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Levi-Strauss, C , Barthes, R , Moles, A , _ otros (1991) El Análisis Estructural Centro Editor de América Latina - Eli Hernández

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LOS FUNDAMENTOS DE 
LAS 
CIENCIAS DEL IIOM5DE 
El análisis 
estructural 
Lévi-á»trauss, 
Barthes, Moles 
yotros 
Centro Editor de América Latina 
El análisis 
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LOS FUNDAMENTOS DE 
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LOS FUNDAMENTOS DE 
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CIENCIAS DEL HOMBDE 
El análisis 
estructural 
Lévi-§trauss, 
Barthes, Moles 
jotros 
Centro Editor de América Latina 
Diagramación: Osear Sammartino,Estela Enecoiz 
Asesoramiento artístico: Osear Díaz 
Secretarla de producción: Osear Troncoso 
Coordinación y producción: Natalio Lukawecki, 
Fermín E. Márquez 
© 1991 Centro Editor de América Latina S / 
Tucumán 1736, Buenos Aires 
Hecho el depósito de ley 
Libro de edición argentina 
Impreso en: Carbet, La Rosa 1080, 
Ádrogué, Prov. de Bs. As. 
Encuadernado en: Haley, Av. Mosconi 640, 
Lomas del Mirador, Prov. de Buenos Aires. 
Impreso en junio de 1991 
ISBN: 950-25-2028-9 
Introducción 
Lingüística y antropología: de la 
fonología a Lévi-Strauss 
En 1945, la revista Word, órgano del Círculo Lingüístico 
de Nueva York, publicó un artículo de Claude Lévi-Strauss 
que se convertiría en hito (y también piedra de escándalo) 
de la historia de las relaciones entre la lingüística —la fono-
logía— y la antropología francesa. Se trata de "El análisis 
estructural en lingüística y en antropología".1 Allí Lévi-Strauss 
señalaba la dirección de una fuerza que recorrería eí campo 
de las ciencias sociales. Así como los fundadores de la lin-
güística moderna, Saussure en particular, buscaron la pro-
tección teórica de las ciencias sociales y concibieron su 
ciencia tomando en préstamo ciertas nociones que provienen 
de ellas, Lévi-Strauss indicaba a la antropología y la socio-
logía un camino que el lingüista Trubetzkoy y el Círculo de 
Praga habían abierto y recorrido parcialmente. 
Se diría que el artículo de Word está recorrido por un casi 
emocionado entusiasmo, propio del científico que cree estar 
en los albores de una gran revolución en el conocimiento: 
"La fonología no puede dejar de cumplir, respecto de las 
ciencias sociales, el mismo papel que la física nuclear, por 
ejemplo, ha desempeñado para el conjunto de las ciencias 
exactas. ¿En qué consiste esta revolución, cuando tratamos 
de analizarla en sus consecuencias más generales? N. Tru-
betzkoy, el ilustre maestro de la fonología, nos proporcionará 
la respuesta a esta pregunta. En un artículo programa [N. 
Trubetzkoy, "La phonologie actuelle", en Psychologie du lan-
* gage, París, 1933] Trubetzkoy reduce en suma el método 
fonológico a cuatro pasos fundamentales: en primer lugar, la 
fonología pasa del estudio de los fenómenos lingüísticos 
'conscientes' al de su estructura 'inconsciente'; rehusa tratar 
los 'términos' como entidades independientes, y toma como 
base de su análisis, por el contrario, las 'relaciones' entre 
los términos; introduce la noción de 'sistema': 'la fonología 
actual no se limita a declarar que los fonemas son siempre 
miembros de un sistema; ella muestra sistemas fonológicos 
concretos y pone en evidencia su estructura' [art. cit., pá-
1 Incorporado, más tarde, como capitulo II, a Antropología estructural, 
París, Plon, 1958. Traducción castellana: Buenos Aires, EUD'EBA, 1968. 
7 
gina 243]; finalmente, busca descubrir leyes generales' ya 
sea que las encuentre por inducción o bien 'deduciéndolas 
lógicamente, lo cual les otorga un carácter absoluto' [ibid.)^. 
No es exagerado decir que la mirada perspicaz de Lévi-
Strauss atribuye a los cuatro puntos de Trubetzkoy y a la 
fonología un programa común, que su actividad de antropó-
logo impondrá como corriente predominante de la antropofa-
gia francesa, sin atisbar por entonces ei debate que se 
abriría a fines de la década del cincuenta y durante buena 
parte de la siguiente, 
El estudio de las reglas matrimoniales, del sistema de 
parentesco en sociedades que, de manera polémica y cues-
tionada posteriormente desde varios puntos de vista, Lévi-
Strauss definirá como sociedades frías —sin historia'— te 
proporcionó un campo de elección para desarrollar las hipó-
tesis comunes a antropología y lingüística. Concibió a los 
sistemas de parentesco como sistemas de símbolos, afirmando 
de este modo la posibilidad y el derecho que asistía a la 
antropología de desprenderse de lo que Lévi-Strauss deno-
mina la "sociología tradicional", para concebir sus objetos 
en términos de relaciones y afirmar la validez de investigar 
la sociedad, el arte, el matrimonio, el intercambio o e! mito 
como sistemas de signos, como "sistemas que aspiran tam-
bién a la significación, pero cuyo valor de significación re-
sulta parcial, fragmentario o subjetivo". 
Concebidas las relaciones entre los hombres como relacio-
nes significativas en su acepción estricta (mujeres, objetos y 
palabras circulan en una sociedad como mensajes, afirmará 
Lévi-Strauss), la profecía saussuriana2 sobre la constitución 
de una nueva ciencia que estudie todos los sistemas de sig-
nos (y de la que la lingüística sólo sería un campo subordi-
nado) parece a punto de comenzar a concretarse. Las prime-
ras batallas se libraron, brillantemente, en la antropología: el 
análisis del sistema de parentesco, la descripción de los mitos 
y luego de los sistemas culinarios, en los diversos volúmenes 
de Mitológicas de Lévi-Strauss, demostraron las posibilidades 
del método estructural (una fonología de io social y de la 
cultura) y abrieron, además, un ancho cauce de polémicas. 
Erigido contra el evolucionismo (de una forma simple hacia 
otras más complejas) y contra el difusionismo (de una forma 
proveniente de un determinado lugar hacia otros, por inter-
medio de migraciones, contaminaciones, etc.), la concepción de 
2 Véase en esta misma colección, Szussure y los fundamentos de /a 
lingüistica, introducción, selección de textos y traducción de José 
Sazbón. Buenos Aires, Centro Editor. 1976. 
8 
Lévi-Strauss señala una invariancia universal, una sustancia 
dirán sus enemigos filosóficos, que atraviesa por diferentes 
realizaciones. El estudio de las diferencias ( los ¿caris diffe-
rentiels de la lingüística) caracteriza precisamente a la antro-
pología: "Es verdad que una disciplina cuyo principal objetivo 
—si no el único— consiste en analizar e interpretar las dife-
rencias se ahorra todas las dificultades si sólo toma en 
cuenta las semejanzas, pero automáticamente pierde todo 
medio de distinguir lo general, que pretende alcanzar, de lo 
trivial con lo cual se conforma".3 
Esta temática, típica del pensamiento de Lévi-Strauss, des-
cansa entonces sobre dos nociones fundamentales: romo 
en la lingüística saussuriana y en la fonología, lo verdadera-
mente significativo para definir relaciones entre elementos 
u objetos son las diferencias, el sistema de relaciones es, 
a la vez, un sistema semiológico de oposiciones significa-
tivas. Luego, el descubrimiento de las diferencias, es decir 
de las relaciones y del sistema, descansa sobre el supuesto 
—declarado a veces, tácito otras, débilmente negado frente 
a algunos acosos— de la invariancia: las formas del mito, 
las relaciones de parentesco descansan sobre un universal. 
Detrás de las variantes de un mito o de una prohibición en 
el sistema de parentesco yacen "ciertas formas universales 
de pensamiento y de moralidad", una actividad universal del 
espíritu. 
Algunos de estos temas están inteligentemente expuestos 
en el ensayo minucioso y profundo de Lévi-Strauss sobre la 
Morfología del cuento folklórico de Propp que se ha incluido 
en esta antología. Aunque Lévi-Strauss señala adecuada-
mente allí el carácter formalista de la empresa de Propp y 
con justicia afirma que "el formalismo aniquila su objeto", 
no puede menos que reconocerse en sus críticas y su exé-
gesis una simpatía intelectual profunda. En efecto, como 
podrá verse en el texto mismo, la tarea de Propp coincide 
en su punto de partida y en su concepción general con los 
cuatro puntos del programa de Trubetzkoy que el mismo 
Lévi-Strauss lleva como nueva divisa al campo de laantro-
pología. Pero, sobre todo, la concepción que da origen a 
las investigaciones sobre la morfología del cuento está, en 
Propp, emparentada con la concepción lévi-straussiana del 
mito. Lévi-Strauss mismo desarrollará algunos aspectos de 
esta cuestión. 
Por lo demás, el texto sobre las investigaciones de Propp 
es rico en definiciones y requiere una lectura, que descubra, 
3 Lévi-Strauss, Antropología estructural, ed. cast. cit., pág, 14. 
9 
por un lado, la importancia que para el desarrollo del pensa-
miento semiológico-estructuralista tuvo, junto con la lingüística 
saussuriana y la fonología, el formalismo ruso especialmente 
a través de su más fecundo divulgador en Occidente: Román 
Jakobson. En segundo lugar, la fascinación que ejercen (ei 
semiólogo Greimas también lo testimonió) las tipologías for-
malistas que prometen al pensamiento y a la investigación 
descubrir la razón única y suficiente de todo un conjunto de 
objetos —cuentos, mitos, costumbres diversos y abigarra-
dos en su manifestación empírica: alcanzar el sistema, llámese 
éste serie de funciones, modelo de personajes, orden y es-
tructura de las transformaciones. Una vez más, Lévi-Strauss 
afirma a propósito de Propp que la verdad de los hechos 
registrados —invisible por naturaleza— puede ser alcanzada 
mediante las operaciones que descubren la "estructura in-
consciente, subyacente a cada institución o a cada costum-
bre". En el caso de los cuentos populares que descibe 
Propp, Lévi-Strauss propondrá como alternativa al formalismo 
del autor ruso un conjunto de operaciones que progresiva-
mente logren definir un "universo del cuento analizable en 
pares de oposiciones diversamente combinadas en el seno 
de cada personaje, quien lejos de constituir una entidad es, 
a la manera del fonema —tal como lo concibe Román Ja-
kobson—, un 'haz de elementos diferenciales'." 
Nos hemos detenido especialmente en este artículo de 
Lévi-Strauss, incluido por lo demás en la presente antología, 
por el carácter casi emblemático de sus temas, sus críticas 
y sus propuestas para el desarrollo posterior de la semiología 
estructuralista. Lo veremos enseguida. 
Barthes: un tribuno de la tendencia 
Protagonista de un escándalo académico y extraacadémico 
a comienzos de la década del sesenta por su volumen sobre 
Racine, acerbamente criticado por Pica;d, Roland Barthes 
resume en su obra puntos de partida y desarrollos de lo 
que puede ya hoy denominarse "análisis estructural" cuyo 
método y teoría sería una compleja y a veces contradictoria 
"semiología estructural". Crítico de la vida moderna primero, 
inteligente crítico de literatura al mismo tiempo, semiólogo 
luego, analista de todos los sistemas de signos, Roland 
Barthes posee en su haber algunos de los más perspicaces 
10 
y arbitrarios análisis "estructurales": recuérdese en Mitolo-
gías (1962), en "El mito hoy" más precisamente, la cap-
tación del significado y el sentido de una imagen: la del 
negro saludando la bandera francesa, como símbolo de la 
"imperialité". Y también ha producido un conjunto de nocio-
nes cambiantes en el lapso de pocos años, heterogéneas y, a 
veces, confusas en su empleo de criterios o conceptos lin-
güísticos y semánticos. El lingüista francés Georges Mounin 
realiza una crítica radical y aguda de ciertos artículos reuni-
dos en Mitologías y más adelante volveremos sobre sus 
razones. 
La obra literaria (popular o culta, oral o escrita), la imagen 
gráfica (fotografía, televisión, cine, etc., incluidos en este 
etcétera los deportes) son consideradas como un sistema 
de funciones cuya significación se descubre en el análisis 
Interno, en la descripción de su estructura y que sólo admite 
la correlación con "otras semióticas" (es decir con otros 
sistemas exteriores a la obra misma, concebida además la 
sociedad como uno de esos sistemas de signos) una vez que 
•e consideren concluidas las operaciones de análisis inma-
nente. ¡ 
Toda una teoría de la significación, estrictamente forma-
lista, subyace a la concepción de Barthes. Al definir a la 
critica (la "actividad estructuralista", "la semiología") funda-
mentalmente como crítica del significante y no del significado 
(en una ampliación de la acepción lingüística dé ambos con-
ceptos), Barthes afirma al mismo tiempo que la significación 
de un signo o un sistema de signos —la imagen, el relato, 
loo objetos o cualquier otro sistema social— radica más en 
( la "organización de los significantes" que en el "descubri-
miento del significado y de la relación que le une a SM sig-
nificante".4 
Una noción preside la semiología estructural que Barthes 
difundirá en sus análisis y expondrá en sus muy criticados 
Principios de semiología: el sistema de la lengua es el modelo 
respecto del cual se miden al resto de los sistemas sociales 
de significación. Consideradas las prácticas sociales desde 
este punto de vista, es posible una "gramática" de la moda, 
de la publicidad, de la imagen, que se proponga el estudio del 
"modo de organización de sus significantes", reconociendo 
4 R. 'Barthes, Ensayos críticos, Barcelona, Selx Barral, 1967, pág. 330. 
Be trata de en reportaje sobro "Literatura y significación" publicado 
on la revista Tel Quel en 1963. 
11 
JUUlUili.i [jJSiilil 
al mismo tiempo el carácter incompleto que presentan estos 
sistemas si se los compara con el de la lengua, su modelo.5 
Son estos sistemas, concebidos como sistemas semioló-
gicos imperfectos, los que —en la concepción de Barthes— 
ponen de manifiesto el sentido general de la sociedad en la 
que se inscriben: invirtiendo las relaciones reales, son los 
sistemas de significación los que proporcionan la clave de lo 
social, los que lo explican. Esta posición corresponde, en 
rigor, a mediados de la década del sesenta, al momento 
de marea más alta de las investigaciones estructuralistas. 
Posteriormente, y en una segunda generación de estructu-
ralistas, el uso estético del psicoanálisis y del marxismo 
desplaza a la semiología de su papel epistemológico direc-
tivo, sin que ésta pierda, no obstante, su colocación privile-
giada en el pensamiento estructuralista. 
Otro principio teórico rector es la dirección que se imprimió 
a las investigaciones estructurales en el sentido de consti-
tuirse en búsquedas de la invariancia, del universal que 
—como vimos anteriormente— se manifiesta en la realidad 
fenoménica, detrás de sus apariencias. La constitución de 
una "ciencia de la literatura" o de cualquier otro sistema 
significante depende del desciframiento de estas invariancias. 
"No es la obra literaria misma el objeto de la actividad 
estructural: su búsqueda se encamina hacia las propiedades 
de ese discurso particular que es el discurso literario. Por 
tanto, toda obra es considerada sólo como manifestación de 
una estructura abstracta mucho más general, de ¡a que ella 
es una de las realizaciones posibles. Desde este punto de 
vista, esta ciencia se ocupa no ya de la literatura real sino 
de la literatura posible, en otras palabras: de aquella pro-
piedad abstracta que constituye la singularidad del hecho 
literario, la literaltridad [ . . . ] . Cada texto no será sino un 
5 " . .A i tomar la moda como objeto de estudio, me di cuenta inme-
diatamente de que el sistema de la ropa era muy pobre. En cambio, se 
duplica siempre en un sistema representado que, él s i , es píietórico. 
Originariamente !a ropa constituye un sistema de signos, pero perma-
nece rudimentario y sólo comporta pocos significados Éstas sistemas 
üi.ingüisiicos son pobres, y ello es normai, puesto que la funcián del 
lenguaje es tomarlos a su cargo para hacer con ellos lenguajes poéticos, 
imaginarios, ideologías Cuando el lenguaje entra en juego a título de 
regulador aparece lo que propiamente ¡'¡amamos ¡a moda; interviene ya 
en el nivel de Ira nomenclatura pero sobre todc en una verdadera retórica 
que vernos desplegarse en los escritos sobre moda. La moda en el 
vestir se da como mezclada de lenguaje: no es un sistema semiioKogico 
puro,y es precisamente esta impureza lo que parece que constituye 
el objeto de estudio más interesante". Barthes propone 'luego denominar 
" t ransl ingüíst ica" a!l estudio de tales sistemas, en el reportaje publicado 
en ¡a revista Aíetheta, París, mayo de 1966, número 4. 
12 
ejemplo que permitirá describir las propiedades de la lítera-
turidad".6 
Afirmados de la manera más tajante por un discípulo de 
Barthes, Todorov, los objetivos del análisis estructural (de lite-
ratura, pero también e igualmente de cualquier otro sistema) 
revelan su matriz filosófica, sin ocultar los rasgos comu-
nes que comparte con el pensamiento del gran antropólogo 
cuya obra está en el comienzo y es inspiración declarada 
o tácita de toda la corriente. En efecto, si volvemos por un 
momento al artículo de Lóvi-Strauss en la revista Word que 
antes citamos, quedará claro el estrecho parentesco que une 
a los estructuralismos de /a década del sesenta con ciertas 
fórmulas teóricas de la antropología estructural. La lingüistica 
como ciencia madre influye no sólo sobre los método;; de 
descripción y análisis sino sobre la concepción del oojeto 
del análisis estructural. 
En un artículo sobre "Lingüística y ciencias humanas",7 
Nicolás Ruwet se interroga sobre la legitimidad del traslado 
de métodos, propiciado por Lévi-Strauss, desde la lingüística 
u las ciencias del hombre. Propone dos respuestas a la cues-
tión. En primer lugar, desarrolla la hipótesis —cuyo origen 
sitúa en las obras de Marcel Mauss y Sígmund Freud— de 
que el hombre se define por la función simbólica y que por 
lo tanto la cultura constituye un conjunto de sistemas simbó-
licos (lenguaje, parentesco, mito, arte, economía). c ' carácter 
olmbólico y la función comunicativa de estos sistemas legiti-
maría la función rectora que asume la lingüística sobre la 
antropología y otras ciencias humanas. Esta primera res-
puesta de Ruwet deja abierto un debate principal que versa 
no ya sobre el método sino sobre una concepción antima-
terialista de lo social. Como ella funciona sólo a manera de 
hipótesis, Ruwet reivindica el derecho de la lingüística a 
generalizar sus métodos sobre otras ciencias sobre la base 
del desarrollo metodológico y epistemológico que esta disci-
plina habría alcanzado: "Los lingüistas tuvieron el gran mérito 
de haber sido los primeros en comprender por dónde era 
preciso comenzar sí se quería emprender un estudio objetivo 
del hombre. Fueron los primeros que dejaron de poner el 
carro delante del caballo, y reconocieron que, antes de hacer 
la historia de un objeto determinado, antes de plantearse pro-
blemas de origen, de evolución., de difusión, antes también 
1 Qu'est-ce cue le structiirallsme? volumen colectivo publicado en 
Parts, Ectitions du Seuíl, 1966. La cita corresponde al trabajo de Tzvetan 
Todorov, "Poét ique", pág. 102. Hay traducción castellana en Buenos 
Aires, editorial Losada, 
7 Fus publicado en Cstructuralicmo v lingüistica, Buenos Aires, Nueva 
Vision, 1369. 
13 
-• 
de explicar los rasgos de un objeto por influencias externas 
(el carácter de una lengua por la estructura de la sociedad, 
o el de una ideología por las relaciones de producción, etc.), 
convenía circunscribir, definir y describir ese objeto".8 
El modelo lingüístico es, pues, el que está presente de ma-
nera explícita en ios modelos de análisis es<Éucturaí de otros 
sistemas semiológicos. El programa que Lév;-Strauss, con su 
habitual cautela de gran científico proponía a la antropología 
fue generalizado —a veces sin tantos recaudos— en las dé-
cadas posteriores. "Análisis estructural del relato", que publi-
camos en la presente selección, escrito en 1966 y propuesto 
luego como inspiración para otros modelos de análisis de 
diversos sistemas semiológicos, es una prueba de io dicho. 
En este texto fundamental para la corriente, Roland Barthes 
sérvala la analogía de objetivos y métodos entre la lingüística 
de la lengua y una posible lingüística del relato (su "gramá-
tica"): "Es bien sabido que la lingüística se detiene en la 
frase: ésta es la última unidad sobre la que considera que 
tiene derecho de ocuparse [ . . . ] . Más allá de la frase y com-
puesto únicamente por frases, el discurso debe ser natural-
mente objeto de una segunda lingüistica" (el subrayado es 
nuestro). Barthes continúa afirmando la analogía entre ambos 
sistemas (el del relato y el de la. lengua): "En efecto, se en-
cuentran en el relato, ampliadas y transformadas de acuerdo 
con sus dimensiones, las principales categorías del verbo: 
los tiempos, los aspectos, los modos, las personas; ade-
más, los 'sujetos' mismos se oponen a los predicados ver-
bales y se someten así al modelo frástico". Greimas en su 
Semántica estructural expone la misma temática y debe sub-
rayarse que aspira a aplicarla a una teoría general de la 
significación, como el título de su obra lo sugiere. Contem-
poráneamente y más tarde, el modelo diseñado por Barthes 
fue modificado y aplicado al análisis de otros discursos: el 
de la ideología, el de la política, el de los medios de comu-
nicación, ámbitos reservados hasta entonces a las diversas 
corrientes de las ciencias sociales que fueron tiñéndose de 
métodos y nociones estructuralistas.' 
8 N. Rúwet, en Estructuralismo y lingüistica, op. oit., pág. 125. 
9 Véase especialmente en esta antología el ensayo "Bl análisis estruc-
tural en ciencias sociales" de» primero y mas perspicaz de los estruc-
turalistas argentinos, Elíseo Verón. Subrayamos especialmente una afir-
mación de principio incluida en el final deS art iculo: "Toda conducta 
social resulta de Ha convergencia de una multitud de campos semán-
t icos" . Tal afirmación precedida por la siguiente reflexión que la 
enmarca: [la causalidad sociológica] "aparece en la convergencia de la 
acción y la información, convergencia que remite a su vez, para ser 
explicada —a falta de otro pteno que pueda ser aceptado en una 
perspectiva cientí f ica— a las «bases materiales de la sociedad», vale decir 
a la praxis socia l . " 
14 ¡; 
Buen ejemplo de ello son los ensayos de Qritti y Moles 
que incluimos en esta selección. Gri'rti operando con la noción 
de verosímil (el efecto de realidad, ouramente ilusorio, es 
decir propio de la convención mediante la cual este efecto 
se logra) analiza la casuística como sistema de oposiciones 
eemioíógicas que estructuran una moral y una pragmática. El 
"objeto casuístico" es para Gritti un objeto semiológico en 
el que es preciso registrar un conjunto de procedimientos 
formales (estructurantes), una tópica y un esquema de oposi-
ciones significativas. 
Moles y Wahl, por su parte, proponen una consideración del 
objeto kitsch como "sistema de objetos", intentando, incluso, 
su análisis en términos estrictamente lingüísticos o semioló-
gicos. Es posible descubrir que esta utilización es artificiosa 
y metafórica. Pese a ello el análisis de los rasgos constitutivos 
del fenómeno kitsch es perspicaz. En este caso, como en 
buena parte de los ensayos de Roland Barthes, el análisis 
estructural demuestra más que su verdad como teoría sobre 
los distintos objetos que se ha planteado o como método 
para describirlos, la utilidad de haber significado un mo-
mento de señalamiento de las propiedades formales y de su 
rulevannia. La inteligencia del analista, su capacidad para 
percibir y describir relaciones significativas son la causa prin-
cipal de que se pueda afirmar que de esta ideología de nues-
iro tiempo se conservarán algunos textos brillantes y reve-
ladores. 
El estructuralismo y sus críticos 
Alrededor del estructuralismo concebido ya como método 
dominante en Francia en las ciencias que se ocupan de los 
diferentes sistemas semiológicos, ya como una tendencia en 
ol campo de las ciencias humanas, ya como una filosofía 
<»n sentido lato, se desarrollaron batallas turbulentas a lo 
largo de la década del sesenta. Desde el marxismo se señaló 
(u Idealismo racionalista, su oposición irreductible entre es-
tructura e historia. Sin embargo,el pensamiento estructura-
lista logró abrir amplias brechas en el campo del materialismo 
histórico: toda la filosofía de Althusser y sus epígonos lo 
testimonian. 
Dentro del propio campo influido por el estructuralismo se 
¡tizaron voces que señalaban sus límites y urgaban en sus 
mlcer filosóficas. Las críticas inteligentes del italiano Um-
15 
berto Eco, que veremos enseguida, son una prueba de ello. 
También en Italia, Delia Volpe y un puñado de discípulos 
suyos realizaron una crítica radical,10 desde el punto de vista 
de un marxismo de corte filosófico. 
Dada la difusión del método, el análisis y la semiología 
estructurales, también los lingüistas se vieron constreñidos a 
tomar posición. Se estaba a favor o en contra. La polémica 
amenazaba con atravesar todo el campo de.las nuevas cien-
cias: antropología y sociología, crítica literaria y semiología, 
teoría de la comunicación y lingüística, estética, filosofía y 
psicoanálisis. 
Algunas de las criticas, contemporáneas a los años de 
apogeo francés y latinoamericano, merecen ser tomadas en 
consideración. El lingüista Georges Mounin incluyó en su 
Introducción a /a semiología sendas consideraciones críticas 
a las nociones que, extraídas de la lingüística, fueron adop-
tadas por el estructuralismo antropológico y por el análisis 
estructural de sistemas significativos sociales. Por la impor-
tancia del tema vale la pena citar largamente algunas de sus 
reflexiones sobre el artículo de Lévi-Strauss en la revista 
Word, al que nos hemos referido ya: "Lévi-Strauss ha colo-
cado la fonología en el centró de su gran artículo de Word 
y de la renovación de su pensamiento por la lingüística. Ahora 
bien, a través de Jakobson, solamente conoce manifiestamente 
el pensamiento de Trubetzkoy por un artículo de 1933 [ . . . ] . 
De este artículo, Lévi-Strauss extrae las cuatro 'operaciones' 
que, según él, definen a la fonología. Dos de ellas, histórica-
mente hablando, no caracterizan a la fenología como tal y 
son muy anteriores a ella: el concepto de sistema y la inves-
tigación de las leyes generales. El hecho de que Lévi-Strauss 
las tome por novedades introducidas por la fonología muestra 
hasta qué punto desconocía a Saussure en aquella fecha. La 
tercera operación no es más que una formulación de la se-
gunda: decir que las unidades lingüísticas forman sistema, y 
decir que la fonología se niega a tratarlas como unidades 
independientes, sino que, por el contrario, toma como base 
las relaciones entre los términos, es exactamente la misma 
cosa (y todo ello está en Saussure). Pero la primera opera-
ción característica de la fonología consistiría en que 'pasa 
del estudio de los fenómenos lingüísticos conscientes al de 
su infraestructura inconsciente'. Se trata de una lectura com-
pletamente falsa: los lingüistas siempre han sabido, al contra-
10 Véase, por ejemplo. F. Remo'tti, Estructura e historia; La antropología 
de Lévi-Strauss, Barcelona, A. Redondo editor, 1972; G. della Volpe, 
Critica de la ideología contemporánea, Madrid, A. Corazón, 1970. 
16 
rio de los filósofos y los gramáticos puristas, qué ioda la 
actividad lingüística [ . . . ] no puede describirse en términos 
de procesos conscientes, sino de hábitos. Por tanto, no ha 
existido ciencia lingüística anterior a la fonología que se haya 
dedicado al estudio de los fenómenos lingüísticos conscientes. 
Además nada semejante aparece en Trubetzkoy, ni en el ar-
ticulo de 1933 ni en sus Principes de phonologie [ . . . ] . Es 
curioso que la conjunción, en el pensamiento de Lévi-Strauss, 
entre Freud y Trubetzkoy se produzca gracias a un lapsus 
tectionis. Pero se trata realmente de un lapsus q j c se sitúa 
en el centro del manejo que Lévi-Strauss va a hacer de los 
conceptos de la lingüística. Fuera de esto —y es precisa-
mente a lo que Lévi-Strauss concede mayor importancia— 
todo lo que toma prestado de la fonología, el concepto de 
estructura (o de sistema) y el de oposición, no tienen nada 
de específicamente lingüístico, como lo habían visto bien 
Saussure y Trubetzkoy" " 
Se ha citado con cierta extensión este texto que merece 
una lectura cuidadosa. Como el mismo Mounin lo manifiesta, 
las conclusiones que de él puedan extraerse no deben ser 
directamente proyec.adas en un juicio sobre la antropología 
lévi-straussiana considerada tanto en sus aplicaciones al tra-
bajo de campo como a la indagación teórica. Lo que sí señala 
el texto de Mounin —y ello parece fundamental para carac-
terizar una manera muy "estructuralista" de operar con los 
conceptos extraídos de otros sistemas— os la tendencia a 
un uso desprejuiciado siempre, incorrecto o abusivo muchas 
veces, de nociones y categorías provenientes en este caso 
de la fonología, en otros del psicoanálisis o del marxismo. 
En Barthes, esta concepción ecléctica e instrumental alcanza 
un grado que sólo más tarde será igualado por algunos de 
los integrantes del grupo Tel Quel respecto del marxismo: las 
nociones que son precisas y unívocas en un campo pasan 
a integrar un sistema metafórico donde es más lo que se 
sugiere mediante una palabra que lo que ésta efectivamente 
designa. Memorables y agudos al respecto son los señala-
mientos que realiza Mounin en su ensayo "La semiología de 
Roland Barthes". La lingüística estructural se ha visto en la 
obligación de luchar para no ser incluida, ni complicada, en 
una empresa teórica que no reconocía como propia. 
Desde otro punto de vista, Umberto Eco en La estructura 
ausente,'2 se plantea la crítica del núcleo central de la "fl lo-
" G. Mounin, Introducción a la semiología, Barcelona, Anagrama 1970 
píQ. 230-1. ' ' ' 
" U. Eco, La struttura assente; IntKdumone alia riceroa semiologica 
Milán, Bompiani, 1968, 3? ed. (Hay traducción casteHana). 
17 
„ yiüi i , 
sofía" de Lévi-Strauss que el estmcturalismo semiológico no 
hizo sino heredar. Eco analiza cuidadosamente ciertos temas 
del estructuraiismo como método: la definición de ia estruc-
tura, su no pertenencia al orden empírico, su carácter de 
sistema cuya cohesión interna se reveía al estudie de las 
transformaciones que descubren propiedades similares en sis-
temas diferentes. Aborda luego la pregunta sobre la univer-
salidad de ias estructuras, cuestión sobre la que Lévi-Strauss 
también se interroga y responde afirmativamente. 
De allí Eco pasa a interrogarse sobre si esta universalidad 
es atributo de la estructura considerada como categoría del 
conocimiento o de la estructura como propiedad de lo real. 
Cómo se responda a esta pregunta, que en general es sosla-
yada por el estmcturalismo, es decisivo. 
"En este punto —afirma Eco— entra en la escena de la 
reflexión estructural un personaje que ninguna metodología 
hubiera aceptado jamás porque pertenece al universo de la 
filosofía especulativa: el Espíritu Humano. [ . . . ] En verdad, 
los modelos estructurales habían aparecido como cómodas 
verdades de razón, útiles para hablar de modo homogéneo 
acerca de fenómenos diferentes. Pero, ¿qué fundaba la univer-
salidad de estas verdades de razón? Evidentemente, una suer-
te de isomorfismo entre las leyes del pensamiento que inves-
tí; tiga y las de las conductas investigadas [ . . . ] . ¿Qué sig-
nifica entonces estudiar los mitos? Significa individualizar 
un sistema de transformaciones de mito a mito que demuestre 
cómo en cada uno de ellos se vuelven a recorrer algunos cami-
nos fundamentales de pensamiento, sépanlo o no los construc-
tores de mitos. Sea lo que fuere lo que los mitos pretenden 
contar, ellos sólo repiten la misma historia. Y esa historia es 
la exposición de las leyes del espíritu sobre las que los mitos 
se basan. No es el hombre quien piensa los mitos, sino qu*3 
ios mitos piensan a los hombres; mejor aún: en el iusgo de 
posibles transformaciones recíprocas, los mitos se piensan 
entre sí".'3 
Una tendencia muy fuerte- -Jet pensamiento actual —desde 
la sociología al marxismo y el psicoanálisis— está contenida 
en las tesis que Eco critica. El idealismo filosófico enuna 
versión que, como otras veces antes en su historia, invoca a 
la ciencia, acecha a los estructuralismos. Sin embargo, en la 
actualidad, la polémica parece haberse aquietado. Desde 
el propio campo del estructuraiismo se oyen voces de crí-
13 u. Eco, op. ctt., p-ág. 295-6. Véase, en general, todo e| capitulo 
titulado "Seconda oscillazione: realtá ortológica o modeílo operativo" 
pág 285 y sigs. 
18 
tica: Roland Barthes juzga con casi irónica distancia su mi-
lltancía de los últimos diez años; en antropología las aguas 
quieren volver a su curso y dar un descanso a esa disciplina 
que de pronto se convirtió en vedette; los destacamentos 
más vanguardistas —como el grupo reunido en torno de la 
revista Tel Quel— son vapuleados por otros estructuralistas 
o ex estructuralistas. Hoy, casi podría decirse, nadie quiere 
reconocerse como tal. Queda en pie, no obstante, además 
de algunos agudos análisis concretos, el efecto revulsivo que 
sobre zonas de las ciencias humanas, la teoría de la comu-
nicación, la semiología, operó el análisis estructural de los 
años sesenta. 
Silvia Niccolini 
19 
Selección de textos 
Elíseo Verón 
El análisis estructural 
en Ciencias Sociales 
En la actualidad, e! empleo del término "estructura" es 
lan frecuente en las más diversas disciplinas, que una 
oncuesta de los usos, resultaría una tarea enorme y poco 
económica. En buena parte de los casos su empleo responde 
más a ciertas vagas necesidades psicológicas (entre ellas la 
moda) que al uso consciente de un término para denotar 
cierta clase de entidades con relativa precisión. "Estructura", 
"sistema", "totalidad", "configuración", son conceptos inter-
cambiables para muchos autores. Analizaremos aquí algunos 
aspectos generales del ¡¡amado "método estructural", que es 
uno de los enfoques en ciencias sociales donde el concepto 
de estructura resulta relativamente unívoco y determina 
principios de análisis generalizabas. 
1. Teoría de la comunicación 
y el concepto de estructura 
Distinguiremos, en primer lugar, entre "estructura" y "mo-
delo de estructura" o "modelo estructural". Designaremos 
como estructura una entidad objetiva, un objeto de la realidad 
social, y como "modelo estructural" la construcción concep-
tual (en el plano del lenguaje científico)' elaborada con el 
fin de servir de instrumento para detectar o recortar, en lo 
real, una estructura. Cuando el interpretante o prototipo de 
' Salvo aclaración explíci ta, emplearemos en este capítu'o e! término 
"mode lo" en e1! plano de la conceptualización científica. En un sentido 
más amplio, cabría utilizarlo con referencia a otra conceptualización, 
y hablar entonces, por ejemplo, de las ideologías como "mode los" que 
ciertos grupos elaboran de las estructuras sociales. Lévi-Sírauss (El pen-
samiento salvaje, México, FC'E, 1964, cap. 15) emplea el término sin ma-
yores aclaraciones en ambos sentidos. Su distinción entre modelos "cons-
cientes" e "Inconscientes" (ibld, pp. 253-54) incluye los dos sentidos a 
la vez puesto que eii carácter consciente o inconsciente del modelo se 
refiere a los grupos sociales, y un modelo que es inconsciente para los 
miembros de un grupo social dado, puede ser precisamente aquel que 
reconstruye el investigador que estudia dicho grupo. 
21 
un modelo dado es una estructura, llamamos a este modelo 
estructural. 
Parece posible distinguir dos líneas o perspectivas, 
asociadas a dos empleos bastante distintos de "estructura". 
Esta diferencia se manifiesta al precisar qué tipo de modelo 
estructural construyen una y otra. La primera corresponde a 
una tradición que podríamos llamar físico-organicista de la 
estructura y se caracteriza por elaborar modelos energéf/cos; 
en ella desempeña un papel importante la influencia de las 
ciencias biológicas, por intermedio sobre todo de la noción 
de organismo. La segunda deriva de la teoría lingüística 
contemporánea. Se halla al mismo tiempo estrechamente aso-
ciada —a posteriori— con el desarrollo de la teoría de la 
comunicación, y llamaremos a sus modelos informacionales. 
Distinguimos entonces, en resumen, dos denotaciones de es-
tructura: 1) una entidad que ha sido determinada mediante 
la aplicación de un modelo energético; 2) una entidad que 
ha sido determinada mediante la aplicación de un modelo de 
comunicación. Más allá de esta diferencia, el concepto de es-
tructura denota por lo general —referido tanto a un sistema 
energético como a un sistema de comunicación— el aspecto 
relaciona! del sistema. 
En un modelo energético, los elementos componentes del 
sistema son representados en el modelo por variables sus-
ceptibles de ser caracterizadas por una variación cuantitativa 
entre límites localizables sobre una escala numérica. Cada 
variable admite entonces una serie de valores, entre un má-
ximo y un mínimo. Esto vale también para las relaciones. Ge-
neralmente, éstas se enuncian como variaciones en los valores 
de una variable, asociadas a variaciones en los valores de 
otra u otras variables. Estos modelos comprenden conceptos 
tales como fuerza, tensión, atracción, rechazo, equilibrio y 
desequilibrio, guanta de energía, etc. Todas estas varia-
bles pueden integrar relaciones causales. A veces se com-
binan metáforas de sistemas mecánicos, eléctricos o termo-
dinámicos, con conceptos biológicos tales como adaptación 
y homeostasis. Es un ¿aso típico el de los modelos de la 
corriente funcionalista en sociología, representada por Ma-
linowski, Parsons, Merton, Levy y muchos otros. Ejemplos 
obvios son el de la teoría del campo de Kurt Lewin y la es-
tructura de la personalidad en el psicoanálisis. En esta pers-
pectiva, entonces, los modelos que se emplean en ciencias 
sociales para determinar estructuras son extraídos (implícita 
o explícitamente) de las ciencias físicas o biológicas y la 
estructura es una metáfora de las relaciones de un sistema 
físico u orgánico. El carácter de totalidad atribuido a la en^ 
22 
ildad así descrita y algunas de las reglas sobre el comporta-
miento de la misma (por ejemplo, el clásico principio de que 
una modificación en un sector del sistema afecta a ¡a tota-
lidad y que ésta, en tanto es estructurada, no puede ser obte-
nida por la suma de sus partes componentes)' intentan tra-
ducir la intuición según la cual el sistema posee mecanismos 
de regulación que lo asemejan al organismo vivo.3 
Un modelo estructural de procesos de comunicación, en 
cambio, enuncia las relaciones síntáctico-semánticas del sis-
lema. Estas relaciones no pueden expresarse en términos 
©nergéticos ni cabe interpretarlas, pc,r se, como relaciones 
de causalidad. En cuanto a los valores atribuibles a estas 
variables, si bien muchos lingüistas y teóricos de ¡a comu-
nicación ponen en duda que todo código deba ser necesa-
riamente binario, la lógica bivalente parece proporcionar el 
lenguaje más adecuado y económico para enunciar dichas 
relaciones. 
El estudio del código y de las reglas de combinación para 
la composición de los mensajes constituye, de acuerdo con la 
Clasificación elaborada por Morris ' y por Carnaps el campo 
de la sintáctica; si el estudio incluye consideraciones acerca 
del referente, se trata de la semántica; todo análisis que 
tome en consideración uno o más de ios restantes compo-
nentes del sistema de comunicación (fuente, destino, emisor, 
receptor o canal) forma parte de la pragmática. Los modelos 
Informacionales son modelos sintácticos, semánticos o prag-
máticos de un sistema de comunicaci¿n. En el llamado "es-
tructuralismo" el campo de la estructura corresponde a la 
ilntáctica y/o a la semántica. 
1 Véase E. Nagel, "Wholes, sums and organic uni ts" en G. Lerner 
(•d.), Parts and wholes, Glencoe, Free Press, 1963. 
> He aquí algunos ejemplos típicos de lo que denominamos "modelos 
•norgót icos" en ciencias humanas: 
"El esfuerzo represivo del sistema Ce no necesita ser tan grande como 
la energía de carga del síntoma, pues la intensidad de la represen-
Ilición se mide por la contracarga empleada,y el síntoma no se apoya 
lelamente en la contracarga, sino también en la carga instintiva con-
dvnsada en él y emanada del sistema Inc." (S. Freud, Obras completas, 
Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1948, voi. I, p. 1072). 
"Equi l ibr io es el principio por el cual un sistema tenderá a perma-
necer en un estado d a d o . . . a menos que, y hasta que, sea perturbado 
por alguna influencia exterior al sistema" (T. Parsons, "An approach to 
lycological theory in terms of the theory of act ion" , en S. Koch (ed ), 
lychology. The study of a scíence, Nueva York, McGraw-Hil l, 1959, 
WOl. 3, p. 631). 
"Tensión es un estado de una región, relativo ai estado de otra 
legión, e involucra ciertas fuerzas en los l imites de 1a región" (K. 
lowln, Principies ct topological psychotogy, Nueva York, McGraw-Hlil, 
1016, p. 175). 
' Ch. Morris, Signs, language and hehavior, Nueva York, Prentice-Hall, 
l(H6. (Hay trad. castellana). 
' R narnap, lntroduction to semantics, Cambridge, Harvard University 
Pross, 1946. 
23 
En todo sistema de comunicación pueden determinarse, en 
un nivel, procesos energéticos (los "trenes" de energía eléc-
trica en una computadora o los procesos acústicos en una 
comunicación verbal entre personas) y en otro plano, pro-
cesos de transmisión de información. Estos últimos definen 
al sistema como siendo de comunicación, y lo distinguen de 
otro tipo de sistemas. En todo sistema de comunicación están 
presentes una "infraestructura" energética y una "superes-
tructura" informacional6. En este sentido, dicha "superestruc-
tura" podría ser considerada como la "forma de la energía". 
Vale decir, sólo hay transmisión de información cuando la 
energía no se distribuye al azar en el canal. 
Desde el punto de vista pragmático (que corresponde al 
concepto saussuriano del "habla") un proceso de transmisión 
de información puede ser considerado como una serie tem-
poral de aconteceres de un cierto tipo (por ej., sonidos)". 
Estos hechos que tienen lugar en una secuencia no se pro-
ducen al azar, sino que manifiestan formas de organización, 
es decir regularidades. En un sistema de comunicación y para 
determinado tipo de aconteceres, el proceso de transmisión 
de información en un período de tiempo dado, supone una 
desviación sistemática con respecto al azar de dichos acon-
teceres. Esta desviación está determinada por 1) el código: 
no todo elemento que aparezca en un momento dado en el 
canal forma parte del sistema, sino sólo un cierto repertorio 
finito'; 2) las reglas de combinación de los elementos para la 
formación de los mensajes, es decir, la sintaxis. Estos elemen-
tos están asociados, por un conjunto de funciones, a los con-
tenidos semánticos transmisibles. Este es el campo de la 
estructura: los elementos (signos), definidos por sus relacio-
nes y las operaciones entre ellos que determinan la desvia-
ción con respecto al azar de la serie temporal de aconteceres 
(sonidos vocalizados por el aparato fonador, por ejemplo), y 
explican los mensajes transmitidos. Todo aquello que, en la 
serie temporal, se produce al azar, lo llamamos "ruido". La 
determinación de la estructura es, pues, el procedimiento 
para comprender las regularidades de una serie informacional 
de aconteceres. Así, los hechos concretos del "habla" —para 
emplear la terminología de Saussure— se explican por el 
"sistema de la lengua". 
6 Cf. para este punto, G. G. Granger, Pensée formelle et sciences de 
l'homme, París, Montaigne, 1962 y J. Zeman, "Conception 'materialista et 
conoeptlon idéaliste de la notlon d' lnformation", Recherches Internatlo-
»a/es, V (29); 98-104 (1962). 
7 Ct. N. Wiener, Cytfernetics of control and communicatlon in the 
human and the machine, Nueva York, MiT & Wiley, 2da. edición, 1961, 
pp. 8-9. 
24 
De aquí en adelante hablaremos entonces de "estructura" 
pura designar una entidad delimitada mediante la aplicación 
do un modelo destinado a determinar los aspectos sintáctico-
uemánticos de un sistema de comunicación, con el ,fin de 
comprender la naturaleza de los mensajes resultantes.e 
2. Saussure: antecedentes del método 
estructural y programa de la semiología 
Al distinguir, dentro de los "hechos de lenguaje", lengua 
y habla {langue y parole) y al hacer de la primera el objeto 
iocial por excelencia de la lingüística, Saussure se constituyó 
•n uno de los fundadores del estructuralismo en ciencias so-
Clnles. Al mismo tiempo, su concepto del "sistema de la 
l ingua" comprende la primera elaboración de un modeio 
•Structural adecuado a un objeto —la lengua— que es una 
estructura. 
El Cours nos muestra con claridad el proceso que lleva 
dul fenómeno social considerado en su aspecto más inme-
diato o fenoménico (lenguaje), al descubrimiento de la estruc-
tura (la lengua). Para lo que aquí nos interesa, la aportación 
do Saussure puede considerarse en los siguientes puntos: 
1) La unidad constitutiva de la lengua es el signo. Esta es 
In entidad lingüística que sólo existe "por la asociación del 
significante y el significado"; "cuando se retiene uno solo de 
natos elementos, ella se desvanece" °. 
2) El sistema de la lengua es un sistema de signos. Este 
Hlstema está, pues, constituido por entidades puramente rela-
ciónales: cada signo no es más que una función que se esta-
blece entre dos órdenes (del significante, gráfico o acústico) 
y del significado (conceptual). Si se imaginaran estos órdenes 
"antes" del sistema de funciones en que consiste una lengua, 
nólo se los podría concebir como carentes de forma: sería 
Imposible distinguir unidades dentro del continuo acústico o 
" Los lingüistas, por ejemplo, tratan de construir mode'os que permitan 
tUtriucir ¡as formas "correctas de los mensajes que pueden emitirse en 
In lengua considerada y llenado el caso, que permitan la construcción 
ilo máquinas que puedan producir mensajes "correctos" . La sintaxis es 
ttl estudio de los principios y procesos mediante los cuales se constru-
vni las proposiciones en lenguajes particulares. La Investigación sintác-
llcn de una lengua dada, tiene por ^nal idad la construcción de una 
(irnmática que pueda ser entendida como un dispositivo de cierto tipo 
iliistinado a producir las proposiciones dei lenguaje que se analiza". (N. 
Cliornskv. Syntatic structwes, S-Gravenhage, Mouton & Co, 1957, p, 11). 
' F. de Saussure, Cours de linguistique genérale, París, Payot, 49 edi-
(ilón, 1949, p. 144. (Hay trad. castellana)". 
25 
MMt 
conceptual. El sistema de signos es el sistema de segmenta-
ción correlativa de ambos órdenes, de modo de obtener ele-
mentos combinables, 
3) La asociación significante ,/ significado en un signo par-
ticular es arbitraria, esto es, no existe ninguna conexión 
natural entre significante y significado. La necesidad sólo 
aparece al nivel del sistema. 
4) Hay dos dimensiones relacionadas en el sistema de la 
lengua: una "vertical", entre Se y So, que denominamos ordi-
nariamente significación; ésta es la relación entre los dos 
órdenes. Pero existe al mismo tiempo una dimensión "hori-
zontal", al nivel de cada uno de los órdenes, por la cual cada 
unidad significante y cada unidad de significado se deter-
mina exclusivamente por diferencia con respecto a las restan-
tes unidades en cada plano: la lengua aparece así como un 
sistema de diferencias. Esta dimensión "horizontal" es lo que 
Saussure llama valor. El valor no se confunde, pues, con la 
significación. "Puesto que no hay imagen vocal que responda 
más que otra a aquello que tiene a su cargo decir, es evi-
dente, incluso a priori, que jamás un fragmento de lengua 
podrá estar fundado sobre otra cosa, en último análisis, que 
sobre la coincidencia con el resto". "Arbitrario y diferencial 
son dos cualidades correlativas" '°. El signo puede represen-
tarse, empleando los clásicos gráficos de Saussurs, de la 
manera e,guíente; 
\r?\ 
10 F de Saussure, op. clt., p. 163. 
26 
Esta dimensión vertical es la única operante en la noción 
tradicional de símbolo, definido como una relación no con-vencional entre Se y So. La "conciencia paradigmática" 
como ha llamado Barthes a la perspectiva estructuralista en 
contraste con la "conciencia simbólica" " pondría en cambio 
do manifiesto la estructura de un sistema de signos, es 
decir, de unidades constituidas cada una por una relación 
arbitraria. Aparece entonces un sistema de relaciones, que 
podemos expresar en e! siguiente repertorio canónico de 
permutaciones, para un sistema mínimo de dos signos: 
So 
Se! 
Se! 
Se, 
: So, 
: Se, 
: So,. 
Se2 
Soi 
Se2 
: So2 
: So2 
: Sox 
Esta concepción de la lengua como un sistema de diferen-
clíis, cuyas unidades son en consecuencia formas y no sus-
tancias, es el núcleo histórico del estructuralismo. El principio 
diferencial vale tanto para el plano del significante ("aspecto 
materia!", er la terminología de Saussure) como para el del 
Klgníficado ("aspecto conceptual") —aspectos ambos que ma-
nifiestan la "realidad puramente negativa" de las unidades del 
•Istema— como asimismo para la totalidad del signo, función 
«ntre ambos órdenes y "único hecho positivo" del sistema 
do la lengua. "En la lengua, como en todo sistema semioló-
glco, lo que distingue a un signo, he aquí todo lo que lo 
constituye"." 
11 R. Barihos. "'L'imaginatian du signe". Argumento 6 (27"28) : 118-120 
11982). 
11 F. do Saussure, op. clt.. p. 168. El subrayado os mío. 
27 
Saussure extiende en efecto estas características, que nos-
otros podemos considerar propias de una estructura, a todo 
sistema de signos además de la lengua, con lo cual no sólo 
contribuyó a formular el primer análisis estructural en las 
ciencias sociales, sino además a anticipar el programa que 
posteriormente ha desarrollado, entre otros, Claude Lévi-
Strauss. Este ha recordado el famoso párrafo de Saussure 
en el cual se enuncia el campo de una ciencia en aquel mo-
mento inexistente: "La lengua es un sistema de signos que 
expresan ideas y comparable por ello a la escritura, al alfa-
beto de los sordomudos, los ritos simbólicos, las formas de 
cortesía, las señales militares, etc. Ella es tan sólo el más 
importante de dichos sistemas". 
"Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida 
de los signos en el seno de la vida social ( . . . ) ; la llamare-
mos semiología (del griego semeion, 'signo'). Nos enseñaría 
en qué consisten los signos, qué leyes los regulan. Puesto 
que no existe todavía, no puede decirse lo que será; pero 
tiene derecho a la existencia y su lugar está determinado 
por anticipado. La lingüística es sólo una parte de esta cien-
cia general, las leyes que descubrirá la semiología serán 
aplicables a la lingüística y ésta se encontrará así conectada 
con un dominio bien definido en. el conjunto de los hechos 
humanos".13 
Sin duda la tradición saussuriana encierra, en germen, una 
fuerte tendencia a la "reificación" de las estructuras, que 
puede llevar a considerarlas como objetos existentes con inde-
pendencia tanto de los procesos concretos de comunicación 
como de la reflexión (científica o no, individual o social) sobre 
dichos procesos. No debe olvidarse sin embargo que las es-
tructuras, como "objetos sociales", son "redes de relaciones" 
que tienen dos tipos de existencia, ambos inseparables de! 
ejercicio de alguna praxis: 1) un tipo de existencia "inma-
nente" o "latente", en las relaciones sociales de comunica-
ción (la lengua sólo existe en la actualización empírica de 
los innumerables actos de habla); 2) un tipo de existencia 
"explicitada", en la medida en que la conceptualización en 
el seno de alguna praxis social, científica o extracientífica • 
enuncia dictios sistemas de relaciones, en cuanto tales, en 
un modelo. 
v' Ibld., p. 33. 
28 
3. Acción y comunicación 
En la sociología contemporánea —sobre todo en la co-
rriente funcionaiista— predominan los modelos energéticos. 
El análisis de la acción social parece exigir la intervención de 
una conceptualización "energética" del hecho social. Uno 
de los ejemplos más típicos es el modelo general de todo 
"sistema de acción" y ei paradigma de los "problemas fun-
cionales" de tal sistema, elaborados por Parsons, en los cua-
les desempeña un papel fundamental la ¡dea organicista de 
homeostasis. Por otro lado, en cambio, la conciencia progre-
siva de que la dimensión cultural de la acción social exige 
la elaboración de modelos de otro género y no admite una 
conceptualización "energética" es obra, en gran medida, del 
llamado "estructuralismo" y se inicia con los notables pro-
gresos de ¡a lingüística contemporánea, que actualmente se 
Incorporan a la teoría de la comunicación derivada de la tec-
nología del control y el análisis de los sistemas de informa-
ción. Con todo, el problema fundamental de ¡a relación entre 
procesos de acción y procesos de comunicación —contenido 
en la distinción de Wiener entre energía e información— fue 
ya planteado por varios de los sociólogos que elaboraron las 
bases teóricas de la sociología contemporánea, particular-
mente por George H. Mead." 
La preocupación principal de Mead es comprender cómo 
la significación se incorpora a la interacción para dar eri-
gen al hecho humano social: la acción se vuelve social en la 
medida en que la relación estímulo-respuesta ec mediatizada 
por el fenómeno del sentido, a través del aprendizaje. ! i En 
las ciencias sociales de los paísos anglosajones, ¡a preocu-
pación predominante ha sido el problema de la génesis del 
sentido, y las contribuciones más importarles para su solu-
ción se ubican en el contexto del conductlsmo. La tradición 
europea continental particularmente la de la sociología fran-
cesa, preocupada más por la "Gasificación" del hecho social 
en cuanto tal, que por referir lo social al plano de! compor-
tamiento, ha asimilado más rápidamente la perspectiva de la 
lingüística estructural. De ahí que sea en el contexto de ía so-
ciología francesa donde se ha manifestado más claramente lo 
que podernos llamar las leyes de los fenómenos semiológicos 
,4 Se observará que la prolongación de los análisis de Mead en ¡a 
nbra de Charles Morris permaneoió ajena a los desarrollos de la 
lingüistica estructural. 
15 Para el problema del aprendizaje, cf. E. Verón "Comunicación y 
trastornos mentales: el aprendizaje de estructuras", Acta Psiquiét. Pslcol. 
Amér. t a i . , 10 (2) : 77-65. 
••' 
29 
considerados como sistemas ya constituidos, susceptibles de 
un análisis estructural en el plano sincrónico. 
El análisis lingüístico ha sido de esta manera tomado como 
modelo para comprender la naturaleza de la dimensión sig-
nificante de los hechos sociales. Más allá del lenguaje y de 
los productos con él construidos, que integran la comunica-
ción social de mensajes lingüísticos (lo cual en parte corres-
ponde al orden de la superestructura, que Lévi-Strauss llama 
de las "estructuras concebidas"), los restantes sistemas se-
miológicos o bien están asociados a la afectividad bajo la 
forma de sistemas de valores o preferencias, o bien están 
asociados á las regularidades de la acción, pero en cualquier 
caso sólo existen empíricamente bajo la forma de sistemas 
de operaciones de conducta. A partir del principio según el 
cual una unidad semiológica se constituye por diferencia, es 
decir, sólo incorporada a un campo sintáctico-semántico, 
el análisis estructural se preocupa por enunciar los principios 
metodológicos para el estudio riguroso de estas estructuras, 
fenómenos socio-culturales por excelencia. El análisis estruc-
tural se presenta, pues, como el instrumento para comprender 
aquellos hechos q je la existencia social "ha impregnado de 
significación" según la expresión de Lévi-Strauss 16. Esta frase, 
un tanto vaga, puede ser traducida en una fórmula más pre-
cisa: el fenómeno del sentido es la expresión misma del 
carácter social de la conducta. 
Desde este punto de vista metodológico, lo esencial es 
tomar en cuen*ci con todo rigor que si bien en los modelos 
energéticos las relaciones entre variables son interpretables 
en términos de causalidad,esta categoría es inaplicable a los 
sistemas semiológicos per se: los modelos estructurales de 
un sistema de comunicación sólo comprenden relaciones 
lógicas." 
Por una parte, ello permite evitar el error, cometido con 
frecuencia, de aplicar conceptos energéticos a la dimensión 
semiológica o cultural de la acción social; por otra pone en 
evidencia, con toda claridad, que ninguna explicación causal 
puede ser puramente estructural. Si no se diferencian con 
claridad, en la acción social, los procesos conceptualizados 
energéticamente y los procesos de información, ello puede 
llegar a ubicar las variables independientes en el plano de 
" C. Lévi-Strauss, "Lecon, inaugúrale" en la cátedra de Antropología 
Social del Collége de France. Reproducida como introducción en la 
Antropología estructural, Bs. As., Eudeba, 'XS. 
17 C . la distinción entre relaciones de caisalidad y relaciones de 
Implicación en 'Piaget, introducthit é l'Eptstéwilogie génétique, París, 
Presses Universitaires de France, 1950, vol. 3, ;i. 129-272, a propósito 
de la explicación en psicología y sociología. 
30 
los sistemas semiológicos, en forma explícita o implícita. Así, 
por ejemplo, en la teoría de Parsons, rotulada paradójicamente 
"teoría de la acción", predomina la explicación de la con-
ducta por ios sistemas de ideas y valores, y éstos parecen 
adquirir por momentos más realidad que la conducta misma. 
Una delimitación rigurosa de los sistemas semiológicos defi-
ní ios por operaciones formales que en última instancia co-
rresponden a la lógica, pone de manifiesto que no tiene 
sentido atribuir a esos sistemas, per se, efectividad causal 
alguna, salvo en la medida en que las estructuras se hallen 
incorporadas, como sistemas latentes de relaciones, a confi- ( 
guraciones de conducta. Y en este caso, a menos de asumir 
explícitamente una hipótesis espiritualista, ninguna explicación 
causal de esta inmanencia en la conducta de un sistema de 
sentido, puede tomar a éste último como variable inde-
pendiente. ,8 
La autonomía relativa que los "sistemas de significación" 
parecen adquirir en una perspectiva estructuralista debe ser, 
pues, cuidadosamente interpretada. Por una parte, ella hace 
posible la elaboración y aplicación de modelos que admiten, 
con resultados positivos —como se ha visto claramente en la 
sociología del parentesco— axiomatización y formalizáción. 
En segundo lugar su carácter de modelos que sólo contienen 
relaciones de implicación ••—para emplear la terminología de 
Piaget— pone de manifiesto el plano donde realmente apa-
rece la causalidad sociológica: en la convergencia de la 
acción y la información, convergencia que remite a su vez, 
para ser explicada —a falta de otro plano que pueda ser 
aceptado en una perspectiva científica— a las "bases ma-
teriales de la sociedad", vale decir a la praxis social. En 
tercer lugar, a la vez que proporciona un método para eí 
análisis de los fenómenos que Marx llamó de la superestruc-
tura, ofrece por esta misma razón un instrumento para ela-
borar una teoría rigurosa de la relación entre infraestructura 
y superestructura. El concepto de estructura parece ofrecer, 
indirectamente, un medio de poner de manifiesto toda forma 
de idealismo sociológico y al mismo tiempo la posibilidad de 
eliminar todas las versiones ingenuas de un determinis-
mo lineal. 
Yo diría que la explicación sociológica, desde este punto 
de vista, comprende dos momentos. El primer momento nos 
" Buena parte de los análisis sociológicos, sobre todo los de la 
tradición funcionallsta, puede tal vez reducirse a un modelo extrema-
damente simple: "los miembros de tal grupo social hacen tal o cual 
cosa, porque las normas ¡nstitlolonalizadas en dicno grupo son tales y 
cuales". 
31 
lleva del comportamiento empíricamente observable a las 
estructuras; el segundo debe dar cuenta de la relación entre 
áqué! y éstas, y nos conduce entonces de la acción social 
a ía praxis material. No debe creerse que el primer mo-
mento coincide con la habitual "explicación por las normas": 
el sentido que los actores atribuyen a sus conductas sociales 
(asociado a un sentimiento de obligación), sentido que puede 
o no estar institucionalizado en un cuerpo normativo, no nece-
sariamente coincide con el "sentido" de esas conductas reve-
lado por la determinación de la estructura. 
En el plano psicológico, las investigaciones del Centro de 
Epistemología Genética de Piaget parecen proporcionarnos 
algunas indicaciones acerca de por qué, desde un punto de 
vista general, hay relaciones de ¡somorfismo entre las opera-
ciones lógicas y la acción práctica del organismo, en el pro-
ceso de manipulación y transacción con el medio ambiente 
material. Y aunque la relación entre infraestructura y super-
estructura tal vez pueda entenderse como relación de signi-
ficación " la lingüística contemporánea nos ha enseñado que 
estas relaciones son mucho más complejas de lo que puede 
imaginar cualquier teoría determinista ingenua. 
Con igual cautela debe analizarse el problema de los alcan-
ces del método estructural en sociología. Me limitaré, en este 
sentido, a unas pocas observaciones que creo fundamentales. 
En primer lugar, corno lo señalamos, ¡a lingüística propor-
ciona los modelos para el análisis sistemático de una sucesión 
de hechos empíricos en la medida en que estos hechos pue-
den conceptuallzarse como procesos de transmisión de Infor-
mación. Ahora bien, debe observarse que aun si nos limitamos 
al lenguaje verbal en la serie auditiva, el grado de determi-
nación con que un comportamiento cualquiera se ajusta al 
modelo de la lengua es variable: el comportamiento lingüístico 
verbal encierra varios niveles de determinación. El deterni-
nismo es máximo en el plano de la infraestructura material 
constituida por las unidades fonológicas, y decrece a medida 
que pasamos a unidades "más grandes", que comprenden 
estructuras sintácticas complejas y están, ya, asociadas a 
significados. Esto quiere decir que, desde el punto de vista 
sintáctico, la libertad del usuario aumenta, a medida que 
ascendemos en los niveles de complejidad de las unidades '°. 
Con respecto a este problema, la consideración esencial con-
siste en observar que el "coeficiente de indeterminación" de 
la conducta comunícacíonal con respecto a las restricciones 
" R. Barthes, Seminario, Éoole Pratique des Hautes Études, 1962-63, 
20 R. Jakobson y M. Hall'le, Fundamentáis of language, S-Gravenhage| 
Mouton & Co., 1956. (Hay trad. castellana). 
32 
enunciadas en el modelo del sistema es un valor siempre 
relativo, y no absoluto. En ol caso de la conducta verbal, la 
libertad del usuario aumenta en razón directa de la comple-
jidad de las unidades desde el punto de vista sintáctico, pero 
tal vez la misma conducta, "indeterminada" con respecto al 
modelo de la sintaxis, pueda resultar "determinada" si cons-
truimos un modelo, no ya de las restricciones sintácticas, sino 
de restricciones semánticas2'. Afirmar que los índices de 
probabilidad que podemos atribuir a la aparición de ciertas 
unidades o combinaciones en secuencias comunicacionales 
dadas, es relativo al nivel de análisis de que se trata (i. e., 
ni tipo y grado de complejidad de las unidades), es enunciar, 
de otra manera, el principio metodológico del "determinismo" 
M su vez estrechamente vinculado al principio según el cual 
un la comunicación humana no hay ruido absoluto. M 
Este problema es pertinente con respecto a la cuestión de 
la posibilidad de aplicar el análisis estructural a fenómenos 
de las "sociedades industriales". Con toda legitimidad, las 
limitaciones de un modelo determinista o mecánico aplicado 
a estas sociedades pueden parecer mucho mayores que en 
las sociedades reducidas que estudia el antropólogo (que 
es quien, predominantemente, emplea modelos mecánicos). 
Lo dicho antes permite sugerir que esta cuestión no debe 
plantearse en términos de posibilidad o Imposibilidad abso-
luta, sino en términos relativos. Por un lado, la distinciónentre modelos mecánicos y estadísticos no es irreductible". 
I os primeros corresponderían a los modelos estructurales en 
ol sentido definido en este trabajo, es decir, aquellos en los 
cuales las relaciones enunciadas tienen una probabilidad 
Igual a 1. En los segundos, las relaciones tienen siempre una 
probabilidad inferior a uno. Pero como acaba de señalarse, 
todo modelo mecánico supone áreas de indeterminación, que 
lo son con referencia al nivel de análisis para el que ha sido 
construido el modelo. 
Podemos tratar de formular de otra manera lo que se acaba 
de indicar. El fundamento de este coeficiente relativo de inde-
terminación de la conducta, con respecto a un cierto modelo 
del sistema de comunicación, es el hecho de que cualquier 
comportamiento comunicacional en una situación social con-
creta integra una multitud de sistemas semiológicos que ope-
ran simultáneamente. Toda conducta social resulta de la 
" Que es el tipo de modelos que busca construir Lévi-Sírauss. 
'" fí. E. Pittenger, Ch. Hockett y J. J . Danehy, The iirst five minutes. 
A sample of microscopio interview anatysís, Nueva York, Paul Martineau, 
1060, pp. 232-234 y 239-240. 
'" C. Lévl-Strauss, Antropología estructural, cit., p. 271. 
33 
convergencia de una multitud de campos semánticos. De esto 
resulta que, para cualquier nivel de análisis en que nos coló* 
quemos, se tratará siempre de combinar modeles mecánicos 
y estadísticos. 
Sea como fuere, en la medida en que el método efectiva- • 
mente se adapta a las características propias de los sistemas ¡ 
semiológicos, ha de permitir un enfoque más riguroso —sus-
ceptible de formalización— de la acción social como proceso 
de comunicación. Al mismo tiempo, puede aclarar el uso de 
las varias técnicas existentes, aplicadas al estudio de los ma-
teriales lingüísticos, técnicas que —cerno el análisis de con-
tenido o la categorización de entrevistas— tratan de siste-
matizar dk nos materiales. Al usar estos instrumentos, emplear 
un análisis estadístico sin hacer intervenir, en algún plano, un 
modelo mecánico de la estructura, sería olvidar que dichos 
materiales son fragmentos de un campo semántico que en 
cada caso es preciso descubrir. 
(1963) 
[De: E. Verón, Conducta, estructura y comunicación, Buenos Aires, 
Editorial Tiempo Contemporáneo, 1972. La Editorial Tiempo Contempo-
ráneo ha autorizado gentilmente la reproducción de este texto-] 
84 
Claude Lévi-Strauss * 
La estructura y la forma 
(Reflexiones sobre la obra 
de Vladimir Propp) 
A menudo se suele acusar de formalistas a los partidarios 
del análisis estructural tanto en lingüística como en antro-
pología. Pero esto significa olvidar que el formalismo existe 
nomo una doctrina independiente, de la cual se aparta el 
astructuralísmo, aunque sin renegar de su deuda en razón 
de las actitudes bien diferenciadas que ambas escuelas adop-
tan con respecto a lo concreto. Al contrario del formalismo, 
ni estructuralismo se niega a oponer lo concreto a lo abstracto 
y a conceder a éste último un valor privilegiado. La forma 
no define por oposición a una materia que le es extraña; pero 
In estructura no tiene, an contenido distinto: es el contenido 
mismo, aprehendido en una organización lógica concebida 
como propiedad de lo real. 
La diferencia merece profundizarse mediante un ejemplo, 
f'.n la actualidad nos es posible hacerlo gracias a ¡a publiea-
r.lón, en traducción inglesa, de una obra ya antigua de Viadi-
nilr Propp, cuyo pensamiento tuvo muchos puntos de contacto 
ion el de h eocueia formalista rusa durante su breve período 
«lo expansión, aproximadamente de 1915 a 1930.' 
Svatava Pkkova-Jakobson, autora de la introducción, <sl 
irnductor, Laurence Scott y el Research Center de la Univer-
* Claude Lévi-Strauss nació en Bélgica en 1908. Estudió en la Unf-
vnrslldad de París. En 1934 viajó a Brasil, donde se desempeñó como 
luofosor de sociología en la Universidad de San Pat io. Su primer trat¿a|o 
fiulue antropología apareció en 1936; su tema es la organización social 
do los. Indios Bororo. En 1938 y 1939 realizó extensas investigaciones de 
nnmpo en Brasil. En 1941 se trasladó a Nueva York para trabajar en 
In New School of Social Research. En 1949 sa publicó en Francia su 
Ktiwcttiras elementales del parentesco y, desde 1950, es director du 
«•ludios en la Ecole Pratique des Hautes Etudes de lia Universidad de 
Porls. En 1950 apareció la Antropología estructural. Un año más tarde, 
I óvl-S¡rauss asumió la cátedra de Antropología Social en o! Collego 
d» Franca. En 1962 apareció El pensamiento sálvale. De 1964 en ade-
lanta se suceden periódicamente sus volúmenes de las Mitológicas. Ha 
MClbido en 1968 la más alta dist inción cientí f ica d e Francia: la ¡medaMa 
d« oro del Centre National de la Reeherehe Scliontlfique. 
1 V. Propp, "Morphology of the Folktale", parte I I I , en International 
Juvrnal ol American Unguistlcs, vol. 24, N? 4 f octubre de 1958. Publl-
eallon Ten oí the Indiana Unlverslty Research Center In Anthropology, 
4Í 35 
sidad de Indiana prestaron un inmenso servicio a las ciencias 
humanas al publicar en una lengua accesible a nuevos lec-
tores una obra casi completamente olvidada. En efecto, en el 
año 1928, fecha de la edición rusa, la escuela formalista se 
hallaba en plena crisis, oficialmente condenada en Rusia y 
sin comunicación alguna con el exterior. En sus obras siguien-
tes, Propp mismo habría de abandonar el formalismo y el 
análisis morfológico para dedicarse a investigaciones histó-
ricas y comparativas sobre las relaciones de la literatura oral 
con los mitos, los ritos y las instituciones. 
Sin embargo, el mensaje de la escuela formalista rusa no 
habría de perderse. En Europa, el Círculo Lingüístico de Pra-
ga ya desde el principio lo había recogido y difundido; a 
partir de 1940, aproximadamente, la influencia personal y la 
enseñanza de Román Jakobson lo hicieron conocer en Esta-
dos Unidos. No es mi propósito insinuar que la lingüística 
estructural y el estructuralismo moderno (en el seno de la 
lingüística y fuera de ella) no son más que una prolongación 
del formalismo ruso. Como ya dije, ambos se distinguen de 
éste por la convicción de que, si bien un poco de estructu-
ralismo aleja de lo concreto, mucho estructuralismo recon-
duce a lo concreto. Sin embargo —y aunque su doctrina no 
pueda de ningún modo denominarse "formalista"— Román 
Jakobson no perdió de vista el papel histórico de la escuela 
rusa y su importancia intrínseca. Al exponer ios antecedentes 
del estructuralismo siempre le reservó un lugar privilegiado. 
Quienes lo escucharon con posterioridad a 1940 han quedado 
indirectamente marcados por esa lejana influencia. Si, como 
escribe Pirkova-Jakobson, el autor de estas líneas parece 
haber "aplicado y desarrollado el método de Propp" (p. Vil), 
no puede haberlo hecho de manera consciente, ya que el 
libro de Propp le fue inaccesible hasta la publicación de dicha 
traducción. Pero, por intermedio de Román Jakobson, le había 
llegado parte de su sustancia y de su inspiración. 
Es de temer sin embargo que, aun hoy en día, la forma en 
que ha aparecido la traducción inglesa no facilite la difusión 
de las ¡deas de Propp. Agrego que su lectura se hace engo-
rrosa por las erratas de imprenta y por oscuridades que tal 
vez existan en el original, aunque se diría que más bien pro-
ceden de la dificultad que tuvo el traductor para encontrar 
Folklore, and Ungustics, pp. X + 134, octubre de 1958. De Morfología 
del cuento popular hay traducción castellana. 
Sobre la escuela formalista rusa, véase V. ErNch, Russían Formallsm, 
Mouton & Co., La Haya, 1955 [hay traducción castellana]; B. Tomashevsky, 
"La nouvelle école á'histolre littéralre en Russie", en Revue des Études 
Slaves, V I I I , 1928. 
36 
ol equivalente exacto de la terminología del autor. No resulta 
pues inútil seguir la obra cuidadosamente intentando conden-
sar sus tesis y conclusiones. 
Propp comienza con una breve exposición histórica del 
problema. Los trabajossobre los cuentos populares consisten 
sobre todo en compilaciones de textos; los estudios sistemá-
ticos aún son escasos y rudimentarios. Para justificar esta 
situación algunos invocan la insuficiencia de los documentos; 
el autor rechaza esta explicación ya que, en todos los ctros 
ámbitos de! conocimiento, los problemas de descripción y de 
clasificación se plantearon muy pronto. Por otra parte, eso 
no impidió que se discutiera el origen de los cuentos popu-
lares, y sin embargo "sólo se puede hablar del origen de un 
fenómeno cualquiera una vez que ha sido descripto" (p. 4). 
Las clasificaciones corrientes (Miller, Wundt, Aarne, Vese-
lovsky) tienen una utilidad práctica: tropiezan con la misma 
objeción de que siempre es posible encontrar cuentos que 
correspondan a varias categorías. Y eso es cierto tanto si la 
clasificación considerada se funda en los tipos de cuentos, 
como si se basa en los femas que desarrollan. En efecto, la 
delimitación de los temas es arbitraria: no se inspira en un 
análisis real, sino en las intuiciones o en las posiciones teóri-
cas de cada autor (las primeras, por regla general, mejor 
fundadas que las segundas, observa Propp, pp. 5-6 y 10). La 
clasificación de Aarne suministra un inventario de temas que 
presta un gran servicio a los investigadores, pero la delimita-
ción es puramente empírica, de modo que la ubicación de up 
cuento en determinada rúbrica siempre sigue siendo aprp-
ximativa. 
La discusión de las ideas de Veselovsky es particularmente 
Interesante. Para este autor, el tema puede descomponerse en 
motivos, a los que el tema sólo agrega una operación unifi-
cadora, creadora, destinada a integrar motivos que constitu-
yen elementos irreductibles. Pero en ese caso, observa Propp, 
cada frase constituye un motivo, y el análisis de los cuentos 
debe llevarse hasta un nivel que actualmente llamaríamos 
"molecular". Sin embargo, no puede decirse que exista algún 
motivo no descomponible, ya que un ejemplo tan sencillo 
como "un dragón rapta a la hija del rey" comprende por lo 
menos cuatro elementos, cada uno de los cuales es permu-
table con otros ("dragón" con "hechicero", "huracán", "dia-
blo", "águila", etc.; "rapto" con "vampirismo", "adormeci-
miento", etc.; "hi ja" con "hermana", "novia", "madre", etc.; 
por último, "rey" con "príncipe", "campesino", "sacerdote", 
etc.). Se obtienen así unidades más pequeñas que los motivos 
y que, según Propp, no tienen existencia lógica independiente. 
37 
Nos hemos demorado en esta discusión porque en la afirma-
ción de Propp, sólo a medias cierta, se halla una de las 
principales diferencias entre formalismo y estructuralismo. 
Más adelante retomaremos el asunto. 
En el caso de Joseph Bédier, Propp le reconoce el mérito 
de haber distinguido, en el seno de los cuentos populares, 
entre factores variables y factores constantes. Los invariantes 
constituirían las unidades elementales. Sin embargo, Bédier 
no pudo definir en qué consisten esos elementos. 
El estudio morfológico de los cuentos se mantuvo en estado 
rudimentario, porque se lo descuidó en beneficio de las inves-
tigaciones genéticas. Muy a menudo, los presuntos estudios 
morfológicos se reducen a tautologías. El más reciente (en la 
época en que Propp escribía), el del ruso R. M. VolKov (1924), 
no demostraría nada, salvo "que los cuentos similares se pa-
recen" (p. 13). Ahora bien, un buen estudio morfológico es 
la base de toda investigación científica. Además, "en tanto 
no exista estudio morfológico correcto, no puede haber inves-
tigación histórica" (p. 14). 
Como señala Propp al comienzo del segundo capítulo, toda 
su empresa parte de una hipótesis de trabajo, que es la exis-
tencia de los "cuentos de hadas", encarados como una ca-
tegoría especial entre los cuentos populares. Al comienzo 
de la investigación, los "cuentos de hadas" son definidos 
empíricamente como los agrupados entre los números 300 
y 749 de la clasificación de Aarne. El método se define de 
la siguiente manera. 
Sean los enunciados: 
1) El rey da al héroe un águila, que lo lleva a otro reino. 
2) Un anciano da a Sutchenko un caballo, que lo traslada 
a otro reino. 
3) Un hechicero da a Iván una barca, que lo conduce a 
otro reino. 
4) La princesa da a Iván una varita mágica, de la que 
salen mancebos que lo trasladan a otro reino. 
Estos enunciados contienen variables y constantes. Los 
personajes y sus atributos cambian, no asi las acciones y 
las funciones. Los cuentos populares se caracterizan por atri-
buir acciones idénticas a personajes diferentes. Son los ele-
mentos constantes los que se retendrán como base, siempre 
que se pueda demostrar que el número de esas funciones es 
finito. Ahora bien, parece que éstas se repiten con mucha 
frecuencia. Puede afirmarse entonces "que el número de fun-
ciones es asombrosamente pequeño comparado con el nú-
38 
, mero muy elevado de los personajes; eso explica la dualidad 
de aspectos en los cuentos populares. Son extraordinaria-
mente multiformes, pintorescos, coloridos; y, sin embargo, 
notablemente uniformes y recurrentes" (p. 19). 
Para definir las funciones, consideradas unidades consti-
tutivas del cuento, se eliminará primero a los personajes, cuyo 
papel se umita a "sostener" las funciones. Una función se 
denotará simplemente por un nombre de acción: "interdic-
ción", "huida", etc. En segundo lugar, una función debe 
definirse teniendo en cuenta el lugar que ocupa en el relato: 
un casamiento, por ejemplo, puede tener funciones diferentes, 
según su papel. A actos idénticos se adscriben significaciones 
diferentes, e inversamente: sólo se puede decidir acerca de 
esto ubicando el acontecimiento entre los demás, es decir, 
situándolo en relación con sus antecedentes y consecuentes, 
lo que supone que el orden de sucesión de las funciones es 
constante (p. 20), con la reserva —como se verá en seguida— 
de que existe la posibilidad de ciertos desplazamientos, que 
constituyen, sin embargo, fenómenos secundarios: es la excep-
ción a una norma que siempre debe poder restituirse (p. 97-
98). Se admite, asimismo, que cada cuento, considerado indi-
vidualmente, nunca pone de manifiesto la totalidad de las 
funciones enumeradas, sino sólo algunas, sin que se modi-
fique P\ orden de sucesión. El sistema total de las funciones, 
cuya realización empírica posiblemente no exista, parece pues 
ofrecer, en el pensamiento de Propp, el carácter de lo que 
actualmente se llamaría una "meta-estructura". 
Las hipótesis precedentes entrañan una última consecuen-
cia, que se verificará más adelante, aun cuando Propp re-
conozca que, a primera vista, parece "absurda.. . y aun 
bárbara": considerados desde el punto de vista de la estruc-
tura, todos los cuentos de. hadas se reducen a un único tipo 
I (P. 21). 
I Para dar término a las cuestiones de método, Propp se 
I pregunta si la encuesta destinada a verificar o a invalidar 
I su teoría debe ser exhaustiva. En caso afirmativo, sería prác-
I ticamente imposible conducirla hasta su término. Ahora bien, 
| si se admite que las funciones constituyen el objeto de la 
encuesta, ésta podrá considerarse finalizada a partir del mo-
mento en que se advierta que su prosecución no conduce al 
descubrimiento de ninguna función nueva; con la condición, 
por supuesto, de que la' muestra utilizada sea aleatoria y 
como "impuesta desde afuera" (p. 22). Coincidiendo con 
Durkheím —sin duda involuntariamente—, Propp subraya: 
"no es la cantidad de documentos lo que importa, sino la 
calidad del análisis" (id). La experiencia prueba que un cen-
39 
tenar de cuentos ofrecen un material ampliamente suficiente. 
En consecuencia, se emprenderá el análisis con una muestra 
formada por los cuentos numerados del 50 al 151 en la reco-
pilación de Afanasiev, 
Analizaremos más rápidamente el inventario de las funcio-
nes—imposible de detallar— que constituye la'materja del 
capítulo III. Cada función se define de modo somero, luego 
SU abrevia en un solo término ("ausencia", "interdicción",

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