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1 Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras Colegio de Filosofía “Experiencia estética entendida como acción y comunicación artística” Tesis presentada para obtener el título de: Licenciada en Filosofía Presenta: Brenda Joselyn Franco Álvarez Asesor: Dr. Jorge Armando Reyes Escobar México D.F. 2014 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 ÍNDICE Introducción 5 Capítulo I: Experiencia estética: perspectiva histórica 8 1. Filósofos del siglo XVIII: la experiencia estética y el juicio estético 8 1.1 Los ideales de las Ilustración y el desarrollo de la Estética 8 1.2 Teoría estética de Francis Hutcheson 11 1.2.1 ¿Dónde buscar lo bello? 13 1.2.2 Los sentidos y nuestra capacidad de aprehender la belleza 15 1.2.3 Problemas en la aplicación de la teoría de Francis Hutcheson 16 1.3 Lenguaje, vida y experiencia estética 19 1.4 La voluntad, la conciencia y el placer desinteresado 20 1.5 Conocimiento de lo bello y disfrute de la experiencia de la belleza 22 1.6 David Hume: experiencia de lo bello, el buen gusto y los juicios estéticos. De la experiencia de la belleza a la experiencia estética 23 1.6.1 Influencias de teorías anteriores en el pensamiento estético de Hume 23 1.6.2 La Facultad del Gusto 24 1.6.3 Jerarquía de los sentidos 25 1.6.4 Hume y la experiencia estética 27 1.6.5 Sentimiento y acción 30 1.6.6 Sentimiento y belleza 32 1.6.7 Belleza y juicios 36 Capítulo II: La facultad de juzgar. Acercamiento desde la filosofía de Immanuel Kant al problema de la experiencia estética 39 1 Impulso de Kant para crear una Crítica de la Facultad de Juzgar 39 1.2 Los juicios de gusto: cómo se generan y cómo se distinguen 41 1.3 El Gusto 46 1.4 Experiencia estética, juicio y placer 46 3 1.4.1 Comunicación y fomento de la experiencia estética 49 1.5 Problemas en la teoría de Kant 51 2. Posibilidad de la expresión de la experiencia estética 52 Capítulo III: Valoración entendida según la filosofía de John Dewey 56 1. Por qué valoramos según John Dewey 58 2. Juicios de valor y los juicios prácticos 62 2.1 juicios de hechos vs juicios de valor 64 3. Juicios de gusto según John Dewey 68 Capítulo IV: El juicio de gusto y la experiencia estética entendidos a partir de la ideas de Ludwig Wittgenstein 70 1. Concordancias y discordancias entre Dewey y Wittgenstein en los juicios estéticos 70 2. El valor en la filosofía de Wittgenstein 71 2.1 La expresión del valor en Wittgenstein 73 3. Wittgenstein, interpretación y ‘ver como’ 77 4. Las proposiciones y acciones (segundo periodo del pensamiento de Ludwig Wittgenstein) 81 5. La posibilidad de los juicios de gusto 88 5.1 Acciones y juicios prácticos, características de los juicios estéticos según Wittgenstein 95 6. Comunicación de la experiencia estética: el placer y las palabras 96 4 Capítulo V: Conformación de un concepto de experiencia estética a partir de las ideas de Ludwig Wittgenstein y John Dewey 100 1. Los juicios estéticos y la comunicación efectiva de la experiencia estética 100 1.1 El lenguaje de las sensaciones y el contenido de una experiencia estética 106 2. La presencia del placer en la experiencia estética 117 3. Procesos mentales y la experiencia estética. Aclaraciones desde la filosofía de Wittgenstein 125 4. Experiencia estética y la vida cotidiana 134 5. Placer estético, distancia estética y actitud estética 135 5.1 El placer estético y el problema de su acceso en el desarrollo de bienes culturales contemporáneos 141 5.2 Objetos de arte y el placer estético 147 5.2.1 Definición de arte a partir de la experiencia estética 149 CONCLUSIONES 155 BIBLIOGRAFÍA 1655 INTRODUCCIÓN La experiencia estética ha sido, por mucho, uno de los conceptos predilectos de los filósofos del arte desde que la estética se estableció y desarrolló en el siglo XVIII como disciplina filosófica. El concepto es crucial para cualquier teoría estética; sin embargo, se refiere también a la manera cotidiana de experimentar el arte. El presente trabajo delinea un concepto de experiencia estética que si bien nace desde las exploraciones filosóficas sobre el arte, también trata de integrar la estética más básica, la cotidianeidad en la que reposan la mayoría de nuestros placeres y prácticas. Uno de los objetivos de este trabajo es reducir la distancia presente en estos ámbitos, entre la esfera artística (tan alejada muchas veces de la vida práctica) y la vida cotidiana. En los cinco capítulos se exponen las principales teorías estéticas que dan forma al concepto de experiencia estética; de ellas se destaca sobre todo los temas del placer estético, del juicio y la experiencia. El primer capítulo expone las ideas estéticas de filósofos anglosajones del siglo XVIII. Ellos introdujeron un cambio en la perspectiva de estudio de la belleza el cual depende ahora de la experiencia estética del sujeto, que se concibe como detonador del placer estético en vez del objeto. La belleza y la experiencia estética se encuentran en el sujeto, dependen de él y no únicamente depende de las impresiones sensibles que deja el objeto de arte en la psique del sujeto. A partir de este periodo el ser humano se vuelve un agente activo en la búsqueda de placer estético. Después, en el segundo capítulo se estudia las ideas estéticas de Kantquien sistematiza el cambio en la perspectiva de estudio de los filósofos anglosajones de modo que el estudio de la belleza partiera de las capacidades del sujeto. La sistematización y la intelectualización del placer estético llevan a las manifestaciones de gusto a formar parte de la facultad de juzgar. En este punto se introduce de manera más precisa el aspecto intelectual, la parte reflexiva de la experiencia estética. El juicio de gusto denotaba, precisamente, este ejercicio conjunto de nuestra capacidad de evaluación (asignar valores) con la de sintetizar esas valoraciones en juicios que puedan ser entendidos y aceptados por cualquier ser humano. En el tercer capítulo se aborda una puesta en cuestión de la estética kantiana y del concepto de experiencia estética que se desprende del planteamiento de Kant, esto se hace 6 mediante el tema de la valoración y los juicios estéticos desde la perspectiva de John Dewey con la ayuda de algunas ideas de Hilary Putnam. En esta parte se muestra que valorar es parte indispensable de la vida del ser humano, que se encuentra presente en todo, desde las elecciones cotidianas hasta el desarrollo de conocimiento científico. Los juicios de valor estéticos, desde la perspectiva de estos pensadores, no son simples muestras de eventos particulares de alguna persona. Pueden contener realidades, nos pueden contar cómo es el mundo de la misma manera como lo hacen los enunciados científicos, ya que ninguno escapa a las voliciones del hombre. Respecto a los juicios de gusto (juicios estéticos), es posible entenderlos de un modo más complejo de cómo la tradición kantiana nos lo hacía ver, sin ser universalizables ni intentar ser inamovibles, como si fueran verdades eternas, tampoco son demostraciones de pasiones únicas y particulares de un sujeto. Wittgenstein, en el cuarto capítulo, termina por cambiar la forma de ver los juicios de gusto, desmantela la estructura formal de los juicios de gusto y los acerca a los enunciados prácticos, aunque también hay formas de expresiones de gusto que se acercan más a manifestaciones artísticas. Lo que es obvio es que en ambos casos los juicios de gusto implementan prácticas y exhortan a sus receptores al acercamiento con los objetos o de las acciones gracias a las cuales se ha tenido una experiencia estética y de la que, supuestamente, dan cuenta los juicios. En el quinto capítulo busco delimitar el concepto de experiencia estética, una vez más, a partir de las ideas de Dewey y de Wittgenstein, tomando como referencia el criterio de “seguir una regla” para determinar cuándo alguien tiene una experiencia de este tipo. Además, de cómo la reconocemos y hablamos de la propia experiencia, también podemos entender la experiencia como una vivencia que nos vincula estrechamente con el ambiente y el entorno en el que habitamos. Este enlace se da por la conciencia de la importancia de lo material, del aspecto físico que siempre está presente en la experiencia, las reacciones corporales se reintegran como parte de la experiencia del arte, pero no acaba ahí todo, la experiencia estética no trata únicamente de sensaciones y reacciones de placer. La materialidad y la corporalidad del sujeto son indispensables, pero nunca se busca reducir la experiencia estética a ninguna forma de sensibilidad completamente física. En breve, el hilo conductor de la tesis es el señalamiento de que uno de los elementos más importantes para reconocer la experiencia estética como tal es el placer que produce. A lo largo de todo el texto se ocupa del tema del placer, pero es hasta el tercer capítulo que se hace 7 hincapié en él. Con la ayuda de algunas distinciones que hace Roland Barthes expongo diferencias entre formas de percepción del arte, esto es, de experimentarlo. Estas distinciones nos hablan de formas distintas de gozar el objeto artístico. La distinción entre placer estético y el placer en general nos indica qué es lo que buscamos en las obras de arte y en toda experiencia estética. La experiencia estética queda comprendida como placeres que están vinculados a la racionalidad, a la educación y al propio empeño para la formación de una práctica placer estético más diverso. La acción y la emisión de juicios son parte componente de la experiencia estética, no son manifestaciones subsecuentes, por lo que en la acción y en la expresión de gusto también se encuentra el goce estético. Por último, hago un pequeño diagnóstico de las prácticas artísticas actuales y de cómo el papel del creador y del crítico de arte se han relegado, dando prioridad a las expresiones y experiencias que el comercio y la publicidad promocionan. Esto es típico de una sociedad en donde se busca el placer sin más y ya no se tiene cuidado en procurarse placer estético, en el sentido estricto de la expresión. 8 Capítulo I. Experiencia estética: perspectiva histórica 1. Filósofos del siglo XVIII: la experiencia estética y el gusto. 1.1 Los ideales de la Ilustración y el desarrollo de la Estética La filosofía del siglo XVIII se destaca por el desarrollo de estudios sobre la capacidad sensitiva del ser humano, es el siglo dónde se funda la estética como una rama de la filosofía encargada de lo que tiene que ver con el conocimiento sensible (primero) y después con el arte y la sensibilidad. Los estetas del siglo XVIII, más específicamente los de las islas británicas, llevaron sus teorías del conocimiento hacía el terreno de la estética, el empirismo fue un nuevo modelo para entender el placer ante lo bello y cómo entender la diversidad de gustos. El hincapié que dieron a la experiencia y al estudio de la sensibilidad es crucial para el desarrollo de las teorías estéticas posteriores, sobretodo, son imprescindibles para elaborar un concepto de experiencia estética que revalore las capacidades físicas del ser humano en lo referente a su sensualidad y sin que devenga en un hedonismo simple. El concepto de ‘experiencia estética’ va mutando según la forma como se entienda qué es la belleza, el arte y el campo de acción de la estética; así, en la Antigüedad se constreñía a entender todo como experiencia de la belleza únicamente.1A partir del desarrollo de la filosofía en el siglo XVIII, la reflexión sobre la sensibilidad, la imaginación y la experiencia en general recibe un gran impulso. Sucede esto sobre todo en la filosofía anglosajona a partir de la aparición de la obra de Locke. En Alemania, el auge por estos temas recibió gran atención, el ejercicio de la razón necesita de un contacto con el Con el paso del tiempo y en la medida en que se va gestando un estudio y un concepto más amplio de la estética, al mismo tiempo cuando el arte se diversifica, el concepto de ‘experiencia estética’ se va ensanchando con él. 1 Es muy complejo un estudio de la belleza en la cultura griega antigua, más específicamente en la filosofía de Platón, además del aspecto meramente estético de la experiencia de la belleza se tiene que tomar en cuenta que tanto los griegos de la época de Platón y él mismo hacen referencia a aspectos éticos y hasta epistémicos respecto a este concepto. En el Hipias Mayor, un diálogo aporético de su época de juventud, se intenta dar una definición de belleza, pero los intentos por una delimitación sólo evidencia la enorme diversificación de la experiencia ante algo bello. 9 mundo, los datos que arroja la experiencia se tornan importantes al momento de hacer una reflexión sobre el conocimiento y nuestro acercamiento a la verdad. Es así como el término ‘estética’ fue mencionado por primera vez por un filósofo alemán en una obra sobre metafísica. Al principio, cuando Baumgarten acuñó el término, se le tenía pensado como una forma de denominar al conocimiento sensible. Posteriormente él mismo lo encauzó hacia el estudio de lo bello. Sería interesante considerar por qué la estética inició como una forma de conocimiento y después como un estudio de cierta clase de experiencia y lo que esto conlleva. Para la estética, este periodo es quizá el más importante en la historia de la filosofía, ya que es su inicio como disciplina filosófica. Es cierto que los temas que abarca la estética fueron tomados en cuenta por filósofos y pensadores anteriores, pero el énfasis que se le puso en este periodo (siglo XVIII) logró que se cambiara la perspectiva y que se repensaran los valores que habrían de regir la investigación estética. El valor que se le atribuyó a una disciplina del pensamiento como ésta es el resultado del modelo de vida humano que se quería conseguir en esa época: “[…] aunque la estética del siglo dieciocho no se sitúe propiamente en el horizonte ilustrado, los temas del progreso, de la unidad en la diversidad y en su sentido cognitivo, la concepción dinámica de la naturaleza, los puntos de vista objetivistas, las tendencias antimetafísicas, la atención hacia la fantasía, son aspectos de la filosofía de las luces que pueden ser reencontrados en el albor de la estética. […] Las afirmaciones sobre el gusto, sobre lo bello, sobre lo sublime o sobre el genio, incluso allí donde no son objeto de estudio por los grandes autores, son, en cualquier caso, parte integrante y orgánica de un todo rico, variado, múltiple y complejo. “2 Elio Franzini (esteta italiano contemporáneo) reconoce la importancia de los temas estéticos en toda la filosofía que se desarrolló en el siglo XVIII, como complemento de la ciencia y la metafísica que estaban en boga. De hecho, la estética representa los límites de todo el exhaustivo ejercicio que estaban llevando a cabo los ilustrados para desentrañar la mente humana. La estética brinda la posibilidad de un estudio sobre asuntos que no atañen a ninguna de las ciencias (ni sociales ni físicas) y que, sin embargo, son de gran relevancia para el desarrollo de la vida humana. “[…] tal actitud [la estética] aparece como una auténtica experiencia de los límites del pensamiento, es decir, de aquellos ámbitos que Leibniz habría llamado <<confusos>> y que no son 2 Franzini, Elio, La Estética del siglo XVIII, trad., Francisco Campillo, La balsa de la medusa, Madrid, 2000, p. 49. 10 jamás reducibles a un fenómeno únicamente cognoscitivo: la estética muestra, precisamente allí donde una antigua conciencia de ello parecía desvanecerse, que la filosofía no es una disciplina autorreferencial, es decir, que no se tiene por objeto a sí misma o a la pureza del pensamiento (y de su eventual disolución), sino que se dirige a lo definitivamente real de la naturaleza o de la vida psicológica del sujeto, que son, por tanto, los <<límites>> en los que se mueve cualquier posibilidad del pensamiento para teorizar.”3 El poder abordar libremente temas como el placer estético o la naturaleza de lo bello cambia por completo la valoración con la que se trata a las experiencias de este tipo. Las experiencias comienzan a ser el punto focal para una parte de la filosofía y en el caso de la filosofía que tiene que ver con temas relacionados con lo bello la experiencia es la principal protagonista. El siglo XVIII fue caracterizado como el siglo de las luces, por el desarrollo de las ciencias, la filosofía y la proliferación de investigaciones, pero también es el siglo de los viajes y los descubrimientos. Este aspecto de la vida durante este periodo se hace evidente en el arte. La literatura se dedica a dar cuenta de esos viajes o incluso de promover el turismo, además de otras expresiones artísticas que viajan “en el tiempo” para recuperar viejos valores clásicos (auge del neoclasicismo en la arquitectura, la pintura y escultura). Aunado al reconocimiento de la vida estética (en este caso usamos el término de manera literal, es decir, en lo referente a la sensibilidad), este siglo es uno de los más fértiles en lo que se refiere al desarrollo de lo humano en las cuestiones artísticas y filosóficas. Uno de estos grandes cambios, más conocido desde el ámbito de la teoría del conocimiento pero que también se da en estética4 3 Ídem, p. 74 , es el “giro copernicano” que Kant desarrolla en la Crítica de la Razón Pura. Este giro nos enuncia un cambió en el paradigma del conocimiento, es decir, la visión del conocimiento que se puede obtener del mundo se transforma drásticamente. El sujeto se vuelve el punto central, no ya el mundo en el que está inmerso. Esto último es de suma importancia para los filósofos ingleses que iniciaron un estudio más dedicado a temas estéticos, como Shafterbury, Hutcheson o Hume (a pesar de que tienen sólo unos cuantos ensayos sobre estos temas, es de gran relevancia para la estética moderna). Así que como no es el mundo de dónde proviene lo bello, se debe investigar su fuente, es decir: la experiencia subjetiva. En este caso tenemos que hablar de nuestra 4 Incluso es este “giro” se presenta con anterioridad en la Estética que en la teoría del conocimiento, con los filósofos de las islas británicas, como es el caso de Hutcheson. 11 experiencia de lo bello, ya no de la Belleza en sí. Conocer la esencia de lo bello es ahora una cuestión que se debe investigar en relación con el placer que proporcionaría la percepción. El cambio de paradigma no fue sencillo. Poco a poco se empezaron a introducir distinciones en la apreciación de los objetos bellos, tomando en cuenta su origen (si son naturales o creados por manos humanas) o su materia y su proceso de fabricación (si es que tienen). El resumen de la postura contra la que se alzaron los estetas ya mencionados se encuentra a continuación en una cita de Simón Marchán: “La persistencia de la belleza como fenómeno objetivo, dependiente únicamente de los objetos, que identifica lo bello con lo verdadero y la perfección, y la subordinación del arte a las matemáticas tiñen la época y a su pensamiento estético.”5 En el estudio que hace Simón Marchán, esteta español, de la estéticade la modernidad nos señala el momento anterior al cambio de paradigma que se vendrá con los estetas de este siglo. Si el pensamiento generalizado a principios del siglo XVIII estaba dado por los parámetros impuestos por Platón; la revolución en el pensamiento desde la estética se dio en ambos lados del continente europeo (tanto en la parte continental como en las islas británicas). En la parte continental de Europa, tenemos todas las teorías que tienen que ver con este enfoque de la Ilustración en donde la racionalidad se perseguía como fuente de certeza y que trata de fundar en la razón todo proceder humano; por otro lado, tenemos a la parte no continental, las Islas Británicas, en los que el desarrollo de la estética, y de toda la filosofía en general, estaba enfocada en otro de los estandartes de la Ilustración, esto es; la experiencia. De ahí el empirismo que se impuso desde Locke. Este texto se enfocará sólo en algunos autores de estas Islas Británicas, a saber, Francis Hutcheson y David Hume, pues en ellos es más evidente la superación del paradigma platónico. Como es obvio, para el estudio sobre la experiencia estética lo más fructífero es empezar por investigar el enfoque empirista. 1.2 Teoría estética de Francis Hutcheson Situar lo bello en la experiencia y no en los objetos que percibimos es un cambio radical. Dicho cambio lo logra Hutcheson (1694-1746). Sin embargo, este cambio está dado a pesar de que 5 Marchán, Simón, La estética en la cultura moderna, Madrid, 1987. [Col. Alianza Forma], p., 18. 12 los problemas estéticos se siguen abordando bajo los mismos lineamientos y perspectivas que demás pensadores de su época e inclusive de épocas pasadas. Su antecedente inmediato en la historia de la filosofía es Shaftesbury, quien es considerado como un seguidor del enfoque platónico, a pesar de esto Shaftesbury comienza a situar lo bello no tanto en los objetos sino en el alma que los percibe (notamos un objeto como bello porque es nuestra alma la que lo es). La búsqueda por lo Bello como una esencia que puede ser delimitada y conocida sigue muy presente en Shaftesbury(1671-1713),6 Francis Hutcheson puede considerarse como un seguidor de algunos aspectos de la teoría de Shaftesbury, sobre todo en lo que tiene que ver con la liga entre lo moral, lo bello y el placer. Aún así da el paso siguiente para que se le pueda considerar como parte aguas en lo que se refiere al estudio de la experiencia estética. en Hutcheson aún se encuentra esta idea como la meta de toda su teoría estética. Para este filósofo escocés lo bello era un producto de la experiencia misma, no una propiedad de los objetos. El placer estético, ya que la belleza esta entendida como conexión con las sensaciones placenteras que tiene el sujeto, es una clase especial de goce y ciertos objetos nos pueden ayudar sentir a belleza, a que la idea de la belleza se den en nosotros. “[…] lo que llamamos bello en los objetos, hablando propiamente, es un compendio del ejercicio de la mente de unidad de la variedad.”7 Lo que nos dice Hutcheson en la cita anterior nos ayuda a situar la belleza lejos de los objetos materiales, pero ligada a ellos indudablemente, también nos ayuda a situar lo bello en un ejercicio de las facultades humanas. La facultad encargada de hacernos sentir la belleza se irá descubriendo más adelante, lo que sí es seguro es que no es realmente un ejercicio de la razón es, tampoco podemos situarlo ni en ninguno de nuestros sentidos externos ni en parte alguna de nuestro cuerpo. Experimentar lo bello está dado por un sentido interno. Este sentido interno es una facultad de la mente humana para percibir lo bello únicamente. La Belleza se comienza a entender desde la perspectiva de quien la percibe ya que existe en la percepción de una persona como lo dice la siguiente cita: “[La Belleza] señala un objeto en la 6 Anthony Ashley Copper 3er Conde de Shaftesbury es el nombre completo del filósofo inglés al que por economía le menciono solamente como Shaftesbury. 7 Hutcheson, F., An inquiry into the original of our ideas of beauty and virtue, Liberty fund inc., 1740, Indiana, 2004. Traducción propia. 13 conciencia privada de un sujeto (una persona)”8 Además, no sólo existen objetos materiales que pueden ofrecernos placer –el placer distintivo de lo bello-, sin también hay ideas, razonamientos, que proporcionan la misma experiencia, así que no ciñe la experiencia de la belleza a los objetos materiales pero tampoco a los que sólo se perciben con la mente. Él reconoce que necesitamos una fuente externa que impulse a nuestro sentido interno a tener esa experiencia de la belleza. La Belleza es el sentimiento de placer que se da por el trabajo del sentido interno. Los objetos que propician el ejercicio de nuestro sentido son sólo un medio para llegar a la belleza. Como George Dickie subraya, la palabra ‘bello’ denota algo que sucede en el sujeto; por lo que me parece conveniente referirnos sólo a la “experiencia de la belleza” y no ya a cosas bellas. El sentido “interno” del que hablamos se entiende como un órgano más, claro que no material, sino “mental”. Sin embargo, su funcionamiento sí remite al trabajo de un órgano como el hígado, el riñón o el cerebro. Este sentido se encarga de sintetizar la variedad en una unidad. La percepción de objetos materiales es una variedad de formas, texturas, sonidos, etc., que se nos presentan a los sentidos. Lo que hace nuestro sentido interno es relacionar y promover armoniosamente lo múltiple para encaminarlo a una experiencia unificada y placentera. Ese placer es lo que llamamos ‘experimentar la belleza’. El trabajo de este sentido interno es inmediato y por eso se le relacionaba con el funcionamiento de un órgano físico, pues su trabajo es una clase de reacción del alma. Por lo que cuando un sujeto experimenta la belleza, lo hace de forma espontánea. Si no ha sentido placer inmediato al percibir un objeto o una idea, por ejemplo, entonces no se puede hablar de que haya tenido una experiencia de la belleza. 1.2.1 ¿Dónde buscar lo bello? El placer estético. Además de un sentido interno cuya función es disfrutar la belleza, también existe, según Hutcheson, un sentido moral que funciona de la misma forma que el de lo bello. De hecho, estos dos sentidos trabajan de manera conjunta y pueden llegar a ser inconfundibles. La experiencia de lo bello se encuentra acompañada por la experiencia de lo bueno (moral). Para ambos, el criterio sobre su realidad está dado por la sensación “agradable” que tiene el 8 Dickie, G., Introduction to aesthetics: an analytic approach, Oxford, 1997, p., 14. Traducción propia. 14 sujeto9 Esta estrecha relación entre lo bello y lo bueno condiciona la clase de placer que puede ser considerada como producto de estos sentidos internos. En esta cuestión Hutcheson hace un análisis más refinado de las sensaciones placenteras, distinguiendo aquellas que son más simples de aquellas que son complejas. Estas distinciones surgen al analizar la fuente de las que emana la sensación. Tenemos placeres que se producen por impresiones y estimulación de alguno de nuestros sentidos corporales (placer sensible), por ejemplo experimentar agrado por ver colores o sonidos simples, o por tomar agua cuando se tiene sed. También reconoce como distintos los placeres racionales, que se dan por el ejercicio del razonamiento. . La liga entre lo moral y lo estético se hace patente en este filósofo, al igual que en Shaftesbury, y en la amplia tradición anterior que nos remite hasta Platón. 10 “Para establecer que el placer estético o placer provocado por la belleza no cae en ninguna categoría, Hutcheson argumentados cosas, una, que el placer que provoca la belleza no puede ser alcanzado con la participación de la razón, y por lo tanto debe tener su raíz solamente en los sentidos, y la segunda cosa, que el placer provocado por la belleza no puede alcanzarse solamente por elementos externos, y por lo tanto sólo puede alcanzarse mediante la intervención de un elemento (o recurso) interno.” James Shelley, filósofo estadounidense que investiga principalmente la estética anglosajona del siglo XVIII, llama a estas distinciones ‘categorías de placer’ y añade: 11 El trabajo de la razón es irrelevante para la experiencia de la belleza. Con ello se le da más peso al aspecto sensible, pues es necesario tener una reacción ante algo material, para que el sentido interno sea incitado y pueda proporcionar el tipo de sensación que se busca. Obviamente, tampoco se puede considerar que el placer sensorial sea la única forma de alcanzar la experiencia estética. El placer estético que se le atribuye al sentido de la belleza, más que cualquier otro placer generado por el ejercicio de la razón o por los sentidos, lo hace completamente distinto de cualquier otro placer. Experimentar la belleza es una vivencia que abarca gran parte de las facultades sensibles y no sensibles del hombre. Claro, excluye el pensamiento racional, lo que podría notarse como una falla de su teoría, y también excluye las reacciones corporales como tales, se trata más de una manifestación psicológica. 9 Cf. Bayer, Raymond, Historia de la estética, trad. Jasmin Reuter, Fondo de Cultura Económica, México, 1965, p., 226 10 Cf. Shelley, J., “Empiricism. Hutcheson and Hume” en Gaut, B.; Mclver, D. (ed.), The Routledge Companion to Aesthetics, Routledge, 2° Ed., London, 2001, p., 43 11 Ibid. Traducción propia. 15 Pero Hutcheson no se queda en el mero campo de la estética. Como se mencionó antes, lo moral también está incluido en su teoría, así que la experiencia de la belleza es mayor y preferible si va aunado con el placer que proporciona el sentido de lo bueno. Por lo tanto, la experiencia de la belleza es una vivencia tanto moral como estética. Es necesario hacer aquí algunas aclaraciones para la mejor comprensión del uso de las palabras ‘placer’ y ‘agradable’. Cuando Hutcheson se refiere al producto de los sentidos internos (como el sentido de lo bueno o lo bello), no trata de una sensación que podamos situar en alguna parte del cuerpo o que provenga de la estimulación de alguno de los sentidos externos corpóreos (vista, oído, gusto, tacto, olfato; aunque esté implícito que sólo se contemplan la vista y el oído, dejando a un lado los demás sentidos). En el caso de que podamos señalar el lugar del cuerpo exacto donde se produce el placer, Hutcheson lo denomina con el calificativo de ‘agradable’. Normalmente, el placer externo siempre es relacionado con la satisfacción de una necesidad biológica, por lo que se encuentra totalmente fuera del campo concerniente a la belleza y a lo moral. El placer propiamente estético del que habla Hutcheson es un placer que se da en la inmediatez, pero que no surge de ninguna necesidad física. Es dirigido por un total desinterés, no se busca por ningún beneficio o por utilidad, no es egoísta. Los objetos o acciones que nos provocan placer desinteresado pueden provocar en cualquier persona un sentimiento que puede señalar como “placer desinteresado” –hago la aclaración de que no es muy seguro que sea el “mismo placer” en sentido cualitativo-, y el hecho de que sea compartible hace que no pueda ser un objeto a poseer ni del que se pueda aprovechar. 1.2.2 Los sentidos y nuestra capacidad de aprehender lo bello El ejercicio del sentido interno resulta complicado de entender cuando se toma en cuenta que hay un profundo arraigo en el aspecto material que envuelve la experiencia estética. Y sin embargo el placer que se identifica con la belleza no es puramente físico, así como tampoco puramente “mental”. La experiencia no es una vivencia sólo del alma; también lo es del cuerpo; en eso consiste su complejidad cuando se quiere explicar. Con esta división entre fuentes de placer (placer físico, intelectual, estéticos y éticos) también se hace una diferenciación entre objetos que los provocan. En el caso del placer estético, para la teoría de Hutcheson, no hay diferencia entre experimentar lo bello partiendo de la percepción de un elemento natural o uno no natural; al no ser una característica 16 constitutiva de los objetos poseer la cualidad de ser bello sino sólo tener la posibilidad de incitar en el sujeto una experiencia de la belleza, no importa tanto la procedencia del objeto como el placer experimentado. Centrar la definición de “belleza” en un elemento puramente subjetivo como lo es una sensación placentera trae a colación el problema de la relatividad y pone en tela de juicio la legalidad de cualquier imposición de valor estético. Sin embargo, cuando Hutcheson piensa en el “sentido interno de la belleza” también tiene en cuenta que los humanos compartimos la misma estructura biológica y psicológica. Por lo que, en primera instancia, un mismo objeto puede hacer que todos tengamos la misma experiencia estética y lo podemos llamar “objeto bello”. Además que él toma en cuenta el aspecto cultural del gusto. La jerarquización de ciertos valores estéticos responde a este aspecto cultural. La diferencia de los objetos que, entre una cultura y otra, han de provocar placer en un sujeto de cierta sociedad estará dada por la configuración de todo su mundo. Aún así, Hutcheson jamás se refiere a una transformación del sentido de la belleza por razones de orden social. Incluso sostiene que no es posible una educación de este “órgano de la belleza”. Así que él diría que en el seno de una misma civilización es posible tener valores estéticos siempre válidos y cierta clase de seres modelos de lo humano, quien tuviera en excelente estado su sentido de la belleza podría indicar normas para el Gusto y los juicios emitidos por ellos serían universales. Así, las diferencias que parecen cuestiones sociales son más una cuestión de adaptación al medio y del buen funcionamiento del organismo. La variedad en los valores estéticos se dan por estas cuestiones. 1.2.3 Problemas en la aplicación de la teoría de Hutcheson La cuestión del tiempo es crucial en la teoría de Hutcheson, la inmediatez de la reacción del órgano de la belleza es indispensable. Para reconocer la genuina experiencia de lo bello de un sujeto puede resultar un problema tan pronto consideramos que no todos los objetos bellos pueden ser experimentados en un solo momento. Por ejemplo, leer una novela toma tiempo y muchas veces es en la reflexión sobre ella dónde se llega a una verdadera comprensión de la obra. Ésta no es inmediata. Recorrer una obra de arquitectura o hasta degustar un platillo lleva tiempo. En su momento esto no se toma en cuenta, pero la gastronomía ya es reconocida como un arte y si es correcta la teoría de Hutcheson debería poder explicar también esta expresión artística. La nota anterior hace evidente un aspecto débil de la teoría de Hutcheson. Su debilidad consiste en la idea tan acotada que tiene del arte ya que sólo toma en cuenta lo que es 17 percibido en un solo momento, de forma inmediata. Este filósofo no toma en cuenta todas las formas de experiencia artísticas posibles cuando elabora su teoría estética. Sin embargo, hemos de notar que la belleza no es todo lo que ofrece una obra de arte para Hutcheson: “Objetos, probablemente incluidas obras de arte, pueden agradar porque proyectan grandeza, nobleza, y santidad, entre otras cosas. Esto es, para Hutcheson, que las obras de arte pueden generar experiencias importantes distintas de lo bello y no hay razón para suponer que él crea que lo belloes una sensación correlativa a las obras de arte.”12 La experiencia artística no se entiende únicamente como una fuente de belleza, como lo dice la cita anterior, también pueden agradar al ser humano porque proyectan otros valores. Asimismo, otros objetos diferentes a las obras de arte pueden proporcionarnos estos mismos placeres y exaltar las mismas cualidades que se advierten en una obra de arte sin serlo. También notemos que Hutcheson no escapa a la valoración que viene desde Platón, según la cual sólo toma ciertos en cuenta lo que nos proporciona la percepción auditiva y la visual desechando los placeres del gusto o los olfativos en lo que se refiere a la experiencia de la belleza. Al parecer, la vista y el oído estos son los sentidos en los que piensa cuando se trata de percibir arte. Por ejemplo, la pintura, la escultura, la música, todas ellas son manifestaciones que sólo necesitan de esos sentidos para su percepción, se pueden aprehender de modo inmediato y el placer viene de la misma forma. Esto sí concuerda con lo que este filósofo entiende como experiencia estética. Sin embargo, al tomar en cuenta únicamente esta forma de aprehender los objetos su teoría deja fuera una inmensa cantidad de posibles experiencias artísticas y naturales, por lo que su concepción de experiencia estética es muy reducida. Cualquier objeto que provoque un placer desinteresado podría ser designado como generador de experiencia de belleza, siempre y cuando la percepción genere ese placer inmediato y desinteresado. La inmediatez y el desinterés son elementos fundamentales de la teoría de Hutcheson. A pesar de que impone esas características para distinguir las experiencias estéticas, esto también es demasiado general y otro tipo de experiencias pueden caber en la descripción de un placer inmediato y desinteresado. También pone en el mismo nivel de importancia la percepción de una puesta de sol a la de una sinfonía. Si seguimos el pensamiento de este filósofo, valdría lo mismo experimentar placer por la percepción de una flor que por la de una pintura de Van Gogh. 12 Carroll, N. Op. Cit., p., 24. Traducción propia. 18 Otro aspecto que concierne al tiempo en relación con la experiencia de la belleza es el que tiene que ver con el conocimiento del objeto experimentado. Para Hutcheson que el sujeto tenga algún conocimiento previo del objeto que produce esta clase de placer no es en ninguna forma relevante. Puede haber o no alguna clase de conocimiento del objeto, pero eso no incrementará o disminuirá la sensación agradable que pueda generar en el hombre. Este aspecto también se puede ver en Hume, cuando no atribuye a los productos de la razón ninguna clase de vinculación con la acción. Son las pasiones, en el caso de Hume, las que pueden hacer que un hombre haga algo. Saber algo no provocaría ninguna acción que provocara placer estético y por lo tanto no puede contribuir a la aprehensión de la belleza. En Hutcheson se sigue la misma línea: el conocimiento no aporta nada a la experiencia de lo bello. La Belleza no concierne al conocimiento y por lo tanto tampoco a la razón. Uno de los problemas más evidentes de una teoría como esta es que es poco precisa al momento de responder a las preguntas frecuentes que se dan en relación con la facultad del gusto, como por ejemplo, el papel de la educación, el buen o mal gusto, delicadeza del gusto, entre otros. La idea de la educación del gusto está completamente vedada en el pensamiento de Hutcheson, pues el sentido interno de la belleza no es afectado por ningún agente, ni externo ni interno, de manera que no se le puede educar de ningún modo. Al parecer la cuestión de tener buen gusto quedaría restringida por el buen o mal funcionamiento de un sentido interno, pero este funcionamiento no puede corregirse, ni siquiera se puede saber en primera instancia si su funcionamiento es bueno o malo. Sólo se llega a saberlo porque los juicios de gusto emitidos son aceptados o no como verdaderos. Esto lleva a otro problema: por lo dicho anteriormente, no hay modo de educar, por lo que se puede comparar el sentido del gusto con el de un órgano del cuerpo humano y realiza un ejercicio el cual es el mismo en todos los individuos (el trabajo que hace el hígado de una persona es el mismo del hígado de otra), así que la diversidad de gustos no podría existir. Contrario a lo que sucede en la realidad. Pero se podría sostener que muy probablemente unos tengan más desarrollado el sentido de la belleza que otros y que por eso haya diferencias en gustos. Ello seguramente se debe al azar o a la herencia, no hay otra forma de explicarlo. Para responder a la evidente variedad en gustos se podría recurrir también a una cuestión de desarrollo de los órganos de los sentidos, por ejemplo que el ojo tenga alguna deficiencia. Así, seguramente unos han reconocido más detalles o más unidad de las partes constituyentes de la experiencia y por eso su sensación se incrementó más en ellos que en otros que han percibido los mismos objetos. Es posible que este desarrollo de los órganos responsables de los sentidos (al menos, de la 19 vista y el oído) dependa mucho de las condiciones físicas y ambientales del sujeto. Hutcheson reconoce el papel del medio ambiente al momento de establecer modelos de belleza. Que en algunas regiones se prefiera una cierta forma del rostro a otra nos indica que es por las características geográficas que se da esta variedad –así no se contradice con el aspecto de la no-educación-. O sea, en ciertas áreas geográficas la mayoría de la gente tiende a tener la nariz más ancha que en otras, por lo que los hombres de esa zona siempre han percibido esa forma de nariz, de modo que un rostro que no concuerde con eso lo notarán extraño, feo o deforme, de manera que las proporciones del rostro humano que les dan sus circunstancias geográficas son las que les brindarán placer. En toda la teoría de Hutcheson no hay ningún señalamiento respecto a la superioridad de ciertos gustos respecto a otros, pero podemos pensar que se puede dar el caso anterior, sobre la diversidad de gustos, ya que la práctica nos lo hace evidente. Pero Hutcheson jamás atiende este problema. Aún así hemos de señalarlo ya que es uno de los problemas que intenta resolver Hume (a quien se expondrá más adelante) y que, no dudo, que haya visto ese problema en la teoría de su antecesor. Pero no se podría hacer una jerarquía entre gustos. La experiencia de la belleza es igual de valiosa –en un contexto social, no personal- en quien tiene más desarrollado su sentido interno que en quien lo tiene menos desarrollado. Pero es imposible una comunicación eficiente de dichas experiencias. 1.3 Lenguaje, vida y experiencia estética Una de las aportaciones más importantes, a mi parecer, de los pensadores de este siglo es que a partir de la diversificación de la vida cultural el lenguaje también se adecuó a estas nuevas tendencias. Cuando las practicas en las que se usaba el término ‘experiencia de lo bello’ ya no se adecuaban al referente de estas palabras, se tuvo que cambiar la forma de expresarse para significar la diversidad de formas de vivir. Decir que algo era bello ya no era suficiente para abarcar experiencias que referían a lo ‘pintoresco’ o lo ‘sublime’, categorías que se fueron distinguiendo en el desarrollo del arte de la época. El uso de estas nuevas formas de referirse a experiencias que daban sensaciones agradables al sujeto abre la posibilidad (en el terreno de lo teórico) a dar cuenta de estos fenómenos de la vida humana y este hecho brinda la oportunidad de un mayor desarrollo de estas categorías en el arte. “[…] la belleza se vuelve un concepto extremadamente difuso que nos sirve para distinguir una cosa de otra.”1313 Carroll, N., Beyond to Aesthetics: philosophical essays, Cambridge University press, New York, 2001, p., 11. Traducción propia Por eso se 20 empiezan a usar otras palabras y esta ampliación del vocabulario responde y promueve a una mayor diversidad de fenómenos al que hacen referencia: “No hay rastro de Platonismo; su teoría se enfoca firmemente en el fenómeno de la sensación; su teoría tiene un relato de la facultad del gusto y el placer del gusto; y el desinterés es trabajado en su concepción de sentido sin problema alguno.”14 George Dickie resume en estas pocas líneas las características de la teoría de Hutcheson: deja atrás el platonismo, se enfoca en el fenómeno del sentir, su teoría toma en cuenta una facultad del gusto y del placer que proviene de él, además del aspecto del ‘desinterés’ que resulta crucial para su teoría. Todo esto está muy bien, sólo que podemos encontrar ciertos problema en la teoría de Hutcheson para explicar la dimensión de la experiencia estética. Veamos cuáles. 1.4 La voluntad, la conciencia y el placer desinteresado Noël Carroll15 La cuestión de la relación entre el campo de la estética y la utilidad es muy recurrente en las teorías anglosajonas. Esto tiene el respaldo de las ideas del liberalismo y el desarrollo (esteta norteamericano) hace una separación de ciertos momentos en la historia de la estética de dónde se pueden distinguir concepciones distintas de experiencias estéticas. Una de ella es la ‘concepción tradicional’. En ésta, de la cual Hutcheson es uno de los grandes representantes, sólo se toma en cuenta cierta parte del sujeto, a saber, la parte consciente, la que está pendiente de todo lo que pasa en él mismo. Obviamente una sensación placentera como la que se tiene en la experiencia de la belleza es una sensación así. En realidad, para que pueda contar como placentera es necesario estar al tanto de dicha sensación y, por lo tanto, que uno se puede dar cuenta de ésta. Sin embargo, una cosa es ser consciente de un estado de placer del que se padece y otro es que, por medio de algún tipo de intención, se promueva tal estado mental en uno mismo. Lo segundo nunca pasa en la teoría de Hutcheson. Lo inmediato del ejercicio del sentido interno sólo permite estar al tanto de lo que nos pasa, pero no actuar sobre nosotros mismos. No es un estado voluntario. Esto trae graves consecuencias para la idea de experiencia estética, ya que resultaría una vivencia de la cual, en cierto sentido, no somos partícipes, sino que sólo la padeceríamos. 14 Dickie, G., ----, p., 14. Traducción propia. 15 Cf. Carroll, Op. Cit.. pp. 41-49 21 de su economía a través del comercio. Pero a pesar de que todo en su pensamiento está vinculado con esta idea del aprovechamiento de sus recursos y de sacar el mayor beneficio posible, en lo que concierne a la estética ello se trata esto de modo un tanto diferente. El valor de aprehensión de la belleza viene a romper con la idea de la búsqueda de lo útil y de la propiedad privada. Lo bello no se posee; es posible poseer una pintura o un jardín hermoso, pero la belleza no se encuentra allí, sino en el placer que surge de su experiencia: se le brinda valor por sí misma. La belleza se presenta y se reconoce inmediatamente, es inconfundible y no es necesario ser el dueño del objeto que ha estimulado nuestros sentidos para disfrutarla. Su presencia en el sujeto es completamente desinteresada, pues no la busca, ella sólo se presenta. Este hecho podría ser una cualidad positiva de esta concepción de ‘experiencia estética’. Sin embargo, es una posición utópica del sujeto, posición respaldada por la época en la que se desarrollaron estas teorías. Aún así no es viable cuando tomamos en cuenta todo el desarrollo del arte, en dónde los intereses políticos hacen que éste funcione como un modo de propaganda o cuando se piensa que el arte servía para educar y enseñar la religión a la gente analfabeta (en la actualidad también tiene esas funciones, pero ya no exclusivamente). Siempre ha existido alguna clase de utilidad en o para el arte. Y lo mismo sucede con las cosas bellas naturales. Lo más atractivo de alguna especie (animal o vegetal) es el producto de su adaptación al medio. Los objetos de la naturaleza que nos parecen más bellos y que parecerían sólo adornos, en realidad son aditamentos útiles para su supervivencia. La utilidad que se encuentra detrás de los artefactos bellos resulta un obstáculo para la teoría de Hutcheson, pues entra en conflicto cuando se piensa en el placer desinteresado que provoca un objeto cuando la producción de ese objeto está dado pensando en un fin, en una utilidad. Desde mi punto de vista no se puede deslindar al sujeto al modo como lo hace Hutcheson de su participación en la aprehensión de la belleza, ni tampoco se puede ser indiferente al proceso de producción de los objetos bellos. La consciencia del valor de una experiencia estética (vale por sí misma) es uno de los puntos fuertes de una teoría como la de Hutcheson. El desinterés que conlleva todo placer dado por el sentido de la belleza es la prueba de que quien tiene dicha sensación es arrastrado por el ejercicio de su sentido de belleza. Aunque es un ejercicio inmediato, no es inconsciente. El reconocimiento del valor de la experiencia depende mucho de qué tanto seas libre de tenerla, qué tanto conscientemente puedas accesar a una experiencia estética. Parece que la cuestión de la libertad para acercarse a objetos y situaciones que fomenten las ideas de 22 belleza queda fuera del pensamiento de Hutcheson. Para él, tener y reconocer algo como bello es una cuestión de necesidad, claro, siempre y cuando el sentido de la belleza funcione adecuadamente en el sujeto. No hay responsabilidad por parte del hombre en el placer del que es presa y es un misterio cómo es que el mismo sujeto es quien toma conciencia de que su acercamiento y el fomento de esas experiencias son completamente desinteresados. “Como Hutcheson apunta, el sentido de la belleza es pasivo […]”16 El carácter de pasividad, que es evidente en la teoría de este filósofo, hace que el hombre que aprehende la belleza no sea responsable de su formación en este sentido de su vida, sino que asume sólo el resultado de su sentido de lo bello, lo disfruta y nada más. 1.5 Conocimiento de lo bello y disfrute de las experiencias de lo bello Un término que describía muy bien lo que era el “ejercicio” de la aprehensión de lo bello siempre fue ‘contemplación’. El cambio de postura que se efectuó con Hutcheson nos da la oportunidad de entender este mismo ejercicio a partir de otra palabra: ‘delectación’17 El cambio de posición en el estudio en esta rama de la filosofía, un cambio que se da cuando ya no se enfoca el conocimiento de lo bello sino la apreciación de la belleza, da al arte mayor valor y se reconoce como un producto distinto y más valioso –en sentido humano- que los objetos naturales bellos. Ni Hutcheson ni Platón trataron de hacer una teoría sobre el arte. El campo de acción de sus teorías está encauzado hacia lo bello, pero el hecho de que esa palabra ya no resultara suficiente hizo que el desarrollo del arte explorara todas las demás facetas reconocidas en el placer que proporcionaban las experiencias de ciertos objetos. Dicho placer podía ser de la misma fuente y calidad que la experiencia de lo bello y, sin embargo, tales objetos no se podían describir con la misma palabra. El placer proporcionado . Ésta nos remite a la posición sensualista de nuestro autor. Mientras que para Platón y sus seguidores el enfoque principal consistía en una especie de conocimiento, para los empiristas del siglo XVIII como Hutcheson su principal objetivo y tema de estudio se encontraba en las sensaciones, allí indicaba el disfrute de lo bello.Así, a partir de estos filósofos británicos la experiencia juega un papel crucial en toda teoría estética que se proponga. 16 Ibídem, p., 15 Traducción propia. 17 Cf. Bayer R., Op. Cit., p. 224- 229. 23 también debió de ser reconocido como cualitativamente diferente y, aún así, con el mismo valor –valor dado y extinguido en sí mismo-. La diferencia principal en cuanto al arte es que son objetos que están realizados intencionalmente por una persona, no como los objetos naturales. Por lo tanto, no pueden entenderse sus particularidades a partir un pensamiento como el de Hutcheson. Es necesario una teoría más completa que dé cuenta de lo que tienen de especial las experiencias estéticas provocadas por objetos fabricados por el hombre. Una teoría así es, como veremos, la del gran filósofo escocés David Hume. 1.6 David Hume: experiencia de lo bello, el buen gusto y los juicios estéticos. De la experiencia de la belleza a la experiencia estética. 1.6.1 Influencias de teorías estéticas anteriores en el pensamiento estético de Hume A pesar de que se puede rastrear en el ensayo más importante de David Hume sobre temas estéticos, “Of the Standard of Taste”, una continuación de la teoría de Francis Hutcheson, su originalidad radica en cómo enfrenta dicha teoría en sus partes menos afortunadas y trata de resolver los problemas que hereda de este último pensador, además de que plantea otros que le permitirán al lector iniciar una investigación más profunda sobre el gusto y la estética. Una de las aportaciones de Hume en relación con temas estéticos es el inicio de, algo así como, una revolución copernicana18 Aún así, quisiera asentar que el cambio en el enfoque del estudio de la belleza y los valores que se establecen como criterios para determinar que objeto es bello quedó asentado desde la perspectiva de la estética. Su idea de causalidad da cuenta que ésta es el resultado de una inferencia que el sujeto hace, ya que no es precisamente un dato que brinde la experiencia. Nosotros solamente vemos sucesiones de hechos, pero no vemos la causalidad. Eso lo postula el sujeto. Éste último es la pieza principal para explicar el conocimiento del mundo, no los objetos. Sin embargo, este cambio de paradigma se inició con la postura de Hutcheson para quien la belleza es un elemento de la experiencia (el placer desinteresado) y no de los objetos del mundo. Por supuesto, Hume lo traslada a conceptos como la causalidad lo que le da mayor proyección e importancia en la historia de la filosofía. 18 Véase, Lapoujade, María Noel, Filosofía de la imaginación, siglo XXI, México, 1988, p., 55 24 con lo que Hutcheson dice al respecto. Hume refuerza este nuevo enfoque usándolo en su ensayo y reflexionando a partir de este movimiento. A pesar de que en ningún momento deja de usar frases como: “x es bello”, lo que sí deja de hacer es seguir considerando que la belleza es algo que se encuentra en los objetos y que por lo tanto es una propiedad que sólo descubrimos en ellos. La experiencia, al ser la única fuente de conocimiento (para empiristas como Hume), también resulta ser lo único que se puede estudiar y en ella se debe fundar todo el conocimiento tanto del mundo como del hombre mismo. La belleza queda separada de los objetos materiales y la forma en la cual se procede ante los objetos que antes se consideraban como bellos (ahora tal vez sólo sea posible llamarlos ‘objetos que promueven la belleza en nosotros’) cambia en forma súbita. Usualmente se piensa en Hume como en un filósofo que se inclina hacia el subjetivismo radical (cuyas consecuencias son desastrosas cuando se quiere establecer un estándar del gusto o cuando se busca un consenso en los valores morales), sobre todo cuando se considera que el conocimiento, ya sea de la belleza o de cualquier otro aspecto del mundo, está basado en la estructura psíquica del sujeto y no en aquello que se conoce. Este filósofo no cree encontrar trabas en establecer, sin embargo, parámetros de conducta moral y estética desde criterios como las pasiones, las emociones o las sensaciones. Naturalmente, esto no es una empresa sencilla. Hume necesita establecer muchos supuestos, como la idea de una naturaleza humana común, además de una teoría donde participe la acción del hombre en su entorno. Veamos cómo procede en relación con la estética. 1.6.2 La facultad del Gusto La idea de un sentido interno (sentido de la belleza; “sense of beauty”) que viene desde Shaftesbury pero que se delinea mucho mejor en la teoría de Hutcheson, la retoma Hume al pie de la letra. Aunque Hume no es el primero en usar la palabra ‘Taste’ -‘Gusto’- sí es quien promueve un uso más regular de la palabra. De ahí que el sentido interno sea también conocido como la “facultad del Gusto”. Para poder hablar de una facultad del ser humano antes se tuvo que poder entender más laxamente como una función natural del hombre. A este respecto, Dabney Townsend19 19 Townsend, D., Hume’s Aesthetics Theory. Taste and Sentiment, Routledge, London, 2001, [col. Routledge Studies in Eighteenth Century Philosophy]. 25 hace una exposición muy completa de cómo se puede entender este uso de la palabra ‘Taste’ entendida como una analogía. De manera resumida podemos entender de esta forma la analogía del gusto: el sentido del gusto, al que coloquialmente lo pensamos como el funcionamiento de un órgano (la lengua) es el elemento ideal para hacer la analogía del Gusto al que nos referíamos antes. Townsend nos yuxtapone a el Gusto, entendido como la facultad de evaluar, apreciar, discernir y atribuir valores éticos y estéticos a hechos del mundo, con un ejercicio de índole físico-químico-biológico, actividad de degustar –saborear algo-. Incluso, para entender cómo funcionaba la facultad de juzgar (el Gusto) se hacía referencia, muchas veces y por muchos filósofos, a la degustación. Este tema también lo trata Carolyn Korsmeyer20 1.6.3 Jerarquía de los sentidos , quien entrelaza la degustación con la apreciación estética. Sin embargo, esta liga entre la degustación y el gusto estético fue un recurso usado por algunos como Hume, pero también fue un recurso que se intentó debilitar poco a poco de la explicación filosófica de la facultad de juzgar. Para entender esto se debe explicar un poco cuál era el posicionamiento de la tradición filosófica respecto de los sentidos corporales, cuáles resultaban más importantes o cuáles más engañosos para nuestro conocimiento del mundo según la Filosofía –y también la religión-. La exposición de Townsend recuerda esta jerarquía de sentidos, la preponderancia de la Vista y también el acercamiento, la inmediatez y completud con la que se liga a los sentidos como el tacto y el gusto. Una de las razonas más plausibles por la cual se usa la misma palabra para denominar el sentido que concierne al paladar y al que concierne el estudio de la estética es que primero se estableció el concepto de gusto como la cualidad para discernir sabores y que este trabajo de discernimiento es casi el mismo en el gusto estético. Otra de las razones es que nuestras primeras formas de conocimiento se inician por medio del ejercicio de meterse el objeto que ha de ser conocido por la boca, se prueba el objeto y con ello se obtienen datos certeros de él (como dureza, sabor, unicidad, etc.). Se puede decir que tenemos una experiencia más completa cuando nos acercamos por medio del gusto al objeto. Al acercarnos algo a la boca participan todos los sentidos corporales (vemos el objeto, lo tocamos, percibimos su olor, lo saboreamos y escuchamos el ruido que producimos con este acercamiento), además de que20 Korsmeyer, C., El sentido del gusto, comida estética y filosofía, Trad. Francisco Beltrán Adell, Paidós, Barcelona, 2002. 26 es una experiencia inmediata o directa. “El Gusto estaba directamente relacionado al tacto, y esto ofrece inmediatamente una analogía para explicar la relación entre sensación y juicio.”21 La relación que se menciona en la cita anterior entre el juicio y los sentidos (aunque habla directamente del tacto, recordemos que el tacto está íntimamente ligado al gusto), tiene que ver con esta conexión más directa con el objeto a conocer. Los juicios (de la clase que sea) serán verdaderos si esta liga entre la experiencia del objeto y el objeto es suficientemente cercana. En el caso de la estética, los juicios serán la única forma de dar cuenta del desarrollo del Gusto en cada individuo. Ellos son el reflejo del estado interno y, por ende, de la experiencia de cada persona. A pesar de que Townsend defiende muy bien la idea de que son preponderantes estos sentidos –vista y tacto (tacto/gusto)- sobre los otros, en lo que se refiere al papel que juegan en la obtención de conocimiento del mundo, no se da cuenta de que cuando se trata de establecer valores de las experiencias humanas según el origen de ellas sólo se toma en cuenta a la visión y al oído como fuentes de experiencias valiosas para el conocimiento de cualquier ente. Por lo que se puede decir que la tradición más seguida es la de Platón y no Aristóteles. Aristóteles hace una reivindicación del sentido del tacto y Townsend recupera lo dicho por él. Sin embargo, es Platón la influencia inmediata en los filósofos que se ocuparon de temas estéticos, al menos en ese extremo del continente europeo y en ese siglo. Shaftesbury, uno de los precursores de la investigación en el campo de la estética en este periodo, sigue a Platón y hereda a sus discípulos esta jerarquización de los sentidos, en cuanto a lo que el conocimiento se refiere, pero sobre todo por las implicaciones morales que esta valoración tiene. Tanto para Hutcheson como para Shaftesbury el sentido interno que hace posible la contemplación de la belleza está ligado inevitablemente al sentido moral. Para Hume esto también está implicado. Así que, siguiendo con el tratamiento que se estipula desde Platón, la supremacía de la vista y el oído como sentidos propios de la experiencia de la belleza fueron los que guiaron las investigaciones y la producción de arte en estos filósofos del siglo XVIII. Carolyn Korsmeyer, en su investigación sobre el sentido del gusto, expone cómo el uso de esta palabra para designar un ejercicio tan complejo como la experiencia estética brinda conexiones estrechísimas entre la belleza y la corporalidad. Con esto da cabida a un discurso nuevo sobre la teoría de la belleza; se comienzan a explorar relaciones que habían sido evadidas por no atender al placer corporal y hacer de la belleza un objeto desarraigado del 21 Townsend, D., Op. Cit. p. 47. Traducción propia. 27 mundo material: “El sentido del gusto aporta el lenguaje e incluso el marco conceptual que permite la comprensión teórica de la apreciación estética de las obras de arte.” 22 El sentido del gusto y la correspondencia con las distinciones de los sabores y los juicios que siempre han de estar presentes, resultan la analogía perfecta para entender el Gusto. Korsmeyer mantiene que es dentro del marco conceptual que ofrece la experiencia de la degustación y las relaciones que ésta da que se establece un modo de proceder ante las obras de arte. Cuando se habla del uso de la palabra gusto (‘taste’), lógicamente se incluye el uso que Hume hace de ella y se puede aplicar lo dicho anteriormente. Empero, esta filósofa sólo intenta examinar lo referente a las experiencias artísticas y no las estéticas en general. En el caso de Hume podemos ver que no es muy preciso que en todos los casos se refiera exclusivamente a experiencias artísticas. Es más adecuado referirse a las experiencias de la belleza, lo cual incluye la experiencia de objetos bellos naturales, los artísticos y los culinarios. 23 1.6.4 Hume y la experiencia estética . La inclusión de actividades que parecen más comunes si las tomamos desde el sentido físico del gusto pero que también pueden servir para exponer lo que Hume llama la “facultad del Gusto”, hace posible que haya más elementos que delimiten lo que hemos de entender como experiencia estética. Es pertinente hacer aquí una diferencia entre “experiencia estética”, por un lado, “experiencia de lo bello” y por otro “experiencia del arte”. Ya anteriormente se había mencionado cómo desde el siglo XVIII se pudo empezar a llamar a las experiencias de lo bello, incluido las del arte, como ‘experiencias estéticas’. Sin embargo, a lo largo del presente texto no se ha usado dicho término de manera sistemática. Es desde Hume que se puede hacer un uso más regular y con el sentido que se busca aplicar en lo subsecuente en el presente texto. Este parte aguas que sitúo en Hume se justifica por los temas estéticos que aborda, en donde va más allá de conocer la esencia de lo bello –o la belleza- como es el caso de Hutcheson. Hume se interesa en forma especial por ciertas manifestaciones artísticas, por la experiencia que de ellas tenemos y por los estados en los que hace entrar la obra de arte a un público que la consume. Así, en adelante, en la exposición en este texto me centraré en la experiencia estética. 22 Korsmeyer, C., Op. Cit., p., 63 23 Parecería contradictorio seguir llamando bellos a los objetos, cuando se ha estipulado en este mismo texto que la belleza se ha trasladado, del objeto al sujeto que lo experimenta, sin embargo, el lenguaje y los juicios jamás cambiaron en este sentido: los objetos siguieron denominándose bellos a pesar de que se tenía bien claro que ellos por sí solos no se podían estipular con ese predicado. 28 Palabras como ‘degustar’, ‘probar’, ‘muestra’, pueden ser unificados en un mismo concepto en el idioma inglés (‘taste’), pero las facetas que muestra cada uso nos acercan un poco más a la idea que Hume quiere trasmitir a sus lectores cuando piensa en la experiencia del arte y de los objetos bellos. Cuando se usa esa clase de términos lo que acarrea consigo es una idea de consumo muy evidente. El ejercicio de degustar un alimento implica consumirlo literalmente. Al tomar en cuenta que para los empiristas interesa imperiosamente un acercamiento lo más inmediato posible entre el mundo y el sujeto, pues que de ahí surgirá un conocimiento más certero de las cosas, entonces vemos que no es gratuito que se haya usado la palabra ‘taste’ para denominar a la experiencia estética. Una experiencia como es el degustar ofrece a Hume la posibilidad de encerrar en un concepto una idea de una experiencia tan compleja como es la de la belleza. Los ejemplos que Hume usa con referencias gastronómicas, como el símil que hace entre el funcionamiento de la facultad para degustar un platillo o un vino y la experiencia estética reafirman lo dicho anteriormente. Sin embargo, aunque pueda seguirse que Hume “tiene en mente” que la experiencia estética trata de una vivencia tan completa como lo representaría el hecho de ‘probar algo’, no podemos dejarnos llevar por completo por esto. Primero se deben que tener bien en claro las implicaciones que tiene pensar una ‘experiencia estética’ como emparentada con el ejercicio de degustar. Lo que no parece posible es que este filósofo haya olvidado el proceso físico que se requiere para que un hombre obtenga el sabor de algún objeto; degustar un alimento impide que otro deguste el mismo (estrictamente el mismo) alimento. Esto parece contrario a lo que podemos esperar de una experiencia estética. Desde Hutcheson se ha establecidoque una de las principales características de la apreciación de la belleza es que su placer sea desinteresado, compartible y comunicable. Consumir el objeto e impedir que otro pueda consumirlo es contrario a las expectativas de los estos mismos filósofos. La filosofía, en temas políticos y éticos, llevaba una beta dirigida hacia un egoísmo exacerbado en el siglo XVII. Los filósofos del siglo XVIII responden a pensadores como Hobbes y a toda idea de que placer que sólo concernía y se buscaba en beneficio de un sujeto particular, ya sea en cuestiones morales o en estéticas. Buscar únicamente el beneficio propio y satisfacer los deseos y necesidades inmediatas son metas que están fuera de la estética del siglo XVIII. Ya antes se había mencionado el interés de Hutcheson por la idea de compartir el objeto que nos ha incitado el ejercicio del sentido interno y que, por ello, nos ha provocado 29 placer. Además del desinterés que mueve el consumo se tiene que tomar en cuenta que el acercamiento a esta clase de objetos no responde a ninguna necesidad. Cuando Hume establece símiles entre el funcionamiento del Gusto y el gusto –sentido corporal- no asume todo lo que conlleva la experiencia del degustar, de saborear. Su teoría no se desliga completamente de la tradición anterior, sino solamente incorpora lo que se adecua a una experiencia estética subordinada al pensamiento moral de la época. Pero la idea de la búsqueda del placer propia del siglo XVII no puede ser superada del todo. De de hecho, se parte de ella: “El placer se solía considerar como un sentimiento que aparece cuando logramos gratificar nuestros propios intereses o deseos. Si el placer es componente fundamental de la belleza, entonces la belleza también forma parte de la variabilidad individual que caracteriza al placer. “24 Korsmeyer sintetiza el pensamiento del siglo XVII en esta cita, en lo concerniente al placer y las implicaciones en el terreno de la estética, idea que sigue muy vigente para el siglo XVIII. Los intentos de Hume sugieren una conciliación entre el subjetivismo extremo y una norma para dirigir el Gusto, pues jamás se olvida de que el placer es un asunto completamente subjetivo y variable en cada persona. La belleza misma también es tomada de esta forma por el autor: “La belleza no es una cualidad de las cosas mismas: existe sólo en la mente que las contempla, y cada mente percibe una belleza diferente.”25 La variabilidad en el estado mental de las personas que perciben la belleza hace que la teoría estética de Hume se hunda en problemas cuando tenemos en cuenta que su principal meta es llegar a establecer una guía para la formación del buen gusto. Una norma del gusto buscada por Hume no es sólo una forma de establecer jerarquías y dar validez a los juicios de gusto, sino su plan de educación y fomento de la delicadeza del gusto. 24 Ibíd., p., 75 25Hume, D., “Sobre la Norma del Gusto” en La Norma del gusto y otros ensayos, trad., María Teresa Beguiristaín, Península, Barcelona, 1989, p., 27. 30 1.6.5 Sentimiento y acción Otra de las influencias que recibió Hume al escribir su ensayo sobre el gusto (además de mencionarlo en su ensayo sobre la tragedia) fue la de Jean-Baptiste Du Bos –sacerdote y filósofo francés del siglo XVIII-. Townsend26 “Du Bos combina una teoría de la imitación con una distancia por cada inferencia conectada. Su apelación al sentimiento es naturalista, ingenuo y podría, si se desarrolla, dirigir directamente a un subjetivismo crítico. Hume, en contraste, tiene una teoría que apela al sentimiento porque este es la autoridad final de la mente para lo que se conoce como razonamiento.” reconoce esta influencia y le brinda una importancia mayúscula cuando se hace una investigación sobre el sentimiento y su papel en la estética de Hume. Estas investigaciones dicen que Du Bos le da gran importancia a la presencia de ‘sentimientos’ como fuente de promoción de acción. Esto es una idea recurrente también en Hume (no sólo en su tratamiento de temas estéticos, también en el demás pensamiento que desarrolló, por ejemplo, en su teoría ética), ya que es en el sentimiento en donde descansa el peso de la experiencia. Se puede decir que es a través de él que tenemos conciencia de la experiencia que estamos viviendo, es decir, sabemos lo que está sucediendo con nosotros y con nuestra interacción en el mundo sólo por medio de las pasiones que nos lo indican. Además de que si no hay una pasión que nos mueva no se puede entender cómo es que el hombre actúa (las pasiones mueven al hombre, las razones no). Las acciones subsecuentes son el resultado del sentimiento que ha embargado al individuo anteriormente. Tanto Du Bos como Hume hacen esta liga entre sentimiento y acción, pero no tienen el mismo trasfondo teórico: 27 Y, sin embargo, Townsend no puede dejar de relacionarlos ya que la función que tiene el ‘sentimiento’ en ambos filósofos es muy similar, a pesar de que Hume haya desarrollado este aspecto en un sentido más fuerte, el cual se vincula con su teoría del conocimiento y con su ontología. La idea de “Naturaleza Humana” permea todo el pensamiento de los estetas ingleses28 26 Cf. Towsend, D., Op. Cit. pp. 76-85 . Por supuesto, Hume asume la posición (desde su Tratado de la Naturaleza Humana) de que la humanidad comparte estructuras mentales y biológicas similares y es esto lo que permite hacer una investigación sobre el Hombre. Al observar regularidad se pueden hacer 27 Ibid, p., 77. Traducción propia 28 Cf. Marchán, S., Op. Cit., pp. 31-32. 31 inferencias a partir de las experiencias acaecidas anteriormente. Esta naturaleza humana brinda las bases para una investigación que dé resultados comprobables y válidos en todo momento (Hume seguramente sólo se comprometería con una cierta cultura). Aunado al hecho de que Hume considera a las pasiones cómo la única fuente para la acción humana, nos da un panorama de lo que debemos esperar de su teoría estética. “Hume afirma aquí que para efectuar cualquier acción, o para ser movidos a efectuarla tenemos que ser “afectados” de un modo u otro por aquello a que, según nuestra creencia, nos conducirá la acción; los efectos de la acción no pueden sernos indiferentes. De alguna manera tenemos que querer o preferir que se dé un estado de cosas más bien que otro para que nos pueda mover a realizar ese estado de cosas.”29 Esto es muy importante cuando nos adentramos en la estética de Hume, ya que el acercamiento al arte, la practica constante que es necesaria cuando queremos convertirnos en expertos –poseedores de delicadeza del gusto- está movida por estas concepciones. Es por medio de las pasiones que, Hume supone, actuaremos de modo que fomentaremos en nosotros mismos la clase de experiencias que nos llevarán al desarrollo del Gusto; o sea, el placer que encontramos en la experiencia de la percepción de ciertos objetos es lo que nos llevará a querer acercarnos más frecuentemente al mismo tipo de objetos o situaciones. La única forma como el ser humano hace algo es cuando quiere hacer algo, cuando es movido, tiene motivos para actuar. Estos motivos son siempre (en el caso de Hume) sentimientos, emociones, pasiones. La experiencia de lo bello, pero también en un sentido más amplio, la experiencia estética se entiende en Hume como una emoción, por lo que este tipo de experiencia puede ser un motor para futuras acciones. Es decir, cuando hay un consumo de obras artísticas o de objetos bellos naturales es probable que el sujeto se acerque cada vez más a esa clase de objetos, lo cual trae por consecuencias el refinamiento de su facultad del Gusto. Queda vedado cualquier otro modo en que queramos entender nuestro acercamiento al arte
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