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a 100 años del ‘20: subversión y represión en la región chilena Un homenaje al centenario luctuoso de José Domingo Gómez Rojas · Manuel Lagos Mieres - Ignacio Ayala Cordero Compiladores 2020 a 100 años del ‘20: subversión y represión en la región chilena. Un homenaje al centenario luctuoso de José Domingo Gómez Rojas. Manuel Lagos Mieres – Ignacio Ayala Cordero, Compiladores. Santiago de Chile - Traiguén, Wallmapu, Primavera del 2020. Comité Editorial, A 100 años del ‘20: convocatorialibro1920@gmail.com Diseño: Sea Contreras índice .05 Prólogo. Una aproximación anarquista a la historia del anarquismo, por Ignacio Ayala Cordero .15 Introducción, por Igor Goicovic Donoso .28 A 100 años de 1920, por Manuel Lagos Mieres .49 La tetralogía de Aniceto Hevia como fuente acreditada para una historia del anarquismo en Santiago de Chile, 1912-1920, por Ignacio Ayala Cordero .83 Experiencias de sociabilidad, autogestión y solidaridad: la labor desplegada por el Consejo N°2 de Schwager de la Federación Obrera de Chile en Coronel (1922-1924), por Eduardo Godoy Sepúlveda .115 Del Centro de Estudios Sociales “Francisco Ferrer” al Café “Los Inmortales”. Un recorrido por la sociabilidad y cultura “subversiva” del Santiago de las décadas de 1910 y 1920, por Manuel Lagos Mieres .158 La huelga “grande” del carbón en Lota, Coronel y Curanilahue de 1920, por Marcelo Valenzuela Cáceres mailto:Convocatorialibro1920@gmail.com · 5 · .200 Mujeres del bajo pueblo, Unión Femenina y la huelga de los arrendatarios de 1922 en Santiago, por Constanza Larraín Sánchez y Salomé Silva Guevara .242 20, 70, 20: 100 años de reacción conservadora y movimientos nacionalistas frente a coyunturas críticas, por Francisco José Olivares Salas .273 Autores .275 Anexo: Fichas biográficas de Subversivos y Subversivas, por Manuel Lagos Mieres .373 Fuentes y Bibliografía prólogo Una aproximación anarquista a la historia del anarquismo · Ignacio Ayala Cordero En algún momento de mayo de este año recibí la in- vitación para participar en un proyecto editorial au- togestionado, el cual conmemoraría el centenario luctuoso de José Domingo Gómez Rojas, poeta anarquis- ta muerto en la Casa de Orates de Santiago, el 29 de sep- tiembre de 19201. La prisión, locura y muerte del “Poeta Cohete” –llamado así por la desenvoltura y énfasis con que declamaba en el Centro de Estudios Sociales Fran- cisco Ferrer– fue el corolario de la persecución política del gobierno de Juan Luis Sanfuentes contra obreros y estudiantes tildados de subversivos y de la propaganda patriotera de su ministro de Guerra, Ladislao Errázuriz. El más intransigente reaccionarismo del gobierno y de la “Juventud Dorada” se tradujo en el asalto al local de la Federación de Estudiantes y a la Imprenta Numen, el montaje judicial contra los militantes y simpatizan- tes de la Industrial Workers of the World (IWW) y la posterior quema de la sede sindical de la Federación Obrera de Magallanes, que incluyó el homicidio de varios obreros. 1.- “De la cárcel lo llevaron al Pabellón de Observación de la Casa de Orates, bajo diagnóstico de depresión o locura. Allí, el 29 de septiembre, murió, al parecer, de meningitis cerebral”. SALAZAR & PINTO, Historia contemporá- nea de Chile, Vol. V, pp. 196-197. · 6 · · 7 · José Domingo Gómez Rojas nació en Santiago, el 4 de agosto de 1896. Según la biografía de Andrés Sabella, “su sangre venía de pechos proletarios, azulados por la triste luna del suburbio chileno”2. Vivía con su madre y su hermano menor, Manuel, en una modesta casa en el número 1448 de la calle Aldunate3. A la temprana edad de 16 años, publicó Rebeldías líricas. En palabras de su amigo José Santos González Vera, “su voz abarcado- ra tenía el poder de amplificar cualquier asunto (hasta miedo inspiraba a algunos) Era elocuente. Nunca careció de tema ni jamás se mostró decaído”4. Roberto Meza Fuentes, uno de sus compañeros en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile – José Domingo estudiaba castellano en el Instituto Peda- gógico, y también derecho–, recordaba sobre la primera etapa de su trayectoria literaria que, “en sus comienzos, la poesía de Gómez Rojas era poesía de tribuna al aire libre, para ser gritada a pleno pulmón ante las multitu- des temblorosas”5. La primera estrofa del poema Renegación es un fiel re- f lejo de su tono revolucionario: Yo, hijo de este siglo hipócrita y canalla Reniego de mi siglo y salgo a la batalla Con gritos de amenaza y ayes de rebelión Y son mis cantos rojos, como la dinamita, Y como mis dolores, como mi ansia infinita, Como mi sed eterna de eterna redención6. 2.- SABELLA, Gómez Rojas. Realidad y símbolo, p. 10. 3.- ALBURQUERQUE, “Gómez Rojas, el Cristo de los poetas”, p. 6. 4.- GONZÁLEZ VERA, Eutrapelia, pp. 58-59. 5.- MEZA FUENTES, “Gómez Rojas, poeta”, p. 1. 6.- GÓMEZ ROJAS, “Renegación”, en Rebeldías líricas [1940], p. 34. No obstante, hacia los últimos años de su vida los temas de su poesía cambiaron, adoptando un registro místico y pesimista, aparejado con una permanente preocupación por la muerte y notas nihilistas. Según refiere Manuel Rojas en la voz ficticia de Aniceto Hevia, esta transformación se debía a la temprana muerte de su hermano “Mañungo”, la cual lo habría afectado pro- fundamente. En tales circunstancias, [...] olvidó los puños proletarios y las banderas rojas, que eran los temas de su juventud, y entristeció y habló de Dios [...], pero después olvidó esto: tal vez hablar de Dios era una manera de hablar de la eternidad, pero la eternidad no existía, Mañungo había sido abatido en la mera adolescencia, todo se destruiría y moriría y él también iría a dar un día a los escombros de este universo que no es eterno ni mucho menos, por mucho que durara ya tanto tiempo, y su alma se vertió hacia el pesimismo y el nihilismo7. Andrés Sabella también refiere la metamorfosis ex- perimentada por la poesía del autor de Rebeldías líricas, la cual incluso inf luyó en el cambio físico y psicológico del poeta: Adelgazándose por fuera, pero concentrándo- se y vigorizándose por el cauce interior, Gómez 7.- ROJAS, La oscura vida radiante, pp. 340-341. En otro texto sobre a la tra- yectoria del poeta, Manuel Rojas cuenta que “su revolucionarismo [sic.] se transformó en un fuerte aunque un tanto vago misticismo y el poeta de los conventillos escribió Miserere y otros poemas en que hablaba de asuntos y emociones que no habrían interesado a los auditores de los primeros ver- sos, aquellos honrados y duros carpinteros, pintores, zapateros, albañiles o talabarteros que no tenían tiempo ni ganas de pensar en otra cosa que no fuese la revolución social. El ‘Poeta Cohete’ había muerto”. ROJAS, “Re- cuerdos de José Domingo Gómez Rojas”, p.27. · 8 · · 9 · Rojas se enredó en la terrible espiral que danza frente al más allá; entonces, un rumor de alas siniestras, de aguas desembocadas desde el mis- terio, le empezó a taladrar su pensamiento8. Durante esta segunda época, Gómez Rojas comenzó a publicar en la revista literaria Selva Lírica, bajo el seudó- nimo de Daniel Vásquez –nombre escogido por Manuel Rojas para referirse a su maestro y amigo en la tetralo- gía narrativa. Durante la madrugada del domingo 25 de julio de 1920, Domingo Gómez Rojas fue detenido en su domici- lio por tres agentes de la Sección de Seguridad de la Po- licía de Santiago, bajo el cargo de supuesta pertenencia a la IWW, siendo trasladado hasta la Cárcel de Santiago. El fiscal a cargo del proceso judicial en su contra fue José Astorquiza. Debido al hacinamiento del recinto carcelario de Ma- pocho, fue trasladado el 12 de agosto a la Penitenciaría, donde habría encontrado mejores condiciones de encie- rro: tenía acceso regular al patio, disponía de libros y materiales para seguir escribiendo, recibía visitas cons- tantes de su madre y de amigos, y podía interactuar con sus compañeros9. No obstante, durante los últimos días de agosto, después de unnuevo interrogatorio a los “subversivos” en la Prefectura de Policía –en el cual Gómez Rojas habría demostrado insolencia y altivez–, el fiscal Astorquiza decide trasladar al antaño llamado “Poeta Cohete” de regreso a la Cárcel, esta vez bajo un 8.- SABELLA, Gómez Rojas. Realidad y símbolo, p. 11. 9.- CRAIB, Santiago subversivo, p. 211. estricto régimen de celda solitaria. Durante las semanas siguientes, José Domingo Gó- mez Rojas –además del ilegal aislamiento– sufrió tor- turas físicas, manteniéndosele desnudo, encadenado y malnutrido durante semanas, todo lo cual redundó en la perturbación de su condición mental. El 21 de sep- tiembre fue trasladado a la Casa de Orates, donde falle- ció ocho días más tarde10. El editor de la revista universitaria Juventud, Roberto Meza Fuentes, se refiere al proceso judicial sufrido por su compañero con las siguientes palabras: “Se le tomó preso por un delito que no era delito –pertenencia a la IWW. Fue altivo con los jueces y carceleros que ultraja- ron su dignidad hasta volverle loco y matarle. Una sen- sibilidad como la suya debía rebelarse más que ninguna otra ante la injusticia. Por eso murió”11. *** Además del interés por participar en este homenaje a Gómez Rojas y a todos los militantes ácratas persegui- dos, encarcelados y muertos durante la llamada “Gue- rra de don Ladislao” y el “Proceso a los Subversivos”, la propuesta de tomar parte en la edición de este libro colectivo me pareció muy atractiva y desafiante, princi- palmente por dos motivos: uno era historiográfico y el otro de índole política militante. En la medida que mis intereses de investigación se han mantenido alejados de una historia del anarquis- mo, importaba un desafío metodológico y teórico escri- 10.- CRAIB, Santiago subversivo, p. 231. 11.- MEZA FUENTES, “Gómez Rojas, poeta”, p. 2. · 10 · · 11 · bir sobre este tema. Tuve que retomar lecturas de hace años, actualizándolas con una bibliografía en constante crecimiento sobre las trayectorias del ideal ácrata en la región chilena, en la cual se dan cita tesis de pre y pos- grado, artículos en revistas académicas y de carácter propagandístico y cada vez más libros publicados por editoriales independientes y que circulan por fuera de la depredadora industria libresca de esta parte del mundo. La interminable cuarentena también me significó tener que recurrir a la creatividad. Sin bibliotecas ni archivos disponibles para desarrollar una investigación inédita sobre cuyos temas no había indagado con ante- rioridad, me vi en la obligación de usar el material que tenía a la mano: las novelas de Manuel Rojas, algunos libros sobre anarquismo y los repositorios digitales de acceso abierto. El mismo proceso editorial me permitió intercambiar material bibliográfico y fuentes documen- tales con colegas que, en la mayoría de los casos, apenas conocía por haberlos leído en alguna (y más de alguna) oportunidad. *** El ideario anarquista ha cobijado históricamente una amplia diversidad de tendencias en lo referente a las formas de organización, de acción política, e incluso de proyectos alternativos para la sociedad futura. A pe- sar de la pléyade de “anarquismos” hay algunos rasgos que permanecen más o menos comunes: horizontalidad, acción directa, autogestión, solidaridad, entre otros. En tal sentido, este proyecto editorial también es un proyecto anarquista y militante. En él nos hemos embarcado diversas individualidades desde una pers- pectiva horizontal, donde académicos de larga trayec- toria en instituciones chilenas y extranjeras comparten el mismo espacio con profesores de enseñanza media, historiadores profesionales e investigadores jóvenes. En este proyecto también considero que hemos aplica- do la acción directa y la autogestión, prescindiendo de organizaciones partidistas o sindicales, impulsados por nuestros intereses y utilizando creativamente nuestros recursos. A lo largo de este proyecto hemos desarrollado nues- tro oficio de historiadores e historiadoras de manera solidaria, compartiendo referencias bibliográficas y do- cumentales, y comentarios constructivos para mejorar colaborativamente cada artículo. Asimismo, hemos ges- tionado actividades abiertas de difusión y lanzamien- to, por medio de las cuales pretendimos difundir una aproximación anarquista a la historia del anarquismo. En definitiva, este libro es el resultado de un pro- yecto horizontal y solidario, que debe ser valorado en el contexto de un “orden académico establecido”, en el cual permanecen enquistadas numerosas malas prácti- cas, tales como la fiebre por publicar en revistas indexa- das (a riesgo muchas veces de publicar varias versiones del mismo artículo); el egoísmo respecto de temas consi- derados “cotos de caza privados”; la pérdida del vínculo entre la investigación histórica radicada en la academia y la enseñanza de la historia en las escuelas; y, sobre todo, el verdadero abismo entre la actividad académica y las problemáticas sociales contingentes. La mayoría de quienes participamos en este proceso · 12 · · 13 · nos dedicamos a la historia y consideramos que el que- hacer historiográfico debe ser colectivo, colaborativo e íntimamente vinculado a las luchas sociales cotidianas. Por ello decidimos publicar nuestro trabajo en formato digital y con acceso abierto, para favorecer su circula- ción y lectura. Los calurosos días de octubre de 2019 marcaron el inicio de una histórica rebelión en la región chilena. El llamado “estallido social” del 18 de octubre y su rápida propagación reactualizó las esperanzas de cambios revo- lucionarios en todo el territorio bajo la jurisdicción del Estado chileno. Este proyecto editorial también debe ser comprendido en el contexto de este proceso de agitación social. A través de las páginas de este esfuerzo colectivo es posible reconocer numerosas similitudes entre aquella situación política y social de 1920 y la coyuntura que experimentamos desde el año pasado en Chile. Al igual que hace un siglo, la estrategia de la clase política ha sido el reacomodo institucional, promoviendo una nue- va Constitución12. Si bien no es mi intención promover un boicot al próximo proceso electoral –y estimo que una nueva Carta Fundamental podría ser menos mala que la actual (herencia de la dictadura)–, considero ne- cesario seguir profundizando la organización horizontal en cada territorio, la acción directa que prescinda de los partidos políticos (que se han querido subir al carro de las demandas populares) y la construcción de proyectos alternativos y revolucionarios de sociedad, al margen de 12.- AYALA CORDERO, “La Asamblea de Asalariados e Intelectuales”. los resultados del proceso constituyente, pero siempre atentas y atentos a las estrategias de los sectores reac- cionarios y sus lacayos. *** A 100 años del 20: historias paralelas de subversión y represión no habría sido posible sin la convocatoria de Manuel Lagos Mieres, “autor intelectual” de este proyecto. También le agradezco a Eduardo Godoy Sepúlveda, Francisco Oliva- res, Constanza Larraín y Salomé Silva Guevara y Marce- lo Valenzuela, por la confianza que significa publicar el resultado de sus investigaciones en una iniciativa de es- tas características. También formaron parte del proceso editorial Manianela Aravena, Mario Araya, del Archivo Histórico La Revuelta y Pascual Muñoz, desde Uruguay. Aunque ha sido el resultado de un proyecto autoges- tionado, esta publicación ha seguido con rigurosidad el proceso de arbitraje ciego por pares especialistas en la materia de cada artículo. Nuestro de cuerpo de árbitros estuvo conformado por Camilo Araya Fuentes, Ignacio Ayala Cordero, René Cerda Inostroza, Felipe Concha Pa- vez, Eduardo Godoy Sepúlveda, Manuel Lagos Mieres, Teresita Rodríguez Morales y Pablo Velásquez. En diversas etapas del proceso editorial –especial- mente en el Foro virtual “Un recorrido por la sociabili- dad y cultura subversiva, 1920”– recibimos la colabora-ción de Raymond Craib, autor del libro Santiago subversivo 1920. Anarquistas, universitarios y la muerte de José Domingo Gómez Rojas. · 14 · · 15 · Finalmente, agradecemos a Igor Goicovic por haber aceptado nuestra invitación para comentar los artículos publicados. *** Antes de terminar, recordemos que este libro es un homenaje a la lucha de José Domingo Gómez Rojas y de cientos de militantes ácratas encarcelados durante el “Proceso a los Subversivos” hace cien años. Pero tam- bién es un abrazo fraterno de solidaridad con los lu- chadores sociales que actualmente están sufriendo la persecución del Estado y que leerán estas líneas tras las rejas… Y una forma de vindicación por las decenas de manifestantes heridos, mutilados y asesinados por los agentes estatales durante la revuelta. Hace un siglo, un compañero del “Poeta Cohete” lo despedía con estas palabras, de gran actualidad: “Es traicionar la memoria del muerto vivir indiferentes al ritmo actual: es dejar impune su asesinato encogerse de hombros ante el mal cotidiano, es renegar de su marti- rio conformarse con lo establecido”13. 13.- MEZA FUENTES, “Gómez Rojas, poeta”, p. 3. introducción · Igor Goicovic Donoso En un siglo muchas cosas cambian, aunque otras permanecen inalterables. Desde la trágica muerte del “Poeta Cohete”, José Domingo Gómez Rojas (1896- 1920), la sociedad chilena ha experimentado cambios profundos; en algunos casos derivados de los diferentes procesos de reestructuración del sistema capitalista (li- beralismo, industrialización, neoliberalismo); en otros, como consecuencia de los ajustes experimentados por el régimen político (exclusión oligárquica, integración relativa, ampliación democrática, represión dictatorial, democracia restringida); y, sin duda, muchos cambios refieren a las transformaciones sociales y culturales que se desplegaron aceleradamente durante esta centuria (mejoramiento relativo de las condiciones materiales de trabajo y de vida, ampliación de las coberturas educa- cionales, desarrollo de las tecnologías asociadas a las comunicaciones). Pero, así como muchas cosas cambian, otras se resisten al cambio y se arraigan con mucha fuer- za. Entre ellas es posible destacar la tendencia de las clases dominantes a conservar el régimen de privilegios del cual han disfrutado históricamente, la voluntad del Estado de reprimir con energía todas las manifestacio- nes de rebeldía del mundo popular, la disposición de los medios de comunicación –controlados por los gru- pos monopólicos– a encubrir la realidad y alienar a la población, y la latencia social de la cultura patriarcal, · 16 · · 17 · que, pese a ser declarada interdicta, continúa regulando las relaciones sociales en múltiples ámbitos de la vida cotidiana. Son precisamente estos fenómenos de continuidad los que subyacen a las manifestaciones de protesta po- pular que se desencadenaron en Chile en octubre de 2019 y que se han extendido con diferentes ritmos y di- mensiones hasta la actualidad. Efectivamente, los mi- les de trabajadores, estudiantes, pobladores, hombres, mujeres, niños y ancianos que se movilizaron masiva y radicalmente a partir de octubre del año pasado, lo hicieron para expresar su repudio a la explotación eco- nómica, la expoliación comercial, la represión política, la discriminación étnica y de género, los abusos contra la infancia, la depredación de los ecosistemas naturales y todas las formas de abuso que se habían naturalizado ampliamente en la sociedad chilena. Pero el movimiento inaugurado en octubre no fue un estallido de pura espontaneidad. Ya desde el año 2006 los movimientos sociales y políticos en Chile ve- nían agitándose y señalando estos mismos problemas. En efecto, el año 2006 los estudiantes secundarios se movilizaron masivamente contra la Ley Orgánica Cons- titucional de Educación (LOCE), que favorecía la mer- cantilización de los procesos formativos. Un año des- pués (2007), los trabajadores subcontratistas del cobre, de las faenas forestales y de la industria salmonera se movilizaron demandando cambios profundos al Códi- go del Trabajo impuesto por la dictadura y resguardado por los diferentes gobiernos civiles. Entre los años 2011 y 2012, varias comunidades regionales (Punta Arenas, Calama, Dichato, Freirina, Caimanes y Aysén) parali- zaron todas las actividades comerciales y productivas, sus habitantes bloquearon los accesos a las localidades y se enfrentaron violentamente con los destacamentos represivos del Estado. En algunas circunstancias las de- mandas se relacionaban con la postergación por par- te del Estado de las regiones extremas (Magallanes y Aysén), en otras (Calama) se reivindicaba una mayor asignación de recursos derivados de la explotación del cobre; mientras que en Dichato se protestó por el aban- dono de la localidad después del terremoto del 2010; a la par que, en Freirina y Caimanes, se exigía la salida de empresas contaminantes (Agrosuper) y extractivistas (Minera Los Pelambres). En la zona sur, por su parte, la movilización de las comunidades mapuche, exigiendo el reconocimiento del pueblo mapuche como nación –y, en cuanto tal, reivindicando su derecho a ejercer autono- mía política en los territorios del Wallmapu– se incre- mentó tras el asesinato del comunero Matías Catrileo (2008), manteniendo un ritmo ascendente hasta la fe- cha. Estas manifestaciones experimentaron un mayor crecimiento y extensión a partir del año 2011, cuando las movilizaciones de secundarios y universitarios ex- presaron el repudio de los estudiantes y docentes al sis- tema de mercantilización de la educación, nuevamente. A estos movimientos se sumaron, con posterioridad, las movilizaciones de los grupos ambientalistas, la forma- ción del Movimiento No Más AFP y la masiva irrupción del movimiento feminista14. Estos antecedentes ponen 14.- Ver al respecto GOICOVIC, “Sistema de dominación, conflicto político y organización revolucionaria”. · 18 · · 19 · de relieve que el régimen de dominación capitalista en Chile se encuentra en crisis (lo que no supone necesa- riamente su inminente colapso) y, frente a la misma, reacciona desplegando toda su capacidad represiva y de cooptación, alineando en un frente común al empresa- riado, la casta política, los mandos de las fuerzas ar- madas y de los aparatos represivos, las cúpulas de las instituciones religiosas y los directorios de los medios de comunicación y de los think tanks. El escenario es complejo y a la vez desafiante. El mo- vimiento popular ha acumulado experiencia y ha su- mado voluntad política de organización y de lucha. A pesar del importante despliegue represivo desplegado en el país desde el mes de octubre de 2019 y reforzado a propósito de la pandemia de COVID, desde marzo de 2020, los trabajadores y el pueblo han reforzado su tejido social, incrementado sus redes de solidaridad y de apo- yo mutuo, incluso desafiando las restricciones impues- tas a las manifestaciones públicas. El régimen se siente acorralado y, en función de ello, reacciona reiterando la doble estrategia de cooptación asistencial y represión selectiva. No es extraño, en consecuencia, que logre ar- ticular un frente común de cara al plebiscito programa- do para el 25 de octubre de 2020, que conduzca a un es- cenario político en el cual la alternativa del “Apruebo” termine configurando un nuevo espacio de negociación de cara a la revalidación del régimen de dominación. Tal como ocurrió en 1925 y en 1988. Para el año en que murió el “Poeta Cohete” (1920), la sociedad chilena se encontraba sumida en una profun- da crisis. Los años dorados de la explotación salitrera, inaugurados tras la Guerra del Pacífico (1879-1883) toca- ban a su fin y se iniciaba una declinación de la indus- tria del nitrato que culminaría en su colapso hacia 1933. Esta crisis, a su vez, impactó en el presupuesto público, ya que el mismo se sostenía fundamentalmente en los derechos de exportación del salitre15. No esextraño, en consecuencia, que miles de trabajadores perdieran sus empleos y que muchos más vieran deterioradas sus con- diciones materiales de vida; ello porque, como resulta habitual, la burguesía transfirió a los obreros los costos de la crisis y de la posterior reanimación de la econo- mía. De esta manera, mientras la burguesía vivía su Belle Epoque, de espaldas e indiferente a la miseria de los tra- bajadores, miles de hombres y mujeres de los sectores populares desfallecían en la pobreza y la incertidumbre. En el libro que presentamos se abordan, precisamen- te, las condiciones en las cuales se desenvolvía la exis- tencia de los trabajadores hacia la década de 1920, pero también se analizan las formas de organización y lucha desplegadas por los obreros. Desde una perspectiva am- plia, los seis textos que forman parte de esta entrega se inscriben en el enfoque teórico y metodológico aportado por la historia social, relevando tanto a los actores po- pulares, como sus ámbitos de sociabilidad, experiencias y repertorios de organización y lucha. Cabe señalar que este enfoque y, dentro del mismo, la historiografía sobre el anarquismo, han concitado la atención de una am- plia y heterogénea gama de investigadores, a la par que han abordado una multiplicidad de temas y problemá- 15.- Ver PINTO, “Socialismo y salitre”; y GONZÁLEZ MIRANDA, Hombres y mujeres de la pampa, pp. 31-61. · 20 · · 21 · ticas16. Ello nos permite establecer que el anarquismo se ha convertido en un campo de atención relevante para la historia y ello se explica por la fuerte inf luencia que el anarquismo tuvo al interior del movimiento de traba- jadores, como en diferentes manifestaciones y experien- cias del mundo popular. El trabajo de Ignacio Ayala (“La tetralogía de Anice- to Hevia como fuente acreditada para una historia del anarquismo en Santiago de Chile, 1912-1920”) se propu- so problematizar “el estatuto de la novela como fuente histórica” al objeto de develar algunas claves interpreta- tivas sobre la historia social y cultural del anarquismo en Chile. A ese efecto se tuvo a la vista las novelas de Manuel Rojas, Hijo de ladrón (1951), Mejor que el vino (1959), Sombras contra el muro (1964) y La oscura vida radiante (1971). El texto, pulcramente narrado, nos revela, por la voz de Aniceto Hevia, las movilizaciones obreras de comien- zos del siglo XX, la relevancia de la propaganda en la formación ideológica y social de los trabajadores y la importancia de los espacios de encuentro como ámbi- tos de sociabilidad y construcción identitaria. Siguiendo el modelo desarrollado para el caso argentino por Juan Suriano, Ignacio Ayala nos presenta los centros de estu- dios sociales, los locales sindicales, los establecimientos fabriles, las viviendas y barrios obreros, como puntos de encuentro, de confraternización y de formación de sen- 16.- Un balance sobre la historia social en Chile en GOICOVIC, “La historia social en Chile”. Respecto de la historiografía sobre anarquismo en Chile, ver GODOY, “Historia e historiografía del anarquismo en Chile”. Para un es- tudio en profundidad del anarquismo chileno, ver GREZ, Los anarquistas y el movimiento obrero. tidos y pertenencias17. Ello, a juicio del autor, nos devela que el anarquismo fue más bien un concepto laxo, no doctrinario, que reunía e identificaba una multiplicidad de prácticas e identidades sociales. Por su parte, Eduardo Godoy, en su trabajo “Expe- riencias de sociabilidad, autogestión y solidaridad: la labor desplegada por el Consejo N°2 de Schwager de la Federación Obrera de Chile en Coronel (1922-1924)”, de- fine como objetivo reconstruir y analizar la experiencia desarrollada por la Cooperativa de Consumo del Consejo Federal N°2 de Minas Schwager de la Federación Obrera de Chile, la cual funcionó en la ciudad de Coronel entre los años 1922 y 1924. Al igual que en el caso anterior, este artículo releva las experiencias de sociabilidad desplegadas por los trabajadores del carbón, en este caso, a objeto de romper con las prácticas comerciales monopólicas que imponían las empresas. En el texto de Godoy emergen las “cooperativas comunistas” como un mecanismo sustitutorio de las “quincenas patronales” y, por esta vía, como un espacio de cooperación y apoyo mutuo que instalaba y anunciaba las nuevas relaciones sociales que debían regir las relaciones entre las personas en una sociedad sin clases. Es interesante observar que las prácticas sociales revolucionarias no sólo destruyen los modelos de dominación impuestos por las clases dominantes, sino que, además, abren camino a la sociedad que se pretende construir. El trabajo de Manuel Lagos (“Del Centro de Estu- dios Sociales “Francisco Ferrer” al Café “Los Inmorta- 17.- SURIANO, “Banderas, héroes y fiestas proletarias”. · 22 · · 23 · les”. Un recorrido por la sociabilidad y cultura “subver- siva” del Santiago de las décadas de 1910 y 1920”) nos instala, nuevamente, en el campo de las sociabilidades; en esta oportunidad distinguiendo, en base al mode- lo de Maurice Agulhon, entre sociabilidades formales e informales18. A ese efecto pesquisa las prácticas cultu- rales anarquistas en el “Barrio Latino” de Santiago de Chile a comienzos del siglo XX, teniendo como focos de referencia el Centro de Estudios Sociales Francisco Ferrer, a partir del cual se formaría posteriormente la Casa del Pueblo y, más adelante, la Unión Local de la Industrial Workers of the World (IWW). En todos estos espa- cios, señala Manuel Lagos, los anarquistas desplegaron iniciativas educativas, recreativas y de asistencia mu- tua. Pero junto a estos espacios formales encontramos otros ámbitos de sociabilidad, de naturaleza informal, como los conventillos, las calles, plazas, bares y cafés, a los cuales también concurrían los militantes obreros. Manuel Lagos destaca en su estudio el “Café Los Inmor- tales”, frecuentado sistemáticamente por trabajadores, bohemios e intelectuales, figurando entre estos últimos los escritores Manuel Rojas Sepúlveda, Antonio Acevedo Hernández, José Santos González Vera y José Domin- go Gómez Rojas. Resulta interesante, en este punto, la tensión que identifica Manuel Lagos entre la cultura ilustrada regenerativa, de la cual son portadores los mi- litantes ácratas, y la cultura popular festiva, en la cual el consumo de alcohol, el juego y la prostitución apa- recen como elementos recurrentes. Si bien ambos mo- 18.- Respecto del concepto de sociabilidad, ver AGULHON, Políticas, imá- genes, sociabilidades. delos culturales se contraponen, también cohabitan y dan vida a una amplia y heterogénea gama de prácticas culturales populares19. El capítulo elaborado por Constanza Larraín y Salo- mé Silva (“Mujeres del bajo pueblo, Unión Femenina y la huelga de los arrendatarios de 1922 en Santiago”) anali- za el “rol central que tuvieron las mujeres del bajo pue- blo en las revueltas sociales en los inicios del siglo XX”, y, más específicamente, en la huelga de arrendatarios de 1922. En este caso se releva tanto la sociabilidad popular –que permite la articulación de las organizaciones de arrendatarios–, como las dinámicas de acción colectiva que éstas despliegan (huelgas), las que, a su vez, per- miten modificar el entramado institucional existente y, con ello, mejorar las condiciones de habitabilidad de las familias obreras. Resulta especialmente interesante la descripción que las autoras realizan de las condicio- nes materiales de vida de las familias obreras al interior de los conventillos20. Al respecto, las autoras señalan que el conventillo concentraba todos los estigmas que la clase dominante y la cultura patriarcal hacían recaer sobre las mujeres populares. Así, el conventillo apare- cía no sólo como un espacio en el cual se incubaban y propagaban las enfermedades, sino que también como un antro de faltas y delitos execrables, como la promis- cuidad, prostitución, f lojera, desobediencia, el incesto y amancebamiento. Pero, acontrapelo de lo anterior, el 19.- NAVARRO, “Fiesta, alcohol y entretenimiento popular”; y HENRÍQUEZ, “La jarana del desierto”. 20.- URBINA, Los conventillos de Valparaíso; HIDALGO, La vivienda social en Chile. · 24 · · 25 · conventillo era una manifestación de la creciente femi- nización de los barrios populares de las grandes ciuda- des, ya que en estos conventillos vivían, preferentemen- te, mujeres solas o con sus hijos, las que desplegaban diferentes estrategias laborales al objeto de resolver los requerimientos de la subsistencia21. No es extraño, en consecuencia, que las organizaciones de arrendatarios y sus movilizaciones hayan tenido a las mujeres populares como principales actoras. El trabajo de Marcelo Valenzuela (“La huelga ‘gran- de’ del carbón en Lota, Coronel y Curanilahue de 1920”) analiza “el inicio, desarrollo y finalización de la ‘Huelga Grande’ del carbón de 1920” en las ciudades de Lota, Coronel y Curanilahue, poniendo énfasis en la relación que articula a trabajadores, empresarios, organizacio- nes políticas y Estado. Este trabajo pone de manifiesto que la tendencia del Estado a desarrollar una política de arbitraje en los conf lictos sociales arranca con la ad- ministración de Juan Luis Sanfuentes (1915-1920) y, en especial, con la dictación del Decreto Ley n°4353 de 1917, que mandató a las autoridades centrarles, regionales y locales, a cumplir el rol de árbitros en los conf lictos entre capital y trabajo. Esto, evidentemente, supone un cambio relevante en la política pública, la que, sin abandonar la estrategia de contención represiva, suma a partir de este momento una nueva función, esta vez de carácter conciliatorio. Este giro estratégico se consolidó en la administración de Arturo Alessandri Palma (1920- 1925) y adquirió rango institucional con la dictación del 21.- BRITO, De mujer independiente a madre. Código del Trabajo en 1931. Resulta relevante, en este sentido, observar que la denominada legislación social surge en un contexto global (Revolución Bolchevique) y local (ascenso de las movilizaciones obreras), en el cual el poder burgués se encuentra amenazado, convirtiéndose en una salida de ajuste al sistema de dominación. Por último, el aporte de Francisco Olivares (“20, 70, 20: 100 años de reacción conservadora y movimientos nacionalistas frente a coyunturas críticas”) se sitúa en un campo diferente. Su estudio analiza “las caracterís- ticas de la reacción conservadora de derecha, mediante la formación de grupos nacionalistas de extrema dere- cha”, en lo que él denomina como “los tres procesos históricos de cuestionamientos profundos del orden es- tablecido”, a propósito de las coyunturas de 1920, 1970 y la actual. Para ese efecto analiza la formación y de- sarrollo de las Ligas Patrióticas, el Frente Nacionalista Patria y Libertad y los grupos nacionalistas conservado- res actualmente operativos. El autor señala que la dere- cha convencional, aparentemente democrática, recurre a la extrema derecha nacionalista y violenta cada vez que el orden burgués se ve amenazado. Una tendencia que, sin duda, es evidente pero que no agota el campo de acción de los sectores conservadores. Efectivamente, en las dos primeras coyunturas (1920 y 1970) fueron los militares los que terminaron resolviendo las crisis de arrastre que la burguesía no había logrado administrar. En el primer caso, elevando al poder a Carlos Ibáñez del Campo, quien resolvió de facto la llamada “cuestión social” y en el segundo, entronizando la dictadura de · 26 · · 27 · Augusto Pinochet Ugarte, que llevó a cabo un profundo proceso refundacional de la sociedad chilena. No es fá- cil establecer el itinerario de futuro de la actual crisis política, pero la agudización de los enfrentamientos so- ciales y políticos siempre deja abierta la puerta para las asonadas militares. No obstante, me parece importante reparar en que el discurso nacionalista adquiere más fuerza en circunstancias en las cuales el orden social y político burgués aparece cuestionado. La arenga que asocia los problemas internos con una conspiración in- ternacional (anarquista, comunista, castro-guevarista o chavista) suele tener eco en una franja de la población que asume como propios la defensa de los intereses de la burguesía y que se moviliza radicalmente para conte- ner la “amenaza foránea”. Este aspecto, en una sociedad crecientemente multicultural como es hoy día la socie- dad chilena, adquiere especial gravedad, ya que quienes forman parte de los pueblos originarios y de las comu- nidades de inmigrantes, suelen ser los más expuestos a estas campañas de odio. En síntesis, estamos en presencia de un conjunto de trabajos que, a partir del estudio de la coyuntura de 1920, nos relevan el escenario de conf lictividad que vi- vía Chile en ese período. Pero no solo nos expone los hechos que enmarcaron los enfrentamientos de clase, también nos sumerge en el tejido social de la época, exponiendo las relaciones sociales, los ámbitos de so- ciabilidad y las estrategias de acción colectiva que des- plegaron los hombres y mujeres de esa época. Hombres y mujeres que llenaban de esperanzas a José Domingo Gómez Rojas, quien escribió: Y pienso que algún día sobre la faz del mundo una justicia nueva romperá viejas normas y un futuro inefable, justiciero y profundo imprimirá a la vida nuevas rutas y formas22. 22.- GÓMEZ ROJAS, “Protestas de piedad”, 26 de agosto de 1920; en: SA- BELLA, Popularización de Gómez Rojas, p. 21. · 28 · · 29 · A 100 años de 1920 · Manuel Lagos Mieres El año 1920 fue crucial para la historia política y social de Chile. Después de un siglo de vida republi- cana, el liderazgo de la oligarquía se vio cuestiona- do por el ascenso de los sectores medios y los proyectos revolucionarios. La elección de Arturo Alessandri Palma implicó la concreción de un cambio político (la Consti- tución de 1925), el cual inició una serie de reacomoda- mientos en el seno del poder que llevarían a un nuevo consenso, cuya condición necesaria era la instauración de un orden coercitivo23. Dicho orden contemplaba la eliminación de la amenaza de cualquier subversiva. Como todo cambio, no estuvo libre de cuotas im- portantes de violencia de parte de quienes vieron sus intereses amenazados. Algunos han visto los orígenes de esta reacción principalmente en el proceso político desarrollado con el ascenso de Alessandri al poder24. Sin desestimar esta hipótesis, creo que también han tenido relevancia en esta arremetida reaccionaria, el vertigino- so plano social que se generaba por esos años. Habla- mos de la radicalización del movimiento obrero de la mano de los proyectos revolucionarios de corte socialis- ta –liderados por el Partido Obrero Socialista (POS) y la Federación Obrera de Chile (FOCH), bajo la inf luencia 23.- VALDIVIA, Subversión, coerción y consenso. 24.- VICUÑA FUENTES, La tiranía en Chile, pp. 115-119. de aquel– y anarquista, tendencia expresada fundamen- talmente a través de la organización Industrial Workers of the World (IWW). Desde este punto de vista, 1920 fue mucho más que el año de la elección de Alessandri como presidente y el cambio institucional que se produjo. También fue el as- censo organizacional de los obreros y la visibilización de proyectos revolucionarios que los oligarcas vieron con profundo temor. En un proceso que venía fortalecién- dose de forma constante desde fines del siglo XIX, el movimiento obrero ya daba muestras de una capacidad organizativa, política, cultural y de convocatoria sin pa- rangón en la historia de Chile. A ello se sumaba la profundización de la crisis eco- nómica producida tras la disminución de las exporta- ciones salitreras, pilar de la economía nacional25, y el encarecimiento de la vida. Ambos factores repercutie- ron en la puesta en escena pública de los revolucionarios que pasaron a convertirse en actores políticos de rele- vancia, formando alianzas con sectores estudiantiles, empleadosy grupos medios. A partir de la formación de la Asamblea Obrera de la Alimentación Nacional (AOAN), coordinadora responsa- ble las grandes marchas de protesta contra el encareci- miento de los alimentos26, la política obrera gestada por años en sus salones sociales (al son de la autoformación y el autodidactismo obrero) invadió las calles, abriendo 25.- Sobre el panorama económico, véase PALMA, “Chile, 1914-1935”; MU- ÑOZ, Crecimiento industrial en Chile. Sobre las repercusiones sociales de la crisis salitrera, PINTO, Desgarros y utopías, pp. 157-182. 26.- DIEGO; PEÑA & PERALTA, La Asamblea Obrera de Alimentación Nacio- nal; GREZ, Historia del comunismo en Chile, pp. 89-104. · 30 · · 31 · un periodo de permanentes movilizaciones sociales, el cual iba de la mano con un profundo trabajo de politi- zación popular de la mano de anarquistas y socialistas. Todos estos elementos dieron dimensiones inéditas de conf lictividad tanto en cuanto a cantidad de movi- mientos, como a su capacidad de convocatoria. Según Peter DeShazo, se produjeron 229 movimientos entre 1917 y 1921, con los momentos más álgidos en la primera mitad de 191927. En palabras de un testigo, y partícipe de algunos de aquellos movimientos, Juan Chacón Corona, en todas las fábricas, minas, faenas varias, los obreros pasaban pliegos de peticiones y se bo- taban en huelga. Como no existía el Código del Trabajo, las huelgas partían de repente, con la táctica de “el golpe avisa”. Lo que faltaba en pre- paración sobraba en entusiasmo. [...] Las huelgas estallaban casi diariamente y a veces en forma violenta. No se trataba sólo de adoptar determi- nadas medidas; la revolución social hervía en los hogares de los pobres, en las fábricas y talleres y en las asambleas populares. No nos dábamos cuenta bien de lo que pasaba, pero sentíamos que la cosa se movía. Creíamos que la revolución estaba muy cerca, a la vuelta de la esquina28. En la medida en que la agitación social se intensi- ficaba, la oligarquía experimentaba un creciente temor a la Revolución Social. Aunque los grupos acomodados asumieron que la “cuestión social” era un hecho real, 27.- DeSHAZO, Trabajadores urbanos, pp. 148-149. 28.- VARAS, Chacón, pp. 31-35. distinguían entre las “justas demandas” del movimien- to obrero, por un lado; y aquello que no era más que la acción revolucionaria llevada a cabo por elementos subversivos que habían logrado controlar los gremios de trabajadores. Los más peligros subversivos eran aque- llos que realizaban el trabajo de propaganda y agitación de la mano de incontables actividades culturales, tales como conferencias sociales, ediciones de periódicos, for- mación de cuadros artísticos29. Todos estos temores eran avivados desde luego por el contexto internacional, cuya punta de lanza era la Revolución Rusa, que cimentó un imaginario terrorífico para los poderosos del mundo30, contexto del cual las oligarquías latinoamericanas no estuvieron exentas31. 29.- Según las autoridades, en el “gremio laborista” había que “distinguir dos corrientes que, debido a las prédicas malsanas tienden a formar una sola y peligrosa: la una, el elemento sano del pueblo trabajador que, si acu- de al paro en demanda de justas peticiones, es sólo para obtener mejo- ramiento de su condición económica y social; y la otra, formada por ele- mentos expulsados de otros países, que finalmente, ni son obreros y que cual parásitos, se han introducido entre los nuestros, y engañándolos con falsas y ridículas teorías y con propósitos de ocultar ambiciones persona- les, los lanzan contra las autoridades, contra el gobierno, contra el orden constituido”. LAGOS MIERES, Los subversivos, pp. 50-53. 30.- Según la historiadora Eugenia Fediakova, la Revolución Rusa generó una “explosión del imaginario” y un intenso trabajo de producción simbó- lica. Mientras que, para las clases dominantes y el Estado, la revolución era interpretada como una amenaza al régimen dominante y al orden es- tablecido, bajo la óptica de algunos sectores obreros constituía una gran esperanza para la construcción de una sociedad más justa. FEDIAKOVA, “Rusia Soviética en el imaginario político chileno”. También recomiendo consultar ARÁNGUIZ, Chile, “la Rusia de América”, especialmente el Cap. 5, “Rusia, lumbrera del proletariado”. 31.- La prensa local oligarca comenzó a informar inmediatamente aconte- cida la Revolución Rusa, calificando a los bolcheviques de “maximalistas” y dando a entender que maximalista correspondía a la traducción castellana · 32 · · 33 · Si hacemos un recorrido por las capitales latinoameri- canas nos encontramos con este temor bien presente, el cual era acompañado por un ascenso organizacional de los obreros y una consiguiente respuesta oligárqui- ca que fundaba sus métodos represivos en el “combate al maximalismo”. Buena cuenta de lo dicho fueron los sucesos de la “Semana Trágica” en Buenos Aires (1919)32; la “Semana Roja” de Montevideo33; las grandes huelgas en Lima por la jornada de ocho horas de trabajo34, o la oleada de manifestaciones de 1917, en Sao Paulo, y las de 1918-1919, en Rio de Janeiro35. Señal de este temor de las oligarquías sudamerica- nas hacia el maximalista, fue la red de espionaje inter- nacional que actuó en Buenos Aires por iniciativa de los países aliados y con total complicidad de las autori- dades locales, extendiéndose luego a Brasil y Uruguay. Como lo ha demostrado la investigación coordinada por del término bolchevique. “‘Maximalistas’ y ‘bolcheviques’ son los que sus- tentan en Rusia el programa máximo del socialismo, es decir, los extremis- tas. Equivalen por lo tanto a los que fueron los ‘jacobinos’ en Francia; son los más exaltados, los que pretenden el trastorno completo de la sociedad actual y el reparto inmediato de las tierras y las riquezas. Siendo los más exaltados, se valen de la violencia para la implantación de sus teorías”. Su- cesos, Santiago-Valparaíso, junio de 1919, citado por CASALS, La creación de la amenaza roja, p. 62. 32.- GLASMAN & ROT (Comp.), Entre la revolución y la tragedia. 33.- MUÑOZ, “El impacto de la Revolución Rusa en el anarquismo urugua- yo”. 34.- MARTÍNEZ DE LA TORRE, El movimiento obrero peruano; ZUBIETA NÚÑEZ, “La conquista de las ocho horas de trabajo”. 35.- Según la investigación de Boris Fausto sobre el conflicto obrero-pa- tronal en Sao Paulo y Rio de Janeiro, entre 1917 y 1920, hubo más de 200 huelgas obreras, con la participación directa de cerca de 300 mil trabaja- dores. FAUSTE, Trabalho urbano e conflito social. el historiador trasandino Hernán Díaz, los miembros de esta red de espionaje mantuvieron estrecho contacto con agentes infiltrados en las organizaciones obreras a fin de perseguir y reprimir sus actividades. Con este objetivo realizaron prontuarios y listas de los supuestos agitadores maximalistas36. Bajo estas mismas preocupaciones, la Conferencia de Policía realizada en Buenos Aires, entre los días 20 y 28 de febrero de 1920 –con delegaciones de Brasil, Bolivia, Paraguay, Perú, Uruguay, Chile y Argentina–, reforzó la colaboración policial internacional iniciada ya en 190537. En la ocasión, los países asistentes “se comprometieron de modo permanente a la recíproca información sobre hechos anarquistas y cualquier otro movimiento sub- versivo”38. 36.- Conocida como FABI, por los cuatro países que la componían (Francia, Estados Unidos de América, Gran Bretaña e Italia), esta organización tuvo por función espiar al gobierno radical de Yrigoyen, del cual no se tenía cer- teza de su apoyo al bando aliado. Con el tiempo, se abocó íntegramente a espiar y perseguir agitadores del movimiento obrero. Al respecto, véase DÍAZ (Coord.), Espionaje y Revolución en el Río de la Plata. 37.- Véase NAVARRETE, “Represión política a los movimientos sociales”; GALEANO, “Delincuentes viajeros y cooperación policial transnacional”. 38.- El texto del convenio está disponible en URZÚA, Las instituciones poli- ciales en Chile, pp. 197-203.En virtud de esta colaboración entre policías sudamericanas, la Sección de Seguridad de Santiago contrató al polaco José Mierzejewsky como agen- te destinado a infiltrase en los gremios obreros, especialmente entre los anarquistas rusos que llegaban del extranjero. ROJAS FLORES & ROJAS FLORES, “En búsqueda de una definición”; GREZ, Historia del comunismo en Chile, p. 108. Hacia 1920, la policía chilena trabajaba desde hacía tiempo con un espía infiltrado en las organizaciones obreras de la capital, militante del POS y de la anarquista Federación de Obreros Imprenta (FOI). Su nombre era Evaristo Ríos, quien además publicó un periódico llamado La Antorcha (1921). Según los archivos de la Intendencia de Santiago, la labor de espio- · 34 · · 35 · En todos estos países ya comenzaban a verse las con- secuencias del fantasma que recorría el mundo, cuya expresión local eran las organizaciones obreras anar- quistas y socialistas. En el caso chileno, estas redes de espionaje y colaboracionismo entre los gobiernos suda- mericanos encontraron su correlato a través de lo que la historiadora Verónica Valdivia llama la “militarización de la política”39. La multitudinaria convocatoria que tuvo el llamado de la AOAN al primer “Mitin del Hambre”, el 22 de no- viembre de 1918 –sumado a la incapacidad de las asocia- ciones patronales de detener las demandas obreras por medio de un lockout, y al amenazante contexto interna- cional– derivó en una reacción desesperada, la cual in- cluyó la exacerbación del discurso patriótico, poniendo en escena de los problemas limítrofes con los países del norte; haciendo uso de herramientas legales, como la promulgación de la Ley de Residencia y el Estado de Sitio; o bien, desde luego, utilizando la mano negra con la cuenta todo Estado, expresada en la fabricación de montajes judiciales contra los obreros organizados40. Todos estos elementos acompañaron la lucha social de aquellos años, hasta culminar con el “Proceso a los Sub- naje a algunos obreros calificados de “agitadores” era casi diaria, como en los casos de Juan Onofre Chamorro, Armando Triviño y Julio Rebosio. ANH, FIS, vol. 493 (enero 1920); vol. 494 (febrero 1920); vol. 495 (abril 1920); y vol. 451 (mayo 1920). Al respecto, véase Grez, Historia del comunismo en Chile, p. 108; LAGOS MIERES, Los subversivos; LAGOS MIERES, Juan O. Chamorro Azócar (1885-1941); MUÑOZ, Armando Triviño: Wooblie; MUÑOZ, Cuando la patria mata. 39.- VALDIVIA, Subversión, coerción y consenso, p. 45. 40.- Sobre el periodo ver MUÑOZ, “Arde la patria”. Sobre la emergencia y papel de las Ligas Patrióticas, GONZÁLEZ MIRANDA, El dios cautivo. versivos”, hacia julio de 1920. En palabras del anarquista Armando Triviño, la oli- garquía fue “poseída por un miedo pánico”, el cual los llevó a creer que en los locales obreros se encontraban las armas con las cuales se llevaría a cabo la Revolución Social; y, consecuentemente, mandó a allanarlos. A la Casa del Pueblo “se le colocó guardianes de punto fijo” y a las federaciones de zapateros y panaderos, “un piquete de soldados montados”. No obstante, sólo encontraron “libros, folletos y periódicos”41. Por otra parte, el Congreso despachaba apresurada- mente la Ley de Residencia –la cual había dormido en el Parlamento durante 10 años–, comenzando la expul- sión de “elementos indeseables”42. Entre 1918 y 1920, la aplicación de esta ley fue bastante selectiva. Uno de los primeros expulsados, a fines de 1918, fue el wooblie australiano Tom Barker, quien estaba radicado en Val- paraíso. Un caso elocuente fue el del activo socialista Casimiro Barrios, expulsado el 19 de julio de 1920. Los sectores políticos conservadores promovieron una campaña para la aplicación rigurosa de la Ley de Residencia contra activistas obreros. En palabras del senador del Partido Conservador Alfredo Barros Errá- zuriz, [...] diariamente, vemos cómo se predican por todas partes las ideas subversivas, sin que hasta este momento se haya encontrado por las au- toridades sino un solo individuo extranjero que merezca ser expulsado del país. De modo que, 41.- Verba Roja, Valparaíso, n°4, primera quincena de enero de 1919. 42.- PLAZA ARMIJO y MUÑOZ, “Ley de Residencia de 1918”. · 36 · · 37 · por tolerancia del Gobierno, se ha estado soca- vando la idea de Patria y se ha estado injuriando a nuestras instituciones más preciadas”43. Debido a ello, el ministro del Interior Pedro García de la Huerta ordenó la implementación estricta e inme- diata del artículo 60 de la Ley de Residencia, referido a la apertura de un registro obligatorio de extranjeros en las prefecturas44. Varios otros “agitadores extranjeros” fueron expulsados del país. Ramón Rusinyol, catalán, simplemente por haber repartido en Caleta Buena unos volantes impresos, “destinados a aconsejar al pueblo a no participar en un conf licto armado con el Perú”45; Luís Cuadri Matofelli, italiano –carpintero y uno de los fundadores por el año 1906 de la Federación de Trabaja- dores de Chile–, que tenía ya 70 años, “con más de 40 de residencia en Chile, padre de numerosa familia”46; Nicolás Gutarra, anarquista peruano de largo recorrido, gran orador –quien ya había sido expulsado del Perú–, que, tras su expulsión de Chile, llevó La Idea por toda Latinoamérica47. Hacia enero de 1919, como respuesta a los grandes movimientos huelguísticos de norte a sur del país, y en circunstancias que la AOAN llamaba a un nuevo mitin para febrero, el gobierno de Sanfuentes decretó Estado de Sitio, cuestión que no se hacía desde 1894. En este 43.- Congreso Nacional de Chile, Diarios de sesiones parlamentarias, Se- nado, sesión extraordinaria, 5 de agosto de 1920; LAGOS MIERES, Juan O. Chamorro, p. 154. 44.- La Nación, Santiago, 24 de julio de 1920. 45.- El Surco, Iquique, n°20, 18 de septiembre de 1919. 46.- VICUÑA FUENTES, La Tiranía en Chile, p. 88. 47.- LAGNADO, “La inverosímil travesía de Nicolás Gutarra”. marco, la noche del 19 de enero en Iquique, las tropas patrióticas encabezadas por oficiales del Regimiento Carampangue destruyeron la imprenta del diario socia- lista El Despertar de los Trabajadores. “Nada escapó a su ira patriotera: cajas, linotipias, rotativa, motores, fue siste- máticamente despedazado, destruyendo una obra cos- teada centavo a centavo por trabajadores pampinos”48. En tanto, el local de la imprenta El Progreso (que impri- mía El Surco), fue asaltada y saqueada, acusándosele a su director Celedonio Arenas, de “antipatriota” y “vendido al oro peruano”. En Antofagasta, la cosa no fue menor: prisión de los más conocidos “agitadores” y asaltadas sus imprentas. Los socialistas Luis E. Recabarren y Ma- riano Rivas49 y los demócratas Oscar Chanks y Arturo Siempsen fueron relegados al sur, a la localidad de Lau- taro, donde debieron permanecer hasta fines de abril50. Mientras tanto, en la zona austral del país, especí- ficamente en Puerto Natales, se generó una experiencia sin parangón en los anales de la historia social local. Todo comenzó cuando los trabajadores del Frigorífico Bories, afiliados a la Federación Obrera de Magallanes (FOM) iniciaron una lucha por la jornada de ocho ho- ras, la reincorporación de varios obreros despedidos y 48.- BARRÍA, Jorge, Los movimientos sociales en Chile, p. 250. 49.- Mariano Rivas Luna, socialista, nacido en Buenos Aires (15 de agosto de 1880), había llegado a Chile en octubre de 1913, y fue expulsado en julio de 1920, aplicándosele la Ley de Residencia “por actividades de propagan- dista de ideas subversivas en contra del Gobierno”. Archivo Universidad Católica del Norte, Policía de Antofagasta, Oficina de Identificación, Pron- tuario n°1019, Mariano Rivas Luna, Antofagasta, 22 de enero de 1919. Espe- ramos la próxima publicación del trabajo ARAYA, Los subversivos del norte. 50.- Sobre Recabarren y sus reiteradas prisiones y hostigamientos del Es- tado, ver PINTO, Luis Emilio Recabarren. · 38 · · 39 · el abaratamiento de los artículos de primera necesidadque la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego vendía a precios muy elevados51. El 23 de enero de 1919, en cir- cunstancias que los delegados sindicales se encontra- ban reunidos con la patronal para negociar los recla- mos, el administrador inglés –conocido como “Mister Kidd”– disparó contra el delegado Carlos Viveros, ma- tándole enseguida. Como respuesta, los obreros comen- zaron una verdadera insurrección armada, atacando a policías y guardias privados del frigorífico, tomándose la ciudad por algunos días e iniciando la construcción de incipientes experiencias revolucionarias, hasta que la llegada de las tropas inició una horrenda persecución52. Hacia 1920, en la medida en que la lucha social se radicalizaba, la agresividad del gobierno se hacía más intensa, recurriendo a los militares en diversas ocasio- nes. A las “Marchas del Hambre” en Santiago y la expe- riencia revolucionaria en Magallanes del año anterior, se sumaba el inicio de la “Huelga Grande del Carbón”, en enero53; mientras que en el norte paraban las faenas salitreras. A lo largo del país los atropellos a las liber- tades públicas abundaban, dándole un tono particular- mente agudo a la lucha social54. Así llegamos a mediados de 1920, cuando la polari- zación y niveles de violencia política coincidieron con la elección de Alessandri Palma. Entonces, la desespera- 51.- Sobre estos sucesos ver ARRIAGADA, La rebelión de los tirapiedras. 52.- HARAMBOUR, El movimiento obrero y la violencia política, pp. 101-121. 53.- VENEGAS, “Crisis económica y conflictos sociales”; GREZ, Historia del comunismo en Chile, pp. 111-112. 54.- Detalles en LAGOS MIERES, Los Subversivos. da oligarquía puso nuevamente en escena la estrategia de los enemigos del norte como forma de restar impor- tancia a la agitación interna y lograr desestabilizar la llegada al poder de Alessandri. Fue así como urdieron la farsa de que el nuevo gobierno boliviano –llegado al poder tras golpe de Estado del 12 de julio– pretendía aliarse con el Perú para atacar Chile. Al día siguiente toda la prensa oligárquica titulaba “Peligro de Guerra”, y el ministro de la cartera, Ladislao Errázuriz, decretaba la movilización de las tropas ante una posible invasión de los países vecinos55. La idea patriota no demoró en movilizar contingentes ciudadanos y, bajo pretexto de despedir a los reservistas que partían al norte, la “ju- ventud dorada” dirigió las masas contra todo aquel que profesara ideas avanzadas. Fue así como las hordas “em- patriotecidas” salieron a la calle en distintas ciudades del país y no titubearon en atacar una serie de espacios de cultura obrera y estudiantil, catalogados como an- tipatriotas y “vendidos al oro peruano”. Caso insigne fue el saqueo y destrucción del local de la Federación de Estudiantes, el 21 de julio. En la ocasión, la multitud se adentró en las instalaciones del Club de Estudiantes y, a plena luz del día y con la complicidad de la policía, 55.- Hay varias investigaciones que abordan los sucesos de la “Guerra de Don Ladislao”, habiéndose preocupado sobre todo del asalto a la Federa- ción de Estudiantes, el 21 de julio; y la quema del local de la FOM, el 27 de julio de 1920. Al respecto, véase VEGA DELGADO, La masacre en la Federa- ción Obrera de Magallanes; HARAMBOUR, El movimiento obrero y la violencia política; RODRÍGUEZ, El asalto e incendio de la Federación Obrera de Maga- llanes. Sobre el asalto a la FECH, ver MORAGA, “Muchachos casi silvestres”. Un marco general en MUÑOZ, “Arde la patria”; y más recientemente en CRAIB, Santiago Subversivo. · 40 · · 41 · “destrozó muebles, tajeó el cuero de los sillones, arrojó a la calle los libros y los quemó”. Según el relato de Carlos Vicuña Fuentes, en un acto que se repetiría con creces décadas después durante la dictadura de Pinochet, en grandes canastas, en cajones, en sacos, los acarrearon revueltos y vejados hasta el balcón de la calle y por allí los arrojaron al medio del arroyo. La muchedumbre les hizo sitio y una pi- rámide altísima de libros perniciosos fue que- mada allí mismo, a la una y media del día, a dos cuadras de La Moneda56. Por la noche de ese 21 de julio de 1920, los patriotas –aún sedientos de destrucción– marcharon por las ca- lles de Santiago, obligando a todo aquel que se cruzaba en su camino a besar la bandera chilena. Cerca de las 22:30 se reunieron en plena Plaza de Armas, practicando su tan infame deporte con los transeúntes que por allí pasaban. Uno de éstos, el joven Carlos López Marchant se resistió a hacerlo y fue duramente golpeado. De no haber sonado unos disparos, lo habrían matado. Uno de dichos disparos llegó sobre el joven patriota Julio Covarrubias Freire, matándolo enseguida. Como conse- cuencia, López Marchant fue detenido y se inició una intensa investigación para dar con el autor de los dispa- ros57. Y, ¿qué mejor que encontrarlo entre los anarquis- tas, teniendo a la vez pretexto para encerrar a un par 56.- VICUÑA CIFUENTES, La tiranía en Chile, pp. 102-103; El Diario Ilustrado, Santiago, 22 de julio de 1920; Juventud, Santiago, n°11-12, enero-marzo de 1921; CRAIB, Raymond, Santiago subversivo, pp. 119-128. 57.- Según VICUÑA FUENTES habría sido uno de los mismos patriotas, La tiranía en Chile, p. 112. más de éstos? Así, el juez José Astorquiza llevó tras las rejas a Héctor Alarcón Retamales –anarquista, afiliado a la Unión de Resistencia de Albañiles y Estucadores (URE)– y quién nunca había estado en el lugar de los hechos. Además, detuvo a quienes supuestamente eran sus cómplices, Isidro Vidal Hernández –también anar- quista y miembro de un conocido cuadro artístico obre- ro– y Pedro Corail, afiliado a la Unión de Labradores en Madera y compañero de habitación de Alarcón58. Esa misma noche del 21 de julio de 1920, los patriotas dieron el golpe letal a la Imprenta Numen, cayendo con ello el periódico anarquista Verba Roja, la revista Numen y Acción Directa, órgano oficial de la IWW. Claramente las autoridades pretendían sacar definitivamente de circu- lación una literatura que no solamente contribuía a la agitación social, sino que además propagaba una serie de valores distintos a los del proyecto hegemónico. De este modo, por los mismos días varias imprentas obre- ras fueron presa requerida por el terror blanco. El Surco, de Iquique; La Batalla, de Valparaíso; La Comuna, de Viña del Mar; El Trabajo y El Socialista de Punta Arenas; El Socia- 58.- Sucesos, Valparaíso, n°935, 26 agosto 1920. Para agravar su situación, Astorquiza reabrió un proceso anterior contra Héctor Alarcón, por haber gritado desde la galería del cine –mientras pasaban una película sobre la pasión de Cristo– que, “igual a Poncio Pilatos era el juez Soto Barriga, que encarcelaba injustamente a los obreros por dar en el gusto a la oligarquía”. En la ocasión, Alarcón fue aprehendido inmediatamente y llevado ante el juez señalado, quien lo condenó por desacato, sentencia que finalmente fue anulada, VICUÑA FUENTES, La tiranía en Chile, p. 112. Tanto Alarcón como Vidal recuperaron su libertad recién a fines de 1922, cuando el “Pro- ceso a los Subversivos” se encontraba zanjado. Aquel año, varias manifes- taciones de presión fueron organizadas conjuntamente por la FOCH y la IWW. LAGOS MIERES, Los subversivos, p. 190. · 42 · · 43 · lista, de Antofagasta, La Jornada, de Lota y Coronel, entre otros focos de producción de cultura obrera59. Ese fatídico 21 de julio de 1920 tuvo su correlato tam- bién en Valparaíso. Sin embargo, en este caso las au- toridades fueron más sofisticadas y habían preparado un montaje para desmantelar la que calificaban como “acción subversiva” de la IWW. Los antecedentes del llamado “Proceso a los Subver- sivos” se remontaban a la denuncia del senador Carlos Aldunate Solar contra la sección chilena de la IWW60, la cual encontró eco en otros parlamentarios conser- vadores, como el senador de Malleco Gonzalo Bulnes, quien planteó la necesidad de terminar con los movi- mientossociales eliminando a los “agitadores”, “tal como se acostumbraba en Europa”. Para la seguridad del gobierno y de la sociedad, había manifestado, “era in- dispensable” que la autoridad terminara de una vez por todas con todos los “elementos indeseables”. Ese mismo senador sugirió que “podía hacerse en Chile lo que se hacía en otras partes”, es decir, “aprehender a todos los 59.- Para una interpretación de “los subversivos” como agentes culturales, portadores de un proyecto alternativo a la cultura hegemónica y popular, ver LAGOS MIERES, Los subversivos. La importancia de la cultura y la so- ciabilidad, así como también un análisis a fondo del plano específico del anarquismo en Chile, LAGOS MIERES, Viva la Anarquía. 60.- El senador por O’Higgins Carlos Aldunate Solar –basado en un libro que se encontró en una librería de Santiago titulado The IWW: A Study of American Syndicalism, escrito por Paul Brissenden y publicado en 1919 en Nueva York–, había denunciado ante el Senado, la existencia en Chile de una sociedad obrera de características similares a su par norteamericana, logrando convencer a un grupo de senadores conservadores de que había que acabar “en el huevo a la que en Chile había tenido el candor de llamarse del mismo modo”. VICUÑA FUENTES, La tiranía en Chile, p. 89. subversivos, embarcarlos en Valparaíso y fondearlos en alta mar”61. No obstante, la respuesta del gobierno tomó la forma de una acción judicial que, dando visos de le- galidad, podía permitir los más graves abusos. El ministro de Justicia Lorenzo Montt fue el encar- gado de dar las órdenes al ejecutor de la farsa: el capi- tán de Ejército, Enrique Caballero, quién a comienzos de junio de 1920, asumía como prefecto de Policía de Valparaíso62. Para ejecutar el montaje, Caballero puso en libertad a dos peligrosos criminales, a quienes encargó infiltrar cartuchos de dinamita y armas en las instala- ciones del local porteño de la IWW. Una vez concretado este “trabajo”, en momentos en que la ciudad se en- contraba movilizada por las manifestaciones patriotas y en circunstancias que en la IWW se efectuaba una asamblea de huelga –en la cual los gremios marítimos estaban envueltos desde el 14 de julio–, la policía apro- vechó la ocasión para completar su maquiavélico plan irrumpiendo en el salón con un contingente fuertemen- te armado encabezado por el propio Caballero y el jefe de Pesquisas, Hércules Beltrami. Los asambleístas ni siquiera tuvieron tiempo de preguntar los motivos de tal acción, siendo inmedia- tamente golpeados y reducidos. Enseguida se procedió a desalojar el recinto, dejando en el interior solamen- te a 26 obreros. Se trataba de los “agitadores”, aquellos que –según las autoridades– eran los responsables del conf licto y disolución social de la época. Acto seguido, 61.- VICUÑA FUENTES, La tiranía en Chile, p. 74; LAGOS MIERES, Los sub- versivos, p. 31. 62.- LAGOS MIERES, Los subversivos, p. 31. · 44 · · 45 · se procedió a registrar el local por parte de los subal- ternos de Caballero. Entonces vino la sorpresa: en un rincón, un cabo de la Sección de Seguridad de la Policía de Valparaíso encontró diez cartuchos de dinamita con sus respectivas guías, varios revólveres, municiones y armas blancas. Al instante se dio cuenta de este hallaz- go al juez del Crimen de turno, Juan B. Ríos, quién llegó enseguida hasta el local, en compañía de su secretario, procediendo a iniciar el sumario respectivo. Comenza- ba de esta forma el llamado “Proceso contra los Sub- versivos”, que llevaría a cientos de obreros a la cárcel, arrebatando la vida de algunos, entre ellos el poeta José Domingo Gómez Rojas, comprometido luchador social y verdadera promesa de la literatura local63. Al salir del local los supuestos “agitadores” captu- rados, se hizo sentir sobre ellos el abucheo de algunos patriotas que, banderita chilena en mano, marcha- ban por allí al compás de himnos militares. Les gri- taban “¡vendidos al oro peruano!”, “¡antipatriotas!”, “¡ácratas!”. Pocos días después, el 27 de julio, la terrorífica oleada patriótica actuó en la zona austral, allanando y quemando el histórico local de la FOM, resultando asesinados varios obreros que habían intentado infruc- tuosamente defender el local, en tanto que otros fueron torturados y luego “fondeados” en el mar64. El ataque 63.- Sobre Gómez Rojas, ver MORAGA & VEGA DELGADO, José Domingo Gómez Rojas Vida y Obra; y CRAIB, Santiago subversivo. 64.- “Como cuenta el obrero Ulises Gallardo, lo que hicieron sufrir los ver- dugos de la época del terror blanco”, El Trabajo, Punta Arenas, n°88, 13 de noviembre de 1921. ocurrió a eso de las tres de la madrugada, siendo diri- gidos por el comandante del Batallón Magallanes José María Barceló Lira y el prefecto de Policía Aníbal Parada Pacheco. En la ocasión, el propio gobernador de Punta Arenas, Alfonso Bulnes, presenciaba complacido desde el frente del local la hoguera que comenzaba a expan- dirse. Para festejar su hazaña, los instigadores de estos actos vergonzosos se reunieron en el Club Magallanes a brindar por lo que ellos creían era el inicio del “sanea- miento de Magallanes”65. Por medio de todas estas estrategias, el poder inten- tó preservar sus privilegios y obstruir el cambio que se gestaba desde los sectores medios y populares. ¿Qué podemos decir hoy, cuando se cumplen 100 años de estos sucesos? La pregunta resulta trascendental, considerando la coyuntura actual que atravesamos, en la cual, por una parte, se asoman visos de cambio, mientras que, por la otra, la reacción pareciera prepara- se para dar un golpe de fuerza. Si alguna lección podemos sacar de la historia es que el poder, a lo largo de estos 200 años de vida republi- cana, ha actuado en forma parecida frente a cualquier asomo de cambio que signifique amenaza para sus in- tereses. Como hace casi un siglo, es muy posible que se construya un nuevo consenso constitucional que nueva- mente descansará sobre la represión a los movimientos sociales, contra los cuales se están implementando des- de ya diversas formas represivas. Sería necesario que los 65.- Diputado Efraín Ojeda Ojeda, en Boletín de Sesiones de la Cámara de Di- putados, 26 de julio de 1920, citado por PORTALES, Historias desconocidas de Chile, pp. 157-159. · 46 · · 47 · sectores sociales pudieran estar alguna vez en la historia preparados para responder a dichas ofensivas. Un héroe del siglo XX, José Domingo Gómez Rojas (1896- 29 de septiembre de 1920) Domingo Gómez Rojas, muerto en la Casa de Orates el 29 de septiembre de 1920, después de dos meses de prisión injusta. · 48 · · 49 · La tetralogía de Aniceto Hevia como fuente acreditada para una historia del anarquismo en Santiago de Chile, 1912-1920 · Ignacio Ayala Cordero Introducción En 1951, Manuel Rojas Sepúlveda publicaba su novela Hijo de ladrón. Al cabo de los siguientes veinte años, Mejor que el vino (1958), Sombras contra el muro (1963) y La oscura vida radiante (1971) completaban la tetralogía, vinculadas por medio de su protagonista, Aniceto Hevia66. Tales obras, escritas en clave autobiográfica, incluyen numerosas re- ferencias al mundo social anarquista y al contexto polí- tico, social y económico de la región chilena durante las primeras décadas del siglo XX. El objetivo que persigo por medio de este trabajo es problematizar el estatuto de la novela como fuente his- tórica, proponiendo algunas claves para aproximarnos a la historia social y cultural del anarquismo en Santiago de Chile, a partir del análisis de los recursos referencia- les en la tetralogía de Aniceto Hevia, particularmente significativos para reconstruir la coyuntura previa a la 66.- Numerosos han sido los estudios literarios inspirados por la obra de Manuel Rojas. Sin pretender realizar una bibliografía exhaustiva sobre el particular, recomiendo consultar GONZÁLEZ VERA, “Manuel Rojas”; ALE- GRÍA, “Manuel Rojas”; FERNÁNDEZ FRAILE, Manuel Rojas; LÓPEZ, Hijo de ladrón;VARAS, “Manuel Rojas”; ROJO, “La contra Bildungsroman”. Gómez Rojas, grabado del artista obrero Carlos Hermosilla, 1937. · 50 · · 51 · muerte del poeta José Domingo Gómez Rojas, acaecida el 29 de septiembre de 1920. 1. La novela como fuente histórica Según la célebre fórmula propuesta por Marc Bloch, “el historiador se halla en la imposibilidad absoluta de comprobar por sí mismo los hechos que estudia. Por lo tanto, no podemos hablar de las épocas que nos han precedido sino recurriendo a los testimonios”. Más adelante, el mismo autor establece que “la diversidad de testimonios históricos es casi infinita. Todo cuanto el hombre dice o escribe, todo cuanto fabrica, cuanto toca, puede y debe informarnos acerca de él”67. En otra ref lexión sobre la centralidad de los testimonios en la “ciencia del pasado humano”, Lucien Febvre –su que- rido amigo y cofundador de la llamada “Escuela de los Annales”– planteaba que Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero to- dos los textos. Y no solamente los documentos de archivo en favor de los cuales se ha creado un privilegio [...]. También un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testi- monios de una historia viva y humana, satura- dos de pensamiento y de acción en potencia68. De este modo, la literatura –más específicamente, 67.- BLOCH, Introducción a la historia, pp. 52 y 68, respectivamente. Al mar- gen de las necesarias reformulaciones que debemos plantear a esta defi- nición tras más de siete décadas, tanto desde el lenguaje inclusivo, como desde el mismo desarrollo historiográfico, la perspectiva de Bloch se en- cuentra plenamente vigente. 68.- FEBVRE, Combates por la historia, p. 28. en este caso, la novela– ha sido reconocida hace tiempo como un elemento más entre la diversidad casi infinita de los testimonios susceptibles de ser interrogados por la disciplina histórica. No obstante, en la práctica, el estatuto de la novela como fuente es problemático, ya que nos remite a la distancia deontológica entre historia y literatura. En efecto, a diferencia de la ficcionalidad del discurso novelesco, la historia reconstruye un refe- rente extratextual (un pasado real, concreto), a partir de construcciones narrativas ancladas en testimonios lingüísticos (documentos)69. Ahora bien, la novela está lejos de ser la única fuente sujeta a cuestionamientos. También lo ha sido la prensa, los expedientes judiciales, la fotografía, el cine, etc. En este sentido, antes que descartar a aquella como fuente o analizarla irref lexivamente, se hace necesario plan- tear una crítica documental al texto narrativo, la cual debería estar orientada a establecer cuánto de historia hay en la novela y cuánto de novela hay en la historia70. Para ello, se hace atender a las relaciones entre autor, narrador y lector; y, enseguida, entre el soporte textual y su lectura. Es decir, a los niveles de su contextualiza- ción. Antes de continuar, es necesario establecer que esta ref lexión corresponde a la novela y no a otros géneros li- terarios. Esta decisión aparece justificada, según Mijaíl Bajtín, por cuanto “la novela es la diversidad social del 69.- CHARTIER, El mundo como representación, p. 76. 70.- SERNA, “¿Por qué los historiadores?”. Una aproximación más reciente a esta cuestión aparece en JABLONKA, La historia es una literatura contem- poránea. · 52 · · 53 · lenguaje organizada artísticamente”. Abonando a esta característica de la ficción novelesca, en comparación con la poesía, el lingüista ruso plantea que “a la prosa artística le es más cercana la idea de la existencia viva e histórico-concreta de los lenguajes”71. Una primera forma de contextualizar a la novela es en el nivel del autor. El novelista es un sujeto histórico y, por lo tanto, su obra constituye un enunciado situado históricamente. En palabras de Alejandro Lillo, el aná- lisis cultural de la novela, como metodología de crítica documental, consiste en “tratar la obra de ficción como un producto humano nacido en un momento histórico concreto, fruto de unas condiciones políticas, económi- cas, sociales y artísticas determinadas”72. En un segundo nivel de contextualización, la histori- cidad y pluralidad del lenguaje permea al narrador en el contexto de la producción novelesca. De esta manera, el hablante en la novela “es esencialmente un hombre social, históricamente concreto y determinado, y su palabra es un lenguaje social”73. En un fragmento de La oscura vida radiante, Aniceto Hevia-Manuel Rojas se refiere indirec- tamente a la pluralidad de las voces ajenas y su apropia- ción por parte del autor, diciendo que “por medio de las palabras, las poco independientes palabras, pues perte- necen al cabrón y al historiador, al policía y al ladrón, al alcahuete y al héroe, se puede hacer de todo: se puede expresar todo lo que sentía en sí mismo, lo que pasaba en él, la impresión que le causaba todo, absolutamente 71.- BAJTIN, “La palabra en la novela”, pp. 81 y 148, respectivamente. 72.- LILLO, “La literatura de ficción”, p. 274. 73.- BAJTIN, “La palabra en la novela”, p. 149. todo, porque nada escapa al que está despierto y puede sentir”74. El siguiente nivel de ubicación contextual de la no- vela es “el encuentro entre el mundo del texto y el mun- do del lector”, por medio de la materialidad del objeto que se lee. Justamente, el texto literario no es una en- tidad etérea, sino que está anclado a objetos concretos con condiciones específicas de producción, circulación y consumo. Asimismo, la lectura, como práctica, siempre está establecida sobre gestos, espacios y costumbres75. Por su parte, el lector también se relaciona con la novela desde una circunstancia histórica particular, dotándola de un sentido específico. El lector, en tanto sujeto, reescribe figuradamente las novelas al leerlas, “pues advierte en su interior los atributos en los que se reconoce o la historia personal a la que se adhiere y de la que se siente interlocutor o contemporáneo”76. En definitiva, mi propuesta para la interpretación y análisis histórico de la tetralogía de Aniceto Hevia con- siste en establecer diversos niveles de contextualización: el del autor, el del narrador y el del lector. Estos niveles aparecen mediados por soportes materiales concretos – en este caso, libros– y prácticas de lectura y consumo. Adicionalmente, deben ser incorporados en este modelo los recursos referenciales que constituyen pistas para acceder a estos contextos. Sobre este último aspecto, Andrés López-Martínez plantea que “para no caer en las trampas del subjetivismo, el investigador debe entrenar 74.- ROJAS, La oscura vida radiante, pp. 54-55. 75.- CHARTIER, El mundo como representación, pp. 50-51. 76.- SERNA, “¿Por qué los historiadores?”. · 54 · · 55 · su juicio para escoger con pinzas los indicios y explicar las metáforas de la ficción”77. 2. Escritor, narrador y lector La materialidad del soporte documental con que he desarrollado este trabajo está constituida por la primera edición de Hijo de ladrón, publicada en Santiago por Edi- torial Nascimento, en 1951; la segunda de Mejor que el vino, publicada por Zig-Zag, en 1959; la primera edición de Sombras contra el muro, de la misma editorial, en 1964 y la edición argentina de La oscura vida radiante, editada por Sudamericana, en 1971. A diferencia de otras aproxima- ciones a la narrativa de Manuel Rojas, en esta ocasión no he recurrido a las compilaciones corregidas de sus obras. Esta opción metodológica responde a mi pasa- tiempo de bibliófilo e incansable buscador de libros usa- dos en ferias y librerías de viejo. De los cuatro libros, mi favorito es Hijo de ladrón. La primera versión que leí es el volumen cero de la colec- ción “Los grandes de la literatura chilena”, una edición popular que acumulaba polvo en la casa de mi abuela, y a la cual le faltaban las primeras 12 páginas. Años más tarde, he encontrado diversas ediciones en los galpones del Persa Biobío, en las ferias
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