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pierre bourdieu abdelmalek sayad el desarraigo la violencia del capitalismo en una sociedad rural edición al cuidado de amín pérez traducción de texto y apéndices: ángel abad revisión de apéndices y traducción de tramos inéditos: luciano padilla lópez \ X / 1 siglo veintiuno ^ ^ 1 editores m grupo editorial siglo veintiuno siglo xxl edHorn, méxJco CERRO DEL AGUA 248. ROMERO DE TEJTCflOS, 04310 MÉXICO, DF s.com.mx siglo xxl editores, eryentina GUATEMALA 4824, C1425BUP. BUENOS ARES, ARGENTINA vwvyv.stgtoxxiedrtares.com.ar anthropos LEPANT 241, 243 00013 BWCELONA, ESPAÑA vwvw.anthropos-editorial.com Bourdieu, Pierre El desarraigo: La violencia del capitalismo en una sociedad rural / / Pierre Bourdieu y Abdelmalek Sayad.- i * ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 20 17 . 272 p.; 2 1x 14 cm.- (Biblioteca clásica de Siglo Veintiuno) Traducción: Angel Abad y Luciano Padilla López ISBN 978-987-629-719-6 1 . Argelia. I. Sayad, Abdelmalek. II. Abad, Angel, trad. III. Padilla López, Luciano, trad. CDD 630.7 Título original: Le déracinement. La crise de Vagriculture traditionnelle en Algérie © 1964, Les Editions de Minuit © 20 17 , Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A. Diseño de colección: Tholón Kunst ISBN 978-987-629-719-6 Impreso en Arcángel Maggio - División Libros / / Lafayette 1695, Buenos Aires, en el mes de marzo de 2017 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina / / Made in Argentina Indice Nota del editor 5 La liberación del conocimiento. Bourdieu y Sayad frente al colonialismo 7 Amín Pérei Introducción 27 1. Los reagrupamientos de población y la lógica del colonialismo 31 2. Dos historias, dos sociedades 47 3. Los reagrupamientos y la crisis de la agricultura tradicional 69 4. El descubrimiento del trabajo 85 5. ThafaUah’th o el campesino realizado 1 13 6. Una agricultura sin agricultores 131 7. Ciudadanos sin ciudad 153 8. Mezcolanza cultural 199 Apéndices i. Los reagrupamientos del macizo de Collo 4 EL DESARRAIGO (distrito de Collo) 221 11. Los reagrupamientos del valle del Chelif (departamento de Orléansville) 241 ni. Un aspecto de la descampesinización 253 IV. Las dos sintaxis 261 Siglas 269 NOTA DEL EDITOR La presente edición reproduce la versión publicada en 1965 por el sello Nova Terra, de Barcelona, con el título Argelia entra en la historia. Los apéndices han sido revisados y se han incor porado tramos faltantes y un anexo inédito. Pese a los esfuerzos realizados, no ha sido posible contactar a los titulares de los dere chos correspondientes a esa primera edición. La liberación del conocimiento Bourdieu y Sayad frente al colonialismo Amín Pérez* Por mil razones científicas y humanas, los reagrupamien- tos de poblaciones realizados en Argelia por el ejército francés constituían un objeto de estudio eminente, por el hecho de que será imposible comprender la sociedad rural argelina sin tener en cuenta la transformación extraordi naria e irreversible que estos determinaron. p i e r r e b o u r d i e u , Travail et travaiUeurs en Algérie Pierre Bourdieu y Abdelmalek Sayad son hoy en día refe rencias fundamentales para comprender el funcionamiento visible e invisible del mundo social.1 Cuarenta años marcan la colabora ción entre ambos autores, desde los estudios sobre las transforma ciones de la sociedad cabilia hasta La miseria del mundo;2 esa misma colaboración constituyó una nueva manera de hacer ciencia social comprometida con los problemas políticos que les tocó vivir. Y pre * Sociólogo, investigador del LabEx TEPS1S (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París) asociado al Institut de Recherche Inter- disciplinaire sur les Enjeux Sociaux. Es miembro del comité científico del Fondo de Archivos Pierre Bourdieu. Sus investigaciones abordan los lazos entre las ciencias sociales y la política, así como las migracio nes entre Francia y Argelia, y en el Caribe. Es editor de la obra postu ma de Abdelmalek Sayad (L’immigration ou les paradoxes de l ’aüerité. i. La fabrication des identités cultureües, París, Raisons d ’agir, 2014) y autor del libro Faite de la politiqve avec la sociologie. Abdelmalek Sayad et Piem Bourdieu dans la guem d ’Algérie (Marsella, Agone, 2017). 1 En América Latina, conocemos m ejor la obra de Bourdieu. Un acer camiento a la reflexión de Sayad sobre los procesos migratorios pue de lograrse a partir de su volumen La doble ausencia. De las ilusiones del emigrado a los padecimientos del inmigrado, Barcelona, Anthropos, 2010. 2 Pierre Bourdieu (dir.), La miseria del mundo, México, FCE, 1999. 8 EL DESARRAIGO cisamente con el libro que presentamos aquí, El desarraigo, los dos dan sus primeros pasos en la sociología.8 En esta obra renuevan su práctica tanto por la convicción asumida, el rigor epistemológico, cuanto por los resultados obtenidos. En una Argelia bajo el fuego de la guerra de independencia, foijan las bases metodológicas que los llevarán a develar los mecanismos de dominación que estructu ran el orden social. Su punto de partida es el estudio de las políticas coloniales de ex propiación de tierras, los efectos del desplazamiento y reagrupamien to forzado de obreros y campesinos para evitar sus contactos con re beldes independentistas, así como el impacto del capitalismo en una economía basada sobre la reciprocidad y la solidaridad. Bourdieu y Sayad recorren tugurios, suburbios y campos argelinos para observar con ojo clínico los cambios de una sociedad que no quedará indem ne luego de su liberación nacional. Su interés es el de trascender la inaceptable realidad de la guerra, evadir las teorías generales que im pone la coyuntura, para comprender lo que realmente está enjuego. Como revelan varias notas de Bourdieu en sus archivos personales, el objetivo es armarse del conocimiento para transformar la domi nación. Reconstruyamos la historia que constituyó la originalidad de este libro.4 3 Pierre Bourdieu y Abdelmalek Sayad, Le déracinement. La crise de l ’agriculture traditionnelle en Algérie, París, Minuit, “Documents", 1964. En castellano, sólo se publicó una edición de circulación limitada -en 1965 con el sello barcelonés Nova Terra-, cuyo cambio de título reve la el carácter político del contexto de descolonización: Argelia entra en la historia. Aquí reproducimos esta edición, aumentada con imáge nes pertenecientes a la publicación inicial en francés y un apéndice inédito recuperado de los archivos de Bourdieu y Sayad. 4 Parto principalmente de mi investigación doctoral, basada en los archivos personales de ambos autores: Amín Pérez, Rendre le social plus politique. Guerre colonial*, immigration et pratiques sociologiques dAbdelmalek Sayad et de Piem Bourdieu, París, EHESS, 2015, que reelaboré como libro (Faite de la politique avec lasociologie..., ob. cit.). Agradezco a Gustavo Sorá y Ezequiel Grisendi por haber propiciado la reedición de este libro en Iberoamérica. LA LIBERACIÓN DEL CONOCIMIENTO 9 RAÍCES BIOGRÁFICAS DE UN COMBATE Bourdieu y Sayad se encuentran en las aulas de la Universidad de Argel en 1958. Han pasado cuatro años del inicio formal de una de las guerras de liberación nacional más feroces de la historia. El pueblo argelino ha decidido terminar con un sistema colonial instalado des de 1830, basado sobre la represión y la segregación entre autóctonos argelinos (denominados “musulmanes”) y franceses (denominados “europeos”). Bajo este régimen, la población argelina fue sometida a la expropiación masiva de tierras, impedida de acceder a empleos pú blicos y puestos políticos, relegada a una escolaridad específica y a un modo de nacionalidad francesa sin cualidad ciudadana, así como suje ta a masacres en momentos de manifestaciones por la independencia de la colonia. Ante la insurrección popular desatada en 1954, Francia no tardó en reprimir militarmente, al mismo tiempo que proponía políticas compensatorias para las desigualdades sociales y económicas.Pero ya era tarde. La consigna “Argelia para los argelinos” fue la nueva ruta trazada hasta alcanzar la independencia en 1962. En este contexto el joven profesor de filosofía Pierre Bourdieu y su alumno Abdelmalek Sayad afianzan sus lazos. Los debates que el primero propone sobre la actualidad colonial crean de inmediato un vínculo intelectual y afectivo entre ellos. Esta afinidad tiene mucho que ver con la similitud de sus trayectorias. Sólo tres años median entre el nacimiento de Bourdieu (1930-2002) y el de Sayad (1933- 1998). Ambos provienen de medios sociales modestos y cursan una escolaridad de excelencia. El primero, hijo de un funcionario postal de un pueblo piral del sur de Francia, transitó la institución académi ca de mayor prestigio de su país: la Escuela Normal Superior de París. El segundo es descendiente de una pequeña élite rural, arruinada en el momento de su nacimiento por conflictos con grupos locales cercanos a la administración colonial. Su padre logró escolarizarlo en las instituciones destinadas a europeos, y eso también posibilitó que el joven pasase luego al núcleo de la intelectualidad autóctona: la Escuela Normal del Magisterio de Bouzareah. En sus escolarizacio- nes, Bourdieu y Sayad fueron objeto de burlas y discriminaciones por sus orígenes populares (y étnicos, en el caso del segundo). Estas res pectivas experiencias en universos radicalmente opuestos a sus oríge ÍO EL DESARRAIGO nes los dotan de un reflejo crítico particular, en que se mezclan una sólida formación académica con la sensibilidad sobre el significado de vivir en un mundo que no deja de remitir a la condición social propia de cada cual. Esta forma de conciencia de clase se reafirma en Argelia al estallar la guerra de independencia. En los primeros años de la revolución, ambos trazan caminos de un lado y otro del conflicto. Bourdieu recién termina su servicio mi litar en la sede del gobierno en Argel (1956-1958). Sayad es maestro de primaria y militante anticolonial. Ambos quedan profundamente marcados por las circunstancias de la guerra y rechazan las vías de una consagración académica. Bourdieu desiste de la carrera filosófica tra zada por su mentor, Georges Canguilhem, y decide quedarse en Argel como profesor auxiliar en la Facultad de Letras. Sayad, luego de meses de estudio en Francia en procura de ingresar a la Escuela Normal del Magisterio, retoma a Argel para seguir su activismo y cursar la carrera de Psicología. Ambos son movidos por la necesidad de sentirse útiles ante el panorama político que viven. Muy pronto, desde sus primeras clases en septiembre de 1958, maestro y alumno entablan una estrecha relación. Las múltiples car tas que intercambian revelan la agudeza con la cual debaten las di ferentes posturas intelectuales sobre la situación colonial, matizadas por teorías que legitiman ese orden impuesto, otras que proponen su reforma y otras que reivindican su fin. Los recursos académicos y po líticos de Bourdieu y Sayad imprimen a sus ideas el toque preciso de compromiso y cientificidad. Esta articulación entre reflexión y acción resulta decisiva para romper con los análisis abstractos entonces en boga sobre la realidad argelina, y los impulsa a partir de un trabajo de campo directo como medio de conocimiento de los profundos cambios de este pueblo. Las condiciones de vida en los campos de concentración estableci dos por el ejército francés constituían una de las temáticas más espino sas de la guerra. Estos “centros de reagrupamiento” (según la designa ción oficial de entonces) eran utilizados esencialmente con el objetivo de impedir que las poblaciones rurales pudieran prestar asistencia a la guerrilla independentista. Hacia 1960, un cuarto de la población reside allí, reagrupada en condiciones infrahumanas, coartadas en sus modos y medios habituales de existencia. Bajo la presión de tribunas y LA LIBERACIÓN DEL CONOCIMIENTO 1 1 denuncias internacionales, el ejército se ve obligado a investigar lo que sucede. Bourdieu es convocado por Jacques Breil, cristiano de izquier da y director de la Oficina de Estadística General de Argelia, quien le da carta blanca para realizar estas y otras investigaciones junto con un grupo de economistas franceses en el marco de la Asociación para la Investigación Demográfica, Económica y Social (ARDES). Bourdieu asocia rápidamente a Sayad, quien recluta a varios estudiantes y mili tantes para las investigaciones etnográficas. Nace un programa socioló gico de fondo sobre la sociedad argelina. DEVENIR SOCIÓLOGOS EN TIEMPOS DE GUERRA ¿Cómo estudiar una sociedad profundamente transformada por la guerra y el capitalismo? Diversas problemáticas son investigadas de manera simultánea en varios escenarios. El objetivo es conocer los efectos provocados por los campos de concentración, los cambios de la relación con el trabajo y la vivencia del desempleo ante el auge de la economía monetaria, así como los nuevos modos de consumo se gún las clases sociales y la adaptación de poblaciones rurales al hábitat moderno. Para comprender estas mutaciones, Bourdieu y Sayad no desestiman ninguna herramienta. Así, emprenden una experimenta ción científica en que todos los métodos son válidos, en particular la realización de entrevistas, monografías y estadísticas, a la cual se suma el uso de la fotografía. El trabajo etnográfico medular se inicia durante el verano de 1960 y se prolonga de manera puntal hasta 1962. Se basa principalmente en dúos compuestos por encuestadores locales y europeos. La con frontación directa con las poblaciones permite conocer la honda in terioridad que mueve a las masas argelinas ante la desvalorización de las estructuras sociales que daban sentido al modo de vida tradicional. Según Sayad, Bourdieu y él pasan noches enteras en las cuales eran minuciosamente debatidas y desmenuzadas las informaciones compiladas, las observa ciones registradas; todo esto fue un verdadero laboratorio, 12 EL DESARRAIGO donde se forjaron las hipótesis, donde se probaban las inter pretaciones, donde se ponían a prueba las teorías.5 En ese momento ambos se convierten realmente a la sociología me diante la práctica misma. Bourdieu atestigua esta experiencia en un contexto en que la guerra cobra su mayor número de víctimas. Anduvimos los puntos más recónditos de Argelia: los cen tros de reagrupamiento de la península de Collo, el llano de Orléansville, las carreteras prohibidas del Ouarsenis,6 entre puestos de control y alertas de minas, la Gran Cabilia y la Pequeña Cabilia, los tugurios y barrios populares de Argel y de Constantina, entre otros tantos lugares. Tenemos muchos recuerdos en común, a menudo trágicos: las noches de inves tigación en los campos de concentración, mientras los demás dormían, nos quedábamos hasta las 2 o 3 de la mañana para discutir y transcribir las observaciones del día.7 Hacer sociología en pleno conflicto armado conlleva elevados riesgos, sobre todo porque en ocasiones Bourdieu y Sayad, para ganar la con fianza de los pobladores, rechazan la custodia militar exigida por la ARDES. En uno de sus diarios, Sayad relata la sensación de tensión que se vivió con la llegada del equipo de investigación a los campos de concentración del noreste argelino. Algunos encuestadores desertaron ante los incesantes bombardeos; otros continuaron, convencidos de 5 Abdelmalek Sayad, Histone et nchmhe identitam. Sutvi d'un entretien avec Hassan Arfaoui, Saint-Denis, Bouchéne, 2002, pp. 65-66. 6 Cualquier circulación de personas queda terminantemente proscrita en las “zonas prohibidas" instituidas por el ejército francés. Esta políti ca de guerra “contrarrevolucionaria" va de la mano con el desplaza miento forzado de las poblaciones rurales hacia centros de reagru pamiento. Se estima que, durante los años de guerra (1954-1962), 1 175 000 personas se ven obligadas a desalojar las zonas prohibidas y más de 2 350 000, trasladadas a los reagrupamientos.Esta política militar contribuirá decisivamente a la desorganización social y econó mica del mundo rural argelino. 7 Pierre Bourdieu, “Pour Abdelmalek Sayad”, en Esquisses algérimnes, París, Seuil, 2008, p. 357. LA LIBERACIÓN DEL CONOCIMIENTO 1 3 la utilidad de estas investigaciones: “Situación dramática. No se pue de creer que sea exagerada, los encuestadores están desmoralizados. Operaciones [militares] en pleno avance. [...] Yo creo que lo que aquí hace falta es demostrar [lo que sucede], no las comodidades [para hacerlo]”.8 La situación misma de guerTa obliga a la reflexión. Los autores per ciben que la verdad que la ciencia crea es también tributaría del pro ceso que la produce, y de ahí surge el interés por vigilar y restituir la elaboración del conocimiento. Un dispositivo reflexivo y metodológico es minuciosamente desplegado para diferenciarse de militares o perio distas que orienten los pareceres de sus informantes, evitar imponerles sus ideas y saber cuestionarlos para neutralizar respuestas inducidas por el contexto de guerTa. Bourdieu y Sayad se proveen de los medios para comprender de forma objetiva las experiencias vividas en una so ciedad en plena transformación. Poco a poco, los jóvenes investigadores se ven embarcados en un programa sociológico que no se limita a restituir y a denunciar las con diciones de vida generadas por la guerTa y la dominación colonial. El trabajo de campo les deja entrever que las secuelas de los campos de concentración en la condición campesina y el desarrollo del capitalis mo en el sistema solidario sobre el que se asentaba el mundo tradicio nal trascenderán el fin de la colonización. Ambos están decididos a analizar estas repercusiones y a posicionarse en el debate público. De esta decisión nacen varios estudios -algunos de ellos, aún inéditos-, una serie de artículos9 y dos libros: Travail et travailleurs en Algérié0 y El desarraigo. Estas obras, además de analizar el proceso de descomposición social del mundo tradicional aigelino, describen y explican las arbitrarieda des y dificultades que viven las categorías rurales y urbanas más vul nerables para adaptarse al nuevo orden económico y social que se les impone. Si El desarraigo se concentra en el espacio rural, sus reflexiones 8 Amín Pérez, Rendw le social plus politique..., ob. cit., p. 117. 9 Pierre Bourdieu, Algman Sketches, Malden, Polity Press, 2013. 10 Una síntesis de este brillante estudio fue publicado en Pierre Bourdieu, Argelia 60. Estructuras económicas y estructuras temporales, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013. 1 4 EL DESARRAIGO se nutren constantemente del conjunto de las demás investigaciones. Cuatro cuestionamientos principales desfilan en esta obra: ¿cómo va lerse de sus razones estructurales para comprender el desplazamiento de poblaciones rurales hacia los campos de concentración, los subur bios locales o Francia? ¿Cuáles son las repercusiones íntimas y colec tivas para estas poblaciones marginadas que afrontan la desaparición del campesinado sin las disposiciones sociales y culturales requeridas para trabajar en nuevos sectores productivos? ¿Cómo manejan estas contradicciones? ¿Qué condiciones se necesitan para trascender este presente? La publicación originaria de El desarraigo, en 1964, tuvo escaso im pacto en el espacio público francés. Su inclusión en la colección de compromiso anticolonial de Editions de Minuit," el contexto de des colonización y la configuración del campo académico en que surge contribuyen a su olvido. En el plano político, la obra pasa inadvertida en una Francia que ya quiere dar vuelta la página de la derrota co lonial, mientras la nueva Argelia independiente privilegia ignorar sus conclusiones sobre las posibles derivas hacia el socialismo autoritario y sus propuestas políticas para una educación racional de la clase campe sina y proletaria. En el plano académico, queda relegada ante la oleada universitaria dominante que -basada sobre la distorsión del principio de “neutralidad axiológica” de Max Weber, quien abogaba por la nece sidad de neutralizar nuestros valores en el quehacer científico, lo que no inhibe el compromiso social-12 deslegitimaba el carácter científico de una ciencia eminentemente política. En fin su carácter profunda mente innovador lo posiciona a contracorriente y a destiempo de las perspectivas teóricas dominantes de ese entonces. La articulación de diversas metodologías y problemáticas y la reflexividad constante del proceso de investigación, así como la intención analítica y crítica, que configuran El desarraigo son claves en la revolución reflexiva emprendi da por Bourdieu y Sayad. Esa apuesta indisociablemente científica y po lítica renovó profundamente las miradas sobre las realidades sociales. 11 La colección "Documente” fue clave en la publicación de una señe de textos que erigieron una denuncia fundamentada de la dominación de Estado durante la guerra de Argelia. 12 Max Weber, El político y el científico, Madrid, Alianza, 2012. LA LIBERACIÓN DEL CONOCIMIENTO 1 5 RUPTURAS d e u n a a n t r o p o l o g í a p o l í t i c a Una sociedad en mutación requería un estudio desde un saber en mo vimiento como clave para revelar mecanismos políticos obviados por las ciencias sociales del momento. Dos rupturas epistemológicas son parti cularmente decisivas. Primero, aquella con las problemáticas y miradas de la etnología colonial, que atribuían la situación de “subdesairollo” del pueblo argelino a su esencia cultural y hacían de esta el principio de cualquier irracionalidad. Las conclusiones de Bourdieu y Sayad son contundentes: resulta imposible abstraerse de la situación colonial -y, por ende, política- que genera esa condición social de precariedad.13 Los campos de concentración forman parte de esta “cirugía social” colo nialista que ha precipitado el proceso de descomposición y miseria de las poblaciones rurales cortando sus ritmos temporales y espaciales de vida. La segunda gran ruptura se produce con la “mirada distante” de la antropología estructuralista y sus descripciones de reglas y compor tamientos estáticos de las sociedades “primitivas”.14 Para esto, la utili zación de las vivencias personales es determinante. Bourdieu y Sayad adoptan una postura comparativa, confrontan sus propias experiencias y encuestan a sus allegados, familiares y amigos. Así lo deja en claro el siguiente extracto de una carta que Bourdieu dirige a Sayad luego de terminar un escrito sobre las relaciones sociales y económicas basadas sobre el fumaren la sociedad cabilia:15 Le hice leer el artículo sobre el honor a mi padre, quien tuvo la reacción que yo esperaba: “Pero si aquí es igual”. Y me citó mil observaciones análogas (aptitudes para juego, el café, [cul to del] secreto familiar, etc.). Yo creo que en Navidad podre mos hacer un buen trabajo. Será muy divertido y tendrás fi 13 Bourdieu y Sayad se inspiran en el trabajo del antropólogo Georges Balandier, quien reposiciona la dimensión política en el análisis colo nial en su escrito “La situation coloniale: approche théorique", Cahien Intemationaux de Sociologie, vol. 11, 1951, pp. 44-79. 14 Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos, Barcelona, Planeta, 2012. 15 Pierre Bourdieu, “El sentido del honor", en Sociología de Argelia y Tres estudios de etnología Cabilia, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, “Clásicos del pensamiento social", 2006, pp. 249-287. l 6 EL DESARRAIGO nalmente a tus “indígenas”. Yo pienso terminar hoy el artículo sobre el honor. Al menos en su estado actual (Pierre Bourdieu a Abdelmalek Sayad, Denguin, Francia, invierno de 1959).16 Resulta evidente señalar que las comparaciones aquí expuestas entre el campesinado beamés y la sociedad cabilia (los “indígenas”, como los designa Bourdieu, en alusión etnológica a los pobladores locales e irónica a la designación oficial de los habitantes de las colonias de “ultramar”) invitan a estrechar vínculos entreambos mundos. Esto es determinante para romper con las miradas que solían distanciar las sociedades con igual historia y temporalidad, las mismas que constitu yeron diferencias entre el mundo moderno (nosotros) y el “primitivo” (los otros).17 De este modo, la concepción de sociedades perpetuadas en el tiempo se ve suplantada por la descripción de comunidades que estaban ya en transformación. En otras palabras, se pasa de esbozar las dinámicas de una población como una cuestión de aculturación a identificarlas como un asunto de relación de dominación constante.18 Estas experiencias etnográficas y comparativas representan el pilar de lo que se constituirá como teoría de la práctica.19 Bourdieu y Sayad observan minuciosamente cómo los campesinos y obreros viven sus desarraigos e interactúan en una economía asalariada. Ambos consta tan las dinámicas de este presente a dos velocidades: si bien la tarea de cuidar del ganado o del cultivo en temporadas no productivas formaba parte de la vida social que dignificaba al campesino, la nueva economía 16 Amín Pérez, Renán le social plus politique..., ob. cit., p. 122. 17 Un análisis sobre el pensamiento concomitante establecido entre Cabilia y el Beame (Pierre Bourdieu, El baile de los solteros, Barcelona, Anagrama, 2004), consta en Loic Wacquant, “Foliowing Pierre Bourdieu into the field”, Ethnography, vol. 5, n° 4, 2004, pp. 387-414. 18 Estos trabajos de campo renovaron los primeros estudios de Pierre Bourdieu, inspirados en los enfoques de la antropología cultural estadounidense. Para un análisis en detalle de este proceso, véase Enrique Martín Criado, “Las dos Argelias de Pierre Bourdieu”, en Pierre Bourdieu, Sociología de Argelia..., ob. cit., pp. 15-119. 19 Basta observar la constancia y la base empírica de esta conceptuali- zación en los estudios posteriores de Bourdieu: Sociología de Argelia y Tres estudios..., ob. cit.; Outline of a Theory of Practice, Cambridge, Cambridge University Press, 1977; El sentido práctico, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007; La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2013. la califica como “tiempo muerto” y “desempleo”; las transacciones de bienes y servicios basadas sobre el honor y el prestigio ceden al cálculo de la rentabilidad entre el tiempo y el esfuerzo laboral; tener un salario prima sobre los valores que instituían el orden jerárquico dentro del espacio doméstico, e incluso acelera la ruptura de la indivisión fami liar, en fin, la abundancia y el consumo ostentoso rompen también gradualmente con las lógicas de solidaridad que sustentaba la existen cia misma del grupo.20 Fuera de su hábitat, en un estado de precariza- ción social y espacial, pero sobre todo sin trabajo o en dificultades para adaptarse al nuevo mercado, la población rural queda atrapada en un día a día que le imposibilita vislumbrar (y prevenir) el futuro. Del estu dio de este proceso, matizado por la apropiación de una nueva cultura y desapropiado de la que le pertenece, nace la teoría del habitus. El interés de Bourdieu y Sayad es develar los determinantes que inci den en las representaciones y comportamientos de los grupos sociales según las situaciones en que estén. Los dos investigadores revelan que los individuos no son agentes plenamente libres de sus acciones ni si guen al pie de la letra las reglas de la sociedad: todos somos herederos de una historia y no cesamos de apropiamos de ella ni de reinterpre- tarla cotidianamente. Estas reflexiones serán cruciales para trascender la dicotomía entre el objetivismo estructuralista y el subjetivismo feno- menológico; pero también para renovar los enfoques globales en tér minos de grupos culturales al sacar a la luz un análisis acabado sobre la estratificación social y los mecanismos que participan de la reproduc ción de las desigualdades según las trayectorias y disposiciones sociales, culturales, económicas y políticas de las poblaciones. LA LIBERACIÓN DEL CONOCIMIENTO 1 7 TRASCENDER LA DOMINACIÓN Antes que suscitar una ambición puramente academicista, las circuns tancias políticas llamaban a contrarrestar los esquemas teóricos pre 20 La lectura que Bourdieu y Sayad hacen de Max Weber es crucial para comprender el aprendizaje de este nuevo espíritu capitalista y l8 EL DESARRAIGO fabricados que trazaban un retrato simplista de la realidad argelina. Precisamente estas razones foijan la innovación científica. Bourdieu y Sayad se distancian de la etnología colonial no tanto por “colonialis ta”, sino por su ineficacia para tratar los problemas de la actualidad. Adoptan esa misma actitud ante las perspectivas de la antropología cultural y algunos preceptos del estructuralismo, porque estos no se corresponden con las complejidades y dinámicas confrontadas por las poblaciones en ese entonces. Ambos construyen la sociología como el medio de comprensión indispensable para la liberación de una socie dad en transformación.21 A medida que llevan adelante el trabajo de campo, los jóvenes et nógrafos constatan que la independencia no necesariamente implica emancipación. Sus aprensiones de ver a una élite reproducir el sistema colonial sin colonia se van haciendo realidad. En estas circunstancias, el objetivo no es liberar en clave subjetiva a los campesinos y obreros de la coyuntura en que vivían, sino constituir un conocimiento que suministre medios para cambiar el trasfiondo de sus condiciones obje tivas, esas que sólo se pueden trascender si nos percatamos de cómo irremediablemente somos copartícipes de la dominación. No es casual que en plena guerra de descolonización Bourdieu y Sayad busquen conocer los recursos de que dispone cada agente social para desenvolverse según las situaciones. Confrontan las condiciones de vida y las aspiraciones de los campesinos y obreros, para así restituir la racionalidad de sus acciones en el campo económico, pero también en el político. En la mira, las teorías desarrolladas en ese momento por Jean-Paul Sartre y Frantz Fanón sobre el campesinado como única fuer za revolucionaria.22 Para Bourdieu y Sayad no basta pensar que la efer vescencia de la revolución moverá a la gente. El punto es entender quié nes disponen de condiciones para proyectarse en un futuro “racional”. las tensiones suscitadas en esta transición. Véase Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Madrid, Akal, 2013. 21 Sobre el carácter indisociablemente político y científico de la obra de Bourdieu, véase Franck Poupeau y Thierry Discepolo, “Textos y contextos de un modo específico de compromiso político”, en Pierre Bourdieu, intervenciones políticas. Un sociólogo en la barricada, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015, pp. 17-31. 22 Frantz Fanón, Los condenados de la tierra, México, FCE, 2009. LA LIBERACIÓN DEL CONOCIMIENTO i g Las investigaciones permiten una mirada informada sobre estas aspiraciones posibles de los argelinos. El pueblo de origen de Sayad -Aghbala, situado en la Pequeña Cabilia y con un amplio historial revolucionario contra la colonización, así como de emigración hacia Francia- será uno de los puntos privilegiados de estudio. De ahí sale a relucir cómo, en un estado de crisis, la necesidad del presente prima so bre cualquier previsión a largo plazo, sobre todo para aquellos campe sinos y obreros agrícolas que disponen de pocos medios para adaptarse al mundo urbano y se ven obligados a empleos precarios e instables. De igual modo, los investigadores constatan que los nuevos modos de consumo de la vida citadina son distintos según la estabilidad y la po sición profesional; a modo de ejemplo, véase cómo aquellas categorías familiarizadas con la economía monetaria son las más propensas a des envolverse en distintas situaciones de economía tradicional tanto como en la moderna. Tanto es así que el retomo de los emigrantes no sólo transforma los comportamientos del campesino, sino que se constituye por igual en el medio para perpetuar el orden social tradicional,en una experiencia de desdoblamiento que da la clave para escapar a las con tradicciones de dos mundos opuestos y proyectar un mejor porvenir. Este último aspecto constituye un aporte decisivo en la comprensión de las estrategias y los juegos posibles de las categorías sociales domi nadas. Bourdieu y Sayad no limitan sus análisis al cotidiano turbio de una situación de guerra y precarización económica: el gran valor de El desarraigo reside también en la restitución de los márgenes de manio bra y las modalidades que adopta la solidaridad en dichos contextos. En este libro se develan las nuevas formas de ayuda mutua que surgen del sentimiento de vivir las mismas condiciones de miseria y que per miten sobrellevar los desafíos de la cotidianidad. Eso es posible a causa de la mirada profunda con la que Bourdieu y Sayad examinan esta sociedad. A diferencia de grandes etnólogos que estudiaron las socia bilidades en sociedades precapitalistas,28 ellos observan el proceso de transición hacia una economía capitalista. Este caso inédito les permite no sólo identificar cómo es otro mundo, sino también comprender 23 A modo de ejemplo, véase el riguroso estudio de Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado, Barcelona, Virus, 2014. 20 EL DESARRAIGO cómo otras formas de organización social e intercambios posibles resis ten a un nuevo modelo económico dominante. *** Estamos frente a una obra revolucionaria en términos científicos y profundamente política. El desarraigo renueva la práctica de las cien cias sociales y rompe con esquemas disciplinarios que dividían nues tros comportamientos y representaciones entre etnología del Tercer Mundo y sociología de Occidente. Su carácter interdisciplinario y re flexivo hicieron de aquello más evidente el objeto mismo de la ciencia, al develar las fuerzas que inciden en las conductas y estructuran las desigualdades sociales. Gana vigor gracias al conjunto de investigacio nes utilizadas, las distintas problemáticas abordadas, la articulación et nográfica y estadística y su perspectiva comparativa; también gracias a la convicción que sostienen los autores sobre el valor de este trabajo. Bourdieu y Sayad erigen la sociología como un aporte político a la so ciedad. Esto explica por qué ambos siguieron trabajando los procesos de dominación en la poscolonialidad tanto en el campo de la educa ción y la cultura como en el migratorio, dos caminos que se deben a un mismo principio: la constitución del conocimiento como medio de acción para cambiar la realidad social. Iberoamérica cuenta ahora con la reedición ampliada de una de las obras más importantes del patrimonio de las ciencias sociales. El desarraigo no sólo marca un hito en la innovación teórica y empírica. Sus reflexiones la convierten en indispensable para la historia pasada y presente de nuestra región. Aportan a la comprensión de las dinámicas que inciden en los desplazamientos de poblaciones hacia campos de concentración, de refugiados o zonas de tránsito. También contribuye a pensar las fronteras sociales que se tejen y afianzan incluso dentro de nuestras sociedades, esas que marcan el cotidiano de hombres y muje res que habitan entre la esperanza de mejorar sus condiciones y salir del callejón sin salida donde los dejan las reglas y los efectos del orden neoliberal. Este libro propone una nueva manera de pensar estas con tradicciones para así poder trascenderlas. París, diciembre de 2016 A Hénine Moula Agradecemos a los señores Alain Accardo, Mohamed Azi, Salah Budemagh, Raymond Cipolin, Mohamed Derruiche, Samuel Guedj, Mahfud Nechem, Ahmed Titah y Ali Trad su inapreciable participación en la realización de las en cuestas llevadas a cabo en el marco de la ARDES en 1960. Vaya también nuestro agradecimiento al Centre de Socio- logie Européenne de l’École des Hautes Études, que nos ha proporcionado los medios necesarios para el tratamiento de los materiales recogidos y al Laboratoire de Cartogra- phie de l’École Pratique des Hautes Études. «Dios entregó al cuervo, que en aquel entonces era blanco, dos sacos: uno repleto de oro y el otro lleno de piojos. El cuervo dio el oro a los franceses y los pio jos a los argelinos. Fue entonces cuando se volvió negro.» (Tradición oral recogida en La Arba) INTRODUCCION Los estragos ocasionados por los reagrupamientos de población son, sin duda, los más profundos y de mayores consecuencias a largo plazo de cuantos ha sufrido la socie dad rural argelina entre 1955 y 1962. Estos desplazamientos, en su primera fase, estuvieron ligados a la instauración de «zonas prohibidas». Entre 1954 y 1957 muchos campesi nos fueron pura y simplemente expulsados de sus pueblos: solamente a partir de 1957, y en ciertas regiones —como el Norte de Constantina—, la política de reagrupamiento em pezó a adquirir un carácter metódico y sistemático. Según las instrucciones oficiales, el objetivo primordial de las zo nas prohibidas era «evacuar un país incontrolado y sustraer la población a la influencia rebelde»; el reagrupamiento masivo de la población en centros situados cerca de los puestos militares permitiría al ejército ejercer sobre ella un control directo, e impedirle que informase, guiase, apro visionase y albergase a los soldados de la ALN (*); al mis mo tiempo debía facilitar las operaciones de represión, ya que de este modo se podía considerar «rebelde» a cualquier persona que permaneciese en las zonas prohibidas. En la práctica, siempre fue necesario emplear la fuerza para efec (*) E jército do L iberación N acional (N. del T.) 28 EL DESARRAIGO tuar esta evacuación. En un principio, y al menos en la región de Collo, parece ser que el ejército aplicó de forma sistemática la política de tierra quemada; se echó mano de todos los medios para obligar a los campesinos a aban donar sus tierras y casas. No faltaron los incendios de bos ques ni la aniquilación de las reservas alimenticias y de fía nado (1). A pesar de todo, la población oponía una resistencia fe roz (2). «Muchos (...) preferían el riesgo de una muerte violenta al hacinamiento, la sujeción o la muerte lenta en las chozas de paja, las tiendas y las bidonvilles del reagru pamiento (...). Estas mujeres, detenidas por las razzias y cuyos mechtas habían sido casi totalmente destruidos, se habían visto obligadas a trasladarse cuatro o cinco veces al poblado del distrito, pero siempre regresaban a su aduar» (3). En esta primera fase, e l ejército, cuyos objetivos eran puramente estratégicos, parece que se preocupó solamente de evacuar a los habitantes de las zonas que le resultaba difícil controlar, sin ocuparse excesivamente de ellos y sin la menor intención de organizar su instalación y, en con secuencia, toda su existencia. Los campesinos arrancados de su residencia habitual fueron trasladados a centros des mesuradamente grandes y cuya localización respondía la mayoría de las veces a razones puramente m ilitares; es sobradamente conocida la miseria material y moral que padecieron los habitantes de estos reagrupamientos primi tivos, como Tamalus, Om-Tub o Bessomburg en la región de Collo (4). Estas acciones se llevaron a cabo sin ningún plan ni método. Sería inútil buscar algún orden en el tor bellino de desplazamientos anárquicos provocados por la acción represiva (5). Los «reagrupados» se encontraban en situación de de pendencia absoluta con respecto a la S.A.S. En consecuen cia, e l ejército, bajo la presión de una situación que él mismo había creado, hubo de preocuparse de las condicio nes de vida de unas gentes que hasta entonces tan sólo pretendía neutralizar y controlar. Se inició, pues, una política de «desagrupación» y «separación». Al parecer, sólo m uy tardíamente dejó la reagrupación de ser una conse cuencia pura y simple de la evacuación, para convertirse en fuente inmediata de preocupaciones e incluso, progre INTRODUCCIÓN 2 9 s iv a m e n te , en el centro de una políticasistemáticamente elaborada y realizada. A pesar de la prohibición decretada a principios de 1959, de proceder a desplazamientos de po b lación sin autorización de las autoridades civiles, los re agrupamientos se multiplican: en 1960 el número de arge linos reagrupados se elevaba a 2.157.000, es decir, una cuarta parte de la población total. Si, además, se tiene en cuenta el éxodo hacia las ciudades, puede estimarse que como mínimo tres millones de personas se encontraban le jos de su residencia habitual en 1960. lo que representa la mitad de la población rural. Este desplazamiento de pobla ción es uno de los más brutales que registra la historia. (1) Por supuesto, hubiésemos necesitado demasiado tiempo para derribar los mechtas «prohibidos» del sector, pero finalmente conseguimos realizar un buen trabajo en un área de cuatro o cinco kilómetros cuadrados. En prim er lugar, algunos hombres se subían a los tejados y arrojaban las tejan a tierra, mientras otros se dedi caban a romper los pucheros, jarras y las tejas aún enteras (...). Al acabar el día y a dominábamos a la perfección esta técnica, un tan to lenta al principio; amontonábamos en las casas las reservas de madera y ramas y les prendíamos fuego: generalmente las vigas no resistían y las techumbres se derrumbaban con bastante rapidez; luego terminábamos la operación con un garrote» (J. P. Talbo-Ber- nif;aud. Les zones interdites. Les Temps modernes, dic. 1960-enero 1961, p. 719). (2) Según un documento oficial referente a la región de Collo, fechado en noviembre de 1959; «A pesar de las prohibiciones, un 80 % de la población ha permanecido en sus residencias tradicio nales (...). Se ha logrado concentrar una pequeña parte de los habi tantes en Kanua, Bessomburg, Ai'n-Kechera, Budukha. Om-Tub y Tamalus. Más tarde algunos habitantes de los aduares de Taabna, Aín Tabia y Demnia se concentraron voluntariamente en Budukha, Kanua y, sobre todo, Tamalus. En 1959, se habían reagrupado 29.675 personas, esto es, el 29 % de la población total. Los H.L.L. < «lucra de la ley») ejercen de hecho un control total en las zonas prohibidas donde las tropas, faltas de efectivos, no se aventuran sino raramente, en especial a partir de 1958. La población cultiva huertas y pequeñas parcelas, especialmente en Ued Zhur; si se aproximan fuerzas militares, abandonan Jos zribat y se esconden en las montañas». (3) J. P. Talbo-Bernigaud, loe. cil., p. 711. (4) L a situación de los reagrupados durante los años 1958 y 1959, semejante a la de los campos de concentración, ha sido des crita en diversos artículos y en particular en el informe de monse ñor Rhodain (Témoignages et Documevts, n.° 12, mayo de 1959). En la obra del Sr. P. Vidal-Naquet, (La Raison d'Etat, Ed, de Minuit, 1961) puede encontrarse una amplia reseña de los principales a r 3 0 EL DESARRAIGO tículos que, en aquella época, expusieron el problema de los reagru pamientos a la opinión pública francesa (pp. 204-234). (5) El informe de la oficina de ordenación rural de la prefec tu ra de Orleánsville. publicado en 1961. indicaba que 185.000 «reagru pados» del departamento, es decir, el 60 % del total, debían ser devueltos a sus residencias habituales, debido al bajísimo nivel de vida y a las desastrosas condiciones higiénicas a aue estaban so metidos. C a pít u lo P r im e r o LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACION Y LA LOGICA DEL COLONIALISMO «Lo esencial, en efecto, es agrupar a este pue blo que está en todas partes y que no está en ninguna: lo esencial es hacérnoslo aprehendible. Cuando lo tengamos cogido, podremos hacer mu chas cosas que nos son imposibles en la ac tualidad y que, tal vez, nos permitirán apropiar nos de su espíritu tras habernos apropiado de su cuerpo.» Capitán Charles Richard, Etude sur l'insurrection du Dahra (1845-1846). «Soy lorenés. Me gustan las líneas rectas. Aquí, la gente está reñida con la línea recta.» (Un teniente de Kerkera, 1960) De todas las medidas económicas y sociales adoptadas en el marco de la «pacificación», el reagrupamiento de la población rural es, sin duda, la que más claramente res- 3 2 EL DESARRAIGO ponde a la línea de las grandes leyes agrarias del siglo x ix , principalmente el Acantonamiento (1856-1857), el senado- consulto de 1863 y la Ley Warnier de 1873. Lo que atrae poderosamente la atención es el hecho de que, colocados con un siglo de intervalo ante situaciones idénticas, los fun cionarios encargados de la aplicación del senadoconsulto y los oficiales responsables de los reagrupamientos han re currido a medidas semejantes. Reagrupam ientos y leyes agrarias/; La política agraria que tuvo como finalidad transformar la propiedad indivisa en bienes individuales, contribuyó efi cazmente a disgregar las unidades sociales tradicionales al romper un equilibrio económico cuya m ejor protección era la propiedad tribal o de clan, al mismo tiempo que facili tó la apropiación de las mejores tierras por los colonos europeos m ediante el procedimiento de las subastas y las ventas inconsideradas. Y ello independientemente del he cho de que se autocalificase cínicamente como «máquina de guerra» (1), capaz de «desorganizar la tribu», principal obstáculo a la «pacificación» o de que pretendiese reves tirse de una ideología asimilacionista más generosa en in tención. Las grandes leyes agrarias tenían como objetivo manifiesto establecer condiciones favorables para el des arrollo de una economía moderna fundada en la empresa privada y en la propiedad individual, suponiéndose que la integración jurídica era la base indispensable para la trans formación económica. Pero el verdadero objetivo de esta política era otro. Se trataba, a un primer nivel, de favo recer la expropiación de los argelinos dotando a los colonos de medios de apropiación legales en apariencia, es decir, instaurando un sistema jurídico que suponía una actitud económica, y más precisamente, una actitud con respecto a la época totalm ente extraña al espíritu de la sociedad cam pesina. A un segundo nivel, la disgregación de las unida des tradicionales (la tribu, por ejemplo), que habían sido el alma de la resistencia contra la colonización, debía de ser una consecuencia natural de la destrucción de las bases económicas de su integración. Y efectivamente, así suce dió: el año 1875 señala el fin de las grandes insurrecciones tribales (2). LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACIÓN 3 3 Campesinos sin tierra. Los campesinos argelinos se han visto sumergidos en un movimiento catastrófico bajo la influencia combinada de diversos factores, entre los que destacan la apropiación por los colonos franceses de buena parte de sus tierras, la pre sión demográfica y el paso de una economía de trueque a una economía de mercado. El censo agrícola de 1950-1951 indica que 438.483 explotaciones agrícolas poseídas por ar gelinos, esto es el 69 % del total, tenían una extensión in ferior a diez hectáreas y ocupaban una superficie de 1.378.464 hectáreas, o sea, el 18,8 % del total, siendo la su perficie media de las propiedades de 3,1 hectáreas (4,7 en 1940), extensión ésta muy inferior al mínimo indispensable para el mantenimiento de una familia campesina. Entre 1940 y 1950, el número de propietarios de explotaciones de menos de diez hectáreas aumentó en 50.000, esto es, en un 12 %, en tanto que la superficie total disminuyó en 471.000 hectárea. Pero, a un n ivel más profundo, puede afirmarse que la estructura de la sociedad rural ha sufrido un cambio decisivo en los últimos treinta años: entre 1930 y 1954, el número de propietarios de tierras disminuyó en un 20 %, en tanto que e l de obreros agrícolas, fijos o estacionales, aumentaba en un 29 %. A consecuencia de la pérdida de la propiedad territo rial y de la proletarización, se han abandonado numerosas tradiciones agrícolas. De este modo, por ejemplo, la escasez de tierras y la presión demográfica, que hacen ineludible aumentar acualquier precio la producción, han obligado a numerosos fellah’in a dejar de practicar la vieja rotación bienal: en 1950-1951 los barbechos sólo representaban el 62,7 % de la sementera. No obstante, esta rotación bienal adquiere mayor extensión conforme aumenta el tamaño de las fincas, lo cual constituye una prueba de que su aban dono es una innovación forzada y no resultado de un cam bio de la actitud económica. Lo mismo puede decirse de la extensión de los sembrados a expensas de la ganadería, que viene determinada por el deseo de la máxima seguridad. «Varios factores influyen sobre el cultivo —escribe el ad ministrador del municipio mixto de Chellala— : la irregu laridad de las lluvias, las heladas de primavera y la natu 34 e l d e s a r r a i g o raleza rocosa de las tierras. Es penoso constatar que cada año gana importantes extensiones a costa de la ganadería, a pesar de que esta actividad es más rentable. El cultivo de cereales no compensa suficientemente. Aunque exige pocos gastos, apenas si permite al fellah obtener una parte del trigo y la cebada que necesita para su consumo. Pero le mantiene en un estado de hipnopsia del que es necesario liberarlo» (3). Esta misma obsesión alucinada, que deter mina conductas impacientes e irritadas, se descubre entre los fellah’in (campesinos) que dejan de practicar el bar becho y entre los que cultivan los pastos. Es evidente que el cultivo de cereales no es remunerador. Pero hay que preguntarse si el objetivo que persigue es la producción con miras a la venta en el mercado. En realidad, la verda dera meta de estos campesinos es la obtención, al menor precio, y con la mayor brevedad, del alimento imprescin dible para mantener y alimentar a sus familias. En conse cuencia, sacrifican sin vacilar el futuro de la producción, futuro incierto e imposible de controlar, al por-venir del consumo, inminente y urgente (4). Fácilm ente se comprenderá por qué los rendimientos permanecen a un nivel tan bajo (4,65 quintales por hectá rea en 1955) si se tiene en cuenta que no se introduce nin guna mejora con vistas a compensar el empobrecimiento del suelo, ocasionado por una explotación más intensiva y que la presión de la necesidad obliga a cultivar tierras en extremo mediocres. El cultivo de tierras que en otros tiem pos estaban ocupadas por baldíos y bosques, no ha hecho sino acelerar la erosión: entre 1940 y 1954, la superficie cul tivada por los argelinos ha disminuido en 321.000 hectáreas sin que la propiedad de los colonos europeos haya aumen tado paralelamente. Existen pocas posibilidades de que tal extensión haya sido devuelta al baldío, dada el hambre de tierras que padecen los fellah’in. Más bien es necesario creer que han sido destruidas por la erosión que aniquila cada año varias decenas de millares de hectáreas (5). El hecho de que los pequeños propietarios siembren sus campos sin interrupción hasta casi agotarlos, que el trigo duro y la cebada, indispensables para la elaboración del alcuzcuz y la galleta, ocupen el 87 % de las tierras de los pequeños agricultores, que casi todos los fellah’in se de diquen al cultivo de los cereales, que la parte dejada a los LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACIÓN 3 5 rebaños, m uy escasa en las pequeñas oropiedades, crezca paralelamente a la superficie total de la propiedad, consti tuye un claro indicio de que la actividad agrícola no tiene ni sabría tener otra finalidad que la satisfacción de las ne cesidades más perentorias, ya que la intensificación de la explotación del suelo no debe atribuirse al deseo de aumen tar la productividad, sino a la presión de la necesidad. Más aún, si la asociación cereales-ganadería se mantiene con independencia de la dimensión de la propiedad —si bien los propietarios de fincas de más de cien hectáreas cultivan los cereales mediante el sistema de año y vez y sólo prac tican la ganadería extensiva—, si el policultivo domina exclusivam ente en las explotaciones de menos de una hec tárea, si la rentabilidad directa disminuye paralelamente al tamaño de la explotación, si la agricultura argelina, que dispone de superficies tres veces superiores a la europea, emplea menos asalariados permanentes (2,4 veces menos) y estacionales 1,2 veces menos) y recurre al kham m essat —tipo de asociación característico de la economía y de la mentalidad pre-capitalistas (6)—, es porque la actividad económica está en todas las ocasiones dirigida hacia la sub sistencia y no hacia la productividad, ya que la mayor par te de las veces las innovaciones no son otra cosa que vio laciones de las normas tradicionales impuestas por la miseria. El fellah’ se encierra más estrechamente en con ductas que se inspiran en la persecución de la mayor se guridad, en la medida en que el futuro se le presenta car gado de mayores incertidumbres. Cuanto más se le escapa su propio presente, más se repliega sobre sí mismo, sa crificando toda actividad que implique la consideración de un futuro a largo plazo, a la búsqueda de la satisfacción directa de las necesidades inmediatas. El grado de previ sión que exigían las conductas tradicionales ha dejado de existir para los más pobres. En cuanto han sido rotos los equilibrios tradicionales, ha desaparecido, junto a las segu ridades mínimas que lo hacían posible, todo esfuerzo por prevenirse de los riesgos que pueda implicar el porvenir. Al adquirir conciencia de que le es totalmente imposible restaurar tales equilibrios, el fellah’ se resigna a vivir al día recurriendo al crédito y completando la renta que le produce la tierra con los jornales ganados trabajando al gunos días en las propiedades de los colonos. Esta impre visión forzada es la expresión de una desconfianza total en el futuro que condena a las masas campesinas argelinas a un abandono fatalista. 36 EL DESARRAIGO El tradicionalismo de la desesperación. Este tradicionalismo patológico se opone a la previsión de la vieja sociedad rural que, mediante los sistemas tra dicionales, aseguraba la máxima previsión posible dentro de los estrechos límites marcados por la escasez de los me dios de producción y la incertidumbre de las condiciones naturales. Por otra parte, y especialmente en las regiones de colonización intensa, casi siempre se asocia al conoci miento y al reconocimiento de la superioridad de los m é todos de explotación racional utilizados por el colono. Si los fellah’in siguen utilizando e l arado sin juego delantero, a pesar de conocer la eficacia de los tipos más evoluciona dos y de los tractores, si producen con vistas al consumo familiar en lugar de hacerlo para el mercado, si reducen la inversión al mínimo y se conforman con obtener pro ductos mediocres y si no emplean abonos ni modifican en lo más mínimo los sistemas de cultivo, no es siempre a causa del viejo tradicionalismo que ha sido ya a menudo herido por la miseria. Si no realizan mejoras a largo plazo, como los bancales para la conservación y reparación del suelo, no es siempre porque no quieran sacrificar un ma ñana tangible a un futuro imaginario, sino, sobre todo, por que no tienen medios suficientes para esperar. Por mu cho que reconozcan de buen grado, a un n ivel abstracto e ideal, la mayor eficacia de las técnicas empleadas por el colono y la rentabilidad superior de los cultivos de mer cado, están obligados a ceñirse a las normas tradicionales de comportamiento, porque este tipo de explotación requie re abundantes medios técnicos y financieros, porque no han asegurado suficientemente su subsistencia como para poder lanzarse a la búsqueda del beneficio, porque la producción de mercado se les aparece como una apuesta demasiado arriesgada, en tanto las necesidades del grupo no estén to talmente satisfechas. «Los colonos —dice un fellah’ de la región de Camot— pueden producir para el mercado por que tienen asegurado el consumo. Pueden dedicarse a lo LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACIÓN3 7 superfluo porque poseen ya lo esencial o porque tienen la certeza de que no les ha de faltar». De este modo el tradi cionalismo ancestral que convenía a una sociedad fuer temente integrada que reposaba en una economía relativa mente equilibrada, ha sido sustituido por el tradicionalismo de la desesperación, unido inseparablemente a una econo mía de supervivencia y a una sociedad disgregada y a la medida de unos sub-proletarios encadenados a un pasado que saben muerto y enterrado. Teniendo como única esperanza cosechar lo indispensa ble para vivir, a los más miserables sólo les queda una elección entre este fatalismo de los desesperados —que nada tiene que ver con e l Islam— y la emigración obliga da a las ciudades o a Francia. Este exilio forzado, más que el resultado de una decisión libre basada en el deseo de instalarse realm ente en las ciudades es, en la inmensa ma yoría de los casos, el final ineludible de una larga serie de renuncias y derrotas: una mala cosecha, y hay que ven der el asno o los bueyes; se piden préstamos a intereses exorbitantes, para equilibrar el balance o para comprar si m iente; en fin, tras haber agotado todos los recursos no puede decirse que estos campesinos em igren: más bien, son desahuciados de sus residencias ancestrales. O en otro caso, cansados de trabajar agotadoramente para seguir malvi viendo, marchan a la aventura dejando la tierra a un kham- més (7). En cualquiera de estos casos, la emigración hacia la ciudad es una especie de huida forzada por la miseria. Los más ricos, los que disponen de algunos ahorros, esperan instalarse como comerciantes en la pequeña ciudad vecina que acostumbran a frecuentar en los días de mercado. Efec tivamente, el comercio, junto al artesanado tradicional, es el único tipo de actividad que se adecúa a los propietarios agrícolas que quieren evitar descender en la jerarquía so cial, particularmente cuando permanecen en su región, donde conocen a todo el mundo (8). Por su parte, los pe queños propietarios que han tenido que vender sus tierras, los viejos kham m és o los obreros agrícolas, que carecen en absoluto de preparación para la vida urbana y de las ac titudes y aptitudes necesarias para adaptarse a ella, sólo pueden aspirar a ser jornaleros, pequeños vendedores am bulantes o, en numerosos casos, parados que esperan su «paraíso»: el empleo permanente. La guerra, y especialmente los reagrupamientos, no han hecho sino acelerar el proceso de pauperización de las ma sas rurales ; en 1954 existían unos 560.000 no-asalariados, propietarios, kham m és y aparceros, mientras que en 1960 esta cifra se había reducido a 373.000, lo que significa una pérdida del 33 %; a su vez, e l número de asalariados, obre ros agrícolas permanentes y estacionales, caía a 421.000, lo que significa una disminución del 28 % (9). Sin duda, una parte de estas diferencias se debe al hecho de que un buen número de quienes en 1954 se consideraban cultivadores u obreros agrícolas se han declarado parados en 1960, ya sea porque hayan perdido su empleo, total o parcialmente, ya porque hayan adoptado una actitud nueva con respecto a sus ocupaciones. Pero, en cualquier caso, los reagrupamien tos han acelerado el éxodo hacia las ciudades de gentes que ya no tenían nada que perder, al acabar de destruir un equilibrio económico precario, romper los ritmos tempora les y espaciales que constituían los pilares de toda la exis tencia social y fraccionar las unidades sociales tradiciona les. Entre 1954 y 1960, la población global de las ciudades y de las villas ha aumentado en un 67 % en el departa mento de Argel, el 63 % en el de Constantina y el 48 % en el de Orán. La amplitud de este crecimiento está «n función de la existencia de ciudades dotadas, tradicional mente, de un fuerte poder de atracción, como Argel, y, sobre todo, de la importancia del movimiento de agrupa ción en la región considerada. Así, este flujo migratorio hacia las ciudades, que ha sido notablemente impulsado por la implantación de re agrupamientos, se ha visto acelerado por la urbanización, que incluso cuando se da con carácter temporal, determina transformaciones irreversibles de la actitud económica, al mismo tiempo que acelera el «efecto demostración» (10); el contacto con la sociedad urbana ha desarrollado la con ciencia de las disparidades (en continuo crecimiento) exis tentes entre e l nivel de vida de las ciudades y el de las regiones rurales acuciadas por la subalimentación y pobres en asistencia médica y equipo escolar. Todos los campesi nos que han pasado una temporada en una ciudad, han po dido experimentar de una manera concreta aquello que la estadística afirma en un plano abstracto y objetivo; esto es. que las ciudades, y especialmente las mayores, ofrecen más 3 8 EL DESARRAIGO LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACIÓN 39 amplias perspectivas de obtener un empleo asalariado, es decir, un verdadero trabajo, por oposición a la agricultura que, al no producir (o hacerlo en pequeña proporción) ren tas monetarias, aparece al mismo tiempo como mera ocu pación ; que aseguran salarios más regulares y elevados (sobre todo las de mayor tamaño, en las que se concentran las grandes empresas modernas) ; en una palabra, que pro curan un nivel de vida más confortable, ya que el consumo urbano es mucho más elevado que el rural. Así, por ejem plo, el consumo de los comerciantes de los municipios ur banos (que son los que están más cercanos a los rurales) es de 96,45 F por persona y mes, mientras que, en los mu nicipios rurales, sólo se eleva a 65,97 F (11). De este modo, tanto en forma indirecta —acelerando el éxodo rural y fa voreciendo la difusión de los modelos urbanos— como in directa —arrancando a los campesinos de sus formas de vida habituales y determinando una ruptura decisiva con las rutinas tradicionales—, los reagrupamientos han ace lerado el proceso de abandono de las ocupaciones agrícolas va iniciado. Desestimación y errores. La guerra y la represión han terminado el proceso ini ciado por la política colonial y la generalización de los cambios monetarios. Las regiones que han sufrido en ma yor grado las consecuencias de esta acción, son las que habían sido relativamente respetadas hasta entonces por que habían permanecido resguardadas de las empresas de colonización. Efectivamente, las regiones montañosas han servido de refugio a pequeñas comunidades rurales reple gadas sobre sí mismas y obstinadamente fieles a sus tra diciones, que habían podido salvaguardar los rasgos esen ciales de una cultura de la que, de ahora en adelante, sólo se podrá hablar en pasado. De este modo fue en las Kaby lias. Aurés, las Nemencha. Bibans, Hodna, A tlas Medio y la Cadena del Titteri y Uarsenis, donde la cultura tradicio nal se había mantenido relativamente intacta, a pesar de los embargos y secuestros que seguían a las insurrecciones, de la creación de nuevas unidades administrativas, de tan tas otras medidas e incluso de las transformaciones provo cadas por el simple contagio cultural (12). En 1960, práctica 40 EL DESARRAIGO mente todos los habitantes de las zonas montañosas —de las que se había adueñado más rápida y sólidamente el Ejército de Liberación Nacional— y de las zonas fronteri zas habían sido evacuados y reinstalados en los llanos que se extienden al pie de las montañas o habían emigrado a las ciudades. Parece como si todo hubiese estado preparado para que esta guerra proporcionase la ocasión de llevar hasta sus últim as consecuencias la intención oculta de la política co lonial, intención profundamente contradictoria: desintegrar o integrar, desintegrar para integrar o integrar para desin tegrar: la política colonial ha oscilado siempre entre estos polos opuestos, sin que se haya aplicado nunca clara y sis temáticamente una elección cualquiera, de modo que dis tintos responsables podían estar animados en un mismomomento por intenciones contradictorias, y lo mismo un único responsable en momentos distintos. Efectivamente, la voluntad de destruir las estructuras específicas de la sociedad argelina ha podido encontrar su inspiración en ideologías opuestas: una, dominada exclusivam ente por consideraciones acerca de los intereses de los colonizado res y por preocupaciones estratégicas, tácticas o de prose- litismo, y que a menudo se ha expresado con cinismo; otra, asimilacionista o integracionista, que sólo en apariencia es más generosa. Para algunos responsables, dominados primordialmentc por la preocupación de «conquistar a las poblaciones», el papel del ejército estaba definido por el «tríptico: prote ger, comprometer, controlar». «Y —escribe Alain Jacob— proteger es, ante todo, reagrupar». En cada reagrupamien to una «célula militar», compuesta por un soldado por cada treinta o cincuenta personas, asegura la protección, censa a los habitantes, llena las fichas y procede a frecuentes in terrogatorios. El compromiso depende de la «estructuración» de la población, lo que supone disponer de responsables formados en centros especiales (...). En fin (...), sólo un control total y permanente permite que estos métodos rin dan todos sus frutos (13). Algunos «teóricos» de la acción psicológica han ido aún más lejos, concibiendo la desestruc turación sistemática y provocada, como el medio para aca bar con toda clase de resistencia. En oposición a esta ideología dominada por considera LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACIÓN 4 1 ciones de índole estratégica y táctica, existe una ideología humanitaria que se encarna en el oficial S.A.S., según lo presenta la imaginería oficial, que es a la vez construc tor, maestro, alcalde y en ocasiones médico: de acuerdo con ella, e l objetivo último de la instalación en pueblos provistos de los medios necesarios para la vida colectiva y situados en las proximidades de las grandes vías de co municación de las poblaciones que hasta entonces vivían en una habitat disperso o en regiones apartadas y que, en consecuencia, resultaba muy difícil y costoso asistir médi camente, y dotar de escuelas y administración, no era otro que desencadenar una «evolución acelerada». En una pa labra, los reagrupamientos, que, en un principio, fueron con siderados como un medio de «controlar» la población si tuándola en las proximidades de alguna guarnición, fue ron poco a poco presentados por algunos como un «factor de emancipación». Esta confusión de fines era autorizada y fomentada por la convicción de que la mejor técnica para acabar con la resistencia que oponía esta sociedad, era ha cer pedazos sus estructuras (14). Y, de hecho, independientemente de cuál fuera la inten ción de los individuos, esta acción «humanitaria» continua ba siendo objetivamente un arma de guerra orientada ha cia el control de la población. No es sorprendente que el colonialismo haya encontrado su último refugio en una ideología integracionista: efec tivamente, el conservadurismo segregacionista y el asimi- lacionismo sólo se oponen en apariencia. En el primer caso, se invocan las diferencias de hecho, para negar la igualdad jurídica; en e l segundo, se niegan las diferencias de hecho en nombre de la identidad de derecho. Es decir, o se conside ra seres humanos tan sólo a los franceses virtuales, o bien se rehúsa tal reconocimiento invocando la originalidad de la civilización mogrebí, originalidad revestida exclusiva mente de caracteres negativos. Los políticos o los responsables administrativos y m ili tares, prisioneros de los intereses de la colonización —o de lo que Ruth Benedict llama «la universalidad maciza de la civilización occidental»— son incapaces de concebir ma yor generosidad que la de conceder a los argelinos el dere cho a ser lo que deben se r : hombres hechos a imagen y se mejanza de los europeos, lo que equivale a negarles lo que 42 EL DESARRAIGO son de hecho, su originalidad como seres particulares que forman parte de una cultura específicam ente suya. Desde este momento, y en nombre de unas mismas generalizacio nes. cabe abandonarlos a lo que son. abandonarlos a fin de subordinarlos, o concederles el derecho a ser m ediante la renuncia a seguir siendo lo que son. La negativa, (consciente o inconsciente) a reconocer Argelia como cultura original y como nación, raíz común del asimilacionismo y del colonialismo, ha servido siempre de base a una política intervencionista desconsiderada e inconsecuente, ignorante de su fuerza y de su debilidad, que ha sido capaz de destruir el orden pre-colonial, sin susti tuirlo por otro superior. Esta política, que conjuga el ci nismo y la inconsciencia, ha determinado la ruina de la economía rural y e l hundimiento de la sociedad tradicional, y ha encontrado su expresión más cabal en los reagrupa mientos de población. A pesar de que, en la mayor parte de los casos, se ha concedido una amplia autonomía a las autoridades subal ternas, los pueblos de reagrupación son todos ellos esencial mente idénticos, ya que han surgido no tanto por la obser vancia explícita o implícita de disposiciones de carácter general, como por la aplicación de modelos inconscientes. Estos modelos son prácticamente idénticos a los que per filaron, un siglo antes, el establecim iento de los pueblos de colonización. Argelia ha sido un terreno de experimen tación sobre e l que el espíritu militar, como en un test pro- yectivo, ha plasmado sus estructuras. A menudo, investidos de una autoridad casi absoluta, los cuadros del ejército han decidido hasta en sus últimos detalles e l emplazamien to de los pueblos, su plano, la amplitud de sus calles, la distribución interior de las casas, ignorando o queriendo ig norar las normas y los modelos tradicionales. Poco inclina dos a consultar a la población interesada y situados en una posición tal que, si la hubiesen buscado, esta participación habría sido rehusada tácitamente, han impuesto su orden sin percibir, en la mayor parte de los casos, la confusión y el malestar que suscitaban sus iniciativas. A semejanza del colonizador romano, los oficiales encar gados de organizar las nuevas colectividades empiezan por disciplinar el espacio, como si a través de él esperasen dis ciplinar a los hombres. Todo está colocado bajo el signo de LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACIÓN 4 3 la uniformidad y de la alineación: las casas, construidas s e g ú n normas impuestas y en emplazamientos impuestos, se colocan rectilíneamente a lo largo de las calles que di bujan el plano de un castrum romano o de un poblado de colonización. En el centro, la plaza con la tríada caracterís tica de los pueblos franceses: escuela, ayuntamiento y mo numento a los muertos. Y cabe pensar que de haber te nido tiempo y medios necesarios, los oficiales S.A.S., enamorados de la geometría, hubiesen asimismo sometido el terreno a centuriación. Debido a ignorancia deliberada o a desconocimiento de las realidades, las autoridades locales imponen casi siem pre un orden totalmente extraño a los «reagrupados», or den para el que no están hechos y que no ha sido hecho para ellos. Animados por el sentim iento de ser los heraldos de un destino trascendente —hacer evolucionar a las ma sas—, exaltados por la pasión de ordenar y crear, compro metiendo a veces todo su entusiasmo y todos sus medios en su acción, los oficiales aplican sin matizarlos, esquemas in conscientes de organización que constituyen la esencia de toda empresa de dominación total y sistemática. Es como si el colonizador encontrase de nuevo la vieja ley etnoló gica según la cual la reorganización del habitat, proyección simbólica de las estructuras culturales fundamentales, im plicase una transformación generalizada del sistema cultu ral. Por ejemplo, el señor Levi-Strauss subraya que los misioneros han considerado que la transformación del ha bitat de los Bororo es el medio másseguro para obtener su conversión (15). De una forma oscura e instintiva, se con sidera que la reorganización del espacio habitado es una forma decisiva de acabar con el pasado, imponiendo un marco de existencia enteramente nuevo, a la vez que un medio de imprimir sobre el terreno la marca de la toma de posesión (16). Si la política de reagrupación ha encon trado entre los m ilitares una adhesión tan unánime y en tusiasta, es porque expresa un sueño tan viejo como la colonización: «modificar», como decía Bugeaud, «restruc- turar», como decían los coroneles, una sociedad entera. Mos- tefa Lacheraf cita al capitán Richard que, desde 1845, pre conizaba la reagrupación masiva de la población argelina: «Lo primero que hay que hacer para dejar a los agitadores sin fuerza, es aglomerar a los miembros esparcidos del 4 4 EL DESARRAIGO pueblo, organizar en zémálas a las tribus sometidas (...). Los diferentes aduares estarían separados por cercados de azufaifo salvaje o de cualquier otra clase de maleza. En fin, toda la zém ala estaría rodeada de un amplio foso lleno de cactus»; «lo esencial, en efecto, es agrupar a este pue blo que está en todas partes y que no está en ninguna, lo esencial es hacérnoslo aprehensible. Cuando lo hayamos asido, podremos hacer numerosas cosas que nos son impo sibles en la actualidad y que, tal vez, nos permitirán apro piarnos de su espíritu tras habernos apropiado de su cuer po (17). Las constantes y las repeticiones de la política colonial no tienen nada sorprendente: tras un siglo de intervalo, una situación que ha permanecido idéntica, segrega los mis mos métodos, prescindiendo de algunas diferencias super ficiales. La política de reagrupación, respuesta enfermiza a la crisis mortal del sistema colonial, pone claramente de manifiesto la intención patológica que lo dominaba. (1) El capitán Vaissiére escrib ía : «El senado-consulto de 1863 es, en efecto, la máquina de guerra más eficaz que cabe imaginar contra el estado social indígena y el instrumento más poderoso y más fecundo con que se puede dotar a nuestros colonos.» (Les Ouled Fechaich, Argel, 1863, p. 90.) (2) A. de Broglie, uno de los promotores del senado-consulto, declaraba que esta medida tenía un doble objetivo: en prim er lu gar, «provocar una liquidación general de la tierra», una parte de la cual permanecería en poder de sus antiguos propietarios, pero ya no como herencia colectiva de la tribu, sino como «propiedad personal definida y dividida», siendo el resto destinado a «atraer y recibir a la inmigración procedente de Europa»; en segundo lugar, «desorganizar la tribu», «obstáculo principal a la "pacificación”» (A. de Broglie, Une réforme administrative en Algérie, París, 1860). Podrían multiplicarse los ejemplos de declaraciones del mismo es tilo: cf. Mostefa Lacheraf, «Constantes politiques e t m ilitaires dans les guerres coloniales d'Algérie (1830-1960), Temps modernes, nú mero 144, pp. 749-756. (3) L ’Algérie du demi-siécle, S.L.N.A. Argel, 1950. (4) Cf. Bourdieu, «La société traditionnelle», Sociologie du Tra- vail, enero-marzo 1963, pp. 24-44. (5) Puede encontrarse un cuadro sintético de las transformacio nes experimentadas por la economía rural entre 1930 y 1954 en la obra de André Nouschi, La Naissance du nationalisme algérien (Ed. de Minuit, 1962, cap. V). Un análisis lúcido del censo agrícola de 1950-1951 puede verse en el artículo del Sr. H. Isnard. «Struc- tures de l’agriculture musulmane en Algérie á la veille de l’in- surrection», Mediterranée, abril-septiembre de 1960, pp. 49-59. LOS REAGRUPAMIENTOS DE POBLACIÓN 4 5 (b) «K1 64 % de las explotaciones de menos de 10U hectáreas y e l t>2,8 % de su superficie dependen, más o menos, del khammet- sat» (H. Isnard, art. cit., p. 58). El khammés es un aparcero que p e r c i b e una q u i n t a parte de los frutos de las tierras que cultiva. (7) El censo agrícola de 1950 pone de manifiesto que muchas propiedades pertenecen a dueños que no las explotan directamente y que las confían a algún khammés. (8) «¿Qué hacer en la ciudad?, se pregunta un viejo fellah', propietario de unas veinte hectáreas, que se había instalado en Car- nol (...)». Los que en su aduar eran ya obreros, encuentran con cierta facilidad un trabajo como «obreros del campo» o como peones. Pero yo no puedo ir a trabajar a las granjas (...). La única actividad que puedo desempeñar aquí es la de comerciante, pero para ello se necesita tener dinero.» (9) Cf. Travail et travailleurs en Algérie, 1.“ parte, p. 83. Podrá verse cómo los reagrupamientos han acelerado la formación en el mundo rural de una clase acomodada compuesta por unos campesi- nos que han podido explotar las tierras abandonadas por los em i grantes, ya que habían conservado medios de producción (ganado), por comerciantes y también por funcionarios o empleados nom bra dos por el ejército. En los centros estudiados, algunas familias con seguían acum ular estos tres tipos de ventajas. (10) «Ahora tengo muchas necesidades nuevas —dice un refu giado de Carnot—. Es necesario vivir como se acostumbra a ha cerlo en la ciudad». Los hombres del campo recientemente instala dos en las ciudades, son en extremo conscientes de este aumento de las necesidades: «Un fellah’ que acaba de establecerse en la ciudad se acostumbra al baño y a guisar con k&s butano. Le resulta impo sible regresar a su aduar, donde para cocinar es necesario ir a bus car leña y agua a dos kilómetros de distancia y para bañarse ir hasta el ued. Yo, que he nacido y vivido en la miseria, puedo seguir viviendo así. Pero la nueva generación, la generación «atómica» no será capaz de hacerlo. Por ejemplo, a éste (señalando un niño de catorce años), si no se le da para comer chuletas y queso no está contento». (Antiguo fellah’ refugiado en Tlemcen). Después de la independencia se ha podido observar la virtualidad del «efecto de mostración» determinado por la urbanización tem poral: aparatos de radio, gas butano, refrigeradores a petróleo, etc., se han m ulti plicado hasta en los pueblos más apartados (por ejemplo, Aghbala, en la pequeña Kabylia, Ain-Aghbel, en la Kabylia de Collo). (11) Cf. Alain Darbel, La consommation des familles en Algé rie, PUF, 1900. (12) Por ejemplo, a 48 kilómetros al oeste de Orléansville, en las montañas que dominan el bajo valle del Chélif —zona de colo nización intensa—, la tribu de los Uled-Ziad ha perpetuado todos los caracteres de una sociedad tradicional fuertemente integrada, aprovechándose del aislamiento que les perm ite el relieve. (13) Fin d’une guerre d’Algérie, Études méditerranéennes, oto ño de 1961 (págs. 33-34). (14) En una nota de servicio del general Crépin, de fecha 7 de abril de 1960, puede lee rse : «De este modo las preocupaciones m i litares se unen a las consideraciones de orden político y humanitario 4 6 EL DESARRAIGO para imponer la implantación de reagrupamientos viables». (Citado por Alain Jacob, loe. cit., p. 35.) La confusión entre estos objetivos contradictorios encontraba un campo abonado en la situación crea da por la guerra colonial: la política de reagrupación se presentaba como una tarea positiva, a la vez q u e «humanitaria» y eficaz, por oposición a la decepcionante empresa de la pacificación; perm itía justificar una visión maniqueísta de la guerra revolucionaria, según la cual la acción constructiva del ejército respondía a las «destruc ciones» de los «rebeldes»; proporcionaba en gran manera un sen timiento de conciliación moral y política. (15) Tristes Trapiques, p. 229. Cf. también Georges Bastide, Les religions africaines du Brasil, pp. 114-115. (16) Tal era la intención casi explícita de la centuriación ro mana, «verdadero sistema de coordenadas trazado sobre el terreno». «Al menos en las prim eras etapas de la colonización, Roma acabó con el pasado imponiendo un nuevo marco a sus conquistas; ya por indiferencia, ya por desprecio, ignoraba la organización adm
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