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LOS FUNDAMENTOS DE LAS CIENCIAS DEL IIOM5DE El análisis estructural Lévi-á»trauss, Barthes, Moles yotros Centro Editor de América Latina El análisis estructural LOS FUNDAMENTOS DE LAS CIENCIASDELHOMBDE LOS FUNDAMENTOS DE LAS CIENCIAS DEL HOMBDE El análisis estructural Lévi-§trauss, Barthes, Moles jotros Centro Editor de América Latina Diagramación: Osear Sammartino,Estela Enecoiz Asesoramiento artístico: Osear Díaz Secretarla de producción: Osear Troncoso Coordinación y producción: Natalio Lukawecki, Fermín E. Márquez © 1991 Centro Editor de América Latina S / Tucumán 1736, Buenos Aires Hecho el depósito de ley Libro de edición argentina Impreso en: Carbet, La Rosa 1080, Ádrogué, Prov. de Bs. As. Encuadernado en: Haley, Av. Mosconi 640, Lomas del Mirador, Prov. de Buenos Aires. Impreso en junio de 1991 ISBN: 950-25-2028-9 Introducción Lingüística y antropología: de la fonología a Lévi-Strauss En 1945, la revista Word, órgano del Círculo Lingüístico de Nueva York, publicó un artículo de Claude Lévi-Strauss que se convertiría en hito (y también piedra de escándalo) de la historia de las relaciones entre la lingüística —la fono- logía— y la antropología francesa. Se trata de "El análisis estructural en lingüística y en antropología".1 Allí Lévi-Strauss señalaba la dirección de una fuerza que recorrería eí campo de las ciencias sociales. Así como los fundadores de la lin- güística moderna, Saussure en particular, buscaron la pro- tección teórica de las ciencias sociales y concibieron su ciencia tomando en préstamo ciertas nociones que provienen de ellas, Lévi-Strauss indicaba a la antropología y la socio- logía un camino que el lingüista Trubetzkoy y el Círculo de Praga habían abierto y recorrido parcialmente. Se diría que el artículo de Word está recorrido por un casi emocionado entusiasmo, propio del científico que cree estar en los albores de una gran revolución en el conocimiento: "La fonología no puede dejar de cumplir, respecto de las ciencias sociales, el mismo papel que la física nuclear, por ejemplo, ha desempeñado para el conjunto de las ciencias exactas. ¿En qué consiste esta revolución, cuando tratamos de analizarla en sus consecuencias más generales? N. Tru- betzkoy, el ilustre maestro de la fonología, nos proporcionará la respuesta a esta pregunta. En un artículo programa [N. Trubetzkoy, "La phonologie actuelle", en Psychologie du lan- * gage, París, 1933] Trubetzkoy reduce en suma el método fonológico a cuatro pasos fundamentales: en primer lugar, la fonología pasa del estudio de los fenómenos lingüísticos 'conscientes' al de su estructura 'inconsciente'; rehusa tratar los 'términos' como entidades independientes, y toma como base de su análisis, por el contrario, las 'relaciones' entre los términos; introduce la noción de 'sistema': 'la fonología actual no se limita a declarar que los fonemas son siempre miembros de un sistema; ella muestra sistemas fonológicos concretos y pone en evidencia su estructura' [art. cit., pá- 1 Incorporado, más tarde, como capitulo II, a Antropología estructural, París, Plon, 1958. Traducción castellana: Buenos Aires, EUD'EBA, 1968. 7 gina 243]; finalmente, busca descubrir leyes generales' ya sea que las encuentre por inducción o bien 'deduciéndolas lógicamente, lo cual les otorga un carácter absoluto' [ibid.)^. No es exagerado decir que la mirada perspicaz de Lévi- Strauss atribuye a los cuatro puntos de Trubetzkoy y a la fonología un programa común, que su actividad de antropó- logo impondrá como corriente predominante de la antropofa- gia francesa, sin atisbar por entonces ei debate que se abriría a fines de la década del cincuenta y durante buena parte de la siguiente, El estudio de las reglas matrimoniales, del sistema de parentesco en sociedades que, de manera polémica y cues- tionada posteriormente desde varios puntos de vista, Lévi- Strauss definirá como sociedades frías —sin historia'— te proporcionó un campo de elección para desarrollar las hipó- tesis comunes a antropología y lingüística. Concibió a los sistemas de parentesco como sistemas de símbolos, afirmando de este modo la posibilidad y el derecho que asistía a la antropología de desprenderse de lo que Lévi-Strauss deno- mina la "sociología tradicional", para concebir sus objetos en términos de relaciones y afirmar la validez de investigar la sociedad, el arte, el matrimonio, el intercambio o e! mito como sistemas de signos, como "sistemas que aspiran tam- bién a la significación, pero cuyo valor de significación re- sulta parcial, fragmentario o subjetivo". Concebidas las relaciones entre los hombres como relacio- nes significativas en su acepción estricta (mujeres, objetos y palabras circulan en una sociedad como mensajes, afirmará Lévi-Strauss), la profecía saussuriana2 sobre la constitución de una nueva ciencia que estudie todos los sistemas de sig- nos (y de la que la lingüística sólo sería un campo subordi- nado) parece a punto de comenzar a concretarse. Las prime- ras batallas se libraron, brillantemente, en la antropología: el análisis del sistema de parentesco, la descripción de los mitos y luego de los sistemas culinarios, en los diversos volúmenes de Mitológicas de Lévi-Strauss, demostraron las posibilidades del método estructural (una fonología de io social y de la cultura) y abrieron, además, un ancho cauce de polémicas. Erigido contra el evolucionismo (de una forma simple hacia otras más complejas) y contra el difusionismo (de una forma proveniente de un determinado lugar hacia otros, por inter- medio de migraciones, contaminaciones, etc.), la concepción de 2 Véase en esta misma colección, Szussure y los fundamentos de /a lingüistica, introducción, selección de textos y traducción de José Sazbón. Buenos Aires, Centro Editor. 1976. 8 Lévi-Strauss señala una invariancia universal, una sustancia dirán sus enemigos filosóficos, que atraviesa por diferentes realizaciones. El estudio de las diferencias ( los ¿caris diffe- rentiels de la lingüística) caracteriza precisamente a la antro- pología: "Es verdad que una disciplina cuyo principal objetivo —si no el único— consiste en analizar e interpretar las dife- rencias se ahorra todas las dificultades si sólo toma en cuenta las semejanzas, pero automáticamente pierde todo medio de distinguir lo general, que pretende alcanzar, de lo trivial con lo cual se conforma".3 Esta temática, típica del pensamiento de Lévi-Strauss, des- cansa entonces sobre dos nociones fundamentales: romo en la lingüística saussuriana y en la fonología, lo verdadera- mente significativo para definir relaciones entre elementos u objetos son las diferencias, el sistema de relaciones es, a la vez, un sistema semiológico de oposiciones significa- tivas. Luego, el descubrimiento de las diferencias, es decir de las relaciones y del sistema, descansa sobre el supuesto —declarado a veces, tácito otras, débilmente negado frente a algunos acosos— de la invariancia: las formas del mito, las relaciones de parentesco descansan sobre un universal. Detrás de las variantes de un mito o de una prohibición en el sistema de parentesco yacen "ciertas formas universales de pensamiento y de moralidad", una actividad universal del espíritu. Algunos de estos temas están inteligentemente expuestos en el ensayo minucioso y profundo de Lévi-Strauss sobre la Morfología del cuento folklórico de Propp que se ha incluido en esta antología. Aunque Lévi-Strauss señala adecuada- mente allí el carácter formalista de la empresa de Propp y con justicia afirma que "el formalismo aniquila su objeto", no puede menos que reconocerse en sus críticas y su exé- gesis una simpatía intelectual profunda. En efecto, como podrá verse en el texto mismo, la tarea de Propp coincide en su punto de partida y en su concepción general con los cuatro puntos del programa de Trubetzkoy que el mismo Lévi-Strauss lleva como nueva divisa al campo de laantro- pología. Pero, sobre todo, la concepción que da origen a las investigaciones sobre la morfología del cuento está, en Propp, emparentada con la concepción lévi-straussiana del mito. Lévi-Strauss mismo desarrollará algunos aspectos de esta cuestión. Por lo demás, el texto sobre las investigaciones de Propp es rico en definiciones y requiere una lectura, que descubra, 3 Lévi-Strauss, Antropología estructural, ed. cast. cit., pág, 14. 9 por un lado, la importancia que para el desarrollo del pensa- miento semiológico-estructuralista tuvo, junto con la lingüística saussuriana y la fonología, el formalismo ruso especialmente a través de su más fecundo divulgador en Occidente: Román Jakobson. En segundo lugar, la fascinación que ejercen (ei semiólogo Greimas también lo testimonió) las tipologías for- malistas que prometen al pensamiento y a la investigación descubrir la razón única y suficiente de todo un conjunto de objetos —cuentos, mitos, costumbres diversos y abigarra- dos en su manifestación empírica: alcanzar el sistema, llámese éste serie de funciones, modelo de personajes, orden y es- tructura de las transformaciones. Una vez más, Lévi-Strauss afirma a propósito de Propp que la verdad de los hechos registrados —invisible por naturaleza— puede ser alcanzada mediante las operaciones que descubren la "estructura in- consciente, subyacente a cada institución o a cada costum- bre". En el caso de los cuentos populares que descibe Propp, Lévi-Strauss propondrá como alternativa al formalismo del autor ruso un conjunto de operaciones que progresiva- mente logren definir un "universo del cuento analizable en pares de oposiciones diversamente combinadas en el seno de cada personaje, quien lejos de constituir una entidad es, a la manera del fonema —tal como lo concibe Román Ja- kobson—, un 'haz de elementos diferenciales'." Nos hemos detenido especialmente en este artículo de Lévi-Strauss, incluido por lo demás en la presente antología, por el carácter casi emblemático de sus temas, sus críticas y sus propuestas para el desarrollo posterior de la semiología estructuralista. Lo veremos enseguida. Barthes: un tribuno de la tendencia Protagonista de un escándalo académico y extraacadémico a comienzos de la década del sesenta por su volumen sobre Racine, acerbamente criticado por Pica;d, Roland Barthes resume en su obra puntos de partida y desarrollos de lo que puede ya hoy denominarse "análisis estructural" cuyo método y teoría sería una compleja y a veces contradictoria "semiología estructural". Crítico de la vida moderna primero, inteligente crítico de literatura al mismo tiempo, semiólogo luego, analista de todos los sistemas de signos, Roland Barthes posee en su haber algunos de los más perspicaces 10 y arbitrarios análisis "estructurales": recuérdese en Mitolo- gías (1962), en "El mito hoy" más precisamente, la cap- tación del significado y el sentido de una imagen: la del negro saludando la bandera francesa, como símbolo de la "imperialité". Y también ha producido un conjunto de nocio- nes cambiantes en el lapso de pocos años, heterogéneas y, a veces, confusas en su empleo de criterios o conceptos lin- güísticos y semánticos. El lingüista francés Georges Mounin realiza una crítica radical y aguda de ciertos artículos reuni- dos en Mitologías y más adelante volveremos sobre sus razones. La obra literaria (popular o culta, oral o escrita), la imagen gráfica (fotografía, televisión, cine, etc., incluidos en este etcétera los deportes) son consideradas como un sistema de funciones cuya significación se descubre en el análisis Interno, en la descripción de su estructura y que sólo admite la correlación con "otras semióticas" (es decir con otros sistemas exteriores a la obra misma, concebida además la sociedad como uno de esos sistemas de signos) una vez que •e consideren concluidas las operaciones de análisis inma- nente. ¡ Toda una teoría de la significación, estrictamente forma- lista, subyace a la concepción de Barthes. Al definir a la critica (la "actividad estructuralista", "la semiología") funda- mentalmente como crítica del significante y no del significado (en una ampliación de la acepción lingüística dé ambos con- ceptos), Barthes afirma al mismo tiempo que la significación de un signo o un sistema de signos —la imagen, el relato, loo objetos o cualquier otro sistema social— radica más en ( la "organización de los significantes" que en el "descubri- miento del significado y de la relación que le une a SM sig- nificante".4 Una noción preside la semiología estructural que Barthes difundirá en sus análisis y expondrá en sus muy criticados Principios de semiología: el sistema de la lengua es el modelo respecto del cual se miden al resto de los sistemas sociales de significación. Consideradas las prácticas sociales desde este punto de vista, es posible una "gramática" de la moda, de la publicidad, de la imagen, que se proponga el estudio del "modo de organización de sus significantes", reconociendo 4 R. 'Barthes, Ensayos críticos, Barcelona, Selx Barral, 1967, pág. 330. Be trata de en reportaje sobro "Literatura y significación" publicado on la revista Tel Quel en 1963. 11 JUUlUili.i [jJSiilil al mismo tiempo el carácter incompleto que presentan estos sistemas si se los compara con el de la lengua, su modelo.5 Son estos sistemas, concebidos como sistemas semioló- gicos imperfectos, los que —en la concepción de Barthes— ponen de manifiesto el sentido general de la sociedad en la que se inscriben: invirtiendo las relaciones reales, son los sistemas de significación los que proporcionan la clave de lo social, los que lo explican. Esta posición corresponde, en rigor, a mediados de la década del sesenta, al momento de marea más alta de las investigaciones estructuralistas. Posteriormente, y en una segunda generación de estructu- ralistas, el uso estético del psicoanálisis y del marxismo desplaza a la semiología de su papel epistemológico direc- tivo, sin que ésta pierda, no obstante, su colocación privile- giada en el pensamiento estructuralista. Otro principio teórico rector es la dirección que se imprimió a las investigaciones estructurales en el sentido de consti- tuirse en búsquedas de la invariancia, del universal que —como vimos anteriormente— se manifiesta en la realidad fenoménica, detrás de sus apariencias. La constitución de una "ciencia de la literatura" o de cualquier otro sistema significante depende del desciframiento de estas invariancias. "No es la obra literaria misma el objeto de la actividad estructural: su búsqueda se encamina hacia las propiedades de ese discurso particular que es el discurso literario. Por tanto, toda obra es considerada sólo como manifestación de una estructura abstracta mucho más general, de ¡a que ella es una de las realizaciones posibles. Desde este punto de vista, esta ciencia se ocupa no ya de la literatura real sino de la literatura posible, en otras palabras: de aquella pro- piedad abstracta que constituye la singularidad del hecho literario, la literaltridad [ . . . ] . Cada texto no será sino un 5 " . .A i tomar la moda como objeto de estudio, me di cuenta inme- diatamente de que el sistema de la ropa era muy pobre. En cambio, se duplica siempre en un sistema representado que, él s i , es píietórico. Originariamente !a ropa constituye un sistema de signos, pero perma- nece rudimentario y sólo comporta pocos significados Éstas sistemas üi.ingüisiicos son pobres, y ello es normai, puesto que la funcián del lenguaje es tomarlos a su cargo para hacer con ellos lenguajes poéticos, imaginarios, ideologías Cuando el lenguaje entra en juego a título de regulador aparece lo que propiamente ¡'¡amamos ¡a moda; interviene ya en el nivel de Ira nomenclatura pero sobre todc en una verdadera retórica que vernos desplegarse en los escritos sobre moda. La moda en el vestir se da como mezclada de lenguaje: no es un sistema semiioKogico puro,y es precisamente esta impureza lo que parece que constituye el objeto de estudio más interesante". Barthes propone 'luego denominar " t ransl ingüíst ica" a!l estudio de tales sistemas, en el reportaje publicado en ¡a revista Aíetheta, París, mayo de 1966, número 4. 12 ejemplo que permitirá describir las propiedades de la lítera- turidad".6 Afirmados de la manera más tajante por un discípulo de Barthes, Todorov, los objetivos del análisis estructural (de lite- ratura, pero también e igualmente de cualquier otro sistema) revelan su matriz filosófica, sin ocultar los rasgos comu- nes que comparte con el pensamiento del gran antropólogo cuya obra está en el comienzo y es inspiración declarada o tácita de toda la corriente. En efecto, si volvemos por un momento al artículo de Lóvi-Strauss en la revista Word que antes citamos, quedará claro el estrecho parentesco que une a los estructuralismos de /a década del sesenta con ciertas fórmulas teóricas de la antropología estructural. La lingüistica como ciencia madre influye no sólo sobre los método;; de descripción y análisis sino sobre la concepción del oojeto del análisis estructural. En un artículo sobre "Lingüística y ciencias humanas",7 Nicolás Ruwet se interroga sobre la legitimidad del traslado de métodos, propiciado por Lévi-Strauss, desde la lingüística u las ciencias del hombre. Propone dos respuestas a la cues- tión. En primer lugar, desarrolla la hipótesis —cuyo origen sitúa en las obras de Marcel Mauss y Sígmund Freud— de que el hombre se define por la función simbólica y que por lo tanto la cultura constituye un conjunto de sistemas simbó- licos (lenguaje, parentesco, mito, arte, economía). c ' carácter olmbólico y la función comunicativa de estos sistemas legiti- maría la función rectora que asume la lingüística sobre la antropología y otras ciencias humanas. Esta primera res- puesta de Ruwet deja abierto un debate principal que versa no ya sobre el método sino sobre una concepción antima- terialista de lo social. Como ella funciona sólo a manera de hipótesis, Ruwet reivindica el derecho de la lingüística a generalizar sus métodos sobre otras ciencias sobre la base del desarrollo metodológico y epistemológico que esta disci- plina habría alcanzado: "Los lingüistas tuvieron el gran mérito de haber sido los primeros en comprender por dónde era preciso comenzar sí se quería emprender un estudio objetivo del hombre. Fueron los primeros que dejaron de poner el carro delante del caballo, y reconocieron que, antes de hacer la historia de un objeto determinado, antes de plantearse pro- blemas de origen, de evolución., de difusión, antes también 1 Qu'est-ce cue le structiirallsme? volumen colectivo publicado en Parts, Ectitions du Seuíl, 1966. La cita corresponde al trabajo de Tzvetan Todorov, "Poét ique", pág. 102. Hay traducción castellana en Buenos Aires, editorial Losada, 7 Fus publicado en Cstructuralicmo v lingüistica, Buenos Aires, Nueva Vision, 1369. 13 -• de explicar los rasgos de un objeto por influencias externas (el carácter de una lengua por la estructura de la sociedad, o el de una ideología por las relaciones de producción, etc.), convenía circunscribir, definir y describir ese objeto".8 El modelo lingüístico es, pues, el que está presente de ma- nera explícita en ios modelos de análisis es<Éucturaí de otros sistemas semiológicos. El programa que Lév;-Strauss, con su habitual cautela de gran científico proponía a la antropología fue generalizado —a veces sin tantos recaudos— en las dé- cadas posteriores. "Análisis estructural del relato", que publi- camos en la presente selección, escrito en 1966 y propuesto luego como inspiración para otros modelos de análisis de diversos sistemas semiológicos, es una prueba de io dicho. En este texto fundamental para la corriente, Roland Barthes sérvala la analogía de objetivos y métodos entre la lingüística de la lengua y una posible lingüística del relato (su "gramá- tica"): "Es bien sabido que la lingüística se detiene en la frase: ésta es la última unidad sobre la que considera que tiene derecho de ocuparse [ . . . ] . Más allá de la frase y com- puesto únicamente por frases, el discurso debe ser natural- mente objeto de una segunda lingüistica" (el subrayado es nuestro). Barthes continúa afirmando la analogía entre ambos sistemas (el del relato y el de la. lengua): "En efecto, se en- cuentran en el relato, ampliadas y transformadas de acuerdo con sus dimensiones, las principales categorías del verbo: los tiempos, los aspectos, los modos, las personas; ade- más, los 'sujetos' mismos se oponen a los predicados ver- bales y se someten así al modelo frástico". Greimas en su Semántica estructural expone la misma temática y debe sub- rayarse que aspira a aplicarla a una teoría general de la significación, como el título de su obra lo sugiere. Contem- poráneamente y más tarde, el modelo diseñado por Barthes fue modificado y aplicado al análisis de otros discursos: el de la ideología, el de la política, el de los medios de comu- nicación, ámbitos reservados hasta entonces a las diversas corrientes de las ciencias sociales que fueron tiñéndose de métodos y nociones estructuralistas.' 8 N. Rúwet, en Estructuralismo y lingüistica, op. oit., pág. 125. 9 Véase especialmente en esta antología el ensayo "Bl análisis estruc- tural en ciencias sociales" de» primero y mas perspicaz de los estruc- turalistas argentinos, Elíseo Verón. Subrayamos especialmente una afir- mación de principio incluida en el final deS art iculo: "Toda conducta social resulta de Ha convergencia de una multitud de campos semán- t icos" . Tal afirmación precedida por la siguiente reflexión que la enmarca: [la causalidad sociológica] "aparece en la convergencia de la acción y la información, convergencia que remite a su vez, para ser explicada —a falta de otro pteno que pueda ser aceptado en una perspectiva cientí f ica— a las «bases materiales de la sociedad», vale decir a la praxis socia l . " 14 ¡; Buen ejemplo de ello son los ensayos de Qritti y Moles que incluimos en esta selección. Gri'rti operando con la noción de verosímil (el efecto de realidad, ouramente ilusorio, es decir propio de la convención mediante la cual este efecto se logra) analiza la casuística como sistema de oposiciones eemioíógicas que estructuran una moral y una pragmática. El "objeto casuístico" es para Gritti un objeto semiológico en el que es preciso registrar un conjunto de procedimientos formales (estructurantes), una tópica y un esquema de oposi- ciones significativas. Moles y Wahl, por su parte, proponen una consideración del objeto kitsch como "sistema de objetos", intentando, incluso, su análisis en términos estrictamente lingüísticos o semioló- gicos. Es posible descubrir que esta utilización es artificiosa y metafórica. Pese a ello el análisis de los rasgos constitutivos del fenómeno kitsch es perspicaz. En este caso, como en buena parte de los ensayos de Roland Barthes, el análisis estructural demuestra más que su verdad como teoría sobre los distintos objetos que se ha planteado o como método para describirlos, la utilidad de haber significado un mo- mento de señalamiento de las propiedades formales y de su rulevannia. La inteligencia del analista, su capacidad para percibir y describir relaciones significativas son la causa prin- cipal de que se pueda afirmar que de esta ideología de nues- iro tiempo se conservarán algunos textos brillantes y reve- ladores. El estructuralismo y sus críticos Alrededor del estructuralismo concebido ya como método dominante en Francia en las ciencias que se ocupan de los diferentes sistemas semiológicos, ya como una tendencia en ol campo de las ciencias humanas, ya como una filosofía <»n sentido lato, se desarrollaron batallas turbulentas a lo largo de la década del sesenta. Desde el marxismo se señaló (u Idealismo racionalista, su oposición irreductible entre es- tructura e historia. Sin embargo,el pensamiento estructura- lista logró abrir amplias brechas en el campo del materialismo histórico: toda la filosofía de Althusser y sus epígonos lo testimonian. Dentro del propio campo influido por el estructuralismo se ¡tizaron voces que señalaban sus límites y urgaban en sus mlcer filosóficas. Las críticas inteligentes del italiano Um- 15 berto Eco, que veremos enseguida, son una prueba de ello. También en Italia, Delia Volpe y un puñado de discípulos suyos realizaron una crítica radical,10 desde el punto de vista de un marxismo de corte filosófico. Dada la difusión del método, el análisis y la semiología estructurales, también los lingüistas se vieron constreñidos a tomar posición. Se estaba a favor o en contra. La polémica amenazaba con atravesar todo el campo de.las nuevas cien- cias: antropología y sociología, crítica literaria y semiología, teoría de la comunicación y lingüística, estética, filosofía y psicoanálisis. Algunas de las criticas, contemporáneas a los años de apogeo francés y latinoamericano, merecen ser tomadas en consideración. El lingüista Georges Mounin incluyó en su Introducción a /a semiología sendas consideraciones críticas a las nociones que, extraídas de la lingüística, fueron adop- tadas por el estructuralismo antropológico y por el análisis estructural de sistemas significativos sociales. Por la impor- tancia del tema vale la pena citar largamente algunas de sus reflexiones sobre el artículo de Lévi-Strauss en la revista Word, al que nos hemos referido ya: "Lévi-Strauss ha colo- cado la fonología en el centró de su gran artículo de Word y de la renovación de su pensamiento por la lingüística. Ahora bien, a través de Jakobson, solamente conoce manifiestamente el pensamiento de Trubetzkoy por un artículo de 1933 [ . . . ] . De este artículo, Lévi-Strauss extrae las cuatro 'operaciones' que, según él, definen a la fonología. Dos de ellas, histórica- mente hablando, no caracterizan a la fenología como tal y son muy anteriores a ella: el concepto de sistema y la inves- tigación de las leyes generales. El hecho de que Lévi-Strauss las tome por novedades introducidas por la fonología muestra hasta qué punto desconocía a Saussure en aquella fecha. La tercera operación no es más que una formulación de la se- gunda: decir que las unidades lingüísticas forman sistema, y decir que la fonología se niega a tratarlas como unidades independientes, sino que, por el contrario, toma como base las relaciones entre los términos, es exactamente la misma cosa (y todo ello está en Saussure). Pero la primera opera- ción característica de la fonología consistiría en que 'pasa del estudio de los fenómenos lingüísticos conscientes al de su infraestructura inconsciente'. Se trata de una lectura com- pletamente falsa: los lingüistas siempre han sabido, al contra- 10 Véase, por ejemplo. F. Remo'tti, Estructura e historia; La antropología de Lévi-Strauss, Barcelona, A. Redondo editor, 1972; G. della Volpe, Critica de la ideología contemporánea, Madrid, A. Corazón, 1970. 16 rio de los filósofos y los gramáticos puristas, qué ioda la actividad lingüística [ . . . ] no puede describirse en términos de procesos conscientes, sino de hábitos. Por tanto, no ha existido ciencia lingüística anterior a la fonología que se haya dedicado al estudio de los fenómenos lingüísticos conscientes. Además nada semejante aparece en Trubetzkoy, ni en el ar- ticulo de 1933 ni en sus Principes de phonologie [ . . . ] . Es curioso que la conjunción, en el pensamiento de Lévi-Strauss, entre Freud y Trubetzkoy se produzca gracias a un lapsus tectionis. Pero se trata realmente de un lapsus q j c se sitúa en el centro del manejo que Lévi-Strauss va a hacer de los conceptos de la lingüística. Fuera de esto —y es precisa- mente a lo que Lévi-Strauss concede mayor importancia— todo lo que toma prestado de la fonología, el concepto de estructura (o de sistema) y el de oposición, no tienen nada de específicamente lingüístico, como lo habían visto bien Saussure y Trubetzkoy" " Se ha citado con cierta extensión este texto que merece una lectura cuidadosa. Como el mismo Mounin lo manifiesta, las conclusiones que de él puedan extraerse no deben ser directamente proyec.adas en un juicio sobre la antropología lévi-straussiana considerada tanto en sus aplicaciones al tra- bajo de campo como a la indagación teórica. Lo que sí señala el texto de Mounin —y ello parece fundamental para carac- terizar una manera muy "estructuralista" de operar con los conceptos extraídos de otros sistemas— os la tendencia a un uso desprejuiciado siempre, incorrecto o abusivo muchas veces, de nociones y categorías provenientes en este caso de la fonología, en otros del psicoanálisis o del marxismo. En Barthes, esta concepción ecléctica e instrumental alcanza un grado que sólo más tarde será igualado por algunos de los integrantes del grupo Tel Quel respecto del marxismo: las nociones que son precisas y unívocas en un campo pasan a integrar un sistema metafórico donde es más lo que se sugiere mediante una palabra que lo que ésta efectivamente designa. Memorables y agudos al respecto son los señala- mientos que realiza Mounin en su ensayo "La semiología de Roland Barthes". La lingüística estructural se ha visto en la obligación de luchar para no ser incluida, ni complicada, en una empresa teórica que no reconocía como propia. Desde otro punto de vista, Umberto Eco en La estructura ausente,'2 se plantea la crítica del núcleo central de la "fl lo- " G. Mounin, Introducción a la semiología, Barcelona, Anagrama 1970 píQ. 230-1. ' ' ' " U. Eco, La struttura assente; IntKdumone alia riceroa semiologica Milán, Bompiani, 1968, 3? ed. (Hay traducción casteHana). 17 „ yiüi i , sofía" de Lévi-Strauss que el estmcturalismo semiológico no hizo sino heredar. Eco analiza cuidadosamente ciertos temas del estructuraiismo como método: la definición de ia estruc- tura, su no pertenencia al orden empírico, su carácter de sistema cuya cohesión interna se reveía al estudie de las transformaciones que descubren propiedades similares en sis- temas diferentes. Aborda luego la pregunta sobre la univer- salidad de ias estructuras, cuestión sobre la que Lévi-Strauss también se interroga y responde afirmativamente. De allí Eco pasa a interrogarse sobre si esta universalidad es atributo de la estructura considerada como categoría del conocimiento o de la estructura como propiedad de lo real. Cómo se responda a esta pregunta, que en general es sosla- yada por el estmcturalismo, es decisivo. "En este punto —afirma Eco— entra en la escena de la reflexión estructural un personaje que ninguna metodología hubiera aceptado jamás porque pertenece al universo de la filosofía especulativa: el Espíritu Humano. [ . . . ] En verdad, los modelos estructurales habían aparecido como cómodas verdades de razón, útiles para hablar de modo homogéneo acerca de fenómenos diferentes. Pero, ¿qué fundaba la univer- salidad de estas verdades de razón? Evidentemente, una suer- te de isomorfismo entre las leyes del pensamiento que inves- tí; tiga y las de las conductas investigadas [ . . . ] . ¿Qué sig- nifica entonces estudiar los mitos? Significa individualizar un sistema de transformaciones de mito a mito que demuestre cómo en cada uno de ellos se vuelven a recorrer algunos cami- nos fundamentales de pensamiento, sépanlo o no los construc- tores de mitos. Sea lo que fuere lo que los mitos pretenden contar, ellos sólo repiten la misma historia. Y esa historia es la exposición de las leyes del espíritu sobre las que los mitos se basan. No es el hombre quien piensa los mitos, sino qu*3 ios mitos piensan a los hombres; mejor aún: en el iusgo de posibles transformaciones recíprocas, los mitos se piensan entre sí".'3 Una tendencia muy fuerte- -Jet pensamiento actual —desde la sociología al marxismo y el psicoanálisis— está contenida en las tesis que Eco critica. El idealismo filosófico enuna versión que, como otras veces antes en su historia, invoca a la ciencia, acecha a los estructuralismos. Sin embargo, en la actualidad, la polémica parece haberse aquietado. Desde el propio campo del estructuraiismo se oyen voces de crí- 13 u. Eco, op. ctt., p-ág. 295-6. Véase, en general, todo e| capitulo titulado "Seconda oscillazione: realtá ortológica o modeílo operativo" pág 285 y sigs. 18 tica: Roland Barthes juzga con casi irónica distancia su mi- lltancía de los últimos diez años; en antropología las aguas quieren volver a su curso y dar un descanso a esa disciplina que de pronto se convirtió en vedette; los destacamentos más vanguardistas —como el grupo reunido en torno de la revista Tel Quel— son vapuleados por otros estructuralistas o ex estructuralistas. Hoy, casi podría decirse, nadie quiere reconocerse como tal. Queda en pie, no obstante, además de algunos agudos análisis concretos, el efecto revulsivo que sobre zonas de las ciencias humanas, la teoría de la comu- nicación, la semiología, operó el análisis estructural de los años sesenta. Silvia Niccolini 19 Selección de textos Elíseo Verón El análisis estructural en Ciencias Sociales En la actualidad, e! empleo del término "estructura" es lan frecuente en las más diversas disciplinas, que una oncuesta de los usos, resultaría una tarea enorme y poco económica. En buena parte de los casos su empleo responde más a ciertas vagas necesidades psicológicas (entre ellas la moda) que al uso consciente de un término para denotar cierta clase de entidades con relativa precisión. "Estructura", "sistema", "totalidad", "configuración", son conceptos inter- cambiables para muchos autores. Analizaremos aquí algunos aspectos generales del ¡¡amado "método estructural", que es uno de los enfoques en ciencias sociales donde el concepto de estructura resulta relativamente unívoco y determina principios de análisis generalizabas. 1. Teoría de la comunicación y el concepto de estructura Distinguiremos, en primer lugar, entre "estructura" y "mo- delo de estructura" o "modelo estructural". Designaremos como estructura una entidad objetiva, un objeto de la realidad social, y como "modelo estructural" la construcción concep- tual (en el plano del lenguaje científico)' elaborada con el fin de servir de instrumento para detectar o recortar, en lo real, una estructura. Cuando el interpretante o prototipo de ' Salvo aclaración explíci ta, emplearemos en este capítu'o e! término "mode lo" en e1! plano de la conceptualización científica. En un sentido más amplio, cabría utilizarlo con referencia a otra conceptualización, y hablar entonces, por ejemplo, de las ideologías como "mode los" que ciertos grupos elaboran de las estructuras sociales. Lévi-Sírauss (El pen- samiento salvaje, México, FC'E, 1964, cap. 15) emplea el término sin ma- yores aclaraciones en ambos sentidos. Su distinción entre modelos "cons- cientes" e "Inconscientes" (ibld, pp. 253-54) incluye los dos sentidos a la vez puesto que eii carácter consciente o inconsciente del modelo se refiere a los grupos sociales, y un modelo que es inconsciente para los miembros de un grupo social dado, puede ser precisamente aquel que reconstruye el investigador que estudia dicho grupo. 21 un modelo dado es una estructura, llamamos a este modelo estructural. Parece posible distinguir dos líneas o perspectivas, asociadas a dos empleos bastante distintos de "estructura". Esta diferencia se manifiesta al precisar qué tipo de modelo estructural construyen una y otra. La primera corresponde a una tradición que podríamos llamar físico-organicista de la estructura y se caracteriza por elaborar modelos energéf/cos; en ella desempeña un papel importante la influencia de las ciencias biológicas, por intermedio sobre todo de la noción de organismo. La segunda deriva de la teoría lingüística contemporánea. Se halla al mismo tiempo estrechamente aso- ciada —a posteriori— con el desarrollo de la teoría de la comunicación, y llamaremos a sus modelos informacionales. Distinguimos entonces, en resumen, dos denotaciones de es- tructura: 1) una entidad que ha sido determinada mediante la aplicación de un modelo energético; 2) una entidad que ha sido determinada mediante la aplicación de un modelo de comunicación. Más allá de esta diferencia, el concepto de es- tructura denota por lo general —referido tanto a un sistema energético como a un sistema de comunicación— el aspecto relaciona! del sistema. En un modelo energético, los elementos componentes del sistema son representados en el modelo por variables sus- ceptibles de ser caracterizadas por una variación cuantitativa entre límites localizables sobre una escala numérica. Cada variable admite entonces una serie de valores, entre un má- ximo y un mínimo. Esto vale también para las relaciones. Ge- neralmente, éstas se enuncian como variaciones en los valores de una variable, asociadas a variaciones en los valores de otra u otras variables. Estos modelos comprenden conceptos tales como fuerza, tensión, atracción, rechazo, equilibrio y desequilibrio, guanta de energía, etc. Todas estas varia- bles pueden integrar relaciones causales. A veces se com- binan metáforas de sistemas mecánicos, eléctricos o termo- dinámicos, con conceptos biológicos tales como adaptación y homeostasis. Es un ¿aso típico el de los modelos de la corriente funcionalista en sociología, representada por Ma- linowski, Parsons, Merton, Levy y muchos otros. Ejemplos obvios son el de la teoría del campo de Kurt Lewin y la es- tructura de la personalidad en el psicoanálisis. En esta pers- pectiva, entonces, los modelos que se emplean en ciencias sociales para determinar estructuras son extraídos (implícita o explícitamente) de las ciencias físicas o biológicas y la estructura es una metáfora de las relaciones de un sistema físico u orgánico. El carácter de totalidad atribuido a la en^ 22 ildad así descrita y algunas de las reglas sobre el comporta- miento de la misma (por ejemplo, el clásico principio de que una modificación en un sector del sistema afecta a ¡a tota- lidad y que ésta, en tanto es estructurada, no puede ser obte- nida por la suma de sus partes componentes)' intentan tra- ducir la intuición según la cual el sistema posee mecanismos de regulación que lo asemejan al organismo vivo.3 Un modelo estructural de procesos de comunicación, en cambio, enuncia las relaciones síntáctico-semánticas del sis- lema. Estas relaciones no pueden expresarse en términos ©nergéticos ni cabe interpretarlas, pc,r se, como relaciones de causalidad. En cuanto a los valores atribuibles a estas variables, si bien muchos lingüistas y teóricos de ¡a comu- nicación ponen en duda que todo código deba ser necesa- riamente binario, la lógica bivalente parece proporcionar el lenguaje más adecuado y económico para enunciar dichas relaciones. El estudio del código y de las reglas de combinación para la composición de los mensajes constituye, de acuerdo con la Clasificación elaborada por Morris ' y por Carnaps el campo de la sintáctica; si el estudio incluye consideraciones acerca del referente, se trata de la semántica; todo análisis que tome en consideración uno o más de ios restantes compo- nentes del sistema de comunicación (fuente, destino, emisor, receptor o canal) forma parte de la pragmática. Los modelos Informacionales son modelos sintácticos, semánticos o prag- máticos de un sistema de comunicaci¿n. En el llamado "es- tructuralismo" el campo de la estructura corresponde a la ilntáctica y/o a la semántica. 1 Véase E. Nagel, "Wholes, sums and organic uni ts" en G. Lerner (•d.), Parts and wholes, Glencoe, Free Press, 1963. > He aquí algunos ejemplos típicos de lo que denominamos "modelos •norgót icos" en ciencias humanas: "El esfuerzo represivo del sistema Ce no necesita ser tan grande como la energía de carga del síntoma, pues la intensidad de la represen- Ilición se mide por la contracarga empleada,y el síntoma no se apoya lelamente en la contracarga, sino también en la carga instintiva con- dvnsada en él y emanada del sistema Inc." (S. Freud, Obras completas, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1948, voi. I, p. 1072). "Equi l ibr io es el principio por el cual un sistema tenderá a perma- necer en un estado d a d o . . . a menos que, y hasta que, sea perturbado por alguna influencia exterior al sistema" (T. Parsons, "An approach to lycological theory in terms of the theory of act ion" , en S. Koch (ed ), lychology. The study of a scíence, Nueva York, McGraw-Hil l, 1959, WOl. 3, p. 631). "Tensión es un estado de una región, relativo ai estado de otra legión, e involucra ciertas fuerzas en los l imites de 1a región" (K. lowln, Principies ct topological psychotogy, Nueva York, McGraw-Hlil, 1016, p. 175). ' Ch. Morris, Signs, language and hehavior, Nueva York, Prentice-Hall, l(H6. (Hay trad. castellana). ' R narnap, lntroduction to semantics, Cambridge, Harvard University Pross, 1946. 23 En todo sistema de comunicación pueden determinarse, en un nivel, procesos energéticos (los "trenes" de energía eléc- trica en una computadora o los procesos acústicos en una comunicación verbal entre personas) y en otro plano, pro- cesos de transmisión de información. Estos últimos definen al sistema como siendo de comunicación, y lo distinguen de otro tipo de sistemas. En todo sistema de comunicación están presentes una "infraestructura" energética y una "superes- tructura" informacional6. En este sentido, dicha "superestruc- tura" podría ser considerada como la "forma de la energía". Vale decir, sólo hay transmisión de información cuando la energía no se distribuye al azar en el canal. Desde el punto de vista pragmático (que corresponde al concepto saussuriano del "habla") un proceso de transmisión de información puede ser considerado como una serie tem- poral de aconteceres de un cierto tipo (por ej., sonidos)". Estos hechos que tienen lugar en una secuencia no se pro- ducen al azar, sino que manifiestan formas de organización, es decir regularidades. En un sistema de comunicación y para determinado tipo de aconteceres, el proceso de transmisión de información en un período de tiempo dado, supone una desviación sistemática con respecto al azar de dichos acon- teceres. Esta desviación está determinada por 1) el código: no todo elemento que aparezca en un momento dado en el canal forma parte del sistema, sino sólo un cierto repertorio finito'; 2) las reglas de combinación de los elementos para la formación de los mensajes, es decir, la sintaxis. Estos elemen- tos están asociados, por un conjunto de funciones, a los con- tenidos semánticos transmisibles. Este es el campo de la estructura: los elementos (signos), definidos por sus relacio- nes y las operaciones entre ellos que determinan la desvia- ción con respecto al azar de la serie temporal de aconteceres (sonidos vocalizados por el aparato fonador, por ejemplo), y explican los mensajes transmitidos. Todo aquello que, en la serie temporal, se produce al azar, lo llamamos "ruido". La determinación de la estructura es, pues, el procedimiento para comprender las regularidades de una serie informacional de aconteceres. Así, los hechos concretos del "habla" —para emplear la terminología de Saussure— se explican por el "sistema de la lengua". 6 Cf. para este punto, G. G. Granger, Pensée formelle et sciences de l'homme, París, Montaigne, 1962 y J. Zeman, "Conception 'materialista et conoeptlon idéaliste de la notlon d' lnformation", Recherches Internatlo- »a/es, V (29); 98-104 (1962). 7 Ct. N. Wiener, Cytfernetics of control and communicatlon in the human and the machine, Nueva York, MiT & Wiley, 2da. edición, 1961, pp. 8-9. 24 De aquí en adelante hablaremos entonces de "estructura" pura designar una entidad delimitada mediante la aplicación do un modelo destinado a determinar los aspectos sintáctico- uemánticos de un sistema de comunicación, con el ,fin de comprender la naturaleza de los mensajes resultantes.e 2. Saussure: antecedentes del método estructural y programa de la semiología Al distinguir, dentro de los "hechos de lenguaje", lengua y habla {langue y parole) y al hacer de la primera el objeto iocial por excelencia de la lingüística, Saussure se constituyó •n uno de los fundadores del estructuralismo en ciencias so- Clnles. Al mismo tiempo, su concepto del "sistema de la l ingua" comprende la primera elaboración de un modeio •Structural adecuado a un objeto —la lengua— que es una estructura. El Cours nos muestra con claridad el proceso que lleva dul fenómeno social considerado en su aspecto más inme- diato o fenoménico (lenguaje), al descubrimiento de la estruc- tura (la lengua). Para lo que aquí nos interesa, la aportación do Saussure puede considerarse en los siguientes puntos: 1) La unidad constitutiva de la lengua es el signo. Esta es In entidad lingüística que sólo existe "por la asociación del significante y el significado"; "cuando se retiene uno solo de natos elementos, ella se desvanece" °. 2) El sistema de la lengua es un sistema de signos. Este Hlstema está, pues, constituido por entidades puramente rela- ciónales: cada signo no es más que una función que se esta- blece entre dos órdenes (del significante, gráfico o acústico) y del significado (conceptual). Si se imaginaran estos órdenes "antes" del sistema de funciones en que consiste una lengua, nólo se los podría concebir como carentes de forma: sería Imposible distinguir unidades dentro del continuo acústico o " Los lingüistas, por ejemplo, tratan de construir mode'os que permitan tUtriucir ¡as formas "correctas de los mensajes que pueden emitirse en In lengua considerada y llenado el caso, que permitan la construcción ilo máquinas que puedan producir mensajes "correctos" . La sintaxis es ttl estudio de los principios y procesos mediante los cuales se constru- vni las proposiciones en lenguajes particulares. La Investigación sintác- llcn de una lengua dada, tiene por ^nal idad la construcción de una (irnmática que pueda ser entendida como un dispositivo de cierto tipo iliistinado a producir las proposiciones dei lenguaje que se analiza". (N. Cliornskv. Syntatic structwes, S-Gravenhage, Mouton & Co, 1957, p, 11). ' F. de Saussure, Cours de linguistique genérale, París, Payot, 49 edi- (ilón, 1949, p. 144. (Hay trad. castellana)". 25 MMt conceptual. El sistema de signos es el sistema de segmenta- ción correlativa de ambos órdenes, de modo de obtener ele- mentos combinables, 3) La asociación significante ,/ significado en un signo par- ticular es arbitraria, esto es, no existe ninguna conexión natural entre significante y significado. La necesidad sólo aparece al nivel del sistema. 4) Hay dos dimensiones relacionadas en el sistema de la lengua: una "vertical", entre Se y So, que denominamos ordi- nariamente significación; ésta es la relación entre los dos órdenes. Pero existe al mismo tiempo una dimensión "hori- zontal", al nivel de cada uno de los órdenes, por la cual cada unidad significante y cada unidad de significado se deter- mina exclusivamente por diferencia con respecto a las restan- tes unidades en cada plano: la lengua aparece así como un sistema de diferencias. Esta dimensión "horizontal" es lo que Saussure llama valor. El valor no se confunde, pues, con la significación. "Puesto que no hay imagen vocal que responda más que otra a aquello que tiene a su cargo decir, es evi- dente, incluso a priori, que jamás un fragmento de lengua podrá estar fundado sobre otra cosa, en último análisis, que sobre la coincidencia con el resto". "Arbitrario y diferencial son dos cualidades correlativas" '°. El signo puede represen- tarse, empleando los clásicos gráficos de Saussurs, de la manera e,guíente; \r?\ 10 F de Saussure, op. clt., p. 163. 26 Esta dimensión vertical es la única operante en la noción tradicional de símbolo, definido como una relación no con-vencional entre Se y So. La "conciencia paradigmática" como ha llamado Barthes a la perspectiva estructuralista en contraste con la "conciencia simbólica" " pondría en cambio do manifiesto la estructura de un sistema de signos, es decir, de unidades constituidas cada una por una relación arbitraria. Aparece entonces un sistema de relaciones, que podemos expresar en e! siguiente repertorio canónico de permutaciones, para un sistema mínimo de dos signos: So Se! Se! Se, : So, : Se, : So,. Se2 Soi Se2 : So2 : So2 : Sox Esta concepción de la lengua como un sistema de diferen- clíis, cuyas unidades son en consecuencia formas y no sus- tancias, es el núcleo histórico del estructuralismo. El principio diferencial vale tanto para el plano del significante ("aspecto materia!", er la terminología de Saussure) como para el del Klgníficado ("aspecto conceptual") —aspectos ambos que ma- nifiestan la "realidad puramente negativa" de las unidades del •Istema— como asimismo para la totalidad del signo, función «ntre ambos órdenes y "único hecho positivo" del sistema do la lengua. "En la lengua, como en todo sistema semioló- glco, lo que distingue a un signo, he aquí todo lo que lo constituye"." 11 R. Barihos. "'L'imaginatian du signe". Argumento 6 (27"28) : 118-120 11982). 11 F. do Saussure, op. clt.. p. 168. El subrayado os mío. 27 Saussure extiende en efecto estas características, que nos- otros podemos considerar propias de una estructura, a todo sistema de signos además de la lengua, con lo cual no sólo contribuyó a formular el primer análisis estructural en las ciencias sociales, sino además a anticipar el programa que posteriormente ha desarrollado, entre otros, Claude Lévi- Strauss. Este ha recordado el famoso párrafo de Saussure en el cual se enuncia el campo de una ciencia en aquel mo- mento inexistente: "La lengua es un sistema de signos que expresan ideas y comparable por ello a la escritura, al alfa- beto de los sordomudos, los ritos simbólicos, las formas de cortesía, las señales militares, etc. Ella es tan sólo el más importante de dichos sistemas". "Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social ( . . . ) ; la llamare- mos semiología (del griego semeion, 'signo'). Nos enseñaría en qué consisten los signos, qué leyes los regulan. Puesto que no existe todavía, no puede decirse lo que será; pero tiene derecho a la existencia y su lugar está determinado por anticipado. La lingüística es sólo una parte de esta cien- cia general, las leyes que descubrirá la semiología serán aplicables a la lingüística y ésta se encontrará así conectada con un dominio bien definido en. el conjunto de los hechos humanos".13 Sin duda la tradición saussuriana encierra, en germen, una fuerte tendencia a la "reificación" de las estructuras, que puede llevar a considerarlas como objetos existentes con inde- pendencia tanto de los procesos concretos de comunicación como de la reflexión (científica o no, individual o social) sobre dichos procesos. No debe olvidarse sin embargo que las es- tructuras, como "objetos sociales", son "redes de relaciones" que tienen dos tipos de existencia, ambos inseparables de! ejercicio de alguna praxis: 1) un tipo de existencia "inma- nente" o "latente", en las relaciones sociales de comunica- ción (la lengua sólo existe en la actualización empírica de los innumerables actos de habla); 2) un tipo de existencia "explicitada", en la medida en que la conceptualización en el seno de alguna praxis social, científica o extracientífica • enuncia dictios sistemas de relaciones, en cuanto tales, en un modelo. v' Ibld., p. 33. 28 3. Acción y comunicación En la sociología contemporánea —sobre todo en la co- rriente funcionaiista— predominan los modelos energéticos. El análisis de la acción social parece exigir la intervención de una conceptualización "energética" del hecho social. Uno de los ejemplos más típicos es el modelo general de todo "sistema de acción" y ei paradigma de los "problemas fun- cionales" de tal sistema, elaborados por Parsons, en los cua- les desempeña un papel fundamental la ¡dea organicista de homeostasis. Por otro lado, en cambio, la conciencia progre- siva de que la dimensión cultural de la acción social exige la elaboración de modelos de otro género y no admite una conceptualización "energética" es obra, en gran medida, del llamado "estructuralismo" y se inicia con los notables pro- gresos de ¡a lingüística contemporánea, que actualmente se Incorporan a la teoría de la comunicación derivada de la tec- nología del control y el análisis de los sistemas de informa- ción. Con todo, el problema fundamental de ¡a relación entre procesos de acción y procesos de comunicación —contenido en la distinción de Wiener entre energía e información— fue ya planteado por varios de los sociólogos que elaboraron las bases teóricas de la sociología contemporánea, particular- mente por George H. Mead." La preocupación principal de Mead es comprender cómo la significación se incorpora a la interacción para dar eri- gen al hecho humano social: la acción se vuelve social en la medida en que la relación estímulo-respuesta ec mediatizada por el fenómeno del sentido, a través del aprendizaje. ! i En las ciencias sociales de los paísos anglosajones, ¡a preocu- pación predominante ha sido el problema de la génesis del sentido, y las contribuciones más importarles para su solu- ción se ubican en el contexto del conductlsmo. La tradición europea continental particularmente la de la sociología fran- cesa, preocupada más por la "Gasificación" del hecho social en cuanto tal, que por referir lo social al plano de! compor- tamiento, ha asimilado más rápidamente la perspectiva de la lingüística estructural. De ahí que sea en el contexto de ía so- ciología francesa donde se ha manifestado más claramente lo que podernos llamar las leyes de los fenómenos semiológicos ,4 Se observará que la prolongación de los análisis de Mead en ¡a nbra de Charles Morris permaneoió ajena a los desarrollos de la lingüistica estructural. 15 Para el problema del aprendizaje, cf. E. Verón "Comunicación y trastornos mentales: el aprendizaje de estructuras", Acta Psiquiét. Pslcol. Amér. t a i . , 10 (2) : 77-65. ••' 29 considerados como sistemas ya constituidos, susceptibles de un análisis estructural en el plano sincrónico. El análisis lingüístico ha sido de esta manera tomado como modelo para comprender la naturaleza de la dimensión sig- nificante de los hechos sociales. Más allá del lenguaje y de los productos con él construidos, que integran la comunica- ción social de mensajes lingüísticos (lo cual en parte corres- ponde al orden de la superestructura, que Lévi-Strauss llama de las "estructuras concebidas"), los restantes sistemas se- miológicos o bien están asociados a la afectividad bajo la forma de sistemas de valores o preferencias, o bien están asociados á las regularidades de la acción, pero en cualquier caso sólo existen empíricamente bajo la forma de sistemas de operaciones de conducta. A partir del principio según el cual una unidad semiológica se constituye por diferencia, es decir, sólo incorporada a un campo sintáctico-semántico, el análisis estructural se preocupa por enunciar los principios metodológicos para el estudio riguroso de estas estructuras, fenómenos socio-culturales por excelencia. El análisis estruc- tural se presenta, pues, como el instrumento para comprender aquellos hechos q je la existencia social "ha impregnado de significación" según la expresión de Lévi-Strauss 16. Esta frase, un tanto vaga, puede ser traducida en una fórmula más pre- cisa: el fenómeno del sentido es la expresión misma del carácter social de la conducta. Desde este punto de vista metodológico, lo esencial es tomar en cuen*ci con todo rigor que si bien en los modelos energéticos las relaciones entre variables son interpretables en términos de causalidad,esta categoría es inaplicable a los sistemas semiológicos per se: los modelos estructurales de un sistema de comunicación sólo comprenden relaciones lógicas." Por una parte, ello permite evitar el error, cometido con frecuencia, de aplicar conceptos energéticos a la dimensión semiológica o cultural de la acción social; por otra pone en evidencia, con toda claridad, que ninguna explicación causal puede ser puramente estructural. Si no se diferencian con claridad, en la acción social, los procesos conceptualizados energéticamente y los procesos de información, ello puede llegar a ubicar las variables independientes en el plano de " C. Lévi-Strauss, "Lecon, inaugúrale" en la cátedra de Antropología Social del Collége de France. Reproducida como introducción en la Antropología estructural, Bs. As., Eudeba, 'XS. 17 C . la distinción entre relaciones de caisalidad y relaciones de Implicación en 'Piaget, introducthit é l'Eptstéwilogie génétique, París, Presses Universitaires de France, 1950, vol. 3, ;i. 129-272, a propósito de la explicación en psicología y sociología. 30 los sistemas semiológicos, en forma explícita o implícita. Así, por ejemplo, en la teoría de Parsons, rotulada paradójicamente "teoría de la acción", predomina la explicación de la con- ducta por ios sistemas de ideas y valores, y éstos parecen adquirir por momentos más realidad que la conducta misma. Una delimitación rigurosa de los sistemas semiológicos defi- ní ios por operaciones formales que en última instancia co- rresponden a la lógica, pone de manifiesto que no tiene sentido atribuir a esos sistemas, per se, efectividad causal alguna, salvo en la medida en que las estructuras se hallen incorporadas, como sistemas latentes de relaciones, a confi- ( guraciones de conducta. Y en este caso, a menos de asumir explícitamente una hipótesis espiritualista, ninguna explicación causal de esta inmanencia en la conducta de un sistema de sentido, puede tomar a éste último como variable inde- pendiente. ,8 La autonomía relativa que los "sistemas de significación" parecen adquirir en una perspectiva estructuralista debe ser, pues, cuidadosamente interpretada. Por una parte, ella hace posible la elaboración y aplicación de modelos que admiten, con resultados positivos —como se ha visto claramente en la sociología del parentesco— axiomatización y formalizáción. En segundo lugar su carácter de modelos que sólo contienen relaciones de implicación ••—para emplear la terminología de Piaget— pone de manifiesto el plano donde realmente apa- rece la causalidad sociológica: en la convergencia de la acción y la información, convergencia que remite a su vez, para ser explicada —a falta de otro plano que pueda ser aceptado en una perspectiva científica— a las "bases ma- teriales de la sociedad", vale decir a la praxis social. En tercer lugar, a la vez que proporciona un método para eí análisis de los fenómenos que Marx llamó de la superestruc- tura, ofrece por esta misma razón un instrumento para ela- borar una teoría rigurosa de la relación entre infraestructura y superestructura. El concepto de estructura parece ofrecer, indirectamente, un medio de poner de manifiesto toda forma de idealismo sociológico y al mismo tiempo la posibilidad de eliminar todas las versiones ingenuas de un determinis- mo lineal. Yo diría que la explicación sociológica, desde este punto de vista, comprende dos momentos. El primer momento nos " Buena parte de los análisis sociológicos, sobre todo los de la tradición funcionallsta, puede tal vez reducirse a un modelo extrema- damente simple: "los miembros de tal grupo social hacen tal o cual cosa, porque las normas ¡nstitlolonalizadas en dicno grupo son tales y cuales". 31 lleva del comportamiento empíricamente observable a las estructuras; el segundo debe dar cuenta de la relación entre áqué! y éstas, y nos conduce entonces de la acción social a ía praxis material. No debe creerse que el primer mo- mento coincide con la habitual "explicación por las normas": el sentido que los actores atribuyen a sus conductas sociales (asociado a un sentimiento de obligación), sentido que puede o no estar institucionalizado en un cuerpo normativo, no nece- sariamente coincide con el "sentido" de esas conductas reve- lado por la determinación de la estructura. En el plano psicológico, las investigaciones del Centro de Epistemología Genética de Piaget parecen proporcionarnos algunas indicaciones acerca de por qué, desde un punto de vista general, hay relaciones de ¡somorfismo entre las opera- ciones lógicas y la acción práctica del organismo, en el pro- ceso de manipulación y transacción con el medio ambiente material. Y aunque la relación entre infraestructura y super- estructura tal vez pueda entenderse como relación de signi- ficación " la lingüística contemporánea nos ha enseñado que estas relaciones son mucho más complejas de lo que puede imaginar cualquier teoría determinista ingenua. Con igual cautela debe analizarse el problema de los alcan- ces del método estructural en sociología. Me limitaré, en este sentido, a unas pocas observaciones que creo fundamentales. En primer lugar, corno lo señalamos, ¡a lingüística propor- ciona los modelos para el análisis sistemático de una sucesión de hechos empíricos en la medida en que estos hechos pue- den conceptuallzarse como procesos de transmisión de Infor- mación. Ahora bien, debe observarse que aun si nos limitamos al lenguaje verbal en la serie auditiva, el grado de determi- nación con que un comportamiento cualquiera se ajusta al modelo de la lengua es variable: el comportamiento lingüístico verbal encierra varios niveles de determinación. El deterni- nismo es máximo en el plano de la infraestructura material constituida por las unidades fonológicas, y decrece a medida que pasamos a unidades "más grandes", que comprenden estructuras sintácticas complejas y están, ya, asociadas a significados. Esto quiere decir que, desde el punto de vista sintáctico, la libertad del usuario aumenta, a medida que ascendemos en los niveles de complejidad de las unidades '°. Con respecto a este problema, la consideración esencial con- siste en observar que el "coeficiente de indeterminación" de la conducta comunícacíonal con respecto a las restricciones " R. Barthes, Seminario, Éoole Pratique des Hautes Études, 1962-63, 20 R. Jakobson y M. Hall'le, Fundamentáis of language, S-Gravenhage| Mouton & Co., 1956. (Hay trad. castellana). 32 enunciadas en el modelo del sistema es un valor siempre relativo, y no absoluto. En ol caso de la conducta verbal, la libertad del usuario aumenta en razón directa de la comple- jidad de las unidades desde el punto de vista sintáctico, pero tal vez la misma conducta, "indeterminada" con respecto al modelo de la sintaxis, pueda resultar "determinada" si cons- truimos un modelo, no ya de las restricciones sintácticas, sino de restricciones semánticas2'. Afirmar que los índices de probabilidad que podemos atribuir a la aparición de ciertas unidades o combinaciones en secuencias comunicacionales dadas, es relativo al nivel de análisis de que se trata (i. e., ni tipo y grado de complejidad de las unidades), es enunciar, de otra manera, el principio metodológico del "determinismo" M su vez estrechamente vinculado al principio según el cual un la comunicación humana no hay ruido absoluto. M Este problema es pertinente con respecto a la cuestión de la posibilidad de aplicar el análisis estructural a fenómenos de las "sociedades industriales". Con toda legitimidad, las limitaciones de un modelo determinista o mecánico aplicado a estas sociedades pueden parecer mucho mayores que en las sociedades reducidas que estudia el antropólogo (que es quien, predominantemente, emplea modelos mecánicos). Lo dicho antes permite sugerir que esta cuestión no debe plantearse en términos de posibilidad o Imposibilidad abso- luta, sino en términos relativos. Por un lado, la distinciónentre modelos mecánicos y estadísticos no es irreductible". I os primeros corresponderían a los modelos estructurales en ol sentido definido en este trabajo, es decir, aquellos en los cuales las relaciones enunciadas tienen una probabilidad Igual a 1. En los segundos, las relaciones tienen siempre una probabilidad inferior a uno. Pero como acaba de señalarse, todo modelo mecánico supone áreas de indeterminación, que lo son con referencia al nivel de análisis para el que ha sido construido el modelo. Podemos tratar de formular de otra manera lo que se acaba de indicar. El fundamento de este coeficiente relativo de inde- terminación de la conducta, con respecto a un cierto modelo del sistema de comunicación, es el hecho de que cualquier comportamiento comunicacional en una situación social con- creta integra una multitud de sistemas semiológicos que ope- ran simultáneamente. Toda conducta social resulta de la " Que es el tipo de modelos que busca construir Lévi-Sírauss. '" fí. E. Pittenger, Ch. Hockett y J. J . Danehy, The iirst five minutes. A sample of microscopio interview anatysís, Nueva York, Paul Martineau, 1060, pp. 232-234 y 239-240. '" C. Lévl-Strauss, Antropología estructural, cit., p. 271. 33 convergencia de una multitud de campos semánticos. De esto resulta que, para cualquier nivel de análisis en que nos coló* quemos, se tratará siempre de combinar modeles mecánicos y estadísticos. Sea como fuere, en la medida en que el método efectiva- • mente se adapta a las características propias de los sistemas ¡ semiológicos, ha de permitir un enfoque más riguroso —sus- ceptible de formalización— de la acción social como proceso de comunicación. Al mismo tiempo, puede aclarar el uso de las varias técnicas existentes, aplicadas al estudio de los ma- teriales lingüísticos, técnicas que —cerno el análisis de con- tenido o la categorización de entrevistas— tratan de siste- matizar dk nos materiales. Al usar estos instrumentos, emplear un análisis estadístico sin hacer intervenir, en algún plano, un modelo mecánico de la estructura, sería olvidar que dichos materiales son fragmentos de un campo semántico que en cada caso es preciso descubrir. (1963) [De: E. Verón, Conducta, estructura y comunicación, Buenos Aires, Editorial Tiempo Contemporáneo, 1972. La Editorial Tiempo Contempo- ráneo ha autorizado gentilmente la reproducción de este texto-] 84 Claude Lévi-Strauss * La estructura y la forma (Reflexiones sobre la obra de Vladimir Propp) A menudo se suele acusar de formalistas a los partidarios del análisis estructural tanto en lingüística como en antro- pología. Pero esto significa olvidar que el formalismo existe nomo una doctrina independiente, de la cual se aparta el astructuralísmo, aunque sin renegar de su deuda en razón de las actitudes bien diferenciadas que ambas escuelas adop- tan con respecto a lo concreto. Al contrario del formalismo, ni estructuralismo se niega a oponer lo concreto a lo abstracto y a conceder a éste último un valor privilegiado. La forma no define por oposición a una materia que le es extraña; pero In estructura no tiene, an contenido distinto: es el contenido mismo, aprehendido en una organización lógica concebida como propiedad de lo real. La diferencia merece profundizarse mediante un ejemplo, f'.n la actualidad nos es posible hacerlo gracias a ¡a publiea- r.lón, en traducción inglesa, de una obra ya antigua de Viadi- nilr Propp, cuyo pensamiento tuvo muchos puntos de contacto ion el de h eocueia formalista rusa durante su breve período «lo expansión, aproximadamente de 1915 a 1930.' Svatava Pkkova-Jakobson, autora de la introducción, <sl irnductor, Laurence Scott y el Research Center de la Univer- * Claude Lévi-Strauss nació en Bélgica en 1908. Estudió en la Unf- vnrslldad de París. En 1934 viajó a Brasil, donde se desempeñó como luofosor de sociología en la Universidad de San Pat io. Su primer trat¿a|o fiulue antropología apareció en 1936; su tema es la organización social do los. Indios Bororo. En 1938 y 1939 realizó extensas investigaciones de nnmpo en Brasil. En 1941 se trasladó a Nueva York para trabajar en In New School of Social Research. En 1949 sa publicó en Francia su Ktiwcttiras elementales del parentesco y, desde 1950, es director du «•ludios en la Ecole Pratique des Hautes Etudes de lia Universidad de Porls. En 1950 apareció la Antropología estructural. Un año más tarde, I óvl-S¡rauss asumió la cátedra de Antropología Social en o! Collego d» Franca. En 1962 apareció El pensamiento sálvale. De 1964 en ade- lanta se suceden periódicamente sus volúmenes de las Mitológicas. Ha MClbido en 1968 la más alta dist inción cientí f ica d e Francia: la ¡medaMa d« oro del Centre National de la Reeherehe Scliontlfique. 1 V. Propp, "Morphology of the Folktale", parte I I I , en International Juvrnal ol American Unguistlcs, vol. 24, N? 4 f octubre de 1958. Publl- eallon Ten oí the Indiana Unlverslty Research Center In Anthropology, 4Í 35 sidad de Indiana prestaron un inmenso servicio a las ciencias humanas al publicar en una lengua accesible a nuevos lec- tores una obra casi completamente olvidada. En efecto, en el año 1928, fecha de la edición rusa, la escuela formalista se hallaba en plena crisis, oficialmente condenada en Rusia y sin comunicación alguna con el exterior. En sus obras siguien- tes, Propp mismo habría de abandonar el formalismo y el análisis morfológico para dedicarse a investigaciones histó- ricas y comparativas sobre las relaciones de la literatura oral con los mitos, los ritos y las instituciones. Sin embargo, el mensaje de la escuela formalista rusa no habría de perderse. En Europa, el Círculo Lingüístico de Pra- ga ya desde el principio lo había recogido y difundido; a partir de 1940, aproximadamente, la influencia personal y la enseñanza de Román Jakobson lo hicieron conocer en Esta- dos Unidos. No es mi propósito insinuar que la lingüística estructural y el estructuralismo moderno (en el seno de la lingüística y fuera de ella) no son más que una prolongación del formalismo ruso. Como ya dije, ambos se distinguen de éste por la convicción de que, si bien un poco de estructu- ralismo aleja de lo concreto, mucho estructuralismo recon- duce a lo concreto. Sin embargo —y aunque su doctrina no pueda de ningún modo denominarse "formalista"— Román Jakobson no perdió de vista el papel histórico de la escuela rusa y su importancia intrínseca. Al exponer ios antecedentes del estructuralismo siempre le reservó un lugar privilegiado. Quienes lo escucharon con posterioridad a 1940 han quedado indirectamente marcados por esa lejana influencia. Si, como escribe Pirkova-Jakobson, el autor de estas líneas parece haber "aplicado y desarrollado el método de Propp" (p. Vil), no puede haberlo hecho de manera consciente, ya que el libro de Propp le fue inaccesible hasta la publicación de dicha traducción. Pero, por intermedio de Román Jakobson, le había llegado parte de su sustancia y de su inspiración. Es de temer sin embargo que, aun hoy en día, la forma en que ha aparecido la traducción inglesa no facilite la difusión de las ¡deas de Propp. Agrego que su lectura se hace engo- rrosa por las erratas de imprenta y por oscuridades que tal vez existan en el original, aunque se diría que más bien pro- ceden de la dificultad que tuvo el traductor para encontrar Folklore, and Ungustics, pp. X + 134, octubre de 1958. De Morfología del cuento popular hay traducción castellana. Sobre la escuela formalista rusa, véase V. ErNch, Russían Formallsm, Mouton & Co., La Haya, 1955 [hay traducción castellana]; B. Tomashevsky, "La nouvelle école á'histolre littéralre en Russie", en Revue des Études Slaves, V I I I , 1928. 36 ol equivalente exacto de la terminología del autor. No resulta pues inútil seguir la obra cuidadosamente intentando conden- sar sus tesis y conclusiones. Propp comienza con una breve exposición histórica del problema. Los trabajossobre los cuentos populares consisten sobre todo en compilaciones de textos; los estudios sistemá- ticos aún son escasos y rudimentarios. Para justificar esta situación algunos invocan la insuficiencia de los documentos; el autor rechaza esta explicación ya que, en todos los ctros ámbitos de! conocimiento, los problemas de descripción y de clasificación se plantearon muy pronto. Por otra parte, eso no impidió que se discutiera el origen de los cuentos popu- lares, y sin embargo "sólo se puede hablar del origen de un fenómeno cualquiera una vez que ha sido descripto" (p. 4). Las clasificaciones corrientes (Miller, Wundt, Aarne, Vese- lovsky) tienen una utilidad práctica: tropiezan con la misma objeción de que siempre es posible encontrar cuentos que correspondan a varias categorías. Y eso es cierto tanto si la clasificación considerada se funda en los tipos de cuentos, como si se basa en los femas que desarrollan. En efecto, la delimitación de los temas es arbitraria: no se inspira en un análisis real, sino en las intuiciones o en las posiciones teóri- cas de cada autor (las primeras, por regla general, mejor fundadas que las segundas, observa Propp, pp. 5-6 y 10). La clasificación de Aarne suministra un inventario de temas que presta un gran servicio a los investigadores, pero la delimita- ción es puramente empírica, de modo que la ubicación de up cuento en determinada rúbrica siempre sigue siendo aprp- ximativa. La discusión de las ideas de Veselovsky es particularmente Interesante. Para este autor, el tema puede descomponerse en motivos, a los que el tema sólo agrega una operación unifi- cadora, creadora, destinada a integrar motivos que constitu- yen elementos irreductibles. Pero en ese caso, observa Propp, cada frase constituye un motivo, y el análisis de los cuentos debe llevarse hasta un nivel que actualmente llamaríamos "molecular". Sin embargo, no puede decirse que exista algún motivo no descomponible, ya que un ejemplo tan sencillo como "un dragón rapta a la hija del rey" comprende por lo menos cuatro elementos, cada uno de los cuales es permu- table con otros ("dragón" con "hechicero", "huracán", "dia- blo", "águila", etc.; "rapto" con "vampirismo", "adormeci- miento", etc.; "hi ja" con "hermana", "novia", "madre", etc.; por último, "rey" con "príncipe", "campesino", "sacerdote", etc.). Se obtienen así unidades más pequeñas que los motivos y que, según Propp, no tienen existencia lógica independiente. 37 Nos hemos demorado en esta discusión porque en la afirma- ción de Propp, sólo a medias cierta, se halla una de las principales diferencias entre formalismo y estructuralismo. Más adelante retomaremos el asunto. En el caso de Joseph Bédier, Propp le reconoce el mérito de haber distinguido, en el seno de los cuentos populares, entre factores variables y factores constantes. Los invariantes constituirían las unidades elementales. Sin embargo, Bédier no pudo definir en qué consisten esos elementos. El estudio morfológico de los cuentos se mantuvo en estado rudimentario, porque se lo descuidó en beneficio de las inves- tigaciones genéticas. Muy a menudo, los presuntos estudios morfológicos se reducen a tautologías. El más reciente (en la época en que Propp escribía), el del ruso R. M. VolKov (1924), no demostraría nada, salvo "que los cuentos similares se pa- recen" (p. 13). Ahora bien, un buen estudio morfológico es la base de toda investigación científica. Además, "en tanto no exista estudio morfológico correcto, no puede haber inves- tigación histórica" (p. 14). Como señala Propp al comienzo del segundo capítulo, toda su empresa parte de una hipótesis de trabajo, que es la exis- tencia de los "cuentos de hadas", encarados como una ca- tegoría especial entre los cuentos populares. Al comienzo de la investigación, los "cuentos de hadas" son definidos empíricamente como los agrupados entre los números 300 y 749 de la clasificación de Aarne. El método se define de la siguiente manera. Sean los enunciados: 1) El rey da al héroe un águila, que lo lleva a otro reino. 2) Un anciano da a Sutchenko un caballo, que lo traslada a otro reino. 3) Un hechicero da a Iván una barca, que lo conduce a otro reino. 4) La princesa da a Iván una varita mágica, de la que salen mancebos que lo trasladan a otro reino. Estos enunciados contienen variables y constantes. Los personajes y sus atributos cambian, no asi las acciones y las funciones. Los cuentos populares se caracterizan por atri- buir acciones idénticas a personajes diferentes. Son los ele- mentos constantes los que se retendrán como base, siempre que se pueda demostrar que el número de esas funciones es finito. Ahora bien, parece que éstas se repiten con mucha frecuencia. Puede afirmarse entonces "que el número de fun- ciones es asombrosamente pequeño comparado con el nú- 38 , mero muy elevado de los personajes; eso explica la dualidad de aspectos en los cuentos populares. Son extraordinaria- mente multiformes, pintorescos, coloridos; y, sin embargo, notablemente uniformes y recurrentes" (p. 19). Para definir las funciones, consideradas unidades consti- tutivas del cuento, se eliminará primero a los personajes, cuyo papel se umita a "sostener" las funciones. Una función se denotará simplemente por un nombre de acción: "interdic- ción", "huida", etc. En segundo lugar, una función debe definirse teniendo en cuenta el lugar que ocupa en el relato: un casamiento, por ejemplo, puede tener funciones diferentes, según su papel. A actos idénticos se adscriben significaciones diferentes, e inversamente: sólo se puede decidir acerca de esto ubicando el acontecimiento entre los demás, es decir, situándolo en relación con sus antecedentes y consecuentes, lo que supone que el orden de sucesión de las funciones es constante (p. 20), con la reserva —como se verá en seguida— de que existe la posibilidad de ciertos desplazamientos, que constituyen, sin embargo, fenómenos secundarios: es la excep- ción a una norma que siempre debe poder restituirse (p. 97- 98). Se admite, asimismo, que cada cuento, considerado indi- vidualmente, nunca pone de manifiesto la totalidad de las funciones enumeradas, sino sólo algunas, sin que se modi- fique P\ orden de sucesión. El sistema total de las funciones, cuya realización empírica posiblemente no exista, parece pues ofrecer, en el pensamiento de Propp, el carácter de lo que actualmente se llamaría una "meta-estructura". Las hipótesis precedentes entrañan una última consecuen- cia, que se verificará más adelante, aun cuando Propp re- conozca que, a primera vista, parece "absurda.. . y aun bárbara": considerados desde el punto de vista de la estruc- tura, todos los cuentos de. hadas se reducen a un único tipo I (P. 21). I Para dar término a las cuestiones de método, Propp se I pregunta si la encuesta destinada a verificar o a invalidar I su teoría debe ser exhaustiva. En caso afirmativo, sería prác- I ticamente imposible conducirla hasta su término. Ahora bien, | si se admite que las funciones constituyen el objeto de la encuesta, ésta podrá considerarse finalizada a partir del mo- mento en que se advierta que su prosecución no conduce al descubrimiento de ninguna función nueva; con la condición, por supuesto, de que la' muestra utilizada sea aleatoria y como "impuesta desde afuera" (p. 22). Coincidiendo con Durkheím —sin duda involuntariamente—, Propp subraya: "no es la cantidad de documentos lo que importa, sino la calidad del análisis" (id). La experiencia prueba que un cen- 39 tenar de cuentos ofrecen un material ampliamente suficiente. En consecuencia, se emprenderá el análisis con una muestra formada por los cuentos numerados del 50 al 151 en la reco- pilación de Afanasiev, Analizaremos más rápidamente el inventario de las funcio- nes—imposible de detallar— que constituye la'materja del capítulo III. Cada función se define de modo somero, luego SU abrevia en un solo término ("ausencia", "interdicción",
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