Logo Studenta

Gobernar-al-espritu-reflexiones-sobre-la-historia-del-poder-y-las-ideas-durante-el-Primer-Imperio-Chino-221-A E C --906-E C

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
COLEGIO DE HISTORIA 
 
 
 
 
 
 GOBERNAR AL ESPIRITU
REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA DEL 
PODER Y LAS IDEAS DURANTE EL PRIMER
IMPERIO CHINO (221 A. E. C. -906 E.C.). 
 
 
 
 
TESIS 
 
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: 
LICENCIADO EN HISTORIA 
 
 
 
PRESENTA: 
RICARDO CHAPARRO GONZÁLEZ 
 
 
ASESOR: 
DRA. LUCRECIA CLEMENTINA Y GONZÁLEZ Y TORRES 
 
 
 
 
 
 MÉXICO, D.F. 2010 FACULTAD DE FILOSOFÍA 
Y LETRAS 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 2
Índice Página
Introducción 3
Parte 1. Los primeros imperios de China. Poder y pensamiento desde la proclamación del 
Imperio (221 A.E.C.) a la caída de la dinastía Han (220 E.C.).
Capítulo 1. La historia antigua del Imperio 8
Capitulo 2. El legalismo y el Imperio del Huangdi 皇帝
El Legalismo
La interpretación legalista de la historia y la fundación de la investidura imperial
El ritualismo imperial
25
25
29
34
Capítulo 3. Las implicaciones ideológicas de la transición imperial 
El fin de la época de los grandes maestros
Los filósofos y las Cortes
Reflexiones sobre la Quema de libros
La forja del canon de textos Clásicos y el triunfo del clasicismo confuciano.
41
41
45
50
61
Parte II. El budismo como aglutinante del la espiritualidad china durante las invasiones 
nómadas y segunda reunificación (589 E.C.).
74
Capítulo 4. El hundimiento del Imperio y la China “bárbara” 74
Capítulo 5. La segunda unificación del Imperio. 86
Capítulo 6. El budismo en las Cortes.
El budismo del otro lado del Himalaya
Reflexiones sobre el monasterio budista.
Budismo y política
Confrontación y síntesis
101
102
109
114
120
Conclusiones 126
Anexo 1. Dinastías de China 129
Anexo 2. Historia del Budismo 130
Anexo 3. Apéndice Geográfico 132
Anexo 4. Ilustraciones 136
Bibliografía 138
 3
Introducción.
En esta investigación están plasmados los resultados de mis primeras aproximaciones al estudio de la 
historia china. Se plantean más problemas de los que se resuelven y más conjeturas de las que se 
confirman. Cada capítulo y cada apartado parecen ser ensayos distintos sobre historia china, algunos de 
los cuales resumen la historia política y social de extensos periodos de tiempo, otros que se tratan la 
historia del pensamiento. El hilo conductor es la construcción del Estado imperial y la identidad china 
( 漢 han), tanto durante la unificación a cargo de las dinastías Qin (221-207 A.E.C.) y Han (206 A.E.C.-
221 E.C.), como durante la reunificación de las dinastías Sui (581-617 E.C.) y Tang (617-906). 
El proceso conducido por Qin y Han ocupa la primera parte de esta tesis. El primer capítulo 
aborda las tendencias políticas, sociales y económicas más importantes del periodo, entre las que se 
destaca la destrucción del antiguo sistema político sustentado en relaciones de parentesco y la forja de 
una nueva racionalidad política. En el campo de la historia de las ideas, al cual se dedican los capítulos 
segundo y tercero, el problema a tratar es la construcción de un nuevo discurso de legitimación para el 
poder político. Éste abrevaba de múltiples fuentes de pensamiento, rito y tradición filosófica, oral y 
escrita. 
Un capítulo está dedicado a la escuela legalista, insignia de la Primera Dinastía, y a sus vínculos 
con las tradiciones míticas y rituales antiguas. Esta corriente de pensamiento es inseparable de otras en 
boga anteriormente a la edificación del Imperio, y por ello las referencias al clasicismo confuciano, 
daoísmo y mohísmo, entre otras, son frecuentes. En el capítulo siguiente se revisa el ascenso del 
confucianismo como doctrina oficial durante la dinastía Han. 
En suma, la reconstrucción de la historia de la ideología imperial temprana nos conduce a tratar 
dos procesos estrechamente vinculados aunque regidos por dinámicas diferentes: la racionalización del 
horizonte de lo político y la conformación de tradiciones textuales sustentadas en un canon bien 
establecido de escrituras. Por dispares que parezcan en primera instancia estos fenómenos culturales, 
ambos cristalizaron en el mismo periodo, entre el siglo III y II A.E.C., al igual que la forja de la 
 4
institución imperial, vinculados por el esfuerzo de fundar el poder y la legitimidad del nuevo Soberano; 
y fueron producto de los conflictos políticos manifiestos así como de cambios sociales y económicos 
graduales ocurridos durante el periodo de los Reinos Combatientes (403 A.E.C.-221 A.E.C.), e incluso 
desde antes.
Al hablar de la racionalización de lo político no se quiere expresar que anteriormente dominaran 
formas naturales de convivencia. La sugerencia, menos ambiciosa, es que, ante las circunstancias 
políticas, sociales y económicas cambiantes, proclives para la centralización del poder, tuvo lugar un 
reajuste, tanto en el marco de referencia desde el que se consolidaba anteriormente el gobierno junto 
con las múltiples relaciones y atribuciones que lo componían, como en las coordenadas del 
pensamiento político fuera y dentro del régimen político. 
Este reajuste, en su aspecto pragmático, respondía al imperativo pragmático de extender y 
asegurar el poder absoluto, luego de la fractura del orden político de la época de la dinastía Zhou 
(1050-251 A.E.C.), sustentado en lazos de parentesco y vínculos de vasallaje. Se manifestaría en la 
necesidad por fortalecer una burocracia contractual, integrada por hombres reclutados según sus 
méritos, así como en la creación de leyes de aplicación universal entre los súbditos para regular la 
conducta de los sometidos sin importar su linaje y sin excepciones debidas a su rango social. 
En su vertiente ideológica, sin embargo, se manifiesta el cambio en un largo proceso de suma 
constante de tradiciones de pensamiento reinterpretadas, que fortalecieran la investidura. Desde su 
origen, la institución imperial fue revestida con especial ahínco con un variado y complejo manto 
ideológico derivado de la mitología, la cosmología, la metafísica, la filosofía natural y moral... Las 
escuelas de pensamiento político, lo mismo que las sectas religiosas que a lo largo del tiempo habrían 
de proponer fundamentos y métodos para el gobierno ideal, tendiendo a vincular lo terreno con lo 
trascendente de múltiples formas, tejían sus soluciones diversas en torno a la figura privilegiada del 
Huangdi; conscientes de la realidad política ahora vigente, los ideólogos no pretendían sino justificar al 
que era el puntal esencial del modelo de estado centralizado fundado por Qin y Han, y reeditado, siglos 
 5
después, por caudillos de amplias miras y funcionarios convencidos de su superioridad. 
Aparecieron complejas relaciones entre escuelas de pensamiento y hombres cercanos al poder. 
Unos y otros, ya fueran mohistas, clasicistas, daoístas o budistas (cuyo devenir en las Cortes fue 
diverso, pero las cuales, al final de cuentas, llegaron a ocupar lugares preponderantes también, en 
distintos momentos históricos), apelaban a fondos textuales en los cuales aparecían numerosos 
referentes compartidos. Sus etapas formativas atestiguan la tendencia de varias escuelas a amalgamarse 
en torno, antes que nada, a escrituras agrupadas en un canon, si bien no inmutable, por lo menos 
claramente identificable, y luego a normas para realizarlos comentarios, a directrices comunes para 
conducir la interpretación, a figuras de sabios maestros e instituciones propias o impuestas desde el 
poder. 
Incluso los legalistas de fama iconoclasta compartían un bagaje común de conocimientos 
históricos sobre los que ejercían hermenéutica de pesadas implicaciones políticas, y se ataron 
firmemente al compromiso institucional y legal del Imperio a lo largo de los siglos. Es necesario, por 
ello abundar en la medida de lo posible en la composición y el funcionamiento de las corrientes que 
incubarían elementos posteriormente inseparables del firme entramado ideológico que sostenía la 
legitimidad del soberano, el cual nunca sería contestado en adelante por fundadores dinásticos, 
reformadores institucionales, usurpadores o invasores extranjeros, sino, por el contrario, decididamente 
adoptado.
Tuvo lugar un esfuerzo por encuadrar al poder y al gobernante bajo distintas o renovadas 
coordenadas de pensamiento, esta vez en el nivel histórico, ritual y simbólico, capaces de expresar 
quizá con más vehemencia que la formalidad institucional la transformación que debía suponer la 
proclamación del imperio. 
La segunda parte de esta tesis trata el proceso de disolución y reunificación del Imperio Chino, 
desde la caída de la dinastía Han, en 220 E.C.. Este periodo, franqueado por invasiones recurrentes de 
pueblos nómadas, principalmente del norte desértico, implicó un reto para la identidad cultural y 
 6
política china que se había forjado ya hacía varios siglos. Factores externos, poderes, organizaciones de 
la sociedad, costumbres y creencias procedentes de otras áreas culturales cambiaban sin remedio la 
fisonomía de la civilización china, una apertura manifiesta aún en la reunificación acaudillada por los 
gobernantes de las dinastías de Sui y Tang. 
Una vez más, los imperativos pragmáticos de mantener y acrecentar el poder implicaban que las 
instituciones chinas emergieran y se afirmaran en circunstancias distintas. Pero la legitimación del 
Emperador no conllevó a la declaración de superioridad de una escuela por encima del resto. Tanto el 
legalismo como el clasicismo confuciano y el daoísmo debieron lidiar en plano de igualdad con una 
religión venida de la India.
La penetración y difusión del budismo de tradición India en China -su “domesticación”, como 
le han llamado varios autores 1-, ocurrida entre los siglos III al VI E.C., coincide en su inicio con un 
periodo crítico para la historia imperial de China: la decadencia de la ya longeva dinastía Han (206 
A.E.C.-220 E.C.), el fracaso de caudillos posteriores en su búsqueda por restaurar un régimen duradero 
que abarcara la totalidad del territorio dominado por aquella (durante el llamado periodo de las Tres 
Dinastías, 220-264 E.C., y la primera época de la dinastía Jin) y las invasiones de numerosos pueblos 
nómadas, a partir de 311 E.C., quienes finalmente lograrían establecer su dominio sobre la cuenca del 
Río Amarillo. El trauma dejado por estos trastornos sobre los herederos del que había sido considerado 
como el gobierno universal de la Civilización y la Moral, bien hubiera podido desembocar en la 
desaparición del ideal mismo de la institución imperial y de la práctica política forjada hasta entonces.
En el último capítulo se aborda por ello el budismo chino. Sin embargo, por tratarse de un tema 
tan complejo y amplio, que ameritaría por sí sólo una tesis, y que requiere asimismo de múltiples 
conocimientos previos para su cabal comprensión, el capítulo sólo esboza planteamientos para 
comprender, como parte de un proyecto más amplio y a continuar posteriormente, la naturaleza del 
budismo que llegó y floreció en China durante más de medio milenio.
1 Arthur Wright, Buddhism in Chinese History; Kenneth Chen, Buddhism in China. A Historical Survey.
 7
El sistema de transcripción para los vocablos chinos que se mencionan es el Pinyin, y varios 
términos se acompañan con los caracteres chinos tradicionales. 
 8
Parte 1. Los primeros imperios de China. Poder y pensamiento desde la 
proclamación del Imperio (221 A.E.C.) a la caída de la dinastía Han (220 E.C.).
Capítulo 1. La historia antigua del Imperio
En 221 A.E.C., el rey Zheng del reino de Qin creó la dignidad imperial y se proclamó el Primer 
Emperador (Qin Shi Huangdi 秦始皇帝). Se afirmaba de este modo como el vencedor luego de más de 
dos centurias de luchas intestinas entre los reinos asentados en los valles de los grandes ríos 2 que 
conformaban ya el núcleo de la civilización han3. Culminaba asimismo la transición de la China arcaica 
a la época imperial, y era resultado de una acumulación de cambios políticos, económicos y sociales, 
concentrados en el transcurso del llamado Periodo de los Reinos Combatientes (403-221 A.E.C.). Se 
trataba del colofón de una forma de sociedad y un sistema de relaciones políticas dominantes que 
duraría casi mil años.
Para comprender la magnitud del cambio ocurrido entre ambas épocas es conveniente plantear, 
en términos esquemáticos, la naturaleza de los cambios políticos e intelectuales ocurridos entre la 
época anterior al Imperio y los siglos subsecuentes.
En el transcurso de la mayor parte de la dinastía Zhou (1050-256 A.E.C.), una constelación de 
reinos y sus gobernantes 4, cuya autoridad derivaba directamente del parentesco y los pactos de 
2 En términos generales, China al siglo III A.E.C. está conformada por los valles del Río Amarillo, el Huai, la parte baja del 
Yangzi, así como su principal afluente, el Han. Durante la primera mitad del primer milenio A.E.C., los reinos centrales 
como Zhou, Wei Zhao y Hann (para distinguirlo de la dinastía Han posterior, con la cual ésta no tendría nada que ver), 
constituían el núcleo de la civilización china. Cf. Apéndice geográfico, pp. 
3 El término han 漢 puede entenderse como la filiación étnica de las poblaciones sedentarias en el valle del río Amarillo 
con nexos lingüísticos afines (misma rama lingüística). No obstante, para los fines de este trabajo, se definirá en un 
sentido más amplio como un forma cultural distintiva, vinculada por una cultura material, por prácticas religiosas y 
rituales semejantes, así como por una tradición histórica y literaria en desarrollo paulatino, así como por un desarrollo 
tecnológico compartido. Esta forma cultural se transformará en forma civilizatoria durante la época imperial (desde 221 
A.E.C.), cuando se integre al modelo un modo concreto y agresivo de concebir y ejercer el poder.
4 La quíntuple jerarquía de la aristocracia que puede encontrarse en textos tardíos del periodo distinguía los rangos de 
gongjue 公爵 (duques), houjue 侯爵 (príncipes feudales), bojue 伯爵 (marqueses), zijue 子爵 (condes) y nanjue 男爵 
(varones). Las traducciones de esos términos chinos a grados nobiliarios occidentales fueron legado socorrido hasta 
tiempos recientes de reconocidos traductores de obras arcaicas y Clásicos confucianos a la lengua inglesa, tales como 
James Legge (en The Chinese Classics, Hong Kong, Hong Kong University, 1950, 5 vols., entre otros muchos textos de 
diversas tradiciones) y Burton Watson (en su traducción de Sima Qian, Records of the Grand Historian of China, New 
York, Columbia University Press, 1962, 2 vols., entre otras obras histórcas que vertió a lengua inglesa).
 9
fidelidad que mantenían con el Rey (wang 王) de Zhou, combatía y signaba pactos y alianzas en busca 
de poco más que el reconocimiento como primus inter pares 5. La garantía de orden en el Reino de en 
Medio (zhongguo 中國 ), el espacio propio de la civilización China, tanto como el límite a las 
aspiraciones de los vasallos, quedaban resguardados por la figura paternal del Rey, al cual ya se le veía 
como investido por un Mandato Divino6.
Pero había grupos gobernantes de pobre linaje que, desde el siglo VII A.E.C., se consolidaban en 
la periferia de los estados centrales 7, y cuyo respeto por los lazos familiares y la autoridad arcaica era 
escaso,por decir lo menos. Era el caso de reinos como el de Qin, Wu y Yen, los cuales, a pesar de estar 
considerados por antiguas familias como linajes advenedizos, terminarían por desafiar el antiguo orden 
político en siglos posteriores gracias a su mayor ambición. Comenzaron a luchar por incrementar su 
poderío militar y así lograr el predominio absoluto y la destrucción de sus rivales, aprovechando para 
ello la mengua gradual del poder efectivo de los reyes de la dinastía de Zhou.
Desconocían el vasallaje que los unía al rey y a los nobles de los que originalmente derivaba su 
poder y autoridad, fortalecidos por las capacidades específicas que les brindaba el manejo de métodos 
más sistemáticos de administración del territorio y organización militar en que se apoyaba el gobierno 
de sus estados. Algunos incluso comenzaban a dar prioridad a las capacidades de gobierno, 
administración y estrategia militar, antes que a la familiaridad con el gobernante, al momento de 
reclutar personal. Cada casa gobernante, fortalecida, se resistía ahora a aceptar con sumisión la 
preeminencia del Rey, y se adjudicaba ya cierta superioridad moral o divina, colocándose en los 
rudimentos de una intensa pugna ideológica por venir.8
Pronto las antiguas reglas de la guerra noble (la lucha a bordo de pesados carros de batalla, la 
5 Cf. Hsu Cho-yun, Ancient China in Tansition. An Analysis of Social Mobility, 722-222 B.C., Stanford, Stanford University 
Press, 1965, capítulo 1. Este autor define la organización política del periodo anterior al imperial como una aristocracia 
familiar, donde las relaciones de parentesco configuran todos los referentes del sistema político.
6 El Mandato divino (Ming Tian 命天 ) en este periodo derivaba para diversos gobernantes locales o reyes dinasticos de 
divinidades protectoras específicas, no de un concepto abstracto como el que se instaurará en la época imperial. Cf. Hsu 
Cho-yun, op. cit., p. 40 y ss. Véase también el capítulo segundo de esta tesis, sobre las divinidades de diversas dinastías.
7 Aquellos asentados desde hacía varios milenios en las márgenes del Río Amarillo, como Zhao, Wey (para distinguirlo de 
la dinastía Wei del Norte, del siglo IV E.C., que se mencionará más adelante), Hann (diferente de las dinastías del clan 
Liu que gobernarán cuatro siglos China) y Zhou. Los principales estados de la periferia son Qin (del que surgirá la 
primera dinastía), Yen en el norte, Wu al sur y Shu, en el valle principal de la actual provincia del Sichuan.
8 Hsu Cho-yun, op. Cit., capítulo 2
 10
preservación del decoro en el campo de lucha, la mera búsqueda de fama y honor así como el respeto al 
ritual como sostén de los pactos militares) fueron subvertidas por el arribo de los métodos de la guerra 
convencional. El derrocamiento del último gobernante de los Zhou, en 256 A.E.C., por parte de la 
fuerzas del vigoroso estado militar de Qin9, generó una situación de incertidumbre política que fue bien 
capitalizada por sus jefes en las cuatro décadas por venir y hasta la primera unificación de China bajo 
un sólo trono.
El reino de Qin despuntaba precisamente en virtud de sus reformas militares que le daban 
enormes ventajas en el campo de batalla frente a sus rivales. Tenía un cuerpo castrense sustentado en la 
lealtad militar más que en vínculos familiares, cuya desventaja era dividir al ejército en una elite en 
virtud de su abolengo y una masa servil de soldados sin más motivación que respetar el pacto de 
fidelidad a sus superiores. Esta organización surgió del fogueo incesante con los pueblos nómadas que 
presionaban sus fronteras (de los que tomó numerosas técnicas militares y a los que dirigió su furia 
conquistadora tras apaciguar el centro de China). Serían los imperativos del valor en combate y la 
disciplina hacia el estratega a la hora de la lucha, más que lazos de sangre, lo que estructurarían su 
ejército, y semejante organización terminaría por penetrar en la incipiente estructura burocrática del 
estado10; destacados estrategas surgidos en estas campañas integraron la administración del reino.
Tras casi treinta años de búsqueda de la unificación interna de su propio reino y de la expansión 
a expensas del territorio de sus adversarios 11, la proclamación por la cual el Primer Emperador se 
investía de una nueva legitimidad daba comienzo a un periodo de cambios mucho más profundos que 
los que desde hacía varios siglos ya pretendían la transformación y renovación de las formas 
inveteradas de ejercer el gobierno.
La vasta pluralidad cultural, social y política que dominaba China debía ser reducida a la unidad 
9 Este reino era gobernado entonces justamente por el abuelo del que a la postre se convertiría en el Primer 
Emperador. Sin otro rey sucesos de la dinastía Zhou que recibiera el Mandato Celeste, la historiografía 
posterior daría a los últimos tres gobernantes del estado de Qin el título de Reyes (wang 王) antes de la reunificación.
10 Una estructura donde las relaciones serían contractuales, sin importar las relaciones personales entre los individuos.
11 Mark Edward Lewis reconstruye el proceso de fortalecimiento del estado Qin y su expansionismo incesante desde 
mediados del siglo III A.E.C.. Cf. The Early Chinese Empires. Qin and Han, Cambridge, London, The Velknap Press of 
Harvard University Press, 2007, Capítulo 2, “A State Organized for War”.
 11
y sometida al autócrata. Se buscó erradicar los antagonismos políticos latentes con los clanes enemigos 
aun después de su derrota mediante la supresión absoluta de los antiguos reinos, que serían sustituidos 
por una nueva forma de organización administrativa, basada en criterios recaudatorios y burocráticos. 
Se desconocían así por completo los añejos títulos nobiliarios que por siglos habían conformado en lo 
esencial el orden político y se les reemplazaba por cargos nombrados desde la Capital Imperial, sobre la 
base del mérito antes que de la pertenencia al grupo familiar. Además se desarraigaron los clanes 
mediante traslados forzados de población y se buscó destruir todas las tradiciones escritas que 
reivindicaran alguno de esos reinos y mantuvieran viva la memoria histórica de sus Cortes.
El sistema de pesos y medidas, las monedas circulantes, la amplitud de los caminos y de los ejes 
de los carros, todo aquel elemento dependiente de los designios de antiguos poderes políticos debía ser 
unificado según el nuevo estándar imperial. El lenguaje se vertió en una escritura común, que no seguía 
sino la norma del reino de Qin.
Una burocracia cuya autoridad emanaba del Centro se apoyaba en un reglamento judicial 12 que 
suplía toda otra disposición local y la superaba en razón de su igualitarismo extremo (que costaría la 
vida al mismo ministro que lo implementó, el legalista Li Si) tanto como de su tremenda crueldad (duro 
juicio de la historiografía posterior que, empero, apoyan los descubrimientos arqueológicos recientes al 
respecto).
La suma de los sistemas de defensa en la frontera norte, organizados como la primera Gran 
Muralla (que no era sino la amalgama de murallas de los reinos septentrionales), establecía los nuevos 
límites tangibles del Reino de en Medio, mientras la fastuosa Ciudad Imperial, Xianyang, se tornaba en 
centro de la Civilización 13. Poco podemos decir, por razones de espacio, aquí sobre la monumental 
12 Para ahondar en el código legal de la Primera dinastía puede verse el minucioso estudio de A. F. P. Hulsewé, An 
Annotated Translation of the Ch’in Legal and Administrative Rules of the 3 rd Century B. C. Discovered in Yün-Meng 
Prefecture, Hu-pei Province, in 1975, Leiden, E. J. Brill, 1985, 232 pp.
13 Mark E. Lews destaca el antagonismo geográfico (el valle del río Wei, afluente del Amarillo, aislado por cordilleras y 
abierto hacia la región seca del Gobi, frente al valle medio del Amarillo, relativamente más protegido de la inclemencia 
del exterior) que servía de trasfondo a la confrontación entre el reino deQin y sus rivales: los reinos centrales y los del 
sur. Se excluían mutuamente en virtud de sus características culturales distintas y de su histórica con escasos vasos 
comunicantes hasta el periodo de las conquistas de Qin y la naturaleza de las ambiciones de éste reino era en buena 
medida etnocéntrica. Cf. op. cit., p. 11-13. También lo menciona Nicola Di Cosmo en Ancient China and Its Enemies. 
The Rise of Nomadic Power in East Asian History, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, cap. 1
 12
arquitectura del Mausoleo de Shi Huangdi, representación de sus aspiraciones por fundar un Imperio 
que abarcara toda la Tierra.
A pesar de sus pretensiones de gobernar largo tiempo sobre un sólido Reino Universal y de ser 
el primero de una muy larga sucesión de gobernantes (el carácter shi 始 del título que ostentaba puede 
traducirse como “el que comienza”), su dinastía apenas sobrevivió tres años a su muerte. Sin dar 
crédito pleno al desprestigio en su contra contenido en la historiografía posterior, podemos hacer 
algunas observaciones sobre el proceso de la primera unificación, que resultarán útiles para entender el 
destino del imperio durante el siguiente milenio.
El aspecto más notorio es que el Primer Emperador logró llevar a buen puerto la primera 
unificación de China mediante el uso de métodos racionales de dominación y organización del 
territorio14. No se niega la enorme relevancia de la parafernalia ideológica que erigió el soberano de 
Qin para desmarcarse de toda fuente de legitimidad anterior, en su deseo por fundar un nuevo orden 
político. La manipulación ideológica, la integración y depuración de tradiciones históricas y míticas en 
boga, la incorporación en la figura imperial de funciones rituales, tanto arcaicas como transformadas 
acorde con nuevas circunstancias, fueron aspectos prioritarios al ser fundada esta dinastía y las 
venideras, y se revisarán con más detenimiento en el siguiente capítulo. Pero el evidente horizonte 
pragmático de las corrientes de pensamiento político que dominaron en la creación de las primeras 
instituciones y leyes del Imperio indica una tendencia de la época imperial: el predominio de lo político 
sobre lo religioso, de la administración y la ley como prioridades sobre el vínculo de parentesco y la 
costumbre.
Según las ideas legalistas más socorridas en la época 15, el Estado era entendido como una 
14 El reino de Qin siguió una ruta gradual, pero contundente en su expansionismo sobre el valle del río Amarillo, desde 
mediados del siglo III A.E.C. Aprovechando el esfuerzo de su abuelo por asegurar las fronteras al norte y el oeste (véase 
mapa 1), el rey Zheng, futuro Primer Emperador, avanzó sobre el reino de Shu, en el actual Sichuan, al sur, incorporando 
esta región además por completo como parte de la historia de los reinos del río Amarillo. Quedaba garantizado así para 
el reino de Qin los recursos y las defensas que le permitirían afirmarse en la conquista del reino de Zhou, cede de la 
última dinastía, y para lanzarse sobre sus rivales, Wu al sur y Yen al norte. Cf. Hebert Franke y Rolf Trauzettel, El 
imperio chino, 15a. ed., México, Siglo XXI Editores, 2006, pp. 65-70
15 El legalismo (fajia 法家 ) es una de las corrientes predominantes en la época de la unificación, y es posible definirla 
como una doctrina de administración de los recursos y del gobierno sobre los hombres con el fin de mantener el poder 
(nos basamos en la definición de Hsu Cho-yun en op. cit., p. 80). Su relevancia en el reino de Qin será tratada en el 
capítulo siguiente.
 13
institución burocrática centralizada en torno a la figura del Soberano. En este edificio burocrático 
ministerios de funciones expresas conformaban la Corte, encargada de regular las distintas facetas de la 
vida social, desde la actividad económica y militar hasta la misma práctica ritual cortesana, a partir de 
regulaciones jurídicas precisas.
Funcionarios subordinados a distintos niveles, asistentes y consejeros permitían difundir y 
ejecutar los lineamientos promulgados por el Emperador y sus ministros. A éstos últimos les 
correspondía también el nombramiento de los gobernadores provinciales, cuyo aparato era semejante al 
de sus superiores. La organización militar estaba ramificada del mismo modo y las provincias recién 
incorporadas eran gobernadas del todo por ellos16.
Su remuneración ya no procedía más de dotaciones iniciales de tierras que se heredaban dentro 
del linaje dedicado en adelante a prestar incondicional servicio a un superior; devengaban salarios, 
pagados regularmente, por lo general en especie, al menos hasta la dinastía Tang (618-907 E.C.), por lo 
que su relación era más bien contractual. En consecuencia, el desempeño de un servicio (o de la lealtad 
militar en caso del ejército) era el aspecto a recompensar cuando fuese satisfactorio en sus resultados, y 
a ser castigado en caso de no ser así.
El sistema legal, por su parte, regulaba la impartición de justicia, las atribuciones de los 
16 La estructura de la burocracia desde tiempos Qin hasta Tang es extremadamente compleja. El estudio de Hans 
Bielenstein, The Bureaucracy of Han Times, New York, Cambridge University, 1980, señala que incluso los cargos más 
altos cambiaban constantemente, desaparecían o eran sucedidos por otros menores en un tiempo dado.
En la cima de la escala burocrática se encontraban las Tres Excelencias (San gong 三公): 1) el Canciller (cheng 
xiang 丞相), dedicado a las finanzas y el presupuesto, a recomendar candidatos para ingresar al servicio del estado, y a 
presidir, cuando era la entidad predominante, el principal organismo de gobierno en la Corte: la Conferencia de la Corte 
(huiyi 會議); 2) el Gran Secretario (yushi daifu 御史大夫 ), principal órgano encargado prevenir el abuso de autoridad y 
las fallas en la disciplina de los funcionarios, encargado de la transmisión de los memoriales de los funcionarios hasta el 
trono, así como de los edictos hacia la administración local, y de las bibliotecas imperiales, y 3) el Gran Comandante de 
Justicia (daiwei 太尉 ), encargado de impartir y vigilar la impartición de justicia a nivel local, de dirigir el Gran 
Ministerio de Obras y del Tutor Imperial (luego se transformaría en Comandante en Jefe, encargado por completo de los 
ejércitos). Cada Excelencia tendría por lo menos 15 secretarías diferentes, subdivididas en oficinas, divisiones 
principales y Asociados, encargadas de desempeñar las mismas funciones (desde las finanzas al ritual), a pesar de que 
cada Gran Secretaría tuviera atribuciones específicas (que, por lo demás, parecen asignadas arbitrariamente, según las 
necesidades de la época, y cambiaron con frecuencia).
La distribución de tareas como las comisiones de censores enviadas a las provincias para combatir la corrupción 
era labor compartida, para generar contrapesos y superar la corrupción de alguna área del gobierno con la condena por 
otra. También la presentación de memoriales y edictos pasaba por órganos de distintas grandes secretarias.
Además existían los Nueve Ministerios de la Corte, encargados una vez más de supervisar las administraciones 
locales, además de ser consejeros imperiales. Entre estos ministerios estaba el Gran Maestro de Ceremonias, el 
Superintendente de la Casa Imperial, el Comandante de Guardias, El Gran Ministro de Agricultura, etc. Y en ocasiones 
tuvo presencia el Gran Tutor imperial (daifu 大夫), que se encontraba a la altura de las Tres Excelencias.
Se añadía a este complejo sistema las administraciones locales y el sistema militar.
 14
funcionarios, el orden fiscal y la relación de los súbditos con la familia Imperial y los lugares propios 
de la Corte y el ejercicio del poder. Pero no se trataba de un sistema que acotara funciones y 
circunscribiera responsabilidades. Por el contrario, la lógica jurídica a la que respondía dictaba la 
duplicación de censores, de tal manera que dos ramas de la administración podían supervisar al mismo 
funcionarioo conocer la misma causa, como manera de contrarrestar el juicio del otro y detectar 
corrupción o yerros.
Sin embargo, la prematura caída de la primera dinastía parece indicar que el proceso no estuvo 
exento de tensiones producidas por la introducción de un modelo tan agresivo en contra de las 
instituciones antes reconocidas y los intereses regionales bien arraigados. Los métodos de la 
centralización imperial encontrarían en adelante la abierta oposición de fuerzas centrífugas que 
forzarían la flexibilidad en el sistema para que éste pudiera prosperar. Es por ello que, aunque las 
dinastías venideras asumieron rasgos fundamentales de un modelo institucional y jurídico semejante al 
de la Primera Dinastía, como el medio para instaurar la autoridad imperial, introdujeron adecuaciones 
al original para que fuera viable en circunstancias con frecuencia poco favorables para instaurar de una 
vez la centralización del poder.
Es así como, pese a los intereses del gobernante Qin, la realidad obligaría a otros fundadores y 
estadistas a conciliar entre los poderes locales y las aspiraciones autocráticas por consolidar un dominio 
absoluto. Ambas dinámicas fueron resueltas de distinta forma en la dinastía Han (206 A.E.C.-221 E.C.) y 
en las posteriores dinastías “bárbaras” (siglo IV E.C. al VI E.C.), por establecer un contraste entre dos 
periodos muy diferentes en cuanto a la naturaleza de sus relaciones políticas. Pero en cada época la 
tónica era la tensión social y el cambio constante en el orden político predominante, así como en los 
parámetros de la institucionalización del poder.
Liu Bang (256-195 A.E.C.), fundador de la dinastía Han 17, debió dar pasos en la dirección 
17 Aunque comúnmente hablamos de la Dinastía Han como de una época completa, en realidad el periodo que va de 206 
A.E.C. a 221 E.C. estuvo ocupado por tres dinastía distintas: Han Anterior ( 後漢 206 A.E.C. -6 E.C.), Han Posterior (前漢 
24-221 A.E.C.), y la dinastía usurpadora Xin (6-21 A.E.C.), con su único soberano, Wang Mang (véase más adelante p.). La 
dinastía de los Han posteriores fue una restauración del linaje Liu, pero no sólo fue conducida por una rama distinta y 
distante, sino que significó el traslado del centro político de Chang’an a Luoyang, más al Este, y un giro en varios 
aspectos de la administración, la actividad económica y la cultura. A pesar de los rasgos comunes entre las tres dinastías, 
 15
opuesta a la tomada por el Primer Emperador, a fin de ganarse el apoyo de los descontentos con el 
régimen de Qin (quienes tampoco confiaban sin más en un campesino sublevado llegado al trono), y de 
asegurar, a la vez, la lealtad de sus seguidores y sublevados. Repartió para ello el gobierno del territorio 
conquistado en las guerras por el trono entre los caudillos de baja estirpe que lo apoyaron, a manera de 
prebendas, y permitió el resurgimiento de reinos 18 de amplia autonomía, dependientes del centro 
principalmente por vínculos personales de fidelidad 19. También relajará la fuerza del brazo judicial del 
poder imperial, que junto con la desmesurada exigencia de tributos en trabajo con el fin de edificar las 
suntuosas obras que engrandecían al Primer Emperador, fueron los aspectos de insatisfacción social 
cruciales que condujeron a la caída de su dinastía, según consigna la historiografía Han20.
Los emperadores Wen y Jing (sucesores suyos que gobernaron entre 179-141 A.E.C.) fueron 
quienes intentaron retomar de manera gradual la senda de la centralización del poder sobre el territorio 
y el sistema de recaudación, apartándose de una política conciliadora con las tendencias centrífugas. Un 
primer paso en este sentido sería la sustitución de antiguos caudillos por miembros de la familia 
imperial, que reforzaba vínculos políticos mediante el estrechamiento de los familiares. Pero esa 
unificación quedaría afianzada al consolidar justamente la base institucional legada por la dinastía Qin, 
tan criticada por el mismo Liu Bang.
Ambos emperadores aprovecharon que las instituciones burocráticas se hallaban ya firmemente 
establecidas en sus líneas básicas tanto en la Corte como en los reinos locales, en virtud de su 
reconocida eficacia como instrumentos de administración gubernamental, y sólo procedieron los 
gobernantes Han a integrarlos por completo al poder central. Pese a todo, tocaría al Emperador Jing 
enfrentar las rebeliones desatadas a mediados de siglo por gobernadores descontentos a causa de la 
en realidad constituyeron dinastías distintas.
18 La permanencia de linajes nobles (por lo general encumbrados al comienzo de cada dinastía) al frente de unidades 
territoriales delimitadas como “reinos” (guo 國 ) se mantendrá durante toda la historia dinástica, sus atribuciones será 
variables y tenderán a ser el punto de partida para la balcanización del Imperio luego del debilitamiento de una dinastía. Por 
eso varios gobernantes buscaron que miembros de la misma familia imperial, incluso herederos al trono, los administraran.
19 Cf. Mark E. Lewis, op. cit., pp. 21-22
20 Los confucianos que dominaron la Corte de la época Han, desde finales del siglo II A.E.C. (véase capítulo 3) se 
encargaron asimismo de escribir la historiografía y construir el mito del malévolo Primer Emperador, entregado a la 
excentricidad a costa de la vida del pueblo campesino, destructor de los Clásicos y cruel en cuanto a los castigos. La 
proclividad de Sima Qian hace que esta interpretación del periodo Qin esté presente en sus Registros Históricos.
 16
pérdida paulatina de sus privilegios; superada esa difícil prueba, el poder imperial tendrá garantizado 
su predominio en zonas lejanas, al menos hasta que los descalabros de comienzos del primer siglo E.C. 
reviertan ese estado de cosas21.
Las regiones fronterizas 22, por lo demás, al haber sido integradas al Imperio como resultado de 
las decididas campañas de Conquista de Wudi (reinó de 141 a 87 A.E.C.), serán administradas libremente 
por el sistema burocrático ordinario, sin la presión de antiguas tradiciones políticas regionales aún 
latentes que respetar.
Durante un periodo posterior a la dinastía Han, sin embargo, conocido como el de las Dinastías 
del Norte y el Sur (Nanbei Chao 南北朝 , 311-589 E.C.), el predominio de la concepción aristocrática 
del gobierno se sobrepuso de tal manera al recuerdo mismo del orden institucional de antaño, que 
cuando los gobernantes de la dinastía Wei del Norte (386-534 E.C.) pretendieron asimilar las 
instituciones chinas asumieron como un aspecto primordial la construcción de un linaje chino en su 
base y denominación23.
Parece ser que durante el primer milenio del Imperio convivieron y alternaron dos nociones en 
apariencia incompatibles sobre el poder político, reflejo de sendos sistemas sociales: en uno se 
privilegiaba la organización institucional, el imperio de la ley, la igualdad jurídica (cuando menos 
teórica) entre todos los hombres bajo su autoridad, así fueran de alto rango o parientes próximos del 
Emperador, además de que se tenía en alta estima el mérito como vía de acceso al ejercicio del poder 
político y la orientación pragmática como criterio de selección de funcionarios; en otro era mayor la 
importancia del ritual, del nacimiento y de la posición social, así como la voluntad del individuo por 
21 Coincide este desarrollo de los acontecimientos con la reconstrucción que hace Mark E. Lewis en op. cit., pp. 23-26
22 En lo fundamental, las regiones fronterizas se encontraban en tiempos del Emperador Wudi en el corredor de Gansu y 
los pueblos en torno a la Cuenca del Tarim, hacia el oeste, el territorio de la actual Mongolia Exterior (más allá del 
trazado histórico de la Gran Muralla), hacia el norte, y las regiones al sur de los Grandes Lagos de Hunan y Jiangxi, 
además del territorio de Guangdong y el norte de Vietnam.
23 Se promulgarían para ello estrictas legislaciones que forzaban la unión entre las aristocracias Tuoba y las han y la 
determinaciónde los puestos públicos según la clasificación y jerarquía del abolengo (William Jenner, Memories of 
Loyang, Yang Hsüan-chih and the Lost Capital, 493-534, p. 59-9); los matrimonios eran reglamentados incluso entre la 
población en general, limitándolos a ciertas “castas” definidas según oficio y ascendencia (Gernet, El mundo chino, p. 
168). Un proceso semejante de formación de aristocracias diferenciadas del “pueblo común” en función de la pureza de 
su abolengo tendría lugar en las dinastías chinas del sur durante el mismo periodo.
 17
encima del marco legal24. 
Era una contradicción fundamental dentro del sistema Qin, sin embargo, que el Emperador se 
hallara siempre por encima de cualquier disposición legal y que de su autoridad emanara toda la fuerza 
de la institución y la ley. Su soberanía , en última instancia, se legitimaba por sí misma, en virtud de la 
superioridad militar que lo respaldaba y como expresión de su voluntad política. El Emperador como 
institución fundamental del régimen, se asimilaba con la persona imperial, la sucesión recaía en un 
linaje como ningún cargo público lo hacía y no hay que perder de vista que, en última instancia, fue un 
hombre quien dio impulso al nuevo orden institucional, su voluntad la que se expresó a través de éste y 
su muerte la que lo llevó al colapso, dada la fragilidad de su dinámica propia.
Estas aparentes ambigüedades permanecían latentes y conciliadas por las mismas instituciones 
imperiales de las dinastías consolidadas 25. Sus arquitectos supieron presentar muchas veces formas 
opuestas de entender el poder como un solo cuerpo complementario de ideología que se apoyaba y 
complementaba26. 
El esfuerzo más importante para reforzar la ideología que respaldaba al Emperador mediante la 
conciliación de distintas tradiciones de pensamiento político tuvo lugar ya avanzada la dinastía Han, 
cuando nuevos y poderosos argumentos en torno a la función ritual del gobernante y la legitimación 
moral del poder cobrarían mayor énfasis. Se trata de la cosmología y la filosofía moral del 
confucianismo, las cuales intentarían subsanar de forma directa las incómodas contradicciones con el 
24 El historiador estadounidense Charles Orzech plantea en su obra Politics and Trascendent Wisdom: The Scripture for 
Humane Kings in the Creation of Chinese Buddhism, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press, 1998, pp. 
23-26, que estas son incongruencias existentes entre un punto de vista estructural o posicional con respecto a la 
sociedad, que concibe las instituciones y a los cargos públicos como instancias jurídicas, administrativas o militares, 
independientes de los sujetos que los manejan, y un enfoque personal, que hace confluir la sustancia del individuo con la 
del poder que se ejerce.
25 Un aspecto relevante de la legislación penal china desde la dinastía Han hasta la Tang (617-906 E.C), por lo menos, era el 
castigo diferenciado para los crímenes, según la posición social de quien los cometía. El esquema consideraba más de 
veinte rangos distintos, para todos los hombres adultos que fueran súbditos del emperador, según su extracción social, 
sus medios de vida y los servicios que hubiesen prestado al gobierno en acciones militares o en la organización de la 
población en cuanto líderes locales. Se aprecia la noción de una sociedad estamentaria, pero también se deja ver la 
intensión del poder central de imponer una jerarquía social nueva y unificada que sustituyera todo sistema regional 
precedente y fortaleciera los vínculos de las comunidades rurales y urbanas con el poder central. Lewis, Op. cit., p. 67-8; 
para el sistema en la dinastía Tang, véase Jacques Gernet, El mundo chino, Barcelona, Crítica, 1999, p. 214-5.
26 No fueron raras, pese a todo, las disputas en el seno de la corte imperial, como la que refiere Orzech para ilustrar su 
análisis, referido a cuando el soberano Shizong (reinó de 1522-1566) de la dinastía Ming, sobrino del emperador que lo 
precedió, deseaba rendir culto a su padre como ancestro, en contra de la opinión de los funcionarios del ritual, quienes 
recomendaban hacerlo ante la tablilla de su tío (al cargo y no al progenitor) Orzech, Ibid.
 18
paradigma nobiliario que seguía identificando abolengo con superioridad moral y mayor capacidad 
política; más agudas eran dichas contradicciones por el hecho de que el linaje Liu del fundador no era 
noble en absoluto27.
Pero la búsqueda de ideología que legitimara la autoridad del soberano sería constante, dados 
los condicionantes con que quedaba revestida toda institución humana a la luz de la filosofía de la 
historia en China. Sometido al tiempo y al desgaste, el estatus especial del Huangdi carecía de 
fundamento permanente, pues cada monarca y cada dinastía estaba condenada a su caída, un destino 
marcado por el ciclo de la naturaleza. Una legitimidad que apelara sólo al Mandato Celeste terminaba 
por justificar peligrosamente su mengua conforme pasaran las generaciones, e incluso su revocación en 
caso de grave declive moral del monarca, pues la voluntad del Cielo podía cambiar por completo en tal 
caso28. Era necesario mitigar el carácter temporal con el que inevitablemente parecía quedar marcado el 
predominio de su linaje.
También se volvía más patente la contradicción entre pragmática política y moral; se volvía una 
pregunta acuciante si la legitimidad del gobernante se sustentaba en la moral o en el carisma (en el 
sentido weberiano), y ya fuese una u otra la respuesta, cómo se conciliaba ello con la brutalidad política 
necesaria para imponer la autocracia. Por otro lado, entrará en juego una disyuntiva ideológica más 
vaga pero no menos relevante: el emperador debía ser considerado como un hombre de naturaleza 
común al resto, aunque elevado en dignidad por haber recibido el Mandato Celeste, o como un sujeto 
de esencia distinta y opuesta al resto de los mortales en virtud de ese Mandato, ya fuese por nacimiento, 
ya por investidura (de ésta última caracterización deriva que se le conociera también como el Hijo del 
Cielo Tianzi 天子 o el Santo de las Alturas Sheng Shang聖上).
Estos aspectos encontrados de la investidura imperial, a la vez transmitida por herencia y 
conquistada por la virtud constante, explicarían otro fenómeno muy frecuente en la historia dinástica: la 
tendencia recurrente en varias épocas a retraer las decisiones políticas del campo del Consejo de 
27 Este periodo de forja de nuevas ideas sobre la base de pensamiento político heredad de la Primera dinastía se revisa en el 
tercer capítulo.
28 De ahí la obsesión de tantos Emperadores por obtener la inmortalidad, atemorizados por el declive que seguiría a su 
dinastía naturalmente, luego de su muerte, pues su dignidad menguaría de sucesor a sucesor.
 19
Estado, la cancillería y las altas instancias dirigidas por ministros y funcionarios especializados en 
conducir la administración central, es decir, del nivel institucional, para llevarlas a los terrenos del 
recinto imperial y el ámbito íntimo del emperador. El poder, en ese caso, recaía en personajes como los 
eunucos del harem imperial, la familia de la emperatriz y los consejeros letrados más próximos al 
trono, los cuales formarían partidos que intentaron hacerse con el control sobre los asuntos públicos 
cooptando o neutralizando el sistema institucional, muchas veces con éxito y apoyándose en masacres. 
Quienes conducían este cambio juzgaban que el poder residía en la persona imperial antes que en el 
aparato de Estado, y que su vínculo privilegiado con el monarca les garantizaba cierta legitimidad.
Instancias de estas situaciones son tanto la usurpación de Wang Mang (reinó entre 9 y 23 E.C.) 
como la lucha de facciones que se desataría entre el partido de los eunucos y los jefes militares después 
de la Rebelión de los Turbantes Amarillos (184 E.C.). Ambos periodos constituyeron las mayores crisis 
para el linaje de Liu y desembocaron dos veces en su caída.
Enel primer caso, el medio hermano de una emperatriz, hábil en escalar puestos militares con la 
confianza del Emperador, tanto como en ganarse un grupo de funcionarios adictos a su causa, logró 
penetrar aún más en la familia imperial cuando hizo de su hija consorte imperial y de él mismo regente. 
Habiendo propagado su fama mediante pactos, prebendas y la interpretación favorable de augurios, 
aventuró la promulgación de la dinastía Xin, la “Nueva Dinastía”, que reforzaba la autocracia, aunque 
su escasa capacidad para remontar circunstancias adversas determinaría su corta duración (concluiría 
en 23 E.C., año en que otros miembros de la familia Liu recuperarían la sucesión).
Las rebeliones campesinas de la década de los años ochenta del siglo segundo E.C., por otro 
lado, acaudilladas por grupos de inspiración religiosa tales como los Turbantes Amarillos y la Secta de 
las Cinco Fanegas de Arroz, fueron apaciguadas a cuenta de una polarización entre los los eunucos que 
controlaban el Palacio Imperial y los militares cuyo poder había sido fortalecido intencionalmente por 
el Emperador para enfrentar a los sublevados. La destrucción de los eunucos y letrados, en 189 E.C., 
puede considerarse como un golpe de estado luego del cual el emperador fue recluido por parte de los 
 20
militares en Luoyang hasta la desaparición formal de la dinastía. Como puede verse, ambas situaciones 
se relacionaron con el traslado de las decisiones de la administración a la Corte privada29.
Sin embargo, no hay que creer que la debilidad institucional siempre condujo al colapso de 
dinastías. En varias ocasiones un gobierno resuelto desde la alcoba imperial se extendió por muchas 
décadas. La Emperatriz Lü, viuda de Liu Bang, sostuvo durante casi una década (desde 187 A.E.C.) al 
Imperio de los Han en sus albores, pues tomó el mando junto con su clan durante la regencia de sus dos 
hijos menores de edad. El ascenso del Emperador Wen de Han implicó, no obstante, el exterminio de la 
familia de su madre.
Por otro lado, tampoco se debe perder de vista que la fortaleza de los militares que comúnmente 
estaban detrás de la caída de las dinastías y lideraban el ascenso de otras nuevas se encontraba en la 
propensión del sistema político en crisis a concentrar un poder excesivo en el brazo castrense de la 
administración imperial; se trataba, por ello, de un defecto propio de la institución.
Las dos tendencias, empero, tanto la personalización del poder como la autonomía incontrolable 
de la institución militar, conviviendo con el poder formal de los ministros y burócratas, flanquean la 
historia imperial por lo menos hasta la caída de la dinastía Tang30.
La reflexión sobre la permeable frontera que separaba lo público y lo privado en la antigüedad 
china permite establecer la naturaleza, profundidad y complejidad del gobierno burocrático en el 
Imperio, siempre inserta en un sistema social y dependiente de intereses locales, tradiciones de 
pensamiento y costumbres de las que no se podía abstraer fácilmente. Igualmente permite determinar la 
importancia de las creencias del soberano al integrarse la ideología que le daría legitimidad. Tanto el 
pensamiento político como todas las demás áreas de la vida política durante la época Han se concebían 
29 Mark E. Lewis, traza periodos de fuerte centralización en torno a instituciones y otros, mayoritarios de hecho, en los que 
intereses personales, regionales o privados imperaban en la administración: establece épocas fuertes para el Estado 
imperial, desde los gobiernos de Jing y Wendi de Han, hasta el reinado de Wudi, con un subsecuente proceso de 
debilitamiento que culminaría en la usurpación de Wang Mang. El siglo I E.C. fue otra época de fortalecimiento, en 
oposición a las tendencias propias de la centuria siguiente. Durante la dinastía Tang (617-906 E.C.), como se verá en el 
capítulo cuarto, este juego de intereses formales y personales también será discernible.
30 Durante la dinastía Song (960-1279) ocurrieron dos cambios decisivos en favor de la institucionalización duradera del 
régimen y un nivel de centralización política no vista: los ejércitos mercenarios sustituyeron casi por completo a las 
fuerzas regulares y funcionarios civiles se hicieron cargo casi por completo del gobierno, incluso por encima de la figura 
imperial, Jacques Gernet, Op. cit., p. 266. A partir de la invasión mongola, por el contrario, el componente autocrático se 
tornará dominante.
 21
como instituciones de gobierno (oficinas para la determinación del calendario, los rituales, los textos de 
historia, el protocolo oficial, memoriales y edictos), pero no por ello eran instancias inalterables ante 
las preferencias del Emperador y sus allegados, quienes al final decidían entre una amplia gama de 
corrientes filosóficas para dirigir el trabajo de los eruditos.
Pero, dejando a un lado los periodos de crisis y las contradicciones que enfrentó el régimen 
Han, no debe perderse de vista el rotundo éxito que alcanzaron los más célebres gobernantes de las dos 
dinastías de Han, en cuanto a la consolidación y preservación del poder centralizado se refiere, logros 
firmes que se convertirían en paradigma para las dinastías posteriores en muchos sentidos. Cuatro 
siglos de estabilidad institucional, pese altibajos, se constatan por comparación con periodos anteriores 
y posteriores en los que la integridad de las fronteras y del núcleo definible de un sistema burocrático 
como objeto de las luchas por el poder, la restauración luego de periodos críticos de usurpación, un 
ejército estable, aspectos fácilmente asequibles durante Han, difícilmente podían darse por 
garantizadas. Durante el primer milenio de historia imperial, sólo la dinastía Tang (618-907 E.C.) podrá 
adjudicarse una solidez semejante.
En buena medida el éxito de los Han responde al proyecto bien definido de gobernantes como 
Wudi (reinó de 141 a 87 A.E.C.) y, luego de la caída de Wang Mang, del emperador Guangwu (r. 25-57 
E.C.). Sus políticas se volvieron guías para los gobernantes de dinastías posteriores incluso, transmitidas 
a través de los textos historiográficos. Y es que el entrelazamiento de un ideal absolutista y centralizado 
del poder con un conjunto de nociones culturales bien arraigadas entre las elites y difundidas por los 
intelectuales del periodo forjó un modelo civilizatorio que identificaba el predominio político y militar 
de los ejércitos imperiales con la superioridad cultural han.
Puntal de esta forja ideológica son los Registros Históricos (Shiji 史記 , alrededor del 100 
A.E.C.), completados por el célebre Sima Qian (145-90 A.E.C.), así como el Han Shu, la primera historia 
 22
dinástica propiamente dicha, escrita por Ban Gu (32-92 E.C.) y otros letrados (varios parientes suyos, 
como su hermana Ban Zhao). Ambas obras servirían de modelo, en adelante, para el género literario de 
la historia dinástica, el primer proyecto letrado en la agenda de toda dinastía bien asentada. A partir de 
estos textos, la tradición histórica asumía una dimensión prioritaria en la justificación de la autoridad 
moral del Emperador; surgía además un nuevo paradigma para la comprensión y la reflexión política, 
que resultará de larga duración en el imaginario político de la China imperial. La Historia Universal 
sería comprendida en adelante como el devenir de la institución imperial, garante de la Civilización y la 
Alta Cultura31.
Entre otros de sus logros duraderos se encuentran los éxitos cosechados por su política 
expansionista, que posibilitaron a ejércitos y funcionarios penetrar en los desiertos del sur de Mongolia 
y la cuenca del Tarim. La épica pacificación de esas regiones, a cargo de Zhan Qian, Li Kuang y Wei 
Qing en el siglo II A.E.C., y de Ban Chao en el I E.C., dio pie al primer auge de China como punto de 
partida de la Ruta de la Seda. Compañías y estrategas militares consiguieron también mantenerse 
durante siglos en las antes inexploradasregiones montañosas de China meridional 32, a expensas de los 
pueblos indígenas, desplazados gradualmente a tierras altas, mientras que sus reinos, extraños para los 
han, serían destruidos o diezmados. La beligerancia del fundador de la dinastía Tang encontraría en la 
expansión armada hacia estos rumbos apreciados desde antaño (además de Corea y la actual Mongolia) 
su expresión natural.
La prosperidad económica del periodo se manifestó en un comercio boyante, cuya importancia 
en la vida económica del Imperio crecía gradualmente y puso en contacto a las metrópolis chinas con el 
centro y el este de Asia. Los funcionarios del gobierno imperial, especialmente durante los Han 
Anteriores (206 A.E.C.- 6 E.C.), mantenían grandes reservas respecto del comercio, pues los mercaderes 
no eran vistos como creadores de riqueza según la economía política dominante 33. En consecuencia, 
31 El término huaxia 華夏 , de origen arcaico y todavía vigente, enfatiza la refinación de la cultura china, que en la época 
antigua conllevaba graves implicaciones religiosas, políticas y estéticas. Aquí se traduce como la Alta Cultura China.
32 Se fundan los primeros enclaves en la costa suroeste, desde el actual Fujian hasta la desembocadura del Río Rojo, son 
aseguradas las fronteras del Sichuan y se conecta este distrito con los puertos incipientes de lo que hoy es Guangdong, una 
proeza para la exploración y la logística militar de la época.
33 Según consideraban ya los funcionarios del Primer Emperador, el intercambio de mercancías no producía nueva riqueza, 
 23
durante la primera mitad de la dinastía se fortalecieron los monopolios estatales sobre productos como 
la sal y el acero, y se introducen controles estatales sobre el intercambio mercantil con los pueblos 
fronterizos34.
Para el Emperador y sus consejeros el método más confiable para fortalecer el Tesoro y mejorar 
la capacidad del Imperio para garantizar el bienestar de los súbditos 35, en esta época, como en otras 
más adelante36, era incrementar la productividad agrícola. El sistema fiscal de los Han se edificó sobre 
un cobro racional y regular de los impuestos, calculado con ayuda de detallados censos de población y 
estimaciones catastrales. La imposición tributaria por capitación sería la base del sistema hasta la 
segunda mitad de la dinastía Tang y el reparto de tierras entre los desposeídos fue una política 
recurrente entre posteriores reformadores políticos de las dinastías Wei del Norte (386-534 E.C.), Sui y 
Tang (581-906 E.C.) como medio para ampliar la recaudación, pues sólo podían pagar impuestos en 
especie (no así en mano de obra) quienes tuvieran tierras. También se buscaba limitar de este modo a 
las grandes propiedades de vocación autárquica que ocupaban relativamente pocos trabajadores, 
mantenían sin producir grandes superficies y pagaban muy baja tributación en consecuencia 37.
Las teorías legalistas sobre sobre la economía del imperio suponían la actividad del gobierno 
para imponer orden en los campos y mercados. También prescribían la edificación de obras hidráulicas 
y la obturación de nuevos suelos. No se puede garantizar que estas prácticas de política económica se 
implementaran en un grado absoluto o de forma permanente, pero sí fueron norma reguladora respetada 
para la administración pública. El censo de principios de la Era Común arrojará más de 50 millones de 
como sí los campesinos con cada nueva cosecha; las jugosas ganancias derivadas del mero transporte de bienes 
superfluos les parecía injustificada.
34 Que se consignaba como un “tributo” de los pueblos vasallos hacia el emperador, en las historias dinásticas del periodo, 
pero en virtud de cuyo monto, es más factible definirlo como intercambio mercantil bien regulado por el gobierno.
35 Pues según se entendían los designios del Cielo y las experiencias en torno a rebeliones agrarias, alejar catástrofes del 
pueblo significaba paz y continuidad para la dinastía reinante. Existían incluso funcionarios encargados de revisar que se 
encontrara en orden el equilibrio de las fuerzas Yin Yang en el imperio, para lo cual recurrían a observaciones constantes 
de los fenómenos naturales o los comportamientos cotidianos de la población, a fin de identificar cualquier problema 
que requiriera la rectificación política y la compensación del pueblo. Cf. Fung Yu-lan, A History of Chinese Philosophy, 
vol. 2 trad. Derk Bodde, Princeton, Princeton University, 1952, p. 114.
36 Esta clase conservadurismo económico retornaría bajo distintos matices durante el periodo de las Dinastías del Norte y 
el Sur (316-431 E.C.) y de nuevo durante la dinastía Qing, ya en el segundo milenio E.C.
37 Sin control fiscal en este sentido, el latifundio crecerá bastante tras la caída de la dinastía Han (221 E.C.) y tendrá que ser 
contenido mediante políticas semejantes desde la dinastía Wei del Norte. Cf. Wright, Arthur F., Buddhism in Chinese 
History, Stanford, California, Stanford University Press, 1959, p. 14
 24
habitantes (población semejante a la del Imperio Romano en el periodo) y política militar fronteriza 
que implicaría gran flujo de recursos durante décadas, indica la existencia de riqueza suficiente para 
erigir un imperio inédito.
El intervencionismo extremo, sin embargo, estaba siendo reconsiderado entre algunos círculos 
cortesanos, a mediados del siglo I A.E.C., como muestran los argumentos en contra de los monopolios 
contenidos en las Discusiones sobre la Sal y el Acero (Yantielun). El contrabando que involucraba a una 
pléyade de funcionarios corruptos y calculadores señalaba las fisuras del sistema 38. Aún así, los 
atavismos que pesaban sobre el comercio comenzaron a sucumbir hasta que las expediciones militares 
al Centro de Asia, en la segunda mitad de la dinastía, requirieron de los comerciantes para su 
abastecimiento, lo cual dio inicio a una relación de dependencia. En adelante serían éstos quienes 
constituirían las principales líneas de suministro en regiones remotas, a cambio de protección para sus 
caravanas39.
La vida urbana crecería ayudada no sólo por las exigencias de la Corte, sino también y en buena 
medida por la relevancia de los mercaderes y sus vínculos con la aristocracia; aquellos adquirirán a 
finales de la dinastía una influencia inédita también en la Corte. Varios consejeros de oficio 
comerciantes ascenderían durante la dinastía de los Han Posteriores, vaticinando ya el papel 
fundamental del comercio y sus consecuencias en la época Tang40.
38 Sima Qian, Records of the Grand Historian of China, New York, Columbia, Columbia University Press, 1963, Vol. II, p. 
176.
39 Ban Chao aprovechava sus misiones militares y diplomáticas para obtener pingües beneficios del comercio, cf. Nicola di 
Cosma, Ancient China and Its Enemies, p. 164
40 Luego del desmoronamiento de la dinastía Han, surgirán nuevos esbozos de un imperio unificado bajo esos modelos, 
como el de Cao Cao (155-220 E.C.), quien se nombró a sí mismo canciller de los Han hasta su muerte y cuyo hijo 
depuso al último emperador de la dinastía, o el del clan Sima, formado por descendientes de antiguos altos funcionarios 
de Han y fundador de la dinastía Jin, que en un primer momento (265-316 E.C.) consiguió reunificar el territorio 
imperial original. Una rama lejana de la familia Liu incluso estableció una prolongación de la dinastía en el Sichuan, 
también de corta vida, el Reino de Shu (221-263 E.C.), absorbido posteriormente por el clan de Cao Cao, primero, y por 
la familia Sima, después. Con sus empeños, los herederos de esta última lograrían conciliar a las influyentes familias de 
caudillos que se habían hecho fuertes en sus reinos, apelando además a ideologías e interpretaciones divergentes de las 
que habían sido consideradas ortodoxas por los Han. Así consiguió mantener vigente tanto la forma imperial de gobierno 
dirigida desde las capitales del norte, como el mismo predominio de los chinos en la vida política en la cuenca del RíoAmarillo durante el siglo IV.
 25
Capitulo 2. El legalismo y el Imperio del Huangdi 皇帝
Con el Primer Emperador se estaba gestando una nueva manera de legitimación que abrevaba de 
fuentes antiguas, pero las proyectaba sobre un paradigma absolutista del poder. Pero este discurso de 
ninguna forma puede entenderse como libre de tensiones ni como un producto refinado de una vez y 
para siempre. Por el contrario, la pluralidad de pensamiento propia del agitado Periodo de los Reinos 
Combatientes (403-221 A.E.C.) quedó asentada en la época imperial en una doctrina oficial sintética, 
bastante compleja, suma, podríamos decir, de diversos niveles discursivos. En los siguientes apartados 
revisamos someramente aquellos acumulados durante la dinastía Qin, a saber, las ideas legalistas que 
dirigían las dinámicas del Estado imperial, su bagaje mitológico e histórico expuesto en el concepto del 
Huangdi, el Emperador, y los basamentos de la ritualidad imperial antigua. Entre las dinastías Qin y 
Han hubo tanto oposición directa como complementariedad y continuidad en lo institucional y 
simbólico, por lo que los saltos entre una y otra para entender las transformaciones del pensamiento 
antiguo serán recurrentes.
 
El Legalismo
La historia institucional predominante en la narración expuesta en el capítulo anterior pretendía poner 
en relación, a grandes rasgos, los acontecimientos en torno al origen del imperio con la expansión de la 
racionalidad política, entendida como el despliegue de las ideas legalistas sobre la administración, la 
burocracia y la legislación. Se establece así un primer nivel de discusión en el ámbito de las ideas 
políticas: el de aquellas relacionadas más estrechamente con el horizonte pragmático de la política en la 
unificación de China.
Y es que, al revisar con detenimiento el desarrollo específico de cada corriente de pensamiento 
hasta el advenimiento del Imperio, la escuela de las Leyes 41 (fajia 法家 ) aparece como un baluarte 
41 Hsu, Cho-yun en Ancient China in Transition. An Analysis of Social Mobility, p. 40, afirma la pertinencia de esta 
traducción y juzga que los legalistas no estaban interesados en una política entendida en sentido estricto, sino en los 
 26
ideológico de primera línea, por cuanto que se trataba de la doctrina privilegiada por el reino de Qin, 
artífice del sometimiento y la unificación de todos los estados rivales en la pugna por la hegemonía en 
el mundo conocido, el Tianxia 天下.
Más que concentrarse en textos o maestros, el legalismo en los albores de la época imperial era 
un sistema de pensamiento jurídico, social y económico cuya función era aportar a las Oficinas de la 
alta burocracia lineamientos legales eficaces para ser implementados bajo la forma de edictos, medidas 
tributarias y políticas de direccionamiento de la economía, a fin de garantizar el dominio territorial 
intensivo (militar, jurídico, económico, social), extensivo (expansionismo militar, preeminencia cultural 
allende fronteras, prestigio diplomático) y duradero, del Soberano y la Corte.
A diferencia de otras corrientes de pensamiento, la identidad legalista no se sustentaba en un 
conjunto de escrituras o la tutela de una autoridad casi legendaria. Como la primera corriente en 
fundirse con el aparato político, su distinción de entre el resto de las corrientes derivaría directamente 
de su participación del conglomerado institucional del Estado, y su cometido sería desarrollar un 
sistema jurídico depurado adaptado a las exigencias del gobierno.
Con todo, conocemos de algunas obras relevantes como el Libro del Duque de Shang, 
(supuestamente escrito por Shang Yang, funcionario y primer reformador del reino de Qin) y el Shenzi 
(obra perdida de pretendida autoría a cargo de Shen Buhai, consejero del reino predinástico de Han), 
ambas del siglo IV A.E.C. La obra más conocida de este género, con todo, parecer ser el Hanfeizi, del 
siglo III A.E.C., de autor homónimo, que contiene asimismo dichos y teorías de aquellos y de otros 
maestros de la escuela, con las cuales, por cierto, no pocas veces está en franco descuerdo.
Los códigos y edictos de Qin, así como los testimonios de Lisi (280-208 A.E.C.), canciller de Shi 
Huangdi, y de otros ministros, consejeros y funcionarios también recabados por Sima Qian en sus 
Registros Históricos, delatan una marcada influencia de conceptos legalistas, pero no se reconocerán 
deudas doctrinales con estos u otros personajes u obras. Tampoco ocurrirá en dinastías venideras.
De hecho puede apreciarse cierta iconoclastia en la actitud tanto de éste funcionario, como del 
términos más amplios que implicaría la administración del poder en las diversas esferas de la vida social.
 27
mismo Han Feizi, respecto de su maestro, el confuciano Xunzi (siglo III A.E.C.), quien los formaría en 
un moralismo un tanto más pesimista, en comparación con las ideas de Mengzi sobre la naturaleza 
humana42. El punto más álgido de esta iconoclastía en contra de tradiciones distintas sería ubicado para 
la posteridad por los clasicistas confucianos durante el célebre episodio de la Quema de Libros (un 
suceso fundamental para el imaginario de la antigüedad china, a revisar críticamente en el siguiente 
capítulo).
Pese a ello Sima Qian destacaba el compromiso sincero con las ideas legalistas por parte de los 
justos y honestos funcionarios que reseña 43, e indica el fuerte sentido de identificación con una causa 
política, entrelazada con otros vínculos más relevantes que una tradición textual. El más notorio quizá 
es una manera afín de pensar el horizonte de lo político y lo humano en general.
Los legalistas buscaban determinar las leyes, normas, regularidades y técnicas indispensables 
para organizar y gobernar a la sociedad desde un centro político. La comunidad humana era concebida 
como un conjunto humano presionado por los imperativos naturales de la subsistencia, estable para el 
Soberano de lograr su cabal cumplimiento, levantisco de no ser así. El gobierno imponía la paz y 
regulaba las relaciones entre los hombres mediante un sistema de castigos y recompensas; según las 
leyes promulgadas por el soberano (por las Grandes Secretarías, en la práctica, adjudicada al 
Mandatario Celeste cuando se inquiriera por la fuente de su legitimidad) se castigaría sin ambages todo 
crimen. El sistema meritocrático juzgaría con justicia los actos, virtuosos o criminales, de súbditos y 
funcionarios, con ascensos, reducción de cargas tributarias, destierro o penas corporales, según fuera el 
caso.
Las normas requeridas surgían de la caracterización de las circunstancias históricas específicas 
así como del análisis de las tensiones sociales presentes en cada época, por lo que respondían a las 
exigencias de los tiempos. El mismo Emperador Qin muestra su proclividad por el pragmatismo y el 
cálculo político propio de la doctrina legalista en una inscripción donde afirma que “llevar a cabo las 
42 Xunzi concedía más importancia que éste a las leyes como normativa de la conducta en sociedad, necesaria para el 
despliegue de las potencias del hombre. Hacia sus ideas, no obstante, sus discípulos no tendrían sino críticas.
43 Sima Qian, Op. cit., vol II, cap. 119, “Biographies of Upright Officials”
 28
cosas en concordancia con los tiempos es lo que el Emperador Hace”. 44 Según estas palabras, el 
presente tiene un valor intrínseco y no meramente derivado de su concordancia con el pasado, como 
otras escuelas parecían propugnar, entre ellas las confucianas. Del análisis social surgían las soluciones 
para resolver puntos de conflicto mediante la ampliación de las facultades y capacidades del gobierno 
en áreas que anteriormente se dirimían localmente, como manejo de tierras, reclutamiento, cobro de 
impuestos y obras públicas.
Al igual que el resto de las Escuelas del periodo de los Reinos Combatientes, los Legalistas 
daban por supuesta la primacía de la capacidad personal por encimadel linaje. Han Feizi afirma al 
respecto que la sociedad humana responde al interés egoísta de quien espera recibir una recompensa o 
compensación a cambio de sus buenos actos o servicios. Los convencionalismos que rigen las 
relaciones familiares no tienen en verdad una relevancia objetiva a la hora de definir las relaciones 
ordinarias, por lo que mucho menos deben considerarse como basamento firme para un gobierno 
burocrático45.
Partícipes del espíritu de la época que animaba a gobernantes, estrategas e intelectuales de 
diversa extracción social, los legalistas consideraban como indispensable la sustitución de un sistema 
de relaciones políticas que se percibía como superado, por otro acorde con los tiempos. Ellos, en 
específico, consideraban a la centralización del poder mediante las instituciones y la ley como la ruta 
preferente para lograr estos objetivos. Tenía divergencias, pese a ello, en cuanto a los medios 
propuestos para centralizar el gobierno en torno a la figura del gobernante, variando las ideas según la 
tradición de cada estado. Algunos proponían la limitación del poderío de los nobles y la introducción 
gradual de la meritocracia como criterio de reclutamiento de personal (como Han Feizi), mientras otros 
hablaban en favor de la militarización plena del aparato de Estado (como Shang Yang). Para unos el 
énfasis del soberano debía enfocarse en reanimar y fomentar la economía agrícola, y para otros debía 
traducirse en leyes que premiaran y castigaran justamente (posturas que sintetiza Lisi, consejero del 
44 La inscripción aparece como apéndice en Hardy, Grant and Anne Behnke Kinney, The Establishment of the Han Empire 
and Imperial China, p. 164-65
45 W. K. Liao (trans.), The Complete Works Of Han Fei Tzŭ. Vol. 2, p. 47
 29
Primer Emperador). 
Pero lo común a todos, el principal rasgo de identidad del legalismo, se hallaba en su 
consideración de que el Soberano era la autoridad suprema a la cual se buscaba fortalecer. La relación 
de un Canciller o un Ministro con el Soberano, como empleados contratados en beneficio de la 
institución, constituía un vínculo con la burocracia y el Estado claramente diferenciados del entre 
maestro y discípulo, presente entre otras comunidades de pensadores. El perfeccionamiento de la 
institución y la ley bien pudo ser para los funcionarios el equivalente al canon que estaba todavía por 
ser culminado, pues la historia de la legislación hasta la dinastía Tang (617-906 E.C.) no es sino la de un 
sistema jurídico en perpetua refinación, hasta el minucioso código de Taizong.
Los consejeros fajia eran, en consecuencia, dependientes más que cualquier otra escuela de las 
Cortes para desempeñar su oficio. El punto de encuentro de estos teóricos del Estado era el ejercicio 
efectivo del poder y su lugar estaba en las oficinas de administración gubernamental, donde podían 
desempeñar funciones en las áreas del gobierno; su estudio, reflexión y actividad carecían de sentido de 
no realizarse concretamente en el servicio gubernamental. Parecían superfluos los lazos propios de 
otras Escuelas cuando se tenía en cuenta el ligazón de los estudiosos legalistas con el gobierno. Un 
Confucio o un Laozi legalista, recluidos en sus viviendas, carentes de influencia y poder, carecería de 
sentido.
La interpretación legalista de la historia y la fundación de la investidura imperial
Pese a todo, la tradición de funcionarios legalistas del Primer Emperador tenía en alta estima el cultivo 
de la historia, no sólo a juzgar por el gran conocimiento recabado en los Anales de Qin, contenidos en 
los Registros Históricos y testimonios fundamentales sobre el periodo, sino especialmente por las 
notables resonancias míticas que intervinieron en la creación de la investidura imperial, en cuyo diseño 
llevaban ellos la voz cantante.
 30
La disputa con los clasicistas sobre la forma de interpretar el pasado puede dejar la impresión de 
que rechazaban la validez de historia, pero a lo que en verdad se oponían era a cierta interpretación de 
la misma, según la cual ésta debía ser guía para la toma de decisiones políticas en el presente. En 
ningún momento pretendieron que se rechazara el pasado, sin más, y negar el mérito que se daba a los 
gobernantes legendarios; conservaban muy presente el valor simbólico de sus atribuciones y logros. 
Intentarían más bien hallar en la interpretación de la tradición histórica respaldo apropiado para su 
pragmatismo. Buscarían cimentar así las bases tanto del título imperial como del ritualismo que 
rodearía a la figura en el Trono.
El bagaje histórico de la escuela legalista sirvió a los consejeros del rey Zheng (265-210 A.E.C.), 
futuro Primer Emperador, cuando decidieron fundar la institución imperial y acuñar el apelativo 
Huangdi 皇帝 , con el que sería conocido el soberano del Reino de en Medio para la posteridad. 
Enfrentaba entonces dificultades muy concretas que lo llevaron a buscar una ideología que lo 
distinguiera de entre quienes fueron oponentes suyos en las décadas anteriores a su triunfo como 
unificador de China concurrentes por el predominio en el Reino de en Medio, a saber, el grueso de 
Duques y Marqueses vasallos del rey de Zhou (1050-256 A.E.C.)46.
La mayoría de éstos alegaba que les correspondía el Mandato del Cielo por derivar sus familias 
de los linajes de Zhou o de Shang (como hacía el reino de Song, por ejemplo) por lo que era importante 
para el Emperador hallar legitimidad a un nivel superior al que apelaban sus predecesores dinásticos 47. 
Asimismo era consciente del carácter radical de sus reformas, que atentaban con fuerza en contra de los 
usos políticos del pasado y los intereses de ideólogos muy relevantes. Ambas eran dificultades ligadas 
con la interpretación histórica y en ese terreno se buscaba resolverlas.
Era necesario, en primer instancia, combatir la idea de que desviar el rumbo político que se 
mantenía desde el pasado equivalía a resquebrajar el fundamento de la política en sí. Anteponer la 
búsqueda de la paz del reino al respeto pasivo a las formas y tradiciones era un medio para ello. Uno de 
46 E incluso más tarde, pues no hay que olvidar que las antiguas Casas gobernantes habían sido trasladadas a la Capital tras 
la abolición de sus estados como forma de sometimiento y debilitamiento de su poder local.
47 Hsu, Cho-yun, Op. cit., p. 25-7
 31
sus funcionarios, según sabemos, argumentaba en favor de la ruptura con el orden anterior y en contra 
del llamado de los letrados de formación clásica a volver a la idealizada usanza política de la 
Antigüedad concluyendo de los textos históricos que aquellos sabios soberanos habían implementado la 
política según la época y no de acuerdo con el principio de la imitación y continuidad de formas 
heredadas de gobernar 48. Así defendía que las disposiciones del soberano debieran corresponderse con 
las circunstancias cambiantes del presente.
Otro de ellos anteponía la capacidad personal a las familiaridades y los vasallajes cuando 
afirmaba que, en razón de la “perspicacia y sagacidad” del Emperador, un reino antes débil y de pobre 
tradición arcaica, ahora había “pacificado las tierras entre los mares” y sometido a la gente, 
“dondequiera que brilla la luna y el sol”, y había logrado tales proezas justo cuando urgía fundar un 
estado que saliera al paso de la situación de auténtica anarquía predominante durante el periodo de los 
Reinos Combatientes (desde 403 A.E.C.). Ese consejero sentenciaba delante de él: “desde la antigüedad, 
nadie ha tenido el prestigio y las virtudes de Su Majestad”49.
A la luz de los turbulentos siglos precedentes, no es de sorprender que equiparara los inauditos 
alcances de los logros políticos de Shi Huangdi con los de los reyes de la historia arcaica, reconocidos 
como pródigos forjadores de civilización. El gobierno dinástico de Zhou (1050-256 A.E.C.) había 
terminado catastróficamente, minado desde hacía siglos por sus mismos

Continuar navegando