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APUNTE FINAL PRIMERA PARTE - Jonathan Manriquez

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Texto tecleado
unidad 1
ANDRÉ MARTINET
ELEMENTOS DE
LINGÜÍSTICA GENERAL 
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
DIRIGIDA POR DÁMASO ALONSO
I I I. MANUALES, 13
ANDRÉ MARTINET
ELEMENTOS DE
LINGÜÍSTICA GENERAL
VERSIÓN ESPAÑOLA DE
JULIO CALONGE RUIZ
SEGUNDA EDICIÓN REVISADA
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA 
EDITORIAL GREDOS
MADRID
O EDITORIAL GREDOS, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1974, 
para la versión española.
Título original: Éléments de linguistique générale, LIBRAIRIE ARMAND 
COLIN, Paris, 1960.
REIMPRESIÓN.
Depósito Legal: M. 34136-1974.
ISBN 84-249-1137-7. Rústica. 
ISBN 84-249.1138.5. Tela.
Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1974. -- 4347.
P R O L O G O
Cuando se reflexiona qué natural y qué provechoso es
para el hombre identificar su lengua con la realidad, se vis-
lumbra el grado de sofisticación que ha sido preciso alcanzar
para disociarlas y hacer de cada una un objeto de estudio. Es
conocida la historia del tirolés que, al regreso de un viaje a
Italia, ensalzaba ante sus compatriotas los encantos del país,
pero añadía que sus habitantes debían de ser bien tontos,
ya que se empeñaban en llamar cavallo a lo que toda persona
con sentido común sabía que era un Pferd. Esta identifica
ción de la palabra y la cosa es tal vez la condición para un
uso inconsciente y sin dificultades del lenguaje. Pero tiene que
ser necesariamente rebasada cuando se desea pasar del uso
de una lengua a su observación. Los primeros esfuerzos en
este sentido han conducido al hombre a identificar su len-
guaje con la razón; la palabra «lógica» designa en su origen
el arte de hablar. Esto era,' desde luego, exponerse a encon-
trar un carácter razonable y lógico a las peores inconsecuen-
cias de la propia lengua, o bien a legislar allí donde el uso
no parecía conformarse a la razón. La comparación de len-
guas, practicada la mayor parte de las veces con intenciones
historicistas, es la que ha hecho entrever la variedad de las
estructuras lingüísticas. A partir de entonces, si la razón
humana seguía siendo una, las formas del lenguaje no podían
Elementos de lingüísticas general
confundirse con ella. Era preciso ver en el lenguaje un re-
flejo del pensamiento, de un pensamiento del que se sos-
pechaba que estaba determinado por estructuras sociales
más bien que sometido a las leyes de la lógica. La lingüística
se hizo así psicológica y sociológica •durante todo el tiempo
que consideró como tarea propia el estudio de la evolución
y no el descubrimiento de los rasgos constitutivos del len-
guaje. Sólo un punto de vista estrictamente sincrónico podía
permitir purificar la lengua por abstracción de las necesida-
des cambiantes del ser humano, necesidades que reclaman
en cada momento una adaptación del mecanismo lingüístico.
La legitimidad de una lingüística general perfectamente
autónoma no ofrece duda desde la publicación del Cours de
Ferdinand de Saussure, en el que se presenta el análisis
sincrónico como el arranque. inicial y fundamental de esta
disciplina. Sin embargo, la enseñanza de Saussure no ha pro-
ducido verdaderamente fruto más que injertada en otros
brotes. Los diversos movimientos estructuralistas han tenido
que eliminar desde el principio, o poco a poco, lo que en
dicha enseñanza había de caduco, a saber, un psicologismo
más o menos explícito que impide atribuir una situación
plenamente lingüística a la articulación fonemática y que
no permite percibir que todo lo que cuenta en la lengua está
representado, bajo una u otra forma, en cada punto del cir-
cuito del habla.
Los «estructuralistas» de hoy están de acuerdo en estable-
cer en principio la prioridad del análisis sincrónico y en re-
chazar toda introspección. Pero, más allá de eso, los puntos
de vista y los métodos difieren ampliamente de una escuela
a otra o de una tendencia a otra, y las concordancias termi-
nológicas ocultan con frecuencia divergencias fundamentales.
Hay que renunciar, pues, a presentar en una sola obra el
conjunto de las doctrinas que están vigentes entre los 
Prólogo 9
lingüistas contemporáneos. No es necesario decir que 
todo intento de sincretismo estaría consagrado al fracaso. Los 
principios y métodos que se van a exponer a continuación están
caracterizados, frente a otros principios y métodos, por un
mayor realismo y por menos formalismo o a priori: Si le es
permitido al autor escribir esto sin salirse de la modestia,
es porque los teóricos de hoy no siempre recomiendan la
sumisión a los hechos. Se pondrá el acento tanto en la fun-
ción de las unidades lingüísticas como en las estructuras
que ellas forman. Más allá de la sincronía aparecerán pre-
ocupaciones diacrónicas sin que, desde luego, los puntos de
vista se mezclen nunca. Las diferentes partes de esta obra
reflejan todas, evidentemente, las preferencias y la persona-
lidad de su autor, pero en grados muy diferentes. Los princi-
pios del análisis fonológico son desde hace tiempo de domi-
nio público. Por el contrario lo que se dice en el capítulo IV
sobre la sintaxis es nuevo, demasiado nuevo para un manual
como éste; la necesidad de presentar un método de descrip-
ción que abarque de manera coherente el conjunto de los
hechos de lengua nos obliga a anticipar los resultados de un
esfuerzo colectivo, aunque mal coordinado, que tiende a ob-
tener para las unidades significativas lo que la fonología re-
presenta para las unidades distintivas. Lo que se dice en los
capítulos V y VI sobre la variedad de los usos y la dinámica
de las lenguas es ciertamente menos original; bajo una for-
ma u otra, todo esto ha sido tratado ya anteriormente, pero
se está muy lejos de que todo lo que ahí se dice sea acep-
tado universalmente.
Este libro presenta, en forma condensada, un curso de
lingüística general profesado en la Sorbona durante el año
escolar 1958-1959. Los párrafos 2-13 a 2-39, consagrados a la
fonética articulatoria, redactados especialmente para la edi-
10 Elementos de l ingü í s t i ca g ene ra l
ción española, se diferencian sólo en pequeños detalles del 
texto original, Algunos títulos nuevos figuran en la biblio-
grafía que va al fin de la obra.
El autor se complace en dar las gracias aquí a don Julio 
Calonge, que se ha encargado de traducir este libro al es-
pañol y que se ha esforzado en hacer más fácil para un 
nuevo público la comprensión de la obra reemplazando, siem-
pre que esto era posible, los ejemplos franceses por ejem-
plos españoles.
Capítulo 1
LA LINGÜÍSTICA, EL LENGUAJE Y LA LENGUA
1-1. La lingiiistica, disciplina no prescriptiva
La l ingüíst ica es el estudio cientí f ico del lenguaje
humano.
Un estudio se llama científico cuando se funda sobre
la observación de los hechos y se abstiene de proponer
una selección entre estos hechos en nombre de ciertos prin-
cipios estéticos o morales. «Científico» se opone, pues, a
«prescriptivo». En el caso de la lingüística es particularmen-
te importante insistir sobre el carácter científico y no pres-
criptivo de su estudio. Al ser el objeto de esta ciencia una
actividad humana, hay una gran tentación de abandonar el
dominio de la observación imparcial para recomendar un
determinado comportamiento, de no anotar lo que realmente
se dice, sino de dictar lo que es preciso decir. La dificultad
que existe para separar la lingüística científica de la gramá-
tica normativa recuerda la que existe para separar de la mo-
ral una verdadera ciencia de las costumbres. La historia nos
muestra que, hasta una fecha muy reciente, la mayor parte
de los que se han ocupado del lenguaje o de las lenguas lo han
hecho con intenciones prescriptivas proclamadas o eviden-
12 Elementos de lingüística general
tes. Todavía hoy, la mayor parte de la gente, incluso la culta,
ignora casi la existencia de una ciencia del lenguaje distinta
de la gramática escolar y de la actividad normativa de esc
ritores y periodistas. Pero el lingüista contemporáneo, ante
expresiones como te pido lo hagas pronto, el negocio que te 
he hablado,
es por eso que decimos, se aparta tanto de la
virtuosa indignación del purista como de la alegría no con-
tenida del ironoclasta. Ve ahí simplemente hechos que debe
anotar y explicar en el cuadro de los usos en que ellos apa-
recen. No se saldrá ele su papel si señala las protestas o las
burlas de ciertos auditorios y la indiferencia de otros, pero,
por su parte, se abstendrá de tomar partido.
• 1- 2. Cardcter vocal del lenguaje
El lenguaje que estudia el lingüista es el del hombre. No
habría necesidad de precisar esto, porque los otros empleos
que se hacen de la palabra «lenguaje» son casi siempre met
afóricos: el «lenguaje de los animales». es una invención de
los fabulistas, el «lenguaje de las hormigas» supone más
bien una hipótesis que un dato de observación, cl «lenguaje
de las flores» es un código corno tantos otros. En el hablar .
corriente, «el lenguaje» designa propiamente la .facultad que
tienen los hombres de entenderse por medio de signos voca
les. Merece la pena detenerse en este c a r á c t e r vocal 
del lenguaje. En los países civilizados, desde hace algunos
milenios se hace uso con mucha frecuencia de signos pic-
tóricos o gráficos que corresponden a los signos vocales del
lenguaje. Esto es fo que se llama escritura. Hasta la inven-
ción del fonógrafo, todo signo vocal emitido era percibido
inmediatamente o quedaba perdido para siempre. Por el
contrario, un signo escrito duraba tanto cuanto durara su
soporte: piedra, pergamino o papel, y los rasgos dejados so-
La lingüística, el lenguaje y la lengua
bre este soporte por el buril, el estilo o la pluma. Es lo que
se resumía por medio del proverbio verba volant, scripta 
manent. Este carácter definitivo de cosa escrita ha dado a
ésta un prestigio considerable. Bajo la forma escrita se trans-
miten hasta nuestros días las obras literarias (por otra parte,
así llamadas precisamente por esta forma escrita) que cons-
tituyen aún la base de nuestra cultura. Las escrituras alfa-
béticas ofrecen para cada signo una sucesión de letras, bien
separadas en los textos impresos, que la escuela ha enseñado
a conocer; cualquier español instruido sabe cuáles son los
componentes del signo escrito caballo, pero le costaría es-
fuerzo distinguir los componentes del signo vocal corres-
pondiente. De hecho, todo concurre para que se identifiquen
en el espíritu de las gentes instruidas el signo vocal y
su equivalente gráfico y para que este último se imponga
como el único representante válido del complejo.
Esto no debe hacer olvidar que los signos del lenguaje
humano. son con, ,prioridad vocales, que, durante centenas de
miles de años, estos signos han sido exclusivamente vocales,
y que todavía hoy la mayoría de los seres humanos saben
hablar sin saber leer. Se aprende a hablar antes de aprender
a leer; la lectura viene a doblar la palabra, jamás al contra-
rio. El estudio de la escritura representa una disciplina dis-
tinta de la lingüística, aunque, prácticamente, es uno de sus
anexos. Así, pues, el lingüista hace abstracción, por principio, 
de los hechos de grafía. No los tiene en cuenta más que en
la medida, en total restringida, en que los hechos de grafía
influyen en la forma de los signos vocales.
1.3. El lenguaje, institución humana
Con frecuencia se habla del lenguaje como de una fa-
cultad humana. Nosotros mismos hemos empleado este tór-
1 4 Elementos de lingüística general
mino más arriba, pero sin concederle un valor riguroso. Es
probable que las relaciones del hombre y de su lenguaje
sean de naturaleza demasiado particular para que se pueda
deliberadamente colocar a este último en un tipo más amplio
de funciones determinadas. No se podría afirmar que el
lenguaje sea el resultado de la actividad natural de algún
órgano, como lo son la respiración o el andar, que consti-
tuyen, por así decirlo, la razón de ser de los pulmones y las
piernas. Se habla,. es cierto, de órganos de la palabra, pero
se añade, en general, que la primera función de cada uno
de estos órganos es otra cualquiera : la boca sirve para la
ingestión de los alimentos, las fosas nasales para la respira-
ción, y así sucesivamente. La circunvolución del cerebro en
que se ha querido ver el asiento de la palabra, porque sus
lesiones están frecuentemente unidas a la afasia, tiene algo
que ver probablemente con el ejercicio del lenguaje, pero
nada prueba que ésa sea su función primera y esencial.
En esta situación se ha pensado en situar el lenguaje entre
las i n s t i t u c i o n e s humanas, y esta manera de ver ofre-
ce ventajas indudables, pues las instituciones humanas sur-
gen de la vida en sociedad., Éste es precisamente el caso del
lenguaje, que se concibe esencialmente como un instrumento 
de comunicación. Las instituciones humanas suponen el ejer-
cicio de las más diversas facultades. Pueden hallarse muy
extendidas o incluso ser universales, como el lenguaje, sin
aparecer idénticas de una comunidad a otra. La familia, por
ejemplo, caracteriza tal vez a todos los grupos humanos,
pero se, manifiesta en diferentes partes bajo formas diver-
sas. Igualmente el lenguaje, idéntico en sus funciones, difie-
re de una comunidad a otra, de tal manera que no puede
funcionar más que entre individuos de un grupo determi-
nado. Como las instituciones no son en modo alguno datos
previos, sino productos de la vida en sociedad, no son inmu-
La lingüística, el lenguaje y la lengua
tables. Son capaces de cambiar por la presión de necesida-
des diversas y por la influencia de otras comunidades. Pues
bien, veremos que las diferentes modalidades del lenguaje
que son las lenguas no se comportan de otro modo.
1 .4 . Las funciones del lenguaje
Sin embargo, decir que el lenguaje es una institución es
algo que informa imperfectamente sobre la naturaleza de
este fenómeno. Designar una lengua, aunque sea metafóri-
camente, como un instrumento llama la atención muy útil-
mente sobre aquello que distingue la lengua de muchas otras
instituciones. La función esencial del i n s t r u m e n t o que
es una lengua es la de la c o m u n i c a ció n. El francés,
por ejemplo, es, ante todo, el mecanismo que permite a las
personas «de lengua francesa» entrar en relación unas con
otras. Veremos que si todas las lenguas se modifican a tra-
vés del tiempo, ello acontece esencialmente para adaptarse
del modo más económico posible a satisfacer las necesidades
de comunicación de las comunidades que las hablan.
No obstante, deberá tenerse en cuenta que el lenguaje
ejerce otras funciones que la de asegurar la mutua com-
prensión. En primer lugar, el lenguaje sirve, por así decirlo, de 
soporte al pensamiento hasta el punto de que es posible hacerse 
la pregunta de si una actividad mental a la que faltara el 
marco de una lengua merecería propiamente el nombre de 
pensamiento. Pero corresponde a los psicólogos, no a los
lingüistas, dar su opinión sobre este punto. Por otra parte,
el hombre emplea con frecuencia su lengua para expre
sarse, es decir, para analizar lo que siente sin ocuparse 
excesivamente de las reacciones de eventuales oyentes:- En-
cuentra en ella, al mismo tiempo, el medio de afirmarse
1- 5. ¿Las lenguas son nomenclaturas?
Según una concepción muy ingenua, pero bastante 
extendida una lengua sería un repertorio de palabras, es 
decir, de producciones vocales (o gráficas), cada una de las 
cuales correspondería a una cosa. A un determinado animal, 
el caballo, por ejemplo, el repertorio particular conocido 
por el nombre de lengua española haría corresponder una 
producción vocal determinada que la ortografía representa 
por la forma caballo; las diferencias entre las lenguas se 
reducirían a diferencias de designación; para caballo el 
francés diría cheval, el inglés horse y el alemán Pferd. 
Aprender una nueva lengua consistiría simplemente en 
retener en la memoria una nueva nomenclatura en todo 
paralela a la anterior. Los casos aislados en los que es preciso 
establecer altera-
La lingüística, el lenguaje y la lengua 17
•
clones en este paralelismo constituirían los «idiotismos».
Las
mismas producciones vocales estarían normalmente comp
uestas, en todas las lenguas, de los mismos sonidos; las
•
únicas diferencias de una lengua a. otra consistirían en la
elección y agrupamiento de esos sonidos para cada palabra.
Esta concepción ingenua se confirma cuando se piensa en
la grafía más que en los sonidos, en razón al empleo del
mismo alfabeto para las lenguas más diversas; los rótulos
cheval, horse, Pferd utilizan, efectivamente, las letras de un
mismo alfabeto : la e en las tres palabras, la h en cheval y 
horse, la r en horse y Pferd, etc. Ciertamente es preciso es.
tablecer que para el oído no se reduce todo a diferencias
en la elección y ordenación de los mismos elementos; en-
tonces se habla ingenuamente de «acento». Un «acento» 
representaría algo un tanto marginal que se sobreañade a la articu
lación normal de los sonidos del lenguaje y que sería ur
poco ridículo y casi inconveniente intentar imitar cuando
se aprende una lengua distinta de la propia.
1.6. El lenguaje no es un calco de la realidad
•
Esta noción de la lengua repertorio se funda en la idea
simplista de qué el mundo en su totalidad se clasifica, con
anterioridad a la visión que de él tienen los hombres, en
categorías de objetos perfectamente distintos, cada una de
las cuales recibe necesariamente. una designación en cada
lengua. Esto que, hasta. cierto punto, es verdadero cuando
se trata, por ejemplo, de especies de seres vivientes, no lo
es en otros campos. Podemos considerar como natural la di-
ferencia entre el agua que fluye y la que no fluye, pero den-
tro de estas dos categorías, ¿quién no advierte lo arbitraria .
que es la subdivisión en océanos, mares, lagos y estanques, o
Elementos de lingüística general
ante sí mismo y ante otros sin que en realidad tenga deseos
de comunicar nada. Se podría igualmente hablar de una función 
estética del lenguaje que sería difícil analizar, de tal 
manera que se entremezcla estrechamente esta función con 
las de comunicación y expresión. En último análisis, es la 
comunicación, es decir, la comprensión mutua, la que es
preciso retener como función central del instrumento que
es la lengua. Es notable, a este respecto, que las sociedades
reprimen por medio de la burla el soliloquio, es decir, el
empleo del lenguaje con fines puramente expresivos. El que
quiera expresarse sin temor a censura debe encontrar un
público ante el cual. representar la comedia del intercambio
lingüístico. Por otra parte, todo indica que la lengua de cada
individuo se corrompería rápidamente si no existiera la ne-
cesidad de hacerse comprender. Esta necesidad permanente
mantiene el mecanismo en buen estado de funcionamiento.
Elementos de lingüística general
en ríos importantes, afluentes, arroyos y torrentes? La. 
comunidad de civilización produce, sin duda, el hecho de que
para los occidentales el Mar Muerto sea un mar y el Gran
Lago Salado, un lago, pero no impide que sólo Ios franceses
distingan entre río que desemboca en el mar (fleuve), y
afluente que lleva sus aguas a otro río (rivière). En otro cam-
po, el francés expresa con el mismo término bois un lugar
plantado de árboles, la madera en general, la madera de cons-
trucción, la madera de quemar, aparte de usos más especia-
les del tipo bois de cerf «cuernos de ciervo». El danés tiene
una palabra, trce, que designa el árbol y la madera en ge-
neral y, en concurrencia con tommer, la madera de construc-
ción; pero no utiliza esta palabra para un lugar plantado de
árboles, que se dice skov, ni para la madera de quemar, que
se dice braende. Para los principales sentidos de la palabra
francesa bois, el español distingue entre bosque, madera, 
leña; el italiano, entre bosco, legno, legna, legname; el ale-
mán, entre Wald, Gehölz, Holz; el ruso, entre les, dérevo, 
drová. Cada una de estas palabras es susceptible de aplicarse a 
cosas para las que el francés usaría otra palabra distinta de 
«bois»; el alemán Wald es preferentemente «bosque»; el ruso
dérevo, como el danés trae, corresponde normalmente al 
español árbol. En el espectro solar, un español, como la
mayor parte de los occidentales, distingue entre violeta,
azul, verde, amarillo, naranja y rojo. Pero estas distinciones
no se encuentran en el espectro mismo donde no hay más
que un todo continuo del violeta al rojo. Este todo conti-
nuo se articula de modo diverso según las lenguas. Sin salir
de Europa, en bretón y en galés, una sola palabra, glas, se
aplica a una parte del espectro que cubre aproximadamente.
las zonas del azul y el verde. Es frecuente que lo que nos-
otros llamamos verde, se halle dividido entre dos unidades, de 
las que una cubre una parte de lo que nosotros designa-
La lingüística, el lenguaje y la lengua 19
dos como azul y la otra lo esencial de nuestro amarillo.
Ciertas lenguas se conforman con dos colores básicos que
corresponden groseramente a las dos mitades del espectro.
Todo esto vale del mismo modo para aspectos más abstrac-
tos de la experiencia humana. Es sabido que palabras como
Inglés wistful, ul, alemán gemütlich, ruso nicevó, no correspon
den en español a nada determinado. Incluso palabras como 
español tomar, francés prendre, inglés take, alemán nehmen, 
ruso brat', consideradas como equivalentes, no son emplea-
das siempre en las mismas circunstancias, o dicho de otro 
modo, no cubren exactamente el mismo campo semántico. 
De hecho, corresponde a cada lengua una o r g a n i z a c i ó n 
p a r t i c u l a r d e l o s d a t o s d e l a e x p e r i e n c i a . 
Aprender otra lengua no es poner nuevos rótulos a objetos 
conocidos, sino acostumbrarse a analizar de otro modo aque
llo que constituye el objeto de comunicaciones lingüísticas.
1-7. Cada lengua tiene sus tipos
Acontece lo mismo en el plano de los sonidos del len-
guaje. La vocal del inglés bait no es una é francesa pronun-
ciada con acento inglés, ni la de bit una i deformada del
mismo modo. Es necesario darse cuenta de que, en la zona
articulatoria en la que el francés distingue entre i y é, el
inglés opone tres tipos vocálicos, representados, respectiva-
mente, en las palabras beat, hit y bait, tipos perfectamente
irreductibles a i, é del francés. La consonante que la orto-
grafía española nota con s y que se pronuncia en Castilla
de una manera que recuerda un poco la inicial del francés
chien, no es s ni tampoco ch francesas. De hecho, entre cier-
tas modalidades articulatorias, el francés retiene dos tipos,
los de las iniciales de sien y chien; el español no posee más
que uno que no se podría identificar con la inicial de sien
20 Elementos de lingüística general
ni con la de chien. Lo que se llama «acento» extranjero pro-
viene de la identificación abusiva de unidades fónicas de
dos lenguas diferentes. Ver en la inicial del español todo, 
francés tout, inglés tale, alemán Tat, ruso tuz, variantes de
un mismo tipo, es tan peligroso y erróneo como considerar
que español • tornar, francés prendre, inglés take, alemán
nehmen, ruso brat', responden a una misma realidad preexis-
tente a estas designaciones.
1.8. La doble articulación del lenguaje
Se oye decir con frecuencia que el lenguaje humano es
articulado. Los que así se expresan tendrían probablemente
dificultad para definir exactamente lo que ellos entienden
por esto. Pero no hay duda de que este término responde a 
un rasgo que caracteriza efectivamente a todas las lenguas.
Conviene, no obstante, precisar esta noción de articulación
del lenguaje y tener en cuenta que se manifiesta en dos
planos diferentes; cada una de las unidades que resultan de
una primera articulación es a su vez articulada en unidades
de otro tipo.
La p r imera a r t i cu lac ión de l l engua je e s aque l l a
con arreglo a la cual todo hecho de experiencia que se vaya
a transmitir, toda necesidad que se desee hacer conocer a
otra persona, se analiza en una sucesión de unidades, dota-
das cada una de una forma vocal y de un sentido. Si sufro
•d o l o r e s d e c a b e z a puedo manifestarlo por gritos. Estos
pueden ser involuntarios;
en este caso dependen de la fisio-
logía. También pueden ser más o menos voluntarios y des-
tinados a hacer conocer mis sufrimientos a los que me ro-
dean. Pero esto no basta para hacer una comunicación lin-
güística. Cada grito es inanalizable y corresponde al conjun-
to inanalizable de la sensación dolorosa. La situación es dis-
lingüística, el lenguaje y la lengua 21
tinta si pronuncio la frase me duele la cabeza. Aquí ninguna
de las cuatro unidades sucesivas, me, duele, la, cabeza, 
corresponde a lo que tiene de específico mi dolor. Cada 
una de citas puede encontrarse en cualquier otro contexto para
comunicar otros hechos de experiencia : duele, por ejemplo,
en duele la ingratitud, y cabeza, en se ha puesto a la cabeza. 
Es manifiesta la economía que representa esta primera ar-
ticulación. Se podría imaginar un sistema de comunicación
en el que a una situación determinada, a un hecho de expe-
riencia dado correspondiera un grito particular. Pero basta
pulsar en la infinita variedad de estas situaciones y de estos
hechos de experiencia para comprender que si semejante
sistema debiera rendir los mismos servicios que nuestras
lenguas tendría que comprender una cantidad de signos dis-
tintos tan considerable que la memoria del hombre no po-
dría almacenarlos. Algunos millares de unidades, como ca-
beza, duele, la, me, ampliamente combinadas nos permiten
hacer más comunicaciones que las que se podrían conseguir
con millones de gritos inarticulados diferentes.
La primera articulación es la manera según la cual se
dispone la experiencia común a todos los miembros de una
comunidad lingüística determinada. Solamente hay comuni-
cación lingüística en el cuadro de esta experiencia, limitada
necesariamente a aquello que es común a un número consi-
derable de individuos. La originalidad del pensamiento no
se podrá 'manifestar más que con una disposición inesperada
de las unidades. La experiencia personal, incomunicable en
su unicidad, es analizada en una sucesión de unidades, cada
una de ellas de débil especificidad y conocida por todos los
miembros de la comunidad. Se conseguirá una mayor espe-
cificidad añadiendo nuevas unidades, por ejemplo, adjetivos
a un nombre, adverbios a un adjetivo, en general determi-
nantes a un determinado.
Elementos de lingüística general
Cada una de estas unidades de la primera articulación
presenta, como hemos visto, un sentido y una forma vocal
(o fónica). Pero no puede ser analizada en unidades sucesi-
vas mis pequeñas dotadas de sentido. El conjunto cabeza 
quiere decir «cabeza» y no se puede atribuir a ca-, a -be- y
a -za, sentidos distintos cuya suma sea equivalente a «cabe-
za». Pero la forma vocal es analizable en una sucesión de
unidades, cada una de las cuales contribuye a distinguir
cabeza cíe otras unidades como cabete, majeza o careza. 
Esto es lo que se designará como la segunda a r tic u1 
a c i ó n del lenguaje. En cabeza, estas unidades son seis;
podemos representarlas por medio de letras que, por acuer-
do, son colocadas entré barras oblicuas, esto es, /kabc0a/.
Es evidente la economía que representa esta segunda articu-
lación. Si tuviéramos que hacer corresponder a cada unidad
significativa mínima una producción vocal específica e in-n
alizable, tendríamos necesidad de distinguir millares, lo
que sería incompatible con las posibilidades articulatorias y'
la sensibilidad auditiva del ser humano.Gracias a la segun
da articulación, las lenguas pueden limitarse a algunas de= 
cenas de producciones fónicas distintas que se combinan
para obtener la forma vocálica de las unidades de la primera
articulación: casa por ejemplo, utiliza dos veces la unidad
fónica que representamos por medio de /a/ y coloca delante
de estas dos /a/ otras dos unidades que notamos : /k/ y /s/.
1- 9. Las unidades lingüísticas de base
Un enunciado como me duele la cabeza o una parte de
dicho enunciado que tenga sentido, como me duele o cabeza, 
se llama signo lingüístico. Todo signo lingüístico se com-
pone de un i n i f i c d o que es su sentido o su valor,
La l ingüíst ica , e l lenguaje y la lengua 23
(lue se notará entre comillas («me duele la cabeza», «me
duele», «cabeza»), y de un significante, en virtud del
cual se manifiesta el signo, que se representará entre barras
oblicuas (/me duele la kabeOa/, /me duele/, /kabe0a/). En el 
lenguaje corriente se reservaría el nombre de signo al
significante. Las unidades que ofrece la primera articulación,
con su significado y su significante, son signos, mejor dicho,
signos mínimos, pues ninguno de ellos podría ser analizado
en una sucesión de signos. No existe un término universal-
mente admitido para designar estas unidades. Emplearemos
aquí e l de monema.
Como cualquier otro signo, el monema es una unidad de
dos caras; por una parte, el significado, su sentido o su valor,
y por otra parte, el significante, que reviste forma fónica y
que está compuesto de unidades de la segunda articulación.
Estas últimas son llamadas fonema s.
En el enunciado que venimos utilizando hay cuatro mo-
nemas que coinciden con lo que en la lengua corriente se
llama palabra: me, duele, la, cabeza. Pero no se debe sacar
de aquí la conclusión de que «monema» no es más que un
equivalente culto de «palabra». En la palabra como hay dos
monemas : corn- /kom/, que designa cierto tipo de acción, y 
-o /o/, que designa a la persona que habla. Tradicionalmente se 
distingue entre com- y -o diciendo que el uno es un semantema y 
el otro un morfema. Esta terminología tiene el 
inconveniente de sugerir que sólo el semantema estaría
dotado de sentido, mientras que el morfema estaría privado
de él, lo que es inexacto. En la medida en que la distinción
es útil, sería mejor designar como lexemas simples a los
monemas cuyo lugar está en el léxico y no en la gramática, y 
conservar morfema para designar los que como -o aparecen 
en las gramáticas. Los monemas como para o con, que figuran en 
el léxico y en la gramática, deben clasificarse
Elementos de lingüística general La lingüística, el lenguaje y la lengua 25
entre los morfemas. Hay que tener en cuenta que el lexema
com- figura tradicionalmente en el léxico bajo la forma comer, 
decir, se le encuentra disfrazado con el morfema -er del
infinitivo
1-10. Forma lineal y carácter vocal
Toda lengua se manifiesta en la forma lineal de enunciad
os que representan lo que se llama frecuentemente cadena
hablada. Esta f o r m a lineal del lenguaje humano deriva
último análisis de su c a r á c t e-r v o c a 1; los enunciados
vocales se desarrollan necesariamente en el tiempo y el oído 
los percibe necesariamente como una sucesión. La situación 
3s diferente cuando la comunicación es de tipo pictórico y
percibida por la vista. El pintor, en efecto, pinta los element
os de su cuadro sucesivamente, pero el espectador percibe
el mensaje en su conjunto, o bien aplicando sucesivamente
;u atención a los elementos del mensaje siguiendo un orden
malquiera, sin que el valor del mensaje se vea afectado por
ello. Un sistema visual de comunicación, como el que repres
enta la señalización de carreteras, no es lineal, sino de dos
limensiones. El carácter lineal de los enunciados explica la s
ucesividad de los monemas de los fonemas. En esta suc
esión, el orden de los fonemas tiene el mismo valor distin-
tivo que la elección de un fonema determinado: el signo sal 
/sal/ contiene los mismos fonemas que el signo las /las/, sin
fue se confunda con él. La situación es algo diferente en
o que se refiere a las unidades de la primera articulación.
En efecto, el francés le chasseur tue le lion tiene significac
ión. distinta de le lion tue le chasseur, pero no es raro que un
signo pueda cambiar de lugar en un enunciado sin modifi
cación apreciable de sentido: estará allí el martes y el mar-
es estará allí. Por otra parte, es bastante frecuente que los
exemas admitan morfemas que, por indicar su función en
el enunciado, es decir, sus relaciones con los otros signos, les
permiten figurar en diferentes posiciones sin afectar 
realmente
al sentido del conjunto. Este es, por ejemplo, el 
caso del latín, donde puerum, suficientemente caracterizado 
como objeto por el segmento -um, puede figurar 
indistintamente antes o después del verbo: puer-um uidet o 
uidet puer-um.
1.11. La doble articulación y la economía del lenguaje
El tipo de organización que acabamos de esbozar existe
en todas las lenguas descritas hasta la fecha. Parece que se
impone a las comunidades humanas como el mejor adap
tado a las necesidades y a los recursos del hombre. Sólo la
economía que resulta de las dos articulaciones es' capaz de
obtener un instrumento de comunicación de empleo general
que permite transmitir tanta información con tanta facili
dad. Además de la economía suplementaria que representa,
la segunda articulación tiene la ventaja de hacer 1 a forma 
d e l s i g n i f i c a n t e i n d e p e n d i e n t e d e l v a l o r d e l s
ignificado correspondiente y de este modo asegurar una 
estabilidad mayor a la forma lingüística. Es evidente, en 
efecto, que en una lengua, en la que correspondiera a
cada palabra un gruñido particular e inanalizable, nada im
pediría a las personas modificar ese gruñido en el 
sentido en el que a cada una de ellas le pareciera más 
descriptivo del objeto designado. Pero, como en este 
punto sería imposible alcanzar la unanimidad, se llegaría a 
una inestabilidad crónica poco favorable al mantenimiento 
de la comprensión. La existencia de una segunda articulación 
asegura este mantenimiento uniendo la suerte de cada uno 
de los componentes del significante, por ejemplo, cada 
uno de los tramos de sal /s/, /a/, /1/, no al sentido del 
significado correspondien-
26 Elementos de lingiiistica general
te (aquí «sal»), sino al de los componentes de otros signi fi
cantes de la lengua, la /s/ de silla, la /a/ de cabe, la /1/ de
mole, etc. Esto no quiere decir que la /s/ o la /1/ de sal nc
pueda modificarse en el curso de los siglos, sino que, en e
caso de que cambie, no podrá hacerlo sin que al mismc
tiempo y en el mismo sentido cambie también la /s/ de
silla o la /1/ de mole.
1-12. Cada lengua tiene su propia articulación
Si todas las lenguas coinciden en practicar la doble 
articulación, todas difieren en cuanto al modo como los usua
rios de cada una de ellas analizan los datos de la experiencia
y en cuanto a la manera como aprovechan las posibilidades
ofrecidas por los órganos de la palabra. En otros términos,
c a d a l e n g u a a r t i c u l a a s u m o d o t a n t o l o s e n u n -
ciados como los significantes. En las circunstancias en que
un español dice me duele la cabeza, un francés dice j'ai mal à 
la tête. En el caso del francés, el sujeto del enunciado será el 
que habla; en español, la cabeza que sufre. La expresión del 
dolor será nominal en francés, verbal en español, y la atri-
bución de este dolor se hará en el primer caso a la cabeza;
en el segundo, a la persona indispuesta. Importa poco que el
francés pudiera también decir la tête me fait mal. Lo deci-
sivo es que, en una situación dada, el francés y el español
habrán recurrido de una manera natural :a a dos análisis com-
pletamente diferentes. En el mismo orden de ideas, se pue-
den comparar los equivalentes: latín poenas dabant y espa-
ñol eran castigados; inglés smoking prohibited, ruso kurit' 
vosprescáetsja y francés défense de fumer; alemán er ist 
zuverldssig y francés on peut compter sur lui.
La lingiiistica, el lenguaje y la lengua
Sabemos ya que las palabras de una lengua no tienen
equivalentes exactos en otra. Esto está, naturalmente, de
acuerdo con la variedad de análisis de los datos de la expe
riencia. Es posible que las diferencias de análisis lleven con-
sigo un modo diferente de considerar un fenómeno, o bien
que una concepción diferente de un fenómeno produzca un. 
análisis diferente de la situación. De hecho, no es posible
hacer la distinción entre uno y otro caso.
En lo que se refiere a la articulación de los significantes,
hay que precaverse de juzgar los hechos tomando como base
las grafías, incluso cuando se trata de transcripciones y no 
de formas ortográficas. Si se parte de /z e mal a la tet/ y
/me duele la kabe0a/, no se debe pensar que la primera /a/
de /kabe0a/ cubra la misma realidad lingüística que la /a/ de
/mal/. En francés, donde la /a/ de mal se distingue de. la /â/
:le mâle, la primera no puede tener más que una articulación
poco profunda, mientras que la /a/ de cabeza, única vocal
abierta del español, tiene mucha más amplitud. Razones de
economía hacen que se transcriban por medio de los mismos c
aracteres los fonemas de dos lenguas diferentes.
1-13. Número de monemas y de fonemas
El número de enunciados posibles en cada lengua es teór
icamente infinito, porque no existe límite para el -número
le monemas sucesivos que un enunciado puede contener. 
La lista de los monemas de una lengua es, en efecto, una
Lista abierta 
Es imposible determinar precisamente cuántos 
monemas distintos presenta una lengua, porque en ioda 
comunidad se manifiestan a cada instante nuevas 
necesidades que hacen nacer nuevas designaciones. Las 
palabras que un civilizado de nuestra época es capaz de 
emplear o
28 Elementos de lingüística general
comprender se cuentan por decenas de millar. Pero muchas
de estas palabras están compuestas de monemas, bien sus-
ceptibles de aparecer corno palabras independientes (por ej.,
sello-postal, autopista), bien limitados a la composición (por
ej., en termostato, telégrafo). De ello resulta que los mone
mas, incluso con la ayuda de desinencias como -mos y de
sufijos como -able, son mucho menos numerosos que las
palabras. 
La lista de los fonemas de una lengua es una lista cerrada. 
El castellano, por ejemplo, distingue 24 fonemas, ni más ni 
menos. Lo que hace con frecuencia delicada la respuesta a la 
pregunta «¿cuántos fonemas tiene tal lengua?» es el hecho 
de que las lenguas de civilización, que se hablan en
amplias zonas, no presentan una perfecta unidad y varían
algo de región a región, de una clase social a otra, de una
generación a otra generación. Estas variaciones no impiden,
en general, la comprensión, pero pueden llevar consigo dife-
rencias en el inventario de unidades, tanto distintivas (fone-
mas) corno significativas (monemas o signos más amplios).
Así, el español hablado en América presenta frecuentemente
22 fonemas en lugar de 24. La variedad del francés utilizado
por el autor de . esta obra contiene 34 fonemas. Pero entre
los habitantes de París nacidos desde 1940 no es raro un
sistema de 31 fonemas. Se utiliza este último, que es más
simple, en la transcripción de los ejemplos franceses.
1-14. ¿Qué es una lengua?
Podemos intentar ahora formular lo que entendemos por
« l e n g u a » . U n a l e n g u a e s u n i n s t r u m e n t o d e c o -
m u n i c a c i ó n con arreglo al cual l a e x p e r i e n c i a 
h u m a n a s e a n a l i z a , d e modo diferente e n
La lingüística,' el lenguaje y la lengua 29
cada comun idad , en un idades do tadas de un 
c o n t e n i d o s e m á n t i c o y d e u n a e x p r e s i ó n fó 
n i ca , l o s monemas . Es ta e xp r e s i ón f ón i ca s e 
a r t i c u l a a s u v e z e n u n i d a d e s d i s t i n t i v a s y 
suc e s i v a s , l o s f o n ema s , en n ú mero d e t e rm i -
nado en cada l engua , cuya na tura l e za y r e l a -
c i o n e s m u t u a s d i f i e r e n t a m b i é n d e u n a 
l e n g u a a o t r a . Esto implica: 1.°) que reservarnos el 
término de lengua para designar un instrumento de 
comunicación doblemente articulado y de manifestación 
vocal, y 2.°) que, aparte de esta base común, como lo indican 
las expresiones «de modo diferente» y «difieren» en la 
formulación precedent e , no hay nada p rop i amen t e 
l i ngü í s t i c o que no pueda di fer ir de una lengua 
a otra. En este. sentido es en el que se debe entender la 
afirmación de que los hechos de lengua son «arbitrarios» o 
«convencionales».
1- 15. Al margen de la
doble articulación
Todas las lenguas presentan el tipo de organización que 
se acaba de describir. Pero esto no quiere decir que las len-
guas no hayan recurrido a procedimientos que no entran en el 
cuadro de la doble articulación. En francés, por ejemplo, es 
frecuente que el carácter interrogativo del enunciado no esté 
marcado más que por una elevación melódica de la voz en la 
última palabra. Así se distingue muy bien entre la 
afirmación il pleut y la pregunta il pleut? Esta última es el 
equivalente de est-ce qu'il pleut?, es decir, que la elevación de 
la voz en il pleut? desempeña el mismo papel que el signo 
/esk/ en la forma ortográfica est-ce que. Se puede entonces
decir que esta curva melódica es un signo, exactamente igual 
que est-ce que, con un significado: «interrogación», y un sig-
nificante perceptible: la elevación de la. voz. Pero, en tanto
Elementos de lingüística general
que el significante de est-ce que se conforma a la segunda a
rticulación con su sucesión de tres fonemas /e s k/, y a la
primera en el sentido que aparece en la sucesión de monem
as, el significante de la curva melódica no hace nada de e
sto. En efecto, no ocupa una posición particular en la ca-
iena hablada, sino que se superpone, por así decirlo, a las
iniclades de las dos articulaciones y no se puede analizar e
n una sucesión de fonemas. A los hechos lingüísticos que lo 
se conforman a la articulación en fonemas se les llama f
recuentemente «suprasegmentales» y constituyen un capít-
ulo intitulado pro s o di a, distinto de la fonemática en la que 
se trata de unidades de la segunda articulación.
1. 16. Carácter no discreto de la entonación
Existe una oposición fundamental entre la diferencia me-
lódica que distingue la afirmación il pleut de la pregunta il 
pleut? y la diferencia entre dos fonemas. La fisiología de los
órganos de la palabra produce normalmente al comienzo
de un enunciado una elevación de la voz que corresponde
a una tensión progresiva y, hacia el fin del enunciado, un
descenso de la voz que corresponde a un relajamiento pro-
gresivo. Si no se produce este descenso, el oyente tendrá la
impresión de que no se ha terminado el enunciado, que re-
quiere, por ejemplo, un complemento bajo la forma de una
respuesta a una pregunta. Esto es lo que se aprovecha para
hacer de il pleut? el equivalente de est-ce qu'il pleut? Pero
no quiere decir que la elevación de la voz al fin de un enun-
ciado tenga un valor bien determinado que se opone a otro
valor bien determinado del descenso de la voz. La significación
exacta del enunciado variará según el grado de altura o de
gravedad alcanzado. Una nota muy baja implicará una afirma-
La lingüística, el lenguaje y la lengua 31 
ción enérgica; la aseveración se hará menos categórica a medida 
que la caída melódica sea menos rápida. Al elevarse la
curva, se pasará insensiblemente a afirmaciones matizadas de
duda y por incremento de la duda, a preguntas cada vez más
dubitativas. No se trata en modo alguno de una elevación por
grados determinados en la que la elección de un nivel lle-
varía a un enunciado radicalmente diferente, sino de una
situación en la que cualquier modificación de la curva me-
lódica lleva consigo una modificación paralela y proporcional
del sentido del enunciado.
1-17. Las unidades discretas
Cuando se trata no de dos direcciones diferentes de la
curva de entonación, sino de dos fonemas, la situación es dis-
tinta. Las palabras pino ¡pino/ y vino /bino/ no se distinguen
más que por el empleo en una de ellas de ¡p/ allí donde la
otra tiene ¡b/. Se puede pasar insensiblemente de la articula-
ción característica de /b/ a la de /p/ reduciendo progresiva-
mente las vibraciones de las cuerdas vocales. Así, pues, fisio-
lógicamente encontramos aquí la misma • continuidad sin
interrupción alguna que hemos establecido para la elevación
de la voz. Pero mientras que todo cambio en la elevación de
la voz lleva consigo una modificación quizá mínima, pero real del 
mensaje, nada parecido se produce en el caso de las vibraciones 
que caracterizan a ¡b/ con relación a /p/. En tanto que ellas 
permanecen perceptibles, la palabra pronunciada será
entendida como «vino». Pero se llega a alcanzar un umbral,
que puede variar con el contexto y la situación, en el que el
oyente entiende «pino», es decir, que la inicial no es ya in-
terpretada como /b/, sino como /p/. El sentido del mensaje,
por tanto, cambiará enteramente. Si el que habla articula
4
32 Elementos de lingüística general
mal, o si hay ruido y la situación no facilita mi función de
oir, podría vacilar en interpretar lo qüe oigo, como es un 
buen vino, o bien es un buen pino. Pero necesariamente de-
bería elegir entre una u otra interpretación. La noción de
un mensaje intermedio no tiene sentido. Del mismo modo
que no se puede concebir nada que sea un poco menos «vino» y 
un poco más «pino», no se podría hallar una realidad lin-
güística que no fuera del todo /b/ o fuera casi /p/. Todo
segmento de un enunciado que sea reconocido como español
ha de ser necesariamente identificable bien como /b/, bien
como /p/, bien como uno de los 22 fonemas restantes de la
lengua. Se resume todo esto diciendo que los fonemas son
unidades di s c r e t a s. Este carácter discreto de los fone-
mas estaba naturalmente implícito en la indicación dada
más arriba de que los fonemas están en número fijo en cada
lengua. Nuestra grafía alfabética, que es en su origen un .
calco de la articulación fonemática, ha conservado bien el
carácter discreto. En un texto manuscrito se puede vacilar
al interpretar algún rasgo bien como u, bien como n, pero
se sabe que necesariamente se trata de u o de n. La lectura
implica la identificación de cada letra como una unidad entre
un número determinado de unidades, para cada una de las
cuales el cajista de imprenta tiene una caja distinta, pero de
ningún modo implica la interpretación subjetiva del detalle de
la forma de cada letra individual. Un texto bien impreso es
aquel en que las diferencias entre las a individuales sucesi-
vas son tan mínimas que no alteran en nada la identificación
de todas esas a como la misma unidad gráfica. Sucede lo
mismo con los enunciados y los fonemas. El enunciado
será tanto más claro cuanto más identificables sean las reali-
zaciones sucesivas de un mismo fonema como una misma
unidad fónica. Esto enlaza con lo que se ha dicho antes so-
bre la solidaridad que une la /s/ de silla con la /s/ de sal.
La lingüística, el lenguaje y la lengua 33
Se trata, en efecto, de la misma unidad, como lo señala la
transcripción idéntica, unidad que los hablantes tienen in-
terés en realizar del mismo modo, si desean facilitar la corn-
prensión de lo que dicen.
Las unidades discretas son, pues, aquellas cuyo valor lin-
güístico no resulta afectado en nada por variaciones de
detalle determinadas por el contexto o por circunstancias
• diversas. Son indispensables para el funcionamiento de todas
las lenguas. Los fonemas son unidades discretas. No son
unidades discretas rasgos prosódicos como los hechos de
entonación indicados más arriba. En cambio, otros hechos
prosódicos, caracterizados como tales porque no se inte-
gran en la segmentación fonemática, son discretos como los
fonemas. Se trata de los t o n o s, que se encuentran en un
número determinado en cada lengua. No existen en español
ni en la mayor parte de las lenguas europeas; hay dos en
sueco, cuatro en chino del norte, seis en vietnamita.
1-18. Lengua y habla, código y mensaje
Cuando se dice que una lengua tiene 24 fonemas, se quiere
decir que, en cada momento de su enunciado, el que hable
debe elegir entre 24 unidades ele la segunda articulaciór )
ara producir el significante que corresponda al mensaje
tue quiere transmitir : /b/ y no /p/ o /t/ o cualquiera otrc '
fonema español en la inicial de vino si quiero decir es un 
buen vino. Pero cuando se dice que un enunciado contient
24 fonemas, se quiere decir que presenta 24 partes sucesivas
ada una de las cuales es identificable como un fonema de :
erminado
sin que esto implique que las 24 unidades suces
ivas sean todas unidades diferentes: el enunciado es una 
buena niña contiene 13 fonemas en el sentido de que present
E. DE LINGÜÍSTICA.-3
3 4 •
Elementos de lingüística general
13 partes sucesivas, identificables cada una de ellas como un
fonema determinado. Sin embargo, utiliza tres veces el fo-
nema /n/ y cl fonema /a/, dos veces el fonema /b/ y no
utiliza más que siete fonemas diferentes. Lo que aquí se
dice para los fonemas .vale igualmente para unidades lin-
giiísticas más complejas, con la diferencia de que no se
puede decir cuántos monemas o cuántas palabras tiene una
lengua. En el mozo lleva el vaso hay cinco monemas suce-
sivos, pero solamente cuatro monemas diferentes.
Es indispensable distinguir cuidadosamente entre, por
una parte, los hechos lingüísticos de todas clases, tales cua-
les aparecen en los enunciados y, por otra parte, los hechos
lingüísticos en tanto que pertenecen a un repertorio del que
dispone la persona que intenta comunicar. No corresponde
al lingüista, como tal lingüista, precisar dónde se hallan dis.
ponibles en el hablante estos hechos lingüísticos, ni tampoco
por qué procedimiento este hablante ha sido llevado a hacer
una elección conforme a sus necesidades comunicativas. Pero
le es imprescindible suponer la existencia de una organiza-
ción psico-fisiológica que durante el aprendizaje de la lengua
por el niño, o más tarde si se trata de una segunda lengua,
está acondicionada para permitir el análisis, según las nor-
mas de esta lengua, de la experiencia que se va a comuni-
car y para ofrecer en cada punto del enunciado las eleccio-
nes necesarias. Este acondicionamiento es Io que se llama
propiamente lengua. Esta lengua, en efecto, no manifiesta
su existencia más que por el discurso o, si se prefiere, por
actos del habla. Pero el discurso, los actos del habla, no son
la lengua. La oposición, que es tradicional, entre I e n g u a 
y h a b 1 a, puede expresarse también en términos de c ó d i-
g o y m e n s a j e. El código es la organización que permite
la redacción del mensaje y con el que se confronta cada
elemento de un mensaje para obtener el sentido.
lingiiistica, el lenguaje y la lengua 35
Esta distinción, muy útil, entre lengua y habla, puede
var a creer que el habla posee una organización independ
iente de la organización de la lengua de manera que se
podría, por ejemplo, considerar la existencia de una lingüís
tica del habla frente a la lingüística de la lengua. Ahora bien,
necesario convencerse de que el habla no hace más que
concretar la organización de la lengua. Sólo por el examen
habla y del comportamiento que determina en los oyen-s 
podemos alcanzar un conocimiento de la lengua. Para
conseguirlo será necesario que hagamos abstracción de lo 
que 1 el habla es no-lingüístico, corno el timbre de voz 
propio un individuo, es decir, que no forma parte de los 
hábitos )lectivos adquiridos durante el aprendizaje de la 
lengua.
1-19. Cada unidad supone una elección
Entre los hechos lingüísticos hay algunos que se manif
iestan por simple examen de un enunciado y otros que no
identifican más que por la comparación de enunciados dif
erentes. Unos y otros son hechos de lengua. Sea un enun-
iado como es un buen vino; si suponemos ya realizado el
nálisis en monemas y en fonemas, este enunciado nos inf
orma sobre ciertos rasgos no despreciables de la estructura
e la lengua: buen puede aparecer después de un y antes e 
vino; en vino /bino/ el fonema /o/ puede aparecer al nal 
del enunciado y el fonema /b/ en inicial de un mo-
Lema, etc. Todas estas posibilidades forman parte de las
eglas con arreglo a las cuales se analiza en español la
xperiencia humana y pertenecen a la lengua. Para el ling
üista, estos rasgos tienen sobre otros la ventaja de que se
nanifiestan al simple examen de la repartición respectiva
le las unidades en un enunciado. No obstante, si estamos en
36 Elementos de lingüística general
condiciones de decir algo sobre las posibilidades combina-
torias de buen, es que este segmento del enunciado ha 
sido reconocido como una unidad particular distinta de un y 
de vino. Para llegar a ese resultado ha sido necesario
establecer que buen en este contexto correspondía a una 
elección específica entre un cierto número de adjetivos
posibles. La comparación de otros enunciados españoles ha
mostrado que en los contextos en que figura buen aparece
también excelente, mal, etc. Esto indica que el hablante, más
o menos conscientemente, ha descartado todos los competi-t
dores que hubieran podido figurar entre un y vino, pero que
no resultaban convenientes en este caso. Decir que un oyente
entiende el español implica que identifica por experiencia
las elecciones sucesivas que ha debido hacer eI hablante, que
reconoce buen como una elección distinta de la de un y de 
la de vino, y que no queda excluido que la elección de buen 
en lugar de mal influya en su actitud.
Sucede lo mismo en lo que concierne a Ios fonemas. Lo
que podemos decir sobre las posibilidades combinatorias de
/b/ en /bino/ (vino) es que /b/ ha sido reconocida como
una unidad distintiva particular, notablemente diferente de
la /i/ que le sigue en /bino/. Sc ha establecido también que
/b/ corresponde a una elección específica en la que el ha-
blante ha descartado, sin duda inconscientemente, /t/ que hu-
biera dado /tino/, /s/ que hubiera ciado /sino/, /1/ que hu-
biera dado /lino/ o /d/ que hubiera dado el pronunciable
pero inexistente /divo/.
Es cosa clara que todas las elecciones que hace el ha-
blante en cada punto de su discurso no son elecciones gra-
tuitas. Evidentemente, la naturaleza de la experiencia que
va a comunicar le lleva a preferir buen a mal, vino a limo-
nada. Porque el sentido reclama vino tiene que elegir en la
inicial /b/ en lugar de /t/, /s/ o /1/. Pero. ¿existen elecciones
la lingüística, el lenguaje y la lengua
que no estén determinadas? No hay que pensar que la elec-
ción de monemas sea más «libre» que la de fonemas.
1.20. Contrastes y oposiciones
Se ve que las unidades lingüísticas, ya sean signos o fo-
nemas, se hallan entre sí en dos tipos distintos de relaciones.
Están, por una parte, las relaciones en el enunciado que se
llaman s i n t a g m á t i c a s y son observables directamente.
Son, por ejemplo, las relaciones de buen con sus vecinos
un y vino y las de /n/ con /o/ que sigue y con /i/ que pre-
cede en vino. Interesa reservar el término con t r as t es 
para designar estas relaciones. Por otra parte, se hallan
las relaciones que se conciben entre unidades que pueden
figurar en un mismo contexto y que, en ese contexto por
lo menos, se excluyen mutuamente. Estas relaciones se
llaman paradigmáticas y se les da el nombre de o p os 
i c i o n e s; buen, excelente, mal, que pueden figurar en los
mismos contextos, están en relación de oposición; sucede
lo mismo con los adjetivos que expresan colores que pueden
aparecer todos entre el libro... y ...ha desaparecido. Hay
oposición entre /b/, /s/, /1/ que pueden aparecer en la ini-
cial antes de /-ino/.
Admin
Texto tecleado
unidad 2
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