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Flores Magón, Ricardo - En defensa de la Revolución [Ed Chantal López y Omar Cortés] - Judith Reyes Luna

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Ricardo Flores 
Magón 
 
En defensa 
de la 
revolución 
Índice 
Primera edición cibernética, abril del 2007 
Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés 
 
 
 
 
 
 
 
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ÍNDICE 
 
Presentación de Omar Cortés. 
Nota editorial de Chantal López y Omar Cortés, a la edición en papel realizada por Ediciones Antorcha. 
I 
II 
III 
IV 
V 
VI 
VII 
VIII 
IX 
 
 
 
 
 
 
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Presentación 
Fue hace ya diecisiete años y medio, en aquel inolvidable 
año de 1988, cuando, en nuestra editorial, Ediciones 
Antorcha, publicamos la obra cuya versión cibernética 
aquí presentamos. 
En defensa de la revolución fue, hasta cierto punto, una 
manera de buscar ejemplificar lo que en aquel año 
estaba ocurriendo cuando, en una lid electoral plena de 
irregularidades, la corriente que desde entonces se le 
conocía como de la tecnocracia neoliberal, se hacía 
plenamente del poder presidencial desplazando por 
medios poco honestos a la que podría denominarse 
como corriente política nacionalista. 
Fue pues, a partir de 1988, que se delineó el futuro -
nuestro presente actual- de México, llegando a su fin el Estado emergido del proceso 
histórico conocido como Revolución Mexicana. 
Paralelamente México, indiscutible lider de cara a los países latinoamericanos, iniciaba un 
nuevo sendero en su política exterior que poco a poco le conduciría a delinear un proceso 
de alianzas estratégicas con las dos potencias del norte de América, que finalmente 
conduciría a la firma del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos de 
Norteamérica y México. 
Todo ese proceso hubo de generarse en un dolorosísimo marco de profundas crisis 
económicas, de las cuales quienes las vivimos guardamos amargos recuerdos. 
Pero sin duda alguna fueron y siguen siendo los sectores proletarios -de la ciudad y del 
campo- a quienes más duro zarandeo, y sigue zarandeando, la política económica 
instaurada por la denominada tecnocracia neoliberal, puesto que al desmembrar los restos 
del obeso Estado postrevolucionario, poco cuidado tuvieron y han seguido teniendo, para 
no dañar las instituciones sociales, poniendo con ello en auténticos predicamentos a los 
sectores proletarios mexicanos. 
Ideológicamente, las corrientes conformadoras de la llamada tecnocracia neoliberal, no han 
parado en su delirante objetivo de prácticamente pulverizar cualquier avance o logro que 
hubiese devenido del proceso conocido como Revolución Mexicana. La total abolición de lo 
establecido en los artículos 3°, 27° y 123° de la Constitución Federal Mexicana, sigue siendo 
su principal misión. 
Curiosamente los sectores más partidarios de la denominada tecnocracia neoliberal, buscan 
conceptualizar el proceso revolucionario mexicano de manera muy parecida a como en su 
momento lo hicieron tanto el grupo Fraternidad de Bostón, Massachussets, como el grupo 
Los de siempre, de Valladolid, España, a quienes Ricardo Flores Magón salió al paso para 
ponerles en su lugar. 
El alegato expresado por Ricardo Flores Magón en la serie de nueve artículos publicados en 
el periódico Regeneración, en 1915 y 1916, nos proporciona valiosos elementos e 
imprescindibles herramientas de análisis para poder encarar la soberbia de esas corrientes 
que ahora se han encaramado en los centros neurálgicos de la política mexicana, esperando 
tan sólo el momento oportuno para nulificar los logros del proceso revolucionario mexicano 
plasmados, precisamente, en los artículos 3°, 27° y 123° de la Constitución Federal 
Mexicana. 
Omar Cortés 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
NOTA EDITORIAL 
Este escrito de Ricardo Flores Magón, fue publicado en nueve partes en el periódico 
Regeneración, entre los años de 1915 y 1916, en los números 212, 213, 214, 215 216, 217, 
218, 221 Y 222, correspondientes al 13, 20 Y 27 de noviembre; 4, 11, 18 y 25 de diciembre de 
1915 y, 15 y 22 de enero de 1916, bajo el titulo de ¡Alto ahí! 
De hecho, en esta serie de nueve extensos artículos -que por cierto iban a ser más, ya que al 
término de la novena parte, se menciona: continuará (Ignoramos cuál haya sido la causa de la 
suspensión de esta serie de artículos. Nota de Chantal López y Omar Cortés) -, Ricardo aborda tres 
puntos de importancia: 
A) La defensa del movimiento revolucionario mexicano ante sus detractores. 
B) La defensa de la postura del Partido Liberal Mexicano ante el movimiento revolucionario 
de México. 
C) La defensa de la labor desarrollada por Regeneración en su afán de divulgar al 
movimiento revolucionario mexicano en sí y, paralelamente, la difusión concientizadora que 
perseguía de cara al proletariado. 
Cabe también mencionar que este escrito está enmarcado en el ámbito de la política 
anarquista prevaleciente en aquel tiempo. De hecho Ricardo Flores Magón se dirige a la 
comunidad anarquista internacional, ya que careciendo ésta de una postura clara respecto 
al movimiento revolucionario mexicano, cada individuo, grupo o tendencia, mantenía su 
particular punto de vista, polarizándose estas posturas entre quienes defendían y apoyaban 
la labor realizada por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y quienes la 
criticaban velada o abiertamente. 
Ante la incapacidad de la comunidad anarquista mundial por establecer un organismo de 
carácter internacional capaz de clarificar y dirimir en su seno controversias como la aquí 
mostrada, se daba lugar a tomas de posición nada objetivas, expresándose éstas a través de 
chismes e insultos. 
Es preciso asentar que la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano no dejó nunca de 
preocuparse por obtener, de la comunidad anarquista, una definición sin ambigüedades en 
cuanto a la revolución mexicana. Así, por ejemplo, en el número 192 de Regeneración, 
correspondiente al 13 de junio de 1914, en una circular girada por la Junta al secretario del 
Congreso Internacional Anarquista, con sede en Londres, Inglaterra, se decía: 
Querido compañero deseamos por tu conducto invitar oficialmente al próximo Congreso Internacional 
Anarquista a tomar una actitud DEFINITIVA sobre la cuestión de la revolución mexicana. Deseamos que el 
Congreso diga sin rodeos que el peón mexicano al recuperar su herencia natural, la tierra, y al expulsar a los 
acaparadores de la misma como en el caso de Terrazas y otros bastante numerosos para poder ser 
mencionados, ha hecho lo que los desheredados de todos los países DEBEN hacer como primer paso hacia la 
conquista del pan y de la libertad económica. 
(...) 
Si vuestro Congreso cree que no puede dar semejante aprobación, debe entonces hacer lo contrario: rechazar 
la revolución mexicana en los términos más decididos y denunciarla como una simple guerra de capitalistas, 
políticos y bandidos. 
Nosotros creemos que vosotros debéis seguir uno de esos dos cursos si queréis conservar vuestra propia 
estima y tener alguna consideración en el tribunal de la opinión pública inteligente. Para que el movimiento 
internacional anarquista llegue a tener alguna representación debe ser fuerte y nunca podrá ser fuerte nadando 
entre dos aguas, incapaz de formarse una opinión acerca de una lucha que un personaje, no menos que el 
presidentede los Estados Unidos, ha declarado ser, en efecto, una repetición de la gran revolución francesa. 
Francamente lo que queremos es vuestra opinión. Creemos que tendréis alguna, porque esta revolución ha 
estado siendo llevada a cabo desde hace años y actualmente es el asunto del día más extensamente discutido. 
Si alguno de vuestros miembros están aún ignorantes de sus principales características, no podemos pensar 
de ellos otra cosa sino que no es su lugar el que ocupan en un Congreso Internacional Anarquista. 
Vagas declaraciones con palabras ambiguas serán peores que inútiles, según nuestro criterio y servirán sólo 
para desacreditaros. Lo que de vosotros queremos es una declaración concisa, clara, de que el peón mexicano 
está en lo justo al sostener que la libertad económica puede ser ganada solamente recobrando la posesión de 
la tierra, de que él está en lo justo al expulsar a los acaparadores de la tierra; de que vosotros urgís a los 
desheredados de todos los países a imitarlo. (Véase, Flores Magón, Ricardo, Artículos políticos 1914, México, 
Ediciones Antorcha, 1982, págs. 77-78. Nota de Chantal López y Omar Cortés) 
De hecho, los llamados como el citado, no encontraron en la comunidad anarquista una 
respuesta clara y concluyente. 
Así las cosas, y ante tan terrible vacío, este asunto hubo de ventilarse en base a alegatos 
como el presente escrito de Ricardo que, si bien guarda una importancia particular, pone en 
evidencia la ineficacia y pobreza política prevalecientes en el medio anarquista mundial de 
aquella época. 
La polémica generada entre los anarquistas, principalmente norteamericanos y europeos, en 
relación a las actividades de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, se remonta 
a muchos años atrás de la publicación en Regeneración del presente escrito. Entre las 
discusiones más relevantes, destacan las generadas con Luigi Galiani, director, en 1910, de 
La Cronaca Sovversiva, editada en Nueva York, y la publicación francesa Les Temps 
Nouveaux, mediante la edición por su director Jean Grave de los artículos de A. Cavalazzi y 
R. Froment. 
Diego Abad de Santillán, en su obra Ricardo Flores Magón, el apóstol de la revolución 
mexicana, sobre este asunto escribe lo siguiente: 
También se dijo (Grave y otros) que la revolución mexicana sólo existía en la fantasía de los redactores de 
Regeneración de Los Angeles. He aquí la polémica sostenida en Les Temps Nouveaux, de París. Un grupo de 
camaradas franceses solicitó informes para pasar a México con el propósito de luchar por la revolución. A esa 
demanda respondió un camarada de Regeneración, Manuel G. Garza (Teodoro Gaytán), agradeciendo las 
buenas intenciones; pera advirtiendo que el Partido Liberal no disponía de fondos para equipar, transportar y 
sostener a las camaradas que deseaban ofrecer su concurso a la revolución mexicana. Y, efectivamente, hay 
que tener en cuenta las condiciones de México y los momentos de lucha y de incertidumbre de entonces para 
pensar lo que hubiera significado una docena de anarquistas desconocedores del terreno, del idioma, etc., en 
el campo de la lucha en que se debatían federales, maderistas, liberales, zapatistas y otros; hubieran resultado 
más bien una carga que un beneficio. En el número del 2 de marzo de 1912, Les Temps Nouveaux publica un 
artículo de R. Froment en que se desprestigia la obra del Partido Liberal Mexicano y se niega la existencia de 
una revolución social en México, censurando a Regeneración por haber tenido palabras de benevolencia para 
Zapata, que no era anarquista. En otras diversos periódicos anarquistas se combatía también a Flores Magón y 
a sus amigos, presentándolos baja calores bastante ambiguos. (Véase, Abad de Santillán, Diego, Ricardo 
Flores Magón, el apóstol de la revolución mexicana, México, Ediciones Antorcha, 1988, pág. 106. Nota de 
Chantal López y Omar Cortés) 
Muchas publicaciones anarquistas de diferentes puntos del globo terráqueo, insertaron 
artículos ya sea en favor, en contra o simplemente descriptivos de la labor desarrollada por 
la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, ello a consecuencia del canje que, con 
su vocero Regeneración, la Junta realizaba con cientos de publicaciones del mundo entero. 
Nótese bien este dato que habla por sí sólo: la Junta se publicitó gracias a su propia labor y 
no debido a que en el medio anarquista internacional hubiese algún interés por descubrir o 
analizar lo que sucedía en México. Esto es tan fundamental, que no hay que perder lo de 
vista. 
Ahora bien, dejemos a un lado la relación de la Junta con el anarquismo mundial y 
analicemos el panorama interno que prevalecía en el Partido Liberal Mexicano. 
En sí, esta organización, había entrado en una etapa muy crítica después de la escisión 
generada en su seno con la separación, primero de Antonio l. Villarreal y, después, de Juan 
Sarabia, hecho que representó un doloroso golpe a las aspiraciones del Partido Liberal. 
Posteriormente, la derrota militar en Baja California norte en 1911, cuyas consecuencias 
fueron mucho más allá del terreno estrictamente militar, al adquirir un marcado caríz político 
la acusación de filibusterismo hecha al Partido Liberal Mexicano, empeoró la situación 
interna de esta organización. 
Las discusiones, acusaciones y pleitos internos que éstos dos hechos provocaron, lograban 
matizarse con la presencia de Ricardo Flores Magón (La figura de Ricardo Flores Magón, como 
elemento que cohesionaba al Partidfo Liberal Mexicano, era un hecho evidente. Nota de Chantal López y Omar 
Cortés), pero cuando éste, junto con su hermano Enrique, Librado Rivera y Anselmo L. 
Figueroa, ingresa a la prisión en junio de 1912, la situación cambia por completo. Antonio de 
P. Araujo, Blas Lara y Rafael Romero Palacios, quien posteriormente y debido a su negativa 
conducta divisionista sería reemplazado por Teodoro M. Gaytán, quedan al frente del Partido 
Liberal Mexicano y de Regeneración. Lógicamente no hubo que esperar mucho tiempo para 
que las diferencias internas dominaran en el ambiente del Partido Liberal Mexicano. 
Los miembros de la Junta, presos en la Isla de McNeil, comenzaron a ser blanco de 
difamaciones horrendas como por ejemplo el auténtico chisme según el cual, los presos, 
aparte de pasarla muy bien en prisión, ganaban cada uno cinco dólares diarios. Sobre esto, 
Ricardo Flores Magón posteriormente escribiría en un artículo referente a la muerte de 
Anselmo L. Figueroa, lo siguiente: 
En vez de dársenos en el presidio los cinco dólares diarios y de pasarnos en él una vida regalona, como 
aseguran nuestros pequeños enemigos, se nos hacía trabajar bajo la lluvia y la nieve a una temperatura glacial, 
en aquel lugar del extremo norte de este país. Nuestras ropas destilando agua, se secaban al calor de nuestros 
cuerpos por la noche, mientras dormíamos en nuestros calabozos. La alimentación que se nos proporcionaba 
no bastaba para que nuestros cuerpos recobrasen las fuerzas perdidas en las duras faenas del presidio. 
(Véase, Flores Magón, Ricardo, Carranza contra los trabajadores (Artículos políticos 1915), México, Ediciones 
Antorcha, 1987, págs 32-33. Nota de Chantal López y Omar Cortés) 
Paralelamente a estas calumnias, la creación de la Casa del Obrero Internacional en el año 
de 1913, provocaría igualmente una escisión entre los liberales, ahondando aun más las 
divergencias y sentando bases para futuras habladurías, como las acusaciones hechas por 
el grupo Fraternidad de Boston, Mass., que provocaron la violenta respuesta de Ricardo a 
través de los escritos aquí publicados. Este grupo afirmaba, entre otras cosas, que la Junta 
Organizadora del Partido Liberal Mexicano era propietaria de un terreno que había adquirido 
por la cantidad de cincuenta mil dólares. Ahora bien, este infundio tiene su origen 
precisamente con la fundación de la Casa del Obrero Internacional en 1913, cuando el 
periódico Times de Los Angeles, California, que mantenía una política totalmente opuesta al 
PartidoLiberal Mexicano, publicó bajo el título Los rojos de Los Angeles se organizan, un 
artículo amarillista y sensacionalista donde, entre otras cosas, señalaba que el edificio 
donde se ubicaba la Casa del Obrero Internacional, había sido comprado en cincuenta mil 
dólares. Esta información era falsa; en realidad el edificio en cuestión había sido rentado por 
William C. Owen y Juan Francisco Moncaleano con opción de compra, que los miembros del 
Partido Liberal Mexicano jamás pudieron aprovechar. A pesar de ello, el insidioso artículo 
del Times curiosamente produjo sus efectos años después y en el seno mismo del 
movimiento anarquista mundial. 
Así, cuando los presos salen libres en enero de 1914, se encontraron con que su 
organización, el Partido Liberal Mexicano, estaba semi deshecha, corroída por la confusión, 
la intriga y el encono, teniendo además muchos enemigos y muy pocos aliados leales. 
Ante tan adversa situación, los excarcelados miembros de la Junta, inmediatamente se 
abocaron a sus trabajos periodísticos y organizativos. La pluma de Ricardo Flores Magón, 
vuelve a enseñorearse en las páginas de Regeneración, auténtica trinchera de combate del 
Partido Liberal Mexicano. La reestructuración de este órgano de prensa fue la primera labor 
que hubieron de realizar los ex-presos. 
El principal problema fue el estado financiero en que se encontraba el periódico, pues Rafael 
Romero Palacios, antes de abandonar la organización, se llevó consigo los fondos 
pecuniarios de Regeneración, dejando a la publicación sin ningún recurso. Asi pues, la 
colaboración económica de los miembros y simpatizantes del Partido Liberal Mexicano, 
resultaba imprescindible. 
Veamos como se expresaron los excarcelados al respecto: 
Las circunstancias en que hemos encontrado al periódico son verdaderamente terribles. El déficit ha ido 
creciendo de semana en semana y gracias a los heróicos esfuerzos de los compañeros Gaytán, Lara, Araujo, 
Owen, Téllez y otros pocos más, hemos encontrado con vida al querido periódico; pero creemos muy difícil 
que esa vida se prolongue, a menos que todos y cada uno de los amigos y simpatizadores, hombres y mujeres 
hagan algunos sacrificios y se empeñen no solamente en salvar la vida de Regeneración, sino también en que 
el periódico logre alcanzar por lo menos un tiro de cincuenta mil ejemplares semanarios. (Véase, Flores 
Magón, Ricardo, Artículos políticos 1914, op. cit., págs. 9-10) 
El periódico Regeneración aparecía semanalmente con un tiraje, en esta época de 1914-
1915, que oscilaba entre los veintitres y veintiséis mil ejemplares. Sus redactores, fieles a 
sus concepciones anarquistas, rechazaban sistemáticamente el insertar en sus páginas 
anuncios publicitarios, por lo que el periódico se sostenía únicamente con las aportaciones 
voluntarias de los miembros y simpatizantes de la causa del Partido Liberal Mexicano. 
Veamos lo que a este respecto escribía Enrique Flores Magón: 
Siendo Regeneración un periódico netamente doctrinario y de combate, no tiene más fuente de ayuda que la 
que le presten sus simpatizadores y amigos. Si fuese periódico burgués tendría la vida asegurada largamente 
con tantos anuncios que se nos ofrecen diariamente de todas partes de este país; anuncios que son bien 
pagados y que por sí solos pueden sostener al periódico con vida; que nosotros no aceptamos, tanto porque 
no queremos distraer espacio que es más valioso dedicar a la propaganda, porque no queremos, siendo 
enemigos del sistema capitalista, ayudar con la publicación de esos anuncios a los explotadores del 
proletariado a enriquecerse más, buscándoles marchantes en las columnas de este periódico. (Véase, Flores 
Magón, Enrique, En pos de la libertad, México, Ediciones Antorcha, 1988, pág. 88. Nota de Chantal López y 
Omar Cortés) 
Asi pues, cualquier acción que tendiera a influir sobre los sostenedores de Regeneración, 
en el sentido de que dejasen de colaborar económicamente con el periódico, traía nefastas 
consecuencias en sus libros de contabilidad. 
Todos los miembros de la Junta estaban plenamente conscientes de esta situación, de ahí 
que la serie de artículos de Ricardo Flores Magón que aquí publicamos, se constituyera en 
un velado alegato por la supervivencia del periódico. 
Bajo esta óptica, sí resulta comprensible que Ricardo tomara en cuenta a grupillos 
totalmente insignificantes en el contexto político y social de aquel tiempo; sin embargo, no 
deja de ser trágico el que Ricardo Flores Magón, cuya capacidad intelectual le permitía estar 
a la altura de los más destacados pensadores revolucionarios de su época, perdiera 
lamentablemente su valioso tiempo polemizando con mequetrefes que nunca hubiesen 
pasado a la historia por méritos propios y de los que ni el menor rastro quedaría en los 
tiempos actuales, si no fuese porque Ricardo los menciona en sus escritos. 
Verdaderamente, ¡qué tragedia! 
En 1915, año en que Ricardo Flores Magón trata de frenar las difamaciones en contra de 
Regeneración, del Partido Liberal Mexicano y de la revolución mexicana, el periódico 
resiente sensiblemente el abandono del apoyo económico de muchos individuos y grupos 
anarquistas del mundo entero. La razón de esto era muy sencilla: la campaña de 
desprestigio en contra de la revolución mexicana, había empezado a rendir sus frutos. 
Ricardo responde a los pregoneros de esta campaña. Su lenguaje es enérgico, virulento, 
agresivo, incluso, ofensivo en toda la extensión de la palabra. Esto a nadie debe sorprender, 
puesto que había desarrollado ese carácter impulsivo y agresivo a raíz de su participación 
política que, ciertamente, no se generó entre discusiones político-académicas, esto es, en 
un medio favorable a la reflexión y a la polémica. Muy por el contrario, el fogueo político de 
Ricardo se llevó a cabo en un medio agresivo, una dictadura brutal como la de Porfirio Díaz, 
en donde la discrepancia se pagaba con la muerte, la cárcel o el destierro. Después tuvo que 
enfrentar al brutal capitalismo norteamericano que no cejó ni un segundo siquiera en la 
persecución y aniquilamiento de sus enemigos. 
Sabido es que ante un medio agresivo, el individuo inmerso en él, ha de tornarse 
doblemente agresivo si es que quiere sobrevivir, y Ricardo Flores Magón no fue la 
excepción a esta regla. 
Por otra parte, su instinto u olfato político, desarrollado gracias a las feroces e interminables 
persecuciones de que era objeto, le concedió la particularidad de poder detectar al enemigo 
con una facilidad fuera de lo común. También, conocedor del principio que versa: quien 
pega primero, pega dos veces, cuando de enemigos se trataba no se andaba con 
contemplaciones, sino que dirigía sus ataques de manera directa, buscando hacer daño, el 
mayor daño posible a sus contrincantes, y esto era lógico, puesto que como señala el dicho: 
en el amor, la política y la guerra, todo se vale, y Ricardo Flores Magón amaba al 
proletariado, desarrollaba una política en su favor y hacía la guerra a todos sus enemigos. 
El alegato aquí publicado, es una auténtica defensa del movimiento revolucionario 
mexicano, en donde las clases sociales desposeídas lucharon desesperadamente por la 
conquista de su libertad económica. De que el movimiento armado no logró cabalmente sus 
fines, es ahora por todos conocido; pero de que hubo avances significativos, no hay la 
menor duda, como tampoco la hay de que la contrarrevolución logró, en cierta medida, 
detener y aun hacer retroceder los avances logrados. Pero ninguna culpa de ello tienen los 
revolucionarios de esa generación, como Ricardo Flores Magón, que supieron estar a la 
altura de las circunstancias. 
En la actualidad (Téngase en cuenta que esta Nota Editorial fue publicada en diciembre de 1988. Nota de 
Chantal López y Omar Cortés), esa generación que enfrentó valiente y decididamente los retos 
históricos de su momento, ha desaparecido. Corresponde entonces a las nuevas 
generaciones que pueblan el territorio mexicano, enfrentar los retos actualesy, sobretodo, 
armarse poderosamente de conocimientos y experiencias de nuestra historia para no caer 
en la trampa de los cantos de sirena entonados por la contrarrevolución que ensoberbecida 
y desafiante busca, camufleada en todos los rincones de la sociedad mexicana, acabar de 
una vez por todas con los avances logrados por el movimiento social y económico conocido 
como revolución mexicana. 
Chantal López y Omar Cortés 
 
 
I 
Una mano amiga nos hizo entrega de un ejemplar del periódico El Porvenir del Obrero, de 
Mahón, España, correspondiente al 14 de octubre de este año. 
En dicho ejemplar encontramos un artículo titulado: Documento importante. El documento 
es una carta fechada en Boston el 13 de julio del año actual, suscrita por el Grupo 
Fraternidad de dicha ciudad, del Estado de Massachusets, Estados Unidos de América, y 
dirigida al grupo Los de Siempre, de Valladolid, España. 
La carta tiene por objeto restar fuerza al movimiento económico que en todo el mundo es 
conocido con el nombre de revolución mexicana de la misma manera que lo hacen todos los 
que tienen interés en que perdure el sistema capitalista y autoritario que combatimos los 
anarquistas. 
Un tejido de embustes y de injurias, eso es lo que constituye la carta. Veámosla. Dice así: 
¡Alerta, compañeros! que el timo de la revolución mexicana llega hasta ésa, según informaciones que tenemos 
de la aparición de un nuevo periódico defensor de la farsa política llamada por unos pocos vividores 
revolución social. En este grupo tenemos suficientes datos para probar lo contrario de lo dicho por los 
políticos fracasados que componen la Junta del Partido Liberal Mexicano, que allí es donde se fabrican todas 
las notas de la supuesta revolución. 
Parece que no es bastante grande el número de estúpidos que hay en América, pues que los 
barcos de Europa descargan en las playas de Massachusets bárbaros y más bárbaros. 
Porque se necesita ser estúpido redomado para negar que la revolución mexicana es un 
movimiento de carácter económico y social. Si la insurrección del proletariado mexicano 
para hacer que la tierra sea del que la trabaja, no es una insurrección de carácter económico 
y social, entonces, ¿qué carácter tiene, señores burros de Massachusets? 
No; no sois sinceros, señores asnos: comprendéis perfectamente que el movimiento 
mexicano es económico y social; pero no os resignáis a aceptar que los mexicanos, unos 
pobres indios analfabetos, hayan sabido poner la muestra a los europeos tan civilizados, tan 
educados y tan conscientes. Es que, aunque barnizados de obrerismo y de otros ismos, no 
dejáis de ser el gachupín de la conquista. Sois, por más que la dragonéis de anarquistas, los 
descendientes del encomendero que hiciera sudar sangre al indio; en vuestro pecho palpita 
el corazón del Oidor, y el espíritu del negrero que dormita en vuestro ser, se encabrita en 
presencia del indio rebelado. 
No; no podéis admitir que la raza considerada inferior por vosotros, se transforme en 
maestra vuestra; y, tragadlo porque tenéis que tragarlo, en maestra de todo el mundo. 
¡Qué diferencia entre los gachupines de Massachusets tan mezquinos, tan estrechos, tan 
pequeños, tan ruines, tan idiotas, y nuestros verdaderos compañeros españoles que con 
nosotros luchan, que sufren cuando ven el peligro de caer en las garras de los políticos el 
grandioso movimiento del proletariado mexicano y sus corazones se inundan de una 
satisfacción sana y robusta, cuando de aquel caos llega la evidencia, de que la revolución 
no solamente está en pie, sino que se orienta cada vez mejor y robustece su finalidad 
eminentemente social! Es que nuestros compañeros españoles son anarquistas, mientras 
que los gachupines de Massachusets son instrumentos, conscientes o inconscientes, del 
capital y la autoridad. 
La revolución mexicana es una revolución social desde el momento que la caracteriza esta 
aspiración general, común a los combatientes de todas las facciones que están en armas: 
una repartición más justa de la riqueza social, para la elevación del nivel económico, político 
y social del proletariado, aspiración que encuentra esta solución, también común a los 
combatientes de todas las banderías que intervienen en la producción del grandioso 
fenómeno social: la expropiación de la tierra de las pocas manos que la acaparan, para que 
pase a poder del que quiera cultivarla. 
Una revolución que contiene en su seno una aspiración semejante, y que encuentra una 
solución parecida, ¿qué es, si no una verdadera revolución social? 
Esta afirmación nuestra de que el movimiento mexicano es una revolución social, tiene su 
confirmación tanto en el campo de los hechos como en el de las ideas, se comprueba por el 
acto revolucionario, tanto como por la palabra del tribuno y la frase del escritor. Las 
muchedumbres proletarias que asaltan las haciendas, toman posesión de ellas y se ponen a 
trabajarlas, sobre una base de igualdad, demuestran con ese simple hecho, que las anima el 
deseo de conquistar la libertad económica que presienten que es la base de todas las 
libertades. 
Actos de expropiación llevados a cabo de la manera que acabamos de apuntar, no pueden 
ser considerados como el hecho aislado que no responde a la materialización de una idea 
generalmente aceptada o de un sentimiento común, porque no han ocurrido en un solo 
punto del vasto territorio mexicano, sino en muchos puntos, y, lo que es mejor, en regiones 
enteras, como puede comprobarlo materialmente el que se tome la molestia de hacer una 
visita a la región del Yaqui, en Sonora, a la de Cuencamé, en Durango, a la del Fuerte de 
Sinaloa, a la de Chapala, en Jalisco, a grandes porciones del Estado de Michoacán, a parte 
de les Estados de México, Guerrero, Oaxaca y Puebla y a todo el Estado de Morelos; pero si 
no se quiere tomarse la molestia de hacer un viaje de esa naturaleza, pídanse a la ciudad de 
México colecciones de El Imparcial, El País y otros muchos diarios burgueses, y se 
encontrará en ellos relatos interesantes de cómo los proletarios mexicanos toman las 
haciendas y trabajan las tierras con el fusil al hombro. 
En presencia de estos hechos, no se puede negar que el movimiento mexicano es una 
verdadera revolución social. ¿Quién puede negar que es de carácter social un movimiento 
que ataca de tal manera la propiedad privada? ¿Por qué dar el nombre de farsa política a un 
movimiento que lleva en sí el germen de inmensas posibilidades para el progreso humano? 
¿A un movimiento que por sí mismo, por su propia naturaleza, constituye ya un progreso, y 
que en vez de servir de objeto de burla y de escarnio, debería todo ser humano sentirse 
satisfecho de que la humanidad comience a dar los primeros pasos por el sendero de la 
verdadera libertad: la independencia económica, base de todas las prerrogativas del 
hombre? 
Si el acto revolucionario, revolucionario en el sentido social de la palabra, nos demuestra 
que el movimiento mexicano es una revolución social, nos lo demuestra igualmente el 
conocimiento claro, preciso, que el proletariado mexicano tiene de los fines de esta lucha. 
Preguntad a cualquier trabajador mexicano por qué se lucha, y responderá sin vacilar: ¡por 
la tierra! No le preguntéis en qué libro aprendió que se debe luchar por la posesión de la 
tierra, porque tal vez no sepa leer; pero él siente la necesidad de salir de la miseria, de 
convertirse de siervo en hombre libre por la posesión de la tierra, de la cual obtendrá sin 
necesidad de depender del amo, lo que necesitan él y su familia, y lucha por conquistarla. 
Y si buscamos en otras fuentes los datos que necesitamos para determinar con exactitud el 
carácter del movimiento mexicano, comprobaremos de ese otro modo que dicho 
movimiento es una revolución social. 
El orador, el escritor y el político, ¿no nos dicen a cada instante que se liberte a la clase 
trabajadora de la miseria en que yace, mediante un reparto equitativo de la tierra que se 
encuentra acaparada en las manos deunos cuantos señores feudales? Ellos, los oradores, 
escritores y políticos burgueses nos hablan de repartos de tierra, porque, naturalmente no 
pueden abogar por la abolición del derecho de propiedad privada; pero el solo hecho de que 
nos hablen de repartos de tierras, significa que han pulsado bien la opinión y procuran 
seguir su corriente, como buenos políticos, para guardar el equilibrio y no correr el riesgo 
de caer aplastados por el desprecio popular, cosa que ocurriría si no halagasen con sus 
palabras y sus actos los sentimientos del pueblo, y como mientras más tiempo transcurre, 
las ideas de las masas se radicalizan más, ora por el ejemplo que ponen los desheredados 
que se entregan a actos de expropiación en grande escala y para el bien colectivo en las 
regiones y circunstancias propicias para ello, ora por las prédicas netamente anarquistas de 
los miembros del Partido Liberal Mexicano, que se les encuentra diseminados en México 
esparciendo la semilla ácrata en las filas de todas las banderías, cuando no en los poblados, 
en las ciudades y en los campos, ora por la propaganda semi-socialista, semi-anarquista o 
simplemente unionista de otros agitadores, los políticos más inteligentes han tenido, 
también, que radicalizar sus palabras, para que no choquen con el modo de pensar del 
proletariado mexicano en este momento de su evolución, y a eso se debe que los oradores y 
los escritores burgueses de mayor potencia cerebral, propagan ideas netamente anarquistas 
con el fin de granjearse las simpatías de las masas. 
Pero si tantas pruebas, como las aducidas, no bastasen como para que cualquier cerebro, 
aún el más rudo, comprenda que es una revolución social la que se desarrolla en México, no 
hay más que echar una ojeada a la multitud de planes, manifiestos, proclamas, circulares, 
programas y otros documentos expedidos por las diversas facciones que desde 1910 hasta 
la fecha, han contribuido de alguna manera a la formación de ese caos magntfico que se 
llama revolución mexicana, para convencerse hasta la evidencia de su carácter económico y 
social. 
En efecto, en esos documentos se ve que uno de los objetos de la actitud beligerante de la 
bandería a la cual pertenecen, es el mejoramiento económico y social de las masas 
desheredadas por medio de repartos de tierras y otras medidas adecuadas, y en la prensa 
de esas banderías, se habla de reivindicaciones sociales, y en algunos de esos periódicos 
se ataca al capital, al militarismo y al clero, como no lo hacen muchos órganos proletarios. 
Y si todavía hubiera cabezas de piedra, incapaces de comprender el carácter económico y 
social del movimiento mexicano, es bueno que sepan esas cabezas duras, que Wilson, el 
Presidente de los Estados Unidos de América, al enviar el año pasado sus delegados a las 
conferencias del Niágara, les dió instrucciones de que no firmasen ningún arreglo en que no 
constase el compromiso formal del gobierno mexicano que quisiera ser reconocido por los 
Estados Unidos, de atender en primer lugar, a la solución del problema agrario, pues, dijo 
Wilson, que mientras el campesino no fuera dueño de la tierra, la revolución quedaría en pie. 
Indudablemente que Wilson no obró de esa manera movido por un sentimiento de 
filantropía, sino por el deseo de que se hiciera la paz, para que los burgueses americanos 
pudieran hacer buenos negocios; pero la acción de Wilson comprueba que el movimiento 
mexicano es de carácter económico y social. 
Atacar un movimiento revolucionario como el que sacude a México, es una villanía si el 
ataque proviene de un burgués; pero la acción no tiene nombre cuando el ataque es hecho 
por proletarios, y todavía es más dificil encontrar un calificativo para esa acción, cuando el 
ataque parte de un grupo de individuos que se titulan anarquistas. ¿Qué anarquistas son 
esos que ponen trabas a la emancipación de la clase trabajadora? Los trabajadores 
mexicanos están en lucha por conquistar su libertad económica, y, ¡oh sarcasmo! tenían 
que ser otros trabajadores los que habían de tenerles las manos para que el enemigo común 
les clavase el puñal, que no a otra cosa equivale el acto infame de escribir cartas incitando a 
que no se ayude a los que necesitan la asistencia de sus hermanos de clase. Traición, 
traición neta y descarada es la cometida por los gachupines de Massachusets. 
No; esos del grupo Fraternidad no son anarquistas, no pueden ser anarquistas; son 
esbirros. Si se les levantase el ala izquierda del saco, no causaría extrañeza ver brillar en 
sus pechos la estrella del polizonte. Al menos, su actuación hace despertar las más 
robustas sospechas. Y si no son esbirros oficiales; si no portan estrella, merecen portarla 
por bajos y por canallas. 
Esos gachupines de Massachusets, no son anarquistas, que entonces dejarían de ser 
gachupines. Son aventureros que tendieron el vuelo hacia América para hacer negocio. De 
esa manera están hechos el empeñero y el torero; el agiotista y el palo blanco. No son 
españoles; son gachupines a secas, hijos de madres asquerosas que no tuvieron el pudor 
de ahogarlos al nacer, siquiera para que más tarde no hicieran sospechar con sus acciones 
sus podredumbres ancestrales. 
Timadores, vividores, políticos fracasados, ésas son las flores con que nos obsequian esos 
insignes gachupines, descendientes de Loyola y Torquemada, de Alvarado y de Cortés, de 
Pizarro y de Valdivia. Obsequio de marranos: el lodo que salpican sus pezuñas. 
Timadores: los que todo lo hemos sacrificado en servicio del oprimido. Vividores: los que 
nos consumimos cita por cita por exceso de trabajo y falta de una buena alimentación. 
Poltticos fracasados: los que con abrir la boca tendríamos riquezas, distinciones, honores, 
en medio de una sociedad cuya muerte deseamos con todo nuestro corazón. 
¡Qué infamia! ¡Qué infamia! 
 
(De Regeneración, N° 212 del 13 de noviembre de 1915) 
Ricardo Flores Magón 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
II 
Si el gachupín, entiéndase bien, gachupín, no español, que el español es persona sensata, si 
el gachupín, repetimos, es corto de entendederas, es, sin embargo, listo como pocos para 
mentir, cualidad indispensable para llegar a ser un buen empeñero, inmejorable cualidad 
para distinguirse como palo blanco, muy buena cualidad para los hombres de negocios, 
cualidad muy útil para todo aventurero; pero malísima para llegar a ser un anarquista. 
Sigue así la carta de los gachupines de Massachusets: 
Aquí, en esta localidad, nos reunimos ciento cincuenta compañeros dispuestos a marchar a México, a luchar 
con el fusil o a trabajar las tierras ya expropiadas, según los redactores de Regeneración; pues, según dicho 
periódico, en México ya se practicaba el comunismo anárquico. Antes de salir de aquí, y para que el viaje no 
fracasara, nos comunicamos con un compañero que residía en Los Angeles, California, el cual se puso 
inmediatamente en marcha, internándose en México y, guiado por Regeneración, visitó las partes más 
importantes de la revolución (según el periódico) y no halló más que luchas políticas de cuatro desangradores 
del pueblo que aspiran a encumbrarse. 
Tenemos cartas escritas por nuestro camarada de diferentes partes de la República; ... 
Cuando se lee sin pensar, sin tratar de ver si lo que se lee puede ser admitido por la razón, 
fácilmente se aceptan las mentiras más gordas; pero por poco que se piense, por poco que 
se haga intervenir la razón en aquello que se lee, a las primeras líneas se descubre la 
mentira. 
Los gachupines de Massachusets, rudos como son, no pensaron en esto que decimos sobre 
la facilidad con que se desmorona la mentira, ¡también es que los pobres no contaban con la 
huéspeda: que Regeneración tendría que salir para ajustarles las puntadas! Y 
envalentonados con el mutismo forzado del noble vocero del oprimido, se dejaron ir de 
bruces, como carneros montaraces, sin ver el abismo que se abría a sus pies ... y dieron el 
salto mortal para caer en el lodo, que en este caso es ElPorvenir del Obrero, de Mahón, 
España, y alguno que otro charco de menor cuantía. 
Aseguran los gachupines de Massachusets, que lograron reunirse en Boston ciento 
cincuenta compañeros dispuestos a marchar a México a luchar con el fusil o a trabajar las 
tierras ya expropiadas. 
Quien quiera que tenga una poca de práctica revolucionaria, comprenderá desde luego que 
es una mentira colosal eso de los ciento cincuenta compañeros dispuestos a empuñar el 
rifle, pues si para el hecho inocentísimo de organizar un ordinario grupo anarquista sin 
otros fines que la propaganda, se reúnen con muchas dificultades unos cuantos 
compañeros, ¿qué no sucederá cuando se trata de organizar una expedición que deba 
recorrer miles de kilómetros para encontrarse en el terreno de la acción revolucionaria? 
Porque no hay que pensar que Boston está cerca de la frontera de México: se encuentra en 
el nordeste de los Estados Unidos, y para llegar a México hay que atravesar Estados 
extensos de la Unión Americana. 
Pero si no bastase este simple razonamiento para convencerse de que es una mentira lo de 
los ciento cincuenta compañeros dispuestos a empuñar el rifle, hay que convenir en que es 
muy duro de tragar eso de que se reúnan ciento cincuenta individuos listos para emprender 
la marcha a México, sin poseer antes una información exacta de las circunstancias que 
prevalecen en aquel país, pues por lo que se ve de la carta, primero se reunieron los ciento 
cincuenta revolucionarios, y hasta después se preocuparon por tomar informaciones. 
¿Puede creerse semejante absurdo? 
No: esos ciento cincuenta anarquistas listos para emprender la marcha a lo desconocido, 
son otros tantos seres imaginarios, son fantasmas, son creaciones toscas, fabricaciones 
groseras de una intelectualidad bastante próxima a la del mono. Y esos ciento cincuenta 
individuos o fantasmas, porque en realidad no han existido, no eran todos con seguridad, 
vecinos de Baston, porque es muy dificil encontrar en una ciudad ciento cincuenta hombres 
dispuestos a tomar las armas por una causa noble como la del Partido Liberal Mexicano. 
Esto no quiere decir que dejemos de comprender que en una ciudad hay no solamente 
ciento cincuenta hombres enérgicos dispuestos a tomar las armas por una buena causa, 
nosotros creemos que hay muchos más, que tal vez son miles los que sienten en su corazón 
ansias de rebelarse contra un sistema de infamia; pero no se sabe quiénes son esos 
hombres para tratar personalmente con ellos asuntos tan delicados como el de la 
organización para llevar los ideales al terreno de la acción. Desde luego, se tropieza con la 
dificultad de saber si aquel que uno considera ser un anarquista de acción, lo es en realidad, 
y para determinar esa condición es preciso estudiar al individuo, conocer sus costumbres, 
su carácter, si es discreto, esto último sobre todas las cosas, porque no se trata de asuntos 
que puedan ser arreglados a la luz del día, en las narices del polizonte y del detective, pues 
se correría el riesgo de ver el plan fracasado por una denuncia. En estas circunstancias, la 
reunión en una ciudad de ciento cincuenta individuos dispuestos a marchar a México a 
luchar por Tierra y Libertad, es más que difícil, es imposible. 
Con seguridad que esos ciento cincuenta fantasmas no residían todos en Boston, pues ni el 
grupo Fraternidad, o sea el de los gachupines, cuenta con ese número de miembros. Los 
fantasmas residían en un buen número fuera de la ciudad, y fue preciso que esos 
abnegados fantasmas dejaran su trabajo, abandonaran sus familias e hicieran gastos de 
viaje, para tener el gusto de reunirse en Boston con los gachupines, no para marchar 
inmediatamente a México sino para ... esperar que un badulaque enviase informaciones 
sobre el movimiento revolucionario mexicano, y mientras esta información llegaba, estaban 
haciendo gastos en Boston, habían perdido sus trabajos y abandonado a sus familias. Si 
esos ciento cincuenta no son unos fantasmas, son unos redomados imbéciles, pues muy 
bien pudieron ahorrarse tanto sacrificio esperando en casa una buena información, antes de 
partir para Boston a reunirse con los gachupines. 
¿Se hace necesario que más argumentos sean aducidos para probar que es una falsedad lo 
de los ciento cincuenta compañeros dispuestos a marchar a México? Pues, bien, allá va este 
otro argumento: si difícil es reunir ciento cincuenta combatientes, por las razones antes 
expuestas, más difícil es tener el dinero que se necesita para transportarlos a México, 
porque no se puede admitir que tal número de hombres tuvieran en su poder $75.00 moneda 
americana cada uno para pagar su pasaje, más unos $25.00, también cada uno y, en la 
misma moneda, para adquirir un rifle con una dotación, al menos, de doscientos cartuchos, 
aparte todo esto de los gastos en comidas durante todo el viaje que, es de cuatro citas con 
sus noches hasta la frontera de México. Raro es el trabajador que pueda reunir semejante 
suma, y es por esto mismo inadmisible que, en un momento dado, se hubieran reunido 
ciento cincuenta compañeros para emprender la marcha a México. 
No; no han existido esos ciento cincuenta compañeros. Lo que ha existido es la mala fe, la 
maldad de los rufianes que se cobijan con el sagrado nombre de un grupo anarquista para 
comprometer un movimiento proletario que todavía no es igualado por ningún otro de la 
Tierra contra la explotación y tiranía. ¡Traición! ¡Traición! ¡Traición! Judas no ha muerto; 
Judas vive; Judas reside en Massachusets; madres deformes y desvergonzadas siguen 
pariendo Judas; y continuarán pariéndolos mientras subsista este sistema que hace posible 
que los vástagos enclenques de los lupanares más sucios de Cádiz y de Madrid, de Sevilla y 
de Barcelona, puedan satisfacer su hambre vendiendo a la misma madre que los parió. 
Y como si por argumentos no parásemos, nos parece imposible que a invitación de un 
grupillo de infelices se hubieran reunido ciento cincuenta compañeros, esto es, ciento 
cincuenta anarquistas, listos para emprender la marcha a México. 
Los que conocemos el movimiento anarquista en los Estados Unidos, podemos afirmar que 
es imposible que se hubieran reunido en una ciudad ciento cincuenta anarquistas, 
dispuestos a luchar en México por Tierra y Libertad, aunque la invitación no hubiera partido 
de un grupillo sin influencia, sin significación como el de Massachusets, que tal vez no 
pueda reunir media docena de moscas desveladas. 
La medida del movimiento anarquista en los Estados Unidos la da el tiro mezquino de la 
poca prensa anarquista que aquí existe, muy buena prensa indudablemente; pero con muy 
pocos lectores si se tiene en cuenta que este país contiene más de cien millones de 
habitantes. Y no es que los compañeros no se muevan vigorosamente para robustecer, para 
agigantar el movimiento anarquista, que sí lo hacen y con una constancia digna de encomio; 
pero el medio es refractario a nuestros ideales, ésta es la tierra del dolar; aquí, el trabajador 
se siente tan burgués como Rockefeller y Morgan, y el sueño dorado del proletario, casi en 
lo absoluto, es tener en los bancos algunos ahorros para tiempos difíciles. 
No sin sorna se refieren los asnos de Massachusets a las tierras ya expropiadas, según los 
redactores de Regeneración ... como para significar que somos embusteros, que los 
desheredados no han tomado posesión de la tierra desconociendo virilmente el derecho de 
propiedad que sobre ella, sobre la tierra, pretenden tener los ricos. 
En la voluminosa colección de Regeneración se encuentran noticias tomadas de la prensa 
burguesa de la ciudad de México, relativas a la toma de posesión de la tierra por masas 
desheredadas que a nadie han pedido permiso para ejecutar ese acto de justicia, y por lo 
mismo, han obrado como lo haría el mejor anarquista, no uno de los de Massachusets. Y 
para que no se dijera que tales noticias eran fabricaciones nuestras, hemos tenido especial 
cuidado de citar el nombre y la fecha del periódicodel cual son tomadas, dando así 
nosotros una muestra de nuestra honradez como luchadores, al mismo tiempo que 
facilitamos a los que dudan, un medio expedito para convencerse de que la revolución 
mexicana es la revolución social, pues cualquiera puede pedir a las oficinas de los 
periódicos citados, los números que contienen las noticias que copiamos o extractamos. 
Mas, si todavía no fuera suficiente la multitud de noticias publicadas en Regeneración sobre 
actos de expropiación de la tierra por los desheredados, véase una recientísima, tomada del 
diario burgués, El Pueblo, de la ciudad de México, correspondiente al día cuatro de este 
mes. La noticia se refiere a la rendición de algunos zapatistas de la Prefectura de Tlalpan, 
Distrito Federal, distante unos dieciséis kilómetros de la ciudad de México. Dice la noticia en 
la parte relativa: 
El día primero (de noviembre) se presentaron al Jefe de las Armas señor Coronel Ezequiel Villar, sesenta y tres 
individuos con sus respectivas familias a solicitar amnistía, la cual les fue concedida inmediatamente, 
dedicándose todos estos ex-reaccionarios al trabajo, permitiéndoseles además, que recogieran el maíz y 
demás cereales que habían sembrado en tiempo de la ocupación de esta ciudad por los zapatistas, esto 
probará a dichos individuos y al público en general, que el constitucionalismo profesa ideas fraternales hacia 
los equivocados y los inconscientes. 
Haciendo a un lado la muestra de fraternidad carrancista, por esta noticia se comprende con 
toda claridad que esas familias proletarias que se rindieron ante la abrumadora fuerza 
carrancista, habían tomado posesión de la tierra, y la habían cultivado. Ahora, se les quita la 
tierra por los carrancistas para devolvérsela al burgués, y como un acto de fraternidad 
carrancista, se permite a esos pobres campesinos que levanten su cosecha. 
Se ve, pues, que no fabricamos noticias, que no es una ilusión la revolución social en 
México, y que solamente corazones pervertidos pueden dedicarse a obstruir un movimiento 
que en los corazones normales despierta simpatías y entusiasmo. 
¡Otro fantasma!, el individuo que hizo su viaje a México. Si no es un fantasma de la misma 
clase de los ciento cincuenta reunidos en Baston, es uno de tantos vividores que en lugar 
de desempeñar la misión que se le confiara se paseó por los lugares en que no había 
peligro, y desde ellos enviaba cartas mentirosas a los asnos de Massachusets. ¿Quién es 
ese individuo? ¿Por qué se oculta su nombre, cuando ningún peligro hay en que se sepa, y 
antes por lo contrario, su publicidad hubiera dado mayores visos de verosimilitud a lo 
asentado en la carta? 
Que el burgués se empeñe en restar apoyo al movimiento mexicano, es lógico; su interés va 
de por medio; pero que los proletarios hagan el vado en torno de sus hermanos de clase 
cuando éstos están comprometidos en una lucha desigual contra el enemigo común, eso no 
tiene más que un solo nombre: ¡crimen! 
 
(De Regeneración, N° 213 del 20 de noviembre de 1915) 
Ricardo Flores Magón 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
III 
Ya ven los asnos distinguidísimos de Massachusets que si es cosa fácil mentir, fácil 
también es destruir la mentira. Imbéciles y cobardes al mismo tiempo, cuando escribísteis 
vuestra cartita, creísteis que vuestro flagelo, Regeneración, estaba muerto para siempre, y 
que no tendríamos la oportunidad de embarraros en los hocicos vuestra propia inmundicia. 
Como ni por un momento queremos que se nos suponga racistas, esto es, que seamos 
partidarios de una cierta raza humana con exclusión de las demás, cosa impropia de los que 
profesamos ideas anarquistas, porque los anarquistas consideramos iguales a todos los 
seres humanos, sin distinción de raza ni color, bueno es que se tenga en cuenta que, 
cuando empleamos la palabra gachupín, no es para designar al individuo de raza española, 
raza que, como la francesa, como la inglesa, como la negra, como la china, como la 
japonesa, como todas las que habitan la madre Tierra, no suscita en nuestro corazón sino 
sentimientos de simpatía, de amor, de fraternidad. Cuando empleamos la palabra gachupín, 
es para designar a personalidades perversas de la raza española en la que, como en todas 
las demás, no deja de haber malvados. 
Sigue así la carta de los gachupines de Massachusets: 
... tenemos aquí también algunos documentos de conocidísimos compañeros, que nos aseguran que Antonio 
de P. Araujo salió para España a redactar Reivindicación; pero aquí está lo más interesante: dicho individuo 
salió de aquí diciendo que salía para México y al salir dejó su firma grabada en caucho para que los Magones 
mandaran las cartas a España, que el mismo Araujo recibiría con un nombre supuesto, constando que dichas 
cartas eran procedentes del campo de operaciones en México. ¿No comprendéis? 
Este enredo quiere decir que Araujo no ha estado en México; que en vez de marchar a 
México, se fue a España a redactar Reivindicación, y, la verdad es que no se puede concebir 
que exista tanta imbecilidad en cabeza humana, aunque sea una cabeza de gachupín. 
No a cien, sino a miles de compañeros, les consta que es una realidad el viaje de Antonio de 
P. Araujo a México. Muchos compañeros residentes en los Estados Unidos tienen en su 
poder cartas y tarjetas postales escritas con el puño y letra de Araujo de distintas partes de 
México, y en cuyos sellos puede verse que las cancelaciones han sido hechas por las 
diversas oficinas postales mexicanas, donde iba depositando su correspondencia. Pero si 
se duda todavía, el modo más fácil de comprobar lo que decimos, es hacer que algún 
companero vaya a México y pida informaciones de Araujo a Emiliano Zapata. 
De esta manera se conseguirían dos cosas: demostrar que los conocidísimos compañeros 
de los gachupines de Massachusets son unos redomados embusteros, y comprobar que 
cuanto hemos dicho sobre las pláticas de Araujo con Emiliano Zapata es la verdad. 
Cuando Juan Francisco Moncaleano, aprovechándose del hecho de estar presos en la Isla 
de McNeil, Librado Rivera, Anselmo L. Figueroa, Enrique Flores Magón, y el que esto 
escribe, quiso apoderarse de Regeneración para su provecho personal, su despecho fue 
grande al verse descubierto en sus pretensiones y entonces, como recordarán los lectores 
de Regeneración de aquella época, Moncaleano se soltó injuriando y calumniando como 
quien da palos de ciego, a los compañeros Blas Lara y Teodoro M. Gaytán, representantes 
de la Junta mientras los miembros de ésta permanecían en la prisión, y a los prisioneros 
igualmente. Entonces Moncaleano, entre otras mentiras, echó a volar una, la más gorda de 
todas, la que no puede ser tragada por ninguna tragadera, pero que, a los gachupines de 
Boston y a sus hermanos de Mahón, les parece muy a propósito para hacer añicos de un 
porrazo, nuestra reputación revolucionaria. 
Otro papelucho que acoge con cariño cuanto de insultante y calumnioso se publica contra 
los hombres que formamos la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, es el 
periódico político La Justicia Social, de Reus, España. Como periódico partidario del 
principio de autoridad, tiene forzosamente que ser enemigo nuestro, pues mientras que ese 
periódico cree que es necesario que haya alguien que gobierne al pueblo, nosotros creemos 
que nadie debe mandar a nadie. De esta diferencia de opinión nace un odio irreconciliable 
que nos profesa ese periódico, odio que encuentra buenas todas las armas que contra 
nosotros halla al paso. Por lo demás, agradecemos a La Justicia Social que nos odie. Ese 
odio nos honra. En cambio, su simpatía nos envilecería: hay fraternidad de zahurda que 
causa sonrojo. Además, no queremos tener relaciones de ninguna clase, con los vástagos 
enclenques de ciertos lupanares de España. Pueden, pues, los señores regenteadores de La 
Justicia Social, de Reus, España, continuar atacando. Del campo enemigo no debemos 
esperar apretones de manos, sino coces. 
La mentira echadaa volar por Moncaleano es ésta: dice que Blas o Teodoro, pues parece 
que no ha podido determinar todavía quien de nuestros dos representantes fue, le 
propusieron, para hacer negocio, que no se diera a conocer en Los Angeles, sino que con 
Blanca, la mujer del payaso de la Escuela Moderna, se fuera a vivir fuera de la ciudad, y que 
desde donde estuvieran enviaran noticias sobre la revolución social, y con sólo eso llegaría 
tanto dinero a la oficina de Regeneración, que bastaría para pagar el déficit que pesaba 
sobre el periódico. He aquí cómo se expresan los gachupines de Massachusets a este 
respecto: 
Esta misma proposición se la han hecho a un compañero de aquí, diciéndole que fuese a vivir fuera de la 
localidad él y su familia y que sus gastos sertan costeados por los fondos de Regeneración con tal que 
escribiera semanalmente unas notas de la revolución, constando que venían del campo de la lucha. Dicho 
compañero se negó a ser instrumento de tal estafa. 
Esta mentira causa risa, porque el pobre Moncaleano será rufián manoseador de niñas de 
diez años de edad, y todo lo que se quiera, menos escritor, y nuestros compañeros Blas 
Lara y Teodoro M. Gaytán tienen el juicio necesario para no confiar a un individuo tareas 
que no pueda desempeñar. Moncaleano puede hilvanar difícilmente unas cuantas palabras. 
Como buen gachupín, es bruto por excelencia, y, buen escritor que hubiera sido, 
Regeneración no necesita inventar noticias como ha quedado plenamente demostrado, no 
sólo al principio de esta ya larga contestación a los majaderos de Massachusets, sino con la 
colección entera del periódico en la que se ve que cada noticia que se publica, es referida al 
periódico de donde se toma. No había, por lo mismo, necesidad alguna, de solicitar los 
servicios de Moncaleano para que fingiera enviar noticias del campo de la lucha, cuando en 
realidad se estaba recibiendo, y en abundancia. Además, ¿con qué dinero se iban a pagar 
los gastos de semejante servicio, cuando el periódico vivía, como siempre, en medio de las 
mayores dificultades? 
En realidad, nunca se propuso tal cosa a Moncaleano. Suponiendo que no fuéramos 
honrados en nuestras informaciones, que retamos a cualquiera que nos lo pruebe, no 
existió nunca la necesidad de tener que encomendar a un pelagatos la tarea de confeccionar 
noticias revolucionarias. Revísese con cuidado la colección de Regeneración y se podra ver 
si alguna vez ha existido la necesidad de inventar noticias. Siempre se ha dicho de qué 
periódico se toman, para que los que tengan dudas, busquen esos periódicos que, por lo 
demás, es fácil encontrar, porque siempre nos referimos a su fecha y lugar donde se 
publica. 
En esta contestación hemos procurado no pasar por alto ninguna afirmación hecha por 
nuestros enemigos. Nuestro empeño, muy justificado por lo demás, es que quede depurada 
la verdad de una vez por todas. Y que queden deslindados de una vez los campos. 
Trabajadores como somos en la tarea de orientación del movimiento revolucionario 
mexicano, es nuestro deber demostrar que obramos de buena fe, que nuestros 
procedimientos en la lucha han sido siempre honrados y que de nada tenemos que 
avergonzamos, ni nadie tiene derecho a señalarnos con el dedo. Nuestro pasado es un libro 
abierto a todas las miradas, a todas las investigaciones. No hay secretos, no hay rincones 
donde pudiera esconderse la indignidad. Veintitrés años puestos al servicio del oprimido 
contra el opresor, sirven siquiera para indicar que nuestra vida ha sido empleada en cosas 
más útiles para la humanidad que la invención de mentiras. Así, pues, adelante. 
 
(De Regeneración, N° 214 del 27 de noviembre de 1915) 
Ricardo Flores Magón 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
IV 
Hay seres malvados que se complacen en calumniar. La calumnia debe ser para ellos una 
especie de golosina, algo que les proporciona placer, y como la calumnia es lo más 
inmundo, lo más sucio que pueda existir, esos seres depravados que gozan con la calumnia, 
son marranos, verdaderos marranos cuyo placer estriba en el acto de hundir la trompa en el 
lodo y con las pezuñas hendidas salpicar cieno a diestra y siniestra. Así, nuestros 
gachupines, se complacen en jugar con cieno. La carta famosa sigue de esta manera: 
Aquí los que escribían Regeneración, pues nada menos que con su déficit, compraron una grande extensión 
de terreno en el que trabajan, no ellos, sino diez trabajadores, que son villanamente explotados, haciéndoles 
creer que los productos de la finca son para la revolución mexicana. 
¿Donde está ubicada esa gran extensión de terreno que hemos comprado? ¿Quiénes son 
esos diez trabajadores a quienes explotamos villanamente haciéndoles trabajar esa gran 
extensión de terreno? 
Ni la gran extensión de terreno existe, ni existen tampoco esos diez esclavos que, por no 
existir, entran en la categoría de fantasmas y pasan a aumentar el número de aquellos ciento 
cincuenta fantasmas de Boston que estaban dispuestos a empuñar el rifle. 
No, no hay esa gran extensión de terreno ni existen esos diez esclavos; lo que hay es la 
mala fe de enemigos gratuitos, a quienes ningún mal hemos hecho, con muchos de los 
cuales ni siquiera hemos cruzado una palabra, y que nos odian con el odio más irracional 
que pueda existir. Nos odian porque no somos como ellos, porque somos honrados, no 
porque nosotros lo decimos, sino porque los hechos nuestros lo demuestran: las 
tentaciones no nos han hecho caer; las persecuciones no nos han doblegado. Hemos 
pasado por todas las pruebas en nuestra larga vida de rebeldes, sin que haya nadie que 
pueda decir: tal día se vendieron, tal otro se rindieron. 
Esta conducta limpia, choca a todos los insignificantes, a los que por pequeños no pueden 
abrigar ni siquiera la esperanza de ser tentados, que bien lo apetecen. 
Tan pequeños y tan enemigos, son nuestros enemigos, que el enemigo común los ve con 
desprecio; los hombres se ríen de ellos y pasan la vida sin dejar más rastro que el que van 
marcando sus desahogos corporales. 
Seres tan mezquinos tienen que ver con odio a todo aquel que por sus hechos cuenta con la 
simpatía de los oprimidos. Ellos quisieran contar con esa simpatía, porque la convertirían en 
dinero, y no lográndolo por incapacidad e insuficiencia, los trastorna el despecho y se 
entregan a toda clase de infamias, hasta la de procurar por todos los medios posibles que el 
trabajador mundial, deje sin ayuda a los que se afanan por orientar el movimiento mexicano 
hacia el comunismo anarquista. 
No hay tal extensión de terreno ni los diez esclavos bajo nuestro dominio. La imprenta y las 
oficinas de Regeneración, así como las pobres casas que habitamos los que formamos este 
grupo editor, se encuentran en un terreno de cinco acres de extensión, y tenemos que pagar 
mensualmente una renta de veinticinco dólares, como quedará convencido todo aquel que 
desee ver los recibos que tenemos en nuestro poder. Nada, pues, tenemos en propiedad, ni 
un centímetro cuadrado de terreno, y en cuanto a la historia de los diez esclavos, se refiere 
indudablemente a nosotros mismos, a los miembros de la Junta Organizadora del Partido 
Liberal Mexicano y del grupo editor de Regeneración que, para ganar nuestra vida, labramos 
esos cinco acres de tierra, y no llegamos a diez individuos, pues los trabajadores 
permanentes de la Junta y del grupo editor somos cinco individuos: Librado Rivera, Enrique 
Flores Magón, Trinidad Villarreal, José Flores y Ricardo Flores Magón. Nosotros somos los 
esclavos que nos deslomamos trabajando, como a todos nuestros amigos de Los Angeles 
les consta, y no los diez fantasmas a que se refiere la carta de los gachupines de 
Massachusets. Los cinco compañeros arriba citados somos los que, con nuestra 
constancia, con nuestro desinterés, con nuestro arrojo para hacer siempre frente a la 
miseria y a la persecución, sostenemos con vida estos dos organismos importantes y de 
significación en el movimiento revolucionario: laJunta Organizadora del Partido Liberal 
Mexicano y el grupo editor de Regeneración. 
¿Dónde están, entonces, esos diez trabajadores a quienes explotamos villanamente? Y esa 
gran extensión de terreno que tenemos en propiedad. ¿Dónde está? 
Todo lector serio e inteligente se habrá venido convenciendo de que no hay justicia para 
atacar a los individuos que formamos la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y 
el grupo editor de Regeneración, y que, si se nos ataca, no se hace con el propósito de 
servir a la verdad, sino con el torcido empeño de dejar aislado al trabajador mexicano en la 
lucha que tiene emprendida contra sus verdugos, que son los verdugos de la humanidad. 
Esos ataques provienen de individuos que se dicen anarquistas. ¿Podemos realmente 
considerar como anarquista a quien ejecuta actos contrarios al ideal anarquista? ¿Puede ser 
considerado anarquista quien con sus hechos pone obstáculos a la marcha del 
anarquismo? Indudablemente que no son anarquistas ni los mentecatos que componen el 
grupo Fraternidad, de Boston, Massachusets, ni los pobres diablos que les sirvieron de 
corresponsales y que residen en esta ciudad de Los Angeles, Moncaleano y pandilla, ni los 
pelagatos de la cloaca El Porvenir del Obrero, de La Justicia Social, de Acción Libertaria y 
otros papeluchos de la misma calaña. 
Sigamos leyendo la carta de los gachupines de Massachusets: 
Tendríamos mucho, muchísimo que escribir -siguen diciendo-, pero vosotros mismos podéis sacar la cuenta. 
Existen hoy en la República de México cinco presidentes, pues el que conquista un pueblo (siempre con la 
sangre de los trabajadores) se erige presidente. 
Con eso de los cinco presidentes, quieren hacer entender los pobres asnos de que, lo que 
hay en México es un movimiento que nada tiene de anarquista, cuando lo que prueba el 
hecho de existir al mismo tiempo tal número de presidentes, es que el principio de autoridad 
se encuentra de tal manera relajado que no puede constituirse un gobierno fuerte, y eso, 
amigos asnos, debe congratularnos a todos los que nos sentimos verdaderamente 
anarquistas, a todos los que queremos que nuestros ideales ganen terreno, y ¿qué mejor 
oportunidad, tanto para la propaganda por medio de la palabra, como por la del acto, que 
cuando la autoridad debilitada, no puede entregarse a las represiones? 
Si los pollinos de Massachusets fuesen realmente anarquistas, y si anarquistas fueran los 
marranos que estampan las pezuñas en El Porvenir del Obrero, mejor que criticar los actos 
de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y del grupo editor de Regeneración, 
actos guiados por un sincero fervor revolucionario, y de hacer mofa de la actitud viril del 
trabajador mexicano, actitud no superada todavía por la de ningún otro trabajador en el 
mundo, pondrían todo su empeño en fomentar el movimiento mexicano, en procurar que no 
sea acaparado, absorbido por los partidarios del principio de autoridad. Pero en lugar de 
hacerlo así, se nos ataca a nosotros que, quiérase o no se quiera somos los orientadores de 
ese hermoso y trascendental movimiento emancipador, pues a los trabajos y a los 
sacrificios de los miembros del Partido Liberal Mexicano se debe el gran progreso 
revolucionario alcanzado en México, y se nos ataca porque nacimos en México, porque 
somos indios, y el indio, según el criterio gachupín, es un individuo de mentalidad inferior, 
bueno para trabajar bajo la mirada brutal del capataz, excelente para vivir encorvado en el 
surco bajo el látigo del negrero, negrero gachupín, naturalmente; pero incapaz de concebir 
en sus nebulosas cerebraciones un solo proyecto de emancipación, la idea más vaga de 
libertad. 
 
(De Regeneración, N° 215, del 4 de diciembre de 1915) 
Ricardo Flores Magón 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
V 
La carta de los gachupines de Massachusets termina de esta manera: 
Si necesitáis algunos datos, vosotros o algún grupo o federación anarquista, podéis escribirnos a este grupo. 
Un fraternal saludo a los buenos y vosotros contad en todo lo que al ideal puede ser útil con este grupo. Si 
deséais que la verdad florezca y que los explotadores se acaben, comunicad este asunto con los demás 
grupos y federaciones, pues será más fácil la comunicación que a nosotros, contando siempre a vuestro lado 
con este pequeño grupo de compañeros. 
Grupo Fraternidad P.O. Box 43. 
Hanover Street, 
Station, Boston. Mass., USA. 
Por la lectura de estos últimos párrafos de la carta, se descubre que los asnos de 
Massachusets han desplegado una actividad bastante grande en su triste obra de denigrar 
el movimiento revolucionario que sacude a México. Este trabajo cobarde estuvo haciéndose 
en el misterio, subterráneamente, y en los momentos en que la Junta no podía defenderse, y 
habría continuado esa labor de hormiga contra la Junta, contra Regeneración, y contra el 
movimiento revolucionario mexicano, si un puñado de abnegados anarquistas españoles no 
hubiera tenido la idea de publicar un periódico, Reivindicación, que combatiera, como lo ha 
hecho con laudable acierto, a todos aquellos que han tratado de amontonar basura sobre 
actos revolucionarios sin precedente en la historia del proletariado, y de enlodar la 
reputación de los que nos hemos empeñado en encauzar el movimiento mexicano por el 
sendero del comunismo anarquista. 
El mérito de Reivindicación es grandísimo, porque salió a la luz en los momentos en que 
parecía que la calumnia había triunfado; cuando, forzoso es confesarlo, muy raro era aquel 
que se atrevía a declararse en favor de los rebeldes mexicanos, y en los periódicos 
anarquistas se hacía el silencio más completo alrededor de todo lo que trascendiera a 
revolución mexicana. Se hablaba de dicha revolución, pero para condenarla, y condenar, de 
paso, a los individuos que formamos la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. De 
vez en cuando, aparecía en algún periódico anarquista algo favorable al movimiento 
mexicano; pero parecía como si se tuviera vergüenza de declararse abiertamente a favor de 
dicho movimiento, y como si se temiera ser objeto de ridículo si se decía una palabra en 
defensa de la Junta. En una palabra, se consentía con el silencio la comisión de una infamia: 
la calumnia del movimiento revolucionario mexicano y de los individuos de la Junta 
Organizadora del Partido Liberal Mexicano. 
A Reivindicación se debe el hecho verdaderamente honrado de haber salido resueltamente a 
la defensa de la justicia. La historia del movimiento anarquista contemporáneo, en sus 
relaciones con el movimiento revolucionario mexicano, enseñará cómo hubo seres 
mezquinos que sacrificaron los principios anarquistas a los desahogos de su despecho, a 
los pataleos de su impotencia y de su insignificancia. 
Hemos concluído con la carta de los gachupines de Boston. No pueden quejarse de que no 
la hayamos considerado importante. Ahora vamos a seguir con el periodiquito El Porvenir 
del Obrero, que se publica en Mahón, España. Tenemos a la vista su namero 412, de 7 de 
octubre de este año. Tanto este periodiquito, como Acción Libertaria, de Gijón, estaban 
encariñados con la idea de que Regeneración había muerto, de que no podría levantarse de 
su tumba para darles una sacudida. Lo mismo creía el papelucho socialista La Justicia 
Social, que con tanto amor recomienda el de Mahón, como que El Porvenir del Obrero, es 
también periódico político, y esa es la causa del encono que tiene contra los individuos que 
formamos la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. 
Y todavía más: el periodiquillo de Mahón, es maderista, maderista vil, y como maderista, 
enemigo del movimiento revolucionario que está en pie en la región mexicana. Oigamos la 
profesión de fe de El Porvenir del Obrero por su propia boca. Dice así: 
Nosotros hubimos de simpatizar sin reservas con la revolución mexicana que derribó a Porfirio Díaz y elevó a 
la presidencia a Madero, quien por su gran cultura y probada honradez estabaen condiciones de emprender la 
renovación en todos los órdenes de la vida de aquella nación desgraciada. 
He aquí un periódico que se dice anarquista, declarar que puede esperarse algo bueno de 
los gobernantes. Los redactores de ese periodiquillo, de haber sido mexicanos y 
maderistas, por supuesto, habrían recomendado al pueblo que votase por Madero, 
imprimiendo, al efecto, un cartel como éste: postulamos para presidente de la República al 
ciudadano Francisco l. Madero, quien por su gran cultura y probada honradez está en 
condiciones de emprender la renovación, en todos los órdenes de la vida, de la nación 
mexicana. 
¿Qué podemos esperar de periódicos políticos, sino ataques, censuras, calumnias? Y 
periódicos como éste, son los que acojen con cariño todo lo que dicen los detractores de la 
revolución mexicana y de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. 
Solamente un partidario del principio de autoridad puede asentar lo que asienta El Porvenir 
del Obrero, periódico anarquista. ¡Periódico anarquista ...! ¡Periódico sinvergüenza, para 
hablar con propiedad! 
Aceptar que un hombre por su gran cultura y probada honradez, puede emprender la 
renovación de un pueblo en todos los órdenes de la vida, es aceptar con todas sus 
consecuencias el principio de las jefaturas, y quien acepta el principio de las jefaturas puede 
ser un buen borrego, pero nunca un anarquista. Desde el momento en que se acepta que 
otro emprenda la obra de renovación que todos debemos emprender sin amos ni directores 
ni capataces, se acepta el principio de autoridad, y eso no lo hace ningún anarquista. 
Madero fue un hombre de cultura mediocre, y en cuanto a su honradez quedo ampliamente 
probada cuando su hermano Gustavo barrió las cajas del erario nacional. ¡Esa es la obra de 
renovación para los imbéciles de El Porvenir del Obrero! 
Madero, al día siguiente de haberse sentado en la silla presidencial, declaró que las 
promesas que había hecho al pueblo eran irrealizables, y esas promesas envolvían, en parte, 
las demandas que hoy sigue haciendo el pueblo con las armas en la mano: libertad 
económica, política y social. ¡Y por ese renovador suspira El Porvenir del Obrero! 
Y suspira realmente, como puede verse en el párrafo que sigue: 
Pero cuando la desorganización general del país dio lugar a la caída de Madero y a la infame traición de su 
muerte, entonces perdimos por completo las esperanzas de que allí se pudiese hacer algo serio y honrado. 
Como se ve, el periódico que se dice anarquista, deplora la desorganización general del 
país, esto es, se duele de que el Estado, institución que combatimos con energía todos los 
anarquistas, se encuentre debilitado, desorganizado, quebrantado, al grado de haber hecho 
posible la muerte de un tirano, esto es, de un gobernante. ¿Puede pedirse mayor 
inconsecuencia? Dolerse de la desorganización del Estado, es declararse partidario del 
principio patriótico y del principio de autoridad, principios que están en pugna con los 
ideales anarquistas. 
(De Regeneración, N° 216 del 11 de diciembre de 1915) 
Ricardo Flores Magón 
VI 
¿Podemos esperar solidaridad de un periódico maderista, de un periódico partidario del 
principio de autoridad como lo es El Porvenir del Obrero? 
No concibe El Porvenir del Obrero que fuera del maderismo pueda hacer algo serio y 
honrado el pueblo mexicano. El Porvenir del Obrero, periódico anarquista, tiene confianza 
en los caudillos que son de su devoción. Es, por lo mismo, un periódico personalista, y un 
periódico de esa naturaleza tiene que ser enemigo jurado del Partido Liberal Mexicano, de la 
Junta y de Regeneración. ¿Que de extraño tiene entonces que un periodiquito de esa 
naturaleza nos calumnie y nos insulte? 
Fuera del maderismo es como el pueblo mexicano ha estado llevando a cabo su grandiosa 
revolución. Las tierras expropiadas por las masas proletarias en extensas regiones de 
México, nunca habrían sido entregadas a los desheredados por el hombre que al día 
siguiente de haber asaltado el poder declaró que las promesas que había hecho al pueblo 
para que éste lo apoyase, eran irrealizables. Y todavía así, El Porvenir del Obrero, no vacila 
en dar el título de infame traición a la muerte de un infame traidor que arrastró al pueblo a la 
matanza ofreciéndole repartos de tierras y leyes protectoras contra los abusos del capital, 
para volverle la espalda cuando ya se encontraba en el poder. 
Sigue hablando de este modo El Porvenir del Obrero: 
Entonces comprendimos que el pueblo mexicano carecía de ideas y de aspiraciones de emancipación 
colectiva; comprendimos que no había más que bandidaje, latrocinio y corrupción arriba y abajo. 
En todas estas líneas, el periódico de Mahón viene confirmando su profesión de fe 
maderista, y así como todo personalista no puede concebir la realización de un ideal fuera 
de la influencia del ídolo, del caudillo, del jefe o del cacique, de la misma manera, para el 
maderista, nada se puede realizar fuera de la influencia de Francisco l. Madero. Murió 
Madero, y entonces los de El Porvenir del Obrero comprendieron que el pueblo mexicano 
carecía de ideas y de aspiraciones de emancipación colectiva. Cualquier persona sensata 
habría sacado la conclusión que sacó el periodiquito, de hechos llevados a cabo por el 
mismo pueblo y que por su naturaleza fueran contrarios a ideales de libertad y de justicia; 
pero no hay tales hechos. 
La muerte de Madero no significa que el pueblo mexicano carezca de ideas y de 
aspiraciones de emancipación colectiva. Por el contrario, la muerte de ese tirano fue posible 
solamente porque el pueblo tiene ideales y aspiraciones de emancipación colectiva. Cuando 
el pueblo mexicano se dió cuenta de que Madero había traicionado las aspiraciones 
generales de la revolución, aspiraciones que se condensan en estas palabras: tierra para 
todos, libertad para todos, le retiró su apoyo en gran parte y, entonces fue posible el 
cuartelazo de Huerta que triunfó con la muerte de Madero. Si Madero no hubiera traicionado 
las aspiraciones populares de libertad y de justicia, el pueblo habría estado agrupado a su 
derredor y el cuartelazo de Huerta habría sido imposible. 
Vemos, pues, que la muerte de Madero prueba precisamente todo lo contrario de lo que El 
Porvenir del Obrero quisiera que probase. 
Ahora, si analizamos los hechos del pueblo mexicano anteriores a la muerte de Madero; 
hechos que han sido consignados a grandes rasgos al principio de este trabajo, vemos que, 
por su carácter esencialmente revolucionario, prueban que el pueblo mexicano tiene ideas y 
aspiraciones de emancipación colectiva. La toma de posesión de la tierra de las haciendas 
por las poblaciones proletarias, expropiación que se llevó a cabo sin el consentimiento de 
Madero, sino que, más bien, contra la voluntad de ese tirano, como lo prueba el hecho de 
haber enviado a sus esbirros a batir las poblaciones expropiadoras, destruyendo los 
caseríos de los campesinos por medio del fuego; el incendio de los archivos judiciales y 
administrativos, llevado a cabo por los rebeldes, conscientes de que en esas oficinas se 
encuentran los títulos de propiedad, los procesos judiciales y cuanto papelote perjudicial 
para el pueblo pueda apetecerse; el incendio de los ornamentos de los templos, y el 
fusilamiento frecuente de los sacerdotes; el ajusticiamiento de los representantes de la 
autoridad, y la ejecución de los capitalistas verificada en condiciones que no dejan lugar a 
duda de que se les mata, no por el mezquino propósito de arrebatarles lo que tienen para 
enriquecerse a su vez los despojadores, sino como obedeciendo a una medida de 
saneamiento social, por la cual se extirpa todo lo que hace daño a la especie humana. 
Todos estos hechos, en medio de otros muchos de la misma naturaleza, prueban que el 
pueblo mexicano está levantado en armas no para entregarse a actos contrarios a una 
finalidad de libertad y de justicia, sino para conquistar el bienestar y la libertad de la

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