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Claroscuros - Valeria Suarez

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ClarosCuros
Trabajo Social, capitalismo tardío y subjetividades
Colección Problemas sociales
Debates Pendientes
Director
José Carlos Escudero
Coordinación
María Diloretto y Juan Ignacio Lozano
 
Susana Malacalza - María Pilar Fuentes - Verónica Cruz 
(compiladoras)
ClarosCuros 
Trabajo Social, capitalismo tardío 
y subjetividades 
Diseño y diagramación: Julieta Lloret
Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (Edulp)
47 N.° 380 / La Plata B1900AJP / Buenos Aires, Argentina
+54 221 427 3992 / 427 4898
editorial@editorial.unlp.edu.ar
www.editorial.unlp.edu.ar
Edulp integra la Red de Editoriales Universitarias Nacionales (REUN)
Primera edición, 2012
ISBN 978-950-34-0907-7 
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11723
©2012 - Edulp
Impreso en Argentina
Malacalza, Susana 
 Claroscuros : trabajo social, capitalismo tardío y subjetividades / Susana 
Malacalza ; Maria Pilar Fuentes ; Verónica Cruz ; compilado por Susana Malacalza 
; Maria Pilar Fuentes ; Verónica Cruz. - 1a ed. - La Plata : Universidad Nacional de 
La Plata, 2012.
 170 p. ; 21x15 cm. 
 ISBN 978-950-34-0907-7 
 1. Trabajo Social. 2. Capitalismo. I. Fuentes, Maria Pilar II. Cruz, Verónica III. 
Malacalza, Susana , comp. IV. Fuentes, Maria Pilar , comp. V. Cruz, Verónica, comp. 
VI. Título
 CDD 361.3
CLaroSCuroS 
Trabajo Social, capitalismo tardío y subjetividades 
Colección Problemas sociales. Debates Pendientes
Proponemos pensar los problemas sociales como un espacio de ha-
ceres y entrecruzamientos colectivos, de encuentros y desencuentros, 
de ensayos, de demandas y respuestas... El campo de “lo social” –tal 
como el campito de los suburbios– es el lugar de las cosas que no se 
pueden ver: lo que un día sucedió en él estará mediado siempre por la 
nubosidad del mito. Es creer o no creer. El campito es un espacio que 
todavía no se ocupó. Se presta de a ratos al porfiado juego de barrio, 
al picadito, al carnaval incansable, a los perros vagabundos lamiendo 
charcos de lluvia.
No se conocen sus dueños, de tantos que tiene. Y cada día se libra 
sobre él la batalla de poder marcar la cancha. Se triunfa mientras dura, 
hasta que los pastos crecen y la línea vuelve a borrarse; con suerte 
se deja olla entre los arcos, y trasciende la posibilidad de que por allí 
se ha estado.
El campito reúne los proyectos de urbanización que no se concretaron, 
las promesas incumplidas que el viento se llevó. Reúne los juicios de 
los hijos de antiguos propietarios, los intentos de “ser tomado” y las 
peleas por ser el espacio salvado, resguardado de la desesperación, 
para que siga siendo lo que es.
Esta colección, como el campito del barrio, es una invitación a mirar 
“nuestras estructuras”, a analizar nuestros mapas sociales, para ver lo 
que hay, lo que no termina de existir, lo inconcluso, lo que se distri-
buye, lo que se concentra.
Es una invitación a pensar la sociedad desde sus historias, sus espacios, 
sus acciones. Y sobre todo es una colección convencida de que hay 
campo para el hacer.
Índice
Prólogo ................................................................................ 11
Introducción ......................................................................... 15
Niñez difusa: entre lo instituido y lo instituyente ............... 27
María Pilar Fuentes, Clara Weber Suardiaz 
y Laura Zucherino
El “sentido común” institucional en la producción 
de subjetividades ............................................................... 53
Esteban Julián Fernández y adriana Marconi
Prácticas educativas e interpelación pedagógica .............. 75
Verónica Cruz y Julia Pandolfi
La lógica manicomial en cuestión: habitar tensiones, 
interrogar prácticas, fundar propuestas ........................... 121
María Noelia López, María Laura andreoni 
y Francisco Gulino
Conclusiones ..................................................................... 157
Los autores ........................................................................ 167
11
Prólogo
Prologar un libro significa posibilitar un adelanto del contenido del 
texto sin mostrarlo, o mejor dicho, deslizar a los lectores hacia lo que 
tratan de compartir los autores de la obra. Así es que, para dirigirnos 
hacia ese objetivo, elegimos comenzar este prólogo explicando el 
significado que otorgamos al título. ¿Por qué Claroscuros? 
Surgió de la interpelación que nos produjo un fragmento del 
pensador italiano Antonio Gramsci. Este autor, a quien recuperamos 
implícitamente en varios tramos del contenido de nuestro trabajo, 
afirma que 
El aspecto de la crisis moderna que es lamentado como “oleada 
de materialismo” está vinculado a lo que se llama “crisis de 
autoridad”. Si la clase dominante ha perdido el consenso, o 
sea, si no es ya “dirigente”, sino únicamente “dominante”, 
detentadora de la pura fuerza coercitiva, esto significa precisa-
mente que las grandes masas se han apartado de las ideologías 
tradicionales, no creen ya en lo que antes creían, etcétera. La 
crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere 
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
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y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los 
fenómenos morbosos más variados.1
Constatar la agonía y muerte de un viejo y desgastado mundo sin 
que el nuevo –ese otro mundo posible y necesario– pueda surgir, nos 
dice algo acerca de una realidad inquieta, incierta, con zonas de grises 
que quizás parecen negras o más precisamente, como se entiende en la 
pintura, en una transición entre la claridad y la oscuridad que implica 
la presencia de luz y color en toda sombra y la presencia de sombra 
y color en toda luz. 
Y ahí el claroscuro y los monstruos… –que en la vida cotidiana 
nos parecen inmortales, sin fin, enemigos sin posibilidades de ser 
transformados– hallan luz en las sombras y la creación de nuevos 
imaginarios es constante movimiento transformador.
Algo inherente a los objetos o sujetos iluminados es que proyectan 
sombras, y ellas están ahí, algunas son visibles y otras no tanto. 
Sin embargo, como sujetos humanos tenemos la capacidad de in-
terpretar, tanto en las luces como en las sombras, muchos más detalles 
sin excesivos contrastes. Los investigadores sociales en general, y muy 
en particular los trabajadores sociales, deben necesariamente elucidar 
esto, que no sucede cuando captamos igual escenario en una imagen 
fotográfica: la sombra en una fotografía ubica los matices negros y 
opacos como sobresalientes, otorgando a esos contrastes un carácter 
antagónico. Nuestro interés es, por el contrario, profundizar desde el 
Trabajo Social el conocimiento sobre cómo esos claroscuros están 
presentes en la subjetividad actual, producida por las instituciones en 
el contexto de globalización y hegemonía del capital.
Este libro es resultado de cuatro años de investigación de un grupo de 
docentes trabajadores sociales con experiencia profesional en las temáticas 
abordadas en los distintos capítulos. Como intelectuales comprometidos 
con las transformaciones sociales de nuestra época, pretendemos contribuir 
desde la universidad pública a fortalecer los debates existentes y a promover 
los pendientes acerca de los problemas sociales.
El conocimiento de lo cotidiano en las instituciones y organiza-
ciones sociales resulta fundamental para comprender la indisociable 
1 Gramsci, A. (1947). Cuadernos de la cárcel. 3, § 34. (A. M. Palos, trad.). México 
D. F.: ERA, 1984, tomo II, p. 37.
13
claroScuroS
articulación entre la producción social de la subjetividad y su partici-
pación en el sostenimiento de los procesos sociales de conservación 
y cambio.
En esta búsqueda, pensamos que el análisis de las dinámicas institu-
cionales y de las prácticas sociales que contribuyen a la construcción de 
subjetividades posibilita la comprensión de cómo lo socioinstitucional 
produce identidades.
Susana Malacalza y Guillermo Chirino 
La Plata, febrero de 201215
Nuestro trabajo se refiere a la producción de subjetividades en el 
ámbito del capitalismo globalizado y a los desafíos que dicho contexto 
implica para el Trabajo Social. 
 Inicialmente, el estudio contempló una selección de las institu-
ciones, en las cuales se realizarían las prácticas de Trabajo Social 
IV,1 pertenecientes a los campos de niñez, juventud, educación y 
salud mental. El recorrido vinculó las actividades docentes con la 
práctica investigativa, tomando para su posterior análisis los procesos 
desarrollados por los estudiantes de grado a cargo del equipo durante 
la cursada de la asignatura.
Sin embargo, en el transcurso de los cuatro años de la investigación 
(2006-2009) las áreas institucionales se fueron redefiniendo, de acuer-
do a su perdurabilidad como espacios de formación y a la decisión 
del equipo de priorizar algunas de ellas. Las dificultades para acceder 
a las instituciones, así como la configuración de ciertas situaciones 
1 La materia se encuentra ubicada en el cuarto año de la Licenciatura en Trabajo 
Social de la Facultad de Trabajo Social (FTS) de la Universidad Nacional de La Plata 
(UNLP). Su organización curricular está diseñada desde una concepción que vincula 
fuertemente la docencia con la investigación y la extensión universitaria.
Introducción
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
16
problemáticas abordadas exigieron ampliar la mirada y el marco de 
referencia. Estos elementos operaron como ejes de sentido al inicio 
de la investigación y fueron progresivamente complejizados.
Cabe mencionar que, durante este período, se sucedieron modifica-
ciones sustanciales –estrechamente relacionadas al objeto en estudio– 
en los marcos normativos que regulan las prácticas sociales vinculadas 
a la atención de niños, adolescentes y jóvenes en la provincia de 
Buenos Aires. Nos referimos a la sanción de las leyes N.º 13298 (Ley 
de la Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños),2 
N.º 13.634/06 (Principios Generales del Fuero de Familia y del Fuero 
Penal del Niño),3 la Ley Provincial de Educación N.º 13688/07,4 y, 
recientemente, de la Ley Nacional de Derecho a la Protección de la 
Salud Mental N.º 26657/10.5 Estas reformas legislativas incluyen 
una dimensión simbólica que exige ser considerada y una dimensión 
político-administrativa y de gestión que atraviesa la configuración 
de las prácticas cotidianas de las instituciones. Así, se convierten en 
material emergente de gran relevancia para nuestro estudio, dada su 
inscripción en un escenario institucional paradójico, de agotamiento 
de sentido, que, lejos de habilitar prácticas que materialicen los nuevos 
principios jurídicos, los piensa y los recrea como “ideales”. 
Perspectiva teórica
Las instituciones que seleccionamos pueden considerarse “formas 
típicas” de una estructura social que se representa a sí misma como 
“estable, regular y de progreso”. Señalan Duschatzky y Corea (2002: 
9) al respecto, que la escuela, los hogares y el manicomio fueron crea-
dos en tiempos “relativamente estables”, en condiciones “regulares” y 
para “asegurar” el progreso. Pero actualmente se vive una pérdida de 
credibilidad en sus posibilidades de fundar subjetividades sólidas, que 
instituyan certezas para afrontar la vida cotidiana. Sin embargo, no todo 
se desvanece. No se trata de una desaparición absoluta de esa forma de 
subjetividad, sino, y en todo caso, de la desaparición de algunos tipos 
2 Publicación 27/1/05. BO N.º 25090.
3 Publicación 2/2/07. BO N.º 25588.
4 Publicación 10/7/07. BO N.º 25692 Suplemento.
5 Publicación 3/12/10. BO N.º 32041.
17
claroScuroS
subjetivos, de algunas posiciones de enunciación, de algunos recursos 
y lógicas que se revelan estériles en esta situación. 
De lo que se trata es de interpretar los diferentes modos de habitar 
el declive del dispositivo integrador moderno, con la convicción de que 
la destitución no es la inexistencia, no es el vacío, no es la ausencia de 
algún tipo de productividad ni tampoco la falta de respuesta a un tipo 
de demandas. La destitución simbólica de las instituciones alude a que 
la ficción6 que estas construyeron y mediante la cual eran interpelados 
los sujetos desdibujó su poder para formar ciudadanos.7
La Argentina, en correlato con los procesos mundiales, atraviesa 
una crisis global, que Castoriadis (1993) denomina crisis de las sig-
nificaciones imaginarias sociales que hasta el momento mantuvieron 
unida a la sociedad. 
Las instituciones ya no constituyen soportes sólidos para la con-
figuración del proceso identitario, transformando las posibilidades 
de anclaje de los sujetos. La impronta de fuerte disciplina, donde la 
ficción predominante era la integración y la estabilidad, va hacia una 
descomposición que supone una conformación individual y social 
transfiguradora del pensar y del hacer. No obstante, el pasaje de un 
momento a otro no implica una simple alteración de la instancia ins-
tituida, sino que comporta, justamente, nuevas condiciones tanto de 
la dominación como de las alternativas para el pensamiento crítico y 
el surgimiento de instancias instituyentes.
La globalización configura una forma de articulación social en la que 
irrumpen nuevos y viejos agiornados poderes hegemónicos trasnacionales 
que alteran las relaciones entre el Estado y la sociedad civil. Emergen 
otros actores políticos que dan cuerpo a este escenario y nos hablan de 
la profundidad de las transformaciones: crisis de representatividad, así 
como formas organizativas y de poder económico-político novedosas, 
como mercados regionales y agrupaciones étnicas, entre otras.
6	 	Tomamos	el	concepto	de	“ficción”	propuesto	por	Ignacio	Lewkowicz	(2004:	26):	
‘aquella entidad discursiva que supone una creación o imaginación colectiva no 
opuesta a la realidad’. 
7	 	Acerca	del	concepto	de	“ciudadano”	Inmanuel	Wallerstein	(2001)	señala	que	está	
ligado a la estructura de la economía-mundo capitalista y, por lo tanto, a la construc-
ción	de	los	estados	nacionales.	Refiere	que	la	política	de	ciudadanía	tuvo	un	papel	
estabilizador,	haciendo	menos	estridentes	los	conflictos	de	clase,	étnicos	o	religiosos.	
El sufragio, el estado de bienestar –o sea, cierta redistribución de la renta– y la escuela 
–en la mayoría de los países– contribuyeron al apego de los ciudadanos al Estado.
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
18
El proceso de mutua implicación entre sujeto y sociedad se mueve 
por las significaciones imaginarias sociales, productoras de coherencia 
y malestar, ya que son estas las que hacen que las instituciones tengan 
o no sentido y, por ello, eficacia. Por lo tanto, son las que ordenan la 
vida social y el modo de producción y reproducción de la subjetividad, 
entendida como “la trama de percepciones, aspiraciones, memorias, 
saberes y sentimientos que nos impulsa y nos da orientación para 
actuar en el mundo” (Malacalza, 2006: 63). 
Las mudanzas se imprimen cotidianamente en los sujetos, en sus 
formas de organizarse, sus maneras de vivir, de concebir la vida y de 
morir, en sus acuerdos de convivencia, en los quehaceres, en los modos 
de comunicación y de producción de las significaciones sociales, como 
también en las formas de percibir la realidad. Las relaciones externas 
al sujeto y sus percepciones se reestructuran abriendo un abanico de 
sentidos diversos –y en ocasiones de sinsentido– e incertidumbres 
que lo mantienen en vilo.
Es así que nuestra preocupación se centra en cómo las institucio-
nes –y las prácticas cotidianas que condensan– actúan configurando 
subjetividades en las que la presencia de la metainstitución Estado-
-nación soberano es minimizada como sólido soporte que permea 
las estructuras de la sociedad. Es, en última instancia, como sostiene 
Eric Hobsbawm (2009), la forma neoliberal adoptada por el capi-
talismo tardío. De aquí se desprende la necesidad de revalidar los 
estudios gramscianos sobre hegemonía, que pueden echarluz sobre 
la trayectoria y dirección política que en la actualidad varios Estados 
latinoamericanos transitan, para, en definitiva, reconocer qué intereses 
se abonan cuando no se pone en cuestión el modelo vigente.
Esta condición es, a nuestro entender, fundamental, considerando 
que el Trabajo Social se relaciona con la temática en una doble dimen-
sión. Por un lado es una profesión que en nuestro país presenta una 
fuerte raigambre en instituciones estatales, hoy severamente dañadas 
en su materialidad real y simbólica y, por ende, en su sentido. Por otro, 
su característica es la de trabajar con sujetos y grupos sociales cuya 
vida transita en esas instituciones de modo problemático, en tanto 
estas no garantizan el acceso a sus derechos. 
Para comprender el contexto de transformaciones en la subjeti-
vidad, apelamos a reconocer los puntos de referencia productores 
de desplazamientos que evidencian la crisis mencionada: cambios 
19
claroScuroS
profundos en los modos de producción, distribución y reproducción 
de lo cultural y social.
Así, el Estado cede lugar al mercado, los asalariados nacionales 
compiten con los asalariados del mundo. Las mercancías nacionales con 
las mundiales. La cultura del consumo condena a lo efímero: las cosas 
envejecen para ser reemplazadas por otras de vida fugaz. El trabajo que 
las genera y el capital que las financia también son fugaces: los trabaja-
dores son desocupados en potencia y los capitales financieros corren al 
lugar del planeta que ofrece las mejores “oportunidades de negocios”, 
ergo, mejores condiciones de reproducción del capital. Esta dinámica 
de lo social pone en jaque las estructuras organizativas, la construcción 
de las relaciones de poder, la legitimación de las jerarquías que remiten 
a la autoridad tradicional, el estatuto de la ley y su valor simbólico, 
el sostén del lazo social, y afecta a las instituciones en tanto marca el 
deterioro de su eficacia simbólica.
De modo que vivimos en un mundo que se constituye con gana-
dores y perdedores, y donde estos últimos se culpan a sí mismos por 
no pertenecer al estamento ganador, sumando así, a su problema de 
supervivencia, la representación devaluada de su propia imagen.
La desaprensión del Estado-nación soberano que opera como orga-
nización mediadora de bienes de tipo económico, social y simbólico, 
se percibe en las biografías individuales de las personas. Los riesgos 
de desafiliación al empleo y a la familia afectan la construcción de 
las identidades. Las constituciones subjetivas se originan en arenas 
movedizas o “en la fluidez” (Lewkowicz, 2004: 4).
Resulta imprescindible, entonces, identificar los modos de cons-
titución y de producción de subjetividad, es decir, conocer las innu-
merables y diversas formas en que los individuos se reconocen a sí 
mismos como sujetos, sus modos diferentes de ser, de estar, de sentir, 
de crear y recrear sus espacios particulares y de relacionarse entre sí 
y con sus distintos entornos.
Para ello, consideramos la constitutiva imbricación entre sujeto y 
estructura, en otras palabras: entre esas instituciones, creadas por el 
sujeto histórico en determinada formación social (Poulantzas, 1971: 
5), y el sujeto cuasi determinado, creado por esa red institucional.
Sin embargo, reafirmamos que “el hombre es tal porque no es pura 
funcionalidad; existe una desfuncionalización ligada a la imaginación 
radical. La psique de cada ser humano singular está caracterizada por 
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
20
la imaginación radical, es decir, un flujo perpetuo de representación, 
de afecto y de placer” (Castoriadis, 1993: 6).
Por lo tanto, pensar lo social desde lo irreductible de lo colectivo 
y lo singular, y desde la tensión constante entre su determinación- 
-indeterminación, es parte ineludible del análisis de las instituciones 
y los sujetos que las habitan, así como de los supuestos sobre los 
cuales estas han sido construidas. Por ejemplo, la institución escolar 
supone y espera “un tipo de estudiante”, la institución sanitaria supone 
y espera “un tipo de paciente”, la institución tutelar supone y espera 
“un tipo de menor”. En definitiva, las instituciones necesitan suponer 
unas marcas previas.
Los datos proporcionados por la realidad nos muestran que la 
desregulación del mercado de trabajo, la débil presencia de la justicia, 
del cumplimiento de las leyes, del sistema de representación, como 
también el incremento en la perversión de la violencia –hecho, a su 
vez, utilizado por los medios de comunicación ideológicamente al 
servicio del poder– ponen en cuestión la eficacia de las instituciones, 
lo que provoca una desesperanza notoria sobre la actividad política 
y su posibilidad transformadora. La disposición de las personas a 
participar y a confiar en los escenarios institucionales y estratégicos 
que les ofrece la sociedad parece depender, cada vez más, de una 
condición muy básica: el grado de seguridad, certidumbre y sentido 
que obtienen de ellos para sus vidas cotidianas. Y esto no se refiere 
solo a los bienes materiales, sino también al reconocimiento de su 
calidad de ciudadanos. Se produce, así, un sentimiento de escepti-
cismo sobre la conveniencia de la democracia como modo de vida y 
un fortalecimiento del polo del capital. De este modo, las referencias 
simbólicas de las que disponíamos, en términos de Lewkowicz (2004: 
26) se convierten en ficciones ficticias.
Encontramos estos tiempos habitados por una subjetividad leve, 
superficial, que envuelve a sujetos con una gran dificultad de tomar 
contacto con sus pasiones, con el semejante, con la sociedad. La de-
bilidad de pertenencia a un colectivo implica la pérdida de referencias 
claves para el proceso identificatorio individual y sobre todo para los 
proyectos grupales.
Como expresión de todo esto, la conformación de lazos en las 
instituciones se dificulta en la sociedad actual; estos son muy frágiles, 
volátiles. 
21
claroScuroS
Otra transformación radical pareciera ser, también, el incremento 
de control político sobre las vidas de los sujetos. De las sociedades 
disciplinarias (Foucault, 2005: 39 y ss.), como aquellas en las que la 
dominación social se construye a través de una red de dispositivos que 
producen y regulan prácticas, hábitos y costumbres en correspondencia 
con la estructura de poder, se opera un pasaje a las actuales sociedades 
de control a las que se refiere Deleuze (1996). Este autor plantea que 
las mismas actúan mediante máquinas informáticas y ordenadores que 
directamente organizan los cerebros. 
Ana María Fernández retoma esta idea para mostrar el advenimien-
to de la cultura “psi”, y afirma que una de sus dimensiones fundamen-
tales es la invisibilización de lo social y, por ende, de la dimensión 
política de la subjetividad. Los problemas que aquejan a las personas 
son explicados por una lógica de causa psíquica y llevan a naturalizar 
la psicologización de lo social. Estos procesos corroboran la instau-
ración de una nueva forma de poder que plantea la autodisciplina en 
los sujetos y produce una subjetividad narcisista:
que parece estar ligada a un poder cada vez más capilar, mi-
croscópico y por ende menos visible. Este paradigma del fin de 
la modernidad trabaja para la realización personal, el respeto 
por la singularidad subjetiva y la apuesta a ser íntegramente 
uno mismo aunque, por otro lado, siendo cada vez menos los 
que pueden acceder a algún tipo de realización personal, la 
mayoría vive su existencia como un gran vacío. (Fernández, 
1997; citado en Arzeno, 2004: 78)
Otra expresión de las transformaciones antes aludidas es la ins-
talación del consumo como una nueva forma de disciplinamiento 
social, que produce un sujeto que solo debe consumir lo que el sistema 
considera que se puede consumir. Las transformaciones culturales y 
el desarrollo tecnológico provocan el desfondamiento de las signi-
ficaciones imaginarias sociales, haciendo que los niños percibanla 
realidad solo desde el discurso mediático, siendo ellos mismos objetos 
de consumo. La influencia de los medios de comunicación y de la 
publicidad es enorme. Investirse de una determinada imagen da una 
ubicación, un lugar, una posición desde la cual mirar, mirarse y ser 
mirado; propone nuevos modelos de identificación, formarse o mode-
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
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larse en función de esta imagen otorga una identidad. Esta ideología 
consumista plantea exigencias sociales tales como vestir de una forma 
determinada o tener un tipo de cuerpo, entre otras, y reduce al sujeto 
a un mero aspecto físico como condición de ser: quien no responde a 
estas exigencias “no es”.
Comprender que las instituciones tienen características particulares, 
que evidencian su complejidad, exige indagar qué tipos subjetivos se 
habilitan en cada experiencia institucional e interrogarnos sobre qué 
significa intervenir en espacios sociales en emergencia, cuando el modo 
de operar, pensar y vivir que intentó unir a la sociedad argentina, desde 
su nacimiento como nación, pareciera que hoy ya no lo hace.
Esto nos lleva a pensar que, hoy, la profesionalización del campo 
disciplinar implica recrear la praxis. Toda opción teórica es, a su vez, 
una opción ético-política. La rigurosidad en el análisis de la realidad 
es un elemento clave para cualquier proyecto dirigido a recuperar la 
“condición humana” de nuestro pueblo.
Al decir “recuperar la condición humana”, lo hacemos entendiendo 
que ello solo es posible en un país justo, libre y democrático, donde 
pueda considerarse al conjunto humano superando la aparente inca-
pacidad de constituirse en sí sin excluir al otro.
La significación que dio sentido a la modernidad sostuvo, como 
representación social imaginaria, la idea de una estructuración universal 
de la subjetividad, cuestión que hoy es una narrativa en crisis dado el 
carácter sociohistórico de las condiciones que la producen. Es decir, la 
constitución del campo de la subjetividad y su pretendida definición uni-
versal son tensionadas por la naturaleza situacional del ser humano.
En este sentido coincidimos en afirmar que las formas de produc-
ción de la subjetividad no son universales, se configuran en condiciones 
sociales y culturales particulares, son el resultado de marcas prácticas 
sobre la indeterminación del recién nacido, que dan lugar a diversas 
inscripciones en una cadena de sentidos. Y ello se desenvuelve dentro 
de dispositivos específicos y bajo un carácter circunstancial.
Si, como venimos señalando, el actual contexto se caracteriza por la 
crisis del Estado-nación, podemos afirmar que dicho proceso trastoca 
también el suelo de la constitución subjetiva, cuya expresión se da 
en el desplazamiento de la “promesa” del Estado por la del mercado. 
Ya no se trata de sujetos-ciudadanos, sino de consumidores, que con-
figurarían una subjetividad situacional por fuera de los dispositivos 
23
claroScuroS
institucionales modernos, entre los cuales encontramos la familia y 
la escuela (Duschatzky y Corea, 2002: 31).
Ahora bien, para estudiar estos sucesos es importante considerar 
también la estructuración de las ciencias sociales a partir de una 
construcción hegemónica basada en una lógica instrumentalista o 
tecnocrática, cuyo efecto es la configuración de un discurso que la 
refuerza y la legitima. En otras palabras, las ciencias sociales, y den-
tro de ellas el Trabajo Social, han quedado de algún modo atrapadas 
por este efecto y tienen serias dificultades para construir un discurso 
autónomo que haga evidentes esas operaciones en vez de ratificarlas 
y justificarlas. Aquí, valoramos el discurso premonitorio de Pierre 
Bourdieu (2002: 140), quien plantea la necesidad de una acción polí-
tica capaz de luchar contra la despolitización y nos invita a pensar en 
un trabajo intelectual que restaure la política, es decir, la acción y el 
pensamiento en las ciencias sociales
Esta restauración tiene que ver con dos cuestiones: la primera, 
vinculada con algo ya expresado, es considerar al Trabajo Social desde 
la perspectiva de un cambio radical, acorde a los cambios radicales 
acontecidos en la sociedad en su conjunto; la segunda, otorgar a la 
práctica profesional un discurso teórico-metodológico propositivo, 
tendiente a desarrollar una política profesional que supere el actual 
status defensivo y le otorgue significado, reafirmando una vez más 
que toda intervención es política.
Si reflexión y práctica son constitutivas de toda acción transforma-
dora, y si pretendemos que la acción de los trabajadores sociales lo sea, 
entonces resulta necesario partir de la complejidad de las situaciones, 
asumiendo el desafío de una práctica que reconozca el estatuto ético 
que la atraviesa con rigurosidad teórica y metodológica. Solo de este 
modo podremos avanzar hacia un movimiento de elucidación8 que 
trascienda la mera instrumentalidad y supere nuestra subalternidad. 
En este sentido, una condición ineludible es la presencia de un 
Estado que prevea y provea los recursos materiales, en cuanto ga-
rante constitucional de los derechos de los ciudadanos, y que habilite 
condiciones para que las estrategias profesionales puedan responder 
a necesidades concretas.
8 “La elucidación es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen 
y	saber	lo	que	piensan.	Es	una	creación	social-histórica”	(Castoriadis,	2007:	12).
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
24
Realizar un enfoque riguroso de las tensiones y contradicciones que 
atraviesa la sociedad, desde una ética comprometida con los valores 
de autonomía y con los derechos humanos, contribuye a la construc-
ción de identidades colectivas que van más allá de lo circunstancial, 
superando la lógica del vacío imperante.
Estrategia metodológica
Presentamos aquí algunas consideraciones metodológicas, a fin 
de mostrar el camino recorrido en nuestra investigación, haciendo 
referencia a qué y a cómo hicimos para estudiar la producción de 
subjetividades en el capitalismo globalizado.
Escogimos una perspectiva teórico-metodológica que favoreciera 
el enfoque de lo real como totalidad compleja, con énfasis en el aná-
lisis de la conflictividad inherente al entramado contradictorio entre 
lo universal, lo particular y lo singular. Ello implicó una ruptura con 
las concepciones que dicotomizan la relación sujeto-objeto y obturan 
la posibilidad de superar el pensamiento binario propio del sentido 
común.
Desde tal perspectiva, y teniendo en cuenta las dimensiones polí-
tica, investigativa e instrumental, intentamos promover, tanto en los 
estudiantes como en el equipo investigador, una lectura acerca de cómo 
se produce la tensión instituido-instituyente en las organizaciones 
examinadas. Dicho en otros términos, propiciamos el análisis de la 
complejidad de la dinámica institucional –el lugar de los diferentes 
actores, sus posiciones y relaciones de poder–, atendiendo en particular 
las posibilidades y limitaciones del Trabajo Social, sin caer en miradas 
unilaterales, estigmatizantes o simplificadoras. Para ello, el prisma 
cognitivo con el que abordamos la realidad supone una estructura 
elaborada e incorporada en el proceso de aprendizaje.
Así, la estrategia metodológica consistió en un estudio exploratorio 
y descriptivo de tipo cualitativo, a partir de la práctica reflexiva tanto 
de quienes integramos el equipo investigador como de los estudiantes 
y referentes institucionales que participaron de la experiencia. Utiliza-
mos esta metodología por sus ventajas: da importancia a la interacción 
de los componentes de los procesos de investigación y permite –de 
ser necesario– redefinirlos. 
25
claroScuroS
Con el fin de indagar cómo esas dinámicas institucionales inciden 
en el proceso identitario de los sujetos investigados, se alternaron 
momentos de trabajo de campo con otros más enfocados en la práctica 
reflexiva; esto brindó cierta flexibilidaden la reformulación de las 
estrategias. Se efectuaron observaciones, registros y entrevistas en 
profundidad a fin de analizar la complejidad de los procesos institu-
cionales y las prácticas sociales que contribuyen a la construcción de 
subjetividades, en los centros de prácticas de formación académica 
de la asignatura. 
Inicialmente, hicimos una caracterización del contexto y de los 
escenarios institucionales, historizando sus procesos de construcción. 
Para el abordaje de la producción de subjetividades en cada uno de 
los campos antes mencionados, revisamos trabajos teóricos multidis-
ciplinarios existentes enfocándonos, principalmente, en las últimas 
décadas de nuestro país. En un segundo momento, nos abocamos a la 
elaboración de datos macroestructurales, centrándonos en el impacto 
que las transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales han 
tenido sobre las instituciones educativas, sanitarias, de atención a la 
niñez y de salud mental. En este trayecto fuimos describiendo ciertas 
“regularidades sociales” que reconfiguran lo institucional, así como los 
rasgos distintivos de los respectivos escenarios institucionales que ex-
presan los diversos modos de habitarlos. Por último, a partir del contacto 
directo con los sujetos implicados en esta investigación, definimos las 
unidades de referencia empírica y el instrumental técnico.
Así se realizó, entonces, un análisis documental, tomando como 
fuente los informes de los alumnos de las instituciones seleccionadas 
y las actas de las reuniones anuales de los referentes para el desarrollo 
del proceso pedagógico que ejerce la cátedra. También se realizaron 
y estudiaron entrevistas que nos llevaron a plantear algunos ejes de 
reflexión, organizándose dos grupos focales. El primero, constituido 
por diez referentes de prácticas de formación de trabajadores sociales, 
seleccionados –de acuerdo a la representación existente en el univer-
so de centros de prácticas– en las áreas de educación y juventud; el 
segundo, en el área de salud. Durante los encuentros de interacción 
y debate, los referentes contribuyeron con distintas ideas que nos 
permitieron evaluar los ejes pautados. 
Estos encuentros tuvieron una doble intencionalidad: por un lado, 
percibir el autorreconocimiento del profesional, lo que determina una 
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
26
mirada singular sobre su entorno y sobre los otros; por otro, explorar 
su cotidianeidad en la institución, con sus ideas, creencias y supuestos. 
La perspectiva que tiene el informante respecto de su vida nos aproxi-
maría a conocer lo complejo de la subjetividad del sujeto en esta doble 
transferencia y contratransferencia entre él y la institución. 
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aprendido. México: Siglo XXI. 
27
Este capítulo presenta las transformaciones producidas en torno 
a instituciones destinadas a la atención de niños de la ciudad de La 
Plata y del Gran La Plata, con la seguridad de que avanzar en la 
comprensión de sus características y de las formas de producción 
de subjetividades en dicho campo posibilitará resignificar sus prác-
ticas. Nuestras reflexiones surgen de la supervisión de prácticas 
académicas en el sector, de la lectura de informes de prácticas de 
los estudiantes, del análisis de documentos y de nuestra experiencia 
profesional en el campo.
La instauración del Sistema de Protección Integral de las Niñas, 
Niños y Adolescentes1 produjo una reconfiguración en las políticas 
sociales, en sus expresiones dentro de los establecimientos y en la 
tarea de los equipos profesionales. A lo largo del trabajo se rescatan 
*	El	 término	“difuso”	hace	hincapié	en	 la	multiplicidad	de	situaciones	que	se	nos	
presentan y que no pueden ser explicadas de manera dogmática a partir de los 
conceptos tradicionales.
1 Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, 
N.º 26061 (Publicación 26/10/05. BO N.º 30767). Título III; Ley N.º 13298, provincia 
de Buenos Aires.
NIñez DIfusa ∗:eNtre lo INstItuIDo 
y lo INstItuyeNte
María Pilar Fuentes, Clara Weber Suardiaz 
y Laura Zucherino
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
28
tanto los avances que implicó el Sistema de Protección Integral como 
las contradicciones en la política social del campo de niñez. Estas 
contradicciones expresan la persistencia de una mirada normativa 
que analiza los fenómenos desde la perspectiva de la desviación y del 
“desorden social” y que asume como naturalizado un modelo típico de 
familia y de infancia –reforzando la idea de una “familia normal”– que 
no necesariamente responde a las situaciones concretas y cotidianas 
de los destinatarios de las políticas sociales.
El eje que guía nuestro análisis se centra en entender el área de 
niñez como un escenario complejo de relaciones, discursos, posturas 
disímiles y multiplicidad de actores –instituciones, el Estado con sus 
políticas, los agentes estatales, los niños, entre otros–. Como profesio-
nales, docentes y supervisores de prácticas de formación profesional, 
focalizamos nuestra preocupación en establecer cómo las instituciones 
y las prácticas cotidianas que estas condensan configuran subjetivi-
dades radicalmente diferentes a aquellas conformadas en períodos 
históricos recientes, en los que la presencia de la metainstitución 
Estado-nación soberano otorgaba sentido a todas las estructuras de 
la sociedad.
El propósito de analizar la producción de subjetividades del área 
de niñez parte de la consideración de que los principios del Sistema de 
Protección Integral marcan una ruptura con la doctrina de la situación 
irregular. Pero, a su vez, esta última ha dejado huellas significativas 
respecto a las intervenciones en el campo de la infancia.
Las reflexiones con las cuales cerraremos este trabajo apuntan a 
abrir una serie de interrogantes, entre los cuales se ubica centralmente 
la cuestión de los recursos destinados a la viabilidad de este Sistema 
de Protección Integral: es decir, cómo pensar en políticas que superen 
lo coyuntural y la emergencia.
Trataremos los encuadres teórico y metodológico, que incluyen 
tanto las categorías teóricas desde las cuales partió el equipo como 
también la resignificación que estas fueron adquiriendo en el proceso. 
Finalmente, situamos –a modo de propuesta– el planteo sobre tres nu-
dos problemáticos que apuntan a analizar la niñez contemporánea.
29
claroScuroS
Encuadre teórico
La infancia: una construcción del imaginario capitalista
Según el planteo teórico de Castoriadis, “la institución de la socie-
dad es encada momento institución de un magma de significaciones 
imaginarias sociales, que podemos y debemos llamar mundo de sig-
nificaciones” (2007: 556). La constitución de la sociedad moderna 
como tal se realiza mediante la conformación de su “propio mundo 
de significaciones”, dentro del cual adquiere especial importancia el 
lugar que ocupará la reorganización del núcleo primario de pertenencia 
de los sujetos.
Así, podemos entender cómo el imaginario capitalista se sostiene 
en torno de dos significaciones centrales:
se trata por una parte de la significación de la expansión ilimi-
tada de un supuesto dominio pretendidamente “racional” sobre 
todo, naturaleza tanto como seres humanos, que corresponde a 
la dimensión capitalista de las sociedades modernas. Por otra 
parte se trata de la significación de la autonomía individual 
y social, de la libertad, de la búsqueda de formas de libertad 
colectiva, que corresponden al proyecto democrático, eman-
cipador, revolucionario. (Castoriadis, 1997: 178)
Estas significaciones estructuradas en torno de las premisas de la 
Revolución francesa forjan un tipo subjetivo: el ciudadano, definido 
a partir de un Estado que enuncia que la soberanía emana del pueblo, 
es la resultante del principio revolucionario de la igualdad ante la ley. 
El ciudadano se forja en torno de la ley y su eficacia simbólica: 
un ciudadano es un tipo subjetivo organizado por la suposición 
básica de que, real o potencialmente, la ley es la misma para 
todos. El ciudadano, como subjetividad es reacio a la noción 
de privilegio o ley privada. La ley es pareja: prohíbe por igual 
y permite a todos por igual. Por supuesto para algunos el 
aparato judicial será más ligero y para otros más severo. Pero 
eso habla del aparato judicial y no de la institución jurídica. 
(Lewkowicz, 2004: 76)
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
30
Lo estatuido por la ley opera entonces como certeza y esto enmar-
ca a los ciudadanos. Su legitimidad proviene de la propia condición 
soberana de quien la enuncia. Al mismo tiempo, el soporte de estas 
significaciones requiere de la creación y consolidación de una serie 
de instituciones: el trabajo libre, la familia y la infancia –entre otras– 
aparecen como prácticas capaces de formar sujetos típicos de esta 
nueva sociedad.
En función de nuestro análisis, podemos entender una suerte de 
encadenamiento entre la creación de la infancia, de la familia, de la 
educación formal y del trabajo en torno de la normalización de los 
sujetos. Por ello, cualquier intento de pensar a la infancia en la ac-
tualidad requiere, necesariamente, considerarla como construcción 
social, producto del devenir histórico, que surgió –al menos para 
el mundo occidental– a partir del siglo XVII. Ariès (1987) sostiene 
que lo que apareció en esta época fue el sentimiento de la infancia, 
es decir, la conciencia de la particularidad infantil, la cual distingue 
esencialmente al niño del adulto, incluso joven. Esto implicó que los 
hijos se convirtieran en algo digno de atención, ocupando un lugar 
central en la familia.
Durante el siglo XVIII, el interés se focalizó en lo que Donzelot 
(1979:13) denomina “la conservación de los hijos”. La infancia conti-
nuó siendo una preocupación para los adultos y se convirtió, además, 
en objeto de intervención de diversas disciplinas científicas. Surgieron 
así los “especialistas” para revelar su saber dentro de una política de 
verdades –en palabras de Rabello de Castro (2001)– amparada por la 
autoridad que le conferían las ciencias en pleno auge para la época. 
El discurso médico se destacó, entre estas últimas, con estrategias di-
ferentes para cada clase social fundadas en tareas educativas y pautas 
de crianza que conjugaban a la familia con la escuela.
En la segunda mitad del siglo XIX, la agudización de los conflic-
tos sociales en los países capitalistas hizo que las instituciones asis-
tenciales resultaran insuficientes para la contención de la población 
infanto-adolescente que quedaba fuera del disciplinamiento ejercido 
por la familia y la escuela. Esto aceleró la necesidad de encontrar 
un marco jurídico específico de control y vigilancia, dando origen a 
los Tribunales de Menores. A partir de ese momento, y siendo muy 
esquemáticos en esto, surgió la segmentación de la niñez en “niños” 
y “menores”. Los primeros eran los que transcurrían su infancia en-
31
claroScuroS
tre la familia y la escuela. Los segundos, los que esas dos instancias 
no alcanzaban a contener –según los parámetros establecidos en la 
“normalidad” moderna– y terminaban siendo objeto de la intervención 
jurídico-institucional.
Esta construcción de la(s) infancia(s), se erigió como una de las 
ficciones más sólidas dentro del imaginario capitalista, produciendo 
prácticas que durante mucho tiempo conservaron significación.
La creación de la infancia y de la familia se entienden, por lo tanto, 
en relación a la sociedad que las forja: el naciente capitalismo. “[E]s 
posible afirmar entonces que la concepción de infancia vigente en la 
actualidad es producto de su desarrollo a través de los siglos XVIII 
y XIX. Este proceso, al estar estructuralmente ligado al surgimiento 
del capitalismo, fue generando paralelamente la visión del niño como 
riqueza potencial, otorgándole así un valor de tipo mercantil” (Alta-
mirano, 2002: 24).
Al mismo tiempo, podemos señalar que la institucionalización de 
las prácticas que construyeron la infancia supone el ejercicio de un 
infra-poder2 sobre todos los individuos que van a producir, provocando 
una naturalización de las mismas y, por lo tanto, la adjudicación de su 
existencia o de ciertos atributos como “naturales”, invisibilizando la 
historicidad, sociabilidad y heterogeneidad constitutivas.
En ese sentido, retomamos una preocupación trabajada por Giberti, 
quien sostiene que “la niñez cumple una función metaforizante de 
modo tal que cuando el adulto dice de sí mismo o de otro que ‘es como 
un niño’, la frase adquiere el poder de transformarlo en un ser puro, 
ingenuo, ya que se da por sentado que pureza e ingenuidad son atributos 
fundantes de esa niñez” (1998: 52). Asimismo, la autora nos explica 
que “por medio de una operación semántica que inventó la niñez, se 
separó simbólicamente a los niños de sus circuitos de pertenencia 
(hogar, escuela para algunos; calle, hospital para otros, admitiendo 
las mezclas que pudieran suscitarse) y se los universalizó” (1998: 47). 
Dicha universalización opera negando las diferencias objetivas entre 
los niños reales y el imaginario de niño que incorporamos. Y, en este 
2 “Anterior a todo poder explícito y, mucho más, anterior a toda ‘dominación’ la 
institución de la sociedad ejerce un infra-poder radical sobre todos los individuos 
que produce. Ese infra-poder –manifestación y dimensión del poder instituyente del 
imaginario radical– no es localizable. Nunca es solo el de un individuo o una instancia 
determinada”	(Castoriadis,	2008:	92).
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
32
mismo sentido, hace posible construir las prácticas de “protección” 
propias de la ideología del Patronato. Ya que, construida una ficción 
verdadera respecto de lo que un niño “esencialmente es”, los sujetos 
(de corta edad) y sus familias que se aparten de ese canon de norma-
lidad podrán (y deberán) ser sometidos a aquellos dispositivos que 
les permitan alcanzarlo.
Siguiendo el planteo de García Méndez podemos sintetizar seña-
lando que “las diferencias que se establecen al interior del universo de 
la infancia, entre los sectores incluidos en la cobertura de las políticas 
sociales básicas (educación y salud) y los sectores excluidos es tan 
enorme, que un concepto único no podrá abarcarlos. Los incluidos se 
transformarán en niños y adolescentes, los excluidos se transformarán 
en menores” (1997: 20).
Así, la incorporación de la Argentina al proyecto moderno gestó la 
red institucional cuyo objetivo central noera ampliar el universo de 
la niñez sino detectar y clasificar a los menores, para luego desplegar 
sobre ellos el mismo tratamiento de reeducación, separándolos de sus 
familias y centros de vida.
La ideología subyacente se liga a la naturalización de condiciones 
de pobreza y exclusión, que adjudica a los propios sujetos la respon-
sabilidad de sus problemas.
El Patronato configura así una condición del pensamiento respecto 
de la niñez, superando notablemente el marco jurídico3 e impregnando 
todas las prácticas ligadas a aquella: no solo las jurídicas sino también 
las educativas, las asistenciales e inclusive las familiares.
Sin embargo, y como señalan Corea y Lewkowicz, la crisis de la 
sociedad contemporánea –a partir del agotamiento de las instituciones 
que dieron sentido a la sociedad en la modernidad y sus consecuentes 
transformaciones socioculturales– altera las condiciones de producción 
institucional de la infancia y, por lo tanto, nuestras posibilidades de 
pensar y actuar frente a ella:
3	 	Fundamentalmente	la	Ley	10903,	conocida	como	“Ley	Agote”,	cuyo	espíritu	da	
continuidad a la Ley de Residencia (4144) y que entendemos sintetiza claramente 
García Méndez: “Tan indeseables como sus padres pero nacidos en el país los me-
nores objeto de esta ley no podían ser expulsados. Resultaba imperioso construir un 
entramado jurídico que permitiera, en forma absolutamente discrecional, expulsarlos 
al	interior	de	instituciones	groseramente	dedicadas	al	control	represivo	de	la	pobreza”	
(2008: Nota a la 2.ª edición, p. iv).
33
claroScuroS
Un niño suscita hoy sensaciones extrañas. Sentimos con más 
frecuencia la incomodidad de quien está descolocado o ex-
cedido por una situación, que la tranquilidad del que sabe a 
ciencia cierta cómo ubicarse en ella. La curiosidad infantil, ese 
sentimiento tan propio del niño con el que finalmente los adul-
tos logramos familiarizarnos, hoy parece haberse desplazado: 
somos los adultos quienes observamos, perplejos, el devenir 
de una infancia que resulta cada vez más difícil continuar 
suponiendo como tal. (1999: 11)
La ley difusa ¿niños sujetos de derecho?
En el apartado anterior revisamos la construcción social de la 
infancia, desarrollando los modos en que diversas prácticas, actores 
y discursos permitieron constituirla como categoría de nominación y 
“como una de las ficciones más sólidas dentro del imaginario capi-
talista”.
Procurando continuar el planteo, abordaremos la cuestión de la 
legitimidad de la ley y, consecuentemente, cómo se produce una feti-
chización de las “nuevas leyes” al momento de discutir la intervención 
social en relación a la infancia.
Nuestro país avanzó en el reconocimiento de los derechos humanos 
e incorporó a la legislación nacional, en el año 1994, la Convención 
Internacional sobre los Derechos del Niño4 que reemplaza el enfoque 
tutelar del Estado, basado en la idea de que el niño o la niña son 
objeto de control y asistencia, por la concepción de que estos son 
titulares de derechos. A su vez, establece que el Estado debe proteger 
esos derechos. La idea de protección está íntimamente ligada a la 
promoción de políticas públicas destinadas a la niñez en su totalidad. 
La protección por parte del Estado es una obligación, que, en defini-
tiva, compromete a la sociedad en su conjunto. En adelante, el niño 
y la niña ya no son más considerados como meros receptores de la 
asistencia social por parte de los organismos públicos o privados, sino 
que pasan a ser concebidos como personas a las que se les reconoce 
el derecho a ser protegidos integralmente en su desarrollo. Los niños 
4	 	Constitución	de	la	Nación	Argentina.	Ley	N.º 24430 (art. 75, inc. 22.º). Sanción 
15/12/94. Publicación 3/1/95. BO N.º 28057. 
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
34
como sujetos de derechos son portadores de demandas sociales frente 
al gobierno y la sociedad, quienes tienen obligaciones concretas y 
específicas hacia ellos.
La incorporación de la Convención Internacional de los Derechos 
del Niño, sancionada por la Ley 238495 y posteriormente incorporada 
al texto de la reforma constitucional de 1994, ha impulsado cambios 
en la legislación nacional y en las provinciales. Entre estas últimas 
se encuentra la Ley 13298 de Promoción y Protección Integral de los 
Derechos de los Niños, de la provincia de Buenos Aires, sancionada 
en el 2005,6 y cuya vigencia obliga al estado provincial a producir un 
cambio estructural en la política de infancia, mediante una reorgani-
zación institucional, reasignando las competencias de los distintos 
niveles y poderes. 
Para llevar adelante estas transformaciones, se ha propuesto –de 
manera aún incipiente– modificar prácticas y representaciones de ciu-
dadanos y operadores. Algunos de estos ejes son: la desjudicialización 
de los problemas en torno a la infancia; la división en dos subsistemas, 
uno de “Promoción y Protección de Derechos del Niño” y otro de 
“Responsabilidad Penal Juvenil”; la desinstitucionalización de los 
niños; la reorganización institucional por medio de criterios como los 
de territorialidad y descentralización; la corresponsabilidad de todos 
los actores sociales frente a las problemáticas de la infancia.
La doctrina que subyace a este marco normativo considera al niño 
titular de derechos, cuyo respeto y ejercicio debe estar garantizado 
por el Estado mediante la construcción de políticas públicas que pro-
muevan su bienestar, contando con la participación de la comunidad. 
No obstante, los castigos y abusos no han desaparecido ni el control 
social ha sido desterrado como política del Estado.
Vemos cómo en las últimas décadas, las políticas públicas, que debe-
rían garantizar la inclusión de las personas, el ejercicio de sus derechos 
y la construcción de ciudadanía, están desarticuladas, desmanteladas, 
vaciadas presupuestariamente, y las pocas respuestas institucionales 
existentes apenas intentan compensar los efectos de la exclusión y, aun 
en este orden, son insuficientes. El ajuste socioeconómico, la desigual 
distribución de los ingresos y los cambios estructurales en el país, 
5 Publicación 22/10/90. BO N.º 26993.
6 Publicación 27/1/05. BO N.º 25090.
35
claroScuroS
producto de la ideología neoliberal, han provocado incremento de la 
desigualdad, pérdida de integración social y aumento de la pobreza, 
dando por resultado una titularidad de derechos, pero sin el acceso a los 
bienes y servicios que habilita dicha titularidad “de hecho”.
Este escenario pone en cuestión la ciudadanía entendida como una 
categoría que expresa el “derecho a tener derechos” en un marco de 
igualdad y de reconocimiento universal de los mismos, a partir de la 
pertenencia y la participación de los sujetos en su comunidad. Hoy, bajo 
la hegemonía del mercado, ese sustrato desaparece y el sujeto solo ad-
quiere estatus de ciudadano en tanto ocupa un lugar como consumidor, 
construyéndose de este modo un horizonte diferente de aspiraciones para 
quienes pueden y para quienes no pueden acceder a ese lugar.
Actualmente, y tal como lo señala Sonia Fleury Texeira (1997) 
asistimos a un proceso de reproducción de la “ciudadanía inverti-
da”, producto del carácter compensatorio y punitivo que asumen las 
políticas asistenciales del Estado, las cuales someten a los asistidos 
a la comprobación de su condición de “pobres”. En esta condición 
política, el individuo entra en relación con el Estado en el momento 
en que se reconoce como un “no-ciudadano” al requerir, desde ese 
lugar, la asistencia social. 
La adopción por parte de un vasto sector de la sociedad –casi 
como imperativo cultural–, de la perspectiva jurídica para definir 
conceptualmente la infancia, nos obliga a reconocer y problematizar 
cómo las narrativas de la protección tutelar organizaron la legitimi-
dad del sistema institucional asistencial dirigiendo también nuestras 
prácticas hacia una infancia normalizada. Esto, a su vez, da cuenta de 
cómo se instaló una concepciónsimplificadora de la niñez que impide 
comprenderla como una categoría histórica compleja, inscripta en 
la totalidad social, al tiempo que provoca –muchas veces de modo 
inconsciente– una escisión entre “niños” y “menores”.
El concepto tradicional de minoridad siempre mantuvo una relación 
dialéctica con la infancia normalizada, esto es, sin déficit de filiación. 
Entre la familia-escuela y las instituciones-programas se intentaba 
abarcar la totalidad del campo de la infancia. Pero este conjunto 
desbordaba, por la presencia de un plus, por fuera e incluso en las 
fronteras internas del sistema estatalmente construido. Hoy sabemos 
que la escuela y las instituciones estatales de la minoridad no contie-
nen al conjunto de la infancia. Una población “superflua” de niños y 
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
36
adolescentes se sumerge diariamente en las condiciones materiales y 
simbólicas que la instituyen como infancia de los límites, más allá de 
la distinción entre niño y menor.
La reflexión precedente permite apreciar la complejidad que asume el 
tema en la actualidad, cuando no hay posibilidad de nominar la infancia 
como una categoría abstracta, ni siquiera de definir de una única manera 
la minoridad en tanto la misma supone una multiplicidad de expresiones, 
producto de los procesos de segregación, pauperización y exclusión 
generados por el neoliberalismo en nuestro país. Expresiones que con-
tinúan siendo atendidas desde mecanismos de inclusión selectiva que 
no habilitan condiciones para una integración social, más bien refuerzan 
la posición de subordinación y dependencia con intervenciones desde 
el sistema judicial y policial, a pesar de utilizar un discurso abstracto 
que hace referencia a la universalización de los derechos para todos los 
niños –interpelados hoy bajo la condición de consumidores–, pero que 
no se efectiviza ni por el Estado ni por la sociedad civil.
Es desde estas aproximaciones, y dada la materialización del nuevo 
marco jurídico sustentado en la promoción y protección de derechos, 
que problematizamos la tensión existente entre la derogación de la Ley 
del Patronato de Menores,7 la sanción del nuevo encuadre legal y las 
prácticas institucionales que el Estado y la sociedad civil sostienen 
cotidianamente con niños y jóvenes, reconociendo la fuerte intromisión 
de la lógica tutelar.
Paradójicamente asistimos a una época en que el marco jurídico es-
tablece múltiples herramientas que harían suponer un reconocimiento 
efectivo de los derechos de los niños, pero el mismo se contradice con 
las situaciones concretas de vulneración de estos, en muchos casos bajo 
condiciones de padecimiento extremo. Así entonces, la plena vigencia 
de la Ley 13298 de Promoción y Protección Integral de los Derechos 
de los Niños, si bien ofrece un marco que habilita pensar las institu-
ciones como constructoras efectivas de ciudadanía, exige también una 
profunda revisión tanto de las políticas como de las prácticas y los 
respectivos esquemas referenciales que las sustentan.
Aunque los principios comprendidos en la legislación constituyan 
enunciados que debieran orientar el diseño e implementación de po-
7 Ley 10903. Patronato de Menores. BO N.º 7711, 27/10/19. Derogada por Ley 26061, 
art. 76.
37
claroScuroS
líticas públicas, podemos afirmar que en nuestro país la cuestión ha 
sido bien diferente. Las políticas y programas dirigidos a los niños y 
jóvenes –en su mayoría pobres– han demostrado en su implementa-
ción un desconocimiento de los pactos internacionales en la materia, 
a pesar de reconocerlos en su discurso.
El Poder Ejecutivo Provincial, mediante el Decreto 300/05 en el 
Anexo 1,8 establece que el Ministerio de Desarrollo Humano es la 
autoridad de aplicación del Sistema de Promoción y Protección Inte-
gral de los Derechos del Niño, creado por la Ley 13298. Se promueve 
desde el mismo la creación de una Comisión Interministerial Provincial 
–integrada por Justicia, Desarrollo Humano, Seguridad, Producción, 
Salud, Educación, Derechos Humanos, Deportes y Turismo–, para 
diseñar políticas integrales que reconozcan la interdependencia e 
indivisibilidad de los derechos, y el carácter protectorio y promocio-
nal de la intervención pública, para la cual se prevé la asignación de 
una partida presupuestaria específica. En este sentido, se han dictado 
resoluciones que pautan las modificaciones de los servicios y la crea-
ción de los diferentes dispositivos, tales como los Servicios Zonales 
y Locales de Promoción y Protección de Derechos –unidades técnico 
operativas para atender situaciones de vulneración de derechos de 
niños y adolescentes–. De este modo, se vuelve imprescindible la 
intervención con un criterio intersectorial en el ámbito local, priori-
zando la contención de los niños en su grupo familiar y remarcando 
que el alojamiento institucional será el último recurso a utilizar, y por 
el tiempo más breve posible.
No obstante, entendemos que la materialización de estos enuncia-
dos en intervenciones estatales públicas requiere fundamentalmente 
de la construcción de un imaginario social diferente respecto de la 
niñez, con capacidad para instituir otras prácticas que, desde un po-
sicionamiento estratégico, permitan apropiarse del nuevo encuadre 
jurídico como herramienta para exigir la aplicación de políticas que 
restituyan los derechos vulnerados.
Del mismo modo, reconocer la condición de sujetos de todos los 
niños, sin distinción, es un hecho que no puede concretarse si el Estado 
no garantiza también los derechos de los adultos, básicamente el de-
8 Decreto 300/05. Aprueba la reglamentación de la Ley 13298 de la Promoción y 
Protección Integral de los Derechos de los Niños. Publicación 23/3/05. Ubicación 
C7H18.
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
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recho al trabajo, a tener un salario y condiciones dignas que permitan 
la manutención del grupo familiar; situación que en nuestro país es 
poco promisoria si reconocemos que un alto porcentaje de niños viven 
en situación de pobreza e indigencia.
Tampoco podemos desconocer la importancia del sentido social de 
la ley y de su eficacia como organizador simbólico de la vida social. 
Tal eficacia, que fuera fundante de la modernidad, hoy se encuentra 
tensionada. Abordaremos esta cuestión en relación al proceso histórico 
de reforma legislativa.
La construcción de la legislación vigente: tensiones y disputas
Observamos cómo se produce la paradoja de una entronización de 
la ley frente a la incapacidad de que su contenido político sea concreti-
zado. Y vinculamos este aspecto a la crisis de significaciones sociales, 
especialmente a la crisis de la ley como ordenador simbólico. 
Caída la creencia en la igualdad ante la ley, ya no se apela –como 
señaláramos al principio– a comprender la disfunción en el aparato 
judicial, sino que es la propia institución jurídica la que se encuentra 
severamente limitada para enmarcar prácticas.
Pero, como señala Castoriadis (2007), la crisis de estas signifi-
caciones no significa su total desmoronamiento; el autor inclusive 
explica la supervivencia de esta sociedad a partir de que los sujetos, 
aun con escepticismo y con desconfianza, siguen funcionando parcial-
mente al amparo de las significaciones de otra época. Esto explica, de 
algún modo, todo lo que se demanda a las nuevas leyes de infancia, 
el énfasis que se pone al depositar en la letra de la ley la capacidad/
incapacidad de transformar prácticas y de “resolver” los problemas 
que afectan a la niñez.
Como consecuencia de ello los debates respecto de las leyes se 
encaminan al maniqueísmo entre sus detractores y sus defensores sin 
que ello implique debatir su contenido político. Se pretende que una 
herramienta jurídica sea capaz de transformar el discurso hegemóni-
co que constituyó esta mirada y estas prácticas respecto de la niñez, 
sin cuestionar las condiciones estructurales en las que las mismas se 
enmarcan.39
claroScuroS
Esa crisis referente a la eficacia simbólica de la ley también se 
expresa en una lógica de deshistorizar su proceso de construcción, 
la cual adjudica su sanción a un acto unilateral del neoliberalismo 
para desplazar del Estado la responsabilidad de la “minoridad”. Esta 
perspectiva, que claramente niega el juego de intereses de múltiples 
actores involucrados, ha sido y es adoptada por un arco de posicio-
nes ideológicas. Las más conservadoras sostienen que de este modo 
los niños crecerán al desamparo total –homologando a un niño con 
derechos con una especie de libertinaje; o bien considerando que “no 
se puede hacer nada” con las familias “disfuncionales”–. Las más 
“progresistas” argumentan que, al no existir las condiciones necesa-
rias –es decir, un Estado fuerte y protector, con recursos económicos 
disponibles para la cuestión–, la transformación legislativa es mera 
declaración de buena voluntad.
A nuestro juicio, se hace indispensable, entonces, retomar y des-
cribir brevemente algunos momentos y actores significativos en el 
proceso de reforma legislativa, anticipando ya nuestra lectura de la 
ley como herramienta que cristaliza los acuerdos y las posibilidades 
de ese escenario, y que, a su vez, se constituye en un piso de conquista 
para abrir nuevos debates y exigir nuevas prácticas.
En principio, es necesario reconstruir una lucha que ha transitado 
más de veinte años y nos lleva a los primeros años de la reapertura 
democrática, período en el cual se fueron configurando diferentes es-
cenarios, donde se pudieron instituir nuevas concepciones y prácticas 
que operaran concretamente sobre las ya instituidas y arraigadas en el 
imaginario social. Este proceso no fue –ni es– lineal, sino que fluctuó 
entre momentos de significativos avances y otros de fortalecimiento 
de posturas más conservadoras; paradójicamente, estos momentos se 
superpusieron en el tiempo.9 
La política de niñez durante la última dictadura claramente había 
enfatizado la lógica del Patronato. Todos los dispositivos asistenciales 
profundizaron sus rasgos penales y punitivos. Conforme al modelo 
9 Podríamos pensar que el ejemplo paradigmático de esta superposición temporal 
de movimientos en sentido político contrario es la reforma constitucional de 1994, en 
la cual simultáneamente se incorporan al texto constitucional los pactos internacio-
nales	de	DDHH,	entre	ellos	la	Convención	Internacional	de	los	Derechos	del	Niño,	y	
también	la	figura	del	consumidor,	pudiendo	visualizar	en	esto	un	desplazamiento	de	
la condición de ciudadano como soporte subjetivo de la ley.
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
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represivo también los niños en situación de calle o de vulnerabilidad 
social eran judicializados y puestos “a disposición” del juez, figura que 
permitía toda clase de arbitrariedades ya que el “Juez en concurrencia 
con el Defensor de Menores decide sin ningún tipo de control sobre la 
vida del niño o niña objeto de esta medida” (Musa, 2008: 3).10 
Este proceso represivo se consolidó en la provincia de Buenos Ai-
res con uno de los últimos decretos-ley de la dictadura, el 10067/8311 
sancionado pocos días antes del fin de la misma, que establece la 
intervención respecto de la “minoridad”. Su artículo 10, inciso b 
describe el “estado de abandono” detallando un abanico tan amplio 
y disímil de situaciones que tienen como claro propósito implícito la 
minorización de la infancia pobre, bajo la lógica de considerarla un 
riesgo para la sociedad y homologando una vez más el “niño aban-
donado” al “delincuente”.
Bajo este panorama, pueden identificarse diversos movimientos de 
resistencia y cuestionamiento, entre los que podrían mencionarse “un 
grupo de abogados y especialistas de una entonces embrionaria espe-
cialización en derecho” (Musa, 2008: 1); los organismos de derechos 
humanos, sectores sindicales ligados a las instituciones involucradas y 
una serie de grupos de base de trabajo con niños –en especial de niños 
en situación de calle– algunas de ellas conformadas como ONG.
Todos estos sectores partían de posiciones ideológicas y de ex-
periencias cotidianas que no solo se posicionaban evidenciando el 
rechazo a la concepción que orientaba la legislación y las políticas 
hacia la niñez pobre, sino también que contaba con la evidencia em-
pírica de su rotundo fracaso.
Diversas expresiones de esta resistencia se fueron condensando, 
surgiendo las primeras iniciativas parlamentarias al mismo tiempo 
que se iban instituyendo prácticas con contenidos políticos reasegu-
radores de derechos. Así, aun con legislación adversa comenzaron a 
crearse programas que privilegiaban respuestas no represivas, de corte 
preventivo; intentando instalar la condición de niños como sujetos de 
derechos. Pueden recordarse los programas para “chicos de la calle” 
10	 	Esta	cita	refiere	a	la	figura	de	“Protección	de	Persona”	que	tal	como	señala	el	texto	
citado es la vía por la cual los niños y adolescentes pobres ingresaban a los Juzgados 
de	Familia;	figura	que	fuera	diseñada	para	otros	fines	y	que	“habilitaba	en	la	práctica	
a castigar la pobreza y todas sus consecuencia en la vida cotidiana. 
11 Decreto-Ley 10067. Ley de Patronato de Menores. BO 9/12/83.
41
claroScuroS
que se van estructurando en diversas jurisdicciones; los procesos de 
regionalización, transformación operativa y cierre de macroinstitutos 
“asistenciales”, así como también los debates respecto de la condición 
de “incapaz” del “menor”.
Un hito a señalar fueron las modificaciones al Código Civil de 1987, 
mediante las cuales se incorporó, entre otras cuestiones, el divorcio 
vincular,12 sellando por un lado un necesario agiornamiento de la ley a 
las nuevas relaciones familiares, pero dejando escapar la oportunidad 
de angostar la brecha jurídica entre la “infancia” y la “minoridad”, 
ya que estas reformas claramente alcanzaron a las prácticas propias 
de la familia “normal” moderna. También debemos recordar que en 
diciembre del mismo año se inició a expensas del Poder Ejecutivo el 
primer intento de una reforma integral al sistema legal de infancia 
que incluía la derogación del Patronato, el cual nunca consiguió tra-
tamiento en el Congreso.
Dos años después, la aprobación de la Convención Internacional 
de los Derechos del Niño –y su ratificación por Ley 23849– actualizó 
la necesidad de incorporar a la agenda política la transformación de 
las prácticas y las leyes referidas a la intervención social respecto de 
la infancia.
Al mismo tiempo, otros actores jugaban intereses contrapuestos: 
podría definírselos como los “sectores beneficiarios de la Ley de Pa-
tronato”, identificándose grupos heterogéneos: por un lado, sectores 
conservadores que militaban y defendían la naturalización de la po-
breza y la adjudicación de su responsabilidad a sujetos pobres y que, 
por lo tanto, veían como lógica la consideración de la peligrosidad de 
la niñez pobre.13 Por otra parte –aunque ligados ideológicamente–, los 
funcionarios judiciales, en particular los jueces de menores que veían 
“amenazado” su poder; los funcionarios de organismos asistenciales (en 
particular del Consejo Nacional del Menor) y ciertos sectores sindicales 
que, en función de un supuesto resguardo de sus puestos de trabajo, 
reforzaban la idea de la necesidad de instituciones de encierro.
12 Ley 23515. BO 12/6/87.
13 Esta posición ideológica que se materializó en la Ley 10903 no es sustentada solo 
por sectores privilegiados económicamente –aunque sean sus impulsores-; sino que 
ha penetrado claramente en el imaginario social y por ello ha naturalizado la relación 
pobreza-vagancia-delincuencia.	De	allí	la	necesidad	de	que	para	“salvar”	a	los	niños	
de	estos	hogares	“viciosos”	hay	que	separarlos	de	sus	familias.
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
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Podemos señalar que “hacia mediados de la década del ´90 en el 
plano teórico-académico el desarrollo ya era lo suficientementeim-
portante como para instalar un profundo debate sobre la urgencia y la 
sustancia de la reforma pendiente” (Musa, 2008: 7).
Sin embargo eso no bastaba, las resistencias siguieron operando 
activamente y, por ello, los cambios legales se darían en un contexto so-
ciopolítico diferente: con el neoliberalismo y su lógica ya instalados.
La reforma constitucional de 1994 trajo novedades, algunas más 
visibles que otras. Entre las visibles encontramos la incorporación de 
los tratados internacionales sobre DDHH al texto constitucional y, con 
ellos, una nueva herramienta de lucha para el dictado de leyes locales 
en consonancia a la Convención Internacional por los Derechos del 
Niño (CIDN). Cada vez se hacía más insostenible la coexistencia de 
las leyes represivas y de la CIDN con rango Constitucional.
Pero nos interesa también ocuparnos de las menos visibles: por 
ejemplo, de la reforma como “acta de defunción del Estado-Nación 
y la partida de nacimiento del Estado Técnico-Administrativo propio 
de nuestra modernidad tardía” (Lewkowicz, 2004: 35). Este autor 
describe cómo se produce un resquebrajamiento fundamental que 
explica que lo dogmático de la Constitución pase a ser lo operatorio: 
“la ley ya fundamentada en un pueblo de ciudadanos soberanos, ya 
es ficticia” (2004: 36). Sin embargo, que sea ficticia no significa que 
no siga existiendo. Asistimos al vaciamiento de la ley como organiza-
dor, pero al mismo tiempo hemos sido socializados en el imaginario 
que se funda en ella. Y en las instituciones actuales se yuxtaponen 
ambos sentidos. También en la sanción de nuevas leyes de niñez, que 
piensan un niño abstracto, universalmente titular de derechos, y que 
se encuentran cotidianamente con niños concretos14 en quienes dicha 
titularidad está altamente difuminada.
Las actuales leyes de infancia lograron sancionarse diez años 
después de la reforma constitucional. Es decir, con la instauración 
de lógicas institucionales diferentes de las que operan en nuestro 
pensamiento.
Percibimos que no hay un cambio sustantivo en la trama de intereses 
que el antiguo régimen tutelar sostenía, pero sabemos fehacientemen-
14 Al decir niños concretos procuramos retomar la idea de concreción en Marx: “lo 
concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto 
unidad	de	lo	diverso”	(1997:	51).	
43
claroScuroS
te que atravesamos cambios sustantivos en las instituciones: en las 
familias, en las escuelas, en el aparato judicial.
Encuadre metodológico
Si coincidimos con Corea y Lewkowicz (1999: 11) acerca del “ago-
tamiento de la potencia instituyente de las instituciones que forjaron 
la infancia moderna”, las condiciones de pensamiento respecto de las 
intervenciones sociales en relación a la infancia se ven profundamente 
interpeladas.
En el andamiaje del Estado-nación soberano, la escuela y la familia 
han sido las principales instituciones productoras de infancia. Hoy, las 
prácticas en ambas instituciones se distancian significativamente de 
aquellas fundacionales, produciéndose frecuentemente un desacople 
entre lo que los sujetos y los discursos institucionales esperan uno 
del otro. 
Este escenario social lleva a formularnos los siguientes interrogantes:
¿Aún podemos seguir hablando de la infancia como si fuera un - 
todo homogéneo? 
¿Hay un universo de sujetos susceptible de ser nombrado unívo-- 
camente bajo esta categoría? 
¿No resulta excesivamente heterogéneo este universo para ser - 
reunido en una misma nominación? 
Las condiciones de reproducción del capitalismo en la actuali-- 
dad y la conformación del proceso identificatorio consecuente, 
¿producen niños? O, planteado el interrogante de otro modo, ¿los 
niños que hoy producimos socialmente reflejan nuestros marcos 
referenciales acerca de la niñez?
El Trabajo Social ha sido también una práctica que instituyó la 
niñez. En particular, las formas de intervención social respecto de los 
niños y familias que se distanciaban de los modos normalizados de 
concebirlos. Nos preguntamos también:
¿Cómo se ubica hoy el Trabajo Social frente a este “nuevo - 
niño”? 
SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS)
44
¿Cómo contribuyen las intervenciones cotidianas del Trabajo - 
Social a la producción actual de la niñez?
Todas estas preguntas constituyeron en punto de partida para 
delimitar tres ejes de análisis que organizaran la lectura del material 
empírico:
Tensión entre el “niño esperado” y el “niño que se presenta”: 1- 
análisis y prácticas institucionales/intervenciones de formación. 
¿Qué demanda la institución? ¿Qué proyectos construyen los 
estudiantes a partir de esto?
Las políticas sociales, las normativas, el cambio de “paradigma”, 2- 
la incertidumbre de los profesionales y de los propios sujetos de 
intervención. La espera de que la reglamentación definitiva salde 
el estado de situación actual: la perplejidad. ¿Qué pasa cuando el 
momento de transición, en realidad, vino para quedarse?
Lugar que ocupa la ley y desplazamiento –propio de la restaura-3- 
ción conservadora del neoliberalismo– de la conflictividad social 
a la comunidad y a la familia.
El referente empírico de la investigación estuvo integrado por las 
instituciones de la ciudad de La Plata y Gran La Plata en convenio 
con la cátedra de Trabajo Social IV y que conformaban la red de 
centros donde los estudiantes realizaban sus prácticas de formación 
académica. En el área temática “niñez”, estas podrían clasificarse en 
diferentes grupos:
Por un lado, los hogares asistenciales, instituciones centrales de la 
intervención estatal respecto de la infancia pobre, edificadas al amparo 
de la ideología del “Patronato del Estado”; se trabajó sostenidamente 
en cuatro de ellos, todos de dependencia provincial. Los mismos atra-
vesaron de manera significativa, en el período estudiado, el impacto de 
la transformación legislativa. La Ley 13298 entró en vigencia a fines de 
2005 y obligó a adecuar sus prácticas a este nuevo marco. Evidentemen-
te, esto no se dio de modo espontáneo y por ello se habilitó un conjunto 
de acciones que resultaron fructíferas para nuestro análisis.
Por otro, un segundo grupo de instituciones, caracterizadas por te-
ner desde sus orígenes una fuerte impronta del paradigma de protección 
45
claroScuroS
de derechos. Algunas fueron organizaciones sociales o profesionales 
que impulsaron el cambio legislativo y prestaron asistencia, como por 
ejemplo una ONG y la consultoría de un colegio profesional; y, en otros 
casos, programas estatales que surgieron en el proceso de transición, 
tanto en la jurisdicción provincial como municipal.
Y, finalmente, un grupo de instituciones y organizaciones emergentes 
del cambio legislativo, como los Servicios Locales de Promoción y Pro-
tección de Derechos y las mesas barriales como espacios de discusión y 
construcción programática en relación a las políticas de niñez.
Cada uno de estos subgrupos permitió la recuperación de las di-
versas prácticas socioinstitucionales de construcción de subjetividad. 
Las trayectorias y significaciones que estructuraron los diferentes pro-
gramas marcaron sus improntas en el tipo de subjetividad forjado. La 
sanción de la Ley 13298 atraviesa con su discurso todas las acciones 
institucionales.
Los instrumentos de recolección de datos se construyeron a partir 
de fuentes secundarias: crónicas e informes finales de las prácticas 
de formación elaborados por los estudiantes, análisis de documentos 
oficiales y de organizaciones sociales –especialmente en relación a 
la implementación de los programas–; y de fuentes primarias: obser-
vación de las dinámicas institucionales, entrevistas planificadas con 
los referentes de los centros de prácticas, reuniones de evaluación con 
dichos referentes y supervisiones con los grupos de estudiantes.
Un recurso adicional con el que contó el equipo fue la experiencia 
profesional de algunos de sus integrantes en el ámbito de referencia, 
que aportó un acervo conceptual

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