el orden 
establecido una positividad y una ver­
dad intocables. En el segundo caso, se 
trata. del psicologismo o del espiri­
tualismo, según Jos cuales todos los pro­
blemas sociales son imaginarios,·y es 
preferible «cambiar al hombre>) antes 
de pensar en cambiar el orden social. 
Dotada de una organización admi­
nistrativa (por ejemplo, una asociación 
basada en la ley de 1901), de una orga­
nización material (por ejemplo, una em­
presa), o. de ambas a la vez, toda fom1a 
social se. define negativamente con res­
pecto a.las otras fon11as sociales y con 
respecto �l conjunto del sistema social. 
En efecto, todo. ordenamiento instituye 
una ruptura entre lo que se puede y lo 
que no se pu�de hacer dentro de la for­
ma social considerada. La ruptura con­
cierne también a Jo que es deseable u 
obligatorio hacer y, por otra parte, a lo 
3 
que no es ni deseable ni obligatorio. Los 
modelos de acción posible, l!l-5 normas 
de la acción impuesta . y sancionada y 
los modos de la acción simplemente de­
seable constituyen, en .�1 entrecruza­
miento y en las contradicciones de una 
organización singular, un universo dife­
rente de los universos definidos por otros 
ordenamientos, en otra organizaciones. 
Las finalidades y el funcionamiento 
de una cárcel no son idénticos a las fina­
lidades y al funcionamiento de una plan­
ta industrial o de una escuela. Sin em­
bargo a veces ocurre que los presos son 
trabajadores (sometidos al régimen 
infantilizante del peculio, es decir, a un 
estatuto particular del régimen del sala­
rio), y que simultáneamente se los 
escolariza o reeduca. El entrecru�mien­
to de las instancias ergológica, educati­
va y carcelaria remit� entonces al con­
junto de un sistema social que, fuera de 
la cárcel, articula de modo singularmen­
te más 1 ibre Jos modos de acción pro­
pios del trabajo, de la educación y de las 
sanciones. La organizaci6n jurídi"co-téc­
nica de la cárcel se sitúa negativamente 
con respecto a la organización social 
«normah). · 
Lo mismo podría decirse de fom1as 
sociales menos «totales)> o «totalita­
rias»<3> que la cárcel: la escuela, el hos­
pital, la fábrica el tribunal, el cuartel, la 
organización política. Por ejemplo, ¿es 
la «escuela-cuartel>> (según la fórmula 
de Fernand Oury, ya clásica en Francia) 
equiparable a un verdadero cuartel? No; 
3. E. Go/fman, Asikr, París, E dic. dt! MitWit, 1968.· 
4 
pero tampoco se identifica en medida 
mayor con su función educativa. Sus 
funciones de vigilancia médica, de cui­
dados maternales y guarda de los niños, 
de represión, etc., son a tal punto evi­
dentes que llegan -al menos ante los 
ojos de sus usuarios a anteponerse a su 
función oficial. Como lugar donde se 
trabaja, la escuela no es una fábrica ni 
un cuartel; pero la organización de las 
tareas, su control, la sanción de los re­
sultados, la ideología del esfuerzo, la 
interiorización de normas fijadas por los 
adultos, todo ello crea por lo menos 
homologías entre el universo del trabajo 
eXplotado y el universo del aprendizaje 
escolar. Así lo atestigua toda una litera­
tqra clínica o novelística. 
: En cuanto a la fábrica, ciertos soció­
logos de la industria quisieran situarla 
en una categoría completamente ajena a 
la de las instituciones totalitarias. Sin 
embargo, ella no escapa a esa transver­
sa:lidad de las instancias y funciones que 
h�mos evocado. Al igual que otras for­
mas sociales, es atravesada por lo edu­
cativo y lo carcelario, pero bajo el signo 
del principio de rendimiento, único prin­
cipio de realidad de la sociedad indus­
trial (según Marcuse). La fábrica es una 
escuela, una dura escuela para los indi­
viduos a quiénes la sociedad priva de 
escuela tan pronto abandonan la infan­
cia. La fábrica es una cárcel, una cárcel 
donde no se obliga a entrar y donde no 
se retiene a nadie, poro donde ciertos 
individuos se yen obligados a ingresar 
por la «lógica» del origen social, de la 
herencia cultural y de la selección esco­
lar. 
RenéLourau 
Toda forma social posee por consi­
guiente una unidad, un carácter especí­
fico producido por su fmalidad oficial 
(la producción, la gestión, la educación, 
el control, la ayuda, la protección, etc.), 
finalidad que, tomada en sí misma y 
aisladamente, recibe el nombre de fun­
ción. La finalidad de las empresas in­
dustriales consiste en producir, si con 
ello se entiende lo que diferencia la fá­
brica de la escuela o de una administra­
ción. Si se llama «función» a esa finali­
dad autonomizada, ello se debe tan solo 
a que ese concepto es. el que mejor ex­
plica la existencia de un sistema social 
racional, profundamente diferenciado, 
así como de una división del trabajo 
«funcional», donde no solamente cada 
individuo está en su justo sitio, sino que 
todos los «Órganos» del cuerpo social 
ocupan su legítimo Jugar, prestan servi­
cios irreemplazables y ejercen un poder 
indiscutible. Esto permite al sociólogo 
de las organizaciones afirmar tranquila­
mente, cuando estudia las «disfunciones» 
de las grandes organizaciones burocrá­
ticas francesas, que emprende «un estu­
dio científico, es decir, funcionalista».<"> 
2. La sociología de las organizacio­
nes olvida que si bien toda forma social 
posee una unidad «funcional», esa uni­
dad, siguiendo la definición que da 
Hegel del momento de la singularidad, 
solo puede ser negativa. La finalidad 
más «operatoria» éle la organización (su 
función oficial) está ligada a otras fina-
4. M. Crozier, Le phénomene bureaucraratique París 
E d. J.u Seuil, 1963, pág. 14. 
' ' 
1 
El análisis institucional 
lidades creadas por la existencia de rela­
ciones continuas entre· determinada or­
ganizaciones y las otras organizaciones 
con diferente función, así como por las 
relaciones que la primera m�ntiene con 
el conjunto del s�tema social. No basta 
con definir racionalmente una organiza­
ción por los servicios�que esta brinda o 
que e�tá destinada a brindar. Hay que 
tener en cuenta además que la fábrica, o 
l a compañía, producen modelos de com­
portamiento, mantienen nonnas socia­
les, integran a sus usuarios dentro del 
. �istema total. Por último, se debe consi­
derar que en la fábrica no se organiza 
solamente ni ante todo el trabajo, la pro­
ducción, el incremento del rendimiento 
y de los servicios, sino un fragmento de 
la clasificación social y de la lucha 'de 
clases. Es tan poco científico adoptar 
como ténnino de referencia de la inves­
tigación o de la intervención sociológi­
cas tal o cual objetivo de rendiiuiento, 
como lo sería tomar como ténuino de 
referencia del estudio sobre un conven­
to el «servicio de Dios». La fábrica tie­
ne como función producir automóviles 
o gas natural; pero su prime_ra función 
es producir ganancia: toda su organiza­
ción y todas las disfunciones de esta 
tienen como sistema de referencia real, 
y no imaginario, esa institución casi sa­
grada del modo de producción capitalis­
ta que es la plusvalía. De igual modo, la 
escuela tiene· como funciones preparar 
para la vida profesional, proporcionar 
una cultura general, etc.; pero su fun­
ción primera consiste en interiorizar las 
normas oficiales del trabajo explotado, 
-:ie la familia cristiana, del Estado bur-
5 
gués. En la escuela, se aprende también 
a interiorizar el modelo de la fáb.rica. En 
ella, como en ésta, se aprende a «humi­
llarse» ante los superiores, y en segundo 
término, o s� es necesario, se aprende un· 
oficio. 
Si se consideran las grandes funcio­
nes sociales que son la producción y la 
educación, la transversalidad de dichas 
funciones aparece (aunque en niveles 
diversos de _conciencia, lo cual implica 
cierto tipo de análisis) tanto en la fábri­
ca como en la escuela, en el partido 
político como en la asociación deporti­
va, en la Iglesia como en la Universi­
dad. La unidad de una organización con­
siste, por un "lado, en un ordenamiento 
específico de las funciones sociales en 
torno de una función oficialmente prlvi­
legiada y, por el otéo, en la exclusión 
·oficial de algunas otras funciones, que 
entonces pasan a ser latentes, accidenta­
les o infom1aleS. Agreguemos a ello que 
el sistema así fom1.ado se define a su vez 
globalmente, con respecto a la_. globalidad 
más vasta que lo subsume: elsistema 
social como totalidad de las relaciones 
entre elementos incluidos en una insti­
tución territorial (la ciudad}, un territo­
rio nacional o un área de influencia po­
lítica (imperialismo, Estados coloniales). 
Esta última relación -entre una orga­
nización considerada como totalidad y 
la totalidad del sistema socioeconómico­
es también negatjva, pero en un sentido 
particular. La pequeña o mediana orga­
nización debe contar con el Estado-pa­
trón, y al mismo· tiempo aprovecha su 
libertad relativa frente a ese patrón. Por 
el contrario, una gra:1 organización pue-
6 
de disponer de una potencia igual o su­
perior a la del Estado. Tal es el caso de 
las iglesias, de los partidos políticos y 
de las compañías supranacionales. La 
negatividad· que se vio actuar dentro de 
la organización se reproduce aquí, de 
manera inversa entre el sistema global y 
una organización particular. El objetivo 
pnncipal de la empresa industrial de gran 
envergadura y a no es producir automó­
viles, sino asegurarse una hegemonía 
nacional o internacional. Con el in1pe­
rialismo o con el sistema socialista in­
ternacional, esa inversión es casi total, 
puesto que el Estado mismo ya no es 
más que un subsistema dentro de una 
globalidad controlada de modo interno­
externo por el Partido o por otro instru­
mento de presión política. 
Desde un punto de vista dialéctico, 
hay que tratar entonces de superar la 
teoría de la organización, lo cual nci sig­
nilica recusada ni menospreciarla en 
modo alguno.(S) Cuando postula una 
especie de unidad positiva de la organi­
zación definida a partir de sus funciones 
(con las correcciones que Merton o 
Parsons imponen al funcional ismo ), el 
positivismo suprime una parte funda-
S. Para s.:r complf!tD, la critica d.: la ta�ría d.: la orgimi­
zación d.:b.:ría incluir un estudio comparativo d.: la 
t.:oría sociológica y de la teoría polilica (l.:ninista y 
anarquista) d.: la orgaiÚzación.lA t.:oría sociológica rú 
la organización procura sup.:rar tanlo d taylorismo 
como ID psicologí.a ináu.strial. E n cambio, la t.:oría 
política preserva en gel'lt!ral dogmáticam.:nte, la 
infAlibilidad de la lt!orí.a circuiiStancial y ambigüa dd · 
centralismo democrático, que es colllemporána dd 
taylorisiTW. 1 nvocar cuí a Lcain, contcnporáneo y admi­
rador de Taylor, t.:stimoiÚa una actiruá pcuati.sta, que 
encontramos aun en teóricos impregnados de trotslcisiTW. 
RenéLourau 
mental del objeto de conocimiento: la 
negatividad que actúa en el sistema 
global y en cada uno de los elementos 
que lo componen. Como suele ocurrir 
en ciencias sociales, el objeto real (en 
este caso, la gran empresa) ejerce una 
atracción tan grande, que se lo toma de 
inmediato como objeto de conocimien­
to. Este empirismo, corregido mediante 
diversas sistematizaciones (subjetivistas 
en Crozier, acc.ionalistas en Touraine, 
psicosociológicas en Merton, estructu­
ralistas en Parsons) o recurriendo a da­
tos cuantificables. merece sin duda el 
calificativo de «abstracto» que se le asig­
na a veces. Confundir con la realidad 
«objetiva» la ideología pragmática de 
los sujetos-clientes del sociólogo atesti­
gua, en efecto, una abstracción, una 
autonomización de las funciones «no­
bles>> denominadas crecimiento, desa­
rrollo, inversión, servicio social. en de­
trimento de las funciones -inconfesadas 
e inconfesables, pero perfectamente ob­
jetivas- de las organizaciones. 
La sociología de las. organizaciones 
tiene el mérito de poner.de relieve los 
sistemas de poder y decisión, y de no 
disimular sus propias orientaciones 
Es un teóricos confund.:n la psico.soci ología y la sociolo­
gía d.: ltl.f organizacio11es <m una misma r.:probación, 
aunque con ci.:rta indulgencia hacia la segunda. A 
menudo s.: amalgaman los ensayos áe análisis 
institucional con los mod.:los tÚ análisis a que nos 
hemos referido. Jáúrrica amalgama caracteriza a tdgu­
nos sociólogos de la organización y a ID mayoría áe los 
comunistas ortodoxos. Esta comprobación, conviene 
precisarlo, no apu11ta a su va a una amalgama. Como 
comprolxlción emptrica, las observaciones prccd.<:nta 
exigen análisis e investigaciones que, cabe esperar, se 
.:fa:tuarán pronto. 
::. 
··El análisis institucional · - .. 
reformistas. modernistas (anticonser­
vadoras, pero . también antirrevo­
lucionarias). Sin embargo, ella se con­
dena a no captar totalmente el momento 
de la organización .. Después de haber 
sugerido las razones .teóricas de esta in­
suficiencia, es necesario indicar breve­
mente sus razones históricas. 
Durante mucho-tiempo, las raciona­
lizaciones que se comprueban en la teo­
ría de las organizaciones hicieron estra­
gos en derecho. Según el Código Civil_­
esa clave de las fantasías políticas de la 
burguesía-, nadie puede ignorar la ley. 
Cien años más tarde, la ciencia de l_os 
sueños instituye, no ya el saber abstf<!.C­
tamente universal y asequible, sino el 
no-saber universal: nadie puede cono­
cer su propio deseo. En la misma ép.?ca, 
el marginalismo logra legitimar la 
plusvalía psicologizando las bases obje­
tivas de la economía política: la ganan­
cia está justificada por la necesidad de 
satisfacer los deseos, la demanda, las 
preferencias de los consumidores. Los 
inconvenientes de la anarquía económi­
ca, las contradicciones surgidas de la 
racionalización, son motivo de reflexión 
para expertos como Taylor o Fayol, y 
también para teóricos como Durkheim 
o Weber. El no-saber de la sociedad 
sobre su producción de riqueza se reve­
la aún con mayor intensidad que duran­
te la época de Ricardo o de Marx. Las 
crisis del capitalismo obligan a encon­
trar una nueva teoría susceptible de le­
gitimar la anomia introducida por la em­
presa industrial, ese foco de negatividad. 
Hay que reconstruir un nuevo «código 
civil». 
�·: ' 
l, . 
Siguiendo los pasos de la organiza­
ción científica del trabajo y de la psico­
logía industrial, la sociología de las or­
ganizaciones aporta un elemento a esta 
reconstrucción, a este New Deal genera­
lizado. Para ello tiene que postular la 
racionalidad del nuevo orden social: la 
sociedad industrial. Tiene que con.Side­
rar como orden de derecho, y no mera­
mente de hecho aquello que más se presta 
a ser cuestionado, tanto desde el punto 
de vista del derecho encarnado en el 
Estado como desde el punto de vista del 
mÓvimiento obrero: la institución eco­
nómica denominada fábrica y más tarde 
grandes talleres, empresa, compañía, sis­
tema Imperialista. Tiene que ·reconstruir 
lo que construyeron los juristas de la 
época napoleónica, sobre nuevas bases, 
pero en una idéntica pe·rspectiva ideoló­
gica: la de la autonomizidón de un mo­
mento de la práctica social, que ya no 
será la práctica jurídica, sino la práctica 
de _la gestión económica. Sin desapare­
cer por ello, el jurista, el escribano, el 
juez,. el abogado, el filósofo del dere­
cho, cederiuna parte del lugar que ocu­
paban en el sistema social al economis-
. la, al i ngeniero, ar tecnócrata, a l 
psicosociólogo y a l sociólogo d e las or­
ganizaciones. 
Este último abandona ent()nces a la 
psiquiatría social y a la psicosociología 
las formas sociales «totales», que en el 
lenguaje habitual siguen llamánclose a 
veces instituciones. Sin embargo, las 
«organizaciones» económicas no son un 
univers.o ajeno a las instituciones tradi­
cio.nales; no están reservadas al sociólo­
go de las organizaciones. Los fenóme-
;, 
� _8----------------------------------------------�R�en�e�·L�o�u�ra�u 
;; 
� nos de poder los sistemas de acción, de ·� decisión, de control, de negociación que 
las constituyen, no difieren fundamen­;J talmente de aquellos que pueden anali­� zarse en las instituciones «no producti-
vas». La misma diferenciación spence­� riana, en el plano de la función oficial, 
_ entre instituciones «reguladoras» (de .;;:/ control social) e instituciones «opera­� tivas» (de producción) no es decisiva 
�- cuando se trata de construir un objeto de 
� conocimiento sociológico. Al igual que � la
_ 
se�aración, instituid_a en el plano aca-
demJco, entre etnolog1a y sociología, la � �ep�rac!ón entre una �ociología de las � - mstttucLOnes y una soc1ología de las or­� ganizaciones se basa en lo que Althusser ·J llama el desconocimiento de lo econó­
� mico: hay problemas económicos en un � organismo «no productivo», así conio 
�- hay problemas de control social y de 
�� connotación política en un organismo 
Q�co?ón�ico. La materialidad de todas las 
�
· 
mshtuctones, tengan o no función eco­�nómica, es un hecho sociológico funda­:;me�tal, evid:�ciado por la morfología 
soc1al y tambten por la antropología cul­
;dtural, cuyo mayor aporte es precisamen­
,. te ese. La transversalidad de las más ;;diversas funciones dentro de institucio­
::;¡nes en aparie�cia tan opuestas como lo 
• s?n un organJSmo deportivo, una igle­�la, una empresa, un sistema de ense­:;ñanza, es tan importante para el sociólo-
go �mo la transversalidad -de las perte­
:�enctas y de las referencias reveladas 
r por los individuos y los grupos que com­�ponen aquellas diversas formas socia­:Jies. Por co�iguien _te, la unidad de las fonnas soctales exJSte sin duda: es la 
� 
encarnación de una determinada ima­
gen de l a totalidad, refractada por el 
conjunto del sistema social. Se trata de 
una unidad negativa, que afirma una o 
va_rias �nciones privilegiadas, y que al 
mLSmo tiempo contradice otras funcio­
nes, otros sistemas de pertenencia y re­
ferencias que son privilegiados en otras 
fonuas sociales. Estas funciones nega­
das, presentes-ausentes, actúan simbóli­
camente, es decir, por intennedio de ac­
tos y de palabras, de no-actos y de silen­
cios que no se pueden vincular unívo­
camente con una o varias funciones pri-
vilegiadas. · 
3. Puede decirse que el análisis 
institucional es reclamado por esta ca­
racterística del sistema social, así como 
por las carencias que revelan los méto­
d?s _
d� abordaje sociológicos, psicoso­
Ciologicos y económicos. Las carencias 
de la sociología, pero también las del 
psicoanál�is, las del derecho y de la 
economía política, procuran articularse 
dentro del análisis institucional, que no 
por ello pretende sustituir cada una de 
estas disciplinas, y menos aún englo­
barlas a todas. Articular carencias ver 
relaciones donde solo se veían ele�1en­
tos coherentes y homogéneos, compro­
bar un problema donde se creían encon­
trar s�luciones, ¿no es acaso lo que ca­
�ct�nza a todo método nuevo, lo que 
JUStifica, según la frase de Bachelard la 
índole polémica de la práctica cientÍfi­
ca'! 
La constitución «negativa» deJas for­
mas sociales denominadas instituciones 
u organizaciones es lo que induce a la 
El análisis institucional 
sociología a buscar un instrumento de 
análisis que permita dilucidar «la serie­
dad, el dolor, la paciencia y el trabajo de 
lo negativo».<6> La clínica sociológica, la 
observación sobre el terreno, la encues­
ta profundizada que se basa en «bancos 
de datos» cuantificados, no responden 
enteramente al objeto del análisis 
institucional, porque trabajan sobre da­
tos positivos, sobre hechos perfectamen­
te exteriores· al observador o al encues­
tador. El trabajo de lo negativo, entre 
los tres momentos del concepto y entre 
los momentos y la totalidad, indica que 
no existe un dato positivo (y cuanti­
ficable) en est<'tdo puro, puesto que la 
unidad positiva no es más que un mo­
mento: el momento de la universalidad.' 
Se habla de análisis institucional por­
que las organizaciones sociales de todo 
tipo, que el sociólogo estudia, no son 
reducibles a sistemas positivos que bas­
taría desmontar, sino totalidades parcia­
les, y como tales doblemente trabajadas 
por la negatividad. Por ser totalidi\des, 
presentan la negatividad formal que se 
. adhiere a todo hecho social positivo, 
dado que toda positividad simple e in­
mediata contiene ya su propia negación. 
Por ser parciales, es decir, por estar 
6 G.W.F. Hegtd, Phénornenologie de !'esprit, Paris, 
Aubier-MonJ.sigrw; 1939, prqacio, pág. 18. 
7 G. W. F. Jlege� Science de lo logique, la. part�, 
capítulo jiMI •L 'Jd¿e absoluo-. Lo n�gativo formal 
corrapond.: al prima n.:gativo, a decir, al s�gundo 
momenlo de la dialéctica. Lo lll!gativo absoluto corra­
ponde al segundo negativo, a decir, al tercer momt:nl.o 
(negación de la negación). Véase, asimismo, H. f4ebvr� 
Logique fonnelle,logique dialectiq ue, París,Anthropos, 
la . .:J., 1969. 
9 
subsumidas en el conjunto de las formas 
de organizaci6n .que constituyen el sis­
tema social, pueden·entrar en oposición 
absoluta con el sistema. Tomada entre 
la negatividad Jprmal y la negatividad 
absoluta,(7) la organización no puede ser 
considerada como. un, hecho social pu­
ramente objetivo: una intervención que 
compromete al 9bservador supone un 
análisis de este compromiso. Tomar por 
objeto de conocimiento la_negatividad 
fonnal descartada por la sociología de 
las organizaciones y _la negatividad ab­
soluta descartada por la psicosociología, 
¿no significa acaso arriesgar resultados 
negativos, e inclusiv� una operación en­
teramente «nihilista)) que siembre la con­
fusión dentro de la organización, y se 
contente con ello?� Es lo que objetan. no 
solamente clientes potenciales del análi­
sis institucional, sino también algunos 
sociólogos. Sin negar esos riesgos, con­
viene precisar un punto muy mal perci­
bido en el estado actual de la investiga­
ción. El análisis institucional no preten­
de producir un super-saber clandestino 
y misterioso, más completo y más «ver­
dadero)) que los otros saberes fragmen­
tarios. Aspira, simplemente, a producir 
una nueva relación con el saber, una 
conciencia del no-saber que determine 
nuestra acción. 
El psicoanálisis, mejor que la socio­
logía, penuite captar la importancia del 
concepto de no-saber. ¿Qué sé en cuan­
to a lo que detenuina m.i acción y en 
cuanto a lo que obedece, sobre mi de­
seo, mis inclinaciones y repulsiones, tan­
to en materia política como en materia 
de «gustos y colores)). El psicoanálisis 
10 
significa prec isamente el descubrimien­
to del no-sab er como regla universal de 
la acción y, por consiguiente, como base 
de toda empresa de conocimiento. El 
no-saber sobre el deseo y el no saber 
sobre aquello que funda la sociedad pue­
den tener un origen común: esta es una 
hipótesis posfreudiana, en la medida en 
que Frcud y la mayor parte de sus segui­
dores no evitan ver en el psicoanal ista a 
un «Sabio)) del no-saber, capaz de desci­
frar tanto los meandros de la historia y 
de la vida social como los contornos de 
una neurosis. 
La sociología de tendencia positivista, 
por su parte, desconfía del psicoanálisis, 
en el cual finge no ver sino considera­
ciones vagas y arbitrarias. O bien, si 
admite cJ descubrimiento freudiano, es 
para circunscr ib i rlo : en el nivel del indi­
viduo, fuera del campo sociológico. Para 
el soc iólogo y el economista, así 'como 
para el fís ico. csl;tría reservada una 
positividad sio sombras un acto de co­
nocimiento c.lespojado de toda negati­
vic.lad. Sin embargo, la etnología se en­
carga de sei1alar a la sociología la'' �on­
tingcncia de los sistem:1s de acción «ra­
cionales», que esta cree decodificar en 
los países donde se usa corbata y para­
guas. ¿Hay derecho a lanzar todo el in­
consc ie n te sociológ ico al limbo del 
predesarrollo y a la humedad de los tris­
tes trópicos? ¿Y si el origen común del 
no-saber respecto de mi deseo y del no­
saber respecto de la historia fuera esa 
cosa, ni individual ni colectiva, descu­
bierta por Freud? ¿Si. más allá del pro­
yecto subjetivo, así como de las confi­
guraciones que las sociedades dibujan a 
René Lourau. 
medida que niegan sus formas mejor 
. establecidas, quedaran por desdfrar 
quién. sabe qué signos, qué «intluen­
cias>) y qué «ascendientes)) de un zodia­
co social? 
Desde hace é:incuen ta años, grande 
es la tentación de establecer un paralelo 
entre la revolución psicoanalítica y una 
revolución sociológica, todavía en es­
bozo. Así como Freud remit ió la clave 
de los sueños al pasado, pero conser­vando al menos la forma del p royecto 
contenido en el ocultismo, también el 
sociólogo conservaría, superándolos·, los 
viejos horóscopos causalist.3s, surgidos 
tanto de S a int-S imon y de Auguste 
Comte como del ocultismo. 
De estas analog ías tentadoras, reten­
gamos al menos l o sigu iente: buscar una 
interpretación del presente y de las vías 
del futuro en los sueños o en los astros 
en lo infinitamente pequeño o en Jo infi� 
nitamcnte vasto , en e l microcosmos 0 
en el macrocosmos, en las entrañas de 
aves o en el estudio ue los enfren­
t.Jmientos entre clases sociales, pueb los 
y razas o en cua lquier otro soporte de 
interpretación, ¿no es acaso manifestar 
la marca de todo saber'! Cualquiera que 
sea este, y no solamente d sab er respec­
to uel deseo, está marcado por un 
irreduccible deseo de sabe�: este es, des­
pués de la insistencia en el no-saber el 
segundo aporte del psicoanálisis a la t�o­
ría institucional. 
� 
.
in_1portanc ia asignada por el psi­
coanaltsts al compromiso del observa­
dor en el objeto de observación arrastra 
al psicoanalista, y trns él al sociólogo, a 
consecuencias que, en verdad, no esta-
·' 
' 
El análisis institucional 
ban incluidas en la teoría de Freud. Me 
refiero al papel desempeñado por la re­
lación de dinero y la relación de poder 
en la intervención. El tercer aporte del 
psicoanálisis, en sus derivaciones más 
actuales, consiste en mostrar que cuan­
do se «inicia el psicoanálisis>), subjeti­
vamente, para ver más claro en el pro-
. p io deseo, se produce objetivamente un 
reacondicionamiento de las relaciones 
que el analista y el cliente mantienen 
con el dinero como fonna universal del 
intercambio, y con el poder como forma 
habitual de las relaciones de produc­
ción. 
En tales condiciones, no basta 
orquestar intcnninables variaciones so­
bre el carácter altamente simbólico de 
las prestaciones exigidas al cliente. Des­
de el punto de vista del análisis del acto 
de intervención ;¡nalítica �omo totali­
dad, no es correcto reducir al simbolismo 
parental toda palabra y todo aconteci­
mien.to referido al dinero y al poder. En 
er acto psicoanalítico, inscripto objeti­
vamente en un sistema de fonuas eco­
nómicas, así como en un sistema de co­
n ocimientos y un sistema de procedi­
mientos terapéuticos, el dinero y el po­
der no son únicamente materiales útiles 
para la elaboración inconsciente del de­
seo, para la articulación de la demanda 
ni para el trabajo desordenado del acting­
Out. Lo primordial en el acto psicoa­
nalítico no es sólo la estructura libidinal 
del cliente y del analista librados a la 
iluminación intem1itente de la transfe­
rencia y la contra transferencia. Nada - · 
salvo una ideología no analizada, una 
ciega contratransferencia institucional-
11 
permite postular una primacía de siste­
ma de parentesco simbólico, de la libido 
o del aparato inconsciente con respecto 
a las connotaciones materiales y socia­
les de la intervención. Si, en la crisis 
instaurada por la institución del análisis, 
todo es significante con respecto al de­
seo, está claro también que todo es 
significante con respecto al dinero, a la 
autoridad y a las fonnas de poder, es 
decir, a las relaciones institucionales. 
¿Quiere decir esto que el análisis 
institucional, queriendo «hablar>) de los 
materiales dejados de lado o subestima­
dos por los otros modelos de análisis, 
acuerda una importancia peligrosa al fac­
tor subjetivo?. Si el pelig�o ·existe, es 
desde la perspectiva de una filosofía 
subjétivista, tan discutible como su 
opuesto, el objetivismo. La al ternativa 
frente a los desvaríos del positivismo no 
es el subjetiv ismo, como tampoco el ni­
hilismo de la intervención destructora y 
salvaje. Ella reside en la clara conside­
ración de los límites teóricos y prácticos 
con que tropieza el análisis en situación, 
y que él mismo traza cuando se institu­
ye en la práctica social. El examen de 
estos líiuites es inseparable de la con­
ciencia del no-saber que nunca debe es­
tar ausente del anál isis. ¿Quién mejor 
que Hegel, teórico desgarrado del Saber 
Absoluto, podr ía ofrecer una idea de ese 
no-saber? «El espíritu conquista su ver­
dad solamente a condición de reencon­
trarse en el desgarramiento absoluto. El 
espíritu es este poder en cuanto no se 
asemeja a lo positivo que se aparta de lo 
negativo (como cuando decimos de una 
cosa que no es nada, o que es falsa, 
12 
entonces, desembarazándonos de ella, 
pasamos sin más a otra cosa), el espíritu 
es este poder únicamente cuando sabe 
girar de frente lo negativo y morar en 
él».(S) 
8 Pbéooméoologie de 1' esprit, prefacio, pág. 29. Se trata 
Jd pasaje ddicaJo al an4lisis. 
RenéLourau 
Primera parte. 
Las teorias institucionales 
La institución en la filosof'Ja del 
derecho 
I. Puntualizaciones 
Rousseau instituye el anál isis perma­
nente de las instituciones. Es verdad que 
en metafísica, en filosofía, en política, el 
problema institucional se había plantea­
do mucho antes. Puede decirse, empero, 
que hay una inversión rousseauniana de 
la reflexión sobre la institución. Antes 
de él, esa reflexión tomaba como siste­
ma de referencia implícito o explícito el 
estado de hecho, es decir, el Estado apo­
yado en la Providencia Divina. A partir 
de él , habrá siempre una corriente de 
reflexión institucional para la cual el Es­
tado ya no será la Providencia de la vida 
sociaL Rousseau inaugura esta corriente 
al confiar la legitimidad no ya al estado 
de hecho, sino al pueblo soberano. 
Rousseau se distingue asimismo de 
los demás filósofos de la Ilustración. Por 
ejemplo, Montesquieu, a quien tanto 
Hegel como la filosofía del derecho y la 
sociología positivista invocan de buen 
grado, postula una coherencia «funcio­
nal» de las sociedades. Por eso distribu­
ye las cualidades de cada pueblo en fun­
ción del régimen político instituido: la 
virtud es necesaria en una República .. . 
E n cambio, Rousseau intenta a islar, me­
diante el método inductivo, las estructu­
ras constitutivas de todo sistema social a 
partir del modelo nominal (y no real) 
del contrato. 
El análisis institucional 
,Hegd responde a l a nálisis de Rou­
sse�u. Además. evalúa las consecuen­
ciáS; de la aplicación de su teoría: la 
Revolución Francesa, el reino de la «li­
beitad absoluta», el Terror, la propaga­
ción y negación del concepto de liber­
tad siguiendo la vía del jefe de Estado 
conquistadot> Entre la aparición de El 
contrato social j de la Fenomenolog(a 
del espfritu se interpone medio siglo de 
hirviente historia; en cuyo transcurso 
nacen el Estado moderno, la gran indus­
tria y su consecuencia en el dominio del 
saber: las ciencias sociales. Durante esta 
fase el concepto de institución fue «tra­
bajado» por los pueblos y hombres polí­
ticos mucho más de lo que fuera estu­
diado por los teólogos y filósofos del 
derecho durante mil años. Allí doncJe el 
filóso fo Rou5seau había actuado como 
«socioanalista». ·ífi;·abstracto, sobre el 
papel, el ciudadano de 1792 -por ejem­
plo el ex marqués de Sade, secretario de 
la Se<:ción de las Picas en vísperas del 
Terror- tuvo ocasióñ.de esbozar análisis 
institucionales in Vivo el in situ en su 
sección, en lós clubes, en las asambleas 
revolucionarias· y en otras instituciones 
agonísticas (o contra instituciones) �rac­
terísticas de todas· las épo�s donde la 
historia permite. que lo i.nstituy�nte su­
merja a lo · ihstituido. Otro ciudaqano, 
origin:uio dé esa misma CÓ�c�ga que 
pidió n Rousseau 1.,1n proyecto d·e'Cbns­
tilución, da a Fr�ncia y ·a una ,parte de 
Europa la mayoría de sus ac�uales insti­
tuciones. Al igual que Sade; Bonaparte 
es -al menos cuando joven- un gran lec­
tor de Rousseau .. Cabe preguntarse, sin 
embargo, si la figura del legislador a 
13 
caballo corresponde verdadera mente al 
modelo del legislador «no d ircctivo)) pro­
puesto por El contfa.w sociaL De hecho, 
responde mejor al ideal ftlosófico y po­
lítico de Hegel. 
· Este último interesa a l sociólogo 
como teóricO ··de la institución.Por so­
bre todas las cosas, el método dialéctico, 
la teoría de los tres momentos del con­
cepto (universalidad, particularidad, sin­
gularidad), la potencia luminosa que 
Hegel- confiere a la negati�idad, tanto 
en su Lógica como en sus demás obras, 
han orientado sin cesar mis pasos. 
Una génesis del pensamiento institu­
cional exigiría una investigación que par­
tiera al menos de la Antigüedad griega. 
Aquí, siguiendo a Hegel, se preferirá la 
. génesis conceptual a 1� - génesis tempo­
ral, con sus ventajas y sus riesgos. Las 
grandes obras del pensamiento griego, 
en cuanto registran el tránsito del 
despotismo oriental a la democracia, del 
modo de producción asiático al modo 
de producción precapitalista, i lustran en 
el plano mítico la crisis institucional -y 
también el análisis institucional- de la 
cual surgió la civil ización occidental . 
Edipo y Antígena, esos grandes transgre­
sores de lo instituido, obsesionan sin ce­
sar el pensamiento de Hege1.<1> Al matar 
a la Esfinge, Edipo mata a la vieja Asia. 
Y cuando opone su violenta negativa al 
«positivista» Creón; Antígona instaura 
la gran oposiCión entre «las leyes de la 
polis» y «las leyes subterráneas», entre 
la dominación política y las institucio-
1 G. W. F. Hege� Ph�ooménologic de l'cspri� París, 
Aubi-Monlaigne, 1941, voL 11; ¡uígs. li·16, 232·49. 
":"".:i.;;¡.4•:, \ · r�· .... . . 
.. , .. . 
14 
nes como instancias simbólicas, extra­
legales. «Estas leyes divinas n o están . 
escritas, pero son infalibles. No se ha­
llan en vigencia desde hoy ni desde ayer, 
sino desde siempre y nadie las vio na­
cer».<2l 
� A veces íntimamente mezclada con 
� el pensamiento mítico (con Platón), a 
veces por su propia cuenta, las filosofías 
� griega y romana oponen al «letargo» 
Asiático el proyecto a na l ítico q ue 
¡ instaura a la conciencia como juez de sí 
� misma y de la regla socialY> Pensar las técnicas. pensar el lenguaje, pensar la � ley: eso pretenden los sofistas, esos � «extremistas» a quiénes la institución 
universitaria, siguiendo a Platón, aún 
; condena. Al tratar de «restituir» -como 
dice Rabelais en el muy simbólico «elo­� gio del Pantagruélion»- el saber anti­
.; 
guo a Europa, el Renacimiento marca 
una etapa importante en la evolución � del pensamiento institucional. Mientras 
que Calvino opone a las instituciones ;> eclesiásticas de la «Babilonia» papal sus 
) «Instituciones cristianas», Rabelais, que 
en apariencia no l leva tan lejos el � cuestionamiento, ofrece sin embargo, 
� con la Abadía de TI1eleme, un hem1oso ejemplo de utopía crítica. 
En el punto de articulación entre ins­
titución religiosa e institución educati-
1 va, tenemos aquí una muestra de análi­
� sis institucional, que se apoya en una 
c rítica institucional e ideo l ógica. � TI1eleme es la contrainstitución educati­
) 
va; dicho de otra manera, una institu­
ción verdaderamente educativa en el 
� sentido que el humanismo del Renaci­
miento da a la educación.<4l ; 
' 
1 
Re11é Lourau 
Fray Jean des Entomeures no pre­
tende convertir la Abadía, que él quiere 
fundar de acuerdo con sus sueños de 
monje desviante, en un instrumento de 
su poder y de la dominación eclesiásti­
ca: «¿Cómo podría gobernar a otros -
decía- cuando no me sé gobernar yo 
mismo?>>. Henos aquí d e lleno -como 
más tarde en El contrato social y en el 
Emilio- ante un legislador y un «gober­
n a n te>> (peda gogo) n o d i rectivos. 
Rabelais agrega: «Y pidió a Gargantúa 
que instituyera su religión al contrario 
de todas las demás>> .· 
El primero de los grandes principios 
de la contra institución de TI1eleme pone 
directamente el acento en la clausura 
institucional do los con�entos para re­
chazarla. Ninguna muralla rodeará a 
Theleme, «y no sin razón: donde hay 
muro por delante y por detrás, abundan 
la murmuración, la envidia y la conspi­
ración mutuas». Como buen ana l ista de 
la institución, Fray Jean ve que la insti­
tución de la separación -en la cual Marx 
habrá de ver la esencia de la burocracia­
se halla en el origen de muchos de los 
fenómenos que los modernos psicoso­
ciólogos y psjcoterapeutas han aprendi­
do a conocer. Notemos que no solamen­
te se ha aludido a las anomal ías de la 
comunicación dentro de la institución, 
2 Sófocles, Ailligona, 2 • tpisodio, París, cltJSSiqua Ganri, 
Théatre de Sophocle, vol. /. 
3 M . .Ddiame, La maitrcs de verité dans la Grecc 
arch<iiqu.; París M aspero, 1967. 
4 F.RabeÚJis, Gargantúa, libro 1, cap;;. Lif -LVIII. 
.. l . • 
El análisis institucional 
sino también dentro de los dos campos 
instituidos por la separación: adentro y 
a fuerá. 
El segundo principio de la contrains­
titución indica una transgresión más pro­
vocativa que la consistente en suprimir 
la clausura. Por lo demás, él es conse­
cuencia de esta. Fray Jean desea que se 
pennita entrar a las mujeres, y .que se 
apl ique a los rel igiosos que pudieran 
penetrar en la Abadía el ritual de purifi­
cación que ciertos establecimientos 
conventuales apl icaban a las visitantes. 
Una vez suprimidas las murallas, el de­
seo no es reprimido por la institución. 
El tercer principio no es sino la con­
dena de todo reglamento; de toda util i­
zación del tiempo dividido por campa­
nadas: la distribución. de su vida cotidia­
na escapa, en genera l.. ·a los individuos 
que dependen de una o de varias institu­
ciones y separa las formas posibles de 
actividad, as í como la clausura sepa ra el 
sistema total de la institución del sis te­
ma total de la sociedad. 
El cua rto principio retoma, amplifi­
cándolo irónicamente, el tema del cuer­
po y de la mujer, presente ya en el se­
gundo principio. Habitualmente se en­
viaba a l convento a .las mujeres poco 
agraciadas o a quiénes· su famiiíá' ya no 
podía mantener. En carubio, fray Jean . 
q uiere que Theleme sele�ione · hermo­
sas mujeres y bellos j óveneS. La fronte­
ra, a menudo incierta, e n t.re I ugar de 
retiro y lugar de te ro r i ·: . �'·.' :·; \ . . �u.1l», que- . 
da aquí n ítidame a le ¡narcada. Notemos 
de paso que, si bien 1� contrainstit�ción 
rechaza la división instituida por las ins­
tituciones habituales, establece en ca m-
15 
bio una nueva d ivisión, nuevas fronte­
ras entre categorías y criterios sociales. 
El quinto principio prolonga a la vez 
el anterior y el segundo: Esta vez, el 
carácter mixto de la Abadía es presenta­
do no ya como una posibilidad, sino 
como una regla o una c'ontrarregla: «Se 
decretó que donde antes no había hom­
bres, ya no hubiera mujeres solamente», 
y a la r�cíproca. El argumento «psicoso­
ciológico>) es que la prohibición de co­
municarse instaurada' tradicionalmente 
entre a mbos sexos produce solo encuen-
tros clandestinos. : � � : 
El sexto principio profundiza la críti­
ca de las modal idades para ingresar en 
la institución y salir de· efla. Fray Jean 
sustituye el compromiso de quedar pri­
sionero del convento a perpetuidad por 
la más completa libertad de abandonar 
11releme. En el capítulo LVII, donde 
aparece la famosa fómru'la «Haz lo que 
q u ie ras>), y habland o esta vez d e 
Tireleme e n tiempo pasado, Rabelais es­
pecifica que, e n la mayoría de los casos, 
los jóvenes de a mbos sexos abandona­
ban juntos la Abadía, para entrar en la 
vida activa «regularizando» su situaCión 
, de pareja . En séptimo y último lugar, 
Fray Jean instituye Jos contra�otoS, o la 
ausencia de votos al entrar en la institu­
ción. A la inversa de las instituciones 
que re¡:)l'(· ·>· ·:· :: : t . n: forzándolos, los con­
e ¡ ._:;,j:; ·.:: nue clases o ci tegorías sociales 
y crean impera tivos y sanciones, la 
contra institución crea posibilidades. Al_ 
voto de castidad se
. 
opone la pQsibilidad 
de estar casado (de viv i r juntos a la es­
pera de' . ! : :1 trimcinio). Al voto de pobre­
T� , . �fJne la condición de riqueza, lo 
16 
cual no deja d e esClarecer la inspiración 
aristocrática d e la utopía. Al voto de 
«obediencia» se opone la regla de vivir 
en l ibertad. 
Estos siete p rincipios trazan los con-
tomos deuna institución destinada a 
muchachas entre diez y quince años, y a 
varones entre doce y dieciocho años. 
Subrayemos tres rasgos de la utopía 
rabelaisiana, que permiten hacerse una 
idea bastante precisa de lo que aquí se 
procura fonnular mediante el concepto 
de institución. 
. En primer término, la institución es 
un espacio singular. Es el lugar clausu­
rado, marcado, lugar de la represión 
libidinal� un lugar d ividido en el espacio 
y el tiempo sociales� un lugar sometido 
a nonnas imperativas, que refleja en parte 
las nom13S sociales de la clase dominan­
te acentuándolas, y en parte instaura nor­
mas especiales que dan la espalda tanto 
a las reglas jurídicas como a la «ley 
natural». Un lugar donde las modalida­
des de ingreso (de pertenencia) y de 
egreso (de exclusión) están finnemente 
codificadas dentro de un sistema simbó­
l ico, donde se reconoce una voluntad de 
regulación -siempre problemática- del 
ingreso mediante el egreso. El conteni­
do del concepto designa aquí estableci­
mientos perfectamente delimitados den­
tro del espacio social, organizaciones o 
grupos definidos mediante una selec­
ción y/o por las CJracterísticas de una 
clientela, y simbol izados en el espacio 
urbano o rural por una arquitectura «fun­
cional». Además del convento y de otras 
instituciones rel igiosas, se evocan 
infal iblemente dos tipos de instituciones 
RenéLourau 
cuya matriz es el convento : las ins�tu­
ciones hospitalarias y las instituciones 
educativas. Más en general, se p iensa en 
todas las « instituciones» morfoló­
gicamente separadas en el espacio y en 
el tiempo sociales: cuartel, cárcel, etc� 
En todos estos casos se trata de lo que, 
con Goffman, se puede denominar ins­
tituciones «totali tarias» o «totales».C5) 
Totalitarias porque, encontrándose se-
· paradas de las nonnas sociales exterio­
res, y además fuertemente reglamenta­
das, ofrecen una analogía con los siste­
mas pol íticos lla mados totalitarios. Pero 
también «totales», en un sentido, por­
que encarnan el proyecto -siempre la­
tente en nuestra cultura-de condensar en 
un espacio el concepto de totalidad, que 
constituye siempre la obsesiva aspira­
ción de la filosofía occidental. Conden­
sación y desplazamiento espaciales que 
presentan, con el triunfo del racio­
nal ismo, los caracteres de una «esquizo­
frenización» del pensamiento y de la 
práctica social .C6> 
En segundo lugar, el modelo' utópico 
de la Abadía de Theleme acentúa otro 
«momento» del concepto de institución: 
el de la nonua universal que busca en­
carnarse en l as fo rmas s i ngul a res, 
institucionalizadas, de sociabilidad. En 
el caso de 1l1eleme, el momento de la 
un iversalidad de la institución «Abadía» 
corresponde al de la educación como 
función social pem1anente, transhis-
5 S E. Goffman, Asiles, Paris, Ed. J�Minuil, 1968. 
6 J. Gab.:� La fausse conscieoce, París, Ed. d� MiiiUÍl, 
1962. 
El análisis institucional 
tórica, institucionalizada en todas las cul­
turas, cualesquiera que sean las fonnas 
e n las que se inscriba dicha función. 
En el modele rabelaisiano se valori­
zan los momentos de la singulari�d y 
de la universalidad, pero a expensas del 
momento de. l a particularidad. El punto 
ciego de la utopía humanista reside, en 
e fecto, en el modo de reclutamiento de 
los thelemitas, en los criterios aristocrá­
ticos de admisión en la institución y, por 
co.nsiguiente, en la detenuinación de las 
fuerzas instituyentes que componen la 
sociedad. Es un monje, protegido por 
un jefe político, quien tiene la capacidad 
de fundar, de instituir, un establecimiento 
«revolucionario>• d e enseñanza. Quié­
nes tienen derecho a ingresar en él son 
jóvenes bien nacido . Al considerar este 
el itismo sociocul tural como algo «natu­
ral» y «evidente», la utopía pedagogista, 
tanto en la actua lidad como en el siglo 
XVI, deja de lado el drama social. 
Sobredeterminando las particulari­
dades de esta fonua social singular que 
es la institución educativa (abadía, es­
cuela, gothu� preceptorado, etc.), el sis­
tema social fragmenta la aparente uni­
versalidad d e la educación como fun­
ción «natural» de toda sociedad. Para 
comprender la interacción de estos tres 
momentos, l a acción de la negatividad 
de que son portadores unos con respec­
to a los otros, hay que explorar el siste­
ma oficial y el sistema oculto de las 
normas, valores y modelos que cónst_i­
tuyen la trama de las conductas dentro 
de toda institución. Ancígona muestra 
cómo detenninado s istema institucional, 
basado en la p reeminencia oficial de la 
1 7 
familia, entra en conflicto con un siste­
ma institucional nuevo y que no ha sido 
aún institucionalizado, fundado sobre la 
preeminencia de la polis. En la sociedad 
monárquica y eclesiástica posfeudal, 
donde se sitúa Rabelais, la Iglesia sigue 
siendo uno de los principales códigos 
para descifrar condicionamientos institu­
cionales, pero el Estado entra en com­
petencia con ella. Cuando triunfa la 
· impugnación -el protestantismo-, el sis­
tema estatal tennina por suplantar al sis-
te ma ecles iásti co romano, no s i n 
reconstituif diaiéctica mente nuevas for-. 
mas singulares -nacionales- de cristia­
nismo. En la actualidad, el carácter so­
bre determinante del sistema institucional 
global se manifiesta, no solamente a p ro­
··pósito de las instituciones familiares o 
educativas, sino también de institucio­
nes cuya función es producir. El «dina­
mismo de la gran empresa norteameri­
cana no puede ser disociado de un or­
den social favorable a la empresa ( ... ) 
Esta no puede ser ,reproducida fuera de 
su marco institucional y social».C1) 
El sistema social, con todas las con­
tradicciones, todos los movimientos que 
lo hac:;en y deshacen, es el sistema de 
referencia de todo «socioanálisis». 
Si, en nombre del pragmatismo de la 
«buena forma» socioeconómica, el aná­
lisis institucional subestimara la impor­
tancia del sistema social global como 
sobredeterminante de las particularida­
des de toda institución, no haría más 
que repetir el error de la sociología de 
7 F H elmlln, La secrets des géa n IS américains, Parir,Ed. 
du Scui� 1969. 
18 
las organizaciones, que consiste en 
retomar la visión inconscientemente nor­
mativa que caracterizó a la filosofía del 
derecho. En consecuencia, las reflexio­
nes precedentes permiten abordar, si­
guiendo los lineamientos de la fllosofi'a 
del derecho, uno de los más antiguos 
contextos del concepto de institución. 
El principio metodológico que valoriza 
la génesis conceptual con respecto a la 
génesis temporal invita a aislar de este 
contexto dos ejemplos: Roussea u y 
Hegel. 
11. Rousseau y el derecho subjetivo 
La tensión entre nominal ismo y rea­
lismo es una de las oposiciones funda­
mentales de la filosofía occidental des­
de hace ochocientos años. Tras la facha­
da intelectual de la d isputa entre dos 
escuelas, se trata de una verdadera l u­
cha, en el sentido político del tém1ino. 
Una l ucha donde se enfrentan no solo 
individuos ávidos de influencia o de se­
guridad dentro de las instituciones uni­
versitarias, sino también clanes, grupos 
y sectas más o menos institucionalizados 
según el modelo del maestro y del discí­
pulo. Las universidades, símbolo de la 
universalidad del saber:, fueron institui­
das en el momento en que la separación 
entre saber teórico (la aletlteia cristiana) 
y saber filosófico (la doxa racionalista) 
ya no podía ser d isimulada o reabsorbida. 
El que tales unjversidades, sometidas a 
la Iglesia y los monarcas, hayan tenido 
dificultades en desarrollar la enseñanza 
nominalista nos ilustra sobre la natura-
RenéLourau 
leza institucional de la famosa Querellá 
de los Universales.<l) 
· Un elemento de esta querella es la 
cuestión d e la índole de las Ideas. Según 
Cassirer, si la idea de justicia es una· 
pura representaCión, idéntica suerte está 
reservada a toda idea «La idea vale en­
tonces solamente por institución (thesis) 
y no por naturaleza (physis); tiene reali-· 
dad solo por institución, yno debe su 
contenido y su duración relativa más 
quo - la institución)), El siglo XVII ya 
había percibido las consecuencias jurí­
d icas y políticas del problema. Grocio, 
por ejemplo, en su Doctrina sobre el 
origen de la sociedad y del derecho, 
relaciona el aspecto lógico del problema 
con sus aspectos ético y político.<9> 
Después de haber revestido formas 
d iversas en el transcurso de los siglos, la 
oposición nominal ismo-rea l ismo se 
reaviva a fines del siglo XVII y en el 
siglo XVIII. La vieja antinomia entre lo 
que pertenece al orden natural y lo que 
ha sido instituido humana o divinamen­
te emerge en la cuestión del origen d e 
l a s l enguas. Leibniz, Cond i l l a c y 
Rousseau, y otros, toman posicion a fa­
vor d e una de ambas tesis o las contra­
p o nen. Cuando Filaleto (lO) afirma que el 
3 V .:ase Braaier, Histoire de la philosophie; L. Rougie­
La scolastique et le thomisme, París, Gauúliu-Villars. 
1925; Une fai llite: la scolasque ( vusión conáou.ula del 
anterior), colc:cción Lib.:rtés, JJ. Pauvat, 1966, La 
n1étaphysique et le langage, París, Flammarion, 1960 
9 E C assira, La philosophie des Lumieres,París, Fayard, 
1966, cap. 6. · 
1 OG Leibniz, No uvea us essais sur 1' en tendement humain 
libro 3 ¡ «La mots». 
' 
El análisis institucional 
origen de las leirguas reside en «una 
institución arbitraria en virtud de la cual 
determinada palabra ha sido voluntaria- · 
mente el signo de. �eterminada idea>>, a 
Teófilo le cuesta: hallar en la teoría de 
l as i d eas i n.11�t�s · a l go q u e pueda 
atemperar el nom inalismo de su adver­
sario: «Yo sé -explica- que en las escue­
las y en todas partes se acostumbra decir 
que las significaciones de las palabras 
son arbitrarias (ex instituto), y verdad es 
que no están detenuinadas por una ne­
cesidad natural; pero no dejan de estarlo 
por razones tanto naturales, donde el 
azar cumple cierto papel, como ta mbién 
morales, donde hay elección». 
Aristotélicos, cartesianos, partidarios 
de Locke, p iensa n en general como , 
Condillac, que existen «signos insti tu- ' 
cionales» y, como Rousseau, que la pa­
labra es «la primera institución sociah>.<u) 
Esto no les impide d isputar acerca d e las 
determinaciones naturales, sobre natura­
Jes y sociales de esa institución. No siem­
pre las oposiciones aparecen claramente . 
delimitadas: cuando Teófilo defensor de 
la tesis teológica, invoca causas natura­
les, lo hace para recuperar un resto de 
trascendencia, siguiendo a Descartes y 
rechazando la ti::zbula rasa y el empidsmo 
absoluto de Gassendi o Locke. Cuando 
Rousseau especifica que la institución 
de la palabra. «solo debe su forma a 
causas naturales», lo hace sobre todo 
para descartar las causas sobrenaturales ' 
y «SeculariZar» l a institución del len- . 
guaje, a la espera de secularizar las de-
11 JJ. Rousseau, Essai sur !'origine des langues, cap. 1 
19 
más instituciones. Podría decirse que, 
en Rousseau, el concepto de institución 
es genérico: encuentra un lugar tanto en 
el Ensayo sobre el origen de las len-
. guas, como en El contrato social o en el 
Discurso sobre el origen de la desigual­
dad entre los hombres,· tanto en sus es­
critos sobre teatro y música cerno en el 
Emilio. 
Las últimas líneas del último capítu­
lo (capítulo XX) del Ensayo sobre el 
origen de las lenguas indican la impor­
tancia que Rousseau atribuye a la «rela­
c ión entre lenguaje y fom1a de gobier­
no)). Retomando una idea del gra mático 
Duelos, subraya: «Sería materia de un 
examen asaz filosófico observar en los 
hechos, y mostrar mediante ejemplos, 
hasta qué punto el carácter, las costum­
bres y los intereses de un pueblo influ­
yen sobre su lengua». Esta perspectiva 
socio-l ingüística está presente en el Dis­
curso sobre el origen de la desigualdad, 
cuando Rousseau se contenta con dejar 
planteado el gran interrogante acerca d e 
q ué es lo que funda el concepto de so­
ciedad: « Dejo a quien quiera empren­
derlo el análisis de este d ifícil problema : 
qué ha sido más necesario, la sociedad 
ya formada para instituir las lenguas, o 
las lenguas ya inventadas para estable­
cer la sociedad». 
Lo que el derecho subjetivo a isla es, 
en verdad, la actividad social institu­
yente. Cuarido Rousseau utiliza el con­
cep.to de institución, parecen deslizarse 
tres significados que no dejan de evocar 
Jos tres momentos del concepto recono­
cibles en Rabelais; pero siempre acen­
tuando el momento descuidado por este: 
,, ... . . ... . . 
� . . 
20 
a. El significado universal, «estruc­
tural» o incluso tópico, de la institución, 
se refiere a normas insti�idas, a lo que · 
ya se halla establecido. 
b. El significado singular, morfoló­
gico, de la institución, se refiere a for­
mas sociales visibles, de origen ya sea 
eclesiástico o estatal. 
c. El significado particular, dinámi­
co, de la institución, se refiere al acto de 
instituir, de fundar, de mod i ficar el s is­
tema instituido. Aquí reside lo institu­
yente. El contrato social trata de «quien 
Osa emprender la tarea de instituir un 
pueblo», y en varias oportunidades se 
indica el problema casi meta físico que 
�e p resenta ante el legislador «no direc­
tivo»: «la d i ficultad consiste en com­
prender cómo puede haber un acto de 
gobierno antes de que el gobierno exis­
ta, y cómo el pueblo, que JIO es sino 
soberano o s úbdito, puede convertirse 
en príncipe o magistrado en ciertas cir­
cunstancias». Ya antes Rousseau había 
� �eñalado esta paradoja de la institu­
_cionalización: «Sería necesario que el 
� efecto pudiera anticiparse a la causa; 
que el espíritu social, que debería ser 
¡ obra de la institución, precediera a la 
institución misma». Es una paradoja que 
los partidarios del derecho objetivo a tri­
buirán con facil idad a ta· visión errónea, 
¡ demasiado «espontaneísta», del derecho 
subjetivo, pero que tiene larga vida: re­
' aparece sumamente actualizada en la re­
flexión de Kant, así como en los debates 
de l a Revol ución Francesa y de las re­
, voluciones siguientes. En un plano más 
modesto, los psicosociólogos, pedago­
gos, psicoterapeutas, la ven surgir cuan-
RenéLourau 
d o procuran instituir fonnas de selfgo-· 
vernment ·en el seno de los grupos que 
dependen fuertemente de las institucio­
nes. 
La paradoja de Rousseau, su «im­
pensado»Pl) procede del contexto teóri­
co en el cual se intenta «pensarla>>. Tras 
la d iscusión sobre el concepto de Natu­
raleza, en el contexto de la oposición 
entre derecho civil y derecho natural, 
¿no se plantea acaso el concepto de ins­
titución? Rousseau no postula el estado 
d e naturaleza como ideal o co mo pro­
yecto pol ítico, sino como sistema de re­
ferencia de la reflexión sobre el ori­
gen de la desigualdad, es decir, de la 
estructura del sistema social . . Quienes 
invoca n el estado natura l como objeto 
rea l son precisamente los teóricos reac­
c iona rios como Hobbes, a quienes 
Rousseau combate. Ellos imaginan un 
estado de naturaleza dominado por la 
l ucha por la vida, lo cual les pennite 
deducir la idea de un contrato basado en 
la esclavitud y en lasumisión al orden 
existente. Muy por el contrario, Rous­
seau señala: 
a. Que el estado de naturaleza del 
que se habla es, en realidad el úl timo 
estado de degeneración de ciertas socie­
dades. Así lo conftrma l a etnología.<13l 
Para Rousseau, el estado de naturaleza 
es una ficción teórica, un objeto de co­
nocimiento (y no un objeto real), un 
12 L Aúhu.ss<7, cSur lt: Cootrat sociai>o, Cahiers pour 
1' Analyse, n• 8, L' im penst. de Jeao�Jacques Rou.sseau. 
13 C. Lévi-Slrauss, Tristes !ro piques, 9a. pa,.te, cap. 38 
El análisis institucional 
modelo nominal (pero no real), que él 
adopta para �nstruir el concepto de so­
ciedad. Dicho en lenguaje hegeliano: el 
estado de naturaleza no es un ideal ni un 
paraíso perdido, sino la negatividad en 
el corazón de lo social. Esto explica que, 
según Rousseau, él signifique la no­
sociabilidad ( «antes» de la propiedad 
privada, o más bien «Sin» propiedad pri­vada); y explica también la elección de 
un «gobernante» particular para un 
alumno particular en el Emilio, que es 
o try modelo nominal . 
b . Que e l contrato no se establece 
entre gobernantes y gobernados, · tal 
como en la actualidad pretenden, por 
ejemplo, algunos sociólogos.<14> Eso se­
ría simple esclavitud, como lo ind icará 
un rousseauniano inesperado: Sade. El 
contrato se fija entre miembros iguales, 
el único contrato es el de la asociación 
(El contrato socia� l ibro 11). En la vo­
luntad general, en el consenso, las vo­
l untades particu ]ares no se confun­
den con la incli�ación o el capricho de 
su representante, sino que se funden, en 
el sentido de fusión ( que no es confu­
sión ) y se fundan en el sentido de fun­
dación. Articulándose con sus semejan­
tes mediante un compromiso total, el 
ciudadano descripto por Rousseau al­
canza el momento de la universalidad. 
En lugar de ser, como se verá en Hegel, 
aquel a quien no incumbe saber. el pue­
blo de Rousseau sólo es pueblo en la 
conciencia de su actividad instituyente. 
La paradoja y la aporía propias de la 
institución dentro de la concepción del 
derecho subjetivo son esclarecidas de 
modo violento por dos Aufkliirer perte-
21 
necientes a la época revolucionaria: el 
Auf/diirer activo Saint-Just y elAufldiirer 
contemplativo Kant El primero decre­
ta, un poco somera mente, que «es nece­
sario sustituir, mediante las institucio­
nes, la influencia personal por la fuerza 
y la justicia inflexible de las leyes»<1.s> 
Esto significa quo las instituciones 
del Antiguo Régimen; basadas en el po­
der personal, cumplían una función 
opuesta a la verdadera función de las 
instituciones. Y pocos años antes, el 
antiterrorista Kant declaraba: «Es fácil 
instaurar la· Aufkliirung (Ilustración) en 
algunos sujetos mediante la educación 
( ... ) Pero il ustrar un siglo es tarea extre­
madamente larga y penosa, ya que sur­
gen obstáculos exteriores que pueden 
impedir en parte este tipo de educación 
o dificultarlo».<16> 
Los tradicionalistas y Hegel se en­
cargarán de sistematizar esos obstáculos 
exteriores, a menudo subestimados por 
el derecho subjetivo. Al hacerlo, asigna­
rán a l concepto de institución un signifi­
cado de coerción exterior y legitima que 
141 rulllurar IUUJ nt:gociación, irutitucio��alizar los con­
flictos: att: t:S d proya:to dt: la •sociología dt: la ac­
cióro>. Esta sociología atuw los si.stt:mD.s de acción, 
•cuya forma más simplt: a la conlTIUÜcción Ollrc diri­
g�nJa y dirigidos•. Amlxu cal�gorías, consideradas t:n 
abstraclll, lftiHilÍt:nDI rdaciona confli.ClilldS, puo cada 
va: más conlractuala: cEl análisis acciONllislll di.sta 
mucho de rt:prat:lllar a la socít:.dlui como dagarrat!D 
por una viokncia funJIJmDlÚl/... A. T ouril� �ai.son 
d'árt: d'unesociologiede l'aaiotP, Revue Fra�ise de 
Sociologie, octubrt:·diciembre de 1966. 
15Sainl-lust, Fragmentssur !esínstitutioosrépub!icaioes. 
16 /. Kant, Qu 'at-ce que s'oñeoter daos la pensée?, 
París, Vrin, 1959. 
22 
en nuestra época· tiende a confundirse 
con la definición que de él ofrecen el 
sentido co.mún y la ideología dominan­
te. 
111. Hegel y el derecho objetivo 
La querella entre derecho subjetivo 
y derecho objetivo no será estudiada aquí 
por sí misma, como no lo fue la que 
opone nominal ismo y real ismo. Se pun­
tualizarán solamente algunos aspectos 
de la reflexión sobre las instituciones 
efectuada por la emigración francesa (ge­
neralmente en Alemania ), antes de pa­
sar a una fonualización que es la más 
avanzada ya que intenta superar la opo­
sición de lo subjetivo y lo objetivo: nos 
referimos a la de Hegel. 
l. La «sociología emigrada» 
La «sociología teocrática» o «emi­
grada» <17) fue e�aborada por los pensa­
dores de la contrarrevolución. En ma­
yor o menoi medida, a utores como 
Maistre, Bonald, Rivarol, Malletdu Pan, 
Sénancourt forman parte de lo que se 
denomina escuela tradicionalista fra n­
cesa. Esta, q ue ejercería enorme infl uen­
cia sobre el pensamiento de Augusto 
Comte (el cual influirá a su. vez sobre 
los neotradicionalistas de la Acción Fran­
cesa hasta mediados del siglo XX), pre­
senta a veces tesis niuy semejantes a la 
doctrina, más conocida, de la escuela 
histórica alemana. A pesar de sus dife­
rencias, los tradicionalistas encuentran 
su unidad en el movimiento de reacción 
violenta contra la Ilustración en general, 
René Lourau 
y contra Rousseau y el derecho subjetív.6 
en particular. Para ellos, más aún que 
para. los juristas modernos discípulos de 
Hauricu, no solamente «lo institucional 
precede a lo contractual», s ino que lo 
institucional debe quedar protegido de 
toda acción política o j urídica. «El hom­
bre no puede dar una constitución a la 
sociedad religiosa o política, así como 
tampoco puede dar gravedad a los cuer­
pos, o extensión a la materia», proclama 
Bonald. Las instituciones al igual que 
las categorías filosóficas de extensión y 
materia, son ideas dotadas de «realidad». 
Pretender modificarlas o derribarlas es 
atacar la naturaleza, la obra de Dios. Ya 
existen cuando el hombre aparece. Al 
igual que el lenguaje dentro de la con­
cepción realista, son de «institución» di­
vina. Por lo tanto, la sociología emigra­
da nunca podría tener por objeto la so­
ciedad en su funcionamiento y en sus 
movimientos contradictorios; el objeto 
de esta sociología es la sociedad insti­
tuida. En su Teorla del poder (que me­
reció la aprobación de Bonaparte y va­
lió a su autor el permiso para regresar a 
Francia a fin de ocupar u n cargo impor­
tante en la Universidad imperial), así 
como en otras obras,<18) Bonald · postula 
. la particula r ís ima base de su teoría 
institucional. Dicha base es l inguística. 
17 F. BaldCtSperga, Le mouvement des idées dans 
l'émigratioo rrao<;aise, París, Plon, 1914. 
18 Bonald, Tbéorie du pouvoir, 1796 ( año m qU<: 
aparece la obra, mucho más liberal, de otro enügraJo, 
Chauaubriand: Essai sur les révolutions), La législatioa 
primitive, 1802. 
El análisis institucional 
No es sorprenqente que considere a 
Leibniz como el filósofo más importan­
te, aunque el realismo mitigado (a decir 
verdad, al conceptualismo) de este últi- . 
mo no implique obligatoriamente una 
ideología reaccionaria. La teoría tradi­
cionalista, anunciadora del positivismo 
y de la escuela del derecho objetivo (y 
también, en parte, de la sociología 
durkheimiana), se basa solo parcialmente 
en las categorías del realismo. La época 
de la Revolución Francesa produjo una 
confusión muy comprensible en las re­
laciones entre nominalismo y realismo. 
La d istinción se hace menos exacta que 
durante los períodos de calma, precisa­
mente porque la sociolingüística de los 
teóricos políticos y de los filósofos so­
ciales no es más que una pieza de sus 
construcciones ideológicas, que ellos in­
tentan legitimar como constru�ciones 
científicas.{19> Cuando ciertos roussea­
unianos; arrepentidos a consecuencia de 
�9s acontecimientos revolucionarios, 
readaptan posiciones realistas pero con­
servando parte de la teoría contractual 
de Rousseau, este repliegue «teórico» 
acompaña a otro repl iegue hacia la rel i­
gión como garantía de la sociedad «cons­
tituida». Saint-Martin, Fabre d'Oiivet (y 
otros gnósticos revolucionarios), Sebas­
tian Mercier (y otros utopistas apasiona­
dos por la l inguistica) corrigen la 
filogénesis rousseauniana invocando un 
origen divino de las lenguas y rechazan­
do la arbitrariedad del signo (en la rela­
ción entre significante y significado a la 
vez que la relación entre signo y obje­
to). Todas las instituciones «humanas» 
son frágiles y están sujetas al cambio; 
23 
pero en medio de ese fluir es necesario 
hallar un núcleo estable, que garantice 
una ideología de la estabilidad. Aun an­
tes de que Chateaubriand restabiezca con 
ella el valor del cristianismo, la prueba 
mediante las maravillas de la naturaleza 
sirve ya a Fabre d 'Oiivet para restablé­
cer la trascendencia del lenguaje: « ¡Ah! 
si la palabra fuera un arte mecánico, unainstitucion arbitraria, tal. como lo han 
afim1.ado Hobbes, y con anterioridad a 
él Gorgias y los sofistas de su escuela, 
¿tendría, pregunto, esas ··raíces profun­
das que, surgidas de una reducida canti­
dad de signos y confundiéndose por un 
lado con los elementos de ·la propia na.­
turaleza, echan por el otro esas ramifi-
.. caciones inmensas, coloreadas por los 
destellos del genio, que invaden el do­
m inio del pensamiento y parecen alcan­
zar los l ímites del infinito? ¿Se ve acaso 
algo semejante en fos juegos de azar? 
¿Cuándo han presentado las institucio­
nes humanas, por perfectas que sean, 
esa progresión en su forma y en su cre­
cimiento ?»(ZO) 
Fabre_d'Ol ivet fundamenta la tras­
cendencia de las instituciones en esa par­
ticularidad de la institución del lenguaje 
que los l ingüistas llaman doble articula­
ción. Por una parte, «una reducida can­
tidad de signos», «que se confunden por 
19 Después de ID Comuna k 1871 surgen ÍgUilúnenleun 
ciennficismo de derecha y un cientificismc de izquierda. 
Después de los disturbios de mayo de 1968 en F rar.cia 
algunas tendencias del estructuralismo y las ciencias 
hu�TU��UJS se descubren una potencialidtul qevo/ucÍOfUl· 
na;.. 
20 F. d'Oiivd, La langue bebraique rcstituee, l815. 
24 
un lado con los elementos de la natura­
leza»: aquí se reconocen los materiales 
del lenguaje (el significante es mate­
rial), Jos fonemas, cuyo número es 1 inti­
tado. Por otra parte, la serie infinita de 
los morfemas, «esas inmensas ramifica­
ciones», «que parecen alcanzar los lími-
. tes del infinito». De esta posibilidad no 
fmita nace la idea según la cual e l len­
guaje y las demás instituciones «regula­
res» son de origen divino, es decir, su­
peran las débiles posibilidades de las 
instituciones humanas. Basando su teo­
ría del poder en una gram.atología bas­
tante somera, Bonald extraerá las últi­
mas consecuencias de esta visión 
preorganicista y naturalista de las insti­
tuciones como estructuras existentes des­
de siempre y para siempre, y a las que 
basta reactualizar,«revelar» en el senti­
do químico del término. 
Bonald afinua que una revelación, 
incluida en el lenguaje, actua de modo 
perpetuo en la sociedad. Lo atrae hacia 
el lenguaje su valor in.Stitucional dejan­
do tota lmente de lado su valor contrac­
tual, visible en la palabra. «La lengua 
francesa habla como se debe pensar y 
expresa lo que debe ser». Por lo tanto, la 
frase y el discurso franceses expresan el 
discurso y la modulación de la verdade­
ra sociedad. As í como .existe una estruc­
tura ternaria de la frase modelo (suje­
to,verbo,atributo o complemento), exis­
ten también las tres categorías de causa, 
medio y efecto, y tal principio debe ser 
«aplicado a toda sociedad, en las perso­
nas sociales de poder, ministro y súbdi­
to». Esto, en cuanto a las instituciones 
estatales. Las instituciones religiosas se 
RenéLourau 
organizan bajo las fonnas de Dios, me­
diádor, creyente. Idéntica estructúra 
ternaria se aplica al conjunto de las cate­
gorías sociales: las mujeres, los niños y 
los trabajadores manuales componen el 
«estado doméstico», mientras que el ser­
vicio público se compone de sacerdo­
tes, magistrados y guerreros, etcétera. 
La índole especulativa de esta teoría 
del poder no pasó del todo inadvertida 
para los contemporáneos del autor, dis­
puestos, sin embargo, a aceptar cual­
quier racionalización que pudiera legiti­
mar la vuelta al orden. Ni siquiera un 
pensador tan próximo a Bonald como 
fue Joseph de Maistre pudo .seguir esta 
concepción hasta el fin. Este último pro­
pone la trascendencia de la institución 
a teniéndose al punto de vista estricta­
mente meta [JSico: «El hombre no puede 
hacer una constitución, n i se podría es­
cribir ninguna constitución legítima; 
nunca se ha escrito y nunca se escribirá 
a priori la recop ilación de las leyes fun­
damentales que deben constituir una so­
c iedad civil o religiosa . Solo cuando la 
sociedad se encuentra ya constituida sin 
que pueda decirse cómo, es posible ha­
cer declarar o explicar por escrito algu­
nos artículos particulares; pero tales de­
claraciones son casi siempre el efecto o 
l a causa de inmensos males, y siempre 
cuestan a los p ueblos más de lo que 
valen» <21>. Ya antes de que la sociolo­
gía, por medio de Comte y después de 
Spencer y sus d�cípulos hasta llegar a 
l a escuela francesa de sociología, inten-
21 J. de Maistre, Principe générateur des constitutions 
poUtiques el des a u tres iostitutions bumaines, /809 
. ·:·� 
EL análisis institucional 
tara precisamente explicar «CÓmo la so­
ciedad se encuentra ya constituida», 
Hegel ofrece una respuesta que influirá 
durante mucho tiempo en la filosofía 
del derecho: el Estado de hecho consti­
tuye la base de todas las instituciones. 
2. Ei concepto de institución en Hegel 
En oposición a los «embrollones del 
libre arbitrio», que pretenden agregar 
una teoría del Estado a la que es 
convalidada «por el carácter formal de 
ser válida en el Estado», Hegel estable­
ce un «derecho positivo)), una «ciencia 
filosófica del derecho [que] tiene por 
objeto la idea del derecho, es decir, el 
concepto del derecho y de su real iza­
ción»<2::!J 
El derecho subjetivo no posee otro' 
fundamento que el conferido por la mo­
ralidad objetiva. «Se puede oponer a l 
derecho positivo y a las leyes e l senti­
miento del corazón, la inclinación y el 
l ibre arb itrio. Pero que al menos no sea 
la filosofía la que reconozca tales auto­
ridades, el hecho de que la violencia y la 
tiranía puedan constituir un elemento 
del derecho positivo es un suceso acci­
dental que no se relaciona con la natura­
leza de este». Esta declaración, no des­
provista de violencia, será retomada por 
tradicionalistas y por positivistas, tanto 
juristas comci sociólogos o pol íticos, y 
no requiere comentario alguno. 
22. G. W .F. Hege� Principes de la phi/csophie du droit, 
1821 
25 
El objetivismo de la escuela histórica 
no es la «Verdad» que Hegel opondrá 
luego al derecho subjetivo. La justifica­
c i ó n a par t i r de los o rígenes, e l 
historicismo, olvida tener e n cuenta la 
legislación «como un elemento condi­
cionado dentro de una totalidad>�; Por 
eso, «Cuando el intento de legitimación 
a partir de la historia confunde génesis 
temporal y génesis conceptual, tem1ina 
haciendo inconscientemente lo contra­
rio de lo que se propone». La continua­
ción parece indicar que semejante con­
fusión es pcopia tanto de los tradiciona­
l istas como d e l derecho subjetivo: 
<<Cuando el nacimiento de una institu­
ción aparece, dentro de circunStancias 
detenuinadas, plenamente adaptado y 
necesario, llenando así la función exigi­
da por el punto de vista histórico, enton­
ces, si se generaliza este tipo de justifi­
cación, el resultado es el opuesto; no 
siendo iguales las circunstancias, la ins­
titución pierde su sentido y su derecho» 
(Hegel analiza el ejemplo de los con­
ventos). 
Habiendo descartado desde el co­
mienzo la moralidad subjetiva como fun­
damento suficiente del derecho, y sin 
ocultar las críticas que merece la escue­
la histórica del derecho cuando se aban­
dona al camino fácil de la génesis tem­
poral olvidando la génesis conceptual, 
Hegel plantea los criteri.os objetivos de 
la institución. Para comprender el lugar 
que ocupa este concepto, debemos 
reinstalarlo dentro del sistema de refe­
rencia <<Sociológico» de Hegel. La so­
ciedad civil abarca los :res momentos 
siguientes: 
. ' 
.. . 
26 · - · 
a. La mediación de l a necesidad y la 
satisf�cción del individuo mediante su 
trabajo y mediante el trabajo y la satis­
facción de las necesidades de los demás; 
es el sistema de las necesidades. 
b. La real idad efectiva del elemento 
universal de Ja l ibertad, contenido en 
este sistema; es la defensa de la propie­
dad mediante la justicia. 
e La preca ución contra el residuo de 
contingencia que estos sistemas conser­
van y la «defensa del interés particular 
como algo común, iuediante el poder de 
policía y la

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