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ClarosCuros Trabajo Social, capitalismo tardío y subjetividades Colección Problemas sociales Debates Pendientes Director José Carlos Escudero Coordinación María Diloretto y Juan Ignacio Lozano Susana Malacalza - María Pilar Fuentes - Verónica Cruz (compiladoras) ClarosCuros Trabajo Social, capitalismo tardío y subjetividades Diseño y diagramación: Julieta Lloret Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (Edulp) 47 N.° 380 / La Plata B1900AJP / Buenos Aires, Argentina +54 221 427 3992 / 427 4898 editorial@editorial.unlp.edu.ar www.editorial.unlp.edu.ar Edulp integra la Red de Editoriales Universitarias Nacionales (REUN) Primera edición, 2012 ISBN 978-950-34-0907-7 Queda hecho el depósito que marca la Ley 11723 ©2012 - Edulp Impreso en Argentina Malacalza, Susana Claroscuros : trabajo social, capitalismo tardío y subjetividades / Susana Malacalza ; Maria Pilar Fuentes ; Verónica Cruz ; compilado por Susana Malacalza ; Maria Pilar Fuentes ; Verónica Cruz. - 1a ed. - La Plata : Universidad Nacional de La Plata, 2012. 170 p. ; 21x15 cm. ISBN 978-950-34-0907-7 1. Trabajo Social. 2. Capitalismo. I. Fuentes, Maria Pilar II. Cruz, Verónica III. Malacalza, Susana , comp. IV. Fuentes, Maria Pilar , comp. V. Cruz, Verónica, comp. VI. Título CDD 361.3 CLaroSCuroS Trabajo Social, capitalismo tardío y subjetividades Colección Problemas sociales. Debates Pendientes Proponemos pensar los problemas sociales como un espacio de ha- ceres y entrecruzamientos colectivos, de encuentros y desencuentros, de ensayos, de demandas y respuestas... El campo de “lo social” –tal como el campito de los suburbios– es el lugar de las cosas que no se pueden ver: lo que un día sucedió en él estará mediado siempre por la nubosidad del mito. Es creer o no creer. El campito es un espacio que todavía no se ocupó. Se presta de a ratos al porfiado juego de barrio, al picadito, al carnaval incansable, a los perros vagabundos lamiendo charcos de lluvia. No se conocen sus dueños, de tantos que tiene. Y cada día se libra sobre él la batalla de poder marcar la cancha. Se triunfa mientras dura, hasta que los pastos crecen y la línea vuelve a borrarse; con suerte se deja olla entre los arcos, y trasciende la posibilidad de que por allí se ha estado. El campito reúne los proyectos de urbanización que no se concretaron, las promesas incumplidas que el viento se llevó. Reúne los juicios de los hijos de antiguos propietarios, los intentos de “ser tomado” y las peleas por ser el espacio salvado, resguardado de la desesperación, para que siga siendo lo que es. Esta colección, como el campito del barrio, es una invitación a mirar “nuestras estructuras”, a analizar nuestros mapas sociales, para ver lo que hay, lo que no termina de existir, lo inconcluso, lo que se distri- buye, lo que se concentra. Es una invitación a pensar la sociedad desde sus historias, sus espacios, sus acciones. Y sobre todo es una colección convencida de que hay campo para el hacer. Índice Prólogo ................................................................................ 11 Introducción ......................................................................... 15 Niñez difusa: entre lo instituido y lo instituyente ............... 27 María Pilar Fuentes, Clara Weber Suardiaz y Laura Zucherino El “sentido común” institucional en la producción de subjetividades ............................................................... 53 Esteban Julián Fernández y adriana Marconi Prácticas educativas e interpelación pedagógica .............. 75 Verónica Cruz y Julia Pandolfi La lógica manicomial en cuestión: habitar tensiones, interrogar prácticas, fundar propuestas ........................... 121 María Noelia López, María Laura andreoni y Francisco Gulino Conclusiones ..................................................................... 157 Los autores ........................................................................ 167 11 Prólogo Prologar un libro significa posibilitar un adelanto del contenido del texto sin mostrarlo, o mejor dicho, deslizar a los lectores hacia lo que tratan de compartir los autores de la obra. Así es que, para dirigirnos hacia ese objetivo, elegimos comenzar este prólogo explicando el significado que otorgamos al título. ¿Por qué Claroscuros? Surgió de la interpelación que nos produjo un fragmento del pensador italiano Antonio Gramsci. Este autor, a quien recuperamos implícitamente en varios tramos del contenido de nuestro trabajo, afirma que El aspecto de la crisis moderna que es lamentado como “oleada de materialismo” está vinculado a lo que se llama “crisis de autoridad”. Si la clase dominante ha perdido el consenso, o sea, si no es ya “dirigente”, sino únicamente “dominante”, detentadora de la pura fuerza coercitiva, esto significa precisa- mente que las grandes masas se han apartado de las ideologías tradicionales, no creen ya en lo que antes creían, etcétera. La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 12 y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados.1 Constatar la agonía y muerte de un viejo y desgastado mundo sin que el nuevo –ese otro mundo posible y necesario– pueda surgir, nos dice algo acerca de una realidad inquieta, incierta, con zonas de grises que quizás parecen negras o más precisamente, como se entiende en la pintura, en una transición entre la claridad y la oscuridad que implica la presencia de luz y color en toda sombra y la presencia de sombra y color en toda luz. Y ahí el claroscuro y los monstruos… –que en la vida cotidiana nos parecen inmortales, sin fin, enemigos sin posibilidades de ser transformados– hallan luz en las sombras y la creación de nuevos imaginarios es constante movimiento transformador. Algo inherente a los objetos o sujetos iluminados es que proyectan sombras, y ellas están ahí, algunas son visibles y otras no tanto. Sin embargo, como sujetos humanos tenemos la capacidad de in- terpretar, tanto en las luces como en las sombras, muchos más detalles sin excesivos contrastes. Los investigadores sociales en general, y muy en particular los trabajadores sociales, deben necesariamente elucidar esto, que no sucede cuando captamos igual escenario en una imagen fotográfica: la sombra en una fotografía ubica los matices negros y opacos como sobresalientes, otorgando a esos contrastes un carácter antagónico. Nuestro interés es, por el contrario, profundizar desde el Trabajo Social el conocimiento sobre cómo esos claroscuros están presentes en la subjetividad actual, producida por las instituciones en el contexto de globalización y hegemonía del capital. Este libro es resultado de cuatro años de investigación de un grupo de docentes trabajadores sociales con experiencia profesional en las temáticas abordadas en los distintos capítulos. Como intelectuales comprometidos con las transformaciones sociales de nuestra época, pretendemos contribuir desde la universidad pública a fortalecer los debates existentes y a promover los pendientes acerca de los problemas sociales. El conocimiento de lo cotidiano en las instituciones y organiza- ciones sociales resulta fundamental para comprender la indisociable 1 Gramsci, A. (1947). Cuadernos de la cárcel. 3, § 34. (A. M. Palos, trad.). México D. F.: ERA, 1984, tomo II, p. 37. 13 claroScuroS articulación entre la producción social de la subjetividad y su partici- pación en el sostenimiento de los procesos sociales de conservación y cambio. En esta búsqueda, pensamos que el análisis de las dinámicas institu- cionales y de las prácticas sociales que contribuyen a la construcción de subjetividades posibilita la comprensión de cómo lo socioinstitucional produce identidades. Susana Malacalza y Guillermo Chirino La Plata, febrero de 201215 Nuestro trabajo se refiere a la producción de subjetividades en el ámbito del capitalismo globalizado y a los desafíos que dicho contexto implica para el Trabajo Social. Inicialmente, el estudio contempló una selección de las institu- ciones, en las cuales se realizarían las prácticas de Trabajo Social IV,1 pertenecientes a los campos de niñez, juventud, educación y salud mental. El recorrido vinculó las actividades docentes con la práctica investigativa, tomando para su posterior análisis los procesos desarrollados por los estudiantes de grado a cargo del equipo durante la cursada de la asignatura. Sin embargo, en el transcurso de los cuatro años de la investigación (2006-2009) las áreas institucionales se fueron redefiniendo, de acuer- do a su perdurabilidad como espacios de formación y a la decisión del equipo de priorizar algunas de ellas. Las dificultades para acceder a las instituciones, así como la configuración de ciertas situaciones 1 La materia se encuentra ubicada en el cuarto año de la Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social (FTS) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Su organización curricular está diseñada desde una concepción que vincula fuertemente la docencia con la investigación y la extensión universitaria. Introducción SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 16 problemáticas abordadas exigieron ampliar la mirada y el marco de referencia. Estos elementos operaron como ejes de sentido al inicio de la investigación y fueron progresivamente complejizados. Cabe mencionar que, durante este período, se sucedieron modifica- ciones sustanciales –estrechamente relacionadas al objeto en estudio– en los marcos normativos que regulan las prácticas sociales vinculadas a la atención de niños, adolescentes y jóvenes en la provincia de Buenos Aires. Nos referimos a la sanción de las leyes N.º 13298 (Ley de la Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños),2 N.º 13.634/06 (Principios Generales del Fuero de Familia y del Fuero Penal del Niño),3 la Ley Provincial de Educación N.º 13688/07,4 y, recientemente, de la Ley Nacional de Derecho a la Protección de la Salud Mental N.º 26657/10.5 Estas reformas legislativas incluyen una dimensión simbólica que exige ser considerada y una dimensión político-administrativa y de gestión que atraviesa la configuración de las prácticas cotidianas de las instituciones. Así, se convierten en material emergente de gran relevancia para nuestro estudio, dada su inscripción en un escenario institucional paradójico, de agotamiento de sentido, que, lejos de habilitar prácticas que materialicen los nuevos principios jurídicos, los piensa y los recrea como “ideales”. Perspectiva teórica Las instituciones que seleccionamos pueden considerarse “formas típicas” de una estructura social que se representa a sí misma como “estable, regular y de progreso”. Señalan Duschatzky y Corea (2002: 9) al respecto, que la escuela, los hogares y el manicomio fueron crea- dos en tiempos “relativamente estables”, en condiciones “regulares” y para “asegurar” el progreso. Pero actualmente se vive una pérdida de credibilidad en sus posibilidades de fundar subjetividades sólidas, que instituyan certezas para afrontar la vida cotidiana. Sin embargo, no todo se desvanece. No se trata de una desaparición absoluta de esa forma de subjetividad, sino, y en todo caso, de la desaparición de algunos tipos 2 Publicación 27/1/05. BO N.º 25090. 3 Publicación 2/2/07. BO N.º 25588. 4 Publicación 10/7/07. BO N.º 25692 Suplemento. 5 Publicación 3/12/10. BO N.º 32041. 17 claroScuroS subjetivos, de algunas posiciones de enunciación, de algunos recursos y lógicas que se revelan estériles en esta situación. De lo que se trata es de interpretar los diferentes modos de habitar el declive del dispositivo integrador moderno, con la convicción de que la destitución no es la inexistencia, no es el vacío, no es la ausencia de algún tipo de productividad ni tampoco la falta de respuesta a un tipo de demandas. La destitución simbólica de las instituciones alude a que la ficción6 que estas construyeron y mediante la cual eran interpelados los sujetos desdibujó su poder para formar ciudadanos.7 La Argentina, en correlato con los procesos mundiales, atraviesa una crisis global, que Castoriadis (1993) denomina crisis de las sig- nificaciones imaginarias sociales que hasta el momento mantuvieron unida a la sociedad. Las instituciones ya no constituyen soportes sólidos para la con- figuración del proceso identitario, transformando las posibilidades de anclaje de los sujetos. La impronta de fuerte disciplina, donde la ficción predominante era la integración y la estabilidad, va hacia una descomposición que supone una conformación individual y social transfiguradora del pensar y del hacer. No obstante, el pasaje de un momento a otro no implica una simple alteración de la instancia ins- tituida, sino que comporta, justamente, nuevas condiciones tanto de la dominación como de las alternativas para el pensamiento crítico y el surgimiento de instancias instituyentes. La globalización configura una forma de articulación social en la que irrumpen nuevos y viejos agiornados poderes hegemónicos trasnacionales que alteran las relaciones entre el Estado y la sociedad civil. Emergen otros actores políticos que dan cuerpo a este escenario y nos hablan de la profundidad de las transformaciones: crisis de representatividad, así como formas organizativas y de poder económico-político novedosas, como mercados regionales y agrupaciones étnicas, entre otras. 6 Tomamos el concepto de “ficción” propuesto por Ignacio Lewkowicz (2004: 26): ‘aquella entidad discursiva que supone una creación o imaginación colectiva no opuesta a la realidad’. 7 Acerca del concepto de “ciudadano” Inmanuel Wallerstein (2001) señala que está ligado a la estructura de la economía-mundo capitalista y, por lo tanto, a la construc- ción de los estados nacionales. Refiere que la política de ciudadanía tuvo un papel estabilizador, haciendo menos estridentes los conflictos de clase, étnicos o religiosos. El sufragio, el estado de bienestar –o sea, cierta redistribución de la renta– y la escuela –en la mayoría de los países– contribuyeron al apego de los ciudadanos al Estado. SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 18 El proceso de mutua implicación entre sujeto y sociedad se mueve por las significaciones imaginarias sociales, productoras de coherencia y malestar, ya que son estas las que hacen que las instituciones tengan o no sentido y, por ello, eficacia. Por lo tanto, son las que ordenan la vida social y el modo de producción y reproducción de la subjetividad, entendida como “la trama de percepciones, aspiraciones, memorias, saberes y sentimientos que nos impulsa y nos da orientación para actuar en el mundo” (Malacalza, 2006: 63). Las mudanzas se imprimen cotidianamente en los sujetos, en sus formas de organizarse, sus maneras de vivir, de concebir la vida y de morir, en sus acuerdos de convivencia, en los quehaceres, en los modos de comunicación y de producción de las significaciones sociales, como también en las formas de percibir la realidad. Las relaciones externas al sujeto y sus percepciones se reestructuran abriendo un abanico de sentidos diversos –y en ocasiones de sinsentido– e incertidumbres que lo mantienen en vilo. Es así que nuestra preocupación se centra en cómo las institucio- nes –y las prácticas cotidianas que condensan– actúan configurando subjetividades en las que la presencia de la metainstitución Estado- -nación soberano es minimizada como sólido soporte que permea las estructuras de la sociedad. Es, en última instancia, como sostiene Eric Hobsbawm (2009), la forma neoliberal adoptada por el capi- talismo tardío. De aquí se desprende la necesidad de revalidar los estudios gramscianos sobre hegemonía, que pueden echarluz sobre la trayectoria y dirección política que en la actualidad varios Estados latinoamericanos transitan, para, en definitiva, reconocer qué intereses se abonan cuando no se pone en cuestión el modelo vigente. Esta condición es, a nuestro entender, fundamental, considerando que el Trabajo Social se relaciona con la temática en una doble dimen- sión. Por un lado es una profesión que en nuestro país presenta una fuerte raigambre en instituciones estatales, hoy severamente dañadas en su materialidad real y simbólica y, por ende, en su sentido. Por otro, su característica es la de trabajar con sujetos y grupos sociales cuya vida transita en esas instituciones de modo problemático, en tanto estas no garantizan el acceso a sus derechos. Para comprender el contexto de transformaciones en la subjeti- vidad, apelamos a reconocer los puntos de referencia productores de desplazamientos que evidencian la crisis mencionada: cambios 19 claroScuroS profundos en los modos de producción, distribución y reproducción de lo cultural y social. Así, el Estado cede lugar al mercado, los asalariados nacionales compiten con los asalariados del mundo. Las mercancías nacionales con las mundiales. La cultura del consumo condena a lo efímero: las cosas envejecen para ser reemplazadas por otras de vida fugaz. El trabajo que las genera y el capital que las financia también son fugaces: los trabaja- dores son desocupados en potencia y los capitales financieros corren al lugar del planeta que ofrece las mejores “oportunidades de negocios”, ergo, mejores condiciones de reproducción del capital. Esta dinámica de lo social pone en jaque las estructuras organizativas, la construcción de las relaciones de poder, la legitimación de las jerarquías que remiten a la autoridad tradicional, el estatuto de la ley y su valor simbólico, el sostén del lazo social, y afecta a las instituciones en tanto marca el deterioro de su eficacia simbólica. De modo que vivimos en un mundo que se constituye con gana- dores y perdedores, y donde estos últimos se culpan a sí mismos por no pertenecer al estamento ganador, sumando así, a su problema de supervivencia, la representación devaluada de su propia imagen. La desaprensión del Estado-nación soberano que opera como orga- nización mediadora de bienes de tipo económico, social y simbólico, se percibe en las biografías individuales de las personas. Los riesgos de desafiliación al empleo y a la familia afectan la construcción de las identidades. Las constituciones subjetivas se originan en arenas movedizas o “en la fluidez” (Lewkowicz, 2004: 4). Resulta imprescindible, entonces, identificar los modos de cons- titución y de producción de subjetividad, es decir, conocer las innu- merables y diversas formas en que los individuos se reconocen a sí mismos como sujetos, sus modos diferentes de ser, de estar, de sentir, de crear y recrear sus espacios particulares y de relacionarse entre sí y con sus distintos entornos. Para ello, consideramos la constitutiva imbricación entre sujeto y estructura, en otras palabras: entre esas instituciones, creadas por el sujeto histórico en determinada formación social (Poulantzas, 1971: 5), y el sujeto cuasi determinado, creado por esa red institucional. Sin embargo, reafirmamos que “el hombre es tal porque no es pura funcionalidad; existe una desfuncionalización ligada a la imaginación radical. La psique de cada ser humano singular está caracterizada por SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 20 la imaginación radical, es decir, un flujo perpetuo de representación, de afecto y de placer” (Castoriadis, 1993: 6). Por lo tanto, pensar lo social desde lo irreductible de lo colectivo y lo singular, y desde la tensión constante entre su determinación- -indeterminación, es parte ineludible del análisis de las instituciones y los sujetos que las habitan, así como de los supuestos sobre los cuales estas han sido construidas. Por ejemplo, la institución escolar supone y espera “un tipo de estudiante”, la institución sanitaria supone y espera “un tipo de paciente”, la institución tutelar supone y espera “un tipo de menor”. En definitiva, las instituciones necesitan suponer unas marcas previas. Los datos proporcionados por la realidad nos muestran que la desregulación del mercado de trabajo, la débil presencia de la justicia, del cumplimiento de las leyes, del sistema de representación, como también el incremento en la perversión de la violencia –hecho, a su vez, utilizado por los medios de comunicación ideológicamente al servicio del poder– ponen en cuestión la eficacia de las instituciones, lo que provoca una desesperanza notoria sobre la actividad política y su posibilidad transformadora. La disposición de las personas a participar y a confiar en los escenarios institucionales y estratégicos que les ofrece la sociedad parece depender, cada vez más, de una condición muy básica: el grado de seguridad, certidumbre y sentido que obtienen de ellos para sus vidas cotidianas. Y esto no se refiere solo a los bienes materiales, sino también al reconocimiento de su calidad de ciudadanos. Se produce, así, un sentimiento de escepti- cismo sobre la conveniencia de la democracia como modo de vida y un fortalecimiento del polo del capital. De este modo, las referencias simbólicas de las que disponíamos, en términos de Lewkowicz (2004: 26) se convierten en ficciones ficticias. Encontramos estos tiempos habitados por una subjetividad leve, superficial, que envuelve a sujetos con una gran dificultad de tomar contacto con sus pasiones, con el semejante, con la sociedad. La de- bilidad de pertenencia a un colectivo implica la pérdida de referencias claves para el proceso identificatorio individual y sobre todo para los proyectos grupales. Como expresión de todo esto, la conformación de lazos en las instituciones se dificulta en la sociedad actual; estos son muy frágiles, volátiles. 21 claroScuroS Otra transformación radical pareciera ser, también, el incremento de control político sobre las vidas de los sujetos. De las sociedades disciplinarias (Foucault, 2005: 39 y ss.), como aquellas en las que la dominación social se construye a través de una red de dispositivos que producen y regulan prácticas, hábitos y costumbres en correspondencia con la estructura de poder, se opera un pasaje a las actuales sociedades de control a las que se refiere Deleuze (1996). Este autor plantea que las mismas actúan mediante máquinas informáticas y ordenadores que directamente organizan los cerebros. Ana María Fernández retoma esta idea para mostrar el advenimien- to de la cultura “psi”, y afirma que una de sus dimensiones fundamen- tales es la invisibilización de lo social y, por ende, de la dimensión política de la subjetividad. Los problemas que aquejan a las personas son explicados por una lógica de causa psíquica y llevan a naturalizar la psicologización de lo social. Estos procesos corroboran la instau- ración de una nueva forma de poder que plantea la autodisciplina en los sujetos y produce una subjetividad narcisista: que parece estar ligada a un poder cada vez más capilar, mi- croscópico y por ende menos visible. Este paradigma del fin de la modernidad trabaja para la realización personal, el respeto por la singularidad subjetiva y la apuesta a ser íntegramente uno mismo aunque, por otro lado, siendo cada vez menos los que pueden acceder a algún tipo de realización personal, la mayoría vive su existencia como un gran vacío. (Fernández, 1997; citado en Arzeno, 2004: 78) Otra expresión de las transformaciones antes aludidas es la ins- talación del consumo como una nueva forma de disciplinamiento social, que produce un sujeto que solo debe consumir lo que el sistema considera que se puede consumir. Las transformaciones culturales y el desarrollo tecnológico provocan el desfondamiento de las signi- ficaciones imaginarias sociales, haciendo que los niños percibanla realidad solo desde el discurso mediático, siendo ellos mismos objetos de consumo. La influencia de los medios de comunicación y de la publicidad es enorme. Investirse de una determinada imagen da una ubicación, un lugar, una posición desde la cual mirar, mirarse y ser mirado; propone nuevos modelos de identificación, formarse o mode- SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 22 larse en función de esta imagen otorga una identidad. Esta ideología consumista plantea exigencias sociales tales como vestir de una forma determinada o tener un tipo de cuerpo, entre otras, y reduce al sujeto a un mero aspecto físico como condición de ser: quien no responde a estas exigencias “no es”. Comprender que las instituciones tienen características particulares, que evidencian su complejidad, exige indagar qué tipos subjetivos se habilitan en cada experiencia institucional e interrogarnos sobre qué significa intervenir en espacios sociales en emergencia, cuando el modo de operar, pensar y vivir que intentó unir a la sociedad argentina, desde su nacimiento como nación, pareciera que hoy ya no lo hace. Esto nos lleva a pensar que, hoy, la profesionalización del campo disciplinar implica recrear la praxis. Toda opción teórica es, a su vez, una opción ético-política. La rigurosidad en el análisis de la realidad es un elemento clave para cualquier proyecto dirigido a recuperar la “condición humana” de nuestro pueblo. Al decir “recuperar la condición humana”, lo hacemos entendiendo que ello solo es posible en un país justo, libre y democrático, donde pueda considerarse al conjunto humano superando la aparente inca- pacidad de constituirse en sí sin excluir al otro. La significación que dio sentido a la modernidad sostuvo, como representación social imaginaria, la idea de una estructuración universal de la subjetividad, cuestión que hoy es una narrativa en crisis dado el carácter sociohistórico de las condiciones que la producen. Es decir, la constitución del campo de la subjetividad y su pretendida definición uni- versal son tensionadas por la naturaleza situacional del ser humano. En este sentido coincidimos en afirmar que las formas de produc- ción de la subjetividad no son universales, se configuran en condiciones sociales y culturales particulares, son el resultado de marcas prácticas sobre la indeterminación del recién nacido, que dan lugar a diversas inscripciones en una cadena de sentidos. Y ello se desenvuelve dentro de dispositivos específicos y bajo un carácter circunstancial. Si, como venimos señalando, el actual contexto se caracteriza por la crisis del Estado-nación, podemos afirmar que dicho proceso trastoca también el suelo de la constitución subjetiva, cuya expresión se da en el desplazamiento de la “promesa” del Estado por la del mercado. Ya no se trata de sujetos-ciudadanos, sino de consumidores, que con- figurarían una subjetividad situacional por fuera de los dispositivos 23 claroScuroS institucionales modernos, entre los cuales encontramos la familia y la escuela (Duschatzky y Corea, 2002: 31). Ahora bien, para estudiar estos sucesos es importante considerar también la estructuración de las ciencias sociales a partir de una construcción hegemónica basada en una lógica instrumentalista o tecnocrática, cuyo efecto es la configuración de un discurso que la refuerza y la legitima. En otras palabras, las ciencias sociales, y den- tro de ellas el Trabajo Social, han quedado de algún modo atrapadas por este efecto y tienen serias dificultades para construir un discurso autónomo que haga evidentes esas operaciones en vez de ratificarlas y justificarlas. Aquí, valoramos el discurso premonitorio de Pierre Bourdieu (2002: 140), quien plantea la necesidad de una acción polí- tica capaz de luchar contra la despolitización y nos invita a pensar en un trabajo intelectual que restaure la política, es decir, la acción y el pensamiento en las ciencias sociales Esta restauración tiene que ver con dos cuestiones: la primera, vinculada con algo ya expresado, es considerar al Trabajo Social desde la perspectiva de un cambio radical, acorde a los cambios radicales acontecidos en la sociedad en su conjunto; la segunda, otorgar a la práctica profesional un discurso teórico-metodológico propositivo, tendiente a desarrollar una política profesional que supere el actual status defensivo y le otorgue significado, reafirmando una vez más que toda intervención es política. Si reflexión y práctica son constitutivas de toda acción transforma- dora, y si pretendemos que la acción de los trabajadores sociales lo sea, entonces resulta necesario partir de la complejidad de las situaciones, asumiendo el desafío de una práctica que reconozca el estatuto ético que la atraviesa con rigurosidad teórica y metodológica. Solo de este modo podremos avanzar hacia un movimiento de elucidación8 que trascienda la mera instrumentalidad y supere nuestra subalternidad. En este sentido, una condición ineludible es la presencia de un Estado que prevea y provea los recursos materiales, en cuanto ga- rante constitucional de los derechos de los ciudadanos, y que habilite condiciones para que las estrategias profesionales puedan responder a necesidades concretas. 8 “La elucidación es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan. Es una creación social-histórica” (Castoriadis, 2007: 12). SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 24 Realizar un enfoque riguroso de las tensiones y contradicciones que atraviesa la sociedad, desde una ética comprometida con los valores de autonomía y con los derechos humanos, contribuye a la construc- ción de identidades colectivas que van más allá de lo circunstancial, superando la lógica del vacío imperante. Estrategia metodológica Presentamos aquí algunas consideraciones metodológicas, a fin de mostrar el camino recorrido en nuestra investigación, haciendo referencia a qué y a cómo hicimos para estudiar la producción de subjetividades en el capitalismo globalizado. Escogimos una perspectiva teórico-metodológica que favoreciera el enfoque de lo real como totalidad compleja, con énfasis en el aná- lisis de la conflictividad inherente al entramado contradictorio entre lo universal, lo particular y lo singular. Ello implicó una ruptura con las concepciones que dicotomizan la relación sujeto-objeto y obturan la posibilidad de superar el pensamiento binario propio del sentido común. Desde tal perspectiva, y teniendo en cuenta las dimensiones polí- tica, investigativa e instrumental, intentamos promover, tanto en los estudiantes como en el equipo investigador, una lectura acerca de cómo se produce la tensión instituido-instituyente en las organizaciones examinadas. Dicho en otros términos, propiciamos el análisis de la complejidad de la dinámica institucional –el lugar de los diferentes actores, sus posiciones y relaciones de poder–, atendiendo en particular las posibilidades y limitaciones del Trabajo Social, sin caer en miradas unilaterales, estigmatizantes o simplificadoras. Para ello, el prisma cognitivo con el que abordamos la realidad supone una estructura elaborada e incorporada en el proceso de aprendizaje. Así, la estrategia metodológica consistió en un estudio exploratorio y descriptivo de tipo cualitativo, a partir de la práctica reflexiva tanto de quienes integramos el equipo investigador como de los estudiantes y referentes institucionales que participaron de la experiencia. Utiliza- mos esta metodología por sus ventajas: da importancia a la interacción de los componentes de los procesos de investigación y permite –de ser necesario– redefinirlos. 25 claroScuroS Con el fin de indagar cómo esas dinámicas institucionales inciden en el proceso identitario de los sujetos investigados, se alternaron momentos de trabajo de campo con otros más enfocados en la práctica reflexiva; esto brindó cierta flexibilidaden la reformulación de las estrategias. Se efectuaron observaciones, registros y entrevistas en profundidad a fin de analizar la complejidad de los procesos institu- cionales y las prácticas sociales que contribuyen a la construcción de subjetividades, en los centros de prácticas de formación académica de la asignatura. Inicialmente, hicimos una caracterización del contexto y de los escenarios institucionales, historizando sus procesos de construcción. Para el abordaje de la producción de subjetividades en cada uno de los campos antes mencionados, revisamos trabajos teóricos multidis- ciplinarios existentes enfocándonos, principalmente, en las últimas décadas de nuestro país. En un segundo momento, nos abocamos a la elaboración de datos macroestructurales, centrándonos en el impacto que las transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales han tenido sobre las instituciones educativas, sanitarias, de atención a la niñez y de salud mental. En este trayecto fuimos describiendo ciertas “regularidades sociales” que reconfiguran lo institucional, así como los rasgos distintivos de los respectivos escenarios institucionales que ex- presan los diversos modos de habitarlos. Por último, a partir del contacto directo con los sujetos implicados en esta investigación, definimos las unidades de referencia empírica y el instrumental técnico. Así se realizó, entonces, un análisis documental, tomando como fuente los informes de los alumnos de las instituciones seleccionadas y las actas de las reuniones anuales de los referentes para el desarrollo del proceso pedagógico que ejerce la cátedra. También se realizaron y estudiaron entrevistas que nos llevaron a plantear algunos ejes de reflexión, organizándose dos grupos focales. El primero, constituido por diez referentes de prácticas de formación de trabajadores sociales, seleccionados –de acuerdo a la representación existente en el univer- so de centros de prácticas– en las áreas de educación y juventud; el segundo, en el área de salud. Durante los encuentros de interacción y debate, los referentes contribuyeron con distintas ideas que nos permitieron evaluar los ejes pautados. Estos encuentros tuvieron una doble intencionalidad: por un lado, percibir el autorreconocimiento del profesional, lo que determina una SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 26 mirada singular sobre su entorno y sobre los otros; por otro, explorar su cotidianeidad en la institución, con sus ideas, creencias y supuestos. La perspectiva que tiene el informante respecto de su vida nos aproxi- maría a conocer lo complejo de la subjetividad del sujeto en esta doble transferencia y contratransferencia entre él y la institución. Bibliografía Arzeno, M. E. 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Nuestras reflexiones surgen de la supervisión de prácticas académicas en el sector, de la lectura de informes de prácticas de los estudiantes, del análisis de documentos y de nuestra experiencia profesional en el campo. La instauración del Sistema de Protección Integral de las Niñas, Niños y Adolescentes1 produjo una reconfiguración en las políticas sociales, en sus expresiones dentro de los establecimientos y en la tarea de los equipos profesionales. A lo largo del trabajo se rescatan * El término “difuso” hace hincapié en la multiplicidad de situaciones que se nos presentan y que no pueden ser explicadas de manera dogmática a partir de los conceptos tradicionales. 1 Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, N.º 26061 (Publicación 26/10/05. BO N.º 30767). Título III; Ley N.º 13298, provincia de Buenos Aires. NIñez DIfusa ∗:eNtre lo INstItuIDo y lo INstItuyeNte María Pilar Fuentes, Clara Weber Suardiaz y Laura Zucherino SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 28 tanto los avances que implicó el Sistema de Protección Integral como las contradicciones en la política social del campo de niñez. Estas contradicciones expresan la persistencia de una mirada normativa que analiza los fenómenos desde la perspectiva de la desviación y del “desorden social” y que asume como naturalizado un modelo típico de familia y de infancia –reforzando la idea de una “familia normal”– que no necesariamente responde a las situaciones concretas y cotidianas de los destinatarios de las políticas sociales. El eje que guía nuestro análisis se centra en entender el área de niñez como un escenario complejo de relaciones, discursos, posturas disímiles y multiplicidad de actores –instituciones, el Estado con sus políticas, los agentes estatales, los niños, entre otros–. Como profesio- nales, docentes y supervisores de prácticas de formación profesional, focalizamos nuestra preocupación en establecer cómo las instituciones y las prácticas cotidianas que estas condensan configuran subjetivi- dades radicalmente diferentes a aquellas conformadas en períodos históricos recientes, en los que la presencia de la metainstitución Estado-nación soberano otorgaba sentido a todas las estructuras de la sociedad. El propósito de analizar la producción de subjetividades del área de niñez parte de la consideración de que los principios del Sistema de Protección Integral marcan una ruptura con la doctrina de la situación irregular. Pero, a su vez, esta última ha dejado huellas significativas respecto a las intervenciones en el campo de la infancia. Las reflexiones con las cuales cerraremos este trabajo apuntan a abrir una serie de interrogantes, entre los cuales se ubica centralmente la cuestión de los recursos destinados a la viabilidad de este Sistema de Protección Integral: es decir, cómo pensar en políticas que superen lo coyuntural y la emergencia. Trataremos los encuadres teórico y metodológico, que incluyen tanto las categorías teóricas desde las cuales partió el equipo como también la resignificación que estas fueron adquiriendo en el proceso. Finalmente, situamos –a modo de propuesta– el planteo sobre tres nu- dos problemáticos que apuntan a analizar la niñez contemporánea. 29 claroScuroS Encuadre teórico La infancia: una construcción del imaginario capitalista Según el planteo teórico de Castoriadis, “la institución de la socie- dad es encada momento institución de un magma de significaciones imaginarias sociales, que podemos y debemos llamar mundo de sig- nificaciones” (2007: 556). La constitución de la sociedad moderna como tal se realiza mediante la conformación de su “propio mundo de significaciones”, dentro del cual adquiere especial importancia el lugar que ocupará la reorganización del núcleo primario de pertenencia de los sujetos. Así, podemos entender cómo el imaginario capitalista se sostiene en torno de dos significaciones centrales: se trata por una parte de la significación de la expansión ilimi- tada de un supuesto dominio pretendidamente “racional” sobre todo, naturaleza tanto como seres humanos, que corresponde a la dimensión capitalista de las sociedades modernas. Por otra parte se trata de la significación de la autonomía individual y social, de la libertad, de la búsqueda de formas de libertad colectiva, que corresponden al proyecto democrático, eman- cipador, revolucionario. (Castoriadis, 1997: 178) Estas significaciones estructuradas en torno de las premisas de la Revolución francesa forjan un tipo subjetivo: el ciudadano, definido a partir de un Estado que enuncia que la soberanía emana del pueblo, es la resultante del principio revolucionario de la igualdad ante la ley. El ciudadano se forja en torno de la ley y su eficacia simbólica: un ciudadano es un tipo subjetivo organizado por la suposición básica de que, real o potencialmente, la ley es la misma para todos. El ciudadano, como subjetividad es reacio a la noción de privilegio o ley privada. La ley es pareja: prohíbe por igual y permite a todos por igual. Por supuesto para algunos el aparato judicial será más ligero y para otros más severo. Pero eso habla del aparato judicial y no de la institución jurídica. (Lewkowicz, 2004: 76) SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 30 Lo estatuido por la ley opera entonces como certeza y esto enmar- ca a los ciudadanos. Su legitimidad proviene de la propia condición soberana de quien la enuncia. Al mismo tiempo, el soporte de estas significaciones requiere de la creación y consolidación de una serie de instituciones: el trabajo libre, la familia y la infancia –entre otras– aparecen como prácticas capaces de formar sujetos típicos de esta nueva sociedad. En función de nuestro análisis, podemos entender una suerte de encadenamiento entre la creación de la infancia, de la familia, de la educación formal y del trabajo en torno de la normalización de los sujetos. Por ello, cualquier intento de pensar a la infancia en la ac- tualidad requiere, necesariamente, considerarla como construcción social, producto del devenir histórico, que surgió –al menos para el mundo occidental– a partir del siglo XVII. Ariès (1987) sostiene que lo que apareció en esta época fue el sentimiento de la infancia, es decir, la conciencia de la particularidad infantil, la cual distingue esencialmente al niño del adulto, incluso joven. Esto implicó que los hijos se convirtieran en algo digno de atención, ocupando un lugar central en la familia. Durante el siglo XVIII, el interés se focalizó en lo que Donzelot (1979:13) denomina “la conservación de los hijos”. La infancia conti- nuó siendo una preocupación para los adultos y se convirtió, además, en objeto de intervención de diversas disciplinas científicas. Surgieron así los “especialistas” para revelar su saber dentro de una política de verdades –en palabras de Rabello de Castro (2001)– amparada por la autoridad que le conferían las ciencias en pleno auge para la época. El discurso médico se destacó, entre estas últimas, con estrategias di- ferentes para cada clase social fundadas en tareas educativas y pautas de crianza que conjugaban a la familia con la escuela. En la segunda mitad del siglo XIX, la agudización de los conflic- tos sociales en los países capitalistas hizo que las instituciones asis- tenciales resultaran insuficientes para la contención de la población infanto-adolescente que quedaba fuera del disciplinamiento ejercido por la familia y la escuela. Esto aceleró la necesidad de encontrar un marco jurídico específico de control y vigilancia, dando origen a los Tribunales de Menores. A partir de ese momento, y siendo muy esquemáticos en esto, surgió la segmentación de la niñez en “niños” y “menores”. Los primeros eran los que transcurrían su infancia en- 31 claroScuroS tre la familia y la escuela. Los segundos, los que esas dos instancias no alcanzaban a contener –según los parámetros establecidos en la “normalidad” moderna– y terminaban siendo objeto de la intervención jurídico-institucional. Esta construcción de la(s) infancia(s), se erigió como una de las ficciones más sólidas dentro del imaginario capitalista, produciendo prácticas que durante mucho tiempo conservaron significación. La creación de la infancia y de la familia se entienden, por lo tanto, en relación a la sociedad que las forja: el naciente capitalismo. “[E]s posible afirmar entonces que la concepción de infancia vigente en la actualidad es producto de su desarrollo a través de los siglos XVIII y XIX. Este proceso, al estar estructuralmente ligado al surgimiento del capitalismo, fue generando paralelamente la visión del niño como riqueza potencial, otorgándole así un valor de tipo mercantil” (Alta- mirano, 2002: 24). Al mismo tiempo, podemos señalar que la institucionalización de las prácticas que construyeron la infancia supone el ejercicio de un infra-poder2 sobre todos los individuos que van a producir, provocando una naturalización de las mismas y, por lo tanto, la adjudicación de su existencia o de ciertos atributos como “naturales”, invisibilizando la historicidad, sociabilidad y heterogeneidad constitutivas. En ese sentido, retomamos una preocupación trabajada por Giberti, quien sostiene que “la niñez cumple una función metaforizante de modo tal que cuando el adulto dice de sí mismo o de otro que ‘es como un niño’, la frase adquiere el poder de transformarlo en un ser puro, ingenuo, ya que se da por sentado que pureza e ingenuidad son atributos fundantes de esa niñez” (1998: 52). Asimismo, la autora nos explica que “por medio de una operación semántica que inventó la niñez, se separó simbólicamente a los niños de sus circuitos de pertenencia (hogar, escuela para algunos; calle, hospital para otros, admitiendo las mezclas que pudieran suscitarse) y se los universalizó” (1998: 47). Dicha universalización opera negando las diferencias objetivas entre los niños reales y el imaginario de niño que incorporamos. Y, en este 2 “Anterior a todo poder explícito y, mucho más, anterior a toda ‘dominación’ la institución de la sociedad ejerce un infra-poder radical sobre todos los individuos que produce. Ese infra-poder –manifestación y dimensión del poder instituyente del imaginario radical– no es localizable. Nunca es solo el de un individuo o una instancia determinada” (Castoriadis, 2008: 92). SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 32 mismo sentido, hace posible construir las prácticas de “protección” propias de la ideología del Patronato. Ya que, construida una ficción verdadera respecto de lo que un niño “esencialmente es”, los sujetos (de corta edad) y sus familias que se aparten de ese canon de norma- lidad podrán (y deberán) ser sometidos a aquellos dispositivos que les permitan alcanzarlo. Siguiendo el planteo de García Méndez podemos sintetizar seña- lando que “las diferencias que se establecen al interior del universo de la infancia, entre los sectores incluidos en la cobertura de las políticas sociales básicas (educación y salud) y los sectores excluidos es tan enorme, que un concepto único no podrá abarcarlos. Los incluidos se transformarán en niños y adolescentes, los excluidos se transformarán en menores” (1997: 20). Así, la incorporación de la Argentina al proyecto moderno gestó la red institucional cuyo objetivo central noera ampliar el universo de la niñez sino detectar y clasificar a los menores, para luego desplegar sobre ellos el mismo tratamiento de reeducación, separándolos de sus familias y centros de vida. La ideología subyacente se liga a la naturalización de condiciones de pobreza y exclusión, que adjudica a los propios sujetos la respon- sabilidad de sus problemas. El Patronato configura así una condición del pensamiento respecto de la niñez, superando notablemente el marco jurídico3 e impregnando todas las prácticas ligadas a aquella: no solo las jurídicas sino también las educativas, las asistenciales e inclusive las familiares. Sin embargo, y como señalan Corea y Lewkowicz, la crisis de la sociedad contemporánea –a partir del agotamiento de las instituciones que dieron sentido a la sociedad en la modernidad y sus consecuentes transformaciones socioculturales– altera las condiciones de producción institucional de la infancia y, por lo tanto, nuestras posibilidades de pensar y actuar frente a ella: 3 Fundamentalmente la Ley 10903, conocida como “Ley Agote”, cuyo espíritu da continuidad a la Ley de Residencia (4144) y que entendemos sintetiza claramente García Méndez: “Tan indeseables como sus padres pero nacidos en el país los me- nores objeto de esta ley no podían ser expulsados. Resultaba imperioso construir un entramado jurídico que permitiera, en forma absolutamente discrecional, expulsarlos al interior de instituciones groseramente dedicadas al control represivo de la pobreza” (2008: Nota a la 2.ª edición, p. iv). 33 claroScuroS Un niño suscita hoy sensaciones extrañas. Sentimos con más frecuencia la incomodidad de quien está descolocado o ex- cedido por una situación, que la tranquilidad del que sabe a ciencia cierta cómo ubicarse en ella. La curiosidad infantil, ese sentimiento tan propio del niño con el que finalmente los adul- tos logramos familiarizarnos, hoy parece haberse desplazado: somos los adultos quienes observamos, perplejos, el devenir de una infancia que resulta cada vez más difícil continuar suponiendo como tal. (1999: 11) La ley difusa ¿niños sujetos de derecho? En el apartado anterior revisamos la construcción social de la infancia, desarrollando los modos en que diversas prácticas, actores y discursos permitieron constituirla como categoría de nominación y “como una de las ficciones más sólidas dentro del imaginario capi- talista”. Procurando continuar el planteo, abordaremos la cuestión de la legitimidad de la ley y, consecuentemente, cómo se produce una feti- chización de las “nuevas leyes” al momento de discutir la intervención social en relación a la infancia. Nuestro país avanzó en el reconocimiento de los derechos humanos e incorporó a la legislación nacional, en el año 1994, la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño4 que reemplaza el enfoque tutelar del Estado, basado en la idea de que el niño o la niña son objeto de control y asistencia, por la concepción de que estos son titulares de derechos. A su vez, establece que el Estado debe proteger esos derechos. La idea de protección está íntimamente ligada a la promoción de políticas públicas destinadas a la niñez en su totalidad. La protección por parte del Estado es una obligación, que, en defini- tiva, compromete a la sociedad en su conjunto. En adelante, el niño y la niña ya no son más considerados como meros receptores de la asistencia social por parte de los organismos públicos o privados, sino que pasan a ser concebidos como personas a las que se les reconoce el derecho a ser protegidos integralmente en su desarrollo. Los niños 4 Constitución de la Nación Argentina. Ley N.º 24430 (art. 75, inc. 22.º). Sanción 15/12/94. Publicación 3/1/95. BO N.º 28057. SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 34 como sujetos de derechos son portadores de demandas sociales frente al gobierno y la sociedad, quienes tienen obligaciones concretas y específicas hacia ellos. La incorporación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, sancionada por la Ley 238495 y posteriormente incorporada al texto de la reforma constitucional de 1994, ha impulsado cambios en la legislación nacional y en las provinciales. Entre estas últimas se encuentra la Ley 13298 de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños, de la provincia de Buenos Aires, sancionada en el 2005,6 y cuya vigencia obliga al estado provincial a producir un cambio estructural en la política de infancia, mediante una reorgani- zación institucional, reasignando las competencias de los distintos niveles y poderes. Para llevar adelante estas transformaciones, se ha propuesto –de manera aún incipiente– modificar prácticas y representaciones de ciu- dadanos y operadores. Algunos de estos ejes son: la desjudicialización de los problemas en torno a la infancia; la división en dos subsistemas, uno de “Promoción y Protección de Derechos del Niño” y otro de “Responsabilidad Penal Juvenil”; la desinstitucionalización de los niños; la reorganización institucional por medio de criterios como los de territorialidad y descentralización; la corresponsabilidad de todos los actores sociales frente a las problemáticas de la infancia. La doctrina que subyace a este marco normativo considera al niño titular de derechos, cuyo respeto y ejercicio debe estar garantizado por el Estado mediante la construcción de políticas públicas que pro- muevan su bienestar, contando con la participación de la comunidad. No obstante, los castigos y abusos no han desaparecido ni el control social ha sido desterrado como política del Estado. Vemos cómo en las últimas décadas, las políticas públicas, que debe- rían garantizar la inclusión de las personas, el ejercicio de sus derechos y la construcción de ciudadanía, están desarticuladas, desmanteladas, vaciadas presupuestariamente, y las pocas respuestas institucionales existentes apenas intentan compensar los efectos de la exclusión y, aun en este orden, son insuficientes. El ajuste socioeconómico, la desigual distribución de los ingresos y los cambios estructurales en el país, 5 Publicación 22/10/90. BO N.º 26993. 6 Publicación 27/1/05. BO N.º 25090. 35 claroScuroS producto de la ideología neoliberal, han provocado incremento de la desigualdad, pérdida de integración social y aumento de la pobreza, dando por resultado una titularidad de derechos, pero sin el acceso a los bienes y servicios que habilita dicha titularidad “de hecho”. Este escenario pone en cuestión la ciudadanía entendida como una categoría que expresa el “derecho a tener derechos” en un marco de igualdad y de reconocimiento universal de los mismos, a partir de la pertenencia y la participación de los sujetos en su comunidad. Hoy, bajo la hegemonía del mercado, ese sustrato desaparece y el sujeto solo ad- quiere estatus de ciudadano en tanto ocupa un lugar como consumidor, construyéndose de este modo un horizonte diferente de aspiraciones para quienes pueden y para quienes no pueden acceder a ese lugar. Actualmente, y tal como lo señala Sonia Fleury Texeira (1997) asistimos a un proceso de reproducción de la “ciudadanía inverti- da”, producto del carácter compensatorio y punitivo que asumen las políticas asistenciales del Estado, las cuales someten a los asistidos a la comprobación de su condición de “pobres”. En esta condición política, el individuo entra en relación con el Estado en el momento en que se reconoce como un “no-ciudadano” al requerir, desde ese lugar, la asistencia social. La adopción por parte de un vasto sector de la sociedad –casi como imperativo cultural–, de la perspectiva jurídica para definir conceptualmente la infancia, nos obliga a reconocer y problematizar cómo las narrativas de la protección tutelar organizaron la legitimi- dad del sistema institucional asistencial dirigiendo también nuestras prácticas hacia una infancia normalizada. Esto, a su vez, da cuenta de cómo se instaló una concepciónsimplificadora de la niñez que impide comprenderla como una categoría histórica compleja, inscripta en la totalidad social, al tiempo que provoca –muchas veces de modo inconsciente– una escisión entre “niños” y “menores”. El concepto tradicional de minoridad siempre mantuvo una relación dialéctica con la infancia normalizada, esto es, sin déficit de filiación. Entre la familia-escuela y las instituciones-programas se intentaba abarcar la totalidad del campo de la infancia. Pero este conjunto desbordaba, por la presencia de un plus, por fuera e incluso en las fronteras internas del sistema estatalmente construido. Hoy sabemos que la escuela y las instituciones estatales de la minoridad no contie- nen al conjunto de la infancia. Una población “superflua” de niños y SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 36 adolescentes se sumerge diariamente en las condiciones materiales y simbólicas que la instituyen como infancia de los límites, más allá de la distinción entre niño y menor. La reflexión precedente permite apreciar la complejidad que asume el tema en la actualidad, cuando no hay posibilidad de nominar la infancia como una categoría abstracta, ni siquiera de definir de una única manera la minoridad en tanto la misma supone una multiplicidad de expresiones, producto de los procesos de segregación, pauperización y exclusión generados por el neoliberalismo en nuestro país. Expresiones que con- tinúan siendo atendidas desde mecanismos de inclusión selectiva que no habilitan condiciones para una integración social, más bien refuerzan la posición de subordinación y dependencia con intervenciones desde el sistema judicial y policial, a pesar de utilizar un discurso abstracto que hace referencia a la universalización de los derechos para todos los niños –interpelados hoy bajo la condición de consumidores–, pero que no se efectiviza ni por el Estado ni por la sociedad civil. Es desde estas aproximaciones, y dada la materialización del nuevo marco jurídico sustentado en la promoción y protección de derechos, que problematizamos la tensión existente entre la derogación de la Ley del Patronato de Menores,7 la sanción del nuevo encuadre legal y las prácticas institucionales que el Estado y la sociedad civil sostienen cotidianamente con niños y jóvenes, reconociendo la fuerte intromisión de la lógica tutelar. Paradójicamente asistimos a una época en que el marco jurídico es- tablece múltiples herramientas que harían suponer un reconocimiento efectivo de los derechos de los niños, pero el mismo se contradice con las situaciones concretas de vulneración de estos, en muchos casos bajo condiciones de padecimiento extremo. Así entonces, la plena vigencia de la Ley 13298 de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños, si bien ofrece un marco que habilita pensar las institu- ciones como constructoras efectivas de ciudadanía, exige también una profunda revisión tanto de las políticas como de las prácticas y los respectivos esquemas referenciales que las sustentan. Aunque los principios comprendidos en la legislación constituyan enunciados que debieran orientar el diseño e implementación de po- 7 Ley 10903. Patronato de Menores. BO N.º 7711, 27/10/19. Derogada por Ley 26061, art. 76. 37 claroScuroS líticas públicas, podemos afirmar que en nuestro país la cuestión ha sido bien diferente. Las políticas y programas dirigidos a los niños y jóvenes –en su mayoría pobres– han demostrado en su implementa- ción un desconocimiento de los pactos internacionales en la materia, a pesar de reconocerlos en su discurso. El Poder Ejecutivo Provincial, mediante el Decreto 300/05 en el Anexo 1,8 establece que el Ministerio de Desarrollo Humano es la autoridad de aplicación del Sistema de Promoción y Protección Inte- gral de los Derechos del Niño, creado por la Ley 13298. Se promueve desde el mismo la creación de una Comisión Interministerial Provincial –integrada por Justicia, Desarrollo Humano, Seguridad, Producción, Salud, Educación, Derechos Humanos, Deportes y Turismo–, para diseñar políticas integrales que reconozcan la interdependencia e indivisibilidad de los derechos, y el carácter protectorio y promocio- nal de la intervención pública, para la cual se prevé la asignación de una partida presupuestaria específica. En este sentido, se han dictado resoluciones que pautan las modificaciones de los servicios y la crea- ción de los diferentes dispositivos, tales como los Servicios Zonales y Locales de Promoción y Protección de Derechos –unidades técnico operativas para atender situaciones de vulneración de derechos de niños y adolescentes–. De este modo, se vuelve imprescindible la intervención con un criterio intersectorial en el ámbito local, priori- zando la contención de los niños en su grupo familiar y remarcando que el alojamiento institucional será el último recurso a utilizar, y por el tiempo más breve posible. No obstante, entendemos que la materialización de estos enuncia- dos en intervenciones estatales públicas requiere fundamentalmente de la construcción de un imaginario social diferente respecto de la niñez, con capacidad para instituir otras prácticas que, desde un po- sicionamiento estratégico, permitan apropiarse del nuevo encuadre jurídico como herramienta para exigir la aplicación de políticas que restituyan los derechos vulnerados. Del mismo modo, reconocer la condición de sujetos de todos los niños, sin distinción, es un hecho que no puede concretarse si el Estado no garantiza también los derechos de los adultos, básicamente el de- 8 Decreto 300/05. Aprueba la reglamentación de la Ley 13298 de la Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños. Publicación 23/3/05. Ubicación C7H18. SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 38 recho al trabajo, a tener un salario y condiciones dignas que permitan la manutención del grupo familiar; situación que en nuestro país es poco promisoria si reconocemos que un alto porcentaje de niños viven en situación de pobreza e indigencia. Tampoco podemos desconocer la importancia del sentido social de la ley y de su eficacia como organizador simbólico de la vida social. Tal eficacia, que fuera fundante de la modernidad, hoy se encuentra tensionada. Abordaremos esta cuestión en relación al proceso histórico de reforma legislativa. La construcción de la legislación vigente: tensiones y disputas Observamos cómo se produce la paradoja de una entronización de la ley frente a la incapacidad de que su contenido político sea concreti- zado. Y vinculamos este aspecto a la crisis de significaciones sociales, especialmente a la crisis de la ley como ordenador simbólico. Caída la creencia en la igualdad ante la ley, ya no se apela –como señaláramos al principio– a comprender la disfunción en el aparato judicial, sino que es la propia institución jurídica la que se encuentra severamente limitada para enmarcar prácticas. Pero, como señala Castoriadis (2007), la crisis de estas signifi- caciones no significa su total desmoronamiento; el autor inclusive explica la supervivencia de esta sociedad a partir de que los sujetos, aun con escepticismo y con desconfianza, siguen funcionando parcial- mente al amparo de las significaciones de otra época. Esto explica, de algún modo, todo lo que se demanda a las nuevas leyes de infancia, el énfasis que se pone al depositar en la letra de la ley la capacidad/ incapacidad de transformar prácticas y de “resolver” los problemas que afectan a la niñez. Como consecuencia de ello los debates respecto de las leyes se encaminan al maniqueísmo entre sus detractores y sus defensores sin que ello implique debatir su contenido político. Se pretende que una herramienta jurídica sea capaz de transformar el discurso hegemóni- co que constituyó esta mirada y estas prácticas respecto de la niñez, sin cuestionar las condiciones estructurales en las que las mismas se enmarcan.39 claroScuroS Esa crisis referente a la eficacia simbólica de la ley también se expresa en una lógica de deshistorizar su proceso de construcción, la cual adjudica su sanción a un acto unilateral del neoliberalismo para desplazar del Estado la responsabilidad de la “minoridad”. Esta perspectiva, que claramente niega el juego de intereses de múltiples actores involucrados, ha sido y es adoptada por un arco de posicio- nes ideológicas. Las más conservadoras sostienen que de este modo los niños crecerán al desamparo total –homologando a un niño con derechos con una especie de libertinaje; o bien considerando que “no se puede hacer nada” con las familias “disfuncionales”–. Las más “progresistas” argumentan que, al no existir las condiciones necesa- rias –es decir, un Estado fuerte y protector, con recursos económicos disponibles para la cuestión–, la transformación legislativa es mera declaración de buena voluntad. A nuestro juicio, se hace indispensable, entonces, retomar y des- cribir brevemente algunos momentos y actores significativos en el proceso de reforma legislativa, anticipando ya nuestra lectura de la ley como herramienta que cristaliza los acuerdos y las posibilidades de ese escenario, y que, a su vez, se constituye en un piso de conquista para abrir nuevos debates y exigir nuevas prácticas. En principio, es necesario reconstruir una lucha que ha transitado más de veinte años y nos lleva a los primeros años de la reapertura democrática, período en el cual se fueron configurando diferentes es- cenarios, donde se pudieron instituir nuevas concepciones y prácticas que operaran concretamente sobre las ya instituidas y arraigadas en el imaginario social. Este proceso no fue –ni es– lineal, sino que fluctuó entre momentos de significativos avances y otros de fortalecimiento de posturas más conservadoras; paradójicamente, estos momentos se superpusieron en el tiempo.9 La política de niñez durante la última dictadura claramente había enfatizado la lógica del Patronato. Todos los dispositivos asistenciales profundizaron sus rasgos penales y punitivos. Conforme al modelo 9 Podríamos pensar que el ejemplo paradigmático de esta superposición temporal de movimientos en sentido político contrario es la reforma constitucional de 1994, en la cual simultáneamente se incorporan al texto constitucional los pactos internacio- nales de DDHH, entre ellos la Convención Internacional de los Derechos del Niño, y también la figura del consumidor, pudiendo visualizar en esto un desplazamiento de la condición de ciudadano como soporte subjetivo de la ley. SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 40 represivo también los niños en situación de calle o de vulnerabilidad social eran judicializados y puestos “a disposición” del juez, figura que permitía toda clase de arbitrariedades ya que el “Juez en concurrencia con el Defensor de Menores decide sin ningún tipo de control sobre la vida del niño o niña objeto de esta medida” (Musa, 2008: 3).10 Este proceso represivo se consolidó en la provincia de Buenos Ai- res con uno de los últimos decretos-ley de la dictadura, el 10067/8311 sancionado pocos días antes del fin de la misma, que establece la intervención respecto de la “minoridad”. Su artículo 10, inciso b describe el “estado de abandono” detallando un abanico tan amplio y disímil de situaciones que tienen como claro propósito implícito la minorización de la infancia pobre, bajo la lógica de considerarla un riesgo para la sociedad y homologando una vez más el “niño aban- donado” al “delincuente”. Bajo este panorama, pueden identificarse diversos movimientos de resistencia y cuestionamiento, entre los que podrían mencionarse “un grupo de abogados y especialistas de una entonces embrionaria espe- cialización en derecho” (Musa, 2008: 1); los organismos de derechos humanos, sectores sindicales ligados a las instituciones involucradas y una serie de grupos de base de trabajo con niños –en especial de niños en situación de calle– algunas de ellas conformadas como ONG. Todos estos sectores partían de posiciones ideológicas y de ex- periencias cotidianas que no solo se posicionaban evidenciando el rechazo a la concepción que orientaba la legislación y las políticas hacia la niñez pobre, sino también que contaba con la evidencia em- pírica de su rotundo fracaso. Diversas expresiones de esta resistencia se fueron condensando, surgiendo las primeras iniciativas parlamentarias al mismo tiempo que se iban instituyendo prácticas con contenidos políticos reasegu- radores de derechos. Así, aun con legislación adversa comenzaron a crearse programas que privilegiaban respuestas no represivas, de corte preventivo; intentando instalar la condición de niños como sujetos de derechos. Pueden recordarse los programas para “chicos de la calle” 10 Esta cita refiere a la figura de “Protección de Persona” que tal como señala el texto citado es la vía por la cual los niños y adolescentes pobres ingresaban a los Juzgados de Familia; figura que fuera diseñada para otros fines y que “habilitaba en la práctica a castigar la pobreza y todas sus consecuencia en la vida cotidiana. 11 Decreto-Ley 10067. Ley de Patronato de Menores. BO 9/12/83. 41 claroScuroS que se van estructurando en diversas jurisdicciones; los procesos de regionalización, transformación operativa y cierre de macroinstitutos “asistenciales”, así como también los debates respecto de la condición de “incapaz” del “menor”. Un hito a señalar fueron las modificaciones al Código Civil de 1987, mediante las cuales se incorporó, entre otras cuestiones, el divorcio vincular,12 sellando por un lado un necesario agiornamiento de la ley a las nuevas relaciones familiares, pero dejando escapar la oportunidad de angostar la brecha jurídica entre la “infancia” y la “minoridad”, ya que estas reformas claramente alcanzaron a las prácticas propias de la familia “normal” moderna. También debemos recordar que en diciembre del mismo año se inició a expensas del Poder Ejecutivo el primer intento de una reforma integral al sistema legal de infancia que incluía la derogación del Patronato, el cual nunca consiguió tra- tamiento en el Congreso. Dos años después, la aprobación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño –y su ratificación por Ley 23849– actualizó la necesidad de incorporar a la agenda política la transformación de las prácticas y las leyes referidas a la intervención social respecto de la infancia. Al mismo tiempo, otros actores jugaban intereses contrapuestos: podría definírselos como los “sectores beneficiarios de la Ley de Pa- tronato”, identificándose grupos heterogéneos: por un lado, sectores conservadores que militaban y defendían la naturalización de la po- breza y la adjudicación de su responsabilidad a sujetos pobres y que, por lo tanto, veían como lógica la consideración de la peligrosidad de la niñez pobre.13 Por otra parte –aunque ligados ideológicamente–, los funcionarios judiciales, en particular los jueces de menores que veían “amenazado” su poder; los funcionarios de organismos asistenciales (en particular del Consejo Nacional del Menor) y ciertos sectores sindicales que, en función de un supuesto resguardo de sus puestos de trabajo, reforzaban la idea de la necesidad de instituciones de encierro. 12 Ley 23515. BO 12/6/87. 13 Esta posición ideológica que se materializó en la Ley 10903 no es sustentada solo por sectores privilegiados económicamente –aunque sean sus impulsores-; sino que ha penetrado claramente en el imaginario social y por ello ha naturalizado la relación pobreza-vagancia-delincuencia. De allí la necesidad de que para “salvar” a los niños de estos hogares “viciosos” hay que separarlos de sus familias. SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 42 Podemos señalar que “hacia mediados de la década del ´90 en el plano teórico-académico el desarrollo ya era lo suficientementeim- portante como para instalar un profundo debate sobre la urgencia y la sustancia de la reforma pendiente” (Musa, 2008: 7). Sin embargo eso no bastaba, las resistencias siguieron operando activamente y, por ello, los cambios legales se darían en un contexto so- ciopolítico diferente: con el neoliberalismo y su lógica ya instalados. La reforma constitucional de 1994 trajo novedades, algunas más visibles que otras. Entre las visibles encontramos la incorporación de los tratados internacionales sobre DDHH al texto constitucional y, con ellos, una nueva herramienta de lucha para el dictado de leyes locales en consonancia a la Convención Internacional por los Derechos del Niño (CIDN). Cada vez se hacía más insostenible la coexistencia de las leyes represivas y de la CIDN con rango Constitucional. Pero nos interesa también ocuparnos de las menos visibles: por ejemplo, de la reforma como “acta de defunción del Estado-Nación y la partida de nacimiento del Estado Técnico-Administrativo propio de nuestra modernidad tardía” (Lewkowicz, 2004: 35). Este autor describe cómo se produce un resquebrajamiento fundamental que explica que lo dogmático de la Constitución pase a ser lo operatorio: “la ley ya fundamentada en un pueblo de ciudadanos soberanos, ya es ficticia” (2004: 36). Sin embargo, que sea ficticia no significa que no siga existiendo. Asistimos al vaciamiento de la ley como organiza- dor, pero al mismo tiempo hemos sido socializados en el imaginario que se funda en ella. Y en las instituciones actuales se yuxtaponen ambos sentidos. También en la sanción de nuevas leyes de niñez, que piensan un niño abstracto, universalmente titular de derechos, y que se encuentran cotidianamente con niños concretos14 en quienes dicha titularidad está altamente difuminada. Las actuales leyes de infancia lograron sancionarse diez años después de la reforma constitucional. Es decir, con la instauración de lógicas institucionales diferentes de las que operan en nuestro pensamiento. Percibimos que no hay un cambio sustantivo en la trama de intereses que el antiguo régimen tutelar sostenía, pero sabemos fehacientemen- 14 Al decir niños concretos procuramos retomar la idea de concreción en Marx: “lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto unidad de lo diverso” (1997: 51). 43 claroScuroS te que atravesamos cambios sustantivos en las instituciones: en las familias, en las escuelas, en el aparato judicial. Encuadre metodológico Si coincidimos con Corea y Lewkowicz (1999: 11) acerca del “ago- tamiento de la potencia instituyente de las instituciones que forjaron la infancia moderna”, las condiciones de pensamiento respecto de las intervenciones sociales en relación a la infancia se ven profundamente interpeladas. En el andamiaje del Estado-nación soberano, la escuela y la familia han sido las principales instituciones productoras de infancia. Hoy, las prácticas en ambas instituciones se distancian significativamente de aquellas fundacionales, produciéndose frecuentemente un desacople entre lo que los sujetos y los discursos institucionales esperan uno del otro. Este escenario social lleva a formularnos los siguientes interrogantes: ¿Aún podemos seguir hablando de la infancia como si fuera un - todo homogéneo? ¿Hay un universo de sujetos susceptible de ser nombrado unívo-- camente bajo esta categoría? ¿No resulta excesivamente heterogéneo este universo para ser - reunido en una misma nominación? Las condiciones de reproducción del capitalismo en la actuali-- dad y la conformación del proceso identificatorio consecuente, ¿producen niños? O, planteado el interrogante de otro modo, ¿los niños que hoy producimos socialmente reflejan nuestros marcos referenciales acerca de la niñez? El Trabajo Social ha sido también una práctica que instituyó la niñez. En particular, las formas de intervención social respecto de los niños y familias que se distanciaban de los modos normalizados de concebirlos. Nos preguntamos también: ¿Cómo se ubica hoy el Trabajo Social frente a este “nuevo - niño”? SuSana Malacalza - María Pilar FuenteS - Verónica cruz (coMPiladoraS) 44 ¿Cómo contribuyen las intervenciones cotidianas del Trabajo - Social a la producción actual de la niñez? Todas estas preguntas constituyeron en punto de partida para delimitar tres ejes de análisis que organizaran la lectura del material empírico: Tensión entre el “niño esperado” y el “niño que se presenta”: 1- análisis y prácticas institucionales/intervenciones de formación. ¿Qué demanda la institución? ¿Qué proyectos construyen los estudiantes a partir de esto? Las políticas sociales, las normativas, el cambio de “paradigma”, 2- la incertidumbre de los profesionales y de los propios sujetos de intervención. La espera de que la reglamentación definitiva salde el estado de situación actual: la perplejidad. ¿Qué pasa cuando el momento de transición, en realidad, vino para quedarse? Lugar que ocupa la ley y desplazamiento –propio de la restaura-3- ción conservadora del neoliberalismo– de la conflictividad social a la comunidad y a la familia. El referente empírico de la investigación estuvo integrado por las instituciones de la ciudad de La Plata y Gran La Plata en convenio con la cátedra de Trabajo Social IV y que conformaban la red de centros donde los estudiantes realizaban sus prácticas de formación académica. En el área temática “niñez”, estas podrían clasificarse en diferentes grupos: Por un lado, los hogares asistenciales, instituciones centrales de la intervención estatal respecto de la infancia pobre, edificadas al amparo de la ideología del “Patronato del Estado”; se trabajó sostenidamente en cuatro de ellos, todos de dependencia provincial. Los mismos atra- vesaron de manera significativa, en el período estudiado, el impacto de la transformación legislativa. La Ley 13298 entró en vigencia a fines de 2005 y obligó a adecuar sus prácticas a este nuevo marco. Evidentemen- te, esto no se dio de modo espontáneo y por ello se habilitó un conjunto de acciones que resultaron fructíferas para nuestro análisis. Por otro, un segundo grupo de instituciones, caracterizadas por te- ner desde sus orígenes una fuerte impronta del paradigma de protección 45 claroScuroS de derechos. Algunas fueron organizaciones sociales o profesionales que impulsaron el cambio legislativo y prestaron asistencia, como por ejemplo una ONG y la consultoría de un colegio profesional; y, en otros casos, programas estatales que surgieron en el proceso de transición, tanto en la jurisdicción provincial como municipal. Y, finalmente, un grupo de instituciones y organizaciones emergentes del cambio legislativo, como los Servicios Locales de Promoción y Pro- tección de Derechos y las mesas barriales como espacios de discusión y construcción programática en relación a las políticas de niñez. Cada uno de estos subgrupos permitió la recuperación de las di- versas prácticas socioinstitucionales de construcción de subjetividad. Las trayectorias y significaciones que estructuraron los diferentes pro- gramas marcaron sus improntas en el tipo de subjetividad forjado. La sanción de la Ley 13298 atraviesa con su discurso todas las acciones institucionales. Los instrumentos de recolección de datos se construyeron a partir de fuentes secundarias: crónicas e informes finales de las prácticas de formación elaborados por los estudiantes, análisis de documentos oficiales y de organizaciones sociales –especialmente en relación a la implementación de los programas–; y de fuentes primarias: obser- vación de las dinámicas institucionales, entrevistas planificadas con los referentes de los centros de prácticas, reuniones de evaluación con dichos referentes y supervisiones con los grupos de estudiantes. Un recurso adicional con el que contó el equipo fue la experiencia profesional de algunos de sus integrantes en el ámbito de referencia, que aportó un acervo conceptual
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