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INTERSTICIOS El espacio social entre la arquitectura y la instalación Gabriel Villalobos Villanueva Facultad de Arquitectura - UNAM UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Arquitectura Intersticios El espacio social entre la arquitectura y la instalación Tesis que para obtener el título de Arquitecto presenta Gabriel Villalobos Villanueva Dra. Mónica Cejudo Collera Arq. Luis de la Torre Zatarain Arq. Mauricio Trápaga Delfín Mayo 2011 Contenido Introducción Primera Parte La complejidad del espacio arquitectónico 1.1 - El espacio como fenómeno social 1.2 - Los espacios de la modernidad 1.3 - Crítica y crisis de las estrategias arquitectónicas Segunda Parte El desarrollo de lo espacial en el arte contemporáneo 2.1 - Los orígenes y fines de la instalación 2.2 - Arte específico de sitio, arte en el espacio público 2.3 - Las posibilidades experimentales de la instalación Tercera Parte El espacio social entre arquitectura e instalación 3.1 - Tercerunquinto 3.2 - Héctor Zamora 3.3 - Consideraciones transdisciplinarias Conclusiones Bibliografía extendida Bibliografía Referencias de las imágenes 5 9 13 20 26 33 37 48 57 65 68 73 79 85 91 99 101 - -4'"' _ ... _ -- - - El paradigma que rige a la posmodernidad es el del cambio constante e inevitable. Al negar la linealidad de la historia todo se ha vuelto histórico; lo nuevo es inmediatamente dige- rido para volverse obsoleto. Esta condición ha permeado en distintos ámbitos de la vida y el conocimiento del ser humano, incluyendo las disciplinas creativas. Al anunciarse el fin de las grandes narrativas, las esferas del conocimiento han quedado huérfanas de las estructuras ideológicas que las sustentaron por siglos. Paralelamente, el pensamiento filosófico post-estructuralista ha propuesto una nueva manera de entender el mundo a partir de lo múltiple, lo complejo y lo otro. Todo discurso está sujeto a la interpretación, y la posición del individuo ante el mundo es transitoria y descentrada. Se han develado aquellas visiones impositivas y opresoras, que han sometido al otro. El ser humano sólo es capaz de construir mesetas provisionales con las que ampliar un poco más su visión. La imposibilidad de lo objetivo y lo absoluto ha producido en muchos aspectos del hombre una profunda crisis. La disciplina arquitectónica no se ha librado de esta crisis. Actualmente la arquitectura se encuentra en una pluralidad de búsquedas. No existen hoy paradigmas que la guíen, herra- mientas teóricas con que unificar los discursos. Incluso se ha puesto en duda, siguiendo el pensamiento contemporáneo, la posibilidad de generar nuevas normas. Es cuestionable toda empresa de fijar el rumbo del conocimiento arquitectónico. Sin embargo, esta situación no conlleva necesariamente a un nihilismo epistemológico. El abandono de lo absoluto y lo objetivo no implican la necesidad de un relativismo resignado. Es posible que la teoría y la crítica arquitectóni- cas acojan esta condición posmoderna como un potencial. La viabilidad de un conocimiento provisional y operativo, situado, permite explorar nuevos rumbos, atravesar mesetas, en esta búsqueda epistemológica. Introducción 5 Portada: The Weather Project Olafur Eliasson (2003) p. 4: Black Cloud Carlos Amorales (2007) (Referencias de todas las imágenes al final del texto.) En este sentido, la investigación se vuelve una actividad contingente. Es un proceso que no termina, porque el cono- cimiento absoluto es inasequible. Al mismo tiempo, la inves- tigación es necesariamente transdisciplinaria, ya que en el seno de una disciplina sólo se hallan sus propias limitaciones. El investigador, como el crítico, será un viajero, que tienda puentes entre territorios contiguos, atesorando todo aquello que le sea provechoso. La disciplina arquitectónica, como todas las empresas humanas, debe asumir el pensamiento contemporáneo. Sólo los hijos de la resignación, como los llama Nietzsche, pueden pretender que la realidad no les adviene. El interés post-es- tructuralista por la otredad, por los discursos laterales, débi- les, ha de producir ecos en la teoría arquitectónica. Así, la búsqueda de los otros de la arquitectura nos motiva a explo- rar nuevas mesetas. La presente investigación se fundamenta en estas condi- ciones. Se pretende construir una meseta, que como otras, es provisional. Es nuestro objetivo generar conocimiento específico de un lugar y un tiempo, y no un conocimiento universal y terminante. La congruencia con esta situación ideológica nos mueve a rechazar un desenlace o una verdad última; más bien, este excursionar de la teoría arquitectónica es el fin en sí mismo. Se ambiciona tender un puente entre el territorio arquitectónico y el territorio contiguo del arte. Este puente no será definitivo, ni será el único posible. Siguiendo con la postura post-estruc- turalista, este puente permitirá a otros continuar la excursión arquitectónica, tender nuevos puentes, ampliar las fronteras. El territorio de la estética es conveniente para la teoría arqui- tectónica contemporánea, puesto que es su otro más desde- ñado. El arte es pertinente porque involucra en su esencia lo contingente, lo débil. La estética configura nuevas experien- cias de percepción y significación, y fomenta el intercam- bio de subjetividades. La arquitectura forma parte de estas experiencias. Es parte esencial del reparto de lo sensible, el sistema de negociación sobre aquello que es digno de mate- rializarse, de hacerse visible y de ser valorado. 6 El arte atañe al discurso arquitectónico cuando actúa en el espacio, en la ciudad, en la conformación de lugares. Aún cuando el arte, y con gran fuerza el arte contemporáneo, ha acogido al espacio como materia y objeto de su quehacer, el arte, el conocimiento arquitectónico y urbano, y la investi- gación sociológica y antropológica permanecen como terri- torios aislados. No existen exploraciones profundas, desde la arquitectura, a las manifestaciones espaciales del arte, como la instalación, el land art o el arte específico de sitio. Esta situación es de mayor premura en nuestro país. Entonces, esta investigación buscará en el terreno del arte contemporáneo nuevos enfoques para la experimentación con el espacio. Se explorarán las maneras en las que la insta- lación, así como otras manifestaciones artísticas vinculadas a un sitio, trabajan con la noción y la creación de lugares. Con ello, se pretende nutrir la experimentación arquitectónica contemporánea de herramientas para tratar con lo social, lo complejo y lo contingente del espacio. La hipótesis que guía a este trabajo propone que, para la arquitectura, la instalación constituye una herramienta de gran valor para la experimen- tación de las complejas dinámicas sociales del espacio. Por lo tanto, será necesario partir de una profunda compren- sión de estas dimensiones del espacio, detectadas por el pensamiento post-estructuralista. La primera parte de este trabajo profundizará en la concepción contemporánea del espacio, y en la ausencia de esta concepción en los discursos arquitectónicos heredados en la actualidad. Sevalorará la necesidad de nuevos medios de experimentación social para la arquitectura. Posteriormente, se llevará a cabo una incursión en los terri- torios del arte contemporáneo que involucran al espacio, siguiendo como guía el desarrollo de la instalación. Se buscará una comprensión profunda de estos ejercicios, implicando entonces a las teorías y críticas que los han estructurado. Esta exploración nos conducirá a lo más provechoso para nuestro propósito; nos dará los medios para tender el puente. 7 Estas exploraciones constituyen ya una gran aportación al discurso arquitectónico actual. No se ha logrado una confron- tación seria y cuidadosa de los fundamentos espaciales de la arquitectura frente al pensamiento filosófico contemporá- neo. De igual manera, la injerencia de las prácticas artísticas contemporáneas en el espacio no ha tenido una presencia sustancial en las teorías sobre lo urbano-arquitectónico. De modo que esta investigación abrirá un lugar en la disciplina arquitectónica para estas tendencias. Una vez discernidos los vínculos de mayor interés entre la instalación y la arquitectura, profundizaremos en el análisis de algunas manifestaciones mexicanas actuales. Este análi- sis constituye el puente transdisciplinario, que nos permitirá valorar a la instalación como un medio propio para nuestro quehacer. A través de estas manifestaciones, se ahondará en las maneras en que la instalación puede utilizarse para compren- der y participar de la complejidad social del espacio. Como se ha dicho, consideramos impracticable alcanzar conclusiones definitivas y generalizables. No obstante, se pretende llegar a una claridad y profundidad que permi- tan establecer con precisión de qué modos puede la instala- ción ser útil a la arquitectura para la experimentación de lo social. Se aspira reunir herramientas suficientes que permi- tan a otros poner en práctica las ideas propuestas, así como continuar con estas exploraciones de lo filosófico, lo estético y lo arquitectónico. 8 1 Primera Parte La complejidad del espacio arquitectónico En los albores del siglo XXI, la arquitectura se encuentra en un territorio de gran ambigüedad. No sólo carece de para- digmas con los que fundamentar su producción; el teórico español Ignasi de Solà-Morales1 argumenta que la concep- ción misma de la disciplina está en crisis. Esta situación puede vincularse con la crisis del proyecto moderno, aún presente en arquitectura y en muchas otras esferas de lo humano. El Movimiento Moderno, que dominó la arquitectura desde finales del siglo XIX, produjo grandes cambios que trascen- dieron los ámbitos estilísticos y tecnológicos. Gran parte de la ruptura que este movimiento supuso con respecto al pasado se tradujo en una nueva definición de la disciplina misma. Los arquitectos se sintieron en la necesidad de teorizar sobre el papel que la arquitectura debía jugar en el mundo, cues- tionando su esencia y su razón de ser. Durante este tiempo, las disciplinas del arte y el diseño se abocaron a explorar las posibilidades inherentes a su medio particular de trabajo. En este contexto, el espacio fue insti- tuido como el corazón de la práctica arquitectónica. Así, se replantearon los objetivos de la arquitectura con base en la noción de espacio. Teóricos de la arquitectura moderna como Sigfried Giedion y Bruno Zevi sugirieron que esta condición fuese aplicada en la comprensión de la arquitectura en su totalidad. Al abor- dar el problema de la crítica arquitectónica, Zevi establece que se debe examinar la historia de la arquitectura partiendo de un enfoque espacial2. Entonces, no es sólo que la arqui- tectura moderna se enfocara a explorar el espacio, sino que hizo de éste la característica determinante de toda la historia de la arquitectura. No obstante, una definición concreta y común del espacio nunca fue propuesta. De hecho, la concepción del espa- cio sufrió cambios importantes durante la modernidad, lo que produjo posturas distintas, a veces contradictorias, en 1 - Solà-Morales, Ignasi. Diferencias: Topografía de la Arquitectura Contemporánea. España: GG, 1995. p.167 2 - Zevi, Bruno. Architecture as Space: How to Look at Architecture. EUA: Horizon, 1957. pp. 22-30 p. 10: Manhattan 11 la arquitectura de este periodo. Gran parte de la crisis de la arquitectura moderna se origina en haber pretendido un movimiento unificado. Las distintas ideas sobre el espacio hicieron imposible un discurso común. Más aún, esta situación provocó que los arquitectos dejaran de lado cuestiones sociales de mayor complejidad. A partir de la idea de producir espacio, los arquitectos modernos insistieron en los juegos de luz y sombra, sólido y vacío, exte- rior e interior. Manfredo Tafuri condena que la arquitectura moderna se creyera capaz de intervenir productivamente en la sociedad con la sola producción de formas3. La crisis del movimiento moderno ha puesto en duda esta creencia. Ante esta situación, durante la segunda mitad del siglo XX proliferaron las exploraciones teóricas en la disciplina arquitec- tónica. Muchas de ellas se apoyaron de propuestas filosóficas contemporáneas, tales como el post-estructuralismo. Estas filo- sofías han explorado nuevas nociones del espacio, en las que la complejidad de lo social juega un papel determinante. Bajo estos enfoques, el espacio es un fenómeno que sólo puede ser comprendido desde territorios multidisciplinarios. Por tanto, la pretensión de la arquitectura (y de otras disciplinas) por domi- nar el conocimiento sobre el espacio es contestable4. Solà-Morales insiste en que la concepción de la arquitectura a partir del espacio es una empresa moderna5. Con todo, esta idea podría seguir siendo válida si se fundamenta en una comprensión profunda y actual de lo que el espacio constituye. Los planteamientos contemporáneos sobre el espacio podrían abrir nuevos caminos para la disciplina arquitectónica. Por tanto, se explorarán las nociones del espacio que han emanado de la filosofía contemporánea. Como se mostrará, estas posturas revelan en el espacio cuestiones sociopolíticas de gran complejidad. Será necesario también comprender las nociones espaciales de la arquitectura moderna, que se han heredado hasta nuestros días. A partir de ello, se discutirá hasta qué punto la arquitectura actual carece de herramien- tas para enfrentarse con la complejidad social del espacio. 3 - Till, Jeremy. Architecture Depends. EUA: MIT, 2009. p. 189 4 - Lefebvre, Henri. The Production of Space. EUA: Wiley- Blackwell, 1992. p. 104 5 - Solà-Morales, p. 111 12 Nuestra exploración de las filosofías contemporáneas sobre el espacio pueden partir del pensamiento de Henri Lefebvre. El filósofo francés ha desarrollado una teoría social del espacio, plasmada en su libro ‘The Production of Space’. Lefebvre aboga por un enfoque transdisciplinario para el estudio del espacio, siendo que en éste se materializan las estructuras políticas, culturales y sociales del ser humano. Lefebvre fundamenta su aproximación en las ideologías económicas (en particular, las ideas de Karl Marx). Por lo tanto, el espacio, bajo un enfoque social, puede enten- derse a partir de lógicas de producción. En este contexto, la acción productiva no se reduce a su acepción técnica o industrial; más bien, se utiliza en el sentido en el que los seres humanos producimos un mundo, que amplía al de la natura- leza. Mientras que la naturaleza (o Dios) crea, y sus creacio- nes no tienen más propósito que ser, el ser humano produce. Esta producción del mundo humano, que podemos llamar cultura, se proyecta espacialmente. Las dinámicas sociales producen espacio, al mismo tiempo que se inscriben en él. El espacio entonces no es un simple producto de la cultura, ya que es también medio para su producción. Esto necesaria- menteinvolucra al tiempo; Lefebvre señala que la produc- ción de la cultura no es tanto un proceso mecánico como un ir y venir entre lo temporal y lo espacial6. De este modo, Lefebvre postula su premisa fundamental de la siguiente forma: “el espacio (social) es un producto (social)”7. Este planteamiento le permite explorar y desarrollar, a lo largo de su libro, diversas implicaciones: del espacio como producto, del espacio como condición necesaria de la socie- dad, y de la distinción entre el espacio social y otros tipos de espacios. Se puede entonces establecer que cada sociedad genera sus modos particulares de producir espacio (y por tanto, los espacios de cada sociedad son particulares). 1.1 El espacio como fenómeno social 6 - Lefebvre, p. 70 7 - Lefebvre, p. 26 13 No obstante, hay que hacer énfasis en que el espacio no es un producto en el sentido en el que se fabrica un objeto. El espacio permite que las dinámicas sociales tengan lugar, por lo que constituye también un agente de producción. Los diversos espacios de una sociedad se compenetran entre sí, y están en constante re-producción. Inversamente, en un espa- cio pueden coexistir diversas dinámicas sociales entretejidas, que actúan como fuerzas que moldean el espacio. Bajo esta perspectiva, el espacio presenta una gran compleji- dad, ya que se encuentra en continuos y densos procesos que lo vuelven contingente. Es un fenómeno político, toda vez que refleja relaciones y tensiones sociales. El espacio también es moldeado por la condición del individuo como cuerpo. Los movimientos, los gestos y las vicisitudes del cuerpo se proyectan en el espacio; esto implica condiciones de percep- ción, de género, de raza, involucradas en su producción. Esta comprensión del espacio como un fenómeno complejo puede ser ampliada con la filosofía post-estructuralista. El post-estructuralismo surgió a partir de entender las cons- trucciones culturales como sistemas complejos, abiertos y dinámicos. El análisis del lenguaje, a partir de su estructura inherente y de la manera en que distintos agentes generan significado, es extrapolado a fenómenos culturales compara- bles, como el espacio. Este enfoque arroja luz a las fuerzas de poder y de negociación que moldean al espacio. El espacio refleja y da lugar a las diná- micas de la sociedad. (Referencias de todas las imágenes al final del texto.) 14 Entonces, podemos decir que la producción del espacio se da a través de las relaciones intra-estructurales entre sujetos, de sujetos con objetos, y de redes de poder. El espacio consti- tuye el lugar de lo político; la dimensión del enfrentamiento con lo otro. Como argumenta Jonathan Murdoch, el espa- cio es relacional9. Esto significa que el espacio no es simple consecuencia de las dinámicas sociales; en sí mismo juega un papel en los procesos de producción. En consecuencia, todo análisis del espacio deviene un análi- sis de lo eventual, siendo que las relaciones que producen el espacio son contingentes. Esto implica que la arquitectura también es contingente; todo constructo espacial es fruto de una negociación (y recordemos, al mismo tiempo hace posi- ble nuevas negociaciones). El evento es un corte temporal en la producción del espacio, constituye la unidad básica de lo espacio-temporal. Ahora, esto no quiere decir que en el espacio no se alcanzan puntos de estabilidad o equilibrio. Por el contrario, los hábi- tos y costumbres con los que una sociedad utiliza sus espa- cios son posibles porque hay acuerdo. Las fuerzas de poder dominantes generan permanencias en el espacio; se hace posible la arquitectura. Estas permanencias, empero, depen- den del equilibrio de fuerzas que actúan espacialmente. En verdad, Murdoch señala que las redes que actúan en el espacio siempre tienden hacia la estabilidad10. Esta situa- ción puede lograrse a través de un compromiso entre fuer- zas, permitiendo espacios de gran densidad y volubilidad. Puede también suceder imposiciones unilaterales que gene- ren espacios homogéneos e inexorables. La imposición de un esquema espacial autoritario es patente en el análisis del panóptico realizado por Michel Foucault. Foucault11 ha explorado la manera en que se estructuran espacialmente ideas modernas como la locura, la disciplina o el castigo. Se han revelado las herramientas espaciales con las que estas condiciones socio-psicológicas han sido segre- gadas y manejadas. El panóptico es un dispositivo arquitec- tónico que impone un sistema de poder basado en la visibi- lidad. Cumple su función lo mismo en el contexto de una 9 - Murdoch, Jonathan. Post-structuralist Geography. GB: Sage, 2006. p. 21 El barrio de Tepito, un lugar de roce y negociación espacial. 10 - Murdoch, p. 96 11 - Foucault, Michel. Discipline and Punish. EUA: Vintage, 1995; y Murdoch, pp. 29-55 15 prisión que como manicomio, hospital, regimiento o escuela. Esta tecnología constituye la anulación de las negociaciones espaciales, y muestra a la arquitectura como cómplice de los autoritarismos ideológicos. Murdoch señala entonces la diferencia entre la postura topo- gráfica y la topológica12. La topografía impone al espacio un sistema definitivo de puntos, coordenadas, datos. Es este el espacio cartesiano, regido por una cuadrícula fija. La topolo- gía en cambio comprende que el espacio tiene pliegues, que toda locación es contingente y está sujeta a redes y flujos. En todas las disciplinas humanas que influyen en el espacio se utilizan ambas estrategias, dependiendo de las condiciones de poder en las que se encuentran. Las complejas dinámicas sociales que hemos descrito deter- minan la conformación del espacio. Esto significa que es una cuestión política el que algunos agentes tengan preponderancia en el espacio y no otros; que algunos discursos sean visibles y otros invisibles. El teórico del arte Jacques Rancière13 habla del reparto de lo sensible; este sistema de relaciones, al mismo tiempo político y estético, que determina continuamente lo que es válido, apreciable y digno de materializarse en el espacio. En un espacio entonces también puede analizarse aquello que no se ha materializado. Como señala Lefebvre, un grupo social puede fracasar en la producción de sus espacios; una fuerza de poder puede subyugar espacial y materialmente a otras14. Esta El diseño del panóptico de Jeremy Bentham, 1785. La planta sólo muestra la mitad del edificio circular. 12 - Murdoch, pp. 86-88 Un esquema topo- gráfico del espacio. 13 - Rancière, Jacques. The Politics of Aesthetics: The Distribution of the Sensible. EUA: Continuum, 2006. 14 - Lefebvre, p. 53; y también Murdoch, pp. 13-14 16 idea ha sido trabajada en el estudio de lo femenino, lo racial, lo homosexual, y otras fuerzas débiles o vencidas que han sido discriminadas social y espacialmente. Otra de las características del espacio, en esta comprensión post-estructuralista, es que toda ubicación es temporal y rela- tiva. Entonces, todo sujeto se localiza de manera descentrada en el espacio. Esta condición de descentramiento surge con los orígenes del pensamiento moderno, con la teoría helio- céntrica propuesta por Copérnico y defendida por Galileo en el siglo XVII. Si la humanidad había vivido en un sistema universal claramente definido y regido por Dios, la teoría heliocéntrica implicó que la ubicación del ser humano en el universo era relativa. El descentramiento se manifiesta en la pérdida de identi- dad y sentido de permanencia, sintomática del individuo contemporáneo. El hombre se encuentra permanentemente desplazado en el mundo. Para Gilles Deleuze15, el individuo está en una constante des-territorialización, y su realidad es sólo una construcción provisional y parcial, una meseta. La interacción de individualidades provisionales produce una realidad compleja (tejida, pero también plegada). Los muchos pliegues de lo realse manifiestan tanto en el espacio físico como en el ámbito psicológico-cultural. 15 - Deleuze, Gilles. The Fold: Leibniz and the Baroque. GB: The Athlone Press, 1993; Murdoch, pp. 89-95 El intersticio es un pliegue, ya que establece conexio- nes entre lugares aislados (ya sean físicos o ideológicos). La realidad enton- ces es compleja; es un tejido espacio- temporal. 17 Estos pliegues permiten que en una realidad se vinculen espacios distantes; y que se abran intersticios espacio-tem- porales en donde tiene lugar lo impredecible. Los intersticios son aquellos momentos en los que, dentro de lo colectivo, se origina lo lúdico. Marx los encuentra en los juegos verba- les de los obreros mientras trabajan. Es en estos intersticios en donde, de mejor manera, tienen lugar las interacciones sociales. Estos eventos permiten que las relaciones y jerar- quías de poder sean replanteadas de manera lúdica y sin compromisos. El espacio se vuelve poroso a raíz de estos intersticios y se modifica con sus rastros. Dos ejemplos de intersticio, uno gene- rado socialmente y otro fruto de un proyecto artístico. El intersticio abre un paréntesis en las estructuras de orden, dando pie a dinámicas sociales emergentes. 18 Nos enfrentamos con una noción del espacio que clara- mente supera los paradigmas tradicionales de la arquitec- tura. El espacio es un producto y un agente de producción, en las complejas redes que conforman una sociedad. Es un fenómeno determinado por condiciones políticas e ideológi- cas en constante negociación. Las realidades espaciales son complejas, contingentes, y se experimentan desde una posi- ción descentrada. Como se ha dicho, el evento constituye la unidad básica de la dimensión espacio-temporal, y se distingue particularmente en la creación de intersticios. Estos fenómenos conllevan a que el espacio contenga pliegues, que permiten relacionar fenómenos sociales más allá de lo tangible. Lo material es entonces resultado de fuerzas vencedoras que adquieren la estabilidad suficiente para moldear físicamente el espacio. Resulta evidente que esta comprensión filosófica del espa- cio no ha sido integrada en los fundamentos de la disciplina arquitectónica. Es oportuno entonces abordar las concep- ciones espaciales con las que trabaja la arquitectura, here- dadas del movimiento moderno, y contrastarlas con esta perspectiva filosófica. Esto permitirá detectar las carencias y problemáticas de la disciplina al enfrentarse a la compleji- dad del espacio. 19 El zócalo de la Ciudad de México. En sus diversos usos como espacio de centricidad urbana, de manifestación política, de conme- moración histórica y de esparcimiento, es un ejemplo de cómo el espacio es un medio de produc- ción social. 1.2 Los espacios de la modernidad Las estrategias de exploración espacial de la arquitectura pueden analizarse a partir del Movimiento Moderno. Fue con esta corriente que se instauraron nuevos paradigmas a partir de definir la arquitectura como el arte del espacio. Se ha dicho ya que los primeros modernos comenzaron a ponderar los objetivos de las artes. Es importante compren- der el contexto que produjo esta redefinición. Ya desde el siglo XIX, los artistas, diseñadores y arquitectos comenzaron a manifestar la urgencia de los cambios históri- cos. La Revolución Industrial trajo consigo novedosos mate- riales y técnicas de producción, que pusieron en cuestiona- miento el papel del artista en la sociedad. Así, Alois Riegl, John Ruskin, William Morris, y muchos otros, definieron nuevos rumbos para estas profesiones integrando la novedad de manera crítica. Esta situación implica entonces que el artista adquirió una conciencia profunda de su situación frente a la historia16. Ya desde el Impresionismo, el artista decidió romper con el pasado inmediato y los cánones académicos, y buscar por sí mismo el devenir de sus creaciones. La idea del artista emancipado heredaba la lucha ilustrada por la libertad del individuo: el individuo artista debía ser libre de crear según su espíritu. El artista moderno, entonces, no sólo rompió con el pasado; se independizó al mismo tiempo de la Academia, de la crítica establecida, y de la autoridad ejercida por la Iglesia y el Estado sobre el arte durante siglos. Es entonces coherente que cada disciplina artística haya replanteado sus objeti- vos, partiendo de las posibilidades inherentes a su medio de trabajo. Con esta búsqueda, las artes justificaron y encauza- ron su autonomía. De manera paradójica, esta autonomía produjo en el artista un encuentro con la realidad social. La emancipación del poder, de lo religioso y lo sublime, dirigió la atención del 16 - Colquhoun, Alan. La Arquitectura Moderna: Una Historia Desapasionada. España: GG, 2005. pp. 9-10 20 arte hacia la cotidianidad17. Así, los artistas adquirieron un compromiso con su realidad histórica, manifiesta no sólo en su postura ante los avances tecnológicos, sino sobre todo en el deseo de integrar el arte con la vida. Esto se comenzó a reflejar en corrientes como la pintura impresionista o la lite- ratura realista. Para la arquitectura, este cambio implicó abandonar las edificaciones sublimes y eternas del poder, y enfocarse en las necesidades de la cotidianidad del individuo. En verdad, desde sus orígenes la arquitectura se desarrolló en torno a la creación de lugares de poder. Si la historia de la arquitectura se conformaba de mausoleos, catedrales, palacios y edifica- ciones cívicas, es determinante que la obra más contundente del art nouveau fuera una casa. Durante siglos, guiados por los tres pilares vitruvianos de utilidad, permanencia y belleza, los arquitectos ejercieron un control absoluto de sus creaciones. Este fundamento de la arquitectura en Vitruvio, aún persistente, revela que la voca- ción originaria de la arquitectura ha sido construir para Dios y para el César. Mientras tanto, la sociedad fue capaz de solventar por sí misma sus necesidades espaciales: la arqui- tectura que despectivamente llamamos vernácula es, y ha sido siempre, la materialización de las dinámicas sociales que ya hemos estudiado. Una nueva situación ideológica sobrevino con la era moderna. Ya desde el Renacimiento, la invención de la pers- pectiva anunciaba a la arquitectura como el nuevo marco de referencia para el hombre. Esta nueva vida cotidiana, secu- lar, de la naciente ciudad burguesa, comenzó a introducirse en el quehacer de los arquitectos. Con el advenimiento de la Revolución Industrial, surgió una clase obrera que no tenía los medios para producir sus espa- cios. Esto se aunó a la autonomía buscada por las artes; los arquitectos modernos se confirieron entonces la responsabi- lidad de lidiar con lo social. Ahora bien, es necesario evaluar hasta qué punto la disciplina se adaptó a estos nuevos objeti- vos, a la luz de una noción de espacio que nunca fue definida con claridad. 17 - Rancière, p. 32 21 En verdad, cuando el historiador de arte Alois Riegl carac- terizó al espacio como esencia de la arquitectura, ilustró su noción de espacio con el Panteón de Agripa18. La concep- ción del espacio de Riegl estaba fundamentada en un clasi- cismo cartesiano, heredado de las academias y regido por las leyes de Vitruvio. Es incoherente que se pretendiera libe- rar a las formas arquitectónicas de los cánones históricos, pero se fomentara la reproducción de un espacio anacró- nico. Esta idea del espacio sería heredada por influyentes arquitectos como Le Corbusier. El espacio racionalista es simétrico, centralizado, delimitado por volúmenes euclidia- nos. Esto constituye una visión primordial del espacio en el Movimiento Moderno. En cierto modo, podemos equiparar esta comprensión racio- nalista del espacio con el enfoque topográfico criticado por Jon Murdoch. La obra de Le Corbusier,así como la de la Deutsche Werkbund y el racionalismo italiano, partieron de la centralidad y la idealización de volúmenes, muchas veces aludiendo a fundamentos clásicos y generando espacios inte- riores parcelados y claramente identificados. La arquitectura determina, impone, el uso y la interpretación del espacio. 18 - Montaner, Josep María. La Modernidad Superada: Arquitectura, Arte y Pensamiento del Siglo XX. España: GG, 1997. p. 28 ‘Casa Citrohan’ Le Corbusier (1927) ‘Casa del Fascio’ Giuseppe Terragni (1932) 22 Paralelamente, las vanguardias artísticas, como el Futurismo y el Neoplasticismo, incorporaron una noción espacial consecuente con los hallazgos de la termodinámica. Estos descubrimientos demostraron que el espacio no es un vacío, sino que presenta estados físico-químicos que determinan el comportamiento de las ondas y los gases. Esta concepción se nutriría más adelante con los descubrimientos de Einstein, quien formalizaría la noción de espacio-tiempo como un campo fluido, continuo, no euclidiano. Así, Umberto Boccioni invitaba a pintar el espacio, y a través de sus esculturas exploraba el espacio como una red de flujos. Theo van Doesburg realizó experimentos en los que la casa era resultado de una adición de volúmenes, y más tarde de simples planos de color que moldean un espacio continuo. Esto podría compararse con la visión topológica del espacio, en el sentido de que la continuidad espacial sobrepasa un esquema rígido y parcelado. La etapa alemana de Mies van der Rohe refleja esta noción de espacio. En contraste con los esquemas racionalistas, Mies van der Rohe generó espacios fluidos, en los que la arquitectura es sólo sugerente y casi muda. En las casas cons- ‘Contra- Construction’ Theo van Doesburg (1923) ‘Casa de campo en ladrillo’ Ludwig Mies van der Rohe (1924) 23 truidas entre 1923 y 1935, incluyendo también el Pabellón de Barcelona, Mies desarrolló una compleja dialéctica entre interior y exterior que se independiza casi por completo de la estructura. Ésta se rige por una retícula en la que se ubican columnas y muros, bajo una cubierta de gran ligereza que se extiende más allá de los confines del interior. No obstante, es claro que estas propuestas trabajan con un espacio abstracto, lejano al espacio socialmente denso descrito por el post-estructuralismo. Tanto el racionalismo corbusieriano como el funcionalismo más experimental concibieron al espacio cotidiano como materia plástica, y no como un fenómeno social. Es determinante que las viviendas paradigmáticas creadas por grandes genios como el mismo Mies fueran abandonadas por sus dueños. Retórica social aparte, los arquitectos continuaban produciendo edificacio- nes vitruvianas, que cumplían con cánones que otras artes ya habían desechado. Tras las grandes guerras del siglo XX, las nuevas genera- ciones de arquitectos comenzaron a objetar la validez del proyecto moderno. Se cuestionó hasta qué punto los arqui- tectos comprendían la complejidad social, aún a pesar de sus aspiraciones. Pronto, arquitectos en todo el mundo integraron al discurso moderno las particularidades de lo local y lo tradi- cional. Otros desarrollaron propuestas urbano-arquitectónicas basadas en la teoría de los sistemas. Estas propuestas agudi- zaron la descentralización del espacio, sugiriendo estructuras metabólicas que permitieran un crecimiento orgánico, y la apropiación y adaptación individualizada de cada espacio. Grupos como Archigram, Superstudio o Archizoom, así como Yona Friedman y Cedric Price, llevaron el proyecto moderno a sus últimas consecuencias. Al concebir ciudades enteras dentro de estructuras de gran escala, en las que el individuo se ha vuelto un componente más de la gran maqui- naria industrial y capitalista, estos exponentes cuestionaron la posibilidad de que la arquitectura moderna propiciara una sociedad deseable. Manfredo Tafuri culpó a la arquitec- tura moderna de su complicidad en el sistema de opresión capitalista19. La arquitectura se develó como un instrumento político, como un medio del poder. 19 - Solà-Morales, p. 95 24 Ante este panorama, y con el fracaso social de diversos proyec- tos urbanos y arquitectónicos del modernismo, se anunció la gran crisis de la arquitectura moderna. Arquitectos como Charles Jenks y Robert Venturi promulgaron una nueva etapa en la historia de la arquitectura, en la que los cáno- nes modernos serían duramente cuestionados. Teóricos como Jane Jacobs y Kenneth Frampton convocaron a gene- rar modelos urbanos más humanos, retomando lo local y lo tradicional desde una postura posmoderna. Sin embargo, estas nuevas posturas, que intentaron integrar la complejidad de lo social a la arquitectura, no provoca- ron cambios sustanciales en la manera en que se produce la arquitectura. El espacio, la forma y la imagen siguieron siendo los productos de la disciplina. Incluso hoy, la sombra de Vitruvio cubre la retórica arquitectónica. El arquitecto continúa creando obras sublimes, eternas e infalibles, mien- tras la mayor parte de la sociedad lucha por generar sus propios espacios. Si bien el Movimiento Moderno introdujo en la arquitectura el interés por lo social y lo cotidiano, las estrategias con las que actúa el arquitecto no fueron examinadas. La arquitec- tura del siglo XX se produjo en gran medida bajo la idea de un espacio inmutable y contundente. La complejidad que hemos hallado en el espacio no ha sido integrada en los procesos de producción de nuestra disciplina. Por tanto, la comprensión compleja del espacio exige cambios disciplinarios para su asimilación. Este nuevo espa- cio requiere de nuevas herramientas de análisis e interven- ción. Resulta entonces necesario examinar las estrategias de la disciplina arquitectónica; las herramientas con las que trabaja el arquitecto en la modificación del espacio. 25 1.3 Crítica y crisis de las estrategias arquitectónicas A través de la historia, las ideas arquitectónicas se han trans- formado; empero, la esencia de la disciplina ha perdurado. Desde su origen, la arquitectura se ha fundamentado en la modificación física del espacio. Puede argumentarse que toda la arquitectura produce objetos de escala relativa al ser humano, que modifican el espacio de cierto modo. A estos objetos se les han conferido características distintas; no obstante, la esencia de la producción arquitectónica ha sido la misma. Esto implica que las estrategias arquitectónicas para modificar el espacio siempre son formales: ya relativas a una estética, ya determinadas por una idea de lo útil, ya consecuentes con las posibilidades tecnológicas. Estos tres grandes aspectos, lo bello, lo útil y lo técnico, son las bases de la arquitectura establecidas por Vitruvio. Aún hoy, con una reinterpretación moderna, continúan guiando la producción arquitectónica. A pesar de los cambios para- digmáticos producidos por lo moderno, los medios arquitec- tónicos han dificultado la inclusión de lo social. Se modifica físicamente el espacio mediante formas, sin una compren- sión clara de las fuerzas intangibles que lo determinan. En primera instancia, la noción vitruviana de utilidad se ha heredado en la producción de espacios mono-funcionales. La arquitectura moderna promovió la compartimentación de usos espaciales. Esto corresponde con una visión panop- tista del espacio; es congruente con la postura autoritaria implicada en la construcción de templos o monumentos. En verdad, la modernidad se ha caracterizado por su búsqueda del orden, pero un orden impuesto de manera autoritaria sobre la naturaleza compleja del ser humano. Así, la locura, la enfermedad, la sinrazón, son suprimidos por el pensamiento moderno (y encerrados en espacios panop- tistas). Esto se refleja en la suposición de que el arquitecto resuelve problemas;al enfrentarse a la complejidad social, particularmente en la ciudad, el arquitecto responde con un llamado al ‘orden’. 26 Como hemos visto, el espacio social no es mono-funcional, sino que alberga diversas actividades entretejidas. La reali- dad social, proyectada en el espacio, es caótica. Esto no significa que sea imposible comprenderla o modificarla, pero cualquier simplificación del uso del espacio es parcial y problemática. La disciplina arquitectónica no ha sido capaz de articular diferentes funciones en un mismo espacio, de la manera entretejida en que la sociedad lo hace por sí sola. Esta situación también es patente en la tendencia arqui- tectónica por la claridad formal. Los paradigmas estéticos heredados de la antigüedad y elogiados por arquitectos modernos como Le Corbusier, prescriben objetos arquitec- tónicos unívocos, de una sola lectura semántica. El trauma moderno por la pureza de formas y la asepsia de espacios es consecuente con una idealización de la sociedad. Esto se encuentra presente en los procesos de diseño arquitec- tónico, en los que se privilegia la simplicidad, el rigor y la racionalidad geométrica. En contraparte, ya Robert Venturi demostró que la arqui- tectura es compleja en sus significaciones; elogió a la ambi- güedad y a la contradicción como su mayor fuente de riqueza semántica. Esta complejidad es patente no sólo en momentos históricos como el barroco; es parte integral de la complejidad urbana post-industrial. Por otra parte, hemos visto que la determinación de lo bello y lo valioso está conformada por una negociación política. Los paradig- mas estéticos con los que trabaja el arquitecto (en cualquier momento histórico) están influidos por factores exteriores a la disciplina. Por tanto, no puede pretender imponerse desde el seno de la arquitectura una conformación semán- tica y estética del espacio. El tercer fundamento de Vitruvio, la firmeza, responde a las necesidades arquitectónicas de la autoridad. Esta visión de la arquitectura nos mueve a crear estructuras anacrónicas, catedrales y acueductos con los que el tiempo sea desafiado. Como se ha dicho, el espacio es en esencia temporal y se encuentra en constantes modificaciones. La contingencia 27 del espacio ha sido sugerida por Bernard Tschumi20, quien comprende que la arquitectura está conformada de even- tos. Esto significa que toda construcción formal es sólo un medio para la producción del espacio-como-evento. El tiempo, entonces, constituye una base para la arquitectura tan esen- cial como el espacio. Las herramientas gráficas con las que se produce arquitec- tura profundizan su anacronía. Como señala Lefebvre, es imposible dibujar el tiempo, y por tanto las contingencias que acaecen en el espacio quedan fuera del alcance del arqui- tecto. El dibujo es necesariamente una reducción, en la que inevitablemente quedan fuera las contingencias del clima, el desgaste de los materiales, y sobre todo las situaciones socia- les, políticas y culturales que operan en un objeto arquitec- tónico. A través del dibujo, los arquitectos se desprenden de las situaciones que están diseñando, visualizando a los indi- viduos como meros vectores en el espacio y suprimiendo las condicionantes sociopolíticas que los determinan. En nuestra época, esto se ha agudizado con la fotografía y con el diseño asistido por computadora. La fotografía se ha convertido en el medio de validación y divulgación del objeto arquitectónico. Los aspectos formales, por tanto, son de mayor valoración entre los círculos de crítica y recono- cimiento. El diseño digital también limita a los arquitectos a la producción de formas atemporales, con el supuesto de que a la complejidad social del espacio deben corresponder formas complejas. Para el teórico Jeremy Till21, la arquitectura se ha convertido en una disciplina cerrada, autocomplaciente, que genera sus propios valores y no se comunica con la realidad. Los arqui- tectos se han acostumbrado a observar el mundo desde arriba; ahí, sólo observan las funciones de la gente, los edificios se redu- cen a formas, la ciudad está compuesta de flujos abstractos. La arquitectura es generada como en un laboratorio, a puertas cerradas y en control absoluto de variables auto-generadas. Esta introspección se refleja incluso en las actitudes y compor- tamientos de los arquitectos, quienes desde alumnos se enfren- tan a redundantes rituales como las repentinas o las entregas 20 - Tschumi, Bernard, “Six Concepts”. Architecturally Speaking: Practices of art, architecture and the everyday. Read, Alan; ed. EUA: Routledge, 2000. pp.174-176 21 - Till, pp. 7-8, 35 28 presenciales. Till arguye que estos ritos no brindan al estu- diante herramientas de pensamiento; sólo lo enfrentan con el rebuscado vocabulario y la vanidad de los profesores22. Así, los alumnos de arquitectura destacados terminan siendo quienes logran soportar las horas de desvelo y estrés y satisfacer los criterios estilísticos y de representación de los docentes. Es de especial importancia identificar estos problemas en la educación. A través de la enseñanza de la arquitectura es que se han transmitido estos paradigmas ya obsole- tos. Aún cuando el estudiante de arquitectura supone una libertad creativa, en realidad es condicionado por los hábi- tos de producción heredados de épocas pasadas. De modo que, para que la disciplina incorpore una comprensión más compleja del espacio social, deben instituirse nuevas herra- mientas de aprendizaje y experimentación. La tríada vitruviana de estabilidad, funcionalidad y belleza se muestra insuficiente para enfrentar la complejidad de lo real. En palabras de Solà-Morales, “los lugares de la arqui- tectura actual no pueden ser permanencias producidas por la fuerza de la firmitas vitruviana. Son irrelevantes los efectos de duración, de estabilidad, de desafío al paso del tiempo.”23 Es menester plantear nuevas concepciones de lo arquitectónico, coherentes con las nociones actuales de la producción del espacio. Un acercamiento que puede ser útil para este propósito es propuesto por el mismo Solà-Morales. Basándose en la idea de pensamiento débil de Gianni Váttimo, este teórico propone la posibilidad de una arquitectura débil24. La noción de lo débil de Váttimo se enfoca en contrarrestar los discursos absolutistas, centrales e inflexibles que han dominado el pensamiento occidental. Esta noción se opone a concebir una arquitectura eterna, resistente e inmutable. Entonces, la arquitectura débil será la arquitectura de lo contingente, de lo otro, del evento. “El pensamiento deleu- ziano apunta [...] hacia la sugerente idea de una arquitectura del acontecimiento.”25 Esta arquitectura entonces es rastro; se equipara a la idea de Tschumi de la arquitectura como materialización de lo eventual. Por su parte, Till argumenta 22 - Till, pp. 8-10 23 - Solà-Morales, p. 124 24 - Solà-Morales, p. 65 25 - Solà-Morales, p. 123 29 que la arquitectura es la disciplina de lo contingente por excelencia, y que si aprovecha el potencial que esto implica puede volverse un modelo para el conocimiento (y la repro- ducción) de lo complejo. Esto implica reconsiderar también el papel del arquitecto en la producción del espacio. La supuesta autoridad de esta profesión sobre el espacio es cuestionable; requeri- mos adoptar una postura de mayor humildad, nutrida tal vez por lo lúdico. Esta actitud sencilla y lúdica la muestra Georges Perec cuando habla del espacio. En ‘Especies de Espacios’26, Perec describe los espacios por los que trans- curre su cotidianidad, con una gran sencillez pero demos- trando una relación profunda con ellos. Se requiere la habi- lidad de tomar en serio el espacio, para poder vivirlo como lo vive un niño. Lo lúdico nos remite entonces a la idea del intersticio. Como hemos dicho, los intersticiosson pausas (oquedades, plie- gues) en el espacio-tiempo que permiten el juego, la fiesta y el arte. Cuando el ser humano juega, celebra o disfruta de una experiencia estética, el tiempo se pausa y el espacio se abre. Nicolás Bourriaud27 explica entonces que el intersticio, como la obra de arte, genera un lugar en el que las relacio- nes sociales pueden replantearse al margen de las estructu- ras políticas. Es en estos intersticios en donde las dinámicas sociales se renuevan, se juegan. En verdad, la idea de arquitectura débil de Solà-Morales se apoya de una consideración estética. El arte contemporá- neo ha demostrado una gran capacidad de responder a la condición del individuo en la modernidad. La arquitectura podría compararse con otros procesos artísticos, en los que a través de lo lúdico se experimenta con el espacio. Solà- Morales considera incluso el papel que puede jugar la insta- lación como un medio de configuración espacial acorde a estas nociones de lo débil, lo localizado y lo contingente28. Es posible que manifestaciones espaciales del arte como la instalación puedan constituir herramientas para la explora- ción arquitectónica de lo social. 26 - Perec, Georges. Especies de Espacios. España: Montesinos, 2001. 27 - Bourriaud, Nicolás. Relational Aesthetics. Francia: Le Presse du Reel, 1998. p. 16 28 - Solà-Morales, p. 77 30 En suma, hemos estudiado a fondo teorías contemporáneas que explican la complejidad del espacio. Se ha mostrado que el espacio es un fenómeno social, regido por intangi- bles fuerzas entretejidas que determinan su conformación física. Esta noción del espacio se ha argumentado ausente en la evolución de la arquitectura en el último siglo. Más aún, se ha ponderado hasta qué punto las estrategias actuales de producción arquitectónica se han mantenido al margen de los cambios ideológicos y sociales. A la postre, se ha perfi- lado el potencial del arte en la búsqueda de nuevas herra- mientas de experimentación. Este potencial emana de la idea del intersticio, y de comprender que toda materializa- ción en el espacio es una cuestión estética y política, además de arquitectónica. La segunda parte de esta investigación explorará la manera en que el arte contemporáneo ha trabajado con el espacio. Se analizarán las manifestaciones del arte que modifican el espacio de manera física o introducen en él un objeto. Pondremos particular atención en aquéllas que contemplan en su producción las dinámicas espaciales estudiadas en el primer capítulo. Observaremos en el arte contemporáneo la eficacia de una postura lúdica en la conformación creativa de espacios más humanos. 31 2 Segunda Parte El desarrollo de lo espacial en el arte contemporáneo El arte contemporáneo ha explorado de diversas maneras las complejas redes y estructuras que conforman lo social. Al comprender y experimentar con el reparto de lo sensible, el arte reproduce, cuestiona y modifica los mecanismos de mate- rialización. Es posible que entre sus manifestaciones hallemos herramientas para la experimentación arquitectónica. Por otro lado, al perfilar la noción de una arquitectura débil se ha identificado el fenómeno del intersticio; un intervalo o pliegue en el espacio y en el tiempo en donde tiene lugar lo lúdicot y lo estético. El arte contemporáneo, como todo el arte, genera estos pliegues deleuzianos y cuestiona las estruc- turas políticas que rigen el espacio. Es posible entonces que la arquitectura incorpore las estrategias mediante las que se generan estos campos de juego. Resulta oportuno abordar la reciente teoría de Nicolás Bourriaud. El crítico francés ha identificado una estética rela- cional en las manifestaciones artísticas de las últimas déca- das. Bourriaud parte de que el arte contemporáneo ya no inventa realidades alternas o utópicas, pero tampoco es una mera representación del mundo; el arte es en sí mismo una realidad, constituye una suma de modos de vivir y actuar dentro de la realidad. Entonces, el arte relacional se centra en la inter-subjetividad, el encuentro y la transacción, y la elaboración colectiva de significado29. Esta aproximación muestra evidentes similitudes con la comprensión relacional del espacio planteada por Jonathan Murdoch. Las artes relacionales son conscientes de que la conformación del valor y el significado de una obra de arte son producto de una negociación. Artistas como Rirkrit Tiravanija, Gabriel Orozco, Sophie Calle y muchos otros, trabajan precisamente con estos mecanismos de negocia- ción, provocando situaciones paradójicas, inusuales, en las que lo normal es puesto en juego. 29 - Bourriaud, pp. 13-15 p. 34: Merzbau Kurt Schwitters (1933) 35 Ahora, esto no significa que la materialidad de la obra de arte se pierda. Por el contrario, el papel de los objetos es revalorado; se experimenta con las maneras en que se mate- rializa lo social. La instalación es de particular interés en este sentido. Es importante recalcar que el fundamento de la arquitectura es su capacidad de modificar físicamente el espacio; las prácticas artísticas de mayor utilidad para nues- tro propósito han de involucrar el ámbito físico de las consi- deraciones que se han descrito. Es necesario estudiar las maneras en que el arte ha asimi- lado la complejidad del espacio en la contemporaneidad. Hemos de contrastar las experiencias artísticas del último siglo con las manifestaciones arquitectónicas ya descritas, para determinar la medida en que el arte logró integrar en sus prácticas una comprensión profunda de lo espacial. A este propósito, examinaremos el desarrollo de la instala- ción, así como otros formatos comparables, a la luz de las consideraciones filosóficas ya estudiadas. Se buscarán las manifestaciones que modifican el espacio partiendo de una interacción con lo social. 36 2.1 Los orígenes y fines de la instalación El potencial envolvente de las artes plásticas ha sido explo- tado desde la antigüedad. Los diversos medios artísticos se han sumado en la búsqueda de experiencias estéticas profun- das. El teatro de la Grecia clásica incluía los efectos de la música, la lírica, el diseño escenográfico y otros medios, en la consecución de la catarsis. En las catedrales góticas, la arquitectura se suma a los vitrales, las esculturas y la música sacra en la tarea evangélica. Los espacios generados por la arquitectura barroca se carac- terizan por el movimiento, el descentramiento y la colabo- ración con otras artes. Son de particular interés los logros alcanzados por artistas como Miguel Ángel o Bernini. El vestíbulo de la Biblioteca Laurenciana y el Éxtasis de Santa Teresa son importantes antecedentes de la instalación. Estas obras rompen las fronteras entre disciplinas, en la construc- ción de un espacio envolvente y literalmente sublime. A mediados del siglo XVIII, Richard Wagner acuñó el término gesamtkunstwerk (obra de arte integral), en su propuesta de una nueva forma de ópera que envuelve al espectador en una gama de estímulos visuales, auditivos, e ‘Éxtasis de Santa Teresa’ Gian Lorenzo Bernini (1652) 37 incluso olfativos, provenientes de distintos puntos de una sala. Esta idea influyó en los primeros artistas y arquitectos modernos, que como hemos dicho promovieron una fusión del arte con la vida diaria. Las artes plásticas comenzaron a descartar las limitaciones temáticas determinadas por la academia y la crítica. Las esculturas de Auguste Rodin eran criticadas por su repre- sentación de individuos comunes en posiciones arbitrarias. Esto se aunaba a la eliminación del pedestal, que generaba distancia entre la obra escultórica y el mundo real. La repre- sentación de personajes, lugares y eventos de la vida coti- diana se dio del mismo modo en la pintura impresionista, así como en la literatura del realismo y el naturalismo.Jacques Rancière considera de gran importancia esta inclu- sión de lo social en las artes30. Constituye un cambio en el reparto de lo sensible; se modificaron los valores de lo visible y lo digno de representación. Rancière, como otros, identi- fica en esta transición el inicio de la modernidad en el arte. Incluso, se ha argumentado que esta situación fue necesa- ria para que las manifestaciones posteriores descartaran todos los temas por igual, y prefirieran una experimentación abstracta de los medios propios de cada disciplina. Al mismo tiempo, estos primeros artistas modernos comen- zaron un profundo cuestionamiento del papel del artista y de la obra de arte frente a la academia y los museos. La crítica a la institución (que engloba a los museos y galerías, los críticos de arte y las academias e instituciones de educación del arte) es una característica propia del arte moderno. Al colocar sus esculturas directamente sobre el suelo, Rodin refleja la inten- ción de establecer una relación más directa con el espectador. La crítica a la institución movió a los pintores impresionistas, y caracterizó las actitudes compartidas por las vanguardias. En 1917, Marcel Duchamp introdujo su ‘Fuente’ a la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Esta acción marcó el inicio de un profundo cuestionamiento sobre los límites del arte, y sobre el papel que juega la institución en la conforma- ción de estos límites. Duchamp mostró que cualquier objeto que entrase en el circuito intelectual del arte se podía tratar 30 - Rancière, p. 32 ‘Fountain’ Marcel Duchamp (1917) 38 como arte, independientemente de su significado o su filiación con un lenguaje o técnica de producción particulares. Por otro lado, Duchamp marcó el éxodo de las vanguardias a Estados Unidos, mudando el centro del arte de París a Nueva York. Esta creciente conciencia de los mecanismos de valoración del arte, aunada al interés por involucrarse con la realidad social, movieron paulatinamente a los artistas de vanguardia a abandonar la representación. Las manifestaciones artís- ticas de la primera mitad del siglo XX, como el neoplas- ticismo o el expresionismo abstracto, profundizaron en la experimentación con los elementos fundamentales de la pintura, la escultura y la arquitectura. Esto se dio bajo la conciencia de que el papel del arte en su contexto social, y no ya lo representado, es lo que consolida su valor. Las pinturas de Jackson Pollock, Mark Rothko y otros, fueron interpretadas por el MoMA de Nueva York y por críticos como Clement Greenberg, como expresiones democráticas de la libertad del individuo norteamericano31. La técnica de Pollock se entendía como una expresión profunda y personal de la condición moderna. Esto también se observaba en otros pintores como Jean Dubuffet, Willem de Kooning o Arshile Gorky, aunque éstos mostraban de manera más evidente los traumas psicológicos de la posguerra, así como cuestiones irracionales ligadas al psicoanálisis de Freud y Jung. ‘Number One’ Jackson Pollock (1948) 31 - Hopkins, David After Modern Art: 1945-2000. GB: Oxford, 2000. p. 12 39 Por otro lado, las pinturas de Robert Rauschenberg utiliza- ban técnicas de collage y ensamblaje para experimentar, en un tenor similar, cuestiones subconscientes, sexuales y esca- tológicas. Partiendo de las experiencias del surrealismo, y de las ideas de Marcel Duchamp y John Cage, Rauschenberg cuestionaba la pureza estética que Greenberg elogiaba en el expresionismo abstracto, y más bien introducía al arte las vicisitudes del individuo moderno. Además, como el ready- made, el ensamblaje abandonaba el carácter representativo del arte, prefiriendo utilizar directamente los objetos del mundo como material de trabajo. Con todo, hemos de distinguir en las artes plásticas de este momento una situación similar a la ocurrida en la arqui- tectura. Si bien se modificaron sustancialmente los objetivos últimos del arte, las disciplinas profundizaron su autonomía y el potencial de sus medios. Aún cuando se realizaba crítica a la institución del arte, las obras permanecían dentro de ellas. El enfrentamiento directo con la realidad, y su utiliza- ción como material de trabajo, no ocurrió con contundencia en el arte moderno. Al ser una manifestación propia del arte contemporáneo, la instalación muestra características esenciales que la distin- guen del arte moderno y de otras concepciones de obra de arte total. Con todo, sus primeros manifestantes explorado- res se nutrieron de estos antecedentes. Uno de los padres de la instalación, Allan Kaprow, escribió en 1956 ‘The Legacy of Jackson Pollock’, en el que estableció que el action painting había abierto el camino al ensamblaje y, en última instancia, a la experimentación tridimensional de las artes visuales32. Entonces, Kaprow comenzó a realizar environ- ments (o ambientes), que consideraba versiones grandes de los ensamblajes de Pollock o Rauschenberg. Uno de sus primeros environments fue ‘Words’, creado en 1962 en una pequeña galería en Nueva York. Los participantes podían escribir palabras en papeles y añadirlos a los que ya cubrían las salas. Las hojas estaban montadas de manera que la gente podía generar frases al moverlas. Así se manifestaba el interés de Kaprow en la participación del espectador. ‘Charlene’ Robert Rauschenberg (1954) 32 - Reiss, Julie. From Margin to Center: The Spaces of Installation Art. EUA: MIT, 1999. pp. 4-9 40 ‘Words’ Allan Kaprow (1962) 33 - Kaprow, Allan. “Assemblages, Environments and Happenings”. Art in theory: 1900-2000. Harrison, Charles; Wood, Paul, ed. EUA: Blackwell, 2003. pp. 719-722 ‘The Store’ Claes Oldenburg (1961) Kaprow, junto con Claes Oldenburg, Jim Dine y Robert Whitman, experimentó con este tipo de obra y con los happe- nings durante la década de 1960 en Nueva York. En su texto ‘Assemblages, Environments and Happenings’ de 196633, Kaprow describió la relación entre estas tres formas de arte. Un environment se definió como una obra de arte en la que un individuo o un grupo de personas puede penetrar, llevar a cabo alguna acción y de este modo completar el significado de la obra. Como en los ensamblajes, se utilizaban mate- riales reciclados, perecederos y de desecho, de modo que el environment era una construcción efímera que se perdía una vez desmontada. Estas obras expresaban también la prefe- rencia por presentar la realidad en vez de representarla. Esta realidad, manifestada en un evento, era el happening. Estas propuestas manifiestan que el espacio se genera de manera colectiva. La estrecha relación entre environment y happening demuestra la doble dimensión espacio-temporal de un evento. En este sentido, Allan Kaprow y sus colegas 41 crearon obras de gran originalidad. Del mismo modo, los materiales burdos expresaban cierto contenido primitivo, corporal e irracional, en consecuencia con las pinturas de Rauschenberg o Dubuffet. Es importante señalar también que los environments se exhibieron en galerías periféricas y heterodoxas como la Judson o la Reuben, que permitían este tipo de cuestionamientos experimentales. La combinación de surrealismo y crítica institucional se dio en dos importantes antecedentes: las exposiciones surrea- listas de 1938 en París y 1942 en Nueva York34. En ellas, los surrealistas (incluido Duchamp), dispusieron sus obras de manera que el montaje mismo constituía un medio de confrontación. En Nueva York, Duchamp extendió una milla de hilo, impidiendo que el público pudiera observar las obras cómodamente. En París, se montaron muebles, un lago artificial y sacos de carbón con periódico, todo ambien- tado con iluminación, obstáculos y demás parafernalia. En las primeras exposiciones de environments, el público y la crítica no supieron bien a bien cómo manejarlos35. La mayoría no tomólas obras en serio; sin embargo, una de las características más notadas fue la posibilidad de participa- ción que ofrecían. Las descripciones de estas obras por los críticos, enfocadas en sus experiencias personales, reflejaban el potencial de provocar cuestionamiento y reflexión en el espectador. Es evidente que, en contraste con las prácticas artísticas de vanguardia, la participación del espectador era esencial en la conformación de la obra. Los environments constituyen el antecedente directo de la instalación como un soporte propio del arte. En el campo de la escultura también se exploró el papel del espectador. Los ensamblajes de Rauschenberg, así como los experimentos esculturales del cubismo, el surrealismo y el dadá, permitieron repensar el objeto de arte. Más aún, un grupo de artistas neyorquinos que incluía a Robert Morris, Donald Judd y Carl André, generaron un lenguaje propio catalogado como Minimalismo. A partir del pensamiento fenomenológico de Wittgenstein, Pierce y particularmente Maurice Merleau-Ponty, estos artistas exploraron la influen- cia del espacio en la percepción de un objeto. ‘One mile of String’ Marcel Duchamp (1942) 34 - Bishop, Claire. Installation Art: A Critical History. EUA: Routledge, 2005. pp. 20-22 35 - Reiss, pp. 32-33 42 ‘Three L-Beams’ Robert Morris (1965) ‘Copper Square’ Carl Andre (1969) Un ejemplo de ello es la obra ‘Three L-Beams’ de Morris de 1965, que consistía de tres cuerpos blancos en forma de L colocados en una sala en distintas posiciones. Esta única diferencia entre ellos, la relación con el espacio, provocaba que se percibieran diferentes. Por su parte, la obra ‘Copper Square’ (1969) de Carl Andre era una plancha de plomo en el piso, que los visitantes podían pisar. Estas obras fomentaban una negociación del espacio entre el espectador y el objeto. El espectador debía decidir, a partir de sus nociones sobre el arte, cuánto espacio pertenecía a la obra. Muchos de los visitantes dudaban en pisar, cruzar o siquiera tocar estos objetos, reflejando así una jerarquía espa- cial existente. En estas obras existe entonces una conciencia clara de que el espacio se negocia. La negociación se daba también con respecto al espacio de exposición. Con base en las teorías fenomenológicas, la supuesta neutralidad del museo se cuestionaba: la arquitec- tura se mostraba determinante en la percepción de los obje- tos. La posición del objeto y la del espectador, dentro de un contexto arquitectónico, se volvía un fenómeno consciente y por tanto cuestionable. 43 Allan Kaprow discutió las semejanzas y diferencias entre environments y esculturas minimalistas. Argumentaba que, mientras que sus environments eran espacios enteros creados in situ con materiales burdos, las esculturas minimalistas eran formas demasiado puras, que se introducían en un espacio como objetos ajenos. No obstante, críticos como Rosalind Krauss36 encontraron paralelismos en la relación que ambas manifestaciones establecían entre un sitio, un número de objetos que lo ocupan, y un individuo que ingresa en él. Más aún, la escala arquitectónica de las esculturas minima- listas se halló esencial en la negociación espacial que propo- nían al individuo. En un importante ensayo de 1967, el crítico Michael Fried condenó al minimalismo por su teatralidad37. Según él, su condición temporal e interactiva contradecía y amenazaba la pureza de las categorías artísticas. Para él, el buen arte moderno no requería al espectador o al sitio para estar completo. En contraste, Rosalind Krauss elogió al minima- lismo precisamente por esas características que, según ella, constituían un descentramiento de la obra y por tanto una democratización de la experiencia del arte. En su opinión, el haber superado la distinción entre arquitectura, escultura y espacio abría un campo expandido (un intersticio) que permitía por fin tratar con lo complejo. Estas dos manifestaciones primordialmente neoyorquinas, environments y escultura minimalista, se consideran el punto de partida para la consolidación de la instalación como un medio artístico formalizado. Su desarrollo en décadas poste- riores profundizó la relación entre el individuo y el espacio e integró a ésta cuestiones de mayor complejidad. Es posible identificar en estos orígenes los fundamentos necesarios para la aceptación institucional de la instalación. Para la década de 1970, nuevos artistas como Vito Acconci consideraron aún ingenuas y puristas las intenciones del minimalismo38. Aún cuando la escultura minimalista intro- dujo a la discusión estética la presencia del espectador, éste se concebía como un individuo promedio, centrado e ínte- gro. Las obras de Morris y Judd eran geometrías puras y monocromáticas, reflejando la persistencia de lo masculino, 36 - Krauss, Rosalind. La origina- lidad de la vanguardia y otros mitos modernos. España: Alianza, 1996. p. 297 37 - Reiss, pp. 58-60 38 - Bishop, p. 66 44 lo aséptico y lo racional. A partir de esta década, la instala- ción comenzó a abordar la subjetividad de la percepción, cuestiones de género, sexualidad y raza, así como el conte- nido político de la arquitectura y la ciudad. Las obras de Acconci, así como las de Bruce Nauman, Bill Viola y muchos otros, muestran un interés en el cuerpo como un ente traumado y fracturado. Se realizaron instalaciones que integraban estímulos visuales y sonoros, con el objetivo de experimentar con la percepción del espectador. Colores saturados, luces intensas y estroboscópicas, incongruencias y desfases entre lo visual y lo auditivo, engaños al equilibrio y a la escala, contenidos sexuales, escatológicos y violentos, mostraban que la subjetividad de la percepción era indicio de un individuo posmoderno quebrantado, contradictorio e inconsistente. La identidad del individuo, su posición sexual y política, era frágil y corrompible. En estas manifestaciones posteriores, se hacen palpables las cuestiones de género, raza, sexualidad y otras diferen- cias sociales que influyen en el espacio. En coherencia con el interés post-estructuralista por los discursos vencidos y débiles, estas instalaciones denunciaron la discriminación de estos otros en la materialización del espacio. Se puede decir que el reparto de lo sensible es cuestionado nuevamente; la democratización lograda por el arte moderno en los temas del arte, es exigida ahora en el espacio. ‘Destruction of the Father’ Louise Bourgeois (1974) ‘Green Light Corridor’ Bruce Nauman (1970) 45 Para estos entonces, la instalación se había vuelto un lenguaje más común, aunque los museos principales aún se mostraban inseguros de exhibirlas. Los experimentos más significativos en instalación se continuaron realizando en espacios alter- nativos. Galerías como la de 112 Greene Street, un edificio abandonado en Nueva York, permitieron que los artistas experimentaran directamente con la arquitectura. Así, en 1970 George Trakas creó ‘⇅ (La pieza que atravesaba el piso)’ y ‘⇆ (La pieza que salía por la ventana)’39. La primera consistía en un boquete en el entrepiso que permitía una conti- nuidad visual entre los dos niveles del edificio. La segunda era una estructura de madera y cristal tensada por una cuerda que salía por la ventana. En otro espacio, en 1976, Michael Asher desmontó todas las puertas y ventanas, abriendo así los espacios interiores a la intemperie40. De este modo, toda la edificación se convirtió en una instalación sobre el exterior inmediato. Una de las diferencias que comienzan a notarse en las insta- laciones de esta década surge precisamente del sitio en el que es montada. Mientras que las galerías alternativas permitían a los artistas intervenir físicamente la arquitectura, museos como el MoMA o el Whitney no podían darles absoluta libertad. Por lo tanto, en exposiciones como ‘Spaces’ enel MoMA en 1970 se mostraron instalaciones colocadas en el museo, interviniendo el espacio casi de manera cosmética. Fue evidente también que el presupuesto y apoyo técnico con que contaron los artistas en estas exposiciones era tan determinante en el resultado final como sus intenciones. Entonces, surge aquí una distinción necesaria entre inter- venciones directas en la arquitectura e instalaciones que son adaptadas a una estructura museística inalterable. Esta situa- ción es ya muestra de las jerarquías espaciales con las que trabaja el arte. Durante este tiempo, y hasta el presente, es tema de discusión si un artista puede someterse a los esque- mas jerárquicos de las instituciones y, en su seno, generar críticas y cuestionamientos a estos mismos esquemas. Uno de los artistas más significativos en la intervención directa de la arquitectura fue Gordon Matta-Clark. La obra de Matta-Clark es única dentro de estas experimentacio- 39 - Reiss, pp. 118-119 40 - Reiss, p. 122 46 nes con el espacio. Este artista hallaba viviendas que serían demolidas, y realizaba cortes, desmontajes y ensamblajes. Aún cuando los fragmentos de estas casas se expusieron en la 112 Greene Street Gallery y posteriormente en museos de prestigio, el mayor valor de sus acciones reside en la modifi- cación explícita de la arquitectura. Matta-Clark denunciaba los abusos del mercado inmobilia- rio, que en su opinión producía jaulas que encerraban a una población pasiva y resignada41. Es importante mencionar que muchas de estas casas se encontraban en barrios margi- nados y de negros. Al mismo tiempo, sus obras eran aún más efímeras que otras instalaciones, toda vez que las casas estaban destinadas a la destrucción. La arquitectura enton- ces se evidenciaba como un mero proceso de ensamblaje y reciclaje, ajeno a las necesidades sociales. Podría discutirse que la obra de Gordon Matta-Clark se ubica en los límites de la instalación, pues más que generar una condición espacial determinada acude a una ya existente y la interviene. En cierto sentido, estos trabajos ostentan una rela- ción con el sitio mucho más estrecha que otros, involucrando con mayor fuerza lo temporal y lo social. Entonces, puede ser útil examinar la noción de especificidad de sitio (site-specificity), un fenómeno paralelo a la instalación que permite profundi- zar en las implicaciones de este tipo de obras de arte. 41 - Reiss, pp. 117-118 ‘Splitting: Four Corners’ Gordon Matta-Clark (1974) 47 Una de las características que se adjudican a la instalación es su estrecha relación con el espacio en que se generan. Esta relación implica que, al menos en teoría, una instalación no puede ser transportada y montada en otro lugar sin poner en riesgo su sentido. En la práctica, las dinámicas del revi- sionismo y el mercado del arte han forzado a que las instala- ciones pierdan su relación con un sitio42. Aunado a esto, hemos visto que desde sus orígenes, la insta- lación se ha dirigido hacia espacios propios del mundo del arte. Aún las obras que se crean con base en una compren- sión del espacio expositivo, varios artistas y teóricos43 opinan que la complicidad de la instalación con las instituciones compromete su potencial crítico. En este sentido, los artistas identificados con el land art (arte de tierra, también llamado earthworks) marcaron claramente las diferencias inherentes al espacio del museo y la galería con respecto al mundo exterior. Para Robert Smithson, el museo constituye un no-lugar, un espacio carente de historia, significados o tejido social. Smithson, Richard Long, Walter de Maria y algunos más, decidieron trabajar directamente con la naturaleza. Si la instalación introdujo las vicisitudes del espacio museístico al discurso del arte, el land art hizo lo propio con el paisaje. 2.2 Arte específico de sitio, arte en el espacio público 42 - Bishop, p. 37 43 - Reiss, pp. 137, 154 ‘Spiral Jetty’ Robert Smithson (1970) 48 La utilización de materiales naturales en obras como el ‘Double Negative’ (1969) de Michael Heizer o el ‘Spiral Jetty’ (1970) de Smithson, coincide con la caducidad buscada en los environments (aunque, irónicamente, ‘Double Negative’ aún se conserva en la inmanencia del desierto). Empero, la característica fundamental de estas obras es que son especí- ficas de un sitio, son imposibles de recrear y están localizadas fuera de los espacios propios del mundo del arte. Otros artistas, como Walter de Maria o James Turrell, se enfocaron en las experiencias perceptivas que pueden gene- rar los fenómenos naturales. Turrell es conocido por sus instalaciones cromáticas, en las que la luz natural determina la coloración del espacio expositivo. Desde 1979, Turrell ha estado adaptando un cráter en Arizona con el objeto de crear un observatorio de fenómenos astronómicos y lumínicos. Por su parte, la obra ‘Lightning Field’ (1971-1977) de De Maria consiste en barras de acero ancladas al suelo en un kilómetro cuadrado de desierto en Nuevo México. Las barras atraen los relámpagos comunes en la zona, generando un espectá- culo único e impredecible. El land art puede entenderse a la luz del concepto de especifi- cidad de sitio. Estas obras escapan contundentemente de los espacios propios del mundo del arte. El deseo moderno de llevar el arte a la realidad es alcanzado por el land art como ‘Lightning Field’ Walter de Maria (1971 - 1977) 49 no lo fue por las manifestaciones ya estudiadas. No obstante, la participación del espectador lograda por la instalación, y la conciencia de su posición en el espacio, sólo se manifies- tan de manera tangencial. La condición de especificidad de sitio ha sido teorizada por autores como Miwon Kwon o Erika Suderburg. Como señala Suderburg, la intención de crear una significación estética en un lugar específico es ubicua en la historia de la humanidad44 (coincide, de hecho, con los orígenes de la arquitectura). Entonces, es necesario distinguir cómo se ha llevado a cabo esto en la contemporaneidad del arte. Por otro lado, la especificidad de sitio no es tanto un medio artístico como tal, sino una postura que puede ejercerse desde diversas disciplinas (por ejemplo, se puede hablar de teatro específico de sitio). Por tanto, hemos de enfocarnos en esta condición en las artes plásticas. Es nuestro interés estudiar las manifestaciones artísticas contemporáneas en las que la relación con un sitio específico es determinante en la experimentación social y estética. Un caso paradigmático es el de ‘Tilted Arc’ de Richard Serra. Esta obra se montó en 1981 en la Federal Plaza en Nueva York y, tras penosos debates públicos y demandas legales, fue removida en 1989. Para Miwon Kwon45, ‘Tilted Arc’ abrió el debate en torno a la definición de arte público, las implicaciones de colocar arte en el espacio público, y la noción de especificidad de sitio. Esta obra consistía en una placa de acero de 3.65 metros de alto y 36 de largo, con una ligera curvatura. Se colocó atravesando la Federal Plaza, un espacio flanqueado por edificios gubernamentales. Pronto surgieron las críticas a la obra, que forzaba a los transeúntes a rodearla para acceder a los edificios. Se interpusieron demandas en contra de Serra, argumentando que la escultura atentaba contra el bienestar físico y mental de la comunidad. Algunos incluso arguyeron que la obra entorpecía la vigilancia del espacio, facilitando el vandalismo y la criminalidad e incluso la posibilidad de atentados terroristas. 44 - Suderburg, Erika; ed. Space, Site, Intervention: Situating Installation Art. EUA: University of Minnesota Press, 2000. p. 6 45 - Kwon, Miwon. One place after another: Site-specific art and locational identity. EUA: MIT, 2004. p. 72 50 Richard Serra pretendía demostrar las problemáticas de
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